Los sueños de los niños
Por Angela Musso y Ornella Gadoni
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Los sueños de los niños - Angela Musso
Introducción
Los sueños de los niños de edades comprendidas entre los tres y los nueve años son simples y fáciles de interpretar. La principal dificultad radica en la posibilidad de conocer el contenido del sueño. Lo que ocurre durante el sueño de nuestros hijos sólo nos lo pueden explicar ellos, y no se puede comprobar directamente. Así pues, para saber qué han soñado tendremos que confiar en sus capacidades mnemónicas y de expresión verbal. Ahora bien, en la infancia, la fantasía y la imaginación se entremezclan fácilmente con la realidad, y entonces puede ocurrir que los sueños que un niño explique estén de algún modo relacionados con momentos fantasiosos vividos durante el día.
Para entender el mundo del niño hay que captar el significado del contenido de sus fantasías, sin que importe que sean atribuibles a la actividad onírica o a la vigilia. El juego adquiere valores importantes, porque también expresa las fantasías infantiles y puede proporcionar a los padres indicaciones útiles para estimular a sus hijos a contar los sueños. El psicoanálisis, la primera disciplina que reconoció la importancia de la interpretación de los sueños, con los niños interpreta el juego.
Ante los sueños de los niños no conviene adoptar un planteamiento escéptico o superficial. El niño debe darse cuenta de que lo que ha soñado no son tonterías carentes de sentido; es más, debe estar acompañado por el adulto en sus fantasías, entre los miedos de las pesadillas y el descubrimiento de los grandes sueños. Cuando ha tenido una pesadilla, puede ser muy grave decirle que es «sólo un sueño»: quizás, en primera instancia, esto pueda tranquilizar, pero sin duda alguna resta sustancia y validez a la experiencia vivida.
Este libro introduce temas específicos para la comprensión de los sueños de los niños que permitirán actuar de la manera más apropiada. Concretamente se destaca el significado de los objetos y de los símbolos representados en los sueños, a través de los cuales se puede extraer información útil para mejorar la comprensión de los contenidos del mundo interior de quien sueña.
Puede ocurrir que algunas situaciones relacionales de la realidad cotidiana no sean bien entendidas, y los sueños, si se les presta la debida atención, son un instrumento que puede ayudarnos a entenderlas. Acostumbrarse a hablar de los sueños con los hijos y animarles a contarlos es una manera de favorecer un crecimiento sano y de enseñarles a obtener lo mejor de cada situación y contexto, tanto en familia, como en la relación con sus compañeros en el colegio. Entender los sueños de los niños es una oportunidad importante de estar más cerca de las profundidades psíquicas y emotivas de sus procesos mentales y afectivos, que, de otro modo, estarían destinados a una relación de comunicación únicamente verbal y gestual.
La intención de los autores, padres de dos hijos y expertos en psicopedagogía y terapias psicológicas, es que este libro sea una guía para la comprensión de las relaciones afectivas que surgen de los sueños, fundamentales desde el punto de vista de la evolución. Este libro ha de servir para que los padres sepan que disponen de un instrumento fácil para entender los deseos y los miedos de sus hijos durante el crecimiento, y, a la vez, para proporcionar a los niños un método para crecer siendo conscientes de sus sentimientos, lo cual les facilita una mayor predisposición para entenderse y sentirse realizados.
Enseñar a los hijos a contar los sueños, explicándoles que son una elaboración espontánea y fisiológica de la mente y del cerebro, abre la vía de una profunda complicidad, de unión y de participación en un proceso de crecimiento más completo. Por un lado, los padres pueden intuir y entender mejor las dificultades y los conflictos que el niño experimenta en casa o en el colegio, y, por otro lado, los niños pueden recibir una ayuda adecuada y, al mismo tiempo, encontrar alivio a una situación opresiva con el mero hecho de contar el sueño, que se convierte en una manera de liberar el contenido emotivo que crea un malestar temporal.
Las tres partes del libro tienen el objetivo de sensibilizar a los padres para que no den respuestas que sirvan sólo para alejar malos pensamientos, lo que podría ser ineficaz o incluso perjudicial. En referencia a los sueños de los niños, conviene estimular la fantasía y la curiosidad: hay que invitarles a reflexionar sobre el sueño, a expresar lo que piensan al respecto, a explicar quiénes eran los personajes, en qué lugares transcurría el sueño y muchas más cosas, de modo que sea como construir una fábula personal que podría sacar a la luz muchos aspectos de la personalidad.
La primera parte del libro aborda los temas fundamentales de la fisiología del sueño y su manifestación neurológica y psicológica. Nunca nos cansaremos de insistir en la importancia de la formación de los padres en lo relativo a la investigación e interpretación del sueño.
