Eiji Yoshikawa. Musashi.

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Una saga pica monumental sobre la vida y

andanzas del samurai ms famoso de todos los


tiempos y, a la vez, un clsico de las letr as
japonesas que se ha convertido en un autntico best
seller internacional: slo en Japn lleva vendidos
120 millones de ejemplares.
En 1600 tuvo lugar la batalla de Sekigahara, el
conflicto final tras varias dcadas de guerra civil, en
la que Tokugawa Ieyasu se impuso como nuevo
shgun de Japn. En medio de la devastacin y los
miles de muertos recobr la conciencia un
muchacho que, con la ingenuidad de la juventud, se
haba unido a la batalla soando con llegar a ser
samurai. Su regreso a casa, convertido en un
fugitivo y acosado como un animal salvaje, marca el
principio de una vida entregada al camino de la
espada, la vida de un joven que renacera con el
nombre de Musashi y cuyas hazaas se hicieron
legendarias.
La biografa de Miyamoto Musashi, la espada ms
clebre de la historia de Japn, sirve de base a una
de las novelas ms apasionantes que han dado las
letras japonesas. Un libro de lectura compulsiva en el
que brillan con luz propia los mejores recursos de
una forma de narrar tan enrgica como eficaz y que
permite al lector entender la tradicin heroica
japonesa.
"El equivalente japons de Lo que el viento se llev.
Edwin O. Reischauer.
"Una saga emocionante... Una lectura que
conmueve." San Francisco Chronicle.
"Vivo, sutil, imaginativo... Rebosante de personajes
memorables, muchos de ellos histricos."
Publisher'is Weekly.
Eiji Yoshikawa
Musashi
ePUB v2.2
victordg 09.08.12
Ttulo original: Miyamoto Musashi ( )
Eiji Yoshikawa, 1971.
Traduccin: Jordi Fibla
Ilustraciones: Noriyoshi rai
Diseo/retoque portada: victordg
Editor original: victordg (v1.0 a v2.2)
Correccin de erratas: victordg, forocomic
ePub base v2.0
Prlogo
Podemos decir sin temor a equivocarnos que este libro
viene a ser el equivalente japons de Lo que el viento se
llev. Escrito por Eiji Yoshikawa (1892-1962), uno de los
escritores populares ms prolfico y estimado de Japn, es
una larga novela histrica que apareci primero sealizada,
entre 1935 y 1939, en el Asahi Shimbun, el peridico
japons de mayor tirada y ms prestigioso. En forma de
libro se ha publicado no menos de catorce veces, la ms
reciente en cuatro volmenes de las obras completas en 53
tomos editadas por Kodansha. Ha sido llevada al cine unas
siete veces, se ha representado numerosas veces en los
escenarios y con frecuencia ha sido presentada en seriales
televisivos.
Miyamoto Musashi fue un personaje histrico, pero
gracias a la novela de Yoshikawa tanto l como los dems
principales personajes del libro han pasado a formar parte
del folclore vivo japons. El pblico est tan familiarizado
con ellos que a menudo sirven como modelos con los que se
compara a alguien, pues son personalidades que todo el
mundo conoce. Este hecho proporciona a la novela un
inters adicional para el lector extranjero. No slo ofrece un
perodo de la historia japonesa novelada, sino que tambin
muestra cmo ven los japoneses su pasado y a s mismos.
Pero el lector disfrutar sobre todo de un brioso relato de
aventuras protagonizadas por espadachines y una discreta
historia de amor, al estilo japons.
Las comparaciones con la novela Shogun, de James
Clavell, parecen inevitables, porque hoy, para la mayora de
los occidentales, tanto el libro como la serie de televisin
Shogun compiten con las pelculas de samurais como su
principal fuente de conocimiento sobre el pasado de Japn.
Ambas novelas se ocupan del mismo periodo histrico.
Shogun, cuya accin tiene lugar en el ao 1600, finaliza
cuando Toranaga, que corresponde al Tokugawa Ieyasu
histrico y pronto va a ser el shgun o dictador militar del
pas, parte hacia la decisiva batalla de Sekigahara. El relato
de Yoshikawa comienza cuando el joven Takez, que ms
adelante tomar el nombre de Miyamoto Musashi, yace
herido entre los cadveres del ejrcito derrotado en ese
campo de batalla.
Con la nica excepcin de Blackthorne, el histrico Will
Adams, Shogun trata sobre todo de los grandes seores y
damas de Japn, que aparecen levemente velados bajo
nombres que Clavell ha ideado para ellos. Aunque en
Musashi se mencionan muchas grandes figuras histricas
con sus nombres verdaderos, el autor se ocupa de una gama
ms amplia de japoneses, en especial el grupo bastante
extenso que viva en la frontera mal definida entre la
aristocracia militar hereditaria y la gente corriente, los
campesinos, comerciantes y artesanos. Clavell distorsiona
libremente los hechos histricos para que encajen en su
relato e inserta una historia de amor a la occidental que no
slo se mofa flagrantemente de la historia, sino que es del
todo inimaginable en el Japn de aquella poca. Yoshikawa
permanece fiel a la historia, o por lo menos a la tradicin
histrica, y su historia de amor, que es como un tema de
fondo a escala menor a lo largo del libro, es autnticamente
japonesa.
Por supuesto, Yoshikawa ha enriquecido su relato con
muchos detalles imaginarios. Hay suficientes coincidencias
extraas e intrpidas proezas para satisfacer a todo amante
de los relatos de aventuras, pero el autor se mantiene fiel a
los hechos histricos tal como se conocen. No slo el
mismo Musashi sino tambin muchos de los dems
personajes que tienen papeles destacados en el relato son
individuos que han existido histricamente. Por ejemplo,
Takuan, que acta como luz orientadora y mentor del joven
Musashi, fue un famoso monje zen, calgrafo, pintor, poeta
y maestro de la ceremonia del t en aquella poca, que lleg
a ser el abad ms joven del templo Daitokuji de Kyoto, en
1609, y ms adelante fund un monasterio principal en
Edo, pero a quien hoy se recuerda ms por haber dado su
nombre a un popular encurtido japons.
El Miyamoto Musashi histrico, quien pudo haber
nacido en 1584 y muerto en 1645, fue un maestro de la
esgrima, como su padre, y se hizo famoso porque usaba
dos espadas. Era un ardiente cultivador de la autodisciplina
como la clave de las artes marciales y escribi una clebre
obra sobre esgrima, el Go rin no sho. Probablemente
particip de joven en la batalla de Sekigahara, y sus
enfrentamientos con la escuela de esgrima Yoshioka de
Kyoto, los monjes guerreros del templo Hzin de Nara y
el afamado espadachn Sasaki Kojir, todos los cuales
ocupan un lugar destacado en esta obra, ocurrieron
realmente. El relato de Yoshikawa finaliza en 1612, cuando
Musashi era todava un joven de unos veintiocho aos,
pero es posible que posteriormente luchara con el bando
perdedor en el asedio del castillo de Osaka en 1614 y que
en los aos 1637 y 1638 participara en la aniquilacin del
campesinado cristiano de Shimabara en la isla occidental de
Kyushu, acontecimiento que seal la extirpacin del
cristianismo en Japn durante los dos siglos siguientes y
contribuy al aislamiento de Japn del resto del mundo.
Resulta irnico que en 1640 Musashi se hiciera servidor
de los seores Hosokawa de Kumamoto, los cuales, cuando
eran los seores de Kumamoto, haban sido protectores de
su principal rival, Sasaki Kojir. Los Hosokawa nos hacen
volver a Shogun, porque es el Hosokawa mayor, Tadaoki,
quien figura de una manera totalmente injustificable como
uno de los principales villanos de esa novela, y es la
ejemplar esposa cristiana de Tadaoki, Gracia, la que aparece
plasmada, sin un pice de verosimilitud, como Mariko, el
gran amor de Blackthorne.
La poca en que vivi Musashi fue un periodo de gran
transicin en Japn. Tras un siglo de guerra incesante entre
pequeos daimys, o seores feudales, tres lderes
sucesivos haban reunificado finalmente el pas por medio
de la conquista. Oda Nobunaga haba iniciado el proceso
pero, antes de completarlo, muri a manos de un vasallo
traidor, en 1582. Su general ms capacitado, Hideyoshi, que
se haba elevado desde simple soldado de infantera,
complet la unificacin del pas pero muri en 1598, antes
de que pudiera consolidar el dominio de la nacin a favor de
su heredero. El vasallo ms fuerte de Hideyoshi, Tokugawa
Ieyasu, un gran daimy que gobernaba en gran parte del
Japn oriental desde su castillo en Edo, la moderna Tokyo,
consigui entonces la supremaca al derrotar a una coalicin
de daimys occidentales en Sekigahara. Esto ocurri en
1600, y tres aos despus Ieyasu adopt el ttulo
tradicional de shgun, que significaba su dictadura militar
sobre todo el territorio, tericamente en nombre de la
antigua pero impotente lnea imperial de Kyoto. En 1605,
Ieyasu transfiri la posicin de shgun a su hijo, Hidetada,
pero sigui sujetando l mismo las riendas del poder hasta
que hubo destruido a los seguidores del heredero de
Hideyoshi en los sitios del castillo de Osaka, que tuvieron
lugar en 1614 y 1615.
Los tres primeros dirigentes Tokugawa establecieron un
control tan firme de Japn que su dominio se prolong
durante ms de dos siglos y medio, hasta que finalmente se
hundi en 1868, tras los tumultos que siguieron a la
reapertura de Japn al contacto con Occidente, una dcada
y media atrs. Los Tokugawa gobernaron por medio de
daimys hereditarios semiautnomos, cuyo nmero era de
unos 265 al final del periodo, y los daimys, a su vez,
controlaban sus feudos por medio de sus servidores
samurai hereditarios. La transicin desde la guerra constante
a una paz estrechamente regulada provoc la aparicin de
fuertes diferencias de clase entre los samuris, que tenan el
privilegio de llevar dos espadas y tener apellido, y los
plebeyos, a los cuales, aunque figuraban entre ellos ricos
comerciantes y terratenientes, se les negaba en teora el
derecho a todo tipo de armas y el honor de usar apellidos.
Sin embargo, durante los aos sobre los que Yoshikawa
escribe, esas diferencias de clase an no estaban ntidamente
definidas. Todas las localidades contaban con un remanente
de campesinos luchadores, y el pas estaba lleno de rnin, o
samuris sin amo, en su mayor parte restos de los ejrcitos
de daimys que haban perdido sus dominios tras la batalla
de Sekigahara o en guerras anteriores. Fue necesaria una
generacin, o tal vez dos, antes de que la sociedad quedara
totalmente clasificada en las rgidas divisiones de clase del
sistema Tokugawa, y entretanto hubo considerables
fermento y movilidad sociales.
Otra gran transicin en los inicios del Japn del siglo
XVII fue la naturaleza del liderazgo. Restaurada la paz y
con el fin de las grandes guerras, la clase guerrera dominante
descubri que la pericia militar era menos esencial para
dominar con xito que el talento administrativo. La clase
samurai inici una lenta transformacin: de guerreros con
armas de fuego y espadas pasaron a ser burcratas con
pincel de escribir y papel. El dominio de s mismo y la
disciplina en una sociedad en paz iban siendo ms
importantes que la habilidad guerrera. El lector occidental
quiz se sorprenda al constatar lo extendida que estaba la
alfabetizacin ya a principios del siglo XVII y las
constantes referencias que los japoneses hacan a la historia
y la literatura chinas, al modo como los europeos nrdicos
de la misma poca se referan continuamente a las
tradiciones de Grecia y Roma antiguas.
Una tercera transicin importante en la poca de
Musashi fue la del armamento. En la segunda mitad del
siglo XVI, los mosquetes de mecha, introducidos
recientemente por los portugueses, se haban convertido en
las armas decisivas en el campo de batalla, pero cuando
reinaba la paz en el pas los samuris podan dar la espalda
a las desagradables armas de fuego y reanudar su tradicional
relacin amorosa con la espada. Florecieron las escuelas de
esgrima. Sin embargo, como haban disminuido las
probabilidades de usar las espadas en combates verdaderos,
las habilidades marciales fueron convirtindose
gradualmente en artes marciales, y stas recalcaron cada vez
ms la importancia del dominio de uno mismo y las
cualidades de la esgrima para la formacin del carcter, ms
que una eficacia militar que no se haba puesto a prueba.
El relato que hace Yoshikawa de la poca juvenil de
Musashi ilustra todos estos cambios que tenan lugar en
Japn. l mismo era un rnin tpico de un pueblo de
montaa, y slo lleg a ser un samurai al servicio de un
seor en su madurez. Fue el fundador de una escuela de
esgrima. Lo ms importante de todo es que, gradualmente,
se transform y pas de ser un luchador instintivo a un
hombre que persegua fanticamente los objetivos de la
autodisciplina similar a la del zen, un completo dominio
interior de s mismo y el sentido de la unin con la
naturaleza circundante. Aunque en sus aos mozos todava
podan darse justas a muerte, parecidas a los torneos de la
Europa medieval, el Musashi que retrata Yoshikawa da un
giro consciente a sus artes marciales, las cuales dejan de
estar al servicio de la guerra para convertirse en un medio de
formacin del carcter en tiempo de paz. Las artes
marciales, la autodisciplina espiritual y la sensibilidad
esttica se fundieron en un todo indistinguible. Es posible
que esta imagen de Musashi no est muy lejos de la verdad
histrica. Se sabe que Musashi fue un hbil pintor y
notable escultor adems de espadachn.
El Japn de principios del siglo XVII que encarna
Musashi ha permanecido muy vivo en la conciencia de los
japoneses. El largo y relativamente esttico dominio del
perodo Tokugawa preserv gran parte de sus formas y su
espritu, aunque de una manera un tanto convencional,
hasta mediados del siglo XIX, no hace mucho ms de un
siglo. El mismo Yoshikawa era hijo de un ex samurai que,
como la mayora de los miembros de su clase, no logr
efectuar con xito la transicin econmica a la nueva era.
Aunque en el nuevo Japn los samuris se difuminaron en
el anonimato, la mayora de los nuevos dirigentes procedan
de esa clase feudal, y su carcter distintivo fue
popularizado por el nuevo sistema educativo obligatorio y
lleg a convertirse en el fondo espiritual y la tica de toda la
nacin japonesa. Las novelas como Musashi y las pelculas
y obras teatrales derivadas de ellas contribuyeron a este
proceso.
La poca de Musashi est tan cercana y es tan real para
los modernos japoneses como la guerra de Secesin para los
norteamericanos. As pues, la comparacin con Lo que el
viento se llev no es en modo alguno exagerada. La era de
los samuris est an muy viva en las mentes japonesas.
Contrariamente a la imagen de los japoneses actuales como
animales econmicos orientados hacia el grupo, muchos
japoneses prefieren verse como Musashis de nuestro
tiempo, ardientemente individualistas, de elevados
principios, auto disciplinados y con sentido esttico.
Ambas imgenes tienen cierta validez, e ilustran la
complejidad del alma japonesa bajo el exterior en apariencia
imperturbable y uniforme.
Musashi es muy diferente de las novelas altamente
psicolgicas y a menudo neurticas que han sido sostn
principal de las traducciones de literatura japonesa
moderna. Sin embargo, pertenece de pleno a la gran
corriente de la narrativa tradicional y el pensamiento
popular japoneses. Su presentacin en episodios no
obedece slo a su publicacin original como un folletn de
peridico, sino que es una tcnica preferida que se remonta
a los inicios de la narrativa nipona. Su visin idealizada del
espadachn noble es un estereotipo del pasado feudal
conservado en cientos de otros relatos y pelculas de
samuris. Su hincapi en el cultivo del dominio de uno
mismo y la fuerza interior personal por medio de la austera
disciplina similar a la del zen es una caracterstica principal
de la personalidad japonesa de hoy, como tambin lo es el
omnipresente amor a la naturaleza y el sentido de
proximidad a ella. Musashi no es slo un gran relato de
aventuras, sino que va ms all y nos ofrece un atisbo de la
historia japonesa y una visin de la imagen idealizada que
tienen de s mismos los japoneses contemporneos.
Edwin O. R Eischauer
[1]
Libro I TIERRA
La campanilla
Takez yaca entre los cadveres, que se contaban por
millares.
El mundo entero se ha vuelto loco pens
nebulosamente. Un hombre podra compararse a una hoja
muerta arrastrada por la brisa otoal.
l mismo pareca uno de aquellos cuerpos sin vida que
le rodeaban. Trat de alzar una mano, pero slo pudo
levantarla unos pocos centmetros del suelo. No recordaba
que jams se hubiera sentido tan dbil. Se pregunt cunto
tiempo llevara all.
Las moscas zumbaban alrededor de su cabeza. Quera
ahuyentarlas, pero ni siquiera tena energa para levantar el
brazo, que estaba rgido, casi quebradizo, como el resto de
su cuerpo. Mientras mova un dedo tras otro, se dijo que
deba de llevar all largo rato. No tena idea de que estaba
herido, con dos balas firmemente alojadas en un muslo.
Unas nubes bajas y oscuras se desplazaban
amenazantes por el cielo. La noche anterior, en algn
momento entre la medianoche y el alba, un intenso aguacero
haba empapado la llanura de Sekigahara. Ahora era ms de
medioda del quinceavo da del noveno mes de 1600.
Aunque el tifn haba pasado, de vez en cuando descargaba
un nuevo aguacero sobre los cadveres y el rostro vuelto
hacia arriba de Takez. Cada vez que ocurra tal cosa, abra
y cerraba la boca como un pez, intentando beber las gotas
de lluvia. Saboreando aquella humedad, reflexion que era
como el agua con que limpian los labios a un moribundo.
Tena la cabeza entumecida y sus pensamientos eran como
las sombras huidizas del delirio.
Por lo menos saba que su bando haba sido derrotado.
Su supuesto aliado, Kobayakawa Hideaki, se haba
asociado en secreto con el ejrcito del Este, y cuando en el
crepsculo se volvi contra las tropas de Ishida Mitsunari,
la suerte de la batalla cambi. Entonces atac a los ejrcitos
de otros comandantes, Ukita, Shimazu y Konishi, y el
derrumbe del ejrcito del Oeste fue total. En slo media
jornada de lucha qued zanjada la cuestin de quin
gobernara el pas en lo sucesivo. Sera Tokugawa Ieyasu, el
poderoso daimy de Edo.
Aparecieron ante sus ojos las imgenes de su hermana y
los ancianos habitantes del pueblo. Me estoy muriendo
pens sin asomo de tristeza. Es as como ocurre
realmente? Se senta atrado hacia la paz de la muerte,
como un nio hipnotizado por una llama.
De repente, uno de los cuerpos cercanos alz la cabeza.
Takez.
El desfile de imgenes en su mente se interrumpi.
Como si despertara de entre los muertos, volvi la cabeza
hacia el sonido. Estaba seguro de que aquella voz era de su
mejor amigo. Poniendo en juego todas las fuerzas que le
quedaban, se irgui ligeramente y emiti un susurro apenas
audible por encima del fragor de la lluvia.
Eres t, Matahachi? pregunt, y se tendi de
nuevo, permaneci inmvil y escuch.
Takez! De veras ests vivo?
S, vivo! exclam con un sbito arranque de
jactancia. Y t? Ser mejor que no mueras tampoco. No
te atrevas a hacerlo! Ahora tena los ojos muy abiertos, y
sus labios trazaban una leve sonrisa.
No har eso! No, seor!
Jadeante, apoyndose en los codos y arrastrando sus
rgidas piernas, Matahachi rept poco a poco hacia su
amigo. Intent coger la mano de Takez, pero slo logr
enlazarle el meique con el suyo propio. En su infancia a
menudo haban empleado ese gesto para sellar una promesa.
Avanz un poco ms, hasta que pudo aferrar toda la mano.
No puedo creer que tambin t ests bien! Debemos
de ser los nicos supervivientes.
No hables antes de tiempo. An no he tratado de
levantarme.
Yo te ayudar. Salgamos de aqu!
De repente Takez tir de Matahachi, tendindole en el
suelo, y dijo entre dientes:
Hazte el muerto! Se acercan nuevos apuros!
El suelo empez a retumbar como un caldero al fuego.
Mirando por entre sus brazos, vieron el remolino que se
aproximaba. Luego distinguieron las hileras de jinetes
negros como el azabache que se abalanzaban directamente
hacia ellos.
Esos perros han vuelto! exclam Matahachi,
alzando la rodilla como si se dispusiera a saltar.
Takez le cogi con tal fuerza del tobillo que estuvo a
punto de romprselo, y le oblig a tenderse de nuevo.
Instantes despus los caballos pasaban al galope por su
lado, centenares de cascos fangosos y letales en formacin,
avanzando sin hacer ningn caso de los samuris cados. Se
sucedieron las oleadas de jinetes, cuyos gritos de combate
se mezclaban con el estrpito metlico de sus armas y
armaduras.
Matahachi permaneci tendido boca abajo, con los ojos
cerrados, confiando contra toda esperanza que no seran
pisoteados, pero Takez mir hacia arriba sin parpadear.
Los caballos pasaron tan cerca de ellos que olieron su
sudor. Luego todo termin.
Por puro milagro no haban sido atropellados ni
detectados, y durante varios minutos ambos permanecieron
en silencio, incrdulos.
Salvados de nuevo! exclam Takez, tendiendo la
mano a Matahachi, el cual, todava aferrado al suelo, volvi
lentamente la cabeza con una ancha y algo trmula sonrisa
en los labios.
Alguien est de nuestra parte, de eso no hay duda
dijo con la voz ronca.
Con gran dificultad, los dos amigos se ayudaron
mutuamente a incorporarse. Cruzaron poco a poco el
campo de batalla hacia la seguridad de las boscosas colinas,
cada uno cojeando y con un brazo sobre los hombros del
otro. Una vez entre los rboles se tendieron a descansar,
pero pronto volvieron a incorporarse e ir en busca de algo
que comer. Durante dos das haban subsistido a base de
castaas silvestres y las hojas comestibles en las hmedas
hondonadas del monte Ibuki. As haban evitado la
postracin por hambre, pero a Takez le dola el estmago
y a Matahachi le atormentaban las tripas. Ningn alimento
poda llenarle, ninguna bebida apagar su sed, pero incluso l
notaba que las fuerzas le volvan lentamente.
La tormenta del quinceavo da seal el final de los
tifones veraniegos. Ahora, slo dos noches despus, una
luna blanca y fra brillaba sombramente en un cielo sin
nubes.
Ambos saban el peligro que entraaba estar en el
camino a la luz de la luna, sus sombras destacadas como
blancos silueteados, a la vista de cualquier patrulla que
anduviera en busca de rezagados. Takez haba tomado la
decisin de correr el riesgo. Puesto que Matahachi estaba en
una situacin tan penosa y deca que preferira ser
capturado a intentar seguir adelante, realmente no parecan
tener muchas alternativas. Era preciso alejarse de all, pero
tambin estaba claro que deban encontrar un sitio donde
tenderse y descansar. Caminaron lentamente, en la direccin
que les pareca la del pueblo de Tarui.
Puedes hacerlo? le preguntaba Takez una y otra
vez. Sostena el brazo de su amigo alrededor de su hombro
para ayudarle. Ests bien? Su respiracin fatigosa era
lo que le preocupaba. Quieres descansar?
Estoy bien.
Matahachi trat de parecer que se esforzaba, pero tena
la cara ms plida que la luna. Incluso utilizando su lanza
como cayado, apenas poda poner un pie delante del otro.
No cesaba de disculparse humildemente.
Lo siento, Takez. S que tengo la culpa de que
marchemos con tanta lentitud. Lo lamento de veras.
Al principio Takez haba restado importancia a esas
protestas, dicindole que lo olvidara. Finalmente, cuando
hicieron un alto para descansar, se volvi hacia su amigo y
le dijo con vehemencia:
Oye, soy yo quien debe disculparse. Soy yo quien te
meti primeramente en esto, recuerdas? Acurdate de que
te cont mi plan y te dije que por fin hara algo que
impresionara de veras a mi padre. Nunca he podido
soportar el hecho de que hasta el da de su muerte estuviera
convencido de que yo nunca servira para nada. Iba a
demostrarle lo equivocado que estaba! Ja!
El padre de Takez, Munisai, sirvi en otro tiempo a
las rdenes del seor Shimmen de Iga. En cuanto Takez se
enter de que Ishida Mitsunari estaba organizando un
ejrcito, se convenci de que por fin tena la oportunidad de
su vida. Su padre haba sido samurai. No era natural que l
siguiera sus pasos? Haba ansiado participar en la
contienda, demostrar su temple, y so con que, como un
fuego descontrolado, corriera por el pueblo la noticia de que
haba decapitado a un general enemigo. Haba querido
mostrar desesperadamente que era alguien con quien se
deba contar, a quien respetar..., no slo el alborotador del
pueblo.
Takez record todo esto a Matahachi, el cual asinti.
Lo s, lo s, pero yo siento lo mismo. No fuiste slo
t.
Takez sigui diciendo:
Quise que vinieras conmigo porque siempre lo hemos
hecho todo juntos. Pero no protest amargamente tu
madre, gritando y diciendo a todo el mundo que estaba loco
y no serva para nada? Y tu novia, Ots, mi hermana y
todos los dems, llorando y diciendo que los chicos del
pueblo deberamos quedarnos en el pueblo? Ah, tal vez
tenan sus razones. Los dos somos los nicos hijos varones
de nuestras familias, y si nos matan no quedar nadie para
seguir llevando el apellido familiar. Pero a quin le
importa? Es sa una manera de vivir?
Haban salido sigilosamente del pueblo, convencidos de
que no se alzara ninguna otra barrera entre ellos y los
honores del combate. Pero cuando llegaron al campamento
de Shimmen, se enfrentaron a las realidades de la guerra. De
inmediato les dijeron que no les nombraran samuris, ni de
la noche a la maana ni siquiera en unas pocas semanas, al
margen de quines hubieran sido sus padres. Para Ishida y
los dems generales, Takez y Matahachi eran un par de
patanes, poco ms que nios deseosos de tener en sus
manos un par de lanzas. Lo mximo que pudieron conseguir
fue que les permitieran quedarse como soldados rasos de
infantera. Sus responsabilidades, si as podan llamarse,
consistan en acarrear armas, recipientes para hervir arroz y
otros utensilios, cortar la hierba, trabajar con los grupos que
despejaban los caminos y, en ocasiones, efectuar salidas de
exploracin.
Samurai, ja, ja! dijo Takez. Menuda broma.
La cabeza de un general! Ni siquiera me acerqu a un
samurai enemigo, y no digamos un general. Bueno, por lo
menos todo ha terminado. Qu haremos ahora? No puedo
dejarte aqu solo. Si lo hiciera, jams podra mirar a la cara a
tu madre ni a Ots.
No te culpo del lo en que estamos metidos, Takez.
No has tenido la culpa de nuestra derrota. Si alguien es
culpable, es ese Kobayakawa de dos caras. Ojal pudiera
ponerle las manos encima. Matara al hijo de perra!
Un par de horas despus estaban en el borde de una
pequea llanura, ante un mar de altas hierbas de
miscanthus, abatidas y rotas por la tormenta. No se vean
casas ni luces.
Tambin all haba muchos cadveres, tendidos tal como
haban cado. La cabeza de uno descansaba sobre las
hierbas. Otro estaba boca arriba en un arroyuelo. Ms all
haba otro grotescamente enmaraado con un caballo
muerto. La lluvia haba lavado la sangre, y a la luz de la luna
la carne muerta tena un aspecto escamoso. A su alrededor
se oa la solitaria letana otoal de los grillos.
Las lgrimas trazaron un sendero blanco en el mugriento
rostro de Matahachi. Suspir como un hombre que est
muy enfermo.
Takez, si muero, cuidars de Ots?
De qu ests hablando?
Siento que voy a morir.
Mira, si es eso lo que sientes, probablemente te
morirs le espet Takez. Estaba exasperado y deseaba
que su amigo fuese ms fuerte, a fin de apoyarse en l de
vez en cuando, no fsicamente sino para recibir estmulo.
Vamos, Matahachi! No seas tan quejica.
Mi madre tiene quienes cuiden de ella, pero Ots est
sola en el mundo. Siempre ha sido as, y lo siento mucho
por ella, Takez. Promteme que la cuidars si yo
desaparezco.
Tienes que dominarte! Nadie se muere de diarrea.
Ms tarde o ms temprano encontraremos una casa, y
entonces te acostar en la cama y buscar alguna medicina.
Deja ya de lloriquear y creer que vas a morirte!
Algo ms adelante llegaron a un lugar donde los
montones de cuerpos sin vida hacan pensar que toda una
divisin haba sido aniquilada. Por entonces los dos amigos
se haban hecho insensibles a la vista de la matanza. Sus
ojos vidriosos contemplaron la escena con fra indiferencia.
Hicieron otro alto para descansar.
Mientras recobraban el aliento, oyeron que algo se
mova entre los cadveres. Los dos retrocedieron asustados,
agazapndose instintivamente con los ojos muy abiertos y
los sentidos alerta.
Quien estaba all hizo un movimiento rpido, como el
de un conejo sorprendido. Al mirar con ms detenimiento,
vieron que la persona oculta permaneca agachada en el
suelo. Al principio creyeron que se trataba de un samurai
perdido y se prepararon para un encuentro peligroso, mas
para su sorpresa el fiero guerrero result ser una muchacha.
Tendra trece o catorce aos y vesta un kimono de mangas
redondeadas. El estrecho obi que le cea la cintura, aunque
remendado en algunos lugares, era de brocado dorado. All,
entre los cadveres, su presencia resultaba en verdad
extraa. La nia alz la vista y les mir suspicazmente con
sus ojos gatunos de astuta mirada.
Takez y Matahachi se preguntaron lo mismo: qu
diablos poda atraer en plena noche a una chiquilla a un
campo donde flotaban los espectros y estaba sembrado de
cadveres? Durante unos instantes los dos se limitaron a
mirarla.
Quin eres? le pregunt al fin Takez.
Ella parpade un par de veces, se puso en pie y se alej
corriendo.
Espera! le grit Takez. Slo quiero hacerte
una pregunta. No te vayas!
Pero la muchacha ya haba desaparecido, como un
relmpago en la noche. El sonido de una campanilla se alej
en la oscuridad y provoc a los dos amigos una sensacin
de misterio.
Sera tal vez un fantasma? musit Takez con la
mirada perdida en la tenue bruma.
Matahachi se estremeci y solt una risa forzada.
Si hubiera fantasmas por aqu, creo que seran de
soldados, no te parece?
Ojal no la hubiera asustado dijo Takez. Tiene
que haber un pueblo por estos alrededores. Esa chica podra
habernos orientado.
Reanudaron la marcha y subieron a la ms prxima de
dos colinas que se alzaban ante ellos. En la hondonada del
otro lado estaba la cinaga que se extenda al sur desde el
monte Fuwa. A poca distancia brillaba una luz.
Cuando se aproximaron a la granja tuvieron la impresin
de que no era normal y corriente. En primer lugar, estaba
rodeada por un grueso muro de tierra. Adems, al portal de
acceso casi se lo podra considerar grandioso. O por lo
menos los restos del portal, pues era viejo y estaba muy
necesitado de reparacin.
Takez se acerc a la puerta y dio unos golpes
discretos.
Hay alguien en casa? No obtuvo respuesta y lo
intent de nuevo. Perdn por molestaros a estas horas,
pero mi amigo est enfermo. No queremos causar ningn
problema... Slo necesita descansar un poco.
Oyeron susurros procedentes del interior y, poco
despus, el sonido de alguien que se acercaba a la puerta.
Sois rezagados de Sekigahara, verdad? les dijo una
voz de nia.
As es respondi Takez. Estbamos a las
rdenes del seor Shimmen de Iga.
Marchaos enseguida! Si os encuentran aqu,
estaremos en un apuro.
Escucha, lamento molestarte as, pero llevamos largo
tiempo caminando. Mi amigo necesita descansar un poco,
eso es todo, y...
Marchaos, por favor!
De acuerdo, nos iremos si as lo deseas, pero no
tendras alguna medicina para mi amigo? Tiene el estmago
tan mal que apenas podemos seguir adelante.
Pues no s...
Al cabo de un momento, oyeron ruido de pisadas y un
ligero tintineo que retroceda al interior de la casa y se haca
cada vez ms dbil.
Entonces repararon en el rostro, que estaba tras una
ventana lateral. Era un rostro de mujer y les observaba
desde el principio.
Djales entrar, Akemi grit. Son soldados de a
pie.
Las patrullas de Tokugawa no van a perder el tiempo
con ellos. No son nadie.
Akemi abri la puerta, y la mujer, que se present como
Ok, prest odos al relato de Takez.
La mujer accedi a dejarles dormir en la leera. Para
calmar la irritacin intestinal de Matahachi le dieron polvo
de carbn con magnolia y espesas gachas de arroz con
escalonia. Durante algunos das el muchacho durmi casi sin
interrupcin, mientras Takez, que velaba continuamente a
su lado, usaba licores baratos para tratar las heridas de bala
en el muslo.
Una noche, cuando llevaban all cerca de una semana,
Takez y Matahachi conversaban.
Deben de tener alguna clase de negocio observ
Takez.
Me tiene por completo sin cuidado lo que hagan.
Slo me alegro de que nos hayan acogido.
Pero a Takez se le haba despertado la curiosidad.
La madre no es tan vieja sigui diciendo. Es
extrao que las dos vivan solas aqu, en las montaas.
Humm. No crees que la nia se parece un poco a
Ots?
Hay algo en ella que me hace recordar a Ots, pero
no creo que se parezcan tanto. Las dos son guapas, eso es
todo. Qu crees que estara haciendo la primera vez que la
vimos, deslizndose cautelosamente entre los muertos en
plena noche? Eso no pareca inquietarla lo ms mnimo. Ja!
Es como si lo estuviera viendo ahora mismo. Su cara estaba
tan tranquila y serena como esas muecas que hacen en
Kyoto. Qu estampa!
Chist! Oigo su campanilla!
El ligero golpe que dio Akemi en la puerta son como el
picotazo de un pjaro carpintero.
Matahachi, Takez les llam en voz baja.
Qu?
Soy yo.
Takez se levant y descorri el cerrojo. La muchacha
entr con una bandeja que contena medicina y comida y les
pregunt cmo estaban.
Mucho mejor, gracias a ti y a tu madre.
Mi madre dice que, aunque os sintis mejor, no
debis hablar demasiado alto ni salir.
Takez habl por los dos.
Lamentamos de veras causaros tantas molestias.
Oh, no os preocupis por eso, pero tened cuidado.
Todava no han capturado a Ishida Mitsunari y otros
generales. Estn vigilando esta zona y hay muchas tropas
de Tokugawa en los caminos.
Ah, s?
Por eso dice mi madre que, aunque slo seis
soldados de a pie, si descubren que os escondemos nos
detendrn.
No haremos el menor ruido le prometi Takez.
Incluso tapar la cara de Matahachi con un trapo si ronca
demasiado fuerte.
Akemi sonri, se volvi para salir y les dijo:
Buenas noches. Nos veremos por la maana.
Espera! le dijo Matahachi. Por qu no te
quedas un poco y charlamos?
No puedo.
