Perpetuar la verdad
Por Clancy P. Hayes
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Reconozca su responsabilidad en el plan de Dios para que las verdades vivan de generación a generación. Perpetuar la verdad mediante la enseñanza examina a ocho personajes de la Biblia que respondieron a la verdad de Dios y los principios claves de cómo presentaron la enseñanza a otros.
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Perpetuar la verdad - Clancy P. Hayes
Hayes
CAPÍTULO
1
Perpetuar
la verdad
mediante la
fidelidad
Dios no nos llama al buen éxito, sino a la fe—la obediencia, la confianza, y el servicio—, y nos dice que no nos preocupemos por medir los méritos de nuestra labor de la manera en que lo hace el mundo. A nosotros nos toca sembrar; después Él cosechará como sea de su agrado.
~ Charles Colson
Una figura solitaria contemplaba los campos. Con una sonrisa en el rostro, veía cómo el viento mecía las espigas de trigo. Daba por segura la luz del sol, y aunque nunca había vivido un día en que el sol no hubiera brillado, estaba agradecido por las bendiciones que le proporcionaba su luz.
En general, la vida había sido buena con él. Tenía una esposa encantadora. Era más de lo que él había pedido. ¡Cuánto gozo sentía cada mañana cuando contemplaba su hermosa tez y sus chispeantes ojos! Sin embargo, su belleza interior era aún mayor. Tenían tres maravillosos hijos y, con lo que tenía, les había dado un hogar que otros habrían envidiado.
Como cualquier hombre de sus tiempos, enfrentaba los retos de criar una familia y poner alimento en la mesa, pero estaba agradecido a su Dios por la vida que tenía. Cada mañana cuando salía a sus campos para comenzar el día y veía el rocío que se evaporaba en el aire, daba gracias a su Dios por todo cuanto había hecho por él.
Los hijos se convirtieron en hombres, y al padre le preocupaba más y más el futuro espiritual de ellos. Él mismo venía de una larga línea de antepasados que habían creido en el único Dios verdadero y lo habían servido. Sin embargo, en sus días la vida era distinta. Cada vez había menos miembros de la comunidad que creían en la existencia de un Dios único; mucho menos les importaba servirle. Su hijo mayor había entablado amistad con un joven cuya familia se burlaba de quienes creían en Dios. La semana anterior, su segundo hijo había preguntado por qué su padre dedicaba gran parte del día a conversar con un Dios que nadie podía ver. Felizmente, el joven aún no había desafiado la fe de la familia, sin embargo el padre sabía que era sólo cuestión de tiempo antes de que lo hiciera.
Aquella noche, después de que sus hijos se acostaron, el hombre se sentó con su esposa para hablar de lo que le preocupaba. Ella estaba muy consciente de los cambios que se veían en la sociedad, pero no había pensado con detenimiento en el impacto que tendría en sus hijos. Oraron juntos para pedir orientación a su Dios en cuanto a qué podían hacer para asegurar que la fe de ellos se perpetuara en la vida de sus hijos.
La respuesta que recibieron fue clara y sencilla. Dios les dijo que vivieran su fe ante sus hijos y que fueran siempre obedientes a Él. Ellos aceptaron el compromiso sin pensar en las consecuencias que traería consigo.
Una mañana clara y resplandeciente como tantas, Noé se paró frente a sus campos y pensó en su Dios y en sus hijos. Ese sería un día diferente de los demás; ese día Dios le anunció que iba a enviar lluvia sobre la tierra. Dios también le dijo que llovería cuarenta días, y que, antes de que esto sucediera, él tenía la responsabilidad de comunicar este mensaje a su familia y a las demás personas con las que vivía. Debía también edificar una embarcación suficientemente grande como para albergar a todo el que quisiera entrar.
Fue difícil para Noé comprender esto. La idea de la lluvia no estaba al alcance de su comprensión, y la idea de un barco gigantesco parecía absurda. Entonces recordó que se había comprometido con Dios a obedecer ante los ojos de sus hijos. Entonces decidió que procuraría vivir de acuerdo con sus convicciones.
Aquella noche, Noé reunió a su familia, y habló de su encuentro con Dios. Se notaba la humillación en el rostro de Cam, mientras pensaba en la reputación que tendrían en el poblado cuando la gente se enterara de aquello. Las sarcásticas observaciones de Sem fueron más hirientes aún de lo que Noé había esperado. Jafet permaneció sentado y silencioso, preguntándose de qué hablaba su padre.
