Las emociones: ¿Cómo gestionarlas?
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Este libro propone las mejores y más exitosas habilidades que se aprenden de forma progresiva a través de un recorrido por historias que vivirá y resolverá como si fueran suyas.
¿Cómo reconocen las emociones los niños y cómo se sumergen en ellas los adolescentes? ¿Cómo ayudan o perjudican los padres en este proceso?
¿Por qué el equilibrio emocional del futuro se gesta en la infancia, y por qué los estilos adultos ansiosos o fríos son los más afectados? Se puede conseguir una armonía emocional con una gestión adecuada. Este libro ayuda a identificar lo positivo y negativo de las emociones y que sepamos expresarlas sin que nos agobien. Podemos vivirlas en el tiempo presente sin temor a lo incierto y saber comprender con empatía las de los demás.
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Las emociones - Azucena García Palacios
Las emociones
¿Por qué lloramos, nos enfadamos, reímos, amamos….?
Azucena García Palacios
Universitat Jaume I
Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimasdel dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzóa decirle con el último aliento: sólo Dios sabe cuánto te quise.
El Amor en los Tiempos del Cólera,
Gabriel García Márquez
La fuerza de estas líneas está en su carga emocional. Las emociones que describen, en el momento en el que suceden, y la habilidad en cómo lo cuenta, nos provoca una reacción emocional. Es por eso que a muchos de nosotros nos encantan las historias: por su argumento, sí, pero también porque nos hacen sentir emociones.
Si nos pidieran que nombráramos emociones, lo haríamos inmediatamente: alegría, tristeza, miedo, enfado, amor, odio, culpa… No nombraríamos otras emociones en un primer momento, aunque las reconociéramos, como son la sorpresa o el aburrimiento. Sin embargo, casi nunca nombramos como emoción una que solemos relacionar más con un estado meramente físico: el asco.
Las emociones están presentes en cada actividad humana. Existen ámbitos en los que tienen una gran predominancia. El arte en sus distintas manifestaciones, pintura, música, escultura, danza, literatura…, tiene como denominador común la facultad de invocar las emociones de una forma directa, en algunos casos sin casi intermediación, como en la pintura o la música, y en otros con la mediación del lenguaje, como en la literatura. Mis dos libros favoritos, Las mil y una noches y El amor en los tiempos del cólera, tienen como hilo conductor dos poderosas emociones: la curiosidad, en el caso de Las mil y una noches, y el amor, en el caso de El amor en los tiempos del cólera.
En Las mil y una noches, Sherezade consigue despertar la curiosidad del sultán cada amanecer al contarle un cuento inacabado. El sultán, llevado por esa curiosidad, no puede seguir su plan de matar cada día a una mujer distinta con la que se desposa cada noche. En ese caso, la curiosidad se enfrenta y vence a otra emoción, compleja y terrible: la venganza. El sultán fue engañado por su esposa y, tras hacerla matar, decide casarse cada noche con una distinta y ejecutarla al amanecer, para que no pueda serle infiel.
En El amor en los tiempos del cólera, Florentino Ariza espera y espera a su amada, Fermina Daza, a lo largo de los años. El triunfo del amor es accidentado y en algunos momentos, angustiante, además de ser un amor adornado y tamizado por la intensidad del Caribe. García Márquez retrata como nadie y sin edulcorantes esa emoción que reúne todo el tumulto que nos generan las emociones. El amor es alegre, arrebatador, pero también angustiante, implacable.
Las emociones están en muchos ámbitos comunes, sociales, y también forman parte de cada uno de nosotros a un nivel individual. Llegamos al mundo llorando, las emociones son nuestra primera forma de comunicación con los demás. Los procesos de apego, que se han revelado como tan importantes en nuestro desarrollo, se fundamentan en una conexión íntima y emocional con nuestros primeros cuidadores. Cuando somos bebés, manifestamos nuestro malestar y nuestro agrado expresando emociones. Nuestro llanto o nuestra sonrisa consiguen maravillas: que nos limpien, nos alimenten, nos conforten, nos hagan mimos, etc.
Crecer implica aprender a caminar, a comer sólidos, a hacer pipí y popó en el orinal, a hablar… y también a gestionar las emociones. La forma en que nos dejan expresar las emociones de pequeños no tiene nada que ver con lo que se nos permite de mayores.
