viernes, 18 de abril de 2025

SE ESTÁN CRIMINALIZANDO LOS DERECHOS CONSTITUCIONALES EN ESTADOS UNIDOS


La gran cantidad y variedad de proyectos de ley antiprotestas presentados en sólo tres meses, en combinación con la revocación de visas de estudiantes y la desaparición de manifestantes estudiantiles por parte de la administración del autoproclamado ‘presidente de la ley y el orden’, indica un movimiento hacia el fascismo”.

Raúl Zibechi

Cuando la cuestión de los aranceles cobra amplio destaque, la cultura hegemónica estima que será China la que consiga derrotar a los Estados Unidos de Donald Trump, ya que estaría en mejores condiciones económicas, sociales, políticas y tecnológicas para suplantar su hegemonía dando paso a un mundo multipolar. Todo el análisis queda centrado en las características personales de Trump, y en lo que está haciendo China para contrarrestarlo. Los pueblos, los verdaderos protagonistas, quedan en la sombra. 

La creciente militarización de sociedades como la estadunidense es la respuesta al crecimiento de la acción colectiva, que está forzando a todo el espectro político a hacerse cada vez más ultraderechista y hacer de la represión su principal argumento. Los de arriba tienen muy claro, porque es una constante en la historia, que los imperios caen desde dentro, por las resistencias activas o pasivas de los pueblos. 

Un reciente artículo en The Guardian, titulado “EU intensifica la represión contra las protestas pacíficas bajo el mandato de Trump”, del pasado 9 de abril, aborda el tema con rigor. Llama la atención que haya sido escrito por Katharine Viner, editora jefa del periódico, algo que no es habitual y que denota la importancia concedida al tema. 

Comienza diciendo que en los primeros cuatro meses de este año, se han presentado 41 proyectos de ley contra las protestas en 22 estados, en comparación con un total de 52 en 2024 y 26 en 2023, según el rastreador del Centro Internacional para el Derecho sin Fines de Lucro. Según la autora, se trata de castigos penales contra protestas pacíficas protegidas por la Constitución, dirigidas contra “estudiantes universitarios, manifestantes contra la guerra y activistas climáticos con duras penas de prisión y fuertes multas, una represión que los expertos advierten que amenaza con erosionar los derechos de la primera enmienda a la libertad de expresión, reunión y petición” (https://goo.su/QPKb9).

Destaca además la Ley de Transporte Seguro y Protegido de Energía Estadunidense, que crea un nuevo delito aplicable a las protestas que interrumpan gasoductos planificados u operativos, “lo que se castigaría con hasta 20 años de prisión y multas de hasta 250 mil dólares para individuos o 500 mil dólares para organizaciones”. Esta legislación represiva dio un salto importante desde las protestas contra el oleoducto en el territorio indígena de Standing Rock, en Dakota del Norte, lideradas por pueblos originarios en 2016. 

La editora de The Guardian sostiene que las nuevas disposiciones buscan “disuadir a la gente de alzar la voz, además de ser increíblemente represivas”. Los legisladores suelen responder con más y más proyectos de ley represivos cada vez que un movimiento gana las calles. “En 2021, se presentaron 92 proyectos de ley en 35 estados en respuesta al levantamiento social provocado por el asesinato de George Floyd a manos de agentes de policía en Mineápolis, Minnesota”. 

Jenna Leventoff, de la Unión Estadunidense por las Libertades Civiles (ACLU), sostiene que la serie de leyes antiprotestas “tienen como objetivo asustar a la gente y disuadirla de protestar o, peor aún, criminalizar el ejercicio de los derechos constitucionales”. Citado por Viner, David Armiak, director de investigación del Centro para los Medios y la Democracia, argumenta: “La gran cantidad y variedad de proyectos de ley antiprotestas presentados en sólo tres meses, en combinación con la revocación de visas de estudiantes y la desaparición de manifestantes estudiantiles por parte de la administración del autoproclamado ‘presidente de la ley y el orden’, indica un movimiento hacia el fascismo”.

Naomi Klein y Astra Taylor el pasado domingo en el mismo medio, sostienen que “debemos reconocer que no nos enfrentamos a adversarios que ya conocemos. Nos enfrentamos al fascismo del fin de los tiempos”. En el artículo “El ascenso del fascismo del fin de los tiempos” (https://goo.su/2AN7T), sostienen que estos movimientos de extrema derecha “carecen de una visión creíble para un futuro esperanzador”, a diferencia del fascismo clásico. 

Para los de arriba el colapso es una suerte de “regulación” de la humanidad. El trumpista Steve Bannon, asegura que el mundo se está yendo al infierno, porque “los infieles están rompiendo los muros de contención”. Por eso se atrincheran en búnkers y hasta sueñan con huir a Marte, como el propio Elon Musk. En esas están, militarizando, reprimiendo y construyendo sus mundos sin pobres ni personas del color de la tierra. 

