La tempestad del pensamiento


El mismo Sócrates consiente de que estaba tratando con invisibles utiliza una metáfora para explicar la actividad de pensar — la metáfora del viento: “Los vientos tampoco son visibles, pero nosotros vemos sus efectos, sentimos su presencia”. Sófocles (…) sitúa el “pensamiento aéreo” entre las cosas dudosas, reverenciales, con las que los hombres pueden ser bendecidos o maldecidos. En nuestros días Heidegger ocasionalmente habla de la “tempestad del pensamiento”, y utiliza la metáfora explícitamente en el único punto de su obra donde habla expresamente sobre Sócrates: “Durante toda su vida y bien hasta la muerte, Sócrates no hizo otra cosa que colocarse en este viento (el pensamiento) y mantenerse ahí. Por eso es el pensador más puro de Occidente. Por eso no escribió nunca nada. Pues quien comienza a escribir partiendo del pensar, debe semejarse inevitablemente a aquellas personas que buscan refugio cuando sopla el viento demasiado fuerte… todos los pensadores de Occidente después de Sócrates, independientemente de su grandeza, debieron ser todos tales refugiados. (..)

Esta metáfora no tiene mucho sentido en el contexto en el que la menciona Jenofonte, siempre atento a defender a su maestro con sus argumentos vulgares frente a acusaciones vulgares. Con todo el mismo señala que el viento invisible del pensamiento se manifestaba en los conceptos, virtudes y valores que Sócrates sometía a examen crítico. El problema está en que cuando este mismo viento se levanta tiene, la propiedad de llevarse consigo sus manifestaciones anteriores.: esto es por lo que una misma persona puede “ser comprendida y comprenderse a sí misma como tábano y, a la vez, como pez torpedo. En la naturaleza de este elemento invisible está el deshacer, descongelar, por así decir, lo que el lenguaje, el medio del pensamiento, ha congelado en el pensamiento— palabras (conceptos, frases, definiciones, doctrinas) cuya “debilidad” e inflexibilidad denuncia Platón tan espléndidamente en la Séptima Carta. La consecuencia es que el pensamiento tiene inevitablemente un efecto destructivo socava todos los criterios establecidos, los valores, las pautas del bien y el mal, en definitiva, aquellas costumbres y reglas de conducta de que tratan la moral y la ética. Estos pensamientos congelados, parece decir Sócrates, son tan cómodos que te puedes valer de ellos durante el sueño; pero si el viento del pensar, que ahora voy a soplar en ti te ha sacado de tu sueño, te despierta totalmente y hace vivo, verás entonces que sólo te puedes asir a la incertidumbre, y lo mejor que podemos hacer con ella es compartirla unos con otros.

De ahí que la parálisis provocada por el pensar sea doble: es propia del ¡detente y piensa!, la interrupción de cualquier otra actividad—psicológicamente se puede definir, un “problema” como “una situación que, por alguna razón, bloquea un organismo en su esfuerzo por alcanzar un fin—, y puede tener también un posterior efecto de aturdimiento, una vez que se ha salido de él, sintiéndose inseguro de lo que parecía fuera de toda duda mientas estaba irreflexivamente ocupado por cualquier cosa. Si aquello que se acaba haciendo consistía en aplicar reglas de conducta general a casos particulares tal y como surgen en la vida común, te encontraras paralizado, porque ninguna de tales reglas puede oponerse al viendo del pensar. 

(Arendt, H. 1984 La vida del espíritu. Centro de Estudios Constitucionales, Madrid. p 205-206)

Lo inefable es en realidad infancia

Temo que ya no me conozco a mí mismo. Cuando es de día, me la paso viendo hacia el sol como si fuera la única cosa que ver en este mundo. Lo veo como a unas horas es brillante y otras es como si batallara mucho para estar brillando y yo quisiera preguntarle porqué siquiera está pensando en brillar en este mundo.
Si fuera sol, estaría buscando otro lugar para brillar donde la gente no estuviera usando mi luz para hacer esas horribles horribles cosas. De noche miro hacia la luna para ver si en ella hay un hombre sonriendo. Dicen que la luna es como un hombre que está sonriendo, pero yo no puedo ver a nadie riendo allá. Si es de noche, si es de día, nadie ríe. A veces camino y camino y camino, hacia donde el sol está bajando. Lo miro como queriendo agarrarlo con mi mano y apachurrarlo hasta escurrirle todos sus colores para siempre. Así, en todos lados estaría siempre la noche y en lo oscuro nadie jamás tendría que estar viendo las cosas terribles que están pasando en este mundo.

Uzodinma Iweala

Dónde está mi mamá.
Ahorita vuelve.
No es cierto nunca vuelve.

Hoy en clase tenía que exponer algo que iba sobre “la complejidad en las ciencias sociales” en cambio me encontré atrapado por la prosa de Carlos Valdés que me encomendaron comentar para la Feria del Libro de La Paz. La colección crónica de historias que ha recompilado en un trabajo periodístico ha llevado al sinaloense a recorrer la verdadera complejidad social de vida con que nos las vemos en nuestro entrañable espacio de experiencia al que llamamos México.

Como estudiante de un posgrado y en los talleres culturales que imparto todos los sábados protegido por los muros de la academia a menudo, parece posible vivir en un mundo de metáforas y literatura birlando las trampas del cuerpo por las miras más amplias del intelecto. Eso es algo que desde hace dos años no siento de la misma manera. Me persigue la sensación de que cuando los poetas dicen “es necesario proteger al cuerpo, no a la mente” no estamos habitando ya el reino de la palabra.
Estas ya no son metáforas

Contrario a lo que pareciera indicar el título Huérfanos del narco es un libro que no trata de contar 10 historias de resignación y duelo. Al contrario, lo que atraviesa el texto de Javier Valdés es un índice de presencia. Una tarea constante de permanencia en el asolado panorama de violencia que sacude a nuestro país desde hace ya varios años.
Se pude decir en cambio que los episodios que están unidos por un código de resistencia. Resistencia evidente mejor que en ningún momento en la figura del infante. Infancia, que ya no es metáfora, porque esa la palabra extraviada es consignada aquí como condición de posibilidad para la resistencia. No decir es resistir.

