Democracia
Por Charles Tilly
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Democracia - Charles Tilly
Akal / Universitaria/ Serie Política / 306
Charles Tilly
Democracia
Traducción de: Raimundo Viejo Viñas
Prólogo de: Ramón Máiz
Diseño de portada
RAG
Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.
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Título original
Democrazy
© Charles Tilly, 2007
Publicado originalmente por Cambridge University Press, 2007
© Ediciones Akal, S. A., 2010
para lengua española
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-3987-7
Para Sid Tarrow, demócrata intelectual
Prólogo
Los procesos de democratización en la obra de Charles Tilly
Ramón Máiz
Democracy (Tilly, 2007) constituye, sin duda, conjuntamente con Contentious Performances (Tilly, 2008), una de las obras mayores del último Tilly, escrita en los años en que finalmente convergen sus dos grandes líneas de investigación: 1) el estudio de los grandes procesos del capitalismo y la construcción de los Estados, y 2) el análisis de los repertorios de movilización popular. Líneas que, tras el abandono del estructuralismo inicial, habían discurrido en ajenidad la una de la otra durante varias décadas (Tarrow, 2008). En efecto, Democracia incorpora y desarrolla aportaciones anteriores del autor: 1) la historia comparada de los regímenes europeos, que había mostrado la estrecha interdependencia entre los procesos de democratización y las movilizaciones populares, objetivo principal de Contention and Democracy in Europe, 1650-2000 (Tilly, 2004); 2) las múltiples conexiones y variaciones entre las redes impersonales de confianza y los regímenes políticos, exploradas en Trust and Rule (Tilly, 2005); y 3) la dilatada y sustantiva reflexión sobre cuestiones de método y explicación que, presente desde un primer momento en su trayectoria (Máiz, 2010), se refuerza desde principios de los noventa y será, por último, compendiada en Explaining Social Processes (Tilly, 2008b).
Así, resultado de toda una vida de ímprobo esfuerzo, la obra de Tilly que el lector tiene en sus manos requiere una adecuada contextualización en su complejo itinerario intelectual, que permita atender tanto a las continuidades como a las discontinuidades con sus trabajos previos más conocidos que en ella se producen.
1. Los orígenes estructuralistas
El trayecto investigador de Tilly se inaugura en una perspectiva estructuralista, heredada de su maestro Barrington Moore. Sus primeros trabajos, que culminarían en una de sus, sin duda alguna, obras maestras –The Vendée (Tilly, 1964)– le descubrieron tanto la, en sus propias palabras, «inutilidad» del método positivista abocado a la febril procura de leyes de cobertura, cuanto las insalvables limitaciones de considerar como explicación las meras correlaciones entre variables. De ahí su explícito objetivo inicial: superar el generalizado descuido de los procesos de transformación y la excesiva simplificación de la complejidad social. El análisis histórico de la movilización popular contra la Revolución francesa le urgió, por una parte, a constatar que «la historia importa a la ciencia social porque importa a los propios procesos sociales», y que los «sociólogos se han alienado ellos mismos de una rica herencia al olvidarse de lo más obvio: que toda historia es acción social pasada, que todos los archivos rebosan noticias de cómo los seres humanos solían actuar y como actúan aun ahora» (Tilly, 1964, p. 342). Esta convicción se mantendrá en Tilly hasta el final, como repetirá muchos años mas tarde en Explaining Social Processes: «La buena sociología siempre se toma la historia en serio» (Tilly, 2008, p. 133). Por otra parte, el estudio de la Révolution le suscitó una vocación, que ya nunca lo abandonaría, por vérselas con la complejidad multicausal y las dinámicas de los procesos de cambio social y político.