Nos enseñan a modular la expresión emocional, a no llorar o reírnos sin control en situaciones formales, como podría ser una clase de mates. Nos instruyen a tolerar emociones desagradables como la frustración o el aburrimiento, y así aprendemos que no podemos tener lo que queremos en el momento que lo queremos (creo que asimilar esto es uno de los momentos cruciales en nuestras vidas, un momento terrible, pero sumamente importante para una buena salud mental). Este aprendizaje, aunque muy natural, no es instintivo: nos enseñan a gestionar las emociones y es un proceso de aprendizaje que corre en paralelo con nuestra maduración. Cuando ya sabemos hablar, empezamos a aprender cómo se llaman las emociones, y comenzamos a distinguirlas: la tristeza no es lo mismo que la alegría, ni lo mismo que el enfado. También nos enseñan a clasificar las emociones en negativas (tristeza, enfado, miedo…) y positivas (alegría, sorpresa…). Y en algún momento… aparece la razón: Piensa antes de actuar…. No te dejes llevar por las emociones…
La razón y las emociones son una dicotomía muy presente en nuestra cultura desde hace siglos. Empieza con los griegos, como casi todo. Platón planteó la distinción entre la filosofía (racional) y la poesía (emocional). Darwin, en su libro La expresión de las emociones en los animales y el hombre, plantea el papel universal y la utilidad que tienen las emociones para sobrevivir y adaptarse, una visión mucho más positiva del mundo emocional. Antonio Damasio, en su célebre libro El error de Descartes: emoción, razón y el cerebro humano, reconcilia a las emociones y la razón. Actualmente, la propia psicología y las neurociencias nos señalan que la razón no es nada sin las emociones… y viceversa.
¿QUÉ ES UNA EMOCIÓN?
Las emociones tienen una difícil definición, las conocemos y experimentamos, pero ponerles palabras no es fácil. Pese a que ya hay mucha investigación sobre ellas, siguen siendo escurridizas (y por eso son tan fascinantes).
Algunos de los componentes de las emociones son más fácilmente observables y medibles. A saber:
El lenguaje emocional, expresivo (expresiones faciales, posturales y el lenguaje verbal).
Los cambios fisiológicos asociados a la emoción (las sensaciones físicas como la aceleración del corazón y la respiración, la dilatación de las pupilas, etc.).
La conducta (aproximarse, escapar, esconderse, etc.).
¿Y el sentimiento? Es lo más reconocible de la emoción; es la experiencia subjetiva, cómo nos sentimos, pero también más difícil de medir. El conjunto de estos apartados conforman la naturaleza multidimensional de las emociones. Un ejemplo claro son los cambios producidos por el miedo como palpitaciones y sudoración, una experiencia (sentimiento de angustia), cambios faciales como la elevación de las cejas y la apertura de los ojos, y un impulso a ciertas conductas como huir o atacar.
¿Qué diferencia hay entre la emoción y el sentimiento?
El sentimiento es la experiencia subjetiva de la emoción, de aquello que sentimos, por lo que, a diferencia de la emoción, es más difícil medir de manera objetiva.
Es importante también considerar cuándo ocurren: se refiere a que son fenómenos que se producen cuando una persona valora una situación como relevante para una meta concreta. Por ejemplo, el miedo que se desencadena ante la posibilidad de que un coche me atropelle tiene que ver con una meta personal, permanente y tan simple como es «preservar la vida». El amor que siento por mis amigos está relacionado con una meta compleja como es «obtener apoyo de personas cercanas». La ansiedad que siento ante un examen está relacionada con una meta transitoria como es «aprobar el examen».
¿Y CUÁNTAS EMOCIONES HAY?
Al pensar en cuántas emociones hay, me viene a la memoria mi experiencia traduciendo un manual psicoterapéutico para el tratamiento de personas que presentan problemas emocionales graves (el programa STEPPS de Nancee Blum). En el módulo para aprender a gestionar emociones, una parte está destinada a la educación sobre las emociones y presenta un ejercicio fantástico, ya que además de servir para aprender sobre las emociones, es muy útil para acercarse a ellas de una forma lúdica, lo que ayuda a desactivar los prejuicios y miedos relacionados con las mismas. El ejercicio se llama: Formas de comunicar las emociones. Se presenta un listado de emociones y se pide a los participantes que ejemplifiquen cada emoción con distintos aspectos: sensaciones físicas (por ejemplo, sensaciones físicas asociadas al aburrimiento), un color (por ejemplo, ¿de qué color es la culpa?), relacionar los sentidos con cada emoción (por ejemplo, ¿a qué huele la tristeza?), una canción que exprese esa emoción concreta, y una experiencia o situación que provoque esa emoción (por ejemplo, ¿qué situaciones nos hacen sentir curiosidad?). Les reproduzco aquí el ejercicio y les animo a que lo practiquen con sus familiares y amigos (y con los niños, ellos son los que mejor partido le sacan). La tabla que les presento sólo tiene una muestra del gran número de emociones que existen. Además, se pueden hacer modificaciones al ejercicio, añadiendo o eliminando emociones. Por ejemplo, con niños pequeños pondríamos sólo las emociones más conocidas como la alegría, la tristeza, el enfado, la sorpresa, y el miedo.
