Mantenían sus sesiones en un banco, delante de una pequeña taberna, cuyo nombre derivaba de un rubicundo retrato de su Majestad Británica Jorge III.
El rubicundo Alejandro venía, por un capricho, desde Milford, a la ventura, mar adelante; y llegaba a Palmera nada más que por seguir cierta línea recta...
Todas las tardes, no bien se pone el sol
rubicundo de Tauro, Géminis o Libra, empiezan los grillos a tocar la bandurria entre las matas de habas, y las ranas de los pantanos a remedar la gaita gallega.
Pedro Antonio de Alarcón
Hacía rato que el semblante de Glendinning perdía el tinte rubicundo provocado por el vino; pero ahora, para mi sorpresa, percibí en él una palidez verdaderamente espantosa.
Y no menos le elevó de su hermoso dueño lo honesto, lo señoril, lo bien prendido y compuesto del vestido, que juzgó de terciopelo rizo ligero, color flor de romero, todo embutido de florones y lises de oro con huequecillo de negro y golpes de eses en los entremedios, con pespuntes de color de rubí y el entreforro de velillo de esplendor del mismo color rubicundo...
Pero una vez un hombre de aspecto enclenque, rubicundo y calvo entró en su casa diciéndose mandado por el señor Vinçart, de Rouen.
Yo abro con insolencia las ventanas del Oriente; yo, traigo al
rubicundo Febo asido de las mil hebras de oro de su cabellera luminosa.
Emilia Pardo Bazán
Ya del rubicundo Febo las relumbrantes guedejas sus destellos apagaron tras de las peladas selvas. Cueto, el ilustre lugar, confín de la noble Iberia, el de las sensibles Hadas y retozonas Napeas; patria de grandes varones, cuna de tamañas hembras; Cueto, en fin, que no hay más que él, ni caben más en la tierra, duerme el sueño de los justos entre escajos y tinieblas.
Enseguida dio un par de chupadas a una punta que halló pegada a la testera del catre, mientras se amarraba con una escota los enciclopédicos calzones a la cintura; ocultó sus greñas bajo la cúspide de un gorro catalán; y, por último, lanzóse calle abajo en busca de aventuras, osado el continente, alegre la mirada, y tan lleno de júbilo como pudiera estarlo, en un caso muy parecido, el famoso manchego, si bien, a la inversa de éste, no se le daba una higa por que la posteridad recordase o no que ya el rubicundo Apolo extendía sus dorados cabellos por la faz de la anchurosa tierra, cuando él, perdiendo de vista su casa, comenzó a respirar los corrompidos aires de la Dársena.
El patrón, después de enjugarse el sudor que inundaba su
rubicundo rostro, se irguió con toda la majestad de su corpulenta persona y empuñando la terrible huasca, empezó el interrogatorio: -Vas a principiar por decirme desde cuándo engañas a la gente con esa infame superchería de la mano pegada.
Baldomero Lillo
-¡Pretender imitar un fragmento de iris! -¡El tesoro
rubicundo de lo hondo del globo! -¡Hecho de rayos del poniente solidificados!
Rubén Darío
Su rostro rubicundo estaba afeitado cuidadosamente y sus ojillos velados por sus espejuelos de oro relucían gozosos mostrando en ellos lo grata que le era nuestra visita.