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¿Tenemos un trato?

Summary:

Tras derrotar al Cerebro Anciano y salvar Baldur’s Gate, Tav y Astarion se embarcan en una nueva travesía en busca de una cura para el vampirismo de Astarion o, al menos, algo que le permita caminar bajo el sol nuevamente. Pero cuando Raphael reaparece con una oferta casi imposible de rechazar —una cura definitiva para Astarion y la libertad de Karlach y Wyll—, Tav se enfrenta a una decisión que podría cambiarlo todo.

Los contratos de los diablos nunca son tan simples como parecen, y aceptar este trato podría tener un precio inimaginable.

¿Estarías dispuesta a sacrificar tu alma por la persona que más amas?

Notes:

Las advertencias se irán actualizando a medida que se avance en la historia

Chapter 1: Prólogo

Chapter Text

Ha pasado un tiempo desde que sucedió la pelea contra el cerebro anciano, pelea de la cual salimos victoriosos. Desde entonces he estado viajando con Astarion, buscando una cura para su vampirismo, o de lo contrario, una forma de hacer que vuelva a caminar bajo el sol. Nos hemos tomado nuestro tiempo para eso, pues tiempo es lo que nos sobra, después de todo Astarion es inmortal y yo soy una elfa, así que para nuestra fortuna el tiempo no es algo de lo que deberemos preocuparnos. Aunque eso no significa que no nos tomemos esto en serio.

De cualquier forma, es bueno saber que no estamos solos en nuestra búsqueda, Gale desde Waterdeep se comprometió a hacer su propia investigación para ayudarnos de alguna forma mientras que cumple sus labores como profesor y Archimago, es bueno contar con su ayuda.

Por ahora, nos estamos preparando para nuestro próximo viaje, hemos estado empacando provisiones para al menos una semana y recolectando el oro que podamos para reabastecerse, por mi parte, estoy haciendo pociones de curación, entre otras que puedan sernos de utilidad en caso de necesitarlas por si ocurre algo inesperado. 

— Cariño, ¿Dónde está la pelota de Rasca? — Escuché a Astarion preguntar, pues era algo que debíamos llevar si o si. 

— ¿Revisaste si la está mordisqueando? — Dije sin perder la concentración en la poción que estoy fabricando, ya casi termino. Escuché como Astarion se alejaba, probablemente buscando a Rasca para comprobar si tiene la pelota.

Una vez terminada la poción la guardé en un bolso específico para las pociones, una vez hecho eso saco nuestro mapa para ver cuál será nuestro próximo destino. 

En el mapa se pueden apreciar varios lugares tachados con una “X” gigante, lugares a los cuale hemos ido buscando algún objeto mágico o algún hechizo que permita a Astarion caminar bajo el sol, hasta el momento los lugares en los cuales hemos buscado incluyen: Baldur’s Gate (Lógicamente), The Cloakwood, Candlekeep, Wood of Sharp Teeth, Elturgard y Reaching Woods.

Cuando fuimos a Candlekeep logramos obtener información importante, aunque claro nos costó el libro de La Nigromancia de Thay, pero valió la pena. Entre los libros que revisamos en aquel lugar descubrimos la existencia de un objeto mágico que protegería a Astarion de la luz del sol y podría volver a salir durante el día, “ El Anillo del caminante del sol”.

Lanzo un suspiro mientras miro el mapa con frustración, a pesar de que ya sabíamos que existía tal objeto ahora el problema era encontrarlo ¿Donde podría estar? ¿Escondido en una torre de algún mago? ¿En el Underdark? ¿En lo más profundo de algún bosque?

No puedo evitar preguntarme ¿Estoy haciendo lo suficiente? Es cierto que mantenemos la esperanza, sobre todo después de descubrir que existe tal objeto, pero ¿Cuál es la posibilidad de que lo vayamos a encontrar? Faerûn es tan grande… 

— ¡Ah, allí estabas, pequeño ladrón! — exclama Astarion, sosteniendo la pelota de Rasca con una expresión teatral de victoria. — Te lo digo, cariño, este perro podría robarle el trono a un rey si le diera la gana. — 

Esto último Astarion lo dice ya que, por algún motivo Rasca ha estado apareciendo con algunas cosas que claramente no son nuestras en la casa, empezó con cosas pequeñas y sin importancia, un pedazo de hueso con restos de carne, alguna bota robada, pero luego empezó a aparecer con algunos pequeños sacos con joyas y monedas de oro… Estoy empezando a sospechar que Astarion le está enseñando esas cosas, pero no tengo pruebas.

