De cómo los animales viven y mueren
Por Javier Ruiz
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Muchos de nuestros actos cotidianos, como comer, vestirnos o divertirnos, los hacemos por inercia, porque "siempre se ha hecho así" o, simplemente, porque es más cómodo vivir con los ojos cerrados, pero tener información —saber cómo funcionan las cosas— puede cambiar nuestra vida y la de muchos otros animales.
En este libro, Javier Ruiz aporta una buena dosis de información para abordar un tema que a menudo se ha tratado de forma demasiado trivial y propone una reflexión, equilibrada y cargada de un responsable sentido ético, para analizar nuestra relación con el resto de animales y las consecuencias que nuestros actos tienen sobre ellos, sobre el planeta y sobre nosotros mismos.
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5En unos tiempos en los que la conciencia animalista avanza logrando progresos y, paradójicamente, al mismo tiempo se llegan a unas cotas de consumo y sufrimiento que sobrepasan con creces el absurdo, el libro de Javier Ruiz es un necesario texto en el que se estructuran las diferentes formas de uso y abuso de los animales no humanos por parte de nuestro sistema, un sistema que, como el propio autor comenta, nos hace esclavos al mostrarnos una realidad que no es real, sino una máscara que impide ver las entrañas (nunca mejor dicho) de un modelo cruel e insostenible.
Su lectura amena (es un decir) y la exposición clara busca, sobre todo, informar a quien lea de esa mentira en la que vivimos con el fin de lograr un mundo mejor y más justo.A 1 persona le pareció útil
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De cómo los animales viven y mueren - Javier Ruiz
¡Hakuna matata! La vida de los animales en el planeta no puede considerarse «de película», o al menos no una apta para todos los públicos. Cada año, sesenta mil millones de animales terrestres y un billón (con «b» de barbaridad) de animales marinos son exterminados por el hombre para convertirse en comida o en ropa, o como una forma de diversión.
Muchos de nuestros actos cotidianos, como comer, vestirnos o divertirnos, los hacemos por inercia, porque «siempre se ha hecho así» o, simplemente, porque es más cómodo vivir con los ojos cerrados, pero tener información —saber cómo funcionan las cosas— puede cambiar nuestra vida y la de muchos otros animales.
En este libro, Javier Ruiz aporta una buena dosis de información para abordar un tema que a menudo se ha tratado de forma demasiado trivial y propone una reflexión, equilibrada y cargada de un responsable sentido ético, para analizar nuestra relación con el resto de animales y las consecuencias que nuestros actos tienen sobre ellos, sobre el planeta y sobre nosotros mismos.
logo-diversaed.jpgDe cómo los animales viven y mueren
Javier Ruiz
www.diversaediciones.com
De cómo los animales viven y mueren
© 2016, Javier Ruiz
© 2016, Diversa Ediciones
EDIPRO, S.C.P.
Carretera de Rocafort 113
43427 Conesa
diversa@diversaediciones.com
ISBN edición ebook: 978-84-946081-1-7
ISBN edición papel: 978-84-946081-0-0
Primera edición: octubre de 2016
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: © Esteban Sanchez / Shutterstock
Todos los derechos reservados.
www.diversaediciones.com
Índice
Prólogo
Más allá de las rutas establecidas
Un cambio de modelo cognitivo y emocional
Agradecimientos
Introducción
1. Un poco de historia: ¿qué fuimos?, ¿qué somos?
Sobre el progreso
Neolítico
Del medievo a la posmodernidad
2. Sobre el modelo de consumo en la posmodernidad
Eres un esclavo
Parecidos razonables
Los animales matan animales, así es la vida
Zombis muertos de hambre
En la cuerda floja
El ciclo de la carne, la ropa y el lujo
3. El consumo de carne en el mundo
Criando muertes
Casas de matanza
Origen y destino: de la granja a la mesa
Gallinas sin gallo
Cerdos sin barro; cerdos sin vida
Tengo una vaca lechera
El rapto del cómplice
Bruce Lee y la imposibilidad del medio plazo
Del estómago al cerebro
La incorporación de un modelo ético al sistema
4. Nos miran con ojos de besugo
De lo verdaderamente jodido hasta lo que deberíamos replantear ya
No nos caen demasiado bien… o la importancia de la empatía
Casos de gravedad: aleta de tiburón y otros ejemplos de idiotez innecesaria
Olas de cambio
5. Eres lo que comes
Aviso central
6. Vísteme despacio
¡Soy el animal de moda!
