Descargue como RTF, PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como rtf, pdf o txt
Está en la página 1de 340
Escapando del saqueo de Roma en 1527, mientras en sus estmagos se agitan las
joyas que han conseguido esconder, la cortesana Fiammetta y su compaero Bucino
se dirigen a Venecia, una de las ciudades ms importantes del mundo en el momento ms poderoso de su historia. Juntos constituyen la perfecta sociedad: un enano de agudo ingenio y su astuta y hermosa ama, adiestrada desde la cuna para seducir y satisfacer a los hombres. En la ciudad de la belleza, la lujuria y el exceso, la seduccin es el arte de la supervivencia. Pero cuando la supervivencia se convierte de nuevo en fortuna, la alianza de esta inslita pareja se ve amenazada. Sarah Dunant relata la edad dorada de las cortesanas, y revela las armas secretas mediante las que la infalible Fiammetta cautiva a toda una sociedad, hasta poner la ciudad de los canales a sus pies. La cortesana es una novela deliciosamente escrita sobre los pecados del placer y los placeres del pecado. Elogiada por la crtica, ha sido elevada a las listas de los libros ms vendidos por los lectores de los veintisis pases en que est siendo publicada. Un fascinante relato sobre el deseo, la traicin, la religin y la avaricia fantsticamente ambientado, una lectura que airea los secretos de un tiempo memorable.
Sarah Dunant LA CORTESANA
PRIMERA PARTE CAPTULO 01 Roma, 1527 Mi ama, Fiammetta Bianchini, se estaba depilando las cejas y mordisquendose los labios para darles color cuando lo inimaginable ocurri, y el ejrcito del Sacro Emperador Romano abri una brecha en la muralla de la Ciudad Eterna, permitiendo que una oleada de soldados medio muertos de hambre, y medio enloquecidos, se entregara al pillaje y al crimen. En aquellos tiempos, Italia era un tablero de ajedrez viviente para las ambiciones de media Europa. La amenaza de guerra era tan regular como la cosecha, las alianzas formalizadas en invierno se rompan en primavera, y haba lugares donde las mujeres daban a luz a un hijo de un diferente invasor cada dos aos. En la grande y gloriosa ciudad de Roma nosotros nos habamos vuelto blandos viviendo bajo la proteccin de Dios, pero era tal la inestabilidad de los tiempos que incluso el ms santo de los padres estableca alianzas non sanctas, y un papa con la sangre de los Medici en sus venas era siempre ms propenso a la poltica que a la oracin. En los ltimos das previos al estallido del horror, Roma era incapaz de imaginarse que su destruccin estaba cerca. Los rumores se esparcan como los malos olores por las calles. Los albailes que apuntalaban las murallas de la ciudad hablaban de un poderoso ejrcito formado por espaoles, de una barbarie probada con los salvajes del Nuevo Mundo, engrosado con cohortes de luteranos germanos estimulados por los jugos de las monjas que haban violado en su viaje al sur. Sin embargo, cuando la defensa romana, encabezada por un noble, Renzo de Ceri, march a travs de la ciudad solicitando voluntarios para las barricadas, estos mismos gigantes sedientos de sangre se convirtieron en medio muertos que avanzaban de rodillas, sus culos cerca del suelo para evacuar toda la comida podrida y el vino barato que haban engullido en su camino. Segn la proclama, el enemigo era tan pattico que incluso si tenan fuerzas para levantar las armas no tenan artillera que los ayudara, y con sufcientes romanos leales en las almenas podamos ahogarlos en nuestros meados y burlas mientras trataban de escalar las murallas. Las alegras de la guerra siempre se narran mejor de como se viven; sin embargo, la perspectiva de una batalla ganada mediante la orina y el arrojo era lo sufcientemente tentadora para atraer a algunos aventureros sin nada que perder, como nuestro mozo de los establos, que se march a la tarde siguiente. Dos das despus, el ejrcito lleg a las puertas, y mi ama me envi en busca del mozo, para hacer que volviera. Por las noches, las calles de nuestra turbia y ruidosa ciudad se haban cerrado como una ostra. Aquellos que posean sufciente dinero se haban comprado ya sus propios ejrcitos privados, dejando que el resto se las apaara con puertas cerradas y ventanas mal tapiadas. Aunque mi paso es corto y patizambo, siempre he tenido un sentido de la direccin propio de una paloma mensajera, y, pese a todas sus vueltas y revueltas, siempre he tenido el plano de Roma en la cabeza. Mi ama tuvo una vez a un cliente, un capitn mercante, que interpret errneamente mi deformidad como un signo de la gracia especial de Dios. Me prometi una fortuna si poda encontrarle un camino hacia las Indias a travs del mar abierto. Pero yo haba nacido con una recurrente pesadilla de un gran pjaro que me coga con sus garras y me soltaba en medio de un ocano vaco, y por ello, as como por otras razones, siempre he tenido miedo al agua. Cuando llegu a la vista de las murallas no vi ni guardias ni centinelas. Hasta ahora no habamos tenido necesidad de tales cosas, y nuestras tortuosas fortifcaciones eran ms un deleite para los anticuarios que para los generales. Sub a lo alto por una de las torres laterales, dolindome los muslos debido a la anchura de los peldaos, y permanec quieto arriba un momento para recuperar el aliento. A lo largo del corredor de piedra de la almena aparecan dos fguras acurrucadas contra el muro. Por encima de m, y de ellas, pude distinguir como una oleada de gemidos, como el murmullo de una congregacin rezando las letanas en una iglesia. En aquel momento, mi necesidad de saber se hizo mayor que el terror que senta, y me asom por unas rotas y desiguales piedras lo mejor que pude hasta tener una visin desde lo alto. Debajo de m, hasta donde alcanzaba la vista, se extenda una gran planicie de oscuridad, punteada por centenares de parpadeantes velas. Los gemidos se extendan como un viento lento a travs de la noche; el sonido de un ejrcito unido en la plegaria o hablando consigo mismo en su sueo. Hasta entonces creo que incluso yo haba contribuido a crear el mito de nuestra invencibilidad. Ahora saba cmo debieron de sentirse los troyanos cuando miraron abajo desde sus murallas y vieron a los griegos acampados ante ellos, con la promesa de la venganza centelleando en sus pulidos escudos bajo la luz de la luna. El miedo me retorca las tripas cuando estuve de pie nuevamente en la almena, y, hecho una furia, fui a despertar a los dormidos centinelas. Al acercarme vi que las capuchas eran de religiosos, y pude distinguir a dos monjes jvenes, apenas lo bastante mayores para abrocharse sus propios hbitos, con unos rostros plidos y cansados. Me ergu todo lo que pude y me enfrent al primero de ellos, acercando mi cara a la suya. El monje abri los ojos y grit, pensando que el enemigo haba enviado a un sonriente diablo, gordo y cabezudo, directamente desde el inferno, en su busca. Su pnico despert a su compaero. Yo me llev los dedos a los labios y sonre. Esta vez chillaron los dos. Yo ya haba gozado lo mo en el pasado asustando a clrigos, pero en aquel momento dese que tuvieran ms coraje. Un hambriento luterano los hubiera ensartado en su bayoneta antes de que pudieran decir dominus vobiscum. Se santiguaron frenticamente y cuando los interrogu me hicieron una seal con la mano de que pasara hacia Santo Spirito donde, dijeron, la defensa era ms fuerte. La nica estrategia que he perfeccionado en la vida es la de mantener llena mi barriga, pero hasta yo saba que Santo Spirito era donde la ciudad tena su parte ms vulnerable, con los viedos del cardenal Armellini llegando hasta las almenas y una alquera construida dentro de la misma muralla. Nuestro ejrcito, tal como lo encontr, estaba arremolinado en grupos en torno del edifcio. Un par de improvisados centinelas intentaron cerrarme el paso, pero yo les dije que estaba all para unirme a la lucha, y ellos se rieron con tanta fuerza que me dejaron pasar, y uno de los dos trat incluso de ayudarme con un puntapi en mi trasero que fall por una legua. En el campamento, la mitad de los hombres estaban atontados por el terror, y la otra mitad por la bebida. No llegu a encontrar al mozo de los establos, pero lo que vi me convenci de que se abrira una simple brecha aqu y Roma se ofrecera tan fcilmente como las piernas de una esposa a su guapo vecino. De regreso a casa, encontr a mi ama despierta en su dormitorio, y le cont todo lo que haba visto. Ella me escuch con atencin, como siempre haca. Hablamos durante un rato y despus, a medida que la noche se cerraba, nos quedamos en silencio, con la mente lejos de nuestra vida del momento, llena de la calidez de la riqueza y la seguridad, frente a los horrores de un futuro que apenas ramos capaces de imaginar. Para cuando lleg el ataque, a las primeras luces del da, estbamos ya trabajando. Yo haba despertado a los sirvientes antes del alba, y mi ama les haba dado instrucciones de que pusieran la gran mesa en la sala dorada, y que el cocinero matara el ms gordo de los cerdos y empezara a preparar un banquete, cosa que por lo general estaba reservada a los cardenales o banqueros. Aunque hubo algunos murmullos de disentimiento, tal era la autoridad de mi seora o posiblemente tal era la desesperacin de los sirvientes que cualquier plan pareci reconfortante en aquel momento, incluso uno que pareca no tener sentido. La casa ya haba sido despojada de sus riquezas ms aparatosas: los grandes jarrones de gata, las fuentes de plata, los platos de maylica, las copas de cristal de Murano dorado, y las mejores ropas blancas y de cama haban sido guardadas tres o cuatro das antes, envueltos primero dentro de colgaduras de seda bordadas, y luego en los gruesos tapices famencos, y embalado todo en dos cestos. El ms pequeo de stos estaba tan repleto de lujos que tuvo que ser cubierto otra vez con arpillera para resguardarlo. Les toc al cocinero, al otro mozo de los establos y a los dos gemelos arrastrarlos al patio, donde se haba excavado un gran agujero bajo las baldosas de las letrinas de los sirvientes. Cuando fueron enterrados y cubiertos con una capa de heces recientes (el miedo es un excelente relajante de los intestinos), soltamos a los cinco cerdos, comprados a un precio desaforado unos das antes, y stos se revolcaron por todas partes expresando con gruidos su deleite con la mierda como slo los cerdos pueden hacerlo. Una vez desaparecido de la vista todo rastro de objetos valiosos, mi ama cogi su gran collar el que haba llevado en la festa de la casa Strozzi, donde las habitaciones haban sido iluminadas con unos esqueletos que portaban velas en sus costillas, y el vino, muchos juraron posteriormente, haba sido tan rico y espeso como la sangre y regal a cada sirviente dos gruesas perlas. Las restantes, les dijo, seran suyas para repartrselas si el cesto se mantena intacto cuando lo peor hubiera pasado. La lealtad es una mercanca que se encarece a medida que la poca se torna ms sangrienta, y, como patrona, Fiammetta Bianchini era tan amada como temida, y en este sentido ella, inteligentemente, retaba a cada hombre tanto contra s mismo como contra ella. En cuanto dnde haba escondido el resto de sus joyas, bueno, eso no lo revelara. Lo que quedaba despus de que se hubo hecho todo esto era una modesta casa acomodada con algunos adoraos, dos lades, una piadosa Madonna en el dormitorio y un panel de madera que mostraba a unas carnosas ninfas, en el saln; decoracin que corresponda a su dudosa profesin, pero sin el exceso que muchos de los palazzi de nuestros vecinos lucan. De hecho, una hora ms tarde, cuando se levant un gran gritero y las campanas de la iglesia empezaron a repicar, una tras otra y con rapidez, dicindonos que nuestras defensas haban sido superadas, el nico aire que irradiaba nuestra casa era el de un cerdo asndose lentamente, cada vez ms suculento, cocindose en su propio jugo. * * * Aquellos que vivieron para contarlo hablaban con una especie de temor de aquella primera brecha en las murallas; de cmo, cuando la lucha se hizo ms feroz a medida que avanzaba el da, se haba ido deslizando una neblina procedente de las marismas que se extendan tras las lneas enemigas, espesa y oscura como caldo, envolviendo a los amontonados atacantes de tal manera que nuestras fuerzas no podan hacer fuego acertadamente sobre ellos hasta que, como un ejrcito de fantasmas que surgiera rugiendo de la niebla, estaban ya encima de nosotros. Por aadidura, cualquier coraje que pudiramos haber encontrado no poda competir con el ingente nmero de soldados que ellos podan lanzar. Para aliviar nuestra vergenza, conseguimos llevarnos un premio cuando un disparo de arcabuz hizo un agujero del tamao de la Sagrada Hostia en el pecho de su lder, el gran Carlos de Borbn. Ms tarde, el orfebre Benvenuto Cellini presuma ante todo aquel que quera escucharlo de su milagrosa puntera. Aunque lo cierto es que Cellini presuma de todo. Oyndolo hablar cosa que nunca dejaba de hacer, tanto en las casas de los nobles como en las tabernas de los barrios bajos, uno pensara que la defensa de la ciudad estaba en sus solas manos. En cuyo caso era a l a quien se deba echar la culpa de lo que vino a continuacin, porque no quedaba ahora ningn lder para detener la locura del enemigo. A partir de aquella primera brecha, los soldados enemigos penetraron por toda la ciudad como una gran oleada de cucarachas. Si los puentes sobre el ro Tber hubieran sido destruidos, tal como el jefe de las fuerzas defensivas, De Ceri, haba aconsejado, podramos haberlos atrapado en el Trastevere y retenido all el tiempo sufciente para reagruparnos. Pero Roma haba preferido el confort al sentido comn, y, con la toma del Ponte Sisto a primera hora, ya no haba nada que los detuviera. Por lo que, el sexto da del mes de mayo del ao de Nuestro Seor de 1527, se inici el segundo saqueo de Roma. * * * Lo que no poda ser transportado, o aquello por lo que no se poda pedir un rescate, era sacrifcado o destruido. Hoy se dice que lo peor de todo corri a cargo de los lansquenetes. Pese a que el Sacro Emperador Romano, Carlos V, era defensor de Dios, no por ello dejaba de utilizar las espadas de los herejes para engrosar su ejrcito y aterrorizar a sus enemigos. Para ellos, Roma constitua el ms preciado botn, la morada misma del Anticristo, y, como mercenarios, a los que el emperador haba olvidado pagar, estaban tan deseosos de llenarse los bolsillos como de limpiar sus almas. Cada iglesia era un negro pozo de corrupcin; cada convento de monjas, el burdel de Cristo; cada hurfano atravesado por una bayoneta (pues sus cuerpos eran tan pequeos que no mereca la pena malgastar en ellos un disparo), un alma salvada de la hereja. Pero aunque todo eso poda ser cierto, debera aadir que tambin o tantos juramentos espaoles como alemanes mezclados con los gritos, y apostara algo a que cuando los carros y las mulas fnalmente salieron de Roma, cargados de vajillas de plata y de tapices, gran parte de ellos se dirigieron tanto a Espaa como a Alemania. De haberse movido ms deprisa y robado menos en aquel primer ataque, podran haberse hecho con la pieza ms valiosa del botn: el Santo Padre. Pero cuando llegaron al Palacio Vaticano, el papa Clemente VII se haba levantado ya las faldas (encontrando sin duda a un par de cardenales apretujados debajo), y, junto con una docena de sacos apresuradamente atiborrados de joyas y sagradas reliquias, corri como si lo persiguiera el diablo al Castillo de SantAngelo. El puente levadizo se levant tras l con los invasores pisndole los talones. Una docena de sacerdotes y cortesanos qued colgada de las cadenas del puente, y all se quedaron hasta que fueron arrojados al foso. Con la muerte tan cercana, aquellos que an estaban vivos fueron presa del pnico por la suerte de sus almas. Algunos clrigos, viendo inminente la hora de su propio juicio, impartan confesiones e indulgencias gratis, pero tambin haba otros que hacan pequeas fortunas vendiendo el perdn a precios exorbitantes. Quizs Dios los estaba observando mientras ellos tal hacan; lo cierto es que cuando los luteranos los encontraron, acurrucados como ratas en los rincones ms oscuros de las iglesias, con sus abultadas sotanas que no les llegaban al cuerpo, la furia que se desat contra ellos fue de lo ms justa, ya que fueron despojados, primero de su riqueza y luego de sus tripas. Mientras tanto, en nuestra casa, a medida que el clamor de la violencia creca en la lejana, estbamos ocupados puliendo los tenedores y limpiando el segundo mejor juego de copas. En su dormitorio, mi ama, que haba sido escrupulosa como nunca en el cuidado de su belleza, dio los ltimos toques a su toilette y baj por las escaleras. La vista desde la ventana de su cuarto mostraba ahora una ocasional fgura que corra a travs de las calles, su cabeza retorcindose hacia atrs mientras corra, como si temiera la oleada que iba a arrollarla. No transcurrira mucho tiempo antes de que los gritos se aproximaran lo sufciente para distinguir las agonas individuales. Ya era hora de organizar nuestra defensa. Yo haba convocado a los sirvientes en el comedor cuando ella entr. Cul era su apariencia lo dejar para ms tarde: todos estaban ya bastante familiarizados con el poder de su aspecto, y en aquel momento estaban ms interesados en salvar su propia piel que en sentirse maravillados por ella. Mi seora capt la escena con una simple mirada. A su izquierda, Adriana, su doncella, estaba encogida, rodendose con sus brazos tan estrechamente que pareca como si no pudiera respirar. Baldesar, el cocinero, se encontraba en la puerta, su cara y la parte superior de sus brazos brillando por el sudor y la grasa salpicada del espetn, mientras que en el extremo de la recin puesta mesa aguardaban los esbeltos criados gemelos, cada uno de ellos con una copa de cristal en su derecha, la nica diferencia apreciable en su aspecto era el grado de temblor de sus manos. Si no puedes sostenerla como es debido, deja la copa, Zaccano dijo mi ama, con voz fuerte y baja. A nuestros visitantes no les agradar encontrar esta casa llena de cristales. Zaccano dej escapar un gemido cuando sus dedos se afojaron alrededor del pie de la copa, dejando que sta cayera en la mano izquierda de Giacomo, quien, como siempre, pareca saber lo que su hermano iba a hacer antes de que ste lo hiciera. Bravo, Giacomo. T sers quien sirva el vino. Mi seora... S, Baldesar? dijo ella, apenas dndose la vuelta. Hay tres armas en la bodega. Y la cocina tiene una caja de cuchillos. Se sec las manos en los pantalones. Si cada uno de nosotros coge uno... Si cogis uno cada uno, dime, por favor..., cmo trincharis el cerdo? Y termin de darse la vuelta y lo mir a los ojos. l le sostuvo la mirada. Si me perdonis, seora, todo esto es una locura. No os habis enterado de lo que ocurre ah fuera? Nosotros somos los cerdos ahora. Van a ensartarnos como a trozos de carne. Me imagino que lo van a hacer. Pero, a pesar de su grosera falta de modales, dudo incluso de que tengan la temeridad de saciar su hambre asndonos y comindonos despus de habernos matado. A su lado, Adriana dej escapar un largo gemido y se desplom en el suelo. Yo hice un movimiento hacia ella, pero Fiammetta me detuvo con una mirada. Levntate, Adriana dijo speramente. Es bien sabido que cuando una mujer se encuentra en el suelo resulta mucho ms fcil levantarle las faldas. De manera que arriba. Ahora. Adriana se puso en pie, los lloriqueos cortados en seco en su garganta. La habitacin entera vibraba con su ansiedad. Fiammetta gir sobre sus talones, y yo observ que la furia chocaba con el miedo. Qu os pasa a todos? Golpe con sus manos la mesa, lo sufcientemente fuerte para que la cubertera tintineara. Pensad en ello. No pueden matarnos a todos. Los que vivan salvarn el pellejo gracias a la astucia tanto como gracias a unos cuchillos de cocina despuntados... De lo cual te excuso, Baldesar, porque tus salsas compensan la carnicera de tus cortes. Cuando lleguen aqu, me atrevera a decir que entre ellos estarn los que siguen hambrientos de hembra y de sangre, pero tambin estarn otros que ya tienen bastante. El inferno consume incluso a sus propios diablos, y todo este frenes asesino, todo eso, puede causarte nuseas, as como volverte loco. De manera que vamos a salvarlos de ellos mismos. Vamos a abrirles nuestra casa; ofrecerles confort y hospitalidad, un arte en el cual somos expertos. Y a cambio, aunque ellos cogern (de hecho se lo ofreceremos) los cubiertos, las copas, las alfombras, los adorms y cualquier otra cosa que puedan arrancar de las paredes, si tenemos suerte, nos dejarn con vida. Sobre todo porque cuando has estado en campaa por los caminos varios aos, una casa puede ser un gran consuelo, as como un lugar seguro para guardar el botn, y la nica cosa mejor que una buena puta es un buen cocinero. Y esta casa, os lo recuerdo, tiene ambas cosas. En el silencio que sigui casi pude or los aplausos de otro auditorio: un auditorio de clrigos, banqueros o eruditos, hombres poderosos que, tras haber comido y bebido hasta saciarse, se deleitan en el arte de la discusin con una hermosa mujer, especialmente cuando la elegancia es salpimentada con la crudeza... un talento en el que mi seora sobresala. Pero no haba nadie aplaudiendo ahora. Los haba convencido? Para m, ella haba parecido bastante convincente. No importaba. Mientras se quedaran. Pero nadie se mova. Ella hizo una inspiracin. De manera que, para aquellos que lo deseen, ah est la puerta. Y esper. Finalmente el cocinero dijo gruendo: Yo estoy solo. Si queris manjares, necesito que la muchacha me ayude. No est preparada. Tendrs que conformarte con uno de los chicos. Zaccano. No te preocupes. No estars separado mucho tiempo de tu hermano. Giacomo, quiero velas en todos los candelabros para cuando llegue el crepsculo. T, Adriana, ponte tus ropas ms fnas. Coge el vestido azul de cuello alto de mi armario y un par de zapatillas de satn a juego. Ponte un poco de colorete... pero slo un poco, cuidado. El efecto ha de ser de dulzura, no de seduccin. Y no tardes todo el da. La muchacha, debatindose entre la alegra y el terror, se dirigi a las escaleras. Cuando la habitacin se despej, Fiammetta se sent a la cabecera de la mesa. Ahora, con la luz sobre su cara, pude ver una fna capa de sudor en su piel. Lo has hecho muy bien dije con calma. No se va a ir ninguno. Ella se encogi de hombros y cerr los ojos. Entonces probablemente morirn aqu. Permanecimos sentados durante un momento en silencio, escuchando. El nivel de ruido, fuera, estaba creciendo. Pronto aquellas pocas almas perdidas se convertiran en una avalancha de dementes. La duda estaba presente de todos modos. Yo simplemente le puse voz. Podremos conseguirlo? Ella movi la cabeza pensativamente. Quin sabe? Si estn muertos de hambre y fatigados, como dicen los rumores, quizs tengamos una posibilidad. Recemos por que sean espaoles. No he conocido jams a alguno que no prefera saborear los jugos de la vida antes que administrar la muerte. Si son los luteranos, entonces haramos bien en coger nuestros rosarios y aguardar el martirio. Pero yo me llevar un estmago lleno de joyas. Y luego, qu? Las cagars en el inferno y sobornars a los guardias. Su risa fame como una llamita de esperanza. Te olvidas de que soy la cortesana de un cardenal, Bucino. Tengo sufcientes indulgencias para entrar en el Purgatorio. Y dnde deja eso al enano de la cortesana del cardenal? Es lo sufcientemente pequeo para esconderse bajo un hbito de penitente dijo ella. Y, mientras lo haca, una voz solitaria se alz por encima del clamor, durante un instante, con unas deformadas pero reconocibles palabras: Casas de la gente noble... Estamos aqu 1 . El enemigo, al parecer, haba llegado. Si bien la gracia pertenece a Dios, estn luego aquellos que dicen que la suerte es cosa del diablo y que l busca la suya. Todo lo que s es que Roma fue un campo de juegos para el destino aquel da y que cuando apilaron los cuerpos haba tantas almas inocentes asesinadas como culpables haban sobrevivido. En cuanto a nuestra condicin, dejo a los dems que decidan. Ella se levant y se alis la falda, la viva imagen de una mujer elegantemente vestida para recibir a sus invitados. Confemos en que su capitn no ande muy lejos. No me gustara perder mi mejor brocado de oro entre una chusma de soldados. Mejor que vayas a ver cmo est Adriana. Si parece la hija de alguien, quizs pueda sobrevivir ms tiempo que como sirvienta. Aunque una virgen demasiado evidente ser nuestra perdicin. Me dirig a las escaleras. Bucino. Me di la vuelta. Recuerdas an cmo se hacen los juegos malabares? Si uno aprende algo lo bastante temprano, nunca lo olvida dije. Con qu querrais que jugara? Ella sonri. Qu te parece con nuestras vidas? * * * Tardaron ms de lo que nos imaginbamos en llegar hasta nosotros. Pero la violacin y el pillaje son ocupaciones que consumen su tiempo, y haba muchas y mucho que llevar a cabo. Era casi el crepsculo cuando sub a la azotea para observar cmo entraban en tropel por la calle. Doblaron la esquina, nueve o diez de ellos por delante, las espadas desenvainadas y la ropa mal puesta y por fuera, bocas como negros pozos, cuerpos espasmdicos y frenticos, como si fueran marionetas cuyos hilos estuviera manejando el diablo y bailaran a su son. Tras ellos llegaron otra docena o ms tirando de un carro lleno hasta los topes, y a cierta distancia vena un hombre a caballo, aunque si se trataba de su capitn, evidentemente ya no estaba a su frente. Al llegar a nuestra piazza, se detuvieron durante un momento. La ciudad estaba llena de ricas mansiones, todas con sus puertas y ventanas de postigos cerradas a cal y canto. Un par de aquellos hombres se tambaleaban. Roma posea un vino de ms calidad que el de la desgraciada campia que haban arrasado, y a estas alturas deban de haberse tragado ya barriles enteros de l. Un hombre alto situado en la parte de atrs dej escapar un rugido y agarr un hacha del carro. Levant sus brazos y blandi el arma un poco mientras corra, antes de descargarla contra la ventana de la casa de un comerciante de especias situada en la esquina. El eco del crujido reson por todo el edifcio y luego se oyeron los frenticos gritos que provoc en su interior. El ruido atrajo al resto de los hombres como las polillas a una llama. Slo diez minutos tard media docena de ellos en abrirse paso. Detrs, otros estaban examinando el resto de la plaza. El ofcial haba bajado casi del caballo cuando yo lo hice del tejado para llamar a mi ama. Pero el patio de abajo estaba ya vaco y yo regres al borde a tiempo de or cmo las puertas de la casa se abran debajo de m y ella sala a la luz del crepsculo a la plaza. Y qu fue lo que vieron los soldados cuando las puertas se abrieron de par en par? A estas alturas de su vida, Fiammetta Bianchini haba recibido ms de lo que le corresponda en cuanto a cumplidos, muchos de ellos lo bastante sustanciales para ser enterrados en grandes cestos bajo un montn de mierda de cerdo. Pero, por el momento, olvidemos las descripciones complicadas y centrmonos en lo sencillo, como los hombres con que ella se enfrentaba. Fiammetta se alzaba en toda su estatura, como slo las mujeres ricas saben hacer, acostumbradas como estn a andar con sus cabezas por encima de la multitud. Y ella era muy hermosa. Su piel era suave y plida como el alabastro, y sus pechos abultaban en su corpio bordado en oro de una manera que insinuaba mucho ms de lo que esconda; la perfecta seduccin de la modestia en una ciudad de ricos solteros que necesitaban fngir virtud incluso cuando andaban por las calles con sus miembros como astas de bandera debajo de sus hbitos de clrigo. Sus ojos eran verdes como la vegetacin fresca, sus labios carnosos y rojos, y sus mejillas mostraban como un espolvoreo de melocotn. Pero era el cabello lo que la haca excepcional. Porque mi seora tena un cabello como un ro de oro en la crecida de primavera, sus matices tan ricos como el mpetu de las aguas; raudales de oro blanco y girasol mezclados con miel y castaa roja, tan curioso y sin embargo tan natural que era evidentemente ms un regalo de Dios que el resultado de la obra de cualquier boticario. Y como no llevaba ningn anillo en su dedo y no tena ningn marido en su casa, cuando entretena a sus invitados, lo llevaba largo y le caa por la espalda, de manera que haba tardes en que, cuando se dejaba llevar por su humor y echaba hacia atrs la cabeza al rer, o al fngir resentimiento, aquella rica cortina de cabello volaba con ella, y si uno estaba lo bastante cerca poda jurar que el sol acababa de salir para l. As que, en efecto, aquellos campesinos de toscos miembros que apestaban a muerte y a bebida, se pararon en seco cuando ella apareci. Roma era una ciudad llena de bellas mujeres entonces, muchas de las cuales se haban hecho ms bellas viviendo la vida, y todas y cada una de ellas habran sido como un trago de agua fresca para unos hombres sedientos. Pero pocas tenan el ingenio de mi seora, que era ms aguda que un mondadientes, ni su astucia cuando haba que pelear. Buenas tardes, soldados de Espaa. Habis hecho un largo camino y sois bienvenidos a nuestra gran ciudad. Su voz era fuerte y su vocabulario aflado por el trato con un abundante puado de comerciantes espaoles y clrigos itinerantes. Una buena cortesana puede seducir en muchas lenguas, y Roma haba preparado a las mejores. Dnde est vuestro capitn? El hombre montado a caballo del otro lado de la plaza estaba regresando, pero haba otros individuos ms cerca. Ahora que su voz haba roto el encantamiento, empezaron a avanzar hacia ella, uno de ellos por delante de los dems, sonriendo y alargando los brazos en jubilosa splica, el cuchillo en ristre cual atractivo aadido a sus encantos. Yo soy el capitn minti con una voz espesa, mientras detrs de l sus hombres armaban jaleo y resoplaban. Y t debes de ser la puta del Papa. Estaban frente a frente. Fiammetta no se movi, simplemente se irgui un poco ms hasta que su cabeza estuvo quizs a unos cinco centmetros por encima de la del hombre. Las putas, seor, ya las habis tenido. sta es la casa de Fiammetta Bianchini, que ofrece comida y alojamiento a unos hombres que todava no han probado la hospitalidad romana. El soldado lanz un gruido, mirndola fjamente, como si sus palabras lo hubieran dejado perplejo. Tras l, otros tres hombres avanzaron, como si dieran la caza. Cerca de m, en el tejado, las manos de Giacomo estaban comenzando a temblar, tanto que empec a preocuparme por el arma que sujetaba. Costara mucho encontrar en Roma a dos hermanos que fueran ms hermosos, pero era tal la sincronizacin de sus personalidades gemelas que siempre constitua un peligro separarlos. Sin embargo, al faltarnos el mozo de los establos, no tenamos eleccin. Otro soldado, su cara negra por el holln de la plvora empleada, empuj a un lado a su compaero y se aproxim a ella. Su mano se movi hacia el cuerpo de Fiammetta. sta permaneci inmvil hasta que la mano lleg a un par de centmetros de su pecho, y entonces, con la rapidez de una golondrina al anochecer, alz su mano derecha y golpe al hombre. El grito que lanz el soldado era tanto de indignacin como de dolor. Lo siento, seor dijo ella, y, rpida como una mancha de tinta, su mano izquierda sac un pauelo de seda bordada que le tendi al hombre. Vuestras manos estn sucias. Despus de que os hayis lavado estar encantada de conoceros. Por favor... guardaos el pauelo. El hombre lo cogi y, despus de limpiarse brevemente, se volvi de nuevo hacia ella. Pero si era para devolverlo o para aadir algo nunca lo sabr, porque aqul fue el momento en que mi mano resbal y Giacomo interpret errneamente mi codazo como una seal de que deba entrar en accin. El disparo pas, gracias a Dios, muy por encima de sus cabezas. Sus ojos se volvieron hacia arriba. A lo largo de la lnea del tejado, tres armas de fuego y media docena de mangos de escoba disfrazados para parecer caones de arcabuz apuntaban hacia la calle. Con el humo del disparo todava en el aire se dira que la casa estaba defendida. Desde entonces hemos estado en desacuerdo, ella y yo, sobre este momento. Yo digo que aunque ella an no haba perdido pie, el disparo le ofreci una buena pausa para pensar. Ella es de la opinin de que poda haber ganado sin necesidad de l. Lo cierto es que la vacilacin dur lo sufciente para que el capitn llegara junto a ella. Era tan alto como ella, pero enjuto, incluso en su rostro haba ms hueso que carne, y aunque, despus de que se limpiara, pareci diez aos ms joven, la expresin de sus ojos no se suaviz. Matar es una ocupacin de adultos, aunque sean jvenes los que lo hagan. Llevaba un rudimentario plano de la ciudad embutido en su cinto. A juzgar por el tamao del plano, ste los haba convertido en mejores buscadores de tesoros que los que obraban por ciego frenes. l y sus hombres ya haban conseguido un botn ms que sufciente para hacerse ricos, pero su categora y sus estrategias les facilitaran las cosas ms preciosas. Y una de ellas se alzaba ahora ante l. Mi seor dijo ella sonriendo. Por favor, perdonad a mis sirvientes. Se muestran siempre muy celosos en la proteccin de su ama. Yo soy la seora Fiammetta Bianchini, y es placer mo invitaros a vos y a vuestros hombres a una festa en mi casa. Bucino! Y aunque su voz se levantaba hacia m, sus ojos no se apartaron de la cara del capitn. Me oyes? Estamos entre amigos, y no hay necesidad de armas ahora. Arrojadlas desde el tejado y volved a la cocina. Hicimos lo que nos mandaba. Los tres arcabuces y los seis palos de escoba golpearon contra el suelo, mientras los soldados dejaban escapar gritos de deleite ante nuestro pattico engao. Caballeros... Podemos ofreceros cochinillo con salsa de trufa, capn asado, lucio en salazn y los mejores salchichones... Os harais cruces de su tamao... Sus risas se convirtieron en gritos de delicia, y mi seora se ri con ellos, aunque no lo sufciente para perder su concentracin en la presa que tena ante ella. Seguido de mazapn, budn de leche y frutas en almbar, junto con lo ms selecto de nuestra bodega. Tenemos las mejores velas de cera de abeja con aceite perfumado, entretenimiento con dulce msica de lad, tal como el propio Santo Padre disfruta, y una vez que hayis comido y bebido hasta hartaros podis caeros dormidos en sbanas limpias encima de paja fresca en las habitaciones y los establos de abajo. Mientras que para vos, capitn... y aqu hizo una pausa durante un segundo, hay un lecho tallado y un colchn de pluma de ganso, tan suave como una nube. Nuestra casa es vuestra mientras os queris quedar. Cuando os marchis, podis apoderaros de todas las riquezas que poseo. Todo lo que os pedimos es que nos ofrezcis vuestra proteccin ante aquellos que puedan venir. Me imagino que si l hubiera sido de buena cuna, podra haberse topado con alguien como ella antes. O quizs haba vivido de sueos hasta entonces. Bueno, ella era bastante real. Todos y cada uno de los hombres lo estaban observando. Aunque era posible que l hubiera causado menos muertes que algunos de ellos los que dan las rdenes tambin se ahorran algo del riesgo, era lo bastante inteligente para haberse ganado su atencin. Y por ahora al menos, su obediencia. Aunque eso podra tambin haber tenido mucho que ver con el olor de carne de cerdo asndose que penetraba a oleadas por las abiertas puertas en la plaza. Juro que incluso desde el tejado poda ver la baba de sus labios. El capitn asinti, luego pase su mirada alrededor de l y sonri. Hospitalidad romana! Qu os dije sobre ella? grit, y en torno suyo se alz un rugido. Meted el carro en el patio y envainad las armas. Esta noche dormiremos en blandos lechos, con la seora Bianchini como nuestra anftriona. Demostrmosle que nuestros modales espaoles pueden compararse con los de la riqueza romana. Luego se volvi hacia ella y alarg la mano. Y aunque sta no estaba menos sangrienta y manchada que la del hombre de antes, ella le ofreci la suya e hizo una reverencia. * * * En cuanto a m, bueno, volv a los juegos malabares. En lugar de bolas, despus de que nuestros invitados se hubieran atiborrado hasta atontarse, cog media docena de los redondos tarros de cobre de mi seora y los hice voltear en el aire bajo la luz de las velas, aunque el perfume de almizcle que despedan ofreca un escaso alivio contra tantas bocas abiertas emitiendo una ftida respiracin. Los borrachos pueden ser el peor enemigo de un enano, porque su curiosidad deriva fcilmente en violencia, pero stos se haban hartado de sangre por algn tiempo y queran solamente entretenimiento. De manera que gritaron y aplaudieron mis habilidades, sonriendo ante mis caras de demonio, y se rieron a carcajadas cuando anduve como un pato por toda la habitacin con una servilleta en forma de corona sobre la cabeza, bendiciendo a todo el mundo que se acercaba a tocar mis ropas. A esas alturas, todos estaban demasiado ebrios y roncos para recordar qu otra cosa podran estar echando de menos. De manera que Adriana conserv su virginidad, el cocinero sus cuchillos y nuestra ama su collar de perlas y su mejor vidrio de Murano. Por aquella noche. * * * No todo el mundo sobrevivi, sin embargo. Antes de que la noche hubiera terminado, el apetito de sangre retorn y dos de los hombres se ensartaron mutuamente sobre la mesa del comedor. La nuestra era una casa que haba visto cmo cardenales y diplomticos perdan en el juego el equivalente a los tributos de una pequea ciudad por saber cul de ellos compartira el lecho de mi seora aquella noche, pero nadie antes haba muerto por decir quin debera beber del vaso de vino y quin de la copa de plata. Segundos ms tarde, uno de los hombres haba rodeado con sus dedos la garganta del otro mientras su adversario le estaba lanzando ciegos ataques con un cuchillo. Para cuando el capitn baj del dormitorio, medio vestido y su espada desenvainada, todo haba terminado y los dos hombres estaban en el suelo y su sangre derramndose en charcos de vino tinto. Estaban tan borrachos que, de haberlos derribado el sueo en vez de la muerte, me atrevera a decir que ninguno de ellos lo habra recordado por la maana. Los envolvimos en unas sbanas viejas y los mandamos escaleras abajo, al rincn ms fro de la bodega. Arriba, la festa continu sin interrupcin. Finalmente, los excesos los agotaron. En el patio, hasta los cerdos dorman, revolcndose y bufando sobre nuestras escondidas riquezas. El olor que reinaba en la casa era bastante parecido. El lugar apestaba a eructos y orina, y todas las habitaciones estaban llenas de hombres que roncaban sonoramente, algunos envueltos en mantas, otros sobre la paja, y otros yaciendo en el mismo lugar donde haban cado. Al menos stos eran enemigos leales ahora. Nuestras puertas estaban cerradas con cerrojos y con los apostados centinelas en estado semicomatoso, y frascas vacas junto a ellos. El cocinero se haba dormido sobre el fregadero, mientras que Adriana y los gemelos se encontraban dentro de la despensa, la tentacin de sus diversas bellezas a resguardo durante la noche, en tanto que yo estaba sentado sobre la mesa, apurando los huesos de cerdo y enseando juramentos en espaol al loro de mi seora, al cual, aunque l nunca me lo agradecera, haba salvado de ser asado. Fuera, los sonidos de la ciudad eran como un desigual coro procedente del inferno: lejanos estallidos mezclados con gruidos y aullidos en staccato. Ms o menos a medianoche, el horror se aproxim, cuando un hombre en una de las casas vecinas empez a berrear; un solo y prolongado chillido de agona, seguido de gemidos y gritos, luego otro chillido, y otro, como si alguien le estuviera cortando los miembros uno a uno. Los que mantenan cerradas sus casas tenan algo que conservar aparte de su piel. Dnde oculta un rico comerciante sus monedas, o su mujer sus joyas? Cuntos cortes tienes que sufrir antes de decirles dnde deben buscar? De qu sirven los enjoyados anillos cuando uno no tiene dnde llevarlos? En aquel mismo instante se oyeron golpes en la puerta. Bucino? Adriana? Abrid. Por el amor de Dios... Una voz ronca, y luego una tos ms ronca todava. Uno de los guardias lanz un gruido, luego sigui roncando. Yo abr la puerta y Ascanio cay en mis brazos, su pecho palpitando en busca de aire, y su cara brillando por el sudor. Lo acompa hasta el banco, y bebi un poco de vino aguado, el lquido se derramaba de la copa debido a su temblor. Dios mo, Bucino dijo, contemplando el caos de la cocina. Qu ha pasado aqu? Estamos ocupados dije alegremente, cortndole un poco de la carne que quedaba. Y hemos estado entreteniendo al enemigo. Y Fiammetta? Est arriba, con un capitn de la guardia espaola. Utiliz sus encantos para procurarse proteccin. Se ri, pero la risa se le atragant y durante un momento no pudo hablar a causa de la tos. T crees que, cuando le llegue la Muerte, le ofrecer un polvo? Como todo hombre en Roma, senta un gran deseo por mi ama. Era ayudante del ms grande grabador y pintor de la ciudad, Marcantonio Raimondi, un hombre de la sufciente categora para ser un visitante ocasional de las veladas de mi seora, y Ascanio, al igual que su amo, conoca las costumbres del mundo. Cuntas noches habamos pasado los dos sentados juntos, mientras los poderosos se iban a la cama con la bella, bebindonos los culos de sus copas, charlando de poltica y chismorreando toda la noche? Aunque Roma estaba siendo castigada por su mundanidad y decadencia, haba sido tambin un lugar de maravilla y pujanza para aquellos que tenan talento o ingenio. Aunque ahora ya se haba acabado... Desde dnde has venido? Desde el estudio de Gianbattista Rosa. Los demonios luteranos lo han cogido todo. Yo apenas consegu salir con vida. He estado durante todo el camino corriendo con la barriga pegada al suelo. Ahora s cmo ves el mundo. Empez a toser nuevamente. Yo le volv a llenar el vaso y se lo tend. Haba venido del campo, con un cerebro gil y unos dedos hbiles para colocar los caracteres en la prensa de la imprenta, y, al igual que yo, su destreza le haba conseguido ms cosas en la vida de las que poda haber esperado. Los libros de su amo estaban en las bibliotecas de los ms grandes eruditos de Roma, y el taller imprima el arte de unos hombres a quienes el propio Papa empleaba para embellecer sus sagrados techos y paredes. Pero la misma prensa tambin imprima stiras y libelos para colgarlos en la estatua de Pasquino, en la Piazza Navona, y unos aos antes cierta serie de grabados haba resultado ser demasiado carnal incluso para la inquebrantable mirada de Su Impiedad, y Ascanio y su amo haban probado la hospitalidad de una crcel romana, lo que les haba dejado a ambos como recuerdo un pecho dbil. Corra ahora un chiste de que mezclaban la tinta para las aguadas ms plidas con su propia fema. Pero no tena mala intencin. A fn de cuentas, ellos se ganaban la vida propagando las noticias ms que crendolas, y como tales no eran ni bastante ricos ni bastante poderosos para ser enemigos de nadie durante mucho tiempo. Dulce Jess. Has visto lo que est pasando aqu? Es un osario. Media ciudad est en llamas. Sanguinarios brbaros. Cogieron todo lo que Gianbattista tena y luego quemaron sus cuadros. Lo ltimo que vi es que estaba siendo azotado como si fuera una mula para llevar sus propias riquezas hasta sus carros. Ah! Maldita sea! Bajo el escurridero, el cocinero solt un gruido y golpe con el pie una cuchara de madera que rod por el suelo. Ascanio peg un brinco como un pez fuera del agua. Te lo digo, Bucino, vamos a morir todos. T sabes lo que se est diciendo por las calles? Que es el juicio de Dios contra nosotros por nuestros pecados? Ascanio asinti. Estos apestosos herejes alemanes estn recitando la cada de Sodoma y Gomorra mientras destrozan los altares y saquean las iglesias. Te lo digo, no hago ms que ver a aquel demente colgndose de la estatua de san Pablo y echando pestes del Papa. Mirad al bastardo de Sodoma. Por tus pecados, Roma ser destruida dije haciendo retumbar la voz en mi pecho. Haba sido la comidilla de la temporada: un salvaje de llameante cabello rojo y facucho y desnudo cuerpo que haba venido del campo, se encaram a los hombros de piedra de san Pablo, con una calavera en una mano y un crucifjo en la otra, y conden al Papa por sus perversas costumbres y predijo el saqueo de la ciudad para dos semanas ms tarde. La profeca tal vez sea un arte divino, pero es un arte impreciso: transcurrieron dos meses, y l segua en prisin. Qu? Piensas realmente que si Roma hubiera cambiado sus costumbres esto no habra sucedido? Deberas leer ms atentamente tus propios chismorreos, Ascanio. Este lugar hace dcadas que apesta. Los pecados del papa Clemente no son peores que los de una docena de malversadores que vinieron antes que l. No es la mala fe lo que estamos sufriendo, sino la mala poltica. Este emperador no soporta el desafo de nadie, y cualquier papa que compita con l (especialmente si se trata de un Medici) se arriesga a que le estrujen las pelotas. Se ri disimuladamente ante mis palabras y tom otro sorbo de vino. Los chillidos volvieron a empezar. El comerciante otra vez? O quizs en esta ocasin se trataba del banquero? O del gordo notario cuya casa era incluso mayor que su barriga y que se ganaba la vida quedndose con parte de los sobornos que l ingresaba en las arcas papales? En la calle, tena una voz como la de una cabra castrada, pero cuando llega a la agona, los gritos de un hombre se parecen mucho a los de otro. Ascanio tembl. Qu tienes t que sea tan precioso que no renunciaras a ello, Bucino? Nada, excepto mis pelotas dije, y arroj al aire dos de los tarros de perfumes de mi seora. Siempre la respuesta inteligente, no? No es extrao que ella te adore. Puede que seas un feo borrachuzo, pero conozco a una docena de hombres de Roma que cambiaran su fortuna por la tuya, incluso ahora. Eres un tipo afortunado. La suerte del condenado... dije. Resultaba extrao que, ahora que estbamos tan cerca de la muerte, la verdad se mostrara tan fcilmente. Desde que mi madre me vio por primera vez y se desmay de horror. Y sonre. l se qued mirndome un momento, y luego mene la cabeza. No s qu hacer contigo, Bucino. Pese a todos tus retorcidos miembros y gorda cabeza, eres un arrogante cabroncete. Sabes lo que Aretino deca de ti? Que tu existencia misma es un desafo para Roma, porque tu fealdad es ms cierta que toda su belleza. Me pregunto qu pensara de todo esto, eh? Saba que ocurrira tambin, sabes? Lo dijo cuando fulmin al Papa en su ltimo prognostico. Menos mal que no est aqu entonces. O ambos bandos habran incendiado su pluma a estas alturas. Ascanio no dijo nada; se limit a dejar caer su cabeza sobre la mesa como si fuera demasiado para l. Hubo una poca en que se le poda encontrar encorvado sobre las mquinas, avanzada la noche, imprimiendo hojas de chismorreos para mantener informada a la ciudad de sus propios movimientos intestinales. Se haba sentido a gusto situndose en medio de todo; me atrevera a decir que le haca sentirse como si obtuviera una tajada de ello. Pero la pestilencia de una celda de la prisin le haba secado el espritu y bombeado amargura en sus venas. Dej escapar un gemido. Tengo que irme dijo, pero segua temblando. Podras quedarte aqu, por un tiempo al menos. No, no, no puedo... Tengo... tengo que irme. Vas a volver a la imprenta? Yo... no s. Se levant y empez a moverse de un lado a otro, la energa de los nervios, crispado y asustadizo, sus ojos mirando a todas partes al mismo tiempo. Fuera, los chillidos de nuestro vecino se haban convertido en un salvaje gemido espordico. Sabes lo que voy a hacer en cuanto esto termine? Sacar mi hediondo esqueleto de aqu. Instalarme en alguna parte por mi cuenta. Probar algo de la buena vida. Pero la buena vida se iba agotando alrededor de nosotros. Sus ojos volvieron a recorrer frenticamente la habitacin. Deberas venir conmigo, Bucino. Puedes llevar la contabilidad en tu cabeza, y esos dedos de malabarista serviran para colocar los caracteres. Piensa en ello. Aunque consigas salir con bien de esto, las mejores putas slo duran unos aos. De esta manera yo podra cuidar bien de los dos. Tengo dinero y, con tus conocimientos de las callejuelas traseras, apostara a que podemos hallar una manera de salir de aqu sanos y salvos esta noche. Omos un ruido. Alguien estaba levantado y se mova. Ascanio se encontraba en la puerta antes de que yo pudiera contestar. Estaba sudando otra vez y su respiracin era ronca. Lo acompa hasta la entrada principal, y como haba sido un amigo, una especie de amigo, le indiqu un camino de vuelta para llegar a Santo Spirito, donde el da anterior se haba alzado una muralla de la ciudad, pero donde ahora habra un gran agujero. Si consegua llegar hasta all, podra tener una oportunidad. Fuera, en la oscuridad, la plaza estaba vaca. Buena suerte le dije. Se mantuvo pegado a la pared, con la cabeza bajada, y cuando doblaba la esquina se me ocurri que jams volvera a verlo. Cuando volv a la cocina, observ algo que yaca en el suelo, bajo la mesa, algo que deba de habrsele cado de la chaqueta cuando se levant para irse. Me agach y recuper una bolsa de tela. De ella saqu un librito encuadernado en piel escarlata: Sonetos de Petrarca, su perfecta piel estampada con letras de oro y fjada con cantoneras de plata y un elaborado candado de barril, tambin de plata, con una serie de nmeros que lo cruzaban. Era propio de una biblioteca de erudito y el tipo de objeto que hubiera dado reputacin a cualquier impresor en una nueva ciudad. Podra haber salido corriendo detrs de l de no haber odo unos pasos frente a la cocina. Y el objeto desapareci bajo mi jubn un segundo antes de que mi seora llegara a la puerta. Llevaba una bata de seda sobre los hombros, el cabello salvajemente enmaraado por la espalda, y la piel en torno de su boca estaba enrojecida e hinchada por los araazos de la barba incipiente del hombre. Pero sus ojos estaban bastante brillantes. ste es uno de sus grandes talentos; dar la impresin de que su copa se vaca a la misma velocidad que la de los que la rodean, y as conservar clara la cabeza mucho tiempo despus de que la lujuria de los otros se ha diluido en el alcohol. He odo voces. Se fj en los restos de la cocina. Quin estaba aqu? Ascanio. Vena del estudio de Gianbattista. Han cogido al pintor y su obra ha sido destruida. Oh! Y Marcantonio y la imprenta? Qu noticias hay de ellos? Mov la cabeza negativamente. Ay de m... Se acerc a la mesa, se sent en su sitio y puso sus palmas hacia abajo. Mova la cabeza lentamente de un lado a otro, estirando el cuello como si volviera a la vida despus de un largo sueo. Es un gesto que conozco bien, y hay veces, cuando el trabajo es estimulante, o la noche larga, en que me gusta subirme al banco, tras ella, y masajearle los hombros. Pero esa noche no. Dnde est Adriana? Seal hacia la despensa. Acurrucada ah con los dos gemelos. El virgo intacto, todos. Aunque no puedo garantizar durante cunto tiempo. Cmo est nuestro capitn? Durmiendo a trompicones, agitndose con violencia como si an estuviera en guerra. Hizo una pausa. Yo no pregunt. Nunca lo hago. Por eso, creo, a menudo me lo cuentan todo. Deberas haberlo visto, Bucino... Un espaol hasta la mdula. Tan preocupado por su reputacin que su ansiedad lo min. Quizs se est empezando a hartar de su propio poder. Pienso que estaba casi contento de que otro se hiciera cargo del mando despus de tanto tiempo. Sonri un poco, pero no haba humor en su sonrisa. Los chillidos habran penetrado por los postigos del dormitorio tan fcilmente como por los de la cocina. Pero lo cierto es que, bajo toda esa mugre, hay alguien demasiado joven, y dudo que podamos confar en su proteccin demasiado tiempo. Debemos ponernos en contacto con el cardenal. Es nuestra nica esperanza. Los otros sern slo amibos para los buenos tiempos, pero si l est an vivo (y las tropas del emperador encuentran sufcientes motivos para ser buenos con l, por cmo apoy su causa en la curia), estoy segura de que nos ayudar. Nos miramos por encima de la mesa, sopesando nuestras posibilidades. En ese caso, debera marcharme ahora dije, porque los dos sabamos que no haba nadie ms. Si me muevo rpidamente podra estar de vuelta antes de que la casa se despierte. Ella apart la mirada como si aquello fuera an tema de discusin, y luego desliz la mano bajo su bata y puso su puo sobre la mesa delante de m. Bajo su mano haba una media docena de rubes y esmeraldas, sus bordes algo mellados all donde haban sido arrancados de sus monturas. Para el viaje. Cgelas. Sern tus perlas. * * * La plaza estaba en silencio, nuestros vecinos, o muertos, o efcazmente callados. A mi alrededor, Roma estaba entre el fuego y el alba; parte de la ciudad brillaba como brasas incandescentes en la oscuridad, mientras nubes de humo se ondulaban hacia el este, en direccin a un despejado cielo gris que prometa otro da perfecto para matar. Yo me mov como Ascanio, cerca del suelo, y de los bordes de las paredes, antes de llegar a la calle principal. Pas junto a cadveres abandonados, y en una ocasin o gritar una voz detrs de m, pero era ilocalizable y bien podra tratarse de un grito en una pesadilla de alguien. Un poco ms adelante, una fgura vena por la calle bambolendose hacia m, procedente de la penumbra, movindose como aturdida y aparentemente sin verme. Cuando pas por mi lado lo vi agarrarse la camisa, con un ensangrentado revoltijo de lo que podran haber sido sus propias tripas en la mano. El palazzo del cardenal estaba cerca de la Via Papalis, donde la ciudad se rene para contemplar embobada y aplaudir las grandes procesiones religiosas que pasan en direccin al Vaticano. Las calles aqu son tan elegantes que uno tiene que vestirse elegantemente incluso para pasear por ellas. Pero cuanto mayor la riqueza, mayor era la destruccin y ms intenso el hedor de la muerte. A las luces del alba, aparecan cuerpos por todas partes, algunos medio destrozados y quietos, otros retorcindose o gimiendo quedamente. Un grupito de hombres se mova metdicamente entre aquella carnicera, husmeando en busca de la riqueza que pudiera quedar, como cuervos que arrancaran los ojos y el hgado. Estaban demasiado ocupados en su negocio para darse cuenta de mi presencia. Si Roma hubiera sido Roma y 110 un campo de batalla, yo habra tenido que andar con ms cuidado por la calle. Aunque yo poda tener quizs el tamao de un nio, la gente era capaz de distinguir mi andar balanceante desde lejos, y hasta que vean el ribete de oro de mis ropas y aun entonces a veces tambin podan inclinarse por toda clase de maldades. Pero aquella maana, en el caos de la guerra, yo habra parecido simplemente pequeo y, por lo tanto, ni una promesa ni una amenaza. Aunque, la verdad, pienso que eso no explica sufcientemente por qu no me mataron. Porque vi a bastantes nios ensartados y destrozados en mi camino. Y no fue tampoco porque estuviera muy espabilado, porque pas por encima de los restos de muchas clases de hombres, algunos de los cuales, a juzgar por sus ropas o lo que quedaba de ellas, tenan ms categora social o riqueza de las que yo jams tendra; aunque de poco les serva ahora. Ms tarde, cuando las historias de los chillones nocturnos que haban sobrevivido contaron el centenar de maneras en que un enemigo puede sacar oro de una carne abrasada y perforada, se hizo evidente que aquellos que haban sido asesinados durante el primer ataque eran los afortunados. Pero aquella maana no pareca as. Por cada alma muerta con que me cruzaba, haba otra que apenas viva, apoyada contra la pared, mirando fjamente los muones de sus piernas o tratando de contener las tripas que le salan de su barriga. Sin embargo, extraamente, no todo era espantoso. O quizs no todo era espantoso justamente porque era tan extrao. En algunos lugares reinaba casi un ambiente de desenfrenada festa. En la zona ms prxima al Vaticano, donde ahora mandaban los alemanes, las calles estaban llenas de disfraces. Pareca extrao que los invasores supieran todava contra quines deban luchar, ya que muchos de ellos llevaban las ropas de sus vctimas. Vi a unos hombres pequeos de terciopelo y piel, los caones de sus armas alzados en el aire ensartando brazaletes enjoyados. Pero eran sus mujeres e hijos los que constituan el espectculo. Las mujeres que siguen a los ejrcitos mercenarios son legendarias, viviendo como gatas en celo en torno de los bordes de las fogatas. Pero estas mujeres eran diferentes. Eran luteranas, arpas herejes, empujadas tanto por Dios como por la guerra, sus hijos concebidos y amamantados en el camino, delgados y duros como sus padres, con unos rasgos como cortados con un hacha. En sus esculidos cuerpos las perladas tnicas y faldas de terciopelo parecan tiendas de campaa, los enjoyados peines aferrados a un fcido cabello, y franjas de preciosas colas de seda ennegrecidas en la sangre y el barro detrs de ellas. Era como contemplar a un ejrcito de espectros bailando en su huida del inferno. En los hombres, los hbitos eclesisticos eran el trofeo ms preciado. Vi a ms de un cardenal andar contonendose por las calles en su hbito rojo escarlata, el bonete echado para atrs y grandes jarras de vino en sus manos, aunque ninguno buscaba vestirse con las ropas de un sacerdote, porque, incluso en el caos, rige la jerarqua, y sus ropas no eran lo bastante ricas. Puede que los herejes vean al diablo en la decoracin, pero son tan codiciosos como el que ms ante el brillo del oro autntico. No haba ricos clices o enjoyados monstranci hundidos en el barro aquella maana. En vez de ello, las alcantarillas estaban atascadas con trozos de cermica y madera: el sufciente nmero de desmembradas Madonnas y Cristos para que el gremio de escultores tuviera trabajo durante el siguiente medio siglo. Despus estaban las reliquias. Si no eres creyente, la costilla de san Antonio o el dedo de santa Catalina es slo otro viejo y amarillento hueso, y aquella maana, atestando las calles, haba huesos de santos por los que el da anterior los peregrinos haban caminado ochocientos kilmetros, para besarlos o rezar ante ellos. Si realizaban milagros an, yo nunca lo supe, aunque la Iglesia empleara esa palabra bastante pronto para describir su recuperacin, y los relicarios se volveran a abrir tan deprisa como las tiendas; tanto que jurara que la siguiente oleada de peregrinos crdulos estara afojando sus scudi para ver lo que perfectamente poda haber sido el fmur de un pescadero o el dedo de una prostituta. La casa de nuestro cardenal era una de las ms elegantes de Roma. Mi ama haba sido su favorita durante aos, y l le era tan fel como cualquier hombre casado podra haberlo sido a su esposa. Era un hombre inteligente, un venerado miembro del crculo ntimo del papa Clemente VII, tanto un poltico como un prelado, y hasta el fnal haba actuado en ambos sentidos, apoyando al Papa en sus maniobras de poder, pero tambin abogando por el emperador. Su imparcialidad era bien conocida, y en teora debera haberle salvado la vida. En teora... Haba dos hombres con armas de fuego delante de la entrada de su palazzo. Yo bail para ellos sonriendo y haciendo cabriolas como un hombre cuyo cerebro est tan deformado como su cuerpo. Uno de ellos me mir fjamente y me pinch con la bayoneta. Solt un chillido de una manera que siempre parece encantar a los hombres armados y despus abr la boca completamente, me met en ella un par de dedos, y saqu un pequeo y resplandeciente rub, dejndolo en la palma de mi mano. Luego pregunt si poda ver al cardenal, primero en un alemn chapurreado, y despus en espaol. El otro respondi vomitando un chorro de palabras y luego me agarr y me oblig a abrir la mandbula otra vez, pero lo que vio all le hizo soltarme bastante deprisa. Yo repet el ejercicio hasta que apareci otra joya junto a la primera. Entonces volv a preguntar. Cada uno de los dos centinelas cogi un rub, y me dejaron entrar. Desde el vestbulo principal poda ver hasta el fondo del patio. Las posesiones de su eminencia estaban apiladas en un gran montn, listas para ser trasladadas, aunque no todas eran valiosas. El cardenal de mi ama era un hombre cultivado, con una galera de preciosos objetos cuyo valor resida en su edad tanto como reside en el peso cuando se trata de un metal precioso. Al pasar al interior o un grito procedente de arriba y observ a un marmreo y musculoso Hrcules saltando por encima de la barandilla, sufriendo su cabeza y brazo izquierdo instantnea amputacin cuando se estrell contra las baldosas de abajo. A medio camino por el corredor, de espaldas a m, un hombre vestido con un sucio hbito estaba fregando el suelo. Dio un brinco, los ojos fjos en la decapitada cabeza. El centinela cruz la sala y le propin un puntapi, de manera que el hombre se cay de costado. Vaya con las lealtades de su eminencia: cuando un ejrcito lleva sin cobrar tanto tiempo como ste, me atrevera a decir que no importa mucho si el botn procede de un amigo como de un enemigo. Observ que se levantaba y se volva hacia m. Se mova como si sus piernas estuvieran tan arqueadas como las mas; pero, bueno, estar de rodillas durante tanto tiempo deba de haber sido una postura nueva para su elevada talla clerical. Me reconoci inmediatamente, y su cara se ilumin por un segundo esperando... qu? Que yo hubiera venido liderando un ejrcito de grandes soldados romanos, que probablemente existieron por ltima vez en la antigedad que tanto le gustaba? Pero la esperanza se desvaneci bastante rpidamente. Como unos de los ms eruditos buscadores de placeres de Roma, siempre haba mostrado cierta nobleza en su aspecto. Pero no ahora. Su escaso cabello apareca pegado a su cabeza como unas matas de hierba aferrndose a un terreno difcil, y su piel tena casi un color amarillento; su salud, riqueza y mundanal confanza haban desaparecido. No pareca tener mucho sentido pedirle ayuda. No estara vivo mucho tiempo. Pero aunque su mundo se estaba desmoronando, su cerebro segua siendo rpido. Tu ama debe saber que ya no quedan patrones o protectores dijo apresuradamente. El Papa mismo est bajo custodia. San Pedro ha sido convertido en un establo para la caballera imperial, y, con el prncipe de Borbn muerto, no hay nadie que pueda detener la carnicera. La nica esperanza es que los soldados se peleen entre s y en la confusin podamos huir y ponernos a salvo mientras ellos luchan por el botn. Dile que le ira mejor fngiendo una actitud piadosa o hallando otra ciudad donde su belleza y su ingenio sean ms apreciados. Esta Roma..., nuestra Roma, se ha ido para siempre. Mir atrs nerviosamente hacia la devastacin de su vida. Dile que sueo con ella todava como Mara Magdalena, e intercedo ante Dios para su perdn juntamente con el mo. * * * Aunque me mova tan deprisa como poda, el viaje de vuelta llev ms tiempo. Tal vez era mi desesperacin, porque, sin ningn campen para defendernos, nos enfrentbamos ahora con la perspectiva de ser exprimidos hasta reventar. El mundo se estaba viniendo abajo, pero el da era de un color rosa brillante, y el pillaje haba empezado otra vez en serio. Pas por unas calles donde la profeca del cardenal se estaba ya cumpliendo y donde los dos ejrcitos estaban compitiendo por la siguiente cacera. Me mova deprisa, entrando y saliendo de callejones secundarios hasta que mis piernas quedaron embotadas por el esfuerzo y tuve que detenerme para recuperar la sensibilidad. Entre la casa del cardenal y la nuestra, un gran grupo de soldados luteranos estaba siguiendo los pasos de los espaoles, su violencia creciente debido a que cada vez quedaba menos que robar. Tom por el camino largo para evitarlos, dando un rodeo hacia el este y pasando lo bastante cerca de la imprenta y taller de Marcantonio para ver que toda la zona estaba invadida o ardiendo, y sus habitantes, o bien eran rehenes, o bien estaban muertos. Para cuando llegu a nuestro barrio, el sol estaba en lo alto, su calor alimentando las ansias de sangre. Nuestros invasores se haban convertido en defensores ahora, con soldados espaoles y alemanes lanzando alaridos y pelendose entre s. Esta vez corr sobreponindome a mi agotamiento, de manera que al llegar a nuestra plaza estaba temblando tanto por las punzadas que senta en mis piernas como por el miedo que senta crecer en mi interior. Ante nuestra puerta los centinelas se haban ido, y las puertas del patio estaban abiertas de par en par para cualquiera. Dentro, en el patio, los cerdos chillaban mientras eran apiados contra las paredes y un grupo de hombres, incluyendo al cocinero, estaban metidos en la mierda y entre las baldosas, excavando para sacar los cestos. En el frenes de la bsqueda del tesoro, nadie prest atencin a un encogido enano que entraba. La cocina estaba vaca. Encontr a Giacomo y Zaccano en el comedor, ambos sentados y recostados contra la pared, rodeados de trozos de porcelana y cristales rotos. Al acercarme, Giacomo levant la mirada, pero Zaccano sigui con la cabeza contra su pecho, con un agujero ms oscuro que el terciopelo rojo de su chaqueta bajo su brazo izquierdo, pero limpio, de modo que no pareca ni bastante cruel ni bastante profundo para haberle arrebatado el alma. Me situ delante de Giacomo, para que nuestros ojos estuvieran al mismo nivel, y le pregunt qu haba sucedido. Me devolvi la mirada y abri la boca, pero de sta no sali otra cosa que un hilillo de sangre. De Adriana no haba seal alguna. Me acerqu a la escalera. Haba una fgura acurrucada en el peldao inferior, temblando. Bajo la suciedad y el hedor reconoc a nuestro mozo de los establos. Tena una cuchillada en la mejilla y pareca mortalmente asustado, pero todos sus miembros estaban intactos y mova entre sus dedos una sucia perla. Sin duda se haba forjado ilusiones creyendo que traicionando a su ama y delatando la riqueza de sta ganara el resto del collar. Dnde est ella? Se encogi de hombros. Le escup en la cara y sub por las escaleras con la postura de un perro, porque puedo moverme ms deprisa de esa manera cuando estoy cansado. Sigo diciendo que tenamos suerte comparados con otros muchos. Si la ciudad hubiera sobrevivido al ataque, la nuestra habra sido una de las muchas casas en llevar a cabo una gran celebracin. Sobre todo porque Fiammetta Bianchini tena previsto celebrar su vigsimo primer cumpleaos. Estaba entrando en la for de su vida. En los seis aos desde que su madre la trajera como virgen a Roma, haba dormido con una generosa lista de los ms ricos y mejor educados hombres de la ciudad. Y de ellos haba aprendido cosas que podran ayudarla ahora. Porque si una esposa es la posesin de su marido y debe conocer y ser fel solamente a un hombre, y una prostituta corriente pertenece a, y es usada por, todo el mundo, mi ama haba sido afortunada, porque haba sido capaz de elegir a algunos de sus pretendientes y de esa forma haba conservado algo de s misma. Esto, sumado a su ingenio, preparacin y evidente belleza, lo haban dado cierta confanza en cuestiones de la carne que desconocan la mayora de las mujeres. Por lo que ahora, si la fortuna y las circunstancias se alzaban contra ella, seguramente los talentos de su profesin la ayudaran a superar la difcil situacin. O al menos as era como yo me consolaba mientras llegaba al rellano. Desde detrs de la puerta o unos murmullos, casi como el ritmo de un cntico. Gir el pomo esperando que estuviera cerrado. Pero no era as. Mi seora estaba arrodillada junto a la cama, con su bata, la cabeza baja y cubierta de tal modo que yo no poda verla. Tena una Biblia ante ella, cuyas pginas estaban rasgadas y salpicadas de sangre. A su lado se encontraba una mujer delgada como el mango de un rastrillo, y la piel de su cara pareca piel de cerdo. Sus labios se movan en constante plegaria, mientras detrs de ella haba otra mujer, mucho ms voluminosa, que llevaba en sus manos un par de tijeras de trinchar. Arpas luteranas tan en su elemento con el cuchillo como con la palabra de Dios. Se dieron la vuelta cuando yo entr, y en el momento del mutuo shock pude ver el suelo cubierto de dorados mechones. La gorda de las tijeras se movi hacia m, gritando, y yo cerr de golpe la puerta y patin. Mi seora lanz un grito, y el chal se le cay de la cabeza. Vi su cara veteada de sangre, su cuero cabelludo como el quemado rastrojo de un trigal, mostrando unas negras cicatrices en los lugares donde el fuego haba consumido hasta las races. Su cabello, aquel gran ro de belleza y opulencia, haba desaparecido. Oh, no, por favor. No debis herirlo grit, agitando los brazos como una demente. ste es Bucino, de quien os habl: el dulce y triste Bucino, cuyo cuerpo soporta un terrible estigma pero cuya mente siempre ha sido sencilla y obtendra un gran consuelo del amor de Dios. La mujer se detuvo durante un segundo mirndome fjamente. Yo le sonre, encogiendo los labios para descubrir mis dientes, y farfullando, y ella dio un paso atrs, horrorizada de mi fealdad. Oh, Bucino, ven a arrodillarte con nosotros y escucha lo que tengo que decir. Mi ama alarg sus manos hacia m, y ahora su voz haba cambiado y hablaba lenta y cuidadosamente, como si se dirigiera a un imbcil. He sido esclava de la puta de Babilonia, pero estas buenas mujeres me han mostrado el camino del verdadero Cristo. Nuestras riquezas, nuestras ropas, nuestra opulencia oculta, todo ha sido entregado a Dios. Y tambin mi alma. Me han arrancado de la perversidad de mi profesin para volver a nacer gracias a la infnita misericordia de Dios. Con este fn me he tragado hasta la ltima joya de mi orgullo. Y cuando t hayas hecho lo mismo, podremos rezar juntos y luego, con la inmensa gracia de Dios, podremos comenzar nuestro viaje hacia una vida mejor. Llev mis manos hasta mi jubn, luego las sub hasta la boca y, generando toda la saliva que pude, me tragu el resto de los rubes y esmeraldas mientras caa de rodillas medio ahogndome, y repitiendo el nombre de Dios para agradecerle nuestra salvacin. * * * De manera que fue aquella misma noche, cuando la oscuridad era ms intensa y nuestros vencedores protestantes dorman el sueo de los justos y de los atiborrados sobre colchones de pluma de ganso, cuando nosotros, los hipcritas y los condenados, nos deslizamos del establo donde habamos sido encerrados con lo que quedaba de los cerdos. Con nuestros vientres rugiendo, nos movimos silenciosamente, a travs del montn de escombros en que se haba convertido Roma hasta que llegamos a la brecha practicada en la muralla de Santo Spirito, donde el frenes del primer ataque haba dejado enormes agujeros en la obra, demasiados para vigilarlos en la oscuridad. All donde ellos haban penetrado como un enjambre, nosotros nos deslizamos, un ser deformado y una prostituta rapada, doblados por la derrota. Caminamos durante toda la noche, y cuando la oscuridad se iba diluyendo en el alba, nos encontramos mezclados con una procesin de refugiados, algunos ya indigentes, otros transportando lo que les quedaba de su vida a sus espaldas. Pero su buena fortuna era efmera, porque, con las primeras luces, llegaron los buitres revoloteando: rezagados del ejrcito que an no haban entrado en la ciudad y que se estaban haciendo con su botn all donde podan. Si a mi seora la hubieran violado pero le hubieran dejado su cabello y su apariencia, juro que pronto se hubiera visto otra vez boca arriba y yo, sin la menor duda, a su lado para ser utilizado como saco de bayoneta. Tal como fueron las cosas, su ensangrentada cabeza y los perfumes de la pocilga mantenan a los hombres a una distancia segura. No tenamos ya nada que mereciera la pena robarnos, de todos modos, salvo un pequeo volumen de Petrarca. Como buenos cristianos, llevbamos todas nuestras riquezas en nuestro interior. Permanecimos puros durante todo el tiempo que pudimos (los que no comen no cagan durante mucho tiempo; sa fue la suma total de la sabidura que adquir durante esos trascendentales das), y despus, la tercera noche, cuando ya no podamos esperar ms, nos adentramos en el bosque, y encontramos un arroyo al lado del cual pudimos ponernos de cuclillas hasta que el afojamiento de los intestinos nos hizo, si no ricos, al menos rehechos. Y aunque se trataba de una victoria bastante pequea, dado todo lo que habamos perdido, era mejor que la muerte, y mantuvimos el nimo elevado con la dulzura de este triunfo. Aquella noche nos dimos un festn de bayas silvestres y agua fresca del arroyo corriente arriba de nuestras abluciones y contamos nuestras posesiones, que ascendan a doce gruesas perlas, cinco esmeraldas y seis rubes, el mayor de los cuales mi seora haba tenido que untar con su aceite para el rostro, para que le bajara por el gaznate. Dios mo, cmo debi de haber sido asfxiarse con el propio futuro mientras las arpas golpeaban la puerta? Era un gaznate del cual sentirse orgullosa, y as se lo dije a ella mientras nos acurrucbamos juntos en la penumbra, tratando de considerar favorables los sonidos del bosque en nuestra imaginacin de moradores de ciudad. As fue realmente. Un acto mucho ms valeroso que el tuyo tragndote tus insignifcantes esmeraldas. Y me detuvo antes de que yo pudiera responder no quiero tampoco bromas sobre lo bien entrenada que estoy en tales cosas. Y aunque no era una cosa tan divertida, yo me encontraba tan exhausto, tan extenuado, por el esfuerzo de no mostrar mi miedo, que, en cuanto empec a rer, no pude parar. Una vez que me hubo picado, salt como una pulga sobre ella, de manera que, pese a que constantemente intentbamos silenciarnos el uno al otro, pronto estuvimos partindonos de risa, impotentes para detenernos, como si con nuestra hilaridad pudiramos burlarnos del destino y asegurar nuestra supervivencia. Cuando hubimos acabado, nos quedamos apoyados contra los rboles, mirando el paisaje, agotados por nuestro compromiso de seguir vivos. As que dijo ella fnalmente, qu va a pasar ahora, Bucino? Qu va a pasar ahora? Bueno, vos harais una monja bastante encantadora durante algn tiempo dije. Aunque ellos podran plantearse la locura de vuestro ardor cuando vean lo violentamente que os afeitasteis vuestra cabeza. Pero pese a todas nuestras risas, no era algo con lo que bromear, y sent que ella sufra un estremecimiento. En la penumbra resultaba difcil verle la cara, aunque el terror en sus ojos era bastante marcado y la sangrienta cuchillada de su frente muy vivida contra su blanca piel. Hice una inspiracin. O podramos esperar el momento oportuno y lamernos las heridas, y en cuanto estis curada podramos volver a empezar. La ciudad no estar ocupada eternamente, y siempre habr hombres de gusto que querrn lo que vos tenis que ofrecer. En Roma, no dijo ella, su voz feroz por la ira tanto como por el miedo. No voy a volver all. Jams. A ningn precio. Lo cual, tras considerarlo, me pareci bien, ya que a la mayor parte de los hombres, especialmente aquellos que tienen algo que olvidar, les gusta que sus mujeres sean tiernas como corderillos primaverales, y para cuando hubiera algo por lo que mereciera la pena volver, los dos nos habramos hecho demasiado viejos para cosechar sus recompensas. Fuera Roma, entonces. Me encog de hombros, manteniendo mi tono despreocupado. As que, adonde? Ambos sabamos la respuesta, desde luego. Con la guerra manchando toda la tierra con sus ensangrentados dedos, haba slo un lugar al que ir. A una ciudad de opulencia y estabilidad gobernada por hombres que posean el dinero y los buenos modales para pagar por aquello que los soldados simplemente cogen en la punta de sus bayonetas. Un Estado independiente con gusto para la belleza y talento para el comercio, donde unos exilados inteligentes, con la sufciente imaginacin, podan hacer su fortuna. Hay algunos que lo consideran el lugar ms grande de la tierra, el ms prspero y el ms pacfco. Excepto que, pese a todas las leyendas de magia y maravilla, yo nunca haba querido ir all. Pero no estaba en mi mano elegir. En estos ltimos das, ella haba arriesgado y perdido ms de lo que yo haba tenido jams, y se mereca, si eso era lo que necesitaba, pensar en volver a casa. Todo ir bien, Bucino dijo ella calmosamente. Conozco tus temores, pero, si podemos llegar all, creo que podra irnos bien. Seremos socios, t y yo; la mitad de todo, gastos y benefcios, cuidaremos el uno del otro. Juntos, estoy segura, podremos lograrlo. La mir fjamente. Mis huesos me dolan. Mi estmago se consuma, muerto de hambre. Deseaba dormir otra vez en una cama, comer cerdo en lugar de oler como l, pasar el tiempo otra vez con hombres que tuvieran cerebro adems de ansias de sangre y que valoraran la riqueza segn otros criterios que no fueran el simple botn. Pero, por encima de todo, no quera volver a caminar por el mundo solo. Porque ste haba sido un lugar mucho ms clido desde que nos encontramos el uno al otro. De acuerdo dije. Con tal que no me moje los pies. Ella sonri y desliz su mano sobre la ma. No te preocupes. No dejar que el agua te lleve. * * * Llegaron de noche, en bote de remos, procedente de tierra frme. En el malecn, en Mestre, el hombrecillo chaparro, deformado, empez el regateo. Estaba claro por el estado de sus ropas y magro equipaje que la pareja haba venido de lejos, y su fuerte acento romano, junto con su insistencia en viajar bajo la proteccin de la oscuridad para evitar las patrullas de la peste, le dieron al barquero una excusa para cobrarles el triple de lo que vala el viaje. En cuyo momento intervino la mujer. Era alta y delgada, envuelta como un turco, de tal modo que no se poda ver nada de su cara, pero hablaba el dialecto tan perfectamente y regate con tanta ferocidad que el barquero se convirti casi en el perdedor, aceptando que le pagaran slo cuando los hubiera dejado en la casa exacta en la ciudad. El agua estaba sucia y picada bajo la espesa cobertura de nubes. En cuanto se hubieron apartado de la tierra, la oscuridad los envolvi, y lo nico que se oa era el romper de las olas contra la madera, de modo que durante un rato pareci como si se estuvieran dirigiendo hacia mar abierto y que aquella ciudad en el agua de la que la gente hablaba con tanta reverencia era simplemente una idea, una fantasa elaborada por nuestra necesidad de milagros. Pero justo cuando la negrura era ms profunda, dej entrever el brillo de unas parpadeantes luces en el horizonte, all delante, como la iridiscencia del cabello de una sirena captada por la luz de la luna en la superfcie del agua. El barquero rem con fuertes, regulares, paladas, y las luces se hicieron mayores y se extendieron hasta que fnalmente los primeros edifcios cobraron forma, cernindose sobre el agua como flas de plidas lpidas. En el agua, un pasillo formado por coloreados postes de madera apareci ante su vista, guindolos desde el mar abierto hasta lo que pareca un canal de ancha boca, donde se alzaban cobertizos y almacenes a cada lado, sus malecones atestados de piedra y de montones de madera, en tanto gruesas gabarras aparecan alineadas en sus amarraderos. Este canal se curvaba durante unos centenares de metros, hasta encontrarse con una cinta de agua mucho ms ancha. El barquero dirigi la embarcacin a la izquierda, y ahora la vista comenz a cambiar. Pasaron por delante de unas viviendas y una iglesia, cuya severa fachada de ladrillo se elevaba Inicia el cielo, y cuyo ante patio apareca liso y vaco. Entonces, cuando una furtiva media luna logr escabullirse de las nubes, empezaron a aparecer casas ms grandes a ambos lados, de taraceadas y doradas fachadas que parecan brotar directamente del agua. La mujer, que se haba tomado la travesa en mar abierto con calma, como si fuera un viaje que pudiera hacer cada da, estaba ahora maravillada. El ser deforme, por el contrario, se aferraba al costado del bote, su achaparrado cuerpecillo tenso como el de un animal, su gran cabeza mirando a uno y otro lado, tan asustado de lo que pudiera ver como de lo que pudiera perderse. El barquero, que haba envejecido observando el asombro de otras personas, redujo la velocidad con la esperanza de que aquella vista pudiera representarle una propina. El canal era ancho y negro aqu, como un gran corredor pulimentado en una mansin an mayor. Pese a lo tardo de la hora, haba algunas embarcaciones ms navegando, de aspecto particular, elegantes y esbeltas, con pequeas cabinas en el centro y fguras solitarias de pie en la popa maniobrando por medio de un nico remo largo, de modo que avanzaban sin esfuerzo a travs de las negras aguas. A la cerosa, plida, luz, los edifcios de cada lado se hacan mayores, como palacios fantasma, de tres o cuatro pisos de altura, su entrada baja; y unos pocos escalones de piedra eran todo lo que los separaba de las agitadas aguas. En algunos de ellos, las grandes puertas se abran de par en par a unos cavernosos vestbulos con flas de esbeltas barcas amarradas fuera, sus plateadas proas brillando de vez en cuando bajo el resplandor de alguna lmpara. La mujer estaba animada ahora, sus ojos atrados hacia los pisos superiores, donde, debajo de flas de ventanas de arcos de ojiva, su ornamentada piedra brillaba como encaje a la luz de la luna. Muchas de ellas estaban oscuras porque era plena noche, pero en algunas el centelleo de los candelabros colgantes, el nmero de velas que atestiguaban la extraordinaria riqueza, iluminaban enormes espacios, y se podan distinguir las siluetas de fguras en movimiento y el sonsonete de voces transportadas y engullidas por el agua. Cada cincuenta o cien metros ms o menos, apareca una brecha entre las casas y la piedra daba paso a otras vas fuviales, estrechas como dedos y negras como el carbn, que fuan hacia la va principal. Despus de navegar por espacio de quizs veinte minutos, la mujer hizo un gesto al barquero, y ste vari su palada, desviando el bote hacia uno de esos canales. El mundo se volvi oscuro otra vez, los costados de las casas subieron rpidamente como las paredes de un can, oscureciendo la luz de la luna. Su avance se hizo ms lento. Un poco ms adelante, se inici un pavimento de piedra, que discurra junto al agua. La atmsfera era ms bochornosa aqu, pues el calor del da permaneca aferrado a la piedra, y se poda percibir diversos olores ahora: a podrido, as como el fuerte olor de la orina, los perfumes de la pobreza. Hasta el sonido era diferente, el chapoteo del agua ms hueco, casi irritado, cuando rebotaba resonando contra las estrechas paredes. Pasaron bajo unos puentes lo bastante bajos para poder acariciar con la mano su cara inferior. El barquero tena que esforzarse ms, sus ojos como los de un gato brillando en la oscuridad que tena ante s. Estos callejones secundarios de agua se fusionaban unos con otros en diferentes ngulos, en algunos casos tan bruscamente que el barquero se vea obligado a detener prcticamente el bote antes de girar, y cuando lo haca lanzaba un grito para advertir a cualquiera que pudiera acercarse desde el otro lado. O alguien poda gritar primero desde la oscuridad, una voz que se retorca y caa a travs de la noche. El protocolo del agua pareca exigir que el que gritaba primero era el que tena derecho preferente, en tanto que el otro bote deba esperar. Algunos llevaban velas en recipientes de cristal sobre la cubierta, de modo que aparecan surgiendo de la oscuridad como danzantes lucirnagas, pero haba otros que se mantenan oscuros, el fuerte susurro del agua como nica prueba de que estaban pasando. Remaron lentamente a travs de este laberinto hasta que se encontraron con un canal ms ancho, donde las casas volvan a ser ms opulentas. All al frente, una de aquellas lustrosas y negras embarcaciones se deslizaba hacia ellos, iluminada en esta ocasin por una linterna roja colgante. La mujer se puso instantneamente en estado de alerta, movindose hasta el extremo del bote para tener una visin mejor. La fgura situada en la popa del otro bote pareca fundirse en la oscuridad, su piel y sus ropas del mismo color que la noche, pero la cabina estaba llena de color, decorada con cortinas y borlas doradas, y, cuando se acercaron las dos embarcaciones, se hizo posible vislumbrar a una joven de elegantes vestidos, sus frmes pechos y cuello del color de la luz de la luna, as como la sombra de un hombre junto a ella, sus dedos introducidos en el cabello de la joven. (Cuando los dos botes se deslizaron de costado, una mano llena de anillos se asom y corri la cortina para ocultarles la vista, y, en el quieto aire de la noche, corri una rfaga de lavanda y almizcle a travs del agua. En el bote de remos, la mujer cerr los ojos, su cabeza inclinada como la de un cazador hacia el perfume, y mucho despus de que las dos embarcaciones se hubieran cruzado, permaneci de esa manera, perdida en el momento, respirando profundamente. Al otro lado del bote, el enano la observaba. El silencio fue roto por la voz del barquero. Hasta dnde? murmur, dolindole los brazos ante la perspectiva del viaje de vuelta. Dijisteis que estaba en Cannaregio. Ya casi estamos dijo ella; entonces, como para s, aadi: Ha pasado mucho tiempo. Momentos ms tarde, le hizo un gesto al barquero de que se acercara a una extensin de agua ms pequea. El canal conduca a un callejn sin salida donde, a un lado, una casa de tres pisos se alzaba frente a ellos, muy cerca de un raqutico puente de madera. Aqu. Aqu. Hemos llegado. Y su voz sonaba emocionada ahora. Podis llevar la embarcacin hasta los escalones. El amarre est en el lado izquierdo. El hombre detuvo y asegur el bote. El edifcio pareca inhspito, con un enlucido que se desprenda, y sus rotos postigos cerrados. La marea haba crecido durante el viaje, y el agua chapoteaba sobre el escaln superior. El barquero deposit sus bolsas sobre los hmedos peldaos y exigi su dinero speramente, y aunque el enano trat de convencerlo de que esperara hasta que las puertas se hubieran abierto, no quiso saber nada de ello, y, para cuando empezaron a llamar, el hombre ya haba desaparecido en la oscuridad. El sonido de sus puos sobre la madera retumb en el aire. Abrid grit ella. Soy Fiammetta, que vuelve a casa. Abre las puertas, madre. Esperaron. Ella volvi a llamar. Esta vez una luz parpade en el primer piso y una cara apareci en la ventana. Meragosa? Una voz de mujer solt un gruido. Abre la puerta. Soy yo. Arriba, la fgura pareci vacilar. Luego cerr el postigo y ambos oyeron movimientos como de alguien bajando por la escalera. Finalmente la gran puerta de madera se abri de par en par y apareci una vieja, gorda como un carro y jadeando por el esfuerzo, protegiendo una nica vela en su mano. Meragosa! exclam la joven, dando rienda suelta a su emocin. Soy yo, Fiammetta. Fi... Fiammetta. Santa Madonna! No te reconoca. Qu te ha pasado? Pensaba... Bueno... Hemos odo lo de Roma... Todo el mundo habla de ello... Crea que estabas muerta. Bien podra ser por el aspecto que tenemos. Por el amor de Dios, aydanos a entrar. La mujer se movi un poco, pero no lo sufciente para hacerse a un lado. Dnde est mi madre? Est durmiendo? Meragosa solt un gemido, como si alguien la hubiera golpeado. Tu madre... Yo... Dios nos ayude, pens que lo sabas. Saber qu? Tu madre... est muerta. Qu? Cundo? Cmo? Cmo podra saberlo? Hace medio ao. Te enviamos... un mensaje a Roma. En la penumbra era imposible ver los ojos de la mujer. Un mensaje. Y qu deca? La respuesta fue casi un murmullo nuevamente. Slo que... bueno, que haba pasado a mejor vida. Se produjo un pequeo silencio. La mujer ms joven baj los ojos, y por un momento pareci vacilar, como si no supiera exactamente lo que deba sentir. El enano se acerc un poco a ella, los ojos fjos en el rostro de la joven. sta hizo una profunda aspiracin. En cuyo caso, Meragosa, parece que ahora ests viviendo en mi casa. No... quiero decir... La vieja tartamudeaba. Tu madre... Se puso enferma repentinamente, y en su lecho de muerte me dijo que poda quedarme... por todo lo que haba hecho por ella. Oh, carina. Su voz era ms melosa ahora, como una larga caricia sobre la piel de un gato. Todos estos aos de prctica y sigues mintiendo tan mal como una vieja puta. La renta de esta casa se paga gracias a mi entrepierna, y hemos venido a tomar posesin de ella. Bucino, lleva nuestras bolsas adentro. Nuestra habitacin est en el primer piso... No. El cuerpo de la mujer bloqueaba el camino. No podis quedaros. He tomado... huspedes. Y ne... necesito el dinero... para mantenerlo abierto. Pueden dormir en el rellano, hasta que se vayan por la maana. Bucino... El enano se movi rpidamente, y la vieja lanz un grito cuando l la apart para pasar, y una palabra fue escupida de sus labios. Cmo lo has llamado? Rata de agua? Deberas andar con cuidado, Meragosa. Desde donde estoy yo, t eres el nico bicho que veo en esta casa. Se produjo un silencio. Ninguno se movi. Luego, de repente, la vieja cedi terreno, gruendo y echndose a un lado para dejarlos entrar. Y as la joven y el enano penetraron en la oscuridad, mientras el agua lama vidamente los escalones a sus espaldas. CAPTULO 02 Venecia, 1527 Dios mo, esta ciudad apesta. No en todas partes a lo largo de los muelles del sur, donde los barcos atracan, el aire est cargado de restos de especias, y, en el Gran Canal, el dinero compra brisas frescas juntamente con el lujo, pero s apesta donde estamos nosotros, en unas casas que se desmoronan y que se alzan de un agua maloliente y donde una docena de familias viven amontonadas unas sobre otras como verduras podridas, y donde la descomposicin y la suciedad nos queman las losas nasales. Yo, que voy con la nariz ms cerca del suelo, hay veces en que encuentro difcil respirar. El anciano que mide el nivel del pozo en nuestro campo cada maana dice que el olor es peor a causa del seco verano y que, si el agua sigue bajando, tendrn que empezar a traer agua potable en barcazas, y entonces slo aquellos que tienen dinero podrn beber. Imaginaos: una ciudad construida sobre el agua murindose de sed. Segn l, este verano es tan malo porque la guerra ha trado una oleada de refugiados, y con ellos la amenaza de la peste. Los viajeros que llegan del mar con el contagio, dice, son descubiertos porque la ciudad manda ofciales a bordo de cada barco mercante para descubrir si tienen febre o fornculos, y, si encuentran los sntomas, llevan a los sospechosos a una de las islas exteriores para su cuarentena. Por ello, ya no hay lepra en Venecia; slo quedan unas pocas almas enloquecidas contemplndose sus podridos miembros en un viejo hospital rodeado de agua. Pero no pueden detener a todo el mundo, y estos das la tierra frme alberga tantos peligros como el mar abierto. El viejo me mira fjamente cuando me cuenta todo esto, porque sospecha que as es como llegamos nosotros. Los rumores viajan ms deprisa que el olor aqu. A travs de los estrechos canales, las mujeres chacharean y se graznan una a otra como gaviotas hambrientas, y la llegada de un enano despierta el espritu inquisitivo en las almas ms retradas. En varias millas a nuestro alrededor, los comerciantes se han quedado boquiabiertos al verme y en la casa de enfrente, al otro lado del pequeo canal, una bruja desdentada y estrbica se sienta junto a la ventana da tras da, sus ojos mirando en ambas direcciones al mismo tiempo, de manera que si mi seora y yo queremos hablar de algo que no sea el tiempo, debemos cerrar las ventanas, porque los secretos dejan de serlo cuando las palabras bailan tan libremente a travs del agua. Pero sean cuales sean los rumores, el viejo no deja de hablar conmigo, sin duda porque se siente solo y porque la edad le ha doblado la fgura ponindola a mi misma altura, de modo que mi boca se sita junto a sus sordos odos y as l puede orme mejor que a los dems. Lleva viviendo en el mismo barrio ochenta y un aos, y lo recuerda todo, desde el gran incendio ocurrido en los astilleros, que se inici por la chispa de un casco de caballo, hasta la gran batalla de Agnadello, casi veinte aos atrs, cuando Venecia fue derrotada por una alianza de estados italianos, y el gobierno estaba tan avergonzado, dice el viejo, que proces a sus propios generales, y todo lo que se pudo or durante das eran gemidos en las calles y sobre el agua. Venecia, tal como el viejo nunca cesa de decir a todo el que est dispuesto a escuchar, era la ms grande ciudad del mundo entonces, pero ahora las prostitutas amenazan con ser ms numerosas que las monjas, y por todas partes reina la blasfemia, la mofa y el pecado. Aunque me proporcionara el mayor de los placeres creerlo la ciudad que l describe hara seguramente nuestra fortuna, la impotencia a menudo convierte a los viejos en gruones, porque, a medida que la muerte se acerca, resulta ms confortante imaginar que uno est abandonando el Inferno para ir al Cielo, que lo contrario. * * * No