Ahora bien, la narrativa histórica de la contrarrevolución de Tilly en los sesenta es ya una narrativa sociológica, dotada de una armazón teórica que trata de «situar la Vendée en perspectiva sociológica» desbordando ampliamente el ámbito de la historia positivista. De hecho, aquí encontramos lo que para muchos constituiría en aquellos años una contradictio in terminis; a saber: una «historia estructural», inaugurando de este modo lo que sería el núcleo irrenunciable del resto de su trayectoria de investigador, el análisis de la relación entre los factores estructurales y la acción colectiva. Sin embargo, a la altura de 1964, la noción de estructura posee para él un sentido bien definido y concreto: «Deliberadamente moldeé mi libro como un análisis de la estructura de la comunidad, de la urbanización y de los procesos políticos conexos», dirá en réplica a sus críticos en el prefacio de 1976 (Tilly 1976, p. x).
Debemos notar que no sólo se trata de una perspectiva estructural sino –y pese a que, como suele suceder con Tilly– la riqueza analítica y empírica del libro aporta muchas otras cosas, de una explicación monocausal centrada en los índices de urbanización. Resulta de interés comparar esta primera cadena causal de las revoluciones en Tilly: estructural-urbana (urbanización-estructura social-movilización), con la de Skocpol: estructural-estatal (presión internacional exigiendo Estados avanzados –reacción de grupos y elites al proceso de estatalización–, estructuras organizativas con capacidad de movilización) (Skocpol, 1969; Mahoney y Rueschemeyer, 2003). En estos momentos iniciales, para Tilly aspectos fundamentales como el más amplio desarrollo capitalista en sus diferentes dimensiones (procesos como proletarización del campesinado, por poner un solo ejemplo) o la centralización del Estado (y la erosión de los poderes locales, por citar un solo foco de tensión), son problemas que The Vendée, como reconocerá él mismo años más tarde: «touches, but only touches» (Tilly, 1976, p. xiii). Abordar estos temas mayores constituiría el paso siguiente de la investigación de nuestro autor.
2. Desarrollo capitalista y construcción de los Estados
En los años setenta tiene lugar un desplazamiento importante en la obra de Tilly, y el interés por los procesos de urbanización deja paso a una óptica mucho más ambiciosa: la eficacia causal de dos procesos de amplio aliento –la expansión del capitalismo y la construcción de los Estados– sobre la movilización política. La intención es postular una alternativa explicativa en toda regla a los modelos de la «privación relativa» de T. R. Gurr, quien, en su clásico Why Men Rebel, daba cuenta de la protesta como resultado de la suma de dos factores: explotación/dominación («grievances») y frustración de expectativas (Gurr, 1970; Skocpol, 1979, p. 31; Mahoney y Rueschemeyer, 2003, pp. 45, 17). Se inaugura así la época de The Rebellious Century (1972), obra colectiva escrita conjuntamente con Louise y Richard Tilly; Strikes in France (1974) escrita con E. Shorter y, sobre todo, From Mobilization to Revolution (1978). Las aportaciones de esta fase de su programa de investigación podemos sintetizarlas –como una crítica sistemática de «un análisis dramatúrgico de acontecimientos particulares» según la secuencia «escenario, jugadores, impulsos, acción»– en sus propias palabras años más tarde en Roads from past to future:
a) Las teorías disponibles que tratan la protesta, el conflicto, la violencia y la revolución como respuestas directas a las presiones del cambio estructural son erróneas; b) los potentes efectos del cambio a gran escala sobre el conflicto afectan a toda la estructura de poder, en especial a través de la articulación de medios y recursos organizativos disponibles para los diferentes actores; c) ciertos tipos de crisis de corto plazo pueden promover el conflicto o aún la revolución (Tilly, 1997, p. 113) (cursivas, R. M).
En efecto, en The Rebellious Century asistimos a un distanciamiento importante del previo modelo explicativo estructural monocausal: la urbanización se enmarca ahora en un más amplio espectro de factores y procesos de industrialización y desarrollo capitalista por un lado y sustantivamente político por otro, en un estudio comparado de Francia, Alemania e Italia, en el que las variaciones entre estos países se explican, en buena medida, por sus diferentes estructuras políticas estatales:
En ninguno de los tres países fueron las etapas o el ritmo de la urbanización o la industrialización los que dictaron el ritmo de la violencia. En todos ellos, sin embargo, la interacción de la transformación económica con la reorganización política produjo a largo plazo cambios en el carácter y los participantes involucrados en la acción y violencia colectivas» (Tilly, 1972, p. 280).