Si alguien puede derrotar a la extrema derecha en todo el mundo no será China. Así como debemos comprender que la ultraderecha que arrasa el mundo es una reacción al caminar de los pueblos y al colapso en curso, también debemos aceptar que sólo los pueblos y los colectivos organizados pueden frenarlos. Saber que lo que hacen es porque nos temen, debería darnos coraje en tiempos tan duros. No debemos distraernos en mirar caudillos.

LA JORNADA MX.

EL PAIS

FÁTIMA HASSOUNA, LOS OJOS DE GAZA, TAMBIÉN ASESINADA: SEAMOS DIGNOS DE SU LUZ



La photojournaliste Fatima Hassouna, héroïne d'un documentaire programmé au Festival de Cannes, tuée lors d'un bombardement à Gaza






Información traducida y redactada sobre la que ha sido facilitada por FRANCETVINFO.FR

Fátima Hassouna, la joven fotoperiodista palestina de 25 años, y varios miembros de su familia murieron el pasado miércoles  en un ataque israelí en el norte de Gaza. Unas horas antes de su muerte, el Festival de Cine de Cannes anunció que el documental de Sepideh Farsi, Put Your Soul on Your Hand and Walk, en el que interpreta a la heroína, se proyectaría como parte de la selección de la Asociación del Cine Independiente. En esta película, hablan en nombre del pueblo de Gaza, víctimas de la guerra. 

La directora iraní afirma que este documental "es una ventana, abierta por el milagro de un encuentro con Fatem [el apodo de Fátima], que me permitió ver fragmentos de la masacre de palestinos en curso". "Fatem se convirtió en mis ojos en Gaza, y yo me convertí en un vínculo entre ella y el mundo exterior. Mantuvimos esta línea vital durante casi un año. Los fragmentos de píxeles y sonidos que intercambiamos entre nosotras se convirtieron en la película que está aquí", dice, a modo de sinopsis. En un comunicado de prensa, la mencionada asociación rindió homenaje a la fotoperiodista con estas palabras: «Habíamos visto y programado una película en la que la fuerza vital de esta joven era nada menos que milagrosa. Ya no es la misma película que llevaremos, apoyaremos y presentaremos en todas las salas, empezando por Cannes. Todos nosotros, cineastas y espectadores, debemos ser dignos de su luz».

La desaparición de Fátima Hassouna se produce en un contexto particularmente ignominioso: casi 200  periodistas han muerto en Gaza (otras informaciones hablan de más) desde el inicio de la guerra entre Hamás e Israel. Nunca tantos en un conflicto armado, casi todos palestinos. La joven había expresado sus últimas voluntades, según el medio digital AJ+ del grupo Al Jazeera: «Si muero, quiero que sea una muerte atronadora. Quiero que todo el mundo sepa de mi muerte. Quiero que tenga un impacto que no se desvanezca con el tiempo. “Quiero imágenes que no puedan ser enterradas en el espacio ni en el tiempo". Si lo dejó escrito, posiblemente fuera porque su testimonio le costó esa muerte.

DdA, XXI/5.962 FRANCETVINFO FR

OTRA HORA PARA CINTORA Y OTRO FORMATO PARA "LAS MALAS LENGUAS"


Félix Población

Era muy prometedor que Jesús Cintora volviera a la televisión pública con un programa que en principio parecía tener como propósito el desmontaje de bulos y patrañas en los medios de comunicación y redes sociales, tan pródigas estas últimas en falacias y tergiversaciones. 

Me extrañó que la dirección de TVE optara por emitir al unísono Las malas lenguas en La Uno y La Dos, así como el horario de difusión, a última hora de la tarde. Ambas circunstancias han cambiado un poco a los pocos días, pasando a emitirse exclusivamente en La Dos y un cuarto de hora más tarde. Esto denota, obviamente, que quizá se acordó lo primero de modo precipitado, o que Las malas lenguas no está dando el nivel de audiencia que se esperaba, dado el predicamento profesional y crítico de su director y presentador. 

Los datos no son nada halagüeños y cabe pensar que Cintora se está equivocando en algo, si bien no puedo saber en qué, puesto que sólo he visto una parte del programa. Me atrevería a sugerir que el formato, por repetitivo, y los analistas políticos, por lo mismo, están demasiado vistos, y que para hacerse notar con alguna diferencia con el resto de programas similares en los demás canales privados, Jesús Cintora debería explorar más la vida cotidiana, la realidad que afecta a diario a la ciudadanía, dando menos cancha a la política oficial, que ya cuenta con sobrada y con frecuencia tediosa y bochornosa visibilidad. 

Juega en contra de Las malas lenguas que se emita a una hora no habitual para cosechar grandes audiencias, sin que se pueda entender que esta posibilidad sí la tengan programas de concursos o programas/relleno con un horario preferente. De los algo más de 900.000 espectadores de la primera emisión en los dos canales, Cintora pasó a los poco más de 600.000 con la segunda, quedándose con poco más de 300.000 cuando Las malas lenguas sólo se emitió en La Dos. 