¿Dónde está tu papá?
No sé, se fue a trabajar.

Esquivando la enunciación de la muerte para prolongar el espacio de intimidad con quien de forma abrupta desaparece en medio de una atmosfera enrarecida por la negligencia oficial y la violencia de la que todos, sin excepción, somos testigos igualmente mudos.

A pesar de la claridad de su prosa y el cuidado de la edición, este texto como los demás que caracterizan el trabajo de Valdés no es fácil de leer. Es un texto que requiere el ejercicio activo de su lectura porque uno recorre las páginas con las manos repletas de certeza de que ahí: en donde está la ternura y la fortaleza de una familia, atizada por la inocencia de un niño, se articula un acto de resistencia. Un cuerpo que debe ser protegido.

A menudo en el trabajo académico donde me desarrollo, se habla de la necesidad de promover la resiliencia social, de las condiciones de posibilidad para reconstruir el tejido social, del posible diálogo de saberes, “Los huérfanos del narco” sin ninguna pretensión científica de objetividad, pero en un ejercicio comprometido de periodismo humano muestra a la juventud y la infancia como vanguardia de un estado más allá de toda capacidad de recuperación.

Niños que no saben a dónde fue su mamá y desarrollan cardiopatías, que se les detiene el corazón de tristeza. Adolescentes a los que les brotan “Flores negras” en la mirada. Los puños cerrados de un niño cuyo padre se fue para no volver.

Infancias porque se les ha negado la posibilidad de ser niñez, voces acalladas por un país que no le apuesta a su futuro.

Valdés se hace acompañar de una especialista para preguntarse qué significa niñez en un país en donde los escolares deben de aprender a echarse al suelo en clases cuando hay tiroteos y la violencia es parte de su día a día, mientras, el tema más importante en torno a la violencia infantil en nuestro país sea el que se da entre ellos: bullying, pandillerismo, comercio sexual, etc.

Que a la sociedad mexicana en su conjunto aplica ejemplarmente lo que el filósofo Giorgio Agamben expone entorno a la expropiación de la experiencia de ser niñez: nunca –dice en su texto Infancia y experiencia- se vio sin embargo un espectáculo más repugnante de una generación de adultos "que tras haber destruido hasta la última posibilidad de una experiencia auténtica, reprocha su miseria a la juventud porque ella ya no es capaz de la experiencia".

La respuesta que los huérfanos ofrecen con su silencio es maestra de que la guerra con la infancia no es del narco, es de las instituciones, de nosotros como sociedad, nuestros políticos luchan con sus decisiones en contra de la niñez. 

Ningún político se pararía hoy en los estrados a decir, "estoy en contra de los niños", pero en la ausencia de un sistema para cobijar a los niños que viven violencia extrema en nuestro país, que considera que la violencia hacia los niños es un aspecto más de la formación de esos niños, que no tiene un registro oficial de quienes se han quedado en el desamparo, en su lucha, por el control del flujo del mercado negro hacia el norte de nuestro país.u Uno no puede dejar de pensar que hay una guerra del estado contra la niñez, que esa es la retórica de la acción.

Son malos tiempos para la niñez en México.

Valdés Cárdenas, Javier (2015) Los huérfanos del narco. Aguilar, México.

El distanciamiento de lo real

Bertol Brecht buscaba el distanciamiento: que sus puestas en escena se alejaran de la realidad para conseguir un teatro no de efectos sino de verdaderos actos.
Distanciamiento para el cual se empleaban distintas técnicas tanto histriónicas (gestus) como argumentales.

En sí, la puesta en escena en su totalidad debía distanciarse de la realidad para lograr los efectos dialécticos que Brecht esperaba (lo que llamaba un teatro épico) en cuanto a la escenografía ésta debía mostrarse ausente o desnuda, cumplir la función contraria que de la utilería teatral convencional.

La escena brechtiana hace gala de una desnudez pasmosa. Los elementos escenográficos son a veces letras o fotografías de gran formato que en escena fungen como fingimientos exagerados. En escena, muchas veces durante al misma acción se introducen elementos de distanciamiento, e inclusive las acciones de la tramoya son visibles. Sobresale el ejemplo iconográfico de ahi arriba: en Die Mutter en la que una mera pantalla entre los actores cumple las veces de prisión.

La excepción y la regla (Die Ausnahme und die Regel 1929) es una obra muy breve, apenas tiene una duración de 30 minutos cuando es representada. Esta fabula del totalitarismo sitúa a un magnate petrolero con su criado y un guía en una exploración en medio del desierto en busca de un pozo que pretende ser comprado por el magnate. En la inmensidad del desierto en multimillonario se transforma, creyéndose perdido da muerte al beduino que es su guía lo cual significa la ruina de la empresa. Abandonados a la mitad del Sahara, el sirviente y el poderoso aún mantienen sus papeles hasta que confundido por la sed el segundo da muerte a su acompañante. A pesar de su atroz crimen el rico petrolero sobrevive para un juicio en el que es absuelto de los asesinatos que cometió en una situación de “vida o muerte”.

Comúnmente es considerado como una “parábola política anti-fascista” forma parte de lo que Brecht denominó sus Leherstück o piezas didácticas, en donde los acontecimientos reales de la época son trasladados al escenario en “representaciones de protesta en los que el mensaje es el mismo: la corrupción del individuo por parte de la sociedad y el prejuicio del apoyo a este por parte de realidad irracional”.

Estas piezas fueron concebidas para educar a la sociedad in situ; para ser montadas casi en cualquier lugar: una fabrica una escuela, una plaza pública, son lugares propicios para la su representación ya que requieren del mínimo en cuanto a elementos escenográficos.

