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Multitud
Guerra y democracia en la era del Imperio
MICHAEL HARDT ANTONIO NEGRI Ttulo original: Multitude Publicado originalmente en The Penguin Press Nueva York 2004 " Primera edicin: noviembre de 2004 2004, Michacl Hardr y Antonio Negri 2004, de la edicin en castellano para todo el mundo: Random House Mondador S A Travcssera de Gracia, 08021 Barcelona 2004, Juan Antonio Bravo, por la traduccin rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las.leyes, parcial o total de esta obra por cual- qUIern:tCdlO,0 proce,d:mlCnto, la reprografa y el y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o prstamo pblicos. cultura Libre Printed in Spain - Impreso en Espaa ISBN: 84-8306-598-3 Depsito legal: B. Fotoeomposicin: Lozano Faisano, S.L. (L'Hospiraler) Impreso en Limpergraf Mogoda, 29. Barbera del Valles (Barcelona) e 845983 ndice AGRADECIMIENTOS PREFACIO: Vida en comn 1. Guerra. l. Simplicissimus . Excepciones El golcm El estado de guerta global. Biopoder y seguridad Violencia legitima Samue Huntinoton, Geheimrat Il. Contrainsurgencias Nacimiento de la nueva guerra Una revolucin en los asuntos militares El mercenario y el patriota Asimetra y dominacin de pleno espectro 1II. Resistencia. La primaca de la resistencia . Del ejrcito popular a la guerra de guerrillas La invencin de las luchas en red La intelioencio del enjambre . Del biopoder a la produccin biopolitica 2. Multitud I. Clases peligrosas . El trabajo: su conversin en lo c0111n El crepsculo del Inundo campesino 11 13 21 23 23 31 33 40 47 56 60 61 65 74 77 90 91 97 107 120 122 125 131 131 145 3. Dos italianos en la India . La riqueza de los pobres (o Somos los pobres') Multitudes demonacas: Dostoievski Ice la Biblia Excurso 1. Mtodo: Tras las huellas de Marx Huerte de la ciencia lgubre? 11. De Corpore . Apartheid global . Una excursin a Davos El gobierno fuerte ha vuelto La vida en el mercado . 1Il. Las huellas de la multitud La monstruosidad de la carne La invasin de los monstruos La produccin de lo comn . Ms all de lo privado y lo pblico. Carnaval}' movimiento La movilizacin de lo comn Excurso 2. Organizacin: La multitud a la IZ- quierda .. Democracia 1. La larga marcha de la democracia La crisis de la democracia en la era de la globalizacin armada . El proyecto democrtico inacabado de la modernidad . La rebelion de los deudores La democracia inconclusa del socialismo . Revuelta en Berln, 1953. De la representacin democrtica a la opinin pblica global. Monos Blancos . II. Demandas globales de democracia Cahiers de dolances en Seattle Experimentos de reforma global [Retorno al siglo XVIII! 158 160 170 172 184 188 190 198 209 213 224 225 230 232 238 245 249 257 265 267 267 274 285 287 294 297 304 308 308 328 331 351 Excurso 3. Estrategia: Geopoltica y nuevas alianzas Iconoclastas I11. La democracia de la multitud Soberana y democracia Que la fuerza te acompae La nueva ciencia de la democracia: Madison y Lenin . NOTAS NDICE AlFABTICO 358 369 373 374 387 395 407 451 Agradecimientos Sera imposible manifestar aqu nuestro agradecimiento a tantos como nos han ayudado durante la elaboracin de este libro, por 10 que 110S limitaremos a citar a quienes leyeron el original y aportaron sus comen- tarios: Naorni Klein, Seott Moyers, Judith Revel y Kathi Weeks. Prefacio Vida en comn La posibilidad de la democracia a escala global emerge hoy por prime- ra vez. Este libro trata de esa posibilidad, de lo que Val110S a llamar el proyecto de la multitud). Un proyecto que no solo expresa el deseo de un mundo de igualdad y de libertad, no solo exige una sociedad glo- bal democrtica abierta e inclusiva, sino que proporciona los medios para conseguirla. Esa es la conclusin de nuestro libro, pero no es as como hay que empezar. La posibilidad de la democracia est hoy oscurecida y amenazada por el estado endmico de guerra mundial, Por lo tanto, tendremos que empezar por ese estado de guerra, Es verdad que la democracia, en to- das sus fonnas nacionales y locales, nunca dej de ser un proyecto in- completo durante la poca moderna. Y ciertamente los procesos de glo- balizacin de los ltimos decenios han aportado nuevos desafos, pero el obstculo principal a la democracia es, actualmente, el estado de guerra global. O mejor dicho, el sueo moderno de la democracia puede pa- recer definitivamente perdido en nuestra era de globalizacin arrnada. La guerra siempre fue incompatible con la democracia. Tradicionalmente, la democracia quedaba suspendida en tiempo de guerra, y el poder era temporalmente confiado a una autoridad central fuerte para afrontar la crisis. Hoy que el estado de guerra adems de global es de duracin in- definida, sin un trmino a la vista, la suspensin de la democracia tam- bin es indefinida si no permanente, La guerra reviste hoy un carcter generalizado, asfixia la vida social y plantea su propio orden poltico. En estas condiciones la democracia parece del todo irrecuperable, profun- damente sepultada bajo los arsenales y los regmenes de seguridad de nuestro estado de guerra global. 13 PREFACIO Y, sin embargo, nunca ha sido tan necesaria la democracia. Ningn otro camino puede sacarnos de la inseguridad y de la dominacin que saturan nuestro mundo en guerra; ningn otro carnina puede condu- cirnos a una vida pacfica en comn. Este libro es una continuacin de nuestro volumen Imperio, que se centra en la nueva fonna de soberana global. En aquel libro tratbamos de interpretar la tendencia del orden poltico global en su proceso de for- macin, de identificar de qu manera la variedad de los procesos con- temporneos va cristalizando una nueva forma de orden global, que lla- mantos Imperio. El punto de partida era el reconocimiento de que el orden global contemporneo ya no puede entenderse en los trminos del imperialismo que practicaron las potencias modernas, basado prin- cipalmente en la extensin de la soberana del Estado-nacin sobre unos territorios extranjeros. Lo que emerge hoy, en cambio, es un poder en red), una nueva forma de soberana, que incluye como elementos prin- cipales o nodos a los estados-nacin, junto con las instituciones supra- nacionales, las principales corporaciones capitalistas y otros poderes. En la red del hnperio no todos los poderes son iguales, por supuesto. Muy al contrario, algunos estados-nacin tienen un poder enorme, y otros casi ninguno, y 10 mismo ocurre con las derns corporaciones e institucio- nes que componen la red. Pero a pesar de las desigualdades, se ven obli- gados a cooperar para crear y mantener el orden global actual con to- das sus divisiones y sus jerarquas internas. As, nuestra nocin de Imperio atraviesa en diagonal todos los de- bates que plantean corno nicas alternativas polticas globales el unila- teralismo y el multilateralismo, o el proamericanisrno y el antiatncrica- nisrno. Por una parte, plantebamos que ningn Estado-nacin, ni siquiera el ms poderoso, ni siquiera Estados Unidos, puede ir por su cuenta y mantener el orden global sin la colaboracin de las principa- les potencias de la red del Imperio, Por otra parte, hemos postulado que el orden global contemporneo no se caracteriza, ni puede sustentarse, por la participacin igualitaria de todos, ni siquiera por la de una lite de estados-nacin segn el modelo de control multilateral bajo la auto- 14 PREFACIO ridad de Naciones Unidas. Ms exactamente, nuestro orden global ac- tual se define por rigurosas divisiones y jerarquas siguiendo lneas re- gionales, nacionales y locales. Afirmamos que ni el unilateralismo ni el multilateralismo, tal corno nos los han explicado, son deseables, o me- jor dicho ni siquiera son posibles, dadas las condiciones presentes, y nin- gn intento de seguir esas orientaciones servira para mantener el or- den global actual. Cuando decimos que el Imperio es una tendencia nos referimos a que es la nica forma de poder que conseguir mantener el orden global actual de fonna duradera. Por lo tanto, podramos re- plicar a los proyectos globales unilateralistas de Estados Unidos con este imperativo irnico, parafraseando al marqus De Sadc: Amricains en- care un effort si vous voulez tre imperials!, [Amcricanos, tenis que esforzaros ms si queris ser impcriales!. El Imperio gobierna un orden global fracturado por divisiones y jerarquas internas, y abatido por la guerra perpetua. El estado de gue- rra es inevitable en el Imperio, ya que funciona como un instrumento de su dominacin. Hoy da la Pax Imperii, lo mismo que en riempos de la antigua Roma. es una paz ficticia, que preside un estado de guerra constante. Este anlisis del Imperio y del orden global, sin embargo, for- ma parte de nuestra libro anterior y no hay necesidad de repetirlo aqu. En este libro nos centraremos en la multitud, la alternativa viva que crece en el interior del Imperio. Simplificando mucho podramos decir que la globalizacin tiene dos caras. Por una parte el Imperio extiende glo- balmente la red de jerarquas y divisiones que mantienen el orden me- diante nuevos mecanismos de control y de conflicto constante. Pero, sin embargo, la globalizacin tambin crea nuevos circuitos de cooperacin y colaboracin que se extienden por encima de las naciones y de los continentes, y que hacen posible un nmero ilimitado de encuentros. Esta otra faceta de la globalizacin no significa que todos vayanl0s a ser iguales en el mundo, pero brinda la posibilidad de que, sin dejar de ser diferentes, descubramos lo comn que nos permite cOll1unicarnos y actuar juntos. La multitud tambin puede ser concebida COl110 una red abierta y expansiva, en donde todas las diferencias pueden expresarse de 15 I'REFAC:IO un modo libre y equitativo, una red que proporciona los medios de encuentro que nos permitan trabajar y vivir en comn. En una primera aproximacin conviene distinguir la multitud, en el plano conceptual, de otras nociones de sujetos sociales, C01110 el pueblo, las masas o la clase obrera. Tradicionalmente, el pueblo ha sido un con- cepto unitario. La poblacin, evidentemente, se caracteriza por diferen- cias de todo tipo, pero el pueblo reduce esa diversidad a unidad y otorga a la poblacin una identidad nica. El pueblo es uno. La multi- tud, en cambio, es plural. La multitud se compone de innumerables di- ferencias internas que nunca podrn reducirse a una unidad, ni a una identidad nica. Hay diferencias de cultura, de raza, de etnicidad. de g- nero, de sexualidad, diferentes formas de trabajar, de vivir, de ver el mundo, y diferentes deseos. La multitud es una multiplicidad de tales di- ferencias singulares. Las masas tambin son diferentes del pueblo, ya que no pueden ser reducidas a una unidad o a una identidad nica. Es cierto que las masas estn compuestas de tipos y especies de todas clases, pero, en realidad, no se puede afirmar que las masas estn compuestas de su- jetos sociales diferentes. La esencia de las masas es la indiferenciacin: todas las diferencias quedan sumergidas y ahogadas en las masas. Todos los colores de la poblacin palidecen hasta confundirse en el gris. Estas masas pueden moverse al unsono, pero solo porque forman un conglo- merado indistinto, uniforme. En la multitud, por el contrario, las dife- rencias sociales siguen constituyendo diferencias. La multitud es multi- color corno el manto mgico de Jos. El desafio que plantea el concepto de multitud consiste en que una multiplicidad social consiga comuni- carse y actuar en comn conservando sus diferencias internas. Por ltimo, tambin es necesario distinguir multitud y clase obrera. El concepto de clase obrera se ha utilizado de un modo excluyente, no solo para distinguir a los trabajadores de los propietarios que no tienen ne- cesidad de trabajar para ganarse la vida, sino tambin para separar a la clase obrera de otros trabajadores. En un sentido ms estricto, este con- cepto se aplica solo a los obreros industriales, diferencindolos de quienes trabajan en la agricultura, en los servicios y en otros sectores. En un sentido ms amplio, se refiere a todos los obreros asalariados, separn- dolos de los pobres, de la fuerza de trabajo domstica no remunerada y 16 l'REFAC]() de quienes no perciben un salario. En cambio, la multitud es un con- cepto abierto, inclusivo. Trata de captar la importancia de los movimien- tos recientes de la economia global: por una parte, la clase obrera indus- trial ya no desempea un papel hegemnico en la economa global, aunque su fuerza numrica no haya disminuido a escala global. Por otra parte, hoy la produccin no debe concebirse en trminos meramente econmicos, sino ms generalmente por su carcter de produccin so- cial: no solo la produccin de bienes materiales, sino tambin la de la comunicacin, las relaciones y las formas de vida. Por lo tanto, en po- tencia la multitud se compone de todas estas figuras diversas de la pro- duccin social. De nuevo acudimos al smil de una red distribuida, a internet, como imagen o modelo para una primera explicacin de la multitud. En ella los distintos nodos siguen siendo diferentes, pero to- dos estn conectados en la red; adems, los lmites externos de la red son abiertos, y permiten que se aadan en todo momento nuevos nodos y nuevas relaciones. Dos caractersticas de la multitud clarifican especialmente su apor- tacin a la posibilidad actual de la democracia. La primera es su aspec- to econmico. aunque teniendo en cuenta que la separacin entre la economa y los dems dominios sociales desaparece rpidamente en este caso. En la medida en que la multitud no es una identidad (corno el pueblo) ni es uniforme (C01UO las masas), las diferencias internas de la multitud deben descubrir lo comn que les permite comunicarse y ac- tuar mancomunadamente. En realidad, lo C0111n que compartimos no se descubre, sino que se produce. (Hemos evitado el empleo del trmino el comn, ya que tradicionalmente aluda a los espacios comunales, de uso compartido en la poca precapitalisra, y que fueron destruidos por el advenimiento de la propiedad privada. En cambio, lo comn, aun- que de no nlUY cmodo manejo, subraya el contenido filosfico del trmino; no se trata de un retorno al pasado, sino de una evolucin nueva.) Nuestra comunicacin, colaboracin y cooperacin no se ba- san nicamente en lo comn, sino que lo producen, a su vez, en una relacin espiral siempre en aumento. Esta produccin de lo comn tien- de a ser central para todas las formas de la produccin social, aunque parezcan localmente circunscritas y es, de hecho, la caracterstica prin- 17 PREFACIO cipal de las nuevas formas de trabajo dominantes hoy en da. El propio trabajo tiende hacia las transformaciones' de la economa para crear y ser absorbida en redes de cooperacin y comunicacin. Todas las personas que utilizan en su trabajo la informacin y el conocimiento -desde el agricultor que desarrolla simientes dotadas de propiedades especficas hasta el programador informtico-s- se apoyan en el acervo comn del conocimiento que han recibido de otros, y crean a su vez nuevo cono- cimiento comn, Esto se aprecia, de manera especial, en todos los trabajos que crean proyectos inmateriales, incluyendo ideas, imgenes, afectos y relaciones. A este nuevo modelo dominante lo llamaremos produccin biopoltica, al objeto de subrayar que, adems de interve- nir en la produccin de bienes materiales en un sentido econmico estricto, atae a todas las facetas de la vida social, econmica, cultural y poltica, y al mismo tiempo las produce. Esa produccin biopoltica y su expansin de lo comn constituye uno de los pilares fundamentales en que descansa la posibilidad de la democracia en la actualidad. La multitud tiene una segunda caracterstica especialmente importante para la democracia: su organizacin poltica" (aunque no debemos olvidar que lo poltico se funde rpidamente con lo econmico.Io social y lo cul- tural). Percibimos esa tendencia al considerar la genealoga de las moder- nas resistencias, revueltas y revoluciones, que revelan una tendencia cre- ciente a la organizacin democrtica, desde las formas centralizadas de la dictadura revolucionaria hasta las organizaciones en red que excluyen la autoridad en las relaciones de colaboracin. Dicha genealoga revela una tendencia de las organizaciones resistentes y revolucionarias, no solo a con- vertirse en medios para lograr una sociedad democrtica, sino a crear re- laciones democrticas dentro de su propia estructura. Por otra parte, hoy da la democracia a escala global se est convirtiendo en una reivindica- cin cada vez ms extendida, a veces explcita y otras implcita en las in- numerables quejas y resistencias que se manifiestan contra el orden glo- bal actual. El factor comn que se halla en tantas luchas y movimientos de liberacin del mundo contemporneo, a escala local, regional y global, es el anhelo de democracia. Obvio es decir que el anhelo y la reivindi- cacin de una democracia global no garantiza su realizacin, pero no deberamos subestimar el poder que pueden tener tales reivindicaciones. 18 PREFACIO Tngase presente que este es un libro filosfico. Aunque citarnos numerosos ejemplos de cmo trabaja hoy la gente para poner fin a la guerra y crear un mundo ms democrtico, nadie espere que nuestro libro vaya a resolver la pregunta ({qu hacer?, ni que proponga un pro- grama de accin concreto. Creemos que a la luz de los desafios y las posibilidades de nuestro mundo es necesario pensar de nuevo los con- ceptos polticos bsicos, corno los de poder, resistencia, multitud y de- mocracia. Antes de embarcarnos en un proyecto poltico prctico para crear nuevas instituciones y estructuras sociales democrticas debernos preguntarnos si hemos entendido realmente lo que hoy significa (o po- dra significar) la democracia. Hemos procurado escribirlo en un lengua- je que todo el mundo pueda entender, dando definiciones de los tec- nicismos y explicando los conceptos filosficos. Eso no significa que la lectura vaya a ser siempre fcil. En algn momento se hallarn, sin duda, pasajes cuyo sentido no sea evidente en una primera lectura. Sean10S pa- cientes. Siganlos leyendo. A veces se necesita un poco de tiempo para asimilar las ideas filosficas. Consideremos este libro como un mosaico, cuyo panorama general ir apareciendo de manera gradual. El movimiento de un libro a otro, de Imperio a Multitud, sigue un camino inverso del que recorri Thomas Hobbes entre De Cive (publicado en 1642) y Leviatn (1651). Esa progresin inversa responde a la profunda diferencia que existe entre los dos momentos histricos. En los albores de la modernidad, Hobbes defini en De Cive la naturaleza del cuerpo social y de las formas de ciudadana ms idneas para la burguesa na- ciente. La nueva clase no poda garantizar por s sola el orden social; necesitaba un poder poltico superpuesto, una autoridad absoluta, una divinidad en la tierra. El Leviatn de Hobbes describe la forma de so- berana que se desarrollara ms adelante en Europa bajo la forma del Estado-nacin. En los albores de la posmodernidad, emprendimos en Im- perio el intento de delinear una nueva forma de soberana global. Ahora, en este libro, tratamos de entender la naturaleza de la formacin de la clase global emergente: la multitud. Mientras Hobbes pas de la clase so- cial en gernlen a la nueva forma de soberana, hoy nosotros vamos de 1 ~ I'REfA(:IO la nueva forma de soberana a la nueva clase global. Hen10S seguido el camino contrario al de Hobbes porque, as como la burguesa naciente necesit recurrir a un poder soberano que garantizase sus intereses, ahora la multitud emerge de la nueva soberana imperial y apunta ms all. La multitud va a crear, a travs del Imperio, una sociedad global alternati- va.y mientras que la burguesa moderna tuvo que apoyarse en la nue- va soberana para consolidar su orden, la revolucin posmoderna de la multitud mira ms lejos, ms all de la soberana imperial. La multitud, a diferencia de la burguesa y de todas las formaciones de clase exclu- sivas y limitadas, es capaz de conformar una sociedad autnomarnente y este aspecto, C01no veremos ms adelante, es central para sus posibili- dades democrticas. Sin embargo, este libro no puede comenzar con el proyecto de la multitud y las posibilidades de la democracia. Esos sern los temas de los captulos 2 y 3. Hay que empezar por el estado actual de guerra y de conflicto global, en el que percibimos un obstculo a la democracia y a la liberacin que puede parecer insuperable. Este libro se escribi bajo las nubes de la guerra, entre el 11 de septiembre de 2001 y la guerra de Iraq de 2003. Tenemos que investigar CI110 ha cambiado la guerra en nuestra era con respecto a la poltica y a la soberana, y poner de ma- nifiesto las contradicciones que informan nuestro actual rgimen de guerra. Confiarnos, sin embargo, en que habr quedado claro que la democracia, por lejana que parezca, es necesaria en nuestro mundo, que es la nica respuesta a los acuciantes problemas de nuestros das, y que es el nico camino para salir de nuestro estado de conflicto y gue- rra permanentes. Nuestro propsito en adelante ser el de persuadir al lector de que la democracia de la multitud no solo es hoy necesaria, sino tambin posible. 1 GUERRA 1 SIMPLICISSIMUS La guerra en las condiciones actuales obliga a todas las naciones, incluso las que profesan ser ms democrticas, a volverse autoritarias y totalitarias. JOHN D[WEY La repblica est perdida. CCERN Excepciones El mundo est en guerra de nuevo, pero ahora las cosas son diferentes. Tradicionalmente, la guerra se conceba como un conflicto armado entre entidades polticas soberanas, es decir, en la poca moderna, entre estados-nacin. Pero en la medida en que hoy est declinando la auto- ridad soberana de los estados-nacin, incluso de los hegemnicos, y emerge en su lugar una nueva forma supranacional de soberana, un Imperio global, las condiciones y la naturaleza de la guerra y de la vio- lencia poltica necesariamente estn cambiando. La guerra se est con- virtiendo en un fenmeno general, global e interminable. En el mundo de hoy existen numerosos conflictos activos, algunos de corta duracin y confinados en un lugar determinado, otras duraderos y expansivos. I Estos conflictos deberan ser considerados no como ejem- plos de guerra sino ms bien de ~ H e r r a civil. Pues mientras que la gue- rra, segn la concepcin tradicional del derecho internacional, es un 23 MULT1TU1) conflicto arruado entre entidades polticas soberanas, la guerra civil es un conflicto armado entre combatientes soberanos y/o no soberanos dentro de un mismo territorio soherano. Pero ahora esta guerra civil no hay que entenderla dentro de un espacio nacional -ya que ha dejado de ser la unidad efectiva de la soberana-, sino en el territorio global. El marco de referencia del derecho internacional con respecto a la guerra se ha erosionado. Desde esta perspectiva, todos los conflictos armados actuales del mundo, fros y calientes -en Colombia, Sierra Leona y Aceh como en Israel/Palestina, India/Pakistn, Afganistn e Iraq- de- beramos considerarlos como guerras civiles del Imperio, aunque regis- tren la intervencin de algunos estados. Lo cual no significa que esos conflictos movilicen todo el hnperio, ya que, en efecto, cada uno de ellos es local y especfico, sino que existen dentro del sistema imperial glo- bal, por el que estn condicionados y al que, a su vez, afectan. Por tanto, ninguna guerra local debe ser contemplada aisladamente, sino como parte de una gran constelacin, vinculada en mayor o menor grado a otras zonas de guerra, as como a zonas que por ahora no estn en gue- rra. La pretensin de soberana de estos combatientes es dudosa, por calificarla de alguna manera: luchan ms bien por una dominacin rela- tiva dentro de las jerarquas en los niveles ms altos y ms bajos del siste- 1113 global. Para hacer frente a esta guerra civil global se necesitara un nue- vo marco de referencia que fuese ms all del derecho intemacionnl.? Los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra el Pentgono y el World Trade Center no crearon ni cambiaron fundamentalmenro esa situacin global, pero tal vez nos obligaron a reconocer su carc- t ~ r ge.neral. No hay escapatoria al estado de guerra dentro del Impe- no, ru se le ve un final. Obviamente, la situacin ya estaba madura, y as como el hecho desencadenante de la guerra de los Treinta Aos fue la defenestracin de Praga del 23 de mayo de 1618, cuando fue- ron arrojados por una ventana del castillo de Hradschin dos [ugarte-, ni entes que gobernaban la ciudad en nombre del rey, as los ataques del 11 de septiembre inauguraron una nueva era blica. En aquella ocasin hubo mutuas matanzas de catlicos y protestantes (aunque no tard en cundir la confusin entre uno y otro bando), y hoy parece que la guerra enfrenta a cristianos contra musulmanes (aunque los 24 GUERRA bandos ya estn confundidos). Sin embargo, esa atmsfera de guerra de religin no hace sino enmascarar una profunda transformacin hist- rica, el comienzo de una nueva era. En el siglo XVII signific el paso de Europa de la Edad Media a la modernidad y hoy significa el paso glo- bal de la modernidad a la posmodernidad. En este contexto, la gue- rra se ha convertido en una situacin generalizada: podrn cesar las hostilidades en algunos momentos y en ciertos lugares, pero la apari- cin de la violencia letal es una posibilidad constante, siempre dispuesta a estallar en cualquier momento y lugar. (As la naturaleza de la gue- rra reside no en los combates reales, sino en la disposicin notoria para ello, siempre y cuando no estemos asegurados de lo contrario, nos ensea Thomas Hobbes. j Eso no son guerras aisladas, sino un estado de guerra general)' j!lobal que erosiona la distincin entre la guerra y la paz, de manera que no podernos imaginar una paz verdadera, ni albergar una esperanza de paz. Este mundo en guerra se parece al que conoci Sitnplicissimus, el aldeano protagonista de la gran novela del siglo XVII debida a Johann Grimmelshausen." Simplicissimus naci en plena guerra de los Treinta Aos, una conflagracin que extermin la tercera parte de la poblacin de Alemania, y contempla el mundo con la mirada ms simple e inge- nua. Cmo si no podra entenderse tal estado de perpetuo conflicto, su- frimiento y devastacin? Ante sus ojos desfilan los diferentes ejrcitos: franceses, espaoles, suecos y daneses, as corno las diversas tropas alema- nas. Cada uno se presenta a s mismo como ms virtuoso y devoto que el anterior, pero Simplicissimns los ve a todos iguales. Roban, violan, ma- tan. Los ojos inocentes de Simplicissimus consiguen registrar el horror sin que el horror le destruya, y ven a travs de todos los engaos con que se intenta enmascarar la brutal realidad. Pocos aos antes, al otro lado del Atlntico, en Per, el amerindio Huamn POBla de Ayala escribi una crnica parecida, de una destruccin todava ms devastadora." El tex- to, formado por una mezcla de espaol, quechua y figuras, atestigua la conquista, el genocidio, la esclavizacin y la erradicacin de la civiliza- cin inca. El nico destinatario a quien Huamn Poma poda dirigir humildemente sus observaciones, sus acusaciones y sus splicas de buen gobierno era el rey Felipe 111 de Espaa. Hoy, ante las batallas interrni- 25 MULTITUJ) nables que nos recuerdan aquella era pretrita, deberanlos adoptar como Simplicissimus una perspectiva ingenua, o elevar corno Huamn Poma humildes instancias a los poderes que nos rigen? Son esas las nicas alternativas que tenemos? La clave principal para entender nuestro brutal estado de guerra planetaria consiste en la nocin de excepcin, o ms concretamente en dos excepciones, la una de origen alemn y la otra estadounidense. Eche- mos una breve ojeada retrospectiva al origen de estas excepciones con- temporneas. No es casual que nuestra situacin actual nos retrotraiga al primer periodo de la Edad Moderna en Europa, porque en ciertos as- pectos la modernidad europea fue la respuesta a un estado de guerra ge- neralizada, como la de los Treinta Aos en Alemania y la guerra civil en Inglaterra. Un elemento central del proyecto poltico de las teoras mo- dernas de la soberana, liberales o no, fue acabar con la guerra civil y po- ner fin al constante estado de guerra, aislndola al margen de la socie- dad y confinndola a los perodos de excepcin. Solo la autoridad soberana -esto es, el monarca, o el Estado- poda declarar la guerra, y declararla solo a otra potencia soberana. En otras palabras, la gue- rra perrnanecia expulsada del territorio social nacional, quedando reser- vada nicamente a los conflictos externos entre los estados. Por lo tan- to, la guerra era la excepcin, y la paz la norma. Los conflictos en el interior de la nacin se resolveran de manera pacfica por medio de la interaccin poltica. La separacin de laguerra y la politica fue un objetivo fundamental del pensamiento poltico y de la praxis poltica aun para los llamados teri- cos realistas, que subrayaban la importancia central de la guerra en los asuntos internacionales. Por ejemplo, el famoso postulado de Clausewitz, (la guerra es la continuacin de la poltica por otros medios, podra su- gerir que la poltica y la guerra son inseparables, pero en realidad, y en el contexto de la obra de Clausewitz, esa nocin se basa, en primer lugar, en la idea de que, en principio, la guerra y la poltica estn separadas y son di- ferentes." Clausewitz trata de entender por qu esas esferas separadas en- tran en relacin ocasionalmente, En segundo lugar y ms importante, la poltica, para l, no tiene nada que ver con las relaciones polticas den- tro de una sociedad, sino que se refiere a los conflictos polticos entre los 26 GUERRA estados nacionales.' En opinin de Clausewitz, la guerra es un instrumen- to del arsenal estatal que puede ser utilizado en el terreno de la poltica in- ternacional. Por lo tanto, es totalmente externa a las luchas y conflictos polticos que existen en el interior de una sociedad. Lo luismo se cumple para el postulado ms general, tambin sostenido por muchos pensadores polticos realistas, en especial por Carl Schmitt, segn el cual todas las ac- ciones y motivaciones polticas se basan fimdamentalmente en la distin- cin amigo!enemigo. ~ Tambin aqu puede parecer a primera vista que la poltica y la guerra son inseparables, pero una vez ms la poltica en cues- tin no es la que se daen el seno de una sociedad, sino laque se plantea entre entidades soberanas. Desde esta perspectiva, el nico enemigo real es el ene- migo pblico, es decir, un enemigo del Estado, que la mayora de las veces es otro Estado.As pues, el propsito de la soberana moderna era desterrar la guerra del territorio interior, civil.Todas las lneas predominantes del pen- samiento moderno, liberales o antiliberales, comparten este concepto: puesto que la guerra se limita a los conflictos entre entidades soberanas, la poltica interna dentro de cada sociedad estar exenta de la guerra, al menos en las circunstancias normales. La ,(?uerra era un estado deexcepcin limitado. La estrategia moderna de confinar la guerra a conflictos entre esta- dos es cada vez lnenos viable, dada la emergencia de innumerables gue- rras civiles globales en los conflictos arruados desde el frica Central hasta Amrica Latina, y desde Indonesia hasta Iraq y Afganistn. En un sentido ms general, tal estrategia tambin se ha visto socavada por el hecho de que la soberana de los estados-nacin ha declinado, formn- dose en su lugar, a un nivel supranacional, una nueva soberana, un Im- perio global. Bajo esa nueva luz tendremos que reconsiderar la relacin entre la guerra y la poltica. Podra parecer que esa situacin representa la culminacin del sueo de la modernidad liberal -desde la nocin kantiana de la paz perpetua hasta los proyectos prcticos que inspiraron la Sociedad de Naciones y la Organizacin de las Naciones Unidas-e- en la medida en que el fin de las guerras entre estados soberanos sera el fin de la posibilidad blica en general, y el reinado universal de la poltica. La comunidad o la sociedad de las naciones habra ampliado el espacio de la paz social interior a todo el planeta, y el derecho interna- cional garantizara el orden. Pero lo que ocurre hoyes que, en vez de 27 MULTlTUl) avanzar hacia la paz en cumplimiento de ese sueo, nos vemos catapul- tados al pasado y devueltos a la pesadilla de un estado de guerra perpetuo e indeterminado, a la suspensin del imperativo legal internacional, y a la ausencia de una distincin clara entre mantenimiento de la paz y actos de guerra. Tan pronto como decae la limitacin del espacio y el tiem- po blicos en el conflicto limitado entre estados soberanos, parece re- tornar la guerra como una marea que inunda todo el territorio social. E/ estado de excepcin se ha convertido en permanente y oeneralizodo; la ex- cepcin pasa a ser la norma e invade tanto las relaciones exteriores como el panorama interno.') El estado de excepcin>; como concepto de la tradicin jurdica germnica se refiere a la suspensin temporal de la Constitucin y de las garantas jurdicas, de manera semejante a los conceptos de estado de sitio y poderes de emergencia en las tradiciones francesa e inglesa.": Una larga tradicin de pensamiento constitucional argumenta que en tiempos de grave crisis y de peligro, por ejemplo en tiempos de guerra, se debe suspender temporalmente la Constitucin y conferir poderes extraor- dinarios a un ejecutivo fuerte, o incluso a un dictador, con objeto de proteger a la repblica. El mito fundacional de esta lnea de pensamiento es la leyenda del noble Cincinnatus, agricultor de la antigua Roma que, ante la insistencia de sus compatriotas, acepta de mala gana el papel de dictador para luchar contra un peligro que amenaza a la repblica. A los diecisis das, segn el relato, derrotado el enemigo y salvada la repblica, Cincinnatus solicita retornar a su arado. Desde un punto de vista cons- titucional, el concepto de un estado de excepcin es obviamente con- tradictorio -para salvar la Constitucin hay que suspenderla-c-, pero esa contradiccin se resuelve, o al menos se mitiga, bajo el supuesto de que el perodo de crisis y excepcin va a ser breve. Cuando la crisis ya no est limitada, ni tiene un carcter especfico, sino que es una ornnicrisis generalizada, cuando el estado de guerra y, por lo tanto, el estado de excepcin se vuelve indefinido o incluso permanente, tal C01no suce- de hoy da, entonces la contradiccin cobra todo su sentido y el con- cepto adopta un carcter completamente diferente. Sin embargo, el concepto jurdico por s solo no nos brinda una base adecuada para entender el nuevo estado de guerra global. Es preciso 28 GUERRA relacionar ese estado de excepcin); con otra excepcin, la excepcio- nalidad de Estados Unidos corno la nica superpotencia hegemnica. La clave para la comprensin de nuestra guerra global reside en la intersec- cin de esas dos excepciones. La nocin de la excepcionalidad estadounidense tiene una larga historia, y su empleo en el discurso poltico contemporneo es engao- samente complejo. Consideremos esta declaracin de quien fue secre- taria de Estado, Madeleine Albright: Si nos vernos obligados a usar la fuerza es porque somos Amrica. Somos una nacin indispcnsable-." La expresin de Albright somos Amrica contiene toda la gravedad y la ambigedad de la excepcionalidad estadounidense. Su ambigedad re- side en que la excepcionalidad estadounidense tiene dos significados distintos e incompatibles.':' Por un lado, desde sus orgenes Estados Unidos ha pretendido ser una excepcin con respecto a la corYlfpdn repre- sentada por las formas de soberana europeas, y as se ha erigido en faro de la virtud republicana para el mundo. Esta concepcin tica sigue funcionando en la actualidad, por ejemplo, a travs de la nocin de que Estados Unidos es el lder mundial que promueve la democracia, los derechos humanos y el imperativo del derecho internacional. Estados Unidos es indispensable, dira Albright, por su ejemplar virtud republi- cana. Por otro lado, hoy da Estados Unidos significa tambin, y ese es un significado relativamente nuevo, excepcin COtl respecto a la ley. Por ejem- plo. Estados Unidos se excepta cada vez ms de los tratados interna- cionales (sobre el medio ambiente, sobre los derechos hU111anOS, sobre los tribunales penales, y as sucesivamente), y asegura que sus militares no tienen por qu atenerse a las normas que obligan a otros en cues- tiones tales como los ataques preventivos, el control de armamentos y las detenciones ilegales. En este sentido, la excepcin estadounidense remite a la doble vara de medir de que disfruta el ms poderoso, es decir, a la idea de que donde hay patrn no manda marinero. Estados Uni- dos tambin es indispensable, segn la definicin de Albright, sencilla- mente porque tiene ms poder que nadie. Alguien podra aducir que estos dos sentidos de la excepcionalidad estadounidense son compatibles y se refuerzan mutuamente, por cuan- to los actos de Estados Unidos, animados por la virtud republicana, no 29 MULTITUD pueden ser sino buenos y de ah que no sea necesario obedecer al de- recho internacional. El derecho debe solo obligar a las naciones perver- sas. Esta ecuacin, en el mejor de los casos, alienta la confusin ideol- gica, y con frecuencia conduce a la ms absoluta perplejidad. La idea de la virtud republicana, en su origen, expresaba que ni el soberano ni nadie poda estar por encima de la ley. Tal excepcin es el fundamento de la tirana, e imposibilita la realizacin de la libertad, la igualdad y la demo- cracia. As pues, las dos nociones de la excepcionalidad estadounidense chocan de frente. Cuando decimos que el estado de excepcin global actual, el recor- te de las garantas legales y de las libertades en una poca de crisis, est sustentado y legitimado por la presuncin de excepcionalidad estadouni- dense, debe quedar claro que solo uno de los dos significados del trmi- no es aplicable. Cierto que la retrica de muchos lderes y partidarios de Estados Unidos suele hacer uso de la virtud republicana que convierte a ese pas en una excepcin, como si, por efecto de tal fundamento tico, fuese destino manifiesto de Estados Unidos liderar el mundo. Pero labase real del actual estado de excepcin es el otro sentido de la excepcionali- dad estadounidense: su podero excepcional y su capacidad para dominar el orden global. Con arreglo a esa lgica en un estado de emergencia, el soberano debe colocarse por encima de la ley y asumir el control. En tal conexin no hay nada tico ni moral: se trata pura y simplemente de una cuestin de poder, no de derecho. Dicha funcin excepcional de Estados Unidos en el estado de excepcin global no sirve sino para eclipsar y ero- sionar la tradicin republicana que inspira la historia de esa nacin. La interseccin entre la nocin de estado de excepcin segn la tra- dicin germnica y la excepcionalidad de Estados Unidos proporciona un primer atisbo de cmo ha cambiado laguerra en el mundo moderno. No se trata, repitmoslo una vez ms, de estar a favor o en contra de Estados Unidos, y ni siquiera es una eleccin entre el mtodo del unilateralismo o del multilareralismo. Ms adelante volveremos a considerar el papel es- pecfico de Estados Unidos en nuestro estado de guerra global, pero an- tes tendremos que investigar con mucha ms profundidad cmo han cam- biado las relaciones entre la guerra, la poltica y el orden global. 30 (;UERRA Un go[em 110S persiouc. Intenta decirnos algo. Hoy elgolem se ha convertido en un icono de laguerra ilimitada, de la des- truaion indiscriminada, en un smbolo de la monstruosidad de la<-fuerra. En la rica tradicin de la mstica juda, sin embargo, lafigura del es mucho ms complejo, Tradicionalmente, es un hombre hecho de barro al que un rabino in- [unde vida por medio de un ritual. Literalmente golem materia lrl- [orme o amoifa. Su animacin repite, segn la ant({!ua tradicin mstica de la c- [Jala, el proceso de la creacin del mundo por Dios tal como se cuenta en el Gnesis. De acuerdo con el mitojudaico de la creacin, el nombre de Dios tiene el poder de if!fundir la vida. Por consiguiente, el golem cobra vida al pronunciar sobre el mueco de barro el nombre de Dios en determinada serie de combina- ciones. Concretamente, Itay que combinar cada letra del alfabeto con cada una de las qucjorman el Tetragrama (YHVH), y cada uno de los pares de letras resul- tantcs dchc pronunciarse con cada sonido vocal posible. /} La creacin de Hll ,folem es empresa que conlleva Sl,U mIO subrayall las versiones de la leyenda desde la poca medieval hasta la moderna. Uno de los peligros que eniatiean especialmente las versiones medievales es la idolatra. Lo mismo que Prometeo, el que crea un golem usurpa la posicitl de Dios, crea- dor de vida. Eso es hybris, pecado de soberbia, y merece un cast(fto. En sus versiMles modernas, la leyenda delgo/emdeja de serparbola de crea- cin para convertirse enfbula de destruccin. Las dos versiones modernas que originan la mayora de las dems datan de los siglos XVI y XVII. E11 una de ellas, el rabino Elijah Baal Sheni de Chem (Polonia) crea un golent para que le sirva de criado y se encargue de las tareas domsticas. El golcm crece todos los das, de manera que, afin de evitarque se convierta en un gigaHte, todas las semanas el rabino lo devuelve al estado inanimado, y vuelta a empezar. Hasta que un da se le olvida al rabiHo su rut1Ja y elgolem crece demasiado. Al intentar de nue- vo la transiormacion, el rabino queda sepultado por la masa de barro inerte, que lo ahoga. UHa de las moralejas del we11to seala el peligro de erigirse en amo de los dems para imponerles la servidumbre. La segunda versin y la nts influyente es la leyenda del rabino Judah Laew de Praga. El rabino Loewfabrica un oolent para que defienda a la co- munidadjuda de Praga y ataque a sus perseguidores. Pero la violencia destruc- 31 MULTITU]) tiva del no se puede controlar: a,Rrede a los cncmioos de los judos, pero tambin se vuelve indscrmladamente contra ellos, de modo que el rabino se ve oblioado a convertirlo otra vez en barro. La leyenda tiene cierta semejan.:a con oounas admoniciones contemporneas contra los peioros de la instrumen- talizacin en la sociedad moderna y de la tccnificadn sinfreno, pero la par- bola del ,Rolem V'fU' a decir ms bien cmo el humano est perdiendo el con- trol del mundo, que pasa a las mquinas. Tambin alude a la ce,Ruera neuitable de la guerra y de la violencia. La pieza teatral ydish de H. Leivick, Der Goilem, por ejemplo, aparecida en Rusia en 1921, presenta al rabirlO Loew tan empecinado ctl la ven,Ranza contra los perseouidores de los judos que cuando sepresenta el Mesas acompaado del profda Elas tUl quiere saber nada de ellos." No es ahora el momento del advenimiento -les dice-. Ahora es el momento de que el Rolem ha/a un bao de sanRre con nuestros enemoos.. Pero la ven- ,anza violenta y la Ruara conducen a las muertes indiscriminadas. El mMIS- trua de la Ruara, el Rolem, no conoce distincin entre amigos y cncmioos. La ,Ruara acarrea muerte para todos por iRual, en eso consiste su monstruosi.dad. Ha valido a salvarnos, pero ha derramado nuestra -se asombra el rabino--. Es que se cast(ia nuestro deseo de salvarnos?) Si no hacemos nada, seremos destruidos por nuestros enem(os, pero si vamos a laguerra contra ellos, nos destruiremos nosotros mismos. El rabino Loew ha entendido la terrible paradoja que el golem nos ofrece. 1'\lo hay alternativa a la,?uerra que permita librarnos de la persecucin y la opresin? Quiz convendra prestar ms atencitl el mensaje del,Rolem. En f!.fecto, lo ms notable en muchas versiones modernas tUl es su instrumentalidad ni su brutalidad, sino ms bien $U necesidad emocional y su capacidad para el qfecto. El goletn no quiere matar, quiere amar y ser amado. Muchas versiones deriva- das de la leyenda del rabino Loew subrayan cmo el rabino le niega constante- mentealgolem las comodidades que este solicita, y msan, cmo las expresiones de qfi-'cto del golem hacia la hija del rabino son recibidas con horror, repuonancia y pnico. Por supuesto, el golcm del rabino Loew no es el nico monstruo mo- derno que s'1.fre de amor no correspondido. El monstruo del doctor Franeenstein no desea sino ajeao, y sus aproximaciones se ven parecidamente rechazadas, en especial por parte del doctor mismo, ese individuo desprovisto de corazn. Una de las escenas ms patticas de la novela de Mary Shellcy es la que describe cmo el monstruo, tras hacerse amioo del ciego De Lacey en su cabana del bosque, s'!fre 32 {;UER-RA un rechazo horrible tan pronto como los parientes de este le echan la vista enci- ma. En ambos relatos, los monstruos tienen una rica vida emoconal vsentimicn- tos humanos, mientras que los hombres son insensibtes.ftios }' crueles. Los mons- truos quieren ser amados, pero nadie los comprende. Es preciso que encontremos la manera de captar las seales de aviso y de reconocer las posibilidades de nuestro mundo contemporneo. Incluso los moder- nos,olem violentos encierran todavla todo el misterio y la sabidura de la cba- la: junto con la amenaza de la destruccin, portan la promesa yel milaJ!ro de la creacin. Quiz los monstruos, como el Rolem, intentan transmitir, susurrn- donas en secreto por entre el estrpito de nuestro campo de hatalla global, una enseanza acerca de la monstruosidad de la guerra y nuestra posible redencin a travs del amor. El estado de guerra global As pues, retomemos los elementos bsicos de nuestro estado de guerra global. Cuando el estado de excepcin se convierte en regla, y la gue- rra en condicin interminable, se desvanece la distincin tradicional entre la guerra y la poltica. La tradicin del teatro trgico, desde Esquilo hasta Shakespeare, ha subrayado la naturaleza inacabable y proliferante de la guerra." Pero ahora la guerra propende a extenderse todava ms, a convertirse en una relacin social permanente. Nueva situacin que algu- nos autores contemporneos han tratado de expresar invirtiendo la fr- mula de Clausewitz que hemos citado antes: puede ser que la guerra sea la continuacin de la poltica por otros medios, pero a su vez la polti- ca se est convirtiendo, cada vez ms, en guerra llevada por otros me- dios." En otras palabras, la guerra se est convirtiendo en el principio organizador bsico de la sociedad, y la poltica simplemente en uno de sus medios o disfraces. As pues, lo que aparece corno paz civil tan solo significa el fin de una forma de guerra y el inicio de otra. Por supuesto, los tericos de la insurreccin y de la poltica revolu- cionaria, sobre todo en las tradiciones anarquista y comunista, hace tiem- po que afirman que la guerra y la poltica no se distinguen. Mao Ze- dong, por ejemplo, sostuvo que la poltica es la guerra sin derramamiento 33 MULTITU]) de sangre, y Antonio Gramsci, desde unos presupuestos bastante diferen- tes, dividi las estrategias polticas entre guerras de posiciones y guerras de maniobra, Sin embargo, estos tericos se enfrentaron con perodos sociales excepcionales, tiempos de insurreccin y de revolucin. Lo dis- tintivo y nuevo en la afirmacin de que la poltica es la continuacin de la guerra es que alude al funcionamiento nonnal del poder, siempre y en todas partes, dentro y fuera de cada sociedad. Michel Foucault llega al extremo de decir que la [uncin socialmente pacificadora del poder poltico implica la necesidad de reinscribir constantemente esa relacin fundamental de fuerza en una especie de guerra silenciosa, y reinscr i- birla en las instituciones sociales, en los sistemas de desigualdad econ- mica, e incluso en las esferas de las relaciones personales y sexuales. 17 En otras palabras, la guerra se ha convertido en la matriz general de todas las relaciones de poder y tcnicas de dominacin, supongan o no de- rramamiento de sangre. La guerra se ha convertido en un rl:zirnefl de bio- poder, es decir, en una forma de dominio con el objetivo no solo de con- trolar a la poblacin, sino de producir y reproducir todos los aspectos de la vida social. 1" Esa guerra acarrea la muerte pero tambin, parad- jicamcntc, debe producir la vida. Esto no significa que se haya domes- ticado la guerra, ni atenuado su violencia, sino ms bien que la vida co- tidiana y el funcionamiento normal del poder se han impregnado de la amenaza y la violencia blicas. Vean10S un sintorna del cambio en la naturaleza de la guerra hoy en da, cmo ha cambiado el uso pblico del concepto de ((guerra) a fina- les del siglo xx y comienzos del XXI. La retrica de la guerra, por su- puesto, vena usndose hace tiempo para describir actividades muy di- ferentes de la guerra misma. A veces se aplican metforas blicas a formas de competicin y relaciones de fuerzas que generalmente no suponen violencia letal ni derramamiento de sangre, corno los deportes, el co- Inercia o la poltica interior. En todos estos supuestos uno tiene com- petidores o adversarios pero no enemigos, Esta utilizacin metafrica sirve para subrayar los riesgos, la competitividad, la conflictividad que llevan consigo esas distintas actividades, pero tambin se da por descon- tada una diferencia fundamental en comparacin con la verdadera gue- rra. En ocasiones, el discurso que invoca metforas blicas es una manio- 34 GUERRA bra de estrategia poltica con el fin de lograr la movilizacin total de las fuerzas sociales para un propsito comn que es tpico del esfuerzo blico. La lucha contra la pobreza, por ejemplo, emprendida en Estados Unidos a mediados del decenio de 1960 por la administracin Johnson, emple el discurso blico para evitar enfrentamientos partidarios y unir a las fuerzas nacionales ante un objetivo de poltica interior. Pero como la pobreza es un enemigo abstracto, y los Inedias para combatirla son de naturaleza no violenta, el discurso blico en este caso quedaba en los dominios de la mera retrica. Con la guerra contra la droga, en carn- bio, iniciada en el decenio de 1980, y todava ms con la guerra contra el terrorismo de este siglo XXI, la retrica blica empieza a adquirir un carcter ms concreto. Corno en el caso de la guerra contra la pobreza, aqu los enemigos no se presentan como estados-nacin concretos, ni agrupaciones polticas, ni siquiera personas individuales, sino ms bien como conceptos abstractos, o tal vez conjuntos de prcticas. Estos dis- cursos blicos movilizan a todas las fuerzas sociales con mucho ms xito que en el caso de la guerra contra la pobreza, y suspenden o limitan el dilogo poltico normal. Y, sin embargo, estas guerras no son tan meta- fricas porque, al igual que la guerra segn la concepcin tradicional, implican el combate armado y el uso letal de la fuerza. En estas guerras cada vez hay menos diferencia entre lo interior y lo exterior, entre con- flictos extranjeros y seguridad interna. As hemos pasado de la invoca- cin blica metafrica y retrica a las guerras verdaderas contra unos enemigos indefinidos e inmateriales. Una consecuencia de este nuevo tipo de guerra es que sus limites se vuelven indeterminados, tanto en lo espacial como en lo temporal. La guerra a la antigua contra un Estado-nacin tena una clara defini- cin espacial, aunque a veces se extendiese a otros pases; y el final de la guerra vena marcado por una capitulacin, una victoria o un armisticio entre los estados en conflicto. En cambio, la guerra contra un concep- to o contra un conjunto de prcticas, corno las guerras de religin, no tiene lmites espaciales ni temporales definidos. En potencia, se extien- de en cualquier direccin durante un perodo impreciso. En efecto, cuando los lderes de Estados Unidos proclamaron la guerra contra el terrorismo, hicieron constar que abarcara a todo el planeta y se pro- 35 MULT1TU1) longaria durante un perodo indefinido, tal vez durante dcadas o ge- neraciones. Una guerra dirigida a crear y mantener el orden social no tiene fin. Ha de requerir el uso continuo e ininterrumpido del poder y de la violencia. En otras palabras, una guerra as no se puede ganar, o mejor dicho, hay que ganarla todos los das. De este modo. la guerra pasa a ser virtualmente indistinguible de las actividades policiales. Una segunda consecuencia de este nuevo estado de guerra es que las relaciones internacionales y la poltica interior se asemejan y confun- den cada vez ms. O dicho de otro modo, en el contexto de este cruce entre la actividad militar y la actividad policial enfocadas en la seguri- dad hay cada vez menos diferencia entre lo exterior y lo interior del Estado-nacin; la guerra de baja intensidad y las acciones policiales de alta intensidad acaban parecindose. Se difumina la distincin entre el enemigo. tradicionalmente concebido C0l110 exterior, y las clases pe- ligrosas, tradicionalmente interiores, en tanto que objetivos del esfuerzo blico. En el captulo siguiente desarrollaremos por extenso la nocin de clases peligrosas, pero vaya por delante que la progresiva identifi- cacin de estas clases con el enemigo tiende a cr iminalizar las diver- sas formas de contestacin y resistencia social. En este sentido, la con- fusin conceptual entre la guerra y las acciones policiales plantea un obstculo a todas las fuerzas de transformacin social. Una tercera consecuencia es la reorientacin de las concepciones sobre los bandos de una contienda o las condiciones para ser considera- do enemigo. En la medida en que el enemigo es abstracto e ilimitado, la alianza amiga tambin tiende a la expansin y a la universalidad. En prin- cipio, toda la humanidad podra considerarse unida frente a un concep- to abstracto o una prctica abstracta C0l110 el terrorismo." Por eso no debe sorprender que una nocin corno la de guerra justa haya vuelto a apa- recer en el discurso de los polticos, los periodistas y los estudiosos, sobre todo en el contexto de la b'Uerra contra el terrorismo y las diversas ope- raciones militares llevadas a cabo en nombre de los derechos humanos. El concepto de justicia sirve para universalizar la guerra, ms all de todo in- ters particular, hacia el inters de la humanidad en su conjunto. No ol- videmos que los pensadores polticos de la Europa moderna trataron de desterrar el concepto de guerra justa, nlUY comn a lo largo de la Edad 36 GUERRA Media y en especial durante las cruzadas y las guerras de religin, porque consideraron que tenda a generalizar la guerra ms all de su mbito apropiado y a confundirla con otras esferas sociales como la moralidad y la religin. Lajusticianojormapartedel concepto deguerra de laera moderna. ].11 Cuando los modernos tericos realistas de la guerra sostenan, por ejem- plo, que esta era un medio encaminado a un fin poltico no solo trataban de relacionarla con la poltica entre estados, sino tambin de separarla de otros mbitos sociales como la moralidad y la religin. Es verdad que en la historia ha sido frecuente superponer la guerra con otros dominios sociales, en especial en las campaas de propaganda, con el fin de presentar al enemigo corno malvado. o repugnante, o pervertido sexual, pero los tericos modernos insistan en su separacin fundamental. Ellos crean que era posible confinar la guerra a sus funciones necesarias y racionales. Las guerras (justas de finales del siglo xx y comienzos del XXI mu- chas veces traen los ecos explcitos o implcitos de las antiguas guerras de religin.Y los diversos conceptos de conflicto entre civilizaciones -Oc- cidente frente al islam, por ejemplo-e-. que inspiran alguna corriente poderosa en la teora de la poltica exterior y de las relaciones internacio- nales, tampoco se alejan demasiado del viejo paradigma religioso de las guerras por la fe. l 1 Parece que hayamos retrocedido a la situacin defini- da por el lema del siglo XVII, Cuius regio, eius rcligio, es decir, cada soberano regional determina la religin de sus sbditos, una situacin pe- ligrosa y opresiva contra la que lucharon todos los grandes movimientos por latolerancia de la poca moderna. Con la renovacin del concepto de gue- rra justa vuelve tambin, como era de esperar, el concepto afin del mal. Plantear que el enemigo es el mal confiere un carcter absoluto a ese enemigo y a la lucha contra l y los saca del terreno de la poltica, pues- to que el mal es enemigo de toda la humanidad. (La categora de crimen contra la humanidad, de hecho un elemento de la convencin de Gine- bra trasladado al cdigo penal global, es tal vez el concepto jurdico en que ms claramente se concreta esa nocin del mal.) Los filsofos de la Euro- pa moderna trataron de obviar tambin ese problema, el problema del mal, el gran debate cristiano sobre la teodicea, es decir, la justificacin de Dios con respecto al mal, la cuestin de cmo Dios puede permitir la existencia del mal." Ellos trataron de desplazar este tipo de problemas, o 37 MULTITUD por lo menos separarlos de las cuestiones de la poltica y la guerra. El recurso posmodemo a las nociones de justicia y de mal en la guerra quiz no sea ms que propaganda irracional y tergiversacin religioso-moral no muy diferente de las viejas llamadas a la lucha contra e! infiel, o a la que- ma de brujas. Pero corno tales tergiversaciones surten efectos muy reales, es menester enfrentarse a ellas en serio, corno lo hicieron los filsofos modernos, por ejemplo Voltaire. La tolerancia, valor central del pensamien- to moderno, ha sufrido un deterioro espectacular. Y an ms importan- te para nuestro propsito, la resurreccin de los discursos sobre la justi- cia y el mal es un sntoma del modo en que la guerra ha cambiado y ha perdido las limitaciones que haba tratado de imponerle la modernidad. Debera quedarnos bien claro que el concepto de terrorismo no proporciona (ni el concepto del mal tampoco) una base conceptual o poltica slida para el estado de guerra global contemporneo. A princi- pios del siglo xx, el concepto de terrorismo aluda pr-imordialmente a las bombas que arrojaban los anarquistas en Rusia, Francia o Espaa: ejemplos de lo que se llamaba propaganda por la accin. El uso contem- porneo del trmino es un invento reciente. El rerrorismo se ha con- vertido en un concepto poltico (un concepto de guerra, o mejor di- cho, de guerra civil) que se refiere a tres fenmenos diferentes entre los cuales unas veces se distingue y otras veces se mezclan y confunden: 1) la insurreccin o rebelin contra una autoridad legtima: 2) el ejer- cicio de la violencia poltica por un gobierno, con vulneracin de los derechos humanos (que incluyen segn algunos el derecho a la propie- dad), y 3) la prctica de la guerra cuando se transgreden las leyes de com- bate, incluidos los actos de violencia contra la poblacin civil. La difi- cultad estriba en quin define los elementos clave: quin determina, por ejemplo, qu es autoridad legitima, qu son derechos humanos, cules son las leyes de la guerra. En funcin de quin defina estos elementos, obviamente, hasta puede colgrsele la etiqueta de Estado terrorista a Estados Unidos. n Debido a la ambigedad de la definicin, e! concep- to de terrorismo no proporciona un fundamento estable que permita entender el actual estado de guerra global. En el aspecto interior, las doctrinas de la guerra justa y la guerra contra el terrorismo informan un rgimen orientado a un control so- 38 CUERRA cial prcticamente total, que algunos autores han descrito COTI10 el paso del Estado del bienestar al Estado de guerra (Wclfarc-StatcIWarjarc-State), y otros caracterizan C01110 una sociedad de tolerancia cero." Es una sociedad en donde la disminucin de las libertades civiles y el aumen- to de la poblacin reclusa manifiestan, en varios aspectos, la existencia de una guerra social continua. Observemos que esa transformacin de los mtodos de control coincide con una transformacin social radical, que describiremos en el capitulo siguiente de acuerdo con los modos de produccin biopoliticos, Estas nuevas formas de poder y control actan en contradiccin cada vez ms flagrante con la llueva cornposi- cin social de la poblacin, y sirven nicamente para bloquear las nue- vas formas de productividad y de expresin de la ciudadana. En otro lugar hemos postulado que una obstruccin parecida de la libertad y de la expresin productiva condujo a la implosin de la Unin Sovitica." Se trata, en cualquier caso, de una situacin contradictoria, en que los actos con que los poderes dominantes tratan de mantener el control tienden a socavar sus propios intereses y su autoridad. La democracia, al igual que la justicia, se aviene mal con la guerra. La guerra requiere siempre jerarquizacin estricta y obediencia, lo cual lleva a la suspensin total o parcial de la participacin y el dilogo de- mocrticos. "En tiempos de guerra -explica Hans Kelsen, terico del derecho-- el principio democrtico debe ceder el paso a lo estrictamen- te autocrtico: todos deben obedecer incondicionalmente al lider." En la poca moderna, la suspensin de la poltica diplomtica durante el pe- rodo blico se planteaba generalmente como algo temporal, ya que la guerra se interpretaba como una situacin excepcional Y Pero si nues- tra hiptesis es correcta y ahora el estado de guerra ha pasado a ser una situacin global permanente, entonces tambin la suspensin de la de- mocracia tiende a convertirse en la norma, y no es la excepcin. De acuerdo con la cita de John Dewey que encabeza esta seccin, hoy ve- mos que el estado de guerra global obliga a todas las naciones, incluso a las que se declaran ms democrticas, a volverse autoritarias y totali- tarias. Algunos dicen que en nuestro mundo la democracia autntica ha pasado a ser imposible, y tal vez incluso impensable, 39 MULTITUI) Biopoder y s ~ ~ u r i d a d En este punto cumple retroceder otra vez, para tratar de entender ese rgimen de biopoder desde una perspectiva ms filosfica. Aunque la guerra global, como ya hemos dicho, se hace cada vez ms indistingui- ble de la accin global policial, ahora tiende adems a lo absoluto, En la poca moderna. la guerra nunca tuvo un carcter absoluto, ontolgico. Cierto que fue para los modernos un elemento fundamental de la vida social. Cuando los grandes tericos militares modernos hablaban de la guerra, la consideraban un elemento destructivo, pero inevitable, de la sociedad humana. Y no hay que olvidar que con frecuencia la filoso- fia y la poltica modernas representaron la guerra corno un elemento po- sitivo, que implicaba tanto la bsqueda de la gloria (primordialmente, en la conciencia y la literatura aristocrticas) como la construccin de la so- lidaridad social (a menudo, desde el punto de vista de las poblaciones subalternas). Sin embargo, la guerra no tena un carcter absoluto. Era un elemento de la vida social, pero no primaba sobre la vida. La gue- rra de los modernos era dialctica: cada momento negativo de destruc- cin itnplicaba necesariamente un momento positivo de construccin del orden social. La guerra adquiere su carcter absoluto con el desarrollo tcnico de unas armas que, por primera vez, hacen posible la destruccin masiva, o incluso planetaria. Las armas de destruccin global quiebran la dialc- tica de la guerra moderna. El conflicto blico implica siempre la des- truccin de la vida, pero en el siglo xx este poder destructivo alcanz los lmites de la estricta produccin de la muerte, representada simb- licamente por Auschwitz e Hiroshima. La eventualidad del genocidio y la destruccin nuclear afecta directamente a la propia estructura de la vida, la corronlpe, la pervierte. El poder soberano que controla tales medios de destruccin es una forma de biopoder en el sentido ms negativo y ms horrible de la palabra, un poder que dispone directamen- te de la muerte: no solo la del individuo o la del grupo, sino la de la propia humanidad y quiz la de todos los seres vivos. Cuando el genocidio y las armas atmicas colocan la propia vida en primer plano, entonces la guerra se vuelve propiamente ontol.!ica.:?H 40 GUERRA De este modo, la guerra parece tender hacia dos sentidos opuestos al mismo tiempo: por un lado, se reduce a la accin policial; por el otro, se eleva a un nivel absoluto y ontolgico mediante las tecnologas de la destruccin global. Sin embargo, estos dos movimientos no son con- tradictorios: la reduccin de laguerra a accin policial no resta, sino que real- mente conirma su dimensin ontol,Rica. Al atenuarse la funcin blica y aumentarse la funcin policial, se mantienen los mltiples signos onto- lgicos de la aniquilacin absoluta: la polica de guerra se erige sobre su fundamento ltimo, la amenaza del genocidio y de la destruccin nuclear." El biopoder no solo esgrime la capacidad de destruccin masiva (corno la que representan las armas nucleares), sino tambin la de vio- lencia individuaizada. Cuando se individualiza al extremo, el biopoder se convierte en tortura. Este ejercicio individualizado del poder es un elemento central de la sociedad de control delineada por Orwell en 1984. e" Crno afirma un hombre su poder sobre otro, Winston?" Winston reflexion. "Hacindole sufrir", dijo. "Exacto. Hacindole su- frir. Con la obediencia no bastal':" Hoy la tortura pasa a ser una tc- nica de control cada vez ms generalizada, al tiempo que se banaliza cada vez ms. Los mtodos para obtener confesiones e informaciones mediante el tormento fisico y psicolgico, las tcnicas para desorien- tar a los prisioneros (como la privacin de sueo) y los mtodos de humillacin ms sencillos (como desnudarlos para los registros), son armas corrientes del arsenal contemporneo de la tortura. Tenernos ah un punto central de contacto entre accin policial y guerra; las tcni- cas de tortura utilizadas en nombre de la prevencin policial adoptan todas las caractersticas de la accin militar. Esta es la otra cara del es- tado de excepcin, y de la tendencia del poder poltico a librarse del imperativo de la ley. De hecho, son cada vez ms los casos y menor la eficacia de las convenciones internacionales contra la tortura y de las leyes interiores contra los castigos inhumanos e injustifirados.:'! Tanto las dictaduras como las democracias liberales utilizan la tortura, las unas por vocacin y las otras, supuestamente, por necesidad. Dentro de la lgica del estado de excepcin, la tortura es una tcnica del poder, esencial, inevitable y justificable, 41 MULTITUD Sin embargo, el poder poltico soberano no llega nunca a la produc- cin pura de la muerte, porque no puede permitirse la eliminacin de la vida de todos los sbditos. Las arrnas de destruccin masiva deben seguir siendo una amenaza, o usarse en lnuy contados casos, y la tortura no puede llevarse hasta la muerte, o al rnertos no de manera generalizada. Para sub- sistir, el poder soberano ha de preservar la vida de los sbditos, como m- niruo ha de preservar su capacidad para producir y consumir. El poder soberano que destruyera eso, se destruira a s mismo. Por lo tanto, el ca- rcter constructivo del biopoder es ms importante que las tcnicas nega- tivas de la aniquilacin y la tortura.Adems de acarrear lamuerte, la guerra global tambin ha de producir la vida y regularla. Un indicador del nuevo carcter activo y constituyente de la gue- rra es el desplazamiento de la poltica de defensa>, a la poltica de se- guridad" que el gobierno de Estados Unidos viene promoviendo, en especial corno elemento de la guerra contra el terrorismo desde sep- riembre de 2 0 0 L l ~ En el contexto de la poltica exterior estadounidense, la evolucin de la defensa a la seguridad designa el movimiento que va de una actitud reactiva y conservadora a otra activa y constructiva, dentro y fuera de las fronteras nacionales: de la preservacin del orden interior social y poltico actual a su transformacin y, asimismo, de una actitud de guerra reactiva, en respuesta a los ataques exteriores, a una actitud ac- tiva, en previsin de un ataque. Conviene recordar que las naciones de- mocrticas modernas ilegalizaron de modo uniforme todas las formas de agresin militar, y que sus constituciones otorgan a los parlamentos el poder de declarar las guerras de defensa. De manera similar, las leyes internacionales prohibieron siempre taxativamente las guerras de anti- cipacin, o preventivas, en base a los derechos de la soberana nacional. La justificacin contempornea del ataque anticipado y de las guerras preventivas en nombre de la seguridad, sin embargo, socava explcita- merite la soberana nacional haciendo que las fronteras nacionales sean cada vez ms irrelevantes." Dentro y fuera de la nacin, los que propug- nan la seguridad reclaman algo ms que el simple mantenimiento del orden existente: argumentan que si esperanlos a reaccionar ante las amenazas ser demasiado tarde. La seguridad obliga a c0t!.figurar activa y constantemente el entorno mediante la actividad militar-policial. Solo un mundo 42 GUERRA activamente confibTluado es un Inundo seguro. Esta nocin de scguri- dad es una forma de biopoder, en el sentido de que asume la tarea de producir y transformar la vida social en el plano ms general y global. De hecho, este carcter activo y constituyente de la seguridad ya es- taba implcito en las diversas transformaciones de la guerra que hemos analizado. Si la guerra ya no es una situacin excepcional, si forma parte del orden normal de las cosas, es decir, si ya hemos entrado en un estado de guerra, necesariamente la guerra no debe ser una amenaza para la es- tructura de poder existente, ni una fuerza desestabilizadora, sino todo lo contrario, un mecanismo activo que crea y refuerza constantemente el or- den global actual. Por otra parte, la nocin de seguridad supone no distin- guir entre lo interno y lo externo, entre ejrcito y polica. Quien dice " d e ~ fensa, dice una barrera protectora frente a las amenazas exteriores; en cambio, quien habla de seguridad justifica una actividad constante tanto en el mbito nacional corno en el mbito internacional. No obstante, el concepto de seguridad apunta solo parcial e indi- rectamente al poder transformador que implica el desplazamiento men- cionado. En un plano abstracto y esquemtico podemos considerar ese desplazamiento como una inversin de la disposicin tradicional del poder. Imaginemos la disposicin de los elementos del poder soberano en la poca moderna como una matriushka rusa: la mueca ms grande es el poder administrativo disciplinario, que contiene el poder de con- trol poltico, y que a su vez contiene el poder en ltima instancia de hacer la guerra. Pero el carcter productivo de la seguridad requiere invertir el orden y la prioridad de estas capas concntricas, de manera que ahora la guerra es el recipiente externo, que contiene el poder de control, y este el poder disciplinario. Lo especfico de nuestra poca, como hernos dicho, es el hecho de que la guerra, que antes era el lti- mo elemento de la secuencia del poder -la fuerza letal como ltimo recurso-, pasa a ser el primero y pr-imordial. el fundamento de la po- ltica misma. La soberana imperial crea el orden, no poniendo fin a la guerra de todos contra todos, corno dira Hobbes, sino proponiendo un rgimen de administracin disciplinaria y control poltico directarnen- te basado en la accin blica continua. En otras palabras, la aplicacin constante y coordinada de la violencia se convierte en condicin nece- 43 MUIT1TUJ) saria para el funcionamiento de la disciplina y del control. Para que la guerra asuma este papel social y poltico fundamental es necesario que cumpla una funcin constituyente o reguladora; debe constituir una actividad de procedimiento y al mismo tiempo una actividad ordena- dora y reguladora que cree y mantenga las jerarquas sociales, una for- ma de biopoder encaminada a la promocin y la regulacin de la vida social. Una vez definida la guerra en trminos de biopoder y seguridad, todo su marco legal cambia. En el mundo moderno, el antiguo adagio de Clausewitz acerca de la guerra como continuacin de la poltica por otros medios signific un momento ilustrado, por cuanto conceba la guerra corno forma de accin y/o sancin poltica, e implicaba un marco jurdico internacional para la guerra moderna. Implicaba tanto un ius ad bellum (el derecho a declarar la guerra) como un ius in helio (un marco jurdico sobre la manera de librar la guerra). En la modernidad la guerra se subordinaba al derecho internacional, quedando legalizada, o mejor dicho, convertida en un instrumento legal. Pero cuando invcr- timos los trminos, y la guerra llega a ser considerada como la base de la poltica interior del orden global, de la poltica del Imperio, enton- ces se derrumba el modelo moderno de civilizacin que constitua la base de la guerra legalizada, El marco legal moderno que permite de- clarar y librar la guerra ya no sirve. Sin embargo no se trata an de un ejercicio puro y no regulado de la violencia. La guerra tornada como fundamento de la poltica debe contener formas legales, o mejor dicho, debe construir nuevas formas de procedimiento de la legalidad. Por crueles y extraas que sean esas nuevas formas legales, la guerra ha de ser, a pesar de todo,legahnente reguladora y ordenadora. Si antao estaba reoulada a travs de unas estructuras legales, ahora pasa a ser regllladora, al construir e imponer su propio marco legal de referencia.:'>4 Obsrvese que, aunque digamos que la guerra imperial es reguladora y ordenadora, y por tanto contiene un elemento constructivo, eso no significa que sea un poder constituyente o fundacional en el verdadero sentido del concepto. Las guerras revolucionarias modernas s fueron ejemplos de poder constituyente; y eran fundacionales en la medida en que haban derrocado el viejo orden e imponan desde fuera nuevos c- 44 C;UERRA digas legales y nuevas formas de vida. El estado de guerra imperial y re- guladora actual, por el contrario, no hace sino reproducir y regular el or- den actual, crear legislacin y jurisdiccin desde dentro. Sus cdigos le- gales son estrictamente funcionales con respecto a la reordenacin constante de los territorios imperiales. Es constituyente en el sentido en que 10 son los poderes implcitos de la Constitucin estadounidense, o que puedan serlo las actividades de los tribunales constitucionales en los sistemas jurdicos cerrados. Esos sistemas son funcionales y, en las so- ciedades complejas sobre todo, sirven de sucedneos de la expresin democrtica; por lo tanto, actan en contra de la democracia. En cual- quier caso, ese poder reordenadar y regulador poco tiene que ver con un poder constituyente en el sentido estricto y fundacional. Es ms bien un medio de desplazarlo y de ahogarlo." El programa poltico de construccin nacional en pases como Afganistn e lraq es un ejemplo central del proyecto productivo del biopoder y de la guerra. No cabe concebir nada ms posmoderno ni ms antiesencialista que esa nocin de construccin nacional. Por una par- te, revela que la nacin se ha convertido en algo puramente contingente, fortuito, o C01110 dira un filsofo, accidental. Por eso las naciones pue- den ser destruidas, o creadas, o inventadas, como parte de un programa poltico. Pero, por otra parte, las naciones son absolutamente necesarias como elementos del orden y la seguridad globales. Tanto las divisiones internacionales del trabajo y del poder, COI1lO las jerarquas del sistema global y las formas del apartlieid global que comentaremos en el cap- tulo siguiente, precisan de autoridades nacionales establecidas y que se hagan obedecer. [Hay que crear naciones! As pues, la construccin de naciones pretende ser un proceso constituyente, y hasta ontolgico, aunque no sea en realidad sino una tenue sombra de los procesos revo- lucionarios de los cuales nacieron las naciones modernas. Las revolucio- nes y las liberaciones nacionales modernas que crearon naciones eran procesos originados en el interior de las sociedades nacionales, y fueron el fruto de una larga historia de desarrollo social. Los proyectos contem- porneos de construccin nacional, por el contrario, vienen impuestos por la fuerza, y desde el exterior, mediante un proceso que se ha dado en llamar cambio de rgimen. Esa construccin nacional se parece 45 MULTITUD menos al nacimiento revolucionario de las naciones modernas que al reparto colonial que practicaban las potencias, cuando trazaban lneas sobre el globo terrqueo para definir los mapas de los territorios some- tidos. Tambin se parece, en una comparacin un poco ms benvola, a las batallas por redibujar las circunscripciones electorales o administra- tivas para adquirir control sobre ellas, aunque ahora ampliadas a escala planetaria. Sea como sea, la construccin nacional ilustra el aspecto pro- ductivo del biopoder y de la seguridad. Para otro ejemplo de la naturaleza productiva y la capacidad legal reguladora del biopoder y de la guerra global, podernos retornar el con- cepto renovado de la guerra justa. No sera oportuno reducir la no- cin actual de guerra justa al derecho de la potencia dominante a to- mar decisiones y a mandar unilateralmente, que correspondera a las antiguas concepciones de la raison d'b'tat que tambin aducen algunos de los halcones empeados en las guerras imperiales de hoy da. Ni conviene tampoco reducir la guerra justa a un principio moral, corno parecen querer algunos utpicos' pensadores religiosos y tericos del derecho (con el peligro de convertir la guerra justa en fanatismo y su- persticin). Lo uno y lo otro son, en realidad, conceptos antiguos, pre- modernos, que algunos han recobrado recientemente. Es ms instruc- tivo considerar una genealoga mucho ms reciente de la guerra justa y su capacidad constituyente, especficamente la nocin de guerra justa que estuvo asociada a la guerra fra y sirvi de fundamento a las teo- ras de la contencin propugnadas por diversos estrategas, desde George Kennan a Henry Kissinger. La guerra fra, corno expondremos ms ade- lante, fue realmente una guerra, pero introdujo elementos nuevos, y se libr en numerosos conflictos de baja intensidad y simultneamenre en distintos frentes del planeta. Lo relevante para nuestra argumentacin es que aquellos tericos de la contencin durante la guerra fra reinterpre- taron la moralidad tradicional de la guerra justa. Para ellos la guerra fra era una guerra justa, no solo porque serva para destruir las amenazas co- munista y sovitica, sino porque poda contenerlas. En este caso, la guerra justa no es tanto una justificacin moral para unos actos de violencia y des- truccin limitados en el tiempo, corno lo fue tradicionalmente, cuanto una pauta para mantener el orden global en una situacin de equilibrio per- 46 C;UERRA manente. Estas ideas de justicia y contencin asociadas a la guerra fra nos dan la clave tanto de la duracin indefinida C011l0 de las funciones regu- ladora y ordenadora que puede tener hoy la guerra imperial. Sin embargo.Ia guerra fra nunca desarroll un concepto ontolgico de la guerra. Su nocin de contencin era esttica, o tal vez dialctica. Fue preciso que acabase la guerra fra para que la guerra empezase a ser realmente constructiva. La doctrina de Bush padre en materia de pol- tica exterior, por ejemplo, fue constructiva en el sentido en que la guerra del golfo Prsico de 1990, aunque su objetivo primordial fuese el res- tablecimienro de la soberana nacional de Kuwait, tambin formaba parte de un proyecto de creacin de un nuevo orden mundial. En cuanto a la administracin Clinton, sus polticas de guerras humanitarias, l113n- tenimicnto de la paz y construccin nacional revistieron aspectos an- logos, encaminados a construir, por ejemplo, un nuevo orden poltico en los Balcanes. Ambas administraciones promovieron, al menos en parte, el criterio moral de la guerra justa como un elemento constitutivo de la poltica a fin de redibujar el nlapa geopoltico. Por ltimo, la admi- nstracin de Bush hijo, sobre todo despus de los atentados del 11 de septiembre y con el desplazamiento de la poltica de defensa a la de se- guridad, ha explicitado tanto el alcance global corno la funcin activa y constituyente de la guerra en el orden global, aunque este siga sien- do un proceso incompleto e irregular que durante algn tiempo seguir dando pasos adelante y atrs de diversas maneras. A la guerra imperial se le ha encomendado la tarea de configurar el entorno poltico mun- dial y, por lo tanto, de convertirse en una forma de biopoder en senti- do positivo, productivo. Quiz parezca que hemos llegado al punto de una revolucin reaccionaria, dado que la guerra imperial establece un nuevo orden global, pero en realidad no es ms que un proceso regu- lador, que consolida el orden existente del Imperio. jI> Violencia legitima Es necesario que abordemos otra va de aproximacin a nuestro actual estado de guerra global, esta vez desde el punto de vista de los diversos 47 MULTITUI) modos en que se concibe la violencia legtima. Uno de los pilares fun- damentales de la soberana en el Estado-nacin moderno es el mono- polio de la violencia legitima. tanto en el interior del espacio nacional COIllO frente a las dems naciones. En el seno de la nacin, el Estado no solo tiene una abrumadora ventaja material sobre las dems fuerzas so- ciales en lo que se refiere al ejercicio de la violencia, sino que adems es el nico agente social que puede ejercerla legal y legtimamente. Cual- quier otra violencia social es ilegtima a priori, o al menos se halla nlUY delimitada y constreida, corno es el caso del tipo de violencia legitima que interviene en el derecho de un sindicato a la huelga, en el supuesto de que la huelga sea un acto de violencia. En el escenario internacio- nal, los diversos estados-nacin poseen diferente capacidad militar, pero en principio todos tienen igual derecho a usar la violencia, esto es, a librar guerras. La violencia legtima que esgrime el Estado-nacin se fun- damenta primordialmente en las estructuras jurdicas nacionales, y a continuacin en las internacionales. (En la terminologa de Max Weber, se trata de una autoridad legal, en lugar de tradicional o car ismtica.) La violencia del polica, del carcelero, del verdugo, dentro del territorio na- cional, o la del general y el soldado fuera de l, son legitimas no por nin- guna caracterstica de esos sujetos en particular, sino en razn de los cargos que ocupan. Esos diversos funcionarios del Estado que ejercen violencia legtima tienen que rendir cuentas de sus actos, al menos en principio, ante los ordenamientos jurdicos nacionales e. internaciona- les que los sustentan. En ciencias polticas, todas las teoras sobre el estado de excepcin -el estado de sitio y la dictadura constitucional, as corno sus correlatos de insurreccin y golpe de Estado- sefundan explcitamente en el monopolio estatal de la violencia. 57 Hay unanimidad en este punto entre los grandes agentes y tericos de la poltica del siglo xx, de las de- rechas o de las izquierdas: Max Weber yVladimir Lcnin utilizan palabras casi idnticas cuando dicen que, en relacin con el uso de la fuerza, el Estado siempre es una dictadura.:'>H En la segunda mitad del siglo xx, sin embargo, los mecanismos de legitimacin de la violencia estatal enlpezaron a acusar una seria debili- dad. Por una parte, la evolucin del derecho internacional y los tratados internacionales pusieron lmites al uso legitimo de la fuerza por un 48 GUERRA Estado-nacin contra otro, as corno a la acumulacin de ar-mamento. Los tratados de no proliferacin nuclear, por ejemplo.junto con otras limita- ciones al desarrollo de armamento qumico y biolgico, dejaron en ma- nos de las dos superpotencias, durante el perodo de la guerra fra, una superioridad aplastante en capacidad militar y en derecho a librar guerras sobre la mayora de los estados-nacin." Por otra parte, en especial en los decenios finales del siglo xx, tambin se ha visto mermado el uso legti- mo de la fuerza en el interior de los estados-nacin. El discurso de los de- rechos humanos,junto con las intervenciones militares y las acciones legales basadas en aquel, era parte de un movimiento gradual para dcslcgitimar la violencia esgrimida por los estados-nacin incluso dentro de su territorio nacional. +11 Hacia finales del siglo xx, los estados-nacin no podan ya legitimar necesariamente la violencia que ejercan dentro o fuera de su territorio. Hoy da los estados ya no tienen necesariamente un derecho legitimo a imponer acciones de polica y castigar a sus propias po- blaciones, ni a declarar guerras a otros basndose en sus propias leyes. Quede claro que no estarnos diciendo que haya disminuido la violencia ejercida por los estados contra sus propios ciudadanos o contra otros es- tados, [al contrario! Lo que ha decado son los medios para legitinlar esa violencia estatal. La decadencia del monopolio estatal-nacional de la violencia legi- tima vuelve a plantear una serie de preguntas inquietantes. Si dejarnos de considerar legitima a priori la violencia ejercida por el Estado-nacin, basada en sus estructuras jurdicas, cnlo se legitimar la violencia hoy dia? Es igualmente legitima toda violencia? Tienen Bin Laden y al- Qaeda, por ejemplo, la misma legitimidad para ejercer la violencia que el ejrcito de Estados Unidos? Tienen las autoridades yugoslavas el mismo derecho a torturar y asesinar a determinados sectores de su po- blacin que Estados Unidos a encarcelar y ejecutar a determinados sec- tores de su poblacin? La violencia que los grupos palestinos esgrimen contra los ciudadanos israeles, es tan legtima C01UO la violencia del ejrcito israel contra los ciudadanos palestinos? Es posible que la deca- dencia de la facultad de los estados para legitimar la violencia que ejercen explique, al menos en parte, por qu han proliferado en los ltimos decenios acusaciones de terrorismo cada vez rns estridentes y confu- 49 MULTITUI) sas. En un Inundo en que no se puede legitimar ninguna clase de vio- lencia, en principio toda violencia puede ser calificada de terrorismo. Corno ya hemos observado, todas las definiciones contemporneas de terrorismo son variables y dependen de quin defina los elementos centrales: el gobierno legtimo, los derechos humanos o las leyes de la guerra. La dificultad de forjar una definicin estable y coherente del te- rrorismo va ntimamente unida al problema de cmo se establece una nocin adecuada de violencia legtima. Hoy muchos polticos, activistas y estudiosos invocan la moralidad y los valores como base de la violencia legtima al margen de la cues- tin de la legalidad, o mejor dicho, como base de una nueva estructura legal: la violencia es legtima cuando su base es moral y justa, pero ile- gtima si su base es inmoral e injusta. Bin Laden, por ejemplo, reclama la legitimacin presentndose como el adalid rnoral de los pobres y los oprimidos del Sur global. De manera similar, las autoridades estadouni- denses reivindican la legitimacin de su violencia militar basndose en los valores de libertad, democracia y prosperidad. De una manera ms general, numerosos discursos sobre los derechos humanos sugieren que la violencia puede legitimarse por razones morales (y solo por ellas). El conjunto de los derechos humanos, ya sean asumidos como universa- les o determinados mediante una negociacin poltica, se erige como estructura moral por encima de la ley o corno sustituto de la estruc- tura legal misma. Muchos conceptos tradicionales planteaban los dere- chos humanos frente a todas las formas de violencia, pero bajo la som- bra del Holocausto y ms claramente despus de la intervencin humanitar-ia en Kosovo, las opiniones derivaron hacia lo que podra- mos llamar la doctrina Arman (por el secretario de Naciones Unidas). Ahora la postura mayoritaria en cuestin de derechos humanos reivin- dica la violencia al servicio de los derechos humanos, legitimada por sus fundamentos rnorales y ejecutada por los cascos azules de las fuerzas de la ONU." Con estos presupuestos morales se ha conseguido cierto tipo de le- gitimacin, pero conviene recordar que recae precariamente sobre la radical pluralidad de los marcos de referencia y los juicios morales, En 1928, durante una campaa para el desanne,Winston Churchill cont una 50 CUERRA parbola para ilustrar cmo puede originar consecuencias,. catastrficas presuponer que nuestro uso de la violencia sea universal. 42 Erase una que todos los animales del zoolgico decidieron desarmarse y renunciar a la violencia. El rinoceronte proclam que el uso de colmillos era una barbarie y debera prohibirse; en cambio, el uso de los cuernos era bsica- mente defensivo y debera estar permitido. El ciervo y el puerco espn es- tuvieron de acuerdo con eso. El tigre, en cambio. se manifest en contra de los cuernos, y defendi los colmillos e incluso las garras como instru- mentos honorables y pacficos. Por ltimo, el oso se pronunci en contra de los colmillos, las garras y los cuernos, y propuso que siempre que hu- biese desacuerdo entre los animales se resolviese con un buen abrazo. To- dos los animales. resumi Churchill, crean que su propio uso de la violen- cia era, estrictamente, un instrumento de paz y de justicia. Solo cuando se niega a admitir perspectivas y juicios diferentes puede la moralidad nistrar una base slida para legitimar la violencia, la autoridad y la dOl111- nacin. Pero tan pronto como se admite lavalidez de unos valores diferen- tes, toda la estructura se hunde. Tradicionalmente, las estructuras legales han proporcionado a la le- gitimacin un marco de referencia ms estable que la llamada a la 1110- ralidad. y muchos estudiosos insisten actualmente en que el derecho nacional y el derecho internacional siguen constituyendo el nico fundamento vlido de la violencia legitima.P Hay que recordar, no obs- tante, que el derecho penal internacional consiste en un exiguo de tratados y convenciones con nluy pocos mecanismos eJecu- tivos. Han sido baldos muchos intentos por aplicar el derecho penal internacional. Las actuaciones legales contra el ex dictador chileno Augusto Pinochet desde los tribunales britnicos y espaoles, por ejem- plo, trataban de sentar el precedente de que los crirnenes de guerra y los delitos contra la humanidad estn sujetos a una jurisdiccin universal y, por lo tanto, pueden ser perseguidos bajo las leyes nacionales de cual- quier lugar del mundo. Hubo tambin intentos similares de acusar al ex secretario de Estado Henry Kissinger por crmenes de guerra en Laos y Camboya, intentos que, sin embargo, no han dado, ni te darn, lugar a ninguna accin legal. Con el designio de castigar la VIO- lencia ilegitima aparecen nuevas instituciones que superan con mucho 51 MULTITUD el viejo esquema del derecho nacional e internacional, C01no los tribu- nales internacionales establecidos por e! Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en 1993 y 1994 para juzgar los hechos de la antigua Yugoslavia y de Ruanda, y otro ms importante en 2002, e! Tribunal Penal Internacional permanente de La Haya (en e! que Estados Unidos no ha querido participar, mermando sustancialmente los poderes de ese tribunal). Mientras que el viejo derecho internacional se basaba en el re- conocimiento de la soberana nacional y de los derechos de los pueblos, la nueva justicia imperial, de la que son elementos el concepto de cri- menes contra la humanidad y las actividades de los tribunales interna- cionales, apunta a la destruccin de los derechos y de la soberana de los pueblos y de las naciones por medio de las prcticas jurisdiccionales supranacionales. Consideremos, por ejemplo, las acusaciones formuladas contra Slobodan Milosevic y otros dirigentes serbios ante el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia. En este caso no se plan- te si la violencia ejercida por los lderes serbios vulneraba las leyes del Estado yugoslavo; de hecho, esa cuestin es absolutamente irrelevante. Esa violencia se estima ilegtima desde un marco de referencia exterior al contexto jurdico nacional e incluso al internacional. Fueron crme- nes, no segn el propio derecho nacional, ni segn el internacional, sino contra la humanidad. Este cambio presagia e! posible declive del dere- cho internacional y la aparicin, en su lugar, de una forma de derecho global o imperial." Que las leyes internacionales estn siendo socavadas de esta manera no constituye, en nuestra opinin, un cambio negativo. Nos damos perfecta cuenta de que, con gran frecuencia, en el siglo xx el dere- cho internacional sirvi meramente para legitimar y apoyar la violencia ejercida por los fuertes contra los dbiles. Sin embargo, y aunque se hayan desplazado un poco los ejes y lneas de fuerza, la nueva justicia imperial parece puesta al servicio de la creacin y el mantenimiento de las jerarquas globales. Debemos observar que esta aplicacin de la justicia es selectiva, y que con frecuencia se persiguen los delitos de los menos poderosos y resultan impunes los ms poderosos. Aducir que los ms poderosos deben inclinarse tambin ante las leyes y las sancio- nes imperiales nos parece una estrategia noble, pero cada vez ms ut- 52 GUERRA pica. Las instituciones de la justicia imperial y los tribunales interna- cionales que castigan los crmenes contra la humanidad, por cuanto de- penden de los poderes dominantes globales, como el Consejo de Se- guridad de las Naciones Unidas, y de los estados-nacin ms poderosos, necesariamente interpretarn y reproducirn la jerarqua poltica del Imperio. La negativa de Estados Unidos a permitir que sus ciudadanos y soldados se sometan a la jurisdiccin del Tribunal Penal Internacional es un ejemplo de aplicacin desigual de las normas y las estructuras jurdicas." Estados Unidos impondr sanciones legales a otros, bien sea por medio de los sistemas interiores normales o de disposiciones ad hoc, como la extraordinaria retencin de combatientes en la base de Guan- tnamo, pero no permitir que los suyos estn sujetos a otros organis- rnos legales nacionales ni supranacionales. Al parecer, la desigualdad del poder imposibilita el establecimiento de la igualdad ante la ley. En cualquier caso, el hecho es que hoy la sintona de la violencia, sea con el derecho internacional establecido, sea con el derecho global emer- gente, no garantiza una legitimacin. ni que la transgresin sea con- siderada ilegtima, ni mucho menos, Se plantea la necesidad de mirar ms all de esas estructuras jurdicas, en busca de otros mecanismos o marcos de referencia hoy dotados de eficacia como base para la vio- lencia legitima. En nuestra opinin, la legitimacin ms eficaz de la violencia no es la que alude a un marco de referencia a priori, moral o legal, sino ni- carnente a posteriori, y en funcin de los resultados. De este modo, qui- z parezca que la violencia de los fuertes se legitima automticamente, y la de los dbiles merece de inmediato la etiqueta de terrorismo. Pero la lgica de la legitimacin tiene ms que ver con los efectos de la vio- lencia. El refuerzo o el restablecimiento de! orden global actual es lo que legitima rctroactivamente el uso de la violencia. En el lapso de poco ms de un decenio hemos presenciado un giro completo de esas formas de legitimacin. La primera guerra del Golfo bas su legitimacin en el derecho internacional, puesto que oficialmente se propona restablecer la soberana de Kuwait. En cambio, la intervencin de la OTAN en Kosovo busc su legitimacin en unos motivos morales humanitarios. La segunda guerra del Golfo, que ha sido una guerra preventiva, se 53 MULTITUl) remite primordialmente a los resultados para su legitimacin." El po- der militar y/o policial estar legitimado siempre y cuando se revele eficaz en la rectificacin de los desrdenes globales, lo que no quiere decir necesariamente restaurar la paz, sino mantener el orden. Segn esta lgica, un poder como el ejrcito estadounidense puede ejercer la vio- lencia, sea o no moral o legal, y esa violencia estar legitimada siempre y cuando redunde en la reproduccin del orden imperial. Pero tan pron- to corno esa violencia deje de aportar el orden, o cuando deje de man- tener la seguridad del orden global actual, esa legitimacin desaparece- r. Es una forma de legitimacin muy precaria e inestable. La presencia constante de un enemigo y la amenaza del desorden son necesarias para legitimar la violencia imperial. Lo que tal vez no debe- ra extraarnos, puesto que, cuando la guerra constituye la base de la poltica, le corresponde al enemigo la funcin constitutiva de la legiti- midad. Sin embargo, se trata de un enemigo que ya no es concreto y localizable, sino que se ha convertido en huidizo e inasible. Es como la serpiente en el paraso imperial. El enemigo es desconocido e invisible y siempre est presente, como un aura hostil. El semblante del enemi- go aparece envuelto en la neblina del futuro y sirve para apuntalar la legitimacin cuando esta ha declinado. De hecho es un enemigo, no ya elusivo, sino por completo abstracto. Los individuos a quienes se cita como objetivos primordiales -e-Osama hin Laden, Sadarn Husein, Slo- bodan Milosevic, Muarnmar al-Gadaf y Manuel Noriega, entre otros- constituyen amenazas nlUY limitadas, pero son amplificadas hasta alcanzar una talla sobrenatural, devienen iconos de la amenaza general y propor- cionan la imagen de adversarios blicos tradicionales y concretos. Quiz sirven como instrumento pedaggico, o como fachada engaosa, cuando presentan este nuevo tipo de guerra bajo la forma antigua. Esos obje- tos abstractos de la guerra -la droga, el terrorismo, y as sucesivamen- te- en realidad no son enemigos. Sera 111s adecuado observarlos como sntomas de una realidad desordenada que plantea una amenaza a la seguridad y al buen funcionamiento de la disciplina y el control. Ese enemigo abstracto y voltil tiene algo de monstruoso. Y esa monstruo- sidad es una primera indicacin del hecho, que analizaremos con ms detalle posteriormente, de que la asimetria y los desequilibrios del po- 54 CUERRA dcr mundial no pueden quedar absorbidos en la nueva legitimacin del poder imperial. Baste decir por ahora que el enemigo es un ejemplo, o mejor dicho un experimentum crucis, de la definicin de legitimidad. El enemigo debe servir de esquema trascendental en el sentido kantiano, pero en la direccin contraria: debe demostrar, no lo que es el poder, sino de qu nos guarda el poder. La presencia del enemigo demuestra la necesidad de seguridad. Tambin debe quedar claro aqu que la necesidad en s no impli- ca necesar-iamente represin o violencia. En el captulo siguiente ana- lizaremos con detenimiento las nuevas for-mas de trabajo social basa- das en productos inmateriales como la inteligencia, la informacin y los afectos. Estas formas de trabajo y las redes sociales que crean se organizan y controlan internamente, por medio de la cooperacin. Esa es una forma real de seguridad. Pero el concepto de seguridad que esta- mos comentando, basado en la nocin de enemigos abstractos y en- caminado a legitimar la violencia y restringir las libertades, es algo que se impone exteriormente. Por 10 tanto, estas dos nociones de seguridad, la basada en la cooperacin y la arraigada en la violencia, no solo son diferentes sino que se hallan en conflicto frontal la una respecto de la otra. +7 Al comienzo del nuevo milenio existan en nuestro planeta unos dos mil conflictos armados de larga duracin, y ese nmero va en aumen- to. Cuando decaen las funciones soberanas de los estados-nacin, y con ellas el monopolio del uso legtimo de la fuerza, empiezan a surgir con- flictos detrs de una infinidad de emblemas, ideologas, religiones, rei- vindicaciones e identidades. Y en todos estos casos, la violencia legti- ma, la criminalidad y el terrorismo tienden a volverse indistinguibles. Eso no significa que todas las guerras y todas las partidas armadas represen- ten lo mismo, ni tampoco que sea imposible comprender la causa de las guerras; significa que los trminos modernos de evaluacin tienden a desaparecer, que las distinciones entre la violencia legtima y la ilegtima! en- tre guerras de liberacin y guerras de opresin tienden a coniundirse. Todas las clases de violencia se difuminan. La guerra en s es lo que nos oprime, por muchas distinciones que ensayelnos. Esa es la perspectiva cnica de Simplicissimus. 55 MULTITUD Consideremos la guerra brbara y genocida de Ruanda, a comien- zos del decenio de 1990, entre los hutus y los tutsis. Ciertamente es posible comprender las causas del conflicto, por ejemplo, en trminos de herencia del sistema colonial belga que privilegi a la minora tutsi corno raza colonizada superior frente a la mayora hutu." Las explicaciones causales de este tipo no proporcionan una justificacin, por supuesto, ni definen un camino de liberacin. Tanto la violencia hutu como la vio- lencia tutsi carecen de legitimidad. Y lo mismo puede afirmarse de la violencia croata y serbia en los Balcanes, o de la violencia hind y musulmana en el sur de Asia. Todas tienden a volverse igualmente ile- gtimas y opresoras. Todava podemos, desde luego, categorizar las guerras actuales con arreglo a diversos ejes ejemplo, guerras de ricos contra pobres, de ricos contra ricos y de pobres contra ricos-, pero esas categoras tien- den a perder importancia. Ciertamente importan para los participantes, pero no en el marco de referencia de nuestro orden global actual. Solo hay una distincin que importa y se superpone a todas las dems: una violencia que preserva la jerarqua contempornea, y otra violencia que amenaza ese orden. Esa es la perspectiva de la nueva guerra imperial, que examinaremos con detenimiento en el apartado siguiente. Hay mu- chas guerras contemporneas que no aportan ni restan nada a la jerar- qua global dominante, y por eso, al Imperio le traen sin cuidado. Eso no significa que vayan a terminar pero puede servir para explicar por qu no son objeto de la intervencin imperial. Samuel Geheimrat Todas las grandes obras de ciencia poltica del perodo moderno proporcionan instrumentos para traniformar o derribar los poderes dominantes y librarnos de la opresin. Incluso El prncipe de Maquiavelo, ledo por algunos como un manual para soberanos malvolos, es en realidad un panjleto democrtico que pone la comprensin de la violencia y el empleo astuto del poder al servicio de la intelioencia republicana. Hoy, sin embargo, la mayora de los entendidos e'l ciencias polticas son meros tcnicos que tratan de resolver los problemas cuanti- 56 GUERRA tativos del mantenimiento del orden, y los dems hacen pasillo entre las aulas universitarias y los salones del poder, tratando de hacerse escuchar por el soberano y susurrarle consejos al odo. LA,fiRura paradigmtica del experto en ciencias po- lticas es el Geheimrat. el consejero ulico, la eminencia gris del soberano. El mejorejemplo de un Geheimrat imperial que ha sabido ganarse la aten- cin del soberano es tal ves: Samuel Huntington. En 1975 public por cuenta de la Comisin Trilateral un volumen sobre la crisis de la democracia, en co- laboracin con Michel Crozier yJoJi lMltanuki. 49 El diagnstico de Hunting- tonfue que la democracia en Estados Unidos peligra desde el decenio de 1960 por el exceso de participacion y de reivindicaciones que planteaban las organi- zaciones de los trabajadores y los sociales recin incorporados al activs- mo, como las mujeres y los qfroamericanos. Demasiada democracia, proclam pa- eniermaba a la democracia estadounidense y daba lugar a una destempanra democrtica. Este tipo di' razonamiertto contradictorio quiz solo tenasentido durante laguerra fra, mando la dominacrl social capitalista, cual- quiera quefuese laforma poltica que adoptase, tena necesariamente la consi- deracin de democrtica [rente a la amenaza del totalitarismo sovitico. En realidad, el texto de Huntington es 1m evangelio decididamente antirrepuhlicaflO y antidemoatco, que predica la difensa de la soberana [rente a las amenazas de las fuerzas sociales y los movimientos sociales. Lo que ms tema Huntino- ton, naturalmente r-r-v esa es la principal fuerza motriz de su era la democracia propiamente dicha, el gobierno de todos sobre todos. Sostena que la democracia deba seratemperada por la autoridad, y que deba evitarse que varios segmentos de lapoblacin tuvieran una participacin demasiado activa en la vida poltica o exigieran demasiado al Estado. Y ejectivamente, durante unos aos el cvanoeio de liuntington sirvi como pauta para la destruccin neolibc- ral del Estado del bienestar. Vinte aos despus, el Geheimrat Huntinyton contina susurrando al odo del soberano. Las necesidades del poder han cambiado y por eso cambian tam- bin sus consejos. La guerra fra era un principio estable que organizaba a los estados-nacin etl aliados y enemigos, lo que constitua una dejinian del orden global, pero ahora ha desaparecido. Finalizado el slJ?lo xx, terminada la guerra fra y en plena decadencia la soberana de los estados-nacifl, no queda claro cmo va a wnjigurarse el orden global y cmo se va a desplegar y legitimar la violen- cia necesaria para mantener ese orden. El consejo de Huntington es que las - 57 MUITITU!) neas otganiradoras del orden J[lobal y del tonilicto <Iohal, los bloques que agru- patl a los estados-nacin para formar los campos aliado y enemig, no se definan ya en trminos ideolgicos1>, sino de civiliracion?" Bienvenido de nue1!O Cswald SpenglCl: El viejo topo del pensamiento reaccionario aflora otra vez: Aunque no estclaro lo que puedan ser esas extraas idefltidad;s histricas lla- madas civilieaciones, en la concepcin de Huntington se definen por extenso si- guiendo lneas raciales y religiosas. El carcter j!,enrico de las civilirruioncs como criterio de ctasiiicacin facilita la tarea de subordinar la ciencia a la tctica po- ltica, y utilizar ambas para redibujar el mapa5-:eopoltico. El consejero ulico de! soberano recurre aqu a una vieja hiptesis reaccionaria que presenta las agru- pador/es polticas COt1to comunidades defusin (Gemeinschaften) y sita las realidades del poder (Machrsrealitten) en unas entidades espirituales. Conjura elfantasma de esas cinlizocionespara hallaren ellas e!grandioso esquel1111 reor- ganizador de la divisin arnioostenemioos. que es bsica en poltica. Los que pertenecen a nuestra civiracin son nuestros arnwos, los de las dems civiliza- cones son nuestros el1emigos. Acercaos y escuchad la buena nueva: ila guerra se ha convertido en un choque de civilizaciones! Esto de conjurar encmioos y mic- dos lo calific Spinora, acertadamente, de supersticin. Y como l saba muy bien} tal supersticin conducir siempre a la barbarie ltima de la guerra y la destruccin perpetuas. EstrJVO brillante Huntinotan como Geheimrat en el decenio de 1970, por- que supo anticiparse a las necesidades del soherano y adelant Ufl manual de uso antidemocrtico para las revoluciones rea,,aniana y hatctieriana. De manera si- milar, su tesis del choque de las civilizaciones fue anterior al 11 de septiem- bre y a la guerra contra el terrorismo, de inmediato concebida por los medios de comunicacin y los principales poderes polticos (salvo alounas prudentes reser- vas, aunque ms bien pocas) CotllO un conjlao entre Occidente y el islam. En estecontexto, la hiptesis de un choque entre civlieaciones parece, no tanto una descripcin del estado actual del mundo cuanto una prescripcin explcita, un clarn deguerra, una misin que Occidente debe realirar" En vez de ser primordiales} o espirituales, o histricas, esas civilizaciones son dictados polticos y estratgicos que han degenerar O1;ganismos polticos reales para servir de ami- gos y encmiyos en el estado de guerra permanente. Esta vez} sin embatgq Hrmtington no acert en la diaria> y el soberano le ha vuelto la espalda. El sino cruel del Geheinuat, siempre pendiente de los 58 CUERRA caprichos del soberano! Desde el 11 de septiembre, las autoridades de Estados Unidos vienen repitiendo con insistencia que su estrategia de seguridad,f!lobal no tiene nada que ver con ningn choque de civilizaciones. 52 Y principalmente, no porque los lderes polticos estadounidenses sean sensibles a las implicaciones racistas de la hiptesis /propuesta de lluntington, sino ms bien porque esa no- cin de civilizacin es demasiado limitadapara su visinglobal. Huntington se qued encallado en el viejo paradigma del orden mundial, tratando de co'!{tgu- rar nuevas agrupaciones de estados-nacin, esta vez en forma de civixaciones para reemplazar los antiguos Moques de laguerra fra. Pero el Imperio se plan- tea panoramas de mayor amplitud: que se le someta toda la humanidad. En ese nuevo mundo, las civilirarioncs imaginadas por Huniinoton y osronteras que las dividen seran meros obstwlos. Es un poco triste laR,ura del consejero ser- vicial desdeado por el soberano y expulsado de la corte. II CONTRAINSURGENCIAS Nuestro desafio en este nuevo siglo es dificil: defender nuestra nacin trente a lo desconocido, lo incierto, lo nunca visto, lo inesperado. DONAID RUMsrELD, SECRETARIO ESTADOUNIDENSE DE DEfENSA Toda la Galia est pacificada. JULIO CSAR Sobre el suicidio del fugitivo W B. (a Walter llenjamin) He sabido que alzaste la mano contra ti mismo adelantndote al carnicero. Ocho aos en e! destierro, observando el m(i?e de! l'flef1J(ro. Alfin sohrepasando por donde no se pasa. Cayeron imperios. Capitanes de bandidos se pavonean como estadistas. A los pueblos ni se les ve debajo de tantos armamentos. El futuro CflVUelto en tinieblas, lasfuerzas de losjustos son dbiles. Todo eso lo veas cuando destruiste el cuerpo uwturable. BERTOI.T BRECHT 60 GUERRA En esta seccin analizaremos las contradicciones de la mquina de guerra creada por el estado de excepcin y la guerra civil global. El nuevo modelo de guerra tiene algunas caractersticas originales, pero debe seguir respondiendo a las necesidades convencionales del poder soberano: reprimir los movimientos de resistencia e imponer el orden a la multitud, En otras palabras, incluso las nuevas estrategias blicas han de configurarse corno contransurocncias. Dos tipos de contradicciones caracterizan, como veremos, este nuevo modelo de guerra: las que de- rivan del abandono de los mtodos de guerra tradicionales, y las que surgen en relacin con las nuevas condiciones de la sociedad y las nue- vas formas de trabajo social a que inevitablemente han de enfrentarse el biopoder y la guerra. Estas contradicciones nos proporcionarn un primer punto de observacin a fin de reconocer qu formas de resis- tencia y posterior liberacin son posibles en este nuevo contexto. En otras palabras, para descubrir cmo saldremos de este estado de guerra global. Nacimiento de la nueva guerra En muchos aspectos nuestro estado de guerra posm.oderno se asemeja a las guerras premodernas. La poca moderna. en que la guerra se re- duca a conflictos limitados espacial y temporalmente entre estados- nacin, por razones polticas, puede parecer ahora un simple respi- ro de varios siglos antes de que la humanidad recayese en un estado indistinto de guerra continuamente sobrecodificada en trminos morales y religiosos. Pero en realidad, el reloj de la historia no avanza hacia atrs. De hecho, esas percepciones de reaparicin de elernen- tos viejos no son sino los primeros e incorrectos intentos de COll1- prender lo nuevo. Podra afirmarse que desde comienzos del siglo xx el Inundo no ha conocido la paz verdadera. La Primera Guerra Mundial (1914-1918), que estuvo centrada en Europa, condujo directamente, despus de un tumultuoso intervalo, a la segunda (1939-1945). Y tan pronto como acab la Segunda Guerra Mun dial entramos en la guerra fra, un nue- 61 MULTITUD va tipo de guerra global y en cierto sentido una tercera guerra mun- dial, que a su vez, tras extinguirse (1'iH'i-1'i'i 1), dio lugar a nuestro ac- tual estado de guerra civil imperial. Cabe concebir nuestra era corno la de la cuarta guerra mundial." Esa periodizacin es un punto de parti- da til, porque nos ayuda a distinguir tanto la continuidad corno las di- ferencias con respecto a los conflictos globales anteriores. El concepto mismo de guerra fra ya estableci que la guerra constitua un estado na- tural de las cosas, dejando claro que ni siquiera un alto el fuego legal sig- nifica el fin de la guerra, sino solo una modulacin de su forma tem- poralmente. De una manera ms completa hoy, quiz, el estado de guerra se ha hecho interminable. Esta periodizacin tambin aclara cmo ha cambiado tanto la naturaleza de la guerra en el decurso de esas distin- tas etapas como la de los enemigos en conflicto. La Primera Guerra Mun- dial fue un conflicto entre estados-nacin europeos que arrastr a otras partes del mundo a causa de la extensin global de sus estructuras im- perialistas y coloniales. La Segunda Guerra Mundial, que fue en buena medida una repeticin de la primera, aunque centrada por igual en Asia y Europa, se resolvi por la intervencin de los soviticos y de Estados Unidos, que, a su vez, determinaron los bandos de un nuevo conflicto global. La guerra fra consolid esta alternativa global de tal modo que muchos estados-nacin no tuvieron ms remedio que alinearse en un bando o en el otro. En nuestro estado actual de guerra irnperial, sin embargo, los estados-nacin soberanos ya no definen primordialmenre los bandos en conflicto. En el calupo de batalla actual se mueven nue- vos agentes, cuya identificacin constituye una de las tareas principales a la hora de reconstruir su genealoga. Es habitual datar el cambio de las relaciones internacionales en 1989 con el colapso definitivo de la guerra fra, pero tal vez sera ms certero sealar, para la inauguracin de nuestro presente estado de guerra, la fe- cha del 26 de mayo de 1972, el da en que Estados Unidos y la Unin Sovitica firmaron el tratado de misiles antibalsticos (ABM) que regu- laba la produccin de armamento nuclear de las dos superpotencias. La espectacular carrera de rnutuas amenazas nucleares haba alcanzado su apoteosis. Quiz fue el momento en que la guerra empez a tambalearse como indicador fundamental de podero del Estado-nacin. Durante 62 GUFRltA mucho tiempo la piedra angular de la estrategia militar nuclear sigui descansando sobre las ojivas de los misiles, pero, en realidad, fue a partir de ese momento cuando los misiles nucleares elnpezaron a hundirse en el fango de sus silos. Entonces empez a desvanecerse la guerra tal como la haba conocido la modernidad, es decir, CCIno un conflicto ilimitado de alta intensidad y destruccin. Una masacre CCIllO el bombardeo ale- mn sobre Londres de septiembre de 1'i40, o como el bombardeo alia- do sobre Dresde en febrero de 1945 (un esfuerzo continuado y a fondo para matar y aterrorizar a toda una poblacin), ya no tena cabida racio- nalmente en el arte de la guerra, lo que por desgracia no significa que no puedan repetirse actos semejantes. La estrategia de disuasin mutua prac- ticada por Estados Unidos y la Unin Sovitica pudo mantenerse durante algn tiempo, pero la propia guerra haba comenzado a transforrnarse: no tan orientada a la defensa frente a una Inegaanlenaza coherente, y ms atenta a una proliferacin de miniarnenazas; lllenos encaminada a la des- truccin general del enemigo, y ms inclinada a la transformacin o in- cluso la produccin del enemigo, La guerra qued restringida. Las gran- des superpotencias, en vez de involucrarse en un combate a gran escala, con todos los Inedias, se embarcan en acciones policiales de alta intensidad CCIllO lo fueron las intervenciones de Estados Unidos en Vietnam y Am- rica Latina, y la campaa de los soviticos en Afganistn. Por supuesto, en ocasiones una accin policial de alta intensidad no se distingue de un conflicto blico de baja intensidad. Incluso cuando algunos de estos con- flictos se convirtieron en ocasiones en guerras, nunca fueron tan amplios corno las movilizaciones totales de las grandes guerras del siglo xx. En resumen el 26 de nlaYo de 1972 la guerra empez a convertirse en un elemento integrante del biopoder, encaminado a la construccin y la re- produccin del orden social global. El cambio de forma y finalidad de la guerra a comienzos del dece- nio de 1970 coincidi con un perodo de grandes transformaciones de la economa global. No es casual que el tratado ABM se firmnse a me- dio camino entre el momento de la desvinculacin del dlar estadouni- dense con respecto al patrn oro en 1971 y la primera crisis del petr- leo en 1973. 54 Esos aos presenciaron, adems de la crisis monetaria y econmica, el comienzo del desmantelamiento del Estado del bienes- 63 MULTITUD tar y el desplazamiento de la hegemona de la produccin econmica, de la fbrica a otros sectores ms sociales e inmateriales. Cabria conce- bir esas distintas transformaciones corno diferentes facetas de un feri- meno comn: una gran transformacin social. La guerra posmoderna del biopoder tarnbin est vinculada clara- mente a los cambios del modo de produccin, por cuanto la guerra siempre ha estado ligada con la produccin econmica, y tal vez ahora ms que nunca. Muchos estudiosos han subrayado que la industria a gran escala ha desempeado un papel central en los asuntos militares moder- nos en lo que se refiere al desarrollo tecnolgico, los modelos de orga- nizacin, etc. La guerra moderna y la industria moderna se desarrolla- ron mano a mano." Las tcnicas militares posmodernas han adoptado y generalizado las tecnologas y la forma de la industria a gran escala, aadindoles las innovaciones recientes de la produccin social e inmate- rial que consideraremos ms detenidamente en el captulo 2. Hoy da, el control y la organizacin militares se ejercen primordialmente gracias a las tecnologas de la comunicacin y la informacin. Otro desarrollo particularmente interesante (y peligroso) es el de las tecnologas e in- dustrias biolgicas de uso militar, que se suman a las nuevas tecnologas nucleares y qumicas. Estas, unidas a las tecnologas de las comunicacio- nes y el control de la informacin, y junto con las tecnologas indus- triales convencionales, constituyen un arsenal gigantesco al servicio de la guerra. Adems,. la guerra posmoderna posee muchas caractersticas de lo que los economistas llaman la produccin posfordista: se basa en la movilidad y la flexibilidad, integra la inteligencia, la informacin y e! trabajo inmaterial, y eleva el poder a nuevos confines al extender la mi- litarizacin hasta el espacio exterior, por toda la superficie de la tierra yen las profundidades de los ocanos. No solo lian fracasado los esfuer- zos tradicionales y modernos para evitar la proliferacin sino que, de he- cho, esas nuevas tecnologas productivas han proporcionado la base de lo que Laurent Murawiec llama una proliferacin proliferante, un aumento irresistible de toda clase de armamentos en todo el planeta.' % Cuando planteamos la relacin entre la guerra y la produccin eco- nmica, sin embargo, hay que tener cuidado de no caer en la simplifica- cin que suele acarrear la etiqueta del complejo militar-industr-ial. Esa 4 GUERRA expresin fue creada para denominar una confluencia de intereses, en la fase imperialista del desarrollo capitalista, entre las principales compaas industriales y el aparato estatal, militar y policial: entre la siderrgica Krupp y el ejrcito alemn, por ejemplo, o entre la compaia de seguros Lloyd y los proyectos imperialistas britnicos, entre la constructora aeronutica Dassault y la poltica militar de! gaullismo, o entre Bocing y e! Pentgo- no. A partir del decenio de 1960, la nocin de un complejo militar-in- dustrial se convirti en un emblema mtico del control que las industrias de guerra ejercan sobre los destinos humanos en su conjunto. En otras pa- labras, lleg a considerarse COIllO sujeto de la historia, antes que como el resultado de unas relaciones complejas entre la industria, laaccin militar y las instituciones en respuesta a los movimientos de resistencia y de libe- racin."? La alusin acrtica a un complejo militar-industrial dentro de un discurso populista (y, en ocasiones, no sin alguna pincelada antisemi- ta al emplear viejos estereotipos de los banqueros judos o de los que sacan provecho de la guerra) se ha convertido as en una forma de hiper- sirnplificacin histrica que sirve para eliminar -en los anlisis polticos y tericos de la guerra, de sus causas y sus determinaciones sociales- cual- quier consideracin real sobre los conflictos de clase, la insurgencia y, ac- tualmente.Ios movimientos de la multitud. Esos son los movimientos a los que la potencia soberana debe responder, y que debe controlar, en toda la gat1lJ de sus expresiones vitales. Porque, tal corno hemos visto, hoy una gue- rra que solo pretenda la destruccin del enemigo no es capaz de sustentar una nueva forma de autoridad. No solo necesita destruir la vida, tambin necesita crear la vida. En vez de decir complejo militar-industrial, quiz deberiamos elupezar a hablar de complejo militar-vital, Es necesario que tengamos en cuenta hasta qu punto el biopoder y laguerra estn estrecha- mente vinculados en la realidad, yen todos los niveles de nuestro anlisis. Una revolucin en los asuntos militares No son los crticos de la mquina de guerra los nicos en reconocer esa estrecha relacin entre la evolucin de las tecnologas de la produccin 'econmica y las de la destruccin militar. Dentro de esa genealoga, los 65 MULTITUI) propios organismos militares, y especialmente los de Estados Unidos, aportan otra perspectiva -parcial y distorsionada, pero no menos im- portante- respecto de la manera en que entienden los cambios del nuevo estado y de las formas de hacer la guerra. Despus de 1989 y finalizada la guerra fra comenz lo que muchos analistas militares Ila- rnan una revolucin en los asuntos militares (en ingls R MA), o sen- cillamente una transformacin de la defensa, es decir, un cambio tras- cendente de la estrategia militar de Estados Unidos." La nocin de la RMA establece tres premisas fundamentales: que las nuevas tecnologas ofrecen la posibilidad de una nueva forma de combate; que Estados Uni- dos posee ahora una superioridad aplastante sobre los dems estados-na- cin en cuanto a potencia militar; y que con el final de la guerra fra termin tambin el paradigma de la guerra cm110 conflicto masivo pre- decible. Antes, los ejrcitos de Estados Unidos se hallaban organizados para hacer frente a estados-nacin poderosos incluso en dos frentes si- multneamente, pero en la actualidad ya no es necesario prepararse para un combate prolongado de alta intensidad y a gran escala, ni siquiera en un solo frente. Las fuerzas armadas estadounidenses, organizadas en uni- dades enormes con miles de soldados en cada divisin, necesitan una reor- ganizacin completa.Ahora las unidades de batalla han de ser pequeas, combinando fuerzas de tierra, mar y aire, y han de estar preparadas para diversos tipos de misiones, desde bsquedas, rescates y operaciones de ayuda humanitaria hasta el combate activo a pequea o mediana esca- la. La RMA no solo reestructura la unidad de combate, sino que ade- ms utiliza al mximo las nuevas tecnologas de la informacin y la comunicacin, lo que concede a las fuerzas estadounidenses una supe- rioridad espectacular, una relacin asimtrica frente a todos sus aliados y enemigos. La RMA aplica en las operaciones militares de Estados Unidos una nueva frmula ya normalizada, que incluye la explotacin de la superioridad area casi exclusiva de que disponen, el empleo auxi- liar de las fuerzas navales y los misiles teledirigidos, la integracin de todas las fuerzas posibles de inteligencia, la utilizacin mxima de las tecnologas de la informacin y la comunicacin. y as sucesivamente." En este contexto, a las tropas del ejrcito de tierra les corresponde una funcin claramente subordinada en comparacin con las fuerzas areas 66 GUERRA y navales, y an ms importante, con las tecnologas de la inteligencia y la informacin, capaces de guiar con eficacia las armas hasta cualquier blanco con escaso riesgo. En este panorama, las operaciones militares vienen a ser una especie de sistema de sistemas de podero militar. Se considera que estas nuevas estrategias y tecnologas excluyen prctica- merite el riesgo de la guerra para los soldados estadounidenses, prote- gidos por aquellas frente a las amenazas de cualquier adversario. Sin embargo. no todas las autoridades militares de Estados Unidos estn persuadidas de esa nocin de la RMA. A los tecnlogos), que propugnan la teora de la RMA se les oponen los que podramos lla- mar tradicionalistas, sobre todo en la cuestin del riesgo que han de correr los soldados estadounidenses. Los tradicionalistas sostienen que la RMA no es una revolucin en realidad, y que pese a las nuevas capaci- dades que proporciona, las antiguas virtudes de combate siguen siendo fundamentales para la conduccin de la guerra. En cambio, los tecn- logos aseveran que la RMA ha puesto fin a la guerra tal corno la cono- camos. Para los tradicionalistas, las virtudes de la guerra incluyen nece- sariamente el combate cuerpo a cuerpo y, por lo tanto, el peligro de morir. Para los tecnlogos, el combate directo cuerpo a cuerpo va a ser muy poco frecuente; la guerra ser asptica y tecnificada, y el nmero de cadveres tender a cero, al menos entre las fuerzas armadas esta- dounidenses. Los bombardeos de precisin logrados por las nuevas tecno- logas de los misiles, de la informacin y de las comunicaciones, argu- mentan, harn posible que la mayora de los soldados estadounidenses mantenga una distancia de seguridad, reduciendo al mnimo las bajas no intencionadas entre la poblacin enemiga. Y adems, esa es la nica manera practicable de hacer la guerra hoy da, prosiguen los tecnlogos, porque despus de Vietnam la opinin pblica estadounidense no to- lera una guerra con bajas masivas de soldados de su pas. En cuanto a los tradicionalistas, no es que sean partidarios de que mueran los solda- dos de su pas, pero opinan que el precepto de que no muera ningn soldado restringe en exceso el abanico de actividades militares, Creen que se debe persuadir a la opinin pblica para que asuma la posibili- dad de las bajas estadounidenses. Algunos tradicionalistas, por ejemplo, confiaban en que los atentados del 11 de septiembre contribuyesen a res- 67 MUITITUI) tablecer en Estados Unidos las virtudes patriticas y la disposicin para el sacrificio necesarias para el rnantenimiento del podero de una super- potencia global." Los tradicionalistas son presentados generalmente como conserva- dores y suelen aparecer asociados a las administraciones de los Bush pa- dre e hijo, mientras que los tecnlogos son vinculados a menudo a la ad- ministracin Clinton, pero en realidad el debate no guarda relacin ni con las divisiones de partidos ni con supuestas diferencias entre las ad- ministraciones presidenciales. Durante la guerra iraqui de 2003, por ejemplo, el secretario de Estado Donald Rumsfeld fue el ms ardiente partidario de la postura tecnolgica, e insisti en que era posible ganar la guerra y llevar a cabo la ocupacin con un mnimo contingente de tropas. En cambio, los generales mantuvieron la postura tradicionalista de que se necesitaba un numeroso despliegue de tropas bajo tcnicas convencionales. Vale la pena tener en cuenta que la RMA Y la postura de los tec- nlogos guardan relacin, en muchos sentidos, con los cambios recien- tes de la produccin econmica. Durante los siglos XIX y XX la guerra se identificaba con una movilizacin total. La nacin beligerante se converta en un cuerpo social compacto y paralelo al cuerpo dedicado a la produccin industrial. E incluso los cuerpos individuales tendan a dejar de ser distinguibles en la guerra moderna -recordemos que, en las descripciones de Erich Maria Remarque, los cuerpos individuales se disuelven en el fango de las trincheras- para volver a emerger conver- tidos en un cuerpo colectivo. Ernst Jnger, por ejemplo, describe el ejrcito en su totalidad COIll0 UIl solo organismo de acero. Y tambin Louis-Ferdinand Cline capta esa transformacin del cuerpo moder-no cuando replantea la estrecha relacin entre el cuerpo del soldado en la guerra y el del trabajador en la fabrica. La movilizacin total de la gue- rra moderna converta a toda la sociedad en una gran fabrica, en don- de el proyecto de masificar los cuerpos en los calnpos de batalla discu- rra paralelo al proyecto de masificar los cuerpos en los talleres. El cuerpo annimo del obrero en la produccin en serie se corresponde con el del soldado-masa, el soldado desconocido.':' Las estrategias tayloristas de eficiencia organizativa, planificacin cientfica e innovacin tecnolgi- 68 GUPRRA ca 'Se empleaban tanto en los canlpos de batalla corno en los centros fabriles. La tecnologa de la modernidad se subordinaba a la corporei- dad, y la guerra moderna implicaba la destruccin de unos cuerpos por otros cuerpos que utilizaban tecnologas armamentistas." Pero, segn la ideologa de la RMA, la guerra ya no precisa de grandes sacrificios de soldados en las trincheras. En el can1po de batalla, en el aire, en tierra y en el mar, los seres humanos se han convertido en prtesis de las m- quinas de guerra, o mejor dicho, en elementos internos de la compleja maquinaria mecnica y electrnica. (Paradjicamente, las teoras posmo- dernas sobre el sujeto reaparecen en los conceptos de la doctrina mili- tar.) La RMA depende no solo de desarrollos de la tecnologa, C01110 el ordenador y los sistemas informticos, sino tambin de las nuevas for- mas de trabajo, formas mviles, flexibles, inmateriales, del trabajo social. Esta ideologa militar parece anticipar en algunos aspectos las formas de produccin biopolitica de la multitud que analizaremos en el capitu- lo 2. De acuerdo con esa visin, los nuevos soldados no solo deben matar, tambin han de ser capaces de dictar a las poblaciones conquistadas unas nor-mas culturales, legales, polticas y de seguridad. Por lo tanto, no debe extraarnos que el cuerpo y el cerebro de ese soldado que incorpora la gama de actividades del biopoder hayan de ser preservados a toda costa. Ese soldado representa una intensa acumulacin de trabajo social, un pro- ducto valioso. Qu diferencia entre este soldado biopolitico y los soldados- obreros industriales que sirvieron corno carne de can en las trincheras de la Primera Guerra Mundial y bajo los bombardeos de la Segunda Gue- rra Mundial. En estos aspectos, la RMA es una anticipacin y una extra- polacin de las transformaciones recientes del trabajo social, que proyec- tan las cifras de la produccin econmica sobre el campo de batalla. En los crculos del alto mando militar, muchos indicios apuntan a que los tecnlogos han prevalecido sobre los tradicionalistas en lo que respecta a este debate, y de que se est llevando adelante el plan de una guerra cada vez ms incorprca, desde la primera del golfo Prsico hasta las de Kosovo, Afganistn y la segunda de lraq. Los lderes de Es- tados Unidos se muestran cada vez ms seguros de que la inmensa su- perioridad de su potencia de fuego, el perfeccionamiento de su tecno- logia y la precisin de su armamento permiten atacar al enemigo desde 69 MULTITUD una distancia segura y de un modo exacto y definitivo, eliminndolo quirrgicamcnre corno si se tratase de extirpar un tumor del cuerpo social global, con mnimos efectos secundarios. De este modo, la gue- rra pasa a ser virtual desde el punto de vista tecnolgico, e incorprea desde el punto de vista rnilitar. Los cuerpos de los soldados estadouni- denses no corren peligro, y los combatientes enemigos son eliminados de manera eficiente e invisible. (,.'1 Existen, sin embargo, significativas y crecientes contradicciones en este planteamiento tecnolgico de la guerra asociado a la RMA. En primer lugar, en el plano elemental de los hechos cabe preguntarse si esa ideologa de la guerra corresponde a la realidad. Surgen dudas, por ejem- plo, por el continuo nivel elevado de daos colaterales (cundo con- seguirn perfeccionar la tecnologa?), por el nmero desproporcionado de bajas estadounidenses y aliadas debidas al fuego amigo (cundo aprendern a coordinar mejor la infonnacin y las estructuras de man- do?), y por los interminables problemas a que se enfrentan las fuerzas mi- litares para liderar la transicin democrtica que ha de suceder al cam- bio de rgimen (cundo entrenarn mejor al ejrcito en las tareas sociales, polticas y culturales de una construccin nacional?). En qu medida va ser posible todo eso? Con el tiempo, a medida que persistan y se acumulen este tipo de contradicciones, esta ideologa ser cada vez ms dificil de sostener. En segundo lugar y en un plano ms abstracto y simblico, la ideo- loga de la RMA tambin contradice el creciente fenmeno de los aten- tados suicidas con bombas. El autor de un atentado suicida representa el lado oscuro, la contrafigura, el doble macabro del soldado invulnerable, incorpreo. Precisamente cuando el cuerpo pareca haber desaparecido del campo de batalla gracias a la poltica de operacin sin bajas de la estra- tegia militar de alta tecnologa, vernos que retorna en toda su sangrienta y trgica realidad. Tanto la RMA como el autor de un atentado suicida niegan el cuerpo en riesgo que defina tradicionalmente los combates. El uno tiene la vida garantizada, el otro la muerte. Aqu no vamos a hacer un panegrico de la horrible prctica, ni a justificarla, como hacen algu- nos, definindola como la ltima arma frente a un sistema de control total. Simplemente pretendemos que sea entendida como la manifestacin de 70 (;UERRA una contradiccin en el planteamiento tecnificado de la guerra incorp- rea. El atentado suicida es un ejemplo extremo de las dificultades y las con- tradicciones que plantea el conflicto asimtrico, que analizaremos en el apartado Asimetra y dominacin de pleno espectro. Ante la nocin de una guerra tecnolgica sin cuerpos, surge una tercera contradiccin en el plano conceptual ms general. Dado que el sueo tecnolgico de una guerra de autmatas y sin soldados a menu- do roza la ciencia ficcin, para ilustrar esa contradiccin quiz sea con- veniente or una leccin del capitn Kirk. En un episodio de Stor Trcs titulado Una muestra del Armagcdn, la nave espacial Enscrprse es en- viada en misin diplomtica a un planeta que lleva ms de quinientos aos en guerra con otro planeta vecino. Cuando Kirk y el seor Spock se hacen teletransportar al planeta en cuestin, el lder local les explica que las batallas de esa guerra se programan con ordenadores, en una es- pecie de juego virtual, lo cual, subraya, es la manera ms civilizada de librar una guerra, y la que les permite preservar su civilizacin. El ca- pitn Kirk se queda horrorizado al enterarse de que, si bien 13s batallas por ordenador son virtuales, los designados como bajas deben introdu- cirse en unas mquinas de desintegracin para ser efectivamente eli- minados. Esto no es civilizado -exclama el capitn Kirk con su indig- nacin caracterstica-, esto es una barbarie! Y explica que la guerra debe implicar necesariamente destruccin y horror, porque ello propor- ciona el incentivo para ponerle fin y evitarla. El estado de guerra entre esos dos planetas, sigue razonando, se eterniza porque han convertido la guerra en racional, asptica y tecnolgica. A continuacin, Kirk y Spock destruyen los ordenadores para que los planetas retornen a la guerra real, y se vean obligados a emprender negociaciones que, a su de- bido tiempo, pongan fin a su guerra prolongada. Esta aventura de la nave Bnterprise ilustra una de las contradicciones del sueo tecnolgico de la RMA, de una guerra civilizada e incorprea, Sin los horrores de la gue- rra, hay menos incentivo para terminarla y, como dice Kirk, una gue- rra sin fin es la barbarie definitiva. Sin embargo, hay una diferencia importante entre la ideologa de la RMA Yla situacin propuesta en este episodio, porque en la primera los dos bandos en contlicto no tienen igual fuerza, yeso exacerba la contradiccin. Cuando los lderes de 71 MULTJTUJ> Estados Unidos imaginan una guerra sin cuerpos, o sin soldados, natu- ralmente se refieren solo a los cuerpos de los soldados estadounidenses. Los de los enemigos ciertamente estn destinados a morir (y a menu- do, no se informa de las bajas enemigas civiles y militares, o ni siquiera se calculan). Con esa asimetra, cada vez resulta ms dificil abordar la contradiccin, porque solo uno de los bandos carece de incentivo para poner fin a la guerra. Qu incentivo para concluir la guerra tiene la potencia que no la padece? En parte, estas contradicciones se deben a que las teoras de la RMA no toman en consideracin al sujeto social que hace la guerra. La ima- gen de la guerra futura sin soldados, por lo visto, impide contemplar los soldados reales que todava luchan en la guerra actual. En algunos ca- sos, la mayora de los que corren los riesgos ms grandes en los frentes no son tropas de Estados Unidos, sino fuerzas aliadas, un grupo hete- rogneo de soldados de otras naciones, europeos, canadienses y austra- lianos, pero tambin pakistanes, y afganos, y as sucesivamente, aunque todos bajo mando estadounidense en ltima instancia, como si hubiese adjudicado algunas operaciones militares en suhcontrata. La campaa de Afganistn, por ejemplo, se confi en buena parte a un grupo de fuer- zas delegadas, con no poco disgusto por parte de los tericos militares tradicionalistas. Muchos han afirmado que Bin Laden y otros lderes de al-Qaeda pudieron escapar de las montaas de Tora Bora. a finales de 2001, porque eran soldados de tierra afganos y pakistanes, y no tropas estadounidenses, los que se encargaron de la misin de buscarlos. Los tra- dicionalistas dicen que el afn de no arriesgar efectivos estadouniden- ses compromete el xito de las acciones militares. (,4 Adems, las fuerzas armadas estadounidenses recurren cada vez ms a contratistas militares privados, es decir, empresas dirigidas con frecuencia por antiguos ofi- ciales, que se encargan del reclutamiento, la instruccin y otras diversas funciones de apoyo y operativas dentro y fuera del campo de batalla. Estos profesionales militares bajo contrato reemplazan a los soldados activos, pero no estn sujetos a la responsabilidad pblica del servicio militar. Y esa prctica de contratacin tiende a confundir la diferencia entre servicios auxiliares alquilados y combatientes alquilados, es decir, mercenarios." Observemos de paso que las fuerzas armadas estadouni- 72 CUERRA denses propiamente dichas se reclutan primordialmente entre los sectores menos pudientes y ms desfavorecidos de la poblacin de Estados Uni- dos, como refleja la presencia desproporcionada de afroamericanos y de muchos individuos a quienes se les acaba de otorgar la ciudadana es- tadounidense. Ya no es John Wayne la imagen representativa del solda- do americano y, ms importante, los perfiles de los soldados de Estados Unidos no se parecen a los perfiles de la ciudadana de ese pas. Esta- mos nlUYlejos de la tradicin de los ejrcitos republicanos, que repro- ducan y representaban la estructura social del conjunto de la sociedad. Hoy por hoy, no podemos imaginar a las fuerzas armadas de Estados Unidos como el pueblo en armas. Se dira que en la guerra posmo- derna, como en los tiempos de la antigua Roma, los ejrcitos mcrccna- rios tienden a convertirse en las principales fuerzas de combare. Sorprende tener que constatar ahora el retroceso que suponen las teoras de la RMA en comparacin con los estudios clsicos sobre el arte de la guerra debidos a autores como Maquiavelo o Clausewitz, cuestin que no ha dejado de ser observada por los tericos militares de la lnea tradicionalista. Con la insistencia en una guerra sin bajas, y en la asimetra tecnolgica de las fuerzas arruadas predominantes con respecto a las dems, el arte de la guerra queda privado de su rostro social y omite el problema de los cuerpos y de su poder. Al elogiar el ideal republicano en defensa de la sociedad, Maquiavelo sostiene que, en la batalla, los hombres libres son ms importantes que los caones, un postulado contrario al sentido comn, pero verificado en todas las guerras y revoluciones modernas, desde Valley Forge hasta Valmy, des- de Stalingrado hasta Din Bien Phu, desde La Habana hasta Argelia. Asimismo, Clausewitz opinaba que la tecnologa desempeaba un pa- pel secundario en relacin con los propios soldados y que, en el fon- do, los ejrcitos son en esencia una banda de partisanos armados y esto se evidencia corno el factor decisivo de la victoria. El sueo de los es- trategas tecnolgicos posmodernos de un ejrcito sin soldados, de una guerra sin cuerpos, va en contra de estas concepciones clsicas del su- jeto en la guerra. La teora de una revolucin de los asuntos militares constituye una corrupcin del arte de la guerra. Los ejrcitos mercenarios son ejrci- 73 MULTITUD tos de la corrupcin: corrupcin C01110 destruccin de la tica pbli- ca, como motivo para desatar las pasiones del poder. Son de prever insurrecciones de mercenarios. en lnea con las viejas teoras clsicas? Podran los atentados de al-Qaeda contra las Torres Gemelas y el Pen- tgono ser considerados como una insurreccin de mercenarios? Con- sideraremos a Sadarn Husein como un condotiero que en su da estu- vo en nmina del gobierno estadounidense y acab rebelndose contra sus antiguos amos? Cuando la guerra se erige en orden global y los ge- nerales constituyen la magistratura ms alta, tales fenmenos son de pre- ver. Basta con analizar el nuevo papel que desempea la inteligencia a todos los niveles -militar, comercial, cultural, etc.