Cobro revertido
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Cobro revertido - José Leandro Urbina
José Leandro Urbina
Cobro Revertido
LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL
© LOM Ediciones
Primera edición, 2003
ISBN: 956-282-609-0
Diseño, Composición y Diagramación
LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago
Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88
www.lom.cl
lom@lom.cl
Para Christine Shantz
lo habido y por haber
Y llorabas entre tus tres matas de cabellos y a ciegas
buscabas el lugar de los abandonados
Raúl Barrientos
ESTABA TRATANDO de forzar la cerradura con la llave cambiada, mierda, y le dolía el costado, la puntada de un golpe, de un puñetazo recibido entre los gritos y los insultos para el expulsado de la fiesta. Desgracia humana, la llave. A lo lejos sonaba la sirena de una ambulancia y él enloquecía escuchando los martillazos de la música chillona, rítmica, bum bum bum bum al otro lado de la puerta y la respiración pesada, los quejidos del portugués que compartía su apartamento haciendo la rutina de flexiones matinales hasta que su famosa tetera de aluminio barato lo pifiara desde la cocina dando la señal para finalizar el martirio y como una babosa criatura de Pavlov el mundo lo viera erguirse, tan atlético el galancete, a preparar un café aguado que luego dejaría enfriar en una taza mientras se duchaba. Mierda este tipo Joao, de cuyo nombre hasta se olvidaba las más de las veces, con sus rituales ridículos y su ansiedad por mantenerse en forma y convertirse en una roca insensible a los esfuerzos de la llave gomosa que no lograba conectar en la puta cerradura carajo y que amenazaba con quebrarse, como si a él le importara mucho, con este dolor de cabeza, este globo lleno de agua espesa y vidrio apelmazado que eran su estómago, y su vejiga y su cerebro.
Se detuvo un segundo a recobrar la concentración y entonces el portugués abrió de golpe y se apareció en el marco esplendente de la puerta con un aire de virgencita mañanera milagrosa doble y aparecida en calzoncillos, madona de rostro apapado brillante de sudor, ante su hijo el borracho calavera y despreciable, hediendo a cerveza y cigarrillos nauseabundos, que se mantenía en pie a pura fuerza de orgullo. Porque a él nunca nadie lo había visto en cuatro patas, no, señor. Y sin embargo, cuando el otro le dijo que faze una hora que chamaramte de Chile, da tua casa, se le aflojaron las piernas y trastabilló hasta el mugriento sofá del living y naufragó entre las flores desteñidas y los resortes vencidos sin ninguna ceremonia. Quiso articular, quién mierda sería, con la felpa polvorienta que se le mete en las narices, pero no pudo ni hubo necesidad porque el tipo ese portugués hablaba hasta por los codos y le dijo que era da tua casa, teu papá y que él le había dicho que ele estava trabalhando porque, qué vergonha, teu papa perguntou la hora de aquí y dijo que tentaria ligar mas tarde y que nao chamasse porque tenía que salir y nao sabía quando estaria de volta. No dijo más. Y eso es todo, guevón
, le gritó él con rabia, levantándose sobre un brazo para detener los vaivenes constantes de la marejada en la habitación y ponerlo a foco. El otro lo miró desde arriba y dijo nao y se pasó la palma de la mano por la frente y dijo que tua mamá está no hospital y segun teu pai no haveria muitas esperanças, está muito enferma y ele te dará noticias logo apois. Dame un cigarrillo, le ordenó él, volviendo a sentarse con todo el cuerpo adolorido. Aquí você nao fuma, sacana, levantó la voz el otro e hizo un gesto sucio con su mano gorda.
Así lo trata cuando lo ve en apuros. Pero él lo escupe portugués hijo’e perra, esta misma tarde te vas de mi apartamento. Entonces el otro se dio media vuelta y se metió a su pieza como una rata en fuga y le gritó chileno caralho y dio un portazo y él quiso saltar y cagarle la puerta a patadas y romperle la cara por insolente, pero no pudo porque en aquel instante, sin que pudiera evitarlo, su cabeza rebotaba contra el brazo áspero del sofá y antes de hundirse, sobre la tela rota, en una ola de sueño violento e incontrolable, se dio cuenta de que su madre había muerto. Allá lejos, estaba muerta su madre.
