Actions

Work Header

Seis Meses

Summary:

"Espera seis meses. A los seis meses te mataré, prepárate"
Esta fue la promesa que le hizo Akutagawa a Atsushi y se comprometió, así mismo, a no matar durante medio año.

El plazo ha expirado la noche en que se desarrolla este oneshot.

Los personajes e historia de Bungou Stray Dogs pertenecen a Kafka Asagiri.

Notes:

Referencias al capítulo 51.2 del manga. Arco del Canibalismo.

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Llegó el día en que se cumplía el plazo de seis meses apostado por Atsushi con Akutagawa durante el cual no mataría.

Akutagawa había ganado.

Esa noche a las 23 horas iba a cobrar su recompensa: la vida de Atsushi.

No iba a huir, no se iba a esconder, no iba a intentar que el otro le perdonase la prenda. Atsushi había aprendido lo que era ser un hombre de palabra gracias a Kunikida. Si había puesto su vida como premio, su vida ya no le pertenecía.

Aun así, mientras caminaba hacia el lugar indicado por Akutagawa en el mensaje que le había mandado aquella mañana a las cinco, Atsushi sentía rabia y dolor, mezcladas ambas sensaciones por la decepción de no haber conseguido llegar al corazón del moreno.

Durante todos esos meses en que habían trabajado juntos, cooperando en diversas misiones, incluso antes de que Akutagawa dejase de matar indiscriminadamente, Atsushi había pasado del terror hacia el mafioso a la incredulidad, a la rabia, al enfado y finalmente, casi sin darse cuenta, al entendimiento.

Había empezado a surgir entre ambos una compresión sin palabras, casi sin gestos.

Ambos eran buenos estrategas, ambos eran buenos luchadores, no temían a nada ni a nadie, y ambos admiraban a su maestro, a quien les había juntado formando, contra todo pronóstico, un dúo capaz de solventar la situación más imposible de ganar.

Durante casi todo el tiempo discutían, se pegaban, se insultaban.

Atsushi no comprendía la obsesión con matar de Akutagawa.

Akutagawa no entendía porque Atsushi tenía ese trato de favor y los celos le envenenaban.

Atsushi pensaba de Akutagawa que escondía su falta de confianza matando para sembrar el terror. Era conocido como el Perro de la Mafia, un perro peligroso por la desconfianza hacia quienes le habían hecho daño en el pasado.

Akutagawa veía en Atsushi, una ofensa para todo su esfuerzo en ser reconocido por él.

¿Por qué le propuso Atsushi aquel reto?

La respuesta era sencilla: nunca pensó que lo pudiese lograr.

Pero Atsushi había cometido dos errores:

El primero infravalorar la determinación de Akutagawa y el segundo contarle que Dazai lo sabía.

Akutagawa antes se dejaría atravesar con cuchillos, ser cosido a balazos, ser hecho puré por un tráiler o desmembrado, que decepcionar a Dazai-san.

Una vez había conseguido su reconocimiento no podía, por nada del mundo, perder su confianza.

Cada noche Akutagawa tachaba en rojo con un aspa en el calendario que marcaba el fin del plazo de los seis meses y cuando llegó al final, se permitió una única sonrisa triunfal que iluminó su soledad y mandó el mensaje a su rival para la cita mortal.

Esa noche le mataría.

Atsushi llegó al callejón y allí le esperaba ya la figura oscura de Akutagawa.

-Viniste Jinko –le saludó con ironía Akutagawa en su tono seco cargado de desprecio.

-¿Por qué no tendría que hacerlo? –la rabia por lo insoportable que era el otro con su mala leche continúa superó la prudencia de Atsushi y le replicó asqueado por la manera de comportarse del otro.

-Pensaba que te gustaba vivir, Jinko pero vienes aquí, cual cordero al matadero ignorante de su destino, sabiendo que te voy a matar.