-, para ver cmo se desarrolla en infinitas direcciones esa expresin de la corrupcin. En ex- tensas zonas del mundo, los jefes militares responsables de sus sectores estratgicos nos dirigen COlUO cnsules, como gobernadores polticos y militares. Todo eso haba ocurrido ya en las pocas de los imperialismos y los colonialismos, pero entonces los conquistadores y los jefes milita- res todava se hallaban controlados, en gran medida, por los jefes pol- ticos de sus pases de origen. Hoy da las relaciones entre los goberna- dores provinciales (y ms todava las de los jefes polticos nacionales) con el imperio central se han vuelto tan equvocas corno las de la reina Isabel de Inglaterra con los piratas del Atlntico en el siglo XVI. El mercenario y el patriota ---- ---- El fin del Imperio romano y el colapso de la Italia renacentista son dos ejem- plos, entre otros muchos, del triunjo de los mercenarios. Cuando la poblacin en general no constituye ya lasfuerzas armadas, cuando el ejrcito deja de ser el pueblo en armas, los imperios caen. Hoy todas lasfuerzas armadas tienden a ser otra vez ejrcitos de merca/arios. Y al (l?ual que hacia finales del Renacimiento, los mercenarios estn mandados por condotieros. En nuestros tiempos algunos condotieros mandan escuadrones nacionales de especialistas en diversas tecnolo- gas militares, otros mandan batallones defuerzas del orden, a modo de zuar- das suizos globales, y otros diriocn los ejnitos de los pases satlites del orden global. A manos de mercenarios se han perpetrado algunas de las matanzas ms 74 GUERRA horribcs. como la ocurrida en los campos de rf!fugiados de Saina y Cliatla en el Lbano, en 1982. O mejor dicho, y tal wmo escribi Jean Genet despus de visitar dichos campos, eran mercenarios de mercenarios quienes lo hicienm. M Actualmente, sin embarjlo, lasguerras ya 110 se libran como se haca en los comienzos de la modernidad. Elluj!ar del condotiero lo ocupa wn frecuencia tUl ingeniero, o alguien bien relacionado wn cierto nmero de las industrias que desarrollan nuevos armamentos, sistemas de comunicaciones y medios de con- trol. LJS mercenarios de hoy han de ser soldados biopolticos que dominen di- versas disciplinas tcnicas, jurdicas, culturales y polticas. Un mercenario puede servir como ;efe de Estado de un pas ocupado y destinado a 1m puesto marj?i- nal en la ;erarqua global. Es un. Gauleiter, corno losjifes de distrito del partido nazi, un 'barzai o 1m chalabi, hombre de negocios metido a ejercer el poder, o simplemente tm Kuru: entronizado como un dios solJre unos pueblos sometidos. Duraflte casi U11 decenio, por un pequeo de mercenarios especia- lizados que ostenta el ominoso nombre de Exccutive Outcoltlc.'w,frmado en su mayora por antiguos miembros de la Defensa SurajYicQ11a, ha determina- do las polticas gubemametltales y controlado sectores clave, como }_'I comercio de diamantes, 1'11 Uoanda, Sierra Leona)' otros pases vecinos de central y occidental, 6i Las relaciones que se establecen entre las aristocracias imperiales y los mer- cenarios a veces son estrechas, y otras son distantes. Lo que ms se teme es que un condotiero se revuelva C011tra la aristocracia imperial. Es lo quc {izo Sadam Husein despus de haberservido como guardia suizo contra la amenaza del Ir1/ islmico, lo que hizo Osama bin Laden despus de liberar de los soviticos. Sc,l?n Maquiavelo, cuando el mercenario se hace con el poder, se aca b la repblica. Para l, mando mercenario y corrupcin son sinnimos. Po- demos esperar hoy HIla illsurreccin de mercenarios contra el Imperio global! o ten- dern a asimilarse y a desempear funciones auxiliares en las estructuras domi11antes? Maquiavelo 110.'1 ensea que solo las buenas armas hacen buenas le- yeS.611 De lo que puede itiferirse que las malas armas -yen el lenzuaje de Ma- quiavelo, los mercenarios son malas armas- hacen malas leyes. En otras pala- bras, la corrupcin de la estera militar implica la corrupcin de todo el orden poiitu. Esta senda de la corrupcin no es ms que uno de los posibles caminos fu- turos. El otro sera el renacimiento del amor patriae, un amor a la patria que 75 MULTITUD 110 tiene liada que ver COII el nacionalismo ni con el populismo. En su maravi- lloso ensayo Pro Patria Mori sobre la historia de la nocin de morir por la patria, Ernst Kantorowicr demuestra que el moderno concepto europeo no deri- va ('/1 realidad, como pudieraparecer, de la atltiRua glor!ficad6n gn'ega o romana a los cados heroicamente en la batalla. El concepto se retrotrae a la Edad Media y al Renacimiento, cuando el amor a la patria no se vinculaba a las instituciones de nillJ!m pas, ni siquiera a una identidad nacional. Cuando rasca la suped 1rie de esta nocin de amora lapatria, Kantorowicz encuentra, no el nacionalismo, sino ms bien la caritas republicana, o un sentimiento de compaiersmo por simpata que se transmuta en amor humanitatis, Ul1 amor a la humanidad que trascien- de a cualquier nacin. El nadonaismo. y todava ms la exaltacin del militaris- mo nacionalista, son distorsiones de esa tradicin del sentimiento patritico, distor- siones que encontraron su culminacin enlos reRmenesfascistas del siglo xx. 6') Hoy deberamos tratar de convertir ese sentimiento en a(Zo real y concreto, )' encontrar la manera de contraponerlo a todos los mercenarios y a todas las apropiaciones mercenarias de la idea de amor a la patria. Et1 la poca moderna tenemos numerosos ejemplos de ese amor renovado al pas que se abre hacia el amor a la humanidad: la batalla de los sansculottes en Vlmy, por ejemplo. o las luchas de los campesinos vietnamitas en las guerras anticoloniales. Pero no hasta CO/1 recordar. La poca poltica)' el modo de produccin han cambiado. Sera preciso construir la de un nuevo David, la multitud como adalid de un combate asimtrico, los traimiadores inmateriales convertidos en un nuevo tipo de combatientes, en cosmopolitas constructores mediante hrcoiac de la resistencia y la cooperacin. Ellos son los que pueden aportar el excedente de conocimientos y tcnicas a la construccin de una lucha comn COntra el poder imperial. Ese es el patriotismo verdadero, el patriotismo de los que no tienen nacin. Ms que mm- ca ese patriotismo cobrafarma en la conspiracin de la mayora, para ir a las de- cisiones a travs del deseo comn de la multitud. Qu mercenarios van a po- derimpedireso? En nuestros das resuena, con la misma u'Xencia Y vioeruia que hace casi quinientos aos, la exclamacin de Maquiavelo en el captulo final de El prncipe, cuando se pronuncia contra la corrupcin y la injusticia: ((jjJ ues tan repugnante le es a cada uno esta hrhara daminacionl, io Es necesario quc e11- contremos un modo de redefinir la exhortacn liberadora de Maquiavelo en el idioma de la multitudglobal contempornea y renovemos as la tradicin autntica del patriotismo. 76 GUPRRA Asimetra y dominacin de pleno espectro La ventaja tecnolgica de las fuerzas armadas estadounidenses no solo plantea cuestiones sociales y polticas, sino tambin problemas militares prcticos. A veces la ventaja tecnolgica deja de serlo. Los estrategas militares se enfrentan constantemente al hecho de que la tecnologa armamentista avanzada solo sirve para determinadas misiones IllUY concre- tas, mientras que las arruas y las estrategias ms antiguas siguen siendo necesarias para la mayora de las situaciones. As se verifica especialmente en los conflictos asimtricos, cuando uno de los bandos combatientes dispone de medios muy superiores a los que tiene el otro o los otros. En un conflicto simtrico, como el que existi entre Estados Unidos y la Unin Sovitica durante la guerra fra, las ventajas tecnolgicas pue- den ser decisivas -por ejemplo la carrera del armamento nuclear, que desempe un papel de primer orden-, pero en los conflictos asirue- tricos, con frecuencia las aplicaciones de tecnologa avanzada no encuen- tran su utilidad sobre el terreno. En muchos casos, el enemigo simple- mente no tiene el tipo de recursos susceptibles de ser amenazados con el armamento ms avanzado; en otros casos, la fuerza letal no es la ms idnea y se necesitaran otras formas de control. Que una potencia militarmente dominante se vea a menudo en desventaja en conflictos asimtricos ha sido la clave de la estrategia de guerrillas, por lo menos desde que unas partidas de campesinos espaoles se echaron al monte para hostigar a los ejrcitos napolenicos. As se invierte la relacin de las fuerzas militares. La debilidad se convierte en fuerza. La derrota de Estados Unidos en Vietnam y la de los soviticos en Afganistn ante fuerzas inconmensurablemente inferiores en trmi- nos de podero militar y tecnologa pueden servir como smbolo de la superioridad potencial del dbil en el contlicto asimtrico. Las fuerzas de la guerrilla no pueden sobrevivir sin el apoyo de las poblaciones y sin un conocimiento superior del territorio social y fisico. El ataque guerrillero suele explotar la sorpresa: cualquier individuo de la pobla- cin puede ser un guerrillero, y el ataque puede provenir de cualquier lugar, empleando cualquier Inedia. Frente a la guerrilla, la potencia militar dominante vive en un estado de perpetua paranoia. En este con- 77 MULTITUD flicto asimtrico. la potencia dominante ha de adoptar estrategias de que no se reduzcan a la derrota del enemigo por medios militares; hay que tratar de controlarlo adems mediante arruas sociales, polticas, ideolgicas y psicolgicas. Hoy Estados Unidos, la superpotencia militar incontestable, tiene una relacin asimtrica Con todos los combatientes posibles, y de ah su vulnerabilidad a los ataques guerrilleros o no convencionales en todos los flancos. Estados Unidos tiene ahora que generalizar y aplicar en to- das partes las estrategias de contrainsurgencia desarrolladas para combatir y controlar a enemigos ms dbiles en el Sureste asitico y en Amrica Latina a finales del siglo xx. Viene a complicar esta situacin el hecho de que la mayora de los combates actuales de Estados Unidos son con- flictos no convencionales o de baja intensidad, que se ubican en la zona gris entre la guerra y la paz. Las misiones confiadas a los militares alter- nan la guerra y la pacificacin, el mantenimiento y el control de la paz o la construccin nacional, y muchas veces la dificultad estriba en con- cretar qu diferencia hay entre tales misiones. Cada vez es menor la di- ferencia entre la guerra y la paz, y esta tendencia que antes hemos re- conocido desde el punto de vista filosfico reaparece ahora en forma de elemento de la estrategia militar. La Zona gris es la Zona en donde la con- trainsurgencia debe actuar con eficacia, combatiendo y al luismo tiem- po controlando a un enemigo no definido y muchas veces desconoci- do; pero es tambin la zona de mayor vulnerabilidad de la potencia militar dominante en el conflicto asimtrico. La ocupacin de Iraq por Estados Unidos proporciona un ejemplo que ilustra todas las ambige- dades de esa zona gris. Los analistas militares de Estados Unidos se hallan lnuy preocupa- dos por la vulnerabilidad del poderoso en el conflicto asimtrico." Se han dado cuenta de que el podero militar por s solo no basta. El re- conocitniento de las limitaciones y la vulnerabilidad de la dominacin tecnolgica y militar lleva a los estrategas a proponer una forma ili- mitada de dominacin que abarque todas las dimensiones, el pleno es- pectro del poder. Lo que se necesita, dicen, es una dominacin de pleno espectro que combine el podero militar con el control social, econmico, poltico, psicolgico e ideolgico. De esta manera es como 7R GUERRA los tericos militares han acabado por descubrir el biopoder. Ese do- minio de pleno espectro deriva directamente de los desarrollos de las estrategias de contrainsurgencia. En el momento de abordar esos con- flictos no convencionales y de baja intensidad que ocupan una zona gris entre la guerra y la paz, estos analistas militares proponen una estrategia gris que combine los elementos militares y los civiles. Si Vietnam sigue siendo el smbolo del fracaso de Estados Unidos en un conflicto asimtrico, los analistas militares conciben Nicaragua y El Salvador como ejemplos destacables de xitos de las fuerzas estadouni- denses y de otras fuerzas apoyadas por ellas, gracias al empleo de un espectro completo de estrategias de contrainsurgencia en un conflic- to de baja intensidad. No hay que perder de vista, sin embargo, que tal estrategia ilimita- da todava sigue plagada de contradicciones. El biopoder suscita resis- tencia. Con arreglo a esa nueva estrategia de contrainsurgencia, el po.- der soberano -enfrentado, por un lado, a la imposibilidad de alcanzar una relacin estable con la poblacin existente, y teniendo en cuenta por otro lado los medios de esa dominacin de pleno espectro-e- simple- mente produce los sujetos sociales obedientes que precisa. Desde el de- cenio de 1960, esta nocin de produccin del sbdito por el poder, de completa alienacin del ciudadano y el trabajador, y de colonizacin total del Inundo viviente, se propone en las hiptesis de muchos auto- res como la caracterstica definitoria del capitalismo tardo. La Escuela de Frankfurt, los situacionistas y diversos crticos de la tecnologa y de la comunicacin se han centrado en el hecho de que en las sociedades capitalistas el poder se est volviendo totalitario mediante la produccin de individuos dciles." Hasta cierto punto, las pesadillas de estos auto- res guardan correspondencia con los sueos de los estrategas de la do- minacin de pleno espectro.Y as COll10 el capitalista anhela una mano de obra compuesta por simios-obreros obedientes, los administradores militares imaginan un ejrcito de soldados-robots eficientes y seguros junto con una poblacin perfectamente controlada y obediente. Esas pe- sadillas yesos sueos, sin embargo, no son reales. La dominacin nun- ca puede ser completa, por muchas dimensiones que abarque, y siem- pre encuentra su contradiccin en la resistencia. 79 MULTITUIJ La estrategia militar tropieza aqu con un problema filosfico: el poder soberano siempre tiene dos caras. El poder dominante siempre depende del consentimiento o de la sumisin de los dominados. De este modo, el poder de la soberana se halla siempre limitado y ese limite siempre encierra la posibilidad de ser convertido en una resistencia, en un pun- to de vulnerabilidad, en una amenaza. De nuevo se nos presenta el aten- tado suicida como smbolo de la lirnitacin y vulnerabilidad inevitables del poder soberano. Al negarse a aceptar una vida de sumisin, el sui-- cida que se inmola hace de la vida misma un arma horrible. Iise es el lmite ontol<?ico del biopoder en suforma ms trgica}' repuynante. Esa des- truccin solo alcanza el limite pasivo y negativo del poder soberano. El lmite activo y positivo se revela ms claramente en 10 que respecta a la produccin social y de trabajo. El trabajo, aunque est subyugado por el capital, mantiene siempre, necesariamente, su propia autonoma, lo cual es todava ms evidente hoy, en relacin con las nuevas fonnas de tra- bajo inmateriales, de cooperacin y colaboracin. Y esta relacin no queda confinada al terreno econmico, sino que, corno trataremos de demostrar ms adelante, se propaga al terreno biopoltico de la sociedad en su conjunto, sin exceptuar los conflictos militares. En cualquier caso, hay que tener presente que ni siquiera en los conflictos asiIntricos es posible la victoria concebida corno dominacin completa. A lo sumo puede conseguirse un mantenimiento provisional y limitado del control y el orden, que requiere una accin constante de polica y conservacin. La contrainsurgencia es un trabajo que reclama una dedicacin total. En este punto ser til volver atrs y considerar este problema des- de un punto de vista diferente, desde la perspectiva de laforma, ya que la contrainsurgencia, como veremos, es fundamentalmente una cuestin de forma de organizacin. Es una de las duras enseanzas que Estados Unidos y los estados-nacin aliados parecieron aprender a regaadien- tes tras el 11 de septiembre: el enemigo al que se enfrentan no es Un Es- tado-nacin soberano y unitario, es una red. En otras palabras, el enemigo reviste una forma nueva. De hecho, en esta era de conflictos asiIntri- cos ha pasado a ser una condicin general que los enemigos y las ame- nazas al orden imperial tienden a adoptar la for-ma de redes distribui- das antes que la de sujetos centralizados y soberanos?' Una caracterstica 80 C;UHlRA for-mal de la red distribuida es que no tiene centro. Sera inexacto tra- tar de entender su poder COl110 emanacin de una fuente central, ni si- quiera COl110 un poder policntrico. Dicho poder tiene una variable, irregular, indefinida. La otra caracterstica esencial de la red dIS- tribuida es que socava constantemente la estabilidad de los lmites entre 10 interior y lo exterior. Con esto no decimos que la red se halle presente en todas partes, sino ms exactamente que su presencia o su ausencia tienden a ser indeterminadas. Podriamos decir que la red tiende a trans- formar cada frontera en un umbral. En este sentido, las redes son esen- cialmente huidizas, efmeras y se encuentran en fuga permanente. En un momento dado, la red puede parecer ubicua, y al momento siguiente desaparecer y desvanecerse en el aire. Estos cambios de forma tienen consecuencias importantes para la estrategia militar. Desde el punto de vista de la guerra tradicional entre estados, por ejemplo, la red puede ser frustrante porque apenas ofrece blanco: si no hay un centro ni unas fronteras estables, dnde vamos a golpear? Y lo que todava es ms terrorfico, la red puede aparecer en cualquier parte, en cualquier momento, bajo cualquier disfraz. La fuer- za arrnada ha de mantenerse preparada en todo momento para afron- tar amenazas inesperadas y enemigos desconocidos. Ciertamente, el enfrentamiento con una red puede precipitar a la potencia de tipo an- tiguo a un estado de paranoia universal. Sin embargo, la adopcin de esa forma por el enemigo no es un fe- nmcno nuevo. Durante la guerra fra, por ejemplo, el comunismo tam- bin era un enemigo dual para Estados Unidos y las naciones de Euro- pa occidental. Por una parte, el comunismo adoptaba la forma de unos estados soberanos enemigos, representados en primer lugar por la Unin Sovitica, y a continuacin por China, Cuba, Vietnam del Norte y otros; pero, por otra parte, el comunismo tambin era un enemigo en forma de red. Entre los posibles comunistas no solo se contaban las fuerzas insurreccionales y los partidos revolucionarios, sino tanlbin organizaciones polticas, sindicatos y muchas otras organizaciones. La red comunista era potencialmente ubicua y, al misrno tiempo, evanescente y efmera. (Este fue uno de los elementos que alimentaron la paranoia durante la poca de MacCarthy en Estados Unidos.) Durante la gue- 81 MULTITU]) rra fra, sin embargo el . . oculto en l. enenugo reticular permaneca parcialmente a me 1 a en que s h ll: b d ' ' . e a a a constantemenn- sobrecodifica_ :een de los estados socialisl.18 y por lo tanto se consideraba q 1 estab.a forrnad por otros tantos agentes dependientes del princi- pa eneungo soberano. Una vez concluida la guer fi-i estados-nacin bl ra na ya no quedan . " . que nu en nuestra perspectiva y el enemi o reticular a la VIsta por entero. Hoy todas las guerras tienden a s;r guerras re- Para comprender cmo [ ' . comb t' d as estrategIas de contrainsurgencia pueden . a Ir contra re es es necesario ver el desarrollo de 1 . genera a 10 la delxi 1 a conrrarnsur., trainsur . rgo e SIgo xx: y. concretamente las campaas de con- . genera contra los InOVlIl1Ientos de guerrilla urba 1 rresp d' 1 1 na y rura co- lentes a as uchas nacionales de liberacin en fi . A,' Anlenca Latina 7-.1 L . . rrca, SIa y 1 '. as estrategIas de contramsurgencia se desarrollaron porque as guerrillas se organizaban de acuerd c. de la _ . o con una iorrna diferente que a las organizaciones nlilitares tradicionales y po I tanto, requenan otros mtodos d " r o soberana tradicional se . de y. con.troJ. La estructura militar . . , . organiza e lornla piramidj] La cadena de n d y comumcaclOn es vertical. Arriba un solo jefe _ 13n o de ellos; en medio, un grupo ms de la base, la masa de los soldados. De este mod 1 .,. en les r-ono . o, os ejercrtos tradICIona es constItuyen un organismo de combate en el q 1 1- 1 .ab 1 . ue os genera es son a ca eza, os tenrentes el tronco y los sold d . . . ., 1 ' . a os y manneros sin d El tradicional generalmente u propio terntono soberano y en unas lneas de combar latlvamente claras y bien establerd d e re- za del oroani . . . ] as, e manera que el rnando o cabe- fi< ;gamsmo pueda mantenerse a salvo lejos de las lneas del En la estructura militar tradicional es del todo pre- organizacin de. la guerrilla es opaca, al luenos guerrillatno dominante. Por lo general, las les . ano 111 zonas seguras; son mvi., . y tIenden a operar exclusivamente dentro del terrirori . P . bi 1 . ano enemigo ero, SI len e guernllero opera por lo general en un terreno o aco . las selvas y en las grandes urbes esa o .d d . paco, en tegerle, El mod d '." pan a no es sufinente para pro- a e orgamzaclOn en SI nusmo proporciona otra prcrec- 82 GUERRA cin adicional, ya que las organizaciones guerrilleras tienden a desarrollar formas de Dundo policntricas y formas horizontales de comunicacin. mediante las cuales unos pequeos grupos o sectores se comunican de manera autnoma con otros muchos grupos. De este modo, la guerri- lla no es un cuerpo nico, sino algo ms parecido a una manada de lobos, o a numerosas manadas de lobos. Las fuerzas de la contrainsurgencia tie- nen la misin de dar la batida. La forma en red, desde la perspectiva de la contrainsurgcncia. es una extensin y perfeccionamiento de la tendencia evolutiva descrita en el paso de la organizacin tradicional a la guerrillera. En esta progresin, las etapas se presentan COlUO un movimiento hacia redes de tipo cada vez ms complejo. Podramos describir la estructura militar tradicional corno una red de forma radial, en estrella, o COll10 el eje y los radios de una rueda, donde todas las lneas de comunicacin y de mando ema- nan de un punto central y van siguiendo lneas fijas. La estructura gue- rrillera sugiere una red policntrica, con numerosas aglomeraciones centradas relativamente autnomas, COlUO sistemas solares, donde cada eje manda sobre sus nodos perifricos y se comunica con otros ejes. En esta serie, el modelo final sera la red distribuida, o de nutriz completa, en donde no hay centro, y donde cada nodo puede comunicar direc- tamente con todos los dems, Si el ejrcito tradicional es como un solo cuerpo armado, con relaciones orgnicas y centralizadas entre sus unida- des, y si la guerrilla es como una manada de lobos, con grupos relati- vamente autnomos que pueden actuar independientemente o coordi- nados, entonces la red de distribucin podra imaginarse como un enjambre de abejas o un tropel de hormigas, una multiplicidad de apa- riencia amorfa pero que puede atacar un punto determinado desde to- dos los flancos, o dispersarse en el medio ambiente hasta hacerse casi in- visible." Es IllUY dificil dar caza a un enjambre. Obviamente, las antiguas estrategias de contrainsurgencia no servi- rn contra un enjambre. Consideremos, por ejemplo, el modelo de con- trainsurgencia llamado de decapitacin. Conceptualmente se funda en la nocin orgnica de que, si cortamos la cabeza de la rebelin, el cuerpo no podr actuar y morir. En trminos prcticos, la decapitacin sig- nifica exiliar, encarcelar o eliminar a lajefatura rebelde. Este mtodo fue 83 MUlTITUD ampliamente utilizado contra los ejrcitos nacionales de liberacin y los movimientos de la guerrilla, pero se revela cada vez ms ineficaz a me- di da que las organizaciones rebeldes adoptan formas policntricas o de distribucin. Para espanto de los estrategas de la contrainsurgencia, cada vez que se corta una cabeza rebrota otra en su lugar, como si se estu- viera luchando contra una hidra monstruosa. La organizacin guerrillera tiene muchas cabezas, el enjambre no tiene ninguna. La segunda estrategia de contrainsurgencia es la que se basa en el modelo de privacin del entorno". Esta estrategia tiene en cuenta que el enemigo no est organizado como un ejrcito tradicional y que, por lo tanto, no puede ser simplemente decapitado. Incluso admite el hecho de que nunca se acaba de conocer al enemigo por completo, ni la for- ma en que est organizado. Pero esos conocimientos no son necesarios para la puesta en prctica del mtodo: el poder soberano evita ser de- rrotado por aquello que no puede conocer, y prefiere centrarse en lo que conoce. El xito no se consigue atacando directamente al enemigo, sino destruyendo el entorno fsico y social que lo sustenta. Desecad el estan- que, y el pez mor-ir. Esa estrategia de destruccin del entorno susten- tador condujo, por ejemplo, a los bombardeos indiscriminados sobre Vietnam, Laos y Camboya, a la generalizacin de las matanzas, las tor- turas y las persecuciones contra los campesinos en Amrica central y meridional, y a la represin masiva contra los grupos activistas de Euro- pa y Nortcamrica. De una manera metafrica, podramos considerar el napalrn como el arrna paradigmtica de la estrategia de privacin del entorno. Es una estrategia deliberada y necesariamente tosca e impre- cisa. Los muchos no combatientes que la padecen no pueden ser desig- nados como daos colaterales), porque en realidad ellos son el blanco directo de la estrategia, aunque su destruccin no sea sino un medio para atacar al enemigo primordial. Los xitos limitados de este tipo de con- trainsurgencia disminuyen, sin embargo, conforme los grupos rebeldes desarrollan estructuras reticulares distribuidas ms complejas. A medida que el enemigo se vuelve cada vez ms disperso, ilocalizable e incognos- cible, el entorno que lo sustenta se hace ms amplio e indiscriminado. Frente a esa evolucin, la potencia militar soberana tradicional experi- menta la tentacin de echarse las manos a la cabeza y exclamar, exas. H4 CUFRRA perada, corno el antihroe enloquecido de Joseph Conrad: Extermi- nad a todos esos brutos!. En este punto habr quedado claro que las estrategias de contrainsur- gencia no pueden seguir confindolo todo a las tcnicas el asesinato de los lderes rebeldes y los arrestos en masa, SInO que necesl- tan crear adems tcnicas positivas. En otras palabras, la contrainsurgencia no debe destruir el medio ambiente de la insurgencia, sino ms bien crear y controlar ese medio. La dominacin de pleno mencionado es uno de esos conceptos de estrategia positrva dirigida a controlar la red enemiga hacindole frente no solo militarmente, sino tambin desde el punto de vista econnlico, poltico, social, psicolgico e ideolgico. Llegados a este punto la pregunta que se plantea es:. qu for- ma de poder puede realizar una estrategia de tan ge- neralizada, dispersa y articulada? En realidad, las estructuras militares tra- dicionales, centralizadas, jerrquicas, no parecen capaces de llevar a cabo estrategias semejantes para combatir adecuadamente la mquina gue- rra reticular. Se necesita una red para combatir a Uf/a red. Pero convertIrse en red implicara una reestructuracin radical de los aparatos militares tradi- cionales y de las formas de poder soberano que representan.. . Esta discusin de la forma nos ayudar a dilucidar el signiticado y tambin las limitaciones de la revolucin en los asuntos militares (RMA) y de las estrategias de contrainsurgencia en los conflictos Ciertamente la RMA dicta, sobre todo en el plano tecnolog Ico, que los aparatos militares tradicionales aprendan a utilizar las redes eficacia: redes de informacin, redes de comunicacin, etc. Distribuir y bloquear informaciones y desinformaciones quiz sea un campo de batalla importante. Pero la misin de transformacin enco- mendada es mucho ms radical que eso: las fuerzas armadas no deben limitarse a utilizar las redes, sino que deben ellas mismas en una red de distribucin de matriz completa. Hace mucho tiempo que los militares procuran imitar las prcticas de la guerra de llas, con pequeas unidades de comandos por ejemplo, mten- tos limitados que no rebasan el nivel tctico. En esa direccin apun- tan algunos de los cambios descritos en el concepto una RMA, que se concentra, por ejemplo, en una mayor fleXIbIlIdad y H5 MULTITU]) de las unidades de combate. Unos cambios ms significativos, sm embargo, implicaran tambin a la estructura del mando, y finalmente a la forma del poder social en que se incorpora el aparato militar. Cmo podr pasar la estructura de mando del modelo centralizado al de la red distribuida? Qu transformaciones implica en la forma del poder social y poltico? No sera una mera revolucin en los asuntos militares, sino un cambio de la propia forma del poder. En nuestra ter- minologa, seria una parte del proceso de transicin del imper-ialismo, con su forma centralizada y concentrada de poder basado en los estados- nacin, a la forma reticular del Imperio. que adems de los poderes es- dominantes, incluira a las administraciones supranacionales, a los intereses empresariales y a otras muchas organizaciones no gubema- mentales. Ahora, podemos retornar las preguntas que nos hemos plan- teado al prmcipio sobre el papel excepcional de Estados Unidos en el o.roen global actual. Nuestro anlisis de las estrategias de contrainsurgen- era nos ha revelado que las fuerzas armadas de Estados Unidos (y el poder de Estados Unidos en general) deben transformarse en una red su carcter nacional y convertirse en una maquinaria litar En este contexto, el abandono del control unilateral y la adopcin de la estructura reticular no son actos benevolentes de la su- perpotencia, sino necesidades dictadas por la estrategia de contrainsur- gencia. Estas necesidades militares recuerdan los debates entre unilare- ralismo y multilateralismo, as corno los conflictos entre Estados Unidos y Naciones Unidas, aunque van ms all de ambos marcos de referen- cia. Para crear y mantener el orden, el poder no tiene otra opcin que adoptar la forma de red.?" Segn apuntan algunos indicios, al menos en el plano ideolgico, las fuerzas armadas de Estados Unidos han adoptado en los ltimos dece- nios una ,postura, a medio camino entre el imperialismo y el Imperio, Podra decirse que desde comieuzos del decenio de 1990 la poltica exterior estadounidense y los compromisos militares han en- las dos lgicas, la imperialista y la imperial. Por una parte, cada a,cclOn militar, y orientacin de la poltica exterior en general, es y tiene que ser explicada en trminos de intereses nacionales de Estados 86 C;UEIZRA Unidos, ya sean intereses especficos corno el acceso al petrleo barato u otros ms generales, C01110 mantener mercados estables o posiciones militares de valor estratgico. En este aspecto, Estados Unidos acta como una potencia nacional, ms o menos en la lnea de los estados irn- perialistas europeos de la poca moderna. Por otra parte, cada accin militar y la orientacin de la poltica exterior comportan al mismo tiem- po una lgica imperial, que es moldeada no respecto de unos intereses nacionales limitados sino del inters de la humanidad en su conjunto. El discurso de los derechos humanos es el ejemplo ms importante de este tipo de lgica imperial que no sirve al inters especfico de ningn pas o pueblo, sino que es, por defmicin, universal para la humanidad. En otras palabras, no deberamos ver la retrica humanitaria y univer- salista de la diplomacia y las acciones militares de Estados Unidos C01110 una simple fachada destinada a ocultar la lgica fundamental del inte- rs nacional. En lugar de ello deberamos reconocerlas a ambas como igualnlente reales: las dos lgicas en competencia son aplicadas por un nico aparato poltico-militar. En algunos conflictos, corno el de Kosovo, puede haber predominado la lgica humanitaria imperial, mientras que en otros, como el de Afganistn, aparece en prjrner plano la lgica nacio- nal e imperialista. habiendo otros casos, como el de Iraq. en que ambas se mezclan de manera casi indistinguible. En todo caso, las dos lgicas estn presentes en todos estos conflictos, en diferentes dosis y con di- ferentes pretextos." En este punto conviene que no nos dejemos llevar por el manido debate entre globalizacin y estados-nacin, como si ambos conceptos fueran incompatibles. Lo que aqu argumentamos es que los idelogos, los funcionarios y los administradores nacionales se van dando cuenta de que para conseguir sus objetivos estratgicos no pueden pensar y ac- tuar en trminos estrictamente nacionales sin tener en cuenta lo que pasa en el resto del mundo. La administracin del Imperio no requiere la ne- gacin de los administradores nacionales. Por el contrario, hoy da la adnlinistracin imperial acta en buena parte a travs de las estructuras y el personal de los estados-nacin dominantes. As como los ministros nacionales de Econona y los gobernadores de los bancos centrales pue- den actuar, y con frecuencia actan, en funcin de los intereses impe- 87 MULTITUD riales, y no estr-ictamente nacionales -C01110 Vere1110S ms adelante, cuando hagamos una excursin a Davos-, tambin los mandos mili- tares nacionales y los ministros de Defensa se encargan de las guerras imperiales." Por consiguiente, ante la necesidad del poder en forma de red, huel- gan los debates sobre el unilateralismo o el multilateralismo ya que la red no puede ser controlada desde un centro de mando nico. En otras pala- bras, Estados Unidos no puede ir por su cuenta. Washington no puede ejercer un control monrquico sobre el orden global sin la colaboracin de otras potencias dominantes. Esto no significa que lo decidido en Washington sea en modo alguno secundario o poco importante, signi- fica que siempre ser preciso ponerlo en relacin con toda la red de poder global. Si se concibe a Estados Unidos conlo una potencia monrquica en el escenario mundial, entonces, y empleando la vieja terminologia. el monarca ha de negociar continuamente y colaborar con las diversas aristocracias globales (por ejemplo, las fuerzas polticas, econmicas y financieras), y finalmente toda esta estructura de poder ha de enfrentarse a la multitud productiva global, que es la base real de la red. La necesi- dad de que el poder global adopte forma de red (y tambin, por lo tanto, el arte de la guerra) no es un postulado ideolgico, sino el reconoci- ~ i e n t o de una condicin material ineludible. Una potencia nica puede Intentar, como ha hecho Estados Unidos en repetidas ocasiones, eludir esta necesidad de la forrna de red y la obligacin de combatir las rela- ciones de fuerza plurales, pero lo que se echa por la puerta acaba en- trando por la ventana. Para un poder centralizado, luchar contra una red viene a ser como tratar de contener la crecida del ro con un palo. Baste considerar un solo ejemplo: quin pagar las guerras de la potencia uni- lateralista? Una vez ms, Estados Unidos viene a hallarse en la situacin del monarca que no puede financiar sus guerras y que se ve obligado a pedir fondos a la aristocracia. Pero los aristcratas replican ninguna tri- butacin sin representacin: no financiarn las guerras a menos que su voz y sus intereses sean atendidos en el proceso de la toma de decisio- nes. En resumen, el monarca puede usurpar el poder y declarar la gue- rra de manera unilateral (y, de hecho, provocar grandes tragedias), pero finalmente le llegar la factura. En estas condiciones, la aventura unila- 88 CUERRA teral representa una fase transitoria. Sin la colaboracin de la aristocra- cia, en realidad el monarca no tiene poder. 7') A fin de combatir y controlar a los enemigos organizados en red, o lo que es lo mismo, para que las estructuras soberanas tradicionales pue- dan convertirse en redes, la lgica imperial de la actividad poltica, mi- litar y diplomtica de Estados Unidos y otros estados-nacin dominantes debe prevalecer sobre la lgica [mperialista, y la estrategia militar ten- dr que abandonar las estructuras centralizadas para pasar a las formas de distribucin en red. Ideolgican1ente, el inters nacional y la seguridad nacional se han convertido en bases demasiado reducidas para la expli- cacin y la accin en la era de la lucha en red, pero lo ms importante es que la estructura tradicional del poder militar ya no es capaz de derrotar ni contener a sus enemigos. La forma de red se impone en todas las [acetas del poder, estrictamente desde la perspectiva de la qjlcacia degolJerno. As pues, nos encaminamos hacia un estado de guerra en que las fuer- zas en red del orden imperial se enfrentan a enemigos en red por to- dos los lados. III RESISTENCIA [Pancho] Villa tuvo que inventar un mtodo enteramen- te original de hacer la guerra [... 1 l nada saba de las normas europeas de estrategia ni de disciplina [... ] Cuando el ejrcito de Villa va al combate no Se detie- ne ni en saludos ni en el respeto rgido a los oficiales l] Le recuerda a uno al andrajoso ejrcito republica- no con el que Napolen invadi Italia. jOHN REED Bombardead el cuartel general. MAO ZEDONG Desde la perspectiva de las estrategias de contrainsurgencia, hemos visto cmo han cambiado las formas de la rebelin, la insurreccin y la revolucin a lo largo del siglo xx, desde estructuras militares cen- tralizadas tradicionales a organizaciones de guerrilla y, finalmente, a una forma compleja de red distribuida. Explicado as el cambio podra parecer que las estrategias de contrainsurgencia dictan la evo- lucin de las formas de insurgencia. De hecho, corno los mismos nombres indican, sucede al revs. Ahora debernos mirar desde el otro lado para entender la lgica que determina la genealoga de las for- 111as de insurgencia y sublevacin. Esta lgica y esta trayectoria nos ayudarn a reconocer cules Son hoy y cules sern en el futuro las formas organizativas de rebelin y revolucin ms poderosas y desea- bles. En ltima instancia, ha de servirnos para dilucidar cmo plan- 90 C;UERRA tearnos la tarea hoy ms importante para la resistencia, que es reSIS- tir a la guerra. La primaca de la resistencia En nuestra exposicin sobre la guerra y los conflictos de poder hemos mencionado en primer lugar la contrainsurgencia, aunque en la reali- dad, naturalmente, la insurgencia se produce antes y la contrainsurgen- cia constituye siempre la rplica. Hemos empezado por la contrainsur- gencia 111<; o menos por la misma razn que cita Marx en el prefacio del pr-imer volumen de El capital al justificar por qu analiza la riqueza antes de analizar el trabajo, que es la fuente de aquella. El mtodo de ex- posicin o argumentacin (Darstellurlg) es diferente de1mtodo de in- vestigacin (Forschung), nos dice Marx. Por eso su libro empieza por el capital, y ms especficamente por el mundo de la mercanca: es el punto lgico de entrada, porque esa es la primera experiencia que tenemos de la sociedad capitalista. A partir de aqu, Marx desarrolla la dinmica de la produccin capitalista y del trabajo asalariado. Y lo liace as, aun- que el capital y la mercanca sean los resultados del trabajo, tanto en el sentido material, puesto que las mercancas son productos del trabajo, como en el poltico, ya que el capital ha de responder constantemente a las amenazas y a la evolucin del trabajo. Aunque la exposicin de Marx empiece por el capital, su investigacin comienza por el trabajo. Por eso reitera que, en realidad, el trabajo es primordial. Lo miSl110 ocu- rre en el caso de la resistencia. Aunque el uso habitual de la palabra tal vez sugiera lo contrario -la resistencia corno respuesta o reaccin-, la resistencia es primaria con respecto al poder. Este principio nos brinda una perspectiva diferente del desarrollo de los conflictos modernos y de la emergencia de nuestra actual guerra global permanente. Reconocer la primaca de la resistencia nos permite contemplar esta historia desde abajo e iluminar las alternativas posibles hoy en da. La gran tradicin de la filosofia clsica alemana en la que se form Marx tiene una concepcin muy desarrollada del mtodo filosfico basado en la relacin entre el rnodo de exposicin o representacin, 91 MULTITUD Darstellung, y el modo de investigacin, Forschuno. Los <jvenes hegelia- nos, es decir, los filsofos de la izquierda alemana que adaptaron y trans- formaron el pensamiento de Hegel a comienzos del siglo XIX, entre los que se encuentran Ludwig Feuerbach, David Pricdrich Strauss,Arnold Ruge, Mases Hess y Heinrich Heine, parten de la Darstelluno de He- gel, de su explicacin del despliegue del Espiritu en el mundo. Pero ellos, en su investigacin, invierten esa perspectiva idealista del mundo y la fundamentan al desarrollar las condiciones de las subjetividades reales y materiales. Sobre la base de esta Forschtm,g y de su fundamento en las sub- jetividades materiales proponen una Ncue Darstclluno, una nueva visin d ~ la realidad. Esa nueva exposicin no solo desmitifica la perspectiva alienada de la postura idealista, sino que tambin construye activamente una nueva realidad. Las subjetividades que se revelan en la investigacin son las autoras de la nueva realidad, las verdaderas protagonistas de la his- toria. De hecho, es el mismo mtodo de Marx. Su estudio sobre la natu- raleza del trabajo y la productividad de los explotados por el capital no se orienta solo a una nueva visin del mundo desde la perspectiva de estos ltimos, sino a crear adems una nueva realidad a travs de su actividad histrica. Del mismo modo, tambin nosotros debemos empezar a C0111- prender nuestro estado de guerra global y su desarrollo, investigando la ge- nealoga de los movimientos de resistencia polticos y sociales. Esto nos acabar llevando a una nueva visin de nuestro mundo, y tambin a com- prender las subjetividades capaces de crear un mundo nuevo. Como ya hemos visto, las cuestiones militares nunca pueden con- siderarse aisladamente, y en la era del biopoder y de la biopoltica es- tn cada vez ms entretejidas con las cuestiones sociales, culturales, eco- nmicas y polticas. Para dar un primer apunte de estas subjetividades de la resistencia, tendremos que adelantar aqu algunos resultados de nuestro anlisis en el captulo 2 sobre la composicin social de la mul- titud y sobre su composicin tcnica, es decir, sobre cmo se integran las personas en los sistemas de la produccin y la reproduccin econ- mica. los trabajos que realizan y lo que producen. Explicaremos que el escenario contemporneo del trabajo y de la produccin est siendo transformado bajo la hegemona del trabajo inmaterial, es decir, del tra- bajo que produce bienes inmateriales tales como informacin, conoc- 92 GUERRA mientas, ideas, imgenes, relaciones y afectos. Esto no significa que vaya a desaparecer la clase obrera industrial que manipula las maquinas con sus manos encallecidas, ni el agricultor que labra la tierra. Ni siquiera significa que el nmero de tales trabajadores haya disminuido globalmen- te. En realidad, los trabajadores ocupados primordialmente en la produc- cin inmaterial representan una pequea minora del total mundial. Lo que esto significa es, ms bien, que las cualidades y las caractersticas de la produccin inmaterial tienden a transformar las dems formas de tra- bajo y, de hecho, la sociedad en su conjunto. Algunas de estas nuevas ca- ractersticas son, sin duda, desagradables. Por ejemplo, cuando se ponen a trabajar nuestras ideas y nuestros afectos o emociones, y cuando se convierten as en sujeto, de una manera distinta, de las rdenes del jefe experimentamos con frecuencia nuevas e intensas formas de intromisin o alienacin. Por otra parte, las condiciones contractuales y materiales del trabajo inmaterial tienden a propagarse en todo el mercado de tra- bajo, y la posicin del trabajador en general se hace ms precaria. Varias formas del trabajo inmaterial, por ejemplo, tienden a borrar la distincin entre horario laboral y tiempo libre, de manera que el tiempo de tra- bajo se extiende a todas las horas del da. El trabajo inmaterial suele funcionar sin contratos estables a largo plazo, en precario, corno resul- tado de las condiciones de flexibilidad (realizar cometidos diferentes) y movilidad (cambiar continuamente de localizacin). Sin embargo, algu- nas caractersticas del trabajo inmaterial, que tienden a la transfonnacin de otras formas de trabajo, encierran un potencial enorme de transfor- macin social positiva (y lo paradjico es que esas caractersticas posi- tivas son el reverso de las evoluciones negativas). En primer lugar, el trabajo inmaterial tiende a salirse de los limitados recintos de lo estric- tamente econmico, para irrumpir en la produccin y reproduccin general de la sociedad en su conjunto. La produccin de ideas, conoci- mientos y afectos, por ejemplo, no solo crea los medios para formar y mantener la sociedad, sino que ese trabajo inmaterial produce relacio- nes sociales directamente. El trabajo inmaterial es biopoltico en tanto que est orientado a la creacin de for-mas de vida social. As pues, ese tra- bajo no queda confinado a lo econmico, sino que de inmediato se con- vierte en una fuerza social, cultural y poltica. Finalmente, en trminos 93 MUlTITUD .filosficos, la produccin a que nos referimos aqu es la produccin de sub- jetividad, la creacin y la reproduccin de nuevas subjetividades en la so- ciedad. Quines somos, cmo vernos el mundo, cmo nos relacionamos entre nosotros, todo ello se crea por Inedia de esa produccin social y biopoltica. En segundo lugar, el trabajo inmaterial tiende a adoptar la for-ma social de redes basadas en la comunicacin, en la colaboracin, en las relaciones afectivas. El trabajo inmaterial se realiza necesariamente en comn y, cada vez ms, engendra relaciones de cooperacin nuevas e independientes, a travs de las cuales produce. Su capacidad para captar y transformar todos los aspectos de la sociedad y su forma de red de colaboracin son dos caractersticas enormemente poderosas que el tra- bajo inmaterial est extendiendo a otras for-mas de trabajo. Dichas ca- ractersticas pueden servir como esbozo preliminar de la composicin social de la multitud que hoy anima los movimientos de resistencia frente al estado de guerra permanente y global. Tambin necesitamos ofrecer un primer esbozo de la orientacin poltica de esa multitud, anticipando muy brevemente los resultados de nuestro anlisis del captulo 3. Intentaremos mostrar que las fuerzas pri- marias que guan la historia de las luchas de resistencia y los movimicn- tos de liberacin modernos, as como los movimientos de resistencia ms productivos de la era contempornea, tienen el impulso motriz de la lucha contra la miseria y la pobreza, y un profundo anhelo de demo- cracia, de una democracia autntica de todos para todos, basada en re- laciones de igualdad y libertad. Esa democracia es el sueo creado por las grandes revoluciones de la modernidad, pero no realizado hasta el presente. Hoy las nuevas caractersticas de la multitud y su productivi- dad biopoltica inauguran nuevos y poderosos caminos para perseguir ese sueo. La bsqueda de la democracia inspira todo el ciclo de protestas y manifestaciones que han suscitado los temas de la globalizacin, des- de los dramticos acontecimientos de la conferencia de la OMe en Seattle en 1999 hasta las reuniones del Foro Social M undial en Porto Alegre (Brasil). Este atan de democracia tambin ha inspirado los diversos movimientos y manifestaciones contra la guerra de Iraq en 2003, y ms en general contra el estado de guerra permanente. La necesidad de democracia coincide, en las actuales circunstancias, con la necesidad de paz. 94 GUERRA Cuando la guerra se ha convertido en un elemento fundamental de la poltica, y cuando el estado de excepcin se ha convertido en ncnte, la paz adquiere para la multitud un valor superior, la condicin necesaria para cualquier liberacin. Pero, en este contexto, seria dema- siado simplista que identificram.os los intereses de la multitud y exclusivamente con la paz. En la poca moderna, y hasta nuestros dias, los movimientos de resistencia han tenido que enfrentarse a la guerra, y a la violencia que impone la guerra, unas veces por mtodos tos y otras 110. Quiz sera mejor decir que las grandes guerras de libe- racin estn (o deberan estar) orientadas hacia una guerra contra la guerra, es decir, hacia un esfuerzo activo por destruir el rgimen de vio- lencia que perpeta nuestro estado de guerra y sustenta los sistemas de desigualdad y opresin. Esa es una condicin necesaria para hacer rea- lidad la democracia de la multitud. Reconocer las caractersticas de la multitud nos perrnitir invertir nuestra perspectiva del ll1undo.Tras la Darstctung, o exposicin, de nues- tro actual estado de guerra,nllestra Forschung,o investigacin, sobre la na- turaleza y las condiciones de la multitud nOS per-rnitrr situarnos en un nuevo punto de vista, desde el que podernos identificar las fuerzas reales y creativas que estn emergiendo con el potencial para crear un n1u.ndo nuevo. La gran produccin de subjetividad de la multitud, su capacidad biopolitica, su lucha contra la pobreza, su constante anhelo de democra- cia, todo ello coincide aqu con la genealoga de esas resistencias que abar- can desde los comienzos de la era moderna hasta nuestra era. En los apartados siguientes, por tanto, seguiremos la genealoga de las luchas de liberacin, desde la formacin de ejrcitos populares en las grandes revoluciones modernas hasta la guerra de guerrillas o las formas contemporneas de la lucha en red. De hecho, cuando desarrollemos esa genealoga, las formas cambiantes de la resistencia nos revelar.n principios rectores, principios que se hallan incorporados en la historia y determinan su movimiento. El pr-imer principio rector de la loga alude a la oportunidad histrica, es decir, a la forma de resistencia ms eficaz para combatir una forma especfIca de poder. El segundo principio establece una correspondencia entre las formas cambiantes .de resistencia y las transformaciones de la produccin econmica y SOCIal. 95 MUL:lTfUl) En otras palabras, en cada poca el modelo de resistencia que se revela ms eficaz adopta la misma forma que los modelos dominantes de pro- duccin econmica y social. El tercer principio que aparecer se refie- re simplemente a la democracia y la libertad: cada nueva forma de re- sistencia apunta a corregir las cualidades no democrticas de las formas anteriores, creando una secuencia de movimientos cada vez ms demo- crticos. Finalmente, esta genealoga de guerras de liberacin y movi- mientos de resistencia nos permitir distinguir la forma de organizacin ms adecuada para la resistencia y las luchas de liberacin en la situa- cin poltica y material contempornea. Antes de continuar, observemos cmo algunos de los modelos tradi- cionales bsicos del activismo poltico, la lucha de clases y la organizacin revolucionaria han pasado a ser obsoletos e intiles hoy da. En algunos aspectos han quedado minados por los errores tcticos y estratgicos, y en otros han sido neutralizados por las iniciativas de la contrainsurgencia. Pero la causa ms importante de su prdida de vigencia es la transformacin de la propia multitud. La actual recomposicin global de las clases sociales, la hegemona del trabajo inmaterial y las formas de torna de decisiones basadas en estructuras de red han cambiado de manera radical las condi- ciones de todo proceso revolucionario. La concepcin tradicional moderna de la insurreccin, por ejemplo, definida fiindamentalmente en los nume- rosos episodios que van desde la Comuna de Pars hasta la Revolucin de Octubre, se caracterizaba por un movimiento que iba de la actividad in- surreccional de las 11laSaS a la creacin de vanguardias polticas, de la guerra civil a la construccin de un gobierno revolucionario, de la construccin de organizaciones de contrapoder a la conquista del poder del Estado y de la apertura de un proceso constituyente a! establecimiento de la dic- tadura del proletariado. Tales secuencias de la actividad revolucionaria son inimaginables hoy da, y en lugar de ello se redescubre la experiencia de la insurreccin en la carne de la multitud, por decirlo de alguna manera. Puede ser que la actividad insurrecciona! ya no se divida en tales etapas sino que se desarrolle simultneamente. Como argumentaremos a lo lar- go de este libro, la resistencia, el xodo, el vaciamiento del poder del ene- migo y la construccin de una nueva sociedad por la multitud constitu- yen un nico y mismo proceso. 96 C;UERRi\ Del e;rcito popular a laguerra de,Ruerrillas En la modernidad abundaron las guerras civiles. Despus de la gran guerra de los campesinos alemanes a comienzos del siglo XVI, en toda Europa se produjeron insurrecciones calnpesinas,fundalnentalnlente como respuesta a la transicin al capitalismo. Al mismo tiempo, fuera de Europa el encuen- tro colonial dio lugar a inacabables conflictos y rebeliones. Hay un inrnen- so legado de modernas guerras campesinas, autnticas guerras civiles, en ocasiones de extrema crueldad, desde Espaa hasta Rusia y desde Mxi- co hasta la India.": Las tcnicas de represin desarrolladas por la moder- nizacin capitalista fueron de una gran violencia y se aplicaron por igual contra rebeldes, bandoleros y hechiceros. Pero la resistencia y las rebeliones no fueron antimodernas. La modernizacin sirvi tambin de modelo de desarrollo al otro bando, transformando las partidas- armadas de Gunpe- sinos en ejrcitos. Los ejrcitos populares fueron creados en contra de los ejrcitos de los monarcas y los colonizadores. As, Cromwell acaudill un ejrcito de labradores en la Revolucin inglesa, y as se form con los sans- culottcs un ejrcito moderno, derivado de una teora de la guerra de clases. En el Sur de Estados Unidos, los guerrilleros constituyeron un ejrcito capaz .de derrotar al marqus de Coruwallis y a las tropas britnicas. Todas las grandes luchas revolucionarias modernas contra las potencias coloniales de Amrica, de Asia y frica implicaron la forja de un ejrcito popular partien- do de bandas armadas, partisanos, guerrilleros y rebeldes. Es el paso funda- mental de la guerra civil moderna, la creacin de un ejrcito a partir de grupos de irregulares y rebeldes. Las diversas teoras sobre la guerra civil que desarroll la izquierda durante la poca moderna giran en torno a la transformacin de la in- surreccin en un ejrcito, la transformacin de la actividad de los par- tisanos en un contrapoder organizado. Friedrich Engels, por ejemplo. al analizar los alzamientos de 1848 en Alemania, describi el paso nece- sario de la insurreccin arruada proletaria a la formacin de un ejrci- to de comunistas. Segn Engels, era preciso construir una relacin fuerte entre las acciones insurreceionales, la desobediencia especifica y el sa- botaje, por una parte, y por otra la formacin de un ejrcito, es decir, una composicin unida de fuerzas armadas." Len Trotski y los gene- 97 MULTITUD ralcs del Ejrcito Rojo, cuando se enfrentaron a las fuerzas de la Rusia blanca durante la guerra civil, hubieron de plantearse el mismo problema: cmo organizar las fuerzas mviles de la guerrilla campesina bajo la unidad de un mando central? Cmo pueden las armas y las estructu- ras organizativas modernas proporcionar las condiciones necesarias para dirigir a los campesinos con una autoridad militar moderna? lsaak Babel ha recordado cmo las bandas de los cosacos organizadas por Semin Bu- dienni encontraron una solucin cuando transformaron las carretas de labor, las tatchanleas, herramienta comn del trabajo agrcola, en nidos m- viles de ametralladoras que figuraron entre las ms efectivas unidades de ataque soviticas." El impulso para centralizar la organizacin militar emerge as como parte del esfuerzo para vincular a diferentes clases so- ciales y diferentes niveles de desarrollo econmico en un proyecto pol- tico comn. La caracterstica primordial del concepto revolucionario de guerra civil moderna implicaba para la izquierda socialista y comunista el paso de las bandas guerrilleras a la estructura centralizada de un ejrcito. La formacin de un ejrcito popular en la guerra civil moderna co- rresponde as en muchos casos a la transicin de la experiencia de los campesinos a la experiencia de los obreros industriales. El proletariado ur- bano se prestaba a las formaciones militares centralizadas, mientras que la insurreccin rural tenda a quedarse aislada e incomunicada. El ejrcito po- pular moderno era un ejrcito de trabajadores de la industria, mientras que las fuerzas de la guerrilla eran principalmente partidas de campesinos. De ah que en las sociedades campesinas, la senda de la modernizacin p a r e ~ ciese a muchos revolucionarios la nica estrategia posible. Para formar un ejrcito popular, lo que se necesitaba en estos casos era un gran proyecto de articulacin y comunicacin. La Larga Marcha de Mao Zedong en el decenio de 1930, por ejemplo, puso en juego dos relaciones: la centrpe- ta, que rene las bandas rebeldes dispersas a fin de forrnar algo parecido a un ejrcito nacional, y la centrfuga, a travs de la peregrinacin por varias regiones de China, de sur a norte, que va dejando grupos de revo- lucionarios por el camino para propagar la revolucin." La relacin en- tre rebelin y revolucin, entre insurreccin y guerra civil, entre bandas armadas y ejrcito popular revolucionario, se articula con las nociones de torna del poder y construccin de una nueva sociedad. Consideremos 9H CUERRA tambin el proceso de formacin de un ejrcito popular de desastrados ms de dos decenios antes, durante la Revolucin mexicana. En el sur, los campesinos de Zapata se desplazaban a pie y a lomos de caballo; en el norte, los peones de Pancho Villa iban a caballo algunas veces, y otras en trenes que recorran las llanuras desrticas COll10 una aldea mvil sobre rales, con la artillera, los soldados y las familias. El gran movimien- to de este xodo o caravana de revolucionarios es lo que plasman con tanto acierto Diego Rivera,Jos Orozco y David Alfare Siqueiros en sus gigantescas pinturas murales. El elemento central, una vez ms, fue el movimiento perpetuo que hizo posible aunar en un ejrcito popular a las heterogneas y dispersas fuerzas guerrilleras. En este proceso de n10- dernizacin militar los campesinos no se convierten en proletarios, evi- dentemente, pero al convertirse en un ejrcito moderno consiguen abandonar el aislamiento que en otro tiempo caracterizaba la rebelin guerrillera campesina. Ese mismo paso es tambin una de las grandes preocupaciones plantea- das por los pensadores reaccionarios que teorizaron sobre la guerra civil moderna. A comienzos del siglo XIX, Carl van Clausewitz, por ejemplo, se inspir en la guerra de guerrillas de los campesinos espaoles en contra de Napolen, pero sostuvo que esas bandas armadas no deban convertir- se en un ejrcito, que es lo contrario de lo que hallarnos en las teoras co- munistas. Clausewitz excluye cualquier tipo de educacin revolucionaria capaz de conducir a una guerra de liberacin por partisanos. Sus guerrilleros campesinos siguen vinculados a la tierra a pesar de la guerra civil o preci- samente debido a ella. Siglo y medio despus de Clausewitz tenemos a Carl Schmitt insistiendo en presentar al partisano como un personaje telrico)" ligado a la tierra, a las relaciones de produccin existentes, al folclore y a la tradicin. Son precisamente la" caractersticas que van a convertirse en rasgos comunes de todos los nacionalismos legitimistas de Europa despus de 1H48. Esa concepcin telrica de la guerra civil bloquea eficazmente latenden- cia modernizadora de la unificacin de los combatientes en un ejrcito popular y los mantiene separados en el aislamiento, hacindolos incom- patibles con los proyectos republicanos y revolucionarios. El temor de Schmitt es que el partisano telrico, ese ltimo centinela de la tierra, se transforme en un partisano moderno, motorizado."! 99 MUITITun La vinculacin a la tierra, con otros tipos de divisiones y contra- dicciones internas, a menudo ha hecho fracasar las rebeliones y los pro- yectos revolucionarios modernos. El confuso movimiento de Garibaldi en la Italia decimonnica, por ejemplo, que contena elementos pro- fundos de revolucin social, fracas siempre que intent organizarse en forma de ejrcito popular, 10 cual fue debido en parte a elementos reac- cionarios como los que hemos mencionado. Las resistencias antifascistas de la Segunda Guerra Mundial en Polonia, Ucrania, Rusia, Italia, Fran- cia, Yugoslavia y otros pases se basaron en una lgica de articulacin y unificacin, pero muchas de ellas contenan tambin una mezcla ines- table de otros eleruenros: lucha de clases, nacionalismo, defensa tradi- cional de la tierra y otras varias posturas reaccionarias. El 111is1110 tipo de heterogeneidad y divisin se halla en muchas de las guerras de li- beracin nacional que emergieron en frica y Asia durante los dece- nios siguientes." No es casual que las estrategias de contrainsurgencia se fijen a menudo en esas contradicciones internas, tratando de ahon- dar en la separacin entre los distintos sujetos y de exacerbar sus dife- rencias ideolgicas, con el fin de evitar una recomposicin poltica. Con frecuencia, aunque no siempre, ese intento de separar a los distintos ele- mentes que integran la resistencia sigue el modelo de las divisiones de clase. rl() En cambio, el camino de la modernizacin hacia un ejrcito popular unificado pareca ser la nica estrategia disponible para la gue- rra civil moderna. No obstante, el ejrcito popular unificado, que en un momento dado fue la forma ms eficaz para resistir a la dominacin y derrocar las es- tructuras de poder, no siempre condujo a resultados polticamente de- seables. La resistencia armada deba ser, al mismo tiempo, un proyecto constituyente para la nueva nacin. El ejrcito victorioso deba dar lu- gar al nuevo aparato de la gobernacin y administracin nacional, pero la forma poltica del ejrcito popular es, por supuesto, estrictamente je- rrquica y centralizada. El ejrcito popular tena que tomar el poder por s mismo (como sola ser el caso), o delegar en un gobierno civil para la nueva nacin, lo cual, en el mundo poscolonial, fue preciso hacerlo sin ayuda de ningn precedente histrico. La formacin centralizada del ejrcito popular se presenta C01110 una estrategia victoriosa, pero solo 1011 GUERRA hasta el momento en que se alcanza la victoria, cuando la debilidad de su estructura unificada y jerrquica resulta dolorosamente patente. La de- mocracia no est garantizada con un ejrcito popular." La transformacin de las organizaciones guerrilleras dispersas en un ejrcito popular unificado tiene dos caras diferentes. Por una parte, coin- cide con las lneas generales de la modernizacin. No por casualidad, las teoras de la transicin del capitalismo al socialismo, o mejor dicho, de los regmenes precapitalistas a una intensa fase de modernizacin (las dos trayectorias se superponen con frecuencia, de tal manera que se hace dificil distinguir la una de la otra), desempean un papel tan im- portante en las reflexiones modernas sobre el arte de la guerra. Las guerras de guerrilla y las guerras de liberacin actan, en sus diversas modalidades, como motores estructurales de la modernizacin al rede- finir las relaciones de propiedad y de produccin, determinar las for- mas primarias de la industrializacin autnoma, redistribuir las pobla- ciones y educar a la poblacin nacional. No es verdad, como afirman muchos reaccionarios, que la modernizacin habria sido mucho ms r- pida en esos pases si las guerras civiles de liberacin no hubieran ocu- rrido. Por el contrario, las guerras civiles revolucionarias fueron los motores de la modernizacin. Pero, por otra parte, la centralizacin y la jerarquizacin que implica la formacin de un ejrcito popular pro- ducen una dramtica prdida de autonoma de las diversas organizacio- nes guerrilleras locales, y de la poblacin insurrecta en su conjunto. El carcter no democrtico del ejrcito popular moderno puede tolerar- se durante la fase de combate, cuando se estima necesario para la vic- toria, pero no cuando pasa a definir la naturaleza de la estructura po- ltica de la posguerra. Las guerras de clase y las guerras de liberacin de la modernidad acarrearon una extraordinaria produccin de subjetividad. Imaginemos lo que ocurri en el canlpo mexicano o en el Sureste asitico o en frica cuando emergieron de un Inundo de miseria y sumisin la in- citacin a la rebelin y la formacin de un ejrcito popular en una guerra fundacional, constituyente. Imaginemos las energas profundas que implic tal llamada, que no era un simple llamamiento a las armas, sino a construir cuerpos individuales y sociales. A fin de cuentas, lo que 1111 MUITITU]> estas guerras fundacionales en realidad producen, aUflque por logeneral no ata- han pudiendo es un anhelo enorme de democracia. Un ejemplo de la de subjetividad en los movimientos de resistencia y de liberacin del SIglO xx 10 constituyen las extraordinarias experiencias anarquistas de la guerra civil espaola, organizando la revuelta poltica a travs de nuevos despliegues de relaciones militares y sociales. Todos los c:onistas de esa poca, incluso los soviticos, reconocieron la importan- CIa de Buenaventura Durruti, el gran lder espaol del anarquismo, y de la transformacin social de la insurreccin que realiz. ss En el decenio de 19O hubo en todo el mundo un renacimiento de las organizaciones guerrilleras que coincidi con el creciente rechazo del modelo centralizado de ejrcito popular. En parte, ese rechazo se basaba en un afn de mayor libertad y democracia. Ciertamente la estructura militar del ejrcito popular unificado estaba cuestionada por razones de eficacia y vulnerabilidad frente a las estrategias de la contrainsurgencia, pero adems esa estructura militar se prestaba, e incluso requera, un control centralizado y autoritario. Por comparacin, la estructura de la guerrilla pareca ofrecer un modelo de descentralizacin y de relativa autonoma. La Revolucin cubana fue una de las inspiradoras principales de la reaparicin de las organizaciones guerrilleras en el decenio de 1960. Se estimaba que la novedad del modelo cubano consista en su afirmacin de la primacia de la experiencia militar guerrillera, as corno en su ne- gativa a someter las fuerzas guerrilleras al control de un partido polti- H" D d . ca. e acuer o con la ortodoxia convencional, los jefes militares de- ban snbordinarse al control del partido: el general Gap a Ho Chi Minh, Zhu De a Mao Zedong durante la Larga Marcha, Trotski a Lenin du- rante la Revolucin bolchevique. En cambio, Pidel Castro y las fuerzas de la guerrilla cubana no se subordinaban a ninguna jefatura poltica, y no forrnaron un partido hasta despus de la victoria militar. Y todava subray con el ejemplo la primacia de la actividad gue- rnllera mediante su espectacular abandono de la esfera poltica cubana, para retornar a los campos de batalla en el Congo y en Bolivia. Este modelo cubano de lucha guerrillera pareci libertador a mu- chos, sobre todo en Amrica Latina, porque ofreca una manera de es- 102 CUERRA capar a la autoridad y al control de los partidos comunistas y socialistas tradicionales. La primaca de la guerra de guerrillas fue percibida por muchos grupos como una invitacin a emprender actividades revolu- cionarias militares por propia iniciativa. Cualquiera poda (y deba) echarse al monte C01110 el Che y constituir un foco, una pequea uni- dad guerrillera autnoma. Era la revolucin por el mtodo hgala us- ted mismo. El modelo cubano pareca tambin liberador con respecto a la forma de organizacin de la guerrilla. Un nmero indefinido de focos, capaces de actuar con relativa independencia, creara una estruc- tura policntrica y una relacin horizontal entre las unidades, en con- traste con la verticalidad y la centralizacin de la estructura del mando en el ejrcito tradicional. En arnbos aspectos, el modelo de la guerrilla cubana pareca ofrecer una posibilidad de organizacin revolucionaria menos autoritaria y ms democrtica, Es dificil ver en qu consiste la naturaleza democrtica e indepen- diente de la estrategia guerrillera del foco cubano. En primer lugar, la libertad con respecto al control de los partidos tradicionales es sim- plernente reemplazada por el control de una autoridad militar. Tan- to Fidel Castro como Che Guevara postulan que la fuerza guerrillera, en ltima instancia, debe quedar al mando de una autoridad nica, de un solo hombre que luego, despus de la victoria, ser el lder pol- tico. En segundo lugar, la apariencia horizontal y autnoma de la or- ganizacin guerrillera acaba siendo ilusoria. El foco guerrillero nunca es una unidad realmente autnoma; es una clula de la columna, y la columna es una clula del ejrcito. El foco guerrillero es el embr-in del partido de vanguardia. En otras palabras, la estructura aparentemen- te plural y policntrica tiende a verse reducida en la prctica a una unidad cen- tralizada. La debilidad de la democracia que ofrecen los movimientos guerri- lleros salta a la vista cuando alcanzan la victoria y t0I113n el poder, aun- que en bastantes casos sean mucho ms democrticos que los regime- nes a los que sustituyen. Corno en el modelo cubano no hay ninguna estructura poltica preexistente distinta de la fuerza guerrillera, el gobier- no que sigue a la liberacin ha de formarse sobre la base de la propia estructura militar. 103 MULTITUI) En muchos casos la diversidad democrtica y la auronomia de las diversas unidades guerrilleras se van estrechando conforme la estructura militar relativamente horizontal se transforma en una estructura verti- cal de mando. En este proceso, varios de los grupos sociales subordina- dos que han desempeado papeles decisivos en el proceso revolucionario quedan sistemticamente excluidos de las posiciones de poder. Uno de los indicadores de la naturaleza democrtica de las organizaciones mi- litares guerrilleras es la participacin de la mujer. No es infrecuente que las mujeres constituyan ms del 30 por ciento de las fuerzas combatientes en las organizaciones guerrilleras latinoamericanas. por ejemplo, con un porcentaje similar entre los mandos." Son porcentajes de participacin y liderazgo femenino lHUY superiores a los que se dan en otros secto- res de aquellas mismas sociedades, por ejemplo en las organizaciones po- lticas o sindicales, y superiores tambin a los que se encontraran en cualquier rgimen militar de otro Estado. En el caso de Nicaragua, sin embargo, despus de la victoria sandinista, muchas mujeres se quejaron por haber quedado desplazadas de las posiciones de liderazgo en la es- tructura de poder posrevolucionaria. Un nmero impresionante de mu- jeres ostentaron cargos importantes en el gobierno sandinisra despus de la victoria, pero no alcanzaba ni mucho menos la proporcin de muje- res en los efectivos de la guerrilla sandinista."! Ese fue un sntoma del proceso de des-democratizacin de los movimientos guerrilleros. Aparte del modelo cubano, otra inspiracin primaria del resurgi- miento de las organizaciones guerrilleras en el decenio de 1960 fue la Revolucin Cultural china. Dicha revolucin fue una compleja suce- sin d ~ acontecimientos sociales cuya naturaleza y consecuencias ape- nas empiezan a dilucidar ahora los historiadores," pero fuera de China la imagen de la Revolucin Cultural fue saludada de inmediato por los movimientos radicales y revolucionarios como una experiencia social ra- dical. Ms que las noticias acerca de las transformaciones reales de la sociedad china, lo que trascendi fuera del pas fueron las consignas de la Revolucin Cultural tales como bombardead el cuartel general, a menudo confundidas con otras consignas y mximas de Mao sobre la guerra de guerrillas y la revolucin, procedentes de perodos anterio- res. Durante la Revolucin Cultural, el propio Mao invit a las masas 104 GUERRA chinas a criticar el aparato estatal y de partido, a reivindicar para s mis- mas el poder. LA imagen de Chilla serva de alternativa al modelo sovitico y a los diversos partidos comunistas seguidores de la lnea sovitica, pero adems planteaba la nocin de una movilizacin plena y libre de las masas, sin ningn control centralizado. De este modo, la Revolucin Cultural cobraba una imagen externa de antiautoritarismo y democra- cia radical. En resumen, pareca responder a la cuestin de la revolu- cin permanente, el proceso radical e incesante de la lucha de clases por parte de los obreros industriales y los campesinos. Cmo podra la subversin proletaria producir efectos revolucionarios constantemente? Cmo podra este proceso investir y legitimar la forma de poder do- minante, incluida su organizacin militar? A veces en conjuncin con la estrategia cubana y otras veces como alternativa a ella, el modelo chino serva de ejemplo y en muchos aspectos las estructuras descentralizadas de las organizaciones guerrilleras, autnomas con respecto a los apara- tos del Estado y del partido, pareeian seguir ya los dictados de la Re- volucin Cultural en su forma ms radical y expresiva. La debilidad del modelo chino, sobre todo fuera de Asia, consis- ta principalmente en el hecho de haber sido adoptado sin entender bien la naturaleza de la sociedad china contempornea. La informacin sobre China era nfima y los anlisis demasiado dbiles, por lo ge- neral, para sustentar un modelo de organizacin poltica o militar.?' (Cuesta imaginar, por ejemplo. qu se proponan los Panteras Negras cuando vendan ejemplares del Libro Rojo de Mao en las calles de Ber- keley.) El carcrer democrrico de la Revolucin Cultural aparece an ms complicado y matizado por la posicin del propio Mao ya que, al menos desde fuera, sus consignas para atacar cualquier forma de autoridad parecen reforzar, paradjicamente, su propia posicin central y su control. Tanto el modelo guerrillero cubano como el modelo maoista son fundamentalmente ambivalentes en relacin con la libertad y la demo- cracia. Por una parte, en cierta medida s responden al deseo de unas formas de organizacin ms democrticas, y de autonoma con respec- to al control militar y poltico centralizado. Por otra parte, sin embar- go, la naturaleza plural y democrtica de los movimientos guerrilleros 105 MULTITU1) tiende a la reduccin del unitarismo y el centralismo, tanto en el fun- cionamiento de la organizacin misma como, ms dramticamente an, en las formas polticas resultantes. El control centralizado y la jerarqua reaparecen sin cesar. As, estos modelos de movimientos guerrilleros deberan considerarse corno formas de transicin que revelan, sobre todo, el anhelo permanente e insatisfecho de formas de organizacin revolu- cionaria ms democrticas e independientes. Aunque admitamos el poder de estas figuras modernas de la lucha popular armada, desde los ejrcitos populares hasta las organizaciones guerrilleras, es evidente el gran error en que incurren las diversas teo- ras que tratan de presentar lo poltico nuo autnomo de lo social. Consi- deremos, por ejemplo, la distincin de Hannah Arendt entre revolucin poltica y revolucin social, que ilustra aludiendo a la Revolucin nor- teamericana (poltica) y a la francesa (social) .94 En la concepcin de Arendt, el afn de liberacin poltica y democracia es diferente de las rei- vindicaciones de justicia social y de los conflictos de clase. Pero inclu- so para el siglo XVIII, Ycada vez ms a medida que progresa la moder- nidad, la distincin es dificil de mantener; las presiones de los factores econmicos, sociales y polticos se articulan en cada una de las figuras revolucionarias, y tratar de clasificarlos en apartados diferentes solo sir- ve para confundir los procesos reales y concretos de la lucha armada popular y de los movimientos guerrilleros. Precisamente una estrategia comn de la contrainsurgeneia y de la represin estatal consiste en enfrentar lo uno contra lo otro, lo social y lo poltico, lajusticia y la li- bertad. Por el contrario, durante los largos perodos de resistencia armada y movimientos de liberacin -fijnlonos sobre todo en las resistencias antifascistas y en las luchas de liberacin nacional anticolonial del si- glo XX-, las fuerzas guerrilleras han creado continuamente unas articu- laciones ms estrechas entre lo poltico y lo social, entre guerras de li- beracin anticoloniales, por ejemplo. y guerras de clase anticapitalistas." y cuando pasarnos a la posmodernidad, esa articulacin entre lo social y lo poltico incluso se intensifica. La genealoga de las resistencias y las luchas de la posmodernidad, como veremos, presupone la naturaleza poltica de la vida social y la adopta como clave interna de todos los movimientos. De hecho, ese supuesto previo es fundamental para los conceptos de bio- 106 GUERRA poltica y produccin biopoltica de la subjetividad. Aqu las cuestiones econmicas, las sociales y las polticas se entretejen inextricablemente. y en este contexto, ya no tiene sentido el esfuerzo terico de postular la autonoma de lo poltico, separndolo de lo social y lo econmico. La invencin de las luchas en red Al considerar retrospectivamente la genealoga de las revoluciones y los movimientos de resistencia de la modernidad, salta a la vista el papel fundamental desempeado por la idea de el pueblo Tanto en el ejr- cito popular como en los modelos guerrilleros, sirve para autoridad de la organizacin y para legitimar el recurso a la VIOlenCIa. "El pueblo es una forma de soberana que lucha por reemplazar la autoridad estatal dominante y tomar el poder. En realidad, esta moder- na legitimacin de la soberana es el resultado de una in- cluso en el caso de los movimientos revolucionarios. Con frecuencia, el pueblo sirve de intermediario entre el consentimiento por poblacin y el mando ejercido por el poder soberano, mas habi- tualmente la palabra designa una pretensin orientada a validar la auto- ridad dominante. La legitimacin moderna del poder y de la soberana, incluso en los casos de resistencia y rebelin, siempre se funda en un elemento trascendente, con independencia de que esa autoridad sea tra- dicional, racional o carismtica (segn la terminologa de Max Weber). La ambigedad de la nocin de pueblo soberano se revela como .una especie de duplicidad, puesto que la relacin legitmanrc siel.11pre tren- de a privilegiar a la autoridad, no a la poblacin en su conjunto. Esta relacin ambigua entre pueblo y soberana explica la insatisfaccin cons- tante que, corno hemos observado, suscita el carcter no democrtico de las formas modernas de la organizacin revolucionaria, as como la per- cepcin de que las formas de dominacin y de autoridad contra .que luchamos reaparecen constantcrnente en el interior de los tos de resistencia. Adems, los argUll1entos de la modernidad que legi- rimaban la violencia ejercida por el pueblo sufren hoy la misma crisis que hemos mencionado antes con referencia a la legitimacin de la 107 MULTITU]) violencia estatal. Tampoco en esto mantienen su vigencia los tradicio- nales argumentos jurdicos y morales. Sera posible imaginar hoy un nuevo proceso de legititnacin que no descanse en la soberana del pueblo)" sino en la productividad bio- poltica de la multitud? Habr nuevas formas de organizacin de la resistencia y de la rebelin capaces de satisfacer por fin el anhelo de democracia implcito en toda la genealot,ra moderna de las luchas? Exis- te algn mecanismo inmanente que no recurra a una autoridad trascen- dente, y que pueda legitimar el uso de la fuerza en la lucha de la mul- titud por crear una nueva sociedad basada en la democracia, la igualdad y la libertad? Ms an, tiene sentido hablar de una guerra de la mul- titud? En la modernidad encontramos un modelo de legitimacin que quiz servira para enfocar estas cuestiones, y es el que inspira la lucha de clases. En este punto, no pensamos tanto en los proyectos de los es- tados y los partidos socialistas, que ciertaInente construyeron sus propias formas modernas de soberana, cuanto en las luchas cotidianas de los propios trabajadores, en sus acciones coordinadas de resistencia, insubor- dinacin y subversin de las relaciones de poder en el puesto de traba- jo y en el conjunto de la sociedad. Las clases subordinadas organizadas en la revuelta nunca albergaron ilusin alguna sobre la legitimidnd de la violencia estatal, ni siquiera cuando adoptaron estrategias reformistas que contemporizaban con el Estado y le obligaban a tomar medidas de bienestar social y a otorgar sanciones legales, por ejemplo la del dere- cho de huelga. Nunca olvidaron el hecho de que las leyes que legiti- man la violencia estatal son normas trascendentes que mantienen los privilegios de la clase dominante (en especial, los derechos de propie- dad) y la subordinacin del resto de la poblacin. Saban que mientras que la violencia del capital y del Estado descansa en la autoridad tras- cendente, la legitimacin de la lucha de clases Se basaba exclusivamen- te en sus propios intereses y deseos." La lucha de clases era, por tanto, un modelo moderno de base inmanente de legitimacin, en el sentido de que no remita a una autoridad soberana para su justificacin. Sin embarjzo, no nos parece que hoy la cuestin de la legititnacin de las luchas de la multitud pueda resolverse sirnpjemente por medio del CUERRA estudio arqueolgico de la lucha de clases, o el intento de establecer una continuidad con el pasado. Las luchas del pasado tal vez proporcionen algunos ejemplos importantes, pero las nuevas dimensiones del poder exigen nuevas dimensiones de la resistencia. Por otra parte, las cuestio- nes de este tipo no se resuelven con la mera reflexin terica, sino que han de abordarse en la prctica. Tendremos que retamar nuestra genea- loga en el punto en que la dejarnos. y ver cmo responden las propias luchas polticas. A partir de 19R, ao en que culmin un largo ciclo de luchas tanto en las zonas dominantes del mundo como en las subordinadas, la forma de los movimientos de resistencia y de liberacin empez a cambiar radicalmente, cambio que se corresponde con las transfor- maciones de la fuerza de trabajo y de las formas de produccin so- cial. La mutacin se halla, ante todo, en la transformacin que expc- riment la guerra de guerrillas. El cambio ms obvio fue que los movimientos guerrilleros empezaron a desplazarse del campo a la ciudad, de los espacios abiertos a los espacios cerrados. Las tcnicas de la guerra de guerrillas iniciaban su adaptacin a las nuevas con- diciones de la produccin posfordista, en lnea con los sistemas de informacin y las estructuras en red. Finalmente, y conforme la gue- rra de guerrillas fue adoptando las caractersticas de la produccin biopoltica y se difundi en todo el entramado de la sociedad, se plante ms directamente como meta la produccin de subjetividad: subjetividad econmica y cultural, tanto material como inmaterial. En otras palabras, no era solo cuestin de ganarse los corazones y las mentes)" sino ms bien de crear nuevos corazones y nuevas mentes mediante la construccin de nuevos circuitos de comunicacin, nue- vas formas de colaboracin social y nuevos modos de interaccin. En este proceso podemos distinguir una tendencia a la superacin del modelo moderno de la guerrilla para ir a formas de organizacin en red ms democrticas. Segn los modelos maosta y cubano, la guerra de guerrillas tena entre sus mximas la de privilegiar lo rural sobre 10 urbano. A finales de los aos sesenta y comienzos de los setenta, las luchas guerrilleras se hicieron cada vez ms metropolitanas, en especial en Amrica y en 10Y MU1Tl1"U]) Europa. ')7 Las revueltas de los guetos afroamericanos de Estados Unidos en el decenio de 1960 fueron tal vez el prlogo a la urbanizacin de la lucha poltica y del conflicto armado en el decenio siguiente. No mu- urbanos de esa poca adoptaron el modelo de orga- rnzacion caracterstico de los movimientos guerrilleros; por seguan en gran medida el antiguo modelo centralizado y jerarquizado de las estructuras militares tradicionales. El Black Panther Party y el Front de Libration du Qubec en Norteamrica, los tupa- maros uruguayos y la brasilea AC;;dO Libertadora Nacional en Suram- rica, la Rote Armce Fraktion alemana y las Brigate Rosse italianas en Europa son ejemplos de esa estructura militar centralizada y nostlgi- ca. No obstante, en la misma poca aparecieron tambin movimientos urbanos descentralizados, o poli cntricos, cuya organizacin se acerca- ms. a la del modelo de guerrilla moderno. En estos casos se practi- co la simple trasposicin de las tcticas de guerrilla rural al entorno urbano. La ciudad es una selva. Los guerrilleros urbanos conocen su territorio de manera capilar, yeso les permite reunirse y atacar en cual- quier momento y luego dispersarse y desaparecer en sus escondrijos. Sin la actividad se centr cada vez ms en transformar la propia no a los poderes dominantes. En las luchas metropojita- nas se .l1ltensIfico. estrecha relacin entre desobediencia y resistencia, y desercin, contrapoder y proyectos constituyentes. En la lta- ha de los aos setenta, por ejemplo, las grandes luchas de Autonomia consiguieron reconfigurar el panorama de las principales ciudades, aun- que temporalmente, Con la liberacin de Zonas enteras donde se crea- ron nuevas culturas y nuevas formas de vida." ; La real de los movimientos guerrilleros en este pe- nado, S111 embargo, tena poco que ver con los terrenos rural o urba- o mejor dicho, la mudanza aparente a los espacios urbanos era el sntoma una transformacin ms importante. La traniformacin ms lugar en la relacin entre la or,ganizacin de los movimientos y la orgamzaCl011 de la produccin eCOflmica y social. ')9 Corno ya hemos co- mentado, las Ilusas de obreros industriales uniformizados guar- dan correspondencia con las formaciones militares centralizadas del ejrcito popular, mientras que las formas guerrilleras de rebelin estn 11() C;UERRA vinculadas a la produccin campesina, a las condiciones de relativo ais- lamiento resultantes de la dispersin en el medio rural. A partir del de- cenio de 1970, sin embargo, las tcnicas y los modos de organizacin de la produccin industrial derivaron hacia unidades fabriles ms pe- queas y ms mviles, as corno hacia estructuras de produccin ms flexibles; un cambio que algunos han denominado el paso de la pro- duccin fordista a la posfordista. Las unidades pequeas y mviles de la produccin posfordista se corresponden en cierta medida con el modelo policntrico de la guerrilla, pero el modelo de guerrilla que- da de inmediato transformado por las tecnologas del posfordismo, Las redes de informacin, comunicacin y cooperacin -que son los ejes principales de la produccin posfordista- empiezan a definir los nue- vos movimientos guerrilleros. Y estos movimientos no solo utilizan tecnologas, por ejemplo internet. como herramientas de organizacin, sino que empiezan tambin a adoptarlas como modelos para sus pro- pias estructuras organizativas. Hasta cierto punto, estos movimientos posmodernos y posfordianos completan y consolidan la tendencia policntrica de los modelos de guerrilla anteriores. De acuerdo con la frmula cubana clsica del fo- quismo o guevarismo, las fuerzas guerrilleras son policntricas y estn formadas por numerosos focos relativamente independientes, pero, lle- gado el momento, esa pluralidad debe reducirse a una unidad y las fuer- zas de la guerrilla convertirse en un ejrcito. En cambio. la organizacin en red se basa en la pluralidad constante de sus elementos y sus redes de comunicacin, de tal manera que no es posible la reduccin a una es- tructura de mando centralizada y unificada. La forma poli cntrica de la guerrilla evoluciona, por consiguiente, hacia una forrna reticular, en donde no hay centro, solo hay una pluralidad irreductible de nodos en comunicacin los unos con los otros. Un rasgo distintivo tanto de la lucha en red de la multitud como de la produccin econmica posfordista es que se desarrollan en el terre- no biopoltico: en otras palabras, producen directamente nuevas subje- tividades y nuevas formas de vida. Lo cierto es que las organizaciones militares siempre han implicado la produccin de subjetividad. El ejr- cito moderno produjo el soldado disciplinado y capaz de obedecer r- 111 MULTITUI> denes, semejante al obrero disciplinado de la fabrica fordista, y la pro- duccin del sujeto disciplinado en las modernas fuerzas guerrilleras ha sido muy similar. En cambio, la lucha en red, de nuevo como la produc- cin posfordista, no depende de la disciplina en ese mismo sentido, porque sus valores primordiales son la creatividad, la comunicacin y la cooperacin autoorganizada. Este nuevo tipo de fuerza, por supuesto, resiste y ataca al enemigo como siempre han hecho las fuerzas milita- res, pero el enfoque es cada vez ms interno: producir nuevas subjeti- vidades y nuevas for-mas expansivas de vida dentro de la propia organi- zacin. Ya no se asume una base formada por el pueblo, ni tornar el poder del Estado soberano constituye ya el objetivo. Los elementos de- mocrticos de la estructura guerrillera cobran un carcter ms completo en la forma de red, y la organizacin se convierte menos en un medio y ms en un fin en s misma. Los ltimos decenios del siglo xx ofrecen numerosos ejemplos de guerras civiles, la gran mayora de las cuales se organizaron todava con arreglo a modelos anticuados, ya fuera el de la vieja guerrilla moderna, o el de estructura militar centralizada tradicional, incluidos los jemcrcs rojos de Cambova, los muyaidin afganos, Ha mas en el Lbano y Pales- tina, el Nuevo Ejrcito Popular de Filipinas, Sendero Luminoso en Per, y las FARC y e! ELN de Colombia. Muchos de estos movimientos, en especial cuando se ven derrotados, empiezan a transformarse y adoptan caractersticas reticulares. La intifada palestina es una de estas rebeliones que han mirado adelante y que ilustran la transicin. de la organizacin guerrillera tradicional a las formas en red. Comenzada en 1987, estall de nuevo en 2000, y aunque no se dispone de una informacin fide- digna, parece que en la insurreccin coexisten dos modelos.':" Por un lado, la revuelta responde a una organizacin interna, a cargo de jvenes pobres en un plano muy local que dependen de lderes de cornunidades vecinales y comits populares. El lanzamiento de piedras y el enfrenta- miento directo con la polica y las autoridades israeles que caracteriza- ron el comienzo de la intifada se extendieron rpidamente a toda la franja de Gaza y Cisjordania. Por otro lado, hay una organizacin externa por parte de las diversas organizaciones polticas palestinas ya existentes, mu- chas de las cuales se hallaban en el exilio durante la primera intifada, y 112 GUERRA estaban controladas por personajes de la generacin anterior. A lo largo de sus distintas fases, la intifada parece definirse por una combinacin en diferentes proporciones de estas dos formas de organizacin: una interna y la otra externa, una horizontal, autnoma y distribuida y la otra verti- cal y centralizada. As pues, la innfada es una organizacin ambivalente, que mira hacia atrs, a las antiguas formas centralizadas, y hacia delante, a las nuevas formas de organizacin distribuidas. Asimismo, las luchas antiapartheid de Surfrica ilustran esa transicin y la copresencia de dos formas bsicas de organizacin, pero abarcan un perodo mucho ms largo. La composicin interna de las fuerzas que desafiaron al apartheid y acabaron por derribarlo era sumamente com- pleja y cambi con el tiempo, aunque se puede reconocer claramente -al menos desde mediados de! decenio de 1970 con los disturbios de Soweto y durante todo el decenio siguiente- una gran proliferacin de luchas horizontales. nu La clera de la poblacin negra frente a la do- minacin de los blancos ciertamente fue un factor comn de los diversos rnovimientos, pero estaban organizados de forma relativamente autno- n13 y transversalmente a los diferentes sectores de la sociedad. Entre los protagonistas destacados, las organizaciones estudiantiles y los sindicatos, que tienen una larga historia de militancia en Surfrica, desempearon un papel esencial. Durante todo ese perodo, tales luchas horizontales mantuvieron una relacin dinmica con el eje vertical de las viejas or- ganizaciones tradicionales, como el Congreso Nacional Africano (en ingls ANC), clandestino y exiliado hasta 1990. Podramos describir este contraste entre organizacin horizontal autnoma y liderazgo centra- lizado como una tensin entre las luchas organizadas (de obreros, estu- diantes y otros) con respecto al ANC, pero podra ser ms clarificador reconocerlo tambin como una tensin dentro del ANC, tensin que ha persistido y se ha acentuado en algunos aspectos desde que el ANC ac- cedi al poder en 1994. F" Al igual que la intifada, pues, las luchas an- tiapartheid encabalgaron dos formas orgnicas diferentes, con lo que pa- san a ocupar un lugar de transicin en nuestra genealoga. El Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) aparecido en Chiapas en el decenio de 1990 ofrece un ejemplo todavia ms claro de esa transformacin. Los zapatistas estn en la lnea divisoria entre el 113 MULTITUD modelo antiguo de guerrilla y el nuevo modelo de estructuras biopo- lticas en red. Tambin demuestran a las mil maravillas cmo la transi- cin econmica posfordista puede funcionar tanto en un territorio urbano C01110 en los distritos rurales, aunando experiencias locales con luchas globales.':" Los zapatistas, que fueron en su origen y siguen siendo primordiahnente un movimiento campesino e indgena, utilizan inter- net y las tecnologas de la comunicacin, y no solo como recurso para distribuir sus comunicados al mundo exterior, sino en cierta medida tambin como un elemento estructural dentro de la propia organizacin, que se extiende ms all del sur de Mxico para alcanzar los planos nacional y global. La comunicacin reviste un papel central en el con- cepto revolucionario zapatista, que subraya sin cesar la necesidad de crear organizaciones reticulares horizontales antes que centralizadas y verti- cales.':" Desde luego cabe sealar que ese modelo de organizacin des- centralizada tropieza con la nomenclatura militar tradicional del EZLN. Al fin y al cabo, ellos dicen de s mismos que son un ejrcito y su or- ganizacin cuenta con un abanico de grados y rangos militares. Pero una observacin ms detenida nos muestra que, si bien los zapatistas han adoptado una versin tradicional del modelo guerrillero latinoamericano, que incluye su tendencia a la jerarquizacin y centralizacin militar, en la prctica se saltan constantemente las jerarquas y descentralizan la autoridad con las elegantes inversiones e ironas que caracterizan su retrica. (En realidad han hecho de la irona una estrategia polrica.) 1115 El paradjico lema zapatista mandar obedeciendo, por ejemplo. va encaminado a invertir las relaciones tradicionales de jerarqua dentro de la organizacin. El ejercicio del mando es rotativo y los observadores creen advertir un vaco de autoridad en el centro. Marcos, el portavoz principal e icono casi mtico de los zapatistas, ostenta el grado de sub- comandante, haciendo hincapi en su relativa subordinacin. Por otra parte, nunca se han planteado el objetivo de derrotar al Estado y hacerse con la autoridad soberana; pretenden cambiar el mundo sin tornar el poder.":" En otras palabras, los zapatistas adoptan todos los elementos de la estructura tradicional y los transforman, poniendo de manifiesto con la mayor claridad posible la naturaleza y la direccin que revisten las formas de organizacin en la transicin posmoderna. 114 GUERRA En los decenios finales del siglo xx emergieron tambin, particu- larmente en Estados' Unidos, numerosos movimientos que aparecen cla- sificados con frecuencia bajo el epgrafe de polticas identitanas, que nacen primordialmente de las luchas del feminismo, de las luchas de los ., . I 1117 L te gays y lesbianas, y de las luchas de las nunonas racia es.. . as carac - risticas orgnicas ms importantes de estos diversos movrmientos son su atan de autonomia y su rechazo a las jerarquas centralizadas, a los lde- res o a los portavoces oficiales. El partido, el ejrcito popular y la rrilla moderna les parecen obsoletos por su tendencia a imponer la unt- dad, a negar sus diferencias y a subordinarlas a intereses ajenos. Si no existe ninguna forma democrtica de agregacin poltica que nos per- mita preservar nuestra autonomia y afirmar nuestras diferencias, anun- cian, entonces preferirnos mantenernos separados, por nuestra .cuenta. Este nfasis en la organizacin democrtica y la independenCIa se ve confirmado asimismo en la estructura interna de los movimientos. donde apreciamos una diversidad de importantes experiencias de torna de deci- siones en comn, grupos coordinados de afinidad, etc. En este aspecto ha sido muy significativa la reaparicin de movimientos sobre todo en Norteamrica y Europa, que subrayan la necesidad de hbertad y de organizacin democrtica. toa Todas estas experiencias de .democra- cia y autonoma, aunque ocurran a pequea escala, proporCIonan una . 1U9 enorme riqueza para el futuro desarrollo de otros 1110Vlmlentos.. . , Por ltimo, los movimientos organizados frente a la globaltzaclOn que se han extendido desde Seattle hasta Gnova y los foros SOCIales mundiales de Porto Alegre y Mumbai, y que amrnaron los movmnen- tos contra la guerra, son hasta la fecha el ejemplo ms claro de orga- nizaciones en red distribuidas. En los acontecilnientos de Seattle, en noviembre de 1999, as como en todos y cada uno de los ocurridos despus, uno de los elementos ms sorprendentes ha sido que numerosos grupos a los que se les suponan intereses e dictorios lograron una actuacin comn: ecologistas con smdlCahstas, anarquistas con grupos religiosos, gays y lesbianas con los que ban contra el r-omplejo carcelario-industriaL Esos grupos no estan coor- dinados por una autoridad nica, sino que se relacionan s dentro de una estructura reticular. Foros sociales, grupos de afinidad y otras 115 MULTITUD formas de torna democrtica de decisiones forman la base de estos movimientos, y logran actuar juntos basndose en lo que tienen en comn. Por esto se llaman a s mismos un movimiento de movimien- tos. La plena expresin de la autonoma y la diferencia de cada uno coincide con la poderosa articulacin de todos. La democracia define tanto el objetivo de esos movimientos como su constante actividad. Evi- dentemente, los rnovimientos de protesta antiglobalizacin tienen sus li- mitaciones en muchos aspectos. En primer lugar, y aunque el alcance de sus visiones y de sus anhelos sea planetario, hasta el presente solo han movilizado un nmero significativo de personas en Norteamrica y Europa. En segundo lugar, mientras no sean ms que movimientos de protesta que viajan de una cumbre a la siguiente, no sern capaces de transformarse en una lucha fundacional, ni de articular una organi- zacin social alternativa. Es posible, no obstante, que esas limitaciones sean obstculos temporales y que los movimientos descubran caminos para superarlos. Lo que importa para nuestra argumentacin es la for- ma que adoptan, ya que constituyen el ejemplo ms desarrollado, hasta la fecha, del modelo de organizacin en red. De esta manera se completa nuestra genealoga de las formas moder- nas de resistencia y guerra civil, que pas de las revueltas guerrilleras dispersas al modelo unificado de ejrcito popular, de la estructura mili- tar centralizada al ejrcito guerrillero policntrico, y finalmente, del modelo policntrico a la estructura en red distribuida, o de nutriz ple- na. Esa es la historia que tenemos a nuestras espaldas. Es una historia trgica en muchos aspectos, llena de brutales derrotas, pero es tambin un legado extraordinariamente rico que impulsa el anhelo de liberacin hacia el futuro y determina de manera crucial los medios para conseguirla. De nuestra genealoga de la resistencia moderna han emergido los tres principios orientadores, o criterios, que hemos mencionado al prin- cipio. El primero, la simple medida de la eficacia en la situacin hist- rica concreta. Cada forma de organizacin debe aprovechar la oportu-. ni dad y la ocasin histrica que ofrece la correlacin actual de fuerzas a fin de maximizar su capacidad para resistir, contestar y derribar las formas de poder dominantes. El segundo principio es la necesidad de una forma de organizacin poltica y militar que se corresponda con las 116 formas actuales de la produccin econmica y social. Las formas de los movimientos evolucionan en coordinacin con la evolucin de las or- mas econmicas. Por ltimo, y ms importante, la democracia y la liber- tad actan constantelnente C01110 principios rectores en el desarrollo de formas orgnicas de resistencia. Las relaciones entre estos tres principios han sido conflictivas en algunos momentos de nuestra historia, por ejcm- plo cuando pareci que era necesario sacrificar la democracia interna. y la independencia de movimientos con objeto de maximizar su eficacia, o cuando se ha tenido que sacrificar la eficacia en inters de la demo- cracia o la autonoma del movimiento. Hoy hemos llegado a un punto de coincidencia de los tres principios. La estructura en red distribuida proporciona el modelo de una organizacin absolutamente democrati- ca y que adems guarda correspondencia con las formas dominantes de produccin econmica y social, y es al mismo tiempo el arma ms d d dorni ttn poderosa contra la estructura e po er ommante. . . En este contexto reticular, la propia legalidad viene a ser un cnteno menos efectivo y menos importante para diferenciar los moviinieuros de resistencia. Tradicionahnente concebamos por separado las formas de re- sistencia que actuaban dentro), o fuera de laley. La resistencia dentro de las normas legales vigentes serva para neutralizar los efectos represivos de laley: huelgas laborales, desobediencia civil activa y otras actividades en- caminadas a poner en tela de juicio la autoridad econmica y poltica constituyeron el pr-imer nivel de la insubordinacin. En un segundo n i ~ vel, los partidos, las organizaciones sindicales y otros movimientos y cuer- pos representativos que se encuadran en el orden legal presente, actuan- do simultneamente dentro yfuera de la ley, crearon contrapoderes en un desafio constante a las autoridades establecidas. En un tercer nivel, yfue- Ya de la legalidad, las resistencias organizadas en diversos tipos de ejrci- tos populares y movimientos guerrilleros trataron de quebrar el orden existente y subvertirlo para abrir espacios a la construccin de una nue- va sociedad.Y aunque en el pasado esos tres niveles de resistencia exigie- ron organizaciones diferentes, los actuales movimientos en red son capaces de atender simultneanlente a los tres. Por otra parte, en el contexto de la red, la cuestin de la legalidad se hace cada vez ms irresoluble. Por ejemplo, puede llegar a ser imposible decir si lared de protesta contra una 117 MULT1TUl) cumbre legal o ilegalmente, cuando no existe ninguna autoridad la protesta, y cuando sus acciones S011 pluriformes y cambla.11te s. De hecho, y este es el punto principal de nuestro argumen- to, la diferenciacin ms importante entre las redes de resistencia no se trminos de mera legalidad. El mejor criterio para distinguir los movmuentos de red son los tres principios que acabarnos de descri- bir, en especial la reivindicacin de democracia. Con ello disponemos de un,a de diferenciar clararnente, por ejemplo, a los grupos que los teoncos actuales de la contrainsurgencia sitan de manera errnea en un grupo. tericos de la guerra en red de la contrainsurgen- cta todo esta relacionado: los zapatistas, la intifada, los movinlientos de protesta COntra la los carteles colombianos de la droga y .. En ese cajon de sastre el nico factor comn es que todas esas organizaciones se muestran parecidamente inmunes a las tcticas tradicio- nales de la contrainsurgencia. Pero, cuando observamos esas formas con- temporneas de organizacin en el contexto de los criterios que acaba- 1110S de definir, apreciamos con claridad las distinciones ms importantes. (Pueden darse otras diferencias tambin importantes, por supuesto, como el empleo que se la violencia, pero estas son las distinciones que subrayaba nuestro anlisis en esta seccin.) Los crteles colombianos de la droga y al-Qaeda, por ejemplo, pueden parecer redes desde el punto de vista de la contramxurpencra, pero en realidad presentan una fuerte cen- tralizacin y cadenas de mando verticales, al modo tradicional. Sus es- orgnicas no son democrticas. En cambio, la intifada y los zapa- tistas, como acabamos de ver, en algunos aspectos tienden a las estructuras en redes distribuidas sin un centro de mando y con una mxima autono- ma de todos los elementos participantes. Su verdadero centro es su resis- tencia a la dominacin y su protesta contra la pobreza, o, dicho en trmi- nos positivos, su lucha por una organizacin democrtica de los mbitos comunales de la biopoltica. Ahora debemos retornar la cuestin de la legitinucin que hemos tratad? antcs.A estas alturas quedar bastante claro que volver a plantear hoy dia e! problema de cmo las necesidades de! proletariado pueden 1e- ginmar nuevas for-mas del poder, o para traducir lo mismo en trminos algo diferentes, preguntarse crno se transforma la lucha de clases en gue- 118 GUl:RR.A rra social, o traduciendo de nuevo, CUlO la guerra intraimperialista puede convertirse en laocasin para una guerra revolucionaria, son debates vie- jos, manidos y socorridos. Nos parece que la multitud plantea e! proble- ma de la resistencia social y el tema de la legitimacin de su propio poder y su violencia en trminos completamente diferentes. Ni siquiera las for- mas ms avanzadas de resistencia y de guerra civil de la modernidad pa- recen ofrecernos elementos adecuados para la solucin de nuestro proble- rna. La intifada, por ejemplo. es una fonna de lucha que se corresponde, al menos superficiahnente, con algunas caractersticas poderosas del movi- miento de la multitud, como la movilidad, la flexibilidad y la capacidad para adaptarse a las formas de represin y desafiadas de un rnodo radical. Sin embargo, la intifada no puede ser ms que una alusin a la forma que estarnos buscando, el paso estratgico por donde el proletariado adopta la forma de multitud, es decir, de cuerpo en forma de red. La forma de or- ganizacin que se busca debe desplegar el pleno poder de la produccin biopolitica actual, y al mismo tiempo colmar plenamente la promesa de una sociedad democrtica. Aqu nos hallamos frente a una especie de abismo, un espacio es- tratgico desconocido. Todos los parmetros espaciales, temporales y po- lticos de la torna de decisiones revolucionaria al modo leninista han sido desestabilizados, y las estrategias correspondientes han pasado a ser absolutamente impracticables. Incluso ha perdido su fuerza el concep- to de contrapoder que tanta importancia tuvo para las estrategias de resistencia y revolucin alrededor de 1968. Ya no sirven las nociones que proponen el poder de la resistencia como algo homlogo o incluso similar al poder que nos oprime. En esto deberamos aprender la lec- cin de Pierre Clastres, quien, al estudiar la naturaleza de la guerra desde el punto de vista antropolgico, postula que nunca deben con- siderarse las guerras de los opresores como equivalentes a las guerras de los oprimidos. Estas ltimas, explica, representan movimientos consti- tuyentes encaminados a la defensa de la sociedad frente a los que es- grimen el poder. La historia de los pueblos con historia, como suele decirse, es la historia de la lucha de clases; la historia de los pueblos sin historia, como deberamos decir con la misma conviccin al menos, es la historia de su lucha contra el Estado.'!' Necesitarnos comprender los 119 MULTITUD tipos de lucha que aprecia Clastres y distinguir sus formas adecuadas para la poca presente. Sin embargo, sabemos ya algunas cosas que pueden contribuir a orientar nuestra pasin por la resistencia. En primer lugar, sabemos que hoy la legitimacin del orden global se basa fundamentalmente en la guerra. Por consiguiente, resistirse a la guerra, y por tanto, resistirse a la legitimacin de ese orden global, es una tarea tica comn. En segun- do lugar, sabemos que la produccin capitalista y la vida (y la produc- cin) de la multitud estn cada vez ms estrechamente unidas, y que se determinan mutuamente. El capital necesita a la multitud y, sin embargo, es constantemente precipitado a crisis debidas a la resistencia de la mul- titud frente al mando y la autoridad del capital. (Este es el tema central del capitulo 2.) En el combate cuerpo a cuerpo entre la multitud y el Imperio en el canlpo de batalla biopoltico que los rene, cuando el Im- perio apela a la guerra para su legitimacin, la rnultitud apela a la de- mocracia corno su fundamento poltico. Esta democracia que se opone a la guerra es una democracia absoluta. Tambin podriamos llamar a ese movimiento democrtico un proceso de xodo, en tanto que la multitud rompe los vnculos entre la autoridad soberana imperial y el consentimiento de los subordinados. (La democracia absoluta y el xo- do sern ternas centrales del captulo 3.) La intclioencia del enjambr,: Cuando una red distribuida ataca, acosa al enemigo con un sinnmero de fuerzas autnomas que golpean un punto determinado, en todas direcciones al mismo tiempo, antes de desaparecer enseguida y regresar a su medio. 111 Desde una perspectiva externa, el ataque en red se describe como un enjambre porque parece que no tenga forma. Como la red no tiene un centro que dicte las rdenes, los que solo piensan de acuerdo con los modelos tradicionales creen que no hay organizacin de ninguna especie y solo ven espontaneidad y anarqua. El ataque en red se compara con las bandadas de pjaros o de insectos de las pelculas de terror: una multitud de asaltantes necios, desco- nocidos, inciertos) ocultos e inesperados. Pero si se contempla el interior de una 120 {;UERRA red, se observa que s hay racionalidad y creatividad. Es la inteligencia del enjambre. Recientemente, los investigadores en artificial y mtodos de com- putacin vienetl utlizando la expresin ((swarm intel1iget1ce> o inteligencia de enjamhre para designar las tcnicas colectivas y distribuidas de resolucifl de probiemas sin un control centralizado ni la provisin de ..IIJ Postulan que el inconveniente de las tentativas anteriores de intelIgenCIa artifi- cial era presuponer una inteligencia radicada en la mente individual; aseveran que la inteligencia esfundamentalmente social. Estos han la flOcin de enjambre al observar la conducta colectiva de los animales SOCIales, como las las abc:jas y las termitas, afin de investigar los sistemas inteli- gencia distribltidos y sustentados por agentes mltiples. El cemportarmento co- munal de los animales puede dar urla primera aproximacin de esa idea. Con- sideremos, por ejemplo, cmo las termitas del trpico erigen magnificas estmeturas en knma de bveda comutlicndose entre s. Los estudiosos creen que cada ter- ma si!ue la concentradtl de[eromonas por otros individuos del colecti- vo. 114 unque ninguna termita posee unagran inteligencia como individuo, el en- jam{Jre, en cambio, constituye ,m sistema inteligente sin necesidad de Utl control central. La inteligencia del enjambre se basa fundanlentalmente en la co- municacin. A los investioadores en inteligencia art{ficial y mtodos computa- cionales entender el comportamiento del enjambre les sirve para escribir al.!orit- mas que optimizan las computaciones orientadas a la resolucin de problemas. Tambin es posible disear ordenadores que proccsen la informacin ron ms rapidezgracias a una arquitectura de en lJez de utilizar el modelo de proceso ccntralizado canvendotlal. El modelo del enjambrc sugerido por las sociedades animales y desarrollado por estos investigadores plantea que cada agente o partcula del enjambre es idntica a las dems y no posee unagratl creatividad propia. En cambio, los enjambres emer- gentes que vemos en las nuevas organizaciones polticas en red estn por una multitudde agentes con distintos niveles de creatividad, loalal. aade vanos grados de comptciidod al modelo. Para comunicarse y cooperar; '". de la multitud no necesitan la uniformidad, ni renunciar. a la creatividad indviduol. SiguCfl siendo diferentes en trminos de raza, gnero, sexualidad, y as sucesiva- mente. Lo qlJe necesitamos entender ahora es qu inte1(l?encia colectiva puede emerger de la comunicacin y la cooperacn de tan variada multiplicidad. 121 MULTITUD vez quc hayamos comprendido e! inmenso potencial de la del enjambre, tal vez raptaremos al fin la l1u:'t4fra del poetaArthur Rimhand cuando, en su bello himno a la Comuna de Pars de 1871' . b . , I1naRl11a a reitera- damente los cornrnunards romo insectos. lrnaoinar a las tro- pas el1em/R,as ,como insectos es, desde lUCRO, una comparacin frecuente. Al/larrar los acontcCI,m/entos del ao anterior en su novela histrica La dbcle, mle .z:ola describe los negros enjambres de los prusianos que rompieron las posi- ctones francesas en Sedan como hormigas invasoras, un si noir[curmicmcnt de allemandes.// La imaoen de los enjambres enemi,ftos'suhraya la inevi- tabilidad .de la al que proclama la interioridad de! cnemioo; un de, inseaos de t111CYOS((JPICO cerebro. EH cambio, Rimbaud toma el clich blico y lo inviertepara el paneRriro del enjambre. En el poema de Rimbaud, los comuneros que dqflenden e! Pars revolucionario contra las fuerzas ubcrna- que desde Versalles han invadido las cal/es romo horm(eas (four- miller). Las borricadas hormioucan de actividad. Por qu Rimhaud descri- be a:os a. los que ama y admira, como hormigueros (fourmilieres)? La lectura mas,d:temda de su poesa revela una,{?ratl abundancia de insectos, mu- chas veces aditivamente como eumbido o aRitacn hirviente (bour- lector de Rimbaud describe su poesa ((Jmo verSOS ente- molC?!:?lcos, mus/ca del cniamhrc. /16 La resurreccin)' la reinvcncion de los sentidos del cuerpo juvenil, tema central del mundo potico de Rimbau.l, se realiza en el y de la came. Tenemos ah un nuevo tipo de intcliocncia, una I11tc1Jse11C1a colectiua, presentida por Rmhand }' por los COfmmcros. Del biopoder a la produccin biopoltica La genealoga de la resistencia que acabamos de delinear -desde 1 '. . os populares y las partidas guerrilleras hasta los movimientos re- ticulares-c- puede parecer mecanicista y esquemtica. No desearamos dar la impresin que las formas de resistencia se suceden con arreglo a evolucin natural o lnea preestablecida y tendente a la de1110- cracia a?soluta. Por el contrario, esos procesos histricos no estn pre- en. Ino.do alguno, ni impulsados por una nieta ideal y definitiva de la historia. La historia se desarrolla de modo contradicto- 122 CUERRA rio y aleatorio, siempre sujeta al avatar casual o accidental. Los momentos de lucha y resistencia emergen de forma imprevista e imprevisible. Es preciso reconocer tambin que considerar la genealoga de las re- sistencias nicamente en [uncin de sujorma, como hemos venido hacien- do principalmente hasta aqu, no es suficiente. Las diferencias formales entre los ejrcitos centralizados, las partidas guerrilleras policntricas y las redes distribuidas proporcionan, en efecto, un criterio para evaluar los movimientos de resistencia y diferenciarlos, pero no es el nico criterio ni el ms importante. Las diferencias formales entre, digamos, los movimien- tos antiglobalizacin y las redes terroristas, o entre los zapatistas y las bandas del narcotrfico. no captan sino una pequea fraccin de las diferencias que realmente los separan. Ser preciso considerar el contenido, es decir, lo que hacen. El hecho de que un movimiento est organizado como una red, o como un enjambre, no garantiza que sea pacfico ni democrtico, Hay que superar las cuestiones formales, lo cual nos permitir interpretar mejor la naturaleza ambigua dc las formas de resistencia nacionalistas y religiosas. En efecto, las resistencias nacionales y religiosas suelen basarse en organizaciones centralizadas y dotadas de fuertes nociones de identi- dad, aunque no por ello haya que considerarlas necesariamente reaccio- narias o retrgradas. La democracia no solo es cuestin de estructuras y relaciones formales, sino tambin de contenidos sociales, de cmo nos relacionamos los unos con los otros, de cmo producimos juntos. El paralelismo que hemos trazado entre la evolucin de las resisten- cias y el desarrollo de la produccin econmica tambin ha quedado afectado por el reduccionisruo formal. Si considersemos nicamente las correspondencias formales podra parecer que la innovacin tecnolgica sea la fuerza motriz fundamental del cambio social. Por lo tanto, tene- rnos que abordar el contenido de 10 que se produce, y cmo, y por quin. Cuando hayamos examinado en profundidad la produccin, y comprendido las condiciones de trabajo y los fundamentos de la explo- tacin, estaremos en condiciones de entender cmo emergen las resis- tencias en los lugares de trabajo y cmo van cambiando al comps de las transformaciones del trabajo y de las relaciones de produccin. De este modo podremos elaborar una relacin sustancial entre produccin y resistencias. 123 MULTnU]) Ahora, y despus de centrarnos en la guerra, en el captulo siguiente debemos volver nuestra atencin hacia la produccin para investigar la naturaleza y las divisiones de la economa global contempornea. Sin embargo, esa indagacin no ser estrictamente economicista, porque, como no tardaremos en descubrir, en muchos aspectos la produccin econmica es, al mismo tiempo, cultural y poltica. Postularemos que la forma dominante de la produccin contempornea, que ejerce su he- gemona sobre las dems, crea bienes inmateriales tales corno ideas, co- nocimiento, formas de comunicacin y relaciones. En este trabajo in- material. la produccin desborda los lmites de lo econmico segn la concepcin tradicional para abordar directamente lo cultural, 10 social y lo poltico. En este caso no se producen solo bienes materiales, sino relaciones sociales reales y formas de vida. A este tipo de produccin le hemos llamado biopoltico para destacar que sus productos tienen carcter general y afectan directamente a la vida social en su totalidad. Con anterioridad hemos hablado de biopoder para explicar cmo el rgimen actual de guerra no solo nos amenaza con la muerte sino que gobierna la vida produciendo y reproduciendo todos los aspectos de Ia sociedad. Ahora pasaremos del biopoder a la produccin biopoltica. El uno y la otra afectan a toda la vida social, de ah el comn prefijo bio, pero 10 hacen de manera nmy diferente. El biopoder est situado por en- cima de la sociedad, trascendente, a ttulo de autoridad soberana que impone su orden. En cambio, la produccin biopoltica es inmanente a la sociedad y crea relaciones y formas sociales a travs de las formas colaborativas de trabajo. La produccin biopoltica dar contenido a nuestra investigacin de la democracia, que hasta aqu se ha mantenido confinada al dominio formal. Igualmente aclarar sobre qu base social es posible hoy iniciar un proyecto de la multitud. 2 MULTITUD Hoy da solo es posible conducir la accin poltica encaminada a la trans- formacin y a la liberacin sobre la base de la multitud. Para COl11- prender este concepto en su forma ms general y abstracta, hay que contrastarlo con el concepto de pueblo.' El pueblo es uno. La poblacin, obviamente, se compone de numerosos individuos y clases diferentes, pero el pueblo sintetiza o reduce estas diferencias sociales en una iden- tidad. La multitud, por el contrario, no est unificada, sigue siendo plu- ral y mltiple. Por eso la tradicin dominante de la filosofa poltica postula que el pueblo puede erigirse en poder soberano y la multitud no. La multitud se c01npone de un conjunto de siflJ.!ularidades, y aqu en- tendemos por singularidad un sujeto social cuya diferencia no puede re- ducirse a uniformidad: una diferencia que sigue siendo diferente. Las par- tes componentes del pueblo son indiferentes dentro de su unidad; se convierten en identidad negando o dejando de lado las diferencias. De este modo, las singularidades plurales de la multitud contrastan con la unidad indiferenciada del pueblo. Pero la multitud, aunque no deje de ser mltiple, no es algo frag- mentado, anrquico ni incoherente. Por eso conviene contrastar el con- cepto de multitud con una serie de otros conceptos que designan co- lectivos plurales como las gentes, las masas y la turba. Y dado que los diferentes individuos o grupos que forman la multitud son incoheren- tes y no reconocen elementos comunes compartidos, este conjunto de diferencias permanece en estado inerte, y podramos tornarlo por un solo agregado indiferenciado. Los componentes de las masas. de las turbas, de las gentes, no son singularidades, como lo evidencia el hecho de que sus diferencias desaparecen fcilmente en la indiferenciacin del conjunto. 127 MULT1TUJ) estos sujetos sociales son fundanlentalmente pasivos, en el sen- tido de no son capaces de actuar por s mismos, de que necesitan ser La gente, o las turbas, o la chusma pueden ejercer efectos -r--a veces, Unos efectos terriblemente destructivos-, pero no por voluntad propia. Por eso Son tan vulnerables a la manipula- exter.na. Con el trmino de multitud, en cambio, designamos a un sujeto social .activo, acta partiendo de lo comn, de lo comparti- do por esas smgulandades. La multitud es un sujeto social internamen- te diferente y mltiple, cuya constitucin y cuya accin no se fundan e.n la identidad ni en la unidad (ni mucho menos en la indiferenciacin), smo en lo que hay en comn. Esta definicin conceptual inicial de la multitud plantea un obvio a toda la tradicin de la soberana. Como explicaremos en el captulo 3, una de las verdades recurrentes de la filosofa poltica es que solo uno puede mandar: el monarca, el partido, el pueblo o el indivi- du,o..Los sujetos sociales que no estn unificados, sino que permanecen multlples, solo pueden ser mandados pero no mandar. En otras palabras, todo poder soberano forma necesariamente un cuerpo poltico en donde hay una cabeza que manda, unos miembros que obedecen y unos r- ganos cuyo funcionamiento conjunto sustenta al soberano. El concepto de multitud desafia esa verdad aceptada de la soberana. La multitud, aunque 'siga ,siendo mltiple e internamente diferente, es capaz de ac- comun y, por lo tanto, de regirse a s misma. En vez de un cuerpo poltico, en donde uno manda y otros obedecen, la multitud es carne viva que se gobierna a s misma, Por supuesto, esa definicin de multitud plantea problemas conceptuales y prcticos, que trataremos con detemnuento en este captulo y el siguiente. Pero debe quedar claro desde el prncpio que el desafio de la multitud es el desafio de la democracia, La multitud es el nico sujeto social capaz de realizar la de- rnocracia, es decir, el gobierno de todos por todos. O dicho de otra manera, la apuesta es sumamente alta. En este captulo articularemos el concepto de multitud principal- merite desde la perspectiva socioeconnlica. La multitud tambin es un concepto de diferencias de raza, gnero y sexualidad. Si nos centramos aqu en el concepto de clase econmica es en parte COmo compensa- 128 MULTITU1) cin por el relativo descuido de los ltimos aos en comparacin con otras lneas de diferencia social y jerarqua. Corno vere1110S, las formas contemporneas de produccin, que llamaremos la produccin biopo- ltica, no se limitan a los fenmenos econmicos. sino que tienden a abarcar todos los aspectos de la vida social, incluidos la comunicacin, el conocimiento y los afectos. Tambin ser til tener en cuenta desde el principio que el concepto de multitud, o algo similar, hace tiempo que viene formando parte de las poderosas corrientes polticas del feminis- mo y el antirracismo. Cuando decimos que no desearnos un mundo en el que no hayan diferencias raciales o de gnero, un mundo en que la raza y el gnero no importen, en el sentido de que no determinen je- rarquas de poder, un mundo en que las diferencias puedan expresarse libremente, ese deseo se refiere a la multitud. Y por supuesto, para que las singularidades que componen la multitud despojen a las diferencias de sus aspectos restrictivos, negativos y destructivos, y para hacer de ellas nuestra fuerza (diferencias de gnero, de raza, de sexualidad, ete.), hay que transformar el mundo radicalmente." Desde la perspectiva socioeconmica, la multitud es el sujeto comn del trabajo, es decir, la carne verdadera de la produccin posmoderna, y al mismo tiempo el objeto al que el capital colectivo trata de convertir en cuerpo de su desarrollo global. El capital quiere que la multitud se convierta en unidad orgnica, exactamente C01110 el Estado desea con- vertirla en pueblo. En este punto es donde empieza a emerger, a travs de las luchas del trabajo, la figura biopolticamente productiva y real de la multitud, Cuando la carne de la multitud queda aprisionada y con- vertida en el cuerpo del capital global, se encuentra al mismo tiempo dentro y en contra del proceso de globalizacin capitalista. Pero la pro- duccin biopoltica de la multitud tiende a movilizar lo que comparte en comn y lo que produce en comn, contra el poder imperial del ca- ptal global. A su debido tiempo y contando con el desarrollo de su fi- gura productiva basada en lo comn, la multitud pasar a travs del Im- perio y emerger para expresarse autnomamente y gobernarse a s misma. Conviene tener en cuenta desde el primer momento la extensin que alcanza la dominacin del capital. El capital ya no se limita a regir 129 MULTITUI) deter minadas reas limitadas de la sociedad. Conforme su dominio impersonal se extiende a travs de toda la sociedad, mucho ms all de los muros de la fabrica, y geogrficamente por todo el planeta, el im- perio capitalista tiende a convertirse en un <<110 lugar; en realidad, to- dos los lugares. Fuera del capital ya no hay nada, COl110 tampoco hay nada fuera de la lgica del biopoder que hemos descrito en el captulo an- terior, y ese paralelismo no es casual, porque capital y biopoder funcio- nan en intima unin. Los lugares de explotacin, por el contrario, siern- pre son determinados y concretos, y por consiguiente se plantea la necesidad de entender la explotacin sobre la base de los lugares con- cretos donde se localiza y las formas especficas en que est organizada. Esto ha de permitirnos articular tanto una topologa de las distintas figuras del trabajo explotado corno una top0J!/qfa de su distribucin espacial en el mundo. Este anlisis tiene su utilidad, porque el lugar de explotacin es la principal localizacin donde surgen actos de rechazo y de xodo, de resistencia y de lucha. El anlisis nos llevar a la crtica de la econo- ma poltica de la globalizacin, basada en las resistencias a la formacin del cuerpo del capital global y en el potencial liberador de lus poderes comunes y compartidos por la multitud trabajadora global. 