La familia de T…
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La familia de T… - Álvaro Gutiérrez Zaldívar
La familia de T…
(Una Historia Argentina)
La familia de T…
(Una Historia Argentina)
Novela - Relato
Álvaro Gutiérrez Zaldívar
Índice de contenido
Portadilla
Legales
Introducción
Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Epílogo
© 2020, by Álvaro Gutiérrez Zaldívar
© 2020, by Grupo Editor Latinoamericano S.R.L.
Avda. Jujuy 1142, PB, C
Buenos Aires,
Argentina. Tel - Fax: 4308-0308
grupo.editor@yahoo.com.ar
Colaboraron en la preparación de este libro:
Diseño: Pablo Barragán.
Digitalización: Proyecto451
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright
, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el tratamiento informático.
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-781-989-2
En su tronco se leen cifras
grabadas con el cuchillo
quizá por algún caudillo
que a los indios venció allí:
por uno de esos valientes
dignos de fama y de gloria,
y que no dejan memoria
¡porque nacieron aquí!…
Luis L. Domínguez, 1819-1898
(fragmento) año 1843
INTRODUCCIÓN
A veces en la vida se encuentran cosas por azar, en un golpe de suerte que uno no esperaba y eso fue lo que ocurrió con este libro.
Las cosas más raras suceden sin que uno se dé cuenta, mucho más cuando el afectado o el beneficiado, de acuerdo a como se lo mire, vive en uno de esos universos en los que las novelas continúan sucediendo después del final.
Como pasaba antes con las películas, que terminaban con dos besándose y la palabra Fin, y yo me iba convencido de que ahí empezaba otra historia, que quizás fuera mejor.
Esa suerte me permitió escribir este libro, para lo cual me dediqué a observar el comportamiento de algunos miembros de una familia durante casi doscientos años, mirándola desde afuera, tomando como referencia los libros que dejaron sus integrantes sobre los acontecimientos que iban viviendo.
Cuando se escribe sobre personas reales hay que tener en cuenta que lo que se narra los pueden convertir en vulnerables, que estamos, quizás, descubriendo situaciones que no quieren ser divulgadas o que de algún modo los pueden perjudicar.
Esa es la gran diferencia con los personajes ficticios, porque nada de lo que contamos sobre ellos puede afectarlos. Por eso a veces conviene hablar de los personajes reales como si fueran inventados.
Hay formas de protegerlos, por ejemplo, mezclando generaciones, cambiando los nombres y las circunstancas en que vivieron.
No dar apellidos, no precisar ubicaciones.
Algo sobre T…
Hace varios años que conozco a T..., y valoro mucho su personalidad, que no es habitual en el medio en que vivimos.
Con el tiempo me fui sorprendiendo por las historias que contaba de sus parientes y comprendí que muchos de esos antecedentes, a través de los años, habían formado su carácter. Ella había decidido hacer un estudio sobre ese grupo y la forma en que vivían, relatar parte de la historia de algunos de sus componentes. Entonces decidí ayudarla.
CAPÍTULO UNO
El lugar de nacimiento de cada uno fue fácil de ubicar; habitan en el mismo lugar desde hace más de doscientos años. El campo era y es conocido, tiene una historia propia, y quienes lo ocuparon llevaban un libro diario, compuesto de varios tomos, como si fuera el cuaderno de bitácora de un barco. Ahí anotaban los sucesos que pasaban a su alrededor. Con el tiempo algunos empezaron a escribir sus propios diarios, que se sumaron al Registro colectivo; la mayoría de esos escritos ocupan hoy un amplio estante en la biblioteca de la casa principal.
Busqué también antecedentes en archivos, catastros y registros públicos y privados e incluí planos y relevamientos.
También hablé con los propietarios de los campos linderos y la gente del pueblo, especialmente con los que habían nacido ahí y conocían a la familia desde siempre.
La ciudad cercana también creció; primero fue un paraje, luego estación de tren y a su alrededor se formó un pueblo, que con el tiempo se convirtió en ciudad.
Hoy está situada sobre un espacio que en su origen era llanura.
