La empatía cognitiva, mucho más sofisticada y limitada que la emocional, supondría imaginar qué está sintiendo y pensando el otro y tratar de ayudarle.
(SHUTTERSTOCK)Un elemento crucial, a menudo subestimado, resulta fundamental para el éxito de las interacciones humanas, ya sean relaciones de pareja, amistades o incluso lazos entre naciones. Este ingrediente es la empatía, sin la cual las tensiones se elevarían constantemente y la supervivencia humana hasta nuestros días hubiera estado en duda. Esta capacidad se desarrolla desde temprana edad y juega un papel vital en cómo respondemos a los sentimientos ajenos.
James Burkett, investigador del Departamento de Salud Ambiental de la Universidad Emory (EE. UU.), desglosa la empatía en dos categorías principales: emocional y cognitiva. La primera se activa ante el dolor físico o el sufrimiento emocional de otra persona, impulsando una reacción instintiva y una motivación inmediata para aliviar dicho sufrimiento. Este fenómeno no es exclusivo de los humanos, sino que se extiende a varios mamíferos, destacando nuestra conexión con el reino animal en aspectos fundamentales del comportamiento social.
En un nivel diferente estaría imaginar los pensamientos y emociones de los demás y pensar en cómo ayudarles. Esa sería la empatía cognitiva, que es mucho más sofisticada y estaría limitada, según Burkett, a humanos, grandes simios, elefantes, perros y algunas aves de gran cerebro.
Por otra parte, esta compleja capacidad no solo es necesaria para que se puedan dar las relaciones humanas: además influye de forma positiva en la salud. Según apunta María Vicenta Mestre, catedrática de Psicología Básica y rectora de la Universidad de Valencia,