Después de la conversación, Noé se preguntó si el revelar aquella información no habría hecho más daño que beneficio a la fe de su familia. Si no hubiera tenido la convicción de que aquellas órdenes venían de Dios, tal vez se habría retractado. Pero no podía. Él conocía la voz de Dios, y quería ser obediente a sus mandamientos, aunque el pueblo los ridiculizara por hacerlo.
Día tras día, Noé trabajó bajo el candente sol, reuniendo madera para el barco. Año tras año, mientras el barco comenzaba a tomar forma, soportó las miradas curiosas y las burlas de los que pasaban junto a él. Cada vez que hablaba a la gente acerca del Diluvio que destruiría la tierra, le respondían que era un necio, y se burlaban de su Dios. Y los tres muchachos crecieron y observaron que, a pesar de las consecuencias, su padre vivía conforme a la verdad que proclamaba.
Capte la perspectiva
Un hilo común que une a todos los seguidores de Dios de todos los tiempos es nuestra peculiaridad respecto del resto de la sociedad. Noé vivía en su comunidad, pero sus creencias lo apartaban de las demás personas. Más de cien años y como testimonio de su fe en Dios, Noé se condujo según su estilo de vida contrario a la cultura de su tiempo.
Cuando por fin el cielo se abrió para dar paso a las aguas del diluvio, sólo se encontraban a bordo del arca la familia de Noé y los animales que Dios señaló. Años y años de evangelismo por el ejemplo resultaron en una recompensa aparentemente muy pequeña. Desde aquel día tal vez en los oídos de Noé resonaron los gritos de miles de personas que con desesperación procuraban respirar por última vez. Es muy posible que pusiera en tela de juicio la sabiduría de Dios y se preguntara acerca del futuro, puesto que él y su familia estarían solos; los únicos seres humanos que habían quedado en la tierra.
Desde que cayeron las primeras gotas de lluvia hasta el momento en que el arca de asentó sobre tierra seca, posiblemente Noé vivió momentos de confusión. Sin embargo, tenía dos verdades claras en su mente: Dios es fiel a su palabra, y recompensa a quienes le obedecen. Esta era una verdad que Noé había aceptado y había comunicado a sus hijos, y que también ha sido perpetuada en todos los que han oído y han creído.
Hoy, los que creemos en el único Dios verdadero también tenemos convicciones de las cuales muchos se burlan en nuestra sociedad. Dios tal vez no nos llamará a construir una embarcación en el desierto, pero es probable que nos llame a realizar obras igualmente radicales. La sociedad nos dice que obremos con egoísmo, pero Él nos dice que debemos estar dispuestos a dar todo lo que poseemos (Mateo 19:21). Nuestra sociedad nos dice que ejerzamos nuestros derechos, pero Él nos dice que perdonemos y que seamos misericordiosos (Mateo 18:21,22). Nuestra sociedad busca el placer por medio de los excesos de la carne, pero Él nos dice que tomemos nuestra cruz a diario (Lucas 9:23). Los que siguen las normas de Dios se asemejan mucho a Noé, y también reciben una reacción muy parecida de los observadores que se burlan de ellos. Esto no nos debería sorprender. El apóstol Pablo dijo a los corintios que la naturaleza misma del Evangelio es vista como necedad por aquellos que no comprenden lo espiritual (1 Corintios 1:18).
Noé se mantuvo firme en la fe a pesar de los desafíos que enfrentaba. Habría podido ceder ante las presiones, y hacer concesiones. Habría podido alejarse del arca e invertir su tiempo en buenas obras de otro tipo. Es probable que su cultura lo hubiera recompensado por una decisión así. Pero de haberlo hecho, él y su familia se habrían unido a los demás en un mar de muerte cuando Dios derramó su juicio sobre la tierra, y la verdad de Dios no se habría perpetuado.
A los que somos maestros del Evangelio se nos ha pedido que proclamemos la verdad de Dios a esta generación. Cuando intentemos cumplir fielmente nuestro deber enfrentaremos muchos desafíos. Es vital que sigamos el ejemplo de fidelidad de Noé, aun en esos tiempos en que tal vez sea más fácil hacer concesiones.
