Crónica de un Rolandito
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Crónica de un Rolandito - Luis Seguel Arriagada
EPÍLOGO
NOTAS DEL AUTOR
La ley del eterno retorno de Heráclito, explicaba de alguna forma la concepción de la historia de la humanidad que tenía Spengler, que modificaba la concepción puramente enfocada en la naturaleza que poseía el pensador Griego, que de modo más o menos parecido Toynbee analizaba en sus propias interpretaciones, coincidiendo en muchos aspectos con el papel que las civilizaciones, sociedades o culturas tienen en el devenir de nuestra historia. Esta teoría basada en el principio de la causalidad fue en su origen tratada por Aristóteles y posteriormente Kant, quien le dio el carácter de Universal.
La concepción cíclica, como ya indiqué, tiene como fundamento el principio de la causalidad, la cual desencadena en forma natural una conocida y no menos famosa frase de Spengler que indica que» los pueblos que olvidan su historia están condenados a volver a repetirla». Frase que engloba fundamentalmente la posibilidad cierta de repetir de manera cíclica los mismos aciertos y los mismos errores que sólo el tiempo separa. Esta predicción, nos acecha como la espada ideada por Timeo de Tauromenio y que Damocles personaje de esta metáfora, experimentó en su cruel realidad y que este portento se cierne como una amenaza constante que pende sobre los destinos de los pueblos del orbe.
A la luz de los acontecimientos ocurridos en los albores de los años setenta en nuestro País, resulta inquietante y paradójico el comprobar la validez de estas teorías, principios y concepciones, toda vez que los actuales sucesos de que somos testigos de primera fila y no pocas veces actores invitados no voluntarios y que nos aquejan a todos por igual, moros y cristianos como en la fiesta del levante español, a todos nos involucra de una u otra manera. De aquí que los porfiados hechos, nos hagan rememorar no con agrado, los bochornosos acontecimientos por muchos conocidos, y acaecidos en nuestro pasado reciente, y que nos llevaría, si damos credibilidad al principio de la causalidad, a repetir terca y obstinadamente nuestra propia historia. Historia, que por lo demás, como si la fatalidad necesitara ayuda, nuestros actuales líderes, que son casi los mismos de hace más de 40 años, tratan sin esfuerzo de manera, diría yo, muy natural, repetirlos, como si se tratara de una comedia escrita por los hados. Este esfuerzo intelectual de nuestros líderes pasa silenciosamente a nuestro lado y se produce algo así como una amnesia social, lo cual me lleva a recordar la fábula de Prokofiev de Pedrito y el lobo, en la cual el lobo se quería comer las ovejas y de paso al pastorcito mentiroso.
Espero estar sinceramente equivocado en mis predicciones de sucesos que se repiten, pero «el peso de la noche «al decir de Portales, así como «los porfiados hechos» que también es de su autoría, me muestran una realidad un tanto deprimente y un futuro cada vez más incierto, que produce cierto temor, pues aún a pesar de los años transcurridos, se encuentra fresco el recuerdo de la trama de la cual fuimos primerísimos actores, y del poco afortunado desenlace del ensayo del socialismo en democracia.
El leitmotiv que me ha llevado a recordar y más específicamente a escribir esta trama socio–política contemporánea, es el de haber vivido muy de cerca la manera como los diversos actores que pasaron por el escenario de la vida en este corto, pero trascendente momento de nuestra historia reciente, lo hicieron a través de actuaciones personales, o grupales, muchas veces motivados y espoleados por las consignas y dogmas imperantes en nuestro pequeño mundo, por los designios de la insensata e ineludible guerra fría. Estos recuerdos van apareciendo en escena como los fantasmas de Dickens y solo he tenido que capturarlos y escribirlos en la medida que ellos, se transfiguran con prístina nitidez. Debo reconocer que ellos, los fantasmas de Dickens, relataban bastante bien, creo que yo no, a pesar de mis enconados esfuerzos por hacerlo e intentando superar mis inconsistencias y falta de habilidades al realizar estos relatos, pero al menos, deben reconocer, que he concluido mi tarea de escribir esta novela socio–política–histórica, en donde a través de las páginas han desfilado personajes y lugares que principalmente reconocerán y rememorarán chillanejos de esos tiempos, que es el lugar en el cual transcurre esta trama, en la que se van encadenando los porfiados hechos de eslabón a eslabón hasta constituir, eso espero, una historia coherente.