Si TVE tiene de verdad interés en recobrar audiencias con Jesús Cintora, un profesional que sí las tuvo en La Uno hace años en horario matinal, su programa debería pasar al tiempo nocturno en que más personas están conectadas a la televisión, lo que se llama prime time, y Cintora, por su parte, debería tratar de ser más original en el formato y contar con analistas menos repetitivos en los estudios y platós.

DdA, XXI/5.962

GIJÓN NO PUEDE RENUNCIAR AL PARQUE DEL SOLARÓN, UNA OPORTUNIDAD HISTÓRICA


Bien claro lo dice Nosti en este artículo, como lo estamos pensando todos aquellos que lamentamos la sucesión de desastres urbanístico del pasado. Es ahora o nunca. Gijón tiene la oportunidad histórica de hacer nacer y crecer para regalo de sus vecinos y visitantes un gran parque en el corazón de la ciudad, tal como ocurre en no pocas capitales y ciudades europeas. No se presentará otra ocasión más favorable para tal proyecto. Si no es así, quienes gobiernan aquella villa se unirán a cuantos les precedieron consintiendo desastres como el de Muro gijonés.

Armando Nosti

Lo de Gijón al norte es como ese enfermo crónico que periódicamente va a Cabueñes a que le ajusten el marcapasos o le pongan oxigeno para aguantar una temporadina y mientras tanto, a ver qué pasa.
La última reunión se saldó con la buena disposición de los participantes para que la cosa avance, vamos a derribar el viaducto y apartar las viviendas a las esquinas para que quede lo mas verde posible, y ya está, ya tenemos oxígeno para otra temporada. Lo de “obras son amores, y no buenas razones”, si eso, ya, el año que viene si dios quiere.
El Ayuntamiento de Gijón acepta la última propuesta como «la única posible» por la postura del Ministerio de Transportes. «No está dispuesto a renunciar a un solo metro cuadrado de la edificabilidad que le corresponde»”
Vamos a ver, el Ministerio, no es nuestro dios y señor, un ministerio es un organismo que nos damos los ciudadanos para que nos sirva, para que convierta en reales nuestros deseos, y parece que la mayoría de los ciudadanos de Gijón, queremos un parque en el Solarón antes que un puñado de viviendas. El importe que el Ministerio recuperaría vendiendo las parcelas edificables, es una gota de agua dentro del océano de sus presupuestos, no llega a la mitad de lo que ahorrará al no soterrar el vial de Jove, y como compensación a los desaires y olvidos de los proyectos pendientes en la ciudad, apenas sería una chuche.
No valen ni el conformismo del equipo de gobierno, ni el silencio cómplice del Principado y el PSOE local, tampoco la añagaza de hablar de un corredor verde uniendo al Solarón el Parque de Moreda para aparentar una mayor superficie verde.
Ayuda a que el ministerio no renuncie a la venta de las parcelas las diferencias de Principado y Ayuntamiento, por eso, razones políticas al margen, tienen que hacer un frente común. Barbón, como en el vial de Jove, debiera dar un paso adelante y plantarse en Madrid junto a la alcaldesa de Gijón, para exigir lo que los ciudadanos piden, pero Barbón, como en el vial de Jove, se limita a dejar de hacer, a dejar pasar el tiempo para garantizar su candidatura en las próximas elecciones, y la alcaldesa, siempre tibia, deja que sea su concejal de urbanismo quien se trague el sapo. Los populares, a ver si pillan algo.
No podemos renunciar al parque en el Solarón, es ahora o nunca. Si dejamos pasar esta oportunidad, estaremos al lado de quienes consintieron el desastre del Muro.

DdA, XXI/5.962

jueves, 17 de abril de 2025

VARGAS LLOSA POR ATILIO BORON


 

La obra literaria y el pensamiento político del escritor Mario Vargas Llosa son analizados por el periodista argentino Atilio A. Boron, autor de El hechicero de la tribu: Mario Vargas Llosa y el liberalismo en América Latina, un libro publicado hace años en nuestro país, de más que recomendable lectura, en el que el autor, reconociendo en Vargas Llosa a una gran maestro de la literatura en español, analiza la gran influencia que su pensamiento conservador, contrario en muchos casos al que el escritor defiende como creador literario, ha tenido gracias a ser el articulista que más difusión ha tenido por medio de las colaboraciones que publicaba en más de trescientos periódicos iberoamericanos, entre ellos el diario El País. En esta conversación en Radio Madres de Mayo abunda sobre el asunto.

