El Mariscal de Las Tinieblas - Juan Antonio Cebrian
El Mariscal de Las Tinieblas - Juan Antonio Cebrian
El Mariscal de Las Tinieblas - Juan Antonio Cebrian
Aun siendo una figura importante de la corte francesa del siglo XV y poseedor de una inmensa fortuna, el mariscal de Francia fue condenado a morir en la hoguera. Juan Antonio Cebrin aborda, con su habitual agilidad narrativa y su instinto periodstico, la historia de esta figura mtica, asesino, nigromante con desvaros alquimistas, psicpata, necrfilo y pederasta en el que se bas Perrault para su mtico personaje de Barba Azul. Su verdadero nombre, Giles de Rais (14041440), recorre las pginas ms estremecedoras de este libro. A raz de la muerte de Juana de Arco, una intrigante atraccin de polos opuestos nunca confesadas, este bello joven que fue escolta y protector se convierte en una fiera que guarda en su castillo a los numerosos nios que secuestra, para poder as desatar su ms oculta fantasa
sexual.
Este libro est dedicado a la memoria de todos aquellos nios que en el mundo murieron por culpa de las aberraciones gestadas en la mente de los adultos. Vctimas inocentes que no pudieron escapar de ogros vidos de su inmaculada pureza. Pequeos como Jean Jeudon, Jean Roussin, Colin Avril, Guillaume Le Barbier, Kerguen, Ais, Edelim, Chastelier, Giullaume Delit, Fougre, Loessart, Perrot Degaye, Bouer, Olivier Darel, Jean Totulblanc, Jamet Brice, Lavary, Sorin, Jenvret, Jean Degrepie, Jean Hubert, Sergent, Jean de Lant, Eustache Drouet, Guillaume Hamelin, Robin Pavot, Antoine, Bernard Le Camus, Durand, Jean Barnard, Fort Launey, Janet Brice... son una mnima parte de los ms de doscientos que sucumbieron a manos de Gilles de Rais. Para ellos, mi emocionado recuerdo.
INTRODUCCIN
ME PROPONGO CONTAR EN ESTA OBRA LA FATDICA HISTORIA DE GILLES de Rais, un humano preternatural que en su trnsito por esta tierra logr tantas distinciones que le convirtieron en uno de los personajes ms influyentes de cuantos cabalgaban en la Francia de la primera mitad del siglo XV. No obstante, sus ttulos y grandeza no le impidieron cometer horribles crmenes contra la humanidad que, a la postre, aseguraron para l un lugar en el averno. Su desolada infancia, su pica guerrera como hroe de los franceses y su hundimiento moral en el final sangriento de sus das fueron el origen de multitud de leyendas y narraciones extraordinarias en torno a su sombra personalidad. Sin embargo, hubo un tiempo en el que este feroz criminal bien pudo integrarse en el ejrcito de almas blancas que sigui a la
luminosa Juana de Arco, Doncella de Orleans y protectora de Francia, en un contexto arrasado por la interminable guerra de los Cien Aos. Segn dicen, Gilles pudo enamorarse profundamente de la doncella y de lo que representaba. Empero, la muerte cruenta de la joven a manos traicioneras, le desestabiliz a tal punto que acab dominado por un odio implacable contra esa humanidad traicionera que le haba arrebatado su nico momento de tranquilidad en este plano terrenal. De poco sirvieron sus rangos de mariscal de Francia, barn de Laval o conde de Brienne, a la hora de cimentar sobre s una leyenda negra que le aup a la categora de psicpata sin escrpulos especializado en el asesinato impo de nios inocentes en una orga de sangre y maldad cuyos ecos an resuenan en nuestros das. Su biografa, distorsionada por el murmullo invernal de los hogares bretones, quiso que dos siglos y medio despus de su muerte, fuera fuente de inspiracin literaria para Charles
Perrault, un notable intelectual de la corte francesa que se amparaba bajo la figura del Rey Sol, Luis XIV. Perrault, adems de eficiente funcionario estatal, se entreg por completo a su verdadera vocacin literaria y, al margen de ensayos, obras teatrales y poesas, supo recopilar, gracias a la ayuda de su hijo, una suerte de relatos populares que, una vez espigados y adaptados al estilo culto de la poca, dieron como resultado un libro de ocho cuentos que desde entonces forman parte de la galera universal de la narrativa infantil. En el volumen escrito en 1695 y publicado en 1697 bajo el ttulo Historias o cuentos de tiempos pasados, ms conocido como Cuentos de mam oca, Perrault adapt ocho relatos tradicionales que las madres contaban a sus hijos en las casas ms humildes de Francia desde tiempos remotos. Estas narraciones circularon asimismo en las estancias caldeadas por fogones palaciegos, las tabernas de baja estofa o las plazas pblicas de pueblos y ciudades. Probablemente material
despreciable para las lites exquisitas que acaparaban la atencin cultural del XVII francs, no lo fue para Charles Perrault, que seleccion cuidadosamente algunos de los mejores cuentecillos que dispersaron por el mundo las peripecias de Cenicienta, Pulgarcito, Caperucita Roja, La bella durmiente del bosque, Riquete el del copete, El gato con botas, Hadas y Barba Azul. Este ltimo basado, segn numerosos investigadores, en la vida y crueldades de Gilles de Rais. Si bien la lectura detenida del texto original no muestra muchas similitudes con la verdadera existencia del terrible mariscal francs, s esconde coincidencias en lo que Perrault nos quiso transmitir como moraleja concluyente de la narracin. De todas formas, el lector tendr la posibilidad de leer el cuento de Barba Azul en el anexo I de este libro para que pueda elaborar sus propias deducciones. En cuanto a la asombrosa tradicin oral francesa sobre este personaje singular, reflejar aqu lo
que bien pudo contar cualquier posadero bretn del siglo XV a los cansados viajeros que recalaban en su venta con la intencin de amenizar una reconfortante cena. La leyenda nos cuenta como Monsieur de Rais, hastiado de luchar contra los ingleses, se retir a su castillo de Tiffauges y dedicaba todo su tiempo a las fiestas y al placer. Fue entonces cuando un caballero, el conde Odn de Trmac, seor de Krevent y otros lugares, pas por sus tierras, montado a caballo, en compaa de su prometida. Era sta una bella dama llamada Blanche de l'Herminire. Gilles de Rais los invit a descansar en el castillo y a beber una copa de vino con especias. Los prometidos estaban deseosos de continuar el viaje, pero De Rais insisti tanto y se mostr tan amable que la noche los sorprendi en su compaa. De repente, a una seal del dueo del castillo un destacamento de soldados irrumpi en la sala de banquetes, se apoder del conde Odn de Trmac y lo arroj a un profundo calabozo. De
Rais suplic a la dama que le perdonara la descortesa y lo aceptara a l en matrimonio. Blanche solloz y se neg a recibir ayuda. De Rais no hizo caso ni de su resistencia, ni de sus lgrimas y la llev a rastras hasta la capilla. Miles de velas brillaban en el altar y las campanas taeron a boda. Blanche estaba tan blanca como un lirio y un gran temblor se haba apoderado de su cuerpo. El mariscal, vestido todo l de oro y con una magnfica barba roja, se puso de pie a su lado. Deprisa, capelln, casadnos! grit el impetuoso pretendiente. No quiero a mi seor por esposo exclam Blanche de l'Herminire. Casadnos, casadnos! No lo hagis suplic la joven dama, llorando desesperadamente. Obedecedme, os lo ordeno! Y entonces, cuando Blanche intent salir corriendo, Gilles la cogi en sus brazos. Os lo dar todo declar
apasionadamente. Os dar mis castillos, mis tierras, mis joyas, mi oro. Dejadme marchar! grit la joven. Os entregar insisti De Rais, mi persona, mi cuerpo y mi alma. Al or esto, tuvo lugar una transformacin en el rostro de la bella Blanche. Acepto! Acepto! Me os bien, Gilles de Rais? Os acepto, seor de Tiffauges, y de ahora en adelante me pertenecis. En aquel mismo instante la hermosa Blanche se convirti en un diablo azul, con una voz de trueno. Gilles de Rais dijo el demonio con una carcajada siniestra, Dios se ha cansado de vuestros pecados, ahora pertenecis al infierno y desde este da en adelante llevaris su ropaje. Al decir estas palabras, el demonio hizo una seal y la roja barba de Gilles de Rais se puso de color azul oscuro. Ya no sois Gilles de Rais dijo el demonio. Desde ahora sois Barba Azul, el ms
aterrador de los hombres. Vuestro nombre ser maldito de generacin en generacin y despus de vuestra muerte vuestras cenizas sern lanzadas al viento, y vuestra alma malvada se sumir en las profundidades del infierno. Gilles suplic misericordia, pero el demonio solt una risotada que se clav en el alma atormentada del antiguo paladn de Juana de Arco. Entonces el diablo habl de los cadveres de las siete esposas que yacan en los stanos del castillo y aadi: El conde Odn de Trmac, con quien he venido cabalgando bajo el disfraz de Blanche de l'Herminire, se acerca en estos momentos al castillo a la cabeza de un grupo de caballeros. Vienen para vengarse de las muertes de todos aquellos a quienes habis asesinado. Entonces, estoy perdido? grit Gilles de Rais. No, no todava contest el demonio, porque no ha llegado an vuestra hora. Quin los detendr? pregunt Gilles
de Rais. Yo lo har replic el demonio. Por qu hacis esto? pregunt Gilles de Rais. Porque dijo el demonio os necesito. Me serviris mejor vivo que muerto. Y ahora, adis, Gilles de Rais, y no olvidis que me pertenecis en cuerpo y alma. El demonio desapareci en una nube de azufre, pero desde aquel da la barba de Gilles de Rais fue de color azul. El diablo impidi al conde de Trmac que se vengara de los muertos y el castillo de Tiffauges qued protegido. Pero Gilles de Rais saba que el maligno volvera un da a reclamar su alma. Como el lector puede suponer, esta tpica historia de chimenea no tiene relacin con la verdadera vida del siniestro noble francs. Y, sin embargo, relatos similares circularon por Europa central durante varios siglos y han llegado hasta nuestros das provocando miedo en quienes los escuchan. Les invito, por tanto, a descubrir en
esta obra la verdadera vida del legendario Barba Azul. Cranme que para m ha supuesto un difcil ejercicio de responsabilidad debido a la increble perversidad de este sujeto llamado a engrosar las filas de la infamia humana. A pesar de todo, creo interesante que no olvidemos cmo fueron y cmo son los diablos que moran en la Tierra porque Gilles de Rais los super a todos con creces. Slo me resta aadir que contaremos a lo largo de estas pginas con el propio testimonio del mariscal, que no repar en detalles sobre su vida y sus obras en el momento de ser juzgado ante Dios y los hombres. Sus propias y ms categricas palabras nos ayudarn a entender su compleja personalidad a lo largo de los captulos que jalonan este libro. Le deseo, querido amigo, un buen viaje por las pginas que se dispone a leer; le aseguro que estremecimientos no van a faltar en este difcil trasiego y, por si acaso, mantenga la luz encendida y la mejor de sus oraciones dispuesta. Ya sabe que cuando el diablo anda suelto...
l me ense a beber, me ense desde muy nio a extraer placer de pequeas crueldades. Nada ms lejos de lo que otros hombres han pensado, sentido, imaginado o incluso hecho... Bajo su custodia aprend a despegarme de los poderes terrenos y divinos, con lo que cre que era omnipotente. Me senta como Tiberio, Calgula y Nern en una pieza. El mundo era mo y yo haba nacido para disfrutar
de l. Comentarios de Gilles de Rais recordando su infancia y juventud bajo el amparo y enseanzas de su abuelo y tutor Jean de Craon.
LA CUNA FRANCESA
Es difcil imaginar que una tierra tan excelsa como es Francia pudiera albergar un monstruo de la singularidad ofrecida por Gilles de Rais. No obstante, este creciente frtil de nuestra civilizacin occidental fue y es tan prdigo en manifestaciones humanas de toda ndole que debemos aceptar entre sus hijos la aparicin casi espectral de algunos personajes siniestros, los cuales nos invitan a entender mejor el complejo entramado que se instala en la mente de determinados individuos, sea cual fuere su procedencia natal. El pas galo se alza desde su atalaya predominante en la cultura y sentir de los europeos desde tiempos ancestrales. Sus leyendas caminan parejas a su historia real y en ocasiones ambos sentires se mezclaron dando rienda suelta a toda suerte de narraciones y especulaciones. Gilles de Rais, arquetipo del mal
en su peor manifestacin, naci en una Francia trastornada por los acontecimientos blicos de la guerra de los Cien Aos y fue caldo de cultivo, como tantos de su generacin, de autnticos ros de supersticin, alianzas con el maligno y alquimia frentica, mientras se instrua en las severas leyes impuestas por Dios y por los hombres. Con todo, aquel territorio se nos muestra bello, de orografa perfilada para inspirar las mejores epopeyas no slo en el periodo que vivi Gilles, sino a lo largo de toda la cronologa franca. El mariscal de las tinieblas deambul la mayor parte de su vida por los terrenos pertenecientes a las antiguas Poitou, Anjou, Normanda y Bretaa. En aquellos lares creci, guerre y masacr a sus vctimas, regando con la sangre de stas la tierra que le vio nacer. Acaso su predileccin se fij con ms emotividad en Bretaa, esa maravillosa regin preada de misterios, situada en el noroeste francs, y que fue el lugar donde vino al mundo Gilles de Rais. Posiblemente, su influjo y enraizamiento en los
enigmas ms ancestrales de la humanidad no permanecieron ajenos para el futuro mariscal de Francia. Hoy en da sus ms de 27.000 kilmetros cuadrados, con casi tres millones de habitantes, mantienen vivas las inquietantes historias que se originaron durante centurias en aquel enclave, refugio de los celtas britanos, emigrantes forzosos de su isla en el siglo V d.C, cuando las invasiones brbaras de anglos, jutos y sajones les empujaron hacia el continente en busca de libertad y mejores oportunidades. Desde tiempo inmemorial la antigua Armrica, y posterior Bretaa francesa, fue hogar para el hombre. En la prehistoria, los primeros bretones cazaban mamuts y grandes ciervos rojos en una tierra frtil que besaba las aguas atlnticas as como majestuosos ros, como el Loira, autntica arteria vital de una zona dividida geogrficamente en tierras del mar (Armor) y tierras del bosque (Argoat), paisajes en definitiva convertidos en primeras impresiones visuales que marcaron a nuestro personaje protagonista. Es ms que
probable que Gilles visitara durante su infancia el majestuoso recinto megaltico de Carnac, santuario nico en su gnero y emparentado directamente con Stonehenge, en Gran Bretaa. Carnac se nos ofrece como una muestra viva de las inquietudes msticas del hombre antiguo. El gran menhir brise, con ms de veinte metros de altitud, cuatro de ellos incrustados en la madre tierra, y los innumerables monolitos alineados con perfecta marcialidad durante cientos de metros dan vivo testimonio acerca de lo que aquellas gentes rudas y supersticiosas debieron de pensar sobre el origen del universo y de ellos mismos. Bretaa es, por tanto, un lugar de poder en el que confluyen fuerzas csmicas y telricas, motivo por el cual fue elegido por los humanos en su lento transitar por este plano existencial. Antiguamente, la regin formaba parte de Armrica (al noroeste de Francia), siendo centro de una confederacin de tribus del pueblo cimbrio. Los romanos, bajo las rdenes de Julio Csar, invadieron la zona en el ao 56 a.C, y a
partir de entonces se convirti en la provincia romana de la Galia Lugdunensis (Galia cltica), si bien la romanizacin nunca termin de cuajar entre aquellas gentes aferradas a viejos ritos que conferan a los dioses de la naturaleza supremaca sobre todas las cosas. Buena prueba de ello es que la lengua bretona original pudo sobrevivir a pesar de los inconvenientes sufridos en aquellos tiempos de asimilacin cultural. En los siglos V y VI d.C, tras la retirada de los romanos, muchos britanos celtas de Britania , al huir de su tierra natal a causa de las invasiones brbaras, se refugiaron en la parte noroeste de Armrica. Ellos dieron a la regin su nombre actual: Bretaa. Los britanos ms tarde llamados bretones convirtieron gradualmente al cristianismo a los celtas armricos, paganos en su mayora. Tras la cada del Imperio Romano en Occidente y sus formas de gobierno a travs de las instituciones creadas, el poder de los brbaros germanos se extendi durante el siglo V por buena parte de los otrora territorios
sometidos a la influencia romana. En el caso de las Galias, geografa perteneciente a la actual Francia, diversos pueblos, como visigodos y francos, se asentaron en aquella latitud dando origen a varios reinos, los cuales fueron a la postre la semilla fundadora del futuro Estado francs. La dinasta merovingia qued instaurada a mediados de esa centuria con Meroveo, convertido en padre de esta saga tan peculiar como misteriosa, dado que ni siquiera los orgenes del fundador estn claros, aunque s su reinado, que parece haber tenido lugar entre los aos 448 y 457-458 d.C. A l le cupo el honor de haber asistido a la trascendental derrota de Atila y los hunos, mientras que a sus sucesores hay que atribuirles otros mritos. Uno de los personajes ms atractivos de este periodo es sin duda Genoveva de Pars. Una carismtica mujer que supo estar al lado de los reyes merovingios en momentos decisivos. Nacida hacia 422 d.C., en Nanterre, una pequea aldea cercana a Pars, era hija de Leoncia y Severo, un matrimonio de
galorromanos que reconocieron muy pronto los dones y virtudes demostrados por su pequea descendiente. La pequea Genoveva vivi el desmembramiento del Imperio Romano en Occidente y con tan slo seis aos se consagr a Dios por mediacin de san Germano de Auxerre, quien iba de paso hacia Britania. A los quince aos ofreci, en compaa de otras dos amigas, su virginidad a la causa cristiana, si bien nunca lleg a profesar su vocacin en un convento, siendo una comunidad seglar la morada elegida para sus acciones caritativas. Con el tiempo sus predicaciones y famosos ayunos la encumbraron como personaje relevante de la futura Ciudad Luz y algunos reyes del incipiente linaje merovingio, como Childerico [458-481], accedieron a liberar numerosos presos gracias a las peticiones de la religiosa, quien vio su fama incrementada cuando el feroz Atila amenazaba con devastar Pars. Fue entonces cuando con notable enardecimiento anim a los parisinos que huan de la ciudad presos del pnico a quedarse y orar con el fin de
anteponer un escudo sobrenatural frente a los invasores brbaros. Nunca sabremos si fueron los rezos o una decisin caprichosa de Atila, pero lo cierto es que los hunos sortearon incomprensiblemente Pars para dirigirse a Orleans, sufriendo al poco una terrible derrota en los Campos Catalunicos a manos de los romanos y sus aliados visigodos. Ms tarde, la futura santa trab amistad con el influyente monarca Clodoveo I [481-511], vencedor de los poderosos alemanes, una tribu que amenazaba constantemente la frontera establecida por los francos en los territorios que hoy pertenecen al pas germano. Su casi milagroso xito sobre la confederacin de tribus germnicas provoc su conversin al catolicismo, motivado, en buena parte, por la accin de su mujer cristiana, la burgundia Clotilde, quien hizo ver a su esposo que todas las victorias sobre sus enemigos venan dadas por la accin directa del Dios nico y verdadero, y por Genoveva de Pars, quien gracias a sus conversaciones religiosas con el
merovingio consigui inculcarle un gran amor por la causa de la Cruz. Clodoveo se bautiz con absoluta devocin en 496 recibiendo bendiciones y parabienes del sumo pontfice romano, que desde entonces recibi el apoyo incondicional de su nuevo aliado franco. Por su parte, Genoveva prosigui con una vida de entrega a los dems, consiguiendo trigo y otros alimentos en momentos de escasez, y obrando prodigios cuando la moral ciudadana andaba escasa de nimo espiritual. Falleci en 502 d.C, rodeada por el cario de todos aquellos que la haban conocido. Hoy en da es la santa patrona de Pars y, junto con Juana de Arco, uno de los personajes ms queridos por la Francia catlica. En 507 d.C, Clodoveo I, ya convertido en uno de los principales representantes de una dinasta llamada a perdurar ms de tres siglos, obtuvo otra importante victoria sobre los visigodos de Tolosa, psimamente dirigidos por Alarico II, en la batalla de Vouille, que dio al traste con las aspiraciones godas en los
territorios galos, dejndoles relegados en una pequea franja mediterrnea llamada Septimania y en la pennsula Ibrica. Los territorios anexionados por Clodoveo en esta campaa son precisamente el lugar donde se ubica el enigma creado en torno a la supuesta descendencia carnal de Jess de Nazaret, siendo los merovingios los principales depositarios de este secreto sagrado. Sin embargo, no podemos asegurar que mantuvieran esa misin en su tiempo de poder, lo que s barajamos son determinados datos histricos que nos ponen en la pista de unas cabezas coronadas ms pendientes de la holganza vacacional que de sus compromisos a la hora de dirigir el reino o reinos asignados a ellos. La unificacin territorial bajo los cetros de Clodoveo I o Dagoberto I fue un mero destello, ya que la posterior disgregacin en entidades independientes como Neustria, Austrasia o Borgoa fueron debilitando el poder real en beneficio de la emergente clase aristocrtica representada fielmente por los mayordomos de
palacio. Finalmente, la influencia, el dinero y el apoyo eclesistico y poltico provocaron la cada de los merovingios en un golpe cuyos artfices fueron, como era de esperar, los mayordomos tutores del pas, que crearan una nueva dinasta, la carolingia, con personajes relevantes para la historia europea como Carlos Martell, Pipino el Breve, Carlomn o Carlomagno, que dara ttulo al nuevo linaje galo. En cuanto al ltimo merovingio del que tanto se habla y del que tanto se hablar, slo diremos que, lejos de cualquier especulacin imaginativa por parte de autores arriesgados, el autntico legitimado para decir que puso fin a esta saga es Childerico III, quien reinara entre 742-751, ao en el que Pipino el Breve, llamado as por su escasa estatura, le depuso con la aquiescencia del papa Bonifacio, acaso trmulo ante el revelador misterio que guardaban celosamente los merovingios. La verdad es que el ltimo representante de esta casa real acab sus das recluido en el convento de Saint Omer, que falleci en 756 llevndose el
secreto familiar a la tumba, sin que sepamos con certeza si esa hipottica relacin con los descendientes del Mesas salvador se mantuvo con otras sociedades y rdenes posteriores como cataros y templarios, o ms bien se difumin en los cielos del sur de Francia hasta ser resucitado a mediados del siglo XX, gracias a un extrao invento conocido como Priorato de Sin y que se arrog el derecho de ser continuador de la estirpe merovingia. Pero volviendo a nuestra historia franca y ms en concreto a las zonas por las que se desenvolvi Gilles de Rais, diremos que en los siglos VII y VIII surgieron diversos principados en Bretaa. A principios del siglo IX, stos cayeron bajo el dominio de Carlomagno, pero en 846 el jefe guerrero Nomenoe, quien haba unido a los autctonos frente a sus invasores, lider a los bretones contra Carlos II, nieto de Carlomagno, consiguiendo la independencia. Durante la segunda mitad del siglo IX, los bretones reconocieron el gobierno de los duques
normandos. En 922, Godofredo conde de Rennes se proclam duque de Bretaa. En 1171 el ducado pas, a travs de una alianza matrimonial, a Geoffrey de Plantagenet, hijo de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania. A principios del siglo XIII volvi a manos del linaje de los duques franceses de Rennes. Y dos siglos ms tarde, en tiempos de Gilles de Rais, era el duque Juan V de Bretaa quien gobernaba la regin como seor feudal del propio Gilles. Bretaa, en el siglo XV, constitua un importante epicentro catlico de Francia. Las hambrunas, las constantes guerras y, sobre todo, la peste negra que haba diezmado la poblacin en el siglo anterior fueron poderosos argumentos para el afianzamiento de la fe religiosa y, en consecuencia, surgieron diferentes establecimientos eclesisticos que gobernaban a su modo el nimo y el sentir de unas gentes necesitadas de esperanza. No es de extraar que, a lo largo de su historia, Bretaa haya recibido en ms de 70 ocasiones la visita sobrenatural de la
mismsima Virgen Mara, lo que origin otros tantos santuarios sagrados en los que se refugiaban todas aquellas almas vidas de obtener algn signo confortador cara al incierto futuro. Aunque tambin convivan en perfecta armona con la religin aceptada leyendas y tradicin oral de tiempos remotos. Es en Bretaa donde numerosos investigadores y eruditos como Geoffrey de Monmouth, autor de Historia de los reyes de Bretaa , coinciden en afirmar que naci para la narrativa universal la imponente figura del valiente rey Arturo. Esta figura semilegendaria de nuestro acervo cultural europeo es difcil desligarla de su verdadera epopeya envuelta por cientos de libros, decenas de pelculas e incontables narraciones populares. Lo poco que sabemos de este rey, de forma fidedigna, es que sobre el siglo V o VI d.C. existi un carismtico caudillo anglorromano llamado Owain Dantgwyn cuyo sobrenombre, Art ('Oso'), fue el que finalmente le proyectara universalmente hasta nuestros das.
El mito artrico ha sido modelado a lo largo de los siglos, primero, por los clrigos amanuenses, luego, por los trovadores y juglares, y ms tarde, por narradores romnticos y guionistas cinematogrficos. Segn aparece en las crnicas elaboradas por el monje Gildas en el siglo VI, existi un jefe tribal que logr, tras muchos combates, unificar a las tribus celtas de Britania; eran los tiempos de la edad oscura y poco o nada de lo acontecido pasaba al papel. Es por tanto mrito de la tradicin oral que este personaje haya llegado a tan digno puerto. En los siglos IX y X Arturo surgir de nuevo como gua de los sajones en las eternas luchas de Albin. Libros de gran calado como la Historia Brittonum o Annales Cambriae reforzarn la idea de un pasado glorioso para los britnicos. En el siglo XII, la Historia Regnum Britanniae, de Geoffrey Monmouth, asentar la filosofa vital del universo artrico para que aos ms tarde la mtica reina Leonor de Aquitania madre de Ricardo Corazn de Len encargue a
sus trovadores la recuperacin total de esta tradicin. Sern autores medievales, como Chrtien de Troyes o Robert de Boron, los que darn el impulso definitivo al rey Arturo y los suyos: el mago Merln, Morgana, Ginebra, as como los caballeros puros de la Tabla Redonda, donde destacan Lancelot, Percival... Todos giran en torno a la magia de Excalibur, espada prodigiosa protegida por la Dama del Lago, quien, en el deseo de dar a Inglaterra el monarca ms brillante, la incrustar en una roca a la espera de ser extrada por el joven Arturo, el elegido para regentar el destino escrito por los dioses celtas. Camelot es la ciudad donde coinciden los mejores sentimientos humanos, su defensa es vital para contener a las hordas malignas. Los caballeros buscan el Grial como signo de pureza ante los ojos del Creador. Y, por si todo falla, queda la enigmtica isla de Avalon, la conexin perfecta con la ancestral religin pagana. Finalmente, en 1469, el escritor Thomas de Mallory dio el toque definitivo a la mitologa
artrica imaginando un apasionado romance entre la reina Ginebra y el caballero sir Lancelot. Sea como fuere, ignoramos cunto de mito o cunto de realidad tiene esta sugerente historia universal que bien pudo originarse en la tierra natal de Gilles de Rais. Segn parece, en estas mismas leyendas artricas se inscribe un hecho que ms tarde cobrar sentido en la asombrosa Juana de Arco, una humilde muchacha nacida en la aldea de Domremy que consigui, con apenas diecisiete aos de edad y gracias a sus voces divinas, salvar a Francia de la amenaza britnica. En las recopilaciones de viejas narraciones populares celtas nos encontramos con un mago Merln anunciador de un vaticinio que siglos ms tarde se convertira en gozosa realidad. En la profeca el viejo druida pronosticaba que Francia sufrira un terrible peligro y que slo una doncella surgida del bosque mgico de las hadas sera capaz de solventar semejante trance asegurando con ello el futuro del pas galo. Como veremos
en las pginas de este libro la revelacin drudica tuvo para muchos un cierto fundamento y, en 1429, se pudo cumplir con total xito. Gilles de Rais como escolta y protector de Juana fue testigo privilegiado del hecho; este asunto trazara los caminos esenciales de su vida y obra. Por cierto, Leonor de Aquitania, debido a su fogosa actividad poltica y amatoria, procur el escenario perfecto para que, en 1337, estallara el largo y extenuante conflicto entre Inglaterra y Francia, ms conocido como guerra de los Cien Aos. En esta contienda, Gilles obtuvo la distincin de mariscal de Francia, cuando apenas contaba veinticinco aos, pudiendo desde entonces situar la flor de lis, smbolo de la monarqua francesa, en su escudo de armas. En resumen, son los actuales territorios de Bretaa y Pas del Loira los mbitos por los que se movi el terrible Gilles de Rais. Asimismo debemos mencionar que, en los aos por los que transcurre la accin de que trata este libro, la importante ciudad de Nantes era la capital del
ducado de Bretaa. Sita en la estratgica desembocadura del ro Loira, constitua una clara referencia comercial para las incesantes actividades mercantiles y sociales del momento. En la plaza se asentaban las sedes de los gobiernos civil y eclesistico, siendo el lugar donde se juzg y conden a Gilles de Rais en el clebre proceso del que daremos cuenta en la tercera parte de esta obra. Ahora, una vez descrito el escenario geogrfico por el que transit nuestro mariscal, veamos cmo creci en aquellas tierras su influyente y poderoso linaje aristocrtico.
RACES PODEROSAS
Gilles de Rais naci en el glido otoo de 1404. No sabemos con certeza en qu mes lo hizo, pues si algunos exegetas aseguran que fue en noviembre, bien es cierto que en los documentos relativos a su juicio figura que compareci ante los jueces con 36 aos cumplidos, y este dato hace suponer que pudo llegar al mundo a finales de septiembre o en octubre del ao mencionado al principio de estas lneas. En cuanto a su lugar de nacimiento, s que parece probado que se produjo en la Torre Negra del castillo de Champtoc (Anjou, Francia), propiedad utilizada como residencia permanente por su familia. Otras hiptesis barajan Machecoul (Loira-Atlntico), castillo en el que vera la luz de este mundo. Sin embargo, y aunque la fortaleza tambin perteneca a la familia, el hecho de nacer all se nos antoja muy improbable
Sus padres fueron el noble Guy II de Laval y la dama Marie de Croan. Ambos provenan de los ms rancios linajes franceses, poseyendo cada una de las familias una notable fortuna que se increment ostensiblemente tras su unin. En todo caso, en el origen familiar de Gilles de Rais confluyen algunos de los clanes ms relevantes de la Francia medieval. No menos de seis linajes fortalecen esta estirpe, siendo los ms representativos la casa de Rais, la casa de LavalMontmorency, familia del abuelo paterno de Gilles, la casa de Machecoul, estrechamente aliada con la familia materna, o la casa de Craon, familia de su madre. En este endogmico maremgnum gentico surgieron personajes de diverso calado y pelaje como Bertrand du Guesclin to abuelo de Gilles, condestable de Francia y mercenario al servicio de Enrique de Trastmara, pretendiente al trono castellano. Durante el siglo XIV la pennsula Ibrica se haba visto inmersa en mltiples avatares de toda ndole. La reconquista cristiana de Hispania,
salvo alguna excepcin, qued paralizada por pestes, crisis econmicas y, principalmente, una terrible guerra civil por el control del reino castellano. En el periodo 1356-1369, Pedro I el Cruel rey legtimo de Castilla se enfrent al aspirante Enrique de Trastmara su hermano bastardo, fruto de la relacin entre su padre, Alfonso XI, con doa Leonor de Guzmn. El punto lgido para el conflicto fratricida lleg en 1364, cuando Aragn y Castilla entraron de lleno en la guerra de los Cien Aos a causa de las respectivas peticiones de ayuda que los reinos peninsulares solicitaron a Francia e Inglaterra. Durante cinco aos los avances y retrocesos fueron constantes, con batallas decisivas ganadas por el rey Pedro, por ejemplo, Njera. El odio entre los hermanastros fue incrementndose y, al fin, tras el combate de Montiel, acontecido en 1369, los intereses de los Trastmara se vieron beneficiados con la propia muerte del monarca castellano. Segn se dice, Pedro I solicit parlamentar con su enemigo desde su refugio
forzoso en el castillo de Montiel. Enrique accedi a ello y, con la complicidad de su aliado Bertrand du Guesclin, concert una entrevista traicionera, durante la cual cometi el terrible regicidio por su propia mano. Otros aseguran que fue el propio Du Guesclin quien perpetr el asesinato del rey Pedro, propiciando un cambio trascendental para la historia de Espaa. Como vemos, las intrigas, conjuras y refriegas no faltaban entre los ascendientes del futuro mariscal francs. En 1383, cuando el duque Juan IV consolidaba su posicin en Bretaa, desposey a Jeanne Chabot nica superviviente en lnea directa de la casa de Rais sucedindola en sus dominios. A mediados de la dcada de 1390, mientras continuaba con sus intrigas con Inglaterra, ofreci la mano de su hija Mara a Enrique de Lancaster, con una dote que inclua la ciudad portuaria de Brest y el seoro de Rais. Jeanne de Rais, viendo con impotencia que su casa era ofrecida por un usurpador a un prncipe
extranjero, decidi presentar su caso ante el Parlamento de Pars, buscando los medios de llevar a juicio al duque Juan IV de Bretaa. El rey Ricardo II de Inglaterra, deseoso de sostener a su aliado bretn, tom la defensa de Juan IV. Tras una prolongada lucha judicial, Jeanne de Rais consigui recuperar su patrimonio con todos sus derechos de propiedad, pero se plante entonces una nueva cuestin: si ella falleca, quin heredara sus tierras? La muerte del duque Juan IV a principios de noviembre de 1399 aceler las decisiones que haban de tomarse. En 1402, su viuda, Juana de Navarra, cas con el rey Enrique IV de Inglaterra. Jeanne de Rais, cuyo apodo era La Sage ('La Sabia'), se percat de que el tiempo jugaba a su favor, recordando que antao, en 1304, la casa de Rais se haba aliado con la casa de Machecoul, cuando Eustachie Chabot (de la casa de Rais) se cas con Girard de Machecoul. La descendiente de ambos, Catherine de Machecoul, haba contrado matrimonio con Pierre de Craon, y el
hijo de stos, Jean de Craon, tuvo una hija llamada Marie. En la poca del padre de Jeanne de Rais, una de sus tas, otra Jeanne apodada La Folie ('La Loca'), se haba casado con Guy de Laval. El descendiente de ambos, otro Guy de Laval, se presentaba como un potencial sucesor y heredero del seoro de Rais. Para Jeanne de Rais, la solucin se presentaba clara como el agua y era imperativo casar a Guy II de Laval con Marie de Craon, reuniendo con este matrimonio todas las ramas de la familia, y hacer del hijo de stos (el primognito) el sucesor y heredero universal de sus bienes. A pesar de la sabidura de Jeanne de Rais, era difcil crear un nexo sobre el abismo poltico que se haba acrecentado durante todos aquellos aos... La casa de Rais tena en muy baja estima a la casa de Montfort, la cual, despus de todo, haba robado su seoro ofrecindolo a los ingleses. Los Craon, por otro lado muy unidos a los Montfort, intentaron por medio de Pierre de Craon (bisabuelo materno de Gilles), y
probablemente bajo las rdenes del duque Juan IV, asesinar a Olivier de Clisson, crimen no consumado, con la consiguiente huida de Pierre a Espaa. Clisson era condestable de Francia y cabecilla de un partido al que la alta alcurnia francesa despreci por ser sus integrantes altos funcionarios y aristcratas de segunda fila al fiel servicio de los reyes Carlos V y Carlos VI de Francia. El apelativo marmousets ('monigotes') que les fue aplicado define a la perfeccin el sentimiento que inundaba la Francia de los ltimos coletazos medievales. Hoy en da, y para su desgracia, su nombre es ms recordado por el nacimiento del clebre escritor Julio Verne, quien vino al mundo en la ciudad de Nantes el 8 de febrero de 1828, precisamente en la calle Olivier de Clisson n. 4. Pero volviendo a nuestra historia, diremos que Jeanne de Rais, apremiada en encontrar un heredero, so pena de que el seoro fuese a parar nuevamente al ducado de Bretaa, se puso manos a la obra y esgrimi sus innegables dotes diplomticas para allanar las
diferencias. Su mediacin se tradujo en un rotundo xito cuando Guy II de Laval acept cambiar su apellido por el de Rais a fin de perpetuar dicha casa nobiliaria, y el 5 de febrero de 1404, sin ningn impedimento, pudo desposarse con Marie de Craon. En otoo de ese mismo ao naca su primer hijo, Gilles, a ste sigui otro vstago, Rene, nacido en 1407. Por tanto, los padres del futuro paladn francs, por mor de los acontecimientos y enlaces familiares, posean unos dominios inmensos desde Bretaa hasta Poitou y desde Maine a Anjou. Y como nico heredero de aquella riqueza patrimonial, el primognito Gilles tena todas las papeletas para transformarse en el hombre ms poderoso de Francia y uno de los ms influyentes de su poca, por encima incluso del mismsimo monarca galo. Ser demasiado consciente de este gozoso destino fue sin duda uno de los factores que abonaron la perdicin de su compleja personalidad. De nada le sirvi proceder de la noble estirpe de los Montmorency y los Craon, ser nieto del
caballero Brumor de Laval, sobrino nieto de Du Guesclin o pariente del condestable Clisson. Todos estos vnculos sanguneos colmados de virtudes, herencias fabulosas y enfermedades congnitas terminaron por hacer explosionar una de las mentes ms perversas que haya podido contemplar la atnita humanidad. Sepamos, pues, algo ms sobre la solitaria infancia de Gilles.