Finalmente decidí escribir este libro, y a veces pienso que si alguien quisiera emitir una opinión sobre las personas mencionadas debería tener en cuenta los años y el contexto en que vivieron, y el resultado final de los hechos donde actuaron.
La vida en nuestro país en el siglo XIX era terrible. No había nada seguro; el hombre que hoy se queja de un movimiento de tierra, una huelga, un tumulto, o de la inseguridad está en su derecho, pero posiblemente no tenga noción de lo duro y difícil que fue vivir aquí en aquellos años.
Este libro trata sobre este grupo; el tema derivó de mi interés por T…, pero de ella y de sus padres no voy a hablar.
El comienzo
Al mencionar parentescos los remito en todos los casos a ella. Cuando hablamos del tatarabuelo, el bisabuelo, el abuelo, la madre o los tíos siempre me refiriero al vínculo que mantenían con T...
La familia usaba el campo y las distintas construcciones en conjunto, aunque no todos los que vivían ahí tenían una vinculación familiar. Había en el campo otros componentes, amigos y visitas, que pasaban temporadas, largas o cortas según su conveniencia.
Varios de ellos se quedaron ahí hasta su final.
Los rumores
Sobre los que ocuparon el lugar antes de T… hay una serie de leyendas que corren por el pueblo. Algunas son ciertas y las pude confirmar.
Otras nunca las pude comprobar; por ejemplo, la que cuenta que alguien de la familia encontró un tesoro en una habitación grande ubicada a unos siete metros de profundidad dentro de la pared interna de un aljibe. Nadie supo por quién fue construida, ni quién o quiénes lo ocultaron ahí. La leyenda sostiene que en el cuarto había monedas de oro y plata, vasos de oro y otras joyas.
Con los años el primer Código Civil Argentino (1871) estableció que si el dueño de un inmueble encontraba en sus instalaciones un tesoro y no se sabía su procedencia, quedaba como propietario de ese bien.
Los que hablaban en el pueblo sobre la existencia del tesoro daban dos versiones distintas sobre su origen: la primera era que pertenecía a una de las dos órdenes religiosas que ocuparon el campo antes de que la familia lo comprara.
Los que sostienen la segunda versión afirman que podía haber sido parte del tesoro que se llevó el Virrey Sobremonte cuando huyó a Córdoba con el oro y la plata que había en el fuerte de Buenos Aires, en la primera invasión inglesa ocurrida en el año 1806.
Busqué sobre esta posibilidad en libros de Historia Inglesa, pero sus historiadores no hablan sobre los desembarcos en el Río de la Plata. Ni los mencionan.
Conocen las invasiones, saben de su existencia, pero las ignoran en sus libros porque no les fue bien.
Es sabido que una de las formas de mantener la imagen de invencibilidad de los países es no relatar las guerras perdidas.
La primera invasión inglesa fue en la práctica un intento de piratería; en la segunda, dos años después, fueron también derrotados y juzgaron a su general, destituyéndolo. Le arrancaron públicamente sus charreteras y lo echaron del ejército.
El cuarto dentro del aljibe todavía está, pero vacío, posiblemente alguna vez fue utilizado como refugio precario en algún malón o para ocultarse de alguna partida de bandidos. Ese también puede ser el origen de su construcción y del hecho probable de que nunca hubiera ocultado un tesoro.
La leyenda corre por el pueblo, pero los libros del campo no lo mencionan. Tampoco encontré antecedentes de que alguien de la familia haya tenido en algún momento un incremento notable de riqueza.
Como ya dije, el cuarto todavía está; varios, incluido yo, han entrado en su interior, usando una cadena gruesa y dos baldes de hierro, uno para cada pie.
Lo del tesoro del Virrey puede ser posible: escapó por esa zona con las riquezas reunidas en el Fuerte y fue detenido por los ingleses, que solo pudieron capturar parte de lo que llevaba. Si esa fue la procedencia, el tesoro estuvo años ahí sin que nadie lo descubriera. El padre del tatarabuelo compró el campo cuando el Virrey Sobremonte ya había muerto, el país era independiente y ya no pertenecía a la corona de España.
El campo ofrece a la vista un monte que en algún momento fue un parque y ahora es una selva de acacias negras; al principio la gente que moría en el campo era enterrada ahí, fueran indios, esclavos, criollos o de origen europeo.