DdA, XXI/5.961

ELIMINAR LAS LIBERTADES PARA PROTEGER EL ASESINATO EN MASA

Este Lazarillo acaba de ver las imágenes de un par de ciudadanas manifestándose en un gran estadio de Estados Unidos a favor de la libertad del pueblo palestino, con la correspondiente bandera o pancarta que ni siquiera se ha podido llegar a ver por impedirlo la policía que expulsó a esas dos mujeres del estadio. Es de esperar que no hayan sido detenidas. Mientras ocurría esto, la mayoría del público asistente gritó Palestina libre, pero a las dos ciudadanos que provocaron esa reacción se las dejó sin voz. El profesor Enrique del Teso ha tenido la amabilidad de comentar esas imágenes con el titular que encabeza este post. Eliminar las libertades para proteger el asesinato en masa, según consta en el vídeo, es el mal absoluto.


"Hace un año escribí sobre Israel y Gaza al saberse que algunos equipos de investigación de la Universidad de Oviedo trabajaban con empresas israelíes en proyectos con posible aplicación bélica*(https://www.nortes.me/2024/04/03/gaza-universidad-y-todos-nosotros/). Las imágenes del vídeo me sugieren algo de lo que dije entonces. A veces la racionalidad, la emoción y la moralidad se llevan mal entre sí. Pero este es uno de esos casos en que lo racional, lo emocionalmente perturbador y lo moralmente indefendible en todos los códigos coinciden en lo mismo: lo de Israel es ilógico, sobrecogedor y malvado. En conflictos envenenados, la moral se extravía en vueltas y revueltas. El que quiera buscar en este largo conflicto episodios que justifiquen a Israel o a Hamás las encontrará, con los sesgos habituales. Pero la maldad insuperable de asesinar a niños a cientos y a adultos a miles cada día, con el fin expreso de hacer desaparecer a un grupo humano no admite moralidades complejas de ecuaciones con muchos factores. Está mal, inadmisiblemente mal, sin más consideraciones. No se puede negar que en occidente el conflicto genera controversias. En España es evidente la simpatía por Palestina, pero no es unánime ese punto de vista. Es parte del debate público, por encrespado que sea. Esas imágenes muestran algo añadido al conflicto y genocidio en marcha. Muestran al fascismo. La intervención de cuerpos armados para impedir una elemental libertad de expresión, en este caso de denuncia y exigencia, es, con todo lo demás que está pasando, un capítulo del fascismo. Todos sus apartados son malignos, pero este es especialmente execrable: eliminar las libertades para proteger el asesinato en masa. Ese vídeo, debidamente contextualizado, es la imagen del mal absoluto".

DdA, XXI/5.961

GAZA Y EL GUETO DE VARSOVIA



Elina Malamoud

Quizá le resulte una cierta irreverencia, exigente lector, que comience esta nota contándole un chiste judío, siempre advirtiéndole que los chistes que nos contamos los judíos unos a otros tienen un humor medio escondido, una ironía sacrílega, un espíritu autoflagelante que, a veces, solo a nosotros nos hace gracia.

A un grupo de, digamos, viejas damas indignas y judías, por calificarlas con el título de aquella película, quiere unirse, por primera vez, otra dama también judía, para jugar a la canasta, o al póker, vaya usted a saber, mientras toman té y comen masas, tortas, sandwichitos de salmón ahumado y arenques marinados en crema ácida. Prioritaria precaución, le aclaran a la novicia concurrente, entre un bocado de arenque y otro de torta de miel, los temas de conversación vedados. Usted imagine mi relato con pronunciación de Europa del Este, mucha ye entre los dientes, y eses muy fricativas que no se aspiran.

No hablamos de nuestros hijos --la instruyen-- porque todas tenemos los hijos más lindos, más inteligentes y mejores profesionales, ni hablamos de viajes porque todas estuvimos en Nueva York, en Israel, en Londres, en París y en Viena. Tampoco hablamos de joyyyyas, porque a todas nos florecen anillos de brillantes y gargantillas de oro. Y tampoco hablamos de sexo porque... lo que foi... foi...

Lo que foi, foi. Lo que fue, fue.

Lo que fue...

Hace más o menos diez años que, cada mes de abril, vengo a esta página con la intención de recordar lo que fue, los hechos trágicos ocurridos en un pasado no muy lejano, durante la Segunda Guerra Mundial, en la ciudad de Varsovia. Porque lo que fue, fue y, si bien las interpretaciones de los hechos pasados, sus miserias políticas, los enredos que los envolvieron, las bajezas, los heroísmos y las intrigas que los eternizaron serán valorados, dichos y contradichos por la Historia, nunca dejarán de ser realidades acontecidas que hieren las pupilas, acongojan el corazón, adoloran las entrañas y que, a diferencia de las damas del té con canasta, me obligo a mantener en la memoria.