La vida y el ministerio de Noé nos proporcionan algunos principios de importancia que podemos adoptar y que nos ayudarán a ser más eficaces cuando ministremos en una cultura contraria a nuestra fe.
Haga suyos estos principios
1. Participe en su comunidad
¿Se imagina cómo debe haber sido la vida de Noé? Mientras se dedicaba a su ministerio de construir el arca, la gente de su comunidad se reía, los niños lo observaban, y los más insolentes se burlaban de él y de su Dios. Es muy probable que fuera muy incómodo para él desarrollar su ministerio en un ambiente así.
Noé habría podido salir de su comunidad para edificar el arca. Tal vez así su vida habría sido mucho más placentera, aislado de la comunidad pagana; sin embargo, decidió permanecer en su comunidad y llevar a cabo su ministerio a plena vista de sus detractores.
Los cristianos hemos sido llamados a realizar nuestro ministerio también a plena vista de nuestra comunidad. Como sucedía en la comunidad de Noé, en la nuestra son muchos los que no comprenden los caminos de Dios y dificultan la realización de nuestro ministerio. Así como Noé soportó la burla y el ridículo, también es probable que nosotros sintamos la hostilidad cuando edifiquemos las arcas
que Dios nos llama a construir.
Hay maestros de escuela dominical que han decidido aislarse de su comunidad. Sienten que es más seguro mantenerse dentro de las paredes de la iglesia para realizar su ministerio. Se contentan con dar su clase, cantar sus cantos, y vivir su fe entre los creyentes. Pero mientras ellos están seguros, aquellos para quienes se construyó el arca
no tienen oportunidad de verla. Los ministerios de la iglesia se encierran en ellos mismos y tienen poco efecto en aquellos que más los necesitan. Las iglesias y las escuelas dominicales eficaces son aquellas cuyos líderes y participantes no tienen temor de vivir como personas diferentes en un mundo perdido.
Los ministerios eficaces encuentran maneras de llevar el mensaje de Cristo a las almas perdidas para que en las tinieblas se pueda ver la luz del Evangelio (Mateo 5:14-16). No debemos tener miedo de vivir dentro de nuestra cultura y nuestra comunidad. Jesús enseñó que el Evangelio estaba pensado primordialmente para los espiritualmente enfermos, y no para los que están bien (Mateo 9:12). El Evangelio es la medicina que necesita la gente de nuestra cultura, lo sepan o no. Nuestra responsabilidad consiste en poner esa medicina al alcance de todos los que la quieran recibir.
¿Será posible acaso que los maestros de escuela dominical sirvan de instrumento para crear pecadores mientras desempeñan su ministerio de enseñanza? El apóstol Santiago escribió: Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado
(Santiago 4:17). ¿Podría ser que si enseñamos a la gente lo que Dios quiere que realicen en su vida, pero no les damos oportunidad de obedecer esas demandas, estemos causando que pequen por omisión?
Cada persona tiene la responsabilidad de hallar formas de cumplir la voluntad de Dios en su vida, pero los maestros pueden proporcionar maneras de que lo hagan. Una de ellas es animar a los alumnos a participar de manera activa en los ministerios a las personas que no asisten a la iglesia.
¿Qué pueden hacer usted y sus alumnos para que su ministerio tenga mayor visibilidad en la comunidad? Con el fin de perpetuar la verdad en la comunidad donde Dios lo ha puesto, ¿está dispuesto a vivir la vergüenza, el ridículo, y el sufrimiento que puede resultar de este tipo de contacto?
2. Presente un mensaje claro en medio de la cultura
El mensaje de Noé a su comunidad era claro: Dios iba a enviar un diluvio. Podían evitar su propia destrucción si entraban en el arca que él estaba construyendo. La gente se negó a aceptar el mensaje, porque no cabía dentro de sus esquemas filosóficos. Puesto que nunca se había visto una sola gota de lluvia, no tenía sentido anunciar un diluvio. El mensaje de destrucción presentado por Noé era absurdo a una cultura que había tenido libertad de hacer cuanto quería sin sufrir las consecuencias de sus acciones. Aun los que tal vez al principio creyeron a Noé, comenzaron a dudar después de que pasaron los primeros veinte o treinta años sin señal alguna del juicio que había predicho.
Los maestros también debemos presentar un mensaje claro. Vivimos en una cultura muy semejante a la de Noé. A la gente de hoy le es difícil aceptar