EL ULTIMO VIAJE DE CLAUDIO...

Detrás de la sonrisa de cada niño…
Se esconden siempre profundos temores.
Dedicado a Claudio…
Se esconden siempre profundos temores.
Dedicado a Claudio…
Esta es la historia de un hombre sencillo... Ad portas a convertirse en un hombre sencillo, pero con un pasado que lo atormenta…
El día transcurre sin mayores sobresaltos, el viento caliente azota mi rostro… y el calor, el calor sólo inquieta mis ideas. Es un día cualquiera, en un trabajo cualquiera y en un pueblo cualquiera. Hace ya bastante tiempo mi trabajo ha comenzado a desgastarme emocionalmente… no es fácil convivir día a día con el sufrimiento de niños y niñas que sólo desean ser comprendidos y amados… no, no es fácil… especialmente cuando te enfrentas a un mundo adulto tan irracional, tan incapaz de detectar sus necesidades, que todos tus esfuerzos por reestablecer su dignidad parecen ser en vano…. No, no es fácil trabajar con niños.
Mi día transcurre de esa forma, cuando mi jefa me solicita realizar una visita domiciliaria a Claudio, un niño de 7 años que durante el año anterior fue ingresado en un programa de residencia (hogar de niños para los ignorantes) y que se encuentra de visita con su familia… esa familia de alcohólicos decadentes que jamás fueron capaces de protegerlo de lo infame que puede resultar el mundo… Basta mencionar la palabra alcoholismo para imaginar todo el calvario de este pequeño. Golpes, mala alimentación, descuidos, insultos, son parte de este cóctel de vulneración al que ha sido sometido este niño durante sus precoces 7 años… precoz… una palabra que sin duda, este pequeño no conoce.
Llego a su casa… todo sigue igual… sucio, maloliente. La madre de Claudio es una mujer de no más de 45 años, pero con un rostro de una mujer de 70. Por cada una de sus arrugas, puede apreciarse cada uno de los golpes que la vida le ha dado… Su rostro siempre me reflejó tristeza, y cada vez que la veo no puedo dejar de pensar si acaso la decisión fue la correcta… Quizás eso me permita convivir con la culpa… Lo único que ilumina este sitio (difícilmente podríamos definirlo como un hogar) es Claudio, que luce reluciente… está grande, sus dientes han cambiado, ya no tiene cara de cansancio y no refleja tristeza, está limpio y me cuenta que ha aprendido a leer… Un escalofrío recorre mi espina dorsal… close up a mi rostro… no tengo absolutamente nada que decir…
La madre me cuenta que no tiene dinero para llevar de vuelta a su hijo a la residencia, y hoy es el día en que debe volver a su nuevo hogar, a esa cama limpia que lo espera, a esa comida sana que lo espera, a ese lugar protector que lo espera… Me ofrezco para llevarlo de vuelta, sin pensarlo, casi como un impulso, de esos que caracterizan mi vida. Hago las coordinaciones pertinentes y me comprometo a pasar por él en la tarde… la tarde del último viaje….
Llego a la hora pactada, la madre me entrega su mochila rota y con costuras mal hechas. Con su cara llena de vergüenza me pregunta cuando podrá volver a ver a su hijo… intento consolarla diciéndole que consultaré eso cuando llegue. Le pasa un par de monedas a su hijo, lo besa, lo abraza, nuevamente lo besa y le pide que se porte bien, que no llore, que se coma toda su comida, que estudie, que apenas tenga dinero irá a verlo…. Claudio llora, y como no, si pese a todo quien lo besa es su madre, esa que trató de protegerlo cuando nadie más quiso hacerlo. Algo de dolor y rencor es lo que aprecio, sin embargo, en su rostro y en el frío abrazo que el niño da a su madre como forma de despedida… la culpa por no haber sido capaz de abandonar el alcohol y de esta forma, protegerlo…
Partimos y aún hace calor… la madre entra rápido a su casa, pues ha soportado estoicamente el dolor, no ha llorado, sabe que si su hijo la ve en ese estado, se desmorona… Claudio llora, me conmueve, me parte el alma distanciarlo de su madre…. Sin embargo, creo que es lo mejor… su helado se derrite y se mezcla con sus lágrimas…
Los kilómetros se suceden uno tras otro… Claudio no pronuncia palabras…y en silencio… lo observo, intento empatizar con su dolor, intento comprender que es lo que traspasa en estos momentos por su cabecita infantil… Pienso en que no es posible que a tan corta edad, un niño pueda alcanzar tan altos niveles de dolor… Le acerco un pañuelo para que limpie su rostro, me mira… y me sonríe… y esta escena es tan conmovedora, que no puedo evitar desviar mi mirada hacia otra parte, para que mis emociones no afloren frente a él…. “Seguramente piensa en que todo estará bien, que llegará a su nueva casa, lo estarán esperando para ir a disfrutar de la piscina, que todo estará mejor, que el día terminará como han terminado todos los días