Atsushi no vio ni rastro de duda al pronunciar Akutagawa sus intenciones de asesinarle pero aún así, no podía creer que lo fuese a hacer. ¿no significaba nada para el otro todo lo que habían vivido juntos?

No le preguntaría directamente. Sabía que el otro solo guardaría silencio y arrugaría los labios con una mueca de asco.

-¿Tienes planeado cómo matarme? –era una cuestión absurda pero, como esperaba, Akutagawa le ladró.

-Por supuesto, llevo esperando este momento durante meses. He descartado muchas formas porque quiero que mueras con mucha lentitud, que cada minuto de tu agonía sea equiparable a mi tortura de haber tenido que aguantar esa cara de tonto tuya de nunca haber roto un plato.

-¿Me estás llamando bobo?

-No eres bobo, Jinko, eres un aprovechado de la merced de Dazai-san. Te lo dieron todo hecho, no tuviste que pelear como yo...

-¡¡¡¡Basta!!!! –le gritó Atsushi. ¡No empieces de nuevo con tus lloriqueos, Akutagawa! Me has repetido hasta la saciedad lo aprovechado que soy pues Dazai me acogió y yo te vuelvo a decir; si tan equivocada ves su elección, ¿por qué no se lo dices a él directamente en vez de ponerme la cabeza como un bombo con tus lamentaciones vacías? Pero claro, no. Tú dices -y Atsushi puso una voz grave y tenebrosa: -¿Cómo voy a osar yo a poner en entredicho a Dazai-san?

-¡¡¡No oses volver a burlarte de mi, Jinko!!!

-¡No te imito, perro rabioso, es que hasta en sueños escucho tus quejas! ¿Por qué no maduras?

-A mi no me llames perro.

-Deja de llamarme Jinko.

-Jamás.

Atsushi suspiró.

-Si al final va a ser bueno y todo que me mates. Sin duda haré un gran favor a tus compañeros de la Mafia.

-¿Favor? –preguntó Akutagawa desconfiando en lo que el otro acababa de decir.

Atsushi intentó que no se le notase su alegría al ver que había conseguido que el otro picase el anzuelo.

-Sí, he oído a Nakahara-san hablar con Dazai-san.

Los ojos de Akutagawa se abrieron de par en par, mientras su rostro mostraba algo muy inusual: sorpresa.

Atsushi no esperó que le plantease la pregunta:

-Dice que te pasas todo el día quejándote de mí, de porqué tienes que trabajar conmigo, de que soy un iluso, de si...

-¿Nakahara-san le ha contado todo eso a Dazai-san?

Atsushi sintió algo de pena por el pánico que se pintó en cada letra de las palabras pronunciadas por Akutagawa. Pero no podía dudar. Debía seguir con el plan que le podía salvar.

-Sí. Y no solo una vez, sino varias veces.

A Akutagawa le dio un ataque abrupto de tos.

Nunca jamás se había atrevido Akutagawa a protestar cuando Dazai les enviaba a los dos a una misión de colaboración entre la Agencia y la Port Mafia, a pesar de que Atsushi poco le faltaba para arrancarse de los pelos cuando nada más quedarse solos, Akutagawa se pasaba más de diez minutos poniendo a caer de una burra a Atsushi.

Pues bien, Dazai lo sabía.

Quizá había exagerado sobre lo de que Nakahara-san contaba todo el tiempo las quejas de Akutagawa a Dazai-san.

Solo había sido una vez y de hecho fue Dazai-san quien le sonsacó:

-Seguro que Akutagawa se queja de tener que ir con Atsushi-kun.

A lo que Nakahara-san, que estaba distraído delante del espejo del baño de la casa de Dazai-san colocándose el sombrero, respondió sin querer:

-Todo el rato.

Para lanzar una maldición un segundo más tarde al darse cuenta de lo que se le había escapado.