1 CLASES PELIGROSAS El error bsico de Stalin es desconfiar de los campe- smos. MAO ZEDONG Somos los pobres! LEMA DE LA PROTESTA SURAFRICANA El trabajo: su conversin en lo comn La multitud es un concepto de clase. Tradicionalmente, las teoras de la clase econmica se han decantado por la unidad o la pluralidad. El polo unitario se suele asociar a Marx y al postulado segn el cual en la so- ciedad capitalista tiende a producirse una simplificacin de las catego- ras de clase, de modo que todas las formas de trabajo se confunden en un sujeto nico, el proletariado, enfrentado al capital. El polo de la plu- ralidad lo ilustran con claridad los argUlnentos liberales, que aducen la inevtable multiplicidad de las clases sociales. De hecho, ambas perspec- tivas son verdaderas. En el primer caso, es verdad que la sociedad capi- talista se caracteriza por la divisin entre el capital y el trabajo, entre los propietarios de los bienes de produccin y los que no lo son, y es cier- to que las condiciones de trabajo y las condiciones de vida de los no propietarios tienden a adoptar caractersticas comunes. Ahora bien, el segundo caso tambin es verdad: es potencialmente infinito el nmero de clases que comprende la sociedad contempornea, basada no solo en las diferencias econmicas, sino tambin en las diferencias de raza, et- 131 MUITITUI) nia, geografia, gnero, sexualidad y otros factores. El hecho de que am- bas proposiciones en apariencia contradictorias sean ciertas quiz nos indica que esa alternativa tal vez es errnea.' La obligacin de elegir en- tre unidad y multiplicidad equivale a tratar la clase como un concepto meramente emprico y omite la consideracin de hasta qu punto la propia clase se define polticamente. La clase est determinada por la lucha de clases. Por supuesto es infi- nito el nmero de agrupaciones humanas concebibles, por el color del cabello, por el grupo sanguneo, cte., pero las clases que importan son las que se definen por las lneas de la lucha colectiva. En este sentido, la raza no es un concepto menos poltico que la clase econmica. Ni la etnicidad ni el color de la piel determinan la raza, que queda polticamente deter- minada por la lucha colectiva.Algunos sostienen que es la opresin racial lo que crea la raza, corri cuando Sartre, por ejemplo, postula que el anti- semitismo produce el judo. Pero convendra adelantar esta lgica un paso ms: la raza surge a travs de la resistencia colectiva a la opresin racial. De manera similar, la clase econmica se forma a travs de los actos de resis- tencia colectivos. Por consiguiente, la indagacin sobre la clase econmica, al igual que una indagacin sobre la raza, en vez de empezar por un mero catlogo de diferencias empricas, debe fijarse en las lneas de la resisten- cia colectiva al poder. Resumiendo: la clase es un concepto poltico, por cuanto una clase no es ni puede ser otra cosa sino una colectividad que lucha en comn. La clase tambin es un concepto poltico en un segun- do aspecto: una teora de la clase no solo refleja las lneas existentes de la lucha, sino que ha de proponer posibles lneas futuras. La misin de una teora de la clase, en este sentido, estriba en identificar las condiciones exis- tentes para posibles luchas colectivas y expresarlas en forma de proposiciones polticas. En efecto, la clase es un despliegue constituyente, un proyecto. Est claro que as es corno se debera leer la afirmacin de Marx sobre la tendencia al modelo binario de estructuras de clase en la sociedad capita- lista. La proposicin emprica no es que la sociedad est caracterizada ya por una sola clase de trabajo que se ve confrontada por una sola clase de capital. En los escritos histricos de Marx, por ejemplo, se analizan por se- parado numerosas clases de trabajo y de capital. La proposicin emprica de la teora de la clase en Marx afirma que existen las condiciones que ha- 132 MULTITUI) cen posible la formacin de una sola clase de trabajo, y esa proposicin en realidad forma parte de una propuesta poltica que apunta a la unificacin de las luchas del trabajo en el proletariado C0l110 clase. En ese proyecto poltico radica fimdamentalmente la diferencia entre el concepto binario de clase de Marx y los modelos liberales del pluralismo de clase. Llegados a este punto, la vieja distincin entre luchas econmicas y luchas polticas se convierte en un mero obstculo para la comprensin de las relaciones de clase. De hecho, clase es un concepto biopoltico, y al mismo tiempo econmico y poltico..f Y cuando decimos biopoliti- co quereIl10s manifestar que nuestra interpretacin del trabajo no pue- de reducirse al trabajo asalariado, sino que ha de referirse a las capaci- dades creadoras humanas en toda su generalidad. Los pobres, como luego demostraremos, no se excluyen de esa concepcin de clase, sino que ocupan en ella un lugar central. Con el concepto de multitud, pues, se quiere significar, en un primer momento, que una tema de la clase econmica no tiene por qu elegir entre unidad y pluralidad. La multitud es uria multiplicidad irreductible; las diferencias sociales singulares que constituyen la multitud han de ha- llar siempre su expresin, y nunca nivelarse en la uniformidad, la unidad, la identidad o la indiferencia. Sin embargo, la multitud no es una mera multiplicidad fragmentada y dispersa. Es cierto, desde luego, que las vie- jas identidades se han fi-agmentado y alejado en nuestra vida social pos- moderna. Ms adelante, en este mismo captulo, estudiaremos cmo las identidades compactas de los obreros industriales en los pases dominan- tes han sido socavadas por los contratos precarios y la movilidad forzosa de las nuevas formas de trabajo, cmo los movimientos migratorios han puesto en tela de juicio las nociones tradicionales de identidad nacional, cmo ha cambiado la identidad familiar, y as sucesivamente. La fractura de las identidades modernas, sin embargo, no es bice para que las singu- laridades acten en c0111n. Esa era, precisamente, la definicin de mul- titud que adelantbamos al comienzo: unas singularidades que actan en comn. La clave de esa definicin es el hecho de que no existe contra- diccin conceptual ni real entre singularidad y comunalidad. En un segundo momento, el concepto de multitud viene a reformular el proyecto poltico rnarxiano de la lucha de clases. Desde esa perspec- 133 MUITITUI) tiva. la multitud no se funda tanto en la existencia emprica actual de la clase COIno en sus condiciones de posibilidad. En otras palabras, la pregunta que debemos plantearnos no es qu es la multitud?, sino qu puede llegar a ser la multitud?. Evidentemente, tal proyecto po- ltico debe fimdamentarse en un anlisis emprico que muestre las con- diciones comunes de los posibles integrantes de la multitud.Y condi- ciones comunes, por supuesto, no quiere decir uniformidad ni unidad, aunque s requiere que las diferencias de naturaleza o de especie no dividan a la multitud. Eso implica que los innumerables tipos espec- ficos de trabajo, formas de vida y localizacin geogrfica, que necesa- r iamente siempre permanecern, no imposibiliten la comunicacin y la colaboracin en un proyecto poltico comn. Ese posible proyecto comn presenta, de hecho, algunas semejauzas con el de una serie de poetas-filsofos del siglo XIX, desde Holderlin y Leopardi hasta Rirn- baud, que tomaron la antigua nocin de la lucha del hombre contra la naturaleza y la transformaron en un elemento de solidaridad de todos los que se rebelan contra la explotacin. (En realidad, su situacin frente a la crisis de la Ilustracin y del pensamiento revolucionario no es demasiado diferente de la nuestra.) De la lucha contra las limitaciones, la avaricia y la crueldad de la naturaleza hasta la plusvala y la abundan- cia de la productividad humana: esa es la base material de un proyec- to comn autntico que invocaron profticamente aquellos poetas- filsofos. s En nuestro planteamiento inicial concebimos la multitud corno la totalidad de los que trabajan bajo el dictado del capital y forman, en potencia, la clase de los que no aceptan el dictado del capital. El con- cepto de multitud, por lo tanto, es nluy diferente del de clase obrera, al menos en la forma en que se utiliz este concepto durante los siglos XIX y xx. El concepto de clase trabajadora es fimdamentalmente un concepto restringido, basado en exclusiones. En la ms limitada de estas interpre- taciones, la clase obrera se refera al trabajo fabril, excluyendo as otro tipo de clases trabajadoras. En su concepcin ms amplia, la clase traba- jadora se refiere a todos los obreros asalariados, excluyendo as las otras clases no asalariadas. En relacin con la clase obrera, la exclusin de las otras formas de trabajo se basaba en la nocin de que hay diferencias de 134 MULTITUD naturaleza entre ellas, por ejemplo, entre el trabajo fabril masculino y el trabajo reproductivo femenino, o entre el trabajo fabril y el trabajo agr- cola, entre los empleados y los desempleados, entre los trabajadores y los pobres. La clase trabajadora se conceba como una clase productiva pri- mordial, directamente sometida al dictado del capital y, por lo tanto, corno el nico sujeto capaz de actuar con eficacia contra el capital. Las dems clases explotadas tal vez lucharan tambin contra el capital, pero subordinadas al liderazgo de la clase obrera. Fuera o no cierto en el pasado, el concepto de multitud descansa en el hecho de que ya no es cierto hoy da. En otras palabras, este concepto descansa en el postula- do de que no hay prioridad poltica entre las formas de trabajo: hoy todas las formas de trabajo son socialmente productivas, producen en co- mn, y comparten tambin el potencial comn de oponer resistencia a la dominacin del capital. Considermoslo como la igualdad de opor- tunidades de la resistencia.Y quede claro que no decimos que el traba- jo fabril o la clase obrera no sean importantes, sino nicamente que no ostentan ningn privilegio poltico en relacin con otras clases de tra- bajo en el seno de la multitud. As pues, en contraste con la exclusin que caracteriza el concepto de clase obrera, el concepto de multitud es abierto y expansivo. La multitud proporciona su definicin ms amplia al concepto de proletariado como la totalidad de quienes trabajan y produ- cen bajo el dominio del capital. A la hora de verificar este concepto de multitud y su proyecto poltico, tendremos que establecer que, en efecto, las diferencias que fundamentaban la divisin del trabajo ya no son apli- cables; en otra palabras, hoy existen condiciones para que los diversos ti- pos de trabajo se comuniquen. colaboren y entren a integrar lo comn. Antes de prestar atencin a las figuras del trabajo que tradicionalmente han sido excluidas de la clase obrera, enlpezaremos por una breve consi- deracin de las lneas generales a lo largo de las cuales ha cambiado la clase obrera misma, en especial con respecto a su posicin hegemnica en la economa. En todo sistema econmico coexisten numerosas y diferentes formas de trabajo, pero siempre hay una figura que ejerce su hegemona sobre las dems. Esta figura hegemnica ejerce un efecto centrpeto que va transformando a las dems, de modo que estas adoptan SllS cualidades centrales. La figura hegemnica no domina en trminos cuantitativos, sino 135 MULTITU]) ms bien por la manera en que ejerce una capacidad de transformacin sobre las dems. Aqu la palabra hegemona denota una tendencia. En los siglos XIX y XX, el trabajo fabril fue hegemnico en la eco- noma global, aun sin dejar de ser minoritario en trminos cuantitati- vos con respecto a otras formas de produccin, como la agrcola." La industria era hegemnica en el sentido en que ejerca una atraccin cen- trpeta sobre otras formas: la agricultura. la minera e incluso la socie- dad misma se vieron obligadas a industrializarse. No solo las prcticas mecnicas, sino tambin los ritmos de vida del trabajo industrial y los horarios fabriles transformaron gradualmente todas las dems institucio- nes sociales, como la familia, la escuela y las fuerzas armadas, En mbi- tos tales corno la agricultura industrializada, las prcticas de trabajo trans- formadas naturalmente continuaron siendo siempre diferentes de las existentes en la industria, pero tambin compartieron cada vez ms ele- mentos en comn. Este es el aspecto del proceso que ms nos interesa: la multiplicidad de las formas concretas y especficas del trabajo man- tiene sus diferencias, pero al mismo tiempo tiende a acumular un n- mero cada vez mayor de elementos comunes. En los ltimos decenios del siglo xx, el trabajo fabril perdi su hgemona y en su lugar emergi el trabajo inmaterial es decir, el trabajo que crea bienes inmateriales, como el conocimiento, la informa- cin, la comunicacin, una relacin o una respuesta emocional.' Algu- nos trminos convencionales como trabajo de servicio, trabajo intclcc- tual o trabajo cognitivo aluden a aspectos del trabajo inmaterial, pero ninguno de ellos capta toda su generalidad. Para un planteamiento ini- cial podernos concebir dos formas principales de trabajo inmaterial. La primera se refiere al trabajo primordialmente intelectual o lingstico, como la resolucin de problemas, las tareas simblicas y analticas, y las expresiones lingiiisticas." Este tipo de trabajo inmaterial produce ideas, simbolos, cdigos, textos, figuras lingsticas, imgenes y otros bienes por el estilo. En cuanto a la otra forma principal de trabajo inmaterial, la de- nominaremos trabajo afectivo. A diferencia de las emociones, que son fenmenos mentales, los afectos actan por igual sobre el cuerpo y la mente, De hecho, los afectos como la alegra y la tristeza revelan el es- tado vital actual en todo el organismo, expresan cierto estado corporal 136 MULTlTU1J y, al mismo tiempo, cierta manera de pensar.') Por consiguiente, el tra- bajo afectivo es el que produce o manipula afectos, como las sensacio- nes gratas o de bienestar, la satisfaccin, la excitacin o la pasin. Re- conocemos el trabajo afectivo, por ejemplo, en la labor de los asesores jurdicos, de las azafatas de vuelo o de los trabajadores de los estable- cimientos de comidas rpidas (servir con una sonrisa). Una indicacin de la creciente importancia del trabajo afectivo, al menos en los pa- ses dominantes, la tenernos en la insistencia de los empresarios en re- clamar educacin, actitud, carcter y conducta prosocial como ap- titudes bsicas que se solicitan a los empleados. lo Decir que se necesita un trabajador con buena actitud y capacidad para desenvolverse social- mente es otra manera de calificar a una persona idnea para el trabajo afectivo. Muchos puestos de trabajo actuales implican una combinacin de ambas formas. Un creador de comunicacin, por ejemplo, ciertamente realiza operaciones lingsticas e intelectuales, pero es inevitable que tam- bin intervenga el factor afectivo en la relacin entre las partes que se comunican. Se dice que los periodistas y los medios de comunicacin en general, adems de transmitir informacin, deben conseguir que la noticia sea atractiva, interesante, deseable. De este modo, los medios de comunicacin crean afectos y formas de vida." En realidad, todas las formas de comunicacin combinan la produccin de smbolos, de len- guaje y de informacin con la produccin de afectos. Por otra parte, el trabajo inmaterial casi siempre se combina con alguna forma de traba- jo material: el personal sanitario, por ejemplo, realiza tareas afectivas, cognitivas y lingsticas al mismo tiempo que un trabajo material, como limpiar cuas y cambiar vendajes. El trabajo que interviene en toda produccin inmaterial, subray- maslo una vez ms, sigue siendo material; involucra nuestros cuerpos y mentes, igual que cualquier otra clase de trabajo. Lo que es inmaterial es su producto. Admitirnos que, en este aspecto, la expresin de trabajo inmaterial es nlUY ambigua. Quiz sera preferible interpretar la nueva forma hegemnica como trabajo biopolitico, es decir, un trabajo que no solo crea bienes materiales, sino tambin relaciones y, en ltima ins- tancia, la propia vida social. Con el trmino biopolitico indicamos que 137 MUITITUI) las distinciones tradicionales entre lo econmico, lo poltico, lo social y lo cultural se confunden cada vez ms, Pero, por otra parte, el adjetivo biopoltico presenta muchas complejidades conceptuales aadidas; por eso nos parece que la nocin de inmaterialidad. aunque ambigua, faci- lita la comprensin inicial y adems indica mejor la tendencia general que revisten las transformaciones econmicas. Cuando postulamos que el trabajo inmaterial tiende a asumir la posicin hegemnica na decimos que en el mundo actual la mayora de los trabajadores se dediquen fundamentalmente a producir bienes inma- teriales. Muy al contrario, el trabajo agrcola sigue siendo dominante des- de el punto de vista cuantitativo, corno viene ocurriendo desde hace siglos y el trabajo industrial no ha declinado en trminos numricos a escala mundial. El trabajo inmaterial es una parte minor-itar-ia del trabajo global y adems se concentra en algunas de las regiones dominantes del planeta. Lo que sostenemos es que el trabajo inmaterial ha pasado a ser he,Remnico e11 trminos cualitativos, y marca la tendencia a las dems for- mas de trabajo y a la sociedad misma. En otras palabras, el trabajo inrna- terial se encuentra ahora en la situacin en que estaba el trabajo indus- trial hace ciento cincuenta aos, cuando representaba una pequea fraccin de la produccin global y se hallaba concentrado en una parte reducida del mundo, pese a lo cual ejerci su hegemona sobre todas las dems formas de produccin. Y lo mismo que en aquella fase tendie- ron a industrializarse todas las formas de trabajo y la sociedad misma, hoy el trabajo y la sociedad se informatizan, se hacen inteligentes, se vuel- ven comunicativos y afectivos. En ciertos aspectos, las clases subordinadas del perodo de hegemona industrial proporcionan la clave para comprender las caractersticas esen- ciales de la hegemona del trabajo inmaterial. Por una parte, el agricul- tor siempre necesit poner en juego los conocimientos, la inteligencia y la innovacin caractersticos del trabajo inmaterial. Ciertamente, el trabajo agrcola es agotador: hay que inclinarse mucho para labrar la tie- rra, corno no i6'110ra quien haya trabajado alguna vez en los campos. Pero la agricultura tambin es una ciencia. Todo campesino es un qumico que sabe asignar los cultivos idneos segn la composicin del suelo, y que transforma los frutos y la leche en vinos y quesos. Es tambin un 13H MULTITUD bilogo conocedor de la gentica, que selecciona las mejores semillas para mejorar las variedades cultivables, y un meteorlogo que interpreta los fenmenos del cielo. El agricultor necesita conocer la tierra y cola- borar con ella, respetando sus ritmos. En la determinacin de las me- jores fechas para la siembra o la recoleccin intervienen clculos C0111- pIejos. No estarnos ante unos actos espontneos o intuitivos, ni ante la repeticin rutinaria de lo hecho en el pasado. Se trata de decisiones basadas en conocimientos tradicionales puestos en relacin con la ob- servacin de las condiciones presentes, y renovadas constantemente por obra de la inteligencia y de la experimentacin. (De manera similar, el campesino debe ser tambin un experto financiero que sepa leer las incesantes fluctuaciones de los mercados para determinar la ptima comercializacin de sus productos.) Este tipo de ciencia abierta, ca- racterstica de la agricultura, que adems necesita tener en cuenta los cambios impredecibles de la naturaleza, sugiere el tipo de conocimien- to esencial para el trabajo inmaterial mejor que las ciencias mecanicis- tas del mundo fabril. Por otra parte, otra forma de trabajo subordinada bajo la hegcmo- na industrial, las denominadas tradicionalmente labores femeninas), en particular el trabajo reproductivo en el hogar, no solo requiere el mis- mo tipo de ciencia abierta, de inteligencia y conocimientos intirnamente asociados a la naturaleza, sino que es tambin un ejemplo de trabajo afectivo, es decir, un caso de produccin inmaterial. Cuando estudia este trabajo afectivo, el feminismo socialista recurre a trminos corno ocu- pacin familiar, trabajo maternal y trabajo asistencial." Ciertamente, las tareas domsticas implican actividades materiales repetitivas como lavar y cocinar, pero tambin una produccin de afectos, de relaciones, y de fonnas de comunicacin entre los nios, en la familia y en la cornuni- dad. El trabajo afectivo es produccin biopoltica por cuanto produce directamente relaciones sociales y formas de vida. El trabajo afectivo que debe su reconocimiento al feminismo y los conocimientos e inteligencia caractersticos del trabajo agrcola nos han proporcionado claves importantes para comprender las peculiaridades del paradigma inmaterial, pero eso no significa que la condicin del cam- pesino, ni la de la mujer, hayan mejorado bajo la hegemonia del traba- 139 MULTITUD jo inmaterial. Por una parte, el agricultor, pese a su inteligencia y co- nocimientos, sigue vinculado a la tierra y, corno veremos, en la econo- mia global padece formas de explotacin todava ms brutales. Por otra parte, el trabajo afectivo, aunque haya pasado a ocupar un lugar central para muchas tareas productivas bajo la: hegemona del trabajo inmate- rial, sigue siendo desempeado mayoritariamente por mujeres en posi- ciones subordinadas. O mejor dicho, el trabajo de elevado componen- te afectivo se halla generalmente feminizado, se le reconoce menos autoridad y est peor remunerado. Las nmjeres empleadas en activida- des paralegales o de enfermera, por ejemplo, no solo realizan la tarea afectiva de establecer relaciones con los clientes o los pacientes, y la de gestionar las dinmicas administrativas, sino que adems se ocupan del bienestar de sus jefes, hombres por lo general, como los juristas y los m- dicos. (Las huelgas y manifestaciones de las enfermeras en Francia a co- mienzos del decenio de 1990 ilustran bien la base de gnero que tiene la explotacin del trabajo afectivo y material.) LI Adems, cuando la pro- duccin afectiva pasa a formar parte del trabajo asalariado, a menudo constituye una experiencia profundamente alienante: vendo mi capaci- dad para Crear relaciones humanas, algo extremadamente ntimo, al arbitrio del cliente y del patrono." El concepto de alienacin siempre fue poco adecuado para entender la explotacin de los trabajadores industriales, pero hoy, en esta esfera que muchos todava no quieren re- conocer como un trabajo autntico -el del trabajo afectivo, as como el de la produccin de conocimiento y la produccin simblica-, la alienacin proporciona una clave conceptual til para comprender la ex- plotacin. Por lo tanto, la hegemona del trabajo inmaterial no significa que todo el trabajo se haga ms agradable o gratificante, ni disminuye la jerarquizacin y el autoritarismo en los puestos de trabajo ni la polari- zacin del mercado laboral. Por supuesto, nuestra nocin de trabajo inmaterial no debe confundirse con los sueos utpicos del decenio de 1990, cuando se hablaba de una nueva economa gracias a la cual, y principalmente por efecto de la innovacin tecnolgica, de la globali- zacin y de las alzas burstiles, todos bamos a disfrutar de trabajos in- teresantes y satisfactorios, democratizacin de la riqueza y desaparicin 140 MULTITU[) definitiva de las recesiones econmicas. l . ~ Sin embargo, es cierto que la hegemona del trabajo inmaterial tiende a modificar las condiciones de trabajo. Consideremos, por ejemplo, la transformacin de la jornada en el paradigma inmaterial, es decir, la creciente indefinicin de la lnea divisoria entre el tiempo de trabajo y el tiempo de ocio. En el paradig- n13 industrial, los obreros producan casi exclusivamente dentro del horario fabril. Pero cuando la produccin se encamina a resolver un problema, o a crear una idea o una relacin, el trabajo tiende a llenar todo el tiempo disponible. Las ideas o las imgenes no se le ocurren a uno solo en la oficina, sino mientras est duchndose, a veces, o dormido y soando. Una vez ms, las caractersticas tradicionales de la agricultura y de las tareas domsticas acuden en nuestro auxilio para que compren- damos este cambio. El trabajo agrcola, por supuesto, no tena horarios; se trabajaba en los campos desde el amanecer y todo el tiempo que fuese necesario, hasta que se hiciera de noche. Las condiciones tradicionales del trabajo domstico de la mujer destruye todava ms claramente las divisiones de la jornada laboral y la expande hasta llevar toda una vida. Algunos economistas utilizan los trminos fordismo- y posfordis- mo. para describir el paso de una economa caracterizada por los em- pIeos estables a largo plazo tpicos del trabajo fabril a otra definida por las relaciones laborales flexibles, mviles y precarias: .flexibles porque el trabajador debe adaptarse a tareas diferentes; mviles porque salta con fre- cuencia de unos puestos a otros; precarias porque ya no hay contratos que garanticen un empleo estable a largo plazo. ro Mientras que la moderni- zacin econmica que desarroll las relaciones de trabajo fordistas se centr en las economas de escala y estableci grandes sistemas de pro- duccin e intercarnbio, la posmodernizacin econmica. con sus rela- ciones de trabajo posfordistas, desarrolla sistemas a pequea escala y ms flexibles. La ideologa econmica bsica que inspira la posmodernizacin se basa en la idea de que los sistemas monolticos de produccin e in- tercambio a gran escala son un obstculo para la eficiencia, y que esta requiere sistemas de produccin capaces de responder de manera rpi- da, as como pautas de comercializacin diferenciadas que permitan poner en prctica estrategias especializadas. La emergencia de formas posfordistas de produccin agrcola, por ejemplo, se caracteriza por los 141 MULTITUD correspondientes cambios tecnolgicos. Mientras que la modernizacin agrcola situ el centro de gravedad en las tecnologas mecnicas, des- de el tractor sovitico hasta el sistema de riego californiano, la posmo- dernizacin agrcola desarrolla innovaciones biolgicas y bioqunlicas en paralelo con sistemas especializados de produccin como los inverna- deros, la iluminacin artificial y la agricultura hidropnica." El efecto de estas nuevas tcnicas y tecnologas consiste en sustituir la produccin agrcola de los mtodos a gran escala y favorecer las explotaciones ms especializadas a una escala ms pequea. Adems, al igual que se infor- macionaliza la produccin industrial posrnodema, por ejemplo, mediante la integracin de las tecnologas de la comunicacin en los procesos in- dustriales existentes, tambin se ha intorrnacionalizado la agricultura, en especial en lo que se refiere a las sernillas. Una de las luchas ms inte- resantes de la agricultura, para plantear un ejemplo que expondremos COn algn detalle, es la que gira alrededor de la cuestin de quin es el dueo del germoplasmn vegetal, es decir, de la informacin gentica contenida en las semillas. Las corporaciones de biotecnologa han pa- tentado nuevas variedades creadas por ellas, lo que hoy suele implicar la intervencin de la ingeniera gentica, pero han sido los agricultores quienes han descubierto, conservado y mejorado los recursos genticos vegetales, sin que ello haya implicado el reconocimiento de un derecho de propiedad comparable. Por eso la Organizacin de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentacin (FA) ha propuesto un concepto de derecho del cultivador a plantar recursos genticos, con intencin de contrapesar los derechos del genetista." No es nuestro objetivo elogiar ni condenar estas prcticas. Algunas intervenciones cien- tficas en agricultura son beneficiosas y otras son perjudiciales. Lo que tratamos de sealar aqu es que tanto los procesos de cambio en la agri- cultura como la lucha por los derechos dependen cada vez ms del con- trol y la produccin de informacin, que en este caso concreto son in- formaciones genticas de las plantas. Este es uno de los modos en que se est informacionalizando la actividad agrcola. En lneas generales, la hegemona del trabajo inmaterial tiende a transformar la organizacin de la produccin, pasando de las relaciones lineales de la cadena de montaje a las relaciones innumerables e inde- 142 MUlTITUD terminadas de las redes distribuidas. La informacin, la comunicacin y la cooperacin se convierten en normas de produccin, y la red pasa a ser su forma de organizacin dominante. Por lo tanto, los sistemas tc- nicos de produccin mantienen una estrecha correspondencia COll su composicin social: por un lado, las redes tecnolgicas; por otro, la coo- peracin de los sujetos sociales puesta en prctica. Esa corresponden- cia define la nueva topologa del trabajo, y tambin caracteriza las nue- vas prcticas y estructuras de explotacin. Ms adelante, en nuestro Excurso 1, argumentaremos cmo la explotacin vigente bajo la hege- monia del trabajo inmaterial ya no es, principalmente, la expropiacin del valor medido en trminos de tiempo de trabajo individual o co- lectivo, sino ms bien la captacin del valor producido por el trabajo cooperativo, y que se hace cada vez ms comn a consecuencia de su circulacin a travs de redes sociales. Las formas centrales de la coope- racin productiva ya no las crea el capitalista como parte del proyecto de organizacin del trabajo sino que, cada vez ms, emergen de las energas productivas del trabajo luismo. Esta es, de hecho, la caracterstica clave del trabajo inmaterial: producir comunicacin, relaciones sociales y coo- peracin. La hegemona del trabajo inmaterial crea relaciones comunes y for- mas sociales comunes que, en cierto modo, son mucho ms pronunciadas que nunca. Desde luego, toda forma hegemnica de trabajo crea ele- mentos comunes, y as corno la modermzacin econmica y la hege- mona del trabajo industrial pusieron a la agricultura y a los dems sec- tores de actividad en lnea con las tecnologas, las prcticas y las relaciones econmicas bsicas de la industria, de manera parecida la posmoderni- zacin econmica y la hegemona del trabajo inmaterial han ejercido efectos transformadores comunes, como ya hemos cementado. En par- te se debe a la presencia de bases de comunalidad recin creadas, y en parte al hecho de que ahora distinguimos con ms claridad las que ya existan, COUlO en nuestro ejemplo del papel de la informacin y de los conocimientos cientficos en la agricultura. En el caso del trabajo inrna- terial, sin embargo. la diferencia estriba en que los productos mismos son inmediatamente sociales y comunes en muchos aspectos. La produccin de comunicacin, relaciones afectivas y conocimientos, a diferencia de 143 MULlTIUI) la produccin de automviles y mquinas de escribir, puede ampliar directamente el mbito de la colaboracin en comn, Lo cual no sig- nifica, repitmoslo una vez ms, que las condiciones de trabajo y de la produccin lleguen a ser las mismas en todo el mundo, ni en los dife- rentes sectores de la actividad econmica. Nosotros postulamos que los numerosos ejemplos singulares de procesos de trabajo, condiciones de produccin, situaciones locales y experiencias vividas coexisten con una transformacin en algo comn, en un plano de abstraccin diferente, de las formas de trabajo y de las relaciones generales de produccin e intercambio, y que no hay contradiccin entre esa singularidad y esa co- munahdad. Esa transformacin en algo comn. que tiende a reducir las divisiones cualitativas en el seno del trabajo, es la condicin biopoltica de la multitud. Confrontacin con la realidad. Qu pruebas tenemos para apoyar nuestra teora de una hegernona del trabajo inmaterial? Ya hemos di- cho que, como nuestro postulado se refiere a una tendencia, nadie ha soste- nido que el trabajo inmaterial sea hoy dominante en trminos cuanti- tativos. La prueba principal y ms concreta la hallarnos en las tendencias del empleo. En los pases dominantes, el trabajo inmaterial es central en la mayora de los empleos que las estadsticas sealan como de ms r- pido crecimiento como, por ejemplo, el personal de restauracin, los re- presentantes comerciales, los tcnicos en informtica, el personal docente y los trabajadores de la salud. 1') Hay una tendencia paralela a trasladar muchas formas de produccin mater-ia] de los sectores industrial y agr- cola a otras partes del mundo subordinadas. Estas tendencias del empleo muestran que la hegemonin del trabajo inmaterial emerge en coordina- cin con las divisiones globales existentes del trabajo y del poder. Un segundo tipo de prueba, que ha de considerarse bajo criterios ms bien cualitativos, es que otras formas de trabajo y de produccin estn adop- tando algunas caractersticas de la produccin inmaterial. No solo se integran los ordenadores en todos los tipos de produccin, sino que, de manera ms general, los mecanismos de comunicacin la informacin los conocimientos y los afectos estn transformando l ~ s prcticas p r o ~ ductivas tradicionales, del mismo modo en que la agricultura se ve afec- tada por el control de la informacin contenida en las semillas. En ter- 144 MULTITUD cer lugar, el carcter central del trabajo inmater-ial se refleja en la cre- ciente importancia de las formas inmateriales de propiedad que gene- ra. Ms adelante analizaremos las complicadas cuestiones jurdicas que se plantean en relacin con las patentes, los derechos de autor y otros varios bienes inmateriales que recientemente se han considerado suscep- tibles de proteccin como propiedad privada. Por ltimo, la prueba ms abstracta y general es que la forma de red distribuida, caracterstica de la produccin inmaterial. est apareciendo en todas las facetas de la vida social como la manera de entender todo, desde las funciones neurales a las organizaciones terroristas. Esta es la funcin clave de una forma he- gemnica de produccin: transformar toda la sociedad a su imagen y semejanza, una tendencia que ninguna estadstica puede reflejar. La ver- dadera demostracin de esa tendencia, en realidad, es que la produccin se vuelve biopoltica. El crepsculo del mundo campesino La figura del campesino plantea tal vez el mayor desafio al concepto de multitud, porque acarrea un lastre tan enorme de historia econmica. cul- tural y poltica que la sita como algo externo y cualitativamente diferente de la clase obrera industrial y del resto de clases trabajadoras. De hecho, es un lugar comn considerar al campesino y la vida rural como inmutables a lo largo de siglos e incluso milenios.?" Acaso tiene la humanidad nada tan eterno y fundamental corno la figura del campesino en estrecho con- tacto con la tierra que labra para producir alimentos? Conviene tener pre- sente, sin embargo, que no todos los agricultores son campesinos: el cam- pesino es una figura histrica que designa cierta manera de trabajar la tierra y de producir dentro de un conjunto especfico de relaciones socia- les. El campesinado tuvo su origen y,a su tiempo, desaparecer. Ello no sig- nifica que deje de existir la produccin agrcola, ni la vida rural, ni nada por el estilo. Significa que las condiciones de la produccin agrcola ca111- bian, yen concreto, corno trataremos de demostrar, que devienen cornu- nes con las de la minera, la industria, la produccin inmaterial y otras for- rnas de trabajo, por cuanto la agricultura se relaciona con otras formas de 145 MULTITUD produccin y ya no representa un modo de produccin y de vida inde- pendiente y aislado. La agricultura, al igual que los dems sectores, se hace cada vez ms biopoltica.Y esta transformacin en algo comn, C01110 ya hemos dicho, es la condicin que hace posible la existencia de la multitud. El campesinado es, primordialmente, un concepto econmico que designa una posicin especfica dentro de las relaciones de produccin y de intercambio. En una primera aproximacin, podernos definir a los campesinos como aquellos individuos que labran la tierra, producen principalmente para el autoconsumo, estn parcialmente integrados y subordinados dentro de un sistema econmico ms amplio, y son pro- pietarios de, o tienen acceso la tierra y los tiles necesarios." As pues, los dos ejes centrales de la definicin estn vinculados a las relaciones de propiedad y de intercambio. Vale la pena subrayar, para evitar con- fusiones, que las comunidades campesinas no estn aisladas econmica- mente como 10 estuvieron algunas formas tradicionales de produccin agrcola, ni estn plenamente integradas en los mercados nacionales o globales como lo estn las explotaciones agrarias capitalistas. Estn en una posicin intermedia de integracin parcial, y su produccin se orienta en primer lugar, aunque no en exclusiva, a su propio consumo." Esta definicin comnmente aceptada del campesinado, sin embargo, no es lo suficientemente precisa, pues no diferencia con exactitud 10 que concierne a la propiedad. Mao Zedong, por ejemplo, durante sus tem- pranas investigaciones sobre el campesinado chino, reconoci que para extraer del trmino econmico un sentido poltico necesitaba dividir al campesinado en funcin de la propiedad de la tierra, distinguiendo tres categoras: los campesinos ricos, propietarios de grandes fincas y equi- pamiento abundante, lo que les permita contratar a otros para que les ayudasen a trabajar sus tierras; los medianos, dueos de tierras y aperos suficientes, y que recurran fundamentalmente al trabajo familiar: y los campesinos pobres, que arrendaban tierras o cosechas y que a menudo re- curran a vender parte de su trabajo a otros." La divisin fundamental del anlisis de Mao entre campesinado propietario y no propietario da lu- gar a una tendencia centrfuga en cada extremo de la clasificacin: por arri- ba los campesinos ricos se asemejan a los grandes terratenientes porque tienen propiedades suficientes para contratar a otros; por abajo, los caI11- 146 MULTITU1) pesinos pobres no se diferencian mucho de los braceros o jornaleros, por cuanto no tienen ninguna propiedad o la que tienen no es suficiente. Los campesinos considerados medianos- destacan en este anlisis conlO la categora ms ntida e independiente conceptual y socialmen- te. Quiz por este motivo las definiciones habituales del campesinado COl110 clase remiten a este grupo social de productores agrcolas auto- suficientes y pequeos propietarios. Sin embargo, la tendencia de la poca moderna respecto de la composicin de clase del campesinado revela una drstica reduccin del nmero de este campesinado media- no, en paralelo con la tendencia centrfuga sealada en el anlisis de Mao. Por arriba, los grandes propietarios consiguen acaparar ms tierras, hasta que se confunden con los latifundistas y, pot abajo, la mayora de los campesrnos pobres se ven excluidos de las formas tradicionales de po- sesin de tierras (como la aparcera) y se convierten en simples jorna- leros agrcolas. En este proceso, el campesinado mediano desaparece ha- cia una u otra vertiente de la situacin descrita. Esa tendencia histrica centrfuga guarda correspondencia con los procesos de nlodernizacin tanto en la forma capitalista como en la socialista. Cuando Stalin lanz su programa de colectivizacin, el rgi- men sovitico crey que esa estrategia impulsara la produccin agrcola hacia las economas de escala y facilitara el empleo de tecnologas y equipos ms avanzados. La colectivizacin, en una palabra, llevara los tractores a los campos.24 Desde el primer nl0mento qued claro, y no solo para los lderes, sino tambin los propios campesinos, que el cruel proceso de colectivizacin no se diriga nicamente contra los campesi- nos ricos, los kulaks, acusados de acaparar los cereales, sino contra todos los campesinos que posean tierras, y en realidad, contra el conjunto del campesinado corno clase. A corto plazo, el proceso de colectivizacin no tuvo el xito esperado en trminos de productividad y eficiencia agr- cola (la obstinada resistencia de los campesinos garantizaba ese fracaso)," C01110 posiblemente tampoco se lograron las economas de escala a lar- go plazo, aunque ese es un punto de debate que ha quedado largamente oscurecdo por la ptopaganda de la guerra fra. El punto princpal que tratarnos de subrayar aqu 5 que la modernizacin socialista de la agri- cultura, adoptada e imitada en gran medida por los chinos." no solo 147 MULnTUI) llev los tractores al campo, sino, y an ms importante, transform de manera irreversible las relaciones agrcolas de produccin e intercambio, adems de eliminar definitivamente al campesinado como clase econmi- ca. Apenas tiene sentido seguir aplicando el nombre de campesinos a los trabajadores agrcolas de las grandes explotaciones colectivizadas o esta- tales que no son propietarios y que producen alimentos destinados a ser distribuidos a escala nacional, C01110 tampoco lo tendra seguir llaman- do campesinas) a las poblaciones que dejaron los can1pos para entrar a trabajar en las fabricas. Por otra parte, los procesos subsiguientes de des- colectivizacin de la produccin agrcola despus de la era sovitica y despus de Mao han restablecido en diversos grados la propiedad pri- vada de la tierra, pero no han reconstruido las relaciones de intercam- bio que definan al campesino, es decir, la produccin destinada en pri- mer lugar al autoconsurno y la integracin parcial en mercados ms amplios, La conversin de la propiedad estatal y colectiva en diversas formas de propiedad privada no constituye un retorno al campesinado tradicional y al viejo orden sino la creacin de una nueva condicin vin- culada a las relaciones capitalistas globales de produccin e intercambio. D En Jos pases capitalistas, la transformacin de las relaciones de pro- duccin agrcolas emprendi un camino diferente, o varios caminos en realidad, aunque para llegar a una conclusin similar. En Estados Uni- dos, por ejemplo, el mercado capitalista (yen ltimo trmino, los ban- cos) declar a comienzos del siglo xx que la produccin agrcola de los pequeos propietarios era inviable, y provoc una multitudinaria trans- ferencia de las poblaciones rurales a las reas urbanas y semiurbanas. La radical consolidacin de la propiedad en forma de grandes explotacio- nes, y finalmente en manos de grandes corporaciones agrarias de nego- cios, estuvo acompaada de un gran salto hacia delante de la producti- vidad gracias a la gestin del agua, la mecanizacin, los tratamientos qumicos, etc. La explotacin familiar y el pequeo productor agrcola independiente desaparecieron n1uy pronto." Como la familia de los Joad en Las uvas de la ira de John Steinbeck, los campesinos perdieron sus pro- piedades y tuvieron que buscarse la vida corno pudieron. En Europa el proceso fue ms diverso y abarc un perodo ms prolongado. En In- glaterra, por ejemplo, la propiedad agraria qued concentrada en gran- 148 MU1TlTUI) des explotaciones desde comienzos de la poca moderna; en Francia, por el contrario, la pequea propiedad resisti mucho tiempo. Otra diferencia bsica: mientras sobreviva la servidumbre medieval en los pases del este de Europa, en los occidentales el trabajo agrcola disfrutaba de una li- bertad relativa." Sin embargo, a finales del siglo xx incluso los peque- os propietarios supervivientes estaban tan integrados en las relaciones de intercambio nacionales y globales que ya no podan seguir siendo considerados canlpesinos.-'If En los pases capitalistas subordinados, la historia del campesinado y de la produccin agrcola es mucho ms compleja. Ante todo hay que tener en cuenta que, en muchos lugares, las relaciones de produccin y de intercambio que acabamos de describir eran un fenmeno relativamente reciente, creado por la colonizacin europea. Antes de la intrusin colo- nizadora, la tierra sola ser de propiedad comunal y las aldeas eran casi com- pletamcnte autosuficientes y estaban econmicamente aisladas." Las po- tencias coloniales destruyeron el sistema de la propiedad comunal, introdujeron el rgimen capitalista privado y llevaron a cabo la integra- cin parcial de la produccin agrcola local en unos mercados mucho ms amplios. Fue as como aparecieron condiciones semejantes a lo que en Europa se consider el modo de produccin y de intercambio propio del campesinado.t' En Asia, frica y Amrica Latina, sin embargo, siempre fue muy escasa la proporcin de la poblacin agraria que consigui adaptar- se y encajar en esa categora, ideolgicanlente central del campesino me- diano: pequeos propietarios independientes que producen principaln1ente para el autoconsumo. En Amrica Latina, por ejemplo, desde mediados del siglo XIX, la agricultura se ha caracterizado por una polarizacin extrema de la propiedad agraria: por un lado, los grandes latifundistas que dan em- pleo a numerosas familias; por el otro, los jornaleros sin tierra, o los pro- pietarios de explotaciones demasiado pequeas o escasamente producti- vas, que resultan insuficientes para su supervivencia. La reforma agraria, que fue una bandera liberal y revolucionaria durante todo el siglo xx en Am- rica Latina, desde los rotos de Zapata hasta las guerrillas revolucionarias de Nicaragua y El Salvador, tena por objetivo una figura ms o menos similar a la del campesino mediano. Pero, salvo efimeras excepciones, la ten- dencia se ha desplazado constantemente en el sentido contrario, sobre todo 14Y MULTITUD en Mxico y Bolivia, exacerbando la polarizacin de la propiedad y la te- nencia de la tierra." En todo el mundo capitalista subordinado, a los pequeos propie- tarios agrcolas se le arrebatan sus tierras de manera sistemtica, y la concentracin se consolida gradualmente en forma de grandes explo- taciones controladas por los terratenientes nacionales o por gigantescas corporaciones extranjeras.' 14 Este proceso puede parecer un movimiento casual y no dirigido, llevado a cabo por una serie de agentes desunidos entre los que se cuentan gobiernos nacionales, gobiernos extranjeros, nu- merosas corporaciones agrarias multinacionales y transnacionales, el Ban- co Mundial, el FMI y otros muchos. Pero, en un plano ms abstracto y fundamental, como veremos ms adelante en este mismo captulo, a todos estos agentes los une una ideologa comn que abarca desde la modernizacin capitalista hasta el neoliberalismo y la integracin eco- nmica global. Segn esa ideologa econmica, la agricultura de subsis- tencia a cargo de los pequeos propietarios representa el atraso y la ineficacia desde el punto de vista econmico, no solo por sus limitacio.. nes tecnolgicas y mecnicas, sino tambin y ms principalmente por sus relaciones de intercambio. Desde esta perspectiva, en un mercado glo- bal integrado el actor econmico en la agricultura, o en otro sector, ni- camente puede sobrevivir centrando sus energas productivas en una sola mercanca que sea competitiva y susceptible de ser distribuida a una escala considerable. Pero, inevitablemente, el resultado de la especializa- cin agraria orientada a la exportacin favorece la produccin a gran escala y la concentracin de la propiedad. As pues, la colectivizacin ca- pitalista ha creado un monopolio virtual de la tierra basado en enormes unidades de produccin y ejrcitos de trabajadores agrcolas que pro- ducen para el mercado mundial. 35 Al margen han quedado los campe- sinos sin tierras o los pequeos propietarios cuyas explotaciones son insuficientes para su supervivencia. La figura del campesino se ha desvanecido en el horizonte del pai- saje agrario, que ahora ocupan las grandes corporaciones y los trabaja- dores agrcolas. El gran movimiento de modernizacin en sus formas socialista y capitalista se ha caracterizado por una convergencia general. Desde el decenio de 1970, algunos autores han subrayado la creciente 150 MULTITUD similitud entre los agricultores y la clase obrera industrial, es decir, la proletarizacin del trabajo agrcola y la creacin de factoras en los campos." Pero no caigamos en el error de creer que se trata de un pro- ceso de homogeneizacin de prcticas productivas y formas de vida. El agricultor no ha pasado a ser lo mismo que el obrero industrial. El tra- bajo agrcola sigue siendo IllUY distinto de la minera, del trabajo indus- trial, de los servicios y de las dems fonnas de trabajo. La vida agrcola tiene una relacin peculiar con la tierra, y desarrolla una relacin sim- bitica con la vida de los elementos, la tierra, el agua, el sol, el aire. (Yen esto distinguimos con claridad el potencial de la agricultura para llegar a ser biopoltica.) La agricultura es una forma singular de produc- cin y de vida, y seguir sindolo siempre. Pero no obstante, y ese es nuestro punto principal, el proceso de modernizacin ha creado rela- ciones comunes de produccin y de intercambio que la agricultura comparte con otras formas de produccin. La desaparicin de la figura del campesino, que hemos descrito en trminos econmicos, tambin se puede reconocer desde el punto de vista cultural, lo cual nos proporciona otra perspectiva del mismo pro- ceso. Buena parte de la literatura europea moderna hasta los siglos xix y xx, por ejemplo, se centr en el mundo campesino, no tanto en el campesinado como clase social, sino ms a menudo en las formaciones sociales complementarias que su existencia haca posibles, corno la co- nocible comunidad de casas seoriales, el circuito de salones y ocio de la aristocracia urbana, y los limitados horizontes de la vida rural." En realidad, la literatura europea no se fij tanto en el campesino cuanto en la vida rural tradicional donde el campesino y el paisaje represen- taban un teln de fondo natural e invariable. Este mundo campesino estaba vinculado con la inocencia y la naturalidad de las disposiciones sociales tradicionales -divisiones de clase, relaciones de propiedad y de produccin, etc.-, que obviamente no eran, en realidad, ni inocentes ni naturales. En Inglaterra primero, y luego en el resto de Europa, fue cundiendo la conviccin de que aquel mundo feliz del campo y del cam- pesinado haba desaparecido o estaba condenado a desaparecer. Y, sin embargo, mucho despus de su desaparicin real, todava el campesi- nado tuvo cierta presencia literaria, en forma de nostalgia por los tiem- 151 MULTlTUI) pos pasados, o por una correspondiente estructura tradicional del sen- timiento, de valores, o de forma de vida." Esta figura cultural europea del mundo tradicional campesino, y hasta como nostalgia, lleg a su fin. Una de las explicaciones de la transicin del realismo a la vanguardia, que es un lugar comn de los estudios literarios y de historia del arte en Europa, apunta al ocaso del mundo campesino: cuando dej de ser accesible ese pasado prximo, muchos escritores y artistas europeos se volvieron hacia el pasado remoto de lo primitivo y lo mtico. En otras palabras, el nacimiento de la vanguardia, segn esa concepcin, es fruto del descubrimiento de un pasado ancestral, inmemorial, de una especie de eterno primitivismo de la psique, del mito o del instinto. O. H. Law- rence. T. S. Eliot y Michael Leiris.junto con Paul Gauguin, Henri Ma- tisse y Pablo Picasso, por citar algunos de los ejemplos ms obvios, adoptan figuras de la existencia y de la vida primitivas que introducen en sus creaciones estticas. Esta tensin entre primitivisrno y construc- tividad es precisamente una de las caractersticas que definen la van- guardia." Si en el arte y la literatura de la Europa moderna se identifica un movimiento cultural que va del campesino a lo primitivo, en cambio la historia de la antropologa se mueve en el sentido contrario, de lo primitivo al campesino." La antropologa clsica naci a finales del si- glo XIX a partir de la divisin binaria entre el yO europeo y el otro primitivo. A mediados del siglo xx este par binario fue desplazado por otro diferente, el Y0> europeo frente al otro campesino, que ha sido el fundamento de buena parte de la antropologa moderna. Un aspecto importante del paso de lo primitivo al campesino ha sido una nueva concepcin de la alteridad. Mientras que la fascinacin antropolgica ante el primitivo plantea una relacin de extrema diferencia y extra- eza, el campesino constituye una figura familiar y cercana, reduciendo con este cambio el grado de alteridad. Con el tiempo, y a medida que la figura econmica del campesino -que siempre tuvo un arraigo precario fuera de Europa- pierde validez en los decenios finales del siglo xx, tambin el paradigma antropolgico del campesino entra en crisis. Hoy, a comienzos del siglo XXI, el campo de la antropologa empieza a superar ese paradigma moderno y est desarrollando una 152 MULTITUI) nueva concepcin de la diferencia, sobre lo cual volveremos ms ade- lante. Por ltimo, y adems de sus aspectos econnuco y cultural, el campesino es tambin una figura poltica, o mejor dicho, en las con- cepciones de muchos, una figura no poltica, o descalificada para la poltica." Eso no significa, naturalmente, que el campesinado no se rebele contra la subordinacin y la explotacin que padece, pues en efecto la historia de la poca moderna abunda en multitudinarias explosiones de rebelin campesina, y adems est marcada por una sempiterna corriente de resistencia campesina a pequea escala. Tam- poco significa que el campesinado no desempee un papel poltico importante, sino ms bien que es fundamentaltnente conservador, aislado, y capaz solo de reaccionar, no de acciones polticas autno- lilas propias. Como hemos visto en el captulo 1, segn este punto de vista, las guerras campesinas, al menos desde el siglo XVI, han sido principalmente telricas, ligadas a la defensa de la tierra y tendentes a preservar la tradicin. Marx afirmaba que la pasividad poltica del campesinado era debi- da a su carencia tanto de comunicacin como de circuitos de coope- racin social a gran escala. Las comunidades agrarias de pequefios pro- pietarios que estudi Marx a mediados del siglo XIX se caracterizaban por su dispersin y se mantenan separadas y aisladas. De ah que Marx opinase que no eran capaces de representarse a s mismas (y, por lo tanto, necesitasen ser representadas), puesto que no se podan Segn la opinin de Marx, la subjetividad poltica requiere de una clase social no solo la autorrepresentacin, sino en primer lugar y ms fun- damentalmente la comunicacin interna. En este sentido, la comunica- cin es la clave del significado poltico de la tradicional divisin entre la ciudad y el campo, y del prejuicio poltico a favor de los agentes polticos urbanos que el siglo xx hered del XIX. No era la ignoran- cia, sino la incomunicacin lo que defina la vida ruraL Los circuitos de comunicacin que le conferan su gran ventaja poltica a la clase obre- ra urbana en comparacin con el campesinado rural tambin eran con- secuencia de las condiciones de trabajo. El trabajo industrial de los que forman equipo alrededor de una m.iquina comn se define por la 153 MULTITUD cooperacin y la comunicacin, que hacen posible el paso a la activi- dad poltica y la emeruencja como sujeto poltico. En efecto, durante los siglos XIX y XX hubo un animado debate en- tre socialistas y comunistas acerca de la cuestin agraria y el papel del campesinado en la poltica revolucionaria. En cierto momento, el pro- pio Marx crey posible un proyecto poltico comunista basado en las comunidades campesinas rusas." Pero las lneas principales del pensa- miento marxista y socialista conceban el campesinado corno una clase que tendra potencial poltico solo en tanto que seguidora del proleta- riado industrial urbano, asociacin desigual en la que el proletariado desempeaba el papel activo y rector, quedando el campesinado como cuerpo pasivo." Sin embargo, en los casos en que el proletariado indus- trial \ha conducido al campesinado y ha actuado corno portavoz suyo, ciertamente no ha sido siempre en inters del campesinado. Esa trgica historia nos ensea, una vez ms, la injusticia y las nefastas consecuen- cias que acarrea el que un sujeto hable por cuenta de otro subordina- do, ni aunque ese otro no sea capaz de hablar por s mismo." En cuanto a Mao Zedong, podra parecer que es la figura que rompe ms claramente con la lnea marxiana, pero l tambin, a tenor de sus declaraciones desde los das iniciales de su actividad poltica y durante todo el perodo de lucha revolucionaria, se mantiene fiel a los dos pos- tulados bsicos de Marx en relacin con el papel poltico del campesi- nado: que es fimdame ntalmenre pasivo, y que debe aliarse y dejarse conducir por el nico sujeto polticamente revolucionario, que es el proletariado industrial.": Desde luego el campesinado chino del siglo xx no se presenta menos aislado ni ms comunicativo que la poblacin campesina estudiada por Marx en la Francia del siglo x IX. Pero Mao se dio cuenta de que, en el contexto de la sociedad china, con un prole- tariado industrial reducido y un campesinado numeroso, el compromiso poltico de este deba ser ms considerable que en otros lugares y de que, sin duda, la revolucin china tendra que inventar una forma campesi- na de la revolucin comunista. Hasta ese momento, el papel del cam- pesinado chino solo haba sido cuantitativamente diferente del desem.. peado en otras luchas revolucionarias comunistas precedentes. En s la revolucin china fue en realidad una revolucin dirigida con el campe- 154 MULTITU1) sinado, no dirigida porel campesinado. La diferencia cualitativa no emer- gi hasta ms tarde. Durante la lucha revolucionaria y cada vez ms du- rante los perodos del Gran Salto y de la Revolucin Cultural, la aten- cin poltica de Mao se volvi hacia el campesinado, pero no a los campesinos tal como eran sino a los campesinos tal como podan llegar a ser." La esencia del proyecto maoista se hallaba en el esfuerzo de transforma- cin poltica de los campesinos. Mediante el largo proceso revolucio- nario en sus diversas fases, superaran la pasividad y el aislamiento que Marx haba diagnosticado, se volveran comunicativos, cooperativos y capaces de expresarse en un sujeto colectivo activo. Este es el sentido primordial en el que el proyecto maoista es aplicable en todo el rnun- do: que las guerras y las luchas de los campesinos no se orienten ya a la defensa de la tierra en el sentido de una relacin estrictamente con- servadora, sino transformadas en luchas biopolticas orientadas a la trans- formacin de la vida social en su totalidad. Si el campesinado se hace comunicativo y activo, deja de existir como categora poltica separada y se produce un ocaso del significado poltico de la divisin entre la ciudad y el campo." Paradjicamente, la victoria final de la revolucin cam- pesina es el},n del campesinado (en tanto que categora poltica separada). En otras palabras, el objetivo poltico ltimo del campesinado es su propia destruccin corno clase." La figura del campesino que emerge de su estado pasivo y aislado, como una mariposa que emerge de la crislida, se descubre a s misma formando parte de la multitud, como una de las numerosas figuras sin- gulares del trabajo y de formas de vida que, a pesar de sus diferencias, comparten condiciones de existencia comunes, Por lo tanto, la tendencia actual de esa figura a convertirse en una categora rnerros separada y distinta es una indicacin de la tendencia ms general a la socializacin de todas las figuras del trabajo. De la misma manera que tiende a de- saparecer la figura del campesino, tambin ocurre 10 luismo con la figura del trabajador industrial, la del trabajador del sector servicios y todas las dems categoras separadas y a cambio las luchas de cada sector tienden a convertirse en la lucha de todos. Hoy da las luchas 111s innovadoras de los agricultores, por ejemplo las de la Confdration Paysanne fran- cesa o el Movimento Sem Terra de Brasil, no son luchas cerradas limi- 155 MUITITU]) tadas a un solo sector de la poblacin; en realidad, abren nuevas pers- pectivas para todos en cuestiones tales corno la ecologa, la pobreza, las economas sostenibles, y en todos los aspectos de la vida." Ciertamente, cada forma de trabajo sigue siendo singular en su existencia concreta, y cada tipo de trabajador es diferente de los dems, C01110 lo es el mecni- co de automviles del cultivador de arroz y del representante comercial detallista, pero esa multiplicidad tiende a inscribirse en un sustrato comn. En trminos filosficos diramos que son otros tantos modos singulares de construccin de una sustancia comn del trabajo: cada modo tiene su esencia singular y, sin embargo, todos participan de una sustancia comn. Las enseanzas de la antropologa nos ayudarn a dilucidar esta re- lacin entre singularidad y comunalidad. Como hemos mencionado, el declive de la antropologa clsica con su figura paradigmtica de la al- teridad, el primitivo, dio lugar a la antropologa moderna que plantea el paradigma del campesino. Ahora que decae la figura del campesino en tanto que otro>" y por consiguiente la antropologa moderna, se abre el paso a una antropologa global." Su tarea, segn la formulan muchos antroplogos contemporneos, estriba en abandonar la estructura tradi- cional de la alteridad y sustituirla por un concepto de diferencia cultu- ral basado en la nocin de singularidad. En otras palabras, los otros" de la antropologa clsica y moderna, el prirnitivo y el campesino, se con- ceban en funcin de su diferencia con respecto al yo europeo moder- no. En ambos casos, las diferencias con respecto a la Europa moderna se planteaban en trminos temporales, como que el no europeo era una su- pervivencia anacrnica del pasado, ya fuera el pasado primario del primi- tivo o el pasado histrico del campesino. La antropologa global tiene que superar el euroccntrismo fundamental de estas concepciones que plantean la diferencia bsicamente corno diferencia con respecto a lo europeo. La diferencia cultural debe concebirse en s misma, como singularidad, sin sus- tentarse en tal concepto de el otro." De manera similar, debe conside- rar todas las singularidades culturales, no corno supervivencias anacrni- cas del pasado, sino como participantes iguales en nuestro presente comn. Para un ejemplo de este nuevo paradigma global, consideremos crno han empezado a replantearse los antroplogos la modernidad africana. Mientras sigamos considerando estrictamente la sociedad 156 MULTITUD europea como la norma por la que se mide la modernidad, muchas zo- nas de frica, al igual que otras regiones subordinadas del Inundo, no sern equiparables; pero cuando reconozcamos las singularidades y la pluralidad dentro de la modernidad, empezarenl0S a entender que frica es tan moderna corno Europa, ni ms ni menos, aunque diferente. Ade- ms, en nuestra era de relaciones globalizantes, los africanos son tan cosmopolitas corno las gentes de las regiones dominantes, en el senti- do de que su vida social cambia continuamente y se caracteriza por el intercambio cultural y la interaccin econmica con muchos lugares remotos del mundo." Algunos de los grandes desafos a este concepto de la modernidad y del cosmopolitismo africanos vienen planteados por fenmenos derivados de la supervivencia de formas rituales y mgicas como elementos integrantes de la vida contempornea. En la Surfrica postapartheid, por ejemplo, han aumentado las noticias que hablan de ocultismo y violencia en forma de hechicera, satanismo, monstruos, zombis, asesinatos rituales y otras por el estilo. ')4 N o son reapariciones de lo primitivo premoderno, ni fenmenos locales. Se trata de un ele- mento comn que emerge en muchos lugares del planeta, dentro de contextos comparables, aunque bajo diferentes disfraces locales. En In- donesia, Rusia y algunas zonas de Amr-ica Latina se ha registrado un resurgimiento de los fenmenos y la violencia ocultista. Se trata de so- ciedades que por vez primera han visto como las glidas realidades de las jerarquas imperiales son inundadas por los nuevos sueos de rique- za de la economa capitalista global. En cada uno de estos contextos, la magia y los monstruos hacen su aparicin para ayudar a explicar esa si- tuacin social contradictoria compartida. La singularidad local y la comu- nalidad global de esos modos de vida no contradicen nuestra condicin plural colectiva planetaria, sino que contribuyen a determinarla. Estos estudios nos ayudan a entender las caractersticas antropol- gicas primarias de la multitud. Cuando nos acercamos a una poblacin diferente ya no nos vemos obligados a elegir entre decir son C0l110 no- sotros o son distintos de nosotros (como suceda con el discurso so- bre los primitivos y, en cierta medida, sobre los campesinos). Ese par de conceptos contradictorios, la identidad y la diferencia, no proporcionan un marco de referencia adecuado para comprender la organizacin de 157 MULTITU1) la multitud. Somos una multiplicidad de formas de vida singulares que al mismo tiempo comparten una existencia global comn. La antropolo- ga de la multitud es una antropologa de la singulardad y de la comu- naldad. Dos italianos en la India ranse una vez dos escritores italianos que se vanJumas a la India de vacacio- nes) y al regreso cada uno escribe un libro sobre el viaje. El uno ha visto en la India nicamente lo d ~ f e r e n t e , y el otro nicamente lo semejante. Uno de los escritores, Alberto Moravia, titula su libro Un' idea dell'India, Una idea de la India, e intenta explicar lo diferente de aquelpas,pero se siente frustrado porque solo consigue captarlo en los trminos ms abstractos y metaf- sicos, y sirvindose de una serie de tautolo;as. La experiencia le ha enseado por qu los europeos son europeos y los indios son indios, pero eso es muy d!f1cil ex- presarlo conpalabras. Piensa que la diferencia de la reli;in le ayudar a expre- sarlo. La India es el pas de la religin por excelencia, explica. No solo sus reli- giones son diferentes de la nuestra, es que en la India la relijin envuelve todas las realidades de la vida. La idea religiosa impreona por completo la expetien- cia. Mientras se dedican a la pidacotidiana, los indios viven sus rel(qiones a tra- vs de incontables, extraos e ininteligibles rituales. Pero luego descubre que esa nocin de una idea rel(qiosa viviente tampoco capta la d[ferencia. La dijerencia de la India es mucho ms que eso. E11 realidad, esa dificultad extrema para expresarla le demuestra que la diferencia de la India es inefable. Compatriotas italianos -concluye--, no soy capaz de describiros la India. Tendris que ir all y experimentar el eniyma por vosotros mismos. La India es la India, no puedo decir ms.) El otro escritor, Pier Paolo Pasolini, titula su crnica L'odore dell'India, El olorde la India, y trata de explicar lo similar. Camina de noche por las po- pulosas calles de Bombay y aspira un aire cargado de olores que le recuerdan los de su pas: la podredumbre de las verduras entre los desperdicios del mercado, el humo del aceite de unafreidura instalada en la acera y el tenue olorde las aguas residuales El escritor se acerca a una familia que est celebrando un complicado rito a la orilla del ro y que hace ofrendas defrntos, arroz y.fiores. Eso tampoco 158 MULTlTU1) es nuevo para l. En su Friuli natal, los campesinos tienen costumbres pareci- das) viejos ritos pa;anos que han sobrevivido al paso del tiempo. Y luego, natu- ralmente, estn los chicos. El escritor bromea en su ingls impeifecto COn losgol- .tillos que se agolpan en las esquinas. Hasta que llega a Cochin (Kod) y se hace amigo de Revi, un huifano risueo y pobre, que es continuamente maltratado y robado por los muchachos mayores. Antes de dejar la ciudad) el escritor con- vence a un sacerdote catlico para que se ocupe del chico y loproteja, prometiendo que enviar dinero desde Italia. Es lo mismo que habra hecho en SIl pas; to- dos esos chicos, le parece al escritor, son idnticos a los que se encuentran en cual- quier barriada msera de Roma o de Npoles. En conclusin, les dice a sus pai- sanos, los indios son exactamente i;uales a nosotros. Ante su mirada desaparea: toda la diferencia de la India, y lo nico que queda es otra Italia. Uno se pregunta si esos campaneros de viaje han visto el mismo pas. En realidad, las dos visiones, aunque diametralmente opuestas, constituyen una pa- rbola de las dos caras del curoccntrismo: (son completamente distintos de no- sotros) y (son completamente iguales a nosotros. Uno dira que tal vez la verdad est en el punto medio, que se parecen a nosotros en algunas cosas y son dffe- rentes en otras, pero de hecho esa solucin solo sirve para complicar el asunto. Ninguno de los dos escritores italianos escapa. a la necesidad de aplicar la iden- tidad europea como ,.Iorma universal, como calibre de toda semejanxa y toda di- ferencia. Hasta los indios (y tambin los indonesios, los peruanos y los niocria- nos) han de medirse con la regla de la identidad europea. As de fuerte es el eurocentrismo. Pero la India no es solo diferente de Europa. La India (y cada una de las realidades locales de la India) es singular: no diferente con respecto a una nor- ma universal, sino diferente en s misma. Si el primero de los escritores italia- nos hubiese conse;uido desentenderse de Europacomo r;;ferencia, habra compren- dido esa sinoularidad. Una singularidad que, sin embargo, flO sign!fica que el mundo sea una coleccin de localismos incomunicables. Una vez que hemos re- conocido la singularidad, lo comn empieza a emerger. En realidad, las sincu- laridades se comunican, y pueden hacerlo ;racias a lo comn que comparten. Entre otras cosas tenemos un cuerpo con dos ojos, diez dedos en las matlOS y otros tantos en los pies. Compartimos la vida en este planeta, compartimos regmenes capi- talistas de produccin y explotacin, y compartimos suenas comunes acerca de un futuro mejor Por consiguiente, nuestra comunicacin, colaboracin y cooperacin 159 MUlTITUD 110 se basan solo en lo comn existente, tambinproducen a su vez: nuevos ele- mentos comunes. Todos hacemos y rehacemos todos los das lo com11 que com- partimos. Si el segundo escritor italiano se hubiese librado de la norma europea) habra comprendido esa relacin dinmica de lo comn. Tenemos ah una visin no eurocntrica de la multitudglobal: urla red abierta desitwularidadcs, cohesionada sobre labase de locomn quecomparten y locomn queproducen. Para ninRuno de nosotros esfcil dejar de medirci mundo con la re- gla europea) pero el concepto de multitud nos lo exige. Es un dcsqflo. Aceptmoslo. La riqueza de los pobres (o Somos los pobres!) Cuando decimos que la transformacin del trabajo en algo comn es una condicin central necesaria para la construccin de la multitud, tal vez se puede interpretar que los excluidos del trabajo asalariado -los pobres, los desempleados, los no asalariados, los sin techo, etc.- que- dan por definicin excluidos tambin de la multitud. Sin embargo, no es as, porque tales clases estn de hecho incluidas en la produccin so- cial. Pese a la infinidad de mecanismos de jerarqua y subordinacin, los pobres expresan continuamente una capacidad vital y de produccin enorme. Para comprenderlo es necesario invertir la perspectiva. Cierta- mente es necesario identificar y denunciar los caminos por los que se priva de ingresos adecuados, alimentacin, vivienda, educacin y aten- ciones sanitarias a un nmero cada vez mayor de personas en todo el mundo; en resumen, reconocer que los pobres son vctimas del orden global del Imperio. Pero todava es ms importante reconocer que los pobres no son meramente vctimas, sino tambin agentes poderosos. En realidad, los sin empleo, sin papeles de residencia, sin vivienda- estn excluidos solo en parte. Cuando observamos con detenimiento la vida y las actividades de los pobres, vemos que son enormemente crea- tivos y poderosos. Posteriormente trataremos de demostrar hasta qu punto forman parte de los circuitos de la produccin social y biopoli- tica, Dado que estn cada vez ms incluidos en los procesos de la pro- duccin social, estn pasando a participar de una condicin comn, al igual que todas las clases trabajadoras tradicionales y, por lo tanto, tam- 160 MULTITUI) bin pasan a ser parte potencial de la multitud. La inclusin de los po- bres en diversos tipos de servicios, su papel cada vez ms central en la agricultura, y su movilidad demostrada en multitudinarias migraciones. muestran hasta qu punto se halla ya desarrollado ese proceso. En el plano ms general, la produccin biopolitica la produccin de conocimientos,la informacin.Ias formas lingsticas, las redes de co- municacin y las relaciones sociales de colaboracin-e- tiende a abarcar toda la sociedad, incluidos los pobres. Los comunistas y los socialistas por 10 general han razonado que los pobres, por hallarse excluidos del proceso de produccin capitalista, deberan quedar igualmente excluidos de cualquier papel central en la organizacin poltica. Por eso, el partido se cOlnpone principalmente de obreros de vanguardia, empleados en la fonna de produccin hegem- nica, sin obreros pobres ni mucho menos pobres parados. A los pobres se les considera demasiado peligrosos, moralmente peligrosos porque son parsitos sociales improductivos prostitutas, toxicmanos y otros por el o polticamente peligrosos porque estn desorga- nizados y son impredecibles, cuando no de tendencia reaccionaria. De hecho, el trmino de lumpenproletariat (literalmente, proletariado pordio- sera) ha servido para demonizar a los pobres en su totalidad. El desdn es completo cuando son considerados como meros residuos de las for- mas sociales preindustriales, una suerte de desechos de la historia. 55 En trminos econmicos, los marxistas y otros con frecuencia cali- ficaron a los pobres de ejrcito de reserva industrial, es decir, una re- serva de posibles obreros industriales a los que se mantiene temporal- mente en el desempleo, pero que pueden ser convocados J la produccin en cualquier momento.f" Este ejrcito de reserva industrial es una cons- tante amenaza que pende sobre las cabezas de los trabajadores en acti- vo, en primer lugar porque la miseria sirve de ejemplo terrorfico de lo que pudiera pasarles a ellos, y en segundo lugar porque el excedente de mano de obra presiona a la baja sobre los salarios y socava la capacidad de negociacin de los obreros frente a los patronos (puede servir oca- sionalmente para romper las huelgas, por ejemplo). Estas temas antiguas sobre el ejrcito de reserva industrial reaparecen en tiempos de globa- lizacin cuando las corporaciones aprovechan las enormes diferencias de 161 MULTITUD salarios y condiciones de trabajo en diferentes pases y practican una especie de dumpin,R laboral, deslocalizando empleos en todo el mundo para reducir los costes. As, los trabajadores de los pases dominantes viven bajo la continua amenaza de que cierren las fabricas y los puestos de trabajo se trasladen a otro pas.A escala global, el Sur pobre hace las veces de ejrcito de reserva industrial, que el capital global esgrime contra los obreros, y no solo en el Norte global, sino tambin en otras zonas del Sur global (por ejemplo, la amenaza de trasladar los puestos de trabajo a China se utiliza contra los obreros de Norteamrica, pero tambin contra los de Suramrica). y as corno tradicionalmente muchos pro- yectos polticos comunistas y socialistas trataban de proteger a la clase obrera frente a las destructivas presiones del ejrcito de reserva indus- trial interior de cada pas, tambin hoy muchas organizaciones sindica- les de los pases dominantes adoptan estrategias para defender a los obreros frente a la amenaza de los trabajadores pobres de los pases su- bordinados. Fuese o no vlido este razonamiento en el pasado, hoy resulta er-r- neo considerar a los pobres o al Sur global C01110 un ejrcito de reser- va industrial. En primer lugar, no hay ejrcito industrial, en el senti- do de que los trabajadores industriales ya no forman una unidad compacta y coherente, sino que ms bien funcionan corno una forma de trabajo entre otras muchas dentro de las redes definidas por el para- digma inmaterial, En un sentido ms general, la divisin social entre em- pleados y desempleados tiende cada vez rns a borrarse. Corno hemos mencionado antes, en la era del posfordismo ha dejado de existir el empleo estable y garantizado con que podan contar en otros tiempos muchos sectores de la clase trabajadora en los pases dominantes. Cuando se habla de flexibilidad del mercado de trabajo, en realidad se est di- ciendo que no hay ningn puesto de trabajo seguro. No existe ya una lnea divisoria clara, sino 111s bien una extensa zona gris, en donde to- dos los trabajadores fluctan precariamente entre el empleo y el paro. En segundo lugar, no hay ninguna reserva en el sentido de que no existe una fuerza de trabajo exterior a los procesos de produccin so- cial. Los pobres, los desempleados y los inraempleados de nuestras socie- dades en realidad son activos de la produccin social, aunque no ten- 162 MULTITUI) gan un puesto de trabajo asalariado. De hecho, nunca ha sido cierto que los pobres y los desempleados no hiciesen nada. Las estrategias de su- pervivencia suelen exigir amplios recursos de ingenio y creatividad.s" En la actualidad, sin embargo, y dado que la produccin social se define cada vez ms por trabajos inmateriales como la cooperacin o la construc- cin de relaciones sociales y redes de comunicacin, la actividad de todos los integrantes de la sociedad, sin exceptuar a los pobres, se hace cada vez ms directamente productiva. En muchos aspectos, los pobres son hoy extraordinariamente ricos y productivos. Desde la perspectiva de la biodiversidad, por ejemplo, algunas de las regiones ms pobres del mundo, que en general considera- mos las del Sur global, poseen la mayor riqueza en variedad de especies vegetales y animales, mientras que el Norte global rico tiene relativa- mente pocas. Adems, las poblaciones pobres, en especial las indgenas, saben vivir con esas especies, conservarlas y aprovechar sus cualidades be- neficiosas. Pensemos, por ejemplo, en las poblaciones indgenas de la Amazonia, que conocen la vida en la selva y cuyas actividades son ne- cesarias para mantener ese bosque tropical hmedo." O, como alterna- tiva, pensemos en el conocimiento de las propiedades curativas de las plantas que poseen los indgenas. Estas riquezas de conocimiento y de recursos genticos de animales y plantas no se traducen en forma de ri- queza econmica; de hecho, ms adelante en este captulo veremos cmo algunos de los debates actuales ms interesantes sobre derechos se refie- ren a la propiedad de esos conocimientos y materiales genticos vege- tales indgenas. No obstante, es necesario comprender que, si bien los be- neficios van a otros lugares, esa riqueza enorme desempea un papel esencial en la produccin social global. Esta naturaleza comn de la actividad social creativa se ve resaltada y profundizada por el hecho de que hoy en da la produccin depende cada vez ms de las competencias lingsticas y de la comunidad." Todos los elementos activos de la sociedad son agentes de creatividad lingstica en la constante generacin de lenguajes comunes.Y en gra- do cada vez 111ayor, esa comunidad lingstica es anterior al beneficio y a la construccin de jerarquas locales y globales. El lenguaje mantiene las relaciones jerrquicas en al menos tres aspectos: dentro de cada co- 163 MU1TITU]) munidad lingstica, por cuanto mantiene los signos de superioridad e inferioridad social; entre comunidades lingsticas, al determinar la su- perioridad de un idioma sobre otros, por ejemplo la primaca global del ingls; y dentro de los lenguajes tcnicos, COIlIO relacin entre poder y conocimiento. Sin embargo, descubriremos con mucha frecuencia que pese a esa jerarquizacin, los subordinados suelen ser los agentes ms creativos de una comunidad lingstica, los que desarrollan nuevas for- mas y mestizajes y los transmiten a la comunidad en su conjunto (un ejemplo bien conocido es la creatividad del habla afroamericana den- tro del ingls americano). En efecto, la contradiccin entre jerarquas lingsticas y produccin y comunalidad lingstica hace del lenguaje un poderoso lugar de conflicto y resistencia. Esta paradoja permite inver- tir la imagen tradicional de los pobres. Dado que los pobres participan en la comunidad lingstica y ayudan a generarla, aunque luego los excluya o subordine, no solo son activos y productivos, sino tambin antagnicos y potencialmente rebeldes. La posicin paradjica de los pobres dentro de la comunidad lingstica es indicativa de su posicin en la produccin social considerada en un sentido ms general. Y de hecho, en este sentido el pobre puede tornarse como representante, o mejor. como expresin comn de toda actividad social creativa. Para completar la inversin de la imagen tradicional, pues, podernos decir que los pobres encarnan fa condicin ontolgica, no solo de la resistencia, sino tam- bin de la vida productiva en s. Los emigrantes son una categora especial de pobres que demues- tran esa riqueza y esa productividad. Tradicionalmente, los distintos ti- pos de trabajadores emigrantes, incluidos los inmigrantes permanentes, los temporeros y los vagabundos, han quedado excluidos de la concep- cin primaria y la organizacin poltica de la clase obrera. Sus diferen- cias culturales y su movilidad los apartaban de las figuras estables que constituan el ncleo del trabajo. En la econmica contempornea, sin embargo, y con las realizaciones laborales del posfordisrno, la movilidad es lo que define cada vez ms el mercado del trabajo en su conjunto; todas las categoras de trabajadores tienden a las condiciones de rnovi- lidad y mestizaje cultural comunes de los emigrantes, No solo el traba- jador se ve obligado a cambiar de ocupacin varias veces en el decurso 164 MULTITUD de su vida activa, sino que adems se les exigen mudanzas geogrficas durante largos perodos, o incluso largos desplazamientos cotidianos. A menudo el emigrante viaja con las manos vacas y en condiciones de extrema pobreza, pero incluso entonces viaja pletrico de conocimien- tos, lenguajes, destrezas y capacidades creativas: cada emigrante lleva consigo todo un mundo. Y as como las grandes migraciones europeas del pasado se encaminaban por lo general hacia algn espacio exterior, hacia lo que entonces se conceba como espacios desocupados, hoy sucede lo contrario. Las grandes migracioucs se mueven hacia la pleni- tud, hacia las regiones del planeta ms ricas y privilegiadas. Las grandes metrpolis de Norteamrica, Europa, Asia y Oriente Medio actan como imanes para los emigrantes, pero a su vez precisan de los emigran- tes para potenciar sus economas. Como en la fsica de Demcrno. ple- nitud llama a plenitud. En parte, la riqueza de los emigrantes consiste en su deseo de algo ms, su negativa a aceptar las cosas tal como son. Ciertamente, muchas emigraciones obedecen a la necesidad de escapar de los lugares donde imperan condiciones de violencia, inanicin y privacin, pero junto con la condicin negativa tambin acta el deseo positivo de fortuna, paz y libertad. El acto combinado de negacin y expresin de anhelos es in- mensamente poderoso. Huir de una vida de constante inseguridad y movilidad forzosa es una buena preparacin para enfrentarse y resistir a las formas que caracterizan la explotacin del trabajo inmaterial. Irni- camente, los grandes centros globales de riqueza que atraen a los emi- grantes para llenar un vaco de sus economas obtienen ms de lo que buscaban, porque con ellos llegan esos deseos subversivos que se extien- den a toda la sociedad. La experiencia de la huida viene a ser corno un entrenamiento del anhelo de libertad. Adems, las migraciones nos hablan de las divisiones geogrficas y de las jerarquas del sistema global de dominio. Los emigrantes entien- den e iluminan las graduaciones de peligro y seguridad, de pobreza y de riqueza, los mercados de salarios altos y bajos, las situaciones de las formas de vida ms y menos libres. Y con este conocimiento de las je- rarquas como bagaje, avanzan buscando la fortuna y la libertad, el po- der y el goce, Los emigrantes distinguen las jerarquas geogrficas del sis- 165 MULTITU1) tema, pero tratan el planeta C01no un espacio comn, se convierten en testimonios vivos del hecho irreversible de la globalizacin. Los emigran- tes muestran (y ayudan a construir) la comunalidad general de la mul- titud, por cuanto cruzan todas las barreras geogrficas, y con ello con- tribuyen en parte a destruirlas. Las enormes diferencias de renta y condiciones de trabajo y de vida no solo son causa de gran afliccin sino, como argumentaremos posteriormente, esenciales para la gestin de la economa global contempornea. Lo que tratamos de subrayar aqu es que no deben ser consideradas COIlIO una cuestin de exclusin sino de inclusin diferencial, no C01UO lnea de separacin entre trabajadores y pobres, nacional o globalmente, sino como jerarquas dentro de la co- mn condicin de la pobreza. Toda la multitud es productiva, y toda ella es pobre. Con esto no pretendemos sugerir que la suerte de los pobres o de los emigrantes sea envidiable, ni que todos abandonemos nuestras po- sesiones y nos echemos al camino. Al contrario, cada tipo de pobreza acarrea su propio sufi-imiento especfico. En el captulo 3 presentaremos nuestras quejas contra las enormes y crecientes formas de pobreza y falta de equidad del sistema global. Hay que combatirlas de todas las mane- ras posibles. Pero pese a la pobreza y la carencia de medios mater-iales, de alimentos, de vivienda, ctc., los pobres son inmensamente ricos en co- nocimientos y capacidad de creacin. No existe una diferencia cualitativa que separe a los pobres de las clases de trabajadores asalariados. Por el contrario, se extiende cada vez ms la condicin comn de existencia y actividad creativa que define a la multitud en su totalidad. La creatividad y la inventiva de los pobres, de los desempleados, de los parcialmente empleados y de los emigran- tes son esenciales para la produccin social. As como la produccin so- cial se realiza hoy dentro y fuera de los muros de la fabrica, tambin se realiza dentro y fuera de la relacin salarial. Ninguna lnea social divi- de a los trabajadores productivos e improductivos. En realidad, siempre fue dudosa la antigua distincin marxista entre el trabajo productivo y el improductivo, o entre el trabajo productivo y el reproductivo. Hoy de- beriamos prescindir por completo de ella. Al igual que la nocin de ejr- cito de reserva industrial, esas distinciones se han utilizado a menudo 166 MULTITU1) para excluir de los papeles polticos centrales a las mujeres, a los desem- pleados y a los pobres; para los proyectos revolucionarios se confiaba en los hombres con manos encal1ecidas, en los trabajadores de las fabricas, considerados corno los productores por excelencia. Hoy crearnos corno singularidades activas, cooperando dentro de las redes de la multitud, es decir, dentro de lo comn. Las luchas de los pobres contra sus condiciones de pobreza no solo son protestas poderosas, sino tambin afirmaciones de poder biopoliti- co: la revelacin de un ser comn que es ms poderoso que su des- graciado tener. Durante el siglo xx en todos los pases dominantes, los moviruicntos de la gente pobre han superado la fraglnentacin, el des- nirno, la resignacin e incluso el pnico que puede crear la pobreza, para plantear sus agravios a las autoridades nacionales y exigir una redistri- bucin de la riqueza." Hoy da las luchas de los pobres han adoptado un carcter ms general, biopoltico, y tienden a plantearse a nivel glo- bal. Ashwin Desai ha narrado, por ejemplo, el desarrollo de un movi- miento de protesta contemporneo contra los desahucios y cortes de agua y luz, iniciado en Chatsworth, en los alrededores de la ciudad su- rafricana de Durban. Un elemento notable fue su carcter de movimien- to comn de base: surafricanos negros y surafricanos de ascendencia india se manifestaron juntos exclamando No S01110S indios, somos los pobres'. y No somos africanos, somos los pobres!.?' Otro aspecto des- tacable es el plano global en que los pobres plantearon tales agravios. Por supuesto, la protesta iba dirigida contra los funcionarios locales y las autoridades surafricanas, ya que, segn afirnuban, la miseria de la ma- yoria de los pobres se haba agravado desde la cada del rgimen del apar- theid. Pero tambin apuntaron contra la globalizacin neoliberal como origen de su pobreza, y tuvieron la oportunidad de manifestarlo en Durban, durante la Conferencia Mundial contra el Racismo de las Na- ciones Unidas en 2001. Estos manifestantes surafricanos ciertamente tie- nen razn: <80n10s los pobres, y tal vez en ms sentidos de los que ellos se proponan. Todos participalnos en la produccin social. .. y en lti- ma instancia, en eso consiste la riqueza de los pobres. Con el tiempo, las protestas contra las condiciones de pobreza comu- nes debern revelar esa productividad comn en fonna de proyectos 167 MULTITU]) polticos constituyentes. Por ejemplo, la reivindicacin de una renta garantizada, es decir, de unos ingresos a que tienen derecho todos los ciudadanos con independencia de su situacin de empleo, que durante varios aos ha circulado por Europa, Brasil y Norteamrica, es precisa- mente uno de esos proyectos constituyentes que apuntan contra la P'> brcza." Si se extendiese ms all de los mbitos nacionales para conver- tirse en una reivindicacin global de renta garantizada para todos, podra llegar a ser un elemento dentro de un proyecto para la gestin demo- crtica de la globalizacin. Tal esquenla comn para la distribucin de la riqueza se hallara en consonancia con la productividad comn de los pobres. Nuestras afirmaciones sobre la riqueza, productividad y comunalidad de los pobres tienen consecuencias imnediatas para laorganizacin de los sindicatos. La vieja forma de organizacin sindical, nacida en el siglo XIX y con el fin primordial de negociar los salarios de un determinado sector de actividad, ha dejado de ser suficiente. En primer lugar, y tal cm110 he- mos expuesto, los antiguos sindicatos no pueden representar a los desem- pleados, a los pobres, ni siquiera a los trabajadores posfordistas, mviles, flexibles y provistos de contratos temporales, pese a que todos ellos parti- cipan activamente en la produccin social y aumentan la riqueza social. En segundo lugar, los sindicatos clsicos estn divididos por lneas de activi- dad y productos que se definieron en la poca gloriosa de la produccin industrial: un sindicato de mineros, un sindicato de fontaneros, un sindi- cato de trabajadores del ferrocarril, y as sucesivamente. Hoy, en la medida en que las condiciones y las relaciones de trabajo se hacen comunes, esas divisiones tradicionales ya no tienen sentido (ni aunque tratramos de ac- tualizarlas), y no sirven sino de obstculo. Por ltimo, esos sindicatos an- tiguos se han convertido en organizaciones puramente econmicas, y no ya polticas. En los pases capitalistas dominantes se les concedi un esta- ,tuto legal y constitucional a cambio de que se dedicaran exclusivamente a las cuestiones econmicas del puesto de trabajo y a la negociacin sala- rial, y renunciaran a las reivindicaciones sociales o polticas. En el paradig- ma del trabajo inmaterial, sin embargo, conforme la produccin se hace cada vez ms biopoltica, esta consideracin aislada de las cuestiones eco- nmicas tiene cada vez menos sentido. 168 MULTITU1) En nuestro tiempo es necesaria y posible una forma de organizacin del trabajo que supere todas las divisiones de los antiguos sindicatos y consiga representar la comunalidad del trabajo en toda su generalidad, econmica, poltica y social. Mientras que los sindicatos tradicionales de- fienden los intereses econmicos de una categora limitada de trabaja- dores, lo que necesitamos es crear organizaciones laborales capaces de representar toda la red de singularidades que producen en comn la ri- queza social. Una modesta proposicin que apunta en tal sentido, por ejemplo, es la que ha emergido en aos recientes con el propsito de crear una forma de unionismo de movimientos socialesa.I" Otro ejem- plo ms militante 10 proporcionan los piqueteros, los movimientos que han empezado a funcionar en Argentina corno unos sindicatos conlpro- metidos y politizados de los desempleados. Otro ejemplo de activismo laboral ajeno al marco de referencia tradicional de los sindicatos se ob- serv durante las huelgas de 2003 en Francia, promovidas por los int- rimaires, es decir, los trabajadores a tiempo parcial en los espectculos, los medios de comunicacin y las actividades artsticas. (A En cualquier caso, hoy da, un sindicato digno de tal uombre -y digno de la tradicin de las luchas obreras- debe ser la expresin organizada de la multitud, capaz de abarcar todo el dominio global del trabajo social. Los pobres no necesitan leyes de pobres; de hecho, las antiguas leyes de asistencia pblica solo sirvieron para mantenerlos en la pobreza. Salta a la vista por qu todas estas clases son tan peligrosas, vistas des- de la perspectiva del capital y de la estructura del poder global. Si estu- vieran simplemente excluidas de los circuitos de la produccin global no representaran una amenaza. Si solo fuesen vctimas pasivas de la injusticia, tampoco seran peligrosas. Lo son porque incwyen corno su- jetos activos de la produccin biopoltica no solo a los trabajadores in- materiales y a los industriales, sino tambin a los trabajadores agrarios e incluso a los pobres y a los emigrantes. Por su movilidad y su C0111U- nalidad suponen un peligro constante de desestabilizacin de las jerar- quas globales y de las divisiones de que depende el poder global capi- talista. Se saltan las barreras, excavan galeras de comunicacin que minan las murallas. Peor an, estas clases peligrosas perturban la constitucin ontolgica del Imperio: en cada interseccin de lneas de creatividad o 169 MUlTITUD de lneas de fuga, las subjetividades sociales se hacen ms hbridas, ms mixtas, ms mestizas, y escapan cada vez l11J.S a los poderes asimiladores y de control. Dejan de ser identidades y se convierten en singularida- des. En el infierno de la pobreza y en la odisea de la emigracin hemos empezado a ver cmo emergen algunos rasgos de la figura de la multi- tud. Los lenguajes se mezclan e interaccionan para formar, no un solo lenguaje unificado, sino un poder comn de comunicacin y coopera- cin entre una multitud de singularidades. Multitudes demoniacas: Dostoievski lee la Bihlia La multitud tiene su lado oscuro. La conocida parbola del Nuevo Testamento sobre el endemoniado de Gerasa) que se halla con algunas variantes en Marcos, Lucas y Mateo, arroja cierta luz sobre el rostro demonaco de la multitud,Jess encuentra a un endemoniado y lepregunta SH nombre, un requisito necesario para el exorcismo. El endemoniado contesta enigmticamente: M nombre es L(f?in, porque somos muchos'>. Los demonios le piden ajess que cuando los expulse del hombre los enve a una cercana piara de cerdos. Cuando los demonios se apo- deran de los cerdos, estos se arrojan al lago por un precipicio en una especie de suicidio colectivo. El hombre, ya libre de los demonios, se sienta agradecido a los pies deJess. Uf/O de los aspectos curiosos e inquietantes de esta parbola es la confusin gramatical de los sujetos, singular y plural. El endemoniado es yo y 1IOS0tros al mismo tiempo. Hay una multitud ah dentro, y tal vez esa cot!fiJsin entre el sujeto singular y el plural es, en s misma, un atributo demonaco. El nombre del endemoniado, Legitl, implica una amenaza. La palabra latina legio tena curso en arameo y engriego para indicar un nmero grande, pero tambin lo mismo que en los idiomas modernos, la unidad militar romana compuesta por unos seis mil hombres. Porqu se llama Leginl> el endemoniado? Quiz porque es dueo de unagran fuerza destructiva? Porque la multitud encerrada dentro de l es capaz de actuar en comn? A lo mejor, la amenaza real de esa multitud de demonios es de un orden ms mctaiisico: como es al mismo tiempo singular y plural, destruye lapropia distincin numrica, Recordemos elgran realizado por los telogos para demostrar que noexisten muchos dioses sino solo uno. De un modo 170 MULTITUD parecido, a los lingistas les molesta la excepcin de a(.!tmos nombres en los que no se distinoue el singular delplural, como crisis, alicates, exequias. En el orden po- ltico quiz queda ms clara la amenaza; desde la al1ligedad) el pensamiento poltico se hafundado en las distinciones entre el uno) los pocos y los muchos. El nmero indefinido de la multitud amenaza todos esos principios de orden. Tales artimaas son obra del diablo. Feodor Dostoievski se plante el tormento que originan esas multitudes demonacas efl su gran novela de 1873) Los demonios. es Dostoievski halla a su Rusia infestada defuerzas oscuras y siniestras. Recin emancipados los sier- vos, el orden social tradicional se hunde y la influencia extranjera conduce a la catstrofe moral y social. Los buenos rusos esthn empezando a comportarse como unos posesos, pero quin o qu los posee? Quines son los demonios de Dos- toievski? La novela est ambientada en una tranquila aldea rusa donde halla- mos al viudo Stepan vbjovenski que pasa sus aos de madurez rortejando a la viudaVrvara Stavrogina, la mujerms rica delpueblo. Peter, hijo de acaba de regresar de sus viajes por las capitales europeas y tiene seducidas a to- das las jvenes de la poblacin. A lo mejorse enamora de alguna muchacha res- petable, y quedara reproducido el orden social como ha ocurrido siempre por los siglos de los siglos. A medida que avanza la narracin vamos sabiendo, sin em- bargo, que bajo la apariencia de los ritos eternos de la aldea rusa se est incu- bando una organizacin poltica ultrasccreta y seudorrevolucionaria que se pro- pone una destruccin indiscriminada, de la queforman parte ntiembros de algunas de las mejores familias y cuyo egocntrico lder es el propio Peter Verjovenslei. Las actividades del misterioso grupo conducen a una serie de acontecimientos catas- trficos. Todas las personas de la aldea parecen manipuladas sin saherlo o influi- das de alguna manera por la siniestra conspiracin. Pero cuando termina la no- vela, todos los miembros de la conjura clandestina se hall suicidado, o han sido asesinados por sus propios camaradas, o estn lejos de la aldea) encarcelados o exi- liados. En las pginas finales, Stepan Verjovenski medita sobre la parbola b- blica del endemoniado de Gerasa. (As es exactamente nuestra Rusia -excla- ma-, que lleva siglos infestada de demonos! Quiz somos nosotros los cerdos en los que entraron los demonios, y ahora estamos corriendo hacia el abismo para ahogarnos y para que Rusia pueda salvarse a los pies deJess. Stepan Vrjovenski (y el propio Dostoievski) trata de apaciguar sus temores con una ingenua interpretacin del exorcismo de las multitudes demonacas y la 171 MULTITU!l redencin de Rusia por el cristianisrno/" Uf/a vez definida como demonaca la conspiracin poltica, }' especialmente su intrioante lder, entonces puede aislarla de la esencia real, eterna e incorruptible de Rusia, Esa puede ser una concepcin consoladora, pero se nieya a uer que la verdadera fuerza demonaca es la propia multitud rusa. La liheracin de los siervos}' los J!,randes movimientos radicales del decenio de 1860 desencadenaron una marca de a,Ritacin que amenaraba el viejo orden, y que lo destruira por completo 110 muchos aos ms tarde, Lo ms temible de la multitud es su nmero indeindo, el hecho de ser una}' muchos al mismo tiempo. Si existiese una conspiracin nica contra el viejo orden social, como imagina Dostoicvski, sera fcil conocerla, cnjrentarsc a ella}' derrotarla. O si, en vez de eso, hubiese numerosas amenazas separadas y aisladas contra el orden social, tambin eso se podra dominar. Pero la multitud es legin: est compuesta de innumerables elementos que s(Ruen siendo diercntes los UIlOS de los otros, pero se comunica/Ji colaboran y actan ('tI comn: Eso s que es ver- daderamente demonaco! EXCURSO l. MTODO: TRAS LAS HUELLAS DE MARX Tenemos aqu un acertijo. La clave del mtodo marxiano del materia- lismo histrico es que la teora social debe amoldarse a la realidad so- cial contempornea. A diferencia de los diversos idealismos que propo- nen marcos de referencia tericos independientes y transhistricos para todas las realidades sociales -talla nica para todo el mundo-, en su Introduccin de 1859 a los Grundrisse, un discurso del mtodo de maravillosa concisin, postula que nuestro modo de interpretacin debe adaptarse al mundo social contemporneo y, por lo tanto, debe cambiar con la historia: el mtodo y la sustancia, la forma y el contenido deben guardar correspondencia. h7 Sin embargo, eso significa que conforme la historia avanza y la realidad social cambia, las viejas teorias dejan de ser adecuadas. Necesitamos nuevas teoras para una nueva realidad. Seguir el mtodo de Marx, por consiguiente, implica alejarse de las teoras de Marx, en la medida en que ha cambiado el objeto de su crtica, la pro- duccin capitalista y la sociedad capitalista en su conjunto. Simplificando, para seguir las huellas de Marx es necesario caminar ms all de Marx y, basndonos en su mtodo, desarrollar un nuevo aparato terico ade- 172 MULTITUD cuado a nuestra situacin actual. Hay que escribir una nueva Introduc- cin que ponga al da el mtodo de Marx y que tenga en cuenta los cambios ocurridos desde 1859 hasta nuestros das. Lo ms extrao, como veremos, es que cuando empezamos a caminar ms all de Marx de este modo nos asalta continuamente la sospecha de que l ya estuvo all antes que nosotros. Los elementos fundamentales del mtodo de Marx que nos orien- tarn en el desarrollo del nuestro son: 1) la tendencia histrica, 2) la abs- traccin real, 3) el antagonismo, y 4) la constitucin de la subjetividad." Ya hemos utilizado la nocin de tendencia con anterioridad, cuando afir- mamos que la economa contempornea se define por una hegemona de la produccin inmaterial. Aunque el trabajo inmaterial no predomina en trminos cuantitativos, sostenemos que ha impuesto una tendencia a to- das las dems formas de trabajo, transformndolas de acuerdo con sus propias caractersticas, y es en este sentido que asume una posicin he- gemnica. Recordemos que, como el propio Marx anota en las pginas iniciales de El capital, cuando estudi el trabajo industrial y la produccin capitalista representaban una fraccin pequea de la economa inglesa, una fraccin todava ms minscula de las economas alemana y de otros pases europeos, y una fraccin infinitesimal de la economa mundial. En trmi- nos cuantitativos predominaba todava la agricultura, pero Marx reconoci en el capital y el trabajo industrial la tendencia destinada a actuar como el motor de las transformaciones venideras. Cuando los marxistas orto- doxos nos dicen hoy que el nmero de miembros de la clase trabajadora industrial no ha disminuido, y que el trabajo industrial y la fabrica deben seguir siendo el principio orientador de todo anlisis marxista, tendremos que recordarles que Marx se inspir en la nocin de tendencia. El nmero es importante, pero la clave consiste en captar el rumbo para predecir qu semillas prosperarn y qu otras se agostarn. El gran mrito de Marx a mediados del siglo XIX estuvo en interpretar la tendencia y realizar la proyeccin de que el capital, entonces todava en su infancia, iba a con- vertirse en una forma social completa. En la idea de tendencia est implcita la de la periodizacin hist- rica. Todos los das ocurren cambios histricos infinitesimales, pero te- nemos, al mismo tiempo, los grandes paradigmas que durante largos pe- rodos definen nuestra manera de pensar, nuestras estructuras de conocimiento, lo que nos parece normal o anormal, lo obvio y lo os- 173 MULTITUD curo, e incluso lo que es pensable y lo que no. Pero luego cambian es- pectacularmente para formar nuevos paradigmas.El paso entre los perodos constituye el cambio de una tendencia a otra. La produccin capitalista contempornea se caracteriza por una serie de pasos que dan nombre a diferentes aspectos del mismo cambio: de la hegemona del trabajo indus- trial a ladel trabajo inmaterial, del fordismo al posfordismo, de lo moderno a lo posmoderno. La periodizacin encuadra el movimiento de la histo- ria en trminos de paso de un paradigma relativamente estable a orro.?" Cada perodo se caracteriza por una o varias formas comunes que estructuran los diversos elementos de la realidad social y del pensamiento social. Estas formas comunes o isomorfismos de cada perodo son los que, por ejemplo, Michel Foucault describe en sus estudios sobre las distri- buciones espaciales y las arquitecturas de las diversas instituciones dis- ciplinarias modernas. No es casualidad, aduce, que la crcel se parezca a la fbrica, esta a la escuela, esta al cuartel, este al hospital, y as sucesi- vamente. Todas comparten una forma comn, que Poucault vincula al paradigma disciplinario." Hoy, en cambio, nosotros vernos redes don- dequiera que miramos: en las organizaciones militares, los movimientos sociales, las formaciones comerciales, las pautas de migracin, los siste- mas de comunicaciones, las estructuras psicolgicas, las relaciones lin- gsticas, las transmisiones neurales, e incluso las relaciones personales. No es que las redes no estuvieran antes ah, ni que haya cambiado la estructura cerebral. Es que la red se ha convertido en una forma comn que tiende a definir nuestra manera de entender el mundo y de actuar dentro de l. Y lo que es ms importante desde nuestro punto de vista es que las redes son la forma de organizacin de las relaciones de coo- peracin y comunicacin que dicta el paradigma de la produccin in- material. La tendencia de esa forma comn a emerger y ejercer su hegemona es lo que define una poca. Para una ilustracin de esta nocin de tendencia y de sus corres- pondencias formales entre pensamiento y realidad social para un largo perodo, consideremos lo que a primera vista podra parecer el ejemplo contrario ms poderoso: el fundamento metodolgico cartesiano, Pien- so, luego existo, que apunta a la certeza de la mente individual, aut- noma con respecto al cuerpo y al mundo fsico en que se halla. Des- cartes puede imaginarse sin cuerpo y sin mundo o sin un lugar en que estar, pero su propio pensamiento le corrobora con certeza su propia 174 MULTlTU1) existencia. Puede parecer extrao que en el mismo texto donde formula esa nocin, su Discurso del mtodo, Descartes site su revelacin en un lugar muy concreto del mundo: Me hallaba entonces en Alemania, adonde me llamara la ocasin de unas guerras que an no han termi- nado." Descartes realiza su descubrimiento de la certeza de la mente individual un da de 1619, que probablemente sera ellO de noviem- bre, cuando, siendo soldado en la guerra alemana de los Treinta Aos, permanece el da entero solo y encerrado junto a una estufa. Qu tie- nen que ver la guerra y el papel del propio Descartes en ella con una verdad eterna corno Pienso, luego existo? Por qu se molesta Descar- tes en contarnos el momento y el lugar? Ciertamente se comprendera con facilidad que una realidad tan devastadora, una guerra tan absurda y desesperada, pudieran determinar que alguien renunciase a estudiar el libro del mundo para tomarse a s mismo corno objeto de estudio. Puedo imaginar que ese mundo horrible no existe, y que mi propio pensamiento es la nica realidad clara y cierta. Sin duda sera demasia- do reduccionista el interpretar el descubrimiento metodolgico de Descartes como la mera reaccin de un soldado abrumado por los de- sastres de la guerra. Sera proponer una relacin demasiado estrecha, mecnica y lineal entre causa y efecto. Sin embargo, tambin sera err- neo separar la realidad social en que ocurri la revelacin cartesiana. En efecto, la grandeza de Descartes consiste en reconocer una forma y un modo de pensamiento en correspondencia con toda una era emergen- te en aquellos momentos. El yo soberano, individual y pensante que aca- ba de descubrir Descartes, tiene la misma forma que toda una serie de figuras destinadas a aparecer ms o menos hacia esa misma poca en la Europa moderna, desde el agente econmico individual hasta el Estado- nacin soberano. Ni la guerra de los Treinta Aos ni ningn otro acon- tecimiento histrico causa la teora cartesiana. Fue el conjunto de re- laciones que constitua la realidad de su situacin 10 que hizo pensable su teora. Su descubrimiento guarda una correspondencia formal con la tendencia emergente de su realidad social. Para Marx, por supuesto, el comienzo de todo es la produccin, y podernos fijarnos en el tema de la produccin para entender la idea de la abstraccin real, el segundo elemento del mtodo marxiano que desea- rnos seguir. Marx toma de los clsicos de la economa poltica, como Adam Smith y David Ricardo, la idea de que el trabajo es el origen del 175 MUlTITUIl valor y de toda riqueza en la sociedad capitalista. El trabajo del indivi- duo, sin embargo, no nos sirve para entender la produccin capitalista, pese a la gran veneracin que los economistas polticos profesan al mito de Rohinson Crusoe. El capital crea una forma de produccin colec- tiva, socialmente conectada, en la que el trabajo de cada uno de noso- tros produce en colaboracin con otros muchos, innumerables. Sera tan absurdo considerar que el valor, en la produccin capitalista, emana del trabajo individual, explica Marx, como concebir que fuese posible de- sarrollar un lenguaje si no existieran personas que viven juntas y se ha- blan (Cnmdrisse, p. 84). Para entender el capital, hay que empezar por el concepto de trabajo social: una abstraccin, pero, como argumenta Marx, una abstraccin racional que es ms real que cualquier ejemplo concreto de trabajo individual, y que es imprescindible para entender la produccin del capital. En la produccin capitalista, los trabajos es- pecficos de albail, de soldador, de dependiente de comercio, etc., son conmensurables o equivalentes porque contienen un elemento comn, el trabajo en abstracto, el trabajo en general, el trabajo con independencia de su forma especfica. Este trabajo abstracto, explica Marx, es clave para entender la nocin capitalista de valor. Si, como hemos dicho, en la so- ciedad capitalistael trabajo es la fuente de toda riqueza, entonces el trabajo abstracto es la fuente del valor en generaL El dinero es la repre- sentacin ltima de la indiferenciacin y la abstraccin del valor capi- talista. Una vez articulado el concepto del trabajo abstracto y su relacin con el valor, observamos una diferencia importante entre la poca de Marx y la nuestra. Marx propone la relacin entre el trabajo y el valor en trminos de cantidades correspondientes: cierta cantidad de tiempo de trabajo abstracto equivale a una cantidad de valor. En otras palabras, segn esta ley del valor que define la produccin capitalista, el valor se expresa en unidades mensurables y homogneas del tiempo de trabajo. Ms adelante, Marx vincula esa nocin a sus anlisis de la jornada de tra- bajo y la plusvala. Pero esa ley no puede postularse hoy en la forma en que la concibieron Smith, Ricardo y el propio Marx. Hoy no tiene sentido esa unidad temporal del trabajo como medida del valor. El tra- bajo sigue siendo la fuente bsica del valor en la produccin capitalista, eso no ha cambiado, pero necesitamos averiguar de qu tipo de traba- jo estamos hablando y cules son sus temporalidades. Hemos observa- 176 MUITlTUIJ do anteriormente que la jornada de trabajo y el tiempo de produccin han cambiado profundamente bajo la hegemona del trabajo inmaterial. Las cadencias regulares de la produccin fabril y su divisin clara entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio tienden a declinar en los dominios del trabajo inmaterial. Recordemos cmo las empresas punta del mer- cado de trabajo, como Microsoft, intentan que la oficina se asemeje cada vez ms al hogar, ofreciendo comida gratuita y programas de ejercicios fisicos para tratar de retener a los empleados en la oficina durante el mayor nmero posible de sus horas de vigilia. Al mismo tiempo, en el sector inferior del mercado de trabajo, los trabajadores han de practicar el pluriempleo para llegar a fin de mes. Este tipo de prcticas ha existi- do siempre, pero hoy, con el paso del fordismo al posfordismo, con el aumento de la flexibilidad y la movilidad impuestas a los trabajadores y la decadencia del empleo estable a largo plazo caracterstico del tra- bajo de fabrica, tienden a convertirse en la norma. De este modo, tanto en la vanguardia como en la retaguardia del mercado laboral, el para- digma socava la divisin entre tiempo de trabajo y tiempo de vida. Esta relacin ntima entre trabajo y vida, esta confusin de las divisiones del tiempo que observamos en la produccin posfordista, aparece todava con ms claridad en los productos del trabajo inmate- rial. La produccin material -por ejemplo, de coches, televisores, pren- das de vestir y alimentos- crea los medios de la vida social. Las formas modernas de la vida social no seran posibles sin esos artculos. En cam- bio, la produccin inmaterial, que incluye la produccin de ideas, im- genes, conocimientos, comunicacin, cooperacin y relaciones afecti- vas, tiende a crear, no los medios de la vida social, sino la vida social misma. La produccin inmaterial es biopoltica. Esta perspectiva nos per- mitir mirar con otros ojos toda la evolucin de la produccin capi- talista, un poco en la manera en que la anatoma humana contiene una clave de la anatoma del mono (Crundrisse, p. 105). El capital siempre ha estado orientado a la produccin, la reproduccin y el control de la vida social. Marx seala este hecho, por ejemplo, cuando dice que, si bien el capital puede ser definido como una acumulacin de riqueza social en forma de bienes o de dinero, como indica el lugar comn, el capital es, antes que nada, una relacin social. La produccin de capi- tal es, hoy de manera ms clara y fundamental que nunca, la produc- cin de la vida social. Marx tambin apunta en esa direccin con su 177 MULTITU]) concepto de trabajo vivo, el fuego en el que se forjan nuestras capa- cidades creativas. El trabajo vivo es una facultad humana fundamental, la capacidad para intervenir activamente en el mundo y para crear la vida social. Es verdad que el trabajo vivo puede ser capturado por el capital y reducido a fuerza de trabajo, puede ser comprado y vendido, y producir as mercancas y capital, pero el trabajo vivo siempre es mucho ms que eso. Nuestras capacidades de innovacin y creacin siempre son ms grandes que nuestro trabajo productivo, es decir, pro- ductor de capital. En este punto nos damos cuenta de que esa produc- cin biopoltica, por una parte, 110 tiene medida, porque no puede cuan- tificarse en unidades fijas de tiempo, y por otra parte, siempre es excesiva con respecto al valor que consiga extraer de ella el capital, porque el capital nunca puede captar la vida entera. Por esta razn nos vemos en la necesidad de revisar la nocin marxista de la relacin entre el tra- bajo y el valor en la produccin capitalista. El aspecto central del paradigma de la produccin inmaterial que necesitamos dilucidar aqu es su estrecha relacin con la cooperacin, la colaboracin y la comunicacin: en suma, su fundamento en lo co- mn. Marx insisti en que, histricamente, uno de los grandes elementos progresistas del capital haba sido la organizacin de los ejrcitos de obre- ros en unas relaciones de colaboracin productiva. El capitalista los lla- ma a la fabrica, por ejemplo, les enseria a colaborar y a comunicarse en la produccin, y pone en sus manos los medios para hacerlo. En el pa- radigma de la produccin inmaterial, por el contrario, es el trabajo mismo el que tiende a producir directamente los medios de interaccin, comunicacin y cooperacin para la produccin. La produccin de ideas, imgenes y conocimientos no solo se efecta en comn -nadie piensa a solas en realidad, todo pensamiento se produce en colaboracin con los pensamientos pasados y presentes de otros-, sino que adems cada idea o imagen nueva invita y se abre a nuevas colaboraciones. De todos estos modos, en la produccin inmaterial la creacin de coope- racin se ha convertido en algo interno con respecto al trabajo y, por tanto, externa en relacin con el capital. Los economistas reconocen lo comn de una forma confusa median- te el concepto de externalidades. Las externalidades positivas son be- neficios que uno cosecha sin haber hecho nada. El ejemplo habitual de manual es que cuando mi vecino embellece su casa y su jardn, mi pro- 178 MULTITUI) piedad tambin aumenta automticamente de valor. En un sentido ms general y fundamental, las externalidades positivas se refieren a la riqueza social creada fuera de los procesos directos de produccin, y cuyo va- lor solo en parte puede ser captado por el capital. Por lo general se in- cluyen en esta categora los conocimientos, las relaciones y las formas de comunicacin social derivadas de la produccin inmaterial. A me- dida que pasan al patrimonio comn de la sociedad, forman una suer- te de materia prima que no se agota en el proceso de produccin, sino que, por el contrario, aumenta a medida que se utiliza. Cualquier em- presa de Michigan, del noreste de Italia o del sur de la India se benefi- cia de la existencia de un sistema de enseanza, de las infraestructuras privadas o pblicas de carreteras, ferrocarriles, lneas telefnicas y ten- didos de fibra ptica, as como del desarrollo cultural general de la poblacin. La inteligencia, las capacidades afectivas y los conocimientos tecnolgicos de esas poblaciones son externalidades positivas desde el punto de vista del empresario. El capital no ha de pagar por esas fuen- tes externas de riqueza, pero tampoco puede someterlas por entero. Esas externalidades, que son comunes a todos nosotros, definen cada vez ms la produccin econmica en su conjunto. En la actualidad, una teora de la relacin entre el trabajo y el valor ha de basarse en lo comn. Lo comn aparece en ambos extremos de la produccin inmaterial como condicin previa y como resultado. Nues- tro conocimiento comn es el fundamento de toda produccin nueva de conocimiento; la comunidad lingstica es la base de toda innovacin lin- gstica; en nuestras relaciones afectivas existentes se funda toda produc- cin de afectos; y nuestro banco social de imgenes comunes hace posi- ble la creacin de nuevas imgenes. Todas estas producciones acrecientan lo comn y sirven a su vez de fundamento a otras nuevas. En realidad, lo comn no solo aparece al principio y al final de la produccin, sino tam- bin en el centro, puesto que los mismos procesos de produccin son comunes, colaborativos y comunicativos. El trabajo y el valor se han he- cho biopoliticos, en el sentido de que vivir y producir tienden a hacer- se indistinguibles. En tanto que la vida tiende a quedar completamente absorbida por actos de produccin y reproduccin, la vida social misma se convierte en una mquina productiva. Estas nuevas propiedades del valor en el paradigma de la produc- cin inmaterial y biopoltica -como su carcter no mensurable y su 179 MULTITUI) tendencia a ser comn y compartido- socavan todos los mecanismos contables tradicionales. Es preciso repensar todas las medidas estndares de produccin, reproduccin, circulacin, consumo e inversiones. Estos procedimientos no pueden abarcar, por ejemplo, las externalidades po- sitivas ni las dems formas sociales en comn de la produccin que se realizan fuera del estrecho marco de las relaciones asalariadas. En el si- glo XIX, fisicratas franceses como Prancois Quesnay crearon un 'Ihbleau conomique para representar todas las magnitudes del valor en la produc- cin.Ia circulacin y el consumo anuales de una economa. Hoy nece- sitamos un Tableau conomque capaz de superar las mediciones tradicio- nales y de describir con ms exactitud dnde se crea el valor y adnde va a parar en la economa nacional y en la global. Para eso sera nece- saria una revolucin de los mtodos de contabilidad equivalente al modo en que la teora de la relatividad de Einstein transform nuestra con- cepcin de los espacios mtricos y regulares de la geometra euclidia- na. De nuevo, cuando nos desplazamos ms all de Marx podemos ba- jar la vista y ver por sus huellas que l ya pas por ah con unas nociones muy similares de produccin comn y riqueza comn. En realidad -escribe en sus notas-r-, si se quita la limitada forma burguesa, qu es la riqueza sino la.universalidad de las necesidades individuales, las capa- cidades, los placeres, las fuerzas productivas, etc., todo ello creado a tra- vs del intercambio universal [... ] la realizacin absoluta de sus posibi- lidades creadoras, sin otra presuposicin ms que el desarrollo histrico previo, que hace esta totalidad de desarrollo -por ejemplo, el desarro- llo de todas las potencias humanas como tales- el fin en s mismo, no segn la medida de ningn rasero predeterminado. [... ] Luchando por no quedarse en lo que se ha transformado, sino en el movimiento ab- soluto de su transformarse? (Grundrisse, p. 488). Si nos quitamos las an- teojeras de la sociedad capitalista que limitan nuestra visin, veremos con Marx que la riqueza material en forma de mercancas, propiedades y dinero no es un fin en s misma. Este reconocimiento no debera lle- varnos a la abnegacin asctica. La riqueza real, que s es fin en s mis- ma, reside en lo comn, esto es, en la suma de los placeres, los deseos, las capacidades y las necesidades que todos compartimos. La riqueza comn es el objeto real y adecuado de la produccin. Con esto no queremos decir que el paradigma de la produccin in- material sea un paraso en el que producimos en libertad y comparti- 180 MULTITU!) mos por igual la riqueza social comn. El trabajo inmaterial est sien- do explotado por el capital, igual que el trabajo material. En otras pa- labras, el trabajo de los hombres, las mujeres y los nios todava est con- trolado por capitalistas que se apropian de la riqueza que el trabajo produce.Y ah es donde interviene el antagonismo, el tercer elemento del mtodo marxiano que estamos siguiendo. Hoy, como siempre, la pala- bra explotacin da nombre a la constante experiencia de antagonismo de los trabajadores. La teora de la explotacin debe revelar la violen- cia estructural cotidiana del capital contra los trabajadores, que es la que genera ese antagonismo y, al mismo tiempo, es la base para que los tra- bajadores se organicen y rechacen el control capitalista. Marx insiste en que todo concepto de explotacin debe fundarse en una teora del valor. y dado que ha cambiado la relacin entre el trabajo y el valor, tambin nuestra interpretacin de la explotacin debe cambiar. Para Marx, la ex- plotacin se define en cantidades de tiempo de trabajo, lo mismo que la teora del valor. El grado de explotacin se corresponde con la can- tidad de tiempo de trabajo excedente, es decir, la parte de la jornada de trabajo que excede del tiempo necesario para que el trabajador o tra- bajadora produzca un valor igual al del salario que percibe. El tiempo de trabajo excedente y la plusvala producida durante ese tiempo son conceptos clave de la definicin de explotacin segn Marx. Esta mag- nitud temporal le proporcionaba a Marx un marco de referencia con- ceptual claro y cmodo, y adems permiti que su teora fuese d i r e ~ tamente aplicable en su poca en la lucha de los trabajadores por reducir la duracin de la jornada de trabajo. Pero actualmente, y bajo el paradigma de la produccin inmaterial, la teora del valor no puede concebirse en trminos de unidades de tiempo, ni la explotacin puede entenderse en esos trminos.Y as como debemos comprender la produccin del valor en funcin de lo comn, tambin hay que tratar de concebir la explotacin como la expropiadn de lo comn. En otras palabras, lo comn se ha convertido en ellocus de la plusvala. La explotacin es la apropiacin privada de una parte o de la totalidad del valor producido en comn. Las relaciones y la comu- nicacin producidas son comunes por su propia naturaleza, pero el capi- tal consigue la apropiacin privada de parte de su riqueza. Pensemos, por ejemplo, en los beneficios que se extraen del trabajo afectivo. L ~ ~ s mo se cumple en la produccin de lenguajes, de ideas y de conocnmen- 181 MULrITUn tos: lo elaborado en comn pasa al dominio privado. Ejemplos de ello ocurren, por ejemplo, cuando los conocimientos tradicionales produci- dos por las comunidades indgenas, o el conocimiento elaborado en co- laboracin por las comunidades cientficas se convierte en propiedad pri- vada. En algunos aspectos podemos decir que el dinero y la sumisin de la economa al capital financiero resumen la oscura lgica por la cual, aunque vayan desapareciendo las caractersticas tradicionales de la pro- duccin capitalista, el capital logra ejercer todava su poder y extraer ri- queza. El dinero, obviamente, no es solo una equivalencia general que facilita los intercambios, sino tambin la representacin definitiva de lo comn. Instrumentos financieros como los derivativos proyectan esa re- presentacin de lo comn hacia el futuro, como trataremos de demos- trar en el captulo 3. En otras palabras a travs de los mercados finan- cieros el dinero tiende a representar no solo el valor presente de lo comn, sino tambin su valor futuro. El capital financiero apuesta so- bre el futuro, y funciona como una representacin general de nuestras futuras capacidades productivas comunes. El lucro del capital financie- ro es probablemente la forma ms pura de expropiacin de lo comn. Sin embargo, la lgica de la explotacin no es de ningn modo la misma para todos en el mundo. En el momento de plantear la teora de la tendencia, con la nocin de que una forma de trabajo funciona como hegemnica con respecto a las dems, conviene tener presente que im- plica divisiones del trabajo correspondientes a jerarquas geogrficas, ra- ciales y de gnero. En la seccin siguiente estudiaremos la topografia de la explotacin que define esasjerarquas. La gestin de las divisiones glo- bales del trabajo y del poder es una de las armas de que dispone el capi- tal para mantener su dominio sobre la produccin y la riqueza globales. El cuarto y ltimo elemento del mtodo de Marx que estamos si- guiendo aqu se refiere a la produccin de subjetividad. Segn Marx, la subjetividad se produce en las prcticas materiales de la produccin. As, la produccin no solo crea un objeto para el sujeto -escribe-, sino tambin un sujeto para el objeto (Grundrisse, p. 92). La subjetividad de los trabajadores se crea tambin en el antagonismo de la experiencia de la explotacin. Eso significa que en la era de la hegemona de la pro- duccin inmaterial, el pobre designa la figura paradigmtica de la produc- cin. Esto no significa que haya un empobrecimiento continuo de los trabajadores, como planteaba hipotticamente Marx, ni significa que to- 182 MULTITUI) dos los trabajadores del mundo vivan en condiciones de extrema pobreza (aunque, de hecho, muchos la sufren). El pobre es la nica figura que puede designar la sociedad en toda su generalidad, como conjunto in- separable. definido por su base, tal como los manifestantes surafricanos empleaban el trmino para designar la generalidad de los diferentes gru- pos en lucha. En el paradigma de la produccin inmaterial, en la pro- duccin basada en la comunicacin y la colaboracin, el pobre es la figura primaria de la produccin, en el sentido de que la sociedad tiende a producir como un conjunto coordinado. Adems, el pobre subraya la relacin contradictoria de la produccin con el mundo del valor; el po- bre est excluido de la riqueza, pero, sin embargo, est incluido en los circuitos de la produccin social. El pobre es carne de la produccin bio- poltica. Nosotros somos los pobres. Al final de nuestro recorrido en pos de un nuevo mtodo que vaya ms lejos que Marx y tenga en cuenta los cambios de nuestro mundo, tenemos de nuevo la extraa sospecha de que una vez ms Marx se nos ha adelantado. En el estilo fragmentario caracterstico de sus notas en los Crundrsse, explica que, bajo el capital, el trabajo implica un estado de pobreza absoluta. Este trabajo viviente, que existe como una abstraccin de estos momentos de la realidad efectiva r...1esta desposesin comple- ta, existencia puramente subjetiva del trabajo, despojada de toda objetivi- dad. El trabajo como pobreza absoluta: pobreza no como carencia, sino como total exclusin de la riqueza objetiva (Gn-tndrisse, pp. 295-296). Tan pronto como ha planteado esta visin negativa de la pobreza como ex- clusin, sin embargo, Marx invierte la definicin de pobreza en un sen- tido positivo. El trabajo no como objeto, sino como actividad; no como valor en s, sino como fuente villa de valor. [Concretamente, es la] riqueza general (a diferencia del capital en que existe objetivamente, como reali- dad) como posibilidad general [de riqueza] la que se demuestra a s misma como tal en la accin (Gnmdrisse, p. 296). Por consiguiente, el trabajo 'vivo tiene un carcter doble: por una parte, se presenta como pobreza absolu- ta, ya que est privado de riqueza, pero, por otra parte, Marx reconoce en la pobreza el grado cero de la actividad humana, como la figura de la posibilidad general y, por lo tanto, la fuente de toda riqueza. Eso somos bsicamente los seres humanos: una posibilidad general, o una capacidad productiva general. Este doble carcter de pobreza y posibilidad define la subjetividad del trabajo, con claridad creciente, en el paradigma inmate- 183 MULTITUI) rial. La riqueza que crea es quitada y esa es la fuente del antagonismo. Pero conserva su capacidad para producir riqueza, y esa es su fuerza. En esta combinacin de antagonismo y fuerza reside la elaboracin de una sub- jetividad revolucionaria. Muerte de la ciencia lgubre? Nada contrara tanto a nuestros amigos economistas como recordarles que la teora econmica esunadisciplina prifundamente reaccionaria. Desde su na- cimiento, entre Escocia y Francia y en una poca que crea haber culmina- do laIlustraci6n, la teora econmica seha desarrollado como una teora de lamedida y del equilibrio entre las partes de un conjunto: el conjunto eco- nmico delaproduccion, lareproduccin y ladistribucin delariqueza. Por supuesto, los movimientos internos sondinmicos, hay un crecimiento cons- tante, lasformas y elfundamento quedan siempre abiertos a ladiscusin, y por consiguiente nunca faltan conflictos, pero la estabilidad del conjunto prevalece siempre sobre los movimientos de las partes. Como en el mundo aristotlico, para los economistas lamateria y laforma, el movimiento y la finalidad son necesariamente compatibles y unitarios. De ah que la teora econmica, pese a laapariencia deconstante movimiento, sea totalmentefija y esttica. No escasual que losfisicratas franceses y los moralistas escoce- sesfueran los primeros enformular los presupuestos del anlisis que unsiglo mstarde seconvertira en la teora general delequilibrio neoclsica. Era inevitable que los estadsticos y los matemticos se apoderasen de la teora econmica, porque sonlos nicos que tienen las tcnicas adecuadas para ges- tionarla. Los clculos y los modelos sonlaconfirmacin cotidiana, ms all de las bibliotecas acadmicas y delos expedientes administrativos, delauto- pa de la reaccin poltica. Porqu reaccin? Puesporque la reproduccin delasociedad seanalizacon el objetivo demantenerla exactamente talcomo esy dejormularla en trminos demedidas cualitativas quepueden hacer de las relaciones deexplotacin algo inevitable y natural, como una necesidad ontolgica. La teora econmica es ms disciplinaria quecualquier otra dis- ciplina, y ha sido as desde sus orgenes. 