No hay una fecha exacta para situar la invención de la acupuntura, aunque hay quienes, en un intento de otorgarle mayor legitimidad como práctica terapéutica, prefieren remontarla a tiempos milenarios y, siempre, en el continente asiático. Agujas realizadas con huesos de animales y de obsidiana del Neolítico (6000 a.C.) han sido interpretados como rudimentarios instrumentos de acupuntura… aunque lo más probable es que tuvieran otra utilidad.
En la célebre momia de Ötzi (más conocida como “el Hombre de Hielo), hallada en los Alpes italianos en 1991 y que fue datada del 3255 a.C., se encontraron una serie de tatuajes no ornamentales (cruces y grupos de rayas paralelas). Según se especulaba en un artículo publicado en The Lancet (1999), estos dibujos coincidían con un escaso margen de error en un 80% con los tradicionales meridianos, en los que los acupuntores insertan sus agujas. Este detalle, unido a la circunstancia de que el cuerpo momificado (de unos 46 años) padecía de artritis, fue interpretado como un indicio que sugería la práctica de una incipiente terapia de acupuntura.
¿AGUJAS MILENARIAS?
La versión más romántica acerca del origen de la acupuntura es la que tiene como protagonista a un antiguo guerrero (o varios, según la versión) que, en el campo de batalla en Mongolia, hacia el año 2600 a.C., aseguró haber sanado de sus dolencias previas (suele mencionarse la ciática) después de haber sobrevivido al impacto de varias flechas. Estas lanzas habrían alcanzado los puntos exactos (léase meridianos) donde habrían neutralizado el