PODÍA VER SU cara en el vidrio del gran acuario con el que dividían las dos habitaciones. Siempre que me ocultaba en ese sector de la casa y apagaba las luces para estar a solas y observar a los peces que se movían lentos, suspendidos entre las algas, como colgando de largos cabellos invisibles, ella aparecía. Yo veía mi cara reflejada, mi cara lampiña que se deformaba con los movimientos del agua y me quedaba así hasta que comenzaban a pesarme los párpados y las cosas se iban esfumando a mi alrededor, reduciendo de tamaño, y me dolía el estómago y escuchaba mi nombre y miraba el acuario y ahí estaba la cara de mi madre balanceándose ante mí como una luna con unos ojos grandes y sus dientes de coneja sonriéndome con sus trenzas orejonas y yo no sabía si estaba detrás de mí o al otro lado del acuario, pues su cara se achataba sobre una hoja de aluminio enceguecedor, ondulando que daba miedo, como si se hubiera metido en silencio, con ropa y todo, dentro del acuario con las bolsas de la verdura y ahora flotara feliz con el pelo suelto como algas por todas partes, echando burbujas por la boca mientras se reía, bocanadas de burbujas, intentando hablarme con los ojos achinados, mareadora, y las cebollas y las lechugas y las papas y el mote amarillo efervescente como una sal de fruta y las uvas comenzaban a soltarse por entre las redes y a subir como pirañas espasmódicas bailando hasta la superficie, confundidas entre las burbujas y eructando saltaban del acuario salpicando deshechas el sillón, y el agua se iba poniendo amarilla como una sopa salada con un sonido de mar amenazante y a mí se me apretaba el estómago y empezaba a oler a levadura añeja y la cara de mi madre nebulosa se agrandaba y allá atrás comenzaban a soltarse también sus medias y sus zapatos, y su nariz y su boca se apretaban contra el vidrio hasta que ya no aguantaba más y le gritaba como verraco que parara y el acuario entero comenzaba a quebrarse soltando el agua como una catarata.
JOAO ROBERTO es un tipo bueno, para qué vamos a decir una cosa por otra. Protesta con todo derecho, si es él quien tiene que limpiar la cochinada. Claro que yo no podría levantarme de un salto y ponerme a fregar de inmediato aunque me lo pidiera la reina Isabel, que me mira autoritaria desde el retrato que cuelga en la pared. El quiere sacarme del camino y lavar el sillón y el piso de una vez, y lanzar una nube de desodorante ambiental, para que no huela más tarde, ya, ya
.
Detesta que lo traten como a un niño con mala voluntad y someterse a la humillación de que lo desnuden y lo metan en la ducha. Por suerte que Joao Roberto no dice mucho. Da instrucciones escuetas y le pregunta sobre la temperatura del agua. A él le da lo mismo. Quizás esté un poco caliente, pero hace un poco de frío. Tiene hielo en los dientes y en los huesos de las rodillas y se siente mal. Alguien lo trajo en auto y lo dejó tirado a un par de cuadras cuando él dijo que necesitaba vomitar. Se siente miserable con el agua caliente chorreando por el cuerpo endurecido. Quiero irme a mi cama limpia y recién hecha y que me seques y me pongas un pijama limpio y me traigas una tacita de té con miel y luego me arropes, me arropes y me beses y me apagues la luz y salgas en silencio y yo quedarme dormido mientras escucho tus pasos alejarse hacia la cocina
.
Joao Roberto le pasa una toalla que recogió del piso de su cuarto y le pregunta si tiene ropa de muda. Le contesta que no se preocupe. Hoy tiene que lavar ropa. Siempre se le olvida lavar ropa o cuando se acuerda es demasiado tarde. Tose que parece que los bronquios se le fueran a reventar y el otro le ofrece un café para cuando se vista, a no ser que quiera meterse a la cama y seguir durmiendo. Recoge la camisa y los pantalones y los mete en una bolsa de basura con un asco inocultable y comienza entre dientes una invocación al Cristo crucificado. La toalla está pegajosa. Prefiere meterse a la cama, le dice. El responde que possivelmente fosse melhor que você se vista y se tome un café porque talvez teu papá volte a ligar de novo en qualquier momento y sera melhor que você este despierto, porque as vezes quando está en muy mal estado resulta impossivel despertarle y que você fica grosseiro y que ya sería a segunda chamada y nao pôdi ser tao inconsciente assim y tenerlo esperando quando se trata de una chamada internacional y de tan lejos.