184 MUITITUI) En el decurso de la modernidad, y corforme vamos acercndonos a nuestra propia poca, vanemergiendo cada vez msfenmenos e institucio- nesque nocuadran con los equilibrios de lasanayfeliz ,ciencia econmica. Cantidades que no se pueden medir, imperfecciones y distorsiones de la irformacin.formas deexplotacin crueles y brbaras, cambios legislativos e institucionales, sin olvidar las revoluciones sociales y polticas -en suma, todos los acontecimientos catastrficos quepuedenagruparse bajo ladeno- minacin de crisis- demuestran que la teora del equilibro no sirve como esquema general delaeconomia y que msbien gobierna sobre los d e ~ e q ~ i librios. Losrevolucionarios proclamaron ese hecho. En elcontexto acadmico, lo sospech Thorstein Veblen. La duda, convertida en certidumbre, era que la medida y el equilibrio no existen en la naturaleza. Junto con trRicas guerras y otros cataclismos, enel siglo xx lleg laera de lareconstruccin, lapoca gloriosa de la economa poltica. Con el diag- nstico delcolapso de las medidas naturales, lareconstruccin requera me- didas polticas de ajuste orientadas a restablecer los equilibrios econmicos tradicionales. Tales tcticas condujeron algunas veces a nuevas estrategias, como por ejemplo cuando, tras el derrumbe de la bolsa en 1929,john Maynard Keynes intent reconstruir cientificamente el conocimiento (para dirigirlas) de las figuras sociales de laproduccin, la reproduccin y la dis- tribucin de lariqueza. Si las medidas naturales del valor ya noservian (o dejaban de funcionar bajo las presiones de la lucha declases), seria preciso construir u ~ a [uncin de medida queaportase el equilibrio al desarrollo, in- cluso en las crisis, en relacin con las ideologas polticas, las relaciones delos productores y los sectores productivos. En lahistoria de laciencia econmi- ca nose encontraran muchos ejemplos desemejante eifuerzo por liberar a la economa poltica del aparato reaccionario que la sustenta. Para lograrlo fue necesario abrir elsistema afuerzas sociales y sujetos polticos, a la me- diacin, entre sectores sociales antagonistas. La economa poltica deba con- vertirse en un nuevocontrato social, y ese fue literalmente el New Deal. Sin embargo, es posible preservar los parmetros de reproduccin del orden capitalista a largo plazo, unavez quelareguladn porlas autoridades haquedado abierta al antagonismo social, o mejor dicho, cuando el antago- nismo social ha quedado reconocido como el marco de referencia (o tal vez 185 MULTITUI) incluso delegitimacin) delotden poltico? Esposible mantener el orden ca- pitalista una vez que la economia politica se abre a laposibilidadde un cambio de reglas deladistribuci6n dela riqueza? Es todavia posible man- do la intervencin econmica, biensea medianteel bienestar social (inclu- so estando en crisis) o laguerra (con su brutal eficacia), impregna todas las fuerzas contradictorias queconstituyen lavidasocial? Cuando el keynesia- nismopusofin al espejismo naturalista plante un problema irresoluble al que la etonomla politica tendria que enfrentarse. En el decenio de 1970, la revisin keynesiana de la teora econmica mostr resultados contraprodu- centes. Con laexpansin delaguerrafria el keynesianismofue recortado en primerlugar por PaulSamuelson para asimilarlo a lavieja doctrina neocl- sica, y luego Mi/ton Friedman y laEscuela de Chicaco acabaron por soca- varIo completamente al proponer el establecimiento de ciertas medidas de equilibrio consistentes endelegar todo elpoder regulador enel dinero, esdecir, en el mercado. De ese modo retornbamos a lacasilla inicial delaciencia eco- nmica,podramos decir, pero quciencia tan extraa!Ahora sefunda en una especie de esencialismo monetario, en elque los estndares de medida noguardan relacin con el mundo real de laproduccin y del intercambio, excepto en loque se refiere a las normas del Banco Central o de la Reser- va Federal. Se ha restablecido el aristotelismo monetario, y el Banco Cen- tral es ahora el motorfijo de la Mltologia monetaria. Todo estoes muy du- doso. El sentidocomn, unido a la experiencia cotidiana, nos ensean (en buenaforma keynesiana) que el dinero, lejos de ser un presupuesto de la realidad social productiva, un a priori, esun resultado, creado a posteriori por instrumentos reguladores. Por lo dems, y aunque critiquemos esa centralidad del dinero, hay que reconocer, sin irona, que esafigura metafsica que los economistas atri- buyen al dinero se asemeja a la realidad en cierta medida (como ocurre a menudo enfilosrifia). Cuanto ms se socializa y se globaliza la pro- duccin, ms se presentan las conexiones monetarias (que sirven de base a los instrumentos financieros) como indicadores}' expresiones de la pro- duccin social general y del conjunto de relaciones que renen a los dis- tintos agentes econ6micos. De hecho, solo el poderdel dinero puede repre- sentar lageneralidad de los valores de laproduccin cuando son expresin 186 MUITITUI) de las multitudes globales. Para comprender esta analoga, sin embargo, hay que asumir una vez ms la crisis de la teora econmica y de sus diver- sos intentos por definir los estndares de medida y buscando losfunda- mentos no ya en la naturaleza sino en la recomposicin comn del tra- bajo y la cooperaci6n concreta de los sujetos singulares (individuos y grupos) que componen la producci6n. Que nadie espere ya descubrir uni- dades de medida naturales, porque incluso cuando aparecen no son msque resultados cjlmeros, surgidos .a posteriori de la comn organizacin de la sociedad y de la continua resolucin de los antagonismos que la atraviesan. As pues, la ciencia econmica, agotados sus recursos, ha de abrirse a la poltica, tiene que ceder ante lapraxispoltica y reconocer que no puedeser de otra manera. La teora econmica, si quiere ser una ciencia, debe regre- sar a algo ms parecido al antiguo significado griego del trmino (econo- ma,>, y tomar en consideracin la totalidad de la vida social. Mientras esperamos a un Imre Lakatos o un Paul Feyerabend que den la vueltaa la teora econmica, es irtteresante observar que, si bienla disci- plina sigue perdida en su sopor dogmtico, algunos economistas han llega- doaconclusiones cercanas a las quesugerimos aqu. Es elcaso de Gary BCf- ker, porejemplo, quelleva medio s(glo plantendose lamisma pregunta: qu sentido tiene preguntarnos en trminos puramente econmicos si loshuma- nospuedensentirse sasfethos o realizados, sin impregnar todo el campo de laeconoma con la existencia biopoltica? Sin duda, el individualismo me- todol6gico delaEscuela de Chicago nopuederesolver estegnero deproble- mas, aunqueaada conceptos nuevos como capital humano y capital cogni- tivo. Sin embargo, no est definitivamente condenada la lgubre ciencia, como la llam Thomas Carlyle. Puede renacer, si tiene en cuenta la nueva antropologa delocomn y elpoderintelectual y '!fectivo del trabajo produc- tivo, y si adems de considerar a los capitalistas y a los trabajadores asala- riados incluye a los pobres y a los marginados, que no obstante constituyen siempre las articulaciones productivas del sersocial. Para quefuncione hoy una teora econmica, ha de constituirse alrededor de locomn, loglobal, y lacooperadn social. En otras palahras, debe convertirse en una ciencia bio- poltica. Como dice Amartya Sen, la ingeniera econmica debe volver la vistahacia la tica. II DE CORPORE El cuerpo sin rganos recae ahora en la produccin de! deseo, la atrae y se la apropia. Los rganos-mq uina se adhieren ahora al cuerpo sin rganos como si fuese el chaleco forrado de un esgrimista, o como si esos rga- nos-mquina firesen medallas enganchadas sobre e! jer- sey de un luchador, que tintinean mientras l se dirige hacia su oponente. GILLES DELEUZE y FLIX GUATTAIH Pero, en general, el sistema proteccionista de nuestros das es conservador, mientras que el sistema de libre comercio es destructivo. Rompe las antiguas naciona- lidades y empuja el antagonismo entre el proletariado y la burguesa a los extremos. En una palabra, el siste- ma de libre comercio precipita la revolucin social. Es en este sentido revolucionario nicamente, caballeros, que voto a favor del libre comercio. KARL MARX Hasta este momento nos hemos planteado la cuestin del trabajo y de la pobreza primordialmente en trminos econmicos. tratando de demos- trar que existe base comn suficiente, interaccin y comunicacin en- tre las diversas figuras singulares de la produccin para hacer posible la construccin de la multitud, Pero tambin hemos llegado a la conclu- sin de que hoy el estudio del trabajo y de la pobreza no puede que- dar confinado a la ciencia econmica. Las figuras que se incorporan a 188 MULTITUD la multitud. los obreros industriales, los trabajadores inmater-iales, los trabajadores agrcolas, los desempleados, los emigrantes. etc., son figu- ras biopolticas que representan formas de vida distintas en lugares con- cretos, y ser preciso captar la especificidad mater-ial y la distribucin espacial de cada una de ellas. Adems, tendremos que investigar las ins- tituciones polticas y sociales que mantienen las jerarquas globales y la geografa de la pobreza y la subordinacin. En resumen, nuestro anli- sis debe pasar ahora de la topoloza de la explotacin a su topogrqfla. Y as como la topologa examinaba la lgica de la explotacin en la produc- cin, la topografa traza el nlapa de las jerarquas del sistema de poder y sus relaciones desiguales entre el Norte y el Sur del planeta. Esas re- laciones espaciales de control y subordinacin son la clave para enten- der cmo las contradicciones del sistema se transforman en antagonis- mo y conflicto. Puesto que hemos empezado a reconocer (desde el punto de vista de la crtica de la economa poltica) que las figuras singulares del tra- bajo posmodctno en vez de permanecer fragmentadas y dispersas tien- den a converger, gracias a la comunicacin y a la colaboracin, hacia un ser social comn, ahora deberemos sumergirnos en ese ser social, en un medio que es rico y desdichado, pletrico de productividad y su- friente, y al mismo tiempo vaco de forma. Este ser social comn es la matriz poderosa que ocupa el lugar central en la produccin y la re- produccin de la sociedad contempornea y que tiene el potencial para crear una nueva sociedad alternativa. Hay que considerar este ser social COTI1n como una nueva carne, aunque carne amorfa, que todava no ha configurado ningn cuerpo. En este punto, la cuestin principal es: qu clase de cuerpo formarn estas singularidades comunes? Una posibili- dad es que sean encuadradas en los ejrcitos globales al servicio del capital, subyugadas en las estrategias globales de la incursin servil y la marginacin violenta. En otras palabras, la nueva carne social tornara la forma de los rganos productivos del cuerpo social global del capital. Otra posibilidad, sin embargo, sera que estas singularidades comunes se organizasen autnornamente gracias a una especie de poder de la car- ne), en lnea con la secular tradicin filosfica que se remonta hasta el apstol Pablo de Tarso." El poder de la carne es el poder para transfor- 189 MULTITUD mar nos a nosotros mismos y crear un Inundo nuevo mediante la accin histrica. Desde esa perspectiva abstracta, metafsica, el conflicto polti- co se plantea entre dos formas posibles de organizacin de la carne social de la multitud en un cuerpo social global. ApartheidJ?lobal A comienzos de la poca moderna, los tratados europeos de filosofa poltica solan iniciarse con un captulo titulado De Corpore, en el que analizaban tanto el cuerpo humano como el cuerpo poltico. El cuer- po poltico es la ley encarnada en un orden social regulado." La ana- loga con el cuerpo humano sirve para corroborar la naturalidad de ese orden: tenernos una cabeza para tornar decisiones, brazos para pelear en nuestras luchas, y otros diversos rganos, cada uno de los cuales sirve a su funcin natural. Y en el anlisis de la primera poca moderna, todo ese orden era confirmado y garantizado por la autoridad divina. Esa tra- dicin dio lugar a dos corrientes del pensamiento poltico moderno en Europa. En la primera, un soberano que est por encima de la sociedad determina y garantiza el orden del cuerpo poltico: todos son sbditos del soberano y estn unidos bajo la voluntad soberana. Esta es una pro- duccin politica de subjetividad en la que toda la poblacin est con- formada en una identidad. El cuerpo poltico resultante, que suele ser un cuerpo poltico nacional, es absolutista en sentido reaccionario; es de- cir, que las diversas y diferentes clases o funciones sociales se hallan ab- solutamente unidas bajo el ruando del soberano. Una segunda corrien- te moderna de esa tradicin proyecta el cuerpo poltico en la imagen de la repblica, es decir, la res publica o cosa pblica. En este caso, la soberana es interna al cuerpo poltico y arraiga en algn estado natural que es anterior tanto al contrato social como a la transferencia de dere- chos y poderes a favor de la soberana. Tambin aqu el cuerpo poltico es absoluto y el poder del soberano est unido, pese a la insistencia del pensamiento republicano en cuanto a las limitaciones de la soberana. La produccin de subjetividad en la versin republicana moderna adopta la forma de constitucionalismo, por el que se regula el cuerpo poltico 190 MULTITUD jerrquico: al igual que los rganos y los miembros del cuerpo individual, cada segmento de la sociedad tiene su propio lugar y funcin orgnica en el cuerpo poltico de una repblica constitucional. C01no ms adelante analizaremos esta alternativa con la ayuda del ejemplo ingls y el francs, remitindonos a Hobbes y H... ousseau, la plantearemos ahora segn la tradicin alemana de la teora jurdica. El ejemplo ms desarrollado de la primera corriente es el concepto alemn de Reich, que aunque se traduzca como gobierno o como imperio es en realidad una Gemeinschqft, es decir, una comunidad de cuerpos, de sangre y de tierra, que forman un leimat, un hogar patrio. Desde esa perspectiva, la autoridad es Ull elemento orgnico del todo social; C01no la tribu y la familia, es patriarcal, y se expresa corno el punto ms alto por encima de la sociedad. Martn Lutero llam a este manantial de la obli- gacin de mandar un Obr({!kcitsstaat (el estado basado en la autoridad). La otra corriente, la republicana y constitucionalista, est representada por la gran tradicin decimonnica del derecho pblico alemn, que alcanz su culminacin democrtica con la obra de Rudolf von Jhering y sus discpulos. Pero ah tampoco hallamos alternativa a la unidad dcl man- do soberano. Ningn derecho subjetivo, ni siquiera en el terreno poltico, es vlido si no lo sanciona el cuerpo pblico disciplinado. Incluso en la tradicin del instirucionalismo, desde atto von Gierke hasta Ernst Pors- thoff, que concede una fuerte autonoma a los cuerpos sociales y por tanto teoriza la naturaleza subsidiaria de varias fuentes sociales de autoridad, el eje central de mando todava se concibe absolutamente unido. El cuerpo pblico constitucional sigue siendo un cuerpo org- nico de poder. En ambas corrientes, las teoras modernas del cuerpo poltico son formulaciones explcitas de biopoder, y plantean una orde- nacin absoluta y total de la subjetividad social y de la vida social en su conjunto bajo un poder soberano unificado. Acadmicos contemporneos que estudian las formas polticas de la globalizacin, repiten en general estas dos versiones del cuerpo polti- co moderno." Por una parte estn los autores que leen la sociedad global corno un rgimen de seguridad global. Segn su argumentacin, C01110 los estados-nacin y el viejo orden internacional ya no son suficientes para protegernos frente a las amenazas a que nos enfrentamos en el 191 MULT1TUI) mundo, ser necesario crear otras formas de soberana para gestionar conflictos y mantener el orden global. Para la mayoria de los autores de esta corriente, Estados Unidos, como nica superpotencia (a veces en conjuncin con otras grandes potencias, o con los pases occidentales" en general), debe ejercer la soberana que garantice el orden de la so- ciedad global como un cuerpo poltico. Por otra parte, algunos autores republicanos contemporneos buscan un nuevo contrato social entre la sociedad y el soberano, ahora a nivel global, con el fin de paliar los excesos y reducir los conflictos del nuevo orden mundial. Vuelven a asumir que la soberana reside en la sociedad global, basada en princi- pios o valores implcitos. y su objetivo consiste en extender las institu- ciones polticas modernas ms all de las fronteras nacionales y estable- cer una forma de gobierno cosmopolita por medio de un orden constitucional global, creando as un cuerpo poltico global. En el ca- ptulo 3 intentaremos demostrar que ninguna de estas versiones de la so- ciedad global admite un concepto pleno de democracia, porque, al seguir organizando a todos los elementos de la sociedad en un cuerpo poltico orgnico, necesariamente reducen las diferencias y la libertad de las par- tes, y establecen jerarquas entre ellas. Una multitud democrtica no puede ser un cuerpo poltico, al menos en la forma moderna. La multitud viene a ser corno carne excepcional que rechaza la unidad orgnica del cuerpo. Llegados aqu deberamos fijarnos, en primer lugar, en el hecho de que ninguna de estas teoras conseguir interpretar la nueva naturaleza del cuerpo poltico global sin reconocer que est compuesto de divi- siones y de jerarquas que son por igual econmicas y polticas. La rea- lidad es que los rganos del cuerpo poltico son primordialmente divi- siones econmicas, de ah que sea necesaria una crtica de la econorna poltica para comprender la anatoma de ese cuerpo. En segundo lugar analizaremos el hecho de que estas tradiciones modernas de construc- cin del cuerpo poltico no pueden aprehender las nuevas formas del cuerpo poltico global porque dependen en exceso de los modelos na- cionales. Esas teoras, cuando no siguen planteando el poder y la sobe- rana estrictamente en trminos de estados-nacin o agrupaciones de estados-nacin, se limitan a ampliar los conceptos e instituciones de la nacionalidad moderna para adaptarlos a una escala regional ms grande, 192 MULTITUI) o incluso global. Sin embargo, los procesos recientes de globalizacin, y concretamente el debilitamiento de la soberana de los estados-nacin, han socavado las condiciones que hacan posible la construccin mo- derna de un cuerpo poltico. El cuerpo poltico global no es meramente un cuerpo nacional ms desarrollado. Tiene una nueva Nos hallarnos en una poca de transicin, o mejor dicho, un inte- rregno. Durante siglos los historiadores han debatido sobre quin go- bierna durante los perodos de interregno y cmo se construyen las bases de las nuevas instituciones, pero 10 que siempre ha estado claro es que nunca se produce el vaco de poder. Habr momentos en que el poder est ms ampliamente distribuido, o momentos en que se hallar repar- tido entre dos o varios mandatarios, pero 10 nico que no puede exis- tir nunca es una ausencia total de poder, un vaco. En efecto, cuando los estudiosos emplean la palabra anarqua para referirse a estos perodos por lo general no se refieren a una ausencia de poder, sino sirnplcrnente a un caos institucional, a excesos o defectos en la produccin de normas, o a conflictos entre poderes, todo lo cual estuvo efectivamente presen- te durante el interregno en la Inglaterra del siglo XVII, coruo tambin lo est en la era presente de globalizacin. COI110 dice Joseph Schum- peter, cuando parece que el terreno se encuentra limpio y despejado, ya existen semillas de una proliferacin tropical de nuevas estructuras le- gales;.7() Nuestro interregno contemporneo, en el que el paradigma na- cional moderno de los cuerpos polticos est evolucionando hacia una nueva forma global, tambin se halla poblado por una abundancia de nuevas estructuras de poder. Lo nico que permanece siempre presen- te y nunca desaparece de la escena poltica es el poder mismo, Para evitar cualquier confusin, subrayemos que no estamos diciendo aqu que durante este interregno los estados-nacin dejan de tener po- der, sino que sus poderes y sus funciones se estn transformando, den- tro de un nuevo marco de referencia global. Con demasiada frecuencia, en las discusiones contemporneas acerca de la globalizacin, muchos autores dan por supuesta una alternativa excluyente: o los estados-nacin son todava importantes, o se ha producido una globalizacin de las fi- guras de autoridad. Conviene entender que las dos proposiciones son ciertas: los estados-nacin siguen siendo importantes (aunque, desde 193 MULTITUD luego, unos mas que otros), pero sin embargo han cambiado radicalmen- te en el contexto global. Es lo que Saskia Sassen ha llamado un proce- so de desnacionalizacin. Los estados siguen desempeando un papel crucial en la determinacin y el mantenimiento del orden jurdico y econmico, aduce esta autora, pero sus acciones se orientan cada vez ms, no hacia los intereses nacionales, sino ms bien hacia la estructura del poder global emergente." Desde esta perspectiva, no hay contradiccin entre Estado-nacin y globalizacin. En el interregno, los estados con- tinan realizando muchas de sus funciones tradicionales, pero estn sien- do transformados por el poder global emergente al cual tienden cada vez ms a servir. La crtica de la economa poltica debe contemplar este interregno y observar cmo su transicin temporal guarda correspondencia con una transformacin espacial del poder global. La riqueza y el poder econ- rnicos siguen irregularmente distribuidos en el mundo de hoy, pero las lneas nacionales que solan definir el mapa del poder se estn despla- zando. Los conceptos de desarrollo desigual e intercambio desigual que fueron caballos de batalla de los economistas de la lnea tercermundista durante el decenio de 1960 pretendan subrayar la radical diferencia en el nivel de explotacin entre los pases del primer mundo y los del tercer mundo." Estos conceptos ayudaron a explicar la obstinada persistencia de las divisiones y jerarquizaciones globales, o por qu los pases ricos seguan siendo ricos y los pobres, siempre pobres. El desarrollo desigual describe cmo los pases privilegiados del mundo crean regmenes cada vez ms avanzados de productividad y rentabilidad, con la colaboracin de los pases subordinados y a expensas de ellos. El intercambio desigual alude al hecho de que la produccin de los paises pobres se infravalora constantemente en el mercado mundial, con el resultado de que los pases pobres subvencionan en realidad a los ricos, y no al revs. Ade- ms se consider que estos sistemas no equitativos representaban una contradiccin interna del desarrollo capitalista, de manera que en deter- minadas condiciones polticas poda hundirse todo el andamiaje de la dominacin capitalista. Pero la globalizacin capitalista ha conseguido resolver este problema de la peor manera posible: no haciendo ms equitativas las relaciones laborales en todos los pases del mundo, sino 194 MULTITUD todo lo contrario, generalizando en todas partes los mecanismos perver- sos de la desigualdad y la falta de equidad. Hoy dia encontramos desa- rrollo desigual e intercambio desigual entre las barriadas ms ricas y las ms pobres de Los ngeles, entre Mosc y Siberia. entre el centro y la periferia de cualquier ciudad europea, entre las riberas septentrional y meridional del Mediterrneo, entre las islas septentrionales y meridiona- les del archipilago japons... la relacin podra continuar indefinidamen- te.Tanto en el barrio South Central de Los ngeles como en Lagos, Ni- geria, vernos procesos de dumpil1R biopoltico mediante la diferenciacin del precio de la nlano de obra, de manera que el trabajo de ciertos tra- bajadores vale ms y el de otros vale menos. e incluso corno el trabajo de algunos apenas tiene ningn valor econmico. Por supuesto, hablando en general y en trminos aproximados, hay todava diferencias importantes entre naciones y entre grandes zonas geogrficas del mundo, entre Euro- pa y frica, entre Norteamrica y Suramrica. entre el Norte global y el Sur global, pero esas zonas tampoco son homogneas. Las lneas de jerar- quizacin y divisin son mucho ms complejas. En estos das hay que ser gegrafo para trazar el mapa topogrfico de la explotacin." El cuerpo poltico global no se define solo por las divisiones glo- bales del trabajo, sino tambin por divisiones globales de poder estrecha- mente relacionadas. Los textos clsicos de la economa poltica, como los de Adam Smith y David Ricardo, presentan las divisiones internacionales del trabajo corno si fuesen fenmenos naturales que un capitalista in- teligente y bien informado de los distintos niveles de costes y benefi- cios podra aprovechar. Pero siempre han existido jerarquas de poder que coordinan y mantienen esas divisiones internacionales del trabajo, desde las administraciones coloniales hasta las relaciones de poder pos- coloniales. Las divisiones del trabajo y las jerarquas del poder estn tan estrechamente relacionadas en el sistema global que deben ser conside- radas conjuntamente.Y adems, hoy estas divisiones no suelen pasar es- trictamente por las fronteras nacionales, de ah que en vez de interna- cionales) deberamos llamarlas, siguiendo a James Mittelman, divisiones globales del trabajo y el poder." Este concepto implica, por una par- te, que no es posible deterrninar de manera fija los grados de desarro- llo y de explotacin, sino que hemos de limitarnos a observar la situa- 195 MULTITUI) cin cambiante de las divisiones entre las reas geogrficas y entre las poblaciones. Las divisiones globales son el resultado y el objeto de las lu- chas de poder. Por otra parte, implica que solo se alcanza un equilibrio de divisiones estables mediante la imposicin de reglas que nonnalicen, naturalicen y controlen las divisiones. Para un ejemplo complejo de cmo cambian las lneas de jerarqua y explotacin bajo el control del sistema global, observemos el auge y la decadencia econmica en los llamados dragones y tigres asiticos. Hacia el decenio de 1980, estas economas se vieron transformadas por lo que algunos economistas lla- maron fordismo perifrico, segn el cual la produccin industrial exportada desde los pases dominantes contribua a impulsar un espec- tacular desarrollo econmico bajo la gua de los poderes y las institu- ciones econmicas dominantes, como por ejemplo el FMI. Las econo- I11aS de Corea del Sur, Singapur y otros pases del Sureste asitico subieron peldaos en la jerarqua global, elevndose en muchos casos muy por encima del pelotn de los pases de mediano nivel, como la India y Brasil. A finales del decenio, sin embargo, la crisis econmica golpe con especial dureza a los dragones y, aun estando bajo la tutela de las instituciones econmicas globales, su estrella cay en lajerarqua global casi tan rpidamente como haba subido. ~ I En resumen, la topo- grafia de las divisiones globales del trabajo, de la pobreza y de la explo- tacin es una matriz cambiante de jerarquas polticamente construidas. En la seccin siguiente consideraremos con ms detalle algunas de las instituciones polticas que gobiernan esas jerarquas del sistema global. Finalmente debemos aadir, COlUO en un recetario siniestro, un l- timo ingrediente que redondea la receta de la topografa global de la pobreza y la explotacin, una ltima porcin de demografa, la cien- cia social ms firmemente vinculada al biopoder. Ya en la Inglaterra del siglo XIX Thomas Malthus, economista y clrigo anglicano, lanz la voz de alarma sobre las consecuencias catastrficas de la superpoblacin. Con no poca frecuencia escuchamos hoy llamadas similares al control de la poblacin por parte de las organizaciones internacionales de ayuda y por la comunidad de las ONG. Lo que proponen estas organizacio- nes (en tonos caritativos y humanitarios) con frecuencia viene dictado y puesto en prctica de una manera mucho ms siniestra por otros 196 MULTITU]) grandes organismos internacionales y autoridades nacionales. Hoy el malthusianismo suele adoptar la forma de privar de subvenciones para alimentacin e infraestructuras sanitarias a determinadas poblaciones, o incluso de campaas coercitivas de esterilizacin. En estos casos, las estrategias de las organizaciones nacionales e internacionales se ven complementadas con el del afn de lucro de las corporaciones multi- nacionales, poco dadas a invertir en las regiones ms depauperadas del mundo, donde a veces se niegan a vender los medicamentos a precios razonables. De este modo, la pobreza y las enfermedades se convierten en procedimientos indirectos para el control de la poblacin. Cierta- mente, estamos a favor del control de la natalidad y de los programas de planificacin familiar adoptados voluntariamente. Pero deberamos tener claro que muchas de las discusiones sobre la explosin demogr- fica y las crisis de poblacin no van encaminadas a mejorar la vida de los pobres, ni a mantener una poblacin global total sostenible de acuer- do con las posibilidades del planeta, sino que se preocupan fundamen- talmente por cules son los grupos sociales que se reproducen y cules no. En otras palabras, la crisis consiste concretamente en que las pobla- ciones pobres aumentan lo mismo en las regiones dominantes del mun- do que en las dominadas. (Las teoras econmicas liberales del control demogrfico, desde los tiempos en que el reverendo Malthus las pona a prueba en su parroquia anglicana, siempre detestaron la desagradable propensin de los pobres a reproducirse.) Esto se aprecia claramente cuando ponemos en relacin lo que se dice acerca de la crisis demo- grfica con las profecas catastroftstas segn las cuales la poblacin blan- ca, especialmente en Europa, disminuye en cifras absolutas, y ms es- pectacularmente an en relacin con la poblacin no blanca de Europa y del resto del mundo. La crisis fundamental es que est cambiando el color de la poblacin global. Cada vez cuesta ms distinguir entre muchos proyectos contemporneos de control demogrfico y una es- pecie de pnico racial. Esto es, fundamentalmente, lo que conduce a las manipulaciones polticas y al estado global de alerta demogrfica. La reproduccin de la vida debe ajustarse a la preservacin de las jerarquas del espacio global, y garantizar la reproduccin del orden politico del capital. Esta es posiblemente la fonna ms infame de biopoder; si, como 197 MULTITU!J solan decir, los nmeros son poder, entonces es preciso controlar la re- produccin de todas las poblaciones. En la poca contempornea, que es de transicin, de interregno global, vemos cmo emerge una nueva topografia de la explotacin y de la jerarquizacin econmica, cuyas lneas pasan por encima y por debajo de las fronteras nacionales. Vivimos en un sistema de apartheid global. Pero tengamos presente que el apartheid no es simplemente un sistema de exclusin, como si se tratase de segregar a las poblaciones subordinadas por intiles y prescindibles. En el Imperio global de hoy el apartheid es, como antao en Surfrica, un sistema productivo de inclusin jerarquizada, que perpeta la riqueza de unos pocos gracias al trabajo y a la pobreza de muchos. En este sentido, el cuerpo poltico global es tambin un cuerpo econmico, definido por las divisiones glo- bales del trabajo y el poder. Una excursin a Davos La estacin turistica de Davos, en Suiza, es el lugar donde todos los aos, excepto cuando las protestas lo hacen poco prctico, se renen duran- te unas jornadas de invierno las oligarquas financiera, industrial y po- ltica del mundo para celebrar el Foro Econmico Mundial y planificar los destinos de la globalizacin capitalista. Muchos de los defensores y de los detractores del orden mundial actual conciben la globalizacin como si estuviera determinada por un capitalismo libre de regulaciones -un sistema de libre mercado y libre comercio-, y de ah la denomi- nacin de neoliberalismo. Sin embargo, una breve visita a las alturas nevadas de Davos puede ayudarnos a disipar esa nocin de un cap ita- lismo no regulado, porque all es donde se ve ms claramente la nece- sidad que tienen los lderes de las corporaciones principales de nego- ciar y cooperar con los lderes polticos de los estados-nacin dominantes y con los burcratas de las instituciones econmicas supranacionales. All vernos tambin que los niveles nacional y global del control poltico y econmico no SOIl antagnicos; por el contrario, colaboran mano a mano. En resumen, en Davos contemplamos las relaciones institucionales lY8 MULTITUD que sostienen y regulan el sistema poltico y econmico global. Es un centro neurlgico del cuerpo poltico global. La enseanza ms importante que nos aporta Davos deriva de la propia necesidad de semejantes reuniones: las lites econmica, polti- ca y burocrtica del mundo necesitan cooperar en constante relacin. En trminos generales, es una nueva demostracin de la vieja verdad de que ninLZn mercado econmico puede subsistir sin orden y regulacin poltica. Si entendemos por mercado libre un mercado autnomo y espontneo, libre de controles polticos, jams ha existido algo semejante. Es simple- mente un mito. La persistencia de tal mito parece indicar que sigue viva y potente la nostalgia de la antigua ()ficina britnica de la India, don- de se formaron los grandes economistas del Imperio britnico que cir- culaban sin ningn problema entre el Foreign Office y el Banco de In- glaterra. Incluso el mercado libre de los das de gloria del capitalismo liberal britnico a mediados del siglo XIX fue creado y estuvo sosteni- do por el poder del Estado, por una estructura jurdica expresa y por divisiones nacionales e internacionales del trabajo y del poder. Todo mer- cado econmico se halla siempre y necesariamente incrustado en un mercado social, y en ltima instancia, en unas estructuras polticas de P'> der. H2 Quienes reclaman la liberacin de los mercados o del comercio del control estatal no estn pidiendo menos control poltico, sino un tipo di- ferente de control poltico. En realidad, no se debate si el Estado ha de 'scr fuerte, o dbil, ni si las fuerzas polticas han de intervenir en la eco- noma, sino cmo han de intervenir el Estado y el resto de fuerzas pol- ticas. Posteriormente, en este mismo captulo, estudiaremos cmo la intervencin poltica y jurdica es necesaria hoy da para proteger y desarrollar el dominio de la propiedad privada. De momento bastar ilustrar este punto sealando el hecho de que se necesita un control poltico para contener y derrotar las luchas de los trabajadores contra el capital. Detrs de cada negociacin laboral encontramos el poder pol- tico y la amenaza de la fuerza. Si no existiera una regulacin poltica, es decir, una relacin de fuerza para resolver los conflictos laborales, no existira el mercado capitalista. As fue, por ejemplo, corno triunf el neo- liberalismo de finales del siglo xx, Ese perodo de libre mercado no habra existido si la primera ministra Thatcher no hubiese derrotado a 199 MULTITUD los mineros galeses, y si el presidente Reagan no hubiese acabado con el sindicato de los controladores areos. En su fuero interno, todos los adalides del libre mercado saben que solo la regulacin poltica y la fuerza hacen posible la existencia de ese libre mercado. La cornpatibili- dad entre control poltico y mercados econmicos queda de manifies- to cuando considerarnos la forma que adoptan las propias empresas comerciales y cmo se administran. A lo largo del siglo xx los estudiosos han observado el desarrollo paralelo y la creciente semejanza entre las estructuras institucionales de las corporaciones y las de las agencias del Estado, y cmo las empresas se han insertado cada vez ms slidamen- te en las instituciones pblicas.?' Por eso no es de extraar que sean unos pocos individuos quienes pasen con absoluta facilidad de los altos car- gos de la administracin pblica a las salas de juntas de las corporacio- nes, y viceversa, a lo largo de sus trayectorias profesionales. Los miem- bros de las lites empresar-ia], burocrtica y poltica ciertamente no son unos desconocidos cuando se renen en el Foro Econmico Mundial. Al contrario, se conocen bastante bien. Por consiguiente, la globalizacin no significa el fin, ni siquiera la atenuacin de los controles polticos y jurdicos que afectan a las cor- poraciones y a los mercados econmicos. Lo que s auspicia son cam- bios en los tipos de control. La continua interrelacin entre las fuerzas del mercado global y las instituciones jurdicas o polticas puede agru- parse en tres categoras o niveles generales: acuerdos privados y formas privadas de autoridad en el mercado global que son creados y gestio- nados por las propias corporaciones; mecanismos reguladores estableci- dos mediante acuerdos comerciales entre estados-nacin que controlan directamente las prcticas concretas del comercio y la produccin a esca- la internacional; y normas generales que operan a nivel internacional o global, y que cuentan con el respaldo de instituciones internacionales o supranacionales. El primer nivel se caracteriza por el gran nmero de formas emer- gentes de autoridad privada mediante la cual las empresas rigen la acti- vidad econmica mundial que se encuentra fuera del control de los estados-nacin o de otras estructuras de gobierno. K.. Un ejemplo de semejante autoridad privada es la nueva forma global de la lex mercato- 200 MULT1TUll ra, o derecho mercantil. El trmino de ex mercatoria alude al sistema ju- rdico gracias al cual los mercaderes o los negociantes (en particular las compaas navieras, las de seguros, la banca y las empresas comerciales) contratan independientemente, en zonas donde no llegan los controles estatales, y basndose en acuerdos de derecho consuetudinario. K . ~ En su origen la [ex mercatoria designaba las estructuras legales por las que se regan las operaciones entre los mercaderes de la Europa medieval, al margen de las jurisdicciones de todos los poderes soberanos. En el mercado mundial de hoy existe un amplio dominio de contratos entre empresas privadas que podra considerarse corno una nueva {ex merca- toria. Ciertamente. es fcil imaginar casos en que las elnpresas necesiten un marco jurdico de referencia que no dependa del aparato legal de ningn pas determinado. sino que funcione exteriormente y que com- plemente las estructuras nacionales en el terreno de los negocios glo- bales. Imaginemos, por ejemplo, que una compaia francesa firma en su despacho de Nueva York un contrato de suministro de petrleo con una compaia alemana, cuyos pozos se hallan en Kazajstn. Qu leyes ri- gen ese contrato, las estadounidenses, las francesas, las alemanas o las de Kazajstn? Las estructuras usuales de la lex mercatcria existen para estos casos, y proporcionan un rnarco de referencia comn. De hecho, mu- chos de los contratos de negocios que hoy se firman en la economa global no estn validados por ningn Estado-nacin, sino simplemente preparados por los bufetes jurdicos al servicio de las corporaciones mul- tinacionales y transnacionales. La [ex mercatcria de hoy y los mercados que regula son mucho ms extensos que en el pasado. Los mercados no solo han cambiado con res- pecto al espacio y al tiempo -las mercancas ya no viajan hasta Bor- goa a lomos de las mulas del mercader florentino, sino que vuelan por el mundo a gran velocidad-, y no solo con respecto a la natura- leza de los bienes que se intercambian, que ahora incluyen muchas clases de bienes inmateriales, corno servicios, ideas, imgenes y cdigos. Los mercados de los que hablamos hoy han extendido su dominio a todos los aspectos de la vida econmica, lo que ahora abarca no solo la circulacin, sino tambin la produccin tanto de los bienes materiales C0l110 de los inmateriales, e incluso la reproduccin social de las poblaciones. Por otra 201 MULTITUI) parte, la regulacin que la nueva [ex mercatoria ejerce sobre esos merca- dos es mucho ms extensa. Las teoras econmicas que se centran en los costes transaccionales, por ejemplo, es decir, costes extras aparte del precio monetario que implica el intercambio de bienes o de servicios, subrayan la capacidad de autogestin de las empresas en el terreno del comercio internacional, y detallan las condiciones mnimas que la ha- cen posible. Los elementos de cohesin del mercado que tales teoras identifican como condiciones necesarias, en este contexto se convier- ten realmente en reglas de conducta o normas legales para la interac- cin entre negocios. En la medida en que las corporaciones y sus gabi- netes jurdicos desarrollan un rgimen internacional e incluso global de [ex mercatoria, estableciendo as los procesos normativos que regulan la globalizacin, el capital crea en su forma ms dbil una especie de go- bernacin global sin gobierno". El rgimen de legalidad global resultante ya no es cautivo de ninguna estructura estatal, ni adopta la forma de c- digos escritos ni de reglas preestablecidas, sino que es puramente con- vencional y consuetudinario. En este caso, la ley no es una constriccin externa que regule el capital, es ms bien la expresin interna de un acuerdo entre capitalistas. En realidad, es una especie de utopa capi- talista. No obstante, la generalidad de este derecho mediante contratos desarrollado en la nueva [ex mercatoria y la capacidad de gobierno de los gabinetes jurdicos corporativos no deben exagerarse. En realidad, el sueo de autogobierno del capital est muy limitado. Es cierto que, hasta cierto punto, la nueva [ex l1lercatoria global ha podido desarrollarse en el perodo de interregno porque se ha relajado el control de los estados-nacin sobre el poder de regulacin econmica, y porque las corporaciones han logrado zafarse de dicho control. Sin embargo, no hay que olvidar que la autoridad privada que enlerge en el mbito de los contratos de ne- gocios solo existe gracias al apoyo de las autoridades polticas: detrs de toda utopa de autogobierno capitalista se alza siempre una autoridad po- ltica fuerte y favorable. Para que un sistema as funcione, por ejemplo, los diferentes mercados nacionales deben ser estables y tener una configu- racin semejante.Y an ms importante, los derechos del capital, como los de defensa de la propiedad y el control del trabajo, deben estar ga- 202 MULTITUD rantizados de manera similar en los diversos mercados nacionales para permitir que las actividades productivas se conecten entre ellas con una circulacin continua y una friccin minima. Por otra parte, y puesto que el derecho privado depende siempre del derecho pblico para la garanta de las obligaciones y las sanciones, la lex mercatoria se evidencia totalmen- te insuficiente cuando la regulacin de las interacciones empresariales requiere una sancin jurdica. Los estados-nacin avalan los contratos in- ternacionales de negocios y esgrimen constantemente la amenaza de sancin. Por supuesto, algunos estados-nacin esgrimen una autoridad aplastante, y otros casi ninguna. En ese contexto, tal vez deberamos decir que la ley no representa en realidad una oportunidad para todos, sino nicamente el privilegio de unos pocos. En el segundo nivel hallamos que los estados-nacin proporcionan una nocin ms sustancial de gobernacin global, que introduce elemen- tos de autoridad ms fuertes. Los acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales entre estados-nacin son una de las formas en que las relaciones de autoridad y fuerza se codifican e institucionalizan a un nivel ms alto y general. Hace mucho riempo que existen los acuerdos comerciales internacionales, desde luego, pero solo ahora tienden a crear formas de autoridad autnticamente globales. La Organizacin Mundial del Comercio (OMC) es tal vez el ejemplo ms notorio de estas insti- tuciones globales. La OMC es un autntico foro de la aristocracia glo- bal, en donde vernos claramente expresados todos los antagonismos y las contradicciones que existen entre los estados-nacin, incluidos sus con- flictos de intereses, sus poderes desiguales y su tendencia a alinearse con las divisiones Norte/Sur. Este segundo nivel es el dominio en el que po- demos observar con gran claridad el interregno, a medio camino entre el derecho nacional e internacional y el derecho global o imperial, don- de una nueva gobernacin global se apoya en un amplio abanico de autoridades legales, sistemas normativos y procedinlientos. En el nuevo y contradictorio orden econmico global que elnerge a travs de los acuerdos internacionales se entretejen tanto las tendencias globalizadoras como los elementos nacionalistas resurgentes, tanto las propuestas libe- rales corno las perversiones interesadas de los ideales liberales, tanto las solidaridades polticas regionales como las operaciones neocoloniales de 203 MUL/1TUi) dominacin comercial y financiera. En cuanto al nacionalismo econ- mico resurgente, podernos reconocerlo, por ejemplo, en la manera en que los pases ms poderosos promulgan medidas proteccionistas tan pronto como algn sector importante de la propia economa nacional, la siderurgia o la agricultura pongamos por caso, se ve adversamente afectado por los mercados mundiales. Las perversiones de los ideales liberales por intereses propios se pueden apreciar claramente en el modo en que las leyes antitrust adoptadas por los pases dominantes, y que apuntaban a la defensa de la competencia en la economa nacional, son debilitadas y subvertidas a fin de admitir prcticas monopolistas y des- truir la competencia en el plano internacional. Con respecto a la dom- nacin financiera, vanse, sin ir ms lejos, las polticas monetarias restric- tivas impuestas sobre varias regiones, COll10 las que dicta el euro en el Este europeo, o las de las autoridades monetarias de Amrica Latina que vinculan la divisa nacional al dlar. Sin embargo. y pese a la coexisten- cia de estos elementos contradictorios, la tendencia a la formacin de un orden econmico global es irreversible. En este aspecto, algunos es- tudiosos han sealado que las transformaciones de la soberana impuestas por la globalizacin han redundado, no en la mera sustraccin de po- der a los estados-nacin, sino en una soberana global que es lus corn- pleja k, Por ltimo, en el tercer nivel hallamos los elementos ms claramente institucionalizados del aparato regulador de la economa global. Muchas de esas instituciones, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y las organizaciones de Naciones Unidas para el desarrollo econmico, fueron creadas al trmino de la Segunda Guerra Mundial con el fin de regular el viejo orden internacional, pero han ido trans- formando sus funciones en correspondencia con las necesidades cam- biantes del orden econmico. Estas instituciones econmicas suprana- cionales se hallan gobernadas por representantes de los estados miembros, pero no todos tienen igual poder de voto. En la OlvtC cada nacin tie- ne un voto, en cambio el Banco Mundial y el FMI se regulan por un extrao sistema de un dlar, un voto, es decir, que los derechos de voto son proporcionales a las contribuciones monetarias. En 2003, por ejern- plo, Estados Unidos controlaba ms del 17 por ciento de los votos to- 204 MULTiTUD tales del FMI, que tiene 183 paises miembros, y el resto de los pases del G-7 controlaban conjuntamente el 46 por ciento." En el13anco Mun- dial rige una proporcionalidad de los votos similar.Y sin embargo, las ins- tituciones no se hallan totalmente controladas por los estados miembros con derecho a voto, 10 que con cierta frecuencia motiva expresiones de irritacin por parte de los miembros ms poderosos, C0010 Estados Uni- dos. Como todas las grandes burocracias, han desarrollado una autono- Ola, aunque limitada, y funcionan no ya corno instituciones internacio- nales, sino realmente globales. En este nivel global las fuentes de legitiInacin son internas al sistema, lo cual quiere decir que las deci- siones econmicas, polticas y jurdicas tienden a coincidir. Las institu- ciones supranacionales principales, por supuesto, tienen funciones muy diferentes y han desarrollado culturas institucionales diferenciadas que en ocasiones desencadenan conflictos y crticas entre los organismos. En trminos generales cabe decir que el FMI est dominado por expertos en ciencias econmicas, mientras que muchos de los que trabajan en el Banco Mundial y los organismos humanitarios de Naciones Unidas tie- nen una tica de bienestar social que los aproxima a la comunidad de las NG. kN Sin embargo, pese a estas diferencias, y como procuraremos demostrar, esas instituciones supranacionales ejercen controles econmi- cos y polticos comunes y coherentes. El FMI es tal vez la ms coherente ideolgicamente entre las insti- tuciones econmicas supranacionales. Fue fundado en 1944 en la con- ferencia de Bretton Woods a fin de regular la cooperacin monetaria in- ternacional y preservar la estabilidad de los mercados financieros internacionales entre los vencedores y los vencidos de la Segunda Gue- rra Mundial. Su misin consista explcitamente en evitar el desastre mone- tario que sigui a la paz de Versalles. En los ltimos decenios del siglo xx, sin embargo, el FMI modific sustancialmente su misin con arreglo a tres ejes fundamentales: globalizacin del comercio, articulacin finan- ciera de los mercados e integracin global de los circuitos de produc- cin. Por consiguiente, el FMI se encarga de desarrollar una rnanera de gobernar las nuevas formas de la produccin social global (que ahora son posfordistas, posmodernas, y estn definidas por la condicin biopolti- ca de la multitud) mediante mecanismos financieros. El proyecto bsi- 20S MULTITU]) co del FMI ha consistido en forzar a los estados a abandonar los progra- mas sociales keyncsianos y obligarlos a adoptar polticas monetarisrne, A las economas dbiles y necesitadas, les dicta una frmula neoliberal que incluye un mnimo gasto pblico en bienestar social, la privatizacin de las industrias y los recursos pblicos, y la reduccin de la deuda p- blica. Esta frmula, que Se conoce como el consenso de Washington, ha sido siempre criticada dentro y fuera de las instituciones econmi- cas supranacionales." Algunas objeciones se fundan en argumentos eco- nmicos, por ejemplo, cuando se seala que esas polticas se estn apli- cando como una receta invariable en pases distintos, sin considerar las especificidades nacionales ni tener en Cuenta la relacin entre polticas monerarias y dinmicas sociales. Otras se dirigen ms generalmente contra el programa poltico del modelo llamado "consenso de Wash- ington: los autores de la poltica rnonetaria nunca son neutrales y siem- pre apoyan un tipo concreto de rgimen poltico. Despus de los desas- tres econmicos del Sureste asitico en 1997 y de Argentina en 2000, que fueron atribuidos en buena parte al FMI, el modelo ha sido criti- cado todava ms ampliamenn-. y sin embargo, pese a todas estas crti- cas y fracasos econmicos, el FMI sigue dictando sus polticas monem.. ristas neoliberales sin apenas cambio alguno. En el otro extremo del espectro de las instituciones globales, el Banco Mundial anuncia continuamente sus proyectos dedicados al bien- estar social, enfocados en problemas COl110 la pobreza y el hambre en el mundo. El llaneo Mundial fue creado junto con el FMI en 1944 con la misin de fomentar el desarrollo econmico de los pases subordi- nados, primordialmente a travs de prstamos destinados a proyectos es- pecficos. A lo largo de su historia, y sobre todo bajo el mandato de Robert McNamara entre 1968 y 1981, e1llanco se ha centrado cada vez ms en la cuestin de la pobreza. ')1) Son muchas las personas que desde el Banco Mundial y diversas organizaciones-paraguas de Nacio- nes Unidas, como la FAO, realizan mprobos esfuerzos por reducir la pobreza global y paliar las divisiones del apartheid global. Nadie pue- de negar la autenticidad de sus convicciones ni menospreciar el bien que hacen, pero tampoco deberamos ignorar las limitaciones reales que todos los das frustran esos esfuerzos. Una de las peores restricciones, 206 MULTITU]) desde el punto de vista de quienes trabajan en esas instituciones, es la obligacin de colaborar con los gobiernos de los estados y canalizar el dinero a travs de ellos. De esta manera, toda la corrupcin, las divi- siones polticas y las jerarquas econmicas, raciales y de gnero exis- tentes en tales estados pasan necesariamente a formar parte de los pro- yectos de desarrollo o de ayuda, lo que acarrea con frecuencia la distorsin o la anulacin de los efectos pretendidos. Muchos desearan poder trabajar directamente con las poblaciones y saltarse las adminis- traciones, pero todos estos organismos internacionales tienen una mi- sin establecida que los obliga a trabajar exclusivamente con los esta- dos y a no inmiscuirse en los asuntos polticos internos. La nica solucin 'de que disponen para obligar a dichos estados es imponer con- diciones a la ayuda; es decir, limitar la corrupcin socavando la sobe- rana estatal. Pero incluso cuando el Banco Mundial se enfrenta a pro- blemas sociales como la pobreza o la emigracin, ha de asegurar la coherencia y correspondencia de estos proyectos con el orden global. La consecuencia, corno veremos en el captulo 3, es que muchos cri- tican los tipos de proyectos que fomenta el Banco Mundial, y lamen- tan las deudas que conllevan y que los estados quedan obligados a de- volver. Ahora debemos distanciarnos momentneamente de las diferen- cias y las disputas familiares entre FMI, el Banco Mundial y los de- ms organismos supra nacionales, para poder apreciar el propsito general que, a pesar de tales conflictos, une estas instituciones. El hecho de tener funciones diferentes, e incluso culturas instituciona- les diferentes, no significa que sus actuaciones sean contradictorias. Una restriccin general, en ltima instancia, determina y une las actividades de estas instituciones ya que su legitimidad reside en su propsito poltico, que consiste, en el nivel ms bsico, en el proyecto de establecer un orden liberal para el mercado capitalista global. Consideremos un ejemplo hipottico: si dos pases tienen sus econo- mas en una crisis similar y se desenvuelven igualmente ma], el FMI impondr condiciones de austeridad ms estrictas al que represente una amenaza ms grande para el orden neoliberal global (aquel don- de los componentes de lucha de clases son ms fuertes, C01no sera 207 MU1TITUI) el caso de Argentina), pero no aplicar esos dictados a quren sea un elemento necesario para el mantenimiento del orden global (corno Turqua, que es ahora una pieza esencial para la construccin del or- den imperial en Oriente Medio). En consecuencia, el Banco Mundial y la OMC facilitarn ms ayuda financiera y ms ventajas comerciales al segundo pas antes que al primero. Evidentemente, las nor-mas y regulaciones dictadas por estas instituciones no son uniformes ni con- tinuas, pero a pesar de obstculos y conflictos operan dentro de una franja de consenso general. Llegados a este punto, empezamos a ver el propsito general en el que colaboran los tres niveles de los aparatos reguladores en una estruc- tura combinada de fuerzas del mercado capitalista e instituciones jur- dico-polticas para formar un gobierno cuasiglobal o un cuasigobierno global. El primer nivel es el de la autorregulacin de las interacciones capitalistas con el objetivo de garantizar el beneficio; el segundo impli- ca mediaciones entre los estados-nacin que construyen consenso en el plano internacional; y el tercero es el proyecto constituyente de creacin de una nueva autoridad global. Los acuerdos contractuales de la nueva lex merca/aria global, las polticas y convenios comerciales nacionales y regionales, y las instituciones econmicas supranacionales, se coordinan entre ellos para legislar la economa global con el fin de preservar y re- producir el orden vigente. Por ejemplo, todos deben procurar crear y mantener las condiciones de mercado necesarias para garantizar los con- tratos entre las corporaciones. Aunque puedan producirse conflictos, es preciso que los intereses de las corporaciones y las naciones ms ricas y poderosas prevalezcan. En el plano ms bsico, lo que todos juntos tra- tan de preservar son las divisiones globales del trabajo y del poder, las jerarquas que definen el cuerpo poltico global. Por eso la imagen de esos entraables encuentros personales en el Davos nevado es un til punto de partida para comprender el sistema. Los lderes de las corpo- raciones no pueden hacerlo ellos solos, ni tampoco los funcionarios na- cionales, ni los burcratas supranacionales. Necesitan colaborar todos juntos. Corno veremos en el captulo 3, algunos de los que protestan con- tra las instituciones econmicas supranaciona1es reclaman que sean re- 208 MULTlTU1) formadas, o incluso abolidas, puesto que sirven para mantener las divi- siones y las jerarquas de riqueza y poder en el mundo. Es necesario tener siempre en mente, sin embargo, que esas instituciones funcionan en combinacin con los otros dos niveles de regulacin econmica global. Desde la perspectiva de ese todo complejo, es obvio que la eliminacin del FMI o del llaneo Mundial no disminuira la jerarquizacin global. Sera preciso crear otro organismo u otra institucin que se encargase de estos cometidos en la estructura generala, peor an, habra lnenos regulacin para las empresas y los estados dominantes, situacin que sera peligrosa para el capital y ciertamente desastrosa para todos nosotros. Por otra parte, la reforma de las instituciones supranacionales solo es posi- ble dentro de ciertos limites. porque, como hemos dicho, estn obliga- das a reproducir el orden global vigente. En ltimo trmino. lo ms importante son las limitaciones sistmicas que bloquearan cualquier re- forma sustancial. Las instituciones econmicas supranacionales tienen que seguir colaborando con los funcionarios nacionales y con los lde- res empresariales para reproducir el orden econmico global,junto con sus jerarquas internas, y en ese punto el margen de flexibilidad es pe- queo. Esa es la roca que aplastar cualquier intento serio de reforma. El ohiemo fuerte ha vuelto En realidad, el gobierno fuerte nunca nos ha dejado, pero sin duda resal- ta con mayor evidencia en los ltimos aos, especialmente desde el 11 de septiembre de 2001. Los diversos proyectos militares y juridicos para la seguridad global encabezados por Estados Unidos desde esa fecha, por ejemplo, van orientados en parte a estabilizar y garantizar el orden eco- nmico global. En ciertos aspectos, despus del 11 de septiembre, las for- mas privadas de autoridad sobre la economa global, como la nueva lex mercatoria. as corno todos los mecanismos del comercio internacional y los equilibrios rnacroeconmicos que los hacen posibles, han entrado en crisis. Los estados-nacin dominantes han tenido que intervenir para ga- rantizar todos los niveles de las interacciones econmicas: las transaccio- nes financieras, las relaciones de seguros, el transporte areo, etc. La crisis 209 MULnrUI) ha servido C01no recordartorio de lo mucho que necesita el capital una autoridad soberana que lo respalde. Es una verdad que se pone de nla- nifiesto cada vez que aparecen grietas graves en el orden y la jerarqua del mercado. El gobierno fuerte que garantiza el orden del mercado ha de ser, en parte, una potencia militar. En ocasiones, el capital necesita recurrir al ejrcito para abrir por la fuerza los mercados recalcitrantes y estabilizar los existentes. A comienzos del siglo XIX, por ejemplo, el capital brit- nico necesit que las fuerzas armadas britnicas abrieran el mercado chino con su victoria en la guerra del opio. Esto no significa, sin ern- bargo, que todas las acciones militares se expliquen con intereses econ- micos especficos. No es adecuado pensar, por ejemplo, que las opera- ciones militares encabezadas por Estados Unidos en los ltimos decenios -Afganistn e Iraq, ni mucho menos Somalia, Hait y Panam- tuvie- sen por mvil principal una ventaja econmica especfica, corno el ac- ceso al crudo barato. Esas metas especficas son secundarias. La vincu- lacin primordial entre la operacin militar y el inters econmico existe solo en un plano mucho ms general del anlisis, con abstraccin de todo inters nacional particular. Lafuerza militardebe l?arant;zar las condiciones defimcionamiento del mercado mundial, es decir, asegurar las divisiones del trabajo y del poder en el cuerpo poltico global. Lo paradjico del es- fuerzo, no obstante, consiste en que la relacin entre seguridad y bene- ficios es un arma de doble filo. Por una parte, es necesario el desplie- gue del poder militar estatal para garantizar la seguridad de los mercados globales, pero, por otra parte, los regmenes de seguridad tienden a al- zar fronteras nacionales, y obstaculizan los circuitos globales de la pro- duccin y el comercio que han sido la base de algunos de los benefi- cios ms sustanciosos. Estados Unidos y otras potencias militares han de descubrir una manera de compatibilizar y hacer complementaria la se- guridad y el beneficio econmico. Quede claro que el nuevo nfasis puesto en la necesidad de una in- tervencin estatal fuerte en apoyo de la economa, especialmente des- de el 11 de septiembre, no representa en modo alguno un retorno a las polticas keynesianas. Con ellas, el Estado-nacin apoyaba la estabilidad econmica y el crecimiento econmico poniendo a punto mecanismos 210 MULTITUD para mediar en los conflictos e intereses de la clase trabajadora, y en este proceso aumentaba la demanda social de produccin. Las formas de soberana que vernos ahora, por el contrario, se alinean por completo en el bando del capital, sin rnecanismos de mediacin que negocien la conflictiva relacin del capital con el trabajo. En este aspecto, es intere- sante observar la ambivalente postura del capital, en el momento en que el riesgo es la caracterstica dominante de la actividad y del desarrollo econmicos, o mejor dicho, de toda interaccin social. El mundo es un lugar peligroso, y el papel del gobierno fuerte y de la intervencin militar estriba en reducir riesgos y proporcionar seguridad al tiempo que se mantiene el orden vigente. El gobierno fuerte tambin se necesita para la regulacin de la eco- noma, pero en el contexto actual esto resulta tan paradjico como su funcin militar, As corno el 11 de septiembre fue un brutal recordato- rio de la necesidad de seguridad, el escndalo Enron record a todos la necesidad de una autoridad fuerte para combatir la corrupcin. El es- cndalo Enron fue significativo, no solo por el gran nmero de los in- versores afectados y por los estrechos lazos de algunos polticos promi- nentes con dicha empresa, sino sobre todo y principalmente porque la opinin pblica consider que las prcticas empresariales corruptas no eran un caso aislado, sino ms bien un fenmeno generalizado que implicaba un modo comn de hacer negocios. Los ejecutivos de Enron y los auditores de Arthur Andersen no son ciertamente los nicos im- plicados en estas formas de tergiversacin estratgica. Tal vez no debe- ra sorprender que en este perodo de interregno la corrupcin se ge- neralizara. El debilitamiento de las regulaciones legales nacionales, la primaca de las reglas no escritas sobre las normas codificadas y el sis- tema dbil de gobernacin hacen que se declare abierta la veda para los cazadores de beneficios. Siempre que se produce la transicin de un r- gimen a otro, cuando las normas antiguas ya no valen y las nuevas an no se aplican con rigor, la corrupcin triunfa. Pero la tarea del gobier- no fuerte que quiera combatir la corrupcin se hace paradjica cuan- do la regulacin altera las prcticas normales de los negocios que son bsicas para la obtencin de beneficios. El desastre de Enron no fue solo un asunto de cuentas falsificadas sino tambin de la arriesgada prctica 211 MULTITUD de la especulacin financiera en futuros del sector energtico, lo cual ha tenido consecuencias directas y desastrosas para el mercado de la ener- ga en California. Esa prctica aceptada es una forma de corrupcin. Podra considerarse que inflar las cotizaciones burstiles es otra forma de corrupcin que los estados deberan combatir. El gobernador de la Reserva Federal y los banqueros centrales tienen que calmar la euforia irracional de los mercados sin debilitar los beneficios econmicos, Como dice Tcito, cuanto ms corrupta es la repblica 111s numerosas son las leyes, pero, C01110 podramos aadir nosotros, esas leyes, por numero- sas que sean, no pueden evitar la corrupcin porque es consustancial al sistema. El tema de la corrupcin revela todava ms contradicciones cuan- do lo ponernos en relacin con las operaciones militares en proyectos de transiciones democrticas y de construccin nacional. La misin de estos proyectos consiste no solo en crear un rgimen estable y pac- fico, sino tambin un rgimen que funcione (aunque sea, por lo gene- ral, de una manera muy subordinada) dentro del sistema econmico y poltico global, y como rgano del cuetpo poltico global. El ejemplo subyacente en todos los proyectos contemporneos de construccin na- cional en ese sentido es la integracin de la antigua Unin Sovitica en el mercado capitalista global. Cuando las antiguas economas soviticas fueron transformadas para adaptarlas a las divisiones globales del traba- jo y el poder, se procedi a la privatizacin de las industrias estatales y a la transferencia de las licencias exclusivas de importacin y exporta- cin con arreglo a las conexiones familiares y polticas, lo que dio lu- gar a las enormes fortunas de los nuevos oligarcas. Al mismo tiempo emergieron las poderosas mafias rusas que se hicieron con el control de una amplia gama de actividades delictivas. De esta manera aprendimos que transicin democrtica es un trmino en clave que significa co- rrupcin. Tal corrupcin puede entrar en conflicto con la necesidad de un rgimen poltico nacional estable, pero al mismo tiempo facilita la integracin en el mercado econmico global. Que nadie se sorprenda, pues, si aparecen tales formas de corrupcin durante los largos proce- sos de construccin nacional de Afganistn e Iraq, 212 MULTITUI) La vida CIl el mercado Una de las tareas fundamentales de un gobierno fuerte es la proteccin de la propiedad ptivada. Desde que existe la propiedad, existen tambin el robo, la falsificacin, la corrupcin, el sabotaje y otras transgresiones semejantes. Es evidente que todas las formas muebles de la propiedad material, como los automviles y las joyas, se hallan en constante peli- gro de ser robadas. Tambin las formas inmuebles de la propiedad pue- den recibir daos por sabotaje o simple vandalismo. E incluso la tierra, que es la forma de propiedad ms segura, padece las consecuencias de la inseguridad. En otras palabras, toda propiedad privada ha necesitado siempre de una proteccin policial, pero en el paradigma de la produc- cin inmaterial se produce una extensin de la propiedad inmaterial, to- dava ms voltil e incontrolable, lo cual plantea nuevos problemas de seguridad. A medida que la propiedad se hace etrea, tiende a eludir to- dos los mecanismos de proteccin existentes, lo que requiere una ex- tensin del esfuerzo protector por parte de la autoridad soberana. Los nuevos y crecientes riesgos de la propiedad inmaterial se de- ben fundamentalmente a las mismas cualidades que, de entrada, hacen que dichos bienes sean tiles y valiosos. Los programas informticos y los bancos de datos, por ejemplo, son vulnerables a la destruccin o la corrupcin, como consecuencia de la conectividad generalizada de los sistemas informticos. Los virus informticos, los llamados gusanos) y otros por el estilo, funcionan corno una forma de sabotaje ya que, como el zueco de madera arrojado a los engranajes de una maquina- ria para estropearla, utilizan el propio funcionamiento de la mquina para destruirla, pero plantean dificultades significativamente mayores de seguridad en comparacin con otras formas de sabotaje porque no re- quieren la proximidad fsica. Para sabotear un ordenador basta el acceso virtual. Otro problema de seguridad, ms significativo que la destruccin o la corrupcin de la propiedad inmaterial mediante la conectividad, es su reproducibilidad, que no amenaza a la propiedad misma, sino que sim- plemente destruye su carcter privado. Muchas formas de reproduccin ilcita de los productos inmateriales son bastante obvias y sencillas: co- 213 MULTITUD piar textos escritos, por ejemplo, o progranlas informticos, o conteni- dos en audio y vdeo. Son tan obvias porque la utilidad social y econ- mica de estas formas inmateriales de la propiedad depende precisamente de su reproducibilidad fcil y a bajo coste, por medio de tcnicas que van desde la imprenta y la xerocopiadora hasta la grabacin digital. LA reprodudbilidad que los hace valiosos es, precisamente, lo que amenaza su carcter privado. La reproduccin, naturalmente, es nlUYdistinta de las formas de robo tradicionales, porque no se despoja al dueo de su propiedad ori- ginal; solo pasa a ser propiedad de alguien ms. Tradicionalmente, la propiedad privada se basaba en la lgica de la escasez: la propiedad material no puede estar en dos lugares al mismo tiempo, si la tienes t no puedo tenerla yo. Pero la reproducibilidad infinita, que es central para estas formas inmateriales de propiedad, socava toda consideracin basada en la escasez."! La experiencia de Napster es un ejemplo interesante, porque plantea la cuestin de la reproduccin en forma muy social. El portal Napster proporcionaba una plataforma para que mltiples usua- rios compartieran y copiaran libremente piezas musicales grabadas Con formato de ficheros MP3. En los intercarnbios entre los usuarios, la msica grabada dejaba de funcionar como propiedad privada porque pasaba a ser comn. Esta es una extensin que va ms all de los con- ceptos tradicionales de robo o piratera en el sentido de que no se tra- ta sencillamente de la transferencia de propiedad de un propietario a otro, sino de una violacin del carcter privado de la propiedad misma, algo as como una piratera social. Finalmente, el portal Napster fue clau- surado con el argumento de que facilitaba las infracciones al pero en la red hay innumerables ejemplos de textos, informaciones, imgenes y otras formas inmateriales de propiedad privada que son expuestos ile- galmente al acceso y la reproduccin. Estos ejemplos apuntan a algunas de las nuevas y enormes dificultades para vigilar la propiedad privada. Sin embargo, la vigilancia policial y la fuerza son cuestiones secun- darias con respecto al establecimiento y la preservacin de la propiedad privada; el poder principal de un gobierno fuerte para proteger la pro- piedad privada no debe consistir en la fuerza sino en el derecho, es de- cir, en una estructura jurdica que la legitime. Las nuevas formas de pro- piedad, y en especial las formas inmateriales, requieren nuevos y ms 214 MU1TITU1) extensos mecanismos legales para su legitimacin y proteccin. Muchas formas de propiedad inmaterial resultan injustas a primera vista en re- lacin con las normas aceptadas, y por ello requieren drsticas innova- ciones legales. Podemos ver esto claramente, por ejemplo, en los casos de biopropiedad, es decir, de formas de vida convertidas en propiedad privada. Por supuesto hace tiempo que los seres vivos pueden constituir propiedad privada, pero aqu nos referimos a una forma ms general de biopropiedad. Tradicionalmente uno poda tener diez o cien vacas raza Holstein u otros tantos manzanos Macintosh, pero no ser propietario de la vaca Holstein o del manzano Macintosh en tanto que formas de vida. Por tradicin, la forma genrica se consideraba parte integrante de la naturaleza y, por lo tanto, no designable corno propiedad. El caso ms famoso y controvertido del nuevo tipo de biopropiedad quiz sea Once- Mouse, el nico tipo de animal patentado hasta la fecha. Los laboratorios Du Pont y la Universidad de Harvard crearon el OncoMouse implantando un oncogn humano en un ratn. El animal, propenso a desarrollar tu- mores, es utilizado en la investigacin del cncer. ')2 Du Pont vende rato- nes a los laboratorios de investigacin, pero el aspecto novedoso aqu es que Du Pont no solo es propietaria de ratones individuales, sino del modelo de rarn modificado genticamente. El camino legal para la propiedad privada de modelos de organis- mos vivos qued inaugurado en Estados Unidos por una decisin del Tribunal Supremo que permiti patentar, adems del proceso para fa- bricar un ser vivo indito, el propio ser vivo en cuestin. En 1972, un microbilogo registr a nombre de General Electric Company la patente de un microorganismo que descompona el petrleo crudo, y, por lo tanto, era til para el tratamiento de los vertidos. La oficina estadouni- dense de patentes y marcas concedi la patente tanto para el proceso de obtencin de las bacterias como para el mtodo de dispersin sobre la superficie del agua, pero no quiso concederla para la propia bacteria. La oficina argument que los microorganismos, en tanto que criaturas de la naturaleza, no son patentables. Pero el Tribunal Supremo, sin embar- go, dictamin que la bacteria del microbilogo no encajaba en esa ca- tegora porque <da peticin no se refiere a un fenmeno natural desco- nocido hasta el presente, sino a una manufactura o composicin de la 215 MULTITU1) naturaleza obtenida por va no natural, un producto del ingenio huma- no."! El Tribunal Supremo consider en este caso que la bacteria no perteneca a la naturaleza porque era el resultado del trabajo humano, y la misma lgica sirvi luego de base para admitir patentes de otras for- mas de vida, corno el OncoMouse. Este tipo de innovacin y extensin de la proteccin legal de la pro- piedad privada se aplica a una amplia ganla de nuevas formas de ese de- recho. Uno de los mbitos ms complejos y discutidos es el que concierne a la propiedad de la informacin gentica. Vale la pena recordar, a ttulo de ilustracin, uno de los casos ms polmicos sobre propiedad de una informacin gentica humana til para el tratamiento medico y la inves- tigacin. En 1976, un paciente del hospital de la Universidad de Califor- nia comenz un tratamiento contra la leucemia. Los mdicos descubrie- ron que la sangre del paciente presentaba propiedades de especial inters para el tratamiento de la leucemia, y en 1981 se les concedi una paten- te a nombre de la Universidad de California para una lnea de clulas T, o ms exactamente, una secuencia de informacin gentica desarrollada a partir de la sangre del paciente. El valor potencial de los productos de- rivados de este descubrimiento se cifr en tres mil millones de dlares. El paciente reclam a la universidad en calidad de propietario de los linfo- citos T y de la informacin gentica, pero el Tribunal Supremo de Cali- fornia fall en contra de la demanda. El argumento fue que la universi- dad era la legitima propietaria de la secuencia, porque un organismo de origen natural no es patentable, debiendo desestimarse por tanto la recla- macin, mientras que la informacin que unos cientficos extraigan de l s lo es, porque resulta de un esfuerzo del ingenio humano. 'J.J- Los casos relativos a la propiedad de la informacin gentica vege- tal, y en ltima instancia, a la propiedad privada de las variedades de semillas y cultivos, se deciden con arreglo a la misma lgica jurdica y descansan asimismo sobre la base del trabajo inmaterial. Recordemos, por ejemplo, las guerras de las semillas, en las que se ha discutido la propiedad privada de semillas y plantas a lo largo de la divisoria global Norte/Sur." El Norte global es genticamente pobre en variedades de plantas y, sin embargo, ostenta la propiedad de la inmensa mayora de las patentes; mientras que el Sur global es rico en especies, pero pobre en 216 MULTITUD patentes. Ms an, muchas de las patentes en poder del Norte derivan de la informacin extrada de la materia prima gentica que se halla en las especies del Sur. La riqueza del Norte genera beneficios en forma de propiedad privada, mientras que la riqueza del Sur no genera ninguno porque es considerada patrimonio comn de la humanidad. La base legal para la propiedad privada de unas variedades de plantas es fundamen- talmente la misma que funcion en otros casos de organismos vivos, C01110 las bacterias devoradoras de crudo y el OncoMouse, y se refiere explcitamente al trabajo. Las plantas, las variedades de plantas y el ger- moplasma (es decir, la informacin gentica codificada en la semilla) son susceptibles de ser propiedad privada cuando son prodncto del trabajo humano y, por lo tanto, no forman parte de la naturaleza.?" La cuestin de la propiedad nos parece el terna central de los de- bates actuales sobre los alimentos modificados genticamente. Algu- nos han dado la voz de alarma en el sentido de que esos alimentos Frankenstein sean peligrosos para la salud y alteren el orden de la na- turaleza. Son contrarios a experimentar con nuevas variedades de plantas porque piensan que no se debe transgredir la autenticidad de la natu- raleza o la integridad de la simiente." En nuestra opinin esta discusin exhala cierto aroma a polmica teolgica sobre la pureza. Sostenemos, por el contrario, tal corno hemos argumentado, que la naturaleza y la vida en su conjunto han cobrado cierto carcter de artificialidad, como se observa especialmente en esta era de trabajo inmaterial y de produc- cin biopoltica. Evidentemente, eso no significa que todos los cambios vayan a ser buenos. Como todos los monstruos, los cultivos gentica- mente modificados podrn ser beneficiosos o dainos para la sociedad. La mejor salvaguarda sera que la investigacin se efectuase de una manera abierta y democrtica, bajo el control C01l1n, cosa que desde luego la propiedad privada no consiente. Lo que necesitamos hoy, en este aspecto, es una movilizacin que nos confiera el poder de intervenir democrticamente en el proceso cientfico. Al igual que en los cornien- zos de la pandemia del sida los activistas de algunos grupos como Act Up se hicieron especialistas y pusieron en tela de juicio el derecho de los cientficos al control exclusivo de la investigacin y los tratamien- tos, as tambin los activistas de hoy deben hacerse especialistas en 217 MULTITUI) modificacin gentica y sus efectos, a fin de abrir ese proceso al con- trol democrtico. <)f( Por otra parte, la modificacin gentica ha dado lugar a un aluvin de patentes que arrebatan el control a los cultivadores para ponerlo en manos de las empresas de biotecnologa. Es uno de los 111e- canismos de concentracin del control sobre la agricultura que hemos expuesto anteriormente. En otras palabras, la cuestin fundamental no es que los humanos estn cambiando la naturaleza, sino que la natura- leza est dejando de ser comn para convertirse en propiedad privada y controlada exclusivamente por sus nuevos dueos. La misma lgica del trabajo inmater-ial se aplica a las decisiones ju- diciales en los litigios de propiedad que afectan a los conocimientos tradicionales. Consideremos, para e111pezar, un caso que se cita con fre- cuencia, el del rbol nim de la India. Hace siglos que los agriculrores indios tienen la costumbre de moler la semilla del rbol nim para espol- vorear los sembrados, El nim es un insecticida natural y no txico, que no perjudica a las plantas. En 1985, la W R. Grace and Company, una corporacin qumica multinacional, solicit una patente, que le fue concedida, para un pesticida basado en el nim, lo que le permiti co- mercializarlo como biolgico y no txico. La patente fue impugna- da ante diversos tribunales de Estados Unidos, pero sin xito. El hecho es que desde 1985 hasta 1998 se han concedido unas cuarenta patentes para productos derivados del nim, algunas de ellas a favor de organiza- ciones de la India y otras no.')') En un caso muy similar, el hospital de la Universidad de Mississippi obtuvo en 1995 una patente sobre el uso de la CrCUll1a para la curacin de las heridas. En la India el polvo de cr- cuma es un remedio tradicional para araazos y pequeos cortes, que viene usndose desde hace generaciones. En 1996, el Consejo de Inves- tigaciones Cientficas e Industriales de la India impugn la patente y consigui que fuese revocada. Pero no se revoc por la simple razn de que se tratase de un producto de uso comn en la India. La adminis- tracin judicial estadounidense no est obligada a admitir pruebas del conocimiento tradicional producido fuera de Estados Unidos, salvo si ha sido reconocido y citado en peridicos cientficos. La patente de la cr- cuma fue anulada porque la utilizacin anterior estaba documentada en publicaciones cientficas. El inters de este caso, naturalmente, estriba 21R MULT1TUlJ en que revela el doble rasero aplicado a los conocimientos naturales y a los cientficos. Cabe decir que las leyes solo reconocen corno trabajo la actividad cientfica formalizada; por lo tanto, nicamente los productos de ella constituyen propiedad intelectual. En cambio, las formas tradi- cionales de produccin del conocimiento no estn reconocidas como trabajo, y sus productos se consideran patrimonio comn de la huma- nidad.':" En todos estos casos, el derecho a las nuevas formas de propiedad -microorganismos, animales, plantas, simientes y conocimientos tradi- cionales- depende de que hayan sido producidos, y de que lo hayan sido especficamente como conocimiento, informacin o cdigo. La bio- propiedad, es decir, la propiedad de las formas de vida, depende de la produccin de los cdigos que definen la vida. Es una lgica jurdica en dos etapas: como las formas de vida se definen por un cdigo y ese c- digo se produce, entonces el que produce el cdigo tiene derecho a la propiedad de las formas de vida. Algunas de las crticas ms contundentes contra el enorme creci- miento actual de la propiedad inmaterial y de la biopropiedad aducen que la privatizacin de 10 comn va en contra del inters social. Uno de los argumentos tradicionales en favor de la proteccin de bienes in- materiales, como las ideas, como propiedad privada, es que promueve la creatividad. Thomas Jefferson, por ejemplo, cre la famosa ley estadouni- dense de patentes con la intencin de fomentar la innovacin tecno- lgica, y en nuestros das la Organizacin Mundial de la Propiedad Intelectual, patrocinada por las N aciones Unidas, tiene corno misin prOlllover la creatividad y la innovacin protegiendo la propiedad inte- lectual."" En la actualidad, sin embargo, cada vez ms a menudo la pro- piedad privada, al limitar el acceso a las ideas y a la informacin, entorpece la creatividad y la innovacin. Los estudiosos y los usuarios de las tecnologas de internet aseguran desde hace tiempo que la crea- tividad inicial de la revolucin ciberntica y el desarrollo de la red fueron posibles gracias a la extraordinaria apertura y facilidad de acceso a la in- formacin y a las tecnologas, todo lo cual se est cerrando ltimamente a todos los niveles: conexiones fsicas, cdigos y contenidos. La privati- zacin de lo comn electrnico ha empezado a ser un obstculo para 219 MULTITUI) ulteriores innovaciones. He En los casos en que la comunicacin es la base de la produccin, la privatizacin dificulta de inmediato la creatividad y la productividad. Por eso muchos cientficos en mbitos tales corno la microbiologa, la gentica y otras disciplinas similares aducen que la innovacin cientfica y el progreso del conocimiento se fundan en la colaboracin abierta y el libre intercambio de ideas, tcnicas e informa- ciones. En general los cientficos no se ven movidos a innovar por el po- sible enriquecimiento derivado de las patentes, aunque s es, desde luego, un motivo principal para las corporaciones y las universidades que em- plean a esos cientificos. La propiedad privada del conocimiento y de la informacin es un obstculo para la comunicacin y la cooperacin que constituyen la base de la innovacin social y cientfica. No es casual que muchos estudiosos de la propiedad intelectual y de internet empleen trminos como terreno comunal) electrnico y creativo, y nuevos dominios), ya que los procesos actuales recuerdan los perodos iniciales del desarrollo capitalista. En efecto, si continan los procesos de privatizacin neoliberal, nuestra era podra acabar parecin- dose a la del Barroco, el perodo que emergi de la crisis del Renac- miento europeo. Al agotarse la lucidez racional y el realismo apasiona- do de la <mueva humanidad renacentista, el Barroco tuvo que recurrir para expresarse -es decir, para la comunicacin y la creacin de lo be- llo- a lo hiperblico y artificioso. Detrs de la transformacin de los estilos y de las modas, de la tergiversacin del lenguaje y de la traicin de los fundamentos ontolgicos del conocimiento, se estaba desarrollan- do un drama histrico ms profundo: la crisis de los primeros progre- sos de la manufactura, la rpida decadencia de la productividad del tra- bajo y, an ms importante, la refeudalizacin de la agricultura en paralelo con la privatizacin definitiva de las tierras comunales. Los fe- lices comienzos de la burguesa manufacturera y su virtud) quedaron reducidos durante el Barroco a la fortuna- de unos pocos, y las pers- pectivas de futuro ensombrecidas por el miedo generalizado entre las nuevas clases de productores que el propio desarrollo burgus haba creado. Las privatizaciones de nuestros das tienen un claro regusto a Barroco y neofeudalismo: la privatizacin de los conocimientos, de la informacin, de las redes de comunicacin, de las relaciones afectivas, de 220 MULTITUI) los cdigos genticos, de los recursos naturales, etc. La creciente produc- tividad biopoltica de la multitud est siendo socavada y bloqueada por los procesos de la apropiacin privada. La lgica del temprano perodo de desarrollo capitalista conduce a un segundo tipo de desafio a la expansin de la propiedad inmaterial y de la biopropiedad que, en este caso, apunta a quin tiene derecho a lla- marse propietario. La ley capitalista tradicional de la propiedad est ba- sada en el trabajo: el que crea un bien con su trabajo tiene derecho a ser su propietario. Si yo construyo una casa, la casa es ma. Esta lgica del trabajo sigue siendo fundamental, como hemos visto, para los nue- vos litigios de la propiedad: cuando un juez falla que unas bacterias, unas semillas o una variante animal son propiedad del cientfico que las ha creado, ha entrado en funcionamiento la lgica del trabajo. En efecto, existe una relacin necesaria entre el hecho de que el trabajo humano en el mbito de la produccin inmaterial produzca directamente cada vez ms formas de vida y conocimientos, y el hecho de que cada vez ms formas de vida y conocimientos se conviertan en propiedad privada. (La creciente importancia de la propiedad inmaterial apoya as nuestra anterior afirmacin de que hay una hegemona del trabajo inmaterial.) Pero en todo este campo de la produccin inmaterial, el derecho o t- tulo de propiedad se ve socavado por la misma lgica que lo sustenta, porque el trabajo que crea propiedad no puede identificarse con ningn individuo, ni siquiera con un grupo de individuos. El trabajo inmate- rial es cada vez ms una actividad comn, caracterizada por la coope- racin continua entre innumerables productores individuales. Quin, por ejemplo, produce la informacin de un cdigo gentico? O visto de otra manera, quin produce el conocimiento de los usos mdicos beneficiosos de una planta? En ambos casos, la informacin y el cono- cimiento los produce el trabajo, junto con la experiencia y el ingenio humanos, pero ese trabajo no puede ser atribuido aisladamente a un individuo. Tal conocimiento se produce siempre en colaboracin y co- municacin, trabajando en comn dentro de redes sociales expansivas e indefinidas, que en los ejemplos propuestos son la comunidad cient- fica y la comunidad indgena. Una vez ms, los cientficos proporcionan los testimonios ms elocuentes para mostrar que la produccin del co- 221 MULlTrU]) nocimiento y de la informacin no est a cargo de individuos, sino que es colectiva y en colaboracin.Y este proceso de produccin del cono- cimiento que es colaborativo, comunicativo y comn caracteriza igual- mente todos los otros mbitos de la produccin inmaterial y biopoliti- ca. Segn John Locke, el trabajo qne crea la ptopiedad privada es nna prolongacin del cuerpo, pero hoy da ese cuerpo es cada vez ms co- mn. La justificacin jurdica de la propiedad privada queda socavada por la naturaleza comn y social de la produccin. Y cuando el derecho o titulo legal de la propiedad tradicional capitalista declina, no queda nada que proteja la propiedad privada excepto la violencia. Las actuales paradojas de la propiedad inmaterial dan nueva vida a las invectivas humanistas del joven Marx contra la propiedad privada. La propiedad privada nos ha vuelto a todos tan estpidos y parciales -es- cribe- que denigramos todas las formas del ser a cambio del simple sen- tido del tener:" Todos los sentidos humanos, incluyendo el saber, el pensar, el sentir, el amar -la vida entera, en una palabra-, quedan corrompidos por la propiedad privada. No obstante, Marx deja bien sentado que no tiene la menor intencin de regresar a ningn tipo de propiedad comunal primitiva. Prefiere centrarse en las contradicciones de la lgica del capital para ver cmo apuntan a una nueva resolucin futura. Por una parte, y como hemos visto, los derechos capitalistas de ptopiedad privada se basan en el trabajo individual del ptoductor, pero por otra parte, el capital introduce continuamente nuevas formas de produccin colectivas y de colaboracin: la riqueza producida colecti- vamente por los trabajadores se convierte en propiedad privada del ca- pitalista. Esta contradiccin cobra un carcter especialmente acuciante en la esfera del trabajo inmaterial y de la propiedad inmaterial. La pro- piedad privada nos hace estpidos, en parte, cuando nos induce a creer que todo lo que vale algo ha de ser ptopiedad privada de alguien. Los economistas no se cansan de decirnos que un bien no puede ser con- servado y utilizado eficientemente si no es de propiedad privada. Sin em- bargo, la inmensa mayora de nuestro mundo no es de propiedad pri- vada y solo gracias a este hecho funciona nuestra vida social. Corno hemos visto en este captulo, adems de las formas tradicionales de pro- piedad tales corno las tierras, las industrias y los ferrocarriles, se estn 222 MULTITUI) convirtiendo en propiedad privada nuevos bienes tales corno la infor- macin gentica, el conocimiento, las plantas y los animales. Este es un ejemplo de lo que antes hemos llamado la expropiacin de lo comn. Sin embargo, sera imposible relacionarnos y comunicarnos en la vida cotidiana si no fuesen comunes los lenguajes, los modos de hablar, los mtodos para la resolucin de conflictos, las formas de amar y la inmensa mayoria de las prcticas. La ciencia misma quedara paralizada si no fue- sen comunes nuestras grandes acumulaciones de conocimiento, infonna- cin y mtodos de estudio. La vida social depende de lo comn, A lo me- jor, algn da en el futuro miraremos hacia atrs y nos sorprenderemos al comprobar cun estpidos fuimos en ese perodo, cuando permitimos que la propiedad privada monopolizase tantas formas de riqueza, ponien- do obstculos a la innovacin y corrompiendo la vida, hasta que descu- brimos cmo confiar toda la vida social a lo comn. III LAS HUELLAS DE LA MULTITUD Antes de preguntarnos si la humanidad tiene predilec- cin hacia 10 bueno, es necesario plantearse la cuestin de si existe algn acontecimiento que no pueda ser ex- plicado en otros trminos que no sean los de la dispo- sicin moral. Un acontecimiento como una revolucin. Kant afirma que este fenmeno [la revolucin] ya no puede ser ignorado en la historia humana, porque ha re- velado que en la naturaleza humana exista una dispo- sicin hacia lo bueno y la capacidad para tender a ello, lo que hasta elmomento la poltica nunca haba descu- bierto en el decurso de los acontecimientos. FHIEDRTCH NIETZSCHE En la seccin anterior hemos visto cmo la carne productiva comn de la multitud ha entrado a formar parte del cuerpo poltico global del capital, dividida geogrficamente por jerarquas de trabajo y de riqueza, y regida por una estructura de mltiples niveles que incluye los poderes econmi- co,jurdico y poltico. Hemos estudiado la fisiologa y la anatoma de ese cuerpo global a travs de la topologa y la topografa de la explotacin. Ahora nos plantearnos la tarea de investigar la posibilidad de que esa carne productiva de la multitud se organice de otra manera y descubra una al- ternativa al cuerpo poltico global del capital. Nuestro punto de partida ser el reconocimiento de que la produccin de subjetividad y la produc- cin de lo comn pueden entablar una relacin simbitica en espiral. En otras palabras, la subjetividad se produce mediante la cooperacin y la co- municacin, y a su vez, esa subjetividad origina nuevas formas de coope- 224 MU1TITU1) racin y de comunicacin, que generan a su vez una nueva subjetividad, y as sucesivamente. En esta espiral, cada movimiento sucesivo, de la pro- duccin de subjetividad a la produccin de lo comn, trae consigo un elemento innovador que enriquece larealidad. Tal vez en este proceso de metamorfosis y constitucin debamos identificar la formacin del cuer- po de lamultitud, un tipo de cuerpo fundamentalmente nuevo, un cuerpo comn, un cuerpo democrtico. Spinoza nos ha proporcionado una idea inicial de lo que puede ser ese cuerpo. El cuerpo humano -e-escribe-s- se compone de un gran nmero de individuos de diferente naturaleza, cada uno de los cuales es de una gran complejidad, y sin embargo esa multi- tud de multitudes es capaz de actuar en comn como un solo cuerpo. 1Ii" En cualquier caso, si la multitud ha de formar un cuerpo, ser necesario que permanezca siempre y necesariamente como una composicin abier- ta y plural, no corno un todo unitario dividido en rganos jerarquizados. La multitud presentar la misma disposicin hacia el bien y la facultad para tender al bien que Kant adjudicaba al acontecimiento revolucionario. La monstruosidad de la carne La sociedad posmoderna se caracteriza por la disolucin de los cuerpos sociales tradicionales. Los dos bandos del debate entre modernistas y posmodernistas, que hasta no hace mucho anim las polmicas acad- micas y culturales, reconocen esa disolucin. Pero el verdadero motivo que los separa es que los modernistas quieren proteger o resucitar los cuerpos sociales tradicionales, mientras que los posmodernistas aceptan o incluso celebran su disolucin.!" Por ejemplo, en Estados Unidos muchos autores evocan con nostalgia las formaciones sociales del pasado ante el fracaso de las organizaciones sociales tradicionales y la amenaza de una so- ciedad fragmentada e individualista. Estos proyectos restauracionistas -que se sustentan generalmente en la familia, la Iglesia y la p a t r i a ~ so- lan formar parte de la visin ofrecida por la derecha, pero ltimamente los panegricos ms interesantes y apasionados provienen de la corriente mayoritaria de la izquierda. Recordemos, por ejemplo, a Roben Putnam y su difundida descripcin de la decadencia de las organizaciones cvicas 225 MULTITU!) y comunitarias en Estados Unidos. En otros tiempos, las boleras, los clu- bes de bridge, las organizaciones religiosas y otras semejantes brindaban medios bsicos de agregacin social, formando grupos sociales y una so- ciedad cohesionada. Para Putnam, el declive de estos grupos cvicos y co- munitarios es un sntoma de la decadencia general de todas las formas de agregacin social en Estados Unidos, que no nicamente deja a la gente jugando en solitario a los bolos, sino que adems la obliga a vivir sola en otros muchos aspectos.J''" Encontramos un tono similar de nostalgia y pena por la sociabilidad perdida en muchos estudios acerca de los cambios que ha experimentado recientemente el mbito laboral. Las formas tra- dicionales del trabajo, corno el trabajo industrial y,en mayor medida, el artesanal, proporcionaban empleo estable, y fomentaban una serie de destrezas que penuitian a los trabajadores desarrollarse y sentirse orgullo- sos de una profesin coherente y para toda lavida con una conexin so- cial duradera centrada en el trabajo. Con el paso del fordisrno al posfor- dismo, sin embargo, y la creciente dedicacin a los servicios y a empleos de tipo flexible, mvil e inestable, esas formas tradicionales de traba- jo han quedado destruidas y con ellas las formas de vida que generaban. La inestabilidad, se lamentan los autores de los citados estudios, va soca- vando el carcter, la confianza, la lealtad, el inters mutuo y los vnculos familiares.'!" Estas descripciones de la decadencia de las formas y las co- munidades sociales tradicionales, teidas de nostalgia y pesar, se corres- ponden asimismo, en cierta medida, con las llamadas al patriotismo debi- das a un sector de la izquierda estadounidense desde antes del 11 de septiembre de 20(H, si bien cobraron mucha ms fuerza a raz de los acon- tecimienros de aquel da. Para estos autores, el amor a la patria es otra forma de cornunidad (quiz la ms elevada), que adems de garantizar la derrota del enemigo en el extranjero servir para poner coto a la anomia y la frag- mentacin individualista que amenazan a la sociedad estadounidense des- de el interior. lOS En todos estos casos, ya se trate de las asociaciones cvicas, el trabajo, la familia o la patria, el objetivo ltimo es la reconstruccin del cuerpo social unificado, y, por lo tanto, la recreacin del pueblo. La corriente mayoritar-ia de laizquierda europea comparte esa nostal- gia de las formas y comunidades sociales tradicionales, que en Europa suele expresarse no en forma de lamentos acerca del estado actual de ais- 226 MULTITU1) lamiento e individualismo sino corno repeticin estril de ritos cornuni- tarios trasnochados. Algunas prcticas comunitarias que solan formar parte de la izquierda se han convertido en sombras vacas de comunidad y que conducen a una violencia absurda, desde el fanatismo deportivo has- ta los cultos religiosos carismticos, desde las resurrecciones del dogmatis- mo estalinista hasta las reediciones del antisemitismo. En busca de los vie- jos valores de antao, los partidos y las organizaciones sindicales de la izquierda parecen reproducir a menudo los gestos del pasado, como vc- timas de un automatismo retlejo. Pero los antiguos cuerpos sociales que los sustentaban ya no estn ah. Falta el pueblo. Cuando algo semejante al pueblo aparece en el escenario social de Es- tados Unidos, de Europa o de cualquier otro lugar, los dirigentes de la iz- quierda institucionalizada tienden a ver en esa aparicin una expresin de- formada y amenazadora. Para ellos, las nuevas movilizaciones que han surgido en los ltimos decenios, desde la poltica homosexual de Act Up y Queer Nation hasta las manifestaciones antiglobalizacin de Seattlc y Gnova, son incomprensibles y amenazadoras, y de ah que las consideren monstruosas. De hecho, es verdad que las formas sociales e incluso la evo- lucin econmica actual no pueden parecer sino caticas e incoherentes, si se las examina con instrumentos y modelos modernos. Los hechos y acontecimientos parecen desfilar corno instantneas heterogneas e inco- nexas, en lugar de conformar un relato coherente. Para la mirada moderna, quiz la principal caracterstica de la posrnoderrudad sea la desaparicin de los grandes relatos. Hay que prescindir de esa nostalgia, no tanto por peligrosa C01110 por constituir un signo de derrota. En este sentido sornes, sin duda, posmo- dernistas. En efecto, al contemplar nuestra sociedad posmoderna. que no alberga ninguna nostalgia por los cuerpos sociales modernos disueltos ni por el pueblo ya desaparecido, veremos que lo que experimentamos es una especie de carne social, una carne que no es un cuerpo, pero es sustancia comn y viva. Nos falta aprender qu es capaz de hacer esa carne. En un registro ms filosfico, Maurice Merleau-Ponty ha escrito: La carne no es materia, no es mente, no es sustancia. Para designarla tendramos que utilizar la antigua nocin de "elemento", en el sentido en que se sola nombrar el agua, el aire, la tierra y el fuego.'!" La carne de la multitud 227 MUUITun es puro potencial, poder vital informe; constituye un elemento del ser social que aspira a la plenitud de la vida. Desde esa perspectiva ontolgi- ca, la carne de la multitud es una potencia elemental que expande ince- santemente el ser social, produciendo en exceso de cualquier medida tradicional poltico-econmica del valor. Aunque lo intentemos, no po- demos sujetar los vientos, las olas, la tierra. Desde la perspectiva del orden y el control polticos, entonces, la carne elemental de la rnultitud es te- rriblemente evasiva ya que nunca puede ser completamente atrapada en la jerarqua orgnica de un cuerpo poltico. Es obvio que esa carne social viva e informe puede parecer monstruo- sa. Para muchos, esas multitudes, que no son pueblos ni naciones, ni siquic- ra comunidades, representan un ejemplo ms de la inseguridad y del caos, que ha trado consigo el colapso del orden social moderno. Son catstrofes sociales de la posmodernidad que se asemejan, segn esa ptica, a las ho- rribles criaturas generadas por los errores de la ingeniera gentica, o a las terrorficas consecuencias de los desastres industriales, nucleares o ecol- gicos. Lo informe y lo desordenado inspiran espanto. La monstruosidad de la carne no es un retorno al estado de naturaleza, sino una creacin de la sociedad, una vida artificial. En la pasada poca moderna, los cuerpos so- ciales y el orden social mantenan, al menos ideolgicamente y pese a la constante innovacin, un carcter natural, representado por las identida- des naturales, corno la familia, la comunidad, el pueblo y la nacin. En la modernidad, las filosofas vitalistas an podan denunciar los efectos dai- nos de la tecnologa, la industrializacin y la mercantilizacin de la exis- tencia mediante la afirmacin de la fuerza de la vida natural. Hasta en la crtica de Marrin Heidegger a la tecnologa, cuando el vitalismo se ha convertido en una especie de nihilismo y en una esttica, tambin enccn- tramos ecos de la tradicin secular de resistencia cxistencialisra. 1111 Sin embargo, cualquier referencia actual a la vida tiene que apuntar a una vida artificial, a una vida social. El vampiro es una de las figuras que expresan el carcter monstruoso, excesivo e ingobernable de la carne de la multitud. Desde que el con- de Drcula de Bram Stoker irrumpi en la Inglaterra victoriana, el vam- piro amenaza el cuerpo social y en especial la institucin social de la familia.'!' La peligrosidad del vampiro deriva, en primer lugar, de su 228 MULTITUI) desmesurada sexualidad. Su deseo de carne es insaciable, y ataca con sus erticas mordeduras a hombres y mujeres por igual, transgrediendo el orden de la unin heterosexual. En segundo lugar, transgrede el orden reproductivo de la familia al que opone su propio mecanismo alterna- tivo de reproduccin. La mordedura de los vampiros o vampiras crea nuevos vampiros, da lugar a una raza inextinguible de no muertos. De este modo, el vampiro funciona en el imaginario social como una figu- racin del carcter monstruoso de una sociedad donde estn desmoro- nndose los cuerpos sociales tradicionales, como por ejemplo la fami- lia. Por eso no es de extraar la reciente proliferacin de vampiros en la novela popular, el cine y la televisin.' 1] Sin embargo, los vampiros con- temporneos tienen ciertas peculiaridades. Si bien continan siendo excluidos sociales, ahora su monstruosidad sirve para que reconozcamos que todos somos monstruos: universitarios cados en la marginalidad, desviados sexuales, tipos raros, supervivientes de familias patolgicas, etc. y an ms importante: los monstruos empiezan a formar nuevas redes al- ternativas de afecto y de organizacin social. El vampiro, su existencia monstruosa y su insaciable deseo se han convertido en sntomas, no solo de la disolucin de una sociedad antigua, sino de la formacin de otra nueva. Necesitarnos encontrar las herramientas que nos permitan aprehen- der ese monstruoso poder de la carne de la multitud para formar una nue- va sociedad. Por una parte, y como seala Merleau-Ponry, la carne es co- mn. Es elemental, corno lo son el aire, el fuego, la tierra y el agua. Por otra parte, esa variedad de monstruos atestigua que todos somos singulares, y que nuestras diferencias no pueden reducirse a un cuerpo social unitario. Es necesario que escribamos un anri-De Corporc que contradiga todos los tratados modernos del cuerpo poltico, y que capte esa nueva relacin en- tre comunalidad y singularldad en la carne de lamultitud. Una vez ms ha sido Spinoza quien ha previsto con ms claridad lanaturaleza monstruosa de la multitud, al concebir la vida COl110 una trama, donde las pasiones sin- gulares tejen una capacidad comn de transformacin, sea del deseo al amor o de lacarne al cuerpo divino. Para Spinoza, la experiencia de la vida es una bsqueda de la verdad, de la perfeccin y del goce de Dios."; Spi- 110za nos ensea cmo hoy, en la posrnodernidad, podemos hallar en esas 229 MULT1TUIJ metamorfosis monstruosas de la carne no solo un peligro, sino tambin una posibilidad: la posibilidad de crear una sociedad alternativa. El concepto de multitud nos obliga a entrar en un mundo nuevo, en el que solo podemos entendernos como monstruos. Garganta y Pan- tagruel, en el siglo XVI, en medio de la revolucin que cre la moderni- dad europea, fueron gigantes que sirvieron como smbolos del enorme poder de la libertad y la invencin. A grandes zancadas, cruzaron el terri- torio revolucionario y propusieron la gigantesca enlpresa que es ganar la libertad. Hoy da necesitamos nuevos gigantes y nuevos monstruos que unan la naturaleza y la historia, el trabajo y la poltica, el arte y la inven- cin, a fin de demostrar el nuevo poder que est naciendo en la multi- tud. Necesitamos un nuevo Rabelais, o ms bien muchos Rabelais.'!" La invasion de los monstruos En el sljzlo X VII nacieron, junto C011 las bibliotecas eruditas}' los laboratorios de [anthsticos inventos, los primeros j?abifletes de monstruosidades. En ellos se colee- donaba toda clase de objetos extratl0s) desde fetos dcj<lYIt1es hasta el hombre-po- llo de l.Ripzig Fueron esos objetos los que alimentaron la imaginacin de Fre- derile Ruvsch, enAmsterdam, creador de espectaculares conjuntos aleJZricos. Incluso las monarquas absolutas adoptaron la costumbre de crear gabinetes de historia na- turol llenos de curiosidades. Pedro el Grande, tras construir la dudad de San Pe- tersl'U1J[o en un tiempo extraordinariamente breve ,c<racias al svfrimiento y el saa- _fido de millones de obreros, compr la coleccin de Rnvsch, que dio al museo de historia natural de dicha capital. A qu venia esa invasin de monstruos?/I' El auge de los monstruos durante los siglos XVII y xvm coincidi con la crisis de las creencias eugensicas antiguas) y sirvi para socavar los viejos postulados teleooicos de las ciencias naturales emegentes. Al decir creencias eugensicas nos referimos al marco que identifica los orjenes tanto del cosmos como del orden tico en un principio metaflsi:. El bien nacido rc.e,irfeliz. Este prin- cipio griego i11.filtr por miles de diversos caminos la visin creacionista[udeocris- liana del universo. En cuanto a los postulados son los que estable- cen que toda criatura y su desarrollo estn determinados por la meta ofifwlidad que la vinculan al orden csmico. No es casual que la eu.c<enesia y elfinaismo 230 MULTITU!J acabaran unidos a lo lasyo de la civiliracin occidental: los orgenes y fines ltimos previamente cstabletidas mantienen el orden del mundo. Pero en los si- glos XVIl y XVIll ese viejo orden de la dlllllzadnfue puesto en cuestin. Afien- tras las ,,?randes fundaconales de la modernidad ifijligan sl1frmientos in- descnptibes. los monstruos empezaron a encarnar las objeciones contra un orden basado en la eugenesia y elfinalismo. LJS fueron ms intensos 01 la pol- tica que en la metnlsica: el monstruo no es un accidente, representa la sempiterna posibitidad de destruccin del orden natural de la autoridad en todos los mbitos) desde lafamilia hasta el reino. Vrlcll' eminencias modernas, desde el conde de B,!ffon y el harn D'Holhach hasta Denis Diderot, estudiaron la posihilidad de nuevas figuras normatllas en la naturaleza o, en realidad) la relacin entre causalidad y errOl; y la indeterminacin del orden y del poder. LJS monstruos infectaron indu- so a los ms ilustres de los ilustrados! Ah es donde comienza la verdadera histo- ria del mtodo cientiiico europeo moderno. Ames de ese momento, sCj?n la acusa- cin lanzada por D'Holhach, los naipes estaban marcados y la ordenada serie de datos que veamos eu el desarrollo de la naturaleza era, en realidad, unaficcin. Es despus ;uando, porfin, se empieza ajugar limpio. Esa es nuestra deuda con los monstruos: la ruptura con la teleologa y la eugenesia deja abierto el problema del origen de la creacin, de cmo se maniiiesta y adnde conduce. Hoy en da) marido el horizonte social se dt:fi'le en trminos hiopolticos, no olvidemos esas historias de monstnlOs en los comienzos de la modernidad. Hoy, sim- plemente, el eiecto monstruo se ha multiplicado. Ahora la te/eoloRa no puede lla- marse sino ignorancia y supersticin. El mtodo cientiiico se rada vez ms en la cijera de la indeterminacin, y toda entidad real seproduce de un modo alea- torio y sinoular; como Hna repentina emettenda de lo nuevo. Fmnleenstein es ahora un miembro de lafamilia. En esta situacin) el discurso de los seres vivos ha de convertirse en una teora de su construccin y de los posibles futuros que los espe- ran. Inmersos en esa realidad inestable, enfrentados a la artificialidad creciCflte de la biosfera y a la institucionalizacin de lo social) preparmonos a ver aparecer monstruos en cualquier momento. Monstrum prodigium, como dijo AgUStfl de Hipona, monstruos milagrosos. Pero hoy el prodigio se producc cada vez que ob- servamos la obsolescencia de los viejos modelos, cada vez: que se descomponen los viejos cuerpos sociales y sus residuos abonan la nueva produccin de eame social. Gilles Deleuze reconoce el monstruo en la propia humanidad. El hombre, dice, es el animal que est cambiando su propia especie. Hay que tomarse en sero 231 MULTITUD esa advertencia. Los monstruos avanzan y el mtodo tientiiico tendr que ocu- parse de elfos. La humanidad se transforma a s misma }' transforma SlJ histo- ria, y a la naturaleza. As que el problema ya no estriba en decidir si admiti- mos o no esas tcnicas humanas de transjormacin, sino en qu hacer COn ellas, y en discernir si servirn para nuestro benciicio o irn en nuestro detrimento. De hecho, tenemos que aprender a amara l z ~ m o s de los monstruos y a combatir a otros. El ;:ran novelista austraco Roben Musil plasm la relacin paradjica entre la locura y el deseo desmesurado en la.fl<!.ura de A1oosbm;:;:er, un criminal mons- truoso: si la humanidad pudierasoar colectivamente, escribe, Moosbru.eger apa- recera en s/ts merlos. El personaje de i\1usi/ sirve como smbolo de nuestra rela- cion ambivalente C011 los monstruos y de nuestra necesidad de mejorar nuestros ellOrmes poderes de tronsovmacn y atacar el mundo monstruoso y horrible que han creado para nosotros el cuerpo polltico ;:Iohal y la explotacin capitalista. Ne- cesitamos utilizar las expresiones monstruosas de la multitud para desq.fiar las mutaciones de la vida artificial transiormadas en mercancas, el poder capitalista que pone en vmta las mctamoriosis de Id naturaleza, la nUeva eu;:enesia que con- tribuye a sustentarel poder dominante. Es en el nuevo mundo de los monstruos donde la humanidad ha de aprehender su futuro. La produccin de lo comn Hemos visto que la carne de la multitud produce en comn, de una manera monstruosa y que excede siempre la medida de cualesquiera cuerpos sociales tradicionales, pero que esa carne productiva. no crea el caos o el desorden social. Lo que produce, de hecho, es comn, y lo comn que compartimos sirve de base a la produccin futura en una relacin espiral creciente. El ejemplo ms comprensible puede ser el de la comunicacin C0l1l0 produccin: para comunicarnos, necesita- mos lenguajes, smbolos, ideas, as C0l1l0 relaciones compartidas y co- munes. A su vez, los resultados de nuestra comunicacin son nuevos lenguajes, smbolos, ideas y relaciones comunes, Hoy esta relacin dual entre la produccin y 10 comn -10 comn producido y tambin productivo- es clave para la comprensin de toda actividad social y econmica. 232 MULTITU!) En el pragmatismo norteamericano y, en concreto, en el concepto de hbito encontramos uno de los recursos que emplea la filosofa mo- derna cuando aborda la produccin y la productividad de 10 comn. La nocin del hbito hace posible que los pragmatistas trasladen las con- cepciones filosficas tradicionales de la subjetividad desde el plano tras- cendental o las profundidades del fuero interno hacia el mbito de la ex- periencia cotidiana, las prcticas y la conducta. El hbito es lo comn llevado a la prctica, lo comn que producimos constantemente y ]0 comn que sirve de base a nuestras acciones.'!" De este modo, el hbi- to se ubica a medio camino entre una ley fija de la naturaleza y la li- bertad de la accin subjetiva, o mejor dicho, proporciona una salida diferente a esa tradicional dualidad filosfica. Los hbitos crean una na- turaleza, que sirve de base a la vida. William james los describe corno un gigantesco timn que conduce la inercia social, proporcionando, por acumulacin, la energa necesaria para la reproduccin social y la vida cotidiana. En un registro bastante diferente, la gran novela de Marcel Proust viene a ser una larga reflexin sobre la necesidad de los hbitos para la vida y la importancia que alcanzan hasta las ms pequeas des- viaciones de los mismos: el ultimo beso de buenas noches de la madre, cenar una hora ms temprano los domingos. etc. Los hbitos son corno funciones fisiolgicas: como la respiracin, la digestin y la circulacin de la sangre. Son algo que darnos por hecho y sin lo cual no podemos vivir. Pero, a diferencia de las funciones fisiolgicas, los hbitos y los comportamientos son compartidos y sociales. Se producen y reprodu- cen mediante la interaccin con otras personas, de tal manera que nunca son, en realidad, individuales o personales. Los hbitos y las conductas individuales, y la subjetividad, surgen sobre la base de la conducta y la comunicacin social, de la actuacin en comn. Los hbitos constitu- yen nuestra naturaleza social. 117 Los hbitos, sin embargo, no solo ataen al pasado, sino tambin al futuro. Si fuesen la simple repeticin rutinaria de los actos del pasado, siguiendo los caminos trillados que recorremos todos los das, tendran el carcter de un mero lastre intil. Cabe concebir los hbitos como unos medios que esperan, como las herramientas en su caja, a ser utili- zados por la decisin consciente -ha escrito John Dewey-. Pero son 233 MULTITUI) algo ms que eso. Son medios activos, medios que se proyectan a s mismos, formas de obrar enrgicas y dominantes'!" Los hbitos son prctica viva, un espacio para la creacin y la innovacin. Si considera- mos los hbitos desde un punto de vista individual, nuestra capacidad de cambio puede parecer pequea, pero corno hemos dicho, los hbi- tos no se forman ni se ejecutan individualmente. En cambio, desde e! punto de vista de la comunicacin y la colaboracin social, el poder que tenemos en comn para innovar es enorme. En realidad, el pragrnatis- 1110 no concede la prioridad ni a lo individual ni a lo social. El motor de la produccin y de la innovacin est entre una y otra, en la COmu- nicacin y la colaboracin, actuando en comn, Los hbitos no son obs- tculos para la creacin. Por el contrario, proporcionan la base comn para que pueda darse la creacin. Los hbitos forman una naturaleza que es producida y productiva al mismo tiempo, creada y creativa: una on- tologa de la prctica social en comn. Ya empezamos a distinguir un concepto de la multitud que emerge de esa nocin pragmtica de hbito. Las singularidades interactan y se co- munican socialmente sobre la base de lo comn, y su comunicacin so- cial produce, a su vez, lo comn. La multitud es la subjetividad que emer- ge de esta dinmica entre la singularidad y la conmnalidad. Pero la nocin de produccin social de los pragmticos est tan vinculada a la moderni- dad y a los cuerpos sociales modernos que su utilidad para la multitud actual es necesariamente limitada. La obra de John Dewey, mejor que la de ningn otro filsofo pragmtico, desarrolla plenamente la relacin entre pragmatismo y reforma social moderna, pero tambin deja claro que esta ltima queda sujeta al mbito de la modernidad. Conocemos a Dewey por sus campaas en favor de una reforma de la educacin, pero tambin in- tervino activamente en los intentos de reforma del sistema poltico esta- dounidense, sobre todo en los decenios de 1920 y 1930."<' Dewey sos- tuvo que la modernizacin industrial y el capital corporativo no solo haban conducido a un desastre econmico, sino que tambin originaron una situacin poltica funesta que imposibilitahj la participacin activa de la ciudadana en las tareas de gobierno. Incluso polemiz contra las refor.. mas del New Deal rooseveltiano porque, a su entender, se quedaban cor- tas. Ms que una economa planificada, Dewey habra preferido lo que 234 MULTITUI) podriamos llamar una democracia planificadora.'?" En otras palabras, era partidario de separar lo poltico de lo econmico, para favorecer la im- plementacin de reformas polticas pragmticas.Y mientras, segn Dewey, el dominio de lo econm..ico est condenado a la instrumentalidad -en la industria moderna el hbito se transforma en estril repeticin-, e! espacio poltico es el lugar donde la comunicacin y la colaboracin pue- den cumplir con las promesas democrticas implcitas en las nociones prag- mticas de hbito y conducta social. De este modo, Dewey demuestra que la doctrina del pragmatismo es aplicable a la reforma poltica moderna, y al mismo tiempo, su incapacidad de escapar de los limites de la moder- nidad. Hoy, en cambio, es menester reconocer una nocin de la produc- cin y la productividad de lo comn que abarque por igual lo politico, lo econmico y todos los mbitos de la produccin biopolitica. Adems, la productividad de lo comn ha de poder determinar no solo los cam- bios que se han producido en los cuerpos sociales existentes, sino tambin su transformacin radical en la carne productiva de la multitud. En efecto, existen numerosas teoras que consiguen esa adaptacin a las condiciones de la posmodernidad, y podemos resumirlas subrayando el salto del concepto de hbito al de per!()rmance corno nocin nuclear de la produccin de lo comn. Como ejemplo destacan las teoras femi- nistas y homosexuales de la performatividad, que marcan una transfor- macin antropolgica posmodema."! Estas nuevas teoras del cuerpo sur- gidas en el decenio de 1990 superan la vieja consigna de recordar el cuerpo>}, porque dejar el cuerpo a un lado y no reconocer la diferencia sexual, corno hicieron tradicionalmente la filosofa y la poltica, conduce a la conversin del cuerpo masculino en nor-ma por omisin, perpetuan- do y enmascarando la subordinacin de las mujeres. El feminismo man- tiene una relacin necesariamente contradictoria con e! cuerpo, ya que para la mujer, por una parte, el cuerpo es e! lugar de la opresin, y por otro, la especificidad corporal de la mujer es la base de la prctica femi- nista. Las nuevas teoras de! cuerpo parecen resolver esa paradoja por cuanto van en realidad contra e! cuerpo y en busca de la perforrnatividad comn de la carne social (queer; y aqu se empieza a vislumbrar la co- nexin con el pragmatismo y su nocin de vida social en comn. De- bemos a Judith Butler la expresin de la teoria ms rica y compleja 235 MULT1TUI) contra el cuerpo, y tambin un desarrollo claro de los procesos perfor- mativos de su constitucin. Butler ataca la concepcin natural de dife- rencia sexual, o dicho de otro modo, la concepcin tradicional feminista segn la cual el gnero es una construccin social, mientras que el sexo pertenece al orden natural. La concepcin natural del sexo, o mejor di- cho del cuerpo social y poltico de la mujer, sostiene Burler, subor- dina las diferencias entre las mujeres a los trminos de raza y de sexua- lidad. En particular, la concepcin natural del sexo no se desprende de la heteronormatividad y relega la homosexualidad a una posicin subor- dinada. Ni el sexo es natural ni lo es el cuerpo sexuado de la mujer, explica Butler, pero, al igual que el gnero, se representan a diario, al modo en que las mujeres representan la feminidad y los hombres la masculini., dad en su vida cotidiana, y a la manera en que algunos desviados repre- sentan alguna diferencia y rompen las normas. Contra los crticos que objetan que esa nocin de la performatividad de gnero le atribuye al sujeto individual demasiada volicin y autonoma, corno si cada uno de nosotros pudiera decidir cada maana qu va a representar durante el da, Butler reitera que tales representaciones se hallan limitadas tanto por el peso de las representaciones del pasado como por las interacciones sociales. A diferencia de la nocin pragmtica de hbito, la petfonnatividad queer no se limita a la reproduccin ni a la reforma de los cuerpos sociales mo- dernos. La trascendencia poltica del postulado de que el sexo, al igual que todos los dems cuerpos sociales, es algo producido y continuamente re- producido a travs de nuestras representaciones diarias, estriba en que po- demos representarlo de otra manera, subvertir esos cuerpos sociales, e inventar nuevas formas sociales. La poltica queer es un excelente ejem- plo de un proyecto perormativo colectivo de rebelin y de creacin. No se trata en realidad de una afirmacin de las identidades homosexuales, sino de una subversin de la lgica de la identidad en general. No hay cuer- pos queer, sino solo carne queer que reside en la comunicacin y la colaboracin de la conducta social. Otro ejemplo del nuevo papel de la performatividad nos lo propor- cionan las teoras lingsticas que captan la transformacin econmica posmoderna. Cuando Dewey se plante el paradigma industrial 1110der- no consider que las caractersticas del trabajo fabril eran contrarias al 236 MULTITUD intercambio democrtico, y que tendan a formar una ciudadana silen- ciosa y pasiva. Hoy, sin embargo, el posfordismo y el paradigma de la pro- duccin inmaterial adoptan como caractersticas centrales la perfonna- tividad, la comunicacin y la colaboracin. La performance se ha vestido con ropa de trabajo.'> Cada forma de trabajo que produce un bien in- material, corno una relacin o un afecto, la solucin de problemas o el suministro de informacin, desde el trabajo del representante comercial hasta los servicios financieros, es fundamentalmente una performance: el propio acto es el producto. En el contexto de la economa actual, cualquier disquisicin acerca de las nociones de hbito o performance tendr que imbuirse de un sentido de accin o realizacin que impli- que las aptitudes para la creacin, que tenga el sujeto laboral. Paolo Virno ha captado la naturaleza del nuevo paradigma econmico al utilizar la performance lingstica como metfora y al mismo tiempo como me- tonirnia de los nuevos aspectos de la produccin contempornea. Mien- tras que el trabajo fabril es mudo, afirma, el trabajo inmaterial es locuaz y gregario, es decir, comparte las caractersticas primarias de la perfor- mance lingstica. En primer lugar, el lenguaje siempre se produce en comn y jams es producto de un solo individuo, sino que siempre lo crea una comunidad lingstica en comunicacin y colaboracin. En se- gundo lugar, la performance lingstica requiere la capacidad para inno- var en un Inedia cambiante, sobre la base de las prcticas y los hbitos del pasado.Y mientras que el trabajo fabril tenda a la especializacin y a la ejecucin de unas actividades prefijadas y determinadas, repetidas du- rante mucho tiempo, el trabajo inmaterial en cambio demanda una constante adaptacin a nuevos contextos -de acuerdo con la tlexibi- lidad y la movilidad que hemos mencionado-, as corno la capacidad para actuar en esos contextos inestables e indeterminados: resolver pro- blemas, crear relaciones, generar ideas, y as sucesivamente. La facultad del lenguaje, es decir, la capacidad genrica del habla, en tanto poten- cial indeterminado y anterior a cualquier cosa dicha concretamente, es ms que una cOlllponente importante del trabajo inmaterial y, segn Virno, constituye una de las claves para entender todas las formas que este adopta. La organizacin contempornea del trabajo -escribe Virno-- moviliza la competencia lingstica humana genrica con vistas a la ejecucin de 237 MULTITU1) innumerables tareas y funciones, y es cuestin no tanto de familiaridad con determinada clase de enunciados sino de aptitud para producir distintos tipos de enunciados; no tanto de lo que se quiere decir, sino de pura y simple capacidad para decir.!" El vnculo que establece Virno entre las performarividades lingstica y econmica subraya una vez ms la triple relacin con lo comn: nuestra facultad de hablar se fimdamenta en lo comn, es decir, en el lenguaje compartido: cada acto lingstico es pro- ducto de lo comn; y el propio acto de hablar se realiza en comn, a travs del dilogo, de la comunicacin. Esa triple relacin con lo comn. aqu ilustrada por el lenguaje, es caracterstica del trabajo inmaterial. Huelga decir que el hecho de que la vida en C0111n constituya una de las caractersticas constitutivas de la produccin inmaterial no signi- fica, sin embargo, que hayamos construido una sociedad libre y demo- crtica. Corno hemos argumentado antes en este captulo, hoy la explo- tacin tiende a actuar directamente sobre nuestras perforrnances mediante el control de lo comn por el capital. Como mucho, en las cir- cunstancias actuales, podemos decir que la amplia difusin social y la cen- tralidad econmica de estas prcticas de lo comn plantean las condi- ciones que hacen posible un proyecto de creacin de una democracia basada en la libre expresin y la vida en comn. La realizacin de esa posibilidad ser el proyecto de la multitud. Ms all de lo privado y lo pblico Antes de proseguir, convendra dar un poco ms de concrecin a esta discusin filosfica sobre la produccin de lo comn, ponindola en re- lacin con la teora y la prctica jurdicas. La ley siempre ha sido un mbito privilegiado cuando se trata de identificar lo comn y controlarlo. La pro- duccin de lo comn, corno hemos visto desde una perspectiva filosfi- ca, tiende a desplazar las divisiones tradicionales entre el individuo y la so- ciedad, entre lo snbjetivo y lo objetivo, y entre lo privado y lo pblico. En la esfera jurdica, sin embargo. y en especial en la tradicin angloameri- cana, el concepto de lo comn ha permanecido durante mucho tiempo oculto tras las nociones de lo pblico y lo privado, y de liecho las ten- 238 MULTl1'Un dencias actuales en el pensamiento jurdico van erosionando cada vez ms el espacio de lo comn. Por una parte, en estos ltimos aos hemos sido testigos de numerosos desarrollos en materia legal, cuyo efecto ha con- sistido en aurnentar los poderes del control social erosionando los derc- chos a la privacidad (que se denOluinan derechos subjetivos en la teo- ra jurdica de Europa continental y nosotros llamaramos derechos a la singularidad). En Estados Unidos. por ejemplo, el derecho de la mujer al aborto legal y los derechos de los homosexuales se han defendido y pro- pugnado fundamentalmente en nombre de la privacidad, aduciendo que se trata de actos y de decisiones ajenos al dominio pblico y, por lo tan- to, ajenos al control gubernamental. Las fuerzas contrarias al aborto ya los derechos de los homosexuales trabajan en contra de esa privacidad y de la proteccin que ofrece. Los ataques contra lo privado se han visto re- forzados exponenciahnente, adems, a consecuencia de la guerra contra el terrorismo. En Estados Unidos y Europa est teniendo un desarrollo enorme la legislacin encaminada a generalizar el derecho de vigilancia de las autoridades sobre las poblaciones, tanto nacionales como extranje- ras, lo que ejemplifica la Patriot Act estadounidense. Por otra parte, la ca- pacidad de vigilancia se ha visto incrementada por los nuevos sistemas tecnolgicos, corno Echelon, el proyecto secreto de algunos organislllOs de inteligencia estadounidenses y de otros pases para intervenir las comu- nicaciones electrnicas a escala global, incluidos los telfonos, el correo electrnico y las comunicaciones va satlite. Todo esto debilita las fron- teras que delimitan y protegen lo privado. En la lgica del antiterrorisn10 y de la contrainsurgencia ha dejado de existir <do privado, puesto que la exigencia de seguridad es prioritaria. La seguridad se ha convertido en una lgica absoluta de lo comn, o mejor dicho, en una perversin que con- cibe la totalidad de lo comn como objeto de control. Por otra parte, ya hemos comentado algunos ejenlplos de ataques jurdicos contra lo pblico en la esfera de la economa. La privatizacin es un elemento central de la ideologa neoliberal que deterrnina la es- trategia de las principales potencias que rigen la economa global. Lo pblico sometido a la privatizacin neoliberal consiste, ge neraln1ente, en bienes de patrimonio y empresas que antes controlaba el Estado, des- de los ferrocarriles y las crceles hasta los parques naturales. Tambin he- 239 MULTITUD mos comentado en este captulo la gran expansin de la propiedad pri- vada en dominios de la vida que antes se consideraban de propiedad comn, a travs de las patentes, los derechos de autor y otros instrumen- tos legales. Algunos economistas han llegado al extremo de proponer que todos los bienes deberan ser de propiedad privada, a fin de maximizar su utilizacin productiva. En otras palabras, en lo social se tiende a que todo sea pblico y, por lo tanto, expuesto a la vigilancia de las autori- dades; en lo econmico. a que todo sea privado y est sujeto a los de- rechos de propiedad. Sin embargo, no es posible comprender esta situacin sin esclarecer antes las confusiones creadas por la terminologa. Se suele interpretar que lo privado incluye los derechos y libertades de los sujetos sociales junto con los derechos de propiedad privada, procurando confundir la distin- cin entre lo uno y lo otro. Esta confusin es una consecuencia de la ideologa del individualismo posesivo de la moderna teora jurdica, en especial en su versin angloamericana, que concibe todos los aspectos o atributos del sujeto, desde sus intereses y sus deseos hasta la propia alma como propiedades de las que es dueo el individuo, reduciendo to- das las facetas de la subjetividad a la esfera econmica. 