una pareja cuya nica intimidad era la sexual con objeto de engendrar hijos, que era, en definitiva, de lo que se trataba si se deseaba mantener a salvo la estirpe. En el caso de Gilles, y por ende de su hermano Rene, los dos varones tuvieron que vrselas muy pronto a solas frente al mundo. Se les priv del privilegio ms fundamental: poder crecer al lado de unos amantsimos y protectores padres. S es cierto que stos guardaron las aparentes formas que la sociedad francesa les exiga y mantuvieron la elegante pose de nobles idneos en todo momento. Sin embargo, en la intimidad de aquel hogar la situacin no poda ser ms fra. Durante los primeros aos de vida, Gilles apenas tuvo contacto con sus progenitores. A decir verdad, debemos atribuir la crianza de los hermanos De Rais a institutrices y amas de cra como Guillemette la Drappire, una mujer de acreditadas facultades para ese trabajo que proceda de la comarca de Champtoc. La Drappire se alz como alguien primordial en los
primeros pasos de Gilles, ser quien le amamante, quien le ensee a caminar, quien le llene de caricias y besos, aquella que le instruya en el balbuceo de las primeras palabras. Como es lgico, esta generosa seora se convirti en una excelente sustituta materna, incluso alguno de sus propios hijos fue hermano de leche de Gilles y, para mayor tristeza, quedaron implicados directamente con su vida. Uno de ellos llamado Jean orient sus pasos hacia el sacerdocio, entrando ms tarde al servicio del barn de Rais como capelln. Otro hijo ms pequeo de Guillemette tuvo peor destino y, en el proceso que aos ms tarde se sigui contra Gilles de Rais, apareci como uno de los posibles nios asesinados por l. Guillemette se mantuvo al lado de los pequeos nobles hasta la muerte de su marido, quien formaba parte de la servidumbre palaciega. Siguiendo la costumbre de la poca, tuvo que abandonar Champtoc para incorporarse al servicio de la madre del obispo de Nantes. Paradjicamente, este mismo prelado de la
Iglesia sera el juez eclesistico ante el que se tuvo que presentar Gilles de Rais durante el proceso al que se le someti en 1440. En todo caso, el heredero de aquellos bienes no pudo conocer el ambiente de una familia feliz y slida como se poda suponer en gentes de tanta alcurnia y, durante sus primeros siete aos de existencia, tan slo recibi contadas visitas de su atareada madre y de su altanero padre. En este tiempo se ocup en crecer sin ataduras ni consejos, aunque de inmediato demostr unas aptitudes innatas para aprender determinadas disciplinas acadmicas. Todo ello mientras jugaba por los alrededores de Champtoc en compaa de otros nios provenientes de familias lacayas que ofrecan sus servicios en el castillo. El pequeo Gilles se instruy, como otros infantes de su condicin social, en las prcticas de la escritura y de la lectura, manej muy pronto lenguas como latn y griego, mientras no descuidaba su francs y, por supuesto, su bretn natal. Hay que decir que a los
cuidados de Guillemette la Drappire se aadieron las enseanzas impartidas por tutores en casi todos los casos eclesisticos; posiblemente, los ms influyentes fueron el sacerdote y abogado Georges de Boszac, y el sacerdote y futuro presbtero de Angers, Michel de Fontenay, quien lleg a decir lo siguiente sobre su relacin con Gilles durante la infancia y adolescencia de ste: El joven Gilles me pareci siempre muy adelantado para sus aos, fsica y mentalmente. En lugar de presenciar durante el tiempo que estuve con l el desarrollo gradual de sus dotes y talentos, Gilles me sorprendi desde el principio por la madurez y extraordinaria brillantez de su mente. Era un genio, pero estaba excesivamente consciente de que lo era. Tal vez porque nadie
entenda esta complejidad de su carcter, el narcisismo fue su vicio y como resultado de la costumbre de recrearse en su propia imagen, Gilles desarroll un orgullo y una arrogancia que no conocan lmites. Empez muy pronto a mostrar tambin un espritu de rebelda y a imponer su voluntad sobre todos los que le rodeaban. He de decir que, mientras estaba recibiendo la instruccin necesaria para la salvacin de su alma, su mente permaneci, en mi opinin, sutil y astuta. Su sutileza era una sutileza femenina y era ms prdigo que sincero en sus actos de devocin. Desde su ms tierna infancia, percib en l un rasgo de carcter que pareca derivar estmulo y satisfaccin del acto de infligir dolor o crueldad en otros. No era necesario
que este dolor o sufrimiento lo provocara l: era suficiente para Gilles contemplar el dolor infligido por otros, o incluso leer u or contar de casos en que este dolor se haba provocado. Puedo asegurar que Gilles experimentaba entonces placer en la lectura de historias de torturas y ejecuciones. Pero no creo que hasta esa fecha se entregara a ese vicio en la prctica. Ms adelante, cuando fue soldado, habr encontrado oportunidades de dar rienda suelta a su sed de sangre. Este testimonio clarifica notablemente nuestro conocimiento de la formacin humana en la que creca el desasistido Gilles. Nos encontramos ante una madre indolente que rehsa querer a sus propios hijos y, por otro lado, un padre ms preocupado en acumular riquezas y
ttulos que en atender la educacin de su prole. Y en ese ambiente de abandono sentimental va creciendo la inestabilidad emocional de aquel nio sujeto al dictado de un destino que seguramente no haba pretendido. No es aventurado pensar que las psicopatas que padeci Gilles de Rais no se hubieran producido de haber sentido un afecto caluroso por parte de sus padres. Pero lo cierto es que tanto Guy como Marie no tuvieron mucho tiempo para enmendar aquel evidente error fruto de la sociedad y poca que les toc vivir. El 28 de septiembre de 1415 Guy de Rais se encontraba participando en una fastuosa cacera por los alrededores de Champtoc. Estos eventos campestres eran muy frecuentes entre la nobleza durante los escasos momentos de paz que permita la inacabable guerra de los Cien Aos. En un episodio de aquel lance un grupo de jinetes logr cercar a un enorme jabal de retorcidos colmillos afilados. La bestia fue herida de diversos lanzazos, pero su brutal resistencia fsica, abonada por siete
inviernos de experimentada vida, hizo que an buscara un ltimo refugio en lo intrincado del bosque. Guy, bravucn como era y dispuesto a no dejar que ninguno de sus amigos se apropiara indebidamente del mrito de cobrar la importante pieza, desmont de su caballo y tras desenvainar su pual de caza se acerc temerariamente al lugar donde supuestamente yaca el moribundo verraco. Empero, cuando el sonriente barn de Rais se dispona a rematar al animal, ste se revolvi con la violencia del ltimo estertor y atac al sorprendido cazador incrustndole sus defensas en el vientre de tal manera que ambos quedaron unidos en un amasijo de vsceras y sangre. Los compaeros de cacera de Guy tan slo pudieron trasladar al mal herido barn hasta sus dominios en Champtoc, donde, dada su enorme corpulencia, sufri una lenta y dolorosa agona con la mitad de sus tripas fuera del vientre sin que los galenos pudieran hacer demasiado, salvo suministrarle algunos bebedizos en un intento de paliar los delirios previos a su
fallecimiento. Es aqu donde podemos inscribir una de las imgenes que marcaron la infancia de Gilles. Con casi once aos de edad, nadie pudo o quiso impedir que el mozalbete permaneciera impasible al lado de su padre durante los das que se prolong aquella tortura. Fueron momentos extremos durante los cuales Gilles, con los ojos ms abiertos que nunca, observaba los rasgos contrados en la faz de aquel hombre al que tan poco haba tratado o querido. Lejos de sentir pena, dolor o siquiera asco ante las terribles heridas de su padre, Gilles se mantuvo con gesto sereno ante aquella espantosa escena. Tras el bito, el muchacho no sinti lstima, no derram una sola lgrima, ni se acerc al cadver de su padre. Seguramente, en ese instante, una nueva y feroz sensacin haba anidado en su alma de inminente asesino: el gusto por la sangre y la excitacin que provocaba en l el dolor ajeno. A pesar de todo, Guy de Rais tuvo lucidez suficiente para elaborar un documento de ltimas voluntades en el que se reflejaba, sin tapujos, la
intencin de encomendar la tutora de sus hijos a su primo Jean Tournemine de La Humaudaye, hombre cabal y perfectamente cualificado para asumir dicha responsabilidad. Por desgracia para l, esta peticin testamentaria no se cumpli al intervenir el suegro de Guy, Jean de Craon, quien impuso, dada la dejadez de su hija, sus derechos como abuelo en el nimo de preservar la inmensa fortuna familiar que Gilles como heredero empezaba a acumular. ste es sin duda otro de los factores cruciales que aceleraron el impulso del futuro mariscal hacia los insondables abismos infernales. El viejo de Craon era, a decir de muchos, un hombre de carcter enrgico y violento. Curtido en su mocedad en las lides del bandidaje, presentaba aspecto de guerrero fornido ms interesado en las cuestiones econmicas que en las familiares. Dicen de l que incluso lleg a ser salteador de caminos, en cuyas redes piratas cayeron personajes tan ilustres como Yolanda de Aragn, duquesa de Anjou, a la que priv de sus mejores joyas y
anillos, motivo por el cual, y a pesar de su redencin posterior, nunca fue bien visto en la corte francesa. De Craon era un personaje desprovisto de sentimientos afectivos y slo interesado en elaborar maquinaciones polticas oportunas que le permitieran seguir manteniendo su estatus como segunda fortuna de Francia. Tras recibir la tutela de sus dos nietos hurfanos de padre y contemplar cmo su hija Marie se alejaba an ms de los nios tras un inesperado enlace con Charles d'Estouteville, dio rienda suelta a los pequeos sin importarle un pice su educacin convencional. De tal modo que, mientras los maestros asignados a los pequeos se esforzaban por inculcarles los conocimientos bsicos en teologa, historia, poltica..., su abuelo les permita crecer como salvajes en el entorno de Champtoc. Si en alguien se fij fue en el pequeo Rene, el nico parecido fsicamente a la familia Craon, por lo que fue privilegiado con alguna de las escasas atenciones de su maquiavlico abuelo. En cuanto a Gilles, ms
parecido al clan de los Laval, el astuto noble se aplic a la tarea de ensearle los procelosos senderos de una supuesta nobleza aristocrtica. En estos aos Jean de Craon educ errneamente a Gilles en la creencia de que sus ttulos y riquezas le situaban por encima de las leyes de obediencia al rey o a Dios. Esto fue determinante a la hora de edificar la personalidad del ya adolescente Gilles de Rais, quien, por cierto, siempre temi y odi la figura de su abuelo materno. En su propio testimonio aseguraba que el despiadado De Craon le inici en el alcoholismo y en la crueldad hacia sus semejantes, afirmando que si alguien exista tan malvado como l, se haba sido sin duda su abuelo. Tras la muerte de su padre, an le poda quedar la esperanza de una hipottica reconciliacin con su madre. Sin embargo, tambin eso le fue negado, pues la desdichada Marie falleci inesperadamente poco tiempo despus de que lo hubiese hecho su primer esposo. En esta circunstancia, los hermanos De
Rais quedaban sujetos de forma inexorable al exclusivo arbitrio de su abuelo materno, o lo que es lo mismo, la suerte sobre su formacin personal y espiritual estaba echada. Gilles prosigui resignado con su aprendizaje en Champtoc, siempre, eso s, bajo la severa supervisin de su flamante tutor. Durante esos aos anduvo ocupado con el estudio y los deportes al aire libre. El muchacho manifest ya a una edad temprana una pericia desacostumbrada en todo lo que emprenda, dejando pronto atrs a sus maestros y confiando en su propia sed de conocimientos y en su capacidad propia para adquirirlos. Jean de Craon era demasiado viejo para llevar a cabo la tarea de disciplinar a Gilles, cuyo temperamento le haca tan indomable como egocntrico, y a tal efecto solicit en el castillo la presencia de Roger de Bricqueville, primo de sus nietos y, desde entonces, fiel compaero de andanzas y aventuras, lo que le convirti de grado en cmplice de los primeros desmanes provocados por el heredero de Rais. Roger, muy
a su pesar, termin por ser la diana perfecta para el iracundo abuelo, el cual nunca propin castigos fsicos a sus nietos y s en cambio al primo, al que no dudaba en azotar o fustigar con el ltigo por las travesuras cometidas por los jvenes. Era evidente que Gilles estaba muy adelantado fsica y mentalmente para su edad y el orgullo que le dominaba al saberse depositario de tanto poder nunca le impidi asistir a los castigos que caan injustamente sobre su pariente sin el menor atisbo de sentimiento de culpa, ms bien al contrario, dado que por entonces el joven ya disfrutaba con la visin del dolor ajeno. En espritu, la admiracin de s mismo se convirti en vicio, y a consecuencia de la costumbre de recrearse en la contemplacin de su propio reflejo, el joven Gilles empez a dar muestras de una arrogancia que con el tiempo no tuvo lmites. Manifest tambin muy pronto un carcter rebelde, as como un deseo irresistible de imponer su voluntad sobre todos los que le rodeaban. Aferrndose a sus libros como nica
fuente de la sabidura que anhelaba, ley a Valerio Mximo, las Metamorfosis de Ovidio, los Anales de Tcito y La Ciudad de Dios de san Agustn. Pero hubo un momento crtico para el muchacho y ste se produjo cuando cogi en sus manos por primera vez Las vidas de los Csares, un manuscrito delicadamente iluminado de los relatos de Suetonio. Las obscenidades de Tiberio, las crueldades de Calgula, la excentricidad de Nern y, en definitiva, el poder desptico que toda la lnea imperial ejerci sobre sus subditos, debieron de haber tenido para l la ms profunda y peligrosa fascinacin Aqu estaba su propio corazn revelado en su futura putrefaccin. Este era el hombre que l iba a ser: un rey, un tirano, un monstruo que gobernara con el temor ms que con el afecto, sometiendo a sus vasallos al poder inexorable de su voluntad. El arrobamiento producido por la visin de las ilustraciones le dejaba sin aliento, de tal manera que se vea obligado a dejar el libro a un lado para montar en su caballo durante un rato o
zambullirse en el ro para nadar. En realidad, bastaba cualquier cosa con tal de calmar momentneamente la fiebre que esas malvadas fantasas le provocaban. Aunque, movido por un deseo irrefrenable, regresaba una y otra vez a esa hipntica relacin de mandatarios romanos hasta que termin por convertirse en un texto obsesivo para l. Finalmente, tras innumerables noches en la biblioteca de Champtoc, el aprendiz de asesino acab concluyendo que si aquellos gobernantes del mayor y ms esplndido imperio antiguo haban actuado as, por qu l, que era representante de la mayor pureza nobiliaria, no podra imponer sus deseos a todos aquellos que se doblegaban ante su figura. Muchos aos despus, en su juicio, reconoci el terrible efecto que la inmortal obra de Suetonio haba tenido en l. No obstante, en algo s se esforz el implacable abuelo De Craon, y esto fue la educacin militar de su nieto. Gilles se prepar a conciencia para asumir a edad temprana la
condicin de hombre de armas en aquella Francia involucrada en la guerra de los Cien Aos. A un noble que ostentaba su impecable rango se le exigan varias cualidades blicas que deba esgrimir en los campos de batalla. A tal efecto, el futuro mariscal se adiestr con suma eficacia en el manejo de la espada, hacha de combate, lanza y daga, sobresaliendo en todas esas disciplinas guerreras. La lanza tena unos cuatro metros y sola ser una robusta pieza de fresno que iba aumentando de grosor hacia la empuadura y acababa en una fina y larga punta. A caballo se llevaba firmemente sujeta debajo del brazo mientras que las piernas se apretaban con fuerza contra los estribos y la silla, haciendo de caballo y caballero un proyectil capaz de derribar o atravesar la armadura de un adversario. Cuando se utilizaba desmontado, aqulla se cortaba por la mitad para hacerla ms manejable. La alabarda era cada vez ms apreciada y un arma mortal consistente en una cabeza de hacha sujeta a un astil de dos metros, rodeada de metal para que no
pudiera ser desmochada; sta se utilizaba para aporrear o perforar a un adversario. Si bien la reina de las armas, en cualquier campo de batalla en aquel primer tercio del siglo XV, era la espada, smbolo de la caballera y la nobleza. Hecha del ms fino acero (el de Bordeaux era altamente apreciado) la mayora, de un metro de longitud, tena una simple guarda de cruz y un pesado pomo. Haba otras armas ms finas para usos especiales y con una seccin en forma de diamante para poder atravesar las armaduras, pero la mayora tena una hoja ancha y de doble filo para cortar. Tambin eran populares otros tipos de espadas ms largas que se empuaban con ambas manos (aunque an no haban alcanzado las monstruosas proporciones de las del siglo XVI). Finalmente, en la cadera derecha los combatientes llevaban una daga del tipo ballock o misericordia. Esta no era realmente un arma de combate y se empleaba por lo general para rematar a un adversario herido o como ltimo recurso, ya que poda pasar a travs de un visor o
entre las rendijas de la armadura hiriendo o matando a alguien que de otra manera sera invulnerable.
demostr ser un aventajado discpulo en lo concerniente a doctrina castrense y empleo de las armas, cualidades que desarroll hasta la perfeccin cuando intervino tiempo ms tarde en los combates contra los ingleses al servicio del delfn Carlos VII. Desde luego, nadie pudo discutir que fue un fiel garante del modelo caballeresco exigido a los de su condicin en aquella poca tan agitada de la historia francesa. Los ejrcitos que se pertrechaban en Francia a principios del siglo XV estaban basados en el hombre de armas: es decir, un guerrero ataviado con una armadura completa y entrenado para combatir a caballo y a pie. Poda ser un caballero si posea el necesario estatus social y haba sido sometido a una ceremonia formal, como fue el caso de Gilles de Rais. Si bien todos los hombres importantes eran caballeros, muchos hombres de armas eran simples hidalgos (el rango inferior y que tcnicamente denotaba un hombre susceptible de ser nombrado caballero), o soldados ordinarios sin tales pretensiones. El
hombre de armas era principalmente un jinete por instruccin y carcter. Normalmente mandaba una lanza, o grupo de leales que tambin iban montados, por lo que necesitaba ser lo suficientemente adinerado para poder mantener varias monturas, habitualmente una docena. Gilles recibi en su primera ceremonia oficial a la edad de catorce aos una esplndida armadura blanca milanesa con la que se le conceda la distincin de caballero. Hasta mediados del siglo XIII, la armadura haba estado fabricada de malla (filas de anillos de hierro densamente entrelazados), aunque gradualmente se fueron aadiendo piezas de acero para conseguir mayor proteccin contra los golpes y los proyectiles. Hacia 1415, el traje de lminas, o armadura completa, haba alcanzado casi su estado definitivo y el caballero iba cubierto cap-pied ('de la cabeza a los pies') de acero pulido. Debajo de la armadura se utilizaba un justillo acolchado (akheton) para impedir el roce del metal y para absorber parte de la fuerza de la
flecha. Hasta el ao 1400 muchos guerreros vestan un chaleco de malla sobre aqul y posteriormente una cota de lminas metlicas. Tal impedimenta pesaba sin duda, pero el mayor problema era el del agotamiento debido al calor en el interior de la armadura. El desarrollo de la armadura blanca completa llamada as porque todas sus piezas eran de metal pulido ayudaron a resolver este problema. Nadie poda ceirla sin ayuda y era necesario disponer al menos de un asistente. Sin embargo, el peso de un traje completo no era algo intolerable: con un promedio de 28-35 kilos, el peso de un arns completo no era superior al del equipo de un infante moderno. Ms an, el peso estaba distribuido alrededor del cuerpo y cada pieza, dispuesta y articulada para adecuarse a los movimientos del guerrero, por lo que los caballeros no necesitaban ser subidos al caballo por medio de poleas como antao. Un hombre de complexin normal poda subir a su caballo con facilidad; tampoco era imposible levantarse
desde una posicin de postracin, a menos que estuvieran totalmente extenuados, aturdidos o heridos. La parte ms pesada e incmoda de la armadura era el casco, por lo que frecuentemente se quitaba cuando se encontraban lejos de la accin o sta era improbable. El torso estaba cubierto por una pieza de espalda y pecho articulada con pernos en el lado izquierdo y hebillas en el lado derecho y sobre los hombros. Los brazos y piernas tenan tubos unidos de forma similar y el codo y la rodilla estaban cubiertos respectivamente por las piezas llamadas couter y poleyn, que permitan el movimiento. Entre la cintura y la mitad del muslo haba una faldilla de aros de acero. Guantes articulados protegan las manos y sabatones los pies. Una innovacin perteneciente a la ltima parte de este periodo lo constituy una lmina pequea y circular que protega ambos sobacos, zona muy vulnerable cuando se levantaba el brazo para asestar un golpe. Otra innovacin que
sustituy al aventail de malla era el guardacuellos slido, que iba unido al casco, conocido como bascinet; este trmino se generaliz de tal forma que los contemporneos lo utilizaban para indicar el nmero de caballeros que engrosaban los ejrcitos. Era una pieza muy ajustada que llegaba hasta la parte posterior de la cabeza. La cara estaba protegida por un visor o por otro casco que se pona encima de aqul. El visor, de forma puntiaguda, dio origen al trmino bascinet de cara de perro y poda ir unido con goznes o bien deslizarse para obtener una mejor visin y ventilacin. El gran casco, con forma de cubo que no ofreca ningn confort, se utilizaba en torneos pero no en la guerra. Los hombres ricos adornaban sus armaduras con tiras de latn o metal dorado; los que tenan escudos herldicos los mostraban en una pieza ajustada llamada cote d'armes (literalmente, 'escudo de armas', que posibilitaba la identificacin en la batalla y tena un gran significado simblico). El escudo de armas tena el efecto de hacer saber que su
poseedor estaba en condiciones de pagar un rescate, lo cual era una valiosa pliza de seguros en caso de peligro de muerte. Se cree que el cote d'armes fue abandonado a principios del siglo XV y sustituido por una armadura blanca de acero como la que llevaba Gilles de Rais en su graduacin caballeresca. Es precisamente en esta etapa adolescente donde se inscribe el primer asesinato a manos del futuro ogro. Segn se cuenta, Gilles, enardecido por su nueva condicin de guerrero, practic furiosamente su destreza con las armas en peleles confeccionados con paja y trapos hasta que, aburrido por la falta de respuesta en aquellos objetos inanimados, decidi emplearse a fondo frente a supuestos adversarios carnales. El elegido para la prueba fue su amigo de juegos Antoine, un frgil muchacho, hijo de sirvientes en Champtoc y que se senta distinguido por la compaa del noble heredero. Este, utilizando una amabilidad fingida, dispuso que su compaero tomara en sus manos un pual con el
que se le opondra en singular combate. Como es obvio, Antoine no estaba tan avezado en la lucha como Gilles y, tras unos segundos de intil resistencia, recibi una estocada mortal que le precipit al suelo, donde se desangr ante la mirada perversa y complaciente del que haba sido hasta entonces su inseparable cmplice de travesuras infantiles. Gilles no sinti la ms mnima compasin por el yaciente, descubriendo, para su deleite, que en aquella primera muerte provocada por su voluntad haba experimentado un placer irremisible ante la visin de la sangre que brotaba a raudales en el cuerpo de su contrincante. Contempl la agona del nio hasta que muri sin ni siquiera tener el ademn de pedir auxilio para intentar salvar esa vida. Ms tarde y una vez conocido el luctuoso suceso, el abuelo tap aquel captulo pagando una ridcula suma a los resignados padres del fallecido, con lo que Gilles sali impune del primer asesinato de su historia.
MATRIMONIOS IMPOSIBLES
A los diecisis aos el aspecto fsico que presentaba Gilles de Rais no poda ser mejor para un joven aristcrata. Superaba con creces el metro ochenta de estatura, por los que se reparta un cuerpo perfectamente musculoso y sano. Era muy ancho de hombros por el continuo entrenamiento militar y su agilidad de movimientos no perturbaba en absoluto la extraa elegancia natural que le acompaaba en su porte. Gilles era, sin duda, prototipo del ideal encarnado en los caballeros franceses de su condicin y a esto aada un aspecto agraciado debido a la armona de su rostro, en el que destacaban sus grandes ojos azul claro y los pmulos pronunciados, tpicos de la naturaleza bretona. El conjunto se completaba con un negro
y ondulado cabello que acentuaba an ms si cabe su lustrosa tez aceitunada y sus rojizos labios carnosos. Como vemos, su agradable persona y su cuantiosa fortuna abran fcilmente el camino para solicitar en matrimonio a cualquier damisela perteneciente a las grandes casas francesas. Sin embargo, un hecho interfiri gravemente en esta pretendida y, por otra parte, lgica bsqueda: la evidente homosexualidad de Gilles. Ya desde sus primeros aos, segn testimonio de sus mentores, mostr ciertas maneras femeninas en su comportamiento. Ms tarde, sufri las regainas de su abuelo cada vez que le sorprenda haciendo manitas o en actitud comprometida con pajes, muchachos del servicio o su propio primo Roger de Bricqueville, por los intrincados rincones del castillo seorial. Aun as, la homosexualidad de Gilles fue ignorada por su abuelo, como tantas otras conductas reprobables del muchacho, y pronto el anciano se dispuso a la tarea de buscar a la mejor candidata para su nieto. La primera eleccin recay en la pequea Jeanne
Peynel, de apenas cuatro aos y hurfana de Foulques Peynel, seor de Hambuy y Briquebec. El compromiso tuvo lugar el 14 de enero de 1417, da en que se firm el contrato nupcial que unira al heredero de Rais con una heredera normanda. Esta unin, preparada a conciencia por Jean de Craon, integrara las posesiones heredadas por la muchacha, que constituan la mayor fortuna de Normanda, al ya de por s magnfico patrimonio de los Rais y los Craon. Empero, esta magna operacin econmica y territorial se vino abajo casi de inmediato cuando algunos nobles locales, alarmados, y con razn, por lo que estaba a punto de originarse, denunciaron el hecho ante el Parlamento de Pars, lo que paraliz la concrecin del contrato. Este contratiempo encoleriz al viejo bandido bretn, que no cej en el empeo de ensanchar las fronteras de su heredad aun a sabiendas de que la mayor parte de la aristocracia francesa vea con recelo todas sus manipulaciones. Finalmente, tras meses de escrupulosa seleccin,
el 28 de noviembre de 1418 se firm un nuevo acuerdo matrimonial para Gilles de Rais. En esta ocasin los ojos del astuto De Craon se haban fijado en Batrice, hija de Alain IX, vizconde de Rohan, conde de Porhot y sobrina del duque Juan V de Bretaa. No era tan rica como la anterior, pero al menos era pariente directa del amo y seor de Bretaa, con lo que eso supona de tranquilidad para las tierras gobernadas por la familia de Rais-Craon. Todo haca ver que en esta ocasin ningn obstculo entorpecera el camino del joven barn hacia el altar. Sin embargo, el infortunio reapareci trgicamente y la bella muchacha falleci de forma sorpresiva unas semanas ms tarde en la localidad de Porhot. El pertinaz rumor popular extendi de forma funesta una versin sobre la muerte de la doncella. En sta se afirmaba que Batrice haba muerto tras pincharse el dedo pulgar de su mano con la pa envenenada de una rosa preparada a tal fin por alguien siniestro del que jams tuvo noticias y que algunos identificaron ya en ese tiempo con el
propio Gilles de Rais, pues el mozo no quera bajo ningn pretexto yacer con dama alguna ni rendir servicio a su odioso abuelo. A pesar de esta segunda intentona fallida, el anciano De Craon sigui perseverando para conseguir una mujer apropiada para su dscolo nieto. Mientras tanto, Gilles iba madurando y, en 1420, sin ni siquiera haber cumplido los diecisis aos, le lleg el tan ansiado momento de recibir su bautismo de guerra. Ocurri en un escenario dominado por la guerra de los Cien Aos, en la que los britnicos estaban ocasionando severas derrotas a los franceses. En ese trance, el delfn Carlos se asfixiaba por la falta de recursos militares y econmicos viendo cmo las diferentes casas nobiliarias del pas galo se enzarzaban entre s, aliadas o no con el invasor ingls. En el ao mencionado, el duque de Bretaa fue derrotado y capturado por uno de sus subditos. Gilles, alzado en la categora de caballero y siendo representante de la mayor barona del pas bretn, no dud, a pesar de su
escasa edad, en ponerse al frente de un pequeo ejrcito pagado por l con el que acudi presto a Chantoceau, castillo en el que el duque se encontraba arrestado bajo custodia militar. Gilles lanz sus tropas con l mismo en la vanguardia hacia los muros de la fortaleza. Y, en una breve aunque decisiva embestida, logr expugnar las defensas de la plaza adentrndose en ella hasta conseguir liberar a su seor. Esta primera gesta le granje notable popularidad en Bretaa y el propio duque, agradecido por la heroica actuacin de su casi imberbe vasallo, le nombr uno de sus lugartenientes. Segn se cuenta, en este pequeo conflicto local, Gilles ya demostr una determinacin y una crueldad extremas en su comportamiento aadiendo unas cuantas muertes a su lista sangrienta de vctimas. Aunque, como el lector sabe, si matas a alguien en un contexto de paz eres un asesino, mientras que si matas a miles en una guerra eres el mayor de los hroes aclamado por los tuyos. Son las paradojas de nuestra civilizacin. Con su recin adquirida
vitola de gran guerrero, Gilles atendi los nuevos planes de boda que para l haba elaborado su abuelo. Y, a diferencia de los anteriores, en esta ocasin s que escuch ilusionado lo que su tutor le propuso. Esto era unirse en matrimonio de grado o por la fuerza con su prima lejana Catherine de Thouars, una bella muchacha de la misma edad que Gilles y que gozaba de simpata por su parte desde que se haban conocido siendo nios. Catherine era hija de Milet de Thouars y Batrice de Montjean, poseedores de ricos terrenos en Poitou, colindantes con los pertenecientes a la barona de Rais. A pesar de la evidente felicidad mostrada por los jvenes, el padre de ella se neg en redondo a que se celebrase ninguna unin entre ambas casas. Las razones de la oposicin eran varias. La primera era, sin duda, el desprecio de los seores locales hacia Jean de Craon y su oscuro pasado; la segunda, y no menos importante, era el parentesco existente entre Gilles y Catherine, ya que eran primos en cuarto grado y la
consanguinidad estaba absolutamente prohibida por el Vaticano. A pesar de todo, De Craon no estaba dispuesto a permitir que una oportunidad como sa de aumentar sus incalculables tesoros se le escapara nuevamente de las manos y a tal efecto dispuso, acaso recordando sus tiempos de bandido, una treta para secuestrar a la heredera de Thouars y casarla en secreto con su nieto; lo que hoy llamaramos poltica de tierra quemada o de hechos consumados. El 30 de noviembre de 1420, Jean de Craon, en compaa de su nieto y de algunos hombres, cabalg hacia tierras de Poitou, donde captur a Catherine para luego marchar raudos a una ermita rural donde estaba todo organizado para la boda. El oficiante fue un monje previamente sobornado, quien realiz una ceremonia tan rpida como tensa, pues se pensaba que la reaccin de los parientes de la novia sera hostil e inmediata. Una vez concluida la ceremonia, el grupo se refugi en Champtoc a la espera de acontecimientos. Aunque, para su agradable sorpresa, stos no se produjeron en las
dimensiones preconcebidas, ya que tan slo se present un to carnal de la muchacha escoltado por dos caballeros dispuestos a reclamar la devolucin de Catherine. De Craon escuch con sonrisa irnica las exigencias de aquellos hombres y, tras meditar unos segundos, orden a sus soldados que apresaran a los incautos nobles, que acabaron con sus huesos en las fras mazmorras del castillo. sta era una afrenta injuriosa hacia la casa de Thouars. Sin embargo, el padre de la forzada novia no estaba en condiciones, dado el poder de su oponente, de organizar una respuesta blica que asegurara la recuperacin de su amada hija. Tampoco quiso solicitar el apoyo del duque de Bretaa, pues saba que ste se decantara por los Rais y, al fin y al cabo, ese matrimonio le podra reportar beneficios en aquel inestable marco poltico y social. En consecuencia, todos los protagonistas de aquella farsa dejaron que transcurriera el tiempo pensando que las aguas volveran a su cauce original en un episodio caracterstico de
aquella poca tan convulsa para la historia de Francia. Jean de Craon, crecido por su victoria, llev su osada an ms lejos y, tras quedar viudo de su mujer Batrice de Rochefort, celebr su propio matrimonio relmpago con Anne de Sille, abuela de Catherine, hecho acontecido pocos das ms tarde de la boda secreta de su nieto, lo que termin por minar la moral de Milet de Thouars, quien enferm para morir resignado dos aos ms tarde. En cuanto a los tres presos de Champtoc, diremos que fueron liberados algn tiempo despus, si bien el to de Catherine falleci vctima de unas fiebres contradas en los insanos calabozos de la fortaleza. En abril de 1422 se proclam oficialmente la unin de los dos herederos despus de que Jean de Craon hubiese depositado una fuerte suma en las arcas vaticanas, lo que posibilit que el papa bendijera aquel matrimonio tan raro. Finalmente, el 26 junio de ese mismo ao los cnyuges vean ratificada de forma oficial su unin ante los ojos de todos en la iglesia de Saint-Maurille en
Chalonnes. Lo cierto es que para entonces Gilles estaba aburridsimo con aquel matrimonio. Una vez superado el emocionante momento del secuestro y posterior boda secreta, se le haban evaporado los efluvios del fingido amor hacia su prima y ahora manejaba con desdn la situacin impuesta por su ambicioso abuelo. Catherine, convertida de fogosa amante en sufrida esposa, asuma con tristeza su espinoso y delicado destino sin que ni siquiera hubiese quedado encinta en el primer tramo de aquella funcin teatral. Nada menos que nueve aos tuvieron que transcurrir para que la pareja viera la llegada al mundo de su nica hija, Marie, nacida seguramente en el castillo de Tiffauges nueva residencia de los Rais el 7 de septiembre de 1429. Esta nia fue el nico fruto carnal de Gilles y consigui vivir hasta 1457. Su madre tuvo, en cambio, una segunda oportunidad y, tras la ejecucin de Gilles de Rais en 1440, pudo contraer un segundo matrimonio meses ms tarde del trgico suceso, con Juan II, conde de
Vendme, con quien comparti la herencia adquirida de su funesto primer esposo. Con Juan II intent disfrutar de una felicidad que no haba tenido en sus primeros aos de existencia y, aunque vio morir a su hija, falleci serenamente en 1462.
En lo que se refiere a Gilles, el matrimonio con Catherine le otorg una excelente imagen ante sus iguales y vasallos, los cuales llegaron a pensar de forma ilusa que el aristcrata estaba al fin preparado para asumir su brillante destino.
Aunque Gilles, hombre de impaciencia clamorosa, soaba una y otra vez con el momento ms deseado por l, que no era, precisamente, el ayuntamiento carnal con su lozana esposa, sino poseer de manera definitiva el control absoluto sobre su fabulosa herencia. En 1424 le reconocieron la anhelada mayora de edad. En ese da se encontraba a punto de cumplir veinte aos y lo primero que solicit fue el dominio absoluto sobre el inmenso patrimonio que le perteneca por derecho. Sin duda, ese instante se alz como el ms luminoso de su corta biografa, con una guinda que el joven heredero sabore hasta el deleite, ya que despus de tantos aos de humillacin ante la figura de su insufrible abuelo materno, poda dar sin explicaciones una inmensa patada figurada en el trasero del anciano que le apartara de una vez por todas de su vida. Ese ao Gilles cobr su primera venganza, la tragedia que manch su alma hara que no fuese la ltima. Lejos de manipulaciones que no fuesen las propias, encauz sus pasos hacia la obtencin de
mayor poder y gloria. Los territorios inflamados por la guerra eran campos propicios para ello, por tanto, Gilles comenz a utilizar los recursos adquiridos gracias a su casta para situarse al lado del necesitado delfn francs, futuro Carlos VII, y que por entonces atravesaba un angustioso momento. El barn de Rais no estaba precisamente instruido, ni tena aptitudes para la poltica o la diplomacia. Sin embargo, s gustaba de todas aquellas disciplinas relacionadas con las bellas artes. Era un entusiasta de la msica, la pintura y, sobre todo, de la literatura, y, adems, ya haba acreditado sus dotes en el mbito castrense. En consecuencia, su fabuloso tesoro sera muy til para pertrechar tropas que sirvieran al rey en sus campaas militares contra el invasor ingls y sus aliados borgoeses. Llegaba el momento para que Gilles de Rais batiera armas en la agotadora guerra de los Cien Aos. Lo que l no pudo suponer es que una muchacha llamada Juana de Arco cambiara su vida en aquella encrucijada decisiva de la historia francesa. Junto
a ella participara en los episodios ms sublimes de la contienda, consiguiendo ver coronado a su rey para luego obtener la distincin de mariscal de Francia. Con ella supo tambin que un mundo mejor y ms puro era posible, aunque la trgica desaparicin de la doncella fue a la postre lo que le devolvi a su infernal realidad, abocndole al submundo de sus crmenes.
Cuando la vi por primera vez pareca una llama blanca. Fue en Chinon, al atardecer, el 23 de febrero de 1429. Desde el principio fui su amigo, su campen. En el momento en que entr en aquella sala un estigma maligno escap de mi alma y, ante el escepticismo del delfn y la corte, yo persist en creer en su misin divina. En
presencia de ella y por ese breve lapso, yo iba en compaa de Dios y mataba por Dios. Al sentir mi voluntad incorporada a la suya, mi inquietud desapareci. Palabras pronunciadas por Gilles de Rais mientras evocaba la carismtica figura de Juana de Arco, la Doncella de Orleans, y objeto de su devocin ms encendida.
LA GUERRA DE GILLES
Por horrible que pueda resultar, cada hroe surgido en cualquier estrato social, desde el ms modesto al ms deslumbrante, necesita de forma apremiante una guerra como medio de expresin de sus cualidades ante los dems. Bien entendido, que dicho conflicto no tiene que ser necesariamente militar, ya que existen otros mbitos econmicos y sociales en los que el paladn de turno puede descollar para asombro encendido de sus coetneos. En el caso de Gilles de Rais, fue la guerra de los Cien Aos el contexto propicio para que su figura aflorara con inusitado fulgor. Sus intervenciones como escolta y protector de la mstica Juana de Arco le brindaron la posibilidad de presentarse ante sus paisanos como uno de los salvadores de aquella
Francia hostigada por Inglaterra. No obstante, y dada su condicin de psicpata consumado, ni pudo ni supo administrar el crdito otorgado por su rey para caminar por otros senderos que no fueran los de la ostentacin y el crimen. De poco le sirvi su nobleza de caballero, ni tan siquiera su altsima graduacin como mariscal de Francia con la flor de lis ostentada en su escudo de armas. La guerra fue tan slo un elemento circunstancial en la vida de Gilles, y aunque fue decisiva para la historia francesa, el barn termin por desvincularse de ella una vez que los lazos que le unan a Juana de Arco quedaron disueltos. Sin embargo, este conflicto s que supuso un antes y un despus en la biografa del aristcrata asesino. Por ello es indispensable un breve repaso de esa guerra y del devenir histrico de Francia. La guerra de los Cien Aos que enfrent a Inglaterra y Francia entre los siglos XIV y XV fue el reflejo de la crisis que se vivi en Europa en esa poca y en ella se engloba no slo el
enfrentamiento blico entre los distintos reinos, sino tambin las revueltas campesinas y urbanas que se produjeron en el interior de cada pas. En realidad, este prolongado conflicto no hace honor a su nombre popular, ya que dur ciento diecisis aos [1337-1453], para mayor angustia de los contendientes, aunque los lances militares se vieron salpicados por innumerables treguas acompaadas de extensos momentos de paz provocados en su mayor parte por el agotamiento tcnico de los litigantes.
de Aquitania, poseedora de una fabulosa dotacin econmica y, sobre todo territorial, dio un convulso giro a los acontecimientos. Esta indmita mujer lleg a ser reina, primero de Francia a raz de su boda con Luis VII y, despus, una vez divorciada, de Inglaterra, al casarse con el monarca ingls, reino considerado como el peor enemigo de Francia. Empero, los vericuetos del amor son insondables y en el caso de la fogosa noble occitana mucho ms, como leeremos a continuacin, pues en esta decisin concurrieron varias razones. Entre ellas, acaso la fundamental, fue engrandecer su inmenso patrimonio en suelo francs, ya que estaba considerada como la mujer ms rica e influyente del continente europeo y, otra, por supuesto, dar rienda suelta a sus instintos pasionales. En este sentido, Enrique Plantagenet, elevado al trono de Inglaterra con el nombre de Enrique II, presentaba el perfil adecuado para cumplir los requisitos que exiga la bella duquesa. En consecuencia, tras diversos avatares, cruzadas
religiosas, peleas conyugales y malentendidos con su primer esposo, lleg el ao 1152, momento importantsimo para nuestra historia, dado que no fue hasta entonces cuando Leonor obtuvo la tan ansiada anulacin matrimonial del rey Luis VII, lo que le permiti cobrarse una terrible venganza por el dao moral sufrido con el maltrato. Ser divorciada en pleno siglo XII no era plato de gusto para nadie, ni siquiera para la mayor terrateniente francesa. De tal modo y dada su brillantez, se dispuso a explorar la mejor senda que la condujera a un puerto propicio para salvar su buen nombre. Ya haba estado casada con un rey, quin sino otro monarca estara a su altura? Al poco repar en un jovencito que haba conocido tiempo atrs en la corte parisina. Su nombre era Enrique Plantegenet, duque de Normanda, conde de Anjou y Mans y futuro Enrique II de Inglaterra. La eleccin era tan acertada como provocadora. Enrique gozaba de buena posicin y esplndido aspecto, su pelo rojo, cara pecosilla y, sobre todo, sus dieciocho
vigorosos aos prometan magnficas sensaciones a la seductora francesa, quien, sin dilacin, se puso manos a la obra en el empeo de conseguir cautivar el corazn del apuesto heredero. Desde Poitiers envi una carta de amor donde se declaraba sin tapujos al joven rey. La reaccin de ste fue ms que receptiva, preparndose un ardiente encuentro entre los dos que desemboc en boda ese mismo ao, dejando a media Europa con la boca abierta, incluido el piadoso Luis VII, quien vio en este gesto, sin precedentes, una bofetada a la propia Francia. Desde entonces las dos potencias seran enemigas, acabando enzarzadas en una disputa territorial que se prolongara tres siglos, hasta que concluy la guerra de los Cien Aos. Leonor se convirti en un personaje odiado por los franceses y denostado por escritores y juglares afines a la monarqua gala. En esos aos fue presentada ante la recatada corte parisina como una autntica ramera, que pasaba de cama en cama en una vorgine lasciva y casi infernal
confundiendo la mente y el alma de sus amantes. Se le atribuyeron numerosos romances con hombres de toda clase, condicin y razas, desde altivos nobles hasta esclavos negros. Leonor fue vilipendiada, injuriada y considerada traidora, pero en el corazn de sus mximos detractores era admirada por su carisma y determinacin, lo que al fin impondra su persona por encima de todo.
Nuevamente reina, sus posesiones, sumadas a las de Enrique II, constituan un magno imperio separado por el canal de la Mancha; la propia Francia se tambaleaba ante ese poder. Lo cierto es que Luis VII nunca acert a valorar las innegables cualidades que aportaba a su reino la inteligente Leonor y por ello le llegaba el turno de pagar un altsimo precio con la prdida de tan vitales territorios, que se haban pasado en bloque a engrosar los dominios de los britnicos. El monarca galo, hombre poco preparado y de escasas luces para el gobierno, dej escapar, a causa de sus celos e impaciencia, el mejor patrimonio que tena Francia. Si bien l nunca pudo atisbar el resonante alcance que tendra la operacin poltico-sentimental llevada a cabo por su ex esposa, quien, ajena a tanta crtica, se encontraba dispuesta a iniciar una vida feliz en compaa de su joven esposo. La flamante pareja comparta los mismos y refinados gustos, son aos felices durante los cuales se protegen los
mbitos intelectual y artstico. La cultura occitana se expande por los dominios continentales e insulares del reino. La pareja fue prolfica, pues de su unin nacieron ocho hijos, cinco nios y tres nias. Ello acab con la leyenda de la infertilidad de Leonor y de su incapacidad para engendrar varones. Los cinco concebidos con Enrique suponan para Leonor una justa rehabilitacin maternal. Sus embarazos se prolongaron hasta el ltimo nacimiento que tuvo lugar en 1166, cuando esta indomable mujer contaba cuarenta y cuatro aos; por desgracia, tuvo que asistir al funeral de tres hijos: Guillermo, Enrique y Geoffrey. Otros dos: Ricardo Corazn de Len y Juan Sin Tierra llegaron a reinar; y ella siempre estuvo en el primer plano de aquellos mandatos. El destino, lejos de otorgar una vida apacible a Leonor, quiso cubrirla con algunas emociones ms, dado que a partir de 1163 se empezaron a advertir ciertas diferencias de opinin entre los esposos. Enrique, ya maduro, no aceptaba las continuas
injerencias de su activa consorte, muchos dudaban sobre la capacidad real del monarca, pensando que era la francesa la que gobernaba aquel reino. En 1169, harto de intromisiones femeninas, envi a Leonor a sus posesiones de Aquitania a fin de quitrsela de en medio. Una vez establecida con sus hijos en Poitiers, recuper el tiempo perdido creando una esplndida corte que pasara a la historia, en la que renacera con fuerza el amor corts inspirado por su abuelo Guillermo IX. Con la complicidad de su hija mayor, Marie de Champagne, estableci protocolos originales que potenciaron la caballerosidad galante y un amor puro y sincero cuyos ecos recorrieron la Europa medieval. Eran aos en los que Poitiers se impuso como gran foco cultural de Occidente, las justas poticas, el idioma del cortejo y la ausencia de violencia dominaban escenarios por los que se movan los mejores autores de la poca. Chrtien de Troyes o Andr Le Chapelain, trabajaron gozosos bajo el influjo de Leonor,
quien no reparaba en gastos cuando se trataba de fomentar o difundir cualquier manifestacin cultural. Desde todos los confines geogrficos llegaban bardos, juglares y trovadores dispuestos a demostrar su vala en los alardes poticos anuales que se celebraban. Cada vencedor, en esos torneos incruentos, reciba el agasajo verbal y reconocimiento de los all presentes. Muchas parejas jvenes disgustadas acudan al santuario del amor corts para someter al dulce tribunal sus disputas. Leonor y sus damas juzgaban los hechos atenindose a un cdigo compuesto por treinta y un artculos que determinaban la conducta ms correcta a seguir para cada caso. Sin duda, el suceso literario ms destacado de este periodo es la recopilacin de las viejas narraciones celtas a cargo de especialistas consumados como los antes mencionados. Gracias a Leonor y a su hija Marie, estos autores y otros trabajaron en recopilaciones exhaustivas sobre las tradiciones ancestrales clticas. As fue como reaparecieron con fuerza lugares y
personajes tales como el rey Arturo de Bretaa, la reina Ginebra, el mago Merln, los doce caballeros de la Mesa Redonda, la ciudad de Camelot o la isla de Avalon, al igual que el ideal de la purificacin del espritu por medio de la bsqueda del Santo Grial. El hoy tan famoso ciclo artrico es ms y mejor conocido gracias al mecenazgo de la esplndida Leonor de Aquitania, quien, por otra parte, no estaba dispuesta a descuidar su faceta poltica; en ese sentido, fue capaz de incentivar la rebelin de sus hijos ante el poder abusivo ejercido por Enrique II. La conjura fue descubierta y abortada. A pesar de eso, el rey se mostr magnnimo con sus vstagos rebeldes perdonndolos, no as a su mujer, a la que envi prisionera al castillo de Chinon, donde permaneci quince aos a la espera de mejores tiempos para su causa. Por fin en 1189 falleci Enrique II. Como sus hijos mayores Guillermo y Enrique el Joven haban hecho aos antes, el campo quedaba libre
para que Ricardo I Corazn de Len llegara al trono sin ms oposicin y contando con el incuestionable apoyo de su madre. sta, orgullosa, contemplaba el triunfo de su hijo favorito en el que tantas esperanzas haba puesto. Ricardo fue ungido el 3 de septiembre de 1189 en Westminster; fue la primera vez que una ceremonia de coronacin britnica qued reflejada en las crnicas oficiales con profusin de detalles. Conociendo la personalidad de Leonor de Aquitania, es fcil intuir quin organiz las celebraciones de aquel suntuoso evento que no pas en absoluto inadvertido para el resto de las cortes europeas presentes en el acto. Ricardo luca su majestuoso porte ante todos, la larga melena rubia aleonada que tanto haba tenido que ver en el sobrenombre Corazn de Len por el que todos le conocan destacaba sobremanera en aquel episodio trascendental para la historia de Inglaterra. Tras la solemne proclamacin, los nobles invitados pasaron a las
dependencias preparadas para el convite real, cientos de camareros y cocineros trabajaron laboriosamente en la confeccin y distribucin de exquisitos platos en los que se combinaban los gustos franceses y britnicos. Miles de velas se repartieron por los salones del palacio, que deslumbraban a los complacidos comensales vestidos con sus mejores galas. Fue, desde luego, el acontecimiento ms brillante de su poca, un xito para Leonor, quien a sus sesenta y siete aos recuperaba el protagonismo absoluto del panorama social europeo, adems de cumplir el ansiado propsito de ver a su hijo predilecto ciendo la corona de un reino poderoso. Sin embargo, la felicidad no dur mucho. Una vez ms, las cruzadas alteraron la vida en Europa, el llamamiento a la tercera guerra santa contra el islam provoc que el animoso Ricardo partiera rumbo a la guerra dejando a su madre como regente del reino. La incertidumbre se increment al no tener Ricardo ni esposa ni descendientes que mantuvieran la dinasta, y con
presteza, la reina madre se entreg a la tarea de seleccionar la mejor candidata posible. La bsqueda dio resultado, fue elegida la bellsima Berenguela de Navarra. En ese momento Ricardo Corazn de Len se encontraba en Chipre preparando su asalto contra los musulmanes del sultn Saladino; con ms prisa que pausa, se organiz la boda en tierras chipriotas, y aunque los novios eran de lo ms refinado y agraciado de su poca, el amor no fructific, dado que Ricardo estaba ms pendiente de su relacin apasionada con Felipe Augusto de Francia que de los encantos mostrados por su joven esposa. Leonor, resignada, volvi a Inglaterra a la espera de noticias, y stas no fueron buenas, ya que cuando Ricardo regresaba de Tierra Santa fue capturado por los alemanes, que exigieron un cuantioso rescate similar al de todo el prepuesto anual ingls. La regente, con tenacidad a prueba de enemigos, tard dos aos en obtener la suma necesaria para liberar a su hijo en 1194. A pesar de todo, el bravo rey ingls sigui sin encontrar
el momento oportuno para dar un heredero al trono. Cinco aos ms tarde morira en combate mientras se encontraba en Francia defendiendo sus derechos territoriales. Leonor, con setenta y siete aos, tuvo que asumir una nueva muerte en su familia, y en esta ocasin, nada menos que la de su hijo ms querido. No obstante, tuvo, a pesar de su longeva edad, la fuerza suficiente para desenredar una nueva conjura por la sucesin de Ricardo, los contendientes eran su hijo Juan Sin Tierra y su nieto Arturo de Bretaa, hijo del fallecido Geoffrey y aliado del rey francs. Leonor decidi que fuera Juan el legtimo heredero del trono britnico. Desde haca tiempo el vstago menor de Leonor haba meritado con fuerza a ese derecho, y sin duda lo mereca; no olvidemos que l era el ms perjudicado en el testamento efectuado por su padre Enrique II y que, durante el reinado de su hermano Ricardo, muchos nobles le haban apoyado ante las reiteradas ausencias del inestable Corazn de
Len. Leonor convenci a su nieto de que desistiera con grandes aportaciones econmicas para Bretaa que aplacaron las ambiciones del pretendiente. El apoyo total a Juan Sin Tierra hizo justicia y concedi a Inglaterra el gobierno de un buen rey que pasara a la historia por la elaboracin de la Carta Magna, documento indispensable si queremos comprender el espritu y personalidad de los britnicos. Juan era el segundo hijo coronado por Leonor, sta se encontraba muy cansada despus de tantos aos cuajados de intrigas, conjuras y muertes de seres queridos, slo le quedaba el refugio de la cultura. El mecenazgo de intelectuales y artistas haba constituido una de las pocas satisfacciones emocionales para ella. Buscando la paz, se instal en la abada de Fontevrault, una de sus posesiones favoritas, donde, a buen seguro, encontrara una situacin espiritual reconfortante. An tuvo tiempo en 1200 para realizar un nuevo viaje, en esta ocasin a Castilla, donde
reinaba su hija Leonor de Inglaterra junto al rey Alfonso VIII. El propsito era concertar el matrimonio de su nieta Blanca, hija de los anteriores, con Luis VIII, heredero del trono francs; como siempre que intervena Leonor, todo sali bien y en ese mismo ao Blanca de Castilla se casaba en Normanda. Digna sucesora de su abuela, lleg a ser esposa y madre de reyes, as como regente de Francia, una de las mejores de su historia. Su hijo Luis alcanzara la dignidad de santo y tambin, como sus ancestros, participara en las cruzadas. La boda de su nieta fue el ltimo acto poltico de Leonor. Agotada por una vida plena, dedic sus ltimos aos a escribir poemas mientras recordaba los mejores momentos de su existencia. En Fontevrault los meses transcurran placenteros, la reina segua acompaada por una corte de juglares y poetas; eran sus mejores amigos y cmplices, la msica y el buen gusto inundaban cualquier estancia de aquella abada convertida ahora en santuario del amor ms
sublime. El 31 de marzo de 1204 falleca sin proferir un solo lamento, sin haber perdido un diente y con el pelo blanco y sedoso como el lino. Su imagen reflejaba la serenidad de aquel que ha cumplido una magnfica misin. Haba muerto una gran reina, pero, sobre todo, una gran mujer. Su memoria fue ensalzada por trovadores y poetas, los mismos a los que ella protegi con tanta dulzura, no en vano, pas a la historia como la reina de los trovadores. Su cuerpo encontr una ltima morada en la propia Fontevrault, reposando al lado de su querido hijo Ricardo Corazn de Len. En ese momento caballeros heroicos, romnticas damas, fieros dragones y gentes de toda clase, raza o condicin derramaron lgrimas por la mujer que supo entenderlos a todos, la autntica precursora del feminismo, una luchadora como jams se haba visto por la igualdad entre hombres y mujeres. Fue la personalidad ms deslumbrante del difcil siglo XII e inspiradora de una original revolucin
cultural, semilla de los mejores sentimientos humanos. Ciento treinta y cinco aos despus de su fallecimiento, y debido en gran parte a los acontecimientos mencionados, ingleses y franceses se enzarzaron en una de las guerras ms largas que haya sufrido la historia del mundo. Como es lgico, hubo ciertos roces previos a la generalizacin de la contienda. A principios del siglo XIV, los codiciosos intereses de Francia e Inglaterra se haban dirigido a Flandes, una regin que se extenda por la actual Blgica y noroeste de Francia y que mantena fuertes vnculos comerciales con Inglaterra, debido al magnfico negocio de la lana. Obviamente, los franceses deseaban poner fin a esta situacin y, a tal empeo, comenzaron a presionar a los flamencos intentando acercarles a su mbito de influencia. Las negociaciones acabaron mal y, en 1302, un ejrcito galo compuesto en su mayor parte por su famosa caballera pesada, irrumpi en Flandes dispuesto a poner fin al problema por las armas.