Por qu no?
Mi madre se enfadara.
Por qu te preocupa eso? Qu edad tienes?
Diecisis.
Eres menuda para tu edad, no es cierto?
Gracias por decrmelo.
Dnde est tu padre?
Ya no lo tengo.
Lo siento. Entonces, de qu vivs?
Hacemos moxa.
Esa medicina que se quema sobre la piel para
eliminar el dolor?
S, la moxa de estos alrededores es famosa. En
primavera cortamos la artemisa en el monte Ibuki. En
verano la secamos y en otoo e invierno la convertimos en
moxa y la vendemos en Tarui. Viene gente de todas partes a
comprarla.
Supongo que para hacer eso no necesitis a un
hombre.
Bien, si eso es todo lo que queras saber, ser mejor
que ahora me vaya.
Espera un poco ms le dijo Takez. Tengo otra
pregunta que hacerte.
Cul?
La otra noche, cuando llegamos, vimos a una chica en
el campo de batalla y se pareca exactamente a ti. Eras t,
verdad?
Akemi se volvi rpidamente y abri la puerta.
Qu estabas haciendo all?
La muchacha sali de la leera dando un portazo, y
mientras corra hacia la casa su campanilla sonaba con un
ritmo extrao y errtico.
El peine
Takez destacaba por su altura, excepcional entre las gentes
de su poca. Su cuerpo era como el de un buen caballo,
fuerte y flexible, de miembros largos y vigorosos. Tena los
labios gruesos, carmeses, y sus cejas negras se libraban de
ser tupidas gracias a su bella forma: se extendan bastante
ms all de las comisuras externas de los ojos y acentuaban
su virilidad. Los habitantes del pueblo le llamaban hijo de
un ao gordo, expresin que slo aplicaban a los nios
cuyos rasgos eran ms grandes que los de la mayora.
Aunque no era un insulto, ni mucho menos, el apodo de
todos modos le separaba de los dems chicos, y por ello de
pequeo le produca una turbacin considerable.
A Matahachi no le llamaban as, pero tambin podran
haberle aplicado la misma expresin. Algo ms bajo y
robusto que Takez, era ancho de pecho y carirredondo,
dando una impresin de jovialidad si no de bufn declarado.
Sus ojos prominentes, algo saltones, tendan a moverse
mientras hablaba, y la mayor parte de los chistes a su costa
se basaban en el parecido que tena con las ranas, que
croaban sin cesar en las noches veraniegas.
Ambos amigos estaban al final de la adolescencia y por
ello se recuperaban con rapidez de la mayor parte de
dolencias. Cuando las heridas de Takez hubieron sanado
del todo, Matahachi ya no poda soportar por ms tiempo
su encierro. Paseaba por la leera y se quejaba
continuamente de que estaba encarcelado. Ms de una vez
cometi el error de decir que se senta como un grillo en un
agujero hmedo y oscuro, invitando as a Takez a replicar
que a las ranas y los grillos les gustan tales moradas. En
algn momento Matahachi debi ceder a la curiosidad y
fisgone en el interior de la casa, porque un da se inclin
hacia su compaero de celda como para darle alguna noticia
trascendental.
Cada noche la viuda se empolva la cara y se pone
guapa! susurr en tono preocupado.
El rostro de Takez pareci el de un chico de doce aos
que detesta a las nias y nota la desercin, un inters en
ciernes por ellas, en su amigo ms ntimo. Matahachi se
haba vuelto un traidor, y la expresin de Takez era de
inequvoca repugnancia.
Matahachi empez a ir a la casa y sentarse al lado del
hogar con Akemi y su juvenil madre. Al cabo de tres o
cuatro das de charlar y bromear con ellas, el festivo
husped era uno ms de la familia. Ya no regresaba a la
leera ni siquiera de noche, y las pocas veces que lo haca el
aliento le ola a sake e intentaba convencer a Takez para
que fuese a la casa, alabando la buena vida que estaba al
alcance de su mano.
Ests loco! replicaba Takez, exasperado. Vas
a hacer que nos maten, o por lo menos que nos detengan.
Hemos perdido, somos rezagados..., no puedes meterte
eso en la cabeza? Debemos tener cuidado y permanecer
ocultos hasta que las cosas se calmen.
Sin embargo, pronto se cans de intentar hacer entrar en
razn a su amigo amante de los placeres y empez a atajarle
con bruscas rplicas: No me gusta el sake, le deca, o en
ocasiones: Me gusta estar aqu. Es cmodo.
Pero Takez tambin estaba ansioso de movimiento. Se
aburra ms de lo tolerable, y finalmente mostr signos de
debilidad.
De veras es segura? preguntaba. Me refiero a
esta vecindad. No hay seales de patrullas? Ests seguro?
Tras haber permanecido encerrado durante veinte das
en la leera, sali por fin como un prisionero de guerra
medio muerto de hambre. Su piel tena el aspecto
translcido y cerleo de la muerte, tanto ms evidente
cuando estaba al lado de su amigo, enrojecido por el sol y el
sake. Mir con los ojos entrecerrados el cielo azul, estir
los brazos y bostez de una manera extravagante. Cuando
por fin cerr la boca cavernosa, su amigo se dio cuenta de
que entretanto sus cejas haban estado unidas. Tena una
expresin preocupada.
Matahachi dijo con seriedad, estamos abusando
de esta buena gente, que corre un gran riesgo tenindonos
aqu. Creo que deberamos emprender el regreso a casa.
Supongo que tienes razn replic Matahachi,
pero no dejan pasar a nadie a travs de las barreras sin
comprobar quin es. Segn la viuda, los caminos a Kyoto e
Ise son intransitables. Dice que podemos quedarnos aqu
hasta que lleguen las nieves, y la chica es del mismo
parecer. Est convencida de que debemos seguir ocultos, y
ya sabes que ella sale por ah a diario.
Llamas estar oculto a permanecer sentado junto al
fuego y bebiendo?
Claro. Sabes lo que hice? El otro da unos hombres
de Tokugawa, que an estn buscando al general Ukita,
vinieron a fisgar. Me libr de los hijoputas simplemente
saliendo a saludarles. Al or esto Takez abri mucho los
ojos, incrdulo, y Matahachi solt una carcajada. Cuando
volvi a serenarse sigui diciendo: Ests ms seguro al
aire libre que agazapado en la leera, con el odo atento a
posibles pisadas y volvindote loco. Eso es lo que he
intentado decirte.
Matahachi volvi a desternillarse de risa y Takez se
encogi de hombros.
Quiz tengas razn. sa podra ser la mejor manera
de solucionar las cosas.
An tena sus reservas, pero despus de esta
conversacin visit la casa. Ok, a quien sin duda le gustaba
tener compaa, ms concretamente masculina, les haca
sentirse por completo a sus anchas. Sin embargo, de vez en
cuando les sobresaltaba al sugerir que uno de ellos se casara
con Akemi. Esto pareca aturdir a Matahachi ms que a
Takez, el cual se limitaba a hacer caso omiso de la
sugerencia o responda con una observacin chistosa.
Era la temporada del suculento y fragante matsutake,
que crece al pie de los pinos, y Takez se relaj lo
suficiente para salir en busca de los grandes hongos en la
boscosa montaa que se alzaba detrs de la casa. Akemi,
con un cesto en la mano, buscaba de un rbol a otro. Cada
vez que notaba el aroma de los hongos, su voz inocente
reverberaba a travs del bosque.
All, Takez! Hay montones de ellos!
Y l, que buscaba en las proximidades, replicaba
invariablemente:
Aqu tambin hay muchos.
El sol de otoo se filtraba hasta ellos entre las ramas de
los pinos, en haces tenues e inclinados. La alfombra de
pinaza en el fresco refugio de los rboles era mullida y
polvorienta. Cuando se cansaban de buscar hongos, Akemi
le desafiaba, riendo.
Veamos quin tiene ms!
Te gano siempre replicaba l, pagado de s mismo,
y ella le inspeccionaba el cesto.
Aquel da no fue diferente de los dems.
Ja, ja! Lo saba! exclam la muchacha. Llena de
jbilo, como slo pueden estarlo las jovencitas de su edad,
sin pizca de timidez o afectado recato, se inclin sobre el
cesto de Takez. Tienes un montn de setas venenosas!
Entonces separ las setas malas una tras otra, sin
contarlas en voz alta pero con movimientos tan lentos e
intencionados que Takez difcilmente habra podido
ignorarlos ni siquiera con los ojos cerrados. Arroj cada seta
venenosa tan lejos como pudo. Una vez finalizada su tarea,
alz la vista, su joven rostro radiante de satisfaccin de s
misma.
Ahora mira cuntas tengo ms que t!
Se est haciendo tarde musit Takez.
Volvamos a casa.
Ests enfadado porque has perdido, verdad?
Ech a correr por la ladera de la montaa como un
faisn, pero de sbito se detuvo en seco, el rostro
ensombrecido por una expresin de alarma. Avanzando en
diagonal por el bosque, hacia la mitad de la ladera, se
aproximaba un hombre gigantesco. Sus pasos eran largos y
lnguidos, y sus ojos feroces miraban directamente a la
frgil muchacha. Su aspecto primitivo asustaba. Todo en l
tena resabios a lucha por la supervivencia, y presentaba un
inequvoco aire de belicosidad: cejas tupidas, el grueso labio
superior curvado hacia arriba, una pesada espada, cota de
malla y una piel animal con la que se envolva.
Akemi! rugi cuando estuvo ms cerca de ella.
Una ancha sonrisa apareci en sus labios, mostrando
una hilera de dientes amarillentos y cariados, pero el rostro
de Akemi sigui sin revelar nada ms que horror.
Est en casa esa maravillosa mam tuya?
pregunt con premioso sarcasmo.
S dijo ella en un hilo de voz.
Bien, cuando vuelvas a casa, quiero que le digas algo.
Lo hars por m? Hablaba con una cortesa burlona.
S.
Entonces el tono del hombre se volvi spero.
Dile que no me engae e intente ganar dinero a mis
espaldas, y que pronto vendr a buscar mi tajada. Me has
entendido? Akemi no dijo nada. Probablemente cree
que no estoy enterado, pero el tipo a quien vende la
mercanca vino a verme. Apuesto a que tambin estuviste
en Sekigahara, no es cierto, pequea?
No, claro que no! protest ella dbilmente.
Bueno, no importa. Dile lo que acabo de decirte. Si
me juega otra mala pasada, la echar a patadas de la
vecindad.
Mir un momento a la muchacha con expresin
furibunda y luego se march pesadamente en direccin al
pantano.
Takez desvi la vista del desconocido que se alejaba y
mir a Akemi con preocupacin.
A qu viene todo esto?
Akemi le respondi en voz cansada, los labios todava
temblorosos:
Se llama Tsujikaze y viene del pueblo de Fuwa.
Estas palabras fueron poco ms que un susurro.
Es un saqueador, verdad?
S.
Por qu est tan enfadado?
La muchacha permaneci en pie sin decir nada.
No se lo dir a nadie le asegur l. Ni siquiera
puedes decrmelo?
Akemi, claramente abatida, pareca buscar las palabras.
De repente se apoy en el pecho de Takez y le suplic:
Promteme que no se lo dirs a nadie.
A quin se lo dira? A los samuris de Tokugawa?
Recuerdas la noche que me viste por primera vez en
Sekigahara?
Claro que la recuerdo.
Bien, todava no has imaginado lo que haca all?
No, no he pensado en ello dijo l con cara de palo.
Pues estaba robando! Le mir fijamente, midiendo
su reaccin.
Robando?
Despus de un combate, voy al campo de batalla y
me llevo cosas de los soldados muertos: espadas, adornos
de las vainas, bolsas de incienso..., cualquier cosa que
podamos vender. Le mir de nuevo en busca de una seal
de desaprobacin, pero el rostro de Takez no revelaba
nada. Eso me asusta aadi suspirando, y entonces se
volvi pragmtica, pero necesitamos el dinero para
comprar comida, y si me niego a ir mi madre se enfurece.
El sol todava estaba bastante alto en el cielo. A
indicacin de Akemi, Takez se sent en la hierba. A travs
de los pinos vean la casa en el pantano.
Takez asinti como si acabara de explicarse algo. Poco
despus dijo:
Esa historia de que cortis artemisa en las montaas
para hacer moxa... Era mentira?
Oh, no, tambin lo hacemos! Pero mi madre tiene
unos gustos muy caros. Nunca podramos mantenernos
slo con la moxa. Cuando mi padre estaba vivo, vivamos
en la casa ms grande del pueblo, qu digo, de los siete
pueblos de Ibuki. Tenamos muchos criados, y mi madre
siempre llevaba cosas bonitas.
Era tu padre mercader?
Oh, no, era el jefe de los saqueadores locales. Los
ojos de Akemi brillaron de orgullo. Era evidente que ya no
tema la reaccin de Takez y daba rienda suelta a sus
verdaderos sentimientos, resuelta y con los puos cerrados
mientras hablaba. Ese Tsujikaze Temma, el hombre que
acabamos de ver, le mat. Por lo menos todo el mundo dice
que lo hizo.
Quieres decir que tu padre fue asesinado?
La muchacha asinti en silencio, sin poder evitar que las
lgrimas acudieran a sus ojos, y Takez sinti que algo en
lo ms profundo de s mismo empezaba a fundirse. Al
principio no haba sentido mucha simpata por ella. Aunque
era ms pequea que la mayora de las muchachas de su
edad, en general hablaba como una mujer adulta, y de vez en
cuando haca un movimiento rpido que le pona a uno en
guardia. Pero cuando las lgrimas empezaron a
desprenderse de sus largas pestaas, l se sinti de repente
lleno de compasin. Deseaba abrazarla, protegerla.
De todos modos, no era una chica que hubiera tenido
algo semejante a una educacin apropiada. Que no haba
vocacin ms noble que la de su padre pareca ser algo que
ella nunca pona en tela de juicio. Su madre la haba
persuadido de que era del todo correcto despojar a los
cadveres, no para comer con las ganancias sino para llevar
un buen tren de vida. Muchos ladrones consumados habran
rechazado la tarea.
Durante los largos aos de contiendas feudales se haba
llegado al punto en que todos los holgazanes intiles del
pas se dedicaban a ganarse la vida de esa manera. La gente
lo esperaba ms o menos de ellos. Cuando estallaba la
guerra, los dirigentes militares locales incluso utilizaban sus
servicios, recompensndoles generosamente por prender
fuego a los suministros del enemigo, extender falsos
rumores, robar caballos de los campamentos enemigos y
cosas por el estilo. Muy a menudo se les compraba sus
servicios, pero incluso cuando no era as, una guerra ofreca
innumerables oportunidades. Adems de buscar objetos
valiosos entre los cadveres, a veces incluso podan obtener
recompensas por matar samuris con cuyas cabezas
simplemente haban tropezado y las haban recogido. Una
gran batalla posibilitaba a aquellos carroeros sin
escrpulos vivir cmodamente durante seis meses o un ao.
En las pocas ms turbulentas, incluso el granjero
ordinario y el leador haban aprendido a beneficiarse de la
desgracia humana y el derramamiento de sangre. La lucha en
las afueras de su pueblo poda impedir trabajar a aquellas
almas sencillas, pero se haban adaptado ingeniosamente a
la situacin y descubierto la manera de ir revolviendo y
examinando los restos de la vida humana, como buitres.
Debido en parte a esas intrusiones, los saqueadores
profesionales mantenan una vigilancia estricta de sus
territorios respectivos. Una frrea ley estableca que los
cazadores furtivos, es decir, los bandidos que invadan el
terreno de otros bandidos ms poderosos, no podan salir
indemnes. Quienes se atrevan a violar los derechos que se
haban otorgado a s mismos aquellos matones corran el
riesgo de ser cruelmente castigados.
Akemi se estremeci y dijo:
Qu vamos a hacer? Los sicarios de Temma vienen
hacia aqu, estoy segura.
No te preocupes la tranquiliz l. Si aparecen
por aqu les saludar personalmente.
Cuando descendieron de la montaa, el crepsculo
dominaba el pantano y todo estaba quieto. Una estela de
humo, procedente del fuego para calentar el bao de la casa,
ascenda por encima de una hilera de altos juncos, como una
ondulante serpiente area. Ok, que haba terminado de
aplicarse su maquillaje nocturno, estaba en pie junto a la
puerta trasera. Cuando vio a su hija que se aproximaba al
lado de Takez, le grit:
Akemi! Qu has estado haciendo hasta tan tarde?
Su mirada y el tono de su voz eran severos. La
muchacha, que hasta entonces haba caminado distrada, se
par en seco. Era ms sensible a los estados de nimo de su
madre que a cualquier otra cosa en el mundo. Su madre
haba nutrido aquella sensibilidad y, al mismo tiempo,
aprendido a explotarla, a manipular a su hija como si fuera
una marioneta con una simple mirada o un gesto. Akemi se
apresur a huir del lado de Takez y, ruborizndose
ostensiblemente, entr corriendo en la casa.
Al da siguiente Akemi habl a su madre de Tsujikaze
Temma. Ok mont en clera.
Por qu no me lo dijiste en seguida? le grit,
yendo de un lado a otro como una loca, tirndose del
cabello, sacando objetos de cajones y armarios y
amontonndolos en medio de la habitacin. Matahachi!
Takez! Echadme una mano! Tenemos que esconderlo
todo.
Matahachi movi una tabla que le haba sealado Ok y
se alz por encima del techo. No haba mucho espacio entre
el techo y las vigas. Uno apenas poda reptar, pero aquel
hueco serva a los fines de Ok y, muy probablemente, de
su difunto marido. Takez, de pie en un taburete entre
madre e hija, empez a pasar objetos a Matahachi, uno tras
otro. Si Takez no hubiera odo la explicacin que le dio
Akemi el da anterior, se habra asombrado ante la variedad
de artculos que ahora vea.
Takez saba que las dos mujeres se dedicaban a aquello
desde haca largo tiempo, pero aun as resultaba pasmoso
ver la cantidad de cosas que haban acumulado. Haba una
daga, una borla de lanza, una manga de armadura, un casco
sin coronamiento, un relicario porttil en miniatura, un
rosario budista, un estandarte... Incluso haba una silla de
montar lacada, bellamente tallada y decorada con taracea de
oro, plata y madreperla.
Matahachi se asom a la abertura en el techo y, con una
expresin de perplejidad, pregunt:
Ya est todo?
No, hay una cosa ms dijo Ok, y sali
precipitadamente. Regres al cabo de un momento,
trayendo una espada de madera de roble negro, que meda
cuatro pies de largo.
Takez empez a pasar la espada a Matahachi, que
aguardaba con los brazos extendidos, pero el peso, la
curvatura y el perfecto equilibrio del arma le impresionaron
tanto que no poda soltarla. Se volvi a Ok, mirndola
tmidamente.
Crees que podra quedrmela? le pregunt, con
una nueva vulnerabilidad reflejada en los ojos. Se mir los
pies, como si dijera que ya saba que no haba hecho nada
para merecer la espada.
La quieres de veras? replic en un tono suave y
maternal.
S..., s..., la quiero de veras!
Aunque ella no haba dicho que poda quedrsela, le
sonri, mostrando un hoyuelo, y Takez supo que la
espada era suya. Matahachi salt desde el techo, rebosante
de envidia, y toc la espada codiciosamente, haciendo rer a
Ok.
Mira qu pucheros hace el hombrecito porque no ha
recibido un regalo!
Intent apaciguarle dndole un bonito monedero de
cuero tachonado de gatas, pero Matahachi no pareca muy
satisfecho y no dejaba de mirar la espada de roble negro.
Sus sentimientos estaban heridos y el monedero apenas
sirvi para aliviar su magullado orgullo.
Al parecer, cuando viva su marido, Ok haba
adquirido el hbito de darse cada noche un despacioso bao
caliente, maquillarse y luego beber un poco de sake. En una
palabra, dedicaba casi tanto tiempo a su aseo personal
como la geisha mejor pagada. No era la clase de lujo que
poda permitirse la gente ordinaria, pero ella insista en
hacerlo e incluso ense a Akemi a seguir los mismos
pasos, aunque a la muchacha le pareca aburrido y las
razones para hacerlo insondables. A Ok no slo le gustaba
vivir bien, sino que estaba decidida a mantenerse
eternamente joven.
Aquella noche, cuando estaban sentados alrededor del
hogar, que era un hoyo en el suelo, Ok sirvi sake a
Matahachi e intent persuadir a Takez para que bebiera
tambin. Como l se negaba a hacerlo, la mujer le puso la
taza en la mano, le agarr por la mueca y le oblig a
llevarse la bebida a los labios.
Los hombres tienen que ser capaces de beber le
rega. Si no puedes hacerlo solo, te ayudar.
De vez en cuando, Matahachi la miraba inquieto.
Consciente de su mirada, Ok se tomaba ms familiaridades
con Takez. Juguetonamente le puso la mano en la rodilla y
empez a tararear una popular cancin de amor.
Por entonces Matahachi ya estaba harto. De repente se
volvi a Takez y le dijo impulsivamente:
Deberamos ponernos en marcha cuanto antes!
Estas palabras tuvieron el efecto deseado.
Pero..., pero... adonde irais? balbuci Ok.
De regreso a Miyamoto. All est mi madre y
tambin mi prometida.
La revelacin de Matahachi cogi momentneamente
por sorpresa a Ok, pero sta se seren en seguida.
Entrecerr los ojos hasta que fueron dos estrechas ranuras,
su sonrisa se paraliz y su voz se volvi cida.
Por favor, aceptad mis excusas por entreteneros, por
acogeros y daros un hogar. Si hay una chica esperndote,
ser mejor que regreses cuanto antes. Nada ms lejos de mi
intencin que impedrtelo!
Tras recibir la espada de roble negro, Takez no se
separaba nunca de ella. El mero hecho de sostenerla le
produca un placer indescriptible. A menudo apretaba con
fuerza la empuadura o deslizaba el filo romo a lo largo de
su palma, slo para notar la perfecta proporcin de la
curvatura. Dorma abrazado a ella. El frescor de la
superficie de madera contra su mejilla le recordaba el suelo
del dj donde en invierno practicaba las tcnicas de
esgrima. Aquel instrumento casi perfecto de arte y muerte
reavivaba en l el espritu de lucha que haba heredado de su
padre.
Takez haba amado a su madre, pero sta abandon al
padre y se march de casa cuando l an era pequeo,
dejndole a solas con Munisai, un ordenancista que no
habra sabido mimar a un nio en el caso improbable de que
hubiera querido hacerlo. En presencia de su padre el
muchacho siempre se sinti torpe y asustado, nunca
realmente a sus anchas. Cuando contaba nueve aos, lleg a
anhelar tanto una palabra amable de su madre, que se
escap de casa y recorri todo el camino hasta la prefectura
de Harima, donde ella viva. Takez nunca supo por qu
sus padres se haban separado, y a esa edad una explicacin
probablemente no le habra ayudado mucho. Su madre se
haba casado con otro samurai, de quien haba tenido otro
hijo.
Cuando el pequeo fugado lleg a Harima, localiz a su
madre sin prdida de tiempo. En aquella ocasin ella le llev
a una zona boscosa detrs del templo local, donde no
pudieran verles, y all, con los ojos llenos de lgrimas, le
estrech entre sus brazos e intent explicarle por qu tena
que volver al lado de su padre. Takez no olvidara jams la
escena, cada uno de cuyos detalles se mantendra ntido en
su mente mientras viviera.
Por supuesto, su padre, siendo el samurai que era, en
cuanto se enter de su desaparicin envi servidores para
que recuperasen al nio, pues su paradero era evidente.
Takez fue devuelto a Miyamoto como si fuese un haz de
lea, atado en el lomo de un caballo sin silla. A modo de
saludo, Munisai le llam mocoso insolente y, en un acceso
de ira que a punto estuvo de hacerle perder la cabeza, azot
a su hijo con una vara hasta que no pudo ms. Takez
recordaba ms explcitamente que cualquier otra cosa la
malignidad con que su padre le espet su ultimtum: Si
vuelves con tu madre una sola vez ms, te repudio.
Algn tiempo despus de ese incidente, Takez se
enter de que su madre haba enfermado y fallecido. Su
muerte surti en l una transformacin, y pas de ser un
chico silencioso y melanclico al matn del pueblo. Al final,
hasta Munisai se sinti intimidado. Cuando amenazaba al
muchacho con una porra, l se defenda con un palo de
madera. El nico que estaba a su altura era Matahachi,
tambin hijo de un samurai. Todos los dems nios
obedecan a Takez. A la edad de doce o trece aos era casi
tan alto como un adulto.
En cierta ocasin, un espadachn errante llamado Arima
Kihei enarbol un estandarte con blasn dorado y acept
desafos de los habitantes del pueblo. Takez le mat sin
esfuerzo, y sus vecinos le alabaron por su valor. Sin
embargo, la buena opinin que tenan de l dur poco, pues
al hacerse mayor se volvi cada vez ms intratable y brutal.
Muchos le consideraban un brbaro, y pronto, cada vez que
apareca en las calles la gente se apartaba de l. Su actitud
hacia ellos reflejaba la frialdad de los dems.
Cuando por fin muri su padre, tan duro e implacable
hasta el ltimo momento como lo haba sido siempre, la
vena cruel de Takez se ensanch an ms. De no haber
sido por su hermana mayor, Ogin, probablemente Takez
no habra respetado nada y hubiera acabado expulsado del
pueblo por una multitud airada. Por suerte, amaba a su
hermana e, impotente ante las lgrimas de sta, sola hacer
todo lo que ella le peda.
Ir a la guerra con Matahachi marc un cambio decisivo
para Takez, pues indicaba que, de alguna manera, quera
ocupar su sitio en la sociedad al lado de otros hombres. La
derrota en Sekigahara redujo bruscamente tales esperanzas,
y se encontr sumido de nuevo en la dura realidad de la que
crea haber escapado. No obstante, era un joven bendecido
con la sublime despreocupacin que slo florece en tiempos
conflictivos. Cuando dorma, su rostro se volva tan plcido
como el de un nio, sin que le turbaran en absoluto los
pensamientos sobre el maana. Soaba bastante, tanto
dormido como despierto, pero sufra pocas decepciones
autnticas. Puesto que, para empezar, tena tan poco, que
tambin tena poco que perder y, aunque en cierto sentido
estaba desarraigado, no se vea inmovilizado por ninguna
traba.
En aquel momento Takez respiraba profunda y
acompasadamente, sujetando con fuerza su espada de
madera, una leve sonrisa en los labios, y tal vez soaba,
quiz se deslizaban ante sus ojos cerrados, como una
cascada de montaa, imgenes de su afable hermana y su
pueblo natal. Ok entr en la habitacin, provista de una
lmpara. Qu cara tan apacible, susurr, al tiempo que
extenda el brazo para tocarle los labios con sus dedos.
Entonces apag la lmpara y se tendi a su lado.
Hacindose un ovillo, como una gata, se acerc lentamente a
l, su rostro blanqueado por el maquillaje y su bata
colorida, realmente demasiado juvenil para ella, ocultos por
la oscuridad. No se oa ms sonido que el de las gotas de
roco que caan en el alfizar de la ventana.
Quisiera saber si todava es virgen musit mientras
se dispona a quitarle la espada de madera.
En el instante en que la toc, Takez se puso en pie,
gritando:
Ladrones! Ladrones!
Su brusco movimiento hizo que Ok cayera sobre la
lmpara metlica, la cual le produjo rasguos en el hombro
y el pecho. Takez le retorci el brazo sin piedad. Ella grit
de dolor.
La solt, estupefacto.
Ah, eres t. Cre que era un ladrn.
Ay gimi Ok. Qu dolor!
Lo siento, no saba que eras t.
No conoces tu propia fuerza. Casi me has arrancado
el brazo.
Ya te he dicho que lo siento. De todos modos, qu
ests haciendo aqu?
Sin hacer caso de su inocente pregunta, ella se recobr
rpidamente del brazo magullado y con el mismo miembro
trat de rodearle el cuello, dicindole con voz arrulladora:
No tienes que disculparte, Takez... Suavemente
desliz el dorso de la mano por su mejilla.
Eh! Qu ests haciendo? Te has vuelto loca? le
grit l, apresurndose a apartarse de ella.
No hagas tanto ruido, idiota. Ya sabes lo que siento
por ti. Reanud su intento de acariciarle, mientras l
agitaba la mano como un hombre atacado por un enjambre
de abejas.
S, y te estoy muy agradecido. Ninguno de nosotros
olvidar jams lo amable que has sido, la hospitalidad con
que nos has acogido y todo lo dems.
No me refiero a eso, Takez. Hablo de mis
sentimientos de mujer..., mi delicioso y clido sentimiento
hacia ti.
Espera un momento dijo l, incorporndose de un
salto. Encender la lmpara!
Oh, cmo puedes ser tan cruel gimi la mujer,
tratando de abrazarle una vez ms.
No hagas eso! grit l, indignado. Basta ya...,
lo digo en serio!
Algo en su voz, algo intenso y resuelto, asust a Ok,
hacindole interrumpir su ataque.
Takez sinti que sus huesos se tambaleaban y le
crujan los dientes. Jams haba tropezado con un
adversario tan formidable. Ni siquiera cuando, tendido boca
arriba, vio los caballos que galopaban por su lado en
Sekigahara su corazn haba palpitado de aquella manera. Se
acurruc en un rincn de la estancia.
Vete, por favor le suplic. Vuelve a tu
habitacin. Si no lo haces, llamar a Matahachi. Despertar
a toda la casa!
Ok no se movi, permaneci sentada en la oscuridad,
respirando lentamente y mirndole con los ojos
entrecerrados. No estaba dispuesta a permitir que la
rechazara.
Takez le arrull de nuevo. No comprendes lo
que siento? l no dijo nada. No lo comprendes?
S, pero comprendes acaso lo que yo siento cuando
un tigre me arrebata el sueo, me da un susto de muerte y
maltrata en la oscuridad?
Entonces le toc a ella quedarse en silencio. Un susurro
bajo, casi un gruido, emergi de lo ms profundo de su
garganta. Finalmente habl recalcando mucho las silabas:
Cmo puedes avergonzarme as?
Que yo te avergenzo?
S, esto es mortificante.
Ambos estaban tan tensos que no haban odo los
golpes en la puerta que, al parecer, sonaban desde haca
algn tiempo. Entonces adems de los golpes se oyeron
gritos.
Qu pasa ah dentro? Estis sordos? Abrid la
puerta!
Apareci luz en la ranura entre los postigos corredizos.
Akemi ya estaba despierta. Entonces resonaron las pisadas
de Matahachi, que se diriga hacia ellos, y oyeron su voz:
Qu ocurre?
Akemi grit alarmada desde el pasillo:
Madre! Ests ah? Respndeme, por favor!
Ok regres a ciegas a su habitacin, contigua a la de
Takez, y respondi desde all. Los hombres que estaban
fuera parecan haber abierto los postigos con palancas e
invadido la casa. Cuando Ok entr en la sala del hogar, vio
seis o siete pares de anchos hombros amontonados en la
cocina adyacente, con su suelo de tierra, a un nivel ms bajo
que las dems habitaciones.
Soy Tsujikaze Temma grit uno de los hombres.
Enciende una luz!
Los hombres irrumpieron rudamente en la parte
principal de la casa, sin detenerse siquiera para quitarse las
sandalias, lo cual era un signo evidente de grosera habitual.
Empezaron a revolverlo todo, en armarios, cajones y bajo el
grueso tatami de paja trenzada que cubra el suelo. Temma
se sent con porte majestuoso al lado del hogar y
contempl cmo sus sicarios escudriaban
sistemticamente las habitaciones. Gozaba de su posicin
superior, pero pronto pareci cansarse de su propia
inactividad.
Esto dura demasiado gru, golpeando el tatami
con el puo. Debes tener algunas cosas aqu. Dnde
estn?
No s de qu me hablas replic Ok, dominndose
y con las manos entrelazadas sobre el vientre.
No me vengas con esa monserga, mujer! aull l
. Dnde est el botn? S que est aqu!
No tengo nada!
Nada?
Absolutamente nada.
Bien, quiz sea cierto. Tal vez me han dado una
informacin errnea... La mir con recelo, tirndose de la
barba y rascndola. Es suficiente, muchachos! dijo
con voz atronadora.
Durante este intercambio, Ok haba permanecido
sentada en la habitacin de al lado, con la puerta corredera
bien abierta. Estaba de espaldas a l, pero aun as pareca
desafiarle, como si le dijera que poda seguir adelante y
registrar donde le diera la gana.
Ok dijo l bruscamente.
Qu quieres? replic ella con frialdad.
Tienes algo de beber?
Quieres un poco de agua?
No me provoques... le advirti amenazadoramente.
El sake est ah. Bbetelo si quieres.
Vamos, Ok le dijo, ablandndose, casi
admirndola por su insensible testarudez. No seas as.
No te visitaba desde haca largo tiempo. Es sta la manera
de tratar a un viejo amigo?
Menuda visita!
Clmate, quieres? T tienes en parte la culpa.
Demasiada gente me ha hablado de las andanzas de la
viuda del hombre que haca la moxa para creer que todo
son mentiras. Tengo entendido que has enviado a tu
encantadora hija a despojar cadveres. Quieres decirme por
qu habra de hacer semejante cosa?
Mustrame una prueba! grit ella. Dnde la
tienes?
Si hubiera tenido la intencin de encontrar lo que
ocultas, no habra avisado a Akemi por anticipado. Ya
conoces las reglas del juego. ste es mi territorio y tengo
que llevar a cabo el registro de tu casa. De lo contrario, todo
el mundo podra concebir la idea de que puede salirse con la
suya del mismo modo. Y en ese caso, dnde estara yo?
Tengo que protegerme, sabes!
Ella le mir en tenso silencio, la cabeza semivuelta hacia
l, el mentn y la nariz alzados orgullosamente.
Bien, esta vez voy a dejarte en paz. Pero recuerda
que soy especialmente amable contigo.
Amable conmigo? Quin, t? No me hagas rer!
Ok, ven aqu y srveme un trago le inst l. Como
la mujer no haca la menor seal de movimiento, perdi los
estribos: Eres una zorra loca! No te das cuenta de que
si fueras amable conmigo no tendras que vivir as? Se
calm un poco y entonces la aconsej: Pinsalo un poco.
Estoy abrumada por su amabilidad, seor replic
ella maliciosamente.
No te gusto?
Respndeme slo a esto: quin mat a mi marido?
Esperas acaso que crea que no lo sabes?
Si quieres vengarte de quienquiera que lo hiciese, te
ayudar muy gustoso. Har cuanto est en mi mano.
No te hagas el tonto!
Qu quieres decir con eso?
Parece ser que oyes muchas de las cosas que dice la
gente. No te han dicho que fuiste t quien le mat? No
has odo decir que fue Tsujikaze Temma el asesino? Todos
los dems lo saben. Puede que sea la viuda de un saqueador,
pero no he cado tan bajo que llegue a tontear con el asesino
de mi marido.
Tenas que decir eso, eh? No podas dejar el asunto
en paz, verdad? Solt una risa triste, apur de un trago
la taza de sake y se sirvi otra. No deberas decir cosas
as, sabes? No es bueno para tu salud..., o la de tu bonita
hija!