En esta obra, el análisis estructural se traduce en un modelo lineal por etapas: el cambio estructural (económico) afecta a la violencia colectiva profundamente, pero sólo a través de grupos que comparten intereses comunes (dimensión social) desarrollan capacidad de movilización (acción colectiva) y provocan, a su vez, reacciones contundentes por parte de los Estados (represión). En suma, por un lado, el desarrollo capitalista (y, siguiendo aquí a Marx, Tilly considera los efectos de la industrialización más que los de la urbanización) genera grupos sociales dotados de intereses compartidos; por otro, la sublevación misma desempeña un papel decisivo en la génesis institucional de los Estados modernos. Pero asimismo la violencia colectiva fue, en gran medida, una consecuencia de la creación del Estado: reacciones varias y de diverso alcance a los específicos dispositivos de recaudación de impuestos, al reclutamiento forzoso para el ejército, al control del uso de la tierra, a la limitación de otros poderes locales en competencia, etc. Sin embargo, el peso último de la explicación estructural radica, una vez más, en la economía, en el cambio estructural derivado de la industrialización del capitalismo. Los Estados intervienen aquí sólo como factor de refuerzo y reactivo, a saber, medido por el grado de represión del régimen, si bien la violencia estructural de los mismos se postula en continuidad con la obra colectiva, iniciadora de una sustantiva investigación al respecto, The Formation of National States in Western Europe (Tilly, 1975). Se dibuja así progresivamente en el horizonte teórico de Tilly la necesidad de un nuevo campo de análisis toda vez que «la formación del Estado y el desarrollo del capitalismo se entrelazaron tan estrechamente que resulta difícil aislar sus efectos» (Tilly, 1978, p. 305) Queda como tarea pendiente abordar una investigación en la que la propia estructura y dinámicas del poder político expliquen las modalidades y fluctuaciones («repertorios», «ciclos» ) de las protestas, los conflictos y la acción y violencia colectivas.
No muy diferente es el caso de Strikes in France 1830-1968, un amplio análisis estadístico de las huelgas en Francia en un dilatado periodo de tiempo que especifica una serie de «factores estructurales» (Shorter y Tilly 1974, p. 348) como causas principales de la movilización política huelguística. Para los autores el factor explicativo más importante es la evolución de la estructura industrial, la cual genera una paralela evolución de la «estructura de los conflictos industriales»; pero a continuación se añaden factores como las bases organizativas de la vida de las clases trabajadoras y la participación en política de las mismas como causas coadyuvantes. De nuevo, el grueso del trabajo explicativo descansa en variables económicas, de hecho puede observarse cómo la evolución del capitalismo francés va marcando unilateral y mecánicamente las distintas fases de las huelgas: de los artesanos tradicionales de 1830, los artesanos de la construcción e industrias del metal en 1880, los trabajadores industriales de los años 1930 hasta los trabajadores intelectuales de 1960. Sin embargo, en el argumento general se habilita un no pequeño papel al Estado que podemos sintetizar en torno a dos puntos: 1) su papel clave en la regulación de las huelgas mediante el poder legislativo, el judicial y la labor policial; 2) el decisivo argumento, reiterado en toda la obra, de que las huelgas son instrumentos de acción política de las clases trabajadoras, esto es, producto de un esfuerzo organizativo –y por lo tanto no meros fenómenos sociales y espontáneos– y con objetivos netamente políticos y no sólo económicos (salarios, mejora de las condiciones de trabajo, etc.) (Shorter y Tilly, 1974, p. 335).
