EL ESTOICISMO COMO CAMINO
Al igual que sucede con otras escuelas filosóficas, el estoicismo surge para perfilar unas coordenadas que conduzcan al ser humano a una vida más plena y feliz. Lo hace de una forma singularmente práctica y con principios en su mayor parte fáciles de entender, lo que lo convierte en un modelo de ética personal muy atractivo en nuestros tiempos, accesible incluso para aquellos a los que la filosofía en general les parece, muchas veces por desconocimiento, algo anticuado y denso. Sin embargo, la vigencia y comprensibilidad de sus planteamientos –como que nuestra felicidad no depende de las circunstancias externas sino de cómo las gestionamos, es decir, de cómo reaccionamos ante ellas– no debe llevarnos a engaño y hacernos pensar que es un camino llano y tapizado con rosas.
Su recorrido no acaba nunca y exige perseverancia y disciplina. Tampoco admite dispersión alguna, pues en el arte de vivir y ser feliz, en el objetivo de ser en cada momento nuestra mejor versión, de discernir y actuar conforme a lo que podemos controlar reflexionaba al respecto asegurando que «un estoico es un budista con un punto de chulería que le dice al destino ‘que te den’».
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