La segunda parte se centra en el sueño de los niños, ilustrando las estrategias para favorecerlo y las alteraciones de las que puede ser objeto. El paso siguiente es la utilización de los sueños: la elaboración cognitiva, la representación psicodramática y el carácter terapéutico del cuento. Para ello se exponen brevemente los aspectos terapéuticos, psicoanalíticos o cognitivos en los que el sueño se utiliza como guía de orientación para la curación emocional y psicológica del niño. Se tratan los sueños de los niños y los métodos de relación entre los procesos mentales que se manifiestan en su evolución, y cómo el juego, la fantasía y el sueño siguen líneas que se entrelazan para ayudar al niño a definirse a sí mismo y a definir el mundo externo a través del cual está en continua relación existencial.
La tercera y última parte es un diccionario para la interpretación de los símbolos de los sueños, fácil de consultar y punto de partida para iniciar el proceso de interpretación y terapia a través de los sueños.
Primera parte
Los misterios de dormir y soñar
Anatomía de los sueños
Los sueños han fascinado siempre a los hombres, que se interrogan sobre su significado. En la Antigüedad y en las culturas primitivas se les atribuía la capacidad de prever el futuro y de entrar en el mundo de la magia. Hoy en día sabemos que la actividad onírica contiene mensajes que no son menos importantes: los del inconsciente, demasiadas veces silenciado durante la vigilia por lo que llamamos racionalidad.
Actualmente sabemos que la actividad de los sueños es neurofisiológica y que estos desempeñan funciones importantes relativas a la formación y las modificaciones de las actividades psíquicas, comportamentales y relacionales.
Un poco de historia
Ya en el siglo ix a. de C., Homero diferenciaba dos grupos de sueños: un primer grupo de sueños sin importancia, y un segundo grupo de sueños que anunciaban la verdad.
Para Platón (428/427-347 a. de C.) los sueños eran la fuerza adivinatoria del alma. Digno de atención, desde un punto de vista simbólico de los aspectos del imaginario onírico, es el «mito de la caverna»:[1] interpretando las imágenes en la pared de la caverna se puede aprender la importancia de los sueños, cuya función es enseñar a los hombres a ver el mundo de las ideas (quien sueña recibe su fuerza).
Platón fue el primero que afirmó que los sueños son las explicaciones de fuertes deseos pulsionales, lo cual es una anticipación milenaria del pensamiento freudiano («Sin el arrepentimiento, incluso las personas más religiosas podrían convertirse en sueños en criminales capaces de las acciones más vergonzosas, especialmente en el campo sexual» República, IX, 1).
Entender el significado verdadero de los enigmáticos símbolos oníricos fue el empeño de muchos autores de libros de sueños, el primero de los cuales fue Antífones, filósofo contemporáneo de Sócrates, nacido a finales del año 400 a. de C.
En cuanto a riqueza de contenido, todavía no ha sido superado El libro de los sueños, una magnífica obra griega de cinco volúmenes de Artemidoro de Daldi (200 d. de C.), que apoyó su tesis con ejemplos tomados de todos los aspectos de la vida —recopilados en sus numerosos viajes a través de Grecia y de Oriente Próximo— y afirmó que los sueños componen símbolos con densos significados. Su trabajo principal fue sistematizar los símbolos oníricos. Esta recopilación de datos, sueños e intentos de interpretación y clasificación ofrece un panorama realmente sorprendente, fascinante por el periodo histórico en el que vivió el autor, quien, entre otras cosas, exhortaba al lector a desconfiar de quienes por lucro y provecho interpretaban sueños. En este sentido, Artemidoro anticipó en 17 siglos el camino científico de Freud.
Las teorías del sueño indagan sobre las causas del sueño, sus formas particulares y su relación con las otras funciones psíquicas. En las culturas griega y hebraica, los sueños se consideraban mensajes de advertencia enviados por un dios, y por esta razón, una vez entendido su significado simbólico, podían ser utilizados para la predicción. Durante el Imperio romano se difundieron libros sobre sueños que proponían sus interpretaciones. Los griegos, para vivir mejor y afrontar las adversidades de la vida, pedían ayuda a las divinidades —en particular a Hipnos y Oneiros, dioses del sueño (de soñar y de dormir, respectivamente)— por medio del rito adivinatorio de la incubación, heredado de la tradición romana. El rito tenía por objetivo la curación de la enfermedad de pacientes sometidos a un determinado procedimiento mágico, religioso y terapéutico (los pacientes que entraban en el templo eran incubados, es decir, adormecidos, puesto que era una condición necesaria para entrar en contacto con la divinidad curadora). El fin era que el dios mismo se apareciera, curara el mal o indicara la terapia. Algunos templos dedicados a Esculapio, dios de la medicina, acogían a pacientes que llegaban en peregrinación para recibir el sueño terapéutico. Paralelamente, hoy en día se acude al sacerdote para una bendición o un exorcismo, al mago o al brujo —y, por qué no, al psicólogo— para liberarse de las angustias y de los conflictos de la personalidad.
