Las bienaventuranzas y la oración del padrenuestro
Por A. W. Pink
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Después de todo lo que ha sido dicho y escrito por hombres de Dios sobre la oración, necesitamos algo mejor que aquello que es de origen meramente humano para guiarnos, si es que vamos a cumplir de forma correcta este esencial deber. Cómo criaturas ignorantes y pecadoras han de intentar presentarse ante el Dios Altísimo, cómo han de orar de manera aceptable a Él y cómo han de obtener de Él lo que necesitan, tan sólo puede ser descubierto a medida que el gran oyente de las oraciones se complace en revelarnos Su voluntad. Desde los tiempos más antiguos ha sido llamada "la Oración del Padre Nuestro", no porque sea una oración que Cristo mismo le dirigió al Padre, sino porque fue provista con gracia por Él para enseñarnos, tanto la manera como el método para orar y los asuntos por los cuales orar.
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Las bienaventuranzas y la oración del padrenuestro - A. W. Pink
Las Bienaventuranzas
Introducción
Han existido opiniones muy divididas en relación al diseño, el alcance y la aplicación del Sermón del Monte. La mayoría de los comentaristas lo han interpretado como una exposición de las éticas cristianas. Hombres como el difunto Conde Tolstoi lo han interpretado como la exposición de la regla de oro
según la cual todos los hombres deben vivir. Otros han ahondado en sus aspectos dispensacionales, insistiendo en que no le pertenece a los santos de la actual dispensación, sino que a los creyentes del futuro milenio. Sin embargo, dos inspiradas afirmaciones nos revelan su verdadero alcance. En Mateo 5:1, 2, vemos que Cristo le estaba enseñando a Sus discípulos. En Mateo 7:28, 29, queda claro que Él se estaba dirigiendo a una gran multitud de personas. Por lo tanto, es evidente que este mensaje de nuestro Señor contiene instrucciones tanto para creyentes como para no creyentes por igual.
Se debe tener en cuenta que este sermón fue la primera instancia en la que Cristo se dirigió al público general, a quienes se habían criado en un judaísmo defectuoso. También es posible que este haya sido Su primer discurso para los discípulos. Su diseño no sólo consistía en enseñar éticas cristianas, sino que también consistía en exponer los errores de los fariseos y despertar la conciencia de Sus oyentes legalistas. En Mateo 5:20 Él dijo, si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos
. Luego, hacia el final del capítulo, Él expuso en detalle la espiritualidad de la ley a fin de despertar a Sus oyentes a darse cuenta de la necesidad que tenían de Su propia perfecta rectitud. Era su ignorancia de la espiritualidad de la ley la que representaba la verdadera fuente del fariseísmo, ya que sus líderes afirmaban cumplir la ley en su aparente significado literal. Por lo que era el buen propósito de nuestro Señor despertar sus conciencias a través de hacer valer la verdadera importancia y el verdadero requisito interno de la ley.
Es de notar que este Sermón del Monte sólo está registrado en el evangelio de Mateo. Las diferencias entre éste y el Sermón de la Llanura en Lucas 6 son marcadas y numerosas. Mientras que es verdad que Mateo es por mucho el más judío de los cuatros evangelios, aun así creemos que es un serio error limitar su aplicación a los judíos devotos, ya sea del pasado o del futuro. El versículo con el que comienza el evangelio, en el cual Cristo es presentado en un sentido doble, debiera advertirnos en contra de tal restricción. Ahí Él es presentado como el Hijo de David y el Hijo de Abraham, padre de todos los creyentes
(Romanos 4:11). Por lo tanto, estamos completamente seguros de que este sermón enuncia principios espirituales que rigen en toda era, y sobre esta base procederemos.
La primera predicación de Cristo parece haber sido resumida en una corta, pero crucial oración, tal como lo fue la de Juan el Bautista antes de Él, Arrepentíos, porque el Reino de los cielos se ha acercado
(Mateo 3:2; 4:17). No es apropiado exponer en un estudio tan breve aquel tema tan interesante, el Reino de los cielos —qué es y cuáles son los diversos periodos de su desarrollo— pero estas Bienaventuranzas nos enseñan mucho respecto de aquellos que pertenecen a aquel Reino, y sobre quienes Cristo pronunció sus formas más sublimes de bendición.
Cristo vino una vez en la carne, y vendrá otra vez. Cada advenimiento tiene un objetivo especial relacionado con el Reino de los cielos. El primer advenimiento de nuestro Señor tuvo el propósito de establecer un imperio en medio de los hombres y sobre los hombres, a través de sentar los fundamentos de aquel imperio en la vida de las almas individuales. Su segunda venida tendrá el propósito de establecer aquel imperio en gloria. Por lo que es de vital importancia que comprendamos cuál es el carácter de los súbditos en el Reino, para que podamos saber si es que nosotros mismos pertenecemos a él, y si es que sus privilegios, inmunidades y las recompensas futuras son parte de nuestra herencia presente y futura. De este modo, uno puede entender la importancia de un estudio devoto y cuidadoso de estas Bienaventuranzas. Debemos examinarlas como un todo; no podemos tomar una sola sin perder una parte de la lección que ellas nos enseñan en conjunto. Estas Bienaventuranzas forman un único retrato. Cuando un artista dibuja un cuadro, cada línea puede ser elegante y magistral, pero es la unión de las líneas la que revela su relación mutua; es la combinación de las distintas delineaciones artísticas y de los pequeños toques lo que nos da el retrato completo. Por lo que aquí, aunque cada aspecto separado tiene su propia belleza y gracia particular y demuestra la mano del maestro, es sólo cuando tomamos todas las líneas en combinación que conseguimos el retrato completo de un verdadero súbdito y ciudadano en el Reino de Dios (Dr. A. T. Pierson parafraseado).