El 11 de julio de ese mismo ao se produjo la batalla de Courtrai, ms conocida como batalla de las espuelas, una victoria aplastante a favor de los ejrcitos flamencos, los cuales, gracias al brillante trabajo de su infantera, lograron desmontar a picazos a la otrora orgullosa caballera francesa. El xito de la jornada se debi a la buena preparacin de las tropas flamencas y, sobre todo, a la cuidadosa eleccin que hicieron del terreno por el que iba a transcurrir la batalla, ya que el campo elegido para el combate era un profundo barrizal en el que los caballos galos quedaron clavados, provocando gran estupor entre sus jinetes. Ms tarde, entre 4.000 y 7.000 espuelas doradas francesas fueron expuestas como trofeos en la catedral de Courtrai para vergenza de los humillados caballeros franceses derrotados en aquel pico da. Pese a la batalla de Courtrai, cuando Felipe IV muri en 1314, Francia se hallaba en la cspide de su poder. Su hijo mayor, Luis X el
Obstinado [1287-1316], rein durante dos aos, dejando tan slo una hija. Fue el primer rey francs desde Hugo Capeto, trescientos treinta aos antes, que mora sin un varn que le sucediera. Pero su esposa estaba encinta y entonces un consejo nacional acord que slo un varn descendiente de varones poda heredar el trono francs, de modo que todos aguardaron a que la reina diera a luz. Tuvo un hijo que iba a ser Juan I, pero muri a los cinco das. Pas, pues, a reinar el hijo segundo de Felipe IV, con el nombre de Felipe V [1294-1322], que muri dejando slo dos hijas. En consecuencia, le sucedi el tercer hijo de Felipe IV, Carlos IV [1294-1328]. Cuando tambin l muri, dej una nica hija. De esa forma irremisible, la lnea directa de los Capetos se extingui de un plumazo trescientos cincuenta aos despus de la coronacin de Hugo Capeto. Quin iba a ser ahora rey de Francia? Felipe IV tena otro hermano ms joven, Carlos de Valois [1270-1325], cuyo hijo, Felipe de
Valois [1293-1350], era nieto de Felipe III. Este subi al trono como Felipe VI el Afortunado. Era miembro de la casa de Valois, aunque descenda de Hugo Capeto. Eduardo III de Inglaterra se opuso a esta solucin. La hija de Felipe IV, Isabel, era la madre de Eduardo, con lo que ste estaba ms ntimamente emparentado con Felipe IV que el de Valois. El hecho de que la descendencia fuera por va femenina careca de importancia a sus ojos. La restriccin del acceso al trono francs en favor de la descendencia de varn a varn fue formulada tras la muerte de Felipe IV, con el propsito concreto de excluir de la sucesin al propio Eduardo III. No obstante, los franceses no deseaban un rey ingls, con independencia de los argumentos que pudieran invocarse. sta es una de las razones que hizo estallar la guerra de los Cien Aos.
EL PRIMER PERIODO
El pretexto inmediato para la ruptura de hostilidades fue la mencionada pretensin del rey ingls Eduardo III [1312-1377] de ocupar el trono francs. Dicho monarca, perteneciente a la dinasta Plantagenet, aleg ser el heredero legal al trono de Francia, dado que su madre, Isabel de Francia, era hermana del ltimo soberano francs de la dinasta de los Capetos, Carlos IV, quien haba muerto en 1328 sin dejar un descendiente varn. La respuesta francesa mantuvo que la corona no poda heredarse por lnea femenina, por lo que el trono fue ocupado por Felipe VI, primo del rey fallecido y primer monarca de la dinasta Valois. A lo largo del siglo XIII y principios del XIV, los soberanos franceses intentaron, con creciente xito, restablecer su autoridad sobre esos territorios bajo influencia inglesa. Eduardo
III temi que la monarqua francesa, que ejerca gran autoridad sobre los seores feudales de Francia, le privara del ducado de Guyena (Aquitania), territorio que los reyes ingleses mantenan en calidad de feudo desde mediados del siglo XII, en los tiempos de la duquesa Leonor. Aunque se haban producido crisis previas, en general se considera la fecha del 24 de mayo de 1337 como la del inicio de la guerra de los Cien Aos: ese da Felipe VI en accin fulgurante arrebat Guyena a los ingleses. La enemistad de Eduardo III hacia el monarca galo se intensific cuando Francia ayud ese mismo ao a Escocia en las guerras que la monarqua inglesa haba iniciado contra los reyes escoceses para ocupar el trono de ese pas. La eterna rivalidad entre Inglaterra y Francia por dominar el comercio con Flandes se considera otra de las causas determinantes del origen del conflicto. Desde el primer momento qued en evidencia que ste sera prolongado y costoso para ambas partes. Eduardo III tuvo que reconocer la
independencia escocesa, pero Francia no cesaba de animar a Escocia para que invadiera Inglaterra, en tanto el rey francs haca lo posible para apoderarse de los territorios ingleses que el reino isleo mantena en el sudoeste de su pas, y que databan de cuando se fund el imperio angevino dos siglos antes. Tal vez la primera accin blica a destacar dentro de esta contienda fue la gran batalla naval de Sluys, librada el 24 de junio de 1340, frente a las costas de los actuales Pases Bajos, y en la que la flota francesa, compuesta por 200 buques, se enfrent a la armada inglesa, integrada por 250 navos. El resultado fue catastrfico para los galos, quedando su flota prcticamente destruida o capturada, con 25.000 bajas, mientras que los britnicos apenas sufrieron prdidas de 4.000 muertos y heridos. Lo cierto es que en Sluys qued patente la incipiente habilidad marinera de los ingleses, dando una certera pista sobre cmo sera su potencial naval algn siglo ms tarde. Por el momento, los barcos ingleses quedaron
como amos y seores de todo el trfico martimo que navegaba por el canal de la Mancha, asunto que les reportara grandes beneficios en los siguientes aos de la guerra, ya que, de ese modo, los britnicos pudieron desembarcar a su antojo cuantas tropas quisieron en Francia sin molestia alguna por parte de su enemigo. Y, en efecto, Eduardo III sac ventaja de esta posibilidad transportando un ejrcito al continente que se enfrent el 26 de agosto de 1346 a una fuerza francesa mucho ms numerosa en Crcy (nordeste de Francia). Los ingleses disponan de unos 10.000 efectivos, en su mayora infantes armados con arcos largos, por su parte, los franceses, apoyados por contingentes genoveses, contaban con unos 24.000 soldados en cuyas vanguardias estaban situadas las espectaculares formaciones de caballera pesada. Los jinetes galos eran sumamente indisciplinados, y, aunque fatigados por una extenuante marcha, prepararon la carga con excesiva confianza en s mismos. Los
ingleses haban dispuesto su alineacin cuidadosamente, dando a los arcos largos todas las oportunidades de disparar con plena libertad. Y, en ese sentido, diremos que un arquero ingls estaba entrenado para lanzar cinco flechas en el mismo tiempo que un ballestero francs poda efectuar un solo disparo. Los prepotentes jinetes galos ni siquiera dieron oportunidad a sus ballesteros de lanzar una cortina de saetas, ya que, movidos por un febril e incontrolado impulso, les arrollaron en su alocado deseo de cargar contra las lneas inglesas. El resultado fue que los franceses fueron acribillados y aniquilados por los disparos de los arcos largos, en tanto los ingleses sufran poqusimos daos. Se haban registrado victorias de infantes sobre caballera en otras batallas de la poca, pero ste fue el primer caso de una victoria tan devastadora. Los franceses sufrieron la terrible prdida de 11 prncipes, 1.200 caballeros y 8.000 soldados. Un total casi equivalente al ejrcito ingls que se les opuso. Aqu
concluyeron mil aos de dominio de la caballera en el campo de batalla, desde Adrianpolis. La infantera recuperaba su importancia. Y como la caballera pesada era el instrumento de combate de la aristocracia, la nica que poda costearse caballos y armadura, eso signific que la aristocracia feudal empezaba a declinar, en tanto el pueblo llano adquira ms y ms importancia. Eduardo III dispuso de algunas bombardas primitivas en Crcy: las antecesoras del can. Slo servan para espantar a los caballos de los franceses, pero eran un adelanto de lo que se avecinaba. La plvora provena de China a travs de los mongoles, si bien los europeos no se contentaron con hacerla explosionar, sino que en seguida inventaron un can metlico en el que la fuerza de aqulla pudiera disparar una pesada bala, con lo que desarrollaron una especie de catapulta accionada qumicamente, que habra de aportar nueva violencia a la guerra. Tras su victoria en Crcy, Eduardo III tom Calais el 4 de agosto de 1347. La plaza estaba
situada en la parte ms estrecha del canal de la Mancha y poda utilizarse como base para efectuar incursiones en Francia. Mientras tanto, el hijo de Eduardo III, ms conocido como el Prncipe Negro al parecer por el color de su armadura [1330-1376], estableci su base en Burdeos (sudoeste de Francia). Esta regin segua perteneciendo a Inglaterra como parte de la herencia de Leonor de Aquitania dos siglos antes. Con esta maniobra, Inglaterra dispona de dos cabezas de puente para atenazar los movimientos del ejrcito francs. En esos aos los contendientes an permanecan ajenos a un hecho catastrfico que se cerna sobre ellos y que provocara una mortandad mucho ms grave que la propia guerra. En China se haba declarado un nuevo brote de peste, quiz en 1333, bautizada como la peste negra, y, por lo que se sabe, ha sido la epidemia ms mortfera que se ha abatido sobre la humanidad. Se propag a Europa en 1347 por medio de un barco genovs que haba estado por
razones comerciales en Crimea. Los supervivientes de la tripulacin extendieron rpidamente la enfermedad por Italia, y de ah pas a otras partes de Europa. El mal actuaba muy deprisa, la muerte poda sobrevenir dentro de las veinticuatro horas siguientes a la aparicin de los primeros sntomas. Fue el mayor desastre, derivado de una nica causa, que haya golpeado jams al hombre, a tenor de las noticias que se tienen: en unos pocos aos pudo haber matado a un tercio de la poblacin de Europa, y quiz caus igual estrago, si no ms, en frica y Asia. Al descender la poblacin, y con ella la fuerza de trabajo, el pueblo llano increment su importancia, lo que represent otro golpe contra la aristocracia. Las estructuras sociales quebraron por causa de la epidemia y creci el misticismo. Se puso de moda el consumo de licor destilado, que se supona evitaba la enfermedad (o le induca a uno a preocuparse menos de ella), y el alcoholismo se apoder de Europa en una proporcin que ya nunca
descendi significativamente. La Iglesia tambin sufri las consecuencias del desastre, pues la minora culta mora con tanta rapidez como la masa de analfabetos. El aspecto ms extravagante de esta tragedia es la luz que proyecta sobre la estupidez humana. Mientras Francia e Inglaterra sufran terriblemente a causa de la peste negra, la guerra entre ellas continu sin que a nadie se le ocurriera detenerla. Los ingleses prosiguieron su despiadada devastacin del territorio francs: Eduardo III en el nordeste, y Eduardo, prncipe de Gales (el Prncipe Negro), en el sudoeste. Tras la muerte de Felipe VI en 1350, subi al trono de Francia su hijo Juan II el Bueno [1319-1364]. ste se enfrent al prncipe de Gales en Poitiers, donde se libr una gran batalla el 19 de septiembre de 1356. En ella 7.000 ingleses derrotaron a 18.000 franceses ocasionndoles ms de 8.000 bajas. De nuevo los franceses haban contado con ventaja numrica, pero otra vez lucharon de manera desorganizada,
sin ningn plan unitario tctico. Creyendo que su fuerza radicaba en el empleo de la infantera, los jinetes franceses desmontaron, pero de nada les sirvi ante los terribles arcos largos. Los ingleses no slo vencieron en esta batalla, una vez ms desigual, sino que adems tomaron prisioneros a la mayor parte de la nobleza francesa, incluido el propio rey Juan II, por el que exigieron 500.000 libras a cambio de su liberacin. Con este varapalo Francia qued sumida en un mar de inestabilidad en el que se vieron inmersos diferentes aspectos de una sociedad cada vez ms abocada al cataclismo. A los pocos meses de lo acontecido en Poitiers, miles de campesinos galos desataron un levantamiento conocido como la Jacquerie, pues todo el peso de la guerra y la devastacin consiguiente haban recado sobre las gentes del campo. Asimismo, Esteban Marcel representante de los comerciantes parisinos encabez una rebelin popular en toda regla. Ambos movimientos contestatarios fueron
severamente reprimidos por la aristocracia, apoyada incluso por pases vecinos, tal fue el caso del rey navarro Carlos el Malo, quien entr con tropas en Francia consiguiendo sofocar, mediante cruel violencia, las algaradas de los hombres rurales, que vieron cmo ms de 3.000 de los suyos murieron en estas refriegas. En todo caso, tanta sublevacin interna no auguraba nada benvolo para los intereses de la mal herida Francia, virtualmente arruinada por la guerra y por las desestabilizaciones internas. Con Juan en cautividad, su hijo, el delfn Carlos [1337-1380], consigui, a duras penas, dominar la situacin. El primognito del rey de Francia empez a ser llamado delfn Dauphin en este periodo, debido a su asociacin al recientemente adquirido Delfinado, una regin de la Francia sudoriental. Juan II fue en vida de su padre el primer delfn, y ahora Carlos era el segundo. Por su parte, el rey ingls Eduardo III, intuyendo la debilidad manifiesta de su enemigo, penetr en Francia con el propsito de asestar el
golpe definitivo que le situara en posesin de la ansiada corona francesa. Pero en esta ocasin el xito le volvi la espalda. Los franceses haban adquirido, gracias a sus apabullantes derrotas, la experiencia suficiente y no estaban dispuestos a sufrir ms humillaciones. De modo que se encastillaron a la defensiva en sus ciudades fortificadas negndose a presentar batalla en campo abierto, lo que oblig a sus oponentes a recurrir a la lenta e incierta tctica del asedio con todo lo que ello implicaba para cualquier fuerza atacante, y ms para los ingleses, que dependan, dada la evidente falta de lneas de aprovisionamiento, de ataques rpidos con victorias fulgurantes. En aquel invierno de 1359 el tiempo era psimo y Eduardo perda hombres a causa de las enfermedades. Aun as, condujo su ejrcito hasta las mismas murallas de Pars en marzo de 1360, y una vez ms los franceses se negaron a combatir, limitndose a esperar el hasto de los atacantes; estrategia que dio resultado. El 14 de abril de 1360, segundo da de
Pascua, el fro arreci de manera inslita y una tremenda granizada se abati sobre el ejrcito ingls que acampaba a la intemperie. Este episodio quebrant la moral de Eduardo III, y ambos bandos se dispusieron a concertar la paz. El 8 de mayo de 1360 se firm un tratado en Bretigny, una localidad de Normanda. Sus trminos estipulaban que Francia evacuara todos los territorios que Inglaterra hubiera conquistado, particularmente Aquitania en el sudoeste y Calais en el noroeste. Tambin se acord el pago del cuantioso rescate por el rey Juan. En contrapartida, Eduardo III renunci a su reclamacin del trono francs y regres a su pas, donde proclam el cese momentneo de la guerra ante los escpticos parlamentarios britnicos. Mientras esto suceda, su hijo el Prncipe Negro se mantuvo en el sudoeste, interviniendo en los asuntos de Castilla, pero enferm y regres tambin a Inglaterra. En conjunto, este pas pareca marchar bien, gracias al botn cobrado a los franceses. Sin embargo,
Eduardo III se vea continuamente obligado a pagar a sus soldados y a suministrarles alimento y armas, lo que le dej a merced del Parlamento, que era, en definitiva, el que proporcionaba los fondos. La peste negra causaba terribles estragos. La poblacin inglesa, que se aproximaba a los cuatro millones de habitantes cuando se declar la epidemia, descendi por debajo de los tres millones. Hubo escasez de mano de obra y la tentativa de la clase alta de impedir a los trabajadores beneficiarse de dicha escasez suscit gran descontento. Mientras este fermento social prosperaba, Eduardo III se volvi senil y el Prncipe Negro enferm muy gravemente y muri en 1376, siguindole su padre un ao ms tarde. El hijo del Prncipe subi al trono como Ricardo II [1367-1400]. Contaba slo diez aos por entonces, y varios de sus tos peleaban para dirimir quin gobernara el reino. Los dos ms notables eran Juan de Gante, duque de Lancaster [1340-1399], y Toms de Woodstock, duque de Gloucester [1355-1397].
El resultado fue que ninguno de ellos gobern debidamente el pas. En 1381 estall una revuelta campesina encabezada por Walter Wat Tyier. Fue mucho menos intensa que la desarrollada en Francia, y el joven Ricardo II mostr demasiada dureza al reprimirla cruelmente, con lo que los esfuerzos reformistas se malograron. Ricardo II alcanz la edad para gobernar por s mismo, sin haber demostrado la ms mnima competencia; intentando, eso s, acumular ms poder del que poda controlar, ofendiendo con ello a nobles poderosos, incluidos sus propios parientes. Se supuso que haba maquinado la muerte de su to Toms, duque de Gloucester, y desterr a su primo Enrique de Bolingbroke [1366-1413], hijo de Juan de Gante. En 1399, Bolingbroke, enfurecido por el incumplimiento de los compromisos adquiridos hacia l por el rey, regres a Inglaterra tras haberse curtido en las guerras entre lituanos y teutnicos, con barcos y hombres pagados por su fortuna personal. No pudo hacerlo en mejor momento, pues Ricardo II
se encontraba ausente en el intento de llevar a cabo una intil expedicin a Irlanda. La nobleza se aglutin en torno a Bolingbroke, y Ricardo II se encontr con que no tena amigos. Fue depuesto y, al ao siguiente, asesinado. Enrique subi al trono como Enrique IV. En resumen, hasta ese momento, Francia haba sufrido tres grandes derrotas a manos de fuerzas inglesas numricamente inferiores: la batalla naval de Sluys y las campales de Crcy y Poitiers. El pas se haba visto arrasado por ejrcitos brutales, hasta dejarlo en ruinas. Los campesinos se rebelaron pero fueron aplastados, lo que acarre todava ms ruinas. Por aadidura, el rey Juan y sus nobles ms fieles haban permanecido cautivos en Inglaterra, en tanto una Francia vencida y medio destruida tuvo que extraer las ltimas monedas de sus arcas a fin de pagar el cuantioso rescate por sus ociosos mandatarios. Y todo ello menos de cuarenta aos despus de la muerte del poderoso Felipe IV. Por suerte para Francia, Juan II muri en 1364, y su
hijo el delfn, que ascendi al trono como Carlos V el Sabio, hizo honor a su sobrenombre: se mostr inteligente, cauto, amable, sacrific el lujo en inters del bien comn, protegi la cultura y, lo que es ms importante, encontr el soldado que precisaba en la persona de Bertrand du Guesclin [1320-1380] el famoso to abuelo de Gilles de Rais. Du Guesclin haba sido derrotado por el Prncipe Negro en Espaa. No obstante, en Francia condujo una guerra defensiva, evitando las batallas campales, efectuando incursiones sagazmente calculadas y venciendo a los ingleses en pequeos encuentros, con lo que recuper, poco a poco, el territorio perdido aos antes. En 1380, muertos Carlos V y Du Guesclin, Francia estaba casi libre de enemigos, con la dignidad rehabilitada entre sus ejrcitos y con una cierta cohesin social, si bien todo ello se haba conseguido con un coste econmico y demogrfico espantoso. Baste resaltar que entre guerras, revueltas y la peste negra, su poblacin haba descendido de trece a
nueve millones de habitantes. El hijo de Carlos V accedi al trono en 1380 a la edad de doce aos como Carlos VI [1368-1422]. En sus primeros aos fue llamado el Bienamado, aunque ms tarde pasara a la historia como el Loco. Con sendos reyes jvenes en Francia y en Inglaterra, se abri un periodo de paz, pues ninguno de los dos pases se hallaba en condiciones de guerrear. En ambos reinos los parientes de los monarcas luchaban entre s por el poder en medio de tensiones sociales. Finalmente, Ricardo II fue desposedo en 1399 por su primo, coronado como Enrique IV, mientras que Carlos VI mantena su cetro con evidentes signos de enajenacin mental, lo que no invitaba a pensar en un futuro estable para sus vasallos. De este modo llegamos a los albores del siglo XV, momento en el que naci Gilles de Rais, en un contexto marcado por una guerra a la que le restaban casi cincuenta aos para terminar y por los estragos de hambrunas, pestes y desencanto social. Nada haca ver que Francia tuviese solucin inmediata, sus carencias y
mermas constantes en la urdimbre aristocrtica imposibilitaban cualquier gobierno razonable sobre aquella extensin geogrfica. Para mayor desgracia del reino, sus nobles se disputaban con ferocidad, en ocasiones genocida, cualquier palmo de terreno que les procurara una mejor situacin estratgica o influyente. La sangre francesa se derramaba a borbotones ante la pasividad de unas clases dominantes ms preocupadas por sus fortunas personales que por asegurar fronteras o por la mejora social de las clases deprimidas bajo su mano. En estos escenarios depauperados y ominosos, poco se podra hacer ante un nuevo ataque del enemigo ingls, el cual contemplaba expectante cmo las principales casas nobiliarias francesas, Orleans y Borgoa, se lanzaban a una guerra fratricida que destroz, an ms, si cabe, el nimo de los francos.
y cedi la corona a su hijo, que rein bajo la gracia de Enrique V [1387-1422]. El flamante monarca se percat de inmediato de que el fantasma de la guerra civil amenazaba fatalmente la propia supervivencia de su reino. Y, para evitarlo, dise una estrategia poltica que le reportara inmejorables resultados. En pocos meses logr calmar a la dscola aristocracia sediciosa en tiempos de su padre repartiendo tierras y honores, puso fin al malestar social creado por los lolardos y no le tembl el pulso a la hora de ordenar la ejecucin de sus ltimos lderes. Pero a Enrique V le faltaba una accin espectacular que uniera los sentimientos de los britnicos en un esfuerzo comn que realzara el orgullo nacional y de paso el buen nombre de su rey. En ese sentido, una nueva invasin de Francia, con la consiguiente reclamacin de su trono, se presentaba como elemento decisivo que diera vigor a la corona britnica. Enrique V declar la guerra a Francia en abril de 1415. El 10 de agosto siguiente zarp
hacia Normanda con un ejrcito de 12.000 hombres que, una vez en el continente, se apoderaron de la ciudad portuaria de Harfleur. Aunque para esta gesta se tuvo que pagar un alto y sangriento precio, ya que las semanas de asedio a la plaza se tradujeron en un sinfn de bajas y consiguiente debilitamiento de las tropas britnicas, ms por causa de las enfermedades que por las propias muertes en accin blica. El 10 de octubre Enrique inici una marcha hacia Calais, ciudad en la que esperaba encontrar refugio, descanso y tal vez oportunos refuerzos de Inglaterra. En cambio, nada de esto ocurri, pues el tiempo era psimo, llova sin cesar y el nimo de los soldados se quebrant an ms. Cualquier anlisis efectuado sobre aquella precaria situacin ofreca una posibilidad manifiesta de absoluta derrota ante los franceses que avanzaban a su encuentro. Una vez ms, la historia se repeta, dejando sobre el terreno impracticable a un reducido contingente ingls frente a un ejrcito francs notablemente
superior y con ganas de resarcirse de tantas batallas perdidas. En consecuencia, el choque se presentaba inevitable entre los cansados ingleses y los ardorosos franceses. Enrique V, sabedor de que su futuro estaba en el inminente lance, escogi escrupulosamente el campo donde sus fuerzas se batiran con las del enemigo. El lugar elegido fue Agincourt, no muy lejos de Calais, un valle estrecho rodeado de bosques, lo que permita equiparar las fuerzas que se iban a medir frente a frente. Los britnicos, tras las ltimas prdidas, contaban con unos efectivos que oscilaban entre los 6.000 y 8.000 hombres; por su parte, los galos disponan de una cifra cuatro veces superior. El 25 de octubre de 1415 ambos contingentes entraron en batalla y muy pronto se pudo comprobar la eficacia de los arqueros ingleses, quienes con certeros flechazos diezmaron la impetuosa carga de la caballera pesada francesa, que haba quedado entorpecida no slo por los disparos rivales, sino tambin por el abundante fango del terreno. Las bajas del da
nos dan una idea sobre el desastre francs al certificar que no menos de 500 nobles murieron en el envite, incluido Carlos d'Albret, condestable de Francia y jefe de aquel infortunado ejrcito. A ellos se sumaron otros 5.000 soldados de infantera, mientras que entre los ingleses sus muertos se cifraron en poco ms de dos centenares, con alguna prdida significativa, como el duque de York o el conde de Suffolk. La batalla de Agincourt fue la victoria ms desigual y asombrosa que jams hayan obtenido los ejrcitos britnicos en su historia, pero el mrito no corresponde a su valor, sino a la inoperancia francesa. Tras su resonante xito, Enrique V regres a Inglaterra dispuesto a recibir los merecidos honores. Dos aos ms tarde volvi a incursionar por tierras normandas despejando de enemigos aquella zona sin que ningn ejrcito francs osara enfrentrsele en unos dominios que abarcaban un gran porcentaje de la orografa francesa. Tras la conquista de
Normanda en 1417, captur Run en 1419 y, finalmente, Pars, en 1420. Tal poder le situ en inmejorable posicin para que, ese mismo ao, el perturbado Carlos VI se viera obligado a firmar el tratado de Troyes, por el que reconoca la legitimidad de Enrique V para asumir el trono de Francia. La medida dej con la boca abierta a la pasmada aristocracia gala, en cuya primera fila, y ms boquiabierto si cabe, se encontraba el ahora desheredado delfn Carlos. En este drama dinstico, Carlos VI acept entregar a su hija Catalina como esposa de Enrique V, a fin de asegurar un linaje compartido por ambas casas coronadas. En los dos aos siguientes el monarca ingls se emple en la tarea de asegurar sus dominios por el norte de Francia, acaso preparando los cimientos de un gran y consolidado imperio. Para su alegra, naci un heredero llamado a ser el futuro Enrique VI. Sin embargo, en 1422 ocurrieron dos sucesos que ensombrecieron an ms el convulso escenario poltico francs. El primero fue la
inesperada muerte de Enrique V, acontecida en Vincennes el 31 de agosto, a la que sigui la de Carlos VI, el 21 de octubre de ese mismo ao. Estos hechos propiciaron un reavivamiento en las viejas pugnas nobiliarias por el control de Francia, encarnadas principalmente en las casas de Borgoa y Orleans. Uno de los que haban luchado con ms tenacidad para controlar al perturbado Carlos VI era Felipe el Atrevido de Borgoa [1342-1404], hijo de Juan II y to de Carlos VI. Juan II haba nombrado a Felipe duque de Borgoa, lo que le dio el dominio de la Francia centrooriental, de una parte de lo que hoy es Alemania occidental, y de los Pases Bajos (que incluan las actuales Holanda y Blgica). Al fallecer Felipe el Atrevido, le sucedi su hijo Juan Sin Miedo [1371-1418], un superviviente de la batalla de Nicpolis. Era primo hermano de Carlos VI y se opuso a Luis, duque de Orleans [1372-1407], hermano menor de Carlos. Juan Sin Miedo maquin el asesinato de Luis en 1407, y despus
de este episodio las dos facciones se declararon la guerra. El hijo de Luis, Carlos de Orleans [13941465], encabez la faccin partidaria de la guerra total contra los ingleses, mientras que Juan de Borgoa se mostraba contrario a la guerra y capitaneaba posiciones de alianza con Inglaterra. Cuando Enrique V invadi Francia, cont con la ayuda de los borgoones, de tal manera que no se limitaba a combatir contra aquel pas, sino que tena por aliada a la mitad de la poblacin para luchar contra la otra mitad. La batalla de Agincourt pudo haber cambiado la situacin. Carlos de Orleans cay prisionero y se le retuvo en Inglaterra durante veinticinco aos, con lo que qued fuera de combate. Para Juan de Borgoa, el triunfo ingls fue tan importante como para despertar su inquietud, lo cual quiz le hubiese inducido a cambiar su poltica, pero en 1419 fue asesinado por instigacin del delfn. Este acto fue un gravsimo error de alto calado poltico, pues a Juan le sucedi su hijo Felipe el Bueno
(1396-1467), a quien el asesinato le impidi acercarse a la faccin orleanista, y no tuvo ms remedio que estrechar su alianza con los ingleses. Cuando muri Carlos VI en 1422, el delfn tom el nombre de Carlos VII y, apoyado por los Armaac nobles garantes de la casa de Orleans , se coron en Berry. Este gesto no le acreditaba como monarca de todos los franceses, dado que la tradicin impona, desde los tiempos del merovingio Clodoveo, nueve siglos antes, que cada uno de los reyes franceses deba recibir la corona en Reims, lo que daba vitola de oficialidad al acontecimiento. Por tanto, y debido a que Reims se encontraba en manos inglesas, Carlos VII se tena que conformar con seguir siendo delfn a la espera de mejores signos. Por su parte, los britnicos y sus aliados borgoeses cumplimentaron con los requisitos del tratado de Troyes y coronaron en Pars a Enrique VI con apenas nueve meses de edad, pasando a la historia con el sobrenombre de Rey Nio. Esta bicefalia
de testas coronadas agriet considerablemente los ya de por s deteriorados muros de la nacionalidad francesa. El delfn, sin apenas recursos econmicos y sin grandes ejrcitos que enviar contra sus enemigos, se vio obligado a permanecer con indolente expectativa en Bourges (Francia central); slo se precisaba por parte de los britnicos un acto definitivo que pusiera fin a esa larga y extenuante contienda blica. En 1428, el duque de Bedford envi un ejrcito dispuesto a sitiar la importantsima ciudad de Orleans, ubicada en el punto ms septentrional del ro Loira y ltimo bastin de las tropas leales al delfn. Si caa Orleans, todo el sur de Francia quedara a merced de ingleses y borgoeses, con lo que la totalidad del afligido pas estara bajo el control de los britnicos y sus aliados. El nico inconveniente que se presentaba para los atacantes era que Inglaterra, con su poblacin muy reducida por culpa de la peste y las constantes guerras externas e internas, haba agotado hasta el lmite sus propios recursos y ya
no poda avanzar ms sin poner en peligro su propia integridad como Estado. En consecuencia, Orleans se presentaba como el punto de inflexin para ambas naciones. Era momento para el todo o la nada. En la plaza se iba a dirimir un litigio que duraba casi cien aos y que todos queran acabar de forma y manera definitivas. Por otra parte, los franceses haban sido derrotados tantas veces que parecan haber perdido el espritu de lucha. Fue entonces cuando se produjo un extrao suceso que an hoy en da se nos antoja complicado poder explicar. En 1429, cuando la desesperacin haba hecho presa en las aspiraciones francesas de poder recuperar la moral del pas y los abundantes territorios perdidos a manos del enemigo, apareci una humilde campesina de apenas 1,50 metros proveniente del este de Francia y que aseguraba que el mismsimo Dios haba depositado en ella la confianza suficiente para salvar a sus paisanos de aquel doloroso trance por el que deambulaban errticos. Obviamente, en situacin normal nadie
la hubiese atendido, sirviendo como mucho de mofa popular. Sin embargo, y por los factores que hemos venido apuntando en pginas anteriores, aquellas gentes se aferraron al mensaje de la supuesta elegida como nica posibilidad de salvacin. Su nombre era Juana de Arco.
nios, de no ser porque las circunstancias agobiantes que rodeaban al delfn Carlos VII hicieron que aquella historia cobrara sentido en la figura de una joven de humilde extraccin social, con lo que poco o nada tena que ver con aquella aristocracia tan orgullosa que ahora estaba al borde de la hecatombe ms absoluta. Juana naci el 6 de enero de 1412. La guerra de los Cien Aos entraba en el septuagsimo quinto ao, encontrndose todas las partes sumamente agotadas por un extenuante esfuerzo blico y econmico. La nia lleg al seno de una familia campesina que habitaba en Domremy, localidad enclavada en la regin de Champagne, que lindaba con los territorios controlados por los borgoeses. Aun as, la aldea se mostraba leal a los intereses de Carlos VII
Su padre, Jaime de Arco, se dedicaba a las tareas del campo como la mayora de sus convecinos, que trabajaban los terrenos que rodeaban Domremy con la esperanza, casi nica,
de seguir adelante una temporada ms, ya que los rigores de la poca impedan trazar cualquier anhelo de provenir. El clan Arco, aunque humilde, no se poda considerar pobre. A pesar de ello, el nacimiento de Juana se recibi con cierto pesimismo, dado que era la tercera de la prole y, al ser fmina, no podra obtener tantos recursos para la familia como un varn. No obstante, su luminosa mirada celeste cautiv de inmediato el sentir de los suyos. Dicen que la nia expresaba tal emocin con sus ojos que apenas tena que hablar para ser comprendida en sus razonamientos. Desde bien pequea puso el mximo inters en que sus claros cabellos no tuviesen la longitud propia de su sexo, empendose con frecuencia en la tarea de ir recortando su melena a fin de parecerse lo ms posible a los chicos que correteaban junto a ella por las proximidades de Domremy. Uno de los lugares preferidos por ella para sus juegos infantiles era, curiosamente, un aejo roble al que los habitantes de la aldea llamaban desde
tiempos pretritos el rbol mgico de las hadas, lo que, como el lector puede apreciar, encajaba perfectamente con lo referido por el druida Merln en su profeca. Mientras tanto, ajena a los vaticinios, guerras o polticas de Estado, Juana creca en aquel ambiente rural y saludable. En algunos relatos sobre su vida se lleg a afirmar que en su mocedad fue pastorcilla de vacas y ovejas, si bien parece que los oficios por los que mostr mayores inclinaciones fueron los de hilandera y costurera, nobles gremios en los que la joven se hubiese integrado sin recato, siempre, eso s, que le permitiesen mantener su fervorosa devocin hacia todo lo que supiese a sagrado. Y, en ese sentido, cabe mencionar que desde nia hizo de la iglesia su segundo hogar, asistiendo con frecuencia a los oficios y rezando cada vez que tena un minuto para hacerlo. En todo caso, nada sabramos sobre la futura Doncella de Orleans, de no ser por unas voces sobrenaturales que sonaron en su mente durante aquel verano caluroso de 1425. Ignoramos cmo ocurri, ni
cuntas veces sucedi antes de que Juana lo dijera. Pero lo cierto es que, un da, estando ella en la iglesia del pueblo, escuch una voz cercana, a la que siguieron otras, envueltas por un resplandor cuyo fulgor hizo postrarse a la joven ante la aparicin inesperada de una imagen que ella identific de inmediato como el arcngel san Miguel, acompaado por las santas Catalina y Margarita. Las figuras celestiales conminaron a Juana para que acudiera en ayuda del legtimo rey Carlos. En principio, podramos considerar que los cabos de esta historia se unieron forzosamente ante la cruda realidad imperante. La leyenda que siglos antes pronosticara el mago Merln estaba muy extendida por la campia francesa, y en una poca de terror y confusin, lo que contaba Juana se prestaba a la perfeccin para dar luz al reino de las tinieblas. Protagonista, figuracin y paisaje encajaban de forma precisa en la leyenda popular. Por un lado la doncella, papel encarnado por Juana, tambin tenemos el bosque de roble,
cercano a Domremy, donde destacaba el rbol mgico de las hadas, sitio elegido por Juana para sus juegos. Y al fin, unas gentes vidas de moral y estmulo para soportar el penoso trance al que estaban siendo sometidas. Por tanto, no es de extraar que los relatos de la nia, cercanos a una exaltacin religiosa histrica, comenzaran muy pronto a recorrer aquella comarca devastada por la guerra y el hambre. Todos necesitaban apoyo sobrenatural para superar aquello y Juana lo proporcion de una manera u otra. Slo as se puede entender lo que ocurrira meses ms tarde. En mayo de 1428, Juana tena diecisis aos y sus voces le indicaron que se pusiera en marcha y avisara al rey del gran peligro que se cerna sobre l. Abandon Domremy, para desesperacin de su padre, dirigindose a Vaucouleurs, donde gobernaba en nombre de Carlos VII Robert Baudricourt. El noble, sorprendido por la singular visita de la campesina, en lugar de atenderla, se mof de ella expulsndola de la plaza tras sugerir a un primo que la acompaaba
que, una vez en Domremy, lo mejor que poda hacer era propinarle una severa paliza para que olvidara su loca encomienda. Mientras tanto, los sucesos en Francia se estaban desencadenando de forma trgica para los intereses del abrumado delfn Carlos. Desde el 12 de octubre de 1428, los ingleses sitiaban Orleans, ante la perplejidad de sus defensores. Todo haca prever que en pocos meses la guerra estara perdida. Fue entonces cuando las voces de Juana se volvieron ms contundentes e increpantes; en vano, la joven intentaba resistirse a ellas argumentando ser una pobre chica que no saba montar a caballo, ni luchar con la espada. No le sirvi de nada, porque las voces reiteraron que slo Dios mandaba en esta situacin y que ella era un simple instrumento de la divinidad en beneficio de Francia. En enero de 1429, Juana de Arco regres a Vaucouleurs, y ante su tenacidad, Baudricourt la recibi de nuevo escuchando, ahora s, atentamente lo que la muchacha deba contarle, y esto era el vaticinio de la gran derrota
que sufrira en pocos das el ejrcito del delfn. La profeca fue hecha en febrero y, en efecto, al poco se confirm con la desmoralizante derrota de los ejrcitos franceses en Harengs, muy cerca de Orleans, lugar en el que las tropas bien pertrechadas de Carlos fueron incapaces de interceptar una columna de avituallamiento para los sitiadores de Orleans. En dicho contingente el principal cargamento consista en cientos de toneles llenos de arenques, por lo que la refriega ha pasado a la historia como batalla de los arenques. Adems de la inutilidad del ataque, quedaron muertos sobre el terreno ms de 500 franceses entre caballeros y soldados, mientras que los ingleses, que apenas haban sufrido bajas, vieron reforzada una vez ms su moral cara al inminente asalto sobre la ciudad cabecera del Loira. Despus de esto, a Carlos VII no le quedaba casi ninguna opcin, todo pareca perdido y estaba resignado a su suerte. An no saba que su salvacin en forma de doncella vena desde Vaucouleurs, vestida de hombre por
voluntad propia y escoltada por tan slo tres soldados que no eran muy conscientes de su misin trascendental, ya que estaban custodiando el futuro de Francia. El acierto proftico de Juana le abri el camino hacia Chinon, reducto en el que se encontraba parapetado el delfn y lugar donde conocera a Gilles de Rais.
iguales saban que el barn de Laval era hombre por cuyas venas circulaba una sangre tan glida como los glaciares de las montaas, habiendo ya acreditado un nmero creciente de muertes por su mano y orden. Desde los diecisis aos, poca en la que comenz a guerrear bajo la bandera del duque Juan V de Bretaa hasta la fecha en la que entr al servicio personal del delfn Carlos, sus condiciones como combatiente mejoraron de forma sobresaliente. Durante sus primeras acciones de guerra enmarcadas en los litigios que enfrentaron a las casas de Monfort y de Penthivre, Gilles demostr una inusual pericia con las armas, arremetiendo contra el enemigo sumido en una ignorancia, consciente o no, de los peligros que se cernan sobre l. Luchaba con valor propio de hroes protagonistas de leyendas y romanceros populares. Sus compaeros aseguraban que un espritu demonaco le posea cada vez que la sangre afloraba en el combate; quiz no les faltaba razn al comentar dicho comportamiento. Pues la verdad es que Gilles
disfrutaba con la guerra, era como un juego para l: cabalgar a lomos de su caballo favorito, Noisette, desenvainar su espada y medirse con el enemigo en singular duelo, nada mejor para un hombre de armas francs, educado para la guerra y preparado para morir si fuese necesario. Gilles se saba paladn y alardeaba de su destreza con la mayor de las elocuencias. Sus hombres le seguan absolutamente motivados, bien por el miedo que inspiraba su jefe, bien por el honor que supona entrar en combate al lado de un campen tan excepcional como era l. A los veintids aos organiz su propio ejrcito pagado de sus arcas; no en vano en su blasn confluan tres grandes fortunas que le aupaban a lo ms alto en cuanto a la riqueza que atesoraba Francia. Tan slo el rey se situaba por encima de su escudo, y, a decir de muchos, ni siquiera eso. Fue entonces cuando se puso con sus soldados bajo el mando de Arthur de Richemont, hermano de su seor el duque de Bretaa y condestable de Francia. Juntos
dirigieron sus tropas rumbo a Chinon dispuestos a una ltima defensa desesperada en torno al delfn Carlos VII. Corra el ao 1427. Durante los meses siguientes, Gilles se distingui ante los suyos luchando en pequeas pero encarnizadas refriegas contra los ingleses. La furia le dominaba en aquellos envites, a tal punto que pareca ariete de las tropas si de perseguir al enemigo se trataba. En numerosas ocasiones sus lugartenientes deban frenarle ante un mpetu casi suicida; para Gilles la muerte careca de importancia ante la posibilidad de satisfacer su rabia interna. En todo caso, algunos nobles cruzaron apuestas sobre el tiempo que le quedaba al barn de Laval en este mundo cubierto por las llamas del odio. Sin embargo, un hecho inslito fren en seco la angustia de aquel guerrero, nos referimos, claro est, a la aparicin en Chinon de Juana de Arco. Hasta entonces, Gilles haba escuchado como tantos las diferentes versiones que circulaban sobre aquella campesina loca que intentaba por s sola salvar a la afligida Francia.