En un sentido muy general, el sueño calificado de premonitorio o profético no existe. En cambio, sí existe la posibilidad, en estado de vigilia o de sueño, de percibir acontecimientos futuros y de traducirlos, codificándolos simbólicamente en la trama del sueño. Durante el sueño, el tiempo ordinario parece revuelto, hasta el punto de que las imágenes oníricas se ordenan, se asocian analógica y libremente, y a menudo se funden unas con otras, con el resultado de una aparente confusión con respecto al significado del sueño mismo. El trabajo de interpretar consiste en desembrollar las imágenes oníricas, colocándolas en una perspectiva adecuada y dando un sentido a lo que aparentemente no lo tiene, hasta descubrir el significado profundo del sueño, que la mayor parte de las veces está relacionado con experiencias afectivas.
Pero volvamos a la historia. En 1900, el vienés Sigmund Freud (1856-1939) publica La interpretación de los sueños, que trata sobre los fantasmas que pueblan nuestras noches. Para Freud los sueños constituyen la vía regia que conduce al conocimiento del inconsciente, ya que son la parte de la vida psíquica normal y neurótica que refleja sus contenidos y sus procesos de forma más clara. El contenido manifiesto del sueño, es decir, la secuencia de imágenes que la persona que sueña percibe e intenta narrar, es una transformación sistemáticamente distorsionada del contenido latente, que consiste en aquellos impulsos, miedos, deseos e ideas que han provocado el sueño, como restos irresolutos de la actividad psíquica del día, y que están expresados por el sueño mismo.
La observación de los sueños de los pacientes realizada por Carl Gustav Jung (1875-1961) aporta una interpretación más amplia, que completa la visión freudiana. En efecto Jung descubre que los sueños no tienen una función meramente compensatoria, sino también una visión de perspectiva para la conciencia, en el sentido de que las imágenes oníricas a menudo anticipan una serie de acciones conscientes, como si en cierta manera fueran un ejercicio preparatorio o un proyecto ideado anticipadamente, premisa indispensable para su ejecución. Jung amplía la concepción misma del inconsciente, convirtiéndolo no sólo en el lugar de lo sobrante y reprimido, como pretendía Freud, sino también, y sobre todo, en el lugar en donde ocurren los sortilegios, el espacio de un imaginario rico en perspectivas y en creatividad para el yo. El sueño, pues, expresaría un proyecto, más o menos explícito, para identificar cada vez mejor el yo de la persona que sueña en el orden de sus propias capacidades como soñador.
Algunas veces, el contenido manifiesto del sueño puede mostrarse de un modo tan explícito y evidente que supera el aspecto psicológico de indagación de la personalidad y se presenta como una verdadera premonición, anticipando claramente hechos y experiencias destinados a producirse en la realidad.
Por otra parte, todavía está muy difundido el convencimiento genérico de que los sueños son un camino que lleva a poderes sobrenaturales. En la Europa occidental, la concepción de que los sueños reflejan la vida psíquica individual, especialmente los miedos, está muy arraigada desde la época de Shakespeare (Macbeth).
La tesis específica según la cual los sueños están compuestos de un lenguaje particular que traduce un deseo fue formulada por René Descartes (1596-1650), al afirmar que el sueño transmite una orden divina.
En la segunda mitad del siglo xviii, Lichtenberg recomendaba, en un estilo muy próximo a Jung, que se prestara atención a los sueños en calidad de toma de conciencia individual.
Tanto las teorías de Freud como las de Jung fueron elaboradas, perfeccionadas y enriquecidas por los posteriores descubrimientos en el campo de la psicología y de las ciencias neuronales. Gracias a tecnologías que permiten visualizar la actividad del cerebro durante el sueño, hoy en día sabemos, por ejemplo, qué sucede en nuestro sistema nervioso durante la actividad onírica. De todos modos, los sueños siguen siendo todavía un terreno fascinante envuelto en el misterio, y actualmente son ya muchos los estudiosos e investigadores que, en los ámbitos de la psicología, la antropología y las modernas ciencias neuronales, están especializados en el sueño y los sueños.
