SUCURSALES DEL INFIERNO
La historia de los países no sólo está conformada por datos y hechos, sino también por mitos e hipérboles. El contrato social que sostiene a cualquier comunidad y que le permite subsistir depende del fomento de virtudes cívicas cimentadas en tales mitos. En el caso de México, la resistencia de Cuauhtémoc al ser torturado por Cortés, el sacrificio de los mal llamados Niños Héroes o la beatitud casi bovina de Francisco I. Madero frente a sus verdugos, fueron utilizados en su momento para promover la estoicidad, la abnegación o la templanza en los ciudadanos, conductas que, por supuesto, eran más benéficas para la estabilidad del régimen que para la sociedad.
Sin embargo, la historia siempre tiene un lado oculto. Los hechos menos edificantes de los actores patrios, las negociaciones sucias, los arrebatos de furia homicida o los errores garrafales serán siempre motivo de censura o, por lo menos, de un discreto desdén. Por otro lado, aquellos recintos alejados de los magnánimos palacios y documentos–ésos donde se guarda a los integrantes no deseados de la sociedad–contarán una versión distinta de los hechos de cualquier país. Las cárceles, los manicomios, los lugares de masacres expresarán su propia historia, la cual merece ser relatada. A continuación presentamos un recuento del México oculto y atroz del que pocas veces se habla pero que no por ello deja de estar presente.
EL SANTUARIO MANCILLADO
Son incontables las acciones de guerra que derivaron en matanzas durante el proceso de conquista de lo que actualmente es el territorio mexicano, pues la espada siempre fue un argumento de peso para dirimir conflictos o apuntalar negociaciones. No obstante, la llamada matanza de Cholula, perpetrada el 18 de octubre de 1519, puede considerarse la primera acción de guerra llevada a cabo por Hernán Cortés, una acción que a la postre le permitiría conquistar el imperio más grande de América.
Durante sus primeros meses en territorio nacional, Cortés había demostrado ser un hábil estratega y mejor político que privilegiaba el uso de la diplomacia y la teatralidad sobre la fuerza bruta. El capitán era astuto, sabía utilizar sus ventajas sobre los susceptibles habitantes del continente para convencerlos de unirse a él sin derramamiento de sangre. Una de sus estratagemas más célebres fue la que aplicó en Champotón, Campeche, cuando utilizó una yegua en celo para amedrentar a los caciques. Cortés mandó encabritar a un alazán con los fluidos de la yegua y luego se los presentó a los dirigentes de la ciudad. Después, ‘tradujo’ los relinchos y bufidos de
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