El distanciamiento aquí es impuesto por la presentación de tales ambientes como propicios para representar al desierto. Brecht parece tenerlo muy claro: la sociedad moderna vive extraviada en el desierto.

Zizek inicia así su celebrado texto titulado El desierto de lo real:

Cuando Bertol Brecht, camino del teatro en julio de 1953, pasó junto a La columna de tanques soviéticos que se dirigían a la Stalinalle para aplastar la rebelión de los trabajadores, les aplaudió y ese mismo día, más tarde, escribió en su diario que en aquel momento él (que nunca había sido miembro del partido) había sentido la tentación por primera vez en su vida de afiliarse al Partido comunista. No se trata de que Brecht tolerara la crueldad de la lucha con la esperanza de que llevaría a un futuro próspero: la dureza de la violencia como tal era vista y aceptada como una señal de autenticidad... ¿No es éste un caso ejemplar de lo que se ha identificado como la característica clave del siglo XX: “la pasión por lo Real”?
¿Qué significa entonces la siguiente anécdota brechtiana de sacudimiento que narra Zizek en El desierto de lo real? Lo real y el desierto se conjugan en Zizek en un ejercicio contaminado del pesimismo y ácido que caracteriza al polémico esloveno. En este magistral análisis de la cultura y las manifestaciones del terror en la sociedad contemporánea, el filósofo anti-posmodernista masculla los churros hollywoodenses de fin de siglo para entregarnos una aguda reflexión sobre las pretensiones del mito de lo norteamericano y su relación con el causus beli del nuevo milenio.
“Bienvenido al desierto de lo real”, cómo dijo Morfeo en Matrix en 1999 el mismo año en el que los neoyorquinos despertaron al desierto de lo real de la guerra contra el terrorismo…

Brecht también estaba muy preocupado por el debate por un arte popular contra uno exquisito, desde luego que el se inclinaba por el segundo, pero ¿qué distanciamiento ofrece la retórica de la parábola matricial? La presentación obsesiva del detalle de la cinematografía parece ir en el sentido contrario al que Brecht pretende acceder con su trabajo.

Para Brecht el arte, más que un espejo en donde reflejar nuestra realidad debía ser un martillo que le moldease. Para el cine hollywoodense la apuesta es, curiosamente, la contraria. Sumergir al espectador en una cueva en donde las imágenes de un realismo es desbordado en la extensión y contracción de la línea del tiempo, el uso de técnicas que hacen omnisciente a los espectadores que pasivamente reciben imágenes que les preparan para vivir con menor sorpresa los sacudimientos de la convulsa sociedad contemporánea...

Cómo dejar de pensar aquí en mi amigo y su principito... en general en el teatro local, con su desnudez rupestre y sus temas locales que en la pobreza de recursos recurren a la necesidad de desnudar el escenario, distanciamiento pero esta vez para salvar la falta de recursos llamemosle distanciamiento por que nos acerca a la precaria realidad de teatro en que vivimos. La puesta en escena de allá afuera.

Ideas generales de distanciamiento tomadas de ésta tésis.
El libro de Zizek en español

Periodistas desesperados construyen verdades que venden al mejor postor

Ignoran las cuestiones áridas: Bertol Brecht

Que “Hay que corretear la chuleta” es verdad ineludible. Es ese talante canino de persecución es que, en brillante momento de la historia del ingenio humano, surgió una peculiar forma de darle dentelladas a la deseada porción cárnica con patas: Periodistas y reporteros, buscan decir la verdad a cambio de bienes y servicios.
Es sencillo hacer periodismo, se puede hacer noticia casi todo pero si de hacer noticias que “jalen” se trata, entonces las malas noticias se pintan solas.
Bertol Brecht se preocupaba por esta cuestión periodística del mercadeo de mala información, en un breve escrito que llama “las 5 verdades del periodismo” donde expone una situación que me tocó vivir en sudcaliforniana versión. Brecht dice resalta el:

Poco valor que se necesita en cambio para lamentarse, en general, de la maldad del mundo, del triunfo de la brutalidad y para sacudir la amenaza que flota sobre el espíritu, cuando se vive en una parte del mundo en que eso aún se permite. Muchos se comportan como si estuvieran bajo el fuego de cañones, cuando aun están bajo la mira de binóculos. Van gritando sus vagas reivindicaciones en el mundo amigo de la gente inocua; demandan generalmente, la justicia, pero nunca hicieron nada por tenerla y piden genéricamente la libertad, la de tener parte de aquel botín antes largamente repartido sin ellos. Encuentran verdadero sólo lo que les suena bien. Si la verdad tiene que ver con cifras, con hechos, si es cuestión árida, cuyo hallazgo exige pena y estudio, entonces no les corresponde, nada tiene que los embriague. Sólo exteriormente se comportan como los que dicen la verdad. El mal que sufren es no saber la verdad


Quizá no es sólo el asunto de lo horrible de las noticias que “jalan” lo que toca Brecht aquí, pero de refilón se nota lo difícil que es escribir una noticia que hable de la belleza de la humanidad o del mundo y que “jale” a la vez.
Quizá Brecht aún que de paso, también se preocupa por el antaño problema filosófico de la verdad, pero para el lo lamentable es notar que esta sea tomada por una mera construcción mediática. El acceso a la verdad es para individuos de otra constitución, “aquellos que estén depuestos a soportarla” dice existencialistamente el dramaturgo.

Me queda pendiente, como lector de noticias, entender quién dirige ese discurso de atropellos y escándalos, esa “verdad” en que se sumergen los géneros periodísticos para vender valiosos bosques procesados.
Mientras sea noticia que un preso dijo algo a su acusado y nadie lo oyó, o que hay mucha basura en la calle y nadie la levanta; y que poco importe leer que en las colonias muchos niños juegan en verano desnudos y mojándose, o que hay un justiciero que llenando las paredes de color exige el regreso de los tiempos perdidos; mi distanciamiento del periodismo será para la busca de una escritura de mejores mentiras (y por que hay mas de una chuleta colgando de más de una caña) o la búsqueda de verdades personales y un editor que sea un buen farsante, que los hay con principios, créalo usted solitario lector, es verdad en el entendido de que no se conocen todos los editores del mundo.