Educar a Akemi apropiadamente y, una vez se haya
casado, me desquitar de ti. Toma nota de lo que te digo!
Temma se ech a rer hasta que los hombros primero y
luego todo su cuerpo se bambolearon como un pastel de
soja cuajada. Tras beberse todo el sake que pudo encontrar,
hizo una sea a uno de sus hombres que estaba apostado en
un rincn de la cocina, con la lanza apoyada verticalmente
en el hombro.
Eh, t atron. Echa a un lado algunas tablas del
techo con el extremo de tu lanza.
El hombre hizo lo que su jefe le haba ordenado.
Mientras iba de un lado a otro de la habitacin, moviendo
las tablas del techo, las piezas del tesoro de Ok
empezaron a caer al suelo como granizo.
Tal como sospechaba desde el principio dijo
Temma, ponindose en pie con dificultad. Ya lo veis,
muchachos. Pruebas! Ha violado las reglas, eso es
innegable. Llevadla afuera y dadle su merecido!
Los hombres convergieron en la habitacin del hogar,
pero se detuvieron bruscamente. Ok estaba en pie, inmvil
como una estatua, en el vano de la puerta, como
desafindoles a que se atrevieran a tocarla. Temma, que
haba bajado a la cocina, les dijo impaciente:
A qu estis esperando? Traedla aqu.
No sucedi nada. Ok sigui mirando a los hombres, los
cuales no se movan, como si estuvieran paralizados.
Temma decidi tomar las riendas. Chasc la lengua y se
dirigi hacia Ok, pero tambin l se detuvo ante el vano de
la puerta. Detrs de Ok, invisibles desde la cocina, haba
dos jvenes de aspecto feroz. Takez sostena baja la
espada de madera, dispuesto a fracturar las espinillas del
primero que se adelantara y de cualquiera que fuese lo
bastante estpido para seguirle. En el otro lado estaba
Matahachi, empuando una espada que sostena alta,
preparado para descargarla sobre el primer cuello que se
aventurase a cruzar el vano de la puerta. No haba rastro de
Akemi.
De modo que sas tenemos gru Temma,
recordando de sbito la escena en la ladera de la montaa.
El otro da vi a se caminando al lado de Akemi..., el del
palo. Quin es el otro?
Ni Matahachi ni Takez dijeron una sola palabra,
dejando claro que se proponan responder con sus armas.
La tensin fue en aumento.
No es normal que haya hombres en esta casa rugi
Temma. Vosotros dos... Vosotros debis ser de
Sekigahara! Ser mejor que miris dnde ponis los pies...,
os lo advierto.
Ninguno de los dos jvenes movi un msculo.
No hay nadie en estos contornos que no conozca el
nombre de Tsujikaze Temma! Os ensear lo que les
hacemos a los rezagados!
Se hizo el silencio. Temma indic con una sea a sus
hombres que se apartaran. Uno de ellos retrocedi de
espaldas sin darse cuenta de que el hoyo del hogar estaba en
medio del suelo. Lanz un grito al caer sobre las astillas
ardientes, despidiendo una rociada de chispas que llegaron
al techo. Al cabo de unos segundos la estancia se llen por
completo de humo.
Aarrgghh!
Cuando Temma arremeti contra ellos, Matahachi
descarg la espada con ambas manos, pero el hombre era
demasiado rpido para l y el golpe alcanz la punta de la
vaina de Temma. Ok se haba refugiado en el rincn ms
prximo mientras Takez aguardaba, sosteniendo
horizontalmente la espada de roble negro. Apunt a las
piernas de Temma y asest un golpe con todas sus fuerzas.
La hoja de madera zumb en la oscuridad, pero no se oy el
ruido seco del impacto. De alguna manera aquel hombretn
haba saltado a tiempo y, al descender, se abalanz contra
Takez con la fuerza de una roca despeada.
Takez tuvo la sensacin de que se las haba con un
oso. Aqul era el hombre ms fuerte con el que haba
luchado jams. Temma le agarr por la garganta y le dio dos
o tres golpes que hicieron temer al joven por la integridad
de su crneo. Entonces Takez recobr nuevo aliento e hizo
volar a Temma. El hombretn se estrell contra la pared, y
el impacto hizo que se balanceara la casa y cuanto contena.
Cuando Takez alz la espada de madera para descargarla
sobre la cabeza de Temma, el saqueador rod a un lado, se
puso en pie de un salto y huy, perseguido de cerca por su
oponente.
Takez estaba decidido a impedir que Temma escapara,
pues eso sera peligroso. Saba perfectamente lo que iba a
hacer. Cuando le capturase no dejara a medias la faena de
matarle y se asegurara bien de que no le quedase un hlito
de vida.
Tal era la naturaleza de Takez. Para l slo contaban
los extremos. Incluso de nio haba tenido algo primitivo en
la sangre, algo que recordaba a los fieros guerreros del Japn
antiguo, algo tan salvaje como puro, que no conoca la luz
de la civilizacin ni el temple del conocimiento. Tampoco
conoca la moderacin. Era un rasgo natural, y por esa sola
caracterstica el muchacho nunca gust a su padre. Munisai
haba intentado, a la manera tpica de la clase militar, reducir
la ferocidad de su hijo castigndole severamente y con
frecuencia, pero el efecto de esa disciplina haba sido el de
aumentar la ferocidad del chico, como un jabal cuya
verdadera ferocidad surge cuando se ve privado de alimento.
Cuanto ms despreciaban los habitantes del pueblo al joven
matn, tanto ms l los dominaba despticamente.
Cuando aquel hijo de la naturaleza se hizo hombre,
empez a hartarse de andar pavonendose por el pueblo
como si fuese su dueo. Intimidar a los apocados
pueblerinos era demasiado fcil, y empez a soar en cosas
ms importantes. Sekigahara le haba dado su primera
leccin de cmo era realmente el mundo. Sus ilusiones
juveniles se haban hecho aicos, si bien era cierto que, para
empezar, no haba tenido muchas. Jams se le habra
ocurrido rumiar el fracaso de su primera aventura real, o
reflexionar en lo siniestro que era el futuro. An desconoca
el significado de la autodisciplina, y haba encajado sin
alterarse la sangrienta catstrofe.
Y ahora, fortuitamente, haba tropezado con un pez
gordo de veras, aquel Tsujikaze Temma, el jefe de los
saqueadores! Era la clase de adversario con quien haba
anhelado enfrentarse en Sekigahara.
Cobarde! le grit. Detente y lucha!
Takez corra velozmente por el campo negro como la
pez, lanzando un insulto tras otro. A diez pasos por
delante de l, Temma volaba como si tuviera alas. Takez
tena literalmente los pelos de punta y el viento produca
un sonido quejumbroso al azotarle el rostro. Se senta feliz,
ms de lo que haba estado en toda su vida. Cuanto ms
corra, ms cerca se encontraba del puro xtasis animal.
Se abalanz contra la espalda de Temma. Brot un
chorro de sangre en el lugar alcanzado por la punta de la
espada y un grito espantoso atraves la noche. El
voluminoso saqueador cay al suelo con un ruido sordo y
dio una vuelta. El crneo estaba aplastado y los ojos
sobresalan de sus rbitas. Tras otros dos o tres tremendos
golpes al cuerpo, las costillas rotas perforaron la piel.
Takez alz el brazo y se limpi el copioso sudor que
resbalaba por su frente.
Satisfecho, capitn? pregunt en tono triunfal.
Tranquilamente, emprendi el regreso a la casa. Alguien
que le hubiera observado en aquel momento habra pensado
que era un joven sin ninguna preocupacin en el mundo,
que volva de dar un paseo nocturno. Se senta libre, sin
ningn remordimiento, sabedor de que si el otro hombre
hubiera ganado, l estara all tendido, muerto y solo.
Le lleg la voz de Matahachi en la oscuridad.
Eres t, Takez?
S replic sin la menor emocin. Qu pasa?
Matahachi corri a l y le anunci, excitado:
He matado a uno! Y t?
Tambin he matado a uno.
Matahachi alz su espada, empapada en sangre hasta la
empuadura. Cuadrando los hombros con orgullo, dijo:
Los otros huyeron. Esos puercos ladrones no valen
mucho para luchar! Slo pueden enfrentarse a los muertos,
ja, ja! Yo dira que son tal para cual, ja, ja, ja!
Los dos estaban ensangrentados y satisfechos como un
par de cachorros bien alimentados. Charlando jovialmente,
se dirigieron hacia la lmpara visible a lo lejos, Takez con
su palo y Matahachi con su espada, las dos armas
igualmente cubiertas de sangre.
Un caballo extraviado asom la cabeza por la ventana y
mir el interior de la casa. Su bufido despert a los dos
durmientes. Takez maldijo al animal y le dio una vigorosa
palmada en el hocico. Matahachi se estir, bostez y dijo
que haba dormido muy bien.
El sol ya est muy alto observ Takez.
Es ya la tarde?
Imposible!
Tras un sueo reparador, los acontecimientos de la
noche haban sido olvidados. Para aquellos dos jvenes,
slo existan el hoy y el maana.
Takez corri a la parte trasera de la casa y se desnud
hasta la cintura. Agachado junto al limpio y fresco torrente
de montaa, se moj la cara y el cabello y luego se lav el
pecho y la espalda. Mir hacia arriba e inhal a fondo
varias veces, como si quisiera absorber la luz del sol y todo
el aire del cielo. Matahachi, todava sooliento, fue a la
habitacin del hogar, donde dio jovialmente los buenos das
a Ok y Akemi.
Por qu estas dos damas tan encantadoras ponen
cara de acelga? les pregunt.
Eso parece?
S, no hay duda alguna. Parece como si las dos
estuvierais de luto. A qu viene esa tristeza? Hemos
matado al asesino de tu marido y dado a sus sicarios una
paliza que no olvidarn pronto.
La decepcin de Matahachi no era difcil de
comprender. Haba credo que la viuda y su hija estaran
exultantes por la noticia de la muerte de Temma. En verdad,
la noche anterior Akemi palmoteo jubilosa cuando se
enter, pero Ok pareci inquieta desde el principio, y
ahora, sentada de modo desgarbado junto al fuego y con
expresin abatida, pareca haber empeorado.
Pero qu te ocurre? le pregunt el muchacho,
pensando que era la mujer ms difcil de complacer que
haba conocido jams. Vaya gratitud!, dijo para sus
adentros, mientras tomaba el t amargo que Akemi le haba
servido y se sentaba en cuclillas.
Ok sonri tristemente, envidiosa del joven que
desconoca cmo es en realidad el mundo.
Matahachi le dijo con voz cansada, parece que
no lo entiendes. Temma tena centenares de seguidores.
Claro que los tena. Los maleantes como l siempre
los tienen. No tememos a la clase de gente que siguen a los
de su calaa. Si hemos podido matarle, por qu habramos
de temer a sus inferiores? Si intentan hacernos algo, Takez
y yo...
No haris nada! le interrumpi Ok.
Matahachi ech atrs los hombros y dijo:
Quin dice eso? Trae tantos de ellos como quieras!
No son ms que un puado de gusanos. Acaso crees que
Takez y yo somos unos cobardes, que vamos a retirarnos
sigilosamente, reptando sobre nuestros vientres? Por quin
nos tomas?
No sois cobardes, pero s infantiles! Incluso para m.
Temma tiene un hermano menor llamado Tsujikaze Khei,
y si se viene a por vosotros, ni siquiera los dos fundidos
en uno solo tendra una sola posibilidad de vencerle.
No eran stas las cosas que a Matahachi le gustaba
escuchar, pero a medida que ella hablaba, empez a pensar
que quiz no iba del todo descaminada. Al parecer
Tsujikaze Khei tena un gran grupo de seguidores
alrededor de Yasugawa, en Kiso, y no slo eso, sino que era
experto en las artes marciales y tena una pericia fuera de lo
corriente para coger a la gente desprevenida. Hasta
entonces, nadie de quien Khei hubiera anunciado
pblicamente que le matara haba vivido su vida normal. En
opinin de Matahachi, una cosa era que alguien te atacara
en campo abierto, y otra muy distinta que cayera sobre ti
cuando estabas dormido.
se es uno de mis puntos flacos admiti.
Duermo como un tronco.
Mientras permaneca sentado, con la mano en la mejilla,
pensativo, Ok lleg a la conclusin de que lo nico que
podan hacer era abandonar la casa y su modo de vida actual
e irse a algn lugar lejano. Pregunt a Matahachi qu haran
l y Takez.
Lo hablar con l replic Matahachi. Por cierto,
adnde habr ido?
Sali de la casa y mir a su alrededor, pero Takez no
se vea por ninguna parte. Al cabo de un rato se puso la
palma por encima de los ojos, escudri la lejana y
descubri a Takez cabalgando al pie de la colina, montado
a pelo en el caballo extraviado que les haba despertado con
sus relinchos.
No tiene ninguna preocupacin en el mundo, se dijo
Matahachi, bruscamente envidioso. Ahuecando las manos
alrededor de la boca, grit:
Eh, t! Vuelve a casa! Tenemos que hablar!
Poco despus estaban los dos tendidos en la hierba,
mascando briznas y discutiendo lo que deberan hacer a
continuacin.
Crees entonces que debemos volver a casa? dijo
Matahachi.
As es. No podemos quedarnos con estas mujeres
para siempre.
No, supongo que no.
No me gustan las mujeres. Por lo menos Takez
estaba seguro de ello.
Muy bien. Entonces, marchmonos.
Matahachi se dio la vuelta y contempl el cielo.
Ahora que nos hemos decidido, quiero ponerme en
marcha. De pronto he comprendido cunto echo de menos a
Ots, cunto deseo verla. Mira all! Hay una nube que
tiene exactamente su perfil. Mira! Esa parte es
exactamente como su pelo cuando acaba de lavarlo.
Matahachi golpeaba el suelo con los talones y sealaba el
cielo.
Los ojos de Takez siguieron al caballo en retirada al
que acababa de dar la libertad. Como muchos de los
vagabundos que viven en los campos, los caballos perdidos
le parecan seres amistosos. Cuando has terminado con
ellos, no piden nada y se limitan a marcharse solos y en
silencio.
Akemi les grit desde la casa que la cena estaba lista. Se
pusieron en pie.
Te echo una carrera! propuso Takez.
Vamos all! replic Matahachi.
Akemi palmoteo encantada mientras los dos corran a
toda velocidad entre la alta hierba, dejando tras ellos una
espesa estela de polvo.
Despus de cenar, Akemi se qued pensativa. Acababa
de enterarse de que los dos hombres haban decidido volver
a sus hogares. Haba sido divertido tenerlos en la casa, y
quera que siguieran all indefinidamente.
Qu tonta eres! la rega su madre. Por qu te
lo tomas as?
Ok se estaba maquillando tan meticulosamente como
siempre, y mientras rea a la muchacha miraba en el espejo
a Takez. ste not su mirada y de sbito record la
fragancia acre de su cabello la noche que invadi su
habitacin.
Matahachi, que haba cogido la gran jarra de sake de un
estante, se dej caer al lado de Takez y empez a llenar
una pequea botella para calentar la bebida, como si fuese el
dueo de la casa. Puesto que aqulla iba a ser la ltima
noche que pasaban juntos, se proponan beber a discrecin.
Ok pareca poner un cuidado especial en su maquillaje.
Que no quede una sola gota sin beber! exclam.
No vale la pena dejar aqu el sake para las ratas.
O los gusanos! dijo inesperadamente Takez.
Pronto vaciaron tres grandes jarras. Ok se inclin hacia
Matahachi y empez a acariciarle de tal manera que Takez
volvi la cara, azorado.
Yo..., yo..., no puedo andar musit Ok con la voz
distorsionada por el alcohol.
Matahachi la llev hasta su jergn. La cabeza de la
mujer descansaba en su hombro. Una vez all, ella se volvi
hacia Takez y le dijo con rencor:
T, Takez, duermes ah solo. Te gusta dormir solo,
no es cierto?
Sin un murmullo, Takez se tendi donde estaba. Haba
bebido mucho y era muy tarde.
Cuando se despert era pleno da. En cuanto abri los
ojos, lo percibi. Algo le dijo que la casa estaba vaca. Las
cosas que Ok y Akemi haban amontonado el da anterior
para el viaje haban desaparecido. No haba ropas ni
sandalias... Matahachi tampoco estaba.
Llam, pero no obtuvo respuesta, ni la esperaba. Una
casa vaca tiene un aura propia. No haba nadie en el patio,
nadie detrs de la casa, nadie en la leera. El nico rastro de
sus compaeros era un brillante peine rojo que estaba junto
a la boca abierta de la caera del agua.
Matahachi es un cerdo!, se dijo.
Husme el peine y record cmo Ok haba intentado
seducirle aquella noche, haca poco tiempo.
Esto es lo que ha derrotado a Matahachi, pens, y la
mera idea le hizo hervir de clera.
Idiota! grit. Y Ots? Qu piensas hacer con
ella? No la has abandonado ya demasiadas veces, cerdo?
Pisote el peine barato. Quera llorar de rabia, no por s
mismo, sino por la lstima que le daba Ots, a quien poda
imaginar ntidamente esperando en el pueblo.
Mientras permaneca sentado en la cocina, lleno de
desconsuelo, el caballo extraviado mir impasible a travs
del vano de la puerta. Al ver que Takez no le daba una
palmada en el hocico, entr, fue hasta la pila y empez a
lamer perezosamente unos granos de arroz que se haban
pegado all.
El festival de las flores
En el siglo XVII, la carretera de Mimasaka vena a ser una
va principal. Parta de Tatsuno, en la provincia de Harima,
y serpenteaba por un territorio conocido proverbialmente
como una montaa detrs de otra. Al igual que las estacas
que sealaban la frontera entre Mimasaka y Harima, segua
una serie de elevaciones que parecan interminables. Los
viajeros que coronaban el puerto de Nakayama vean a sus
pies el valle del ro Aida, donde, a menudo para su
sorpresa, haba un pueblo de tamao considerable.
En realidad, Miyamoto era ms un conjunto de
villorrios diseminados que un pueblo verdadero. Haba un
grupo de casas a lo largo de las orillas del ro, otro
amontonado ms arriba, en las colinas, y un tercero en
medio de campos llanos que eran pedregosos y, por lo
tanto, difciles de arar. En total, el nmero de casas era
importante para un ncleo rural de la poca.
Hasta haca alrededor de un ao, el seor Shimmen de
Iga haba mantenido un castillo a poca distancia del ro,
pequeo en comparacin con otros castillos, pero que de
todos modos atraa a un flujo continuo de artesanos y
mercaderes. Ms al norte estaban las minas de plata de
Shikozaka, ya muy lejos de la poca de su pleno
rendimiento, pero que en otro tiempo haban seducido a los
mineros de todas las regiones del pas.
Los viajeros que se trasladaban desde Tottori, en la
costa del mar del Japn, a Himeji, en la del mar Interior, o
desde Tajima a Bizen a travs de las montaas, usaban
naturalmente la carretera y, con la misma naturalidad,
hacan un alto en Miyamoto. ste tena la atmsfera extica
de un pueblo visitado a menudo por los naturales de
diversas provincias, y no slo se enorgulleca de tener una
posada, sino tambin una tienda de prendas de vestir.
Albergaba tambin a un grupo de mujeres de la noche, las
cuales, con el cuello empolvado de blanco, como estaba de
moda, permanecan inmviles ante sus establecimientos
como murcilagos blancos bajo los aleros. Aqul era el
pueblo que Takez y Matahachi haban abandonado para ir
a la guerra.
Ots estaba sentada, mirando por encima de los tejados
de Miyamoto y soando despierta. Era una muchacha
menuda, de tez blanca y reluciente cabello negro, osamenta
ligera y miembros frgiles. Tena un aire asctico, casi
etreo. Al contrario que las robustas y rubicundas
muchachas campesinas que trabajaban en los arrozales, los
movimientos de Ots eran delicados. Caminaba con garbo,
el largo cuello estirado y la cabeza alta. Ahora, encaramada
en el porche del templo de Shippji, pareca una estatuilla
de porcelana.
Era una nia expsita que se haba criado en aquel
templo de montaa, y haba adquirido una encantadora
reserva que no suele encontrarse en una muchacha de
diecisis aos. Su aislamiento de las dems nias de su edad
y del mundo cotidiano le haba dado una expresin
contemplativa y seria que tenda a desconcertar a los
hombres acostumbrados a las mujeres frvolas. Matahachi,
su prometido, slo tena un ao ms que ella, y desde que
abandon Miyamoto con Takez el ao anterior no haba
vuelto a saber de l. Incluso durante los dos primeros meses
del nuevo ao haba suspirado por tener noticias suyas,
pero ahora se aproximaba el cuarto mes y ya no se atreva a
abrigar esperanzas.
Dirigi perezosamente su mirada a las nubes y un
pensamiento cruz por su mente: Pronto habr
transcurrido un ao entero.
La hermana de Takez tampoco sabe nada de l. Sera
una necia si creyera que uno de ellos est vivo. De vez en
cuando deca a alguien estas palabras, anhelando, casi
suplicando con la voz y la mirada, que su interlocutor la
contradijera, la animara a no abandonar la esperanza. Pero
nadie haca caso de sus suspiros. Para los realistas
pueblerinos, que ya se haban acostumbrando a que las
tropas de Tokugawa ocuparan el modesto castillo de
Shimmen, no haba ninguna razn para suponer que haban
sobrevivido. Ni un solo miembro de la familia del seor
Shimmen haba regresado de Sekigahara, cosa muy natural,
pues eran samuris, haban sido derrotados y no querran
presentarse entre quienes los conocan. Pero eso no rezaba
para los soldados rasos de infantera. No era normal que
regresaran a casa? No lo habran hecho mucho tiempo atrs
de haber sobrevivido?
Una vez ms, como lo haba hecho en innumerables
ocasiones anteriores, Ots se pregunt por qu los hombres
tenan que escaparse para ir a la guerra. Haba llegado a
gozar, aunque con un goce melanclico, de aquellos
momentos en que permaneca a solas en el porche del
templo y reflexionaba en ese imponderable. Podra quedarse
all durante horas, sumida en una ensoacin nostlgica. De
repente, una voz masculina que la llamaba por su nombre
invadi su isla de paz.
Ots alz la vista y vio aun hombre ms bien joven que
se acercaba a ella desde el pozo. Vesta tan slo un
taparrabos, que apenas cumpla con su funcin, y su piel
curtida por la intemperie brillaba como el oro mate de una
antigua estatua budista. Era el monje zen que, tres o cuatro
aos atrs, haba llegado all procedente de la provincia de
Tajima. Desde entonces resida en el templo.
Por fin ha llegado la primavera se deca a s mismo
con satisfaccin. La primavera es una bendicin, aunque
variable. En cuanto hace un poco de calor, esos insidiosos
piojos se apoderan del campo. Intentan dominar la
situacin, igual que Fujiwara-no-Michinaga, ese astuto y
pcaro regente. Hizo una pausa y prosigui con su
monlogo: Acabo de lavarme la ropa, pero cundo
demonios voy a secar este hbito viejo y andrajoso? No
puedo colgarlo del ciruelo, pues cubrir esas flores sera un
sacrilegio, un insulto a la naturaleza. Heme aqu, un
hombre de buen gusto que no puede encontrar un sitio
donde colgar su hbito! Ots! Prstame un tendedero.
La muchacha se ruboriz al ver al monje prcticamente
desnudo.
Takuan! exclam. No puedes ir por ah medio
en cueros hasta que se sequen tus ropas!
Entonces me ir a dormir. Qu te parece?
Oh, no tienes remedio!
El monje alz un brazo hacia el cielo y apunt con el
otro al suelo, adoptando la pose de las diminutas estatuas
de Buda que los fieles ungan una vez al ao con un t
especial.
La verdad es que debera haber esperado hasta
maana. Puesto que es el da octavo, el cumpleaos de
Buda, podra haberme quedado as y dejar que la gente se
inclinara ante m. Y cuando me hubieran echado por encima
el cucharn de t dulce, habra sorprendido a todo el mundo
al lamerme los labios. Adopt una postura piadosa y
enton las primeras palabras del Buda: Arriba en el
cielo y abajo en la tierra slo yo soy santo.
Ots se ech a rer ante esa exhibicin de irreverencia.
Te pareces a l, de veras!
Naturalmente, soy la encarnacin viva del prncipe
Siddartha.
Entonces qudate completamente inmvil. No te
muevas! Ir a buscar un poco de t para echrtelo por
encima.
En aquel momento una abeja emprendi un ataque en
gran escala de la cabeza del monje, cuya postura de
reencarnacin cedi de inmediato el paso a una agitacin de
brazos. La abeja, al observar una brecha en el holgado
taparrabos, se abalanz por all, y Ots se desternill de
risa. Desde la llegada de Takuan Sh, nombre que le
impusieron al convertirse en sacerdote, nunca transcurran
muchos das sin que incluso la reticente Ots se divirtiera
por algo que el monje haca o deca.
No obstante, se interrumpi de sbito.
No puedo perder ms tiempo con estas tonteras.
Tengo cosas importantes que hacer!
Mientras ella introduca sus pequeos pies en las
sandalias, el monje le pregunt inocentemente:
Qu cosas?
Qu cosas? Tambin t lo has olvidado? Tu
pantomima acaba de recordrmelo. Debo prepararlo todo
para maana. El viejo sacerdote me ha pedido que recoja
flores para decorar el templo. Luego tengo que disponer las
cosas para la ceremonia de la uncin. Y esta noche debo
preparar el t dulce.
Dnde vas a coger las flores?
Junto al ro, en la parte baja del campo.
Te acompaar.
As, sin nada de ropa?
No podrs recoger bastantes flores t sola, necesitas
ayuda. Adems, el hombre nace sin ropa. La desnudez es su
estado natural.
Puede que sea as, pero no me parece natural. La
verdad es que preferira ir sola.
Confiando en eludirle, Ots se apresur a ir detrs del
templo, donde se at un cesto a la espalda, cogi una hoz y
se desliz por la puerta lateral, pero cuando mir atrs, slo
unos instantes despus, le vio en pos de ella. Ahora Takuan
se cubra con un gran pao de envolver, de los que usaba la
gente para acarrear sus ropas de cama.
Te gusta ms as? le pregunt l, sonriente.
Claro que no. Tienes un aspecto ridculo. La gente te
tomar por loco!
Porqu?
No importa. Pero no andes a mi lado!
Hasta ahora nunca te haba importado caminar al lado
de un hombre.
Eres insoportable, Takuan!
Ech a correr, y l la sigui dando unas zancadas que
habran venido bien a Buda cuando baj del Himalaya.
La brisa agitaba furiosamente el pao de envolver.
No te enfades, Ots! Ya sabes que estoy
bromeando. Adems, si haces demasiados morros no les
gustars a tus amigos.
A ochocientas o novecientas varas del templo florecan
profusamente las flores primaverales en ambas orillas del
ro Aida. Ots dej el cesto en el suelo, entre un mar de
aleteantes mariposas, y empez a trazar amplios crculos
con la hoz, cortando las flores cerca de sus races.
Al cabo de un rato, Takuan entr en un estado de nimo
reflexivo.
Qu paz reina aqu dijo con un suspiro, y pareci a
la vez religioso e infantil. Por qu, cuando podramos
vivir siempre en un paraso lleno de flores, todos
preferimos gemir, sufrir y perdernos en un torbellino de
pasin y furia, torturndonos en las llamas del infierno?
Confo en que t, por lo menos, no tengas que pasar por
todo eso.
Mientras llenaba rtmicamente el cesto de amarillas
flores de colza, crisantemos primaverales, margaritas,
amapolas y violetas, Ots replic:
Takuan, en vez de predicar un sermn ser mejor que
vigiles por si vienen abejas.
El asinti, exhalando un suspiro de desesperacin.
No hablo de las abejas, Ots. Simplemente quiero
transmitirte la enseanza de Buda sobre el destino de las
mujeres.
El destino de esta mujer no es asunto tuyo!
Cuan equivocada ests! Mi deber de sacerdote es
fisgonear en la vida de la gente. Convengo en que es un
oficio entrometido, pero no menos til que la tarea del
mercader, el sastre, el carpintero o el samurai. Existe porque
hace falta.
Ots se mostr conciliadora.
Supongo que tienes razn.
Es cierto que el sacerdocio ha estado en malas
relaciones con el gnero femenino durante unos tres mil
aos. Mira, el budismo ensea que las mujeres son malas,
demonacas, mensajeras del infierno. Me he pasado aos
sumido en las escrituras, por lo que no es casual que t y
yo nos estemos peleando siempre.
Y por qu, segn tus escrituras, las mujeres son
malas?
Porque engaan a los hombres.
Acaso los hombres no engaan tambin a las
mujeres?
S, pero... el mismo Buda fue un hombre.
Quieres decir que si hubiera sido mujer las cosas
seran exactamente al revs?
Claro que no! Cmo podra un demonio convertirse
jams en un Buda?
Eso no tiene ningn sentido, Takuan.
Si las enseanzas religiosas slo consistieran en
sentido comn, no necesitaramos profetas que nos las
transmitieran.
Ya estamos de nuevo, tergiversndolo todo en tu
propio beneficio!
se es un tpico comentario femenino. Por qu me
atacas personalmente?
Ella dej de segar una vez ms, con una expresin de
cansancio en el rostro.
No sigamos discutiendo, Takuan. Hoy no estoy de
humor para eso.
Silencio, mujer!
Eres t el que no ha dejado de hablar.
Takuan cerr los ojos, como si hiciera acopio de
paciencia.
Intentar explicrtelo. Cuando el Buda era joven, se
sent bajo el rbol bo, donde las diablesas le tentaban noche
y da. Como es natural, no se form una opinin muy
elevada de las mujeres. Pero aun as, como era tan
misericordioso, en su vejez acept algunas discpulas.
Porque se haba vuelto sabio o senil?
No seas blasfema! le advirti severamente. Y
no olvides al bodhisattva Nagarjuna, que detestaba..., quiero
decir que tema a las mujeres tanto como el Buda. Incluso l
lleg a alabar cuatro tipos femeninos: las hermanas
obedientes, las compaeras amorosas, las buenas madres y
las siervas sumisas. Ensalzaba sus virtudes una y otra vez,
y aconsejaba a los hombres que tomaran a tales mujeres por
esposas.
Hermanas obedientes, compaeras amorosas, buenas
madres y siervas sumisas... Veo que lo tenis todo
dispuesto en beneficio de los hombres.
Bueno, eso es bastante natural, no crees? En la
antigua India se respetaba ms a los hombres y menos a las
mujeres que en Japn. En fin, me gustara que oyeras el
consejo que Nagarjuna daba a las mujeres.
Qu consejo?
Deca: Mujer, no te cases con un hombre....
Eso es ridculo!
Djame terminar. Deca Mujer, csate con la
verdad.
Ots le mir sin comprender.
No lo ves? dijo l, agitando el brazo. Csate
con la verdad significa que no debes encapricharte de un
mero mortal, sino buscar lo eterno.
Pero Takuan, qu es la verdad? le pregunt
Ots con impaciencia.
El monje dej caer ambos brazos a los costados y se
quedo mirando el suelo.
Bien mirado dijo pensativamente, yo mismo no
estoy seguro de lo que sea.
Ots se ech a rer, pero Takuan no le hizo caso.
Hay algo que s con certeza. Aplicado a tu vida,
casarte con la sinceridad significa que no deberas pensar en
irte a la ciudad y parir nios dbiles y llenos de pamplinas,
sino que deberas quedarte en el campo, de donde eres, y
criar una prole hermosa y sana.
Ots levant la hoz con impaciencia.
Takuan replic, exasperada. Has venido aqu
para ayudarme a coger flores o no?
Claro que s, para eso estoy aqu.
Entonces deja de predicar y agarra esa hoz.
Muy bien, si realmente no deseas mi gua espiritual,
no voy a imponrtela dijo l, fingindose dolido.
Mientras ests trabajando, correr a casa de Ogin y
ver si ha terminado el obi que he de ponerme maana.
Ogin? La hermana de Takez? La conozco,
verdad? No vino contigo una vez al templo? Arroj la
hoz al suelo. Te acompaar.
Vestido as?
l fingi que no la haba odo.
Probablemente nos ofrecer t. Me muero de sed.
Extenuada por la discusin con el monje, Ots asinti
levemente y juntos partieron por la orilla del rio.
Ogin tena veinticinco aos y ya no se la consideraba en
la flor de la juventud, pero era bastante atractiva. Aunque la
reputacin de su hermano tenda a desconcertar a sus
pretendientes, no le faltaban proposiciones de matrimonio.
Su porte y su buena crianza eran evidentes de inmediato
para todos. Hasta entonces haba rechazado todas las
ofertas, argumentando que quera cuidar un poco ms de su
hermano menor.
La casa donde viva haba sido construida por su padre,
Munisai, cuando se encargaba del adiestramiento militar del
clan Shimmen. Como recompensa por sus excelentes
servicios haba sido honrado con el privilegio de tomar el
apellido Shimmen. La casa, que daba al ro, estaba rodeada
por un alto muro de tierra sobre cimientos de piedra, y era
demasiado grande para las necesidades de un samurai rural
ordinario. Aunque en otro tiempo fue imponente, se haba
deteriorado. En el tejado crecan lirios silvestres, y la pared
del dj, la sala de ejercicios donde en otro tiempo Munisai
ense las artes marciales, estaba totalmente llena de
blancos excrementos de golondrina.
Munisai cay en desgracia, perdi su categora y muri
pobre, cosa que era bastante frecuente en una poca de
turbulencias. Poco despus de su muerte, sus criados se
marcharon, pero como todos eran naturales de Miyamoto,
muchos seguan acudiendo a la casa. En esas ocasiones
traan verduras frescas, dejaban limpias las habitaciones sin
usar, llenaban las jarras de agua, barran el sendero y
contribuan de muchas otras maneras al mantenimiento de la
casa. Tambin tenan una agradable charla con la hija de
Munisai.
Cuando Ogin, que estaba cosiendo en una habitacin
interior, oy que se abra la puerta trasera, supuso
naturalmente que se trataba de uno de sus ex sirvientes.
Estaba absorta en su trabajo, y se sobresalt al or el saludo
de Ots.
Ah, eres t. Me has dado un susto. Estoy
terminando tu obi. Lo necesitas para la ceremonia de
maana, verdad?
As es. Quiero agradecerte la molestia que te has
tomado, Ogin. Debera haberlo cosido yo misma, pero tena
demasiado trabajo en el templo y nunca habra podido
hacerlo.
Me alegra serte de ayuda. Yo dispongo de ms
tiempo del que es bueno para m. Si no estoy atareada,
empiezo a meditar tristemente.
Ots alz la cabeza y vio el altar domstico. En un
platito arda una vela de llama oscilante, a cuya luz
mortecina la muchacha vio dos inscripciones oscuras,
pintadas cuidadosamente. Estaban pegadas a unas tablillas,
con una ofrenda de agua y flores delante de ellas:
El espritu del desaparecido Shimmen Takez, de 17 aos.
El espritu del desaparecido Hon'iden Matahachi, de la
misma edad.
Ogin le dijo Ots, alarmada: Has tenido
noticias de que los han matado?
No, pero... qu otra cosa podemos pensar? Lo he
aceptado. Estoy segura de que han muerto en Sekigahara.