Pero debemos notar que, pese a todo lo anterior, ya a finales de los años setenta, si bien de modo parcial y discontinuo, Tilly comienza a distanciarse del modelo de relaciones entre estructura y acción del marxismo (y el funcionalismo). De especial interés a estos efectos es, por ejemplo, el concepto de catnet (síntesis de categoría social y red) mediante el que postula que la acción colectiva no se deriva simplemente del hecho de compartir un grupo humano unos rasgos e intereses comunes (clase, nación), sino de la adicional presencia de estructuras relacionales que facilitan la construcción de identidades colectivas, proporcionando de este modo los recursos cognitivos, simbólicos y afectivos para la producción de la movilización y la superación de los dilemas de la acción colectiva (Diani, 2007, p. 317).
Sin duda, el lugar clave de este inicial desplazamiento se encuentra en From Mobilization to Revolution, otra de sus obras maestras, que posee el objetivo explícito de dar respuesta a la pregunta que Marx había dejado sin respuesta: ¿cómo afectan los grandes cambios estructurales a las pautas prevalentes de acción colectiva? En los términos de Tilly: «¿Por qué no intentar una síntesis? ¿Por qué no combinar los modelos causales de las restricciones estructurales con los modelos intencionales de las elecciones entre cursos disponibles de acción? Tal síntesis resulta sorprendentemente difícil de conseguir» (Tilly, 1978, p. 6). Pues bien, nuestro autor postula en este libro un riquísimo análisis empírico-teórico de la acción colectiva (mobilization model, contention model) que articula cinco componentes explicativos fundamentales: intereses, organización, movilización, oportunidades y acción colectiva (Tilly, 1978, p. 7) (gráfico 1). Pese a que el modelo desatiende las interacciones estratégicas y posee el «defecto obvio de no dar cuenta de los modos en los que la acción colectiva de los insurgentes afecta a sus oportunidades y su poder» (Tilly, 2008, p. 58) la relación interactiva entre acción (desdoblada en «movilización» –adquisición de recursos– y «acción colectiva», propiamente dicha, actuación de consuno en defensa de intereses comunes) y estructura (en el amplio sentido de «Estructura de oportunidad política» que incorpora no sólo el marco institucional sino los actores en coordinación/competencia), faculta un innovador análisis de aspectos hasta el momento desatendidos. En primer lugar, como resulta bien conocido, la distinción clave entre movilización y revolución (desdoblada a su vez entre «situaciones revolucionarias» –proceso político de construcción de una soberanía múltiple– y «resultados revolucionarios» –desplazamiento de una elite gobernante por otra y, ya en menor medida, cambios estructurales–). En segundo lugar, y de modo aún más decisivo, el cuestionamiento de la asunción de que el punto de partida del análisis, los intereses, están dados y son previos a la acción: «collective interests are given a priori». La hipótesis, netamente marxista, que hasta el momento lo había acompañado –la atribución de preferencias atendiendo a la relación entre segmentos de población y los medios de producción– da paso a una novedosa atención a los procesos mediante los que la movilización y la acción colectiva modifican los propios intereses de los actores (y sus identidades colectivas) (Tilly, 1978, p. 229).
Pero estos temas, sin embargo, la obra de Tilly a estas alturas, de nuevo «touches but only touches». Los numerosos problemas empíricos (la fiabilidad de las evidencias, de los datos sobre los que se basa el tratamiento estadístico) y epistemológicos (el carácter escasamente interactivo, estático y no dinámico del modelo) del diseño de investigación inicial, darán lugar al ulterior y más sustantivo desplazamiento de su trayectoria, tanto en lo que se refiere a los problemas como a los métodos y la epistemología.
