APÍTULO PRIMERO I El sol ha desaparecido tras las cimas del Habwi, y la sombra de esta montaña envuelve con un velo de crespón a la
perla de las ciudades de Orisa, a la gentil Kattak, que duerme a sus pies, entre los bosques de canela y sicomoros, semejante a una paloma que descansa sobre un nido de flores.
Gustavo Adolfo Bécquer
uayaquil, ciudad hermosa de la América guirnalda de tierra bella esmeralda y del mar perla preciosa, cuya costa poderosa abriga tesoro tanto, que con suavísimo encanto entre nácares divisa congelado en gracia y risa lo que el alba vierte en llanto.
Algunas velas escarlatas se doblaban sobre la llanura de agua; los peces voladores trazaban vertiginosas curvas; la ciudad había quedado atrás; entraron en el camino que conducía a los arrozales. -¿Qué pedirá el ladrón por la
perla?
Roberto Arlt
Azerbaijan volvió la cabeza. No podía distinguir bajo qué árbol del bosque oscuro se ocultaba el ladrón de la
perla. De pronto, sintió un golpe tremendo bajo el corazón; vio a Mahomet, enorme como una estatua, que esgrimía un cuchillo gigantesco, y comprendió que estaba muerto.
Roberto Arlt
-¡Uf, cómo calienta este gorro! -dijo, quitándoselo de un tirón; y al hacerlo cayó de él una
perla y luego otra, brillantes y sonoras-.
Hans Christian Andersen
Si queda un pintor de santos, si queda un pintor de cielos, que haga el cielo de mi tierra, con los tonos de mi pueblo, con su ángel de perla fina, con su ángel de medio pelo, con sus ángeles catires, con sus ángeles morenos, con sus angelitos blancos, con sus angelitos indios, con sus angelitos negros, que vayan comiendo mango por las barriadas del cielo.
Con estas cualidades, el blanco de perla, el cabello y los dientes postizos, y con la ayuda de las más hábiles modistas de París, se las había arreglado para cumplir un digno papel entre las bellezas algo pasadas de moda de la metrópoli francesa.
Tribútanle con desvelo entre singulares modos la tierra sus frutos todos, y su influencia el cielo; hasta el mar que con anhelo soberbiamente levanta su cristalina garganta para tragarse esta perla, deponiendo su ira al verla le besa humilde la planta.
Sus ojos bellísimos estaban empañados de lágrimas, su hermoso rostro había perdido en fuerza del horrible pesar que le agobiara, ese tinte sonrosado de gracia y lozanía que tanto la embellecía en sus días de ventura, y en su lugar, lo había sustituido el blanco pálido de la perla.
con x, como se escribía en la Nueva España entonces; mientras que en H: silguero. 116 pues adoré vuestras luces iguales, como el que vio sucesivos el lucero, la perla, el ave y la flor.
diós, Patria adorada, región del sol querida,
perla del Mar de Oriente, nuestro perdido edén, a darte voy, alegre, la triste, mustia vida; y fuera más brillante, más fresca, más florida, también por ti la diera, la diera por tu bien.
José Rizal
La Perla del Pacífico, noble ciudad de Guayaquil, también tuvo su hombre prototipo de valor, de dignidad y simbólico heroísmo, en el voluntario glorioso Teniente Gustavo Ledesma Vázquez.