Cuando le dan a uno las doce comiendo, alcanza la bendición del Papa. Querer culpar a mi hijo es como querer arrancar los manteles a los altares.
Mas si á tu interés miraste Sus órdenes escediendo Que injusto es por ello entiendo Al Emperador culpar.» Y asi diciendo con calma Al alcalde moribundo Salió Felipe segundo De alli con rápido pié.
Y en esta enumeración, simplemente ejemplificativa, no pueden faltar los que para ascender de buena fe, con afán de servicio o como simples trepadores, caen en el pecado de la barata retórica: el lenguaje loresco, la repetición más que la reiteración y, más de palabras que de ideas, la insistencia en conceptos expresados por otros y tomados como simples recetas; esgrimir razones sin razón, decir palabras sin sentido; la demagogia de pintar todo de color de rosa o de exagerar los males, claro, antes de asumir las responsabilidades, para culpar a los anteriores; asustar innecesariamente en busca de un aplauso; alabar y echar incienso.
Quien tuviese la desgracia de engendrar un muchacho, estando Venus, Marte, Saturno y Mercurio en determinada posición, no debía
culpar más que á su ignorancia en Astrología, si el mamón resultaba (lo que no podía marrar, según Figueroa) con joroba, seis dedos en la mano, como diz que los tuvo Ana Bolena, ú otro desperfecto.
Ricardo Palma
A principio de 1999 Luis Rubio comentó: La devaluación de 1994 fue tan traumática para la nueva administración, que no encontró mejor salida que la de culpar al gobierno anterior de la devaluación misma y de todos los males que la precedieron y que la acompañaron.
Sin embargo, Barro comentó: Se volvió una moda en 1995 culpar a la administración saliente en México, de manera señalada al presidente Salinas y al secretario de Hacienda Pedro Aspe, de la crisis financiera.
• Para una síntesis de las múltiples explicaciones que Zedillo dio sobre el origen de la crisis y las filtraciones que provinieron de oficinas gubernamentales para culpar a mi administración véase José Carreño Carlón, op.
Por otro lado se fué acentuando el fenómeno del alza en las tasas de interés a los créditos para estimular al ahorrador, al cual, lo que por una parte le daban de intereses por la otra se lo quitaban en la pérdida del valor adquisitivo del peso. Culpar de todo esto a los banqueros es un acto de notaria injusticia, porque en todo caso la culpa la tuvo el gabinete económico Keynesiano que sobrecalentó la economía en la esperanza de una constante alza de los precios del petróleo Al fallar esto último, el globo se desinfló volando por los aires los sueños de grandeza y soberbia de los que decían tener a los poderosos del mundo arrodillados a sus pies.
En primer lugar, la revaluación personal de la figura o imagen del Presidente, eso a mí me parece indubitable, él mismo habló antes de eso ante la televisión, todos lo vimos, lo oímos o pudimos verlo y oírlo, de que era un Presidente devaluado y entonces, también para explicar la bancarrota económica de su gobierno, entonces encontró un sujeto a quien culpar y fue a la banca; la banca, digo yo, pues nunca será popular, de manera que fue bien escogido el sujeto que iba a responder, a quien se iba a echar toda la culpa y consecuentemente toda la odiosidad del pueblo mexicano.
¿Cuál mayor culpa ha tenido en una pasión errada: la que cae de rogada, o el que ruega de caído? ¿O cuál es de más
culpar, aunque cualquiera mal haga; la que peca por la paga o el que paga por pecar?
Sor Juana Inés de la Cruz
Después de todo, nosotros nos hemos visto involucrados en esta guerra desde que mi predecesor ocupara el cargo. Yo podría culpar de la derrota, lo cual sería el resultado de mi acción, en él-- y revelarme como un hombre de paz.
Aparte de esta tibia vocación, de la que por lo demás, no se le puede culpar, fue el más normal y tranquilo de los hombres, hábil en ganarse la protección de los poderosos, respetuoso con los poderes constituidos y prudentísimo en expresar cualquier idea por la que se pudiera condenársele o hacerlo sospechoso; quizá le asustaba la suerte sufrida por el Cybalum mundi, libre de Buenaventura de Deriers, cuyo argumento lo integran una serie de cuatro diálogos, donde aparecen personajes mitológicos o fantásticos y, con gran liberalidad de pensamiento, se escarnecen todas las religiones; por lo mismo, fue quemado públicamente y por poco cuesta la vida a su impresor.