3. Los repertorios de movilización
Dos obras clave –The Contentious French (Tilly, 1986) y Popular Contention in Great Britain (Tilly, 1995)– suponen el punto de inflexión de la lógica estructuralista de explicación de Tilly. Pero además, en la primera de estas obras llama sobre todo la atención el abandono del tratamiento estadístico propio de los libros de los años setenta, y el retorno de una narrativa histórica más parecida a la empleada en su día en The Vendée. Ahora bien, a esta narrativa histórica que abarca conflictos y movilizaciones populares durante más de cuatros siglos (1598-1984) y en cinco regiones de Francia, subyace aún una lógica explícitamente estructural o, más exactamente, dado el creciente peso otorgado a los actores sociales y a su papel en el cambio social, estructural-relacional (Lloyd, 1986, p. 279): se busca ahora, en efecto, evaluar de modo sistemático el impacto causal específico de dos grandes e interdependientes procesos de cambio (capitalismo y Estado) sobre la transformación de la acción colectiva. En sus propias palabras de 1984 en Big structures, large processes, huge comparisons: «No existe el cambio social en general. Existen muchos procesos diferentes de cambio a gran escala: la urbanización, la industrialización, la proletarización, la capitalización y la burocratización son procesos que tienen lugar de maneras específicas y coherentes» (Tilly, 1984, p. 51). Así, pues, es preciso circunscribir (relativamente) la investigación: «se trata de procurar las repuestas a una cuestión muy circunscrita: cómo el nacimiento del capitalismo y la concentración del poder del Estado Nacional han influenciado las formas en que el pueblo luchaba, con o sin éxito, a favor de sus intereses comunes» (Tilly, 1986, p. 14).
Pues bien, el argumento se desarrolla como sigue: 1) las grandes transformaciones estructurales promovidas por el desarrollo del capitalismo y la construcción del Estado, 2) modifican los intereses, las oportunidades y las organizaciones de diversos grupos populares, y todo ello 3) altera, a su turno y significativamente, las formas de lucha de clases tradicionales. Al hilo de este argumento, a primera vista continuista, sin embargo, se iban a introducir novedades de no escaso relieve.
Por una parte, el capitalismo implicaba concentración de capital y trabajo asalariado, siendo esta proletarización el factor decisivo (provocando el declinar de las formas tradicionales de vida), y generaba de este modo sus propios conflictos: entre capital y trabajo, en pro de la apropiación de los recursos escasos disponibles o en mismo el seno del mercado, etc. Por otra, el Estado nacional implicaba un creciente control centralizado del territorio, y ello en una doble dimensión: 1) crecimiento del aparato del Estado, y 2) penetración territorial del mismo, con sus conflictos consiguientes: sustracción forzada y contestada de recursos, erosión de los poderes locales y sus correspondientes resistencias, etc. Ahora bien, la centralización del poder del Estado promovió una «nacionalización de la política» que generó, a su vez, inéditas oportunidades para la acción colectiva, pero también nuevos desafíos, por ejemplo, organizativos y de coordinación.
Sin embargo, la eficacia de los factores estructurales mentados (capitalismo, Estado) no agota aquí de modo alguno la explicación de la acción colectiva: la movilización política posee sus propios determinantes culturales, límites que derivan de las tradiciones, usos, experiencias y hábitos de movilización, esto es, del repertorio de la acción colectiva. Este concepto fundamental aparece en este libro por vez primera en la trayectoria de Tilly, si bien de modo por el momento muy poco preciso: un conjunto más o menos establecido de «medios alternativos de acción común a partir de intereses comunes» (Tilly, 1986, p. 526). El repertorio resulta considerado, a su vez, como un efecto de factores causales varios: 1) hábitos cotidianos y organización interna de la población; 2) tradiciones heredadas de derecho y justicia; 3) experiencias de acción colectiva del pasado; y 4) los modelos estándar de represión empleados por parte de cada Estado. Se supera de este modo un tratamiento adjetivo y residual de los formatos de movilización que se traducía, en From Mobilization to Revolution, por poner un ejemplo de entidad, en la descriptiva e impresionista clasificación de la protesta en tres sucintas modalidades: reactiva, preactiva y competitiva (Tilly, 1978, p. 144).