La fase Rem
Rem significa rapid eye mouvements, es decir, «movimientos oculares rápidos» que la persona realiza mientras sueña. Hasta los años setenta del siglo xx, se realizaba una distinción entre sueño y sueño paradójico, en el transcurso del cual los músculos están muy relajados, pero la actividad eléctrica es intensa. Este es el momento en que se sueña (la «paradoja» consiste en el hecho de que la persona que sueña se encuentra en un estado de relajación muscular, pero al mismo tiempo realiza una intensa actividad eléctrica cerebral, parecida a la del estado de vigilia). Posteriormente el sueño paradójico se definió como «sueño Rem», porque se caracterizaba por movimientos rápidos de los ojos.
Observando a una persona que está soñando, se puede apreciar que mueve los globos oculares rápidamente debajo de los párpados. Y si despertamos a la persona durante esta fase, generalmente afirma que estaba soñando. Los movimientos oculares rápidos se observan en la mayor parte de los mamíferos. Se deben al hecho de que el núcleo del nervio motor ocular está situado muy cerca de los centros nerviosos que inician la actividad del sueño Rem, en una parte del tronco cerebral llamada puente. Algunos autores sostienen que estos movimientos oculares están producidos casualmente por esta proximidad, mientras que otros piensan que tienen una razón de ser precisa: cuando los globos oculares se mueven debajo de los párpados, la retina puede registrar las variaciones de la luz que se filtra a través de los párpados, mientras que el cerebro no reacciona a la luz cuando se encuentra en la fase no-Rem. Los movimientos oculares rápidos serían, pues, un mecanismo para informar al cerebro de que la noche ha acabado y está empezando el día.
¿QUÉ SUCEDE EN EL CEREBRO MIENTRAS SE SUEÑA?
Contrariamente a lo que podríamos creer, la fase Rem corresponde a una intensa actividad cerebral. El cerebro, en lugar de «descansar», se halla en un estado de gran actividad. Utilizando técnicas que permiten visualizar la actividad cerebral, como la Pet (tomografía por emisión de positrones), se ha descubierto que durante el sueño las áreas cerebrales que participan en este fenómeno consumen más azúcares.
La actividad es particularmente intensa en el puente (parte del tronco cerebral, en la base del cerebro), en el hipotálamo (donde se encuentran los centros que regulan el sueño y la vigilia durante las 24 horas) y en algunas áreas de la corteza del hemisferio derecho, que, también durante la vigilia, rige las funciones de visualización de las imágenes y de memoria de tipo autobiográfico.
El sueño Rem depende, entre otras cosas, de la activación de los centros del puente, compuestos por células que, para comunicarse entre sí, utilizan una molécula llamada noradrenalina. En efecto, los fármacos que interfieren en el metabolismo de la noradrenalina (por ejemplo, algunos antidepresivos) generalmente reducen el porcentaje de sueño Rem a lo largo de la noche.
La actividad Rem: dos teorías opuestas
En el Instituto Nacional de Psicobiología del CNR de Roma, el profesor Alberto Oliverio estudia el sueño intentando descubrir sus utilidades y funciones propias. Oliverio afirma que el sueño, o mejor dicho la actividad Rem, tiene la función de «lubrificar» los circuitos nerviosos cuando disminuye el nivel de estímulos provenientes del cerebro o de los sentidos. La actividad Rem, por tanto, consolida los circuitos que tienen un papel importante para varias funciones, siendo la principal de ellas la memoria.
Otros psicobiólogos, entre los que figura el premio Nobel Francis Crick, consideran que la actividad Rem equivale a una «poda» de las sinapsis (estructuras que unen las células nerviosas) en exceso, con el consiguiente refuerzo de las que tienen una función importante y la eliminación de las superfluas. Las sinapsis se forman en pocos minutos, y esta actividad debe ser contenida para que sobrevivan solamente las estructuras realmente útiles.
Ambas teorías tienen un punto en común: la actividad Rem hace que el cerebro no descanse nunca y que en él se generen estímulos que recorren y consolidan los circuitos activados durante la vigilia.
Cuándo y cómo se sueña
LOS MOMENTOS DEL SUEÑO EN LOS QUE SE SUEÑA
¿Cuáles son los momentos del sueño en los que se sueña? El sueño está ligado predominantemente a la fase Rem: a lo largo de una noche se produce una media de cuatro o cinco ciclos de sueño Rem, que tienen una duración total de 90-120 minutos. Consiguientemente, en el transcurso de una noche, un individuo sueña poco más de una hora y media, aunque hay diferencias notables entre individuos y entre cada noche.
La actividad onírica tiene un funcionamiento típico: la persona empieza a soñar cuando se duerme y tiene el último sueño cuando se despierta. Entre el