El amor en serio
Por Richard Carlile
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El amor en serio - Richard Carlile
Richard Carlile
El amor en serio
Traducción de
Eugenia Vázquez Nacarino
Trama editorial
Every woman's book
Prefacio
La siguiente obra es básicamente una copia del texto aparecido en el número 18, volumen XI, de The Republican, dispuesto ahora de forma más concisa y conveniente, a la vez que ilustrado con un frontispicio en consonancia con el tema que se aborda. El propósito del editor no es otro que batallar contra aquella mojigatería que, a la postre, no encubre más que mera hipocresía redomada. La verdadera virtud puede exponerse a cualquier circunstancia; no hay en ella secretos, ni tapujos; nada de lo que nos dicte debería prestarse a ocultaciones. En todo caso, es el vicio el que apela a subterfugios. El amor es una de las principales fuentes de la felicidad, su condición entre el género humano requiere un mayor grado de perfección y es preciso conocer mejores medios para disfrutar de él. Las páginas que siguen se han escrito sólo al calor de ese propósito, por lo que el editor deja sus motivaciones en manos del juicio de los jóvenes, así como de las personas de edad madura, de las personas sanas, virtuosas y sensatas de uno y otro sexo.
La rápida venta de las dos tiradas del número de The Republican en que aparecía la cuestión «¿Qué es el amor?» indujo al editor a tratar de mejorarla al realizar este opúsculo, y cuando se agotaron con celeridad las tres primeras ediciones del mismo ha vuelto a revisarla con vistas a una cuarta. El hecho de su publicación se ha convertido en un asunto controvertido sobre el cual se debate en todo el país, y constituirá un hito señalado en su historia y en su progreso venidero. Sepa la mujer casta y recatada que aquí no hay nada que pretenda ofenderla. El único propósito de esta publicación es instruir acerca de un tema sobre el cual hombres y mujeres ignoran demasiado como para poder alcanzar el bienestar y la felicidad. Puede que en un primer momento suscite prejuicios; mas, cuando se imponga el sentido común y tenga lugar la debida reflexión, no podrán dejar de darle su aprobación. Nadie admira más que el editor la pureza en el lenguaje y la elegancia en las formas, pero cualquier argumento educativo requiere el estilo más llano que sea posible plasmar. Cabe tener en cuenta, asimismo, que todas las cuestiones pueden tratarse de modo filosófico si su intención es comunicar e infundir conocimiento, desterrando de ellas toda obscenidad. Tal es el fin de esta obra.
¿Qué es el amor?
La primera persona a quien le corresponde contestar es a la anhelante doncella de veinte años. Ella dirá que el amor es una pasión deliciosa de la que sólo pueden gozar plenamente las doncellas de su edad y, si el suyo fuera un amor no correspondido, negará que ese sentimiento exista en el otro sexo. Los niños no pueden amar, dirá ella, porque nunca experimentó tales sensaciones en la infancia. Las mujeres mayores no pueden amar, porque no son tan arrebatadas. Esta joven es capaz de hablar de los que no pueden amar y de los que no aman. Sin embargo, a pesar de que en su interior se agolpan un centenar de sentimientos y ocurrencias, no puede explicar lo que es el amor. Caso de que intentase describirlo, observarían ustedes que no supone más que la devoción por la compañía de un varón en particular. Si disfruta de esa compañía, sus sentidos se alborozan y el amor que siente se hace aún mayor; le horroriza que el hombre tenga que partir y dejará de lado todas las reglas que impone la vida en sociedad con tal de tenerlo a su vera. Cuando él se marcha, es como si se tratara de un adiós para siempre; los intervalos sin su presencia son una eternidad. Volverá, pero con eso no se aplacan los deseos de la joven. Si resulta ser un hombre agradable, si posee el don de saber complacerla, su mera compañía es parte inefable, aunque grata, de la tortura. En cambio, no acudir a una cita a la hora convenida es el colmo de la crueldad humana. Si ha hecho una promesa y la incumple, si la abandona, si cede su cortejo a otra dama, el amor, como cualquier otra bilis o jugo gástrico, se vuelve contra el propio cuerpo del que mana, lo perjudica y a veces acaba por destruirlo. Aun así, la doncella no sabe qué pueda ser el amor: ha anhelado la compañía de su amante y ha disfrutado de ella, pero esto sólo ha servido para echar más leña al fuego, pues por el momento no ha mitigado su pasión. Le ha recibido puntualmente, pero eso no la ha apaciguado. Ambos han estado juntos y se han separado. Ella ha suspirado por él, le ha dedicado su sonrisa, ha llorado su ausencia con la misma intensidad que ha gustado de su compañía. Pero, a pesar de ello, hay algo que no ha sido colmado. No sabe qué puede ser, lo llaman amor, y la muchacha, que aún se desconoce a sí misma, no alcanza encontrar su causa ni logra poner remedio a su enfermedad.
El hombre joven, como la mujer de su edad, por lo general ignora asimismo «qué es el amor». Su corazón se personifica en la figura de la amada y deviene el medio de su pasión. Mas se trata de una personificación errónea, como lo son todas, pues resulta de la ignorancia: se presenta bajo la apariencia