Blavatsky H P - Supercheria O Magia
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Helena Blavatsky
Sentencia sabia es la que afirma que el que trata de probar demasiado, no llega al fin a probar nada. El profesor W. B. Carpenter, F. R. S. (1) ( con otros adornos alfab!ticos adem"s) , nos da un e#emplo e$idente en su contienda con %ombres que $alen m"s que !l. Sus ataques acumulan rencores con cada nue$o peri&dico que %ace &rgano su o, a medida que aumenta sus in#urias, sus argumentos pierden fuer'a e$idencia. (), sin embargo, sermonea a sus antagonistas por su falta de calma en la discusin, como si !l no fuese el mism*simo tipo de la nitroglicerina en contro$ersia+ ,balan'"ndose contra ellos con sus pruebas, que son incontrovertibles s&lo en su propia opini&n, !l mismo se %ace coger m"s de una $e'. -e una de tales cogidas pienso apro$ec%arme %o citando algunas e.periencias curiosas m*as. /i ob#eto al escribir lo presente est" mu le#os de ser el de tomar parte alguna en esta embestida a las reputaciones. 0os Sres. Wallace Croo1es pueden mu bien defenderse. Cada uno de ellos %a contribuido, dentro de su propia especialidad, al $erdadero progreso de los conocimientos 2tiles, m"s que el -r. Carpenter en la su a. ,mbos %an adquirido gloria por $aliosas in$estigaciones descubrimientos originales, mientras que su acusador %a sido tac%ado con frecuencia de no ser otra cosa m"s que un compilador mu %"bil de las ideas de otros %ombres. -espu!s de leer las %"biles r!plicas de los acusados la destructora re$ista del aplastante profesor Buc%anan, todos, e.cepto sus amigos los psicofobistas, pueden $er que el -r. Carpenter est" completamente por los suelos. Est" tan muerto como el cla$o de puerta tradicional (doornail) . En el suplemento de -iciembre de The Popular Science Monthley, aparece (3"g. 114) la
interesante concesi&n de que un pobre #uglar indo puede e#ecutar una suerte que (casi le corta la respiraci&n al profesor+ Comparados con ella los fen&menos mediumn*sticos de /iss 5ic%ol (/rs. 6upp ) no son nada. -ice el -r. Carpenter7
0a c!lebre suerte del rbol 8que la ma or*a de las personas que %an estado muc%o tiempo en la india %an $isto 8 seg2n la describen $arios de nuestros funcionarios ci$iles cient*ficos m"s distinguidos, es $erdaderamente la mara$illa ma or que %e o*do %asta a%ora. 9ue un mangle cre'ca de un golpe, primero a la altura de seis pulgadas en un tro'o de terreno cubierto de %ierba, no $isitado antes por los e.orcistas, deba#o de un cesto cil*ndrico in$ertido, despu!s de %aberse adquirido la certe'a de que estaba $ac*o, que este "rbol pare'ca crecer en el transcurso de media %ora, desde seis pulgadas %asta seis pies, ba#o una sucesi&n de cestos m"s m"s grandes, es cosa que de#a peque:ita a /iss 5ic%ol.
Ciertamente que s*. En todo caso, pone fuera de combate todo cuanto cualquier F. R. S. (miembro de la Real ,cademia) pueda ense:ar a la lu' del d*a, o en la obscuridad, en la ;nstituci&n Real, o en otra parte cualquiera. <5o deber*a suponerse que seme#ante fen&meno atestiguado de tal modo, teniendo lugar en condiciones que e.clu en toda superc%er*a, pro$ocar*a la in$estigaci&n cient*fica= -e no ser as*, <qu! otra cosa pod*a promo$erla= 3ero obs!r$ese de qu! modo un F. R. S. se escapa entre los dedos. 3regunta ir&nicamente el profesor7
<,tribu e /r. Wallace esto a una causa espiritual=<> c&mo el mundo en general (por supuesto, refiri!ndose al mundo que la ciencia %a creado, al que $igori'a /r. Carpenter) los actores en el consabido #uego de manos en particular, lo atribu e !l a una %abil*sima superc%er*a=
-e#ando a /r. Wallace, si es que sobre$i$e a este fulminante ra o #o$iano, que conteste por s* mismo, tengo que decir por parte de los actores que !stos contestar*an con un 5o enf"tico a ambas preguntas. 0os #uglares indos no tienen la pretensi&n de que inter$engan en sus operaciones agentes espirituales, ni conceden que sean juegos de manos hbiles. 0o que sostienen es que los fen&menos son producidos por ciertos
