El camino del norte
Por Adonay Contreras
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El camino del norte es la historia de un joven que al abandonar su país, decide tomar una ruta peligrosa hacia los Estados Unidos de América, como lo han hecho muchos emigrantes centroamericanos que han dejado lo más preciado: su familia, y se han aventurado en busca de las promesas del sueño americano; sueño que para muchos se
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El camino del norte - Adonay Contreras
EL CAMINO DEL NORTE
ADONAY CONTRERAS
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Publicado por Ibukku, LLC
www.ibukku.com
Diseño de portada: Ángel Flores Guerra Bistrain
Diseño y maquetación: Diana Patricia González Juárez
Copyright © 2023 Adonay Contreras
ISBN Paperback: 978-1-68574-454-0
ISBN Hardcover: 978-1-68574-456-4
ISBN eBook: 978-1-68574-455-7
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
CUARTA PARTE
QUINTA PARTE
DEDICADO A MI ESPOSA TANIA SMITH
INTRODUCCIÓN
En busca de un mejor mañana, para nosotros y nuestras familias y por el sueño de encontrar una nueva y mejor vida en algún otro país, miles de emigrantes centroamericanos emprendemos una travesía de más cinco mil kilómetros hacia los Estados Unidos de América a bordo del ferrocarril mexicano apodado «La Bestia».
Famoso por cargar en sus lomos a miles de emigrantes que han dejado todo y arriesgado sus vidas en un peligroso viaje que no tiene garantía de llegar y tal vez de nunca regresar al país que dejaron atrás.
Fuimos los emigrantes centroamericanos que apodamos al ferrocarril que cruza todo el país mexicano de sur a norte «La Bestia».
La razón por la que apodamos así a este tren es porque lo utilizamos como un medio de trasporte para cruzar el país mexicano de punta a punta en un viaje donde nos jugamos la vida cada minuto que pasamos colgados de esa peligrosa fiera metálica.
Son más de cinco mil kilómetros de travesía, sin importar si llueve o truene, da lo mismo si hace frío o calor, lo importante es llegar.
Ningún obstáculo es imposible cuando hay una energía interna que te impulsa a dar lo mejor de ti. Cuando tienes una meta definida, cuando sabes que tienes la mirada puesta en el blanco en donde has puesto tu mirada, cuando hay determinación, se encuentran los medios.
No hay tiempo para pensar en las cosas que se quedaron atrás como nuestras familias. La comodidad del hogar, para otros la esperanza de encontrar en otro país libertad y comodidad financiera no les permite pensar en las pocas cosas que dejaron.
El que no puede dejar de pensar en las cosas que deja en su país de origen, como sus seres queridos, hay muchas probabilidades de que desista de sus sueños y se dé la vuelta de regreso.
La ruta es hostil. Se necesita poner en práctica la fe en el Todopoderoso poniendo toda nuestra fe y nuestra confianza que él nos protegerá de los diferentes peligros que un emigrante encuentra en este recorrido.
Avanzamos paso a paso tal vez con temor de ser atrapados y deportados para nuestros países de los cuales nos hemos venido huyendo por diferentes motivos. Algunos huimos de la pobreza, otros huyen de la violencia que cada día se traga viva la juventud y la nación completa.
Pero los peligros que encuentra un emigrante en el camino del norte son muchos. No solo se corre el riesgo de ser deportados al caer en las manos de la migración, también las probabilidades de perder la vida y ser mutilados por el tren apodado «La Bestia» son muchas. Muchos han perdido la vida al caer del tren.
La mayoría de los accidentes ocurren al quedarnos dormidos y es cuando caemos sin darnos cuenta en las poderosas mandíbulas trituradoras de hierro de La Bestia devoradora de emigrantes.
En adición a esto, también existen las probabilidades de ser asaltados o secuestrados por algún grupo del crimen organizado conocidos como las maras y los carteles de la droga en México, que también recorren este camino al lomo de La Bestia buscando víctimas, en este caso emigrantes, para despojarlos de sus pocas pertenencias.
O tal vez ser secuestrados y muertos por los carteles de droga o de tráfico humano, exigiendo dinero a sus familiares que viven en los Estados Unidos a cambio de perdonarles la vida.
Sin embargo, la corrupción es tan miserable que, a pesar de que muchos nos hemos venido huyendo de la pobreza, muchas veces solamente para venir a caer en manos de criminales que sin sentir ninguna empatía dejan caer toda su maldad sobre nosotros los emigrantes que lo único que estamos haciendo es buscando mejores oportunidades.
Para algunos desafortunados que no tienen familiares en los Estados Unidos muchas veces son asesinados por no tener quien los rescate.
Algunas pobres familias se ven obligados a vender sus pocas pertenencias para pagar el rescate de sus seres queridos que fueron secuestrados en México.
Sé del caso de un amigo que llamaremos Juan para proteger su identidad que fue secuestrado en Texas y como no tenía familiares en Estados Unidos quien pagara por el rescate los secuestradores lograron comunicarse con los padres de Juan para cobrar el rescate.
