Es el poeta de las cosas que ya van a llegar o que acaban de irse — la flecha que, ya en el aire, estremecida, se anuncia a su blanco con un rumor de abeja, o la que ya partió y nos deja una estela de vacio en la atmósfera, donde, como una hoja seca, se precipita nuestro corazón.
Las plantaron, no en las montañas, no en una tierra verdeante, sino en una tierra seca, en medio de la casa en donde las dejaron plantadas.
Casi sin saber lo que hacía, cogió del suelo una ramita seca y la levantó hacia el perrito, y el perrito dio un salto con las cuatro patas en el aire, soltó un ladrido de satisfacción y se abalanzó sobre el palo en gesto de ataque.
Uvas del Tiempo que mi ser escancia en el recuerdo de la viña seca, ¡Cómo me pierdo, madre, en los caminos hacia la devoción de tu vereda!
Pus lo que me contesta el arma mía es que me trae el retrato de su padre, que de Dios haiga, y como ese retrato se lo jizo mi Antonio cuando estaba entoavía en la seca del colorín, pos es natural, el probetico mío está en él pa que lo jechen en espíritu de vino.
Bajo la calma del cielo plateado el campo emanaba tónica frescura que traía al alma pensativa, ante la certeza de otro día de seca, melancolías de mejor compensado trabajo.
Entre todos aquellos desperdicios, el ángel señaló los trozos de un tiesto roto; de éste se había desprendido un terrón, con las raíces, de una gran flor silvestre ya
seca, que por eso alguien había arrojado a la calleja.
Hans Christian Andersen
De mudar habéis la manera y modo vosotros, si algo conseguir más allá podéis: “Púdica y proba: devuelve los codicillos.” 43 Salve, ni de mínima nariz muchacha, ni de bonito pie, ni de negros ojillos, ni de largos dedos, ni de boca seca, ni, claro es, de demasiado elegante lengua, del derrochador formiano la amiga, ¿que tú, la provincia narra, eres bonita?
Cuando después, cortada la sangre y seca la herida, crecía el dolor y se le hinchaba la pierna pendiente del caballo, obligado a detenerse, dijo: Hagamos lo mismo nosotros.
Un canónigo muy viejo, pariente suyo, le dio quejas, a que él respondió con insolente despejo: «Que tenía el alma seca de hablar de legislación, y que sentía intención de quemar la biblioteca.» En fin, no hallando más medio de estar en seguridad, mandaron que la ciudad despejara sin remedio.
Escondiendo el cofre en el bosque, entre hojarasca
seca, se encaminó a la ciudad; no llamó la atención de nadie, pues todos los turcos vestían también bata y pantuflos.
Hans Christian Andersen
Tal vez no les guste venir a tierra
seca, pero les prepararemos una piedra mojada para asiento o quizás algo aún mejor; supongo que así no tendrán inconveniente en asistir, siquiera por esta vez.
Hans Christian Andersen