12./ As, el concepto de <do privado permite arrojar al mismo bal todas nuestras posesio- nes, tanto las subjetivas como las materiales. El concepto de (do pbli- co tambin difumina una distincin importante entre lo que el Esta- do controla y lo que se posee y administra en comn. Sera necesario que empezsemos a imaginar una estrategia legal alternativa y un mar- co de referencia alternativo: un concepto de la privacidad que exprese la singularidad de las subjetividades sociales (no la propiedad privada), y un concepto de lo pblico basado en lo comn (no en el control estatal), digamos que una teora jurdica posliberal y postsocialista. Es evi- dente que los conceptos legales tradicionales de lo privado y lo pbli- co son insuficientes para esa tarea. El mejor ejemplo que conocemos de una teora jurdica contem- pornea basada en la singularidad y la comunalidad es la teora post- sistmica, que comprende el sistema legal, empleando una terminologa muy tcnica, como una red autoorganizada, transparente y democrti- ca de subsistemas plurales, cada uno de los cuales organiza las normas 240 MULTITUI) de numerosos regmenes privados (o mejor sera decir singulares). Esta es una concepcin molecular del derecho y de la produccin de nor- mas jurdicas que se basa, dicho en nuestra terminologa, en una inte- raccin constante, libre y abierta entre singularidades, que producen nor- mas comunes mediante su comunicacin.V' Tal nocin de derechos de la singularidad podra entenderse mejor corno expresin de la nocin tica de performatividad a la que aludamos antes. Se trata de derechos producidos por lo comn, en el marco de un proceso de comunicacin social, y que a su vez producen lo comn. Nos interesa destacar aqu que el hecho de que esta nocin de derechos se halle fundada en lo comn no significa que sea una concepcin comunitaria del derecho, ni que est dictada en modo alguno por la comunidad, El trmino de comu- nidad se aplica con frecuencia para aludir a una unidad moral colocada por encima de la poblacin y de sus interacciones, a modo de poder soberano. Lo comn no es sinnimo de una nocin tradicional de comu- nidad o de pblico: se basa en la comunicadn entre singularidades, y emerge gracias a los procesos sociales colaborativos de la produccin. El indivi- duo se disuelve en el marco unitario de la comunidad. En cambio, en lo comn, las singularidades no sufren merma alguna sino que se expresan libremente a s mismas. En este marco de referencia, y retomando los ejemplos anteriores, la libertad de nuestras prcticas sexuales y reproduc- tivas debe queclar garantizada no porque sean privaclas o individuales, sino porque son singulares y existen en comunicacin abierta con otros indi- viduos que conforman lo comn. Por supuesto, esto no quiere decir que todas las prcticas sean aceptables (la violencia sexual, por ejemplo), sino ms exactamente que la decisin de determinar los derechos legales se toma en el proceso de comunicacin y colaboracin entre singularidades. Hasta aqu, sin embargo, todava no hemos planteado la cuestin en trminos legales formales. Es necesario fijar los perfiles que permiten la construccin de <do comn en nuestro mundo contemporneo. Cmo va a ser posible que las singularidades implicadas en un proceso de cola- boracin expresen su control sobre lo comn, y cmo puede representarse tal expresin en trminos jurdicos? Es necesario que nos interroguemos acerca de los marcos de referencia legales establecidos por los regmenes neoliberales, contra los que luchan los movimientos de la multitud. Son los 241 MUl.TITUD marcos de referencia legales en los que se sustenta el proyecto de privati- zacin de los bienes pblicos (como el agua, el aire, la tierra y todos los sis- temas de gestin de la vida, incluidas la atencin sanitaria y las pensiones, que haban sido antes funciones del Estado del benestar).Y tambin, y tal vez ms importante, la privatizacin de los servicios pblicos (incluidos las telecomunicaciones y otras industrias relacionadas con las redes de comu- nicacin, el servicio postal, los transportes pblicos, los sistemas energticos y la enseanza). Convendra recordar que esos bienes y servicios pblicos constituyeron la base misma de la soberana moderna en manos del Estado- nacin. Cules son los trminos en los que debemos articular la resistencia a la privatizacin de los bienes y servicios comunes, sin recaer en la vieja oposicin entre lo prvado y lo pblico' En esta situacin, la primera tarea de una teora jurdica o legal de lo comn es de signo negativo: demostrar la falsedad del principio neoliberal de que todo est determinado por el mercado. Ni siquiera el ms fan- tico de los idelogos neoliberales (o libertarios, si se prefiere) podra ase- verar que ese principio sea omnicomprensivo. Cualquiera puede admitir que la liberalizacin de los bienes y los servicios pblicos no tiene que conducir necesariamente a su privatizacin completa, y que la ley debe defender de alguna manera el inters general o inters pblico. aun- que solo sea bajo la figura de unos cdigos formales que garanticen la dis- ponbilidad de los servicios pblicos y el acceso a ellos. (Hasta los ms en- carnizados partidarios de la desregulacin y la privatizacin de las industrias energticas, por ejemplo, admitirn la necesidad pblica de que se garantice un suministro energtico adecuado.) Sin embargo, esa limi- tacin inicial al derecho de propiedad privada y esa posible apertura ha- cia el control legal pblico (estatal en realidad) no son suficentes. Lo que se impone, y esa sera la segunda tarea de la teora jurdica de lo comn, es reemplazar el concepto de inters general o inters pbli- co por un marco de referencia que haga posible una participacin comn en la administracin de esos bienes y servicios. Por consiguiente, creernos que el problema legal, que est vinculado a la transformacin posmoderna de la produccin biopoltica, no ha de retrotraer el inters pblico hacia un control privado basado en identidades sociales diferentes, sino que lo ha de proyectar hacia delante, llevndolo hacia un 1113rco de referencia 242 MULTITU]) comn de singularidades. El inters comn, a diferencia del inters general que fundament el dogma legal del Estado-nacin, es una produccin de la multitud. El inters comn, en otras palabras, es un inters general no re- ducido a la abstraccin por el control del Estado, sino recuperado por las singularidades que cooperan en la produccin social, biopoltica. Se tra- ta, pues, de un inters comn que no queda en manos de una burocracia, sino que es administrado democrticamente por la multitud, Esto no es una mera cuestin jurdica, por decirlo de otra manera, sino que coinci- de con la actividad econmica o biopoltica que hemos analizado, en tanto comunalidad creada por externalidades positivas o por las nuevas redes informatizadas, y ms en general, por todas las formas de trabajo comuni- cativas y cooperativas. En resumen, lo comn marca una nueva forma de soberana, una soberana democrtica (o ms exactamente, una forma de organizacin social que desplaza a la soberana), en donde las singula- ridades sociales controlan, en virtud de su propia actividad biopoltica, los bienes y servicios que hacen posible la reproduccin de la propia multi- tud. Ello implica que se opera un trnsito de la res publica a la res communis. Habr quedado claro hasta aqu que nuestra insistencia en un con- cepto legal de lo comn contrario tanto a 10 privado corno a lo pblico es fimdamentalmente distinta de la tradicin y las experiencias consti- tuyentes del jacobinismo y del socialismo, tal corno se desarrollaron durante los siglos XIX y XX. En efecto, el moderno concepto patrimo- nial del Estado disciplinario (desarrollado bajo el absolutsmo monrqui- co) se traslad ntegramente a las formas jurdicas y a las estructuras legales del Estado republicano en sus dos versiones, la jacobina y la so- cialista. Por lo tanto, los conceptos de bienes pblicos y servicios pblicos se desarrollaron a la luz de una teora jurdica que consideraba lo p- blico COll10 un patrimonio del Estado, y el principio del inters gene- ral corno un atributo de la soberana. Cuando surge el concepto de lo comn -no corno entidad preconstiruida, ni corno sustancia orgnica y producto subsidiario de la comunidad nacional o Gemeinschqfi, sino C0111.0 actividad productiva de las sngularidades dentro de la multitud-, ese concepto rOll1pe la continuidad de la soberana del Estado moderno y ataca al biopoder en su corazn, desmitificando su ncleo sacrosanto. Todo lo que sea general o pblico deber ser recuperado y adminstrado por la 243 MULTITU1) multitud, convirtindolo en comn. Tal concepto de lo comn no solo establece una ruptura definitiva con la tradicin republicana del Estado jacobino y/o socialista, sino que significa tambin una metamorfosis de lo legal, en la naturaleza y en la estructura, en la materia y en la forma. Nuestra teora de lo comn implica tambin un cambio profundo en el terreno del derecho internacional. Mientras que en la tradicin del derecho nacional, el contrato originario se estableca entre el individuo privado y el Estado, yen la tradicional interpretacin westfaliana del de- recho internacional las partes contratantes eran los estados-nacin, hoy la relacin entre los sujetos tiende a quedar definida de manera inmediata por lo comn. Como hemos aducido en este libro y en otros textos, el pa- radigma contractual del derecho internacional que rega las relaciones entre los estados-nacin ha sido erosionado y transfonnado por una nueva forma de orden global y de soberana imperial que asume un principio de comunalidad, cuya esencia falsea ya desde un inicio. El hecho de que ese proceso o tendencia siga desarrollndose no es, desde nuestro punto de vista, negativo en s mismo, en la medida en que va socavando el paradigma moderno de la soberana estatal, en el que cada Estado funcionaba corno un sujeto contractual privado del escenario internacional. En ausencia de sujetos que sean estados soberanos, no queda otra base para la produc- cin de normas que no sea lo comn. Desde la perspectiva tradicional, este comn se contempla corno una mera ausencia, pero en realidad tiene un contenido que es la produccin biopoltica. En el captulo 3, cuando tra- temos la democracia global, veremos que esa conexin entre la produc- cin biopoltica y lo comn inaugura posibilidades de relaciones sociales alternativas basadas en nuevas relaciones legales, en figuras mltiples de la produccin normativa a nivel local y global, en una variedad de procedi- mientes legales en competencia. Esto, digmoslo una vez ms, evidente- mente no es solo una cuestinjurdica, sino tambin, y directamente, eco- nmica, poltica y cultural. La transfornucin imperial del derecho internacional tiende a destruir tanto lo pblico C01no lo privado. En realidad, esta evolucin paradjica se vislumbraba ya en todas las utopas modernas del derecho cosmopolita, desde el abate de Saint Pierre hasta Hans Kelsen, con el curioso resultado de que, siendo profundamente reaccionarios en cuestiones nacionales, la 244 MULTITU]) mayora de estos autores se volvan sorprendentemente democrticos cuando imaginaban un marco legal global, un i/JS condcndum cosmopoli- ta. El hecho es que cuando pasamos a las relaciones globales, las cuestio- nes legales tienden a no vincularse nicamente al ejercicio del poder, sino que necesitan tornar en consideracin todos los valores pertinentes a lo comn global. En la fase actual, en que el derecho se percibe no como normativa consolidada sino como un proceso, no como una arqueologa sino corno una genealoga en accin, cuando la ley recupera el elemento constituyente y se plantea lo que hay de nuevo en nuestro mundo, enton- ces lo comn pasa a ser la nica base sobre la cual puedan fundamentar- se unas relaciones sociales de derecho, en lnea con las redes organizadas por las numerosas singularidades que crean nuestra nueva realidad global. El camino desde luego no es lineal, pero nos parece que es el nico cami- no a seguir.Y as como en el derecho nacional los conceptos de la singu- laridad y lo comn contribuyen a renovar el marco de referencia legal de las relaciones sociales ms all de lo privado y de lo pblico a fin de crear las condiciones para lacooperacin de mltiples singularidades en libertad e igualdad, as tambin la singularidad y lo comn proporcionan en el derecho internacional el nico fundamento posible para nuestra cohabi- tacin pacfica y democrtica en el planeta. Estas son algunas de las con- diciones, como veremos ms a fondo en el captulo 3, para la creacin de una democracia de la multitud. Carnaval y movimiento La nocin de la multitud basada en la produccin de lo comN es vista por al- gunos como Ull Nuevo sujeto de soberana, una identidad organizada similar a los viejos cuerpos sociales de la modernidad, como el pueblo, la clase obrera, o la nacin. A otros, por el contrario, nuestra nocin de la multitud compuesta de sin- gularidades les parece mera anarqua. Y en efeao. mientras permanezcamos atra- pados en el marco de referencia modcmo definido por esa alternativa -o sobe- rana! o afJarqua-! el concepto de multitudser incomprensibie. Hay que romper con el viejo paradioma, libramos de l e identiiicar un modo de or,Ran;zacin social que flO sea soberano. Una di,Rresin literaria puede ayudarnos a realizar este 245 MULTITU1J cambio de paradoma, el repaso del concepto de carnaval desarrollado por llllUal Bajtin en Problemas de la potica de Dostoievski. El argumento de Boitin, presentado como una crtica muy erudita de la cr- tica literaria anterior dedicada a la novelstica de Dostoievski, tiene dos objeti- vos tericos fundamentales. Ante todo, el libro es una declaracin deguerra 'con- tra el formalismo ruso, que era la tradicion de crtica literaria predominante en aquel momento. Baitin libra esta batalla desde laperspectiva materialista, es decir, desde la posicin que privileoia a los sujetos hablantes y sus[ormas de expre- sincomo clave de la historia de los sistemas de IZ Es decir, que aqu crtica literaria materialista no sionifica la reduccin de lasformas poticas a las condi- ciones econmicas, polticas o sociales, sino ms bien el reconocimiento de la manera en que la literatura, en tanto que produccin lingstica,.fi.mHa parte de esta rea- ldad y capta al sujeto expresivo dentro de su mundo de relaciones. Bajtn de- nuncia los lmites estticos delformalismo al demostrar su inmovilidad su cir- cularidad estril. Para l, estas limitaciones ponen claramente de manifiesto que no es posible construir un mundo en el que cada sujeto deje de estar basado etl Sil reconocimiento por parte de los otros. Aqu aparece con claridad la razn que le ha hecho ele,gir la novelstica de Dostoievski para conducir su polmica, por- que en Dostoevslei, como explica Bajtin, el relato siempre es dialgico aunqlle solo sea entre el protagonista y su gato. Las novelas de Dostoievski no parecen obra de un autor nico (en mOfllogo), sino ms bien de varios autores-pensadores que dialooan entre s, como Rasklnikov, Poifiri Pettvich y Sonia Marmeladov, o lvan Karamzov y el Gran Inquisidor. Es un dilogo interminable que enri- quece constantemente a todos los sujetos que se implican en l, y les impone IIna revolucin antropolgica. Sin embaroo, el dilogo es ms que una mera conver- sacin entre dos o tres personas; puede convertirse en un dispositivo abierto, en donde cada sujeto tiene igualji,erza y con respecto a los dems. De ah que las novelas de Dostoievski sean grandes dispositivos polifnicos que crean un mundo en donde aparece un conjunto abierto y expansivo de sujetos en in- teraccin y en busca de la[eiiidad. . Bajtin deja en este punto su crtica alformalismo para volverse al segundo propsito principal del libro, y utiliza la narrativa polifnica de Dostoievslei para apuntarsus batenas contra la literatura monoloica o moncfnica. Esta oposicin entre lo polifnico y lo monolgico, sen Bajtin, recorre toda la historia de la literatura europea. Por lo tanto, tendremos que retrotraernos a una teora de los 246 MU1TITU1J gneros literarios y del desarrollo aroumental para entender la singularidad de la obra de Dostoievski, Ni el protagotsta, ni la idea, ni el propio principio polijonico de estructuracin de un conjunto encajan entre las[armas ,Retlricas y de composicin arjZumental de la novela biogrqfica, de la novela socio-psico- lgica, de las novelas de la vida cotidiana ni de las novelas familiares, que eran las formas literarias dominantes en la poca de Dastoievski.]. 7 La obra de pertenece claramente a Ufl tipo genrico totalmente distinto y bas- tante ajeno a todos aquellos. /27 Cul es esa tradicin literaria distinta, a la que pertenece Dostoievski? Bajtin explica que la narracin dialogada y la estruc- tura polifnica derivan delfolclore propio del carnaval y de la visin carna- valesca del mundo. En su libro sobre Rabelais, Haitn ya haba mostrado la centralidad del car- naval en la literatura europea, pero pretende haber encontrado a Dostoievski entre esa tropa nmada car11avalesca? Qu le permite afirmar que rou carna- valescas unas tragedias como Crimen y castigo y Los hermanos Karam- zov? Al rastrear la nocin de lo carnavalesco en otras obras de Bajtin, descubri- mos que le sirve para describir el poder de las pasiones humanas. La prosa camalavesca es la que rechaza el monlogo y, por consiouientc, la pretensin de una verdad acabada, ofreciendo en su luoar el contraste y el cotiflicto en lafor- ma del propio narrativo. De este modo, lo carnavalesco pone en mo- vimiento unll capacidad de innovacin etlOrme, Ufla f/novacin que es capaz de transformar la realidad misma. Desde luego, lo carnavalesco, el dilogo y la na- rraci/m pol!fnica pueden adoptar laforma de un naturalismo crudo que se li- mita 11 ser rfj7ejo de la vida cotidiana, pero tambin pueden convertirse e11 ura forma de expe;imentacifl que vincula la imaginacin al deseo y a la utopa. Al lado de Rabelais encantrantcs, desde esta perspectiva, a a Voltaire y, en un sentido diferente pero importante, a Cervantes. As, la literatura carnavalesca se convierte al un gnero universal cuando el dilogo y lapol!'fona, incluso en sus formas ms vuloates, crean UlI mundo nuevo. Por supuesto que 1115 novelas -de Dostoievski son tr,,icas, pero esa tragedia, vista a la luz delgnero carnava- lesco de la narrativa, no time nada que vercon la angustia interior de los monlogos existentialistas del siglo xx. El aparato dialgico de Dostoievski se apoya en la crisis concreta de la sociedad rusa, y expresa el punto muerto en que se hallaban los intelectuales y las clases trabajadoras. Se trata de una tragedia ma- terial que parece atrapar a los protagonistas de Ggol y aplastarlos bajo las fc- 247 MULTITUD roces y frustrantes presiones de la modernizacin. En este sentido, las tragedias de Dostoievski no hacen ms que poner en escena las irresolubles contradiccio- nes de la vida y la cultura burouesas en la sociedad nHa definales del siRio XIX. Lo increble se hace real, como en los ritos carnavalescos, y los sufrimientos de la vida quedan expuestos a la risa y el llanto del espectador. Hay otro elemento de la narracin carnavalesca, sin que resulta todava ms importante para la descripcin y la construccion de la realidad. El carcter poltf(inico del lenouaje carnavalesco, que puede abarcar tanto la risa de Rabclais como el llamo de Dostoievski, posee en s mismo unaJ!ran fuerza cons- tructiva. En la concepcin po1!fnica del relato ya no existe un centro que dicte el sentido, sino que este surRe nicamente del intercambia entre todas las snc{fu- laridades en dilogo. Todas ellas se expresan libremente, y crean en conjunto, a travs de sus dilogos, las estructuras narrativas comunes. En otras la na- rracin poinica de Bajtin planteaen trminos lingsticos una nocin de lapro- duccin de lo comn en una estructura de red abierta y distribuida. Esta perspectiva nos remite de nuevo al concepto de multitud y a las dtfi- cultades para entenderlo como unaforma de ovoanieacin poltica. Es fcil oh- servar la naturalezapeiformativa y carnavalesca de los diversos movim;'entos de protesta que Izan suvodo en torno a las cuestiones de laglohalizacin. LAs ma- nifestaciones, aunque ferozmente combativas, tambin son muy teatrales, con moniyotes gigantescos, disfraces, danzas, canciones satricas, consignas entonadas a coro, etc. En otras palabras, esas protestas sonfiestas callejeras, en donde la clera de los manifestantes coexiste con eljbilo del carnaval. 121i Y no solo SOfl carna- valescas en su atmsfera, sino tambin en su otvanizacin. Aqu es donde inter- viene Bajtin. En la poltica, como en los relatos, se produce U11 di- 10c{fo constante entre diversos sujetos singulares, una composicin polifnica de los sujetos, y un enriquecimiento getleral de cada U110 a travs de esta constitucin comn. LA multitud en movimiento es una especie de narracin que produce nue- vas subjetividades y nuevos lenguajes. Es cierto que otros movimientos polticos, los de los decenios de 1960 y 1970 en especial, lograron construir este tipo de narracin polifnica, pero a menudo parece que lo nico que ha quedado de ellos es el monlogo histrico que construyeron los poderes dominantes, lapolica y los jueces. Los nuevos y poderosos movimientos de hoy parecen sustraerse a todos los intentospor reducirlos a un monlogo histrico: no pueden dejar de sercarna- valescos. Esa es la lgica de la multitud, que Bajtin nos ha ayudado a comprender: 248 MULTITU\) una teora di' la basada en la libertad de las snoularidades que al la produccin de lo comn: viva el movimiento! vivael carnaval! viva lo comn! La movilizacin de lo comn En esta seccin hemos resaltado la emergencia de lo comn y de lo sin- gular: la transformacin en algo comn de las formas singulares de tra- bajo, la singularidad de los contextos humanos locales dentro de una an- tropologa global comn, y la condicin comn de la pobreza y la productividad. Esa comunalidad y esa singularidad definen 10 que he- n10S llamado la carne de la multitud. En otras palabras, las condicio- nes de posibilidad de la formacin de la multitud. Sin embargo, tambin nos hemos centrado en las fuerzas que constrien constantemente a esa carne multitudinaria para formar un cuerpo poltico, transformando sus singularidades en divisiones y jerarquas, reduciendo lo comn a una he- rramienta de control global y expropiando lo comn para la riqueza pri- vada. Algo que debe quedar claro es que la multitud no surge de ma- nera espontnea como figura poltica, y que la carne de la multitud se compone de una serie de condiciones que son ambivalentes: pueden conducir a la liberacin, o quedar atrapadas en un nuevo rgimen de ex- plotacin y control. La multitud necesita de un proyecto poltico para en1pezar a existir. Por consiguiente, una vez examinadas las condiciones que hacen posi- ble la multitud, tendremos que estudiar tambin qu tipo de proyecto poltico es capaz de prOIllover el nacimiento de la multitud. Hemos ob- servado ya el antagonismo que generan todas las relaciones de explo- tacin, todas las divisiones jerrquicas del sistema global y todos los es- fuerzos por controlar y dirigir lo comn. Tambin hemos sealado el hecho de que la produccin de 10 comn implica siempre un excedente que no puede ser expropiado por el capital ni capturado en la regimen- tacin del cuerpo poltco global. En el plano filosfico ms abstracto, ese excedente es la base sobre la cual el antagonismo se transforma en revuelta. En otras palabras, la privacin tal vez engendre clera, indig- 249 MULTITUD nacin y antagonismo, pero la revuelta solo se genera desde la riqueza, es decir, C01110 resultado de un excedente de inteligencia, experiencia, conocimientos y deseo. Cuando proponernos al pobre como la figura subjetiva paradigmtica del trabajo en nuestros das, no lo decimos por- que los pobres se hallen tan despojados de riqueza COIllO excluidos de ella, sino porque estn incluidos en los circuitos de la produccin, y ple- tricos de potencial, lo cual siempre excede a lo que el capital y el cuer- po poltico global son capaces de expropiar y de controlar. Este exce- dente comn es el primer pilar sobre el cual se edifican las luchas contra el cuerpo poltico global y en favor de la multitud. Las revueltas movilizan lo comn en dos sentidos: intensifican cada una de las luchas, y articulan otras nuevas. En el plano intensivo, e in- ternamente en cada lucha local, el antagonismo compartido y la riqueza comn de los explotados y los expropiados se traducen en conductas, hbitos y perforruatividad comunes, Cuando uno entra en un territo- rio donde se est fraguando una gran revuelta, lo primero que llama la atencin son las for mas comunes de vestir y gesticular, as como los modos de relacin y comunicacin.je.m Gener, por ejemplo, ha comen- tado que lo que caracterizaba a los Panteras Negras era un estilo. No solo el vocabulario, los peinados afro y la inclmnentaria, sino tambin una rna- nera de hablar, una gestualidad, una presencia fisica."? Estos elementos de estilo, sin embargo, en realidad no son ms que sntomas de los sue- os COlTIUneS, los deseos comunes, las maneras de vivir comunes, y el po- tencial comn, que el movimiento ha puesto en marcha. Este nuevo modo comn de vida siempre se forrna en el dilogo con las tradicio- nes y los hbitos locales. Consideremos, por ejemplo, el EZLN en la sel- va de La Candona, de Chiapas, que, al combinar elementos de la historia nacional e-e-corno la figura de Zapata y la herencia de las insurrecciones campesinas-e- con la mitologa local de los indgenas tzeltal y las rela- ciones de red y las prcticas democrticas ha creado la nueva vida en comn que define al movimiento.':" La movilizacin de lo comn con- fiere una nueva intensidad a lo COlTIn. Adems, el conflicto directo con el poder, quirase o no, eleva esta intensidad comn a un nivel superior: el olor acre del gas lacrimgeno agudiza los sentidos y los enfrentarnien- tos callejeros con la polica hacen que a uno le hierva la sangre de ra- 250 MU1TITUI) bia, elevando la intensidad al punto de explosin. Esta intensificacin de lo comn, por ltimo, trae consigo una transformacin antropolgica, as corno de las luchas surge una nueva humanidad. En el plano extensivo, lo comn se articula en un proceso de comu- nicacin de una lucha local a otra. Tradicionalmente, y como hemos te- nido ocasin de observar en otro lugar, la propagacin geogrfica de los movimientos adopta la forma de un ciclo internacional de luchas, en el que las revueltas pasan de un contexto local a otro como una enfermedad con- tagiosa, por comunicacin de prcticas y deseos comunes.!" Las revuel- tas antiesclavistas se difundieron por todo el Caribe a comienzos del si- glo XIX, las de los trabajadores industriales en Europa y Norteamerica a finales del XIX y comienzos del xx, y las luchas guerrilleras y anticolo- niales florecieron en Asia, frica y Amrica Latina a mediados del siglo xx. En cada uno de estos ciclos de luchas, lo comn que se moviliza exten- sivamente por todo el mundo no es solo la existencia de un enemigo comnmente reconocido, como el esclavismo, el capital industrial o los regmenes coloniales, sino tambin los mtodos comunes de combate, las formas comunes de vida y el anhelo C0111n de alcanzar un mundo me- joro No debe sorprender, de acuerdo con nuestra exposicin, que el ex- cedente expresado en cada uno de esos ciclos de luchas parezca monstruo- so, en especial a los que detentan el poder. Los gobernadores y los capitanes de navo que protagonizaron la expansin colonial inglesa de los si- glos XVIII y XIX, por ejemplo, describan el ciclo de revueltas de la ma- rinera y de los esclavos aludiendo al mito de Hrcules y la hidra de cien cabezas. Las rebeliones eran monstruosas y, pese a los ms hercleos es- fiierzos, cada vez que se cortaba una de aquellas cabezas brotaba otra.!" En efecto, cada ciclo destruye los cuerpos sociales y polticos tradiciona- les, y crea en su lugar algo nuevo y aberrante: un monstruo. Despus de la explosin global de 1968, con las luchas de los obreros industriales, de los estudiantes y de la guerrilla antiimperialista, pasaron varios decenios sin que aparecieran nuevos ciclos internacionales de lu- chas. No decimos que no hubiera ejemplos significativos de revueltas durante estos aos, porque, por el contrario, estallaron muchas, y muchas de ellas sumamente violentas: la lucha contra el apartheid en Surfrica, la permanente insurreccin contra la dominacin britnica en Irlanda del 251 MUITIrUl) Norte, la intifada palestina, los movimientos feministas, la rebelin de Stonewall y los movimientos de gays y lesbianas, as corno numerosos movimientos locales y revueltas nacionales de obreros, campesinos y poblaciones oprimidas que no alcanzaron tanta notoriedad. Ninguna de estas revueltas, sin embargo, ha formado un ciclo de luchas en que lo comn se haya movilizado extensivamente por todo el planeta. Pero no hay que menospreciar, naturalmente, otros muchos ejemplos de comu- nicacin entre luchas aunque su alcance haya sido ms limitado. Uno de los casos contemporneos ms fascinantes es el movimiento Justice for Janitors, una de las iniciativas de creacin de una organizacin sindical ms creativas y de ms xito en Estados Unidos. Los organizadores se enfrentan a dificultades que los sindicatos tradicionales no haban con- seguido superar: una poblacin mvil, formada sobre todo por inmigran- tes muy recientes, muchos de los cuales no hablan ingls ni tienen gran cosa que ofrecer en el mercado de trabajo. Uno de los secretos del xito puede ser, al menos para la regin de Los ngeles donde el movimiento obtuvo sus primeras victorias, que muchos de los elementos ms acti- vos eran ex combatientes del FMLN, que haban luchado en la guerra civil contra el gobierno de El Salvador. Desde los montes de Morazn lleva- ron sus anhelos revolucionarios a los rascacielos de Los ngeles y los trans- mitieron, trasladando las luchas de la guerrilla a las de la organizacin sin- dical. Eso s que es una autntica y poderosa extensin de lo comri.!':' Un nuevo ciclo internacional de luchas apareci por fin en relacin con los problemas de la globalizacin, a finales del decenio de 1yYO.,q El nuevo ciclo se estren en 1999 con las protestas contra la cumbre de la Organizacin Mundial del Comercio en Seattle. Las manifestaciones de Seartle no solo iniciaron una serie de protestas contra las sucesivas cumbres de los representantes del poder global en Norteamrica y Europa sino que adems revelaron que los verdaderos orgenes del ci- clo deban buscarse en las innumerables luchas anteriores de los pases del Sur contra el FMI, el Banco Mundial, el Tratado de Libre Comer- cio de Amrica del Norte (TLC) y otras instituciones de la nueva estruc- tura del poder global. De repente, los alborotos contra los programas de austeridad del FMI en un pas, las protestas contra un proyecto del Banco Mundial en otro, las lllanifestaciones contra el TLC en un tercero se re- 252 MULTITUD velaban corno elementos de un ciclo comn de luchas, ciclo que en cierto sentido se ha consolidado alrededor de las reuniones del Foro Social Mundial y de los diversos foros sociales regionales. Cada uno de estos foros rene a activistas, miembros de las ONG e intelectuales para intercambiar opiniones acerca de los problemas que genera el vigente modelo de globalizacin y las posibilidades de adoptar un modelo al- ternativo. Cada foro social representa tambin una celebracin de la co- munalidad que se extiende a travs de los diversos movimientos y de las revueltas que conforman ese ciclo en todo el mundo. El eptome de este ciclo de luchas, hasta el momento de escribir estas lneas y en trminos cuantitativos al menos, han sido las protestas coordinadas contra la guerra liderada por Estados Unidos en Iraq, cuando millones de personas se lan- zaron a las calles de las principales ciudades del mundo el 15 de febre- ro de 2003. La guerra representaba la ltima instancia del poder global frente al cual se haba formado el ciclo de luchas. Las estructuras de or- ganizacin y de comunicacin establecidas por la lucha hicieron posi- ble una movilizacin masiva y coordinada de expresiones comunes con- tra la guerra. Conviene subrayar una vez ms que las fuerzas movilizadas en este nuevo ciclo global, adems de tener un enemigo comn -c-ll- mese neoliberalismo, hegemona estadounidense, o Imperio global-, tambin comparten prcticas comunes, lenguajes, conductas, hbitos, for- mas de vida y anhelos de un futuro mejor. En otras palabras, el ciclo no es solo reactivo, sino tambin activo y creativo. Posteriormente, en el ca- ptulo 3, consideraremos en detalle algunas de las reivindicaciones co- munes y de las propuestas que animan estos movimientos. La movilizacin global de lo comn en este nuevo ciclo de luchas no niega, ni siquiera oculta, la naturaleza local de la singularidad de cada lucha, En realidad, la comunicacin con otras luchas refuerza el poder de cada una de ellas y aumenta su riqueza. Consideremos, por ejemplo, las revueltas que estallaron en Argentina los das 19 y 20 de diciembre de 2001, en plena crisis econmica, y que han continuado desde enton- ces bajo diferentes formas y con distintos altibajos. Esa crisis y esa re- vuelta son, en muchos aspectos, especficas de Argentina y de su histo- ria. En Argentina exista ya una crisis institucional generalizada y una crisis de representacin, debidas en parte a la corrupcin pblica y priva- 253 MULTITUI) da que se evidenci COl110 un fuerte obstculo para cualquier solucin a la crisis por Inedia de las estrategias polticas convencionales, como hu- biera sido, por ejemplo, la creacin de una alianza constitucional intercla- sista bajo la hegemona de la burguesa. Los ll13nifestantes dieron la cace- rolada y gritaron que se vayan todos, refirindose a la clase poltica en pleno. La crisis financiera, sin embargo, vinculaba el caso argentino al sis- tema global y a la inestabilidad general del cuerpo poltico global, espe- cialmente como resultado de las polticas neoliberales del FMI. Con la crisis financiera, Argentina se vio en la iInposibilidad de pagar su deuda exter- na, y su celebrada clase media se vio arrojada a la situacin comn de las poblaciones de tantos pases pobres del mundo: los ahorros perdieron todo su valor, se evapor la seguridad de los puestos de trabajo, se dispar el de- sempleo, y se colapsaron todos los servicios sociales. La respuesta de la po- blacin argentina fue inmediata y creativa. Los obreros industriales se opu- sieron al cierre de las fabricas y tomaron el control de la gestin. Se formaron redes vecinales y asambleas ciudadanas para gestionar los deba- tes y las decisiones polticas. Se inventaron nuevas formas de dinero para los intercambios autnomos, y los piqueteros, el movimiento de los desem- pleados que hemos mencionado antes, experimentaron con nuevas for- 1113S de protesta en sus conflictos con la polica y otras autoridades. Todo esto es claramente especfico de la situacin nacionaJ, pero al mismo tiem- po tambin es comn a todos los que sufren la explotacin y la jerarqui- zacin del sistema global y luchan contra ellas. La revuelta de Argentina aprovech la herencia comn del ciclo global de Inchas y, a su vez, desde diciembre de 2001, los activistas implicados en otros enfrentamientos miran a Argentina como una fuente de innovacin y de inspiracin. U3 El ciclo global de luchas adopta la forma de una red distribuida. Cada lucha local funciona como un nodo que comunica con todos los dems nodos sin que exista un centro de inteligencia. Cada lucha sigue siendo singular y est vinculada a sus condiciones locales, pero al mismo tiem- po est inmersa en la red comn. Esta forma de organizacin es el ejem- plo poltico ms plenamente realizado de que disponemos del concepto de multitud. La extensin global de lo comn no niega la singularidad de cada uno de los participantes en la red. El nuevo ciclo global de luchas orga- niza a la multitud y la moviliza. 254 MULTITUI) Para comprender plenamente la novedad de esta forma de organiza- cin en red de la multitud, sirva una comparacin con las formas de or- ganizacin dominantes de nuestro pasado reciente. A finales del siglo xx, los movimientos de protesta y las revueltas se atenan a dos modelos prin- cipales. La primera forma de organizacin, y la ms tradicional, se basaba en la identidad de la lucha, y su unidad se organizaba bajo un liderazgo central, por ejemplo el del partido. Podan existir otros ejes de conflicto importantes para quienes participaban en el movimiento, basados en algn estatuto minoritario, pero deban subordinarse a la unidad de la lucha principal. La historia poltica de la clase obrera abunda en modelos de este tipo. El segundo modelo dominante. opuesto JI primero. se funda en el derecho de cada grupo a expresar su diferencia y a conducir su lucha de manera autnoma. Este otro modelo se desarroll fundamentalmente en el transcurso de las luchas basadas en la raza, en el gnero y en la sexuali- dad. Los dos modelos dominantes plantean una eleccin clara: o lucha uni- taria supeditada a la identidad central o luchas diversas que afirmen nues- tras diferencias. El nuevo modelo en red de la multitud desplaza a ambas opciones, o mejor dicho, no es que niegue los antiguos modelos, sino que les infunde nueva vida de forma diferente. En 1999, durante las protestas de Seattle (que analizaremos en detalle ms adelante) lo que ms sorpren- di y extra a los observadores fue que muchos grupos a los que se te- na anteriormente por antagonistas, como era el caso de sindicalistas y eco- logistas, grupos religiosos y anarquistas, etc., actuaron juntos sin necesidad de una estructura central y unificadora que subordinase o declarase tern- poralmente suspendidas sus diferencias. En trminos conceptuales, lamul- titud sustituye el par contradictorio identidad/ diferencia por el par corn- plementario comunalidad/singularidad. Con la formacin de nuestros crecientes hbitos, prcticos, conductas y deseos comunes, en suma, con la movilizacin y extensin global de lo comn, la multitud proporciona, en la prctica, un modelo en el que nuestras expresiones de singularidad no quedan reducidas ni disminuidas en nuestra comunicacin y colaboracin con otros en la lucha. Inevitablemente, este nuevo ciclo global de luchas parecer mons- truoso a muchos, porque, corno todas las luchas de este tipo, se basa en una condicin excedentaria, moviliza lo comn. amenaza los cuerpos 255 MULTITUI) sociales y polticos convencionales, y crea alternativas. En efecto, despus de los atentados del 11 de septiembre, muchos comentarisras, especial- mente los que se sintieron ms amenazados por estos movimientos, se apresuraron a equiparar la monstruosidad de los movimientos de pro- testa de la globalizacin y la monstruosidad de los ataques terroristas. En ambos casos se criticaba el empleo de medios violentos para atacar la estructura de poder global dorninante.P" Evidentemente, es absurdo establecer un parangn entre la violencia del que rompe las lunas de un McDonald's durante una manifestacin con la de los que asesinaron a casi tres mil personas. Pero vamos a aplazar la cuestin de la violencia hasta que rengamos ocasin de tratarla por extenso en el captulo 3.Aqu nos limitarernoc a subrayar la diferencia en las formas de organizacin. El nuevo ciclo global de luchas es una movilizacin de lo comn que reviste la forma de una red abierta y distribuida, donde ningn centro ejerce control y todos los nodos se expresan libremente. Tambin al- Qaeda es una red, segn nos dicen los expertos, pero en tanto que red presenta las caractersticas contrarias: clandestinidad, jerarquizacin es- tricta y una figura central de mando. U7 Y por ltimo, tambin los ob- jetivos son diametralmente opuestos. Al-Qaeda ataca el cuerpo polti- co global a fin de resucitar antiguos cuerpos sociales y polticos regionales bajo el control de una autoridad religiosa, mientras que las luchas de la globalizacin ponen en tela de juicio el cuerpo poltico global para crear un mundo global ms libre y ms democrtico. Es obvio que no todos los monstruos son iguales. La movilizacin de lo comn pone de manifiesto, finalmente, que los movimientos que forman parte de este ciclo global de luchas no son meros movimientos de protesta (aunque ese es el aspecto que destaca con ms claridad en los medios de comunicacin), sino que tambin son positivos y creativos. Hasta aqu no hemos descrito este lado positivo y creativo sino en trminos de la produccin y la extensin de 10 comn en el interior de los movimientos mismos. La movilizacin de lo comn y el proyecto poltico de creacin de la multitud requieren una exten- sin mucho ms amplia a travs de toda la sociedad, y un arraigo ms firme. Creernos que la creacin de la democracia es la nica manera de consolidar el poder de la multitud y que, a la inversa, la multitud nos pro- 256 MULTITU!) porciona un sujeto social y una lgica de la organizacin social que hoy hacen posible por primera vez la realizacin de la democracia. El pro- yecto de una democracia de la multitud ser el terna central de nuestro ltimo captulo. EXCURSO 2. ORGANIZACIN: MULTITUD A LA IZQUIERDA La izquierda est en crisis desde hace algunos decenios. No solo los partidos de la derecha han dominado las contiendas electorales en mu- chos pases del mundo y las polticas de derecha han inspirado la for- macin del nuevo orden global, pero es que adems la mayora de los partidos de izquierda que quedan se han desplazado tanto hacia el centro que tienden a volverse indistinguibles de la derecha, recortan- do la asistencia social, atacando a los sindicatos, apoyando guerras en el extranjero y participando en ellas. La base social de las organizacio- nes sindicales y la clase obrera industrial ya no tienen poder suficiente para sustentar a los partidos polticos de izquierda. De hecho, todos los cuerpos sociales que solan constituir <da gente de izquierdas parecen haberse disuelto. Pero lo que nos parece an ms relevante es el vado conceptual en lo que se refiere a lo que es y lo que puede llegar a ser la izquierda. Los principales modelos de antao estn absolutamente desacreditados con razn, tanto el del socialismo de Estado al modo sovitico como el de la socialdemocracia o modelo del Estado del bienestar. Ciertos nostlgicos de los viejos tiempos acusan a algunos ra- dicales acadmicos de haber secuestrado la izquierda, abandonando la tarea prctica de las propuestas razonables de reforma, y oscureciendo la discusin hasta tal punto que sus intrincados argumentos solo son entendidos por sus colegas. Otros acusan a las fuerzas del mulcicultu- ralismo y de la poltica identitaria, diciendo que han socavado el ~ a pel pblico central de la izquierda al centrar la atencin en cuesuo- nes meramente culturales, excluyendo las propiamente polticas y econmicas. 13M Estas acusaciones son sntomas significativos de derro- tismo, sntomas de que, en realidad, no ha surgido ninguna idea nue- va que sirva para afrontar la crisis. La resurreccin y la refundacin de la izquierda solo sern posibles sobre la base de nuevas prcticas, nuevas formas de organizacin y nuevos conceptos. 257 MUnlTUIJ Para poder hablar de una nueva izquierda hoy, es preciso hacerlo, por una parte, en trminos de un programa posrsocialisra y posliberal, ba- sado en una ruptura material y conceptual, una ruptura ontolgica con las tradiciones ideolgicas de los movimientos obreros industriales, con sus organizaciones y con sus modelos de gestin de la produccin. Por otra parte debemos afrontar la nueva realidad antropolgica, con la pre- sencia de nuevos agentes de produccin y sujetos de explotacin que preservan su singularidad. Hay que considerar la actividad de los agen- tes singulares como la matriz de la libertad y la multiplicidad de cada uno. Aqu la democracia se convierte en un objeto directo. No es po- sible seguir valorando la democracia al modo liberal, como un lmite de igualdad, ni al modo socialista, como un lmite de libertad: la democracia debe implicar la radicalizacin sin reservas tanto de la libertad como de la igualdad. Es posible que llegue el da en que nos burlemos de los vie- jos tiempos de la barbarie, cuando para ser libres era preciso esclavizar a nuestros hermanos y hermanas, o para ser iguales tenamos que sacri- ficar inhumanamente la libertad. A nuestro juicio, la libertad y la igual- dad pueden ser motores de una reinvencin revolucionaria de la demo- cracia. Consideramos que el concepto de multitud es capaz de contribuir a la tarea de resurreccin, reforma, o mejor, reinvencin de la izquier- da, al dar nombre a una forma de organizacin poltica y a un proyec- to poltico. No se trata de proponer una consigna poltica, como si di- jramos formemos la multitud!, sino ms bien de una manera de nombrar lo que ya est ocurriendo, de captar la tendencia social y po- ltica existente. Dar nombre a una tendencia es una tarea fundamental de la teora poltica y un poderoso instrumento para el desarrollo ulte- rior de la forma poltica emergente. Para dilucidar el concepto quiz sea til enumerar algunas de las crticas a la multitud que habrn germina- do en la mente de muchos lectores, y contestar a ellas ms o menos al modo en que Marx y Engels catalogaron los ataques contra los comu- nistas en la seccin segunda del Manifiesto. Lo cual nos permitir corregir impresiones equivocadas y adems poner de relieve algunos problemas que van a requerir consideracin ms adelante. Antes de abordar estas crticas, observemos que en este libro y en otros textos hemos utilizado el concepto de multitud de dos maneras distintas, que remiten a temporalidades diferentes. En primer lugar, la 258 MUlTITUD multitud sub specie aeternitatis, la multitud como concepto permanente. De ella dice Spinoza que a travs de la razn y de las pasiones, en el complejo juego recproco de las fuerzas histricas, crea una libertad que l llama absoluta: a lo largo de la historia, los seres humanos han recha- zado la autoridad y el mando, han expresado la diferencia irreductible de la singularidad, y han buscado la libertad en incontables revueltas y revoluciones. Esa libertad, desde luego, no es otorgada por naturaleza; se consigue superando constantemente los obstculos y las limitaciones.Al igual que los seres humanos no vienen al mundo con unas facultades eternas inscritas en su carne, tampoco la historia tiene finalidades lti- mas ni metas teleolgicas. Las facultades humanas y las teleologas his- tricas existen porque son el resultado de las pasiones, la razn y las lu- chas de los hombres. Podemos afirmar que la facultad de ser libres y la propensin a rechazar la autoridad han pasado a ser los instintos huma- nos ms nobles y ms saludables, los verdaderos signos de eternidad. O quiz mejor que eternidad, deberamos decir con ms exactitud que esa multitud acta siempre en el presente, en un presente perpetuo. Esta primera multitud es ontol6xica y, en realidad, nuestro ser social no se concibe sin ella. La otra es la multitud histrica, o ms exactamente, la multitud que todava no es. Esa multitud nunca ha existido. En este captulo hemos seguido la trayectoria de la emergencia de las condicio- nes culturales, legales, econmicas y polticas que hoy la hacen posible. Esta segunda multitud es poltica y se va a necesitar un proyecto poltico para dotarla de existencia sobre la base de esas condiciones emergentes. Pero una y otra multitud, aunque conceptualmente distintas, en reali- dad no pueden ser separadas. Si la multitud no estuviera ya latente e im- plcita en nuestro ser social, ni siquiera seramos capaces de imaginarla como proyecto poltico; y, anlogamente, hoy podemos esperar su rea- lizacin porque existe ya como potencial real. Por lo tanto, la multitud, si combinamos los dos aspectos, tiene una doble y extraa temporali- dad: siempre est ah pero todava no est. El primer par de crticas, y quiz las ms importantes, acusan a la multitud de ser un concepto espontaneista de la organizacin poltica o un nuevo tipo de vanguardismo. Los primeros crticos nos dicen: [En el fondo sois anarquistas!. Estas voces provienen sobre todo de quienes no pueden concebir la organizacin poltica sino en trminos de par- tido, de su hegemona, de su liderazgo central. Pero el concepto de 259 MUlTITUD multitud descansa en el hecho de que nuestras alternativas polticas no se reducen a elegir entre liderazgo central y anarqua. En este captulo hemos tratado de describir cmo el desarrollo de la multitud no es anrquico ni espontneo, sino que, por el contrario, su organizacin emerge a travs de la colaboracin de los sujetos sociales singulares. Al igual que la formacin de hbitos, o la performatividad, o mejor, el desarrollo de los lenguajes, esa produccin de lo comn no es dirigida desde un puesto central de mando e inteligencia, ni es el resultado de una armona espontnea entre los individuos; ms exacto sera decir que emerge en un espacio intermedia, en el espacio social de la comunica- cin. La multitud se crea en las interacciones sociales comunes. Desde el bando opuesto, otros acusan al concepto de multitud de vanguardismo y lo ven como una nueva identidad que trata de impo- nerse sobre las dems. [En el fondo sois eninistas!, dicen. Por qu si no nos empeamos en hablar de la multitud y no decimos las mul- titudes? Tal vez algunos interpreten el papel privilegiado que atribui- mos a los movimientos de protesta global en nuestra exposicin de la multitud, por ejemplo, como una propuesta de una nueva vanguardia. La preocupacin por la libre expresin de las diferencias, que inspira esas crticas, es desde luego un principio importante que nosotros compar- timos decididamente. Sin embargo, hemos tratado de demostrar en tr- minos conceptuales que la singularidad no queda disminuida en lo comn y, en un plano ms prctico, que la transformacin en algo co- mn (la transformacin en algo comn del trabajo, por ejemplo) no nie- ga las diferencias locales y reales. Nuestro concepto de multitud inten- ta romper as la alternativa numrica entre lo singular y lo plural. Como el endemoniado de Gerasa cuyo nombre era Legin, el trmino correcto es al mismo tiempo multitud) y multitudes. Ese es el rostro demo- naco de la multitud. Pero cuando entramos en consideraciones polti- cas, mantenemos que se debe pensar en la multitud, mejor que en las multitudes, porque propugnamos que para asumir la funcin poltica- mente constituyente y para formar sociedad, la multitud debe ser capaz de tomar decisiones y de actuar en comn. (En el captulo 3 estudia- remos la capacidad de toma de decisiones de la multitud.) En nuestro nimo, la forma gramatical singular, multitud", no viene a subrayar nin- guna supuesta unidad, sino ms exactamente la capacidad social y po- ltica comn de la multitud. 2611 MULTITU1) Una segunda serie de crticas estrechamente relacionadas con las pri- meras alude a la concepcin econmica de la multitud. Por una parte, estn los convencidos de que la multitud es un ataque a la clase obrera industrial, aunque insistamos en lo contrario. [En realidad vais contra los trabajadores!, acusan. En nuestro anlisis, como es natural, no hemos postulado que la clase obrera industrial haya dejado de existir, ni siquiera que haya disminuido numricamente a escala global. Lo que decimos, repitiendo aqu lo expuesto en este captulo, es que el trabajo industrial ha sido desplazado de su posicin hegemnica sobre otras formas de trabajo, por el trabajo inmaterial, que ahora tiende a transformar todos los sectores de la produccin, e incluso la sociedad misma, con arreglo a sus propias cualidades. El trabajo industrial sigue siendo importante, pero dentro del contexto de ese nuevo paradigma. Y ah es donde in- terviene la segunda crtica de esa serie: que nuestro argumento de la he- gemona del trabajo inmaterial reemplaza la antigua vanguardia obrera industrial por una nueva vanguardia de trabajadores inmateriales, los programadores de Microsoft acaudillando la marcha hacia la aurora res- plandeciente! [En el fondo sois leninistas posmodernos disfrazados con piel de oveja!, exclaman. No, la posicin hegemnica de una forma de produccin en la economa no debe implicar ninguna hegemona po- ltica. Cuando argumentamos la hegemona del trabajo inmaterial y el carcter cada vez ms comn de todas las formas de trabajo, propugna- mos el establecimiento de las condiciones contemporneas que tienden a formar una comunicacin y colaboracin general del trabajo, en lo que vemos la posible base de la multitud. En otras palabras, el concepto de multitud contradice a quienes todava mantienen que la clase obrera industrial, sus representantes y sus partidos estn destinados a liderar toda poltica progresista, pero al mismo tiempo niegan que cualquier otra clase de trabajo por s sola pueda asumir esa posicin. Es fcil ver cmo estas crticas econmicas se retrotraen a las del primer par, el de las acu- saciones polticas de espontanesmo y vanguardismo. En el plano econmico se manifiesta asimismo una crtica mucho ms sustancial, que dirige contra nuestro concepto de multitud la acu- sacin de economicismo, argumentando que no hemos considerado la dinmica de otros ejes de diferenciacin y jerarquizacin social, como la raza, el gnero y la sexualidad. [No pensis ms que en el trabajo y en los obreros!, dicen. Ante esto nos toca, por una parte, subrayar una 261 MULTIl'Ul) vez ms que en el contexto de la produccin biopoltica las divisiones entre lo econmico, lo social y lo cultural tienden a difuminarse. Una perspectiva biopolitica siempre es necesariamente ms amplia y va ms lejos que cualquier perspectiva estrictamente econmica. Por otra par- te, reconocemos que en este libro hemos incurrido en una limitacin importante al centrarnos tanto en el trabajo.Ya hemos explicado con an- terioridad, aunque vale la pena repetirlo, que la atencin al trabajo y a la clase socioeconmica como base para nuestro anlisis de la multitud pretenda compensar la relativa escasez de estudios recientes sobre las clases sociales. No obstante, hemos puesto de manifiesto que las fuer- tes tradiciones de lucha poltica de raza y de gnero tambin implican un anhelo de la multitud. Por ejemplo, cuando las feministas se plantean como objetivo no un mundo sin diferencias de gnero, sino un mun- do en que el gnero no importe (en el sentido de que no sirva de fun- damento a una jerarquizacin). O cuando los activistas contra el racis- mo luchan no por un mundo sin razas, sino por que la raza no importe. En resumen, un proceso de liberacin fundado en la libre expresin de la diferencia. En eso consiste la nocin de singularidad y comunalidad en el corazn de la multitud. Dicho esto, para que el concepto de la multitud desempee un papel poltico significativo ser preciso inves- tigarlo y desarrollarlo desde esos mltiples puntos de vista. La tercera serie de crticas es la que pone en duda la validez filo- sfica del concepto. Una de ellas, la crtica hegeliana, considera que la multitud es solo otra versin de la tradicional relacin dialctica entre lo Uno y lo Mltiple, en especial cuando planteamos la dinmica pri- mordial de la poltica global contempornea como una lucha entre el Imperio y la multitud. En el fondo sois unos dialcticos fallidos, o in- completos!. aseguran. Si fuese as, la autonoma de la multitud queda- ra gravemente limitada, puesto que no podra existir sin el Imperio, su soporte dialctico. No obstante, hemos intentado argumentar en trmi- nos filosficos que la dinmica de singularidad y multiplicidad que define a la multitud niega la alternativa dialctica entre lo Uno y lo Mltiple: es ambas cosas y ninguna de las dos. Y aduciremos en trmi- nos polticos, en el captulo siguiente, que el Imperio y la multitud no son simtricos. Mientras que el Imperio depende constantemente de la multitud y de su productividad social, la multitud es potencialmente au- tnoma y capaz de crear sociedad por su cuenta. La segunda crtica de 262 MUIT1TU1> orden filosfico, la crtica deconstruccionista, plantea la dialctica por el extremo opuesto, es decir, por el lado de la naturaleza expansiva de la multitud, y pone en tela de juicio el postulado de que la multitud sea omnicomprensiva- jOs olvidis de los subalternos!, dicen. En otras pa- labras, aqu la dialctica se plantea entre la multitud y los excluidos de ella.Toda identidad, dicen estos crticos, incluso la de la multitud, se de- fine por lo que excluye, por los que quedan fuera de ella, llmense mar- ginados, parias o subalternos. A esta postura filosfica podramos replicar que la multitud trasciende la lgica excluyente y limitativa de la identi- dad/diferencia para llegar a la lgica abierta y expansiva de la singula- ridad/comunalidad. Pero quiz sea ms til sealar el ejemplo de la na- turaleza ilimitada e indefinida de las redes de distribucin. Ciertamente pueden existir puntos o nodos fuera de una red, pero no necesariamente fuera de ella, puesto que las fronteras son indefinidas y abiertas. Adems, es menester recordar que la multitud es un proyecto de organizacin po- ltica y que, por lo tanto, solo puede alcanzarse mediante prcticas politi- cas.Nadie queda excluido necesariamente, aunque la inclusin no est ga- rantizada: la expansin de lo comn es un asunto prctico, poltico. Esta objecin filosfica contra la naturaleza potencialmente inclu- siva de la multitud lleva directamente a la importante crtica poltica de que la multitud sea un concepto aplicable solo a las partes dominantes del mundo y dentro de sus condiciones sociales, aproximadamente en el Norte, pero que no puede aplicarse a las regiones subordinadas del Sur. [En el fondo sois unos filsofos de la lice del Norte que preten- den hablar por todo el mundo!, critican. En este captulo hemos tra- tado de responder a esta preocupacin con nuestro anlisis de la situa- cin de los campesinos, los pobres y los emigrantes, para demostrar que las condiciones del trabajo y de la produccin tienden a lo comn. Te- nemos muy presente, sin embargo, y ese ha sido el tema de nuestro an- lisis del cuerpo poltico global y de la topografa de la explotacin, que en el mundo existen situaciones muy diferentes, y dramticas divisio- nes basadas en la jerarqua del poder y de la riqueza. Nuestro postula- do es que un proyecto poltico comn es posible. Esa posibilidad, por s ~ puesto, est pendiente de verificacin y realizacin prctica. En cualquier caso, nos negamos a admitir cualquier visin que proponga unas fases lineales de desarrollo a la organizacin poltica bajo el supuesto de que los individuos de las regiones dominantes se hallan quiz preparados para 263 MULTITU!) formas democrticas de organizacin, como la multitud, mientras que los de las regiones subordinadas quedan condenados a formas menos adelantadas, hasta que maduren. Todos somos aptos para ejercer la de- mocracia, el reto est en organizarla polticamente. Por ltimo, nuestra nocin de multitud podr parecer a muchos ca- rente de realismo: [En el fondo sois unos utpicos'. Hemos expuesto detenidamente que la multitud no es algo meramente abstracto, un sue- o imposible y ajeno a nuestra realidad actual, sino que las condiciones concretas para la multitud derivan del proceso de formacin en nuestro mundo social, y que la posibilidad de la multitud emerge de esa tenden- cia. Dicho esto, lo que importa es recordar siempre que otro mundo es posible, un mundo mejor y ms democrtico, y promover nuestro anhe- lo de ese mundo. La multitud es un smbolo de ese anhelo. 3 DEMOCRACIA LA LARGA MARCHA DE I ~ A DEMOCRACIA Una democracia pura quiz funcione cuando el patrio- ti51110 es la pasin dominante, pero cuando el Estado abunda en granujas, como ocurre con demasiada fre- cuencia hoy da, hay que suprimir un poco de ese es- pritu popular. EOWAIW RUTl.EDGE A j(HIN jAY, 24 DE NOVIEMBHE DE 1776 En una ocasin Al Smith observ que la nica cura para los males de la democracia es ms democracia. Nuestro anlisis sugiere que la aplicacin de la cura en el momento presente seria como echar ms lea al fue- go. En efecto, algunos de los problemas de la gobcrna- bilidad de Estados Unidos provienen de un exceso de democracia r...1Lo que se necesita, ms bien, es un ma- yor grado de moderacin en la democracia. SAMUEL HUNTINGTON, 1975 La crisis de la democracia en la era de la globalizaci6n. armada El fin de la guerra fra estaba llamado a ser la victoria definitiva de la democracia, pero ahora el concepto y las prcticas de la democracia han entrado en crisis en todas partes. Hasta en Estados Unidos, autoprocla- nudo faro de la democracia en el Inundo, instituciones tan centrales como los sistemas electorales han sido puestas en tela de juicio, y en 267 MULTITU/) muchas partes del mundo los sistemas deIlloCrticos d bi estado guwa e
, emocraCIa que exrsten. . Durante buena parte del siglo xx el conce . sll1ll1ltneamente debilir d t d pto de democracia fue fra. A un lado de esa li a d: o la ideologa de la guerra nea lVI sana, se tenda a definir l democracia estrict.lmente en' .. . .. e concepto de de eH .,. . termmos de antIComunIsmo y haciendo a un srnorumo del mundo libre D mocracia tena poco que ver con I 'd edesta Ibll.anera, la palabra de- e 1110 o e go terno C I . E tado. que formase parte del baluarte alzado contra lo . ua quier s- totalItarismo comunista tena dere -1 1 . ' que se llamaba el . 'C10 a a cuquee, de d ' . . Importar mucho si I I . eIlloCratICo,sm . o era rea mente o no Al otr 1 d I cialistas pretendan ser re bli . ,. o a o, os estados so- t ' pubncas denlocratJcasl! Esta prctensiTI eI11a poco q 1 '. , que mente ue con del gobierno, aluda primordial- a la OpOSIClOn al regnnen capitalista. Cualquie E t d f( parte del baluarte alzado contra Jo ue . r a o capItalista tena dere h . 1 ' q, se llamaba la dommaclOll d . c o a tnu arse repblica democrtica. En el mun frla, edJ democracia perdi esos an= a a enva. Ulza por e . . . que recupere su significado existe CIerta La cnSIS actual de la dernocrar-i ti . , .. . a lene que ver no solo con l rrupclOn y la msufiCJencia de sus instituciones ,. . a co- con el concept . E . Ypracncas, SInO tambin o 111lSnlO n parte ' . . 1 1 " esa CTISIS proviene de que 110 d e aro o que" ifi Id' que a Id. . ICa . a .emocraCla en un mundo globalizado. Sin duda a eIllocraCla va a slgmficar algo distinto de lo . , denlocracia en l ' . que se entendIO por . , e contexto nacrona] durante la modernidad D . cnSIS de la democraci. . e esta , . J, nos proporCIOnan un prinler indicio los v 1 nunoso, estudios recientes sobre la naturaleza de '., o u- guerra global en relacin con la dern _ . S' la globahzaClon y la ocracia. e supone q 1 di sos son partidarios de ell h . . ue os esru 10- valorar en qu medida 1 afi pero ay grandes dIscrepancias a la hora de , '.. a orma presente de globalizacin va Pdodedres y las posibilidades de la denlOcraci: . crnas es e el 11 d . b 1 polarizado las y e 1 e re as presiones blicas han dad de democracia a la ' n a Inen.te e algunos, subordinan la necesi- s preoeupaclOnes de segurdad y estabilidad. En 268 llEMOCRAC:IA aras de una mayor claridad vamos a clasificar estas posturas con arreglo al criterio que adoptan respecto de los beneficios de la globalizacin para la democracia, y con arreglo a su orientacin poltica en general. Segn dichos criterios hay cuatro categoras lgicas que dividen a aquellos que creen que la globalizacin favorece la democracia de los que opinan que representa un obstculo, tanto en la derecha como en la izquierda. No olvidemos, naturalmente, la imprecisin que existe acerca de lo que debe entenderse por globalizacin, o por democracia.Y aunque tambin las adscripciones derechistas o izquierdistas son aproxirnarivas, son sin embargo tiles para ensayar una clasificacin. Consideremos en primer lugar los argumentos socialdemcratas, segn los cuales la globalizacin, definida por lo general en trminos estric- tamente econmicos, debilita o amenaza la democracia. En esta lnea se suele postular que, en inters de la democracia, los estados-nacin de- beran retirarse de entre las fuerzas de la globalizacin. En esta catego- ra figuran tambin las opiniones segn las cuales la globalizacin eco- nmica es un mito, pero un mito cargado de una poderosa eficacia antidemocrtica.' Muchas de estas lneas argumentales sostienen, por ejemplo, que la economa internacionalizada actual no carece de pre- cedentes (la economa hace tiempo que est internacionalizada), que las corporaciones autnticamente transnacionales (a diferencia de las mul- tinacionales) son pocas todava, y que el movimiento comercial, en su mayor parte, no es global en realidad, ya que se reduce a Norteamri- ca, Europa y Japn. Pero, aunque sea un mito, dicen, la globalizacin y su inexorabilidad se utilizan ideolgicamente como armas arrojadizas contra las estrategias polticas nacionales democrticas, y para allanar el camino a los programas neoliberales de privatizacin, destruccin del Estado del bienestar, y as sucesivamente. Para que tales cosas no ocu- rran, segn estos socialdemcratas, los estados nacionales pueden y de- ben hacer valer su soberana, y reforzar el control sobre la economa en los planos nacional y supranaciona1. Con esa iniciativa quedaran resta- blecidas las funciones democrticas del Estado, antes erosionadas, y so- bre todo sus funciones representativas y sus estructuras de asistencia social. Esta postura socialdemcrata ha sido la ms gravemente perjudi- cada por los acontecimientos que van de los atentados del 11 de sep- 269 MULTITUD tiembre a la guerra en Iraq. El estado de guerra global parece convertir globalizacin en algo inevitable (en especial con respecto a la segu- ndad y los militares) y, por lo tanto, en insostenible toda pos- tura antlglobahzaclOn. En efecto, en el contexto del estado de guerra, mucha, posturas socialdemcratas han derivado hacia una de las otras dos posturas que esbozaremos a continuacin. La poltica de la Alemania de Schrod-r es un buen ejemplo de cmo la defensa so- cialdemcrata de los intereses nacionales ha pasado a depender fundamen- de las alianzas internacionales multilaterales. y la Inglaterra de Blair es una buena ilustracin de cmo los intereses nacionales se hallan mejor servidos, al parecer de algunos, mediante el alineau1iento a] lado de Estados Unidos y de Su hegemona global. , Frente a la crtica socialden1crata de la globalizacin, pero toda- VIa desde posturas polticas de izquierdas, tenernos el argmnento cosmo- polita liberal segn el cual la globalizacin promueve la delnocracia.2 No sugerimos que estos autores no ofrezcan una critica de las formas con- tempornea, de la globalizacin, que s lo hacen, sobre todo de las ac- tividades ms irregulares del capital global. Sin elnbargo, no son argu- mentos contra la globalizacin capitalista en cuanto tal, sino a favor de regulacin institucional y poltica de la economa. Los par- tidarios de esta postura suelen enfatizar que la gIobalizacin tiene efec- tos positivos tanto en los mbitos econmicos y poltico, como a la hora de el global de guerra. Estas opiniones atribuyen un gran potencial deIllocrat.ICo a la globalizacin, debido principalmente a que aporta una nueva lIbertad relativa con respecto a la autoridad de los es- tados-nacin; en este aspecto, el contraste con las posturas socialdem_ eraras es obvio. Las nociones de una nueva democracia internacional o una gobernacin global, prevn asimismo un relativo declive de la so- berana de los estados-nacin C01no su condicin de posibilidad. El es- de guerra global ha hecho del cosmopoJtismo liberal una postura polItICamente mt1uyente, que se presenta como la nica alternativa via- ble al control global ejercido por Estados Unidos. Ante la realidad de las de Estados Unidos, el multilateralismo queda corno mtodo pnncIpal de la poltica internacional, y las Naciones Unidas corno su instrumento ms poderoso. En el lmite de esa Cate- 270 !)EMOCRA<:IA goria podramos situar tambin a los que aducen qu.e Estados Uni- dos no puede ir por su cuenta y que debe compartir su poder y su responsabilidad de mando global con otras grandes potencias mediante algn tipo de acuerdo multilateral encaminado a mantener el orden global.' Desde los sectores de la derecha, los diversos argumentos que hacen hincapi en los beneficios y la necesidad de la hep,enwnia global estadouni- dense coinciden con los cosmopolitas liberales en el sentido de que la globalizacin genera democracia, pero lo afirman movidos por ra.zones muy diferentes. Esta posicin, omnipresente en los grandes medios comunicacin, suele sostener que b globalizacin fomenta la democracia porque la hegemona estadounidense y el dominio cada vez amplio del capital implican, en s mismos, la expansin de la democracia. En esta lnea, algunos aseveran que la dominacin del capital es democrtica, y que, por lo tanto, la globalizacin del capital es la glo- balizacin de la democracia. Otros mantienen que el sistema poltico de Estados Unidos y el american way lije son sinnimos de democracia. Uno y otro tienden generaln1ente a presentarse corno las dos caras de una misma moneda. -1- El estado de guerra global ha proporcionado a esta posicin una reciente plataforma poltica exaltada. Lo que se ha dado en llamar la ideologa neoconservadora, que ha sido uno de los fun- damentos ms poderosos de la administracin Bush, pretende que tados Unidos redibuje activamente el mapa poltico del mundo, dcrri- bando a los regmenes delincuentes que plantean posibles amenazas e instaurando otros que sean de los buenos, Las autoridades de Estados Unidos reiteran que sus intervenciones globales no obedecen exclusi- vamente a los intereses nacionales, sino que las inspiran los deseos uni- versales de libertad y prosperidad. Por el bien del mundo, no pueden sino actuar unilateralmente, sin las ataduras de los tratados rnultilaterajes o del derecho internacional." Entre estos conservadores proglobalizacin hay un debate secundario: algunos autores, por lo general britnicos, consi- deran que la hegemona global estadounidense es la legitima heredera de los proyectos imperialistas benvolos de Europa en otros mientras que otros, por lo general americanos, consideran el dominio global estadounidense corno una situacin histrica radicalmente nue- 271 MULTITUD V;} Yexcepcional. Por ejemplo, un autor estadounidense est convenci- do de que la excepcionalidad de Estados Unidos va a suponer benefi- cios sin precedentes para el mundo entero: Pese a nuestras torpezas, el desempeado por Estados Unidos es la mayor bendicin que haya recado sobre el mundo desde hace muchos, muchos siglos, o tal vez la mayor de toda la historia escrita". (, Por ltimo, los argumentos conservadores basados en los valores tradicio- nales ponen en tela de juicio la opinin predominante en la derecha de que el libre de trabas y la hegemona estadounidense pro- mueven necesanamenre la democracia. Estos coinciden con los social- demcratas en la idea de que la globalizacin es un obstculo para la de- mocracia, pero por razones nlUY diferentes, principalmente porque amenaza los valores de la tradicin conservadora. En esta postura se manifiestan considerables diferencias dentro y fuera de Estados Unidos. de este pas, el pensamiento conservador que considera la globa- lizacin C01110 una expansin radical de la hegemona estadounidense postula, en coincidencia con los socialdemcraras, que los mercados econmicos precisan de la regulacin estatal, y que la estabilidad de los mercados se ve amenazada por la anarqua de las fuerzas econmicas globales. Pero el peso principal de la argumentacin no se apoya en el terreno econmico, sino en el cultural. Fuera de Estados Unidos el crtico conservador suele asegurar, por ejemplo, que la sociedad dounidense es tan corrupta, con su dbil cohesin social, su decadencia de estructuras familiares, sus elevadas tasas de criminalidad y de po- blacin reclusa, ete., que no tiene ni la fuerza poltica ni el vigor 1110r<11 para establecer una dominacin sobre otros pases." Dentro de Estados Unidos, los defensores de los valores conservadores tradicionales con- sideran que la creciente intervencin de su pas en los asuntos mundiales y la. de regulaciones que pongan lmites al poder del capital son para la vida moral y los valores tradicionales del pas. QUIenes defienden estos postulados consideran que es necesario defen- der los valores tradicionales, o las instituciones sociales (o lo que algu- nos llaman civilizacin) frente a las amenazas de la globalizacin. El de guerra global, con su presin tendente a imponer la globali- zacion como un hecho, ha acallado en buena medida las manifestacio- 272 !)EMOCRAC1A nes de esta postura, aunque no las haya eliminado del todo. Hoy da, el conservadurismo de los valores tradicionales suele adoptar una actitud escptica frente a la globalizacin, y pesimista respecto de los supuestos beneficios que la hegernonia estadounidense es capaz de proporcionar al pas y al resto del mundo. .' Sin embargo, ninguna de estas posturas parece suficiente para dilu- cidar adecuadamente la cuestin de la democracia y la globalizacin. Lo que todos --desde la derecha o desde la izquierda, partidarios de la glo- balizacin o detractores de ella-e- manifiestan con claridad es que la globalizacin y la guerra global ponen en cuestin la democracia. Es ver- dad que la democracia ha sido declarada en crisis muchas veces en los ltimos siglos, generalmente por los aristcratas liberales temerosos de la anarqua del poder popular, o por los tecncratas inquietos ante la inconstancia de los sistemas parlamentarios. El problerna que tenemos nosotros con la democracia, sin embargo, eSdiferente. Ante todo, hoy la democracia se enfrenta a un salto de escala, de la del Estado-nacin a la planetaria, que la desarraiga del sentido y las prcticas tradicionales de la modernidad. Como trataremos de demostrar, en este nuevo mar- co de referencia, a esta nueva escala, ser preciso concebir y practicar la democracia de una manera diferente. Esa es una de las razones por las cuales las cuatro categoras argUInentales que hemos resumido antes son insuficientes, porque na se plantean la crisis contempornea de la de- mocracia a la escala que ahora ha alcanzado. Una segunda razn ms compleja y sustancial es que esos argmnentos son insuficientes porque, incluso cuando hablan de democracia, siempre la menoscaban o la pos- ponen. La posicin aristocrtica consiste insistir ro en la libertad y dejar la democrana, SI acaso, para mas adelante. En trminos coloquiales eso suele traducirse en el dominio absoluto de la pro- piedad privada por ms que vaya contra la voluntad de todos. Lo no entienden los aristcratas liberales es que, en la era de la produccin bio- poltica, el liberalismo y la libertad basado en la virtud de unos pocos, o incluso de muchos, se hacen imposibles. (Hasta la lgica de la propiedad privada se ve amenazada por la naturaleza social de la produccin biopo- ltica.) La virtud de cada uno constituye hoy da la nica base para la li- bertad y la democracia, que ya no pueden separarse la una de la otra. 273 MULTITUD . protestas contra los aspectos polticos y econ- mICOS e sistema global, incluido el actual estado d contemplarse como slidos sintomn, de la crisis de la dem e
han p t d . ocracia o que se h e. nlamfiesto esas diversas protestas es que la no . ace III se Impone desd '1 L ' . e arn Ja. os mamfestantes rechazan 1
ceptos de desde arriba promovidos por los dos banod
s codn- a guerra fna la den . os e r . . no es el simple rostro poltico del ca ita- ismo, un regimen de elites burocrticas. Ni tampoco resulta d 1- P . nlitares que se traducen en cambios de rgitnel: nmgun .otro de los diferentes modelos actuales de transicin a 'la dee rnocracra que 1 < - 1 . '. genera mente se sustentan en algn tipo de caudilli Jtlnoamencano h d 1 lS1110 oli " que an enlostrado ser ms eficaces para crear nuevas que sIstenlas democrticos. 1O Desde 1968 t d . mtentos sociales radicales han puesto en tel d . .. o os los d 1 a e JUlClO esas corrupcro., .e de democracia, que la transforman en una forma de Impuesta y controlada desde arriba. La denlocracia solo surgrddesde abajo, insisten, Quiz la crisis actual del concepto de enlocracla, cbida a su nueva escala gI bId . tunidad de d 1 1 ,,0a, pue a proporCIonar la apor- tad d evo ver J. a s.u sentido antIguo corno gobierno de todos por os, una enlocracla sm adjetivos, sin peros ni cortapisas. El proyecto democrtico inacabado de la modernidad d La actual de la democracia nos retrotrae al comienzo de la mo- erm a europea y en ' I I ' 1 ,1 d ' especia a Slg o XVIII. Entonces tambin hubo un sa to e escala ent .. d . '.raron en cnSIS el concepto y las prcticas de la
y fue preCISO reinventarlo todo. En las postrimera d J <
ermdad vuelven a ap lbse a mo- E I E arecer os pro lemas no resueltos de sus inicios n a uropa y la N - , , .d . orteamenca de comienzo, de la era moderna 1 partr anos de la democracia se enfrentaban a los esc . ' .os nes tal sistema habia sido posible dentro de los
pero dera inin1Jginable en los extensos territorios de los
os-nacin mo crnos H 1 idari - de 1 I b lizaci ' ayos parn anos de la democracia en la era a g o a I2aClOn se enfrentan a unos escpticos que postulan que la 274 I)EM()CRACIA democracia tal vez fue posible dentro de los confines del territorio na- cional, pero que es inimaginable a escala global. Los revolucionarios demcratas del siglo XVIII naturalmente no pro- ponan lasimple reposicin de la democracia en su forma antigua. Su tarea, orientada en parte a resolver la cuestin del cambio de escala, consisti en reinventar el concepto y crear nuevas formas y prcticas institucionales. La cuestin de la representacin, corno veremos detalladamente ms adelante, ocup un lugar primordial en los esfuerzos por solventar la crisis de la democracia en la poca moderna, El hecho de que un antiguo problema reaparezca, sin embargo, no significa que la solucin antigua sea la adecua- da. En otras palabras, las formas modernas de representacin no necesaria- mente podrn ampliarse de manera que respondan con xito a nuestros nuevos problemas de escala. (Este ser el tema de la seccin siguiente.) Es ms probable que nos veamos obligados a reinventar el concepto de democracia, corno hicieron en su da los revolucionarios en los albores de la modernidad, y que debamos crear nuevas formas y prcticas institu- cionales adecuadas a nuestra era global. Dicho proyecto de invencin con- ceptual y prctica constituye el tema principal del resto del libro, El problema de la democracia en un mundo globalizado, corno hemos dicho, se presenta al rnisrno tiempo que el problema de la gue- rra, otra de las cuestiones que no resolvi la modernidad. Como hemos visto en el captulo 1, una de las caractersticas de la globalizacin es que la guerra vuelve a revelarse hoy como problema, o mejor dicho, que la violencia desorganizada e ilegitima plantea un problema para las formas de soberana existentes. Nos enfrentarnos a un estado global de guerra, en el que la violencia puede estallar en cualquier lugar, en cualquier 1110- mento. Y an ms importante desde la perspectiva de la soberana: hoy no existe un medio seguro para legitimar el empleo de la violencia, ni procedimientos precisos para delimitar un canlpo amigo y un campo enemigo. La teora y las prcticas de la soberana moderna nacieron en respuesta a ese mismo problema, el de la guerra civil, con lo cual tene- mos que remontamos, no ya al siglo XVIII sino al XVII. Las reflexiones de Hobbes sobre las guerras civiles en Inglaterra y las meditaciones de Descartes sobre la guerra de los Treinta Aos son momentos fundacio- nales de la corriente dominante del pensamiento europeo moderno. La 275 MULlJTUn guerra civil es el ejemplo negativo contra el cual se afianza el concepto moderno de orden poltico. El violento estado de naturaleza -la gue- rra de todos contra todos- en realidad no es ms que una destilacin, una concepcin filosfica de la guerra civil proyectada hacia atrs, has- ta la prehistoria, o hacia dentro, concebida como parte de la esencia humana. Con la nocin de soberana, la modernidad quiere poner fin a la guerra civil. 11 No hay que olvidar, sin embargo, que la solucin hobbesiana al problema de la guerra civil es ambivalente e incompleta. Por una parte, Hobbes afirma que el objetivo central de su Leviatn es poner fin a las largas guerras civiles inglesas; por lo tanto, el poder soberano que l propone ser constituyente, y producir y reproducir el pueblo corno orden social pacfico, poniendo fin a la guerra de todos contra todos, que es sinnimo del caos social y poltico. Pero, por otra parte, para Hob- bes la guerra -el violento estado de naturaleza, las fuerzas de la gue- rra civil y la amenaza de la guerra con otros pases- necesariamente sigue siendo una posibilidad siempre presente, en parte porque la pro- pia amenaza de guerra y muerte es el arrua principal de coercin para que la multitud obedezca el designio del soberano: protege ergo obli- Es decir, que la proteccin es la base de la obligacin para con el soberano. La soberana moderna, conviene recordarlo, no pone fin a la violencia ni al miedo, pero pone fin a la guerra civil, al organizar la vio- lencia y el miedo en un orden poltico estable y coherente. En adeian- te el soberano va a ser el nico autor legtimo de la violencia contra sus propios sbditos y contra otras potencias soberanas.As es como el Es- tado-nacin soberano proporciona a la modernidad una solucin al pro- blema de la guerra civil. Hoy el problema de la guerra civil resurge a mayor escala, a escala global. Tambin el estado de guerra actual, convertido en permanente actividad policial que sustenta el fundamento regulador del control ad- ministrativo y poltico, requiere la obediencia de unos sujetos abruma- dos por la violencia y el miedo. Pero, una vez ms, el hecho de que el problema sea similar no implica que la misma solucin sea eficaz. No se conseguir poner fin al estado de guerra global reintroduciendo la so- berana de los estados-nacin: se necesita una nueva for-ma de sobera- 276 j)EMOCRA<:IA na globa1.Tal es e! objeto de! paradgma que propone Samue! lIunring- ton, el conflicto de civilizaciones a escala global ya cornentado. Dada la eficacia de la guerra fra para organizar la violencia global en bloques co- herentes y asegurar un orden de poder estable, Huntington busca para las civilizaciones una funcin ordenadora similar. Con ello pretende dotar de coherencia al conflicto global y dividir los estados-nacin en grupos estables de amigos y enemigos. Tambin la guerra contra el rror-isrno intenta una organizacin de la violencia global, aunque SI- guiendo una lnea algo diferente. La denominada alianza de volunta- des y el eje del mal designan estrategias para formar blo.ques de estados-nacin, de modo que la violencia gane en coherencia (pero, como hemos visto en el captulo 1, la definicin de terror-ismo utiliza- da en este caso vara enor-memente, segn la perspectiva de quien lanza la acusacin). Ninguna de estas soluciones nos parece adecuada, pero al menos se plantean e! problema que la guerra civil global plantea al poder imperial. Repitamos una vez ms que, desde esta perspect.iva, fin a la guerra civil no significa terminar con la violencia y el miedo, significa or- ganizarlos en un orden coherente y ponerlos en manos ,del soberano. Que los problemas contenlporneos de la democracia y la. guerra presenten semejanzas con los que hubo de la no significa que sea posible recurrir de nuevo a las VIejaS soluciones. Cuando examinamos aquellas primeras concepciones modernas de la democra- cia observamos la radicalidad del proceso de innovacin, y cmo ese moderno de democracia qued inacabado. Los del siglo XVIII en Europa y Estados Unidos entendieron la democracia en trminos claros y sencillos: el gobierno de todos por todos. En ese carcter universal consiste, en efecto, la primera gran innovacin moder- na al antiguo concepto: su extensin absoluta a todos. Recordemos que en la antigua Atenas, la democracia fue definida por Pericles como el. go- bierno de la mayora, a diferencia del gobierno de unos pocos (aristo- cracia, oligarqua) o el de uno solo (monarqua, tirania)." En la y la Norteamrica modernas, entre el siglo XVll y el XVIII esa nocion heredada de la democracia de la mayora se transform en la democra- cia de todos. La nocin antigua de democracia era un concepto limita- do, lo mismo que la monarqua y la aristocracia, toda vez que la mayo- 277 MULTITUI) ra gobernante continuaba siendo apenas una parte del todo social. En cambio, la democracia moderna no conoce lmites, lo que permite a Spinoza calificarla de absoluta." Este paso de la mayora a todos es un salto semntico pequeo, pero qu consecuencias tan extraordinaria- mente radicales tuvo! Esta universalidad viene acompaada de otras con- cepciones no menos radicales tales corno la igualdad y la libertad. Para que todos gobernemos, nuestros poderes han de ser iguales, con liber- tad para actuar y elegir como a cada uno le plazca. Observemos, de paso, que la democracia de todos no debe con- fundirse con el concepto de oclocracia, el gobierno del todo, o del conjunto, permanentemente denunciado en la historia de la teora po- ltica corno un derivado espurio del poder expresado por todos y cada uno. Las crticas del totalitarismo que enlergieron a mediados del si- glo xx acertaron al denunciar esa confusin. J..I Pero estas crticas, aunque denunciaban la tirana (fundando sus anlisis en la antigua nocin griega de corrupcin de las formas de gobierno en la polis), nunca llegaron al punto de propugnar la democracia como paradigma del buen gobier- no. La tradicin europea dominante ha sido adversa a la tirana, pero casi siempre desde un punto de vista aristocrtico: est en contra del totali- tarismo, pero tambin contra la expresin de todos, es decir, la demo- cracia de las singularidades y de la multitud. Las revoluciones de la modernidad no instituyeron de inrnediaro el concepto universal de la democracia, ni siquiera en el mbito de los espacios nacionales correspondientes. Excluidas las mujeres, los no pro- pietarios, los no blancos, entre otras exclusiones, se suspenda el predi- cado universal de todos, En realidad, la nocin universal de democracia todava no ha sido instituida, aunque se la haya tenido siempre como meta a la que tendian las revoluciones y las luchas de la modernidad. La historia de las revoluciones modernas se puede interpretar como una progresin intermitente e irregular, pero real, hacia la realizacin del concepto absoluto de democracia, Es la Estrella Polar que sigue guian- do los anhelos y las prcticas polticas. La segunda gran innovacin del concepto moderno de democracia es su nocin de representacin. Se pensaba que este podra constituirse en el mecanismo prctico caractersticamente moderno, que hara po- 278 ])EMOCRACIA sible el gobierno republicano en los extensos territorios del Estado-na- cin." La representacin rene dos funciones contradictorias: vincula la multitud al gobierno, y al mismo tiempo los separa. La representacin es una sintesis disvuntiva porque conecta y aleja, une y separa al mismo tiempo." No olvidemos que muchos de los grandes pensadores revolu- cionarios del siglo x VIII no solo tenan sus reservas respecto de la derno- cracia, sino que incluso la temian, y se opusieron a ella en trminos ex- plcitos y concretos. Para ellos la representacin vena a ser una suerte de vacuna protectora frente a los peligros de la democracia absoluta: el cuerpo social recibe una pequea dosis controlada de gobierno del pueblo, y as queda inmunizado contra los temibles excesos de la multitud. Con fre- cuencia estos pensadores del siglo XVIII utilizaron el trmino republica- nismo. para marcar esa distancia con respecto a la democracia. Por ejemplo, Jean-Jacques Rousseau, en El contrato social, trata la democracia y la representacin de una manera compleja y arnbivalen- te. Por una parte, subraya la necesidad de que el pueblo de una rep- blica sea absolutamente soberano, y que todos participen de una manera activa y no mediada en fundamentar y legislar el entramado de la so- ciedad poltica. Por otra parte, esa plena participacin poltica queda atemperada, en la perspectiva rousseauniana, al considerar que solo en determinados casos la democracia ser la forma de gobierno apropiada para ejecutar la voluntad del pueblo soberano. Para Rousseau, cada na- cin requiere su propia forma de gobierno, al tiempo que la aristocra- cia electiva es el orden poltico ms natural y superior. t7 Si hubiera un pueblo de dioses estara gobernado democrticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres, afirma." As pues, y en una pri- mera lectura de El contrato social, mientras que la representacin no es ad- misible en la esfera de la soberana, en el dominio de la gobernacin es aceptable e incluso preferible en la mayora de los casos. Y, sin embargo, examinando con ms detenimiento esa nocin de soberana observaremos que, aunque Rousseau diga lo contrario, tam- bin l est imbuido de la idea de representacin, corno queda de ma- nifiesto cuando afirma que solo la voluntad general del pueblo es so- berana, no la voluntad de todos. La voluntad de todos es la expresin plural de la poblacin en su totalidad, lo que, segn Rousseau, es una 279 MULTJTUI) excepcin incoherente, mientras que la voluntad general se coloca por encima de la sociedad, COI110 expresin trascendente y unificada. 19 Re- conozcamos que la voluntad general, segn la concepcin de Rousseau, es en s misma una representacin, simultnealnente vinculada a la vo- luntad de todos y separada de ella. Rousseau ilustra esa relacin de unidad, trascendencia y representacin mediante la distincin que esta- blece entre pueblo y multitud. Para Rousseau, el pueblo solo es sobe- rano cuando est unificado. El pueblo, explica, se construye manteniendo o creando costumbres, opiniones y hbitos unitarios, y solo as el pue- blo habla con una sola voz y acta obedeciendo a una sola voluntad. La diferencia es enemiga del pueblo. Sin elnbargo, una poblacin nunca puede eliminar toda diferencia y hablar con una sola voz. La unidad del pueblo solo puede crearse mediante una operacin de representacin que lo separe de la multitud. Pese al hecho de que el pueblo entero se rene en persona para ejercer la soberana, la multitud no est presente ah, sino solo representada por el pueblo. En Rousseau, el gobierno de todos se reduce de manera paradjica, y sin embargo necesaria, al go- bierno de uno, por va del mecanismo de representacin. Los autores y defensores de la Constitucin de Estados Unidos fue- ron mucho ms explcitos que Rousseau en cuanto a su temor a la democracia y su vindicacin de la necesidad de realizar una separacin operada por el mecanismo de la representacin. Para james Madison, por ejemplo, el coautor de El Federalista, el concepto de democracia se defi- ne, tal como hizo Rousseau para la soberana popular, por el hecho de que el pueblo se rene y ejerce el gobierno en persona, de manera que todo pueblo gobierna de modo directo, libre e igual." Madison juzga pe- ltgrosa esa democracia porque, corno Rousseau, teme las diferencias en el seno del pueblo. Y no se refiere a diferencias individuales, que podran controlarse ficilmenre, sino a diferencias colectivas, es decir, facciones. Una faccin minoritaria, argumenta Madison en el nmero 10 del Fe- deralist, no plantea un problema serio a la democracia, porque la mayo- ra controlarla, pero la dernocracia no tiene mecanismos que le permitan controlar a una faccin mayoritaria. La propia multitud demo- crtica, en opinin de Madison, carece de mecanismo, de inteligencia, prudencia o virtud susceptibles de organizar las diferencias: en ella las 280 !)EMOCRACIA diferencias se expresan inmediata e inevitablemente corno conflicto y opresin. Madison postula que el esquema representativo de la \(:nsti- tu ci n estadounidense ofrece una garanta eficaz frente a la opreslOn de la mayora en una repblica. Aqu pasa al pr-imer plano la cuestin de la escala. Aunque la derno- cracia fuese factible en el limitado mbito de las ciudades-estado de la antigedad, argmnenta Madison, las exigencias prcticas dictadas por la dimensin de los modernos estados-nacin exigen que la democra- cia se atempere mediante mecanismos de representacin. Democracia para las pequeas poblaciones, representacin para los territorios extensos y las poblaciones numerosas." Muchos de los autores antifederalistas del siglo XVIII en Estados Unidos recurrieron a esta oposicin entre cracia y representacin para argumentar su oposicin a la Constitucin propuesta y a un gobierno federal fuerte. Preferan los estados nos pequeos, porque la pequea escala proporcionaba las condlcIOJ.les para la democracia, o al HIenas para una representacin de proporcIO- nes reducidas, en donde cada delegado representara a un nmero de personas relativamente menor. n Los federalistas admiten que la repre- sentacin es un obstculo para la democracia, para el gobierno univer- sal, igual y libre de todos ... pero la apoyan por esa misma razn! Las enormes dimensiones del Estado-nacin moderno, y en especial de Estados Unidos, no constituyen un impedimento para el buen gobier- no, sino una gran ventaja! Los representantes demasiado cercanos a los representados no ofrecen una barrera protectora adecuada frente a la de- moeracia. La representacin debe ser distante para poner cortapisas a los peligros de la democracia, aunque no tanto corno para que elimine .el contacto de los representantes con los representados. No es necesano que los representantes tengan un conocimiento local, en detalle, de los representados (Federalist, nmero 56); en cambio, es por gobernantes a los hombres ms dotados de sabidura discernir lo que es el bien comn de la sociedad, y ms dotados de VIrtud para ponerlo en prcticaa." Madison insiste en que este esquenla tativo de autoridad de unos pocos no es una oligarqua (nmero 57), m una aristocracia al estilo britnico (nmero 63). Para una buena carac- terizacin, quiz lo mejor sera llamarlo, con Rousseau, una aristocra- 281 MULTITU]) cia electiva, a diferencia de las formas de aristocracia naturales o here- ditarias. Desde luego Madison est de acuerdo con Rousseau en que el y el ms natural orden de las cosas es que los ms prudentes gobIernen a la multitud." Una vez ms identificamos en estas discu- la de representacin: vincula a los ciudadanos con el go- bierno, y al rrnsmo tiempo los separa de l. La nueva ciencia poltica se basa en esta sntesis disyuntiva. En estas deliberaciones dieciochescas hay un elemento de alentadora lucidez: ponan de manifiesto lo mal que se avienen la democracia y la representacin. Cuando nuestro poder se transfiere a un grupo de go- bernantes, obviamente ya no gobernamo, todos, quedamos alejados del poder y del !)ese a tal contradiccin, a comienzos del siglo XIX la representaclOn llego a ser tan definitoria de la democrarm moderna que .des.de entonces se hizo prcticamente imposible imaginar la demo- sm pensar al mismo tiempo en alguna forma de representacin. Mas .que una barrera contra la deIllocracia, la representacin pas a ser conSIderada como un complemento indispensable de ella. La democracia pu.ra tal vez resulte atractiva en recria, reza este argumento, pero es re- latlvan1en.t: dbil la prctica. Solo combinando la democracia y la re- presentacin se obtiene una sustancia lo bastante estable y resistente, ms o menos como cuando se mezcla el hierro con el carbono para obte- ner el acero. <mueva ciencia que los federalistas pretendan aportar a, la nueva uacIon. y a la nueva era vena a ser, pues, una especie de teo- na de la metalurgia moderna. En el decenio de lH30,Alexis de Tocque- ville pudo dar nombre de democracia en Amrica al mismo esque- n1a representanv., que los fundadores haban concebido cincuenta aos antes, el fin de que sirviera de baluarte contra los peligros de la democracia. Hoy da la nocin dominante de democracia es todava ms remota. Considerenlos, por ejemplo, la reciente definicin dada por ]oseph Nye, un destacado pensador poltico liberal: Democracia es el go- biemo de .unos que han de rendir cuentas ante la rnayora de los habitantes de una Jurisdiccin y cuyo mandato puede ser revoca- do por estos).25 [Qu lejos estarnos aqu de la concepcin dieciochesca! . Puesto que la representacin ha pasado a monopolizar en tal me- dida el campo del pensamiento poltico, puede ser til, a ttulo de re- 282 ])EMOCRACIA sumen, esbozar una distincin entre los diferentes modelos representa- tivos. Siguiendo a Max Weber, distinguiremos tres tipos de representa- cin en funcin del grado de separacin entre los representantes y los re- presentados, a saber: la representacin apropiada, la libre y la vinculada." La representacin apropiada (appropriierte Reprdsentation) es la forma menos vinculada y de lllayor separacin entre los representantes y los representados. Aqu, los representantes no son seleccionados, ni controlados de un modo directo por los representados; los prrmeros se limitan a interpretar los intereses y la voluntad de los segundos. Weber la llama representacin apropiada porque los representantes se apropian todo el poder de la toma de decisiones. Conviene sealar que. representantes no son del todo autnomos, porque la representacion, al igual que todas las relaciones de poder, tiene dos aspectos, y los. repre- sentados siempre disponen de algn medio para rechazar o rnodificar la relacin, pero en este caso, los medios son indirectos y distantes. Tam- bin podramos llamar a este modelo representacin patriarcal, porque define el modo en que un seor feudal representaba a sus siervos de la gleba. Digamos de paso que es tambin el sentido en que se conside- raba representados a los esclavos negros, las mujeres y los nios en la Constitucin estadounidense.:" En otro contexto bastante diferente. tam- bin cabe definir como representacin patriarcal o apropiada la que ejercen las actuales organizaciones supranacionales, por ejemplo el FMI o el Banco Mundial, con respecto a los intereses de naciones como Tailandia o Argentina, segn veremos ms adelante. En todos estos ca- sos, los representantes se hallan claramente separados de los representa- dos cuyos intereses interpretan, y estos no pueden ejercer influencia sino de manera dbil e indirecta. La representacin libre (freie Reprdsentation) ocupa un lugar intenned.io, caracterstico de los sistemas parlamentarios, donde los representados ne- nen cierta vinculacin directa con los representantes, pero el control de que disponen se halla constreido o limitado. En muchos sistemas elec- torales, por ejemplo, la eleccin o control que ejercen los representados est bsicamente limitada en trminos temporales, por cuanto la co- nexin solo se ejerce cada dos, cuatro o seis aos. Entre las elecciones, los representantes actan con relativa independencia, sin recibir instruc- 283 MULTITUD ciones de los representados ni solicitarlas. Por eso Weber llama libre a esta forma de representacin, para subrayar la relativa auronomia de los representantes. La libertad de los representantes, por supuesto, se halla en relacin inversa con el grado de eleccin o de control de los represen- tados. Adems, el poder de estos ltimos tiene otras limitaciones, por ejemplo la estrecha gama de representantes entre los que puede elegir. Su poder es cada vez ms limitado, o parcial, y los representantes son cada vez ms libres a medida que se ampla el grado de separacin con res- pecto a los representados, digamos a la manera en que el beneficiario de un nombramiento poltico representa a quienes eligieron al funciona- rio que lo nombr. As, podramos decir que los delegados de la Asam- blea General de las Naciones Unidas son representantes de las diversas poblaciones nacionales, en un segundo nivel de separacin. Cuanto ms limitada o parcial sea la representacin, y ms acentuada la separacin entre los representantes y los representados, ms se aproxima a la forma de representacin patriarcal o apropiada. Cuando los representados controlan constantemente a los represen- tantes, el sistema es definido por Weber como de representacin vinculada (eebundene Rcprasentation}. Los diversos mecanismos que crean vnculos ms fuertes, e imponen a los representantes el cumplimiento constante de las instrucciones de los representados, suponen otras tantas disminu- ciones de la autonoma de aquellos." Unas elecciones frecuentes, por ejemplo, o incluso la revocabilidad permanente de los delegados, suspen- den la limitacin temporal impuesta a los electores por las elecciones pe- ridicas. Extender a todos los miembros de la sociedad la posibilidad de ser representantes tambin contribuye a reducir las limitaciones al po- der de los representados. Por ltimo, aumentar las oportunidades para que todos los ciudadanos participen en las decisiones del gobierno re- duce la distancia implcita en la representacin. Los procedimientos de participacin establecidos para la asignacin presupuestaria en algunas municipalidades de Brasil, como Porto Alegre y Belem, son un ejem- plo de los mecanismos para reducir la separacin. 2') La tipologa weberiana de la representacin sugiere de modo inme- diato una misin poltica: trabajar para transformar todas las fonnas de representacin patriarcal o apropiada en formas limitadas, liberales, y 284 ])EMO(:RAClA transformar a continuacin estas formas limitadas en otras que sean ms directas, reforzando cada vez ms la conexin entre los representados y sus representantes. Con la consecucin de esos propsitos sin duda mejorara la situacin poltica actual, pero nunca se conseguira reali- zar la promesa de la democracia moderna, el gobierno de todos por to- dos. Cada una de estas formas de representacin, la apropiada, la libre y la vinculada, nos retrotrae a la naturaleza fundamentahnente dual de la representacin, en el sentido de que simultneamente conecta y se- para. Las tres formas designan proporciones distintas de las dos funcio- nes que son necesarias para la soberana. Las instituciones de represen- tacin poltica deben permitir que los ciudadanos (o al menos algunos ciudadanos) expresen sus demandas y deseos plurales al tiempo que per- mire al Estado sintetizarlos como una unidad coherente. De este modo, por un lado, el representante se constituir en verdadero servidor de los representados, y por otro, se deber a la unidad y a la eficacia de la vo- luntad soberana. Como veremos en detalle ms adelante, de acuerdo con los dictados de la soberana, a fin de cuentas solo el uno pude gober- nar. La democracia requiere una innovacin radical y una nueva ciencia. La rebelin de [os deudores Ab(rail Adams, la esposa dejO/111 Adams estaba enfadada con Thomas son.A l le resllltahaJcil escribir bellas y eufnicasfrases desde Frantia. Men- tras tanto, en Massachusetts, todo era IW desastre. La ioven nacn estadounidense vva su primera rebelin interna grave. En el verm;o de 1786, ci Tiibuna! Ceneral del estado de Massachusetts empez a las .fincas de los ,eranjeros del condado de Hampshire que se haban endeudado, quitndoles las tierras y los rebaos. Los,rranjeros eX(ZierOll que Mas- sachusetts imprimiese ms dinero, como se haba hecho en Rhode Isan, para aliviar la siutacin de los deudores, pero la asamf)lea legislat/lJa hizo odos sor- dos. Una milicia de 1.500 armados, muchos de los cuales haban com- batdo en la guerra de Independencia, puso cerco a los tribunales para impedir que se reuniesen }' les quitasen las propiedades. En la poblacin de Creat Ba- rrington abrieron la crcel del condado}' pusieron en libertad a los deudores. Un 285 MULTITUD aruiouo capitn del ejrcito continental, Daniel Shay, se peifil como elUder de la rebelin. Desde Londres, Abigail Adams escribi a su amioo Thomas em- bajador en Francia, relatando con dramatismo los disturbios provocados por los deudores en su estado natal: Alborotadores ignorantes y desesperados, sin con- ciencia ni principios, han engaado a una multitud de seguidores aduciendo unos agravios que solo existen en su imaginacin. Los acontecimientos no inquieta- ron a Thomas quien, para consternacin deAbigail Adams, respondi con nimo grandilocuente: El espritu de resistencia a la autoridad -escribi Jt1!erson- es tan valioso en determinadas ocasiones, que yo querra mantenerlo siempre vivo. f...} Me complace una pequea rebelin de vez en cuando:" Despus de esto, Abiyai! Adams interrumpi su correspondencia con durante varios meses. En cuanto a la rebelion, en efeao, acab mal para todos los implicados. La asamblea de Massachusetts suspendi el habeas corpus y autoriz la detencin sin juicio por tiempo indeiinido para facilitar la accin represiva. A lo largo del ao siouiente, los granjeros insurrectos fueron juzgados, muchos de ellos encarcelados y una decena ejecutados. Pese a estos hechos violentos, Thomas sigui fiel a su visinpositiva de la rebelin) y escribi al coronel Smith, yerno deAdams: El rbol de la libertad se vivifica de vez en cuando con la sangre de los patriotas y de los tiranos) que es su ab"ono natural) ..J1 Aqu no compartimos tal visin positiva del derramamiento de sangre y de la rebelin bajo cualquier circunstancia, como parece manifestar en sus cartas. No se entienden los motivos de esa celebracin de la partida armada de Shay como Un ejrcito de la democracia en lajoven repblica. Sera ms til que considersemos esa rebelin como el sntoma de una contradiccin econmica in- manente de Estados Unidos desde sufundacin.Alfin y al cabo, la causa de la rebelin fue la deuda, o mejor dicho unas deudas que los granjeros no tenan la menor esperanza de poder pagar. Pese a toda su retrica de i,Rualdad, Esta- dos Unidos era una sociedadfragmentada por divisiones de clase, y su Consti- tucin en muchos aspectos iba encaminada a preservar la riqueza de lospoten- tados. J:l La rebelin de los granjeros endeudados fue un elocuente sntoma de esa contradiccin. En este aspecto, laformacin actual del sistema,Rlobal repite algunos ele- mentos de la historia de laformacin de Estados Unidos. Una de las contra- 286 !)EMOCRACIA dicciones del sistema zlobal de hoyes que los pases ms pobres, entre ellos la mayora de los del 4frica subsahariana, soportan el lastre de una deuda nacional que no tienen la menor esperanza de poder pagar. La deuda es IUZO de los prin- cipales factores por los cuales los pobres no dejan de serpobres y los ricos siendo ricos en el sistema global. No es inconcebible que algn da '10 muy lejano esta contradiccin inspire a{{!o parecido a la rebelin de Shay, aunque desde luego una insurreccin de deudores a escala global, adems de espantar a gen- te como Ab(e,ail Adams, acarreara destrucciones enormes. El endeudamiento per- petuo en un sistema econmico orientado a mantener las divisiones de la riqueza es una receta perfecta para los actos desesperados de violencia. No sera fcil man- tener un optimismo ante semejante eventualidad. Qu rbol de la libertad iba a florecer con la sangre derramada en tal Sera mucho ms til que buscsemos alguna manera de qfrontar las desigualdades y las contradicciones sistemticas de nuestro sistema global antes de que surjan acontecimientos violentos como estos. La democracia inconclusa del socialismo En la historia de la modernidad, la representacin poltica socialista ha corrido paralela con la liberal y la constitucional, y ha terminado fra- casando de una manera parecida. Pese a los diversos intentos que em- prendi, el socialismo no logr elaborar ideas o prcticas independien- tes y originales de representacin poltica que evitasen los perjudiciales equvocos que han lastrado a las instituciones representativas a lo largo de la historia de la soberana moderna. Ciertamente, hubo elementos prometedores en los comienzos de la tradicin socialista. En primer lugar, los movimientos socialistas criticaron la nocin de autonoma de la poltica); que sustentaba la concepcin burguesa del Estado. Era pre- ciso, suponan, construir la democracia desde abajo y de manera que contrarrestase el monopolio estatal del poder. En segundo lugar, los n10- vimientos socialistas advirtieron que la separacin entre la representa- cin poltica y la adnlinistracin econmica constitua una herramicn- ta primordial de las estructuras de opresin, y se percataron de la necesidad de conseguir que los instrumentos del poder poltico coincidieran derno- 287 MULTITUI) crticamente con la gestin econmica de la sociedad. Sin embargo, y pese a estos prometedores comienzos, la historia de las polticas socialistas con frecuencia tom otras sendas mucho menos prometedoras. A finales del siglo XIX y comienzos del xx, socialistas y comunistas, socialdemcratas y bolcheviques propusieron, por vas distintas pero co- rnunjcantes, la idea del partido como alternativa a las formas tradiciona- les de representacin institucional. Tenan una concepcin del Estado moderno, incluso en sus formas representativas, basada en la dictadura de la clase dominante y la implementacin de un aparato poltico encamina- do a la dorninacin de la clase obrera. El partido iba a ser una vanguardia, una organizacin capaz de reunir a la clase trabajadora con los intelectuales y activistas no pertenecientes a dicha clase, y de formar un poder polti- co que compensara la falta de representacin de los trabajadores y reme- diara su msera condicin. El partido representaba a los que no tenan otra representacin. De este modo, se conceba al partido como una entidad separada de la clase trabajadora y ajena tanto a la lgica de la economa ca- pitalista como a la del orden social burgus en su definicin estricta.Tal con- cepto del partido de vanguardia obviamente vincula a socialistas y comunis- tas con latradicin jacobina, en el sentido de que recupera el papel dirigente de la elite, que ya el sector ms radical y progresista de la burguesa haba ex- presado en el jacobinismo. Desde esa perspectiva, el partido de la clase obrera enarbolarla la bandera del jacobinismo, pero desprovista de sus intereses de clase burguesa y en forma coherente con los nuevos intereses del proletaria- do: el poder para los proletarios, el Estado para los comunistas! Los segmentos ms radicales de las tradiciones socialista, comunista y anarquista de finales del siglo XIX y XX coincidan en sus crticas a la representacin parlamentaria y sus consignas en favor de la abolicin del Estado. En lugar de la representacin parlamentaria proponan formas de representacin ms completas y articuladas, e incluso formas que abogaban por la democracia directa. Marx, Lenin y otros rnuchos vie- ron en la Comuna de Pars de 1 7 1 el ejemplo primordial de un nue- vo experimento de gobernacin democrtica. La Cornuna era todava un gobierno representativo, por supuesto, pero lo que llam la atencin a Marx fueron los mecanismos que instituy a fin de reducir la separa- cin entre los representantes y los representados: la Comuna promulg 288 I)EMOCRACIA el sufragio universal, o la posibilidad de que los electores revocasen a sus representantes en cualquier momento, as corno la remuneracin de es- tos representantes con un sueldo similar al de un obrero y un proyecto de educacin gratuita y universal." En cada gesto que redujese la sepa- racin entre representantes y representados se quiso ver un paso hacia la abolicin del Estado, es decir, la eliminacin de la separacin entre el po- der soberano y la sociedad. Observamos, sin embargo, que no hay una dife- rencia fundamental entre las concepciones de representacin y democra- cia inspiradas por la Comuna y las de los revolucionarios del siglo Xv111. De hecho, uno de los elementos ms sorprendentes, desde un punto de vista retrospectivo, en los textos de Marx y Lenin sobre la Comuna de Pars, es la semejanza entre su retrica de la democracia y la de sus predecesores. Marx, por ejemplo, salud la Comuna como un gobier- no del pueblo por el pueblo, y Lcnin vio en ella un paso hacia una democracia ms plena en la que los representantes fuesen directamen- te responsables ante su electorado." Otro camino en la bsqueda de nuevos modos de representacin poltica implicaba la creacin de mecanismos que confiriesen al prole- tariado un papel directo en la gestin econmica y la administracin social. Las experiencias ms importantes de este tipo de representacin en las tradiciones socialista y comunista fueron las diversas fOr111aS de gestin y gobierno por consejos, corno los soviets y los llamados Ratc." Los consejos y los soviets se concibieron como mecanismos para aumen- tar drsticamente la relacin de la multitud con el gobierno y su parti- cipacin en el mismo. Los obreros, los soldados y los campesinos esta- ran representados por sus respectivos soviets. Ni en la experiencia socialdemcrata, atrapada entre las organizaciones corporativas del tra- bajo y las aspiraciones de autogobierno, ni en la experiencia bolchevi- que, siempre en lucha por la supervivencia econmica y poltica, logra- ron los consejos construir un nuevo modelo de representacin. Se reuna al consejo de fabrica o al soviet para pedir a los obreros que realizaran un sacrificio todava ms grande por la fbrica, por la sociedad y por el Estado, y se les prometa una mayor participacin en la gestin, pero esa participacin siempre se mantuvo alienada de la autoridad soberana, y andando el tiempo la participacin y la representacin se volvieron cada 289 MULT1'['Un vez ms efmeras. As fueron eliminadas las iniciativas y reivindicaciones autoritarias de democracia directa en los movimientos socialista y co- munista. Fijmonos en que estas reivindicaciones de democracia directa y autogestin alcanzaron su apogeo durante la fase de desarrollo industrial, cuando el obrero industrial especializado ocupaba un lugar hegemni- co en la organizacin de la produccin capitalista, es decir, aproxima- damente entre finales del siglo XIX y comienzos del xx. En aquel en- tonces los trabajadores industriales conocan todos y cada uno de los aspectos del proceso productivo y dominaban el ciclo entero de la pro- duccin, del que ellos mismos eran el eje principal. En el transcurso dd siglo XX, la introduccin de la cadena de montaje fue despojando gra- dualmente a los trabajadores de su cualificacin y la reivindicacin de autogestin obrera se evapor, casi podramos decir que de una mane- ra natural. El proyecto autogesrionario fue reemplazado por la nocin de planificacin, que era un mecanismo orientado a corregir (no a des- plazar) la organizacin capitalista del trabajo y del mercado. Avanzado el siglo XX, los partidos socialistas democrticos de Europa y otras regiones del mundo, integrados en el sistema capitalista, abando- naron la ficcin de representar o defender a la clase obrera. La mayora de los comunistas, por su parte, se vieron absorbidos por los nuevos es- tados proletarios, el primero de ellos la Unin Sovitica, que, a fin de garantizar su propia legitimidad. afianz la pretensin de representar a todos los pueblos y el futuro de la humanidad en su conjunto. Oigamos, por ejemplo, las esperanzas que la utopa comunista de la Unin Sovi- tica inspir al poeta francs Louis Aragon. Paseando por las calles de Mosc,Aragon escribe: Ici j'ai tant d:v marchant de I'avcnir / qu'il me sernblait parfois de lui me souvenir, So tanto en caminar aqu por el futuro, que a veces me pareci haberlo recordado. 36 Sin embargo, en la Unin Sovitica y otros estados socialistas la representacin ni siquiera se mantuvo en los niveles de la tradicin burguesa, sino que, con el ticm- po, se vio degradada y reducida a una ficcin de control demaggico y a un consenso populista, cada vez ms privada de elementos de conexin con la multitud. La degradacin de la representacin fue un factor im- portante que contribuy a la implosin burocrtica de los regmenes 290 [JEM()CRAC1A socialistas del este de Europa a finales del decenio de 1980. Ese fracaso no se debi nicamente a las circunstancias histricas, sino tambin a un dficit conceptual. Ni el socialismo ni el cOlllunisnlo nunca, ni siquiera en sus expresiones ms radicales, una de la re- presentacin y la democracia fundamentalmente distinta, SIno se limitaron a reiterar los ncleos fundacionales del concepto burgues de la soberania, atrapada paradjicamente en la necesidad de la unidad del Estado. J 7 N o pretendemos sugerir que el comunismo y el socialismo no con- tuviesen lneas profundanlente democrticas, como tampoco negamos que muchas veces estas se expresaron por vas y trgicas. Du- rante los primeros aos de la Unin Sovitica, por hubo nu- merosas experiencias sociales, polticas y culturales que unpulsaban la creacin de una sociedad nueva y ms democrtica, en especial en cues- tiones como la emancipacin de la mujer, la transformacin del mundo rural y la innovacin artistica." Algunos de los. primeros del derecho sovitico, como Yevgeni Pashukanis, VIeron la posibilidad de avanzar ms all del derecho privado y transformar el derecho pbli- co en un sistema institucional basado en lo comn." En China y Cuba se han dado tambin numerosos ejemplos similares. En diferentes pe- rodos, cada uno de estos pases protagoniz nuevas experiencias de gestin democrtica de la produccin y de la sociedad, que rechazaban el modelo burocrtico y estalinista. Tambin crearon proyectos de ayuda tcnica y econmica a las luchas contra el colonialismo y el imperia- lismo en el Tercer Mundo. Los mdicos cubanos trataban enfermeda- des tropicales en Amrica Latina y frica mucho antes que ,la, mayo- ra de las ONG humanitarias contemporneas. Los anhelos utOPICOS del comunismo y el socialismo orientaron a las instituciones de los menes socialistas y los impulsaron a hacer de la justicia social un cn- terio de gobernacin prioritario. Adems, los tllovimien.tos Ylos par- tidos comunistas y socialistas defendieron la democracia -tanto en Europa y Amrica como en Asia y frica, y en ambos lados del Teln de Acero- frente a las agresiones fascistas y reaccrcnanas. contra el estalinismo y contra el maccarthismo. Pero en ltimo trmino los sue- os de representacin socialista y comunista no pasaron de ser una mera 291 MULTITUD ilusin. Citemos otra vez a Aragon: On sourira de nous d'avoir aim la flamme / au point d'en devenir nous mme I'alimenr Se reirn de nosotros por haber amado la llama / hasta el punto de haber sido con- sumidos por el1aff.-1-11 En cambio, Max Weber fue de los que entendieron bien que la organizacin socialista del trabajo acabara por obedecer a las mismas leyes que la capitalista, y que ambas corresponderan a anlogos concep- tos de representacin." Esta analoga no se fundaba nicamente en su percepcin de la convergencia de los modelos de organizacin de los partidos y de sus correlatos burocrticos (observacin de Robert Mi- chels, que ciertamente Weber comparti). La intuicin de Weber apunt a un plano mucho ms profundo del problema. Segn este autor, no se puede hablar de poltica (ni de representacin democrtica) sin hablar, al mismo tiempo, de poltica social. Por lo tanto, la representacin sigue siendo un rgano esencial de la mediacin y la expresin de los inte- reses sociales en cualquier sistema complejo de gestin de la sociedad, sea socialista o burgus. En consecuencia, el socialismo en cualquiera de sus formas implica necesariamente una Rcstin del capital, tal vez de una manera menos privatizadora o individualista, pero siempre dentro de la misma dinmica inquebrantable de racionalizacin instrumental de la vida. Puesto que el concepto moderno de representacin implica una nece- saria correspondencia con esa dinmica de racionalizacin, el socialis- mo no poda prescindir de ella. Ni poda tampoco reemplazarla por una forma de representacin basada en los sindicatos o los consejos obreros. En el marco de referencia de la gestin del capital, concluye Weber, la contradiccin entre democracia obrera y democracia representativa se resuelve a favor de esta ltima. Dicho esto, tambin se adivina en Weber una especie de nostalgia del fantstico poder de transfornucin social que contenan la Revolucin rusa y toda la tradicin socialista. Es oportuno recordar aqu esta crtica weberiana del socialismo y de sus mecanismos de representacin, porque nos ayuda a comprender cmo las diversas formas de populismo de ultra derecha derivan de una perversin de la tradicin socialista. Hay una corriente de la moderna tradicin de representacin democrtica que se desgaja y acaba empan- tanada. Son diversos los elementos de la derecha autoritaria, desde los 292 !)EMOCRACIA nacional socialistas alemanes y los peronistas argentinos hasta el Front National francs y el Partido de la Libertad austraco, que intentan resol- ver a la manera populista las contradicciones de la idea de representacin socialista, y lo hacen queriendo imponerle las teoras ms tradicionales de la soberana. Aqu, en la derecha, la construccin de la representacin como funcin externa, y corno delegacin total de los derechos indi- viduales alcanza un punto extremo. La conciencia poltica se basa por 'entero en la tradicin, y se nutre de ella. La participacin de las masas se invoca partiendo de una identificacin defensiva y redentorista. To- dos estos proyectos derechistas, sean aristocrticos, clericales o sectarios, conciben una identificacin de las mentes o de las voluntades que le- gitima su forrna de representacin fundamentada en la tradicin. En efecto, Carl Schmitt expone cmo la idea reaccionaria de la represen- tacin se construye, desde Juan Donoso Corts hasta Georges Sorel. sobre la idea ideutitaria y tradicionalista de la legitimidad soberana. As nacen todos los fundamentalismos. Estas forrnas contemporneas del populismo de derechas y el fascismo son retoos deformes del socia- lismo, y tales derivaciones populistas del socialismo son otro motivo que nos incita a buscar hoy una alternativa poltica postsocialista que rompa con la agotada tradicin socialista. Es extrao tener que recordar ahora la amalgama de perversiones ideolgicas nacidas del concepto socialista de representacin. Hoy po- demos presenciar al fin el funeral: se acabaron las esperanzas democr- ticas de representacin socialista. Y mientras les damos el ltimo adis, no podernos dejar de evocar los numerosos subproductos ideolgicos ms o rnerios fascistas que los grandes experimentos histricos del so- cialismo arrastraron en su estela. Unas veces fueron chispas inservibles, otras incendios devoradores.Ya no existe la posibilidad de regresar a los modelos de representacin de la modernidad para crear un orden de- mocrtico. Necesitamos concebir formas diferentes de representacin, o tal vez nuevas formas .de democracia que superen el paradigma de la re- presentacin. 293 MULTITUD Revuelta en Berln, 1953 Puesto que ahora vivimos bajo un rgimen socialista, razonaron los trabajado- res berlineses, no deberamos seguir padeciendo las cuotas de produccin. Al/Ja- rrar la insubordinacin de los obreros de la construccin en la Stalinallee y el resto de Berln, que en las jornadas del 16 Y 17 dejunio de 1953 se propaJi a las grandes fbricas, a las barriadas obreras, yfinalmente a los suburbios y las reJ?iones rurales de laAlemania del Este, Benno Sarel seala que la reivindicacin prin- cipal de los obreros industriales fue la abolicin de las cuotas de produccin y de la linea estructural de mando sobre los trabajadores de las fbricas. Al fin y al caho, el socialismo no es el capitalisma" Primavera de 1953. En la recin nacida Repblica Democrtica Alemana, el r,zime/l socialista establece un plan a largo plazo y plantea la ntensijicacin del trabajo en las fbricas y otros cmtras de produccin. Se trata de reconstruir Berln y defundar un Estado socialista. En un tramo de cuatro kilmetros de lagran avenida Stalinallee, antes Frankfurtcraltee, se haformado una aglome- racin tremenda de o{Jras y de obreros de la construccin. Han despejada ya las ruinas de los bonlbardeos de laJ?uerra) trabajando de da y de noche bajo la luz depotentes})COs, para reconstruir su ciudad. Una vez anunciadas las decisiones de laplanificacin en laprimavera de 1953, les fueron aumentadas las cuotas depro- duccin. De hecho, durante el primer trimestre del mio las industrias de la cons- truccin solo haban alcanzado el 77 por ciento del plan. En aquellos momen- tos, los cronometradores controlaban asiduamente a los obreros, mientras los activistas del partido y los encargados de las obras apoyaban el aumento de las cuotas. En muchos casos estos aumentos se anunciaron a la opinin pblica como decisiones tomadas voluntariamente. Empieza la resistencia en los puestos de trabajo. El aumento de las cuotas de produccin viene acompaado de un recorte salarial. El viernes, da de paJ?a, coincide con el primer viernes de junio. Hav discusiones, protestas, numerosos incidentes y actos aislados de resistencia. Frente al creciente malestar, los bur- cratas delpartido y los burcratas de la administracin, que en las empresas suelen ser las mismas personas, no hallan otra salida que incrementar la severidad de la disciplina. Los obreros responden COfl la amenaza de huelRa. Los resporlsa- bles de base del partido, que pulsaban el estado de nimo de los obreros, tratan de alcanzar un rpido compromiso y 110 pocos de ellos se pOlleH de parte de los 294 DEMOCRACIA trabajadores. El 12 dejunio, segundo da depaga despus del aumento de las cuo- tas, se aplica otro recorte salarial. Sejorman asambleas de trabajadores ind(f[flados. El lunes da 15 los lderes del sindicato (?licial visitan las ohras para iniciar conversaciones. Pero los trabajadores organizan tma delegacin para que vaya a protestartrente a la sede de los Ministerios. Seforma una pequea manifCstacin de unos trescientos ohreros.A la caheza, unapancarta exigiendo lasupresin de las cuotas de produccin. Al pasar por delante de otras obras, llaman a los trabajado- res de estas para que se W1an a la manifestacin. Pronto los ttestientos del comienzo se transiorman Cfl Uf/a riada de muchos millares. Al da siguiente) y hasta bien entrada la noche, los comits de huelga obligml aparar las obras y recorrm los barn'os explicando las razones de sus demandas. Enseguida los sectores metalrgico y qumico de Berln se suman a la lucha. Cuando las noticias de los acontecimien- tos de Berln llegan a otras ciudades industriales de laAlemania oriental, la huel- ga se extiende: Halle, Biaerfeld, Mersebero, los Jirandes centros indus- triales de Sajonia, yfinalmente LeipziJi y Dresde. Por qu aquellos lderes sindicales y del partido, muchos de los cuales ha- ban tomado parte en la heroica resistencia contra el rJ?i1nen nazi, y que ahora pretendan ser representantes de una repblica socialista y obrera, no lograro11 (OnVeHCer a unos obreros, con quienes compartan una historia comn y un mis- mo proyccto emancipador? O mejor dicho, por qu ni siquiera lograron dialo- gar con ellos? Llegados ante el edificio de los Ministerios, cuando sali Selbmann, el ministro de Industria, que haba sido obrero como ellos y an tena callos en las matlOS, y quiso dirigirles lapalabra llamndolos camaradas, ellos le respon- dieron: l'lo somos camaradas tuyos!. Por qu esa falta de solidaridad? No- sotros conocemos la historia de cmo el sistema poltico deAlemania del Este se convirti ms tarde en una especie de Estado policial, pero en 1953 an no se haba llegado a ese punto. Se estaba ante una situacin de lucha de clases en la constnucion de Uf1 Estado obrero) donde la representacin deba aSet11e- jarse a una especie de democracia directa. Por qu los representantes no repre- sentaron nada, excepto la autoridad y las cuotas del plan? Cuando elpresiden- te Grotewohl declar durante las huelgas somos came de la carne de la clase obrera) nadie le discuti ese hecho. Pero entonces, porqu se evapor tan rpi- da y completamente la representacin? La maana del 17 dejunio los manifestantes se col/centraron frente al edi- ficio de los Ministerios. La ciudadana en general se uni a los obreros y la re- 295 MULTITUD vuelta se convirti en una insurreccin que se extendi a muchas ciudades de la A lemania oriental. En Berln la polica acordon el edijicio de los Ministerios pero la multitud hall enseguida 1m nuevo punto de convergencia simblico, la .A1arx-E1/)?elsplatz. A la lUla de la tarde, en Mosc, los lderes soviticos decre- taron el estado de sitio. Hasta el anochecer los rebeldes pelearon desesperadamente contra los vehculos blindados, sin ms armas que suspropias manos. Deleoariones obreras pasaron del Berln oriental al occidental para llamar a las puertas de la administracion alemana occidental en demanda de ayuda) de armas, de hue(rzas de solidaridad. Fue al VaflO. Por ltimo, acab la revuelta obrera de Berln:Jue la primera de una serie de rebeliones de los trabajadores contra los regmenes socialistas) casi todas silenciadas. 1\10 sabemos qu redujo el de representacin en la Repblica Demo- crtica Alemana a una parodia del sueo comunista de la representacin demo- crtica) o qu los corrompi hasta el punto de convertirlos en meros portavoces de 1m poder disciplinario. flO muy distintos de los qrzcrItes de la soberana burgue- sa) como habran dicho los veteranos militantes comunistas. (Aquellos que no se hacan ilusiones sobre el hecho de que el socialismo realmente existente escandia en el anuario el esqueleto de! capitalismo 'o llamaran. ejemplo de 141/ socialismo que flO era ms que unaforma del capitalismo de Estado). Y pese a todo.frente al ocaso de la utopa revolucionaria y de su poder constituvente, emergi una re- vuelta que apuntaba al porvenir. Los obreros cantaron las estrofas del viejo himno Btuder, zur Sonne, eur Preiheit, Hermanos, hacia el sol; hacia la bertad)), perteneciente a la tradicin de la resistencia) de las huelgas, de las barricadas alzadas contra los regmenes burocrticos en nombre de urla democracia futura. En el caso del Berln de 1953) la nueva forma de otyanieacion fue el comit de hue(ga. El comit asumi laJimcin sindical degestin del trabajo (tomando de inmediato el control de fas fbricas) junto con lafuncin poltica de la otyani- zacin de la revuelta. Al extenderse la 11l;([emona de la clase trabajadora en la sociedad) otros grupos sociales se sintieron llamados a participar en- la rebelin. Los miembros del comit de huelga componan una amplia amalgama social: estaban los trabajadores de las obras que haban sido los primeros en expresar su indignacin y orRanizar la resista/ca, as como aquellos comunistas que des- de el primer momento se colocaron al lado de la masa obrera, y inalmente los intelectuales, estudiantes, sacerdotes protestantes, y veteranos que acudieron a reclamar justicia. Cmo seform el comit de huelga quiz no sea el 296 j)EMOC:RAClA elemento ms importante de la historia: loprineipafjue la insistente reivindicacin de libertad y democracia. l'lo ms cuotas de produccin! Si el trabajo no es entonces esto no es comunismo! Esa.file la esencia del Berln de 1953: cntendie- ronque la representacin era unafuncin capitalista de mando$obre la clase obrera y dijeron (110'>. Como respuesta q/lrmaron la expresin comunista del deseo por medio de la multitud. De la representaci6n democrtica a la opini6n pblica glo!)al En muchos aspectos, la opinin pblica ha pasado a ser la forma pri- mordial de representacin en las sociedades En ro de 2003, tras un fin de semana de multitudinarias manifestaciones contra la guerra estadounidense en Iraq que sacaron a nlillo,nes de personas a las calles de las principales ciudades del mundo, ell'\'ewYork Times del lunes proclam en primera plana que ahora hay dos super- potencias en el planeta: Estados Unidos y la opinin pblica global. +.1 Parece, pues, que la opinin pblica ha llegado por fin al centro .del escenarto poltico. Sin embargo, si vamos a otorgarle a la op1111On pblica el rango de superpotencia, es menester considerar se trata de un sujeto poltico bien diferenciado de los estados-nacin. c0 111.o Estados Unidos. Adems, no queda claro a quines representa la OPI- nin pblica ni cmo los representa. De modo q.ue n.os este punto, dar un paso atrs para considerar la historia la opmlOn pblica y las diversas teoras que han intentado forn:a de representacin- As descubriremos que, en realidad, la 0pIIl10n pu- blica no es ni representativa ni democrtica. Por ms que <do pblico), y <da opinin son nociones que pueden retrotraerse a la antigedad clsica, en esencia la opinin pblica es una creacin del siglo XVIII, surgida, no por casualidad, al InsI110 tiempo que la nueva ciencia de la representacin democrtica. Entonce.s s: interpret que la opinin pblica era la voz del y se que en la deITIocracia moderna desempeaba una funcin te a la de la asamblea en las democracias antiguas: un espaCIO donde el pueblo se sobre los asuntos pblicos. Se consideraba que la 297 MULTITUD opinin pblica funcionaba a travs de instituciones representativas, como los sistemas electorales, pero que iba mucho ms all: en ella se quiso ver la presencia constante de la voluntad popular. As pues, desde los comienzos, la opinin pblica estuvo estrechamente relacionada con las de representacin democrtica, como vehculo cornple- mentarro de la representacin y como un suplemento que compensa sus limitaciones. . En el pel:samiento poltico moderno, esta nocin de opinin p- blica no tardo en dar lugar a dos corrientes opuestas: una basada en la visin utpica de la representacin perfecta de la voluntad del pueblo en el gobierno y otra que se sustentaba en una visin apocalptica de la dominacin .de unas masas manipuladas, Recordemos, por ejemplo, dos textos publicados en 1895: American Commonwealth, de James Brycc, y. Psvcholooie desjoules, de Cusrave Le Bon. El escocs Bryce, un estu- dIOSO y poltico que celebr la democracia de Estados Unidos (al igual que habla hecho Tocqueville antes que l), consideraba la opinin p- blica C0l110 un mecanismo esencial de representacin democrtica. La misin de la opinin pblica se alcanzara si fuese posible conocer en tod,o momento la voluntad de la mayora de los ciudadanos, y sin ne- d,e pasar por un cuerpo de representantes e incluso, a ser posi- S1l1 mnguna maquinaria electoral. [...J Este control informal pero d:recto de la multitud minimizara, por no decir anulara, la importan- era de los pronunciamientos fonnales, pero ocasionales, que se hacen con motivo de las elecciones de rcprcsentantes.:" Bryce imagina un siste- ma poltico en el que la voluntad de todos los individuos se hallara plena e inmediaramenrc representada en el gobierno, y crey que la poltica estadounidense en el siglo XIX lo hara posible. En cambio, Le Bon no ve en las expresiones pblicas de las masas una multiplicidad de voces racionales individuales, sino una voz indiferente e irracional. En las mu- chedumbres, segn Le Bon, <do heterogneo se rinde a 10 homogneo, y prevalecen las cualidades inconscientes." Las muchedumbres son fun- damentalrnenre irracionales, vulnerables a las influencias externas, y tien- den a seguir natural y necesariamente a un lder que las controla man- tenindolas unidas por medio del contagio y de Ia repeticin. Para ser precisos, podramos decir que la emocin primordial de las muchedum- 298
