Un fantasma llamado Abimael Guzmán
BOGOTÁ.– Abimael Guzmán es un muerto que perturba a Perú. Y lo hace con tal intensidad, que cuando el cuerpo del fundador de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso yacía en una morgue, tras morir en prisión el mes pasado, el Congreso de ese país sesionaba para expedir una ley que determinaría qué hacer con el cadáver.
Por esa ley dedicada a un cadáver, el líder del grupo que desató una guerra terrorista contra el Estado peruano y que asesinó o desapareció a unas 32 mil personas entre 1980 y 2000, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), no tendrá una tumba en la que algunos probables seguidores puedan rendirle culto.
Nadie fuera de la cúpula gubernamental sabe el lugar donde fueron esparcidas sus cenizas después de que sus restos fueran cremados el pasado 25 de septiembre. La Ley Número 31352 ordena que la última morada de Guzmán y de cualquier acusado de terrorismo que muera en prisión debe ser “de naturaleza reservada”.
En Perú la gran mayoría de los
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