— ¿Lo dices porque te identificas con él? — Dije a modo de burla, sin apartar la vista del mapa. — Si Rasca tomó esa costumbre de traer cosas y esconderlas es porque lo aprendió de alguien. — Dije en el mismo tono, recordando que en un día de limpieza, encontramos los “tesoros” del canino muy bien escondidos en la casa.

— Oh, por favor. Mi estilo es más de calidad que de cantidad — Respondió — Yo diría que me recuerda más a ti, por algún motivo siempre terminas acumulando todo tipo de baratijas cada vez que vamos de viaje — 

— Te recuerdo que gracias a eso nunca hemos estado faltos de oro. — Le recordé, Astarion estaba a punto de decir algo, pero entonces alguien tocó la puerta. Nos miramos confundidos, pues no esperábamos visitas.

Me acerco a abrir la puerta, me encuentro con un cartero de aspecto cansado el cual me entrega unas cuantas cartas, le doy una propina en agradecimiento y cierro la puerta. Le doy un vistazo a los remitentes de las cartas.

— Karlach y Wyll, Shadowheart y Gale… — Nombro los remitentes de las cartas mientras las leo. Cuando levanto la mirada hacia Astarion, lo veo muy entretenido con Rasca, pues el perro le estaba tratando de quitar la pelota.

— ¿Una carta de Gale? — Pregunta Astarion — ¿Qué esperas? Abrela, puede que nos tenga alguna actualización del anillo —

En su momento cuando descubrimos la existencia de ese objeto inmediatamente le avisamos a Gale, ya que era posible que él nos pudiese ayudar a encontrar más rápido el anillo.

— “Queridos amigos, esperando que se encuentren bien y felices, es un honor informarles que he encontrado la ubicación del Anillo del Caminante del Sol gracias a unos contactos que tengo, les pido que por favor pudiesen reunirse conmigo en Waterdeep para que tratemos este asunto en persona debido a su importancia, con cariño, su amigo Gale” — Leo la carta en voz alta, al terminar, le paso la carta a Astarion para que él mismo pueda comprobar su contenido.

Mientras Astarion relee la carta, yo le echo un vistazo a las dos que quedan, Shadowheart nos ponía al día sobre cómo estaba ella y el oso lechuza, también nos comenta que se dirige a Waterdeep a visitar a Gale, por lo que es bastante probable que nos la encontremos allá; La carta de Karlach y de Wyll traían noticias buenas, al parecer casi terminan de reparar el motor de Karlach, por lo que dentro de poco podrá salir del Averno.

— Bien cariño, terminemos de empacar, apenas anochezca partiremos a Waterdeep — Sonreí al ver a Astarion entusiasmado, al fin teníamos una pista real para seguir y ya no andaríamos a ciegas.

Y sin más demora terminamos de empacar, en el primer momento en el que la noche se alzó y ya no reinaba la luz del sol emprendimos nuestro viaje hacia Waterdeep.

El viaje comenzó tranquilo, con la luna iluminando tenuemente el camino y Rasca trotando alegremente a nuestro lado. Astarion parecía más animado de lo usual, incluso para sus estándares. No dejaba de comentar lo emocionante que era finalmente tener una dirección clara.

— ¿Te das cuenta de que esta podría ser la última vez que hacemos esto? —- Dijo mientras giraba su cabeza hacia mí, con esa sonrisa traviesa que suele mostrar cuando está realmente emocionado por algo.

— ¿Te refieres a viajar juntos por Faerûn y que yo al fin deje de recolectar cada baratija que encontremos? — Respondí bromeando, a lo que él suelta una risita como respuesta.