La central aportación de The Contentious French reside precisamente en detectar y explicar de modo sistemático un cambio del repertorio de acción colectiva que tiene lugar en el siglo xix. En primer lugar, se constata que un primer repertorio parroquial (centrado en el nivel local) y basado en redes de patronazgo (intercambio de apoyo por favores), predominante desde mediados del s. xviii hasta mediados del xix, se verá reemplazado posteriormente por un repertorio nacional (generalizado a todo el territorio del Estado) de acciones autónomas (ajenas a vínculos tradicionales de dependencia). En segundo lugar, tal cambio se explica porque las transformaciones en los dos factores estructurales antevistos, desarrollo del capitalismo y construcción del Estado, esto es, «el nacimiento de un mundo capitalista, burocrático y especializado dominado por gobiernos fuertes, amplias organizaciones y grandes extensiones urbanas» (Tilly, 1978, p. 144) modificaron: 1) los intereses en presencia (desde las comunidades religiosas hasta las clases), 2) las oportunidades disponibles, (nuevos canales nacionales y apertura de un abanico de oportunidades plurales); y 3) los formatos organizativos (consolidación de organizaciones más complejas, estables y con miembros profesionales).
El punto de no retorno en el camino de progresivo alejamiento del estructuralismo se sitúa, sin embargo, en el principal libro resultado del gran proyecto de investigación sobre el Reino Unido: Popular Contention in Great Britain (1758-1834) (Tilly, 1995). En esta obra se describe y se explica un fundamental cambio del repertorio de movilización en Gran Bretaña entre el siglo xviii y el xix. Ante todo, sin embargo, se refina el concepto mismo de repertorio como «limitado conjunto de rutinas que son aprendidas, compartidas y practicadas mediante un relativamente deliberado proceso de selección» (Tilly, 1995, p. 198). Pero esto implica no sólo mayor precisión sino una ampliación sustantiva de los factores explicativos favorecidos hasta el momento por el autor, toda vez que los repertorios ahora: 1) son conceptuados como modos establecidos de plantear protestas y demandas; y por lo tanto 2) creaciones culturales aprendidas e insertas («embedded») en identidades colectivas establecidas y relaciones sociales específicas, que 3) se generan en el seno mismo de las luchas políticas; 4) condicionan y restringen la matriz de modos de interacción disponibles de las luchas populares; y, en fin, 5) cambian de modo lento e incremental al hilo de las experiencias y las transformaciones del contexto social y político. Resulta tentador ver aquí los ecos del concepto de «estructura» que Sewell proponía por aquellas fechas, en polémica con Giddens, distanciado del marxismo y el estructuralismo: «esquemas culturales y conjuntos de recursos que apoderan y constriñen la acción social y tienden a ser reproducidos por tal acción» (Sewell, 2005, p. 151).
En segundo lugar, se analizan sistemáticamente, mediante un análisis estadístico de más de 8.000 eventos («contentious gatherings»), las características de ambos repertorios. El repertorio del siglo xviii es retratado como: 1) parroquial (desarrollado generalmente en el seno de una sola comunidad), 2) bifurcado (caracterizado por una permanente escisión entre los ámbitos local y estatal), y 3) particular (con grandes variaciones de localidad a localidad). Por el contrario, el repertorio de movilización del siglo xix se caracteriza como: 1) cosmopolita (esto es, supralocal, coordinado en amplios espacios territoriales); 2) modular (transferible y exportado fácilmente a otros lugares); 3) autónomo (no mediado por lazos clientelares y locales, y dirigido directamente a centros de poder en el nivel estatal). Tarrow ha llamado la atención sobre cómo en torno al concepto mismo de «evento» o «acontecimiento» («event») Tilly inicia un itinerario propio alejado tanto de 1) la noción de «Gran Evento» de Sewell –aquel que cambia drásticamente el curso de la historia (i.e.: la toma de la Bastilla)–; como de 2) la metodología del «Event counts» de Kriesi u Olzak –recopilación de multitud de pequeños acontecimientos susceptibles de tratamiento estadístico–. Por el contrario, se decantará por un estudio de la dinámica interna de la protesta a través de una técnica de análisis automático de textos (noticias) que vinculan verbos y objetos, lo que permite analizar las conexiones entre actores y los mecanismos internos (entre ellos: escalada, faccionalización, radicalización, etc.) (Tarrow, 2008, p. 234). Posición que Tilly mantendrá y desarrollará, en colaboración con Takeshi Wada, hasta su última e importante obra Contentious Performances (Tilly, 2008, pp. 50-59).
