Fragmentos de vida
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Ignacio Jasiel Hernández
Ignacio Jasiel Hernández Maya nace en la ciudad de Santiago de Querétaro, en 1978. Es ex catedrático en dos universidades mexicanas y dirige actualmente un Jardín de Niños público. Estudió la Licenciatura en Música con línea terminal en Educación Musical, la Licenciatura en Educación Preescolar, la Maestría en Administración, la Maestría en Ciencias de la Educación, la Maestría en Arte; tiene estudios de Arte Moderno y Contemporáneo y es Doctor en Educación. Fue secretario de Arlequín Cuentacuentos IAP. Ha publicado nueve libros; los más recientes han sido presentados en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (2016, 2017 y 2018), en la FIL de Lima, Perú, en 2017 y en la FIL del Instituto Politécnico Nacional, en 2017 y 2018.
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Fragmentos de vida - Ignacio Jasiel Hernández
Primera edición, 2018
© 2018, Ignacio Jasiel Hernández Maya.
© 2018, Par Tres Editores, S.A. de C.V.
Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués,
Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro.
www.par-tres.com
direccioneditorial@par-tres.com
ISBN de la obra 978-607-8656-01-1
Diseño de portada
© 2018, Diana Pesquera Sánchez.
Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.
Impreso en México • Printed in Mexico
Ignacio Jasiel Hernández Maya nace en la ciudad de Santiago de Querétaro, en 1978. Es ex catedrático en dos universidades mexicanas y dirige actualmente un Jardín de Niños público.
Estudió la Licenciatura en Música con línea terminal en Educación Musical, la Licenciatura en Educación Preescolar, la Maestría en Administración, la Maestría en Ciencias de la Educación, la Maestría en Arte; tiene estudios de Arte Moderno y Contemporáneo y es Doctor en Educación.
Fue secretario de Arlequín Cuentacuentos IAP. Ha publicado nueve libros; los más recientes han sido presentados en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (2016, 2017 y 2018), en la FIL de Lima, Perú, en 2017 y en la FIL del Instituto Politécnico Nacional, en 2017 y 2018.
Dedicado a
Fabiola Hernández Becerra.
A ti, mi lector anónimo.
Mariana, sólo una adolescente fan del pop-rock
–¡Quita ese escándalo, Mariana!
–Ay, mamá, es música pop-rock; no es ningún escándalo.
–Está muy fuerte. ¿Pero qué no te das cuenta que esa música ya pasó de moda? Eres una adolescente escuchando música de viejitos. Eso era lo que yo escuchaba de joven.
–No mamá, la música es atemporal.
–Eres muy rara, Mariana. Te gustan los cómics y el manga; siempre te vistes con playeras de superhéroes. ¿Qué no te das cuenta que esos son gustos de hombre?
–¡Ja, ja, ja! ¡Jefa, eres la mejor!
–¡Tú cállate, Lorenzo!
–Sí tengo razón, ¿verdad, hijo?
–Te pasas Mariana. Hasta te gusta el box y la lucha libre. Eso es para hombres. Al rato vas a decir que te gusta el futbol y los videojuegos.
–Pues sí me gustan… ¿y qué?
–A ver, Mariana, te propongo algo. Ve y disfruta de las creaciones y producciones de las mujeres, ¿va?
–¿Sólo de mujeres, Lorenzo?
–Sí Mariana, sólo de mujeres, para que goces del pastiche posmoderno.
–¿Y eso qué es, payaso?
–Tus tenis están hechos en Indonesia, tu ropa es de México, ves programas y series de Estados Unidos y escuchas música pop-rock hecha por una banda española que toca instrumentos chinos.
Solos
¿Estamos solos?, ¿todos nuestros recuerdos son reales? ¿En qué medida podemos estar seguros de que lo que experimentamos existe? ¿Cómo sabemos que no estamos dormidos? Quizás, todo es producto de nuestra mente y todo lo hemos inventado. Estamos atrapados y nos inventamos nuestra propia historia: lo que vivimos. Me asomo por la ventana. Escucho un ruido. Es solamente un señor desconocido que está tocando la puerta de la casa de enfrente. Tiene bigote, lleva un portafolios y viste un pantalón casual color beige y una playera tipo polo color rojo. De la nada, atraviesa la calle una niña que luce un vestido blanco, su cabello lacio y castaño; tendrá unos seis años y desaparece. El hombre y yo quedamos aterrados.
–¿Vio eso señor? –le grito por la ventana.
–No, yo no vi nada.