La mayor parte de la gente que escuchaba esas narraciones soltaba de inmediato una estruendosa carcajada, aunque exista un pequeo grupo de nobles que empez a escuchar con ms atencin que los dems. Estos aristcratas conocan los rumores populares, las leyendas campestres y, sobre todo, estaban muy avezados en el sentimiento que inundaba el pas en aquellos meses de consternacin. Saban que el pueblo slo se mueve por determinados impulsos que impregnan alma y mente y que muchas veces el aliento que hace mover masas no se encuentra encarnado en la figura de un rey o de un noble poderoso, sino en esas pequeas sensaciones que provocan la cohesin social en un magma invisible, en el que sentirse unido a un proyecto vital comn impele a formar parte de un grupo homogneo que lucha hasta el fin por eso que llamamos identidad. Estos nobles, conocedores de todo ello, iniciaron la senda adecuada que diera cauce a la historia de Juana. La situacin era lmite y la doncella otorgaba cierto halo de
esperanza para aquellas gentes que an defendan las posiciones de un delfn que, posiblemente, no mereca tal lealtad. Pero era el mismsimo Dios quien vena tras la estela de una simple aldeana que, en todo caso, podra ser manejada segn conviniera. Por qu no aferrarse a esa arma secreta enviada por el ser supremo? De todas formas, poco se poda perder ya en esa guerra irresoluble que duraba casi cien aos y que pareca arrastrada a un final cuyo triunfo perteneca, presuntamente, a los ingleses. Nada se perda con intentar una ltima tctica inserta en esa estrategia desesperada. Durante das el pequeo lobby de nobles defensores de Juana aconsejaron al delfn sobre la posibilidad de recibir a la joven con el propsito de corroborar lo que el vulgo deca sobre ella. Carlos, al que la historia bautiz con el sobrenombre de Bienservido, acept el juego propuesto accediendo a una audiencia con la muchacha. La noticia se propag como la plvora por las escasas posesiones que an quedaban libres de
ingleses y borgoeses, con lo que el efecto deseado por aquel pequeo grupo de caballeros empez a germinar. Muchos dignatarios y vasallos se acercaron a Chinon curiosos ante la singular visita; ya por entonces, una extraa ilusin haba prendido en aquellas gentes humilladas y casi abandonadas al dictado del vencedor enemigo. Juana constitua la postrera posibilidad de volver a levantar cabeza frente a la adversidad. La fe se extendi por Chinon a la espera del encuentro entre la elegida de los cielos y el necesitado delfn. No entiendo cmo es posible que el propio Dios diera consentimiento a la doncella para ayudar a un delfn al que todos consideraban idiota. Carlos VII era hijo de Carlos VI e Isabel de Baviera, aunque a decir de sus bigrafos y de su propia madre, no era ms que un simple bastardo fruto de los amores de Isabel con su cuado Luis de Orleans. Nacido en Pars el 22 de febrero de 1403, cuando se encontr con Juana apenas tena
veintisis aos y mantena un fingido matrimonio con la hermosa Mara d'Anjou, hija de la absorbente Yolanda de Aragn, quien en realidad gobernaba lo que quedaba de reino. Completando el tro de mujeres influyentes para Carlos VII, se encontraba Agns Sorel, una bella joven de inmensos ojos azules considerada por los historiadores como la primera favorita real de la historia que acompa a los monarcas galos. Mara dio a Carlos un heredero, el futuro Luis XV mientras que por su parte Agns le dio cuatro bastardos, siempre queridos por su padre natural, que tambin provena de esa condicin. Y aunque su madre nunca lo ocult en determinados crculos, Carlos, consciente o no, mantuvo la incertidumbre sobre su origen legtimo, ni siquiera la casa de los Armaac dese enfrentarse al enigma dinstico, y cuando fallecieron Carlos VI y sus dos hijos mayores, no les qued ms remedio que admitir a Carlos como heredero de la corona de Francia. Pero al no haber sido coronado en Reims,
sino en Berry, no se poda considerar a Carlos rey de los franceses. Y de momento se qued en delfn. El futuro Carlos VII era en s mismo un contrasentido. Por un lado, tremendamente piadoso y catlico, por otro, fervoroso creyente de la astrologa y diversas mancias. Hasta la llegada de Juana a Chinon, en febrero de 1429, casi todos los franceses haban asumido que Enrique VI, el Rey Nio, hijo del clebre Enrique V, sera el nuevo rey de Francia. Pero Dios, san Miguel y las santas Catalina y Margarita haban pensado otra cosa, y ese pensamiento fue grabado en la mente de una doncella analfabeta y algo embrutecida por los rigores del campo. Slo la conviccin y la pureza de espritu hicieron avanzar a la adolescente, que, tras diez das de marcha nocturna a fin de evitar ser capturada por el enemigo ingls y otros dos das de espera en las inmediaciones del palacio real de Chinon, consigui ser recibida por el heredero. Al atardecer del 23 de febrero de 1429, Juana obtuvo el tan ansiado permiso para verse
con Carlos y su corte. Sin perder un instante, se adentr por las estancias palatinas escoltada por los caballeros Jean de Metz y Bertrand de Poulengy. La esperaban no menos de 400 nobles y militares que, curiosos y expectantes, deseaban conocer a la supuesta enviada de los cielos. Lo que contemplaron les dej pasmados. Ante ellos se plant una muchacha de diecisiete aos, de escasa altura y frgil complexin corporal. Su aspecto desat toda suerte de rumores en la sala, ya que cea ropajes a la usanza de cualquier muchacho de la poca, predominando en la vestimenta un jubn negro, una tnica gris y calzones que la cubran de la cintura a las piernas. Su pelo estaba recortado de forma redondeada a la altura de la nuca; en definitiva, el conjunto distaba bastante de lo que presumiblemente se le poda atribuir a un heraldo enviado por el ser supremo. A pesar de todo, Juana, sin fijarse en aquellas penetrantes miradas, camin por el aula palaciega con porte sencillo pero erguido. Sus escoltas cedieron el testigo a Luis de Bourbon,
conde de Vendme, quien seal a la joven el acceso final hacia el lugar en el que se encontraba el delfn con sus consejeros. Desconfiado, Carlos haba urdido una treta para desenmascarar a la supuesta agorera. El absurdo plan consista en despojarse de cualquier distincin o signo de realeza, camuflndose despus entre la concurrencia, a fin de poner a prueba la presunta intuicin sobrenatural de la joven. Algunos nobles, cmplices de la estratagema, haban odo que Juana afirmaba ser capaz de reconocer al rey de Francia cuya cara jams haba visto en cualquier situacin que se encontraran. Y pronto elevaron voces intentando confundir a la doncella sobre quin era o no el delfn. Durante minutos se estuvieron sealando unos a otros de forma estpida bajo frases como: Mirad, ah tenis al rey! o Acudid aqu, pues el verdadero rey es ste!. Ante semejantes sandeces, Juana permaneci impvida, seria y, sobre todo, firme, y sin atender ni un segundo a tanto idiota, avanz con ms decisin que nunca
hasta el rincn en el que se encontraba el disfrazado Carlos. Una vez frente a l, se arrodill en actitud de respeto y dijo: Dios os d una larga vida, noble rey, a lo que Carlos, ruborizado, respondi titubeante: Yo no soy el rey. Juana, al escuchar esto, elev sus ojos azules y replic: En el nombre de Dios, vos sois el rey, vos y ningn otro!. Era evidente que la doncella haba superado con creces la primera prueba y el delfn, una vez descubierto, le dio el uso de la palabra para que ella expusiera el mensaje que traa. Juana, sin dilacin, comenz un lacnico discurso en el que peda tropas para liberar la plaza de Orleans, prometiendo al delfn que, una vez esto fuera concluido, le conducira a Reims, donde por su mano sera ungido y coronado tal y como ordenaba la voluntad de Dios. Tras escuchar estas palabras, el delfn le pidi alguna prueba sobre la veracidad que contenan sus voces sobrenaturales. Juana le dijo entonces que le preguntase lo que l quisiera recalcando que le podra ofrecer la solucin
sobre la eterna duda que le acompaaba desde la cuna. En ese momento, el rostro de la joven se acerc a uno de los odos de Carlos musitando unas palabras que iluminaron la faz del futuro rey. Algunos suponen que la muchacha le desvel quin era su verdadero padre, otros aseguran que le transmiti una oracin rezada por l en secreto desde nio. El caso es que Carlos, estupefacto por la serenidad de Juana, se retir unos segundos para conversar con sus asesores y para solicitar el consejo de su suegra, Yolanda de Aragn. Tras un intenso debate, el grupo determin que, antes de aceptar la ayuda ofrecida por Juana de Arco, sta debera someterse a los dictados de un tribunal inquisitorial donde se intentara averiguar si la campesina era hereje, bruja o por el contrario deca la verdad. Juana de Arco fue enviada a Poitiers, donde la esperaban obispos, sabios y mdicos dispuestos a evaluar de forma implacable la situacin psquica de la muchacha. El resultado no pudo ser ms contundente, sentencindose que Juana, lejos de
transgredir las leyes eclesisticas, se encontraba inmersa en la actitud ms pura y fervorosa que ningn francs viera jams. Con el beneplcito de telogos y dems sabios del reino, la doncella regres a Chinon, donde la esperaba Gilles de Rais, convertido en su flamante escolta y protector a peticin del propio delfn. Guilles haba credo desde el primer momento en la historia de Juana y, a decir verdad, su actitud fue ejemplo para otros nobles, como sus primos Guy y Andr de Laval o el duque dAlencon. Estos curtidos militares impusieron su criterio ante los escpticos y, dada su fuerza y ascendencia sobre otros linajes, en poco tiempo los seguidores de la doncella se multiplicaron por doquier. Guilles, desde que la vio por primera vez, supo que ella sera el principal estmulo para su atormentada vida. Por eso, no dud ni un instante en aceptar el mandato real, poniendo a disposicin de la joven cuanto material quisiese emplear para la campaa que estaba a punto de emprender. El ardoroso militar cambi su actitud siempre agresiva por
otra bien distinta en aquellos das de febril actividad en Chinon y en diferentes ocasiones busc el tiempo necesario para encontrarse con la doncella dispuesto a sostener largas conversaciones que encendieron an ms su fe en ella y en la santa misin de la que era emisaria. Juana, que tambin simpatiz de inmediato con Gilles, le hizo confidente de cuatro promesas que pronto habran de cumplirse. La primera y ms urgente era que ella, con las tropas de Francia, pondran fin al sitio de Orleans; la segunda, que sus manos coronaran al delfn en Reims para sosiego del pueblo francs; un tercer compromiso pasara por la recuperacin de Pars, ciudad que permaneca ocupada por los ingleses. Y, finalmente, cumplira su cuarta promesa al liberar al duque de Orleans preso en Pars devolvindole intacto a sus posesiones. Gilles escuchaba asombrado las palabras pronunciadas con tanta vehemencia por aquella joven que pareca a punto de romperse en cualquier momento, pero que a la vez transmita
una fuerza interior jams percibida por el bravo guerrero. Aquello tena el aspecto de una disparatada comedia. Una ruda mujer del campo aseguraba, sin miedo, que ella y slo ella sera capaz de solventar los problemas enquistados de una nacin sumida en el caos. Ella y slo ella acabara de un tajo con asuntos que provenan de un siglo atrs y que ni los mejores generales de Francia ni tropas cuantiosamente superiores a las del enemigo haban conseguido enmendar por mucha intencin que pusieron. Pero lo principal era que, al margen de las dudas generadas por la entusiasta doncella, Gilles y otros como l creyeron en el mensaje que el cielo haba depositado en Juana, lo que constituy un semillero de fe justo y necesario para iniciar la ofensiva ms gloriosa que vieron los tiempos. Gilles de Rais se ocup de todos los preparativos blicos, poniendo suma delicadeza en el pertrecho militar que deba lucir la doncella. Para ello, pag de sus arcas una yegua alazana de esplndido pelaje con cuello ancho y lomo
hundido, lo que presagiaba que era magnfica para cabalgar y muy adecuada al tamao fsico de Juana. Adems pidi a un armero de Tours que hiciera a medida una excelsa armadura blanca que la muchacha ci sin lamentos, a pesar de las gruesas lminas de acero pulido y del pesado casco que completaban el equipo defensivo de la flamante capitana francesa. Juana ya dispona de armadura y caballo como cualquier hombre de armas de la poca, pero an faltaba algo importantsimo, y esto era la eleccin de su propio estandarte de guerra y de su espada personal. Ella misma indic a las hilanderas cmo deban tejer el pendn que la acompaase en la batalla. ste debera ser de hilo blanco fino y en la tela inmaculada se tendran que reflejar los emblemas sugeridos por las voces del cielo: lirios de Francia bordados adornando una imagen de Nuestro Seor con el mundo en sus manos y ngeles adoradores a ambos lados del Salvador con la divisa Jess, Mara. De igual forma se prepar para ella un escudo azul en cuyo blasn
apareca una paloma blanca con un rollo de pergamino en su pico donde se inscriba la frase Por orden del Rey de los Cielos . A este sacrosanto conjunto slo le restaba incluir una espada digna de tan importante encomienda y el propio delfn quiso ofrecerle a Juana una de sus ms bellas armas. Sin embargo, la joven rechaz la ofrenda argumentando que ya tena elegida su propia espada. Y, a tal efecto, solicit que se buscase tras el altar de la capilla de Santa Catalina en Fierbois sita a una jornada de Chinon, pues ella haba tenido la visin de que en ese lugar se encontraba una espada en cuya hoja estaban grabadas cinco cruces, siendo la idnea para la crucial lucha que deba emprender. Su peticin se atendi y, efectivamente, en ese lugar fue hallada, para alborozo de las tropas que se aprestaban a seguirla en aquella cruzada singular. Los espas ingleses estaban al tanto de estos acontecimientos y pusieron sobre aviso a los sitiadores de Orleans, quienes, algo extraados por los movimientos franceses, se
dispusieron a repeler la que ellos entendan como una fantica accin desesperada. El 22 de abril de 1429, un documento lleg a Bruselas procedente de Lyon; haba sido escrito por Sire de Roslaer, y en l se haca referencia a unos vaticinios hechos por la doncella previos a que se produjeran los acontecimientos. Juana deca: Salvar Orleans y obligar a los ingleses a levantar el sitio, ser herida por asta en batalla previa, pero no morir de eso, y el Rey ser coronado en el transcurso del verano venidero en Reims . A finales de ese mismo mes, la doncella se puso al frente del pequeo ejrcito entregado por el delfn y compuesto por apenas 500 efectivos. La muchacha enarbolaba su recin confeccionado estandarte de guerra, que luca seorial en lo alto de la larga lanza sujetada con firmeza por la mano izquierda de la joven. A su lado cabalgaba Gilles de Rais en calidad de protector, dos metros ms atrs les segua Jean dAubon, escudero fiel de la muchacha. El contingente pareca en todo
caso sumamente inadecuado para disolver por la fuerza el sitio de Orleans. Pero, como ya sabemos, la fe y la esperanza en la victoria han conseguido durante siglos sortear los peligros ms amenazantes derribando muros que se crean inexpugnables. La columna se encamin hacia Orleans con tiempo de primavera, lo que haca crecer grandes praderas de violetas cuyo aroma envolva las sinuosas riberas del Loira. La visin del bello paisaje enardeci an ms el espritu de aquel grupo de valientes.
Loira y, como ya hemos apuntado, constitua un enclave decisivo para las aspiraciones del delfn Carlos, siendo la principal de las ciudades que permanecan fieles a su causa. Desde octubre de 1428 estaba siendo sometida a un riguroso asedio por parte de un ejrcito ingls dirigido en principio por el conde de Salisbury, aunque ste falleci y fue sustituido por el duque de Suffolk. La superioridad britnica en aquel escenario quedaba manifiesta con tropas que triplicaban en nmero a las de los maltrechos y cada vez ms hambrientos defensores. El 29 de abril de 1429 el contingente dirigido por Juana de Arco lleg a las inmediaciones de Orleans. La impetuosa doncella sugiri la posibilidad de atacar a los ingleses en su bastin principal, situado en la cara norte de la ciudad. Estaba claro que la joven adoleca de la formacin militar que s tenan sus capitanes y, por fortuna para ella y para los intereses del delfn, Gilles de Rais asumi momentneamente la responsabilidad de la situacin y, contraviniendo las enrgicas
proclamas de la joven, la cual pareca imbuida en un xtasis mstico, orden que la columna entrara en la ciudad por la puerta de Borgoa, situada en el lado sur de Orleans y sin enemigos que acecharan. Juana se enfad con esta maniobra y espet a su protector que nunca ms volviera a desdecirla en una orden, ya que ella estaba mejor asesorada que l, pues reciba mensajes del mismsimo cielo con indicaciones ms certeras que lo que pudiese pensar un simple mortal. A pesar de ello, los soldados de refuerzo franceses entraron en Orleans por el sitio ms aceptable, propiciando, gracias a esa tctica, el mejor camino hacia la victoria de das posteriores. Con el pequeo ejrcito enviado por el delfn, llegaron tambin las tan necesarias provisiones y algn material blico, lo que sirvi de refuerzo moral y sustento para los sitiados. En la prisionera plaza, Juana fue recibida en loor de multitudes y cientos de antorchas iluminaban las calles por las que transitaba el sorprendente cortejo. Los ciudadanos, conmovidos por aquel
acto de arriesgado herosmo demostrado por una simple mujer del campo, se acercaban dispuestos a tocar sus espuelas, a besar su armadura, a acariciar tan slo el lomo de su caballo. Cuenta la historia que una de las antorchas prendi por accidente los flecos del estandarte de Juana. Esta, sin perder la compostura, orient la tela hacia el suelo, donde se apagaron las llamas gracias a una eficaz maniobra en la que su yegua pisote el fuego. La imagen estremeci a Gilles de Rais, quien crey ver en ese momento sublime la figura de Dios encarnada en la Tierra. Sollozando, prometi ser el campen eterno de la doncella, por ella luchara, junto a ella matara y, si fuera necesario, morira en ese trance espiritual que tanta paz y tanta tranquilidad le estaban dando. Lo experimentado por Gilles se contagi a las gentes de Orleans, conocedoras a la perfeccin de las leyendas que circulaban sobre la doncella. Y ahora la tenan ah mismo, frente a ellos, dispuesta a luchar codo con codo en la liberacin de esos muros tan
resquebrajados por el golpe del enemigo. Con fervor aceptaron las normas religiosas impuestas desde ese momento por la muchacha, rezando el rosario y comulgando diariamente mientras se entrenaban para el combate decisivo. Juana, ante el delirio general, envi un mensaje a los jefes ingleses conminndoles a levantar el asedio a Orleans, so pena de ser pasados por las armas francesas y ser sometidos a la inclemencia de Dios. Los soberbios britnicos, como el lector se puede figurar, tardaron varios minutos en contener las carcajadas para luego pasar a una rabiosa furia en la que decidieron acabar con las voces sobrenaturales de aquella insolente y, de paso, con toda la guarnicin que an defenda Orleans. El 4 de mayo de 1429, Juana se despert sobresaltada por una nueva orden de sus voces; haba llegado el momento de atacar. Sus hombres la siguieron como uno solo hacia un enclave fortificado situado al este de la ciudad que rpidamente fue tomado. Era la primera victoria
militar de Juana, y las tropas que diriga se mostraban ms determinadas que nunca para resolver la embarazosa situacin. El 6 de mayo se reanudaron los combates pero, en esta ocasin, los ingleses, conocedores de la fuerza divina que guiaba a sus enemigos, se retiraron sin luchar, refugindose en el castillo de Les Tourelles, donde pretendan justificar su fama de invencibles. El sbado 7 de mayo las tropas de Orleans se prepararon para el asalto final sobre los bastiones ingleses. Juana, como de costumbre, encabez el ataque orientando su espada hacia las posiciones enemigas mientras avanzaba en primera lnea; eran las horas de medioda y el sol iluminaba con generosidad el escenario por el que iba a transcurrir la batalla cumbre en la guerra de los Cien Aos. Los franceses se dirigieron a los baluartes britnicos de San Agustn y San Juan le Blanc, pero, cuando restaban escasos metros hasta las murallas de los bastiones, una nube de flechas disparadas por los ingleses cubri los cielos hasta impactar en los
cuerpos de los atacantes. La propia Juana fue herida cuando una saeta atraves la proteccin de su armadura en el hombro izquierdo rasgando la piel de uno de sus senos. El dolor convulsion su pequeo cuerpo, que cay al suelo ante el asombro de sus hombres, que en su casi totalidad salieron huyendo en desbandada ante la presunta prdida de su gua. Slo Gilles de Rais, desafiando las flechas del enemigo y un ms que posible contraataque, qued en el lugar con su caballo encabritado, y con un gesto en su rostro mitad fiero, mitad consternado, desmont para recoger a la doncella en sus brazos, salvndola de aquella situacin tan aciaga. Con presteza, el militar aplic una cura de emergencia a su protegida, extrajo con su boca la mala sangre ocasionada por el flechazo y, sin permitir que ninguno de los suyos se acercara, cubri con vendajes los estragos producidos por la punta de hierro. Gilles musit palabras de mimo y cario hacia su herona y sta, lejos de afligirse con el dolor, se levant como si un resorte secreto la
impulsara a retomar el mando de la situacin. Estaba en juego el futuro de Orleans y ella saba que sus voces no la orientaban por senderos equvocos. En consecuencia, se encar con sus hombres arengndoles de tal manera que en pocas horas ya estaban dispuestos para reanudar los combates, aunque el anochecer aconsejaba esperar a una nueva jornada para intentar el asalto. El propio conde de Dunois, al que llamaban el Bastardo de Orleans, hermanastro del duque prisionero y uno de los jefes militares del ejrcito francs, sugiri la retirada a la espera de mejores signos. Sin embargo, Juana y sus asesores celestiales apoyados en la Tierra por Gilles de Rais haban decidido otra cosa, y esa misma noche se lanzaron a una ofensiva que por inesperada sorprendi a los crecidos ingleses. En esta ocasin sus flechas no se clavaron, dada la falta de visibilidad, con tanta precisin, y las huestes francesas consiguieron al fin llegar a los muros de los fortines britnicos. Pero, una vez all, la respuesta inglesa se volvi ms
contundente, causando muchas bajas entre los atacantes; el conde de Dunois orden una vez ms que las trompetas tocasen retirada. Juana, en medio de la confusin generalizada, recibi una segunda herida, siendo de inmediato puesta bajo el parapeto de Gilles y alguno de sus hombres. El guerrero intent socorrer a la muchacha pero sta, presa de la rabia, levant la voz espetando: Ahora o nunca, Gilles! Es el momento de atacar y vencer a los ingleses. Gilles le replic: Adonde vos vayis yo os seguir. Ella, con mirada cmplice y ensangrentada por las heridas, tom su estandarte y sealando al enemigo concluy: Un ltimo avance, mi capitn, un ltimo avance. En ese momento Gilles de Rais utiliz toda la potencia de sus pulmones para convocar a sus guerreros a una ltima refriega y a su grito de guerra se sumaron tantos como pudieron. Juntos se empotraron en los muros ingleses, juntos los expugnaron y juntos acabaron con la resistencia feroz de sus oponentes. Fue una victoria tan inesperada como ilgica. Los
franceses, en inferioridad de tres a uno, haban levantado el sitio de Orleans; sobre el terreno, ms de 500 bajas inglesas entre muertos, heridos y prisioneros. Juana de Arco haba cumplido con lo prometido al delfn y ahora sus banderas se enseoreaban de Orleans, ciudad que ya era libre. El sitio haba durado ocho meses y ella lo haba levantado en tan slo ocho das. En la jornada siguiente, los restos del ejrcito ingls abandonaban el lugar sin que fueran perseguidos por los franceses, dado que era domingo y con tal motivo la religiosidad de Juana impidi que se efectuara ningn tipo de represalia sobre los vencidos. Ya haban tenido suficiente. Orleans haba sido liberada, la leyenda popular ya era cierta. La noticia recorri como la plvora los caminos y campos de Francia. Todos al unsono aclamaban a Juana de Arco, quien, lejos de la complacencia, peda insistentemente al delfn poder completar el deseo divino. El efecto galvanizador de la nacionalidad francesa era imparable, la doncella guerrera era un
smbolo inequvoco de unidad. Miles de hombres se queran sumar a la causa de Juana, que, a pesar de situarse al frente de los ejrcitos, nunca empu su espada sagrada para matar a nadie al no permitrselo su fe. Ella nicamente tomaba la vanguardia e indicaba a los soldados el camino, y stos terminaban el trabajo. Tras limpiar la regin del Loira de ingleses, el ejrcito francs, siempre bajo el mando de la Doncella de Orleans, fue tomando posiciones y ciudades que hasta entonces eran de imposible conquista. Bien es cierto que, en contra de lo que se pueda pensar, el delfn Carlos no surti al ejrcito de Juana con las tropas e impedimenta blica suficientes, lo que entorpeci, ostensiblemente, el buen trnsito de aquella ofensiva. En cambio, Gilles de Rais, en compaa de alguno de sus familiares, hipotecaron una parte de su patrimonio para poder as sufragar las evidentes carencias de las que las tropas francesas hacan penosa gala. Con todo, los soldados de la doncella mantuvieron el empuje contra el
ejrcito ingls, el cual, a pesar de su fuerza, retroceda una y otra vez tras el desastre de Orleans. El 12 de junio de 1429, Juana reemprendi la actividad blica bajo la asesora militar del conde de Dunois y del barn de Rais. Juntos tomaron la fortaleza britnica de Jargeau, sita a escasas jornadas de Orleans, obligando al enemigo a un forzoso repliegue bajo condiciones sumamente estrictas. El 18 de junio de 1429, los franceses, dirigidos por el duque d'Alencon y estimulados espiritualmente por Juana de Arco, se enfrentaron en Patay a un contingente ingls superior bajo el mando de Talbot, conde de Shrewsbury y sir John Fastolf. Su vanguardia, atenazada por el pnico al ser atacada por la caballera francesa, se desband y huy. El cuerpo principal de Fastolf mantuvo su formacin y pudo retirarse a Etampes, mientras que Talbot sufri peor suerte, siendo capturado tras haber perdido en la accin la tercera parte de
sus 5.000 hombres. Fue otra resonante victoria para los ejrcitos que seguan ciegamente las indicaciones de la doncella, quien se mostraba cada vez ms impaciente por acreditar en Reims su segunda promesa contrada ante el delfn. La verdad es que el paso hacia dicha ciudad quedaba franco en la prctica salvo el pequeo obstculo que supona la plaza de Troyes, an en manos britnicas. De forma sorpresiva el enclave capitul sin mayores protocolos, dando va libre a los franceses para recuperar Reims sin derramamiento de sangre. Por fin, el domingo 17 de julio de 1429 se pudo completar la sagrada obra emprendida por la futura santa. En ese da, de emotivo recuerdo para los franceses, Juana entr con gran solemnidad en la catedral enarbolando su estandarte de guerra. En silencio se situ de pie en un lado del altar junto al atril que se dedicaba a la lectura del Evangelio. La emocin del momento provoc en ella incontenibles lgrimas, que, tras resbalar por sus ruborizadas mejillas, quedaban depositadas entre
el fulgor de su blanqusima armadura de combate. Al poco, lleg el delfn Carlos escoltado por los nobles ms importantes de su causa. La ceremonia fue esplendorosa, encontrando su punto culminante cuando la guardia de honor compuesta por el mariscal de Boussac, el almirante Luis de Colan, el seor de Granville jefe de los arqueros y el propio Gilles de Rais, barn de Laval, levantaron con marcialidad y firmeza el palio bajo el que se situ el heredero de la corona. Estos hombres a lomos de sus caballos subieron con destreza las gradas de la catedral hasta que el delfn se introdujo en aquella estancia sagrada. Tras ejecutar la brillante maniobra, los doce pares de Francia, como smbolo de la nacin que estaba a punto de recibir un rey, rodearon a Carlos formando un crculo y, extendiendo sus manos hacia l, contemplaron cmo la corona quedaba depositada en su testa. La Doncella de Orleans, testigo privilegiado de aquel acontecimiento, no haba defraudado a nadie, sus predicciones se
cumplieron con la exactitud referida por sus voces sobrenaturales. Qu papel jugara a partir de ahora? El flamante Carlos VII intent, una vez coronado, deshacerse de la molesta campesina, que si bien haba constituido un elemento fundamental para su victoria, no era conveniente que un rey dependiera de la fama o las visiones de una muchacha casi adolescente que afirmaba estar en contacto con Dios; algo inaudito para cualquier orgulloso monarca y menos para l, llamado por su corte el Bienservido. En aquellos das, algunos nobles recelosos intentaron convencer a la muchacha de que su misin estaba concluida y que con la gratitud, eso s, de Francia, debera retirarse a un discreto segundo plano. Lejos de eso, Juana asegur que an le restaban algunas cosas que hacer por el bien del pas, y para consternacin de muchos, asegur que retomara las armas para liberar Pars y otras ciudades en manos del enemigo. Por su parte, Gilles de Rais recibi los honores de mariscal de Francia cuando ni siquiera haba cumplido los
veinticinco aos. Esta distincin le elev por encima de sus iguales, convirtindole en el hombre ms poderoso del momento. Su herosmo demostrado en el campo de batalla junto a la doncella le granje una popularidad extrema entre los suyos, aunque observ con preocupacin los recelos y desidias que rodeaban a su otrora protegida. Con tristeza acept que su soberano le desvinculara de la Doncella de Orleans, dado que por su alcurnia deba rendir servicio en otros mbitos estatales y no custodiando las visiones de una iluminada. Por tanto, en aquel verano de 1429, la singular pareja debi separarse por orden del rey. Nunca sabremos qu hubiese pasado en caso de seguir juntos un tiempo ms en aquella empresa de Dios. Lo cierto, y dada la biografa de Gilles de Rais, es que Juana fue el nico amor femenino que pudo, en una circunstancia de su vida, salvarle del oscuro infierno al que se arrojaba con irremisible fuerza. La doncella fue, sin duda, la nica mujer a la que am con pasin desmedida
pero no carnal, pues, como es sabido, nadie os jams tocar un pelo de la muchacha elegida por los cielos. La separacin entre Gilles y Juana fue el principio del fin para ambos, ella se qued sin su mejor paladn y l sin su asidero moral y espiritual, por lo que regres sin abogados a los caminos de la vileza y el orgullo. Una vez coronado Carlos VII, Juana, sin apenas apoyos, reanud sus campaas militares con tropas cada vez ms menguantes. A pesar de ello, sus hombres consiguieron tomar casi sin oposicin la localidad de St. Denis, que apuntaba el paso hacia Pars, autntica meta para la campesina de Domremy. Pero, en esta ocasin, los ngeles no fueron propicios, o tal vez sus presuntos poderes se debilitaron, pues las tropas francesas se estrellaron estrepitosamente contra las murallas de la Ciudad Luz. Los ingleses, superiores en nmero, ocasionaron una severa derrota al ejrcito de Juana, cobrndose de ese modo la oportuna venganza sobre lo acontecido en Orleans. La propia doncella volvi a ser herida
y, en medio del fragor blico, acab siendo retirada casi a rastras por el duque dAlencon, quien recibi, a pesar de su valeroso acto, toda la ira de una cada vez ms crispada Juana. El desastre de Pars dio paso a la acostumbrada tregua invernal entre los contendientes, momento que quiso aprovechar Carlos VII para reconocer la valiosa ayuda que Juana de Arco haba prestado a su causa. El 29 de diciembre de 1429, el rey concedi a Juana de Arco y a su familia el privilegio de poder formar parte de la nobleza francesa otorgndoles el ttulo de Du Lis, con la facultad de utilizar azucenas en su escudo de armas. Esta distincin no confort como se esperaba la sana ambicin de Juana y ese mismo invierno recibi nuevamente la visita de sus voces celestiales. Aunque, en esta ocasin, los augurios no se presentaban favorables, dado que el cielo le avisaba de su prxima captura a manos enemigas antes del 24 de junio, da de San Juan Bautista. A pesar de la seria advertencia sobrenatural, Juana tom las armas una vez
llegada la primavera y con un pequeo contingente se dirigi rumbo a la ciudad de Compigne, dispuesta a liberarla de las fuerzas borgoesas que por entonces la sitiaban. El 23 de mayo de 1430, Juana entr en la ciudad y con presteza organiz las defensas de la plaza mientras repela con sus hombres dos ataques borgoeses dirigidos por su jefe Juan de Luxemburgo, que se plante seriamente levantar el sitio de Compigne, pero un inesperado refuerzo de tropas enviado por sus aliados ingleses le anim a mantener el empeo, justo cuando Juana y los suyos haban iniciado el contraataque final. El infortunio, o un mal clculo de los defensores, provoc que se izara el puente levadizo antes de tiempo, con lo que se cort en seco el repliegue de las tropas de Juana sobre la ciudad amurallada. Este error fatal dej a la doncella con unos pocos hombres fuera de Compigne y a merced de los enemigos, abrumadoramente superiores, que rodearon al pequeo grupo conminndoles a la rendicin.
Juana fue reducida a golpes por un arquero y, en medio de gritos victoriosos, se la condujo ante la presencia del duque borgos, quien no quiso ocasionar a la doncella dao alguno a la espera de noticias o indicaciones inglesas sobre qu se deba hacer con tan insigne prisionera. Los britnicos, como es obvio, exigieron la entrega de la cautiva premiando a Juan de Luxemburgo con un cuantioso botn. Pero se planteaban algunas dudas sobre qu trato otorgar a una pequea mujer del campo que les haba humillado en Orleans. Era prisionera de guerra o ms bien se trataba de una vulgar hechicera cuyas dotes visionarias fueron pretexto para la guerra? Era difcil tomar una decisin. Si se la juzgaba como militar, poco o nada se poda objetar ante el arrojo y valenta demostrados en la defensa de su causa. Cualquier otro soldado de acreditado valor hubiese hecho lo mismo bajo bandera. En cambio, si se la llevaba a juicio con la sospecha de hereja, brujera, blasfemia o algo similar, se podra humillar lo que representaba y de paso se
minusvalorara su efecto decisivo sobre las tropas del enemigo. Para su desgracia, esta segunda opcin fue la que se tom en cuenta con la complicidad de los borgoeses, del propio Beauvais, obispo de Compigne y de la titubeante Universidad de Pars. Todo estaba preparado para uno de los juicios ms degradantes de la historia sin que Carlos VII rey coronado por Juana quisiera hacer nada por impedirlo. Ese fue el agradecimiento mostrado hacia la mujer que posibilit su reinado. Seguramente, la Doncella de Orleans se haba convertido en un elemento demasiado perturbador para ese infeliz sujeto. As pues, nadie movi un dedo para impedir que Juana fuera internada en el castillo de Rouen capital de Normanda, donde esper resignada su suerte. Las condiciones de vida en una fortaleza del siglo XV no eran las ptimas para una joven virgen de diecinueve aos. Juana solicit ser recluida en las dependencias de una iglesia donde pudiera ser asistida por mujeres, pero,
incomprensiblemente, le denegaron esta gracia, manteniendo su cautiverio en una celda custodiada por soldados ingleses. Mientras esto suceda, Gilles de Rais, al tanto de los acontecimientos, se present ante Carlos VII dispuesto a organizar el rescate de su antigua protegida. La entrevista con el rey no pudo ser ms grotesca. El mariscal, atenazado por el dolor, solicit de su monarca hombres y pertrechos suficientes para el asalto de Rouen. Carlos, indolente de forma fingida o no, asegur que tal empresa no era factible y que intentar salvar a la doncella slo supondra un desastre para sus tropas. De todas formas, la muchacha ya no era imprescindible para su causa y el ejrcito sera ms til en los futuros compromisos blicos que lo enfrentaran al enemigo ingls. Gilles, perplejo por lo que estaba escuchando, subi el tono de su voz para increpar al timorato soberano: Quin es este rey que niega a su salvadora la posibilidad de ser recuperada de manos inglesas?. Carlos permaneci en silencio
ante la pregunta. Gilies, enfurecido por lo que entendi una conspiracin, espet: Slo sois un miserable bastardo que se sirvi de la pureza demostrada por la doncella para alcanzar sus fines. Os desprecio!. Tras esto, el mariscal se arranc sus distintivos, en los que figuraba la flor de lis, y, pisando el emblema, abandon la estancia ante el estupor de los nobles que rodeaban al trmulo rey, que no levant ni un solo dedo contra aquel que tanta gloria le haba entregado en los campos de batalla. Gilles de Rais decidi armar por su cuenta una compaa de mercenarios que le acompaase en la accin de liberar a Juana de sus captores. Mientras esto se produca, en Rouen se iniciaban los preparativos para el juicio. Llegara Gilles de Rais a tiempo de culminar con xito su particular empresa?
poder era diablico y el caso judicial en contra de ella prosigui bajo la frrea direccin del juez Cauchon y del viceinquisididor Lematre, quienes, junto a ms de cuarenta obispos, abades y doctores de ley cannica como asesores, deberan encontrar la sentencia justa a que sera sometida la infortunada joven. Las arduas jornadas que rodearon el proceso fueron seguidas con el mximo inters por cientos de lugareos vidos de conocer en qu terminara el luctuoso suceso. Durante semanas se acumularon pruebas de todo tipo, mientras Juana era sometida a mltiples interrogatorios con la intencin de detectar cualquier contradiccin en su mensaje. Asimismo fue sometida a diversos exmenes fsicos, buscando alguna anomala satnica que la delatase. En aquellos tiempos, se pensaba que Satn nunca entraba en el cuerpo de una virgen, y durante el juicio, los inquisidores intentaron demostrar que la doncella haba sido desflorada pero no lo consiguieron. Tambin se reunieron testimonios provenientes de los
lugares por los que anduvo, incluida su aldea natal, Domremy. En realidad, lo que se pretenda era certificar que los hechos y prodigios atribuidos a Juana haban sido obras de hechicera sin que Dios ni sus ngeles tuvieran nada que ver con aqullos. Una vez recabadas las posibles pruebas que la incriminaran, tuvo lugar una sesin pblica en la capilla del castillo de Rouen. En el transcurso de la misma, cuarenta y dos notables bajo la presidencia de Cauchon la sometieron a interrogatorio utilizando todos los trucos a su alcance, incluidos los psicolgicos. Durante los cinco meses que se prolong el falso juicio, la prisionera permaneca encadenada de noche en un calabozo, sujeta por el cuello, las manos y los pies en una estrecha mazmorra, bajo la vigilancia de los centinelas habituales de la guarnicin al mando de Warwick, un hombre despiadado al que poco le importaba el destino de aquella presunta bruja de apenas 1,50 metros de altura y que tanto dao haba ocasionado a sus paisanos. Por ello no puso reparo alguno en que sus soldados se
burlaran de la muchacha mediante dicterios e insultos, haciendo de sus noches un infierno. Fue por temor de esos guardianes y de sus obscenidades por lo que Juana seguramente se qued vestida con ropajes masculinos y no femeninos, tal y como le demandaban sus captores. En contra de las costumbres en aquella poca, no fue torturada con potro y tornillos, aunque pensaron en la posibilidad de hacerlo. No obstante, la destrozaron, de igual modo, sin tener que recurrir al castigo fsico. El glido invierno cedi a la tibia primavera, lleg el mes de mayo y los debates sobre el destino de la doncella se incrementaron ostensiblemente, provocando que algunos jueces, atormentados por un cargo de conciencia por la vileza que iban a consumar, abandonaran las sesiones en medio de tumultos y escndalos. Al final, durante la semana de Pentecosts, un ao despus de su captura y tras cuatro meses de horrible calabozo, se concedi que un sacerdote traidor le hiciera firmar un documento.
En l estaba escrita una lista de sus errores, crmenes de hereja y brujera, as como su propia abjuracin de tales delitos. Le prometieron que si lo firmaba y se pona entonces ropa de mujer como prueba de su arrepentimiento, la sacaran de esa abominable prisin, le quitaran las cadenas y la llevaran a otro lugar donde sera atendida solamente por mujeres, de acuerdo con lo que la ley cannica requera. Juana se encontraba en lamentables condiciones fsicas y psquicas; desconocemos si en este periodo recibi alguna indicacin de sus voces celestiales, pero lo cierto es que firm aquella declaracin con la esperanza de recibir un mejor trato en el episodio final de su vida. Los complacidos jueces mostraron a la multitud congregada en torno a la crcel el pergamino de abjuracin rubricado por la doncella. Las reacciones que se produjeron entre el pueblo fueron diversas: algunos, que sentan compasin hacia ella, se alegraron de que hubiera escapado de la hoguera; unos pocos que crean en
la santidad de la muchacha se afligieron. Pero la mayora, especialmente los nobles ingleses y sus soldados, proclamaron su enojo ms encendido al pensar que con ese acto la causante de su vergenza militar se escapara a su furia vengadora. Este ltimo detalle origin un cambio de actitud en el presidente del tribunal, quien, faltando a su palabra por miedo a los ingleses, no la llev a una prisin de la Iglesia donde podra permanecer libre de cadenas bajo la atencin de mujeres, tal y como le haba prometido. Juana regres a la mazmorra del castillo, para ser cubierta por los grillos penitenciarios a la espera de un inminente fatal desenlace, mientras comprobaba con horror que los mismos esbirros que la haban molestado durante tanto tiempo seguiran merodeando la lgubre celda que la acoga como prisionera. Pero s hubo una diferencia con la situacin anterior a la firma del documento, esta vez la vistieron de mujer antes de ponerle las cadenas y de esa guisa se mantuvo dos das con sus noches. Al tercer da le quitaron
el traje y le volvieron a traer esa ropa de muchacho que haba llevado antes de la abjuracin. Como la dejaron desnuda, no tuvo ms remedio que ponrsela, sobre todo en compaa de hombres como aqullos. Pero a la maana siguiente vinieron ocho de los jueces a preguntarle por qu se haba vuelto a poner ropa de hombre. Cuando ella les respondi que fue por modestia y para protegerse de los ultrajes que Warwick y sus servidores perpetraron contra su persona, desdearon sus explicaciones, la injuriaron, la llamaron bruja y ramera y dijeron que esto era evidentemente una seal de que haba vuelto a caer en la hereja. El 23 de mayo de 1431, cuarenta y dos de un total de cuarenta y siete jueces dictaron la sentencia final para la Doncella de Orleans: morir entre llamas por los delitos de hereja, apostasa e idolatra. An tuvo la farsa un ltimo trance, cuando intentaron que la muchacha se retractara de su actitud diablica. Pero Juana les respondi que Dios mandaba en ella, y que tan
slo con su consentimiento lo hara. Despus de esto, treinta y siete de aquellos confabulados enviaron a la prisionera al cauce civil, donde qued ratificada la condena a muerte. Y as, el 30 de mayo de 1431, qued como fecha fijada para la consumacin de la pena capital. Rouen era el sitio elegido y en el centro de su plaza vieja se apilaron numerosos troncos de madera sobre los que se levantaba una estaca. A Juana le comunicaron su penoso destino esa misma maana, aceptndole una ltima confesin y posterior comunin. La vistieron con un traje largo y blanco y la llevaron en una carreta a la plaza del mercado de Rouen. Despus fue conducida al improvisado patbulo, donde la esperaba una multitud expectante y apesadumbrada. Antes de ser atada al madero solicit poder abrazar una cruz que qued situada frente a ella. Sin descomponer su dulce rostro, la doncella comenz a recitar el nombre de Jesucristo, mientras los verdugos ponan fuego sobre una
lea que se resista a la quema. Inexorablemente, el humo y las llamas cubrieron la imagen angelical de la Doncella de Francia. Sus enormes ojos azules se llenaron de lgrimas ante la visin de la cruz, sin dejar de pronunciar el nombre de Jess. Todos quedaron estremecidos ante la pureza de la joven, incluso sus ms fieros enemigos no pudieron evitar el llanto. En pocos minutos concluy aquel acto macabro y las cenizas de Juana de Arco fueron esparcidas por el ro Sena. Segn parece, lo nico que las llamas no pudieron devorar fue su corazn, aunque ste tambin fue arrojado al seno fluvial. De esa forma tan injusta acab la vida de la herona por excelencia de Francia. En 1455, se inici un proceso de rehabilitacin bajo los auspicios de la Santa Sede, que tras muchas investigaciones declar ilegal el juicio anterior, reprochando la actitud del rey de Francia y de su Iglesia. En los siglos siguientes Juana pas de bruja a ser considerada una santa. En 1869, la causa de Juana de Arco fue defendida en Roma por monseor
Dupanloup, obispo de Orleans. Tras los trmites necesarios y confirmados los requeridos milagros, el 11 de abril de 1909, era beatificada por Po X. En 1920 Benedicto XV canoniz a Juana de Arco, quien desde entonces sera la santa patrona de Francia. Lo que siempre llam la atencin de diferentes investigadores fue por qu los miles de supuestos aliados y devotos de la Doncella de Orleans no pudieron socorrerla en esa circunstancia tan extrema y, ms concretamente, muchos piensan cmo Gilles de Rais, dada su determinacin a salvarla, no pudo llegar a tiempo de intentarlo. Por lo que sabemos, el clebre mariscal francs consigui armar dos compaas de soldados unos 500 efectivos con los que se dirigi a todo galope hacia Rouen. Si bien la singular tropa permaneci acuartelada en Louviers, ciudad sita a tan slo veinticinco kilmetros de la plaza en la que se encontraba prisionera la doncella. Eso nos indica que Gilles y sus hombres hubiesen podido perfectamente
desatar una desesperada accin de rescate con tiempo suficiente para evitar la tragedia de Juana. Sin embargo, estas tropas ni se movieron el da de autos, del que hay constancia que Gilles de Rais se mantuvo ocupado en la tarea de comprar un caballo para Michel Machefer, uno de sus hombres, negocio por el que desembols ciento sesenta coronas de oro. Otras versiones aseguran que el barn de Laval entr disfrazado en la ciudad normanda dispuesto a comprobar la cuanta numrica de su enemigo, vindose sorprendido por la ejecucin de la doncella, asunto que l esperaba para unos das ms tarde. Lo cierto es que abandon a su protegida en el momento ms importante. l, que la haba puesto a resguardo aun poniendo en peligro su propia vida en tantas ocasiones, ahora permaneca ante los rescoldos de la improvisada pira funeraria llorando como un nio y preso de una impotencia desconocida hasta ese momento. El mismo Gilles asegur, aos ms tarde, que de alguna manera se culpaba de aquella muerte
considerndose una vctima ms del doloroso lance, pues su alma qued atrapada para siempre por las feroces dudas que desde entonces le acompaaron en su insondable existencia. La muerte de Juana de Arco supuso para el hroe francs una abrumadora catarsis en la que se despoj de cualquier signo o conducta terrenal para entregarse a los rigores del infierno. La doncella constitua su nico asidero al mundo gobernado por los hombres bajo el ser supremo. Tras la desaparicin de la inmaculada pureza encarnada en aquella mujer a la que tanto haba amado, no le quedaba nada por lo que luchar en esta tierra, ni compromisos que cumplir al servicio de nadie. El da en el que muri la Doncella de Orleans tambin lo hizo el cuerpo carnal de Gilles de Rais, quien se transform de orgulloso mariscal de Francia en el principal emisario de Satn en la tierra. An le restaban nueve aos de vida en los que enarbol la bandera negra del mal en toda clase de crmenes y depravaciones horrendas.