— Dejar de estarnos preocupando del sol cada vez que viajemos, poder hacer cosas tan simples como que salgamos a dar un paseo o tengamos una cita real en Baldur’s Gate… Podremos dejar de vivir esta vida nocturna sin preocuparnos de que me convierta en cenizas — Su tono era ligero, pero sabía que detrás de sus palabras había un anhelo profundo, puedo lograr a apreciar un leve brillo en sus ojos que casi dolía ver, había tanto en juego, tanto que él mismo no se permitía expresar en voz alta.

El camino serpenteaba entre colinas y bosques, con el crujido de nuestras botas y los pasos de Rasca rompiendo el silencio de la noche. A medida que avanzábamos, el aire se hacía más fresco, y los árboles comenzaban a alzarse como gigantes oscuros a ambos lados del sendero.

Cuando el horizonte amenazaba con iluminarse con los primeros tonos de un amanecer, encontramos un claro lo suficientemente grande para montar el campamento. Astarion se aseguraba de evitar los pequeños rayos  del sol que ya se empezaban a asomar mientras colocaba las lonas para la tienda, con movimientos rápidos y precisos.

— Bueno, aquí es donde te abandono, cariño. —dijo mientras se acomodaba dentro de la tienda, cerrando las cortinas gruesas que habíamos conseguido específicamente para bloquear cualquier rayo de luz. — Que disfrutes el día con Rasca. Yo estaré aquí, soñando con vinos añejos y banquetes que probablemente nunca volveré a probar.

— Descansa. Yo me encargaré de todo. —le dije, sonriendo. A pesar de su tono bromista, sabía lo mucho que detestaba su dependencia del refugio durante el día.

Con Astarion descansando, pasé el día ocupándome de pequeñas tareas: preparar el almuerzo, reforzar las cuerdas de la tienda y asegurarme de que el camino hacia Waterdeep estuviera despejado de cualquier peligro, incluso me dio el tiempo para descansar y entrar en trance durante un par de horas. Rasca, fiel como siempre, me acompañaba en cada paso.

El sol comenzó a descender, pintando el cielo con tonos dorados y rosados. Me preparé para encender la fogata cuando un cambio en el aire me puso en alerta. Era sutil, pero la temperatura parecía bajar, y una sensación incómoda recorrió mi columna. Mire alrededor mientras ponía una mano en la empuñadura de mi espada, a pesar de ser hechicera tuve que aprender a manejar al menos algún tipo de arma durante nuestra aventura con el renacuajo en nuestra cabeza, ya casi ha pasado un año desde aquello. No diría que soy una maestra con la espada, pero puedo defenderme, cortesía de Lae’zel, quien fue mi mentora en el arte de esta arma. Rasca empezó a gruñir levemente.

— Tranquila, pequeña hechicera. No estoy aquí para buscar problemas… Todavía — Esa voz la reconocería donde fuera, hablaba con un tono suave como la seda, pero a la vez con un filo peligroso.

La figura del cambión emergió de entre las sombras del bosque, dejando ver a Raphael. Siento como Rasca se tensa aún más al ver al diablo. 

— ¿Qué haces aquí? — Pregunté manteniendo un tono de voz firme, tratando de ocultar el ligero escalofrío que su presencia siempre traía.

— He venido a charlar, solo tú y yo, mi pequeño ratoncito. — Miró hacia el lugar donde estaba instalada la tienda. — Vayamos a un lugar más privado, tu vampirito no tiene porqué saber de esto. — dijo inclinando ligeramente la cabeza mientras avanzaba hacia mí, con la luna brillando detrás de él.

La lona de la tienda se movió, y Astarion salió de ella tal como si se le hubiese invocado, apareció tan impecable como siempre, a pesar del viaje. Su sonrisa era suave pero cargada de filo.

— Qué entrada tan dramática — dijo, apoyándose con aparente desinterés en el poste de la tienda. — ¿Eres un admirador o simplemente estás perdido? —

La figura rió, un sonido que parecía reverberar en el aire como una cuerda tensada.

— Siempre tan encantador, Astarion. Aunque no esperaba menos de ti. —

La reacción de Astarion fue casi imperceptible, pero para alguien que lo conocía bien, fue suficiente. Su mandíbula se tensó por una fracción de segundo antes de que la sonrisa volviera a su lugar.

— Oh, claro. Porque todo vampiro adora los reencuentros inesperados con sus... ¿Cómo llamarlo? ¿Antiguos conocidos? —

— ¿Qué quieres, Raphael? — Pregunté impacientada.

