Nutrirían con sus jugos, en
vez de ortigas y cardos, las plumeadas araucarias, las palmeras elegantes, las fragantes magnolias, las camelias indiferentes a todo en su charolado orgullo.
Emilia Pardo Bazán
Como el pavo insistiese en su demanda, el Nene porfió. La inteligencia, para un pavo, era igual que la hermosura para una almeja: ¡don inútil, y tal
vez hasta funesto!
Emilia Pardo Bazán
Tenía los ojos inyectados de sangre, la boca y las orejas tapiadas con barro bermejo. Los pies parecían incrustados en la tierra, otra
vez compacta.
Emilia Pardo Bazán
De esta
vez, o se marcha del pueblo, o la cencerrada termina en quemarle la casa y sacarle arrastrando para matarle de una paliza tremenda.
Emilia Pardo Bazán
Tal
vez era la fatalidad lo que salvaba nuestras existencias, en la hora espantosa de la asfixia universal... Y, mientras la pobre chiquilla anhelaba, palpitante de miedo y de gozo, entre mis brazos, experimenté impulsos de ahogarla, de suprimir con ella a todos los venideros.
Emilia Pardo Bazán
Tres días después volvió Rubens, enteramente solo, a aquella humilde capilla, deseoso de contemplar de nuevo la maravillosa pintura, y aun de hablar otra
vez con su presunto autor.
Pedro Antonio de Alarcón
En este 6 de enero de 1948, siete años justos después de aquella declaración rooseveltiana, soy perseguido por continuar fiel a las altas aspiraciones humanas y he debido sentarme por primera vez ante un tribunal por haber denunciado a la América la violación indigna de esas libertades en el último sitio del mundo en que yo hubiera deseado ocurriera: Chile.
La cuna ha desaparecido, el Niño está en pie, alto, crecido ya, convertido en adolescente; y en
vez de la gracia infantil, en su cara se lee la meditación, se descubre la sombra del pensamiento.
Emilia Pardo Bazán
Y como la cosa tiene fecha, tal
vez su espíritu se habrá serenado y hasta regocijado, y el desconocido artista sea ahora un viejo muy gordo y muy alegre....
Pedro Antonio de Alarcón
Era la hora de acostar a Fernandito, y resignada y desesperada a la
vez, fue ella misma, como siempre, a desnudarle y a someterle las sábanas.
Emilia Pardo Bazán
El arcipreste se encogió de hombros y, en confianza, me susurró a mí: -En
vez de ir a predicar al Japón, debió quedarse predicando en su parroquia San Antonio...
Emilia Pardo Bazán
-Esta noche -dijo el Niño amorosamente- he querido favorecerte, Lucía, y en
vez de nacer en el pesebre, naceré en la celda donde tantas veces me has invocado.
Emilia Pardo Bazán