–Seguro que sí lo vio, pero tiene miedo de admitirlo.
–Sí, es cierto, mejor me voy.
–¿Quién es usted?
–Yo soy tú.
–Imposible.
–¿No te das cuenta? No hay calle, no hay casa, todo es un sueño, todo lo creaste tú, en tu mente.
En ese momento desaparece. ¿Y cómo saber que no es todo un sueño? ¿Qué certeza tenemos de que no estamos soñando? Sigo dormido, empieza el siguiente sueño. Esta vez será aterrador.
Mictlán
¿Dónde estoy? Está todo a oscuras. ¿Qué fue lo que pasó? Gritaré fuerte. ¿Alguien puede oírme? ¿Qué sucede? Rayos, casi no tengo fuerzas, estoy tan cansado. Trataré de levantarme. ¡Arriba! ¡Vamos! Este lugar es tan frío, tan tenebroso; no puedo escuchar nada y me siento raro, algo extraño. No escucho nada. No logro recordar qué fue lo que pasó. Parece que he dormido por mucho tiempo. Qué raro siento mi cuerpo. Mi ropa está como la recuerdo, pero empolvada. ¿Qué fue lo que ocurrió? Veamos: lo último que recuerdo… ¿Qué rayos es eso? Parece un Xoloitzcuintle. No es posible, no lo creo. ¿Es en serio? Estoy en Itzcuintlán. Por favor, en serio, no fue mi intención; lo siento, se me atravesó. De verdad, perdón, traté de esquivarlo, no podía frenar por completo, venían autos detrás de mí. Eso fue hace tanto tiempo. Ahora recuerdo: mi ropa y mi aspecto, mis manos… Nada coincide: mi cara, mi cabello, todo es de cuando era joven. Ahora entiendo, no pasó nada; solamente estaba dormido, pero ahora soy un viejo. Ahora comprendo y veo todo claro. Allí está Apanohuacalhuia.
El pergamino
Escribo las siguientes líneas para que quede constancia de lo que me aconteció. Todo empezó hace exactamente un mes, cuando recibí la visita del señor Randolph Carter. Al menos así dijo llamarse. Decía cosas muy extrañas e incoherencias que no pude entender. Hablaba en un inglés muy pausado, con una voz profunda y misteriosa. Le expliqué que entendía sus palabras, pero no comprendía nada de lo que decía. Me entregó un pergamino y una llave de plata. Dijo que ya había visto suficiente y se marchó. El pergamino era muy antiguo; lo guardé con mucho cuidado. Así, me quedé por varios días pasmado, espantado; no me atreví a leer dicho documento, ni tocar la llave. No obstante, sentía una tremenda curiosidad. Por fin, tomé valor una noche y encontré que el pergamino hablaba de sueños y ciudades extrañas; de lugares que no existen. El pergamino describía sitios fantásticos y aterradores. Mencionaba la existencia de otras dimensiones y la posibilidad de viajar al pasado. Estaba todo dicho. Haría lo que indicaba el pergamino. En caso de desaparecer, que se sepa que esto es lo que me ha ocurrido: trataré de ir al pasado, exactamente, antes del cataclismo del año 2022. Espero poder evitarlo.
Días extintos
–Buenos días, maestra. Compañeros y compañeras, mi nombre es Joaquín García. Vivo en el municipio de Huimilpan, en el estado de Querétaro, México. Y yo les voy a hablar un poco sobre el tema de la migración y el Día de Muertos. Allá los muchachos no quieren estudiar, ni trabajar. La mayoría sueña con irse al Norte, a los Estados Unidos. La gente que regresa trae hartos dólares. Algunos llegan en autos de lujo y camionetas. Dicen que les pagan diez veces más, incluso más, por el mismo trabajo. Por eso no quieren estudiar, ni trabajar; su sueño es irse a Gringolandia.
La cultura gringa está muy difundida en estos días. Los niños salen a las calles disfrazados. La mayoría, se disfraza de brujas, de monstruos, y uno que otro de calavera o de La Llorona. En la noche del treinta y uno de octubre y primero de noviembre, salen a las calles y tocan en las puertas de las personas gritando: «¡Queremos Halloween! ¡Queremos Halloween!». Por lo general, la gente no les da nada y amenazan: «¡Dulce o travesura! ¡Dulce o travesura!». Algunos también lo gritan en inglés: ¡«Trick or treat!» Cuando se enojan pegan chicle en las puertas de las casas y vehículos. A veces arrojan basura o piedras. También hay algunos que gritan: «¡¿Me da mi