No sé para qué me dice entonces que si quiero me vaya a dormir. Esos son los jueguitos que me vuelven loco y don Joao Roberto y no sé qué más, es especialista en hacerme estas trampas ridículas. Me da una alternativa, pero en el fondo quiere que elija lo que él ya tiene decidido. Y después quiere que no me enoje. Por su culpa tengo que secarme el pelo con este dolor de cabeza que me abomba, me acuchilla, que me zumba como una colmena a toda marcha, y luego vestirme y venir a la cocina a tomar su cacafé que no es café porque es descafeinado y hecho con un litro de agua y recalentado hasta la total amargura
.
Al final se resigna. No le queda otra. Si no después se lo echa en cara o les cuenta a sus amigas. "Nem siquer foi capaz de esperar a chamada de seu pai.
Meu Deus du céu, Virgem Maria, nossa senhora. Ellas se horrorizan y cuando lo ven solo en la calle no lo saludan.
Este es un barrio de portugueses y es mejor tener buenas relaciones, nunca se sabe qué puede pasarle a uno en el futuro". El alquiler es barato y el vino y la comida buena. Así es que, resignado, se sienta en la cocina y bebe cacafé y Joao Roberto sonríe como sabiendo que sufre y él espera que se decida a salir para poder volver a la cama. No está seguro si es sábado o domingo. En cualquier caso tiene que irse porque el sábado sale con su novia y el domingo almuerza con sus padres. Pero tiene que esperar por la llamada, aunque no ve ninguna razón para no irse a la cama y llamar más tarde. Si fuera algo urgente, ya lo habrían llamado de nuevo. Si no, él puede intentar la casa de su tío cuando se sienta más repuesto. Claro que sabe que el otro prefiere que lo llamen y que si él insinúa que debería comunicarse con Santiago le pondría la cara larga y citaría humillantes razones económicas y pasadas cuentas de teléfonos. Así es que no dice nada y se toma el café con la mayor dignidad posible y el otro con un tonito de circunstancia le dice que si no lo chamarem logo talvez ele devería chamar a algum parente, mientras le vuelve a rellenar la taza. Gracias
. Hay un silencio prolongado y él comienza a dormirse. En realidad no sabe a quién llamar. Tiene unas imágenes súbitas de Santiago en el otoño. Del comedor de su casa. Suelta un par de largas frases incoherentes. ¿Cómo? Roberto lo mira con ojos inexpresivos. Nada, nada. El otro no se da cuenta que está ido, que está durmiendo erguido en su silla de plástico.
Sale y él lo escucha salir de la cocina y entrar al baño. Deja caer la cabeza sobre el mantel lleno de migas. El agua en el baño está corriendo intermitentemente, como cuando alguien se afeita. Se levanta, va hasta su cuarto, se queda parado junto a la ventana como pensando, como buscando con una enorme dificultad algo en su cabeza, y por fin se deja caer sobre la cama deshecha.
EL TELÉFONO sonaba en algún pasillo lejano de una especie de hospital y el portugués golpeaba en la pared del baño. "Responde seu cretino. El saltó de la cama completamente desorientado.
Teléfono, gritaba el hijo de la grandísima y él pisó sus propios zapatos y estuvo a punto de venirse al suelo. Cuando salió al pasillo y levantó el aparato ya habían colgado. Fue al baño y golpeó la puerta.
tou cagando gritó el portugués, desesperado.
O pá, vai-te foder. El fue a la cocina y se lavó la cara. No sabía cuánto había dormido, pero se sentía mejor. Volvió a sentarse y se acordó de su madre y del por qué de la llamada de su padre. Se le apretó la garganta.
Voy a llamar, gritó después de un momento y el portugués no dijo nada. Fue a la pieza para buscar el número de larga distancia, para tenerlo a mano por si se equivocaba. No podía encontrar su libreta entre tantos papeles y ropa tirada por todos lados.