obstante, aquellos primeros meses en que mi ama estaba confnada en casa y yo me iba abriendo camino entre los canales, las historias del viejo sonaban dulcemente en mis odos y lo convertan en mi historiador y mi primer gua. En primer lugar, sin embargo, haba solamente sueo, un gran y profundo pozo de sueo, nuestros cuerpos vidos de la inconsciencia que acompaa a la seguridad. En la habitacin situada sobre el canal, mi ama yaca en el lecho de su madre como una muerta. Yo me echaba en un jergn que haba puesto junto a la puerta, de modo que mi cuerpo era como una cerradura contra la malvola curiosidad de la vieja. Pienso a veces en ese sueo ahora, porque nunca he experimentado nada parecido, ni antes ni despus: tena tanta dulzura que podra haberme sentido tentado de cambiar el Paraso por la promesa de un olvido tan profundo. Pero no estbamos dispuestos a morir, y la maana del tercer da me despert bajo unos rayos de luz que atravesaban los rotos postigos y acuciado por las punzadas del hambre. Me acord de nuestra cocina en Roma; del pescado asado, con su piel crujiendo y borboteando al salir del horno, del intenso sabor del capn relleno de romero y ajo, y de la manera en que la miel caliente rezumaba de las tartas de almendra de Baldesar, de tal modo que uno casi tena que comerse los dedos para quedar satisfecho. Mi mano se dirigi al bulto que tena junto a la ingle, del tamao de un pequeo volumen de Petrarca, una bolsa de esmeraldas y rubes y perlas, una forma ms tranquilizadora para m que cualquier despertar del deseo. Mi ama segua durmiendo, su rostro medio enterrado en el colchn, el sucio turbante rodendole an la cabeza. Abajo, en la hmeda cocina, Meragosa salud mi llegada con un grito como de un loro ensartado, igual que si un ncubo del diablo acabara de entrar en la habitacin. En una sartn herva un humeante lquido que otrora haba contenido quizs la esencia de los huesos de un animal, pero de lo que a estas alturas quedaba muy poco provecho se poda sacar. Cuando le pregunt qu ms haba en la casa, se puso nerviosa y volvi a gritar, escupiendo insultos movida por el pnico. Aunque existen muchas cosas crueles en la vida, no hay nada tan mezquino como una vieja puta, porque si bien sus cuerpos se han relajado, sus apetitos permanecen agudos, atormentndolas con recuerdos de barrigas llenas y ropa lujosa, que ahora saben que no volvern a tener. De manera que cuando le pregunt la direccin de un buen prestamista, la batalla entre la sospecha y la codicia se refej claramente en su cara. Por qu? Qu tenis para vender? pregunt, sus ojos recorriendo astutamente todo mi cuerpo. Lo sufciente para echar carne en tus gachas. Aqu los nicos que prestan dinero son los judos dijo categricamente, y luego me lanz una maliciosa mirada. Pero todo el mundo sabe que engaan a los forasteros. Sera mejor que yo hiciera el trato. Me arriesgar. Dnde los puedo encontrar? Dnde? Oh, aqu en Venecia tienen su gueto. Es fcil. Sonri. Si se conocen los alrededores. Y gir en redondo, dndome la espalda y dedicando toda su atencin a la cocina. * * * Del laberinto que es esta ciudad hablar ms tarde. Est su leyenda, de todos modos, hecha de historias de visitantes ricos demasiado mezquinos para contratar a guas, y que acaban fotando en canales traseros con la garganta cortada y sin sus bolsas. Yo sal a pie. Nuestra puerta trasera daba a una calle apenas lo bastante ancha para que la cruzaran dos personas a un tiempo. sta a su vez conduca a otra y, por encima de un puente, a otra, que fnalmente daba a una pequea plaza, o campo como ellos la llaman. Fue aqu donde me top con mi anciano, cerca de su amado pozo, y aunque su acento era basto, sus gestos eran bastante sencillos. Ms tarde, cuando dudaba del camino, las calles estaban ya llenas de gente que iba y sala de la iglesia. Y los comerciantes a los que pregunt me dieron unas indicaciones exactas, porque, tal como pronto aprend, no es infrecuente que los venecianos vayan directamente de Dios a los judos a pedir dinero, siendo el sacramento del comercio sagrado para un Estado basado en la transaccin. El gueto, cuando lo encontr, era una pequea ciudad dentro de una ciudad, acordonada por muros y grandes puertas de madera; en su interior, casas y tiendas amontonadas y mezcladas. Las tiendas de los prestamistas estaban sealadas por toldos azules que gualdrapeaban como velas al viento. La que eleg estaba dirigida por un joven de unos ojos negros y dulces, y un rostro alargado, que pareca ms largo por sus desordenados rizos. Me llev a una habitacin trasera, donde examin nuestras dos ltimas esmeraldas muy detenidamente con una lente especial, pues Venecia era famosa por lo exquisito de sus cristales, tanto para el aumento como para la falsifcacin. Luego explic las condiciones del depsito tal como las estableca el listado, me alarg un documento para frmar, y cont mis monedas. Durante toda esta transaccin me trat con admirable cuidado, sin mostrar la menor sorpresa por mi estatura (su atencin se diriga a las joyas ms que a m), aunque, si me entinaba o no, bueno, cmo podra haberlo sabido, excepto por la sensacin en mis tripas, que estaban demasiado confundidas por el hambre? Fuera, bajo el calor, el olor de mi propio cuerpo sin lavar se hizo tan penetrante como la ciudad que me rodeaba. En una tienda de objetos de segunda mano situada al borde del gueto compr una chaqueta y unos pantalones que poda recortar para que me sentaran bien, y algunas combinaciones limpias para mi ama. De camino, eleg cosas fciles de digerir: pescado blanco hervido en su propio jugo, verduras cocidas y pan blando, natillas con vainilla y media docena de tortitas de miel, menos cremosas que las de Baldesar pero lo sufciente para hacerme babear cuando las vi en mi mano. Me com una en plena calle, y para cuando encontr el camino de retorno, la cabeza me daba vueltas por la dulzura. A travs de la oscuridad de la escalera, llam a Meragosa, pero no obtuve ninguna respuesta. Dej algo de comida en la mesa y me llev el resto con una botella y unos desportillados vasos de vino aguado a la habitacin. Arriba, mi seora estaba despierta y sentada en la cama. Me mir al entrar, pero volvi la cabeza rpidamente. Los postigos y las ventanas estaban abiertos y su cuerpo apareca libre de envolturas, con la luz a sus espaldas. Era la primera vez en muchas semanas que se haba sentido lo sufcientemente segura para desnudarse, y su silueta mostraba claramente los estragos del viaje. Donde su carne haba estado otrora rellenita, sus clavculas asomaban ahora como planchas de madera, en tanto que sus costillas eran como el esqueleto del casco de un buque presionando duramente contra su delgada piel. Pero era su cabeza la que presentaba un peor aspecto: con el turbante deshecho, la mirada se vea instantneamente atrada hacia la costrosa y recortada confusin que era su cabello, y la dentada cicatriz que se iniciaba en la parte superior de su frente y se adentraba zigzagueando en su cuero cabelludo. Durante meses habamos estado demasiado concentrados en sobrevivir para prestar mucha atencin al futuro. Aquel temprano optimismo de la noche en el bosque se haba disuelto bastante deprisa en cuanto volvimos al camino. A medida que el ejrcito iba desapareciendo, los refugiados acababan tan ansiosos por robarse mutuamente como por salvarse, y para cuando llegamos al puerto donde podamos embarcarnos hacia Venecia, la mayor parte de las embarcaciones haba sido ya requisada por los soldados cargados con su botn romano. En las sofocantes semanas que siguieron, mi ama cay presa de la febre, y aunque yo haba hecho todo lo posible por sus heridas con los ungentos que pude hallar, resultaba evidente ahora, a la luz ms cruel de nuestra seguridad, que no haba sido sufciente. Por la expresin de sus ojos, supe que Fiammetta era consciente tambin de ello. Sabe Dios que ella no era an fea: el cristal tallado de aquellos ojos verdes por s solo hubiera captado la atencin de cualquier hombre en la calle. Pero las grandes ciudades estn llenas de mujeres que pueden ganarse su prxima comida levantndose las faldas. Son las que te hechizan con algo ms que con su sexo las que mandan en las casas y disponen libremente de la ropa que pasean. Y para eso primero tienen que amarse a s mismas. Saqu el pescado, las verduras y el vino, aunque slo pude encontrar un cuchillo mellado y un tenedor roto, que dej con ceremonia sobre sus rodillas, y a su lado un vestido limpio. Estando tan cerca, pude notar que las cortinas que rodeaban la cama conservaban an el olor de la enfermedad de su madre entre sus pliegues. Aquella maana representaba algo ms que la prdida de su aspecto. Es domingo dije alegremente y hemos dormido durante tres das. El sol brilla, y los prestamistas aqu son judos que pagan precios justos por las buenas gemas. Empuj el plato cerca de sus dedos. La carne del pescado es tierna, aunque algo sosa. Cmelo lentamente. Ella no se movi, sus ojos fjos en la ventana. No te gusta? Son natillas, o tortas de miel si lo preferes. No tengo hambre dijo ella, y aquella voz, generalmente tan experta en la meloda, era ahora montona y apagada. Me haba dicho en una ocasin, poco despus de conocernos, que en la confesin a menudo se senta apremiada a decidir qu pecados admitir primero, pues aunque la vanidad, junto con la fornicacin, constituan una parte necesaria de su profesin, era la glotonera la que ella vea como su mayor debilidad, porque desde que era una nia haba adorado la comida. Eso es porque tu estmago se ha encogido. Los jugos volvern a funcionar en cuanto empieces a comer la inst. Me sent al fnal de la cama con mi propio plato y comenc a comer, llenndome la boca de pescado, lamindome la salsa de los dedos, concentrndome en la comida pero sin perder de vista sus manos, para ver si se movan. Durante unos momentos el nico sonido que se oy fue el de mi masticar. Un bocado ms y volvera a intentarlo. Deberas habrmelo dicho. Ahora haba aspereza en la voz de mi seora. Me tragu el bocado. Decirte qu? Ella hizo chasquear la lengua. Cuntas joyas nos quedan? Cuatro perlas, cinco rubes y la nica joya grande de tu collar. Esper. Ms que sufciente. Sufciente para qu? Un milagro? Fiammetta... Dime... Por qu te resulta tan difcil mirarme, Bucino? Te estoy mirando dije, levantando la cabeza y mirndola directamente . T eres la que aparta la mirada. Ahora ella se volvi hacia m, sus ojos tan verdes y fros como las dos esmeraldas que yo acababa de empear para comprarnos comida. Y? Qu ves? Veo una hermosa mujer con la suerte del diablo, necesitada de comida y de un buen bao. Mentiroso. Vuelve a mirar. O quizs necesitas ayuda. Su mano se desliz bajo la mugrienta sbana y sac un espejito con el dorso de marfl. Antao, en Roma, apenas poda dejar pasar una hora sin comprobar su belleza, pero con el diablo pisndote los talones, te mueves demasiado deprisa para que quede tiempo para la vanidad, y los espejos son escasos en un buque de carga. Dio vueltas al mango del espejo entre sus dedos, mientras el sol se refejaba en su superfcie, enviando prismas de luz por toda la habitacin. Al parecer, Meragosa vendi todo lo que pudo arrancar del suelo, pero lo que no saba que exista no lo pudo robar. Estaba entre los listones de la cama. Cuando yo era joven, se era el lugar donde mi madre guardaba el dinero que ganaba. Me lo tendi. Era pesado, pero el cristal segua siendo bastante bueno para cumplir su funcin. Capt el vislumbre de un rostro bajo la gran cpula deformada de una frente, y slo por un instante volv a sorprenderme de m mismo, porque, a diferencia del resto del mundo, yo no verifco mi fealdad a diario. Comparada conmigo, mi ama es una Venus recin nacida. Pero bueno, no es mi aspecto con el que nos ganamos la vida. Me he estado mirando en ese espejo desde que era una nia, Bucino. Estudiar mi imagen formaba parte de mi preparacin. El espejo era un regalo que mi madre recibi de un hombre que tena una tienda en la Merceria. Estaba montado en la pared, junto a la cama, y cubierto por una cortinilla para proteger la plata del sol. Debajo haba una estantera, donde mi madre guardaba frascos de aceites y perfumes, y ella me lo descolgaba cada da para que yo me viera... El hambre distorsiona el mundo tanto como el cristal deslustrado la interrump. Come algo y luego hablaremos. Ella movi la cabeza con impaciencia. ... y cada vez que yo me miraba, ella deca: No hago eso para que te vuelvas vanidosa, Fiammetta, sino porque tu belleza es tu regalo de Dios y debera ser utilizada, y no despilfarrada. Estudia esa cara como si fuera un mapa del ocano, tu propia ruta hacia las Indias. Porque te traer su propia fortuna. Pero siempre concede crdito a lo que el espejo te diga. Porque, aunque otros tratarn de halagarte, l no tiene ninguna razn para mentir. Se detuvo. Yo no dije nada. As que, Bucino, est mintiendo ahora? En tal caso, haras bien en decrmelo, porque ahora nosotros somos los nicos marineros que quedan juntos en esta empresa. Hice una profunda inspiracin. Si hubiera tenido sufciente ingenio, supongo que podra haber adornado la verdad un poco, ya que ella haba vivido toda su vida bajo la rica caricia del cumplido, y, con l, su espritu se animara tanto como su cuerpo. Si hubiera tenido sufciente ingenio... Ests enferma dije. Y tan delgada como una puta callejera. Las difcultades te han consumido. Pero se trata slo de carne, y la comida te har ganar carnes. Palabras bien elegidas, Bucino. Me cogi el espejo de la mano y lo sostuvo brevemente en alto, frente a ella. Bueno, ahora dijo hblame de mi cara. Tu piel est plida. El cuero cabelludo est lleno de costras, tienes poco pelo, y se ve un corte que se adentra en tu cabello. Pero el brillo lo recuperars, y, si moldeas adecuadamente el cabello, en cuanto vuelva a crecer disimular los defectos. En cuanto vuelva a crecer! Mrame, Bucino. Estoy calva. Y su voz sonaba como el gemido de un nio. Ests rapada. No. Calva. Baj su cabeza hacia m, mientras sus dedos se deslizaban por su cuero cabelludo. Mira! Toca! Aqu. Y aqu. No hay ningn cabello, o ninguno que vuelva a crecer. Mi cabeza es como los surcos en la tierra despus de una sequa. Tcala. Mrala. Estoy calva. Oh, dulce Jess... Esto es lo que he sacado del rencor de aquellas demacradas vacas alemanas. Yo debera haberme levantado las faldas en el vestbulo y dejado que los hombres me tomaran. Las vergas de dos docenas de protestantes hubieran sido ms fciles de soportar que esto. Lo crees as? Y qu hubiera pasado una vez que hubieran convertido su lujuria en tu pecado y nos hubiesen asesinado a todos para mitigar su sentimiento de culpa? Ah! Al menos hubiramos muerto ms rpidamente. Ahora moriremos de hambre lentamente a causa de mi fealdad. Mrame. De qu vale mi talento en la cama ahora? Estoy calva, maldita sea, Bucino. Y nosotros estamos perdidos. No dije yo con tanta decisin en la voz como la suya. Yo no estoy perdido, aunque t tal vez lo ests. Lo que s ests es medio muerta de hambre y enferma de melancola y melodrama. Y cundo te he dado permiso para insultarme? Cuando t empezaste a insultarte a ti misma. Somos socios, recuerdas? Fuiste t la que prometiste que si yo poda arrastrar mi esqueleto hasta aqu, podramos hacer que esto funcionara. Qu es esta cinaga de autocompasin? Tu madre no te ense esto. Ahora podramos estar siendo comida para los gusanos, como la mitad de los romanos. Con los ungentos adecuados sobre tus heridas, y un fuego en tu estmago, podramos estar comiendo otra vez en platos de plata antes de que venga el prximo verano. Pero si te afeitaron el espritu cuando te afeitaron la cabeza, entonces mejor que me lo digas ahora, porque yo no vine a este pozo negro de ciudad, donde las alcantarillas discurren como venas al aire libre y donde yo soy apenas algo mayor que las ratas, para que t nos abandones ahora. Me baj de la cama. Hay algunos que dicen que es divertido observar cuando los enanos adoptan posturas poco dignas, y que, cuando golpean el suelo con los pes, los reyes y los nobles se ren. Pero mi ama no se estaba riendo. Volver cuando en tu estmago haya algo ms que bilis. Me dirig hacia la puerta y permanec all un largo momento. Cuando mir hacia atrs, Fiammetta estaba sentada mirando fjamente el plato, apretando los dientes, y, aunque ella no lo reconocera ms tarde, las lgrimas se deslizaban por sus mejillas. Aguard. Ella alarg la mano y tom un poco de pescado. Observ cmo los trozos de pescado entraban en su boca, vi cmo se formaban hilillos de saliva en las comisuras de sus labios cuando obstinadamente masticaba. Olisque y tom un sorbo del vaso. Yo permanec donde estaba. Ella tom otro bocado y luego otro sorbo de vino. Cuando mi madre se march de Roma tena lo sufciente para vivir bien aqu dijo Fiammetta con un ardiente susurro. Era todo lo que ella deseaba. Volver a esta casa y vivir como una dama. Sin embargo, todo lo que queda aqu es mugre y enfermedad. No s lo que pas en este lugar. Yo tena muy pocos recuerdos de mi madre. Muri cuando yo era todava joven. Algunas personas decan que fue por la carga de haber dado a luz semejante monstruosidad, pero yo no creo eso, porque en el nebuloso revoltijo del pasado aparece la cara de una mujer sonrindome, sostenindome, deslizando sus dedos por encima de mi cabeza como si sta fuera algo digno de maravilla en vez de vergenza. Yo haba conocido a la madre de mi ama durante casi dos aos, cuando mi empleo coincidi con su creciente nostalgia en Roma y su decisin de marchar. Sin duda ella haba sido una belleza antao, porque tena todava un porte de dama ms que de puta, pero su expresin se haba vuelto angulosa de tanto contar monedas. Durante los primeros seis meses, me vigil como un halcn espa a un ratn en la hierba, esperando a que salga lo sufcientemente al descubierto para saltar sobre l, y ella hubiera convertido mi hgado en comida para los perros de haber descubierto que faltaba un solo cntimo en las cuentas de la casa. Algunos diran que ella haba vendido a su nica hija como prostituta para proporcionarse una buena vejez. Pero todos los moralistas que he conocido, o bien viven de la Iglesia, o tienen fortuna propia para alimentar su beatera, y, all de donde yo vengo, nadie con un negocio productivo sera tan tonto como para no ensear los trucos de ste a sus hijos. Todo lo que s es que madame Bianchini era una mujer decidida y un puo tan cerrado como el agujero del culo cuando se trataba de dinero. Cuando estaba en sus cabales, hubiera hecho falta alguien ms que Meragosa para estafarla. Aunque mi ama la ech de menos cuando se march, estaba bien preparada para entonces y no era de esas que dan vueltas a lo que no pueden tener. Eso tambin se lo ense. Hay veces, sin embargo, incluso en los mejores aprendices, en que la desesperanza es ms fuerte que la voluntad. Regres a la cama y me sent a su lado. Ella se frot los ojos con el dorso de la mano. Recuerdas lo que dicen, Bucino? pregunt. Que si duermes en una cama en que haya muerto alguien, t tambin ests condenado si no ha sido santifcada con agua bendita. S, y esas mismas personas dicen que Dios no deja que nadie muera el mismo da en que ha ido a misa. Sin embargo, la tierra engulle a montones de piadosas viudas y monjas cada da. Y qu? Nunca has odo eso? No dijo ella, y su sonrisa encendi la chispa de su espritu por ese instante. Alarg su vaso y lo volvi a llenar. Tom un largo trago esta vez. No crees que fuera la sflis, verdad? Yo no vi signos de eso en ella, y seguramente no lo hubiera dicho de haberlo sido. Pero todo el mundo sabe que en esta ciudad anida ms an que en Roma. Barcos y fornculos... van juntos. Es lo que solan decirme. Me mir. Te has puesto en contra de esta ciudad tan pronto, Bucino? Ya te advert que olera peor en verano. Negu con la cabeza y ment con los ojos. En otro tiempo ella lo habra notado. Haba una muchacha, cuando vivamos aqu dijo. Era joven, quizs slo unos pocos aos mayor que yo... Se llamaba Elena no s qu, pero solamos llamarla La Draga. Tena algo que la haca caminar de forma extraa, y sus ojos no vean, pero era inteligente y saba de plantas y curaciones. Mi madre obtena pociones de ella. Haba un lquido. El Cordial de las Cortesanas, lo llambamos. Agua bendita y rin de yegua reducido a pulpa. Juro que eso es lo que mi madre deca que era. Te haca sangrar si ibas retrasada. La Draga poda hacer toda clase de cosas. Me cur una vez de unas febres cuando todo el mundo pensaba que me iba a morir. Se toc el corte sobre su frente. Si pudiramos ponernos en contacto con ella, creo que La Draga podra saber qu hacer con esto. Si est en Venecia, la encontrar. Cunto obtuviste por las esmeraldas? Se lo dije, y ella asinti con la cabeza. No creo que me timara dije. Y ella se ri. Si lo hizo, habra sido el primero apostill. Fuera, una gorda gaviota pas volando bajo, gritndole al sol. Fiammetta mir por la ventana. Sabes?, el aire es mejor en los grandes canales. Muchas de las grandes mansiones tienen jardines, con franchipanes y espliego y cenadores de jazmn silvestre enredado. Cuando mi madre estaba en su momento de ms xito, la invitaban a veces a esos lugares. Volva por la maana, al da siguiente, y me despertaba. Mtete en la cama y hblame de los ricos anftriones, de la comida y los vestidos, le deca yo. Algunas veces traa un capullo o algunos ptalos que haba escondido en su vestido, aunque en mi opinin olan tanto a jardn como a hombre. Ella trataba de encontrar las palabras adecuadas para hacer que yo pudiera imaginrmelo todo. Tan dulce como la Arcadia, era la imagen con que me lo pintaba. Volvi la mirada hacia m, y supe que el peligro haba pasado. Tan dulce como la Arcadia. Ahora eso sera de lo ms deseable, no te parece, Bucino? CAPTULO 03 Abajo, la cocina est an vaca y la comida intacta. En el cerrado ambiente de la habitacin, con el vientre lleno, mi propio tufo sube hasta obstruir las ventanillas de mi nariz. Apuntalo una silla rota contra la puerta, mezclo un balde de agua de la estufa con algunas tazas del cubo del pozo, y me quito mis ropas sudadas y tiesas. En Roma solamos lavarnos con jabn veneciano, tan perfumado y graso que casi te daban ganas de comerlo, pero aqu hay slo un pedacito de dura pastilla, que, si lo froto mucho, forma una delgada espuma, sufciente para arrastrar algunos piojos, aunque dudo que con eso consiga suavizar mi olor. El camino se ha cobrado su tributo conmigo tambin, mermando la redondez de mi cuerpo y adelgazando mis muslos, de manera que la piel de stos aparece fcida. Me enjabono las pelotas lo mejor que puedo, y las sostengo en mi mano durante un momento, mi pene arrugado como una babosa en salazn. Ha transcurrido algn tiempo desde que fuera tan provechosamente empleado como mi ingenio. Aunque no se obtiene ningn benefcio de una estatura achaparrada (si no tienes en cuenta los oohs y aahs de una aburrida multitud que contempla a un enano haciendo juegos malabares con fuego y que luego da brincos como si se hubiera quemado), mi cuerpo y yo tenemos que convivir al menos unos treinta aos ms y me he llegado a encariar con su extrao aspecto... que, a fn de cuentas, no es tan extrao para m. Jorobados, lisiados. Enanos. Nios cuya boca est unida con su nariz. Mujeres sin aberturas para tener bebs. Hombres con pechos adems de pelotas. El mundo est lleno de deformidades provocadas por el demonio, aunque la verdad es que la fealdad es mucho ms corriente que la belleza. En tiempos mejores yo generalmente fui capaz de encontrar sufciente placer cuando lo necesit. Mientras que los hombres estn dominados por sus pollas, las mujeres, he descubierto, son unos animales ms curiosos, incluso ms maliciosos, y aunque tal vez echan de menos la carne perfecta, tambin pueden sentir anhelo por la novedad, son susceptibles al halago hecho con gracia, y pueden llegar a disfrutar ciertos gustos nacidos de la experiencia aunque no quieran admitirlo en pblico. Y as ha ocurrido conmigo. Sin embargo, ni siquiera en las ms aventuradas de las casas, la suciedad y la pobreza se consideran afrodisacos. Estoy enjuagado, y ponindome mis nuevas ropas viejas, cuando la silla rasca contra la madera del suelo y Meragosa se abre camino empujando la puerta. Sobre la mesa, mi bolsa est cerca del plato de comida. La cubro con la mano rpidamente, aunque no tan deprisa que sus estrechos ojos no lo capten. Quieto... dulce Jess! Se estremeci teatralmente de disgusto. La rata se ha mojado fnalmente. Encontraste a los judos entonces? S. Eso es para ti. Muevo el plato. Si lo quieres. Mete un dedo en el plato de pescado. Cunto te cost? Se lo digo. Te han engaado. La prxima vez dame el dinero, y yo misma lo comprar para ti. Pero se sienta y empieza a comerlo rpidamente. Yo me quedo de pie observando durante un rato, luego acerco hacia ella la rota silla. La mujer se aparta bruscamente. Mantente alejado. Quizs te hayas lavado, pero aun hueles como una cloaca. En la batalla entre su necesidad de mantener abiertas las cuerdas de la bolsa y su visceral aversin, tiene problemas para guardar el equilibrio. Yo me echo cuidadosamente hacia atrs en la silla, manteniendo los ojos sobre ella mientras come. Tiene la piel como una bolsa vieja de cuero, y en su boca apenas hay dientes. Parece como si hubiera sido fea desde siempre. Desde el plpito, su fealdad constituira una prueba de sus pecados, pero debi de haber una poca en que incluso estaba tan apetitosa como un melocotn maduro, una poca en que sus clientes vean frescura ms que decadencia. Cuntas horas me he pasado observando a viejos de cuello de molleja de pollo tratando de no babear ante la carne de mi ama, mientras intercambiaban comentarios platnicos sobre cmo su belleza era un eco de la perfeccin de Dios? La palabra pecado nunca se escapaba de sus labios. Uno de ellos incluso mandaba sonetos amorosos en los que las rimas discurran entre lo carnal y lo divino. Nosotros los leamos juntos en voz alta y nos reamos. La seduccin es bastante divertida cuando no es uno quien sufre su engao. Conoces a una mujer llamada La Draga? digo al cabo de un rato. Su verdadero nombre es Elena no s qu. Elena Crusichi? Levanta la vista brevemente. Quizs s. Quizs no. Qu quieres de ella? Mi ama necesita verla. Mi ama, eh? Necesita ver a La Draga. Bueno, vaya sorpresa. Qu quiere que le haga? Tejerle una peluca? Lo que haga para ella no es asunto tuyo, Meragosa. Y si quieres mantener llena la panza, debers andar con cuidado con lo que digas. Por qu? Por el tamao de tu bolsa? O quizs porque tengo a una famosa cortesana romana arriba? La he visto, recuerda. Sub y ech una buena ojeada mientras estabas fuera. Ya no ser el tesoro de nadie. Oh, lo era, de acuerdo. Fue la ms apetitosa virgencita de Venecia durante un tiempo. Entrenada para hacer que a un centenar de pasos la lengua de un hombre le colgara de la boca. Pero eso desapareci. Su coo ya no est prieto, y le han quemado la cabeza hasta las races. Es un monstruo sin fortuna. Igual que t, hombre rata. Cuantas ms pestes echa, ms tranquilo me siento. A veces, as es como reacciono. Qu le pas a la madre de mi ama, Meragosa? Ya os lo dije. Se muri. Quieres saber cmo? Se pudri por culpa de las enfermedades contagiadas por un centenar de hombres, as fue. Clava su tenedor en los restos del pescado, soltando un bufdo. Y yo tuve que permanecer a su lado y oler aquel tufo. Ahora, por primera vez, comprendo por qu la madre de mi seora se haba marchado de Roma, porque siempre me haba parecido una mujer ms motivada por el negocio que por la nostalgia del hogar. Pero ningn hombre anhela carne joven fresca cuando en ella anida la sflis. Debi de haberlo sabido ya entonces. Mejor morir en privado y dejar a tu hija el botn. Me espero hasta que ella toma otro bocado. Realmente, Meragosa, te equivocas digo con calma. Y levanto la bolsa en mi mano para que las monedas entrechoquen con los rubes. Eso no es lo que pas. Qu quieres decir? Quiero decir que la madre de mi ama estaba completamente bien cuando vino aqu. De hecho, pas sus ltimos aos felizmente, bien cuidada y asistida. Entonces, hace seis meses, cogi unas febres. T la cuidaste e hiciste sus ltimos das tan confortables como pudiste, dada tu lealtad hacia ella, y la pobre se muri rpidamente y sin dolor. Un fnal triste pero no tan espantoso. Lo recordars? Su boca estaba abierta, y vi trozos de pescado pegados a sus dientes. Volv a agitar la bolsa. Pero ella ya haba captado la idea. Se la vea contando las monedas. Oferta y contraoferta. Cuando mi seora te pregunte cmo fue, eso es lo que le vas a contar. Suelta un bufdo y con l un trozo de comida, que da contra la mesa, junto a mi brazo. Lo ignoro. Deslizo mi mano en la bolsa y saco un ducado de oro, que dejo en la mesa, entre nosotros. Si dices eso, si se lo cuentas a mi ama de forma que ella se lo crea, te garantizo que, del mismo modo que esta moneda est aqu ahora, habr comida en la cocina cada da del ao, y un vestido nuevo para ti el da de Todos los Santos. Y que, hasta que te mueras, estars acompaada y cuidada, en vez de ser arrojada a la basura como la vieja bruja que eres. Ella hace un torpe movimiento hacia la moneda. Sin embargo... Y como un malabarista, incluso uno que anda escaso de prctica, puedo moverme tan rpido como un mono cuando le hace falta, me levanto y me pongo con la cara junto a la suya antes incluso de que ella tenga tiempo de gritar. Sin embargo, si no lo haces as y aunque ella est gaendo como un animal, tambin escucha, porque mi boca est tan cerca de su oreja que no es posible que se pierda una palabra, entonces te prometo que morirs mucho ms pronto, deseando que realmente yo fuera slo una rata. Slo que para entonces habrs perdido tantos dedos y fragmentos de tu carne que la gente se maravillar de que el diablo te haya estado chupando las tetas mientras dormas. Y mientras digo esto, abro la boca completamente, de modo que, incluso mientras se echa para atrs, no puede dejar de ver los dos puntiagudos y aflados colmillos que ocupan un lugar preferente en el techo de mi paladar. As que digo, apartndome de ella y empujando la moneda a travs de la mesa, hablemos de La Draga. * * * Se marcha, y est fuera tanto rato que llego a preguntarme si no habr simplemente cogido el ducado y huido. Pero ni la amenaza de mis colmillos de rata la convencera de que me dejara acompaarla. Esta curandera, al parecer, acudir slo gracias a un mensaje, y aun entonces nicamente ir a ver a aquellas personas que ha conocido, o de las que tiene noticia. Es casi el crepsculo cuando fnalmente llegan. Para entonces, mi ama se ha vuelto a dormir, de modo que primero vienen a verme a m a la cocina. Me he pasado la mayor parte de mi vida observando las reacciones de la gente cuando entro en una habitacin. Me he llegado a familiarizar tanto con ellas que puedo distinguir el miedo del asco, o incluso de la compasin fngida, antes de que esas expresiones se hayan instalado en sus rostros. De modo que resulta para m ahora una novedad ser el espectador ms que el objeto del espectculo. A primera vista, ella parece tan pequea que podra casi ser una nia, aunque pronto se hace evidente que esto se debe en parte a su columna vertebral, que se tuerce tanto a la izquierda que ella tiende a compensarlo elevando ms un hombro que el otro. Por lo que se refere a su edad, bueno, es difcil decirla, porque el dolor incesante produce ms dao a una persona que el placer desenfrenado, especialmente en el caso de un joven. En su caso, el impacto se aprecia ms en su cuerpo. De hecho, la visin misma de su cara, atrapada como est entre la belleza y el horror, casi le detiene a uno el corazn. La piel es suave y de una palidez espectral, cubriendo los huesos con el sufciente cuerpo y volumen para dibujar un perfl casi hermoso. Hasta que levanta la mirada hacia ti. Porque tiene unos ojos que han salido de la tumba; pozos de muerte blanca, muy abiertos, feroces, revelando una capa de lechosa ceguera. Hasta yo, que estoy familiarizado con el impacto de la fealdad, me siento asaltado por la locura que me parece ver en su mirada. A diferencia de m, La Draga no tiene que sufrir la mirada del mundo contemplando boquiabierto su deformidad. Realmente, no parece que le preocupe. Y si siente algo, no lo demuestra. Me levanto para saludarla y le ofrezco una silla, pero ella la rechaza. He venido por la seora Fiammetta. Dnde est? Y se queda absolutamente inmvil delante de m, tensa y observando la habitacin que la rodea como si pudiera verla de alguna manera. Est... arriba. Ella asiente. Entonces ir a su lado inmediatamente. T eres... su sirviente, verdad? Bueno, em... s. Y ahora su cabeza se inclina, como para captar mejor mi voz, y su frente se arruga ligeramente. Cun pequeo eres? Cun pequeo soy? Me pilla tan desprevenido esta franqueza que reacciono antes de pensar. Por qu?... Cun ciega eres t? En la puerta, veo a Meragosa sonriendo afectadamente. Maldita sea. Por supuesto. Ya s que eres un enano, seor. Una sonrisa se dibuja en su cara, aunque parece torcida. Pero aunque no lo supiera, es bastante fcil averiguarlo. La silla se movi cuando te levantaste, pero tu voz sigue saliendo de aqu. Y alarg su mano, sealando exactamente mi estatura. Pese a mi resentimiento, me qued impresionado. Entonces ya sabes lo pequeo que soy. Pero son tus miembros los pequeos, verdad? Tu cuerpo tiene el tamao de un hombre. S. Y tu cabeza es grande por la frente, no? Como si te estuviera saliendo una berenjena. Una berenjena? En mis momentos de ms orgullo, la veo ms como la cpula de un casco de guerrero. No obstante, me imagino que berenjena la describira bastante bien. Perdname. Yo no soy el paciente digo malhumoradamente, porque no pienso darle a Meragosa el placer de una lista de mis deformidades. Bucino? La voz de mi ama nos llega por las escaleras. Es ella? Ha llegado? La Draga inclina nuevamente la cabeza, ms bruscamente esta vez, como para localizar el sonido, y durante ese segundo parece un pjaro reconociendo un canto cercano. Cuando se da la vuelta, yo ya estoy olvidado. Arriba, observo desde la puerta mientras las dos se saludan con un regocijo casi infantil, mi ama bajando de la cama y alargando sus manos hacia la curandera. Aunque La Draga quizs sea mayor, deban de ser todava unas nias la ltima vez que se vieron. Dios mo, cuntas cosas han pasado en todo este tiempo. Sea lo que sea de lo que se entere mi ama, me lo contar sin duda ms tarde. En cuanto a La Draga, bueno, sus dedos son sus ojos, mientras mueve sus manos por el cuerpo y el rostro de mi seora, y luego a travs de su cuero cabelludo, deslizndose por los requemados surcos y costras, descubriendo inmediatamente la lnea de la mal curada herida que va desde la calva hasta la frente. Dura mucho rato este examen, y la atmsfera de la habitacin cambia con l. Estamos en silencio ahora; hasta Meragosa est tensa a mi lado, esperando lo que La Draga pueda decir. Finalmente, ella baja las manos. Deberas haber venido a verme antes. Su voz es tranquila, y veo brillar el miedo en los ojos de mi ama. Lo hubiramos hecho, slo que estbamos ocupados salvando la vida digo yo frmemente. Signifca eso que no puedes ayudarnos? No dice ella, y se vuelve hacia m con ese pequeo y brusco movimiento de la cabeza que yo ya reconozco. Lo que quiero decir es que los remedios llevarn ms tiempo. * * * A partir de aquella noche, mi ama duerme en sbanas limpias, calentadas por las mentiras de Meragosa (dichas con el mismo gusto con que me dijo a m la verdad), y atendida por una especie de gorrioncito de mujer, tullida y ciega, cuyos ungentos y pomadas huelen tan rancio que en cuanto ella llega no veo el momento de salir a respirar el acre aire de la ciudad. Y as es como empezamos a vivir en Venecia.
SEGUNDA PARTE CAPTULO 04 A medida que mejora su salud y crece el cabello de mi ama, aumenta tambin mi conocimiento de la ciudad. Empiezo con lo que ya s: los callejones que salen de nuestra casa; del primero al segundo, el puente, y del tercer callejn a un campo. Sus amontonados edifcios, su pequeo pozo de piedra, su iglesia, el horno del panadero, cuyo olor a pan caliente atrae a una pequea multitud cada maana. Todo esto despide ms una atmsfera de pueblo que de una gran ciudad. Pero toda ciudad tiene que empezar en alguna parte, y mi anciano me cuenta que cuando Venecia naci de la laguna, al principio haba slo docenas y docenas de diminutas islas formadas por grupos de casas hundidas al azar en el agua de la marisma y donde todo el mundo iba a todas partes en bote. Pero a medida que cada comunidad se fue haciendo mayor, con su propia iglesia y su campo y su pozo de agua potable, poco a poco se fueron uniendo lo mejor que pudieron mediante ms edifcios y puentes, hasta que se form una ciudad donde las principales vas pblicas eran lquidas y el sentido de la vida era el mar. Si esto es fccin o realidad, lo ignoro, pero me viene bien, porque ahora veo a Venecia como una serie de crculos ms grandes y ms pequeos, fundindose y superponindose, cada uno de ellos una fligrana de tierra y agua, como los encajes que las monjas fabrican para regalar a sus parientes. Cada da hago un crculo nuevo hasta que tengo trazada la mayor parte de la gran isla del norte en mi cabeza. Como un Teseo de los tiempos modernos, voy tejiendo hebras de recuerdos para ayudarme: la fachada de cierta casa con un mosaico de oro, el altar con una decapitada Madonna en una esquina, la rota rampa de un viejo puente de madera, el arco de un nuevo puente de piedra, los particulares olores que proceden de un callejn que conduce slo a la malsana agua. De esta manera puedo desplazarme desde el gueto judo, por las calles del mercado de la Merceria, a travs de la Piazza San Marco, por encima del convento de San Zaccaria, y a lo largo de una docena de pequeos canales, hasta las grandes murallas del Arsenal, sin mojarme los pies... Aunque se trata de una confanza bastante frgil, porque hay todava partes de la ciudad en las que incluso una brjula se confundira, donde los callejones estn tan doblados como clavos usados, y los canales son tan nudosos como las venas de la mano de una vieja. Mis sentidos se van aclimatando tambin. Comprendo mejor la lengua veneciana del viejo, porque mi vocabulario es tan extrao como el suyo ahora, y puedo retorcer la boca de tal manera que mi acento tenga sentido para los otros. En cuanto al olor, bueno, o bien ha conseguido cauterizar mis ventanillas de la nariz, o la llegada del tiempo ms fro, con sus lluvias y tormentas, ha limpiado un poco la ciudad. Durante el verano corra para escapar del olor, y ahora corro para protegerme del fro. Mientras tanto, los dedos videntes de La Draga estn curando el cuero cabelludo de mi ama, y su compaa le sana el espritu. El interior de nuestra casa, aunque es tan pobre como siempre, est coloreado ahora por la risa, del tipo que slo unas voces de mujeres pueden crear, de manera que hasta Meragosa ha perdido su cortante flo. El cabello de mi ama est ya largo como el de una monja rebelde, y el nuevo es grueso y tiene sufciente sol y miel en su color para formar un revuelto halo dorado alrededor de un rostro cada vez ms dulce, mientras que lo que otrora fuera el relmpago en zigzag de una herida es ahora la palidsima imagen de una cicatriz. Una dieta a base de comida buena ha rellenado su cuerpo, de manera que sus pechos empujan contra el encaje de su corpio, y aunque los vestidos que lleva desprenden an el perfume de otras mujeres, ella se muestra ferozmente crtica con las malas costuras y los fallos en la confeccin. De hecho, ha recuperado su humor tan deprisa que se lamenta de su inactividad, as que la semana pasada, despus de que nuestro judo de negros ojos hubiera cambiado otro rub, le compr un lad, un objeto de madera de pino y de sndalo de calidad inferior, pero provisto de cinco cuerdas y sufciente buen tono para hacer que sus dedos y su voz vuelvan a funcionar. Quizs ella puede oler la oportunidad en el aire. Porque recientemente la ciudad se ha librado a una enloquecida actividad comercial cuando los primeros barcos empezaron a llegar de Levante, empujados antes que otros aos por unos vientos favorables. Aunque he procurado no demostrarlo en su presencia, estos ltimos meses he echado de menos Roma, tanto por su sencillez como por su familiar corrupcin. Pero hasta yo estoy animado ahora. Desde el gran puente hasta los muelles de la isla septentrional, por todas partes reina el caos del comercio. El puente levadizo de Rialto tiene que abrirse para tantos barcos de altos mstiles que es casi imposible que la gente pueda cruzarlo, mientras que otras embarcaciones estn tan atareadas en el canal que crean sus propios puentes, un ejrcito de marineros y obreros formando cadenas humanas que transportan balas y cajones hasta la tierra. No hay mendigos ahora; incluso los tullidos ms profesionales recuperan la sufciente agilidad para ganarse el sueldo de un da. Se podra aprovisionar una vida entera con el contenido de estos barcos; seda, madera, piel, lana, marfl, especias, azcares, tintes, metales en bruto, piedras preciosas. Uno se siente rico mirndolo. En tanto que Roma gana el dinero vendiendo el perdn de los pecados, Venecia engorda alimentndolos. Gula, vanidad, envidia, avaricia... el material en bruto de todos ellos est aqu, y por cada caja y bala que entra o sale de la ciudad, hay una tasa que pagar al gobierno. Uno pensara que los gobernantes de este Estado deben de ser los ms ricos de la cristiandad. Por supuesto, no hay ningn rey, ni tampoco la tirana de una sola familia, que malgasten los benefcios. El dux, que pasa por bastante regio cuando lo sacan a pasear con su plumaje blanco y dorado, es una fgura ms de ceremonial que de poder, elegido por una serie de votaciones secretas tan retorcidas que ni siquiera mi viejo puede explicarme propiamente el proceso. Cuando se muera como este dux har bastante pronto, pienso, porque tiene ya un aspecto tan marchito como una bruja, su familia ser excluida de la siguiente votacin. De esta manera Venecia se enorgullece de ser una autntica repblica. Un hecho que todo el mundo conoce porque ella no deja de pregonarlo. En Roma, cuando los visitantes venecianos empiezan a ensalzar las virtudes y maravillas de su ciudad, la mayor parte de la gente se duerme bajo el peso de la hiprbole. En tanto que otras ciudades son ricas, Venecia es inapreciable... Mientras otras ciudades son seguras, Venecia es impenetrable. Venecia: la ms grande, la ms hermosa, la ms antigua, la ms justa, la ms pacfca. Venecia... La Serensima. Teniendo en cuenta este monstruoso orgullo, yo haba esperado ms ostentacin. Sin embargo, lo cierto es que los hombres que gobiernan este Estado tienen ms aspecto de sacerdotes que de gobernantes. Los ves por todas partes, en la gran Piazza San Marco y por todo el Rialto, con sus uniformes de largas y oscuras capas, ropas como togas echadas encima de un hombro, y un sencillsimo gorro negro sobre su cabeza. Reunidos cada sbado por la maana, cuando se celebra el Gran Consejo, tienen un aspecto de una gran bandada de bien cuidados cuervos. Mi ama es capaz de descifrar sutiles gradaciones de poder en el adorno de armio sobre marta cibelina o piel de zorro y en los variables matices de terciopelo ms oscuros, pero para comprender totalmente las reglas, uno tiene que haber nacido dentro de ellas, tu nombre en el momento del nacimiento, el matrimonio y la muerte, inscritos en un dorado libro guardado en el palacio del dux que comprueban los funcionarios para asegurarse de que el linaje no est contaminado por plebeyos. La modestia de los hombres, sin embargo, no es nada comparada con la invisibilidad de las mujeres. Y aqu mis andanzas tienen un objetivo ms urgente, porque, si vamos a ganarnos la vida, es trabajo mo olfatear la competencia. A fnales del primer mes, me siento desesperado. Aunque no existe ninguna ciudad en la cristiandad que no tenga unas leyes pensadas para mantener a las mujeres ms afortunadas y modestas, as como a las ms ricas de las fulanas, fuera de las calles, en Venecia estas leyes parecen funcionar de verdad. Los das de mercado se puede captar la visin de alguna que otra matrona con todos sus atributos contonendose sobre unos altos zapatos por el campo, toquetendose las joyas, y atendida por nerviosos sirvientes y ladradores perros. Pero en su mayor parte, las mujeres ricas viajan por el agua en embarcaciones cubiertas o permanecen secuestradas en sus casas. Las jvenes hacen lo que pueden para llamar la atencin las muchachas se atildan ruidosamente en las ventanas, pero hay que tener dos veces mi estatura para conseguir algo ms que una tortcolis, y cuando los jvenes petimetres, con sus tnicas y multicolores leotardos, lanzan sus anhelantes miradas hacia arriba (si los adultos son cuervos, los jvenes son loros chillones, todo pavoneo y plumaje), las muchachas se vuelven ridculas al instante, agitando los brazos y riendo tontamente, retirndose de manera apresurada de la vista por obra de algn oculto protector. Sin embargo, todo hombre necesita rascarse el picor a veces, y dondequiera que hay virtud pblica, siempre hay vicio privado. El principal burdel est cerca del mercado y del gran hotel donde viven los comerciantes alemanes. Con la entrada de los barcos, el negocio es estupendo, pero las putas trabajan a horas estrictas, su jornada dictada como el de cualquier otro veneciano por el repicar de la campana de la Marangona, y, para mantener la paz en las calles, son encerradas durante la noche. Si un hombre necesita alivio despus de la hora de cierre, tiene que arriesgarse al laberinto. Mi buen anciano fngi escandalizarse la primera vez que le pregunt adonde ir, pero dio la respuesta bastante deprisa. Una vez dentro de los callejones, el vicio crece como hongos, y si l no hubiera estado tan preocupado por el estado de su alma, podra mostrarle la ltima variedad: la Calle de las Tetas, donde las mujeres se instalan en los alfizares de las ventanas de los pisos superiores, como una grosera parodia de la riqueza, desnudas de cintura para arriba, y con los pies colgando para que todos puedan ver por debajo de sus faldas. Incluso aqu, no obstante, hay una estrategia; porque, tal como Meragosa lo cuenta a travs de su desdentada sonrisa, eso es idea del propio gobierno, porque el Estado siente cada vez ms pnico ante el nmero de jvenes que se encuentran en oscuros callejones complacindose mutuamente en vez de pecar de la forma en que Dios tiene pensado. Pero Venecia tiene algo ms que sodomitas que desafen su pureza. Durante aquellas largas y oscuras noches en que nos escondamos en las afueras de Roma, mi ama me aliviaba el espritu describiendo cuadros de la riqueza que obtendramos en su ciudad natal, y aprend entonces que la ciudad ofrece a la adecuada clase de mujeres buenas ganancias cuando llegan a la nobleza. Es un simple caso de matemticas contra moralidad. Si los gobernantes del libro de oro quieren mantener su riqueza intacta, tienen que limitar los matrimonios. Demasiadas hijas con ricas dotes y demasiados hijos con los que repartir la fortuna familiar signifcan desastre. De manera que, para mantener intactos los linajes, los conventos de monjas de Venecia rebosan de mujeres de buena cuna, y los palazzi familiares albergan a una hueste de solteros, hombres nacidos para la buena vida en busca de mujeres con el mismo buen gusto, pero de moral adecuadamente dudosa, que los mantengan servidos y entretenidos. Y entonces entra en escena la cortesana. Y en este sentido, siendo Venecia la ms prspera ciudad comercial de la cristiandad, oferta y demanda casan de maravilla. Del mismo modo que el palacio del dux contiene el Libro Dorado del Linaje, existe otro libro uno ms bien obsceno que aporta detalles de otra serie de ciudadanos. Un libro tan infame que incluso yo, que lo ignoraba todo de Venecia excepto el hecho de que es una gran repblica hundida en el agua que haba luchado contra los turcos para controlar el mar oriental, haba ya odo hablar de l antes de que viniramos. Se trata del Registro de Cortesanas: una lista de los nombres de las ms hermosas, ms cultas y ms deseables mujeres, con un espacio junto a cada entrada donde los clientes pueden escribir o leer descripciones, precios, incluso valoraciones del precio respecto a la calidad. El nico problema es cmo conseguir la entrada en el registro. Cmo una cortesana ansiosa de distinguirse se anuncia en una ciudad donde la pblica ostentacin es vista como un signo de vulgaridad? La respuesta es simple. Del mismo modo que ningn comerciante que se precie compra sin haber visto la mercanca, hay lugares pblicos donde los vendedores pueden ir para anunciar su mercadera. Y en esto, pese a todas sus reclamaciones de pureza, Venecia no es ms virtuosa ni ms imaginativa que la mismsima Ciudad Santa. Porque las cortesanas, como todo el mundo, van a la iglesia. CAPTULO 05 Hemos ocupado nuestro lugar separadamente en medio de la nave, donde todo est lleno y donde, aunque podemos ver a los que tenemos delante, stos no pueden vernos a nosotros. Porque no estamos aqu para que nos vean. Por el contrario, hasta que podamos disponer de mejores ropas y de una casa preparada para la hospitalidad, debemos mantenernos en las sombras. Yo no la hubiera trado aqu de haberme salido con la ma. Ya soy bastante llamativo por mi cuenta, y, si somos vistos juntos en pblico, nos recordarn. Por lo menos, su cabeza y su cara van bien cubiertas, aunque, gracias a las ayudas de La Draga, mi ama ha podido recuperar ya bastante de su anterior espritu para aguantar la mirada de cualquier hombre al que decida mirar, y como ella lo sabe ahora, le resultar ms difcil resistir el desafo. He dejado de discutir con mi ama, sin embargo. Hay un lmite en cuanto al tiempo que ella es capaz de permanecer sentada en una habitacin con el rancio olor de la magia en su cabello, y, ya que su confanza ha regresado, se ha vuelto ms impaciente con mis informes de segunda mano. Eres lo ms parecido a una mujer que he encontrado en un hombre, Bucino, pero no puedes valorar a la competencia tan bien como yo. De todos modos, eres demasiado pequeo para ver adecuadamente por encima de los bancos, y, por tanto, estoy segura de que te perders algo del teatro. Ha llegado el momento de que yo est ah, ahora. Cuando vuelvas a ir, lo haremos juntos. La iglesia que hemos elegido es Santi Giovanni e Paolo, a la que los venecianos llaman San Zanipolo... Tienen ms nombres para sus edifcios que palabras cariosas tienen las viejas para sus perros falderos. Posee menos oro y reliquias que San Marco, y su interior no consigue hacer que tu corazn se eleve del mismo modo que la gran nave abovedada de Santa Maria dei Frari, pero es grande una de las mayores de la ciudad y poderosa, con las tumbas de ms de una docena de dux, y atrae una gran y opulenta congregacin a misa, sobre todo porque posee un elegante y espacioso campo ante ella, donde, despus del ofcio, los feles pueden mezclarse, exhibiendo el corte de sus nuevos vestidos juntamente con su piedad. Es un da festivo, y el estado de nimo de las calles alegre. Llegamos temprano para poder observar cmo se rene la congregacin. El suelo de piedra resuena con el susurro de las faldas de seda y el tacat de los tacones. Por supuesto, no todas las mujeres son profesionales: en una ciudad donde las mujeres ricas estn secuestradas, una gran iglesia es tambin un mercado donde andar a la caza de posibles contactos matrimoniales, y con este fn incluso a muchachas respetables se les permite ser un poco ms atrevidas con su vestuario, para que se fjen en ellas. No obstante, cualquier hombre con ojos en la cara sera capaz de ver la diferencia enseguida. Segn mi seora, el primer truco es la entrada: Puedes descubrir a una cortesana de xito desde el momento en que entra. Una buena iglesia reunir a cuatrocientos, quizs quinientos, hombres para la misa dominical, y te garantizo que al menos sesenta o setenta de ellos estarn tan interesados en las mujeres como en las oraciones, aunque algunos quizs ni siquiera lo saben todava. Por eso, las mejores cortesanas visten para el lugar tanto como para los observadores. Una tiene que dar tiempo a los hombres para estudiarte cuando entras, de manera que sepan donde volver a encontrarte durante el resto de la misa. Hay al menos cuatro mujeres en San Zanipolo, hoy, que saben cmo hacer su entrada: dos morenas, dos rubias. A todas ellas las he visto antes, y vienen con la cabeza alta, sus vestidos tan amplios que parecen su propio escenario, lo cual quiere decir que pueden andar tan lentamente como gusten, con su falda delicadamente levantada por encima de sus altos zapatos y tobillos, mientras se abren camino a travs de las baldosas. Se instalan en sus asientos preferidos y extienden la falda, arreglando los chales despreocupada, cuidadosamente, para mostrar un vislumbre de piel, aunque nada de pecho... Demasiada carne demasiado deprisa en la iglesia, a un hombre le puede recordar el Inferno tan fcilmente como el Cielo. Una de las rubias, con el pelo recogido en una redecilla dorada, sobresale de la multitud, porque sus zuecos son an ms altos que los del resto. Yo necesitara una escalera para llegar a su cintura, pero la moda nubla completamente el sentido comn, y hay ya algunos hombres con la lengua fuera al verla. Comienza la misa, y yo dirijo la mirada a donde se sienta mi seora, que estudia con ojo de lince la postura de las otras tan cuidadosamente como ha estudiado su guardarropa. Oigo su voz en mi cabeza. El truco reside ahora en mantener la atencin del hombre en ti aunque no hagas nada. De modo que sigue con las plegarias, la cabeza erecta, la voz dulce pero no demasiado alta, los ojos dirigidos al altar, pero siempre consciente de lo que otros estn mirando. El costado o la parte trasera de tu cabeza son tan importantes como tu cara. Aunque no te atrevas a llevar el cabello suelto, como hacen las vrgenes, puedes coquetear dejando sueltos algunos mechones rizados aqu y all, y tejer o trenzar el resto dentro de enjoyados o dorados velos, de manera que lo hagan tan interesante de estudiar como cualquier retablo. Y si lo has lavado y secado esa misma maana con los aceites adecuados (las mejores cortesanas tardan ms tiempo en prepararse para la misa que los propios sacerdotes), entonces su perfume puede rivalizar con el incienso. Aunque deberas tener tambin tu propio perfume, mezclado especialmente, y cuando nadie est mirando deberas esparcir un poquito de l con las manos. De esta manera, los bancos de delante, al igual que los de atrs, sabrn que ests ah. Pero todo esto es slo acicalamiento y preparacin para la verdadera prueba... que es el sermn. Tal como lo cuenta mi seora, para que este momento funcione, primero tienes que conocer tu iglesia. Porque, aunque podra estar llena de los hombres ms ricos de la ciudad, si el sacerdote es un predicador del fuego del Inferno, que lanza sus amenazas de forma rpida y contundente, entonces cualquier fulana que se precie podra tambin renunciar y marcharse a casa. Pero consigue a un erudito que nunca haya odo hablar de un reloj de arena, y cada cortesana de la iglesia est ya en el Cielo. Tal como estamos ahora; porque, aunque el predicador de San Zanipolo es un dominico que reconoce la pureza, le gusta particularmente su propia voz, lo cual es un grave error, ya que se trata de un instrumento fno y afautado que atonta ms almas de las que salva. Pasados diez minutos, las cabezas ms viejas estn ya cayendo hacia su pecho. Cuando los ronquidos empiezan, las vrgenes ricas cobran vida, apartando sus velos y lanzando miradas como tmidos dardos de Cupido mientras sus madres luchan con el peso de una docena de citas bblicas. Toda esta agitacin constituye un perfecto teln de fondo para asuntos ms serios. En tanto que mi ama tiene vista de guila para las mujeres, yo estoy tambin interesado en los hombres y en lo que est pasando por su cabeza. Trato de imaginarme a m mismo en su lugar. Elijo a un individuo... Me fjo en l cuando entra. Es alto (como sera yo en otra vida), de voluminosa cintura, quizs de unos cuarenta aos, y a juzgar por sus ropas forma parte sin duda de las familias dirigentes de los cuervos, las mangas de su negra chaqueta forradas de marta cibelina, y una esposa ricamente adornada, y recia como una cama de cuatro columnas. Me instalo en su asiento. Una de las cortesanas de cabello oscuro est delante, a mi izquierda. Zanipolo es mi iglesia de costumbre. Si las cosas van bien, confo en hacer la donacin de un pequeo altar y tengo intencin de que me entierren all. Voy a confesarme cada mes, y me perdonan los pecados. Doy gracias a Dios regularmente por mi buena fortuna, y le devuelvo su parte, por lo que l ayuda a traer a casa mis inversiones con seguridad. Esta maana he meditado en las heridas de mi salvador en la cruz antes de rezar, para que el precio de la plata se mantenga lo bastante alto, de forma que pueda invertir una participacin en otro buque que ha de partir para Tnez en primavera. De este modo recoger una buena dote para mi segunda hija, que est madurando deprisa y ha de ser protegida de la contaminacin, teniendo en cuenta que los jvenes sienten un gran deseo por los recovecos de los cuerpos de las muchachas. Como, de hecho, sienten los hombres mayores a veces, porque se experimenta una grande y confortable dulzura en ellos... (Ah!... Mira! As sucede: paso a paso, pensamiento tras pensamiento, el resbaladizo descenso del espritu a la carne.) El aire se est cargando ahora, y la voz del cura se convierte en un ronroneo. Me muevo un poco para hacerme ms espacio, y, al hacerlo, la descubro, cinco o seis flas ms all, erguida en medio de un mar de hombros hundidos, su elegante cabeza destacando en el aire. Por supuesto, saba que estaba all quiero decir, la haba observado antes, cuando ella entraba, cmo podra no verla?, slo que me haba prometido que hoy no... Bueno, da igual. Hemos arreglado las cosas, Dios y yo; y un hombre se merece un poco de placer de vez en cuando. Me doy tiempo para mirarla de verdad, y realmente es preciosa: cabello de color de rub oscuro cun frondoso debe de ser cayendo en cascada por su espalda!, piel dorada, labios gruesos, y el brillo tenue de la carne cuando se ajusta el chal all donde se ha deslizado un poco sobre el pecho. Oh, es tan adorable que podras pensar que Dios mismo la ha puesto ah para que yo pueda apreciar la sublime perfeccin de su creacin. Y ahora oh, Dios mo, y ahora, mueve la cabeza en mi direccin, aunque no est mirndome directamente. Veo el inicio de una sonrisa y luego, luego, el lento movimiento de su lengua, movindose para humedecerse los labios. Debe de estar pensando algo, algo agradable sin duda. Algo muy agradable. Y, antes de que yo lo sepa, me siento duro como una roca bajo mi ropa, y la lnea entre redencin y tentacin est ya detrs de m, aunque, por mi vida, no puedo recordar cundo la cruc. Del mismo modo que no pienso realmente en el hecho de que aquellos labios humedecidos y aquella sigilosa sonrisa son no slo para m, sino tambin para el banquero de mi izquierda, que ha disfrutado ya de algo ms que su mirada y est ansioso por ver cmo ella hace rodar su lengua para l, por no hablar del joven hijo del almirante, cinco flas ms atrs, que se ha separado recientemente de una dama y est al acecho nuevamente. De manera que, tal como mi ama lo dice: Sin que se pronuncie una sola palabra, el pescado entra en la red. * * * Termina la misa, y la iglesia se llena de actividad a medida que los cuervos empiezan a empujar. Nos movemos deprisa, y, una vez fuera, nos situamos sobre el pequeo puente de piedra que domina el campo, desde donde podemos contemplar el ltimo acto de la representacin. Hace fro y el cielo amenaza lluvia, pero eso no desanima a los cuervos. El espacio es tan perfecto para el cortejo que se podra pensar que las mujeres han diseado el campo. A la derecha de la iglesia, al salir, la reluciente nueva fachada de la Scuola Grande de San Marco es una excusa para toda clase de firteos, ya que, para apreciar el ingenio de sus relieves de mrmol, uno tiene que entretenerse en ciertos lugares, moviendo el cuerpo un poco a la izquierda o a la derecha, inclinando la cabeza hasta conseguir el efecto exacto. Os asombrarais de cuntas jvenes, dulces personitas, se sienten repentinamente infamadas por la maravilla del arte. Ms all, en el centro, otros grupos se forman alrededor de la gran estatua ecuestre. El jinete es algn viejo general veneciano que dej su fortuna al Estado con la condicin de que lo inmortalizaran a l y a su caballo. Pidi que fuera San Marco, pero le dieron Zanipolo en su lugar. Est ah sentado ahora, todo belicosidad y bronce, jactancioso, indiferente a la accin que tiene lugar bajo l cuando hombres y mujeres intercambian miradas mientras fngen estudiar los tensos msculos de los muslos de metal del caballo. Me gusta el animal ms que el hombre, pero Venecia es una ciudad que siente la misma predileccin por las mulas que por los caballos, y aunque corro menos riesgo en las calles estos das, sigo echando de menos el podero de los pisotones y resoplidos de las grandes razas romanas. La metfora del pescado que utiliza mi ama es adecuada, porque ahora toda la congregacin est fuera, con pequeos bancos de peces reunindose en torno de las especies ms exticas. Algunos de los hombres nadan directamente hacia el centro; otros se ciernen en el borde, como si an no hubieran decidido en qu direccin encaminarse. En el centro, las mujeres giran y fotan, seguidas de cerca por todos los que las rodean. Llevan pauelos o abanicos o rosarios, que a veces se deslizan de sus dedos para caer a los pies de algn hombre en particular. Sonren y hacen pucheros, inclinando la cabeza al comenzar las conversaciones, cubriendo unos labios de coral con unas blancas y manicuradas manos cuando cierto cumplido o comentario provoca un acceso de risa en ellas y en los que las rodean. Pero aunque sus bocas tal vez estn cerradas, sus ojos hablan en voz alta. Siguiendo instrucciones de mi seora, salgo del puente y entro en la plaza para observarlas mejor. Una prueba de la excitacin que reina es que las nicas personas que se fjan en m son algunos principales mayores y sus verrugosas esposas, que no son capaces de decidir si mirarme fjamente o estremecerse de desagrado. Aunque yo no soy el nico enano de la ciudad (he visto a uno de una troupe de acrbatas que acta en la piazza algunas veces), soy lo bastante excepcional para constituir un espectculo, lo cual es otra razn por lo que es mejor que no nos vean juntos a mi ama y a m, o al menos hasta que estemos nuevamente trabajando, cuando mi feo exotismo pueda formar parte de su atraccin. Me concentro en las mujeres de la multitud que conozco de otras visitas: la belleza de cabello moreno con sus chillonas faldas amarillas y chasqueante abanico, y la otra plida y esbelta, con la piel de una Madonna de mrmol y que parece una red de estrellas con su rizadsimo cabello. De stas, ya he descubierto sus nombres y rumores. Al resto an las estoy estudiando. Si no fuera tan retaco y feo, podra tratar de hacer el papel de aclito para algunas de ellas ahora, junto con el resto de los pretendientes. Pero su juego es demasiado alto y rpido para m, con miradas y sonrisas lanzadas de ac para all mientras las mujeres dividen su tiempo entre los convertidos y los todava tentados. Y as los atrados se renen con los atractivos, y de esta manera se inicia el negocio. Me dispongo a volver con mi ama cuando alguien capta mi atencin. Tal vez es la manera en que lleva el brazo, porque la historia deca que el ataque le haba dejado tullido de la mano derecha. Est detrs de otros dos hombres ahora, y mi vista queda bloqueada por la gordura de stos. El hombre aparece por un instante junto a la mujer de amarillo, y luego vuelve a desaparecer. Lleva barba y distingo su rostro slo de perfl, de manera que no puedo estar seguro. Lo ltimo que supe de l era que haba huido de Roma hacia la seguridad de Mantua y un mecenas cuyo ingenio fuera tan cruel como el suyo. Venecia sera demasiado severa para l, seguramente. Pero existe una seguridad que se origina en las tripas ms que en el cerebro. Y yo la siento ahora. Me da la espalda, y lo observo a l y a otro hombre dirigindose hacia la mujer de las estrellas en el pelo. Por supuesto. La mujer le gustaba. Deba de recordarle a alguien, y en el registro habra sin duda alguna mencin sobre su ingenio e inteligencia. Vuelvo al puente, pero aunque mi ama tiene los ojos de un halcn, su vista queda tapada por el plinto de la estatua. Echo una ltima mirada, pero ahora no lo veo por ninguna parte. No puede ser l. El destino no nos hara esto. CAPTULO 06 Nada de halagos ahora, vale, Bucino? No es el momento. Estamos sentados cerca de un grueso dique. El agua de la laguna est tan plana como la superfcie de una mesa. Una vez dispersada la multitud, hemos cruzado el puente arqueado que hay junto a la Scuola Grande de San Marco, y luego hemos seguido en direccin norte a lo largo de la va fuvial que va desde el Gran Canal hasta la costa, encontrndonos fnalmente en la parte superior de la isla del norte. El cielo se ha despejado, y aunque hace demasiado fro para callejear, la atmsfera es clara y brillante, de manera que podemos ver ms all de la isla de San Michele, nada menos que hasta Murano, donde un centenar de fundiciones de vidrio vomitan columnas de humo al plido aire. As pues, empecemos con la de amarillo, la que no poda mantener quieta la cabeza, ni siquiera en la iglesia. O bien es famosa, o est desesperada por llegar a serlo. Se llama Teresa Salvanagola. Y tienes razn. Es la fama lo que la est haciendo descarada. Tiene una casa cerca de la Scuola de San Rocco... ... y una lista de clientes tan grande como sus tetas, no tengo la menor duda. Quines son sus patronos? Hay un comerciante de seda y uno del Consejo de los Cuarenta, aunque tambin trabaja fuera de su casa. Muy recientemente ha trabado amistad con un joven soltero de la familia Crner... ... al cual diriga su mirada durante el levantamiento de la hostia. No tiene por qu preocuparse; est bastante enganchado. Es preciosa, aunque el enlucido que le cubre la cara probablemente signifca que est empezando a traicionarle la edad. De acuerdo, quin es la prxima? La joven, dulce, del corpio de seda morado y encaje carmes. Delicada, con una cara como una de las Madonnas de Rafael. Corre el rumor de que es de fuera de la ciudad. No hay mucho que pueda descubrir sobre ella. Es nueva. S, y muy tierna. Y que lo ve todo an como una gran diversin, sospecho, como si no pudiera creer en su suerte. Era su madre la que estaba junto a ella? Oh, no importa. Por ahora supongamos que lo era. No puede estar hacindolo sola, tan joven, y cuando salan me pareci que haba cierto parecido en la boca. Pero la viste entonces? Oh, haba salsa en esa inocencia. Como el polen para las abejas... Quin ms? Haba una a la que no poda ver bien en la plaza porque la estatua se interpona. Rubia, cabello rizado y hombros como almohadas de cama. Julia Lombardino digo yo, y vuelvo a ver el brazo del hombre y el vislumbre de una barba mientras l se mueve a travs de la multitud. Fiammetta espera. Y? Hasta yo puedo averiguar su nombre, Bucino. An no debes felicitarte. Quin ms? Ahora no. No tendra sentido si no estoy seguro. Es una veneciana nativa. Inteligente, famosa por su educacin. Fuera del dormitorio tanto como dentro, supongo. Escribe versos. Oh, Dios, protgenos de las poetisas putas! Son ms aburridas que sus clientes. Sin embargo, por el rebao que ha reunido a su alrededor, parece que debe de saber halagar tanto como rimar. Haba alguien ms ah sobre quien debera tener noticia? Y, como no puedo estar seguro de que se trataba de l, no digo nada. Nada serio, hoy no. Hay otras, pero todas operan en diferentes parroquias. Bueno, pues hblame de ellas. Lo hago durante unos momentos. Ella escucha con atencin, haciendo slo una pregunta de tanto en tanto. Cuando termino, mueve la cabeza negativamente. Si todas tienen xito, entonces hay ms de las que esperaba. Roma no estaba tan llena. Me encojo de hombros. Es un signo de los tiempos. Haba ms mendigos tambin cuando llegamos. La guerra engendra caos. Ella desliza un dedo por su frente. La cicatriz es casi invisible a la vista ahora, pero me imagino que ella an puede sentirla. Hay noticias, Bucino? Sabes qu est pasando all? No hablamos del pasado. Nos pareci mejor a los dos mirar hacia delante. De manera que tengo que pensar antes de hablar, porque resulta difcil saber qu decir y qu omitir. El Papa ha huido a Orvieto, donde se esfuerza por reunir su rescate y donde los cardenales se ven obligados a montar en mulas como si fueran otra vez los primeros cristianos. Roma sigue an ocupada por soldados, y el agua mala y la carne podrida han trado pestilencia y clera. Y qu hay de nuestra gente? Adriana, Baldesar? Muevo la cabeza negativamente. Si lo supieras, me lo diras, verdad? dice, y no deja que yo aparte la mirada. Hago una profunda inspiracin. S, te lo dira. Aunque no le cuento las historias que he odo de los pozos cavados cerca de las murallas de la ciudad donde un da un centenar de cadveres fueron enterrados y rociados con cal viva; nada de nombres, nada de tumbas. Qu hay de los dems? Consigui escapar Gianbattista Rosa? No lo s. Parmigianino parece que est a salvo, al igual que August Valdo, aunque su biblioteca se ha perdido. Los alemanes la usaban para encender sus estufas. Oh, Dios mo. Qu hay de Ascanio? Lo veo nuevamente precipitndose en el caos, su elegante librito abandonado tras de s. No hay noticias. Y su amo, Marcantonio? Muevo la cabeza negativamente. Entonces debe de estar muerto. De haber sobrevivido, hubiera venido a Venecia a estas alturas. Las mejores prensas de imprimir del mundo estn aqu. Hace una pausa. Y nuestro cardenal? Est muerto, seguro dice, y no hay signos de interrogacin en su voz. Yo no digo nada. Sabes, Bucino? A veces me acuerdo de aquella noche en que volviste de las murallas. Si hubiramos sabido cmo iban a ser las cosas, no s si no habramos abandonado all y entonces. No digo yo con calma. Si lo hubiramos sabido, habramos hecho exactamente lo que hicimos. Ah, Bucino, a veces te pareces a mi madre. Lamentarse es un lujo de mujer rica, Fiammetta. El tiempo es breve, y t debes fuir con l y no contra l. Recuerda siempre que el hombre que todava ha de venir podra ser ms rico que el de antes. Mueve pesarosamente la cabeza. Piensa, Bucino. Algunas madres ensean a sus hijos plegarias que casen con las cuentas del rosario: en mi primera confesin, yo ya saba cosas que no poda decirle a ningn cura. Ja! Bueno. Menos mal que ella no puede vernos ahora. Detrs de nosotros, los cascos de las embarcaciones golpean contra los muelles de piedra. Aunque el sol se ha ido, el viento es fuerte. Puedo sentirlo zumbando en mis odos, y levanto los hombros para protegerlos. Cuando era joven, a veces sufra dolores que se metan profundamente en mi cabeza, y tengo miedo de que el invierno pueda traerlos otra vez. En Roma se oyen historias de horror sobre el norte: cmo a veces los dedos de la gente se congelan por la noche de manera que tienen que forzarlos para devolverles la vida por la maana. Pero mi ama est casi recuperada ahora y pronto estar despertando calores en toda clase de lugares. Vale. Y su voz es diferente, como si sta tambin hubiera cambiado con el tiempo. As es como me parece a m. Si sustituimos a los clrigos por los solteros y aadimos todos los hombres de negocios y comerciantes extranjeros y embajadores, entonces hay un mercado tan bueno aqu como en Roma. Y si las dems son todas tal como eran hoy, entonces, con la ropa adecuada, podra competir con sus mismas armas con cualquiera de ellas. Mientras dice estas palabras, me mira directamente para adivinar cualquier sombra de duda que pudiera descubrir. Lleva la capucha echada para atrs y el cabello asegurado con una ancha cinta tejida con fores artifciales, por lo que resulta imposible calcular su longitud real. Aunque la decoracin es de segunda mano, el rostro es el suyo. En Roma, hacia el fnal de su reinado, se saba que haba dejado que jvenes pintores midieran las distancias entre su barbilla, nariz y frente en su intento de verifcar las dimensiones de la simetra perfecta. Pero lo que les haca temblar las manos era la manera en que aquellos ardientes ojos verdes los miraban directamente a los suyos, y las historias de cmo, cuando estaba desnuda, poda cubrirse con MI cabello. Su cabello. sa es mi nica pregunta. Lo s; pienso en ello constantemente. Pero La Draga tiene una solucin. Existen ciertos conventos donde ella cura a monjas enfermas y donde hay un mercado para las cabelleras de las novicias. Y ella conoce a una mujer capaz de tejer cabello nuevo con el viejo utilizando hebras doradas de modo que apenas se nota. Creo que deberamos intentarlo. Si esperamos a que el mo vuelva a crecer lo sufciente, estar ya usando tanto yeso en mis mejillas como esa mujer, Salvanagola. Tenemos bastante dinero para ello, no? Cuntos rubes nos quedan? Hago una inspiracin. Despus del ltimo que cambi, dos, incluyendo al grande. Y algunas perlas buenas. Hemos gastado cuatro rubes en seis meses? Cmo es posible? Me encojo de hombros. Alimentamos a una casa ahora. Tu cabello vuelve a crecer y tu cara es preciosa. Pero los precios de La Draga no son tan caros, verdad? No, pero tampoco es barata. Apostamos a que recuperaras el cabello rpidamente, y as ha sido. Nadie duda de su habilidad, pero cobra una tarifa de bruja, y ste es un mercado favorable al vendedor. Oh, Bucino... La Draga no es ninguna bruja. Eso no es lo que dicen los rumores. Es una imitacin bastante buena. Sus ojos estn vueltos del revs, y anda como una araa a la que le hayan cortado las patas por la mitad. Ja! Y t eres un enano que andas como un pato, con una mueca como un diablillo salido del inferno, aunque seras el primero en ensartar a alguien que viera al diablo en tu deformidad. Y desde cundo escuchas los rumores como si fueran hechos? Y me mira fjamente. Sabes, Bucino?, creo que te has enojado con ella porque pasa ms tiempo conmigo que t. Deberas unirte a nosotras. Su ingenio puede ser tan maduro como el tuyo, y es capaz de ver bastante bien en las personas sin usar sus ojos. Me encojo de hombros. No tengo tiempo para charlas de mujeres. Es verdad que, aunque la recuperacin de mi seora es tan interesante para m como para ella, el interminable asunto de la belleza femenina puede llegar a abrumar a un hombre de aburrimiento. Pero es ms que eso. Mi enojo, como Fiammetta lo llama, es bastante real. Porque, a pesar de todos sus mgicos dedos, La Draga sigue producindome estremecimientos. Las encontr juntas una vez al fnal del da, presas de un ataque de risa por alguna historia que mi ama estaba contando sobre la maravilla y la riqueza de la vida en Roma. No me vieron, y aunque nadie es capaz de descubrir codicia en los ojos de una ciega, juro que en aquel momento pude sentir en ella una febril ansiedad, y me pregunt si mi ama estaba siendo muy juiciosa al confar tanto en aquella mujer. Por su parte, La Draga va con tanto cuidado conmigo como yo con ella. Ni su risa ni su ingenio se dirigen a m: en vez de ello nos encontramos slo brevemente al fnal de cada semana, cuando viene a buscar su dinero. Se queda de pie en la puerta de la cocina, retorcida dentro de su capa, sus ojos lechosos de modo que parece estar mirando para atrs, hacia dentro de su propio crneo. Lo cual a m ya me est bien, porque no quiero que penetre ms en el mo. Me pregunt hace unas semanas si me duelen los odos con el fro, y dijo que, en tal caso, poda darme algo que me aliviara el dolor. Aborrezco el hecho de que ella sepa tanto de mi cuerpo, como si se sintiera superior a m, esa mujer con su retorcida columna y loca ceguera. Sus ojos y la peste de sus remedios me hacen pensar en ahogarme en agua cubierta de porquera. Al principio, cuando me senta ms nostlgico de lo que me permitira reconocer, ella resuma todo lo que yo ms despreciaba de la ciudad. Ahora, incluso si me equivoco con ella, me resulta difcil romper el hbito de cruzar nuestras espadas. Bueno, todo lo que s es que puede curar algo ms que las heridas, y, pese a su retorcido cuerpo, no siente pena por nadie, y menos por s misma. Lo cual es una cualidad que t compartes con ella. Creo que te gustara, si le dieras una oportunidad. Sin embargo... tenemos cosas ms importantes que hacer que discutir sobre La Draga. Si juntamos las perlas y el rub grande. Tenemos sufciente para establecernos? Depende de lo que vayamos a comprar digo, sintindome aliviado de volver al negocio. Para la ropa, Venecia es mejor que Roma. Los judos que dirigen el mercado de segunda mano son perspicaces, y venden las modas de maana antes de que sean viejas las de hoy. S. Levanto las manos para detener su objecin. S cunto aborreces eso, pero la ropa nueva es un lujo de fulana rica, y por ahora tendr que servir. Entonces yo hago la eleccin. Y eso vale para la joyera tambin. Tu ojo es bueno, pero los venecianos pueden distinguir una falsifcacin mucho antes que un forastero. Y necesitar mi propio perfume tambin. Y zapatos... Y eso no puede ser de segunda mano. Inclino la cabeza para disimular mi sonrisa: el placer que siento reside tanto en ver la urgencia de su ansia como en sentir el mpetu de su conocimiento. Qu hay de los muebles? Cuntos tenemos que comprar? Menos que en Roma. Colgaduras y tapices pueden ser alquilados. Igual que sillas, cofres, platos, ropa blanca, ornamentos, copas... Oh, Bucino. Fiammetta aplaude encantada. T y Venecia estis hechos el uno para el otro. Haba olvidado en qu medida es la ciudad de la segunda mano. Eso es slo porque aqu se deshacen tantas fortunas como se hacen. Y digo yo, porque ella necesita recordar que hago tan bien mi trabajo como ella el suyo, con ese fn, tenemos que alquilar una casa; empezaremos con deudas, y no tenemos ninguna seguridad de poder comprar a crdito. Ella se detiene y piensa durante un momento. No hay alguna otra manera de empezar? Como qu? Tomamos una casa, pero la conservamos slo hasta haber atrapado a la presa adecuada. Me encojo de hombros. Sabe Dios, t vuelves a estar preciosa, pero incluso con un cabello nuevo, llevar tiempo crear una clientela. No si estamos ofreciendo algo especial. Algo... inmediato. Y le da vueltas a la palabra en la boca. As que imagina eso. Una adorable joven llega a la ciudad y toma una casa en un lugar por donde todo el mundo pasa. Es nueva, fresca. Se sienta ante la abierta ventana con un ejemplar de Petrarca en sus manos (Dios mo, tenemos ya incluso el libro adecuado), y sonre a los que pasan. El rumor se extiende, y algunos jvenes (y no tan jvenes) vienen a mirarla. Ella no se retira, tal como exige la modestia, sino que deja que miren ms, y cuando los descubre, ella se muestra tmida y coqueta al mismo tiempo. Al cabo de un rato algunos de ellos llaman a la puerta para averiguar quin es y de dnde viene. Y hay malicia en sus ojos mientras cuenta esto ahora. T no me conocas entonces, Bucino, pero yo representaba ese papel a la perfeccin. Mi madre tom una casa cerca del Ponte Sisto para una semana cuando llegamos a Roma por primera vez. Me haba hecho practicar toda clase de sonrisas y gestos durante varias semanas. Tuvimos doce ofertas en los dos primeros das (doce!), la mayora de ellas de hombres acaudalados. Estbamos instaladas en una casita en la Via Magdalena dos semanas ms tarde. Lo s, lo s, es un riesgo. Pero aqu nunca me han visto (mi madre se asegur de eso), y no soy tan mayor que no pueda pasar por ms joven. En lo que a ellos se refere, podra ser mercanca fresca. Hasta que te tengan entre las sbanas. Ah, ah es donde interviene La Draga. Tiene un truco. Se est riendo ahora, as que no s si esto es broma o no. Para las mujeres que necesitan engaar a sus maridos la noche de bodas. Un tapn hecho de goma de alumbre, trementina y sangre de cerdo. Imagnate! Virginidad instantnea. Mira... ya te dije que te gustara. Es una vergenza que no seas ms alto y con menos barba incipiente. Podramos vestirte para hacer el papel de mi madre. Ahora nos estamos riendo los dos. Como estn las cosas, tendran que pasar por Meragosa, y perdera al mejor postor antes incluso de que hubiera llegado a media escalera... Oh, Bucino, deberas haber visto la mirada en tus ojos. Creo incluso que te enga por un momento. Aunque no estoy diciendo que no pueda hacerlo, comprendes?... Oh, hace un siglo desde que te enga tan bien. Haba veces en Roma cuando el dinero abundaba y el ingenio en nuestra casa era tan grande que resultaba el mejor lugar para pasar una velada aunque no terminaras durmiendo con la anftriona en que nos habamos redo tanto que las lgrimas nos corran por las mejillas. Pese a toda su corrupcin e hipocresa, la ciudad era un imn para los hombres inteligentes, ambiciosos: escritores que podan usar las palabras para hechizar a las damas y meterse bajo sus faldas, o para lanzar stiras tan mortales como una lluvia de fechas contra la reputacin de su enemigo, artistas con el talento necesario para convertir unos techos vacos en visiones del Cielo, con Madonnas tan bellas como putas surgiendo de las nubes. Nunca he conocido tanta excitacin como cuando estaba a su alrededor, y aunque nosotros estamos vivos cuando tantos de ellos estn muertos, sigo echndolo de menos espantosamente. En qu ests pensando? En nada... En el pasado. Sigue sin gustarte este sitio, verdad? Muevo la cabeza negativamente. Pero mantengo mis ojos en algn otro lugar. No huele tan mal ahora. No. Y con los barcos y mi aspecto recuperado, podemos hacer que las cosas nos vayan bien. S. Hay personas que piensan que Venecia es la ciudad ms maravillosa del mundo. Lo s digo. Las he conocido. No, no las has conocido. Has conocido a aquellos que presumen de ello porque los hace ricos. Pero no comprenden realmente su belleza. Fiammetta mira afuera, hacia el mar, por un momento, sus ojos entrecerrndose bajo la luz del sol . Sabes cul es tu problema? Vives con los ojos demasiado cerca del suelo. Es porque soy un enano digo yo, con una irritacin que me sorprende a m mismo. Adems, eso me impide mojarme los pies. Ah. El agua de nuevo. Me encojo de hombros. A ti no te gustan los hombres de grandes barrigas. A m no me gusta el agua. S, pero cuando vienen con bolsas del mismo tamao que su barriga, lo paso por alto rpidamente. Y no puedo hacer que el agua desaparezca, Bucino. Es la ciudad. Ya lo s. De modo que quizs tengas que aprender a mirarlo de manera diferente. Meneo la cabeza. Ella me da un empujn en broma. Prubalo ahora. Mrala. Ah... delante de ti. Miro. Se ha levantado viento, y est cortando la superfcie del mar formando caprichosas olas. Si fuera un pescador y viera a un hombre caminando sobre el agua ahora, seguramente abandonara mis redes y me ira con l. Aunque su iglesia terminara vendiendo el perdn a los ricos y condenando a los pobres. Ves cmo la luz y el viento se mueven sobre el agua, de modo que toda la superfcie riela? Ahora, piensa en la ciudad. Imagnate todas estas ricas mansiones con sus incrustaciones y frescos, o los grandes mosaicos de San Marco. Cada uno de ellos est hecho de miles de diminutos fragmentos de vidrio de colores, aunque naturalmente no te das cuenta cuando los ves por primera vez porque tu ojo ve el cuadro como un todo. Ahora vuelve a mirar el agua. Entrecierra los ojos, con fuerza. Ves? Es lo mismo, no? Una superfcie hecha de millones de fragmentos de agua iluminados por el sol. Y no es solamente el mar. Piensa en los canales, en la manera en que las casas se refejan en ellos, quietas, perfectas, como imgenes en un espejo; slo cuando sopla el viento o pasa una embarcacin, la imagen se rompe y tiembla. No s cundo lo vi por primera vez (deba de ser una nia, porque se me permita salir a la calle con mi madre o con Meragosa a veces), pero an puedo recordar la emocin que me produjo. De repente Venecia no era en absoluto slida, sino hecha slo de trozos, fragmentos de vidrio, agua y luz. Mi madre pens que me pasaba algo malo en los ojos, porque no dejaba de entrecerrarlos mientras andaba. Trat de explicrselo, pero no me entenda. Sus ojos estaban siempre focalizados en lo que estaba frente a ella. No tena tiempo para adornos o fantasas. Durante aos, pens que yo era la nica que lo haba visto. Como si fuera mi secreto. Entonces, cuando tena trece aos y empec a tener la regla, me llev a un convento para aprender decoro y proteger mi preciosa goma de alumbre, y de pronto todo me fue arrebatado. Se acab el agua, se acab la luz del sol. En vez de ello, a todas partes donde miraba vea slo piedra y ladrillo y altas paredes. Durante muchsimo tiempo me sent como si me hubieran enterrado viva. Hizo una pausa. Sent lo mismo cuando fui por primera vez a Roma. Fijo mi mirada en el mar. Solamos charlar juntos sobre toda clase de cosas, ella y yo: el precio de las perlas, el ascenso o la cada de una rival, las consecuencias del pecado, el juicio de Dios, y lo maravilloso de que dos pobres como nosotros llegsemos a vernos invitados a la festa. Si yo hubiera nacido de tamao completo, con una bolsa como mi polla, habra sido su cerebro tanto como su cuerpo lo que me hubiera atrapado. Pero, tal como ella me dice a menudo, en algunos aspectos soy ms una mujer que un hombre. Una fotilla est navegando desde Murano hasta la costa norte, sus cascos como manchas de slido negro en un mar multicolor. Ella tiene razn, por supuesto: si miras con la sufciente intensidad, la superfcie es su propio mosaico, formando todos y cada uno de los fragmentos una brillante mezcla de agua y luz. Pero eso no signifca que no puedas ahogarte en ella. Cunto tiempo te llev acostumbrarte a ello? pregunto torvamente. Ella se re y mueve la cabeza. Por lo que puedo recordar, no creo que empezara a sentirme mejor hasta que el dinero comenz a entrar. CAPTULO 07 El mundo se vuelve ms bullicioso cuando regresamos a la ciudad. Pasamos junto a ruidosos grupos de hombres, algunos obreros, algunos petimetres ataviados con bordadas chaquetas y perneras tan coloreadas como los postes de amarre a rayas del Gran Canal. Mi ama mantiene su cuerpo cubierto y la cabeza baja, pero ninguno de los dos podemos perdernos la creciente excitacin que reina en el ambiente. Pese a ser una ciudad conocida por su sentido del orden, Venecia tambin comprende la necesidad de relajarse. Ha habido tantos das festivos desde que llegamos aqu que estoy empezando a perder la cuenta de los santos que hemos celebrado. A la cada de la noche, la Piazza San Marco estar hasta los topes. Aunque es demasiado temprano para el alboroto callejero. Cuando torcemos para entrar en el Campo de Santa Maria Nova, oigo la avalancha de pies demasiado tarde, y nos golpean de frente. El impacto me arroja contra la pared, dejndome sin respiracin, en el mismo instante en que veo a Fiammetta perder el equilibrio y caer sobre los adoquines. Los hombres estn tan absortos en su destino que ni siquiera se detienen para comprobar el dao causado. Pero a medio camino del campo, un turco de turbante y sueltas ropas verdes ha observado lo sucedido, y, antes de que yo pueda recuperarme, ya est al lado de Fiammetta, interesndose solcitamente por su estado. Ella casi ha perdido la capa, la capucha se le ha cado de la cabeza, y, cuando se levanta del suelo, observo que sus ojos se encuentran, y s que ella no ser capaz de resistir el desafo. Si no hubiera tantas reglas para obstaculizarlo, creo que los hombres estaran mirando a las mujeres continuamente. Cuando tienes sufciente alimento en el estmago, qu otra cosa queda por hacer en la vida? Lo ves cada da con las mujeres en el mercado o en las calles; la manera en que los ojos de los hombres se fjan en ellas, como hierro adhirindose a un imn, sacndoles los pechos de sus corpios, levantando combinaciones y separando enaguas, saboreando muslos y barrigas, hurgando en la pelusa que oculta el pequeo y hmedo pliegue que hay debajo. Digan lo que digan los curas sobre el diablo, para la mayor parte de los hombres eso es tan natural como un segundo lenguaje, que parlotea bajo la superfcie de la vida, con una voz ms alta que la plegaria, ms alta incluso que la promesa de salvacin. Y aunque yo quizs sea pequeo, soy tan ducho en su vocabulario como cualquier hombre que me doble en tamao. De manera que comprendo algo de la emocin que un hombre podra sentir si dicho momento fuera invertido y una mujer empezara a mirar a un hombre de la misma manera. En todos mis aos, las nicas mujeres a las que he visto hacerlo con conviccin son borrachas o profesionales. Y aunque la mayor parte de los hombres, si fueran sinceros, no rehusaran a ninguna de las dos, si tuvieran que elegir seguramente se quedaran con las segundas, porque son solamente las mujeres como mi ama las que convierten la idea del deseo tanto en un objeto de alegra y picarda como de pecado y arrebato. O tal ha sido mi observacin en los hombres cristianos. En cuanto al efecto del talento de Fiammetta sobre un pagano... bueno, nunca lo he visto hasta ahora, aunque el rumor que corre por la calle es que los turcos son tan celosos de sus mujeres que no permiten siquiera a sus pintores que pongan su retrato sobre la tela, por si su belleza pudiera infamar a otros hombres. Lo cual, si bien se piensa, sugerira que son tan susceptibles a la tentacin como cualesquiera otros hombres, independientemente de sus creencias. Para cuando recupero la respiracin, todo ha terminado. Estn los dos de pie, uno frente al otro: ella sonriendo, aunque dulcemente ahora, ms que con coquetera, llevndose la mano al pecho, protegiendo y exponiendo la palidez de su piel, en tanto que l, ojos oscuros en una cara oscura, est an mirando, su atencin tan intensa como un brillante rayo de la luz del sol. Por lo visto, las habilidades de Fiammetta funcionan tambin con los paganos. Estis herida, mi seora? digo yo en voz alta, abrindome paso en el mgico crculo y dndole un puntapi a Fiammetta en la espinilla algo ms fuertemente de lo que tena intencin. Ah! Oh, no, estoy perfectamente. Este corts caballero... seor? Y se detiene. Abdullah Pashna. De Estambul, o Constantinopla, como vos segus llamndola. Y aunque sin duda hay tantos Pashnas en Constantinopla como podrais encontrar Corner y Loredan en Venecia, el nombre viene cargado de misterio. A vuestro servicio, madame...? Fiammetta Bia... Si estis bien, entonces llevamos retraso interrumpo yo rudamente. Levanto la mirada hacia l. Lo siento, Magnfco Pashna, pero a mi ama la esperan en el convento. Y encuentro la palabra dura. Para visitar a sus hermanas. Para disgusto mo, su expresin es ms de diversin que de agravio. Entonces os acompaar a los dos a la puerta. Vuestros compaeros venecianos estn luchando entre s sobre un puente en el Cannaregio, y la ciudad se ha vuelto loca para ver el espectculo. Gracias, pero preferimos ir solos. Es sa tambin vuestra opinin, seora Bia...? Bianchini pronuncia ella cuidadosamente. Oh, sois muy amable, seor prosigue, su voz como una pluma deslizndose sobre la piel. Pero probablemente es mejor que viaje con mi sirviente. El turco nos mira fjamente a los dos, luego se da la vuelta y le brinda a ella una pequea reverencia, alargando la mano. El silvestre perfume de mbar gris de su guante se eleva para atormentarnos con su exquisita calidad. Siento que ella faquea, y, si no corriera el riesgo de dejarla tullida, volvera a darle un puntapi. Pero fnalmente se mantiene frme. Entonces os dejar solos. El turco suelta su mano. Aunque para un hombre tan nostlgico como yo, una mujer de semejante belleza y un enano de tan... perfecta proporcin y pasin aportan una rara calidez a mi corazn. Tengo una casa en el Gran Canal, cerca del Campo San Polo. Quizs en otra ocasin, cuando no tengis que visitar a vuestras hermanas, podrais... Gracias, pero... intervengo. Podramos, efectivamente aade Fiammetta con dulzura. Tiro de ella, y cruzamos cuidadosamente la plaza, los ojos del turco clavados en nuestras espaldas, hasta que una vez doblada la esquina, nos metemos en un callejn. En cuanto estamos bastante lejos, me vuelvo hacia ella. Cmo has podido...? Ah, Bucino, no me sermonees. Ya oliste aquellos guantes. se no era un comerciante turco corriente. Y t no eres una puta corriente, que liga con hombres en las calles. Qu habras hecho? Llevrtelo al dormitorio, y hacer que yo me deslizara y le robara las joyas?... Eso hubiera