¡Ayuda! Mi madre sufre el síndrome del retorcimiento precoz
Por María Hilewsky
()
Información de este libro electrónico
¡Ayuda! Mi mamá sufre el síndrome del retorcimiento precoz"
Iridia, una profesora en sus treintas, se enfrenta a una crisis existencial cuando todo en su vida parece torcerse: su exesposo está a punto de casarse con una mujer perfecta, su hijo prefiere la comodidad del hogar de su padre, y su propia madre, Macriuly, se convierte en una versión extravagante de sí misma, intentando recuperar un esplendor juvenil con atuendos y actitudes que desafían toda lógica.
Mientras Iridia intenta encontrar sentido en su vida, entre la frustración de trabajar en una escuela semi-rural y sus propios intentos fallidos de ser "moderna", se enreda en un torbellino de decisiones impulsivas, revelaciones incómodas y nuevas posibilidades. Desde comprar ropa que no le queda hasta desahogar su ira podando plantas sin sentido, su camino está lleno de contradicciones y momentos tan cómicos como conmovedores.
Con una narradora mordaz y perspicaz que observa todo desde la distancia, esta novela explora las relaciones familiares, las expectativas sociales, y la búsqueda de la aceptación personal. "¡Ayuda! Mi mamá sufre el síndrome del retorcimiento precoz" es una historia sobre el caos cotidiano, los pequeños triunfos y la manera en que, a veces, lo más importante no es tener una vida perfecta, sino aprender a abrazar las imperfecciones con gracia y un poco de humor.
Relacionado con ¡Ayuda! Mi madre sufre el síndrome del retorcimiento precoz
Libros electrónicos relacionados
Hielo Seco Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna gran aventura Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAsmodeo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesUna noche griega Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesConfesiones de una mujer: Enfrentarse al pasado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesInterceptado por el Amor – Parte 2: El Corazón del Quarterback, #2 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa amante inocente del griego Calificación: 5 de 5 estrellas5/5West End Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCrónicas desde el Frenopático Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGanar una esposa Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJuego de niños Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Corazón culpable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa fortuna de amar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Nadya Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesWhisky Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionescirce-II Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEstulticia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl libro de memory Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEnemigos ante el altar: Dos gotas de agua (2) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Amanecer Del Pecado Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVieja escuela Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesWhisky y tortitas con mermelada Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSecreto mío Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesInterceptado por el Amor - Parte 1: El Corazón del Quarterback, #1 Calificación: 2 de 5 estrellas2/5Un marido por apuesta Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Estrategia de seducción Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Algo increíble Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Maldita II: La Respuesta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesVuelve a mí Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Malicia Misteriosa: Malicia, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
Meditaciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Invención De Morel Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los años Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mitología: Relatos atemporales de dioses y héroes griegos, latinos y nórdicos Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Memoria de chica Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Juego De Los Abalorios Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La matriz del destino: El viaje de tu alma Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mañana y tarde Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro vacío / Los años falsos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El gran Gatsby Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La casa encantada y otros cuentos Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La vida tranquila Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Canción sin volumen: Apuntes, historias e ideas sobre salud mental Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Trópico de Cáncer Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La mujer helada Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Poesía Completa Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Carta de una desconocida Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La península de las casas vacías Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Categorías relacionadas
Comentarios para ¡Ayuda! Mi madre sufre el síndrome del retorcimiento precoz
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
¡Ayuda! Mi madre sufre el síndrome del retorcimiento precoz - María Hilewsky
Armaguedón
¡Ayuda!
Mi madre sufre del síndrome del retorcimiento precoz.
© 2024. ¡Ayuda! Mi madre sufre del síndrome del retorcimiento precoz.
Copyright © 2024 (María Hilawsky pseudónimo)
Copyright © 2024 Arcana Intellego / Armaguedón, The Black Book Publishing Group de México
Carretera México Querétaro #2999, Fracc. Valle Dorado, 54020, Tlalnepantla de Baz, México, México
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, distribuida o transmitida en ninguna forma ni por ningún medio, incluyendo fotocopiado, grabación u otros métodos electrónicos o mecánicos, sin el permiso previo por escrito del titular de los derechos de autor.
Capítulo 1: De cumpleaños y revelaciones crueles
El reloj marcaba las 9:30 a.m., y el pequeño comedor de Iridia Barricales estaba lleno de charlas animadas, risas y el aroma de croissants recién horneados que había comprado en el supermercado más cercano (porque cocinar no era lo suyo). Estaba feliz de ver a sus amigas de toda la vida, a pesar de que, en el fondo, sabía que estos encuentros eran peligrosos. Siempre había una que traía recuerdos visuales
que podían desatar una crisis existencial.