— Pues verás, como ya he mencionado, este es un tema que quiero conversar en privado contigo. — Respondió el diablo dirigiendo toda su atención a mí.

Antes de que Astarion o yo pudiéramos siquiera replicar, con un chasquido de sus dedos me transportó a la Casa de la Esperanza, el aire opresivo del lugar seguía siendo el mismo: un lujo oscuro que apenas lograba esconder el peligro que acechaba en cada sombra. Frente a mí, Raphael me observaba con su sonrisa serpentina, complacido con su dramática entrada.

— Perfecto, ahora que gozamos de privacidad dejame comentarte… — Dijo Raphael mientras me guiaba a un sofá de terciopelo rojo. — Por favor, toma asiento. — Su tono era hospitalario, pero no había nada cálido en su mirada.

— Me temo que no quiero escuchar nada de lo que tengas que decirme. — Dije cruzándome de brazos. — Por favor, te voy a pedir que me regreses con Astarion. — Raphael inclinó la cabeza, divertido, como si acabara de escuchar un chiste encantador.

— Pero querida ¿Acaso no preferirías curar el vampirismo de tu amante a simplemente buscar un juguete mágico que quizás apenas podría devolverle un atisbo de lo que ha perdido? — Dijo haciendo énfasis en el “quizás”

Abro mis ojos con sorpresa, el comentario me desarmó. Sentí que la sangre se me helaba por un instante, y mis brazos cayeron lentamente a mis costados. ¿Curar el vampirismo? Las palabras resonaron en mi mente como un eco imposible. Decido tomar lentamente asiento en el sofá, debo admitir que me tomó totalmente desprevenida.

— ¿Curar el vampirismo dices? — Pregunté sin creerlo.

—Sabía que estarías interesada… — Raphael se sentó frente a mí con la gracia de un depredador acechando a su presa, sus ojos brillando con satisfacción. — Verás, al principio estuve algo decepcionado de que no hayas aceptado mi trato en el pasado… — Lo interrumpo en ese momento

— ¿Te refieres al trato en el que me ofrecías el martillo Orfeico a cambio de darte la Corona de Karsus para que pudieras ser el amo y Señor del Averno? — Pregunté totalmente seria — Pues, la opción correcta fue rechazarlo, al final derrotamos al Cerebro Anciano. —

— Es verdad, derrotaste al Cerebro Anciano , no voy a mentirte, pensé que tú y tu grupo de bestias fracasarían y morirían, pero como siempre logras sorprenderme. — Dice con un tono que busca ser halagador.

— No son “ bestias”, son mis amigos. — Respondo en defensa de ellos. — La derrota del Cerebro Anciano fue gracias a la ayuda en equipo, no fue algo que hice yo sola. — Mi voz se endureció, pero sentí el peso de sus palabras. Había verdad en lo caótico de nuestro grupo, pero eso no lo hacía menos valioso.

Raphael sonrió, como si mi respuesta fuera justo lo que esperaba.

—Tus amigos, claro. Pero no te engañes, querida. Sin ti, habrían sido meros cadáveres en el camino. Tú eres el hilo que mantiene unida a esa manta de retazos. No finjas modestia. —

Lo miré con dureza, detestando cómo menospreciaba a mis amigos después de todo lo que habíamos logrado juntos.

— Te lo repetiré, no te refieras a ellos de esa forma, sin ellos jamás podríamos haber derrotado al Cerebro. — 

— Claro, porque una Sharrana, un Vampiro, un brujo convertido en diablo, una Githyanki, una tiefling ardiendo en llamas constantemente y un mago que estaba a punto de explotar en cualquier momento claramente no son bestias y son el ejército de élite ideal para salvar el mundo. — Dijo Raphael, enumerando los “defectos” de mis amigos, con burla en su voz y un tono claro de desdén que no se molesta en ocultar. — Te quitas demasiado crédito, querida, ese grupo de raros e inadaptados jamás habría sobrevivido sin tu guía… No te quites mérito de esa victoria . — 

Sé lo que está tratando de hacer Raphael con sus dulces palabras, pero cuando lo pienso no le puedo quitar razón teniendo en cuenta que en una de las primeras noches Shadowheart y Lae’zel casi se matan entre ellas…Había algo de razón en las palabras del diablo, pero no le daría la satisfacción de que lo sepa.