sido el fnal de todo, all y entonces. Oh, era una diversin sin riesgo. Estaba tan ansioso de llegar al cuerpo a cuerpo como todos los dems. Yo no lo hubiera hecho si no lo hubiera estado. Pero tienes que admitirlo, lo tenamos, Bucino. Sin nada de cabello, y con la ropa de otra, pero lo tenamos. S digo yo. Lo tenamos. * * * Todo el mundo duerme temprano en la casa esta noche. En la cocina, Meragosa est encajada en la silla rota junto a la estufa, y de su abierta boca brota un sordo ronquido... una postura a la que ella se est acostumbrando a medida que su estmago adquiere una forma cada vez ms redondeada gracias a nuestros ahorros. Aunque no podra jurarlo, sospecho que estas ltimas semanas ha estado robando unos pocos scudi de cada compra, pero he tenido cosas mejores que hacer que observar cada uno de sus movimientos, y hasta que estemos preparados para valernos por nosotros mismos, el diablo que conocemos es aquel con el que tenemos que vivir. Arriba, mi ama yace enterrada bajo la colcha. A menudo duerme de esta manera ahora, con la cabeza y la cara cubiertas, como si, incluso en el sueo, se estuviera protegiendo de un ataque. Pero aunque yo estoy bastante cansado, mi espritu est nervioso con la excitacin del da, y por la ventana entra un resplandor procedente del sur, donde la ciudad est de celebracin. As que cojo algunas monedas de la bolsa que est metida entre las tablillas de la cama y me marcho a la calle en direccin a San Marco. Aunque yo no lo reconocera abiertamente, la ciudad an me produce escalofros en el alma por la noche. Con la luz del da, me he ejercitado en caminar por la parte ms estrecha de los fondamenta del canal sin temor a caer en l. Pero despus del crepsculo, la ciudad cambia y se acerca ms a una pesadilla. En el Inferno, el aceite hirviendo tiene al menos un humo que se levanta de l para servir de referencia, pero en las noches sin luna y con muy pocas farolas, no hay muchas cosas aqu que te permitan distinguir la negra agua de la negra piedra, y en la oscuridad el sonido se mueve de forma diferente, de modo que unas voces que empiezan movindose hacia ti, terminan sorprendindote a tu espalda. Como muchos de los pretiles de los puentes estn ms arriba que mi nariz y la mayor parte de las ventanas comienzan encima de mi cabeza, cualquier paseo despus del crepsculo es como correr a travs de tneles sinuosos y hay momentos en que el agua se vuelve ruidosa por todos lados, y el latido de mi corazn interfere en mi sentido de la direccin. Me muevo deprisa, mantenindome pegado a las paredes, donde mi compaa son las ratas que se deslizan cabeza tras cola como los eslabones de una cadena. Mi nico consuelo es que, aunque tienen un aspecto bastante fero, s que ellas estn tan asustadas de m como yo de ellas. Esta noche, al menos, no estoy solo en las calles, y para cuando llego a la Merceria, me encuentro metido entre una corriente de individuos atrados como las polillas hacia las luces de la gran piazza. En general no soy muy propenso a maravillarme. Se lo dejo a aquellos que tienen el tiempo y la estatura. El cielo est demasiado arriba de mi cabeza para que yo sea capaz siquiera de detectar una sombra de l, y lo que otros ven como una gran arquitectura, por lo general a m slo me produce tortcolis. De hecho, hubo veces, antes de que me diera cuenta de lo fcil que era morir, en que la gran baslica de San Marco hubiera sido ms una oportunidad para el delito que para la maravilla, ya que una multitud de peregrinos mirando embobados hacia arriba habra ofrecido un botn instantneo para un enano de rpidas manos. Pero yo soy un ciudadano respetable ahora, y aprecio mi granulosa carne demasiado para arriesgarme a que me cuelguen trozos de ella entre las Columnas de la Justicia, y aunque el romano que hay en m sigue encontrando las gruesas cpulas y el llamativo estilo bizantino de la baslica demasiado ricos para mi estmago clsico, he visto cmo su esplendor siembra el temor de Dios y del poder del Imperio veneciano en todos aquellos que llegan para maravillarse de ellos. Y conmigo qu? Bueno, a m me gustan ms las humildes esculturas de piedra que hay en torno de las columnas del palacio del dux, en la piazzetta de al lado. No slo son bastante bajas para que yo las pueda contemplar, sino que las historias que cuentan tratan mucho ms de la vida real: cuencos de fruta tan naturales que los higos parecen como si fueran a abrirse, un perro de ojos sorprendidos masticando un bocado de un panal de abejas mientras stas siguen zumbando en su interior y, mi favorita, la historia de un hombre cortejando a una mujer, que rodea toda la columna hasta llegar despus del matrimonio al lecho, donde yacen envueltos bajo una sbana de piedra, el cabello de la dama cayendo en cascada y formando rizadas ondas sobre la almohada. Cuando yo era joven, mi padre, que estaba tan conmocionado por mi forma que durante aos supuso que yo era imbcil, una vez me dio un trozo de madera y un cuchillo de tallar con la esperanza de que Dios pudiera haber puesto talento en mi pulgar. Me imagino que estaba pensando en las historias de los grandes artistas forentinos que eran descubiertos en la campia tallando Madonnas con las piedras del camino. Todo lo que consegu fue arrancarme un trocito del dedo. Pero pude recordar el nombre latino del ungento que el mdico nos dio para restaar la herida, y al fnal del da termin en el estudio de mi padre con una pila de libros ante m. Probablemente seguira all si l no hubiera muerto seis aos ms tarde. Pero no hay tiempo para sensibleras, al menos esta noche; el lugar hacia el que me dirijo ahora est lleno de placer, estallando de personas y de ruido e iluminado por tantas teas y faroles que los elevados y viejos mosaicos de la baslica resplandecen intensamente a la luz del fuego. * * * Entro por el nordeste. Tengo un saludable temor de las multitudes (nosotros, los enanos, somos tan vulnerables como los nios en medio de una turba, y es ms probable que muramos bajo los pies de sta que en nuestro propio lecho), pero s que sta merecer la pena, y me abro paso rpidamente hasta que me hallo cerca de un estrado levantado delante de la baslica. Un grupo de semidesnudos y ennegrecidos diablos estn haciendo cabriolas a su alrededor, gritando obscenidades y pinchndose entre ellos y a la multitud con horcas, hasta que de vez en cuando un chorro de llamas brota de un agujero del suelo y uno de ellos es arrastrado vociferando y chillando a travs de una trampilla cercana, slo para encaramarse nuevamente al estrado unos minutos ms tarde para enardecer a la multitud. Detrs de ellos, bajo la loggia del norte, un coro de imberbes castrati est cantando como una hueste de ngeles; slo que alguien ha construido su plataforma demasiado cerca del recinto donde luchan los perros, y sus voces quedan medio sofocadas por el frentico aullido de los animales que esperan su turno para morir. Mientras tanto, en el otro lado, en un foso de arena instalado para la ocasin, un hombre y dos altas mujeres estn luchando mientras una multitud los anima y de vez en cuando se une a ellos. En cada ventana que rodea a la piazza cuelgan tapices y estandartes de armas, y los espacios abiertos aparecen atestados de muchachas nobles vestidas como si hubieran de ir a su propia boda, de modo que cuando levantas los ojos parece como si la ciudad entera se hubiera soltado el pelo y se estuviera exhibiendo ante la multitud. Pandillas de jvenes ataviados con medias de vivos colores se renen debajo, lanzndoles gritos, mientras un anciano va de un lado a otro a travs de la muchedumbre, con un pene de madera del tamao de una maza, que sobresale de su capa de terciopelo, mostrando alegremente su mercanca a cualquiera que desee mirarla. Yo voy bordeando la multitud y compro unas frutas escarchadas en un tenderete de la piazzetta que hay cerca de mis amadas columnas, donde los carniceros y fabricantes de salami instalan sus puestos durante el da. El gran muelle que hay al fnal est repleto de largos barcos, todos sus mstiles salpicados de faroles colgantes de tal modo que parece como si el mar estuviera iluminado. En todas partes adonde mires hay banderas con el gran len de San Marco, y enfrente de las dos Columnas de la Justicia, una troupe de acrbatas est formando una pirmide humana de cuatro pisos para rematarla con un enano en la cima. Han instalado estacas con teas por todo alrededor, as que el espectculo est bien iluminado, y los primeros tres pisos estn ya completos. Yo me deslizo entre la muchedumbre, y entonces los espectadores, tomndome por uno de los ejecutantes, me maltratan y empujan alegremente hacia delante. Los ltimos dos hombres estn escalando la pirmide ahora, prudentemente, como gatos jvenes, mientras a un lado el enano est encaramado sobre los hombros de otro acrbata, aguardando su turno. Cuando el piso superior est seguro, estos dos ltimos se acercan a la pirmide, mientras el enano saluda a la multitud con la mano y se tambalea dramticamente como si ya estuviera a punto de caerse. Est vestido de plata y rojo, y es incluso ms pequeo que yo, aunque su cabeza es ms proporcionada, lo cual lo hace menos feo, y tiene una sonrisa traviesa. Se engancha a las espaldas del ya existente segundo piso. A la luz de las antorchas, se puede ver el sudor en los cuerpos de los hombres y cmo se retuercen los msculos cuando se tensan para conservar la geometra amenazada por el peso extra del enano. ste permanece inmvil durante un momento antes de encaramarse ms arriba. Aunque la calle est llena de actuaciones concebidas para parecer ms arriesgadas de lo que son en realidad, sta no es una de ellas. Es realmente arriesgada. Un enano capacitado puede ser capaz de hacer toda clase de cosas que otro hombre no podra, como sentarse sobre sus tobillos durante horas o levantarse del suelo sin usar las manos (os quedaras sorprendidos de cmo disfruta la gente vindome repetir este sencillsimo movimiento), pero una vez que estamos de pie, los huesos de nuestras piernas son demasiado cortos para permitirnos mucha fexibilidad. Debido a esto, somos malos acrbatas, pero excelentes bufones, y por esa razn somos ms divertidos de contemplar. El enano ha llegado ahora al tercer piso, y la pirmide se est estremeciendo un poco debido a su torpeza. Uno de los hombres de la base lanza un grito salvaje, y el enano hace muecas y agita los brazos, de modo que la multitud piensa que tiene realmente problemas, lo cual hace que an se ran ms. Pero l sabe lo que se trae entre manos, y cuando fnalmente llega a la cima y se asegura, de su jubn saca un trozo de seda de colores sujeto a una pequea estaca, como una bandera, y hace con la mano un gesto de triunfo. Luego lo sujeta a su espalda y se dobla hasta que queda agachado como un perro, manos y pies equilibrados sobre cada uno de los hombros de los individuos que estn debajo de l, de tal modo que la bandera ondea como un estandarte sobre su espalda. La multitud tarda un momento en captar el impacto: en descubrir, a la luz de las antorchas, que su postura es un refejo del gran len alado de piedra que hay en la cima de la Columna de la Justicia sobre l, alzndose su ala como su propia bandera desde la arista que forma su espalda. A pesar de m mismo, yo, como todo el mundo, estoy aplaudiendo frenticamente, porque ha sido magnfco y porque, naturalmente, me gustara haberlo hecho yo. Yo ni siquiera lo considerara, Bucino. Hay una docena de usos mejores para tu talento. La voz es fuerte y baja como la de un cantante que ha sido entrenado para mantener la nota ms larga que el coro, y yo la habra reconocido en cualquier parte. Me doy la vuelta, y aunque todo lo que puedo pensar es en el problema que causar, estoy encantado de verlo. Mirad esto, amigos mos! El hombre ms feo de Roma ha venido a Venecia a mostrar su belleza. Bucino! grita, y me agarra por la cintura levantndome hasta que sus ojos estn a mi mismo nivel. Por las llagas de Cristo, hombre, vaya pinta que tienes. Una docena de pelos en la barbilla no son una barba. Y qu es esta camisa de pobre que llevas? Cmo ests, mi pequeo hroe? Y me sacude un poco para subrayar su jbilo. Alrededor de l, un grupo de jvenes petimetres y nobles, animados por sus insultos, se ren sonoramente de m. No os riis dice con voz retumbante. Este hombre quizs parezca un bufn, pero sufre la broma ms cruel que Dios pueda gastar. Naci con el cuerpo de un enano y la mente de un flsofo. No es as, mi retaco amigo? Est sonriendo cuando me deposita en el suelo, aunque su rostro ha enrojecido algo debido a mi peso. La verdad es que l tampoco es el vivo retrato del bienestar, pero, bueno, se estaba volviendo rellenito de tanto vivir del mecenazgo antes incluso del ataque que le lisi la mano y le dej una cicatriz en zigzag en el cuello. En tanto que t, Aretino, tienes el cuerpo de un rey y la mente de una cloaca. Una cloaca? Y por qu no? El hombre se pasa tanto tiempo excretando como comiendo, aunque los poetas nos hagan creer lo contrario. Y los jvenes que estn a su espalda aplauden, encantados. Veo que has encontrado almas gemelas que te ofrecen amistad en esta ciudad extranjera. Oh, s. Mralos. La crema de la cosecha veneciana. Todos dedicados a promocionarme. No es verdad, chicos? Ellos vuelven a rer. Pero en este ltimo intercambio nos habamos pasado al dialecto romano, y ellos probablemente captaron slo la mitad de lo que decamos. Me coge del hombro y me aparta a un lado, dejando a los otros un poco atrs. De manera que y sigue sonriendo ests a salvo. Yo inclino la cabeza. Como puedes ver. Lo cual quiere decir que ella tambin. Quin? Ah, la mujer sin la cual nunca dejaras Roma, sa. Dios, he andado frentico estos ltimos meses por saber noticias vuestras, pero no pude encontrar a nadie que supiera nada. Cmo conseguisteis salir? Me deslic entre sus piernas. No esperara menos de ti! Sabes que los cabrones entraron en el taller de Marcantonio? Destruyeron todas sus planchas y mquinas, lo golpearon hasta dejarlo medio muerto, y luego exigieron rescate por l. Por dos veces. Ascanio lo abandon, lo sabas? Al primer disparo. Rob los mejores libros de su biblioteca y se escap. Ese pedazo de escoria. Y qu hay de Marcantonio ahora? Sus amigos pagaron el rescate y se lo llevaron nada menos que hasta Bolonia. Pero nunca volver a grabar. Su espritu se rompi junto con su cuerpo. Dios mo, qu circo de infamia. No te enteraste de lo que escrib sobre ello? De mi carta al Papa? Dej incluso a los ms mordaces crticos romanos llorando de vergenza y horror. En cuyo caso, estoy seguro de que tus palabras fueron ms reales que mi experiencia digo con voz tranquila, y me preparo para su risotada y su enrgica palmada en mi espalda. Al igual que mi ama, l nunca se molest en ocultar sus talentos al mundo. Oh, gracias a Dios por el hecho de tu deformidad, Bucino. O habra tenido que considerarte mi rival. As que... dime. En serio. Ella est a salvo, no? Gracias a Dios. Cmo fue? Cmo fue? Fue una enorme festa de la muerte digo yo. Aunque t habras aprobado algunas partes de ella. Junto con algunos romanos corrientes, la curia y las monjas se llevaron buena parte de lo peor. Ah, no. Ah cometes una injusticia conmigo. Yo los azot con palabras, pero ni siquiera yo hubiera deseado las historias que he odo sobre ellos. Qu ests haciendo aqu, Pietro? Yo? Y dnde ms podra estar? Levanta la voz ahora con un gesto hacia los hombres que estn a sus espaldas. Venecia. La ciudad ms grande del mundo. Crea que decas eso de Roma. Y lo deca. Y lo fue. Antao. Y Mantua? Ah, no. Mantua est llena de cabezas huecas. Signifca esto que el duque ya no encuentra halagadores tus poemas? El duque! Es el mayor tonto de todos. No tiene el menor sentido del humor. Y Venecia s? Ah... Venecia lo tiene todo. La joya del Oriente, la orgullosa repblica, amante de los mares orientales. Sus barcos son el tero de los tesoros del mundo, sus palacios son piedra y azcar glaseado, sus mujeres como perlas en un collar de belleza, y... ... y sus mecenas no saben cerrar la bolsa. Todava no, mi pequea grgola. Aunque hay toda clase de nobles comerciantes en esta ciudad, con gusto y apetito. Y dinero. Y estn ansiosos por convertir a Venecia en la nueva Roma. Nunca les gust el Papa, y ahora que ste est fundiendo sus medallas para pagar su propio rescate, ellos pueden poner las manos sobre todos sus artistas favoritos. Jacopo est aqu. No sabes? Jacopo Sansovino. El arquitecto. Imagnate digo yo. Tal vez consiga algunos encargos decentes por fn. Vamos, vamos. Ya hay trabajo para l. Aquellas jorobas de camello de plomo que brotan de su dorada monstruosidad (perdn, de la gran baslica) se estn derrumbando, y no hay nadie aqu que tenga una clave para sostenerlas. No lo comprendes, mi pequeo amigo. Aqu somos grandes hombres. Y pronto estaremos ejerciendo mayor infuencia an. As que... dnde dices que estaba ella? Muevo negativamente la cabeza. Oh, vamos. No estar an furiosa conmigo, verdad? Cuando uno ha visto la muerte cara a cara, qu es una pequea calumnia? La hizo famosa, de todos modos. Ya era bastante famosa sin eso digo. Y el recuerdo de su traicin me insensibiliza contra su encanto. Me aparto de l. Tengo que irme. Me pone la mano encima del brazo para retenerme. No hay nada entre t y yo. Y nunca lo ha habido. Vamos, por qu no me llevas hasta ella? Esta ciudad es bastante rica para todos nosotros. Yo permanezco inmvil y no digo nada. l suelta la mano. Sabes que podra haberte seguido. Por los dientes de Cristo, poda haberte hecho asesinar en la calle. Los asesinos tienen aqu un ndice de xitos superior al de Roma. Sin duda tiene algo que ver con toda esa agua oscura. Lo que me parece recordar que este lugar no es en absoluto de tu gusto. Dios, Bucino, debes de adorarla realmente para haberla seguido hasta este malsano y hmedo mundo. Crea que decas que era la ciudad ms grande de la Tierra. Y as es. Hizo un gesto hacia atrs, a los chicos, levantando la voz. La ciudad ms grande de la Tierra. Luego, bajndola nuevamente: Podra ayudarla, lo sabes. No necesita ayuda. Oh, pienso que s. De lo contrario, ya sabra algo de ella. Por qu no se lo preguntas, de todos modos? El grupo se acerca y lo rodea nuevamente. l pasa su mano buena por el hombro de uno de ellos, y se van juntos hacia la multitud, aunque no antes de que l me haya lanzado una mirada. Vindolos ms cerca ahora, me doy cuenta de que no van tan bien vestidos como para que sean los dueos de la calle. Aunque nadie lo dira por la forma en que pasean por ella. Una cosa es segura. Incluso con el alumbre de goma y la sangre de cerdo de La Draga, no fngiremos virginidad ahora. Maldito sea. * * * La casa est a oscuras cuando entro, pero al subir por la escalera oigo msica procedente de la habitacin de arriba. Abro la puerta suavemente. Ella est tan concentrada en tocar que no advierte mi presencia. Est sentada en el borde de la cama, frente a la ventana; bajo la falda, una pierna cruzada y algo levantada sobre la otra (la mejor postura para sostener el cuerpo del lad), y la luz de una vela barata a sus pies proyecta parpadeantes sombras en torno de su rostro. Su mano izquierda est sobre el traste mientras los dedos de la derecha estn ahuecados y deslizndose hacia arriba, como las patas de una araa, sobre las cuerdas. El sonido me hace estremecer, no slo por su belleza su madre, que se mostraba muy escrupulosa en lo de desarrollar sus talentos, le hizo aprender cuando apenas si empezaba a caminar, sino porque habla de las posibilidades de nuestra vida futura. No la he odo tocar desde que fuimos arrojados del Edn hace casi un ao, y, cuando brota su voz, aunque no llega a ser el cntico de las sirenas que deba atraer a Ulises a las rocas, es lo bastante dulce para que, cuando los bebs se despiertan en su cuna al lado de ella, los calme e induzca nuevamente al sueo. Las notas suben y bajan mientras la cancin desgrana una historia de fresca belleza y amores perdidos. Nunca deja de sorprenderme cmo una mujer cuyo trabajo es chupar la semilla de una docena de arrugadas pollas tiene una voz tan pura que rivalizara con la de una monja virgen. Lo cual viene a demostrar que aunque Dios tal vez aborrezca a los pecadores, a veces dona los talentos ms grandes para ellos. Los necesitaremos todos ahora. Sus dedos se quedan suspendidos encima de las cuerdas mientras el sonido muere. Aplaudo lentamente desde mi lugar junto a la puerta. Y Fiammetta sonre ligeramente mientras se da la vuelta, porque ella siempre aprecia la reaccin del auditorio, y hace una graciosa inclinacin de la cabeza. Gracias. Siempre te he visto tocar para hombres le digo. Es diferente tocar sola? Diferente? Pulsa una cuerda, y la nota queda vibrando en el aire. No lo s. Siempre tocaba para un auditorio, incluso cuando no lo tuviera. Se encoge de hombros, y yo me pregunto (como hago de vez en cuando) cun extrao debe de ser recibir una educacin para agradar a los dems. Una vocacin parecida seguramente a la de cualquier monja cautivada por Dios. Ella se muestra, sin embargo, afortunadamente ecunime sobre estas cosas. Eso tambin, me atrevera a decir, forma parte de su entrenamiento. Aunque este instrumento es una porquera, Bucino. La madera est deformada, las cuerdas estn demasiado tensas, y las clavijas demasiado duras para que yo pueda ajustarlas. Bueno. A pesar de todo, haces que suene bastante bien para mis odos. Ella se re. Los cuales fueron siempre muy duros cuando se trata de msica. Como quieras. Pero hasta que tengas una cama llena de amantes, tendrs que arreglrtelas con los cumplidos que yo te haga. Pero no es persona afcionada a aparentar falsa modestia, mi ama, y s que est, con todo, encantada. Vale. Cmo te fue? Fuiste a la piazza? S. Oigo nuevamente las voces de los castrati a coro con el aullido de los perros, y veo la bandera del enano y el ala del len destacando su silueta contra el bruido cielo nocturno. S... y estuvo muy bien. Excelente. Venecia siempre se viste bien para sus espectculos histricos. Es uno de sus grandes talentos. Quizs te llegue a gustar la ciudad, a fn de cuentas. Fiammetta digo quedamente, y ella se da la vuelta, porque yo no uso su nombre a menudo. Hay algo que debo decirte. Y sabiendo, como sabe, que debe de tratarse de algo serio, sonre. Deja que pruebe. Has iniciado una conversacin con un noble comerciante que tiene una casa en el Gran Canal y lleva toda su vida buscando una mujer de ojos verdes y cabello rubio rapado. No exactamente. Aretino est aqu. CAPTULO 08 Es una pena que acabaran como enemigos, porque tenan mucho en comn. Ambos eran extranjeros en Roma, ambos procedan de humildes orgenes, pero ambos posean la sufciente educacin para no sentir miedo de los que eran poderosos aunque ms estpidos que ellos. Tenan un agudo ingenio y un hambre ms aguda an de la riqueza que ste poda aportarles, y no parecan capaces de conocer el signifcado del fracaso. Si ella era ms joven y ms hermosa, bueno, eso era justo, ya que las mujeres hacen su fortuna gracias a su aspecto, no a su pluma. Y si l posea una boca ms cruel, bueno, eso era porque, pese a toda la experiencia de Fiammetta de la carne, lo cierto es que l se prostitua tanto como ella, aunque se ganara la vida vendiendo su ingenio en vez de su cuerpo. En la poca en que se conocieron, ambos estaban establecidos a su diferente manera. Aretino se haba introducido en el crculo de Len X, donde sus custicos informes sobre los escndalos del da llamaron la atencin de un tal cardenal Giuliano dMedici, que se convirti en su mecenas tanto para desviar lodo aquel vitriolo de s mismo como para dirigirlo hacia otras personas. Cuando Len X se muri y la corona papal qued vacante, Aretino hizo un trabajo tan bueno insultando a todos los rivales de Giuliano que cuando uno de ellos se convirti en Papa, derrotando a Giuliano, a Pietro Aretino le result ms seguro desaparecer por un tiempo. Volvi dos aos ms tarde para la siguiente eleccin papal, donde su caballo gan la carrera. Y entr en escena Clemente VII. Pero mi ama era una fuerza con la que haba que contar. En aquellos tiempos Roma era el lugar natural de las cortesanas. De hecho, haba sido su lugar de nacimiento. Una ciudad llena de sofsticados clrigos, demasiado seculares para ser santos, especialmente cuando se trataba de asuntos de la carne, haba creado pronto su propia corte, con mujeres tan refnadas fuera de la cama como desmandadas en ella. Tal era el apetito de belleza de Roma que cualquier muchacha con un ingenio e inteligencia que combinaran con su aspecto, y una madre dispuesta a hacer de proxeneta, poda hacer una pequea fortuna mientras duraran sus encantos. Aquellas doce ofertas por la virginidad de mi ama se haban traducido primero en una casa pagada por el embajador francs, un hombre que, como ella cuenta ahora, senta una afcin por las mujeres jvenes, pero tambin una pasin por los chicos, de modo que ella domin desde una poca muy temprana los atractivos de vestir de hombre y la sodoma. Aunque stos son talentos meritorios para una prspera cortesana, resultaban restrictivos para una joven con su potencial, y la madre de mi seora pronto empez a revolotear y a tratar de encontrarle otros dueos. Uno de ellos fue un cardenal de los que fguraban en el crculo del nuevo Papa, y como este hombre tena tanta afcin por la conversacin como por la cpula, la casa de mi ama se convirti en un lugar apto para placeres de la mente as como para los del cuerpo. Y de esta manera lleg a llamar la atencin de Pietro Aretino. En otra vida podran realmente haberse convertido en amantes (l era guapo entonces, y slo haba que pasar una hora en compaa de cualquiera de ellos para comprender que el ingenio y energa mutuos podan encender la llama). Pero la madre de mi ama era un dragn vigilante en la puerta, y lo bastante entendida en el negocio para saber que cuando los hombres ricos mantienen mujeres en el estilo al que ellos mismos estn acostumbrados, no desean encontrar a ningn escritor de stiras sucias metiendo la nariz en sus tarros de miel. En cuanto a lo que exactamente ocurri, no tengo ni idea, porque yo era nuevo en la casa entonces y todava estaba confnado al baco y a la cocina, pero recuerdo la maana en que nos despertamos encontrando el nombre de mi ama en una serie de stiras de Aretino pegadas en la estatua de Pasquino, que estaba siendo utilizado como sinnimo de libertinaje en Roma. Aunque semejante publicidad era tanto un anuncio como un insulto para una buena cortesana, el comportamiento de Aretino era indigno de un caballero, por no decir otra cosa, y durante algn tiempo ambas partes buscaron deliberadamente desprestigiarse siempre que tuvieron la oportunidad. Pero eso tampoco es toda la historia. Porque hay que reconocer que unos aos ms tarde, cuando Aretino escribi una serie de sonetos obscenos para apoyar al deshonrado grabador Marcantonio Raimondi, tom la determinacin de no utilizar el nombre de mi seora como una de las putas romanas que l denunciaba. Y ms tarde, cuando el censor papal, el cardenal Giberti, un hombre de cara avinagrada, contrat a un asesino para que lo acuchillara en la calle, mi ama, al recibir la noticia de sus heridas, decidi no celebrarlo, como tantos otros hicieron, sino que se guard sus pensamientos para s. * * * Ella se ha desplazado a la ventana, de modo que no puedo verle la cara. Como la mayor parte de las buenas cortesanas, es experta en vivir con dos tipos de sentimientos: los que tiene y los que fnge para complacer a sus clientes. Por lo que a menudo se muestra interesada cuando realmente se aburre, dulce cuando est de mal humor, divertida cuando siente tristeza, y siempre se muestra dispuesta a retirar las sbanas para jugar, cuando lo que ms le gustara es dormir sola en ellas. Ama? Se vuelve hacia m, y, para sorpresa ma, hay risa en sus ojos. Oh, Bucino... Quita esa cara de preocupacin. Por supuesto que l haba de terminar en Venecia. Tendramos que haberlo imaginado. Adonde ms poda ir? Ha ofendido a la mayor parte del resto de Italia a estas alturas. Y la suciedad siempre se acumula en la superfcie del agua. Qu? Por qu me ests mirando as? T no creste aquellas historias que la gente contaba de nosotros, verdad? Eran todo mentiras. Rumores romanos, nada ms. Aretino me importa un bledo. Desgraciadamente, no es tan sencillo como eso digo, un poco molesto de que ella considere necesario fngir nada menos que ante m, aunque sospecho que es ms bien ante s misma. Aunque l tal vez sea suciedad, por lo que yo he visto, est realmente fotando cerca de la cima aqu. Y l sabe que tenemos problemas. Por qu? Cmo lo sabe? Qu le dijiste sobre m? Y ahora ella est irritada slo de pensar en ello. Jess, Bucino, t sabes que no debes contar a todo el mundo nuestros asuntos, especialmente a un venenoso charlatn. Aunque me he estado pudriendo en esta habitacin, era trabajo tuyo averiguar la situacin de la ciudad. Cmo pasaste por alto un sapo tan grande como Aretino? Posiblemente porque no lleva un vestido de mujer digo con voz monocorde. No dejes que la ira te robe el ingenio. No le dije nada. No tena necesidad de hacerlo. Incluso si su presuncin de infuencia fuera solamente una verdad a medias, el hecho de que t no seas conocida aqu es la prueba de nuestra desgracia. Oh! Haber sobrevivido a la matanza de Roma slo para ser machacados por un poeta de alcantarilla. No nos merecemos esto. No es tan malo como piensas. Habl cariosamente de ti. Creo que tena miedo de que hubieras muerto en Roma. Dice que puede ayudarnos. Ella deja escapar un largo suspiro y mueve negativamente la cabeza. Al fnal ella siempre mira las cosas de frente. Creedme, no todas las mujeres llegan tan rpidamente a donde necesitan estar. No s. Uno tiene que andar con cuidado con Aretino. Es listo, y halaga tu ingenio de modo que piensas que es tu amigo. Pero contraralo, y vers su lengua de vbora. Y su pluma siempre va a donde est el dinero. Nuestro desacuerdo tuvo lugar hace mucho tiempo, pero no me gustara tener que estarle agradecida por nada. Hace una pausa. Sin embargo, tienes razn, Bucino. Su presencia nos hace tomar una decisin. Ahora que l sabe dnde estamos, haramos bien en ponernos manos a la obra, o sus rumores nos perseguirn. La nica razn por la que Venecia no ha odo hablar de m es porque an no me he anunciado. Pero estoy preparada. Los dos lo sabemos. Y aunque esta casa tal vez no est en el Gran Canal, con un poco de cabello de monja y los adecuados tapices y muebles, podemos dar a esa fsgona que hay al otro lado del agua algo que confesar en su prxima confesin. Las mujeres son seres dbiles, sus humores demasiado fros y sus corazones demasiado afigidos por la emocin irracional para llegar tan alto como los hombres. Eso es lo que dice cada flsofo desde san Pablo hasta el viejo que mide el agua del pozo. Lo que yo digo es que an no han conocido a mi seora. Tienes la resistencia de una gran puta digo, sonriendo. Y tocas el lad como un ngel. Y tus halagos sientan como un cubo de agua sucia. Debera haberte dejado lanzando torpemente las bolas al aire junto a la mesa de aquel banquero. Si... Lo s, lo s. Si l hubiera tenido un mono en vez de a un enano, t habras comprado al mono. Aunque dudo de que l se hubiera adaptado mejor al agua de lo que yo lo he hecho. Es tan tarde ahora que ya es temprano. La luz de la maana est formando franjas en el suelo a travs de los postigos, y hace tanto tiempo desde que dorm por ltima vez que ya no soy capaz de decir si estoy cansado. Oh, Dios. Fiammetta bosteza, estirando la espalda contra la cama. Sabes lo que ms echo de menos, Bucino? La comida. Estoy tan hambrienta de buenos sabores cada da que, si estuviera an intacta, vendera mi virginidad por un buen plato de sardinas fritas en naranja y azcar. O de ternera con salsa de guindas y calabaza horneada con nuez moscada y canela y... No, ternera no. Jabal. Con miel y enebro. Y una ensalada de endivias, fnas hierbas y fores de alcaparra. Y anchoas, frescas y saladas. Y de postre... Tarta de requesn con membrillo y manzana... Melocotones en grappa. Pastelitos de mazapn. Terminando con frutas escarchadas. Oh... oh. Y nos remos ahora. Socorro. Estoy babeando. Saco un mugriento papel del bolsillo y descubro los restos de las peras escarchadas que compr en la piazza. Toma. Prueba esto digo. Y lo levanto para ella. Brindemos por la mejor puta y el mejor cocinero que estn bajo el mismo techo. CAPTULO 09 A la maana siguiente, La Draga y yo nos encontramos en la cocina para negociar el precio de la nueva cabellera de mi ama. Teniendo presentes los comentarios de Fiammetta, hago un gran esfuerzo para mostrarme agradable. Le ofrezco a la ciega un refrigerio, pero a estas alturas nos sentimos igualmente recelosos uno del otro, y ella rehsa, mantenindose de pie en la puerta mientras calcula el total de materiales y el trabajo. Su suma es tan rpida como la ma, y, cuando la he comprobado, resulta mayor de lo que yo esperaba, aunque qu s yo del precio de las cabelleras de las monjas? Sin embargo soy reacio a enfrentarme a ella abiertamente. Umm. Representa un buen benefcio para el convento entonces este negocio del pelo? Observo que su cabeza se vuelve a inclinar. Tiene los ojos cerrados hoy, y su boca permanece ligeramente abierta, de manera que su aspecto es casi de bobalicona. El dinero no va a parar al convento. Se lo quedan las monjas. Y qu? Las novicias no estn an completamente familiarizadas con las costumbres de la caridad? Creo que eres t el que no est completamente familiarizado con las costumbres de Venecia dice ella con calma, y la imagen de bobalicona se disuelve en un instante. El mejor cabello procede de las muchachas ms ricas. Necesitan dinero para adornar sus hbitos y mantener las celdas con buen estilo. Con buen estilo? Y t puedes decir cul es el bueno y el mal estilo acaso? Maldita sea. Porque sale de mi boca a la vez ms rpido y, jurara, con ms crueldad de lo que yo tena intencin. La pequea inspiracin que ella hace es ms seca que antes, pero la voz se mantiene fra. Yo puedo decirte cundo estoy en una habitacin donde no hay ningn mueble, las baldosas estn desnudas y reina el olor de sudor y grasa de cocina, s. Y cmo eso es diferente de las pomadas de espliego y del sonido de las voces contra unas suaves alfombras y tapices tejidos. Quizs t eres una de esas personas que estn acostumbradas a ver slo con los ojos. Cuando ests cerca de la Merceria, busca al mercader de alfombras cuya mujer ciega clasifca la calidad del tejido. Ese hombre dirige un negocio prspero. Hace una pausa. Me han pedido que vaya al convento esta tarde. Compro el cabello o no? Me acuerdo de mi perro esculpido con su trozo de panal de abejas en la boca. Maldita sea. Es como estar en la habitacin con un enjambre de esos insectos. He vivido demasiado tiempo con mujeres como mi ama, que estn adiestradas para agradar a los hombres, endulzando siempre su aguijn con halagos. Quizs si ella tuviera ojos y pudiera ver el impacto que produce su lengua, podra ser ms parca en su acidez. Sin embargo, el asunto que la lleva a relacionarse conmigo no es el cortejo. Y tampoco es mi caso con ella. Toma. Abro la bolsa y cuento el requerido nmero de monedas. Ella registra el tintineo metlico con una inclinacin de la cabeza, pero cuando se acerca a m su cuerpo tropieza contra la pata de la silla. Como yo ya saba que ocurrira. Se tambalea pero mantiene el equilibrio. Veo que una sombra cruza por su cara. En la calle corre el rumor de que La Draga puede mezclar maldiciones en la coccin de sus hierbas y ungentos, y, por esa razn, es mejor no enojarla. Pero no nos maldecir a nosotros. Le damos demasiado dinero. Me acerco y aprieto el fro metal de los ducados contra su palma, y ella se aparta como si mi tacto quemara, aunque las monedas estn ya seguras en su mano. Es imaginacin ma, o veo asomar por un instante su sonrisa? Cada intermediario que siempre he conocido se lleva una tajada de los benefcios, y aqu en Venecia todos y cada uno de ellos son unos expertos. Qu me dijo Meragosa sobre ella hace slo unos das? Que, pese a todos sus modales, ella haba nacido pobre como una puta y matara a su abuela por la adecuada cantidad de oro. Desde luego, es propio de Meragosa rebajar a todo el mundo, pero el hecho es que, en una profesin como la nuestra, hay siempre garrapatas hambrientas buscando un cuerpo grasiento al que chupar sangre, y nosotros estamos demasiado magros y dbiles todava para arriesgarnos a semejante prdida de sangre. Bueno, si nuestra estrategia funciona, no necesitaremos mucho tiempo ms sus servicios. Meragosa, por el contrario, es como un grotesco y asustadizo cordero, todo ansia y excitacin ante la idea de nuestra aventura. Durante los das siguientes ella incluso empieza a llenar cubos de agua para comenzar a fregar una dcada de suciedad de las paredes y la pintura, con el fn de prepararnos para nuestra nueva vida. Nuestra casa tiene garrapatas por todas partes. Con mi bolsa abierta ahora, los tenderos de segunda mano judos hacen cola para servirnos. Tal es la calidad de su mercanca que incluso aquellos que los maldicen a sus espaldas estn ansiosos por hacer negocio con ellos. Yo siento por ellos cierta simpata, porque, aunque pueda haber lugares en el mundo donde los enanos constituyan el gobierno y los judos posean su propia tierra, en Venecia, como en el resto de la cristiandad, ellos hacen solamente los trabajos ms sucios, como prestar dinero o comprar lo que est usado, aunque se han hecho tan expertos en ello que muchas personas estn resentidas. Eso y el hecho de que mataron a Nuestro Seor, lo cual a los ojos de muchos los hace ms temibles que el propio diablo. Hasta que llegamos a Venecia, los nicos judos que yo haba conocido eran hombres que parecan corretear en las sombras, y por esa razn resultaba fcil tener miedo de ellos. Pero esta ciudad est tan llena de extranjeros de extraas religiones que los judos tienen un aspecto ms familiar que el de la mayora, y pese a que se confnan en el gueto por la noche, deambulan por las calles a la luz del da como cualesquiera otros hombres. De hecho, mi joven prestamista de amarillenta piel transparenta una solemnidad tan grande tras sus oscuros ojos que a veces anhelo dejar a un lado el negocio del dinero y charlar con l de la vida durante un rato. Es su to quien dirige el negocio de ropa que elegimos, porque todo el mundo se conoce aqu. Llega desde el gueto con sus dos ayudantes, transportando enormes bultos sobre la espalda, y, cuando los deshacemos, la habitacin ele mi ama se transforma en un tenderete de ropa: terciopelos, brocados y sedas de todos los colores del arco iris; vestidos con capas de linn blanco brotando de sus ajustadas mangas, escotados corpios orlados de tentaciones de encaje, docenas de enaguas; remolinos de capas y chales; velos dorados y plateados, jaspeados de fligrana; y zuecos atados a media pierna, algunos tan altos como una pila de ladrillos, para levantar a una mujer hermosa hasta situarla fuera de la amenaza de las altas mareas y alzar su cabeza hasta el cielo. Durante los aos en que todo este lujo era algo corriente para nosotros, yo haba aprendido a hablar con fuidez el lenguaje de la ropa de las mujeres, comprendiendo cmo cierto color y corte poda sentar a mi seora mejor que otro. Aunque se trata de un talento del que la mayora de los hombres no presumira, dado que el objetivo de stos en la vida es ms bien quitar tales prendas que ponerlas, he encontrado que la sinceridad en esta cuestin es ms efcaz que el halago cuando hay que ganarse la confanza de una mujer hermosa. O, al menos, de la que he llegado a conocer mejor. Mi ama, sin embargo, no pierde el tiempo mimndose a s misma, sino que se convierte instantneamente en un comerciante tan astuto como el hombre que tiene delante, sobre todo porque dentro de este derroche de ropa de segunda mano hay siempre una seleccin de prendas nuevas a precio reducido. (En esto los judos son como todo el mundo en Venecia, y aunque obedecen las leyes en su espritu, no son contrarios a una pequea empresa comercial si ambos lados ganan y ninguno de los dos es atrapado.) Fiammetta se mueve entre las pilas de ropa, eligiendo una cosa y rechazando otra, haciendo notar los defectos, preguntando precios, chasqueando la lengua en seal de desaprobacin y quejndose sobre lo que falta, comparando calidad y precio, e incluso oliendo Esto deberais drselo a los perros, huele a sflis, aunque procura elogiar cierto nmero de piezas, generalmente aquellas que no quiere comprar, para mantener alto el nimo de los vendedores. Igual que ella tiene su trabajo, yo tengo ahora el mo. Me he convertido otra vez en el mayordomo, el capo, el contable y el guardin de la bolsa. Me siento con papel y pluma delante de m, contemplando cmo vuela la ropa. El montn comprado se va haciendo ms alto, y tan deprisa como ellos hacen sus sumas, yo hago la ma, de manera que cuando llega el momento de pagar, soy yo quien hace el trato, mientras mi ama se sienta fngiendo haberse puesto de los nervios por la ferocidad del regateo. Y de esta manera todos nos defendemos con las sufcientes mentiras para que la transaccin sea honorable y para que ellos se queden tan contentos con lo que no han vendido como lo estamos nosotros con lo que hemos tenido que gastar. Esa noche comemos conejo guisado con especias; vamos vestidos con las nuevas ropas viejas, ella con un brocado verde que casa perfectamente con el color de sus ojos, y yo con un atuendo de calzas y jubn nuevos de terciopelo, con mangas especialmente modifcadas para que se ajusten a m... porque ningn enano puede servir a una mujer de importancia con un traje cuyas aberturas son producto ms del desgaste que de la moda. Meragosa est encantada con su bata tambin, porque aunque sta es ms de cocina que de saln, se aade a la que le promet (y ya le he entregado), y esa noche ella se aparta de su costumbre para alimentarnos bien, de manera que los tres compartimos una sensacin de elevado nimo ante la idea de lo que ha de venir. A la maana siguiente, La Draga llega temprano, transportando relucientes cascadas de dorado cabello, acompaada de una joven cuyos ojos son tan vivos como los dedos de nuestra curandera. El da anterior, mi ama haba comprado un segundo chal a los judos (idea suya, no ma), y cuando ahora lo deposita en las manos de La Draga, la plida cara de la curandera se ilumina como una vela. Aunque casi inmediatamente se vuelve insegura de s misma, atrapada entre el placer y el embarazo por los cumplidos que mi ama le hace. En cuanto a m, me muestro corts, pero me marcho tan pronto como me resulta posible, porque no quiero arriesgarme a otro encuentro. Hoy estoy ms interesado en el negocio que en la belleza. Ya he recuperado nuestra bolsa de entre las tablillas de la cama, y salgo a ver a mi judo de oscuros ojos para empear las ltimas joyas. * * * Tal como hacen los propietarios de todos los dems negocios, los prestamistas abren sus postigos con la campana de la Marangona. Est lloviendo, y yo no soy el primero en llegar. Un hombre ataviado con capa y sombrero est esperando con una bolsa metida entre los pliegues de su manto, tratando de aparentar que no est realmente all. Me he cruzado con alguien parecido a l anteriormente. En una ciudad donde el comercio es su ensea, la diferencia entre un barco que atraca con una fortuna en su bodega y otro que cae presa de los piratas o de la mala administracin, signifca la bancarrota para el comerciante que fnanci el viaje con un dinero que no tena. Aquellos que pertenecen a las familias de los cuervos tienen la ventaja de su nacimiento y educacin, porque incluso los ms pobres pueden vender sus votos a los ms ricos, y ms ambiciosos, nobles que buscan subir un escaln en alguno de los consejos de gobierno o senados ms pequeos que constituyen la pirmide de este celebrado Estado. (Es una seal de la sofsticacin de Venecia que, aunque toda eleccin a cada nivel de gobierno es secreta, cualquier nombramiento puede, no obstante, ser amaado. Eso hace que la ms evidente corrupcin de Roma parezca casi honesta en comparacin.) Pero para los comerciantes no existe dicha red de seguridad, y el paso de la gracia a la desgracia puede ser vertiginosamente rpido. Cuando vamos a elegir nuestras alfombras y cofres y servicios para la cena, haramos bien en no especular sobre aquellos cuyas fracasadas vidas estamos comprando de segunda mano. El prestamista nos hace entrar, y yo espero en la parte delantera del local mientras ellos realizan su negocio en la trastienda. El hombre sale una media hora ms tarde con la cabeza baja y la bolsa vaca. Dentro del sanctasanctrum, me encaramo al taburete, saco mi bolsa y vaco las joyas sobre la mesa. l va directamente por el gran rub, y estoy encantado de ver que sus ojos parpadean ante su tamao. Mientras le da vueltas en su mano, yo trato de imaginar el precio. Debi de haberla asfxiado cuando se lo trag, pobre Fiammetta, pero valdr la pena ahora. Dependiendo de su calidad, podran ser unos trescientos ducados. Lo cual, junto con los otros, podra representar casi cuatrocientos. El recuerdo de mi seora cautivando al turco y la visin de ella con ropas elegantes, otra vez me han devuelto parte de la confanza perdida en Roma, de modo que ahora puedo imaginarnos alquilando una casa cerca del Gran Canal para unas semanas. Cebo de calidad para capturar pescados de calidad. Al otro lado de la mesa, el prestamista est examinando la gema a travs de su lente especial, los msculos del lado derecho de su rostro arrugados para mantener la lente en su lugar. Qu edad tendr? Veinticinco? Estar casado? Es guapa su esposa? Se siente tentado por otras? Quizs los judos tienen sus propias prostitutas dentro del gueto, porque no puedo recordar haber visto a ninguna juda en las calles. Se quita la lente del ojo y deja la piedra sobre la mesa. Vuelvo dentro de un momento murmura, y las arrugas de su frente se hacen ms profundas. Ocurre algo? Se encoge de hombros al tiempo que se pone de pie. Por favor, espere. Dejo la piedra aqu, vale? Sale de la habitacin, y yo cojo la piedra. Es perfecta. No se ve un defecto en ella. Procede de un collar regalado a mi ama por el hijo de un banquero que lleg a sentir tal pasin por ella que se trastorn un poco, y al fnal su padre le ofreci dinero a Fiammetta para que lo abandonara. Ms tarde, el joven fue enviado en viaje de negocios y muri en Bruselas de febres. Imagino que su rub se acerc ms al corazn de Fiammetta en su viaje a travs del interior de su cuerpo de lo que l lo haba conseguido en la vida real, aunque Fiammetta nunca se mostraba cruel con aquellos que suspiraban por ella. Era y, espero, volver a serlo uno de los riesgos de la profesin. Ella ser... El pensamiento queda detenido al abrirse la puerta. Mi judo de tierna mirada entra acompaado de un anciano, de melena plateada y bonete, y que se acerca lentamente hacia la mesa, sus ojos fjos en el suelo. Cuando est sentado, alarga la mano para coger la piedra y fja la lente. Es mi padre dice el prestamista, reconociendo la desagradable hosquedad de su progenitor con una pequea sonrisa. Sabe mucho sobre joyas. El viejo se toma su tiempo. El aire est empezando a volverse espeso aunque no podra decir si eso se debe a la pequeez de la habitacin o a mi creciente ansiedad, cuando el viejo dice: S... es muy buena. Dejo escapar un suspiro, pero se queda pegado en mi garganta cuando veo la cara del joven. ste murmura algo en su propia lengua, y el padre levanta la mirada y replica speramente. Intercambian breves e irritadas palabras, y el viejo empuja el rub en la mesa hacia m. Qu? El joven mueve negativamente la cabeza. Lo siento. Esta joya es falsa. Qu! Su rub. Est hecho de cristal. Pero... Pero eso es imposible. Todos proceden del mismo lugar. Ya visteis los otros. Y los comprasteis. Dijisteis que eran de elevada calidad. Y lo eran. An tengo dos de ellos aqu. Puedo mostraros la diferencia. Cojo la piedra y la miro intensamente. Pero... si no tiene ningn defecto. S. Por eso no estaba seguro. Y luego est el tallado. Ya habis odo a mi padre. Es buena esta falsifcacin. En Venecia hay muchos que son muy hbiles con el cristal. Pero en cuanto lo ves... Pero yo ya no estoy escuchando. Estoy en la habitacin con mis manos bajo el colchn en busca de la bolsa, pensando, desflando por un millar de imgenes y recuerdos. No tiene sentido. Las gemas salan de la habitacin slo cuando yo lo haca, y cuando mi ama dorma, yo dorma tambin. O no era cierto eso? Por supuesto ha habido ocasiones en que ella estuvo sola. Pero ella nunca las habra abandonado, verdad? Y por quin? Meragosa? La Draga? No os creo. Vi vuestra cara. No estabais seguros. Y l sealo con mi mano al viejo, enojado porque l siga sin mirarme ni siquiera es capaz de ver su mano ante su cara. Cmo puede decir nada? Mi padre ha estado tratando con gemas toda su vida dice el prestamista suavemente. Le pregunto slo cuando tengo una duda. Nunca se ha equivocado. Lo siento. Yo muevo negativamente la cabeza. Entonces me lo llevar a otra parte digo, retorcindome para bajar de la silla y recogiendo las piedras para meterlas otra vez en la bolsa. No sois los... Ahora la voz del viejo aumenta de volumen para unirse a la ma, su tono igualmente irritado. Y esta vez me mira. Sus ojos estn nublados y medio ciegos, como los de la loca La Draga, y me revuelve el estmago verlo. Qu dice? grito furiosamente. Su hijo vacila. Decidme lo que dice. Dice que esta ciudad est llena de conspiraciones contra nosotros. Qu?... Los judos, queris decir? l asiente ligeramente. Y qu piensa? Que estuve viniendo aqu seis meses, trayendo buenas gemas, para pasaros una falsifcacin ahora? Es eso? l hace un gesto con la mano como para demostrar que sa es slo la opinin de un viejo. Decidle que, cuando viva en Roma, nuestra casa era tan rica que jugbamos a los dados con mejores piedras de las que l ver en este cuchitril. Por favor... Por favor, an podemos hacer tratos. Y me doy cuenta, cuando lo dice, de que yo estoy temblando. Por favor, volveos a sentar. Lo hago. l le dice algo con voz frme al viejo, el cual frunce el entrecejo y se levanta, y se dirige hacia la puerta arrastrando los pies. Y da un portazo a sus espaldas. Lo siento. Mi padre est preocupado por muchas cosas. Vos sois forastero, as que pienso que no lo sabis, pero el Gran Consejo ha votado cerrar el gueto y expulsarnos otra vez de Venecia, aunque tenemos un contrato con ellos para quedarnos. Se trata de dinero, naturalmente, y si volvemos a pagar, entonces sin duda podremos quedarnos, pero mi padre es un anciano de la comunidad, y todo esto lo irrita. Por esta razn, a veces se muestra tan suspicaz con personas que nada tienen que ver con ello. Eso dira yo, s. No vine para engaaros. No pienso que lo hicierais. Pero alguien me ha engaado a m. En efecto. Y lo han hecho con bastante astucia. Pero, bueno, Venecia es un nido de astucias. Pero cmo? Quiero decir, cmo se hace... semejante falsifcacin? Y puedo or cmo tiembla mi voz al decirlo. Hace cinco minutos estaba imaginando nuestro rico futuro, y ahora doy vueltas por un negro espacio. Oh, Dios mo. Oh, Dios mo... Cmo pudimos haber sido tan estpidos? Os sorprenderais de lo fcil que es. Hay hombres que trabajan en las fundiciones de vidrio de Murano que pueden fabricar piedras tan fnas que incluso la mujer del dux no sabra que las lleva. Si tienen el original, pueden hacer una copia no demasiado buena para una sustitucin rpida, y luego otra mejor con un poco ms de tiempo. Uno oye historias... Pero yo he comprobado la bolsa cada da. Y examinasteis todas y cada una de las piedras? Yo, bueno... no. Slo lo sufciente para ver que estaban all. Se encoge de hombros. As que, qu me decs? Que no vale nada? En trminos de dinero, no. Podra haber costado quizs diez, veinte ducados hacerla... Lo que no es tan barato tratndose de una falsifcacin. Pero es buena. Bastante buena para llevarla como una joya. Vuestra ama, porque... pienso que la estis vendiendo en nombre de otra persona, no? Asiento con la cabeza. Bueno, podra llevarla alrededor del cuello, y la mayor parte de las personas no lo sabran. Pero si queris empearla ahora, conmigo, entonces no vale nada. Yo no tengo necesidad de estas cosas, y para m es mejor que no estn en el mercado. Y las otras? Oh, las otras son bastante buenas. Y las comprar. Cunto me daris por ellas? Las mira fjamente sobre la mesa, movindolas con los dedos. Por el pequeo rub, veinte ducados. Y levanta la mirada interrogadoramente. Es un buen precio. Asiento con la cabeza. Lo s. Y las perlas? Otros veinte. Cuarenta ducados. Podra alquilar algunos tapices para una sala, y quizs comprar un juego de copas para beber. Aunque el vino que stas contendran sera vinagre. Ningn noble que se precie se acercara a nosotros, y los que vinieran una vez ciertamente no regresaran. A pesar de todo... Lo tomar. Saca los papeles y los pone sobre la mesa para redactar el documento de depsito. Yo miro a mi alrededor. Ha llegado a gustarme esta habitacin. Sus volmenes y libros de cuentas y plumas hablan de una administracin ordenada y de perseverancia. Pero todo lo que puedo sentir ahora es pnico, como si unas alas de murcilago estuvieran batiendo frenticamente contra mi cabeza. Espolvorea la tinta y empuja el papel hacia m. Me observa mientras frmo con mi nombre. Sois de Roma, no? S. Y qu? Vinisteis aqu cuando el saqueo? S. Fue un mal asunto, creo. Muchos judos murieron all tambin. Nunca he visto esa ciudad, aunque he odo que es muy rica. Pero conozco Urbino. Y Mdena. Y sta es mejor que esas dos. Incluso pese a nuestro gran conficto con el Estado, Venecia es una ciudad segura para nosotros, los judos. Creo que tal vez es porque aqu ya hay muchas personas que son diferentes entre s, no es verdad? Tal vez digo. Y yo... lamento... vuestra desgracia. l asiente con la cabeza. Y yo la vuestra. Si tenis algo ms que vender, por favor, lo considerar en atencin a vos. Al parecer, a fn de cuentas, hemos hablado de la vida. * * * Fuera, el cielo es tan gris como los edifcios, y los adoquines brillan bajo la lluvia, de tal modo que la ciudad entera es como un gran espejo, su superfcie moteada y agrietada en un milln de lugares. Yo corro como un perro, la cabeza gacha, pegado a las paredes, las piernas salpicadas hasta las rodillas y mi nuevo jubn de terciopelo empapado al cabo de unos minutos. El repentino ejercicio hace que se me resientan las piernas, pero prosigo mi camino sin tenerlo en cuenta. Al menos eso me impide pensar durante unos momentos. No tengo otro lugar adonde ir que a casa, pero, quizs porque lo temo, en algn momento durante el camino tomo por un puente o un callejn equivocado y me encuentro al borde del Rialto, donde las calles estn llenas de multitudes que van al mercado y hay docenas de tabernas y vinateras donde uno puede ahogar la memoria y beber hasta olvidar. Podra incluso haber entrado en una si hubiera encontrado la adecuada, pero la siguiente esquina que doblo me lleva a un callejn que no reconozco. Y desde all emerjo al borde del agua, perpendicularmente al puente de Rialto. El Gran Canal est aqu tan atestado de barcazas y botes que sirven al gran mercado de pescado que hasta la lluvia huele a pescado fresco y a mar. En el otro lado, la muchedumbre de la maana est saliendo del pasaje cubierto del puente, cuando una mujer comienza a gritar Al ladrn! Al ladrn! con toda la fuerza de sus pulmones. En el mismo instante, una fgura aparece y se abre paso a golpes y patadas a lo largo del borde del canal. Trata de adentrarse en el corazn de la ciudad, donde los callejones se lo tragarn, pero la multitud es demasiado densa, y en vez de ello salta a una de las barcazas y empieza a cruzar el Gran Canal saltando por los botes de pesca amarrados juntos para la descarga. La muchedumbre est enloqueciendo ahora, agitando los brazos y lanzando chillidos mientras l se desliza y resbala por las hmedas planchas. Ya est a ms de medio camino, lo bastante cerca de m para que yo pueda ver el miedo en su rostro, cuando resbala con un revoltijo de tripas de pescado y acaba estrellndose entre los cascos de dos embarcaciones, con tanta dureza que casi puedo or cmo se rompen sus costillas al golpear contra la madera. Un rugido de triunfo se alza en el otro lado, y minutos despus dos altos pescadores lo estn izando, mientras lanza gritos de dolor, y lo arrastran de vuelta por encima de los botes hacia la orilla. Maana, si para entonces no est muerto, estar colgando delante de la ofcina del magistrado, cerca del puente, con su espalda despellejada y la mano que rob colgndole del cuello. Y todo ello por qu? Por una bolsa con un par de ducados o un anillo o un brazalete grabados, cuyas piedras, por lo que yo s, slo valdran el vidrio en que estaban talladas. Permanezco bajo el diluvio escuchando sus gritos mientras el agua cae en cascada por mi rostro, de mi nariz brota una mezcla de moco y lluvia, y el terror de la pobreza me oprime como grandes piedras, raspndose entre s en mis tripas. Y cuando ya no puedo ni verlo ni orlo, me doy la vuelta y retomo mi camino, de regreso a las calles principales y mi casa. CAPTULO 10 Lo peor del aguacero ya ha afojado cuando llego a la casa, y mi ingenio, si no mi nimo, se ha recuperado de algn modo. Slo mi ama y yo sabamos adonde haba ido esa maana. De manera que la ladrona, quienquiera que sea, no sabe que su engao ha sido descubierto. La cocina est vaca, y la capa de Meragosa no est, pero sta es la hora en que ella siempre va al mercado, y aunque es perezosa en muchos sentidos, disfruta del poder y del lujo del cotilleo que acompaan a una bolsa lo bastante llena para desafar la lluvia. Subo silenciosamente por las escaleras hasta que estoy en el rellano y puedo ver el interior de la habitacin que tengo delante. Fiammetta est sentada junto a la ventana, sus ojos cubiertos por lo que parece una mscara de hojas hmedas y su cabeza un torrente de dorado cabello, sus nuevas trenzas cayendo en cascada desde debajo de una cinta tejida de seda colocada a media frente. De haber sido en otro momento, me hubiera quedado pasmado por el cambio. Pero hay alguien ms en la habitacin que llama mi atencin. La joven se ha marchado, pero en medio de la cama est sentada La Draga, toda retorcida, sus ojos sin vida, blancos como la clara de huevo, mirando fjamente a lo lejos mientras sus manos se mueven rpidamente entre tarros y paquetes y un platillo en el cual est mezclando alguna especie de ungento. Pero aunque est ciega como una oveja recin nacida, sabe que yo estoy all mucho antes de que aparezca en la puerta. Cuando entro en la habitacin, veo, tan claro como la luz del da, que una sombra cruza por su rostro, y ella mueve rpidamente sus manos de la cama a su regazo. Y en aquel momento lo descubro, en esa mirada. Lo que Meragosa dijo sobre ella: que vendera a su abuela por la cantidad adecuada de oro. Entre toda aquella risa y cotilleo, me atrevera a decir que tambin haba imaginado las circunstancias de nuestra huida de Roma. La Draga no habra tenido ninguna necesidad de ver para encontrar una bolsa bajo un colchn o para percibir el tamao de una joya, porque, tal como ella est tan deseosa de decirme, ve el mundo a travs de los dems sentidos, y es lo sufcientemente inteligente para saber lo que vende a quin y a qu precio. S quin nos ha robado. Y ella sabe que yo lo s, porque veo que el temor se est apoderando de su cuerpo antes incluso de que yo la haya acusado. Por los clavos de Cristo, no es extrao que haya sospechado tanto de ella. Ests cmoda ah? le digo, mientras me dirijo hacia ella. No sientes la necesidad de deslizar tus dedos entre las tablas para ayudarte a mantener el equilibrio? Bucino? Mi ama se quita la mascarilla de los ojos y se da la vuelta, teniendo cuidado tanto con la gloria de su nuevo cabello como con su peso. Qu pasa? Dios mo, qu te ha ocurrido? Tienes un aspecto espantoso. Sobre la cama, La Draga ha levantado los brazos para protegerse. Pero no tena por qu preocuparse. Nada en el mundo me habra hecho tocarla. La sola idea me pone enfermo. No me ha ocurrido nada digo con un gaido. Excepto que esta bruja se ha burlado de nosotros. De qu ests hablando? Estoy hablando de robo y falsifcacin, de eso estoy hablando. Nuestro gran rub es una falsifcacin, robado por unos dedos astutos y reemplazado por un pedazo de vidrio. No vale nada. Como nosotros. De manera que quizs digo, apuntndola con un dedo, quizs cuando ella venga a presentarnos su prxima factura, tal vez pueda ofrecernos un pequeo descuento por haberla hecho tan rica. Eh? Y doy un paso para acercarme a la criatura de la cama de tal modo que ella pueda sentir mi respiracin en su cara, porque, en efecto, pese a todas sus inteligentes palabras, quiero verla asustada. Oh, dulce Jess! dice mi ama, llevndose la mano a la boca. Sobre la cama, La Draga sigue sin moverse. Yo me encuentro lo bastante cerca para ver lo plida y lechosa que est su piel, para observar las ojeras que rodean sus ojos y el temblor de sus labios. Acerco mi boca a su odo, y ella est bastante asustada ahora, porque siente mi proximidad: puedo notarlo, como un animal, su cuerpo febril y temeroso, paralizado en el momento de tensin antes de saltar o echar a correr. Eh? Eh? digo, y esta vez grito. Ahora fnalmente se mueve, volviendo la cabeza de golpe y dejando escapar un violento silbido a travs de los dientes, como el sonido que algunas serpientes hacen antes de matar. Y aunque podra romperle la cabeza con las manos, doy un brinco hacia atrs al sentir tal animalidad en su defensa. Oh, Dios mo. No. Djala tranquila. Y mi ama me est empujando ahora para apartarme. Djala, me oyes? No es ella. Ella no lo ha hecho. Es Meragosa. Qu? Es Meragosa. Tiene que serlo. Oh, Dios, lo saba. Saba que pasaba algo esta maana cuando la vi. Quizs incluso anoche. No lo sentiste? No estaba interesada por el vestido. No le importaba nada. Pero, cuando comamos, ella estaba, no s, casi demasiado feliz por todo. Trato de hacer memoria, pero no puedo recordar otra cosa que su amarga sonrisa y el sabor de su salsa de conejo. Dios me libre de mi propia complacencia. Despus de que te fuiste esta maana, ella quiso saber adonde habas ido. Yo no pens... quiero decir... le dije que habas ido a ver al judo. Y ella se march inmediatamente despus. Pens que se haba ido al mercado... Pero yo no oigo el resto de la frase porque ya estoy a medio camino escaleras abajo. Desde nuestra llegada, Meragosa se ha trasladado a una habitacin que da a la cocina. Tena pocas cosas, pero ahora an tiene menos. El viejo bal de madera que contena sus vestidos est abierto y vaco. El crucifjo que colgaba encima de su cama ha desaparecido, e incluso las fundas del colchn han sido arrancadas. Cmo? Cundo? En cualquier momento, sa es la respuesta. En cualquier momento en que yo estaba fuera y mi seora dorma o estaba distrada. Hubiera sido demasiado peligroso llevar siempre conmigo la bolsa en la calle. Los enanos constituyen una presa fcil para aquellos que estn resueltos a cometer maldades, y uno que llevara piedras preciosas en sus ingles hubiera terminado sin gemas ni pelotas. Pero el verdadero fallo ha radicado en mi juicio. Pensaba que, entre mis colmillos y la promesa de riqueza, la haba dominado: que ella vera un futuro ms rico en la lealtad que en el robo. Y as haba parecido durante todos aquellos meses. Pero ella no haba hecho ms que esperar el momento oportuno. Aguardar el momento adecuado para desplumarnos mientras desviaba la culpa hacia otra persona. Maldita sea... Yo, que mi trabajo es ser listo, me haba dejado timar por una vieja puta maliciosa. Me lleva ms tiempo volver a subir a la habitacin. Cuando llego all, mi cara cuenta la historia que mi voz no consigue articular. Mi ama deja caer la cabeza. Ah... bruja sifltica. Jurara que nunca la dej sola aqu... La tena a la vista continuamente... Oh, Jess, cun estpidos pudimos llegar a ser? Cunto hemos perdido? Desvo rpidamente la mirada a la mujer que est sobre la cama. Oh, no te preocupes. Puedes decirlo. No tenemos nada que ocultar ahora. Trescientos ducados. Sus ojos se cierran y el gemido es bajo y largo. Oh, Bucino. Observo su cara mientras el signifcado de la prdida rezuma como una mancha negra en los colores de nuestro futuro. Quiero acercarme a ella, tocarle la falda o la mano, algo, cualquier cosa que aminore el dolor del momento, pero ahora, con toda mi furia agotada, siento las piernas como losas de mrmol, y un profundo, familiar, dolor est empezando a subirme desde los muslos por la mdula espinal. Maldito sea mi estpido, atrofado, cuerpo. De haber sido alto y recio, con un par de manos de carnicero, Meragosa jams se hubiera atrevido a engaarnos. Cmo debe de haberse redo de nosotros. Slo pensar en ello despierta en m pensamientos homicidas. El silencio nos envuelve pesadamente. Sobre la cama, La Draga permanece sentada completamente inmvil otra vez, la cabeza ladeada, su rostro como de cera, como si estuviera asimilando el drama y el dolor que la rodea por todos los poros de su piel. Maldita sea ella tambin. Pero ya me he pasado bastante tiempo haciendo el estpido, y entre las muchas maneras en que el mundo se ha puesto patas arriba, est el hecho de que ella es ahora un confdente en nuestra desgracia, y sin los ducados del rub pronto estaremos entre sus deudores. Doy un paso hacia ella. Oye digo con calma, y por la manera en que La Draga mueve la cabeza, queda claro que sabe que la palabra se dirige a ella. Yo... lo siento... Pens... Ella empieza a mover los labios en silencio. Rezando o hablando consigo misma? Miro a mi ama, pero sta se encuentra demasiado inmersa en la pena de nuestra desgracia para prestarme atencin alguna. Estaba equivocado. Lo entend mal repito con desesperacin. Sus labios continan movindose, como si estuviera casi recitando o conjurando algo. Nunca he dado crdito al poder de las maldiciones: la verdad es que ya fui bastante maldecido con mi nacimiento para sentir miedo a ser herido por las palabras; pero, aun as, me produce escalofros observarla. Ests... ests bien? acabo preguntando. Ella mueve un poco la cabeza, como si mis palabras la estuvieran estorbando. Has estado corriendo, no? Te duelen las piernas? Su voz es ms spera que antes, concentrada, como si estuviera hablando con otra persona, como con alguien dentro de s misma. S digo suavemente. Me duelen las piernas. Ella asiente con la cabeza. La espalda empezar a dolerte tambin. Eso es porque los huesos de tus piernas no son lo bastante fuertes para transportar tu tronco. De modo que ste hace presin como una gran piedra al fnal de tu espina dorsal. Y cuando lo dice, lo siento, un dolor como un sordo latido cerca de mi grueso culo. Y qu me dices de tus orejas? No las sientes fras? Un poco. Miro a mi ama, la cual se ha recuperado lo sufciente para estar escuchando. Pero no como antes. No? Bueno, has de andar con cuidado con eso, porque cuando el dolor estalla dentro de la cabeza, es lo peor de todo. S, all est en mi recuerdo: el sabor de mis propias lgrimas cuando los espetones al rojo vivo giran dentro de mi crneo. Ella frunce el ceo ligeramente. Su rostro est levantado hacia arriba ahora, los ojos medio cerrados, de manera que slo puedo ver la suave palidez de su piel. Al parecer hay muchas cosas que no andan bien en ti, Bucino. As que, me pregunto, qu hay de bueno? Es la primera vez que usa mi nombre, y estando tan reciente mi humillacin, me pilla desprevenido, de modo que no s qu decir durante un momento. Qu hay de bueno en m? Yo... era... Miro a mi ama, y percibo simpata all ahora, pero no dice nada. Bueno, no... no soy un estpido. Em... no por lo general. Soy decidido. Y soy leal, y... aunque grito, no muerdo. O al menos mi mordisco no produce efecto, al parecer. Ella permanece callada durante un momento. Luego suspira. No es culpa tuya. Meragosa odiaba a todo el mundo dice, y su voz se vuelve suave nuevamente. Se desprenda de ella como un mal olor. Estoy segura de que no eres el primero, ni sers el ltimo, que ella haya destruido con su codicia. Empieza a recoger sus tarros buscando las tapas, ponindolas, atrayendo la bolsa hacia ella. Volver otro da para terminar lo del pelo. Yo hago un movimiento en direccin a la cama, supongo que para ofrecerle ayuda si la necesita. Pero me detiene en seco. Mantente lejos de m. Est an empaquetando cuando se oye un ruido abajo. Es lo que pienso? Que Meragosa ha tenido un cambio de opinin y ha vuelto para pedir perdn? Pero cuando llego a su lado, l ya est en la escalera. Est vestido para ir de visita, con una elegante capa y un gorro nuevo sobre su cabeza, lo bastante seco para haber venido bajo la cubierta de una embarcacin, aunque para que l conozca el camino de nuestra casa alguien tiene que habrselo descubierto antes. Maldita sea. Es que no hay lmite a mis descuidos? No tiene sentido tratar de detenerlo ahora. Vuelvo a la habitacin rpidamente y le digo su nombre a Fiammetta. sta se yergue y, cuando se da la vuelta para saludarlo, deja que el nuevo fuego de su cabello se deslice alrededor de su rostro de manera que disimule el pnico que veo justo un momento antes de que brote su sonrisa. Ropa de segunda mano, cabello de segunda mano, aunque belleza de primera calidad. No hay duda al respecto. Lo leo en el brillo de sus ojos. Bien, bien... Fiammetta Bianchini dice, paseando las palabras por su boca como si paladeara a la mujer. Qu totalmente esperado placer es volver a verte. S, me lo imagino replica ella suavemente, y uno pensara por la naturalidad de su tono que ella lleva toda la maana esperando que cruce la puerta. Sigue siendo una maravilla para m cmo, incluso cuando el mundo se est desmoronando a su alrededor, el tipo de desafo que hubiera hecho mearse de miedo a la mayor parte de las personas, parece slo hacer que ella se sienta ms relajada, ms despierta. Es un lugar muy grande, Venecia. Cmo conseguiste encontrarnos, Pietro? Ah... Lo siento dice l con una sonrisa, y me lanza una rpida mirada. No pensaba romper mi palabra, Bucino. Pero t eres un aadido tan visible para cualquier ciudad... En cuanto uno sabe que ests aqu, no es difcil averiguar dnde has estado y adonde vas a volver. Comerciantes de ropa de segunda mano y prestamistas. Tiene razn. No puede haber costado mucho. Quienquiera que me sigui a casa, espero que est vomitando sus tripas por las febres que haya pillado bajo la lluvia. Pietro se vuelve hacia ella, y ambos se sostienen la mirada. Ha sido mucho tiempo. Mucho tiempo, s. Debo decirte que ests tan... radiante... s, tan radiante como recordaba. Gracias. T pareces haberte ensanchado un poco. Aunque me imagino que eres tan rico como tus hechuras. Ah, ah. Su risa es demasiado espontnea para ser otra cosa que placer. No hay nada en el mundo tan agudo y dulce como la lengua de una cortesana romana. Bucino me cont que te escapaste, pero me alegro de que tu ingenio est tan indemne como tu cuerpo, porque he odo las historias ms terribles. T sabes que yo predije que ocurrira, por supuesto. Mi prognostico escrito en Mantua el ao pasado lo deca. Estoy segura de que s. Y por lo tanto debes de estar encantado de saber que el ejrcito entr en tropel recitando tus mismas palabras sobre la degradacin y la corrupcin de la Santa Sede. Yo... no, no. No saba eso... Es cierto? Lo hicieron? No me contaste eso, Bucino. Me mira fjamente, y yo trato de mantener mi cara inexpresiva. Pero l es demasiado agudo para no verlo. Ah. Mi seora Fiammetta, cun cruel es jugar con las sensibilidades de un poeta. Pero te perdono, porque el dardo fue... excelente. Mueve negativamente la cabeza. Debo decirlo, creo que te he echado de menos. Ella abre la boca para devolverle alguna agudeza, pero hay algo en el tono del hombre que la hace detenerse. La veo titubear. Y yo a vos, seor... A mi manera. Veo que sobrevivisteis a Giberti bastante bien, no? l se encoge de hombros y levanta las manos, una de las cuales est doblada sobre s misma. Dios es generoso. Me dio dos manos. Con un poco de prctica, la izquierda puede decir tanta verdad como la derecha. Ms, esperara dice ella un poco custicamente. l se re. Oh, no estars echndome en cara todava aquellos pocos versos, verdad? No, la poesa no. Slo las mentiras. Nunca estuviste en mi cama, Pietro, y es malicioso por tu parte pretender que fue as. l me mira a m, y por primera vez parece darse cuenta de La Draga, la cual est encogida, quieta como una roca y silenciosa. Bueno... Est, pienso yo, slo un poco embarazado. Dira que mi recomendacin no te caus ningn dao. Pero, cara, no he venido a abrir viejas heridas. Dios sabe que ya tengo bastantes. No. Estoy aqu para ofrecerte mis servicios. Ella no dice nada. Yo necesito que Fiammetta me mire a m ahora, porque hemos de tener una conversacin, pero sus ojos siguen fjos en l. Soy un visitante afortunado en Venecia. Tengo el uso de una casa. En el Gran Canal. Y a veces me place recibir invitados: los literati, ms algunos de los grandes comerciantes, as como algunos de los que forman parte de la nobleza ms artstica de esta extraordinaria ciudad. En este empeo me acompaa una serie de encantadoras mujeres... Veo que los ojos de ella chispean de furia. Desde luego, ninguna de tu calidad, pero con bastante xito a su manera. Si te gustara acompaarnos una noche... Estoy seguro... Deja el resto de la frase pendiente en el aire. Ah, el preciso arte del insulto. Incluso aunque nuestro futuro est en juego, no puedo evitar disfrutar, porque ha transcurrido mucho tiempo desde que vea a mi seora ante un adversario tan digno. La habitacin se ha enfriado bajo la mirada de Fiammetta. sta suelta una risita y se arregla su nuevo cabello graciosamente sobre los hombros. Doy gracias a Dios por las codiciosas monjas. Dime, tengo aspecto de necesitar caridad, Pietro? Y aquel riesgo me deja sin respiracin. Ah, no. Bueno, no, nunca. Pero... Y pasea su brazo bueno por la habitacin. Oh! Y la risa de mi ama es como el sonido de la plata golpeada contra el cristal. Oh, por supuesto. Estabas siguiendo a Bucino, de modo que pensaste... Oh, lo siento mucho. sta no es nuestra casa. Y al tiempo que mis ojos se ensanchan ante la audacia de aquella mentira, ella se da la vuelta hacia La Draga. Quiero presentarte a Elena Crusichi. Una dama de esta parroquia y un alma buena y sencilla a la que, como puedes ver, Dios ha concedido una clase diferente de vista para que pueda ser ciega a los males del mundo y estar ms cerca de las verdades divinas. Bucino y yo la visitamos a menudo, porque ella necesita consuelo y conversacin, as como ropa y vituallas. Elena? Tan suave como la pelusa del ms rico de los terciopelos, La Draga se levanta y se vuelve hacia l con una vaga sonrisa en sus labios y sus ojos ms abiertos de lo que yo jams he visto, de manera que un hombre no puede evitar caer en las profundidades de su lechosa ceguera. No tengis miedo, mi seor. La voz de mi ama es suave como la seda. Su gracia no es contagiosa. Pero aunque su ceguera lo ha pillado desprevenido, l no tiene miedo. En vez de ello, tambin empieza a rer. Oh, madame. Cmo podra un hombre haber cometido semejante error elemental? Seguir a un enano que lleva ropa de segunda mano a una casa de segunda mano y creer que eso podra estar relacionado con vuestra digna persona. Hace una pausa mientras estudia, bastante obviamente, su vestido, un poco menos nuevo de lo que debera. En cuanto a vos, madame Crusichi, slo puedo decir que me siento honrado de estar en vuestra invidente presencia. Ser placer mo hacer que os entreguen una cesta de comida ms tarde, de modo que podis interceder ante el Seor en mi inmerecido nombre tambin. Se vuelve hacia mi seora. As pues, carissima, est la farsa entre nosotros completada ahora? Fiammetta no replica, y por primera vez siento miedo por ella. El silencio se hace ms espeso. Casi ya no tenemos dinero, o ninguna manera de conseguir ms. Y el hombre que podra ayudarnos al precio de nuestro orgullo est a punto de salir por la puerta. Pero ahora, cuando se da la vuelta para marcharse, es cuando sucede algo realmente maravilloso. Desde la cama, brota una voz clara y profunda, como la campana que llama a las monjas a la plegaria en medio de la silenciosa noche. Signore Aretino. ste se da la vuelta. La Draga le est sonriendo, sus labios ligeramente abiertos como si estuvieran ya en conversacin, y su sonrisa es tan dulce, tan pura bajo la insondable nube de sus ojos, e ilumina su rostro con tal alegra, que en ese momento es como si la gracia de Dios estuviera resplandeciendo a travs de su piel. Aunque si yo lo creo o no, eso es otra cosa. Por favor. Venid a mi lado. Aqu. l parece confuso, como nosotros. Pero hace lo que le piden. Cuando llega al borde de la cama, ella se incorpora sobre sus rodillas y pone las manos sobre la parte superior del pecho de Aretino, moviendo los dedos hacia su cuello, al lugar donde su pauelo se ha abierto un poco de manera que queda visible la parte de arriba de la cicatriz. Ella la encuentra con el dedo. Yo miro a mi ama, pero sta tiene sus ojos fjos en ellos dos. Esta herida se ha curado mejor que vuestra mano dice La Draga con calma. Tenis suerte. Pero sus dedos se deslizan hacia abajo por el jubn hay algo que no est bien aqu, una debilidad interior. Y aplica su mano cerca del lugar donde est su corazn. Habis de tener cuidado con esto. Porque os har caer algn da, si no le hacis caso. Lo dice tan seria que, aunque l se re, tambin aparta la mirada nerviosamente. Por mi parte, no puedo separar los ojos de ninguno de los dos: porque si esto no es Dios, ni brujera, entonces todo lo que puedo decir es que ella es la mejor embaucadora que he visto en mi vida. CAPTULO 11 Durante los primeros das, disimulamos nuestra desesperacin con discusiones. Nosotros, que nos hemos enfrentado a las picas espaolas y las furias luteranas, hemos sido engaados por una gorda y vieja marrana que tal vez ahora est dejando una moneda de plata en la mesa para pagar un verraco asado y una jarra de buen vino. El dolor que nos produce su triunfo nos ha amargado tanto como amargo nos parece el mundo, de manera que estamos en desacuerdo no slo sobre el pasado sino tambin sobre el futuro. Ya te lo he dicho, no voy a hacerlo declara Fiammetta. Hablemos de ello, al menos. No podemos quedarnos aqu sentados sin hacer nada. T misma dices que puedes igualar a cualquier mujer de la ciudad. El hecho es que, sea cual sea la humillacin de la casa de Aretino, sabemos que la recompensa ser bastante grande. No necesariamente. Ser una pelea entre mujeres. Ya sabes cmo es eso. Es la tinta en la que l moja su pluma. Se deleita en ver cmo ronronean y tratan de llamar la atencin de los hombres. Nunca he actuado para l, y no voy a comenzar ahora. Pero nunca has estado as, Fiammetta. Si no empezamos por alguna parte, estamos condenados. Antes me gustara estar en la calle. Si sigues mostrndote tan obstinada, ah es donde vamos a terminar. Oh. Hay que ver... Parece que esta prdida nos afecta a los dos, pero slo yo tengo que arreglarla. Y qu querras que hiciera yo? Hacer de malabarista mientras t te conviertes en una puta callejera? Juntos apenas ganaramos lo sufciente para comprar el pan que necesitamos para seguir abriendo las piernas y levantar las manos. Yo no te rob a li, y t nunca me robaste a m, Fiammetta. Pero si no nos vamos a enfrentar a esto juntos, ms valdra que renunciramos ahora. Juntos? Piensas que deberamos enfrentarlo juntos. Como socios. Eso es lo que quieres decir? S, socios. Para lo bueno y para lo malo. No fue eso lo que convinimos? Y eso qu signifca? Pues que dos personas se dicen mutuamente la verdad, por difcil que sea. S. Pero ella sigue mirndome. As que, por qu no hablamos de Meragosa, Bucino? La mujer que nos ha estafado una pequea fortuna. Excepto que no fue slo a nosotros, verdad? Porque clav sus asquerosos dientes a alguien ms. Antes que a nosotros, enga a mi madre tambin. No es cierto? Y su voz era tranquila y fra. Yo... qu quieres decir? Quiero decir que t me dijiste que Meragosa haba cuidado de ella. Que se preocup por ella en su ltima enfermedad. Y porque te cre, la cre a ella cuando me dijo lo mismo. Pero no era cierto, verdad? No la ayud. Se limit a ver cmo se mora y a sacarle hasta el ltimo cntimo. La Draga me lo cont ayer antes de irse. Dijo que el rumor que corra por la calle era que mi madre haba muerto de sflis. Y que a ella nunca la haban llamado para visitarla. A pesar de que es la mejor curandera que hay. Tal vez no podra haberla curado, pero la habra ayudado. Sin embargo, Meragosa no se lo pidi. Dej que mi madre se muriera Fiammetta me sostena la mirada, Me ests diciendo que no sabas eso, Bucino? Fui yo realmente la nica engaada? Abro la boca para dejar salir la mentira, pero sta se queda entre mis dientes. Tiene razn. Si no somos capaces de decirnos la verdad mutuamente, estamos perdidos, y, Dios mo, nos necesitamos ms que nunca ahora. Mira... yo... Entonces me pareci que no te ayudara en nada saberlo. No? No crees que si me lo hubieras dicho podra haber sospechado ms de ella, haberla vigilado ms estrechamente? Quizs de esa manera hoy no estaramos as. Ah, pero se es un terreno pantanoso en el cual nos hundiremos los dos. Inspiro hondo. Realmente, sabes lo que pienso, Fiammetta? Pienso que t ya lo sabas. De alguna manera. Slo que preferiste creer lo que ella te dijo porque dola menos. En cuyo caso, t ni tienes nada de qu culparte, verdad? Y sus palabras brotan llenas de desprecio al tiempo que se da la vuelta. * * * Si yo soy el que tiene ms culpa, entonces mi castigo adopta una forma cruel: piernas palpitantes y furioso dolor de espalda mientras voy como un loco de un lado a otro de la ciudad tratando de encontrarla. Da tras da recorro los mercados para ver si puedo descubrir su grumosa fgura refocilndose con telas nuevas o tocando pastillas de suaves jabones perfumados con los cuales lavar sus sucios recovecos. Pero si est comprando no lo hace en ninguna tienda o tenderete de los que yo encuentro. Intento ver el mundo a travs de sus ojos. Adonde ira ahora? Qu riquezas codiciara, o qu piedra encontrara bajo la cual arrastrarme para esconderme? Trescientos ducados. Con eso, uno podra vivir como un noble durante meses o como una rata durante aos. Pese a toda su codicia, creo que es demasiado astuta para despilfarrarlo todo. Despus de los mercados, voy a los barrios portuarios, lugares cerca del Arsenal donde viven los marineros, donde los extraos pueden desaparecer en esas calles de tugurios de una sola habitacin y una mujer se puede pasar la vida cosiendo velas y trenzando cuerdas en una sala tan grande que los que la han visto dicen que se puede botar un barco en ella. Una persona que lo deseara podra perderse fcilmente aqu. En una ocasin me parece verla cruzar por un puente de piedra cerca de las paredes del astillero, y corro hasta que mis muslos empiezan a retemblar, pero cuando llego a su lado se da la vuelta y me encuentro ante una vieja y fea arpa que lleva una capa demasiado rica para ella, y sus gritos me dan vrtigo. Deambulo por callejones de cuchitriles y llamo a muchas puertas, pero no tengo dinero para afojar las lenguas, y aunque los insultos que recibo no perturban mi estado de nimo, hasta la humillacin se vuelve tediosa al cabo de un tiempo. Finalmente, termino en alguna asquerosa parte de la ciudad donde mi nariz se ve asaltada por el hedor que viene de un canal drenado, convertido ahora en unas arenas movedizas de barro en donde un enano se hundira tan deprisa como un guijarro. Huyendo de la peste, encuentro un tabernucho donde me paso la noche empapando mi estmago en teriaca, una bebida que sera veneno en cualquier Estado excepto en uno en donde el gobierno obtiene ingresos fabricndola. Eso no me impide hartarme. Para ser un hombre al que le asusta ahogarse, estoy perdido en el lquido, pero el castigo puede ser un dulce dolor a veces. Pierdo otro da y otra noche vomitando mis tripas y fnalmente me despierto al borde de un canal con el triste consuelo de que ya no puedo caer ms bajo. Hace tres das que sal de la casa. Nunca haba estado fuera, sin el conocimiento de mi ama, durante tanto tiempo. Ya es hora de dejar a Meragosa con sus diablos y volver a casa para hacer frente al nuestro. * * * Para cuando me arrastro de vuelta, es ya primera hora de la tarde. Llego a la casa por el puente, donde el sol brilla con tanta fuerza en el agua que me hiere en los ojos. Dios mo, algn da Venecia ser hermosa y yo estar preparado para apreciarla. Pero hoy no. Veo a Fiammetta antes de que ella me vea a m. Est de pie en la ventana mirando a travs de los postigos medio abiertos, envuelta en una bata, su cabello suelto por los hombros, como si estuviera esperando a alguien. Me dispongo a gritarle, porque s que estar preocupada, cuando algo en su mirada me detiene. Al otro lado de la calle, la correosa bruja se encuentra en su puesto, su boca murmurando silenciosamente alguna cosa al vaco aire. Parecen estar mirndose mutuamente. Qu es lo que ven? El trayecto desde el sueo a la pesadilla? Porque, si vamos al caso, qu es lo que las separa a esas dos sino una raja de agua y un buen montn de aos? Cuando estudio a las mujeres en la calle (porque se es mi trabajo, recordad, as como mi placer), a veces pienso que sus cuerpos me recuerdan la fruta, brotando, afrmndose, madurando y reblandecindose, antes de caer en el abandono y el deterioro. Lo que ms asusta es el deterioro, pues suele tender a lo hmedo o a lo seco: una carne que se hincha como la vejiga de un cerdo, gorda, pastosa, como si pudiera abrirse pulpa para gusanos, o el lento desgaste de la desecacin y el apergaminado. Le pasar eso a mi ama? Llegar un momento en que esas sedosas mejillas sean como fcido pergamino y esos labios, tan llenos que las lenguas de los hombres anhelan meterse dentro, se consuman hasta parecer un mejilln cerrado? Es eso lo que ella est pensando ahora? Est contemplando su propia decadencia? Con menos de cuarenta ducados en nuestra bolsa y la renta que vence esta semana, ya es hora de que ambos dejemos de llorar y empecemos a trabajar. Subo por las escaleras con renovada determinacin. Ella se da la vuelta cuando abro la puerta, y en esa fraccin de segundo no s qu mirar primero: si la manera en que aprieta el brazo contra su costado o el cuerpo que est en la cama. El centelleo de sus ojos me hace decidir. l est medio vestido, la camisa abierta mostrando un robusto pecho, sus desnudas piernas asomando desde debajo de la sbana, largas y peludas como las de una araa. Su respiracin es tan pesada y ronca que resulta difcil decir si se trata del estupor de la satisfaccin sexual o del mazazo de la bebida, ya que el olor que brota de l fcilmente rivalizara con el mo. Vuelvo a mirarla. l le ha hecho algo a su brazo. Maldita sea. Cul es la primera regla de una buena puta? No quedarse sola nunca con un hombre sin tener un apoyo detrs de la puerta. Qu... Todo est bien. No estoy herida. Y ella aparece frme y concentrada ahora: sea cual sea el ensueo en que se haba deslizado, se ha disuelto deprisa. No me di cuenta de que estaba tan borracho hasta que lo traje aqu. Estaba bastante sobrio en la piazza. Cunto tiempo lleva sin sentido? No mucho. Le quitaste la bolsa? Ella asiente con la cabeza. Algo ms? Lleva un medalln, pero no vale mucho. Y qu hay del anillo? digo yo, al tiempo que los dos miramos el grueso objeto de oro que lleva hincado en un dedo gordo como una salchicha. Demasiado apretado. Bueno, sera mejor que lo sacramos de aqu. Paseo la mirada por la habitacin, pensando tan deprisa como mis tripas me lo permiten. El lad, con su gruesa base de madera, descansa junto a la puerta. No dice ella rpidamente. Eso no. Lo necesitamos. l tiene una daga. Podemos usar eso en su lugar. Encuentro el cuchillo mientras ella cierra los postigos. El ruido de stos lo despierta un poco, y suelta un jadeo y se deja caer fccidamente de lado. As que ahora su rostro est en el borde de la cama. Yo le doy a ella la daga, echo las ropas del hombre cerca de la puerta y me sito ante l de modo que mi cara quede mirando fjamente a la suya. Estoy en buena forma para esto: mi respiracin es ms asquerosa que la suya, y apuesto algo a que tengo el aspecto de un hombre para quien el inferno ya no alberga ms horrores. La miro a ella, y Fiammetta asiente con la cabeza. Dios mo, juro que es casi excitacin lo que siento cuando le grito a su cara, con la boca abierta completamente para mostrar mis colmillos. Est tan atnito y desconcertado por mi rugido y la visin de mi rostro que se encuentra ya medio fuera de la cama antes de que se le ocurra reparar en mi tamao. Y cuando lo hace, es saludado por el brillo de la hoja que sostiene en una posicin baja y no sin intencin ella en sus manos. Segn mi experiencia, es siempre ms difcil para los hombres mostrarse valientes con las pelotas aleteando entre sus piernas. Grita un poco cuando se mueve hacia la puerta, pero es ms por su vanidad. Para cuando recupere su hombra, probablemente estar a medio camino de su casa y preocupado por la sflis. De esta manera, nuestro castigo acerca a los pecadores un poco ms a Dios. Hasta que la siguiente ereccin socave nuestro trabajo. Nuestra recompensa, que es el regocijo que proviene de la accin, se desvanece ms deprisa. Te digo que poda haberme ocupado de l. Yo me diriga a presentarme otra vez al turco cuando lo encontr en la piazza. Llevaba una capa nueva, y, aunque apenas pude comprender su acento, tena el aspecto de un prspero comerciante, y dijo que se marchaba dentro de dos das. Lo consider ms rico de lo que era en realidad. No me importa si su polla est chapada en oro. La regla es que no te los lleves a casa sola. Y si se hubiera vuelto en contra de ti? No lo hizo. Pues qu le pasa a tu brazo? Slo una magulladura. Estaba demasiado borracho para darse cuenta de lo que haca. Umm. Tu eleccin nunca fue tan errnea antes. Mi eleccin nunca estuvo tan limitada antes. Dulce Jess, Bucino, t fuiste el que quera verme trabajando otra vez. As no. Bueno, no hubiera sido as de haber estado t aqu, verdad? Aparta la mirada de m, y se dirige nuevamente a la ventana, mirando hacia un futuro vaco. Deberas haber esperado digo con calma. Pues dnde estabas t? Sabes dnde estaba. Buscando a Meragosa. Durante tres das y dos noches? Debe de haber sido una bsqueda absorbente, Bucino. Bueno... Ca... en un agujero y empec a beber. Bien. Porque por un momento pens que esta peste que traes se deba a que la habas encontrado. Que ella te haba hecho una oferta mejor y t la habas aceptado. Oh, no seas ridcula. Sabes que nunca te dejara. Lo s? Lo s realmente? Se detiene con gesto irritado, y luego mueve negativamente la cabeza. Tres das, Bucino. Sin una palabra. Esta ciudad arroja cadveres con cada marea. Cmo poda saber dnde estabas? Se produce un silencio mientras la llama de nuestra recin recuperada energa se desvanece. Si no estuviera tan irritada, creo que podra ponerse a llorar. A travs de la rendija de los postigos, la vieja est gritando con fuerza ahora una serie de insultos sobre nuestros ruidos y nuestra dudosa moral. Me dirijo a la ventana y abro los postigos de golpe. Lo juro, si tuviera un arcabuz le soltara un disparo ahora y con la explosin de la plvora la mandara al futuro reino, porque estoy harto de sus pequeos y brillantes ojos y de su babeante discurso. Miro hacia abajo al agua, con sus refejos de la luz del sol, y de repente me encuentro otra vez en un bosque de las afueras de Roma, con un arroyo ante m, el destello de un rub recin lavado en mi palma, y la promesa del futuro planeado entre nosotros. Maldita sea esta horrible ciudad. Nunca quise venir aqu, de todos modos. Ella tiene razn. Se traga a los pobres ms deprisa que una carpa los pececillos. No se necesitara mucho para que muriramos aqu, boca abajo en una alcantarilla. Lo siento digo. No tena intencin de asustarte. Ella mueve negativamente la cabeza. Ni yo de despedirte. Se detiene y sus dedos tocan la marca de su brazo . No nos conviene discutir. Cun asustada est ella de su violencia?, me pregunto. Ella no lo reconocera si lo estuviera, ni siquiera, sospecho, en su fuero interno. De todas las cortesanas que he conocido y me roc contra las faldas de un buen puado de ellas en Roma, ella siempre resisti con el mximo vigor la vulnerabilidad que acompaa a la sensibilidad. He... he estado pensando en lo que dijiste. Sobre la oferta de Aretino. Debera haberte escuchado. Dejo escapar un poco de aire, porque