EL FINAL DE LA GUERRA
Para Gilles de Rais, la guerra de los Cien Aos termin con la muerte de Juana de Arco. El bravo militar, sumido en un ocano tempestuoso y cuajado de diablos, regres a sus dominios en Bretaa acuciado por el irrefrenable deseo de dar satisfaccin a tanta perversidad acumulada en su corazn. Mientras tanto, la historia de Francia transcurra sujeta a los avatares del conflicto con Inglaterra. Finalmente, Carlos VII y su consejo de nobles entendieron que la contienda deba ser resuelta por las modernas tcticas de guerra y no por obsoletas y estriles cargas de caballera pesada. En consecuencia, se reorganiz el ejrcito francs dando preponderancia a las formaciones de infantera y sobre todo a la novedosa arma artillera, llamada a ser
protagonista principal de los futuros conflictos blicos. Los caones franceses manejados por diestros artilleros terminaron por derribar el muro infranqueable que supona la eficacia de los arqueros britnicos y pronto comenzaron a llegar las victorias para el bando galo. En 1436 un altivo Carlos VII entraba en Pars bajo el signo de la victoria; seguramente, en ese glorioso momento no se acord del vaticinio lanzado por Juana de Arco en Chinon, en el que aseguraba que en menos de siete aos las armas francesas recobraran su posesin sobre la ciudad parisina. Poco importaba ya; Juana era un recuerdo cada vez ms borroso en la mente del Bienservido, quien prosigui, ayudado por su ejrcito, las campaas guerreras contra los britnicos, con el nico objetivo de expulsarles definitivamente del territorio bajo su corona. Un ao antes de la reconquista de Pars, el antiguo enemigo borgos, encarnado en la figura del duque Felipe III el Bueno, se percat de que soplaban otros vientos e hizo las paces con Francia. Despus de
esto, Inglaterra no tena ya la menor posibilidad. En 1436, los franceses por fin unidos iniciaron la lucha por recuperar Normanda, empresa que se culmin con xito. Cuatro aos ms tarde, Carlos VII tuvo que sofocar una revuelta interna denominada La Praguerie tristemente apoyada por su insidioso heredero, el futuro Luis XI, quien intent contar con el refuerzo de Gilles de Rais para su causa. Pero esta alianza no fructific, dado que en ese tiempo el mariscal ya andaba envuelto en sus particulares carniceras nocturnas y no quera, bajo ningn concepto, ser considerado desleal con el legtimo monarca de los franceses; si bien a raz de la funesta ejecucin de la Doncella de Orleans, no le guardaba ningn respeto. En todo caso, la sublevacin fue sojuzgada y el delfn tuvo que esperar, en medio de diversas conjuras provocadas por l, la muerte de su progenitor, acontecida veinte aos despus, para poder reinar en el pas galo. El captulo final de la guerra lleg en 1450,
cuando los britnicos enviaron la fuerza expedicionaria ms numerosa que jams haban mandado a Francia, pero de nada les sirvi. En la batalla de Formigny, que tuvo lugar en tierras normandas, el 15 de abril de 1450, se enfrentaron los arcos largos ingleses contra la nueva artillera francesa, con victoria aplastante para los galos, que aniquilaron a los 4.000 hombres conducidos por sir Thomas Kyriel. Al final de ese ao, los ingleses haban sido expulsados de Normanda y de todo el norte de Francia excepto de Calais, y tan slo mantenan unas reducidas posesiones en el sudoeste. Ese ao, Inglaterra an se enseoreaba del ltimo territorio que Enrique II haba obtenido al casarse con Leonor de Aquitania, exactamente tres siglos antes. Un ejrcito ingls desembarc cerca de Burdeos en 1452 al mando de John Talbot, conde de Shrewsbury (1384-1453), el ltimo de los grandes generales ingleses en esta contienda. Se enfrent al ejrcito francs, provisto de artillera, en la batalla de Castillon cerca de
Burdeos, actual departamento de la Gironda, el 17 de julio de 1453. Los ingleses fueron derrotados por completo y Talbot pereci en el combate. Con esta batalla conclua la guerra de los Cien Aos. Lo nico que Inglaterra haba ganado despus de toda esta actividad blica fue la ciudad de Calais, que sigui bajo su dominio hasta el siglo siguiente. Carlos VII, el desdeado delfn de los das anteriores a Juana de Arco, se haba convertido, paradjicamente, en el rey que haba expulsado a los ingleses de Francia.
Recuerdo que desde mi infancia los ms grandes placeres me parecan terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo nico que me interesaba. Cre en el infierno antes de poder creer en el cielo. Uno se cansa y aburre de lo ordinario. Empec matando porque estaba aburrido y continu hacindolo porque me gustaba
desahogar mis energas. La muerte se convirti en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que poda respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y rodo por los gusanos. Extracto de una de las confesiones manifestadas por Gilles de Rais en los das previos a su ejecucin en Nantes.
Qu se poda hacer ahora? No pretendo, ni quiero disculpar a este consumado asesino. Pero si analizamos cuidadosamente su conducta tanto psquica como concreta, observaremos que el mariscal de las tinieblas busc desde nio alguna excusa que le desviase de su camino maligno, y eso significa que el sentimiento de culpabilidad le acompa en sus crmenes a pesar de la extraa fuerza invisible que le empujaba, una y otra vez, a sus sanguinarios actos. Juana de Arco constituy, sin pretenderlo, el ltimo asidero al que se sujet Gilles de Rais en el intento de poner a salvo su atormentada alma. Una vez esfumada esta posibilidad, el barn de Laval entendi que sus vnculos con la realidad, expresada en la sociedad, en la poltica y la religin imperantes, quedaban disueltos in aeternum con la consiguiente patente de corso para el mal que todo psicpata se otorga a s mismo antes de protagonizar delitos de lesa humanidad. Gilles, despojado de sus obligaciones mortales, comenz a trazar un siniestro plan en el
que los nios, smbolo de inmaculada pureza e inocencia, seran vctimas propicias para l, convertido ahora en mximo representante del poder satnico en el plano terrenal. El mariscal dispona de todo lo necesario para dar va libre a sus ms bajos instintos. En su mente ya no se albergaba pudor alguno, en su corazn no se reconocan los escrpulos ni la decencia. Su cerebro criminal le impeda reconocer la realidad, ya no dominaba el hombre en l, sino el espritu de una bestia abominable. Haba llegado el momento de cobrar apetitosas presas en una cacera singular slo apta para almas negras. Las piezas ansiadas seran desdichados nios, que constituiran el elemento nico del ritual terrible que le dio fama. El sacrificio del hombre por el hombre, con un oficiante vido de sangre y dispuesto a consumar su atroz hereja hasta los ltimos estertores de sus vctimas y an ms all. Gilles de Rais era un misntropo convencido, cuyo odio hacia la humanidad le vena desde la infancia. Nunca llegaremos a averiguar
fehacientemente en qu momento de su vida se desataron las patologas que marcaron a fuego su enigmtica personalidad. Pero lo cierto es que en el resultado confluyeron diversos factores. Por un lado, la educacin extrema a la que fue sometido por su abuelo; por otro, la indolencia de su madre, quien no quiso saber nada de l ni de su hermano Rene, que falleci inesperadamente, lo que imposibilit cualquier acercamiento o reconciliacin, y, sobre todo, la cruel muerte de su padre vctima de los colmillos afilados de un verraco. La visin que el nio tuvo de aquella escena final en la que su progenitor se retorca en el lecho mortuorio a consecuencia del derrame fatal de los rganos y vsceras que salan de la abertura producida en su estmago qued grabada en sus retinas y fue determinante en sus posteriores infanticidios. Muchos asesinos en serie reproducen en sus vctimas acontecimientos traumticos de su infancia. En el caso de Gilles de Rais, se comprob que la mayora de sus macabras actuaciones se
perpetraron en nios que tenan la misma edad que l cuando fue testigo de la horrible muerte de su progenitor y que, curiosamente, la forma que tuvieron de morir fue similar a la del barn de Laval, pues Gilles senta una atraccin irremediable hacia el estmago de los infortunados nios, abriendo la zona para contemplar el ltimo palpito de los rganos vitales mientras l, imbuido de un preternatural placer, terminaba por eyacular sobre los despojos, con lo que daba por concluido el siniestro acto sin que ni siquiera hubiese penetrado ningn orificio natural de aquellos desdichados. Se estima que, si bien perpetr algunos crmenes antes de 1431, es este ao precisamente, el de la muerte de Juana de Arco, el momento en el que se inici su vorgine de terror. Parece comprobado que la primera vctima de este periodo fue un adolescente de quince aos llamado Bernard Lecamus de Douardenez, quien fue conducido mediante engao al monasterio de los Cordeliers, un
recinto sagrado regentado por diez monjes franciscanos cuyo signo de distincin era un cordel con tres nudos. El edificio haba sido fundado en el siglo XIV por Girard de Machecoul y bendecido por el papa Juan XXII en 1332. A principios del siglo XV segua perteneciendo a la familia De Rais, que dispona para su uso personal de una habitacin que por desgracia utiliz Gilles para cometer su primera aberracin constatada. Ms tarde este monasterio form parte del patrimonio que Gilles vendi a su seor Juan V de Bretaa. Existe la probabilidad de que fuera otra la primera vctima oficial de Gilles de Rais, segn los testimonios recogidos durante el juicio que se celebr contra el mariscal. Uno de ellos es el de Grard Jeudon, padre de Jean, un muchacho que desapareci en el verano de 1432 en Machecoul y que, segn algunos investigadores, fue el que encabez la lista de nios asesinados por el barn de Laval:
En el verano del ao 1432, mi nico hijo Jean entr de aprendiz en el taller de nuestro peletero local, Guillaume Hilairet. Jean tena entonces doce aos y era un buen muchacho que nunca tomaba en vano el nombre de Dios ni de los santos. Estuvo empleado con Hilairet unos dos meses. Un da Messire Gilles de Sill y Messire Roger de Bricqueville se presentaron en el taller del peletero y le pidieron a Hilairet que les prestara a mi hijo para que fuera a llevar un recado al castillo de Machecoul. As lo hizo Hilairet, y mandaron a Jean al mencionado castillo. Ms tarde, aquel mismo da, al ver que el muchacho no regresaba, Hilairet les pregunt a Messires de Sill y de Bricqueville dnde estaba mi hijo. Los caballeros contestaron que no lo saban, a no ser que
hubiera ido a Tiffauges. Entonces y cuando haban transcurrido ya dos das sin que Jean hubiera vuelto, me fui yo con Hilairet al castillo de Machecoul a preguntar por el paradero de mi hijo. Entonces Messire de Rais me replic que haba enviado al muchacho con otro recado al castillo de Tiffauges, pero que nadie le haba visto llegar a ese lugar. Aadi que los secuestradores se lo deban de haber llevado con ellos para ensearle el oficio de paje, ya que era un muchacho muy guapo. Al or esto supe sin lugar a dudas que mi hijo Jean haba estado una vez en compaa de Messire de Rais en su castillo de Machecoul, pero eso era lo nico que saba. Nadie volvi a ver a mi hijo desde el momento en que sali del taller del peletero a peticin de los dos caballeros.
Este esclarecedor testimonio nos pone sobre la pista del castillo de Machecoul como primer escenario de los crmenes efectuados por Gilles de Rais; luego comprobaremos que no fue el nico patbulo elegido por el mariscal. Aunque sin duda fue un psicpata, en los peores momentos surgan de su interior sentimientos que le producan desasosiego, y que seguramente tenan que ver con los lmites que establece la realidad. Estos desaparecieron el 15 de noviembre de 1432 con el fallecimiento de su abuelo Jean de Craon, el nico hombre capaz de dominarle con tan slo una mirada o un gesto. Gilles, que haba sentido pavor ante la figura del viejo bandido, recibi la noticia sin exhibir ningn sentimiento de congoja, y menos, tras escuchar que su abuelo materno se haba ido al otro mundo con un extrao arrepentimiento que le impuls a rubricar un documento testamentario por el que reparta buena parte de su fortuna personal entre campesinos y
menesterosos; acaso los mismos a los que haba expoliado durante sus pocas de poder. Adems solicit ser enterrado de forma sencilla y humilde, hecho que contrastaba notablemente con la exhibicin de opulencia demostrada a lo largo de su vida. Jean de Craon, considerado la segunda fortuna de Francia, cedi patrimonio al primognito de su hija, pero demostr un evidente recelo hacia Gilles, cuando leg su espada personal a su nieto menor Rene, del que siempre estuvo orgulloso por considerarle el ms parecido a su familia. Gilles, enterado de estas ltimas voluntades, asumi la cabeza visible de su clan. Con el recuerdo cada vez ms borroso de aquel sujeto que tanto dao moral le haba ocasionado, el mariscal se emple con ms intensidad que nunca en la realizacin de horrendos crmenes. Como es lgico, poco tiempo despus, el aburrimiento se apoder de l y empez a dilapidar la cuantiosa fortuna de la que era depositario en mltiples atracciones feriales as como en grneles festejos de los que
participaba su inusual y creciente corte. Por su parte, Catherine de Thouars y su pequea hija Marie vivan alejadas del barn porque en esos aos se sospechaba algo terrible en torno a la figura de Gilles y Catherine, mujer inteligente, opt por una separacin que la llev a abandonar la residencia familiar del castillo de Tiffauges para instalarse en la fortaleza de Pouzages, sita en la misma regin, pero suficientemente alejada para evitar cualquier contacto con su inestable esposo. Esta decisin apenas import al mariscal, quien no senta el mnimo afecto ni por su esposa ni por su hija, quienes se limitaron a ser meras espectadoras de aquellos terribles acontecimientos, esforzndose, eso s, en salvaguardar el patrimonio familiar, que se encontraba en clara merma, pues Gilles, inmerso en su particular enajenacin mental, malgastaba su tesoro en una especie de carrera hacia el abismo en la que no quedaba nada atrs.
presuntos asesinatos que el noble estaba ocasionando. No en vano sus cuantiosas rentas le situaban en una posicin social envidiable. Haba heredado tres fortunas por diferentes vas y, aun admitiendo el sobrecogedor derroche que hizo en aquellos aos, el fondo de sus arcas poda soportar aquel exceso sin mayor inconveniente. La dotacin patrimonial del mariscal superaba con creces la de cualquier noble de la poca, incluido su seor feudal Juan V de Bretaa, quien intent a cualquier precio hacerse con buena parte de las propiedades que pertenecan a su vasallo ms descollante. Gilles dispona de numerosos castillos, haciendas, campos de cultivo, bosques... Aunque sus lugares favoritos, donde permaneca largas temporadas, eran sin duda los castillos de Chamtopc, Machecoul y Tiffauges. En cuanto al primero, cuna natal de Gilles, se encontraba levantado sobre una roca dominando desde su altura la orilla derecha del ro Loira. Su aspecto se asemejaba al de un reducto conformado por mltiples columnas y
murallas con galeras subterrneas que conducan hacia las fortificaciones y defensas que lo protegan. Su foso, de enormes proporciones, se situaba por encima del nivel del ro, baando los adustos costados de granito de las torres. Aunque era el ms pequeo de los castillos gozaba de un especial atractivo por parte del barn, pues en l transcurrieron sus aos de infancia y primera juventud. La fortaleza de Machecoul se ergua orgullosa a unos treinta y ocho kilmetros de la ciudad de Nantes. Fue una de las residencias ms frecuentadas por el mariscal y algunos bigrafos no la descartan como posible lugar de nacimiento, as como primer escenario en el que se desarrollaron los terribles crmenes perpetrados por el barn de Laval. Pero, sin duda, el castillo de Tiffauges era su predilecto y autntica base de operaciones siniestras, pues en l tuvieron lugar la mayora de las atrocidades cometidas por el barn, as como las prcticas alqumicas que se le atribuyeron y que se realizaban en estancias dispuestas a tal fin en
lugares secretos de los que casi nadie conoca su existencia, a excepcin del propio seor y algunos servidores de mxima confianza. El castillo de Tiffauges se situaba a unos setenta kilmetros al sur de Nantes, en el centro de esos terrenos pedregosos donde confluyen Poitou, Anjou y Bretaa. Se encontraba encaramado sobre una inmensa roca que se alzaba sobre dos barrancos por donde corran los ros Crme y Svre. La fortaleza era un laberinto desconcertante de estancias, galeras y corredores, algunos de ellos bajo tierra, como los calabozos subterrneos que se ubicaban por debajo del nivel del foso. La biblioteca destacaba sobremanera entre las suntuosas habitaciones palaciegas. Su amplitud y luminosidad sobrecogan a cualquier interesado por la cultura en aquellos aos tardos de la Edad Media. Gilles haba fomentado desde nio el hbito por la lectura y no es de extraar que concediera a esa disciplina uno de los mejores espacios dentro de su castillo principal. La sala era de techos altos,
sus paredes estaban recubiertas por paneles de roble y ciprs irlandeses que quedaban iluminados por treinta araas y una nica y enorme lmpara de plata en forma de media luna. Se conservaban all ms de mil manuscritos, la mayora de ellos encuadernados en vitela con adornos de piel en relieve y cierres de oro y marfil. Aparte de la acostumbrada seleccin de Padres de la Iglesia, un nmero de libros de horas, muchos misales, manuales de la devocin y comentarios de las Escrituras, haba libros sobre herldica, caza, arte de la guerra, msica, la Gramtica latina de Prisciano en verso. Tambin se encontraban El Romn de la Rose, La Chanson de Roland, La Chanson de Geste... si bien se nos antoja que el libro ms desgastado de la biblioteca era sin duda La vida de los Csares, de Suetonio, que como ya apuntamos en la primera parte de esta obra, fue motivo de inspiracin para Gilles y muy en especial los captulos dedicados a Tiberio, Calgula y Nern, de los que el mariscal se senta una original
reencarnacin. En todo caso, los libros compilados en la biblioteca de Tiffauges reflejaban los gustos y educacin de su dueo, un hombre instruido en diversos mbitos culturales y consumado adalid de las bellas artes. Durante nueve aos las tropelas cometidas al abrigo de la noche por este sujeto mulo de los terribles ogros que tan slo habitaban los cuentos no perjudicaron en absoluto el esplendor cortesano del que hicieron gala Tiffauges y el resto de propiedades pertenecientes a la familia De Rais. Aunque los estropicios econmicos acometidos por el mariscal, incluida la famosa obra teatral El misterio de Orleans, de la que hablaremos ms adelante terminaron por hacerle vender una buena porcin de su heredad al duque de Bretaa, quien, complacido por las deudas que iba adquiriendo su vasallo, mal pag unas insuficientes bolsas de coronas de oro a cambio de lugares estratgicos para la ampliacin de su hegemona sobre el noroeste francs. De tal modo que Juan V acab siendo propietario de
casi todas las tierras en las que Gilles ejerca hasta entonces pleno dominio. Son ejemplos de estas constantes transacciones comerciales la venta de ciudades y seoros como Confolens, Chabannis, Chteaumorant, Fontane-Melon en Anjou, Grattecuisse, St. Aubin de Foie-Laouvain, Voulte, Snech, dAusense y de Clone. En otras ocasiones el mariscal se vio obligado a desprenderse de valiosos castillos y sus tierras colindantes, como Blaison, Motte-Achard, Prigne y la mitad del bosque de Brcilien. Pero el presunto dolor de tanto retroceso patrimonial pareca no afectar el carcter del barn, que lejos de afligirse segua fomentando diversiones y fiestas tan sublimes que sus ecos recorran la geografa gala y buena parte de la europea. Todos se preguntaban cul sera el final de aquella ansiedad vital representada por el soberbio aristcrata. Mientras tanto, Tiffauges pareca un festival perpetuo en el que se daban cita constante la opulencia y el esplendor propios de las mansiones destinadas a recibir reyes y nobles
de altsima dignidad con unos cortesanos que haran enmudecer cualquier intento de comparacin con otros lugares en apariencia parejos. En Tiffauges manaba una abundancia que pareca inagotable. Los seres que poblaban aquel suntuoso recinto disfrutaban de privilegios impropios de lo que se poda establecer para una regin devastada por la guerra. El barn, inmerso en un sueo de oropel, entregaba joyas, vestidos y festines propios del prncipe Prspero, protagonista del cuento de Edgar Allan Poe La muerte de la mscara roja . Las festejos y bailes eran continuos, la comida y, sobre todo, la bebida circulaban por las mesas como si de arroyos generosos se tratase. Toda suerte de inventos de la poca aparecan para deleite de los congregados y en ese sentido, Gilles favoreci la construccin de mquinas curiosas como golondrinas mecnicas que cantaban o autmatas humanoides que se accionaban mediante mecanismos rudimentarios. En todo caso, carsimos juguetitos muy tpicos en aquel siglo
acariciador del Renacimiento. Los alrededores de Tiffauges reflejaban convenientemente el exceso producido intramuros con jardines maravillosos cuyo trazado se prestaba para albergar celebraciones multitudinarias, donde los invitados se divertan paseando por complicados laberintos, mientras se topaban con grupos de pavos reales y otros animales tan exticos como su dueo. El conjunto se completaba con hermosas fuentes de cuyas bocas manaba abundante agua cristalina. Por supuesto, no faltaban bufones, saltimbanquis y toda la plyade de artistas circenses y teatrales que animaban con sus nmeros el jolgorio permanente. Aunque el mariscal tambin gustaba de ntimos momentos de su soledad donde poder exacerbar su faceta religiosa con la organizacin personal de grandes eventos piadosos como la construccin de las fastuosas capillas ubicadas en sus castillos y mansiones. Asimismo, en este alterado periodo dise la fundacin de un centro de acogida para nios hurfanos que, paradjicamente, llev el
nombre de Los Santos Lnocentes, verdadera obsesin y dualidad del barn, quien acab protegiendo criaturas desvalidas durante el da para luego matarlas sdicamente por la noche. Acaso, entre tanto trajn fingido o no, el nico momento de paz para l se produca cada vez que escuchaba las voces blancas del coro que habitaban las capillas de Tiffauges. Laval era un enamorado de la msica, incluso l mismo entonaba algunos cnticos e himnos religiosos cada vez que aconteca alguna festividad eclesistica. Su mayor disfrute era escuchar la voz de aquellos nios cantores, entre los que destacaba Rossignol, un jovencito del que Gilles qued prendado cuando le vio actuar por primera vez en la catedral de Poitiers. Tras contemplarle decidi hacerse con sus servicios. Para ello convenci a los padres del muchacho con trescientas coronas de oro, prometindoles que regalara al nio una propiedad en Machecoul que le reportara doscientas coronas anuales como renta. Los padres del chico accedieron y
Rossignol se convirti en la banda sonora de Tiffauges; fue uno de los pocos muchachos cuya vida respet el ogro. Aunque no todos los integrantes de aquel coro dirigido por el den de la Ferrire, un jorobado mofletudo de psimo talante, tuvieron tanta fortuna como Rossignol. Gilles de Rais viva como un autntico prncipe imperial rodeado por la suntuosidad y por una mesnada de aduladores, que no pretendan bajo ningn motivo contradecir los dictados y caprichos de aquel seor que tanto placer les proporcionaba por el mdico precio de ser sumisos ante cualquiera de sus decisiones. Y aunque eran muchos los cortesanos, tan slo algunos eran de absoluta confianza para el barn, que no se distingua por ser un hombre precisamente cordial o simptico, pero tampoco le haca falta, dado que se saba poderoso y con eso bastaba. Adems, contaba con un pequeo ejrcito personal compuesto por unos 200 efectivos que le servan ciegamente en el cumplimiento de cualquier voluntad expresada
por l. Esta selecta tropa destacaba sobre otras milicias personales por el perfecto equipo militar con el que se pertrechaba. Gilles no reparaba en oro a la hora de abastecer a sus hombres con brillantes armaduras, magnficos caballos y capas bordadas en oro y plata. Los soldados y sus oficiales cobraban una cifra muy superior a la que podan obtener prestando sus servicios en otros ejrcitos o compaas bajo el mando de nobles feudales. La corte de Tiffauges era excepcional en su planteamiento, con cientos de personas que pululaban por cocinas, salones, habitaciones y jardines en un constante trasiego laboral, garanta de que todo estuviera siempre dispuesto para cumplir la voluntad del amo y seor de aquellos pagos. Pero cuando caa el manto de la noche, la multitud se retiraba de forma discreta, acallando el resonar de aquellos escenarios aparatosos. Era como si los figurantes de la farsa intuyeran que algo oscuro y prohibido estaba a punto de suceder. Cerca de la medianoche y ya sin testigos
que importunasen, un inslito escalofro se adueaba de los profundos nidos secretos del mariscal. Tiffauges se despojaba de su encanto y ornamento diurno para adquirir una apariencia lgubre en la que su recortada silueta se proyectaba sin oposicin sobre los paisajes plutnicos que la amparaban. Gilles de Rais apareca entonces como si de un elegante diablo se tratase en los salones privados de la fortaleza. El barn luca en estas ocasiones sus mejores galas y siempre estaba escoltado por su autntica guardia pretoriana, la que se haba ocupado en conseguir para su seor el acostumbrado nio protagonista de una ceremonia negra en la que Gilles actuaba como sumo y ttrico oficiante. Lo cierto es que el barn slo poda confiar en un pequeo grupo de esbirros para que le ayudasen en sus horrendas carniceras. Ellos eran depositarios y partcipes del terrible secreto que guardaba su seor y conocan cul poda ser su fin en caso de producirse filtraciones indeseadas. El pelaje de estos gregarios era de procedencia
variada, destacando entre el peculiar grupo Roger de Bricqueville y Gilles de Sill, primos del mariscal y en el caso del primero, su confidente desde la infancia y psimo administrador de sus posesiones en su ausencia. Bricqueville conoca mejor que nadie el interior de su pariente, le haba tratado desde nio y haba sufrido por su causa los severos castigos propinados por el abuelo Jean de Craon. Aun as, senta fascinacin ante la personalidad de Gilles y siempre consinti en ser su ayudante ms fiel, aprovechndose de paso de la apetitosa derrama monetaria proporcionada por el hombre que marc su vida. Bricqueville era torpe en su gestin y las actuaciones que efectu como apoderado de Gilles fueron nefastas en todos los sentidos, ya que, segn se verific posteriormente, realiz ventas de terrenos e inmuebles por los que cobraba mal o nunca, lo que motiv el aceleramiento de la deuda contrada por Gilles de Rais. No obstante, s que puso eficaz empeo en percibir las oportunas
comisiones sobre cada transaccin realizada, lo que mejor notablemente, y a costa de su primo, su fortuna personal. De Sill era el ms sofisticado y galante de la banda. Pelirrojo como Roger, tena un gesto agraciado con ojos azules muy parecidos a los de su familiar. La educacin que demostraba en conversaciones y protocolos le distanciaba del resto de cmplices. Aunque eso no le privaba de ser, posiblemente, el ms malvado y depravado de todos, dado que l asumi personalmente durante los primeros aos la captura de las nias y nios utilizados en las sanguinarias fiestas pedfilas de la diablica congregacin. Tanto Bricqueville como Sill desarrollaron una excentricidad extrema en la corte de Tiffauges ciendo ropajes extravagantes en los que predominaban jubones de seda y togas cortas de brocado, damasco o terciopelo, prendas por otra parte tan caras como extendidas entre la aristocracia ms esnob de aquel siglo. En un escalafn inferior se encontraban Henriet Griart y tienne Corillaut, ms conocido como Poitou.
Griart haba nacido en la comarca del Prigord en 1411. Con veinte aos entr al servicio del barn como criado personal y, aunque haba otros, l lleg a ser el principal. Era muy obeso y de maneras afeminadas, una especie de haragn que no tena modales ni ganas de adquirirlos. Decan de l que su aliento era tan insoportable como su mala educacin, comiendo dulces a todas horas en un intento de aplacar la tremenda halitosis que padeca. Siempre iba acompaado de Poitou, un hombre de aspecto diametralmente opuesto al de su amigo, ya que era delgado y seco. Corillaut entr al servicio de Gilles de Rais en 1427, cuando contaba catorce aos. Poco tiempo despus tuvo que acostarse con su seor y ste, que todava no haba enloquecido definitivamente, le perdon la vida permitiendo, dada su buena apariencia, que el muchacho permaneciera a su servicio trabajando como paje. En 1432 alcanz el cargo de criado de cmara y cinco aos ms tarde fue nombrado secretario personal de Gilles de Rais. Acaso uno de los
personajes ms siniestros del pattico clan criminal fue una mujer llamada Perrine Martin, a la que todos denominaban La Meffraye, que significa el pjaro de presa, y que encarn a la perfeccin el papel de bruja malvada al servicio del ogro. Haba nacido en 1380 en Parthenay (Poitou) y perteneca a una familia de condicin humilde, lo que propici que desde nia trabajara en el campo arando, cuidando el ganado, adems de las tareas propias del hogar. Siendo adolescente, se cas con Pierre Martin, quien con el tiempo entr como escudero de Guillaume de la Jumelire, hombre que a su vez se encontraba al servicio de Gilles de Rais. Cuando falleci su esposo pareca condenada a la indigencia, de no ser porque Roger de Bricqueville le sugiri la posibilidad de seguir en Tiffauges a cambio de buscar nios para las fiestas privadas del barn. Perrine, ya metida en la cincuentena, desempe su macabra labor con eficacia absoluta, especializndose en la captura bajo promesas engaosas de pequeos y
pequeas con edades comprendidas entre los ocho y doce aos. Aunque, como ella misma reconoci, tambin rapt a muchachos de edades inferiores y superiores a las anteriormente mencionadas. Era una mujer ruda, con mejillas de color rojo sonrosado, que siempre iba pobremente vestida con una especie de tnica de lana gris, un chal de encaje blanco andrajoso sobre los hombros y una capota de terciopelo negro ajustada a la cabeza. Adems llevaba el rostro medio oculto bajo un velo de estamea. Representaba sin duda la imagen prototpica de las brujas europeas que aterrorizaban en aquella poca los relatos populares al amor de la lumbre. La Meffraye fue tan real como determinante a la hora de secuestrar vctimas para el sacrificio realizado por el seor u ogro que tambin pagaba sus servicios. Este singular grupo se complet con la llegada en 1437 de un sacerdote borrachn y corrupto llamado Eustache Blanchet, quien poco o nada tuvo que ver con las pestilentes acciones de su seor, nicamente parece probado
que Blanchet parti con destino a Florencia dispuesto a buscar, convencer y contratar a un alquimista de supuesto reputado prestigio. El elegido fue Francesco Prelati, un joven de veintids aos, locuaz y simptico, con amplio bagaje cultural y dominio de lenguas como el latn y el francs. Haba nacido hacia 1415 en Montecatini, cerca de Pistoya (Italia), y en mayo de 1439 entr al servicio de Gilles de Rais como prestigioso alquimista dispuesto a conquistar el hallazgo de la piedra filosofal para un barn cada vez ms necesitado de oro. A decir verdad, el mariscal propici, gracias a un pertinaz mecenazgo, la construccin de laboratorios cientficos muy avanzados para su poca. En estos templos del saber emprico trabajaron grandes investigadores alqumicos en el empeo de obtener la tan ansiada transmutacin del plomo por el oro. Prelati se saba guapo y atractivo y pronto se percat de que los ojos de Gilles no le miraban slo como estudioso de la ciencia, sino ms bien como muchacho al que
amar mientras le conceda variados privilegios terrenales. Este asunto lo aprovech convenientemente en su beneficio y alarde de porte ante Gilles, mientras le aseguraba que un demonio infernal llamado Barron le asesoraba con inusitada certeza en su conexin con los poderes ultraterrenos. El disoluto aristcrata crey las historias del mozo florentino y junto a l prepar encendidos ceremoniales con los que pretenda obtener riquezas sin lmite que le permitieran seguir sosteniendo el entramado enloquecido en el que se senta inmerso y sin ninguna motivacin sincera que le incitara a abandonar. Seguramente, su mayor dispendio fue una magna obra teatral en la que se recordaba la heroica gesta de Orleans.
EL MISTERIO DE ORLEANS
En 1434 el mariscal De Rais recibi la peticin de su rey Carlos VII para que se incorporara a las actividades blicas contra el ducado de Borgoa, que an por entonces sostena su alianza con Inglaterra. Gilles, leal, pero airado con el monarca por su desatencin en el caso de Juana de Arco, no mostr el ms mnimo inters en acudir a la guerra, dejando ese asunto en manos de su hermano menor, Rene. Con este gesto, el barn de Laval dio a entender claramente que con l ya no se poda contar en ninguna cuestin de Estado y que su vida se entregaba por completo a sus particulares obsesiones. Al ao siguiente, los borgoeses firmaron la paz con Carlos VII y Francia asisti a su primer momento de unidad tras largos aos de
conflicto, lo que permiti al Bienservido entrar en Pars sin oposicin alguna. Mientras tanto, Gilles segua dilapidando sin freno su fortuna, aunque con el latente recuerdo de su tiempo como protector y escolta de la Doncella de Orleans; acaso la poca ms honrosa de su vida. Precisamente, como homenaje a ella esquilm sus arcas extrayendo de ellas ochenta mil coronas de oro que le sirvieron para producir el mayor montaje teatral que haba contemplado Europa en toda su historia. El misterio del sitio de Orleans se estren en dicha plaza en la primavera de 1435, para asombro de los afortunados que pudieron asistir al magno evento. La obra teatral tena lugar todos los das, inicindose al alba y concluyendo con el crepsculo. Se representaba por escenarios, calles y rincones de la ciudad liberada por Juana de Arco seis aos antes y, desde luego, su vistosidad y empaque no encontraban parangn en la crnica escnica de los siglos. Era, de facto, una reconstruccin total de los hechos que
llevaron al levantamiento del sitio de Orleans. El texto estaba escrito en versos octoslabos asonantados que completaban un total de ms de veinte mil lneas. Ciento cuarenta actores y actrices recitaban los pasajes y otros quinientos actuaban a modo de figurantes en escenas multitudinarias. La grandiosidad de la obra se incrementaba gracias al excelso vestuario que se suministraba diariamente a los protagonistas sin cortapisa alguna. En aquel tiempo los actores de teatro utilizaban trajes casi de pacotilla de escaso valor, sin embargo, en esta representacin se usaron impedimentas autnticas que reflejaban a la perfeccin cmo fueron los sucesos de Orleans en 1429: soldados cuyos uniformes eran un calco milimtrico de los portados por ingleses y franceses en la batalla, ciudadanos vestidos con telas exquisitas que se rasgaban a fin de parecer harapos. La accin de la obra comenzaba en Inglaterra con la preparacin del ejrcito ingls en la vspera de su marcha hacia Francia, donde se pensaba asestar un golpe
definitivo al delfn con el asedio y toma de Orleans, y terminaba con la entrega de la ciudad a Carlos, tras el victorioso lance protagonizado por la doncella y sus tropas. La representacin tena lugar alrededor y por encima de los espectadores en una especie de plataformas escnicas que permanecan al aire libre y que siempre se encontraban atestadas de actores y pblico asistente. Adems, debajo del escenario principal se situaba un almacn rebosante de toneles colmados de vino con especias y otros licores que servan para sofocar la sed de participantes y espectadores de aquel colorido festival teatral. La entrada a las representaciones era gratis y, como es fcil imaginar, todas las hospederas de Orleans y zonas colindantes estaban hasta los topes, proporcionando alojamiento a las multitudes que acudan. A decir verdad, el guin no era tan brillante como el resultado visible, pero llamaba la atencin de todos la escrupulosa minuciosidad en el relato de los acontecimientos histricos que se generaron en torno al sitio de
Orleans. Las escenas incluan las visiones y voces que Juana escuch en Domremy mientras cuidaba de su manada de ovejas, su primera entrevista con el delfn, los preparativos efectuados desde Inglaterra para la invasin, cuadros representando con cientos de extras el levantamiento del sitio a cargo de los franceses y el regreso de Juana a Orleans tras su victoria en Patay. Indudablemente, los versos no manifestaban ni calidad literaria ni inters dramtico, pero ni falta que haca, dado que el entusiasmado auditorio concedi de inmediato sus parabienes a esa faranica gesta escnica. Gilles se sinti renacer gracias al mecenazgo ejercido sobre esta obra, era como volver a vivir el captulo ms amable de su existencia resucitando el recuerdo de la mujer a la que tanto quiso. Ella estaba ah, en el centro de la accin, resplandeciente e imbuida de santidad, una muchacha campesina ante la que todos los grandes seores inclinaban la cabeza, dirigindose invariablemente a ella como a una
reina. El propio Gilles pens en asumir su personaje declamando frases como sta: En cuanto a m, seora, no tengis dudas, mi deseo es slo hacer vuestra voluntad. Aunque no est documentado que tomara parte en alguna de las representaciones, lo que quedaba patente es que el mariscal pretenda demostrar que, lejos de las acusaciones como bruja, Juana era una santa y l, su ms devoto seguidor. Lo que resulta cruel es confirmar que mientras se produca este grandilocuente estreno teatral, l, pretendido adalid de la doncella, ya acumulaba varias decenas de vctimas en su lista de obscenidades pedfilas. Lo cierto es que esta contradiccin desconcierta a los exegetas ms sesudos, pues, por un lado, tenemos un hombre que ha acumulado mritos ms que suficientes para vivir con honor el resto de sus das, siendo, desde el punto de vista religioso, un ser piadoso y casi perfecto con ms de ochentas personas en su servicio personal entre clrigos, capellanes, cantores y empleados en las diferentes capillas
que iba levantando en nombre del poder de Dios, como la del castillo de Machecoul dedicada a los Santos Inocentes y de la que decan que era una maravilla de la cristiandad, digna de las mejores catedrales gticas que salpicaban la Francia del siglo XV. Pero en claro contraste con esta fervorosa actitud, nos encontramos al ogro capaz de degollar, decapitar y mutilar nios pequeos para su placer personal. Aunque, eso s, despus de cada ejecucin el afligido mariscal sollozaba arrepentido solicitando el perdn de la divinidad por sus pecados deleznables. Quin era el verdadero Gilles? Seguramente las dos personalidades exhibidas por ste, mitad hroe, mitad vil, obedecan a una cruda y escabrosa realidad dual ante la que el embajador de las tinieblas poco o nada poda oponer, dada su desbordada psicopatologa. Si comparamos su modus operandi con el de los grandes criminales en serie de la historia, se observan notables similitudes que nos encaminan hacia la comprensin de determinados comportamientos
criminales. La demencia de Gilles de Rais comenz a preocupar a su distante esposa, as como a sus familiares ms directos. El desprendimiento continuo de sus posesiones en beneficio de otros magnates como Juan V de Bretaa provoc que tanto Catherine de Thouars como Rene de Suze interpelaran al Parlamento parisino a fin de evitar una ms que probable ruina econmica del linaje. Este proceso cobr vigor cuando los afectados se enteraron de que Gilles planeaba conceder cuantiosos fondos a una institucin de hurfanos a la que pretenda llamar Los Santos Inocentes y que para proveerla de los ingresos suficientes barruntaba vender su castillo familiar de Champtoc. Este asunto origin un escndalo de alta magnitud, pues todos consideraban que el mariscal haba entrado en un declive mental absoluto. El propio Carlos VII se hizo cargo de la situacin promulgando un interdicto por el que se inhiba a su sbdito ms disoluto de realizar ninguna transaccin comercial a costa de sus propiedades ms
representativas. En la interdiccin se ordenaba expresamente a los oficiales del barn que prohibieran el acceso a los castillos a cualquiera que intentara tomar posesin de los mismos hasta que el consejo de Estado tuviera notificacin del hecho. Gilles se enfureci con esta medida y aleg que lo que l haca no era ms que honrar la figura del Mesas redentor glorificndole en la tierra con magnficas capillas y misas y que eso exiga un coste. Ante estas palabras Rene de Suze, el hermano siempre humillado por Gilles, le espet al rey: Todo esto no es nada ms que vanidad sin devocin, y un desafo a la buena conducta. Era evidente que los movimientos del mariscal De Rais estaban empezando a ser acotados y sumamente vigilados desde dentro y fuera de su espacio vital, aunque l no acabara de advertir que el cerco se estrechaba en torno a su persona y segua manteniendo su vida disipada y enloquecida en un mar de brutalidad sin lmite. A la tragedia de su existencia se sumaron pequeas
farsas que incrementaban an ms su fama de excntrico. Por ejemplo, parece cierto que en una ocasin sus aduladores le convencieron, o l se lo quiso creer, de que Juana de Arco segua viva tras haber escapado milagrosamente de aquella hoguera en Rouen. Lo pattico del trance qued manifiesto cuando una bella joven apareci en Tiffauges con armadura blanca semejante a la que cea la doncella en sus campaas guerreras. Para mayor resonancia, Gilles orden a una seccin de su caballera que la escoltase hasta la plaza del castillo haciendo entonces que sonaran las trompetas como seal de reverencia. Desconocemos si el mariscal se sum a la fiesta o ms bien pens que sus prcticas satnicas, cada vez ms frecuentes, haban provocado la resurreccin de Juana. La verdad es que en un intento de bucear por la mente y el corazn de este psicpata, debemos suponer que l mismo prepar este grotesco plan de escasos resultados. La muchacha conocida como la falsa
doncella se llamaba en realidad Jeanne des Armoises y, a decir de algunos, su parecido con Juana de Arco era ciertamente asombroso, tanto que buena parte de los ciudadanos de Orleans creyeron en efecto que su liberadora haba regresado del mundo sobrenatural para reclamar los honores que el delfn le haba negado en la tierra. Durante meses la impostora recorri el campo y las ciudades francesas reclamando para s distinciones y mando militar para retomar la guerra contra los ingleses. Incomprensiblemente, la familia de la autntica Juana dio vitola de credibilidad al asombroso episodio, con lo que su fama creci desmesuradamente. Y ms cuando se supo que Gilles de Rais apoyaba aquella historia. El fraude se mantuvo sin que el mariscal quisiera saber nada ms, pues pareca empeado en disfrutar del mejor recuerdo de su vida encarnado, ahora, en la anatoma de aquella farsante redomada. Los ecos de la comedia llegaron a Pars y el propio Carlos VII se interes por el suceso reclamando la presencia
en Anjou de aquel espectro hecho carne. Como es lgico, el rey no tard ni un minuto en desenmascarar el montaje, pues l y slo l conoca determinadas palabras que la campesina de Domremy le haba confiado aos atrs en una conversacin privada, y tras preguntar a la actriz por este secreto, sta no supo qu responder, enmudeciendo ante el soberano sumida en un delator sonrojo. Carlos VII mont en clera, si bien sus nobles observaron en la cara del monarca un evidente alivio producido, seguramente, por no tenerse que enfrentar el gravsimo problema que supona una resucitada que le haba ayudado tan oportunamente por el sendero que le condujo a su coronacin en Reims y que ms tarde haba dejado morir de forma miserable en la hoguera de Rouen. La engaifa concluy cuando Jeanne de Armois se retract pblicamente de su burla, bajo pena de ser juzgada como la autntica Juana por hechicera y blasfemia, con lo que se puso fin a este vergonzoso hecho. Por su parte, un iracundo
Gilles, una vez conocida la verdad, acert a despejar la neblina que le rodeaba, y ech de Tiffauges con cajas destempladas a la falsa doncella, de la que nada interesante se volvi a saber. Fue una suerte para l que la mentira quedara desvelada, pues ya haba diseado una nueva produccin de El misterio de Orleans para estrenarla en los alrededores de su propio castillo con el propio mariscal y la suplantadora asumiendo los papeles protagonistas de una obra a la que se iban a destinar ochenta mil coronas de oro, lo que representaba casi toda la fortuna que an le restaba al barn. Sin embargo, poco importaba el dinero, ya que el seor de Tiffauges estaba plenamente convencido de que sus alquimistas, tarde o temprano, obtendran la tan ansiada transmutacin de los metales y, en ese caso, cualquier desembolso era minucia, pues la noche siguiente el estrago quedara repuesto con amplitud. Y as pasaban los das en el reino fantasmagrico creado por el mariscal De Rais, cientficos trabajando en laboratorios escondidos
con el nico objetivo de hallar la piedra filosofal, cortesanos complaciendo a su seor en maravillosas fiestas opulentas y nios horriblemente asesinados por un siniestro ser digno habitante de los abismos infernales. Se supone que Gilles de Rais cometi la mayor parte de sus crmenes entre los aos 1432 y 1437. Los lugares predilectos donde se realizaron los infanticidios fueron principalmente los castillos de Champtoc, Machecoul y Tiffauges, en los que se encontraron restos pertenecientes a ciento cuarenta vctimas. Desde el mencionado ao 1437, la sombra de la duda se alz sobre aquellos territorios en los que desaparecan tantos pequeos. Las voces de los lugareos murmuraban acusaciones contra su seor Gilles de Rais. Historias que en principio fueron simples rumores pero que no tardaron en llegar a odos del mismsimo obispo de Nantes, quien, alarmado por el insistente comentario popular, inici en secreto una rigurosa investigacin que
pronto comenzara a reportarle evidencias ms que sospechosas sobre la conducta del mariscal.