bres es el pnico. El dios griego Pan, de cuyo nombre deriva esa bra, conduce a las masas y las enloquece: las turbas linchan a personas inocentes, los mercados se colapsan, las monedas se hunden, se de- sencadenan las guerras." Por lo tanto, segn esta segunda visin apoca- lptica, la opinin pblica es peligrosa porque tiende a actuar unida y porque es susceptible de ser manipulada. Entre estas dos visiones extremas, la opinin pblica tambin se ha concebido en la historia de la filosofa poltica moderna como una forma de mediacin que ayuda a articular las numerosas expresiones individua- les o de grupo y la unidad social. En la nocin de sociedad civil de G. W F. Hegel es fundamental este concepto de mediacin." La sociedad civil es el mbito conformado por todas las organizaciones e institucio- nes sociales, eoonornicas y polticas que no forman parte del Estado. En la sociedad civil no intervienen solo individuos, sino tambin, y funda- mentalmente, familias, grupos cvicos, organizaciones sindicales, partidos polticos, grupos de intereses y otras muchas formas de La clave de la nocin hegeliana de sociedad civil es su perfecta ar-ntorna con la ideologa capitalista de una sociedad basada en las relaciones de in- tercambio. Mediante esa alquimia poltica, la sociedad civil convierte los mltiples intercambios de la sociedad capitalista en la autoridad unitaria de la soberana; es al mismo tiempo la expresin plural de las voluntades de todos y cada uno, y la sntesis ilustrada de estas en una voluntad ge- neral unificada. Debemos tener en cuenta que para Hegel la sociedad civil realiza la misma funcin que asume la representacin en el pensa- miento poltico moderno en su conjunto: a travs de la sociedad civil, todos los miembros de la sociedad estn vinculados y al mismo tiempo separados del dominio poltico de la soberania y del Estado. La nocin de Hegel proporciona un modelo para elevar la pluralidad de la expre- sin individual, en la opinin pblica a una unidad racional compati- ble con la soberania. Sin embargo, y al menos desde mediados del siglo xx, la opinin pblica se ha visto transformada por el enorme crecimiento de los medios de comunicacin: la prensa, la radio, la televisin, internet, etc. La velocidad de la informacin, la exasperante pltora de smbolos, la cir- culacin incesante de imgenes y la evanescencia de los significados 299 MUITITUI) estar socavando las dos nociones de opinin pblica que hemos ta.uto la que la concibe como suma de las expresiones indi- viduales multlples como la que la considera una voz racional unificada. Entre los tericos contemporneos de la opinin pblica es Jiirgen Ha- el que renueva con ms acierto la nocin hegeliana de mediacin (msplrandose principalmente en la primera concepcin de interrelacin por en el concepto tardo de sociedad civil), y la vmcula a la visten utoptca de la expresin individual racional." Desde e,l de vista de Habermas, la opinin pblica puede concebirse en termmos de accin comunicativa encaminada a alcanzar un entendimiento y conformar un marco de valores. Esta esfera pblica es democrtica en tanto que permite la libre expresin y la pluralidad de los intercambios Para Habermas, este mundo vivo es una alternativa externa al. sIst.e,ma de la razn instrumental y del control capitalista de la COIllU- nicacion. Por supuesto, hay un eco racionalista y moralista en este inren- de separar el mundo de la comunicacin libre y tica del sistema de y dominacin, un nimo indignado contra la c010- capitalista del mundo vivo. Ah es donde la concepcin haber- de la comunicacin tica en una esfera pblica democrtica se totalmente utpica e irrealizable, porgue no podemos aislarnos, I1l .aIsIar nuestras comunicaciones y relaciones al margen de la instrumen.. talidad del capital y de los medios de comunicacin. Ya estarnos todos dentro de ellos, contaminados. La redencin tica, si es que esta puede tener lugar, habr que construirla dentro del sistema. A diferencia de Habermas, Niklas Luhmann rechaza ese trascenden- o utopisrno moral y propugna que concibamos la esfera pblica siguiendo el mtodo funcionalista que convierte las redes de la interac- cin social en un motor de equilibrio social.:" Esta visin renueva el funcionalism., caracterstico de la sociologa estadounidense tradicional y lo con varios planteamientos Inetodolgicos novedosos de la sociologa, Luhmann considera la esfera pblica como un sistema ex- complejo, aunque autosuficiente, en el que todos los actores pese a sus diferencias de opiniones y creencias, contnbuyen al equilibrio del sistema en su conjunto. En la medida en que esta concepcin de la opinin pblica implica una representacin 300 ])EMOCRAC]A democrtica, esa representacin reposa en una nocin de la interaccin libre de la vasta pluralidad de las diferencias sociales dentro del sistema social; la propia con1plejidad del sistema se interpreta como un signo de su naturaleza representativa. Sin embargo, esa es una nocin poco ade- cuada de la representacin. Las perspectivas funcionalistas, como la de Luhmann, plantean un modelo de mediacin entre la pluralidad de las voces sociales y la sntesis de la totalidad social, pero ponen el acento en la solidez, la estabilidad y el equilibrio del sistema. A decir verdad, ninguna de estas teoras de la mediacin tiene en cuenta el nuevo papel de los medios de comunicacin y de las encues- tas, que son factores esenciales para la creacin y la difusin de la opi- nin pblica conten1pornea. En el terreno de los estudios de medios, que s se plantean esos nuevos factores, hallamos una vez ms la divisin entre la opinin pblica concebida corno expresin individual racional, y la manipulacin de la masa social. La visin utpica est promovida principalmente por los propios medios mayoritarios: los medios de co- municacin presentan informaciones objetivas que permiten a los ciu- dadanos formarse sus propias opiniones, que a su vez les son devueltas fielmente por las encuestas de opinin de dichos Inedias. George Gallup, por ejemplo, el fundador del modelo estadounidense de encuestas de opinin, y que por cierto influy mucho en la obra de james Bryce, sos- tiene que las encuestas sirven para que el gobierno preste atencin a la voluntad popular. Sil En el entorno acadmico, en cambio, los estudio- sos de los medios de comunicacin tienden a la interpretacin apoca- lptica. Aunque la informacin y las imgenes sean omnipresentes y so- breabundantes en la sociedad contempornea, en ciertos aspectos las fuentes de la informacin han sufrido una reduccin espectacular. Han desaparecido prctican1ente los peridicos alternativos y otros medios que expresaban los puntos de vista de diversos grupos polticos subor- dinados en los siglos XIX y XX. 51 A medida que las corporaciones me- diticas van fundindose en grandes conglomerados, se homogeneza cada vez mas la informacin que distribuyen. Los investigadores de los medios critican, por ejemplo, que durante la guerra de 2003 contra lraq los principales peridicos y las cadenas de televisin de Estados Unidos se limitaran a repetir uniformemente la versin oficial de las autorida- 30! MULTITUD des, sin apenas variacin. 52 Los medios de comunicacin corporativos pueden funcionar a veces como portavoces de las posiciones guberna- tan fielmente corno si fuera un sistema en manos del propio gobierno. TaInbin han sealado el efecto Inanipulador de las encues- tas de opinin. Por supuesto, la idea de que las encuestas de opinin nos dicen lo que pensamos tiene mucho de razonan1iento circular. En el mejor de los casos puede atriburseles un efecto psicolgico centrpe- to, en el sentido de que nos incitan a sumarnos a los criterios de la mayora." Tanto desde la derecha como desde la izquierda se acusa de tendenciosidad a los medios de cornunicacin y a sus encuestas, ponien- do de manifiesto que se utilizan para n1anipular o incluso falsificar la opinin pblica. 54 Una vez ms, la opinin pblica se halla atrapada entre el utopisrno ingenuo de la objetividad informativa y la racionalidad de la expresin individual, y la cnica visin apocalptica del control social de las masas. En el contexto de esta alternativa tan extrema como insostenible, el campo de los estudios culturales nos aporta una perspectiva importann-, en especial los de la corriente gue deriva de la obra de Stuart Hall y de la, de Bi rmingham. 55 Los estudios culturales aportan un principio bsico, a saber, que toda con1unicacin (y, por lo tanto, tambin la opinin pblica) es bilateral.Aunque estemos constantemente bon1bardeados por los Inensajes y los significados de la cultura y de los medios, no Son10S meros receptores o consumidores pasivos. Conrinuamenr- vamos extra- yendo de nuestro mundo cultural nuevos significados, nos resistimo, a los mensajes dominantes y descubrmo, nuevos modos de expresin social. No es que nos aislemos del mundo social de la cultura dominante sim- plenlente es que no nos rendimos ante sus poderes, y lo que es an ms importante, no nos lintitamos a crear subculturas alternativas dentro del marco de la cultura donlinante, sino que adems desarrollamos nuevas redes de expresin. La comunicacin es productiva, pero no solo lo es de valores econmicos sino tambin de subjetividad, lo que la convierte en un elemento central de la produccin biopoltica. Opinin pblica>, no la ms adecuada para estas redes alternativas de expre- ston nacidas en la resistencia porque, corno hemos visto, en las concep- ciones tradicionales la opinin pblica tiende a ofrecer un espacio neu- 302 1lEMOCRAC1A tral de expresin individual, o un conjunto social unificado, o una binacin intermedia entre estos dos extremos. Estas formas de expresron social a que nos referimos aqu solo podemos entenderlas como.redes de la multitud que resisten al poder dominante y consiguen producir expre- siones alternativas desde dentro del mismo, La opinin pblica, a fin de cuentas, no es una voz unificada, ni un punto Inedia de equilibrio social. Cuando los comicios y las encuestas nos inducen a considerar al pblico como un sujeto abstracto, y pensamos que el pblico desea talo cual cosa, no estarnos ms que ante una pura ficcin y un engao. La opinin pblica no es una forma de represen- tacin, ni un sucedneo moderno, tcnico y estadstico de la cin. Tampoco es un sujeto democrtico, sino un campo de WI1J7tetO finido por las relaciones de poder, en las gue y debemos tervenir polticamente por medio de la produccin cultural y todas las dems formas de produccin biopoltica. Ese .cam- po de la opinin pblica no es en modo un terreno de Juego equilibrado, sino ms bien radicalmente puesto que los me- dios de comunicacin estn controlados primordialmente por grandes corporaciones. De hecho, no existen garantas constitucionales reales que garanticen el acceso a este campo, ni sistema alguno de controles y con- trapesos que lo regule. En Europa se han realizado muchos ejercer el control pblico sobre los mecanismos de la op.1l110n pero nunca han conseguido llegar al ncleo .de.los rnedios de dad corporativa. En cualquier caso, el la Op1l11On pblica no es un espacio de representacin democrtica S1110 cam- po de conflicto, aunque no aporta una solucin, sirve el problema. El conflicto que se da en el mbito de la opnnon publIc.a, es un umbral que deber atravesar la multitud en su de formacin. Ahora podemos retornar a nuestro punto de partida: .la superpotencia identificada por el NewYork Times en las manifestaciones globalmente coordinadas contra la guerra en febrero de 2003. Llamar opinin pblica global a esa nueva superpotencia es el hecho de que esta se extiende ms all de las institucione,s 'poltIcas de repre- sentacin, y que su aparicin es un sntoma de la CrtSIS la repre- sentacin democrtica en la sociedad }?lobal: las multitudes constgureron ex- 303 MULT1TU1) prcsar lo que sus representantes no podan. Sin embargo, el trmino de opinin pblica global es totalmente inadecuado a la hora de entender la naturaleza y el poder de estas expresiones de las redes de la multitud. Llamarlas superpotencia es tan prematuro como equvoco, dada la ra- dical asimetra que domina hoy en el orden global. Para entender me- jor este poder de la multitud nos interesa investigar algunas de sus ex- presiones contemporneas -los agravios de que acusa al sistema global actual, las reformas que cosa que haremos en la seccin si- guiente, para pasar luego a examinar cmo las redes de la multitud pueden formar un verdadero contrapoder y hacer posible una sociedad global autnticamente democrtica. Monos Blancos Los movimientos democrticos radicales de Europa encontraron su imayen ms contundente durante un intervalo de tres o cuatro aos, a finales del decenio de 199U, en un grupo de activistas italianos llamados Bianche, Monos Blancos. Este movimiento naci en los centros sociales donde) a mediados de los noventa, los activistas empezaron a retlcxionar sobre la profunda transforma- cin de nuestra sociedad. A su vez, los centros sociales ita'lianos tuvieron su origen en el decenio de 1970 como espacios sociales alternativos. 56 Grupos de jvencs ocupaban a{{?n edificio abandonado y creaban all un centro de reunin gestionado colectivamente)' provisto de todo lo necesario: librera, cafetera, sara de radio, espacio para conferencias y conciertos. En el decenio los jvenes de los centros sociales, despus de<,?uardar lutopor la defuncin de la clase obrera y elfin delfordismo en las [bricas de sus padres, protagonizaron una nueva tragedia vctimas de la droga, el aislamiento y la prdida de horizontes. Todos los principales pases industrializados han pasado por esa experiencia, pero como la lucha de clases habasido especialmente intensa en la Italia de los aos setenta, los jvenes italianos de los ochenta estuvieron entre los ms afectados. Despus de 199U, sin embargo, la tifliccin quedsuperada y los jvenes de los centros sociales empezaron a distinguir el nuevo paradigma de trabajo que ca- racterizaba sus experiencias, ese trabajo mvil,.flexible, precario, caracterstico del que hemos descrito en el captulo 2. Los Monos Blancos represen- 304 ])EMOCRACIA taran a e$te nuevo proletariado, reemplazando a los monos arules tradicionales de los obreros industriales. El movimiento de 10$ Monos Blnncos apareci por primera vez en Roma a mediados de los aos noventa, en una poca de creciente marginalidad de los partidos y de las organizaciones tradicionales de la izquierda italiana. Desde el comienzo, los Monos Blancos proclamarotl su no alineacin COl1 ningn otro grupo o partidopoltico. Decan ser los (obreros puesto que no tenan con- tratos fijos) ni seguridad, ni base de ident{ficacin algwta. Eso era lo que trataba de simbolizar el color blanco de los monos. Y andando el tiempo se demostrara que esa invisibilidad caracterstica de su trabajo era tambin lafuerza de su movimiento. Pronto se hicieron maestros en organizariestos rave en las randes ciuda- des. Cualquier noche, en cualquier parte de la ciudad,juntaban muchos vatios de sonido y una caravana de camiones para celebrar grandes sesiones cas de baile. Miles dejvenes aparentemente surgidos de ninouna parte badan- do toda la noche. Y los MOflOS Blancos combinaban esa vocacitl festiva wn su activismo poltico. En las calles denunciaban las miserables condiciones de los nuevos trabajadores en precario, protestaban por su pobreza y exoon una renta garantizada';> para cada una. Sus manifestaciones parecan formarse a par.tir aire) como la aparicin de Ariel en La tempestad. Eran transparentes) ItJ1JISI- bies. En un momento dado sus actividades se extendieron como una mancha de aceite por varias ciudades. Empezaron a manifestarse alIado de los inmigrantes ilegales (otra cateora de miembros invisibles de la sociedad), los po- lticos de Oriente Prximo y otros movimientos de liberacitl. Cuando comenzaron los olfrentamicntos con la polica, los Monos Blancos dieron otro golpe simblico Emulaban el espectculo de la represin poli- cal. Si los guardias provistos de sus equipos antidisturbios parecan Robocops sus escudos de plexi:Is y sus todoterrcnos blindados, los Monos Blancos sepoman rodilleras y cascos deftbol americano, y transormaban las camionetas de las raves en monstruosos simulacros de los vehculos militares. Fue un espectculo de iro- na posmoderna para activistas polticos. Sin el desarrollo decisivo de la organizacin de los Monos cos seprodujo cuando estos miraron fuera de Europa, a Mxico. Les pareclO que el subcomandante Marcos y la rebelin zapatista haban captado lo novedoso de la nueva situacin global. Como decan los zapatistas, de lo que se trataba en 30S MULTITUD la bsqueda de nuevas estrategias polticas era de caminar preguntando. De modo que los Monos Blancos se unieron a los <fZnPOS de apoyo a la revuelta mexicana e incluyeron entre sus smbolos el caballo blanco de Zapata. Los zapa- tistas sonfamosos por su utiliracin de internetpara la comunicacin global, pero los Monos Blancos no eran simples zombis de la red, sino que se propusieron actuarfsicamente en los planos internacional y i;lobal, mediante operaciones que tlls tarde calificaron de diplomacia desde abajo. En COl1SeCl/CI'Ica, hicieron varios viajes a Chiapas. Los Monos Blancos formaron parte del servicio de seguridad europeo que escolt y prote.f?i la histrica marcha de los z apatistas desde la sel- va de La Condona hasta la capital mexicana. Se encontraron en la misma lu- cha de lapoblacin indlgena mexicana porque todos estaban explotados en la nue- va y violenta realidad creada por el capital global. En laglobalizacin neoliberal, la movilidad espacial y laflexibilidad temporal eran elementos esenciales tanto para los trabqfadores metropolitanos como para laspoblaciones rurales indgenas, todos los cuales padecen las nuevas leyes de la divisin del trabajo y del poder en el nuevo mercado global. El proletariado metropolitano de Europa haba des- pertado de nuevoy necesitaba unas nuevas seas de identidad polticas quefuesen ms all de los smbolos, y las encontr en las selvas de Chiapas. Los Monos Blancos regresaron a Europa desde la Ciudad de Mxico pro- vistos de un proyecto coherente, y orientaron sus acciones contra la,f?'obalizacin neofberal. As, en 1999, cuando en Seattlc estallaron las protestas contra la OAIC,fueron a Seattle y aprendieron de los activistas norteamericanos sus m- todos de desobediencia civil y protesta pacifica, que rara vez se haban utilizado en Europa. Esas tcticas aRresivas y aprendidas en Seattle se suma- ron a las innovaciones irnicas y simblicas del movimiento. Los Monos Blan- cos prosiouieron sus viajes. Regresaron a Chiapas' viaiaron al norte a Quebec y estuvieron presentes en todas las cumbres intem:cion'ales europeas, desde hasta Praoa y GotembulJio. La parada definal de trayecto para los Monos BlancosfiJe la protesta con- tra la cumbre del G-8 en Gnova, en el verano de 2001. Fueron uno de los prin- cipales Rrupos organizadores del movimiento que reuni a ms de trescientos mil activistas. Los Monos Blancos se manifCstaron cuando recibieron autorizacin para ello, enfilaron padficamente hacia el lugar donde se celebraba la cumbre, y resis- tieron lo mejor que pudieron cuando la polica los atac empleando Rases lacri- mgenos) porras y disparos. La emulacin irnicafue recibida esta vez por las fuer- 306 DEMOCRAC:IA Zas del orden con gran violencia, ms propia de una guerra de baja intensidad que de una operacin polical. Uno de los manifestantes, Carla Giulian,jue .muerto por la polica. La indignacin fue extrema en Italia y en toda Europa. Las demandas judiciales por la brutalidad policial han seguido su (ursa en los -tribunales durante todos estos aos. Despus de Gnova, los Monos Blancos decidieron desaparecer, tras considerar que ya habapasado la poca en la que se precisaba degrupos como el que ha- b(an creado para liderar los movimientos ,Renerados por la multitud. Haban cum- plido con su papel de organizar las Rrandes protestas contra las conierencias in- ternacionales y Las cumbres gLobales, de extender los movimientos de protesta y dotarlos de coherencia poltica, de tratar de defender a los manifestantes y apartar- los de la violencia contraproducente) encaminndoLos a[ormas de expresin ms creativas y muchas veces irnicas. Posiblemente lo ms valioso que habr quedado de la experiencia de los Monos Blancos es que consiguieron crear unaforma de ex- presin para las nuevas [ormas de trabq/o, su organizacin en red, su movilidad espacial, su.flexibilidad temporal, y organizarlas en unafuerza poltica coherente contra el nuevo sistema de poder global. Evidentemente) no puede existir una or- ganizacin poltica delproletariado en nuestros das queprescinda de esos elementos. II DEMANDAS GLOBALES DE DEMOCRACIA doy cuenta de que la divisin equitativa de la pro- piedad es impracticable, pero atendido que las conse- cuencias de esta gran desigualdad infligen tanta miseria a la mayora de la humanidad, todas las disposiciones que inventen los legisladores para el reparto de la pro- piedad sern pocas. THOMAS jEFl'ERSON [Hablemos de las relaciones de propiedad, camaradas! BERTOtT BRECHT Cahicrs de dolances En este punto dejaremos a un lado nuestro anlisis terico para empren- der una mvesngacn prctica, elllprica. En todo el mundo se dan actualmente lIlnumerables protestas contra las dcsgi ialdad 1 -. .. " . . es, as mjusncias y las caractensncas antidemocrticas del sistema global t 1 . " y a es protestas se organizan ms en movimientos duraderos y poderosos. En 1999, las mamfestaClones contra la cumbre de la OMC S ttle nui '.. en ea t e qUl- por pnmera vez la atencin de los medios de comunicacin pero haca dcadas que diversos grupos, tanto de las reas don:llnantes del planeta como de las subordinadas, venan exponiendo contra aspectos polticos, j.urdicos y econmicos del sistema glo- bal. Cada una de estas protestas tiene su mensaje concreto (que Cae con 30B I)EM()(;RACJA frecuencia en odos sordos, al menos de momento, cual una botella arro- jada al ocano, o una semilla enterrada bajo la nieve en espera del des- hielo primaveral), pero no est claro el peso especfico de las protestas en su conjunto. A primera vista, solo distinguimos una sucesin inco- herente de quejas sobre cuestiones heterogneas. Consideremos estas diversas protestas y demandas contra el sistema imperial de hoy como una nueva versin de los cuadernos de agravios o cahiers de dolances que se recopilaron en vsperas de la Revolucin fran- cesa. En 1788, enfrentado a una crisis financiera creciente, el rey Luis XVI convoc para el ao siguiente a los Estados Generales, que no se haban reunido desde 1h14. Tradicionalmente, dicha asamblea serva para que el rey saneara la Hacienda promulgando nuevos impuestos, a cambio de lo cual se avena a escuchar los agravios que le exponan los participantes. El rey no prevea que fuesen muchos, pero en mayo de 1789, cuando se celebr la primera sesin en Versalles, se haban recibido ms de 40.000 cahicrs de dolnnccs procedentes de todas las regiones del pas. Eran listas de denuncias y reivindicaciones que iban desde los asuntos loca- les ms nimios hasta las ms elevadas cuestiones de gobierno. Las fuer- zas revolucionarias que estaban creciendo en Francia hicieron suyas es- tas reivindicaciones y vieron en cada caso concreto el embr-in de un nuevo poder social. En otras palabras, el abb Sieyes y sus compaeros construyeron sobre la base de los cahiers la figura del Tercer Estado como sujeto poltico capaz de derribar el antiguo rgimen y de instaurar el po- der de la burguesa. Quiz sea posible considerar las protestas contra la forma presente de globalizacin bajo una luz similar, y ver en ellas la fi- gura potencial de una nueva sociedad global. Observemos, sin embargo, que la incoherencia de las quejas y recla- maciones de hoy no se parece a la de los franceses del siglo XVIII. Los miles de cahiers de dolmIces tenan un contenido variopinto, pero detrs de ellos, como si dijramos, los listados coherentes y ordenados de la En- culopedia de Diderot y D'Alembert, que les brindaban una estructura l- gica profunda e ilustrada. Las protestas de hoy no estn respaldadas por una racionalidad enciclopdica. Los actuales cuadernos de agravios se parecen ms a la Biblioteca de Babel de Borges: una coleccin infinita, catica y confusa de volmenes sobre cualquier cosa de este mundo. En 309 MULTITU1J si puede existir una coherencia, hoy solo se apreciar a poste- rIon, desde el punto de vista subjetivo de los propios manifestantes. Tal vez la vibracin ssmica de cada protesta llegar a entrar en resonancia con. las de las dems, amplificndolas todas coordinadamente para pro- dUCIr el terremoto de la multitud. N o obstante, a pesar de la diversidad de las reivindicaciones, pode- mos reconocer tres elementos comunes que convergen reiteradamente en todo proyecto de un mundo nuevo y democrtico: la critica de las form.as. ,existentes de representacin, la protesta contra la pobreza y la oposrcron a la guerra. De momento, sin embargo, hay que armarse de paciencia. Pongmonos cmodos y escuchemos algunas de las reivindi- caciones ms clamorosas frente al sistema global contemporneo. No pretendemos ofrecer una relacin exhaustiva, y la parcialidad de la se- sin revelar nuestra propia ceguera, pero ser suficiente para dejar constancia del alcance y la profundidad del malestar contempo- rneo. Reivindicaciones de representacin La mavoria de las protestas contemporneas se centran, al menos en parte, en la falta de representacin. Aunque nuestra atencin se dirige al sis- tema global, antes hay que echar una breve ojeada a las instituciones de representacin local y nacional, porque el plano global descansa direc- tamente sobre ellas. En efecto, hoy se plantean quejas constantes y ubi- ellas contra los sistemas institucionales de representacin local en todas las naciones mundo. La representacin falsa y distorsionada que re- sulta de SIstemas electorales locales y nacionales viene siendo obje- to de quejas desde hace mucho tiempo. Al parecer, el voto ha quedado reducido a la obligacin de elegir a un candidato no deseado, pero que se ofrece como un mal menor, para que nos represente deficientemen- dos, cuatro o seis aos. Ciertamente, los bajos niveles de par- ucrpacron en las elecciones socavan la representatividad de las eleccio- nes: los electores que se abstienen expresan una protesta silenciosa contra el sistema. Las elecciones presidenciales de 2000 en Estados Unidos cons- 3]0 ]JEMOCltAC1A tituyen el ejemplo ms notorio de la de la representac.in instru,- mentada mediante la institucin electoral.P' Hasta Estados Unidos, el paIS que pretende erigirse en garante de la democracia en todo el mundo, ha tenido que recurrir a un simulacro de representacin. No hay pa- ses que tengan un sistema electorallllucho ms representativo; en la ma- yora de ellos, de hecho, lo es notablemente menos, Todava menor legitimidad tienen muchas de las formas no electo- rales de representacin a nivel local y nacional. Se podra decir, por ejcm- plo, que las grandes corporaciones, aunque no sean fruto de elecciones, representan los intereses nacionales: Lo que es para la Ge;leral Motors es bueno para Amrica, corno se suele decir, Pues he aqm que la irresponsabilidad corporativa, es decir, la falta de responsabilidad o de representacin, es tambin uno de los ternas comunes de pro- testas. Lo mejor que se puede decir hoy sobre la representacion corpo- rativa es que les votarnos con nuestros talonarios de cheques. O sea, que elegTIos a una corporacin u otra por los productos que consumiInos. En una esfera mucho ms limitada, tambin puede decirse que las cor- poraciones representan a sus accionistas, aunque pocos nosotros te- nemos tanta capacidad de compra, o un paquete de acciones tan con- siderable que podamos jactarnos de ejercer una influencia o un control significativo sobre ninguna de ellas. En realidad, estas nociones de la re- presentacin corporativa son mucho ms efmeras. ya que confan en la prudencia de los representantes, sin ninguna aportacin sustancial por parte de los representados. En ltimo tr mino, estas ficciones de repre- sentacin son tan ofensivas como la que pretende que el seor feudal asuma la representacin de los campesinos de sus fincas, o el dueo de una plantacin la de sus esclavos." .. Todas estas quejas sobre las deficiencias de la representatIvldad en el plano local y en el nacional se intensifican a escala en. !os procesos de la globalizacin. En los nuevos dominios de la los mecanismos de conexin y de instruccin son mucho mas tenues incluso que los de la vieja representacin patriarcal. Uno de los tados de la forma actual de globalizacin es que ciertos lderes naCIO- nales, electos o no, adquieren poderes cada vez nlayores sobre poblacio- nes que no pertenecen al Estado-nacin de aquellos. En muchos aspectos, 3] ] MUlTITU]) por ejemplo, el presidente de Estados Unidos y los mandos m.iljtares estadounidenses esgrimen poderes con la pretensin de representar a toda la humanidad, Qu clase de representacin es esa? Si la conexin de los votantes estadounidenses con tales lderes es minima la que tie- ne con ellos el resto de la humanidad es infinitesimal. Por eso, las pro- testas Unidos en el Inundo no son una mera expresin de antnunerrcanismo sino una manifestacin de los agraviados ante esa falta de representatividad. En cuanto a las corporaciones dominantes la conexin de la poblacin global con ellas y el control que pueda cer sobre sus activIdades son todava ms tenues. que la falta de representacin originada por el poder de las mstltuClones econmicas y polticas nacionales cuando esta . _ . ,s ac ceden al plano global quedara compensada, o al menos paliada, por las mstltuclOnes mternacionales y supranacionales. Pero estas instituciones no venido sino a corroborar la profundidad de la crisis de represen- Supongamos que el Banco Mundial y el FMI, por ejemplo, que han SIdo blanco de protestas cada vez ms multitudinarias y clarnorosas en el transcurso de las ltimas dcadas, representan los intereses de toda la economa global, y ms especficalllente, los intereses de la nacin o la beneficiaria de sus programas crediticios y campati.as de ayuda; p.e,ro en este supuesto, sera casi exclusivamenn- una representa- Clan del tipo que antes hemos llamado patriarcal, sin la mnima con- tribucin ni control por parte de la nacin o regin correspondiente. En efecto, la prctica liabtnal del FMI Ydel Banco Mundial consiste en a los beneficiarios de los prstamos o de las ayudas unas con- diciones que dictarn su gestin econmica y poltica, socavando as su nacional. ('O Cabra objetar a esto que el Banco Mundial y el FMI estan gobernados por sus naciones nliembros. Pero hay que recor- dar que esa gobernacin se funda, como hemos visto en el captulo 2, en unos derechos de voto proporcionales a sus contribuciones rnone- tarjas, cual un poder desproporcionado a Estados Unidos y Otros paises dominantes De esa forma, la asimetra del poder de voto de los diferentes miembro, del FMI Yel Banco Mundial reproduce el con- trol no representativo que ejercen los estados-nacin dominantes en el Sistema global. 312 I)EMOCRACIA Entre las principales instituciones globales existentes, sin duda la ms representativa es N aciones Unidas, que por ahora no ha sido blanco de grandes protestas sociales. Pero es preciso reconocer que tambin aqu la crisis de representatividad es extrema. En primer lugar, la Asamblea General, que es el foro ms democrtico de Naciones Unidas, solo puede ser tan representativa como sus naciones miembros, En otras palabras, la falta de democracia que hemos identificado en el plano nacional se trans- mite sin atenuantes a laAsamblea General. Un representante de la Asam- blea General de las Naciones Unidas no puede ser ms representativo de una poblacin nacional que el poltico a quien debe su nombramiento, o mejor dicho, necesariamente lo es menos, puesto que la rcpresentativi- dad decrece con cada grado de separacin. Adems. la representacin en la Asamblea General est Inuy falseada con respecto a la poblacin glo- bal, porque el voto de cada pas tiene el mismo valor en la Asamblea con independencia de su nmero de habitantes. En segundo lugar, la limita- da representatividad de la Asamblea General queda todava ms restrin- gida a causa de los poderes del Consejo de Seguridad. Este organismo no pretende ser representativo, porque aparte del turno rotativo de sus miem- bros cuenta con cinco miembros permanentes con derecho a vetar las resoluciones: China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos. Las acciones del Consejo de Seguridad, en especial el veto ejercido por sus miembros permanentes, pueden negar la representacin global, ya de por s limitada, de la Asamblea General. Por lo tanto, no es sorprendente (ni injustificado) que muchas de las protestas actuales apunten a la falta de representacin, no solo de los gobiernos y los medios de comunicacin nacionales, sino tambin, y con ms razn todava, en el plano global. Estas protestas revelan no solo una crisis de representacin democrtica, sino tambin la corrupcin de nuestro vocabulario poltico. En sus quejas reconocemos al menos tres principios fundamentales del constitucionalisrno moderno que han sido vaciados de su sentido original: ningn poder sin representacin, la se- paracin de poderes y la libertad de expresin. Los argumentos de Ma- dison, quien vea en la representacin la clave para quebrar cualquier concepcin monrquica del poder, parecen ahora simples tergiversacio- nes; Montesquieu, que propugn la divisin radical de los poderes cons- 313 MULTITUD tituci,onales, ha quedado silenciado por la unidad del sistema; y la libre ex- de Jefterson ha quedado monopolizada por las corporaciones me- diticas. El diccionario poltico del liberalismo moderno es un cadver :fro y En realidad, el JiberaJiS1110 nunca pretendi representar a toda la SOCIedad, puesto que los pobres, las mujeres, las minoras raciales y el resto. de la mayora subordinada estuvieron siempre excluidos del poder mediante mecanismo, constitucionales explicitas o iInplcitos. Pero en nuestros das vemos que el liberalismo ni siquiera es capaz de representar adecuadamente a las elites. En la era de la globalizacin se hace cada vez ms evidente que el 1110nlento histrico del liberalismo ha pasado. Reivindicaciones de derechos y justicia los derechos y la justicia estaban garantizados por las ,constltuclOnes nacionales, de ah que las protestas hayan adoptado la de una reivindicacin de los derechos civiles) dirigida a las auto- nacionales. se continan expresando reivindicaciones sig- lllficatlvas. en matena de derechos civiles, especialrnenre por parte de en los pases dominantes, corno por ejemplo las reivindicaciones de las mujeres y las gentes de color en Estados Unidos, de derechos de los musulmanes en Francia, y de las poblaciones abongenes de Canad y Australia. Cada vez ms a menudo, y sobre todo en pases subordinados, donde el Estado-nacin no es capaz de ga- rantIzar. derecho alguno, los protagonistas de las protestas optan por apelar duectanlente a las autoridades internacionales y globales, trasla- dando la discusin del nivel de los derechos civiles al de los derechos humanos. En todo el mundo las ONG que se ocupan de los derechos hu- hoy contra las injusticias cometida, con las mujeres, las mmonas las poblaciones indgenas, los obreros, los pescadores, canlpesmos y otros grupos subordinados. En especial, 11an13 la aten- cion que los movimientos feministas de los ltimos veinte aos, primero en los pases subordinados y luego en los dominantes, havan converti- do sus organizaciones en ONG y hayan fornlulado los de la mujer en trminos de derechos humanos, (,1 314 1)EMOCRAC1A Los derechos humanos constituyen una suerte de garanta univer- sal, con facultad para contrarrestar las injusticias de los sistemas legales nacionales y para suplir sus insuficiencias. Cuando las autoridades nacio- nales de la Alemania nazi, por citar el ejemplo clsico y extremo, pusie- ron en marcha su proyecto de exterminar a los judos, la perspectiva universal de los derechos humanos obligaba a invalidar las nor mas legales nacionales y la autoridad nacional, y actuar en consecuencia. Parecido ar- gumento adujeron los activistas en favor de los derechos cuan- do abogaron por la intervencin militar europea y estadoumdense en la antigua Yugoslavia y en Ruanda en el decenio de 1990. En otros casos no tan dramticos, los derechos humanos son invocados para defender a aquellos a quienes la legalidad nacional no puede, simplemente no quiere, proteger. Por ltimo, se acude tambin a los derechos humanos en auxilio de los que han perdido la proteccin de todo sistema legal nacional, como es el caso de los refugiados. En este sentido, los derechos humanos se resumen en uno solo: el derecho a tener derechos, tanto dentro corno fuera de las jurisdicciones nacionales.'? Uno de los ejemplos ms elocuentes y exitosos de una campaa por la justicia y por los derechos humanos es el de las madres de la plaza de Mayo), el movimiento que las madres de los desaparecidos) duran- te la dictadura militar en Argentina iniciaron a mediados del decenio de 1970. Las madres se reuuian todos los jueves en la plaza frente al pala- cio presidencial, llevaban las cabezas cubiertas con pauelos blancos, portaban pancartas con las fotografias de los desaparecidos y reclama- ban conocer 10 ocurrido con sus hijos e hijas. El movimiento de las madres comenz corno una reclamacin a las autoridades, dentro de un contexto nacional, pero no tard en adquirir una dimensin internacio- nal con la participacin norteamericana y europea. Su lucha se ha con- vertido en un s1nbolo de la reivindicacin de la justicia frente a los cr- menes V los abusos del poder. (,j Par; muchos defensores de los derechos humanos, sin embargo, la principal dificultad estriba en la inexistencia de -estructuras institucio- nales adecuadas para garantizar que se respeten. El poder fundamental de los derechos humanos es la persuasin moral. Ciertamente, las ONG y los activistas pueden conseguir resultados importantes presionando a 315 MULT1TUI) las autoridades nacionales. A menudo cuentan con la financiacin de fun- daciones internacionales, respaldadas por una presin poltica desde los estados-nacin dominantes, y reforzadas por la atencin med.itica inter- nacional, pero en esencia los derechos humanos permanecen en el pla- no de la retrica y carecen de un marco legal apropiado. Lo paradjico del caso es que, hasta ahora, la aplicacin de los derechos humanos ha recado, en los casos ms visibles, en la fuerza de las potencias naciona- les dominantes, COIlI0 sucedi por ejemplo en 1998, cuando la OTAN in- tervino militarmente en Kosovo. As pues, un pas puede estar dispues- to a vulnerar la soberana de otro invocando los derechos humanos, pero al mismo tiempo insiste en el principio de la soberana nacional, [sobre todo de la propia! La aplicabilidad universal de los derechos humanos no se realizar mientras no cuente con una estructura legal institucionalizada y siga dependiendo de los estados-nacin dominantes. De hecho, se han creado algunas instituciones que luchan por, o al menos apuntan a, un marco de justicia ms all de las estructuras lega- les nacionales. El primer nivel de las instituciones supranacionales 10 re- presentan las diversas comisiones de la verdad que se han establecido al concluir ciertas guerras civiles o conflictos, corno los de Surfrica, Gua- temala, Chile y Argentina. Estas comisiones de la verdad son instituciones nacionales, pero necesariamente se sitan por encima de la estructura le- gal nacional puesto que han de examinar, en gran medida. delitos co- metidos por el propio rgimen estatal. Bien es verdad que muchas de ellas se han limitado a revelar los hechos del pasado sin pretender el castigo de los culpables, e incluso sin garantizar la imnunidad de los testigos. En algunos casos han llevado a revisiones histricas y han modificado el equilibrio de las fuerzas polticas. En otros no han pasa- do de ser una especie de terapia o catarsis colectiva destinada a restable- cer el orden tradicional. En cualquier caso, y en lo que atae a nuestra argumentacin, estas comisiones de la verdad no constituyen institucio- nes de justicia efectivas. Los tribunales internacionales creados despus de los conflictos na- cionales para juzgar los crmenes de guerra y los crimenes contra la humanidad suponen un segundo nivel de institucionalizacin ms all de las estructuras legales nacionales. El Tribunal de Nuremberg que 316 ]>EMOCRAClA enjuici a los lderes del rgimen nazi sent el precedente, y en el de- cenio de 1990 se establecieron tribunales internacionales para juzgar los crmenes de guerra perpetrados en Ruanda yYugoslavia. Es obvio que el alcance de estos tribunales es limitado, que solo persiguen los delitos ms indignantes perpetrados en un pas especifico durante un perodo de tiempo limitado, pero aun as no dejan de ser una realidad corno sis- terna de justicia que rebasa el nivel nacional. Cabra considerarlos como las primeras instituciones de un sistema global de justicia, aunque con demasiada frecuencia funcionen como simples hojas de parra para cu- brir las vergenzas de los vencedores. En un tercer nivel ms general y en estado experimental hallamos los tribunales internacionales permanentes. El Tribunal Internacional de Justicia (TI)), se cre en 1945 al amparo de la Carta de las Naciones Unidas para arbitrar las disputas entre los estados-nacin. Sin embargo, sus decisiones apenas tienen fuerza ejecutiva. La participacin de cual- quier Estado-nacin en las actuaciones tiene carcter voluntario y las sentenciasc rnuy poco peso. En 1986, por ejemplo. el TI] fall en contra de Estados Unidos en relacin con los daos causados a Nicaragua por las operaciones militares financiadas por Estados Unidos, pero este pas se neg a acatar el fallo y al tribunal no le qued ninguna va de recurso. En 2002 se estableci una institucin per-manente mucho ms poderosa, el Tribunal Penal Internacional (TPI). Todos los paises que ratifiquen su estatuto quedan obligados por las decisiones del tribunal. A diferencia de los tribunales penales para Ruanda y Yugoslavia, el TPI no prevalece sobre los tribunales nacionales, sino que se reduce a considerar aquellos delitos que rebasan la jurisdiccin nacional. Pese a tales limitaciones, el TPI indica mejor que ninguna otra institucin existente la posibilidad de un sistema global que proteja los derechos de todos por igual. En el momento de escribir tan esperanzada frase, sin embargo, uno se halla devuelto a la realidad por el hecho de que Estados Unidos se ha negado a ratificar el estatuto del TPI (oficialmente ha dejado de fir- mar el tratado) porque no acepta que sus ciudadanos, y en particular sus militares y polticos, se sometan a la jurisdiccin de este tribunal.v' Una vez ms nos enfrentamos a un hecho que malogra todos los intentos de crear un sistema de justicia supranacional o global: los estados-nacin 317 MUr,T1TULJ ms poderosos mantienen inalterado el poder de anular cualquier accin legal. En efecto, si la nacin ms poderosa o el grupo de naciones ms poderoso queda exento, entonces toda aspiracin de justicia universal o de derechos universales se estrella contra algo muy parecido a la ley del ms fuerte. As pues, no deberamos hacernos ilusiones sobre la eficacia de esas comisiones de la verdad, tribunales o cortes, ni sobre la justicia que esperar de ellos. A veces nos dejan el sabor amargo de la ejus- impuesta por los vencedores, y otras nicamente sirven para neu- tralizar y apaciguar conflictos, no para ejercer la justicia. Con demasia- da frecuencia la presuncin de justicia solo emnascara las maquinaciones del poder. Por ltimo conviene recordar que las injusticias que motivan tan- tas actuales no solo apuntan a la falta de estructuras legales inter- nacionales que garanticen los derechos, sino tambin, y ms fundamen- talmente, a la aparicin de estructuras legales globales que funcionan en contra de tajes derechos. Muchos estudiosos han empezado a analizar una nueva forma de derecho imperial surgida al final de la guerra fra. una parte, el derecho de Estados Unidos ha alcanzado una hegemo- ma tan poderosa que logra influir en una medida significativa sobre las de todos los pases y rransforrnar las estructuras y los c- digos legales, especialmente en lo que se refiere al derecho de propie- dad. Por otra parte, han emergido nuevas estructuras globales de legali- dad imperial, garantizadas por el podero militar estadounidense, que en parte estn constituidas, por ejemplo, por los procesos de la [ex mercato- ria que hemos analizado anteriormente. La ley imperial, segn estos estudiosos legales, es un vehculo de la globalizacin depredadora capi- esencialmente puesta al servicio de los intereses de las corpora- crones multinacionales y de los pases capitalistas dominantes. Irnica- mente --:-escribe uno de ellos-, y pese a su absoluta falta de legitimidad democrtica, la ley imperial impone, por medio de prcticas discursivas etiquetadas de "democracia e imperio de la ley", una filosofia legal reac- tIva que proscribe la redistribucin de la riqueza basada en la solidari- social.s'" Recientemente, el centro de gravedad de la teora y la prc- nca neoconservadora de la ley imperial ha pasado de las leyes comerciales 318 !lEMOCRACIA y los negocios internacionales a las intervenciones militares, los cambios de rgimen y la construccin de naciones: de la globalizacin neolibe- ral a la globalizacin armada. Conforrne la constitucin imperial se basa ms que nunca en el derecho de invencin y los derechos humanos son impuestos por la va militar, la funcin de los tribunales imperiales se hace cada vez ms ambigua.?" En cualquier caso, queda claro que las estructuras y marcos legales imperiales no sirven para prOluover los derechos y la justicia que reclaman las protestas, sino, por el contrario, para ponerles ms obs- tculos. Reivindicaciones econmicas Las protestas econmicas son tal vez las ms audibles y visibles. Muchos de los agravios de que se acusa al sistema global contemporneo en manifestaciones multitudinarias como por parte de grupos religiosos, ONG y agencias de Naciones Unidas- se basan en el hecho de que numerosos pueblos del Inundo viven en la nlayor pobreza, y muchos de ellos al lmite de la inanicin. Desde luego, las cifras son estremecedoras. Segn el Banco Mundial, casi la mitad de la poblacin del planeta vive con menos de dos dlares al da, y la quinta parte con menos de uno.'? En realidad, estas cifras solo son una indicacin nlUY parcial e indirecta del estado de pobreza; la miseria autntica es un hecho biopoltico que guarda relacin con todas las facetas de la vida y no puede medirse en dlares. No obstante, los datos monetarios pueden servir como una primera aproximacin. La falta de recursos, por supuesto, acarrea la imposibilidad de acceder a la atencin sanitaria y a la educacin. La pobreza extrema es devastadora y frustra todo tipo de oportunidades de participacin social y poltica, cuando no pone en peligro la vida misma. Se necesita un gran cinismo para ignorar su situacin y afirmar que tienen lo que se han bus- cado, o para justificar en trminos filosficos, con cierto nimo cristia- no, que siempre habr pobres entre nosotros. El hambre y la pobreza han sido siempre, y continan siendo hoy, las reivindicaciones ms importan- tes del mundo. 319 MULTITUD Vista la gran extensin de la pobreza en el mundo actual, tambin debernos reconocer la irregularidad de su distribucin geogrfica. En cada Estado-nacin la pobreza se reparte desigualmente siguiendo pautas de raza, etnia o gnero. En muchos pases del mundo, por ejemplo, los ndices de pobreza son significativamente ms altos entre las mujeres que entre los hombres, y sucede lo mismo con muchas minoras tnicas, como las poblaciones indgenas de Amrica, Pero las diferencias locales y nacionales quedan empequeecidas por las desigualdades entre ri- cos y pobres en el plano global. El 70 por ciento de la poblacin mun- dial que vive con menos de un dlar al da habita en el sur de Asia y en los pases subsaharianos, mientras que hace diez aos oscilaba en torno al 60 por ciento. La renta media de los veinte pases ms ricos es 37 veces mayor que la renta media de los veinte ms pobres, y ese des- fase se ha duplicado en los ltimos cuarenta aos.?" Incluso ajustando estas cifras en funcin de la capacidad de compra (porque algunos art- culos de primera necesidad son ms caros en los pases ricos que en los pobres), el desfase es abrumador. Ni la construccin del mercado glo- bal ni la integracin global de las economas nacionales han servido para igualarnos un poco. Por el contrario, han empeorado el sufrimiento de los pobres. Con relacin a los pobres, en todo el mundo se dan millones de ex- presiones especficas de indignacin y generosidad, a menudo mediante valientes actos de caridad y abnegacin. Hay organizaciones benficas y religiosas que prestan asistencia a los necesitados, pero no pueden cam- biar el sistema que produce y reproduce la pobreza. De hecho es asom- broso el nmero de voluntarios que habiendo empezado en la filantro- pa se pasan al activismo para protestar contra el sistema econmico. Algunas de las protestas contra la reproduccin sistemtica de la pobreza, corri el Movimiento Internacional Jubilee, se centran en el hecho de que la servidumbre de la deuda externa sea uno de los prin- cipales mecanismos que mantienen a los pobres en la pobreza y perpe- tan el hambre de las poblaciones. m Es evidente que, con independen- cia de las polticas econmicas que apliquen, los pases ms pobres no pueden liquidar sus deudas externas actuales o ni siquiera atender al pago de los intereses, perpetuando as un ciclo ineluctable de miseria. Se ha 320 DEMOCRAC:IA afirmado muchas veces que esas deudas tienen un origen dudoso, o in- cluso ilcito. Es la misma historia de siempre: la deuda constituye un me- canismo legal para esclavizar al deudor." La diferencia estriba en que ahora la lgica de la servidumbre no se aplica a unos trabajadores indi- viduales endeudados, ni siquiera a un grupo racial concreto o una et- nia indgena (en cuyo caso la base de la deuda era una supuesta misin civilizadora), sino a naciones enteras. En un plano ms general, las reivindicaciones econmicas contra el sistema global se fundan en la suposicin de que las desigualdades y las injusticias de la economa global resultan, principalmente, de que los po- deres econmicos son cada vez menos capaces de regular la actividad econmica. Segn este argumento, los movimientos y el alcance del ca- pital global se extienden ms all de los espacios nacionales y, por lo tanto, los estados no pueden controlarlos con eficacia. Muchas organi- zaciones sindicales protestan por el hecho de que la simple amenaza de la movilidad del capital, por ejemplo, con el traslado de la produccin y los puestos de trabajo a otros pases donde la legislacin y la norma- tiva laboral sean ms favorables y los costes de la mano de obra lus bajos, puede convencer a algunos estados a descartar o atenuar su propio po- der regulador. Y los estados transigen con las necesidades del capital, o incluso se adelantan a satisfacerlas, por temor a verse relegados a una condicin subordinada en el sistema econmico global. Todo ello ori- gina una especie de subasta a la baja entre los estados-nacin que pri- man el inters del capital en detrimento de los intereses del trabajo y de la sociedad en su conjunto. Neoliberalismo es el nombre que suele drsele a esta forma de poltica econmica estatal. Como hemos expli- cado en el captulo 2, en realidad el neoliberalismo no es el rgimen del capital desregulado, sino ms exactamente una forma de regulacin es- tatal que favorece al mximo los movimientos globales y el lucro del ca- pital. Una vez ms, en la era del neoliberalismo puede ser til concebir el Estado COl110 una especie de comit ejecutivo que tiene la misin de garantizar unas condiciones ptimas a largo plazo al capital colectivo. Desde este punto de vista, la tarea fundamental del Estado neoliberal, como ocurre con todas las formas del Estado capitalista, consiste en re- gular el desarrollo capitalista en provecho del propio capital global. 321 MULrJTUD Uno de los pilares de la prctica poltica neoliberal es la privatizacin, que cuando no la adoptan los estados por propia iniciativa muchas veces les viene dictada por las organizaciones econmicas supranacionales, corno el FMI. En ciertos perodos histricos, la privatizacin se ha llevado a cabo de manera compulsiva, corno ocurri despus del largo periodo de la Revolucin francesa, entre los reinados de Luis Felipe y Luis Bonaparte, o en Europa, despus de la crisis del Estado del bienestar en el decenio de 1970. Otro episodio de privatizacin compulsiva se produjo tras la cada del rnuro de Berln, cuando los antiguos apparatchiks del bloque sovitico renacieron metamorfoseados en oligarcas capitalistas. En la actualidad, la privatizacin suele implicar la venta de empresas e industrias estatales, que pasan a manos privadas, pero tambin implica la expansin de la propie- dad. Ya hemos comentado anteriormente que los conocimientos tradicio- rules, las semillas e incluso el material gentico se estn convirtiendo en propiedad privada. En otras palabras, aparte de los ferrocarriles, las com- paas elctricas y las crceles, cada vez hay ms recursos comunes de la vida que se privatizan. Cuando los activistas del Movimento Sem Terra de Brasil, por ejemplo, invaden y destruyen una plantacin de soja donde la multinacional Monsanto est experimentando con semillas transgni- cas que puede patentar, su denuncia se dirige en parte contra tal proceso de privatizacin. Las polticas neoliberales que restringen la regulacin poltica y so- cial de la economa son especialmente patentes en el mbito de los mercados y de las finanzas.A medida que los mercados se globalizan y que las polticas neoliberales bajan el listn de la regulacin poltica, aumenta el poder financiero." Todo ello ha trado consigo, entre otras cosas, un enorme desarrollo de los productos financieros derivados, es decir, de instrumentos financieros cuyo valor depende de la cotizacin de otro activo, corno una materia prima o una moneda. Invertir en un der-iva- do financiero, por ejemplo, no implica comprar cereales, sino jugar al alza o a la baja de los precios de los cereales. La abstraccin es la clave de los derivados y de los mercados financieros en general. En efecto, desde el decenio de 1970, los derivados se basan en magnitudes cada vez ms abs- tractas de las formas especficas de la produccin econmica, corno por ejemplo los tipos de inters, o los ndices burstiles, e incluso la evolu- 322 J}EMOCRACIA cin del tiempo atmosfrico." A causa de esta abstraccin, un selecto nmero de operadores, los reyes de las finanzas, tienen una gran influen- cia sobre rnercados inmensos, hacindolos cada vez ms susceptibles a crisis y cambios catastrficos. A un nivel tan alto de abstraccin, cual- quier cambio ejerce un efecto multiplicador, de modo que el ms leve giro de la brisa se convierte en un huracn capaz de a.rrasar empr;sas y arruinar monedas. Especialmente en los pases subordinados, los lideres polticos apenas disponen de medios para regular la economa nacional frente a esos poderes colosales de las finanzas globales. En resumen, cuan- do los manifestantes protestan contra el neoliberalismo y las finanzas, su denuncia es contra la tendencia financiera a concentrar la riqueza en ma- nos de muy pocos, a controlar los mercados nacionales y globales y a desestabilizar los sistemas econmicos en donde operan. Debemos tener en cuenta que el capital financiero tambin tiene otra cara, un rostro comn que mira al futuro. No es cierto, corno afir- man algunos, que el capital financiero sea menos productivo que otras formas de capital. Al igual que todas ellas, el capital financiero no es otra cosa que trabajo acumulado que puede representarse como dinero. Lo que distingue las finanzas es, en primer lugar, el alto nivel de abstrac- cin, que les permite representar cantidades enormes de trabajo expre- sadas en dinero, y en segundo lugar, su orientacin hacia el futuro. En otras palabras, el capital financiero tiende a funcionar corno una repre- sentacin general de nuestras capacidades productivas comunes futuras. Todas las inslitas estratagemas que se utilizan en los mercados financie- ros -trucoS tcnicos como la utilizacin de las diferencias horarias para especular en plazas burstiles distintas, trucos ms considerables C O I ~ 1 0 invertir el dinero de los fondos de pensiones en valores de renta var-ia- ble, poniendo en peligro las jubilaciones de los trabajadores o, finalmente, trucos de gestin como conceder suculentas opciones sobre acciones a los directores generales y gerentes- son mecanismos que otorgan a las finanzas el poder de ordenar y dirigir las nuevas formas de trabajo y su productividad futura?' Como el capital financiero est orientado al fu- turo y representa unos sectores del trabajo tan amplios, quiz podramos empezar a ver en l, paradjicarnente, la figura emergente de la multitud, aunque en una forma invertida y distorsionada. En las finanzas se hace 323 MULTITUIJ extrema la contradiccin entre esa expansiva transformacin en lo co- mn de nuestra productividad futura y la lite cada vez ms reducida que la controla. El llamado comunismo del capital, es decir, la tendencia hacia una socializacin cada vez ms extensa del trabajo, apunta ambiguamente al comunismo de la multitud. Reivindicaciones biopolticas No nos hemos sentido muy cmodos manteniendo la divisin de las reivindicaciones dentro de las categoras convencionales de la poltica, los derechos, lajusticia y la economa, porque la compartimentacin de estos dominios de la vida y del poder se ha ido quebrando en paralelo con los procesos de globalizacin de las ltimas dcadas, y as las cues- tiones econmicas son inmediatamente polticas, y viceversa. A esa lis- ta aadimos ahora la categora de Jo biopoltico, pero no como un C0111- plernento que engloba todo 10 que ha quedado fuera -e-considerando que eso es 10 meramente social, o lo meramente cultural-, sino como una categora fundamental que muestra cmo todas las dems estn mtuamente implicadas. Es como una especie de remolino que arras- tra toda la vida comn al sumidero de la explotacin. La ecologa es uno de los terrenos donde las cuestiones bsicas de la vida se convierten de inmediato en polticas, culturales, legales y eco- nmicas. De hecho, las reivindicaciones ecolgicas fueron quiz las pri- meras a las que se les reconoci su alcance global. Ningn pas puede evitar que la contaminacin del aire, de las aguas, o las partculas radiac- tivas emitidas en otro pas rebasen sus fronteras. Todos vivimos en y con un mismo planeta, que es un todo comn e interconectado. La flota de Greenpeace que recorre los ocanos del mundo es tal vez el mejor sm- bolo de esa realidad: las protestas ecolgicas son tan globales como los problemas ecolgicos. Las luchas feministas, las luchas contra el racismo y las luchas de las poblaciones indgenas son tambin biopoJticas, en el sentido en que abarcan aspectos legales, culturales, polticos y econrni- cos, es decir, todas las facetas de la vida. Se pueden considerar la Con- ferencia Mundial sobre la Mujer de las Naciones Unidas en 1995 en 324 ])EMOCRACJA Beijing y la Conferencia Mundial contra el Racismo de las Naciones Unidas en 2001 como grandes sntesis de -reivindicaciones biopoliticas ante el sistema global actual. El movimiento Salvad el Narrnada (Narrnada llachao Andolan) que viene protestando desde el decenio de 1980 contra la construccin de la mastodntica presa de Sardar Sarovar sobre el ro Narmada, en la India, constituye un ejemplo nmy concreto de tales reivindicaciones biopol- ricas." Corno en su origen el proyecto estuvo parcialmente financiado por un prstamo del llaneo Mundial -de hecho el Banco Mundial anima a los gobiernos a pedir prstamos para construir este tipo de gran- des presas-, las protestas se dirigieron contra el Banco Mundial y contra las autoridades indias. Una de las cosas por las que protestan es el sim- ple hecho de ser desplazados de sus tierras. Las grandes presas desplazan poblaciones de decenas y, en ocasiones, cientos de miles de habitantes, a veces con poca o ninguna indemnizacin, En la historia del movimicn- to Narmada, los enfrentamientos ms dramticos han sido protagoniza- dos por los que se niegan a abandonar sus aldeas prometiendo morir se- pultados bajo las aguas cuando se proceda a llenar el embalse. Las reivindicaciones tambin son ecolgicas y econmicas. La presa, dicen sus oponentes, amenaza la supervivencia de varias especies de peces al cortarles las rutas naturales del desove, y destruye las prcticas agrcolas tradicionales al cambiar el curso natural del ro. Estas acusaciones pare- cen una condena absoluta de todas las tecnologas que alteran el orden de la naturaleza, y en efecto algunos de los manifestantes las expresan en ese sentido, pero la verdadera cuestin se refiere al uso y al control de la tecnologa. Las presas ciertamente aportan ventajas sociales, corno la electricidad, el agua potable y de riego, y la proteccin ante las grandes crecidas. En muchos casos, sin embargo, y de ah las protestas de Nar- Iluda, son los pobres quienes sobrellevan la mayor parte del coste social de la construccin de la presa; los beneficios van principalmente a los ricos. En otras palabras, la presa funciona corno una poderosa arma de privatizacin, que transfiere la riqueza comn del ro y de las tierras a manos privadas, por ejemplo a la corporacin agroindustr ial propieta- ria de las tierras y de los cultivos que recibirn el agua. En resumen, no se trata de una protesta contra la tecnologa, sino contra los poderes P'> 325 MULTITUI) lticos que deciden, sin representacin de los principales afectados, la privatizacin de lo comn, el enriquecimiento de unos pocos y la rui- na de la mayora. tro tipo de lucha biopolitica est relaciouada con el control del co- nocirniento. El conocimiento cientfico forma parte de la produccin econmica hasta tal punto que el paradigma econmico dominante se ha desplazado de la produccin de bienes materiales a la produccin de la misma vida. Cuando el conocimiento se identifica de ese modo con la produccin, no debe sorprender que los poderes econmicos quieran poner su marca a los conocimientos y someter la produccin del conoci- miento a la ley del beneficio privado. Corno hemos visto, las semillas, los conocimientos tradicionales, el material gentico e incluso las formas de vida se estn privatizando mediante el sistema de las patentes. Estarnos ante una cuestin eminentemente econmica, en primer lugar porque se re- parten beneficios y riqueza, yen segundo lugar porque a menudo se res- tringe 'el libre uso y el intercambio, que son condiciones necesarias para el desarrollo y la innovacin. Pero tambin es, obviamente, una cuestin poltica, y una cuestin de justicia, porque la propiedad de esos conoc- mientos se concentra sistemticamente en los pases ricos del hemisferio norte, con exclusin del Sur global. Las protestas contra las corporaciones farmacuticas que demandaron al gobierno surafricano para impedir la importacin de genricos contra el sida en sustitucin de los productos patentados de esas compaas, por ejemplo, son fundamentalmente reivin- dicaciones contra el control privado del conocimiento necesario para fa- bricar esos frmacos. En este caso hay una contradiccin extrema entre el lucro de las corporaciones farmacuticas y los miles de vidas que podran salvarse si se facilitase el acceso a tratamientos ms baratos." Tras el 11 de septiembre de 2001 y de la subsiguiente guerra contra el terrorismo, todas las protestas contra el sistema global pasaron a un se- guudo plano ante el estado de guerra global. En primer lugar, en muchos pases la protesta se hizo casi imposible porque se multiplic la presencia policial en las manifestaciones en nombre de la lucha contra el terroris- mo y la actuacin de los efectivos de la polica fue mucho ms brutal. En segundo lugar, las diversas reivindicaciones parecan perder importancia y urgencia, en comparacin con los desastres de la guerra. En efecto, durante 326 ])EMOCRACJA la fase de combates y bombardeos ms intensos, todas las reivindicacio- nes se transformaron en una nica reivindicacin primordial, la reivindi- cacin biopoltica definitiva contra la destruccin y la muerte. Como ya vimos, las protestas contra la guerra alcanzaron su punto culminante el 15 de febrero de 2003 con las multitudinarias manifestaciones coordinadas en las ciudades de todo el mundo, Las otras reivindicaciones no han desapa- recido (por el contrario, volvern a plantearse con fuerza a su debido tiem- po), pero ahora la guerra se suma a todas las luchas como reivindicacin comn y fundamental. Esta reivindicacin tiende, de hecho, a convertir- se en un resumen de todas las dems: la pobreza global y las desigualda- des, por ejemplo, se ven empeoradas por la guerra, que a su vez impide llegar a posibles soluciones. La paz es la exigencia comn y la condicin necesaria para poder enfrentar los problemas globales. Por ltimo, esta serie de reivindicaciones biopolticas nos permite identificar y abordar las condiciones ontolgicas en que se establecen, algo parecido a lo que Michel Foucault llama el cuestionamiento crti- co del presente y de nosotros mismos. La ontologa crtica de nuestra propia condicin -c-cscribe Foucault- no deber ser, en ningn caso, una teora, ni una doctrina, ni siquiera un cuerpo permanente de co- nocimiento, sino ms bien un anlisis histrico de los limites que se nos imponen, y un experimento con la posibilidad de transgredirlos." Todas las reivindicaciones legales, econmicas y polticas que hemos considerado estn planteadas sobre ese fundamento ontolgico, entre- lazado de intensos y amargos conflictos sobre objetivos que afectan al mbito integral de la vida. Un proyecto democrtico alienta en cada una de esas reivindicaciones, y las luchas fonnan parte de la carne de la multitud. Queda, sin duda, abierta la cuestin de si el desarrollo de ese tejido biopoltico nos permitir construir espacios de liberacin, o nos someter a nuevas fonnas de subyugacin y explotacin. Nos toca de- cidir aqu, como se deca en la antigedad, si querelnos vivir corno hombres y mujeres libres, o corno esclavos, y tal eleccin se encuentra en la base del establecimiento de la democracia hoy da. Spinoza cele- brara ver planteada la cuestin en esos trminos. segn los cuales el problema de la democracia envuelve todos los aspectos de la vida, la razn, las pasiones y la misma transformacin divina de la humanidad. 327 MULTITU]) en Scattle El Speakeasy Internet Cofe, en la Segunda Avenida de Seattle, era uno de los cen- tros de convenidos. En esos tpicos das grises definales de noviembre de 1999, los grupos activistas qfines se reunieron en e! Speakeasy para confeccio- nargrandes marionetas de cartn-piedra y otoanizar sus protestas. Algunos de esos activistas eratl extranjeros, y muchos lleoaron de otras ciudades de la costa de! Pa- cifico, pero la mayora eran de Seattle. Los proiesores de los institutos haban cen- trado sus clases en cuestiones globales, los estudiantes universitarios habian estu- diado el comercio ,lobal, los grupos religiosos y los activistas polticos haban previsto acciones de teatro de calle y haban celebrado seminarios sobre la protesta pacifica, y los 11bogados haban oroanirado equipos de obselVadores y se haban oirctido para la defensa de los posibles detenidos. Seotte estaba preparada. 77 A escasa distancia del Speakeasy, yjefs de listado de 135 pai- ses se haban reunido para celebrar una cumbre de la Orgatllzacin Mundial del Comercio para hablar de subvenciones axrcolas, de la exportacin deproductos a precios bajo coste (conocida como dumping) y otras cuestiones comerdales. En los das siguientes, sin las espectaculares protestas no solo consiguieron evitar que los dele:ados accedieran 11 las sesiones y pudieran acordar una decla- racin [ina, adems les arrebataron los titulares de prensa a los presidentes, pr- meros ministros y delt:,?ados C!ficiales. En el centro de atencin iluminadopor los j()COS de la atencin meditica, las calles de Seattle estallaron etl una batalla por el nuevo orden global. En etcao, Seattlcfuc la primera protesta global. Antes, por supuesto, se ha- ban producido numerosas protestas contra las instituciones econmicas y polti- cas del sistema :lobal. Se protestaba contra los proyectos y lasprcticas del Banco Mundial, como el caso de la presa de Sardar Sarovar en la India que hemos comentado. En todo el planeta, numerosas revueltas se haban alzado ya contra los programas de austeridad y de privatizaciones dictados por el FI\!fI, como las protestas de 1979 enJamaica. 715 Otras se centraron en los acuerdos regionales de libre comercio, como la rebelin zapatista nacida en 1994 en protesta contra el TLe y sus efeao neRativos, queperjudicaban a lapoblacin indgena de Chiapas. En cambio! Seattlefue la primera gran protesta contra el sistema global en su talidad, la primera convergencia real de los innumerahles agraviados frente a 328 ])EMOCRAClA las injusticias y las desigualdades del sistema global. Adems, Seanle inaugur6 un ciclo deprotestas similares. Despus de Seattle, las cumbres de las grandes ins- tituciones internacionales oglobales -el Banco Mundial, el FMI, el G-S, etc.- se tropezaron sistemticamente con acciones espectaculares. Los medios de comunicacin mundiales que acudieron a la cumbre de Seattle quedaron muy impresionados por la violencia de las protestas. En principio, la polica de Seattle no haba previsto la ;zran aJluencia de manifestantes ni su perseverancia en la decisin de bloquear la sede de la conferencia. Los medios de comunicacin haban pintado una imagen idlica y sosegada de Seattle, la Ciudad Esmeralda, olvidando las violencias de su pasado radical, desde las acciones del sindicato lnternational f1:("kers (1 the VVrld a comienzos del si- glo xx y la hueloa general de 1919 hasta la colocaci6n de homhas por la Bri- gada George Jackson en el decenio de 1970. De hecho, la violencia de los que protestaban frente a la sede de la conferencia fue relativamente escasa. La in- mensa mayora de los manifestantes se comport de manera pacifica e incluso festiva. Los actos ms serios de violencia consistieron en la destruccin de esca- parates de establecimientos como A1cDonald s y Starbucks, considerados smbo- los de las corporaciones globales. La actuacin de los manifestantes nO produjo daos personales graves en Seattle (ni en ninguna de las protestas posteriores con ocasin de otras cumbres), pero la polica de Seattle, tras recibir crticas por mantener una actitud inicial demasiado tolerante, empez a lanzar ataques indiscriminados CON balas de goma y gases lacrimgetlOs contra los manilestan- tes y la ciudadana en Los desprevenidos comensales de 1m restauran- te de las inmeduuanes fueron atacados CMl gases lacrim};!enos, as como aljzu- nos coros que recorran las calles entonando villancicos. 79 La intervencin de la polica fue catica. En las protestas s(guin1tes las fuerzas del orden inicnsiiicaron la violencia y se lleg a disparar con mutlcin real. En hubo un herido grave, y en Gnova, un muerto. Muchos manitestantes criticaron que la vio- lencia de una minora provocaba a los guardias, monopolizaba los titulares y eclip- saba el mensaje que deseaba transmitir la mayoria, adems de suscitar divisiones entre los propios manuestantcs. Ello es indudablemente cierto, pero tambin tenemos que reconocer la circunstancia de que los medios de comunicacin solo presten atencin a las protestas por los hechos violentos. Sin violencia, no tienen noticia. Se da una especie de complicidad objetiva entre los medios y los reducidos grupos que rompen escaparates y buscan el enjrentamiento con la polida. 329 MULTITU!) L'1 atencin mediatica resultante es, en el mejor de los [asas, un arma de doble filo. La atencin de los medios de comunicacin a las protestas ciertamente ha generado algunos beneficio, para los poderosos. Durante los acontecimientos de Seattle, el presidente Clinton pudo decir, no sin ambiouedad, que estaba ajavor del mensaje de los manestantes. Ms recientemente, otros lderes globales -desde los cditorialistas de The Economist hasta los altos del Banco Mundal-:-: han qfirmado que las acciones de protesta expresan preocupaciones vlidas con respecto a la pobreza global y las desigualdades e injusticias del sistemaglobal. La verdadera importancia de los hechos de Seaule, sin no consisti en SIl if!.fluencia sobre los lderes <rlobales, ni en dificultar las reuniones de los dele- ,iZados de la OMe, que C11 s mismofue un resultado de cierta importancia. La O.l.\1C, creada para supervisarcl cumplimiento de los acuerdos comerciales inter- nacionales y para arbitrar las disputas comerciales, no es ni con mucho la ms poderosa ni la ms destructiva de las instituciones ruernacionales y globales. El bloqueo de la cumbre de 1999 no caus ningn perjuicio duradero. En realidad, pocos aos despus delfiasco de Seattlc, la OMC cons(f!ui ponerse al da du- rante su frreamente protegida cumbre en el aislado enclave de Dohu, y recupe- r el tiempo perdido. En 2003, la reunin de Cancn volvi a suirir el bloqueo, esta vez a ca'J!o de un grupo de 22 pases del Sur global que protestaron contra 1 ' t di' 1 '" as prac Icas e comerCIo agnco a. Para los que se manifestaron en Scattle, sin la OAJC representaba el sistemaglobal en su conjunto. Para estos manifestantes, en realidad, tanto los actos de violencia Como los susurros de simpata de awunos lderes se situaban totalmente al margen de la cuestin. La autntica importancia de Seattle consisti en suministrar un cen- tro de conlJergencia para todas las reivindicaciones contra el sistemaglobal. Las viejas diferencias entre los,zrupos contestatarios desaparecieron como por arte de ma,gia. Durante las acciones, por ejemplo, los dosgrupos ms destacados fueron los defensores del medio ambiente y las organizaciones sindicales. Y para sa de muchos comentaristas, esos dosgrupos a los que se atribuan intereses in- compatibles se prestaron mutuo apoyo. Es verdad que los dirigentes de la AFL-C/ cumplieron con las indicaciones de la polica y los organizadores de la conjerencia alejando su manifestacin de la sede de la cumbre. Pero muchos de los militantes de base, en especial los metaiuroicos y los estibadores, prefirie- ron desviarse del recorrido cficia y unirse al bloqueo, vadeando el magnifico de marionetas enforma de tortugas marinas y, poco despus, participando en los 330 DEMOCRACIA enfrentamientos CMI lapolica. La inesperada colaboracin entre sindicalistas y eco- logistas, sin embar,go, 1/0 fue ms que la punta del iceberg Seattle y las protestas contra las cumbres subsiguientes aunaron a gran nmero de otros grupos que expresaban sus reivindicaciones contra el sistema global: contra lasprcticas de las inmensas multinacionales a,groindustriales, contra el sistema carcelario, contra la agobiante deuda externa de los pases eifricanos, contra el control del Flvl sobre las polticas econmicas nacionales) ms adelante, contra el estado permanente de guerra, y as ad infinitum. La maoa de Seattle consisti en demostrar que todas estas reivindicaciones no eran una simple coleccin casual y azarosa ni una cacoionia aleatoria de vo- ces diferentes, sino un coro alzado en comn contra el sistemaglobal. Las estra- tegias de organizacin de los manifestantes sugieren este modelo: los distintos ,gm- pos afines se renen o convergen, pero no llegan a ccniormar un gran .wupo centralizado; se mantienen diferentes e independientes, pero constituyen IJna es- tructura en red que los asocia. La red dtjine tanto su singularidadcomo su co- munalidad, En Seattle se demostr desde un punto de vista subjetivo, des- de la perspectiva de los disconformes. la coherencia de las listas de reivindicaciones contra el sistema global. Esefue el mensaje principal, es- cuchado en todo el mundo, y que inspir a tantos otros. Quienquiera que viaje por distintos del planeta y que escuche a los diversos grupos implicados en las protestas reconocer fcilmente los elementos comunes que los vinculan a todos en Uf/a inmensa red abierta. 1I / El nuevo ordenglobal jams ha convocado urla asamblea de los Estados Generales ni invitado a los distintos sectores de la poblacin mundial a presen- tar sus cahiers de dolances. A partr de Seattle, los manifestantes han empe- zado a transiormar las cumbres de las instituciones ,iZlobales en una especie de . . improvisados Estados Generales globales, y presentan sus listas de reivindicaciones sin esperar a que nadie les invite a hacerlo. Experimentos de reforma Rlobal Siempre que estalla una protesta multitudinaria en el escenario social, o cuando se manifiesta una crtica organizada al sistema global, lo pri- mero que preguntan los medios de comunicacin y los observadores 331 MULT[TUI) benvolos es: Qu queris? Es solo que estis descontentos, o tenis propuestas concretas para mejorar el sistema?. Por supuesto, no faltan pro- puestas de reforma especficas y concretas que apuntan a un sistema global ms dernocrtir-o, Pero la elaboracin de tales listas de reivindi- caciones a veces puede ser una trampa. En ocasiones, ceirse a unos cuantos cambios limitados no deja ver el hecho de que 10 que se ne- cesita en realidad es una transformacin mucho ms general de la so- ciedad y de las estructuras de poder. Ello no significa que debamos ne- garnos a proponer, valorar y poner en prctica nuestras demandas concretas; lo que significa es que no debemos conformarnos con eso. Cada una de las reformas institucionales reales, en la medida en que de- sarrolle los poderes de la multitud, ser bienvenida y til mientras no se sacralice como una figura de autoridad superior ni se plantee C01UO so- lucin ltima. Necesitarnos elaborar un mtodo, o un conjunto de cri- terios generales que impulsen las reformas institucionales y, sobre todo, necesitarnos erigir sobre esa base propuestas constituyentes para una nue- va organizacin de la sociedad global. No hay aqu conflicto entre reforma y revolucin." Y no porque creamos que reforma y revolucin sean 10 mismo, sino porque pensa- mos que en las condiciones actuales no pueden separarse. Hoy los pro- cesos histricos de transformacin son tan radicales que incluso las pro- puestas reformistas pueden conducir a un cambio revolucionario. y cuando se demuestra que las reformas democrticas del sistema global no son capaces de proporcionar las bases para una democracia real, queda de manifiesto la necesidad de un cambio revolucionario y lo hacen cada vez ms factible. Es intil, por tanto, devanarse los sesos sobre si una pro- ~ u e s t a es reformista o revolucionaria; 10 que importa es que entre a formar parte del proceso constituyente. Tal conviccin se halla amplia- mente difundida, y no solo entre los progresistas, sino tambin entre los conservadores y los neoconservadores, que ven los peligros de la revo- lucin incluso en las proposiciones ms modestas de reforma, y reaccio- nan con iniciativas radicales en sentido contrario. En algunos aspectos, los tericos reaccionarios del ao 2000 en Washington se parecen a los de Londres y Viena de alrededor del 1800, desde Edmund Burke hasta Friedrich von Gentz y Franz von Baader, pues todos ellos reconocen el 332 DEMOCRACIA poder constituyente que emerge y creen que las fuerzas del orden de- ben oponrscle activamente, planteando una contrarrevolucin violenta frente a las posibilidades de reforma y revolucin. Al igual que la lista de reivindicaciones del apartado anterior, la de pro- puestas de reforma democrtica que vamos a mencionar no puede ser sino incompleta y tambin desordenada e incoherente a primera vista. Cada una de estas propuestas apunta hacia un modo especfico de mejorar el sistema global, aunque inicialmente no se aprecie con claridad el alcance de todas ellas en conjunto. De nuevo necesitamos enumerar pacientemente las propuestas existentes que omos, seguirlas y ver adnde conducen. Estarnos en desacuerdo con elementos de muchas de estas proposiciones, como no poda ser de otro modo. pero nuestra intencin principal no consiste en evaluarlas. Queremos, por encima de todo, dejar constancia del enorme deseo de una democracia global que contienen. KJ Reformas de la representacin En aras de una rnayor claridad, vamos a cornenzar por una serie de re- formas que, curiosamente, no estn encaminadas a la democratizacin del sistema global. Desde medios prximos o pertenecientes a las institucio- nes econmicas supranacionales, como el FM1 Yel Banco Mundial, rnu- chos investigadores y burcratas mantienen que dichas instituciones de- ben ser reformadas para que sean ms transparentes y responsables de sus propios actos. q A primera vista puede parecer que tales propuestas pre- tenden aumentar la naturaleza democrtica y representativa de dichas instituciones, pero una inspeccin ms detallada revela que no es el caso. La transparencia en s misma, corno es obvio, no implica una mayor representatividad: un tirano puede ser perfectamente transparente. En el mejor de los casos, una nuyor transparencia puede servir para que se aprecie mejor la falta de representacin, facilitando as su denuncia. Es ms sustantiva la otra nocin presente siempre en esas propuestas inter- nas, la de rendir cuentas (accountability), muchas veces asociada a la no- cin de goberuabilidad. El concepto de responsabilidad para rendir cuentas podra aludir a mecanismos de representacin social, pero no 333 MUIT]'rlJD ocurre as en esas propuestas. Uno se pregunta: Rendir cuentas ante quin>, y a continuacin descubrimos que estos autores no proponen que las instituciones globales deban rendir cuentas ante un pueblo glo- bal (ni tampoco ante un pueblo nacional). El pueblo brilla por su au- sencia. Lo que quieren es que las instituciones globales rindan cuentas ante otras instituciones, y ms en concreto, ante una comunidad de ex- pertos. Si el FMI fuese ms transparente y rindiese cuentas ante exper- tos en economa, por ejemplo, se habran puesto en prctica defensas contra la aplicacin de polticas desastrosas, como las que impuso el FMI en el Sureste asitico y en Argentina a finales del decenio de 1990. S c. El punto clave y ms interesante sobre el empleo de los trminos ren- dir cuentas y gobernabilidad en estas discusiones estriba en que esos trminos abarcan muy cmodamente las esferas poltica y econmica. Desde hace tiempo, la rendicin de cuentas y la gobernabilidad son con- ceptos centrales del vocabulario terico de las corporaciones capitalis- tas, y arrastran muchas connotaciones de dicho mbito. En relacin a tr- minos como responsabilidad, por ejemplo, rendir cuentas implica el vaciamiento de la representatividad democrtica y la reduccin del con- cepto a una operacin tcnica que lo relega al campo de la contabili- dad. (Como muchos idiomas carecen de equivalencia para accountobili- t}' y se ven obligados a traducirla C01110 responsabilidad, casi se tiene la impresin de que sea un trmino especfico del mundo empresarial angloamericano.) Las nociones de rendicin de cuentas y de goberna- bilidad en esas propuestas van muy claramente encaminadas a asegurar la eficacia econmica y la estabilidad, no a construir una forma repre- sentativa de control democrtico. S6 De hecho, las instituciones suprana- cionales tales como el FMI Y el Banco Mundial estn concebidas para ser capaces de tomar decisiones tcnicas en asuntos econmicos basn- dose en sus propios conocimientos tcnicos, libres de directrices o con- troles del pblico, al que se supone menos entendido e informado, En otras palabras, estn organizadas de una manera contraria a todo mcca- nisrno de representacin social o pblica, ms an, ni siquiera cumplen con los requisitos minirnos del liberalismo burgus y de la esfera pblica. En ellas, la administracin suplanta a la poltica, yeso fonna parte de un fenmeno general y contrario a la legitimacin democrtica. De ah que 334 ])EMOCRAC:IA algunos autores radicales postulen que esas instituciones supranaciona- les deberan simplemente ser abolidas.f De entre las propuestas para la reforma de los sistemas globales de representacin, las ms signifIcativas son las que se refieren a las Nacio- nes Unidas. Muchas de ellas tienden a eliminar o reducir el poder del elemento menos representativo de las Naciones Unidas, que es el Con- sejo de Seguridad, con sus cinco miembros permanenres provistos del derecho de veto. Que un pas posea la facultad de vetar una resolucin decidida por la mayora es, obviamente, el elemento ms notable de los que obstruyen el funcionamiento representativo de la Asamblea Gene- ral,as corno el de las Naciones Unidas en su conjunto. Para resolver este problema se ha propuesto eliminar o suspender el poder de veto de los cinco miembros permanentes. HH Otras propuestas tratan de cambiar el poder del Consejo de Seguridad modificando su composicin- En s ~ s inicios estaba formado por cinco miembros permanentes Y seis rotati- vos. En 1968 se aument a diez el nmero de los rotativos. Para que la transfonnaci n fuese significativa, sin embargo, tendra que afectar a los miembros permanentes. La pertenencia permanente al Consejo de Se- guridad es una reliquia de la Segunda Guerra Mun dial, puesto que son los vencedores de la guerra quienes la detentan. Algunos postulan que, transcurrido ms de medio siglo despus del final de la guerra, Alerna- nia y Japn, entonces derrotados y ahora nuevamente convertidos en pases poderosos, deberan ser tambin miembros pernunentes. Otr:o s aducen que los pases 111s grandes y densamente poblados del hemis- ferio Sur, corno Brasil y la India, deberan incorporarse al grupo de los miembros per-manentes a fin de conferir mayor representatividad geo- grfica al Consejo de Seguridad. H'> Tambin cabra proponer, si se con- sidera que debe existir el Consejo de Seguridad, que todos los miem- bros fuesen rotativos, lo cual mejoraria la representatividad. (Debe tenerse en cuenta, no obstante, que las reformas de la estructura rectora de Naciones Unidas han de ser aprobadas por mayora de dos tercios de la Asamblea General ms la unanimidad del Consejo de Seguridad; cues- ta inlaginar que este ltimo votase a favor de que se revoquen sus pri- vilegios.) La rrnnsformacin y reduccin de los poderes del Consejo de Se- 335 MULTITUD guridad ciertamente reforzara los de la Asamblea General, y hara po- sible un ejercicio ms pleno de sus funciones representativas. Sin embargo, como hemos observado anteriormente, la naturaleza representativa de la Asamblea General est limitada en s misma al me- nos por dos razones principales. En primer lugar, y puesto que son los estados quienes envan sus representantes a la asamblea, esta solo puede ser representativa en la medida en que lo sean sus estados miembros, y ya sabemos que el carcter democrtico y representativo de los estados- nacin es bastante limitado. 'JO En segundo lugar, la representacin de la Asamblea General no cumple la proporcionalidad demogrfica, porque funciona bajo el principio de un Estado, un voto", distinto del mode- lo una persona, un voto. A fin de paliar algunas de esas caractersticas de la Asamblea General que van en detrimento de la representatividad, algunos han propuesto que se agregue a la estructura de gobierno de las Naciones Unidas una segunda asamblea, que vendra a ser algo as corno una Asamblea del Pueblo y se basara en una representacin proporcional a la poblacin, e independiente de los estados-nacin. Sera una estruc- tura bicamera] como la del Congreso de Estados Unidos. Por supuesto, la adicin de una segunda asamblea significara una transformacin concep- tual radical de las Naciones Unidas, ya que desde su fundacin esta insti- tucin se concibi como una asociacin de estados-nacin, no de indi- viduos, pueblos, comunidades u otros grupos. Por 10 tanto, en vez de aadir una segunda asamblea a las Naciones Unidas, otros proponen crear un par- lamento global." Sin embargo, todas estas sugerencias plantean el interro- gante de CIllO podra funcionar la representacin en una institucin glo- bal que rena, no a los estados-nacin, sino a la poblacin del mundo, Imaginemos cmo una asamblea del pueblo o un parlamento glo- bal aplicaran el elemento central de la nocin moderna de representa- cin democrtica, es decir, el proceso electoral basado en la norma de una persona, un voto. Supongamos que el electorado total de unos 4.000 millones de individuos (los menores de edad quedan excluidos de la po- blacin total de ms de 6.000 millones) se divide en 400 distritos con 10.000.000 de habitantes cada uno. De esta manera, Norteamrica ele- gira unos 20 representantes, los europeos otros 20, y lo mismo los in- donesios, mientras que Jos chinos y los indios tendran 100 y SO respcc- 336 DEMOCRACIA tivamente. Con estos 400 representantes se formara una asamblea o parlamento. Adems, sera conveniente que esas circunscripciones elec- torales se delimitasen de manera que no siguieran las antiguas fronteras nacionales, para que las nuevas instituciones no se limitaran a reprodu- cir las mismas formas corruptas y antidemocrticas que han acabado por caracterizar a tantos estados-nacin. (Recordemos que durante la Re- volucin francesa se redibujaron por completo los distritos electorales a fin de no recaer en las tradiciones corruptas del mlen rgime.) Este proyecto electoral global, desde luego, restablecera el sentido de igual- dad que ocupa el centro de la moderna concepcin de la representacin democrtica, una cuestin todava no realizada ni siquiera por la Asarn- blea General de las Naciones Unidas. Sin embargo. cuando uno trata de articular este proyecto, enseguida se da cuenta de que no sera realiza- ble en la prctica. Las dificultades prcticas para la celebracin de unos comicios con 4.000 millones de votantes parecen insuperables. Por otra parte, el concepto de representacin rnoderno, diluido en una extensin tan grande corno el territorio global, no sustentara una nocin con- gruente de democracia, Como ya vieron claramente James Madison y los federalistas estadounidenses, la representacin disminuye si el tama- o de la poblacin aumenta en relacin con el nmero de representantes. (Madison consideraba que la proporcin ideal era la de un representante por cada 30.000 habitantes.}" Evideutemente, la funcin representati- va queda a un nivel minsculo cuando un delegado representa a diez mi- llones de votantes. Y dnde se situaria el Distrito Federal global, el centro administrativo del mundo? Hay otras propuestas para una segunda asamblea de las Naciones Unidas o un parlamento global que no se atienen al principio de una persona, un voto, sino que configuran la representacin en trminos de organizaciones o comunidades ya existentes. Algunos han sealado el Foro Social Mundial como un ejemplo instructivo del modo en que las ONG y los movimientos sociales podran organizarse a manera de cuer- po global." Desde su primera reunin en Porto Alegre (l3rasil), el F5M ha celebrado una convencin anual en la que rene a delegados de las ONG, movimientos sociales y personas de todo el mundo, que intercam- bian informaciones y opiniones sobre cuestiones sociales y polticas 337 MULTITU!) relacionadas con los procesos de la globalizacin. Esas reuniones Se com- plementan con otras citas anuales en una serie de foros regionales. Aqu no se trata de interpretar el FSM como una figura, ni siquiera cmbrio- naria, de un cuerpo de gobernacin global. De hecho, el F5M no pre- tende tener poder deliberativo ni ejecutivo. Lo que demuestra el FSM es que un conjunto global de agentes no estatales, corno las ONG, puede reunirse a fin de tener discusiones reales y sustanciales, e indica lneas posibles con arreglo a las cuales podra existir un cuerpo poltico global. Tambin se podra imaginar una asamblea o un parlamento global ba- sado en pueblos, naciones o incluso civilizaciones. Un organismo as podra concebir la representacin segn lneas raciales, tnicas o religio- sas. En tal esquen1a podran tener una representacin equitativa o pro- porcional, por ejemplo, aquellos pueblos indgenas y oprimidos que carecen actualmente de Estado. Alternativamente se podra imaginar la transformacin del modelo de conflicto de civilizaciones propuesto por Samuel Huntington en un mecanismo de representacin. En otras pa- labras, si admitimos que las identidades de la poblacin global realmente se definen por las civilizaciones que seala Huntington, o por otras si- milares. las civilizaciones podran servir corno base de representacin para una asamblea o un parlamento global. Tngase en cuenta, no obstante, que en todas las posibilidades de representacin mencionadas hasta aqu, y no basadas en el Estado- nacin ni en los individuos, el carcter representativo de las diversas or- ganizaciones o comunidades es sumamente dbil. Por supuesto, ONG es un trmino impreciso que abarca una amplia gan1a de organizaciones, la inmensa mayora de las cuales tienen poca o ninguna pretensin de representatividad. Sociedad civil es tambin un trmino vago que se utiliza con frecuencia para denominar las diversas comunidades u organizaciones no estatales, pero tampoco esto incluye ningn mecanis- mo real de representacin. Tampoco pretenden ninguna representarivi- dad las concepciones identitat-ias basadas en la raza, la etnicidad o la re- ligin, como las civilizaciones o los pueblos. El propio concepto de representacin es el lnayor impedimento con que tropiezan todas las propuestas que hemos considerado hasta ahora para crear un cuerpo representativo global, corno una asamblea 338 DEMOCRACIA o parlamento, ya est basado en el principio de una persona, un voto o en el de las comunidades existentes. Todas ellas se basan en el concepto moderno de representacin concebido en su da para las dimensiones del Estado-nacin. Una vez ms, el paso del nivel nacional al global su- pone un salto de escala que devala los viejos conceptos de racin. Pero no es solo una cuestin de tamao. La naturaleza biopo- ltica de la produccin social contempornea, que hemos analizado detenidamente en el captulo 2, adems de imposibilitar las antiguas for- mas de representacin, hace posibles otras formas nuevas. A esa nueva posibilidad biopoltica hemos de dirigir nuestra atencin. Mientras no lo hagamos, la falta de representacin seguir corrompiendo la socie- dad global. Es oportuno sealar que buena parte de las propuestas de reforma poltica global que hemos esbozado, como las reformas de las institucio- nes de las Naciones Unidas o la creacin de un parlamento global, co- pian la estructura de la constitucin estadounidense. De este modo, la reforma poltica global consistira en hacer que la estructura global del poder se pareciese ms a la de Estados Unidos, o en dilatar el modelo estadounidense hasta darle dimensiones globales. La paradoja es que uno de los obstculos ms grandes para tales reformas proviene precisamen- te de Estados Unidos, porque las prcticas de unilateralidad y excep- cionalidad que hemos visto socavan cualquier forma internacional o global de representacin democrtica. Estados Unidos bloquea la gene- ralizacin del modelo estadounidense: cunto tiempo va a durar esta contradiccin? Finalmente dejaremos constancia, aunque sea brevemente, de una propuesta de nueva constitucin global que no se funda en los mode- los nacionales modernos, sino que apunta ms bien hacia la experien- cia de la Unin Europea." El nivel global, por supuesto, es muy dife- rente del continental, pero si consideramos los choques violentos y los conflictos culturales que conforrnan la historia de Europa, podernos ver que el proyecto de una constitucin europea unificada se enfrenta con algunas de las dificultades a que se enfrentara una constitucin global. La clave de la constitucin europea es que cuenta con un mtodo plu- ral de torna de decisiones a diferentes niveles basado en las relaciones 339 MULTITU]) multilaterales. Esta disposicin en mltiples niveles no se trata simple- mente, por un lado, de un superestado europeo ni, por otro lado, de una unin de estados-nacin, sino ms bien de un sistema federal comple- jo. Algunas decisiones se toman en el plano europeo, otras a nivel na- cional, y otras incluso a nivel subnacional y regional. La unidad de los procesos administrativos se consigue mediante la superposicin y la in- teraccin de estos distintos planos. En otras palabras, este mtodo, me- diante la creacin de un sistema federal de mltiples niveles, rompe con la tradicin de una relacin lineal e isomorfa entre las formas legales y polticas de la ciudad, la nacin, la regin geogrfica y el mundo. Ob- servemos tambin que con esta multiplicidad de agentes y de niveles ya no existe lo externo al sistema, o mejor dicho, lo externo deja de ser esencial y todos los conflictos constitucionales pasan a ser internos. Este modelo constitucional europeo proporciona efectivamente mecanismos que podran contribuir a la formacin de un sistema global estable, aunque no resuelve en realidad el terna de la representacin. De hecho, el modelo federal de mltiples niveles parece solo socavar las formas de representacin tradicionales sin crear otras nuevas. Reformas de los derechos y de la justicia Las diversas reivindicaciones ante la falta de derechos y de justicia en el sistema global que hemos enumerado, evidencian que las nuevas insti- tuciones de justicia tendrn que ser independientes del control de los estados-nacin, puesto que los intentos anteriores de superarlos han sido invariablemente bloqueados o distorsionados por los estados-nacin dominantes. A la hora de promulgar principios universales de justicia o de derechos humanos en el plano global debern estar fundamentados en unas instituciones poderosas y autnomas. Una propuesta lgica, por ejemplo, consistira en ampliar el proyecto del Tribunal Penal Interna- cional que hemos descrito concedindole jurisdiccin global y poder para aplicarla, quiz vinculada con las Naciones Unidas. Una propuesta estrechamente relacionada con la anterior para ins- tituir justicia global propone la creacin de una comisin de la verdad 340 I)[M()CRACIA internacional o Una institucin as podra sustentarse sobre diversas comisiones de la verdad o de reconciliacin nacional ya eXIS- tentcs, y considerara no solo las alegaciones nacionales, sino tambin las demandas internacionales por injusticias, determinando sanciones e in- demnizaciones. A una comisin global de la verdad, por ejernplo, se le adjudicara la tarea de estudiar las numerosas demandas de reparacin de injusticias histricas perpetradas contra pueblos y comunidades enteras. Ya se han presentado algunas demandas conjuntas de reparacin ante los tribunales nacionales existentes. Es el caso, por ejemplo, de los nisei, los estadounidenses de origen japons que fueron injustamente interna- dos en campos de concentracin durante la Segunda Guerra Mundial, o el de los judos europeos supervivientes cuyas familias fueron extermi- nadas y sus bienes expoliados. Son casos enormemente complejos, desde luego, porque adems de extenderse en el espacio ms all de muchas fronteras nacionales, abarcan largos perodos histricos, pudiendo ocu- rrir que algunas de las vctimas directas de la injusticia hayan fallecido ya. Ante qu tribunales llevaremos los casos de conquistas, colonialis- mos y esclavitudes? Existen varios ejemplos de este tipo, como el caso de las llamadas comfort women las mujeres que fueron obligadas a la prostitucin por el invasor japons en Corea, Taiwan, Indonesia otras zonas de Extremo Oriente, y reclaman indemnizaciones a las autondades de Japn. % En un plano ms general y de ms amplio alcance, los cendientes de los que padecieron el trfico de esclavos y la esclavitud exigen indemnizaciones: los afroamcricanos descendientes de esclavos pi- den indemnizaciones a las autoridades de Estados Unidos y a las cor- poraciones que se lucraron con la esclavitud. Las naciones africanas sufrieron los estragos del comercio de esclavos demandan a las naCIO- nes europeas que participaron en ese comercio. Las antiguas colonias. pi- den indemnizaciones a los antiguos colonizadores. Los ministros afnca- nos reunidos para preparar la Conferencia Mundial contra el Racismo de 2001 propusieron <lb creacin de un fondo de indemnizaciones con el fin de proporcionar recursos para el proceso de desarrollo en afectados por el colonialismo." No est claro, sin embargo, que acCIO- nes legales concretas ser preciso iniciar en los casos que hemos citado y otros muchos parecidos. Quin puede ser considerado responsable? 341 MUlTITUD Quin ha de pagar a quin, y cunto? Qu institucin tiene autori- dad para decidir? En muchas situaciones, el hecho de denunciar pbli- camente las injusticias histricas sistemticas es un paso beneficioso, pero admitir las injusticias y pedir perdn por ellas no basta para repararlas. Una comisin global de la verdad podra encargarse de paliar ese dficit. (De paso, no dejaremos de hacer constar, aunque sea entre parntesis, nues- tro escepticismo ante el Rigantism(l de semejantes proposiciones. Comisio- nes globales, instituciones globales, agencias globales, no son necesariamen- te las soluciones ms adecuadas para los problemas globales.) Otra cuestin importante relacionada con la compensacin es la que tiene que ver con la corrupcin econmica. En este caso, corrupcin significa la desviacin ilegal de los recursos de los sistemas pblicos para lucro privado, es decir, el saqueo de los bienes pblicos. Un ejemplo ob- vio de esta clase de corrupcin son las enormes fortunas amasadas por los llamados oligarcas rusos durante la transicin a la democracia ex- plotando relaciones familiares, influencias polticas y todo un arsenal de recursos ilegales. La riqueza pblica de la nacin fue rpidamente trans- ferida a manos de una minora. Otro ejemplo de corrupcin, aunque diferente en escala y contexto, es el que se revel con el escndalo En- ron. Los directivos de Enron acumularon grandes fortunas por el proce- dimiento de despojar a los empleados y a los inversionistas del grupo, pero tambin a los consumidores de energa y al pblico, en el sentido ms general. Es evidente que los tribunales nacionales no son capaces de enfrentarse eficazmente a este tipo de corrupcin, ni de asegurar la devolucin de la riqueza robada, aunque vayan a la crcel un par de oligarcas rusos y otros tantos ejecutivos de Enron. Hacen falta nuevos mecanismos institucionales que, adems de luchar contra la corrupcin, restituyan ese patrimonio de lo comn que ha sido robado. No hay duda de que ello requerira una gran reforma institucional. La incapacidad actual para hacer respetar los derechos y corregir las injusticias en el plano global, sin embargo, denota algo ms que un mero dficit. De hecho, en los ltimos aos se ha registrado una clara tenden- cia en el sentido opuesto. Desde el 11 de septiembre, sobre todo, la nocin de excepcionalidad estadounidense, asociada a la idea de que es preciso sacrificar libertades en inters de la seguridad, han socavado 342 DEMOCRACIA gravemente las instituciones del derecho y de la justicia. ha cido una especie de doble tendencia que combina la erosion de las lI- bertades civiles en Estados Unidos (a travs de innovaciones en el Depar- tamento de Seguridad Nacional y de legislaciones como la USA Patriot Act), con el rechazo y la violacin, por parte de Estados Unidos, de los tratados internacionales en materia de derechos y de justicia. ()H La de- tencin por tiempo indefinido de prisioneros en la base militar estadou- nidense de Guantnanlo supone un punto de interseccin de ambas tendencias puesto que, adems de vulnerar la Convencin de Ginebra sobre el trato debido a los prisioneros de guerra, incumple el derecho penal estadounidense. Es probable que esa doble tendencia a privar de sentido los sistemas de justicia vigentes no pueda prolongarse demasa- do, porque tropezar inevitablemente con reacciones abrumadoras de in- dignacin y protesta. Queda claro, no obstante, que a las propuestas ten- dentes a reformar los sistemas globales de derechos y justicia en un sentido democrtico les espera un largo camino lleno de dificultades. Reformas econmicas Debernos reconocer los esfuerzos, a veces heroicos, de quienes desde las organizaciones religiosas, las ONG, las agencias de y las instituciones supranacionales corno el Banco Mundial trabajan por mejorar la vida de los pobres. Pero es preciso reconocer tambin las li- mitaciones de tales esfuerzos, ya que no cambian el sistema. No basta con paliar el padecimiento de los enfermos, hay que atacar,la enfermedad. es decir, el sistema que reproduce la pobreza global. EXIsten, desde lue- go, muchas propuestas razonables para aliviar la pobreza y los sufrirnien- tos de los ms subordinados en la economa global, pero no plantean ningn cambio sistemtico." Entre tales propuestas, la ms radical y atre- vida es, tal vez, la que plantea una cancelacin o drstica reduccin de la deuda externa de los estados-nacin ms pobres, puesto que la deu- da es evidentemente una causa fundamental de que sigan en la pobre- za. La propuesta es econnlicamente factible, porque las cantidades en cuestin son pequeas en el contexto de la econona global, aunque mu- 343 MULTITU]) eh os objetan que la condonacin de las deudas equivaldra a sentar un mal precedente para futuros prestamos El Banco Mundial propone con- donar o reducir la deuda de los pases ms afectados bajo Ia supervisin del propio Banco, y de acuerdo con las condiciones que este irnpondria en la poltica econmica de dichos pases. Otros sugieren la creacin de un nuevo organismo independiente que decidira qu deudas condonar o reducir y determinara las condiciones para ello. Algunos proponen, por ejemplo, una agencia global de arbitraje de la deuda legalmente vin- culante, que fallara en cada caso segn el modelo de las leyes de quie- bra locales, como es e! caso de! captulo 11 y e! captulo 9 de la ley de quiebras estadounidense. 1(1) De este modo, los pases podran negociar una moratoria, y declararse en suspensin de pagos como hacen las per- sonas fsicas y las empresas en los sistemas nacionales. Algn proced- miento de alivio de la deuda se necesita para romper el ciclo de mise- ria de los ms subordinados en la economa global, pero estos remedios no confrontan los problemas sistmicos de la economa global que pro- ducen y reproducen continuamente la desigualdad y la pobreza. En general, la mayora de las proposiciones existentes para reformar el funcionamiento bsico del sistema econmico mundial se dividen en dos lneas de accin opuestas: una estrategia concede a los estados- nacin mas poder regulador, mientras que la otra pretende retirar a los estados o a Jos poderes econmicos gran parte del control sobre la econo- ma. Como es obvio, las dos estrategias parten de anlisis muy diferentes acerca de las causas que estn en el origen de nuestros problemas econ- micos. La primera apunta a los regmenes neoliberales y a la falta de re- gulaciones sobre el capital como origen de las dificultades, mientras que el segundo se centra principalmente en las formas de poder poltico y econmico que ejercen control sobre la produccin y la circulacin. Consideremos como un ejemplo de la primera estrategia el grupo ATTAC (Accin por una Tasa Tobn de Ayuda a los Ciudadanos). Se trata del impuesto sobre las transacciones monetarias concebido por el pre- mio Nobel James Tobin. Los ingresos resultantes de un pequeo grava- 111en sobre todas las operaciones monetarias internacionales iran a en- grosar el erario de los estados-nacin. Segn sus defensores, una de las ventajas del impuesto consistira en ayudar a controlar la volatilidad de 344 ])FMOC:RAUA los mercados financieros internacionales, con lo que se evitaran o mo- deraran las crisis financieras debidas en parte a la celeridad de las tran- sacciones. Arrojar unos granos de arena en las ruedas de la especula- cin global, en la expresin de Tobin. Otra ventaja que traera la introduccin de la tasa Tobin, siempre segn estas opiniones, es que, ade- ms de dotar a los estados de un mayor control sobre el valor de sus mo- nedas con el incremento de los ingresos fiscales tambin aumentara su para incidir sobre el conjunto de la economia.!" En realidad, lo que buscan esta y otras propuestas similares, fundamentalmente. es poner en manos de los estados-nacin la posibilidad de llevar a cabo ac- tuaciones correctoras de algunos de los desequilibrios ms extremos y de las distorsiones de la riqueza y la renta. La regulacin estatal del ca- pital, en oposicin a la doctrina de los regmenes neoliberales que con- ceden al capital la mxima autononla, aparece en esas propuestas como primera solucin para los problemas de la economia global. . A nuestro juicio, una de las limitaciones de esta estrategia es que confia demasiado en las acciones beneficiosas de los estados-nacin so- beranos. No vemos que los estados-nacin, ni los mas poderosos ni los ms modestos, hayan actuado en consecuencia para aliviar la pobreza y la desigualdad. Teniendo esto en cuenta, algunos proponen una modi- ficacin de la tasa Tobin: la recaudacin de la tasa no ira destinada a los estados-nacin, sino a un organismo democrtico global, combinando as esta propuesta econmica con una de las propuestas de reforma de los sistemas representativos que hemos descrito antes."? Incluso se po- dran asignar esas cantidades a las Naciones Unidas, o bien a un parla- mento global, lo cual garantizara la independencia econmica de la ins- titucin con respecto a los estados-nacin. La segunda estrategia general incluye propuestas encaminadas a eli- minar las formas destructivas de control poltico y econmico. En los dominios de la ciberntica y de internet, por ejemplo. se ha visto que el control del acceso, de la informacin y de las ideas mediante las leyes de propiedad intelectual obstaculiza cada vez ms la creatividad y la cin.Tambin hemos mencionado reiteradamente los numerosos agravios originados por las patentes que controlan frmacos. conocimientos, ma- teriales genticos e incluso formas de vida. Son muchas las propuestas que 345 MULTlTU1) tratan de resolver o paliar estos problemas, Algunas de estas modestas pro- posiciones quieren contrarrestar la ubicuidad del copyrij?ht simplemente limitando su vigencia. El copyright se concibi originalmente como un recurso para estimular la innovacin, garantizando al autor un monopo- lio sobre su obra durante un perodo de tiempo determinado. En la ac- tualidad, el material protegido puede controlarse durante ms de ciento cincuenta aos sin requerir apenas la intervencin del propietario,restrin- giendo as su uso en el dominio pblico. Una manera de mejorar el sisrc- ma consistira en reducir drsticamente la posible duracin del copyrt<?1zt, re- querir que la renovacin peridica suponga un cierto esfuerzo por parte del propietario. lOJ En un sentido ms general, se podra Iimitar la protec- cin exclusivamente al uso comercial del material, de manera que la co- pia de textos o la grabacin de msica para usos no comerciales no que- dara restringida. 104 Otra opcin similar sera reducir los tipos de productos susceptibles de ser patentados, excluyendo, por ejemplo,las formas vivien- tes y los conocimientos tradicionales. Hasta aqu hemos mencionado pro- posiciones muy modestas que encajaran con facilidad en el nUTCO legal existente. El movimiento Open Source, siguiendo una lnea ms radical, trata de lograr que el software sea libre y susceptible de ser modificado sin que ello suponga pagar los derechos. lOS Actuahnente, las corporaciones que tienen registrado el software se niegan a revelar el cdigo fuente de los programas, de manera que el usuario no puede ver cmo funcionan, ni identificar sus fallos, ni modificar y optimizar el funcionamiento de los programas. Los cdigos informticos siempre son producto de la colabo- racin, y cuantas ms personas puedan entenderlos y modificarlos ms se perfeccionan. Ciertamente, no es imposible imaginar que desaparezcan to- talmente las protecciones legales de las patentes y de los derechos de autor, de manera que las ideas, las msicas y los textos sean libres y acce- sibles para todos. Por supuesto sera necesario hallar otros mecanismos sociales para remunerar la creatividad de los autores, los artistas y los cien- tficos, pero no hay razn para creer que la creatividad dependa de una ex- pectativa de grandes ganancias. En efecto, muchas veces los autores, los ar- tistas y los cientficos se escandalizan cuando ven que las corporaciones se lucran con su creatividad, pero, en general, no se ven movidos a crear ante la perspectiva de una riqueza extraordinaria. 346 ])EMOCRAC!A Quede claro, no obstante, que cada una de estas propuestas a reducir los controles econmicos y polticos ejercidos a traves de mecanismos como las patentes y el copyright no solo porque sea injusto limitar el acceso a esos bienes, sino porque los propios controles obsta- culizan la innovacin y limitan el desarrollo econmico. Algunos de los proyectos reformadores ms novedosos y potentes implican, en efecto, la creacin de alternativas al sistema actual de copy- right. El ms desarrollado de ellos es el proyecto Creative que deja en manos de los artistas y autores la posibilidad de compartir mente su obra con otras personas, conservando al mismo tiempo CIerto margen de control sobre su utilizacin. Al registrar su en Commons. bien se trate de texto, imgenes, o producclOn de audio o vdeo el autor o la autora renuncia a la proteccin legal del que prohbe la reproduccin, pero en lugar de ello puede elegr una sere de restricciones mnimas en cuanto a su uso. Concretamente, puede indicar si la obra reproducida debe contener una mencin expresa de autora, si se autoriza su utilizacin comercial, si puede ser modificada para elabo- rar obras derivadas, y si cualquiera de estas utilizaciones debe permane- cer tambin abierta a la reproduccin. 10(, Alguien podra decir que este sis- tema alternativo no es ms que un suplemento de la legislacin existente sobre los derechos de autor, que sirve a quienes no deseen acogerse a sus restricciones, pero, en realidad, la existencia de la alternativa es s mis- ma un poderoso agente de reforma. Su ejemplo pone de manifiesto la insuficiencia del sistema de patentes y clama por el cambio. En general, la reforma econmica ha de basarse en una cin o creacin de lo comn. En los pases dominantes se ha produci- do un largo proceso de privatizacin coincidente con el miento del Estado del bienestar, a menudo trasladado a los paises subordinados por imposicin de las instituciones econmicas glob.ales, como el FMI. Tambin los programas de transicin a la demOCraCIa y construccin nacional, desde Rusia hasta Iraq, se basan principalmente en la privatizacin. A medida que estos procesos de mulan catstrofes para el bienestar social -la red de ferrocarnles .bn- tnica y el abastecimiento elctrico en Estados Unidos pueden servir ejemplos emblenlticos-, resulta ms evidente la necesidad del cambio, 347 MULTITUD A nuestro juicio, este habr de consistir, no en un retorno a /0 pblico, es decir, al control estatal de las industrias, los servicios y los artculos, sino en una creacin de /0 comn. Esta distincin conceptual y poltica entre 10 pblico y lo comn ser uno de los elementos que estudiare- mos, en el contexto de la democracia, en el apartado final de este libro. Esa nocin de lo comn es la base para un proyecto poltico posliberal y postsocialista. Reformas biopolticas Cuando abordamos la cuestin de las reformas biopolticas, todas las dificultades que veamos al considerar las diversas propuestas polticas, legales y econmicas para el sistema global parecen complicarse y arn- plificarse. Las fuerzas adversas a la reforma biopoltica son enormes ha- ciendo que a veces llegue a ser difcil imaginar modos de hacer que el sistema sea ms democrtico. Ciertamente, es dificil imaginar una propuesta de reforma que abor- de la ms importante de las reivindicaciones biopolticas: nuestro actual estado de guerra. En vez de una propuesta de reforma podramos resaltar aqu un experimento que pone de manifiesto la necesidad de una al- ternativa al sistema de guerra. Los activistas contra la guerra emprendie- ron una peligrosa prctica de diplomacia desde abajo, enviando dele- gados para intervenir en las zonas de guerra. Activistas de Italia, Francia y Estados Unidos viajaron a Palestina en el verano de 2002, durante la ofensiva israel, y muchos de ellos intentaron entrar en Iraq antes de la guerra de 2003. Esta diplomacia desde abajo viene a demostrar que la di- plomacia desde arriba) entre lderes nacionales perpeta el estado de guerra y no es representativa de las poblaciones. Claro est que estos ac- tivistas-diplomticos tampoco son representativos, pero su iniciativa porciona una expresin concreta al lnuy extendido deseo de que aca- be de una vez ese sistema global de guerra permanente. En cuestiones biopoliticas ajenas al sistema blico no es tan dificil imaginar propuestas de reforma global. Una de las estrategias de refor- ma es la que concierne a los tratados internacionales sobre aspectos lnuy 348 I)EMOCRAC1A concretos de los sistemas biopolticos. Ejemplo de ello es el acuerdo de Kioto sobre el cambio climtico, alcanzado en 1997, que aborda el pro- blema del calentamiento global. Los pases industrializados que firmaron el acuerdo se comprometieron a reducir sus emisiones de gases de efec- to invernadero, principalmente los xidos de carbono resultantes de la combustin del carbn, del gas y del petrleo. Sin embargo, cuando la administracin Bush anunci en 2001 que Estados Unidos no se adhera al acuerdo, su eficacia qued en entredicho. Tambin ha tenido algn xito el tratado de 1997 sobre la prohibicin de minas terrestres, pero ha sido igualmente puesto en tela de juicio por la reticencia de Estados Unidos a firmarlo. Otros tratados internacionales similares para prohi- bir la produccin de armas biolgicas, qumicas y nucleares, y destruir las almacenadas, tienen parecidos historiales ambiguos, y el obstculo siempre mayor ha sido la falta de disposicin estadounidense. Es el unila- teralismo, o mejor dicho la excepcin planteada por Estados Unidos dentro del sistema global, la que malogra todas esas propuestas de reforma. Hay otras muchas iniciativas que no estn del todo condicionadas por Estados Unidos. Tal es el caso, por ejemplo, de la creacin de una agencia global del agua, que, adems de arbitrar los litigios internacio- nales sobre los derechos de utilizacin, tambin intervendra en conflic- tos nacionales, como los derivados de los proyectos de construccin de grandes presas. Estas agencias podran encargarse de garantizar la distri- bucin justa de los recursos hdricos existentes y la prospeccin de otros nuevos. No falta quien ha propuesto una autoridad global de comuni- caciones, que se encargara de regularlas a nivel mundial, algo as como una versin de la Comisin Federal de Comunicaciones estadounidense, pero con un alcance planetario. tarea principal de esa autoridad se- ra garantizar la igualdad de acceso a los medios de comunicacin e in- formacin existentes, as como desarrollarlos. Por ejemplo, poniendo la de que todos los satlites militares y comerciales reserven cierta fraccin de su capacidad para los canales pblicos de libre acce- so. Las propuestas de ese estilo, sin embargo, adolecen del gigantisnlO) que hemos mencionado antes. En el afn de democratizar las relacio- nes, propugnan la creacin de una autoridad central que equivaldra a un nuevo recorte de la participacin democrtica. 349 MULTiT'UI) Aunque no sea dificil itnaginar reformas globales de ese tipo en lo relativo a las cuestiones biopoliticas, en realidad ninguna de ellas con- sigue llegar nlUY lejos. Es tan grande la acumulacin de fuerzas adver- sas, entre las cuales figura sefialadamenn- el predominio de Estados Unidos en el sisterna internacional y su tendencia a excluirse de todos los acuerdos multilaterales, que hasta parece intil presentar una propues- ta. Como antes, ms que plantear aqu una reforma, citaremos una ex- periencia, que en este caso constituye una alternativa ms democrtica de comunicacin e informacin, Indymedia es una red de centros de in- formacin gestionados colectivamenre y basados en interner, que pro- porciona servicios de noticias de forma impresa o en vdeo. Existe, desde luego, una larga tradicin de radios libres y experimentos de televisin por cable encaminados a romper el monopolio de la informacin que est en manos de las grandes corporaciones mediticas. Indymedia sur- ge de esa tradicin, y se cre en 1999 para informar sobre las manifes- taciones contra la cumbre de la Organizacin Mundial de Comercio en Seattle.!"? Desde entonces, esta red de centros de medios de comunica- ci n independientes ha crecido hasta abarcar decenas de ciudades en los seis continentes. La consigna de Indymedia, no odies a los Inedias de comunicacin, convirtete en uno de ellos, no solo propugna romper el monopolio informativo de las corporaciones, sino que adems invita a par- ticipar activamente en la produccin y la distribucin de la informacin. Cualquiera puede enviar una informacin a un sitio web de Indymedia. Estos dos elementos, la igualdad de acceso y la expresin activa, son cen- trales para cualquier proyecto de democratizacin de las comunicaciones y de la informacin. Los medios deben poder decir la verdad, y no se trata de determinar la verdad a partir de una versin global de lo polticamente correcto sino, por el contrario, de garantizar las diferencias de expresin de la multitud en un proceso democrtico de comunicacin. Jndymedia y. otros muchos proyectos similares de medios de comunicacin indepen- dientes no proporcionan un modelo de reforma de los sistemas globales de comunicacin, pero son experiencias importantes que muestran, una vez ms, cun poderoso es el anhelo de democracia global. Como indican estos ejemplos, en el terreno de la biopoltica lo rns productivo tal vez no sea generar propuestas de reforma, sino desarrollar 350 DEMOCRACIA experiencias para afrontar nuestra situacin global. Adems, la perspecti- va biopoltica puede servirnos para reconocer el carcter ontolgico de todos los movimientos e identificar el motor constituyente que impulsa a cada uno de ellos. Nunca se llegara a ese elemento esencial mediante la mera enumeracin o adicin de las reivindicaciones y las propuestas de reforma. Este motor constituyente es un hecho biopoltico, que ser el que podr convocar a la multitud y, por lo tanto, desarrollar el poder ms general para crear una sociedad alternativa. [Retorno al siglo XVIII! Todas las propuestas de reforma que hemos enumerado en el apartado anterior son ideas vlidas y tiles, aunque, corno suele ocurrir, las fuer- zas que se alzan contra su realizacin sean casi insuperables. El simple he- cho de considerar una propuesta genera una perspectiva nueva y crtica respecto de las estructuras existentes, algo as corno un lllapa cognitivo del sistema global. En este sentido, cada propuesta es una herramienta peda- ggica. Cada una de las personas que llegan a pensar Es buena idea, por qu no podemos hacerlo?. ha aprendido una enseanza importante. Llegados a este punto, es preciso reconocer no solo que buena par- te de estas ideas de reforma global son irrealizables, debido a las fuerzas a las que se enfrentan, sino tambin que ninguna de ellas, por rHUY be- neficiosa que sea, es capaz de sustentar la democracia a escala global. y lo que ql1erenlOS es una democracia plena y verdadera. Algunos di- rn que apuntamos demasiado alto. En cierto modo, nos sentimos como los partidarios de la democracia que en el siglo XVIII, como ya hemos comentado, se enfrentaban a la objecin de los escpticos, que sostenan que la democracia tal vez fue posible en los reducidos limites de la polis ateniense, pero que sera absolutamente imposible en los extensos territorios del Estado-nacin moderno. A los partidarios actuales de la democracia se les formula el mismo argumento escptico: la dernocra- ca tal vez fue posible dentro de los confines del Estado-nacin, pero sera absurda en el vasto dominio globalizado. Los escpticos de la es- cuela liberal esgrimen en su favor la dimensin del planeta con todas sus 351 MUl.TJ']'UJ) diferencias culturales, religiosas y antropolgicas (solo les falta hablar de las diferencias climticas). que imposibilitaran el surgimiento de un pueblo global unificado y otras condiciones necesarias para el establecimiento de una democracia global. Los escpticos de la tendencia conservadora pre- fieren hacer hincapi en los diferentes niveles de civilizacin, sin ahorrarse matices racistas: hablemos de la democracia en Europa y Norteamrica, dicen, pero en otras partes del mundo no estn preparados para la demo- cracia; cuando hayan aprendido de nuestros mercados libres y de nuestros sistemas jurdicos el respeto debido a la propiedad privada y el sentido de la libertad, quiz entonces estn preparados para la democracia. A todos estos escpticos les replicamos: [regresemos al siglo XVIII! Un buen motivo para regresar al siglo XVIII es que entonces el concepto de de- mocracia no estaba corrompido como lo est hoy. No llamaban democra- cia a la dictadura de un partido de vanguardia, ni al gobierno de unos fun- cionarios electos y solo ocasional y limiradamenre responsables ante la multitud. Entonces saban que la democracia es una proposicin radical y absoluta, que exige el gobierno de todos por todos. En segundo lugar, es til recordar que los revolucionarios del siglo XVIII eran utpicos: crean que otro mundo era posible. Lo que desde luego hubiese sido utpico y del todo ilusorio en el siglo XVIJI habra sido la propuesta de un retorno a la antige- dad, o aplicar al moderno Estado-nacin el modelo de democracia conce- bido para la ciudad-estado. Naturalmente, los revolucionarios del siglo XVIII no lo hicieron. Como hemos visto anteriormente, el desafio consista enton- ces en reinventar el concepto de democracia y en crear nuevas instituciones adecuadas para la sociedad moderna y para el espacio nacional. Por ltimo, tambin es til volver al siglo XVIII para valorar la innovacin radical que rea- lizaron. Si ellos lo hicieron, nosotros tambin podemos! Con este punto de referencia en el siglo XVlII podemos reconocer las limitaciones que implica hoy estar aferrado a viejos modelos. As como era ilusorio tratar de replantear la democracia ateniense a escala nacional en el siglo XVIII, igualmente ilusorio es replantear hoy modelos de democracia e instituciones representativas a escala global. Ya hemos visto que muchas de las propuestas de reforma que hemos resumido en el apartado anterior se limitan a mantener los conceptos modernos y los modelos nacionales institucionales de democracia, proyectndolos S111- 352 ])EMOCRACIA plemente de forma ampliada a la escala global. (De ah la tendencia al gigantismo.) Estas proposiciones se fundan en 10 que los especialistas en relaciones internacionales llaman la analoga domstica, es decir, la analoga entre las estructuras internas del Estado-nacin y las estructu- ras del sistema internacional o global. y sorprende comprobar con qu frecuencia reaparece el modelo de las instituciones y las prcticas de Estados Unidos en esas proposiciones. No queremos decir que las pro- puestas de sistemas representativos globales, de un parlamento global, de federalismo global, de tribunales globales y de proyectos tributarios glo- bales carezcan de utilidad. Por el contrario, queremos insistir en que la discusin y la puesta en prctica de muchas de estas proposiciones cier- tamente serviran para paliar las injusticias y las desigualdades del sistc- rna global actual. Pero al mismo tiempo, y ese es nuestro argumento, estas reformas no van a ser suficientes para crear una democracia global. Lo que hace falta es un acto audaz de imaginacin poltica para romper con el pasado, como el que se realiz en el siglo XVIll. Tenemos que encontrar la manera de librarnos de los tenaces fan- tasmas del pasado que recorren el presente y atenazan nuestra imagina- cin, no solo por una cuestin de escala y por el hecho de que las for- mas de representacin y de responsabilidad modernas pierden toda concrecin en la inmensidad de los territorios globales, sino porque tambin nosotros hemos cambiado. Como hemos expuesto detenida- mente en el captulo 2, las condiciones de trabajo tienden a ser C0111U- nes en todo el mundo, y la produccin tiende a convertirse en biopo- ltica. En resumen, hemos afirmado que las formas de produccin dominantes tienden a implicar la produccin de conocimientos, afec- tos, comunicacin y relaciones sociales; es decir, la produccin de for- mas sociales comunes de vida. La transformacin del trabajo en algo comn, por una parte, y la produccin de lo comn, por otra, no afec- tan nicamente a los ingenieros inforrnricos de Seattle y Hyderabad sino tambin a los trabajadores de la salud en Mxico y Mozambique, a los agricultores de Indonesia y Brasil, a los cientficos de China y Rusia y a los obreros industriales de Nigeria y Corea. Y, sin embargo, la nue- va centralidad de lo comn no disminuye en modo alguno la singula- ridad de esas subjetividades dispersas. Esta coincidencia de lo comn y 353 MULTlTUJ) de las singularidades es la que define el concepto de multitud. La dife- rencia antropolgica del presente, una diferencia que se debe al surgi- miento de la multitud, impide proponer una simple puesta al da de los modelos del pasado. Esta es una de las razones por las que no parece til llamar posmodema a la poca actual, para subrayar la diferencia con nuestro pasado. As pues, en lugar de una arqueologa que desentierre los modelos del pasado, necesitamos algo similar a la nocin de genealoga de Foucaulr, en la que el sujeto ha de crear nuevos modelos institucio- nales y sociales basados en sus propias capacidades productivas. El pro- yecto genealgico no es un empirismo -explica Foucault-, ni un po- sitivismo en el sentido corriente de esa palabra. Trata de poner en juego conocinlientos locales, discontinuos, no legitimados, frente a cualquier instancia terica unitaria que pretenda filtrarlos,jerarquizarlos y orde- narlos en nombre de un conocimiento verdadero. r... J As pues, las ge- nealogas no son un retorno positivista a una forma de ciencia ms atenta y ms exacta; las genealogas son ms precisamente anticicncias.IIlH Si ya no bastan nuestros modelos institucionales nacionales de demo.. cracia para defendernos ante la opresin y la tirana globales, tendremos que inventar nuevos modelos y merodos. Como decan los federalistas del siglo XVIII, los nuevos tiempos requieren una nueva ciencia de la socie- dad y de la prctica poltica para dejar de repetir los viejos mitos del buen gobierno y detener los intentos de resucitar las viejas formas de orden.Te- niendo en cuenta la escala global de la sociedad contempornea y tambin la nueva antropologa y las nuevas capacidades productivas de la multitud, hoy tambin necesitamos una nueva ciencia o tal vez, siguiendo a Foucault, una anticiencia. Esa nueva ciencia de la democracia global no se litnitara a restau- rar nuestro vocabulario poltico eliminando las corrupciones que ha sufrido. Adems, tendra que transformar los principales conceptos po- lticos de la modernidad: desde el de Estado-nacin y el de mercado libre hasta el de socialismo, desde la nocin de representacin poltica a las formas de delegacin como el soviet y el consejo, desde los derechos hu- manos a los llamados derechos del trabajo. Todo eso hay que repensar- lo en el contexto de nuestras condiciones conremporneas. Ser nece- saria una ciencia de la pluralidad y de la hibridacin, una ciencia de las 354 1)EMOCRACIA multiplicidades, que sepa definir el modo en que las diversas singulari- dades se expresan plenamente a s mismas en la multitud. Por supuesto, hay diferencias importantes entre nuestro planrcamicn- to de la multitud y la nueva ciencia del siglo XVIII. Una de esas dife- rencias es que los profetas franceses y norteamericanos de la Ilustracin quisieron crear un espejo institucional de la sociedad, pero un espejo hbilmente distorsionado de modo que permitiese crear, a partir de la pluralidad de la multitud, un pueblo unitario: ,E pluribus unum, como todava dice la cinta que sostiene en el pico el guila que aparece en el reverso de los billetes de un dlar. En la actualidad ya no se trata de redu- cir la multitud global a un solo pueblo. La sociedad global est impreg- nada de una dinmica biopolitica de la produccin constante y exceden- tar ia de lo comn, y las subjetividades globales se afirman a s mismas no solo como plurales sino tambin corno singulares. El nuevo concepto de democracia debe tener en cuenta la dinmica constituyente de la multi- tud y el hecho de que su pluralidad se niega a ser reducida a un unum. Otra diferencia importante entre la nueva ciencia del siglo XVIII y la que se necesita hoy atae al hecho de que en la actualidad la base para el anlisis poltico y la fonnulacin de proposiciones no reside en el in- dividuo, sino en lo comn, es decir, en el conjunto comn de relacio- nes productivas biopolticas. Mientras que en la modernidad los pensa- dores polticos tuvieron que luchar con la contradiccin entre el individuo y el conjunto social, hoy nos toca entender la complemen- tariedad entre las mltiples singularidades y nuestra vida social comn, lo cual se logra mediante un constante equilibrio de la cooperacin lin- gstica y las redes productivas biopoIticas. A decir verdad, los grandes innovadores republicanos del siglo XVIII no fueron verdaderamente individualistas. Una idea firme de asamblea de la comunidad estuvo siempre muy presente en el pensamiento y la prctica de todos ellos, aunque ciertamente combinado con un concepto de apropiacin y de posesin que tenda a separar y a definir sujetos individuales.':" En cual- quier caso, hoy las coordenadas sociales son completamente distintas y, tal como hemos afirmado antes, las condiciones ontolgicas de la socie- dad se definen por un tejido comn, que no es fijo y esttico sino abierto, rebosante, y construido continuamente en estilo lapidario por las energas 355 MULTITUD acumuladas y los anhelos de la multitud. El mundo financiero, parad- jicamcntc, con su enorme capacidad de abstraccin, proporciona una excelente expresin tanto de la riqueza social comn de la multitud como de su potencial futuro, aunque se trata de una expresin distor- sionada por la propiedad privada y el control de una minora. La tarea consiste en hallar una senda en comn, que implique a hombres, mu- jeres, trabajadores, inmigrantes, pobres y todos los elementos de la mul- titud para administrar el legado de la humanidad y dirigir la produccin futura de alimentos, bienes materiales, conocimientos, informacin y todas las dems formas de riqueza. Por ltimo, otra diferencia COIl respecto al pensamiento del :- glo XVIII estriba en que la guerra de todos contra todos y la nocin de un estado natural violento, esgrimidas a menudo como una especie de chantaje contra los proyectos republicanos, ya no le sirven al pensamiento reaccionario para legitimar la dominacin de un poder soberano mo- nrquico. Con esto no descartamos que algn lder poderoso trate de re- currir a esa tctica para hacerse con el control de naciones, regiones o del sistema global en su conjunto. Se trata ms bien de que dicha no- cin cada vez guarda menos correspondencia con nuestra realidad so- cial. Esa idea de una guerra fundacional de todos contra todos se basa en una economa de propiedad privada y de escasez de recursos. La propiedad material. como la de una finca, la del agua o la de un coche, no puede existir en dos lugares al mismo tiempo: si lo tengo y lo uso yo, niego que lo tengas y lo uses t. En cambio, la propiedad inmate- rial, como la de una idea, una imagen, una forma de comunicacin, es infinitamente reproducible. Puede estar en todas partes al mismo tiem- po, y que uno la tenga no impide que pueda tenerla tambin otro. Por el contrario, corno dijo Thornas Jefferson, las ideas mejoran al ser comu- nicadas: si yo enciendo mi vela en la 11a1113 de la tuya, ambas parecen bri- llar ms. Hoy da sigue habiendo escasez de algunos recursos, pero otros muchos, y en especial los elementos ms nuevos de la economa, no fun- cionan segn la lgica de la escasez. Por otra parte, cuando los meca- nismos productivos dependen cada vez ms de las redes abiertas y ex- pansivas de comunicacin y cooperacin, la nocin de un conflicto bsico de todos contra todos parece cada vez ms antinatural. En rcali- 356 1)EMOCRAC!A dad, nuestro estado natural es aquel que se crea en las redes comunes de la multitud. Cada vez resulta ms absurdo tratar de legitimar un poder central soberano aduciendo una guerra entre "la democracia y otras ci- vilizaciones, ni defender <da democracia); con un estado de guerra per- manente, ni siquiera imponer la democracia militarmente. La nica de- mocracia que hoy tiene sentido es la que plantea la paz como su valor supremo. En efecto, la paz no solo es necesaria para la democracia, es tambin una condicin fundamental del conocimiento y, ms general- mente, de nuestro estar en el mundo. Hay que tener presente que la democracia no es una exigencia in- . sensata ni inalcanzable. Cuando Spinoza llama absoluta a la democracia. da por supuesto que la democracia es, en realidad, la base de toda so- ciedad. La inmensa mayora de nuestras interacciones polticas, econ- micas, afectivas, lingsticas y productivas se fundan siempre en relaciones democrticas. Unas veces, estas prcticas de la vida social nos parecen es- pontneas y otras veces las concebirnos como algo establecido por la tra- dicin y el hbito, pero en realidad se trata de los procesos civiles de in- tercambio, comunicacin y cooperacin democrticos que desarrollarnos y transformamos todos los das. Si esas interacciones democrticas no fuesen la base de nuestra vida en comn, la propia sociedad sera algo imposible. Por eso para Spinoza las dems formas de gobierno son dis- torsiones o limitaciones de la sociedad humana, mientras que la demo- cracia es su realizacin plena y natural. La invencin de una nueva ciencia de la democracia para la multi- tud es desde luego una tarea ingente, pero el sentido general del pro- yecto est claro. Podemos reconocer su necesidad en las reivindicacio- nes y demandas urgentes de tanta gente en todo el mundo, y de dnde iba a salir la energa para llevar a cabo tal proyecto, sino de los anhelos de la multitud? Los protagonistas de las protestas no aceptan la idea de seguir viviendo en un mundo definido por el miedo, la injusticia, la po- breza y la falta de libertad que afectan a tanta gente. Incluso los que ex- presan un escepticismo prudente en cuanto a la posibilidad de cambios sustanciales a corto plazo no dejan de admitir que estas formas actua- les de dominacin, violencia, tergiversacin, alienacin y expropiacin no pueden continuar por mucho tiempo en la nueva realidad: los 357 MULT1TU)l lenguajes comunes. las prcticas comunes y las formas de produccin de nuestra sociedad van a contracorriente de esas fonnas de mando. En re- sumen, nuestros sueos hacen necesario (aunque todava no posible) otro mundo. Cada vez ms, la escala global parece el nico horizonte imagi- nable para el cambio, y la democracia autntica la nica solucin factible. Lo que proponemos hoy, por lo tanto, no es la repeticin de viejos rituales y de consignas manidas, sino por el contrario volver a plantar- nos delante de la pizarra, reanudar la bsqueda y emprender una nueva investigacin para formular una nueva ciencia de la sociedad y de la po- ltica. Esa investigacin social no consistid en acumular estadsticas o me- ros datos sociolgicos. De lo que se trata es de comprender las necesi- dades biopolticas actuales e imaginar las condiciones posibles de una nueva vida, sumergindonos en los movimientos de la historia y las transformaciones antropolgicas de la subjetividad. Solo de esa nueva ontologa podr emcrger una nueva ciencia de la produccin de riqueza, as como una constitucin poltica que apunte a la democracia global.'