Pero los padres de Juan eran tan pobres en El Salvador que para conseguir los quinientos dólares tuvieron que ir con el tío de Juan.
Él era el único en toda su familia que podía ayudar, así que el tío de Juan al mirar el dolor de sus familias tuvo que vender alguna propiedad para pagar el rescate.
Tal vez los padres de Juan nunca podrían pagar ese dinero a su tío. Tal vez los secuestradores no le perdonarían la vida como suele pasar en estos casos, pero Juan solo tenía dieciocho años.
En otra ocasión en México estando en una casa con un grupo de emigrantes para traer el agua teníamos que caminar hasta donde había un pozo no muy retirado de la casa, pero tenía algunas láminas de sin para tapar el lugar porque las personas se bañaban ahí.
Una tarde casi al anochecer me mandaron a mí por agua, así que tomé el galón y me fui por el agua. A unos metros antes de llegar al pozo me di cuenta de que alguien se estaba bañando desnuda y al parecer era mujer porque se estaba lavando el cabello mientras tarareaba una canción.
Cuando me di cuenta de que estaba desnuda no quise sacar ventaja de la situación y quedarme mirando, así que le grité desde lejos para dejarle saber que yo me acercaba. Cuando ella me escuchó me gritó desde adentro que le diera tiempo de cambiarse.
Yo le dije que tomara su tiempo, que no se preocupara, que yo no la iba a mirar. Cuando terminó de cambiarse salió del lugar y me agradeció de que yo no sacase provecho de la situación.
Después nos pusimos a reír. Llené mi bote de agua y nos fuimos caminando juntos de egreso. En el camino para la casa me volvió a agradecer y me confió que se sentía muy agradecida conmigo por haberle avisado antes y no mirarla desnuda sin su permiso.
Ella era una muchacha de Honduras. Yo no la conocía antes solamente la miré en ese lugar unos dos días. Luego se fue a la frontera con un guía que sus familiares habían contratado para ella. Pero esa tarde platicamos mucho y ya cuando estábamos en confianza le pregunté si no le daba miedo que alguien quisiera abusar de ella solamente porque era mujer y era vulnerable como emigrante en el camino del norte.
Metió la mano a la bolsa y sacó una navaja y me dijo el que se quisiera pasar de la raya le metía esa navaja. En el camino al norte también se ven pasar mujeres centroamericanas muy hermosas, pero lo que tienen de hermosas también lo tienen de bravas.
Pero para muchas de nuestras compatriotas el ser valiente no les es suficiente ni tampoco sus navajas les sirven de mucho cuando se trata de enfrentar el crimen organizado.
Muchas mujeres son violadas, incluso vendidas como prostitutas otras son asesinadas, hay otras que caen muertas deshidratadas por el calor abrasador del desierto. También ellas mueren.
Pero, aunque todo eso es una realidad, no impide que los emigrantes centroamericanos y mexicanos y de diferentes partes del mundo hombres y mujeres sigan soñando con llegar a los Estados Unidos de América.
Y cada día son más los que deciden tomar este riesgo. La mayoría nos hemos venido huyendo de la pobreza extrema que existe en nuestros países, otros vienen huyendo de la violencia.
Es en situaciones como estas que te juegas la vida por el deseo de prosperar. Por un sueño, por todo o por nada. VIVIR O MORIR. Napoleón Bonaparte escribió: «Morir no es el problema. El problema es morir diario y sin gloria».
Para muchos compatriotas el morir diario y sin gloria es una realidad debido a la violencia extrema y la corrupción del Gobierno. Por lo tanto, para muchos es mejor abandonar el país donde nacimos y que tanto amamos pero que no podemos vivir en él.
Y jugarnos la vida al lomo de La Bestia y enfrentar cara a cara todos los peligros que un emigrante se encuentra en el camino del norte que quedarse en una nación donde todos los días parecen ser los mismos, envejecer y no ver realizarse nuestros sueños, pues no hay muchas oportunidades para el pueblo.
Porque, como escribió Nelson Mandela, no es la falta de capacidad la que nos ha limitado sino la falta de oportunidades.
Fue en la década de los ochenta en adelante cuando empezaron los centroamericanos a abandonar sus países y encontraron una ruta camino al norte a través del ferrocarril mexicano para llegar a Estados Unidos en busca de libertad.
La guerrilla en El Salvador que empezó en los años ochenta impulsó a un conglomerado de ciudadanos a salir huyendo de su propio país y buscar refugio en otros países donde pudieran ser aceptados como refugiados políticos.
En los países de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, donde la guerrilla causó daño a los ciudadanos directamente, las personas se vieron obligados a salir del país.
Muchos pidieron asilo político en los Estados Unidos de América, otros obtuvieron asilo en Europa, Asia y Suramérica. Especialmente al país que más le abrieron las puertas en el Viejo Continente fue a El Salvador, a causa de la guerrilla que duró casi veinte años.
Para otros salvadoreños fue más fácil huir a otros países vecinos como Costa Rica, Panamá y Honduras, países que en la década de los ochenta no estaban involucrados en guerras internas y los pueblos gozaban de una mejor tranquilidad.