Bertol Brecht (a propósito de los temas desérticos) también escribió una obra de teatro en la que un empresario petrolero y su sirviente se extravían en el Sahara en busca de un pozo. Sediento y embrutecido por el pavor del cielo abierto y la falta de vida, el empresario enloquece y mata a su guía y luego a su sirviente, quien le llevaba agua que había encontrado en un pozo cercano.

Dos caminos


Alguien me encomendo una autodescripición... Cómo no he publicado nada:

Quizá tendría diez cuando mi madrina me llevó a colectar algas marinas a El Caimancito, transportado en la panga de investigación por ‘el canelo’—miembro de esa raza pescadores ribereños reclutados por la empresas de investigación marina, conocedores de una ciencia que no puede ser aprendida en el aula— desde el CICIMAR en El Conchalito a las playas que colindaban con la entonces casa de gobierno. Era la primera vez que veía todo de esa manera, al revés: en vez de ir viendo el paisaje marino desde el automóvil rumbo a la playa a divertirnos salíamos por el mar rumbo al arrecife a trabajar.

Realizar este trayecto por el puerto de La Paz desde la bahía, por enfrente del malecón y sus lugares emblemáticos: el muelle fiscal y el de ‘La Reina’, el molinito y allende el bullicio de la ciudad entre semana; para luego salir por Palmira al desértico cerro de la calavera es también un viaje hacia mi infancia. Cada que salgo ‘por el camino del mar’ recuerdo ese primer día que fui a trabajar en la playa, algo me ha marcado desde entonces.

Aquel día conocí la mantaraya, peligroso pez sin huesos que dormita bajo la arena y grácilmente vuela bajo el agua sólo hasta ser molestado por los intrusos con aletas y visor. Todo lo que habitaba bajo la sombra de las algas me fascinaba, en los libros de mi madrina se hablaba de las iguanas de galápagos, dinosaurios modernos que perezosos forrajean entre las algas del pacifico austral. Yo nunca vi iguanas en mi infancia, más que en las láminas del tratado ilustrado de la serie científica TIME-LIFE que hojeaba una y otra vez en la biblioteca de mis padrinos por veladas enteras en las que mi familia bebía jugando domino quejándose del PRI y de Fidel Velázquez en la cocina, hasta altas horas de la noche, mientras era abandonado en piyamas en la alfombra de una jungla de libros científicos que formaron en mí, otra forma de ver la realidad en la que me perdía: las complejidades mi mundo infantil confundiendo la ciencia y sus imaginarios.
O quizá tendría veinte cuando estaba aplastado en los cómodos asientos de la biblioteca del campus cuando leía un tratado de evolución y entendí que cometía un error y no era el estudio de la naturaleza, sino el estudio de la ciencia lo que estaba intentando comprender. Que no eran las salidas de campo sino las conversaciones y el aprendizaje que se tiene con todos los ‘canelos’ conocidos en cada salida de campo: hombres y mujeres que viven de la diversidad marina en donde estaba mi verdadero interés, no en la evolución de la ciencia sino en el cambio cultural.
El animal más interesante se convirtió en el único que no estudia la biología y mi interés más especializado era lo único que no se experimenta sino con la experiencia ¿qué parte de mí cambió ahí? Mi camino no sería en adelante, por la ruta pavimentada del método científico sino que realice entonces que quizá habría que trazar un curso en la bastedad sin guía del ser humano. Era el 11 de septiembre del 2001 cuando salí de la biblioteca por que mis amigos me arrastraban escandalizados a la cafetería a ver como se inauguraba nuestro siglo.

Me vi tropezando por cambiar de ruta hasta topar con mi regreso al ‘puerto de ilusión’. Algo ahí se define como propio sin haber nacido. Hay un lugar sin nombre para pertenecer en estos llanos desolados que han sido llamados a fin del mundo. Me enrolé a la carrera por la filosofía y me busqué un trabajo de medio tiempo, la fortuna me sonrió cuando me lo dieron en un videoclub de culto donde conocí todas las especies de películas posibles. Me adentré a catalogar los géneros cinematográficos como aprendía de las especies vegetales y sucumbí ante la sopa primordial de las formas culturales que resisten toda definición o agregación, pues cada una en sus diferencias las contiene a si mismas. Algo que al menos pasa con los buenos filmes, los que sobrevivieron en la lucha por el más apto: al ser recomendados a un cliente y recibiendo de vuelta su perspectiva puede uno dar cuenta de lo distinto que la paja en el ojo ajeno hace ver cada película a su espectador. Pero también, a veces, al revés: con el tiempo se entiende la viga que pende del ojo crítico.

Quizá fue a los 30 años, tratando de acabar una carrera de una vez por todas que me doy cuenta que el desierto es metáfora del mar y viceversa. Que un oasis y una isla desierta encierran el mismo secreto: un viaje al inframundo de la soledad que acompaña y revela al ser, que siempre acompaña al humano. El revés que encierra la paradoja en la que animal y ser humano conviven en el mismo cuerpo vivo.
Un filme que acaba de comenzar, en una carretera desolada, en medio de un mar de espejos.

El mito del guarnicionero.

El miedo a estar abandonados o de plano ser vástagos de un 'Dios yerto'. El pavoroso centro del inquieto nómada que canta en las historias que se cuentan en la noche de los caminos. Algo que acojona... lo que aulla en la oscuridad al lado de las veredas antiguas que hicieran los pasos de ambulantes distintos. Un par de monedas en los ojos para emprender la última travesía. En la que se troca constantemente el andar con el nunca moverse a ningún lugar.

