Placa que hay en la plaza ante la estación eslovena de Nova
Gorica. A la derecha pone Eslovenia y a la izquierda, Italia. Por aquí
pasaba la frontera que dividía ambos países en 1947, uno de los dos años
que figura en la inscripción. El segundo año que aparece en ella es la
de 2004, cuando Eslovenia entra en la Unión Europea.
Hay en Europa zonas limítrofes actuales entre los diversos países que han ido cambiando de manos de uno de ellos a otro. Y no son pocas. En algunos casos ese cambio lo ha sido varias veces y en distintas épocas. Uno de esas fronteras que ha cambiado de lugar varias veces ha sido la que separa Italia de Eslovenia. Ese baile de fronteras ha afectado también al ferrocarril y no siempre de manera positiva porque lo que en otro tiempo permitía una comunicación fluida hoy, de forma incomprensible, ha llegado al aislamiento ferroviario total entre dos Estados que forman parte de la Unión Europea.
La imponente estación de la actual Nova Gorica, cuyo edificio es el
de la foto superior, fue inaugurada en 1906, con la puesta en servicio
del tramo Jesenice-Trieste de la línea ferroviaria Viena-Trieste
(Südbahn) construido por la compañía austriaca Kaiserlich königliche
privilegierte Südbahngesellschaft (Sociedad Imperial Regia Privilegiada
del Ferrocarril Meridional) cuya finalidad era la de unir por
ferrocarril Viena con Venecia.
Entonces Nova Gorica y la ciudad italiana contigua de Gorizia eran
una única ciudad por lo que la estación servía a todo el núcleo urbano.
Tras la desintegración del Imperio Austro-húngaro en 1918 Eslovenia pasó
al Reino de los serbios, croatas y eslovenos que en 1929 se llamó Reino
de Yugoslavia y República Federal Socialista de Yugoslavia tras la
Segunda Guerra Mundial. No será hasta 1991 cuando Eslovenia recobre su
independencia.
El hecho de que Eslovenia pasara en 2004 a ser miembro de la Unión Europea no ha mejorado la conexión ferroviaria entre ese país e Italia que sigue suspendida por lo que respecta al tráfico de viajeros, tanto entre Gorizia-Nova Gorica como entre Trieste-Villa Opicina, más al sur. Existe un proyecto prioritario de la Unión Europea de mejorar esa relación restableciendo, con unas infraestructuras que permitan mayor velocidad a los trenes, la relación por el lado de Trieste, pero mientras tanto, la única opción para conectar ambos países por tren consiste en tomar un autobús que enlaza las estaciones fronterizas y eso hice.
Tomé un tren de alta vecidad "Frecciargento" de Trenitalia en la
estación central de Roma, con destino a Venecia-Mestre, donde debía
enlazar con un regional destino Gorizia, pero la continuación del viaje
era toda una incógnita para mí ya que no había podido obtener
previamente los billetes y había varias opciones dentro del territorio
esloveno, todas con transbordos. El enlace en Venecia-Mestre estaba
garantizado a un regional procedente de Venecia-Santa Lucia y destino
Trieste, con parada en Gorizia.
Me bajé del regional en Gorizia y salí del vestíbulo para ver la forma de llegar hasta la estación de Nova Gorica, situada al otro lado de la ciudad, ya en territorio esloveno.
Muy pocos estábamos en ese trance y ninguno que conociera el
procedimiento. Llegó un primer microbús cuyo conductor nos dijo que
sacáramos el billete en una máquina que estaba en la propia estación.
Curiosamente mientras varios sacábamos el billete se marchó dejándonos
con la boca abierta. Al poco llegó otro microbús que resultó ser
esloveno y hacía el mismo trayecto que el anterior. Nos montamos en él y
el conductor nos dijo que el billete que llevábamos era italiano y no
servía en su vehículo. Así que a pagar otro euro. Es curioso cómo cuando
hay una descoordinación ferroviaria suele abarcar también a otros medios
de transporte.
La llegada a la estación de Nova Gorica, aparte de ver la
majestuosidad externa del edificio, no presagiaba nada bueno porque del
lado de los andenes no había nadie más que este automotor sin personal.
No me gusta sacar fotos de trenes así de deteriorados en su imagen para
no dar publicidad a los vándalos que lo ejecutan pero llama la atención
que todos los trenes regionales que vi en Eslovenia estaban así.
Las taquillas del vestíbulo estaban cerradas con indicación de que no se despachaban billetes y había que comprar éstos en el tren. En las vías sólo se movían algunos trenes de mercancías con personal y material italiano atendiendo las maniobras.
Finalmente apareció el maquinista y el interventor quienes
amablemente nos informaron de que nos subiéramos y nos darían los
billetes en el tren. Y así partimos a su hora. El billete que saqué era
único hasta Ljubljana aunque habría que hacer transbordo en Jesenice, al
norte de Eslovenia, muy cerca de la frontera con Austria, aunque Nova
Gorica se encuentra casi a la misma latitud que Ljubljana.
Durante un par de horas, entre Nova Gorica y Jesenice el tren discurre lentamente por un estrecho valle junto a la carretera con multitud de pequeñas estaciones en las que la mayor parte de los viajeros subían con sus bicicletas.
La peligrosidad de la carretera contigua es grande debido a su
estrechez y al intenso tráfico. Por este motivo, un tren lanzadera lleno
de plataformas recoge automovilistas y los traslada al otro extremo del
valle. Así pude ver ese tren en la estación de Bohinjska Bistrica, en
sentido contrario al nuestro y aguardando en esa estación al cruce con
el regional en el que viajábamos.
Una de las estaciones más conocidas del recorrido es la de Bled Jezero, que da servicio a la localidad de Bled, importante centro turístico esloveno. En la foto, el edificio de la estación. Aquí el regional se cruza de manera dificultosa para los viajeros con el que hace el recorrido en sentido contrario.
Una vez dentro me fui a buscarlo y me perdonó el suplemento (o se le
olvidó) tras una interesante conversación ferroviaria. Y ya casi sin
darme cuenta el tren llegó puntualmente a Ljubljana, cuya estación es
así de grande.
Una vez que el regional llegó a Jesenice y ante la expectativa de
seguir hasta Ljubljana en otro similar que iba a tardar casi hora y
media en hacer el trayecto busqué otra alternativa. Mientras pensaba
llegó este IC austriaco con destino a Zagreb, en Croacia, aunque
remolcado por una locomotora eslovena. Se me abrieron rápidamente los
ojos y me lancé a tomarlo sin más tiempo que preguntar al interventor si
me valía el billete del regional. Me dijo que había que pagar 1 € de
suplemento, algo que me pareció irrisorio ya que ahorraba una hora de
tren.
En resumen, desde Roma fueron 12 horas exactamente de viaje, 4
trenes consecutivos con escaso tiempo para los transbordos y un autobús
entre dos estaciones fronterizas que si bien tienen vías entre ellas
-son sólo 3 km de distancia- carecen de la menor coordinación, como si
pertenecieran a dos continentes distintos. Creo que es la peor conexión
existente entre las capitales de dos países contiguos en toda Europa, al
menos que yo haya visitado. No obstante, merecía la pena llegar hasta
Ljubljana, ciudad maravillosa que me deslumbró y a la que dedicaré una
entrada próximamente.