El cuento costarricense en el año 2013
Al acercarse el final del año, no parece tan mala la idea de hacer un recuento de las lecturas de literatura costarricense de 2013. Este año traté de leer tantos textos como me fuera posible; sobre todo porque no creo que pueda volver a leer literatura de Costa Rica con tanta frecuencia a partir del 2014. Era ahora o nunca.
Hubo desde libros excepcionales hasta para el olvido. La novela Guirnaldas (bajo tierra), de Rodolfo Arias, quizás sea el texto literario más memorable del año. Otra novela notable fue la desgarrada Larga noche hacia mi madre, de Carlos Cortés, que recibió en Guatemala el Premio Mario Monteforte Toledo.
En el género del cuento, se publicaron muchas colecciones —con lo que se confirma la idea de que Costa Rica no difiere del fenómeno latinoamericano que posiciona al área como una región de cuentistas—, entre ellas se destacan el enigmático y depurado volumen Las voces P4R-P4R de Mario Valverde Montoya, el oscuro Muestrario de familias ejemplares, de Guillermo Barquero y el cosmopolita Tu nombre será borrado del mundo, de Guillermo Fernández. En cuanto al microrrelato, la mayoría de su producción cohabitó en los mismos volúmenes con el cuento, con la sola excepción de un libro que se dedicó exclusivamente al género híperbreve.
Seis escritores hicieron su debut este año en el género del cuento; a saber, Isabel Gamboa Barboza, José Morales, Mario Valverde Montoya, Geovany Debrús, Gustavo Fernández Qu, Thomas Bornemisza. Laura Fuentes Belgrave, Eduardo Alfonso Castillo Rojas y Daniel Garro publicaron sus segundos libros de relatos. Mientras tanto, William DJ Suárez, Guillermo Barquero y Guillermo Fernández publicaron, cada uno por su parte, su tercera colección de narrativa breve. Mención aparte, se merece la publicación póstuma de un libro del cuentista clásico costarricense, Carlos Salazar Herrera.
Las voces P4R-P4R (EUNED), de Mario Valverde Montoya es uno de los libros de narrativa más herméticos y complejos que se ha escrito en el país en los últimos años. A partir de una batería de personajes estrafalarios que viven en una ciudad, el libro se construye como un rompecabezas de resonancias entre cada una de sus piezas. La tendencia a no decir nada más que lo indispensable en cada caso y a lanzar en cada relato pistas de sentido que ayudan a comprender mejor los demás relatos da como resultado un texto que hay que someter a lecturas sucesivas para apreciar debidamente. La prosa de Valverde Montoya considera como un valor más alto la depuración sintáctica y la musicalidad del lenguaje que la “claridad”, que sería un valor más apreciado en el lenguaje denotativo de la noticia que en el mundo connotativo de la narrativa. La metáfora de los peces que conviven en una pecera y prisioneros de alguien que no es nombrado, se superpone a la otra metáfora de los personajes como piezas de ajedrez, que forman parte de un juego que no pueden ganar porque ni siquiera empiezan a comprender.
En Muestrario de familias ejemplares (Germinal), Guillermo Barquero propone un mundo en el que los hechos parecen suceder en una noche que no empieza ni termina, siempre esta allí, como un mal recuerdo que no se puede abandonar. Sus personajes emprenden misteriosas búsquedas nocturnas, ya sea de perros muertos, del origen de un rastro de sangre o de algo que no saben a ciencia cierta qué es. Las familias del título muestran distintas fases de descomposición o ruina y viven en hoteles, moteles, pensiones o en casas propias que parecen empeñados en desmantelar o destruir. También hay cuentos narrados por tipos solitarios que solo monologan o escriben cartas o las traducen, alejados de cualquier entorno familiar. Quizás esos cuentos sobre la soledad sean la última fase de la sagrada familia tradicional: los pobres solitarios que se contentan con hablar y deambular solos, desesperados por un poco de contacto humano, aunque sea un rápido contacto sexual seguido de olvido, la participación en videos de violencia real o un progresivo desmembramiento. Esas son las únicas salidas posibles. Con su quinto libro en siete años, Barquero se coloca como el escritor más prolífico de su generación y uno de los mejores cuentistas de Costa Rica. Siguiendo este enlace se puede leer la reseña de Jesús Bedoya en su blog.
Los cuentos de Tu nombre será borrado del mundo (Arboleda), de Guillermo Fernández, dan cuenta de la alienación del ser humano de nuestro tiempo, manifestada en la condena a la soledad de personajes que, exteriormente, parecen comunes y corrientes, pero que esconden dramas que los arrastran a situaciones límite. Se tocan temas que van desde la violencia contemporánea, hasta la visita de seres extraterrestres, pasando por la literatura fantástica. Todo esto en una diversa geografía que abarca tres continentes. Siguiendo este enlace se puede leer mi reseña completa del libro.
Se nota en la mayoría de los cuentos de Esdrújula es una palabra esdrújula (EUNED), de José Morales, una preocupación social expresada con un lenguaje cuidado. La sexualidad —desde el amor a primera vista, hasta la oscura perversión— es un elemento esencial de la colección, cuyo mayor mérito es constituirse en un buen debut literario. Siguiendo este enlace se puede leer mi reseña completa del libro.
Voces en el sótano (EUNED), de William DJ Suárez presenta cuentos de distintos géneros literarios, pero siempre oscuros y de temas fronterizos. Hay relatos de temática urbana y cuentos góticos. Algunos presentan situaciones de horror sobrenatural, entre los que sobresalen “La tela”, con un inesperado giro psico-zoológico, y “Lagunas de verano”, que relata con un tono angustiante algunos pasajes de la vida de un asesino. Pero por encima de todos se destaca “El pozo”, un nuevo relato costarricense inscrito en el ciclo de los mitos de Cthulhu, que dosifica muy bien la información proporcionada y da lugar a una tensión creciente, que revela las sorpresas justo cuando el lector asume que ya sabe todos los secretos del oscuro pozo.
