El brillo puede ser: Metálico: semejante al que tiene un metal. Adamantino: como el de los diamantes. Nacarado: parecido al del nácar de las perlas.
Cuernos gruesos, de color blanco nacarado en la base con la punta negra, nacen por delante de la línea de prolongación de la nuca, en gancho corto en los machos y abierto y largo en las hembras que, a veces, adoptan forma de lira.
De cuerpo alto comprimido lateralmente. Su coloración es blanco nacarado en todo el cuerpo y presenta cinco rayas amarillas verticales de distinto grosor.
Dentro de éste existen varios tipos de lustre, que de mayor a menor índice de refracción son:: Adamantino: como el del diamante —de ahí su nombre—, referido al más intenso.: Resinoso: como el del azufre, es un brillo intenso y de color amarillento.: Vítreo: como el del cuarzo, es el más común en los minerales.: Graso: como el de las superficies de rotura del cuarzo.: Nacarado: como el de la mica, algo iridiscente.: Sedoso: como el del yeso, típico de los minerales de hábito fibroso.: Húmedo: como el de la fluorita, que refleja muy poco la luz.: Córneo: como la calcedonia, que casi no brilla.: Terroso: como la bauxita, el que presentan los minerales que no reflejan la luz.
De cuerpo alto comprimido lateralmente. Su coloración es blanco nacarado en todo el cuerpo y presenta cuatro franjas marrones, verticales de distinto grosor.
-Se ha tornado su satélite y girando en torno a la beldad que lo rechaza, un día se perderá. El silbato dio su postrer aviso, y el tren partió surcando con su negro penacho de humo el ambiente nacarado de la mañana.
Luego marchaba silenciosa A la penumbra candorosa; Y un triste orgullo la encendía, ¿Qué pensaría? ¡Oh su semblante
nacarado Con la inocencia y el pecado!
José María Eguren
En derredor, intrincadamente, surgía el jardín, con amaño de bosquecillo, y ahora en la quietud del atardecer, bajo el sol que aplomaba en el espacio una atmósfera de cristal
nacarado, los rosales vertían su perfume potentísimo, tan penetrante, que todo el espacio parecía poblarse de una atmósfera roja y fresca como un caudal de agua.
Roberto Arlt
Los arcanos del orbe escudriñaba; en medio de sus flores, junto al manso arroyuelo, olvidaba sus penas y dolores; enajenado, absorto, el alto cielo contemplaba de estrellas tachonado, el denso velo de la noche oscura, el manto nacarado de la brillante Luna, la Natura de mágica belleza revestida, y mil y mil loores tributaba a el Hacedor que el Orbe conservaba.
Vio, en seguida, cómo una mano, más bien una garra, en cuyo dorso había grabada una ancha ancla, se posaba en el blanco y nacarado seno...
Ciertamente no lo eran. De un gris nacarado, pequeños, redondos, se tornaban casi transparentes vistos al trasluz. -De su transparencia y ligereza concluyo que son solubles en agua -observé.
Todo es-taba bien así, siendo igual; sin atender a las mu-taciones del sistema sensible que se iban dando entre los habitantes de su
nacarado Amantikón.
Antonio Domínguez Hidalgo