Tabla 1. Formas de comunicar las emociones. Del manual: Blum, N. et al. (2012). Systems training for emotional predictability & problem solving. Blum Books.
Emoción / Me siento… – Sensación física – Color – Sentidos – Música – Experiencia
Abrumado
Aburrido
Afligido
Agradecido
Aislado
Alegre
Animado
Asqueado
Asustado
Avergonzado
Cansado
Cariñoso
Celoso
Contento
Culpable
Curioso
Decepcionado
Enamorado
Enfadado
Excitado
Feliz
Frustrado
Humillado
Interesado
Involucrado
Irritable
Nervioso
Orgulloso
Preocupado
Relajado
Satisfecho
Seguro
Solo
Sorprendido
Triste
Vacío
Mis sobrinos de 6 y 4 años, Gonzalo y Rodrigo, lo tienen claro, la tristeza es azul, la alegría amarilla, el miedo negro, la calma verde y el enfado rojo. No tiene precio verlos ejemplificar con sus caritas cada una de las emociones. Las emociones favoritas de Rodrigo son la calma y la alegría y las de Gonzalo la alegría y el miedo.
¿Podríamos ampliar ese listado de emociones? La respuesta es sí. Entonces, ¿cuántas emociones hay?, probablemente, no lo sabemos.
Estas emociones básicas se complican cuando entra en juego la cultura, que moldea la experiencia emocional. Ejemplificaremos con algunos términos que serían propios de culturas específicas. Una de mis favoritas es el awumbuk, término que utilizan los baining de Papúa Nueva Guinea para referirse a la emoción de vacío agridulce que queda cuando se va un invitado. Otra sería el dolce far niente, un término perfecto que tienen los italianos para describir esa emoción agradable, como un aburrimiento placentero que se siente cuando no tienes nada que hacer (que falta nos hace a algunos el dolce far niente). Otra palabra misteriosa y fascinante es la saudade del portugués. Describe una emoción de melancolía que ocurre cuando te separas de alguien o algo querido y sientes la necesidad de volver a verlo. Tiene el matiz de saber que quizás no volverás a verlo. Es parecido a la añoranza... pero no exactamente.
EN DEFINITIVA…
Parece que cuanto más nos adentramos en el estudio de las emociones, más preguntas aparecen.
No tenemos una respuesta a cuántas emociones hay.
Aunque parecía muy establecida la teoría de la universalidad de las emociones básicas, nuevas miradas y nuevos métodos de investigación están poniendo en duda algunos aspectos de esta. Parece que la cultura tiene mucho que decir también.
Lo más adecuado, es acercarse a las emociones entendiéndolas, no como algo estático, sino como procesos dinámicos en los que influyen múltiples aspectos.
DIMENSIONES DE LAS EMOCIONES: AGRADO E INTENSIDAD
Relacionado con entender las emociones como procesos dinámicos está el estudio de las dimensiones de las emociones. Se refiere a que en la tarea de entender las emociones parece muy útil tener en cuenta dos dimensiones que se han encontrado reiteradamente, una relacionada con la valencia emocional (agrado-desagrado) y otra, con la activación o alerta (activación alta-activación baja). Cada emoción podría entonces entenderse desde esas dos dimensiones. Por ejemplo, la alegría sería una emoción con alta valencia (agrado) y alta activación, mientras que la tristeza tendría una baja valencia (desagrado) y moderada-baja activación. El hecho de conceptualizar las emociones de forma dimensional tiene implicaciones importantes para su comprensión. Pensemos en los niños; antes de etiquetar las emociones (de ponerles nombre), saben decirnos si se sienten bien o mal. Puede ser que no nos sepan decir que están tristes, porque su repertorio léxico aún no les permite ese etiquetaje, pero sí nos expresan con palabras o con conductas un estado de valencia positiva o negativa y una intensidad de la activación fisiológica alta o baja (por ejemplo, aprendo que un sentimiento agradable e intenso se llama alegría).
¿PARA QUÉ SIRVEN LAS EMOCIONES?
Llevamos ya un rato hablando de las emociones. Vemos que el mundo emocional es complejo y muy difícil de apresar. Ni siquiera sabemos cuántas emociones hay.