ahora, ms que una victoria, parece otro obstculo. Mira, no lo sugerira si no creyera que an siente algo por ti. S que os peleasteis en Roma y que ests furiosa con l por ello. Pero su trabajo era ofender a la gente entonces, aunque estaban tambin aquellos que hablaban de l diciendo que posea un corazn generoso, y creo que se ha suavizado aqu. Suavizado! Aretino? S que parece improbable, pero creo que es verdad. El hecho es que no he estado tan completamente borracho que no haya mantenido los ojos y odos abiertos, y parece que l ha cambiado. Mientras que en Roma era una fgura pblica, que vomitaba sus puntos de vista a cualquiera que pagara por orlos, aqu es un ciudadano ms privado. Nada de stira poltica, ni libelos, ni viviseccin cvica para mantener honesta la ciudad. Aunque corren rumores de cartas escritas al Papa y al emperador para reconciliarlos a los dos (su arrogancia no ha muerto completamente), cuando se trata de sus puntos de vista sobre Venecia, fuye slo un ro de elogios para esta especie de paraso terrenal, rico en libertad, prosperidad y piedad. Personalmente, Aretino me gustaba ms como len que como gato casero, pero su pluma le ha creado enemigos por toda Italia ahora, y tambin l necesita un hogar seguro y nuevos mecenas a los que halagar. Porque ahora se arrima a aquellos que ya son festejados: Jacopo Sansovino, de Roma, el cual, al parecer, ha sido contratado para evitar que las cpulas de San Marco se caigan hay ya cargamentos de plomo apilndose en la piazza, listos para empezar a trabajar, y Tiziano Vecellio, del que algunos dicen que es tan buen pintor como cualquiera que haya producido Roma o Florencia. (Soy un bobo cuando se trata de estas cosas, aunque me gusta la forma en que su Madonna prpura asombra a todos los hombres que la miran desde abajo cuando asciende como un remolino a los cielos encima del altar de Santa Maria dei Frari.) Con amigos como sos, Aretino puede permitirse esperar a encontrar los mecenas adecuados. Lo que signifca, por ahora al menos, que merecera la pena asistir a sus veladas. Bueno, dado que no tenemos otra opcin, sera mejor que fueras a verle y a decirle que ir. Y creo que realmente lo habra hecho, de no haber sido por los visitantes que tuvimos dos noches ms tarde. CAPTULO 12 Vamos! Abre las puertas, t, gran meretriz! Oh, s! brelas. Hemos venido por la famosa cortesana de Roma. Estamos despiertos, y junto a los postigos segundos ms tarde. Es noche cerrada, y, por el ruido que arman, deben de haber estado bebiendo durante horas. Un barquero de menos categora podra haber perdido ya a algunos de ellos en el agua, pero incluso vista a travs de los listones, resulta evidente que se trata de una embarcacin elegante con faroles en cada extremo. Y, a juzgar por su aspecto, ellos son una banda ms elegante an... Nobles, quizs seis o siete, todos lo bastante jvenes todava para llevar medias de colores y lo bastante ricos para que no les importe a quien ms molestan mientras nos molestan a nosotros. Fiam-met-ta Bian-chi-ni. Golpean con los remos en el agua con cada slaba, sus voces tan melodiosas como un fuego de artillera. Dulce y blanca, Bianchini. Pequea llama, Fiammetta. Dulce, blanca, pequea, llama. Sinvergenza y lasciva fulana. Y una gran risotada acompaa a su atroz poesa. No habr una sola casa en media milla a la redonda que no haya sido despertada por el alboroto. Jvenes con el veneno de la bebida y el privilegio fuyendo por sus venas. La verdad es que quebrantan ms leyes y violentan ms cuerpos de mujeres que aquellos que viven en la pobreza. Pero cun a menudo tambin los encuentras colgando, con la mitad de su espalda despellejada, para ejemplo de los dems? Dios, los desprecio, incluso cuando pagan el precio adecuado... Y dudo de que eso sea lo que tienen pensado esta noche. Hay slo una manera de que hombres de su condicin puedan haber averiguado quines somos y dnde estamos. Aunque pienso que Aretino no es un hombre cruel, s es un inveterado chismoso, y sea lo que sea lo que les ha dicho sobre ella, lo habrn tomado como un signo de que la mujer est disponible. Puedo sentir la rabia de Fiammetta en la oscuridad, a mis espaldas. Hago un movimiento para abrir la ventana, pero su mano se adelanta con brusquedad para detenerme. En el mismo instante, se oye el crujido y el golpe de unos postigos muy cerca, y despus una sarta de insultos. Ella tiene razn. Si llegaran a vernos ahora, no hara ms que empeorar las cosas. La pantomima se hace ms ruidosa. Y puedes cerrar tus mseras piernas, seora. No hemos venido aqu por brujas facuchas. Al menos cuando tu vecina ha tenido a cardenales y papas dentro de ella. Aaagh. Pero han encontrado la horma de su zapato, y, por sus aullidos, imagino que el lquido que les gotea es ms rico que el agua. Nos quedamos detrs de las cerradas persianas mientras los gritos y las groseras prosiguen durante un rato, hasta que fnalmente los petimetres se cansan del juego y la embarcacin se marcha con un sonoro batir de remos adentrndose en la noche. Esperamos hasta que sus voces son engullidas por el silencio, y luego nos apartamos de la ventana y tratamos de volver a dormir, pero sus insultos de borracho resuenan en mi cerebro, y estoy an despierto cuando llegan las primeras luces. Salgo temprano para ir a buscar el pan. La cola es larga, y oigo que murmuran a mi alrededor. Al otro lado del campo, un grupo de viejas me abuchea cuando regreso a nuestra calle, y al llegar ante nuestra puerta me encuentro contemplando un grande y tosco dibujo de una polla y unas pelotas garabateadas con carbn quemado en nuestra pared. Maldita sea, hasta nuestros vecinos son enemigos nuestros ahora. Subo por las escaleras con el corazn oprimido, preparndome para encontrar furia o desesperacin. Para asombro mo, con lo que me encuentro es con animacin. Puedo or su animada charla a travs de la puerta. Dentro, mi ama est levantada y vestida, mientras que, frente a ella, sobre la cama, est sentada La Draga. Oh, Bucino, mira lo que Elena me ha trado... Crema para la piel. Para aumentar la blancura. Cun amable por su parte digo secamente. La Draga se vuelve en direccin a mi voz, y nos enfrentamos. Aunque slo soy yo, naturalmente, el que mira. Sus ojos estn hoy abiertos de par en par, unos pozos de densa nube blanca que te absorben en cuanto los miras. An no hace dos semanas que Fiammetta y yo nos estbamos desgarrando sobre esta cama, pero ahora ella ha vuelto para meterse en la guarida del lobo. Tiene valor, debo reconocrselo, y ha conseguido que mi ama sonra cuando no hay motivo alguno, lo cual no es una nadera. Ha venido a ofrecer ayuda, por si la necesitamos. Entonces lo nico que deseo es tener el dinero necesario para emplearla... para emplearte digo, tropezando con las palabras, porque ella an me pone nervioso. Oh, no quiere que le paguemos. Es una oferta de amistad despus de nuestra prdida, no es eso, Elena? Mi ama sonre a la ciega y le coge de la mano, y yo apostara algo a que hasta una ciega puede sentir el calor de su sonrisa a travs del apretn. Pero entonces, entonces, mientras estbamos hablando y yo le contaba a ella lo que nos pas anoche, tuve una maravillosa idea. Oh, Bucino, te encantar. Es perfecto. Cunto dinero nos queda ahora? Cuarenta ducados... eso es lo que dijiste, no? Yo... Pero aunque tal vez seamos los mejores amigos ahora, no compartir la verdadera profundidad de nuestra humillacin con nadie ms que con nosotros mismos. Yo... no s. La Draga ha interpretado mi voz tan deprisa como cualquier mirada, y se ha puesto de pie ya, retirando su mano de la de mi seora y cubrindose con el chal el mismo chal que le regalamos cuando nuestra estrella estaba en ascenso todo su cuerpo. Debo marcharme. Me... me han llamado al otro lado de la ciudad para que vea a una mujer cuyo beb no ha dado la vuelta. Se inclina hacia mi seora y luego se vuelve hacia m. Si me necesitis, signore Bucino, enviad un mensaje y vendr. Mi ama est tan nerviosa que apenas puede aguardar a que ella salga por la puerta. Vale! Cuarenta ducados. No es verdad? S digo yo. Cuarenta, pero... Ms los nueve ducados de la bolsa del comerciante. El medalln es barato, estoy segura de eso, y en cuanto a su daga, el judo ni la tocara. Y qu hay de nuestro libro? El Petrarca que Ascanio abandon, con su preciosa cerradura. Conseguiramos algo por l, no? Dios sabe que lo hemos llevado con nosotros bastante tiempo, y, aunque est gastado, su estampacin de oro y cierres de plata son de lo mejor de la imprenta romana. El judo lo aceptara, verdad? No tengo ni idea digo. Pero no podemos abrirlo. Podramos romper la cerradura. Pero eso echara a perder parte de su valor. Qu ests dic...? Sin embargo, debe de ser bastante bueno si Ascanio iba a labrar su fortuna con l. Incluso si conseguimos, digamos, unos quince ducados por l. Eso hara sesenta y cuatro. Estoy segura de que podramos hacerlo por sesenta y cuatro. Hacer qu? Fiammetta... de qu ests hablando? De una gndola. Estoy hablando de tener una embarcacin nuestra. Un dormitorio fotante. Dulce Madonna, no s por qu no pens en ello antes. No fue hasta esta maana, cuando le contaba a Elena lo de los brutos de anoche con su barco. No te acuerdas... aquella mujer de la primera noche? La primera mujer? Naturalmente. Cmo poda olvidarla? Las cortinas doradas, los perezosos dedos en su cabello. La bocanada de perfumes y sexo a travs del agua. Incluso bajo el agotamiento y el miedo de nuestra llegada, su exotismo me haba cautivado. Hay un riesgo, pero estoy segura de que podramos hacer que funcionara. Las de esas embarcaciones no son putas callejeras. Son algo especial de Venecia. Mi madre siempre me deca que a los comerciantes que estn de visita les encanta la fantasa romntica que tienen. Slo aqu podra un hombre disfrutar de un encuentro semejante. Y por esa razn, las mejores mujeres pueden cobrar como corresponde. Mientras ellas y sus embarcaciones sean lo bastante elegantes. Y, por Dios, que algunas de ellas lo son: gndolas de franjas negras y doradas con bamboleantes luces y cabinas construidas como dormitorios en miniatura, todo satn y seda y cortinas de damasco, con su propio lustroso, oscuro, barquero sarraceno para maniobrarlas a travs de la noche y, sin duda, mirar a otra parte cuando hace falta. Por supuesto, me haba hecho preguntas sobre ellas. Quines son? Cunto cobran, y por cunto rato? Y qu pasa con el tiempo? digo. Dudo de que haya mucho romanticismo para una polla pillada bajo un viento cortante en el Gran Canal en esta poca del ao. Lo s. ste no es el momento ms oportuno. Pero est empezando a hacer ms calor, y hay lugares donde una embarcacin puede resguardarse. De esta manera podramos conseguir unos ingresos regulares sin perder nuestra independencia. La Draga nos ayudar, y, si tenemos suerte, podramos incluso encontrar un protector. Lo s, lo s, no es la clase de negocio al que t y yo estamos acostumbrados. Pero es mejor que nada, y tienes razn. Tenemos que empezar por alguna parte. Mi madre conoca a mujeres que se ganaban la vida con la adecuada clientela. Bien? Y como yo he convivido durante aos con su frmeza, y como su nueva energa es un millar de veces ms seductora que su ira o su desesperacin, me guardo de gastar saliva con discusiones que no ganar. Muy bien. Le llevar los sonetos al judo. CAPTULO 13 Haba olvidado en qu medida es un objeto bello. Todos esos meses en la carretera, aplastado dentro de mi chaqueta, han magullado y manchado su cubierta, pero el tinte de su piel tiene an una tonalidad roja intensa, sus labradas lneas doradas son de la ms fna calidad y sus cantos estn protegidos por una afligranada encuadernacin y cierres de plata. Mi seora tiene razn. Es lo mejor que Roma puede ofrecer, y en la casa de una prspera cortesana contribuira a un elegante entretenimiento: tanto por el desafo que constituye la cerradura, como por la belleza de los sonetos de Petrarca que contiene. Al menos si va a parar al prestamista, con el tiempo podemos recuperarlo. El judo parece bastante encantado de volver a verme. En la trastienda, sobre la estantera, hay agua y una bandeja de pequeas y duras galletas, que imagino son su cena, y me ofrece una. Consciente del privilegio, la acepto, aunque es tan insulsa y seca que me cuesta tragarla. El libro reposa sobre la mesa. l lo mira, pero no lo toca. No es la Biblia digo. Es un libro de Petrarca. Y quin es se? Es un poeta y un flsofo. Pero cristiano? S. De modo que el libro habla de religin? S. No. De hecho, no. Creo que habla ms de la vida y del amor. Lo siento. No puedo cogerlo. La ley es clara: no se permiten prstamos sobre objetos cristianos. Qu pasa... eran paganas mis joyas? l sonre. La prohibicin es contra las palabras. Y algunos objetos. Cosas de las iglesias. O armas. Queris decir que si mis rubes llevan incrustada una daga no los hubierais tomado? No. No lo habra hecho. No poda. sa no es solamente la ley en Venecia. Es tambin la ley del rabinato. Y qu? Quedarais deshonrado por estas cosas? La deshonra, pienso, sera para ambas partes. En cuyo caso podrais tomarlo slo por su piel y su plata, porque su contenido no os perturbar. Est cerrado y no se puede abrir. Dios lo sabe, lo haba intentado bastante a menudo, jugar con los nmeros como lances de los dados, para descubrir su clave. Hubo veces durante el viaje, mientras estaba acurrucado en mi litera en las entraas del barco, sin que mi imaginacin lograra hacer ms gruesas las paredes de madera entre el agua y yo, en que, si hubiera tenido las herramientas, habra abierto a la fuerza la cerradura, slo para tener otro mundo al cual entrar con el fn de apartar de mi mente aquel en el que estaba. Una vez que me hubo enseado a leer, mi padre se sinti muy satisfecho de la voracidad de mi apetito. l haba cortejado a mi madre con los sonetos amorosos de Petrarca. Y dado que, como maestro que era, pensaba que lo que uno saba era tan importante como lo que posea, su amor por las palabras fua de l hacia m. Si yo no hubiera sido todava tan joven cuando l muri, creo que mi vida habra sido diferente. Pero en tanto que l estara tan avergonzado de mi profesin como de mi cuerpo ahora, me gusta creer que podra estar impresionado por la manera en que soy capaz de recitar tantos razonamientos flosfcos en la ms erudita de nuestras carnales reuniones. Y qu dice ese tal Potrarca? Habla de la belleza y del amor. Y qu dice sobre ellos? Bueno, son sonetos, poemas sobre el amor. Pero aado rpidamente, creyendo ver un leve fruncimiento de ceo en su rostro es un flsofo adems de poeta, y advierte de que el amor carnal entre hombres y mujeres puede convertirse en una enfermedad, pudriendo la voluntad y llevndolos a la locura y al inferno, mientras que el amor de Dios trasciende el cuerpo y libera el alma para que sta inicie su viaje hacia el cielo. Y los cristianos estn de acuerdo con esto? S. Y pienso otra vez en mi padre, para quien Petrarca era casi un santo . Aunque es ms honrado en el incumplimiento que en la observancia. Lo que quiere decir...? Que es fcil decirlo, pero difcil hacerlo. Se sienta un momento, dando vueltas a la idea. Pero pienso que las leyes de Dios no estn concebidas para ser fciles. sta es la carga y el desafo. Para todos nosotros. Me gusta su seriedad. Parece como si hubiera tanta curiosidad como seguridad en l. Pienso cun extrao debe de resultarle ser l mismo. Vivir en una ciudad, y sin embargo no vivir en ella. Ser pagano, y sin embargo sentir como si estuvieras rodeado de paganos por todas partes. Verte como elegido mientras otros te ven como misionero del diablo, tu existencia tan perniciosa que debes encerrarte dentro de un gueto al crepsculo e incluso pagar el salario de los soldados que vigilan tus puertas. Qu hacen all durante toda la noche? Pasan su tiempo en adoracin? O bailan y ren y cuentan historias y meten sus pollas en los clidos agujeros de sus esposas como todo el mundo? Lo mismo podran haber venido de las Indias, por lo poco que s de ellos. Y quizs ellos de nosotros... Alarga su mano y sus dedos tocan el borde de plata del libro, y luego el redondo y grabado tambor del candado. Al cabo de un momento lo atrae hacia s. Dices que est hecho con la misma riqueza en su interior tambin? El hombre que lo hizo era el ms grande impresor y grabador de Roma. La calidad de su trabajo era famosa en toda la ciudad. Y el candado? Fue idea de su ayudante, creo. Un hombre que trabajaba con metales y dientes. S. He visto cosas as en el pasado. Hay un mecanismo aqu que hace que, si esos dientes numerados son alineados correctamente, se abra de golpe. Eso es lo que yo siempre he supuesto. Pero nunca he sido capaz de hallar el orden adecuado. El judo mueve la lmpara para situarla ms cerca, fjando la lente a su ojo, para estudiar la cerradura. Qu veis? Cosas pequeas agrandadas, resquicios donde antes no haba ningn espacio. Es sa la manera en que descubrs una falsifcacin? No. En el caso de las gemas, es el modo en que la luz se mueve a travs de la piedra. No hay fuego en el corazn de una piedra que no es autntica. Deja a un lado la lente. Os quedarais sorprendidos de cuntas maneras una cosa puede parecer diferente cuando el ojo es capaz de penetrar en su interior. Creis que podris abrirlo? Quizs. Lo intentar. Gracias. Observo su cara mientras se concentra en la cerradura. Puedo haceros una pregunta? l no responde, pero yo tomo su pequeo encogimiento de hombros como una forma de asentimiento. Qu harais si no tuvierais que hacer esto? Esto? Se detiene, Si no tuviera que hacer esto? Pasea su mirada por la habitacin como para recordarse a s mismo dnde est. Mueve la cabeza negativamente. Si no tuviera que hacer esto... Cogera un barco e ira al lugar donde se hallan las grandes gemas y mirara dentro de la tierra para ver de dnde proceden y cmo se hacen. Y luego las desenterrarais y las venderais? No lo s. Veo que la pregunta le sorprende. Ya os lo dir cuando llegue all. Cunto tiempo necesitaris para abrir el libro? Cierro con la penltima campanada. Volved entonces. Maniobro para bajarme del taburete. Si abrs la cerradura, miraris lo que hay dentro? No lo s dice l, alargando la mano hacia la lente. Ya os lo dir cuando llegue ah. * * * Fuera, la ciudad est cambiando. Mientras estbamos charlando sobre las leyes de Dios y los secretos de la tierra, una fra niebla ha llegado del mar, abrindose paso por los callejones, deslizndose por encima del agua, dando brillo a la fra piedra. A medida que camino, la calle desaparece tras de m, y el toldo azul de la tienda se pierde en unos segundos. Las personas se mueven como fantasmas, sus voces desconectadas de sus cuerpos; tan deprisa como surgen, vuelven a desaparecer. La niebla es tan densa que, al cruzar hacia la Merceria, apenas puedo ver el suelo bajo mis pies o estar seguro de si la penumbra es slo cosa del tiempo o ya se ha iniciado el crepsculo. Zigzagueo de memoria a travs de unas calles que conozco bastante bien hasta llegar al Campo dei Miracoli. Aunque se trata de un campo bastante pequeo, parece ahora como si estuviera penetrando en mar abierto, sin nada alrededor y el horizonte denso y vaco hasta las Indias. He odo hablar de las nieblas de Venecia a mi viejo del pozo, sombras historias de cmo desciende una niebla tan espesa como la duda, de manera que los hombres ya no pueden saber dnde termina la tierra y empieza el agua. A la maana siguiente, uno puede encontrar a uno o dos individuos de mala conciencia fotando boca abajo en un canal, cerca de sus casas. Quizs he vivido con una mala conciencia durante tanto tiempo ahora que simplemente forma parte de m, porque, pese al aborrecimiento que siento por el agua, mis nervios se deben ms a la excitacin que al miedo, porque hay algo casi emocionante en el carcter imprevisible de todo ello, como si cada paso que uno da fuera su propia aventura. La fachada de mrmol entre verde y gris de Santa Maria dei Miracoli emerge de la penumbra como una gran estatua de hielo, mientras la niebla se arremolina de tal modo que parece casi como si yo estuviera inmvil y fuera el edifcio el que se est moviendo. En medio, sus puertas estn abiertas, el brillo de las velas aportando calor en la fra neblina, y me encuentro dirigindome hacia ellas. Por un momento, cuando cruzo el umbral, es como si estuviera quieto en la niebla. A mi alrededor, el suelo y las paredes son tambin de mrmol, y la luz gris prpura que se fltra a travs de los ventanales es fra y vaga. Aunque paso frente a esta iglesia cada da en mi camino hacia los mercados o ms all, nunca he estado en su interior. Es un axioma bien conocido entre los peregrinos de Venecia que uno se puede morir antes de haber visitado todas las iglesias de esta ciudad, y yo siempre estoy demasiado ocupado para sentir curiosidad, especialmente por capillas demasiado pequeas para merecer mi consideracin profesional. Pero ahora, con el mundo detenido a mi alrededor, tengo tiempo de mirar. Hay algo nuevo en este edifcio, uno puede sentirlo. No slo la limpieza, sino la manera en que todo en l parece simple, sin ninguna de las costras del tiempo que jalonan tantas otras iglesias; no hay tumbas, ni luchas por el estatus entre una docena de altares rivales. En el techo, de bveda de can, los retratos en medalln son tan brillantes que casi se puede oler la pintura, y sobre el altar, en un extremo sobre el cual, en un retrato, Nuestra Seora de los Milagros permanece a la espera de ser adorada, el acabado de mrmol est cincelado y es intrincado, como un trozo de encaje del mantel que cubre el altar. Los bustos de santos y de la Virgen contemplan en paz a la docena o ms de personas que se sientan en los bancos. Quizs ellos tambin han llegado del grisceo mar en busca de alguna solidez a la que aferrarse, pero el difano aire y el silencio lo hacen parecer, en todo caso, algo ms fuera de lugar, como si esto no fuese ni tierra ni agua sino alguna cosa entre medias. Me siento en la parte de atrs y observo mientras la iglesia se llena preparndose para las vsperas, los feligreses callados y sombros, como temerosos del tiempo. Encima de m, en la balconada construida sobre las puertas, oigo los pasos de las monjas de clausura cuando entran una tras otra desde el convento anexo, penetrando en la iglesia sin ser vistas por medio de un corredor elevado que une ambos edifcios. Si escuchas con atencin, puedes or una espordica charla entre algunas de las voces ms jvenes, aunque, como siempre, permanecern invisibles durante el servicio. La Draga no ha necesitado mostrarse tan spera conmigo sobre las cuestiones del convento, porque no soy tan ignorante. Hasta en Roma eran famosas las monjas de Venecia. Aunque todas las ciudades cristianas ofrecen muchachas a Dios en vez de hacerlo a sus posibles maridos, para evitar la bancarrota de un sinnmero de dotes, Venecia presume de que tiene tantas novias de Cristo como de los nobles. De esta manera el Estado aparenta pureza, y las familias gobernantes conservan su riqueza. Con todo, no es un secreto que los ejrcitos reclutados muestran menos entusiasmo por su trabajo que los voluntarios o los mercenarios. En Roma, mi seora les pag a varias monjas para que le bordaran su ropa, y yo me pasaba muchas horas entretenido en locutorios de convento siendo toqueteado y hurgado bajo el jubn por unas jvenes monjitas de ropas elegantes y propensas a la risa, deseosas de comprobar si los rumores sobre los hombres pequeos eran ciertos, mientras mi ama estaba sentada intercambiando los ltimos chismes con el resto de ellas. Aunque el gobierno de Venecia puede estar ms aparentemente comprometido con la virtud, las mentes de las jvenes en todas partes no son diferentes cuando se trata del aburrimiento producto de la reclusin involuntaria. De eso estoy seguro, porque se es mi trabajo; comprender cmo el deseo trastorna las reglas de Dios. Y si bien los hombres pueden ser los ms inveterados transgresores, las mujeres no son inmunes, ni siquiera aquellas ligadas por contrato con Dios. Realmente, teniendo en cuenta lo que s sobre el poder del deseo humano, me atrevera a decir que si yo fuera un hombre pobre en Alemania con Lutero como predicador mo, podra haber interpretado sus denuestos contra el fracasado celibato de la Iglesia como sentido comn ms que como hereja. Lo que a su vez me hace pensar nuevamente en Petrarca y en cmo sus exhortaciones a alejarse de lo carnal y acercarse a lo espiritual surgen ms fcilmente siendo viejo que siendo un infatuado joven poeta que escribe sus ardientes sonetos de amor a una mujer llamada Laura, la cual, si se da crdito a su descripcin, posea la misma deslumbrante belleza que mi ama. Aunque con mayor modestia. Espero hasta que el servicio est a punto de empezar, y luego me voy. Desde aqu no puedo or el sonido de la campana de la Marangona, y me llevar tiempo volver al gueto en la niebla. * * * La temperatura ha cado, y camino tan deprisa como puedo para mantener tanto mi nimo como la circulacin de mi sangre. Es como moverse a travs de una manta, y puedo sentir que la ansiedad se apodera de m. Si l ha tenido xito, y el libro es tan excelente por dentro como por fuera, seguramente podr encontrar a un coleccionista que pague, si no el precio de un rub, s al menos lo sufciente para pagar a un barquero por unos das. Si no es as... Bueno, prefero no pensar en ello ahora. El judo est de pie en la puerta de la tienda, atisbando en la niebla como si hubiera estado esperando. Lo siento digo. La niebla es espesa. Lleva tiempo encontrar el camino. Crea que me dejara entrar, pero no se mueve, y su cara est tan gris como la niebla. Voy retrasado. He de cerrar inmediatamente. Conseguisteis abrirlo? Me mira fjamente, pero an no puedo ver sus ojos. De una mesa de dentro, recoge un paquete envuelto en tela. He escrito los nmeros de la cerradura del candado en un trozo de papel que hay en su interior dice, empujando el paquete hacia m, mirando a su alrededor como si no quisiera que nadie nos viera juntos. Gracias. Cunto? Quiero decir, qu... No podis volver aqu. Y esta vez su voz suena irritada. Comprendis? Por qu? Qu ha sucedido? Es ley que no debemos manejar los libros de los cristianos. Lo s digo. Pero... No debis volver. No har tratos con vos. Est ya cerrando la puerta. Trato de alargar la mano para detenerlo, pero l es ms fuerte que yo. Este lugar est cerrado para vos ahora. La puerta se cierra ante mis narices. Me quedo all, el rostro encendido por la discusin. Golpeo con fuerza contra la madera. Maldito judo. Qu le hace pensar que tiene derecho a decirme lo que no debo hacer? Pero la verdad es que su ira me ha trastornado. Hurgo en la envoltura del libro. Cuando la tela se desenrolla, sale volando un papel que va a parar a la alcantarilla. Lo agarro frenticamente, mirndolo en la oscuridad. En l aparecen escritos cuatro nmeros, 1526? S, 1526. 1526. Ya los tengo en mi cabeza ahora. Arrugo el papel y me lo meto en el jubn. Pero no hay forma de que pueda abrir el libro aqu, ahora. Con este espantoso tiempo, me llevar mucho rato volver a casa. Atravieso el gueto antes de que cierren las puertas, y vuelvo sobre mis pasos hasta el borde del campo ms prximo. A la izquierda hay un puentecillo, recin restaurado en piedra. Todava no puedo verlo, pero s que est ah. Hay un farol en una esquina, un farol nuevo colocado para que case con el nuevo puente, que constituye el orgullo del municipio, y lo encienden regularmente al crepsculo. Con tiempo normal, ilumina los fondamenta a ambos lados. Hasta que estoy a medio camino no puedo distinguir su dbil brillo, pero si me quedo debajo de l puedo al menos ver lo sufciente para colocar los nmeros correctamente. Mis dedos estn rgidos por el fro, y su torpeza me hace difcil sostener el candado con la sufciente precisin para manejar las ruedas dentadas. 1.5.2.6. Oigo una especie de clic, y cuando la cerradura se abre estoy pensando que si uno lee los nmeros juntos no slo son una secuencia, sino que tambin constituyen una fecha, y me pregunto qu pas ese ao que hizo que Ascanio lo eligiera como la clave. En el mismo instante en que quito el candado y abro el libro, s lo que pas. CAPTULO 14 Por supuesto los he visto antes. No son muchos en nuestra profesin que no hayan al menos atisbado alguno, aunque yo nunca pose un ejemplar, porque cambiaban de manos inmediatamente, dado el precio que pagaban los ricos, y, cuando la ley se echaba encima, desaparecan como cucarachas bajo una roca. El censor del Papa, cardenal Giberti, y sus hombres hacan un buen trabajo. Corran rumores de que haba encendido una hoguera en el patio del Vaticano y los haba quemado, como Savonarola haba quemado las vanidades de Florencia una generacin antes. Desde haca un ao, era imposible encontrar una sola edicin en la ciudad. O al menos ninguna de la que yo tuviera noticia. Ms tarde, se hicieron algunas toscas copias grabadas en madera, que enturbiaban tanto los trazos de la pluma original de Giulio y emborronaban de tal manera el sombreado que resultaba difcil ver exactamente la escena. Pero los grabados originales eran tan claros como la luz del da, porque era bien sabido que Marcantonio Raimondi posea la mano ms frme de Roma cuando se trataba de burilar lneas en el cobre. Y si l era el mejor grabador de la ciudad, entonces Giulio Romano era sin duda su mejor dibujante, porque, aunque careca del fcil encanto de su maestro, Rafael, comprenda el cuerpo humano como si hubiera investigado todos y cada uno de sus msculos bajo la piel, y las posiciones en que l pona a sus fguras eran un homenaje tanto a nuestro apetito por el drama ilustrado como a su alegre capacidad para retorcer y explorar la forma humana. Vale la pena recordar que, antes de estos grabados, los romanos no eran inocentes en cuestiones de lujuria artstica. En las casas ms opulentas se poda descubrir a un sinfn de carnosas ninfas perseguidas por stiros, o lnguidas ledas hechizadas por las grandes alas batientes del cisne de Zeus, y corra el rumor de que en el palacio Chigi haba incluso una estatua romana de un stiro en avanzado estado de agitacin pripica ante un jovencito. En cuanto a las mujeres, bueno, cualquiera que tuviera un apetito por tales cosas poda encontrar venus desnudas a puados estudiando tmidamente sus perfectos refejos en espejos de mano o yaciendo con la mirada fja en la lejana, inconscientes de que estaban siendo observadas por tantas series de ojos. Sin embargo, aunque el deseo que despertaban poda haber sido moderno, el tema era sumamente clsico, su desnudez revestida de al menos una apariencia de mitologa, para ser apreciada slo por aquellos que tuvieran un gusto refnado. Y pese a lo carnal de la sugerencia, siempre haba algo que se dejaba a la imaginacin. La conclusin, el clmax, el coito nunca aparecan. Hasta Giulio Romano. Mi pobre judo, de tristes ojos. Cunto tard en darse cuenta? Se le cay el libro, abrindose por la mitad, o haba sido muy cuidadoso empezando por el frontispicio? Ninguna huella de Petrarca aqu, aunque quizs no pudo saberlo por lo que se vea en la primera pgina. Un ttulo breve: Las posturas. Supongo que podra, sin embargo, haber imaginado flosofa, o incluso discusiones teolgicas. Y la curiosidad acrecentada por nuestra conversacin seguramente le hizo pasar la pgina. Pero y qu me dices de la siguiente? Y de la siguiente? Las posturas: diecisis imgenes de diecisis parejas, mostrando diecisis posturas de fornicacin. Bajo la niebla del puente resulta difcil distinguir los detalles, pero a medida que paso las pginas mi memoria aade lo que mis ojos no pueden ver. se ha sido el poder de esos grabados. Una vez que los habas visto, no podas olvidarlos. Cada imagen era explcita, exuberante e incluso acrobtica. Con un fondo a base de un puado de imgenes clsicas alguna que otra columna y cortinajes, estos modernsimos cuerpos estaban ocupados en el amor. En algunas, las parejas yacen retorcidas juntas en la cama; en una de ellas una mujer est apoyada sobre cojines en el suelo, sus nalgas al aire, o en otra bajndose sobre un hombre como si se estuviera acomodando en un asiento; en otra, balancendose sobre una pierna mientras gua al hombre dentro de ella; o un hombre haciendo girar por toda la habitacin a una mujer ensartada en su polla. Figuras con el fsico de dioses y diosas y la imaginacin de putas, los hombres pavonendose y marcando msculos, las mujeres con abundancia de unas blandas, abiertas, carnes. Y todos ellos cautivados, esclavizados, por la lujuria. Siento nuevamente la agitada furia del judo contra m. Qu haba visto yo en sus ojos? Desagrado emponzoado por la excitacin? La ofensa de la excitacin sexual. No estara solo. La mayor parte de los hombres, en cuanto hubieran empezado a mirar, no podran detenerse, aunque me he tropezado con algunas almas ms frgiles a las que, una vez que haban terminado, les costaba distinguir su lujuria de su autodesprecio. Aquellos que conocan la obra de Giulio Romano difcilmente podan pretender una sorpresa completa. Su apetito tanto por el acto como por la recreacin del mismo era del dominio pblico. Sobre todo para el papa Clemente VII, que era uno de sus mayores mecenas. Como Medici, Clemente proceda de un noble linaje de lo ertico: su to, Lorenzo el Magnfco, haba escrito un infame soneto alabando las virtudes de la sodoma dentro del matrimonio, y el propio Papa disfrutaba de la estimulacin del arte tanto como cualquier prelado. Y tambin pagaba generosamente por l. Aunque el rumor, que se esparci como fuego por toda Roma despus de que los grabados aparecieran por primera vez, deca que Giulio haba dibujado primero las parejas directamente sobre las paredes del Vaticano en protesta por no haber cobrado su ya acabado trabajo. No obstante, aunque Clemente puede haberse sentido ms o menos disgustado al descubrir semejante erotismo descarado decorando su saln, ciertamente no esperaba despertar una maana para encontrar los grabados de Marcantonio sobre el tema circulando a muy buen precio entre la sociedad romana. Lo que, por supuesto, inclua a los ms prestigiosos miembros de la curia. Durante meses, nadie fue capaz de hablar de otra cosa. Hicieron maravillas para nuestra profesin. Mi ama estaba fuera de s por la excitacin, tratando de reconocer a sus compaeras cortesanas por un revelador brazalete dejado sobre una mueca o los rizos de medusa de cierto peinado. Llegaban clientes con ejemplares bajo su capa; hombres disolutos a los que les gustaba la idea de imaginarlo un momento antes de hacerlo, hombres tmidos que durante mucho tiempo haban deseado hacer cosas que no se atrevan a nombrar. Las mismas imgenes que infamaban las fantasas de los jvenes eran usadas para mejorar las actuaciones de los instrumentos de los viejos. Durante algn tiempo pareci como si la sociedad romana, tanto la secular como la sagrada, estuviera ocupada en la cama. Pero incluso cuando el escndalo estaba en pleno apogeo, haba algunos, como yo mismo, que seguan la poltica tanto como el placer, y que saban que estbamos volando demasiado cerca del sol. Para ser justos con el arisco censor papal, Giberti, stos eran tiempos peligrosos. Media Alemania estaba ardiendo con la rebelin y la hereja, y sus prensas trabajaban noche y da vomitando sus propias imgenes de Roma, mostrando a nuestro Santo Padre como el Anticristo y a la puta del diablo presidiendo la ciudad de Sodoma. ste no era el momento para que Su Santidad fuera visto haciendo propaganda para rivalizar con la suya. Y as, a travs de Giberti, el puo papal se cerr. Y apret. Giulio efectu una rpida retirada a Mantua, donde tena a un mecenas con ms dinero y menos sentimiento de culpa, en tanto que Marcantonio y su ayudante se encontraron metidos en las crceles vaticanas, con todos los ejemplares existentes de los grabados confscados y las planchas de cobre originales destruidas. O as lo creamos todos. Pero ahora mientras me encuentro aqu, en el borde del puente, bajo la niebla, con el libro abierto en mis manos, ya no estoy tan seguro. Por supuesto, siempre podra haber existido una nica copia fnal oculta en alguna parte del estudio, astutamente disimulada bajo la inocencia de Petrarca. Aunque eso pareca demasiado tortuoso para el prosaico espritu comercial de Marcantonio, era la clase de astucia que cabra esperar de un ayudante, especialmente uno que podra ya haber estado planeando un futuro sin su maestro. Pero incluso eso no explica totalmente la maravilla del libro que estaba ahora en mis manos. Porque esta edicin de Las posturas es algo ms que slo una serie de imgenes. Esta edicin tiene palabras tambin. Los versos Los sonetos lujuriosos, como se los conoce tampoco eran nuevos. Nuestro propio azote, Pietro Aretino, los haba escrito despus del escndalo, en apoyo de su viejo amigo Marcantonio, y para dejar con un palmo de narices a su an ms viejo enemigo Giberti. Juntando sus msculos de escritor con su talento para el lenguaje vulgar, Aretino haba compuesto cada soneto como una conversacin entre la pareja, un dilogo de lujuria para cada postura, escrito en un jubiloso lenguaje de pollas y coos, vergas y culos; bocados de ricas, y gruesas, palabras para complementar la rica y gruesa carne, en su viaje desde Dios al xtasis del pecado. Celebracin, condenacin y desafo. Aretino en su peor y su mejor aspecto. Estaba todo all. No transcurri mucho tiempo antes de que un impresor de clase inferior produjera una serie de grabados en madera de una calidad inferior que encajara con las palabras, y para que stas fueran perseguidas por toda la ciudad hasta ser quemadas en la ms cercana hoguera. En cuanto a Aretino, bueno, Giberti puso su espada de la venganza en la mano de otro para que la usara. Despus de otra batalla pblica de palabras, el poeta recibi una cuchillada en un oscuro callejn, aparentemente por parte del amante burlado de una de sus conquistas, pero en realidad fue un hombre que todo el mundo saba que necesitaba dinero quien hizo el trabajo. Con su cuello decorado con sangre, y su mano de escribir tullida, Aretino abandon Roma defnitivamente. Algunas copias del libro ofensor permanecieron escondidas o salieron clandestinamente de la ciudad, pero estaban hechas tan toscamente que ms bien perjudicaban tanto a las imgenes como a las palabras. Pero el verdadero triunvirato de la imaginacin ertica de Roma la exuberancia de Giulio grabada al agua fuerte por la pluma de Marcantonio y revitalizada por la licenciosa lengua de Aretino, ste nunca haba pasado a la posteridad. Excepto que eso es exactamente lo que yo estoy ahora sosteniendo en mis manos; una deliciosa transgresin reunida por las inteligentes manos de Ascanio con los grabados en una pgina y sus adjuntos sonetos, impresos en una forida, fuida, escritura, en la otra. Un volumen destinado a infamar el mundo, encerrado dentro de una suave encuadernacin en piel de unos sonetos de Petrarca. CAPTULO 15 Oh, Bucino! Ha llegado nuestro barco de las Indias. Eres un verdadero Marco Polo de los enanos! La ciudad de Venecia debera levantarte una estatua. Mira esto, quieres? Cada lnea es tan limpia, tan perfecta... Mira, hasta se distingue una simple trenza en el cabello de Lorenzina. Aun visto desde ese ngulo, sus muslos son tan grandes como los de un toro. Pero Giulio siempre nos pintaba ms rollizas que a los hombres. Incluso cuando no paraba de comer, yo no consegua nunca el tamao adecuado para su gusto. Menos mal que hay tan pocas posturas en las que la mujer est arriba. Porque, de lo contrario, podra haber habido heridos. Sus ojos brillan como esmeraldas, y uno puede sentir la alegra y la risa que borbotean debajo. No creo que mi ama se sintiera ms encantada si el propio dux le hubiera ofrecido convertirse en su protector. Oh. Oh... Dios mo, recuerdas sa? Yo no soy Marte; soy Ercole Rangone, y voy a follarte, Angela Grega, y si tuviera aqu mi lad, te tocara, mientras te folio, una cancin. Santo Dios, eso es ms poesa de la que sali jams de su boca cuando estaba de pie. Y sta se supone que es Lorenzina hablando..., escucha: Dame tu lengua y apoya los pies en la pared, apritame los muslos y sujtame fuerte... Un da tomar tu polla por mi culo, y te aseguro que saldr de una pieza. Imagina a Lorenzina diciendo eso! Recuerdas aquella tmida miradita que era su especialidad cuando te la encontrabas por la calle? Tal vez tena dientes ah abajo a fn de cuentas. Aunque lo dudo. Es tan mentiroso Aretino. Realmente. l presume de que da voz a las mujeres, pero lo cierto es que nos deja decir slo las palabras que los hombres quieren or. Siempre est hablando de cun realista es cuando escribe. Pero te digo la verdad, hay mucha fantasa aqu, como la hay en todo poema de amor cortesano. Quieres decir que las cortesanas realmente hablan como esposas cuando estn en la cama? digo yo. Qu decepcin. Tengo que empezar a dejar de ahorrar. Ah, Bucino! No seas tan modesto. Apostara algo a que puedes conseguir una esposa hablando un poco suciamente. Recuerdo cmo solan mirarte aquellas matronas romanas en el mercado. Tan curiosas siempre. Qu? Piensas acaso que no lo vea? Es tarea ma observar tales cosas... La diferencia. La novedad. El placer de lo nuevo. Buscar fuera lo que no puedes tener en casa. De eso se trata. Lo sabes tan bien como yo. Mira a stas. No es extrao que la mayor parte de la gente no pueda hartarse de ellas. Dudo de que nadie fuera de la iglesia haya visto nunca tanta sodoma. Ja! Pobre Giberti. Le metimos el miedo del diablo durante un tiempo all, no es verdad? Y, Dios mo, ella tiene razn. Durante aquel breve momento en que las imgenes parecieron apoderarse de Roma, lo que otros llamaban pecado nosotros, los pecadores, lo llambamos comercio honrado. Dar a las personas lo que ellas queran por un precio justo. Ni que decir tiene que nosotros sacbamos tambin un benefcio bastante justo. As que, dime, Bucino, cmo vamos a vender este tesoro? Deberamos tratar de encontrar a algn cardenal veneciano? S que mi querido cardenal romano hubiera dado la mayor parte de sus antigedades por tener esto en su coleccin. Un cardenal? No lo creo digo. La mayor parte de ellos son cuervos antes que cardenales, y no son ni mucho menos tan depravados aqu como lo eran en Roma. En cuyo caso, a quin vamos a vendrselo? Me he estado haciendo la misma pregunta desde el momento en que abr la primera pgina bajo la niebla. Porque, aunque no cabe duda de que la venta est llena de promesas, tambin est cargada de peligros. En cuanto un libro como se llega al mercado, su vendedor se convierte en tan infame como su poseedor. Por no hablar de los responsables de la obra original. Ests segura de que realmente nos lo queremos quitar de encima? pregunto tranquilamente. Pues claro!... Quiero decir, si estuviramos establecidos, lo guardara bajo mi almohada, porque, con esto en mi habitacin, pronto sera la meretriz ms buscada de toda la cristiandad. Y se re. Pero no estamos establecidos, Bucino, y si encontramos al adecuado postor, esto nos supondr una pequea fortuna. Y tan pronto como haya salido de nuestras manos, qu pasa entonces? Las noticias de su existencia se esparcirn como el fuego a travs de los tejados. Incluso sin las planchas originales, hay muchos impresores en esta ciudad que andarn escupiendo unas malas copias con sus prensas en pocos das, como ocurri en Roma. Y eso acabar volvindose contra nosotros. Estas cosas siempre ocurren, y aunque hay dinero en la fama, tambin hay peligro en la notoriedad. Realmente. Pero en este momento, yo lo preferira al anonimato. Quizs, pero qu pasa con los otros? Giulio est a salvo en Mantua, y Marcantonio est ya medio muerto en Bolonia, pero Aretino es un falso veneciano ahora y est deseoso de situarse en buenos trminos con el gobierno de la ciudad. Ver cmo su nombre aparece descaradamente al lado de los sonetos ms obscenos del mundo no le granjear en este momento simpatas con aquellos que dictan las leyes y distribuyen los mecenazgos. Ella se encoge de hombros. Pero todo el mundo sabe que los escribi l. Es un libertino. Ya es famoso por ello. Tal vez. Pero, aun as, l no se caga en los salones de sus mecenas. Piensa en ello, Fiammetta. Venecia presume de mucha ms piedad que Roma. Hay ms cdigos aqu, los conventos son ms estrictos, y el dux es tan recto que manda a su propia hija a casa cuando la joven lleva un vestido demasiado provocativo segn la ley. Cuando esto salga a la luz, Aretino podra quizs declarar que su objetivo era slo la corrupcin de Roma, pero la verdad es que pondr duras las pollas de los hombres sea cual sea la ciudad en que vivan. En un abrir y cerrar de ojos, la mayor parte del gobierno estar luciendo su propia ereccin, y se vern obligados a suprimir el libro en nombre del bien pblico. Y las esperanzas de mecenazgo de Aretino pueden desaparecer con ello. Fiammetta se queda en silencio durante un momento. Bueno. No le debemos nada. Sabes tan bien como yo que fue l quien mand esa barca cargada de gamberros contra nosotros. S digo. Aunque no creo que su intencin fuera destruirte. Ms bien tratar de atraerte hacia l. Eso es porque le gusta ganar. Siempre le gust. Y qu? Ahora t quieres que pierda? Yo... s... no... Suspira teatralmente. Oh... La verdad, no lo s. He visto actuar a Fiammetta como puta inteligente durante tanto tiempo que a veces me olvido de que an es una joven. Frunce el ceo y vuelve a suspirar. Me trat mal, Bucino. No te has sentido furioso alguna vez con alguien que te haya herido? Como un volcn digo, viendo la engreda cara de cierto hombre cuando me presenta a una triste muchacha. Dios mo, llevo sin pensar en l mucho tiempo. Y no lo voy a hacer ahora. Pero si esa misma persona viene a m con una bolsa bastante llena, no dejara que eso se interpusiera. Lo que digo es que, en este momento, con sus infuencias, tenemos ms razones para mantenerlo como amigo que para convertirlo en nuestro enemigo. Ella sonre secamente ante el empleo que yo hago de lo que una vez fue su propio consejo. Oh, ya s... Una cortesana siempre debe poner el negocio por delante de sus sentimientos! Ah, cuntas veces mi madre me machac con esas palabras? Te lo digo, Bucino, podra escribir un libro sobre esta profesin. De su coste, as como de sus benefcios. Porque a veces es tan dura como cualquier cosa que le pediras a un hombre que hiciese. Lo s digo. Llevo el tiempo sufciente observndote para saberlo. Sin embargo... y ahora su voz suena fuerte, como si de repente estuviera declamando al mundo sigue siendo mejor que cualquier cosa que a ti o a m nos hubieran ofrecido en esta vida. Vale, pues! Dnde nos deja esto? No podemos permitirnos hacer de Aretino un enemigo. Lo que signifca que no podemos permitirnos vender el libro. Lo cual quiere decir que estamos en posesin de un inestimable objeto que no podemos permitirnos conservar porque somos an tan pobres como monjas dominicas... Bueno, las pocas que obedecen las reglas, en todo caso. Parece que debo convertirme en una puta de gndola a fn de cuentas. La miro y pienso cun adorable est cuando su espritu se enciende, y que la manera en que la gente se enfrenta a las difcultades de la vida, ms que al xito, es lo que la hace especial, furo que vivira con ella pobre antes que con cualquier otra rica. Aunque seguira prefriendo no tener que hacer la eleccin. Qu tal si no hiciramos un enemigo de Aretino, conservramos el libro, nos olvidramos de la barca y a pesar de todo hiciramos nuestra fortuna? Me mira con agudeza. A ver, cuntame. * * * Al fnal, voy solo. Me cuesta convencerla, porque los dos sabemos que ella podra representar bien el papel, pero ya gozar de su propia actuacin bastante pronto, si funciona, y, si va a haber mala sangre, entonces es mejor que la cosa quede entre l y yo. Elijo mi momento cuidadosamente, vistindome para la ocasin, lavndome con agua de espliego, ponindome mi jubn y calzas nuevos, de modo que parezca ms un igual que un suplicante. Me aseguro de comer para que mi estmago no haga ruidos, y alquilo un bote, al que pago para esperarme, de manera que, si l mira por la ventana, no vea esto como una estrategia de desesperacin, y porque, aunque el agua me pone nervioso, eso es mejor que llegar con las piernas temblorosas, lo que constituye siempre un riesgo para m despus de haber andado demasiado deprisa o demasiado rato. Es una maana soleada, con un suave sol primaveral que hace que el Gran Canal brille, y se ilumine el ultramarino y el oro del CadOro como si fuera una entrada a los cielos, lo que casi se poda creer a juzgar por el nmero de visitantes y peregrinos que van de un lado a otro en atestados barquichuelos por el canal, contemplndolo. La casa de Aretino, que ya es sabido que fue alquilada a un obispo llamado Bollani, se alza en el mismo lado del canal, al este, cerca del caos del Rialto. Es una direccin bastante distinguida una direccin por la que mi ama hubiera dado otra virginidad, pero no hay personas papando moscas aqu: el agua est demasiado llena de barcas de comerciantes gritando y maniobrando para abrirse camino hasta la orilla cargados de verduras y carne para los mercados. La casa misma, pese a su tamao, es srdida, su decoracin picada por el agua salada y el viento, y la puerta que da al canal tan inhspita que parece ms una entrada a la prisin que a una casa. El barquero se abre camino hacia el desembarcadero, intercambiando insultos con aquellos que bloquean el paso y rozan la pintura del bote. El agua est tan revuelta por la actividad que se abre una amplia brecha entre el borde de la barca y el malecn, y mis piernas son demasiado cortas para franquearla, pero el barquero me da un fuerte empujn que me enva volando de cabeza contra la madera y provoca un montn de carcajadas a nuestro alrededor. Cuando me levanto, miro hacia el balcn del entresuelo, pero no hay nadie arriba para que sea testigo de mi humillacin. Me imagino a m mismo de pie all, arriba. Dios mo, qu vista tendra: Venecia a mis pies como si me hubieran dado unas participaciones en la maravilla de la ciudad. Me pongo de pie y entro. La escalera de piedra que baja desde la entrada est tambin en proceso de ruina, y reconozco el olor de la orina junto con el del agua podrida; hasta los hombres ricos, al parecer, regresan al hogar tambalendose, borrachos y despreocupados. La vista mejora cuando doblo la esquina para llegar a la planta de arriba y una bonita joven de regordetas mejillas y pechos ms regordetes an aparece en un soleado rellano para darme la bienvenida. Noto que sus ojos se abren como platos por el asombro cuando ve mi forma y tamao. Surgiendo de la oscuridad, probablemente parezco un ncubo venido para chupar la juventud y la virtud de sus pezones. Ah, fjaos! Un primer indicio de buena vida y ya soy presa de la tentacin. Dada la reputacin de Aretino, aunque yo todava podra saborear una pizca de su juventud, toda virtud habra desaparecido ya hace mucho tiempo en ella. Mi querida dama digo, haciendo una reverencia..., lo cual siempre las hace rer, porque mis piernas son demasiado cortas, por favor, no os alarmis. Soy una de las criaturas ms pequeas de Dios, pero llena de su gracia, y, como podis ver, perfectamente formada. Bueno, casi. Y estoy aqu para ver a vuestro amo. Le lleva un momento controlar sus risitas. Oh! Quin le dir que sois? El enano de una cortesana de Roma. Ella vuelve a soltar otra risita antes de desaparecer por el corredor. La observo mientras se va. Un tesoro domstico sin duda, pero probablemente una fuente de consuelo ms que de inspiracin. Al cabo de un momento sale l mismo para saludarme. Viste para ir por casa, la camisa medio por fuera y la barba y el cabello descuidados, adems de una mancha de tinta en su mano izquierda. Ahora que lo veo sin chaqueta por primera vez, puedo distinguir ms claramente su mano derecha, que cuelga torpemente a un lado. Mi esplndido amigo mono! Me golpea fojamente en el pecho. Los dos somos muy hombres, l y yo... o al menos nos engaamos as mutuamente. Qu gran placer. Estoy ocupado escribiendo, pero lo interrumpir por ti. Especialmente si has trado noticias de tu ama de aflada lengua. Pasa. Le sigo dentro del portego, la gran sala que es tambin el amplio corredor central del piano nobile de todas las grandes mansiones de Venecia y que se extiende desde la parte trasera de la casa hasta la delantera, con vistas al canal. En la vida he aprendido bastante bien a refrenar la envidia, el menos rentable de todos los pecados, si exceptuamos quizs la pereza, pero ahora brota con efusin como la bilis a la boca, tanto que casi me marea tragrmela otra vez. No es que la sala sea rica. De hecho, no lo es. La decoracin es modesta: un par de rados tapices, escudos de armas, algunos cofres y asientos, y dos oxidados candelabros colgantes; gustos anticuados, modas del pasado. No. No es la riqueza, sino la luz. La habitacin est llena de ella, grandes, doradas oleadas de luz penetrando por las ventanas que dan al canal, baando las paredes y el dorado techo y refejndose en un suelo de terrazo que es su propio mosaico, hecho de un millar de baldosines de piedra pulida. Fiammetta y yo hemos estado viviendo en un inframundo de piedra oscura y agua malsana durante tanto tiempo que me siento como una rata de alcantarilla expuesta repentinamente al sol. Hago una profunda aspiracin y me lleno los pulmones de esa maravilla. Oh, si nosotros pudiramos encontrar algn lugar como ste, juro que nunca volvera a quejarme. Te gusta? Deja pequeita a Roma, eh? Slo los ingredientes naturales de Dios: espacio, la luz del sol y piedra. Con algo de ayuda del ingenio humano. Venecia, amigo mo, el cielo en la tierra. Cmo hemos llegado a vivir en otra parte? Me temo que es demasiado temprano para comer, aunque tengo la promesa de un buen pescado para ms tarde. Pero puedo ofrecerte fruta y vino. Anfrosina! grita, aunque no se molesta en esperar la respuesta. Trae ese cesto de madroos que el conde Manfredo nos enva del campo. Con una botella de vino del signore Girolamo ella aparece de pronto en la puerta, sus ojos llenos todava de m, y en copas de cristal verdadero, ojo. Porque mi invitado es (como Platn deca de Scrates) un hombre bajo y feo, pero muy sabio. Anfrosina, que sabe tan poco de Scrates y Platn como de m, simplemente deja escapar otra risita y se marcha corriendo. Tu llegada es muy oportuna, Bucino. Hay una gran demanda tierra adentro de una obra adecuada sobre la catstrofe de Roma. Con un auditorio bastante grande, podra avergonzar al emperador para mejorar su comportamiento y al Papa para vivir ms la piedad, porque cada uno de ellos es tan rprobo como el otro. Y a tal efecto estoy reuniendo historias que voy a tejer en un tapiz de dolor: mi objetivo es dar vida a la enorme festa de la muerte, en la cual, juntamente con los romanos corrientes, la curia, los sacerdotes y las monjas sufrieron la peor parte. Sonre cuando se acuerda de mis palabras. Veamos. La prxima vez que la gente diga que Pietro Aretino no dice la verdad, recurdales que l no cambia ni una sola palabra. Ahora bien... deja que saque ms retazos de memoria de esa gorda cabezota tuya. Cul fue, por ejemplo, el papel de Fiammetta en esto? Porque podra decir, a juzgar por su cara, que su historia debi de haber sido extraordinaria. Una cortesana que da la bienvenida a los invasores y luego pierde su cabello y parte de su espritu ante un grupo de arpas herejes. Una historia as l podra haberla inventado, aunque en sus palabras sin duda se hubiera convertido en algo ms sucio. La historia no es ma para contarla. Si la deseas, debes pedrsela a ella. Oh! Ella no hablar conmigo. An est furiosa. Ah! La rabia de una mujer: como roca fundida de un volcn, que jams se puede detener y necesita una eternidad para enfriarse. Deberas aconsejarla, Bucino. A ti te escuchara. Haras bien en liquidar esta ofensa. Todos estamos en el exilio ahora, y aunque Venecia tiene su cuota razonable de mujeres hermosas, son pocas las que tienen su talento o su ingenio. Y, creme, este lugar est maduro para llevar una vida rica, de libertad, honor, prosperidad... As lo ests diciendo por toda la ciudad, tengo entendido. Espero que ests obteniendo un excelente sueldo de toda esa adulacin. Ja! Todava no, aunque tengo grandes esperanzas de que el dux me sonra. Est ansioso por ver alabar a su ciudad en letras de imprenta. La adorable Anfrosina aparece con la fruta y el vino, tardando ms de la cuenta en ponerlo sobre la mesa y siendo recompensada con una despreocupada palmadita en su trasero cuando se marcha. Se me ocurre que probablemente uno se cansara de ella al cabo de algn tiempo, aunque sera estupendo tener esa oportunidad. La aparto de mi mente porque no es conveniente mezclar el negocio con el placer. Aretino me ofrece sus viandas. Ves lo bien que me tratan mis amigos? Cestos de productos frescos del campo. Los mejores vinos. Me quieren ms de lo que me merezco. Quizs es que te temen ms. No. De ahora en adelante, Aretino es un hombre de paz, piedad y alabanza. Por algn tiempo, al menos dice, y sonre. Hago una inspiracin. As que no habr poemas de pollas y coos y prelados que sodomizan cortesanas en Venecia, entonces. Se acab el joder hasta la muerte, en celebracin de los pobres Adn y Eva, que nos trajeron el pecado de la vergenza. l me mira fjamente. Bucino! Tienes una memoria mejor que la ma. Yo no saba que te gustaba tanto mi obra que podas citarla tan elocuentemente. Bueno, es mi obra tambin, como si dijramos. Ciertamente lo es. Y, como sabes, tengo la mejor opinin de esa obra y estoy seguro de que regresar algn da a ella. Por el momento, sin embargo, soy una pluma reformada, dedicando mi atencin a cuestiones ms cvicas y espirituales. Por supuesto. As que, seguramente, no debes de saber nada de una barca cargada de patanes borrachos frente a nuestra ventana hace dos noches. Se detiene durante un segundo. Umm. Ha estado recibiendo admiradores tu ama? Yo no digo nada. Bueno, es verdad que cant sus alabanzas a algunos que aprecian la autntica belleza. Pero slo porque la echaban de menos. Yo sigo guardando silencio. Ella est bien, a pesar de todo? Quiero decir, no hubo ningn problema? No es por eso por lo que ests aqu, verdad? No le deseo ningn mal, Bucino. Y t lo sabes perfectamente. Esa pose que adopta me hace sentir mejor sobre lo que ha de venir. Realmente digo, estoy aqu porque tengo una proposicin de negocios que discutir contigo. Negocios. Ah. Y alarga la mano en busca de la botella y me sirve un poco de vino. ste tiene una tonalidad de oro plido y la luz del sol en la habitacin juega a travs de sus burbujas. Te escucho. Algo ha cado en mis manos. Una obra de arte, de considerable valor. Es un ejemplar de Las posturas de Giulio. Hago una nueva pausa. En sus grabados originales... Los originales? Los de Marcantonio? S. Estoy disfrutando ahora. Y con Los sonetos lujuriosos adjuntos. Pero cmo? Eso no es posible. Las planchas de Marcantonio fueron destruidas mucho tiempo antes de que yo cogiera la pluma. No puedo decirte cmo digo, porque, a fuer de sincero, no lo s. Todo lo que s es que las tengo. Dnde lo conseguiste? Pico algunos madroos ms. Me saben un poco speros en la boca, pero es una poca muy temprana del ao, y el sol no ha tenido tiempo de endulzarlos. Digamos que llegaron a m en medio de la locura de los ltimos das de Roma. Cuando muchas personas huan. Ascanio murmura l. Naturalmente, el cabroncete ese. Si te sirve de consuelo, se fue de Roma sin el nico volumen que hubiera hecho su fortuna. Me lanza una mirada. Dnde est? Puedo verlo? Oh, no lo he trado conmigo. Sus sentimientos carnales mancharan las calles de esta pura ciudad. Aretino lanza un gruido. Entiendo. Qu quieres de m, Bucino? Pens que podramos emprender juntos una empresa. Con tus relaciones, podramos hacer que los copiaran adecuadamente y venderlos por toda la ciudad. Haran nuestra fortuna. S murmura. Tu fortuna y, en este momento, mi desgracia. Ah. En cuyo caso, quizs sera mejor para m vendrselos a algn coleccionista. Alguien de gusto e infuencia. Andamos un poco escasos de fondos en este momento, y creo que es posible que pudiramos recibir algunas ofertas. Oooh! Extorsin! Toma un sorbo de su copa y me observa mientras traga. Debo decir que me siento decepcionado. Te tena en mayor estima. Yo inclino la cabeza. Aprend todo lo que s de un hombre de ms talento que yo. Un gran escritor que se ganaba la vida esparciendo escndalo. O cobrando por no hacerlo. Y, esta vez, se re. Por la sangre de Cristo, me gustas, Bucino. Trae los grabados y a tu ama aqu para vivir conmigo. Juntos gobernaremos Venecia. Ahora me corresponde a m permanecer en silencio. l lanza un suspiro. Ay, no podra mantenerla, de todos modos. Porque no tengo dinero. se es el verdadero problema con tu plan, ya ves. ste. Todo esto mueve su mano alrededor de la mesa y la habitacin es hasta ahora slo la caridad de amigos. Yo no quiero dinero digo. No? Entonces qu quieres? Hago una inspiracin. Quiero que le encuentres un protector. Un hombre de posicin y riqueza. Alguien que aprecie la belleza y el ingenio, y que la trate bien. Se echa atrs en su silla. Sabes?, creo que ms vali que ella y yo estuviramos reidos todos esos aos. Porque, de lo contrario, nos habramos convertido en rivales, y yo la habra perdido de otra manera. Pobre Fiammetta. Ha sido realmente tan duro? No tienes ni idea le digo. Oh, yo no estara tan seguro de eso. Hubo un momento, en un callejn de Roma, en que pens que oa al jinete de la muerte en los pasos del asesino que destroz mi mano de escribir. Y he contemplado a un hombre con un alma ms grande que ninguna de las nuestras golpendose la cabeza contra la pared para detener la agona de una pierna amputada que lo arrastraba hacia la muerte. Llor como un nio despus de que se muriera, porque era uno de mis mejores amigos. Mueve la cabeza. No tengo ningn apetito por el sufrimiento, Bucino. Me gusta demasiado el placer. A veces pienso que debe de haber algo de mujer en m. Por eso amo tanto su compaa. Ser mi perdicin. Pero vivir una vida plena mientras pueda. Bien: as que la exigencia es que encuentre un buen protector. Algo ms? Que hagas que inscriban su nombre en el Registro de Cortesanas. Yo escribir la anotacin, y t encontrars a alguno de tus nobles amigos que la avale. No dice l frmemente. Eso no lo har. Durante un segundo no estoy seguro de qu hacer. Me retuerzo para bajar de la silla. Entonces me llevar el libro a otra parte. Ah, espera! Si pretendes haber aprendido del maestro, entonces no vayas tan deprisa. Para que los hombres hagan un trato, tiene que haber un toma y daca. Sintate. Me siento. Ya encontrar la manera de hacer la anotacin en el libro. Me hace un gesto de que espere. Pero las palabras no sern tuyas. Sern mas. Lo miro fjamente. Y cmo s que no la engaars? Porque dice. Porque, porque, porque, Bucino, incluso cuando exagero, digo la verdad. Especialmente sobre las mujeres. Como t sabes perfectamente. Vuelvo a ponerme de pie. Y cmo s yo que t mantendrs tu parte del trato, y, una vez que ella est instalada y sea rica, yo no me voy a despertar al da siguiente encontrando copias de Las posturas por toda Venecia, con mi nombre al pie? Porque, si t eres leal con ella, entonces yo ser leal contigo. Como t sabes perfectamente. CAPTULO 16 Al otro lado del canal, nuestra vieja bruja se encuentra en su ventana, como paralizada. El da es ms fro ahora, y las mismas corrientes de aire que hacen vibrar los marcos de nuestras ventanas estarn haciendo vibrar los suyos tambin, pero a pesar de todo no se mueve. Su rostro est sombro por la ira, y si ella fuera capaz de concentrar sus errantes ojos durante el tiempo sufciente, imagino que podramos sentir el martillo de su desaprobacin, pero tenemos a nuestra propia bruja para protegernos y estamos demasiado ocupados con el tema de adornar a la joven belleza para conceder mucho crdito a la vejez amargada. La Draga y mi ama llevan juntas desde primera hora de la tarde. No se me ha permitido entrar hasta que ellas han acabado, y mi tarea es mostrarme impresionado por lo que veo. Como estn las cosas, mi capacidad de insinceridad apenas ha sido puesta a prueba. Ella aparece tan alta sobre sus zuecos que tengo que ponerme de pie sobre la cama para tener una impresin global. Lleva puesto el mejor de sus vestidos de segunda mano, que est hecho de seda de un violento escarlata. Sus mangas son de un color crema plido, apretadas en las muecas antes de estallar en nubes de rojo a la altura de los codos; el corpio est bordado en oro para llamar la atencin hacia el pronunciado escote, y sus faldas caen amplias y ondulantes a partir de una enjoyada franja bajo sus pechos. Contiene tanto lujo de material que ser mejor que entre los invitados de Aretino no fgure el propio dux, porque es sabido que ste enva a las mujeres a casa en aquellas reuniones donde las longitudes de tela son tan evidentemente excesivas que no se necesitara una cinta mtrica para defnirlas como ilegales. Pero nadie mandara a casa a mi ama, porque el vestido es slo la envoltura. En cuanto a la mujer que va dentro, bueno, despus de muchos aos a su servicio, mis cumplidos resultan poco convincentes debido al uso excesivo que hago de ellos. Pero le ofrecer algunas palabras sobre su cabello, parte del cual no es suyo y por tanto merecedor de crtica, y que ha sido trabajado con paciencia y cardado para convertirlo en una docena de plumosos rizos que caen por su frente y unos pocos bucles en torno de sus mejillas, con el resto cayendo en lentas, ondulantes cascadas a partir de lo que parece una franja trenzada de sus propios mechones situada a media cabeza. Cierro los ojos para ver el sello de Fiammetta en el reverso de mis prpados, y el aire se llena del olor de rosas de almizcle y de la promesa del verano. Bien? Abro los ojos ante su pregunta. Podras al menos decir algo, no? Llevamos con esto todo el da. Unas pocas lneas de Petrarca, quizs? O de ese otro hombre que t eres tan afcionado a citar. Cmo se llama? Algo sobre la manera como mi ama eclipsa la luz del sol y la alegra? Pero aparece tan confada que no la agradar sin un poco de diversin primero. Mantengo la mirada todo lo vaca que puedo. Hueles bien digo sin mucho entusiasmo. Si el vestido y el cabello no funcionan, siempre podemos pedirles que cierren los ojos. Bucino! Me arroja un peine de los que ya no necesita, y yo miro en la direccin de La Draga a tiempo de ver lo que casi podra ser una sonrisa cruzando por su rostro fantasmal mientras ella rene sus tarros y recoge el chal, lista para marcharse. Observo la concentracin en su cara mientras se dirige hacia la puerta, cada paso ya visto en su cabeza. * * * No hemos discutido de dinero desde el robo de la joya. Si bien ha ofrecido ayuda a mi ama, el hecho es que an le debemos no slo el cabello, sino tambin varias pociones nuevas que han intercambiado entre ellas a lo largo de los ltimos das, cosa que pertenece a los lugares secretos del cuerpo de una mujer, sin duda, y, sospecho, algunos trucos para aumentar el apetito de un hombre por el amor, lo que mi ama sabe que desapruebo y de lo cual, por tanto, no me dirn nada. Aunque mi ama me dice que La Draga est conforme con esperar a cobrar hasta que nuestra fortuna est ms recuperada, yo preferira arreglar las cuentas con ella ahora. No me gusta estar en deuda con nadie, y desde que la conquista callejera de mi ama y la barca cargada de estridentes jvenes petimetres dieron tanto que hablar, la continua presencia de La Draga en nuestra casa tampoco ha hecho nada por mejorar nuestra reputacin en la vecindad. Mientras que muchos de mis vecinos ahora se desvan al otro lado del campo cuando me ven venir, mi viejo del pozo sigue hablndome, aunque slo sea para abrumarme con buenos consejos. Sus puntos de vista sobre La Draga son bastante claros. Ella es, dice, una bruja de la matriz, y se santigua cuando utiliza esas palabras, porque todo lo que tenga que ver con esas partes frtiles, sanguinolentas, de las mujeres llena a los hombres de sospecha y miedo. Dice que naci en una de las islas, pero que vino a la ciudad cuando era joven, aunque al parecer sus padres murieron poco despus. Cuenta historias de cmo, cuando era pequea y an gozaba de un poco de visin, desapareci de su casa y fue encontrada en la piazzetta, cerca de las Columnas de la Justicia, sus manos llenas de tierra recogida de la pira enfriada sobre la que un sodomita haba sido quemado hasta la muerte el da anterior. Cuando regres, hizo una pasta con ella, junto con diversas hierbas y plantas, y aquel mismo da cur a una mujer de la localidad de los ms terribles ataques. ste es el tipo de leyenda que ya ha cambiado de manos muchas veces y por tanto puede ser cierto o no, pero es lo bastante poderoso para que, una vez conocido, no pueda ser refutado. Despus de eso, dice el viejo, ninguna mujer que caa enferma en su distrito se molestaba en ir al doctor, sino que siempre iba a verla a ella. Si no por otro motivo, sin duda, por el temor de que podra bombardear con maldiciones a aquellas a las que ella no curaba. Tal como l lo cuenta, cuanto ms curaba, ms tullida se volva ella, y cuanto ms clara se tornaba su segunda visin, ms ciegos sus ojos. Aunque yo soy menos susceptible que muchos al pnico que rodea a las brujas (cualquiera que haya sufrido un dolor terrible buscar ayuda all donde pueda encontrarlas), nunca he conocido a una curandera que no pretenda ms sabidura de la que realmente posee, y en particular he visto a demasiadas cortesanas desarrollar un apetito por los conjuros de amor para atar a los hombres y ayudarlas en su trabajo, que como crea una dependencia en ellas, as como en los hombres en defnitiva no sirven de ninguna ayuda. Aunque pueda ser grosero atribuir la generosidad de La Draga hacia nosotros nicamente al negocio, el hecho es que podemos vivir sin su ayuda. Ciertamente si yo tengo algo que ver con ello. Ha bajado por las escaleras, cruzado la puerta y avanzado frmemente por la calle para cuando llego a su lado. En una carrera a travs de la ciudad, yo no me medira con ella, porque, aunque su vista puede haber desaparecido, ha aprendido a ver bastante bien gracias al uso de sus odos. De modo que ella capta el paso de mis pies planos mucho antes de darse la vuelta, y percibo la cautela en su rostro. Bucino? S. Se relaja ligeramente. He olvidado algo? Yo... bueno, te fuiste sin cobrar. Se encoge ligeramente de hombros, pero sus ojos permanecen fjos en el suelo. Ya te lo dije; puedo esperar. Y se da otra vez la vuelta. Aun antes de que yo la atacara aquel da, ella se senta tan incmoda hablando conmigo como yo con ella. No digo con voz ms alta ahora. Preferira arreglar las cuentas contigo. Has sido muy buena, pero mi ama est curada, y no te necesitaremos durante algn tiempo. Ella ladea la cabeza, como un ave que estuviera escuchando la llamada de una pareja. Creo que ella y yo no hemos terminado todava dice, su voz como un susurro del viento, y con una tonta sonrisa en su rostro. Cmo? Que no habis terminado? Mi ama ya est curada repito, y noto un flo en mi voz. Y no tenemos necesidad de conjuros amorosos en esta casa. Ya veo. La sonrisa cambia, y su boca se retuerce un poco. Al estar tan cerca de ella ahora, me sorprende notar cunto movimiento hay en su rostro. Pero, bueno, ella no debe de saber el impacto que produce en los otros. Yo slo descubr el poder de mi sonrisa con la boca abierta al verlo refejado en las caras de los dems. Dime, qu es eso que tienes alrededor del cuello, Bucino? Su mano se precipita hacia m, pero ni siquiera ella es capaz de calcular mi altura en su oscuridad, y se agita encima de mi cabeza como un pjaro asustado en su jaula. Y cmo sabes que tengo alguna cosa ah? le replico, y, envalentonado por su error, me acerco ms hasta que estamos casi tocndonos, de tal modo que le miro directamente a los ojos, a la horrible niebla de su ceguera, y ella debe de sentir mi respiracin en su cara, porque se pone rgida, pero se mantiene frme. Lo s porque juraste sobre ello el otro da. Recuerdo que lo hice, y me enfurezco conmigo mismo por no haber cado. Es un diente. Un diente? S. De uno de los perros de mi padre. Me lo dio cuando el animal muri. Y por qu te lo dio? Como un recuerdo? Un adorno? Un amuleto contra la desgracia? Yo... s... y por qu no? Por qu no, realmente? Y ella sonre ahora, con la misma soadora sonrisa que emple con Aretino, que ocupa toda su cara y hace que brille su piel. De la misma manera que ella no sabe cundo su expresin es amenazadora, tampoco es consciente de cundo se vuelve luminosa. Aunque me paso la vida levantando el puo contra ella, a veces hay una peculiar dulzura en esa mujer que amenaza con socavarme. S, la dama Bianchini est curada en su cuerpo. Pero ha pasado mucho tiempo alejada del mundo. Est nerviosa. T ests tan ocupado corriendo por toda la ciudad que no te enteras de lo que pasa ante tus propios ojos. Lo que yo le doy a ella es algo que sirve para quitar el miedo. Eso es todo. Si ella lo cree, funciona. Como el diente de tu perro, Comprendes? De eso trata mi conjuro amoroso. Y por ello yo no cobro, de todos modos. As que puedes apartar la bolsa. No hay nada que decir. S que ella tiene razn y yo estoy equivocado. Y aunque he sido un estpido, no lo soy tanto que no pueda reconocerlo. Un muchacho camina en direccin a nosotros desde el otro lado de la calle. Lo reconozco como uno de los auxiliares del panadero que lo ayuda con el pan a primera hora de la maana en la plaza. Cuando se nos acerca, se detiene, sus ojos salindole de las rbitas, porque, desde luego, juntos ella y yo formamos probablemente la ms extraa pareja que haya visto en su vida. Yo le brindo mi ms amplia sonrisa para librarme de l, y el chico retrocede como si le hubiera escupido. El rumor correr por todo el municipio dentro de unos minutos. Que la bruja y el enano estaban retozando juntos a plena luz del da. En el relato, probablemente habr insinuaciones de carnalidad, porque los pecados del sexo nunca andan lejos en las imaginaciones ociosas, especialmente cuando hay implicada deformidad, y todo el mundo sabra que ambos trabajamos para la puta cuyo olor atrae barcos de jadeantes jvenes a su puerta en mitad de la noche. La Draga espera y, cuando yo sigo en silencio, dice: Dime, por qu no te gusto, Bucino? Qu? Ambos somos sirvientes suyos. Cuidamos de ella. Y ella de nosotros. Sin embargo, siempre peleamos, t y yo. Yo no... no me gustas. Quiero decir... Quizs an piensas que yo la he estafado de alguna manera, que el cabello le hubiera crecido sin m. O que yo soy una bruja, porque la gente murmura sobre m tanto como sobre ti. Es eso? O es que no te gusta mirarme? Soy realmente mucho ms fea que t? Naturalmente, no s qu decir. Yo, que tengo respuesta para todo, no la tengo para esto. Casi me siento mal, como un nio pillado en una mentira. Su cara est inmvil, y de momento no estoy seguro de lo que va a hacer. Esta vez, cuando sus manos se alargan, ya no yerran su objetivo. Toca la gran coronilla de mi frente, y soy yo el que se queda paralizado. Me asombra lo fras que estn sus manos. Pasea los dedos lentamente por toda mi cara, tanteando los rasgos y metindose en las cuencas, luego por encima de la nariz, la boca, la barbilla, reconocindome con su toque. Siento que me estremezco, sobre todo porque no dice nada, sino que, una vez que ha terminado, simplemente deja caer las manos y al cabo de unos segundos se da la vuelta y se marcha. La observo hasta que ha cruzado el puentecillo y ha desaparecido en el siguiente callejn. Lo veo todo: su cojera, las piedras bajo sus pies, el azul oscuro de su chal de lana, regalo nuestro. Claro como la luz del da, todo ello. Pero no tengo ni idea de lo que siente dentro. Aunque s por qu no me gusta. Es porque de alguna manera ella me hace sentirme ms pequeo de lo que soy. * * * Oh, ha venido, Bucino. Ha venido. Rpido... Cuando llego a la habitacin, mi seora est levantada y recogiendo su capa con agitacin. La gndola est aqu. Est esperando abajo. Miro desde la ventana. Ahora que somos ricos en promesas, podemos no sentirnos tan preocupados por el dinero gastado en el transporte de una noche. Es una nave impresionante. No tan suntuosa como la que podramos haber alquilado para ganarnos la vida, pero bastante graciosa; su pulimentado timn de plata brillando bajo la mortecina luz, su barquero de negra piel ataviado de terciopelo rojo y oro, como un cortesano, mostrando toda su estatura en la popa, el nico remo descansando en su hueco. Debe de haber transcurrido muchsimo tiempo desde que esta casa exhibi semejante ostentacin, y al otro lado del canal, nuestra espa bizca se encuentra ahora tan asomada fuera de la ventana que se arriesga a caerse en la curiosidad. Slo que esta vez no est sola. Ms all, por todas partes, aparecen rostros en las ventanas, y para cuando llegamos abajo y abrimos las puertas, el cercano puente se ha convertido en una plataforma de inspeccin, con el chico del panadero y otros cinco o seis ms reunidos para mirar. Me acuerdo de mi viejo conocido, que se enorgullece de estar al corriente de todo, y casi deseara haberlo avisado para que l tambin pudiera contemplar cmo nos vamos. Me preparo para las pullas. El joven sarraceno coge a mi se ora de la mano y la ayuda a subir a la embarcacin. Se ve el sol bajo al otro lado del puente, y su sonrosada luz incendia la falda escarlata de mi ama, que ella extiende a su alrededor. Levanta la mirada abarcando al auditorio de una sola ojeada, antes de penetrar en la cabina y recostarse en los cojines. Yo me subo al banco de madera mientras el barquero desliza su remo dentro del agua y maniobra para sacarnos del muelle e introducirnos en el canal principal. Puta de agua! Bruja! Mustranos lo que vendes! Siguen siendo voces de muchachos, an no totalmente cambiadas, y se trasluce el anhelo a travs de los insultos. La barca se aleja de ellos, y cuando se desliza por debajo de la ventana de la vieja, sta se asoma ms y expectora un gran lapo de saliva como si saliera proyectado por un tirador, que se estrella contra la madera, cerca de m. Yo levanto la mirada y me dispongo a hacerle un palmo de narices a su desdentada cara cuando, con un limpio, completo, golpe de remo, nos hemos ido, deslizndonos a travs del agua como las tijeras de un sastre a travs de la seda, dejndolos a todos a nuestras espaldas. * * * El sarraceno conoce el agua tan bien como yo la tierra. All est, su pie izquierdo situado casi en el borde de la embarcacin, su cuerpo girando como el de un bailarn, mientras doblamos las esquinas y nos deslizamos como un largo suspiro por debajo de un tnel formado por puentes de arcos bajos. La luz del da est agonizando, y la gndola tiene una baja lnea de fotacin, de modo que al principio me preparo para sentir temor. Pero estoy demasiado ocupado en mi cabeza para dar paso al miedo. Esto es el reverso del viaje que hicimos hace muchos meses, a travs del laberinto de pequeos canales hacia aguas ms anchas. Todo parece ahora tan lejano... la oscuridad del verano y el pegajoso calor, la mujer con su olor a almizcle, corriendo la cortina en la embarcacin cuando el hombre alargaba la mano hacia ella. Mi ama est sentada ahora donde lo estaba ella, alta y quieta, la cabeza levantada, el cuello largo, las manos juntas sobre sus hinchadas faldas, consciente de su propia gracia como si se estuviera mirando en un espejo. Quisiera preguntarle cmo se siente, decirle que su belleza no tiene necesidad de fltros de amor, pero teniendo presentes las palabras de La Draga sobre que la confanza reside en la creencia tanto como en la pocin, mantengo la boca cerrada. De todos modos, entre nosotros hay en marcha una transformacin: despus de tanto tiempo como compaeros en la adversidad, nos hemos convertido en profesionales otra vez, y cierta distancia se hace necesaria entre la cortesana y su extico juguete. Penetramos en el Gran Canal cuando ste inicia su larga, perezosa, curva hacia el Rialto, y ante nosotros se ofrece un espectculo. El alboroto de los mercados ha terminado ya, y el trfco es ms sofsticado: fotillas de adornadas gndolas con cabinas, algunas abiertas, otras cerradas, transportando a la gente a un centenar de citas nocturnas. A nuestra izquierda, dos jvenes sentadas, envueltas como unos caros paquetes en velos y chales, que no tardan en sacar la cabeza de la cabina para estudiar la piel y el cabello de mi ama, que est al descubierto. Pasamos por delante de una embarcacin cargada de distinguidos cuervos, con todos sus atributos, y no hay un solo par de ojos que no giren al descubrirla. Detrs de nosotros, el cielo tiene el color de un albaricoque demasiado maduro. Sobre terrazas de madera, encaramadas como lechos de cuatro columnas en los tejados, mujeres jvenes estn entrando alfombras y colgaduras tras el oreo diurno y recogiendo la colada, mientras a su alrededor la masa de chimeneas de la ciudad se levanta como una serie de grandes copas de vino de alfarera dispuestas a lo largo de la mesa del horizonte, una mesa puesta para la cena de los dioses. En las grandes mansiones a cada lado del canal, en estos momentos estn iluminando las salas piano nobile. A travs de las abiertas, se puede ver a los sirvientes acercndose con velas hacia los candelabros montados en la pared o a redondas araas que, una vez encendidas, son izadas lentamente en el aire. Durante nuestro perodo de pobreza, hemos tenido que arreglrnoslas con el chisporroteante hedor del sebo, y siento una gran impaciencia por ver otra vez el mundo a travs de la llama de cera de abeja, porque, como toda cortesana que se precie te dir, su luz ilumina incluso la piel msera, dndole la suave tonalidad del cisne. Lo cual, imagino, es la razn por la que muchas de las mayores conquistas son planeadas y llevadas a cabo de noche. La casa de Aretino est ya iluminada, y hay cuatro gndolas ricamente decoradas amarradas en el muelle. El barquero nos lleva hbilmente a la drsena, y juntos levantamos la falda de Fiammetta para evitar la humedad de la piedra y la suciedad del vestbulo, mientras el sarraceno grita para avisar a la casa de que hemos llegado. Cuando subimos por las escaleras podemos or voces y risas procedentes de arriba. En el rellano superior est aguardando Aretino. Mi ama sube como un gran barco con todas sus velas desplegadas, y l extiende su mano para saludarla mientras yo trajino grandes brazadas de cola de seda tras ella. Y aunque l tiene motivos sufcientes para estar resentido con nosotros, es evidente que le encanta verla, porque siempre le gustan los objetos bellos y nunca le hizo ascos al olor de la aventura. Era una de las cosas que los una. Mi querida Fiammetta exclama sonoramente, agitando la mano como el cortesano que jams ser. Tu estatura es superior a la de la reina de Cartago, y tu belleza sume en la vergenza al crepsculo veneciano. Mi casa se honra en darte la bienvenida. Por el contrario, seor, es honor mo estar aqu declara ella con el mismo volumen de voz. Luego dobla un poco las rodillas, para ponerse a su altura, porque Aretino nunca fue alto, y, con sus zuecos, Fiammetta supera en altura a la mayora de los hombres. Tus insultos fueron siempre ms originales que tus cumplidos, Pietro. Su voz es ahora baja y dulce. Eso es porque no pagas por ellos. Conservo los mejores para su venta. Bien... Tu enano ha cerrado un duro trato, y al parecer estamos juntos en el negocio. Aunque dada tu nobleza de espritu, confo en que no te importar compartir un poco de l conmigo. Hay tres hombres en mi casa esta noche que, a sus diversas maneras, tienen sufciente dinero para llenar de plumas nuestros dos nidos. No ser un problema para ti que tratemos de convencerlos juntos, verdad? En absoluto dice ella, sus ojos alertas para el negocio. Cuntame. El primero es Mario Treviso, uno de los comerciantes de olor ms suave de Venecia, dado que su fortuna procede del jabn. Se pasa el da comprobando sus almacenes y escribiendo unos versos atroces, para los que anda en busca de una musa, ya que su esposa engord tanto despus de tener una docena de hijos que, la ltima vez que intent salir de casa, tuvieron que usar el chigre para meterla en la barca. Dnde est situado? Es noble o ciudadano? Ciudadano, aunque si el dinero pudiera comprar la nobleza, hace mucho tiempo que se hubiera abierto paso a base de sobornos hasta uno de los consejos, porque tiene ms dinero que muchos de los nombres ms consagrados. Las cosas han cambiado desde que te fuiste. Algunas de las grandes familias se han vuelto ya demasiado perezosas para ir a la mar, y corre por ellos una sangre ms rica que el dinero que hay en sus cofres. Con todo, si no te importa anteponer la riqueza a la cuna, Treviso es una excelente presa. Es rico como Creso, y tiene buen ojo para la belleza, aunque est ms sordo que una tapia cuando se trata de poesa. Mantuvo a una cortesana llamada Bianca Gravello durante un tiempo, pero su belleza era superada por su estupidez, y la codicia la haca ordinaria, de modo que ahora l se encuentra necesitado de unos cuidados ms delicados. Es un tipo aburrido en el fondo, y dudo que te cause ningn problema, aunque t quizs desees excitacin. Ella sonre. He tenido la sufciente excitacin ltimamente para preferir ahora el aburrimiento. Parece perfecto. Quizs debera llevrmelo a casa conmigo inmediatamente. Oh, no. He planeado una festa aqu, y t tendrs que trabajar para ganarte la vida. Vale. El siguiente es Guy de Ramellet, un emisario de la corte francesa. La estrella francesa est declinando aqu, y ha venido para hacer amigos y comprar infuencias. Se ve a s mismo como un erudito y pensador. Es en realidad un bufn, y es posible que est infectado de sflis... Te ofrezco este bocado de cardenal con el espritu de la amistad, porque l se mostrar ansioso de meterse en tu cama. Sin embargo, su rey me debe algunos versos en su favor, y cuanto ms placer asocie este zoquete conmigo, ms probable es que se lo recuerde a Su Majestad, si bien t no tienes que comportarte como mi cobradora de deudas. O t como proxeneta mo dice ella, porque son iguales nuevamente y estn disfrutando del juego. Aunque si tu ingenio alguna vez te falla, imagino que Bucino podra tomarte como aprendiz. Y el tercero? Ah, el tercero es una rara avis. Un infel, aunque con un paladar refnado. Su estilo es observar ms que participar. Es el comerciante en jefe del sultn aqu, y su trabajo es comprar todos los lujos que piensa que pueden entretener a su amo y embarcarlos hacia la corte de Solimn. Le he dejado claro que t no eres un objeto para la exportacin. As, de qu te sirve? O vendes tu pluma a ambas partes ahora para compensar tus apuestas? Oh, si pudiera hacerlo! Quizs sean paganos, pero te aseguro que son mejores soldados que la mayora de los que produce la cristiandad en estos tiempos. Las ltimas noticias que corren por el Rialto es que el ejrcito del sultn est a medio camino de Hungra y que tiene puesto el ojo en Viena. No. No busco su patrocinio, aunque tengo otros planes para l. Bueno, si ests lista... Creo que has pasado por alto a alguien ms. Cmo? Cont cuatro embarcaciones en la drsena. Ah, s, desde luego. El cuarto no es para ti. Es mi invitado personal: un hombre de infnito talento y una esposa a la que le es valerosamente fel, aunque su pincel anhela reseguir el brillo perlfero de la piel de toda mujer hermosa que conoce. Est aqu por la apuesta con un amigo de que una cortesana romana tiene ms belleza y encanto que cualquiera que pueda encontrarse en Venecia. Y t qu tienes que ganar? Un retrato de m mismo con mi nueva barba y barriga. Y si pierdes? Ah, no he ofrecido nada a cambio. Ella sonri. Se produjo un pequeo silencio. Te estoy agradecida, Pietro. Umm. Me gustara creer que he hecho esto sin coaccin. Lo s, lo s... Fiammetta Bianchini no pide, y Aretino una vez ofendi. Pero no sali indemne tampoco; quizs deberas recordar eso. Se inclina y le besa la mano. Ya es de noche, y yo me encuentro tras ellos en las escaleras. Los hombrecillos a menudo oyen secretos que no estn dirigidos a sus odos. Pero a m me parece que, ocurriera lo que ocurriese en el pasado, estos dos estaban cortados por el mismo patrn, criados tanto para el negocio como para el sentimiento, y les ira mejor como amigos que como casi amantes. Ah. Hagmosle frente, Fiammetta dice l mientras se yergue, y puedo percibir la sonrisa en su voz. Tu independencia fue siempre tan irritante como interesante. Sin embargo, t tendrs tu propio establecimiento bastante pronto otra vez si juegas tus cartas adecuadamente esta noche. Por ahora, ambos estamos en deuda con la astucia de tu enano. Vamos, sal de debajo de sus faldas, Bucino, no te conviene andar husmeando alrededor del trasero de una mujer, aunque tengas la altura adecuada. Madre ma, te has cambiado de ropa para la noche. Nos sentimos honrados. Supongo que tu ingenio es tan suave como tu terciopelo. Qu planes tienes para la noche? Vas a holgazanear en la cocina con la preciosa Anfrosina, o a desempear el papel de cultivado mono animador con nosotros? Yo, por supuesto, dara cualquier cosa por estar con ellos, y mi ama saldra ganando con mi presencia, aunque slo fuera por el asombro que produce el contraste entre su belleza y mi fealdad. Pero su mirada me dice rpidamente que no va a ser as. La Draga tena razn. Est ms nerviosa de lo que yo me daba cuenta. Cierro un ojo y se lo guio a ella solemnemente mientras me vuelvo hacia l. Sacar partido de las instalaciones de la cocina. Quizs sea lo mejor. No nos gustara que el turco te envolviera entre sus ropas y te robara. He odo que hay una gran afcin por los retacos en la corte del sultn. Aunque t eres un granuja, no me gustara perderte. De modo que empuja la puerta, y mi ama entra en la casa. CAPTULO 17 Recientemente he estado pensando en la confesin. (Estas noches de presentacin son ms lentas y ms formales de lo que cabra imaginar, y conozco mejor que la mayora de las personas la frustracin de perder el tiempo imaginando unos hechos en los que no se puede infuir. Pese a todos sus nervios, mi ama tiene aos de experiencia a sus espaldas, y si necesita ayuda, la pedir. Por ahora, tengo tiempo de holgazanear.) Cuando digo que he estado pensando en la confesin, no me refera a mi propia alma: en general me siento bastante cmodo con el peso del pecado que acarreo, que es ms grande que el de algunos, pero ms pequeo que el de muchos. No. Es ms que eso. Habiendo trabajado durante tantos aos en el negocio de la fornicacin, siento curiosidad por saber lo que ocurre cuando todos esos grandes y buenos comerciantes, nobles, eruditos, y por lo general maridos, que pasan por nuestras manos llegan al confesionario buscando perdn para los demonios que parecen levantarse tan regularmente de su bajo vientre. Menudo trabajo debe de ser escuchar sus historias: todos esos detalles, la naturaleza de cada pensamiento impuro, la coreografa de cada acto sucio. Hara falta ser un hombre santo para mantener la mente siempre en el pecador y no dejar que se desve a veces hacia el pecado. En el mundo de Aretino, desde luego, no existe nada parecido a un sacerdote honesto. En vez de ello, estn todos abriendo sus confesionarios para ofrecer absolucin personal a las partes pecadoras de jvenes violadas, o para ayudar a aliviar la infamacin de jvenes descaminados. Pero, bueno, Aretino ha sido famoso durante mucho tiempo por su cruzada contra el clero y se sabe que es capaz de descubrir una ereccin en los rgidos pliegues del hbito de un monje. Por mi parte, estoy seguro de que entre ellos debe haber algunos hombres buenos que hacen todo lo que pueden para acercarnos a Dios. Con todo, incluso en ellos, las gradaciones de pecado dentro de la fornicacin constituyen legin y no dejan de producir confusin teolgica. En Roma, antes de nuestra huida, los jvenes sacerdotes cuya misin era confesar reciban instrucciones escritas en cuanto al correcto comportamiento sexual dentro del matrimonio. Lo s a ciencia cierta porque, en la misma poca en que Ascanio repasaba los versos sobre las parejas ilcitas de Giulio Romano, las prensas estaban tambin ocupadas imprimiendo manuales de confesionario. De hecho, fue slo a partir del estudio de algunos de esos folletos retirados debido a errores de imprenta como nosotros nos dimos cuenta por primera vez del aplastante nmero de pecados a los que son propensos hombres y mujeres dentro del lecho matrimonial. Algunos son bastante evidentes. Ninguna pareja, pese a lo ansiosa que est de novedad o al temor de otro embarazo, debe permitirse nunca errar el orifcio necesario para la procreacin. Aunque la sodoma mandar a un