!" EXCURSO 3. ESTRATEGIA: GEOPOLTICA y NUEVAS ALIANZAS Muchas de las discusiones contemporneas alrededor de cuestiones de geopoltica plantean una eleccin entre dos estrategias para el mante- nimiento del orden global: el unilatcralismo o el multilateralisruo. Tales discusiones no suelen tener en cuenta el poder de los movimientos a fa- vor de la democracia global, ni sus reivindicaciones ni sus propuestas. Sin embargo, estos movimientos tienen un efecto constituyente sobre la geopoltica y las posibilidades de ordenacin global. Dediquemos un momento a repasar la historia de la geopoltica para ver cmo se ha desarrollado, cmo se ha precipitado en la crisis actual, y qu posibili- dades estratgicas ofrece a la multitud. La crisis de la geopo[{tica Lageopoltica moderna naci en Europa corno el campo primordial de la realpolitik, roda vez que los estados-nacin europeos, encerrados en suspeque- 30B ])EMe)C:RACJA os territorios, proyectaban las relaciones reales de poder hacia los vastos espacios globales. La tradicin poltica europea poda sustentar la pretensin de extender su poltica a todo el planeta, paradjicamente, porque conceba a Europa como un horizonte finito, como el Occidente, el lugar donde el sol se pona, elfinis terrae.Europa necesitaba escapar a su propia finitud. En las definiciones que Europa se dio a s misma siempre estuvieron presentes los elementos espaciales, a veces en trminos expansivos y otras veces en tonos conflictivos, trgicos y obsesivos, desde el Egeo homrico hasta la colombi- na mar oceana. Entre los griegos y los romanos de la antigedad se encuen- tra yalaidea de que Uno de los elementos a controlar necesariamente es el es- pacio que rodea la ciudad, con el fin de mantener la paz y el bienestar en su interior. De hecho, la antigua Roma convirti esta funcin del espacio externo en un motor de su expansin imperial. De este modo, el espa- cio geopoltico se concibi en trminos de trayectoria, de movimiento del destino dirigido hacia los territorios extranjeros definidos por las clasesimpe- riales dominantes.Y as naci el Grossraum nacional e imperialista. El ascenso de Estados Unidos a la condicin de potencia global transform la tradicin europea de la geopoltica, que pas de las no- ciones de las fronteras permanentes y los espacios finitos a las del exte- rior indefinido y las fronteras abiertas, centrndose en flujos y lneas m- viles de conflicto, al modo de las corrientes ocenicas y las fallas ssmicas. La geopoltica en sentido americano sobrepasa el horizonte espacial fijo para convertirse en una alternancia o una dialctica entre la apertura y el cierre, entre el expansionismo y el aislacionismo. Y esa es, en efecto, la nocin de geopoltica que encontramos hoy. Quiz la geopoltica contine considerando que las fronteras son lmites prefijados, pero al mismo tiempo las ve como umbrales o lugares de paso. Las guerras, desde esa perspectiva, comienzan cuando uno cruza una frontera por- tando armas. El progreso se concibe como cruzar esa misma frontera desarmados. El comercio cruza fronteras con armas y sin ellas. Las fron- teras geopolticas no tienen nada que ver con una frontera natural en- tendida en trminos geogrficos, tnicos o demogrficos. Cuando la geopoltica se enfrenta a fronteras planteadas como naturales, lo hace para utilizarlas instrumentalmente o para menoscabarlas, poniendo en mar- cha un movimiento expansivo, transgredindolas. Para entender la geopoltica en su forma actual (y cuestionarla a su debido tiempo), debernos pues prescindir de las concepciones natura- 309 MULTITUD lista, determinista o economicista de las fronteras y de las delimitacio- nes que caracterizaron la vieja geopoltica europea. Es preciso asumir la nocin de fronteras y umbrales flexibles que se cruzan continuamente, algo tpico de la ideologa estadounidense. En efecto, es necesario com- prender que la geopoltica contempornea se basa en la crisis de sus propios conceptos tradicionales. Cuando hablamos de crisis no quere- mos decir que la geopoltica est a punto de derrumbarse, sino que fun- ~ i o n a a base de fronteras, de identidades y de delimitaciones que son inestables y cuyo significado vara con frecuencia. La geopoltica no puede funcionar sin tales fronteras, pero est obligada a desplazarlas y re- basarlas constantemente, creando la dialctica entre expansionismo y ais- lacionismo. Es la crisis de lageopoltica. Por lo tanto, la geopoltica contempornea se revela sometida al mismo esquema lgico que define la teora contempornea de la sobe- rana y la realidad de la actividad econmica: tiene dos lados, que ade- ms estn en permanente contradiccin y conflicto. Esa crisis interna, como decimos, no es el anuncio de un derrumbe, sino el motor de un desarrollo. El anlisis geopoltico asume la crisis como fundamento, y abre el sistema al conflicto entre las diversas fuerzas polticas, que deter- minan los espacios abiertos, los lmites fronterizos y los espacios cerra- dos. Nuestra hiptesis, indudablemente reduccionista pero no por ello menos eficaz, es que estos conflictos internos o contradicciones del concepto de geopoltica deberan reconocerse como el conflicto entre la multitud (es decir, las fuerzas de la produccin social) y la soberana imperial (esto es, el orden global del poder y de la explotacin), entre la biopoltica y el biopoder. Esta hiptesis nos lleva a considerar los pa- radigmas cambiantes de la geopoltica como respuestas a los desafos que p ~ a n t e a n las luchas de la multitud. En otros trabajos hemos afirmado, por ejemplo, que la transformacin del marco de referencia poltico a fina- les del siglo xx, tras las crisis del petrleo y las crisis monetarias del de- cenio de 1970 y el hundimiento del sistema de Bretton Woods, fue una respuesta a las luchas anticoloniales y antiimperialistas en Asia, frica y Amrica Latina, as como a las multitudinarias luchas. sociales en Euro- N ,. lIle pa y orteamenca. reemos que hoy la crisis de la geopoltica solo puede ser entendida en trminos de las luchas contra el orden global que hemos esbozado en el captulo anterior, desde los movimientos Contra el neoliberalismo en la India, Brasil, Seatrle y Gnova, hasta el movirnien- 360 [lEMOCRAClA to contra la guerra de Iraq. Los elementos de esta crisis pueden determinar la evolucin futura de la geopoltica.Y an est por ver qu utilizacin estratgica puede hacer la multitud de la crisis de la geopoltica. El mando unilateral y el Eje del Mal Podemos retornar ahora a las estrategias de la geopoltica en el siglo XXI y a la alternativa entre unilateralismo y multilateralismo. La primera tarea de una estrategia unilateralista, hoy representada principalmente por Es- tados Unidos, consiste en empeorar la crisis de las instituciones del viejo orden internacional. Para dominar con eficacia la poltica global, por ejemplo, la estrategia unilateralista debe erosionar las atribuciones po- lticas y jurdicas de las Naciones Unidas. En el momento de su forma- cin, al final de la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas auna- ban la aspiracin ilustrada de un gobierno cosmopolita con un acuerdo democrtico entre los estados-nacin vencedores de la guerra contra el fascismo. Medio siglo ms tarde es evidente que esa alianza est agota- da. Despus de largos aos atrapada en los vaivenes de la guerra fra y neutralizada por su incapacidad para romper los mecanismos burocr- ticos en su interior, la Organizacin de las. Naciones Unidas est ahora bajo el poder de la nica superpotencia que queda. En otras palabras, las Naciones Unidas son ahora el lugar en donde pueden expresarse con mxima claridad la hegemona global de Estados Unidos y su domina- cin unilateral. Paradjicamente, es tambin el lugar donde se expresa la imagen de una forma de poder ms distribuida, ms adecuada a los procesos de la globalizacin. Al terminar la guerra fra, la forma de soberana imperial empez a redefinir las lneas fronterizas del antiguo enemigo y a organizar una red nica de control sobre el mundo. En Oriente Prximo, la poltica de contencin orientada a bloquear el avance de la amenaza social se trans- form en operaciones de roll back (forzar el repliegue) y de penetracin militar en la antigua esfera de influencia sovitica. El resultado es una extensa media luna de dominacin imperial que abarca desde Oriente Prximo hasta el este de Asia, desde la pennsula arbiga hasta la coreana, cruzando los antiguos territorios soviticos en Asia central y bajando hasta las bases estratgicas de Filipinas y Australia. Esa media luna configura el 361 MULTI'!'Ul) nuevo horizonte geopoltico global. La soberana global ha adoptado una figura imperial bajo el control de Estados Unidos y de su enorme apa- rato militar centralizado que se extiende por todo el planeta. Esta operacin, sin embargo, no est plenamente realizada, ni exenta de contradicciones internas. Hay amplias zonas que no se hallan incluidas (y quiz nunca llegarn a estarlo) en ese rgimen imperial unilateral. Resisten porque tienen formaciones estatales fuertes, e incluso, en al- gunos casos, sus propias aspiraciones globales. La estrategia unilateralista consiste en debilitar esas potencias resistentes, encerrarlas en un eje re- gional y, con el tiempo, integrarlas en la jerarqua global. En realidad, la estrategia unilateral tiene tres grandes competidoras estratgicas y no puede permitirse el lujo de ignorarlas: Europa, Rusia y China. Desde esta perspectiva, Estados Unidos ha de mantener una presin sobre ellas. En este contexto cabra interpretar la proclamacin estadounidense de un eje del mal, no solo como una advertencia directa a esas tres dictaduras enemigas relativamente dbiles, sino tambin, y ms importante, como una amenaza indirecta contra sus amigos ms poderosos que las apoyan. Quiz deberamos interpretar la guerra contra Iraq como un ataque in- directo contra Europa, no solo por la estrategia poltica que se ha se- guido, sino especialmente por la amenaza contra la industria europea que plantea el dominio estadounidense de los recursos energticos iraquies. Asimismo, podramos leer en las advertencias estadounidenses a Irn una amenaza indirecta a la esfera de control ruso por el sur. Y por lti- mo, no es dificil concebir en qu forma las advertencias a Corea del Norte amenazan y debilitan indirectamente la influencia china, adems de proporcionar una excelente justificacin a la fuerte presencia mili- tar de Estados U nidos en el este de Asia. Con esto no queremos decir que los estados potencialmente terroristas no representen un verdadero peligro para las gentes, dentro y fuera de sus pases respectivos, sino que el hecho de sealar precisamente a esos estados puede tener el efecto adicional, y quiz ms importante, de desafiar y debilitar a los compe- tidores estratgicos principales que amenazan el control unilateral esta- dounidense. Ese objetivo estratgico justificara el uso de todo el arse- nal de la geopoltica imperial, incluyendo las guerras preventivas, los procesos de organizacin jerarquizada de los estados-nacin, y la seg- mentacin y eventual aislamiento de regiones o continentes enteros dentro del sistema global. 362 lW.MOCRN:JA Contradicciones La estrategia unilateralista del poder imperial implica una reordenacin geopoltica fundamental, organizada alrededor de tres diales. El primer elemento consiste en agrupar las potencIas mundiales en formaciones regionales, y mantener una jerarqua entre ellas. Cabe imaginar la estrategia geopoltica unilateralista en forma de rueda, cuyo eje est representado por Estados Unidos y cuyos radios se extienden a todas las regiones del planeta. Desde esa perspectiva, cada regin se de- fine C01110 el grupo de potencias locales ms Estados Unidos como el elemento dominante. As, la regin del Atlntico norte se compone de los estados europeos occidentales ms Estados Unidos; la regin latino- americana de los pases de Amrica Latina ms Estados Unidos; la re- gin del Pacfico, de los estados del este asitico ms Estados Unidos, y as sucesivamente. Sin embargo, debemos tener en cuenta el carcter impredecible de esas relaciones de fuerza en la poltica internacional, y admitir que las formaciones regionales tambin pueden actuar en contradiccin con la unidad jerrquica del mando imperial. El modelo regional del orden im- perial se ve trastornado de vez en cuando por la de diversas potencias regionales. De ah los movimientos de tira y afloja con la Comunidad Europea, a veces predispuesta en favor de la alianza at- lntica con Estados Unidos, otras veces abierta a la posibilidad de la uni- ficacin continental con Rusia, y an otras deseosa de lograr la auto- noma de la voluntad poltica europea. De manera similar, los pases de la antigua Unin Sovitica titubean entre la lealtad a los proyectos esta- dounidenses, las propuestas de alianzas europeas, o las resurrecciones de viejas lneas geopolticas (entre Rusia y la India, por ejemplo). Podra- mos interpretar los originales experimentos chinos en materia de de- mocracia de las clases medias como la afirmacin de una autonoma regional encaminada a una globalizacin con un centro asitico. Pare- cidos desarrollos regionales y vacilaciones se hallan tambin en otras re- giones del mundo, como por ejemplo, en los emergentes proyectos de autonoma regional en Latinoamrica centrados en Brasil y Argentina. .Podra imaginarse un proyecto de autonoma regional en' Oriente , - Prximo? En todos estos casos, las formaciones regionales desempean un papel contradictorio, un arma de doble filo en la geopoltica irnpe- 363 MULTITUIl rial unilateralisra: son piezas necesarias del orden unificado, y al mis- mo tiempo fuerzas potencialmente autnomas que podran romper ese orden. El segundo aspecto de la estrategia unilateralista se refiere a la pro- duccin econmica y a la crisis que han padecido y continan pade- ciendo las aristocracias multinacionales del orden imperial. En este caso no se trata de contradicciones entre estados, sino de lneas de frac- tura que han aparecido entre distintas fracciones de la clase capitalis- ta global como resultado de sus conflictos de intereses, y que han sa- lido a la superficie con especial claridad durante la guerra de Iraq. (Consideremos, por ejemplo, la elocuente oposicin a la guerra por parte de lderes financieros como George Soros.) El estado global de guerra y conflicto, creado por las polticas militares unilateralistas ha tenido efectos sumamente perjudiciales sobre los circuitos globales de la produccin y del comercio. Abreviando, cabra decir que la globa- lizacin armada unilateralista practicada por Estados Unidos ha alzado nuevas fronteras e impedimentos que obstaculizan el funcionamiento de las diversas redes econmicas globales creadas durante los ltimos decenios. La crisis ms importante del rgimen econmico global ac- tual, desde el punto de vista de las aristocracias, la indica el hecho de que se aproveche una fraccin tan pequea del potencial productivo del mundo actual. Una parte importante y creciente de la poblacin global vive en la pobreza, privada de formacin y de oportunidades. Numerosos pases viven con el lastre de una deuda externa que los priva de recursos vitales. Es cada vez ms evidente que una mayora en el mundo se halla excluida de los principales circuitos econmicos de produccin y consumo. Desde ese punto de vista, la crisis de la aristocracia no afecta nicamente a las industrias multinacionales, sino a todos los sujetos productivos del orden econmico global. Los sn- tomas de esa fractura van desde las simples expresiones de desprecio ante la utilizacin unilateral que Estados Unidos hace de su poder y la falta de fe en su justicia, haasta los intentos de establecer formaciones regionales rivales. En el periodo comprendido entre los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la guerra de Iraq de 2003 el deterioro de unos vnculos de lealtad que antes parecan muy slidos, as como de inte- reses polticos y econmicos comunes entre las aristocracias mundia- les ha sido espectacular. Otra manifestacin de la crisis aristocrtica que 3M IlEMOCRAC:IA ha tenido fuertes repercusiones geopolticas es la rivalidad monetaria. Al pasar el euro de una posicin dbil a una posicin fuerte, por ejem- plo, y la primera amenaza que el euro plantea al dlar como la divi- sa de reserva del comercio internacional, representa para el orden imperial un terreno minado y un problema que debe solucionarse sin demasiada tardanza. El tercer elemento de la estrategia multilateralista est relacionado con el propio mantenimiento del orden, con la forma de gobernacin global y el atan de seguridad. La versin unilateralista estadounidense del Imperio se ha impuesto por medio del podero militar, pero las campa- as militares de Estados Unidos en Afganistn e Iraq han sido incapaces de satisfacer los objetivos mnimos de seguridad y estabilidad. Las rela- ciones econmicas y culturales son igualmente importantes, como lo son las condiciones sociales de desigualdad y las condiciones de extrema po- breza que tan a menudo se producen en grandes regiones del mundo. Estados Unidos no conseguir imponer su primaca unilateral si no con- sigue antes llegar a un acuerdo con las otras grandes potencias financieras del mundo. Adems, la seguridad global nunca ser posible si no se puede asegurar el desarrollo econmico de los pases ms pobres.Y obviamente no se trata de una mera cuestin econmica, sino tambin de una cues- tin de equilibrios y conflictos sociales, culturales y polticos. En reali- dad, los fines de la globalizacin y las formas de la estrategia ge?polti- ca continan siendo objeto de un profundo cuestionamiento. Una nueva Carta Magna? Va quedando cada vez ms claro que el ordenamiento unilateral o mo- nrquico del orden global, centrado en el dictado militar, poltico y eco- nmico de Estados Unidos es insostenible. Estados Unidos no puede seguir por su cuenta. La crisis de ese ordenamiento ofrece una opor- tunidad a las aristocracias globales, es decir, las corporaciones multi- nacionales, las instituciones supranacionales, otros estados-nacin domi- nantes y algunos poderosos agentes no estatales. Es el momento para una Carta Magna. Se recordar que en la In- glaterra de comienzos del siglo XIII, cuando el rey Juan Sin Tierra se vio sin dinero para desarrollar sus aventuras militares e incapaz de mante- 365 MULl'ITLJ1) ner la paz social, pidi fondos y ayuda a la aristocracia y los nobles le exigieron a cambio que se sometiese al imperio de la ley, y redactaron la Carta Magna. En otras palabras, el monarca se avino a abandonar una postura estrictamente unilateralista y a colaborar activamente con la aristocracia. En la actualidad nuestro monarca global se enfrenta a una crisis comparable. No puede pagar sus guerras, mantener el orden y proporcionar los medios adecuados para la produccin econmica al mismo tiempo. Por lo tanto, las aristocracias se hallan en situacin de negociar, a cambio de su apoyo, un nuevo ordenamiento social, polti- co y econmico, que supere incluso las actuales nociones de mulrilate- ralismo: un nuevo orden global. Cul sera hoy el contenido de la Carta Magna? Qu quieren las aristocracias globales? La paz y la seguridad, evidentemente, son obje- tivos importantes. Poner fin a las aventuras militares unilateralistas a ese estado de guerra que parece perpetuo, es una condicin fundamental. Pero tambin interesa a las aristocracias la renovacin de las fuerzas pro- ductivas globales, y que toda la poblacin del planeta entre en los cir- cuitos de la produccin y el intercambio. En este contexto, prioridades tales como la eliminacin de la pobreza y la condonacin de la deuda de los pases ms pobres no seran actos de beneficencia, sino esfuerzos dirigidos a la realizacin del potencial productivo que existe en el mundo. Otra prioridad sera revertir los procesos de privatizacin y crear el acceso comn a los recursos productivos necesarios, como las tierras, las semillas, la informacin y los conocimientos. Hacer que los recur- sos sean comunes es necesario para la expansin y la renovacin de los potenciales de creacin y de produccin, desde la agricultura hasta las tecnologas de internet. Ya podemos identificar algunos movimientos que pueden mar- car el camino a las aristocracias en la creacin de semejante Carta Magna. Durante la cumbre de la OMC en Cancn, cuando el egru- po de los 22 exigi unas polticas ms equitativas para el comercio de los productos agrcolas, se dio un paso hacia la reforma del siste- ma global. En un sentido ms general, las alianzas internacionales en- sayadas por el gobierno de Lula en Brasil con otros pases de Amri- ca Latina y del exterior sealan posibles bases para la reconstruccin global. Si escuchan las seales que envan los gobiernos del sur, las aristocracias encontrarn una va por la que orientar su proyecto de 366 DEMOCRACIA renovacin de las fuerzas y las energas productivas en el sistema eco- nmico global. Las mltiples voces que claman contra el estado actual de guerra y la actual forma de globalizacin son otra fuente de orientacin para las aristocracias. Como ya hemos explicado con cierta extensin, las pro- testas en las calles, en los foros sociales, en las ONG, no se limitan a pre- sentar sus denuncias contra las deficiencias del sistema, sino que apor- tan tambin numerosas propuestas de reforma que incluyen los diversos modos de ordenamiento institucional y las polticas econmicas. Es evi- dente que tales movimientos siempre sern antagonistas de las aristocra- cias imperiales y, a nuestro juicio, tienen buenos motivos para ello. Sin embargo, redundara en su propio provecho considerar a dichos movi- mientos como posibles aliados, y como recursos para la formulacin de las polticas globales de hoy. No hay duda de que para la produccin de riqueza y seguridad es indispensable adoptar alguna versin de las re- formas que exigen los movimientos y algunos medios para incorporar a las multitudes globales como fuerzas activas. Junto con los gobiernos ms progresistas del Sur global, los movimientos de protesta antigloba- lizacin son actualmente las fuerzas ms prometedoras para orientar un proyecto de creacin de una alternativa a los fracasados regmenes uni- lateralistas y sentar las bases para una nueva Carta Magna. Las aristocracias globales, quede bien claro, no representan en modo alguno a la multitud. El proyecto de lasaristocracias,incluso con una nueva Carta Magna, no tiene como objetivo la democracia, sino una forma di- ferente de control imperial. La multitud es, y necesariamente seguir siendo, antagonista de esas aristocracias. Dicho esto, hay que entender que la crisis de las aristocracias frente al unilateralismo estadounidense sita en el horizonte global oportunidades estratgicas para unas pro- posiciones democrticas. Hay alianzas posibles, por ejemplo, entre las aristocracias industriales y las multitudes productivas en los niveles de desarrollo ms dbiles y ms pobres, en puntos como el desequilibrio entre el orden productivo y la potencialidad de la fuerza de trabajo exis- tente, o con vistas a poner fin al estado global de guerra. Aqu comenzamos a atisbar la posibilidad de estrategias alternativas de constitucin global. Es posible proponer, mediante alianzas con las aristocracias, un programa para un contra-Imperio? Tiene sentido pos- tular, en el terreno de la geopoltica, tcticas y estrategias que pudieran 367 MULTITUD ser dirigidas inteligentemente por la multitud hacia tal fin? Muchos sin- tomas empiezan a apuntar en esa direccin. Cuando los movimientos por escapar a la pobreza vienen acompaados de la rebelin, cuando los movimientos migratorios abren espacios de mestizaje y nuevas formas antropolgicas y culturales, cuando las guerras de liberacin se vincu- lan a procesos de diplomacia desde abajo, y cuando las aristocracias glo- bales interpretan los elementos multilaterales del desorden mundial y se ven obligadas a reconsiderar la subordinacin de las multitudes, e incluso a establecer alianzas con ellas, entonces existen nuevas posibilidades para la subversin del orden global. En resumen, creemos que las poderosas contradicciones que recorren el orden geopoltico del Imperio, inclui- das las contradicciones entre las aristocracias globales y las estrategias unilateralistas, ofrecen a la multitud posibilidades para postular procesos constituyentes alternativos que ya no presenten el rostro de la domina- cin capitalista, sino que sigan los ritmos de la emancipacin. En conclusin. retornemos a nuestra pregunta inicial: tiene sentido to- dava hablar de geopoltica? Tradicionalmente, la geopoltica era, como hemos dicho, una teora de los lmites fronterizos. En realidad era una teora paradjica porque pretenda ser global, pero en cada razonamiento y argumentacin haca alusin a un centro y a un exterior. Hoy da la geopoltica imperial no tiene centro ni exterior, es una teora de las relaciones internas en el sistema globaL El derecho pblico del Impe- rio hace las veces de geopoltica, lo mismo que el arte de la guerra hace las veces de accin policial. Hemos pasado de la gobernacin nacional a la gobernacin imperial, de la jerarqua de potencias nacionales fijas a las relaciones mviles de organizaciones y de redes globales a muchos niveles. Es cierto que algunos pretenden imponer un mando unilateral sobre ellas. El despliegue de marines y las bases militares diseminadas por todo el mundo no son despreciables. Y, sin embargo, este panorama es como un dibujo de Escher: es totalmente inestable y basta un cambio de perspectiva, para que todo se invierta. El podero de los despliegues unilaterales se revela sbitamente como una debilidad. El centro que lo eleva se convierte en un punto de mxima vulnerabilidad a todas las for- mas de ataque. Para mantenerse, el Imperio necesita crear un poder reti- cular que no asle un centro de control y no excluya a los territorios o 368 I)EMe)e:J.lAC:IA fuerzas productivas exteriores. Durante el proceso de gestacin del Im- perio, la geopoltica queda en suspenso. Pronto la estrategia unilateralista se revelar tan ineficaz como la multilateralista. La multitud tendr que al- zarse para afrontar este desafio y desarrollar un nuevo marco de referen- cia para la constitucin democrtica del mundo. Iconoclastas Hace ms de mil quinientos aos, cuando el centro del Imperio romano pas de Roma hacia el este, a Bizancio, la estructura degobierno tam- bin sufri una profunda traniformacin. 112 En la etapa anterior, o lati- na, lagobernacin se distribua en tres cuerpos de autoridad, y el empe- rador mandaba junto con laaristoaada.jrente al contrapeso de los comicia o consejos populares. En la etapa posterior, la bizantina, el emperador o basileus era sagrado y su autoridad nica se elevaba por encima de la aristocracia y la masa popular. El emperador bizantino era como un nuevo Moiss que recibia directamente de Dios las Tablas de la Ley, era un nuevo Elias que subia a los cielos, nico mediador entre lo humano y los divi- no; y era semejante a Cristo en cuanto a la misin redentora de su go- bierno. El imperio bizantino sacraliz el poder y su legitimacin era directamente divina. Emperador y sumo sacerdote, Imperium y sacer- dotium, tendan a confluir en una misma figura, Una de las armas que utiliz6 Bizancio para defender su poder cen- tralizado frente al modelo latino de autoridad repartida y tambin fren- te a cualquier gnero de espritu democrtico o resistencia popularfue la prohibicin de las santas imgenes, o iconoclastia. En el ao 726, el emperador bizantino Len el Isaurio emiti un edicto prohibiendo a sus fieles sbditos la veneracin de los iconos o imgenes santas, hasta entonces tenidas por vehiculos de salvaci6n. Se orden6 la destrucci6n de todas las imgenes. LAjustificaci6n teol6gica fue que la adoraci6n de imgenes era sacrlega e iba en detrimento de la nica adoracin verdadera, quese debe a Dios. El argumento recuerda explicitamente el relato biblico del bece- rro de oro adorado por los judios, y quefue destruido por Moiss: No te hars escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los de- 369 MULrITUD los (xodo 20, 4). Sin embargo, la iconoclastia era tambin un proyec- to politico, no solo religioso... O mejordicho, losproyectos politice y re- ligioso eran uno y lo mismo. Era el propio principio de representacin lo que estaba en juego. Quien entrara en una baslica bizantina antes del siglo vtu, antes del estallido de la furia iconoclasta, se encontraba en el bside con un enorme mosaico con una impresionante imagen de Cristopantocrtor, to- dopoderoso, rodeado de los doce apstoles y de los signos del Apocalip- sis. Uno se senta insignificante ante tan imponente representacin de la divinidad, pero esa figuracin abrumadora del poder no arredr a los iconoclastas. El sbdito imperial no poda admirar la imagen del pan- tocrtor, ni tener iconos. Qued vedada la oportunidad de venerar la imagen de Dios Yo por lo tanto, la esperanza de la salvacin. TOda re- presentacin icnica supona, en el rincn ms recndito de la imagina- cin, una manera de participar de lo sagrado y de emular lo divino. En otras palabras, la representacin esttica serva de vehculo a algn tipo de representacin poltica. Incluso con esa pequea oportunidad de po- der y de salvacin quiso acabar el monarca iconoclasta. Que se aparta- se totalmente a Dios de la multitud, para que el basileus quedase como vnculo nico entre ellos, y nico medio de salvacin. Esta concepcin bizantina del poderdesempe un papel importan- te en lafundacin de la modernidad europea, a u n q l ~ e en ocasiones la imaginacin europea no interpret con excesiva exactitud la historia bi- zantina. Cabria decir que lafigura bizantina delpoderresurgi a comien- zos de la poca moderna en Rusia, con el titulo de csar (zar) acompa- ado del epiteto el terrible (grozni): En realidad, noje una innovacin porque desde el comienzode las luchas iconoclastas la soberana empez a adornarse ya con ese predicado de terrible y a sentar lapretensin de que cortar la reladn entre el que manda y los que obedecen era una de lasfacultades de la soberania. Esa es la concepcin de soberanla abso- luta que tanto escandaliz a Montesquieu y Voltaire, esa es lafigura de podercontra la cual Edward Gibbon yAdam Smith concibieron sus pro- yectos de liberacin. Ms tarde, Herder y Niebuhr, con su romntica y ex- cesiva pasinpor la libertad, escenificaran la oposicin contra Bizancio. 370 !JEMOC:RACIA En resumen, la tradicin libertaria de la modernidad europea se construy en parte en oposicin a la arrogancia bizantina del poder. Pues bien, en nuestra poca esa concepcin bizantina del poder hasido en cierto modo recuperada. Las actuales teoras polticas de la soberana imperial re/lOsan crueldad bizantina. La idea de un poderimperante mo- ralmente legitimado en la simbiosis del sacerdotiun1 con el imperiurn, en contraste con todas las concepciones modernas seculares e ilustradas del Imperio, ciertamente est viva en nuestro mundo. Ya desde el siglo xx, los representantes del Zhdanovismo y los del maccarthismo reiteraron que el sacerdocio del dogma ideolgico y el poder de mandar no pueden sepa- rarse; hoy lo repiten otra vez los tericos de la guerra justa y de la guerra preventiva;; contra unos enemigos no definidos ni conocidos, de la misma manera quepermea la retrica de la seguridad,; y la tolerancia cero'; contra las multitudes metropolitanas. Y an ms importante, de nuevo escuchamos cmo unos lderes polticos proponen una nocin de so- berania que.fingepodercortar la relacin entre los gobernantes y los g,o- bernados, recreando una nocin de poder absoluto y autnomo: he ah! a los nuevos iconoclastas! Pero hoy la situacin es anms complt;ja, porque paradjicamente los iconoe/astas han usurpado la postura de los iconijilos. El nuevo poderso- berano trata de cortar la relacin entre los gobernantes y los gobernados, precisamente, mediante el empleo de las imgenes, mediante el espectculo de los medios de comunicacin y el control de la informacin, si bien, al parecer, han despojado a las imgenes del elemento de esperanza y de sal- vacin que las multitudes bizantinas hallaban en los iconos. Contra esos nuevos poderes bizantinos tendremos que lanzar un lla- mamiento como el deJuan Damasceno, cuyo tratado Sobre las imge- nes divinas contribuy ms que ningn otro texto a la derrota de la ico- noclastia. Confrecuencia la querella de los iconoclastas se ha interpretado como un debate sobre la relacin entre la copia y el original, mezclando asl lafilosofta platnica con la teologia patristica. 113 PeroJuan Damasceno se centra en la encarnacin de Dios y en la vinculacin material que la humanidad tiene con un Dios hecho carne, y postula que, dado que esta ltima es material, puede ser representada. El debate, evidentemente, se desarrolla en trminos teolgicos, pero lo que est realmente enjuego es una lucha politica en torno a lafigura del poder. No puedo admitir -escribe Juan- que el basileus usurpe de manera tirnica lafuncin sacerdotal.'!" El sacerdocio -insiste- es decir, elpoder deinvencin social y la legitimacin de los valores y de la existencia libre-, pertenece a la multitud. No es admisible que soberana alguna retire los iconos que abren la imaginacin e introducen en ella el amor a la libertad. No es admisible que soberan!a alguna destruya el vehiculo de esperanza y de salvacin, que pertenece a la multitud.Ahora bien, si el soberano se eri- ge en tirano y proclama su poder incuestionable y absoluto, ser preciso atacar y destrur la soberana misma. III LA DEMOCRACIA DE LA MULTITUD Paso ahora a la forma de gobierno tercera y completa- mente absoluta, que llamamos democracia. BARlJf:H SPINOZA En una ocasin Herzen acus a su amigo Bakunin de confundir en todas sus empresas revolucionarias el sc- gundo mes de gestacin con el noveno. El propio Her- zcn estaba ms inclinado a negar la existencia del em- barazo aunque lo estuviese viendo en su noveno mes. LEN TUOTSKI Los movimientos que expresan sus denuncias contra las injusticias de nues- tro s ~ s t e l n a global vigente y las propuestas prcticas de reforma que he- mos enumerado en la seccin anterior son poderosas fuerzas de trans- formacin democrtica, pero adems debemos repensar el concepto de democracia a la luz de los nuevos desafos y posibilidades que presenta nuestro mundo. Esta reconsideracin conceptual es la finalidad princi- pal de este libro. No pretendemos postular un progran1J concreto de accin para la multitud, sino tratar de desarrollar las bases conceptuales sobre las cuales podra erigirse un nuevo proyecto de democracia. 373 MULTlTUI) Soberana y democracia En la tradicin de la teora poltica parece haber unanimidad en un principio bsico: solo uno puede gobernar, sea ese uno el monarca, el Estado, la nacin, el pueblo o el partido. Desde esa perspectiva, las tres formas tradicionales de gobierno que forman la base del pensamiento poltico clsico y moderno -r-rrnonarquia, aristocracia y democracia- se reducen a una. La aristocracia ser el gobierno de unos pocos, pero solo funcionar en tanto que esos pocos se hallen unidos en una sola entidad o hablen con una sola voz. De manera similar, la democracia se puede concebir C01110 el gobierno de la mayora, o de todos, pero solo mientras se presenten unidos C01110 el pueblo o en un sujeto nico parecido. Quede claro, sin embargo, que este precepto del pensamiento poltico, de que solo una entidad pueda gobernar, vaca de sentido y niega el concepto de democracia. La democracia, al igual que la aristocracia en ese aspecto, son meras fachadas, porque de hecho el poder es monrquico. El concepto de soberana domina la tradicin de la filosofia polti- ca y sirve de fimdamenro a todo lo poltico precisamente porque requie- re que solo uno sea quien gobierne y decida. Solo uno puede ser so- berano, dice la tradicin, y no hay prctica poltica sin soberana. Las teoras de la dictadura y del jacobinismo, as como todas las versiones del liberalismo, lo asumen con10 una especie de extorsin inevitable. No hay otra eleccin: O la soberana, o la anarqua! El liberalismo, subraymoslo una vez ms, por mucho que insista en la pluralidad y en la divisin de poderes, en ltima instancia siempre cede ante las necesidades de la soberana. Alguien tiene que gobernar, alguien tiene que decidir. Esto es algo que se nos repite constantemente, como un axioma que corro- bora el refranero: Demasiados cocineros estropean el caldo. Para go- bernar, para decidir, para asumir la responsabilidad y el control, solo debe haber uno. Lo contrario lleva al desastre. En el pensamiento europeo, esta insistencia acerca del gobierno de uno suele caracterizarse como legado permanente de Platn. Ese uno es el fundamento ontolgico inmutable, origen y telas al mismo tiem- po, sustancia y orden. La falsa alternativa entre el dominio de uno y el caos, en efecto, aparece bajo diversas variantes a lo largo de la historia 374 I)EMOCRACIA de la filosofia poltica y jurdica europea. En la edad de plata de la filo- sofia europea, en el paso al siglo xx, la filosofia del derecho recurri a esa alternativa COIllO fundamento de una nocin de ley natural, con- cebida corno teora pura del derecho. Rudolf Starnmler, por citar un ejemplo representativo, plantea el orden jurdico corno representacin material de esa unidad ideal y formal. 1 1 . ~ Sin embargo, esta insistencia en el gobierno de uno desde luego no es exclusiva de la tradicin euro- pea. Las nociones de unidad inmutable y centro dominante tambin pre- siden la historia de la filosofia china. La necesidad de la soberana es la verdad fundamental que se expresa en la analoga tradicional entre el cuerpo social y el cuerpo humano. Esa verdad se halla maravillosamente expresada en el frontispicio original del Leviatn de Hobbes, dibujado por l nusrno.I'v Vista de lejos, la ilustra- cin reproduce el cuerpo del rey que se eleva sobre la tierra, pero vista de cerca revela que, por debajo de la cabeza, el cuerpo real est com- puesto de centenares de cuerpos diminutos, que son los ciudadanos que integran el tronco y los brazos. El cuerpo del soberano es literalmente el conjunto del cuerpo social. La analoga, adems de subrayar la uni- dad orgnica, corrobora y establece la divisin de las funciones socia- les. Solo hay una cabeza, a cuyas decisiones y rdenes deben obedecer los miembros y los rganos. De este modo, la fisiologa y la psicologa acuden a reforzar la verdad obvia sobre la que reposa la teora de la so- berana. En todo cuerpo hay una subjetividad nica y una mente racio- nal que rige sobre las pasiones del cuerpo. Hemos subrayado anteriormente que la multitud no es un cuerpo social, precisamente por esa razn: la multitud no se reduce a la unidad, ni se somete al dominio de uno. La multitud no puede ser soberana. Por la misma razn, la democracia a la que Spinoza llama absoluta no pue- de ser considerada corno una forma de gobierno en el sentido tradicio- nal, porque no reduce la pluralidad de todos a la figura unitaria de la soberana. Desde el punto de vista funcional, estrictamente prctico, la tradicin nos dice que las multiplicidades no pueden tornar decisio- nes por la sociedad y, por lo tanto, no cuentan polticamente. Carl Schmitt es el filsofo moderno que ms claramente ha plantea- do la centralidad de la soberana en el mbto de la politica, renovando las 375 MUI.TITUI) teoras de la soberana absoluta de los comienzos de la modernidad europea debidas a autores como Hobbes yjean Bodin. Es particularmente interesan- te observar cmo Schmitt consigue conectar las diversas teoras medievales y feudales de lasoberana del anden rgme con las teoras modernas de la dic- tadura; desde las viejas nociones del carisma divino del monarca, hasta las teoras jacobinas de la autonornia de lo poltico, y desde las teoras de la dic- tadura burocrtica a las de la tirana populista y fundamentalisra. Schmitt subraya que, en todos los casos, la soberana est por encima de la sociedad y es trascendente. Por lo tanto, la poltica siempre arranca de la teologa: el poder es sagrado. En otras palabras, Schmitt apunta dos definiciones del so- berano. Una positiva, en la que se le reconoce como aquel sobre quien no puede haber poder alguno y,por lo tanto, tiene lbertad de decisin, y otra negativa, que concibe al soberano como aquel que est potencialmente exento de cumplir toda norma o regla social. La nocin teolgico-poltica del Estado total de Schmitt. que coloca la soberana por encima de toda otra forma de poder en tanto que nica fuente posible de legitimacin, de- sarrolla el concepto de soberana de la modernidad hacia una forma cohe- rente con la ideologa fascista. Bajo laAlemania de Weimar,Schmitt polemi- z agriamente contra las fuerzas del pluralismo liberal y parlamentario, al considerar que, o bien negaban ingenuamente el dominio del soberano, y conducan inevitablemente a la anarqua, o bien disfrazaban maliciosamente lasoberana bajo eljuego de los poderes plurales, vacindola de contenidos. La soberana moderna, subravmoslo una vez ms, no necesita que un in- dividuo -un emperador, un fuhrer, un csar- se eleve solitario sobre la so- ciedad y decida, pero requiere que asuma ese papel algn sujeto poltico uni- tario, corno un partido, un pueblo o una nacin."? La teora de la soberana moderna en lo poltico encaja perfectamen- te con las teoras y las prcticas capitalistas de gestin empresarial en lo econmico, Es necesario que exista una figura, nica y unitaria, capaz de asumir la responsabilidad y de decidir en el terreno de la produccin, a fin de garantizar el orden econniico y la innovacin. El capitalista es el uno que rene a los trabajadores en una cooperacin productiva, en la fbr-ica por ejemplo. El capitalista es un Licurgo moderno, soberano del dominio prvado de la fabrica, pero siempre compeldo a ir ms all de la estabilidad e innovar. Schumpeter es el economista que mejor ha 376 DEMOCRAC:IA descrito el ciclo econrnico de la innovacin, vinculndolo a la forma de control poltico. 11fl A la excepcionalidad soberana le corresponde la innovacin econmica como la forma industrial de gobierno. Son nu- merosos los trabajadores que intervienen en las prcticas materiales de la produccin, pero el capitalista es el nico responsable de la innova- cin. Al igual que solo el uno puede decidir en poltica, segn se nos asegura, solo el uno puede innovar en economia. Las dos facetas de la soberana La teora de la soberana induce a considerar, como hacen muchos, que el dominio de lo poltico es el terreno propio del soberano, y entonces cen- tran su atencin en el Estado. Pero esa es una visin demasiado limitada de lo poltico. La soberana necesariamente tiene dos facetas. El poder sobe- rano no es una sustancia autnoma, ni absoluta, ya que consiste en una relacin entre los gobernantes y los gobernados, entre la proteccin y la obediencia, entre los derechos y las obligaciones. Dondequiera que unos tiranos intentaron convertir la soberana en algo unilateral, los goberna- dos siempre acabaron por rebelarse y restablecer la naturaleza bilateral de la relacin. Quienes obedecen no son menos esenciales para el concepto y para el funcionamiento de la soberana que el uno que manda. Por lo tanto, la soberana es un sistema de poder dual. La naturaleza bilateral de la soberana pone de manifiesto, tal como explic Maquiavelo, la limitada utilidad de la violencia y la fuerza para la dOlninacin poltica. La fuerza militar puede emplearse para la con- quista y la dominacin a corto plazo, pero no se obtiene un dominio y una soberana estables solo por la fuerza. En realidad, el podero mili- tar, por ser unilateral, es la forma de poder ms dbil: es duro, pero fr- gil. La soberana requiere asimismo el consentimiento de los goberna- dos. Adems de fuerza, el poder soberano tiene que ejercer hegemona sobre sus sbditos y generar en ellos no solo miedo, sino tambin re- verencia, dedicacin y obediencia, por medio de una forma de poder que sea suave y flexible. El poder soberano ha de ser capaz de negociar constantemente la relacin con los gobernados. 377 MULTITUD Cuando hayamos comprendirlr, que la soberana es una relacin bi- lateral y dinmica, empezaremos a entender las contradicciones que la asaltan continuamente. Consideremos, en primer lugar, la figura militar moderna de la soberana, es decir, el poder para decidir sobre la vida y la muerte de los sbditos. El desarrollo constante de las tecnologas de destruccin masiva en el transcurso de la era moderna ha alcanzado fi- nalmente la produccin del armamento nuclear, con el cual, como he- n10S visto en el captulo 1, la prerrogativa de la soberana se acerca mucho a lo absoluto. El soberano poseedor de armamento nuclear es casi compleramenr dueo de la muerte. Pero incluso este poder absoluto en apariencia queda radicalmente obliterado pur prcticas que rehsan el control sobre la vida como los actos suicidas, por ejemplo, desde la protesta del monje budista que Seprende fuego a s mismo hasta el aten- tado su!cid.a. Cuando la lucha para desafiar a la soberana llega a negar la propIa vida, entonces de poco le sirve al soberano ser el dueo de la y de la muerte. Las arruas absolutas contra los cuerpos quedan neu- tralizadas por la voluntaria y absoluta negacin del cuerpo. Por otra parte, la muerte de los sbditos socava el poder del soberano en un sentido ms general: sin sbditos, el soberano no tiene una sociedad que gobernar, sino un erial desierto. El ejercicio de esa soberana absoluta contradice la soberana misma. ,En la esfera econmica, el soberano tambin se ve obligado a ne . gociar una relacin similar con los gobernados, a solicitar su consen- timiento. Los padres de la economa poltica, Adam Smith y David Ri- .identificaron esta relacin como el corazn de la produccin capitalista. En la sociedad capitalista, afinnaron, el trabajo es la fuente de toda riqueza. El capital precisa del trabajo tanto C01no el trabajo ne- cesita del capital. Pero Marx advirti en eso una contradiccin funda- mental, El trabajo es antagonista del capital y representa una amenaza constante la produccin con sus huelgas, sus sabotajes y otro tipo de subterfitgios, pero el capital no puede prescindir del trabajo. Est obhgado a cohabitar ntimamente con el enemigo. En otras palabras, el ca?ital necesita explotar el trabajo de los obreros, pero no puede opri- reprimirlos o excluirlos. No puede funcionar sin su producti- vidad. El propio concepto de explotacin podra servir para resumir la 378 !"lEMOCRAClA contradiccin fundarnental de la relacin de dominio capitalista: los tra- bajadores se subordinan al Hundo del capitalista, y se les roba una parte de la riqueza que producen, pero no son vctimas desvalidas. Al con- trario, son 111UY poderosos. porque son la fuente de la riqueza. llamn- dolos opr-imidos tal vez se designa una masa marginada e impoten- te, pero el explotado es necesariamente un sujeto central, productivo y poderoso. Que esa soberana sea bilateral significa que hay una relacin, pero tambin que hay una lucha constante. Esa relacin es un obstculo per- manente al poder soberano, puesto que puede bloquear o limitar, al menos temporalmente, la voluntad de los que estn en el poder. Por la otra parte, dicha relacin es el punto desde donde la soberana puede ser desafiada y derribada. En la poltica, corno en la economa, una de las armas que los gobernados tienen siempre a su disposicin es la amena- za de rechazar su posicin de servidumbre y retirarse de la relacin. El acto de rechazar la relacin con el soberano constituye una especie de xodo. Se huye de las fuerzas de la opresin, de la servidumbre y de la persecucin, en busca de la libertad. Es un acto elemental de liberacin y una amenaza que toda forma de soberana ha de tener siempre en cuenta para intentar paliarla, contenerla o desviarla. Si el poder sobera- no fuese una sustancia autnoma, entonces la negativa, la inhibicin o el xodo de los subordinados sera una ventaja para el soberano: los ausentes dejan de dar problemas. Pero corno el poder soberano dista de ser autnomo, y como la soberana es una relacin, esos actos de insu- misin representan una amenaza real. Sin la participacin activa de los subordinados, la soberana se desmorona. En nuestra poca, sin embargo, en la era del Imperio global, la lu- cha implcita en la naturaleza bilateral de la soberana se hace todava 111S dramtica e intensa. Cabra decir que el obstculo que ha planteado tradicionalmente a la soberana la necesidad de consentimiento, sUI11i- sin y obediencia se ha convertido en un adversario activo e ineluc- table. Para una primera aproximacin, podramos plantear la cuestin en trminos de lo que hemos llamado biopoder, es decir, la tenden- cia de la soberana a convertirse en poder sobre la vida misma. Uno de los rasgos nuevos del orden global actual, en correspondencia con los 379 MULTITUI) procesos de la globalizacin, es que tienden a confundirse las delimi- taciones entre las formas polticas, econmicas, sociales y culturales de po.der y de. produccin. Por una parte, el poder poltico ya no est orientado snnplelnente a legislar y a preservar el orden de los asuntos pblicos, sino que necesita poner en juego la produccin de relaciones sociales en todos los aspectos de la vida. En el captulo 1 hemos descri- to como la guerra ha dejado de ser un instrumento de la poltica, utili- z.ado como ltimo recurso, para convertirse en fitndamenro de la poli- ttca, en base de la disciplina y del control. Con eso no queremos afirmar que todo lo poltICO haya quedado reducido a la fuerza bruta, sino que el poder militar nene que adaptarse y plantearse no solo las cuestiones polticas, sino tambin la produccin de la vida social en su integridad. El poder soberano necesita disponer de la muerte, pero tambin nece- sita producir vida social. Por otra parte, la produccin econmica es cada biopoltica, se orienta a la produccin de bienes, pero tambin y mas fundalnentalmente a la produccin de infonnacin de de cooperacin, es decir, de relaciones sociales y de 'or- den social. Por lo tanto, la cultura es directamente un elemento del orden poltico y de la produccin biolgica. En el Imperio, en suma, se forma finahnente una especie de concierto o convergencia de las di- versas formas del poder, de la guerra, de la poltica, de la economa y de la cultura, que configuran un modo de produccin de la vida so- cial en su totalidad, es decir, de una forma de biopoder. En trminos diferentes, diramos que en el Irnperio, el capital y la soberana tienden a solaparse por completo, Una vez que reconozcamos esa convergencia en el biopoder, C0111- prenderemos que la soberana imperial depende por cornpjeto de los sociales productivos a los que gobierna. En efecto, la relacin po- ltica de la soberana se asemeja cada vez ms a la relacin econmica entre el capital y el trabajo. As COIUO el capital depende consrantemeon- de la productividad del trabajo y, por lo tanto, aunque sea su antagonista, debe asegurar su salud y su supervivencia, as tambin la soberana irn- perial precisa del consentimiento y de la productividad social de los go- Los circuitos de los productores sociales son las venas y las arterras del Irnperio, y si los prirneros rechazaran esa relacin del poder, 380 I)EMO(:RACIA si se retirasen de esa relacin, el segundo se desplomara quedando re- ducido a una masa sin vida. La triloga cinematogrfica Matrix interpreta esa dependencia del poder. La Matriz sobrevive, no solo porque absor- be la energa de millones de humanos incubados, sino tambin porque reacciona a los ataques creativos de Neo, Morfeo y los guerrilleros de Sin. La Matriz precisa de nosotros para sobrevivir. Una segunda aproximacin ms compleja a la novedad de la sobe- rana imperial es la que tiene en cuenta la naturaleza ilimitada del Im- perio. Todas las formas anteriores de soberana y de produccin preci- saban de una poblacin limitada, que poda ser segmentada de distintas formas. De este modo, quienes gobernaban lograban superar los obs- tculos planteados por la relacin de soberana. Si algn grupo concreto rechazaba el consentimiento o la sumisin al poder soberano, caba excluirlo de los circuitos principales de la vida social o, en ltima ins- tancia, exterrninarlo. El poder soberano necesitaba mantener la relacin con el conjunto de la poblacin, pero cualquier grupo particular poda ser declarado innecesario, desechable, descartable. En el Imperio, por el contrario, al tratarse de un sistema biopoltico expansivo e inclusivo, la poblacin global en su totalidad tiende a convertirse en necesaria para el poder soberano, no solo como productores, sino tambin como con- sumidores, o COlll0 usuarios o participantes en los circuitos interactivos de la red. El Imperio crea y rige una sociedad realmente global, pero esta se hace cada vez ms autnoma conforme el Imperio pasa a depen- der de ella cada vez ms. Existen, por supuesto, fronteras y umbrales que mantienen las jerarquas en que se divide a la poblacin global, y los gobernantes soberanos pueden subordinar a poblaciones concretas, incluso sumindolas en dramticas y crueles condiciones de miseria. Pero excluir a cualquier poblacin de los procesos de la produccin biopoltica tiende a volverse contraproducente para el Imperio. No existe ningn grupo prescindible, porque la sociedad global funciona conjuntamente, corno un todo complejo e integrado. Por lo tanto, la soberana imperial no puede evitar o desplazar su relacin necesaria con esa multitud global ilimitada. Los dominados por el Imperio pue- den ser explotados -de hecho, lo que se explota es su productividad social-, pero por esa misma razn no pueden ser excudos. El Impc- 381 MULTITUD rio ha de afrontar constantemente la relacin de dominio y de produc- cin con la multitud global COIllO un todo, y asumir la amenaza que plantea. En la era de la soberana imperial y de la produccin biopoltica, la balanza se ha desequilibrado de tal manera que ahora los ciudadanos tienden a ser los productores exclusivos de organizacin social. Eso no significa que la soberana vaya a derrumbarse de inmediato, ni que los que gobiernan pierdan todo su poder. Pero s significa que estos ltimos son cada vez ms parasitarios, y la soberana cada vez ms innecesaria. Asimismo, los que obedecen se hacen cada vez ms autnomos y aptos para formar la sociedad por su cuenta. Ya hemos mencionado antes la reciente hegemona de las formas de trabajo inmaterial. que requieren redes de comunicacin y colaboracin de lo compartido en comn y que, a su vez, producen nuevas redes de relaciones intelectuales, afecti- vas y sociales. Esas nuevas formas de trabajo ofrecen nuevas posibilida- des de autogestin econmica, puesto que los mecanismos de coope- racin necesarios para la produccin estn contenidos en el trabajo mismo.Ahora estarnos en condiciones de ver que este potencial se aplica no solo a la autogestin econmica, sino tamhin a la autoorganizacin poltica y social. En efecto, cuando el producto del trabajo no son bie- nes materiales. sino relaciones sociales, redes de comunicacin y formas de vida, es obvio que la produccin econmica implica inmediatamente una especie de produccin poltica, o la propia produccin de sociedad. Ya no nos VCl1l0S limitados al viejo chantaje: elegir entre soberana o anarqua. El poder de la multitud para crear relaciones sociales en co- mn se eleva entre la soberana y la anarqua, y ofrece una nueva posi- bilidad a la prctica poltica. Ingenium multitudinis Tras reconocer el desequilibrio que se ha producido en la relacin de soberana y cmo los gobernados van adquiriendo una posicin de prio- ridad sobre los que gobiernan, nos hallamos en condiciones de cuestio- nar los axiomas que sustentan la teora de la soberana. De pronto, y des- 382 j)EMOCRAClA de nuestra nueva perspectiva, no solo parece innecesario que el uno gobierne, sino que, en realidad, ese uno nunca gobierna. En contraste con el modelo trascendental que postula un sujeto soberano unitario co- locado por encima de la sociedad, la organizacin social biopoltica em- pieza a parecer absolutamente inmanente, pues en ella todos sus com- ponentes interactan en un mismo plano. En otras palabras, en este modelo inmanente, en vez de existir una autoridad externa que imponga el orden a la sociedad desde arriba, los diversos elementos presentes en la sociedad pueden organizar ellos mismos la sociedad en colaboracin. Consideremos, por ejenlplo, los campos de la fisiologa y la psico- loga que se proponan como analogas del fuucionamicnto y la orga- nizacin del cuerpo social. Durante aos, los neurobilogos han reba- tido el tradicional modelo cartesiano segn el cual la mente es autn01na respecto al cuerpo y capaz de gobernarlo. Sus investigaciones demues- tran que, al contrario, mente y cuerpo son atributos de una misma sus- tancia y que ambos intervienen y se influyen co nsta ntemente en el proceso de produccin del raciocinio, de la imaginacin, los deseos, las emociones, los sentimientos y los afectos.'!" Tampoco el cerebro funcio- na con arreglo al modelo centralizado de inteligencia regido por un agente unitario. Los cientficos nos dicen que conviene entender el pen- samiento C01no un fenmeno qumico, o C01no la coordinacin de miles de millones de neuronas que siguen unas pautas coherentes. No existe un uno que toma una decisin en el cerebro, sino ms bien un enjam- bre, una multitud que acta de cornn acuerdo. Desde la perspectiva de los neurobilogos, el uno nunca decide. Parece como si algunos desa- rrollos cientficos siguieran un camino paralelo al de nuestras propias re- flexiones. A lo mejor nos hemos equivocado antes, cuando afirmamos en el captulo 2 que la multitud traiciona la analoga tradicional entre el cuerpo humano y el cuerpo social, y que la multitud no es un cuerpo. Pero, si es as, nos hemos equivocado por buenas razones. En otras pa- labras, si la analoga se mantiene es porque el propio cuerpo humano es una multitud organizada en el plano de la inmanencia. La economa rambin aporta numerosos ejemplos de que el control unitario no es indispensable para la innovacin y de que, por el contrario, la innovacin requiere recursos comunes, acceso abierto e interacciones 383 MUIT1TU]) libres. Lo cual queda de manifiesto en los nuevos sectores que ocupan una posicin central en la economa global: la informacin, el conoci- miento y la comunicacin. Los expertos en internet y los especialistas en ciberntica reiteran que el carcter abierto de los terrenos comuna- les de la electrnica ha sido el factor principal que ha hecho posible la gran innovacin del perodo inicial de la revolucin informtica, y que actualmente las innovaciones se ven cada vez ms obstaculizadas por la propiedad privada y por los controles administrativos que limitan el ac- ceso abierto y la libertad de los intercambios. Eso mismo est ocurriendo en los diferentes mbitos de la produccin del conocimiento, Ya hemos comentado algunas de las contradicciones entre los conocimientos tradi- cionales producidos colectivamente --desde los agricultores que mejoran las semillas hasta las comunidades que producen conocimientos mdicos- y la apropiacin privada de esos conocimientos por Inedia de las paten- tes. Tambin los conocimientos cientficos se producen en amplias redes colectivas, a las que la apropiacin privada y el control unitario no favo- recen en absoluto. Por ltimo, el sector productivo de la comunicacin proporciona abundantes ejemplos de que la innovacin siempre y ncce- sanamente tiene lugar en comn. Estos ejemplos de innovacin en unos entornos de red cabe imaginarlos a veces como una orquesta sin direc- tor. Una orquesta que determina su propio comps al hallarse todos sus integrantes en comunicacin constante, y donde la presencia de la auto- ridad central de un director solo servira para estropearlo todo y silenciarla. Hay que librarse de la idea de que la innovacin depende del genio in- dividual. Solo articulados en redes producimos e innovamos. Si existe al- guna genialidad, esta es debida al genio de la multitud. Ahora podernos reconocer la importancia del argumento que hemos expuesto antes, segn el cual las diversas formas de trabajo en la econo- mia global se estn volviendo comunes. Decamos que el trabajo agrco- la, el industrial y el inmaterial.junto con la actividad social productiva de los pobres, revisten cada vez ms caractersticas comunes. Esa transforma- cin en algo comn ofrece la posibilidad de la igualdad entre las diversas formas de trabajo y tambin la del libre intercambio y comunicacin entre ellas. Producir en comn ofrece la posibilidad de la produccin de lo co- mn que, a su vez, es una condicin de la creacin de la multitud. 384 J )fMOCRAcrA Lo que necesitamos entender, y este es verdaderamente el punto central, es cmo puede llegar la multitud a tornar una decisin. El r110- delo del funcionamiento cerebral que describen los neurobilogos nos seala un posible camino. El cerebro no decide al dictado de ningn centro de mando. Sus decisiones son la disposicin comn o configu- racin de toda la red neuronal, en comunicacin con la totalidad del organismo y con su Inedia ambiente. Cada decisin la produce una mul- titud que acta en el cerebro y el cuerpo. Tal vez sea la innovacin econmica en redes la que proporcione un modelo ms claro para definir la torna de decisiones polticas por parte de la multitud. De la misma manera que la multitud produce en comn y produce lo comn, tambin puede producir decisiones polticas. En realidad y conforme va derrmnbndose la distincin entre produccin econmica y dominio poltico, la produccin comn de la multitud pro- duce por s misma la organizacin poltica de la sociedad. Lo que la mul- titud produce no son solo bienes y servicios, sino tambin, y sobre todo, cooperacin, cOIlmnicacin, formas de vida y relaciones sociales. En otras palabras, la produccin econmica de la multitud no solo brinda un mo- delo para la torna de decisiones polticas, sino que tiende a convertirse ella misma en toma de decisiones polticas. Quiz deberanlos interpretar la toma de decisiones por parte de la multitud como una forma de expresin. En efecto, la multitud est or- ganizada, en cierto modo, corno un lenguaje. Cada uno de los elemen- tos de un lenguaje se define por lo que lo diferencia del resto y, sin embargo, todos esos elementos funcionan en conjunto. Un lenguaje es una red flexible de significados que se combinan con arreglo a unas reglas aceptadas y en un nmero infinito de posibilidades. Una expre- sin concreta, por lo tanto, no es solo la combinacin de sus elemen- tos linguisricos, sino produccin de significados reales: la expresin da nombre a un acontecimiento. y as como la expresin emerge del len- guaje, as rarnbin emerge una decisin de la multitud C0l110 un modo de conferir sentido al todo y de nombrar un acontecimiento. Ahora bien, para que haya expresin lingstica es preciso que exista un sujeto se- parado que utilice el lenguaje para formar una expresin. Y :s a q ~ donde topamos con el lmite de nuestra analoga, porque, a diferencia 385 MUlTITUD del lenguaje, la multitud en s misma es un sujeto activo, algo as como un lenguaje que es capaz de expresarse a s mismo. Para comprender la facultad de decisin de la multitud tambin cabe acudir a la analoga con el desarrollo colaborativo de programas de or- denador y las innovaciones del movimiento Open Source. Tradicional- mente, el software patentado no permite que el usuario lea el cdigo fuente, de cuyo anlisis se deduce cmo funciona el programa. Se di- ra, con Eric Raymond, que los informticos ven sus programas como unas catedrales prstinas y creadas por unos genios individuales.!" El mo- vimiento Open Source parte del planteamiento opuesto. Cuando el c- digo fuente se publica de manera que todo el mundo pueda leerlo, los colaboradores voluntarios contribuyen a corregir sus defectos, y el re- sultado es el perfeccionamiento de los programas: cuantos ms ojos lo vean y ms personas tengan la oportunidad de aportar soluciones, ms se optimiza el programa. Raymond llama a este mtodo, en oposicin al estilo catedral, e! mtodo de! bazar para e! desarrollo de software dado que es fruto de la aportacin colaborativa de gran nmero de progra- madores que tienen distintos criterios y diferentes orientaciones profe- sionales. Como ya hemos observado al comentar la inteligencia del en- jambre, todos juntos somos ms inteligentes que cualquiera de nosotros en solitario. El punto que nos interesa subrayar aqu es que ese estilo de cdigo abierto y colaboracin no lleva a la confusin ni al despilfarro de energas, sino que realmente funciona. Por lo tanto, planteamos que se considere la democracia de la multitud como una sociedad de cdi- go abierto, es decir, una sociedad cuyo cdigo fuente se revela a todos, de modo que todos podamos trabajar en colaboracin para corregir los defectos y crear nuevos y mejores programas sociales. Observemos de paso que la capacidad de toma de decisiones por parte de la multitud invierte la relacin tradicional de la obligacin. Para Thomas Hobbes, por ejemplo, y con distintas variantes para toda la tra- dicin de la poltca de soberana, la obligacin de obedecer es la base de todo derecho civil, y debe preceder a las leyes.'!' En la multitud, sin embargo, en principio no hay jams ninguna obligacin de obedecer al poder. Al contrario, e! derecho a la desobediencia y el derecho a la di- ferencia son fundamentales en la multitud. La constitucin de la l11Ul- 386 DEMOCRAC:JA titud se funda en la constante y legtima posibilidad de la desobedien- cia. Para la multitud la obligacin solo emana en el proceso de toma de decisiones, como resultado de su voluntad poltica activa, y esa obliga- cin persiste mientras se mantenga tal voluntad poltica. La creacin de la multitud, su capacidad de innovar en redes y su ha- bilidad para tornar decisiones en comn hacen posible hoy la democracia por primera vez. La soberana poltica y el gobierno de uno, que han va- ciado de sentido toda nocin real de democracia, tienden a parecer no ya innecesarios sino absolutamente imposibles. Por ms que la sobera- na se erigiese sobre el mito del poder de uno solo, siempre fue una re- lacin fundamentada en el consentimiento y la obediencia de los indi- viduos. Y como la balanza de esa relacin se ha inclinado hacia el lado de los gobernados, y estos lian adquirido la capacidad de producir re- laciones sociales aurnomamente y de emerger como multitud, el so- berano unitario ha pasado a ser ms superfluo que nunca. La autono- ma de la multitud y sus capacidades de autoorganizacin econmica, poltica y social usurpan cualquier funcin de la soberana. As pues, tras haber dejado de ser el terreno exclusivo de lo poltico, la soberania ha sido desterrada de la poltica por la multitud. Cuando la multitud es por fin capaz de regirse a s misma, la democracia se hace posible. Que lafuerza te acompae Las nuevas posibilidades abiertas para la democracia se enfrentan al obst- culo de la guerra. Como hemos visto en el captulo 1, el mundo contem-. porneo se caracteriza pqr una guerra civil generalizada y permanente, por la constante amenaza de violencia que determina defacto la suspensin de la democracia. No es solo que el estado de guerra permanente suspenda la democracia con carcter indefinido, sino que los poderes soberanos responden con la guerra a la existencia de nuevas presiones y posibilida- des en favor de la democracia. La guerra acta corno un mecanismo de contencin. Cuando se desequilibra la balanza en la relacin de soberana, todo poder antidernocrtico tiende a fundamentarse en laguerra y la vio- lencia. De este modo queda invertida larelacin entre la poltica y la gue- 387 MULTITU!l rra que postul la modernidad, La guerra deja de ser un instrumento a disposicin del poder poltico para ser utilizado en casos concretos, y ahora la guerra tiende a definir por s misma el fundamento del sistema polti- co, a convertirse en una forma de dominacin, Este cambio se refleja, corno hemos expuesto en el captulo 1, en los mecanismos de legitima- cin de laviolencia a que recurren los poderes soberanos.Ya no hace falta legitimar la violencia sobre la base de unas estructuras legales, ni siquiera sobre la de UIlOS principios morales. La legitimacin de la violencia tiende a aparecer una vez consumados los hechos y se fundamenta en su efecto, en su capacidad para crear y mantener el orden. Desde esa perspectiva observamos que se ha invertido el orden de prioridades de la modernidad. Pr-imero viene la violencia, corrio fundamento, y luego, segn sean los resultados, la sigue una negociacin poltica o moral. La emergencia de las posibilidades de democracia ha obligado a la soberana a adoptar formas de dominacin y violencia cada vez ms puras. Las fuerzas de la democracia deben contrarrestar esta violencia de la soberana, pero no situndose en una oposicin polar simtrica, como sera lgico si nos lo planteramos en trminos de oposicin pura. En otras palabras, si atendiramos a la lgica de los opuestos, se podra pro- poner la democracia corno una fuerza absolutamente pacfica en opo- sicin a la guerra permanente que prOlllUeVe la soberana, pero rara vez esas oposiciciones tericas se corresponden con la realidad. En la actua- lidad, las fuerzas emergentes de la democracia se hallan en un contexto de violencia que no puede ignorarse o descartarse a voluntad. La demo- cracia hoy adopta la forma de una sustraccin, de una huida, de un xodo lejos de la soberana. Pero tal C01110 nos ensea el relato bblico, el faran no permitir que los judos se vayan en paz. Ser menester que caigan diez plagas sobre Egipto para que los deje salir. Aarn tendr que luchar en la retaguardia contra el ejrcito egipcio perseguidor y, finalmente, Moiss tendr que abrir el mar Rojo y cerrarlo de nuevo al paso de las fuerzas del faran para que el xodo pueda realizarse. Este ejemplo antiguo nos muestra que no hay norma dialctica (del tipo que difunden las teoras pacifistas) segn la cual el comportamiento de la multitud en el xodo deba responder al ataque del poder soberano con su opuesto simtrico, respondiendo a la violencia represiva con la 388 DEMOCRACIA ausencia absoluta de violencia. El xodo nunca ha sido ni podr ser ir- nico es decir absolutamente pacfico y conciliador. Ni Moiss ni Aarn 10 fueron, ni mucho menos lo fueron las plagas que cayeron sobre Egip- to. Todo xodo precisa una resistencia activa, una guerra de retaguardia contra las fuerzas perseguidoras de la soberana. Corno dice Gilles De- leuze: Huye, pero al tiempo que huyes, coge un a n l l a Y ~ 2 Por 10 tanto, el xodo y la emergencia de la democracia constitu- yen una guerra contra la guerra.' No obstante, podemos caer en la con- fusin conceptual. Si la democracia no puede adoptar la estrategia opues- ta a la soberana y enfrentar el pacifismo puro a su guerra permanente, acaso no sera necesariamente lo mismo? No sera su guerra contra la guerra una simple necedad? Son las confusiones que surgen cuando se piensa exclusivamente en opuestos. Un uso democrtico de la fuerza y de la violencia no es lo mismo, ni lo contrario, que la guerra de la sobera- na: es diferente.!" En primer lugar, y en contraste con la nueva disposicin de la so- berana en que la guerra tiende a asumir el papel principal y a consti- tuir la base de la poltica, la democracia no debe recurrir a la violencia sino como instrumento para perseguir finalidades polticas. Esta subor- dinacin de lo militar a lo poltico es, en efecto, uno de los principios de los zapatistas de Chiapas. En rnuchos aspectos, los zapatistas han adop- tado con un giro irnico la tradicin de los ejrcitos guerrilleros lati- noamericanos. Se llaman a s mismos un ejrcito y tienen comandan- tes, pero invierten la estructura tradicional. Mientras que el modelo tradicional cubano presenta al lder militar en uniforme de campaa COIlIO el poder poltico supremo, los zapatistas reiteran que toda activi- dad militar debe pernul1ecer subordinada, al servicio de las decisiones polticas de la comunidad.':" La subordinacin de la violencia a la po- ltica debe ser tambin interior-izada por cada uno de nosotros. O como dijo Andr Malraux, que la victoire demeurc aceux qui auront fait la guerre sans l'aimer, que la victoria recaiga en los que hayan hecho la guerra sin desearla.':" El hecho de subordinar la violencia a lo polti- co, en s miSl110 no es suficiente para que el uso de la violencia sea de- mocrtico, pero es una condicin necesaria para ello. El segundo principio del uso democrtico de la violencia, mucho 389 MULT1TUJ) ms sustancial y tambin mucho ms complejo, consiste en que la vio- lencia se use solo defensivamente. Una vez ms, esa idea se refleja con bastante exactitnd en la imagen del pueblo hebreo defendindose del ejrcito del faran que les persegua. El ejemplo moderno extremo de la necesidad de la violencia defensiva nos lo proporciona el alzamiento del gueto de Varsovia contra el ejrcito ocupante nazi. Los judos de Var- sovia, que haban sido confinados en un gueto y haban visto la depor- tacin de vecinos y parientes hacia los campos de trabajo y de exter- minio, en su desesperacin terminaron por organizar una insurreccin militar. Frente a la eleccin entre morir en la sumisin pasiva o hacer- lo en combate, eligieron lo segundo completamente convencidos de que era lo justo y lo necesario. Su resistencia inspirara nuevos actos de re- sistencia. Pero un ejemplo tan extremo puede dar la impresin de que la violencia defensiva democrtica no pase de ser un gesto estril. Por tanto, conviene vincular tambin el uso defensivo de la violencia a la mi- lenaria tradicin republicana del derecho a luchar contra la tirana. El shakespeariano personaje de Bruto expresa retricamente la necesidad de ese uso republicano de la violencia: Prefers a Csar vivo, y morir todos esclavos / o muerto Csar, vivir todos conlO hombres libres?". 12(, La desobediencia a la autoridad, e incluso el empleo de la violencia contra la tirana, son en este sentido una especie de resistencia, o uso de- fensivo de la violencia. Este derecho republicano a la resistencia nos da tambin el sentido real de la segunda enmienda de la Constitucin de Estados Unidos: Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la se- guridad de un Estado libre, no se restringir el derecho del pueblo de poseer y portar armas, La cuestin del derecho a portar armas ha sus- citado en Estados Unidos un debate sobre el derecho de los ciudada- nos a poseer pistolas, escopetas de caza y otras armas peligrosas, pero el legado del derecho anglosajn y ms generalmente la tradicin republi- cana que inspir la enmienda descansan conceptualmente en el derecho de la multitud, del pueblo en arruas, a ofrecer resistencia frente a la ti- ranJ.127 Los Panteras Negras interpretaron sin duda ese derecho cuan- do, el 2 de mayo de 1967, hicieron nna teatral entrada en el Capitolio californiano de Sacramento portando fusiles para proclamar su derecho constitucional a defender a la comunidad negra. Pero se equivocaron ro- 390 J)EMOCRAC:IA tal Ytrgicamente al no entender que la forma adecuada de est sujeta al cambio histrico, y que debe ser recreada en cada SItua- cin nueva: los fusiles ya han dejado de ser un arma idnea para la de- fensa. Los fusiles y las gafas oscuras con que los Panteras quisieron dar- se aspecto marcial falsearon el sentido de la organizacin, y todo acab en una matanza. Hoy, el derecho republicano a portar armas de fuego ya no tiene que ver con los ciudadanos, ni con las comunidades, ni con los estados que las posean. Es evidente que se necesitan otras armas para defender a la multitud. Una consecuencia importante de ese principio de la violencia de- fensiva es que, desde la perspectiva de la democracia, la violencia no pue- de crear nada, sino nicamente preservar lo ya creado. Obsrvese que se trata de una nocin muy dbil de violencia. No presenta ninguna de las capacidades que Walter Benjamn. por ejemplo. atribuye a la violencia mtica capaz de generar la ley o la violencia divina que destruye la ley.':" Nuestra nocin defensiva de la violencia es ms dbil que esos concep- tos. La violencia democrtica solo puede defender a la sociedad, pero no crearla. Lo cual es igualmente cierto en las situaciones revolucionarias. La violencia democrtica no inicia el proceso revolucionario sino que comnmente sobreviene al final, cuando ya se ha producido la transfor- macin poltica y social, y con el fin de defender sus conquistas. En e.ste sentido, el uso democrtico de la violencia en un contexto revolucio- nario, en realidad no difiere de un acto de resistencia. Debernos tener en cuenta que el principio de la violencia defensi- va, aunque conceptualmente claro, a menudo resulta confuso en la pr.c- rica. Son innumerables los ejemplos de agresiones violentas y conquis- ras que han sido tergiversadas para presentarlas como medidas defel::ivas. En 1938, por ejemplo, cuando los nazis ocuparon los Sudetes, dijeron que lo hacan para defender a los habitantes alemanes de esa regin. y cuando los tanques soviticos entraron en Hungra (1956), Checoslo- vaqnia (1968) y Afganistn (1979), se dijo que se trataba de d,efender a los gobiernos locales. Estados Unidos ha protagomzado rosas acciones defensivas durante el siglo xx, como la invasin de Granada para defender a sus estudiantes de medicina. Al fin y al cabo, incluso los cruzados dijeron salir en defensa de la cristiandad oriental. 391 MULTITUI) La versin ms depurada y elegante de este sofisma es la teora de la guerra justa, recientemente resucitada por muchos estudiosos, periodistas y polticos.'?" Conviene tener claro que la nocin de guerra justa no se refiere a una accin defensiva. La defensa del pueblo hebreo contra los ejrcitos del faran no necesita una justificacin de ese tipo. En cam- bio, la nocin de guerra justa se utiliza para justificar una agresin, adu- ciendo razones morales. Si queremos concebir como defensa esa gue- rra justa, habr que postular que se trata de defender unos valores morales amenazados, y por ah la tema contempornea de la guerra justa enlaza con la antigua concepcin premoderna que se revel tan eficaz para las largas guerras de religin en Europa. Una guerra justa es una agresin militar que se considera justificada por un fundamento moral; por lo tanto, no tiene nada que ver con la postura defensiva de la vio- lencia democrtica. Para que sea inteligible el principio del uso defen- sivo de la violencia, hay que separarlo de todas esas tergiversaciones que presentan a lobos disfrazados con pieles de cordero. El tercer principio del uso democrtico de la violencia guarda re- lacin con la propia organizacin democrtica. Si segn el primer prin- cipio el uso de la violencia se subordina siempre al proceso poltico y a la decisin poltica, y si ese proceso poltico es democrtico, y est or- ganizado en la formacin horizontal y comn de la multitud, entonces el uso de la violencia tambin debe organizarse democrticamente. Las guerras libradas por las potencias soberanas siempre exigieron la suspen- sin de la libertad y de la democracia. La violencia organizada de sus mi- litares exiga una autoridad estricta e indiscutida. El uso democrtico de la violencia debe ser totalmente diferente. No puede existir la separa- cin entre los Inedias y los fines. Cualquier uso democrtico de la violencia debe agregar a estos tres principios una crtica de las armas, es decir, una reflexin acerca de qu armas son hoy eficaces y adecuadas. Todas las armas y todos los mto- dos antiguos, desde la resistencia pasiva hasta el sabotaje, siguen estan- do disponibles y pueden ser eficaces en determinados contextos. Pero no son suficientes ni mucho menos. Len Trorski aprendi esta leccin durante la Revolucin rusa de 1917: Una revolucin te ensea el va- lor de un fusil, escribi. UI) Pero hoy da los fusiles no valen lo mismo 392 DEMO(;RA(;A que en 1917. Uno de los elementos que han cambiado es la aparicin de las arrnas de destruccin masiva, en especial las nucleares. Con ellas, el uso de la violencia pasa a depender de una lgica maximalista: o destruc- cin absoluta, o inaccin tensa y temerosa. El fusil no sirve de mucho frente a la bomba atmica. En general, las arruas atmicas han represen- tado, despus de la espectacular demostracin de su eficacia destructiva en Hiroshima y Nagasaki, una amenaza para intimidar al enemigo. Pre- cisarnente porque las bombas nucleares y otras armas de destruccin masiva plantean unas consecuencias tan generalizadas, en la mayora de los casos no pueden utilizarse y los ejrcitos de las potencias soberanas tienen que recurrir a otra clase de armas, Un segundo elemento que ha cambiado es la creciente asimetra tcnica entre el armamento de des- truccin limitada, digamos, y el armamento de destruccin masiva. En las series de conflagraciones recientes, y en especial en las que han sido retransmitidas por televisin, las fuerzas armadas estadounidenses han demostrado la inmensa superioridad de sus armas de fuego y sus bom- bas guiadas por redes de comunicacin y de inteligencia. No tiene sen- tido entrar en el mismo terreno de violencia ante semejante asimetra. Lo que realmente necesitamos son armas sin pretensin de simetra frente al poder militar dominante, pero capaces de cambiar la trgica asimetra de las numerosas formas contemporneas de violencia que no amenazan el orden actual, sino que meramente le dan la rplica en una extraa y novedosa simetra: el militar de carrera se indigna ante la tc- tica deshonesta del ataque suicida, y el suicida se indigna ante la prepo- tencia del tirano. Las fuerzas del mando imperial condenan la idea del terrorismo, y afirman que los dbiles reaccionarn frente a la asimetra del poder utilizando las nuevas armas fcilmente transportables contra las poblaciones inocentes. Lo cual probablemente suceder, pero no har un mundo mejor, ni cambiar a mejor la relacin de poder. Al contra- rio, los que mandan consolidarn su poder, apelando a la necesidad de que todo el Inundo se someta a su control en nombre de la humani- dad y de la vida. El hecho es que un arma adecuada al proyecto de la multitud no ha de tener una relacin simtrica ni asimtrica con las armas del poder. Eso sera tan contraproducente como suicida. Esta reflexin sobre las nuevas armas nos ayuda a dilucidar el con- 393 MULTITUD cepto de martirio, que segn varias tradiciones religiosas abarca dos formas principales. La primera, la ejemplificada por el ataque suicida, plantea el martirio corno una respuesta de destruccin, incluida la autodestruccin, frente a un acto de injusticia. La otra forma de marti- rio, en cambio, es completamente distinta. En ella, el mrtir no busca la destruccin, sino que es abatido por la violencia del poderoso. El mar- tirio en esta forma es realmente un testimonio. Un testimonio no tanto de las injusticias del poder, como de la posibilidad de un mundo nue- vo, una alternativa no solo a ese poder concreto, sino a todas las mani- festaciones del poder. En esta segunda forma de martirio se basa la tra- dicin republicana desde los hroes de Plutarco hasta Martn Lutero. Tal martirio es un acto de amor: en realidad, un acto constituyente que apunta al futuro y se rebela contra la soberana del presente. Pero no se entienda nuestro anlisis de este segundo martirio, el martir-io republi- cano que atestigua la posibilidad de un mundo nuevo, corno una llamada o una invitacin a la accin. Sera absurdo buscar esa clase de martirio. Este, cuando sobreviene, no es ms que un efecto secundario de la ac- cin poltica y de las reacciones de la soberana contra ella. Evidente- merite, la lgica del activismo poltico hay que buscarla en otro lugar. Necesitamos inventar nuevas armas para la democracia de hoy. De hecho, hoy se dan muchos intentos creativos de hallar nuevas armas.':" Consideremos, como un experimento con armas nuevas, las sesiones de besos), que ha promovido Queer Nation, en las que los hombres se be- san con los hombres y las mujeres con las mujeres en lugares pblicos para escandalizar a los hornfobos. Una de esas acciones tuvo lugar en una con- vencin de los mormones en el estado de Utah. Las diversas formas car- navalescas y los simulacros hoy tan comunes en las manifestaciones con- tra la globalizacin pueden considerarse asimismo corno otro tipo de armas. La simple presencia de millones de manifestantes en la calle, por ejemplo, es tambin un tipo de arrna, corno lo es, aunque en un sentido muy diferente, la presin de la inmigracin ilegal. Todos estos esfuerzos son tiles, aunque en modo alguno suficientes. Necesitamos armas de nueva creacin que no sean meramente destructivas, sino formas de poder cons- tituyente, armas capaces de construir la democracia y de derrotar los ejr- citos del Imperio. Esas armas biopoliticas posiblemente se parecern ms 394 ])EMOCRACIA a las que propuso Lisstrata para disuadir de un a los bres atenienses, que a cualquiera de las que ponen en circulacin los Ideo- lagos y los poltcos de nuestros das. No parece disparatado confiar en que las guerras dejen de ser posibles en un futuro biopoltico (tras la biopoder) , porque la intensidad de la cooperacin y de la conlUlllcaClon entre singularidades (trabajadores y/o ciudadanos) habr destruido esa po- sibilidad. Una semana de huelga biopoltica global bloqueara cualquier guerra.En cualquier caso, cabe imaginar el da en que la inventar un ar1113 que no solo le permita defenderse, sino que tambin sea construc- tiva, expansiva y constituyente. No se trata de tornar el poder y mando de los ejrcitos, sino de destruir su propia posibilidad de existencia. La nueva ciencia de la democracia: Madison y Lenin Al comienzo de esta seccin hemos dicho que la soberana requiere una relacin entre dos partes, los que gobiernan y los que obedecen, y que tal divisin dentro de la soberana lleva implcita la potencialidad constante de crisis. Es en este punto de divisin donde la multitud aparece como su- jeto y declara: Otro mundo es posible)" desechando la relacin el so- berano y aplicndose ella misma a la creacin de ese mundo. En el xodo. la multitud profundiza la crisis de la figura dual de la soberana. En este apartado dedicaremos nuestra atencin al hecho de que el,.poder cuando no consigue preservar esa relacin por medios pacificos y POhtlCOS, pasa a fundamentarla en el recurso a la violencia y a la guerra., El pro- yecto democrtico de la multitud queda, por lo expuesto tanto a la violencia militar como a la represion la gue- rra persigue a la multirud en su xodo, la obliga a defenderse, llllpone al proyecto de democracia absoluta la paradoja de definirse tanto que re- sistencia. Ahora llegaremos al final de esta lnea de razonanuento. La mul- titud no solo necesita configurar su xodo como resistencia, sino que ade- ms ha de transformar esa resistencia en una forma de poder constituyente, y crear las relaciones sociales y las instituciones de una A lo largo de este libro hemos estudiado las bases ontolgicas, SOCIa- les y polticas del poder constituyente de la multitud. Ahora corresponde 395 MULTITUD reunir tres elententog en un COI-DUnto coherente. Desde el punto devis- ta ontologlc,o, hemos con detenimiento la naturaleza biopoltica de .l:lultltud y la intensa y mutuamente definitoria entre la pro- duccin de lamultitud y la produccin de lo C0I11U' n L d ., bi , . " a pro uccion 10- poltica es una cuestin ontolgica en tanto que crea constantemente un ser social, una hurnana. Las condiciones de la pro- y la reproduccin de la vida social de lamultitud, desde sus aspec- tos mas generales y abstractos hasta los ms concretos y sutiles, se desarro- llan a travs de continuos encuentros, comunicaciones y concatenaciones de los cuerpos. Paradjicanlente, lo comn aparece en ambos extremos de la produccin biopoltica: es el producto final y es la condicin prelimi- nar de la Lo comn es al mismo tiempo natural y artificial, es seb:runda, tercera y ensima naturaleza. Por lo tanto, no hay smgularidad que no se halle, en si misma, establecida en lo comn N hay no est sostenida por una conexin comn y ta en. practica a travs d.eella. No hay produccin que no sea cooperacin la cOl1lunahdad. En este entramado biopolitico, las multitudes lllteractuan con otras multitudes, y desde los mil puntos de interseccin d.esde los miles de rizomas que enlazan estas producciones nas, desde las miles de reflexiones nacidas en cada singularidad . . bl . ' emerge la vida de la multitud. La multitud es un conjunto difu- so singularidade, que produce una vida comn; es una especie de carne SOCIal que a s misma en un nuevo cuerpo social. Esto es lo que la biopoltica. Lo comn, que es al mismo tiempo un resultado arti- ficial un fundamento constitutivo, es 10 que configura la sustancia mvil y flexible de la multitud. Desde e! punto de vista ontolgico, e! poder con s- tltuyente de la rnultltud,es la expresin de esta complejidad y la clave que re- corre lo comun blOpohtico para expresarlo an ms amplia y eficazmente. . Desde el punto de vista sociolgico, el poder constituyente de la mul- tltud. Se ha:e presente en las redes de cooperacin y comunicacin del trabajo social, La relacin de lo COmn con la multit d , .. u , que se presen- taba desde e! punto de vista ontolgico, por e! hecho de que cornun es al .lulsmo tiempo precondicin y resultado de la produc- de. la multitud, aparece ahora, en trminos sociales y todava ms en termmos de trabajo, perfectamente exenta de problemas. Como hemos 396 ])EMOCRAClA afirmado anteriormente, hoy se verifica una progresiva transformacin en 10 comn de las diversas formas de trabajo en toda la economa y a 10 largo y ancho del mundo. Estamos asistiendo al declive de las divisio- nes antes inquebrantables entre los trabajadores agrcolas y los obreros industriales, entre las clases trabajadoras y los pobres, etc. En su lugar, el carcter cada vez ms comn del trabajo en todos los sectores asigna una nueva importancia al conocimiento, a la informacin, a las relaciones afectivas, a la cooperacin y a la comunicacin. Aunque cada forma de trabajo sigue siendo singular -el trabajo agrcola sigue vinculado a la tierra, como el trabajo industrial a la mquina-, todas ellas desarrollan bases comunes, hoy da tienden a convertirse en condicin de toda produccin econmica, y a su vez, la produccin misma produce lo co- mn: relaciones comunes, conocimientos comunes, etc. La produccin basada en la cooperacin y la comunicacin permite entender con to- tal claridad cmo lo comn es al mismo tiempo supuesto previo y resultado: no hay cooperacin sin una comunalidad existente, y el re- sultado de la produccin en comn es la creacin de una nueva comu- nalidad. De manera similar, tampoco puede tener lugar la comunicacin sin una base comn, y el resultado de la comunicacin es una nueva expresin comn. La produccin de la multirud lanza lo cornn a una espiral de crculos virtuosos cada vez ms amplios. Esta produccin cre- ciente de lo comn no niega en modo alguno la singularidad de las sub- jetividades que constituyen la multitud. De hecho hay un intercambio recproco entre las singularidades y la multitud en su conjunto, que afecta a ambos y que tiende a formar un tipo de motor constituyente. Tal pro- duccin comn de la multitud implica una forma de poder constitu- yente, por cuanto las propias redes de la produccin cooperativa desig- nan una lgica institucional de la sociedad. Aqu reconocernos de nuevo la importancia de! hecho de que en la produccin de la multitud tien- da a desaparecer la distincin entre lo econmico y 10 poltico, y la pro- duccin de los bienes econmicos tienda a ser tambin la produccin de relaciones sociales y, en ltima instancia, la produccin de la socie- dad misma. La futura estructura institucional de esa nueva sociedad est incorporada en las relaciones afectivas, de cooperacin y comunica- cin de la produccin social. En otras palabras, las redes de la produc- 397 MULTITU!) cin socia.l proporcionan una lgica institucional capaz de sustentar una nueva sociedad Por lo tanto, el trabajo social de la multitud conduce di- rectamente a la la multitud como poder constituyente. que la produccin biopolitie., es econmica y poltica al mis- mo tiempo, y que sienta las bases de un poder constituyente, ahora podenl0s entender que la denlocracia de la multitud no guard . a seme- janza con la {(democracia directa>, segn se entenda tradicionahnente, en la .que cada de nosotros dedicaba parte de su tiempo y de su tra- baJO a votar mcesantemente todas y cada una de las deci . li . . , .' sienes po ItI- caso Recordemos el rroruco comentario de Osear Wilde acerca de que el ,del era que nos hara perder demasiadas tardes. La produccin biopoltica nos ofrece la posibilidad de que h 1 . , . .. agamos e POhtlCO de crear y mantener relaciones sociales en colaboracin redes de comunicacin y cooperacin de la pro- SOCIal, sin perder las tardes en intenninables reuniones asamblea- nas. La produccin de relaciones sociales al fin y al c b lo ri , a o, no so o nene un sino que tambin es un trabajo poltico. En este sentIdo comCldlnan .la produccin econmica y la produccin poltica, y las. redes colaboratlvas de la produccin sugeriran un marco de refe- rencm para Una nueva estructura institucional de la sociedad E d . . sa emo- en la que todos creamos y mantenemo, colaborativalnente la SOCIedad por medio de nuestra produccin biopoltica es a la que lla- mamos absolum, " . hemos descrito la democracia de la lllUltitud como po- teonca desde las perspectivas ontolgica y sociolgica. Esta posi- se basa en el desarrollo real de nuestro mundo social. La de- fimc.Ion de de la multitud y de su poder constituyente requiere tambin un punto de vista poltica capaz de reunir en un momen- y un lugar el poder comn de la multitud y su capa- cidad para tomar decisiones. Eso no significa que lo que hemos argu- desde los de vista ontolgico y sociolgico sea sllllplenlente secundario o irrelevante Uno de los errores rn , . . as graves que cometen los ter-icos de la poltica es el de considerar el poder consti- tuyente COUlO un acto puramente poltico y separado del ser social exis- tente, mera creatividad irracional el punto Oscuro de no se b ' , sa e que ex- 398 [lEMOCRAClA presin violenta del poder. Carl Schmitt, como todos los pensadores fas- cistas y reaccionarios de los siglos XIX y xx , siempre trat de cxor- cizar as el poder constituyente, con un estremecimiento de miedo. Sin embargo, el poder constituyente es otra cosa totalmente distinta: es una decisin que surge del proceso ontolgico y social del trabajo produc- tivo; es una forma institucional que desarrolla un contenido comn; es un despliegue de fuerza que defiende el avance histrico de la eman- cipacin y la liberacin; es, en resumen, un acto de arnor. No parece que hoy da sea posible entender el amor como concepto poltico, aunque sea precisamente un concepto del amor lo que nece- sitamos para comprender el poder constituyente de la multitud. El con- cepto moderno del amor queda reducido, casi en exclusiva, al mbito de la pareja burguesa y a los confines claustrofbicos de la familia nu- clear. El amor se ha convertido en un asunto estrictamente privado. Ne- cesitamos un concepto del amor ms generoso y rnerros restrictivo. Necesitarnos recuperar la concepcin pblica y poltica del amor, co- mn a las tradiciones prernodernas. El cristianismo y el judasmo, por ejemplo, conciben el amor como un acto poltico que construye la mul- titud. Amar significa exactamente que nuestros encuentros expansivos y continuas colaboraciones nos proporcionan el goce. No hay nada ne- cesariamente metafsico en el amor a Dios de los cristianos y los judos: tanto el amor de Dios hacia la humanidad como el amor de la huma- nidad por Dios se expresan y encarnan en el proyecto poltico material comn de la multitud. Debernos recuperar hoy este sentido material y poltico del amor, un amor que es tan fuerte corno la muerte. Esto no significa que uno no pueda amar a su mujer, a su madre y a sus hi- jos; significa nicamente que su amor no termina ah, sino que sirve de base para nuestros proyectos polticos comunes y para la construccin de una nueva sociedad. Sin ese amor, no SOU105 nada. Este proyecto poltico de la multitud, sin embargo, debe hallar un camino para enfrentarse a las condiciones de nuestra realidad contem- pornea. Su proyecto de amor puede parecer fuera de lugar en un mundo corno el nuestro, en donde el orden global se fundamenta y legitima su poder por medio de la guerra, que degrada y suspende to- dos los mecanismos democrticos. La crisis de la democracia no se cir- 399 MULTITUD cunscribe especificamenre a Euroamrirn, ni a ninguna otra regin del planeta: la crisis de la representacin y la corrupcin de las formas de democracia es una condicin planetaria, evidente a primera vista en to- dos los estados-nacin, insuperable en las comunidades regionales de es- tados colindantes, y expresada con violencia en el plano global, irnpe- rial. La crisis global de la democracia afecta a todas las formas de gobierno del mundo. El estado de guerra global interminable es una condicin que contribuye a la tendencia contempornea hacia la for- macin de un sistema nico, monrquico, de dominacin mundial. N o estamos convencidos, y de hecho somos muy escpticos, de la posibili- dad de que se establezca con xito ese control monrquico e unilateral sobre el Imperio, pero la tendencia en si, aun cuando no se matcriali- ce, desestabiliza todas las formas anteriores de la autoridad, empuja todo orden poltico a la crisis, y aleja todava 111s las esperanzas de democracia. Las crisis polticas, econmicas y sociales se acumulan una sobre otra, se entrelazan en nudos inextricables. Envan olas ssmicas, mareas y tifones de crisis y de ruptura que cruzan todos los ocanos: de Amrica a Eu- ropa por el Atlntico norte, de Amrica Latina a frica por el Atlnti- co sur, del mundo rabe al Sureste asitico por el ndico, de Extremo Oriente a Amrica por el Pacfico. A muchos les parece hoy que el or- den global de nuestro pasado reciente, e! de la guerra fra, fue paradji- carnente el ltimo momento de cohabitacin global relativamente pa- cfica, y que la disposicin bipolar de violencia explcita y de regmenes recprocos que se legitimaban mutuamenre tal vez fue el lmite de una situacin que poco despus se revelara tremendamente destructiva.Aho- ra, relegada al pasado la guerra fra y terminados los primeros experi- mentos de orden global, es innegable que el planeta es C01110 un cuer- po enfermo, y la crisis global de la democracia un sntoma de corrupcin y trastorno. No obstante, las condiciones reales a las que se enfrenta el proyec- to poltico de la multitud tienen otra faceta. Pese a la amenaza constante de violencia y de guerra, pese a la mala salud de! planeta y de sus siste- mas polticos, nunca ha estado tan difundida en todo el mundo la in- quietud de libertad y democracia. Como ya hemos visto, son intermi- nables las listas de agravios contra e! orden global actual, por la pobreza 400 I)EMOCRACIA y la inanicin, desde luego, pero tambin por las desigualdades polti- cas y econmicas, por las injusticias y por la corrupcin de la vida en su totalidad. Tanlbin vimos que adems de las denuncias se presentan incontables propuestas de reforma del sistema global, a fin de hacerlo ms democrtico. Todo ese fermento global, todas esas manifestaciones de fu- ria y de esperanza, muestran el creciente e indomable atan de un mundo democrtico. A cada sntoma de corrupcin del poder, a cada crisis de la representacin democrtica, se le enfrenta en todos los niveles de la je- rarqua global una voluntad democrtica de poder. Ese Inundo de c- lera y de amor es el fundamento real en el que descansa el poder cons- tituyente de la multitud. La democracia de la multitud precisa de una nueva ciencia", esto es, de un nuevo paradigma terico, para hacer frente a esta nueva situa- cin. Esta nueva ciencia tendr como punto programtico primero y principal la destruccin de la soberana en favor de la democracia. La so- berana en todas sus formas plantea inevitablemente el poder corno do- minio de uno solo, y mina la posibilidad de una democracia plena y ab- soluta. Hoy el proyecto de democracia debe poner en tela de juicio todas las formas de soberana existentes, C01no precondicin para el estable- cimiento de la democracia. En el pasado, la destruccin de la soberana fue el ncleo esencial de los conceptos comunista y anarquista de la abo- licin del Estado. En El Estado y la revolucin, Lenin renov rericamente el concepto de la abolicin del Estado justamente cuando los soviets queran reinventarlo en la prctica durante el perodo estado estaba considerado como lugar principal de la soberana, errgr- do por encima de la sociedad, trascendente, y que bloqueaba la expre- sin democrtica. Hoy la multitud necesita abolir la soberana a nivel global. Lo que significa para nosotros la consigna otro Inundo es posi- ble, es que la soberana y la autoridad deben ser destruidas. Lo que Lenin y los soviets propusieron COll10 objetivo de la actividad insurrec- cional de una vanguardia de lite, sin embargo, hoy debe expresarse a travs del anhelo de la multitud en su cotalidad.i" (Quiz fue por ha- berse organizado en forma jerrquica, de vanguardia, por lo que el ex- perimento sovitico de abolir la soberana del Estado desemboc en la creacin de otro Estado soberano.) Actualmente estn surgiendo las con- 401 MULTITUD diciones que confieren a la multitud la capacidad para tomar decisiones democrticarnenre y, por 10 tanto, hacer innecesaria la soberana. Nadie crea que hablamos de un proceso espontneo ni improvisa- do. La destruccin de la soberana debe organizarse de tal manera que vaya de la mano con la constitucin de nuevas estructuras institucionales democrticas basadas en las condiciones existentes. Los escritos de James Madison en El Federalista proporcionan un mtodo para tal proyecto constitucional, organizado mediante el pesimismo de la voluntad: ins- tituyendo un sistema de controles y contrapesos, de derechos y garan- tas. Para Madison, la repblica constitucional era un camino progresi- vo que deba ser protegido de la corrupcin y la disolucin mediante un mecanismo interno, las tcnicas constitucionales del derecho pbli- co eran instrumentos para la construccin gradual de la organizacin po- ltica. El contenido del constirucionalisrno de Madison, llamado desde entonces democrtico aunque en realidad era liberal, podra describir- se, y con frecuencia ha sido descrito, como un modo de mantener el equilibrio entre las clases sociales (si entendemos por equilibrio entre las clases sociales la dominacin de los ms fuertes sobre los ms dbiles). Dicho esto, conviene tener en cuenta que el pensamiento de Madison est impregnado de uropismo republicano, el mismo uropismo que ha- llames hoy en las revueltas populares y en las insurrecciones de los po- bres globales. El proyecto de Madison era descubrir una forma institu- cional susceptible de realizar este deseo utpico en la medida en que lo permitieran las condiciones reales de su poca. Cmo podramos organizar hoy los objetivos de El Estado y la re- volucin -es decir, la destruccin de la soberana mediante el poder de lo comn- en coordinacin con los mtodos institucionales de El Federalista que permiten realizar y mantener un proyecto democrtico en nuestro mundo globalizado? Cmo podemos descubrir en el po- der constituyente de la multitud el proyecto de otro mundo es posi- ble -un Inundo ms all de la soberana, ms all de la autoridad, ms all de toda tirana-e- dotndolo de un modelo institucional de garan- tas y de motores de constitucionalidad? Necesitamos construir ese pro- yecto sobre los mecanismos institucionales que ya hemos identificado, sugeridos por las formas emergentes de la produccin biopoltica. Hoy 402 I)EMOCIl.A(:IA las instituciones de la democracia deben coincidir con las redes de co- municacin y colaboracin que producen y reproducen const.antemente la vida social. Sera posible hoy que una revolucin, conscl.ente de. violencia del biopoder y de las formas estructurales de autoridad. utili- zase los instrumentos constitucionales de la tradicin republIcana para destruir la soberana y establecer desde abajo una democracia de hom- bres y de mujeres libres? Al conlbinar a Lenin no simplemente mezclando al azar tradiciones del to poltico y de la prctica poltica de manera sacrlega. que trata- rnos de asegurar es que nuestro anhelo de libertad no reca.lga de nuevo en otra forma de soberana, y nuestro sueo de democracia en la p:sa- dilla de la tirana. Los revolucionarios hace tiempo que son conscren- tes de que todas las revoluciones, hasta la fecha, solo han para perfeccionar la forma del Estado, no para La revoluCl.on de la multitud no debe sufrir la maldicin de Termidor. Debe orgamzar su proyecto al comps de los tiempos, determinado por cons- tituyentes y proceditnientos institucionales que 10 protejan de retroce- sos dramticos y errores suicidas. . Debemos puntualizar que esta nueva ciencia de la ba- sada en lo comn no implica ninguna unificacin de la multitud. ninguna subordinacin de las diferencias. La multitud d.e diferencias radicales, de singularidades, que nunca sntesis en una identidad nica. La radicalidad de la diferencia de genero, por ejemplo, puede incluirse en la organizacin biopoltica de la vida so- cial, la vida renovada por la multitud, solo cuando se disciplina del trabajo, todo afecto y todo p,oder que convierte la di- ferencia de gnero en un ndice de jerarqma. El dr que cambiar para que yo encaje en el, corno dice LIs- pector. LB Solo entonces la diferencia de gnero se en un poder creativo, singular, y solo entonces ser. la sobre la base de estas diferencias. Una transformacin tan radical del mundo que hiciese posible la libre expresin de las singularidades no es un sueo utpico descabellado, sino que se funda en los desarrollos de nuestra realidad social concreta. Los revolucionarIOS del SIglo X:llI en Estados Unidos solan decir: La raza emergente es toda -epublicana. 41J3 MULTITUD De modo parecido podramos decir hoy: La raza emergente es toda multitudinaria. Los nuevos movimientos que reclaman la democra- cia global no valoran solo la singularidad de cada uno como prin- cipio organizador fundamental, sino que la plantean como un pro- ceso de autotransforrnacin. hibridacin y mestizaje. La multiplicidad de la multitud no consiste en ser diferente, sino en hacerse diferente. [Hazte diferente de lo que eres! Estas singularidades actan en comn y as dan lugar a una nueva raza, esto es, a una subjetividad polticamen- te coordinada que la multitud produce. Cuando el amor se concibe po- liticamente, esta creacin de una nueva humanidad es el acto de amor definitivo. Lo que se necesita para dar el ser a la multitud es una forma supe- rior de la prctica poltica que tradicionalmente se llam reatpolitile, o realismo poltico. En otras palabras, necesitamos una poltica basada en el poder transformador de la realidad y arraigada en nuestra poca his- trica actual. Habitualmente, el realismo poltico es tenido por conser- vador o reaccionario, estrictamente basado en la fuerza, la hegemona y la necesidad. Desde el dilogo de Melos de Tucidides hasta las memo- rias de Winston Churchill, las historias del realismo politico han cele- brado siempre la fuerza como elemento decisivo. Pero hoy esa perspec- tiva ya no es adecuada. N o hay razn para que el revolucionario deba ser menos realista que el reaccionario: de hecho, Saint-just en Valmy no fue menos realista que Metternich, ni Lenin menos que Komilov, ni Mao menos que Chang Kai-shek. Sin embargo, lo que el revoluciona- rio impone no es tanto la pura coherencia de la fuerza como el meca- nismo insistente del deseo. La fuerza que el revolucionario organiza e impone no aparece al comienzo, sino nicamente al final del proceso: el realismo revolucionario produce y reproduce el advenimiento y la proliferacin del deseo. Pero esta inmersin en el movimiento revolu- cionario siempre implica, al igual que toda realpolitie, la capacidad para distanciarse de la situacin inmediata y para construir mediaciones sin descanso, fingiendo coherencia en caso necesario, y abordando diferentes juegos tcticos dentro de la continuidad de la estrategia. Como nos ensean Tito Livio y Maquiavelo, no existe un solo realismo poltico sino dos, cuando menos, o en realidad, un solo punto de vista que se 404 1)EM(K:R..AC1/\ escinde en dos constataciones opuestas: una organiza el anhelo de vida, la otra el temor a la muerte; biopoltica frente a biopoder. Por consiguiente, si estalnos obligados a entrar en el realismo poltico, nos vernos mrnbin forzados a tener la ja consigna maoista: Grande es el desorden bajo CIelOS; sItuacl,o.n es excelente)? No, nuestra situacin actual es propICIa no a la crI- sis global de la democracia, al permanente estado de excepclOIl y a la interminable guerra global, sino, principalmente, porque el poder cons- tituyente de la multitud ha madurado hasta tal que est do a ser capaz de sostener una sociedad dernocrnca propia mediante sus redes de comunicacin y cooperacin, y Inedlante su pro- duccin de 10 comn. Es en este punto cuando la cuestin del tiempo se hace esencial. Cundo llega el momento de la ruptura? Ya hemos hablado antes de la toma de decisiones polticas como redes de deter- minaciones biopolticas y de un aparato de cooperacin de las volun- tades singulares, pero ahora identificalnos tambin la decisin un acontec1r niento, no ya la acumulacin lineal de Cronos y el tictac de sus relojes, sino la repentina expresin de Kairs. Qu es Kai- rs? Es el instante en que la flecha abandona la cuerda arco, momento en que se ha tomado la decisin de actuar. La practIca tica revolucionaria debe saber captar en el movimiento de las des, y a travs de la acunlulacin de decisiones comunes Ycooperati- vas, el momento de ruptura o clinamen capaz de crear un nuevo. Frente a la destructividad del estado de excepcin del biopoder, por tanto, se alza un estado constituyente de excepcin de la biopoltica de- mocranca. Los grandes polticos buscan siempre este momento, a de crear 10 que explic Maquiavelo en El prncipe, una nueva constitutiva. La cuerda dispara la flecha de una nueva tenlporahdad, e inaugura un nuevo futuro. ,. La eleccin del momento es crucial. En un celebre pasaje de Shakes- peare, el personaje de Bruto reflexiona sobre importancia del momen- to idneo en la prctica revolucionaria: EXIste una marea en los asun- tos humanos que, tomada en plealllar, conduce a la fortuna; pero, omitida, todo el viaje de la vida se ve envuelto de escollos y desgra- cias.!" Un libro filosfico no es el lugar adecuado para que valoremos 405 MULTITU!) si el momenr de la decisin poltica revolucionaria es innunenn-, No tenernos Una bola de cristal ni pretendemn, leer las semillas del tiem- po como las brujas de Macbeth. Aqu no hay necesidad de escatologas ni de utopismos. Un libro como este tampoco es lugar para contestar a la pregunta: Qu hacer>. Eso debe decidirse concretamente en dis- cusiones polticas colectivas. Si podemos reconocer, sin embargo, el abismo infranqueable que existe entre el anhelo de democracia, la pro- duccin de lo comn y las conductas rebeldes que les dan expresin a ambos, por una parte, y el sistema global de soberana, por otra. Despus de este largo perodo de violencia y contradicciones, de guerra civil glo- bal, de corrupcin del biopoder imperial y de infinitos afanes de las mul- titudes biopoliticas, la extraordinaria acumulacin de reivindicaciones y propuestas de reforma debe ser transfonnada en algn momento por un poderoso acontecimiento, por una necesidad insurreccional radical. Ya se puede reconocer que hoy el tiempo est escindido entre un presen- te ya muerto y un futuro viviente, y que el profundo ahismo que los separa se est haciendo enorme. A su debido tiempo, un evento nos lanzar como una flecha hacia ese futuro viviente. Ese ser el verdade- ro acto poltico de amar. Notas 1 GUERRA , . r t d los conflictos blicos ac- 1 Todos los aos se publican impresionantes IS as e, d P , -icn 10 Dan Smith, TIlC Pengum Atlas 411 cace, tivos en el mundo. Vase, por eJ tp '. ] L M rue Diplomatiquc. 003 I Atfa que publica anua mente C o ., Nueva York, 2 "y os sI', e ra civil mundial apareci C' 'A ambcn observa que a expreslon gu r 2. orgio g h Are dt en On Revoution [hay trad. casr.: Sobrc citada simultneamente. en .1961 l en Tneone des Pattisanen [hay trad. la rcvolucin, Alianza Editorial, 198 I y por .ar J e SOl 19i r,] p 11 En la poca, d E di P ticos y OCiaes )1.,. . cast.: 'otio dcl partisano, Centro e stu lOS o - dial pero todava no global. En . '1 r probablemente (111Un la" sin embargo, la guerra C1VI e a . il entre el mundo capitalista y el mun- b n en una guerra crvi , ... realidad estos autoreo s pema a ., S "', , ITa los pases de Europa la forma de la Unin ovicuca con , do socialista,que pnmero tom < E d U idos Esta lucha continua "0) 1 .ontra sta os 111 . < Occidental (incluidos los asctstas y uego e d r _ t Ycapitalistas liberales fue des- ,. ,'. r r parte de los esta os rascas as , contra el bloque sana ista .po . ..., Ernst Nolte y Prancois Furet. crita luego por algunos historiadores [Hay trad. cast.: Leviarll, 3. Thomas Hobbes, Lcviathan, Penguin, on res, p. J. Alianza Editorial, 19961 . .. O'. d Mike Mit- 4 Johann jakob Christoffel van Grimmelshausen, Simp tra . 9 (Ha trad cost.: Simpcissmus, Euroliber, 1991.] chell, Dcdalus 199 'd AY 1 < ';0 a KilI\?: A Pcruvian Chiff's Accmmt of L[fe 5 Huamn Poma e ya a, cr, Te" Buen Ul1der Incas an Umcr Span/5h Rule, es la edicin inglesa d.e k y d eh . to her Dilke Dutton, Nueva YOl , . Gobierno, prepara a por p , d M' 'h: el Howard y Peter Parer, Princc- (l. Carl von Clausewitz, 011War, trae. le a d B k 2002 I Acerca de '. 7 [H t d cast.: De la oucrra. 1 ea 00 s, . ton University Press, 19 l. ay rae. ,.. . '. . _)' La poltica deffa guerra ' . , Enrice Rusconi, Ctausewitr, I pru551dlH. Clausewitz, vease . di T ' 1999 YEmmanuel Terray, Causeioita, Payard, Pa- nell'equibno europeo, Einau 1, unn, , rs. 1995l. '1 de Clausewitz emplean el trmino de potitv en vez 7. Los traductores mg eses 'O t bin puede referir- d' . . , mbargo po ICY am de politics para tratar de captar esa istmcron, sm e. t dos lo mismo que poitics. se tanto a los asuntos internos como a los asuntos entre es a '_ Rut ers Uni- R Carl Schmitt Tbe Concept c!'f the Poiticol. trad. George Schwab, g d I J , , 1Sl76 [H trad cast.: El wl1cepto e o iryPress New Brunswick, Nueva Jersey, . ay . versr e, ltico, Alianza Editorial, 1991, 1998.1 407 NOTAS 9. Sobre el estado permanente de excepcin v , C' . c({l'zioIlC; Qiao Liang y Wang X' , Un 'tcd ' case lOrg,loAgamben, Stato di . Ianb'5111, ti Imlti' Warf{ , N, M 2()()2;Alainjoxe, Thc Empir' {CI 'S' . n, lWS- ax,West Palrn Beach laO.I,. enuotexn- Nueva York )00) e xucrraglohalc, Laterza, Bari, 2002. ' , - -; y "arlo Galli, La 10. Vase la historia breve del estado dr- . ., i . . ... excepcin por Gi . A b (1 C((CZlOtlC, pp. 21-1'") Tambi e -l SI" ,Jergio gam en, Statc , .... " ...11 al CH11ltt D J"k nich, 1921 [hay trad cast.: 'd' d AI- ' le 1 tatur. Duncker & Hurnb,lot, Mu-. . .. La uta lira, lanza Editorial 19R-J F ' net, Ltat d'exccption Pr' '. U' '. " - ,y ran<;Ols Sal1lt-Bon_ , csscs mVerSItalres de Prancc P r., 2()()1 T proporciona un anlisis comparar" de l ili . , ,ans,. . e mron Rossitcr . _ IVO e a un IzaCIOn de co " _ '. . milares e11 tiempos de crisis d 1 . nceptos constituCIonales Sl- cia, de Gran Bretaa y de :Hltl.gua de la Alemania dd siglo xx, de Fran- versity Press, 1948. . Unidos, en Consfltutional DiaatorsllljJ, Princeton Uni- 11. Madeleine Albri ht TI T d '1 ] 9 1 f b d g , te o ay S 1011', cntrevista de la N13C con Ma L (e e rero e 1998. . rr auer, .12. En el contexto del derecho internacional vase Harold Amencan Exceptionalism, Stall{iJrd LA1/' R' ') ' Hongju Koh, On En poltica exterior, vase Siob"n McEvo n. 5 de pp. 1.479-1.527. Po/iey, Palgrave, Nueva York 2l)) e :, eV), Amcrlall Ey(cptwnahsm and US Fore(l(tI , . A)J1Vlene observar q 1 " f ' ". . nalismo americano alud.. t. bi 1 e, c-on rccuencra, cxcepcio., ... am len a otras dos .a . ,. 1'" Unidos: la mezcla racial y 1, d' e racrensnr.n (lstllltIVas de Estados a estructura e clase. 13. Vase Cershom SchoJem Thc Idea oftl ' e lfs trad. de Ralph MI'" S .h ' le Jolem, en Cn the Kabbaah I1l1d an icirn, e ocken Nueva York 1')( 5 1 trad. cast.: La cbala y Sil simholismo, Editorial Si lo 19 ' ), pp. :)8-204. IHay y generaliza el anlisis de Sch ] e: 1 g. ' 7H.J Moshe Idel complementa . c o em en .0 cmjrwish Ma i I t i 'cal , Artificial Amhropoid SUNY P ts.Alb '.' g m anc ystlm Iradlfiolls on tlie . ,ress, anv, 1990. 14. H. Leivick, The Go/cm en TI e J ' plause Books, Nueva York 1986 reat ('WIS!I Pll1Ys, trad.joseph Lmdis,Ap_ Wr ' , pp. .J-254. La pehcula alelll' - d' , 'd wegener, El Colo/! (IY?()) , '1 _ ., :lila ITlgI, a por [Jaul , - , Sigue a HlIsma verSlOn de la l d' E ' de Gustav Meyrink el, Ih d eyen ,1. n cambIo la novela ...0 (/1/ . ay tra . cast.: El Golcm Tu ' 1997) terinsa por derecho peop' '. ,squets" aunque bella y mis- _, lO, no SIgue mnguna de estas le ' d - " rcIaClon con la tradicin - f S b _ . _ . yen as m en realidad guarda , JU( la.. o re aproplaClones pop l. ' .. " . Golcm, vase Emily Bilsk - (' 1, I 1 _ u ares y artlstlcas, del mito del . 1, --'oun. )anl(er. [)chvcrancc dA Th Nuev;"l York, 19H8. ' , an rt, e jewlsh Museum, 15. V;"lsej.Kerrigan R" .y d Oxford, 1996. , lJ{//J!( raJ!c y:Acsehylus toAmlll,l(eddOIl, Clarendon Press, , 16. Sobre la inversin de la mxima de Clausewi ' _., . la socit GaIlimard-S e '1 ]"97 tz, vease MIChc1 Foucault, lljaut .' lIl, ;J ,esp. pp. 16 Y 41 [h d'. dcr la sOClcdad Alal ?()01J' 'G']1 r I ",.. ay tra . cast.. Hay que dcfen- , , - ")- 1 es )e ellZCy Fehx Gu . A TI . Brian Massumi, Universit of M-. _ . ,attan, wusalld Plateaus, trad. 17 M' 'h, .1 y . ll111esota Press, Mmeapolts, 1987, pp. 421-429 Y 4(7 . le al' Foucault, II fautdfcndrc la .,' 1(' _, ) . dolfi, (,Foucault e la guerra) Fi!" fi .1" . . ({[ctc, p._ ). Vease tamblen AIessandro Pan- , OSt! a pOltlm 16, n.
3 (dIciembre dc 20(2), pp. 391-4 too
