Más noticias aún. En la chacra vecina a la nuestra, y esa misma madrugada, otro
perro había tratado inútilmente de saltar el corral de las vacas.
Horacio Quiroga
En la frente sólo le quedaba ya una breve cicatriz y el hueso de la pierna se iba consolidando. -¡Este hombre tiene carne de
perro!
Pedro Antonio de Alarcón
Viéronse en la necesidad de matarlo de un tiro. Marzo 9.— Hoy hace treinta y nueve días, hora por hora, que el
perro rabioso entró de noche en nuestro cuarto.
Horacio Quiroga
Como estábamos en verano, este detalle de riguroso ornamento no dañaba nuestra salud ni nuestro miedo. Por una de estas arpilleras, la que da al corredor central, fue por donde entró y me mordió el
perro rabioso.
Horacio Quiroga
Pero estoy seguro de que el aullido de un
perro rabioso, que se obstina de noche alrededor de nuestra casa, provocará en todos la misma fúnebre angustia.
Horacio Quiroga
-ladró el viejo mastín. Se había vuelto algo ronco desde que no era
perro de interior y no podía tumbarse junto a la estufa-. ¡Ya te enseñará el sol a correr!
Hans Christian Andersen
Pero ahora me voy al cuarto del seminarista, a colgarle los tirantes del espejo y a meterle los calcetines en la jofaina; creerá que el ponche era demasiado fuerte y que se le subió a la cabeza. Esta noche me estuve sentado en la pila de leña, al lado de la perrera; me gusta fastidiar al
perro.
Hans Christian Andersen
El instinto hizo resonar en él su voz poderosa, y arrancándose el pañuelo de seda que le servía de corbata, se lo llevó al costado oprimiendo con él la herida, y en aquel momento un extraño de la montura al desesperado latir de un perro, le despidió bruscamente arrojándole a algunos pasos de distancia sobre un terreno blando y movedizo.
—decía, riéndose de una manera extraña y diabólica—. ¿Con que a mi Sara, al orgullo de la tribu, al báculo en que se apoya mi vejez, piensa arrebatármela un
perro cristiano?
Gustavo Adolfo Bécquer
Una mañana el peón nos dijo que por su casa había andado uno la noche anterior, y que había mordido al suyo. Dos noches antes, un
perro barcino había aullado feo en el monte.
Horacio Quiroga
no me acuerdo ni de la mitad... Y es de un granjero, sabe, y el granjero dice que es un perro tan útil que no lo vendería ni por cien libras.
Porque os juro, por el perro, que estos nervios y estos huesos que tengo aquí estarían hace ya mucho tiempo en Megara o en Beocia, si hubiera pensado que eso era mejor para ellos y si no hubiese estado persuadido de que era mucho mejor y más justo permanecer aquí para sufrir el suplicio a que mi patria me ha condenado, que escaparme y huir.