Ots sacudi la cabeza con violencia.
No digas eso, Ogin! Se precipit al altar y arranc
las inscripciones de sus tablillas. Me libro de estas cosas
porque slo invitan a lo peor.
Mientras soplaba para apagar la vela, las lgrimas
corran por su rostro. No satisfecha con eso, cogi las flores
y el cuenco de agua y cruz la habitacin contigua hasta la
terraza, desde donde arroj las flores tan lejos como pudo y
verti el agua por encima de la barandilla. Cay sobre la
cabeza de Takuan, que estaba acuclillado en el suelo.
Aaay, qu fra est! grit el monje,
incorporndose de un salto y tratando frenticamente de
secarse la cabeza con el pao de envolver. Qu ests
haciendo? He venido aqu a tomar una taza de t, no a
baarme!
Ots se ech a rer hasta que volvieron a saltrsele las
lgrimas, esta vez de regocijo.
Lo siento, Takuan, de veras. No te haba visto.
A modo de disculpa le trajo el t que l haba estado
esperando. Cuando entr, Ogin, que miraba fijamente hacia
la terraza, le pregunt:
Quin es se?
El monje itinerante que se aloja en el templo, ya
sabes, ese hombre sucio. Le viste el otro da, cuando me
acompaabas, recuerdas? Estaba tendido al sol, boca abajo,
con la cabeza entre las manos y mirando el suelo. Cuando le
preguntamos qu haca, dijo que sus piojos realizaban un
encuentro de lucha, y aadi que los haba adiestrado para
que le entretuvieran.
Ah, es l!
S, l. Se llama Takuan Sh.
Es un poco raro.
Eso es lo ms suave que puede decirse de l.
Qu es eso que lleva puesto? No parece un hbito
de sacerdote.
Y no lo es, sino un pao de envolver.
Un pao de envolver? Es un excntrico. Qu edad
tiene?
Dice que treinta y uno, pero a veces me siento como
si fuese su hermana mayor, tan tonto es. Uno de los
sacerdotes me ha dicho que, a pesar de su aspecto, es un
monje excelente.
Supongo que eso es posible. Nunca puedes juzgar a
la gente por su aspecto. De dnde procede?
Naci en la provincia de Tajima y empez a
prepararse para el sacerdocio a los diez aos. Unos cuatro
aos despus ingres en un templo de la secta zen Rinzai.
Luego la abandon y se hizo seguidor de un sacerdote y
sabio del Daitokuji, con el que viaj a Kyoto y Nara. Ms
tarde estudi con Gud, del Myshinji, Itt de Sennan y
toda una serie de otros famosos hombres santos. Se ha
pasado una tremenda cantidad de tiempo estudiando!
Tal vez por eso hay en l algo diferente.
Ots prosigui con el historial de Takuan:
Le nombraron monje residente en el Nansji y ms
tarde, por edicto imperial, abad del Daitokuji. Nadie me ha
dicho nunca por qu motivos, y l nunca habla de su
pasado, pero por alguna razn huy de all cuando slo
llevaba tres das.
Ots sacudi la cabeza.
Dicen que famosos generales como Hosokawa y
nobles como Karasumaru han intentado una y otra vez
convencerle de que se establezca definitivamente sigui
diciendo. Incluso le ofrecieron levantarle un templo y
donar dinero para su mantenimiento, pero a l no le
interesa. Dice que prefiere vagar por el campo como un
mendigo, con slo sus piojos por amigos. Yo dira que est
un poco loco.
Es posible que, desde su punto de vista, seamos
nosotros los raros.
Eso es exactamente lo que dice!
Cunto tiempo se quedar aqu?
No hay manera de saberlo. Tiene la costumbre de
presentarse un da y desaparecer al siguiente.
Takuan, que estaba en pie cerca de la terraza, grit:
Oigo todo lo que decs!
Bueno, no estamos diciendo nada malo replic
Ots alegremente.
No me importa que lo hagis, si os parece divertido,
pero por lo menos podrais darme unos pastelillos para
acompaar al t.
A eso me refera dijo Ots. Es siempre as.
Qu quieres decir con eso de que soy siempre as?
pregunt Takuan con retintn. Y qu me dices de ti?
Ah sentada parece como si fueras incapaz de hacer dao a
una mosca, y sin embargo actas de una manera mucho ms
cruel y despiadada de lo que yo podra jams.
Ah, s? De qu manera soy cruel y despiadada?
Dejndome aqu afuera, desamparado, sin nada ms
que t, mientras t ests ah sentada gimiendo por tu
amante perdido!
Las campanas sonaban en el Daishji y el Shippji. Haban
empezado a sonar con un ritmo mesurado poco despus del
alba y seguan hacindolo de vez en cuando bien pasado el
medioda. Por la maana una procesin constante se diriga
a los templos: muchachas con obis rojos en sus kimonos,
viudas de mercaderes que usaban unos tonos ms apagados,
y aqu y all una anciana con kimono oscuro que llevaba a
sus nietos de la mano. La pequea sala principal del
Shippji estaba atestada de fieles, pero los hombres jvenes
que haba entre ellos estaban ms interesados en mirar a
Ots que en participar en la ceremonia religiosa.
En efecto, est aqu susurr uno.
Ms bonita que nunca aadi otro.
En el interior de la sala se alzaba un templo en miniatura
con el techo cubierto de hojas de lima y las columnas
rodeadas de flores silvestres entretejidas. Dentro del
templo floral, como lo llamaban, haba una estatua negra
del Buda, de dos pies de altura, que sealaba con una mano
el cielo y con la otra la tierra. La imagen estaba colocada en
un recipiente de arcilla de fondo plano, y los fieles, al pasar
por delante, vertan t dulce sobre su cabeza con un
cucharn de bamb. Takuan permaneca a un lado con un
suministro adicional del blsamo sagrado, llenando tubos de
bamb para que los fieles se los llevaran a casa, pues traa
buena suerte. Mientras verta el lquido, solicitaba
donativos.
Este templo es pobre, por lo que os pido que donis
tanto como os sea posible, sobre todo vosotros, los ricos...,
s quines sois, porque llevis esas finas sedas y esos obis
bordados. Tenis mucho dinero, pero tambin debis tener
muchas preocupaciones. Si dejis un quintal de monedas
por vuestro t, vuestras preocupaciones sern un quintal
ms ligeras.
En el otro lado del templo floral, Ots estaba sentada
ante una mesa negra lacada. Su cara tena un color rosado
brillante, como las flores que la rodeaban. Ataviada con su
obi nuevo, escriba ensalmos en hojas de papel de cinco
colores. Mova el pincel con destreza, mojndolo de vez en
cuando en un tintero de laca y oro que tena a su derecha.
Escribi:
Rpida e intensamente
en ste, el mejor de los das,
el octavo del cuarto mes,
que sean sentenciados esos
insectos que devoran las cosechas.
Desde tiempo inmemorial se crea en aquellos contornos
que colgar ese prctico poema de la pared poda proteger no
slo de los bichos, sino tambin de las enfermedades y la
fortuna adversa. Ots escribi los mismos versos docenas
de veces, con tanta frecuencia que la mueca empez a
latirle dolorosamente y su caligrafa a reflejar la fatiga.
Se detuvo un momento a descansar y llam a Takuan:
No sigas tratando de robar a esta gente. Les ests
quitando demasiado.
Slo me dirijo a los que ya tienen demasiado y eso ha
llegado a ser una carga para ellos. La esencia de la caridad
consiste en aliviarles de esa carga.
Segn ese razonamiento, los ladrones comunes son
todos santos.
Takuan estaba demasiado ocupado recogiendo
donativos para replicar.
Vamos, vamos deca a la multitud que avanzaba a
empellones. No empujis, no tengis prisa, haced cola.
Muy pronto tendris ocasin de aligerar vuestras bolsas.
Eh, sacerdote! dijo un joven que haba sido
amonestado por abrirse paso a codazos.
Te refieres a m? replic Takuan, sealndose la
nariz.
S, a ti, no paras de decirnos que esperemos a nuestro
turno, pero entonces atiendes a las mujeres primero.
Me gustan las mujeres tanto como a cualquiera.
Debes de ser uno de esos monjes lascivos de los que
siempre omos contar ancdotas.
Basta ya, renacuajo! Crees acaso que no s por qu
ests t aqu? No has venido a reverenciar al Buda ni a
llevarte a casa un ensalmo. Ests aqu para echarle una
mirada a Ots! Vamos, confiesa..., no es eso cierto? No
llegars a ninguna parte con las mujeres si actas como un
msero.
El rostro de Ots se volvi escarlata.
Basta, Takuan! Cllate ahora mismo o voy a
volverme loca de veras!
Para dar reposo a sus ojos, Ots alz de nuevo la vista
de su trabajo y mir al exterior, por encima de la
muchedumbre. De sbito tuvo un atisbo de un rostro y dej
caer bruscamente el pincel. Se incorpor de repente, casi
derribando la mesa, pero el rostro ya se haba desvanecido,
como un pez que desaparece en el mar. Ajena a cuanto la
rodeaba, corri al porche del templo, gritando:
Takez! Takez!
La ira de la viuda
La familia de Matahachi, los Hon'iden, eran miembros
orgullosos de un grupo de la pequea aristocracia rural que
perteneca a la clase samurai pero tambin trabajaba la
tierra. El verdadero cabeza de familia era su madre, una
mujer incorregiblemente testaruda llamada Osugi, la cual,
aunque tena casi sesenta aos, todos los das se pona al
frente de sus familiares y agricultores arrendatarios y
trabajaba tan duramente como cualquiera de ellos. En la
poca de la siembra azadonaba los campos y, una vez
recogida la cosecha, trillaba la cebada pisotendola. Cuando
la oscuridad le forzaba a interrumpir el trabajo, siempre
encontraba algo que colgar de su espalda encorvada para
llevarlo a casa. A menudo era una carga de hojas de moral
tan grande que su cuerpo, casi doblado por la cintura,
apenas era visible debajo. Por la noche sola ocuparse de
sus gusanos de seda.
La noche del festival de las flores, Osugi alz la vista de
su trabajo en la parcela de los morales y vio que su nieto de
nariz mocosa corra descalzo por el campo.
Dnde has estado, Heita? le pregunt
severamente. En el templo?
Aja.
Estaba Ots all?
S respondi excitado, todava sin aliento. Y
llevaba un obi muy bonito. Estaba ayudando a celebrar el
festival.
Te has trado un poco de t dulce y un ensalmo para
mantener a los bichos alejados?
Pues no.
Los ojos de la anciana, normalmente ocultos entre
pliegues y arrugas, se abrieron de par en par y reflejaron
irritacin.
Y por qu no?
Ots me ha dicho que no me preocupara por eso, que
viniera corriendo a casa y te lo dijera.
Decirme qu?
Que Takez estaba al otro lado del ro. Dice que lo ha
visto, en el festival.
La voz de Osugi descendi una octava.
De veras? De veras te ha dicho eso, Heita?
S, abuela.
El fuerte cuerpo de la mujer pareci perder su rigidez en
el acto, y las lgrimas empaaron sus ojos. Se volvi
lentamente, como si esperase ver a su hijo detrs de ella. Al
no ver a nadie, volvi la cabeza de nuevo.
Heita le dijo bruscamente al muchacho. Ocpate
de recoger estas hojas de moral.
Adonde vas?
A casa. Si Takez ha vuelto, Matahachi tambin
estar aqu.
Ir contigo.
No, qudate aqu. No seas pesado, Heita.
La anciana se march con paso airado, dejando al
pequeo tan desamparado como un hurfano. La casa de
campo, rodeada de viejos y nudosos robles, era de gran
tamao. Osugi se apresur por delante de ella, en direccin
al granero, donde estaban trabajando su hija y algunos
agricultores arrendatarios. Cuando todava estaba a bastante
distancia de ellos, empez a llamarles con cierto
nerviosismo.
Ha vuelto Matahachi a casa? Est ya aqu?
Sobresaltados, se la quedaron mirando como si hubiera
perdido el juicio. Finalmente uno de los hombres dijo que
no, pero la anciana no pareci orle. Era como si en su
estado de nerviosismo se negara a aceptar un no por
respuesta. Al ver que seguan mirndola sin comprender, les
llam burros y les explic lo que acababa de saber por
medio de Heita, dicindoles que si Takez haba regresado,
sin duda Matahachi lo habra hecho con l. Entonces volvi
a adoptar su papel de comandante en jefe y les envi a
buscarle en todas las direcciones. Ella se qued en la casa, y
cada vez que oa a alguien aproximarse, sala corriendo para
preguntar si ya le haban encontrado.
Cuando se puso el sol, Osugi an no se haba dejado
desanimar, y encendi una vela ante las tablillas en recuerdo
de los antepasados de su marido. Tom asiento, al parecer
absorta en las plegarias e inmvil como una estatua. Puesto
que todo el mundo estaba todava afuera, buscando a su
hijo, no se sirvi la cena en la casa, y cuando anocheci y
an no haba noticias Osugi se movi por fin. Como si
estuviera en trance, sali de la casa y camin lentamente
hasta la puerta del muro, donde se qued esperando, oculta
en la oscuridad. Una luna acuosa brillaba entre las ramas de
roble, y las montaas que se alzaban delante y detrs de la
casa estaban veladas por una bruma blanca. Impregnaba la
atmsfera el aroma dulzn de las flores de peral.
Transcurri largo tiempo, hasta que alguien se
aproxim, avanzando por el borde exterior del huerto de
perales. Cuando reconoci a Ots por su silueta, Osugi la
llam y la muchacha corri hacia ella, sus hmedas
sandalias resonando ruidosamente al contacto con la tierra.
Ots! Me han dicho que has visto a Takez. Es
cierto?
S, estoy segura de que era l. Le vi entre la
muchedumbre que estaba fuera del templo.
No viste a Matahachi?
No. Sal corriendo para preguntarle por l, pero
cuando le llam, Takez ech a correr como un conejo
asustado. Mi mirada tropez por un instante con la suya,
antes de que desapareciera. Siempre ha sido raro, pero no
puedo imaginar por qu huy de esa manera.
Huy? inquiri Osugi, perpleja.
Se puso a reflexionar, y cuanto ms lo haca, tanto ms
iba tomando forma en su mente una terrible sospecha.
Empezaba a ver claro que aquel muchacho Shimmen, aquel
rufin al que tanto odiaba por haberse llevado a su precioso
Matahachi a la guerra, volva a tramar algo que no poda ser
bueno.
Finalmente dijo en tono amenazador:
Ese desgraciado! Lo ms probable es que haya
dejado al pobre Matahachi moribundo en algn lugar, para
volver furtivamente l solo a casa, sano y salvo. Es un
cobarde! Empez a temblar de furia y su voz subi de
tono hasta convertirse en un chillido: No puede
esconderse de m!
Ots no haba perdido la compostura.
No, no creo que Takez hiciera semejante cosa. Aun
cuando hubiera tenido que dejar a Matahachi atrs, sin duda
nos lo dira o por lo menos nos traera algn recuerdo suyo.
Ots pareca disgustada por la apresurada acusacin de
la anciana.
Sin embargo, Osugi haba llegado a convencerse de la
perfidia de Takez. Sacudi la cabeza briosamente y sigui
diciendo:
Oh, no, l no lo hara! Cmo iba a hacerlo ese joven
demonio? No tiene tanto corazn. Matahachi nunca debera
haberse relacionado con l.
Abuela... le dijo Ots en tono consolador.
Qu? replic con brusquedad Osugi, en absoluto
consolada.
Creo que si vamos a casa de Ogin, es posible que
encontremos a Takez all.
La anciana se relaj un poco.
Puede que tengas razn. Es su hermana, y no hay
nadie ms en este pueblo dispuesto a cobijarle.
Entonces vayamos a comprobarlo, slo t y yo.
Osugi se resisti.
No veo por qu habra de hacer eso. Ella saba que su
hermano arrastr a mi hijo a la guerra, pero ni una sola vez
vino a disculparse ni presentar sus respetos. Y ahora que l
ha vuelto, ni siquiera ha venido a decrmelo. No s por qu
habra de ir a su casa. Es degradante. La esperar aqu.
Pero sta no es una situacin ordinaria replic
Ots. Adems, lo que ahora importa es ver a Takez lo
antes posible. Tenemos que averiguar lo que ha ocurrido.
Vamos, abuela, por favor. No tendrs que hacer nada. Si
quieres, yo me ocupar de las formalidades.
Osugi se dej persuadir a regaadientes. Por supuesto,
estaba tan ansiosa como Ots por averiguar lo que ocurra,
pero prefera morir antes que pedirle nada a un Shimmen.
La casa no estaba lejos. Al igual que la familia Hon'iden,
los Shimmen pertenecan a la pequea aristocracia rural, y
el origen de ambas familias se remontaba al clan Akamatsu,
muchas generaciones atrs. Sus casas estaban una frente a
otra, con el ro de por medio, y siempre se haban
reconocido tcitamente el derecho a la existencia, pero su
intimidad no pasaba de ah.
Cuando llegaron al portal del muro lo encontraron
cerrado, y ms all el ramaje de los rboles era tan espeso
que no se vea ninguna luz de la casa. Ots ech a andar con
la intencin de dar la vuelta al muro y entrar por la puerta
trasera, pero Osugi se par en seco, negndose a continuar
con la testarudez de una mua.
No me parece correcto que el cabeza de familia de los
Hon'iden entre en la residencia Shimmen por la puerta
trasera. Es degradante.
Al comprender que la anciana no iba a moverse, Ots
sigui sola hasta la puerta trasera. Poco despus se
encendi una luz al otro lado de la puerta principal. Ogin en
persona haba acudido a saludar a la anciana, la cual,
transformada repentinamente de una vieja bruja que araba
los campos en una gran dama, se dirigi a su anfitriona en
tono altivo.
Perdname por molestarte a estas horas, pero el
motivo que me ha trado aqu no poda esperar. Has sido
muy amable al venir e invitarme a entrar!
Pas por el lado de Ogin, entr en la casa y fue de
inmediato, como si fuese una enviada de los dioses, al
tokonoma, el lugar de honor de la casa, ante el que se sent
con porte orgulloso, su figura enmarcada por un pergamino
colgante y un conjunto floral. Entonces se dign aceptar las
ms sinceras palabras de bienvenida por parte de Ogin.
Finalizado el intercambio de saludos, Osugi fue
directamente al grano. Su falsa sonrisa desapareci mientras
miraba furibunda a la joven que estaba ante ella.
Me han dicho que el joven demonio de esta casa ha
vuelto a rastras. Ve a buscarle, por favor.
Aunque Osugi tena fama de deslenguada, esta
observacin malvola sin ningn disimulo incomod a la
educada Ogin.
El joven demonio? A quin te refieres? inquiri
la joven, contenindose visiblemente.
La camalenica Osugi cambi de tctica.
Ha sido un lapsus, te lo aseguro le dijo riendo.
As es cmo le llama la gente del pueblo. Supongo que me
lo han pegado. El joven demonio es Takez. Se oculta
aqu, no es cierto?
No, por qu? replic Ogin, realmente pasmada. Se
mordi el labio, azorada al or a la mujer referirse a su
hermano de aquella manera.
Ots se apiad de ella y le explic que haba visto a su
hermano en el festival. Entonces, deseosa de alisar los
sentimientos encrespados, aadi:
Es raro que no haya venido directamente aqu,
verdad?
Pues no ha venido dijo Ogin. sta es la primera
noticia que tengo de su regreso. Pero si ha vuelto, como
dices, estoy segura de que llamar a la puerta de un
momento a otro.
Osugi, sentada formalmente en un cojn sobre el suelo,
las piernas dobladas con pulcritud bajo ella, entrelaz las
manos en su regazo y, con la expresin de una suegra
ultrajada, se embarc en una diatriba.
Qu significa esto? Esperas que me crea que
todava no sabes nada de l? No comprendes que soy la
madre a cuyo hijo ese intil hermano tuyo ha arrastrado a la
guerra? No sabes que Matahachi es el heredero y el
miembro ms importante de la familia Hon'iden? Fue tu
hermano quien convenci a mi hijo para que se marchara de
casa y se hiciera matar. Si mi hijo ha muerto, es tu hermano
quien le ha matado, y si cree que puede volver a casa
sigilosamente y librarse de su responsabilidad... La
anciana se detuvo el tiempo suficiente para recobrar el
aliento y volvi a mirar enfurecida a la joven. Y qu me
dices de ti? Puesto que sin duda ha tenido la indecencia de
volver solo disimuladamente, por qu razn t, su
hermana mayor, no le has enviado de inmediato a verme?
Estoy disgustada con los dos, por tratar a una mujer mayor
con semejante falta de respeto. Quin te crees que soy?
Aspir aire de nuevo y sigui despotricando:
Si tu Takez ha vuelto, devulveme a mi Matahachi.
Si eso no te es posible, lo menos que puedes hacer es
convocar aqu a ese joven demonio y pedirle que me d una
explicacin satisfactoria de lo que le ha sucedido a mi
precioso muchacho y dnde se encuentra... Ahora mismo!
Cmo podra hacer tal cosa? Te digo que no est
aqu.
sa es una sucia mentira! grit la anciana.
Tienes que saber dnde est!
Pero no lo s, creme! protest Ogin.
Le temblaba la voz y tena los ojos arrasados de
lgrimas. Se inclin hacia adelante, deseando con todas sus
fuerzas que su padre estuviera vivo.
De repente, desde la puerta que daba a la terraza, lleg
un fuerte crujido, seguido por el ruido de unos pies al
correr.
Los ojos de Osugi relampaguearon y Ots empez a
levantarse, pero el siguiente sonido fue el de un grito que
pona los pelos de punta, tan prximo a un aullido animal
como es capaz de producir la voz humana.
Cogedle! grit un hombre.
Entonces se oy el sonido de varios pares ms de pies,
que corran alrededor de la casa, acompaado por los
chasquidos de ramas rotas y el susurro de las caas de
bamb.
Es Takez! exclam Osugi. Ponindose en pie de
un salto, mir furibunda a Ogin, que segua arrodillada, y le
dijo enfurecida: Saba que estaba aqu, lo vea con tanta
claridad como la nariz en tu cara. No s por qu has tratado
de ocultrmelo, pero te aseguro que jams lo olvidar.
Se precipit hacia la puerta corredera y la abri
bruscamente. Lo que vio en el exterior le hizo palidecer ms
todava.
Un joven con espinilleras estaba tendido de bruces en el
suelo, evidentemente muerto, aunque todava le brotaba
sangre fresca de los ojos y la nariz. A juzgar por el aspecto
de su crneo roto, alguien le haba matado con un solo golpe
de una espada de madera.
Hay..., hay un muerto... Un hombre muerto ah
afuera! dijo Osugi en voz entrecortada.
Ots fue con la lmpara a la terraza y permaneci al
lado de Osugi, la cual contemplaba aterrada el cadver. No
era ni Takez ni Matahachi, sino un samurai al que ninguna
de las dos reconoca.
Quin puede haber hecho esto? murmur Osugi,
y, volvindose rpidamente a Ots, le dijo: Volvamos a
casa antes de que nos veamos mezcladas en algo
desagradable.
Ots no poda marcharse de aquella manera. La anciana
haba dicho demasiadas cosas crueles, y sera injusto
abandonar a Ogin sin aplicarle primero un blsamo en sus
heridas. Pensaba que, si Ogin haba mentido, sin duda tena
buenas razones para ello. Sintiendo que deba quedarse para
consolar a Ogin, le dijo a Osugi que regresara ms tarde.
Haz lo que te plazca replic bruscamente Osugi, y
se dispuso a marcharse.
Ogin tuvo la amabilidad de ofrecerle un farol, pero
Osugi lo rechaz, con una expresin de orgulloso desafo.
Te hago saber que la jefe de la familia Hon'iden no es
tan senil que necesite una luz para caminar. Se arremang
el kimono, sali de la casa y se intern resueltamente en la
niebla que iba espesndose.
No lejos de la casa, un hombre le pidi que se detuviera.
Estaba espada en mano, con brazos y piernas protegidos
por una armadura. Era sin duda un samurai profesional, de
una clase que no se encontraba ordinariamente en el pueblo.
Acabas de salir de la casa de Shimmen? le
pregunt.
S, pero...
Perteneces a la familia Shimmen?
De ninguna manera! replic Osugi. Soy la
cabeza de familia de la casa de samurai al otro lado del ro.
Quieres decir entonces que eres la madre de
Hon'iden Matahachi, que fue con Shimmen Takez a la
batalla de Sekigahara?
S, es cierto, pero mi hijo no fue por su voluntad. Le
enga para que fuera ese joven demonio.
Demonio?
Ese... Takez!
Veo que ese Takez no est muy bien considerado en
el pueblo.
Bien considerado? No me hagas rer. Nunca has
visto a un matn semejante! No puedes imaginar los
problemas que hemos tenido en mi casa desde que mi hijo
se relacion con l.
Tu hijo parece haber muerto en Sekigahara. Yo...
Matahachi! Ha muerto?
La verdad es que no estoy seguro, pero quiz te
consuele en tu afliccin saber que har todo lo posible para
ayudarte a vengarle.
Osugi le mir con una expresin escptica.
Quin eres?
Pertenezco a la guarnicin de Tokugawa. Despus de
la batalla fuimos al castillo de Himeji. Obedeciendo rdenes
de mi seor, he tendido una barrera en la frontera de la
provincia de Harima para identificar a todo el que cruce.
Ese Takez, de la casa de ah continu, sealando
hacia el edificio, ha cruzado la barrera y huido hacia
Miyamoto. Le hemos perseguido hasta aqu. Es un tipo
duro, desde luego.
Cremos que, tras algunos das de marcha, la fatiga le
rendira, pero lo cierto es que an no lo hemos capturado.
Sin embargo, no puede huir eternamente. Daremos con l.
Osugi, que iba asintiendo mientras escuchaba,
comprendi entonces por qu Takez no se haba
presentado en el Shippji y, lo que era ms importante, que
probablemente no haba ido a su casa, puesto que se era el
primer lugar que registraran los soldados. Al mismo
tiempo, puesto que pareca viajar solo, la furia de la mujer
no disminuy lo ms mnimo. Pero tampoco poda creer
que Matahachi hubiera muerto.
S que Takez puede ser tan fuerte y astuto como
cualquier fiera salvaje, seor dijo afectadamente, pero
no creo que un samurai de vuestro valor tenga dificultad
alguna para capturarle.
Bueno, francamente, eso es lo que pens al principio.
Pero no somos muchos y hace poco ha matado a uno de
mis hombres.
Permitid que una anciana os aconseje un poco. Se
inclin y le susurr algo al odo.
Sus palabras parecieron complacer al hombre en grado
sumo.
El samurai asinti y exclam entusiasmado:
Buena idea! Esplndida!
Aseguraos de hacer un trabajo a fondo le inst
Osugi, y reanud su camino.
Poco despus, el samurai reagrup a su partida de
catorce o quince hombres detrs de la casa de Ogin.
Despus de recibir instrucciones, saltaron el muro, rodearon
la casa y bloquearon todas las salidas. Entonces varios
soldados invadieron la casa, dejando un rastro de barro, y
penetraron en la sala donde las dos jvenes estaban
sentadas, condolindose y enjugndose las lgrimas que
corran por sus rostros.
Al ver a los soldados, Ots emiti un grito ahogado y
palideci. Ogin, sin embargo, orgullosa de ser la hija de
Munisai, permaneci imperturbable. Mir a los intrusos
con serenidad, su expresin dura e indignada.
Cul de vosotras es la hermana de Takez?
pregunt uno de los soldados.
Yo soy replic Ogin framente, y exijo saber
quin ha entrado en esta casa sin permiso. No consentir
una conducta tan brutal en una casa ocupada slo por
mujeres. Se haba vuelto para mirarles directamente.
El hombre que haba estado charlando con Osugi unos
minutos antes seal a Ogin.
Arrestadla! orden.
Apenas haba terminado de pronunciar esa palabra
cuando estall la violencia, la casa empez a temblar y las
luces se apagaron. Lanzando un grito de terror, Ots sali
tambalendose al jardn, mientras por lo menos diez de los
soldados caan sobre Ogin y se disponan a atarla con una
cuerda. A pesar de su heroica resistencia, la lucha termin
en pocos segundos. Entonces la arrojaron al suelo y
empezaron a darle puntapis con todas sus fuerzas.
Ms tarde Ots no recordaba qu camino haba seguido,
pero lo cierto es que se las ingeni para escapar. Apenas
consciente, corri descalza hacia el Shippji bajo la
nebulosa luz de la luna, confiando por completo en su
instinto. Se haba criado en un entorno pacfico, y ahora
tena la sensacin de que el mundo se derrumbaba.
Cuando lleg al pie de la colina donde se alzaba el
templo, alguien la llam. Vio la silueta de una persona
sentada en una roca, entre los rboles. Era Takuan.
Gracias al cielo que eres t le dijo. Empezaba a
preocuparme en serio, pues nunca ests hasta tan tarde
fuera de casa. Cuando vi la hora que era sal a buscarte.
Le mir los pies e inquiri: Qu haces descalza?
An estaba mirando los pies descalzos de Ots, cuando
sta se abalanz a sus brazos y se ech a llorar.
Oh, Takuan! Ha sido horrible! Qu podemos
hacer?
l trat de calmarla con voz serena.
Vamos, vamos. Qu ha sido lo horrible? No hay
muchas cosas en este mundo que sean tan malas.
Tranquilzate y dime lo que ha sucedido.
Han atado a Ogin y se la han llevado! Matahachi no
regres, y ahora la pobre Ogin, que es tan dulce y amable...,
todos le daban patadas. Oh, Takuan, tenemos que hacer
algo!
Sollozando y temblorosa, se aferraba desesperadamente
al joven monje, con la cabeza apoyada en su pecho.
Era medioda de un tranquilo y hmedo da primaveral, y
un leve vapor se alzaba del rostro sudoroso del joven.
Takez caminaba solo por las montaas, sin saber adonde
iba. Su fatiga casi rebasaba lo soportable, pero incluso al or
el sonido de un pjaro que emprenda el vuelo, sus ojos se
apresuraban a examinar su entorno. A pesar de la penosa
experiencia que haba sufrido, la violencia acumulada y el
puro instinto de supervivencia animaban su cuerpo cubierto
de barro.
Bastardos! Bestias! grua.
En ausencia del blanco real de su furia, blandi su
espada de roble negro, cort el aire con ella y desgaj una
gruesa rama de un gran rbol. La savia blanca que brot de
la herida le record la leche de una madre lactante. Se
detuvo y mir fijamente. No haba ninguna madre a la que
volverse, slo la soledad. En vez de ofrecerle consuelo,
incluso los arroyos y las colinas ondulantes de su propio
lugar natal parecan burlarse de l.
Por qu est contra m la gente del pueblo? se
pregunt. En cuanto me ven, avisan a los guardias de la
montaa. Por su manera de correr cuando me avistan se
dira que estoy loco.
Llevaba cuatro das oculto en las montaas de Sanumo.
Ahora, velada por la bruma del medioda, distingua la casa
de su padre, la casa donde su hermana viva sola. Cobijado
al pie de la colina, por debajo de l, estaba Shippji, el
templo cuyo tejado sobresala entre los rboles. Takez
saba que no poda aproximarse a ninguno de los dos
lugares. Cuando se atrevi a acercarse al templo, el da del
cumpleaos de Buda, a pesar de lo atestado que estaba, se
haba jugado la vida. Al or que le llamaban por su nombre,
no tuvo ms remedio que huir. Aparte de que deseaba
salvar el pellejo, saba que si le descubran all, Ots se vera
en un aprieto.
Aquella noche, cuando fue sigilosamente a la casa de su
hermana, tuvo la mala suerte de que la madre de Matahachi
estuviera all. Permaneci durante un rato en el exterior,
tratando de encontrar una explicacin del paradero de
Matahachi, pero mientras miraba a su hermana a travs de
una rendija en la puerta, los soldados le descubrieron. Una
vez ms se vio obligado a huir sin tener ocasin de hablar
con nadie. Desde entonces, en su refugio en las montaas
tena la sensacin de que los samurai de Tokugawa tenan
controlados todos los accesos para atraparle. Patrullaban
por todos los caminos que l podra elegir, al tiempo que
los habitantes del pueblo haban formado grupos de
bsqueda que estaban registrando las montaas.
Se pregunt qu pensara Ots de l, y empez a
sospechar que incluso ella se haba vuelto en su contra.
Puesto que, al parecer, todo el mundo en su propio pueblo
le consideraba como un enemigo, se enfrentaba a obstculos
infranqueables.
Reflexion: Sera demasiado duro decirle a Ots la
verdadera razn por la que no ha regresado su prometido.
Tal vez debera decrselo a la anciana... Eso es! Se lo
explicar a ella, para que pueda decrselo suavemente a
Ots. Entonces no tendr ningn motivo para seguir
merodeando por aqu.
Una vez tomada esta decisin, Takez prosigui su
camino, pero saba que no deba acercarse al pueblo antes
de que oscureciera. Con una piedra grande rompi otra en
fragmentos pequeos y lanz uno de ellos contra un pjaro
que volaba. Cuando el ave cay al suelo, el muchacho
apenas se detuvo a desplumarla antes de clavar los dientes
en la carne clida y cruda. Mientras devoraba el pjaro,
ech a andar de nuevo, pero de repente oy un grito
ahogado. Quienquiera que le hubiese visto se alejaba
frenticamente por el bosque. Encolerizado porque le
odiaban y teman, e incluso le perseguan sin ninguna razn,
grit: Espera!, y ech a correr como una pantera tras la
persona que hua.
El hombre no poda rivalizar con Takez, y ste le dio
alcance en seguida. Result ser uno de los habitantes del
pueblo que acuda a las montaas para fabricar carbn, y a
quien Takez conoca de vista. Cogindole por el cuello, le
arrastr hasta un pequeo claro.
Por qu huyes? Es que no me conoces? Soy uno de
los tuyos, Shimmen Takez de Miyamoto. No voy a
comerte vivo. Sabes? Es muy grosero alejarse de la gente
sin molestarse en saludar siquiera!
Ssss, seor!
Sintate!
Takez le solt el brazo, pero el pobl diablo empez a
huir, obligndole a darle un puntapi en el trasero y hacer
ademn de que iba a golpearle con la espada de madera. El
hombre se qued agachado, encogido de miedo, cubrindose
la cabeza con las manos.
No me mates! grit patticamente.
Pues responde a mis preguntas, de acuerdo?
Te lo dir todo, pero no me mates! Tengo mujer y
familia.
Nadie va a matarte. Supongo que las colmas estn
llenas de soldados, no es cierto?
S.
Estn vigilando el Shippji?
S.
Hoy han vuelto a buscarme los hombres del pueblo?
El hombre no respondi. Eres t uno de ellos?
El hombre se puso en pie de un salto y sacudi la
cabeza como un sordomudo.
No, no, no!
Es suficiente le grit Takez, y, cogindole con
firmeza del cuello, le pregunt: Qu sabes de mi
hermana?
Qu hermana?
Mi hermana, Ogin, de la casa de Shimmen. No te
hagas el tonto. Has prometido que responderas a mis
preguntas. La verdad es que no culpo a la gente del pueblo
por tratar de capturarme, ya que los samuris les obligan a
ello, pero estoy seguro de que nunca le haran ningn dao a
ella. O s?