hombre a la hoguera ms deprisa de lo que lo har con una mujer, a los ojos de la Iglesia es un pecado grave para ambos. Y aunque tengo entendido que hay algunos eruditos y doctores mdicos que defenden el derecho al placer dentro del matrimonio como una ayuda para la procreacin de hijos saludables (el propio cardenal de mi ama haba formado parte del grupo de nuevos pensadores que se mostraban deseosos de derrotar la hereja reformando la madre Iglesia), el placer debe seguir viniendo de las lneas correctas. La mujer yace debajo y el marido encima. Cualquier exceso de copulacin, bien sea de pie, sentado, yaciendo de costado, o, Dios no lo quiera, encaramndose la mujer encima del hombre... todas estas cosas requeriran una visita al confesionario para limpiar el alma. El drama de las licenciosas ilustraciones de Giulio y la ira del censo papal en que incurri no se refera tanto al descaro del acto en s como al hecho de que cada una de sus diecisis posturas estaban prohibidas por la Iglesia. Como l bien saba. Nunca hicimos tanto negocio como en las semanas posteriores a su circulacin por toda Roma. Pero no nos engaemos... Los hombres son ms propensos a tales cosas que las mujeres. De hecho, con tan gran nmero de normas y regulaciones, no resulta sorprendente que un hombre acosado por estas tentaciones carnales, ms que llevar a su esposa a la condenacin, deba trasladar los pecados de su lecho marital a la cama de una mujer mucho ms capaz de contenerlos. De esta manera, Fiammetta Bianchini, al pecar ella, estaba realmente actuando como salvadora de otras. Con cuyo fn su cardenal en una ocasin me cit a san Agustn sobre el tema: que las mujeres pblicas son como la sentina de un buen barco, ya que, sin sta, el nivel de las aguas residuales subira y subira, hasta inundar a la tripulacin y a los pasajeros y hundir todo el barco. Como ocurre con un buque marinero, as sucede con un estado virtuoso. Tras eso, cuando los hombres llegaban a nosotros procedentes del lecho de sus esposas, yo no me senta muy mal si les cobraba por una botella o dos de ms de las que haban bebido, o por una noche entera cuando se marchaban antes del alba, porque en muchos sentidos nosotros nos estbamos sacrifcando por el bien de la fota. Por lo que se refere a mi ama, bueno, en Roma se haba sentido muy confortada al hallar el confesor adecuado: un joven sacerdote dominico al que no se le caa la baba, ni tampoco se dedicaba a investigar, sino que se limitaba a imponer una justa penitencia a cambio de recibir un justo bolo para los pobres. En lo tocante a nuestra vida, aqu en Venecia: bueno, primero el pecado, luego el dinero y despus la confesin. Por los ruidos que llegan del portego, parece que el pecado al menos puede estar muy cercano. Las risas se estn haciendo ms y ms sonoras, y puedo or voces que se alzan en simulacros de discusin e, incluso una vez, en un fragmento de cancin. No hay nada ahora que me mantenga en la cocina. El fuego se ha apagado, y Anfrosina (un pensamiento impuro que nunca lleg a convertirse en acto, aunque debo admitir el placer de un pequeo besuqueo y unas caricias) est dormida en el jergn al lado de la habitacin. Estoy pensando en diferentes maneras de infltrarme en el entretenimiento cuando Aretino viene a buscarme. Bucino! Pareces muy melanclico. No me digas que Anfrosina te ha abandonado. Hago un gesto hacia el jergn, y l avanza y se coloca a su lado. Ah! Mira eso. Hace que se te fundan los huesos. Yo sola dormir con los perros a veces cuando era un nio. Creo que fue entonces cuando mi apetito por los cuerpos de las mujeres brot por primera vez. Todos esos clidos trozos de piel... Me sorprende que no te aproveches t mismo de un poco de ello. Estoy trabajando digo rgidamente. S que lo ests ahora. Tu ama quiere verte... Empiezo a bajar del banco antes de que l haya terminado de hablar. So! No tan deprisa. Se re, colocndose entre la puerta y yo. Se te solicita... pero no todava. Nadie debe saber que te han llamado. Tienes que esperar fuera, ante la puerta, hasta que ella te haga la seal. Qu estn haciendo? Jugando a un juego sobre el arte y los sentidos que ste requiere. Sin duda lo habrs visto antes, aunque para este auditorio parece fresco como la hierba reciente. Ah, el placer de contemplar a una buena cortesana trabajando para ganarse la vida! Dejar la puerta entreabierta para que puedas juzgar por ti mismo cmo van las cosas. Conocers el plan mejor que yo. Aguardo hasta que Aretino se ha ido; luego me deslizo silenciosamente otra vez por las estrechas escaleras hacia arriba y a lo largo del gran corredor hasta las puertas del portego. Tengo cuidado de no quedar demasiado cerca. Aunque no debera preocuparme: nadie est mirando, de todos modos. A travs de la abertura, veo a Aretino sentado a un lado, y luego a otros dos hombres y a mi seora. sta se encuentra de pie frente a ellos con los brazos estirados y el torso medio torcido como si estuviera huyendo de algn insistente perseguidor. Su expresin es de boquiabierta maravilla, medio de temor, medio de expectacin, y la postura es tan rgida hasta sus ojos han dejado de parpadear que parece como si se hubiera congelado en una estatua, bien que una estatua cuyos frmes pechos de mrmol no pueden evitar subir y bajar con su respiracin, un movimiento realzado bastante lindamente por la luz de una vela colocada estratgicamente. Reina un absoluto silencio durante un momento, y entonces un hombre facucho de rostro coloradote aparece de un salto, gesticulando a su alrededor. Oh, regalaos la vista con esto, amigos mos. La diosa gana mi discusin por m. Mirad el poder de la escritura: la representacin de la naturaleza en toda su ms hermosa verdad. Os lo digo, monsignore Vecellio, ni siquiera en vuestras manos el pintor podra captar esto. Y alarga su mano hacia la suave curva del desnudo hombro de la mujer. Uh, uh. Ne touche pas. Y la habitacin prorrumpe en risas mientras la estatua mueve sus labios para dirigirse a l sin alterar un msculo de su postura. La discusin que est en cuestin, monsieur Ramellet, es vista versus odo. Tocar es un sentido completamente inferior, por ms que placentero. Pero tengo que tocaros gime l. se es el poder de la escultura. Por qu pensis que el artista se llev su Pigmalin a la cama despus de que la hubo creado? Ramellet tiene razn. La voz de Aretino interviene con fuerza. Aunque l destruye su propio argumento con eso. Pensad en aquellas antiguas manchas de semen sobre la gran estatua de Afrodita que existi en Cnido. La escultura ha pretendido desde hace mucho excitar a travs de la vista. S! S. Y por qu es as? Porque, ms que cualquier otra forma de arte, capta la esencia de la naturaleza y la vida. Y si no, miradla. Por supuesto que es vida ruge uno de los hombres que estn frente a ella. Eso es porque est viva, so bobo. Ella es carne, no mrmol. Si queris una verdadera competicin entre las formas de arte, dejad que la pinte. Entonces s que tendramos algo con qu comparar la naturaleza. Ah, pero cmo me pintarais, maestro Vecellio? dice ella suavemente, sin perder la postura. Con o sin mis ropas? l chasquea la lengua y se encoge de hombros. Eso dependera de quin pagara por ello. Y se levanta un clamor de voces, animndolo. Mi ama se re y aprovecha el momento para romper la postura, estirando la cabeza y los hombros graciosamente y echndose el cabello hacia atrs de manera que pueda dirigir una rpida mirada a la puerta para comprobar que estoy en mi lugar. Me siento halagada, caballeros, de que seis tan generosos con mi belleza. Pero me temo que habis hecho el juego a mi argumento. O, mejor dicho, a nuestro argumento, porque pienso, signore Treviso, que es lo que vos estabais diciendo hace un rato y dirige su atencin al comerciante de jabn, que se encuentra junto al pintor y que hasta ese momento ha permanecido ms bien en silencio, que, pese a que el ojo tiene la capacidad de acercarnos a Dios, a veces puede ser engaado. Porque aunque responde naturalmente a la belleza, belleza no siempre es verdad. Qu! Estis desplegando un ataque en toda regla contra la flosofa de Ficino, o simplemente advirtindonos contra vos misma? grita Aretino, cuyo trabajo esta noche es dejar que los otros lleven la iniciativa, pero que no es capaz de mantenerse fuera de la contienda. Oh, seor, jams se me ocurrira medir mi ingenio con un erudito tan grande. En cuanto a la verdad de mi belleza, bueno, tendrais que experimentarla para averiguarlo. Y se re con experta falsa modestia. No, estoy hablando sobre el poder de la vista en todas sus formas. Mientras ellos estn all sentados esperando sus siguientes y cada una de sus palabras, veo adonde quiere ir a parar y cul ser mi papel, y me aliso el jubn, preparndome. Quiero que pensis en el amor, caballeros. La ms cruel y la ms dulce de todas las perturbaciones de la sangre. La enfermedad de la que ningn hombre desea ser curado. Y cmo penetra el amor en un cuerpo si no es a travs del ojo? Un hombre mira a una mujer. O una mujer mira a un hombre. Mientras habla, se vuelve ahora hacia cada uno de ellos, sosteniendo la mirada por un momento en honesta conversacin. Y en esa mirada dorada se transmite algo. Podis llamarlo espritu, podis llamarlo chispa animal, o, si queris, una maldita infeccin (hasta las personas ms doctas discrepan entre ellas), pero, sea lo que sea, se mueve entre el amante y el amado, y una vez se recibe es imposible de detener, viajando por dentro de las entraas y desde all fuyendo hacia todas partes por la corriente sangunea. No estis de acuerdo conmigo, mi seor Treviso? Los ojos de Fiammetta permanecen clavados en l, mien tras Treviso murmura su conformidad. Dios mo, tendr que ser muy rico para ser tan insulso. Y qu me decs de vos? dice entonces ella, mirando directamente a Aretino. Oh, totalmente replica l, sonriendo. Aquello quinos conduce a la tentacin no puede librarnos del mal. Aunque, os lo digo, los hombres sufren esta enfermedad mucho ms in tensamente que las mujeres. Lo creis as? No pensis que es mutua? Ella sonre, paseando la mirada en busca de apoyo. El francs sacude la cabeza vigorosamente. Oh, no, no, pero l tiene razn. Yo mismo he conocido esa enfermedad muchas veces. No puedo dormir, no puedo comer, me veo asaltado por la alegra y el dolor en el mismo momento. Es una especie de locura se re de la que nunca quisiera sanar. Debo decir que, desde donde yo estoy, no parece muy sano, la verdad. Aretino tiene razn. Si ella se lo llevara a la cama, necesitara luego algo ms que a La Draga para quedar limpia. Sus ojos se concentran en una fgura que mi vista no puede localizar, que s que debe de ser el turco, y oigo a una voz murmurar algo que noto que le interesa, pero no puedo captar las palabras del hombre. Ella se vuelve hacia el comerciante de jabn, el cual est mostrando ahora su acuerdo en un tono ms vociferante, a cambio de lo cual es recompensado con la ms radiante sonrisa de la mujer. Ah, aseguraos bien, seor. La prxima vez que esta dulce enfermedad os afija, venid a m con ella, porque la he estudiado largo y tendido y me considero una experta en su curacin. De hecho, se sabe que en alguna ocasin he sacrifcado mi pureza para ayudar a otros a recuperar la suya. El auditorio vuelve a rer. Santo Dios, en qu nios grandes se convierten los hombres para conseguir meterse bajo las faldas de una mujer. El pecado de Eva. A veces no s si rezar por su alma o celebrar su apetito, porque, sin ella, mi ama y yo estaramos cosiendo velas y tejiendo cuerdas en el Arsenal por ocho soldi al da. Vale, caballeros. Ya basta de esta chanza carnal. Nuestra tarea, recordaris, es descubrir el sentido y la forma de arte que nos conduzca ms profundamente a la belleza interior de Dios. Dado que ahora tenemos buenas razones para sospechar del ojo por su proclividad a la tentacin, trasladmonos al odo. Con cuyo fn, si estis dispuestos, tengo otro experimento que mostraros. Yo me enderezo y trago saliva, porque tengo la tendencia a eructar cuando estoy nervioso, y no quisiera ensear nuestras cartas. Mi seor Aretino, podra persuadiros para que me proporcionarais un lad? Lo trae. Y observo que, si bien es mejor que el nuestro, no es demasiado especial, y confo en que ella ser capaz de sacarle un poco de belleza. Se instala bajo el brillo de las velas, se arregla la falda y la cortina de cabello con una tranquila concentracin que el observador podra confundir con un amor por la msica ms que con la perfeccin del cuadro que ella est pintando de s misma. Prueba las cuerdas por un momento, luego inclina la cabeza, levanta los dedos y empieza a tocar. Aunque por un segundo yo temo que sus dedos nos traicionen, las notas se desparraman como una ducha de oro por el aire. Observo las caras de los espectadores. Qu ms puede uno desear de una mujer? Belleza, ingenio, carne madura, una sonrisa como el sol y dedos celestiales. Todo lo que has de hacer es pagar el precio. Ella toca una primera pieza breve, lo bastante larga para constituir una entrada, y lo bastante corta para no aburrir, porque, aunque son hombres cultos, estn aqu por el entretenimiento, y, al igual que yo, pueden percibir que se acerca el clmax. Ella deja que las notas fnales foten en el aire, y cuando ellos piden ms, la voz ms fuerte pertenece a Treviso. La mirada ha ejercido su efecto, y la infeccin del deseo se est moviendo a travs de su sangre hacia sus entraas. Bien, caballeros. Estis listos? Probaremos el poder del odo para reconocer la verdadera belleza. Quiero que todos cerris los ojos. Mira a su alrededor mientras ellos lo hacen as. Abdullah Pashna, estoy aprendiendo que vuestro silencio es de oro, pero debo deciros que en este momento pienso que quizs nos estis haciendo trampa. Se produce un murmullo de risas. Gracias. Cuando est convencida de que los tiene, vuelve a pulsar las cuerdas y empieza a tocar otra vez, y luego, al cabo de un momento, me llama con los ojos. Yo abro la puerta tan silenciosamente como puedo ella ha elegido una meloda sonora para tapar mis movimientos, y me acerco a pasos quedos hasta situarme a su lado. Mis palmas estn hmedas por los nervios. En nuestra poca habamos cortejado y conquistado a la mitad de Roma con nuestros juegos, pero yo llevo un montn de tiempo sin practicar, al igual que ella. Los contemplo sentados a su alrededor: ojos obedientemente cerrados, medias sonrisas en sus rostros. Cmo les gusta a los hombres ser seducidos! Fiammetta ha elegido bien; la pieza tiene pasajes de luz y dulzura, haciendo el momento ms propenso a la magia. Ella llega al fnal de una frase y vacila. Caballeros. No, no, no os movis... Quiero advertiros de que dentro de un momento estar terminando, pero cuando las notas fnales vayan muriendo, me gustara que mantuvierais los ojos cerrados durante un momento, para digerir mejor la experiencia. Mientras habla, se pone silenciosamente de pie, y me est ya tendiendo el instrumento. Yo me retuerzo ligeramente sobre el taburete, subiendo la pierna para recibir el lad, lo cual, debo decirlo, constituye una prueba para un hombre de mi estatura, y me instalo de forma que tan pronto como sus palabras terminan yo estoy ya listo para tocar las frases fnales. Por supuesto me son familiares, y tambin tengo la clase de temperamento que le gusta enfrentarse a un desafo. Mi ejecucin quizs no encienda al mundo, pero hay delicadeza y sentimiento en ella, y sufciente foreo fnal para mantener despierta su atencin. En el silencio que sigue a las ltimas notas, nos arriesgamos a sonremos entre nosotros. Su voz, cuando llega, es como una caricia. Caballeros, abrid los ojos y contemplad la belleza que produce esta gran msica. Y cinco pares de ojos se abren debidamente para ver a un ncubo con una sonrisa de loco y un lad aferrado a su pecho. El exotismo de la fealdad y la belleza. Nuestra especialidad. Fuera lo que fuese lo que han estado esperando, no es esto, y pienso que realmente pueden haber quedado conmocionados, porque durante un largo momento la habitacin permanece como congelada. Yo me bajo con un traspi del taburete y hago una torpe reverencia mientras ella se acerca hacia m, levantando las manos para saludarme a m y a ellos. Caballeros. Les ofrezco el poder del sonido y el talento de mi fel y verdaderamente feo enano, Bucino Teodoldi. Y ahora, de repente, todo el mundo se echa a rer, y aplaude una y otra vez porque qu otra cosa pueden hacer?, y Aretino grita y me da una palmada en la espalda, y pide ms vino, y mi seora se sienta, se abanica y sorbe de su copa, en tanto recibe el torrente de cumplidos para lo que ella ha trabajado tan duramente sin esforzarse. La bebida y el ingenio fuyen en abundancia durante un rato ms, hasta que algunas velas comienzan a chisporrotear. Mi ama prodiga sus elogios hacia nuestro anftrin, el cual aprovecha el momento para llevar al pustuloso francs a su escritorio y mostrarle una nueva carta que est escribiendo para su gran rey, mientras nuestro pintor ahoga las penas de la fdelidad en otra botella. En este momento, nuestro turco, Abdullah Pashna porque es realmente el mismo hombre que nos salv en el campo hace unas semanas, recoge su capa y empieza a despedirse; existe un protocolo no tcito para estos acontecimientos preliminares, y est claro para todo el mundo a estas alturas que el fujo de la noche ha tomado el camino de la fortuna de jabn. La verdad, eso al turco no parece preocuparle mucho. En realidad, desde mi aparicin, ha expresado tanto inters por m como por mi ama, y ahora, cuando se marcha, se acerca a donde yo estoy otra vez sentado y deja una bolsa de ducados en mi regazo. Por el silencio de vuestros pies y la habilidad de vuestros dedos. Fue un excelente espectculo, amigo mo. Yo miro a mi ama, porque no acepto propinas sin su permiso, y, como no he sido testigo de la noche, no tengo manera de saber lo que ya podra haber pasado entre ellos. La mirada de Fiammetta me hace saber que todo est bien, y acepto felizmente, porque yo tambin siento la excitacin de la actuacin corriendo por mis venas. Soy mejor malabarista que msico. Entonces debis venir y hacer juegos malabares para m alguna vez. Siento un gran apetito por esos talentos. Fuisteis a la lucha del puente aquel da? pregunto, porque, si bien puede ser un pagano, es un hombre que me ha gustado desde el momento en que lo encontr en la calle, aunque eso quizs es porque s que yo le gusto tambin. La lucha? Sin duda. Los obreros del astillero consiguieron una gran victoria; tomaron el puente a los pescadores en menos de una hora. Nunca he visto a tantas personas, ni en combate ni como espectadores. Cuando vuelva a casa, le pedir a mi sultn que construya puentes por toda nuestra magnfca ciudad para que podamos preparar a nuestros propios luchadores. Y vos? Segus esta competicin? Me gustara hacerlo, pero nunca la he visto. Pienso que la aglomeracin sera mortal para alguien de mi tamao. Entonces os encontraremos un barco desde el que podis contemplarlo. Y, la verdad, pienso que mantendr su palabra. Se marcha cuando empieza a romper el alba. Ahora mi ama recibe ms atencin. Ella y Treviso se sientan en un banco muy cerca el uno del otro, y ella permanece quieta, casi recatada, de modo que cuando l apoya su mano sobre la piel de su hombro, la mujer se estremece un poco, y la mirada que lanza al varn es tanto de asombro como de aliento. El signore Aretino me dice que estis planeando vivir en Venecia y que tenis necesidad de una casa propia. Oh, s, es cierto. Mi hogar de Roma, que era un lugar de gran diversin y gracia, es solamente un triste recuerdo ahora. Me sentira honrado de ayudaros a encontrar otra. Oh, seor... Ella toma la mano del hombre y la gira sobre la suya, como para estudiar su bondad a travs de las lneas de su palma. Luego se inclina para besarla, y me atrevera a decir que para ofrecerle una promesa de las cosas que vendrn con su lengua. Despus de eso permanecen sentados un poquito ms, y ms tarde ella bosteza llevndose la mano dulcemente a la boca, y dice: Me gusta mucho la aurora, aunque jams la he visto desde el agua. Creis que har demasiado fro para observarla esta maana? Y antes de que uno pueda decir Perdonadme, Padre, porque he pecado, se han levantado y puesto sus capas, nuestro barquero ha sido despertado, y se estn dirigiendo hacia una mutua salida del sol. El francs es despachado, un poco ofendido pero aplacado por la promesa de otra velada, y yo me encuentro solo con Aretino y su bendito pintor: una situacin que resulta bastante familiar para ellos, aunque no para m. Me sirvo los restos de la comida pastel de pescado fro con salsa de bayas dulces, mientras ellos se sientan y beben y cotillean un ratito, tonteras para pasar el tiempo sobre personas que yo no conozco, negocios que no son el mo. Luego beben un poco ms y pasan a comentar el placer de la velada y los talentos de mi ama. Vale? Cmo fjamos nuestra apuesta entonces, eh, Tiziano? Me he comprado una chaqueta de terciopelo rojo con un brocado tan complejo que har temblar de emocin a vuestro pincel para captar su textura. Aunque no me gustara que des luciera mi rostro. Cul creis que debera ser mi expresin? De sobrio triunfo, quizs? El pintor mueve negativamente la cabeza. Estoy abrumado por encargos de conventos. Eso tendr que esperar. Ah! Estis demasiado asustado de la madre superiora, se es vuestro problema. Explotan vuestra caridad cristiana para pagaros menos. Olvidad los retablos por un tiempo. Conseguirais mucho ms por copiar la cara del sultn de una medalla y mandrsela a su pas va el infel. Ya lo habis odo vos mismo... Se aferraba mucho a la idea esta noche. Pero en lo tocante a nuestra apuesta (tenis que reconocerlo), la gan fcilmente. Ella tiene la retrica de la cortesana griega Aspasia y la belleza de Frin. Dios mo, aquellos griegos comprendan los poderes de las mujeres. Una verdadera Venus, no os parece? La perfecta fusin de la modestia y la lujuria. Umm. Obtuve ms de su modestia que de su lujuria. Eso es porque no estabais apostando. Y dnde est ella, de todos modos? Y hace un esfuerzo por levantarse. Ellos se han vuelto sensibleros ahora, tal como hacen los hombres cuando las mujeres se han ido y ellos piensan en la cama pero no pueden tomarse la molestia de levantarse para ir all. Adonde se fue? A poner su frma en el contrato. Con quin? Treviso? Venus y un comerciante de jabn! Por los dientes de Cristo, l no sabr apreciar lo que tiene. Oh, no os lamentis. Slo los hombres que pasan hambre necesitan comer fuera de casa. Sabis que Cecilia os fagelara, y pronto lo lamentarais. Fiammetta probablemente se quitar la ropa para vos en nombre del arte si se lo peds con bastante fnura. Cualquier otra cosa sera demasiado cara, de todos modos. No tengo razn, Bucino? Cunto cobra ella en estos tiempos? Me encojo de hombros, porque, ahora que el trato est cerrado, el vino y la idea de un futuro estn caldeando mi estmago tambin. Tenemos que recuperar un montn de gastos de estos ltimos meses. Qu puedo decir? No es barata. Aunque, entre nosotros, los hombres (y eso te incluye a ti, Bucino), ella se lo merece. Creme, no sabes ni la mitad de la cosa. Hay algunas fulanas de clase alta por ah que se pasan la vida ordeando a sus amantes como si stos fueran las ubres de una vaca. Primero una, luego otra, luego otra vez, hasta que tu bolsa est tan dolorida como tu polla con todo ese tirar. Pero Fiammetta Bianchini, no. Nada de ataques de celos, ni falsos llantos, ni engatusamiento por su parte. Ella coge lo que necesita, les da lo que ellos quieren y se preocupa de mantenerlos felices. Te lo aseguro, no todas las mujeres que conservan puesta la ropa son damas as. Ella lleva su lujuria con una perfecta mscara de decencia. Una cortesana honesta, eso es lo que es... Y t tienes la suerte de tenerla, Bucino. Como ella te tiene a ti. Se echa atrs en su silla, exhausto por su propia hiprbole. Soy un experto con los hombres bebidos, porque me he pasado muchas veladas aplacando a los caballeros demasiado nerviosos mientras mi seora se retiraba a su dormitorio y el alba haca su aparicin. Siempre me sorprende cmo cambia el carcter de los hombres cuando estn in vino: cmo los ms tmidos se convierten en verdaderos toros, bufando y bramando, o cmo un azote de prncipes termina lamindote la mano como un gatito medio ciego. Pero es slo consecuencia de la ingesta de vino, y la mayor parte de ellos lo han olvidado todo al da siguiente. Son unos pensamientos muy bonitos, Aretino digo, volviendo a llenar su copa. Si los escribes, ella podra usarlos para su lpida. Aretino suelta un bufdo. Ya los he escrito, maldita sea. Tu preciosa Fiammetta tiene su anotacin en el Registro de Cortesanas, tal como le promet. Un poeta de la carne, eso es lo que soy. Mira... Aretino es un hombre de palabra, Dios mo, puedes estar seguro. Del mismo modo que t eres... un buen hombre, siempre lo he dicho. Como Tiziano. No. Bueno, no. Grande! Tiziano es un gran hombre. Mralo. Esa mano puede dar vida a cualquier cosa, cualquier cosa que le pidas. Al diablo con el lad o la pluma. Dame su pincel cada da. Eres un gran hombre, Tiziano! Por qu no pintas al enano? Mralo. Es una cara que no se puede ver todos los das. Pero por ms grande que pueda ser, o no, nuestro fel pintor est ahora felizmente inconsciente. Fuera, la luz est aumentando, y puedo or los sonidos de los primeros botes que llegan para el mercado. Cruzo la loggia delantera hasta el balcn para poder observar cmo la ciudad se despereza y va cobrando vida. Pero aunque veo el cielo veteado como seda cruda, la baranda de piedra del balcn est a la misma altura que mi cabeza, de modo que para ver las cosas adecuadamente tengo que encaramarme a medias en ella y sostenerme en mi lugar con las manos agarradas al borde. Ni siquiera para un enano rico el mundo tiene el tamao adecuado. Me dejo caer pesadamente otra vez, atisbo entre los pilares, y acabo divisando nuestra gndola acercndose al muelle de abajo. El sarraceno arroja la cuerda, asegura la embarcacin y se queda un rato esperando. Finalmente Treviso baja de la embarcacin gateando, arreglndose todo lo bien que puede despus de sus esfuerzos, y se desplaza a travs del muelle para despertar a su propio barquero. Cuando ya estn a bordo y corriente abajo, el sarraceno ayuda a mi ama a salir de la cabina, y ella pone los pies en el desembarcadero, para contemplar cmo la otra gndola se marcha y pasa bajo el puente. Cuando desaparece, Fiammetta se da la vuelta hacia el canal, y levanta los brazos al cielo en un gesto de triunfo para saludar al da. Mi ama! Ella se vuelve y me busca, captando mi mano y la mitad de mi cara a travs de las barandillas. Est un poco desmejorada ahora. Su cinta de pelo est algo torcida, el cabello enmaraado por algunos lugares, y hay un desgarrn en su vestido por la parte del hombro donde el oro adorna el escote. Pero su risa es como el cristal, y en su arrebolada cara puedo ver una casa con pulidos suelos de terrazo, la luz inundndolo todo y el dulce humo de las carnes asndose que sube por las escaleras desde la cocina. Dios mo, ha sido mucho tiempo. Bucino! Me hace un gesto con la mano para que vaya a su lado, y me dispongo a darme la vuelta cuando siento que Aretino irrumpe en el balcn, se inclina por encima de la baranda y grita al naciente da. Aj! Es sa Fiammetta Bianchini, la recientsima gran cortesana de Venecia? S, mi seor dice ella alegremente, y se inclina en una exagerada reverencia de tal modo que sus faldas escarlata se extienden a su alrededor como un lago sangriento. Entonces subid aqu y meteos en la cama conmigo, puta. Ha sido una noche muy larga, estoy tan caliente como el inferno, y me lo debis. Llegis demasiado tarde, seor grita ella. Tengo un protector ahora. Y est ansioso por tenerme toda para l. Al menos por algn tiempo. Qu? Una cortesana fel? Qu hereja estis farfullando, mujer? Id a casa y limpiaos la boca con el mejor jabn veneciano. Qu me decs de las demandas de Francia? Francia est enferma. Os lo dejo para que vos lo manejis. Bucino, baja aqu. Me desplomar de cansancio si no duermo pronto. Me escurro por el lado de Aretino y me dirijo a la puerta. Y el infel? Aj! Ya te tengo. Te gust, no es verdad? Si ella le responde, yo no lo oigo mientras bajo por las escaleras y salgo por las puertas acuticas al muelle, a su lado. Traidores! La voz de Aretino zumba encima de mi cabeza. Volved aqu, los dos. Sois unos campesinos desalmados. Mirad a vuestro alrededor. La ms grande ciudad del Paraso est despertando y trayendo el mundo hasta vuestro umbral. Compraremos pan en el mercado, pescado a las barcas, y nos atontaremos bebiendo en la maana. Esta noche, no, Pietro. Ella le hace un gesto de saludo con la mano mientras nos dirigimos a la gndola. Ve a dormir. Vendremos a visitarte cuando tengamos nuestra casa. Ms valdr as! Y treme esos grabados para mirarlos, msero enano! Los vendedores estn contemplando la representacin, y aplauden y hacen gestos cuando mi ama se encarama en la cabina. El sarraceno, que sin duda ya ha sido testigo de una escena as en el pasado, me ofrece su mano cuando subo para situarme torpemente en el banco, a su lado. Le doy las gracias, y dejo que la bolsa del turco tintinee un poco en mi cinto, de manera que l sepa que su noche tambin merecer la pena. Dentro de la cabina, mi ama apoya la cabeza contra los arrugados cojines y cierra los ojos mientras el barquero dirige suavemente la gndola hacia la corriente, abrindose paso a travs de la creciente luz y el bullicio de una maana veneciana, camino de nuestra casa.
TERCERA PARTE CAPTULO 18 Venecia, mediados del decenio de 1530 El jueves, mi ama no recibe visitas, porque se ocupa de su belleza. Se levanta a las primeras luces del alba, y, con la ayuda de su doncella, Gabriella, se pone a lavarse el pelo. Tras el primer enjabonado, Gabriella le masajea el cuero cabelludo durante una hora con una pasta de cedro para estimular el crecimiento, y luego se enjuaga dos veces con agua hecha de cepa de vino hervida con paja de cebada y raz de regaliz machacada, para hacerlo brillar. A estas alturas, ya le ha crecido hasta la cintura, y aunque no ha conseguido recuperar completamente su primer y glorioso peso, es ya bastante hermoso para aquellos que no la conocieron entonces, y el color sigue enriquecido con refejos de miel y oro que se iluminan cuando se seca , descansando como una capa sobre el borde de una silla alta cuando ella se sienta dndole la espalda al sol de la maana. Emplea las horas que tarda en secarse en que Gabriella le depile el nacimiento del pelo, de manera que la frente le quede alta y limpia. Ms o menos a media maana, llega La Draga con una serie de ungentos recin hechos, incluyendo una pasta blanqueadora especial que ella misma aplica a la cara de mi ama, as como a su cuello y hombros. Le pregunt una vez sobre sus ingredientes, y ella me dijo que contena harina de alubias, mercurio, entraas de paloma, alcanfor y clara de huevo, pero en qu proporciones y con qu otros refnamientos no tengo ni idea, ya que ella mantiene esa informacin como si fuera un secreto de Estado. Lo que le queda de la pasta lo guarda en un tarro en mi habitacin, por si se produce sustitucin o robo, y es que os quedarais asombrados del espionaje relativo a la belleza que existe entre la comunidad cortesana. (Para ser una mujer sin ojos, La Draga ha demostrado ser una verdadera trabajadora milagrosa en el negocio de la belleza, de manera que nadie y yo an menos puede regatearle un puesto en nuestro hogar.) Cuando le quitan la mscara una hora y media es poco tiempo, y dos horas es demasiado, la piel de mi seora est roja y a veces incluso con manchas, y Gabriella la alivia con agua de pepino y toallas calientes. Fiammetta se pasa la primera hora de la tarde viendo a su modista, practicando con el lad y memorizando algunos versos. Para limpiarse el estmago, bebe slo agua con vinagre preparada por el cocinero, y antes de la siesta de la tarde se cepilla los dientes con una pasta blanqueadora ms espesa, que lleva romero, se frota las encas con menta y se echa en los ojos gotitas de agua de olmo escocs para humedecer y realzar el brillo del blanco. Se despierta a las ocho, Gabriella la viste y le coloca el cabello, y le espolvorea ligeramente la piel, que ahora aparece blanca y suave como mrmol no jaspeado, y as se presenta al mundo lista para la noche. En el Arsenal, donde no se permiten visitas, pero sobre el cual circulan innumerables historias, existe al parecer un gran canal confnado por depsitos a ambos lados, servidos por centenares de obreros. Cuando ha de ser botado un barco, ste se mueve lentamente a lo largo de ese hmedo muelle, y en cada fase, a travs de sus ventanas y sobre sus cubiertas, es equipado: jarcias, morteros, plvora, armas, remos, relojes de arena, brjulas, mapas y provisiones, desde los barriles de vino hasta el pan tierno. De esta manera, dentro del plazo de una jornada laboral, desde la primera campanada de la Marangona hasta la ltima, un gran buque veneciano queda listo para hacerse a la mar. Pienso en esto a veces mientras observo cmo mi seora atiende a la construccin de s misma, porque aunque el nuestro es un negocio ms pequeo, a nuestra manera tambin nosotros equipamos un barco, todos igualmente entregados y concentrados en sus exigencias. En cuanto a nuestra casa... bueno, es bastante elegante. No est en el Gran Canal, pero s cerca, en San Polo, al fnal de una ancha extensin de va acutica entre Campo San Toma y San Pantalon. El sol matinal baa nuestro piano nobile, lo cual lo hace ms fresco durante las tardes veraniegas, que es cuando nos ocupamos del entretenimiento, y disfrutamos de una vista sobre una centelleante agua, sin vecinos demasiado prximos que metan sus narices en nuestros asuntos. Dentro, nuestro portego es espacioso y elegante, sus paredes cubiertas de los mejores tapices y sedas y colgaduras de piel de segunda mano; mientras, en la habitacin de mi ama, su cama, hecha de nogal, est enmarcada por cortinas veteadas en oro, con una ropa de cama tan blanca y crujiente como la nieve recin cada. Durante los primeros meses, este mueble fue del uso exclusivo de nuestro comerciante de jabn, en cuya compaa ella tambin lea poesa (por desgracia, la mayora de las veces de la produccin del hombre), y organizaba de vez en cuando soires para hombres de letras y del comercio donde todo el mundo hablaba de literatura, arte y dinero. Era slo cuestin de pura lgica que, a medida que la reputacin de mi ama creciese, ella aceptara clientes extra, porque la exclusividad engendra la competencia, y el negocio del deseo es tan inconstante que hasta las mejores bolsas vuelven a casa al cabo de un tiempo. Enfrentado con otros pretendientes, el ardor de Treviso primero se hizo ms intenso por los celos, y luego se volvi tan inseguro como sus sistemas de rimas, de manera que, para cuando se separaron, nosotros estbamos ya frmemente establecidos con otros protectores. Adems de Gabriella (una muchachita de dulce rostro de Torcello, con pocas pretensiones dadas sus gracias), el personal de nuestro hogar consta ahora de Marcello, nuestro propio barquero sarraceno, y Mauro, el cocinero, que me recuerda a Baldesar slo por el hecho de que, cuanto ms gemidos lanza, mejores son los sabores de su comida. l y yo vamos diariamente al Rialto, que yo considero uno de mis grandes placeres, porque en Venecia, con las mujeres respetables guardadas dentro de casa, comprar es un asunto de hombres, y estos das yo soy alguien en los mercados. Las muchedumbres tempranas pueden ser bulliciosas, pero la mole de Mauro y mi bolsa me elevan por encima de la aglomeracin. Los dueos de los tenderetes nos conocen y nos guardan los mejores trozos del pescado ms fno, porque nuestra cocina tiene una reputacin que casi rivaliza con la de mi ama. Signore Bucino!, oigo que me llaman. Me tratan cortsmente, con una deferencia casi exagerada, ponindose en cuclillas ante m a veces para mostrarme la radiante frescura de un determinado pescado que me han reservado. No me importa toda esa simulacin. Es bastante moderada, y ms agradable que ser insultado o ignorado. Este mercado de pescado es una maravilla veneciana, situado en el borde del canal bajo una alta loggia, con sumideros excavados bajo las rejas en el suelo de piedra, de manera que, incluso con los peores calores, el pescado se mantiene hmedo y fresco. He visto rodajas de pescado ocenico aqu tan gruesas y con colas tan escamosas que casi se puede imaginar la lnea donde los pescadores podran haber cortado el cuerpo de una sirena por su cintura. Cuando las bolsas llenas se han marchado, siempre quedan restos para los pobres, que merodean por los bordes dispuestos a agarrar las entraas o cabezas desechadas cuando son lavadas en el agua, aunque tienen que pelear con las gaviotas que bajan en picado a tierra, grandes como bebs bien alimentados y dos veces ms ruidosas, con unos picos aflados como clavos. Se pueden or sus chillidos hasta San Marco, y he visto a media docena de senadores manchados de mierda de ave cuando las gaviotas se libran de los restos de la comida de ayer para hacer sitio a la siguiente. Uno de esos senadores honrar nuestra casa esta noche, y es justamente su cena la que estoy comprando en estos momentos, ya que siente una pasin por el pescado asado y la carne con ricas salsas. l es la joya de nuestra corona, un coloreado cuervo (porque la tnica de un senador es roja oscura), noble donde los haya: un miembro de la familia Loredan, cuyos antepasados se remontan hasta el siglo IX, como l me ha dicho ms de una vez. Es miembro del Senado, ha formado parte de muchos de los comits ms importantes del Estado, y hasta hace poco era uno del Consejo de los Diez, que es lo ms parecido que tiene Venecia a un sanctasanctrum del poder. Lleva estos honores con gravedad. En realidad, es un individuo de pomposidad inigualada, su papada tan pesada como su ofcio, pero es nuestra presa principal puesto que tiene categora e infuencia, y toda buena cortesana necesita ambas cosas en su cartera (sobre todo porque, como Estado, Venecia tiene la tendencia a ser recatado y censurador, y cuanto mejor conozcas a los que lo dirigen, ms fcilmente podrs predecir sus estados de nimo). Viene todos los martes y viernes por la noche. Por lo general lo entretenemos a l solo, ya que a los miembros del gobierno no se les permite confraternizar con la clase ciudadana, aunque esto, junto con una de cada dos de las reglas de este gran Estado, es tan retorcido como el curso de sus vas acuticas, y a mi ama le gusta mucho ms tener compaa: De esa manera l puede aburrir a otras personas y yo puedo estar segura de permanecer despierta hasta que tengo que irme a la cama con l. No tienes ni idea, Bucino, de cun tediosos hace el poder a algunos hombres. * * * Dejo al cocinero regateando, y yo regreso a travs del puente hasta una taberna prxima donde fren el pescado de la maana en una especie de albardilla tan ligera y fresca que tus papilas gustativas confunden lo dulce y lo salado y donde la malvasia aguada (un gusto adquirido, aunque mi paladar se ha afcionado ms al dulce con la edad) acaba de llegar en barriles procedentes de Chipre. De entrada, comenc a dar aqu propinas tan grandes como pequeo soy yo al refunfuador propietario, y ahora tengo un asiento reservado en una mesa cerca de la puerta con su propio cojn, que recupero diariamente de detrs de la barra. De esta manera me siento a la misma altura que cualquier hombre y me uno a los ltimos cotilleos. Esta maana, los rumores tratan de una improvisada batalla que estall ayer en el Ponte dei Pugni, cerca del Campo Santa Margherita, en la que los obreros del Arsenal Castellani infigieron una cruel derrota a los pescadores de Nicolotti. Es otra vez poca de festival; la gran festa de la Ascensin, cuando Venecia celebra su matrimonio anual con el mar y, durante un tiempo, el arte de la lucha callejera se convierte en un deporte nacional. Cuando el turco viva an en la ciudad, cumpli su palabra y a veces me compraba un lugar a su lado en el pontn para presenciar tales contiendas (la compaa de mi deformidad le resultaba evidentemente ms agradable a l que a los italianos). Pero se march a Constantinopla hace un ao, y desde entonces no me he arriesgado a meterme solo entre la muchedumbre. A travs de una brecha en la multitud de la taberna, me encuentro mirando directamente a los ojos de un hombre situado a unas mesas de distancia: un comerciante, bien vestido, con sombrero y capa nuevos, y una chaqueta de terciopelo de muy buen corte. Aunque percibo algo familiar en l, no tengo ni idea de quin puede ser. Pero l s, al parecer, me conoce: porque no deja de mirarme. Un cliente de paso? Seguramente no. Mi memoria es casi perfecta cuando se trata del negocio, y no he recibido ninguna bolsa de l, u odo sus gemidos a travs de las paredes de nuestra casa. Se levanta y cuidadosamente se dirige hacia m. Nos conocemos, creo. La voz revela al hombre verdadero. Pero, Dios mo, ha cambiado. Los rizos colgantes y el gorro han desaparecido, y la barbilla aparece recin afeitada. Hasta su paso parece ms erguido. Si no lo supiera, podra pensar que era un comerciante procedente de Espaa o Grecia, porque los griegos tienen una gran comunidad en la ciudad, y corre el rumor de que pronto tendrn su propia iglesia. Aunque dnde podra realizar su adoracin este hombre, slo puedo preguntrmelo, porque, si bien en algunos aspectos es la imagen misma de un caballero cristiano, yo s que es judo. Es el signore Teodoldi, no? Y alguien, adems, que despus de todos estos aos an recuerda mi nombre. Bueno, por qu no? Me vio escribirlo sobre bastantes documentos en aquella oscura tienda del gueto donde empe nuestras joyas hace una eternidad de tiempo. Un hombre alto que se encuentra de pie cerca de nosotros deja escapar un pequeo gruido, que yo ignoro. S, soy yo. No estaba seguro al principio. Parecis diferente. No tan diferente como vos digo bruscamente. Ah! Es verdad. Debera presentarme. Se sienta y alarga la mano. Me llamo Lelio da Modena. Tomado de la ciudad en que nac. Vacila. Aunque antao era conocido como Chaim Colon. El otro hombre se est inclinando sobre nuestra mesa, y suelta una risotada, vomitando alguna cosa venenosa sobre la grosera corrupcin de la deformidad. Algunas cabezas se dan la vuelta. Pero el individuo en cuestin est marcado por el hedor de la cerveza, y, algo ms importante, de la pobreza, lo cual choca contra el corte de nuestra ropa, y cuando sus pullas no le llevan a ninguna parte, arremete contra la multitud murmurando. Ambos hemos sufrido cosas peores, y es una afrmacin de nuestro estatus actual el que seamos nosotros los que se quedan en la mesa. Os habis convertido? pregunto, y l debe de notar el asombro en mi voz. S. Soy un converso. Su voz es clara y enftica. Dej el gueto hace tres aos. Estoy bautizado ahora. Y sois prspero al parecer. He sido afortunado. Brinda una pequea sonrisa, que en l parece algo incongruente. Siempre tuvo un aspecto de hombre demasiado serio, y el cambio de fe no le ha hecho ms ligero. Pude utilizar mi habilidad para cortar y vender piedras preciosas como comerciante judo. Pero a vos... a vos no os ha ido mal. No muy mal digo. Es el negocio de nuestra ama? S. El negocio de mi ama. Y sospecho que ambos estamos pensando en ciertas imgenes de cierto libro que en una ocasin tanto horroriz a un prestamista judo que no fue capaz de hablar con su dueo, pero que podra ser quizs ms aceptable para un hombre de negocios cristiano ms mundano. Suena un gong desde detrs de la barra. Ah, debo irme dice. Hace demasiado ruido dentro del local para or la Marangona de la maana, de manera que deben repetir su sonido para asegurar que la ciudad est lista para trabajar. Tengo una reunin cerca del Arsenal. Oh, ha sido designio divino el que os encontrara. Espero volver a veros. De veras? Y siento nuevamente la furia y el miedo presente en su rostro cuando me cerr la puerta en mis narices. Crea que estabais encantado de libraros de m. Bueno... Yo... Hace mucho tiempo. Yo era... Est claramente embarazado . Mirad, debo irme. Pero me gustara... Quiero decir... si... Vivimos en Casa Trevelli, junto a San Pantalon. La casa de Fiammetta Bianchini. Es bastante conocida en la zona. Yo estoy all la mayor parte de las tardes y noches. Gracias. Est de pie ahora, y me estrecha la mano. Tengo que irme de Venecia dentro de unos das. Me marcho a las Indias. Pero si puedo venir antes de mi partida, lo har. Seris bienvenido. Me encojo de hombros. Y por qu no? Atendemos a todo el mundo. Es decir, a todo el mundo excepto a los judos. Pero, por lo que yo conozco, no hay ninguna ley contra el hecho de que una cortesana entretenga a un converso, suponiendo que su bolsa sea lo sufcientemente grande, aunque, mientras lo veo desaparecer entre la muchedumbre, me siento de algn modo decepcionado de que precisamente l haya cambiado tanto. * * * Con todo, este encuentro constituye una buena historia, y la he pulido perfectamente para cuando llego a casa. Pero mi entusiasmo se aplaca ante el caos con que me encuentro all. Sobre el cercano puente, una multitud est contemplando cmo una docena de obreros sobre una gran barcaza enrollan cuerdas y piezas de tela, mientras risas y gritos descienden sobre el agua procedentes de nuestro piano nobile. Subo por las escaleras rpidamente (la riqueza crea escalones ms bajos, que son ms aptos para unas piernas cortas) y en la esquina choco contra La Draga que est bajando, aunque, como siempre, sus odos son ms agudos que mis ojos, y la ciega se agarra a la barandilla de piedra para protegerse. Consigue mantenerse de pie, pero la bolsa que lleva en la mano se abre de golpe y un grueso frasco de cristal salta y golpea contra el escaln. Ah... lo siento. Te he hecho dao? No. No... Estoy bien. Yo recojo el frasco y me vuelvo hacia ella. Toma... Pero su mano est ya tendida esperndolo. Podra preguntarle cmo sabe que lo tengo, pero sin duda obtendr una respuesta sobre el sonido del cristal rompindose o no, o las diferentes maneras como un hombre se mueve con un frasco o con la mano vaca. Como hoy no es jueves, no esperaba encontrarla aqu, pero una casa concurrida tiene su adecuado cupo de dolores y pstulas y febres, y una cortesana inteligente mantiene a sus sirvientes tan sanos como ella misma. Por mi parte, yo estoy demasiado ocupado para que nuestros caminos se crucen a menudo, y cuando lo hacen, nos mostramos tan educados que, si no lo supierais, podrais confundirnos con amigos. Por debajo, sin embargo, subsisten las heridas infigidas por mi sospecha y su venganza hace tanto tiempo, y no podemos evitar mostrarnos recelosos uno de otro. A veces pienso que si tuviera la voluntad, podra encontrar una manera de arreglar las cosas, porque no carezco totalmente de modales, y estos ltimos aos me he servido de mis encantos para lograr el afecto de una o dos mujeres infnitamente ms atractivas que ella. Pero, si he de ser sincero, eran tambin ms estpidas, y creo que tengo miedo de que ella pueda ver a travs de m, incluso con sus cerrados ojos. Qu ha pasado? Qu est ocurriendo ah arriba? Ha llegado un regalo. No puedo explicrtelo. Ser mejor que lo veas por ti mismo. Y as lo hago... en el momento en que entro en el portego. Porque nadie que tuviera ojos podra pasarlo por alto. Est apoyado contra la pared: un espejo plateado de cuerpo entero, mayor que cualquiera que yo haya visto en mi vida, brillando como un nuevo sol en la habitacin, su superfcie captando el sol y refejando la gran distancia de espacio y luz que fuye a travs de la loggia opuesta. Toda la casa se halla reunida en torno de l: mi ama, Gabriella, Marcello y, de pie observando el regocijo de todos, est nuestro cliente comerciante de vidrio, Vespasiano Alberini. Oh, Bucino. Mira! Mira lo que mi seor Alberini nos ha trado! La cara de Fiammetta est iluminada y parece tan brillante como la superfcie del espejo. Oh, deberas haber estado aqu! Hicieron falta ocho hombres para traerlo en la barcaza desde Murano, y cuando lo subieron con el chigre, cada vez que pareca vacilar yo senta que mi corazn se paraba por miedo a que pudiera romperse. Pero mi seor se hizo cargo de todo. Y se acerca a l y le aprieta el brazo, y l se re de entusiasmo, porque la gratitud siempre hace aforar lo que hay en ella de nia feliz . Me gustara que La Draga no se hubiera ido tan precipitadamente. Oh, no es lo ms notable que has visto en tu vida? Realmente lo es, y su presencia en nuestra casa ser conocida por toda la ciudad maana, gracias al espectculo de su llegada. Alberini es uno de nuestros mejores clientes: un comerciante de importancia, tanto en gordura como en talento, y un hombre que est al corriente de las tcnicas ms nuevas de las fundiciones casi antes de que los propios obreros comprendan su potencial. En el amor, mi ama dice que es como un jabal, todo rugido y furia, pero tindele un trozo de vidrio, desde el cristal ms elaborado hasta la maylica ms fnamente ornamentada, y sus manos se vuelven tan cuidadosas y delicadas como las de un ngel, y su voz pone poesa en el comercio. Recuerdo la primera vez que cen con nosotros. Le trajo a mi ama una exquisita copa de cristal decorada con su nombre en el novsimo grabado de punta de diamante. Alimentad vuestra vista con este milagro, amigos mos dijo mientras la mostraba a los invitados. En su transparente ser estuvieron la arena y el guijarro y la ceniza y un fuego ms caliente que el del inferno. Es un testamento a la gloria del hombre y una leccin de Dios: una belleza tan perfecta y frgil como la vida misma. Y mientras lo deca, fngi dejarla caer, de manera que la habitacin entera exclam de temor antes de que l sonriera y la acercara a la luz como un cliz. Le he visto repetir el ejercicio media docena de veces en diferentes reuniones, y me gusta su sentido del teatro y su arte de vender. Casi me hace desear ser un cura para poder comprar todos los restos desechados del taller y dejarlos caer desde el plpito cada domingo para meter el miedo de la muerte en mis feles. No es extrao que haya hecho una fortuna... No hay muchos hombres que puedan vender flosofa en una copa y sin embargo seguir sabiendo cul es el mejor vino que echar en ella. Por suerte para nosotros, en estos ltimos aos se ha enamorado tanto del cuerpo de mi ama que desea verlo refejado de todas las maneras posibles en sus espejos, porque el negocio del vidrio explota la vanidad tanto como difunde la humildad. Te gusta, Bucino? dice, y su redonda cara se parte en una gorda sonrisa. Como siempre, mi seor... Nos trais milagros. Belleza por belleza. Un justo intercambio. Oh, vamos, acrcate, Bucino... tienes que verte en l. Y mi ama me est haciendo seas para que me mueva. Hay que ver. Es lo ms asombroso. Aprtate, Gabriella, y deja que Bucino venga. Me acerco a ella y me quedo a su lado. Y tiene razn: es asombroso. El sol de la maana nos envuelve esplendorosamente, y all estamos, revelados en nuestra gloria de cuerpo entero: una alta, esbelta, belleza con una melena de fotante y dorado cabello, y un achaparrado y feo duendecillo, su gorda cabeza que apenas llega al pecho de la mujer. Siento que se me corta la respiracin. Debera haberme preparado para la visin. Sabe Dios que he hecho lo que he podido. Mis ropas son de un carsimo corte adaptado a las proporciones de mi cuerpo, la calidad brilla en todas las telas, y mi barba que tiene muchas ms hebras que las escasas de las que Aretino se burl en una ocasin est peinada y perfumada con almizcle y ctricos para casar con mis guantes de cabritilla. Sin embargo, en este espejo sigo siendo un susto para m mismo. Porque lo cierto es que en mi cabeza no me siento ni tan pequeo ni tan diferente de como soy realmente, de manera que la visin de m mismo en cualquier superfcie por no hablar de una extensin as, tan vasta y tan limpia constituye siempre un dolor para m mayor de lo que debera ser. Oh, no frunzas el entrecejo, Bucino. Tu rostro es ms dulce sin ese ceo. Y me hurga en el pecho con el dedo. No es una maravilla? Una maravilla repito, tratando de readaptar mis rasgos. Oh, y mira. Mira cmo esta costura de mi falda se arruga hacia la izquierda. Saba que este vestido era demasiado voluminoso por el bajo, pero l me deca que eso era slo porque me inclinaba para mirarlo. Dios mo, este invento os har ganar una fortuna, mi seor. No slo hace que nuestra habitacin parezca tan grande como un palacio, sino que cambiar el arte de la costura para siempre. Despediremos a nuestro sastre maana, Bucino, yeme. Pienso que deberamos pagarle la factura primero. Y todos nos remos. Vale dice nuestro benefactor. Tengo que dejaros. Estos hombres tienen que hacer otra entrega. Oh, mi seor, seguramente no ser tan pronto. Y Fiammetta hace un puchero sumamente delicioso. Os lo digo, cuando vengis la prxima vez, instalaremos nuestra mesa aqu, directamente frente al espejo, para que podamos vernos mientras cenamos. Digamos que ser pronto... Su entusiasmo hace que el hombre se detenga. Bueno... Si termino en el almacn, podra regresar a ltima hora de la noche. Ella me lanza una mirada, porque los dos sabemos que es viernes, y ella est reservada para los cuervos. Ah, mi seor, ay, estamos ya comprometidos intervengo yo, echndome la culpa. Pero... si cambia algo, os lo haremos saber de inmediato. Tan pronto como se ha ido, ella vuelve a contemplarse crticamente en el espejo. Yo empiezo con mi historia del judo, pero ella me est escuchando slo a medias, porque el pedacito de su cabeza que no est esclavizado por el refejo est ocupado con su agenda. Oh... bueno... Pero debes contrmelo ms tarde... Me estaba preparando cuando lleg Alberini, y ahora me debo a Tiziano dentro de una hora, y t sabes cmo se queja si no acierto con la luz... Gabriella! Dile a Marcello que tenga preparada la embarcacin ahora. Bajar cuando me haya cambiado de ropa. Se vuelve otra vez hacia m. Por qu no vienes, Bucino? l promete que ser la ltima sesin. Quizs te dejar verlo hoy. Y se muestra ahora casi frvola con su buen humor. Lo cual es un alivio, porque estas ltimas semanas ha estado disgustada y distrada conmigo: pero, bueno, como la mayora de las mujeres, mi ama vive segn los humores de la luna, y con el tiempo he descubierto que es mejor ignorar lo que no puedo descifrar. El contener y dejar manar tales fuidos son cosa de La Draga, no ma. Niego con la cabeza. Estoy demasiado ocupado. Todava tengo que hacer las cuentas. Aunque lo cierto es que el espejo me ha deprimido ms de lo que me gustara reconocer, y no tengo ganas de que me vean fuera. Vaya, Bucino! Te pasas tanto tiempo con la cabeza metida en un libro como un erudito estos das. Me sorprende que no ests publicando un estudio de Venecia, como hace uno de cada dos individuos aqu. Dios mo, si tengo que estar sentada durante toda la tarde escuchando otra charla sobre la grandeza del Estado y la constitucin de Venecia, creo que podra quedarme dormida. Oh, te lo aseguro, Loredan y sus invitados no hablan de nada ms esta ltima semana. Entonces quizs deberas celebrar tus veladas delante del espejo a partir de ahora. Eso los mantendra centrados en el trabajo que tienen entre manos. CAPTULO 19 Una vez que ella se ha ido, yo me instalo en mi habitacin, que se encuentra en la parte trasera de la casa que da al portego, y cojo mis libros de cuentas. Pese a todas mis quejas, adoro este lugar. Fue construido siguiendo mis instrucciones, y cada cosa en l encaja exactamente conmigo, desde la cama de madera, lo bastante pequea para que no me sienta demasiado solo cuando yazco en ella sin compaa, pasando por las estanteras, en perfecta proporcin con mi altura, hasta la mesa y la silla, construidas para que no tenga que usar cojines o perder tiempo subiendo o bajando. En cuanto estoy sentado aqu, con la pluma en mis manos, mis libros de cuentas abiertos y el reloj frente a m, con la arena cayendo, me siento de lo ms satisfecho. En cierta ocasin dije que si alguna vez llegbamos a vivir en una casa con mucha luz, jams volvera a quejarme. Y juro que ahora no lo estoy haciendo. Es verdad que trabajo ms duramente ahora que tenemos xito de lo que lo haca durante nuestro fracaso. Tambin lo es que mi ama y yo ya no nos sentimos tan prximos en el triunfo como en la adversidad. Es evidente. Su da es mi noche, lo que quiere decir que, cuando ella duerme, yo la mayor parte de las veces estoy trabajando, y en las ocasiones en que estamos juntos en pblico procuramos hacer el papel de ama y sirviente, ms que de camaradas. Aunque nuestros clientes no son en general demasiado vulgares, un ofcio como el nuestro siempre da alas a los chismes sobre la perversin, y la cohabitacin de la bella y la bestia es ms segura como nocin platnica que como un soneto tipo Aretino. Si decido sentirme excluido, cosa que he hecho algunas veces, porque yo tambin tengo mis estados de nimo, me recuerdo a m mismo que el de la cosecha es el tiempo de ms trabajo para el granjero, y que habr tiempo para el ocio ms tarde, cuando la edad y el cambio de gustos hagan nuestro negocio menos foreciente. Por ahora, entre los dos, dirigimos un negocio prspero, tan complejo y exigente como muchos otros sobre los que la ciudad construye su opulencia. Con una Roma luchando por reconstruirse, y una Florencia convertida en sombra de su glorioso pasado, Venecia se ha transformado en la gran metrpoli de Europa: un refugio para compradores, hombres de negocios y buscadores de placeres, todos ellos ansiosos por probar lo que ste tenga que ofrecer. Y en lo alto de la lista, fguran los encantos de sus mujeres profesionales. Tanto que se percibe casi un olorcillo de la vieja Roma en ella actualmente, y el rumor que corre es que las mujeres respetables apenas pueden entrar en la iglesia el domingo en estos tiempos, tal es la muchedumbre de nuevas cortesanas que pregonan su mercanca. En pblico, la cara del anciano dux muestra todos los signos de un hombre con un permanente mal olor en su nariz. Me atrevera a decir que la desaprobacin se convertir en la poltica del Estado antes de que transcurra mucho tiempo el pndulo siempre completa su perodo, pero, de momento, pecar sigue siendo tan provechoso como la bondad, de modo que nos aprovechamos mientras podemos. Los meses de la primavera, sin embargo, son la poca en que ms ocupados estamos, porque es entonces cuando los barcos se disponen para volver a partir y los peregrinos se renen preparndose para ir a Tierra Santa. Una vez que se han saciado de reliquias (Venecia tiene sufcientes huesos para crear un pequeo ejrcito de santos con medias costillas), os sorprenderais de cuntos de ellos se conceden un pecadillo o dos antes de hacerse a la mar para realizar el viaje que los absolver. Al igual que en Roma, yo soy a la vez el ama de llaves y el portero. Anoto todos y cada uno de los soldi que entran y salen, ya que, cuando la puerta del dormitorio est cerrada, todo tipo de ratas pueden mordisquear los suministros de la cocina, y ambos sabemos de fulanas ricas que murieron en la pobreza debido a un mal gobierno de la casa. De la misma manera, nadie entra o sale de la casa sin mi conocimiento. No entretenemos a herejes alemanes, porque la memoria de mi ama es tan larga como corto fue otrora su cabello, y tenemos cuidado con los clientes de paso, porque, aunque es muy tentador alternar visitantes extranjeros con los regulares (el exagerado halago que Aretino introdujo en el Registro de Cortesanas nos ha trado toda clase de ricos comerciantes a nuestra puerta), hacerlo as tiene sus peligros. La sflis trada por los franceses a Florencia y Npoles hace cuarenta aos es ahora una verdadera plaga de los bajos vientres, y aunque siempre puedes rechazar a los hombres enfermos, es ms difcil descubrir la afeccin cuando an no ha salido a la superfcie. La Draga tiene pociones y ungentos para los sntomas menores de urticaria y manchas rojas, y, sea lo que sea lo que pensamos el uno del otro, yo no puedo dudar de la efcacia de tales remedios. Entre sus muchos talentos, se sabe que es capaz de liberar a una mujer de su hijo mientras est an en forma de lquido en la matriz. sta es una habilidad que, hasta el momento, no hemos necesitado. Porque, al parecer, mi ama no concibe, o al menos nunca lo ha hecho desde que la conozco. Si su madre hubiera sido menos ambiciosa y empleado sus ahorros para vender a su hija en matrimonio a un sastre o un constructor de barcos, su esterilidad habra resultado un sello ms llamativo que su belleza. Tal como estn las cosas, creo que eso le produce ms tristeza ahora, pues hay mujeres de su profesin que, para cuando llegan a su edad, tienen una habitacin llena de cros, y aunque estos hijos no heredarn ttulos, la ciudad est llena de hombres ricos tan encariados con sus bastardos que no dudan en ayudarlos a encontrar su camino en la vida. Es trabajo mo conocer a todos estos clientes antes de que se encuentren con ella y cobrar sus facturas. De esta manera, confo en seleccionar y separar a impostores o confictivos. Lo peor son los hombres que emplean los puos al tiempo que sus pollas. Por supuesto, ninguna cortesana se gana la vida sin recibir algunos puetazos o magulladuras. Es un hecho. Hay algunos hombres que no son capaces de hacerlo a menos que tengan que luchar un poco por ello, en tanto que otros pueden verse tan abrumados por el pecado que tienen que infigir un poco de castigo mientras reciben placer. Pero stos, por lo general, puedes descubrirlos con la ropa puesta, porque su lujuria vibra debido a la ansiedad. Mi preocupacin es con aquellos que no puedo discernir, los hombres que guardan la violencia en su interior hasta que se cierra la puerta, o se beben la primera botella. Lo he visto el sufciente nmero de veces para saber que hay algunos para los que eso es natural, como si hubieran nacido prefriendo el sabor de la carne al del pescado, y el diablo en su bajo vientre se alimenta menos por el acto que por el dolor que causan y la excitacin que obtienen causndolo. En estos asuntos, tenemos la ventaja de que nuestro cocinero tiene unos puos como huesos de jamn y un temperamento que casa con ellos, y que Marcello, el barquero, aunque es el ms gentil de los hombres, tiene la talla de un guerrero y un rugido de voz como el eco de una cueva. En estos ltimos aos hemos tenido que usar sus respectivos talentos slo en una ocasin, y esa vez mi ama estaba ms asustada que daada, porque llegamos a su lado segundos despus de que empezara a gritar. El hombre en cuestin termin en el canal con un brazo y una costilla rotos. Si bien no tengo ninguna duda de que podra volver a intentarlo en otro sitio, le resultar ms difcil hacerlo en Venecia, porque, aunque la polica de seguridad podra pasar por alto tales delitos (el mundo est lleno de mujeres que van al altar habiendo sido forzadas por sus maridos como un ltimo recurso de cortejo), existe un registro verbal de estos delincuentes entre las cortesanas ms conocidas de la ciudad. En cuanto a mi ama, bueno, a pesar de sus cambios de humor, brilla con bastante fulgor en el tiempo presente, estimulada por sangre fresca y regalos. Lleva en el negocio actualmente unos quince aos, todo incluido, y tendr veintinueve en su prxima onomstica. Lo que para su ofcio ya no es ser joven es raro encontrar a una prspera cortesana de ms de treinta aos que reconozca su verdadera edad, aunque sigue pareciendo tan fresca que nosotros hemos fjado su edad en veintids aos para los nuevos visitantes. De esta manera hemos recuperado todo lo que perdimos en Roma, y si bien contino teniendo miedo de las mareas altas y anhelo a veces la energa ms vigorosa de los romanos, se podra decir que estamos seguros aqu. De hecho, se podra decir que estamos satisfechos. CAPTULO 20 Estoy enfrascado en los libros cuando llega un hombre del cuervo Loredan con un mensaje: el gran senador se ha retrasado por asuntos relacionados con la Sensa y no podr venir esta noche, lo que nos deja libres para entretener a nuestro generoso comerciante de vidrio. Me sirvo de la noticia como una razn para cerrar los libros. Dedicarme a poner en orden los nmeros ha calmado un poco mis sentimientos autodestructivos, y, antes de contactar con Alberini, debera informar a mi seora. La casa y el estudio de Tiziano estn al norte, al otro lado del Gran Canal, cerca de Rio di Santa Caterina, y aunque el paseo es largo, hoy es un agradable da de primavera y el ejercicio me sentar bien. El propio Tiziano sobre el cual temo que me mostr un poco desenfadado aquella primera velada porque qu iba a saber yo? es de lejos el artista ms famoso de Venecia, tan famoso actualmente que la pintura no tiene tiempo de secarse en sus telas antes de que la embalen para mandarla en barcos o en mulas a las cortes de media Europa. Para ser un hombre tan grande, debo decir que se sigue mostrando reconfortantemente medio campesino. Es tan activo con su baco como lo es con el pincel (l y yo compartimos una afnidad natural cuando se trata de ideas para sacar dinero a los clientes recalcitrantes), y si bien no dudo que pasar a la historia por la excelencia de su pintura, mis recuerdos de su casa tienen ms que ver con los olores de su cocina, porque tanto l como Aretino adoran la comida, y sus cocineros a menudo compiten para crear los mejores platos. Asimismo, al igual que Aretino, siente una considerable afcin por las mujeres. sta es la segunda vez que mi ama ha posado para l. Si ha hecho algo ms que posar, ella no me ha dicho nada, y yo no le he preguntado, aunque, cuando la amada esposa del pintor, Cecilia, muri hace unos aos, tal vez ella lo consol entonces, pues s que estaba profundamente apenado. Cruzo el Gran Canal en el Rialto. Desde aqu casi puedo ver la casa de Aretino. Tambin l ha prosperado. Estuvo dudando durante un tiempo en ir a vivir a la corte francesa, pero en vez de eso se pas toda una Cuaresma en profunda y pblica penitencia, mientras se dedicaba a escribir tales himnos triunfales de elogio a su recientemente adoptada ciudad que el dux Gritti se conmovi hasta interceder en su nombre, y de esta manera se reconcili tanto con el Papa como con su viejo enemigo, el duque de Mantua. Tras eso, su ascenso fue rpido, y es actualmente uno de los tesoros de la ciudad. En pblico exhibe una cadena de oro recibida del rey de Francia, sus cartas circulan entre los cognoscenti, y Venecia est llena de personas deseosas de tratarlo bien como una forma de evitar que l los trate mal. Aretino y mi ama han forjado una inesperada amistad a lo largo de estos aos. La llama que antao ardi entre ellos se ha apagado dejando slo el calor de los rescoldos. El xito le ha trado sufcientes mujeres para adularlo y embaucarlo sin necesidad de tener la atencin de Fiammetta, y, para ser honestos, pienso que los dos viven tanto de sus vidas privadas convertidas en pblicas que se sienten agradecidos por la compaa de alguien que los conoce en su interior y con el que no tienen que representar. Cuando no estn cotilleando, se afcionan a practicar juegos de azar, que actualmente hacen furor en Venecia, y a veces nosotros tres jugamos juntos durante las tardes ociosas, dando la vuelta a cartas pintadas con una docena de caprichosos futuros escritos en ellas. Por nuestra parte, hemos sido feles al trato y durante todos estos aos hemos mantenido Las posturas fuera del dominio pblico. Sin hijos en la habitacin de los nios, eso se ha convertido en un seguro contra la bancarrota de la vejez. Rodeo el Campo dei Santi Apostoli y me dirijo hacia el norte a travs de una red de callejones. A medida que avanzo, la riqueza da paso a la pobreza, y procuro mantener la cabeza baja y la bolsa cerca de mi pecho. En contraste con la zona que nos rodea, la casa de Tiziano, nueva y bastante grande, elevada en el borde mismo de la laguna, es una declaracin de categora social. En un da claro, se puede ver desde aqu hasta el monte Antelao, en Cadore, que es el motivo por el que no dudo de que la eligi, porque es un tipo sentimental cuando se trata de recuerdos de su ciudad natal. Su ama de llaves abre la puerta y me acompaa al jardn, donde le dice a mi ama que estoy aqu. Me siento y me masajeo las piernas, porque el viaje me ha entumecido los muslos. El agua est tan cerca aqu que uno puede or cmo las olas golpean contra la orilla. Aunque Venecia nunca ser Roma para m, existe cierta belleza melanclica en cmo la ciudad coquetea con el mar, como una preciosa mujer levantndose un poco su decorada falda a veces no lo bastante para evitar las mareas crecientes. En das como hoy, cuando el agua est brillante y el aire pegajoso con el perfume del jazmn y las fores del melocotonero, uno podra casi imaginarse que se encuentra en el Paraso. Tan dulce como la Arcadia. No era sa la expresin que su madre utilizaba con ella cuando era pequea para describirle los olores del jardn de un hombre acaudalado? Fueron esas mismas palabras las que mi ama haba empleado para animarme a seguir adelante aquel primer da en Venecia, cuando nuestro futuro pareca tan negro como su ensangrentado cuero cabelludo. Cuando pienso en esto, me siento conmovido por el recuerdo, como si slo aqu y ahora, en este momento, despus de todo este tiempo, sintiera que hemos llegado verdaderamente al lugar al que queramos llegar. Y, junto con la maravilla de la sensacin, est tambin un sentimiento de pavor... de que hemos subido muy arriba y que, por tanto, hay mucha altura desde la cual caer. Su voz, cuando llega a m, me hace dar un brinco. Bucino! Crea que estabas pegado a tu baco. Me doy la vuelta para verla: va vestida con una bata como si acabara de levantarse de la cama. El cabello le cae libremente, cuan largo es, por la espalda. l le ha exigido que lo lleve de la misma manera que cuando se conocieron. Aunque hasta yo debo reconocer que no est tan fresca como lo estaba entonces, la franja trenzada de cabello y la picarda de los ricitos jugando en torno de su frente todava ponen de manifesto a la muchacha que hay en la mujer. Lo estaba, pero lleg un mensaje. Mejor que sea importante. Tiziano ruge como el trueno cuando lo interrumpen. No ha terminado todava? Pensaba que sta era la ltima sesin. Ella se re. Oh, nunca se terminar. Al menos para su entera satisfaccin. Yo me habr hecho vieja antes de que l deje el pincel. Bueno, pareces bastante joven an. De veras? Lo piensas as? Y se da la vuelta de tal modo que su cabello fuye con ella. Cmo le agrada el elogio. Se alimenta de l, crece gracias a l, como una planta movindose hacia la luz, como si nunca pudiera hartarse de su caricia . No me haces muchos cumplidos estos das, Bucino. No puedo decir ni una palabra entre tanto bullicio. Hace un pequeo puchero, un truco que produce ms efecto entre sus pretendientes que conmigo. Pero yo la conozco mejor, y, a diferencia de ellos, he visto cmo se esfuerza en arreglarse ante su espejo de mano, y la manera que tiene de mirarse no expresa demasiada satisfaccin. Si yo volviera atrs en el tiempo, no s si decidira que era bella o fea. Hay demasiada ansiedad en su fragilidad. Bueno, dime, cul es el mensaje? Loredan se ha entretenido con el asunto de la Sensa, y no nos visitar esta noche. Oh. Se encoge de hombros como si no tuviera especial importancia, aunque puedo ver que est encantada. Entonces quizs podramos enviar un mensaje a Vittorio Foscari dice alegremente. S que se sentira feliz de venir a verme. Estoy seguro de que s. Pero estamos comprometidos primero con Alberini, por su generosidad. Ella lanza un gemido. Oh, naturalmente, Alberini. Y arruga la nariz. Pero, bueno, ya le dijimos que estaramos ocupados. Jams lo sabra. Sus caminos y los de Foscari nunca se cruzan. Ciertamente es as, ya que uno de ellos trabaja para ganarse la vida y el otro vive de su familia. Aunque decido no mencionar eso. Por qu no le das tiempo a Foscari para que se recupere? digo. Ella se re y lo toma como un cumplido, pero slo es cierto a medias. Es una especie de desafo para m ese Foscari. Es nuestro ms reciente y, a la vez, ms joven pretendiente. Cuervo de nacimiento, es sin embargo un pajarillo sin plumas, que una vez que se quita sus medias estampadas se muestra tan novato en los placeres de su polla que parece agotarlos tanto con su ardor como con su charla. Por supuesto, toda cortesana necesita ser adorada a veces, y la veneracin del joven la ha alegrado bastante. El muchacho lleg despus de un asunto con un erudito forentino de cuello de molleja que bufaba y resoplaba tanto que era difcil decir si iba a correrse pronto o a seguir as para siempre. Aunque yo haba tenido el cuidado de negociar el pago por horas, no dudo de que la carne fresca y frme de Foscari constitua un contraste bastante agradable. Sin embargo, este joven cuervo ha resultado ser un desastre cuando se trata de los negocios, porque no controla su fortuna, se excede en sus gastos y no es lo bastante inteligente para saber cmo conseguir ms. Ya sabes que nos debe media docena de citas del mes pasado. Oh, Bucino. Te preocupas demasiado. Procede de una de las mejores familias de la ciudad. Que guarda su dinero para los hijos mayores ms que para l. Pagan por su desforamiento, pero no para mantenerle una amante. El negocio sera servido mejor por una dulce muestra de agradecimiento a Alberini. Vaya... No necesito que me des lecciones sobre lo que es mejor para el negocio murmura Fiammetta con irritacin. Creo que preferira entretener a Foscari. Como quieras. Pero si viene, debe pagar. Nuestra caridad con l es ya un tema de cotilleo en la casa, y si no andamos con cuidado, correr por toda la ciudad que estamos regalando a algunos lo que otros pagan. Y t sabes el dao que eso puede causar. Ella se encoge de hombros. No he odo ningn rumor. Eso se debe a que tienes la puerta cerrada digo suavemente. Y yo he estado roncando ms fuerte que de costumbre para tapar el ruido. Y sonro para que podamos hallar una manera de hacer las paces gracias a mi ocurrencia. Pero ella decide no aceptar la rama de olivo. Oh, muy bien! Si insistes tanto, entonces sera mejor que no viniera. Aun as, no entretendr a Alberini. En vez de eso, emplear el tiempo en descansar. No es poca cosa, sabes?, estar sentada ah todo el da como una estatua viviente mientras Tiziano enreda y juguetea con sus pinceles. La miro fjamente un momento, pero ella baja la mirada. Oh, este jazmn dice de forma inesperada, enterrando la cabeza en el capullo. No hay perfume como ste en el mundo. He probado a comprar este aroma en el Rialto una docena de veces, pero en cuanto est fuera de la botella no dura ms que unos minutos. Es muy dulce, s murmuro, impresionado por lo rpidamente que ella ha cambiado de tema, porque no es la primera vez que hemos tenido nuestros ms y nuestros menos sobre ese mocoso. Dulce como la Arcadia. Y ella me mira y vuelve a sonrer, como si se tratara de algo que no puede recordar completamente. Arcadia? S, supongo que s. No me importa lo que puedan estar ofreciendo; no puedes llevrtela, Bucino. Tiziano est ahora en la puerta. Me han prometido todo el da, y necesito hasta el ltimo minuto de ese tiempo. No os preocupis, maestro. Estis totalmente a salvo. Vine slo a entregar un mensaje. Algn viejo cachondo la quiere esta noche, eh? Es una vergenza... Se perder un lomo de cerdo asado baado en jugo de manzanas. Vamos, Fiammetta, la luz es perfecta. Necesito que vuelvas ahora. Aguardad un momento, y estar con vos. Est claro que ella se siente aliviada de que la rescaten. La sonrisa que me manda es rpida, distrada. Te ver ms tarde, Bucino. El hecho de que no me diga cundo volver demuestra lo irritada que est conmigo por lo de Foscari. Se marcha, y l se dispone a seguirla. Pero ha sido una larga caminata, y quizs no vuelva a tener esta oportunidad durante meses. Tiziano? l se da la vuelta. Ahora que estoy aqu, puedo ver el cuadro? No! No est terminado todava. Pero yo crea que sta era la ltima sesin. No est listo repite obstinadamente. Es slo que los enanos tenemos el corazn dbil digo sonriendo. S de fuente fdedigna que podra estar muerto antes de que acabe el ao. l frunce el ceo, pero yo s que le gusto bastante, o al menos hasta donde le gusta alguien mientras est trabajando. Qu te ha dicho ella al respecto? Nada. Me encojo de hombros. Excepto que mantener la postura le ha dado tanta tortcolis que tengo que hacerle masaje cada noche. Sin m, no tendrais modelo. Ah! Muy bien. Pero t mira y luego te vas. Lo que veas no es para comentarlo, comprendes? Comentarlo? Con el nico con quien hablo es con mi libro de cuentas. Todo lo dems se queda en mi cabeza. Su estudio est dentro de la casa, con un cobertizo en la habitacin de al lado donde seca sus telas. Le sigo escaleras arriba hasta una habitacin en el piano nobile, donde dos grandes ventanales con marco de piedra dejan entrar un ro de luz y donde a veces puede pintar vistas en casa sin tener que hacer el viaje. La tela est sobre un gran caballete en medio de la habitacin, y si no est terminada, no puedo adivinar lo que le falta. Pero yo soy una especie de tarugo cuando se trata de arte. He estado presente en un puado de recepciones donde he odo a grandes hombres y a alguna que otra cortesana presumida ponerse lricos sobre el genius de Tiziano con tales foreos verbales que lo que ellos describen parece salir ms de su propia imaginacin que de nada que yo vea en la tela. Oh! Oh! Mira cmo santifca el cuerpo humano con su arte. En los colores de Tiziano, Dios ha situado el Paraso. No es un pintor, sino un milagro. Sus elogios son tan pegajosos como la miel, y a veces pienso que la razn por la que Tiziano prefere a mi ama como modelo es que ella no lo atormenta con semejante chchara, y por tanto le permite que su pincel pueda volar. En cuanto a sta, su ltima obra..., bueno, para reducir al mnimo la confusin, utilizar palabras sencillas. El escenario es la habitacin misma... En el fondo se puede ver parte de la ventana, con una luminosa puesta de sol veteando el frmamento; en las paredes aparecen tapices y, delante, dos bales decorados, junto a los cuales dos doncellas, una arrodillada, la otra de pie, estn clasifcando ropas. Pero aunque las ves, no es ah donde tu mirada se queda. Porque en el primer trmino de la pintura, tan cerca que podras casi tocarla, hay una mujer desnuda. Yace apoyada en una almohada sobre un lecho de rojos colchones con dibujos forales cubiertos por arrugadas sbanas, y a sus pies est dormitando un perrito, hecho un ovillo. El cabello le cae por los hombros, el pezn de su pecho izquierdo, frme y rosado, se destaca contra el terciopelo oscuro de la cortina que tiene detrs, y los dedos de su mano izquierda se abarquillan sobre la hendidura de su sexo. Si bien todo esto es bastante hermoso yhasta donde puedo colegir por pedacitos de carne que yo conozco una rplica perfecta del cuerpo de mi ama, la verdad es que resulta familiar incluso para un burro como yo, porque la pose de Venus reclinada ha sido durante mucho tiempo bastante popular entre los paladares sofsticados. Lo que es diferente en este cuadro, sin embargo, es su rostro. Porque mientras cada una d las Venus que yo he visto en el pasado est dormida, o mirando a la lejana, modestamente ignorante del hecho de que est siendo observada, esta Venus, la Venus de mi ama, est despierta. Y no simplemente despierta, sino mirando directamente al espectador. Y por lo que se refere a la mirada que hay en sus ojos... bueno, aqu es donde las palabras sencillas se quedan cortas y siento que se apodera de m un vuelo de la fantasa de Aretino. Porque su mirada expresa tanta... lasitud, tanta lnguida energa ertica, que resulta difcil distinguir si est saboreando recuerdos de pasados placeres o lanzando una invitacin ms directa para lo que ha de venir. En cualquier caso, ella es bastante sincera. No hay ni una pizca de vergenza, embarazo o timidez en su cara. Esta dama, mama, est tan a gusto consigo misma que, por ms que la sigas mirando, ella no deja de devolverte la mirada. Y bien? Est de pie impacientemente detrs de m, como si le importara un comino lo que yo pienso pero deseando que yo diga algo para poder irme y l logre proseguir su trabajo. Qu puedo decirle? Me he pasado la vida aplaudiendo a malos poetas, rindome de chistes espantosos, mintiendo a msicos de segunda categora y halagando a estpidos ricos que creen que sus discursos son inteligentes. Cabra pensar que he llegado a ser incapaz de decir la verdad. Vuelvo a mirar el cuadro. Es maravilloso digo frmemente. Habis creado una gran Venus veneciana. Derrotara a aquel pustuloso embajador francs en una apuesta entre pintura y escultura cualquier da. Aj! Y el desagrado se hace patente en su garganta. En las conversaciones sobre su genio, Tiziano es siempre el que se muestra ms silencioso. Yo lanzo un suspiro. Oh, mirad, Tiziano, por qu os molestis en preguntarme a m? Os consta que no s nada sobre arte. Soy un proxeneta. De clase elevada, ciertamente, pero, con todo, un proxeneta, un rufn. Queris saber lo que veo? Veo a una hermosa cortesana tan voluptuosa como si estuviera yaciendo aqu ante m. Ms que eso, no tengo ni idea. Umm. Una pregunta ms y puedes marcharte. Sabes lo que ella est pensando? Vuelvo a mirarlo. Si s lo que ella est pensando? Por supuesto que lo s. Es una cortesana, maldita sea. Est pensando en cualquier cosa que uno quiera que est pensando digo con calma. l asiente con la cabeza. Y coge el pincel. Est claro que me han despedido. Mi ama llega y me hace un gesto con la mano antes de dirigirse al lecho. Aunque tengo estudiada cada pulgada de su cuerpo ahora, la dejar antes de que se quite la bata. Llego hasta la puerta. Pero sigue molestndome algo. Hay otra cosa. l se da la vuelta. Qu? No es ella, sabis? Qu quieres decir? Bueno, no s si sois ciego para los colores, pero los ojos de Fiammetta Bianchini son verde esmeralda. No negros. Tiziano suelta una gran carcajada, y veo que la cara de ella se ilumina con una sonrisa. Bien... No querris que cada hombre que la vea en mi estudio venga luego a llamar a vuestra puerta, verdad? Y como ella se quita la bata, yo salgo por la puerta. CAPTULO 21 Regreso y encuentro una embarcacin atracada en nuestro amarradero. Por un momento pienso que podra tratarse del pajarillo Foscari, porque el dosel de la gndola es bastante esplndido y el problema que el joven nos est causando no se me ha quitado de la cabeza mientras andaba, pero Gabriella sale a recibirme a la puerta y anuncia la presencia de un forastero que lleva sentado en el portego casi una hora. No ha querido dejar el mensaje. Dice que es importante y que debe hablar contigo solamente. Est sentado bajo el espejo, que, ahora que la luz est muriendo, se ha convertido en un agujero oscuro en la habitacin. Tengo que confesar que no lo esperaba tan pronto. Pero los hombres que van a realizar un largo viaje a menudo buscan consuelo antes de partir. Se levanta rpidamente para saludarme, lo cual lo hace demasiado alto, pero es un gesto bastante amable, porque, creedme, no todos los clientes se molestan. Vislumbro nuestra imagen conjunta en el resplandeciente cristal, una vara de juda y un enano, pero ahora ya estoy preparado para la visin de m mismo. Signore Lelio, sois bienvenido. Cmo os fue en vuestra reunin? Fue bien. El barco est listo. Zarpamos pasado maana. Hacia las Indias. Pasado maana. Tan pronto? Por favor... sentaos. Y lo hace. Pero sus piernas siguen rgidas. Sus nervios son palpables. Si ha venido para una cita, s que no habr lugar para l. Pero fue amable conmigo en una ocasin a su manera, y es trabajo mo ofrecerle la misma atencin que a cualquier hombre con una bolsa y un apetito. Es vuestra primera vez? A las Indias, quiero decir? Ah... s, no. Fui al este hace un ao. Alepo y Damasco. Pero a los mercados. No a las montaas. As que no habis visto los sitios de donde proceden las gemas? No. Todava no. Sonre, porque lo recuerda todo tan bien como yo. Pero esta vez, Dios mediante, lo har. La habitacin est ms oscura ahora. Gabriella llama a la puerta y entra con una vela. Cuando se mueve en torno nuestro, brota una cascada de llamas de la vela que empieza a danzar en el espejo. Nos traers un poco de vino, Gabriella? Tomaris algo de beber? Oh, no, no! Mueve la cabeza. Quiero decir... No puedo quedarme... Y sus ojos miran a un lado y a otro nerviosamente. No os preocupis, signore Lelio digo amablemente cuando Gabriella se va. Nuestro negocio es tan discreto como lo fue el vuestro antao. Pero no se sosiega. Yo... bueno... Mira a su alrededor. Es una casa elegante. No esperaba... Tanta riqueza? Sonro, y me encuentro otra vez por un momento en una srdida habitacin mientras su padre aparta la lupa de nuestro rub y en sus ojos veo cmo desaparece nuestro futuro. Aun ahora, el recuerdo se me clava. Somos afortunados. Aunque todo lo que veis aqu fue antao propiedad de otra persona. Y sin duda volver a serlo. Creo que vuestra familia recordara nuestro trato bastante bien. Cmo est vuestro padre, a propsito? l vacila. Muri hace unos aos. Quiero preguntarle si esto fue antes o despus de su conversin, pero parece una pregunta demasiado cruel. Aunque no es nada inslito que los judos adopten la fe cristiana, las nicas historias que he odo son de mujeres jvenes desgraciadas en el amor o tentadas por una gruesa dote de la Iglesia, deseosa de promover la verdadera fe. El que un hombre adulto abandone sera una traicin mucho mayor a la comunidad. Lo siento por vuestra prdida. Arregl sus asuntos con el Estado? Se encoge de hombros. El contrato fue renovado. Slo cambi el precio. Pero estas negociaciones son interminables. Como lo es el debate sobre los judos. Lo podis or en las tabernas y en el Rialto diariamente: estn aquellos que creen que el diablo reside en los bajos vientres judos y que la usura contamina el alma de cualquier cristiano que acepte su dinero; luego los comerciantes, para quienes el pragmatismo es una virtud, y que necesitan bolsas judas para mantener su negocio a fote. Pienso que todo veneciano tiene un poquito de ambos en l, aunque el comerciante tiene la voz ms fuerte estos das, y, mientras Venecia viva gracias a sus barcos, todo el mundo lo sabe, de una manera u otra, los judos permanecern. Con la muerte de su padre, l hubiera sido uno de sus mayores, responsable de negociar el futuro de su comunidad. Puedo preguntaros algo? Me mira, sabe cul va a ser la pregunta. Queris saber qu me hizo convertirme? Me mira fjamente un momento, y luego baja los ojos. Descubr a Jess en mi corazn dice quedamente. Asiento y mantengo la mirada grave. Me paso la vida ganando dinero con los pecados de la carne. Una mentira de vez en cuando es un asunto bastante pequeo para m. Pero a l parece preocuparle ms. Quiero decir... es... es difcil... hablar de ello. Siempre... yo siempre... Bueno, el gueto es muy pequeo. Mueve la cabeza de un lado a otro. Y el mundo es muy grande. Creo que siempre he estado mirando por la ventana. Incluso cuando era un nio pequeo. Sois afortunado digo suavemente. Yo nunca pude ver desde esa altura. Debis saber que no me avergenzo de m dice, y su voz es frme ahora. Pese a todos sus nervios, tiene ms confanza en s mismo ahora que aquel joven de triste mirada y antiparras. Un hombre debe seguir su camino. Mi negocio aporta dinero a Venecia. Pago mis impuestos y obedezco las leyes del Estado tan bien como cualquiera. Soy un hombre respetable. Estoy seguro de ello. Ms de lo que yo lo ser jams, desde luego. Tengo recuerdos... de vuestras visitas a nuestra tienda. Os mostrasteis siempre muy educado conmigo. Me estabais dando dinero. No hubiera sido muy apropiado ofenderos. Esa consideracin no infua en la mayora de las personas. Hace una pausa. La ltima vez que nos vimos... Me refero, el libro que me trajisteis. Encontrasteis a alguien que lo aceptara? Qu libro? digo con calma. No hubo ningn libro. se fue mi error. Entiendo. Sonre. No necesitis preocuparos. No le he hablado a nadie de ello. Se produce un silencio. Aunque debo decir que he pensado en ello a veces... Como he dicho, el mundo de donde procedo era muy pequeo. Me pregunto cunto rato le llevar soltarlo. Podra ayudarlo si quisiera. Sabe Dios que, a primera vista, no es el nico hombre para quien Las posturas hubieran resultado sorprendentes. Con todo, una vez que hubieran visto su interior, nunca se habran vuelto a sorprender. se era su poder. Nuestro poder. Habamos tenido, l y yo, ms cosas en comn de las que yo me daba cuenta: ambos nos ganbamos la vida comerciando con lo prohibido. El sexo y la usura. Cun inteligente por parte del Estado mantenerse puro cediendo la provisin de los pecados a los ya condenados. Debo deciros, signore Lelio..., que mi ama no est aqu en estos momentos digo. De manera que no puedo presentaros, y yo... No, no... No lo entendis. No vine aqu por ella... Quiero decir... por eso. Est de pie nuevamente ahora. Vine porque... porque tengo algo que debo deciros. Algo que me ha estado pesando en la mente durante mucho tiempo. Cuando os vi esta maana... bueno... Mueve negativamente la cabeza y hace una inspiracin. Mirad, s lo de vuestra joya. Aquella que os robaron. Ahora me corresponde a m mirarle fjamente. El rub... sabis algo de nuestro rub? Bueno, yo... desde luego, no puedo estar absolutamente seguro de que se trate del vuestro, pero es del mismo tamao y el mismo corte, perfecto, hasta el mismo fuego de su centro. Lo visteis? Dnde? Qu pas? Alguien vino a m. Deseando empearlo. Una mujer... Vieja... fea, no? No, no. Era bastante joven. Qu aspecto tena? Y por un segundo, el blanco rostro soador de La Draga se alza ante m. Cojeaba? Era ciega? No. No. Recuerdo que no cojeaba y era... No lo s... un rostro bastante dulce. Quiero decir, llevaba la cabeza cubierta por un chal, de modo que no pude ver mucho. Pero... Estaba sola? No lo s. Slo la vi a ella. Qu ocurri? Me dijo que el rub proceda de un dije de su seora. Una joya de familia. Pero que su ama necesitaba el dinero para pagar algunas deudas privadas por un tiempo. No poda venir por s misma por miedo a que la reconocieran en la calle, de modo que haba mandado a su doncella en su lugar. La aceptasteis? No era norma nuestra aceptar mercanca robada. Hace una pausa. Pero era una piedra muy bella. Perfecta toda ella hasta su mismo centro. Cualquiera la hubiera comprado. Y cunto pagasteis por ella? Trescientos, quizs trescientos cincuenta ducados. Yo haba tenido razn. Una pequea fortuna. La amargura vuelve a fotar a mi boca, como la bilis. Qu no hubiramos podido hacer con todo ese dinero entonces? Cundo pas esto? Vacila. Fue aquella ltima tarde. Cuando vinisteis a verme con el libro. La ltima tarde? Suspira. S. Despus de que os marchasteis, yo me dispona a cerrar la tienda para poder dedicarme a vuestro candado cuando alguien llam a la campanilla. Era ella. Y me encuentro otra vez caminando por calles envueltas en la niebla, la gente penetrando y saliendo de la bruma como fantasmas, el temor de la pobreza rodendome por todas partes. Por supuesto, tan pronto como la vi pens en vos. Le dije a ella que aceptara la joya, pero que necesitaba comprobarla con mi padre primero porque su importe era grande. Le ped que volviera despus de haber cerrado, y le dije que haramos el trato entonces. Iba a llamaros cuando regresasteis. Pero entonces, despus de que ella se hubo ido, abr el libro y... bueno... quiero decir, no haba visto nada parecido en mi vida... Eso es porque no haba existido nada parecido nunca digo rpidamente . As que, qu pas cuando ella volvi? Lo ignoro. Mueve negativamente la cabeza. Cerr la tienda antes de que ella regresara. Nunca la volv a ver, ni a ella ni a la piedra. Ambos permanecemos sentados un momento en silencio, y me encuentro preguntndome si su antigua fe hubiera explicado el carcter caprichoso del destino mejor que esta nueva. Qu ms podis decirme sobre ella? Recordis algo ms? Lo siento... Hace una pausa. Fue hace mucho. * * * Despus de que se marcha, me siento y contemplo la llegada de la noche. Hace mucho que dej de buscar a Meragosa. En vez de ello, he utilizado nuestro xito como una especie de blsamo para la herida que ella dej en m. En mi mente, he decidido que est muerta desde hace mucho tiempo; la he matado con la sflis o un ataque de la peste; los restos de sus robados lujos no la pudieron defender contra las enfermedades del pecado. Pero con la historia del judo, el dolor de su robo vuelve a penetrar en mis carnes tan agudamente como un cuchillo. Desde luego, ella nunca hubiera llevado la piedra por s misma a un