Antierótica feroz (Clubdelibros), de Laura Fuentes Belgrave es un ataque frontal —a menudo paródico, a veces tétrico y casi nunca sutil— al discurso amoroso convencional y, de paso, al patriarcado. También es un recordatorio de la violencia institucionalizada ejercida en contra de la mujer. Siguiendo este enlace se puede leer mi reseña completa del libro.
La teoría de algunos estudiosos del género del microrrelato, según la cual este se originó a principios del siglo XX como una derivación del cuento clásico, parece explicar el fenómeno que se da en Cuando alguien ama a una rana (Uruk) de Eduardo Alfonso Castillo Rojas. En esta obra los cuentos de mayor extensión se encuentran ambientados en localidades concretas costarricenses, mientras que la mayoría de los microrrelatos aspiran a la universalidad de la fábula, sin topónimos ni onomástica. A veces descansan en lugares tipos de la literatura: el desierto, el lugar ameno paradisíaco o la tierra polar. Hasta hay un texto (“Había una vez…”) que se permite parodiar personajes y situaciones comunes del cuento clásico. Un detalle que no conviene pasar por alto: los microrrelatos que rompen con esta regla (“Piquetes”, “Un sueño”) remiten más a anécdotas personales que a textos literarios. Siguiendo este enlace se puede leer la reseña de Germán Hernández en Literofilia.
La propuesta de Isabel Gamboa Barboza, Veinticinco cuentos perversos (Guayaba) está constituida por cuentos y microrrelatos. Sus historias están llenas de sujetos mentalmente deshabilitados a quienes se receta todo tipo de antipsicóticos que no consiguen traer ninguna mejoría. Cuando la farmacia no ofrece soluciones, se recurre a la psicología, como en el relato “El enajenado”, pero nada funciona: no hay sanación para los enfermos. Los demás ingredientes de estos cuentos perversos son una concisión manifiesta, un humor cruel y un lenguaje que no se anda por las ramas. Los mejores momentos del libro llegan con los microrrelatos, como “La deuda” o “Cumpleaños feliz”. En algunos de los textos de mayor extensión del libro hacen acto de presencia epítetos recurrentes y, a veces, oraciones-estribillo que distraen de la historia y restan fluidez. Siguiendo este enlace se puede leer una reseña de álvaro Rojas Salazar.
Una serie de Escritos inéditos de Carlos Salazar Herrera vieron la luz por medio de la Editorial Costa Rica. En una verdadera “silva” donde todo parece caber, el libro se encuentra dividido en ocho partes, que tratan de dar coherencia a un conjunto que va desde cuadros de inspiración bíblica y mitológica, hasta cuentos infantiles, sainetes y sonetos. Sin duda, lo más valioso del libro es la recuperación del pequeño libro Tres cuentos, que no se reeditaba desde hacía décadas, lo cual es extraño tratándose de principal cuentista de la generación del cuarenta. De los textos propiamente inéditos, se pueden rescatar algunas de las piezas más breves, como “El manglero” o “El hombre solo” que perfectamente habrían podido formar parte del libro emblemático del autor, Cuentos de angustias y paisajes, ya que están construidos con las imágenes poéticas, la sugerencia y el laconismo por los que es famoso ese libro. Finalmente, es toda una novedad leer cuentos de Salazar Herrera ambientados en Estados Unidos, en Europa y la ciudad, lo cual ayuda a formar una imagen más balanceada de la obra Salazar Herrera, por fin no limitada al campo costarricense.
La antología de cuentos de terror de Clubdelibros, Penumbras, es una variopinta colección de relatos de lo extraño, lo maravilloso y de horror sobrenatural, con presencia de zombis, brujas, monstruos, fantasmas y demás tópicos de ese conjunto de géneros que se suelen etiquetar como literatura fantástica. Destaca en el conjunto el relato “Rojo”, de Reidel Galvez, tanto por su calidad como por la complejidad psicológica de sus personajes adultos; casi todos los demás relatos de la serie tienen como protagonistas y a veces como narradores a niños o adolescentes.
A diferencia del año 2012 —un año prolífico para el microrrelato costarricense—, en este año solo se publicó una colección dedicada exclusivamente al género: La Acuarilis (Clubdelibros), de Gustavo Fernández Qu. Este breve libro consta de veintiún microficciones que van desde historias de fantasía hasta textos aparentemente humorísticos. La mayoría de los relatos no alcanza a cumplir el cometido de contar una historia con el mínimo absoluto de recursos que exige el género híper breve; en algunos hasta hay vetas de moralina que más bien aspira a aleccionar a los lectores. “Megapixeles”, un texto lleno de nostalgia por la tecnología fotográfica de la vieja escuela, es el mejor texto del libro y también el primero; a partir del segundo relato, La Acuarilis se hunde sin remedio en las profundidades del mar.
Otros libros de narrativa breve que se publicaron este año en Costa Rica son: Eroscopio, de Geovanny Debrús, Los amigos venían del Sur, de José Picado Lagos; Mi corazón de metal, de Daniel Garro; Callejones de la conciencia, de Thomas Bornemisza, la antología Lunas en vez de sombras y otros relatos de ciencia ficción, que incluye relatos de José Ricardo Chaves, Jessica Clark, Daniel González, Ericka Lippi, Iván Molina y Anacristina Rossi.
La segunda parte de este resumen, dedicada a la novela, se puede leer aquí.