La gran salvación es gratis, sin dinero y sin precio
(Isaías 55:1). Esta es una provisión de gracia divina sumamente misericordiosa, ya que si Dios ofreciera la salvación a la venta, ningún pecador pobre podría conseguirla, viendo que no tiene nada con qué comprarla. Pero la gran mayoría es insensible respecto a esto; sí, todos nosotros lo somos hasta que el Espíritu Santo abre nuestros ojos segados por el pecado. Sólo los que han pasado de la muerte a la vida se vuelven conscientes de su pobreza, toman el lugar de mendigos, están felices de recibir caridad divina y empiezan a buscar las verdaderas riquezas. De este modo, a los pobres es anunciado el evangelio
(Mateo 11:5), anunciado no sólo a sus oídos, ¡sino que también a sus corazones!
De este modo, la pobreza de espíritu, que es una conciencia de la necesidad y del vacío propio, es el resultado de la obra del Espíritu Santo en el corazón humano. Se deriva del doloroso descubrimiento de que todas mis justicias son trapos de inmundicia (Isaías 64:6). A esto le sigue el hecho de darme cuenta de que mis mejores comportamientos son inaceptables (sí, son una abominación) para Aquel que es tres veces santo. De esta manera, el que es pobre en espíritu se da cuenta de que es un pecador que merece ir al infierno.
La pobreza de espíritu puede ser vista como el lado negativo de la fe. Es aquella comprensión de nuestra total falta de valor la que precede a tomarnos de Cristo por la fe, comer espiritualmente Su carne y beber de Su sangre (Juan 6:48-58). Es la obra del Espíritu vaciando el corazón de nuestro ego, para que Cristo pueda llenarlo. Es un sentido de necesidad y de destitución. La primera Bienaventuranza, por lo tanto, es fundacional, describe un rasgo fundamental que se encuentra en toda alma regenerada. Aquel que es pobre en espíritu no es nada ante sus propios ojos, y siente que el lugar que le corresponde es estar en la tierra ante Dios. Podría ser que, a través de la falsa mundanería, él dejara ese lugar, abandonara aquel lugar, pero Dios sabe cómo traerlo de regreso. Y en Su fidelidad y amor Él lo hará, ya que el lugar de la humillación propia ante Dios es el lugar de bendición para Sus hijos. Cómo cultivar este espíritu que honra a Dios está revelado por el Señor Jesús en Mateo 11:29.
Aquel que está en posesión de esta pobreza de espíritu es declarado bienaventurado: porque ahora tiene una disposición que es totalmente contraria a la que tenía por naturaleza; porque posee la primera evidencia segura de que una obra de gracia divina ha sido forjada en él; porque tal espíritu provoca que mire fuera de sí mismo en búsqueda de un verdadero enriquecimiento; porque es un heredero del Reino de los cielos.
-1-
La Primera Bienaventuranza
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
(Mateo 5:3)
Es, en efecto, bienaventurado resaltar cómo se da inicio a este sermón. Cristo no comenzó pronunciando maldiciones sobre los malvados, sino que comenzó pronunciando bendiciones sobre Su pueblo. Cuán propio de Dios fue esto, para quien el juicio es una obra extraña (Isaías 28:21, 22; cf. Juan 1:17). Pero cuán extraña es la siguiente palabra: bienaventurados
o dichosos
son los pobres —los pobres en espíritu
. ¿Quién, en forma previa, se había referido a ellos como los bienaventurados de la tierra? ¿Y quién, fuera de los creyentes, hace esto hoy en día? Y cuánto definen estas palabras de inicio la tónica de toda la posterior enseñanza de Cristo: lo más importante no es lo que el hombre hace, sino lo que es.
"Bienaventurados los pobres en espíritu. ¿Qué es la pobreza de espíritu? Es el opuesto de aquella altiva, auto-asertiva y autosuficiente disposición que el mundo tanto admira y alaba. Es justamente lo contrario de aquella actitud independiente y desafiante que se rehúsa a postrarse ante Dios, que se determina a desafiar a las cosas y que dice como el Faraón,
¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz?" (Ex. 5:2). El ser pobre en espíritu es darse cuenta de que no tengo nada, no soy nada y no puedo hacer nada, y tener necesidad de todas las cosas. La pobreza de espíritu es evidente en una persona cuando es traída a la tierra delante de Dios para comprender su total incapacidad. Es la primera evidencia que se experimenta de una obra de gracia divina en el alma, y corresponde al despertar inicial del hijo pródigo en el país lejano cuando