En la región occidental de los Alleghanys, cuando todavía era una tierra virgen, vivía hace años un hombre que tenía una guarnicionería al pie de la carretera federal. Su oficio era guarnicionero y de ahí el taller, mas apenas le sacaba partido, ya que por aquel pasaje pasaban pocos viajeros a caballo. Tan es así que adoptó la costumbre de disfrazarse de indio y apostarse unos kilómetros más arriba de su taller esperando a que pasara algún transeúnte para pedirle dinero. Hasta entonces nunca había hecho daño
a nadie. Un día acertó a pasar un hombre y el guarnicionero salió de detrás de un árbol con sus abalorios y sus plumas y le pidió unas monedas. El hombre era joven y se negó y adivinando que el guarnicionero era blanco le habló de un modo que hizo enrojecer de vergüenza al falso indio hasta el punto de que invitó aljoven a que lo acompañara hasta su casa. El guarnicionero vivía en una cabaña de madera que había construido él mismo y tenía esposa y dos hijos todos los cuales le tenían por loco y solo esperaban la oportunidad de huir de él y de aquel paraje inhóspito adonde los había llevado. Así que acogieron con agrado al huésped y la mujer le dio de cenar. Pero mientras comía, el viejo empezó a insistir otra vez para sacarle algún dinero y dijo que eran pobres como en efecto lo eran y el viajero le escuchó y luego sacó dos monedas que el viejo no había visto jamás y el viejo las cogió y las examinó y se las enseñó a su hijo varón y el joven terminó de cenar y le dijo que podía quedarse con las dos. Pero la ingratitud abunda más de lo que os imagináis y, como no estaba satisfecho, el guarnicionero empezó a preguntarle si no tendría por casualidad otra moneda de aquellas para su esposa. El viajero apartó su plato y se encaró al viejo y le soltó un discurso y en aquel discurso el viejo oyó cosas que ya sabía pero había olvidado y oyó cosas nuevas que ligaban con las primeras. El viajero concluyó diciéndole al viejo que estaba perdido tanto para Dios como para los hombres y que no dejaría de estarlo mientras no aceptara a su hermano en su corazón como si fuera él mismo y no acudiera en auxilio de sus semejantes en algún lugar desértico del ancho mundo... [...] Ante esto el viejo se arrepintió de nuevo y juró que el muchacho tenía razón y la madre que estaba junto a la lumbre no daba crédito a sus oídos y cuando el viajero anunció que había llegado el momento de partir ella tenía lágrimas en los ojos y la niña salió de detrás de la cama y se agarró a las piernas del joven. El viejo se brindó a acompañarlo un trecho para desearle buen viaje y asesorarle sobre cuál dirección tomar y cuál no, pues apenas había postes indicadores en aquella parte del mundo. Por el camino le habló de la vida en aquel lugar salvaje donde uno veía a gente a la que no volvía a ver nunca más y en esas llegaron al cruce y allí el viajero le dijo al viejo que ya le había acompañado bastante y le dio las gracias y se despidieron el uno del otro y el desconocido siguió su camino. Pero el guarnicionero parecía incapaz de resignarse a perder su compañía y le llamó y le acompañó un trecho más. Y al poco rato llegaron a un lugar donde el camino atravesaba un frondoso bosque y en aquel lugar sombrío el viejo mató al viajero. Le mató con una piedra y le cogió la ropa y el reloj y el dinero y lo enterró junto al camino en una tumba poco honda. Luego volvió a su casa. De camino se desgarró la ropa y se hizo sangre con un pedernal y le explicó a su mujer que unos ladrones los habían asaltado y que habían asesinado al viajero y solamente él había podido escapar. La mujer rompió a llorar y al cabo de un rato hizo que la llevara al lugar de los hechos y cogió unas primaveras silvestres que allí crecían en abundancia y las puso sobre la tumba y volvió muchas veces a aquel paraje hasta que ya no pudo andar. El guarnicionero vivió para ver crecido a su hijo y nunca más volvió a hacer daño a nadie. En su lecho de muerte le llamó y le contó lo que había hecho. Y el hijo dijo que le perdonaba si es que a él le correspondía hacerlo y el viejo dijo que así era y luego murió. Pero el joven no lo lamentó pues estaba celoso del muerto y antes de marcharse fue a visitar la tumba y retiró las piedras y sacó los huesos y los esparció por el bosque y luego se fue. Se fue al oeste y él mismo se convertiría en un asesino.

El que no tiene hogar porque se cobija a la extensión lineal de espacio extendido que es el camino teme al hogar, el interior es un espacio que le provoca agorafobia -le aterroriza la edificación de los muros como una 'nave en el tiempo': miedo al naufragio, pero invertido. Terror volteado hacia sí. La en-marcación del territorio supone al mundo desde un punto. La ruina testimonian la desaparición del altanero que pretendía interior-izar para quedarse hacer suyo lo que le rodea creando un espacio en donde la intemperie es enajenada. El hogar deshabitado recuerda al borde del camino la necesidad de no demo
rar. Habitar el espacio extendido de que suspende el tiempo a través del espacio vital del mundo nomada: tensión constante en encuentro con lo exterior. Educar con el abandono, por que morar es demorarse, habitar con el despojo por que contar la vida es andanza.