40H N<.JTAS 18. Para una definicin concisa de biopoder y biopolitica, vase judith Rcvel, Le vvralndllire de Poucault, Ellipses. Pars. 2()()2, pp. 13-1.5. 19. Carl Schruirt excluye explcitamente laposibilidad de unin de lahumanidad en la guerra. La humanidad como tal no puede librar la guerra, porque no tiene ene- migo. al menos en este plancta.. (COIJ(Cpt thc Politicai. p. 54.) De manera similar cues- tiona jacques Derrida lanocin de que la humanidad pueda servir de sujeto de la gue- rra contra el terrorismo. Mi compasin por las vctimas del 11 de septiembre, que es absoluta, no impedir que diga que no creo en la inocencia poltica de nadie en cuanto a este' crimen. Y si mi compasin por todas las vctimas inocentes no tiene lmites, eso significa que no se detiene en los que murieron en Estados Unidos el 11 de septiembre. Esta es mi interpretacin de lo que se ha llamado recientemente, segn la consigna de la Casa Blanca, 'justicia infinita" (gr'Nzl.'lllose Ccr{'(llfixkeit): que no se excuse a nadie por los errores o las omisiones de su propia poltica, aunque haya pagado el precio ms terrible, ms all de toda proporcin posible, Fidius, Galile, Pars, 2002, p. 52. 20. La referencia clsica que marca el punto de inflexin entre la celebracin medieval del concepto de guerra y la moderna denegacin del concepto es Hugo Grocio, De Jure hcllis ac pocis. que apareci en 1625. [Hay erad. cast.: Del dercrho de la y de la po>. Centro de Estudios Polticos y Sociales, 1987.1 Para la proposicin reciente de la teora de la guerra justa en la transicin de la modernidad a la posmo- dernidad. vase Michael Walzer,just ond Uniust Wars, Basic Books, Nueva York, 19()2, y jcan Berhke Elshrain,just War A,gaimf 'rror, Basic Books, Nueva York, 200.). En con- traste con esas teoras de la guerra justa conviene recordar el postulado de Immanuel Kant: no puede existir una definicin discriminante de la guerra, y por tanto no hay distincin vlida entre guerras justas y guerras injustas. Vase Immanuel Kant, Perpc- tual Pcacc. Macmillan, Nueva York, 1917.IH;"Iy trad. cast.: La paz perpetua, Tecnos, 2003.1 La postura de Kant la recoge desde una perspectiva cnica Carl Schmitt en Die Wen- dUllg zum diskriminierelldclI Kriegsh(f?rifl; Duncher und Humblot, Munich, 193H; desde una perspectiva realista,juliell Freund en L'cssenee dH politiquc, Sirey, Pars, 1965; y des- de um perspectiva idealista, D;"Inilo Zolo, en bwokins Hrlmallity: War, L-1U\ and Gloh<J1 Ordcr, Continuum, Nueva York, 2002. 21. La referencia primaria p;"ln la mayora de las argumentaciones sobre el en- frentamiento Occidente-islam u otras configuraciones del conflicto entre civilizaciones es Sallluel Huntingtol1, 7111' Clasll (:f Civilizatiolls ml! t!lc Rfmaking Order, Simon and Schustct, Nueva York, 1996. [Hay trad. cast.: El {hoque de civilizaciones y /tI rcmnfigu- mrin del orden mrmdil1l, Paids Ibrica, 1997.] 22. Vase Kenneth Surin, T!Jcology artd f!Jc [Jroblem '!f Evi/, BlackweJl, Oxfimi, 19R6. 23. En varios de sus libros, Noam Chomsky reitera que segn la definicin de terrorisnlo que utilizan las autorid;"ldes de Estados Unidos, este pas es el mayor per- petrador de actos terroristas del mundo actual, en alusin a los regmenes legtimos que ha derribado, as como a su historial de tr;"lnsgresiones de Jos derechos humanos 409 NOTAS y de las leyes de la guerra. Vase, por ejemplo, 9-11, Scven Storics Press, Nueva York, 2001. 24. Vase Loic Wacquant, De l'tat social al'tat penal, Actes de la redtenhc en scienccs sociales, n." 124, septiembre de 1998; y A. De Giorgi, ll ooiemo dcll'ecccdens:a: Posifordismo e controto della mutitudine. Ombre Corte, Verona, 2002. 25. Vase Empire, pp. 276-279. [Hay trad. cast.: Imperio, Paids Ibrica, 2002.1 26. Hans Kelsen, Cenera! Thcory Law aru State, trad. Anders Wedberg, Har- vard University Press, Cambridge, Massachusetts 1945, p. 288. [Las obras completas de H. Kelsen estn editadas en Planeta De Agostini. 191'58.] 27. Esa suspensin excepcional del intercambio democrtico en tiempos de guerra, en algunos casos lleg a ser dejacto la condicin normal de la dominacin. Por ejemplo, los estados socialistas del siglo xx (la Unin Sovitica mientras existi, la Cuba revolucionaria y, tal vez en menor medida, China) se definieron como sociedades en guerra, ya que se enfrentaron constantemente a la explcita o implcita amenaza extran- jera de guerra. En alguna medida tambin fue cierto con respecto ,1 Estados Unidos durante la guerra fra. 28. Los tericos del pacifismo antinuclear de los decenios de 1950 y 1960, sobre todo en Alemania y Estados Unidos, movindose al nivel ms elevado de la reflexin filosfica, comprendieron que la guerra nuclear planteaba la historicidad como esencia humana, y la tecnologa como el instrumento de la destruccin de la historia. No es casual que en esa misma poca el anlisis de Martn Heidegger acerca del peligro de la destruccin del Ser por la tecnologa recoja puntos que aquellos autores del pacifismo antinuclen- haban sido los primeros en expresar. Con esto no tratamos de hacer de Heidegger un activista antinuclear, sino solo de sealar que el pensamiento de los acti- vistas antinuclcares como Gnther Anders alcanz el plano filosfico ms elevado.Vase Claude Eatherly, Burnino COf/scincc: The Case the Hiroshima Pot, Claudc Eatlterly, 101d in His Letters to Cnther Anders, Monthly Review, Nueva York, 1961 [hay trad. casr.: M5 all de los limites de la condend: Correspondencia entreel piloto de Hiroshima e/aude Eaterly y Cnthcr Anders, Paids Ibrica, 2002], y los dos volmenes recopilatorios de los ensa- yos de Giinther Anders, Die Allfiquicrtfcit des Mensrhm,Verlag C. H. Beck, Munich, 1980. Sobre la obra de Anders puede verse Pier Paolo Portinaro, Il prinripio dispem::iol1c: Ticstndi su G Andas, Bollati Boringhieri, Turin, 2003. 29. El hecho de que la guerra haya llegado a confundirse con la accin policial tiene consecuencias fundamentales para la poltica pacifista. Desde hace ya bastante tiem- po, al menos desde que termin la guerra de Victnam, el pacifismo tradicional ha per- manecido en un estado de confusin, tal vez porque la distincin entre la guerra y la paz tambin se ha vuelto confusa. El pacifismo empez a perder su eficacia pOltica, y toda... las grandes campaas contra el armamento nuclear en Europa central, el Medi- terrneo, Norteamriea y el Extremo Oriente cayeron en una especie de parlisis, al re- sultar evidente que el ejercicio pacifista de una especie de resistencia abierta ni tena gancho ni era capaz de crear un contrapoder. Ward Churchill ha brindado una intere- 410 NOTAS . te crtica del pacifismo en Padjismas Pat/lOlo,5!)', Arbeiter Ring san ib 1 . , li " corno disyuntiva entre el pacr- 1tJ9lJ pero es lamentable que correr a a aceren po inca ca . 1 e ' lo lucha armada tradicional, sin ofrecer otra alternativa. En cualquier caso, vo - 1IS\110 o <L d Iibcracir co veremos a la prctica poltica del pacifismo y de los movmuenros e cracion un po ms adelante. _ d C Nueva 30. George Orwell, Nineteen e(ghty-jour, Harcourt, Brace an ompany, ' k 1949 P 269 [Hay trad. cast.: 1984, Destino, 2002.1 or ,.. . b In N ti 1 de abril de 2002 31 Vase judith Butlcr, Cuantanamo Lim o, c a 1011, . ' . . 'I . ..' I al cobiemo estadounidense sobre 20-24' y los memorandos de Amnista nrcrnaciona n , pp. ,- . E d Ud s en su base de Cuantna- los derechos de las personas custodiadas por sta os 111 o c. -h d '1 14 de abril de 2002 y el 3 de diciembre de 2002. mo, ICC a os e . f hU' d Sto 32. Vase George W. Bush, The National Secunry Strategy o t mte a- . b de 2002 csp p. 15. Disponible en wwwwhitehouse.gov/ tes of Amrica, scpncm re e ,. nsc/nss.pdf f ., d 1 in poltica 33. Richard Haass, por ejemplo, director de plan icacton e. a e d E d P lica que la soberana conlleva obligaciones. Una d en el Departamento e sta o, ex d I d I . bl Otra no fomentar en 1110 o a guno ellas es no provocar la masacre e propIO pue o. ',. " , el terrorismo. Si un gobierno incumple esas obligaciones, esta .a de las ventajas habituales de la soberana (cf. Hugo Young, (A New Imperialism Cooked U over a Texas Barbecuc, 71/C Cuordian.Z de abril de 2002). ., P die lleze de France Michel Poucault defini este salto en 14 En sus cursos e o ""r-, , ' . ., 1 ' .. - d 1 poder y de la guerra: del gobierno a la gubcrnamenta- la concepcion y a pracnca e . V' F lt lidad en ciencia poltica, y de las reglas de la guerra a la guerra . edase , I B h '11 e !in Gordon y Peter MI! cr, e s., flC ou- Covcrnmcntality, en Gra 13m urc e, o , fJTcct, University of Chicago Press. 1991, pp. 87-104, as como Ilfaut la socit. d ' . rc.v e Michael Hardr y Antonio 35. Sobre el concepto de po er constituyen e, veas. ,. . . N . La/ J/. Donvsus Universitv of Minnesota Press, Minepolis, 1994, y Antonio egrr, JOr (.' . , l 1999 Ne ri lnswoencies. University of Minnesota Press, Mmeapo ts, .. g Para una visin realista de la expansin del poder estadounidense y el man.- . . t d '1 orden global vase John Mearsheimer, Tbe rra,\?edy (!{ Creat Power Poi- tenurucn o e <,. tia, Norton, Nueva York, 2001. ,. . .... n claridad la relacin en- 37. En Stato di eaezione, Giorgio Agamben exphca. cO. , 1 t d de excepcin y el monopolio estatal de la violencia. Apoyndose en una tre e es a o 1 t d de excepcin" serie de tericos e historiadores del derecho, demuestra que e es o . .. I d ' n monopoiJo de la ViolenCia, o derecho de excepcin define e po er en SI como u . , or ue ocupa el punto de equilibrio entre el derecho pbhco y el hecho pohtico) en pue;e a o a el Estadu. Cuma se ver ms adelaote, no aceptamos el de en ;atalidad. El estado dc excepcin o el derecho de excepclOn del"o:o mente las acciones de los que tienen el poder, no las aCClOnes de qUIenes. o uscan, o d . destruirlo o derribarlo. El {(poder constituyente) proVIene solo de esean o qUleren 411 NOTAS esta segunda categora y no debe confundirse con los actos d - " . . mente detentan el poder d ' " ." _ e qUIenes institucional- dictatorial. e CXCCpClOll, el poder de suspender las leyes y el poder 38. Vase Max Wcbc R}"f"' . T; . . ' . cr, o I In as a VOcalIOlI, Portress Press, Minepolis 1965 ha trad. C1St.: La poltica romo pn?{cslll, Espasa Calpe 19t,)?1 VIL_ . ' 1 y ton Intemational Publi h N ' - , y . . enm, Statc and Reiolu- , lS ers, ueva York, 19HH [Ha tr. d' . D' riII, Planeta De Agostini. 1996.] . Y ra . cast.: ' Estado v la rcvolu- 39. Richard Falk critic a los ' que bloquean las oportunidad:s la, diciendo ) di . .... es a os-nacin domi y .lS111ll1l1yen la legitimidad del orden mundial (a ojos de los estad _. _ "' lbun- dinadosj.Vnse ({Il1e itimac of _ . _. . . ,0s-n.IClon su or- ton, Polity, 1909, Regirne, en Predatary Globafiza- de la fundada en los derechos humanos. del monopolio d deSllcgitiman e a corrupcron 1 d '. abiii " ' nera izacion y a escsta 1 tzacton de los poderes legislativo y. di . l.Es " -, entre I 'difl" ti JU retar. sa mterscccron as ercntes rerzasdcslegitimadoras es un hecho nuevo y' d 1 lemen definen la transformacin de los estados-nacin en la era de ia e ementos que 41. Sobre la M)Joctrina Annan vas H I S . . Law Revcw 55, n." 5 (lnayo de Stan- Clones Unidas [t: id d ',' o la po mea e Na- a 1 o errvaudo hacia una fundamentacin moral de la vi 1 .: li nca. Vase Grenville el- k L . . a vio cuera po 1- U. _.' y OUlS Sohn, /Mlr!d Peore T/roul!,!I /M)rld Latl' Harv; - nrversity Press, Cambridge, Massachusetts, 195H. . ,an 42. Winston Churchill. A Disarmamcnt Pablc. octubre de 19?R ' ptete Spccchcs 1897-/96j -dic ' ,p.24,en COIII- ) J. ,t icron a cargo de Robert Redes jam ,. eh 1 1 ublishing, Nueva York 1tJ74 - 4 _ es, e sea House , , t. :--l, pp. .520-4.J21. 43. Richard Falk destaca corno adalid au '" d d ' como base de la violencia lem, , b I '. rorrza o el derecho internacional t:>. una, so re e confltcto pal ' t" . l' ' De;lth Dance, n/C ./\,Tation, 29 de abril de 2002' sobre la ve;lse the a los atentados del 11 d . _ . b ' ' . H.:acuon nn ltar est;ldounldense b . e septlem re, vease Defining a Just War Tlle I\'a' ?" d octll re de 200l. ' IOn, _7 e 44. Vl'aseUgoMtt, ATl f . a CI, ( leory o Jmperi,li Law' A S, dy fU S H and ti L,". R . . ,u o .. cgemony le .Itlll eSlstancc>l, ]ndial1a }ormlill of" Global Lcl!,a/ Stl/dics 10 "1 (.. I 20(3), pp. 3R3-44R. ..,n. ItlVlerno ( e 45. Vase Marian Fl 'e '1 the Poltical E -o 'ro;. orentmo lIe lar, ((The International Criminal Court and 2003) _e nomyo ntltreaty Discourse, Stanford iAw RevicU' 55 n () S lla d ,pp. 1.:)97-1.632. ..,. yo e de las. guerr;s preventivas, vase George W Bush, The 7 ty,", gy o the Umted States of America, septiembre de 2002 4. No sena sorprendente p t 1 fi . en nombre de la seguridad de .' or tan o, que en e uturo viramos una amalgama, . ,una guerr; contra enemigos abstractos COll una campa- 412 NOTAS a violenta contra el poder y la colaboracin de las nuevas formas de trabajo. Vase Christian Marazzi. Capital/' e fi,lxuql!,gh,: Dalla Ncw LCO/IOIIl}' 1l1l'('ctlllomia di ,I!,ucrra, Deri- veApprodi, Roma, 2002. 4H. Vase Mahmood Marudani, vt11('1I Vams Becornc KilIcrs: ColO1lialisl1I, Natoissn, and die Ccnocue in RWllllda, Pnnceton University Press. Princcron, New Jersey, 2001. 49. Michael Crozicr, Snmuel Huntington y jcji Watanuki, 711(' Crisis (!fDl'nw(Yacy, New York University Press, Nueva York, 1975. 50. Vase Samucl Huntington, The Clash of Civilizations, ve- rano de 1993, y la versin subsiguiente en forma de libro, TI/(' elash <?,{ Civiliz-atiofls and the Rcmllkitl,1!, (!fWiJrld Cmcr. Simon and Schustcr, Nueva York, 1996. 51. L'J pretensin de Huntington no <;010 se refiere al futuroa.sino que, tal como ha comprendido Wang Gungwu, un lector simpatizante, aspira a contribuir a configu- rarloe; cf Wang Gungwu, {(A Macchiavelli for Our Times, Thc Nationol lntcrcst 46, in- vierno de 1996. Observemos que Huntington, en su ensayo original, considera que su argumento no estriba en propugnar que sean deseables los conflictos entre civilizaciones, sino en proponer hiptesis descriptivas de lo que posiblemente nos reserva el futuro. Sin embargo, en su ensayo Huntington formula una serie de prescripciones estratgicas sobre cmo unirse con las civilizaciones aliadas, tratar de dividir a las enemigas, y as sucesivamente. Vase Thc Clash of Civilizationss. 52. La Casa Blanca declara explcitamente: La guerra contra el terrorismo no es un choque de civilizaciones (e'The Nauonal Securitv Strategy of thc Unired States of Amrica. septiembre de 2002, p. 34). 53. Periodizacin tomada del suhcomandante Marcos, The Fourth World War Has Begun, Nepanto 2, n." 3 (otoo de 20(1), pp. 55tJ-573 (originariamente en Le Monde Diplonwtiquc, agosto de 1997). 54. Dos tiles anlisis que sitan la transformacin fundamental de la economa glob;J a comienzos de! decenio de 1970 son Giovanni Arrighi, TI/CLlll,1!, 'Jjpcntictll (-:('11- tur}',Verso, Londres, 1994 [hay trad. cast.: *10 xx, Ediciones Aleal, 199 9 1, y Robert Bn:nner, TIlc Boom and the BufJ'e,Verso, Londres, 202.IHay trad. cast.: La expansin ('{(J- lInli(ll Yla burstil, Ediciones Akal, 20U3.] 55. Vase, por ejemplo, e! anlisis de Omer l:hrtov sobre da matanza industria- lizada, que segn l sostiene fue desarrollada en la Primera Guerra Mundial y perfec- cionada con el Holocausto. Por matanza industrializada entiende, desde luego, la que emplea tecnol06>1as industriales, pero tambin las ideologas de progreso y mejora- miento tpicas del desarrollo industrial y aplicadas con asiduidad cada vez mayor en el mbito de la matanza Omer 13artov, i\l11rdcr in Our l\!lidst:TIIC Holo(llIlSt, Industrial Kllil1;l?, and RqJrl'sl'lltatioll, Oxford University Press, Oxford, 1996. 56. Laurent Murawiec, La rpublique conservatrice de George l:3ush, Monde, 11 de junio de 2001. 57. Para un anlisis innovador, que pone al da sustancialmente las viejas nocio- nes del complejo milit:lr-industrial, vase j:lmes Der Unian, Virtuous War: Mappfl,l! {/e 413 NOTAS Milifary.lndustrial-A1edia-Entertainment Networe, Westview Press, Coulder, Colorado, 2001. 58, Existe una bibliografa inmensa y excesivamente repetitiva en cuanto a las nociones de revolucin en los asuntos militares y transformacin de la defensa. Para un resumen breve y hecho a la medida de las necesidades de la administracin estadouni- dense despus del 11 de septiembre, vase Donald Rurnsfcld, Transformating the Mi- litar-y, Fore({{fI /{ffars H1, n." 3 (mayo-junio de 2(02); para otras discusiones ms exten- sas, vase Thicrrv Gongora y Harold von Rickhoff eds., Toward a Rcvoution in Militar)' AJf(rs?, Oreenwood, Westport, Connecticut, 2000; Laurent Murawiec, La,i?Hmc au x xtmc siixc,Odile jaccb, Pars, 2000; Douglas Mactjregor, Breakit{{{ the Phalanx: A NCj/J Deson .fin Londpowcr in the 21st Ccnturv. Praeger.Westport, 1997; George y Meredirh Pricdman. The Futwr (?fWar: Power, ond Americatl World Dominance in ttw Zlst Ccntnrv, CroWI1, Nueva York, 1996; y Hadan Ullman y James Wade Jr., Rapid Domnancc. A For- (,.Jilr al! Scasans, Royal Unitcd Scrvices Institure for Defense Studies, Londres, 1998. Para una perspectiva ms critica, vase Alain joxe, En/pire <?l Dsorder, esp. pp. 118-126; Ypara la vinculacin entre la guerra y la polica global, Alessandro Dal Lago, Polizia ,{{lobale: Guerra e {<lIt/lifti dopo il l settcrnbre, Ombre Cortc.Vcrona, 2003. Una fuente excelente para inles de Internet a artculos que debaten la cuestin de la revolucin de los asuntos militares es http;//www.col1lw.org/nllJIindex.html. 59. Para un ejemplo de modelo tecnicista del nuevo arte de la guerra, va- se Andrcw Bacevic y Eliot Cohcn, eds., War over Kosovo, Columbia Universiry Prcss, 200L 60. Vase Carey Robn, Remembrance of Empires Past: 9/11 and the End of the Cold WaPJ, en Ellen Schrecker, ed., Cold l%r Triumphalism, The New Press, cn pre- paracin. 61. Vanse Erich Maria Remarque,AlI Quet on lIJe VVl'stern Frotlt, trad.A. W. Wheen, Little l3rown, Boston, 1929 Ihay trad. case.; Sin novedaden cffrellte, Plaza & Ja- ns, 1986; Ernst Jnger, Storm qf Stee/, trad. lhsil Creighton, Doubleday, Carden City, Nueva York hay trad. cast.: 1cmpestades de acero, Tusguets, 1993), y Louis-Ferdinand Cline, Joumey lo the Etld qf the Night, trad. John Marks, Little Brown, Bostan, 1934. Hay trad. east.: Viaje a/fin de la noche, Crculo de Lectores, 2002. ] 62. Esa relacin estrecha entre industria y guerra la sugiere, por ejemplo, el he- cho de gue a comienzos del New Deal rooseveltiano, dos generales que haban fi)rmado parte de la Junta de Industrias de Guerra durante la Primera Guerra Mundial fueron nombrados responsables de sendos y vitales programas de recuperacin; Hugh Johmon al frente de la National Recovery Administration y George Peek en la Agricultural Ad- justIllent Administration. 63. Como ejemplo de ensoaciones tecnolgicas de aviones sin pilotos y gue- rras sin soldados, vase Matthew Brzezinski, ((The Unmanned Army)), Nel/! }(Jrk Times Magaz1lc, 20 de abril de 2003, pp. 38-41 Y80-81. 64. Vase, por ejemplo, Michael O'Hanlon, (A Flawed Masterpiece), F<lrcign AJJairs 81, n.o 3 (mayo-junio de 20(2), pp. 47-63. 414 NOTAS . 'F P fit SecretAnny)) Ncw}(rkTin/cs, 13 65. Vase Leslie Wayne, Amenca s or- ro ' de octubre de 2002. . Sh til jmrnal o(Palcstine Stwlics 22,n." 3,pri- J e et Four Hours 111 a 1 a, (. '02I 66. can Ten , 1 ' el at"/ 1 Ediciones Nacin Arabe,20 . 3 [ H d -ast.: Cuatro /Oras ('ti 1 ( , maverade19H. ay tra .l .... J ',PivatcArmiC\alldt/cNewVJ;iJrldOrder, 67. Vase James Davis, Foruuws I'varrwrs. r . Douglas & Mcluryre, Vancouver, . -l dena a los ejrcitos mercena- 6H. Vase Maguiavelo, El pnl1C1pe. Maquravc o con ros en el cap. 12. ." M -dieval poltica] Thoughv), Amc- '. Pro Patna MOrI in ccn . 69. Ernst '1 d 1951) p. 472-492. Para una excelente expli- ricon Historical [{evrcw 56, n. 3 (abri e .id ., tic. vase Qucntin gkinncr, . bli de obierno v vi a patrio lea, . cacin del ideal repu icano g. L ',,, t ! Bon Ccuvcmement Rasons d'agir. / ' , A b "1) Orl'IlZel e e ( , L'artiste en philosophc po Itlque: In rOb < Pars, 2002. . d M k Musa St Martin's Prcss, Nuc- . 'M hi. lliThePrll1ce,tra. ar ",. . 70. Niccol ;lCC lave , ,. . Editori I 1997] La defensa hurnamsta d t . El pmlClpe Alianza nona , . vaYork, 1964. [Hay tra . cas .. . M',] que conoccmos es un texto, no muy " d 1 de cracta de aqurave o . d ms explicita e a e11l0 M -hiavelli en S,,"S trad. Richar , 1 P t A Note on ac 1, , citado, de Maunce Mer eau- Illi is 1%4 pp. 211-223. [Las , N rthwestern Universiry Press, Evanston, 1110, ' .. McCleary, o " ditadas en Planeta De Agostl11l.1 ] d M Mcrleau-Ponty estan e . . obras C Ol11 p eras e " . d 1990 asimetra ha pasado a ser un trmino muy 71. Desde finales del dece11lo . e.],. ., t: dounidenses. Para un excelente bul . d los analistas nn nares es a comn en el voca u ano e " ,s,"d Bdar cd. (VdS une "gran- , .' , '. d -1 conce to y de sus aphcaClones, vase al a ,e ',' " ) am.lIsls cnuco e P , .. , el', f'vludc' 31,11. 4 (2001. . " .,. anlcflcalne.), ti /1(rs (J.;. de transfor m3tlon strategIque d '.' . ' nvencionales por Estados . . ifica el cmpleo e taLtlcaS no ca Para una perspectlva quc Just . I ']' d por sus enemigos, vase 1 ' ticas no conveI1C10na es utl Iza as . Unidos en respuesta a as tac '1 lI' . to US Militar), Powa,Brassey's,Wash- Roger BafIlctt, As)'ltIfHctric al Waifarc:Toda)' s e W 01,:( , .',' d 'd' el punto de vista de las " P ,} lisis dd combate aSl11letnC es e . ington D.C., 2003. ara e an " R b t David Steele (jThe AssymctrlcThrcat: fuerz'..ls armadas estadounidenses, o 20 (otoo-j'nvierno de 199H-1999), , h D b te), jomt ForcC\ Quartu y . Listenmg to t e e a, '. c. (lid M ,thod New Concern, NatlO- 'd G (Asyl11metnc WafLare. e, pp. 7H-84; DavI ( .'. d _ 200n . y Steven Metz y Douglas Johnson 11, nal Forunr Rcvlctv (ll1VlernO e )'. . B kground and Strategie Con- d U S Military Strategy: Denl1ltlO n, ac ' <,Asvtlunetry an .. d 2001 , C n e Strategic Institute, enero e , cepts, U.S. Army War o e g, . 1 tal recorrcn buena parte de la teona 72. Las viSIOnes apocahptlcas de contro. ro l' "O' vanse Max Harkhei- 1 lOS eJcmp os vanau s, . crtica moderna y posmode rn a; a Egul', h nI Continu um Nucva York, 1972 [hay Ad 11 ' D'[ectJC of JI 1'< tellme , -, , meryTheodor omo, .'e '., . "1994j'GuvDebord, ThcSociety'!ft!JeSpccttl- trad. cast.; Dwlctca de la tllIstraCIOI1, '5' . War at the Spcedof L(,<llt, Conti- N v rk 1994' Paul Vmbo, Descrt creen. . ele, Zone, ueva 10, , nuul11, Nueva York, 2002.. 'd R ti Idt ds Nctworks and NetU'ars; Tlle Pu- 73, Va,seJohn ArqUllla y DaVl on e. ' eS '" Mo'nica 2001. [Hay trad. cast.: "/' . R d Corporatlon anta tureofTerror, Cmne, and ""JI l/al/cy, an ' 415 NOTAS Redes y guerras en red: cfutnro del terrorismo, el crimen oroanirado }' el aaivsma poltiw,Alianza Editorial, 2003.] 74. Para una excelente historia de la estrategia de la contrainsurgenca estado- unidense, con especial atencin al paradigma conductisra de ciertos equipos de cere- bros como la Rand Corporation, vase Ron Robin, The Makil1,,! (!{ the Cold War Ene- my, Princeton Univcrsiry Prcss, Princcron, 2001. La mayor parte del libro trata de la guerra de Corea, pero contiene un captulo fascinante sobre el cambio de la estrategia de contrainsurgencia durante la guerra de Vietnam, abandonando la idea de tratar de cambiar consrrucnvamente la psicologa del enemigo, o lo que se llam ganarse los corazones y las mentes, para adoptar la ms simple de tratar de cambiar la conducta del enemigo por medios coercitivos. 75. Arquilla y Ronfeldt consideran la estrategia del enjambre como la princi- pal de la guerra reticular. Vase ]ohn Arquilla y David Ronfeldt. Swarming and the Fu- turc (!{ Corfia, Rand Corporation, Santa Mnica, 2U()(). 76. Mucho de lo que se escribe en Estados Unidos sobre el unilateralismo est contaminado de un patetismo hipcrita parecido al que, en una poca pasada, expres Rudyard Kipling con la nocin de responsabilidad del hombre blanco. Para lamen- taciones sobre la soledad de Estados Unidos y su renuencia a desempear el papel uni- Iatcraiista, vanse Sarnuel Huntingron, Thc Londy Superpower, Fore(f.!ll A([airs 7H, n." 2 (marzo-abril de 1999); y Richard Haass, 71u' Rductant Slterfff. Thc Unttcd StatcsAfier the Cold Vf.11r, Council on Poreign Rclarions, Nueva York, 1997. . 77. Conviene observar que los derechos humanos han pasado J ser fimdamcn- tales -o dogmticos", corno habra dicho un filsofo europeo de! derecho el siglo pasado- en el terreno del derecho internacional. Vansc, por ejemplo, Richard Falk, The Quest for Human Rights in an Era of Glcbalization, en Michael Schlechtcr, cd., Futuro Muitilatcralsm, StoMartins Press, Nueva York, 1999. 7R. Saskia Sassen postula que muchos aspectos de la toma de decisiones econ- micas se han desnacionalizado, y que, por ejemplo, los ministros nacionales de econo- ma y los gobernadores de los bancos centrales actan cada vez ms como representantes simultneos de los intereses del capital nacional y del global.Vase Saskia Sassen, Thc State and Globalization, en Rodney Hall y Thomas Biersteker, eds.. Thc (!.{Prvate Autlsoritv in Global Gouemance; Cambridge University Prcss, Cambridge, 2002, pp. 91-112. 79. Sobre los costes econmicos de las guerras globales, vase Christian Mara- zzi, Captak e lin,!,ua.R.,l?,io: Dalla N('II' EWlIomy all'economia d guerra. Para un anlisis de la, graves dificultades a que se enfrenta e! proyecto unilareralista estadounidense de con- trol global. vase Emanuel Todd, Aprcs l'Bmpirc, Gallimard, Pars, 2()02. [Hay trad. cast.: Dc.ll Jlls del imperio: ensayo so{re la deswmposicin del sistema americano, Foca, grupo Akal. 2:)03.J La argumentacin de Todd es muy polmica y exagerada en varios aspectos (por ejemplo, cuando afirma que el poder estadounidense ha entrado ya en decadencia, C0l110 lo hizo antes el poder sovitico), pero proporciona una idea difana de los obstculos que impiden e! unilateralisl110 de Estados Unidos. 416 NOTAS RO. Vase, por ejemplo, Boris Prochnev, Les .wu{)VCI1!ClIts popuaires rn Trance de 162} ( 1648, SEVPEN, Pars, 1963; y Rnnajit Guha, BtementurvAspats Pcosasn Insur- gCllcy in Colonial India, Oxford University Press, Delhi, 19H3. .. Hl . Vase Friedrich Engels, Engels as Miitarv Crttic, Manchcster Universicy Press, Manchestcr, 1959. Ms en general, y por 10 que se refiere a la postur; de los marxistas de la segunda y la tercera Internacional, as como a la insurreccin armada la ms alta forma de lucha poltica del proletariado'>, vase A. Ncuberg, Arllled lnsuvreaon, trad. Quintin Hoare, Sto Martin's Press, Nueva York, 1970. Este libro notable, originariamente publicado en Alemania en 1928, proporciona un panorama interior, nada la estrategia militar comunista de comienzos del siglo xx. Esta obra se preparo a InI- ciativa del Ejrcito Rojo en colaboracin con la oficina de agitacin y propagand.a de la III Internacional (Komintern). El autor A. Neubcrg es un seudnimo. Los diver- sos captulos fueron escritos por diferentes autores bajo la direccin de Hrcules, el nombre en clave usado por Palmito 'Iogliatri. La nmina de esos autores parece un Quin es quin de la agitacin comunista internacional de la poca: figuran, por e je11l.- plo, Manfred Stern (que ms tarde dirigi las Brigadas Internacionales en la gtlc.rra ClVl1 espaola. bajo el nombre de Emilio Kleber). Mijal Tu!achevski .(que fue mariscal Ejrcito Rojo),Vassili Blcher (asesor militar del Kuommrang, bajo el nombre de Ca- lcn}, y un jovencisimo Ho Chi Minh. R2. Isaac Babel, Red Cavorv, trad.john Harland, Knopf Londres 1923, pp. g j.. 84. [Hay trad. cast.: Ca/Ja/!erfa Nuevas Ediciones de 13olsillo,2003.[ , 83. Vase Benjarnin Young. Prom Rcioution lo Poiitirs: Chincsc Connnunists 0/1 the Loog Match,Wcstview, Boulder. Colorado, 1990. H4. Carl Schmitt, '1 71C(Jric des Pastisanen. Como ya hemos sealado, el paso del tema del enemigo al de! partisano en la obra de Schruitt es un movimiento completamente reaccionario. Y lo es todava ms en la obra de Ernst ]nger, que acenta el carcter individualista de la rebelin. Vase Dcr Waldgan.l?" Klostermann, Prnnkfiu-t, 1951. Son ejemplos de distorsin burguesa de las rebeliones anticapitalistas. que fue una moda de finales de la modernidad. R5. Vase e! excelente estudio de la resistencia antifascista en Italia de Claudic Pavone, [lila .1,ucrra cwite: s({'!.l?,io ssosco sua moralt ncla resistcnro, Bollaci T ' 1991 Aunque el libro se centra en un caso concreto italiano, desarrolla los dife- UrIn, . rentes conceptos de guerra civil (nacionalista, de clase, patritica, antifascista, ctc.}, y re- laciona los diversos sujetos sociales con las formas de organizacin, de tal manera que arroja luz sobre una problemtica mucho ms general. . . H6. Ejemplo de ello podra ser la historia de los Balcanes meridionales durante el siglo xx. En los aos cuarenta, las guerras de resistencia antifascista .pare- jas con guerras civiles entre comunistas y nacionalistas Esas se fundaban en divisiones ciudad-campo y entre clases SOCIales. En d dece11l0 de 1)jO, cuando volvieron a estallar guerras nacionalistas, las mismas divisiones y las mismas ali- neaciones de clase volvieron a entrar en juego, aunque muchas veces de forma inversa. 417 NOTAS En bastantes casos, en esa circunstancia los pobres pelearon contra las burocracias socia- listas. 87.. cuanto a la dictadura del partido sobre las insurrecciones populares o proletarias, vase una vez ms A. Neubcrg, Arl1lcd lnsurnrtion. 88. Vase Hans Magnus Enzensberger, Da kurzc Sommer derAnardiie: Bucnaven- tura Durruts Leben und "IiJd, Suhrkamp, Frankfurr, 1972. (Hay trad. casr.: El corto vcrano la vida y muerte de Buenaventura Durruti, Anagrama, 1998.1 Para la aprecia- de la [gura, de Durruri, vase el libro del corresponsal de Pravda en la epoca, Mijail Koltsov, Diario de la,!u/'rra de bpmla, Ediciones Ruedo Ibrico, Pars, 1963. 89, ,Este es el argumento central de Rgis Debray en Revolution in tnc Revolu- ton, trad. Bobbye Orriz, Monthly Review Prcss, Nueva York, 19()7,Vase tambin Er- nesto Gll,evara, Gucrrlla Waifi:m',Vintage, Nueva York, 1961, trad. inglesa de La ,!uerra dr guerrillas (jcar. 1977; Txalapam, Argitalexca, 19(8). 90. Sobre el papel de las mujeres en el Frente Sandinista de Liberacin Nacional nicaragense, vase Helen Collinson, cd., vVlmen and Revotution in Viwraalla Zcd Lon- d 1 9 , "". 9,0, esp. pp. 154-155. Sobre la mujer en el Sendero Luminoso peruano, vase Daniel Castro, The lron Legion, en Daniel Castro, ed., Rcvolution and Rcvotntionaries. Guerrilla !1!wcmCllts in LatnAmaim, Scholarly Resources, Wilmington, Delaware, 1999, pp. 191-190. 91,. Pero, retrospectivamente, queda bastante claro que, desde el momento en que la victor:<l se converta en una posibilidad, nosotras, las mujeres que habamos partici- pado ,lctl.v;lInente en la lucha, empezamos a quedar postergadas, a perder poder, a que- dar marginadas. Estbamos en primera linea del frente, y luego dejamos de estarlo: Gio- conda Belli. We Were che Knights of thc Round Tablc, en Margaret Randall, Sandillo:\" Daughte(S Rcvisited, Rutgers Universirv Prcss, New Brunswick, Nueva jersey, 1994, pp. 16H-190. 92. Vase, por ejemplo, el excelente estudio de la Revolucin Cultural en Shan- gha de Elizaberh l'erry y Li Xuan, Proictaran PO!JIcr! Shall'(hai in thc Cultura! Rsvotution Westview, Boulder, Colorado, 1997. , ()3. Para de las influencias del modelo chino sobre las organizacio., nes revoluClonanas Italianas de los decenios de 1960 y 1970, vase Roberto Niccolai Quando la Cina era vicina: La riIJoluziolll' {l/fturafe e fa sillistra extraparfamt'l1taria itd/iana f/c!,/; afln '60 e '70, Franco Serratini, Pisa, 199ft ' 94. Hannah Arcndt, 011 Revolutioll, Viking, Nueva York, 1963. 95. Para un buen ejemplo de la articulacin de los factores sociales y polticos en un<l lucha de liberacin naclOnal, vase Fr,ll1Z Fanon, 'fllC Wretched 01' (he Earth, Gra- ve, Nueva York, 1963. {Hay trad. cast.: Los condenados de la tierra, Fondo de Cultura Eco- nmica, Mxico, 1983.1 96. El <:Joven Marx) elabora una crtica de la trascendencia, vinculando la vio- lencia del capital a la violencia del Estado.Vase, por ejemplo, Karl Marx, Economic and Philosophical Manuscripts of 1844), en Earfy Writin,!,s, trad. Rodney Livingstone y 418 NOTAS George Benton, Vintagc. Nueva York, 1974. [Hay trad. cast.: Manuscritos econmico-filo- sfcos de 1844, Grijalbo, 1975.] 97. Para una breve recapitulacin sobre la transicin a los movimientos de gue- rrilla urbana en todo el mundo durante ese perodo, vase Ian Bcckett. lnsuroencies and Counurnsuroencies, Routledge, Londres, 2001, pp. 151-182. 98. Para una descripcin (en ingls) y anlisis de la Autonoma italiana durante el decenio de 1970, vase Steve Wright, Storming Heaven: Class Compostion ond Struggfc in Italiml Au(olJomist Marxism, Pluto, Londres, 2002; y Sylvere Lotringer y Christian Marazzi, eds., Iraly: Autonomia, Semiotextic) 3, n." 3 (1980). Vanse tambin las largas conversaciones con muchos de los protagonistas en Guido Bono. Prancesca Pozzi y Gigi Roggero, eds., Futuro anterore, Derive Approdi, Roma, 2002. 99. Vase Nick Dyer-Withcrford, Cybcr-Marx, Univcrsity of Illinois Press, Ur- bana, 1()99. 100. Acerca de la primera intifada, vase Robert Hunter, 71lC Palestinion UprisilJ,S;, Tauris, Londres, 1991. Sobre la segunda intifada, Roane Carey, ed., Tbc Ncw [ntifada,Verso, Londres, 2001. 101. Vase el excelente estudio de Baruch Hirson sobre la insurreccin de Soweto, l'ar (!f Fire, l'ar Zed, Londres, 1979. 102. En Year oI Pire, Year (!fAS/l, Hirson explica la relacin a veces incmoda en- tre los insurgentes y el Congreso Nacional Africano durante el decenio de 1970. El an- lisis de Dale McKinJey tambin demuestra esa tensin, peTO por desgracia queda con- fuso debido al extrao anacronismo de su ideologa marxista-leninista, con sus criticas a la naturaleza reformista y pequeoburguesa del Congreso; cf. ANC and thc Liwmtion Strug,glc, Pluto, Londres, 1997. 103. Lynn Stephen explica cmo los zapatistas combinan la mitologa tzeltal de la regin con los iconos nacionales, como Zapata: Zapata Livcs! Histories and Cultural Po- itics in Southcm Mexico, Universitv of California Press, Berkclcy, 2002, pp. 158-175. 104. Sohre la naturaleza reticular de la estructura organizativa zapatisra, vase Roger Burbach, Cfo!Jafizatiofl and Postmodern Politics, Pluro, Londres, 2001, pp. 116-128; Fiona]effries, "Zapatismo and the Intergalactic Age, en Roger 13urbach, Globalizatiofl and Postlnodem POlifics, pp. 129-144; Y Harry Cleaver, "The ZapatistJs md the Electro- llic Fabric of StruggJe,), en John Holloway y Elona Pelez, eds., Zapatista!, Pluto, Lon- dres. 199H, pp. Hl-103. 105. El estilo del subcomandante Marcos, entre ldico y militante, es el mejor ejemplo de cmo los zapatistas han convertido la irona en una estrategia poltica.Va- se subcomandante Marcos, OUr lf{Jrd ls OUY VJfapon, Seven Stories, Nueva York, 2001. lEdo cast.: Nuestra arma es nucstra palabra, edicin de Juana Ponce de Len, prlogo de Jos Saramago, Seven Stories Press, 2001.J 106. Vase John Halloway, Chaflge fIJe Wlrld WitJlOu( Takiflg Power, Pluto, Londres, 2002. [Hay trad. cast.: Cambiarel mundo sin tomarel poda, Revista Herramienta, Buenos Aires, y Universidad Autnoma de Puebla, Mxico, 2002 2.J 419 NOTAS 107. Sobre polticas idcntitarias. vase Iris Manen Young,ju.'tice and file Politics (!{ Dtff{'//{c, Pnnceton University Prcss, Princeton, Nueva Jersey, 1<)90, esp. pp. 156- 191. 10H. Sobre la reaparicin de grupos anarquistas, vase David Graeber, Por a New Anarchism, 'VCl/' Lcft RevI'I/J, 2:' serie, n." 13 (enero-febrero de 20(2), pp. 61-73. 10t). Aqu deberamos agregar las diversas formas de resistencia electrnica y movimientos de hackcrs que luchan para que pasen a lo comn los inmensos recursos controlados en las redes electrnicas y contrarrestar las nuevas y sofisticadas formas de control mediante el empleo de tecnologas cibernticas. Estos movimientos tambin se basan en un anhelo de libertad y una concepcin de la enorme riqueza y potencia de las nuevas formas de colaboracin y de comunicacin que las redes hacen posible.Vol- veremos sobre los movimientos electrnicos en el captulo 2, al considerar las cuestio- ncs de la propiedad inmaterial. 110. Vase, por ejemplo, Arquilla y Ronfcldt, Networhs and Nctwar. /11. Pierrc Clastrcs, Sofcfy thc State: 1::..\.I"aYs in Poltica! AIffropo{oJ!)', trad. Roben Hurlcy en colaboracin con Abe Stcin, Zone, Nueva York, 19H7, esp. cap.11. 112. Vase Arquilla y Ronfeldt, SIIYlrllling (/lId t!le Futuro of Conilicts, Rand Cor- poration, Santa Mnica, 2000. . . 113. Vase, por ejemplo, James Kennedv y Russcll Eberhardt, con Yuhni Shi. S'lI'arlll ll1fc{/('(l'llrc, Morgan Kaufinann Publishcrs, San Francisco, 2001. 114. Keunedy y Russell, con Shi, o]J. cit., pp. 103-104. Para una descripcin ms vvida de las comunicaciones entre los insectos, vase Karl von Prisch, 7111' Dancino Bccs, trad. Dora llse. Methuen, Londres, 1954. 115. mile Zola, L(/ Dhddc, Charpeutier, Pars, lH99, p. 210. 116. Vase Kristin Ross, The 4Soriaf Spacc: Rimboud ani thc Pars Corn- mlll/t, University of Minnesota Press. Minepolis, 19RH, p. 10. Bella del pa- pel central del enjambre en la potica de Runbaud. 2 MULTITUD 1. Acerca de la distincin entre la multitud y el pueblo, vase, por ejemplo, Paolo Virno, C-ramm4fica ddla multifudillc, Rubbettino, Catanzaro, 2001, pp. 5-7 [hay trad. cast.: Gramtica de la multitud, Proyecto Editorial Traficantes de SueJ1os, 20031; y Marco Bascetta, {(Multiwdine, popolo, mass:n, en COlltroimpcf(l, Manifestolibri, Roma, 2002, pp. 2. Para Llna formulacin ctsica de la liberacin basada en (<la interdependen- cia de las diferencias mutuas (no dominantes)>>, vase Audre Lorde, (The Master's Tools 420 NOTAS Will Never Dismantle rhc Mastcr's Housc. en Sistcv Outsider, Crossing Press, Trumans- burg, Nueva York, 19H5, pp. 110-113. 3. El debate entre Slavcj Zizek y Ernesto Laclau demuestra que discutir de clases en trminos de una alternativa entre la nocin unitaria marxista y la nocin plural liberal es enfilar un callejn sin salida. Vase juditb Butler, Ernesto Laclau y Slavoj Zi- zek. COfltillgl'f/{Y, Hcgcmony, Univcrsalty,Verso, Londres, 2000. 4. Para una muestra de los antiguos debates sobre lo econmico y lo poltico dentro del marxismo. vase (en el bando poltico) Georg Lukcs, HistMj' and Class Cons- cioUSl/css, trad. Rodncy Livingstone, MIT Press, Cambridge, Massachusetrs, 1971 [hay trad. cast.: Historia y contiendo dedose, Editorial Magisterio Espaol, 19H71, y (en el bando eCO- nmico) Nikolai Bukharin, The ABe 4 Comnwnissn, trad. Eden Paul y Cedar Paul, Uni- versiry of Michigan Prcss.Ann Arbor, llJHH.[Haytrad. cast.: Abci del {(J/nllllllll/(J,jCar" 1977..1 5. Vcase Antoni.o N egri, Leopardi europeo, en Lenta,Rine.Hm, Eterotopic, Mi- l:n, 2001", pp. 9-16. Para una versin de este ensayo en ingls, Antonio Negri, ,( The Europeo Lcopardi, trad.Timothy Murphy, Cl'1Irc 33, n." 1 (primavera de 2000), pp. . Las dos grandes superpotencias del siglo xx, Estados Unidos y la Unin vitica.recurrieron a la industrializacin co01Ouna estrategia para alcanzar el predominio econmico.A comienzos de siglo.Antonio Gramsci ya entendi claramente esa necesidad. Vase Americanism and Fordism-.en SelCCtiOllfrOI1l Prison Notebooln, trad. Quintn Hoare y' Ccoffrey Smith, lnremational Publishers, NuevaYork, 1971, pp. 277-31 H. 7. Hemos descrito el trabajo inmaterial y su hegemona sobre las dems for- mas de trabajo en Iimpre, pp. 2BO-300. H. Sobre la naturaleza lingstica de las formas contemporneas de trabajo, vase Paolo Virno, Virtuosiry and Revolution, en Paolo Virno y Michael Hardt, cds., Radi- cal TllO//glu in Ita/y,University of Minnesota Prcss, Mincpolis, 199(" pp. 1H9-21O.Acerca del trabajo cognitivo, vese Carlo Vercellone, ed., SomIflC.HIOIH sonis du capitalistnc n- dustricli, La Dispute, Pars, 2003. , 9. Nuestra nocin de afecto deriva principalmente de Baruch Spinoza, Etica, parte IIr. Para un punto de vista algo diferente, pero compatible, vanse Antonio 1.?a- masio, Lookillgfor Spnoza, Harcourt, Nueva York, 2003, y Brian Massumi. Paroblcs (!f tie Virtual, Dukc Univcrsiry Prcss, Durharn, Carolina del Norte, 2()()2. 10. En cuanto a la creciente atencin de los patronos a las actitudes y a las des- trezas sociales, vase Doug Henwood, Flf/cr tiwNcU' Econonvy, Thc New Press, Nueva York, 2003, pp. 76-79. 11. Para un ensayo clsico, vase Georg Sinuuel, The Merropolis and Mental Life. en "111(' Sociolo,RY <1 Ceor,R Sillllllel, trad. Kurt Wolff, Free Press, Nueva York, 1950, pp. 409-424. [Las obras completas de G. Simmel estn editadas en Alianza 19R). Ms generalmente, vese lo que escribe Sil1lmd sobre el dnero y la ut} duccin de David Frisby en Georg Simmd, Tlic PIJilosopliy {;{ A1olley, Routledge, dres 1990, pp. 1-49. [Hay trad. cast.: Filosojla del dillero, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 1976.] 421 NOTAS 12. Vanse, por ejemplo, Dorotlry Srnith, Thc Everyda)' Warld a, PI' hI t' A Peminist Northeastern University Prcss Boston 1987' y S ddo Ir: terna! '17 . k' H]' " "ara <.u 1(: Ma- 1111 iH,!, cacen, sosten, 1989. Sobre el cuidado a lo' de _' ,_ " : ni .t - J s cmas como cuca fcmi- s a, veanse oan Tronto, Moral Boundarics, Routledge Nueva York 19')3' E K' L -sLa! R 1 d ' , , . , y va rttay )IJ{ s Jor, out e gc, Nueva York, 1999. ' 13. Vase Dani!c Kergoat, L'infirmi,crc coordonnc l-utur antricur n" 6 ( . rano de 19(1) 7185V" ' . ve- , , pp. - . case tambin Danicle Kergoat Prancoise Imberr H T L Doar y Daniele S ' 1, '1' ., ' ", ,eene e - . cnoner, J....,t'S ti! mmcrcs el lcurcoordination 1988-1989 L - l" 1992. - , , amarce, ans, L . ?4>, Sobre actividades paralegaieSl), vase jennifer Pierce, CcndcrTiias: EmotionJI wcs In ,--,ontemporar)' Lau. Firms U' . f C' 1r ' 1 . .\, mverslty o "a ifornia Press Bcrkelev 1')9" pp 03 02 Sob 1 [i '. iel , " o, ,,,. re a a ienacion (e trabajo emocional, vase Arlie Russell Hochschild Th'''\1- naocd Heart: Com . li , >f ' .sne, a , . ( mema ieanon o Htw/IlII Fcclim!, Universitv f Calif .. 1> ley 1<)83 204 24 ' ' ' , ,o "a 1 arma rress, Berke- los , ' , Pp- -. 1. Hochschild aporta estadsticas de la distribucin por gnero de os de trabajo que requieren aportacin emocional. l S. Este es el argumento principal de Doug Henwood en Aftcr thc ,., E 16 P ... I j'oiCW (()f1om)'. . ara sobre el posfordismo y la especializacin flexible, vase Ash Amin, ed., A Readcr; Blackwcll, Oxford, 1994. 17. Vase Pascal By y M' " F I 1 ' -., '. , arra onte, s t le Technica! Model of Azriculrure Changlllg Radically?, en, Phllip McMichael cd TJe Clohal R' r turi rgA ') 'r' e 11 u . ", J sme Urt//! o oro-Pood ,y.> Uf/S, lllverslty Press, lrhaca, 1994, pp. 241-257. ' , . 1H. Vase Michael Flitner, Biodiversiry: Of Local Commons and el b' I e modities en Michacl e Id d P' '. oca .0111- C ']'1 JO man , ec.. rtl'aflzlII,! Naturr: Poiitica fin the Global uto. Londres, 199H, pp. 144-166. ' . . 19.. las previsiones del U. S. I3urcau ofLabor sobre los crn leos ' . .' : pido crecmnenro entre 20DO y 2010 vase wwwblsgo/'I'/Pdcl11.1sra- ?O V',..' _: . ". v ncws.rc ease ecopro.toc.htm. _. case, por ejemplo, la cn,tlcl de fimothy Mirchell a los estudios tr die 1 qu d -rib 1 . , ," ,., a IClOna es en,a campesmo egIpCIo como eterno e inmutable: The lnvention and 0pf the Peasant", en Rule (!( E."\.:perls: -S!)'pt, liYh/IO-Politits, Modemiry, Unive;sitv o a 1 orilla ress, Berkeley, 2002, pp. 123-152. . 21. Vanse la c1siCl definicin del campesinado en Eric Wolf n t/ l' Uni ,'t fe ni . ,L-tl IlI'aYS ro 0l1J('r: venl y o .a 1 orma Press, Hcrkeley, 2000 pp. 195-1 W' 'Th d .. ' duction' PeasaIlt . C ,J,Y eo or Shanm, (dntro- k 11 Q . e < ry as a oncept, en T. Shanin, ed., Peasal1ls a1/(1 PeasIl111 SOrJctin Dio." we, xrord, 1<)87 2 , p. 3. ., ,'--- d 22. '. ?bsrvese que ,el.l ingls la diferencia terminolgica entre pcasallt y ;mller a esas pOSICIones econmIcamente. En otros idiomas es ms dificil la IstmclOn conceptual en francs, collfadillo cn italiano y campesino en espa 1) 23., En el de 1<)30, Mao esttm que los campesinos pobres los leros agncolas constltlllan el 70 por ciento de la poblacin rural china y I lb' ')0 por cient 1 . . , y que la la un .... ,o(e campesll10s medianos y autosuficientes, y solo un 5 por cient d pesmos ncos Vase M T T . o e cam- , '. ao se- ung, Analysis of the Classes in Chinese Society (1926), 422 NOTAS en SelettedIil1Jrks ojMao Tse-Tuno, Lawrence and Wishart, Londres, 1954, t. 1, pp. 13-20; Report of an Investigation into the Peasant Movement in Hunan (1927), t. 1, pp. 123- 140, YThe Chinese Revolucin and thc Chincsc Conununist Partv (1939),1. 3, pp. 72-101, esp. 92-93. 24. Para una excelente exposicin de los debates entre los miembros de la c- pula sovitica, vase Moish Lewin, Russian Pcasants and Soviet Power, trad. Irene Nove. Northwestern Universiry Press, Evanston, Illinois, 1968. 25. Vase Lynne Viola, Peasasu Rchels under Stniin, Oxford Universiry Press. Oxford, 1996. Viola asegura que, si bien el campesinado haba perdido su batalla con- tra el Estado sovitico y qued destruido en tanto que categora econmica, sobrevi- vi C01110 identidad cultural gracias a una tradicin de resistencia. 26. Mao critic duramente muchos aspectos de la poltica agrcola de los soviti- cos, pero no por el proyecto general de transformar la produccin campesina y colectivizar laagricultura: por el contrario, opinaba que los soviticos se haban quedado a medio ca- mino. Dos fueron las crticas principales que Mao dirigi contra el proceso sovitico. La primera, que los soviticos exageraban la importancia de la mecanizacin y del desarro- llo tecnolgico en tanto que condicin para la colectivizacin, es decir, que ponan los tractores por delante de las cooperativas. Mao consideraba que deba asignarse la prima- ca a la transformacin de las relaciones de produccin: Primero hay que cambiar las re- laciones de produccin, y entonces y solo entonces pasar a un desarrollo amplio de las fuerzas productivas (Mao Tse-Tung, A critique (!I" Soviet Bconomics., trad. Moss Roberts, Monthly Review, NuevaYork, 1977. p. 93). La segunda, segn Mao, que los soviticos no haban transformado a fondo las relaciones de propiedad. La propiedad colectiva o comunal que desarrollaron no era ms que el primer caso de un proceso que deba desembocar fi- nalmente en lapropiedad pblica de la tierra y de los medios de produccin (pp. 6HY 133). 27. La cinematografa china contempornea ofrece varios ejemplos de nostalgia del mundo campesino, pero no debe confundirse la nostalgia con la pretensin de re- crearl,? en la realidad. Vase, por ejemplo, la excelente interpretacin que hace Xudong Zhang de Y<!jo, de Zhang Yimou, calificndola de utopa campesina en CllilJese Modcrnism itl Ihe Era (!{ Duke University Press, Durham, Carolina dd Norte, 1997, pp. 31H322. 28. La agricultura californiana es el ejemplo clsico. La construccin de gran- des presas y extensos sistemas de irrigacin fue una poderosa palanca para convertir la pequeila explotacin agrcola familiar en explotaciones a gran escala de las grandes cor- poraciones. La concentr3cin de la propiedad fue acompaada de la introduccin de me- joras tcnicas y un extraordinario aumento de la productividad. Vase Donald Pisani, From theFamil)' Fartn f(lAgriIJllsiness:The Irrigatiotl Cmsadein Cdtfimlia mld theWest, 1850- 1931, University of California Press, Herkeley, 19H4. 29. Vase Robert Brenncr, (Agrarian Class Structure and Economic Develop- ment in Pre-Industrial Europe, en T. H. Aston y C. H. E. Philpin, cds., The Brcnllcr Debate, Cambridge University Press, Cambridge, 19H5, pp. 10-63. 423 NOTAS 30. Sobre el final del campesinado en Francia, vase Henri Mendras, Sorits paysaltr/es: lmnus pour une thorie de lapavsanncrte, Armand Coln, Pars, 1976. Para una perspectiva ms general, vase David Goodman y Michnel Rcdclift, Prom Pcasant to Proletaran: Copitalist Del'ClopmCllt and Agrariall Tallsitions, Sto Martins Press, Nueva York, 19H2. 31. Vase, por ejemplo, la historia del rgimen de propiedad de la tierra en Viet- por Ngo Vinh Long, Communa Property and Peasant Revolutionary Struggles 1I1 Pcasant Studics 17, n. o 2 (invierno de 1990), pp. 121-140. Para casos simi- en el Afi'ica subsahariana, vanse Enwere Dike, Ch;mging Land Tenurc Systems in Pcasont Studies 17, n." 1 (otoo de 1989), pp. 43-54; YJ. S. Saul y R. Woods, African Peas 7ntries), en Tcodor Sbann, cd., Peasants and Peasant Sotietics. BlJckwell, Oxford, 19H7-, pp. HO-HH. 32. Hay un debate considerable sobre si el trmino de campesinado describe con exactitud los sistemas de produccin de la pequea propiedad, sobre todo en frica. Vase Margar-e jean Hay, "Peasants" in Modern East African Studics, Peasant Studics H, n." 1 (invierno de 1(79), pp. 33. En cuanto a la historia de los conflictos polticos alrededor de la reforma agraria en Guatemala, vase Greg Grandin, The Bood (!f Guatemala, Duke Universitv Press, Durhani, Carolina del Norte, 2000. En un plano ms general, sobre las perma- nentes desigualdades en la propiedad de la cierra y los fracasos de la reforma agraria en Amrica Latina, vanse Ernst Fcder, Thr Rape (?f the Peasontrv, Latn Amcrira:, Landhol- din,l! SystCtII, Anchor 13ooks, Nueva York, 1971; YWilliam Thiesenhusen, Broken Promsc: A,graria/l Reform and thc Latn American Campesino, Westview, Boulder, Colorado, 1995. . 34. Para una descripcin til de la estructura y las actividades de una de las prin- cipales transnacionales agroindustriales, vase Brewster Kneen, Invisibe Ciont: Ca'.J?iIl and tts 'liansnatonn Srratcgies, Pluto Press, Londres, 1995. 35. Vanse R. E. Elson, Thc End (?fthe Pea.l'lll1try in Southcast Asia, Sto Martin's Press, Nueva York, 1997; y Anthony Percira, 1711' End or thr ]Jcllsants:771e Rural Labor 1\-10- ucmcnt in Nottheast Braril, 196/-/988, University of Press, Pittsburgh, 1997. 36. _Sobre la proletarizacin de los obreros agrcolas africanos, por ejemplo, vase Samir Arnin, cd., L'llgrCllfturc afrraillc rt le captaismc; Anthropos, Pars, 1975. [Las obras completas de S.Amin estn editadas en Anthropos, Editorial del Hombre, 1995.J 37. La funcin cultural del campesinado fuera de Europa es ambigu;o Como de mencionar, la acepcin econmica de rampesino fuera de Europa suele ser bastante problemtica. Cuando estudiamos la literatura no europea de mediados y fi- nales del siglo xx ciertamente podemos reconocer cambios parecidos a la decadencia del mundo campesino segn se describe en la literatura eumpea. Muchas novelas afri- canas, por ejemplo, como 17In}.!.s r(1I Aparf de Chinua Achebe [hay trad. cast.: ]dose dcsmo- Columna, 199H, AmlJ(guolls AdverJfurr de Hamidou Kane, y Seasoll c:f1I1i;!,ration to the Nort/, de Tayeb Salih, describen una coyuntura histrica en la que las relaciones socia- les y las formas de autoridad de la aldea tradicional quedan desestabilizadas, por efecto 424 NOTAS de la intrusin colonial principalmente, pero tambin por el de las fuerzas de la mo- dernidad y, en ltima instancia, por la introduccin de! capital. Esa estructura sentimental que se encuentra en muchas obras del perodo colonial y poscolonial desde luego se parece a las descripciones de la desaparicin del mundo campesino en e! conte.xto europeo: en todas ellas aparece una sensacin de desorden, desorientacin y Sin embargo, si proyectsemos esa decadencia del campesinado europeo sobre la estructural de las aldeas no europeas, no habramos captado su especificidad, como SI y las sociedades no europeas solo pudiesen interpretarse en funcin de su conformidad o no con el pasado histrico de Europa, que sirve como un estndar universal. 3B. Raymond Williams rosigue bellamente en su panormico estudio nlC Cormlry and fIJe Cify cmo los viejos tiempos felices de la Inglaterra rural constituyen un mo- tivo notablemente recurrente en las diversas corrientes de la literatura inglesa moder- na. La actitud inglesa frente al campo, y sus ideas sobre la vida rural, tuvieron UIlJ per- sistencia extraordinaria, de manera que mientras la sociedad es ya predominantemente urbana, la literatura sigue siendo predominantemente rural; op. ds., Oxford Universiry Press Oxford, 1973, p. 2. '39. Sobre el arte modernista europeo, vase William Rubn, ed.. Primitinism ir 20th Ccnturv Arr, 2 vols., Museum of Modcrn Art, Nueva York, 19K4. Para la modernista europea, Mariana Torgovnick, Conc Prmuivc Savagc lntclccts, 11A0dcm LlVCS, University of Chicago Prcss, Clucago, 1990; y Blazar Barkan y Ronald Bush',eds., r: histories (JI' tlw Puture: Thc Primitivist Project and thc Culture (!f Modcmism. Stanford Uni- versity Press. Stanford, 1995. , 40. En este prrafo nos remitimos a la periodizacin de la antropologa propuesta por Michael Kearuev: vase Reconceptuolirnwthc Peasantry:An.t!tropolo.l!Y in Pers- pectve, Westview, Boulder, Colorado, 1996, pp. 23-41. El paradigma del sur- gi en antropologa a comienzos de la guerra fria, y la """?" en que lo, .los antroplogos suele hallarse en correspondencia con unas posrcrones geopolticas obvla.s. Por un lado, y en lnea con las teoras del desarrollo, el campesmo era un personaje subdesarrollado, pero que podra alcanzar con relativa rapidez la situacin desarrolla- da de la norma euroamcricana. Por otro lado, y en lnea con la ideologa de la revo- lucin china y de las diversas luchas de liberacin nacional, el era un, con- cepto u-icontincntal que planteaba una condicin en Asia, Amrica Latina y frica. En este sentido, el campesino era una figura antlCaptt,:- lista y revolucionaria. Por ltimo, hay que tener presente que el concepto del campesI- nado tiene un valor ambiguo en Illuchos estudios antropolgicos. Sydel Stlvermann sostiene que, de hecho, nunca ha existido una definicin coherente y tural del campesinado; los antroplogos lns rigurosos adoptan la defimoon econonll- ca. Vase (,The Concept of the Peasant and the Concept of Culture, en Joan Mendur, ed., Sodal Anthropology(1Peasantry, Somaiya Publicacions, 13ombay, 1983, pp. 7-31. 41. Algunos llegan al extremo de negar que el campesinado constituya una clase desde el punto de vista poltico. Eric Hobsba\.vm, por ejemplo, define a los rebeldes 425 NOTAS primitivos incluyendo a los prota [ 1 . prepoi,",', ' , h' gomstas (e as rebeliones campesinas corno (gentes que aun no an enco t d ' . ' . , an cncon ra o, o esran empezando a encontrar un len uaic eNspectlficoNcn el sus aspiraciones en relacin con el mundo (Primitive or on, ueva lar, 1959,p. 2). .., 42. En la medida en que sol -, '., n _ '1' . .' o extste una articulacin local entre estos campes., os ,parce y la I.dentldad de sus intereses no engendra entre ellos una comunidad organizacin poltica alguna, no forman una clase. Por lo tanto SOl; valer sus tnt.e,reseNsde clase en su propio nombre, ni en un na convencin. o pueden rep ". . d d 1 resentarse a SI mismos tIenen necesi a (e ser representados; Marx, TI/{' Eir.rhtt'CfIth Bn '. r '. .' .- Publishers, Nueva York 196) <., <? WUI.I BOl/aparte,lnternatlOnal . _ ' -, p. 124. {Hay rrad. cast.. El 18 Brumario de Luis Na oen Bo naparte, Fund;clOn de E.studos Sociales Federico Engels, 2003.) p- bv o n 43 L' d V :ase'9 Puo : Aejemplo, Karl Kautsky, The A..rarian Quesriol1, trad. Petcr Burgess " , on res, 00 Cerca de la .. , d ' b... . -, proposicron e Marx para un proyecto poltico de ase campesina en Rusta, vcase su carta de Rde marzo de 1881 . ". Z, 1"1 Marx F' d . 'h' a vera asu le 1 en Karl y rre nc Engels, CollMed Uvrks, International Publishers, Nueva York 1975 t. 35, p. 346. En esa carta Marx expli . El" ' . , del d 11 hi ,.' tea que capitat no contiene una teora universal esarro o istonco y que no . d ' . . mismo. Y admite la posibilidad de fases determinadas en el de di . a e rgimen comunal fuese cap" e pasar irectamenn- al comunismo. . 44. En el proletariado urbano, los campesinos encuentran su aliado d" te natural (Marx, Ei;:htecnth Brumaire p. t 2H) D. .dc I l" Y. mgen- . ' ,. es e uego, e proletariado nusmo no siempre era un sujeto poltico activo desde el punto de vista de M ' ',' I 1113 aLtIVO en e curso de su desarrollo histrico. El proletariad c. ' . f desern e . . o Irances no ue capaz de p ar un papel SUbjetiVO en la revolucin de 17H9 1 l' , . t d 1 b ' ' Y so o a canzo a servir los m ereses e a urgucsm unindose al seguimiento de esta En las i .,' . 1 . , Yjulio de 1830 y 1R4H 1 1 . d d .. as IllSUrreCClones (e Juma . .. e pro etana o e Pars emprendi sus primeros asos actuan- do por su propia cuenta en el escenario poltico peco en cad . d P . f "d' ' a una e estas ocasiones ue rapr amente dominado Solo en 1H71 con la e d P , . , . . d ,. _ ' .omuna e ans, ernergro el prole- tarta o Como un autentico sujeto poltico. . " 45. _Este postula.do es uno de Jos axiomas fundamentales de los estudios oseo- Vase especial Gayatri Spivak, A Critiquei!.f Poscoonial Reason, Harvar: Uni- versiry ress, Cambndge, 1999, esp. pp. 252-266. ". Junto a Mao Zedong hay que mencionar tambin a Ho Chi Minh como gran teonco de la revoluclOn comunista de base camp , V' 1 M' h h ,. . esma. ease e ensayo de Ho Chi . tn , T e Parry s MIlltary Work Among the Peasants en A Neuberg" dI t/on, pp. 255-271. ,. , nrme nSllrrcc- 47. Vase de lluevo Mao C 'c . rc' . ., . . . . . ' .rtlque q >JovU't Ewnomics, esp. pp. 55 Y 136. Los so- fi VletlCOSdepOSItan demaSIada confianza en la nueva maquinaria y en el desarroll d'l . uerzas producttv 'M o e as . . as,. segun ao, y no prestan suficiente atencin a la transformacin de los propiOS campesmos, es decir, a los cambios polticos superestrucrurales. 426 NOTAS 4R. Con esto no queremos decir que ya no haya diferencia entre lo urbano y lo rural, sino que estas diferencias han dejado de tener una significacin poltica, y que los dos mbitos estn en iguales condiciones por 10 que se refiere a la comunicacin y la cooperacin. Tiene que ver con eso la difusin masiva de los medios impresos, de la radio, de la televisin y, en algunas regiones, de inrernet, como tambin la transformacin ra- dical de las prcticas productivas y las transformaciones territoriales del entorno urba- no y del rural. Algunos estudiosos chinos lo llaman un proceso de urbanizacin rural. Vase Gregory Eliyu Goldin, ed., Farewcll to Peasans China: Rural Uroanimtion and So- cial Chanoe in the LIte Tiuentictn CCtlfury, Sharpc. Armonk, Nueva York, 1997. 49. El proyecto del grupo South Asian Subaltern Studics, yen particular el de su fundador Ranajit Guha. puede concebirse desde esa perspectiva como una iniciativa fundamentalmente maoista, o mejor dicho, ellos consideran los resultados del proceso revolucionario maoista como un hecho consumado por cuanto postulan que los cam- pesinos, al igual que los proletarios industriales, son capaces de constituir un sujeto poltico activo y autnomo. Esta igualdad de capacidades polticas hace posible que campesinos, obreros industriales y otros cOIupartan la categora comn de losubalter- no'). Dicho de otro modo, el grupo Subalteru Studies rechaza la nocin de que los cam- pesinos sean meramente apolticos o prepoliticos, y aduce que el subalterno en gene- ral y el campesino en particular son agentes de su propio destino. Por tanto, y es un ejemplo, mientras que los historiadores britnicos tradicionales consideraron las gran- des insurrecciones del campesinado indio contra el rgimen britnico del Raj, a fi- nales del siglo XIX y comienzos del XX, como manifestaciones espontneas e incohe- rentes, Guha sostiene que esa insurgencia fue una empresa motivada y consciente por parte del campesinado indio, y por tanto constituy una actividad poltica, propiamente hablando. Para una excelente valoracin general de la obra del grupo South Asian Subaltern Studies en este sentido, vase Dipesh Chakrabartv, Subotcm Studics and Postcolonial Historiographye, Ncpantla 1, n." 1 (2000), pp, 9-32, esp. pp, 14-21. 50. Vanse Jos Bove eYves Manguy, La co/!fderation paysanllc, Eden Productions, Pars, 2003; Angus Wright y Wendy Wolford, 70 nhcrit the Barth: 7111' Landless MOWl!1cIlt ond the for a New Bmril, Food Pirst. Oakland, 2003; y Sue Bradford y Jan Ro- cha, Cuttirlg the Wire: The Studv the Landiess Mswements in Bmril, Latin American Hu- reau , Londres, 2002. 51. Vase Michael Kearney, Rcwuceptua[izil1g the Peasants, PI', 23-41. 52. Aqu la singularidad, a diferencia de la nocin de lo que es diferente de 10 dems, se refiere a lo que es diferl:nte en s. Este concepto de singularidad es el que desarrolla GiBes Deleuze en Exprcssionisl1l in Philosopll)': Spil1oza, trad. Martn Joughin, Zone Books, Nueva York, 1990 [hay trad. cast.: Spinoza y el problema de la expresifI, El Aleph, 19961; y DitJef/(c aud Repetion, trad. Paul Patton, Columbia University Press, Nueva York, 1995 Ihay trad. cast.: Diferencia y repeticill, Jcar, 19H7J.Vase tambin la entrada <ingularitt's pr-individuelles'), en Franc;ois Zurabichvili, Le l!)(ahulaire de De- leuze, Ellipses, Pars, 2003, pp. 76-7B. 427 NOTAS 53. Charles Piot, Rcmotcly Cooa: VillaJC "/1 -rr ' , Chicago Prcss, Chicago 19(1) PI 2?-?4'P' {1 e.rJllf Y 111 H1'Sf Aj/"ira, Universiry of , ,J. _ . ter propornona J . modelo antropolgico que capta 1' larid d un exce ente ejemplo de un <> srngu an a local y la e J. j do en el caso de la vida ald ,rr. . ,1 comuna ]( ad global, centra- . cana en iogo sepeentnon: 1 S b .. l1ld. ad africana, vase jean y JoJ e aroff a .. o re a cuesnon de la moder- in .omaro , Introduction en 1, ilacic nusmos i'vlodcmifj' and lts Malconto t . R' , d ,arecopl acion de los . 1 I S. fIla aH Powcr - P t 1 '1 ' of Chicago Press Chicago 19()4 111 os (O )/Il(l Univcrsity , ., ,pp. XI-XXXVI! 54. jean y john Comaroff Occulr Economies and I . V' Notes fiom the Sourh Afi-ican Poste . , ' .,' t le iolence of Abstracrion: 1"9')) 27" "3 o ony ,AII/Ul(ml EtllII(J/o(,fist?6 n ., , (3 d d '7 ,pp. 7-.! ,esp. p. 2<)4. ' -,. "- c mayo e . La pobreza deviene un tema princi al de 1. .: , condicin econmica choc . ,P a sociologa moderna cuando su a con sus expresiones politi 'a, . J' sociologa alemana, por ejemplo y b j' I c s, pSlCO gicas e ideolgicas. La d J ,so re toe o e entor o d G S eccnio de 1<)20 enfoca la t. . , b n e -eorg 1I1ll1.leJ hacia el I ",' a cncion so re el asunto cuand ,1' b ' cases medias reviste un semblant 1', S' fi' o e tmpo recumcnto de las . e po ItlCO.. Ig ried Kracaue '1 rrva hacia el fascismo de los en pi ados breci r, por cJemp o, analiza la de- l ea os empo recidos tem. bi ncmarografia expresionista alemana V . K _ ',eI1la tam len destacado en la ci- H ' ' . ease racaucr, 1Iu' Saiaried 'vI L'Ou. oarc, Verso Londres 199H (J die , ,. 1. I1SS/'.\, trae. Quinun . " ., a e rcron original alemana es d 1929) E . I psicologa, Pranz Ncumann en cienci 1'. ' e. . rrc 1 Froll1I11 en las po meas y Alfred DSbl rrollaron esa conexin estrecha entre las c n ".". 1.n como novelista desa- culturales, y demostraron la dr 1 tic. o. ,dluoncs econonllClS de la pobreza y las . , a na Ka regreslOn antro oJ' '. - . las cnsls de Jos dd d""ll'oll ., . 1" P oglCa ocurnda en cada una de _ . ....", o caplta lsta. :>6. Para una extensa exposicin de las teor'ls .-.' " reserva mdustriah, vase Yann M l' ll' " c aslca y m,lrXIsta del (ejrcito de . " ou ler outang, DI' /'1'> l ' - I . verSltalres de Franee Pars 99H' 1 d fi . . . aH .\aartat, Presses Uni- , ., ,para as e ori Ji ' di' Marx, Capital vol 1 tr'ld B"II F k V' g nanas e a teona, vase Karl , .".... ow es mtage N y k mpital, Siglo XXI de Espa'' Edit 'J" 1") , , ueva or ,1976 {hay trad. cast.: El , ores, y ,osa LuxembL TI A . . . trad. Agnes Schwarzschild MOl thl R ' Irg, IC (WlnutaflO/I ol Capital, , 1 Y eVlew, Nueva York 1951 34H 57. Rem Koolhas ha tratad d' 'd ' . ., pp. ..367. . ' o e entleI1 er como hmnon' .' d d d ' , a la cxtraordman; riqueza de re' d J a a cm a e Lagos graCIas cursos e os pobres COI J pequela de segunda mano en un r"'st l' I'b" no os que venden maquinaria ''"', ro" a aIre I re En st . d ' parece caos ;1 primera vista s l. I . e. e tipO e mercadilJos, lo que , e reve a llego producto d' . J' Vease LaJ.?os Handbook: Projrct 011 th' C't 4 rr. .1. e una comp t:Ja organizacin. 5 . ' - / ."1 Y ,.tasc H:n. Nueva York en re ,,' , . H. Ve-anse por eJ'empl R"I j R ' P parauoll. , o, le laf( eed PI )rC' f lA 'l! F lhcon, Boston 1997' y D 'b 1)"' 'h' ',s JI ers, orest Protcaors,Allyn and . ,., c ra lCC 1, 1,le Bakmr lndians orB -" W pect HClghts, iUinois, 2000 P .' ., . . Ya..:. 1 , aveJand Press, Pros- . ara un recurso mfOrmJtlvo ex' J. 1 d' afld J)clJe!t1pment J;[onto( w w ffi 1/" ce l:ntt, 11 l,(?l'1IOIIS Knowlcdj?(' 59 Sobr 1" , ..w .nu Ic.n clramlIkdam/index.html. . e J centohdad del 1engu;ye el I i ' , llea, vase Paolo Virno s<,,.,-, ." < 1 a pro( llCClon econmica contempori.. , .. .<t s)na I I' ((natura J n R hb ' esp. pp. 4<)-66. u /(/na), u ettmo, CatJnzaro, 2002, 60 Paralah't ' d I .' IS ona e os movimientos de pobres en Estado U 'd j , s 111 os c llrante el 428 NOTAS siglo xx , vcasc Francis Pox Piven y Richard Cloward, P01l( MOlJcnJcllts, Ran- dom House, Nueva York, 1979. Un ejemplo contell1pornco en Estados Unidos es la organizacin Kensington Welfare Rights Unioll de Filadelfia, PCIlIlSylvania. V:tse www.kwru.org. 61, Ashwin Dcsai, U+ Arc fhe Poors. Monthly Revie w Press. Nueva York, 2002, p,44, 62. En cuanto a la propuesU del ingreso garantizado o renta de ciudadana, el texto fUlldamental desde el punto de vista de la teoria econmica clsica y monetari;: es el de Philippe Van Parijs. Real Prcrdom.(tlf Al, Oxford Universitv Prcss, Oxford, 1')1)5. [Hay trad. cast.: Lihertad real para lodos, Ediciones Paids Ibrica, 1')961 Vansc tambin Andr Oorz, Rer/m'min,?, U1)rk: Bevond the Wagc-Bascd Societv, erad. Chris Turuer, Poliry, Cambridge, 1(/)9, y Vimmarric/, (jalilee. Pars, 2003; Ulrich Beck, 'tlie Bravc NClV Wlrld 1 M / brk , Polity, Cambridge, 2000 [h:1Y trad. cast.: Un nuevo mundofeliz, Paids Ibrica, 2003]; Edoardo Matarazzo Suplicy, Renda da cludadalli(J, Cortez, Sao Paulo, 2002; y Stan- ley Aronowitz y jonathan Cuclcr, eds., Post- Wnk, Routledge, Nueva York, 1<)<)H. 63. Sobre el unionismo de movimientos socia1cs,), vase Kim Moody, r-frkcrs ;11 (1 U'IH/ T-111rld: Un;OIls lit tlle IlIfffnat;onal E((JllOmy,Verso, Londres, 1997. 64. Para ms informacin sobre las huelgas de trabajadores a jornada parcial e vase la pgina web del grupO Les prt'caires associs de Paris, http:/ I pap.ouvaton.org. C15. Por desgr3Cia, a lo largo del siglo xx la lectura de Doseoievski esto;] domi- nada y empobrecd,l por la referencia aJ cOlllunismo rusO. Cuando Mximo Gorki conden la novela ell 1<)13, Y cuando AJbert C:1I11US mostr su aprobacin ad;lptin- dola para el teatro en 1959, soJo vieron en Jos demonios de Dostoievsk a los comu- nistas rusos. Ciertamente hay que leer la novela en funcin de esos valores polticos, pero no tiene sentido reducirla a una historia de los soviets. El fundamento de la novela de Dostoievski es un temor a la multitud mucho ms general y ms profundamente arraigado. 66. A diferencia de Dostoievski, el gran autor de ciencia ficcin Roger Zclaz- ny subraya la negativa a aceptar el control autoritario en su relato My Natlle 1.\ Legi{JlI, BaJJantine, Nueva York, 1976. [Hay trad. cast.: Al1 I/(lfllbre es u-Xin, Edhasa, 2002.] En un mundo futuro, donde un ordenador central mantiene Jas estadsticas vitales de los ha- bitantes del pJaneta Tierra, el prot;:gonista consigue acceder a su propia ficha y call1biar reiteradamente su identidad, sustrayndose as al contwl. El ser legin constituye el xodo que le permite escapar de la opresin de la identidad. 67. Karl Marx, Grulldrisse, trad. Martin Nicolaus,Vintage, Nueva York, 1<)73, pp, RJ-141. 6H. Vase Antonio Negri, Marx Bej'ond Marx,Autononll.>.dia, Nueva York, 1989. 6<). La obra de Fredric Jameson proporciona el modelo ms plenamente desa- rrollado de periodizacin; vase, por ejemplo, 7711' Politcal UI/(Onsc1o ll S , Come]] Univer- sity Press, hhara, 1981, pp. 74-102. 429 NOTAS 70 Vase MId I F 1 le oucau t, DI\(Jphne an. Pu I d Nueva York, 1979 [Hay tr d 1/ I nI.l 1, tra Alan SherIdan, VITltage b . a cast I;I ar y casttyar 5 1 XXI d ' re la anterIor 'nvesugacin foucaulr < de 1 ,Igo e Espaa, 2000 150- nocmuc , lana e os Isomorfismos de los regmenes de co- cnto o epIstcllllcos, vase L' anhcolo?lc du pp. 177-1 savoir, GaIlimard, Pars, 1969, esp. . 71. Ren Descartes, Discurse, del mtodo) " taton 0/1 Pirst Phi/o,oph d D' , ' en DI.\{[)urs (?f thc Method and Mcdi- o y, e . por avid Welssmann Yale Unive . p. H. Para una informactn detallad brc 1 '. , rsny Press, New Havcn, h .' " < a so re a redacClon y el co d ,1 . ex ausnvo comentano de Eti ' ('l' ntexto e texto, vcase el t tennc JI son en De.Kartcs Di . dI' 930. [Hay trad. cast.: Discurso del mtodo,Akal 1989" swur.\ e a mefhode,Vrill, Pars, 72. Sobre el pod d 1 ,.J . . er e a carne en la tradicin aulin . Cat!w!lctstl/e: Le5 aS/J/Y"!I' . d d P a, vense Henry de Lubac o S(l{/aux u O;llIe Le Cerf P , te ' 1/,10: aspectos sociales del dooma E _ . , ,." , ans, 941./Hay trad. casr.: Cafolicis_ o ,\, nr uentro EdlClOne\ 19HH I F di J ' tiras y agusuruanj, este lib brir . un anc Ose en bases patris- , ro a no camino a una concepcin hi ' que luego fue ampliamente d 11, d lStorica de la redencin . esarro <l a por las fO r111 ' ' de la liberacin. as contemporaneas de la teologa 73. El concepto de cuerpo poln ,.., bs I '. I ICO sirvro para reforza 1 ' a so unsra en el comienzo i 1 E r as teoras del Estado E '. e e a uropj moderna, y la analo i . h. " _. n cuanto a la eoncepci di" g a Se a seguido utilizando , . . n e cuerpo poliuco Con '. . sofla clsica alemana desd. K F' I 10 orgamsmo VIVO unido en la fiJo- S ,e ant y le He hasta Hegel M- - ,,/)('flral Nationality, Colur bi. U' " y arx, vease Pheng Cheah 74 _. n la . Press, Nueva York, 20t)J. ' . Hacemos una cxposicron 111'" 1 . I as comp era de estos a I capitu o 3. Por ahora baste i 1"' I _ ' rb'lllllentos a comienzo del , nt lcar a panoplia de los de la seguridad global eitand SI' argumentos dentro de la corriente R o a . amUe HUntlllb>ton TI el I f emak/llj.? ofWorld Order 11 h ' le" as I CirJilizatiot/s and fhe " , ouc stone, Nueva York 199H J 1 Ammcan Powcr Oxfi:)fd Ull' , P , "y osep 1 Nye, The Paradox of ' lverslty ress, Oxford 2002 IH ' poder, lIorteamericallo, Taurus Ed'.' 2 '. ay trad. La paradoja del 1 ClOnes, 003.J En cuanto 1 l' . . as dIversas publicaciones q' . a a mea repubhcana, vanse " . . ue renuten a la ('Sociedad o' '1 b I ' G!obaICIFI!SocfY'AnAn' w P , CIVl go a,comoMaryKaldor '. . 51lltr to n-ar, ohty, Cambrid ..' vd Sonety cuya pubJicaci " _'. ge, 2003, y el anuano Global 0"- , n se IrllClO en 2001 75. Sobre las limitaciones de la 1'., 1 , ' ,('ana ogla IlJterna {lllt' tr t d ' 1 mas po ItIcas del escenario 1 b 1 1 a a e VIllCll ar las for- g o a con as del marco dr. pire,pp. 3-21. e relerenCl; nacional, vase Em- 76. Joscph 5chumpeter Canitalil"ln ,. '1' N v "1" o' ,<JOC/(/lSm andDcln, H ueva lork, 1942, p. 141. f Ha trad. cas' '.'. . . .{(ruc)', . arper and Brother, Folio, 1984. y,t.. Caplfa!tsmo, ol(){la{smo y democracia, Ediciones 77. Vase 5askia Sassen, (,The State and Gl b 1" 111as Bientecker eds TllC E ,rp' o a lzatiow>, en Rodney Hall yTho- V' ",. (y flvateAufhorify' e! b I C case tambin nuestro Empirr:. m J o a Ovcllaflce, pp. 91-112. 78 P b . _ ' . , ara un uen resumen de las teoras sobre 1d ' ' , , cambIOS deSIgual,vase B. N. Ghosh D ' e esarrollo aSllJletnco y el inter- , , epndfflcy T7ieory Rcvisitl'd Ashgat Ald 1 " e, ers 10t, 20tH. 430 NOTAS 79. Gegrafos que han puesto en tela de juicio la topologa contempornea de la explotacin son, por ejemplo y entre otros, Neil Smirh, Uneoen Deveopmcnt: Natwc, Capital, and the Production Space, Blackwell. Oxford, 1990; David Harvev Spaces of Capital:Towards a Crtica! Geography, Routledgc, Nueva York, 200P; y Doreen Massey, Spatta! Divisions Labor: Social Sttuctwes and the C;cography Production, Macmillan, Basingstoke, 1995. HO. Vase James Mittelman, Tnc Cobotieotion Svndrome, Princcton Univcrsiry Prcss, Princeton, Nueva Jersey, 2000. [Hay trad. cast.: El sndrome de laJ!lobalizl1cin, Si- glo XXI, Mxico, 2()()2.1 81. Vase T.J. Pempcl, "rile Politks (!f theAsian Econotnc Crisis, Cornell Univcr- siry Press, Ithaca, Nueva York, 1999. H2. El texto clsico es Karl Polanyi, Tbc Ctvat Beacon Prcss, Bes- ton, 1944. [Hay trad. cast.: La gran tvansormadn, Ediciones Endvniion. 1989.] H3. Para algunos de los textos clsicos, vanse Bugen Ehrlicb, Fundamental Prin- ciples oI tie Sodolo).?y t:f Law, trad. Walter Moll, Harvard Universicy l'ress, Cambridge, Massachusetts, 1936;John R. Comnions. L(;;al Foundations Capitalism, Macmillan. Nueva York, 1924; y John Kenneth Galbraich, Thc Ncw Industrial Ssatc. Houghton M- fflin, Boston 1967. {Hay trad. cast.: El nuevo Estado industrial, Ariel, 19H4.1 84. Para el anlisis de varias formas emergentes de autoridad privada, vase Hall y Bierstecker. eds., '111C Emergence Prvate Authorfy in Global Governancc. 85. Para una definicin histrica de la ex mcrcatoria y sus desarrollos, vase Fran- cesco Galgano, Lcx mcrcatora. Il Mulino, Bolonio, 1998. Para un anlisis jurdico de la lex merca/oria en los procesos de la globalizacin, vase Thomas Charbonneau, ed., Lex Mermtoria and ArIJitr,ltiOl: A Discussion c:ftlle Ncw Law AIarchant, Transnatiollal Juris Pu- blications, Dobbs Ferry; Nueva York, 1990. Sobre d funcionamiento de las consultoras jurdicas en el comercio internacional, vaseYves Dczalay, (Multinationales de l'expertise et "dprissement de l'tat", Acles de fa rccherche 1'11 sdcnccs sodalcs, n.'" 96-97 (marzo de 1993), pp. 3-20; A1archallds de droit: La restrllctHratiOlI de 1'ordre jrlfidiqc illtematiollal pa les multiflationalcs du droit; Fayard, Pars, 1992; y en colaboracin con I3ryanr Garth, Dcaling Hlitl! Virtuc: !nterllatlmal C011l/fladal ArbifratiOlI aIId c:fa7iwlSnational 'gal Order, University of Chieago Press, Chicago, 1996. 8b. Acerca del concepto de ,(soberana compleja), vase Kanishka Jayasuriya, ({Globalization, Law, and the Transformaron of Sovereignty:The Emergence of Global Regulatory GovernaneTl), IndanajOlmwl c:fGlobal uj.?al Studies 6, n.o 2 (primavera de 1999), pp, 425-455, 87. Sobre la distribucin de los derechos de voto en el FMI, vase http:// www.imf.org/external/np/see/merndir/menlbers.htm. 88. Para una visin interesante de la cultura dd FMI,juzgada por un periodista simpatizante y bien informado, vase Paul Blutstein, TIle Chastetling: Insidc the Crisis that Rocked the Global Financial Systcm and HumbledtiteIMF, Public Affairs, NuevaYork, 2001. 89. Para los discursos de Joseph Stiglitz sobre el consenso de Washingtonl>, vase 431 NOTAS Ha-Joon Chang ed J ' I S";' drc " " OS{P 1 , t{R tt::: and the Vf;()rld Batlk' TI > ' res, 2001; Ymas en general Srigiitz e; b ti . u Rebel Wthin. Anthem Lon- ?()()? I " JO a seanon andIts D' N ' - Hay trad. cast . El I . sconsents, orton Nuev'\ y k 1 .. lilaestar en la rlohali""adn T " or, )ezalay y Brvant Garth Le "\\1; sh , aurus 2002.) Vase tambin Yves d 1'1' , ,as mgton Consensn,". Co rributi , ' e iegemoni- du neolibcralisllle A te di' . n fl unon a une sociologie ( . ' aes e a Reeherrhc " S' , marzo (e 199X), pp. 3-12. tri, (/Cl/CCS Sociacs. n.:' 121-122 90 Pa J".. . . ara una llstona detallada del Banco M di ' Lewls y Richard Webb 77," W Id B k 1 un ial, vcase Devesh Kapur john k'" ' rvvor mi': ts First H Ir e, " mgs Iusticute, Washington, 1997. . a. "tnttlry, vol. 1, ({Hlstory), Broo- 91. Sobre la escasez ,1, . j , 1 , ;" 1 } a propn- ad lI11llateriaJ v. . > el ' o lllea EJIIOm)1 of lntccr l p , ' case lnstopher May A el I 1 . (ua. roperlyRahl7'/ ", r ' 2000 I'. 45 ,\ s: le j vcur Encosures Routledg" L d ' . , '-, on res, lJ2. Vase Douna Haraway _ York, 19lJ7, pp. 79-Xs. ' oars /tlless @ Second Mill1'nium, Routledg e, Nueva 91 D" d ' , IaI/lOfl Chakrl1{arty, en UllitrdSt ' . Washll1gton D e 198? 447 ates Rlports,Govcrnment Prilltil 1g Offic 1 '. L '., -, v. ,1'1'.303-322. Bur ' 'd, ' . ce, as conclUSiones del tribunal. ger, prcsi ente del Supremo, redact 94. James UoyJe S'l ' , . . '. " tamans, ,)o/tUlare, and S Ice . La b!/orlllatlOlI Socia)', Harvard U . > "- p, p. ns: W and thc COlIstruaiofl of thc ruversny ress, Cambndge 1996 22 . existen nUmerosos casos similares a este COI ' " .' , pp. y 106. En potencia Genoma Humano, que recoge mu t 'd> n.o consecucm-, por ejemplo del Proyecto . , yor vaneebd posible de grup ," f ' " ngre y epitelio facial de la rna . . os etlllcos a In de pres -r I h - gcnenca. Tambin esas muestras p d', ' t: var e arc ivo de la informacin , , ue en ser obleto d' , patentes .J C lJ1vestlgaciones que den I . - ugara lJS V', , . ed,'>e Jack Kloppenburg Jr D "] . tion,al Property Versus COJlllll H' . y ame K1ellll1lan, '<Seeds of Controversy Na- on entage) en Jack KJ b . vert'lgnly:17u' illldColltml ofPlant C'.' . oppen urgJr.: ed., Sceds afld So- Carolina del Norte, 198H, PP,174_104,.t Ile/l(. ResO/mes, Duke UniVersIty Press, Durhal1l t' lE - ,yJalk Kloppenbu J F' ' Ira .Wf/OIl1)' (!fPlant Biotechll%ry, 1492-20() '. ' rg r., Int t!le Secd:1'lle Poli- ge, 19H8, pp. 170-190. ' , O, Cambndge University Press, Call1brid_ 96. En la legislacin estadounidense . , Patellt Aa de 1930 0ue vers b ' b l' esto quedo establecido en virtud de la Plal , . "l a a so re p antas rep d .'d' I ejemplo Jas rosas hbridas, y de la Plallt Vi.", UCl, as por Vla no sexual COll1o por reproduccin sexual y por tanto ]_, > '1lar,li Iy, 1 rotatlOn Aa de 1970, que incluye la p, 1 ,. L' as semI as Vease Office (1; h 1 a CfI lIl,r ije, Marcd Dekker Nueva Yo k ' o cc no ogy Assessment tIlIcd .1S, sec. 161, Patents filr 'PI t' 0, pp. 71-75; Y United Stlltes Codc 97 " _ an S) y ,sec. 2402 "Right to pi " . Vease, por ejemplo Andrew K" b II ' ant vanety protecron) trialAJ!riculturc Island Press W.'h' 1m re , ed., fatal HanJes!: '[he'Fra)!edy orbId .' , ' " as lIlgton f), e 2002 _ U5- 98 Vease Steven Ep K I stelIl, Impurc SClena' AIDS A lO1/! edge, Umverstty of Cal f ' and the PO!Jtl{,; tif 99 S b I orma Press, Berkeley, 1996 o re el arbo111lm, vanse Pose y y Dutfield, Be)'ond Illtellectulll Property, p RO 432 NOTAS [hay trad. cast.: Ms al/ de la propiedad intecctuoi, Editorial Cooperativa Nordan, Mon- tevideo, 1996]; y Graham Durfield, lruellectuat Propnty R(rht.\, Trade and Biodiversity, Earthscan Publications, Londres, 2000, apndice 1, pp. 132-134. 100. Sobre la crcuma, vase Graham Dutfield, lnicicava Property R(i!hts, 'nade and Bodiversitv, p. 65, En cuanto a las normas p;ua el conocimiento tradicional y el cienti- fico, vase Naomi Roht-Arriaza, .or Seeds and Shamans: The Appropriation of the Scientific and Technical Knowledge of Indigenous and Local Communitics, en Brucc Ziff y Pratima Rae, eds., Borrowed Power: Essays 011 CulturalAppropriaton, Rutgers Un- versity Press, Ncw Brunswick, New Jersey, 1997, pp. 101. Es interesante observar cmo ha cambiado la orientacin de la World Inte- llectual Propcrty Organization (WIPO) en su breve historia. Cuando se fund, se tra- taba casi exclusivamente de proteger las propiedades intelectuales de los pases ms ri- cos, en forma de patentes y derechos de autor, pero progresivamente ha ido dedicando ms atencin a las "cuestiones emergentes') en materia de propiedad intelectual, que son de primordial importancia para los pases pobres, tales como la proteccin de los co- nocimientos y recursos genticos tradicionales y la disponibilidad de medicamentos baratos. 102. Vanse Lawrence Lessig, The Futurc Ideas: Tbe Pote 01w COInl1lons in a Cannected World,Vintage, Nueva York, 2002; Richard Stallrnan, Free Free Soac- ty, edicin a cargo de joshua Gau, Free Software Society, Cambridge, 2002; y Chris Dibona, Sam Ockman y Mark Stone, eds., Gpensowces: Vi.liccsjrom tite Opcn Saurce Re- vollltioll, 'Reilly, Cambridge, 1999. 103. Karl Marx, E(onomic and Phlosophic MaHuscripts in Early Writ/lgs, trad. ney Livingstone y George Benton, Penguin, Londres, 1975, p, 351. 104. Baruch Spinoza, tica, libro 2, proposicin 13, postulado 1 en TIle Col/ated H!lrks Spitwza, edicin a cargo de Edwin Curley, t. 1, p. 462. loS. El intento de describir nuestra poca actual como ('modernidad tarda) mejor que como "postllodernidad) constituye, sobre todo entre los socilogos alem.anes, parte del designio de preservar y/o recuperar los cuerpos sociales centrales y las formas de la modernidad. Vase, por ejemplo, Ulrich Beck, T{c Rcinvcntion ofPolities: Rethinking Modernity ill the Glohi1/ Social Order, trad. Mark Ritter, Polity, Cambridge, 1997. Para posturas representativas de lo posmoderno, vanse Anne Balsamo, 7i.'cJmoloJ:ies uf tlle Ccndered Body, Duke University Press, Durham, Carolina del Norte, 1996; y Steven Shaviro, TllC Cinel1larie Hody, University of Minnesota Press, Minepolis, 1993. 106. Robert Putnam, BowlingAlorJC:The Collapse and Revival c!'fAmeriwn COI1lI1lU- nit}', Smon and Schuster, Nueva York, 2000. [Hay trad. cast.: Soloetl la bolera: Colapso y de la wl1Iunidad norteamericana, Galaxia Gutemberg, 2002.j La tesis de Put- nam se analiza comparativamente mirando a otros varios pases en Robert Putnam, ed., Democraey itl Flux: TIJe Evolution oI Soal Capital in Contel1lporary Saclety, Oxford versity Press, Oxford, 2002. 107. Vase, por ejemplo, Richard Sennett, TIte CorrosiOfl of Character: 11u' Personal 433 NOTAS Consequenccs t!{vu."k in theNew Capitalism, Norton, Nueva York, 1998. [Hay trad. cast.: La corrosin del caracr: Las consecuencias personales del trabajo en el captalismo.Ivmgsesva, 2003.J 10H. Vanse, por ejemplo, Richard Rorty, AchieIJI"n,r: Our Countrv, Harvard Univer- sity Press, Cambridge, 199H [hay trad. cast.: Forjar nuestro pas; el pcnsamcnta de izquier- das en los Estados Unidos del j'iglo xx, Eumo Editorial, 1998]; y Michael Kazin, A Pa- triotic Lefi, Dissent (otoo de 2002), pp. 41-44. La obra de jean Berh Elhstain es una referencia oportuna, ya que argumenta desde la perspectiva de la izquierda en defensa de la familia tradicional y celebra el fervor patritico de las guerras justas estadouni- denses. 109. Maurice Mcrleau-Ponry, T7/e Visible and the Invisible, trad. Alphonso Lingis, Northwesrern Univcrsiry Press. Evanston, 19M1, p. 139. [Las obras completas de M. Merleau-Ponty esrn editadas en Planeta De Agostini.J 110. Martin Heidegger, The Questitlfl Conccrnino TCclllwlogy, trad. William Lovitt, Harper and Row, Nueva York, 1977. [Las obras completas de M. Heidegger estn edi- tadas en Planeta De Agostini.] 111. Sobre Drcula como un relato en contra de la familia y una amenaza para la reproduccin heterosexual, vase Nancy Arrnstrong, Penunism, Fiction and rhe Uto- pian Potencial of Draculae, texto de la alocucin pronunciada ante la Futures of Uto- pa Conference, Duke Universiry, Durham, Carolina del Norte, mayo de 2003. 112. La serie de televisin BI!ffY the Vmpire Slayeres el ejemplo popular ms in- teresante (vase www.telepolis.com/comunidades/bufi)rcazavanlpiros/); vanse tambin las novelas de la cazavampiros Anita Blake de Laurel K. Hamilton. 113. Vase Francois Moreau, Spnozo: L' cxpnoncc ct l'rernit, Presses Universitaires de France, Pars, 1994. 114. Vdse Lucien Febvre, Le probli\l1le de l'illcroyance all xvI" sicc!e: La rclig,iofl de Rahelai5,Albin Michel, Pars, 1942. Hay trad. cast.: El problema de la il1credulidad en el siglo XVI, UTHEA, Mxico, 1993.1 115. Vase Ubaldo Fadini,Antonio Negri y Charles Wolfe, eds., Dcsiderio rro: Da! circo allahoratorio alfa politica, Manifcstolibri, Roma, 2001. 116. Vanse Charles Peirce, What Pragmatislll ISli, en The' EsseIltial Pcirrc, en Na- than Hanscr el al., eds., Indiana University Press, Uloomington, 1992, t. 2., pp. 331-345; YWillialll James, Pragmatism:A Nl'UJ l\ramejir SOI1/C Old Uilys (ifT7Jinkin,f!, Longman, Creen & Co., Nueva York. 1907. Hay trad. cast.: PragmariSlllo, un nuevo Iwmbrc para viejas mas de pensar, Alianza Editorial, 2000.1 Para un resumen de la nocin de hbito se.b>\I1 el pragmatismo, vase Gail Hamner,Amcricall Pra,r:matism:A Rdr:ious GCllealogy, Oxford Universty Press, Oxford, 2003. 117. Vase John Dewey, Human Nature and COllduct, Holt, Nueva York, 1922, p. 17. Las obras completas de J. Dewey estn editadas en Planeta De Agostini.l 118. 10hn Dewey, op. cit., p. 25. 119. Ala.n Ryan destaca la naturaleza poltica del pensamiento de Dewey euJo/m DelVcy atld the High Tide 4Al1lerirall LiiJeralsm, Norton, Nueva York, 1995. 434 NOTAS , ' . Walter Lippmann sobre la naturaleza de lo 120. Vase la po1e nnCd de Dewev con < V k 1927 En cuanto a su crtica de . d 1 P vi Holt Nueva lar ,. . 'iblic Tbe PUbilC an ts ro rms, ' 29? pu lCO, .. 1 vase Ajan Ry:m,john Dewey, pp. -- ::J. Roosl.:velt y del New Dca , J d h II tler Bodics That Matter, Routledge, , tras muchos u it u , . 121. Veanse. entre o :. University ofIndiana Press,Bloonlll1g- Nueva York, 1993; Elizabeth Grosz, Volat/:c Bod/es d d NuevaYork 1996; YVicky Kir- t 1994' Moira Gatens, Imagi/lary Bodl('s, ROl! e ge, ' on, . ' 1 I R tl -d Nueva York, 1997. R by, Iallllg Fes 1, Oll e g '. El ,. F Dsdpline ro Per!lfmatlce, out- 122. Vase John McKenzle, PerfilYnI or ,5[, mm, . ledge, Nueva York, 2001. , '. 13 llati I3oringhieri, Turn 2003, p. 73; . Q do ti wrbo la <ame, o, , 123 Paolo Virno. uatl '. Rubbettino Catanza- . S . 'ali e <mat,4ra Ilmana, , vase tambin, del mismo autor, . n(l1ze son ro, Italia, 2002, pp. 49-66. "1 PI' I Thcory of Posscssive Individualism, C.b- , C" B M' 'pherson 1 le 01/((1 124. Vase . . ac . , , /'( del il1divid/lalismo poses/vo, rendn Prcss, Oxford, 1962. [Hay trad. cast.: LA ICOrla po tuca Editorial Fontanella, 1970.] . R Derrida, Luh- h -r: b er Der Urng:mg nut el 125. Vase Gnt er e11 n,' h 11 b > eds Politisc/e Rcchtstheorie, ( ' h . nan joerges V Gunt er eu ner, ., . mann, Wietholter>l, en ' ns 1. . b v:-rf in dcr fragruenuct- 13 d 200:\' Cunther Teu ner, (' e as: 5'" d II Nomos,13aden- a en, -, J J e er- e . sentada ante a J' t> .. ten We\tgesdlschaft (conrercncta pre. . e t 1 RudolfWicthlter's"Ma- . 2 ()2) D ncan Kennedy e .ommen 01 f h lin 15 de abr-il de () , y u . ' L" d Proceduralization o t e , 1 li . n 111 Modern aw an terialization and Procec ura izauo id T b k -ds Crtical Le<al Thought:AI1 "hti J er esylhvl ru e ,e o.,.' , Category of Law, en e j-isuan .13gd 13' den 1989 pp. 511-524. G D bate N omos a en- a " , k S 'J P , Americatl- ermatl c, ' .. , c. , T. Jtique de Dostoievs i,. e.u1, ans, . d .. , . la edlc10n lrancesa, LU p( 126. En su mtro a '.' '. la crtica dd formalismo reahzada por 1970, p. 5-21, Julia Knsteva hace hmcaplt: en llajtin . -d Caryl Emerson, Univer- 1;7. Mijal Bajtin, Pro!Jfe/tlS (1 Dostoyevsky's POCtICS, tra . , . M' 'p lis ]l,J84, p. 101. , I ty of Minnesota Press, mea o ., di ,ntos de protcsta, veanse as lesca e os mov1l11 128 Sobre la mturdJ eza carnava ') 3 173-301. LIl Are Evcrywherc, Verso, Londres, ,pp. . notas de Nowhere, eds., !'VC d 13arbara 13ray Universlty of New P' {Lo/!('tra " 129. Vase Jean Genet, moner (.. 9;? lHa trad. cast.: Un cautivo etlamorado, England Press, Hanover, New Hampshlre, 1 _. Y Debate, 19l3H1 L. 'H ',rt's and Cultural Poltcs in Southem , L St 1en Zapata wcs. /5 ( 130. Vease ynn epl ,.' 147-175. . . .ty f California Press, Berkeley, 2002, pp. AlcXICO, U1l1ven1 o 131. Vase Empirc, pp. 49-59. . TI ',1 y-He lded Hydra: Salors, Slaves, hM' Redlker JC all( 132. Peter Linebaug y arcus l' . Atlal1tic Beacon, Boston, 2000. Hdd. H;story oI rhl' Revo uflOnary, . Commotlcrs, alld the I CtJ d S . Employees lnternational Ul11on, A r adecemos a Valerv Alzaga, e erV1Ce . 133. g '. . t de Justice for Jamtors. . fl . , 'obre el 1110vnnlen o , Local 105, su 111or111ac10n s .' aricin de un nuevo ciclo, segun nues- 134. procede observar que, SI bien esta ap 435 NO/AS tra genealoga p .dc , ., Ute te parecer una mera cuestin de _ ' " nuentos que alcanzan la rnadurex f .h " _., cornposrci-, poltica de los movi- . _ " " elc a eomposlClon p litic . , eompOSIClon tcnica o social de la bJ ,", o I Jea SIempre va Vinculada a la , - po auon. Concretann- tI' nOmlcas que en un pasaje anr . de r- ' en e, as transformaciones eco- 1 :J error e este capitu d . il , a a heg,emona del trabajo il11llate . 1 d b escrr 11aIllos en trminos del paso Id" J. na, e enserteIlldas . a Con lCIOn que hemo descrito cr este e . I Y el) cuenta constantemente como , . '- ., e Capltll o p . 1" non, en ese paso tiende a confundir-- I d' . '" ara cornp icar todava ms la cues- tc ' " a rstmcron entr I _ '" ecruca, o entre lo poltico y lo ccon,' '. e a composlC1on POJtiC:I y la 135. Vanse el, S' . onuco o las tendeIlcias sociales. , _"0 eetlvo ItnaCiones 19 ?()A Mano en Mano, Buenos Aires R Y'7 Z' para e/lIl/eH) protaxo//l1lo sodal, LIbre, La Plata, 2003; Maristella S', ',au .l,beclu, de la revuelta, Letra ,. , " ' d wampa y Sebastlan Pero E 1 "',J>/r ullna e las 'iqueter, _ 8']] IJ ym, ntrc a naa y el barrio La fi " I a.\, 11 os llenos Ai ' 2()3 V ranees, a coleccin de ensayo'" 11 lti d' . res, .. ease tambin en 11 '.. . " '-'1 i IJ ntu e, n () 14 ' ecttfSnuaciones, Cause, ct hasa ds: dil .,. otoo de 2(03), incluyendo Co- 141' . ' r s. 1 e11ll1les du nouvelo-n- - " y (,rancla Hopsrein P' , . antdg omSl1le social pp 13S ,'- ," lqLleteros' t ' '. -- 136. Vase p " l '. 1Il1I es et potencialiti's, pp. 155-161 1 ' or cjemp o, Pcter Bienart Sidelin"'TI . . t iat Musr Not OCCLlT, T1/{, J\.'ell) R/publir 23 es.. le Antl-globalizatlOn Protest 137. Vase jcssica Stcrn. ('The Pr ,. de de 200]), p. H. to de 20(3), pp. 27-40. otean forqlJlI A:lTairs 81, n." 4 GuJio-agos_ 138. Vanse Richard Rorty Al' . e br , (lIelJlIIl? Our e) t H .aru ndge,1999;Michae}Walze C Tb < Aunr)', arvard University Pres, 20(2) r, '( .an en' Be a I Jecer L 'f; " . ' , , pp. 19-23; YLeft Conservativisnr A 'Wl k lt (' L, Dl.u('//t (pnmavera de pp. 1-62. . or shop, {oulldary2 26,n.o 3 (otoo de 1(99), 3 DEMOCRACIA , 1., Uno de los ejemplos ms influyentes de es "_ , HlfSt Y Cyrahame Thompson CI I [. '. ,a postllr,l soclaldemocrata es Paul ? ' , oJa IZatlon In Queltio/ p r p Para un ejemplo de en l' " .' 1, o lty Tess, Oxford, 1991.V , . smopo ltlsmo ltberal fi COmo relata Mike Moo re su perod d' con en oque econmico, vase H/allcF d . o como Hector general de I OM' A .. r/'e om, J)evc!opmellf, Free Trade a d GI b I a e, /M.lrld Without Cambridge, 2003. Para " ], d n, o .(;overnallcc, Cambridge University l' " t'Jemp os e cosmopol t n . ress, se Mary Kaldor, Global CYv"f SoetY'At A llStllO I 1eral Con enfoque poltico, van- Held D . I nSUJer to War Polity e b 'd , cmocyaey lfld the Global Ord' sr..' "am n ge, 2003; David ca't 1. d lf, tal1Iord UlllVCrslty Pr' S r d s .: LA en/ocraa y el orden {llohal' i ,1 E Id' ess, tarBor ,1995 [hay trad. . 1997/ . (( s a (l modeff!o al /'st { ca, . ; y Ulrich Bcck f-1Ihat]< Gil l' . . 41 (1 wsmopolifa, Paids Ibri- 20( '. yOJalzafton?tradPt'kC ' )0. [Hay trad. case.: c'Qu es la 101 1',.. .,., '.'. a flC .amiller, Blackwell, Oxfi.,rd 3 v , Jl Ja L...a(/(}fl?, Paldos Ibrica 19'1H J ' _. eanse Joseph N 17 . ' . , ye, lC Paradox {!fAmericanPow/'r: J-11-y the Only Su- 436 NenAS perpou)cr Can't (;0 It AloIIC, Oxford University Prcss, Oxford, 2002; y Robcrt Harvey, Global Dsorder: Amerim and the Thrcat Wlrld COI!{lia, Carroll and Graf Nueva York, lO()3. 4. Dos ejemplos influyentes que vinculan la democracia capitalista y la hege- mona estadounidense son Thomas Priedman, TII/' Lcxus and file OlivcTiec, Anchor Books, NuevaYork, 2000; y Prancis Pukuyama, Tie End Hsfory and t'le Last Man, Free Press, Nueva York, 1992.lHay trad. cast.: Elfin de la historia y el ltimo homlwe, Planeta, 1992.j 5. Vase el documento Natonnl Securitv Strat(:>!y publicado por la Casa Blanca en septiembre de 2002. Una de las argumentaciones ms polmicas sobre la unilatera- lidad del poder estadounidense es la de Roben Kagan, qr Parodise ond Power: Amcri{(l ,md Eurape in tite New J;l;hrld Order, Knopf, Nueva York, 2003. [Hay trad. cast.: Poder y debilidad: Europa y Estados Ullidos /'Il el lluevo ordell mundial,Taurus, 2003.] 6. Michael Hirsh, At WarWt't!J Ouisdves: Vt11Y Amerira ls Squallderil1g 1HCiancc to Build a Bcucr W,rld, Oxford Univcrsitv Press, Oxford, 2003, p. 254. Niail Ferguson, en cambio, celebra los grandes beneficios que aport al mundo el Imperio britnico y recomienda que hoy Estados Unidos siga el modelo britnico. Vase Emprc: Thc Risc and Demisc (!( tite Bn"t!'sil J;JIlrld Orderorui tite Lessonsjor Glohal Powcr. Basic Books. Nue- va York, 2002. 7. Para una crtica coherente y vehemente de la hegemona mundial de Esta- dos Unidos desde una perspectiva europea conservadora, vase john Grav, False Dawu, The New Press, Nueva York, 199R. Emmanuc! Todd tambin resalta la corrupcin so- cial de Estados Unidos y su incapacidad para dirigir el actual orden global.Vase ApY/\ l'cl1lpire. Essat' sur la drcompositOlI dlJ systnc amriwllI, GaUimard, Pars, 2002. Hay trad. cast.: Despus del imperio. El/Sayo sobre la desromposci'1Il del sistema /wrteamcrirano, Foca Edi- ciones y Distribuciones Generales, 2003.1 H. Vase, por ejemplo, Patrick lluchanan, A R/'puIJlc, Not al1 Empire, Regnery llublishing, Washinton 11e, 1999, y The Deat'l (!f file I-fbt, St. Martin's Press, NuevaYork, 2002.lHay trad. cast.: La muertede OccidClltc, Kion Ediciones, 2003.] Para un argumen- to conservador estadounidense y bastante di,stinto contra las actuaciones 11l1ilaterales de Estados Unidos en el extranjero, vase Clyde Prestowitz, Ro}!ue Nation: Unlateralisl1I mld the Failure Goo/ I/ltCllti(ll15, Basic llooks, Nueva York, 2003. 9. Vase Fareed Zacharia, Tite Fufure Freedom: IlIilJeral Del11ocya{}' at Homc alld Abroad, Norton, Nueva York, 2003. lO. En cuanto a la ('transicin a la democracia, una de las obras fundamentales es Guilhenno O'Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead, eds., TIansitiolljfotn AutllOritarianism,Johns Hopkins University Press, Baltimore, 19H6.[Hay trad. cast.: Tran- s;ciones desde UII ,l!0himwautoritario, Paids Ibrica, 1998.1 Para un anlisis del caso espa- i'iol en tanto que modelo de transicin, vase Kenneth Maxwdl, "Spain's Transition to Democracy. A Model for Eastern Europe, en Nils Waasel, ed., Tite 1\lew Eump/': Revo- lutiml in East-W'sl Rclations, Academy of Political Science, Nueva York, 1991. P;-ra una proposicin general de este modelo, vanse Zbigniew Brzezinski, ((The Creat Transfor- 437 NOTAS marion, The National IntercI't n "'3 ( t - d -, . ,J o ono e 1'131) 1 13. . . ((Recherches sur le phnomen d ' . _ , " pp. - - ,y Chnst11Je Cauaud, l ' , e e transltlOn democrati p , a scscnce poltlque 107 n e 1 (C b d que, '-.cvue ae droit pubfic et de ,. Le reto e 1'191) 11 Vase R S h ' . aman. e nur, Rcvoution und r-u ltb" k' Berln, 19R3. e uroer. Duncker und HUl11blot, 12. Tucdides, The Pelopollesian VVrn libro? scc Nueva York, 1973. [Hay trad casr.: L ' 37, trad. Walter Blanco, Norton, 13 S' ) .. . ." aguerra del PC!opolleso, Alpha, 1<)7H 1 . . . pmoza, 1'olitical Ti'raflse, cap. XI par 1 [H " Edltorial,1986.J ' .. ay trad. cast.: 'liatadc poltico, Alianza 14. Vase por " 1 H ' cjernp o, annah Arendt Thc 'O '. (Ti ' , , Brace,NuevaYork 1951 IH' d.r- ' ng1l1s 1? ota/tarlillllsm, Harcourt , . a} tra . cast . J, oreCf l' d l {' , las articulaciones clsicas de 1 f d" le. e fofa ltarlS1I10, Taurus, 1<,198. J Para , . ' as ormas e gobiern-, y su p ible r- . , , ton, 7/1[' Republic, libros Hy 9 erad G M A (' . OSl e corrup.Clan, vease Pla- ? ' . J. ,rube Hack tt r di , ji3; YAristteles, Poitics, libros 3 y 4 trad T A .' . e , n. Ianapo1ts, 1992, pp. 213- 1H9-190 y 263-264. ' '" Sinclair, Pcnguin, Nueva York, 19R1, pp. 15. Aunque lo hayan afirmadc, algunos re lur _ . mes Madison, no es cierto que '. la vo UClonanos de! siglo XVIII como ja- . no exrsuera a representaci r ' tlgu. o, pero, tal como explica Fra ' R . . n po ltlea en el mundo an- d < nz oSenZ\Yelg hubo e t ra real de la representacin y u Iarc. er amente una redefinicin , na espectacu ar generaliza -' , d ' penSJI111ento poltico y la pr -n I . (Ion e sus funCiones en el , ac ica mo ernas. Veas F R " demptlOlI, trad.William Hallo H lt R' h ranz osenZwClg, 71u' Star of Rc- < ,o m eart and Winston N y k ' trad. cast.: La estrella de la redencin Edir . S' ' , ucva or ,1970, p. 55. Hay J '. . . ., iciones igueme, 1997. J . 6. Vase GIOVJnll1 Sartori, Demixratir Th . rrort, 19h2. [Hay trad. cast . 'le ' d Ia den. ,ory, Wayne State Universiry Press, De- A ' .ona e a el/10craC/Il obra compl tAl' cerca de la sntesis disyuntiva vase (;'11 . 1) l' , , e a en lanza Editorial). P b ' ' _.1 es . e euze y Fehx G . A ' '-.0 crt Hurley, Mark Seern y H'l L U" ,uattan, ntl-Oedljn/s, trad. 198 (en ane I1lvefSlty of M' P 3, pp. 9-16. [Hay trad. cast.: El Ami-E /-. .', 1I1nesota rcss, Mindpolis, 1998 ) ( lpO. capltahsmo y esqluzo'rellia I'al'd' Ih' ' . .1' . , os enca, . 17. TIte Sodal Contract, 3 vols., edicin a Square Press, Nueva York, 1967, p. 73. cargo de Lester Cracker, Washington 18. Op. cit., libro 3, cap. 4, p. 71 19. VaseRobtD I'j , . er erat le, ean-]a(ques ROUHeau ef { " , , Presses Uruversitaires de FrallCC, Pars, 1950. '. a SClenee pOhflque deson femps, 20. The rederalist, n.O 14, Madisol1 edicin _, . Nueva York, 1961, p. 68. ,acargo de Clmton Rossiter, Penguin, 21. Vase, por ejemplo, Thoma.s Pane (Ri ht mas Painc, Wiley, Nueva York 1<)42 1 ' g s ofMan, en Basie Wrifings qI77IO- 22 ' ,PP, 68-172, . Para la argumentaCIn antifederalista v' . . pleteAtlfi-Fed1'ralist, University of Ch- p , Herbert Stonng, ed., 7711' Com- 23 7' lcago ress, Chlcago 198t 1 he Federalist, n.o 57, p. 318. ,. 24. Sodal COlltraa libro 3 cap 5 ' " .. ,p, 73, 438 NOTAS 25. joscph Nye, TI/(' Paradox American PoU'er, p. 109. 26. Vase Max Weber, Enltlomy l1I1d Societv, edicin a cargo de Cuenther Roth y Claus Witrich, 3 vols., Bedminster Press, Nueva York, 196R, Pp 292-297. [Hay trad. cast : Economa y sociedad, Fondo de Cultura Econmica de Espaa, 2002.] 27. Vase TIJe Fedemtist. n." 54. pp. 304-309. 2B. Hans Kelsen sostena que esta forma de representacin, en que los represen- tantes se hallan legalmente constreidos a seguir constantemente la voluntad de los re- presentados, era la nica forma vlida de representacin. No cabe duda de que [...1en- tre las democracias existentes que se llaman "representativas", ninguna de ellas lo es en realidad: General TI1l'OYY qf Lau. and Srsre,trad. Anders Wedberg, Harvard Univcrsity Press, Cambridge, 1945, p. 298. [Hay trad. casr.: Compendio de teora del Estado, Blume, 1979; Bosch ed.. 1934.J 29. Sobre el proceso del presupuesto participativo en Porto Alegre, vase Lucia- no Pcdozzi, Cnamentopartidpatvo: Rejcxves so/m a experincia de Porto Alegre, Fase/IPPUR, Porto Alegre, 1999. Para un resumen en ingls, vase Americe Vera-Zavala, Orcamento participativo in Porto Alegre, Znet Commentary 22 de enero de 2003, wwwzmag.org. 30. Tite Adamo:fc:ffcrson Letters, 2 vols., edicin a cargo de Lestcr Cappon, Uni- versiry ofNorth Carolina Press. Chape1 Hill, 1959, t. 1, pp. 168 Y 173. 31..Jrjfersons Lctters, edicin a cargo de Wilson Whitman, Hale and Company, Eau Claire, Wisconsin, s. f., p. B3. David McCullough ha recordado el enfado de Abigail Adams con Thomas jefferson por la rebelin de Shay en }ohn Adams,Touchstone, Nueva York, 2001, pp. 368-371. Para un breve y til anlisis histrico de la rebelin de Shay, vase Howard Zinn, A Peoples History thc Unted Statcs, HarpeoCollins, Nueva York, 1980, pp, 92-93, 32. Vase Charles Beard, AII EnJllome Imcrpretatioll of tI1/' Consttution qf tIJe Uni- ted States, Macmillan, Nueva York, 1914. 33. Karl Marx, Civil rtr in Frat/(c: The Pars Comrl11we, International Publishers, Nueva York, pp. 57-SR. 34. Op. cit., p. 6';; y Lenin, .')tate al1d Revolutioll, pp. 37 Y 41. 35. Sobre las experiencias de los soviets rusos, vase Oskar Anweiler, Die Riite- bCl/lc:grmg ill Ruj?hmd, 1905-1932, Brill, Leiden, 1958. [Hay trad. cast.: Los soviets en Ru- sia, Zero, Bilbao, 1975.1 Sobre los consejos obreros como un modelo de democracia, vanse las valoraciones de los activistas en Anton Pannekoek, (Mdssenaction und Re- volution, Die 1\'eue Zeit 2, n.o 30 (1911-1912). Rosa Luxemburg tambin escribi bre la transformacin de los consejos obreros para hacer de ellos el fundamento de una democracia. Es oportuno sealar que adems de la Constitucin sovitica, la ex- periencia de los consejos obreros fue adoptada a ttulo de modelo de parlamentaris- mo ampliado tanto en Id Constitucin de Wcimar como en la de Austria despus de la Primera Guerra Mundial, vase Hans Kelsen, Vom VJfSCIl und Wcrt der Dcmocratic, Mohr, Tubinga, 1929 2 [Hay trad. cast.: Esencia }' valor de la democracia, Editorial Comares, 2002,] 439 NOTAS 36. LOUlS Aragon, La mm de Mos c 1956, p. 231 ou, en Le mmar inachev, GaI11111 ard, Pars, .37. .Los fueron los ms insistentes en su re .h: . . autondad, Incluso las basadas e .l s f ..' au rec ,1ZO a todas las formas de . . . n c su raglO ul1lversal V' . . 11m, Cod and the )tate edicin _ d . . ease, por ejemplo, Mijal Uaku- e " . a cargo e Paul Arich J) N trad. cast.: Dios y el El V' - T" 1 ' over, ucva York, 1970. /Hay . u, iejo ropo, 997.] Pero los al' .; poner un nuevo concepto d . _ . larqUlstas no lograron pro- 3H' . e representacin o de democracia. . Sobre los desarrollos feministas del' . . fU . . . pnmer periodo so -'t' , YV rltl/I\?s 01 Alcxandm Koflo.... toi dir-i . VIC ICO, vcase Selcaed ' " 1, e rcron a cargo de Al" HIN En cuanto a la innovacin artstica' 77' IX o t, orron, Nuev;l York, 1977. G ' veanse le Creat Utopa:17 R . "arde, 1915-1932 Gug he M .. le Usslaflal1dSovietAtJant_ , . ,J gen crm useum, Nueva York 1992' A' . (.ollstnwlVis11l 1914-19 s: HA' ,y rt Into Lifi-': Russian , . -, enry rt Gailery Seatt!c 1990 E 1 d .' rnatografia, vase Dziga Vertov K' , U.'. '. '.. n e onunio de la cine- . , /rJ[l-( ye ruversrry f C]"f"( . 3Sl. Eugeny Pashukanis The e,' , 'PI' o. a r orma Press, Berkeley, 1984. El', encra I Jleory 01 Law and \1' d 1I11Orn, Transaction New B " k . , arXlsm, tra . Barbara , runswr ,Nueva Jersey, 2002.[H d", , ral del derecho y marxismo Edir ial L P 1 ay tra . cast.: 1Cofla !tenc- '. " ona a u ga, Medelln, 1976.J . 40. Loui, Aragon, La Nuit de MoscoU>!, p. 233. 41. 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Masa d Al' ' 46 S b l' -, .. y po er, lanza Editorial 1999 J . o re e pamco, VeaseJean-Pierre Du II Le' ,. penser en rond, Pars, t 991. (Ha d'. ,p. y, paruque, Les empecheurs de 47 N ' , y tfa . cast.. El palllW, Gedisa, 1999 I . o debenamos olVidar sin embar l . , . Ccsdlschqft no ha de traducirse p , . d d .go, que, a nOClOn hegeliana de {r,g,erlidlc . ' or (SOCle a CIVJ) scgun es tnd' .' l' , socIedad burguesa)' este p t h 'd _. l(lona ,SIno mCJor C01110 , un o a SI o senaIado por Johan A l' .. zum Staat KIaus Wa b h 13 l' nes gno 1 en U{erln;UlI'(CII , d d . . ' ,gen al', er lll, 1975 1'11 60-111 El' . ' , (le a ClV] proviene de 10' fil'. f< . ". . ten111no de ] ' . S lOSOos morales eSCOCescs 10' ti d d po JtICa cuya obra ley Hegel y 1tr. "b' I .' s un a ores de la economa , a anscn lro a su Propl'di '1' .. , rosa transformacin De form . '1 H b. 01 oma e llllpru11l0 una podc- br . a Slml ar, a ermas transcribe . '. lea como la esfera de lo pblico,). " por eJemp o, opuun p- 48. la interpretacin del conce to he' ..' .. Habennas, YeaSe (Arbeit und 1 t. k' . P gehano de SOCiedad CIVIl de Jrgen n era tlon. Bemcrkungen ZIl Hegels Jenenser Philo so_ 440 NOTAS phic des Geistes, en Habermas, Technik wnd Wisseflsclw.fi als ((Ideo/t'.I!ic'), Suhrkamp, Prankfitrt, 1968. {Hay trad. cast.. Ciencias }' tcnicas ((lnlO ((/'dcolia, 'Iccnos, 1986.] Vanse tambin, del mismo autor, Tw Strwawai 'lionsormation 4 the Pubtit Spnerc, trad. Thomas Burgcr, Poliry, Cambridge, 1989 [hay trad. cast.: La transformacin cstructurat de la vida pblica, Gustavo Cili, 1986), y The Theary Communcative Aaion, trad. Thomas McCar- thy, 2 vols., Bcacon, Boscon, 1SlH4 Y 1SlH7. [Hay trad. cast.: Teora de la accin comunica- va, Taurus, 1987.] Sobre la nocin de esfera de lo pblico en Habermas, vase Craig Cal- houn, ed., Habermas and the PHblic Sphew, MIT Prcss, Cambridge, Massachusctts, t 992. 4Sl. Vase Niklas Luhmann, Essay.l 0/1 Scj-Rcjercncc, Columbia University Prcss, NuevaYork, 1990;y 171C Reality(:fMass Media, trad. Kathleen Cross, Poliry,Cambridge, 2000. 50. Gcorgc Gallup, Polls and thc Political Process. Past, Present and Purure, Pu/,fic Opnon Quartcrly (invierno de 1965-19(6), p. 549 . 51. Vase Roben McChesney, Ridi Media, Poor Demcoacv, University of Illinois Press, Urbana, 1999. Sobre la centralizacin de las fuentes mediticas estadounidenses y la resultante distorsin de las informaciones, vanse las publicaciones anuales de Pro- jcct Censored: por ejemplo, Pcter Phillips, cd., Ccnsored 2004, Seven Stories Press, Nueva York,2000. 52. Vase Oouglas Kellncr, Media Propaganda and Spcctacle in che War on Iraq, en y. R. Kamalipour y N. Snow, eds., War, Meda, ami Propagand'l: A Global Perspeaive, ROW1l1all and Littlcfield, Colorado, en preparacin; y en un sentido ms general, Noam Chomsky y Edward Herma, ,:'1[anl1faauring Consesu, Panthcon, Nueva York, 53. Sobre la psicologa pblica de las opiniones, creencias y percepciones en poltica, vase la obra de Murray Edelman, por ejemplo Polities as SymlJOli( Aaion: Mass Arousal and Qrlies(cwe, Academic Press, Nueva York, 1Sl71. 54. Los polticos de la ultraderecha estadounidense lamentan la que ellos con- sideran tendenciosidad liberal de los principales medios de comunicacin, y su lnani- pulacin de la opinin pblica. Vase, por ejemplo, Matthew Robinson, I\.-1obocracy: HOI/I (he Obscssiml wth Pollil1g 7i,!isls tite News, Alters Elations, alld Utldennncs Def/fo- aa(y, Formn, Roseville, California, 2002. Pero tambin hay muchos libros de periodis- tas y estudiosos de izquierdas segn los cuales los medios ms influyentes no son rales sino conservadores.Vanse, por ejemplo, Eric Altennan, VVlwt Liheral j\1dia? '11/e Trutll a/Jout Bias and thc News, Basic Uooks, Nueva York, 2003; y Edward Herl11an, The M}'tll t!f the Liberal Media, Petcr Lang, Nueva York, 1999. 55. Vase David Morley y Kuan-Hsing Chcn, Stuart H'11l: Critical Dcs(\?11 n Cul- tural Studies, Routledge, Nueva York, 1993. 56. Para una descripcin de los centros sociales)) en Italia, vase Naomi Klein, Fe/Ices and WindoWJs: Dispatdles from fhe Frol1t Lines C?f fhe Glohalization Debate, Picador, NuevaYork, 2002, pp. 224-227. [Hay trad. case.: Vllas y J!enlanas: despachos desde las trin- e/leras del debate sobre laglobalizadn, Paids Ibrica. 2002.1 57. Para un til resumen de las reivindicaciones en todo el mundo, vase Samir Amin y Fran<;ois Houtart, eds., A1undialisation des rsistclI[cs: L'faf des /uttcs, L'Harmattan, 441 NTAS Pars, 2ll02./Hay trad. cast.: GlolJaJian delas resstenoas: el estado de lasluchas, Icaria, 2003. J 58. La bibliografa sobre las presidenciales de 2002 en Estados Unidos eS volu- minosa y sigue creciendo. Para un excelente anlisis que se centra en el pape! de los medios de comunicacin y los peligros que plantean para la democracia, vase Douglas Kellner, GrandThcft lODO: Media Speaace and a Stotcn Eection, ROWIllJn and Littieficld, Lanham, Maryland, 2001. Para las perspectivas legales, vase Bruce Ackermann, ed., Bush v. Cere: The Qucstion t?f :?itimacy, Vale Universiry Press, New Havcn, 2003. 59. Las corporaciones mediticas representan un caso especialmente significan- vo.porque tal como hemos visto anteriormente en relacin con la opinin pblica, los medios asumen la tarea de representar al pueblo y de prestarle voz. En efecto, las acu- saciones de falta de representatividad de los medios son omnipresentes. El movimiento italiano egirotondi, por ejemplo, protesta contra las distorsiones de las cadenas medi- ricas estatales y contra [a connivencia entre estas y los poderosos medios privados del primer ministro Berlusconi, lo cual tomado en su conjunto equivale a un cuasimono- polio de los medios de comunicacin pblicos en Italia. 60. Para Uf] breve resumen de las quejas contra el FMI Y el Banco Mundial, vase Robert Wcisman, Why We Prorest, Post, 10 de septiembre de 200 l. 61. Para una crtica de los discursos acerca de los derechos humanos desde una perspectiva feminista, con especial atencin a las poblaciones subalternas, vase Gayatri Spivak, Rrghting Wrongs, en Nicholas Owen. ed., Human Rights, Human WrollJ,'S, Oxford University Press, Oxford, 2003, pp. 164-227. 62. Sobre los fimdamcnros filosficos de los derechos humanos, vanse Thomas Kecnan. Fabtes 0/1 Rcsponsbilitv, Stanford University Press, Standford, 1997; y Claudc Lcfort, Droits de l'hommc et politique, en Uintenton dnlOcrariquc, Payard, Pars, 1981, pp.4S-H3. 63. Vase Alejandro Diago, Hehc: Memoria }' Ediciones Dialctica, Buenos Aires, 19HH. 64. Vase Mariano-Florentino Cullar, The International Criminal Court and the Poltical Economy ofAntitreaty Discourse, Stlll!frd Law RelJiew 55, n." 5 (mayo de 20(3), pp. 65. Ugo Mattei, "A Theory ofIll1perial Law:A Study on U. S. Hegcmony alld the Latin Renaissancl"), IlIdiatlaJollrtlal l:fGlobal Legal Studics 10, n. o 1 (invierno de 2(03), pp. 383-44H.Vasc tambin Susan Marks, Ernpire's La\v)) en e! mismo nmero de In- dialla Journal of Global 'gal Srudil's, pp. 449-466. 66. Sobre la cuestin de la justicia imperial, vase la bella reconstruccin hist- rica de la amnista ateniense del 403 a.c., por Nicole Lor<lux. La citdi/lis, Payot, Pals, 1997. En esta primera amnista de la historia, el regreso de los rebeldes a Atenas rede- fine la ciudad, 110 como unidad orgnica segn pretendi Platn, sino como el lugar dd conflicto creativo. Los tribunales, las definiciones de los derechos y las instituciones ciu- dadanas no pueden basarse en una nocin eterna de los derechos humanos, sino que deben afrontar y plantearse directamente ese conflicto. 442 NOTAS k ProjJfrty, Oxford University Press, Oxford, 67. Thc World Bank, Atta( il'S: 2001, p. 3. tH lbid.,pp.3 Y 23. di k J bl ") . TIIC 1\'ew]ubrlce Deht Clmtfa's Han )00 , u I ec (9 Vase BreakIN! Ihe h "'cbslte , . e b 1 ' Jubtlee Resean.: W' 2000 Plus, Londres, 1Y99 vase tam len a pagllla www.jubilee20()(l.uk.org. li B ' J)e l'esc!ava.Re au satarat, Presses Umversitai- 70. Vase Yann Mou ier- outang, res hllllil1l! Clo/Ml Financial Flows, Zed, Londres, 2000. ease, < h id los mercados financieros 72. Es fcil comprender por que mue os con.s l uede apostar a . d ca itlJiSl110 de casino donde se Juega uertc; uno p . como una especie e P:' " .: P t mbin hay que tener presente que productos derivados de casi cualqlller especie. se tres para reducir riesgos. por muchos se sirven de los derivados a modo de po Iza e, gt iercn vender o un alza ejemplo, una cada en las cotizaciones de los productos que qUiere , de los que necesitan comprar. - . hi . T rin 1998. n Vase Christian Marazzi, E il denaro va, Bollan Bonng len, u . " .: diatriba de Arundbati Roy, e'Fhe Creater jommon 74. Vase la apaslonada . y, k 1999 pp 1-90. Acerca de Cood, en Tite Cost l!f Llvill}!., Modern Librarv, Nueva d r " 'p. t;ick McCully Si- I d -mbalses en todo el nrun o, vease a , las protestas contra os gran es e Z d L d -s 1996 pp 22H-311. [Hay d P /" ' .. f fArl!C Dams e on IL , ,. ICtl(d ed ::c porica de represas, Fundacin Proteger, tra .cas .. l.. .' , 1996. J a de las soluciones propuestas para el conflicto entre la necesidad de. me- 75. Un.' [ _ . 'sin forzosa)' mediante este mec:ll1.ISnlO, d 1 'leyes de patentes es a concc , icamenros y as . _ fabricaci , 'un productor de genricos id d dr -onceder licencia de la ncacion a las auton a es po nan e id - Vase Aditi Bagchi Compul- " al o extranjero cuando lo consi erasen neccsano. <'. .' 0- nacron . h i TRIPS Stanord Law Rel'rcu! 55, n. j sorv Licensing and rhe Dutv of Good Pan in . , . (mayo de 200.3), pp. 1.529-[1.5 W 55 h 1 E lightel1l nent ?)), en The EssCIltiall-f"ilrks of Mi(hel 7h M1Chel foucau t, at s n p N y rk 1097 F 1" 01 l, E.tJics edicin a cargo de Paul Rabinow, New ress, ueva (), , O/Icau , V . . - " pp. 303-319. Wi R 11 Shut Down the WTO) y Making It Real: 77 Vase Starhawk, How e ea y 1 ] .. N . . . S tl. '9Y,) en vvbs of PO/ver: Noles Froltl Ihe Gloha (prlSll1g, ew Initiauon InstructlorlS, e:t e , , : ? 16-20 25-2H. 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Los artculos escritos por Naomi KJ' j t -. em ourann- su rccorrirl 1 di es movmuenm, de protesta conrr. 1 b. Ii . , ,opor os ifcren.. I ra a g o a izacion trazan b 11 1 a comunalidad y coherencia d dich '. < e amente e panorama de l e te os mOVIl111entos Vas R' . d ' 1(les/rom the Pront Linl'\' oftl Clo t' '. ase I'/lC(.I 1111 WindonstDispa- , . - " le .. o la seatum Dl'ba/e, Picador, Nueva Yo k 2 82. Los soclaldemocratas desd '1 e 01' , (J02. ., e e lamoso debate sobre B ., Slempre en la contradiccin entre ref . , e ernstem, ian insistido l . .. erorma y revolucin ' b ' di' ;1 pnmem y lo absurdo de la segu d H di ,su rayan o a raclOnalidad de cera va) en Gran 13retaila ad a. oy la las posturas socialdemcratas de la ter- < ,expresJ as con algun .d . 1 Yms tarde, y de manera simplista 1 < a,s leas onglIla es por Anthony Giddens d . , por os seguidores de To) BI' pa o a ese dilema tradicional ' (ny air, creen haber esca- 1 ' ya que conste eran totalmem d . . d d 1 en e mundo <ontemporm-o L" . _ . e esa. ere Ita a a revolucin . a cntUSIasta partletpa" d 131 2003 pone de manifiesto la b' -. '1 I cien e air en la guerra iraqu de ) . ancarrom (e a tercera va. . 1 excelente resumen de nUlnerosas ro m. _, ' Heikk Patomak Teivo 11 -, M' .. P estas de reforma global, vase , etvamen y ika Ronkhi Cl I /1) Helsinki 2002 V'. bin Rol- < en/()cmcy InitiatiFcs NlCn , . eanse ratn len Robn llorad ed-'l 1 . ,. . ' ajust f-1/)rld 1:;"coIIDlIlY, Rowl11an and Linlefield 'L ., e; obal Back!<uh: Citisrn lni/iativcji)r her y Thornas Ponniah eds Al/M/' fU II '. a,nham, Maryland, 2002; y William I ' " . Ir yvor (1\ ossibc: Popula Al! ' a/ f le f;J!lfld Socia Porum Z i!l k L . ". r eflWf/lIes to G/obali:::ation , ' e{ 00 s, ondres, 2003. 84. Vease, por ejemplo, Roben Keoh'l1l Multilateral Cooperation an i P bl ' e y joseph Nye, Thc Club Model of , ' I -, < ( ro el1ls of Democratlc Legitimac K I UIr a1( COlJcmallrc in a Pa r' II Gil l' . y, en eOlane, Po- rlay Id pp. 219-244. --, ,-out e ge, Nueva York, 2002, H5. Vase joseph Stigl"tz C;l l 1" . H( A d . 1, oJa Iza/IOn and Its Disconte/I/S pp. H9-117 Y 729 741 J. gra ecemos a Craig Uomwi:lk su a 'T -. d l' - - - -... . (aa'Ollll/ability) en las discusio ,. " na ISIS e concepto de rendir CUentas H7 V' '. nes contemporaneas sobre la globalizacin . eanse, por ejemplo Kevin D- 1 10 R . Ballk, Seven Stories Press, York easons /0 Abolsh thc IlvlF & rMnld e A ' , ,CVIll Dal1<lher ed 50Yt 1 E' Ase gmnsf the l-1i)rld Bank a d tI l' ,., C(/YS s 'now,zh:Thc 11 IC ntema/lollal '\1olll'tary F d S h ' ton, 1994; y Lori Wallach y M' -h'Il Sr- '.,1 m , . out End Press, Bos- I I IC e e. lOrza VJ-110'(' /rade Or . , la iza/ion al1d the Ero,ion )(D IJ' ' . . galllzatlOn? CI.Jrporate Glo- oo. V' ' (. cn/ocrary, ub]c, Citizen, Washington J) (' 1"9') oo. ease joseph e H . . -., 7 . vematlc('. anu en cf al., the Fllfllrl': 'j()wards DClllocrarir Go- H9. Cite SOllth Centr F ". L d e, or a and Demo(fati( U . d " on res, 1997. "./lite vations, Zed Books, . 90. Harry Shutt subraya tambill . tle si se " . . 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Sobre la erosin de los derechos civiles en Estados Unidos, vanse Michael Ratner, Making Us Less Free: War on Terror or War Onjustice?)), en Stanley Aronowitz y Heather Gautney, eds., JtIlplicating Empirc, Basic Books, Nueva York, 2002, pp. 47-64; Richard Leone y GregAnrigJr., eds., n,e War MI Ollr Freed(lm: Civil Li{crtirs / lIJe Age {?f'Ierrorism, Public Athirs, Nueva York, 2003; y Cynthia Brown, ed., Lw Libcrtics: Ash- [f{!f/ and r!le AssaHlr 01/ Persol/al FreeiJO/IJ, Thc New Press, Nueva York, 2003. Sobre la ten- dencia estadounidense a rechazar los tratados internacionales, vase Jonathan Greenberg, (,Does Power Trul11p Law?, Stall.!()rd LAJII RCllicUl 55, n.o 5 (mayo de 2(03), pp. 1.7H9- l.H20, "p, pp, 1.814-I.H18, 99. El Banco Mundial, por ejemplo, propone combatir la pobreza mediante es- trategias tales como conferir a las autoridades est.'lta1cs ms responsabilidades en relacin con los pobres, y suprimir barreras sociales en el seno dc las sociedades nacionales.vase The World Bank, AttllrkilJg Povert)'. Para una crtica de los informes del Banco Mundial sobre la pobraa, vase Paul Call1mack, "Attacking the Poor, NeUl Le}' RelJlctJ', 2. a se- rie, n.o 13 (enero-febrero de 2002), pp. 125-134. 100. Vanse joseph Stiglitz, "Dealing with Debt: How to Refonn the Global Fi- nancial SysteIll)}, Haward JI/temariO/la! RevicUl 25, n.o 1 (primavera de 20(H), pp. 54-59; Kunibert Raffcr, "What's Good tor the United States Must 13e Good for the World: Advocating an Inten13tional Chapter 9 Insolvency, en From eallom foVicnna: Intcma- fiooal [)epe/a]JIllent in a l\,lCUI World, Bruno Kreisky Forum,Viena, 1993, pp. 65-74; YAnn 445 NOTAS Petrifor, Resolving International Debe Crises. The jubilee Framework for Interna- tional Insolvency, http://www.jubilee2000.uk. org/analysis/reports/jubilee-frame- work.html. 101. Ignacio Ramonet, Dsarmer les marches, Le Monde Diplomatique, diciem- bre de 1997,p.1. 102. Vase Heikki Patomaki, Teivo Teivainen y Mika Ronkko, Global Democracv Intatiws, pp. 161-178. 103. Lawrence Lessig formula una recomendacin similar en The Futuro (!{ Ideas, pp. 249-261. 104. Vase jessica Lirman, War Stories, Cardero Arts and Entertainments UJU' [oumal 20 (2002), pp, 337-359, 105. Vase Richard Stalhnan, Free Software, Free Sodetv, Free Software Society, Cambridge, Massachusetrs, 2002. [Hay trad. cast.: Scftware libre para UIIIl sociedad libre, Proyecto Editorial Traficantes de Sueos, 2004.] 106. Copylefb es una alternativa similar, con opciones fijas: las obras pueden ser reproducidas para usos no comerciales, a condicin de acreditar el nombre del autor. Sobre Creative Conunons. vase Lawrence Lessig, Free Culture (Penguin, Nueva York, en preparacinl.Vase tambin la web de la organizacin, wwwcreativcconunons.org. 107. Para una breve descripcin de la creacin de Indymcdia con ocasin de las protestas de 1999 en Seattle contra la OMC, vase Eric Glatas, Building Indyrncdia en Perer Philips, ed., Consorcd 2001, pp. 331-335. Vase tambin Ana Nogueira, The Birth and Pro mise of the Indymcdia Revolution, en Benjamn Shepard y Ronald Hayduk, eds.. FromACT UP to the Verso, Londres, 2002, pp. 290-297. Sobre la tradicin de los medios alternativos, vase Robert Hackett, Taking Back the Media: Notes Oll the Potential fi)f a Coml1lunicative Democracy Movemellt, 5tudics in Polti- calEconofny, n.o 62 (otoilo de 20(0), pp. 61-H6. Sobre anteriores movimientos de refimllil de los Illedios de comunicacin en Estados Unidos, como la lucha del decenio de 1930 contra la comercializacin de la radio, vase Robert McChesney, 7Nemmmunication, A1ass Mcda, and Democracy, Oxford University Prcss, Oxford, 19S13, pp. 252-270. 108. Foucault, Cours du 7 janvier 1976", Dits el crits, vol. I1I, GalJimard, Pans, 1994. No es casual que el pensamiento neoconservador que impulsa la polticl de 1<l administracin Bush se funde en un proyecto asimismo radical. De hecho, los actuales neoconservadores de Washington parecen suscribir la epistemologa revolucionaria de los postestructuralistas de Pars en el decenario de 1960. Con prcticas polticas como los ata- ques preventivos, los cambios de rgimen y el proyecto de rehacer el mapa poltico del mundo de acuerdo con su visin, afirman su voluntad de poder que descarta toda lgicl de los esclavos.As como los filsofos franceses revelaron el aspecto revolucionario del pen- samiento de Nietzsche, estos neoconservadores retornan a su aspecto reaccionario con su prepotente afirmacin de las virtudes aristocrticas y de la lgica de los amos a escalaglob'l1. Sobre la taceta reaccionaria del pensamiento de Nietzsche, vase Domenico Losurdo, iVictzsehe., l' aristocratw ribeIle, Bollati Borringhieri, Turn, 2002. 446 NOTAS TI Politi(ll'T1u:or}' of Possessive IndiFidualism: 109. Vase Crawford B. Macpher<;on, le ( . Hobtes to Lockc. Clarendon. Oxford, 1962. '.' 1 . rudio de Arjun Appadurai sobre ib ., ta nueva rrencia es e es 1 110 Una contrt U(Jon a es , . " M b i que l contemp J . ., . l d I s movimientos activIstaS en um a, . la articulaClon h orizonta e o. . Id" a una dentOCraCIa profunda . , panslva de a ernocracia- f como base de una concepc lOn ex (' nentality aud the Horizoll o V' ,<Deep Democracy: Ubran .overm sin fronteras. ease . d 20()?) pp 21-47. 'e I 14 1 u 1 (primavera e -, . Polines, Pubic ,u ture , I . 111. Vase Empire, pp. 260-279. .' E' di Turn 2002; Y j-llene ""1' R h Lo sfato IJlzanlllW, maucr, , , 112. Veanse SI VIa onc e:,' . . Pre s Univcrsitaires de Franco, Pars. Ahrweiler, politiql/t' de 'Enipirc Byzal/tll1, resse llJ75. L d The Concept of the lmage in thc , . lo Gerhart a ner, ' 113. Vase. por ejernp ,J ' l . C t verse" [)rJI11!J(lYton Oaks papers, G -k Fathers and rhe llyzantine Iconoc asttc on ro , -rec .' Cambridge 1953, pp. 1-34. n." 7, Harvard Uruversity Press, ,') O file DiIJil/e trad. David An- 114. Juan Damasceno Oohn of DatnasCUs, ,11 ' . ., S' Prcss Nueva York, 1980. l' derson, St.Vladmllrs enunary ".. .r. d R ht nath da I1lllterialstischcn G/'sc 11- R d lf St mmler WlrtscllaJt un ce ., 115. Vase u o a , d.. E o llma }' deredso la COl1CCPOO I,' Vei L' ig lH96 [Hay tra . cast.: el 1 1 c/tsat!ffas.wllg, en. cipzig, . . . !O?9 I Para una propuesta de ley natura a d i / . t . Madrid y Reus, U ' materialista e a 11.1' orw, . N I R alld History, Chicago mver- . d -l igl XX vase Leo Srrauss, 'atura 1, l d L.- conllcnzos e SilO,' . . . j) '(110 natural e historia, Crcu o e cerotes. rl . 1953 [Hay trad. cast.: en fl ' idic siry Press, "-,Jncago, . d: virar que la filoso la Jun ica i Max Weber no pu ieron e . 2000.] Los feroces ataques \. e . l l'" s Vase Economv anti $ooct)', esp. l ' 1 sos rttua es p atomco.. de Europa repitiese en e srg o x x e . la primera parte. . , d Hobl,es vase Carl Schmitt, The Le- .. " 1 l Levwlan e " ll. Sobre el frontispIcIO te ' d W t t Connectcut, 1996, TI Ho/)/n', Grccnwo o, es por, . . I vial/wn in thc State Icory 1. .,' ' d ,1 de T/ltJtnas Hobhcs, EdItona cap. 2. Hay trad. cast.: El Lcvwta n ('/1 la tuma ( . enmares,2003.J , , TI I . d George Schwab, MIT Press, Cam- 117 Vase Cad Schmitt, Poltical leo ogy,tra . , l' 1 ms tarde .' Sil k critic dircctatllente, a Igua que bridge, 1985. La obr.l de c 1e s bYb d d' por Schmitt y :'>u non de teo10- . 'de Ha es a d . la de A. Cehlen, la JIlterpretacIon l' t teolvicos sus ftiosofias mecal1l- '1 d purados de sus l' eIllen os .' ga poltica. Pero me uso e -' d'l pensamiento de Schnutt.Veas e , di' , 'lteraron buena parte (; . . 1 I . cistas del poder e. a aCClon . . b . H bbes') Arc/livfur Rec!lt- und S(lZIa P 11- Hcll11ut Sche1sky,Die Totabtat des Staates Yi;s neoeonservauores de Estados , 1 XXXV 1937-193H pp,176- , o , gl /O.l'Op/IIC, vO. , '" ,1 der excepcional de la monarqUl<1 0- " pretensIOnes en e po . Unidos fundan aslJl1ls1110 sus d l l'b t d Con ello realizan una ge- . ..' es en defensa e a 1 er a . . bal estadoul1ldense y sus acelon ' . d 1 d . '0 de realizar urbi rt Mln el mo- d I t ra atendIen o a eS lgl1l h ' neralizac.in enon ne e a eo '. ' I d' h de otro modo, de proyectarlo aoa . .' , I de Estados U11ll os, o le o ., , '1 delo sooal constltuClona H bb n Schmitt tamblen ag uI e , , 1" d 1 oder Como en o es y e ' , . l una celebranon tota Itana e P . . 'in de teologa pohuca, a 1 'd la unidad soberana se legitima con una concepc enguaJe e . 447 MHAS tiempo que tiende a confundirse con ella.Vase el documento de la Casa Blanca sobre la seguridad nacional Nationo Secwtv Strahgy de septiembre de 2002. El discurso neoconservador, al tiempo que se presenta como realista (aunque ese es un realismo que no tiene nada que ver con Maquiavelo, puesto que no es ms que raison d' tat), consi- dera la globalizacin como un proyecto de dominacin, la ciudadana y el Estado como indivisiblemente unidos, y el inters nacional como norma suprema, por lo cual denuncia la reticencia de los crticos liberales a aceptar sus proyectos globalizadores y totalitarios. En la medida en que Leo Srrauss es el punto de referencia intelectual de esos neocon- servadorcs, podamos haber sospechado esa evolucin despus de leer el libro de Srrauss sobre Spinoza, en donde postula una interpretacin nihilista de la ontologa, una lec- tura escptica de la tica y una fra recepcin del judasmo profnco. Es una intcrprc- racin notablemente prxima a la lectura que Schmin hizo de Hobbes. 111-!. Vase joseph Schumpcter, Business Cvctcs, McGraw-Hill, Nueva York, 193<;. [Hay trad. cast.: Ciclos econmicos, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2003.] Sobre la teora schumpcteriana de las crisis econmicas, vanse tambin Thc Analysis of Eco- nomic Change, RcoewcfEconomic Statisucs 17 (mayo de 1(35), pp. 10; Y Theoreti- cal Problems ofEconomic Growth,joumal cfEconomic Historv 7 (noviembre de 1947), pp. 1-9. 119. Vase Antonio Damasio, Lookill,Rlor Spinoz(/:joy, ond ttw Feclno Bra- in, Harcourt, Nueva York, 2()()3. 120. Ene Raymond, The Cathcdro and tlie Baraar. O'Rcilly Scbastopol, Califor- nia, 1999 [edicin electrnica en castellano: La catedral y el barar.wwwsindoruinio.ncr/ bibliowcb/telematica/catedral. htm] . Para otro anlisis de base tecnolgica sobre la pro- gresiva capacitacin de las personas para una creacin colaborariva en las redes, vase Howard Rhcingold. Smart AlolJs, Basic, Nueva York, 2002. 121. Thomas Hobbes, 011 thc Citieen, trad. Richard Tuck y Michael Sivcrthone, Cambridge University Press, Cambridge, 1998, cap. 14. [Hay trad. cast.: El ciudadano, Editorial Debate, 1993.1 122. Gilles Deleuze y Claire Parnet, Dalooucs 1I, trad. Hugh Tomlinson y Barba- ra Habberjam, Columbia Universicy Press, Nueva York, 2002, p. 136, modificada la tra- duccin. 123. Ward Churchin argumenta en contra de la poltiCl pacifista, pero considera demostrado que la nica alternativa al pacificismo es la lucha armada en su fc.>r1na diciona1.Aqu nosotros aducimos que esas no son las nicas opciones. Vase Ward Chur- chill, Pactfism as Pathology,Arbter Ring Publishing, Winnipeg, 1999. 124. Vase subcomandante Marcos e Yvon Le Bot, Le rve zapatiste, Seuil, Pars, 1997. [Hay trad. cast.: El sueo zapatisfa, Plaza & ]ans, 1997.J t 25. Andr Malraux, Anfimmoires, Gallimard, Pars, 1967, p. 315. Hay trad. cast.: Antimemoras, Crculo de Lectores, 19Y2.] 126. William Shakespeare,julius Canar, acto 2., escena 2. a.[Hay trad. cast. de Luis Astrana Marn en Shakespeare, Ohras COfllplctas, Aguilar, 1951.1 448 NOTAS , b 1 Segunda Enmien- 127. Muchos de los eseudiosjuridicos contempor:aneos so re a . 13 el de 0- . .. d los derechos indiViduales, que propug: P da se mueven entre la poslClon e . 1 .. ' n colectiva o de los derechos 1 ., 1 . por varios moUVOS, Y a pOSIClO seer arruas os partlcu ares . d tegcr la autonOIua de los estados. . '1" .'. d SI la a para pro e e estatales, que se fija en la nn lela e gt d . r, d HisfOf)' The New Press, Nue- d TI' Su md Amen I1ICl1f In LUW al! ' Vase Carl Bogus, e ., ,H . ( , . i. el derecho anglosajn, vase Joyce Lee vaYork, 2000. Sobre la tuente de la cnnuenc a . p C lbridge 1994 '.', d Bl'ar Arnls, Harvard Umverslty rcss, .an .' . , . Malcolm, /0 Keep an.. . . f Violence en Ref1ectiolls, edlClon a cargo de 128. Walter 13enjJIllln, Criuque o '. ?77-300 d 1 S hocken Nueva York. 1978, pp. - . Peccr Dcntetz, trad. Edrnun jcp icott, . e " ' TU Basic Books Nueva York, 1977, 12 9 Vanse Michacl Balzcr,jllst and lnyust vvars, . ' ....1: k 2(J03 .' . T 13 I300ks Nueva ror , , 2000; Yjean Bethkc Elstain,just War A;-alt/st error aste ., pp. 46-70. . f' R . Revotuon trad. Max Eastman. Uni- L' Trotski Tbe Hlstory (J t le uss/(/n., . 1 130. con , Arb 'lY32 P 184 IHaytrad.cast.:Histona de la rcoosu- versity of Michigan Press,Ann or, " . cin rllsa, Grupo Axel Springer, 1985. 1 .. '1 ula que necesitamos una diversidad 131 Starhawk aduce un punto S11nl ar, y post . 1 w< h 'f . Mornin . Rethinking Nonvio ence, en e s (, de tcticas)).Vase Many Roads to g. Power, pp. ,. libro de Slavoj Zizck, Rcpeatng Lenn.Ivx- 132. No queda claro en el hemos hecho nosotros, los objetivos h 2 001 ' pugna retornar, <..01110 . . I kzin, Zagre , , SI pro . d d d 'liderazgo vanguardista de . d L nin pero prescm len o e democrticos del proyecto e e. .. d P . 'isamente tal forma elitista de partido bolchevique, o por el contrano reconllcn a rcr.u liderazgo poltico. . d' t G H rrad Ronald Sousa, Univcr- 133 Clarisse Lispector, The PasslOlI accor ln,; o ..,' .,' G H " . ; - 3 [Ha trad. cast.. La paslon sC,;u n . ., sity of Minnesota Press, Mmepolis, 1988, p. - . y Pennsula, 1988.] 2' , . C .to 4 escena .. 134. Shakcspeare-j tU.' ac . , ndice alfabtico ABM, tratado de misiles antibalisticos (1972), 62-63 Accao Libertadora Nacional, en Brasil, 110 Accin por una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos (ATTAC), 344 Aceh,24 Act Up, activistas del grupo, 217, 227 Adams, Abigail, esposa de John Adams. 2R5-2R7 Adams, john, presidente estadounidense, 2 ~ 5 Afganistn, 24, 27, 75 guerra de, 69, 72, R7 intervencin de Estados Unidos en, 210, 365 intervencin sovitica en, 75, 77, 391 muyaidines en, t 12 programa de construccin nacional en, 45, 212 frica campesinado en, 149 guerras de liberacin nacional en, 100, 251, 360 modernidad en, 157 frica Central, 27 Agustn de Hipona, 231 Albright, Madeleine, secretaria de Estado, 29 Alemania alzamientos de 1tl4Hen, 97 en la guerra de los Treinta Aos. 25, 26, 175 nacionalsocialistas en, 293, 315 Y el Consejo de Seguridad de la O N U, 335 Y las alianzas internacionales, 270 Alemania de Weimar, 376 Alemania, Repblica Democrtica de, 294 Alembert, lean le Rond d': Enciclopedia, 309 Amrica Latina, 27 campesinado en, 149 guerra de guerrillas en, 109,251 intervencin estadounidense en, 63 luchas anticoloniales en, 360 vinculaciones con el dlar, 204 violencia ocultista en, 157 Aunan, doctrina, en Naciones Unidas, 50 Aragon, Louis, poeo. 290, 292 Arendt, Hannah, 106 Argentina comisin de la verdad en, 316 desastre econmico de (2000), 206, 254,2H3 movimiento de las madres de la plaza de Mayo en, 315 peronistas en, 293 proyeccos de autonoma regional, 363 revueltas por la situacin econmica en (20l11), 253 451 NDICE ALJ-'AlIETICO NDICE sindicatos en, 169 Arthur Anderscn, auditores de, 21 1 Asia campesinado en, 149 guerras de liberacin nacional en 100 251,360 ' , Asia, sureste de, desastre econmico del 206, 334 ' Atenas, antigua, 277 ATTAe, vase Accin por una Tasa Tobin de Ayuda a los Ciudadanos Auschwitz, campo de concentracin de 4IJ ' Australia, 361 reivindicaciones de aborgenes en, 314 Baader, Franz ven, 332 llabc1, Isaak, 9H B;:Utin, Mijail, 246-24H Problemas de fa potica de Dostolt'vski, 246 Bakunin, Mihal Aleksandrovic, filsofo 373 ' llalcanes guerra en los, 56 lluevo orden poltico en Jos, 47 llanco Central, como motor fijo de la ontologa monetaria, 186 Banco de Inglaterra, 199 Banco Mundial, ISO, 204-207, 209, 252, 283, 312, 319, 325, 328-330, 333-334 344 ' Barroco, perodo del, 220 Becker, Gary, 187 l3enjamin, Walrer, 60, 391 Berln cada del muro de, 322 revuelta en (1953), 294-297 Biblia; Nuevo Testamento, 170 Hin Laden, Osama, 49, 50, 54, 72, 75 Bizancio, Imperio de, 369-371 Panrher Parcy, lJasr Panteras negras Blair, Tony, primer ministro britnico 270 ' l3odin,jean, filsofo y economista, 376 Boeing, empresa, 65 l30livia guerra en, 102 tenencia de la tierra en, 150 13orgcs, jorge Luis, 309 Brasil alianz.i, internacionales de, 366 econOma de, 196 movimientos contra el neoliberalismo en, 360 proyectos de autonoma regional, 363 renta garantizada en, 168 y el Consejo de Seguridad de la ONU 335 ' Breche, Bcrtolt, 60, 30H Bretton Woods conferencia de (1944), 205 hundimiento del sistema de, 360 Brigada Oeorge jackson, colocacin de bombas por la, 329 Brigate Rosse italiana, 110 Bryce, james, 301 American Commof/wealth, 298 Budienni, Semin, 9R Buffou, Ceorges l.ouis Lecierc, conde de 231 ' Burke, Edmund, poltico y escritor, 332 Bush, George Herbert Walker, presidente estadounidense, 47, 68 Bush, George Walker, presidente estado- unidense, 47, 68, 349 Butler,judit,235_236 Camboya crmenes de guerra en, 51 , 84 jcmeres rojos en, 112 Canad, reivindicaciones de aborgenes en, 314 Cancn, cumbre de la OMC en (2003), 330,366 Carlyle, Thomas, historiador, 187 Carta Magna, 365-367 Castro, FideJ, 102-103 Cline. Louis-Pcrdinand, 68 Cervantes, Migue! de, 247 Csar, julio, 60 Chang Kai-shck, 404 Chatila, matanza en e! campo de refugia- dos de (1982), 75 Checoslovaquia, entrada de los soviticos en (1968),391 Chiapas, revolucin zapatista de, 113-114, 250,305-306,328,389 Chile, comisin de la verdad en, 316 China, 162, 291, 363 como competidor estratgico, 362 comunismo en, 81 en e! Consejo de Seguridad de la ONU,313 Gran Salto en, 155 Revolucin Cultural en, 104, 155 Churchill, Winston, primer ministro brit- nico, 50-51, 404 Cicern, 23 Cisjordania, intifada en, 112 Clames, Pierre, 119-120 Clausewitz, Carl von, 26-27,33,44,73,99 Clinton, Bill, administracin de, 47, 68, 330 Colombia, 24 Comisin Federal de Comunicaciones estadounidense, 349 Comisin Trilateral, 57 Comuna de Pars (1871),96,122, 2HH-289 Confdration Paysannc francesa, 155 Conferencia Mundial contra e! Racismo de las Naciones Unidas (2001), 167, 325,341 Conferencia Mundial sobre la Mujer de las Naciones Unidas (1995) en Beijing, 324-325 Congo, guerra en el, 102 Congreso Nacional Africano (ANc), de Surfi-ica, 113 Conrad, joseph, H5 Consejo de Investigaciones Cientficas e Industriales de la India, 218 Consejo de Seguridad de Naciones Uni- das, 52-53, 313, 335-33" Constitucin de Estados Unidos, 45, 2HO, 283,390 Convencin de Ginebra, vulneracin de h,343 creacin del, 346-347 Corea del Norte, 32 Corea del Sur economa de, 196 reclamaciones de las comfort wo- mcn, 341 Cornwallis, Charles Mann, marqus de, 1)7 Creative Connnons, proyecto, 347 Cromwell, Oliver, 1)7 Crozier, Michel, 57 Cuba, 291 comunismo en, 81 lucha ""'1.H:rrillera en, 102-103 Dassault, constructora aeronutica, 65 Davos, Foro Econmico Mundial de, 88, 198-199 Dclcuzc, Gilles, 1H8, 231, 389 Demcrito, 165 Desai, Ashwin, 167 Descartes, Ren, 175, 275 452 453 NI)/CE ALfABTIC:O NDICE ALT'ABTICO DfUrso del mtodo, 175 Dewey, John, filsofo, 23, 39, 233-236 Dideror, Denis. 231 Enciclopedia, 30<} Din Bien Phu, 73 Dcha, cumbre de la OMC en, 330 Donoso Corts, Juan, 293 Dostoievski, Fidor Mihailovic, 24-247 Crill1l'l1 )' faSf{l!0' 247 Los demonios, 171-172 UJS (cflnal/os Karam:nlll, 247 Dresde, bombardeos aliados sobre (1945) 63 ' Du Ponr, laboratorios, 215 Durban.. movimientos de protesta en, 167 Durruri Bucnave t lid . , ... n ura, 1 cr anarquista 102 ' Echl'ion, sistema tecnolgico, 239 Erollolllisf, 'tt. 330 de Liberacin Nacional (ELN) de Colombia, 112 Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN), 113-114,250 Eliot, Thomas Stearns, 152 Engcls, Pricdrich. 97 i\'lall{fiesto wfntmista, 25H Enron, escndalo, 211-212, 342 Escuela de Birmingham, 302 EscueLi de Chicago, 1H6, 1H7 Escuela de Frankfirrj 7lJ Espaila guerra civil en, <}7 terrorismo anarquista en, 3H Estado del bienestar, 57, 63-64, 242, 322, 347 Estados Generales, reunin de los (178H) 3lN ' Estados Unidos acciones defensivas, de, 3lJ1-392 cambio elj la estrategia militar de, 6- 72, 7B corno la nica p t . 1 ' . o encia iegernoruca, 29-30,HH-R9,359,363 como sinnimo de democracia, 271 en el Consejo de Seguridad de la ONU,313 en la guerra fra, 77, R1 poca de MacCarthy en, 81 erosin de las libertades civiles en, 343 fallo del TI] contra (19H6), 317 falta de n:presellt.atividad de 31? firma del tratado AHM, 62' guerra civil en, <}7 guerra COntra el terrorismo, 35, 38, 42, 49 guerra de la Independencia, 285 influencias en el Fondo Monetario Internacional, 204-2U5 lucha Contra la pobreza en, 35 mercado capitalista en, 148 no adhesin a los acuerdos de Kioto, 349 no ratificacin del estatuto del Tribu- nal Penal Internacional, 317 Patriot Aa, 239, 343 procesos de privatizacin en, 347 proyectos para la seguridad global, 209-210,271-272,365 reivindicaciones de mujeres y gentes de color, 314 revueltas de los guetos afroamericanos en (1960), 1lO sistemas electorales en, 267, 310-311 Y elmantenillliento del orden global, 14-15,270,365 Yel Tribunal Penal Internacional de La Haya, 52 y las formaciones sociales del pasado 225 ' y Naciones Unidas, 86, 339 Europa como competidor estratgico, 362 movimiento comercial en, 269 proyectos imperialistas en, 271 revolucionarios del siglo XVIII en, 277 Europa del Este, relacin con el euro en, 204 FARC, vase Fuerzas Armadas Revolucio- lucias Colombianas Fedcralist, peridico, zso, 2R1 Felipe 111, rey de Espaa, 25 Peuerbach, Ludwig, 92 Feyerabcnd, Paul, 187 Filipinas, 361 Nuevo Ejrcito Popular de, 112 FMLN, llasc Frente Parabundo Man de Liberacin Nacional Fondo Monetario Internacional (FMI), 150,1%,204-206,207,209,252,254, 2H3, 312, 322, 32H-329, 331, 333-334, 347 Foreign Officc britnico, 1<}9 Foro Econmico Mundial en Davos, 198- 200 Foro Social Mundial, reuniones del, 94, 115,253,337-33H Forschoff Er nst, 191 Poucault, Michel, filsofo, 34, 174,327,354 Francia en el Consejo de Seguridad de laON U, 313 huelgas de enfermeras en, 14 huelgas de los trabajadores a tiempo parcial (2003), 169 propiedad agraria en, 149 reivindicaciones de musulmanes en, 314 resistencia antifascista en, 100 terrorismo anarquista en, 38 Frente Parabundo Mart de Liberacin Nacional (FMLN), de El Salvador, 252 Priedman, Milton, 1R6 Front de Libration du Qubec, 11() Front Nauonal francs, 293 Fuerzas Armadas Revolucionarias Colom- bianas (FARe), 112 G-7, grupo de paises del, 205 G-R, grupo de pases del, 329 cumbre en Gnova (2001), 227, 306- 307,329 Gadafi. Muanunar al-, lder libio, 54 Gallup, Ocorge, 301 Garibaldi, Giuscppe, 100 Cauguin, Paul, 152 Gaza, intifada en, 112 Geiwimrat imperial, 57-58 (;emeil15{Jiqftm, comunidades de fusin, 58 General Electric Company, 215 General Motors, 311 Gnesis, 31 Genet. jean. 75, 250 Gnova, manifestaciones contra la cumbre del G-S en (2001), 227, 306-307, 329, 360 Gcntz, Priedrich von, 332 Giap, Yo Nguyen, general, ministro de Defensa vietnamita, 102 Gibbon, Edward, historiador, 370 Gicrke, Otto van, 1<}1 Giuliani, Cario, manifestante muerto en Gnova, 307 Ggol, Nikolaj Vasilevic, 247 golem, el, 31-33 Gotemburgo. cumbre de, 329 Grace and Company, W. R., corporacin 454 455 NDICE ALPABT1CO NDICE AU'AUTICO Kennan, George, 46 Kevnes.john Maynard, 185-1.86 . ,._ Kioto, acuerdo sobre el cambio climtico de (1997), 349 K Henry ex secretario de Estado, lsslllger, ,. 46,51 _, . Kornlov, Lavr Ccorgievic.jefe del ejercito ruso, 404 Kosovo guerra de, 69, 87 intervencin humanitaria en, SO, 316 Krupp, empresa 65 -3 Kuwait, soberana nacional de, 47, j Lakatos. Imrc, 187 Laos, crmenes de guerra en, 51, 84 Lawrence, David Herbert, escritor, 152 Le Bon, Gustave: Psyrlwlogie, 298 Leiris, Michael, 152 Leivick, H.: Da Coiem, 32 Lenin, Vladimir Ilich Ulianov, 4B, 102, 288-289,404 El Estado y la revolucin, 401-403 Len el Isaurio, emperador bizantino, 369 Leopardi. Giacomo, poeta, 134 lex mercatoria, 200-203 estadounidense de Patentes, 219 Lbano guerrillas de Hamas en el, 112 matanzas en el (1982), 75 Lispector, Claricc, 403 Livio, Tito, 404 L1oyd, compaa de seguros, 65 Locke, John, 222 Loewjudah, rabino de Praga, 31 Londres, bombardeos alemanes sobre (1940),63 Luhmann, Niklas, 300-301 Luis XVI, rey de Francia, 309 Kant, Immanuel, 224-225 Kantorowicz, Ernst, 76 Kelsen, Hans, terico del derecho, 39, 244 Jamaica, protestas en (1979), 32H James, William. 233 Japn movimiento comercial del, 269 reclamaciones de las comfort women a,341 y el Consejo de Seguridad de la O N U, 335 Jay, john, 267 . jefferson, Thomas. presidente estadouni- dense, 219, 285-286, 30H, 314, 356 jhcring, Rudolf von, 191 . johnson, Lyndon 8., presidente estadouni- dense, 35 . , S i [ lma"C/II', Juan Damasceno, san: onI' as ,\ . divinas, 371-372 Juan Sin Tierra, rey de Inglaterra, 365 jnger, Ernst, 68 justice for Janitors, movimiento, 252 internet, 17,219,345,366,384 lraq, 24, 27 . intervencin de Estados Unidos en, 210 programa de "construccin nacional en, 45, 212 vase tambin guerra de Iraq (2003? Irlanda del Norte, lucha contra la domina- cin britnica en, 251-252 Isabel 1, reina de Inglaterra, 74 Israel, 24, 49 Italia, resistencia antifascista en, 100 Italia renacentista, colapso de la, 74 Hiroshima, bomba atmica de, 40, 393 Ho Chi Minh, 102 Hobbcs, Thomas, 25, 43,191,275,376, 386 De cu 19 Leviatn, 19,276,375 Holbach, Paul Henri, barn de, filsofo,231 Holderlin, Johann Christian Friedrich, poeta, 134 Holocausto, 50 Hungra, entrada de los soviticos en (1956),391 Hunrington, Samuef 57-58, 267, 277, 3J8 Husein, Sadam, 54, 74-75 Ilustracin, IB4 Imperio romano, fin del, 74, 369 India, 24, 15B-160, 363 rbol nim de la, 218 economa de la, 196 guerra civil en la, 97 movimientos COntra el neolibcl"al smo en, 360 y el Consejo de Seguridad de la ONU, 335 rndo l1esia,27 reclamaciones de las comfon women en,341 violencia ocultista, 157 Indymedia, red de centros de informacin basados en internet, 350 Inglaterra alineamiento con Estados Unidos, 270 guerra civil en, 26, 275 periodo de anarqua en, 193 procesos de privatizacin en, 347 propiedad agraria en, 148-149 Internacional Workers or the World, sind., cato, 329 qumica multinacional, 2it{ Gramsci, Antonio, 34 Granada, invasin estadounidense de, 391 Grecnpeace, flota de, 324 Grimmc1shausen,Johann,25 Grotewohl, Orto, presidente del gobierno de Alemania del Este, 295 GuantnanlO, base militar estadounidense de, 343 Guatemala, guerra civil en, 316 Cuattari, Flix, 1SS guerra civil imperial, 62 guerra de Iraq (2003),53,68-6<,1,94,270, 301,364 manifestaciones Contra la, 253, 297, 327,361 guerra de Kosovo, 69 guerra de los Treinta Aos, 24, 26, 175,275 guerra del golfo Prsico de 1990,47, 53, 69 guerra fra, 57, 61-62, 77, 81, 267-268, 274,31H Guerra Mundial, Primera, 61-62, 69 Guerra Mundial, Segunda, 61, 69, 200, 204-205, 335, 341, 3')0-391 Guevara, Che, 102-103 Habermas,Jrgen, 300 Hait, intervencin estadounidense en, 210 Hall, Stuart, 302 Hamas, 112 Hegel, Georg Wilhelm Friedrich, 92, 299- 300 Heidegger, Martin, 22t{ Heine, Heinrich, 92 Herder,Johann Gottfried, 370 Herzen, Aleksandr Ivanovic, pensador y escritor, 373 Hess, Moses, 92 456 457 NDICE ALFA13ETICO NDICE ALFA13T1CO PasoJini, Piel' Paolo: L'odore dril'India, 158 Pax mperi. 15 Pedro el Grande, zar, 230 Pentgono, 65 atentado contra el, 24, 74 Per-icles, poltico ateniense, 277 Picasso, Pablo, 152 Pinochet, Augusto, general chileno, 51 Platn, 374 Plutarco,3Y4 Polonia, resistencia antifascista lOO P d Avala Huamn al11ermdlO,25-26 oma oe oyaw- , .. 1 Porto Alegre, reunin del Foro SOCIa Mundial en, Y4, 115,337 Proust, Marcei, 233 pumam, Robert, 225-226 Luis Bonaparte, 322 Luis Felipe 1, rey de Francia, 322 lula da Silva, Luiz Incio, presidente bra- sileo, 366 Lutero, Martn, 191, 394 MacCarthY,Joseph, senador esradouniden- se.Hl Machtsrealititcn. realidades del poder, 5R Madison.james, 2RO-282, 313, 337 El l-edcralisto, 280, 402-403 Malraux, Andr, 389 Malchus, Thomas, economista y clrigo anglicano, 196, 1Y7 Mao Zedong, 33,90, 104-105, 131, 146- 14H, 154,404 Larga Marcha de, 9H, 102 Libro 105 Maquiavelo. Nicols, 73, 75, 377, 404 El prncipe, 56, 7(', 405 Marros, subcornandante zapatista. 114,305 Marx. Ka;], 92, 131-133, 153-154, 171- 173, 175-IH3, 1HH, 222, 25H, 28H-2H9, 37H El capital, Y1, 173 Crundrissc, 172, 176-177, lH2-1H3 Maniiiesto comunista, 25R Matisse, Henri, 152 Matrix, triloga cinematogrfica, 3R1 McNamara, Robcrt, director del Banco Mundial, 206 Merleau-Ponty, Mauricc, 227, 229 Metternich, Klcmens. prncipe de, 404 Mxico guerra civil en, 97 revolucin zapatisra en, 113-114,305 tenencia de la tierra en, 150 Michcls, Roben, 292 Microsoft, 177, 261 Milosevic, Slobodan, presidente serbio, 52, 54 Mictelman.james.Tvf Monos Blancos (e'Ture Bianche), grupo de activistas italianos, 304-307 Monsanto, semillas transgenicas de la mul- tinacional, 322 Montesquicu, Charles-Louis de Secondat, barn de, 313, 370 Moravia.Alberto: UIl'idra del/'India, 15R Movimento Sem Terra de Brasil, 155,322 Movimiento Internacional jubileo, 320 Mumbai, Foro Social Mundial en, 115 Murawicc, Laurcnt, 64 Musil, Robert, novelista austraco, 232 Nagasaki, bomba atmica de, 393 Napolen, guerra de guerrillas contra, YY Napster, portal, 214 Narmada, ro, presa de Sardar Sarovar en, 325,328 New Deal, IRS, 234 New YtJrk Times, 2Y7, 303 Nicaragua, 79 guerrillas revolucionarias en, 149 victoria sandinista en, 104 Niebuhr, 370 Nietzsche, Priedrich, 224 Noriega. Manuel, general panameo, 54 Nurembreg, Tribunal de, 316-317 Nye.joseph, pensador poltico liberal, 2:l2 Oficina britnica de la India, 199 11 de septiembre de 2001, atentados del, 24,47, 58-59, 67, 80, 2] 1,268-270, 326,342,364 Oncolvlousc, animal patentado, 215-217 Open Source, Illovill1iento, 346, 3H6 . Organizacin de las Naciones UOldas (ONU), 15,27,50,36] Asamblea General de la, 2H4, 313, 335,
YEstados Unidos, H6, 339 . vase tambin Consejo de Segundad de Naciones Unidas Organizacin de las Naciones Unidas r.a,ra , la Agricultura Y la Alimentacin (FAO), J42, 206 , . . . , del Tratado del Arlnuco Orgal1lza clOll Norte (OTAN), 53 intervencin en Kosovo, 3 t 6 ., M dial de la Propied:ld OrganizaClOn un ,.. Intelectual,21Y . Organizacin Mlmdial del Comercio (OMe), 94, 203, 20H, 252, 306, 308, 328,330,350 cumbres de la, vase Cancn; Doha; Seattle . . s No Gubernamentales Orgatllzanone. (ONG), 205, 291, 314, 315, 317, 337- 338,343,367 Oriente Prximo, 361, 363 OrozCO, Jos, pintor mexicano, I)Y Orwel1, George: 1984,41 Pablo de Tarso, apstol, 189 Palestina, 24, 49 activistas en, 34H guerrillas de Hamas en, 112 intifada en, 112-113, 252 Panam, intervencin estadounidense en, 210 Panteras Negras, 105, t 10, 250, 39()-3Y1 Partido de la Libertad austraco, 293 PJshukanis, Yevgeni, terico del derecho sovitico, 291 Qaeda, al-, 49, 72, 74, 11S, 256 Queer Nation, 227, 394 Quesnay, Fr:lI1yOis, fisicrata, 180 Rabe1ais, Franyois, escritor, 230, Ravmond, Ene, 3H6 . R ald presidente estadotllll dcn- Rengan, on , se, 200 Reed,]ohn, escritor, 90 . Reino Unido: en el Consejo de Segundad de la ONU, 313 Remarque, Erich Maria, 6H Renacimiento, 74, 76, 220 Reserva Federal, 186,212 Revolucin cubana, 73, 102 Revolucin Cultural china, 104-105 Revolucin francesa, 309, 322, 337 Revolucin inglesa, Y7 Revolun mexicana, YI) Revolucin rusa, 96, 102, 292, 3Y2-393 458 459 NDICE A1FAUTICO NDICE ALrABTlCO Ucrania, resistencia antifascista en, 100 Uganda,75 Unin Europea, 339 Unin Sovitica, 39, 290 firma del tratado ABM, 62 integracin en el mercado capitalista global, 212 intervencin en Afganistn, 75, 77 Y la guerra fra, 63, 77, 81 Universidad de California, 216 Universidad de Harvard, 215 Universidad de Mississippi , 21H Uruguay, rupamaros de, 110 Ricardo, David, economista, 175, 176, 195, 378 Rimbaud.Arthur, poeta, 122, 134 Rivera, Diego, pintor mexicano, 99 RMA, revolucin en los asuntos militares, 66-67,69-73, RS Rote Armec Fraktion alemana, 110 Rousseau.jean-jacques, 191, 2R1-2H2 El contrato social, 279-2HO Ruanda tribunales internacionales para los cr- menes de, 317 tribunales internacionales para las ma- tanzas de, 52 guerra entre hutus y rutsis en, 56 Ruge, Arnold, 92 Rumsfeld, Donald, secretario de Defensa, 60,68 Rusia, 171-172,363 como competidor estratgico, 362 en el Consejo de Seguridad de la ONU,313 guerra civil en, 97-9H resistencia antifascista en, 100 terrorismo anarquista en, 3R violencia ocultista en, 157 Rutiedgc. Edward, 267 Ruysch, Prederik, 230 Sabra, matanza en el campo de refugiados de (1982), 75 Sade, Donatien-Alphonse-Prancois, mar- qus de, 15 Saint Pierrc. abate de, 244 Saint-just, Louis Antoine Lon, poltico y escritor, 404 Salvad el Narmada (Narmada Bachao Andolan), movimiento, en la India, 325 Salvador, El, 79 guerrillas revolucionarias en, 149 Samuclson, Paul, lR Sarcl, Bcnno, 294 Sasscn, Saskia, 194 Schmirt, Carl, filsofo, 27, 99, 293, 375- 376,399 Schumperer.joseph, economista, 193,377 Seattle, conferencia de la OMC en (1999), 94,308,350 manifestaciones antiglobalizacin en, 227,252,255,306,328-331 Sedan, batalla de, 122 Seibmann, ministro de Industria de Ale- mania dd Este, 295 Sen, Amarrya, economista, 187 Sendero Luminoso, en Per, 112 Shakcspeare, William: La tempestad, 305 Shay, Daniel, capitn rebelde estadouni- dense, 286, 287 Shelley, Mary: Fmnleenstcn, 32 Shern de Chem, Elijah Baal, rabino pela- co,31 Sierra Leona, 24, 75 Singapur, economa de, 196 Siquciros, David Alfare, pintor mexicano, 99 Snuth. Adam, 175-176, 195, 370, 378 Sociedad de Naciones, 27 Somalia, intervencin estadounidense en, 210 Sorel, Georges, 293 Soros, George, 3(A Soweto, disturbios de, en Surfi-ica, 1J3 Spengler, Oswald, 58 Spinoza , Baruch, filsofo, 5H, 225, 229, 278,327,357,373,375 Stalin, josefVissanonovic Dzugasvili. 147 Stalingrado. batalla de, 73 Stammlcr, Rudolf 375 Steinbeck,John: Las l/vas de la ira, 14H Sroker, 13rd111: Dracu!a, 22H Stonewall, rebelin de, 252 Strauss, David Friedncb, 92 Sudeces. ocupacin alemana de los (193R), 391 Surfrica,198 luchas antiapartbcid en, ] 13, 251, 316 ocultismo y violencia en, 157 movimientos de protesta en Durban, 167 Swift,jonathan, escritor, 247 Tab/eau fOtlomiquc, 180 Tcito, 212 Taibndia, 2H3 . de las comfort Taiwan, reclamaCiones women",341 Thatchcr, Margaret, primer ministra brit- nica, 199 Tobin, james, economista, 344-345 , Tocqueville,Alcxis de, historiador Y poh- rico, 2H2, 298 Tratado de Libre Comercio de Amrica del Norte (TLC), 252, 328 tratado sobre la prohibicin de minas te- rrestres (1997),349 Tribunal Internacional de Justicia (TI)), 317 Tribunal Penal Internacional (TPI), 340 creacin del (2002),317 no ratificado por Estados Unidos, 317 Tribunal Penal Internacional de La Haya, 52 Tribunal Supremo de Estados Unidos, 215-216 Trotski, Len, 97,102,373,392 Tocdides, 404 Val1ey Porge, 73 Valmy, batalla de los sansculottes en, 73, 76, 404 Varsovia, alzamiento del gueto de, 390 Veblen, Thorstein, 185 Versalles, paz de, 205 Vietnam, intervencin estadounidense en, 63,67,77,79,84 Vietnam del Norte, (omunismo en, Hl Villa, Pancho, revolucionario mexicano, 90,99 Virno Paolo,237-238 Fran<;ois-M:uie Arouet, 38, 247, 370 Watanuki,joji,57 Weber, Max, 48, 107, 283-284, 292 Wilde, Osear, 398 World Trade Center, atentado contra el, 24, 74 460 461 NDlCE ALfAOTICO Yugoslavia intervencin militar en, 315 resistencia antifascista en, 1no tribunales internacionales para la anti- gua, 52, 317 Zapata, Emiliano, revolucionario mexica- no, 149,306 Zola, nle: La dbrll', 122
La sociedad invernadero: El neoliberalismo: entre las paradojas de la libertad, la fábrica de subjetividad, el neofascismo y la digitalización del mundo