Atsushi había utilizado esa información para trazar un plan para salvarse. Quizá así olvidaría lo que tuvo que oír y ver de soslayo escondido en el armario donde Dazai-san le había encerrado cuando Nakahara-san había llegado de improviso.

No quería recordarlo. No.

-Si me matas hoy, Dazai-san sabrá que le has estado mintiendo todo este tiempo cuando accedías a trabajar conmigo sin mostrarle tu disgusto.

Ese era el poco original plan de Atsushi. Evitar que Akutagawa  le matase porque significaría que Dazai se había equivocado al juntarlos como compañeros de misiones pues el moreno le odiaba tanto que había acabado matándole.

Los ojos penetrantes de Akutagawa se clavaron en Atsushi con tanto odio que este tuvo un escalofrío.

-¿Acaso dudas que Dazai-san no lo ha sabido todo el tiempo? Pero me ponía a prueba. Quería saber si era capaz de dar el 100% de mí aún en circunstancias nada favorables.

-¿Soy yo esa circunstancia poco favorable? ¿Cómo si fuera una borrasca?

-Tú eres lo peor que me ha pasado en mi vida.

-¿Ah, sí? Eres un ingrato.

-¿Qué te tendría que agradecer? Tú me has quitado mi lugar.

-¿Otra vez con eso, Aku?

-¡¡¡¡ Te prohibido que acortes mi nombre!!!!

-Cuando dejes de llamarme Jinko. Soy una persona y tengo un nombre.

-Tú eres como yo, unos instrumentos para ser usados por quienes tienen más inteligencia que nosotros.

-Así que ahora me haces tú igual.

Akutagawa maldijo para sí el haber dicho aquello y a Atsushi le pareció la reacción más natural que había tenido en toda la noche.

De cuando en cuando, muy de cuando en cuando, Akutagawa se comportaba como alguien normal.

Con una sonrisa de felicidad por estar apaciguando aquel odio en su compañero, Atsushi añadió:

-Ves, tú yo somos iguales.

-¡No lo somos y no te daré ninguna otra oportunidad para que me lo demuestres! ¡Basta de cháchara!

Rashomon emergió de las ropas de Akutagawa y envolvió a Atsushi lanzándolo y apresándolo contra una de las paredes del callejón.

-¡Me hiciste daño, salvaje!

Akugatawa no hizo retroceder a Rashomon y permaneció quieto, impasible, contemplando a Atsushi, quien no hacía ningún intento por liberarse y esperaba que él hablase.

-Piensas que no tengo intención de matarte, Jinko. Por eso no me tienes miedo.

-No te voy a mentir. Mientras venía hacia aquí, iba concienciado de que ibas a intentar matarme nada más me vieras pero no lo has hecho, sino que te has puesto a hablar conmigo, siendo el mismo Akutagawa malhumorado y frío que conocí hace meses, pero tú y yo sabemos que no lo eres más.

-No te creas un psicólogo tan bueno como ese tal Jhon, Jinko, yo sigo siendo el mismo.

-No, no lo eres. Reconócelo, tú has cambiado para bien. El no usar el matar para solucionar todos los problemas que se te plantean te ha servido para que descubríeramos todos a un Akutagawa que creo que solo tu hermana conocía.

-¡No metas a mi hermana en esto!

Una de las puntas de Rashomon se clavó en el costado de Atsushi haciéndole gritar de dolor a su pesar.

-Le pregunté a Gin.

-Mientes, ella nunca hablaría contigo.

-Y no lo hizo. Solo le planteé mi duda de si era cierto que tus ojos volvían a emocionarse, tal como ya había apreciado. Ella solo quitó su daga de mi cuello y en su reacción pude entender que yo no iba errado.

Akutagawa acortó la distancia entre los dos para poder darle un puñetazo.

-No vuelvas a acercarte a mi hermana, nunca más, Jinko. O te mataré.

-Creí que ibas a hacerlo hoy.

-Y así va a ser. ¿No oyes como Rashomon se agita nervioso por el ansía de probar tu sangre?

