Federico: sí o sí poeta
Por Josefina Rillon
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Comentarios para Federico
8 clasificaciones2 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5A mi hijo en el plan lector se lo dieron para leer. Lo leímos juntos y fue divertido que aprendiera nuevas palabras.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Excelente libro, muy recomendable para jóvenes de entre 10 y 12 años
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Federico - Josefina Rillon
e I.S.B.N.: 978-956-12-2711-8.
1ª edición: febrero de 2016.
Gerente editorial: Alejandra Schmidt Urzúa.
Editora: Camila Domínguez Ureta.
Director de arte: Juan Manuel Neira.
Diseñadora: Mirela Tomicic Petric.
© 2013 por María Josefina Rillon Reyes.
Inscripción Nº 217.200. Santiago de Chile.
© 2013 de la presente edición
por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
Inscripción Nº 229.288. Santiago de Chile.
Derechos exclusivos de edición reservados por
Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
Editado por Empresa Editora Zig-Zag, S.A.
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El presente libro no puede ser reproducido ni en todo
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mecánico, ni electrónico, de grabación, CD-Rom, fotocopia,
microfilmación u otra forma de reproducción,
sin la autorización de su editor.
Índice de contenido
1 Decisión tomada
2 No todo lo que brilla es oro
3 Pitago... ¿qué?
4 Todo por una simple pluma
5 ¿Sopaipillas o galleta?
6 Nelson y Prat
7 Siga participando
8 Casi post mortem
9 Convalecencia
10 Fuera frenillos y moño
11 De la noche a la mañana
12 Vegetal-Ariano
13 El soldado desconocido
14 Deudas y pérdidas
15 Confesiones inconfesables
16 La vida por la vía
17 Un amigo es un tesoro
18 Mateo express
19 ¿Pro… pro… fe, fe... so, so… ra, ra o mu, mu… mu, mu… sa?
20 Definitivo: no se me da el inglés
21 ¡Feliz año nuevo!
22 Primera prueba: la separación
23 No era tan fome
24 Pan con mermelada
25 Mochila de la eventualidad
26 Sí o sí
A todos los que tengan
algo de Federico.
1 Decisión tomada
Estaba despierto cuando amaneció. No había pegado un solo ojo y me había dado vueltas como asado al palo toda la noche hasta que por fin, y después de pensarlo varias semanas, había tomado la decisión más importante de mi vida: sería poeta. Sí, poeta, de esos que plasman en un papel sentimientos puros, profundos y con palabras que nadie usa, pero que suenan bacán. Ellos viven de suspiros e ilusiones. Son pálidos, flacos y se desangran de amor, pero aunque uno no lo crea son felices.
Desde hoy comenzaría a construir mi futuro y a sacarme la mugre por llegar a cumplir con mi vocación. Fui eliminando de a una la ingeniería, las leyes, ser arquitecto y para qué decir trabajar encerrado en un banco como mi papá. Todas terribles de fomes, además que cada vez son más los que estudian esas cosas y las pegas, menos.
Como a los poetas nunca les ha interesado la plata, ni estar en la farándula ni ser rostro
de ninguna parte, y a mí tampoco, entonces calzaba perfecto con ellos. Eso sí, me gustaría recibir invitaciones, miles de invitaciones para firmar mis libros en todas las librerías y bibliotecas chilenas y de otros países. Ya me veo usando una boina negra, fumando pipa y escribiendo con pluma todos los autógrafos.
Era muy temprano todavía, pero me levanté igual para aprovechar el día, como nos dice el abuelo Julio todas las mañanas en el verano: "niños, carpe diem", que en latín significa algo así como sacarle el jugo al día.
Lo primero y lejos lo más importante para ser poeta, es tener una musa; la razón de ser, el motor que mueve el alma del artista, una mujer que nos haga vibrar y nos dé la inspiración necesaria para escribir nuestros versos. Todos los grandes las han tenido, entonces era obvio que yo también la tuviera. Bueno, dicen que las musas casi nunca saben que lo son y que llegan sin previo aviso a emocionar y a conmover el corazón del poeta. Pero yo no podía esperar, porque no tengo paciencia, así que decidí buscarla no más. Desde ahora no podía pavear ni dejar pasar ninguna oportunidad.