Sería por cierto, muy ingenuo de mi parte el de pensar que puede haber un cierto reconocimiento de actores sociales, políticos, empresariales, incluso de manera tangencial, o quizás por omisión, una especie quizás de mea culpa, en cuanto a la participación personal en este, digamos, pecado colectivo que desencadenaron el estado de cosas que vivió nuestro país y que el peso de la noche permitió que la suma de todo ello, diera como resultado el 11 de septiembre de 1973. Al rememorar estos acontecimientos, no les encuentro a muchos de ellos una explicación lógica, claro si las actuaciones humanas las tuviesen, pero en fin, creo que un psicoanalista las podría explicar mejor que yo. Pienso eso sí, con mi escasa experiencia en estas cuestiones de la mente, que tienen que ver con algo así como los mecanismos de protección de la personalidad que no permiten asumir ciertas culpas porque de lo contrario el organismo enfermaría. Acontecimiento pre–11 de septiembre, que aún no se ponen de acuerdo a sus resilientes actores, sobre todo a los políticos, los cuales evitan hablar del tema, el cual aún es una , por así decirlo «papa caliente». Si fuésemos por lo demás consecuentes, al menos nos serviría para al menos intentar, como me han enseñado desde mi niñez, al cometer algún error involuntario, «a no tropezarme con la misma piedra».
Cual caja de pandora, el hacer revivir sucesos ya dejados en el arcón de los recuerdos, como rezaba magistralmente el locutor de la radio la discusión, al iniciar un episodio más, de este aglutinante radio teatro, que nos enmudecía de genuino terror, en esas oscuras y tétricas noches del invierno Chillanejo, donde la lluvia y el aullante viento eran el telón de fondo de esas historias cargadas de melodramáticas imágenes verbales de hondo contenido metafísico y sacados desde lo más profundo de nuestras raíces indígenas y españolas. Revivir entonces, sucesos acontecidos en los albores de los setenta, como siempre sucede en estos casos, para algunos serán evocaciones molestas de recordar y para otros en cambio, servirán para reafirmar sus convicciones.
Creo porfiadamente que toda acción humana, puede ser interpretada al menos en dos diferentes versiones, dependiendo muchas veces de la carga emotiva de quién es observador, de su posición ideológica, de su propia historia personal, del contexto espacio temporal de quien escribe, por lógica entonces, deberíamos intentar al menos analizar las versiones que sobre el acontecimiento existen y sacar conclusiones personales lo más objetivas posibles, atendiendo si el hecho de que por naturaleza , nosotros los seres humanos somos bastante subjetivos y nos dejamos llevar por nuestros propios prejuicios. Al día de hoy, con muy pocas excepciones, solo tenemos una versión muy sesgada y carente de la debida objetividad, necesaria para no mentirle a la historia y que esta se transforme en un panegírico carente de sustento. Los que tenemos una historia diferente que contar, no lo hemos hecho lo suficientemente sustentable y sobre todo no ocupando los pocos espacios que el mundo de la cultura nos permite, ya que este es cubierto y es singularmente atractivo para jóvenes y otros no tanto, de una misma corriente ideológica que por principios no escribirán de manera objetiva del período pre 11 de septiembre. Más aún, debo reconocer hidalgamente que los escritos, canciones, pinturas, teatro, series televisivas, abundan para hacer un retrato entretenido y vistoso de este período, en contraposición a lo escaso que