admirarse

admirarse

(aðmiˈɾaɾse)
verbo pronominal
sentir sorpresa a causa de algo extraordinario Se admiraron de la destreza del cocinero.
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Traducciones

admirarse

wonder
Ejemplos ?
Cualquiera especie producir de aquéllas verás (lo que en la tierra no acontece) pequeñas en extreno y grandes dellas, donde el secreto, artificioso pece pegado está, y en otros despegarse suele y al mar salir, si le parece, (por cierto, cosa dina de admirarse tan menudo animal sin niervo y hueso encima tan gran máquina arrastrarse, crïar el agua un cuerpo tan espeso como la concha, casi fuerte muro reparador de todo caso avieso, todo de fuera peñascoso y duro, liso de dentro, que al salir injuria no haga a su señor tratable y puro), el nácar, el almeja y la purpuria venera, con matices luminosos que acá y allá del mar siguen la furia.
Éste, de ver la peligrosa ocasión, se admiró, y de admirarse, se enamoró, y debió, por lo presente, de ser de veras, que hay hombres que se enamoran de burlas, pues con tan loca desesperación mostraba y daba a entender su amor en la continua asistencia en su calle, en las iglesias, y en todas las partes que podía seguirla.
por la meseta de legendaria historia, al sol, para admirarse, de un pedazo de cielo formó un inmenso espejo refulgente de gloria; y al contemplarse en su obra, como si fuera anhelo su imagen rutilante quedó perpetuamente estampada en el lago que él infundiera vida; y nació Manco Capac genial, omnipotente y surgió Mama Ocllo, la reina bendecida...
Pues como le dijesen que venían de parte del virrey, con turbado y airado semblante fue con los que traían orden de llevarle; que como llegase a la sala y hallase en ella a su suegro, cuñados y mujer, quedó absorto, y más cuando Laura en su presencia contó al virrey lo que en este caso queda escrito, acabando la plática con decir que ella estaba desengañada de lo que era el mundo y los hombres, y que así no quería más batallar con ellos, porque cuando pensaba lo que había hecho y donde se había visto, no acababa de admirarse.
El joven, recién llegado, no deja de admirarse de que el dueño de tan inmensa propiedad sea casi tan sencillo, en su modo de ser, de vestir y de vivir, como cualquier pastor de su tierra.
Pero habiendo Dios, para recomendarnos la verdad de su palabra, procedido de manera que por estos sus mensajeros y ministros inmortales que predican y celebran no su fausto y soberbia, sino la Majestad Divina, ha hecho milagros mayores, más ciertos y más evidentes, para que los que desean para sí los sacrificios no persuadiesen fácilmente a los flacos, el conocimiento de Dios, probando la falsa religión a sus sentidos con algunos prodigios estupendos; ¿quién habrá tan ignorante que no elija los verdaderos para seguirlos, puesto que halla en ellos mucho más de que poder admirarse?
Apartamos con horror de nuestra consideración aquellos trescientos años de vejaciones, de miserias, de sufrimientos de todo género, que acumuló sobre nuestro país la ferocidad de sus conquistadores y mandatarios españoles, cuya historia no podrá leer la posteridad sin admirarse de tan largo sufrimiento...
No quedó nada por verse ni nada por admirarse; todo pareció a propósito hecho para aquel instante; todo era espléndido y rico, nada pequeño ni grande.
El exagerador Josefo pretende que en esta corta guerra hubo mas de un millón de Judíos muertos. Es menester no admirarse de que un autor que pone quince mil hombres en cada aldea, mate un millón de hombres.
Poseen lindos ojos para admirarse de los seres y cosas que nos rodean, aunque algunos sean azules como el cielo, otros cafés, como los troncos de los árboles o negros como el petróleo o verdes como el jade y hasta de color violeta.
Por lo cual nadie debe admirarse que tanto tiempo después, en la fundación de aquella ciudad que había d llegar a ser cabeza de la ciudad terrena de que vamos hablando, y había de ser señora y reina de tantas gentes y naciones, haya correspondido a este primer dechado que los riegos dice archêtypo, una imagen de su traza género: porque también allí como dio un poeta refiriendo la misma desventura.
Antes aquél es el hombre de alma egregia que, viéndolas alrededor suyo, después de admirarse mucho y por largo tiempo que hayan vuelto a él, se ríe, y oye decir más que no percibe que sean suyas, gran hombre es quien es pobre, en medio de las riquezas.