prestamista. No era tan estpida. Aunque yo haba procurado mantener en secreto mis contactos en el gueto, ella seguramente conoca bastante bien a los que ofrecan buenos precios. En vez de ir personalmente, habra enviado a otra persona. Por lo que yo s, Meragosa era una mujer que careca de pasado o de familia. En todo el tiempo que vivimos juntos, nunca habl con, o acerca de, otra alma viviente, salvo de algunas de las otras brujas del mercado. De manera que aqulla deba de haber sido una cmplice elegida para el momento; una joven, bastante bonita para atraer la mirada del judo al que tena que contar el cuento, y la cual, sin duda, habra sacado una pequea tajada por sus esfuerzos y sus mentiras. Trescientos cincuenta ducados. Tena razn. Fue hace mucho, y, tal como decretara el destino, las cosas haban salido bastante bien aun sin ellos. Realmente, se podra afrmar incluso que eso haba sido la causa de nuestra carrera: el hallazgo del libro, la relacin con Aretino, el pacto, la noche, nuestro xito actual. Pero eso no me aplaca la ira cuando pienso en el momento, cuando vuelvo a ver su habitacin abierta y vaca y leo el horror en el rostro de mi ama. Si Meragosa hubiera de regresar a nuestra vida ahora... No veo el momento de hablar a mi ama de ello. Pero Fiammetta no regresa a tiempo para la cena. Quizs estn celebrando el fnal de la pintura, o el olor del cerdo era demasiado suculento para perdrselo. O quizs necesita mostrar ms su disgusto conmigo. Sea cual sea la razn, a medianoche an no hay signos de ella, y fnalmente me retiro a dormir. * * * Mis sueos estn llenos de piedras preciosas que caen de mis dedos a la malsana agua del canal y se hunden en el barro pestilente. Me despierto de pronto, aunque todava es oscuro, y me lleva un momento darme cuenta del sonido; un grito de alguna especie... voces, que suben de volumen y luego se amortiguan. Nuestra casa est lo bastante cerca del Gran Canal y los juerguistas usan esta va como atajo para ir a su casa a veces. Mi ventana da sobre el agua, con una vista de nuestro muelle, de manera que puedo observar el trfco de galanes. Me encaramo al taburete y abro el pestillo. Pero el desembarcadero est vaco. Ni siquiera nuestra gndola est all. Mi ama debe de haberse quedado a pasar la noche en casa de Tiziano. Estoy a medio camino de mi cama cuando el ruido vuelve. Una voz, o unas voces. Dentro de la casa. Los primeros das, antes de que nuestro hogar fuera tan seguro como lo es ahora, mi inventario haba detectado una pequea fuga de los suministros de la cocina. La rata que Mauro y yo encontramos en mitad de la noche llevaba el uniforme de nuestro barquero y transportaba un saco. Se fue de casa por el agua, pero sin embarcacin. Abro la puerta y me dirijo al desembarcadero para seguir mejor el sonido. Por un momento hay slo silencio. Luego lo vuelvo a or, ms suave que antes, casi un murmullo, como si quienquiera que est hablando fuera consciente de que otros estarn durmiendo al lado. Y ahora lo localizo exactamente. Procede de la habitacin de mi ama. Pero cmo? Si ella ha trado alguien de la casa de Tiziano, dnde est su transporte? O el de l? Piso cuidadosamente. Conozco cada paso y tabla crujiente en el trayecto entre su habitacin y la ma. Aunque nunca la he espiado, hay momentos en que la msica de la pasin contiene en su seno notas violentas, y, especialmente con clientes de primera vez, es mejor estar en guardia. Pero no hay nada en las voces que me alarme. Qu estoy pensando mientras permanezco all junto a la puerta? Que la estoy ayudando a salvarse de ella misma? No. No pienso eso. Pongo mis dedos cuidadosamente sobre el pomo. Es una regla de la casa el que no haya cerraduras. De nuevo, seguridad por encima de intimidad. Si me equivoco, entonces sufrir las consecuencias. Si soy lo sufcientemente silencioso, l quienquiera que sea podra no llegar a enterarse. Giro el pomo lentamente hasta que siento, ms que oigo, que cede. La puerta se abre un poco, y luego un poco ms. La rendija es sufciente para permitirme la visin que necesito, porque la cama est situada justo a la izquierda, con sus grandes columnas de nogal esculpidas que llegan hasta el techo. Para los vergonzosos, hay unas cortinas que pueden correrse a su alrededor, porque hay siempre algunos hombres que tratan de regresar a la seguridad del tero, tanto dentro como fuera. Pero este hombre, esta noche, no las necesita. Est demasiado embriagado por el proceso de crecer. La habitacin est iluminada por dos velas, su resplandor del color de la miel, la luz que arrojan danzando en la oscuridad. Tiziano no podra haber iluminado mejor la escena. La cama es una tormenta de colchas y sbanas: mi ama est sentada en el borde. l se encuentra de rodillas a sus pies, desnudo, sus brazos rodendole la cintura. La luz de la vela moldea la lnea de sus muslos, sus nalgas y parte inferior de la espalda, la piel brillando por el sudor, los msculos ondulados y nervudos, un joven guerrero captado en el fuego de la perfeccin. Pero mi ama no lo est mirando; se ha saciado ya de su perfecta belleza. En vez de ello est doblada sobre l, su cuerpo descansando sobre la espalda del joven, su cabeza baja y su gran torrente de cabello extendido sobre la piel del joven como una capa. Estn completamente inmviles. Carne con carne, belleza con belleza. Es una imagen ms impactante que cualquiera que la lasciva pluma de Giulio Romano pudiera evocar. Porque esto no es la cruda excitacin del acto. Ms bien es su secuela, el gozoso agotamiento que invade cuando el cuerpo se ha saciado, cuando deseo y hambre estn satisfechos y te sientes acogido, completo, t mismo, y a la vez como si te hubiesen abandonado. Es el instante en que los amantes se sienten casi como si hubieran detenido el tiempo con su pasin. Y todo aquel que no forma parte es arrojado a los fros yermos del anhelo. Cierro la puerta silenciosamente y regreso a mi habitacin. Y espero, dando la vuelta al reloj de arena, primero de un lado, luego del otro. La breve punzada de dolor en mis pulmones se enciende en un fuego de ira. La escena que acabo de contemplar tal vez sea lo ms cerca que el hombre llega a Dios en la tierra, pero no es la obra de una cortesana honesta. El verdadero sentido de nuestro negocio es que las cortesanas reciban un pago por dar placer y fngir que lo reciben. En cuanto el fngimiento desaparece, todo el edifcio se derrumba. Porque entonces casi es el dinero el que se convierte en pecado, ms que el acto. En estos ltimos aos, hemos recuperado todo lo que perdimos en Roma. Estamos seguros aqu. Realmente, estamos satisfechos... Lo cual, si bien se piensa, es un estado peligroso en la vida, porque siempre es en el jardn perfecto donde se desliza la serpiente, en su camino hacia las ramas del manzano. Ahora, al parecer, hay una serpiente en nuestro csped. CAPTULO 22 Pero no todo est perdido an. Espero hasta que ella se levanta. Tenemos un ritual para las maanas. Yo me levanto justo despus del alba, para ir al mercado. Ella se despierta tarde porque el suyo es un trabajo nocturno, y llama primero a Gabriella, la cual la ayuda a lavarse y vestirse antes de traerle los panes tiernos y el dulce vino aguado, que ella se bebe mientras se sienta en su silla contemplando el agua. Entonces yo me uno a ella, y repasamos juntos los compromisos del da y todo lo que conviene que yo sepa sobre la noche anterior. Aunque todos y cada uno de los pretendientes tienen su tiempo y necesidades asignados, de lo cual yo tengo noticia con antelacin, de vez en cuando se presenta una ocasin en que un cliente regular nuestro cuervo en particular podra pactar un acuerdo separado con ella o simplemente hacer una visita corta con la esperanza de un favor: porque existe cierta emocin en fngir que su relacin es de placer espontneo tanto como de negocio habitual. Pero si eso ocurre, ella tiene una mente como una trampa de acero cuando se trata de sealar cundo y por cunto tiempo, de manera que yo sabr qu cantidad escribir al lado de sus nombres. As funciona. Ella y yo en sociedad, cada uno de los hombres tratado igualmente segn sus medios: porque ambos somos expertos en el arte del malabarismo, mantener todas las bolas movindose en el aire con igual precisin y gracia. Que ella tiene problemas con el mocoso est bastante claro para cualquiera que tenga ojos. Pero no ha conseguido todo su xito mostrndose imprudente. Fue preparada para tener buen juicio tambin, y podemos salvarnos, si ella lo utiliza. Poco despus del medioda me llama. Cuando entro, Fiammetta est en la silla, con un cuenco de pasta blanca y un espejo de maquillar ante ella, aplicndose una mascarilla al rostro, aunque ste no es el da en que toca este tratamiento. Buenos das, Bucino. Me lanza una mirada, sonriendo, la voz ligera, el nimo evidentemente elevado pese a que me consta que va con sueo atrasado. Cmo estuvo el mercado? Dej que Mauro fuera solo. Me acost tarde esperndote. Oh, lo siento. Le ped a Tiziano que enviara un mensaje. No te lleg? Me hizo posar durante tanto rato que era ms fcil quedarme a cenar. Vino Aretino. Ah! Se mostr muy rudo con el cuadro. Deberas haberlo odo. Me acus incluso de darme placer a m misma con la mano mientras yaca all. Imagnate! Te lo aseguro, se ha cansado de parecer bueno, y ha regresado a sus viejos modales. Fuiste t quien me dijo que est escribiendo cosas escandalosas otra vez? Le pregunt sobre ello, pero no quiso hablar. Sin embargo, por debajo, s que aprob el cuadro, porque le gusta casi todo lo que hace Tiziano. Pero t eres un juez ms honrado que cualquiera de ellos. Qu piensas? Pienso que es una vergenza que no nos podamos permitir comprarlo digo, manteniendo un tono tan despreocupado como el suyo. Lo colgaramos en la pared opuesta al nuevo espejo y cobraramos una tarifa variable. Tanto por una hora en compaa de la mujer real; otro tanto si es la pintada. Ella lanza un bufdo de sorpresa. Oh, Bucino, no me hagas rer. Ya sabes que no debo mover la cara demasiado mientras la pomada se seca. Y por qu tanto cuidado con la cara? O me he equivocado de da? Ella se encoge de hombros. Qu solas decirme? En nuestro negocio jams hay demasiada belleza. Mira, escucho todo lo que me dices. S digo yo. A qu hora llegaste a casa? Oh, tarde... Deban de ser las dos o las tres, creo. Te trajo de vuelta Marcello, no? Pues s. Y dnde est ahora? No haba ninguna embarcacin esta maana. Bueno... ah, s. Haba estado esperando tanto rato, pobrecito, que le dej libre el resto de la noche. Pues claro... No hubiera sido conveniente tenerlo all cuando la otra barca lleg. Me espero. Si va a decrmelo, ser ahora. Ah, a propsito, Bucino... tengo que hacer una confesin. Foscari me visit anoche... S que te enfadars, pero era tarde y en mi tiempo libre, y estoy segura de que pagar cuando le llegue su pensin. As de fcil. Pero ella sigue aplicando la pomada, su rostro desapareciendo tras la blancura de porcelana de una mscara de carnaval. Pronto no quedar espacio para ninguna expresin. Dormiste bien? Mmm. Te quedaras sorprendido de lo agotador que resulta yacer apoyado en una cama mirando a la lejana durante tanto rato. Estoy seguro de ello. Se inicia una pausa, que dura bastante. Tenemos tanto de qu hablar, ella y yo. No slo de esto, sino de la visita del judo. Ella necesita enterarse de lo de la gema y la joven, y de cmo estuvimos a punto de atraparla hace tantos aos. De eso est hecha nuestra historia juntos. Pero si ella ahora tiene secretos para m, yo los tendr para ella. Me siento extrao: como si hubiera entrado en una habitacin de la que acabo de salir, slo para descubrir que los muebles han sido dispuestos de tal forma que no puedo orientarme, ni comprender cmo ha podido ocurrir eso tan deprisa. Me encuentro pensando otra vez en el jardn de Tiziano ayer, cuando la mirada de Fiammetta se deslizaba de m hacia el jazmn. Entonces veo su cara en el cuadro. Las cortesanas piensan lo que uno desea que piensen. se es su trabajo. Ella, al igual que yo, es una experta mentirosa. Hasta sus gemidos son falsos. Generalmente. As es como se gana la vida. Nuestra vida. Ests bien, Bucino? Yo? Y por qu no iba a estarlo? No lo s. Pareces, bueno, tan taciturno estos das. Estoy ocupado. El negocio me lleva un montn de tiempo. Lo s. Y no hay nadie que lo lleve tan bien como t. Pero vale la pena, no? Quiero decir, va bastante bien, no? Me lo diras en caso contrario, verdad? S, va bastante bien. Por todo mi alrededor oigo los susurros. Aunque, seguramente, si descubres la serpiente en el momento en que se desliza en el Paraso, podras evitar que llegara hasta el rbol. Fiammetta. Hago una pausa. S que alguien te visit anoche. Qu? Levanta la cabeza... la mscara se ha endurecido, de manera que el nico trocito de su rostro que reacciona son sus ojos. Y son agudos como lascas de piedra. Hago una inspiracin. S que Foscari estuvo aqu. Y cmo lo sabes? Y hay pnico en su voz. Por Dios, me has estado espiando? No. No. No dorma bien. Y me despert al or el ruido de su embarcacin marchndose. Me mira fjamente como para comprobar si estoy diciendo la verdad. Pero yo puedo mentir tan bien como ella cuando hace falta. No nos convertimos en socios en este juego por accidente. Ella hace un gesto impaciente con la mano, porque es obvio que, ahora que ha sido descubierta, no puede seguir mintiendo. No fue nada. Quiero decir, l... simplemente se detuvo de camino a su casa para darme algo. Un regalo. Cun generoso. Lo recibiste echada en la cama? Ah! Y a quin le importa si lo hice? A m digo. Porque me debe dinero. Oh! Es a ti a quien debe el dinero ahora. No a m. Bueno, entonces lamento decepcionarte, pero vino solamente a traerme un poema. Un poema? Y ella frunce el ceo ante la debilidad de su propia mentira. Yo muevo la cabeza negativamente. Qu! Dice en l lo mucho que te ama? Bucino! Es joven y est esclavizado por la emocin. Ya sabes cmo es eso. No, no lo s. Y si lo supiera, sa no es la cuestin. Tenemos un acuerdo. Si viene un hombre que no est programado, me lo dices. Intent hacerlo. Ayer te dije... que a Foscari le gustara verme. No ocupaba el tiempo de nadie. Loredan haba cancelado. Yo estaba libre. Pero t fuiste el que no quiso saber nada. No es as como fue, Fiammetta, y lo sabes. Rechazaste a Alberini, y quedamos de acuerdo en que Foscari no te visitara porque no tena dinero. Ah! Entonces pagar ms tarde. Por el amor de Dios. No iremos a la bancarrota por eso. Qu quieres de m, Bucino? Y est irritada ahora, de modo que la cara se le mueve a pesar de la mscara, y trocitos de pasta blanca se desprenden y caen. No tenemos bastante para ir al mercado? Hay escasez de clientes? Me caen los pechos, o bebo demasiado vino? Escatimo mi tiempo? Se marcha alguien de aqu insatisfecho? As que... decido ver un cliente durante una hora ms o menos y no decrtelo porque te pondras de mal humor. No es as como funciona digo con calma pero no sin ira, porque la imagen de ellos dos abrazados me roza como un cilicio en la mente. Sabes tan bien como yo el mensaje que envas fuera cuando empiezas a regalar. Es el comienzo del fn de tu reputacin. Y cmo lo va a saber nadie? Quin se lo dir? T? Yo? l? Nuestros criados? Creo que les pagamos bastante bien. No importa quin. El rumor es como el aire. Lo sabes perfectamente. Est en ninguna parte y en todas partes, sin que nadie parezca esparcirlo. Trato nuevamente de mantener mi tono frme, pero no estoy seguro de tener xito. l es un cliente, Fiammetta. T eres una cortesana. stas son las reglas por las que funcionamos. Las que aceptamos cumplir juntos. Entonces quizs debamos cambiarlas. Porque, te lo aseguro, esto me resulta insoportable. Reglas, cuentas, convenios... No hablas de otra cosa estos das. No hemos trabajado tan duramente durante tanto tiempo para que todo se vuelva tan... oh, no s... tan aburrido. Aburrido? De veras? Lo encuentras aburrido. Llevar los mejores vestidos, comer tajadas de carne asada en platos de plata, vivir en una casa donde sabes que es el nuevo da porque puedes ver la luz del sol, y no porque te duelen las tripas por el hambre de ayer? Tan fcilmente se olvida eso? Ella me mira fjamente, y sus ojos brillan por un instante en su enjalbegada cara. Eres un hombre bueno, Bucino, pero hay algunas cosas que no comprendes dice, y su voz es casi hosca. Tengo la respuesta en la punta de la lengua, pero suena un golpecito en la puerta, que luego se abre ligeramente para mostrar la cara de Gabriella en la rendija. Qu pasa? Percibo la ira en mi voz. Todos la percibimos. Yo... Es slo... Bueno, La Draga est esperando, mi ama. Dice que lamenta no haber podido venir ms temprano, pero que la necesitaban en otra parte. Ah... s tartamudea Fiammetta. Que... que se espere en el portego. Dile que no tardar mucho. La puerta se cierra, y nos volvemos a enfrentar los dos. Ests enferma? Ella se encoge de hombros. Un ligero caso de comezn, eso es todo. E incluso su voz suena diferente ahora, pillada entre el rigor mortis de la mscara y su propia insinceridad. Un ligero caso de comezn. Bueno, en cierto modo lo es. Sin duda La Draga tendra la respuesta para ello. La Draga, cuya presencia en la casa, al parecer, est ahora programada para coincidir con lo que debera haber sido mi ausencia en el mercado. Qu tesoros podra llevar hoy en su bolsa para mi ama? Un blsamo de hierbas mezclado con agua bendita quizs, para que lo unte en sus labios, para prepararse para el primer beso? Una hostia consagrada, con el nombre de mi ama inscrito en ella, para ser disuelta en la sopa del amado? Existe un comercio bastante vivo de tales objetos sagrados en la ciudad estos das. Aunque pueda revolverles el estmago a los hombres orlo, lo cierto es que la mayor parte de las mujeres y las cortesanas son las mayores pecadoras en esto estn tan esclavizadas por el negocio del amor que emplearn cualquier cosa, sagrada o profana, para capturar y retener el deseo de un hombre. Con bastante frecuencia, las mujeres se lo toman a la ligera, ms como un complemento de la belleza que como magia. Se engaan a s mismas, desde luego, porque rpidamente se convierte en su adiccin: una vez que crees que un hombre est ligado a ti a causa de los hechizos ms que por tus encantos naturales, te vuelves tan esclava de las pociones como l pueda estarlo de ti. En Roma haba cortesanas famosas que gastaban tanto en sus boticarios de hechizos como en sus modistas. Fiammetta Bianchini, sin embargo, nunca haba sido una de ellas. Nunca haba necesitado serlo. Hasta ahora, al menos por lo que yo s. Pero, bueno, parece que estn ocurriendo muchas cosas en la casa que yo ignoro. As que, dime, Fiammetta, qu piensas que dira tu madre de todo esto? Mi madre? La pregunta la pilla por sorpresa, y observo que lucha con ella, porque en las ltimas semanas no es slo mi voz la que ha borrado de su cabeza. Creo que ella... Creo que vera lo que t ves, pero... pero... Tambin pienso que lo entendera mejor. Lo crees? Pues dime. Mira, no es lo que piensas, Bucino. No soy estpida. Hoy puedo ver tan bien como poda ver ayer. Y como podr ver maana. Su voz es ms tranquila ahora, aunque sigue sin poder sostenerme la mirada, lo cual, por lo que a m se refere, es una verdad ms profunda de lo que puedan decir las palabras. Pero a veces, slo a veces... Necesito... Oh, no lo s... un poco... de alegra. Un poco de dulzura junto con toda la carne abotargada y los eructos. Y Vittorio Foscari es dulce. Es dulce y joven y fresco y, s, lleno de alegra. No babea en su copa de vino, ni se cae dormido sobre su plato, o incluso encima de mi cuerpo. Me hace rer. Me hace sentirme... No lo s... como una muchacha otra vez. Lo cual es algo que me parece que mi madre comprendera bastante bien. Y hay una pizca de amargura en su voz cuando lo dice. Oh, cmo podra explicrtelo? El hecho es que no es como los dems. No me trata como si fuera mi dueo. Lo s, lo s... T piensas que eso es porque no siempre paga, pero no es eso. Cuando est conmigo, se siente casi ebrio del placer de la vida. Para l... bueno, para l yo soy la cosa ms hermosa que jams ha visto. l no me sac de un libro, o supo de m a travs de las sucias historias de otro hombre, o me compar con Julia Lombardino o cualquiera de las otras putas de la ciudad. Para l, yo soy yo. Slo yo. Y s, s, me ama por ello. Y se queda sin aliento incluso mientras dice esto. Dios nos ayude. Oh, dulce Jess. Si piensas eso, entonces eres an ms estpida que l, Fiammetta. Tienes (cuntos?) casi treinta aos. Mientras que l es un muchacho, de apenas diecisiete. T eres simplemente la primera. Eso no es cierto. Yo soy simplemente la mejor. Y esta vez yo me ro con fuerza. Bueno, si eres la mejor, entonces por qu necesitas que La Draga te ayude? Eh? Qu es lo que ha planeado para ti hoy? Aadir algunos conjuros al vino? Cmo lo hace? Con este hechizo ato tu cabeza, tu corazn y tu falo, de modo que me ames slo a m... Cmo te atreves! Se ha puesto de pie ahora, mientras una gran ducha de polvo blanco cae como nieve a su alrededor. Cmo te atreves a rerte de m. Ah... mira lo que has hecho. Gabriella! grita con fuerza, apartndose de m. An est gritando cuando salgo de la habitacin. CAPTULO 23 Camino taconeando tan fuerte por el corredor y a travs del portego que me duelen las piernas. La Draga est esperando en el centro de la habitacin, con su bolsa en la mano, a medio camino entre el espejo y la loggia. Gira en redondo casi antes de que yo entre, su rostro iluminado por la alarma, como si hubiera notado la furia en mis pasos. Quin est ah? Observo que levanta las manos en un gesto de proteccin. Sus ojos estn cerrados hoy, de manera que casi parece una sonmbula, o alguna santa en plegaria. Ja! Soy slo el ama de casa cabeza de huevo digo alzando la voz. El que paga las facturas pero se mantiene en la oscuridad. Bucino? Qu ha pasado? Algo va mal? T me dirs. Qu ests haciendo aqu? ste no es tu da de visita. Ni ayer tampoco. Yo... em. He venido a ver a Fiammetta. Lo s. Y s lo que la hace sufrir tambin. Como t, pienso. Qu quieres decir? Quiero decir que est haciendo un espectculo de s misma, retozando con ese lloriqueante mocoso, y t la ests ayudando. Ah! S... ah! De manera que qu es lo que llevas en la bolsa para ella hoy? La Draga mueve la cabeza bruscamente, con ese rpido e instintivo gesto que yo asocio con un ataque as como con la defensa. Dios mo, hace falta tan poco para devolvernos al pasado otra vez. Alguna mezcla de vino sagrado y sangre menstrual para hacer que el corazn del joven lata ms deprisa, quizs? Oh! Y para sorpresa ma, su risa se oye por toda la habitacin. Oh, me halagas demasiado, Bucino. Si fuera capaz de cambiar tan fcilmente cmo sienten las personas, habra deslizado algo en tu vino hace mucho tiempo. Y, pese a m mismo, su respuesta me deja cortado. El hecho es que, hoy en da, cuando vocifero, la gente me presta atencin, porque yo administro esta casa ahora, y, aunque quizs sea pequeo, tengo agresividad cuando hace falta. Pero no es su caso. Ella nunca ha temblado ante m, o si lo ha hecho fue siempre para devolver luego el golpe. De modo que qu ests haciendo exactamente por ella? Porque est enferma de amor, no hay duda. Lo s igual que t. Y tambin s que es una enfermedad ms rebelde que otras, porque hace que el que la sufre se sienta mejor en vez de sentirse peor. No ayudas nada mostrndote spero con ella. Quizs deberas dejarla disfrutar un poco de la felicidad. Felicidad! Parece que todo el mundo est enloquecido hoy. sta es la casa de una cortesana. Estamos aqu para vender sexo a los hombres, no felicidad a nosotros mismos. En cuanto ella empieza a poner su placer por encima del de ellos, es el principio del fn. Conozco este negocio. Y qu te hace pensar que yo no? La miro fjamente. Bueno, si es as, entonces dselo. Pralo ahora. Antes de que la arruine. Una vez me dijiste que nosotros dos tenamos su bienestar como nuestro objetivo. Recuerdas? As que preocpate por ella ahora. Haz que recupere el juicio. No es tan sencillo como eso... Oh, vaya! Entonces maldita seas, eso es lo que digo. Porque t eres el problema tanto como ella. Doy media vuelta y salgo de la habitacin. Puedo sentir sus ojos sin vista atravesndome la espalda y las nalgas mientras me voy. Sin duda la prxima vez que me duelan las pelotas pensar aterrorizado que ella tiene una efgie ma de cera en un cascanueces. Te dan gato por liebre. Juro que eso es la mitad del secreto con las mujeres como ella: cuanto ms crees en su poder, ms funciona. * * * En la calle me dirijo al Gran Canal y cruzo por el Rialto. El da es fragante, glorioso, el cielo es de un azul brillante, intenso, como si Tiziano hubiera cogido un gran pincel y lo hubiera pasado por el horizonte. No tengo ni idea de adonde voy, pero voy de todos modos, caminando deprisa, como si al mover frenticamente mis patizambas piernecillas pudiera dejar atrs la agitacin de mi cabeza. Estpida. Fiammetta Bianchini es estpida: como el dueo de una taberna que se emborracha con su propio vino, o el jugador que pierde las ganancias de la noche apostando por una mano con una baraja que sabe que est arreglada en su contra. La ciudad est viva con la primavera y la febre del festival. Hay gente por todas partes. Rodeo la parte superior de la piazza, llena de ruido con los preparativos para la gran feria comercial de la Ascensin media Europa estar comprando aqu dentro de una semana, y me sumerjo en las enmaraadas calles y canales que corren paralelamente a los grandes muelles del sur. Me estoy moviendo apoyado slo en los sentidos animales... Es la primera ruta a travs de la ciudad que me aprend, y puedo hacerla en sueos. La hago con los ojos cerrados. Ciego. Maldita sea La Draga tambin. Estpido. Yo, Bucino Teodoldi, soy un estpido: porque aunque puedo descubrir la prdida de un gramo de azcar en las cuentas domsticas de una semana, o averiguar el descuento de un centenar de metros de seda antes de que el comerciante haya hecho la suma, no he sido capaz de ver lo que estaba directamente ante mis ojos. Maldito sea yo tambin. Paso por el norte del gran convento de San Zaccaria, donde las ms nobles familias venecianas almacenan barcazas enteras de hijas vrgenes, ignorantes del rumor de que sus paredes tienen tantos agujeros como un colador y que son las monjas mismas las que han estado quitando los ladrillos. Hombres y mujeres. Como abejas al polen. Como moscas a la mierda. Un mordisco en la manzana y el gusano est en todas partes. Aretino tena razn. Estamos condenados a la lascivia. El resto es simple negocio. Demasiado tarde ahora. Estpida. Es estpida: haber llegado tan lejos y hecho tanto para arriesgarlo apostndolo ahora todo para ganar tan poco. A la vuelta de cada esquina, las calles estn ms abarrotadas. El trfco va en un solo sentido, y yo voy con l, empujado a medida que el paso se acelera. Me desplazo por otro fondamenta, esta vez ms estrecho an que el ltimo, de modo que tengo que mantenerme junto a la pared para evitar que me empujen hacia el agua. Quiero detenerme y descansar, pero la presin es tal que debo seguir movindome, como parte de un banco de peces que se precipitan todos juntos corriente arriba. Estpido. Soy un estpido: he estado tan ocupado pavonendome de nuestro xito que me he confado y dejado que ocurriera. Bueno, al menos s lo que est sucediendo ahora. Al menos s lo que est sucediendo ahora. Hasta el canal est atiborrado, una masa de gndolas y barcazas movindose todas juntas, tantas que sus golpes de remo estn casi sincronizados con el movimiento de la marea. Todo el mundo se dirige hacia el este, hacia el Arsenal, donde viven los obreros de los astilleros y los que hacen las cuerdas y las velas. Y su propsito es el caos. En un puente u otro, un centenar de hombres estarn pronto golpendose mutuamente hasta reducirse a pulpa para conquistar un pie cuadrado de espacio en el medio. Tras haber perdido la batalla por el Ponte dei Pugni hace dos das, los hombres de Nicolotti tienen intencin de vengarse, llevando la lucha al territorio enemigo, con una oleada de venecianos leales siguiendo su estela. Porque las noticias de una batalla de puente en Venecia viajan ms deprisa que el agua. Ms deprisa que la enfermedad. Y yo formo ahora parte del contagio. Por qu no? La locura encaja con mi estado de nimo. A fn de cuentas, hasta La Draga reconoce que mi ama est enferma. Ha contrado la enfermedad de la cortesana. Maldita sea, los sntomas son bastante claros ahora. Las risas que oigo procedentes de su habitacin las noches que l la visita. La impaciencia durante la tarde previa a una noche en que l ha de venir. Un exceso de regocijo, un repentino ataque de lasitud o de mal humor, todo ello muy seguido, en poco tiempo. El amor; la nica otra dolencia fatal para una cortesana, porque, mientras la sflis corroe el cuerpo, el amor destruye la mente. Y para qu? Vittorio Foscari! Un memo, un pipiolo, un mocoso apenas acabado de destetar, lo bastante joven an para estar esclavizado por una especie de clorosis. Recuerdo cuando vino por primera vez, acompaado de su hermano mayor, como un nio en su primer da en la escuela. Necesitaba ayuda: haba llegado a los diecisiete con la nariz metida en los libros y una gran timidez ante las mujeres. Mi ama tena una reputacin de ser muy bonita, honesta y limpia. Se encargara ella de hacer lo que corresponda y desforarlo? Aquella noche en que lleg se senta como si lo hubieran sacado demasiado pronto del horno. Bastante mono pero blando, crudo, todava caliente y a medio cocer. Algunas madres, lo s, guardan a los ms jvenes pegados a sus faldas, usndolos como los ltimos recuerdos de su propia juventud. El peligro, por supuesto, es que semejante adoracin los convierta en afeminados. Bueno, tuvieron suerte con Foscari. Pronto se hizo evidente que no era sa su inclinacin. Y que era un estudiante lo bastante aplicado para aprender de un buen maestro. La multitud es inmensa ya. Debemos de estar cerca del puente, porque somos tantos que apenas nos movemos, mientras que de los pequeos callejones laterales sigue llegando ms gente. Se oyen gritos y cnticos: lemas, cantos guerreros compuestos en torno a los nombres de luchadores famosos. Si esto no fuera un festival, semejante turba habra sido ya interceptada por las fuerzas de seguridad de la ciudad, porque un combate de desquite tan inmediatamente despus de una derrota es probable que desemboque en una violencia mayor. El orden del gobierno y el ocasional desorden de la vida callejera. Al igual que con la funcin aliviadora de la prostitucin que purga el exceso, la gran nave del Estado prospera con l. Ahora el puente emerge ante mi vista al frente, pero todo lo que puedo ver es una masa de cuerpos agitados. La muchedumbre va perdiendo mpetu y se detiene porque no hay ningn lugar al que la gente pueda ir. Si me quedo donde estoy, no ver otra cosa que al hombre que tengo delante, y el calor y la multitud me abrumarn. Bajo la cabeza, y saco con fuerza los codos, como si fueran bastones aguzados. Aunque mis brazos son pequeos, llegan a las zonas ms blandas de la carne de los hombres, y tengo mucha prctica en su uso. Me abro camino a travs de la multitud casi hasta el borde del agua. Tengo intencin de llegar a los pontones que ya cubren el canal, hechos de barcas y gndolas atadas juntas y provistas de planchas de madera como plataformas de visin para los ciudadanos ms ricos; comerciantes, cuervos, incluso algunos clrigos y monjes de blanco hbito. La entrada de hoy ser cara porque se trata de una lucha salvaje y se pueden hacer pequeas fortunas apostando por el desenlace. Pero la bolsa que llevo en mi chaqueta es tan ma como suya... porque Fiammetta Bianchini no es la nica que trabaja para ganar nuestro sustento. Si ella lo est regalando, entonces yo tambin puedo hacerlo. Aquella primera noche en que l lleg a nosotros, la familia pag una buena suma para montar un espectculo; los mejores vinos, conversacin, msica, cena, cama: todos los accesorios. l nunca haba viso nada tan adorable como ella, y su belleza y energa se refejaba en el brillo de los ojos del muchacho. Me atrevera a decir que l era bastante atractivo tambin cuando se quitaba la ropa, especialmente comparado con los encanecidos plastas que haban pasado por el dormitorio de Fiammetta recientemente. Hubo risas, recuerdo: primero de ella, dulces, como agua de un arroyo y tan astutamente falsifcadas como una gema de vidrio, y luego de los dos, ms fciles, ms cordiales, ms procedentes del estmago que de la garganta. Debo decir que ella lo cortej con mucha gracia. Y al hacerlo debi de cortejarse a s misma. Os quedaras sorprendidos de cuntas cortesanas en algn momento se enamoran de la idea de enamorarse, de experimentar la emocin y la frescura que tienen que fngir tantas veces con otros hombres. Me parece a m que cuanto ms xito tienen, mayor es el peligro: porque, en cuanto la vida se vuelve confortable, ya no hay nada que buscar. Lo que, de una extraa manera, puede hacer que uno piense ms profundamente en la muerte y anhele algn modo de oponerse a ella, un derroche de emocin que parece superar a la muerte misma, sentirse ms grande incluso que la muerte. Un derroche de emocin que puede proceder de diversas formas. Miedo, por ejemplo. Para cualquiera que tenga miedo del agua, los pontones colocados a travs de los canales producen sus propios terrores, porque una vez que ests encima hay bastantes pocas cosas para sostenerte, y el canal rompe vidamente contra los costados. Las mejores bolsas de las que yo soy una en el da de hoy pueden comprar un asiento asegurado por cuerdas. Sin embargo, mi pnico no es nada comparado con el de los hombres que estn sobre el puente, porque all no hay barandilla en absoluto, slo una pura cada a ambos lados en la malsana agua. Debe de haber un centenar de locos ya all, con al menos otros tantos apretados sobre las rampas, gritando y empujando desde atrs. Los que estn en el medio no tienen otra manera de avanzar que derribando a sus adversarios y pisotearlos, o arrojndolos al canal. La batalla es sencilla: uno de los bandos tiene que hacer retroceder al otro lo sufciente para ocupar el puente. Algunos estn blandiendo armas, largos palos con extremos aguzados, pero no hay espacio sufciente para poder manejarlos con efcacia, y la mayora usan sus puos. Muchos van medio desnudos, y unos cuantos estn ensangrentados. Cada vez que un hombre cae por el borde y se agita desesperadamente en el agua, un gran rugido brota de la multitud y la lucha se hace an ms dura: los obreros del Arsenal Castellani estn todava eufricos por su ltima victoria, y en su territorio, de manera que sus seguidores son los que ms gritan. Pero los atacantes, la banda de Nicolotti procedente de Dorsoduro, son pescadores de los barcos del Adritico, expertos en mantener el equilibrio en mares tempestuosos, mientras izan toneladas de pez fresco de las profundidades, y hoy se sienten alimentados por la promesa de venganza. Naturalmente, hay cosas en l que la atraen. Tiene sed de vivir y no est avergonzado de su propia pasin. La naturaleza le ha dotado de una disposicin tan dulce que habra hecho que sus cumplidos le parecieran a ella ms frescos, sus deseos de cachorro menos sucios. En cuanto a lo que sucede entre ellos en la cama... bueno, he odo demasiados coros de gemidos procedentes de la habitacin de mi ama para hacer ningn juicio basndome en eso solamente. Pero todo el que ha sido joven sabe que la gran pena del amor es que en el momento en que tu cuerpo siente ms es cuando menos sabe. Los veo nuevamente, exhaustos y entrelazados en el silencio de la noche. Dios mo, qu hombre no dara felizmente un ao de su vida por tener juntos el vigor de l y el conocimiento de ella? Pero toda febre tiene un efecto estimulante dentro de su delirio, y el fuego consume ms de lo que calienta. Al fnal habr solamente cenizas, y la reputacin de ella sufrir ms que la del joven, porque estas cosas son tema de cotilleo instantneo y todo el mundo est esperando la satisfaccin de ver a una gran cortesana ensartndose a s misma en la espada de su propio deseo. En cuanto a l? Bueno, tal vez sea dulce ahora, pero es rico y su cabeza est llena de tonteras: versos romnticos y los brillantes colores de su propia primavera. Le concedo seis meses hasta que el capullo empiece a marchitarse y l vea la vida a travs de los mismos ojos que todo el mundo: un lugar donde la astucia desempea un papel ms importante que la verdad y donde mi ama es slo otro producto al que su nacimiento y su bolsa le dan acceso por encima de otros. As funciona el mundo, y yo lo he visto todo. Igual que ella. Por eso su cada es tan dolorosa. En medio del puente, se ha abierto un pequeo espacio alrededor de dos combatientes en particular, unos hombres grandes, medio desnudos y sudorosos, ambos de mucho msculo, y que estn agarrados en un frentico abrazo, las piernas entrelazadas, los torsos tambalendose hacia el agua. Los espectadores se estn volviendo locos, porque esos dos son unos especmenes perfectos y se apostar dinero sobre el desenlace de su unin. Se separan, jadeando, y luego vuelven a juntarse, buscando una presa mejor mientras poco a poco se van acercando al agua. A cada paso perdido, brota un nuevo aullido. Sus cuerpos estn tan cerca de m ahora que puedo ver los verdugones en su carne, consecuencia de la paliza que se han infigido mutuamente. Entonces, justo cuando parece que estn destinados a caer juntos al agua como un par de gemelos unidos de manera deforme, uno de ellos consigue liberar una mano y lanzar un monstruoso puetazo contra el abdomen del otro, soltndose mientras el otro hombre se arruga, gimiendo y cayendo como una piedra en el agua. Su oponente alza los brazos en triunfo y entre la multitud estalla un pandemnium. La violencia con que el luchador golpea el agua al caer provoca una serie de olas contra el pontn, tan fuertes que nos hacen gritar a todos de excitacin. La multitud est lanzando aullidos ahora tanto a favor del vencedor como de la vctima, pero cuando el hombre cado vuelve a la superfcie, su cuerpo permanece inmvil en el agua. Desde el lado del Arsenal, la gente empieza a pincharlo y empujarlo con los remos. Se sabe que algunos hombres fngen inconsciencia en este momento, de tal modo que cuando el enemigo empieza a tirar de ellos para izarlos, las supuestas vctimas se llevan a media docena de hombres consigo al agua. Yo me arriesgo, pese al miedo que siento, a ponerme de pie y observar mientras lo empujan hacia nuestros barcos. Un par de hombres cerca de m lo izan sobre las planchas y lo tienden, pero el hombre sigue sin moverse mientras su cuello aparece torcido en un ngulo extrao, dejando al descubierto una profunda herida a un lado de su frente. Eso me hace recordar al hombre que en una ocasin fue sacado de un torneo pblico con una lanza clavada en el ojo. O los cuerpos destrozados que yacan en las calles despus del saqueo de Roma. A ambos lados de m, gordas bolsas de dinero estn cambiando de manos ahora. Quienquiera que fuera, deba de haber sido un campen, porque se est levantando un gran lamento en el bando de los pescadores, mientras, al otro lado del puente, los luchadores del Arsenal rugen y dan patadas en el suelo y agitan los brazos. La reyerta se est extendiendo a los espectadores, y la gente est gritando y empezando a empujarse, de manera que algunos se caen y son machacados por los pies de la multitud. Sobre el puente se han reiniciado los apretujones, y, con su guerrero desaparecido, parece que los pescadores van a ser derrotados otra vez. Hay ahora tantos cuerpos en el agua que el pontn se est balanceando violentamente. Dulce Jess, si alguna vez drenan este canal, seguramente encontrarn un cementerio entre las ollas y sartenes y dems signos de vida. Siento que el pnico me sube a la garganta como si fuera vmito. Tengo que marcharme. Pero no soy el nico. Se produce una instantnea aglomeracin de cuervos y clrigos, todos empujando por llegar a tierra frme. Al mismo tiempo, la propia tierra est hirviendo. A lo lejos oigo el tiroteo. Sobre el puente de al lado, hombres con uniforme se estn abriendo camino a empujones en un extremo. Tal vez sea un festival, pero un disturbio es un disturbio, y aunque las fuerzas de seguridad quizs han decidido no arriesgar la vida enfrentndose directamente a la turba, no tienen inconveniente alguno en mutilar o matar donde pueden como un ejemplo para los dems. Pero yo correra mis riesgos con las bayonetas y los disparos antes que hundirme en las negras aguas. Me abalanzo hacia el borde de la barca donde una serie de planchas la conectan con los fondamenta, pero un cuervo del doble de mi tamao est all ante m. Su mole me corta el paso, y siento que estoy perdiendo el equilibrio. Bucino! oigo que me grita una voz por encima del caos reinante. Bucino Teodoldi! Aqu. Alarga la mano. Y yo obedezco ciegamente, sin tener idea de adonde o a quin. Buciiinooo! El grito parece tan largo como mi cada. Cuando choco con el agua, oigo el viento producido por las alas de un gran pjaro que baten sobre m, y siento que los dedos del diablo me agarran, tirando de m hacia abajo y dndome vueltas, a travs de la oscura agua hacia el espeso barro, de manera que no me atrevo a abrir la boca para gritar por miedo de ahogarme en mi propio terror... hasta que tengo que respirar. CAPTULO 24 Bucino? Una voz que parece llegar desde una gran distancia, tranquila, que se fltra a travs del agua, porque debo de estar a varias brazas por debajo del agua, tan abajo que incluso los diablos han dejado ya de tirar, y mi cuerpo yace plano y pesado, suspendido en alguna extraa, espesa, corriente. Bucino? Hago una inspiracin y me atraganto. Se me ha metido agua, y me estoy ahogando otra vez. Me tiran brutalmente dlas manos hasta que estoy incorporado y alguien me golpea en la espalda; y no puedo parar de toser, porque parece que mi nariz y garganta siguen bajo el agua, de modo que tengo que esforzarme para encontrar el aire entre el lquido. Eso es. Tose y scalo todo. Escupe, amiguito. Vomito un poco de pestilente bilis, y el esfuerzo de sacarla me hace llorar y resollar al mismo tiempo. Pero al menos ahora s que no me he ahogado. Abro los ojos, y cuando miro hacia abajo puedo ver que estoy yaciendo en una cama, que me han quitado la ropa y mi robusto pecho est expuesto al mundo, plido y grisceo, como pescado pasado. Ya no estoy mojado, slo siento fro y pesadez. Me echo hacia atrs, y esta vez, cuando miro hacia abajo, puedo distinguir la cara de mi turco, su oscura piel ms ennegrecida an por la seda color crema de su turbante. El turco? Dios mo, entonces estoy muerto de verdad y he ido al Inferno. Al lugar donde van los paganos. El eterno erial de los descredos. No te preocupes. Ests a salvo. Dnde estoy? En mi casa. Pero vos... Vos os marchasteis. Me fui y regres. Hace seis semanas. A tiempo de la festa de la Sensa. Suerte para ti que estuviera, no? Porque nunca me pierdo una lucha. T, sin embargo, no ests hecho para andar solo. No fui solo digo. Fui arrastrado por la multitud. Vuelvo a sufrir un acceso de tos. Slo que ahora lo acompaa un breve y punzante dolor en mi odo izquierdo. Aaah. Te cog tan deprisa como pude. Aunque dabas coletazos y te revolvas como un gran pez. Has tragado un montn de agua. La sacamos y te trajimos a casa, pero te sentirs mal durante un tiempo. Y, efectivamente, apenas termina sus palabras, vuelvo a vomitar. Bien dice l, y ahora se est riendo. T ms que nadie deberas saber que el agua veneciana no es para beber sino para mearse en ella. Tienes suerte de que lo nico que has tragado sea lquido. Ya estoy bastante despejado para abarcar toda la habitacin con sus cerrados postigos y la vela a un lado. Cunto tiempo llevo aqu? Unas horas, tal vez ms. Fue difcil traerte. La ciudad est enloquecida. No te preocupes. Voy a mandar un mensaje a tu seora. Segus en la misma casa, no? S, pero... Y la tos vuelve. l espera pacientemente a que termine. Pero? No lo mandis todava. Porque, si se lo cuentan, seguramente vendr, y yo no estoy preparado para verla. Creo que eso es lo que pienso, aunque quizs tambin deseo que se pregunte un poco dnde estoy y por qu no he regresado. Estar preocupada si se entera. Pronto estar mejor. Me estudia durante un momento, como si no estuviera seguro, pero se levanta y me da una palmadita en la mano. Muy bien. Quizs debas dormir un poco ms. Volver a verte ms tarde. Cuando sus sirvientes me despiertan de nuevo, siento todava pesadez en la cabeza, pero al menos mi estmago est vaco. Me traen una bebida dulce y espesa, hecha de clavo y canela, y me ayudan a levantarme, ofrecindome una bata, una de las largas batas del turco que se arrastra por el suelo y que debo atar con un fajn por la mitad para que no se me caiga cuando camino. l se re ante la visin de mi torpeza mientras me guan para sentarme a su lado en el patio. El aire es clido y con una pizca de luz crepuscular, y el lugar donde me encuentro ahora se parece ms a lo que yo imagino que podra ser el Oriente que la ciudad de Venecia. En medio del patio, hay una fuente de mrmol en la que el agua cae en cascada por una serie de pilas. De modo que el sonido del agua est por todas partes, reverberando como suave msica. Hay grandes tiestos y plantas y fores por todas partes, perfumando el aire, y cada pared ha sido azulejada tan astutamente, cada teja con su propio e intrincado dibujo, que el conjunto que forman te produce la impresin de estar viviendo en un mundo de follaje y fores brillantemente coloreados. He conocido a viajeros que dicen que hay palacios en Constantinopla donde los patios huelen ms dulcemente que la campia y donde no necesitas salir de casa para sentir que ests viviendo en la naturaleza. Tanta belleza, tanto verdor y arte en movimiento, y sin embargo ni un signo, ni una estatua, ni una imagen de su Dios. Ay, terminarn sufriendo por ello, porque los grises eriales del inferno pagano les producirn, sospecho, tanto dolor como cualquier pozo de llamas. Pero me siento encantado de estar con l ahora, porque aqu reina una serenidad que se agradece despus del caos de las calles. Cmo te sientes? Me alegro de no ser una rata de agua. Umm. Me parece que algunos crean que lo eras, o que hubieran contemplado cmo te ahogabas simplemente por diversin. Estaban haciendo apuestas sobre cunta agua podas tragar. Deberas aceptar mi oferta, Bucino. Me vuelvo con la bolsa llena. Por qu dejas que te ridiculicen cuando podras vivir en un lugar donde seras admirado? Ay, y cmo entendera los cumplidos? Bueno! Aprenderas bastante deprisa. Crees que yo entenda ni una palabra de vuestro pegajoso idioma antes de poner los pies aqu? Te ensear durante el viaje. Oh, no. Otro barco, no. Ah, son slo las galeras venecianas las que se hunden. Los buques turcos dominan los mares. Sin embargo, de forma extraa, presums como un veneciano. Ellos lo aprendieron de nosotros. sta es una de las razones por las que s que all estaras como en casa. Sonro y noto que el movimiento me produce un ligero dolor en el odo. Hemos jugado ya a esto. Aretino tena razn. Parece que los hombres de mi estatura son apreciados en la corte del sultn, de modo que junto con sedas, vidrio y joyas, los enanos fguran en los primeros puestos en la lista de compras de Abdullah. Me ha cortejado bastante a menudo con historias de Constantinopla: de cmo me resultara a la vez extico y familiar, con sus palacios y jardines y festivales, su biblioteca ideal para un erudito, robada de Hungra, y sus grandes estatuas de Diana y Hrcules, saqueadas de Rodas. Es, por supuesto, el sello de las grandes ciudades robar sus ms preciadas posesiones a otra: la propia Venecia es un ejemplo perfecto, puesto que las columnas de la baslica y los triunfantes caballos resoplantes que embellecen su frente fueron robados nada menos que de la propia Constantinopla. Sin embargo, pese a que su Dios pueda ser pagano, parece que l procede de una cultura donde yo sera tratado como un hombre afortunado ms que como una monstruosidad. Y, hoy precisamente, me dejo seducir, porque no es slo mi cuerpo el que se est estremeciendo. Te lo aseguro, Bucino, fue tal la abundancia de maravilla, que el cielo no lleg a oscurecerse durante cuatro das por la luz de los fuegos artifciales. Ataron cohetes a las patas de los elefantes, y stos rugieron y barritaron cuando las luces estallaron. Haba un millar de acrbatas sobre zancos o funmbulos entre los obeliscos. Haba tantos de ellos en el aire que cuando levantabas la mirada era como una vasta tela de araa. Fue el mayor festival que los hombres han visto jams. Porque no hay nada, nada, que tenga Venecia que nosotros no tengamos mejor o ms rico. Nada? Entonces, qu estabais tratando de comprar esta vez, Abdullah? Aparte de a m? Ah! Bueno, hay algn que otro objeto. Baratijas, realmente. Joyas, vidrio, telas, nada ms. Y se re ante su propia exageracin. No se me ocurre ninguna otra ciudad de la cristiandad donde l y yo podamos estar sentados y hablando as. A pesar de que los venecianos y los turcos se escupen fuego y muerte mutuamente en los mares, ninguno de los dos deja que la religin interfera cuando se trata de comerciar. Dos grandes potencias mirndose una a otra de reojo. Estn aquellos que dicen que es slo una cuestin de tiempo que los comerciantes portugueses y el oro del Nuevo Mundo empiecen a desvalorizar la riqueza de Venecia, y que cuando eso ocurra, los otomanos le arrebatarn los ocanos. Pero yo no veo signos de ello por el momento; de hecho, el propio bastardo del dux Gritti vive como un comerciante de joyas en Constantinopla, y, gracias a Abdullah Pashna, y como resultado de aquellas noches en casa de Aretino, el gran sultn Solimn tiene ahora un retrato de s mismo pintado por el ms grande artista viviente de Venecia, habiendo sacado Tiziano el parecido de un medalln. A m me pareci al verlo que era ms bien pomposo y falto de vida, pero qu s yo sobre arte? Su Magnifcencia qued tan satisfecho que todos los relacionados, incluyendo a Aretino, fueron ricamente recompensados. Como no dudo de que yo lo sera si decidiera convertirme en uno ms de su squito de maravillas. Sorbo un poco de bebida, rica en especias. Pero me gustara que fuera ms caliente, porque, pese a todo el calor de las descripciones del turco, tengo fro. Sabes lo que pienso, Bucino? Que no es lo que puedas encontrar all lo que te asusta. Eres demasiado inteligente para disfrutar del desprecio que te muestran aqu, y tu apetito es, pienso, demasiado grande para tener miedo de las cosas nuevas. No, creo que es la tristeza de lo que dejaras atrs lo que te detiene. Tengo razn, verdad? Me encojo de hombros. En este momento ni siquiera deseo volver a verla, porque su egosmo y engao me irritan sobremanera. Formamos una sociedad digo dbilmente. Ya lo s. Y la he visto funcionar. Y es excelente, la verdad. Quizs debera llevaros a ambos. Creme, las mujeres extranjeras son veneradas en la corte. No es tan joven como algunas, pero tampoco lo es su favorita, y sa gobierna como una arpa. Tu ama podra crearse una corte propia si se ganara su alma. La recompensa por eso para todos nosotros sera en verdad grande. Queris decir... vivir en el lujo del serrallo? l se re. Vosotros, los cristianos, siempre decs esa palabra con gran temor y admiracin. Como si fuera la cosa ms terrible del mundo el que a un hombre se le permita tener ms de una mujer. Sin embargo, a todas partes adonde voy en tu cristiandad, las ciudades estn llenas de burdeles, donde los hombres no ven el momento de yacer con muchas mujeres que no son sus esposas. Pienso que vosotros lo desaprobis tanto porque nos envidiis. Es difcil casar el terror que uno siente por los turcos con la realidad de Abdullah Pashna. Las historias que son legin hacen que se te hiele la sangre: piratera, matanzas, la esclavizacin de pueblos enteros, hombres a los que les han cortado las pelotas y se las han metido en la boca, nios ensartados como trozos de carne asada en los sables. Sin embargo, en su compaa yo encuentro una mente tan clara como el agua fresca y tanta sabidura sobre la vida que me parece que si no fuera un pagano sera un excelente cristiano. Cunto de lo que un hombre es tiene su origen en el Dios en el que cree? Cortaban menos dedos los catlicos espaoles a sus rehenes romanos que los herejes alemanes? Sufren los judos y los turcos diferentes infernos por sus diferentes herejas? O las peores agonas sern reservadas para los luteranos, que nacieron en la verdadera fe pero luego la retorcieron para convertirla en otra? Durante aos ha habido reformadores en Venecia diciendo abiertamente que nuestra Iglesia debe cambiar. Que nuestros apetitos se han acostumbrado a la decadencia, que la salvacin nunca puede estar en venta, y que, cuando se trata de cruzar las puertas del cielo, levantar edifcios ricos es menos importante que la caridad hacia los que son menos afortunados. Pero diles eso a los grandes clrigos que entretenemos en Roma. Y qu pasa si, cuando llegas al tribunal del cielo, el Dios con que te encuentras all no est de acuerdo? Ah... algunos pensamientos es mejor que no se digan. Menos mal que Venecia es ms tolerante que otras ciudades y que la Inquisicin no puede ver en el interior de nuestra mente, porque, si fuera de otro modo, estoy seguro de que yo no sera el nico en verme en las garras de los magistrados. Muevo negativamente la cabeza, y descubro que a mis odos tampoco les gusta este movimiento. Y ahora s que tengo problemas. Quizs. Sin embargo, pienso que mi ama no aceptara bien el hecho de ser una entre muchas. No ha sido preparada para semejante humildad. l se re. Creo que tienes razn. Adems, creo que ella no puede concebir (tengo razn en eso, verdad?), lo cual daara su infuencia terriblemente. De modo que me temo que debers abandonarla para hacer tu propia fortuna. Y eso, sospecho, no puedes hacerlo, no lo hars. Es una pena, pero es as. No te preocupes. En vez de eso, ir a Mantua. He odo que estn criando familias de enanos all, porque la dama que dirige la corte siente anhelo por ellos. No tendrn tu ingenio, ni tu alma, pero servirn. Nos quedamos sentados un rato ms, escuchando el sonido del agua. Quiero pensar ms en lo que me ha dicho, pero no puedo encontrar las palabras. Me estremezco de fro. Amigo mo, me parece que deberas irte a casa. No tienes muy buen aspecto. Vamos, te acompaar. CAPTULO 25 Tiene razn. No me encuentro bien. No hay mucha distancia de su casa a la nuestra, pero el bloqueo que siento en la cabeza afecta a mi equilibrio, de manera que parece como si estuviera caminando sobre la cubierta de un barco en movimiento. Con todo, no pienso ir en barco. No, pese a todas las gemas de las montaas de Asia. En vez de eso, caminamos: paso a paso, lentamente. En cualquier otro da, sta sera una tarde esplndida. La luz tiene la tonalidad de la miel cuando cruzamos el Rialto, y los voluptuosos desnudos de Tiziano resplandecen en la pared lateral del Fondaco dei Tedeschi. El pintor me dijo una vez que, hasta que pudo permitirse la compaa de cortesanas, la mayor parte de lo que saba sobre los cuerpos de las mujeres proceda de la obra de su maestro Giorgione, cuyas fguras, carnosas y llameantes, iluminan la fachada principal. Imagino que eso es bastante cierto, porque l era mucho ms joven entonces. Aunque no tanto como nuestro maldito mocoso. La tarde es bastante clida para que el turco ande sin su capa, pero yo, incluso arrebujado en la ma, estoy temblando, si bien lo peor de todo son mis odos, que estn zumbando como la nota alta de un diapasn. Y de vez en cuando siento en ellos una punzada de dolor. Suelto un gruido. Estoy vivo y me niego a ser derrotado por algo tan corriente como un dolor de odo, aunque cuando lo pienso, me aterroriza lo que podra ocurrir. Trago saliva y bostezo y empleo los dedos para darme masaje bajo el lbulo. En el pasado estas cosas a veces han servido de algo. Volvern a servir hoy. Cuando llegamos a la puerta de nuestra casa, el turco vacila en dejarme. Ests seguro de que te encuentras bien? Yo asiento con la cabeza. Puedo entrar contigo? No. Si entris, la gente se alborotar, y eso trastornar la casa, y esta noche estamos ocupados. Me ir a la cama. Si duermo, me encontrar mejor. Confad en m... S lo que hago. Se da la vuelta para marcharse. Abdullah Pashna. Gracias. Pienso que quizs me habis salvado la vida. l asiente con la cabeza. Desde luego. Y me gustara que lo agradecieras. Recuerda mi oferta. Cuida de ti, mi pequeo y gordo malabarista. Abro la puerta suavemente. El vestbulo est vaco, aunque a travs de la ventana trasera de la planta baja puedo ver que los amarraderos estn llenos, y de arriba me llega un sonoro coro de voces, junto con el olor de carne de venado asado y especias rezumando de la cocina. Subo silenciosamente por la escalera principal hacia mi habitacin. Para llegar a ella, aunque puedo evitar el portego, s debo pasar por el corredor adyacente. Las puertas estn abiertas, y la habitacin est llena de luz y sonido. Alrededor de la mesa hay siete u ocho personas, todas ocupadas con los platos y la charla, de modo que nadie se apercibe de la presencia de un hombrecillo achaparrado que ronda en la creciente oscuridad exterior. Mi ama est de espaldas a m, pero, en el espejo de la pared opuesta, puedo ver un refejo de sus risas y charlas con nuestro cliente, un hombre mayor, que est a su izquierda. Haba olvidado que esta noche nuestro trabajo empezaba temprano, despus de una charla que l iba a dar a personajes navales de visita. Pero el men haca tiempo que estaba planeado, con los vinos ya elegidos, y yo no valdra ni siquiera mi pequeo peso como mayordomo si un entretenimiento tan sencillo no pudiera funcionar sin m. Los asistentes de esta noche han sido reclutados por nuestro cliente erudito y excelente diseador, Vettor Fausto, otro vejestorio, cuyo cuerpo se est deshinchando ms deprisa que su deseo. El que se quede esta noche depender de lo mucho que beba y de la lujuria que pueda sentir con media pata de venado en sus tripas. Decida lo que decida, no necesita mi ayuda para fracasar. La noche seguir su curso. Yo puedo dormir. Y por la maana, cuando est recuperado, ella y yo volveremos a charlar. Cierro la puerta a mis espaldas y me arrastro hasta la cama, demasiado helado y demasiado cansado para quitarme las prestadas ropas. Me tapo con la manta. Tengo la cabeza espesa y me zumba, y noto un dolor en el odo, como si fuera un gato al acecho en el borde de mi conciencia. Si soy capaz de dormirme antes de que se apodere de m, el reposo tal vez ayude. * * * No puedo decir si es el fro o el dolor lo que me despierta. Todo lo que s es que mis ropas estn empapadas como si tuviera febre, pero el sudor es fro y aunque me envuelvo ms estrechamente con la manta, noto que los dientes me empiezan a castaetear. Dentro de la cabeza siento un latido de dolor, como si hubiera una cuerda tensada entre los odos y alguien tirara de ella a cada segundo, un toque de tambor sobre un nervio al descubierto. Intento tragar, pero con eso slo consigo que el dolor llegue a oleadas ms intensas. Pruebo a bostezar, pero me duele tanto que no puedo abrir la boca adecuadamente. Maldita sea, el agua sucia de Venecia se ha infltrado a travs de mis odos y me ha envenenado. Soy un veterano del dolor de cabeza. Cuando era joven, ste me atormentaba tan frecuentemente que mi padre me deca que deba convertirlo en mi amigo. Recbelo bien, Bucino, habla con l. Hazlo tuyo, porque, si luchas con l, perders. Pero aunque yo hablaba, l no me escuchaba, deleitndose en vez de ello en atormentarme tan fuertemente que a veces todo lo que poda hacer era echarme en la cama y sollozar. Pienso que mi padre quera que yo tuviera valor sufciente para demostrarle que, si bien mi cuerpo estaba deformado, mi espritu al menos no haba recibido dao. Pero uno slo puede ser tan valiente como su cuerpo se lo permite. Es la manera en que crece tu cabeza, deca l. La culpa de tu deformidad. No morirs de ello. Pero yo no crea eso entonces. Ahora, cuando observo a los hombres que son arrastrados por las calles a las galeras, gritando de dolor mientras sus atormentadores les arrancan trocitos de carne con tenazas calientes, me pregunto si su agona es peor que la ma, porque eso es lo que me pareca, aquel ensartar y estrujar la blanda pulpa con pinzas al rojo. Excepto que mi dolor no dejaba marca alguna. Finalmente, al cabo de horas, a veces de das, el dolor disminua y terminaba desapareciendo. Cada vez me quedaba aturdido y chafado, como un capullo nuevo despus de una tempestad. Y en cada ocasin, cuando senta que volva, me decida a ser ms valiente que antes, pero para entonces me asustaba tanto la idea del dolor como el dolor mismo, y cada vez fracasaba. Mi padre y yo fracasbamos. Pero l tena razn. Se trataba de mi crecimiento. Durante aos no he sufrido ninguno parecido a ste. Para enfrentarme a l, debo encontrar alguna manera de mitigar el horror. Guardamos una pcima para dormir en la despensa, uno de los brebajes de La Draga disimulado con el sabor de la grappa, nuestra arma secreta contra los clientes ms camorristas, porque la dosis correcta puede convertir un toro en un beb lo sufcientemente blando para que jams sepa que ha sido derribado. Qu no dara por ese olvido ahora? Me obligo a incorporarme y trato de imaginar que eso me hace sentirme mejor. Saco las llaves y consigo llegar hasta la puerta. Pero el dolor me desequilibra de tal modo que el barco se est escorando ahora peligrosamente y tengo que sujetarme a la pared. La puerta de mi ama est cerrada y sin ningn ronquido indicador, aunque Fausto es ms silencioso que la mayora, porque su envejecido cuerpo est tan delgado y rado como un trozo de cuerda desgastada de una de sus amadas galeras. El resto de la casa est en silencio. La velada hace mucho que ha terminado. Mauro est dormido en una habitacin junto a la cocina, pero nada, salvo el Segundo Advenimiento, lo despertar. Hurgo en la cerradura y encuentro el recipiente que contiene la pcima. No tengo tiempo de medir, sino que trago directamente de la botella, ms bien demasiado que demasiado poco; nadie se ha muerto en nuestra casa todava, y cuanto ms tiempo est inconsciente, menos sentir. Estoy cerrando la puerta cuando oigo ruido. Procede de la entrada. Cerca de las puertas del agua. Nuestro erudito que se marcha? Cuando poda estar acurrucado en torno de carne fresca soando con la potencia? No lo creo. Si mirara por la ventana, dudo que pudiera ver cualquier barca que llegara ahora, porque sta habra soltado su carga ms lejos y estara mantenindose en las sombras, lejos de nuestro amarre. Nuestra puerta, por supuesto, se habra cerrado al marchar el ltimo invitado. Hasta que alguien la abriera desde dentro. Aunque mi cerebro pueda estar clamando de dolor, todava no estoy tan atontado. Saco un cuchillo de cocina de su soporte en la pared y llego a la escalera antes que l. Apago la vela para que cuando l llegue al pie yo est a media subida, oculto en la oscuridad. Mi cabeza est presa en un tornillo ahora. Quiero gritar, pero me resulta ms fcil gimotear. Cuando pone el pie en el primer escaln, debe de haberme odo, porque retiene el aliento. Quin hay? Hay alguien ah? Fiammetta? Dulce voz. Dulce muchacho. Abro la boca y dejo escapar un largo gruido, y debe de sonar como el perro que guarda las puertas del inferno, porque el joven lanza un gaido de miedo. Ah... quin est ah? Quin sois vos? La casa est cerrada. Oh! Signore Teodoldi? Soy yo, Vittorio Foscari. Me habis asustado. Lo asustara ms si me viera en este momento, porque mi rostro est retorcido por el dolor. En cuanto a l, casi puedo oler la lujuria y el anhelo, como un suave sudor sobre su piel. Bueno, esta noche, no, mocoso. Esta noche, o pagas o te das placer t mismo. Habis entrado ilegalmente. La casa est cerrada. No, no. Todo est bien. Vuestra ama lo sabe. He sido invitado. Ah. Estis invitado? digo. Entonces aceptar vuestra bolsa por lo que nos debis, y entonces podris subir. Yo, em... Qu? No hay dinero? No. Quiero decir... Fiammetta dijo... No importa lo que ella dijera. Yo soy el portero. Y digo que, sin dinero, no hay entrada. Mirad. Yo no creo... Y da un paso hacia arriba. Aaaaaah! Y el sonido que brota de m ahora est empapado de dolor, aunque parece slo aumentar su terror. Me dobla en tamao, y podra derribarme fcilmente si quisiera, porque yo ya estoy roto, pero al parecer mi fereza y la oscuridad lo tienen cogido por las pelotas. Un muchacho con la cabeza metida en sus libros y su lengua en lugares secretos. Quizs sea un len en la cama, pero sigue siendo un cordero en el matadero. Las nicas peleas en que ha participado son en su imaginacin, y es fcil ser valiente ah. Vittorio? Encima de nosotros, capto la errtica llama de la vela. Maldita sea, ella nos ha odo. Dnde ests? l deja escapar un ruido chirriante, y la luz aparece en lo alto de la escalera, su brillo cayendo sobre m y refejndose en el acero del cuchillo. Dios mo, Bucino! Qu est pasando? Qu haces? Que qu estoy haciendo? digo yo. Cog a este joven cachorro tratando de beber en tu abrevadero sin pagar. Y tal vez estoy gritando ahora, porque es difcil apreciar el volumen de mi voz por encima del latido de mis odos. Cmo te atreves a ser tan vulgar? dice ella imperiosamente, y lo dice tanto por ella como por m, porque no es la nica que se est comportando poco profesionalmente ahora. Pero yo me mantengo en mis trece. Da un paso hacia delante y su voz llega hasta m: Bucino, no hagas esto. Sabes que le ped que viniera. Ah, bueno, entonces puede... Debajo de m el joven hace un movimiento para subir, y yo levanto el cuchillo bruscamente. Slo tendr que dejar sus pelotas conmigo en las escaleras, para que estn a salvo. Ah! Oh, Dios. Y ahora no estoy seguro de quin, si l o ella, est gritando, pero es lo sufcientemente alto para despertar a toda la casa. Suelta el cuchillo, Bucino. Sultalo. No te preocupes, Vittorio. No te har dao. No se lo har? Es muy mono, te lo reconozco. Pero mantendr su barbilla an ms suave si se las quito. Ella est ya a media distancia de m. Por qu haces esto? susurra con fereza. Yo muevo negativamente la cabeza. Ella debe de olerme ahora, porque mi sudor es como el de pescado pasado. Se endereza. Vittorio? Ser mejor que te vayas. Yo arreglar esto. Irme? Pero... No puedo dejarte con l. Est... Est loco! Ah! Eso es lo que soy. Loooooco. Porque la palabra es un aullido de todos modos. Dios mo, pero mi deformidad est de mi parte ahora; un enano apestando a azufre saliendo de la oscuridad para llevarse a los pecadores al inferno. Andad con cuidado, hombres! Ella no, sin embargo. Ella no est asustada. Y tampoco le hace gracia el miedo del muchacho. Lo noto. Quin desea a un amante que no tiene el valor de arriesgarse por amor? Se oyen voces abajo, y hay ms luz. Pronto habr escndalo fuera. Gabriella aparece en el vestbulo, desgreada y con los ojos desorbitados; detrs de ella, Marcello, y luego Mauro, con los puos preparados, listo para aporrear a quien sea, porque disfruta con el jaleo ms que nadie que yo conozca. Vete, Vittorio vuelve a decir ella. Yo me ocupar de l. Vete... Y l se va. Anda con cuidado, Vittorio le grito. Ese estmago revuelto que sientes no es miedo, sabes? Ella te est envenenando. Te est dando un brebaje de bruja para hacerte la polla tan dura que un da se te caer a cachos. Pero l ya se ha ido. Que se vaya con viento fresco. El triunfo en forma de otra oleada de dolor se apodera de m. Siento que pierdo el equilibrio. Los dems, volved a la cama. Necesitis ayuda, mi ama? Es la voz de Mauro. Sus puos como jamones. Leal hasta el fn. No, Mauro. Estaremos bien. Todos a la cama. Dejadnos solos. l lanza un ltimo gruido y luego se da la vuelta y desaparece. Ella levanta la vela por encima de su cabeza. Slo el cielo sabe lo que ve a su luz. En nombre de Dios, qu te pasa, Bucino? Ests enfermo, o slo borracho? Si ella estuviera ms cerca ahora, lo sabra. Lo comprendera. Abro la boca, pero no soy capaz de hablar. Sostener el cuchillo en mi mano me consume toda la energa. Si hubiera ms luz, ella vera el dao. O la febre, porque all donde yo era un bloque de hielo antes, ahora soy una antorcha humana. Su voz es temblorosa. Borracho. Y qu ms? Celoso. Es eso? De qu? De l? De m? De nuestro placer? Es de eso de lo que se trata, Bucino? Ests celoso porque yo soy feliz mientras que t no lo eres. Y yo pienso por un momento que voy a desmayarme, porque el mundo est dando vueltas. Oh, Dios mo... Estoy en lo cierto, claro. Se trata de ti, no de m. T eres el que se ha vuelto loco por eso. Mrate. Cundo tuviste placer por ltima vez, eh, Bucino? Cundo jugaste por ltima vez, o te reste hasta que te dolieron los costados? Cundo estuviste con una mujer, si vamos al caso? El xito te ha agriado el carcter. Vives en esa habitacin, inclinado sobre tu baco y tus libros de cuentas, como una araa sobre sus sucios huevos. Dnde hay vida en eso? Dios mo, La Draga tiene razn. Eres t el que necesita pociones de amor, no yo. Mueve negativamente la cabeza y da un paso hacia arriba. Crees que yo soy la que est amenazando nuestro sustento, pero, te lo digo, Bucino, t has cambiado tanto como yo. Te has convertido en un viejo. Y creme, eso es peor para el negocio que el que cualquier cortesana se convierta en una arrastrada. No soy yo... intento decir, pero el sonido es casi demasiado alto para que yo lo soporte en mi cabeza. No quiero escucharlo. Ya estoy harta de tu rabia y tu mojigatera. Quizs nuestro tiempo juntos se ha terminado. Ah! Bueno, si se trata de eso, entonces me ir con mucho gusto. Y aunque cada palabra me duele ahora, hay algo casi satisfactorio en el dolor. Porque estoy tan solicitado como t, sabes? Podra irme de aqu maana con el turco y hacer una gran fortuna, mayor de la que t jams vers. Entonces, por qu no te vas... y me dejas tranquila? Hago un movimiento hacia ella, pero mis piernas desfallecen en cuanto empiezo. No! No te me acerques! Su voz es tan temblorosa ahora que no puedo separar la furia del miedo. No quiero tener nada que ver contigo. Ahora no. Hablaremos por la maana. Se da la vuelta y vuelve a subir corriendo por las escaleras. Yo la seguira si pudiera. Slo que ahora no puedo caminar. El cuchillo cae a mi lado, rebotando en las escaleras. De alguna manera consigo ponerme de pie y llegar a mi habitacin. Pero ahora ya no me queda fuerza alguna, ni siquiera para cerrar la puerta. * * * Estoy en mi casa, contando, con el baco delante de m, y sus cuentas son una serie de brillantes rubes. Entra un ruido por la ventana, una conmocin. El miedo me corroe las tripas. Quito las gemas de la cuerda y me las meto en la boca, tragndolas una por una hasta que me asfxio. Ahora, de repente, me encuentro en el exterior corriendo a lo largo del borde del canal, con unos pjaros furiosos aleteando en lo alto, encima de m, sus llamadas como si fueran gritos. Me mantengo pegado a la pared para que no puedan verme, pero a todas partes adonde miro me veo a m mismo, porque las paredes, incluso el suelo bajo mis pies, estn hechas de espejos. Encima de m, el vendaval de los pjaros se hace ms fuerte. Una gran bandada de gaviotas se lanza en picado chillando hacia el suelo, picoteando furiosamente restos de cabezas de pescado y colas de sirena, que estn ahora esparcidos por todas partes. Pero hay un ave mucho mayor que el resto; es una gaviota tambin, pero con garras como las de un guila, cada zarpa grande como un tridente. Vuela en crculos encima de m. Estoy tan asustado que no puedo respirar, y el ave se lanza hacia m, y puedo ver sus ojos; grandes y blancos como hostias de comunin, pozos de leche cubierta de espuma. Se lanza en picado, clavndome las garras en los odos, profundamente, para hacer buena presa, y en tanto yo grito agnicamente, me agarra por la cabeza y me levanta del suelo. Mientras nos elevamos hacia el cielo, miro hacia abajo y veo a una mujer en la calle que me devuelve la mirada, slo que los ojos del pjaro se han convertido en los suyos: amplios, blancos, crculos, lechosos y sin vista. La mujer se est riendo, y el ave se re con ella. Pero yo estoy llorando, y, cuando las lgrimas caen, cada una de ellas se convierte en un centelleante rub, que, al golpear en el agua, es atrapado por la boca de un pez que salta, mientras nosotros damos vueltas sobre el ocano con las garras del ave clavadas como pinchos de acero en mi cerebro. Estamos mar adentro, cuando la oigo a ella, a mi ama, llamando. Bucino. Oh, dulce Jess, qu te ha pasado? Bucino. Qu ocurre? Hblame, por favor. Pero yo no puedo verla. Quizs he cado ya en el ocano, porque no puedo respirar bien. No, no puedo respirar porque an estoy llorando. Por el amor de Dios, que alguien vaya a buscar a La Draga. Oh, santo Dios. Oh, lo siento. Cunto tiempo llevas as? Qu te ha pasado? Debera haberme dado cuenta. Te pondrs bien, te pondrs bien. Te ayudar. Alguien ella me rodea con sus brazos, y yo quiero decirle que estoy enfermo, que huelo mal, y que necesito otra pcima para dormir de la que hay en la cocina... Pero no puedo dejar de llorar lo sufciente para permitir que salgan las palabras. Y entonces el pjaro me clava ms fuertemente sus garras en mis odos. * * * No me acuerdo de mi madre. Muri cuando yo tena cuatro aos, y no tengo ninguna imagen o recuerdo de cmo era, aunque mi padre me contaba a menudo que era bella, con un pelo tan negro y lustroso como una chaqueta de terciopelo y una piel tan plida que bajo la luna llena su cara apareca luminosa en la semioscuridad. O al menos eso era lo que l deca. Pero, bueno, su trabajo era encontrar las palabras adecuadas para describir las cosas. Para eso se paga a los secretarios. Y aunque estn aquellos que se casan con los hechos, y solamente con los hechos, mi padre siempre senta un anhelo por la poesa. As fue como le hizo la corte a mi madre. Y as fue como, cuando yo nac, su mundo se vino abajo, porque no hay sonetos para contar la deformidad en ningn libro que yo haya ledo, y las nicas palabras que me describen a m, su propio hijo, el hijo de su amada y bella esposa, son las que estn relacionadas con el inferno ms que con el cielo. En cuanto a la luminosidad de mi madre, bueno, como nunca la vi a la luz de la luna, no puedo estar seguro. Pero la memoria no son slo las imgenes que uno puede conservar en los ojos de la mente. Estn tambin aquellas cosas que sabes, an sin haberlas visto. De manera que, aunque no pueda deciros cmo era, s s cmo la senta. Conozco el tacto en su piel, el calor de sus manos y la sensacin de sus brazos rodendome. Porque cuando yo era pequeo, estoy seguro de que ella se acostaba a mi lado, hecha un ovillo en torno de mi extraa pequeez y me apretaba contra ella, como si yo fuera la cosa ms preciosa y bella del mundo, tan especial que jams nos podran separar. Y s que su calor me ayudaba con el dolor. Lo s porque, aunque no lo recuerdo, la primera vez que dorm con una mujer, una prostituta de Roma, limpia y menos fea que yo, tuve bastante dinero para pagarle por la noche entera, y si bien mi polla disfrutaba dentro de ella lo bastante para mostrar su excitacin y por tanto hacer un hombre de m, fue dormir con ella lo que me hizo llorar como un nio. Era invierno, y la habitacin donde ella trabajaba estaba helada, o quizs yo le recordaba a un nio que haba perdido, ya que ella era lo bastante mayor para ser mi madre, y yo era bastante pequeo. Recuerdo que en algn momento de la noche me despert con el calor de su aliento en mi cuello. Sus brazos me rodeaban el pecho y sus piernas estaban hechas un ovillo debajo de m, como una cuchara grande yaciendo junto a otra ms pequea. Estuve as durante horas, inmerso en el ms profundo consuelo, reviviendo un recuerdo, que quizs nunca he tenido, de un tiempo en que yo fui amado por, y no a pesar de, lo que soy. Luego, a las primeras luces del alba, me deslic de sus brazos y me march, para que ella no tuviera que sufrir la humillacin de su desagrado al despertar. * * * El dolor se va y viene en oleadas. A veces el pjaro est ah con sus garras, y tengo que rechazarlo con las manos; a veces estoy solo, varado e impotente. Estoy despierto y dormido. Me estoy helando bajo la luz. Me estoy quemando en la oscuridad. Estoy muerto, pero de algn modo vivo. Cuando trato de abrir los ojos, veo fogonazos que atraviesan la oscuridad, y oigo llorar a alguien, un espantoso gemido, que est en m y, al mismo tiempo, a una eternidad de distancia. Aydame. Oh, Dios mo, aydame, por favor. La voz que me responde, cuando llega, es amable y fra, tan fra como los dedos que descansan en mi abultada cabeza, hmedos como los pedazos de hielo desde las barcazas en lo ms caluroso del verano. S lo mucho que duele, Bucino. Lo s. Pero no durar siempre. Lo superars, y no siempre doler tanto. No te asustes... No ests solo. Despus de eso, no hay nada durante un rato. O al menos, nada que yo recuerde. Slo cuando el fuego regresa, esta vez est el toque de un pao hmedo por toda mi piel. Y ms tarde, cuando penetra el fro y me hace castaetear los dientes, me envuelven en matas, y alguien la misma persona me frota las manos y los pies hasta que se descongelan y vuelven a ser carne. Lo siguiente que s es que es de noche, y yo estoy yaciendo de costado, y uno de los agujeros de gubia de mis odos se llena con un oleoso calor que se fltra en su interior, sedoso, calmante. Estoy respirando en una cueva, dentro de la cabeza, porque se es el nico lugar donde puedo or algo ahora. El aceite, de momento, no hace ms que aumentar el dolor, y vuelvo a sentir que me ensartan, peor que nunca, tanto que pienso que mi crneo de berenjena debe de estarse partiendo por la mitad y mis sesos quedar esparcidos, como los de los hombres que vi en las calles de Roma aqul da. Pero los dedos aprietan suavemente la piel all donde el cuello se encuentra con mis odos, frotando alrededor del hueso, introduciendo el calor ms profundamente en mi cabeza, hasta que, lenta, muy lentamente, el dolor empieza a retroceder y a desvanecerse. Y cuando ha desaparecido, unos brazos me rodean, me sostienen, y yo me acurruco en ellos y me siento a salvo nuevamente, porque el pjaro no viene cuando ellos me sostienen. En algn momento, no s cundo, la voz regresa; amable, como una letana, la oigo tan profundamente en mi interior que de nuevo pienso que debe de estar en mi propia mente. Siento terror al principio, porque ahora me habla del cielo, como si hubiera llegado all, describiendo cmo nuestros cuerpos pasarn a ser como trozos de vidrio, puro, brillando al sol, movindose ms deprisa que las fechas, pero lo bastante blandos para fundirse el uno en el otro. Cmo, cuando abramos la boca, el sonido ser el de un millar de lades y cantaremos la intensa belleza de todo. Entonces la voz misma empieza a cantar, dulce y aguda como la de un nio, aunque lo bastante clara para que yo la pueda or por encima de los aullidos de dolor. Slo yo s que es una voz femenina, porque llega acompaada del calor de los brazos de una mujer que nuevamente me rodean. * * * Me despierto. Es de noche, y por un momento parece que no hay dolor. La habitacin est oscura, y veo a la luz de una vela a mi ama sentada en una silla a los pies de la cama. Cierro los ojos. Cuando los vuelvo a abrir, ella ha cambiado y es La Draga, sentada en el mismo lugar. All est tambin la vez siguiente en que abro los ojos, y la contemplo durante largo rato. Pero el dolor empieza a estallar otra vez, y pienso que debo de gemir un poco, porque ella me est mirando, y seguro que me est mirando me est mirando, porque parece sonrer, y en la penumbra siento cmo un rayo de luz se desplaza desde sus blanqueados ojos a lo ms profundo de mi cabeza su ceguera movindose a travs de mi sordera, y cuando llega a m, el dolor se atempera antes de hacer presa. No obstante, cuando trato de darle las gracias, la habitacin ha cambiado y hay nuevamente oscuridad, y ella se ha ido, pero ahora, cuando me duermo, ya no me despierta el dolor. CAPTULO 26 ...de su deformidad? Eso es lo que ella dijo. Es la forma en como est hecho su odo, al parecer, de tal manera que, cuando le entra agua, no puede volver a sacarla, y todo empieza a pudrirse dentro. S que he vuelto, no tanto porque el dolor ha desaparecido como porque el rugido de fondo en mi cabeza est ausente, as que puedo or otra vez, incluso aunque hablan bajo para no despertarme. Dios, pobre diablo, debe de haberse vuelto loco de dolor. Ah... ni te lo imaginas. Podas or sus sollozos por toda la casa. Aquellos primeros das fueron espantosos. Estaba segura de que se iba a morir. Si encontrara la energa, abrira los ojos y me unira a ellos, pero tal como estn las cosas, todo lo que puedo hacer es estarme con la cara vuelta hacia la pared y escuchar. Ser sufciente. El sonido de la voz de mi ama nunca ha sido tan dulce. Hasta el gruido de Aretino tiene msica. Y cmo lo cur? Pcimas para dormir, ungentos de aceites especiales en los odos, cataplasmas calientes, masajes en los huesos. No le dej ni un momento. Nunca imagin que le tuviera tanto afecto, porque los dos rien ms que hablan. Pero deberas haberla visto, Pietro: noche tras noche, vigilndolo, cuidando de l hasta que la febre baj y los espasmos cedieron. Dios mo; cabezn o no, es un hombre de suerte. Uno pensara que una deformidad como la suya asustara mortalmente a las mujeres. Sin embargo, todas os adhers a l. Recuerdas Roma? Haba un par de mujeres que no se cansaban de l. Eso siempre me dejaba asombrado. Cul es su secreto? Y mi ama se re un poco. Quin es el que pregunta? Aretino el hombre, o Aretino el escritor injurioso? Qu? No me digas! Es el tamao de su polla! Oh, silencio... Vas a despertarlo. Y por qu no? Ahora que va a vivir, yo dira que or esto ser un tnico mejor que cualquier cosa que pueda preparar tu cocina. Chsss... Oigo el crujir de su falda cuando ella se acerca a la cama, e incluso la precisin del sonido constituye un placer para m. No tengo intencin de engaarla, pero mis ojos son como cortinas de plomo, y el fujo y el refujo de mi respiracin es bastante natural ahora que la agona ha pasado. S que est cerca porque percibo el olor de menta y romero mezclados en su aliento. Debe de ser jueves. Si encontrara la energa necesaria para abrir los ojos, vera su piel blanca como la leche y sus ojos claros y brillantes. Trato de evitar que mis ojos parpadeen, y hago otra inspiracin y suelto el aire. Su perfume se aleja en el aire. Cuando sus voces llegan hasta m ahora, son ms suaves, ms lejanas, aunque no tanto que no pueda distinguir las palabras. Est dormido. Parece tan tranquilo... No he visto su cara tan relajada en aos. Deberas verte a ti misma, Fiammetta. Lo miras casi como una madre a su hijo. Es extrao lo vuestro. Todo el mundo se pregunta, sabes? Se pregunta qu? Oh, Pietro, nada menos que t no vas a creerte el rumor, verdad? Umm! Te lo dije. Tiene algo especial. Y t tienes una mente que se alimenta de esas bajezas. Ah, de ese pecado me declaro culpable. As que, cuntame. No! T, a diferencia de m, no tienes ninguna lealtad. Es verdad, no? El rumor que corre es que ests escribiendo porqueras otra vez. No? Oh, no... porqueras, no, carina. Yo lo llamara ms bien una investigacin dentro de las diversas profesiones del amor. Deja que suponga. En el convento de monjas y en la casa de putas. Yo... Ms o menos. Pero prometo que jams escribir una palabra sobre tu amado enano. Y de m? Escribirs sobre m? Si lo hago, nadie te reconocer. Mejor ser. Si me engaas... Mi dulce seora, soy un esclavo. De vosotros dos. T lo sabes. Nosotros, los aventureros romanos, debemos permanecer unidos. Oh, as que vuelves a ser un romano. Pensaba que te habas convertido en un veneciano con todas las de la ley. Mientes tan bien como ellos. Oh, eso es un poco duro. Es verdad que cuando escribo sobre Venecia lo embellezco un poco. Pero a esta ciudad le gusta quedar bien ante el espejo. Has ledo la historia de Contarini? Comparada con su Venecia, Atenas sera un Estado fracasado. Es cierto. Lo sera. Y constituye para m algo asombroso que pueda pensar sobre ello ahora sin sentirme destrozado por el dolor. Sin embargo, todo el mundo sabe que la historia de Contarini es tanto un halago como una verdad. Ah! Dios me ayude, estoy de vuelta en el mundo con cosas que decir, incluso aunque no tenga energa sufciente para soltar el discurso. Por supuesto, a la ciudad le encanta el elogio. Roma era lo mismo. Todo ese mrmol para que el mundo quede deslumbrado por el brillo. La diferencia es que el Aretino que yo conoca entonces estaba ms interesado en descubrir la suciedad que haba debajo. Por qu no salpimentas el halago con la aspereza de la verdad, Pietro? O te has vuelto un blando por la buena vida? Ah, mi ama. Cmo te he echado de menos! Umm. Yo era joven cuando estaba en Roma, y no me importaba tanto que me dieran puntapis en el culo, y me gusta ms Venecia. sta trabaja para ganarse la vida, y sus pecados son ms perdonables. Sin embargo, hemos de tener cuidado. Podramos ser vistos como corruptores, carina, y sera un estpido haciendo que el templo se derrumbara sobre nuestras propias cabezas. No, dejar que corra el rumor de que mi nuevo trabajo es un comentario sobre la vieja Roma, y as pasar a la historia como un consumado cronista de la vida. Porque cuando escribo sobre tales cosas (sobre la danza entre hombres y mujeres), entonces realmente lo cuento tal como es, sin adornos, la verdad desnuda. Oh, por favor! Ooh, ooh, mteme otra vez la polla en el culo, ooh, porque estoy infamada, y todas las vergas de mulos, asnos y bueyes no disminuiran mi lujuria, ni siquiera un poco. Y hace que su voz suene ridcula y temblorosa como falsamente presa de un deseo. Realmente, si crees que sa es la verdad sobre las mujeres, Pietro, ests ms podrido que tus aos. T simplemente escribes lo que crees que los hombres quieren or. Y yo te garantizo que muchos de ellos ni siquiera piensan en los cuerpos de las mujeres mientras lo leen. Cmo se llamaba aquel muchacho que tanto te gustaba de la corte de Mantua? Ah, Fiammetta Bianchini! Qu lengua que tienes. Debera sentirme agradecido de que t no sientas ninguna urgencia por hacerte escriba. Quin podra resistirte? Te lo aseguro, si yo fuera un hombre de los que se casan... No te casaras conmigo. Dios nos ayude a los dos. Estaramos uno u otro colgados en San Marco por asesinato al cabo de poco tiempo. Tienes razn. Es mejor as. Ambos se estn riendo ahora. Luego se produce un silencio momentneo, aunque se trata de un silencio bastante reconfortante para m: el de los viejos amigos. De los que yo soy uno. Estoy cansado ahora y muy necesitado de agua, pero temo romper el encanto; si bien ha habido en el pasado ocasiones en las que mi tamao me ha permitido escuchar conversaciones que tenan lugar encima de mi cabeza, stas nunca se referan a m mismo. Y qu son la fama y las riquezas de una corte turca comparadas con esto? Bueno, como t evidentemente sabes mucho sobre estas cosas, hblame de sus poderes especiales. Primero, jrame que no me vas a sacar en tu libro. Te prometo que nunca usar tu nombre. Por la salud de mi madre. Sera mejor que lo juraras por la salud de tu polla. Debo decir, Fiammetta, que para ser una mujer que no ha dormido durante la mayor parte de la semana, ests muy despierta. Por qu no? Mi deformidad, como t lo llamas a l, est mejorando. As qu? Realmente, es bastante sencillo. Tienes razn. l no es como los dems hombres. Pero no es tanto su tamao (y no te ras disimuladamente, porque nunca he visto su polla, ni la ver), como t bien sabes; eso no es lo que pasa entre nosotros. Bucino es algo especial para las mujeres, como t lo llamas, porque disfruta con su compaa. No slo por el placer que dan, sino por ellas mismas. No nos tiene miedo, y no necesita impresionarnos o poseernos... Y te asombrara, Pietro, de cun pocos hombres puede decirse eso. Todo lo que s es que, desde que lo conoc en la casa de aquel estpido banquero donde fnga ser un bufn y fracasaba en su empeo, me he sentido ms cmoda con l que con cualquier otro hombre que haya conocido en mi vida. S, incluido t. Su voz ha aumentado un poco de volumen. Debera tener cuidado, o podra despertarme. Vale. Responde eso a tu pregunta, Pietro? Completamente. Su secreto es que es una mujer! Su risa es tan contagiosa ahora que me esfuerzo por mantener mi respiracin regular para no unirme a ella, y tengo la garganta tan seca que no puedo tragar y quiero toser. Chitn... Vamos a despertarlo. Quizs la idea te haga rer, pero, te lo aseguro, pese a toda tu habilidad con las palabras, nunca sabrs lo que es sentirse as. Recurdalo, si puedes, la prxima vez que te pongas a escribir. Y esta vez, cuando trago, pues tengo que hacerlo o me ahogar, hago un ruido, aunque me parece que queda cubierto por sus risas. Se produce una pausa. No crees que puede haber estado despierto todo este rato? Ja! Se detiene y ambos escuchan un poco ms. Pero seguro que estoy tan silencioso como una tumba. Me parece que la oigo moverse otra vez, aunque, hasta que habla, no s dnde est. Bueno, si es as dice, y su voz procede ahora directamente de encima de m, tan cerca que puedo sentir nuevamente su respiracin sobre mi cara, entonces podra decirle cunto lo he echado de menos. No slo estos ltimos das, sino durante muchsimo tiempo. Cmo, sin su voz en mis odos, he cado vctima a veces de la melancola y buscado palabras tranquilizadoras en lugares donde obtenerlas slo poda causarme ms dolor. Ah, te sorprenderas, Pietro, de cmo el xito puede llegar a ser tan penoso como el fracaso. Oigo el suspiro que ella lanza y la respiracin que inhala despus. Y tras decir todo esto, aadir que l debera apresurarse a recobrar la salud, porque las ltimas noticias que tengo son que su problemtico pajarillo tiene que alzar el vuelo en direccin a Creta el mes que viene para ser iniciado en el negocio familiar, lejos de las tentaciones ci la ciudad. Una emigracin que nos pondr (a algunos de nosotros) tristes. Hace una pausa. Aunque creo que sobreviviremos. Ah! Vaya poesa, Fiammetta, y eso en una mujer que desprecia a las putas que componen. Quizs podras ponerlo en lenguaje llano para m? Ella se re. Oh, no es nada. Slo chchara femenina. Y como l es una mujer honoraria, estoy seguro de que aunque estuviera escuchando, sera lo bastante modesto para no dejarme saber que lo ha odo. No es as, Bucino? Y levanta la voz un poco. Yo hago una larga inspiracin, la retengo durante un momento, y despus, lenta, lenta, muy lentamente, la dejo salir otra vez. CAPTULO 27 El fuerte sabor de la salsa de especias de Mauro sobre anguilas hervidas. Cmo la habitacin permanece quieta cuando me pongo de pie. La manera en que mi odo puede distinguir el canto de los pjaros del golpeteo del agua a travs de los gruesos cristales de la ventana de mi estudio. stas son las alegras de un mundo en el que ya no estoy sufriendo. Y, por encima de todo, el hecho de que la casa ha cado en un palpable desorden en mi ausencia. Ay, no tengo tiempo de celebrarlo, porque mi recuperacin coincide con uno de los momentos ms ocupados. En esta semana se produce el clmax del festival de la Ascensin; la ceremonia de la Sensa, donde todo el gobierno de Venecia se sube a una gran galera dorada hasta llegar al centro de la laguna, desde donde el dux, ataviado con ropas tambin doradas, arroja un anillo de boda a las profundidades, maridando de este modo la ciudad con el mar (imaginis cul es el novio y cul la obediente novia?) y asegurando el dominio de Venecia sobre las aguas para otro ao ms. Quin podra llegar a creer que Constantinopla alberga ms maravillas que Venecia? Esta locura ceremonial y la gran feria comercial que la acompaa hacen rebosar de gente a la ciudad, pero este ao, este ao, nos vemos doblemente benefciados. Porque nuestro cuervo negro, Loredan, ha hecho penitencia por su interminable pomposidad procurando a mi ama un lugar en una de las barcazas que siguen la procesin, un privilegio de tal magnitud que la casa entera est ahora inundada de vestidos y modistas, zapatos y zapateros, perfumes y perfumistas, y toda la parafernalia de belleza que se necesita para llevar nuestro propio, y pequeo, barco dorado al mar. Marcello y Gabriella estn constantemente a mi disposicin, Mauro lleva tanto tiempo sobre la cocina que temo que su sudor se convierta en una de sus especias (aunque no me quejo, porque desde mi enfermedad se me ha alimentado mejor que a los clientes); y en cuanto a mi seora, bueno, no s si mi respiracin la convenci de mi sueo o mi vigilia, pero no ha habido ninguna otra discusin entre nosotros, ni almas que se desnudan, ni