Efectivamente los tentáculos de la invocación de Akutagawa se movían en círculos pequeños sobre él.

-¿Qué ganarías con mi muerte?

-Nada, y eso es justo lo que mide lo poco que me importas.

Akutagawa mentía.

Se mentía antes que a nadie a sí mismo.

¿Que no le importaba Atsushi nada?

¿Desde cuándo era un embustero tan malo?

Justo en ese momento se abrió el cielo derramando la lluvia que durante toda la tarde había amenazado la ciudad de Yokohama.

La lluvia se convirtió rápidamente en un aguacero que empezó a hacer las ropas de ambos más pesadas, pegándose a sus cuerpos. Como bañándoles con la verdad, borrando sus rendijillas.

El silbido de los dientes de sierra de Rashomon le ponía a Atsushi los pelos de la nuca en punta, al tiempo que sus ojos le devoraban con ansía.

-Akutagawa...-le llamó Atsushi. –No tiene ningún sentido que sigamos demostrado un odio que sabemos qué hace tiempo que no existe.

-Yo te odio.

-No, no lo haces. Gin sabe que no, Kyouka también ha compartido conmigo que tus ojos tienen ese brillo que tú le contaste a ella que deseabas para ti, las ganas de estar de estar vivo reflejadas en ellos.

-Sabes que solo me importa la opinión de alguien.

-Lo sé. Y también él sabe que has cambiado.

Atsushi notó como Akutagawa tensaba los músculos de sus mejillas conteniendo las emociones.

-¿Me ve más fuerte?

Atsushi negó con la cabeza y al ver la decepción de Akutagawa por malinterpretar lo que él quería decir, Atsushi sintió cierta pena por él.

-No –le aclaró presto. – Lo que Dazai dice sobre ti es que al fin eres digno de ser humano, lo que él nunca será.

Aquello era muy duro de ser escuchado y ser expresado en voz alta.

Akutagawa se tapó la boca con la mano ahogando un lamento mientras su pequeño cuerpo se estremecía.

-Aku...

-¿Y todo esto lo has conseguido tú, Atsushi?

La voz de Akutagawa temblaba, no de miedo, él no conocía esa emoción; no de ira, de hecho Rashomon se replegó sobre él desapareciendo, no de tristeza pues al retirar su mano sus labios estaban curvados en algo que Atsushi creyó imposible en él: una sonrisa, sincera y franca.

-¿Todo eso lo has hecho tú, Atsushi?

Contento de que Akutagawa dijese su nombre no una, sino dos veces, le contestó:

-Sí, creo que he conseguido que seas alguien normal, no más una cortadora de césped.

Aún más inaudito que la sonrisa, fue la risa que se le escapó de los labios.

Atsushi se rió con él mientras, se estiraba los brazos era soltar la presión con que Rashomon le había atrapado.

-Se ve que sí.

Akutagawa dejó de reír pero esa sonrisa seguía en sus labios.

-Pues si es así, creo que el premio por haber alcanzado los seis meses sin matar, será algo mucho más satisfactorio para mí que matarte.

-¿Ah, sí? ¿Qué? –respondió curioso Atsushi compartiendo aún la sonrisa de Akutagawa.

Este, sin decir nada más, puso ambas manos al alrededor del cuello de Atsushi, quien levantó sus puños para defenderse pensando que al final sí le iba a asesinar pues sus dedos le apretaban con fuerza la fina piel apresada.

-Atsushi, maldigo el día que te conocí pero más maldeciría no haberte conocido.

Y tras decir esto sus labios se encontraron con los de Atsushi cuyo corazón explotó con la fuerza del tigre en él, mientras ellos dos, el Shin Soukoku, seguían paso a paso el camino de sus predecesores. Del odio al amor, un camino de ida y vuelta, donde la felicidad y la tristeza andan cogidas de la mano.

 

Notes:

Gracias por leer.