Una piel por vida
Todo por el pelo
Por un puñado de plumas
El zoo y el circo como arquetipos sociales: la libertad robada
Origen y sentido, si lo hubo
Tenía buenas intenciones…
Causas y consecuencias
Comprender las consecuencias
Las dos caras de la moneda: el circo y los espectáculos con animales
Los centros de recuperación
Conejillos de indias o cabezas de turco
Vida de perros
Sobre las protectoras y las perreras
Cambiar el sistema
El mundo es tuyo
7. Seguro que te olvidas de un animal
El pan robado
El esclavo invisible
Yo soy aquel negrito…
El modelo de sobriedad de Mujica
¿Eres feliz?
8. ¡Hakuna Matata! La filosofía del vive y deja vivir
Caza de control vs. caza furtiva
El egoísmo de la necesidad
El ciclo de la vida
Recetas para vegetarianos
9. Epílogo. Soy porque nosotros somos
Bibliografía
El autor
A Laura, quien siempre me ha apoyado.
A mi perro Caos, por hacerme escribir.
Llegará un día en que los hombres conocerán el alma
de las bestias y entonces matar a un animal
será un crimen igualmente punible
que matar a un ser humano.
Ese día, la civilización habrá avanzado.
Leonardo da Vinci (1452-1519)
Prólogo
Más allá de las rutas establecidas
La vida puede transcurrir como un sueño, podemos pasar por ella dormidos, confortablemente abrigados en un lecho mullido o tiritando en un incómodo camastro, pero igualmente incapaces de despertar. Muy pocos entre nosotros nacen y crecen del todo despiertos. Siendo sincera, dudo que haya alguno. La mayoría de los que logramos abrir los ojos lo vamos haciendo según pasan los años, solo a ratos, a veces malinterpretando lo que vemos, permitiéndonos soñar de nuevo de vez en cuando para seguir cuerdos, o al menos cómodos.
Mirar el mundo que hemos creado frente a frente, sin parpadear, sin volver la cabeza, es muy duro, muy doloroso. También muy necesario. Una vez has despertado, aunque sea solo un poco, aquel sueño que te envolvía se te antoja deseable pero inconcebible. No hay vuelta atrás.
¿Cómo despertar? Con vivencias y reflexiones propias, pero también ajenas. El libro de Javier Ruiz, De cómo los animales viven y mueren, es una de esas herramientas que nos pueden ayudar a ver sin filtros, por nosotros mismos, a preguntarnos como poco qué hay más allá de las rutas establecidas.
Terry Pratchett, un autor infravalorado con demasiada frecuencia por su elevada producción, por moverse en el terreno de la fantasía y por hacer del humor su bandera, habla en su obra de la gente que tiene segundos, incluso terceros pensamientos. Gente que se vigila a sí misma, que se aparta de los caminos trillados y elige la sabiduría y la bondad, aunque eso implique soledad y explicaciones.
La obra de Javier Ruiz es la materialización de esos segundos y terceros pensamientos para todo aquel que se preste a recorrerla dispuesto a replantearse lo que siempre había creído lo normal, lo correcto, lo que hay que hacer.
Probablemente una de las mayores virtudes de este ensayo de Javier Ruiz es que no pretende que veamos lo que él ve, no busca conversos, asume que el lector discrepará con lo que en él se expone, no compartirá muchas de sus conclusiones. Se intuye a Ruiz más que dispuesto a debatir de forma constructiva ante un café. Lo que busca el autor es que pensemos por nosotros mismos, que nos hagamos preguntas y deseemos encontrar las respuestas, que tengamos el valor de actuar como nuestro corazón nos dicte aunque eso suponga ir a contracorriente.
Reflexión y ética. Aristóteles y Mújica. Filosofía y datos. Observación y empatía. Mataderos y campos de exterminio. Industria y antropología. Sensibilidad y justicia. Más lógica que emoción. Cerdos, gallinas, meros, perros, vacas, caballos y seres humanos.
Todo eso a lo largo de doscientas páginas que transcurren raudas, tanto que es fácil pasar por alto detalles importantes si se lee con descuido. Doscientas páginas que repasan lo que es el hombre, en qué se ha convertido y en qué está convirtiendo a los animales y a otros hombres que no son como él.
Pasen y vean.
Pasen y despierten si es que no lo han hecho ya.
Melisa Tuya
Escritora y periodista
Un cambio de modelo cognitivo y emocional
No cabe duda de que el mundo en el que vivimos no es el mismo en el que vivían nuestros padres, nuestros abuelos y mucho menos nuestros ancestros hace 10 000, 25 000 o 180 000 años. Los «sapiens» hemos evolucionado a un ritmo trepidante que nos ha hecho comportarnos como verdaderas «bestias» durante la segunda mitad del siglo XX. Nuestro modelo económico de capitalismo salvaje se ha llevado por delante miles de vidas —humanas y no humanas— y ha propiciado que nuestro planeta se mueva en la cuerda floja, una dinámica de la que parece difícil escapar. Nuestro estilo de vida ha provocado, en consecuencia, que millones de animales hayan tenido una muerte poco justificada. Estemos o no de acuerdo, sigamos o no una dieta vegetariana o un estilo de vida vegano, no cabe duda de que nos encontramos ante un modelo cultural donde el abuso y el maltrato animal están desgraciadamente a la orden del día.
