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Libro electrónico104 páginas1 hora

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Información de este libro electrónico

Un astronauta tratando de sobrevivir en Marte. Una mujer atrapada en un ciclo de muerte eterna. Un marinero salvado de ahogarse, ahora atrapado para siempre en un lugar submarino. Esta colección de historias te sorprenderá y te asustará. Pero no te preocupes, no debería asustarte tanto. Después de todo... Es solo lo que quieres ver.

IdiomaEspañol
EditorialL.P. Masters
Fecha de lanzamiento12 abr 2020
ISBN9781547545650
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    Lo que quieres ver - L.P. Masters

    Lo que quieres ver

    L.P. Masters

    ––––––––

    Traducido por Luigi Morgan 

    Lo que quieres ver

    Escrito por L.P. Masters

    Copyright © 2018 L.P. Masters

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Babelcube, Inc.

    www.babelcube.com

    Traducido por Luigi Morgan

    Babelcube Books y Babelcube son marcas registradas de Babelcube Inc.

    Tabla de Contenido

    Título

    Derechos de Autor

    Prólogo

    El navegador ciego

    Lorelei y el incendio

    Seis

    Sherwood

    Vecinos entrometidos

    Mis otras yo

    El perro rojo

    Ratas

    Apuñalado

    El rey traicionado

    1.  Cuenta regresiva

    Desaparecido

    Perdido

    No te toca

    Huele a muerte

    Lo que quieres ver

    Agradecimientos

    Sobre los cuentos

    Prólogo

    Esta es una colección de cuentos cortos, muy cortos, cortísimos. Algunos de ellos tan cortos que tienen tan solo doce palabras. Pero no te apresures en leer estos cuentos ultracortos. Tómate un momento para analizarlos. Considera el título como parte de los cuentos. Tienen muchos temas subyacentes y a veces, un misterio que puedes resolver si lo piensas lo suficiente.

    Me gustaría tomarme un momento para hablar del tema del género. Si bien todos estos cuentos comparten el tema de ser espeluznantes o aterradores, son de un género muy variado. Hay algunos que son de ciencia ficción, porque, siendo sincera, la ciencia ficción es el amor de mi vida. Hay algunos cuentos paranormales. Pero también hay muchos cuentos contemporáneos sin ningún género en particular. No fue hasta que llegué a la universidad y tuve una profesora de escritura creativa muy mala que me di cuenta de que podía escribir en cualquier género en el que se tenga que contar la historia y desde ese momento en adelante, he descubierto que la mayoría de mis cuentos tienden a inclinarse más hacia el lado contemporáneo de las cosas.

    Espero que disfrutes esta colección y no esperes nada terriblemente aterrador. No puedo soportar el miedo, así que tienen más de un factor espeluznante a un factor de horror. Gracias por leer este libro y si te gusta la colección, considera dejar una reseña en la librería donde la compraste. Me encanta saber lo que piensan los lectores también, así que no dudes en enviar un correo electrónico a leann@lpmasters.com si tienes algún comentario o pregunta, o visita mi página web: www.lpmasters.com.

    El navegador ciego

    Ahora mi vida solo se trataba de voces. Desde aquel accidente que me quitó la vista. Por lo general, escuchaba las conversaciones en la oficina mientras trabajaba, pero ahora nadie hablaba. Apenas podía escuchar a Julia y a Simon mientras susurraban del otro lado de los cubículos.

    —Tuve datos en mi teléfono por un segundo —dijo Julia—. Dicen que son alienígenas.

    Pude escuchar la incredulidad en eso que dijo. Pero no podía culparla. Yo tampoco quería creerlo, pero de alguna manera, lo creí.

    —Por favor... ¿Alienígenas? —Simon mantuvo su voz baja, pero era casi como si estuviera gritando.

    —¿Qué más podría ser?

    —Un apagón.

    Julia contuvo el aliento como si fuera a responder, pero un grito sonó desde el otro lado de la oficina. Un cuerpo cayó al suelo y el grito se detuvo por un segundo con el sonido del impacto. Comenzó de nuevo, junto con el golpe de manos sonando en los bordes de los cubículos, tratando de evitar que lo arrastren.

    Mi corazón latía tan fuerte en mi pecho que pensé que iba a vomitar. Podía sentir la ansiedad aumentando otra vez, pasando a lo que de seguro terminaría en un ataque de pánico. Pero estando atrapados en una oficina con alienígenas corriendo por ahí robando personas no era el mejor momento para empezar a hiperventilar.

    Me metí en mi mantra.

    «Solo cierra los ojos», pensé. «Y finge que todo esto es normal».

    No importaba qué tan cerrados tuviera los ojos, sabía que no nada de eso era normal. Ningún tipo de mentira cambiaría el hecho de que cuando los abriera de nuevo el mundo seguiría igual de oscuro.

    La voz temblorosa de Julia me sacó de mí mismo.

    —Tenemos que salir de aquí. Las escaleras están a la vuelta de la esquina.

    Surgió la duda. Simon negaba con la cabeza. A pesar de que Simon estaba en un cubículo del otro lado y no podría haberlo visto aun si estuviera junto a mí. Parte de mi mente había empezado a extenderse desde que me había quedado ciego. Había desarrollado lo que me gustaba llamar: mi «sentido del pensamiento», entendiendo cómo son las cosas, cómo se ven, cómo se siente la gente. Podía sentir a las personas a mi alrededor, aun si no podía verlas.

    —Quizás sea más seguro quedarnos aquí.

    —Yo no me voy a quedar aquí —dijo Julia. Arrastró los pies y luego salió del cubículo.

    Un momento después, comenzó a gritar. Imágenes terroríficas volaron por mi mente: arañas y conejitos. Nada de eso tenía sentido. Tan pronto como los gritos de Julia cesaron, atraparon a Simon. Empezó a gritar obscenidades a todo pulmón.

    «Cierra los ojos. Cierra los ojos», pensé.

    No importaba. Nada de esto era normal y ni siquiera cerrar los ojos ayudaba. Seguía recibiendo imágenes de arañas de más de un metro de altura. Tenían ocho extremidades, pero caminaban sobre cuatro y usaban las otras cuatro como brazos. Su piel curtida era como la de un lagarto, pero había parches de pelo de conejito en algunas áreas de sus cuerpos.

    Me di cuenta de que estaba aguantando la respiración.

    «Respira», me dije a mí mismo, pero todavía no podía respirar bien. Mi garganta estaba completamente cerrada. Apenas absorbía suficiente aire para mantenerme consciente. Estaba mareado, ya fuera por el miedo o por la falta de oxígeno.

    Oí un ruido bajo que hacía tictac justo fuera de mi cubículo y deseé haber estado respirando adecuadamente hasta ese momento. Aguanté la respiración de nuevo, temiendo que cualquier sonido que hiciera fuera detectado. Hice todo lo que pude para silenciar mi sentido del pensamiento. Ya había «visto» a esas cosas lo suficiente y no quería «conectarme» con ninguna cuando estuviera tan cerca.

    Pasaron los pasos. Tictac. Tictac. Siempre en pares, pero siempre bajos, como si tuvieran zapatos con una suela

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