Llena de majestad y poderío, parece que al potente dios de las aguas y del gran tridente le provoca con brío y le dice burlando: «Ostenta, ostenta en vano tu poder y el agua sienta.
Pero aquel hombre terrible meditó y plantándose del otro lado de la zanja, apoyado en su
tridente, empezó a injuriarme de una manera que revelaba su educación sumamente descuidada.
Miguel Cané
Iba al frente de aquellos el mismo Poseidón que bate la tierra, con el
tridente en la mano, y tiró a las olas los cimientos de troncos y piedras que con tanta fatiga echaron los aqueos, arrasó la orilla del Helesponto de rápida corriente, enarenó la gran playa en que estuvo el destruido muro, y volvió los ríos a los cauces por donde discurrían sus cristalinas aguas.
Homero
11 Como las nautas que van en poniente fallan en Cádiz la mar sin repunta, Europa por pocas con Libia que junta, quando Boreas se muestra valiente, pero si el Austro comueve al tridente, corren en contra de como vinieron las aguas, que nunca ternán nin tuvieron allí, donde digo, reposo paçiente, 12 así fluctuosos, Fortuna aborrida, tus casos inçiertos semejan, e tales, que corren por ondas de bienes e males, faziendo non çierta ninguna corrida.
Abetos suyos tres aquel
tridente violaron a Neptuno, conculcado hasta allí de otro ninguno, 415 besando las que al Sol el Occidente le corre en lecho azul de aguas marinas, turquesadas cortinas.
Luis de Góngora y Argote
¿Que me muestre con pompa soberana Tal cual soy en mi reino y fortaleza, Con corona de rey en la cabeza, Alas en las espaldas anchurosas Y tridente en las manos vigorosas?» -«¿Qué me queréis decir con cosas tales?» -«Mira y contempla, pues, estas señales.» .........................................
Apretujándonos extendíamos al cocinero los platos de lata. El hombre hundía su cucharón en la basofia, y un
tridente en otra olla, luego nos apartábamos para devorar.
Roberto Arlt
La recogí, y mientras nadaba sosteniéndola: “Oh, agraciado con los reinos 595 próximos del cosmos, los de la vagabunda onda”, dije, “portador del tridente, 600 préstale ayuda, y a ella, ahogada, te lo ruego, por la fiereza paterna, dale, Neptuno, un lugar; o que sea el lugar ella, lícito será: así también la estrecharé.” Movió la cabeza el marino rey y sacudió con sus asentimientos todas las ondas.
Mas antes importa sosegar las alborotadas olas; luego me pagaréis el desacato con sin igual castigo. Huid de aquí, y decid a vuestro rey que no a él, sino a mí, dio la suerte el imperio del mar y el fiero tridente.
Venid, Faunos, venid, coro lucido de Drïadas, pues vuestros dones canto; y tú, Neptuno, a quien el campo herido con el grande tridente, con espanto el caballo produjo, y del florido bosque el cultivador; y de otro canto de novillos pastor tres veces ciento, que pacen de la Cea el grueso asiento.
Allí donde ves aquellas moles derruidas y aquellos peñascos revueltos entre sí, y aquellos nubarrones de humo y polvo, está Neptuno batiendo con su poderoso tridente los muros y sus removidos cimientos; allí la crudelísima Juno ocupa al frente del enemigo las puertas Esceas, e hirviendo en ira, blandiendo su lanza, grita a sus amigas huestes griegas que acudan de las naves...
Una docena de celestiales, con Júpiter en medio, en sus sedes altas con augusta gravedad están sentados; su faz a cada uno de los dioses lo inscribe: la de Júpiter es una regia imagen; apostado hace que el dios del piélago esté, y que con su largo 75 tridente hiera unas ásperas rocas y que de la mitad de la herida de la roca brote un estrecho, prenda con la que pueda reclamar la ciudad; mas a sí misma se da el escudo, se da de aguda cúspide el astil, se da la gálea para su cabeza, se defiende con la égida el pecho, y, golpeada de su cúspide, simula que la tierra 80 produce, con sus bayas, la cría de la caneciente oliva, y que lo admiran los dioses; de su obra la Victoria es el fin.