Aquella mi gente humanamente inocente, de quienes hoy se quiere discutir si cargamos con los genes de Sem, el hijo del Noé del arca que nos hizo semitas, o si somos los resabios túrquicos del imperio jázaro y, desprejuiciadamente apoderados de una identidad impropia, nos expandimos por Europa --otro día le explico, atosigado lector, por qué ahora me quieren llamar jázara-- aquellas personas, digo, desposeídas unas de lo que tenían y otras de lo que no, acorraladas en los ghettos a la espera de una nada mendaz y desconocida, en medio del destrato, de la violencia, la tisis o la muerte por un disparo antojadizo o por la flacura del hambre o por la ingeniería científica que controlaba matemáticamente el tiempo necesario entre la ducha de gas y la incineración del cadáver, amontonados en un lager administrado por la banalidad del mal que ejercía la humillación, el sufrimiento, la ausencia de Dios y el exterminio, con el objetivo de limpiar las amplias praderas del Este de más allá de su mundo occidental para convertirlas en jardines donde florecieran los girasoles arios, aquellos hombres y mujeres, repito, imbuidos de una inusitada mezcla de desesperación y mesianismo, levantaron su puño guerrero, en el ghetto de Varsovia, en aras de elegir, ellos propios, su manera de morir.

Y con estos dichos quiero desdecir la apropiación extemporánea de los versos del poeta Bialik que en algún momento acusó a los judíos amasijados en el pogrom de Kíshinov de 1903, de dejarse degollar como mansos corderos. En varias oportunidades y en estas mismas páginas, aporté información de las tantas rebeliones que se atrevieron a enfrentar a la tropelía nazi, como los sublevados del campo de exterminio de Sobibor, los que rascaron con sus uñas el túnel por el que escaparon del ghetto de Novogrúdok, los que se escondieron en el bosque protegidos por los hermanos Bielski, para salvar sus vidas unos, para colaborar con los partisanos soviéticos otros, y tantas más historias que cuando usted quiera, lector, se las vuelvo a contar.

Cuando la guerra terminó, sobrevinieron las reflexiones. La filosofía de Emmanuel Levinas se preguntó qué significaba un hombre para un otro hombre, los intransigentes defeccionaron del ídish porque era la lengua del pueblo de los perdedores, la llamada comunidad internacional consideró que los colonos de los kibutzim asentados en las tierras que el Imperio Otomano de la Primera Guerra había dejado en manos de ingleses y franceses, colonos alentados por ideologías que fluctuaban desde la derecha de Jabotinsky al sionismo marxista de Ber Borojov, eran un pueblo con derecho a su propio Estado Nación, sin apenas tener en cuenta las alertas que, en su Orientalismo, avanzaba el intelectual palestino Edward Said, ni los versos acuñados en el aroma a madera de los olivos milenarios que musitó el poeta Mahmud Darwish, y recostados en las declaraciones políticas del secretario del Foreign Office, Arthur Balfour. Llegaron algunos a insinuar que el nuevo Estado era el único lugar donde un judío se constituía en judío. Tu opción era mudar tu vida a Israel o dejar de ser judío... Mirá vos.

Recorro, con mis ojos viejos, las imágenes que Jürgen Stroop, el general alemán que irrumpió en el ghetto de Varsovia cuando empezaba la cena de Peisaj, durante la celebración de la Pascua judía. Son fotos orgullosas que guardó y encuadernó para presentarle al Reichsführer de las Schutzstaffel, Heinrich Himmler, en su tiempo de jerarca nazi. Detengo la mirada en esos amontonamientos en blanco y negro, de hombres, mujeres y niños, que avanzan en sus abrigos cotidianos, cargando bagallitos míseros, valijitas apuradas, en un traslado avieso, hacia un destino que nunca antes, ningún corazón humano se habría atrevido a imaginar. Me detengo en los escombros de lo que fueron las casas del ghetto y las piedras bombardeadas de la gran sinagoga de Varsovia con las que Stroop puso el moño al final decisivo de aquella rebelión en que los jóvenes judíos del ghetto atacaron desde sus bunkers, sus terrazas, sus túneles, sus corridas por las acequias y las cloacas, con sus pistolas, arcabuces y bombas de fabricación casera.

Como judía humanista que soy, se me desvía la mirada atorada para llenarse de escenas parecidas que me interpelan en los días de hoy: las mujeres ataviadas con sus jijab, los hombres de rulos oscuros y los niños descalzos que caminan con pedazos de algo que alcanzaron a arrancar de sus casas y de la historia de sus vidas, desplazados de norte a sur y de sur a norte, para ir a donde no tienen nada y volver a donde solo quedan los escombros de sus viviendas y los alaridos de sus muertos, restringidas o denegadas las ayudas humanitarias que pretenden aliviar su hambre y su sed, recalando sus heridas en hospitales que ya no son, su cultura en cineastas documentalistas con destino de prisión, constreñidos en ese campo de concentración, de aniquilación moral y de exterminio que es su tierra, Gaza, justo en especiales días, que son los tiempos del Ramadán.