poderes in%erentes al %ombre mismo, quien los puede usar con fines malos o buenos. ) lo que o sostengo, siguiendo %umildemente a aquellos cu as opiniones est"n basadas en e.perimentos psicol&gicos en conocimientos realmente e.actos, es que ni el -r. Carpenter, ni su s!quito de %ombres cient*ficos, por m"s que sus t*tulos se e.tiendan tras de sus nombres como la cola tras de una cometa, tienen toda$*a la menor idea de estos poderes. 3ara adquirir, aunque no sea m"s que un conocimiento superficial de ellos, tienen que cambiar sus procedimientos cient*ficos filos&ficos. Siguiendo a Wallace a Croo1es, tienen que comen'ar con el , B C del espiritismo, al cual /r. Carpenter 8queriendo ser mu desde:oso 8 denomina ?el centro de la ilustraci&n del progreso @. Aienen que tomar sus lecciones no solamente de los fen&menos $erdaderos, sino tambi!n de los falsos, de los que su autoridad suprema (la de Monsieur Carpenter, el archi sacerdote de la nueva religin) clasifica debidamente como ?enga:os, absurdos superc%er*as @. -espu!s de estudiar todo esto como %a tenido que %acerlo todo in$estigador inteligente, puede que se obtenga alg2n $islumbre de la $erdad. Es tan 2til saber lo que no son los fen&menos, como a$eriguar lo que son. /r. Carpenter tiene dos lla$es de patente garanti'adas para abrir todas las puertas secretas de los gabinetes mediumn*sticos, las cuales tienen por r&tulo e!pectacin y preocupacin. 0a ma or*a de los %ombres de ciencia tienen alguna lla$e maestra por el estilo. 3ero no tienen aplicaci&n para la suerte del rbol" pues ni sus distinguidos #uncionarios ci$iles, ni los cient$#icos , pod*an suponer que %ab*an de llegar a $er a un indo fornido desnudo, en un terreno que le era e.tra:o, %aciendo crecer a un mangle desde la semilla %asta la altura de seis pies en el espacio de media %ora, pues sus preocupaciones estar*an todas en contra de tal %ec%o. 5o puede ser la causa espiritual" tiene que ser prestidigitacin . ,%ora bien, /as1el ne Croo1e, dos %"biles prestidigitadores ingleses, %an tenido abiertos los >#os bocas de toda la poblaci&n de
los llama para que le e.pliquen esta %"bil #uego de manos, %acer que los Sres. Wallace Croo1es se pongan ro#os de $ergBen'a ante su propio idiotismo= Aodas las triqui:uelas del arte les son familiares7 <d&nde podr*a encontrar la ciencia me#or a uda= 3ero tenemos que %acer %incapi! en que las condiciones sean id!nticas. 0a suerte del rbol no debe e#ecutarse a la lu' del gas en el escenario de ninguna sala de espect"culos, ni con los actores $estidos de rigurosa etiqueta. Aiene que ser a la lu' del d*a, en un terreno que les sea del todo e.tra:o, que no %a an $isitado antes. 5o debe %aber maquinarias ni a udantesC la corbata el frac tienen que de#arse a un lado, los campeones ingleses aparecer en la primiti$a $estimenta de ,d"n E$a7 un vestido de piel estrec%amente a#ustado, con el s&lo aditamento de un dhoti o de unos cal'ones de siete pulgadas de largo. 0os indos lo %acen as*, s&lo e.igimos una #usta igualdad. Si en estas circunstancias %acen desarrollar un renue$o de mangle, el -r. Carpenter se %allar" en perfecta libertad para %acer saltar con !l los 2ltimos restos de los sesos de cualquier chi#lado espiritista que %alle a mano. 3ero %asta entonces, cuanto menos %able acerca de los #uglares indos, tanto me#or para su reputaci&n cient*fica. 5o %a que negar que en la ;ndia, en C%ina en otras partes de >riente, %a $erdaderos #uglares que %acen #uegos de manos. Es igualmente $erdad que algunos de ellos sobrepu#an en sus %abilidades a todo lo que conocen las gentes de >ccidente. 3ero !stos no son ni faquires ni los que lle$an a cabo la maravilla del mangle, seg2n la describe el -r. Carpenter. Esta 2ltima suele ser imitada por adeptos indos orientales, por %abilidad de manos, pero ba#o condiciones totalmente diferentes. Siguiendo modestamente a retaguardia a los distinguidos #uncionarios civiles cient$#icos, $o a relatar algo que %e $isto con mis propios o#os. Dall"ndome en Caroupur de camino para Benar!s, la ciudad santa, le robaron a una se:ora, compa:era m*a de $ia#e, todo lo que lle$aba en un peque:o ba2l. Eo as, $estidos