No s nada de eso replic el hombre en un tono
excesivamente inocente, nada en absoluto.
Takez alz con celeridad la espada por encima de su
cabeza, en posicin de golpear.
Ten cuidado! Eso me ha parecido muy sospechoso.
Algo ha sucedido, no es cierto? Dmelo en seguida o te
rompo la crisma!
Espera! No lo hagas! Hablar! Te lo dir todo!
Con las manos unidas en actitud de splica, el
tembloroso carbonero le cont que se haban llevado
prisionera a Ogin, y que haban hecho circular por el pueblo
una orden, segn la cual quien proveyera de alimento o
cobijo a Takez sera considerado de inmediato como un
cmplice. Le inform de que todos los das los soldados
llevaban a los hombres del pueblo a las montaas, y exigan
a cada familia que proporcionaran un hombre joven en das
alternos con esa finalidad.
Esa informacin puso a Takez la piel de gallina, y no
de temor sino de ira. Para asegurarse de que haba odo bien,
pregunt al carbonero:
De qu delito acusan a mi hermana? Las lgrimas
que asomaban a sus ojos los abrillantaban.
Nadie lo sabe. Tememos al seor del distrito y
hacemos lo que nos ordenan, eso es todo.
Adonde han llevado a mi hermana?
Se rumorea que a la prisin militar de Hinagura, pero
no s si eso es cierto.
Hinagura... repiti Takez.
Dirigi la mirada hacia la sierra que sealaba el lmite
provincial. La espina dorsal de las montaas estaba ya
cubierta por las sombras de grises nubes nocturnas.
Dej en libertad al carbonero. Mientras le vea alejarse
de prisa, agradecido por haber salvado su mezquina vida,
Takez sinti que se le revolva el estmago al pensar en la
cobarda de la humanidad, la cobarda que obliga a los
samuris a apoderarse de una pobre mujer indefensa. Se
alegr de volver a estar solo. Tena que pensar.
Pronto tom una decisin: Tengo que rescatar a Ogin,
eso es lo esencial. Mi pobre hermana... Los matar si le han
hecho dao. Una vez elegida la accin a emprender, se
encamin al pueblo con largas y viriles zancadas.
Al cabo de un par de horas, Takez volvi a acercarse
furtivamente al Shippji. Las campanadas nocturnas haban
terminado de sonar poco antes. Ya era de noche y se vean
luces en el templo, en la cocina y los aposentos de los
sacerdotes, donde pareca haber gente que iba de un lado a
otro.
Takez se dijo que ojal saliera Ots.
Se agach bajo el pasillo elevado y permaneci inmvil.
Era un pasillo con tejado pero sin paredes que conectaba las
habitaciones de los sacerdotes con el edificio principal del
templo. Flotaba en el aire un olor a comida cocinada que
evocaba en su mente visiones de arroz y sopa humeante.
Desde haca varios das el estmago de Takez no haba
contenido ms que carne de ave cruda y brotes de hierba, y
ahora su estmago se rebelaba. Le arda la garganta mientras
vomitaba amargos jugos gstricos, y en esa penosa
situacin jade ruidosamente en busca de aliento.
Qu es eso? dijo una voz.
Probablemente es slo un gato respondi Ots, la
cual sali con una bandeja y empez a recorrer el pasillo
directamente por encima de la cabeza de Takez.
Intent llamarla, pero sus nuseas eran todava
demasiado intensas para poder emitir un sonido inteligible.
El incidente result ser un golpe de suerte, porque en
aquel momento una voz masculina detrs de Ots pregunt:
Dnde est el bao?
El hombre llevaba un kimono prestado por el templo,
atado con una estrecha faja de la que colgaba una pequea
manopla. Takez le reconoci como uno de los samuris de
Himeji. Sin duda era de alto rango, lo bastante para alojarse
en el templo y pasar las noches comiendo y bebiendo hasta
hartarse mientras sus subordinados y los habitantes del
pueblo tenan que pasarse da y noche registrando las
montaas en busca del fugitivo.
El bao? dijo Ots. Ven, te lo mostrar.
La muchacha dej la bandeja en el suelo y se dispuso a
acompaarle a lo largo del pasillo. De sbito, el samurai se
precipit hacia ella y la abraz por detrs.
Qu te parece si me haces compaa en el bao? le
sugiri lascivamente.
No hagas eso, sultame! grit Ots, pero el
hombre le dio la vuelta, le sujet el rostro con sus grandes
manos y le roz la mejilla con los labios.
Qu tiene de malo? le dijo, tratando de engatusarla
. No te gustan los hombres?
Basta! No debes hacer eso! protest la
impotente Ots. Entonces el soldado le cubri la boca con
la mano.
Indiferente al peligro, Takez salt al pasillo como un
gato y golpe con el puo al hombre en la cabeza, por la
espalda. Fue un golpe muy fuerte. El samurai,
momentneamente indefenso, cay hacia atrs, todava
aferrando a Ots. Mientras intentaba librarse de l, la
muchacha lanz un chillido. El hombre cado empez a
gritar:
Es l! Es Takez! Est aqu! Venid a prenderle!
Se oy un retumbar de pisadas y ruido de voces en el
interior del templo. La campana empez a dar la alarma,
indicando que Takez haba sido descubierto, y desde el
bosque convergieron numerosos hombres en los terrenos
del templo. Pero Takez ya haba desaparecido, y poco
despus fueron enviadas de nuevo partidas de bsqueda
para que registraran las colinas de Sanumo. El mismo
Takez no saba cmo haba logrado filtrarse a travs de la
red rpidamente tensada, pero cuando la persecucin
estuvo en su apogeo l ya se encontraba lejos, en la entrada
de la gran cocina con suelo de tierra de la casa de Hon'iden.
Ech un vistazo al interior dbilmente iluminado y
llam:
Abuela!
Quin est ah? replic la mujer con voz aguda.
Osugi sali lentamente de una habitacin trasera.
Iluminada desde abajo por el farol de papel que llevaba en la
mano, su rostro nudoso palideci al ver a su visitante.
T! exclam.
Tengo algo importante que decirte le dijo Takez
apresuradamente. Matahachi no ha muerto, an est muy
vivo y sano. Vive con una mujer en otra provincia. Eso es
cuanto puedo decirte porque es todo lo que s. Me hars
el favor de darle la noticia a Ots? Yo no he podido hacerlo.
Sintiendo un alivio inmenso por haberse librado de tan
pesada carga al dar el mensaje a Osugi, dio media vuelta
para marcharse, pero la anciana le pidi que volviera.
Adonde te propones ir ahora?
Tengo que entrar en la prisin militar de Hinagura y
rescatar a Ogin replic l con tristeza. Despus ir a
alguna parte. Slo quera deciros, a ti y tu familia, as como
a Ots, que no dej morir a Matahachi. Por lo dems, no
tengo ningn motivo para quedarme aqu.
Ya veo. Osugi pas el farol de una mano a la otra,
haciendo tiempo. Entonces le hizo una seal para que se
acercara. Estoy segura de que tienes hambre, me
equivoco?
No he tomado una comida decente desde hace das.
Pobre muchacho! Espera! Ahora mismo estaba
cocinando, y puedo darte una buena comida caliente dentro
de un momento. Considralo como un regalo de despedida.
Y no te gustara darte un bao mientras la preparo?
Takez estaba mudo de asombro.
No te quedes tan pasmado, Takez. Tu familia y la
nuestra han estado juntas desde los das del clan Akamatsu.
No creo que debas marcharte de aqu, pero desde luego no
te dejar ir sin darte una buena y copiosa comida.
De nuevo Takez fue incapaz de decir nada. Alz el
brazo y se enjug los ojos. Nadie haba sido tan amable con
l desde haca mucho, muchsimo tiempo. Haba llegado a
considerar a todo el mundo con suspicacia y desconfianza,
y ahora recordaba de repente lo que es ser tratado como un
ser humano.
Anda, ve ahora mismo al bao le inst Osugi, en el
tono de una abuela. Es demasiado peligroso que ests
aqu... alguien podra verte. Te traer una manopla y,
mientras te baas, ir a buscar el kimono de Matahachi y
prendas interiores. No tengas prisa y date un buen remojn.
Le entreg el farol y desapareci en la parte trasera de la
casa. Casi de inmediato, su nuera abandon la casa, cruz
corriendo el jardn y sali a la noche.
Desde el bao, donde el farol se balanceaba atrs y
adelante, lleg el sonido del chapoteo.
Qu tal? dijo Osugi jovialmente. Est bastante
caliente?
Est en su punto! respondi Takez. Me
siento como un hombre nuevo.
No te apresures, reljate y entra en calor. El arroz
an no est listo.
Gracias. De haber sabido que sera as, habra venido
antes. Estaba seguro de que me la tenas jurada! Dijo
algunas palabras ms, pero el ruido del agua ahogaba su voz
y Osugi no le respondi.
Poco despus la nuera reapareci en el portal, sin
aliento. La segua un grupo de samuris y vigilantes. Osugi
sali de la casa y se dirigi a ellos en un susurro.
As que has conseguido que se diera un bao dijo
uno de los hombres con admiracin. Muy inteligente. S,
eso est bien! Esta vez lo tenemos con seguridad en
nuestras manos!
Los hombres se dividieron en dos grupos y,
agazapados, se movieron lentamente, como otros tantos
sapos, hacia el brillante fuego que arda bajo el bao.
Algo indefinible aguijone el instinto de Takez, el cual
mir a travs de una ranura en la puerta. Los pelos se le
pusieron de punta.
Estoy atrapado! exclam.
Estaba completamente desnudo, el bao era pequeo y
no dispona de tiempo para pensar. Al otro lado de la
puerta distingui lo que pareca una horda de hombres
armados con palos, lanzas y porras.
Aun as, en realidad no tena miedo. El temor que podra
haber sentido estaba sepultado por la clera que
experimentaba hacia Osugi.
Muy bien, bastardos, mirad esto gru.
No le importaba el nmero de sus enemigos. En aquella
situacin, como en otras, lo nico que saba hacer era atacar
antes de ser atacado. Mientras sus aspirantes a captores se
hacan sitio unos a otros en el exterior, Takez abri
bruscamente la puerta de una patada y sali dando un salto
y emitiendo un temible grito de guerra. Todava desnudo,
con el cabello hmedo volando en todas direcciones, aferr
el asta de la primera lanza dirigida contra l y la arrebat a
su propietario, al que envi contra los arbustos. Agarrando
con firmeza el arma, se puso a girar a uno y otro lado
frenticamente, como un torbellino, y en ese absoluto
abandono golpe a todo el que se le aproximaba. En la
batalla de Sekigahara haba aprendido que ese mtodo era
sorprendentemente eficaz cuando los enemigos le
superaban a uno en nmero, y que a menudo el asta de una
lanza puede ser usado de una manera ms efectiva que la
punta.
Los atacantes, dndose cuenta demasiado tarde del error
que haban cometido al no enviar primero a tres o cuatro
hombres para que asaltaran la caseta del bao, se gritaban
palabras de nimo unos a otros. Sin embargo, era evidente
que Takez haba maniobrado mejor que ellos.
Ms o menos la dcima vez en que el arma de Takez
entr en contacto con el suelo, se rompi. Entonces cogi
una gran piedra y la arroj contra los hombres, los cuales ya
daban seales de retirada.
Mirad, ha entrado en la casa! grit uno de los
hombres, al tiempo que Osugi y su nuera salan de prisa al
jardn trasero.
Takez fue de un lado a otro de la casa, haciendo un
estrpito tremendo, mientras gritaba:
Dnde estn mis ropas? Devolvedme mis ropas!
Haba ropas de faena esparcidas, as como un cofre
primoroso que contena kimonos, pero Takez no les
prest atencin. Esforz la vista para encontrar sus
prendas harapientas bajo aquella luz mortecina. Finalmente
las vio en un rincn de la cocina, las cogi con una mano y,
hallando un asidero sobre un gran horno de barro, sali por
un ventanuco elevado. Mientras sala al tejado, sus
perseguidores, ahora totalmente confundidos, maldecan y
se excusaban unos a otros por no haber logrado atraparle.
De pie en medio del tejado, Takez se puso su kimono
sin apresurarse. Arranc con los dientes una tira de tela de
la faja y, recogiendo el hmedo cabello detrs de la cabeza,
lo at cerca de las races, con tal firmeza que las cejas y las
comisuras de los ojos le quedaron estirados.
El cielo primaveral estaba lleno de estrellas.
El arte de la guerra
La bsqueda diaria en las montaas continuaba y las faenas
agrcolas languidecan. Los habitantes del pueblo no podan
cultivar sus campos ni ocuparse de los gusanos de seda.
Grandes carteles colocados ante la casa del cacique del
pueblo y en todos los cruces de caminos anunciaban una
sustanciosa recompensa para quien capturase o matara a
Takez, as como una recompensa apropiada por cualquier
informacin que condujera a su arresto. Estos bandos
presentaban la autoritaria firma de Ikeda Terumasa, seor
del castillo de Himeji.
En la residencia de Hon'iden reinaba el pnico. Osugi y
su familia, aterrorizados ante la perspectiva de que Takez
regresara para vengarse, atrancaron la puerta principal y
levantaron barricadas en todas las entradas. Los hombres
dedicados a la bsqueda del fugitivo, bajo la direccin de
tropas procedentes de Himeji, trazaron nuevos planes para
atraparle. Hasta entonces todos sus esfuerzos se haban
revelado infructuosos.
Ha matado a otro! grit un aldeano.
Dnde? Quin ha sido esta vez?
Algn samurai. An no lo han identificado.
El cadver haba sido descubierto cerca de un sendero en
las afueras del pueblo, su cabeza en un macizo de altas
hierbas y las piernas levantadas hacia el cielo en una
postura extraamente contorsionada. Los aldeanos,
asustados pero fisgones sin remedio, circulaban en masa
por all, murmurando entre ellos. El crneo del muerto haba
sido aplastado, sin duda con uno de los carteles de madera
que anunciaban la recompensa y que ahora yaca sobre el
cuerpo, empapado en sangre. Los que contemplaban
embobados el espectculo no podan dejar de leer la lista de
recompensas prometidas, y algunos se rean sombramente
ante la flagrante irona.
Ots sali de entre la multitud con el rostro ojeroso y
plido. Dicindose que preferira no haber mirado la
sangrienta escena, regres apresuradamente al templo,
tratando de borrar la imagen del muerto que persista ante
sus ojos. Al pie de la colina tropez con el capitn que se
alojaba en el templo y cinco o seis de sus hombres. Se
haban enterado del atroz crimen e iban a investigar. Al ver
a la muchacha, el capitn le sonri.
Dnde has estado, Ots? le pregunt con
zalamera familiaridad.
De compras replic ella secamente.
Sin mirarle apenas, subi a toda prisa los escalones de
piedra del templo.
El capitn no le haba gustado desde el principio. Tena
un mostacho fibroso que le desagradaba especialmente, y
desde la noche en que intent forzarla nada ms verle se
senta llena de repugnancia.
Takuan estaba sentado ante la sala principal, jugando
con un perro extraviado. Ella pas a cierta distancia, para
evitar al rooso animal, pero el monje alz la vista y la
llam.
Ots, hay una carta para ti.
Para m? replic ella con incredulidad.
S, estabas fuera cuando vino el mensajero, as que me
la entreg. Se sac de la manga del kimono el pequeo
rollo de papel y se lo dio. No tienes muy buen aspecto
coment. Algo va mal?
Siento nuseas. He visto a un hombre muerto tendido
en la hierba, con los ojos an abiertos, y tena sangre...
No deberas mirar esas desgracias, pero supongo que,
tal como ahora estn las cosas, tendras que ir por ah con
los ojos cerrados. ltimamente siempre tropiezo con
cadveres. Ja! Y haba odo decir que este pueblo era un
pequeo paraso!
Pero por qu Takez mata a esas personas?
Para evitar que le maten a l, por supuesto. No tienen
ninguna razn plausible para matarle, de modo que por
qu habra de permitrselo?
Estoy asustada, Takuan! le dijo ella en tono
suplicante. Qu haramos si l viniera aqu?
Unos cmulos oscuros tendan su manto sobre las
montaas. La muchacha tom su carta misteriosa y fue a
esconderse en la cabaa del telar. En ste haba una tira de
tela sin terminar para un kimono masculino, parte de una
prenda para la que, desde haca un ao, haba dedicado
todos sus momentos libres devanando hilo de seda. Estaba
destinado a Matahachi, y a Ots le excitaba la perspectiva
de coser todas las piezas hasta formar un kimono completo.
Haba tejido minuciosamente cada hebra, como si el mismo
acto de tejer le acercara ms a su novio. Quera que la
prenda durase eternamente.
Se sent ante el telar y mir fijamente la carta. Quin
puede haberla enviado?, se dijo, segura de que deba de ir
dirigida a otra persona. Ley y reley la direccin,
buscando algn error.
Era evidente que la carta haba hecho un largo viaje
antes de llegar a ella. La envoltura rasgada y arrugada estaba
llena de huellas dejadas por dedos y gotas de lluvia. Ots
rompi el sello, y entonces cayeron no una sino dos cartas
en su regazo. La primera estaba escrita con una caligrafa
femenina desconocida, y en seguida supuso que se trataba
de una mujer ms bien mayor.
Escribo tan slo para confirmar lo que est escrito en la
carta adjunta y, por lo tanto, no entrar en detalles.
Voy a casarme con Matahachi y adoptarle en mi
familia. No obstante, l parece preocupado por ti. Creo que
sera un error dejar que las cosas sigan como estn. As
pues, Matahachi te enva una explicacin, cuya verdad
certifico por la presente.
Olvida a Matahachi, por favor.
Respetuosamente, Ok
En la otra carta eran reconocibles los garabatos de
Matahachi, el cual explicaba con una fatigosa extensin
todas las razones por las que le era imposible regresar a
casa. Por supuesto, lo esencial de la cuestin era que Ots
deba olvidar su compromiso con l y buscarse otro marido.
Matahachi aada que le resultaba difcil escribir
directamente a su madre sobre el asunto y que le agradecera
su ayuda al respecto. Si Ots vea a la anciana, deba decirle
que su Matahachi estaba vivo y resida en otra provincia.
Ots tuvo la sensacin de que su mdula espinal se
converta en hielo. Se qued sentada, herida y demasiado
conmocionada para llorar e incluso parpadear. Las uas de
los dedos que sostenan la carta se volvieron del mismo
color que la piel del hombre muerto al que haba visto an
no haca una hora.
Transcurrieron las horas. En la cocina todo el mundo
empez a preguntarse adonde habra ido la muchacha. El
capitn que estaba al frente de la bsqueda no tuvo
empacho en dejar que sus hombres exhaustos durmieran en
el bosque, pero al anochecer, cuando l regres al templo,
exigi las comodidades correspondientes a su rango. El agua
del bao deba estar caliente como a l le gustaba, haba que
preparar pescado fresco del ro segn sus instrucciones y
alguien deba ir a una de las casas del pueblo en busca del
sake de mejor calidad. Mantener a aquel hombre satisfecho
exiga un trabajo considerable, gran parte del cual recaa
naturalmente en Ots. Puesto que sta no apareca, la cena
del capitn se retrasaba.
Takuan sali en su busca. No era que el capitn le
importase en absoluto, sino que empezaba a estar
preocupado por Ots, pues no era propio de ella marcharse
sin decir nada. Llamndola por su nombre, el monje cruz
los terrenos del templo y pas varias veces ante la cabaa
del telar. Puesto que la puerta estaba cerrada, no se molest
en mirar dentro.
En varias ocasiones el sacerdote del templo sali al
pasillo elevado y grit a Takuan:
An no la has encontrado? No puede estar lejos de
aqu. Y a medida que pasaba el tiempo, el sacerdote se
volva frentico y gritaba: Date prisa y encuntrala!
Nuestro invitado dice que no puede tomar su sake si no
est ella aqu para servrselo.
Enviaron al sirviente del templo, farol en mano, para
que la buscara colina abajo. Casi en el mismo momento en
que el sirviente parta, Takuan abri por fin la puerta de la
cabaa del telar.
Lo que vio en el interior le sobresalt. Ots estaba
inclinada sobre el telar, en un estado de evidente desolacin.
El monje no quera entrometerse y permaneci en silencio,
mirando las dos cartas retorcidas y rasgadas en el suelo.
Haban sido pisoteadas como un par de efigies de paja.
Takuan recogi las cartas.
Es lo que trajo hoy el mensajero? le pregunt con
suavidad. Por qu no las guardas en alguna parte?
Ots sacudi la cabeza dbilmente.
Todo el mundo est medio loco de preocupacin por
ti. Te he buscado por todas partes. Anda, Ots, volvamos.
S que no quieres, pero tienes trabajo que hacer. Ya sabes
que has de servir al capitn. Ese viejo sacerdote est casi
fuera de s.
Me..., me duele la cabeza susurr ella. Takuan,
no podran dejarme libre esta noche..., por una sola vez?
Takuan suspir.
Personalmente creo que no deberas servir el sake al
capitn ni esta noche ni ninguna otra, Ots. Sin embargo, el
sacerdote piensa de otra manera. Es un hombre de este
mundo. No es la clase de persona que puede conseguir el
respeto del daimy o el apoyo para el templo slo por
medio de su nobleza de pensamientos. Cree que debe
agasajar al capitn, tenerle constantemente satisfecho.
Dio unas palmaditas en la espalda de Ots. Y al fin y al
cabo, te acogi aqu y te educ, de modo que le debes algo.
No tendrs que quedarte mucho tiempo.
La muchacha consinti de mala gana. Mientras Takuan
la ayudaba a levantarse, ella alz su rostro surcado de
lgrimas y le dijo:
Ir, pero slo si me prometes que te quedars
conmigo.
No tengo nada que objetar, pero no le gusto al viejo
Barba Rala, y cada vez que veo ese estpido mostacho
siento el impulso irresistible de decirle lo ridculo que es. Ya
s que es un rasgo infantil, pero algunas personas me
afectan de esa manera.
Pero no quiero ir sola!
El sacerdote est ah, no es cierto?
S, pero siempre se marcha cuando llego yo.
Hummm. Eso no est muy bien. De acuerdo, ir
contigo. Ahora deja de pensar en ello y ve a lavarte la cara.
Cuando Ots se present por fin en los aposentos del
sacerdote, el capitn, ya repantigado y muy bebido, se
reanim. Enderezando el gorro, que haba estado
visiblemente escorado, se mostr muy jovial y le pidi que
le llenara de sake una taza tras otra. Pronto su rostro tena
un brillo escarlata y las comisuras de sus ojos saltones
empezaron a combarse.
Sin embargo, no se estaba divirtiendo plenamente, y el
motivo era una presencia singularmente indeseada en la sala.
Al otro lado de la lmpara estaba sentado Takuan,
encorvado como un mendigo ciego y absorto en la lectura
del libro abierto sobre sus rodillas.
Confundiendo al monje con un aclito, el capitn le
seal y grit:
Eh, t!
Takuan sigui leyendo hasta que Ots le dio un codazo.
El monje alz los ojos distradamente, mir a su alrededor y
pregunt:
Te refieres a m?
S, a ti! dijo bruscamente el capitn. No tienes
nada que hacer aqu. Vete!
Oh, no me importa quedarme replic Takuan en
tono de inocencia.
As que no te importa, eh?
No, en absoluto dijo Takuan, y volvi a
enfrascarse en su libro.
Pues a m s que me importa profiri el capitn.
Que haya alguien a tu alrededor leyendo estropea el sabor
del buen sake.
Oh, lo siento replic Takuan con fingida solicitud
. Qu grosera por mi parte. Cerrar el libro.
Tan slo verlo me irrita.
De acuerdo, entonces le pedir a Ots que se lo lleve.
No me refiero al libro, idiota! Estoy hablando de ti.
Echas a perder el ambiente.
Takuan adopt entonces una expresin seria.
Eso s que es un problema, no es cierto? No es como
si yo fuese el sagrado Wu-k'ung y pudiera convertirme en
una humareda, o en un insecto y posarme en tu bandeja.
El rojo cuello del capitn se hinch y abri los ojos
desmesuradamente. Pareca un pez globo.
Vete, imbcil! Fuera de mi vista!
Muy bien dijo Takuan con serenidad, haciendo una
reverencia. Cogi a Ots de la mano y se dirigi a ella: El
invitado dice que prefiere quedarse a solas. Amar la soledad
es seal de sabidura. No debemos molestarle ms.
Vamonos.
Pero... qu..., qu...
Ocurre algo?
Quin te ha dicho que te lleves a Ots contigo,
pedazo de idiota?
Takuan se cruz de brazos.
A lo largo de los aos he observado que son pocos
los sacerdotes o monjes apuestos de veras. Y lo mismo
ocurre con los samuris. Fjate en ti, por ejemplo.
Los ojos del samurai casi le salan de las rbitas.
Cmo!
Has pensado en tu bigote? Es decir, te has detenido
realmente a examinarlo, a evaluarlo objetivamente?
Loco bastardo! grit el capitn mientras coga su
espada, que estaba apoyada en la pared. Te la ests
jugando!
Al tiempo que se levantaba, Takuan, sin dejar de
mirarle, le pregunt plcidamente:
Qu es lo que est en juego?
Fuera de s, y con la espada envainada en la mano, el
capitn chill:
He aguantado cuanto puedo aguantar. Ahora vas a
recibir lo que se te avecina!
Takuan se ech a rer.
Significa eso que te propones cortarme la cabeza? Si
es as, olvdalo. Sera un latazo.
Qu?
Una lata. No se me ocurre nada ms aburrido que
decapitar a un monje. La cabeza caer al suelo y se quedar
ah rindose de ti. No sera una gran hazaa, y qu bien
podra hacerte?
Bueno gru el capitn, digamos que tendra la
satisfaccin de hacerte callar. As te resultara muy difcil
seguir con tu insolente chchara!
Lleno del valor que las personas de su clase
experimentan al empuar un arma, solt una risotada y se
adelant en actitud amenazante.
Pero... capitn!
La informalidad de Takuan le haba encolerizado hasta
tal extremo que la mano con la que sostena la espada
envainada le temblaba violentamente. Ots se interpuso
entre los dos hombres, intentando proteger al monje.
Qu ests diciendo, Takuan? le dijo, confiando en
que as calmara los nimos y retardara la accin. Nadie
habla as a los guerreros. Vamos, dile que lo sientes le
rog. Por favor, pide disculpas al capitn.
Pero Takuan no haba terminado ni mucho menos.
Qutate de en medio, Ots. Estoy perfectamente.
Crees de veras que me dejara decapitar por un mastuerzo
como ste, quien aunque est al mando de docenas de
hombres capaces y armados ha desperdiciado veinte das
tratando de localizar a un fugitivo exhausto y medio muerto
de hambre? Si no es lo bastante listo para encontrar a
Takez, sera realmente sorprendente que fuese ms listo
que yo!
No te muevas! le orden el capitn, con el rostro
violceo mientras desenvainaba la espada. Hazte a un
lado, Ots! Voy a cortar en dos a este aclito bocazas!
Ots se arroj a los pies del capitn y le suplic:
Tienes toda la razn para estar enfadado, pero te
ruego que seas paciente. No est del todo bien de la cabeza.
Habla de esa manera a todo el mundo. Pero no lo dice en
serio, de veras! Las lgrimas empezaron a correrle por el
rostro.
Qu ests diciendo, Ots? objet Takuan.
Estoy muy bien de la cabeza y no bromeo en absoluto. Slo
digo la verdad, que a nadie parece interesarle. Es un
mastuerzo, y as se lo digo. Quieres que mienta?
Ser mejor que no vuelvas a repetir eso atron el
samurai.
Lo dir tantas veces como me parezca. Por cierto, no
creo que a tus soldados les importe gran cosa el tiempo que
perdis buscando a Takez, pero eso es una carga terrible
para los campesinos. No te das cuenta de lo que les ests
haciendo? Si segus as, pronto no tendrn nada que comer.
Probablemente ni siquiera se te ha ocurrido que deben
descuidar por completo sus faenas agrcolas para participar
en tus desorganizadas e intiles bsquedas. Y, para colmo,
sin cobrar. Es ignominioso!
Cllate, traidor! Ests difamando al gobierno
Tokugawa!
No critico al gobierno Tokugawa, sino a los oficiales
burocrticos como t que se interponen entre el daimy y
la gente corriente y que, a juzgar por lo que hacen, es lo
mismo que si robaran su paga. Para empezar, por qu
ests ganduleando aqu esta noche? Qu derecho tienes a
relajarte, vestido con tu bonito y cmodo kimono,
bandote a placer y haciendo que una bella joven te sirva
el sake? A esto llamas servir a tu seor?
El capitn se qued sin habla.
No es el deber de un samurai servir a su seor fiel e
infatigablemente? No debes acaso ser benevolente con la
gente del pueblo que trabaja como esclavos en beneficio del
daimy? Mrate! No quieres ver que ests impidiendo a
los campesinos hacer el trabajo que les procura su diario
sustento. Ni siquiera tienes ninguna consideracin hacia tus
propios hombres. Ests aqu en misin oficial: qu haces
entonces? En cuanto tienes ocasin te hartas de los
alimentos y la bebida que otros han conseguido con su
esfuerzo, y utilizas tu posicin para ocupar los aposentos
ms cmodos disponibles. Yo dira que eres un ejemplo
clsico de corrupcin, te revistes con la autoridad de tu
superior tan slo para disipar las energas de la gente
corriente en tu propio provecho.
Por entonces el capitn estaba pasmado y boquiabierto.
Takuan insisti.
Ahora crtame la cabeza y envasela al seor Ikeda
Terumasa! Te aseguro que eso le sorprender, y es
probable que diga: Hombre, Takuan! Slo tu cabeza
viene hoy a visitarme? Dnde est el resto de ti?. Sin
duda te interesar saber que el seor Terumasa y yo
solamos compartir la ceremonia del t en el Myshinji, y
tambin tuvimos varias charlas largas y agradables en el
Daitokuji de Kyoto.
Barba Rala perdi su virulencia en un instante. Tambin
su borrachera se haba disipado un poco, si bien an pareca
incapaz de juzgar por s mismo si Takuan deca la verdad o
no. Daba la sensacin de que estaba paralizado, sin saber
cmo reaccionar.
Primero ser mejor que te sientes le dijo el monje
. Si crees que miento, con mucho gusto te acompaar al
castillo y me presentar ante el mismo seor. Le llevar
como regalo una medida de la deliciosa harina de alforfn
que preparan aqu y que a l le gusta especialmente. Sin
embargo, no hay nada ms tedioso, nada que me guste
menos, que visitar a un daimy. Adems, si salieran a
relucir tus actividades en Miyamoto mientras charlamos
tomando el t, me sera muy difcil mentir y lo ms
probable es que te vieras obligado a suicidarte por tu
incompetencia. Te dije desde el principio que dejaras de
amenazarme, pero los guerreros sois todos iguales. Nunca
pensis en las consecuencias, y se es vuestro peor defecto.
Ahora deja esa espada y te dir algo ms.
El capitn obedeci al monje que le haba quitado los
humos.
Sin duda ests familiarizado con El arte de la guerra,
del general Sun-tzu, ya sabes, la obra clsica china sobre
estrategia militar. Supongo que todo guerrero de tu categora
tiene un profundo conocimiento de un libro tan importante.
En fin, si lo menciono es porque me gustara darte una
leccin para ilustrar uno de los principios bsicos del libro.
Quisiera demostrarte que puedes capturar a Takez sin
perder ms hombres ni crear ms problemas a los aldeanos.
Bien, esto tiene que ver con tu trabajo oficial, as que debes
escucharme con toda tu atencin. Se volvi hacia la
muchacha: Ots, srvele al capitn otra taza de sake,
quieres?
El capitn era un hombre cuarentn, unos diez aos
mayor que Takuan, pero las caras de los dos hombres en
aquellos momentos evidenciaban que la firmeza de carcter
no depende de la edad. La reprimenda de Takuan haba
humillado al samurai, hacindole perder su jactancia.
No, no quiero ms sake dijo mansamente.
Espero que me perdones. No tena idea de que eres amigo
del seor Terumasa. Me temo que he sido muy descorts.
Era rastrero hasta un extremo cmico, pero Takuan se
abstuvo de insistir.
Olvidemos eso. Quiero que hablemos de la manera de
capturar a Takez. Eso es lo que tienes que hacer para
mantener tu honor de samurai, no es cierto?
S.
Naturalmente, tambin s que no te importa el
tiempo que lleve capturar a ese hombre. Al fin y al cabo,
cuanto ms largo sea, tanto ms tiempo podrs alojarte en
el templo, atracndote, bebiendo y comindote con los ojos
a Ots.
Por favor, no vuelvas a mencionar eso, sobre todo en
presencia de su seora. El soldado pareca un nio a
punto de echarse a llorar.
Estoy dispuesto a considerar secreto todo este
incidente, pero si contina esa bsqueda diaria de sol a sol
en las montaas, los campesinos tendrn graves
dificultades, y no slo ellos sino tambin los dems
aldeanos. Todo el mundo en este pueblo est demasiado
trastornado y asustado para serenarse y reanudar con
normalidad su trabajo. Bien, tal como yo lo veo, tu
problema consiste en que no has empleado la estrategia
adecuada. En realidad, no creo que hayas empleado ninguna
clase de estrategia. Debo entender que no conoces El arte
de la guerra!
Me avergenza admitirlo, pero as es.
Tienes motivos para estar avergonzado! Y no
deberas sorprenderte cuando te llamo mastuerzo. Puede
que seas un oficial, pero por desgracia no tienes formacin
y eres totalmente ineficaz. Pero es intil que te golpee la
cabeza con lo que es evidente. Voy a hacerte una simple
proposicin. Me ofrezco personalmente para capturar a
Takez y entregrtelo dentro de tres das.
Que t... le vas a capturar?
Crees que estoy bromeando?
No, pero...
Pero qu?
Contando los refuerzos de Himeji ms todos los
campesinos y soldados de infantera, ms de doscientos
hombres han estado registrando las montaas durante casi
tres semanas.
Conozco muy bien esos datos.
Y, como estamos en primavera, Takez tiene ventaja.
En esta poca del ao puede encontrar mucho alimento en
las montaas.
Te propones entonces esperar hasta que nieve?
Unos ocho meses ms?
No, no creo que podamos permitirnos eso.
Por supuesto que no. Precisamente por eso me
ofrezco a capturarlo. No necesito ninguna ayuda, puedo
hacerlo yo solo. Aunque pensndolo bien, podra llevarme a
Ots. S, sera suficiente con nosotros dos.
No es posible que hables en serio.
Calla, por favor! Ests dando a entender que
Takuan Sh se pasa el tiempo inventando bromas?
Perdona.
Como he dicho, no conoces El arte de la guerra y, a
mi modo de ver, sa es la razn ms importante de tu
abominable fracaso. Por otro lado, puede que yo sea un
simple sacerdote, pero creo en Sun-tzu y le comprendo.
Hay una nica estipulacin, y si no ests de acuerdo con
ella, slo tendr que sentarme y contemplar cmo
trastabillas hasta que caiga la nieve y quiz tambin tu
cabeza.
