Se quedó estupefacta, y sin más conciencia de sí misma que el latido de sus arterias; le parecía oír como una ensordecedora música que se le escapaba y llenaba los campos.
Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar.
Frente a ti callado en mi pregón ausente agregado a nuevas albas me renazco túnica en tu cuerpo ::::
latido de tu lid en movimiento y mente.
Antonio Domínguez Hidalgo
Arria no comía, pero de vez en cuando se llevaba a los labios un recipiente de tonos opalinos de los que se utilizan para la mirra, lleno de un vino de un púrpura oscuro como sangre coagulada; a medida que bebía, un imperceptible vapor rosa subía a sus pálidas mejillas, desde su corazón que no había latido hacía tantos años; sin embargo su brazo desnudo, que Octavien rozó al levantar su copa, estaba frío como la piel de una serpiente o el mármol de una tumba.
Carlos estaba al otro lado, de rodillas, con los brazos extendidos hacia Emma. Había cogido sus manos y se estremecía a cada latido de su corazón como a la repercusión de una ruina que se derrumba.
Cantemos el oro, porque es en las orejas de las lindas damas sostenedor del rocío del diamante, al extremo de tan sonrosado y bello caracol; porque en los pechos siente el
latido de los corazones, y en las manos a veces es símbolo de amor y de santa promesa.
Rubén Darío
¿En qué parte de la tierra podía encontrarse un hombre que tuviera la piel erizada de más pliegues de amargura? Sentía que no era ya un hombre, sino una llaga cubierta de piel, que se pasmaba y gritaba a cada
latido de sus venas.
Roberto Arlt
El terror del viejo debía ser excepcional. Ese
latido se hacía cada vez más fuerte, repito ¡cada vez más fuerte! ¿Os dáis cuenta?
Edgar Allan Poe
Durante algunos minutos me contuve y permanecí inmóvil. ¡Pero el
latido era cada vez más y más fuerte! Creí que el corazón le iba a estallar.
Edgar Allan Poe
Entonces ella se indignó viendo aquella gruesa mano, de dedos rojos y blandos como babosas, que se posaba sobre aquellas páginas donde su corazón había latido.
Su temperamento era el de todo hombre de talento y consistía en una mezcla de misantropía, sensibilidad y entusiasmo. A esas características unía el corazón más ardiente y sincero que jamás haya latido en un pecho humano.
Fray Ambrosio tosía con un eco cavernoso, y allá en el fondo de la casa continuaba oyéndose el marular confuso de la barragana, y en los momentos de silencio el latido de un reloj, como si fuese la pulsación de aquella casa de fraile donde reinaba una vieja rodeada de gatos: ¡Tac-tac!