%asta su libro de notas, que conten*a un diario que $en*a escribiendo con cuidado %ac*a m"s de tres meses, %ab*an desaparecido misteriosamente, sin que la cerradura del ba2l %ubiese sido for'ada. Dab*an pasado %oras, qui'"s una noc%e un d*a, desde el robo, pues %ab*amos salido al amanecer para $isitar unas ruinas pr&.imas, relacionadas recientemente con las represiones de 5ana Sa%ib contra los ingleses. El primer pensamiento de mi compa:era fue acudir a las autoridades localesC el m*o recurrir a la a uda de alg2n gossain ind*gena (un santo %ombre a quien se atribu e que lo sabe todo) , o por lo menos a un %adugar o con#urador. 3ero las ideas de la ci$ili'aci&n pre$alecieron se perdi& una semana en $isitas in2tiles a la chabutara (casa de la polic*a) en entre$istas con el FotGal, su #efe. -esesperada a, se recurri& por fin a mi idea se busc& a un gossain . >cup"bamos un peque:o bungaloG al e.tremo de uno de los barrios en la orilla derec%a del 6anges, desde cu a terra'a se descubr*a una completa $ista del r*o, que en este sitio era mu estrec%o. 5uestro e.perimento se $erific& en esta verandah en presencia de la familia de nuestro %u!sped 8un portugu!s mesti'o del sur 8, de m* de mi amiga, de dos franceses recientemente llegados, que se %ab*an re*do ofensi$amente de nuestra superstici&n. Eran las tres de la tarde. El calor era sofocante, pero sin embargo, el santo %ombre 8un esqueleto $i$iente color caf! 8 pidi& que se suspendiera el mo$imiento del pan&ah (abanico suspendido que se mo$*a por una cuerda) . 5o di#o la ra'&n, pero era porque la agitaci&n del aire influ e sobre todos los e.perimentos magn!ticos delicados. Aodos %ab*amos o*do %ablar de la marmita rotatoria como agente para el descubrimiento del robo en la ;ndia7 una marmita com2n de %ierro, la cual, ba#o la influencia de un con#urador indo, rueda por su propio impulso, sin que nadie la toque, %asta el punto mismo en que los ob#etos robados se %allan ocultos. El gossain procedi& de un modo distinto. En primer lugar, pidi& alg2n ob#eto que %ubiese estado
2ltimamente en contacto Con el contenido del ba2l, se le dio un par de guantes. 0os estru#& entre sus delgadas manos, d"ndoles $ueltas una otra $e', los de#& caer al suelo procedi& a dar lentamente una $uelta sobre s* mismo, con los bra'os los dedos e.tendidos, como si estu$iese buscando la direcci&n en donde se encontraba lo robado. -e repente se detu$o con un sacudimiento, se de#& caer gradualmente al suelo permaneci& inm&$il, sentado con las piernas cru'adas con los bra'os siempre e.tendidos en la misma direcci&n, como si estu$iese sumido en un estado catal!ptico. Esto dur& m"s de una %ora, la que en aquella atm&sfera sofocante fue para nosotros una prolongada tortura. -e repente nuestro %u!sped salt& de su silla a la balaustrada, comen'& a mirar fi#amente %acia el r*o, en cu a direcci&n todos $ol$imos la $ista tambi!n. -e d&nde c&mo $en*a, no pod*amos decirloC pero all*, sobre el agua cerca de su superficie, se apro.imaba un ob#eto oscuro. Aampoco pod*amos descubrir lo que eraC pero aquella masa parec*a impelida por alguna fuer'a interna a dar $ueltas, primero con lentitud luego m"s m"s r"pidamente, a medida que se apro.imaba. 3arec*a como sostenida por un pa$imento in$isible, su curso era en l*nea recta al modo que $uela la abe#a. 0leg& a la orilla desapareci& de nue$o entre la espesa $egetaci&n, presto, rebotando con fuer'a al saltar sobre la ba#a pared del #ard*n, $ol& m"s bien que rod& %acia la verandah ca & pesadamente en las manos e.tendidas del gossain . Hn temblor con$ulsi$o $iolento se apoder& del anciano, al abrir, dando un profundo suspiro, sus o#os medio cerrados. Aodos est"bamos asombrados, pero los franceses miraban espantados el en$oltorio con una e.presi&n de terror idiota en sus >#os. El santo %ombre se le$ant& del suelo, desen$ol$i& la cubierta de lona embreada dentro se %allaron todos los ob#etos robados, sin faltar la menor cosa. Sin decir una palabra, ni esperar a que le dieran las gracias, %i'o un profundo salaam (saludo) a la reuni&n
desapareci& por la puerta antes de que %ubi!semos $uelto de nuestra sorpresa. Au$imos que correr tras !l largo trec%o antes que pudi!semos obligarle a aceptar una docena de rupias, las cuales recibi& en su cuenco de madera. Esta %istoria parecer" sorprendente e incre*ble a los europeos americanos que no %an estado nunca en la india. 3ero tenemos la autoridad de /r. Carpenter que nos a$ala, pues sus amigos, distinguidos #uncionarios civiles cient$#icos, tan poco a prop&sito para sorber nada m*stico con sus narices aristocr"ticas, como el -r. Carpenter para $erlo en ;nglaterra con sus o#os telesc&picos, microsc&picos cient*ficos de doble aumento, %an presenciado el juego de manos del rbol que es toda$*a m"s mara$illoso. Si lo uno es hbil prestidigitacin, lo otro tambi!n. <9uerr"n los se:ores de corbata blanca c%aqueta con cola de la sala de espect"culos tener a bien ense:ar a la Sociedad Real c&mo se %ace uno otro=