Belice, un país libre asociado a Inglaterra, les abrió las puertas a muchos hermanos salvadoreños. Incluso si tú vas a Belice te encontrarás un pueblo a menos de treinta millas de distancia de Belmopán, la capital de Belice, conocido como Valle de paz, The Valley of the Peace.
Es un pueblo de emigrantes salvadoreños que fueron recibidos como exiliados durante la guerrilla salvadoreña.
El pueblo es conocido como Valle de Paz porque para muchos salvadoreños encontraron ahí la paz lejos de las balas y bombas provocadas por la guerrilla y el ejército.
Cuando llegaron a Belice el Gobierno belicense les permitió establecerse en ese Valle de la Paz para que construyeran sus nuevos hogares y encontraran tierras que pudieran cultivar en su nuevo establecimiento para construir un mañana mejor para ellos y sus seres queridos.
Para la década de los noventa los países centroamericanos empezaron a llenarse de violencia de otra manera. Esta vez eran las pandillas que amenazaban con sembrar el terror en las calles salvadoreñas.
Estas pandillas no empezaron en las calles salvadoreñas u hondureñas como algunos piensan. Para los años setenta y ochenta nadie en Centroamérica sabía que era una mara de cholos.
Las pandillas tuvieron sus orígenes en Los Ángeles, California. En esos tiempos las pandillas solo existían en los Estados Unidos. La mara M, S y la mara dieciocho se desarrollaron en las calles de Los Ángeles.
Estos jóvenes pandilleros eran hijos de padres salvadoreños refugiados políticos que habían llegado a Estados Unidos a causa de la guerra salvadoreña en la década de los setenta y ochenta.
Al llegar a Estados Unidos empezaron a involucrase en las pandillas mexicanas y americanas, hasta que obtuvieron su propia entidad. Actualmente son conocidos como los mareros de la mara salvatrucha y la clica dieciocho.
Muchos de estos jóvenes pandilleros fueron repatriados a El Salvador para que no llenaran más las calles de Los Ángeles de violencia. Poco a poco llegaban más y más grupos de pandilleros deportados.
Al llegar a El Salvador también continuaron con sus fechorías y cada día la mara salvatrucha y la mara dieciocho aumentaba en número y se triplicó la violencia y el crimen es el pan diario para los países centroamericanos, que aún están lidiando con este problema de las maras.
Cuando las maras llegaron a El Salvador se encontraron con un país recién salido de la guerra interna entre guerrilleros y militares. El país estaba devastado por los daños colaterales que provocó la guerra, los jóvenes y niños se habían criado en medio de la catástrofe que provoca la violencia.
La mayoría de estos niños y jóvenes habían vivido en carne propia la pérdida de algún familiar, algunos perdieron sus madres a causa de algún disparo, otros perdieron a su padre, sus hermanos y hermanas o sus amigos de infancia.
Todos habían sido testigos de la muerte de un ser querido, mutilados por las bombas y el cañón. Algunos de estos jóvenes y niños fueron sobrevivientes de algún disparo.
En esta hostil condición no había lugar para la familia los niños. Con apenas doce años eran obligados a unirse al movimiento revolucionario o al ejército y fueron muchos los menores de edad caídos en guerra.
Cuando terminó el conflicto entre la revolución y el ejército a principios de los años noventa en El Salvador. Fue cuando el Gobierno americano empezó a repatriar a todos a aquellos jóvenes pandilleros que se habían vuelto criminales en California.
Y al terminar la guerra también termino el asilo.
Cuando estos jóvenes llegaron a El Salvador empezaron a reclutar jóvenes de la flora y nata del país. Hombres y mujeres se unían a la nueva onda prometiéndoles que al unirse a la clica formarían parte de una familia a donde quieran que fueran. Ese era su lema.
Con esta política tuvieron mucho éxito asociando jóvenes que habían crecido en medio de la violencia, y tuvieron mucho éxito porque en la pandilla encontraron la familia que no habían podido tener, fueron aceptados como un hermano más en la clica.
Era cuestión de tiempo para que las pandillas empezaran apoderarse de las principales ciudades del país.
Rápido se expandieron como las hormigas, llevando con ellos el mensaje de la mara a países vecinos como Honduras, Guatemala y México. Empezaron a tener control de los barrios cobrando rentas, especialmente al trasporte público y los pequeños negocios.
Robando y secuestrando a ciudadanos pudientes. Cuando los ciudadanos se vieron en las garras de las pandillas se dieron cuenta de que, si las cosas eran así en el país y que el Gobierno no podía controlar el crimen, tomaron la decisión de seguir el camino del norte en busca de libertad.
También los desastres naturales provocados por el huracán Mitch en mil novecientos noventa y ocho que causó estragos en los países como Honduras, Guatemala, nicaragua y El Salvador abrió una ola de emigración a los Estados Unidos de América.
El golpe de Estado en Honduras más la corrupción del Gobierno acusado de tener nexos con el narcotráfico provocaron la salida de miles de ciudadanos en caravanas abandonando el país en