Qué les pasó a esos judíos mutantes que emergieron de los socavones de Polonia y hoy reniegan de su prójimo, con la intención de desaparecerlo para echarse al sol en su patria vaciada. Con qué muecas payasescas, si no cínicas, en el rostro, propiciarán el mismo acto recordatorio en honor de los rebeldes de abril y mayo de 1943, que yo le estoy proponiendo, acongojado lector, en este escrito.

Aunque mi vida de judía no esté relacionada con el Estado y la gente de Israel, lo que fue, fue, pero, en esta, mi condición de judía, heredera de Baruch Spinoza y de Levinas, de Simone Weil, de Primo Levi y de Walter Benjamin, coetánea de Noam Chomsky, de Eric Hobsbawm y, por qué no, del tano Enzo Traverso, no lo puedo desprender de lo que hoy es.

Chateando como si nada pasara con un amigo palestino, me dijo él, exactamente, desde allá, en el castellano que yo le enseñé: Igual no sé qué pienso. Lo que antes pensábamos que era muy barbárico, era nada...

PAGINA 12

martes, 15 de abril de 2025

VARGAS LLOSA: CANCELARLO POR SU IDEOLOGÍA ES DESCONOCER EL SIGNIFICADO DE SU OBRA

No hay que odiarlo ni venerarlo, simplemente leerlo, recomienda el articulista. Seguramente, podemos decir de Vargas Llosa, lo que él concluyó sobre la personalidad de Roger Casement: “Es imposible conocer de manera definitiva a un ser humano, totalidad que se escurre siempre de todas las redes teóricas y racionales que tratan de capturarla”. Seguramente ni pendejo ni cojudo. 


Marcos Roitman

No se llamen a engaño. El título responde a una necesidad de Vargas Llosa de explicar su derrota electoral frente Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales de 1990. Resultado que lo llevó a renegar de la nacionalidad peruana. En su prólogo al texto colectivo El desafío neoliberal; el fin del tercermundismo en América Latina relata su desengaño y frustración al constatar cómo 15 ciudadanos limeños, encuestados por una agencia de publicidad, votarían por su oponente. Vargas Llosa no daba crédito. Pero le llamó la atención el razonamiento de uno: ¡es un gran pendejo, pues! Su reflexión tomó la forma de una crítica política hacia el pueblo peruano, que extendió a toda América Latina y que años más tarde, sintetizó en su frase: los latinoamericanos deben aprender a votar. 

El diálogo entre el pendejo y el cojudo no llegó a escribirlo, al menos no consta en su bibliografía. Pero dejó sentado que se sentía un cojudo, aludiendo al presidente José Luis Bustamante, bautizado con el mote de cojurídico, por “su apego a las leyes, su honradez escrupulosa y su castellano elegante y castizo”. En 1948, derrocado por los militares, e instaurada la dictadura de Manuel Odría, Perú caía en una etapa de represión, torturas y corrupción moral. En Conversación en La Catedral, su personaje, Santiago (Zavalita), se pregunta: ¿en qué momento se había jodido el Perú? 

De ahí, que derrotado en las elecciones de 1990, tenga la necesidad de escribir “una suerte de apólogo, a la manera de los que escribían los filósofos del siglo de las luces, sosteniendo que las miserias de mi país no cesarán, y más bien seguirán aumentando, hasta que los peruanos recompongamos nuestra tabla de valores semánticos y dejemos de llamar vino al pan y pan al vino. O, dicho, sin alegorías, degrademos al último lugar de la escala de tipos humanos a ese admirado pendejo que hoy preside y ascendamos de un solo envión, al primer lugar, al ridiculizado cojudo. Porque no son los pícaros audaces y simpatiquísimos que actúan como si estuvieran más allá del bien y el mal de los que labran la grandeza de las naciones, sino esos aburridos personajes que conocen sus límites diferencian lo que se debe y puede hacer de lo que no y son tan poco imaginativos que viven siempre dentro de la ley”. ¿Se pensaría un cojudo? 

Leer a Vargas Llosa, es adentrarse en un mundo de no ficción. De historia personal. Su vida trascurrió entre cojudos y pendejos. Se habrá sentido un tonto útil, un cojudo, cuando aceptó su candidatura a presidente. Creyó que bajo la bandera de la libertad económica, la propiedad privada y las leyes del mercado, llegaría a la presidencia. Vargas Llosa presenta mil caras. Nunca hubo más desacuerdo en definirlo. Si por sus opiniones políticas, escritos periodísticos, declarándose un liberal convencido, defensor acérrimo de pendejos, según su definición, como José María Aznar, Felipe González o Margaret Thatcher. O también, cuando en 2021, pidió el voto para Keiko Fujimori, hija del dictador, a quien despreciaba, para evitar el triunfo de Pedro Castillo. 