— Si quieres hablar de bestias y personas raras podrías meterme también en el saco ¿no? Después de todo, la sangre de dragón que corre por mis venas no es muy común. — Digo haciendo referencia a mi linaje dracónico, linaje al cual le debo mi magia.

Raphael soltó una carcajada, un sonido grave que resonó en las paredes de la Casa de la Esperanza.

—Por supuesto, mi querida criatura excepcional. Una joya única en un mundo de mediocridad. Y precisamente por eso, te ofrezco esta oportunidad. Una cura para tu amado vampiro. Pero, claro, no sin un precio. — Lo miré con sospecha.

— Y ahí está ¿Qué es lo que quieres a cambio de la dichosa cura? ¿Quieres que matemos a otro de tus enemigos como lo hicimos en la tierra de las sombras? ¿O acaso quieres que te consiga los fragmentos de la corona de Karsus? — Raphael volvió a soltar una risa.

— Nada de eso, ratoncito. — Raphael sonrió como si acabara de contarme un secreto delicioso. — Lo que quiero... es que me prestes tus servicios, claro al menos por un tiempo. —

— No. Definitivamente, no. — Me puse de pie, mis manos temblaban ligeramente, pero mi voz no vaciló. — No voy a cometer el mismo error que Wyll. Si esperas que entregue mi alma, Raphael, te has equivocado de persona. —

Raphael soltó una carcajada grave y profunda, el eco resonando como un canto fúnebre por toda la Casa de la Esperanza. Su sonrisa se ensanchó, revelando una fila de dientes perfectamente blancos que no lograban ocultar su naturaleza depredadora.

— ¡Oh, Tav! — exclamó, todavía con un deje de risa en la voz. — ¿De verdad me estás comparando con esa charlatana de Mizora? Qué insulto tan descarado.

Me mantuve firme, sin bajar la mirada.

— ¿Acaso no son todos los diablos iguales? Promesas vacías envueltas en oro, diseñadas para esclavizar a quienes confían en ustedes. —

Raphael suspiró teatralmente, como si le doliera escuchar mis palabras.

— Querida, querida Tav, ¿es eso lo que realmente piensas? Que soy tan vulgar como Mizora, con sus engaños y esa famosa letra pequeña escondida entre líneas de humo y espejos. — Se inclinó hacia mí, sus ojos brillando con un destello casi ofensivo de sinceridad. — No somos iguales. A diferencia de esa pobre excusa de abogada infernal, mis términos son claros como el cristal. Cada contrato que ofrezco es justo y explícito. Lo que ves es lo que obtienes. —

— ¿Y Wyll? — lo interrumpí, cruzándome de brazos. — Mizora le prometió un trato y lo traicionó. Ahora está atado a ella, convertido en algo que nunca quiso ser. ¿Qué garantía tengo de que tú no harás lo mismo conmigo? —

Raphael negó con la cabeza, como un maestro decepcionado por la ignorancia de su alumno.

— Wyll no incumplió su contrato porque quiso, sino porque Mizora le tendió una trampa. Le ocultó la verdad, lo manipuló y lo dejó a merced de las consecuencias. Yo, en cambio, nunca hago eso. — Su tono se volvió más serio, más grave. — Cada palabra de mis acuerdos está escrita claramente, sin trucos, sin ambigüedades. Si decides aceptar mi oferta, te aseguro que no terminarás transformada en una diablesa, ni esclavizada por mi voluntad. Mi castigo, si decides romper el trato, será justo... y proporcional. —

— ¿Proporcional? — Mi desconfianza se hizo evidente en mi voz. — ¿Qué significa eso, Raphael? —

Él sonrió de nuevo, aunque esta vez su gesto estaba desprovisto de burla.

— Significa que las consecuencias estarán claramente estipuladas. Ninguna transformación forzada, ningún destino trágico como el de Wyll. Simplemente... cumplirías con tu parte del trato o pagarías un precio razonable. Nada más, nada menos. —

— Claro, porque la palabra de un diablo es siempre confiable. — Dije con sarcasmo, pero él simplemente se encogió de hombros.