poder e influencia del barn, no quiso llevar el asunto ms all de las meras averiguaciones. Sin embargo, la acumulacin de testimonios sobre su mesa en breve tiempo le hizo agudizar el odo y pronto hil un caso con otro hasta salpicar el mapa de la regin con multitud de desapariciones sospechosas y sorprendentes. Ms tarde, se fij en que en muchas de las ausencias quedaban implicados, por un motivo u otro, los hombres del mariscal. Los casos se contaban primero por decenas y luego a cientos; todo haca ver que el obispo se encontraba ante un gravsimo problema con el hombre ms rico de Francia como actor principal de aquellos inquietantes sucesos. Dnde estaban los nios? En aquella poca no eran infrecuentes los secuestros y escapadas de infantes. Las condiciones de vida en el ambiente rural eran extremas y muchos pequeos eran obligados a trabajar en edad tempransima, con lo que los de espritu ms rebelde huan de su casa y de sus padres con ocho o diez aos, soando con una vida de aventuras en algn buque mercante o
prestando servicio de mercenarios en las abundantes guerras de aquel tiempo. Admitido esto, lo que segua sorprendiendo al estupefacto representante de Dios en la tierra era la desmedida cifra de aquellas desapariciones. Se supone que pudieron ser ms de mil en un corto periodo de cinco aos y concentradas en los dominios de Gilles de Rais. Desde luego, algo raro e inusual estaba sucediendo, aunque la mente del eclesistico le impeda reconocer lo que su corazn ya le estaba advirtiendo, y esto era que Gilles de Rais, cual ogro, raptaba a nias y nios para posteriormente asesinarlos en medio de sangrientas orgas sexuales. Aun as, el obispo mantuvo la discrecin durante algunos meses a fin de tener pruebas seguras que incriminaran al aristcrata, pues una acusacin tan grave sobre el que era todava hroe de los franceses poda suponer el mayor escndalo sufrido por el pas galo desde sus orgenes. No obstante, Jean de Malestroit recibi el conocimiento de un nuevo caso, parecido a los anteriores, aunque esta vez le
dio ms crdito al ser el implicado sobrino del prior de Chermre, un gran amigo suyo que distaba mucho de las habladuras de aldea. Segn el eclesistico, este muchacho haba entrado como integrante del coro de voces que servan en las capillas del mariscal sin que se hubiese vuelto a saber nada de l desde entonces para mayor preocupacin de su familia, la cual lo estimaba como muchacho obediente y servicial. Este dato ilumin los atnitos ojos del obispo, que, sin ms dilacin, tom por fin en serio aquella investigacin trascendental. El propio prelado visit los lugares afectados y, para su sorpresa, una legin de padres y parientes se acercaron a l dispuestos a denunciar los terribles acontecimientos de los que eran vctimas. La voz sobre las pesquisas del obispo se propag rauda, y al poco, el clamor popular era ms que manifiesto. Todos aquellos aldeanos sintieron la seguridad de saber que la Iglesia les amparaba en su caso y eso desat lenguas que hasta entonces permanecan atadas por temor a la ira de su seor
de Rais. Pero sus causas no dejaban de ser meras especulaciones sobre el paradero de los nios. Era cierto que los hombres del mariscal vigilaron a esos infantes en los momentos previos a su ausencia, pero ninguno de los aldeanos haba contemplado muerte alguna, ni cuerpos yermos. Por tanto, aunque existan evidencias, la supuesta gravedad de los hechos impeda formular a la ligera ninguna acusacin concluyente. Malestroit opt por permanecer vigilante a la espera de cualquier imprecisin o fallo del barn. Si era tan orgulloso y soberbio como sus vasallos decan, tarde o temprano, cometera un error fatal, lo que propiciara el inicio de un proceso civil o incluso eclesistico, y en ambos lances jurdicos se le podra someter a pertinentes interrogatorios de los que saldra la autntica verdad de aquel horror. Las previsiones del obispo fueron certeras y el 15 de mayo de 1440, Gilles de Rais cometi la torpeza que le condujo al anhelado juicio. Por entonces el barn se encontraba con sus arcas casi esquilmadas tras los infructuosos
intentos alqumicos de obtener oro. Desesperado y absolutamente sobrecogido por su alcoholismo, decidi vender el castillo y propiedades de St. Etienne-de-la-Mer-Morte, una de sus posesiones ms apreciadas. Quien se interes por la compra fue Guillaume Le Ferron, que trabajaba para el duque de Bretaa en calidad de tesorero, por lo que no hay que descartar que el ambicioso Juan V estuviera detrs de la suculenta operacin. Los emisarios de cada parte concertaron el trato y Le Ferron adelant una suma que a Gilles se le antoj insuficiente, pero no tuvo tiempo para reaccionar, pues de inmediato los hombres del tesorero ducal tomaron posesin del castillo y de los edificios colindantes, entre los que se encontraba una preciosa iglesia de la que se hizo cargo Jean, el hermano sacerdote de Guillaume. Embriagado y furioso por el incidente, Gilles opt por el uso de la sinrazn y, acostumbrado a imponer su santa voluntad, se dej llevar por el frenes ordenando a sesenta de sus hombres que
montaran sus caballos para acompaarle en la reconquista de su perdida posesin. Con este acto el mariscal transgredi las leyes civiles, pues en esa poca los seores feudales estaban sometidos a la prohibicin de mover tropas ms all de sus fronteras, y el barn, desatendiendo esta normativa, atraves con su hueste las lindes de Bretaa para dirigirse a Poitevin, regin en la que se encontraba el castillo de St. Etienne-dela-Mer-Morte. Esto ya constitua delito suficiente para llevarle a los tribunales, pero lo peor estaba an por llegar. En ese da, domingo de Pentecosts, la columna capitaneada por el mariscal De Rais tom al asalto la iglesia en la que Jean Le Ferron se encontraba oficiando la ceremonia de la misa. Y justo cuando finalizaba el sacramento de la comunin, la ira incontenible de Gilles se desat entre los aturdidos feligreses y oficiantes. El barn, preso de su altivez, entr en el recinto sagrado escoltado por doce hombres de su guardia personal, los cuales desenvainaron sus espadas para apuntarlas contra
la congregacin. Por su parte, Gilles enarbolaba temerariamente un hacha de combate mientras insultaba al trmulo sacerdote que apenas poda sostenerse sobre s ante la casi espectral visin de su atacante. De Rais, lleno de rabia, conmin al prelado a abandonar aquellas tierras que, segn l, le haban robado miserablemente. La escena termin con los huesos de Jean Le Ferron maniatados a un caballo, pues se haba decidido dar mazmorra al invasor y Gilles orden a sus primos Roger de Bricqueville y Gilles de Sill que se quedaran al mando de una guarnicin en el recuperado castillo, en cuyas celdas ms hmedas fue a parar el maltrecho pariente del tesorero ducal. El mariscal haba ejercido violencia contra un clrigo en una iglesia mientras ste an estaba diciendo misa. Por el hecho de prorrumpir armado en esa iglesia haba violado el derecho de propiedad eclesistica, y por el de apresar al sacerdote haba infringido el derecho cannico. Por aadidura, al desposeer a Guillaume Le
Ferron del castillo de St. tienne, tambin haba cometido un delito civil contra un miembro de la casa del duque de Bretaa. En definitiva, con un solo acto de salvaje insensatez, el barn ultraj las leyes de la Iglesia y del Estado al mismo tiempo, con lo que eso supona de provocacin hacia el duque Juan V y el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, quienes podan llevarle a juicio cuando quisieran. Por el momento el gobernante bretn adopt la tajante decisin de imponer a su sbdito la obligacin de devolver el castillo de St. Etienne a su legtimo propietario. Asimismo, el barn de Laval tendra que liberar de inmediato al sacerdote Jean Le Ferron y asumir el pago de una multa que se cuantific en cincuenta mil coronas de oro. Juan V envi como agente legal de esta orden a Guillaume de Hautrays, quien se person en las posesiones de Machecoul el 22 de julio de 1440 dispuesto a transmitir la voluntad de su seor. Gilles, tras escuchar las palabras del emisario, fue vctima de un ataque de
clera y, rabioso, orden que se encarcelara al heraldo del duque. Ms tarde, al mando de una columna de jinetes sali del castillo dispuesto a capturar a Guillaume Le Ferron, hombre, segn Gilles, causante principal de aquel estropicio. La situacin era desesperada para el mariscal, casi arruinado por tanto exceso, slo le quedaban unas escasas posesiones de las que enseorearse, ya que una vez consumada la venta de Champtoc, en su listado patrimonial slo figuraran Machecoul y Tiffauges como reductos de importancia. A stos se aada la fortaleza de Pouzages, si bien era intocable, pues perteneca en propiedad a su mujer e hija. En consecuencia, si Gilles de Rais asuma el pago de la multa, debera vender lo poco que le restaba y a eso no estaba dispuesto bajo ningn concepto. La continuidad del suceso lleg con el envo de Jean Rousseau, sargento mayor de Bretaa, quien hizo entrega al barn de un enrgico ultimtum lanzado por Juan V. La respuesta del mariscal fue idntica a la anterior y el pobre oficial acab haciendo compaa a los
otros tres prisioneros. Finalmente, el pulso tenso que sostenan el duque y el barn se finiquit en Tiffauges, lugar en el que se haba refugiado Gilles con sus hombres y los cuatro reos en el intento de escapar de las fronteras bretonas. En dicho enclave ya no se presentaron tropas del duque, sino del mismsimo rey Carlos VII, el cual acudi mediante su condestable Arthur de Richemont hermano de Juan V y antiguo compaero de armas del mariscal. Ante la autoridad real, Gilles no pudo plantear ningn tipo de resistencia y entreg, muy a su pesar, a los cuatro cautivos, quedando pendiente el asuntillo de las cincuenta mil coronas de oro que deban pagarse al duque de Bretaa. Con tal motivo y en el deseo de recibir amnista fiscal, Gilles de Rais sali de Tiffauges rumbo a la localidad de Josselin, donde fue recibido por un malhumorado duque que, por cierto, ya estaba al tanto de las investigaciones efectuadas por el obispo de Nantes. Corra el mes de agosto de 1440 y la tragedia estaba a punto de completarse
DETENCIN Y JUICIO
Jean de Malestroit ultimaba en el verano de 1440 sus investigaciones sobre las execrables acciones del barn de Laval. La recopilacin de testimonios incriminatorios era tan abrumadora como tenebrosa. Cientos de papeles cubran los despachos privados del obispo y por ellos pudo completar el mapa delictivo del mariscal entre los aos 1432 y 1440. Nios que acudieron al pastoreo de ganado y que desaparecieron como por ensalmo, pequeos mendicantes que atravesaron las puertas de Champtoc, Machecoul o Tiffauges para no saberse nada ms sobre su destino, jvenes aprendices huidos o secuestrados en extraas circunstancias, tiernos donceles entregados por sus confiados padres para que sirvieran en el squito del mariscal y de los que no se haba vuelto a tener noticia alguna. Casi todas las ausencias de nios en la regin se
concentraban inusualmente en este periodo de aos y, ms en concreto, en las inmediaciones de cada posesin dominada por Gilles de Rais. El curioso eclesistico se percat adems de diferentes detalles que abonaban la teora criminal sobre el aristcrata. El ms claro atestiguaba que las desapariciones misteriosas cesaban siempre que el mariscal iniciaba un largo viaje fuera de sus reductos patrimoniales y que se reanudaban una vez ste regresaba a sus tierras. El obispo, convencido sobre el mal que Gilles estaba ocasionando en la tierra, indag entre algunos expertos la posibilidad de que el sospechoso estuviera en tratos con el maligno. Y, en ese sentido, obtuvo de los especialistas una respuesta afirmativa, dado que a nadie se le escapaba la obsesin del barn por la alquimia y las prcticas diablicas, contratando incluso a grandes cientficos y supuestos nigromantes con la ambicin de conseguir abundante oro que le permitiera mantener su irrefrenable modo de vida. Durante la segunda semana de agosto de ese
ao, Juan V accedi a recibir a su orgulloso sbdito. La audiencia estuvo salpicada por la tensin y los recelos. Gilles ignoraba, consciente o no, que su seor estaba al tanto de la investigacin que el obispo estaba realizando sobre l. A las manos del duque haba llegado una epstola idntica a la que fue enviada a la corte de Carlos VII por Malestroit. En la carta se deca lo siguiente: A todos los que leis las cartas que adjunto, nos, Juan V, por permiso de Dios y la gracia de la Sagrada Sede Apostlica, os saludamos en el nombre de Nuestro Salvador y os pedimos que prestis atencin. Hemos descubierto, y la deposicin de testigos de buen carcter y discrecin nos lo han confirmado, que Gilles de Rais, caballero, sbdito nuestro y sujeto a
nuestras leyes, ha, por su propia mano y por mano de otros, sacrificado, asesinado y matado en masa a un gran nmero de nios; que disfrut con estos nios de placer sexual contra natura y practic el vicio de la sodoma en numerosas ocasiones; que tambin en numerosas ocasiones llev a cabo o hizo que se llevaran a cabo muchas evocaciones de demonios, ofrecindoles sacrificios humanos; y que finalmente hizo l mismo un pacto con el diablo. Ha cometido todo esto adems de otros crmenes numerosos y monstruosos contra Dios y el hombre dentro de nuestra jurisdiccin. Por todo ello declaramos infame al mencionado Gilles de Rais. Y para que nadie tenga duda sobre este asunto, hemos escrito las cartas que
adjuntamos y las hemos sellado con nuestro sello. Dado en Nantes el da treinta y uno de julio del ao de Nuestro Seor de 1440. Por orden de monseor el obispo de Nantes. Las conversaciones entre Juan V y su vasallo las desconocemos, pero no es difcil imaginar que las palabras cruzadas entre ambos personajes fueron fras y desagradables. Lo cierto es que la deuda del barn no fue condonada y que ste regres bastante enfadado a su castillo de Tiffauges. Queda para la historia negra de Gilles que en este trasiego hacia sus posesiones se inscribi, posiblemente, su ltimo crimen sobre la faz de la tierra. Ocurri cerca del pueblo de Vannes, justo en una posada sita en La Mothe, una pequea aldea a escasa distancia del mencionado lugar. Gilles se haba instalado
cmodamente en la mejor habitacin de la venta y, como de costumbre, convoc a sus criados para transmitirles que deseaba gozar de un nio esa noche. Sin esperar ms y dispuestos a complacer a su amo, aquellos perros de presa salieron del hospedaje y, amparados por la noche, no tardaron, gracias a las indicaciones de Andr Buchet antiguo cantor del coro personal de Rais y de condicin homosexual, lo que al parecer le permiti seguir vivo, en detectar una nueva vctima en la larga lista del sangriento mariscal. En esta ocasin el pobre infeliz era un guapo niito rubio de cabellos dorados y con apenas diez aos. La criatura secuestrada de sus padres sirvi de festn al ogro y sus secuaces. El nio, sin mayores explicaciones que produzcan el vmito, fue vejado, maltratado, sodomizado y finalmente pasado a cuchillo por los guardias del barn. Ms tarde, sus restos fueron lanzados al pozo negro que se situaba detrs de una casa vecina al lugar donde se desarroll este miserable asesinato. Gilles de Rais regres con
la impunidad acostumbrada a la fortaleza de Tiffauges. En esos das finales de agosto, Juan V orden a su canciller Pierre de l'Hospital que confirmara las averiguaciones efectuadas por el obispo de Nantes. De ese modo, Iglesia y Estado aunaban esfuerzos en la resolucin de aquel monstruoso enigma. Decenas de oficiales bretones y de prelados de la circunscripcin se movieron con febril actividad por las comarcas de la zona recabando numerosas pruebas que auguraban un inminente y ejemplar proceso judicial por las vas civil y eclesistica. Estos ecos no tardaron en llegar a odos de Roger de Bricqueville y Gilles de Sill, quienes, gracias a determinadas confidencias de algunos amigos de la corte bretona, supieron de inmediato lo que se les vena encima, por lo que decidieron urdir un plan de escapada a espaldas de su otrora primo y protector, llevndose de paso buena parte de los fondos que an le quedaban al ofuscado seor de Rais. La huida de los dos cmplices enardeci el
nimo del mariscal, el cual se entreg por completo a la ingesta de coac y de vino con especias, sus bebidas favoritas. La escasa lucidez mental que an le quedaba qued encubierta por completo debido a una demencia galopante duea de sus actos y de su corazn. Aquel ser orgulloso, prepotente y soberbio haba comenzado a desmoronarse, su riqueza se esfumaba, sus leales le abandonaban teniendo ante s el difcil sendero del encuentro con la justicia de Dios y de los hombres. El martes 13 de septiembre de 1440, una compaa de soldados enviada por el duque Juan V bajo el mando del capitn Jean lAbb y del delegado episcopal Robin Guillaument haca acto de presencia ante las murallas de Tiffauges. Esta hueste vena precedida por pendones negros pertenecientes al obispo de Nantes, lo que certificaba la importancia de aquella presencia. Gilles consinti el acceso de los jinetes a su fortaleza y escuch impvido la lectura del siguiente documento:
Nosotros, Jean l'Abb, capitn de armas, actuando en nombre de Juan V, duque de Bretaa, y Robin Guillaument, abogado, actuando en nombre de Jean de Malestroit, obispo de Nantes, ordenamos a Gilles, conde de Brienne, seor de Laval, Pouzages, Tiffauges y otros lugares, barn de Rais, mariscal de Francia y teniente general de Bretaa, que nos otorgue acceso a su castillo y se entregue a nosotros como prisionero para poder responder, conforme al relevante proceso de la ley, a la triple acusacin hecha contra l de asesinato, hechicera y sodoma. En este da trece de septiembre del ao de Nuestro Seor 1440, por orden del duque y del obispo de Nantes arriba mencionados.
El mariscal, que haba permanecido atento a la lectura del manuscrito, se qued inmvil durante unos segundos, su tez cetrina se tifi de lvida blancura mientras sus apagados ojos azules se clavaban en los de aquellos que haban venido a prenderle. Fue, desde luego, un momento angustioso. Gilles contaba con su guardia personal y a un gesto suyo nada hubiese impedido una refriega entre sus hombres y los del duque, pero l se saba perdido. En realidad, llevaba esperando este trance varios aos, intuyendo que, tarde o temprano, alguien le hara pagar su horrenda y degenerada conducta. En el fondo se sinti liberado con su arresto. Ahora por fin recibira la sentencia de los hombres y un ms que posible perdn en los cielos. Por tanto, a nadie debe extraar que este perturbado se entregase dcilmente sin oponer resistencia alguna. Junto a l fueron apresados sus esbirros Poitou, Griart, Prelati y Blanchet. Poco ms
tarde fue capturada la bruja La Meffraye mientras intentaba convencer a un nio para que la acompaase al castillo de Tiffauges. Toda la banda fue inmovilizada por grillos penitenciarios y conducida a Nantes, donde se preparaba con celeridad el escenario en el cual iba a transcurrir uno de los procesos judiciales ms clebres de la historia francesa. Previamente, el propio Juan V se haba entrevistado con su hermano Arthur de Richemont el condestable de Carlos VII para que le asegurase la no intervencin de la monarqua en aquel juicio. Richemont confirm al duque que el soberano deseaba tanto como l que la justicia cayera con rigor sobre el barn; dejando manos libres al gobernante bretn para ejercer plena autoridad en el proceso civil, al igual que la tendra Jean de Malestroit en el litigio religioso contra el diablico mariscal. Fue precisamente el proceso eclesistico el primero en desarrollarse con el nimo de marcar pauta sobre el tribunal civil que juzgara al barn inmediatamente despus. Durante cinco das
Gilles de Rais fue custodiado en una lujosa estancia del castillo de La Tour Neuve en Nantes. Con su presuncin de inocencia sin menoscabar, se le concedieron los privilegios propios de un noble perteneciente a la ms alta alcurnia, por lo que pudo vestirse de inmejorables galas y ser alimentado con riqusimas viandas a la espera del decisivo momento en el que se enfrentara a los dictados de la Iglesia. El tribunal eclesistico estaba presidido por el propio obispo de Nantes, mientras que el civil lo hara bajo la direccin del juez presidente Pierre de l'Hospital canciller de Bretaa y hombre de confianza de su seor, Juan V. La iglesia juzgara
Castillo de Nantes en el que Gilles de Rais fue custodiado durante varios das tras ser detenido y donde tuvo lugar el juicio eclesistico a Gilles de Rais por los cargos de satanismo y otras herejas, vicios contra natura, sacrilegio y ultraje de las normas eclesisticas. Por su parte, el tribunal civil se ocupara de las acusaciones por asesinato y rebelin contra la autoridad del duque de Bretaa. Finalmente, Gilles de Rais compareci ante los jueces de la iglesia el 19 de septiembre de 1440. El lugar elegido para el juicio fue el esplndido saln de La Tour Neuve, en el que se instalaron Jean de Malestroit y sus asesores los obispos de Le Mans, Saint Brieuc y Saint Lo, as como representantes del poder seglar, cuya mxima autoridad era el canciller Pierre de l'Hospital. En un nivel inferior se ubicaron notarios y escribanos dispuestos a reflejar en papel las palabras que se pronunciaran en aquel acto jurdico. El fiscal pblico elegido para sostener la acusacin del proceso fue Guillaume Chapeillon, sacerdote de la iglesia de
San Nicols y licenciado en derecho por la Universidad de la Sorbona. El mismo redact la acusacin formal contra Gilles de Rais, repartida en cuarenta y nueve actas, catorce de las cuales justificaban la presencia de la Iglesia en aquel juicio. La puesta en escena del proceso se complet con la irrupcin de una pequea multitud que pronto tom los bancos asignados al pblico asistente. Entre aquellas gentes se encontraban muchos padres desesperados, que comenzaron a gritar su dolor nada ms ver la imagen del barn entrando en la estancia. Gilles se sent en una lujosa butaca ante el tribunal que lo iba a juzgar, daba la espalda al pblico, pero poda ver perfectamente a sus sirvientes Blanchet y Prelati encadenados tras los barrotes de una jaula a la espera de acontecimientos. Su condicin de servidores de la Iglesia les haba colocado de esa guisa mientras sus correligionarios, Griart y Poitou, tendran que esperar los dictmenes del tribunal civil. Gilles permaneca erguido ante el obispo de
Nantes mientras escuchaba las acusaciones efectuadas contra l por hereja y sacrilegio. No opuso ningn inconveniente para que su caso fuese revisado por el tribunal de la Santa Inquisicin a cuyo frente se encontraba el dominico Jean Blouyn; si bien llam la atencin que el acusado rehusara ser defendido por un abogado. Posiblemente, el propio Gilles lleg a pensar, dada la escasa relevancia de las imputaciones preliminares, que su causa podra resolverse con una fuerte multa y poco ms. Ni siquiera repar en la posibilidad que le concedi la iglesia de recusationes divinatrices , esto es, facultad para excluir testimonios de personajes enemigos que pudieran utilizar malicia para perjudicarle. Gilles nicamente ofreci los nombres de sus primos Roger de Bricqueville y Gilles de Sill, sin reparar que al resto de sus esbirros se les podra torturar hasta que hicieran confesiones sumamente aclaratorias. Sin ms, el presidente del tribunal orden la clausura de aquella jornada inicial en el proceso contra
Gilles de Rais. En el ambiente se mascullaban diversas interpretaciones, aunque era mayoritaria la opinin de aquellos que pensaban que el odioso mariscal saldra, dada su influyente condicin, sin un rasguo del juicio. En los das siguientes, el inquisidor Jean Blouyn llev a declarar nada menos que a ochenta testigos. Muchos de ellos se presentaron de forma voluntaria en el deseo de aadir mayor luz al caso. Mientras tanto, el tribunal civil encabezado por Pierre de l'Hospital ya haba iniciado sus sesiones, marcadas por el trabajo incesante de Jean de Touscheronde, quien fue designado por el tribunal para una tarea anloga a la del inquisidor eclesistico. Con lentitud parsimoniosa los notarios fueron anotando las diversas incidencias de los dos juicios. A lo largo de tres semanas los testigos del horror comparecieron ante los jueces mientras el espritu altivo del seor de Rais comenzaba a desmoronarse ante las evidencias de su triste vida.
Uno de los relatos ms terribles, de los muchos que se escucharon, fue el de Perrine Martin, la conocida como La Meffraye, que tras recibir tortura se suicid en su celda. sta fue su confesin final: Me llamo Perrine Martin y tengo sesenta aos. Nac en Parthenay, en Poitou. Me bautizaron en la iglesia parroquial de ese lugar. Mis padres no eran ricos. Hasta el momento en que dej el hogar iba detrs del arado y me ocupaba a veces de cuidar del ganado en los campos. Desempe tambin las obligadas tareas de las mujeres, como hilar y otras cosas. Hasta que me cas nunca obedec a nadie, ni trabaj para nadie ms que para mi padre. Mi marido era Pierre Martin. Era escudero de Guillaume de la
Jumelire, que estaba al servicio del Sire de Rais. Mi marido muri hace cinco aos. Tambin por aquel entonces Guillaume de la Jumelire dej el servicio del Sire de Rais. Haba estado con l ocho aos y no s por qu lo dej. Fue en aquella poca en la que si no encontraba trabajo corra el peligro de morir de hambre cuando Messire Roger de Bricqueville me pidi por primera vez que le buscara nios al Sire de Rais. Se me escogi para esta misin porque era mujer y los nios estaran dispuestos a venir conmigo al castillo cuando no lo habran hecho al tratarse de un hombre. Me dijeron que los nios podan ser chicos o chicas, pero que preferentemente deban tener el cabello rubio y las extremidades bien formadas. Al Sire de Rais le gustaban sobre todo los
nios entre ocho y doce aos, pero haba unos pocos que eran ms jvenes y otros mayores. El ms joven que encontr tena unos siete, uno de los dos hijos de Guillaume Hamelin; su hermano tena quince y vino tambin. Dondequiera que furamos mi misin era buscar nios para el Sire de Rais. Algunas veces vea l mismo un nio que le gustaba, o un lindo nio en los campos o en misa, cuando bamos a La Suze, atraa la atencin de Messire de Bricqueville; entonces mi obligacin era recoger a ese nio para llevrselo al Sire de Rais. Yo llevaba en una cesta colgada del brazo pastelitos y hojaldres, y confituras, y manzanas. Algunas veces les daba adormidera para que la bebieran y se quedaran dormidos. Entonces vena uno de los otros, Griart o
Poitou, y se llevaba el nio al castillo en un saco o en una bolsa. Messire de Sill me cont que se necesitaba la sangre de los nios para un libro de magia negra que nuestro amo estaba escribiendo. Otra persona me haba contado antes que a los nios se los enviaba a los ingleses a cambio de una gran suma necesaria para rescatar al hermano de Messire de Sill. Yo no creo que esto fuera verdad. Nunca vi lo que les pasaba a los nios. Mi obligacin era recogerlos y llevarlos al castillo. Puedo nombrar a otros dos que encontr y llev al castillo porque se deca que eran necesarios para un sacrificio al diablo. Estos eran Jean Barnard, de Fort Launey, y Janet Brice, de St. Etienne-de-Montluce. Creo que los degollaron y los sacrificaron a el diablo. Vi a menudo
al Sire de Rais en misa. Le o una vez jurndole a Dios que se arrepenta de sus pecados y prometiendo que se hara monje o ira en peregrinacin a Tierra Santa mendigando de puerta en puerta. Un da de Todos los Santos le encontr lavndoles los pies a tres pobres hombres a las puertas de su castillo y sirvindoles comida y bebida. Pero otra vez le vi con sangre en la barba. Nunca estuve en el aposento donde se cometan los crmenes y tampoco estuve en la habitacin donde se cometan actos de impureza con los nios. No s con certeza qu les pasaba a los chiquillos. Mi obligacin era recogerlos y llevrselos al Sire de Rais. No estuve nunca presente cuando un nio o nia fuera violenta e injustamente sacrificado. No s nada de las herejas. No s nada del
sacrilegio. Creo que el Sire de Rais poda estar posedo por el demonio. Le vi una vez con sangre caliente en la barba y en las manos. Cuando suena la campana de la iglesia, le he visto arrodillarse y hacer la seal de la cruz. El or blasfemar el nombre de Dios le aflige. En muchas ocasiones, cuando Griart o Poitou juraban o blasfemaban contra l, o cmo les reprenda. Como norma, ninguno en los castillos de Tiffauges o de Machecoul se atreva a jurar o blasfemar delante de l por temor de ser reprendido. No quera tener mujeres a su servicio: yo era una excepcin. Nunca vi lo que les pasaba a estos niitos, vivos o muertos. Nunca tuve un hijo o una hija. Si lo hubiera tenido, me habra escapado a los confines de la tierra antes que ponerlo en las manos del Sire de
Rais. Me encomiendo a Dios y a todos los santos y me entrego a la merced de la Iglesia. Despus de leer este sencillo pero difano relato se nos encoge el alma al pensar en la suerte de tantos y tantos inocentes que cayeron bajo las garras del sangriento barn. Resulta paradjico comprobar cmo Gilles de Rais alarde en numerosas ocasiones durante el juicio de su perfeccin cristiana. Y parece cierto que en la maltrecha mente del criminal exista un influjo que le impulsaba a creer que, en efecto, era un autntico devoto de Dios y fiel cumplidor de las leyes religiosas a pesar de su nefasta conducta. Por otra parte, suele acontecer en el discurrir de los grandes psicpatas que muestren arrepentimiento sincero tras perpetrar sus crmenes por horrendos que stos sean. Gilles se saba culpable de aquellas atrocidades de las que le acusaban, pero no es menos cierto que
esperaba confiado una invisible amnista sobrenatural que le pusiera a bien con el sumo hacedor. Esta esperanza secreta lo alent y le hizo concebir la idea de que iba a recibir la benevolencia del tribunal eclesistico por su condicin de perfecto cristiano. Dicha intuicin permiti que siguiera soportando el desfile de testigos apesadumbrados por la villana del aclamado hroe francs. Y si bien son decenas los testimonios conocidos gracias a los archivos histricos, tan slo seleccionaremos para este libro los suficientes que puedan esclarecer an ms cmo fue el tormento que el barn de Laval ocasion a sus pequeas e inocentes vctimas. El siguiente relato pertenece a Catherine Thiery, mujer afectada por la desaparicin de su hermano: Un da del ao 1433, un apuesto caballero llamado Henriet Griart vino a la casa junto a la iglesia de
San Martin, en la ciudad de Nantes, donde yo entonces viva. Le dijo a mi padre (ahora difunto) que mi hermano pequeo Bertrand tena que emprender viaje con l a Tiffauges para entrar de cantor de coro en la capilla de su seor Messire de Rais. Mi hermanito tena entonces slo diez aos y era un buen cristiano de modales sencillos y bien educado. Se fue con el desconocido, porque le gustaba mucho cantar. Ninguno de nosotros volvimos a ver a Bertrand. En el invierno de 1435 mi padre, al ver que el citado Griart estaba junto a la catedral de Nantes, le pregunt qu le haba pasado a mi hermano, puesto que nunca haba vuelto a casa. El tal Griart replic que mi hermano haba muerto vctima de una fiebre.
El caso de Hauviette Delit no es menos doloroso que el anterior; esto es lo que cont al tribunal: Mi hijo mayor Guillaume fue un da del mes de enero de 1438 a pedirle al barn de Laval limosnas para nuestra familia. Al ver que mi hijo no regresaba del castillo del barn, le pregunt a mi vecino Jean Briand, que estaba al servicio de aqul, si saba qu haba sido de l. Jean Briand me dijo que haba visto a mi Guillaume ayudando a uno de los cocineros del castillo de Tiffauges a preparar el asado, pero aadi que le haba dicho al cocinero que era un error el dejarle trabajar all. Sin embargo, yo estaba contenta de saber que se alimentaba a mi hijo en la cocina del castillo y se le mantena
caliente en un invierno tan duro. Pero cuando lleg el mes de mayo y no haba sabido nada de l, fui a casa de la seora de Briand y le cont lo que su marido me haba comunicado. Aad que estaba asustada y preocupada por la seguridad de Guillaume porque se rumoreaba que el Sire de Rais haca que se le llevaran nios pequeos para poder matarlos, y me senta llena de temor porque mi hijo haba ido al castillo l solo, y el marido de ella me haba dicho que le haba comentado al cocinero que sera mejor que el muchacho no trabajara all. La seora Briand repiti mis palabras a dos de los hombres del barn y stos dijeron que pagara caro por haberlas dicho, y tambin lo haran otros. Les ped perdn a los criados del citado seor y me march.
No volv a ver nunca a mi Guillaume, pero la seora Briand me dijo una vez que todo el que trabajaba para el seor de Rais consideraba ms prudente no pensar en estas cosas. La verdad es que los hombres del mariscal no reparaban en promesas de esplndidos trabajos al servicio de su seor: cantores, cocineros, pajes, criados... desempear cualquier oficio en los castillos feudales se reciba como una bendicin en aquella poca de miseria y hambruna. No es de extraar que decenas de jvenes fueran tras los sirvientes de Tiffauges cual nios siguiendo la estela del flautista de Hamelin. Sabido es que en alguna ocasin los padres llegaron a pagar el escaso dinero del que disponan a los lacayos del barn con tal de ver a sus vstagos en mejor posicin de la que se les poda ofrecer en su humilde casa familiar. Fijmonos en el testimonio de este carretero
llamado Simonin Hubert y que representa a un buen porcentaje de los que cayeron bajo la sombra del mariscal: Yo tena un hermoso hijo llamado Jean. En la primavera del ao 1438 el heraldo de Messire Gilles de Rais, un tal Pierre Jacquet, conocido con el nombre de Princ, vino a mi lugar de trabajo en compaa de un oficial escocs de nombre Spadine, y me dijo que el citado Messire de Rais se haba dado cuenta de que mi hijo era un muchacho prometedor y deseaba darle un empleo en el castillo de Tiffauges. Me hicieron abundantes promesas acerca del futuro de mi hijo. Jean estaba entonces a punto de cumplir catorce aos. Era un buen muchacho, aficionado al trabajo, y
nunca se le vea perdiendo el tiempo por los caminos, sino con frecuencia en la iglesia rezando. Yo haba odo las historias que todo el mundo conoce acerca de Messire de Rais, y tena miedo de dejar a Jean ir al servicio de un hombre as. Pero cuando me excus con el heraldo Princ, l me replic que Jean no tena por qu entrar al servicio de su seor, pero que poda ayudarlo a l (es decir, al heraldo) en sus deberes. Consent entonces en dejar ir a Jean a Tiffauges. Vino a casa una sola vez, un mes ms tarde, cuando me trajo una gran hogaza de pan que se haba amasado y cocido para la mesa de Messire de Rais pero que, segn nos dijo, el heraldo le haba dado para que nos la trajera. Le cont a su madre que el seor Gilles era amable con l, pero que no le gustaba estar
en su compaa cuando no haba ninguna otra persona cerca; no nos dijo por qu. A mi hijo Jean no le atraa mucho la idea de volver al castillo, pero su amo, el heraldo Princ, vino a recogerle, y su madre dijo que deba ir y tal vez nos trajera la prxima vez un pastel de carne de la mesa del gran seor. Yo pens que esto era una tontera, pero le dej ir. Nunca ms regres, ni s lo que le pas a nuestro pobre Jean. Cuando haban pasado seis meses sin haber dado seales de vida, me fui yo mismo al castillo a enterarme de qu pasaba, pero el heraldo Princ me dijo que quizs el muchacho se haba ido ahora al servicio de algn ilustre caballero que se ocupara de que triunfara en la vida. Yo estoy convencido de que mi hijo nunca sali del castillo de Tiffauges
despus de entrar en l por segunda vez, y de que el seor de Rais fue su asesino. Su madre suea an con el regreso de Jean, pero es una mujer necia aunque muy caritativa y le gusta cuidar a los enfermos. Para terminar con este resumen sobre los muchos relatos recogidos durante el proceso contra Gilles de Rais, ofrecemos el testimonio de una madre llamada Peronne Loessart: En septiembre del ao 1438 el seor de Rais estaba por casualidad alojado en la posada propiedad de Jean Colin, que est enfrente de nuestra casa. Mi hijo Durand, de diez aos, estaba en el colegio. Una maana, un hombre a quien llaman Poitou se dirigi a m para decirme
que se haba dado cuenta de que Durand era un muchacho listo y que por lo tanto quera ocuparse de su educacin. Yo saba que este hombre era uno de los sirvientes del seor de Rais. Cuando mencion esto, Poitou replic que su amo se ocupara de que el muchacho fuera bien vestido y disfrutara de todas las ventajas. Repliqu que prefera que Durand siguiera en el colegio. A esto Poitou contest que no haba razn para que el nio no pudiera continuar su formacin escolar privadamente y que, si entraba en la casa del seor de Rais, tendra oportunidades que de otra manera no podra tener. Por aadidura este hombre me dio cien sous para que me comprara yo un traje, como seal de la generosidad de su amo y prueba de su inters por nuestra familia. Yo entonces dej que
el mencionado Poitou se llevara a mi hijo. Y un da o al propio seor de Rais cuando vena de la posada propiedad de Jean Colin; llam a este hombre Poitou y le dijo que mi hijo Durand haba sido muy bien elegido y que era tan bello como un ngel. No comprendo por qu razn dijo el seor esto, a no ser que fuera que estaba encantado de una manera o de otra con mi hijo, porque solamente un da despus el hombre llamado Poitou le compr un caballo al posadero y le dijo que era para que el muchacho cabalgara en l. Pero a Durand no le volv a ver. Y cuando mi seor de Rais y su hombre Poitou volvieron a la posada antes de Navidad, vi a otro muchacho en su compaa, a lomos del mismo caballo.