solicitud de perdn. En vez de eso, volvemos a ser socios y nos reconciliamos con lo que mejor hacemos, trabajar juntos y hacer que la casa vibre con su sentido de comunidad. Eso no signifca que ella no sienta pena: su melancola es evidente para cualquiera que la conozca. Las ltimas noticias sobre el mocoso son que tiene que irse dentro de unas semanas. Sus visitas son menos frecuentes (no s lo que pueda pasar por las noches, porque desde mi enfermedad duermo como un tronco), y, cuando ello es posible, si est previsto que venga, les doy a los sirvientes tiempo libre, para que l y mi ama puedan gozar de una especie de intimidad juntos. Ambos sabemos que cuando l se vaya, ella y sospecho que l tambin, porque estas febres raras veces arden con tanta fuerza sin que ambos compaeros compartan la enfermedad sentir la separacin agudamente. Pero nos en ataremos con ese dolor cuando se produzca: porque ahora nos hemos reconciliado, ella y yo, y nuestra mente est ocupada en su viaje al mar y todo lo que eso entraa. De todo este caos creativo, slo se echa de menos a una persona: La Draga. Desde aquella noche en que me despert notando su presencia en mi habitacin, no nos ha visitado. Cuando se hizo evidente que yo iba camino de mi recuperacin, dej una serie de aceites y pociones a Gabriella para que me siguiera cuidando, desapareci al alba, y no hemos vuelto a saber de ella desde entonces. Pese a toda nuestra actividad, la casa no es la misma sin ella. Por la noche, a veces, cuando cierro los ojos, puedo or su voz como si estuviera dentro de m, y el recuerdo de sus cuidados es tan intenso que me hace estremecer. Aunque mi ama se benefciara de su presencia y sus pociones ahora, me imagino que La Draga est demasiado ocupada para hacer visitas, porque, en esta ciudad, cuando la gente para de trabajar, empieza a aparearse, y aquellos a los que ella no est ayudando a casarse tal vez pronto est ayudndolos a abortar. Pero yo s perfectamente que fue ella quien me salv la vida, y dondequiera que est no tengo intencin de olvidar mi deuda con ella. Es la maana de la Sensa, y toda la casa y buena parte de la vecindad se rene para ver a mi ama y a m montar en nuestra embarcacin, debidamente adornada para la ocasin. Marcello traza un impecable e inteligente trayecto a travs del intenso trfco que existe en el Gran Canal para dejarnos cerca del borde de los muelles del sur, desde donde debemos caminar hacia el principal desembarcadero, cerca de San Marco. Se trata de un viaje que he hecho ya con bastante frecuencia en el pasado, cuando el sol an no se ha levantado del todo y la ciudad sigue dormida, y siempre me admiro. Despus que se ha trazado la larga curva para salir del Gran Canal y se corre paralelamente al palacio del dux, entre las primeras cosas que uno ve desde el agua estn las grandes Columnas de la Justicia, levantndose como unos altos mstiles a travs de la temprana niebla. Y con cierta frecuencia, cuando uno se acerca, se descubre el cuerpo roto de algn delincuente entre ellas, que han dejado all colgado como un ejemplo para la ciudad. Tal es la dolorosa desolacin que produce esta escena que he llegado a creer que la entrada al inferno ser a travs de estas columnas, con nosotros marchando en silenciosas, apretadas, flas para penetrar en la vaporosa niebla que hay ms all. Slo que ahora, hoy, el inferno se ha convertido en cielo. La misa ha terminado, y la fota est embarcando a sus pasajeros. Aquellas mismas columnas estn festoneadas de gallardetes, y la escena alrededor de ellas es como el Segundo Advenimiento, con los justos encabezando la marcha ataviados con la gloria de Dios y algo ms importante las mejores telas de Venecia. Hay ms oro aqu que en cualquier altar que yo haya visto jams. Incluso a las mujeres se les permite unirse al espectculo, y la modestia es reemplazada por una fabulosa ostentacin. El suelo a su alrededor es un mar de seda y terciopelo, de manera que el sol casi no sabe dnde brillar primero, captado en riadas de hebras doradas y miles de collares, anillos, cadenas y enjoyadas horquillas para el pelo. La galera dorada est anclada en medio del agua, portando ya su cargamento de cuervos de negras capas adornadas de armio y dignatarios extranjeros, y las barcas espectadoras se estn llenando rpidamente. Para llegar a los muelles especiales, cada uno de los invitados debe fgurar en una lista. Mi viaje se termina aqu. Mi ama se vuelve hacia m cuando se prepara para internarse en la multitud. Qu quieres que te traiga, Bucino? Una sirena u otro gran cuervo para tus libros de cuentas? Me encojo de hombros. Quizs puedas encontrar algo que llene el vaco que dejar tu pajarillo, no? Aaah. Y noto el ruido en su garganta, como si el dolor siguiera alojado en alguna parte, demasiado vivo para digerirlo. Ay, para eso necesitara una comida muy rica. Se detiene e inclina la cabeza. El ruido est aumentando a nuestro alrededor. Pronto ser demasiado tarde para hablar. Se vuelve otra vez hacia m. Bucino, las cosas que dije... sobre ti aquella noche, quiero que... No, no lo digas le interrumpo. Ambos habamos perdido el juicio, y tus palabras no eran nada comparadas con la crueldad de las mas. Pero ahora se ha terminado. Se lo llev el viento. Mrate. Estoy muy orgulloso de ti. El ave ms espectacular de la bandada. No dejes que las otras te picoteen por envidia. Ella sonre. Y t? Qu vas a hacer con el da? Yo? digo. Oh, ir... Pero los empujones la estn ya apartando de m, y mi respuesta se pierde en la multitud. Observo lo mejor que puedo mientras ella se mueve hacia las barcas. Las mujeres se examinan mutuamente en tanto se dirigen a sus lugares siempre se comportan peor cuando mejor vestidas van, y aunque los hay resueltos a tratarla con frialdad, eso se debe ms a que mi ama es forastera que al hecho de que tenga aspecto de meretriz. Pero si estuvieran todas en fla en nuestro portego, hay al menos media docena de mujeres que recibiran proposiciones antes que ella, tanto han exagerado los polvos blancos y los volantes. Por contraste, Fiammetta parece una dama noble. La sonrisa que me brinda cuando se da la vuelta y me saluda con la mano desde la pasarela me indica que ella lo sabe tambin. Cierro los ojos para grabar la escena en el reverso de mis prpados, y durante este segundo deseo ms que nada en el mundo haber nacido Tiziano Vecellio, para poder correr a casa ahora y recrearla, porque los detalles se estn ya difuminando. La imagen de mi ama, sin embargo, se mantiene bastante clara. Respondo a su saludo con la mano hasta que me apartan del camino, y luego me escapo corriendo a travs de la multitud, lejos de la locura de la piazza, hacia San Lorenzo y la costa norte. En el bolsillo llevo la direccin del campo donde vive La Draga, o al menos del lugar donde Marcello deja los mensajes cuando la necesitamos. Porque eso es lo que voy a hacer con mi da: voy a buscarla. Despus de todos estos aos, ya es hora de que hagamos las paces. * * * Es la primera vez que salgo a la calle desde mi enfermedad, y a pesar de mi nimo elevado, las piernas me tiemblan ms a menudo, por lo que tengo que descansar con frecuencia. Con todo, no siento ninguna preocupacin. Estoy vivo, y con suerte pronto estar en mejor forma que antes, porque la febre me ha quitado una capa de grasa que la buena vida haba aadido a mi vientre; todos los enanos que he conocido tienen el apetito de un hombre de tamao normal, de modo que a medida que nos hacemos mayores, incluso aquellos que no tienen gula son tambin propensos a la obesidad. De todas maneras, qu necesidad hay de tener prisa en un da como hoy? La ciudad est de vacaciones, y yo tambin. Las calles aparecen tranquilas aqu, ya que las multitudes se han dirigido todas al sur a contemplar el embarque de la fota, y el perfume de las fores de los jardines est en el aire. Durante unas pocas semanas, Venecia tendr un aspecto glorioso, antes de que el sol del verano lo queme todo otra vez, dejndolo seco y ptrido, y, quizs, encontrar tiempo para disfrutarlo. Cundo tuviste placer por ltima vez, eh, Bucino? Cundo jugaste por ltima vez, o te reste hasta que te dolieron los costados? Cundo estuviste con una mujer, si vamos al caso? El xito te ha agriado el carcter. Vives en esa habitacin, inclinado sobre tu baco y tus libros de cuentas, como Una araa sobre sus sucios huevos. Dnde hay vida en eso? He pensado en sus palabras muchas veces desde aquella noche. Cmo no iba a hacerlo? Cuando un hombre cree que va a morir, hay siempre un momento para lamentar los errores que ha cometido, las cosas que no ha hecho. Ella tiene razn. Aunque mis ropas puedan ser tan ricas como lo eran en Roma, nuestro xito ha sido tambin mi fracaso. Eso se debe en parte a que la novedad ha desaparecido. Ella apenas me necesita para entretener a sus invitados ahora, y yo., en cambio, me he cansado de ser tratado como un imbcil o un objeto extico por unos hombres la mayor parte de los cuales, si su bolsa fuera del mismo tamao que su cerebro, no seran adecuados para formar parte de nuestra compaa. Ni siquiera nuestros clientes ms inteligentes me motivan como los de nuestro saln de Roma. En este sentido me puse en contra de Venecia muy pronto. Aunque Roma se coca en su propia corrupcin, era al menos lo bastante honesta para gozar de s misma abiertamente. Sin embargo, aqu estn todos tan preocupados por hacer brillar la superfcie, que toda transgresin debe ocultarse, y los pecados ni siquiera disfrutados antes de ser arrepentidos o reprimidos. Por experiencia s que semejante hipocresa es un terreno de cultivo tanto para la lascivia como para el placer. O tal vez me estoy engaando, sacando razones de donde no las hay, para excusar mi misantropa. Porque es cierto que soy ms taciturno de lo que era. Y s, ms clibe, y si bien un hombre no se muere de semejante abandono, tampoco prospera por ello. Qu puedo hacer yo? Aretino quizs me envidie mis habilidades, pero son menos efcaces aqu de lo que eran en Roma. Y tampoco hay, pobre de m, traviesas matronas con un apetito por la novedad en estos mercados, y las calles estn demasiado cerca de los canales para que yo soporte el olor de la mayor parte de las mujeres que las trabajan: alivio y placer pueden ser la misma cosa para la mayora de los hombres, pero yo soy un enano y soy demasiado sensible a los matices de la humillacin para que funcione de esa manera en mi caso. Hubo un tiempo en que mi disfrute de las curvas de Anfrosina y su capacidad de rer tontamente podan sacarla de la cocina y llevarla al dormitorio. Pero la satisfaccin obtenida all raras veces duraba ms que el momento, y aunque ha habido algunas ms a lo largo del camino, estos ltimos aos me he ido volviendo cada vez ms orgulloso (o quizs avergonzado) para pensar que poda hacerlo mejor. Quizs la verdad es que me he vuelto un cnico. Cuando alguien est en el negocio de satisfacer el deseo masculino, resulta difcil no desarrollar cierto desprecio por el apetito que uno est manipulando. Sean cuales sean las razones, mi lujuria se ha ido enfriando. En vez de ello, mi atencin se ha centrado en las cuentas del baco y en lo sabroso de las salsas de Mauro, y he decidido no pensar en el calor del cuerpo femenino. Es decir, hasta que siento otra vez los brazos de mi madre alrededor de m, y me descubro llorando, tanto por el consuelo como por el dolor. Dios mo, sentirme agradecido a una tullida ciega. He llegado hasta aqu para eso? CAPTULO 28 Mientras cruzo la ciudad, considero lo que s de ella, esta mujer que lleva en mi vida casi un decenio y que no obstante es alguien a quien decid ignorar. S que lleg a Venecia de nia y que sus padres murieron cuando ella era an joven. Mi ama me cont una vez que haba estado casada, pero que su marido muri pronto y que, desde entonces, ha vivido sola, lo que en s mismo es algo digno de cierto asombro tratndose de Venecia, porque las mujeres solas de su edad estn destinadas a los conventos o son vctimas de la ocasional violencia masculina. En ella su deformidad bien podra haberle sido de ayuda; eso, junto con su reputacin de bruja, habra sido la causa de que la mayora de los hombres se protegieran las pelotas en vez de hacer alarde de ellas. No cabe duda de que dirige un negocio bastante saneado actualmente. S que la nuestra no es la nica casa que visita (hace unos aos, desapareci durante meses interminables, y regres tan discretamente como se haba ido, sin dar ninguna explicacin), pero sea quien sea al que atiende, al igual que un cura, guarda para s las confesiones de los dems. Desde luego, lo que no puede ver no puede decirlo. Aunque yo he subestimado sus talentos, en perjuicio mo, en el pasado. Muy recientemente, hay que reconocerlo, para mi propia vergenza. No volver a hacerlo. El lugar donde vive est situado al noroeste de la ciudad, entre el Rio di Santa Giustina y el convento de La Celestia, una zona que apenas conozco. Me oriento gracias al campanario del convento, que se levanta por encima de los tejados y da al mar (Dios mo, cun fras y hmedas deben de ser sus celdas en invierno). Cruzo el canal en direccin a l y me muevo entre una masa de callejones y casas apretujadas. En algn lugar habr un campo con un horno de panadero y una iglesia y un pozo de piedra, una antigua islita unida a todas las dems, como aquella donde vivimos al principio y donde el viejo segua vigilando el nivel de agua hace tanto tiempo. En ltimo extremo, es mi nariz la que me lleva all, porque el olor de cerdo asndose es siempre una buena brjula. El espetn est en mitad de la plaza, el animal ensartado y relleno, sus jugos escupiendo fuegos artifciales en las brasas. Cerca de all, tres hombres estn instalando dos barriles de teriaca. Como todo el mundo, estn de celebracin, y si yo quiero encontrar a La Draga, debera hacerlo antes de que empiecen a beber. Se ha reunido ya quizs media docena de hombres y mujeres y un puado de nios, y yo soy lo sufcientemente monstruoso como visitante para convertirme de un momento a otro en un entretenimiento, porque incluso una ciudad como Venecia tiene lugares apartados, donde no me conocen. Hago frente a algunos sarcasmos referentes al asado del pato bien vestido que acaba de entrar anadeando y a cmo los perfumes de su barba servirn en lugar de especias, antes de encontrar por mi cuenta a la ms presentable jovencita disponible y hacerle una reverencia tan profunda que pueda ser vista como graciosa si consigo el foreo adecuado. Las risas a mi alrededor son tan roncas que s que la cosa ha funcionado, y sostengo en mi mano un bol gratis de matarratas antes de tener tiempo de presentarme. Y por qu no? Todos somos invitados en el banquete de bodas de nuestro estado, y nos corresponde disfrutar liberalmente. Me lo trago de golpe, y mi ataque de tos provoca otra explosin de regocijo, de manera que la muchacha que he elegido tiene que golpearme en la espalda, animada por el resto de los concurrentes. Cuando consigo respirar, observo que ella es lo bastante joven para ser un poco tmida, y que sus labios son rojos y llenos como la pulpa de una granada madura. Le sonro (una sonrisa ms seductora que mi sonrisa agresiva) y me uno a su burla, tomando otro trago, esta vez ms pequeo, y haciendo comedia con la fuerte quemadura que ha dejado su huella en el techo de mi garganta. La muchacha me mira con los ojos muy abiertos, y la mujer que est detrs de ella la empuja bruscamente en mi direccin de tal modo que medio tropieza cayendo hacia m, y tengo que emplear toda mi fuerza para evitar que se caiga. Cuando se endereza, riendo de indignacin, tengo un vislumbre del interior de su boca y veo una fla de dientes medio podridos al tiempo que capto un soplo de descomposicin. Y para vergenza ma, mi creciente excitacin desaparece. Tal vez Aretino tiene razn, y yo soy ms mujer que hombre actualmente. Dios me ayude. El campo se est llenando deprisa, y hago uso de la capacidad del licor de afojar la lengua para charlar con otros miembros del grupo y preguntar por el domicilio de la curandera llamada La Draga. Todo el mundo la conoce, al parecer, aunque existe cierto desacuerdo sobre cul es exactamente su casa. Una mujer que exhibe una gruesa cicatriz en la cara escupe sobre mis zapatos al sonido de su nombre, llamndola puta que cura a los ricos pero que deja morir a los pobres. Una mujer ms joven muestra su disconformidad; luego, un hombre se mete en la discusin, y al cabo de unos segundos la gente se est empujando. Si yo fuera un general, hara desayunar teriaca a mi ejrcito antes de cada batalla. Justo la necesaria para que no se lanzaran unos contra otros antes de llegar al enemigo. Cuando salgo de la plaza en direccin a su calle, observo que la muchacha me est vigilando desde el borde de la multitud, aunque, en cuanto capto su mirada, ella se apresura a desviarla. Me acerco a ella y vuelvo a inclinarme, y esta vez le pido directamente su mano. Ella se muestra insegura ahora, como un potro inexperto enfrentado con su primera brida, pero al fnal la ofrece. Yo le doy la vuelta, besndola en la palma y luego apretando un ducado de plata dentro de ella y doblando sus dedos suavemente sobre la moneda. Le soplo un beso al marchar, y mientras me voy la veo abrir los dedos: observo una mirada de maravilla en su rostro, y despus sonre y me saluda con la mano, y, por alguna razn, la visin de su alegra me hace sentir deseos de llorar. La calle de La Draga est fuera del campo, sobre el borde de un pequeo canal. Me acerco a ella. Las casas estn apiadas y como inclinadas sobre los adoquines, su obra de cantera rota y desconchndose. En verano podras llegar a oler los pedos de tu vecino, suponiendo que la otra putrefaccin no te hubiera estropeado las narices primero. Su casa, segn la opinin general, es la ms prxima a la ltima antes de llegar a la esquina. He vivido en lugares as, la primera vez que llegu a Roma. S la penumbra que encontrar dentro. Y posiblemente la mugre. Si es afortunada, tendr una habitacin para ella sola. Si tiene xito y no puedo imaginarme que no ser as quizs tenga dos. A menos que haya un marido. Dios mo. Nunca se me haba ocurrido pensar eso, que pudiera haberse vuelto a casar. Siempre ha aparecido sola en mi mente, una mujer que vive de su ingenio. Como yo. Doy un golpecito en la puerta. Y no obtengo ninguna respuesta. Vuelvo a probar, ms fuerte. Empujo la puerta, pero est cerrada. Unos segundos ms tarde, oigo que alguien se est moviendo detrs de ella. Quin es? Es su voz, aunque spera, suspicaz. Soy Bucino. Hago una pausa. Bucino Teodoldi. Bucino? Noto su sorpresa. Ests bien? S. S. Pero... Yo... necesito hablar contigo. Eh... Bueno. No puedo verte ahora. Pero yo estoy decidido. ste es mi objetivo. Es importante me oigo decir. Puedo esperar, o volver ms tarde. Em... no... No. Yo puedo ir dentro de un ratito. Conoces el campo que hay aqu cerca? S. Pero est abarrotado de gente. Ve a las escaleras que hay al lado de la iglesia. Nos encontraremos all. Regreso a la plaza. Est llena al completo ya, y la muchacha ha desaparecido. Subo por los pocos escalones que llevan a la puerta de madera de la iglesia y espero. Qu est haciendo ahora La Draga? Haba alguien con ella? Un cliente quizs. Debe de guardar sus medicamentos en alguna parte. Imagino un cesto lleno de tarros y pociones, majas y morteros para machacar, balanzas para pesar. Eso me recuerda aquella pequea trastienda donde mi solemne judo meda y compraba la riqueza de la gente. O mi cuarto lleno de libros mayores y cuentas. Porque nosotros somos todos hombres y mujeres que trabajan: pese a las cargas de nuestra raza o a nuestras deformidades, hemos descubierto modos de estar en el mundo, sin depender de nadie, ganndonos la vida con una especie de orgullo. Porque hasta yo tengo que reconocer que hay mucha habilidad en su capacidad de curacin, o incluso en su brujera. Estoy lo bastante arriba para descubrirla en cuanto dobla la esquina para entrar en el campo. Va vestida para el festival, un vestido azul plido que creo que es nuevo o quizs no me haba fjado en l hasta ahora, su falda ancha, orlada de encaje, y un chal del mismo color sobre la cabeza. Lleva un bastn, cosa que le he visto hacer otras veces, y que le facilita andar, porque puede utilizarlo para barrer el suelo ante ella y evaluar los obstculos ms deprisa. De todas formas, la gente la conoce lo bastante para apartarse de su camino, aunque a mitad de trayecto se le acerca una mujer, y, pese a que no puedo or lo que le dice, y por su postura decidida y cmo le bloquea el paso, parece que no es un encuentro agradable. Me pongo de pie por si La Draga necesita ayuda (qu ayuda podra darle?), pero la cosa ha terminado tan pronto como ha comenzado, y ella no tarda en llegar a los escalones, su bastn barriendo el camino hacia arriba. Ya estoy aqu dice, y se vuelve hacia m con esa extraa sonrisita suya, la sonrisa que La Draga nunca ver por s misma pero que parece decir que ella saba dnde me encontraba yo todo el tiempo y simplemente estaba comprobando. Tiene los ojos cerrados, cosa que hace algunas veces. Pienso que quizs le resulte doloroso mantenerlos abiertos, porque he notado que cuando lo hace nunca parece parpadear, lo cual es una de las razones por las que esa densa mirada fja y lechosa es tan inquietante cuando la ves por primera vez. No he prestado mucha atencin a su bienestar en el pasado, pero, bueno, tengo una experiencia reciente de sufrimiento con la cual comparar. La punta del bastn localiza mi pie, y entonces ella se baja al escaln junto a m. Nunca nos habamos visto as, fuera de la casa. En torno nuestro, la ciudad est de celebracin, disfrutando. Es un da que tendr toda clase de consecuencias. Cmo me has encontrado? Su voz vuelve a ser suave, tal como yo la recordaba. Oh, eres famosa en estos entornos. Ests mejor, no? Haber caminado hasta aqu... Mejor, s. Aunque todava dbil, me parece. Bueno... Mauro me est dando bien de comer. Ella asiente con la cabeza. Observo que sus dedos juegan con la parte superior del bastn, y me sorprende que est tan nerviosa como yo, sentada aqu sola conmigo. Cuntos aos hace que nos conocemos? Y, sin embargo, qu poco sabemos el uno del otro. Yo... he venido... He venido a darte las gracias. Ella inclina la cabeza y su sonrisa es ahora de perplejidad. No hice tanto. La infeccin sigui su curso. Yo slo ayud a bajar la febre. No digo. Creo que hiciste mucho ms que eso. Hago una pausa. Yo... yo me habra vuelto loco por culpa del dolor. Ella asiente. S. Cuando se mete dentro de la cabeza, es muy malo. De nuevo pienso en sus ojos. Ya me dijiste eso en una ocasin. Conoces estas cosas? Bueno... las he visto en otras personas. Yo sola tener un dolor as cuando era nio. Es por la forma de tu odo. S, me dijiste eso tambin. Has estudiado estas cosas? Un poco. La estoy mirando mientras habla. Su piel es tan plida y suave, sus pestaas descansando como unas franjas de media luna sobre sus mejillas. Mi ama me cuenta que cuando la vio una vez en nuestra casa, Tiziano quiso pintarla, porque piensa que hay algo mstico en ella. Se puede ver por qu. Los aos apenas la han envejecido, y hay una extraa luz en su cara, la manera en que sus pensamientos y sentimientos parecen desplazarse por ella como un tiempo constantemente variable. Est en lo cierto: ella constituira una estupenda adicin a sus obras religiosas, y justamente l sera capaz de captar esa luz interior, porque Tiziano parece ver el espritu de una persona con tanta claridad como su cuerpo. Pero ella no est interesada en la inmortalidad, o al menos en la que l puede ofrecer, y cuando l se lo pidi, ella no quiso saber nada. Me gusta ese aspecto suyo, aunque no me haba dado cuenta de ello hasta ahora. Cmo est Fiammetta? pregunta ella al cabo de un rato. Est..., no s cmo decirlo..., tranquila, resignada. Sabes ya que el mocoso aquel se marcha? Te lo ha dicho? S. Esas noticias llegaron cuando yo estaba all. Est triste digo. Pero se recuperar? Y aunque trato de decirlo con frmeza, se convierte en una pregunta. Si una herida es limpia, no importa tanto que sea profunda dice ella. Es cuando la pasin no es compartida cuando la gangrena se abre camino. S. Hago una pausa. Vamos, Bucino. Si puedes sobrevivir a una agona, puedes hacer esto. Yo... lo siento... Lo de aquel da, cuando me enter de lo de l. Estaba tan furioso conmigo mismo como contigo. Ella se encoge ligeramente de hombros, como si ya lo supiera y estuviera nicamente esperando a que yo me diera cuenta. Slo que ahora que he empezado, tengo que seguir. No tenas necesidad de ser tan buena conmigo, sabes?... Quiero decir despus. Bien sabe Dios que yo no siempre he sido bueno contigo. Yo... Y, para sorpresa ma, ella titubea tambin un poco en este momento . No fue nada. T estabas... Quiero decir, los remedios funcionaron contigo. Slo que el aire ahora de repente parece como extrao entre nosotros. Como si ninguno de los dos supiera qu paso dar a continuacin. Los cuidados que me prestaste consumieron un montn de tu tiempo digo, para contener la inquietud que siento. Pero no presentaste ninguna factura. No... Em... Estaba ocupada con otras cosas. Pensaba que volveras. No. La... ciudad est atestada ahora. No puedo moverme con tanta facilidad. No, no, claro que no. Su inquietud est aumentando, y tengo miedo de que vaya a marcharse. Bueno, doy gracias a Dios por ti digo rpidamente. Porque, sin ti, estara muerto ahora. Ella frunce el ceo. No debes decir eso. Yo no te salv la vida; slo hice bajar la febre repite tranquilamente. Pero deberas andar con cuidado con el agua. No es buena para ti. Empieza a ponerse de pie. Tengo que irme. Yo me pongo de pie tambin, y sin pensarlo siquiera, alargo la mano... para ayudarla a levantarse, para decir adis, para hacer que se quede, porque an me quedan cosas por decir; para excusarme por mi rudeza, mis juicios equivocados. Pero ella se aparta cuando casi estoy a punto de tocarla, aunque ms suavemente de lo que podra haberlo hecho en el pasado, como si en este momento estuviera tan insegura de m como yo de ella. Puedo sentirlo por cmo se mueve, por la risita que suelta, por la inclinacin de la cabeza. Qu est pensando ahora? Sin duda no debo de ser el nico que recuerda cmo me abrazaba ella y el suave fuir de sus palabras, verdad? Bueno, adis, entonces, Bucino dice La Draga, el rostro brillante, los labios ligeramente separados en una sonrisa. Que sigas bien. Lo har. Adis. * * * La veo bajar por las escaleras y seguir cuidadosamente su camino de vuelta por el costado de la plaza, hasta meterse en su calle. Permanezco sentado un rato ms contemplando la locura de la multitud. Pasan diez, tal vez quince, minutos, y entonces un hombre me ve y levanta el brazo y empieza a dirigirse hacia m. Pero yo no estoy interesado en hacer nuevos amigos, especialmente aquellos cuya sociabilidad es obra de la teriaca. Me meto dentro de la confusin antes de que pueda alcanzarme. Doblo la misma esquina por la que ella se march. As como la siguiente. Voy a volver a su casa. Me quedar ante la puerta y llamar otra vez? No tengo ni idea. Estoy demasiado ocupado andando. Pero las cosas no ocurren as. Porque cuando doblo la esquina para entrar en su calle, descubro una fgura de espaldas al fnal de ella. Se trata justamente de La Draga. Mismo vestido, mismo chal, aunque ahora lleva colgada una bolsa del hombro. Observo el barrido y el golpeteo de su bastn mientras ste se mueve efcientemente ante ella. Llega a la esquina y la dobla. Me muevo tras ella. Cuando llego al mismo lugar, ella est ya cruzando un puente a su izquierda, y me detengo porque ahora somos los nicos viandantes de la calle, y s muy bien que ella ve a travs de sus odos. Observo adonde va, y cuando ha desaparecido de la vista, la sigo. Por qu? Porque... Porque hoy es un da libre y puedo hacer lo que se me antoje con mi tiempo. Porque ella me salv la vida. Porque nunca haba estado en estas calles. Porque tengo curiosidad de saber adonde va. Porque... la sigo porque... Tras algunas manzanas, el aire empieza a cambiar, y comienza a penetrar una niebla, no muy densa pero persistente, arrastrada desde el mar. La Draga, por supuesto, no sentir su impacto, aunque imagino que sus sentidos son lo bastante agudos para notar el nuevo tipo de humedad que fota en el aire. Trato de imaginar qu debe de sentir dentro de su cabeza, movindose a travs de una oscuridad perpetua con slo los ecos de las paredes, la piedra y el agua para trazarle el camino. Se mueve con mucha seguridad. Pero stas son sus calles, y una ciudad siempre aterroriza menos a sus vecinos. En una ocasin le pregunt a mi viejo del pozo cmo se haba aprendido el camino hasta un lugar tan catico. Me respondi que no poda recordarlo, porque sucedi cuando era todava un nio. Oigo a la gente hablar a voces, ese gran ro que es el lenguaje, con todo su fondo de gramtica y matices, y me pregunto cmo aprendemos todos tan rpidamente a hablar, teniendo en cuenta que empezamos cuando apenas tenemos edad sufciente para tenernos en pie. Y no tengo recuerdo de haberlo encontrado difcil. De hecho, no tengo ningn recuerdo al respecto. Quizs ocurre lo mismo con ella. Del mismo modo que yo, siendo pequeo, negocio con un mundo de altos, ella aprendi a navegar por un mundo ciego a travs de otros sentidos, viendo gracias al odo, el olor o el tacto. Pienso en mi sordera temporal. Qu soberana pareja hubiramos hecho entonces: mis ojos y sus odos. Mi manera de andar anadeando y su cojera. Si tuvisemos tiempo y la inclinacin, podramos llegar a descubrir que nuestros mundos tienen muchas cosas en comn. Pero durante todo este tiempo he sido demasiado desabrido y orgulloso para preocuparme siquiera. Ella se est dirigiendo hacia el norte, con el Rio di Santa Giustina en algn lugar a nuestra izquierda. Cuanto ms nos acercamos a la costa, ms espesa se hace la niebla. Venecia es una amante caprichosa cuando se trata del tiempo, y pienso en la fota que ahora estar a medio camino en la laguna. Al frente, el oscuro muro de casas se abre de golpe para mostrar la espesa, gris, extensin del mar. Ahora, fnalmente, La Draga se detiene. Y gira, primero en una direccin y luego hacia atrs. Por instinto me meto en un portal, como si ella tuviera ojos... Estpido. Pero no soy yo a quien est escuchando, sino el cambio de sonidos que se produce con el mar abierto y la ausencia de edifcios. Unas voces se aproximan a travs de la niebla, y La Draga se mueve, probablemente hacia ellas, porque su odo es ms agudo que el mo. Acelero el paso para seguirla. La lnea de la costa es larga, el rompeolas bajo y los adoquines estn hmedos, como si una marea reciente los hubiera inundado. La niebla est mucho ms densa sobre el agua. Generalmente desde la playa uno puede ver las islas de San Michele y Murano, pero ahora slo se ve el gris. Delante, hay un grupo de fguras: nios, personas con bebs y paquetes, esperando, como para subir a una embarcacin. Claro. Justamente hoy, habr un montn de personas que llegan y salen de las islas. Efectivamente, se oye el golpeteo de los remos, y casi en el mismo momento una robusta barcaza medio llena, con espacio quizs para otras diez o quince personas, surge de pronto en el horizonte prximo. En tierra, el grupo recoge sus paquetes y a sus nios y se acerca al pequeo muelle de madera cuando la embarcacin se arrima, arrojando sus grandes cuerdas alrededor de los gruesos pilotes de madera. La Draga est con ellos ahora. Dios me ayude. Por supuesto. Ella tambin debe de estar yendo a casa. Qu fue lo que el viejo dijo sobre ella una vez? Que haba nacido en una de las islas pero se haba ido a la ciudad de nia. Sin duda tiene familia que visitar. Me quedo paralizado junto a la orilla. No hay ningn costado en este gran canal de aguas abiertas, ninguna parte a la que ser arrastrado a la salvacin aqu, mientras que all, en la penumbra, hay pjaros con alas como el viento y un apetito por las presas pequeas. No voy a volver all. No tan pronto. El bote est ya atracado, y un ro de gente baja de l. La costa se convierte repentinamente en un caos, con cajas y bolsas y gritos. Oigo el indignado cloqueo de las gallinas, y alguien lleva lo que parece un cerdito apretado bajo su brazo, porque sus chillidos de protesta son ms fuertes que los de un beb; sin duda, percibe que, habiendo abandonado los campos, est destinado al espetn. Me siento perdido entre la multitud. A la izquierda oigo el espeso golpeteo del agua contra la pared, y s cmo se siente el cerdo. Para m, es una eleccin bastante simple. Si quiero volver a hablar con ella, tendr que seguirla a la embarcacin. Me he pasado la vida negndome a ser tan pequeo como los dems quieren que sea. Sin embargo mi temor me ha traicionado. La barcaza se est cargando ahora, con las primeras personas abrindose paso y riendo mientras son empujadas hacia delante. Yo me encuentro al fnal de la cola, mis pies frmemente apoyados en tierra. La inclinada fgura de La Draga est a unas seis o siete personas ms adelante. Que el destino decida. Si hay espacio, ir y me meter en el agua con ella; en caso contrario, dar la vuelta y me ir a casa. Hay espacio. CAPTULO 29 Me encajo en un banco lateral, entre una voluminosa anciana y un hombre robusto. Aunque el olor que ambos despiden es malo, su solidez me tranquiliza un poco. La embarcacin desatraca y penetramos en la niebla. La Draga est sentada en la parte delantera, de espaldas a m, su cabeza erguida pese a la curva de su columna vertebral. El hecho de que no podamos ver adonde vamos no constituir una preocupacin para ella, aunque s que el sonido viaja de manera diferente en la niebla, y ella est demasiado alerta para no enterarse de lo que sucede a su alrededor. El chal se ha deslizado un poco de su cabeza ahora, de manera que puedo ver una maraa de pelo en una larga, desgreada, trenza, casi tan blanca como su piel. Hemos perdido ya de vista el muelle, y mantengo los puos tan apretados en mi regazo que los nudillos son como blancas aristas contra mi piel. Me obligo a afojar los dedos y trato de respirar. No es tan malo. No hay garras de pjaros clavndose en mis odos, y los pollos que se revuelven en las cajas a mis pies estn ms trastornados que yo. Me pregunto sobre mi ama, que est ahora en el mar en una embarcacin muy diferente, rodeada de la opulencia y la majestad de Venecia, y confo en que las aguas ms abiertas del Lido hayan ahuyentado las nieblas, de tal modo que, cuando el dux proceda a arrojar el anillo de boda a las grises profundidades, haya sufciente sol para captar el brillo de la joya antes de que sta penetre en el agua. Mientras lo pienso, el cielo parece clarear un poco ms adelante, y a nuestra izquierda un campanario empieza a cobrar forma. Lo he visto el sufciente nmero de veces desde la orilla para saber que es el campanario de la iglesia de la isla de San Michele, un edifcio contra el cual Aretino y su amigo arquitecto Sansovino lanzan sus crticas, porque lo ven como un insulso ejemplo del viejo estilo clsico, aunque yo estoy ms impresionado por el milagro de su construccin: todo aquel acarreo de grandes barcazas de ladrillo y piedra y material transportado hasta una isla en medio del mar. Nos lleva quizs quince, veinte, minutos llegar hasta all, pero no nos detenemos. Las nicas personas que viven ah son monjes franciscanos, y ellos tienen sus propias embarcaciones, que los mantienen incontaminados de la vida exterior. Pues claro. Para una mujer que no puede ver, resulta potico que la isla de su nacimiento deba ser la que produce los espejos ms excelentes del mundo. Nos dirigimos ahora a Murano. Ya la larga y estrecha protuberancia de tierra se est levantando ante nosotros. Conoca el nombre de Murano mucho antes de llegar a Venecia. Nadie que haya vivido en una casa de cierta importancia lo desconoce. El nombre se ha extendido por medio mundo. Es una de las razones por las que mi turco llega con una bolsa tan llena... Las grandes mezquitas de Constantinopla, al parecer, estn iluminadas por sus lmparas colgantes, y en nuestro caso, cuando empaquetamos la riqueza de mi ama de Roma, no era simple vidrio sino cristal de Murano lo que envolvimos tan cuidadosamente con telas, y guardamos en el fondo de nuestros bales, para que los brbaros no pudieran ponerle las manos encima. Nuestro comerciante, Alberini, dice que no hay otro lugar en la tierra donde tengan los ingredientes, el conocimiento y la experiencia para crear tal calidad en semejante cantidad, aunque yo pienso que esto es tanto arte como poltica, porque es del dominio pblico que si un maestro vidriero deja la isla, le est prohibido por la ley instalarse como profesional en cualquier otra parte. Alberini trajo a mi ama aqu en una ocasin, junto con un noble espaol, al que quera impresionar con la belleza veneciana, tanto de la carne como del cristal. Ella regres deslumbrada con historias de hornos calientes como el mismo inferno, de los cuales unos hombres sacaban glbulos de vidrio calentados al rojo vivo por el extremo de unos tubos y soplaban en ellos para convertirlos en grandes burbujas de cristal transparente. Pero la maravilla mayor, dijo, era cmo jugaban con el vidrio en su estado fundido, espeso como queso blando, retorcindolo y cortndolo y moldendolo en las formas de una docena de animales o fores exticas y rizando hojas para los colgantes de un candelabro. Con tales milagros una muchachita que est perdiendo la vista apenas se habra fjado. Aunque ella, como toda mujer, habra aprendido bastante pronto que el fuego quema y que del calor ms especialmente del calor del hombre sale creacin. A medida que nos acercamos, la isla aumenta en tamao y profundidad, y distingo extensiones de monte bajo con edifcios y chimeneas alrededor, aunque apenas rboles, pues los hornos hace tiempo ya que han devorado a la mayora, de manera que, junto con los guijarros y la potasa, Murano importa ahora madera para alimentar las eternamente abiertas bocas de sus hornos. La barca sigue la lnea de la costa y luego se mete por un canal, como en la ciudad madre, y en sus costados aparece una masa de almacenes, as como barcazas alineadas en cada lugar disponible para atracar. No obstante, hay poca actividad aqu hoy, porque incluso lo mejor de Venecia descansa el da en que el dux casa la ciudad con el mar. La primera va de agua se curva para convertirse en otra, y algunos nuevos y elegantes palacios se levantan a cada lado. Hay nobles venecianos que tienen hogares aqu con grandes jardines ornamentales, pero difcilmente esto es el Gran Canal, y por rico que fuera mi negocio, creo que me sentira en una especie de exilio si viviera en este lugar. La barca est reduciendo su velocidad ahora, y la gente est empezando a agitarse. El cielo est claro y la temperatura ha subido. El cojn que constituye la vieja de mi lado se est impacientando, y me agarro con fuerza al costado para contrarrestar la inclinacin. La Draga sigue an como una estatua, mirando al frente. Entramos en el muelle, y ahora fnalmente se mueve, sus pies ms frmes que los mos en la inestable superfcie. El entrecano barquero la coge de la mano cuando ella cruza al desembarcadero y le sonre mientras lo hace. Quizs la reconoce de su juventud, o de sus visitas regulares. Quizs ella puede reconocer a un hombre por el toque de su mano. An me acuerdo de aquel da en que ella se dio la vuelta cuando yo iba siguindola por la calle, sabiendo por cmo mis pies golpeaban en los adoquines que era yo, y que estaba algo agitado. Fue la primera vez que me toc, descubriendo la forma de mi cabezota con sus dedos. Entonces stos tambin estaban fros, recuerdo, fnos y delicados pese a la molienda de los polvos y la mezcla de las pomadas. Me produce un estremecimiento pensar en ello ahora, como si ya me hubiera abierto demasiado a La Draga. En la parte trasera de la embarcacin, me echo la capa sobre la cabeza y los hombros para, en caso de necesidad, poder pasar por un viejo encorvado en vez de por un hombre ms joven pero deformado. Siento curiosidad por saber adonde va. Quizs a alguna casa, antao un taller, actualmente un hogar con un envejecido abuelo. Imagino a un anciano, sus estantes llenos de pequeas botellitas de vidrio, porque una mujer de su profesin necesita una provisin constante de frascos para todas sus pociones. Supongo que debe de ser un individuo de cierta inteligencia, ese abuelo, porque ella es bastante lista bajo su silencio; un vidriero que siente inters por la alquimia, quizs, pues la manufactura del vidrio tiene su propia clase de magia. Pero estoy equivocado, porque ella no se dirige a ninguna casa. Por contra, y para sorpresa ma, va a una iglesia. El edifcio se levanta pasada una curva del canal. Su parte trasera, que da al agua, es un elegante bside curvado con ligeros arcos de piedra y mampostera que parece un hbil zurcido; Venecia antigua ms que moderna, pero me gusta ms por eso. Cuando me acerco, La Draga est ya entrando. Dentro, el lugar est todava lleno de feles ansiosos de ser escuchados por Dios. Ella se sienta ms o menos por la mitad, al fnal de un banco, con la cabeza inclinada. Yo me sito una docena de flas detrs de ella. Qu est haciendo aqu? Plegarias por sus parientes muertos, o plegarias por ella misma? Qu palabras usan las brujas cuando se dirigen a Dios? Pienso en la confesin de mi ama: Perdonadme, padre, porque he pecado. Este ltimo mes me he ganado la vida dando placer a veinte hombres, ninguno de los cuales es mi marido. Un pecado usual, incluso aunque se presente en cantidades inusuales. Pero con La Draga sera diferente. Cmo explicar el hecho de humedecer una hostia consagrada en sangre menstrual para retener el deseo de un hombre, o a todos aquellos cuerpecillos semilquidos purgados de los teros de mujeres desesperadas? En la mente de cualquier sacerdote, esto es la obra de Dios hecha por el diablo. Con semejantes manchas en la hoja de dbitos de un alma, tendra alguna importancia la salud recuperada de unas cuantas prostitutas, o la vida salvada de un enano? Bajo los ojos y me encuentro mirando fjamente el suelo: un lago de piedra y piezas de mosaico de marfl en forma de tringulos, diamantes y cuadrados colocados en crculos concntricos y que confuyen entre s, como las islitas de Venecia convergiendo en un conjunto. Cuando miras ms detenidamente, puedes distinguir imgenes singulares: la forma de un pavo real con su cola desplegada y, cerca, lo que podran ser unas plantas u otras aves. Cuntas piezas haran falta para construir semejante suelo? Cuntas personas mueren cada ao? Qu pasara si esto fuera un mosaico de almas: un milln de seres pasados por la llama que funde la materia, de la misma manera que el horno convierte las piedras en lquido y, si los ingredientes son los correctos, las purifca hasta convertirlas en algo limpio y claro? Es eso el cielo? Un proceso de alquimia espiritual en el que el cuerpo pierde su peso terrenal y se transforma en la perfecta materia del alma? Cules fueron sus palabras aquella noche? Que nuestros cuerpos sern como el cristal, claros, puros, capaces de moverse ms deprisa que las fechas, pero lo bastante blandos y fexibles para fundirse, y pasar a travs de, el uno en el otro. Y que, cuando abramos la boca, el sonido ser el de un millar de lades, y cantaremos constantemente la belleza de todo. Oigo su voz nuevamente, dulce, amable, en mi odo. Ella debi de haber aprendido sus visiones aqu, en un mundo de fuerza transparente. La imagino bajo el pincel de Tiziano, su torcida fgura estirndose, sus ojos abrindose hacia Dios. Maga o bruja. Curando o haciendo dao. Siento una tensin en el pecho, como si mis pulmones no me dejaran tomar sufciente aire. Qu s yo de estas cosas? Soy el enano de una cortesana, y mi ofcio es acomodarme a los deseos de los hombres. A decir verdad, no soy mejor que ella. No obstante, ella me ayud. Perdon mi furia, me calent en la edad del hielo, me sostuvo a travs de la llama. Y s que me siento diferente. Ms diferente de lo que me he sentido en aos. Sin ella habra muerto, pero ahora estoy infamado de vida. De manera que quiero tocar y or y probarlo todo nuevamente. Oh, escchate, Bucino! Eres como un burro enfermo de amor rebuznando en un patio trasero, atado a su propio miedo. Del desprecio y la sospecha has pasado ahora a la empalagosa adoracin. La nica alquimia que has sufrido es la que espesa la sangre y alienta la mala poesa. La voz interior es agresiva y sarcstica al mismo tiempo. Es una de las muchas con las que he crecido. Cuando eres feo como yo, si no puedes encontrar compaeros fuera, entonces debes hallar algunos en tu interior, o morirs de soledad. Pero tienen que ser tan duros como son a veces blandos, porque todo el mundo necesita ambas cosas para sobrevivir. Por eso mi ama y yo hemos sido tan excelentes compaeros. Fuimos, cada uno a su modo, criados para estar solos, para resistir al sentimiento ms que para caer en l. Por eso cuando ella se enamor del mocoso, no le di cuartel. Sin embargo, yo estoy aqu suspirando por una tullida. Contemplo fjamente la parte posterior de su cabeza. Luego en mi mente la hago dar la vuelta para poder mirarla otra vez: la forma en que sus miembros no se conectan adecuadamente cuando camina, su suave rostro con sus ojos lechosos, la piel tan plida que parece como si le hubieran sacado la sangre, serena y alarmante en igual medida... Cul era su verdadero nombre? Elena Cru... no s qu? Crusichi? S, eso era. Elena Crusichi. Incluso el sonido es interesante. No necesito ninguna voz que me diga lo que est pasando. Lo s. Naturalmente que lo s. Me est gustando cada vez ms. Mucho. O tal vez sera ms correcto decir que estoy quitando el bloqueo de mi mente que durante tanto tiempo lo ha impedido. Cun extrao resulta que uno haya sabido algo desde siempre, pero al mismo tiempo lo haya ignorado. Como ver a alguien todos los das de tu vida y no obstante decidir no darte por enterado de quin es. Es una historia bastante estpida si bien se piensa. Crueldad despreocupada, a la cual cabra pensar que me habra llegado a acostumbrar para entonces. Pero yo era joven. Bueno, joven mentalmente. Mi cuerpo haba crecido, al menos todo lo que habra de crecer jams, y estaba furioso a causa de su nuevo calor. Mi padre haba muerto, y yo estaba al cuidado de su hermano en Florencia, un notario, bastante conocido en su profesin, aunque no lo bastante bueno para ser grande, o bastante grande para ser humilde. Se haba hecho cargo de m porque la caridad cristiana deca que tena que hacerlo, y porque yo tena manos ms hbiles e ingenio ms rpido que todos sus hijos, y poda encargarme de las labores de copia. Pero odiaba mi deformidad como una mancha de la familia, y yo le devolva ese odio. Yo tena quince aos cuando l la trajo a casa. La muchacha proceda de Dalmacia, y la haba sacado de la casa de un amigo para trabajar en la cocina. Era muy bajita, casi tan pequea como yo, aunque tan delgada que sospecho que su tamao se deba a la falta de comida ms que a un defecto de nacimiento. Pero era tambin increblemente fea. Algo le haba pasado a su boca cuando la sacaron del tero, y tena un labio leporino tan pronunciado que la haca parecer como si siempre estuviera sonriendo, y cuando respiraba, sonaba como un cerdo. Le dieron instrucciones de que me trajera la comida a las horas al estudio. As podramos familiarizarnos. Ella estaba furiosa. Pude verlo desde el comienzo, profundamente grabado detrs de su mirada, aunque la rebelin inmediata, sospecho, se la haban sofocado a palos. Pienso ahora que podra haber sido bastante inteligente. Pero yo no estaba demasiado interesado en averiguarlo. Dos semanas ms tarde l me la ofreci como prometida, con las palabras: No te ser fcil encontrar una esposa con tu cuerpo, Bucino, y ahora ests creciendo, y no parece justo que no puedas disfrutar de los frutos del amor como cualquier otro ser. A la semana siguiente abandon su casa y Florencia para siempre. Fue mi fortuna. Porque, aunque result duro al principio, encontr maneras de vivir. Durante los aos siguientes, perd mi sensibilidad y mi virginidad. Aguc mi ingenio, aprend a robar bolsas y a hacer juegos malabares, y para cuando llegu a Roma, donde la crueldad es ms sofsticada y velada, estaba preparado para usar mi cuerpo como mi fortuna, ms que como mi malhadado destino. Pero la experiencia me dej como herencia un horror por la deformidad de los otros. Porque aprend algo aquella noche cuando ella y yo estbamos sentados a la mesa de mi ta como animales amaestrados celebrando nuestro compromiso informal: que es ms fcil para las personas rerse de dos que rerse de uno. Porque cuando son dos, nadie necesita enfrentarse contigo directamente, mirarte a los ojos y descubrir all la humillacin que l te ha causado o el desafo que t le ests presentando. Aquella noche hice un pacto conmigo mismo de que me desolidarizara de los otros como yo. En vez de ello, vivira con e incluso de el carcter especial de mi deformidad. Porque de esa forma no poda ser ignorado. De modo que mi ama, cuando me encontr, fue la respuesta a todas mis plegarias. No porque su belleza me hiciera parecer ms feo, aunque por supuesto as era, sino porque, de una manera extraa, me haca destacar tanto como a ella. El mundo est lleno de personas de las que otras personas se olvidan. Pero nadie se olvida de mi ama. Y con nosotros dos juntos, tampoco se olvidan de m. Si no puedo ser perfecto, entonces ser el ms perfectamente imperfecto. Para ese ttulo no tengo que competir. Sin embargo, con los aos, me he vuelto solitario. Por eso me siento en esta iglesia mirando a una mujer en cuya compaa podra haber hallado ingenio e inteligencia y subsistencia, pero a la que he decidido condenar simplemente porque se parece demasiado a m. * * * Permanecemos sentados, durante largo rato, las cabezas bajas, cada uno con sus pensamientos. Yo estoy tan inmerso en los mos que no me entero cuando ella, silenciosamente, se levanta y abandona el banco, y por un instante siento pnico, pensando que la he perdido. Llego a las grandes puertas despus de que ella las ha cruzado, y salgo a la luz del sol, que golpea con fuerza, de manera que tardo unos segundos en acomodar la vista y descubrirla mientras se introduce en una callejuela. Se est moviendo claramente con un objetivo ahora. Hasta su andar es ms fuido, como si estuviera segura de cada uno de sus pasos. Como estoy seguro de que as es, porque resulta que su destino est bastante cerca. Aproximadamente a un centenar de metros de la iglesia se encuentra el comienzo de un taller. Una serie de edifcios con chimeneas y almacenes, y detrs algunas casas pequeas. Cuando doblo la esquina, ella lo ha hecho antes que yo, y la veo meterse en una de las casas. Estoy perdido ahora. Qu debera hacer? Ir y llamar a la puerta y anunciarme? Hola. Est Elena Crusichi aqu? S? Bien. Mira, te he seguido hasta aqu para decirte que todos estos aos te haba juzgado mal. Y porque pienso que podramos tener cosas en comn y quiero llegar a conocerte mejor. Ella pensar que la febre me ha vuelto loco. En este momento podra estar de acuerdo. Hace calor al aire libre, y tanto mi cabeza como mis piernas estn doloridas por el agotamiento. Hace apenas una semana me estaba muriendo. Estoy otra vez empezando a sentirme as. Comienzo a sentir calambres en el estmago, y me encuentro pensando en el cerdo, en su espetn en el campo, y empiezo a salivar. Naturalmente. Todo lo que he ingerido desde primera hora de la maana son dos vasos de matarratas. Y si mi debilidad no se debe al enamoramiento sino al hambre? No decidir nada hasta haber comido. * * * Vuelvo a meterme en las calles. La calle principal en la medida en que tal cosa existe parece discurrir paralelamente al muelle, y no muy lejos puedo ver actividad, una serie de tenderetes y tiendas con personas a su alrededor. En algn lugar alguien est cocinando, y el olor me atrae. Cuando entro en una pequea semiplaza, el efecto es palpable. Los enanos, al parecer, no visitan Murano. Un nio de cara aplastada y ojos como pasas se planta ante m boquiabierto hasta que le sonro, y entonces rompe a llorar. No me cabe duda al respecto: no debera hablar con nadie hasta haber comido. Elijo una tienda abierta donde hay carnes asadas y pan tierno, y el dueo est demasiado viejo y legaoso para ver a qu monstruosidad est sirviendo. Cuando los primeros bocados penetran en mi estmago, me pregunto si no debera abandonar la persecucin de las mujeres en favor de la buena comida. Debo de estar atiborrndome, porque la gente sigue mirando. Una vez he saciado la peor parte de mi hambre, empiezo a explorar la atencin que he despertado. He cogido un puado de panecillos para la comida, y ahora lanzo un par de ellos al aire a una buena altura, capturndolos con destreza cuando caen. Luego cojo algunos ms y empiezo a jugar con todos. Hasta el nio ha dejado de llorar ahora y tiene la boca abierta. Hago muecas mientras contino con los malabarismos, y al cabo de un rato fnjo que se me cae uno, y entonces lo vuelvo a coger. Tres o cuatro personas jadean. Me acuerdo de Alberini y su truco de la festa con la copa. Ahora que tengo el estmago lleno, estoy de humor para un poco de diversin. Causar mejor impresin en La Draga si llego a sentirme apreciado ms que ignorado. Unas tiendas ms abajo, un hombre vende tarros y vasos de vidrio. Comparados con los objetos que he visto en Venecia, son bastos, llenos de impurezas y burbujas. Lo mejor sin duda est destinado a la exportacin, y los obreros tienen que arreglrselas con los restos. Pero son bastante baratos para un hombre con mis recursos y tiempo libre en sus manos despus de tantos aos de trabajo, y compro cinco de ellos. Me instalo al lado del camino, me acabo las dos salchichas, y me seco las manos en la hierba para eliminar la grasa. Luego me quito el sombrero, cojo los frascos y comienzo a hacer malabarismos. No es tan fcil como con el pan, porque, aunque son ms frmes, sus formas y pesos son ms variables y por tanto inestables, y tengo que concentrarme para no dejarlos caer. A estas alturas se ha congregado una pequea multitud, y la gente est empezando a aplaudir. Yo estoy disfrutando. Ha transcurrido mucho tiempo desde que tuve por ltima vez esta sensacin: mente y cuerpo funcionando juntos. Cundo hice malabarismos por ltima vez para un auditorio? Algunas sesiones los primeros das de nuestro xito en Venecia? Y antes de eso, aquella noche en Roma. Dios mo, me haba sentido bastante vivo entonces, con la excitacin que acompaa al miedo corriendo como alcohol puro por mi cuerpo. Y aunque ahora no estoy en peligro, siento una impresin similar en m; el calor, lo extrao del lugar, la idea de La Draga y mi recin hallado signifcado de la vida. Todo lo que tengo que hacer es mantener los ojos en el cristal volador. En defensa ma, pienso que si ella hubiera venido como lo hace generalmente, yo la habra visto antes, porque de algn modo la estaba esperando. La cosa ocurre as. Me estoy volviendo descarado. E imagino que un poco cansado. La multitud ahora forma de cinco o seis en fondo. Alguien arroja una monedita en mi sombrero, y yo le guio el ojo para darle las gracias. ste era un truco de festa que empleaba con las muchachas bonitas. Entonces, el movimiento falla, y no consigo coger el frasco que cae por una fraccin. En mi pnico por recuperar el control, me lanzo descontroladamente para atraparlo y lo consigo por muy poco. Estalla una ovacin, y yo hago una mueca, que hace rer a la gente, como si creyeran que todo haba sido deliberado. De modo que esta vez casi vuelvo a fallar, arrojando los frascos un poco hacia el lado con el fn de tener que tambalearme para alcanzarlos. Y eso les encanta. Mi tambaleo me acerca un poco ms a la multitud. Me hacen sitio, y pronto estoy caminando mientras sigo con los malabarismos, el aire sobre m lleno de vasos giratorios que brillan bajo la luz del sol, rodeado de risas y aplausos. De repente se cruza una niita en mi camino, paralizada, los ojos como platos. La bola traza una parbola y queda lejos de mi alcance y demasiado cerca de ella, y esta vez no consigo cogerla a tiempo y se estrella contra el suelo, exactamente junto a sus pies. Cojo las otras rpidamente mientras caen y me pongo de cuclillas ante ella para averiguar el dao. No est herida. De hecho, no est siquiera afectada. Es muy pequea, tiene esa edad en que estar de pie es en s mismo un logro, y sus piernecitas estn casi tan arqueadas como las mas. Pero no es su edad lo que la distingue, sino su aspecto. Tiene una piel palidsima y una corona de rizos salvajes, tan rubios que son casi blancos, en tanto que sus ojos son como grandes, pardas, almendras y me estn mirando fjamente con una intensa concentracin, pero sin una pizca de miedo. Sonro con los ojos ms que con la boca, y lentamente le ofrezco uno de los restantes frascos de vidrio. Y despus de que lo ha mirado fjamente un poco ms, alarga una mano para tocarlo. Cuando lo hace, una mujer se abre paso a travs de la multitud frenticamente, gritando su nombre. Una hija suya y el sonido de vidrios rotos. Eso habra enloquecido a cualquier madre. Cuando irrumpe en el pequeo crculo donde estamos ahora inclinados juntos, la nia se vuelve y levanta la mirada hacia ella. Como hago yo. Es extrao lo que uno registra en un solo instante. De hecho, es posible que, de haber ido la cosa de otra manera, podra no haberla reconocido siquiera. El cabello no lo lleva ya en forma de trenza sino recogido y sujeto con horquillas en lo alto de la cabeza, con algunos rizos sueltos en torno de las mejillas, y la manera como ella se presenta lo realza con mucho efecto, porque su cuerpo se ha liberado de alguna forma de su dolorosa joroba, de modo que se mueve erguida, esbelta y fuida. Est preciosa. Algo que recordar hasta el da de mi muerte. Pero no tengo tiempo de decrselo ahora porque se precipita hacia abajo y coge a la nia en sus brazos, acunndola profundamente contra el pecho, cabeza contra cabeza, ambos rostros ocultos. Luego, con el mismo frenes, empieza a empujar a la multitud para retroceder. Slo que la nia no quiere saber nada. Ha sido interrumpida en un juego, y se menea y grita y trata de liberarse del cuerpo de su madre. De tal modo que a la mujer no le queda otra opcin que levantar la cara tambin, aunque tan brevemente que no estoy seguro de lo que he visto. Su piel es tan suave y blanca como siempre. Pero los ojos, los ojos son diferentes. Donde antes haba unos pozos de leche gris, transparente, ahora parecen lvidos y activos, inmediatamente ella se inclina y se ocupa de la nia de nuevo. Pero es demasiado tarde. Elena! Digo su nombre con voz alta y clara, y aunque nunca lo haba usado en su presencia, la atraviesa como un largo estremecimiento, e involuntariamente sus ojos se levantan un poco para encontrarse con los mos por una fraccin de segundo. Estoy seguro de que ella siente la misma sacudida de pnico que yo, aunque cuando pienso en ella ahora, s que sera peor para ella, porque es su vida, ms que la ma, la que se derrumba en ese instante. Porque, aunque sus ojos no estn bien, con los plidos crculos exteriores rojos e irritados, como si hubiera cierta irritacin o infeccin, hay unas defnidas y reconocibles pupilas, ntidas y oscuras en su centro. La Draga, al parecer, no slo es una joven sana y fuerte sin joroba o defecto espinal alguno. Tambin puede ver. CAPTULO 30 Se produce un momento de parlisis, como si el mundo se hubiera detenido en seco y nosotros nos hubiramos quedado todos rgidos en su interior. Hasta la nia est inmvil. Entonces, de repente, todo se pone en movimiento, y ella se est abriendo camino para escapar de la multitud, con el beb apretado contra su pecho, antes de que yo haya recuperado el aliento. El aliento o el juicio. No est ciega. La Draga no est ciega. El auditorio est inquieto ahora; el interludio ha terminado, y quieren ms habilidades o ejecuciones brillantes. Al no ocurrir nada, empiezan a desflar. El espacio se abre a mi alrededor, y pronto me encuentro solo; nicamente algunas almas curiosas miran desde los costados. La Draga no est ciega y camina erguida. Es una impostora, una charlatana, una falsifcacin. Las palabras golpean una y otra vez como martillazos en mi espina dorsal y desencadenan una punzada de dolor. Qu me dijo en una ocasin? Que el dolor de mi espalda se deba a que mi tronco era ms pesado que mis piernas. Dios mo. Qu inteligente que la consider en aquel momento: saber lo que no poda ver. A mi alrededor, el suelo est atestado de esquirlas del frasco. El sol se refeja en los cantos de algunos de esos cristales, y brillan y resplandecen como achaparrados diamantes en el polvo. Cojo uno de ellos y lo aplasto entre mis dedos. Siento que el borde me atraviesa la palma. Me gusta cmo muerde mi carne. La Draga es una farsanta, Dios la maldiga. Puede ver tan bien como cualquiera. Es un fraude. Nos ha engaado. Abro el puo y veo un trozo de vidrio manchado de sangre. Lo levanto y observo cmo el sol juega con l. Ms parece un rub que un diamante. Vidrios de colores. Los pensamientos caen pesadamente, como piedras planas en el agua, provocando cada uno de ellos una ondulacin mayor. Vidrio de colores. Naturalmente. Hay una tienda junto al Rialto que vende slo la crema del vidrio de Murano. Tiene un barco en la ventana, una miniatura de galera veneciana, tan perfecta en sus detalles que hay incluso flas de cordajes entre los mstiles, cuidadosamente hechos a partir de pequeos glbulos de vidrio. Todo en esa tienda es de vidrio, y fnge ser algo ms. Muchas cosas son ms caras que las autnticas, como el racimo de uvas negras tan reales que parecen tener el brillo del sol en ellas. Chucheras para gente rica. Pero ofrecen una cosa ms barata para atraer a las multitudes: un cesto de joyas falsas, brillantes y recargadas, bastas cuando conoces lo autntico, por supuesto, porque es imposible falsifcar el resplandor interno del diamante, aunque las piedras de colores son ms convincentes, los rubes y las esmeraldas. De hecho, corre el rumor de que si sabes adonde ir y ests dispuesto a pagar ms... Basta con decir que yo no haba visto esas piedras cuando llev nuestra abultada bolsa a los prestamistas hace tantos aos. La Draga es hija de Murano. Ella mejor que nadie comprendera el poder del vidrio. Esa joven que ni es ciega ni est coja. Como la plida joven de dulce rostro que ofreci el rub a nuestro judo, entrando con paso erguido desde la calle y mirndolo directamente a los ojos, mientras le contaba una triste historia sobre la difcil situacin de su ama. La espalda todava me da latigazos, pero mi mente est trabajando otra vez. Me encuentro en nuestra vieja casa junto al canal aquella maana, la bruja de mirada bizca al otro lado del agua, y La Draga sentada en la cama de mi seora. Era una postura bastante familiar en aquellos das en que nuestro mobiliario era tan escaso y ella se dedicaba a mezclar ungentos y cremas de los tarros que la rodeaban, sus manos en todas partes. Incluyendo, sin duda, cuando nadie miraba, entre los listones del somier para encontrar una bolsa que contena un oscuro y rico rub, cuya calidad reconoceras instantneamente si sabas de joyas, y que, si conocas el adecuado par de manos del idneo taller al que llevarlo, podra ser falsifcado, al menos lo sufcientemente bien para engaar a sus propietarios. Ahora me estoy moviendo deprisa. Tan deprisa como mis doloridas piernecillas me llevan, a travs de las calles y a lo largo del muelle hacia el malecn, donde veo una embarcacin recogiendo pasajeros dispuestos a volver a tierra frme. La Draga no ser uno de ellos. Decida lo que decida, tiene que dejar primero a la nia antes de poder regresar, de modo que llegar all antes que ella. Lo que har una vez all an no lo s, pero llegar antes. Estn empezando a separarse del amarradero cuando llego al muelle, mi corazn late con tanta fuerza y mis piernas me duelen tanto que no puedo reunir la energa necesaria para sentir miedo del agua. Mientras nos abrimos camino por el mar abierto hacia la ciudad, estoy sentado, paralizado, escribiendo en mi cabeza un corto tratado de la vida y milagros de una estafadora. La Draga. La veo andando por la calle, la cabeza torcida a un lado, una pierna arrastrndose detrs de la otra porque sufre una deformacin en la espalda. Qu fcil! Yo no caminara como un pato si no tuviera que hacerlo, pero he visto a bastantes hombres tratando de imitarme, y, si se toman el tiempo necesario para estudiarme, podran llegar a convencer, porque es slo una cuestin de prctica. Y bien sabe Dios que la ciudad tiene sufcientes tullidos de los que aprender. Pero qu sentido tiene una columna vertebral torcida por s sola? No puede ayudar a curar una enfermedad o parecer que te da una segunda visin. Parecer ciega cuando puedes ver perfectamente... eso s es inteligente. La primera vez que vio a mi ama, las manos de La Draga volaron como suaves alas de pjaro por encima de su pelada cabeza, y, sin que se lo dijera, pudo trazar exactamente el corte desde su cuero cabelludo hasta su frente. Igual que supo qu clase de enano era yo, sin preguntar. O que Aretino tena una mano derecha deformada y una cicatriz en el cuello. Veo los ojos de Pietro ensancharse maravillado ante la sabidura de la muchacha. Saber cosas que ninguna persona ciega puede saber. Si un boticario ve una herida y la cura, es un buen doctor. Si una muchacha ciega siente la misma cosa y entonces la cura, hace milagros. Y una vez que eres un taumaturgo, el resto es fcil. Lo que no puedes curar con las medicinas, puedes curarlo por la fe. l me ama, l no me ama. Bueno, nadie puede estar seguro de eso. Pero si es ms carioso contigo despus de una pocin, entonces a quin hay que agradecrselo sino al creador de las pociones? Gracias a Dios por La Draga. Coge a los hombres por las pelotas y los ata a las fbras sensibles de las mujeres. Dnde estara Venecia sin ella? Quizs eso es lo que me hizo a m. Deslizarme disimuladamente una pocin junto con la cura... En cuanto a lo dems, cuanto mayor es el pez... Bueno, ella slo tiene que esperar y observar y tentar su suerte. Como en nuestra casa. Si te roban objetos de valor, la ltima persona de quien vas a sospechar es de alguien que no puede ver. Siempre tiene un cmplice dentro? Probablemente. Era bastante fcil con Meragosa. En cualquier caso, la vieja arpa nos odiaba. Quin sabe? Probablemente haba estafado ya a la madre de Fiammetta hasta la ltima moneda de su fortuna mientras la pobre yaca pudrindose en la cama. La Draga le haba dicho a mi ama que nunca haba visto a su madre, pero qu es una mentira ms entre muchas? Cuando La Draga vena a vernos, Meragosa no vea el momento de marchar. De esta manera ambas conseguan lo que queran. Los benefcios de un gordo rub, mientras una quedaba como la culpable y la otra segua ordeando la vaca. Repite eso por toda la ciudad, donde la mayor parte de personas tiene una sirvienta que no les gusta, o en quien no confan, y donde los sentimientos son cordialmente correspondidos, y tendrs un buen negociete. Mi nica pregunta ahora es de tipo prctico. Cmo? Cmo alguien que puede ver puede hacer parecer sus ojos tan ciegos? * * * La embarcacin amarra en la orilla norte, y yo salto de ella inmediatamente. La galera dorada no regresar hasta ltima hora de la tarde, y entonces seguir una noche de procesiones y banquetes. Est prohibido que alguien como mi seora sea invitada a una de estas celebraciones, pero, con todo, ella estar all. Ante su ausencia, a quin puedo dirigirme? Con quin puedo hablar? Deshago lo andado desde el muelle. Ahora que la niebla se ha esfumado, no costar tanto encontrar su calle. Me paro delante de la casa de La Draga. Sea lo que sea lo que guarda all, es lo bastante importante para justifcar un grueso candado en la puerta. Aunque he llevado una vida poco ejemplar, el robo con fractura no es uno de mis talentos. Pero tengo otros. La parte trasera de las casas da al canal, donde habr con toda seguridad ventanas demasiado pequeas para que pase un hombre, pero lo bastante grandes para un enano gil. Si pudiera resolver el problema del agua. Llego al sotto portego y me desplazo por l. Se me arruga la nariz a medida que aumenta el mal olor, y cuando llego al fnal comprendo por qu. El canal est ah, vale, pero en l no hay nada. Al igual que aquel otro prximo al Arsenal, donde una vez me atont bebiendo despus de que nos hubieran robado nuestro futuro, ha sido drenado: lo han represado, dos puentes ms abajo, con gruesos pilones de madera y el agua ha sido bombeada para dejar al descubierto una masa de nocivo lodo que llega a tres cuartas partes de la altura de la pasarela. Debe de conectar directamente con el Rio di Santa Giustina y el mar, porque las mareas del norte se deslizan con fuerza hasta aqu y a menudo encenagan las arterias ms pequeas, haciendo imposible que se desplace una carga pesada, de modo que al cabo de un tiempo tiene que ser dragado. sta es una ruta para las barcazas de Murano, y aunque se trata de un distrito pobre, que por lo dems podra ser abandonado a su suerte, Venecia no permite que nada detenga el comercio. Pero hoy, sin embargo, la obsesin de la ciudad constituye mi salvacin, porque a lo largo del borde, donde el cieno toca las paredes, han colocado pasarelas provisionales para que los hombres puedan izarse y desplazarse. Todo lo que tengo que hacer es subir a gatas a lo largo de ellas y llegar al nivel de las ventanas del primer piso de su casa. Las dems casas estn desiertas; hasta la ms vieja de las brujas estar fuera, de celebracin, lo cual quiere decir que no hay nadie para espiarme, nadie para ver cmo voy tanteando el camino, las manos contra la pared, de espaldas al abismo. Qu profundidad tendra el barro abajo? Ms hondo que la altura de un enano? Ahogarse en las aguas residuales de Venecia. El truco es pensar en otra cosa. Dios mo, cunto miedo habr pasado ella? Una mujer que se pasa la vida falsifcando y robando. O se vuelve ms fcil cuanta ms gente engaas? Cuando llego a la ventana, observo que es de cristal, pero con unos bastos y gruesos vidrios dentro de un desvencijado marco. Tiene tambin un pestillo oxidado, por lo que cede con poco esfuerzo. La empujo para abrirla, me izo y paso al interior. La altura por este lado es superior a la de la parte de fuera, y calculo mal y caigo al suelo cuan largo soy. Pero aunque siempre fui demasiado torpe para subir ms arriba del segundo piso de la pirmide, tambin aprend a caer y a recuperarme deprisa. Me oriento. Hay bastante poco que ver. El espacio es pequeo y frugal: una cama y un cofre, cerrado. Me dirijo a la otra habitacin, igualmente pequea. Pero sta es diferente: es casi como una tienda de boticario. Por todas partes adonde miro hay improvisadas estanteras llenas de frascos y tarros de vidrio como los de Murano, una serie de hierbas y polvos... Reconozco la salvia, el hinojo, el poso del vino, diversas pimientas molidas y lo que parece harina. Ella podra ganar a Mauro en su propio juego, aunque los ingredientes sean ms siniestros. Es inconfundible el tinte dorado sucio de la orina y el llamativo rojo negruzco de la sangre. Hay una caja con huevos, de todas las formas y tamaos, un frasco que contiene la pulpa de algn rgano animal preservada en salmuera, y un bote de lo que parece grasa solidifcada. Bajo las estanteras descubro imanes, con algunas patas de perros preservadas y trozos de pergamino enrollado decorado con las palabras omega alfa. La Draga, al parecer, no es slo una bruja del tero. Se interesa tambin por la astrologa. El ao anterior, el Santo Ofcio de Venecia hizo azotar y envi al exilio a un ex sacerdote que venda suerte junto con perdn y pretenda ser capaz de predecir el resultado de las votaciones en el gobierno. Aunque viva en un tugurio, encontraron una abultada bolsa de ducados bajo las tablas del suelo, porque incluso fngir manipular el futuro es un negocio provechoso. Cojo un atizador de la chimenea y regreso al dormitorio. El cofre es viejo y bastante fcil de abrir con una palanca. Por qu no? Quiero que ella sepa que ha sido descubierta, que tenga el sentimiento de violacin, igual que ella ha violado a otros. La tapa se levanta y revela capas de ropa viejos vestidos, combinaciones, enaguas y, en cuanto mis dedos las tocan, el aroma de La Draga me envuelve, el olor de su carne y algo de sudor, los restos de algn perfume de fabricacin casera quizs, y se me clava en el estmago. Me trago la sensacin y sigo hurgando. Qu estoy buscando? Un escondrijo de joyas falsifcadas, un saco de monedas, tesoros robados de las casas de otras personas? Si existe un botn, no lo guarda aqu. O no es del tipo que estoy buscando. En el fondo del cofre, envuelto en un chal, encuentro un pequeo libro de notas, con las junturas rotas y las pginas desprendidas. Cuando lo abro, apenas puedo creer lo que veo. Todas y cada una de sus pginas estn llenas: lnea tras lnea de una pequea escritura, salpicada de diagramas y fguras, toscos dibujos con comentarios de diversas partes del cuerpo. Que ella sea tan culta resulta bastante inesperado. Lo que ya es ms notable es que ha escrito en alguna especie de cdigo. Las letras mezcladas y salpicadas de nmeros y signos. Secretos, sin duda, que yo no puedo desentraar. Todo lo que s con certeza es que es alguna clase de registro: fechas y personas, dolencias y remedios. Dios mo, ella quizs sea un fraude en algunos aspectos, pero no en todos. Cuando vuelvo a meterlo todo en el cofre, mis dedos tropiezan con algo ms, bien apretado en un rincn. Saco una cajita de madera, y en cuanto la abro s lo que he encontrado, aunque no puedo decir exactamente de qu se trata. La tapa interior es un espejo, de la mejor calidad, primoroso, claro, y debajo de l, reposando sobre una tela negra, se encuentran dos circulitos de vidrio convexos, empaados, tan pequeos que serviran slo para recoger una nica gota de lluvia o de roco. Parecen tan frgiles que casi tengo miedo de tocarlos. Me mojo la punta del dedo ndice en la lengua, y luego presiono suavemente sobre la curva convexa. La pequea forma de vidrio se pega a la punta de mi dedo, y la levanto cuidadosamente, con la caja debajo por si fuera a caerse. Es tan fna, tan delgada, que resulta difcil saber cmo podra haber sido moldeada. Del mismo modo que es difcil saber cmo alguien pudo lograr en una ocasin que una piedra de vidrio brillara casi tan intensamente como un rub. Veo mi cara en el espejo con el diminuto platito frente a m, y s que lo que estoy sosteniendo en la punta de mi dedo es la ceguera de La Draga. Pero cmo? Cmo encajara esto? Directamente sobre el ojo? No, es absurdo. Pero slo absurdo a medias. Todo el mundo sabe que el cristal ayuda a la visin. Los talleres de Murano han protegido a un ejrcito de eruditos e ilustradores de una vejez miserable fabricando lentes curvadas que aumentan el tamao de las letras. Nuestro anciano cliente constructor de barcos utiliza un par de ellas, con una montura de cuero y metal que fja tras sus orejas para poder mantener el cristal cerca del ojo. Cuanto ms cerca mejor. Pero esto..., es algo completamente diferente. Esto tendra que ponrselo de algn modo dentro del ojo. Y si hace eso, qu pasar? Ver el inundo ms grande o slo neblinoso al hacer que sus ojos parezcan blancos? Y cmo lo soporta? Ser una tortura tener algo descansando sobre el propio globo del ojo. Y lo es. Podas asegurarlo por la irritacin que provocaba, la rojez que haba visto en aquel vislumbre. Pens en todas las veces que la haba visto. El hecho era que no siempre tena los ojos lechosos. De vez en cuando, como hoy por ejemplo, sus ojos estaban simplemente cerrados, o medio abiertos, sin mostrar ningn globo del ojo. Bien sabe Dios que uno no necesita ver ms de una o dos veces esa demencial blancura para quedar convencido. Quizs las usa slo algunas veces, precisamente porque duele mucho. Desde luego. Yo siento dolor a veces, y he aprendido a soportarlo. Las personas viven con toda clase de sufrimientos. Pasead por el mercado cualquier da y veris a ancianos que andan gaendo como animales por el dolor que sienten en sus articulaciones. Siempre hay un dolor peor que el que uno tiene. Sin embargo, someterte a l voluntariamente exigira el ms extraordinario acto de la voluntad. Quizs si la recompensa es bastante grande... Deslizo nuevamente el cristal en la caja y cierro la tapa, luego me quedo sentado durante un momento contra la cama, tratando de imaginar cmo debe de ser. Pero la idea me atormenta y su olor vuelve a envolverme, de manera que es ms difcil de resistir ahora, porque con el recuerdo del dolor llega el placer del consuelo, la sensacin de sus brazos a mi alrededor, el susurro en mis odos y los cantos y el sosiego. Pero por qu? Por qu demonios tendra que ocuparse ella de cuidarme tan tiernamente si slo es una ladrona y una estafadora? Y por qu se preocup de volver con nosotros? Hace aos de lo del rub, y ella no ha cogido nada ms desde entonces. Aunque slo somos uno de sus clientes, difcilmente le hemos hecho ganar dinero: botes de pasta decolorante, curas de algunos comezones y febres, quizs una o dos pociones de amor, por la que ella sabe que no le pagar. Sin embargo ha sido leal con nosotros, y, pese a mi mal humor, se pas das con sus noches junto a mi cama, salvando mi alma, as como mi vida. Y para qu? Ni siquiera solicit el pago, y se fue antes de que mi seora pudiera ofrecerle algo. Cuando me tena en sus brazos, se deslizaron sus dedos quizs bajo mi colchn? Hubiera quedado decepcionada. Soy ms listo ahora y he encontrado una forma de ocultacin ms segura. Porque ahora est escondido sin estarlo. Los sonetos de amor de Petrarca descansan en mis estanteras junto con tres o cuatro docenas de libros ms de la misma apariencia. De todos modos, no hay nadie en la casa que sepa leer, y si un sirviente se atreviera a cogerlo de la estantera algo imposible, ya que mi puerta permanece cerrada cuando yo no estoy en la habitacin, y slo mi ama tiene la llave no sera jams capaz de descifrar el cdigo. En cuanto a nuestra tullida y ciega curandera, bueno, por supuesto, nunca se me ha ocurrido... Pero se me est ocurriendo ahora, y el pnico se instala en mis tripas. Oh, dulce Jess. No... Seguro que no. Intento hacer que mi mente se calme. Paso a paso. As que ahora hay alguien en nuestra casa que sabe leer. Un ladrn que ha tenido realmente acceso a mi habitacin, algo sumamente importante, cuando yo no estoy all. Me veo a m mismo yaciendo en la cama, atontado por la febre, inconsciente, y a ella sentada a mi lado durante largas noches contemplndome, su espalda en ngulo recto a la estantera. Y esta ladrona sera lo bastante lista para que, si descubriera un libro con un candado, no slo sabra instantneamente que se trataba de algo de valor sino que podra incluso descifrar el cdigo. El hecho es que no tengo ni idea de si el libro sigue en el estante. Si bien soy bastante cuidadoso con cada artculo del inventario, la ltima vez que mir fue cundo? hace diez das, quizs dos semanas, o sea, antes de ponerme enfermo. En el tiempo transcurrido desde mi recuperacin, bueno, he estado demasiado ocupado e incluso oh, est bien eso? demasiado feliz y preocupado con mi nueva sensacin de vida para perder el tiempo comprobando. Aunque seguramente, seguramente, lo habra notado si... No. No es posible. Ella no podra haberlo hecho. Pues, claro que s. Por supuesto que podra. Alguien tan decidido como ella podra hacer cualquier cosa. Maldita sea, me he curado de una enfermedad slo para caer enfermo de otra. Me han acunado y acariciado para poder timarme. Quin es el ciego ahora? Eso lo explica todo. Por qu estaba tan nerviosa conmigo en el campo? Por qu se march tan temprano aquella ltima maana sin querer cobrar? Por qu no ha vuelto desde entonces? Por supuesto, por qu correr ese riesgo cuando tiene ya algo infnitamente ms valioso en sus manos? Sin el libro nosotros no somos nada. Aunque lo que ganamos puede parecer mucho visto desde fuera, apenas llega para cubrir el rumbo de vida que tenemos que presentar al mundo a fn de seguir ganndonos la vida. Y si la belleza de mi ama desaparece, lo mismo les ocurrir a nuestros ingresos. Una vez que las paredes hayan sido desnudadas y los regalos empeados, los ingresos se agotarn y nos encontraremos otra vez en el inferno, porque sabe Dios que no hay caridad para las putas viejas, por poderosos que fueran los hombres a los que antao sedujeron. No hemos trabajado tan duramente tanto tiempo para ver semejantes horrores. Un cofre cerrado. Podra parecer el lugar adecuado para guardar tus secretos. Pero las cosas no son nunca lo que parecen. Vuelvo a la otra habitacin y esta vez trabajo ms efectivamente con el atizador. Pero no est all. Ni detrs de botellas o tarros, ni debajo de las cajas, ni en la chimenea, o en la estufa, o entre el relleno de los colchones de paja. Mi propia destruccin me cansa. Me siento en la cama, contemplando el suelo, porque algo me hace pensar en la iglesia con sus diminutas piezas de mosaico, como almas fundidas en dibujos para la gloria de Dios. Buena piedra para ser enterrado debajo. Me fjo otra vez en las tablas del suelo. Muevo la cama y luego el cofre para comprobar las junturas. No es difcil encontrar cuando uno sabe lo que est buscando. Uso el atizador para levantar las planchas, que evidentemente han sido ya levantadas antes, y aparece un agujero oscuro y profundo. Meto la mano, pero mi brazo no es lo bastante largo para llegar al fondo. Me echo cuan largo soy en el suelo, y vuelvo a intentarlo. Estirndome al mximo, toco algo con las puntas de los dedos. El material spero de alguna especie de saco. Lo engancho y empiezo a levantarlo. Ah! Es bastante pesado. Lo muevo cuidadosamente, muy cuidadosamente, hasta que aparece por el agujero. Luego me pongo de pie y tiro del cordel que rodea el cuello de la bolsa, y cuando ste cede, vaco el contenido sobre la cama. Pero no hay ningn libro aqu. En vez de ello una avalancha de huesecillos, restos animales, sin duda, para molerlos y convertirlos en polvo. Ms accesorios de bruja. Estoy a punto de darme la vuelta cuando algo me hace mirarlos con ms detenimiento. Elijo lo que evidentemente es una especie de piernecita. Entiendo de piernas. Y de brazos. En Roma, mi primer amo era un hombre que estaba fascinado por los enanos y posea una coleccin de sus huesos en su casa. Creo que estaba esperando a que yo muriera para aadirme a su coleccin. Me los mostr en una ocasin, para explicar cmo funcionaba mi deformidad; cmo, mientras los huesos del tronco se haban desarrollado normalmente, los brazos y piernas se haban quedado de tamao infantil. Aunque los huesos que yo tengo ante m son con mucho demasiado pequeos y frgiles para ser los de un enano, e incluso los de un nio muy pequeo, una cosa es segura: no proceden de ningn animal. Y si no son de un nio, eso quiere decir que slo queda una clase de ser humano. Son huesos de cuerpecillos de bebs; recin nacidos, quizs ms pequeos an. Cul es el rumor que corre sobre ella en las calles? Que puede ayudar a una mujer embarazada si el nio est todava en estado lquido. Bueno, imagino que no todos estaban en estado lquido. Quizs ste era su precio. Que despus de que las haba ayudado a liberarse de ellos, se los llevaba consigo. Mi cabeza va a parar a otra historia: la de la nia recin llegada a Venecia que desapareci, slo para ser hallada bajo las Columnas de la Justicia entre las cenizas de los criminales quemados. Yo lo haba desechado como chismorreos en aquel momento, porque los rumores aumentan a medida que pasan de boca en boca. Pero ahora lo veo de manera diferente. Nosotros no somos los nicos, al parecer, que tenemos algo precioso que robar. Me encaramo nuevamente para salir por la ventana con la bolsa en la mano. La luz se est desvaneciendo rpidamente ahora, y la pasarela y el canal estn ya en penumbra. Mis pies golpean las tablas con un ruido sordo. En algn lugar cerca de mi tobillo un aullido rompe el silencio, y un gato facucho aparece de un salto, en un espasmo de miedo, el lomo arqueado y bufando. En mi pnico, pongo el pie en falso y siento que resbalo hacia atrs. Trato de agarrarme a un amarre de hierro empotrado en la pared, pero peso demasiado para sujetarme bien y tengo que soltar el saco. El gato pasa como un rayo por mi lado, y el saco se desliza bajo sus zarpas. Yo he recuperado el equilibrio ahora y me lanzo a cogerlo, pero llego demasiado tarde, y oigo que golpea en el barro de abajo con un ruido sordo. Frentico, me acerco con cuidado al borde, y lo nico que puedo hacer es contemplar cmo el negro cieno se lo traga. No est en mis manos hacer absolutamente nada. Ya no tengo los huesos. Pero sigo teniendo el conocimiento de su existencia. Eso tendr que servir. Me arrastro otra vez por las planchas, pero todo aquel alboroto ha alarmado a alguien, y oigo el ruido de unos postigos que se abren en algn lugar, al otro lado del canal, y una voz de mujer comienza a chillar. Sabe Dios lo que debe de pensar que est viendo en la creciente penumbra, pero yo no me paro a averiguarlo. Llego hasta el fnal y bajo por el puente, donde soy demasiado pequeo para que ella me vea, y entonces empiezo a correr hacia casa. CAPTULO 31 Me lleva mucho rato. Aunque las multitudes se han ido retirando a medida que avanzaba la oscuridad, la ciudad est agotada, con gente demasiado borracha para preocuparse de adonde va o a quin pisotear para llegar all. Algunos ya han pasado del jbilo a la llorera, y unos pocos me eligen como un desesperado confdente, un alma torcida confesando su incapacidad a otra. Como no puedo permitirme que me acuchillen o me reduzcan a pulpa, me muestro astuto donde tengo que serlo y rudo cuando estn demasiado trompas. Y durante todo el tiempo estoy pensando en lo que va a venir. Mi ama est todava fuera cuando llego, y el resto de la casa est cerrada y oscura. A los sirvientes se les ha dado el da libre, y aunque no hayan decidido celebrarlo, no es deber suyo atender o esperar levantados a nadie. Mis muslos estn tan dbiles que me tiemblan las piernas mientras subo por las escaleras. Mis dedos apenas pueden manipular la llave para abrir la cerradura de mi habitacin. Una vez dentro, me muevo demasiado deprisa, y la vela parpadea y casi se apaga. Tengo que controlar mi precipitacin para llegar a las estanteras. El ejemplar estaba en mitad del estante, nueve libros a partir del primero, entre una serie de volmenes de parecidas encuadernaciones en piel. Un libro entre otros. Carente de inters para los que no saben leer, y bastante corriente para los que s. Dios mo, qu voy a hacer si lo encuentro ahora, sano y salvo, en su lugar? Cun menos malvada ser La Draga si es solamente una antigua ladrona, quizs incluso reformada...? Pero el libro no est en su lugar. Nuestra fortuna ha desaparecido. Pero adonde? Dnde? Seguramente an no lo ha vendido. Tal vez sea una experta en joyas, pero necesitara contactos especializados para dar curso a algo as, incluso si trat de hacer una venta fcil. Venecia est de festa y los impresores y libreros han cerrado durante unos das. Lo cual slo puede signifcar que se lo llev a Murano. En aquella bolsa que llevaba despus de encontrarse conmigo. Naturalmente! Ahora todo tiene sentido. Estaba muy nerviosa conmigo en la plaza. Fui realmente tan estpido para pensar que aquello podra ser afecto? Lo que tena realmente en su cabeza era el miedo de que yo ya sospechara que sus acariciadores dedos eran los de una ladrona. Dios es testigo de que en el momento mismo en que termin conmigo, estaba fuera de la casa otra vez, con la bolsa a su espalda. Debi de preocuparle que la hubiera seguido porque ya saba lo del libro. Bueno, cuando entre en su casa, comprender que, efectivamente, as era. Vaya con mi recin hallado sentido de la vida y del compaerismo. Debo de haberme dormido, porque lo siguiente que recuerdo es a Gabriella sacudindome. Signore Bucino? Estis bien? Es por la maana, y sobre la mesa hay una bandeja con comida y bebida. Mauro se muestra todava solcito con mi bienestar, y debo de tener mal aspecto con todo el ejercicio de ayer. Bucino? Pero ahora estoy de pie, el resto de mi vida presionando como un cielo tormentoso sobre m. Qu hora es? Dnde est ella? El ama? Ha vuelto? Es temprano. Mauro quiere saber si iris al mercado con l. El ama est en casa. Lleg hace unas horas, en la embarcacin del seor Loredan. Pareca estar muy bien, aunque su vestido estaba bastante estropeado. Gabriella dice todo esto en medio de risitas, porque tiene una vitalidad que an le permite encontrar gran diversin en nuestros pecados. Y ahora? Oh, ahora est dormida. No por mucho rato. * * * Cuando la despierto, ella apenas ha dormido, y un instante antes de sentir mi ansiedad, su cabeza est llena todava de las maravillas que ha vivido: un mar infamado con oro y riqueza, un da pletrico de cumplidos y de la confanza que surge de estar dentro del poder inatacable. Si sta fuera una maana cualquiera, podramos sentarnos y deleitarnos en ello, porque hemos trabajado durante toda nuestra vida para momentos como se, y caer en desgracia ser insoportable. De manera que me lo tomo con calma, guardndome lo del libro, dejando lo peor para el fnal. Empiezo con la primera traicin: el gran rub y sus ojos ciegos. Incluso esto resulta demasiado difcil de creer para ella. No, no. La Draga, no. Puede haber sido... Ya s lo que parece. Pero si t la hubieras visto con la nia, si hubieras visto sus ojos y aquellas sucias coberturas de cristal... Jams llegu a entender cmo Meragosa tena la habilidad, o las relaciones, o el dinero para comprar ella sola semejante joya falsa (porque debi de costar algo), o siquiera la oportunidad para hacer el cambio. Pero si estaban conchabadas... La Draga tena todas estas cosas. Y la descripcin del judo de la mujer que fue a vendrsela encaja con ella perfectamente. Cunto hace que sabes eso, Bucino? Me refero a lo del judo. Slo unas semanas. Y por qu no me lo contaste? Yo... iba a contrtelo, pero t estabas ocupada... con Foscari, y nosotros estbamos discutiendo... y, bueno, no pareca tener importancia entonces. Con todo, deberas habrmelo dicho. Menea la cabeza. Pero... si fue ella, por qu se ha quedado con nosotros todo este tiempo? Por qu? No ha vuelto a coger nada ms... y sabe Dios que hay bastantes cosas de valor en esta casa ahora. Lo s... pero... Ha sido ms que una amiga para nosotros. Para los dos. Dulce Jess, te salv la vida, Bucino. La vi contigo. No sabes lo que lleg a hacer. Cmo te cuid. Qu? Se detiene. Qu pasa? Fiammetta, escchame. Hay ms. Me presta su atencin ahora. Oh, Dios, cmo deseara poder terminar aqu. Porque, pese a todo el horror, hay algo en este momento: estoy sentado a los pies de su cama, ella con ese aspecto casi inocente, recin salida del sueo, apoyada contra las almohadas. As solamos estar en los viejos tiempos, cuando iba a verla por la maana para comentar el entretenimiento de la noche anterior: el carcter de cada cliente, su potencial, sus inconvenientes. Nuestra sociedad era tan bonita entonces, antes de que el xito y la etiqueta la echaran a perder. Pero no va a haber vuelta atrs ahora: incluso el pasado est atestado de engao y traicin. Ms? Qu ms? Observo que trata de reunir fuerzas. Dime. Y lo hago. Al cabo de un rato no puedo seguirla mirando, porque volver a contar es volver a vivir cuando algo duele tanto. Aun antes de tomar el atizador para buscar el libro en la habitacin, ya est gimiendo. Oh, Dios mo, no. Est bien. Est bien interrumpo. El hecho de que no pueda encontrarlo no quiere decir que est vendido ya. A quin estoy intentando tranquilizar?. Pienso que... No! Pienso que se lo ha llevado a Murano. Creo que fue en la bolsa que llevaba cuando la segu, y si nosotros... No, Bucino. No! Y ahora se ha estirado sobre la cama agarrndome las manos frenticamente. Para! Tienes que escucharme. Qu? Ella... ella no lo tiene. La Draga no tiene el libro. Qu? Qu quieres decir? Ella no lo cogi. Pero cmo...? Porque lo tengo yo. Yo lo cog. He odo lo que ha dicho. Lo ha dicho lo sufcientemente fuerte. Lo he odo muy bien. Qu? Aun as, me cuesta encajarlo. Lo cog, oh, Dios mo, dulce Jess, lo cog. El da que te pusiste enfermo. El da que te fuiste hecho una furia despus de nuestra discusin y no volviste hasta la noche. Estaba tan furiosa contigo. Tu... arrogancia, tu severidad. Cog la llave y fui a tu habitacin y busqu en las estanteras, lo encontr y lo cog. T! Sus palabras se extienden como manchas de sangre a travs de las sbanas. El libro no ha sido robado. Nos robaron y traicionaron