Cul es la condicin? le pregunt el capitn con
cautela.
Si traigo al fugitivo, me dejars decidir su destino.
Qu quieres decir con eso?
El capitn se tir de las guas del bigote mientras los
pensamientos se atropellaban en su mente. Cmo poda
estar seguro de que aquel extrao monje no le engaaba por
completo? Aunque hablaba con elocuencia, era posible que
estuviera loco de atar. Sera un amigo de Takez, tal vez
un cmplice? Saba dnde se esconda aquel hombre?
Aunque no lo supiera, como era probable en aquella fase,
no hara ningn dao dejarle actuar, slo para ver si su loco
proyecto daba resultado. De todos modos, seguramente se
echara atrs en el ltimo momento. As pensando, el
capitn le dio su consentimiento.
De acuerdo. Si le capturas, decidirs qu hacer con l.
Ahora dime, qu ocurrir si no das con l antes de tres
das?
Me colgar del gran cedro que hay en el jardn.
A primera hora de la maana siguiente, el sirviente del
templo, con una expresin profundamente preocupada,
entr a toda prisa en la cocina, sin aliento y gritando:
Es que Takuan ha perdido el juicio? He odo decir
que ha prometido encontrar l solo a Takez!
Todos le miraron asombrados.
No!
No es posible!
Cmo se propone hacerlo?
Siguieron chascarrillos y risas burlonas, pero tambin
una serie de susurros de preocupacin.
Cuando el sacerdote del templo recibi la noticia,
asinti sabiamente y dijo que la boca humana es el portal de
la catstrofe.
Pero la persona ms turbada era Ots. El da anterior, la
nota de despedida de Matahachi le haba dolido ms que si
hubiera recibido la noticia de su muerte. Haba confiado en
su prometido, por quien estuvo dispuesta a soportar a la
formidable Osugi como suegra esclavizadora. A quin
podra recurrir ahora?
Para la muchacha sumida en la oscuridad y la
desesperacin, Takuan era el nico punto brillante de su
vida, su ltimo rayo de esperanza. El da anterior, llorando
a solas en la cabaa del telar, haba cogido un afilado
cuchillo y convertido en jirones la tela de kimono en la que
haba tejido literalmente su alma. Tambin haba acariciado
la posibilidad de hundir la fina hoja en su garganta, y
aunque estuvo casi por hacerlo, la aparicin de Takuan alej
finalmente esa idea de su mente. Despus de consolarla y
convencerla para que fuera a servir el sake al capitn, le dio
unas palmaditas en la espalda. An notaba el calor de su
fuerte mano cuando la condujo fuera de la cabaa del telar.
Y ahora el monje haba llegado a aquel demencial
acuerdo.
A Ots le preocupaba tanto su propia seguridad como
la posibilidad de perder al nico amigo que tena por culpa
de aquella absurda propuesta. Se senta perdida y
profundamente deprimida. Su sentido comn le deca que
era ridculo pensar que ella y Takuan podran localizar a
Takez en tan breve tiempo.
Takuan incluso tuvo la audacia de intercambiar
promesas solemnes con Barba Rala ante el santuario de
Hachiman, el dios de la guerra. Cuando el monje regres,
ella le rega severamente por su temeridad, pero Takuan
insisti en que no tena por qu preocuparse. Le dijo que
tena la intencin de aliviar al pueblo de aquella carga,
devolver la seguridad al trnsito por los caminos y evitar
ms prdidas de vidas humanas. En vista del nmero de
vidas que podran salvarse prendiendo rpidamente a
Takez, la suya careca de importancia, y ella deba
comprenderlo as. Tambin le pidi que descansara cuanto
pudiera antes de la noche del da siguiente, cuando se
pondran en marcha. Tena que acompaarle sin ninguna
queja, confiando por entero en su juicio. Ots estaba
demasiado turbada para oponer resistencia, y la alternativa
de quedarse atrs y llena de preocupacin era incluso peor
que la idea de partir.
Al da siguiente por la tarde, Takuan todava estaba
sesteando con el gato en una esquina del edificio principal
del templo. Ots tena las mejillas hundidas. El sacerdote, el
sirviente, el aclito..., todos haban intentado persuadirla de
que no fuera, dndole el consejo prctico de que se
escondiera, pero Ots, por razones que ni ella misma
comprenda del todo, no senta la menor inclinacin a
hacerles caso.
El sol se pona rpidamente, y las densas sombras del
anochecer haban empezado a envolver las hondonadas en la
sierra que sealaban el curso del ro Aida. El gato salt
desde el porche del templo y poco despus Takuan sali a
la terraza. Al igual que haca el gato delante de l, estir sus
miembros con un gran bostezo.
Ser mejor que nos pongamos en camino, Ots.
Ya lo he reunido todo: sandalias de paja, bastones,
polainas, medicinas y papel con aceite de paulonia.
Te olvidas de una cosa.
Qu? Un arma? Deberamos llevar una espada,
lanza o algo por el estilo?
Desde luego que no! Quiero que llevemos comida.
Ah, quieres decir unas fiambreras?
No, me refiero a buena comida. Deseo arroz, pasta de
judas salada y... ah, s..., un poco de sake. Cualquier cosa
sabrosa servir. Tambin necesito un cazo. Ve a la cocina y
haz un buen fardo. Y busca una vara para llevarlo.
Las montaas cercanas eran ahora ms negras que la
ms negra de las lacas, y las que se alzaban a lo lejos ms
plidas que la mica. Estaban al final de la primavera y la
brisa era clida y perfumada. El bamb listado y las glicinas
trepadoras atrapaban la niebla, y cuanto ms se alejaban del
pueblo Takuan y Ots, tanto ms las montaas, donde cada
hoja brillaba levemente bajo la dbil luz, parecan baadas
por un aguacero vespertino. Avanzaron en la oscuridad uno
detrs del otro, cada uno apoyando en el hombro un
extremo de la caa de bamb de la que colgaba su bien
envuelto fardo.
Hace una hermosa noche para pasear, no es cierto,
Ots? dijo Takuan, mirando por encima del hombro.
No creo que sea tan extraordinaria musit ella.
Dime, adonde vamos?
An no estoy seguro del todo replic el monje con
aire pensativo, pero avancemos un poco ms.
Bueno, no me importa caminar.
No ests cansada?
No respondi ella, pero era evidente que la caa le
haca dao, pues de vez en cuando se la colocaba en el otro
hombro.
Dnde est todo el mundo? No hemos visto un
alma.
Hoy el capitn no se ha asomado al templo en todo el
da. Apuesto a que ha hecho volver al pueblo a los hombres
para que en los prximos tres das estemos aqu nosotros
solos. Dime, Takuan, cmo te propones capturar a
Takez?
Oh, no te preocupes por eso. Se presentar ms tarde
o ms temprano.
Pues no se ha presentado ante nadie ms. Pero
aunque ahora aparezca, qu vamos a hacer? Esos hombres
le han perseguido durante largo tiempo y a estas alturas
debe de estar desesperado. Luchar por su vida y, para
empezar, es muy fuerte. Slo de pensar en ello empiezan a
temblarme las piernas.
Cuidado! le grit Takuan de repente. Mira
dnde pones los pies!
Ah! grit Ots aterrada, detenindose en seco.
Qu ocurre? Por qu me has asustado as?
No te preocupes, que no se trata de Takez. Slo
quiero que mires por donde andas. A lo largo de este
camino hay trampas entre las glicinas trepadoras y las
zarzas.
Las han puesto ah los perseguidores de Takez?
Aja, y si no tenemos cuidado caeremos en una de
ellas.
Si sigues diciendo cosas as, Takuan, me pondr tan
nerviosa que ser incapaz de poner un pie delante del otro.
Por qu te preocupas? Si tropezamos con una yo
caer primero, y en ese caso no es necesario que me sigas.
La mir sonriente. La verdad es que se han tomado
unas molestias tremendas por nada. Tras un momento de
silencio, aadi: No te parece que el barranco se
estrecha, Ots?
No lo s, pero hemos pasado por el lado posterior de
Sanumo hace algn tiempo. Esto debe de ser Tsujinohara.
En ese caso, es posible que debamos andar toda la
noche.
Bueno, ni siquiera s adonde vamos. Por qu me
hablas de ello?
Dejemos esto en el suelo un momento. Tras dejar
el fardo, Takuan se encamin a un risco cercano.
Adonde vas?
A aliviarme.
A cien pies por debajo de l, las aguas que se unan para
formar el ro Aida fluan estrepitosamente entre los cantos
rodados. El fragor lleg al monje, le llen los odos y
penetr en todo su ser. Mientras orinaba, mir el cielo
como si contara las estrellas.
Ah, qu deliciosa sensacin! dijo, exultante.
Soy uno con el universo o es el universo uno conmigo?
Todava no has terminado, Takuan? le llam Ots
. Cunto tiempo necesitas?
Finalmente el monje regres y explic a su
acompaante:
Mientras estaba en ello, he consultado el Libro de los
Cambios, y ahora s exactamente cmo vamos a actuar. Lo
veo todo claro.
El Libro de los Cambios? No me digas que te has
trado un libro.
No el escrito, tonta, sino el que llevo dentro de m.
Mi propio y original Libro de los Cambios, que llevo en el
corazn o el vientre o alguna otra parte. Cuando estaba all
de pie, examin la disposicin de la tierra, el aspecto del
agua y el estado del cielo. Entonces cerr los ojos y, cuando
volv a abrirlos, algo me dijo: Ve a esa montaa de ah.
Seal un pico cercano.
Te refieres a la montaa Takateru?
No tena ni idea de cmo se llama. Es sa, la que tiene
un claro nivelado hacia la mitad de su altura.
La gente lo llama el pasto de Itadori.
Vaya, as que tiene nombre.
Cuando llegaron al lugar, el pasto result ser una
pequea llanura, inclinada al sudoeste, desde donde se tena
una esplndida vista del entorno. Loa campesinos solan
dejar all sueltos a caballos y vacas para que pastaran, pero
aquella noche no se vea ni oa a ningn animal. Slo rompa
el silencio la clida brisa primaveral que acariciaba la hierba.
Acamparemos aqu dijo Takuan. El enemigo,
Takez, caer en mis manos de la misma manera que el
general Ts'ao Ts'ao de Wei cay en las manos de Ch'u-ko
K'ung-ming.
Dejaron su carga en el suelo y Ots pregunt:
Qu vamos a hacer aqu?
Vamos a sentarnos replic Takuan con firmeza.
Cmo vamos a capturar a Takez si nos quedamos
aqu sentados?
Si tiendes redes, puedes coger pjaros al vuelo sin
necesidad de que t tambin vueles.
No hemos tendido ninguna red. Ests seguro de que
no te ha posedo el espritu de un zorro o algo as?
Entonces encendamos una fogata. Los zorros temen
el fuego, por lo que pronto quedar exorcizado.
Recogieron ramas secas y Takuan encendi un fuego.
Las llamas parecieron animar a Ots.
Un buen fuego alegra a una persona, verdad?
Lo que es seguro es que la calienta. Acaso te sentas
desdichada?
Oh, Takuan, ya sabes cul era mi estado de nimo!
Y no creo que a nadie le guste de veras pasar as la noche en
las montaas. Qu haramos si se pusiera a llover?
Cuando subamos he visto una cueva cerca del
camino. Podramos resguardarnos ah hasta que amainara.
Probablemente eso es lo que hace Takez cuando
llueve, no crees? Debe de haber sitios parecidos por toda
la montaa, y a lo mejor tambin es ah donde pasa la
mayor parte del tiempo escondido.
S, es probable. Takez no tiene mucho sentido, pero
debe tener el suficiente para protegerse de la lluvia.
La muchacha se qued pensativa.
Dime, Takuan, por qu le odia tanto la gente del
pueblo?
Las autoridades les obligan a odiarle. Esta gente es
sencilla, Ots. Temen al gobierno, lo temen tanto que, si
ste se lo ordena, expulsarn a sus convecinos, incluso a sus
propios familiares.
Quieres decir que slo les preocupa salvar sus
pellejos?
Mira, la verdad es que no tienen la culpa. Son
totalmente impotentes. Tienes que perdonarles por
anteponer sus intereses, puesto que es una cuestin de
autodefensa. Lo que desean en realidad es que les dejen en
paz.
Pero qu me dices de los samuris? Por qu arman
tanto alboroto por una persona insignificante como
Takez?
Porque es un smbolo del caos, un forajido, y ellos
tienen que preservar la paz. Despus de Sekigahara, a
Takez le obsesion la idea de que el enemigo le persegua.
Cometi su primer gran error al atravesar la barrera
fronteriza. Debera haber usado su ingenio de alguna
manera, infiltrarse de noche o pasar disfrazado, cualquier
cosa prudente. Pero eso no reza con Takez! Tena que
matar a un guardin y luego a otras personas. A partir de
entonces las cosas se precipitaron como un alud de nieve.
Cree que tiene que seguir matando para proteger su vida,
pero es l quien lo ha iniciado todo. Esta desgraciada
situacin se debe a una sola cosa: la absoluta falta de
sentido comn por parte de Takez.
Tambin t le odias?
Le detesto! Abomino de su estupidez! Si yo fuese
el seor de la provincia, le hara sufrir el peor castigo
imaginable. A fin de dar una leccin al pueblo, hara que le
arrancaran los miembros uno por uno. Al fin y al cabo, no
es mejor que una fiera salvaje, no te parece? Un seor
provincial no puede permitirse ser generoso con los tipos
como Takez aunque a algunos no les parezca ms que un
joven rufin. Ira en detrimento de la ley y el orden, y eso
no es bueno, sobre todo en estos tiempos revueltos.
Siempre pens que eras amable, Takuan, pero en lo
ms hondo eres muy duro, no es cierto? No saba que te
interesaran las leyes del daimy.
Pues ya lo ves. Creo que el bien debe ser premiado y
el mal castigado, y he venido aqu con la autoridad necesaria
para hacer tal cosa.
En! Qu ha sido eso? exclam Ots, ponindose
en pie junto al fuego. No lo has odo? Un crujido, como
de pisadas, en esos rboles de ah!
Pisadas? Takuan aguz el odo, pero al cabo de
unos instantes se ech a rer. Ja, ja. Slo son monos.
Mira!
Distinguieron las siluetas de un mono grande y otro
pequeo que se balanceaban entre los rboles.
Visiblemente aliviada, Ots volvi a sentarse.
Uf, qu susto me he llevado!
Durante las dos horas siguientes permanecieron
sentados en silencio, contemplando las llamas. Cada vez
que stas disminuan, Takuan rompa unas ramas secas y
las echaba a la fogata.
En qu ests pensando, Ots?
Yo?
S, t. Aunque lo hago continuamente, lo cierto es
que detesto conversar conmigo mismo.
Ots tena los ojos hinchados a causa del humo. Mir el
cielo estrellado y habl en voz queda.
Pensaba en lo extrao que es el mundo. Todas esas
estrellas ah arriba, en la negrura vaca... No, no quiero decir
eso. La noche es plena, parece abarcarlo todo. Si
contemplas las estrellas durante largo tiempo, puedes verlas
moverse, con un movimiento lento, muy lento. No puedo
dejar de pensar que el mundo entero se mueve, lo siento as,
y s que no soy ms que una mota minscula en la
inmensidad, una mota controlada por algn poder terrible
que ni siquiera veo. Incluso mientras estoy sentada
pensando, mi destino es cambiado poco a poco. Mis
pensamientos parecen trazar crculos y ms crculos.
No me ests diciendo la verdad! replic Takuan
severamente. Claro que esas ideas te han entrado en la
cabeza, pero lo cierto es que tenas algo mucho ms
concreto en la mente.
Ots guard silencio.
Te pido perdn por violar tu intimidad, Ots, pero
he ledo esas cartas que recibiste.
Has hecho eso? Pero el sello no estaba roto!
Las le despus de que te encontrara en la cabaa del
telar. Cuando dijiste que no las queras, me las guard bajo
la manga. Supongo que obr mal, pero ms tarde, cuando
estaba en el excusado, las saqu y le slo para pasar el rato.
Eres terrible! Cmo has podido hacer semejante
cosa? Y slo para pasar el rato!
Bueno, por la razn que fuera. La cuestin es que
ahora comprendo a qu se debi tu llanto y por qu
parecas medio muerta cuando te encontr. Pero mira, Ots,
creo que has sido afortunada, que, a la larga, es mejor que
las cosas hayan salido as. Crees que yo soy terrible?
Pues fjate en l!
Qu quieres decir?
Matahachi fue y sigue siendo un irresponsable. Si te
casaras con l y un da te sorprendiera con una carta como
sa, qu haras entonces? No me lo digas, te conozco. Te
arrojaras al mar desde lo alto de un acantilado. Me alegro
de que todo haya terminado antes de llegar a ese extremo.
Las mujeres no pensamos de esa manera.
De veras? Cmo pensis?
Estoy tan enfadada que podra gritar! Tir
airadamente de las mangas de su kimono con los dientes.
Algn da le encontrar! Juro que lo har! No descansar
hasta haberle dicho a la cara lo que pienso de l. Y digo lo
mismo con respecto a esa Ok.
Lgrimas de clera le anegaron los ojos. Mirndola con
fijeza, Takuan le dijo crpticamente:
Ha empezado, verdad?
Ella le mir atnita.
Qu?
Takuan mir el suelo y pareci ordenar sus
pensamientos. Entonces le dijo:
Escucha, Ots, confiaba de veras en que por lo
menos t te libraras de los males y las dificultades de este
mundo, que tu dulce e inocente yo pasara por todas las
etapas de la vida sin ensuciarse ni sufrir dao alguno. Pero
parece que los speros vientos del destino han empezado a
azotarte, como le sucede a todo el mundo.
Oh, Takuan! Qu debera hacer? Estoy tan...,
tan..., enfadada! El llanto le sacuda los hombros mientras
ocultaba el rostro en las rodillas.
Al amanecer haba llorado hasta quedarse sin lgrimas, y
los dos se retiraron a la cueva para dormir. Aquella noche
vigilaron junto al fuego, y todo el da siguiente se lo pasaron
durmiendo de nuevo en la cueva. Tenan mucha comida,
pero Ots estaba perpleja y deca una y otra vez que no
entenda cmo capturaran a Takez si seguan as. Takuan,
por su parte, se mantena sublimemente imperturbable, y
Ots no tena la menor idea de los pensamientos que
pasaban por su mente. El monje no intentaba buscar en
ninguna parte ni estaba en modo alguno desconcertado
porque Takez no se presentaba.
La noche del tercer da, como las noches anteriores, se
mantuvieron en vela al lado del fuego.
Takuan le dijo finalmente Ots, incapaz de seguir
contenindose. Como sabes, sta es nuestra ltima
noche. Maana se habr acabado el tiempo.
Humm. Eso es cierto.
Bien, qu te propones hacer?
Hacer acerca de qu?
Oh, no seas tan terco! Supongo que recuerdas la
promesa que le hiciste al capitn.
Claro, no faltara ms!
En fin, si no le llevamos a Takez...
Lo s, lo s la interrumpi l. Tendr que
colgarme del viejo cedro. Pero no te preocupes. Todava no
estoy preparado para morir.
Entonces por qu no vas en su busca?
Crees de veras que si lo hiciera le encontrara? En
estas montaas?
No te comprendo en absoluto! Y, no obstante, slo
por estar aqu sentada, siento que me vuelvo ms valiente y
hago acopio del nimo necesario para dejar que las cosas se
desarrollen en uno u otro sentido. Se ech a rer. O a lo
mejor es que me estoy volviendo loca, como t.
No estoy loco, simplemente tengo valor. Eso es lo
nico que hace falta.
Dime, Takuan, ha sido el valor y nada ms lo que te
ha hecho meterte en esto?
S.
Nada ms que valor! Eso no es muy alentador. Crea
que escondas en la manga alguna artimaa infalible.
Ots haba estado a punto de compartir la confianza de
su compaero, pero la revelacin de que ste actuaba por
pura audacia la desalent. Acaso estaba completamente
loco? A veces la gente toma por genios a personas que no
estn en su sano juicio, y Takuan podra ser una de ellas.
Ots empezaba a pensar que sa era una clara posibilidad.
El monje, sereno como siempre, sigui contemplando
distradamente el fuego. Finalmente, como si acabara de
darse cuenta, musit:
Es muy tarde, verdad?
Claro que lo es! replic Ots con premeditada
aspereza. Pronto amanecer. Se pregunt por qu
haba confiado en aquel luntico suicida.
El monje no prest atencin a la acidez de su respuesta
y dijo como si hablara consigo mismo:
Es curioso, verdad?
Qu ests murmurando, Takuan?
Se me acaba de ocurrir que Takez tiene que venir
muy pronto.
S, pero tal vez no se da cuenta de que tenis una cita.
Mir al monje sin sonrer, pero suaviz su tono al
preguntarle: Crees realmente que vendr?
Claro que s!
Pero por qu habra de caer voluntariamente en una
trampa?
No es exactamente eso, sino algo relacionado con la
naturaleza humana. En el fondo, la gente no es fuerte, sino
dbil, y la soledad no es su estado natural, sobre todo
cuando se debe a que uno est rodeado de enemigos y le
persiguen con espadas.
Puede que te parezca natural, pero me sorprendera
mucho que Takez resistiera la tentacin de hacernos una
visita y calentarse al lado del fuego.
No sern ilusiones? Puede que est muy lejos de
aqu.
Takuan sacudi la cabeza.
No, no son slo ilusiones. Ni siquiera es mi propia
teora, sino la de un maestro de la estrategia. Se haba
expresado con tanta confianza, que a Ots le alivi que su
desacuerdo fuese tan definitivo. Creo que Shimmen
Takez est muy cerca de aqu, pero todava no ha decidido
si somos amigos o enemigos. Probablemente el pobre
muchacho est acosado por numerosas dudas y se debate
en ellas, incapaz de avanzar o retroceder. Yo dira que en
estos momentos est oculto en las sombras, mirndonos
furtivamente y preguntndose con desesperacin qu debe
hacer. Ah, lo s. Djame la flauta que llevas en el obi!
Mi flauta de bamb?
S, la tocar un poco.
No, imposible. Nunca permito a nadie que la toque.
Por qu? insisti Takuan.
No importa por qu! replic ella, sacudiendo la
cabeza.
Qu hay de malo en que me la dejes? Las flautas
mejoran cuanto ms se las toca. No le har ningn dao.
Pero... Ots cerr con firmeza la mano alrededor
de la flauta sujeta en su obi.
Siempre la llevaba junto a su cuerpo, y Takuan saba lo
mucho que apreciaba aquel instrumento. Sin embargo,
nunca habra imaginado que la muchacha se negara a dejarle
tocar con ella.
No te la romper, Ots, en serio. He manejado
docenas de flautas. Vamos, mujer, por lo menos djame
tocarla.
No.
Pase lo que pase?
De ninguna manera.
Eres testaruda!
Lo s.
Takuan dej de insistir.
Bueno, entonces te escuchar. Me tocars una
piececilla?
Tampoco quiero hacer eso.
Por qu no?
Porque me echara a llorar y no puedo tocar la flauta
cuando lloro!
Humm musit Takuan.
Aunque le daba lstima esa tenacidad obstinada, tan
caracterstica de los hurfanos, era consciente del vaco que
exista en lo ms profundo de sus testarudos corazones. Le
parecan destinados a anhelar desesperadamente lo que no
pueden tener, el amor de los padres con el que nunca han
estado bendecidos.
Ots llamaba constantemente a los padres que no haba
conocido, y stos a ella, pero no tena un conocimiento de
primera mano del amor paternal. La flauta era el nico
objeto que sus padres le haban dejado, la nica imagen de
ellos que haba tenido jams. Cuando tena tan poca edad
que apenas poda ver la luz del da, la dejaron abandonada
como un gatito en el porche de Shippji, con la flauta sujeta
a su minsculo obi. Era el nico vnculo que en el futuro
podra permitirle buscar a sus familiares. No slo era la
imagen, sino tambin la voz de la madre y el padre a los que
nunca haba visto.
As que llora cuando la toca! pens Takuan. No
me extraa que sea tan reacia a permitir que nadie la toque e
incluso a tocarla ella misma. La muchacha le daba lstima.
Aquella tercera noche, la luna perlina reluci por
primera vez en el cielo, disolvindose de vez en cuando tras
las nubes vaporosas. Los gansos silvestres, que siempre
emigran a Japn en otoo y regresan a sus territorios en
primavera, volaban hacia el norte, y en ocasiones sus
graznidos les llegaban a travs de las nubes.
Takuan sali de su ensoacin y dijo:
El fuego se ha extinguido, Ots. Quieres echarle ms
lea? Eh? Qu te ocurre? Algo va mal?
Ots no le respondi.
Ests llorando?
Ella sigui sin decir nada.
Siento haberte recordado el pasado. No tena
intencin de acongojarte.
No es nada susurr ella. No debera haber sido
tan testaruda. Por favor, toma la flauta y tcala.
Sac el instrumento de su obi y se lo ofreci por encima
del fuego. Estaba envuelto en un pao de brocado antiguo y
desvado, muy desgastado, con los cordones deshilachados,
pero an conservaba cierta elegancia aeja.
Puedo mirarla? inquiri Takuan.
S, por favor. Ya no importa.
Por qu no la tocas en vez de hacerlo yo? La verdad
es que preferira escucharte. Mira, me pondr as. Se
volvi de lado, rodendose las rodillas con los brazos.
De acuerdo, pero no s tocar muy bien dijo ella
con modestia. Lo intentar.
Se arrodill en la hierba, adoptando una postura formal,
enderez el cuello de su kimono e hizo una reverencia a la
flauta que estaba ante ella. Takuan no dijo nada ms, y ya
ni siquiera pareca estar all presente. No haba ms que el
grande y solitario universo envuelto en la noche. La forma
oscura del monje podra haber sido una roca que hubiera
cado rodando desde la ladera de la colina, detenindose en
la llanura.
Con el plido rostro vuelto ligeramente a un lado, Ots
se llev a los labios la preciada reliquia de familia. Mientras
humedeca la boquilla y se preparaba interiormente para
tocar, pareca una Ots totalmente distinta, una Ots que
encarnaba la fuerza y la dignidad del arte. Volvindose a
Takuan, una vez ms, como era correcto, afirm que careca
por completo de habilidad. l hizo un gesto de asentimiento
rutinario.
Comenz a orse el sonido lquido de la flauta. Mientras
los delgados dedos de la muchacha se movan sobre los siete
orificios del instrumento, sus nudillos parecan minsculos
gnomos entregados a una danza lenta. Era un sonido bajo,
como el gorgoteo de un arroyo. Takuan tuvo la sensacin de
que l mismo se haba convertido en una corriente de agua
que flua en el fondo de una garganta, retozando en los
bajos. Cuando sonaban las notas altas, senta que su
espritu flotaba en el aire para juguetear con las nubes. El
sonido de la tierra y las reverberaciones del cielo se
mezclaban y eran transformadas en los nostlgicos suspiros
de la brisa que soplaba entre los pinos, lamentando la
transitoriedad de este mundo.
Al tiempo que escuchaba arropado y con los ojos
cerrados, Takuan no poda evitar acordarse de la leyenda
del prncipe Hiromasa, el cual, cuando una noche iluminada
por la luna paseaba ante la puerta Suzaku de Kyoto,
tocando la flauta al caminar, oy el sonido de otra flauta
que armonizaba con la suya. El prncipe busc al flautista y
lo encontr en el piso superior del portal. Tras intercambiar
sus flautas, los dos tocaron juntos durante toda la noche.
Slo ms tarde el prncipe descubri que su compaero
haba sido un diablo con forma humana.
Incluso a un diablo le conmueve la msica se dijo
Takuan. Cunto ms profundamente un ser humano,
sometido a las cinco pasiones, debe ser afectado por el
sonido de la flauta en manos de esta bella muchacha!
Senta deseos de llorar, pero no verti ninguna lgrima.
Hundi ms el rostro entre las rodillas, abrazndolas
inconscientemente con ms fuerza.
A medida que la luz de la fogata disminua, las mejillas
de Ots se tean de un rojo ms intenso. Estaba tan
absorta en su msica que era difcil distinguirla del
instrumento que tocaba.
Estaba llamando a sus padres? Acaso aquellos
sonidos que ascendan al cielo preguntaban realmente
dnde estis? Y no estaba mezclado con esa peticin el
amargo resentimiento de una doncella que haba sido
abandonada y traicionada por un hombre sin fe?
Ots pareca intoxicada por la msica, abrumada por
sus propias emociones. Su respiracin comenz a mostrar
seales de fatiga, minsculas gotas de sudor aparecieron a lo
largo de la lnea del cabello, las lgrimas se deslizaron por su
rostro. Aunque sus ahogados sollozos interrumpan la
meloda, sta pareca prolongarse indefinidamente.
De repente se produjo movimiento en la hierba, a no
ms de quince o veinte pies de la fogata. Pareca el sonido
de un animal que reptara. Takuan irgui la cabeza, mir
fijamente al objeto negro, alz lentamente la mano y la agit
a modo de saludo.
Eh, t, el de ah! El relente debe de ser fro. Ven
aqu, al lado del fuego, y calintate. Ven y habla con
nosotros, por favor.
Sobresaltada, Ots dej de tocar y dijo:
Vuelves a hablar contigo mismo, Takuan?
No te has dado cuenta? le pregunt l, sealando
. Takez lleva cierto tiempo ah, escuchndote tocar la
flauta.
Ella se volvi para mirar, y entonces, lanzando un grito,
arroj la flauta contra la forma negra. Era, en efecto,
Takez, el cual se levant de un salto como un ciervo
asustado y emprendi la huida.
Takuan, tan sorprendido como Takez por el grito de
Ots, tuvo la sensacin de que la red que haba tendido con
tanto cuidado se haba roto, dejando escapar al pez.
Ponindose en pie, grit con toda la fuerza de sus
pulmones:
Takez! Detente!
Su voz tena una intensidad arrolladora, una fuerza
autoritaria que no se poda ignorar fcilmente. El fugitivo se
detuvo como si le hubieran clavado en el suelo y mir atrs,
un tanto estupefacto. Contempl a Takuan con recelo.
El monje no dijo nada ms. Cruz lentamente los brazos
sobre el pecho y se qued mirando a Takez con tanta
fijeza como ste le miraba a l. Los dos parecan respirar
incluso al unsono.
Gradualmente aparecieron en las comisuras de los ojos
de Takuan las arrugas que sealan el comienzo de una
sonrisa amistosa. Descruz los brazos, hizo una sea a
Takez y le dijo:
Anda, ven aqu.
Takez parpade al or estas palabras y en su oscuro
semblante apareci una expresin extraa.
Ven aqu para que podamos hablar le inst el
monje. El perplejo fugitivo permaneci en silencio. Hay
mucha comida y hasta tenemos sake. Mira, no somos tus
enemigos. Ven junto al fuego y hablemos. El silencio
continu. No crees que ests cometiendo un gran error,
Takez? Hay un mundo exterior con fuego, comida, bebida
y hasta simpata humana, pero t insistes en moverte
dentro de tu infierno particular. Tienes una visin bastante
torcida del mundo, sabes?
Pero voy a dejar de discutir contigo. En el estado en
que te encuentras es difcil que prestes odos a las razones.
Anda, ven a la vera del fuego. Ots, calienta el cocido de
patatas que hiciste hace poco. Tambin yo tengo hambre.
Ots puso el cazo en el fuego y Takuan un recipiente
de sake cerca de las llamas, para que se calentara. Esta
pacfica escena disip los temores de Takez, y se
aproxim. Cuando estuvo casi junto a ellos se detuvo y
permaneci inmvil, como si el azoramiento le impidiera
continuar.
Takuan hizo rodar una gran piedra hasta dejarla junto al
fuego y dio a Takez unas palmadas en la espalda.
Sintate aqu le dijo.
Takez tom asiento bruscamente. Ots, por su parte,
ni siquiera poda mirar al amigo de su ex prometido a la
cara. Tena la impresin de hallarse en presencia de una
fiera desatada.
Takuan alz la tapa del cazo y dijo:
Parece que est listo. Clav las puntas de sus
palillos en una patata, la extrajo y se la llev a la boca, la
mastic enrgicamente y proclam: Muy rica y tierna.
No quieres un poco, Takez?
Takez asinti y sonri por primera vez, mostrando su
dentadura perfectamente blanca. Ots llen un cuenco y se
lo ofreci. Tras aceptarlo, el fugitivo empez a soplar el
cocido caliente y tomarlo a grandes sorbos. Las manos le
temblaban y los dientes producan ruido al chocar con el
borde del cuenco. Por muy hambriento que estuviera, su
temblor era incontrolable, hasta un punto alarmante.
Est bueno, no es cierto? le dijo el monje, dejando
sus palillos. Un poco de sake?
No quiero sake.
Es que no te gusta?
No lo quiero ahora. Despus de haber pasado
tanto tiempo en las montaas, tema que el sake le
enfermara. Finalmente dijo con bastante cortesa: Gracias
por la comida. Ahora estoy caliente.
Has comido suficiente?
S, gracias. Mientras devolva el cuenco a Ots,
pregunt: Por qu habis venido aqu? Anoche tambin
vi vuestro fuego.
La pregunta sobresalt a Ots, la cual no supo qu
responder, pero Takuan acudi en su ayuda diciendo sin
ambages:
A decir verdad, hemos venido a capturarte.
Takez no se mostr especialmente sorprendido,
aunque pareci remiso a tomar las palabras del monje en
sentido literal. Inclin la cabeza en silencio y luego mir al
uno y la otra. Takuan comprendi que haba llegado el
momento de actuar. Se volvi para mirar directamente a
Takez y le dijo:
Qu te parece? Si van a capturarte de todos modos,
no sera mejor estar atado con los lazos de la ley de Buda?
Las regulaciones del daimy son ley y la ley de Buda es
ley, pero de las dos, los lazos de Buda son ms suaves y
humanos.
No, no! exclam Takez, sacudiendo la cabeza
airadamente.
Takuan sigui hablando con suavidad.
Escucha un momento, por favor. Comprendo que
ests decidido a resistir hasta la muerte, pero a la larga,
puedes realmente ganar?
Ganar? Qu quieres decir con eso?
Quiero decir si puedes resistir con xito contra la
gente que te odia, contra las leyes de la provincia y contra
tu peor enemigo, que eres t mismo.
S que ya he perdido gimi Takez, con el rostro
contorsionado y lgrimas en los ojos. Al final me
cortarn en pedazos, pero antes voy a matar a la vieja
Hon'iden, los soldados de Himeji y todos los dems a los
que odio. Matar tantos como pueda!
Qu hars con respecto a tu hermana?
Cmo?
Qu hars por Ogin? Sabes que est encerrada en la
prisin militar de Hinagura!
A pesar de su resolucin inicial de rescatarla, Takez no
pudo responder.
No crees que es hora de que pienses en el bienestar
de esa buena mujer? Ha hecho mucho por ti. Y qu me
dices del deber que tienes de seguir llevando el apellido de
tu padre, Shimmen Munisai? Has olvidado que se
remonta, a travs de la familia Hirata, al famoso clan
Akamatsu de Harima?
