¡Eterna será su fama: Su nombre vivirá por los siglos, hecho luz en las fulguraciones estelares de la Cruz del Sur; armonía en el murmullo sinfónico de la selva tropical; religión en el espíritu de todos los hombres libres del Continente!
Desmelenada venía, Sin esperanza, ni fuerzas, A pie y en el bello rostro El carmin de la vergüenza. El pueblo elevó un murmullo De ambigüo sentido al verla, De compasion á una parte, A otra parte de insolencia.
Ya no se oyó el ruido de los autos ni murmullo de voces humanas; todo fue deshecho por una calma tenebrosa, como si algo diabólico paseara sigiloso de un lado a otro buscando una víctima para llevársela consigo.
La vara reprime todo murmullo, y ni los ruidos involuntarios, como la tos, el estornudo, el hipo, no se perdonan los azotes; con grandes castigos se paga el haber interrumpido con cualquier sonido el silencio; toda la noche han de pasar en ayuno y con la boca cerrada.
Palomas de los valles, prestadme vuestro arrullo; Prestadme, claras fuentes, vuestro gentil rumor; Prestadme, amenos bosques, vuestro feliz murmullo, Y cantaré á par vuestro la gloria del Señor.
Yo añadí, sintiendo bajo mi sayal penitente aquel fuego que animó a San Bernardo cuando predicaba la Cruzada: —¡El mejor general es la ayuda de Dios Nuestro Señor! Hubo un murmullo de aprobación, ardiente como el de un rezo.
Dispúsola Godofredo Con su pompa acostumbrada, (63) Y á ver los preparativos El pueblo se despoblaba. Al murmullo de la gente Y al estruendo de las armas Muchos caballos relinchan Y muchos lebreles ladran.
Allí, en torno de los muros, veíanse blandos lechos, de frescos tejidos hechos convidando a reposar. Allí se oía el murmullo de una fuente azafranada, que en una taza dorada se vertía sin cesar.
Yace la quinta en silencio, y no penetra ni alumbra el resplandor más escaso de alguna lámpara turbia, ni de una puerta el encaje, ni las estrechas junturas de una ventana, que en sombra todo en redor se sepulta. Óyese sólo el murmullo con que en las ramas susurran las ráfagas desiguales, que los olivares cruzan.
Oíase el grave murmullo de las cascadas voces eclesiásticas que barboteaban quedo, mientras eran vestidas las albas de lino, los roquetes rizados por las monjas, y las áureas capas pluviales que guardan en sus oros el perfume de la mirra quemada hace cien años.
El dulce acento de tus hijas hermosas; la armonía del suave concento de la mar y del viento que el eco de tus bosques repetía; De la fuente el ruido; del hilo de agua el plácido
murmullo, más amable mi oído que en su cuna mecido es grato al niño el maternal arrullo; Y el mugido horroroso del huracán, cuando, a los pies postrado del Ande poderoso, se detiene sañoso y a la mar de Colón revuelve airado.
Rafael María Baralt
Fernando se echó a caminar melancólicamente y pronto se encontró bajo la cúpula de los árboles de corteza lisa y dura y de otros que por un juego de luz parecían cubiertos por escamas de cobre oxidado. Como Tell Aviv le había dicho, la paz estaba en él. No lejos se escuchaba el
murmullo de un río. Con.
Roberto Arlt