El sbado ocho de octubre de 1440, transcurridos veinticinco das del proceso contra Gilles de Rais, el tribunal eclesistico se volvi a reunir con la certeza de que se encontraba ante un verdadero monstruo preternatural. La sucesin de pruebas narradas por los testigos pusieron al mariscal en una situacin ms que comprometida ante los jueces que deberan decidir su destino entre los hombres. A pesar de ello, el barn de Laval permaneca con su habitual pose orgullosa y con paso firme se dirigi hacia el silln destinado para l. Lo que no poda imaginar en esa fresca maana de otoo es que los representantes de Iglesia e Inquisicin estaban a punto de convulsionarle con nuevos cargos acusatorios. Estas fueron, segn las actas del juicio, las palabras pronunciadas por Jean de Malestroit: Gilles de Rais, habis de comprender que, aunque este
tribunal se ocupa principalmente de las acusaciones de hereja y sacrilegio formuladas contra vos, ciertos testigos que han presentado sus pruebas ante fray Jean Blouyn, del Santo Oficio, os han acusado directamente de otros crmenes repugnantes en s mismos y relevantes al asunto que nos ocupa. Aunque vos seris responsable ante el tribunal civil cuando llegue el momento de or la sentencia que merecen estos delitos, no obstante, he de advertiros que se han aadido tambin al acto de acusacin contra vos en este tribunal. Gilles enmudeci como de costumbre para, un minuto ms tarde, contraer sus gestos faciales y, en actitud colrica, desdecir las palabras del obispo. Para mayor confusin neg entre
alaridos la potestad de aquel tribunal, argumentando, una vez ms, que l era un perfecto cristiano y por ende, un buen catlico, con lo que no entenda a qu diablos venan esas actitudes por parte de la Iglesia, a la que haba servido con tanta devocin. El enojo del mariscal aument hasta las nubes cuando tuvo que escuchar en boca de sus acusadores que se haban reunido testimonios provenientes de, segn l, gente de baja estofa a los que el tribunal conceda suficiente crdito como para incluirlos en las pruebas que se esgriman en aquellos das de juicio. Gilles, asombrado al saber la importancia que los eclesisticos otorgaron a la confesin de La Meffraye, espet con amarga flema que quin era esa vieja para compararse a todo un mariscal de Francia. Estos razonamientos estriles no convencieron ni un pice al fiscal pblico, el cual, tras aguantar el chaparrn verbal del barn, le mir con desdn y, sin perturbarse lo ms mnimo, le conmin a jurar ante Dios su versin de los hechos. De lo contrario, Gilles de Rais
podra incurrir en pecado de excomunin, dado que se entenda que una negativa por parte del acusado contravena las ms sagradas leyes del creador. Gilles, al escuchar esto, retrocedi unos pasos sobrecogido por la nueva circunstancia. Posiblemente, ser excluido del seno de la Iglesia le afectaba tanto o ms que morir en la horca, y consternado por la responsabilidad del momento, opt por acallar sus encendidas soflamas a la espera de algn milagro que lograse salvar el escollo religioso al que se enfrentaba. Viendo que aquella escena haba subido algunos grados la temperatura de la sala donde se desarrollaba la vista, el paciente obispo decidi conceder a todos un respiro aplazando la audiencia unos das a fin de hacer recapacitar al cautivo. Por otro lado, el tribunal civil reclamaba la presencia de Gilles una vez se hubieron recopilado los necesarios relatos que le culpaban en los cargos por asesinato que se instruan contra l. El martes once de octubre de 1440, Gilles de Rais se present ante los jueces seglares para
escuchar la lectura de los informes acusatorios contra su persona. La reaccin del mariscal fue insospechada, pues solicit que se aceleraran los trmites legales para acabar con aquello de una vez y poder as dedicarse por entero a la actividad religiosa donando casi toda su fortuna a las iglesias de Nantes y a los mendigos de la regin. Esta treta, hemos de suponer que tampoco convenci a los magistrados y menos al juez presidente Pierre de l'Hospital, quien lleg a decir al prisionero: Si justo es que el Sire de Rais piense en su alma, necesario es tambin que satisfaga la justicia del hombre as como la de Dios. A estas alturas el seor de Rais an barajaba la posibilidad de salir indemne de aquel doble juicio, dada su influyente posicin social y su inmejorable imagen ante la aristocracia francesa. Sin embargo, las pruebas que le culpaban eran de tal volumen que dos das ms tarde, cuando regres ante la corte eclesistica, tuvo que or la sangrante pregunta del fiscal Chapeillon: No infunde el punto XXVII
particular vergenza y terror en el corazn del prisionero?. El barn mir con asco al acusador pblico, lo que no le priv de volver a escuchar el lacerante captulo acusatorio, autntica columna vertebral de aquel inolvidable lance jurdico. Chapeillon, dirigindose a la sala y elevando la voz, ley con cristalina nitidez el terrible documento: XXVII: Que Gilles de Rais, el acusado, unas veces en el castillo de Champtoc, en la dicesis de Angers, otras en sus castillos de Tiffauges y Machecoul, mat a ciento cuarenta o ms nios, de una manera cruel e inhumana; y que el mencionado Gilles de Rais ofreci los miembros de estos pobres inocentes a los diablicos espritus; y que antes y despus de su muerte, y cuando estaban agonizando, cometi con
estos nios el abominable pecado de la sodoma y abus de ellos contra natura para satisfacer sus pasiones carnales y despreciables; y despus quem en esos mismos lugares los cuerpos de estos nios y nias inocentes e hizo arrojar sus cenizas a los vertederos. Tras la lectura el fiscal volvi a interpelar a los jueces para pedirles de una vez por todas que el acusado se defendiera ante Dios o que fuera excomulgado por su villana. El obispo de Nantes, sin perder la compostura, se dirigi a Gilles en medio de una mirada de murmullos para decirle: Qu tenis que alegar a los cargos de sacrilegio, asesinato, hereja y sodoma?. Gilles, preso de la rabia, lanz entonces un discurso cuajado de insultos hacia sus acusadores, alegando que l era inocente y que estaba siendo vctima de una conspiracin infame
hacia su persona. Finalmente, termin rechazando la autoridad de aquel tribunal, acusando incluso al obispo de corrupto. Las murmuraciones del pblico se elevaron a la categora de incesante gritero, el ambiente se calde de tal manera que Malestroit, movido sin duda por la soberbia actitud del reo, resolvi llamar a los funcionarios de la sala para pedirles las acostumbradas velas que se utilizaban en los actos de excomunin. Gilles sigui sin responder a la peticin de declarar sobre sus cargos y el obispo decidi entonces encender los cirios para inmediatamente despus apagarlos mediante la accin de volcarlos sobre el suelo. Al hacer esto, el enrgico Malestroit expres la temida frase ante la que cualquier catlico queda condenado: Gilles de Rais, os excomulgamos en el nombre de Dios!. El mariscal, al recibir la sentencia, qued tan abatido que algunos llegaron a pensar que morira fulminado all mismo. Pero slo ocurri que el obispo clausur la jornada concediendo al
reo dos das para que reflexionara sobre lo acontecido en el intento de al menos salvar su afligida alma cristiana. Lo cierto es que a estas alturas del proceso judicial el obispo de Nantes conoca ya a la perfeccin el misterio que rodeaba a Gilles de Rais; seguramente, antes de la excomunin, el juez prelado haba recibido las confesiones efectuadas por los servidores del mariscal gracias a las eficaces torturas de las que la Santa Inquisicin haca gala. A continuacin ofrecemos el testimonio de Henriet Griart, uno de los mayores cmplices del barn: Me llamo Henriet Griart. Nac en el Prigord en 1411. A los veinte aos entr al servicio del Sire de Rais. Soy su criado personal. Tiene otros, pero yo soy el principal. En ese ao de 1431 el Sire de Rais viva en su castillo de Tiffauges en compaa
de su primo Roger de Bricqueville. Ese verano vino a vivir al castillo otro de los primos de mi seor, llamado Gilles de Sill. Cuando muri el abuelo de mi seor, el anciano Jean de Croan, empezaron los crmenes. Al principio no tom parte en ellos, aunque o rumores y despus vi pruebas. Mi seor y sus primos solan regalarse con largos banquetes y emborracharse. Entonces pedan que se les trajeran nios para extraer placer de ellos. Mi seor Gilles de Rais debi de haber sido el promotor principal de estos actos. Pero sus primos no obraban solamente para complacerle. O decir que tomaban parte en lo que pasaba. El hecho era que se les traa un nio o una nia a los que se mimaba y acariciaba y se vesta con ropa lujosa. Se invitaba entonces al nio
en cuestin al banquete y se le daba a beber vino con especias. Entonces se le haca sentar en las rodillas del seor de Rais o a veces en las de De Bricqueville o en las de De Sill, o poda haber varios nios, cada uno de ellos sentado en las rodillas de uno de los grandes seores. El Sire de Rais se entregaba entonces a sus lascivos placeres con esos nios, tanto varones como hembras. Algunas veces los colgaba del cuello con cuerdas, con su propia mano, suspendindolos de un gancho, para despus descolgarlos y fingir que los estaba consolando, asegurndoles que no les deseaba ningn mal, sino todo lo contrario. A continuacin les deca que quera jugar con ellos. El Sire de Rais se coga su propio rgano viril en la mano y lo frotaba con fuerza hasta experimentar una
ereccin, o haca que los nios o nias lo hicieran por l, y entonces lo colocaba entre los muslos de los mencionados nios y nias, frotando su rgano contra los vientres de los mencionados nios y nias con gran deleite y vigor hasta experimentar el lascivo placer que terminaba con la eyaculacin de su esperma sobre los vientres de estos nios. Cuando el Sire de Rais haba cometido estos horribles pecados de lujuria, mataba a estos nios o haca que los mataran. Algunas veces los mataba con su propia mano, otras veces haca que los matara el mencionado De Sill o Poitou. Yo tard en cometer asesinato, fue en 1437. Antes de esa fecha yo saba que haba banquetes y las cosas que se les hacan a los nios, y los asesinatos, pero yo no los cometa. Fue la noche
del da en que mi seor de Rais recuper su castillo de Champtoc de manos de su hermano Rene para deshacerse de l y drselo al duque de Bretaa. Mi seor me hizo ir a la biblioteca. Me mand jurar sobre los Evangelios que iba a guardar absoluto secreto de lo que me iba a revelar. Entonces me dijo que le siguiera hasta llegar a una de las torres de atrs del castillo. En el calabozo ms profundo haba un montn de crneos y huesos pequeos. Mi seor me dio instrucciones para que trasladara stos en seguida al castillo de Machecoul. Los hombres del duque llegaban al da siguiente, as que no haba tiempo que perder. Una barca estaba esperando a las orillas del Loira cerca del castillo, con un tal Perrot Cahn como patrn. Estaban
presentes, adems del testigo, Messires de Bricqueville y de Sill, Poitou, el mencionado Perrot Cahn y otro criado llamado Hicquet de Brmont. El mariscal Gilles de Rais actu de supervisor del traslado. Se descendi a Poitou a la parte ms baja del calabozo y ste meti los restos en unos sacos. Yo estaba en la parte de arriba sosteniendo una cuerda y De Brmont me ayudaba. Gilles de Sill actuaba de vigilante. Sacamos los sacos a la superficie. Entonces los restos fueron apilados en tres grandes arcas y fuertemente atados y transportados despus a la barca que estaba escondida debajo de los sauces. De Sill opinaba que se deba tirar la carga al Loira, pero mi seor de Rais no estaba de acuerdo. Se ancl la barca antes de llegar a Nantes, se trasladaron los
restos a una carreta y se llevaron a Machecoul. All se inciner el contenido de los sacos. Entonces fue cuando comet mi primer asesinato, fue en Bourgeneuf. En la posada de Guillaume Rodigo. Se me orden que trabara amistad con un joven estudiante llamado Bernard Le Camus. El muchacho era de Brest, donde se habla poco francs, y le haban mandado a Bourgeneuf-enRais para que aprendiera la lengua. Mi seor de Rais me hizo que le llevara a Camus a sus apartamentos en la posada. Cuando llegamos all, mi seor de Rais me orden que me abalanzara sobre l y le matara con el alfanje, un arma que mi seor de Rais usaba especialmente para propsitos de ejecucin. Era una espada corta, gruesa, de dos filos, muy acerada. Algunas veces el Sire
de Rais cortaba las cabezas de sus vctimas, otras veces cortaba las gargantas, otras veces los descuartizaba, otras les quebraba el cuello con un palo que torca en forma de bufanda. Mi seor de Rais deca que senta ms placer al asesinar a esos nios, al ver sus cabezas y miembros separados de sus cuerpos y al verlos morir y ver correr su sangre que al trabar conocimiento carnal con ellos. Mi seor experimentaba a menudo placer mirando las cabezas que se haban separado de los cuerpos y alzndolas en sus manos para que yo o Poitou las viramos. Nos preguntaba cul de las cabezas que nos estaba mostrando era la ms bella, la que acababa de cortar, la de la noche anterior, o la de la noche anterior a sa. A continuacin besaba la cabeza
que a l le gustaba ms y esto pareca proporcionarle un inmenso placer. En cuanto a los sacrificios hechos al demonio, yo no s nada. Prelati deca que era necesario aplacar a los demonios. Yo nunca estuve presente cuando se sacrific un nio al demonio. Pero un da, al entrar en el aposento de mi amo en Tiffauges, le vi con una vasija de cristal en las manos en la cual estaban las manos, el corazn y los ojos de un nio al que De Sill haba sacrificado. El cuerpo del nio estaba en el suelo. Este pavoroso extracto efectuado sobre la extenssima confesin de Griart es ms que revelador sobre el comportamiento brutal exhibido por Gilles de Rais y sus despiadados esbirros. Llama la atencin como, una vez
sumido en graves problemas econmicos, el mariscal intentaba hacer desaparecer las pruebas de sus execrables delitos viajando raudo a los lugares donde stas se hallaban a fin de evitar su descubrimiento por el flamante comprador de la posesin. Lo triste es que si alguien quera ver pruebas en aquellos aos de infamia, poda hacerlo a poco que hurgara en los territorios pertenecientes al pas de Rais. En cambio, nadie quiso adentrarse en los vericuetos cavernosos de aquel drama, lo que permiti al poderoso barn seguir con sus masacres hasta su detencin en el verano de 1440. Griart, como los dems, se dej llevar por las leyes de obediencia hacia su seor y tampoco quiso, dada su situacin preferente al lado del jefe, incomodar a ste con frases que lo nico que le podran reportar era la muerte o el despido como mal menor. Por tanto, obedeci cuando se le orden matar y disfrut de los beneficios, pues en verdad crea, dada su ignorancia, que los asuntos feudales que transcurran intra muros en
otros parajes eran muy parecidos a los que perpetraba el poderoso mariscal francs. Griart fue tal vez el ms arrepentido de todos los gregarios al servicio del barn, recordemos que tanto Roger de Bricqueville como Gilles de Sill escaparon de la justicia y de su primo sin que se volviera a saber nada ms sobre ellos. Griart, por su parte, fue el nico que intent quitarse la vida cuando la banda pedfila fue detenida. Como ya sabemos, la bruja La Meffraye se suicid en las dependencias inquisitoriales, poco antes de que se emitiera la sentencia condenatoria, con lo que evit su exhibicin pblica en el cadalso. Pero los criados de Rais optaron por el silencio, situacin que transmut cuando se les aplic el procedimiento ordinario de tortura seguido por la Santa Inquisicin, sin que fuera necesario el recurrir a ingenios especiales. Los dos secuaces fueron sometidos al tormento del agua. La tortura consista en atar al prisionero de manos y pies, mientras se sujetaba el cuerpo con unas abrazaderas especiales que permitan estirar
miembros y tronco hasta lmites dolorosos, pero soportables por el cautivo. Los interrogadores tapaban entonces la nariz del torturado colocando un embudo en su boca por el que vertan hasta nueve litros de agua, con la consiguiente sensacin de hinchazn abdominal y una presin terrible sobre los rganos vitales del cuerpo. La angustia se adueaba entonces del condenado, pues todo pareca estallarle internamente. De esta manera se hizo confesar a Griart y Poitou, los cuales cantaron sus fechoras como voces blancas del coro de Tiffauges. El compaero de Griart dijo lo siguiente en su brutal testimonio: Me llamo Etienne Corillaut. Entr en Tiffauges por primera vez en calidad de paje en el ao 1427. Tena entonces catorce aos. Serv al Sire de Rais como paje durante cinco aos, en la poca en que Messire Roger de Bricqueville se encargaba
de sus asuntos. El Sire de Rais tena entonces otros dos pajes. Se llamaban Pierre y Perrinet Brianty, eran hermanos. Solan entretener al mariscal cantando himnos. El Sire de Rais tuvo comercio sexual conmigo por primera vez poco tiempo despus de que yo entrara a su servicio. Despus pens en matarme, pero Messire de Sill se lo impidi. Messire de Sill dijo que yo era un guapo muchacho y que desempeara bien mi oficio de paje. Creo que yo fui el nico adems de Rossignol a quien se le perdon la vida despus de que el Sire de Rais hubiera tenido comercio sexual con l. Cinco aos despus fui nombrado criado de cmara del mencionado seor. Y en el ao 1437, despus de diez aos a su servicio, se me hizo secretario suyo. Durante los aos en que fui sirviente
de cmara vi una vez a dos nios muertos tirados en el suelo de su alcoba. Cuando yo era paje suyo, al Sire de Rais le gustaba tener relaciones sexuales conmigo sobre mi vientre. Fue ms tarde cuando Messires de Bricqueville y de Sill me ordenaron que buscara nios para trarselos al mencionado seor. Cometa sus vicios con estos nios, varones o hembras, solamente una vez con cada uno de ellos. Si se trataba de una nia despreciaba el orificio vaginal. Le gustaba cometer la sodoma con nios y nias. Algunas veces lo haca antes de herirlos, pero eran las menos. Otras veces, ms a menudo, lo haca despus de haberlos colgado de un gancho, o de herirlos de diversas maneras. Ms a menudo era despus de haber cortado, o hecho cortar, la
vena del cuello o de la garganta, de forma que la sangre fluyera en abundancia. Otras veces lo haca cuando estaban agonizando. Y otras cuando ya haban muerto y se les haba decapitado, mientras quedaba an algo de calor en sus cuerpos. S con certeza que el Sire de Rais practicaba sus vicios lujuriosos de la misma manera ya se tratara de nios o de nias, desdeando sus especficos rganos sexuales, y le o decir una vez que experimentaba infinitamente ms placer en dar rienda suelta a sus instintos libidinosos de esta manera con las mencionadas nias, como ya he mencionado, que en utilizar su orificio natural de la manera normal. Cuando los nios estaban muertos, el Sire de Rais quemaba sus cuerpos y sus ropas. Yo estaba
encargado de ponerlos en el fuego y Henriet los pona tambin. Esto se haca en la chimenea de cierta estancia que estaba reservada para sus placeres, en una torre del castillo de Tiffauges que estaba siempre cerrada con llave, y en otras chimeneas en lugares semejantes en sus castillos de Machecoul y Champtoc. Se tenan que colocar sobre los cadveres grandes troncos de lea y astillas, y mantener las llamas hacia adentro de la chimenea con un palo, de manera que los nios se fueran quemando ms despacio y no exhalaran un olor tan malo. Las cenizas se tiraban entonces unas veces en el sumidero, otras en el foso o en las caeras, o se enterraban en lugares secretos. Que yo recuerde, se asesinaron cuarenta nios en Tiffauges. Y se mataron
otros cuarenta de la misma manera en Machecoul. Haba siempre un intervalo despus del cuadragsimo asesinato. No s por qu. Se debieron de haber matado sesenta nios en los ltimos aos cuando yo era secretario del Sire de Rais. Algunos de stos estaban relacionados con las intervenciones diablicas del alquimista italiano Messire Prelati. Nunca vi ningn demonio conjurado por ese maestro italiano, pero o una vez en el tejado a uno que pareca caminar como un inmenso gato; en otra ocasin el mismo espritu invisible de Messire Prelati, que se llamaba Barron, le golpe a l mismo en la cabeza. S que el Sire de Rais mataba a nios mucho tiempo antes de que hubiera magia alguna mezclada en ello. Es posible que al principio matara a esos nios y nias
para que no pudieran contar el abuso sexual de que los haba hecho vctimas. A Gilles de Rais no le complaca la manera natural de copular. Lo que verdaderamente le gustaba era frotar su rgano viril contra los muslos y vientres de los nios para despus cometer sodoma con ellos. Cuando tenan lugar estas perversiones, sus vctimas estaban unas veces vivas, otras muertas y otras en los estertores de la agona. A veces le gustaba permanecer sentado encima de sus pechos mientras estaban muriendo. Una vez tortur y mat a un nio en presencia de su hermano y despus hizo lo mismo con el otro hermano. Yo le proporcion treinta y seis del nmero total de vctimas. La Meffraye le encontr otras, y por supuesto Henriet, as como Messires de
Bricqueville y de Sill. No era frecuente que tuviramos que hacer uso de la fuerza para raptar a estos nios. Haba muchos disponibles en aquellos malos tiempos. Del diablo nada s, ni mi amo sirve al diablo. Ni siquiera esos asesinatos, que Prelati dijo eran necesarios como sacrificios, lograron que el diablo viniera. Nada vino, ni un hombre, ni un dios, ni una criatura: nada en absoluto. Gilles asociaba estos crmenes a manera de sacrificio con lo sobrenatural y los llamaba sus misterios. Sola acariciar las cabezas de los nios decapitados, besarlos frenticamente en los labios y llamarlos sus amados ngeles. Una vez le o llorar sobre el cuerpo de un nio: Ve y pdele a Dios por m. Toda esta charla del diablo era asunto de Messire Prelati. En cuanto a Gilles de
Rais, lo que le proporcionaba un intenso placer era asesinar a nios, observarlos languidecer y morir, y verles derramar su sangre. Le gustaba el matar y le gustaba practicar la sodoma por ninguna otra razn que el placer que cosas as le proporcionaban a su rgano viril. No haba otra razn. Le gustaba matar. Ambas confesiones, sumadas a las de Perrine Martin, se constituyeron en el puntal de la sentencia que se estaba preparando contra Gilles de Rais. No haba lugar a la duda, el barn era un depravado sexual que gozaba con la humillacin, tortura y muerte de sus inocentes vctimas. Un ogro que jugaba miserablemente con el miedo de los nios cual orea que zarandea una foca antes de comrsela como ttrica diversin premortem. Pero lo que ms inquietaba
en este enigma era la supuesta certeza de un pacto satnico entre el mariscal y las fuerzas malignas. Hasta ese momento las hiptesis sobre esa posibilidad eran variadas. Nadie discuta que el barn haba contratado magos y alquimistas en el intento de obtener la tan ansiada piedra filosofal que le socorriera en su apuro econmico. Sin embargo, constatar la consumacin de sacrificios humanos a fin de congraciarse con Belceb y otros diablos del averno supona el delito ms flagrante y abominable que se pudiera realizar en la tierra. Es por ello sumamente interesante la confesin del joven sacerdote y alquimista Francesco Prelati, quien habl sin presin alguna, pues, al parecer, apenas hizo falta que se le aplicasen instrumentos de tortura. ste es su relato recogido en las actas judiciales del proceso contra Gilles de Rais: Confieso que yo, Francesco Prelati, soy cientfico. Mi lugar de
nacimiento fue Montecatini, cerca de Pistoya (Florencia). Form una vez parte del squito del obispo de Mondovi. Vine a Francia a servir al seor de Rais. Contaba conmigo para establecer contacto con los Poderes del diablo. Si Dios, como es bien sabido, opera milagros por medio de sus santos, es tambin bien conocido que el diablo posee gran poder y est dispuesto a ayudar a aquellos que le honran. sta era la manera de razonar de Gilles. No es la ma. Yo soy un cientfico. Confieso que hago ciertos experimentos, que trafico con los demonios y soy capaz de conjurar a un espritu. Se llama Barron. Barron se me aparece con la figura de un joven apuesto. Puedo hacerle venir aqu, si as lo deseis. Confieso que una vez, de manera terica o especulativa, pude haberle
comunicado a Gilles mi opinin de que el sacrificio y ofrecimiento de miembros del cuerpo de un nio era ms eficaz que el derramamiento de la sangre de gallos o palomas. Pero esto no es otra cosa sino la doctrina de Agobard o Avicena aplicada a la realidad. Yo creo que se debe hacer una distincin entre mathematici y nigromantes. Yo me cuento entre los primeros y sa es la razn por la que me considero un cientfico. Cualquier cosa que le haya podido decir o sugerir a Gilles le dije o suger en espritu de investigacin y no de precepto. l hizo lo que quiso y no lo que yo le dije que hiciera. En cuanto al asesinato de esos nios, hay que recordar que Gilles llevaba aos haciendo eso cuando yo le conoc. Yo nada saba de ello excepto lo que o decir a los otros. Yo no soy malfico.
No utilizo veneno, ni imgenes de cera, ni conjuro tempestades con mis ensalmos. Yo soy lo que se llama el striga, una de esas almas para quienes se extienden las tabulae fortunae. La Biblia misma describe a un hechicero o brujo como una persona que trata con espritus familiares. No se dice esto en Levtico, captulo 20, versculo vigsimo? Esteban de Hungra distingue al singa, o hechicero blanco, del malfico, que quiere decir mago negro. Juan de Damasco establece la misma distincin. Acordaos cuando me juzguis que el snodo de Reisbach, en el ao 799 de la revelacin, exiga penitencia por brujera as, pero no castigo en esta vida. Quiero decir que el delito no tiene importancia a no ser en casos en que el maleficium se combina con
traicin y cuando se atenta contra la persona del rey, y yo no he hecho nada de esto. Yo no soy ni un hereje obstinado ni un tratante en artes diablicas. Puedo sollozar y rezar el padre nuestro. No camino hacia atrs ni contra el sol. Consideradme con relacin a la Biblia y lo veris. Os vuelvo a decir que soy y he sido siempre un cientfico, de los striga, y un verdadero y leal hijo de nuestra madre la Iglesia. Los dos primeros nios a quienes se escogi para sacrificarlos al demonio fueron Jean Barnard, de Fort Launey, y Janet Brice, de St. tienne-de-Montluce. La mujer llamada Perrine Martin (La Meffraye) consigui las vctimas. Que yo sepa, la misin de deshacerse de los nios le correspondi a Gilles de Sill. Gilles poda no necesitar en
alguna ocasin que se le incitara a matar, pero para su mente deformada haba una diferencia entre el asesinato para satisfacer un instinto sexual y el asesinato para llevar a cabo ritos diablicos. Se convirti en una cuestin de grado: una forma de brutalidad le pareca menos culpable que la otra. En lo ms hondo del cerebro de Gilles deba de alentar la esperanza de que su alma no estara irremisiblemente condenada si era capaz de poner ciertos lmites a sus instintos criminales. Dej en mis manos la responsabilidad de aplacar a Barron. Debi de haber sido que el espectculo y el olor de la sangre revivieron en Gilles la obsesin de matar. Cuando empezamos con nuestros experimentos en alquimia, su inters en el mecanismo le hizo
perder de vista el fin que se propona, as que es posible que el asesinato en inters de su creencia en el poder de los demonios provocara un nuevo brote de bestialismo. Yo habra dicho que seran necesarias cinco vctimas, refirindome a lo que dice Avicena en relacin con este asunto. Su apetito sexual lo habra convertido en quince, o veinticinco o hasta cincuenta. No s nada de eso. Nunca me necesit a m para que le ayudara a matarlos. Haba otras personas en su casa que le podan ayudar. Y o decir que en aquellos das ya no se contentaba con que sus vctimas fueran tradas dcilmente a su presencia, como inocentes camino del matadero. Prefera que Poitou le organizara caceras que conferan un aire deportivo al asunto. E indudablemente la persecucin de la
presa aumentaba su entusiasmo y tena un peculiar atractivo para su sentido del humor. O decir que haca excursiones con sus primos De Bricqueville y De Sill a las partes ms solitarias de la regin en torno a Tiffauges y Machecoul, sealando primero a sus vctimas y abalanzndose despus sobre ellas como un animal de presa. Jvenes pastorcillos que estaban cuidando de sus ovejas eran la presa favorita de este lobo. O una vez comentar a De Bricqueville que a Gilles le gustaba variar la forma de apoderarse de sus vctimas: se quedaba observando desde la distancia mientras sus cmplices asan al desdichado muchacho. Si ste se defenda, el mero hecho constitua un placer ms para Gilles. Se ataba a los nios con cuerdas, se los echaba sobre los
lomos de los caballos y se los llevaba al castillo de noche. Yo nunca vi esto con mis propios ojos, ni le prest mi ayuda para un trabajo tan detestable. La Meffraye se especializaba en raptar a nios de corta edad, engandoles con promesas de copiosas recompensas si entraban al servicio del seor de Rais. Tambin lo hacan as Poitou y Griart. Este ltimo llevaba siempre en sus bolsillos caramelos para atraerse a los nios. O contar que si stos protestaban, les pona un caramelo en la boca para hacerlos callar, pero nunca presenci esto. Nunca fui testigo de ningn asesinato. Poitou me cont una vez que en una ocasin se desangr a un nio para que Gilles pudiera baar sus manos y su barba en la sangre caliente del chiquillo. Yo nunca asist
a estos espectculos. Haba otros detalles que llegaron a mis odos pero yo no los cre totalmente, ni s si son ciertos o no. Lo que s puedo decir es que a estos delitos sangrientos les seguan siempre ataques de remordimiento. He visto con mis propios ojos a Gilles vagando l solo de noche por el castillo, perseguido, segn l crea, por los espritus de los nios. Le he odo, cuando estaba sumido en este estado de nimo, postrarse de rodillas, gritar con todas sus fuerzas y jurarle a Dios que se arrepenta de sus pecados. Una vez prometi hacerse monje o ir en peregrinacin a Tierra Santa, mendigando su pan de puerta en puerta. Estos humores eran pasajeros y sin duda despus de ellos se volva a entregar a sus salvajes pasatiempos con redoblada
ferocidad. Como dice san Pablo, si no hay derramamiento de sangre no hay perdn, y quines somos nosotros para discrepar de la opinin de san Pablo? La sangre es la vida. Esos hechiceros que censuran el uso de la sangre han tratado de sustituirla con el incienso. Pero un sacrificio sangriento, aunque sea ms peligroso, es ciertamente ms eficaz. El quince de octubre, Gilles de Rais volvi a comparecer ante el tribunal eclesistico, esta vez su rostro reflejaba una inusitada serenidad, lo que invitaba a pensar en un ms que posible cambio de actitud. En efecto, la meditacin en la que se sumi durante los dos das anteriores produjo las consecuencias deseadas por el obispo, el cual, al igual que el resto de jueces, quedaron sorprendidos tras comprobar que el barn de Laval aceptaba sin condiciones la autoridad del
tribunal sometindose a sus dictados mientras imploraba perdn por los insultos proferidos hacia el tribunal en la audiencia anterior. De paso, el cambiante aristcrata aprovech para hincarse de rodillas y en medio de sollozos solicitar su readmisin en la comunin de la Iglesia. Fue una actuacin perfecta que incidi ostensiblemente en los posicionamientos de Malestroit, quien, conmovido por aquella representacin de arrepentimiento, perdon al seor de Rais y anul la pena de excomunin. Por su parte, un agradecido mariscal reconoci ante el tribunal haber sufragado prcticas alqumicas, si bien segua sin aceptar las acusaciones de satanista practicante de sacrificios humanos, asunto que, como es obvio, no tranquiliz a los magistrados eclesisticos, que establecieron un parntesis temporal antes de afrontar las decisivas jornadas de aquel espeluznante proceso. La jornada del diecinueve de octubre transcurri de forma tranquila a pesar de las
graves incidencias reflejadas en papel por los notarios que escucharon los testimonios de todos aquellos que asistieron como espectadores del asalto que el barn y sus hombres efectuaron sobre la iglesia de St. tienne-de-la-Mer-Morte. Si bien este aparatoso momento quedaba en la prctica soterrado a consecuencia de las monstruosidades que el tribunal iba constatando sobre el mariscal. Un da ms tarde el fiscal pblico Chapeillon expuso en voz alta las pruebas que delataban a Gilles de Rais como culpable de hereja, sacrilegio y asesinato. Y, ante la negativa del acusado para defenderse o aceptar las imputaciones, el propio acusador pblico solicit al presidente del tribunal que se le aplicase al detenido el severo castigo del potro a fin de hacerle hablar bajo tortura. Haba llegado el decisivo momento de la verdad.
ARREPENTIMIENTO Y CONFESIN
Los magistrados del tribunal eclesistico votaron a mano alzada si deba someterse al prisionero al castigo de aquella mquina utilizada por la Santa Inquisicin para extraer las confesiones ms ntimas y dolorosas de los reos en vas de ser condenados. Uno tras otro, los jueces aceptaron la imposicin del tormento para Gilles de Rais y el barn, sin mediar palabra, abandon la sala tras la orden de clausura emitida por el obispo de Nantes. Al da siguiente, mientras se realizaban los preparativos inquisitoriales, un taciturno mariscal solicit entrevistarse con Malestroit para pedirle encarecidamente que anulara el protocolo torturador, ya que su introspeccin religiosa y,
sobre todo, un serio anlisis de la delicada situacin por la que atravesaba, le haban hecho replantearse la posibilidad de confesarlo todo con tal de congraciarse con lo que le esperaba en los cielos. En realidad, De Rais, a pesar del dolor que haba infligido en la tierra, no soportaba la humillante idea de ser vulnerado mediante los artificios de la Inquisicin. Un noble como l, que ya se saba a un paso del patbulo, no poda permitir que se le castigara de forma contundente por manos religiosas. Gilles no ignoraba, a esas alturas, que el juicio de los hombres ya lo tena perdido; de igual modo, intua que la sentencia de Dios no sera benvola. Por tanto, y dada su condicin de riguroso catlico, debi de entender que antes de marchar al otro mundo con vitola de monstruo despiadado deba ofrecer una explicacin formal y detallada sobre sus crmenes y as obtener un aliviador perdn religioso que le enviara ante el Creador. sa era, sin duda, la mejor manera de comparecer ante el sumo hacedor con posibilidades reales de purgar
sus pecados terrenales y evitar viajar excomulgado al infierno, donde le esperara, segn sus creencias, un dolor profundo e irremediable para toda la eternidad. El obispo de Nantes escuch atentamente las palabras pronunciadas por el mariscal. Se convino que la confesin se efectuara en los propios aposentos del barn, aunque el prelado orden la instalacin del potro en una sala contigua a dichas estancias, por si acaso el reo pretenda esquivar la accin de los verdugos inquisitoriales. Se llam al obispo de St. Brieuc y a Pierre de l'Hospital como representantes de Iglesia y Estado y a sendos notarios para que redactasen escrupulosamente lo que el mariscal quera contar. Finalmente, cuando los protagonistas de aquel acto se encontraban reunidos en torno a Gilles de Rais, ste comenz a hablar: Yo, Gilles de Rais, confieso que
todo de lo que se me acusa es verdad. Es cierto que he cometido las ms repugnantes ofensas contra muchos seres inocentes nios y nias y que en el curso de muchos aos he raptado o hecho raptar a un gran nmero de ellos an ms vergonzosamente he de confesar que no recuerdo el nmero exacto y que los he matado con mi propia mano o hecho que otros mataran, y que he cometido con ellos muchos crmenes y pecados. En todas estas viles acciones yo fui la fuerza principal, aunque he de mencionar como asesinos de nios a mis primos Roger de Bricqueville y Gilles de Sill, a mis criados Griart y tienne Corillaut, alias Poitou, a mi otro criado Rossignol y al pequeo Robin, que desgraciadamente ha muerto. Confieso que mat a esos nios y
nias de distintas maneras y haciendo uso de diferentes mtodos de tortura: a algunos les separ la cabeza del cuerpo, utilizando dagas y cuchillos; con otros us palos y otros instrumentos de azote, dndoles en la cabeza golpes violentos; a otros los at con cuerdas y sogas y los colgu de puertas y vigas hasta que se ahogaron. Confieso que experiment placer en herirlos y matarlos as. Gozaba en destruir la inocencia y en profanar la virginidad. Senta un gran deleite al estrangular a nios de corta edad incluso cuando esos nios descubran los primeros placeres y dolores de su carne inocente. Me gustaba poner mi miembro viril en los culos de las nias que no saban todava para qu servan sus otras partes. Dej que mi semen impregnara los cuerpos
de estos nios y nias hasta cuando estaban agonizando. Este no es el final de mis execrables crmenes. Siempre me he deleitado con la agona y con la muerte. A aquellos nios de cuyos cuerpos abus cuando estaban vivos, los profan una vez muertos. Despus de que hubieran muerto, gozaba a menudo besndolos en los labios, mirando fijamente los rostros de los que eran ms bellos y jugueteando con los miembros de los que estaban mejor formados. Tambin abr cruelmente los cuerpos de aquellos pobres nios o hice que los abrieran en canal a fin de poder ver lo que tenan dentro. Al hacer esto mi nico motivo era mi propio placer. Codiciaba y deseaba carnalmente su inocencia y su muerte. Con frecuencia, he de confesar, y mientras
esos nios estaban muriendo, yo me sentaba sobre sus estmagos y experimentaba gran placer en or sus estertores de agona. Me gustaba que un nio muriera debajo de mi cuerpo, u observar cmo uno de mis criados cometa actos de sodoma con un nio o una nia y lo mataba despus. Sola rerme a carcajadas a la vista de un espectculo as en compaa de los mencionados Corillaut y Griart. Ordenaba que Griart, Corillaut y los otros convirtieran despus en cenizas los cadveres de mis vctimas. Esto tena lugar primero en mi castillo de Champtoc, despus en Tiffauges y despus en Machecoul, en mis castillos de all y en otros lugares secretos. Una vez que haba empezado raptando y matando a nios, no pude parar. A algunos los mantena en cautividad durante un
corto plazo, halagndolos y mimndolos, ensendoles los pecaminosos placeres de la carne. Me gustaba que esos nios y nias reaccionaran en contra de su voluntad, de manera que lloraran de placer aunque lo que yo les haca les causara dolor. Los encerraba en la oscuridad y los azotaba duramente. El coito slo me excitaba cuando poda penetrar el objeto de mi deseo hasta hacer que le brotara la sangre. Aun entonces, desdeaba el orificio acostumbrado, en el caso de las nias, y derramaba mi esperma sobre sus vientres o dentro de sus anos. Apualar y cometer el acto de sodoma eran los placeres de los que yo derivaba mayor deleite con estos nios. Los escoga solamente jvenes y guapos y me cercioraba, antes de hacerles nada, de que eran vrgenes.
Me gustaba representar el papel de un padre que castiga a sus hijos. Los pona sobre mis rodillas y les pegaba y azotaba. Esto me produca una gran excitacin y mi rgano sexual experimentaba una ereccin. Un da, despus de haberla castigado as, una nia me pidi que mirara sus partes pudendas. Pero yo me negu porque esto no me interesaba en absoluto. He de decir que al principio mataba a estos nios solamente para que no pudieran contar lo ocurrido. Pero poco despus mataba por el placer de matar. Me gustaba ver correr la sangre, me proporcionaba un gran placer. Recuerdo que desde mi infancia los ms grandes placeres me parecan terribles. Es decir, el Apocalipsis era lo nico que me interesaba. Cre en el infierno antes de poder creer en el cielo. Uno se
cansa y aburre de lo ordinario. Empec matando porque estaba aburrido y continu hacindolo porque me gustaba desahogar mis energas. En el campo de batalla el hombre nunca desobedece y la tierra toda empapada en sangre es como un inmenso altar en el cual todo lo que tiene vida se inmola interminablemente, hasta la misma muerte de la muerte en s. La muerte se convirti en mi divinidad, mi sagrada y absoluta belleza. He estado viviendo con la muerte desde que me di cuenta de que poda respirar. Mi juego por excelencia es imaginarme muerto y rodo por los gusanos. En lo que se refiere a las acusaciones de hereja, la verdad es que nunca he logrado entender esto. Los hechos son los siguientes: hace
unos dos aos envi a uno de mis capellanes, don Eustache Blanchet, un hombre sencillo que no saba nada de mis crmenes, a que me trajera de Italia a un alquimista. Regres con Francesco Prelati, de Florencia, en la regin de Lombarda. Este hombre, a quien conozco como Francois, se convirti pronto en amigo mo. Me inform de que haba descubierto en el pas de donde vena ciertos medios de conjurar un espritu con la ayuda de ensalmos. Este espritu le haba prometido a l, Francois, que hara que un demonio, llamado Barron, se presentara ante l cuando quiera que lo deseara. Yo declaro y confieso que el mencionado Francois invoc en diversas ocasiones al demonio en cumplimiento de mis rdenes. Yo nunca estuve en el cuarto cuando
vino el demonio. En cuanto a la relacin entre estas invocaciones y mis asesinatos, yo le dije una vez a Francois que le dara a su demonio Barron lo que quisiera, excepto mi alma y mi vida, con tal de que el demonio me concediera lo que yo le pidiera. Era mi intencin pedir y conseguir del mismo demonio sabidura, riquezas y poder. Mediante la posesin y ayuda de todas estas cosas yo podra volver a disfrutar en este mundo del dominio y poder que antes tena. En respuesta a mi ofrecimiento, Francois me dijo que haba tenido una conversacin con el demonio y que, entre otras cosas, requera y deseaba que yo le ofreciera la mano, el corazn y los ojos de un nio. Y esto se hizo. Eso es todo lo que tengo que decir, aparte de estos pecados y
crmenes cometidos por m y aqu confesados. Yo, Gilles de Rais, suplico, con humildad y con lgrimas en los ojos, la misericordia y el perdn de Dios. Os he dicho ya bastante para destruir a diez mil hombres. Una vez escuchada la pavorosa confesin del mariscal, los fedatarios del acto se fueron en silencio dejando al apabullado seor de Rais con sus demonios internos y una sensacin de horror espiritual que le empuj a orar durante toda la noche. Al da siguiente se volvi a reunir el tribunal eclesistico tras haber examinado el documento en el que se poda leer la narracin proporcionada por el barn. Aunque el testimonio fue declarado extrajudicial por no haberse pronunciado ante los jueces, se volvi a pedir a Gilles que confesara, esta vez pblicamente, ante los magistrados, el fiscal y las
decenas de personas congregadas en la sala de audiencia. El antao soberbio aristcrata tuvo que aceptar la imposicin y se prepar para lanzar una vez ms todo el catlogo pecaminoso del que era autor, incluyendo nuevos detalles no revelados en su primera confesin. Esto fue lo que se registr el veintids de octubre de 1440: Yo soy, ilustrsima, todas esas cosas de que se me ha acusado: un asesino y un sodomita, un hombre que ha cometido terribles ofensas contra Dios y sus prjimos. Me debo a m mismo lo que soy, y a nadie ms. Soy el ms vil de todos los hombres y el ms miserable de los pecadores. No obstante, debo decir que si he cometido tantas ofensas contra la luz y la verdad, lo debo en parte a la falta de direccin y consejo de que fui vctima en mi juventud. Cabalgaba
entonces con las riendas flojas sobre mi cuello, libre para entregarme a gusto a los placeres, y no me pareci oportuno privarme de nada. Siempre me deleit en llevar a cabo actos ilcitos. Por esta razn, ilustrsima, ruego a los aqu presentes que tengan hijos, que los instruyan mejor de lo que se me instruy a m y que les enseen sabias doctrinas, hacindoles que desarrollen hbitos virtuosos en su infancia y en su juventud. Porque en lo que a m se refiere, he de decir que toda mi juventud se malgast en el lujo y se despilfarr en el vicio. Lo nico que tena que obedecer era mi propio capricho. Para m no haba nada sagrado. Hice todo el mal que deseaba hacer. Esto puede parecer poca cosa en el catlogo de mis pecados, pero os aseguro que no lo
era. Considerad lo siguiente: fue a la prctica del mal, y slo del mal, a lo que dediqu mis esperanzas, pensamientos y cuidados. Lo nico que mantena mi inters por ms de un instante era lo prohibido y lo indecoroso. Empec con un lamentable error. Ilustrsima, yo creo que la crueldad procede del mismo corazn y de las mismas ijadas del hombre. La compasin, por el contrario, es una manifestacin secundaria aunque digna de encomio, y se adquiere despus. Necesitamos fe para que sta nos ensee la bondad, mientras que la vil pasin de la crueldad brota en algunos de nosotros con tanta naturalidad como la savia en la primavera. Yo me di cuenta muy pronto de que existe un abominable placer provocado por impresiones
intensas y prohibidas y por la contemplacin de espectculos funestos. Para aquellos que se han dejado llevar gustosos en esta direccin, la tosquedad y vulgaridad del espritu se convierte pronto en una segunda naturaleza. En hombres as, la fuente de la compasin se ha secado. As me pas a m, as crec yo, pero tengo cosas peores que contar. Yo soy una de esas personas para quienes todo lo que est relacionado con la muerte y el sufrimiento tiene una atraccin dulce y misteriosa, una fuerza terrible que empuja hacia abajo. No digo que esa fuerza sea irresistible, slo digo que yo no pude resistirla. Fuera cual fuere la fortaleza interior que yo podra haber posedo si mi formacin hubiera sido mejor, he de admitir que al final todo habra seguido siendo
como era, porque un perverso impulso me tena agarrado y lo nico que yo poda hacer era entregarme a esas cosas prohibidas. Nac, creo yo, con un deseo innato de humillar y de hacer dao, de herir e incluso de destruir a otros, para as engendrar dentro de m un placer sexual. Que el apetito sexual y la crueldad vienen a menudo juntos es un hecho reconocido ya hace mucho tiempo por los filsofos y observado por los interesados en estudiar al animal humano. Me parece a m que yo soy diferente, slo en grado y no en calidad, de otros que se han entregado a estos deseos salvajes. El ejemplo de los degenerados cesares se me viene a la mente. Cuando yo era an nio, sola leer en las pginas del historiador Suetonio cmo Nern y Tiberio y los otros
emperadores romanos disfrutaban haciendo que se martirizara y asesinara a muchachos y muchachas delante de sus propios ojos. Por qu fascinan errores as? Por qu brilla tanto el mal? No lo s, slo s que fascinan y brilla. Esos excesos imperiales me atormentaban en sueos y me excitaban terriblemente al despertar. Fue la lectura de aquellas descripciones de las orgas de Tiberio y Calgula lo que me dio la idea de encerrar un da a nios en mis castillos, torturarlos y matarlos. He de confesar que experiment un inefable placer tanto en la perspectiva como en la realizacin de estos actos. Si lo pudiera describir o expresar, probablemente no habra pecado nunca. Yo hice lo que otros hombres suean. Yo soy vuestra
pesadilla. Cuando yo era nio, ilustrsima, nunca se me reprendi o corrigi. Campaba por mis respetos, sin hacer caso de nadie; haca lo que quera. Cuando me hice mayor, pareca estar siempre por encima de la ley por encima o ms all de ella y no haba limitaciones para m. Exhorto a todos los padres aqu presentes a que consideren su deber no escatimar el castigo cuando sea necesario no con crueldad, sino con justicia para que sus hijos no se maleen y terminen cayendo en el abismo en donde yo he cado. Soy un hombre condenado que se encamina hacia su ruina. Soy el gran arcngel del reino de la muerte. Sin embargo, soy solamente Gilles de Rais, un hombre sin sentido. Por esto y con lgrimas en los ojos le pido a Dios misericordia y perdn. Y ahora, mi
seor obispo, adems de esos asesinatos y ultrajes que he confesado ya, quiero que se haga constar en el acta de cargos en contra de m que cuando fui, recientemente, peticionario en la corte de nuestro soberano seor y prncipe, el duque de Bretaa, en el cantn de Josselin, de la dicesis de Maclovia, tena tan poco control de mis propias pasiones que orden matar a varios muchachos que mi criado Griart me procur. Algo de esto estaba relacionado con la hechicera, pero la mayora no lo estaba. Mis actos eran impulsados por la sangre, no por el diablo. Confieso que la mayora de mis asesinatos fueron el resultado de apetencias sexuales y no de nigromancia. En cuanto a la manera en que mat a aquellos nios, creo
que, como ya la he descrito, repetir o recrearse ahora en detalles de este tipo adolecera de morbosidad. Por lo tanto, a no ser que el tribunal me lo ordene, no volver a hablar de cmo fueron asesinadas mis vctimas, ni los nios ni las nias. Mis mtodos eran vergonzosos; mis apetitos, incontrolables. Mataba porque ninguna otra cosa ms que el matar poda calmar mi lascivia. Reconozco el hecho con lgrimas, ilustrsima, suplico a Dios que me perdone y pido de rodillas perdn a los padres de esos nios. Nada puedo decir que os explique o que me explique a m mismo, o a Dios, por qu he cometido las acciones tan abominables y desenfrenadas que he perpetrado. Mi deber no es la explicacin, sino la confesin. Confieso ante Dios y mis jueces que he ejecutado crimen tras
crimen y efectuado sodoma tras sodoma, y que s que no soy digno ni siquiera de suplicar vuestra misericordia o de recibir el castigo de manos de hombres honrados. En realidad soy un paria. Pertenezco a la oscuridad de los abismos. Deseando una vez ms ser especfico, confieso y declaro que despus de la ltima festividad de San Juan Bautista me trajeron a un atractivo muchacho que se alojaba en casa de un hombre llamado Rodigo, en Bourgeneuf-en-Rais, para que tuviera comercio carnal con l. Yo estaba tambin alojado en aquella casa. Mis criados Henriet Griart y tienne Corillaut lo cogieron y llevaron a mi aposento. Confieso que durante esa noche cometimos los tres el delito de sodoma en la persona de este muchacho y que despus hice
que lo mataran y que se quemara su cuerpo cerca de mi castillo de Machecoul. En otra ocasin, ilustrsima, la ltima vez que estuve en Vannes en el mes de julio, un hombre llamado Andr Buchet me entreg en la posada de un tal Jean Lemoine a un nio de pocos aos cuyo nombre desconozco. Hice uso de este nio de la manera que he descrito anteriormente, y me produjo un deleite cruel y libidinoso observar cmo mis criados hacan uso de l de la misma manera. Cuando terminamos y el chiquillo estaba muerto, orden al citado Corillaut que arrojara su cuerpo en la letrina de una residencia que perteneca a un tal Bretden. Menciono estos nombres y habitaciones no para incriminar a otros, sino para conferir realidad y exactitud a esos
innumerables y annimos errores de que yo soy culpable. Podra continuar, ilustrsima, pero dejmoslo. Creo que os he contado bastante, y ms que bastante, para que me podis juzgar. Lo que os han contado otros en relacin con mis muchos pecados y crmenes es cierto, y yo lo admito. Lo que yo he aadido en vuestra presencia y en la de mi seor el obispo de St. Brieuc, y el maestro Pierre de l'Hospital, es tambin la verdad. Lo nico que puedo hacer es suplicaros a vos y a todos los fieles que pidan a Cristo que tenga misericordia de m, aunque bien s que la merezco menos que cualquier otro ser viviente desde el principio de la humanidad. Ilustrsima, la naturaleza de mis pecados y crmenes es tal que, sin la proteccin de nuestra santa madre la
Iglesia, el diablo me llevar al infierno en cuerpo y alma. Oh, Dios mo, mi Creador, mi amado Redentor, imploro vuestra misericordia y perdn en el estado de ruina en que me encuentro! Y vosotros, padres y hermanas y hermanos de los nios que he asesinado tan cruelmente vosotros, quienes quiera que seis, contra los que he pecado y a los que he injuriado, los que estis aqu presentes y los que no lo estn, concededme, os suplico que me concedis, como cristianos que sois y fieles a Jesucristo, la ayuda de vuestras oraciones, las oraciones por el alma de Gilles de Rais! Tras la declaracin Jean de Malestroit cerr el acto convocando a los presentes en el plazo de
tres das, a fin de escuchar el veredicto del tribunal. Por su parte, el resto de la banda recibi las diferentes sentencias el 23 de octubre de 1440. La mencionada bruja La Meffraye no pudo hacerlo, dado que haba optado por el suicidio unas fechas antes. Griart y Poitou fueron condenados a morir en la horca como represalia por sus actos macabros e impropios del gnero humano. El sacerdote Eustache Blanchet recibi la pena de destierro y una multa de trescientas coronas de oro. Y finalmente, el clrigo y alquimista Francesco Prelati fue condenado a cadena perpetua en una crcel regentada por la Iglesia, con la imposicin peridica de severos castigos fsicos y el nico alimento de pan y agua. Cabe comentar, en este ltimo caso, que Rene, duque de Anjou, qued impresionado, al igual que Gilles de Rais, por los supuestos conocimientos del cientfico italiano, consiguiendo al poco liberar a Prelati de su reclusin para incorporarle a su squito personal.