Cada cual debe tener la libertad de decidir y de posicionarse con aquellas ideas y planteamientos que le resulten más cómodos. No se trata de todo o nada, de negro o blanco. Ni mucho menos se trata de imponer y mantener posiciones fundamentalistas. Sin duda, el libro que tienes en tus manos parte de esas premisas y plantea interesantes cuestiones y reflexiones que van más allá de un simple carnismo vs. veganismo. Si realmente apostamos por la viabilidad de este planeta —y de todos aquellos que vivimos en él—, debemos propiciar un cambio de sistema que pasa por un cambio cultural y que evidentemente se sustenta en un nuevo sistema educativo. Si actuáramos de otra manera tan solo conseguiríamos alargar la agonía de todos aquellos que sufren y mueren dentro de este sistema. «Ante problemas radicales, soluciones radicales», pero aquí la solución radical debe fundamentarse en primer lugar en un conocimiento de las bases de este problema.
Más allá de lo que pueda parecer, las «soluciones radicales» pueden ser radicalmente simples y al alcance de todos. Podemos reducir el consumo de carne y de otros productos de origen animal —o su eliminación total para aquellos que éticamente así lo consideren—, exigir unos estándares máximos de bienestar animal para aquellos animales que se encuentren en núcleos zoológicos —o simplemente no visitar dichos núcleos zoológicos—, adoptar animales domésticos y no comprarlos —o cuanto menos plantearse para qué queremos realmente un animal en casa y si le podemos garantizar una calidad de vida adecuada a sus necesidades biológicas y psicológicas—… Otras acciones dedicadas a minimizar nuestra huella ecológica en este planeta no estarían de más. De hecho, deberían acompañarnos en nuestro día a día, como podrían ser: reducir el consumo de energía, reducir la ingesta de productos vegetales no sostenibles con el medio ambiente ni con la conservación de las especies —el aceite de palma es quizá uno de los mejores ejemplos—, procurar consumir productos de proximidad, locales y socialmente justos, o un uso sostenible de la tecnología —teléfonos móviles y ordenadores entre otros— que permita minimizar el impacto que tiene la extracción de minerales extraños como el coltán sobre el medio ambiente y las poblaciones humanas y animales de esos países.
A mi parecer no se trata tan solo de dejar de comer carne o de vestir pieles animales si tras eso nuestra falta de coherencia nos lleva a comprar productos procesados que contienen palma, consumir tecnología de una manera insostenible o convertir nuestro hogar en un pseudozoológico donde los animales tienen la imposibilidad de vivir de una manera feliz y completa.
Si tal como se nos ha vendido eternamente somos quizá una de las especies animales más inteligentes que han poblado este planeta, ¿cómo puede ser que estemos destruyendo, abusando y maltratando de manera indiscriminada a aquellos con los que convivimos y el lugar donde vivimos? Ese cambio de modelo del que tantos hablamos debe pasar a su vez por un cambio de modelo cognitivo y emocional en «sapiens». Debemos conocer y emocionarnos, debemos ser capaces de sentir y vivir el dolor de aquellos que nos rodean. Debemos conseguir que un nuevo latido en nuestro corazón nos lleve no solo a pensar sino a actuar de una nueva manera. Las líneas en las vas a sumergirte a continuación te ayudarán. ¿Te atreves?
Dr. Miquel Llorente Espino
Director del Institut de Recerca i Estudis en Primatologia
y Responsable de Investigación en Fundació Mona.
Presidente de la Asociación Primatológica Española.
Agradecimientos
Este libro no hubiera sido posible o, por lo menos, no hubiera sido tan completo ni bibliográficamente correcto sin el apoyo de cinco personas que me han ayudado desinteresadamente a contrastar toda la información que aquí se refleja y a lanzar tantas miradas críticas como fueran necesarias a cada una de las líneas de los nueve capítulos que lo componen.
Por todo ello, agradezco la inestimable —pero muy estimada— ayuda de David Garcia i Rubert, doctor en Historia, especialidad Arqueología, de la Universidad de Barcelona (UB), y de Jordi Nadal Lorenzo, doctor en Prehistoria, Historia Antigua y Arqueología, de la misma universidad, quienes no solo me facilitaron toda la información documentada que pudieron encontrar y más, sino que también dedicaron parte de su valioso tiempo en asesorarme en este pequeño proyecto que me empeñé en tirar adelante.