— Confiable no, querida, pero sí consistente. Y en este caso, puedo ofrecerte algo que nadie más puede: la cura para Astarion. Una verdadera oportunidad para devolverle lo que le arrebataron hace siglos. Piénsalo, Tav. ¿No vale la pena, siquiera por un momento, considerar lo que estoy poniendo sobre la mesa? —

Sus palabras me hicieron temblar, pero me obligué a mantener la compostura. No podía permitir que sus promesas quebraran mi resolución... ¿o sí?

Raphael se recostó hacia atrás en su asiento, observándome con una expresión de satisfacción casi palpable, como si ya estuviera saboreando la victoria.

— Ah, Tav... Has escuchado bien lo que he dicho hasta ahora, pero hay algo más, algo que podría interesarte aún más. — Su voz se suavizó, volviéndose más intrigante, como si me estuviera revelando un secreto. — Enfrentarte a mi ejército sería... interesante, ¿verdad? Un reto digno de tu valía. Pero, más allá de eso, nuestra unión tendría un propósito mucho mayor. —

Lo miré fijamente, sin apartar los ojos, esperando que explicara sus intenciones.

— ¿Qué propósito? — Pregunté, casi sin darme cuenta.

Raphael sonrió, esa sonrisa que había llegado a entender como un preludio a algo importante.

— Si luchas a mi lado, si decides unirte a mi ejército para conquistar el Averno, no solo me ayudarías a mí... — Dijo, sus palabras cargadas de una certeza perturbadora. — Juntos, tarde o temprano, nos enfrentaremos a los ejércitos de Zariel. Y créeme, mi querida Tav, sería una batalla que ambos anhelamos ganar. —

— ¿En serio crees que voy a luchar junto a ti solo para enfrentarnos a Zariel? — Respondí, mi voz teñida de incredulidad, pero también de una pizca de curiosidad.

Raphael asintió con gravedad.

— No solo eso... Si te unes a mí y conseguimos vencer a Zariel, no solo liberaremos a Astarion de su condición vampírica al ofrecerte la cura que tengo en mi poder. — Su mirada se volvió más penetrante, casi como si pudiera ver mi mente procesando la idea. — También liberaremos a Wyll de su maldito trato con Mizora, y, por supuesto, a Karlach de la persecución eterna que la atormenta. Tres pájaros de un tiro, querida Tav. Tres vidas que podemos salvar, tres destinos que podemos cambiar. —

Mis pensamientos se agolparon, y aunque intenté mantener la calma, mi mente comenzó a dar vueltas. No solo Astarion... sino también Wyll y Karlach. ¿Una oportunidad para liberarlos de sus destinos condenados? ¿Todo gracias a una alianza con Raphael?

— ¿Lo dices en serio? — Pregunté, con una mezcla de desconfianza y asombro. — ¿Acabar con Zariel y Mizora de una vez por todas? —

Raphael asintió, su tono grave y determinado.

— Exactamente. Un trato que beneficia a todos, Tav. ¿Puedes ver la oportunidad que te ofrezco? Tres vidas que podemos redimir, y todas las respuestas que buscas para tu gente. ¿No lo harías por ellos? Y si decides unirte a mi causa, cuando llegue el momento, tú y yo seremos los que daremos el golpe final. — Sus ojos brillaron con malicia, pero también con algo que parecía una promesa, como si ya estuviera planeando cómo iba a llevar a cabo esa victoria.

La idea de liberar a mis amigos, de verlos libres de las ataduras que los vinculan a esas fuerzas infernales, era tentadora. Pero, ¿cómo podía confiar en Raphael? ¿Cómo podía creer que su palabra valía más que los engaños de Mizora?

— Tres pájaros de un tiro, ¿eh? — repetí, como si evaluara su propuesta. — ¿Y qué pasa si salimos mal librados? ¿Si no ganamos? ¿O si alguna de tus condiciones cambia en medio del proceso? —

Raphael sonrió, su mirada más confiada que nunca.