[...] Esta historia tiene un corolario. A aquel viajero cuyos huesos ya nos son familiares le esperaba una joven esposa que estaba gestando un hijo del viajero. Pues bien, ese hijo, la existencia de cuyo padre en este mundo es histórica e hipotética ya antes de que el hijo vea la luz, va por el mal camino. Toda su vida llevará ante sí el ídolo de una perfección que jamás podrá alcanzar. El padre fallecido le deja sin patrimonio, pues es sobre la muerte del padre sobre lo que el hijo tiene derechos y esa es su herencia, mucho más que sus bienes. No llegará a conocer las mezquindades que templaron al hombre en vida. No le verá bregar con quimeras de cosecha propia. No. El mundo que hereda da al hijo un testimonio falso. Es un hombre arruinado por un dios yerto y nunca encontrará su propio camino. Lo que es verdad de un hombre, dijo el juez, es verdad de muchos. Los antiguos pobladores de esta región se llamaban anasazis. Abandonaron esta tierra hostigados por la sequía o la enfermedad o las bandas de forajidos, abandonaron estos parajes hace siglos y no queda constancia de ellos. Existen en esta tierra como rumores o fantasmas y se los venera mucho. Los utensilios, el arte, los edificios: estas cosas son la condenación de las razas posteriores. Pero no hay nada a lo que estas puedan agarrarse. Los antiguos desaparecieron como fantasmas y ahora los salvajes rondan por estos cañones al son de antiguas risas. En sus chozos escuchan a oscuras el miedo que se va filtrando de las rocas. Toda progresión de un orden superior a uno inferior está jalonada por las ruinas y el misterio y por un vestigio de rabia sin nombre. Bien. He aquí a los padres muertos. Su espíritu está enterrado en la piedra. Yace sobre esta tierra con el mismo peso y la misma ubicuidad. Pues quienquiera que construye un refugio con cañas y pieles de animal se suma en espíritu al destino colectivo de las bestias y volverá al barro primordial sin apenas un grito. Pero quien construye con piedra busca alterar la estructura del universo y así ocurrió con estos albañiles por más primitivas que puedan parecernos sus construcciones. Dos hijos, el uno que hereda la verdad revelada en el lecho de muerte y el que hereda al mundo un testimonio falso. Seres picados por la ponzoña de una noche a la mitad de dos puntos. huidizos de la sombra de las ruinas que les designan.
A mí me parece, dijo, que tanto un hijo como otro están a la par en cuanto a desventajas. Por tanto, ¿cómo hay que criar a un hijo?
A edad temprana, dijo el juez, deberían encerrarlos en un foso con perros salvajes. Deberían obligarlos
a descifrar mediante las oportunas pistas cuál de tres puertas no guarda leones salvajes. Deberían hacerlos correr desnudos por el desierto hasta que... Ya basta! dijo Tobin. He formulado la pregunta con la máxima seriedad.

Y yo la respuesta, dijo el juez. Si Dios pretendiera interferir en la degeneración del género humano, ¿no lo habría hecho ya? Los lobos se matan selectivamente. ¿Qué otra especie podría hacerlo? ¿Acaso la raza humana no es más depredadora aún? El mundo nace y florece y muere pero en los asuntos de los hombres no hay mengua,
el mediodía de su expresión señala el inicio de la noche. Su espíritu cae rendido en el apogeo de sus logros.Su meridiano es a un tiempo su declive y la tarde de su día. ¿Le gusta el juego? Muy bien, pues que apueste algo. Esto que ves aquí, estas ruinas que tanto asombran a las tribus de salvajes, ¿no crees que volverán a existir algún día? Sí. Y otro más. Con otras personas, otros hijos.

Fratmentos tomados de Cormack McArthy. Meridiano de Sangre.
Foto: Morganna Ly.

De-Mística

Quieren extraer oro de la sierra de La Laguna, es una reserva de la biosfera pero eso no parece importar. Mientras el clima de indignación civil crece, me pregunto que puede hacer uno sentado en la computadora mientras otros, sentados en otras computadoras buscan permisos con la firma de unos cuantos, para hacer entrar ‘el desarrollo’ a la sierra, cambiando para siempre la forma de vida de aquellos que desean que este reducto de riqueza natural sea un santuario no solo para los organismos que lo habitan sino para una forma de convivencia hombre-naturaleza que apenas logra reconocimiento al respecto de sus raíces históricas. Los miles que firmemos para evitar el avance de esta empresa tampoco parecemos importar, y aquí, después escribir mi nombre bajo un escrito de inconformidad mis dedos siguen buscando palabras para actuar. Hago lo que se hacer, reviso conceptos, bajo la mirada a los textos, los expongo a los 3 chacales que me siguen distantes, los discuto en reuniones secretas, a la luz de velas, con mis acompañantes espirituales.

Para Habermas al emplear el lenguaje no enunciamos sino que actuamos, obviamente no se refiere que sólo se debe escribir el actuar; Agustín dice que toda escritura es inútil, desde luego que no se refiere a que dejemos de escribir. Se dice que Dios es una Palabra, esta en nosotros enunciarlo, pero se dice que Dios no está enunciado, luego es inefable. Es el mundo de vida en el que la Palabra es búsqueda.

Para el místico no hay otra vía de interpretación posible de la Palabra que no pase por la conversión: salir, despojarse de sí para entrar, ensimismarse en la nueva naturaleza transformada, habitar el lenguaje hecho Palabra. Por esa razón el lenguaje del místico busca, paradójicamente, las imágenes que lo abisman en el silencio, para que allí sólo hable el Verbo divino de una identidad perfecta entre lo que escucha y lo que es escuchado, por que 'el abismo llama al abismo' y el lenguaje humano se deja seducir por el vértigo infinito de la Palabra absolutamente desnuda; la imagen sin forma, el abismo sin fondo, el desierto, pero también la oscuridad en la que el alma confundida por la luz de las imágenes sensibles tropieza con su propia voluntad. Abandonar el sí mismo permaneciendo en el vacío del yo, requiere atravesar el desierto de las imágenes, mas allá del cual en un horizonte sin límite , el místico ve 'cara a cara' la imagen desnuda, que hasta ahora percibía a través de imágenes.

Se viene al 'mar de espejos’ a carearse con el Otro, y el silencio es la respuesta absoluta, el punto de partida para desajustar el yo de la realidad, verbo-llama que es sonido-luz en la oscuridad. A mi parecer esta respuesta escogida en el silencio es albergue de mi sospecha, el mundo es nuestro mundo y la Palabra es acción.