También a Laura Palau Nadal, a quien he mareado incontables horas frente al ordenador y en los lugares más inimaginables posibles para que me ayudase a rellenar todos los huecos que esta obra tenía, que no eran pocos, y quien vive con el hándicap de ser mi persona favorita, mi mejor amiga y mi mujer.
Por último, a todos los lectores de Doblando tentáculos, mi blog personal, donde de algún modo todo esto empezó, y gracias al que tuve la gran suerte de conocer a Carlos Gutiérrez Tutor y Olga Canals Anglès, quienes han hecho posible la edición de este libro.
Introducción
No tienes por qué hacerlo. No tienes por qué creerte mejor que los demás por comer cerdo y no perro. O por vestir prendas sintéticas mientras engulles una tostada con foie gras. No se trata de eso; no tiene relación con si eres omnívoro, carnívoro, vegetariano o vegano; no tiene relación con si vistes cuero o si jamás se te ha pasado por la cabeza. No es cuestión de comercio justo, o neocolonialismo; ni tan siquiera de sentimientos, o espíritu, o alma.
Se trata de saber. Saber que en algunas fábricas de Rumanía despluman vivos a los patos; que el foie es producto de una enfermedad (cirrosis) que se provoca intencionadamente a las ocas; que comes carne criada en cautividad, de vaca, de ternera, de cerdo, que jamás vio la luz del sol, que ha sido sobrehormonada y trágicamente muerta de un modo total y completamente antinatural e inhumano.
Durante años he escrito historias; algunas eran mera ficción, otras eran experiencias volcadas en un papel. La víspera del Día de Reyes del año 2015 murió Caos. Y el día 8 de ese mismo mes, El Huffington Post, El País y centenares de blogs conocían nuestra historia con aquel perro que encontramos en una carretera tocando la medianoche.
Horas más tarde, cuando vi cómo mis palabras habían llegado a más de un millón de personas, no podía creérmelo. Sabía desde el principio que era un tema delicado; un sentimiento al que había dado forma en palabras, y a través del que muchas personas podían identificarse. No importaba si era Caos, Coco, Nuka, Dana, Piula o cualquier otro perro; Caos se había escapado, pero nos había hecho un último regalo: la universalidad de su historia.
Días después, quizá me contagié un poco de esa tenacidad que mi perro ofrecía paso tras paso. Reduje mi carga de trabajo y empecé a escribir. Entonces, me planteé: «Quizá no solo es cuestión de hacer o no hacer en lo que respecta al maltrato animal, o a nuestro modo de vida, o a nuestras formas de consumo; se trata de conocer qué hay detrás de esa granja, de esa fábrica de piel e incluso de aquella multinacional de la telefonía».
Nos han dicho tantas veces que no es posible que hemos terminado por creerlo. Yo también lo hice; después, vi como un perro moribundo volaba. Y ahora no puedo evitar querer cambiar el mundo, igual que él lo hizo: lento, muy lento, pero firme.
1
Un poco de historia: ¿qué fuimos?, ¿qué somos?
El hombre es el único animal que tropieza
dos veces en la misma piedra.
Proverbio español
El hombre razonable se adapta al mundo;
el irrazonable intenta adaptar el mundo a sí mismo.
Así pues, el progreso depende del hombre irrazonable.
George Bernard Shaw (1856-1950)
Sobre el progreso
Somos animales, pero se nos ha olvidado. Somos animales con inteligencia y conciencia de muerte, pero eso no nos hace demasiado diferentes de los perros, de los cerdos, de los tigres o de los jabalíes.
Cuando empecé a preparar este capítulo, anoté al margen de varios folios lo que necesitaba: información sobre sociedades nómadas en el Paleolítico, vida en Çatalhöyük, culturas neolíticas, grandes civilizaciones, medievo, revolución industrial…, y así, hasta la edad presente.
Rápidamente me sorprendió ver cómo, según nuestra historiografía, todas las culturas que se sucedían, salvo contadas excepciones, se habían considerado a sí mismas aquellas más evolucionadas sobre la faz de la Tierra1.
Sin embargo, este evolucionismo social no puede circunscribirse, únicamente, a aspectos concretos de cuatro de las principales culturas de la historia (fenicios, griegos, romanos y judeocristianos), sino que deberíamos imaginar sus aportaciones como algunas de las ramas de un gran árbol cuyos nuevos brotes, a menudo, son tan importantes como el resto de sus tallos, pero donde la perspectiva desde la que los miramos tiene un papel fundamental.
Así, siguiendo esa hipótesis, jamás el progreso había alcanzado este extremo —hoy la ciencia es prueba de un gran número de mejoras académicas, científicas y técnicas— y, por el contrario, nunca antes en la historia de la humanidad se cometió un número tan elevado de masacres ni se había afectado a un nivel remotamente similar la vida