una vez. Pero ahora nos hemos traicionado el uno al otro. La Draga cogi nuestra joya, pero mi ama cogi nuestra fortuna. Yo soy el que est gimiendo ahora. Bucino. No es lo que piensas... No lo cog para m misma. Est sin aliento ahora. Se detiene. Vacila. Lo cog para mostrrselo a Vittorio. Vittorio! Su nombre brota de mi boca como si fuera un vmito. Lo cogiste para Vittorio! Y ahora mi voz es un aullido, el de un animal acorralado y ensartado en la noche. Dios mo, estoy aqu, ahogndome en el engao, mi mundo derrumbndose a mi alrededor, y aun as l asoma su morro de mocoso entre los escombros para burlarse de m. Lo s, lo s... S que dijimos que jams haramos eso. Y no ha pasado nada. Porque l no lo vio. Me ests escuchando, Bucino? Lo cog, pero al fnal no llegu a enserselo. Porque sa fue la noche en que no le dejaste entrar. Recuerdas? Oh, s, claro que lo recuerdo. Cmo podra no recordarlo; porque ya estoy de vuelta all, pillado en el fuego de mi enloquecido dolor y su furia. Bucino. Como contraste, su voz parece suave ahora. Casi tierna. Bucino. Mrame, por favor. De no haber sido por tu enfermedad, lo habra devuelto, y t no lo habras sabido nunca. Porque se ha terminado. Lo que pas entre l y yo es pasado. Tu enfermedad me devolvi la cordura. Lo sabes, no? Se detiene un momento. Jams quise hacerte dao. Pero en aquel momento... Oh, dulce Jess... Cmo te lo dira? En aquel momento, bueno, nunca me haba pasado. Ah! T lo sabes... Sabes que me he pasado toda mi vida con hombres que lo deseaban ms que yo. Con eso hemos vivido... con el deseo de los hombres. Desde que tena catorce aos, he visto cmo los hombres se ahogaban en l, se volvan locos por l, furiosos, hasta acobardados, por su causa. Y nunca la haba vivido. Quiero decir... quizs una vez con Pietro, cuando era joven, sent algo, pero fue mi corazn ms que mi cuerpo y mi madre lo ech de casa en el momento en que lo descubri, y el sentimiento se perdi en mi ira contra l. Y tras l hubo simplemente un ejrcito de otros hombres entremedio. Se detiene y traga saliva. Yo levanto la mirada hacia ella y me doy cuenta de que le asoman las lgrimas. T tenas razn. Era un muchacho, es un muchacho. No sabe nada. Oh, Dios, Bucino, pero haba algo en l. Una llama en su deseo que iluminaba algo en m. Ah... No puedo explicarlo... Hasta las palabras estn... qu?... sucias por demasiado uso. Pero lo sent. Oh, Dios, cmo lo sent! Esa febre de la que nadie quiere curarse. Ahora pienso que tal vez sea mi castigo. Sentirlo una vez. De manera que, durante el resto de mi vida, sabr lo que me estoy perdiendo cuando no lo vuelva a sentir. Est llorando ahora, pero est furiosa consigo misma tambin y no deja de secarse las lgrimas con las manos. De todas maneras... De todas maneras... Lo importante es que l nunca lleg a verlo, y el libro est a salvo. Claro que lo habra devuelto. Slo que aquella misma noche t te pusiste enfermo. Y despus... bueno, despus no hubo tiempo, no hubo ocasin. Y no volv a pensar en ello. La habitacin se queda en silencio. Ella est esperando que yo hable, pero no s qu decir. Mientras que una parte de m se ha tranquilizado, otra parte sigue enloquecida, slo que de otra manera. Porque, aunque la estoy mirando a ella, estoy tambin viendo a La Draga: su nacarada piel, su esbelto cuerpo, sus ojos recin dotados de visin. La Draga. La mujer que nos traicion hace tanto tiempo, pero que, ahora lo s, no nos rob el libro. La mujer que me salv la vida. La mujer cuya vida yo he destruido. Aqu estamos sentados, Dios nos ayude: una cortesana y su chulo, consumidos por unos sentimientos hacia otros que no deberan tener. Ella tiene razn. De todas las enfermedades del mundo, sta seguramente es la que duele ms dulcemente. CAPTULO 32 Ella se recupera ms deprisa que yo. O tal vez est simplemente pensando mis pensamientos. Dijiste que haba una nia? Que, cuando viste a La Draga en Murano, tena una nia. S... una nia. Era hija suya? Asiento con la cabeza. Cmo lo supiste? Que cmo lo supe? La mata de rizos blancos? La piel traslcida? O la forma en que ella me mir fjamente, segura de s, curiosa cuando debera haber estado temerosa? O la manera en que ella se abri paso violentamente entre la multitud para salvar a la nia de un posible peligro, la forma en que sus cuerpos se juntaron en aquel instante, la manera en que las madres sostienen a sus hijos, sean quienes sean, por extraos o deformados que puedan parecer... Se lo vuelvo a contar, vindolo ms claramente esta vez, y mi ama escucha con atencin. S lo que est pensando. Que ella nunca va a tener esas sensaciones. Y que desea tenerlas. Oh, cunto lo desea... Lo he visto en el pasado, las mujeres suspiran ms por un hijo cuando se han enamorado. Es parte de la enfermedad, como los escalofros que acompaan a la febre. Quizs el miembro del verdadero amante penetra lo bastante para encender algn anhelo en el tero. Quizs sea la promesa de un futuro, algo que queda una vez que ha pasado la pasin. El futuro. El suyo y el nuestro. Qu pasa con l? As que, Bucino, qu hacemos ahora? Ella sabr que fuiste t, no? Quien estuvo en su casa, no? S. Y cunto dao hiciste? Muevo la cabeza en un gesto de pesadumbre. Bastante. Queda an algo por mencionar. Vuelvo a ver los huesecillos blancos, el saco, y cmo desaparecen en el fangoso lquido. la! Pero ella no sabr lo que les ha pasado. As que... qu pasa? Ella creer que nosotros los tenemos. S. Pienso que podra ser as. En cuyo caso, tendr miedo de nosotros. De lo que podramos hacer con ellos ahora que sabemos que es una ladrona. Y estamos seguros, no es verdad? Quiero decir, Dios es testigo de que yo no quiero creer eso de ella, as que tenemos que estar seguros. Medito un momento. S, estoy seguro. Creo que, junto con Meragosa, ella cogi nuestro rub y lo vendi. Pero entonces, por qu volvi y nos ayud? Hago un gesto negativo con la cabeza. No lo s. Y todo este tiempo... qu? Ella ha fngido ser ciega para convencernos a nosotros, y a los dems, de sus poderes? S. De modo que es una impostora? S... no... Vuelvo a ver la diminuta escritura de su libro, las pginas de notas y diagramas y todas aquellas flas y flas de botellas y frascos. Creo... que tiene talento para curar. Pienso en todos los aos que ella ha estudiado y elaborado remedios, y que lo que no sabe lo experimenta. Y los huesos? Los utiliza tambin? Lo ignoro. T eres la que jugaba con la bruja. Qu pociones te dio ella para cazar el corazn del mocoso... quiero decir, de Foscari? Oh, no, no; ests equivocado. Las cosas no fueron as. Me ayud, es verdad. Pero fue slo con cosas corrientes: splicas, encantamientos, arrojar de vez en cuando las judas para ver el futuro; no hubo nada de sangre ni hostias consagradas, como t decas. Su voz sonaba casi triste ahora. No necesitaba hacer esa clase de cosas. Ella, bueno... ella vea cosas, oh, Dios! Resulta evidente ahora porque nos estaba mirando todo el tiempo, claro que vea... Pero no slo cosas fsicas. Tambin pareca comprender la mente de las personas. Mi ama tiene razn. Lo haca. As que, qu pasa con mi mente? Cunta de ella comprenda? Pero no har la pregunta. Es demasiado tarde. Te lo aseguro, Bucino, ella vea mucho. Sabes lo que dijo de ti en una ocasin? Que eres un hombre que tendra que olvidarse de lo que no est bien en l, y celebrar lo que est bien. Porque (y sas fueron exactamente sus palabras) hay mucho de lo que disfrutar. A pesar suyo, se re. Yo pensaba en lo valiente que ella era: que en su vida haba tenido que superar cosas mucho peores que t y, sin embargo, se mostraba muy fuerte. Se produce un silencio. Siento su mirada sobre m. Y ahora t has pensado sobre ella tambin, no es verdad? Has estado en su casa. Has ledo sus notas y descubierto sus secretos. La has observado, la has visto con su hija, lo sufciente para estar seguro de que es suya. Oh, a m me parece que sabes mucho sobre ella, Bucino. Ve acaso algo en mis ojos? Se trasluce alguna cosa en mi voz cuando hablo de ella? Cmo adivina uno los sntomas en s mismo? Por eso la seguiste? Porque todo este tiempo sospechabas algo? No s qu decir. No... yo no. Bajo la mirada. Iba a darle las gracias. Por salvarme la vida. Y porque... porque quera... saber ms cosas sobre quin era. Oh, Bucino. Ella me mira amablemente durante un rato, pero sea lo que sea lo que descubre y yo s que hay ms cosas para ver, lo deja estar. Me hace sentirme avergonzado, porque ella es ms generosa conmigo de lo que yo he sido jams con ella. * * * Durante todo ese da esperamos, aunque ninguno de los dos, creo yo, sabe realmente qu estamos esperando. Que venga a pedirnos perdn? A suplicar que le devolvamos los huesos? O quizs est esperando que seamos nosotros los que vayamos a verla y a presentarle nuestras demandas. El valor de un rub por una bolsa de huesos. Pero no ocurre nada. Fuera, la ciudad regresa lentamente al trabajo. Un comerciante genovs que esta en la ciudad por la feria y se marcha al da siguiente llega a nuestra casa con la esperanza de que mi ama pueda cenar con l esta noche, porque ha ledo alguna poesa nueva sobre ella en el Registro de Cortesanas. Pero cuando ella (o ms bien yo) rechaza su oferta con la excusa de un compromiso anterior, el hombre parece casi aliviado y dira que se marcha a casa a dormir. La ciudad ha estado de celebracin durante mucho tiempo, y todo el mundo, al parecer, est cansado. Ambos nos vamos a dormir temprano, y a la maana siguiente sabemos que tenemos que ir a verla. Mi ama se cubre con un velo, y Marcello nos lleva, porque a lo largo de los aos ha sido l quien llevaba los mensajes al panadero del campo cuando necesitbamos a La Draga. Nos deja en el muelle unos puentes ms arriba de la represa del canal y se acomoda para esperarnos. Aunque hace rato ya desde la primera llamada de la campana al trabajo, hay poca actividad en las calles. Un hombre nos empuja al pasar, lanzando maldiciones para s mientras lo hace. Es como si toda la ciudad tuviera una resaca despus de las celebraciones. No es un buen momento para meterse en discusiones, porque el genio se infama fcilmente. Sobre el puente que conduce a la parte posterior de su casa, una malhumorada mula est tirando de un carro cargado de barriles llenos de negro fango. Tanto mi ama como yo vamos bastante modestamente vestidos, pero noto que est nerviosa. Hace bastante tiempo que ella no caminaba por las partes ms pobres de la ciudad, y su elegancia y mi tamao inevitablemente llamarn la atencin hacia nosotros. En el hediondo canal se ha iniciado el dragado. Media docena de hombres estn metidos hasta la cintura en el cieno, negros como demonios, recogiendo con las palas nocivos terrones de barro, con trozos de tela atados en torno de la boca para defenderse del hedor que la operacin provoca. Este proceso durar semanas. Un par de obreros levanta la mirada cuando pasamos, y uno de ellos grita algo. Ahora que la ciudad se est quedando sin voluntarios para tripular sus galeras, han empezado a usar criminales en su lugar: hay algunos trabajos que ni siquiera el hambre les obligar a hacer. Cruzamos rpidamente y nos abrimos camino hacia su callejn. Cuento las puertas para llegar a la suya, aunque la conozco bastante bien. No hay ningn candado ahora, pero si ella estuviera dentro, la puerta estara cerrada por el interior, como ocurri cuando vine por primera vez. De modo que no me desconcierto cuando se abre a mi toque. Mi ama me mira rpidamente y entramos juntos. La penumbra oscurece nuestra visin, de manera que el primer sentido que funciona es el olfato. El aire est lleno del penetrante perfume de hierbas fuertes y la acritud de materia animal en descomposicin. sta es la habitacin de sus remedios, y mi atizador, juntamente con mi pnico, envi por los aires algunos de ellos. Qu opcin tena? Cuando no puedes alcanzar algo fcilmente, llegas a ello de la mejor forma posible. Pero ahora, pisemos donde pisemos, nuestros pies aplastan vidrio y palos en espesos charcos de lquido, y cuando nuestros ojos se acostumbran a la luz, descubro una habitacin en un estado infnitamente peor que cuando la dej. Vainilla mezclada con corazones de gallo, romero empapado de orina. Yo nunca caus tanta destruccin. Todos los tarros y frascos de la estantera estn aplastados y en trocitos por el suelo. Las sillas y una mesilla estn destrozadas, la estufa, separada, incluso la chimenea ha sido vaciada, y las cenizas y el holln fotan por todas partes. Me doy cuenta de la conmocin que sufre Fiammetta. Yo no hice esto digo rpidamente. Todo esto no... no fue cosa ma. La puerta que da a su habitacin ha sido abierta con violencia, y uno de sus goznes est suelto. Desde el umbral podemos ver que la cama est destrozada, el suelo parece un granero con paja por todas partes. Y el cofre... bueno, ni siquiera vaco, yo haba podido levantarlo. Pero alguien pudo. Y lo hizo. Hecho trocitos y con todas las ropas despedazadas. Los que vinieron detrs de m no estaban interesados en hallar algo que pudieran haber perdido. Sin embargo, se llevaron algo consigo. Miro por todas partes, pero no puedo encontrarlos: ni el libro de notas, ni la caja de madera. Y me doy cuenta de inmediato de la importancia del problema. Regreso apresuradamente a la otra habitacin. Jess, de qu culo del diablo saliste? dice una voz. El hombre est bloqueando la puerta exterior desde la calle, y hay otro a su lado. Corpulentos y cubiertos de negro barro, los dos, unos diablos salidos del cieno. Mi ama se recupera antes que yo. Estamos buscando a Elena Crusichi. Por qu? Porque mi enano sufre de las tripas, y Elena tena que venir a visitarlo esta maana. Su voz es tan clara como el cristal. Tal vez proceda de un barrio bajo veneciano, pero se ha elevado hasta vivir en el piano nobile de una gran casa. Y qu te da ella para curarte eso, pedo rechoncho? Me est mirando fjamente a m. Estaba ayer en el campo? En tal caso, podra reconocerme. Hago el papel de idiota y empiezo a gemir y gruir, pasndome las manos por la barriga. Oh, l no tiene ni idea. Ay, es un simple... interrumpe mi ama con impaciencia. Dnde est ella? Ha sido detenida. Detenida? Por quin? Por las fuerzas de seguridad. Cundo? Por qu? Esta maana, temprano. Por asesinato y brujera. Oh, pero eso es absurdo. Todo el mundo la conoce como curandera. No la gente que vive por aqu. Hay mujeres que haran cola para jurar que estaba excitando sexualmente al diablo. S, y apuesto algo a que s quines encabezaran la cola. Si Venecia estuviera construida como cualquier otra ciudad, estoy seguro de que sus rumores seran menos venenosos. Mi ama tambin se percata del ambiente, y se est preparando para nuestra marcha. Bien, parece que debemos irnos y buscar ayuda en otra parte. Antes de que os vayis corriendo... El hombre se adelanta un paso, e incluso en medio de este hedor de medicinas, apesta a canal. Es trabajo mo tomar nota de los detalles de cualquiera que la visite. Como prueba. Yo vuelvo a gemir y aprieto los muslos con fuerza. Mi ama! Ella me lanza una mirada. Debes aguantarte todo lo que puedas, Antonio. Debo decir, seor, que para ser un dignatario de la Iglesia, despeds un extrao olor. Y vos, para ser la rica dama que sois, estis muy lejos de vuestra casa dice l, y su sonrisa no es caritativa. Seora! grito, en una especie de gaido. Ella mete la mano en su bolsa y saca una moneda de plata. Luego, viendo al hombre de detrs, saca otra. Es ms de lo que ganaran cavando una docena de canales, y ms de lo que jams soaran que el chanchullo les iba a proporcionar. Lo leo en sus ojos. De hecho, es tanto que podra incluso despertar su codicia. De manera que dejo escapar un gran pedo, slo por si albergaba alguna idea de traicin. Aah! Repugnante mono. Salid de aqu los dos. El hombre se aparta a un lado, y Fiammetta cruza ante ellos como un barco a toda vela, conmigo como su bote a remolque. Salgo a la calle cojeando lo mejor que s, aunque presa todava de las angustias fngidas. Nos dirigimos hacia la embarcacin por el campo para evitar el canal, y mientras lo hacemos dirijo la mirada a la panadera. De ella estn saliendo dos jvenes: uno de ellos es la muchacha a la que le di el ducado de plata. Dios mo, cunto hace de eso? Agita la mano y cruza para venir a saludarme antes de que yo pueda avanzar ms. Hola, hombrecillo de mi alma. Nos brinda una sonrisita, primero a m y luego a mi ama, porque eso me convierte a m en una persona ms importante. Cmo estis? Bien digo. Estoy bien. No habris venido a ver a La Draga otra vez? Em, no. Eso es bueno. Porque la han detenido. Por bruja. Una bruja? Por qu? Qu ha pasado? Los hombres que excavan el canal encontraron algunos huesos hundidos en el barro delante de su casa. Y yo lo s, naturalmente, porque es lo que he estado temiendo mientras iba desempeando mi papel por la calle. Dicen que los huesos son de bebs. De los que sac del tero. Dicen que el diablo la ha estado visitando. La mujer del otro lado del canal lo vio hace dos noches, encaramndose a su ventana en forma de un gran perro. Cuando oyeron eso, se la llevaron. CAPTULO 33 Tienes razn. Sera una locura dice Aretino. Oh, entonces dselo t. Seguro que a m no me escuchar. Qu? Quieres que te corten las pelotas y se las den de comer a los cerdos, Bucino? Quizs hayan sido infrautilizadas ltimamente, pero ms vale que las guardes para el futuro. Hago una inspiracin, porque estoy cansado de or a mi voz decir la misma cosa. Yo no voy a arriesgar mis pelotas. Todo lo que digo es que si ellos saben que yo era el perro, entonces no pueden acusarla de dormir con el diablo. El diablo no, pero t sigues siendo una deformidad que frecuenta a una bruja. No hay nadie a quien frecuente, por el amor de Dios. Ella ni siquiera estaba all. Yo s eso. T lo sabes. Pero por qu debera creerte nadie cuando la alternativa es mucho ms jugosa? Y qu me dices de los huesos? Tu confesin no puede ayudarla con los huesos. La voz de mi ama suena ms preocupada que irritada ahora, porque, al igual que yo, est presa entre la necesidad de salvar nuestra piel y el deseo de ayudar a La Draga. Por s solos, los huesos no signifcan nada digo frmemente, porque me he pasado horas pensando con la mente de los inquisidores eclesisticos, actuando como abogado de ella. Los canales vomitan trocitos de toda clase de cadveres cada vez que son dragados. Todo el mundo en Venecia sabe eso. Cualquier mujer que haya vivido all durante los ltimos cien aos puede haberse liberado de un beb no deseado lanzndolo al barro. No, no, eso no servir. Cualquiera poda, cierto. Pero el hecho es que hay una bruja que vive all que lo hizo. Fiammetta tiene razn, Bucino. Si sigues pensando as, te buscars la ruina. Tu conciencia (que debo decir es una cosa nueva y maravillosa) te ha vuelto estpido. No vivimos en funcin de la verdad, sino del poder de los rumores y la malicia, como t bien sabes. Estamos sentados en la hermosa loggia de nuestro portego, que da al agua. La Sensa hace una semana que acab. La ciudad est orgullosa y atareada, su dominio sobre las aguas asegurado para un ao ms y sus cofres atiborrados de las monedas de un millar de visitantes. No hay problemas a la vista. Y nadie quiere malas noticias. De hecho, cuando se trata de brujera, robo y prostitucin, son pocos los hombres que hay en alguna parte a los que acudir en busca de consejo. Sin embargo, pese a toda su ansia de fama y riqueza, a Aretino le atrae la parte vulnerable de las personas adems de lo superfcial, y, aunque fnge dureza, no carece de compasin. Pero yo crea que en Venecia... Quiero decir, siempre nos ests diciendo que la Iglesia no es tan mala aqu como en otros lugares... Y no lo es. Ni tan despiadada, ni tan corrupta. Porque es ms independiente de Roma... El gobierno se asegura de eso. Escucha, si esto ocurriera en alguna otra parte, probablemente estaran ya amontonando la lea entre las columnas: Dios es testigo de que hay sitios donde queman a las brujas tan generosamente como si fueran velas. Aun as, son tiempos difciles para Venecia cuando se trata de hereja. Tanto para la Iglesia como para el Estado. O vosotros dos estis demasiado ocupados pecando con buenos catlicos para haberlo observado? Me parece recordar que no aceptis como clientes a hombres de fe hertica, de manera que no sabis lo que est pasando en Alemania. Te referes a Mnster. Mi ama, aunque se pasa la mayor parte del tiempo arreglndose la cara estos das, todava ve lo que tiene delante de sus ojos. Mnster! S. Y una serie de otras ciudades que son presa de las llamas de la hereja y la revolucin. Tiene razn. Aunque es Mnster la que los hace temblar. El horror ms reciente es siempre el ms emocionante, y la historia de Mnster ha llegado por boca de los comerciantes alemanes que, con la primavera, acaban de cruzar los pasos de los Alpes. El hecho es que los herejes, hombres y mujeres, que se apoderaron de Mnster estaban tan locos por su nuevo Dios que desafaron no solamente a la Iglesia, sino tambin todas las reglas y costumbres del gobierno. Tras asesinar a los que gobernaban la ciudad, declararon su propia Repblica de Dios, en la cual no caba ni la riqueza, ni la propiedad privada, ni reyes o gobernantes, de hecho, ninguna ley. Nos habamos sentado en esta habitacin, mi ama y yo, y bromebamos sobre el hecho de que un mundo de Mnsters nos habra sacado del negocio bastante pronto, dado que no habra tampoco matrimonio y por tanto ningn pecado. Pero el cielo de un hombre pobre es una visin del inferno de un rico, y cuando los prncipes alemanes fnalmente los mataron de hambre y los bombardearon hasta someterlos, igualaron su barbarie, arrancndoles la carne a los predicadores, y metieron sus esqueletos en jaulas, que colgaron de las agujas de la catedral para que su lento pudrirse sirviera de leccin. Qu? No pensaris realmente que los cuervos temen que esta clase de revolucin pueda llegar aqu, verdad? No! Esa mierda anabaptista es ms para eruditos fanticos y pobres. Venecia es demasiado acomodada para tener miedo de la hereja, especialmente dado que los luteranos demuestran tanto talento para el comercio. Pero, por esa misma razn, la ciudad debe tambin ser considerada por los dems pura en su fe. De ah ese ltimo decreto sobre la blasfemia y las maldiciones, que todos sabemos que tiene tanto que ver con su nerviosismo por el vicio como con la promocin de la verdadera fe. Es una desgraciada circunstancia para tu curandera, porque puede ser pillada en su resaca. Fiammetta tiene razn. Aunque les dijeras la verdad (que estabas all porque pensaste que ella te haba robado el rub hace seis aos), eso la convierte en una ladrona, y a ti en un enano de cortesana que frecuenta a una mujer acusada de matar nios y que es una bruja con una casa llena de hediondos ungentos y un libro de encantamientos escrito en clave. Eso no la salvara a ella, y podra muy bien condenaros a todos. As que, qu van a hacer? Mira, mi especialidad es la vida de las putas, no de las brujas. No s lo que harn. La llevarn a juicio... Le harn dao? Por la sangre de Cristo, hombre, claro que le harn dao. Hacen dao a todo el mundo que daa al Estado, ya lo sabes. Qu... se te ha reblandecido la cabeza igual que las ingles, Bucino? No te burles de l, Pietro. Mi ama est tranquila ahora que ha encontrado su camino. La Draga le salv la vida. Ya lo sabes. Y aunque parece que nos rob, tambin ha sido buena con nosotros durante mucho tiempo. Umm. Bueno, la verdad es que yo ya s cmo es estar a punto de morir. Sin embargo, haras bien en dejarla estar. O en hacer tu representacin desde detrs del tribunal ms que desde delante. Si tienes a alguien en tu lecho que pueda infuir en la justicia, Fiammetta, proporcinale un rato especialmente bueno y luego pdele un favor. Pero si asomas la cabeza, no me acuses a m si te la vuelan. * * * Es de noche. Aretino se ha ido, y mi ama est trabajando en la cama, yaciendo junto a nuestro viejo constructor de barcos, ayudndolo a resoplar y jadear en su camino hacia alguna especie de placer degradado. Loredan, nuestro infuyente cuervo, tiene que venir a cenar con nosotros dentro de unos das. La Draga no ha sido ejecutada, ni condenada, todava, y nosotros no podemos hacer otra cosa que esperar. Y aunque no hay sufciente vino en el mundo para apartar el horror de lo que pueda venir, s lo hay en mi estmago ahora para aliviar el pnico por un tiempo. La noche es clida, y yo me encuentro sentado contemplando las negras embarcaciones que se deslizan por las negras aguas, sus linternas como lucirnagas que las guan en la noche. Charlas y risas nos llegan por el aire. Aretino lo ve bastante bien: Alemania tal vez est en llamas, pero Venecia es demasiado acomodada para una revolucin. Siempre me produce perplejidad esta ciudad: la forma en que se cree su propia propaganda. En Roma, los hombres decan toda clase de cosas sobre la grandeza cvica, pero en privado incluso pblicamente a veces siempre eran capaces de reconocer el olor de la podredumbre. Aqu no. Aqu vivimos en el ms grande Estado de la cristiandad; poderoso, rico, pacfco, justo, e inviolado, la ciudad virgen que ningn enemigo puede penetrar, lo cual resulta bastante extrao considerando que los hombres vienen aqu desde todo el mundo con la expresa intencin de penetrar donde y lo que puedan, virgen o no. Por supuesto, se trata de un mito. Si el Cielo estuviera en la Tierra, por qu tendran que morir los hombres para llegar all? Y no obstante... y no obstante... en cierto sentido eso es tambin verdad, lo cual resulta lo ms desconcertante de todo. Hay un libro sobre el que se discute en los crculos instruidos. Est escrito por un forentino llamado Nicols Maquiavelo, un hombre que fue expulsado del gobierno y sometido al strappado y que durante su exilio se dedic a escribir un tratado sobre el arte de gobernar, el cual l ve basado no tanto en los ideales cristianos como en el pragmatismo. Para l, los gobernantes que tienen ms xito son los que controlan por la fuerza y el miedo, ms que por el consentimiento. Cuando lo le por primera vez, lo encontr bastante agudo porque los hombres, pienso, se parecen bastante a como l los describe, ms susceptibles al castigo que a la bondad. Sin embargo... pese a que mi disposicin natural es el cinismo, no creo que Venecia funcione as. Por supuesto los hombres tienen miedo del poder (bien sabe Dios que en este momento nosotros mismos estamos aterrorizados por l... pero no pensar en eso ahora), pero no es slo el temor lo que mantiene intacto este Estado. Una vez ms Aretino tiene razn. Venecia es demasiado acomodada para pensar en la revolucin. Y no slo para los que la gobiernan. Hasta la pobreza, al parecer, es ms soportable aqu que en otros lugares. S, hay con frecuencia ms mendigos de los que se pueden mantener, pero si bien aquellos que vienen de fuera de la ciudad son enviados al exilio despus de una buena azotaina, si has nacido aqu y te sientas en las escaleras de la iglesia con la mano tendida, mientras te quedes en tu parroquia, nadie te lo impedir, y t podrs recibir limosnas sufcientes para existir, ya que no para vivir. Y aunque tal vez te quedes con hambre, siempre habr otros festivales que aguardar, para sumergirte en su ceremonia y esplendor, para tener la oportunidad de aprovecharte de su ebria caridad. Eso no sera bastante para m, pero lo cierto es que yo vivo gracias a mi ingenio, no de los muones de mis brazos y piernas. Por lo dems, los profesionales que ejercen un ofcio o arriesgan la vida en los negocios... bueno, todos y cada uno de ellos tienen una hermandad que procura por ellos. Paga tus cuentas y la hermandad te lo compensar: te ayudan con la dote de tu hija, te apoyan si pierdes el trabajo, incluso sueltan dinero para tu funeral si t no puedes, y proporcionan acompaantes para hinchar la procesin. Y qu, si no puedes formar parte del gobierno? Al menos tienes la sufciente independencia para no sentirte gobernado y sufciente dinero para disfrutarlo. Cada diente en esta rueda del Estado est bien lubricado y conservado, de manera que mientras los barcos sigan viniendo y el dinero siga fuyendo, quin querra vivir en otro lugar? Quin... excepto los criminales? Y no obstante, incluso aqu, incluso con su reputacin de severidad y violencia en la justicia ladrones y estafadores desollados y privados de sus miembros entre las Columnas de la Justicia, traidores y herejes arrojados a las profundidades, no se carece de cierto sentido de la clemencia. Aretino tiene razn en esto tambin. En todos los aos que llevo aqu, si bien he visto a bastantes asesinos colgados y retorcindose, nunca he sido testigo de que quemaran a una bruja en la hoguera. Aunque imagino que el descubrimiento de los huesos de las pequeas almas muertas antes del nacimiento ser considerado como asesinato en una poca en que el mundo se ha vuelto tan temeroso de ofender a Dios. La botella de vino est vaca ya, y yo demasiado embotado para ir a buscar otra. Pero no tanto que no sea capaz de distinguir el negro del blanco, la esperanza de la desesperanza. No podemos ayudarla sin perjudicarnos. Peor an: incluso perjudicndonos, no podemos ayudarla. Le he estado dando vueltas de todas las maneras posibles, como si hiciera juegos malabares con los platos en la punta de un bastn, y todos se caan al suelo. Si el diablo en forma de perro de su ventana resultara ser un enano con un talento para el robo con fractura, eso no supondra ninguna diferencia: ella seguira siendo acusada por los huesos y el libro, las patas de perro y los signos astrolgicos, y los rumores, que crecern ahora como hongos: la nia que curaba ataques con las cenizas de un sodomita, la mujer que limpia los teros de bebs indeseados, la bruja que ata las pollas de los hombres con agua bendita y encantamientos. Bien sabe Dios que yo mismo llegu a creer algunas de esas cosas. Y bien sabe Dios que algunas son ciertas. Venecia, a fn de cuentas, es amante del mercado: si alguien desea algo bastante, algn otro ganar dinero proporcionndoselo, bien sea seda, pecado o brujera. Una mujer compra un vestido nuevo para atraer a un amante, slo para verse a continuacin preada con su beb, aunque es todava virgen, o su marido est fuera en viaje de negocios. Qu puede hacer? Algunas sufren abortos de forma natural, y lo llamamos la voluntad de Dios. Para otras, desesperadas por lograr semejante liberacin, La Draga es un sustituto. El resultado es el mismo. No hay beb. Cun peor es su intervencin que los actos de los hombres y mujeres que practican el pecado de la sodoma en el matrimonio para evitar la concepcin? Creo que, en conjunto, no es tan importante el acto como el nombre que le damos. De forma parecida, cuando estamos afigidos y no hay remedio, la Iglesia nos dice que el sufrimiento es bueno: de nuevo la voluntad de Dios. Sin embargo, quin de nosotros no hara lo que fuera por detener el dolor si pudiera? Bebe esta copa de hierbas y sangre, y te sentirs mejor. Est el diablo en las hierbas, en la sangre, o en la mujer que las prepara? En cuanto al tema del amor y la obsesin: bueno, como cualquier hombre con una cabeza sobre los hombros lo reconoce, esto es una enfermedad que infecta a la mente tanto como al cuerpo, y un poeta de pluma hbil puede ser tan peligroso como una bruja cuando se trata de difundir o atacar la aficcin. De manera que La Draga es una bruja. Yo soy un chulo. Mi ama es una prostituta. Todos somos culpables. La diferencia est en que a ella la han denunciado. Cuando el que tiene la culpa soy yo. Pero mi sacrifcio no servir de nada, slo incriminar a mi ama al igual que a m. Y en cuanto una cortesana es acusada pblicamente, aunque slo sea con el rumor, de brujera, su lecho se contamina tanto como su reputacin. Y si mi ama no se viera mezclada? Si el sacrifcio fuera slo mo? Lo hara entonces? Tratara de ayudar a esa ladrona, esa impostora? Esa mentirosa? Esa mujer que me tuvo en sus brazos y me salv la vida? Aun cuando yo no pudiera salvarla a ella, al menos ella sabra que lo he intentado, que nunca fue mi intencin hacer que la condenaran. As pues, lo hara? No puedo responder a eso. Porque no lo s. Todo lo que s es que cada vez que pienso en ella mi estmago se llena de bilis, pero si es por su traicin o su sufrimiento no puedo decirlo, porque el pnico producido por ambas cosas se ha entremezclado en m. Y esta confusin, estoy seguro, nada tiene que ver con el vino. CAPTULO 34 Los das pasan lentamente. Los hombres van y vienen, pero nuestro cuervo enva mensajes de que se ha retrasado por cuestiones de gobierno. Gabriella, que cada vez parece ms inocente cuanto ms sirve en una casa de pecado, es enviada junto con Marcello a la prisin de la iglesia para preguntar por su prima, una joven del distrito de la Celestia que fue detenida diez das antes. Las noticias que nos trae nos dicen sobre todo lo que ya sabamos. Una mujer, Elena Crusichi, ha sido acusada de brujera, por la Iglesia y por testigos, y ser llevada a juicio cuando las pruebas estn listas. Ha sido trasladada a la prisin central, en los stanos del palacio del dux, y ser retenida all a cargo del Estado, lo cual quiere decir que morir lentamente de hambre... Venecia es tan parca como cualquier otra ciudad cuando se trata de cuestiones de dinero y justicia. Se permitir que le lleven comida los parientes, pero slo si se demuestra que no contiene nada que pueda ayudarla en sus encantamientos o en la adoracin del diablo. Si no podemos liberarla, al menos podremos mantenerla bien alimentada. A partir de ahora, Mauro estar cocinando para una prisin, as como para una casa de putas. Pero el cocinero est ya bajo presin. Esta noche, fnalmente, el seor Loredan viene a visitarnos, y como es bien sabido que sus jugos fuyen tan generosamente de su paladar como de su polla, Mauro tiene la tarea de crear el primer clmax, a cuyo fn est ahora cacareando en la cocina, haciendo tanto ruido como el capn que, asado con naranja y salsa de canela, constituir uno de los platos. Despus de eso, suponiendo que Nuestra Seora pueda an localizar su polla bajo toda esa comida, le tocar el turno a mi ama. Aunque el destino de La Draga nos ha afectado a todos hasta Gabriella ha perdido algo de su chispa, mi ama ha sometido su ansiedad, sumergindose en la tarea de hacerse otra vez irresistible. De esta manera, aunque no pueda conservar a su amante, podra salvar a su amiga. Se ha puesto al frente de la casa tanto como yo ahora, y su energa casi me da esperanzas. Se ha pasado todo el da en su propia cocina con pomadas y perfumes, cremas y pinzas. Su piel est blanca como un cisne y suave como la seda, sus pechos brotan como lunas llenas de un crepsculo de terciopelo oscuro, y su olor es el del jazmn con una pizca de rosa almizclea. La mayor parte de los hombres le daran cualquier cosa que pidiera, slo para tener el placer de contemplar cmo se desabrocha el corpio. Pero Loredan es un hombre nacido para el privilegio, alguien que espera, ms que disfruta de, la perfeccin, y se sabe que viene y se va sin que un solo cumplido brote de sus labios (aunque no es tan mezquino con su bolsa). El hecho es que, aparte de que paga puntualmente, s pocas cosas sobre nuestro gran cuervo, o lo que hace cuando est gobernando Venecia. Todo lo que s son los speros grititos que lanza cuando se encuentra en el trance del placer: unas rfagas entrecortadas que he llegado a comparar con los speros graznidos de su ave homnima. Algunos de los clientes habituales traen sus preocupaciones y triunfos consigo (cuando el negocio es bueno, Alberini ofrece milagros de refexin y transparencia; cuando es malo y un cargamento llega en mal estado y la responsabilidad recae en l, grue y se queja como si mi ama fuera su esposa en vez de su amante). Pero Loredan se deja los asuntos de Estado en las cmaras del palacio del dux: aunque le encanta hablar de Venecia como un ideal, los hechos los guarda para s. Como miembro de una de las familias ms grandes, aquellos que en realidad gobiernan a los gobernantes, es, no tengo ninguna duda, a la vez un diligente servidor del Estado que sirve adecuadamente al cargo para el que ha sido elegido y un poltico que utiliza sus infuencias para sobornar o comprar los votos que necesita para llegar exactamente a donde quiere llegar. Si bien ya no est en el verdadero centro de decisin su puesto en el gran Consejo de los Diez expir hace unos meses, no hay nadie a quien no conozca, y si se produce un escndalo que hay que revelar u ocultar, l seguramente tendr conocimiento. En cuanto a su capacidad para la compasin... bueno, se sabe de su generosidad con lo que est en sus manos dar, como una invitacin a la Sensa. Pero esto... Slo Dios sabe lo que puede hacer o lo que har. Aunque nosotros tambin lo sabremos bastante pronto. Llega usualmente al atardecer y se marcha a primera hora de la maana. Pero esta noche se retrasa, as que tanto ella como yo estamos nerviosos como animales enjaulados para cuando llega. Mientras ella lleva a cabo su tarea de entretenimiento, yo me siento en mi habitacin con un libro en el regazo, pero sin que me entere de una sola palabra. En algn momento despus de la medianoche, oigo salir la embarcacin, los gritos de su barquero a medida que penetra en el canal principal. Espero a que ella venga. Finalmente voy a buscarla. Est sentada contemplando el agua, su cabello cayndole desordenadamente por los hombros tal como lo recuerdo de aquella catastrfca noche en Roma cuando ella follaba con el enemigo para salvar nuestra vida. Soldados y burcratas. Los clientes ms duros. Se da la vuelta, y casi puedo leer en sus ojos el encuentro que han tenido ellos dos. No haba nada que yo pudiera decir, Bucino. Ya estaba al tanto de todo. Cmo? Qu signifca eso? No lo s, excepto que se est hablando de ello. En el gobierno. Eso est muy claro. El juicio empieza la semana que viene, ante dignatarios eclesisticos y una representacin del tribunal del Estado. Qu ms dijo? Ooh... Que las leyes sobre la blasfemia y la maldicin estn para proteger al Estado contra la propagacin del desorden y la hereja. Y que el asesinato de bebs, dentro o fuera del tero, es un grave delito. Dios mo, y eso fue despus de que le hubiera servido! Imagino que su cabeza estaba otra vez en la cmara del consejo antes de que su semilla se hubiera secado en las sbanas. Re amargamente. Y se supone que yo hago bien mi trabajo. No es culpa tuya. Siempre fue un grosero. Nos atrajo su condicin social, no su amabilidad. Qu le dijiste t? Que ella haba curado al hijo de mi vecina y que yo le haba ofrecido interceder por ella. No s si me crey. No lo cont muy bien. Vuelve a rer. Durante seis aos he sido su manera de relajarse despus de los rigores del gobierno. Nunca me haba visto llorar, y no creo que supiera muy bien qu hacer. Se detiene, y ambos sabemos que las lgrimas estn tambin muy prximas ahora. No est acostumbrada a fracasar con los hombres, y en estas ltimas semanas le ha pasado ms veces que en muchos aos. Pero ste no es el momento de derrumbarse. Sacude la cabeza con impaciencia. Dijo que hara lo que pudiera. Pienso que, en la medida de lo posible, lo har. Aretino tiene razn, Bucino. Flota un palpable nerviosismo en el ambiente. Estuvo distrado toda la noche, incluso antes de llevrmelo a la cama. Cuando le pregunt por qu estaba tan ocupado y se retrasaba tanto, dijo que se trataba de asuntos extranjeros, y cuando intent averiguar ms, se cerr otra vez como una ostra. Pero cuando Fausto estuvo aqu la otra noche, me dijo que los turcos estn acosando los barcos venecianos nuevamente y que nadie quiere reconocer las prdidas. La Serensima. La tensin por debajo de la serenidad. De modo que, qu vamos a hacer ahora? No necesitamos hacer la pregunta, porque la respuesta est clara para los dos. Tenemos que esperar a ver qu pasa. CAPTULO 35 Marcello y yo llevamos la comida diariamente, amarrando la barca al borde del muelle que hay a la izquierda de las Columnas de la Justicia y abrindonos camino a travs de la piazzetta hasta la entrada lateral de la prisin. He llegado a apreciar cierta simetra de justicia y castigo en la arquitectura, que no haba observado hasta ahora: no slo el hecho de que el cadalso est construido a la vista del palacio del dux, sino que el palacio que alberga a los que hacen las leyes tambin encarcela a los que las quebrantan. Aunque en esto, como en todo, hay una jerarqua. Con sufciente dinero, puedes comprar una de las celdas cuyas rejas dan a la piazzetta, y desde donde disfrutars de aire fresco y una visin de las columnas, entre las cuales, con dinero y buen consejo, no tienes por qu terminar. Seguro que hay mendigos que cambiaran su hogar por el de esos reclusos, porque, adems de poder comer su propia comida, tendran incluso amigos y parientes para relacionarse. En ms de una ocasin he visto a nobles acusados de fraude o algo parecido jugar a las cartas o entablar conversacin con jvenes petimetres, o incluso con una ocasional dama bien vestida. En cambio, aquellos que tienen menos infuencias y carecen de dinero son enterrados en las celdas ms malsanas, bajo el suelo, y aunque tal vez no oigan las agonas de los hombres y mujeres que son colgados fuera, sin duda nosotros tampoco podemos or las suyas. Recuerdo que mi viejo historiador del pozo me contaba que cuando quemaban a un notorio grupo de sodomitas lo cual era el crimen ms nefando, porque algunos de ellos eran nobles y su asociacin ola a insurgencia contra el gobierno, agarrotaban a los cuervos antes de que el fuego los alcanzara pero dejaban a los ms pobres, y guapos, muchachos con los que haban jugado que soltaran los gritos. En la entrada de la prisin, le damos la comida al carcelero y por consejo de Aretino (sus relaciones con los bajos fondos son impecables) deslizamos una moneda bajo el pote para asegurarnos de que llega a ella. He pedido una docena de veces si poda verla, para cerciorarme de que est siendo alimentada, pero mis payasadas no llevan a ninguna parte, y la respuesta es siempre la misma: los que estn acusados de hereja son confnados en solitario, y no se les permite ver a nadie. Nuestros das se vuelven ms oscuros a medida que el sol del verano est ms alto en el cielo. Hace un par de maanas, el joven amante de mi ama se march en una galera con destino a Chipre. Se pas una noche entera con ella antes de irse. Yo le estrech la mano cuando vino, y le ped perdn por mi mal comportamiento. Pareca casi embarazado pese a toda la experiencia mostrada por ella, l sigue siendo un mocoso, pero era importante para m que hiciramos las paces. De lo que pas entre ellos no tengo ni idea, excepto que los sonidos que llegaron de su habitacin aquella noche eran tanto de dolor como de pasin, y al da siguiente ella no sali hasta que el sol se hubo puesto. Yo, que hara cualquier cosa para aliviar su pena, resultaba intil. S que ella echaba de menos espantosamente a La Draga. Al vivir tanto tiempo con mujeres, he aprendido que hay veces en que ellas son las nicas que pueden ayudarse. Y yo echo de menos a La Draga tambin. No slo por este momento, sino por todos los momentos anteriores, cuando decid ignorarla. * * * El juicio, una vez que se ha iniciado, tiene lugar a puerta cerrada, en una de las cmaras del consejo del palacio. Los primeros das permanezco frente a la entrada para ver si puedo descubrir a los testigos que llegan, sostenido por la fantasa de que si reconozco a la mujer que abord a La Draga en la plaza podra demostrarle cunto dao un diablo con dientes de perro puede hacerle a una mentirosa. Pero en el palacio entran centenares de personas cada da los gobernantes y los gobernados, y una vieja irritada se parece mucho a cualquier otra. Al cabo de un tiempo los rumores empiezan a manar como gotas de una vieja tubera: que una de sus acusadoras haba perdido un beb en su octavo mes y ms tarde hall clavos oxidados y dientes arrancados bajo su almohada, un signo seguro de brujera. Sin embargo, La Draga no admite nada, y su defensa de una tranquila y clara lgica a veces ha escandalizado a los que la juzgan. Como su afrmacin de que, para probar su veracidad, ha sido sometida a la tortura de la cuerda, aunque al parecer eso no ha cambiado su testimonio. Yo no soy un hombre de muchas plegarias nunca he visto claro si estoy hablando con Dios o conmigo mismo, y cada vez ms me he acostumbrado a dirigirme a Loredan. Sus ahogados graznidos de placer resuenan en la noche con montona regularidad a medida que mi ama reserva su mayor ingenio para aquel que tiene la infuencia. Creo que el anhelo que ella siente todava del mocoso lo desahoga ahora con Loredan. l debe de notarlo, porque ella est incandescente de belleza y ternura, y, pese a su aparente implacabilidad, l no es un hombre cruel. S que ha percibido la ansiedad que reina en la casa; ni los profesionales pueden fngir alegra cuando hay tanta tristeza. Fue l quien, cuando empezaron a circular los rumores de juicio, se tom la molestia de asegurarle a mi ama que el tratamiento de La Draga por parte del tribunal era razonable dados los tiempos, y que la cuerda era usada slo con moderacin. Hace unos das, mientras l estaba cenando, yo ayud a servir y entabl con l una conversacin sobre la reforma de la Iglesia y la historia de Contarini del Estado, y hablamos de la importancia de la caridad sobre la devocin, y del papel de la pureza en el gobierno justo. Dudo de que lo convenciera mi pasin cuando se trat del poder de la clemencia dentro de la justicia, pero pienso que disfrut de la discusin, porque sus argumentos fueron bastante brillantes. Sera ms fcil si estuviramos gobernados por estpidos: entonces no esperaramos nada. No creo haber estado tan asustado en mi vida. La tarde del sexto da, regreso a casa despus de entregar la comida y descubro una embarcacin bastante bien adornada amarrada a nuestra entrada. No hay clientes previstos hasta la noche, y mi ama no entretendra a unos recin llegados sin que yo los revisara primero. Cuando cruzo la puerta oigo unos pasos que bajan por las escaleras, y la fgura del turco emerge delante de m, tan alto con su turbante, ataviado con ricas y ondeantes ropas. No nos habamos visto desde aquel da en que me salv de ahogarme y las garras del pjaro se clavaban en mis odos. Dios mo, cuntos siglos hace de eso? Ah, Bucino Teodoldi. Confaba en que podra verte antes de irme. Y su sonrisa es amplia. Estaba... visitando a tu ama. De veras? Se re. No te preocupes. No hace falta que me apuntes en tu precioso libro de cuentas. Tenamos asuntos de que hablar. Hubiera querido venir antes para interesarme por tu salud, pero... otras cosas han exigido mi atencin. Dime, cmo ests? Vivo. En el cuerpo, ya veo, pero creo que no tanto en el espritu. Me abruma cierta preocupacin, eso es todo digo. Ah. As son los tiempos. He venido en parte a despedirme. Me han llamado nuevamente de la corte. Las relaciones entre nuestros dos grandes Estados han vuelto a deteriorarse, y aunque no estamos todava en guerra, es evidente que mi presencia aqu no ser grata por mucho ms tiempo. Hace una pausa. Me duele no poder ensearte nuestra lengua. Y se produce otra pausa, sin duda con el fn de darme ms tiempo para cambiar de opinin. Pero creo que quizs hayas hecho la eleccin correcta. Aunque Venecia quizs no te aprecie, los hay que te tienen bastante afecto. Y alarga una mano hacia m. Cudate, mi pequeo amigo. He gozado de tu compaa. Y yo de la vuestra. Tomo su mano y mientras lo hago veo una imagen de una ciudad llena de elefantes y fuentes, pavos reales, mosaicos y funmbulos. Y me maravillo durante un fugitivo instante de lo que la gran Constantinopla podra haberme ofrecido. Pero slo es un instante. Y la imagen se va. Arriba, mi ama est en el portego, enfrascada en una conversacin con Gabriella. Pero se detiene al verme y despide a la doncella. Al pasar por mi lado, Gabriella no me mira a los ojos. Siento que el pnico se apodera de mis tripas. Qu pasa? Qu ha ocurrido? Bucino, ven. Mi ama me tiende la mano, sonriendo. Sus ojos estn brillantes, pero ella es una experta en fngir entusiasmo cuando no siente ninguno, y yo estoy demasiado consumido por los nervios para distinguir ya la diferencia entre loca esperanza y desesperacin. Pareces cansado. Te duelen las piernas? Sintate conmigo. Mis piernas estn bien. Sobre la mesa observo la rica encuadernacin roja de Petrarca, el candado de plata girado en su lugar. Por qu est ese libro aqu? Ha sucedido algo? Cuntame. Lo... lo he sabido por Loredan. Parece que l puede conseguirnos acceso para visitarla en la prisin. Slo que eso signifca un pago, una especie de soborno... Un soborno. Naturalmente. El lubricante que suaviza toda posicin y todo principio en este puro Estado. Ests ladrando a la luna, Gasparo Contarini..., porque esta ciudad est vendida ya al diablo. Cunto? Ella abre un pequeo cajn de la mesa y desliza una bolsa por encima de su superfcie hacia m. Yo la cojo, soy capaz de adivinar la forma y el peso de un ducado a travs de cualquier material mejor que la mayora de los hombres. Dnde lo conseguiste? Eso no importa. Mis ojos se posan sobre el libro. No es lo que piensas dice ella apresuradamente. No he puesto en peligro nuestra fortuna. No he vendido el libro. Hace una pausa. Simplemente... he arrancado algunas pginas. Qu? He quitado dos de los grabados y los sonetos que los acompaaban. Para quin? Pero, por supuesto, ya lo s. Dios mo, se los has vendido al turco. Cmo...? Escchame, Bucino. Tena sentido. S que vivimos al da, y esto era una cantidad demasiado grande para que nosotros solos la consiguiramos. Si hubiera tratado de vender todo el libro, no habra habido tiempo sufciente para encontrar a un comprador dispuesto a pagar el precio adecuado, y la ciudad se habra llenado de rumores. Pero me enter de que el turco se marchaba, y fui a visitarlo. El apetito del sultn por la novedad es famoso, y como l tiene ms mujeres que yo hombres, pienso que podra disfrutar con la compaa de unos romanos lascivos. De esta manera, conservamos la mayor parte del libro intacta y nos hacemos con el dinero que necesitamos. Tu turco se mostr sumamente generoso. Pero por qu no me hablaste de ello? Tendramos que haberlo discutido. Porque... Se detiene. Porque t lo habras visto como un riesgo demasiado grande para nuestro futuro, y dicho que no. Est en lo cierto? El antiguo Bucino se habra negado, ciertamente. En cuanto a lo que este nuevo pudiera haber hecho, no tengo ni idea, porque ella lo ha hecho por m. Y Aretino? Lo sabe? Fue idea suya. Dice que, de todos modos, en rigor, l es propietario solamente de uno de los grabados. Porque, sin nosotros, no existiran en absoluto. Ah, mi turco tiene razn. Los hay que sienten bastante afecto por m. Dudo que tu madre lo aprobara digo con calma. Ella se encoge de hombros. Mi madre muri sola de sflis. Eso fue lo que hizo por ella el hecho de poner el negocio por delante del corazn. T tienes suerte. Abdullah habra dado mucho ms dinero por ti, lo sabes. Pero como somos socios, le dije que no estabas en venta. Oh, doy gracias a Dios por ti, Fiammetta Bianchini digo, y me ro. Bucino... Ella pone una mano sobre la ma. Lo siento... pero hay algo que debes saber. * * * Qu? Haba esperado acaso que la dejaran libre? Que no hicieran caso de los huesos, que se olvidaran del libro, que ignoraran los amuletos y las pcimas, los signos y los encantamientos, que cerraran sus odos al veneno de los rumores diablicos? El hecho es que La Draga era culpable ante la ley mucho antes de que fuera acusada en cualquier tribunal. No soy tan estpido ni estoy tan atontado por el amor que no lo supiera. Pero lo cierto es que hay otros miles que son igual de culpables, y cuntos de ellos acaban muriendo en su cama? No hay ningn Estado en la cristiandad donde la justicia no sea una mercanca, de tan fcil venta como un barco lleno de seda o la virginidad de una mujer. Slo hace falta que sepas el precio y a quin hay que pagar. Ni un solo Estado en toda la cristiandad. Excepto quizs Venecia. Nuestro gran cuervo dice que hizo lo que pudo. Eso es lo que le dijo a mi ama, y eso es lo que ella cree. Fiammetta dice que l no necesitaba decrselo antes de que el veredicto fuera anunciado, pero que quera advertirnos. Ha habido al parecer discusiones sobre este caso: si bien las pociones y adivinaciones, por s solas, podran haber sido consideradas nicamente como fe desencaminada, los huesos la han condenado. Ellos y el hecho de que frecuentaba abiertamente a prostitutas y cortesanas. Aunque slo son rumores, porque ella no dijo nada. Es, como dijo Aretino, una mera cuestin de poltica, adems del delito. Con la creciente inestabilidad en el extranjero, el Estado debe sentirse inatacable en casa. Todas estas cosas han conspirado para hacer que el veredicto sea duro pero inevitable. El veredicto y la sentencia. Pero l puede interceder por ella y lo har, Bucino. Me lo prometi. No la quemarn, me oyes? No la quemarn, y no sufrir ms de la cuenta. No sufrir ms de la cuenta. Y por eso, al parecer, debemos estar agradecidos. Dios maldiga la complacencia de la misericordia de Loredan, la horrible rectitud de su justicia. Menos mal que no liberan a La Draga, o conseguira de ella una pocin que hara que su polla se le cayera la prxima vez que tratara de usarla. Estoy tan furioso que me duele la cabeza. Pero de momento, cuando l venga, debo sonrer afectadamente y darle las gracias por su generosidad sin lmites, porque el hecho es que, sin su intercesin, nunca hubiramos conseguido cruzar los barrotes de la prisin. Sin embargo, fnalmente, no somos nosotros dos los que vamos. A la tarde siguiente, poco antes del crepsculo, me subo a la embarcacin por delante de mi ama, con la bolsa bien escondida en mi jubn, y alargo la mano para ayudarla a subir, como tengo por costumbre, de manera que el mundo pueda ver que soy realmente su sirviente. Pero ella sonre y mueve negativamente la cabeza. No puedo ir contigo, Bucino. La intercesin que Loredan ha arreglado permite solamente un visitante. Y, por mucho que les paguemos, siempre habr rumores. Por esa razn, no puedo ir yo. No... Detiene mi protesta en el mismo instante en que sta sale de mi boca. No es tema de discusin. Est ya decidido. T eres el nico al que esperan en la puerta. Yo te aguardar aqu. Ve. CAPTULO 36 No es el mismo hombre al que yo le entregaba la comida de La Draga cada da. El de ahora sonre afectadamente cuando me ve sin duda, se pueden hacer un milln de chistes sobre un enano que visita a una bruja, pero al parecer no todos los hombres que realizan trabajos sucios estn contaminados por ellos, y, sean cuales fueren sus pensamientos, se los guarda para s. Me hace pasar a un pequeo patio, donde me viene a buscar otro hombre, el cual me lleva a travs de una puerta para bajar por uno, luego un segundo y despus un tercer tramo de escaleras. La poca luz del da que quedaba se va apagando a medida que descendemos. Aqu abajo reina la noche perpetua. Nos est esperando un tercer carcelero, ste con una complexin como un barril y que apesta igual que los prisioneros, aunque el olor se debe tanto a la cerveza picada como al hedor que despide su cuerpo. Me mira como si fuera una cucaracha, hasta que aparece la bolsa sobre la mesa. La vaca y agrupa las monedas en tres pilas. Tres carceleros, tres pilas. Las vuelve a contar, y luego me mira, riendo burlonamente. Dnde est el resto? Hubo una poca en que los hombres de su tamao me asustaban, tanto por sus embotados cerebros como por la fuerza de sus puos. Pero ahora no me importa. Ahora slo los veo como pedazos de carne con bocas. Dios se lleve sus almas, si puede encontrarlas. En tu culo digo, sonriendo. Me grue durante un momento, como si pudiera estrellar mi cabeza contra la pared, y luego empieza a rer y avanza y me da una palmadita en el hombro, como si yo fuera el hermano prdigo perdido hace mucho tiempo, y de repente se comporta con toda la amabilidad del mundo, emanando un aliento dulzn, producto de sus podridos dientes, ofrecindome vino e insistiendo en traer ms velas y un taburete con nosotros mientras me acompaa a la celda, para que no tenga que sentarme en el suelo. Le sigo por el negro corredor. Pasamos por delante de, quizs, una docena de celdas, cada una del tamao de una pocilga, donde la humeante luz de nuestras dos lmparas ilumina la ocasional fgura hecha un ovillo en el suelo o en un rincn, pero no las caras, y de pronto me siento ms asustado de mis propios pasos que del violento carcelero. La oscuridad, la peste, la humedad. Dios mo, por qu iba a tener nadie miedo de morir, si esto es lo que llaman vida? Tiene que contar las celdas para estar seguro de que ha llegado a la correcta, y deja a un lado las velas cuando abre la cerradura. Entro en la celda. Al principio, creo que no hay nadie. Luego, en la penumbra, distingo una pequea fgura sentada sobre un jergn en la parte de atrs, su cuerpo vuelto hacia la pared. Elena como la llamar ahora, porque ya no es La Draga en mi mente, ella, Elena, no levanta la mirada ni se mueve cuando entro. Echo una mirada al carcelero, y ste se encoge de hombros, y se deshace del taburete y de una de las lmparas que deja a mi lado, y cierra la puerta a sus espaldas. Las llaves hacen un pesado ruido metlico en la cerradura. Voy a situarme delante de ella, moviendo la vela para poder distinguir su rostro. Tiene los ojos en un terrible estado; eso puedo verlo ya de entrada. Estn hinchados; uno, casi cerrado, y el otro crispado y lleno de pus, y parpadeando constantemente. Elena? No hay respuesta. Elena. Puedes verme? Estoy aqu. Delante de ti. Ladea la cabeza y frunce un poco el ceo. Ja! Eres el diablo o slo un perro? Y como nunca tuvimos la sufciente familiaridad para rernos juntos, me asusto por un instante de que esto pueda signifcar locura ms que humor. Ninguno de los dos. Soy yo, Bucino. Hago una inspiracin. Recuerdas? Ella hace un ruidito. Entonces, ser mejor que vistas de blanco a partir de ahora, y estar seguro de que caminas recto, o podras ser confundido con ambos. No puedo evitar rerme, pero los nervios afectan a los hombres de maneras diferentes. Procedente de algn lugar cercano, la celda de al lado, oigo un ruido sordo, y luego la voz de una mujer gimiendo. Eres t?... Yo... Cmo ests? Su cara es medio sonrisa burlona, medio sonrisa afectuosa. Todos y cada uno de sus gestos, los he visto un millar de veces en el pasado, y sin embargo algo se cierra en mi garganta al observarlos ahora. Soy una bruja, sabes? Sin embargo no soy capaz de liberarme volando por la ventana. Yo... No hay ninguna ventana aqu digo suavemente. Ella hace un ruidito de impaciencia con la lengua. Ya lo s, Bucino. Cmo has podido entrar? Con dinero. Fiammetta intercedi con el gran cuervo, y pagamos dinero a los guardias. Ah. Pagaramos dinero al tribunal tambin, quiero decir, para tratar de pararlo todo, slo que... Slo que ellos no quieren saber nada. Est bien. Lo s. Estn muy orgullosos de su severidad. Sin embargo, la gente dice que estuviste muy inteligente con ellos. Ella se encoge de hombros. Ella jur que era el perro del diablo el que sala de mi ventana, cuando todo el mundo sabe que apenas puede ver ms all de su nariz. En el tribunal, cuando le preguntaron, no poda distinguir al juez de la estatua que hay a su lado. Esboza una torcida sonrisita al recordarlo. La luz es mejor ahora, o mis ojos se han habituado a la oscuridad. Su cara est sucia. Excepto por el riachuelo de lgrimas que brota de uno de sus ojos. Querra levantar la mano y limpiarle el rostro. Observo mientras ella trata de apartar el dolor. Has estado recibiendo la comida que enviamos? Ella asiente con la cabeza, aunque no parece que haya comido mucho. Te dijeron que la mandbamos nosotros? Hemos hecho todo lo que podamos por ti. Dijeron que era un benefactor. Pronuncia esa palabra casi como si fuera una liberacin. Un benefactor para un malhechor. Entonces me dijeron que era devolver bien por mal, porque no crean que yo lo entendera. Pensaban que mi libro de notas estaba escrito por el diablo, hasta que les expliqu el cdigo. Leyeron una parte de l en el tribunal... Era un remedio para el estreimiento. Quizs debera haberles cobrado por ello. Dudo que eso hubiera ayudado. La mierda se acumula deprisa en algunas personas. Ella sonre ante mi crudeza. Cmo est ella? Se ha ido Foscari? S respondo. Ella est... est perdida sin ti. No lo creo. Parpadea varias veces. An te tiene a ti. Observo que otro espasmo de dolor cruza por su cara. Hago una inspiracin. Qu les pasa a tus ojos, Elena? Qu les ha ocurrido? Es una infeccin, producida por el cristal. La he tenido durante aos. Hay un remedio que uso, un lquido para suavizarla. Sin l... Bueno, estars encantado de saber que casi no veo nada ahora. Oh, no digo. No. No me da ningn placer en absoluto. Desde la celda contigua llega otra vez el ruido sordo, y luego el gemido, ms fue re esta vez. Despus, desde algn otro lugar, una voz grita insultos, un coro de locura. Ella levanta la cabeza al orlo. Faustina? No te asustes. Ests a salvo. chate, trata de dormir. Y su voz es suave, como aquella que hablaba de almas de cristal a un enano sumido en el dolor. Se vuelve hacia m. Se golpea la cabeza contra la pared. Dice que eso le aparta los pensamientos. Los gemidos se convierten en un lloriqueo. Luego se detienen. Permanecemos sentados durante un momento, escuchando el silencio. Te... te he trado algo. Qu? Alarga la mano. Cuando lo hace, veo las marcas ensangrentadas dejadas pollas cuerdas en sus muecas y antebrazos. Son pastelitos de Mauro. Cada uno lleva dentro un jarabe especial, para ayudarte. Quin dicta la dosis? Y su cabeza se levanta de aquella manera que yo conozco tan bien. T lo hiciste. Es tu receta. De una que mezclamos con grappa. Mauro hizo un jarabe pastoso con ella. Los ha probado. Si comes uno te alivia el dolor y te entra sueo. Dos te drogan lo sufciente para... para elevarte por encima. Ella sostiene el paquetito en la palma de la mano. Me parece que probar un poco ahora. Pero slo la mitad. Las salsas de Mauro siempre fueron fuertes para m. Yo cojo uno y rompo un pedazo ms de la mitad y se lo doy a comer lentamente, bocado a bocado. Ella mastica cuidadosamente, y veo que sonre ante su dulzura. Te hacen dao? digo ponindole un dedo sobre el verdugn del brazo. Ella baja la mirada, como si de alguna manera el brazo perteneciera a otra persona. Los he visto peores en otros. Suelta un gruido. Eso me impeda pensar en mis ojos durante un rato. Oh, Dios, oh, Cristo, lo siento digo, y una vez que ha empezado, fuye como un gran ro de angustia. Lo siento tanto... Yo no te inform, deberas saber que... Esto no es lo que... Quiero decir, entr por la fuerza en tu casa, s. Despus de verte aquel da en Murano... A... abr tu cofre y encontr el libro y los circulitos de vidrio. Pero los devolv a su sitio y no se los ense a nadie ni habl de ellos con ninguna persona. En cuanto a los huesos, no quera, quiero decir... Los llevaba en la mano, y el saco se cay cuando trataba de moverme... esto no tena que pasar. Ella est sentada muy tiesa ahora, de esa manera que slo ella puede hacerlo, tanto que al fnal es su inmovilidad lo que detiene mi chchara. Elena? No hables ms de ello, Bucino. No hay nada que decir. El cristal se ha roto y el lquido se ha derramado. Ya no es importante. Su voz es tranquila, sin ansiedad, sin emocin alguna, aunque es demasiado pronto para que la droga est haciendo efecto. La mujer del otro lado del canal llevaba enfadada conmigo desde haca mucho tiempo. Yo trat de ayudarla con un beb que muri en el tero. Cuando no pude salvarlo, ella decidi que yo lo haba matado. Lo gritaba con todas sus fuerzas a todas partes adonde iba... Era slo cuestin de tiempo que alguien la oyera. Y qu hay de los huesos? digo al cabo de un rato. De dnde salieron? Ella no dice nada. Ahora, en la forma de sus labios, por primera vez veo un eco de la antigua La Draga, la que tena miedo, aquella cuyo silencio hablaba de secretos y poderes ocultos. Si resisti la cuerda, seguramente me resistir a m. Quizs procedan de ella? O quizs, como un sacerdote, est guardando los secretos de otras personas? Dios es testigo de que hay bastantes mujeres en esta ciudad que esconden barrigas hinchadas bajo sus faldas para salvar su reputacin. Y a diario mueren bebs cuando son estrujados y escupidos del tero. T debas de saber que te condenaran por ello... Ella mueve ligeramente la cabeza en un gesto negativo, y su rostro se suaviza. Yo no poda predecir el futuro, sabes? Slo arrojaba las judas y le deca a la gente lo que quera or. Dinero fcil. En cuanto al pasado, bueno, nadie puede cambiar eso. Oh, puedes cobrar mucho si eres capaz de hacer eso... Vacila. Podra haberte devuelto tu rub. Mi abuelo dijo que era la mejor copia que haba hecho en su vida. Permanecemos sentados un momento sin hablar. Sin duda ambos estamos recordando. Sin embargo, me preocupaba que te dieras cuenta antes de llevarlo al judo. Ja... Bueno, pues no me di cuenta. Tu abuelo tena razn. Era una falsifcacin excelente. Pero t supiste que haba sido yo, verdad? Despus, cuando lo descubriste. Nos vuelvo a ver a los dos, ella sentada en la cama, paralizada como un animal, y yo con los labios cerca de su odo. Recuerdo la textura de su piel, las ojeras en torno de sus ojos, la forma en que sus labios temblaban ligeramente. S, supe que eras t. Pero el que tuviera razn no me proporciona ninguna satisfaccin ahora. Fue idea tuya? Ella vacila. Si te referes a si siempre he sido una ladrona, no. Por qu, entonces? Meragosa y yo lo decidimos. No me refero a eso. Preguntas por qu? Me gustara decir que fue porque ella averigu lo mo. Lo de mis ojos y lo que estaba haciendo, y, al saberlo, me oblig a robar la piedra. Se detiene. Pero no fue as. Lo hicimos juntas porque podamos, porque en aquella poca, bueno, en aquella poca necesitaba el dinero. Le robaste tambin a su madre? No, no! Nunca hice eso. Y de repente se muestra muy agitada. No saba nada de su madre. Meragosa nunca vino a pedirme ayuda... y yo podra haberla ayudado; haba cosas que poda hacer para calmar el sufrimiento. Se lo dije a Fiammetta y t debes creerme. No saba nada de su enfermedad o muerte. Est bien, est bien, te creo. Pongo mi mano sobre la suya para calmarla, y durante un rato la descanso all en silencio. S que no eres cruel. Oh, sin embargo lo habra sido contigo, de haber podido, Bucino. Y su voz tiene algo del espritu de la antigua La Draga ahora. Estaba furiosa contigo al comienzo. Lo reconozco. Aquellos primeros meses en que trabaj tan duramente para ella... para los dos. Pero t nunca confaste en m, nunca. En cuanto su cabello hubiera crecido, me habras echado de vuestra vida. Meragosa lo vio igual que yo. Nunca habramos sido lo bastante buenas para vosotros dos. Eso fue lo que ella dijo. Demasiado tarde para mentiras ahora. Especialmente para m. Pese a toda su vileza, Meragosa tena razn. Mi ama y yo habamos llegado como socios. Y yo estaba decidido a que nadie nos acompaara. Ni siquiera aquellos que ms necesitbamos. Si eso es lo que creas, por qu volviste? T sabas que yo sospechaba, y sin embargo viniste a ayudarnos otra vez. Dios mo, qued tan impresionado por ti entonces. Ella no dice nada. En el silencio retornan los gemidos. Ahora que s lo que est pasando, la fuerza del golpe sordo contra la piedra es casi peor que el grito que se oye despus. Una vez, dos, luego una y otra vez. Faustina? La Draga mueve su mano para localizar el resto del pastelito, despus se levanta y, arrastrando los pies, se acerca a los barrotes. Yo me levanto con intencin de ayudarla. Faustina, puedes orme? Pasa la mano por los barrotes. Ests ah? Al cabo de un rato, en la penumbra, veo estirarse un largo y delgado brazo, como el miembro de algn suplicante desmembrado. Elena le pone el pastelito en la palma y le cierra los dedos. Cmetelo. Es dulce y te har dormir. Ahora, mientras regresa a la cama, se apoya en mi hombro. No puedo saber si es debilidad, o que la pocin est haciendo efecto. Tu tamao te convierte en un buen bastn de paseo, Bucino. A menudo quera apoyarme en ti cuando me dola la espalda de tanto fngir que estaba torcida, pero, incluso cuando dej de estar furiosa contigo, tena demasiado miedo de tu mal humor. Observo que la sonrisa le ilumina el rostro. Ella siempre me ha tomado el pelo, desde el mismo comienzo. Pero en todo momento ha habido como un flo en ella, y, tanto en ella como en m, no se trataba slo de ira; era como si ella tuviera miedo de algo de su interior. Mirad... Siempre he sabido lo que es sentir: ira, malicia, miedo, sentimiento de culpa, triunfo. He visto e interpretado toda clase de emociones refejndose en su rostro. Igual que ella debe de haberlas visto en el mo. Oh, Dios, cmo pude haberme confundido tanto? Nos sentamos juntos en el jergn, aunque en ste apenas hay la paja sufciente para separarlo del suelo, y ella se apoya contra la pared. Sigo sin comprender. Te quedaste con nosotros y nos ayudaste. Y nunca cogiste nada ms le digo al cabo de un rato. No... Se detiene. Aunque tienes una indecente fortuna dentro de tu cerradura de plata. Qu? Uno, cinco, dos, seis. Santo Dios. Cundo lo descubriste? Cundo crees t? Cundo se me permiti alguna vez entrar en tu cmara especial? Descifraste el cdigo? Siempre he tenido habilidad para esas cosas. Hace una pausa. Lo emplea ella para sus hombres? No. Es una inversin. Lo venderemos para pagarnos nuestra vejez. Entonces espero que consigas una buena suma. Cuando te hagas viejo, habrs de tener cuidado con tus articulaciones, Bucino. Se te volvern ms rgidas que a la mayora de los hombres. Y su preocupacin me revuelve las tripas otra vez. Siempre supiste tanto de los enanos? Un poco. Y aprend ms despus de conocerte. Yo quisiera... quisiera haber tenido ms tiempo para aprender de ti. Ella mueve la cabeza negativamente. Ya no tenemos tiempo para eso ahora. Alarga una mano y me toca la parte superior de la cabeza. No es realmente una berenjena, sabes? dice. Slo lo dije para hacerte enfurecer aquella primera vez en que me preguntaste cun ciega era yo. Recuerdas? Oh, siempre estabas tan ansioso por pelearte conmigo... Y ahora, de repente, siento un temblor en ella. Yo no... Chitn. Levanto la mano y la pongo de nuevo sobre la suya, despus la cojo y la sostengo cariosamente entre las mas. Le acaricio la piel, deslizando mi dedo por la mueca donde aplicaron las cuerdas. Tienes razn. No hace falta que hablemos del pasado. Sus dedos me ayudaron tanto... Hicieron desaparecer las oleadas de dolor. Dara cualquier cosa por hacer lo mismo por ella ahora. Creo... creo que estoy cansada. Quizs me eche un rato. La ayudo a tumbarse, y mientras lo hago, su olor, dulce y acre a la vez, es como un embriagador perfume. Noto que un largo estremecimiento recorre su cuerpo. Tienes fro? Un poco. Querrs echarte conmigo? T debes de estar cansado tambin. Yo... yo... S, s lo har. Me esfuerzo en tener cuidado, ponindome de modo que no la estorbe, pero tan pronto como mi cuerpo entra en contacto con el suyo, siento que empiezo a excitarme. Dios mo, dicen que los hombres tienen erecciones cuando caen por la trampilla del cadalso. Tuvo Adn ms control de su propio cuerpo antes de la manzana? Pienso que si Dios quisiera que nos comportramos mejor, nos habra ayudado ms. Me aparto rpidamente para que ella no lo note. Yacemos as durante un momento, y despus, suavemente, muevo el brazo a travs y sobre su cuerpo. Ella me coge la mano y la sostiene entre las suyas. Su voz, cuando brota al cabo de un instante, es soolienta, embotada por el poder de la pcima. Me temo que nunca fui experta en estas cosas, Bucino. Slo lo hice pocas veces, y nunca lleg a gustarme. Deja escapar un largo suspiro. Sin embargo, no me arrepiento. Por ella. De modo que fnalmente lo comprendo todo. Ahora, cuando ya es demasiado tarde. Oh, creo que t no tienes demasiado que lamentar digo, y le aprieto la mano gentilmente. Creme, a estas alturas he visto lo sufciente para saber que es ms una cuestin del cuerpo que del alma. T has hecho ms por las personas en tu vida quitndoles el dolor que dndoles placer. Lo crees as? Y me atrevera a decir que, si no estuviera tan cansada, podra contarme ms cosas, porque sta es una conversacin que debera haber tenido lugar hace mucho. Pero ahora puedo sentir que ella se est deslizando hacia la inconsciencia. La atraigo hacia m y la sujeto, sintiendo el ritmo de nuestra respiracin, subiendo, bajando, hasta que su cuerpo queda fcido contra el mo. Duerme. Como lo hace tambin la pobre Faustina en la celda de al lado. Y, aunque no es intencin ma, porque deseo recordar cada segundo de esta noche, parece que yo tambin me duermo. * * * El alba no penetra la piedra subterrnea, y la vela hace mucho que ha dejado de quemar. De manera que lo que me despierta es el ruido: los pesados pasos del carcelero y el ruido metlico de las llaves. Me incorporo porque no quiero que me encuentren as, pero no puedo apartarme adecuadamente, porque ella sujeta mi mano todava e incluso en su sueo no la suelta. l est en la puerta, su vela hurgando en nuestra intimidad. Se acab el tiempo. Yo me marcho, y si t no te vas ahora, te quedars bajo tierra el resto de tu vida. Elena, Elena. Siento que ella se mueve a mi lado. Lo pasasteis bien, eh? El carcelero levanta la lmpara por encima de su cabeza para poder alumbrarnos a los dos. Bueno, todo el mundo tiene derecho a un ltimo polvo. Especialmente si pag por l. Ella est sentada ahora, aunque sus ojos estn tan apelmazados y cerrados que no estoy seguro de que pueda verme. Elena susurro. Tengo que irme. Lo siento. Escchame. Recuerda los pastelitos. Uno para el dolor y dos... dos o tres, antes de que te lleven... Eso ayudar. Podrs recordarlo, verdad? Venga, lrgate, y rpido. Ahora que el dinero se ha acabado, vuelvo a ser una cucaracha. Slo que ahora soy yo el que no puede soltarle la mano. Todo ir bien, Bucino. Todo ir bien. Y ella retira suavemente la suya. No nos vamos a pelear ms. Puedes irte. Me levanto y camino, con las piernas rgidas, a travs de la puerta medio abierta. Veo la sonrisa torcida del carcelero. Y en ese momento quiero matarlo, arrojarme sobre l, hundirle mis colmillos en el cuello y ver cmo brota la sangre. Bucino? Su voz me vuelve a llamar. Yo... Hay algo que quiero decirte. Ella se llama... se llama Fiammetta. Se detiene por un segundo, como si fuera demasiado esfuerzo. Y yo volv porque os echaba de menos. A los dos. Y porque quera formar parte de ello. La puerta se cierra de golpe detrs de m, y ella vuelve el rostro hacia la pared nuevamente. CAPTULO 37 Me paso la noche de su ejecucin recostado en mi silla, en la Ioggia, lo bastante alto para ver el agua; por encima de los tejados puedo contemplar los primeros grises, previos a la salida del sol. El tiempo avanza lentamente. No duermo, y no pienso. O, si lo hago, no puedo recordar qu o en quin. Estoy de pie, a la espera, mucho antes del momento. La hora previa al alba siempre tiene algo especial. Es la hora de la ltima apuesta, la hora de la ltima intimidad de la noche, la hora de la plegaria antes de que suene la campana de maitines. La casa est en silencio cuando bajo hasta el pie de la escalera y salgo al muelle de madera. La corriente golpea despreocupadamente contra los costados de nuestra gndola, y yo me acerco al borde mismo de la madera, hasta que tengo el canal a mis pies. El alba fota en el aire ahora, aunque todava no se aprecia en el cielo. Puedo sentirla, como si fuera una gran manivela que tira del sol lentamente para que rompa por encima del horizonte. Miro abajo, hacia el agua. Todava me da miedo. Aun cuando s que quizs no tiene ms profundidad que la altura de una habitacin, sigue siendo insondable para m. Y tengo derecho a estar asustado. He estado dentro de ella. S que ahogarse sera la muerte ms espantosa del mundo. Pero Elena Crusichi no se ahogar. Oir el hueco golpeteo del agua contra la madera cuando la conduzcan a golpes de remo hasta el centro del ancho Canal Orfano. Y aunque el pastelito de Mauro la habr adormecido, sentir que se apodera de ella el pnico. Pero nunca sentir cmo se hunde en las negras profundidades. Porque mientras est all sentada, junto al cura, con sus manos atadas delante de ella, esperando, el hombre que est a sus espaldas deslizar, sin previo aviso, una cuerda por encima de su cabeza y alrededor de su cuello, y con dos o tres fuertes y rpidos tirones le quitar la respiracin y luego la vida. Por supuesto, el agarrotamiento no es poca cosa. Como en toda forma de muerte, hay grados de competencia; puede ser largo o breve, una sangrienta semidecapitacin, o un repentino e intenso estrangulamiento. Todo depende de la habilidad y experiencia del verdugo. Y nos han prometido que ser el mejor. Ella boquear y luchar por respirar, y la pelea ser violenta y acabar bastante pronto. Pero slo su cuerpo ir a parar a las profundidades. Elena Crusichi ya estar muerta. Eso es lo que las ricas salsas de Mauro, las splicas de mi ama y su abrirse de piernas han hecho por nosotros. No hubo ningn perdn de ltima hora. Loredan no nos minti. Hizo lo que pudo, pero l mismo lo dijo: en otra poca, quizs. Un crimen incendiario en un momento incendiario exige una respuesta severa. No habr refocilacin, no habr espectculo. Lo que se busca no es crueldad, sino estabilidad. Venecia la pacfca reclama a Venecia la justa. En cuanto a lo que pasa a continuacin, bueno, mientras sigo aqu, me siento consolado por el recuerdo Dios mo, es tan ntido despus de tantos aos de un poema que Aretino me ley una vez en Roma, cuando l y yo ramos nuevos en la casa de mi ama, y l entraba en la cocina para ejercitar su vulgar ingenio entre los sirvientes. Oh, era escandaloso entonces; guapo casi como una chica, inteligente, siempre pavonendose, dispuesto a mirar directamente al mismo sol, y yo era joven y estaba bastante furioso con mi deformidad para querer mirar con l, dejarme intoxicar por la idea de la rebelin contra la Iglesia e incluso contra Dios. Recuerdo su voz, tan custica y fuerte: Desde el verano hasta el invierno los ricosestn en el paraso, y los pobres estn en el inferno.Y los tontos cegados que esperan a la paloma,con ayuno y absoluciones y padrenuestros,sirven solamente para fertilizar el huertode los frailes en sus claustros. Entonces, Bucino! Si eso es cierto, quin de nosotros debera temer a la muerte? Aquellos que ya lo tienen todo o los que se van sin nada? Imagnate. Qu pasara si al fnal no hubiera ni cielo ni inferno, sino slo una ausencia de vida? Dios mo, estoy seguro de que eso sera un cielo sufciente para la mayora de nosotros. Estoy convencido de que se confes de esas nociones herticas hace mucho tiempo, porque actualmente escribe con cierta belleza sobre Dios, y no es, pienso yo, slo para mantenerse en buenos trminos con el Estado. La revolucin es la fantasa del joven; queda mucha vida por delante para cambiar de opinin. Sin embargo, yo ya no soy joven, y sigo pensando en ese poema, sigo preguntndome sobre el hombre que lo escribi, si su ausencia de vida resultaba tambin ser una ausencia de sufrimiento. El aire es clido y difano. Ante m el cielo aparece manchado de rosas y malvas, colores absurdos, demasiado intensos para el momento... igual que la maana en que part de la casa de mi ama en Roma para tratar de encontrar al cardenal. Murieron tantos entonces. Miles de ellos... como los fragmentos rotos del suelo de mosaico. La lucha habr acabado ya. Se habr cumplido el mandato. Ella ser uno de esos muertos ahora. Y qu pasa con nosotros? Qu somos ahora? Bucino? No oigo abrirse la puerta, de modo que su voz, aunque bastante tranquila, me atraviesa como un cuchillo. Lleva una bata, y el cabello le cae largo y desordenado polla espalda. Naturalmente tampoco ha dormido, simplemente ha mantenido su propia vigilia. Lleva una taza de arcilla. Mauro ha hecho esto para ti, es malvasia caliente. Est levantado? Todos estn levantados. No creo que nadie haya dormido. Tomo un sorbo. Es dulce y clida. En nada parecida al agua. Al cabo de un rato, ella me pone una mano sobre el hombro. Oigo a alguien llorando dentro. Es Gabriella. Hay mucho por lo que llorar. Ya no tendr a nadie que le alivie los agudos dolores que sufre durante su ciclo lunar. Se acab digo. S, se acab. Vamos, ahora entra y dormiremos un rato. * * * Pero al parecer no se ha acabado. No del todo. Me duermo. Aunque por cunto rato no tengo ni idea, porque cuando los frenticos golpes me despiertan siento como si an fuera el alba. De alguna manera consigo llegar a la puerta y la abro, encontrndome con la asombrada y excitada cara de Gabriella. Oh, Dios, oh, Dios, y si la hubieran perdonado? Y si estamos salvados? Tienes que venir, Bucino. Est abajo en el muelle. Mauro la vio cuando fue a arrojar la basura. No sabemos qu hacer. Mi ama est all, pero t tienes que venir. Se me doblan las piernas por el cansancio, y casi me hacen tropezar mientras corro, tan patizambo soy. Me dirijo hacia la loggia del portego primero, porque al menos desde all puedo ver. Mi ama est de pie casi directamente debajo de m en el muelle, inmvil, casi paralizada. Frente a ella hay una nia. Est envuelta por una nube de blanco cabello, con el sol naciente infamado a sus espaldas. Y a sus pies descansa una pequea y abultada bolsa. Me precipito escaleras abajo. Mi ama me hace una sea para impedir que yo siga avanzando. Me detengo. La nia levanta la mirada, y luego la vuelve a bajar. La voz de mi ama es como la ms rica seda. ... cansada por haber venido aqu tan temprano. Quin te trajo? Viste subir el sol sobre el mar? Pero la nia no dice nada. Simplemente permanece all y parpadea bajo la luz. Debes de tener hambre. Tenemos pan tierno con mermelada dulce. Nada todava. Su madre fnga estar ciega; ahora su hija es una experta en fngir sordera. Es un astuto reto, aprender a ser tan capaz de guardar silencio. Y una habilidad que es mejor cuanto ms temprano se aprende. Me muevo alrededor de las faldas de mi ama con cuidado hasta que estoy frente a ella. Es ms pequea que yo, y durante las ltimas semanas sus piernecitas se han robustecido. Dira que est usando esta nueva frmeza para apoyar su voluntad. Dios mo, hay en ella lo sufciente de su madre para perseguirme hasta la tumba. Oh, cunto duele volver a verla. Pero tambin siento una completa, total, alegra. Sus ojos se desvan hacia m, se mantienen quietos durante un solemne segundo, sin parpadear, y luego sigue movindose. Al menos ha reconocido que yo estoy all. Mi ama descansa una mano sobre mi hombro. Ir a buscar un poco de comida. Yo asiento. Y trae tambin la copa grabada digo con calma. La que Alberini trajo como un primer regalo para ti. Fiammetta entra en la casa. Yo estudio al diablillo que tengo frente a m. Hay un poco de suciedad en las comisuras de su boca, como si recientemente hubiera comido algo pegajoso, y tambin una mancha en su frente. Quizs se ha dormido contra la sucia madera de la embarcacin, y se ha despertado as. Bajo el halo de sus desordenados y blancos rizos, muestra unas gordas mejillas, como si tuviera unas grandes burbujas en su interior, y frunce los labios en un delicioso puchero. Dios mo, es adorable. Puedo verla en el techo de una cmara de un palacio, sus alas demasiado pequeas para su rechoncho cuerpecito, su fereza transformada en travesura, cuando sostiene en alto la cola de Nuestra Seora mientras ambas son impulsadas hacia el cielo. Tiziano podra usarla para seducir a las tacaas madres superioras de sus conventos y sacarles un montn de ducados. Pero es inocencia lo que captara aqu? No estoy tan seguro. Ciertamente hay fuerza. Y sospecha. Y garantizo que tambin algo de la inteligencia de la madre. Por supuesto, ella hubiera sabido mejor que nadie que no habra nios en esta casa, a menos que alguien nos trajera alguno, y cunto sera amada y cuidada si alguien lo haca. Un viejo bisabuelo y una madre en el fondo del mar. La ltima voluntad y testamento de Elena Crusichi. Y comprendo que as ser para m: cada vez que la mire a ella, percibir algo de la otra. Ahora y mientras viva. sa es la naturaleza de mi castigo. Mi castigo, pero tambin nuestra salvacin. Mi ama est tan nerviosa que casi deja caer la copa. El pan, media docena de diminutos panecillos, est tierno en una cestita. Cojo uno para ella, porque su olor tentara al propio san Juan Bautista en el desierto. Lo desea, puedo verlo. Pero no va a ceder. Aunque esta vez hay un ligero movimiento de la cabeza. Dejo la cesta y cojo cuatro o cinco panecillos ms. Son casi demasiado blandos para hacerlo, pero de todos modos lo pruebo: hago juegos malabares con algunos en el aire hasta que el aroma de la hornada reciente nos envuelve a todos. La nia est observando ahora, y en su cara se percibe entusiasmo. Dejo caer uno, que va a parar cerca de su pie. Capturo el resto y luego los levanto y solemnemente se los tiendo a ella. Su mano se alarga y los coge. Por un segundo parece como si slo quisiera sostenerlos, pero despus con un rpido movimiento se los mete en la boca, todos a la vez. Mira digo, mientras ella mastica. Tengo otra cosa para ti. Y levanto la mano para coger la copa de mi ama. Ves? En este lado, lo que est escrito? No es bonito? Hace cosas as tu abuelo? Ella asiente ligeramente. Es para ti. Nos lo dej a nosotros. Ves? Mira. Mira las letras. Aqu est tu nombre, FIAMMETTA. Detrs de m, oigo la profunda inspiracin de mi ama. La nia mira vidamente para ver dnde estoy sealando. Aunque es demasiado joven para descifrar las letras, conoce bastante bien el nombre. Es para ti. Para que bebas mientras ests aqu. Puedes cogerla si quieres. Aunque debes hacerlo con cuidado, porque se rompe con facilidad. Pero me parece que t ya sabes eso del vidrio. Ella asiente y levanta las manos, cogiendo la copa cuidadosamente entre sus palmas, como si fuera un ser vivo que ella sostuviera, contemplando las letras. Y yo ya creo ver una luz en sus ojos que me hace saber que pronto las estar leyendo. La miro durante largo rato y luego me devuelve la copa. Vale, entramos? Cojo su bolsa, y ella nos sigue dentro de la casa. Fin...# Nota de la Autora La Venecia de esta novela est basada en una profunda investigacin. Aunque sus principales personajes, Fiammetta Bianchini y Bucino Teodoldi, nacieron de mi imaginacin, la ciudad (al igual que la Roma anterior al saqueo) era famosa por sus cortesanas, y se sabe que algunas de esas mujeres tenan enanos, juntamente con loros, perros y animales exticos. Algunos de los dems personajes de la novela son autnticos. El pintor Tiziano Vecellio (o Tiziano, como es ms conocido) y el escritor Pietro Aretino vivieron ambos en Venecia en esa poca, al igual que el arquitecto Jacopo Sansovino, que fue responsable de la mayora de los hermosos edifcios del Alto Renacimiento, aunque sus encargos ms famosos estaban apenas empezando durante los aos en que transcurre esta historia. Durante su larga y estelar carrera, Tiziano pint una serie de desnudos, en particular un retrato de mujer yaciendo en la cama junto a un pequeo perro durmiente, y dos doncellas en el fondo. El escenario de la obra era una habitacin de su propia casa, y la tela parece que estuvo en su estudio a mediados del decenio de 1530. Termin en Urbino en 1538, comprada por el a la sazn heredero del duque de Urbino. De ah su ttulo actual, La Venus de Urbino. Aunque los historiadores del arte diferen en cuanto al signifcado del cuadro, parece probable que el modelo que Tiziano emple fuera una cortesana veneciana. La obra cuelga actualmente en la Galera Ufzi, en Florencia. Pietro Aretino no es tan conocido fuera de su tierra natal. Apodado El Azote de Prncipes, sus cartas y stiras le granjearon tantos enemigos como amigos. Era conocido por su relacin con cortesanas, y lo ms notable en l era que lo mismo escriba obras religiosas que pornografa, en particular Los sonetos lujuriosos, escritos en apoyo de sus amigos Giulio Romano y Marcantonio Raimondi para complementar sus series de diecisis dibujos-grabados conocidos como los Posti o los Modi, que provocaron un enorme escndalo en la sociedad romana de mediados del decenio de 1520. No existe ninguna copia de los grabados originales, aunque se conservan algunos fragmentos en el Museo Britnico. Los versos de Aretino fueron reeditados al lado de unas copias ms bastas, en bloques de madera, de los originales, y a partir de mediados del siglo XVI estuvieron (y siguen estando) muy buscados por los coleccionistas de antigedades erticas. Dos de los diecisis dibujos, con sus correspondientes sonetos, sin embargo, se han perdido por completo. Aretino ms tarde prosigui, escribiendo I Ragionamenti, otro tratado en gran parte pornogrfco que incluye un apartado sobre la formacin de una cortesana, publicado en el decenio de 1530. Unos aos despus de su muerte, en 1556, la Contrarreforma cre el ndice de Libros Prohibidos. La obra de Aretino ocupaba un lugar preferente en la lista. Del gueto de Venecia se sabe que un tal Asher Meshullam, el hijo de un lder de la comunidad juda, se convirti al cristianismo a mediados del decenio de 1530. Como fue muy poco lo que pude descubrir sobre l, he preferido darle a mi converso un nombre diferente y sin duda una vida distinta. Lo cual me lleva a La Draga... Una mujer llamada Elena Crusichi, ms popularmente conocida como La Draga, aparece mencionada en los archivos judiciales de la poca. Tena una reputacin de curandera y estaba parcialmente discapacitada; iba perdiendo gradualmente la vista. Qued arrebatada por los fragmentos de la historia disponibles y tambin por su nombre, pero me he tomado unas licencias literarias considerables con su personaje y su destino, porque La Draga autntica parece haber sobrevivido hasta una edad avanzada, pese a sus problemas con las autoridades. Venecia, de hecho, se comport mejor que otros muchos Estados cuando se trataba de acusaciones de brujera, y no existen registros de quemas pblicas. Sin embargo, se sabe que aquellos criminales que causaban complicaciones al Estado, bien fuera por sus crmenes o por el momento elegido para cometerlos, eran despachados discretamente por la noche ahogndolos en el Canal Orfano. Y dentro del espritu de la confesin, debera aadir que, aunque existi realmente en Venecia un Registro de Cortesanas (un opsculo en cierto modo satrico con comentarios sobre las habilidades y los precios de dichas mujeres), he adelantado su existencia en unos aos. Hasta aqu, el grado de mi manipulacin consciente de la historia. Otros errores, por los que me excuso por anticipado, se deben al hecho de que mi extensa investigacin y amor por el perodo no pueden, ay, convertir a un escritor de fccin en un historiador. Ficha del libro
P Autora: Sarah DunantP Ttulo original: In the Company of the CourtesanP Ao de primera edicin original: 2006P Ttulo en espaol: La CortesanaP Ao de primera edicin en espaol: 2007P Gnero: Novela HistricaP ISBN: 9788432296925 Argumento Escapando del saqueo de Roma en 1527, mientras en sus estmagos se agitan las joyas que han conseguido esconder, la cortesana Fiammetta y su compaero Bucino se dirigen a Venecia, una de las ciudades ms importantes del mundo en el momento ms poderoso de su historia. Juntos constituyen la perfecta sociedad: un enano de agudo ingenio y su astuta y hermosa ama, adiestrada desde la cuna para seducir y satisfacer a los hombres. En la ciudad de la belleza, la lujuria y el exceso, la seduccin es el arte de la supervivencia. Pero cuando la supervivencia se convierte de nuevo en fortuna, la alianza de esta inslita pareja se ve amenazada. Sarah Dunant relata la edad dorada de las cortesanas, y revela las armas secretas mediante las que la infalible Fiammetta cautiva a toda una sociedad, hasta poner la ciudad de los canales a sus pies. La cortesana es una novela deliciosamente escrita sobre los pecados del placer y los placeres del pecado. Elogiada por la crtica, ha sido elevada a las listas de los libros ms vendidos por los lectores de los veintisis pases en que est siendo publicada. Un fascinante relato sobre el deseo, la traicin, la religin y la avaricia fantsticamente ambientado, una lectura que airea los secretos de un tiempo memorable. Biografa de la escritora
Sarah Dunant, cuyo verdadero nombre es Linda Dunant, se licenci en Historia en el Newnham Collage de la Universidad de Cambridge en 1972. Comenz su carrera como actriz teatral y televisiva, siendo posteriormente productora, locutora y presentadora en radio y televisin. Colabora asiduamente en The Times y The Observer. Es autora de novelas de temtica variada, predominando en su conjunto las de fccin histrica y policacas. Notas a pie de pgina 1 En espaol, en el original. (N. del t.)