¿Cómo valorar su admiración y reconocimiento a Jair Bolsonaro o Javier Milei? Se creyó cojurídico. Nunca lo sabremos. Pero si consideramos sus novelas, aparece otro Vargas Llosa. Ni cojudo ni pendejo. Se presenta un escritor comprometido. Crítico del colonialismo, la pobreza y la desigualdad. Defensor de los derechos humanos. Un escritor capaz de visibilizar el compromiso político y el altruismo de personajes históricos cuyas vidas se entregaron a causas nobles. 

En La fiesta del Chivo, con escritura mordaz, supo describir las vejaciones, las torturas, las violaciones y el asesinato de las hermanas Mirabal. Mujeres valientes, entregadas a la lucha contra la dictadura de Rafael Trujillo. Sus nombres, Minerva, Patria y Maria Teresa, son rescatados por Vargas Llosa para la historia universal. Sus lectores, algunos afines políticamente, debieron enmudecer. Les hizo pensar. Igualmente, en El sueño del celta se muestra intransigente al describir a su personaje central, Roger Casement, cónsul británico, cuya vida estuvo marcada por su condena a la esclavitud.

Vargas Llosa recoge sus escritos, desmenuza sus cuadernos, se empapa de su historia y le da cuerpo. Es imposible no empatizar con quien denunció los castigos infringidos por la corona belga, bajo el rey Leopoldo II en el Congo. Su descripción no deja indiferente a nadie. Y años más tarde, se adentra en la Amazonia peruana y denuncia las vejaciones sufridas por los pueblos originarios a manos de la compañía cauchera, de capital británico Peruvian Rubber Company en la región del Putumayo. 

Su defensa de Roger Casement, acusado de traición a la corona británica, quien acabaría ahorcado. Fue acusado de patrocinar la independencia de Irlanda, aireando de paso su condición homosexual. Mario Vargas Llosa es un grande de las letras castellanas. Cancelarlo por su ideología es no comprender el significado de su obra, ni sus cavilaciones políticas. No hay que odiarlo ni venerarlo, simplemente leerlo. Seguramente, podemos decir de Vargas Llosa, lo que él concluyó sobre la personalidad de Roger Casement: “Es imposible conocer de manera definitiva a un ser humano, totalidad que se escurre siempre de todas las redes teóricas y racionales que tratan de capturarla”. Seguramente ni pendejo ni cojudo.

LA JORNADA MX.

LAS ENTRAÑAS SECAS DEL GRAN CANAL


Lazarillo

Hace unos pocos años visité por segunda vez Venecia, cuya peculiaridad de afincar sus edificios sobre el agua atrae posiblemente a más gente de la que se interesa por su gran patrimonio artístico. Fue en primavera y tuvimos la suerte de que nuestro viaje no coincidió con los días de mayor número de visitantes que soporta la ciudad a cuenta del turismo de masas vacacional, que son casi todos. Por desgracia, la estancia fue muy breve porque el itinerario viajero incluía también otras ciudades históricas de Italia, según se suele hacer. Supongo que la pregunta que me planteé entonces, en concreto cuando salimos del histórico teatro La Fenice, se la habrán hecho muchos otros miles de turistas que llegan a Venecia, sobre todo aquellos que consideran prioritario un paseo en góndola por sus canales: ¿Cuándo se drenan esos canales? Acabo de encontrar una respuesta, que se remonta en este caso al año 1956, ilustrada con la fotografía que da pie a este comentario: 

"En 1956, el icónico Gran Canal de Venecia fue sometido a una monumental operación de limpieza y drenaje, una tarea excepcionalmente rara en la historia de esta ciudad única. Para lograrlo, se construyeron enormes esclusas y barreras para interrumpir el flujo de agua y permitir el vaciado del canal. Los trabajadores se dedicaron a desenterrar y limpiar el lecho del canal, cubierto durante años por capas de lodo, escombros y objetos perdidos. Durante este proceso, emergieron a la luz numerosos artefactos que arrojaron luz sobre la historia y la vida cotidiana de los venecianos, incluyendo monedas antiguas, joyas y utensilios domésticos centenarios. Más allá de sus aspectos estéticos, la limpieza fue crucial para mejorar el flujo de agua y reducir el riesgo de inundaciones que amenazaban la ciudad. Este evento no solo fue históricamente significativo, sino que también destacó por su impacto en la preservación y protección de esta vital arteria fluvial".

