Aunque para muchos febrero es el mes del amor, para muchos otros se convierte en el mes del horror. La caza de la liebre, práctica común en zonas rurales, expone al galgo a una vida de maltrato y crueles entrenamientos. La temporada de caza acaba en febrero y el número de galgos abandonados en esta época del año se dispara. La mayoría de ellos no supera los tres años de edad.
Durante esta temporada muchos viven
encerrados en zulos oscuros y estrechos y, si no salen a cazar, pasan sus
días enclaustrados y totalmente descuidados. Se les entrena con
técnicas horribles, como remolcarles atados a coches, camiones o motos a
mucha velocidad.
No conformes con la vida miserable que se les proporciona, al final de la temporada son descartados como deshechos, en el mejor de los casos abandonados a su suerte, lo que conlleva accidentes que provocan fracturas, desnutrición, enfermedades, infecciones... Estos son los que pueden contarlo, otros muchos son ahorcados, dejados morir por inanición, tirados a pozos, cortados el cuello.. en resúmen, UN HORROR, SU HORROR.
Si a esto se le suma además la cría incontrolada en busca de los mejores corredores, el abandono posterior se multiplica. Aunque no hay cifras oficiales pues las autoridades no tienen registrados todos los cazadores que existen (y hay mucho furtivo), alrededor de 50.000 galgos son abandonados cada año en nuestro país. Y a esa cifra, súmale el resto de perros de caza (podencos, bretones, etc) más el resto que también son abandonados cada día. En estos días se calcula que se abandonan 160 perros de caza diariamente en todo el país. Un horror.
Termina la temporada de caza dejando una estela de sangre en el campo de este país pobre y soberbio. Termina la temporada de caza y nos toca a nosotros recoger
el
dolor y la tristeza que buscan resguardo en todos los rincones, en
todas las carreteras. Nos toca curar cuellos heridos a los que han
arrancado el chip que una vez llevó un nombre que, seguramente, nunca se
utilizó; patas rotas que han fallado en su cometido y que ya no sirven,
cuerpos con hambre que se obligan a seguir caminando en busca de un
oasis que no llega; costillas rotas por los golpes de las palizas,
intentos de ahorcamiento fallidos. Almas rotas. Esa es la peor parte. La
que más tarda en sanar.
Termina la
temporada de caza dejando una estela de sangre en el campo que nos toca
limpiar a los que nos creemos capaces de cambiar el mundo hasta que los
miramos a los ojos y vemos que es muy difícil luchar contra la
ignorancia.
Termina la temporada de caza... y comienza el miedo de
los inocentes que, con suerte, solo serán abandonados después de salir
del infierno.
A raíz de conocer el documental "Febrero, el miedo de los galgos" quise sumarme a la dura lucha en favor de ellos (ya la había empezado como casa de acogida de otros perros). Y lo primero que me dijeron es, "cuando tengas un primer galgo te infectarás de galguitis". Y así ha sido. Son perros especiales, seguramente por el horror que les toca vivir desde que nacen.
El documental lo podéis ver aquí (
http://www.febreroeldocumental.com/inicio).
Yo como persona sólo soy un pequeño granito en esta lucha incansable. En los refugios en los que colaboro la mayoría de perros no son galgos, pero sí los he tenido acogidos en casa. No os puedo contar su historia (la mayoría de las veces no las conocemos) pero sí os los puedo mostrar como parte de mi corazón. Con ello, y como blogger, sólo pretendo sumarme a la denuncia, a la formación de conciencia, a poner mi granito de arena en beneficio de un mundo mejor... y en intentar que sean capaces de olvidar el horror de los campos de España.
Los galgos que han pasado por mi casa son:
Mi primer galgo, ARCO, macho de 3 años, cedido por el galguero. Tímido, algo asustadizo y muy noble. Aunque aún se encontraba fuerte y bien de peso, tenía la enfermedad de la filaria (gusano del corazón). Tras su tratamiento y recuperación fue felizmente adoptado en Francia.
Mi segundo galgo, REY, macho de 4 años. Rescatado después de meses vagabundeando por un pueblo de Huelva, con una lesión crónica en la mano derecha (posiblemente el motivo del descarte). Cuando le encontraron el chip se dieron cuenta que había pasado por 3 galgueros distintos.
De carácter seguro, algo independiente, muy dormilón y muy noble. Después de 10 meses rescatado, aún sigue buscando su familia definitiva. Se encuentra en Cádiz.
Mi tercer galgo, RUBIA, hembra de 8 años. Apareció vagabundeando por nuestro barrio, fue muy fácil rescatarla, se acercó a nuestros galgos y le ofrecimos agua. Así de fácil. Tenía el rabo cortado y propietario. Tuvimos que estar una semana entera rogándole para que nos la cediera y así poder hacernos responsable de ella (el ruego es la manera menos perjudicial para el animal). Aunque sólo estuvo unos días (se hizo cargo una asociación) fue estupendo tenerla, por su caracter tranquilo, apacible, sereno y bello. Se fue adoptada a Bélgica.

Mi cuarto galgo, SOMBRA, hembra de 3 años aprox. La encontraron vagando por un barrio de Sevilla, cojeando y la llevaron a mi veterinario. Las auxiliares se encargaron de ella y me pidieron ayuda. De carácter simpático, confiada, jovial, juguetona, bastante más nerviosa que los anteriores, pero cariñosa, zalamera y lista como ella sola. Tras recuperarse de otra enfermedad (virus de la erliquia) fue operada de su rotura de ligamento. Actualmente está a la espera de su adopción definitiva. Se encuentra en Sevilla.
FRESA, adoptada por una gran amiga mía hace ya 4 años. De caracter tímido, asustadiza, muy sumisa, silenciosa... Después de 4 años (ya tiene ocho) aún no ha conseguido perder el miedo y confiar plenamente en el humano.
Este es mi pequeño homenaje a todos ellos, los que he tenido de más cerca, los que han formado (y forman) parte de mi vida. Hay quienes dicen que tienen el corazón de león... mi corazón tiene forma alargada, la forma de los hijos del viento.