Ahora bien, lo verdaderamente decisivo en este libro es el desplazamiento de la lógica de la explicación a que se procede en el mismo respecto a obras anteriores. En efecto, Tilly sigue postulando la necesidad de dar cuenta del impacto que los dos factores estructurales clave –la construcción de un Estado orientado a la guerra y el crecimiento de una economía capitalista– ejercen sobre los repertorios de movilización y su transformación. Y a ellos dedica las más de cuarenta páginas del muy sólido capítulo II de este texto. Pero, y ello constituye una novedad explicativa capital, la movilización política, reconceptualizada ahora como lucha («struggle») –abanderando «explanations of popular contention in terms of struggle»– se considera como fenómeno dotado de propia autonomía, y no mero reflejo adjetivo de los cambios en la organización de la producción o la estructura del Estado (Tilly, 1995, p. 37). Pero esto reenvía, a su vez, a una puesta en primer plano de las hasta ahora preteridas dimensiones culturales de los repertorios. Este esbozo de giro culturalista evita, sin embargo, explícitamente, deslizarse hacia un culturalismo constructivista posmoderno que reduzca las experiencias sociales a un «texto sin sujeto» («agentless text») y considere la cultura a modo de, en gráfica expresión del autor, «numinous cloud hovering over social life, shifting in its own winds, and producing social actions as rain or snow» (Tilly, 1995, p. 40). Pero permite a Tilly, por vez primera, adoptar un innegable y explícitamente asumido constructivismo relacional-realista que inaugura toda una nueva perspectiva explicativa de esquiva complejidad: «Las conexiones de causa y efecto entre las condiciones materiales, las identidades colectivas, las relaciones sociales, las creencias compartidas, los recuerdos y experiencias, la interacción colectiva y la reordenación del poder» (Tilly, 1995, p. 39).
El concepto clave aquí, el que marca la diferencia, es el de interacción. De este modo, por una parte, las transformaciones del repertorio se siguen explicando, sobre todo, mediante las nuevas oportunidades abiertas por los factores estructurales de la progresiva concentración de capital (desarrollo del capitalismo mercantil) y en el aumento y modificación del poder del Estado (parlamentarización). Pero se añade ahora un nuevo énfasis en la interrelación de las organizaciones, movimientos y luchas con las autoridades, enemigos y aliados, la cual, a su vez, genera «grandes cambios en la estructura británica de poder» (Tilly, 1995, p. 16). La lucha popular incide, pues, y de modo decisivo, provocando cambios de relieve, en la política nacional en modos y direcciones varios; en abigarrada síntesis: 1) forzando negociaciones con los gobernantes (ampliación de derechos, por ejemplo); 2) incitando políticas represivas del Estado (creación de la Policía Metropolitana, entre otros cuerpos); 3) transformando las alianzas políticas horizontal y verticalmente (Queen Caroline Affair); 4) estimulando contradicciones y enfrentamientos en el seno de la elite dominante (reforma parlamentaria); y 5) alteración de las estructuras estatales de restricción del poder (extensión de sufragio).