durante el último año y”….. ¡¡NO!! Eso no es lo que piensa… eso es lo que yo quiero que él piense…. Seguramente piensa en su madre, en cuanto la extraña, en cuanto la necesita… Quizás se pregunta porqué ella no viene a rescatarlo… porque no toma su mano y caminan juntos… Quizás piensa que tendrá que aprender a enfrentar solo la vida…. Creará barreras ante los demás, se asustará cuando lo quieran, evitará el llanto, se defenderá cuando lo humillen, dejará de soñar y.... Sólo vivirá como un autómata, como un ser sin alma, que vive sin conocer el sentido de las cosas hermosas del mundo… O tal vez sueñe que el mundo sí cambiará, que otro mañana es posible, que no todo puede ser sufrimiento, que tal vez la vida le tiene deparado un mejor destino… que todo este dolor tiene un significado, que la vida debe azotarte para que puedas aprender a ser feliz y a valorar todo aquello que tienes, que es posible cambiar el destino…. Aunque muchas veces estés solo en ello…
Todo esto me traspasa Claudio, y me conecto con él, y lo entiendo, y en silencio lo admiro… y lo observo (ahora canta en silencio las letras de una música pegajosa que puse en la radio para alegrar el viaje)… lo observo, y las lágrimas ya están secas, y ya todo quedó atrás, tal como el camino nos deja atrás el dolor…. El camino es para avanzar…. y Claudio está avanzando, hacia un futuro mejor tal vez… aunque aún no lo sepa… aunque sus precoces pasos estén aprendiendo recién a avanzar en este camino llamado vida… y ya no tengo tristeza, y Claudio tampoco… y el camino ha terminado….
Hemos llegado a nuestro destino… lo devuelvo a sus tutores… Claudio les sonríe… sé que no hablará de nuestro viaje…. De nuestro viaje secreto… sonríe…y con sus nuevos dientes, va en búsqueda de su traje de baños…. Y yo… me despido de él… tal y como se despiden los hombres… con un fuerte apretón de manos y un fuerte abrazo…. Pero Claudio no sabe que en ese abrazo…. Se quedan con él mis mejores deseos… mi esperanza también se queda con él…. Y así… prosigo mi camino… en silencio… y miro hacia el lado…. Y el asiento ya está vacío….
Al menos hoy…. He conseguido derribar ciertos temores del pasado….
El día transcurre sin mayores sobresaltos, el viento caliente azota mi rostro… y el calor, el calor sólo inquieta mis ideas. Es un día cualquiera, en un trabajo cualquiera y en un pueblo cualquiera. Hace ya bastante tiempo mi trabajo ha comenzado a desgastarme emocionalmente… no es fácil convivir día a día con el sufrimiento de niños y niñas que sólo desean ser comprendidos y amados… no, no es fácil… especialmente cuando te enfrentas a un mundo adulto tan irracional, tan incapaz de detectar sus necesidades, que todos tus esfuerzos por reestablecer su dignidad parecen ser en vano…. No, no es fácil trabajar con niños.
Mi día transcurre de esa forma, cuando mi jefa me solicita realizar una visita domiciliaria a Claudio, un niño de 7 años que durante el año anterior fue ingresado en un programa de residencia (hogar de niños para los ignorantes) y que se encuentra de visita con su familia… esa familia de alcohólicos decadentes que jamás fueron capaces de protegerlo de lo infame que puede resultar el mundo… Basta mencionar la palabra alcoholismo para imaginar todo el calvario de este pequeño. Golpes, mala alimentación, descuidos, insultos, son parte de este cóctel de vulneración al que ha sido sometido este niño durante sus precoces 7 años… precoz… una palabra que sin duda, este pequeño no conoce.
Llego a su casa… todo sigue igual… sucio, maloliente. La madre de Claudio es una mujer de no más de 45 años, pero con un rostro de una mujer de 70. Por cada una de sus arrugas, puede apreciarse cada uno de los golpes que la vida le ha dado… Su rostro siempre me reflejó tristeza, y cada vez que la veo no puedo dejar de pensar si acaso la decisión fue la correcta… Quizás eso me permita convivir con la culpa… Lo único que ilumina este sitio (difícilmente podríamos definirlo como un hogar) es Claudio, que luce reluciente… está grande, sus dientes han cambiado, ya no tiene cara de cansancio y no refleja tristeza, está limpio y me cuenta que ha aprendido a leer… Un escalofrío recorre mi espina dorsal… close up a mi rostro… no tengo absolutamente nada que decir…
La madre me cuenta que no tiene dinero para llevar de vuelta a su hijo a la residencia, y hoy es el día en que debe volver a su nuevo hogar, a esa cama limpia que lo espera, a esa comida sana que lo espera, a ese lugar protector que lo espera… Me ofrezco para llevarlo de vuelta, sin pensarlo, casi como un impulso, de esos que caracterizan mi vida. Hago las coordinaciones pertinentes y me comprometo a pasar por él en la tarde… la tarde del último viaje….