Iridia había preparado la mesa con esmero: mantel de flores, jugo de naranja en jarras transparentes, y un pastelito pequeño que compró con la excusa de que era más lindo y chic
. Aunque, en realidad, era porque no quería enfrentarse al juicio del grupo por comerse la mitad del pastel ella sola.
Todo iba bien, hasta que Lindiux, la amiga más alta del grupo (y la única que tenía un nombre tan peculiar como su personalidad), sacó su celular.
—¡Miren lo que encontré! —dijo, emocionada, mientras abría una foto de hace 10 años. La pantalla iluminó el rostro de todas las presentes, pero la expresión de Iridia se oscureció al instante.
Allí estaba ella, en el centro del grupo, con una blusa ajustada y unos jeans que parecían pintados. Tenía cintura. Tenía talle. Tenía esperanza.
—¿Te acuerdas de ese día, Iridia? —preguntó Lindiux, sin malicia alguna—. ¡Fuimos a bailar a ese antro donde el bartender te hacía mojitos sin cobrarte!
Iridia asintió, pero sus ojos estaban clavados en su yo del pasado. ¿En qué momento pasé de ser la normal del grupo a la gordita del meme?
, pensó, sintiendo un vacío en el estómago. No era hambre. Era algo peor. Era nostalgia.
Mario José, su hijo de 8 años, apareció justo en ese momento con su iPad en la mano. Miró la foto por encima del hombro de su madre y, con la lógica cruel de un niño brillante, sentenció:
—Mamá, técnicamente, no es que estés gorda... es que tu masa corporal es alta en relación a tu volumen.
Las risas de sus amigas resonaron como eco en la cabeza de Iridia. Quiso regañar a Mario José, pero sabía que tenía razón. Era como si la ciencia estuviera conspirando contra ella.
—Ay, amiga, no está tan mal —intervino Lindiux, intentando consolarla—. Yo mido 1.99 desde los 14 años, y siempre he batallado para conseguir un novio que no parezca mi bastón.
Iridia le dedicó una sonrisa amarga. Claro, Lindiux tenía problemas, pero sus problemas no incluían haber subido tres tallas en los últimos dos años y enfrentarse a la realidad de que su ex marido, Andrés, parecía rejuvenecer mientras ella envejecía.
Andrés. Maldito sea.
Era inevitable que pensara en él. Sobre todo porque cada vez que lo veía, lucía como un modelo de catálogo: delgado, bronceado, con esos bíceps que no tenía cuando estaban juntos. Y para colmo, ahora salía con una colombiana de 34 años, que según Iridia, era medio selvática
. Una amazónica con cinturita de avispa, caderas perfectas, y... bueno, un par de melones tropicales
que Dios le había dado porque, al parecer, a ella le sobraban las bendiciones.
Iridia tomó un sorbo de su café, tratando de calmar el nudo en su garganta. Pero entonces, entre las fotos que Lindiux seguía deslizando, apareció una que la golpeó como un ladrillo en el rostro: ella y Andrés, juntos. Ella, sonriente, con una expresión de felicidad absoluta. Como si en ese momento hubiera descubierto una posición sexual revolucionaria que cambiara vidas.
El vacío en su estómago se intensificó.
—¿Estás bien, Iridia? —preguntó una de sus amigas, con preocupación fingida, mientras partía un croissant a la mitad (porque, claro, las otras siempre partían los croissants a la mitad).
Iridia asintió lentamente.
—Sí, claro —mintió, mirando a su hijo, quien estaba jugando en su iPad con expresión despreocupada. Cómo quisiera tener su energía
, pensó.
Mario José levantó la vista y la miró con seriedad.
—Mamá, ¿por qué estás triste? Si tú siempre dices que la felicidad está en el corazón, no en el cuerpo.
La sala quedó en silencio. Las amigas miraron a Mario José como si acabara de recitar una verdad universal. Iridia suspiró.
—Tienes razón, hijo. Pero a veces el corazón también quiere una cinturita.
Capítulo 2: Azul, rojo, amarillo... y todos los colores del odio
Iridia estaba convencida de que la novia de Andrés tenía un contrato secreto con el universo. Era la única forma de explicar cómo lograba verse tan espectacular en absolutamente todo. No importaba si vestía de azul, negro, rojo, amarillo o blanco. Siempre aparecía despampanante, como si un reflector invisible la siguiera a donde fuera.
Y claro, lo