Takez se cubri el rostro con las manos renegridas, de
uas ya tan largas que parecan garras, sus hombros
angulosos sealando hacia arriba mientras acompaaban el
temblor de todo su cuerpo fatigado. Se ech a llorar
amargamente.
Yo..., yo..., no s. Qu..., qu importa eso ahora?
Apenas haba terminado de pronunciar esas palabras
entrecortadas, cuando Takuan cerr el puo y lanz
sbitamente un puetazo a la mandbula de Takez.
Necio! le espet el monje en un tono fulminante.
Cogido por sorpresa, Takez se tambale a causa del
golpe, pero antes de que pudiera recuperarse recibi otro en
el lado contrario.
Patn irresponsable! Estpido ingrato! Puesto que
tus padres y tus antepasados no estn aqu para castigarte,
lo har yo por ellos. Toma esto! El monje le golpe de
nuevo, esta vez derribndole al suelo. An no te hace
dao? le pregunt con beligerancia.
S, me duele gimi el fugitivo.
Bien. Si te duele es que todava debes de tener un
poco de sangre humana corriendo por tus venas. Ots,
dame esa cuerda, por favor... Bueno, a qu ests
esperando? Treme la cuerda! Takez ya sabe que voy a
atarle, est preparado para ello. No es la cuerda de la
autoridad, sino la de la compasin. No hay ningn motivo
para que le temas ni te apiades de l. Rpido, muchacha, la
cuerda!
Takez permaneci tendido boca abajo, sin hacer
esfuerzo alguno por moverse. Takuan se coloc a
horcajadas en su espalda. Si Takez hubiera querido
resistirse, habra podido hacer volar al monje como una
pequea pelota de papel. Ambos lo saban. No obstante,
sigui tendido pasivamente, con los brazos y las piernas
extendidos, como si por fin se hubiera rendido a alguna
fuerza invisible de la naturaleza.
El viejo cedro
Aunque no era la hora de la maana a la que sola sonar la
campana, su taido pesado y regular resonaba en el pueblo
y su eco llegaba a las montaas. Era el da de ajustar
cuentas, una vez agotado el tiempo concedido a Takuan, y
los aldeanos subieron apresuradamente a la colina para
descubrir si haba hecho lo imposible. La noticia de que as
era corri como un reguero de plvora.
Takez ha sido capturado!
No me digas! Quin le ha cogido?
Takuan!
No puedo creerlo! Sin un arma?
No puede ser cierto!
La multitud avanz hacia el Shippji, y una vez all
todos miraron boquiabiertos al forajido prendido por el
cuello que estaba atado como un animal a la barandilla de la
escalera del santuario principal. Algunos tragaron saliva y
sofocaron un grito ante esa escena, como si estuvieran
contemplando el semblante del temido demonio del monte
e. Como si quisiera compensar su reaccin exagerada,
Takuan se sent escaleras arriba, se reclin hacia atrs,
apoyndose en los codos, y sonri afablemente.
Pueblo de Miyamoto grit, ahora podis volver
en paz a vuestros campos. Pronto se marcharn los
soldados!
Para los intimidados aldeanos, Takuan se haba
convertido en un hroe de la noche a la maana, su salvador
y protector contra el mal. Algunos le hicieron profundas
reverencias, casi tocando el suelo del patio con sus cabezas.
Otros se abrieron paso para tocarle la mano o el hbito. Los
hubo que se arrodillaron a sus pies. Takuan, consternado
ante semejante exhibicin de idolatra, se separ de la
muchedumbre y alz la mano pidiendo silencio.
Escuchadme, hombres y mujeres de Miyamoto.
Tengo algo que deciros, algo importante. El clamor se
extingui. No soy yo quien merece el honor de haber
capturado a Takez. No fui yo quien lo logr, sino la ley de
la naturaleza. Quienes la quebrantan, al final siempre
pierden. Es la ley lo que debis respetar.
No seas ridculo! T le has capturado, no la
naturaleza!
No seas tan modesto, monje!
Concedemos el mrito a quien se lo ha ganado.
Olvida la ley. Te tenemos a ti para darte las gracias!
Est bien, dadme las gracias sigui diciendo
Takuan. No me importa. Pero debis rendir homenaje a la
ley. En cualquier caso, ya est hecho, y ahora hay algo de
suma importancia sobre lo que deseo preguntaros. Necesito
vuestra ayuda.
Qu es ello? inquirieron los curiosos aldeanos.
Sencillamente esto: qu haremos con Takez ahora
que lo tenemos? Mi acuerdo con el representante de la casa
de Ikeda, a quien estoy seguro de que todos conocis de
vista, fue que si no traa al fugitivo al cabo de tres das, me
colgara de ese gran cedro. Y l me prometi que, si tena
xito, podra decidir su destino.
La gente empez a murmurar.
Ya hemos odo hablar de eso!
El monje asumi un porte judicial.
Bien, qu hacemos con l entonces? Como veis, el
temido monstruo est aqu en carne y hueso. No es muy
pavoroso, verdad? De hecho, es tan dbil que ha venido
hasta aqu sin luchar. Le matamos o dejamos que se
marche?
Hubo un murmullo de objeciones contra la idea de dejar
libre a Takez.
Tenemos que matarle! grit un hombre. No ha
hecho nada bueno, es un criminal! Si le dejamos vivir, ser
la maldicin del pueblo.
Takuan hizo una pausa, considerando al parecer las
posibilidades, y entretanto unas voces impacientes gritaron
desde el fondo:
Mtale, mtale!
En aquel momento, una anciana se abri paso al frente,
apartando con fuertes codazos a hombres que duplicaban
su altura. Era, por supuesto, la airada Osugi. Cuando lleg a
los escalones, dirigi a Takez una mirada furibunda y
luego se volvi hacia los aldeanos.
No me dar por satisfecha slo con matarle!
exclam al tiempo que agitaba una rama de moral.
Hacedle sufrir primero! Mirad esa horrible cara!
Volvindose al prisionero, alz el ltigo improvisado y grit
: Criatura degenerada y odiosa! Le azot varias veces,
hasta que se qued sin aliento y el brazo le cay inerte al
costado.
Takez se encogi de dolor mientras Osugi diriga a
Takuan una mirada amenazante.
Qu quieres de m? le pregunt el monje.
Este asesino tiene la culpa de que mi hijo haya
arruinado su vida. Temblando intensamente, chill: Y
sin Matahachi no hay nadie que pueda llevar el apellido de
nuestra familia!
Takuan replic:
Permteme decirte que Matahachi, de todos modos,
nunca ha servido de gran cosa. No ser mejor para ti a la
larga que designes a tu yerno como heredero, dndole el
respetado apellido de Hon'iden?
Cmo te atreves a decir tal cosa! De sbito, la
orgullosa viuda se ech a llorar. No me importa lo que
pienses. Nadie comprenda a mi hijo. No era realmente
malo, era mi pequeo. Le acometi un nuevo ataque de
furor y seal a Takez: l le extravi, le convirti en un
don nadie como l mismo. Tengo derecho a vengarme.
Dirigindose a la multitud, les suplic: Dejadme decidir.
Dejdmelo a m. S qu hacer con l!
Un airado grito procedente del fondo interrumpi a la
mujer. La muchedumbre se separ como una tela
desgarrada, y el recin llegado avanz rpidamente hacia el
frente. Era Barba Rala en persona, y rebosaba de clera.
Qu ocurre aqu? Esto no es un espectculo!
Marchaos todos. Volved al trabajo, a casa, de inmediato!
Los congregados se movieron inquietos, pero nadie se
volvi para marcharse. Habis odo lo que he dicho!
Fuera de aqu! A qu estis esperando? Avanz
amenazante hacia ellos, con la mano cernida sobre la
espada. Los que estaban delante retrocedieron espantados.
No! grit entonces Takuan. No hay ninguna
razn para que esta gente se marche. Les he hecho venir
aqu con el propsito de discutir lo que vamos a hacer con
Takez.
Cllate! le orden el capitn. No tienes nada
que decir en este asunto. Se irgui y mir ferozmente
primero a Takuan, luego a Osugi y por ltimo a la multitud,
antes de decir con voz resonante: Este Shimmen Takez
no slo ha cometido gravsimos delitos contra las leyes de
esta provincia, sino que tambin es un fugitivo de
Sekigahara. El pueblo no puede decidir su castigo. Debe ser
entregado al gobierno!
Takuan sacudi la cabeza.
Tonteras! replic, y, al ver que Barba Rala se
dispona a responderle, le silenci alzando un dedo. Eso
no es lo que acordamos!
El capitn, al ver que su dignidad estaba seriamente
amenazada, empez a discutir.
Mira, Takuan, sin duda recibirs el dinero que el
gobierno ha ofrecido como recompensa, pero en mi calidad
de oficial representante del seor Terumasa, tengo el deber
de hacerme cargo del prisionero. Su destino ya no tiene por
qu preocuparte. No te molestes siquiera pensando en
ello!
Takuan no hizo esfuerzo alguno por responder y se
ech a rer estrepitosamente. Y cada vez que la risa pareca
remitir, cobraba nuevos bros.
Cuidado con tus modales, monje! le advirti el
capitn. Qu encuentras tan divertido? farfull.
Crees que todo esto es una broma?
Mis modales? repiti Takuan, volviendo a
desternillarse de risa. Mis modales? Oye, Barba Rala,
ests pensando en romper nuestro acuerdo y faltar a tu
sagrada palabra? Porque de ser as te advierto que dejar en
libertad a Takez ahora mismo!
Lanzando al unsono un grito ahogado, los aldeanos
empezaron a alejarse poco a poco.
Listo? pregunt Takuan, disponindose a coger la
cuerda que ataba a Takez. El capitn se qued sin habla.
Y cuando lo desate, voy a incitarlo contra ti. Podis
decidirlo luchando entre vosotros. Entonces arrstalo si
puedes!
Alto, espera un momento!
Yo he cumplido mi parte del trato sigui diciendo
Takuan como si estuviera a punto de quitar las ataduras al
prisionero.
Te he dicho que basta. La frente del samurai estaba
perlada de sudor.
Por qu?
Pues porque..., porque... El capitn casi
tartamude. Ahora que est atado no tiene sentido
soltarle para que cause ms problemas, no te parece? Te
dir lo que vamos a hacer! Puedes matar t mismo a
Takez. Toma..., toma mi espada. Dame tan slo la cabeza
para que me la lleve. Eso es justo, no?
Que te d su cabeza! Ni lo suees! Dirigir funerales
es uno de los cometidos del clero, pero entregar cadveres o
partes de ellos... Eso nos dara mala fama a los sacerdotes,
no? Nadie nos confiara a sus muertos y, en cualquier caso,
si empezamos a regalarlos los templos irn a la ruina en
menos que canta un gallo. Pese a que el capitn tena la
mano en la empuadura de la espada, Takuan no poda
resistirse a acosarle.
El monje se volvi a la multitud, serio de nuevo.
Os he pedido que lo discutierais entre vosotros y me
dierais una respuesta. Qu vamos a hacer? La anciana dice
que no basta con matarle y que debemos torturarle primero.
Qu os parece le dejamos atado al tronco del cedro durante
unos das? Atado de pies y manos y expuesto a los
elementos da y noche. Probablemente los cuervos le
sacarn los ojos. Qu decs a eso?
La propuesta de Takuan pareci a los aldeanos tan
inhumana y cruel que al principio ninguno pudo
responder..., excepto Osugi, quien dijo:
Takuan, esta idea tuya muestra lo sabio que eres
realmente, pero creo que deberamos tenerle atado toda una
semana..., no, ms! Que est atado ah diez o veinte das.
Entonces vendr yo misma y le asestar el golpe fatal.
Takuan asinti sin ms.
De acuerdo. As sea!
Desat la cuerda de la barandilla y arrastr a Takez,
como un perro sujeto a una tralla, hasta el rbol. El
prisionero fue dcilmente, con la cabeza gacha y sin decir
nada. Pareca tan arrepentido que algunos de los aldeanos
ms compasivos sintieron cierta lstima por l. Pero la
excitacin por la captura de la bestia salvaje no se haba
disipado y todo el mundo particip con entusiasmo en la
diversin. Tras rodearle con varios largos de cuerda, alzaron
al prisionero hasta una rama a unos treinta pies del suelo, le
tendieron en ella y le ataron fuertemente. Sujeto de aquella
manera, ms pareca un gran mueco de paja que un hombre
vivo.
Cuando Ots regres al templo tras los das pasados en la
montaa, empez a sentirse extraa e intensamente
melanclica cada vez que estaba a solas en su habitacin.
Ignoraba las causas, puesto que estar sola no era nada
nuevo para ella, y siempre haba alguien en los alrededores
del templo. Tena todas las comodidades del hogar, pero
ahora se senta ms solitaria que en cualquier otro momento
durante aquellos tres largos das en la desolada colina con
slo Takuan por compaero. Sentada en la mesa baja junto
a su ventana, con la barbilla apoyada en las palmas,
reflexionaba en sus sentimientos antes de llegar a una
conclusin.
Tena la sensacin de que aquella experiencia le haba
permitido ver los entresijos de su corazn. Se dijo que la
soledad es como el hambre, que no est fuera sino dentro de
uno mismo. Sentirse solitario es sentir que a uno le falta
algo, algo vitalmente necesario, pero Ots no saba qu era.
Ni la gente que la rodeaba ni las comodidades de la vida
en el templo podan mitigar la sensacin de aislamiento que
ahora experimentaba. All, en las montaas, slo haba el
silencio, los rboles y la niebla, pero tambin tena a
Takuan. Haba comprendido, como si fuese una revelacin,
que el monje no estaba totalmente fuera de ella. Sus
palabras le haban llegado directamente al corazn, le haban
calentado e iluminado como no podra hacerlo ningn fuego
o lmpara. Entonces lleg a la conclusin inocente de que se
senta sola porque Takuan no estaba a su lado.
Una vez efectuado este descubrimiento, se levant,
pero su mente segua dando vueltas al problema que ahora
tena. Tras decidir el castigo de Takez, Takuan se pasaba
encerrado mucho tiempo en la habitacin de los huspedes
con el samurai de Himeji. Como el monje deba ir del
templo al pueblo y viceversa tan a menudo, a fin de realizar
numerosos recados, no dispona de tiempo para sentarse y
hablar con ella como lo haba hecho en las montaas. Ots
tom de nuevo asiento.
Ojal tuviera una amiga! No necesitaba muchas, slo
una que la conociera bien, con la que pudiera contar, una
persona fuerte y absolutamente digna de confianza. Eso era
lo que anhelaba, lo ansiaba tanto que casi estaba para
volverse loca.
Claro que le quedaba su flauta, pero una muchacha de
diecisis aos tiene en su interior interrogantes e
incertidumbres a los que un pedazo de bamb no puede dar
respuesta. Necesitaba intimidad y la sensacin de que
participaba de la vida real y no slo la observaba.
Qu asco me da todo! dijo en voz alta, pero dar
rienda suelta a sus sentimientos no mitig en modo alguno
el odio que senta por Matahachi. Sus lgrimas caan sobre
la mesita lacada, la airada sangre que corra por sus venas le
azuleaba las sienes, dolorosos latidos le asestaban la cabeza.
La puerta corredera se desliz en silencio detrs de ella. En
la cocina del templo, el fuego de la cena arda vivamente.
Aja! De modo que es aqu donde te habas
escondido! Aqu sentada dejando que el da entero se te
deslice entre los dedos!
Osugi estaba en el marco de la puerta. Ots sali,
sobresaltada, de su ensimismamiento y titube un instante
antes de dar la bienvenida a la anciana y ofrecerle un cojn
para que se sentara. Osugi lo hizo sin perder tiempo en
formalidades.
Mi buena nuera... empez a decir en un tono
ampuloso.
S, seora respondi Ots, la cual, intimidada,
haba hecho una profunda reverencia ante la vieja bruja.
Ahora que has reconocido nuestra relacin, hay cierta
cosilla de la que deseo hablarte. Pero primero treme un
poco de t. Hasta ahora he hablado con Takuan y el
samurai de Himeji, y el aclito del templo ni siquiera nos ha
servido un refresco. Estoy sedienta!
Ots le trajo obediente el t.
Quiero hablar de Matahachi le dijo la anciana sin
prembulos. Por supuesto, sera una estpida si me
creyera una sola palabra de lo que ha dicho ese embustero
de Takez, pero parece ser que Matahachi est vivo y
ahora reside en otra provincia.
Es eso cierto? le dijo framente Ots.
No puedo estar segura, pero sigue en pie el hecho de
que el sacerdote de aqu, actuando como tu tutor, accedi a
que te casaras con mi hijo, y la familia Hon'iden ya te ha
aceptado como su novia. Pase lo que pase en el futuro,
espero que no se te ocurra desdecirte de tu palabra.
Bueno...
Jams haras semejante cosa, verdad?
Ots exhal un leve suspiro.
Muy bien, entonces, me alegra saberlo! La anciana
hablaba como si pospusiera una cita. Ya sabes cmo
habla la gente, y no podemos saber cundo regresar
Matahachi. Por eso quiero que abandones este templo y
vengas a vivir conmigo. Tengo ms trabajo del que puedo
hacer, y puesto que mi nuera est tan ocupada con su
propia familia, no puedo pedirle mucho. Como ves,
necesito tu ayuda.
Pero yo...
Quin que no sea la prometida de Matahachi podra
entrar en la casa Hon'iden?
No lo s, pero...
Ests tratando de decirme que no quieres venir? No
te gusta la idea de vivir bajo mi propio techo? La mayora
de las chicas saltaran de alegra ante esa oportunidad!
No, no se trata de eso. Es que...
Entonces deja de perder el tiempo y recoge tus
cosas!
Ahora mismo? No sera mejor esperar?
Esperar a qu?
Hasta..., hasta que Matahachi regrese.
De ninguna manera! exclam la mujer con
rotundidad. Antes de que llegue ese momento podras
empezar a pensar en otros hombres. Tengo el deber de velar
por tu buen comportamiento. Entretanto, me ocupar de
que aprendas a trabajar en el campo, cuides de los gusanos
de seda, cosas una costura en lnea recta y actes como una
dama.
Ah..., ya veo.
Ots no tena fuerzas para protestar. La cabeza segua
latindole, y aquella chchara sobre Matahachi le haba
producido un nudo en el pecho. Tema que si deca una
palabra ms no podra impedir un torrente de lgrimas.
Y hay otra cosa dijo Osugi. Sin hacer caso del
dolor de la muchacha, alz la cabeza con gesto imperioso.
Todava no estoy muy segura de lo que ese monje
impredecible se propone hacer con Takez, y eso me
preocupa. No quiero perderles de vista a los dos hasta
asegurarme de que Takez ha muerto. Les vigilar da y
noche. Si no se le vigila bien de noche, vete a saber lo que
Takuan podra hacer. Es posible que estn confabulados!
Entonces no te importa que me quede aqu?
De momento, no, puesto que no puedes estar en dos
sitios a la vez, no es cierto? Vendrs con tus pertenencias
a la casa Hon'iden el que da en que la cabeza de Takez
haya sido separada de su cuerpo. Entendido?
S, entendido.
No vayas a olvidarlo! dijo Osugi en tono muy
brusco mientras sala estrepitosamente de la habitacin.
Entonces, como si hubiera estado esperando la
oportunidad, apareci una sombra en la ventana cubierta de
papel y una voz masculina llam en voz baja:
Ots! Ots!
Confiando en que fuese Takuan, la muchacha apenas
mir la forma de la sombra antes de apresurarse a abrir la
ventana. Cuando lo hizo, retrocedi sorprendida, pues los
ojos a los que se enfrent eran los del capitn. ste le cogi
la mano y se la apret.
Has sido amable conmigo le dijo, pero acabo de
recibir rdenes de Himeji y he de regresar.
Qu lstima. Intent liberar su mano, pero el
samurai se la apretaba demasiado.
Al parecer, estn realizando una investigacin sobre
el incidente que ha tenido lugar aqu le explic. Si
tuviera en mi poder la cabeza de Takez, podra decir que
he cumplido con mi deber de una manera honorable y
estara justificado. Pero ese loco y testarudo Takuan me lo
impide, no quiere escuchar nada de lo que digo. Sin
embargo, creo que t ests de mi parte, y por eso he venido
aqu. Toma esta carta y lela ms tarde, por favor, en algn
sitio donde nadie te vea.
Le puso la carta en las manos, dio media vuelta y se
march. Ella le oy bajar a toda prisa los escalones y
alejarse por el camino.
Era ms que una carta, pues contena una gran pieza de
oro, pero el mensaje era muy directo: le peda a Ots que
cortara la cabeza de Takez en los prximos das y se la
llevara a Himeji.
Entonces el capitn la convertira en su esposa, y as
vivira en medio de la riqueza y la gloria durante el resto de
sus das. Firmaba la misiva Aoki Tanzaemon, un nombre
que, segn el propio testimonio del firmante, perteneca a
uno de los guerreros ms clebres de la regin. Ots quiso
echarse a rer, pero estaba demasiado indignada.
Cuando estaba terminando de leer la carta, Takuan la
llam.
No has comido todava, Ots?
Ella se puso las sandalias y fue a hablar con el monje.
No tengo apetito. Me duele la cabeza.
Qu tienes en la mano?
Una carta.
Otra?
S.
De quin?
Qu fisgn eres, Takuan!
Curioso, hija ma, inquisitivo, pero no fisgn!
Querras echarle un vistazo?
Si no te importa...
Slo para pasar el rato?
sa es una razn tan buena como cualquier otra.
Ten. No me importa en absoluto.
Ots le tendi la carta, y Takuan, despus de leerla, se
ri a carcajadas. Ella no pudo evitar que las comisuras de su
boca tambin se curvaran hacia arriba.
Ese pobre hombre! Est tan desesperado que intenta
sobornarte con amor y dinero. Esta carta es regocijante!
Debo decir que nuestro mundo es realmente afortunado al
estar bendecido con semejante excepcional y probo
samurai! Es tan valiente que pide a una simple nia que
decapite al prisionero por l, y tan estpido que lo hace por
escrito.
La carta tanto me da dijo Ots, pero qu voy a
hacer con el dinero? Entreg a Takuan la pieza de oro.
Esto vale mucho observ Takuan, sopesndola.
Eso es lo que me inquieta.
No te preocupes. Yo nunca he tenido el menor
problema para deshacerme del dinero.
Takuan dio la vuelta el templo hasta la parte delantera,
donde haba un cepillo de limosnas. Se dispuso a echar all
la moneda, llevndosela primero a la frente, en deferencia a
Buda, pero entonces cambi de idea.
Pensndolo mejor, puedes quedrtela. Me atrevera a
decir que no te estorbar.
No la quiero, slo me causar problemas. Ms
adelante me interrogaran sobre su procedencia, y preferira
fingir que no la he visto nunca.
Este oro, Ots, ya no pertenece a Aoki Tanzaemon.
Se ha convertido en una ofrenda al Buda, y ste te la ha
concedido. Qudatela para que te d buena suerte.
Ots no protest ms y se guard la moneda en el obi.
Entonces, mirando al cielo, observ:
Hay mucho viento, verdad? A lo mejor llueve esta
noche. Hace mucho tiempo que no cae una gota.
La primavera casi ha terminado, por lo que ya es hora
de que caiga un buen aguacero. Lo necesitamos para que se
lleve tantas hojas muertas y alivie el aburrimiento de la
gente.
Pero si cae una fuerte lluvia, qu le ocurrir a
Takez?
Humm, Takez... musit el monje.
En el momento en que los dos se volvan hacia el cedro,
el prisionero grit desde sus ramas superiores.
Takuan! Takuan!
Qu? Eres t, Takez?
Mientras Takuan miraba a lo alto con los ojos
entrecerrados, Takez le lanz un torrente de
imprecaciones.
Eres un cerdo, monje! Un sucio impostor! Ven y
qudate aqu debajo! Tengo algo que decirte!
El viento azotaba violentamente las ramas del rbol, y la
voz surga entre ellas quebrada y descoyuntada. Las hojas
revoloteaban alrededor del rbol y rozaban el rostro vuelto
hacia arriba de Takuan. ste se ech a rer.
An te veo lleno de vida, cosa que me parece muy
bien. Confo en que no sea tan slo la falsa vitalidad debida
al conocimiento de que pronto vas a morir.
Cllate! le grit Takez, el cual no estaba tan lleno
de vida como rebosante de clera. Si temiera morir, por
qu me habra quedado quieto mientras me atabas?
Te has comportado as porque yo soy fuerte y t
dbil!
Eso es una mentira, y t lo sabes!
Entonces te lo dir de otra manera. Soy listo y t
eres estpido hasta el tutano!
Puede que tengas razn. Desde luego, fue una
estupidez por mi parte permitir que me capturases.
No te menees tanto, mono colgado del rbol! No te
har ningn bien, sangrars, si es que an te queda sangre,
y, francamente, es muy desagradable.
Escucha, Takuan!
Te estoy escuchando.
Si quisiera haber luchado contigo en la montaa,
podra haberte aplastado fcilmente como a un pepino.
sa no es una analoga muy halagadora. En cualquier
caso, no lo hiciste, de modo que ser mejor que dejes de
pensar en eso. Olvida lo que sucedi all. Es demasiado
tarde para lamentaciones.
Me engaaste con tu altisonante chchara sacerdotal,
y eso ha sido muy mezquino, bastardo. Lograste que
confiara en ti y entonces me traicionaste. Me dej capturar,
es cierto, pero slo porque cre que eras distinto a los
dems. Jams pens que me humillaras de esta manera.
Ve al grano, Takez le dijo Takuan con
impaciencia.
Por qu me haces esto? grit el fardo de paja.
Por qu no me cortas la cabeza y terminamos de una vez!
Pens que, si deba morir, sera mejor dejarte elegir la
manera de ejecutarme que someterme a la decisin de esa
chusma sedienta de sangre. Aunque eres un monje, tambin
dices comprender el camino del samurai.
Claro que lo comprendo, pobre y desorientado
muchacho. Mucho mejor que t!
Habra salido beneficiado dejando que los aldeanos
me capturasen. Por lo menos ellos son humanos.
Has cometido ese nico error, Takez? Acaso no
ha sido errneo de uno u otro modo todo lo que has hecho
y dicho? Mientras descansas ah arriba, por qu no tratas
de reflexionar un poco en el pasado?
Ah, cllate, hipcrita! No estoy avergonzado! La
madre de Matahachi puede llamarme lo que le venga en
gana, pero l es mi amigo, mi mejor amigo. Consider que
tena la responsabilidad de venir y decirle a esa vieja bruja
lo que le haba ocurrido a su hijo, y qu hace ella? Trata
de incitar a esa chusma para que me torturen! Traerle
noticias de su precioso hijo fue el nico motivo por el que
atraves la barrera y vine aqu. Es sa una violacin del
cdigo del guerrero?
No se trata de eso, imbcil! Tu problema es que ni
siquiera sabes cmo pensar, pareces tener la idea errnea de
que si llevas a cabo una hazaa valerosa eso basta por s
solo para convertirte en un samurai. Pues no es cierto!
Dejas que ese nico acto de lealtad te convenza de tu
rectitud, y cuanto ms convencido ests, ms dao te
causas a ti mismo y a todos los dems. Y dnde te
encuentras ahora? Atrapado en una trampa que t mismo
te has tendido, ah es donde ests! Hizo una pausa y
aadi: Por cierto, cmo es el panorama desde ah
arriba, Takez?
Cerdo! No olvidar esto!
Pronto lo olvidars todo. Antes de que te conviertas
en carne seca, Takez, echa un buen vistazo al ancho
mundo que te rodea. Contempla el mundo de los seres
humanos y cambia tu egosta manera de pensar. Y luego,
cuando llegues al ms all y te renas con tus antepasados,
diles que poco antes de tu muerte un hombre llamado
Takuan Sh te dijo esto. Les alegrar mucho saber que has
tenido un gua tan excelente, aun cuando hayas sabido en
qu consiste realmente la vida demasiado tarde para aportar
otra cosa que no sea vergenza al nombre de tu familia.
Ots, que haba permanecido totalmente pasmada a
cierta distancia, se acerc corriendo y apostrof al monje a
voz en grito.
Ests llevando esto demasiado lejos, Takuan! Te he
estado escuchando, lo he odo todo. Cmo puedes ser tan
cruel con alguien que ni siquiera puede defenderse? Eres un
hombre religioso, o deberas serlo! Takez est en lo cierto
cuando dice que confi en ti y permiti que le prendieras
sin luchar.
Bueno, a qu viene todo esto? Se est volviendo en
mi contra mi camarada de armas?
Ten corazn, Takuan! Cuando te oigo hablar as, te
odio, de veras. Si te propones matarle, entonces mtale y
acaba con esta tortura! Takez se ha resignado a morir.
Djale que lo haga en paz! Estaba tan indignada que
tiraba frenticamente del hbito de Takuan.
Estate quieta! le orden l con una brutalidad
inusitada. Las mujeres no sabis nada de estas cosas.
Refrena la lengua o te colgar ah arriba con l.
No, no voy a callar! grit ella. Tambin debo
tener oportunidad de hablar. No fui a las montaas contigo
y permanec all tres das y tres noches?
Eso no tiene nada que ver. Takuan Sh castigar a
Takez como lo considere oportuno.
Entonces castgale! Mtale! Hazlo ahora mismo.
No est bien que ridiculices su desgracia mientras l est ah
colgado y medio muerto.
Resulta que sa es mi nica debilidad, ridiculizar a los
necios como l.
Es inhumano!
Vete de aqu! Mrchate, Ots, y djame en paz.
No lo har!
Deja de ser testaruda grit Takuan, empujando
fuertemente a la muchacha con el codo.
Ots se desplom junto al rbol. Cuando se recobr,
apoy la cara y el pecho en el tronco y se ech a llorar.
Nunca haba imaginado que Takuan pudiera ser tan cruel.
Los aldeanos crean que, aunque el monje tuviera atado a
Takez durante algn tiempo, finalmente se ablandara y
suavizara el castigo. Ahora Takuan haba admitido que
tena la debilidad de disfrutar viendo sufrir a Takez! El
salvajismo de los hombres hizo estremecer a Ots.
Si incluso Takuan, en quien ella tanto confiaba, poda
convertirse en un ser despiadado, entonces el mundo entero
deba de ser maligno ms all de lo comprensible. Y si no
haba nadie en quien ella pudiera confiar...
Percibi un curioso calor en aquel rbol, sinti de alguna
manera que a travs de su tronco grande y viejo, tan grueso
que diez hombres con los brazos extendidos no podan
abarcarlo, corra la sangre de Takez, flua hacia abajo desde
su precaria prisin en las ramas superiores.
Cmo se notaba que era hijo de un samurai! Qu
valiente era! Cuando Takuan le at por primera vez, y
luego volvi a hacerlo en el rbol, ella vio el lado dbil de
Takez. Tambin l era capaz de llorar. Hasta entonces ella
haba aceptado la opinin de la multitud, se haba dejado
influir por ella, sin tener una idea verdadera de cmo era
realmente aquel hombre. Qu haba en l que llevaba a la
gente a odiarle como si fuese un demonio y a perseguirle
como a una bestia?
Los sollozos le sacudan la espalda y los hombros.
Aferrndose con fuerza al tronco del rbol, restreg sus
mejillas humedecidas por las lgrimas contra la corteza. El
viento silbaba sonoramente entre las ramas superiores,
agitndolas de un lado a otro. Grandes goterones de lluvia
cayeron sobre el cuello de su kimono y se deslizaron por su
espalda, producindole escalofros a lo largo de la espina
dorsal.
Vmonos, Ots le grit Takuan, cubrindose la
cabeza con las manos. Nos empaparemos.
Ella no se molest en responderle.
T has tenido la culpa, Ots! Eres una quejica! Te
echas a llorar y los cielos lloran tambin. Entonces
prescindi del tono burln: El viento sopla con ms
fuerza y parece que va a haber una gran tormenta. Vayamos
adentro. No desperdicies tus lgrimas por un hombre que
de todos modos va a morir! Vamos! Takuan se alz la
falda del hbito, cubrindose con ella la cabeza, y corri al
abrigo del templo.
Al cabo de unos instantes diluviaba y las gotas
producan pequeas manchas blancas al chocar contra el
suelo. Aunque el agua le corra por la espalda, Ots no se
mova. No poda alejarse de all, ni siquiera despus de que
el kimono empapado que se aferraba a su piel la helara
hasta la mdula. Cuando sus pensamientos se centraron en
Takez, la lluvia dej de importarle. No se le ocurra
preguntarse por qu tena que sufrir simplemente porque l
estaba sufriendo. Llenaba su mente la imagen recin
formada de cmo deba ser un hombre. Rog en silencio que
le fuese perdonada la vida.
Dio vueltas alrededor del rbol, alzando a menudo la
vista para mirar a Takez, pero sin poder verle a causa de la
tormenta. Le llam, sin pensar por qu lo haca, pero no
obtuvo respuesta. Empez a tener la sospecha de que l la
consideraba como un miembro de la familia Hon'iden, o tan
slo como otra aldeana hostil.
Si est ah con esta lluvia se dijo desesperada,
sin duda maana habr muerto. Ah! No hay nadie en el
mundo que pueda salvarle?
Ech a correr a toda velocidad, impulsada en parte por
el viento rugiente. Detrs del edificio principal del templo,
la cocina y los aposentos de los monjes estaban bien
cerrados. El agua que rebosaba de uno de los canalones del
tejado formaba un torrente en el terreno inclinado.
Takuan! exclam la muchacha.
Lleg a la puerta de la habitacin del monje y empez a
golpearla con todas sus fuerzas.
Quin es? dijo l desde el interior.
Soy yo! Ots!
Qu ests haciendo todava ah afuera? El monje
se apresur a abrir la puerta y la mir asombrado. A pesar
de que los aleros del edificio eran largos, la lluvia se abati
sobre l. Entra en seguida! exclam, tratando de
cogerle el brazo, pero ella retrocedi.
No. He venido a pedirte un favor, no a secarme. Te
lo ruego, Takuan, bjale de ese rbol!
Qu? No har semejante cosa! dijo l con
rotundidad.
Por favor, Takuan, debes hacerlo. Te estar
agradecida para siempre. Se arrodill en el barro y alz
las manos en un gesto de splica. No te preocupes por
m, pero aydale! Por favor! No puedes dejarle morir as...
No puedes!
El sonido del torrente cercano apagaba su voz
quejumbrosa. Con las manos todava alzadas, pareca un fiel
budista que practicara la austeridad permaneciendo en pie
bajo una cascada de agua helada.
Me inclino ante ti, Takuan, te lo ruego, har lo que
me pidas, pero por favor, slvale!
Takuan permaneci en silencio, con los ojos cerrados,
como las puertas del santuario donde se guarda un Buda
secreto. Suspir hondo, los abri y al hablar pareci exhalar
fuego.
Vete a dormir ahora mismo! Ya eres dbil por
naturaleza, y estar fuera con este tiempo es suicida.
Oh, por favor, por favor suplic ella, tendiendo la
mano hacia la puerta.
Voy a acostarme, y te aconsejo que hagas lo mismo.
La voz del monje era glacial. La puerta se cerr
bruscamente.