Tengo que lavar. Había un olor pungente, cerca del clóset, que le produjo una arcada. Revolvió los cajones y por fin la encontró en una percha detrás de la puerta, en el bolsillo interior de una chaqueta que no se ponía hacía meses. Primero llamó a su casa, pero no contestaba nadie. Buscó en la libreta el número de su tío Emilio. No lo encontró. Terminó llamando a la operadora y fue un lío porque no se acordaba de la dirección exacta de su casa. Finalmente, logró comunicarse. La voz de su tío sonaba como si hubiera estado durmiendo. Cuando él dijo quién era, escucho que susurraba: es de Canadá. Sí, de Canadá.
Como está, sobrino, preguntaba con entusiasmo, con un tono de absoluta normalidad que lo dejó confuso. Pero apenas él mencionó a su madre hubo una pausa y el tío Emilio cambió de registro.
Qué tragedia, chiquillo, qué tragedia. Tú sabes que siempre sufrió de los riñones y que la tenían en observación, pero en el último mes se deterioró rápido.
Y por qué nadie me avisó nada, preguntó con rabia.
No has hablado con tu padre. Emilio se había puesto nervioso, perdió la solemnidad. Le dijo que pensaba que lo habían llamado antes y que le habían mandado una carta y que él no contestaba nunca y que ya estaban cansados de su ingratitud y que si su familia no le preocupaba, para qué iban a tenerlo al tanto de lo que les ocurría. Ahora, la Julia, que te podría dar detalles, no está en casa porque salió con tu papá a encargarse de los arreglos para el funeral, pero que suponía que Benito le había telefoneado temprano en la mañana cuando volvimos del hospital o si no tú no estarías llamando de vuelta.
Estaba trabajando, tío, balbuceó él.
Lo siento, dijo su tío Emilio, volviendo al tono solemne.
Comprendo la tristeza que debe embargarte en esta ocasión aciaga y para el colmo la distancia que magnifica las cosas. Yo no sé si ha de servirte de consuelo, en este momento de recargo excesivo de emociones, y ahora que nuestro Señor la llamó a su lado, pero quiero que sepas que tu madre fue una gran mujer, chiquillo, querida y respetada por todos y que siempre tuvo un excedente que dar, porque ella invertía y no esperaba retornos, tú lo sabes, tú eras su hijo favorito. Haciendo el balance, como decimos los contadores, ella siempre confió en ustedes y en que habría una vida mejor, con mejores dividendos, eso la hizo feliz hasta el último minuto, a pesar de la amargura de la disolución de la familia en las funestas circunstancias que todos conocemos, porque ella nunca creyó que las predicciones que se le hicieron se iban a cumplir y que sus hijos iban a ser tan imprudentes....
Oiga tío, lo cortó él.
¿Le avisaron a Marta?
Sí, creo que llega a mediodía desde Buenos Aires, se le quebró la voz de golpe.
Murió con el nombre de ustedes en los labios, chiquillo. El le pidió entonces que le dijera a su padre que lo trataría de ubicar más tarde y después preguntó que cuándo la enterraban y Emilio dijo que pensaba que el martes en la tarde y él dijo que trataría de ir de cualquier manera y que iba a salir ahora mismo a conseguir un pasaje para el lunes y su tío dijo nervioso que lo único que le pedía es que tuviera cuidado y que actuara responsablemente. La situación no estaba nada muy buena en Santiago, habían estado allanando poblaciones. Él prefería no decir estas cosas por teléfono, pero que si todavía consideraba un riesgo volver al país, mejor que se quedara en Montreal: la pérdida de su cuñada era ya suficiente y no fuera cosa de que lo doloroso del momento se agravara con otro tipo de problemas.
Tengo derecho a enterrar a mi madre", dijo él y su tío no supo qué decirle, y él, para cambiar de tema, preguntó por los gastos del funeral y si su padre tenía suficientes recursos y que si las finanzas estaban en orden y le pidió que cuidara de su viejo mientras él llegaba. Él se haría cargo de todo lo que fuera necesario económicamente. Le agradeció de antemano, tío Emilio, y se despidieron con el afecto de siempre.
CUANDO EL portugués apareció en la puerta de su cuarto, hizo un gesto