Ensimismarse ante la ‘nueva naturaleza’ conlleva su enajenación, tal deslinde de lo natural me parece una falsa iluminación, para atravesar este espejismo se requiere renunciar a tal presunción. Lo natural puede ser visto como construcción de los sentidos o como proceso exterior al sujeto, en ambos casos el problema de lo natural radica en que el hombre no puede ser ajeno a algo que de forma activa genera o le envuelve según sea la perspectiva. La naturaleza por mas sorprendente que parezca no es ajena, el hombre la exterioriza para poder hacerse de ella, pero esto es sólo en virtud de su necesidad activa de adquirir de la naturaleza lo que necesita para vivir.


Se trata de una diversidad modelada desde la geo-grafía , la dimensión en que el entendimiento de la diversidad no sólo como una variedad de paisajes que "revelan los distintos tipos de adaptación de las sociedades humanas a la diversidad de entornos." Pero también es un modelo geopolítico propositor de ‘escritura de la tierra’ la cual, expone que la creación de paisajes es una es una acción cultural. El hombre no podrá aumentar la biodiversidad, pero tiene capacidad para incrementar la geodiversidad, hacer del planeta un lugar más diverso. Aún los padres del desierto sudcaliforniano entendieron esta necesidad.

Esto es ejemplar en los 'oasis' sudcalifornianos, los cuales en realidad, son obras de paisajismo jesuita; pozas de agua dulce en el matorral transformadas en islas de 'civilización' bases territoriales de la colonización, pero se erra al establecer al movimiento jesuita como uno estable y sedentario.La historiografía del movimiento jesuita del siglo XVII le coloca como una insurrección : una compañía con sus castrenses y su actitud orgullosa, deseosa de enfrentamiento ante el mal, si bien en los ejercicios espirituales se nota la búsqueda de los desiertos. Su metafórica es también la de la actividad bélica, el jesuita ignaciano ve en la imagen de Cristo como la de un Capitán el . Y a la maquina de la guerra, y siguiendo lo que Deleuze y Guattari proponen las organizaciónes guerreras tienen su modelo primordial en las civilizaciones nómada, pues son instituciones que toman al movimiento como estado natural, sostienen una tensión entre los episodios de sus acciónes: tienen el camino como destino.

El desierto como territorio de nadie donde se libra la batalla con las fuerzas del mal; para aquellos cobijados por el estandarte del bien. ¿Y cuales son los afectos de este ejército? Si la institución militar es una forma de nomadismo apropiada por el aparato estatal, el ignaciano es un movimiento que busca recuperar su libertad al presentarse cómo regida por un nomos proyectado en la diáspora de la Palabra.

El paisajismo es una re-construcción cultural pues emplea la diversidad enriqueciéndola en diferenciaciones, la defensa del paisaje busca conservar el componente humano que moldea la tierra, la intención es preservar la forma única que genera la interacción humana con su medio, mantener el vector de desarrollo original que se genera en toda forma de civilización que trate de ocupar un medio característico, considerando riqueza geográfica al producto de la relación, en la que diversidad y sociedad pueden sostenerse.

Al final de toda esta reflexión no puede quedar pendiente el preguntarme ¿Qué conservará una reserva que permita la explotación minera en su jurisdicción? Haciendo a un lado las controversias sobre la limpieza de la industria de extracción del oro, poniendo sacrílegamente al hombre por encima de toda la belleza natural, aun ahí se esta atropellando ya. Algo evidente, enunciado desde el silencio, algo en nosotros los que habitamos la península esta siendo atropellado, hoy, junto con la forma de vivir de quienes colindan La Laguna.

Mira a la Sierra de la Laguna con una mirada explotadora: ¿Qué sentido tiene hacer a un lado tanto por aprovechar para extraer un mineral antes que emplear todos lo que esta por encima de ese mineral de manera eficiente? ¿Qué se busca en las entrañas del mundo? La Palabra Dorada de la tierra esta quieta, esperando ser enunciada.

Una temporada.

La última inocencia y la última timidez. Está dicho. No llevar al mundo mis odios ni mis traiciones.
¡Adelante! La marcha, el fardo, el desierto, el hartazgo y la cólera.
.¿Ante quién debo postranne? ¿Qué animal debo adorar? ¿Qué imagen santa atacar? ¿Qué corazones deberé partir? ¿Qué mentira debo decir? ¿Sobre qué sangre marchar?
RIMBAUD

Noches Árabes.

Describir lo que significa asistir a la proyección del documental: Zapatistas, en jueves, a las 11 de la mañana, en una sala de Cinépolis repleta de estudiantes de preparatoria y funcionarios de la educación y la cultura estatales requiere de habilidiades gonzoperiodísticas, ajenas a este pobre aficionado.

Aun así, el documental de Taboada ofrece una acertada percepción de un movimiento zapatista que, impulsado por la creencia original de una vuelta a la producción artesanal y a un régimen popular de tenencia de la tierra, busca restituir lo arrebatado por el latifundista a sus originales dueños: los campesinos mexicanos.
Algo que poco tiene de 'revolucionario' en realidad, y más de proyecto reivindicador de los lazos originales de pertenencia a la tierra. El movimiento dirigido por Emiliano Zapata tenía como premisa la recuperción armada de libertad y tierra en un marco de implementación de los usos tradicionales para los que ésta tierra fue otorgada al principio del tiempo a sus dueños originales: nutrir al Hombre del Maíz.

Los espejismos, a la lejanía ganan parecidos: una nave flotando en el océano; mientras pierden su verdadera dimensión: una piedra en el camino. De manera similar, mientras la revolución se adquiere como una idea de prefabricación y consumo en las conciencias de todos los chamacos y las chamacas, el documental no deja de mostrar la realidad: que el clima de injusticia social y el atropello de las formas de producción fundamentales, es más un continuo ahistórico de negaciones para los que menos tienen: el pueblo que vive generaciones de atropello constante e ininterrumpido.