— Si fallas en el trato, las consecuencias son claras. Pero, créeme, querida Tav, no soy como Mizora. Yo no juego con trampas ni engaños. Mi oferta es directa y justa. Tú decides si aceptas el riesgo... y si lo haces, podrás conseguir mucho más que una simple cura para Astarion. Tendrás la oportunidad de cambiar el destino de tus amigos, y el mío también. —

Miré a Raphael con una mezcla de desconfianza y curiosidad. La tentación era real. Pero sabía que si aceptaba, tendría que dar un paso hacia lo desconocido. Sin embargo, liberarlos... esa era la clave. Quizás la única forma de salvarlos a todos.

— ¿Y si acepto tu trato? — Pregunté finalmente, mi voz decidida aunque todavía cargada de incertidumbre. — ¿Qué me asegurarías, aparte de lo que ya me has dicho? —

Raphael se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estuviera listo para sellar el acuerdo.

— Lo que te aseguro, querida Tav, es que al final del día, saldrás ganando mucho más de lo que imaginas. Y, créeme, no habrá ningún contrato que te deje atrapada ni nada así... a menos que tú misma decidas incumplirlo. —

Sus palabras flotaron en el aire mientras yo pensaba en las implicaciones. Unirse a Raphael no era solo un riesgo; podría ser nuestra única oportunidad para liberar a los tres, a Astarion, Wyll y Karlach, y darle una oportunidad real a su futuro. Pero ¿realmente podría confiar en él?

— Tengo otra pregunta. — Dije haciendo una pausa antes de darle mi respuesta final. — ¿Por qué me quieres a mí para tu ejercito? —

— ¡Ay, Tav! — Exclamó Raphael con una sonrisa. — ¿Acaso hay alguna otra heroína de Baldur’s Gate con nosotros aquí? Conozco tus habilidades, sé que son excepcionales. Eres una hechicera poderosa, y eso quedó demostrado en la batalla contra el Cerebro. Claro, obviamente aún tienes muchas cosas que aprender sobre tu magia, pero son cosas que aprenderás solo con la experiencia. Y dime ¿Qué mejor experiencia que la que se gana en batalla? — Hizo una pequeña pausa, sus ojos están brillando con una chispa de diversión. — Al lado de alguien como yo, podrías llegar a dominar tu magia a la perfección, y ¿quien sabe? quizás hasta aprendas algún truco nuevo —

El trato de Raphael era muy tentador, casi parece que estoy ganando más de lo que puedo perder, no puedo evitar soltar una pequeña risa ante la ironía. Rechacé sin ninguna duda su trato anterior para liberar a Orfeo y salvar el mundo, pero ahora estoy dudando sobre si aceptar o no por el beneficio de Astarion y de mis amigos a cambio de que ayudar a Raphael a tener el control total del Averno, algo que podría poner en potencial peligro el mundo en el que vivo.

Yo nunca me consideré una heroína, siempre he sido alguien que ve el mundo en grises, donde las decisiones nunca son blancas o negras. El único acto de heroísmo que he hecho ha sido salvar a Baldur’s Gate, y ni siquiera fue un acto desinteresado, pues al final solo estaba buscando una forma de sacarme ese maldito renacuajo de la cabeza.

No soy tonta, sé que un trato con un diablo es peligroso, pero no deja de parecerme irónico cómo salvé al mundo solo para considerar volverlo a poner en peligro para curar al amor de mi vida y para salvar a mis amigos de sus cadenas con Zariel…

— Mi respuesta es no, Raphael. — Digo finalmente. — No me arriesgaré a hacer un trato con diablo sabiendo los peligros. — Raphael se encoge de hombros y chasquea los dedos, apareciendo un pergamino enrollado en sus manos. 

— No te apresures en darme una respuesta, aquí te dejo el contrato escrito para que puedas leer los términos y condiciones detenidamente, por si lo quieres reconsiderar más adelante. — Me entrega el pergamino, y yo lo miro confundida ¿De verdad me está dando la posibilidad de estudiar su contrato? — Sé lo que estás pensando, te conozco, ratoncito. Por lo que ya estaba preparado para esto… Si quieres reconsiderar el trato una vez leas eso, puedes llamarme. — 

No tengo la oportunidad de responderle, ya que chasquea los dedos nuevamente y me transporta de vuelta a mi campamento, lugar donde Astarion y Rasca me estaban esperando inquietos.