DdA, XX/5.960

"¡AY, CARMELA!", UNA SALVACIÓN A LA QUE VOLVER SIEMPRE


Valentín Martín

Yo debí quedarme en Siena hace 1000 años. Allí murió el obispo y nació la República, ese sueño. Y con la República llegó la prosperidad, el bienestar ciudadano, y el desarrollo del arte.
Ahora aquí los obispos tienen pluriempleo, mandan menos, pero de la República si te he visto no me acuerdo. Sin embargo hay milagros en el entero amor de las lobas: esta noche yo he sido amado por José Sanchis Sinisterra, Paula Iwasaki y Guillermo Serrano.
Ha sido un amor republicano, torrencial y rebosando pleamares donde todos los sueños se han hecho candela.
Con los amores y el teatro pasa lo mismo: que siempre nos parece el primero. Como esta función de "Ay Carmela" que te abduce, y ya no ves más que teatro dentro del teatro. Ni siquiera intentas abrir un visillo clandestino por ver si existes fuera de Paulino y Carmela y su dramática equivocación que les conduce al desprecio cuando están tocando ya las campanas a muerto por los héroes del alba. Ni puedes ni quieres: basta con hacer caso a tu corazón, aguantarte las ganas de llorar, beberte la crueldad en copa larga, y quedarte a esperar la resurrección de la carne negada en las soleares eternas.
Porque necesitas que vuelva Carmela aunque sea únicamente para vivir la derrota que sin ella sería más pólvora a solas con la vida.
Y mientras lloras por Carmela estás llorando por ti mismo y por todos los que dudaron de si es más importante la dignidad o la supervivencia. Este dilema, que ocupó tus insomnios durante todo el camino hasta las vísperas ya de la barca, resucita otra vez al borde de un escenario donde la historia te está lamiendo las rodillas para recordarte que el teatro hace contigo un ejercicio de magia: lo que ves, ocurre.
Y ocurre por culpa de alguien.
Por culpa de José Sanchis Sinisterra (el gran defensor del texto dramático) que hace casi 40 años ya pensaba en ti, en lo que te iba a ocurrir con una obra que te invita más que nunca a cruzar la frontera.
Por culpa de Paula Iwasaki, garra y sensibilidad, donde yacen los temblores más humanos de Carmela. Actriz samurai de profunda formación artística que traduce en reclamo y chantaje emocional hasta para el espectador más amorfo. Paula Iwasaki nació para ser Paula Iwasaki. No se puede ser más.
Por culpa de Guillermo Serrano, un actorazo tan bueno que puede hacer el mejor malo o el derrotado que más compasión y sonrisas produce en un escenario. Aquí no elude el duelo con Paula y se enfrenta a la historia a quemarropa, aunque la navaja en la liga la tiene Carmela, eso ya se sabe. Llevan haciendo de pareja artística desde los estudios (¿quizás 13 años?) El bagaje creativo que mueve al excelente extremeño tiene también unos cimientos de preparación que van a crecer con su trayectoria profesional desde la escena a su guitarra. Guillermo Serrano es la suma de varias pasiones y se nota. Va eligiendo sus horizontes y se reinventa como si sus sueños durmiesen ya despiertos.
No sé si les he avisado de que para oír hablar de José, de Paula, y de Guillermo deben ustedes quitarse el sombrero y ponerse en pie.
José: el teatro de la palabra. Con la palabra genera emociones, santifica o tritura ideas, acelera o desmitifica tantas devociones como caben en varias vidas vividas varias veces.
En boca de Paula Iwasaki y de Guillermo Serrano la palabra de José produce tal conmoción que ya no vuelves a ser el mismo.
En "Ay Carmela" todo está en el lugar que más embeleso te endosa. Y con diferentes mensajes. Aclaremos que la soledad de Paulino tiene la edad de la ausencia de Carmela. Cuando Carmela vuelve es porque no caben más en la muerte. Pero a un escéptico Paulino esto sólo le lleva a murmurar que dónde se ha visto a una muerta comerse un membrillo. El talento descomunal de José germina estos matices que los mejores intérpretes de su obra -Paula y Guillermo- llevan al límite.
Hasta el dolor parece agonizar cuando Paula se lamenta por la lejanía de España en la interpretación de "Suspiros" (qué bonito canta Paula). Y hay una ternura infinita en Paula cuando vela el sueño de Guillermo. Y hay un sarcasmo sin cautela en Guillermo recitando los versos del pronazi Federico de Urrutia. Guillermo declama como Dios, pero como Paulino no se lo cree, ha de decir así a Urrutia. Sólo los muy grandes pueden hacer eso. Estremecedora la soledad del monólogo de Paula encarnadura republicana dentro de la bandera tricolor. Tantos momentos emocionales que renuncian a ser pasajeros hacen de esta "Ay Carmela" una salvación a la que volver siempre.
Pero tanto José, como Paula, como Guillermo, levantan el pie del acelerador y procuran áreas de descanso donde Guillermo enseña su capacidad para inducir a la sonrisa, incluso a las risas.
Las dos horas de duelo actoral no decaen ni un segundo, te meten en la obra, te seducen de tal forma que hasta las catacumbas parecen alamedas. Y cuando se acaba la función el público se derrumba sobre el escenario donde Paula y Guillermo recogen toda esa lava de felicidad infinita.
Esta tarde se hizo de noche en el Teatro del Barrio donde todo ha sucedido y no por casualidad. Y no es extraño que la última palabra que ha pronunciado Paula al regresar de la muerte haya sido España.
Lo repito siempre: España, clara es la penumbra de tu corazón descalzo.

DdA, XXI/5.960