Quisiera imaginar que esto es debido a que ya es tiempo de imaginar otro pasado, y con ello tiempo para elevar una voz al futuro: la nueva palabra, el concepto que invoque ese anhelado cambio, una palabrita elusiva y pegajosa que represente algo totalmente nuevo y que sea metáfora del modelo que ya nos permita dejar de hablar de una revolución para hablar en términos de otro discurso... El problema es que no se que palabra es, se me escapa. Tú, ¿la sabes?

No me sorprendió saber del mito del Zapata que vivió después de Chinameca "¡Zapata vive la lucha sigue!" Gritaba la Sekta Core en los escenarios punkosos de mi adolescencia moshera. Pero no recuerdo haber escuchado que al caudillo se lo llevaron a Ara
bia.

¿Por que imaginarse un Zapata cincuentón por ahí de 1930 recorriendo el Rub al-Jali a lomo de camello, recogiendo rosas, mirando el horizonte? ¿Por que Arabia?

Resurrección de Zapata

Nació, dicen, con una manita tatuada en el pecho.
Murió acribillado por siete balazos.
El asesino recibió cincuenta mil pesos y el grado de general de brigada.
El asesinado recibió a una multitud de campesinos, que sombrero en mano visitaron su muerte.
De sus abuelos indios habían heredado el silencio.

No decían nada, o decían:
—Pobrecito.
Nada más decían.
Pero después, poco a poco, en las plazas de los pueblos se fueron soltando las lenguas:
—No era él.
—Otro era.
—Muy gordo lo vi.
—Le faltaba el lunar de arriba del ojo.
—Se fue en un barco, salió de Acapulco.

—En la noche se voló, en un caballo blanco.
—Se fue para Arabia.
—Por allá, por Arabia. está.
—Arabia queda muy lejos, más lejos que Oaxaca.

—Ahorita vuelve


Tomado de Eduardo Galeano: Espejos: una historia casi universal 2008, s.XXI eds. p253 (checar)

La primera foto de una instalación de Iván Piug.
La pintura es de Jose Baray.

Arqueología de las alteridades: Oasisamérica.



Para nuestra maestra, Rosa Elba Rodríguez Tomp la singular geografía de la península Californiana presenta un problema para tipificarle dentro de las categorías tradicionales:
La idea generalizada que se tiene de desierto: carencia total. Es inapropiada para la región, […] mientras puede perfectamente ser reconocida como parte de la enorme extensión planetaria que constituyen las zonas áridas […] En la mayoría de los desiertos las condiciones climáticas se caracterizan por precipitaciones escasas, baja humedad ambiental, alta insolación, así como fluctuaciones extremas diarias y anuales de temperatura. Esto es cierto para la mayor parte de la península de California; sin embargo, la variedad a la que hemos hecho referencia abarca de las amplias planicies costeras hasta las partes serranas donde el descenso de la temperatura y la mayor humedad han dado lugar al desarrollo de bosques de coníferas.
Lo propuesto en su trabajo la cultura indígena de la península de California, editado en la Historia general de Baja California Sur (tomo III, p707-728) es que dicho ambiente siendo propicio para su poblamiento por grupos humanos que además parece haber permitido a dichos grupos humanos mantener una identidad mientras convivían entre sí, en puntos geográficos clave para la supervivencia estacional y que no se existía en una defensa territorial constante.

La maestra se apoya en Steward, para defender la posibilidad de formas de pertenencia socio-territorial de las bandas nómadas, lo cual le permite sostener que dada la variedad de nichos disponibles para el grupo humano y la abigarrada mezcla de practicas culturales que involucran, un sentido de la pertenencia y la vez el reconocimiento de una identidad compartida.

Oasisamérica
es una supraregión que fundamenta su territorio por la existencia de grupo humanos seminómadas, es decir que practicaban alguna forma de agricultura de forma estacional, dicha característica les hace sobresalir como un grupo discreto cuyas practicas sociales exploran las adaptaciones necesarias para cultivar y mantenerse en movimiento. Un grupo complejo de identidades disímbolas, lo que a la península le falta para ser parte de Oasisamérica es la exploración de las artes agrícolas, lo cual aparentemente no era necesario, pues los grupos californianos se volcaron a estacionalmente obtener sustento del mar.

La cuestión es el clima de convivencia nómada como alternativa al desarraigo, y las resonancias que la postura de Giacomo Marramao por una democracia de la diferencia fundamentada en el principio de alteridad, puede tener hacia nuestro concepto de identidad sudcaliforniana. Recientemente entrevistado en la universidad de Buenos Aires, responde en con claridad que le caracteriza peor en español que entendemos acerca de su propuesta:

Una democracia de la diferencia, en la cual la referencia a la alteridad se ve como el "factor constituyente" (aunque reprimido) de cada identidad. En esta perspectiva cada patria es producto de una combinación de circunstancias históricamente determinadas y por tanto, contingentes y precarias. El rasgo indeleble de nuestra edad global está constituida por la dinámica de una "desorientación cósmica" (para decirlo con Ernest Gellner) o del desarraigo universal, como bien prefiero definirlo yo. Sólo si accedemos a esta comprensión de nuestro ser en el mundo -inclusive en lo político- podremos liberarnos de la obsesión de la identidad que subyace en la base de lo del poder. Tenemos que entender en una manera radical esto: hay siempre una íntima relación entre la lógica del poder y la lógica de la identidad. Por esta simple pero decisiva razón, no se puede llegar a la raíz del poder sin un desencanto despiadado de la dinámica que está en la base del simbolismo de la identidad y la identificación.
Además, invita a que desde la reflexión filosófica se planteen espacios de experiencia, rutas en este muy nómada desarraigo universal:

Quiero que quede claro que mi propuesta no es la de renunciar a la filosofía; más bien es propiciar el retorno de la filosofía a la experiencia. Hoy, -en el tiempo de la explosión de Cosmópolis- la filosofía no puede ser sino un saber crítico de la experiencia...

Ya me ganó, A continuación la entrevista completa:



Marramao: La nueva democracia. Entrevista.