Sabía, porque había visto un programa en la tele, que casi ningún poeta tiene mucha suerte con sus musas. Lo más típico era que al principio ellas los pescaban cualquier cantidad, pero después les bajaba la tontera, se aburrían y los dejaban botados. Entonces los pobres hombres quedaban ahí solos y destrozados de pena. No sé cuántos terminaron enfermos por pasarse días sin comer ni dormir. Ojalá que la mía no sea una de esas, o yo no sea tan gil para dejarme engrupir. Es obvio que no me gustaría sufrir como ellos, porque si no duermo ando más distraído que nunca y me llegan el doble de castigos. Si dejo de comer, a mi mamá le baja con que tengo que tomar remedios para el apetito y le da con meterme comida todo el día.
¿Cómo no voy a encontrar una niña sencilla y buena? Ni siquiera pido que sea bonita, mil veces prefiero que sea sensible. Pero como de todas maneras iba a ser poeta, tenía que aperrar no más.
Bañado y con el pelo limpio, me vestí con la ropa más formal que tengo: unos pantalones beige que me quedan un poco grandes todavía, pero igual pasan piola, una camisa celeste y chaqueta azul. Con esta sería la tercera vez que la usaba. La primera fue para las bodas de oro de mis abuelos y la segunda, cuando se casó mi primo mayor.
Partí muy decidido. Lo mejor, pensé, era buscar primero dentro del condominio donde vivo, hay como treinta casas y en todas viven familias con varios hijos. Lo recorrí como tres veces y en todas las vueltas no vi pasar a nadie más que a la señora Matilde con Pascual, su perro salchicha. Para variar, el tonto me pegó la desconocida, ladró y se fue de hacha a morderme los pantalones. Le mandé un solo grito y el muy valiente metió la cola entre las piernas y se fue todo achunchado.
No entró ni salió ningún pelagato más, y como a las diez y media, le pedí permiso a mi mamá y me fui al mall que está cerca de mi casa. Ahí sí que está lleno de mujeres, pensé, porque siempre veo a un montón de mamás con sus hijas, a mis compañeras de curso y también a niñas de otros colegios que van en grupo todos los sábados. Para ellas es lo mejor pasarse la mañana ahí y para nosotros los hombres, la lata máxima; pero si la montaña no viene a uno, hay que ir allá.
Mientras caminaba, se me ocurrieron mis primeros versos que fui memorizando hasta llegar. Ahí entré al café que está en la entrada, pedí un lápiz y los escribí en una servilleta, igual que la Rowling con su saga de Potter:
Emprendí ya el camino.
Salí a buscarte, musa,
sin rumbo, sin destino.
Solo necesito de tu corazón,
de tu alma y de tus ojos,
para inspirar los versos.
2 No todo lo que brilla es oro
Comencé a caminar, arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos y la vista media perdida, para darme un aire de misterio como el que tienen casi todos los artistas. Al principio me costó un poco, porque igual tenía que estar mirando para todos lados, y además concentrado en no caerme. Como no fui el primero de la lista cuando Dios repartió eso de hacer varias cosas a la vez, las primeras vueltas fueron bien fomes.
Cuando llevaba más de dos horas yendo para allá y para acá, y en todo ese rato no vi pasar ni a un cuarto de musa, me empecé a bajonear. ¿Dónde estaban todas las niñas? ¿Sería muy temprano todavía? Obvio, era sábado y siempre se levantan más tarde. Estoy seguro de que van a llegar en grupo, me dije. Solo tenía que tener paciencia y esperar. No me iba a rendir tan luego.
Además ya sabía que los poetas debían pasar por incertidumbres e inseguridades para inspirarse.
Fui a tomar un helado. Estaba muerto de hambre y además tenía que recargar las pilas, porque así como iba, me quedaba harto rato todavía. La promoción te daba la posibilidad de elegir dos sabores. Ahí estaba, mirando la heladera, cuando escuché unas voces justo detrás de mí. Sentí que despertaba de repente y que si hubiera sido perro, habría empezado a mover la cola. Me di vuelta y vi a tres niñas que también estaban eligiendo.
–Yo quiero chocolate suizo con vainilla, por favor –dijo una medio crespa.
–A mí deme chirimoya con lúcuma, por favor. –Esta tenía el pelo café y anteojos.
–Ya Isabel, apúrate para ir a pagar –le dijo una.
–¡Ay, no sé todavía…! Pero bueno ya, deme frambuesa con manjar. Gracias.
¡Era ella! En ese mismo momento estuve seguro, porque sentí que la sangre se me subió hasta los cachetes y que