Ms tarde, el nigromante obtuvo el cargo de alcalde del pueblo La Roche-sur-Yon, pero cometi el error de encarcelar al tesorero del duque de Bretaa y, una vez descubierta la historia, fue condenado a la horca el dos de mayo de 1456. Como ya hemos dicho, nada se volvi a saber sobre los criminales Roger de Bricqueville y Gilles de Sill, aunque suponemos que lograron esfumarse con lo que pudieron rapiar de las arcas de su primo poniendo tierra de por medio y acabando sus das en cualquier ciudad desconocida. Tan slo restaba escuchar la previsible sentencia que estaba a punto de caer sobre el maltrecho Gilles de Rais. El da fijado para tal pronunciamiento fue el veinticinco de octubre de 1440, la hora elegida fue las nueve de la maana. Para entonces el temible mariscal de Francia haba cumplido o estaba a punto de cumplir treinta y seis aos de edad. Y ya nada ms le quedaba por hacer en este mundo, nicamente recibir por sus actos de vileza la pena que los hombres le iban a imponer. Para ello el
barn ya estaba suficientemente preparado en cuerpo y alma, y los espectros de sus vctimas esperaban impacientes la resolucin de aquella historia difcilmente concebible en mentes que no fueran perturbadas o insensibles. Al fin, tantos aos de terror en el pas de Rais iban a culminar con la eliminacin de su causante. Las nimas de los nios ejecutados miserablemente por un diablico verdugo infernal con disfraz de ser humano estaban a punto de cobrarse justa venganza. Era momento de escuchar la sentencia final para el mejor aliado de Belceb en la tierra.
nuestros ojos ms que Dios mismo; con el consejo y consentimiento de nuestros seores los obispos, jurisconsultos, doctores y profesores de las Sagradas Escrituras, aqu presentes; habiendo examinado las declaraciones de todos los testigos convocados por nosotros y bajo juramento, y en nombre del fiscal pblico por nosotros delegado, contra Gilles de Rais, sbdito nuestro, y justiciable; habiendo ordenado que estas declaraciones se registraran por escrito y al pie de la letra; habiendo odo la propia confesin del Sire de Rais, hecha espontneamente en nuestra presencia; y habiendo pesado y considerado cuidadosamente todas y cada una de las razones que podan afectar nuestra decisin: pronunciamos, decidimos y
declaramos que vos, Gilles de Rais, convocado ante nuestro tribunal, sois ignominiosamente culpable de hereja, apostasa y conjuracin de demonios, por cuyos crmenes habis incurrido en pena de excomunin y otros castigos determinados por la ley; y declaramos finalmente que habis de sufrir el castigo y correccin merecidos, como requiere la ley y exigen los sagrados cnones, por hereje, apstata y traficante en demonios. El obispo aadi a estos cargos imputados por el mbito eclesistico, los ya consabidos de asesinato contra natura de nios de uno y otro sexo, sacrilegio y grave violacin de inmunidades eclesisticas. Pronunciada la sentencia, Gilles se arrodill y, ahogado en lgrimas, volvi a pedir que se le admitiese en el seno de la Iglesia a fin
de ponerse a bien con el Altsimo. Malestroit accedi a dicha solicitud y en acto de misericordia abraz al barn concedindole el beneficio de una ltima confesin que le absolviese de sus pecados antes de ser ejecutado. Por este motivo se eligi al carmelita Jean Jouvenal para que asistiera espiritualmente a Gilles de Rais en sus momentos finales. No obstante, al mariscal an le restaba el trmite de comparecer frente al tribunal civil para escuchar la sentencia que nadie ignoraba. Fue esa misma tarde en la que un circunspecto Pierre de l'Hospital conmin a Gilles a recordar nuevamente el tramo de sus malvadas fechoras. En la mesa del canciller bretn, se posaba un voluminoso compendio de actas y testimonios con ms de cien pginas cubiertas del horror provocado por tanta ignominia. Cuando el barn rememor los detalles truculentos de sus carniceras, el propio Pierre de l'Hospital no tuvo por menos que cubrir con una tela el crucifijo que se encontraba detrs de l presidiendo la
audiencia. Ms tarde, los miembros del tribunal debatieron sobre la forma en la que Gilles deba entregar su alma a Dios. Unos pensaron que la pena ms adecuada era la decapitacin, aunque finalmente se impuso la tesis de la mayora, que estableca la consumacin de la sentencia mediante la pena capital de ejecucin en la horca y hoguera. Asimismo, se estableci el da siguiente, esto es, veintisis de octubre de 1440 a las once de la maana, como fecha y hora en la que Gilles de Rais y sus secuaces Griart y Poitou deban morir en el patbulo. El mariscal, tras escuchar el veredicto del tribunal seglar, implor una ltima merced consistente en que le ejecutaran antes que sus esbirros con el propsito de ser ejemplo para ellos, ya que, al fin y al cabo, l era el causante de aquella situacin y mereca salir el primero de este mundo mostrando camino de salvacin a sus cmplices. Adems solicit que las gentes procesionaran por las calles de Nantes para que sus oraciones aliviaran las atormentadas almas de los tres
condenados. El canciller concedi esta gracia y, conmovido por el arrepentimiento sincero del barn, le otorg la facultad de elegir el lugar donde reposaran sus restos, ya que se acept que, una vez muerto por la soga, el cuerpo de Gilles de Rais fuera a la hoguera slo por unos segundos de forma testimonial. El mariscal, agradecido por la inesperada concesin, eligi el monasterio carmelita de Nantes, en cuya iglesia quedara instalado su sepulcro para el descanso eterno.
El veintisis de octubre de 1440, los habitantes de Nantes se despertaron con el lgubre taido de las campanas de todas las iglesias, conventos y monasterios de la ciudad. Cientos de feligreses se arremolinaban desde los primeros destellos del alba en las inmediaciones de la catedral, iniciando, desde ella, una lenta procesin en la que se poda escuchar la entonacin de cnticos religiosos dedicados a la esperanza de aliviar el alma de los tres prisioneros. La piadosa comitiva se dirigi hacia la isla del Loira en cuyo prado de La Madeleine se alzaba el patbulo por donde se repartan tres horcas y otros tantos montculos de madera dispuestos a servir como hogueras que recibieran los cuerpos del seor de Rais y sus dos criados. Frente al cadalso esperaban Juan V, duque de Bretaa, y todos los jueces religiosos y seglares que haban participado en el proceso. A las once en punto de aquella fra maana de otoo, Gilles de Rais, mariscal de Francia,
barn de Laval y protector de Juana de Arco, pronunci sus ltimas palabras ante un pblico estremecido y sollozante, imbuido de piedad hacia aquel ogro que ahora pareca un simple mortal trmulo ante la exigencia de su momento definitivo: Yo, que soy vuestro hermano en Cristo, vosotros, que estis aqu presentes, a vosotros, principalmente, cuyos hijos he asesinado, os suplico, a todos y a cada uno, por la pasin de Nuestro Seor, que roguis por m. Perdonadme con vuestros corazones el mal que os he hecho, lo mismo que vosotros esperis la misericordia y el perdn de Dios. Seor Jesucristo, hijo de Dios, tened piedad de m, que soy un gran pecador! Dicho esto, Gilles subi con paso firme los escalones que le conducan al tablero patibulario. Sin miedo, se subi al taburete donde le esperaba la soga. El verdugo fij la cuerda a su cuello y segundos ms tarde encendi los haces de madera que se situaban a los pies del cautivo.
Cuando las llamas comenzaron a crecer, se retir bruscamente el improvisado pedestal, dejando que el cuerpo del barn se desplomara sin oposicin hacia el vaco. Segn dicen, Gilles no luch por su vida. Muri en silencio y su cadver, una vez retirado del fuego, fue entregado a unas damas caritativas, que cumplieron con el ltimo deseo del mariscal enterrndole en el monasterio del Carmelo en Nantes. Henriet y Poitou corrieron la misma suerte que su seor, aunque sus cenizas fueron a parar al ro Loira, sin que se les permitiese reposar bajo sagrado. As termin la historia de Gilles de Rais. Sus posesiones pasaron a manos de su esposa e hija, las cuales no quisieron saber nada ms sobre la suerte de aquel monstruo que tanto mal haba ocasionado en sus vidas. En la actualidad algunos historiadores tratan de rehabilitar la imagen de Gilles de Rais, al menos en su faceta guerrera al servicio de Francia y de la monarqua, mritos por los que consigui, como todos los hroes galos, fijar la
flor de lis en su escudo de armas. Un smbolo que, debido a su ausencia de moral y escrpulos, qued mancillado al teirse con la sangre de incontables nios inocentes. Su valor en la guerra y su amor por la pureza encarnada en la figura de la Doncella de Orleans no le eximen de su vil comportamiento, confesado tan slo por el temor a la tortura inquisitorial y a la excomunin que le privara del perdn celestial. Fue mariscal, de eso no hay duda, pero no de la luz, sino de las tinieblas. En ellas se encontrar ahora.
CRONOLOGA
1404 En otoo nace Gilles de Rais en el castillo de Champtoc (Anjou-Francia), hijo de Guy II de Laval y Marie de Craon. 1407 Nace su nico hermano Rene de la Suze. 1412 Nacimiento de Juana de Arco, en la aldea de Domremy (Francia). 1415 El 28 de septiembre muere Guy II de Laval en un accidente de caza, poco ms tarde fallecer su esposa Marie de Craon. 1416 Jean de Craon asume la tutela de sus nietos Gilles y Rene. En enero se firma el primer compromiso matrimonial de Gilles de Rais con Jeanne Peynel, documento anulado por el Parlamento de Pars. 1418 El 28 de noviembre se firma un nuevo contrato matrimonial de Gilles de Rais. En esta ocasin con Batrice de Rohan. Compromiso
que no se pudo concluir por el fallecimiento inesperado de la joven. Gilles de Rais es alzado como caballero de Francia. En este tiempo se llev a cabo su primer asesinato. 1420 Primera accin blica de Gilles en defensa del duque de Bretaa. Ese mismo ao, rapto y boda con su prima Catherine de Thouars. En junio queda ratificada su unin de forma oficial tras compensar econmicamente al Vaticano. Gilles obtiene su mayora de edad convirtindose en el dueo de una de las mayores fortunas de Francia. Juana de Arco comienza a escuchar sus voces sobrenaturales en Domremy. Gilles de Rais entra al servicio militar del delfn Carlos. 1428 Mayo. Juana de Arco recibe mediante sus voces la orden de acudir en ayuda del delfn. Octubre. Tropas inglesas bajo el mando del duque de Bedford inician el asedio de Orleans, ltimo gran bastin que permanece leal al futuro Carlos VII. 1429 Enero. Juana es recibida en
Vaucouleurs por Robert Baudricourt, quien transmite a la corte del delfn los vaticinios hechos por la muchacha. Febrero. El delfn se entrevista con la doncella y, tras algunas pruebas, decide confiarle el mando de un contingente para liberar Orleans. Marzo. Juana predice la liberacin de Orleans, la coronacin en Reims del delfn y la recuperacin de Pars. Gilles de Rais es elegido para proteger y escoltar a la doncella. Abril. Tropas de refuerzo francesas guiadas por Juana de Arco entran en Orleans. Mayo. Orleans es liberada de su asedio tras algunos combates, incrementndose la leyenda que rodeaba a Juana. Junio. El ejrcito de Juana obtiene resonantes victorias en Jargeau y Patay. Los ingleses se repliegan. Julio. Carlos VII es coronado en Reims bajo la atenta mirada de Juana de Arco. Septiembre. Nace Marie, nica hija de Gilles de Rais, quien es nombrado mariscal de Francia con el privilegio de portar la flor de lis
en su escudo de armas. Ese mismo mes el ejrcito de Juana sufre su primera derrota ante las murallas de Pars. Diciembre. Carlos VII concede a Juana de Arco su acceso a la aristocracia francesa, fundndose la casa Du Lis, cuyo emblema sern las azucenas. 1430 El 24 de mayo Juana es capturada por los borgoeses mientras intenta liberar la ciudad de Compigne. 1431 Enero. Se inician las vistas preliminares para el juicio contra Juana. Febrero. Comienza el proceso judicial. Juana es encarcelada en el castillo de Rouen (Normanda). Mayo. La Doncella de Orleans es condenada a muerte y ejecutada en la hoguera el 30 de ese mes. Ese mismo ao Gilles de Rais regresa a sus posesiones, inaugurando su poca de terror. 1432 Comienzan las desapariciones y asesinatos de nios en las posesiones del barn de Laval.
Noviembre. Fallece Jean de Craon, abuelo materno de Gilles de Rais. El rey francs Carlos VII solicita al mariscal De Rais su participacin en la guerra que se libra contra los borgoeses. Gilles delega esta responsabilidad en su hermano Rene de la Suze. En la primavera, estreno de El misterio de Orleans, obra teatral producida por Gilles de Rais. Ese mismo ao, paz entre las diferentes casas nobiliarias francesas. Fin de la guerra civil. Inglaterra se convierte en el enemigo comn. 1436 Carlos VII entra de manera triunfal en la liberada Pars. El alquimista Francesco Prelati entra al servicio del mariscal. 1440 Mayo. Gilles de Rais, al mando de sesenta soldados, irrumpe en la iglesia de St. tienne de-la-Mer-Morte. Agosto. Las desapariciones infantiles en la regin de Rais superan las mil. El obispo de Nantes ultima sus averiguaciones sobre este extrao caso. Septiembre. Gilles de Rais es detenido junto a sus secuaces en el castillo de Tiffauges y llevado
a los tribunales civil y eclesistico en Nantes. Octubre. Tras varias semanas de audiencias e interrogatorios, Gilles de Rais se confiesa culpable de todos los crmenes que se le imputan, siendo condenado a muerte por el asesinato de al menos ciento cuarenta nios. El 26 de este mes el barn y sus criados Henriet Griart y Poitou son ejecutados en el prado de La Madeleine en Nantes. Fin de la pesadilla.
BIBLIOGRAFA
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GONZLEZ CREMONA, Juan Manuel, La cara oculta de los grandes de la historia, Planeta, Barcelona, 1993. GRAVETT, Christopher, Ejrcitos y batallas, Ediciones del Prado, 1994. HUIDOBRO, Vicente, Gilles de Rais, Pars, Totera, 1932. NYE, Robert, Vida y muerte de Gilles de Rais, Narrativas histricas Edhasa, Barcelona, 1993. VALLOIS, Noel, Le procs de Gilles de Rais, en Annuaire-Bulletin de la socit de l'histoire de France 49, 1912, 192-239. Las declaraciones de los testigos convocados para el proceso cannico contra Gilles de Rais, y que quedan reflejadas en traduccin castellana del latn en este libro, se encuentran recopilados en los archivos histricos de la regin del Loira Inferior (n. 9175). Asimismo, las actas del proceso civil se hallan en los archivos comunales de Thouars (Francia).
ANEXO I
NOS ACABAMOS DE ENFRENTAR A UNA DE LAS HISTORIAS MS terribles generadas por cualquier ser humano. Ahora, usted ya sabe todo lo que hay de cierto en la vida de Gilles de Rais. Es momento de conocer cmo se transform su historia real en el cuento que Charles Perrault populariz en 1695.
Barba Azul, para conocerlas, las llev con su madre y tres o cuatro de sus mejores amigas y algunos jvenes de la comarca a una de sus casas de campo, donde permanecieron ocho das completos. El tiempo se les iba en paseos, caceras, pesca, bailes, festines, meriendas y cenas; nadie dorma, y se pasaban la noche entre bromas y diversiones. En fin, todo march tan
bien que la menor de las jvenes empez a encontrar que el dueo de la casa ya no tena la barba tan azul y que era un hombre muy correcto. Tan pronto hubieron llegado a la ciudad, qued arreglada la boda. Al cabo de un mes, Barba Azul le dijo a su mujer que tena que viajar a provincias por seis semanas debido a un negocio importante; le pidi que se divirtiera en su ausencia, que hiciera venir a sus buenas amigas y que las llevara al campo si lo deseaban. He aqu le dijo las llaves de los dos guardamuebles, stas son las de la vajilla de oro y plata que no se ocupa todos los das, aqu estn las de los estuches donde guardo mis pedreras, y sta es la llave maestra de todos los aposentos. En cuanto a esta llavecita, es la del gabinete al fondo de la galera de mi departamento: abrid todo, id a todos lados, pero os prohbo entrar a este pequeo gabinete, y os lo prohbo de tal manera que si llegis a abrirlo, todo lo podis esperar de mi clera. Ella prometi cumplir exactamente con lo
que se le acababa de ordenar; y l, despus de abrazarla, subi a su carruaje emprendiendo viaje. Las vecinas y las buenas amigas no se hicieron rogar para ir a la casa de la recin casada, ya que estaban impacientes por ver cuntas riquezas posea la mansin del temible Barba Azul. De inmediato se pusieron a recorrer las habitaciones, los gabinetes, los armarios con trajes, a cual ms hermoso y ms rico. Subieron en seguida a los guardamuebles, donde no se cansaban de admirar la cantidad y magnificencia de las tapiceras, de las camas, de los sofs, de los bargueos, de los veladores, de las mesas y de los espejos donde uno se miraba de la cabeza a los pies y cuyos marcos, unos de cristal, los otros de plata o de plata recamada en oro, eran los ms hermosos y magnficos que jams se vieran. No cesaban de alabar y envidiar la felicidad de su amiga, quien, sin embargo, no se diverta nada al ver tantas riquezas debido a la impaciencia que senta por ir a abrir el gabinete del departamento de su marido. Tan apremiante
fue su curiosidad que, sin considerar que dejarlas solas era una falta de cortesa, baj por una angosta escalera secreta y tan precipitadamente que estuvo a punto de romperse los huesos dos o tres veces. Al llegar a la puerta del gabinete, se detuvo durante un rato, pensando en la prohibicin que le haba hecho su marido, y temiendo que esta desobediencia pudiera acarrearle alguna desgracia. Pero la tentacin era tan grande que no pudo superarla: tom, pues, la llavecita y temblando, abri la puerta del gabinete. Al principio no vio nada porque las ventanas estaban cerradas; al cabo de un momento, empez a ver que el piso se hallaba todo cubierto de sangre coagulada, y que en esta sangre se reflejaban los cuerpos de varias mujeres muertas y atadas a las murallas (eran todas las mujeres que haban sido las esposas de Barba Azul y que l haba degollado una tras otra). Crey que se iba a morir de miedo, y la llave del gabinete que haba sacado de la cerradura se le cay de la mano. Despus de
reponerse un poco, recogi la llave, volvi a salir y cerr la puerta; subi a su habitacin para recuperar un poco la calma; pero no lo lograba, tan conmovida estaba. Habiendo observado que la llave del gabinete estaba manchada de sangre, la limpi dos o tres veces, pero la sangre no se iba; por mucho que la lavara y aun la restregara con arenilla, la sangre siempre estaba all, porque la llave era mgica y no haba forma de limpiarla del todo: si se le sacaba la mancha de un lado, apareca en el otro. Barba Azul regres de su viaje esa misma tarde diciendo que en el camino haba recibido cartas informndole que el asunto motivo del viaje acababa de finiquitarse a su favor. Su esposa hizo todo lo que pudo para demostrarle que estaba encantada con su pronto regreso. Al da siguiente, l le pidi que le devolviera las llaves y ella se las dio, pero con una mano tan temblorosa que l adivin sin esfuerzo todo lo que haba pasado. Y por qu le dijo la llave del gabinete no est con las dems?
Tengo que haberla dejado contest ella all arriba, sobre mi mesa. No dejis de drmela muy pronto dijo Barba Azul. Despus de aplazar la entrega varias veces, no hubo ms remedio que traer la llave. Habindola examinado, Barba Azul dijo a su mujer: Por qu hay sangre en esta llave? No lo s respondi la pobre mujer, plida como una muerta. No lo sabis repuso Barba Azul, pero yo lo s muy bien. Habis tratado de entrar al gabinete! Pues bien, seora, entraris y ocuparis vuestro lugar junto a las damas que all habis visto. Ella se ech a los pies de su marido, llorando y pidindole perdn, con todas las demostraciones de un verdadero arrepentimiento por no haber sido obediente. Habra enternecido a una roca, hermosa y afligida como estaba; pero Barba Azul tena el corazn ms duro que una roca.
Hay que morir, seora le dijo, y de inmediato. Puesto que voy a morir respondi ella mirndolo con los ojos baados de lgrimas, dadme un poco de tiempo para rezarle a Dios. Os doy medio cuarto de hora replic Barba Azul, y ni un momento ms. Cuando estuvo sola llam a su hermana y le dijo: Ana (pues as se llamaba), hermana ma, te lo ruego, sube a lo alto de la torre, para ver si vienen mis hermanos, prometieron venir hoy a verme, y si los ves, hazles seas para que se den prisa. La hermana Ana subi a lo alto de la torre, y la pobre afligida le gritaba de tanto en tanto: Ana, hermana ma, no ves venir a nadie? Y la hermana responda: No veo ms que el sol que resplandece y la hierba que reverdece. Mientras tanto, Barba Azul, con un enorme cuchillo en la mano, le gritaba con todas sus
fuerzas a su mujer: Baja pronto o subir hasta all. Esperad un momento ms, por favor responda su mujer; y a continuacin exclamaba en voz baja: Ana, hermana ma, no ves venir a nadie? Y la hermana Ana responda: No veo ms que el sol que resplandece y la hierba que reverdece. Baja ya gritaba Barba Azul o yo subir. Voy en seguida le responda su mujer; y luego suplicaba: Ana, hermana ma, no ves venir a nadie? Veo respondi la hermana Ana una gran polvareda que viene de este lado. Son mis hermanos? Ay, hermana, no!, es un rebao de ovejas. No piensas bajar? gritaba Barba Azul. En un momento ms responda su mujer; y en seguida clamaba: Ana, hermana ma, no ves venir a nadie?
Veo respondi ella a dos jinetes que vienen hacia ac, pero estn muy lejos todava... Alabado sea Dios! exclam un instante despus, son mis hermanos; les estoy haciendo seas tanto como puedo para que se den prisa. Barba Azul se puso a gritar tan fuerte que toda la casa temblaba. La pobre mujer baj y se arroj a sus pies, deshecha en lgrimas y enloquecida. Es intil dijo Barba Azul, hay que morir. Luego, agarrndola del pelo con una mano y levantando la otra con el cuchillo, se dispuso a cortarle la cabeza. La infeliz mujer, volvindose hacia l y mirndolo con ojos desfallecidos, le rog que le concediera un momento para recogerse. No, no dijo l, encomindate a Dios y alzando su brazo... En ese mismo instante golpearon tan fuerte a la puerta que Barba Azul se detuvo bruscamente; al abrirse la puerta entraron dos
jinetes que, espada en mano, corrieron derechos hacia Barba Azul. ste reconoci a los hermanos de su mujer, uno dragn y el otro mosquetero, de modo que huy para guarecerse; pero los dos hermanos lo persiguieron tan de cerca que lo atraparon antes de que pudiera salir. Le atravesaron el cuerpo con sus espadas y lo dejaron muerto. La pobre mujer estaba casi tan muerta como su marido, y no tena fuerzas para levantarse y abrazar a sus hermanos. Ocurri que Barba Azul no tena herederos, de modo que su esposa pas a ser duea de todos sus bienes. Emple una parte en casar a su hermana Ana con un joven gentilhombre que la amaba desde haca mucho tiempo; otra parte en comprar cargos de capitn a sus dos hermanos; y el resto a casarse ella misma con un hombre muy correcto que la hizo olvidar los malos ratos pasados con Barba Azul. Moraleja
La curiosidad, teniendo sus encantos, a menudo se paga con penas y con llantos; a diario mil ejemplos se ven aparecer. Es, con perdn del sexo, placer harto menguado; no bien se experimenta cuando deja de ser; y el precio que se paga es siempre exagerado. Otra moraleja Por poco que tengamos buen sentido y del mundo conozcamos el tinglado, a las claras habremos advertido que esta historia es de un tiempo muy pasado; ya no existe un esposo tan terrible, ni capaz de pedir un imposible, aunque sea celoso, antojadizo. Junto a su esposa se le ve sumiso y cualquiera que sea de su
barba el color, cuesta saber, de entre ambos, cul es amo y seor. Los cuentos de Charles Perrault le catapultaron a la fama universal. El texto original tuvo tres reediciones en vida de su autor y cientos ms tras su muerte en 1703. Los ocho relatos contenidos en Historias o cuentos de tiempos pasados provocaron miles de versiones y adaptaciones que llegaron a nuestros das para deleite de millones de nios en todo el mundo. Por suerte, esos dulces infantes nunca sospecharon que uno de sus cuentos favoritos fue inspirado en alguien tremendamente nocivo para la humanidad. Un ogro real al que poco import la vida de sus inocentes vctimas, un autntico mariscal de las tinieblas.
ANEXO II
masacres producidas por determinados ogros modernos. En Alemania, psicpatas como Fritz Haarmann, ms conocido como el carnicero de Hannover, o Peter Krten, llamado el vampiro de Dusseldorf, sobrecogieron a un pas que a duras penas se levantaba tras la catstrofe de la Primera Guerra Mundial. En ambos casos los nios constituyeron el principal objetivo de estos asesinos. Haarmann actu de un modo muy parecido al de Gilles de Rais, vejando, sodomizando y matando de forma desgarrada a sus vctimas, de las que lleg a contabilizar entre veintisiete y ms de cien, ya que este perturbado perdi la cuenta y la polica no pudo concretar el dato exacto. Lo que s se certific es que el carnicero coma la carne de los nios y jvenes que iba masacrando y las sobras las venda entre sus hambrientos vecinos, quienes nunca sospecharon la procedencia de aquellas protenas tan baratas. En cuanto a Krten, diremos que era un personaje obsesionado por la sangre y el mal, llegando a crear escenografas macabras en las
que l, convertido en sumo oficiante, consumaba terribles actos de violencia y sexo con sus infelices vctimas. Sin embargo, uno de los sucesos ms atroces que se recuerdan, si hablamos de infanticidios en serie similares a los perpetrados por el mariscal De Rais, sucedi en las calles del Nueva York inmerso en los aos de la depresin. En aquel lugar y tiempo surgi la pestilente figura de un ogro criminal llamado Albert H. Fish. Este sujeto, con aspecto de delicado ancianito, fue capaz de asesinar y, posteriormente, devorar cientos de incautos nios. Los detectives norteamericanos calcularon en su momento que el ogro de Nueva York pudo acabar con la vida de unos cuatrocientos pequeos. Lo horrible no fue saber que estos nios eran secuestrados, violados y asesinados, sino que este ser, desprovisto de conciencia, se los coma con recetas gastronmicas elaboradas cuidadosamente por l. Ms tarde, apareceran otros diablos sanguinarios que actuaran de igual modo a los anteriores,
como el psicokiller ucranio Chikatilo, al cual le imputaron cincuenta y tres asesinatos en su mayora cometidos con nias y nios. En el caso de Francia, junto a Gilles de Rais, la figura de Henri Desir Landru es la que suscita mayor nmero de comentarios, casi siempre contradictorios: unos lo defienden,
Los crmenes de Landru han llamado y llamarn la atencin de todo aquel que pretenda introducirse en el mundo de la investigacin criminolgica. Su comportamiento educado, unido a su irona y falta de escrpulos,
conmovieron a una sociedad ya de por s aterrorizada por los millones de muertos cados en los campos de batalla de la Primera Guerra Mundial. En efecto, Landru actu impunemente en ese contexto blico. Sus vctimas fueron preferentemente las viudas que iba dejando aquel conflicto que deba acabar con todos. Eso es quiz lo que convierte a Landru en un personaje odioso, ya que, con una frialdad propia de latitudes polares, sedujo, mat y quem a pobres mujeres con el fin de arrebatarles los ahorros que haban logrado reunir en aquel tiempo de incertidumbre. Mientras tanto mantena una doble vida sin que nadie se percatara de las atrocidades que estaba cometiendo por diferentes escenarios de Pars y Gambais. Su indolente mujer y sus cuatro hijos nunca sospecharon que su esposo y progenitor estaba entrando por mritos propios en la galera ms oscura del crimen universal. Landru era el perfecto psicpata; ninguna enfermedad mental lo atenazaba, y sus matanzas
eran premeditadas, pues, cuando las cometa, ningn remordimiento nublaba su mente. S, amigos, nos encontramos ante una estampa caracterstica del mal, y me atrevo a decir que ese mal disfrut de su esencia ms pura en el alma de un hombre al que todos conocieron como el Barba Azul de Pars, pues ste s que se acercaba de forma directa a lo propuesto por Charles Perrault en su cuento del siglo XVII. Esta es su increble historia, poco apta para la tranquilidad de corazones enamoradizos y solitarios. Henri Desir Landru naci en el corazn de Pars el 12 de abril de 1869. Hijo de una modesta familia obrera, su padre, hombre recto y religioso, trabajaba como fogonero en una fundicin industrial. Por su parte, la madre consegua algn dinero extra como costurera. En todo caso, el clan Landru apenas tena recursos econmicos para sobrevivir en la luminosa ciudad de los impresionistas. Henri creci bajo los atentos cuidados de
sus padres. El nio no fue mal estudiante; su vivaz inteligencia hizo que prosperara en algunas disciplinas acadmicas, pero el joven tena algunos defectillos. El principal de ellos era una obsesin creciente por el dinero y la buena vida, por eso no es de extraar que el ambiente familiar fuera cada vez ms opresivo para la ambicin desmedida del latente psicpata. En 1889 se vio forzado al matrimonio por el inesperado embarazo de su prima hermana Marie Remy. Esta pobre mujer, aunque no muri a manos de su marido, fue posiblemente la primera vctima de Landru. Con ella tuvo cuatro hijos, a los que tambin enga durante toda su vida. Henri intent prosperar como trabajador honrado, pero sabido es que los asalariados lo tienen francamente complicado si su deseo es acumular riqueza en pocos aos. La mente de Landru comenz a gestar malvolos planes para mejorar la fortuna que se negaba a los proletarios. Mientras preparaba un magnfico futuro, segua dando tumbos por
diferentes oficios: vendedor de muebles o de coches de segunda mano, administrativo y guardin de un garaje, en definitiva, cosas de poca monta para alguien que pretenda ser rico y popular en aquella sociedad cuando alboreaba el siglo XX. En 1909 una luz se encendi en el truculento cerebro de Landru. Todo sucedi mientras lea con parsimonia los anuncios de contactos inscritos en la prensa parisina. De repente se fij en uno de los mensajes: en el texto, una desconsolada viuda buscaba la pareja ideal que le proporcionara amor y estabilidad econmica. A cambio ofreca su renta y patrimonio inmobiliario. Landru ley varias veces el anuncio. Pero cmo no se le haba ocurrido antes! Eso era lo que andaba buscando desde siempre, una forma fcil de hacerse con miles de francos a cambio de un poco de amor y comprensin, slo eso. Desde luego, si las viudas de Francia queran consuelo, Landru era el candidato idneo.
Con nerviosismo traz su primer plan. El objetivo estaba claro: conquistar la confianza de pobres viudas y despojarlas de su dinero a cambio de promesas vanas e infundadas. A los pocos das insertaba un anuncio en un peridico de Lille y la respuesta fue inmediata. Pronto se cit con su primera vctima, madame Izoret, de la que obtuvo la nada despreciable suma de 20.000 francos. Por su parte, Henri aport escrituras y pagars tan falsos como los nombres que ira utilizando a lo largo de su peripecia criminal. La viuda Izoret no tard en desconfiar del todava inexperto Landru. Con los papeles fraudulentos, se person en una comisara donde denunci la presunta estafa. Los inspectores detuvieron al perplejo aspirante a estafador y, posteriormente, fue condenado a tres aos de crcel. En ese periodo carcelario, nuestro protagonista, lejos del arrepentimiento, ide nuevas formas que mejoraran sus futuros timos. Estaba claro que lo haban cogido por permitir
que la viuda le denunciase; si la hubiese eliminado, no habra tenido tantos inconvenientes y ahora disfrutara como un sultn del botn. Una vez saliera de la penitenciara, sera ms cuidadoso preparando sus engaos; cambiara su identidad tantas veces como actuaciones delictivas tuviera. De esa manera, la polica lo tendra muy difcil si quera pillarlo. Por desgracia para Landru, los gendarmes franceses lo detuvieron en cinco ocasiones ms, pues todo le sala al revs. Su educacin y talante se mantenan intactos, por lo que nadie de su entorno sospechaba que pudiera ser un delincuente de poca monta. Su familia permaneca ignorante de todo lo que estaba ocurriendo; por lo menos su esposa as lo haca ver. Entre 1909 y 1914, Landru fue apresado en seis ocasiones. Su madre muri, a buen seguro, por los disgustos que le ocasionaba su perdido vstago. Lo del padre fue peor, pues avergonzado por tener un hijo delincuente y encima
especializado en la estafa de viudas, no pudo soportarlo ms y se ahorc de un rbol en el Bois de Boulogne. Ajeno a la desgracia familiar que estaba ocasionando, Landru sigui perfilando fechoras sin inmutarse, confiando en que algn da la diosa Fortuna sonreira a su causa. En 1914 escap a una condena de varios aos por su ltimo fraude. La falta de pruebas, sus diferentes personalidades y, sobre todo, el estallido de la guerra entre Alemania y Francia posibilitaron que Landru huyera de la pena impuesta. Para mayor regocijo suyo, miles de franceses partieron al frente dejando a otras tantas esposas solas y a la espera de noticias, que no siempre eran buenas, dado que por entonces la mortandad en los combates era extrema. Eso elevaba como la espuma el censo de viudas, dando nuevas oportunidades al siempre dispuesto Landru, que volvi a publicar anuncios en la prensa gala. El de mayor impacto fue uno que apareci en Le Journal de Pars, donde se poda leer lo siguiente: Viudo, dos hijos, cuarenta y tres aos,
solvente, afectuoso, serio y en ascenso social, desea conocer a viuda con deseos matrimoniales. Las respuestas no se hicieron esperar y cientos de mujeres angustiadas contestaron al llamamiento de aquel hombre, supuestamente ntegro, y dispuesto a entregar sin lmites el amor que tanto necesitaban aquellas desconsoladas viudas. La primera seleccionada fue Jeanne Cuchet, una hermosa mujer de treinta y nueve aos con un hijo de diecisiete y unos 5.000 francos ahorrados. Landru, ms meticuloso que nunca, cambi su nombre por el de Raymond Diard, adopt el oficio de inspector de correos y alquil una casa en el tpico barrio parisino de Chantilly. En el piso se poda contemplar una enorme y desproporcionada chimenea que pronto trabajara a pleno rendimiento... Como en otras ocasiones, el montaje del timador se empez a descubrir. La seora Cuchet recibi ciertas informaciones que la ponan en antecedentes sobre su pretendiente Diard. Aun
conociendo que el supuesto inspector postal tena un pasado turbio, que se llamaba Landru y que tena familia numerosa, decidi darle una oportunidad; al fin y al cabo, los hombres escaseaban y Henri pareca tan galn y educado que, a buen seguro, dijo todas esas mentiras por timidez. Pobre incauta! En enero de 1915 la vecindad dej de ver a madame Cuchet y a su joven hijo. En cambio, s contemplaron una densa humareda negra que sala por la chimenea de la casa donde habitaban. En esos momentos nadie pens nada grave sobre la vida de la viuda y su vstago; a nadie se le ocurri preguntar sobre las extraas desapariciones. Estaban en guerra y bastante tenan con los problemas que su ejrcito estaba sufriendo en los frentes de batalla. Al poco apareci por el barrio el propio Landru sin ofrecer muchas explicaciones sobre la inesperada marcha de su cortejada. Seguramente la relacin se haba roto y por eso el pretendiente desmontaba la casa vendiendo los pocos enseres acumulados en ella. Los
vecinos no tardaron en olvidarse de aquellos ocasionales inquilinos. Lo cierto es que Landru haba asesinado a madame Cuchet y a su hijo, para posteriormente descuartizarlos y quemarlos en la chimenea de la vivienda. Una vez eliminadas las pruebas del delito, prepar un nuevo crimen. En esta ocasin alquil una casita en las afueras de Pars, y hasta ese lugar llev a madame Laborde-Line, mujer que corri la misma suerte que las anteriores. Landru sonrea feliz. Por fin haba encontrado el mtodo para enriquecerse limpiamente, y encima renda homenaje a la memoria de su padre trabajando como fogonero tras perpetrar sus horrendos asesinatos. Pero aquello de alquilar casas era un asunto muy pesado, dado que deba dar demasiadas explicaciones al casero y a los nuevos vecinos. Por tanto, el psicpata opt por establecer su fbrica de la muerte en un sitio fijo. Eligi Gambais, un bello paraje sito a unos cincuenta kilmetros de Pars y conectado a la capital por un buen servicio de ferrocarril. En aquel pueblo
alquil una hermosa casa de piedra en la que instal una caldera digna de Pedro Botero. Tras comprobar que el artefacto funcionaba a las mil maravillas, comenz el particular trasiego de viudas hacia las llamas de la vida eterna. Se calcula que Landru conoci o asesin a ms de trescientas mujeres en el periodo 1914-1918. Bien es cierto que slo fue juzgado por los once crmenes que se pudieron demostrar. Durante cuatro aos se cit con viudas, casi siempre cuarentonas, aunque en alguna ocasin sali con veinteaeras y mujeres ms jvenes. Su aspecto no es que fuera el de un galn cinematogrfico, ms bien lo contrario. Una de sus vctimas dijo esto poco antes de ser asesinada: No s lo que hay en l, pero me asusta, su mirada ceuda me angustia. Parece el diablo. Si nos atenemos al temor de esta seora, qu tena Landru que tanto fascinaba? Viendo fotos de la poca, observamos a un personaje de mirada penetrante, casi hipntica, barba y bigote espesos, as como cejas muy
pobladas. Adems era calvo, bajito y carente de msculos. En realidad presentaba un aspecto siniestro que lograba condicionar el nimo de sus vctimas. Sin embargo, en aquella poca Landru pasaba por ser un hombre recto, serio, de modales exquisitos, educado; valores que gozaban de muy buena consideracin entre las damas. Esos factores suplan con creces los defectillos que pudiera presentar personaje tan lamentable. Landru no tena escrpulos, mataba por dinero. Se supone que cada crimen le report una media de 3.000 francos. No obstante, jams acumul suma alguna, pues era hombre que gustaba de placeres inmediatos y carsimos. A medida que se apropiaba de los bienes ajenos, los funda en sus caprichos, as como en atender a su familia original, a la cual dispensaba todas las atenciones de un esplndido y amantsimo padre y esposo. A su mujer en concreto la cubri de joyas... eso s, todas usadas, pero a Marie nunca se le ocurri preguntar por la procedencia de las mismas. Mientras tanto, las pobres viudas
seguan viajando confiadas a Ganabais, dispuestas a pasar una maravillosa luna de miel en la campia francesa. La chimenea ptrea de aquella casa, llamada L'Ermitage por los lugareos, no paraba de soltar humo. Daba igual la estacin climatolgica del ao, pues la humareda no cesaba ni en verano, ni en invierno, lo que daba para algn comentario jocoso por parte de los vecinos. Landru viajaba a Gambais en tren; sacaba dos billetes diferentes: el suyo era de ida y vuelta, mientras que el de la afectada era tan slo de ida. Con eso el asesino se ahorraba un franco y, si hablamos de trescientas viajeras, pues caramba!, era un capitalito al que Landru no pensaba renunciar. Finalmente, la suerte dej de sonrer a este energmeno, pues eran demasiadas desapariciones para que nadie sospechara nada grave. La guerra, por desgracia, lo haba tapado todo en aquellos aos, pero el conflicto termin y muchas personas empezaron a buscar a sus desaparecidos. En 1918, los familiares de madame
Colombe enviaron una carta al alcalde de Gambais, solicitando cualquier tipo de noticia sobre el paradero de su pariente, a la que se haba visto en ese pueblo en compaa de un tal Dupont. Al poco, el sorprendido edil recibi una epstola parecida, salvo que en esta ocasin unos preocupados familiares pedan algn dato sobre Celestine Buisson, a la que se haba visto paseando por Gambais en compaa de un tal Freymet. Lo que llam poderosamente la atencin del alcalde fue la coincidencia que ofrecan las dos cartas sobre el aspecto fsico del hombre que acompaaba a las desaparecidas. No obstante, era difcil averiguar algo concreto, pues no exista nadie con esos apellidos entre el vecindario de Gambais. En efecto, Landru haba alquilado la casa con otro nombre falso, pero el cerco haba empezado a estrecharse sobre l. Las denuncias de nuevas desapariciones se incrementaron y la polica, en especial el inspector Belin, se puso manos a la obra a fin de encontrar una solucin para ese desconcertante
caso. En los primeros meses de 1919, cincuenta gendarmes rastreaban Pars intentando averiguar el destino que haban sufrido las damas desaparecidas. Belin fue atando cabos, pero la complejidad del suceso y la cantidad de nombres utilizados por Landru parecan imposibilitar cualquier avance esclarecedor. Por fortuna, el 12 de abril de 1919 mademoiselle Lacoste, familiar de una desaparecida, se top con Landru en una tienda de porcelanas. La joven, sobresaltada por el encuentro, disimul cuanto pudo y escap con toda rapidez hacia el despacho del inspector Belin. ste comprob en la tienda la ficha de comprador dejada por Landru, quien ahora se llamaba Monsieur Guillet, domiciliado en la Ru de Rochechouart y, sin ms, se acerc a la vivienda donde supuestamente moraba el mayor asesino de Francia. Belin esper pacientemente la llegada de nuestro protagonista y, una vez cara a cara, lo detuvo por las supuestas desapariciones. Landru, que se encontraba en compaa de
su nueva novia, una actriz de diecinueve aos llamada Fernande Segret, se limit a decir con frialdad absoluta que era inocente de todo cargo y que l no saba nada sobre las acusaciones formuladas contra su persona. A pesar de eso, los gendarmes lo detuvieron sin contemplaciones mientras Henri intentaba resistirse. La escena se transform en pattica cuando el detenido empez a cantar un aria de pera a su amante. Esta, entre lgrimas, despidi a su amor. Seguramente en ese momento no poda imaginar que ella hubiese sido la siguiente en la lista macabra de barba azul. Una vez en la prefectura, descubrieron en un bolsillo del traje de Landru una agenda negra donde se pudo comprobar la verdadera identidad del detenido. Pero lo peor estaba por llegar; a medida que el inspector Belin fue pasando pginas descubri, con estremecimiento, lo que haba ocurrido en la vida de Landru a lo largo de los ltimos cuatro aos. En primer lugar, surgieron once nombres, cuatro de los cuales
coincidan con otras tantas desapariciones confirmadas. En otra hoja se reflejaban otras doscientas treinta y ocho relaciones mantenidas con viudas. La meticulosidad de Landru hizo que incluso plasmara en papel el precio de los billetes de tren a Gambais. Todo estaba en la agenda, nombres, fechas... Ningn detalle escapaba a Landru, ni siquiera anotar iniciales que discriminaran a viudas ricas y pobres. El 29 de abril los gendarmes realizaron una bsqueda por la villa L'Ermitage. Lo que all descubrieron era digno de una pelcula de terror: doscientos noventa y cinco huesos humanos semicarbonizados, un kilo de cenizas y cuarenta y siete piezas dentales de oro guardadas en un cajn. Adems se encontraron los cadveres de dos perros que haban sido estrangulados por Landru, y que posteriormente se demostr que pertenecan a una de sus vctimas. Tambin se confirm que el psicpata haba vendido ropas, muebles y enseres de las viudas. El juicio dur ms de dos aos, y finalmente
fue acusado por once asesinatos, los nicos que se pudieron demostrar al haberse visto al inculpado en compaa de sus vctimas antes de que se evaporaran. El resto de los presuntos crmenes no se pudieron comprobar, aunque la polica estim que habra cometido entre ciento setenta y nueve y trescientos. A lo largo del proceso, Landru intent y en ocasiones lo consigui ganarse a la opinin pblica. Su cortesa y refinados modales cautivaron a ms de uno. El siempre se declar inocente. En los salones de baile se comentaban las incidencias del juicio y se bailaba al son de alegres cancioncillas que hablaban del viejo barba azul de Pars. Landru recibi regalos y no pocas peticiones de matrimonio. A pesar de tanta fama inmerecida, los jueces no variaron un pice su conducta y el 30 de noviembre de 1921 era encontrado culpable por la muerte de once personas y, en consecuencia, segn las leyes francesas de la poca, condenado a morir en la guillotina. El 25 de febrero de 1922 fue
guillotinado en la crcel de Versalles sin dejar de gritar su inocencia. Cuarenta y un aos ms tarde se descubri por casualidad una carta de Landru en la que se confesaba autor de los crmenes. Los peritos calgrafos confirmaron la autenticidad de la misma. Uno de los fragmentos deca as: Los testigos son tontos. Yo lo hice; mat y quem a esas mujeres en el horno de mi casa. Por cierto, la vida de este psicpata fue llevada al cine en los aos sesenta del siglo XX. Un filme dirigido por Claude Chabrol bajo el ttulo Landru. Poco tiempo ms tarde se suicidaba una anciana llamada Fernn de Segret, dejando una nota en la que se poda leer: An le amo y sufro demasiado. Me quitar la vida. Sea como fuere, parece que el gnero humano est condenado de forma casi preternatural a sufrir in aeternum la grotesca maldad de algunos personajes obsesionados con la sed de sangre. Desde el rey Herodes que orden la matanza de inocentes por miedo a un
mesas que le privara de su trono, pasando por asesinos atroces que encabezaban ejrcitos, hasta casos singulares como el de Gilles de Rais u otros como l, slo el conocimiento profundo de sus mentes distorsionadas nos podr defender de sus funestas actuaciones en la tierra. Mi deseo es que nunca ms volvamos a conocer el horror que provocaron, aunque, tal y como estn las cosas, sospecho que en un futuro no muy distante alguien como yo escribir un libro parecido a ste, reflejando las atrocidades y estragos cometidos por un nuevo mulo del mariscal de las tinieblas.
FIN
Table of Contents
INTRODUCCIN PRIMERA PARTE LA FORJA [1404-1424] LA CUNA FRANCESA RACES PODEROSAS UNA INFANCIA EN SOLEDAD MATRIMONIOS IMPOSIBLES SEGUNDA PARTE EL HEROSMO [14201431] LA GUERRA DE GILLES ORGENES DEL CONFLICTO EL PRIMER PERIODO INICIOS DEL SEGUNDO PERIODO CUANDO LLEG LA DONCELLA ESCOLTA Y PROTECTOR DE JUANA LAS CAMPAAS DE DIOS LA INJUSTA MUERTE DE UN NGEL EL FINAL DE LA GUERRA TERCERA PARTE LA DESTRUCCIN [14311440]
EL ODIO DEL MARISCAL LAS MORADAS DEL MONSTRUO Y SUS CORTESANOS EL MISTERIO DE ORLEANS LAS PRIMERAS SOSPECHAS DETENCIN Y JUICIO ARREPENTIMIENTO Y CONFESIN EL FIN DEL DOLOR CRONOLOGA BIBLIOGRAFA ANEXO I EL CUENTO DE BARBA AZUL ANEXO II LOS HEREDEROS DE BARBA AZUL Datos del libro