Llego a la hora pactada, la madre me entrega su mochila rota y con costuras mal hechas. Con su cara llena de vergüenza me pregunta cuando podrá volver a ver a su hijo… intento consolarla diciéndole que consultaré eso cuando llegue. Le pasa un par de monedas a su hijo, lo besa, lo abraza, nuevamente lo besa y le pide que se porte bien, que no llore, que se coma toda su comida, que estudie, que apenas tenga dinero irá a verlo…. Claudio llora, y como no, si pese a todo quien lo besa es su madre, esa que trató de protegerlo cuando nadie más quiso hacerlo. Algo de dolor y rencor es lo que aprecio, sin embargo, en su rostro y en el frío abrazo que el niño da a su madre como forma de despedida… la culpa por no haber sido capaz de abandonar el alcohol y de esta forma, protegerlo…
Partimos y aún hace calor… la madre entra rápido a su casa, pues ha soportado estoicamente el dolor, no ha llorado, sabe que si su hijo la ve en ese estado, se desmorona… Claudio llora, me conmueve, me parte el alma distanciarlo de su madre…. Sin embargo, creo que es lo mejor… su helado se derrite y se mezcla con sus lágrimas…
Los kilómetros se suceden uno tras otro… Claudio no pronuncia palabras…y en silencio… lo observo, intento empatizar con su dolor, intento comprender que es lo que traspasa en estos momentos por su cabecita infantil… Pienso en que no es posible que a tan corta edad, un niño pueda alcanzar tan altos niveles de dolor… Le acerco un pañuelo para que limpie su rostro, me mira… y me sonríe… y esta escena es tan conmovedora, que no puedo evitar desviar mi mirada hacia otra parte, para que mis emociones no afloren frente a él…. “Seguramente piensa en que todo estará bien, que llegará a su nueva casa, lo estarán esperando para ir a disfrutar de la piscina, que todo estará mejor, que el día terminará como han terminado todos los días durante el último año y”….. ¡¡NO!! Eso no es lo que piensa… eso es lo que yo quiero que él piense…. Seguramente piensa en su madre, en cuanto la extraña, en cuanto la necesita… Quizás se pregunta porqué ella no viene a rescatarlo… porque no toma su mano y caminan juntos… Quizás piensa que tendrá que aprender a enfrentar solo la vida…. Creará barreras ante los demás, se asustará cuando lo quieran, evitará el llanto, se defenderá cuando lo humillen, dejará de soñar y.... Sólo vivirá como un autómata, como un ser sin alma, que vive sin conocer el sentido de las cosas hermosas del mundo… O tal vez sueñe que el mundo sí cambiará, que otro mañana es posible, que no todo puede ser sufrimiento, que tal vez la vida le tiene deparado un mejor destino… que todo este dolor tiene un significado, que la vida debe azotarte para que puedas aprender a ser feliz y a valorar todo aquello que tienes, que es posible cambiar el destino…. Aunque muchas veces estés solo en ello…
Todo esto me traspasa Claudio, y me conecto con él, y lo entiendo, y en silencio lo admiro… y lo observo (ahora canta en silencio las letras de una música pegajosa que puse en la radio para alegrar el viaje)… lo observo, y las lágrimas ya están secas, y ya todo quedó atrás, tal como el camino nos deja atrás el dolor…. El camino es para avanzar…. y Claudio está avanzando, hacia un futuro mejor tal vez… aunque aún no lo sepa… aunque sus precoces pasos estén aprendiendo recién a avanzar en este camino llamado vida… y ya no tengo tristeza, y Claudio tampoco… y el camino ha terminado….
Hemos llegado a nuestro destino… lo devuelvo a sus tutores… Claudio les sonríe… sé que no hablará de nuestro viaje…. De nuestro viaje secreto… sonríe…y con sus nuevos dientes, va en búsqueda de su traje de baños…. Y yo… me despido de él… tal y como se despiden los hombres… con un fuerte apretón de manos y un fuerte abrazo…. Pero Claudio no sabe que en ese abrazo…. Se quedan con él mis mejores deseos… mi esperanza también se queda con él…. Y así… prosigo mi camino… en silencio… y miro hacia el lado…. Y el asiento ya está vacío….
Al menos hoy…. He conseguido derribar ciertos temores del pasado….