De este modo, los factores estructurales: desarrollo del Estado, capitalización, urbanización y crecimiento de la población no cierran –«constrained but not determine»– una explicación que añade un cuarto factor sustantivo de carácter interactivo: la historia autónoma de creencias y recuerdos compartidos, precedentes de lucha, vínculos sociales, etc., que se consolidan mediante los repertorios de movilización. Tilly adopta aquí una concepción que ya no es en rigor estructuralista, sino estructural-relacional, esto es, dual o mejor dualista (Bhaskar, 1979, p. 44; Giddens, 1976, p. 161; Mouzelis, 1991, p. 37) en la que las estructuras sociales (capitalismo, Estado) constituyen la precondición y causa material y, a la vez, el resultado (no inmediato, no intencional) de la agencia colectiva; y la acción y la movilización es consciente o inconscientemente producción creativa y transformadora o, en su caso, mera reproducción (si bien necesaria) de las estructuras sociales existentes. Pero la despedida del estructuralismo y la adopción de una posición dualista relacional centrada definitivamente en la interacción, que hace su aparición en Popular Contention in Great Britain, va a implicar, a su vez, un doble y muy profundo giro temático y ontológico/epistemológico en la obra de Tilly; a saber: 1) la prioridad analítica de la política y del Estado, y 2) una nueva morfología de explicación basada en mecanismos y procesos. Veámoslo de modo sucesivo.
4. Capital, ciudades y Estados
Será en dos obras de los años noventa, sin embargo, donde se producirán los cambios de más relieve, un verdadero punto de inflexión, en el modelo de explicación de Charles Tilly: la magistral Coercion, Capital and European States (Tilly, 1990) y la de menor alcance, European Revolutions (Tilly, 1993). El interés de Coercion, Capital and European States. A.D. 990-1990, sin duda una de sus obras mayores, reside precisamente en sancionar un doble desplazamiento, que no ruptura, en su trayectoria: 1) la centralidad relacional del Estado y sus relaciones genéticas y constitutivas con la guerra; y 2) el inicio de una nueva lógica explicación que, más allá de la historia o la estructura, atiende a los procesos y los mecanismos implicados en los mismos. Ahora bien, 3) este desplazamiento, a su vez, resulta de todo punto decisivo para iniciar un largo camino hacia la articulación en un mismo modelo de las que constituían hasta ese momento las dos líneas mayores de toda su investigación: movilización y protesta de un lado, construcción del Estado por otro. Líneas que, en su calidad de estrecho colaborador a partir de estos años y crítico amistoso, Sydney Tarrow le reprochaba, se mantuvieron huérfanas de conexión durante algún tiempo, discurriendo en ajenidad y diferentes ritmos, la una de la otra (Tarrow, 2008 a y b).
La tesis de que la guerra y la preparación para la guerra es la causa principal de la construcción de los Estados (y sus principales componentes institucionales), aún más, la hipótesis teórica de que la estructura del Estado es una suerte de subproducto (resultado imprevisto) de los esfuerzos de los gobernantes para hacerse con los medios precisos para hacer frente a las guerras, reenvía a una nueva y sustantiva centralidad de la interrelación entre estructuras y actores: 1) por una parte, entre Estados y súbditos/ciudadanos; y 2) por otra, a los enfrentamientos militares entre los Estados. La fórmula resulta bien conocida: la guerra forjó Estados y viceversa. Se supera así el residual instrumentalismo, la consideración del Estado como un aparato al servicio de la clase dominante, característico de las fases previas de la obra de Tilly, que con tanta agudeza criticara Skocpol en su análisis estructural de States and Social Revolutions (Skocpol, 1979, p. 56). Para Skocpol, precisamente, en una perspectiva abiertamente política, organizativa y realista: 1) no fueron tensiones externas sino internas y estructurales de los Estados, su crisis y derrumbe, las que propiciaron las revoluciones francesa o rusa, si bien conjuntamente con otro factor causal: 2) las estructuras sociopolíticas agrarias que facilitaron los levantamientos campesinos contra los terratenientes (Skocpol, 1979, p. 154). De modo muy revelador del itinerario de (auto)corrección del estructuralismo inicial de Tilly, éste criticaba en 1984 –en Big Structures, Large Processes, Huge Comparisons– pese