Con los años se prohibió hacer entierros de gente en las casas y en los campos. Eso fue mucho antes de que el pueblo tuviera un cementerio. En la biblioteca había un mapa con algunos lugares marcados, señalando quien ocupaba cada lugar.
Con ese mapa la familia descubrió que había más gente enterrada que la que ellos creían. Era un tema del cual no se hablaba.
Con los años la Municipalidad, que conocía la existencia del lugar, sin tener idea de la cantidad de enterrados, origen o ubicación, comunicó que los restos serían trasladados al cementerio de la ciudad. El intento no llegó a durar una semana, nadie quería trabajar en esa selva.
La vida en el campo
En el lugar no siempre las cosas salieron bien; la rentabilidad en las estancias depende mucho del tiempo, las lluvias, las secas y la posibilidad de trasladar la producción. Con el tiempo la superficie primitiva se fue achicando y resultó, cada vez, menos rentable.
En los últimos años la situación fue cada vez peor; cuando T... era una niña las revistas que se dedicaban a promocionar actrices y futuras estrellas dejaban siempre constancia de que noviaban con un estanciero
. Era un tema recurrente, pero nueve de cada diez entrevistadas declaraban novio estanciero
, y así se publicaba. Hoy ninguna tiene novios que se dediquen al campo; todos son empresarios, artistas o jugadores de fútbol. El estanciero
con el tiempo se fue desvalorizando.
No lo critico, pero es bueno tomar nota de cómo ha cambiado la imagen y la importancia de los que trabajan la tierra.
El origen
Cuando el primer antepasado adquirió el campo, el lugar valía poco y nada, porque esa zona estaba a merced de esporádicos malones o de partidas armadas, que vandalizaban el territorio. Con los años, y como consecuencia de las ventas y divisiones de herencias, la mayoría de los lotes se fueron perdiendo.
Hubo, por otra parte, una época en que parte de lo vendido fue recomprado, pero eso fue por un golpe de suerte, que más adelante contaré. De cualquier forma nunca volvió a recuperar el tamaño primitivo.
Como mucho hoy queda apenas un dos por ciento de la tierra original.
En un determinado sector, llamado de las casas
, hubo muchas construcciones; algunas todavía se mantienen y otras son solo restos que recuerdan su pasado esplendor. Algunas de las que hoy no se usan ofrecen a la vista ladrillos grandes que estaban en origen unidos con barro, que con el tiempo desapareció; las estructuras se mantienen porque han vuelto a ser afirmadas con cemento. Algunas de las pegadas con barro siguen en uso.
Hay además casas que han recibido ampliaciones. Una de las más antiguas tiene un mirador central e internamente todavía conserva los caños de bronce del gas de carburo, que a fines del siglo XIX se usaban para la iluminación.
Entre 1880 y 1930 la tierra fue rentable y dio a la Argentina una imagen internacional de prosperidad y agraciado futuro. Hubo años de grandes exportaciones de lana y venta de cereales. Hubo también mucho movimiento durante y después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial; países importantes nos debían sumas enormes de dinero, pero todo eso, como consecuencia de las malas políticas locales, también desapareció.
El país ha estado muchos años situado sobre una cinta móvil; gastaba su energía corriendo, pero seguía en el mismo lugar. Cuando dejaba de correr retrocedía. Eso aún hoy nos hace perder posibilidades.
De estos problemas no voy a contar, este no es un libro político; solo soy un simple observador de los antecedentes de un grupo humano que permanece unido y vive en armonía a través de los años.
Lo que para ellos es importante.
CAPÍTULO DOS
La familia y el campo – Antecedentes.
Los europeos, los criollos, los indios, los esclavos.
Los primeros europeos que habitaron en Buenos Aires.
El 1534, el rey Carlos V firma en Toledo, España, una Capitulación a favor de don Pedro de Mendoza para poblar las tierras del Río de Solís, también llamado de la Plata. Este adelantado perdió su vida y su fortuna para venir a buscar una tierra supuestamente llena de metales preciosos, lagos con fondo de oro y otras riquezas de ese tipo, que aquí no existían o nunca estuvieron a su