Pero ella no estaba dispuesta a ceder. Se arrastr por
debajo del edificio hasta llegar al lugar donde supona que el
monje se acostaba y le llam:
Por favor! Es lo ms importante en el mundo para
m! Me oyes, Takuan? Respndeme, por favor! Eres un
monstruo! Un demonio de sangre fra y sin corazn!
El monje la escuch pacientemente durante un rato, sin
responder, pero la muchacha le impeda conciliar el sueo.
Finalmente, en un acceso de furia, se levant gritando:
Socorro! Un ladrn! Hay un ladrn debajo del
suelo! Prendedle!
Ots sali de debajo del edificio, volvi a la lluvia y se
retir derrotada. Pero an no haba terminado.
La roca y el rbol
A primera hora de la maana, el viento y la lluvia se haban
llevado la primavera sin dejar rastro. Un sol pulstil caa a
plomo y pocos aldeanos iban por las calles sin protegerse la
cabeza con un sombrero de ala ancha.
Osugi subi la cuesta del templo y lleg a la puerta de
Takuan sedienta y sin aliento. Gotas de sudor se
desprendan de la lnea del cabello, convergan en arroyuelos
y le corran en lnea recta por la nariz. Ella ni se daba
cuenta, rebosante como estaba de curiosidad por el sino de
su vctima.
Ha sobrevivido Takez a la tormenta, Takuan?
pregunt a gritos.
El monje sali a la terraza.
Ah, eres t. Un magnfico aguacero, verdad?
S dijo ella, con una sonrisa malvola. Ha sido
criminal.
No obstante, debes saber que no es muy difcil
resistir una o dos noches bajo la lluvia ms intensa. El
cuerpo humano est capacitado para aguantar el azote del
viento y la lluvia. Lo realmente mortfero es el sol.
Quieres decir que an vive? inquiri ella,
incrdula, volviendo al instante su arrugado rostro hacia el
viejo cedro. Entrecerr los ojos, se puso una mano sobre las
cejas para protegerse de la luz deslumbradora y, al cabo de
un momento, se relaj un poco. Est ah colgado como un
trapo hmedo observ con renovada esperanza. No es
posible que siga vivo, no puede ser.
Takuan sonri.
No veo que los cuervos le picoteen la cara todava, lo
cual significa que an respira.
Gracias por decrmelo. Sin duda un hombre instruido
como t sabe ms que yo de esas cosas. Estir el cuello y
mir, por el lado del monje, hacia el edificio. No veo a mi
nuera por ninguna parte. Quieres hacerme el favor de
llamarla?
Tu nuera? Me temo que no la conozco. En cualquier
caso ignoro su nombre. Cmo voy a llamarla?
Te he dicho que la llames! repiti Osugi con
impaciencia.
De quin demonios me ests hablando?
Cmo! De Ots, por supuesto!
Ots! Por qu la llamas nuera? Que yo sepa, no ha
ingresado en la familia Hon'iden.
No, an no, pero me propongo admitirla muy
pronto, como la novia de Matahachi.
Me cuesta imaginar tal cosa. Cmo puede casarse
con alguien que no est presente?
Osugi se indign an ms.
Oye, vagabundo! Esto no tiene nada que ver
contigo! Limtate a decirme dnde est Ots!
Supongo que todava est durmiendo.
Ah, claro, debera haber pensado en eso musit la
anciana, como si hablara consigo misma. Le ped que
vigilara a Takez de noche, as que deba de estar muy
cansada al amanecer. Por cierto aadi en tono acusador
, no tendras t que vigilarle durante el da?
Sin aguardar respuesta, dio media vuelta y se encamin
al rbol. Cuando estuvo debajo de su ramaje, alz el rostro
y estuvo mirando largo rato, como en trance. Por fin sali
de aquel estado hipntico y emprendi el regreso al pueblo,
caminando lenta y penosamente, con la rama de moral en la
mano.
Takuan volvi a su habitacin, donde permaneci hasta
la noche. El aposento de Ots no estaba lejos del suyo, en
el mismo edificio. La puerta de la muchacha tambin estuvo
cerrada durante todo el da, excepto cuando la abra el
aclito para llevarle su medicina o un recipiente de barro
lleno de espesas gachas de arroz. La noche anterior, cuando
la encontraron medio muerta bajo la lluvia, tuvieron que
llevrsela a rastras porque ella se resista a patadas y gritos,
y obligarle a engullir un poco de t. Entonces el sacerdote le
dio una severa reprimenda, mientras ella permaneca en
silencio, apoyada en la pared. Por la maana tuvo fiebre alta
y apenas pudo alzar la cabeza para tomar las gachas.
Cay la noche y, en agudo contraste con la noche
anterior, la luna brill como un orificio ntidamente cortado
en el cielo. Cuando todos los dems dorman
profundamente, Takuan dej el libro que estaba leyendo, se
puso los zuecos y sali al patio.
Takez! grit.
Muy por encima de su cabeza se agit una rama y
cayeron algunas brillantes gotas de roco.
Pobre muchacho, supongo que ni siquiera tiene
fuerzas para responder se dijo Takuan. Takez!
Takez!
Qu quieres, monje bastardo? contest fieramente
el prisionero.
A Takuan nadie sola cogerle jams desprevenido, pero
esta vez no pudo ocultar su sorpresa.
Desde luego, allas con bro para ser un hombre a las
puertas de la muerte. No sers en realidad un pez o alguna
clase de monstruo marino? A este paso deberas durar otros
cuatro o cinco das. Por cierto, cmo tienes el estmago?
Est lo bastante vaco para ti?
Djate de chchara, Takuan. Crtame la cabeza y
acabemos de una vez.
Oh, no! No tengas tanta prisa! Uno ha de andarse
con cuidado en asuntos tan arriesgados. Si te cortara la
cabeza ahora, probablemente bajara volando e intentara
morderme. Takuan se interrumpi y estuvo un rato
mirando el cielo. Qu luna tan hermosa! Eres afortunado
al poder contemplarla desde un lugar tan privilegiado.
Muy bien, mrame, sucio perro callejero! Te
demostrar lo que soy capaz de hacer si me lo propongo!
Entonces, haciendo acopio de fuerzas, Takez empez
a moverse violentamente, lanzando su peso arriba y abajo,
hasta casi romper la rama a la que estaba atado. Fragmentos
de corteza y hojas llovieron sobre el monje, el cual
permaneca imperturbable aunque quiz con una
impasibilidad un tanto afectada.
Calmosamente, el monje se sacudi los hombros y, una
vez limpio de aquella broza, alz de nuevo la vista.
As me gusta, Takez! Es bueno enfadarse tanto
como t lo ests hora. Adelante! Experimenta tu fuerza al
mximo, muestra que eres un hombre de verdad, ensanos
de qu madera ests hecho! Hoy en da la gente considera
una seal de sabidura y carcter la capacidad de controlar
su ira, pero yo digo que son unos necios. Detesto ver a los
jvenes tan comedidos, tan formales. Tienen ms temple
que sus mayores y deberan demostrarlo. No te reprimas,
Takez! Cuanto ms te enfurezcas, tanto mejor!
Espera, Takuan, espera! Si he de romper esta
cuerda con los dientes, lo har, slo para ponerte las manos
encima y descuartizarte!
Es eso una promesa o una amenaza? Si crees de
veras que puedes hacerlo, me quedar aqu esperando.
Ests seguro de que podrs seguir as sin matarte antes de
que se rompa la cuerda?
Cllate! grit Takez con la voz enronquecida.
Vaya, Takez, eres fuerte de veras! El rbol entero
se balancea. Pero siento decirte que no noto temblar la
tierra. Sabes? Tu problema es que, en realidad, eres dbil.
Tu clera no es ms que rencor personal. La clera de un
hombre de verdad es una expresin de indignacin moral. La
ira por insignificantes frusleras emocionales es propia de
mujeres, no de hombres.
Ya falta poco le amenaz. Ir directamente por
tu garganta!
Takez sigui esforzndose, pero la gruesa cuerda no
mostraba seal alguna de debilitarse. Takuan le mir
durante un rato y luego le ofreci un consejo amistoso.
Por qu no te tranquilizas, Takez? As no llegars a
ninguna parte. Slo logrars extenuarte, y de qu va a
servirte eso? Por mucho que te muevas y contorsiones, no
logrars romper una sola rama de este rbol y mucho menos
hacer mella en el universo.
Takez emiti un fuerte gemido. Su berrinche haba
terminado. Se daba cuenta de que el monje tena razn.
Me atrevera a decir que toda esa fuerza estara mejor
encauzada si trabajara por el bien del pas. Deberas tratar
de hacer algo por los dems, Takez, aunque ahora sea un
poco tarde para empezar. Si lo hubieras intentado, habras
tenido ocasin de impresionar a los dioses o incluso al
universo, por no mencionar a la gente normal y corriente.
La voz de Takuan adopt un tono levemente pontifical
. Es una lstima, una gran lstima! Aunque naciste
humano, eres ms bien un animal, no mucho mejor que un
jabal o un lobo. Cuan triste es que un joven apuesto como
t deba hallar su fin aqu, sin haber llegado a ser jams
verdaderamente humano! Qu prdida!
Y t te consideras humano? le espet Takez.
Escucha, brbaro! Desde el principio has confiado
demasiado en tu fuerza bruta, creyendo que no tienes rival
en el mundo. Pero mira dnde ests ahora!
No tengo nada de que avergonzarme. No ha sido una
pelea limpia.
A la larga, Takez, no hay ninguna diferencia. Te
venc con mi ingenio y mi capacidad persuasiva, en vez de
hacerlo con los puos. Una vez te han derrotado, derrotado
ests. Y tanto si te gusta como si no, estoy sentado en esta
roca mientras que t cuelgas ah arriba, impotente. Es que
no puedes ver la diferencia entre t y yo?
S, peleas sucio, eres un embustero y un cobarde.
Habra estado loco si hubiera intentado prenderte a la
fuerza. Fsicamente eres demasiado fuerte. Un ser humano
no tiene muchas posibilidades si pelea con un tigre. Por
suerte no suele tener que hacerlo, ya que es el ms
inteligente de los dos. Pocas personas discutirn el hecho de
que los tigres son inferiores a los seres humanos.
Takez no dio indicacin alguna de que todava
estuviera escuchando.
Lo mismo sucede con eso que consideras tu valor. Tu
comportamiento hasta ahora no demuestra que sea algo ms
que valor animal, de se que carece de respeto por los
valores y la vida humanos. No es la clase de valor propio de
un samurai. El verdadero valor conoce el miedo. Las
personas honestas valoran la vida apasionadamente, se
aferran a ella como si fuese una joya preciosa, y eligen el
momento y el lugar apropiados para entregarla, para morir
con dignidad.
El prisionero sigui sin responder.
A eso me refera cuando he dicho que es una lstima
lo que ocurre contigo. Naciste con fuerza y valor fsicos,
pero te falta conocimiento y sabidura. Si bien lograste
dominar algunos de los aspectos ms desafortunados del
camino del samurai, no hiciste el menor esfuerzo por
adquirir sabidura ni virtud. La gente habla de combinar el
camino del aprendizaje con el camino del samurai, pero
cuando estn adecuadamente combinados no son dos sino
uno solo. Hay un nico camino, Takez.
El rbol permaneca tan silencioso como la piedra en la
que se sentaba Takuan. Tambin la oscuridad permaneca
inmvil. Al cabo de unos instantes, Takuan se levant
pausadamente.
Piensa en ello una noche ms, Takez. Una vez lo
hayas hecho, te cortar la cabeza por ti.
Empez a alejarse, dando largas zancadas, con la cabeza
gacha y pensativo. Apenas haba recorrido veinte pasos
cuando Takez le llam, con un timbre de apremio en la
voz.
Aguarda!
Takuan se volvi.
Qu quieres ahora?
Vuelve aqu.
Humm. No me digas que quieres escuchar ms. Es
posible que por fin ests empezando a pensar?
Slvame, Takuan! El grito de ayuda de Takez fue
sonoro y quejumbroso. La rama empez a temblar, como si
ella, como si todo el rbol estuviera llorando. Quiero ser
un hombre mejor. Ahora me doy cuenta de la importancia
que tiene, del privilegio que es haber nacido humano. Estoy
casi muerto, pero comprendo lo que significa estar vivo. Y
ahora que lo s, mi vida entera consistir en estar atado a
este rbol! No puedo deshacer lo que he hecho.
Finalmente entras en razn. Por primera vez en tu
vida, ests hablando como un ser humano.
No quiero morir grit Takez. Deseo vivir,
partir, intentarlo de nuevo, hacer esta vez lo que es
correcto. Los sollozos sacudan su cuerpo. Takuan...,
por favor! Aydame..., aydame!
El monje sacudi la cabeza.
Lo siento, Takez, pero eso no est en mis manos.
Es la ley de la naturaleza. No puedes repetir lo que has
hecho y corregirlo. As es la vida, todo lo que hacemos en
ella es definitivo, todo! No puedes recuperar la cabeza una
vez que el enemigo te la ha cortado. As son las cosas. Lo
siento por ti, desde luego, pero no puedo desatar esa cuerda
porque no soy yo quien la ha atado, sino t mismo. Lo
nico que puedo hacer es darte algunos consejos. Enfrntate
a la muerte con valor y serenidad. Reza una plegaria y
confa en que alguien se molestar en escucharla. Y por
respeto a tus antepasados, Takez, ten la decencia de
morir con una expresin apacible en el rostro!
El sonido de las sandalias de Takuan se desvaneci.
Cuando Takez dej de orlo, sus gemidos cesaron.
Siguiendo el espritu del consejo que le haba dado el monje,
cerr los ojos que acababan de experimentar un gran
despertar y lo olvid todo. Olvid la vida y la muerte, y
bajo la mirada de estrellas permaneci perfectamente
inmvil mientras la brisa nocturna suspiraba entre las ramas
del rbol. Tena fro, mucho fro.
Al cabo de un rato, percibi que alguien estaba al pie del
rbol. Fuera quien fuese, aferraba el ancho tronco e
intentaba frentica pero no muy diestramente trepar por l
hasta la rama ms baja. Takez oa que el escalador,
quienquiera que fuese, se deslizaba hacia abajo despus de
casi todo avance hacia arriba. Oa tambin los fragmentos de
corteza que se desprendan y caan al suelo, y estaba seguro
de que las manos se estaban despellejando mucho ms que
el tronco. Pero aquella persona no cejaba en su empeo y
buscaba asideros una y otra vez, hasta que por fin la
primera rama estuvo a su alcance. Entonces se alz con
relativa facilidad hasta donde Takez, apenas distinguible
de la rama en la que estaba tendido, yaca totalmente falto
de fuerzas. Una voz jadeante susurr su nombre.
Con gran dificultad abri los ojos y se encontr ante un
verdadero esqueleto. Slo los ojos estaban vivos y
vibrantes.
Soy yo! dijo aquel rostro con una sencillez
infantil.
Ots?
S, yo. Oh, Takez, huyamos! Te he odo gritar con
todo tu corazn que deseabas vivir.
Huir? Vas a desatarme y dejarme libre?
S. Tampoco puedo soportar ms este pueblo. Si me
quedo aqu..., ah, ni siquiera deseo pensar en ello. Tengo
mis razones. Slo quiero marcharme de este lugar estpido
y cruel. Te ayudar, Takez! Podemos ayudarnos
mutuamente.
Ots vesta ropas de viaje, y todas sus posesiones
mundanas le colgaban del hombro dentro de una pequea
bolsa de tela.
Rpido, corta la cuerda! A qu ests esperando?
Crtala!
Lo har en un momento.
Ots desenvain una pequea daga y en seguida cort
las ligaduras del cautivo. Transcurrieron varios minutos
antes de que remitiera el cosquilleo de sus miembros y
Takez pudiera flexionar los msculos. Ella trat de sujetar
el peso del joven, con el resultado de que, cuando ste
resbal, cay con l. Los dos cuerpos se aferraron,
rebotaron en una rama, giraron en el aire y se estrellaron
contra el suelo.
Takez se levant. A pesar de que estaba aturdido por
la cada desde treinta y cinco pies de altura y entumecido
por la debilidad, asent con firmeza los pies en el suelo.
Ots, apoyada en manos y rodillas, se retorca de dolor.
Aaah gema.
l la rode con sus brazos, ayudndola a levantarse.
Crees que te has roto algo?
No lo s, pero creo que puedo andar.
Todas esas ramas han frenado la cada, por lo que es
probable que no te hayas hecho demasiado dao.
Y t? Ests bien?
S..., yo..., estoy bien. Yo... Hizo una pausa, al
cabo de la cual dijo impulsivamente: Estoy vivo! Estoy
realmente vivo!
Naturalmente!
No es tan natural.
Vmonos de aqu en seguida. Si alguien nos descubre,
estaremos en un buen aprieto.
Ots ech a andar, renqueante, seguida por Takez...,
lenta y silenciosamente, como dos insectos frgiles y
heridos que caminaran por la helada otoal.
Avanzaron lo mejor que pudieron, cojeando en silencio,
un silencio roto tan slo mucho ms tarde, cuando Ots
exclam:
Mira! Empieza a haber luz all, hacia Harima.
Dnde estamos?
En lo alto del puerto de Nakayama.
De veras hemos llegado tan lejos?
S. Ots sonri dbilmente. Es sorprendente lo
que puedes hacer cuando ests decidido. Pero, Takez...
Ots pareca alarmada. Debes de estar muerto de hambre.
Llevas varios das sin comer nada.
Al or la mencin de la comida, Takez tuvo sbita
conciencia de que su estmago estaba encogido y
dolorosamente acalambrado. Ahora que se daba cuenta, el
dolor era atroz, y parecieron transcurrir horas antes de que
Ots abriera la bolsa y sacara la comida, pastelillos de arroz
generosamente rellenos de pasta de judas dulces. Cuando
aquel dulzor se desliz con suavidad por su gaznate,
Takez experiment una sensacin de vrtigo. Le
temblaban los dedos que sostenan el pastelillo. Estoy
vivo, se deca una y otra vez, jurando que en lo sucesivo
llevara una clase de vida muy distinta.
Las rojizas nubes matinales tean sus mejillas de color
rosado. Cuando l empez a ver el rostro de Ots ms
claramente y el hambre cedi el paso a la calma de la
saciedad, le pareci un sueo estar all sentado, sano y
salvo, en compaa de la muchacha.
Cuando salga el sol, deberemos tener mucho cuidado
dijo Ots. Ya estamos casi en el lmite de la provincia.
Takez la mir con los ojos muy abiertos.
El lmite! Est bien, lo haba olvidado. Tengo que ir a
Hinagura.
Hinagura? Por qu?
Ah es donde han encerrado a mi hermana. Tengo que
sacarla de ah. Supongo que tendremos que despedirnos.
Ots le mir a la cara, pasmada y silenciosa.
Si crees que eso es lo que debes hacer, vete! Pero si
hubiera pensado que ibas a abandonarme, no me habra ido
de Miyamoto.
Qu otra cosa puedo hacer? Dejarla en esa prisin
militar?
Sin dejar de mirarle, ella le cogi la mano. Su rostro y
todo su cuerpo estaban inflamados de pasin.
Takez le suplic. Te dir lo que siento al
respecto ms tarde, cuando haya tiempo, pero por favor,
no me dejes aqu sola! Llvame contigo dondequiera que
vayas!
Pero no puedo!
Ots le apret la mano.
Recuerda que, tanto si te gusta como si no, me quedo
contigo. Si crees que ser un estorbo cuando intentes
rescatar a Ogin, entonces ir a Himeji y esperar all.
Muy bien, hazlo as le dijo l de inmediato.
Pero confiar plenamente en que vengas a por m.
Lo hars?
Naturalmente.
Estar esperando en el puente Hanada, en las afueras
de Himeji. Aguardar all, tanto si tardas cien das como un
millar.
Takez respondi con una leve inclinacin de cabeza y
se alej sin ms, apresurndose a lo largo de la estribacin
que conduca desde el puerto a las montaas lejanas. Ots
alz la cabeza para verle hasta que su cuerpo se disolvi en
el paisaje.
En el pueblo, el nieto de Osugi lleg precipitadamente a
la casa solariega de Hon'iden, gritando:
Abuela! Abuela!
El chiquillo se limpi la nariz con el dorso de la mano,
asom la cabeza a la cocina y dijo, excitado:
Me has odo, abuela? Ha ocurrido algo terrible!
Osugi, que estaba ante el fogn, tratando de avivar el
fuego con un soplillo de bamb, apenas le mir.
A qu viene tanto escndalo?
No lo sabes, abuela? Takez se ha escapado!
Escapado? dijo la anciana, dejando caer el soplillo
en las llamas. De qu me ests hablando?
Esta maana no estaba en el rbol. La cuerda ha
aparecido cortada.
Ya sabes lo que te tengo dicho sobre las mentiras,
Heita!
Es la verdad, abuela, creme. Todo el mundo habla de
eso.
Ests completamente seguro?
S, seora. Y arriba, en el templo, estn buscando a
Ots. Tambin ella ha desaparecido. Todo el mundo corre
de un lado a otro, lanzando gritos.
El efecto visible de la noticia fue pintoresco. El rostro
de Osugi fue palideciendo a medida que las llamas del
soplillo ardiente pasaban del rojo al azul y luego al violeta.
Pronto sus mejillas parecieron haber perdido toda su
sangre, hasta tal punto que Heita retrocedi asustado.
Heita!
Qu?
Corre tan rpido como te lo permitan las piernas. Ve
en busca de tu padre ahora mismo. Luego baja a la orilla del
ro y busca al to Gon. Date prisa! A Osugi le temblaba
la voz.
Antes de que Heita alcanzara el portal, lleg una
multitud de aldeanos que hablaban en voces bajas y
refunfuaban. Entre ellos se encontraba el yerno de Osugi,
el to Gon, otros familiares y varios agricultores.
Esa chica, Ots, ha huido tambin, no es cierto?
Y Takuan tampoco est en ninguna parte!
La verdad es que el asunto es bastante chistoso.
No hay duda de que los tres han tramado esto!
Me pregunto qu har la anciana. Est en juego el
honor de su familia!
El yerno y el to Gon, armados con lanzas heredadas de
sus antepasados, miraban hacia la casa sin comprender.
Antes de que pudieran hacer nada necesitaban orientacin,
por lo que permanecan all sin moverse, inquietos,
esperando que saliera Osugi y les diese rdenes.
Abuela grit alguien finalmente, an no te has
enterado de la noticia?
En seguida voy replic la anciana. Quedaos ah
quietos y esperad.
Osugi se puso en seguida a la altura de las
circunstancias.
Cuando comprendi que la terrible noticia deba ser
cierta, le hirvi la sangre, pero logr dominarse lo suficiente
para hincarse de rodillas ante el altar familiar. Tras elevar en
silencio una plegaria de splica, alz la cabeza, abri los
ojos y se volvi. Calmosamente abri las puertas del arca
de las espadas, tir de un cajn y sac un arma preciada. Ya
se haba vestido con un atuendo apropiado para emprender
la caza de un hombre, y entonces desliz la corta espada en
su obi y fue a la entrada, donde se at con cuidado las
correas de sus sandalias alrededor de los tobillos.
El temeroso silencio que la salud cuando se
aproximaba al portal evidenciaba que los hombres saban
por qu se haba vestido de aquella manera. La testaruda
anciana estaba decidida y ms que dispuesta a vengar el
insulto contra su casa.
Todo saldr bien les asegur con la voz
entrecortada. Yo misma perseguir a esa picara
desvergonzada y me encargar de que reciba el castigo que
merece. Tras decir estas palabras, se call y apret los
dientes.
La mujer avanzaba ya por el camino antes de que
hablara uno de los recin llegados.
Si la anciana va, nosotros tambin debemos ir.
Todos los familiares y agricultores arrendatarios se
levantaron y caminaron detrs de su esforzada matriarca.
Armndose sobre la marcha con palos, fueron directamente
al puerto de montaa de Nakayama, sin hacer un solo alto
para descansar. Llegaron poco antes del medioda, y una
vez all descubrieron que era demasiado tarde.
Les hemos permitido huir! grit un hombre. La
muchedumbre herva de clera. Para aumentar su
frustracin, se les acerc un oficial fronterizo para
informarles de que un grupo tan numeroso no poda pasar.
El to Gon se adelant y suplic con vehemencia al
oficial, dicindole que Takez era un criminal, Ots una
malvada y que Takuan estaba loco.
Si ahora dejamos las cosas como estn le explic
, mancharemos el nombre de nuestros antepasados.
Nunca podremos levantar nuestras cabezas, seremos el
hazmerrer del pueblo. Incluso podra ser que la familia
Hon'iden tuviera que abandonar la regin.
El oficial replic que comprenda sus apuros pero no
poda hacer nada por ayudarles. La ley es la ley. Quiz
podra enviar una solicitud a Himeji y conseguirles un
permiso especial para cruzar la frontera, pero eso llevara
tiempo.
Tras deliberar con sus familiares y agricultores, Osugi
se acerc al oficial y le pregunt:
En ese caso, hay alguna razn por la que nosotros
dos, yo misma y el to Gon, no podamos seguir adelante?
Est permitido el paso de hasta cinco personas.
Osugi hizo un gesto de asentimiento. Entonces, aunque
pareca como si estuviera a punto de efectuar una
conmovedora despedida, pidi muy flemtica a sus
seguidores que se agruparan en torno a ella. Ellos
obedecieron y se quedaron mirando atentamente su boca de
labios delgados y los dientes grandes y saltones. Cuando
todos guardaban silencio, les habl as:
No hay motivo para que estis acongojados. Incluso
antes de que partiramos prev que sucedera algo as.
Cuando me ce esta espada corta, una de las reliquias ms
preciadas de la familia Hon'iden, me arrodill ante las
tablillas conmemorativas de nuestros antepasados y me
desped formalmente de ellos. Tambin hice dos promesas.
Una es que alcanzar y castigar a la hembra descarada que
ha manchado de barro nuestro nombre. La otra es que
averiguar, aunque muera en el empeo, si mi hijo
Matahachi est vivo, y si lo est le traer a casa para que
siga llevando el nombre de la familia. He jurado que lo har,
aunque tenga que echarle una cuerda alrededor del cuello y
traerle a rastras a casa. Mi hijo no slo tiene obligaciones
hacia m y nuestros muertos, sino tambin hacia vosotros.
Entonces buscar una esposa cien veces mejor que Ots y
borrar para siempre el recuerdo de su ignominia, de modo
que los aldeanos vuelvan a reconocer nuestra casa como
noble y honorable.
Mientras aplaudan y lanzaban vtores, un hombre
emiti un sonido que pareca un gemido. Osugi mir
fijamente a su yerno.
Ahora el to Gon y yo somos lo bastante viejos para
retirarnos sigui diciendo. Ambos estamos de acuerdo
en todo lo que he prometido hacer, y tambin l est
resuelto a hacerlo, aunque eso signifique pasar dos o tres
aos sin hacer nada ms, incluso si requiere que nos
desplacemos a lo largo y ancho del pas. Mientras est
ausente, mi yerno ocupar mi lugar como jefe de la casa.
Debis prometerme que durante ese tiempo trabajaris con
tanto ahnco como siempre. No quiero or que cualquiera de
vosotros ha descuidado a los gusanos de seda o dejado que
crezcan los hierbajos en los campos. Entendido?
El to Gon tena casi cincuenta aos y Osugi era diez
aos mayor que l. Los reunidos parecan dudar de que
debieran dejarlos ir solos, puesto que, con toda evidencia,
tendran todas las de perder si llegaban a dar con Takez y
se enfrentaban con l. Todos imaginaban que era un loco
que les atacara y matara slo por el olor de la sangre.
No sera mejor que os llevaseis a tres hombres
jvenes con vosotros? sugiri alguien. El oficial ha
dicho que pueden pasar cinco.
La anciana sacudi la cabeza con vehemencia.
No necesito ninguna ayuda. Jams la he necesitado y
jams la necesitar. Ja! Todo el mundo cree que Takez es
fuerte, pero no me asusta! No es ms que un mocoso, sin
mucho ms pelo encima que cuando era pequeo. Cierto
que no estoy a su altura en fuerza fsica, pero no he perdido
mi ingenio y todava puedo burlar a uno o dos enemigos.
Tampoco el to Gon es todava senil. Ya os he dicho lo que
voy a hacer aadi, sealndose la nariz con el dedo
ndice, y voy a hacerlo. En cuanto a vosotros, no tenis
nada ms que hacer que ir a casa, as que volved y cuidad de
todo hasta nuestro regreso.
De esta manera los despidi, tras lo cual se encamin a
la barrera. Nadie intent detenerla una vez ms. Les gritaron
adis y contemplaron a la pareja que iniciaba su viaje hacia
el este, por la ladera de la montaa.
Desde luego, la vieja tiene redaos observ alguien.
Otro hombre ahuec las manos alrededor de la boca y
grit:
Si enfermis, enviad un mensajero al pueblo.
Un tercero les grit solcitamente que se cuidaran.
Cuando ya no podan or sus voces, Osugi se volvi al
to Gon.
No tenemos por qu preocuparnos le asegur.
De todos modos vamos a morir antes que esos jvenes.
Tienes toda la razn replic l, convencido.
El to Gon se ganaba la vida como cazador, pero en su
juventud fue un samurai que particip, segn contaba, en
numerosas batallas sangrientas. Su piel segua teniendo una
saludable tonalidad rojiza y el cabello era tan negro como
siempre. Se apellidaba Fuchikawa, mientras que Gon era
una abreviatura de Gonroku, su nombre de pila. Como to
de Matahachi, era natural que le preocuparan y
desconcertasen los recientes acontecimientos.
Abuela.
Qu?
Has tenido la previsin de vestirte adecuadamente
para el viaje, pero yo slo llevo mi ropa de diario. Tendr
que hacer un alto en algn sitio para procurarme sandalias y
un sombrero.
A mitad de camino colina abajo hay una casa de t.
Ah, claro! S, la recuerdo. Se llama Casa de T
Mikazuki, no es cierto? Seguro que ah tendrn lo que
necesito.
Cuando llegaron al establecimiento les sorprendi ver
que el sol empezaba a ponerse. Haban credo que les
quedaban ms horas diurnas por delante, puesto que los
das se alargaban con la proximidad del verano y ello
supona ms tiempo para actuar en aquel primer da en
persecucin del honor familiar perdido.
Tomaron t y descansaron un poco. Entonces, cuando
Osugi depositaba el importe de la consumicin, observ:
Takano est demasiado lejos para llegar all esta
noche. No tendremos ms remedio que dormir en las
colchonetas apestosas de esa posada de carreteros en
Shing, aunque pasarnos toda la noche en blanco podra ser
mejor que eso.
Ahora necesitamos el sueo ms que nunca dijo
Gonroku, al tiempo que se pona en pie y encasquetaba el
sombrero de paja que acababa de comprarse. Prosigamos
la marcha..., pero espera un momento.
Por qu?
Quiero llenar de agua este tubo de bamb.
Dio la vuelta al edificio y sumergi el tubo en un
lmpido arroyo, hasta que las burbujas dejaron de subir a la
superficie. Cuando regresaba al camino que pasaba por
delante de la casa de t, mir por una ventana lateral al
mortecino interior, y se detuvo en seco, sorprendido al ver
una forma humana tendida en el suelo y cubierta con una
estera de paja. Un olor medicinal impregnaba el aire.
Gonroku no pudo verle el rostro, pero distingui una larga
cabellera negra desparramada en todas direcciones sobre la
almohada.
Date prisa, to Gon! grit Osugi con impaciencia.
Ya voy.
Qu estabas haciendo?
Parece ser que hay alguien enfermo ah dentro
respondi el hombre, caminando tras ella como un perro
sumiso.
Qu tiene eso de raro? Es tan fcil distraerte como a
un nio.
Te pido perdn se apresur a decir l.
Estaba tan intimidado por Osugi como cualquiera de sus
conocidos, pero saba cmo tratarla mejor que nadie.
Descendieron por la pendiente bastante pronunciada
que conduca a la carretera de Harima, la cual, recorrida a
diario por caballos de carga procedentes de las minas de
plata, estaba llena de baches.
Cuidado, abuela, no vayas a caerte le aconsej
Gon.
Cmo te atreves a decirme tal cosa! Puedo caminar
por esta carretera con los ojos cerrados. Eres t quien ha de
tener cuidado, viejo estpido.
En aquel momento les salud una voz a sus espaldas.
Vaya, los dos estis la mar de giles, no es cierto?
Al volverse vieron al dueo de la casa de t montado a
caballo.
Ya lo creo. Acabamos de descansar en tu local,
gracias. Adonde te diriges?
A Tatsuno.
A estas horas?
No hay ningn mdico entre aqu y ese lugar. Incluso
a caballo, me llevar por lo menos hasta medianoche.
Es tu esposa la enferma?
Oh, no dijo el hombre con el ceo fruncido. Si
fuese mi esposa o uno de mis hijos no me importara hacer
este viaje. Pero es una gran molestia hacerlo por una
desconocida, alguien que se detuvo aqu para descansar.
Ah, es la muchacha que est en la habitacin trasera?
dijo el to Gon. He echado un vistazo dentro y la he
visto.
Ahora las cejas de Osugi tambin estaban juntas.
S dijo el tendero. Empez a temblar mientras
descansaba, as que le ofrec la habitacin trasera para que
se acostara. Me pareci que deba hacer algo... En fin, no ha
mejorado nada, e incluso parece encontrarse mucho peor.
Est ardiendo de fiebre y me temo que su estado es grave.
Osugi se par en seco.
Tiene unos diecisis aos y es muy delgada?
S, sa debe de ser su edad. Dice que procede de
Miyamoto.
Osugi gui un ojo a Gonroku y se puso a buscar algo
en el interior de su obi. Una expresin afligida apareci en
su rostro mientras exclamaba:
Ah, me lo he dejado en la casa de t!
Qu es lo que te has dejado?
Mi rosario. Ahora lo recuerdo... Lo dej sobre un
taburete.
Es una pena dijo el tendero, haciendo dar la vuelta
a su caballo. Ir a buscarlo.
No, no! Tienes que ir en busca del mdico. Esa
muchacha enferma es ms importante que mi rosario.
Nosotros mismos iremos a buscarlo.
El to Gon ya se haba puesto en camino, dando grandes
zancadas cuesta arriba. En cuanto Osugi se separ del
solcito dueo de la casa de t, corri hasta darle alcance.
Poco despus ambos resoplaban y jadeaban. La enferma
tena que ser Ots!
Lo cierto era que Ots no se haba recuperado de la fiebre
que contrajo la noche de la tormenta, cuando se la llevaron a
rastras al interior del templo. De alguna manera haba
olvidado que estaba enferma durante las pocas horas que
pas con Takez, pero cuando ste se march, ella slo
pudo recorrer un corto trecho antes de que empezara a
sucumbir al dolor y la fatiga. Cuando lleg a la casa de t,
estaba extenuada.
No saba cunto tiempo llevaba acostada en la
habitacin trasera, delirante y rogando que le dieran agua
una y otra vez. Antes de marcharse, el tendero entr a verla
y le pidi encarecidamente que aguantara hasta que l
volviera con el mdico. Momentos despus ella ni se
acordaba de que el hombre le haba hablado.
Tena la boca muy seca y como si estuviera llena de
espinas.
Por favor, seor, dme agua pidi con voz dbil.
Al no or respuesta alguna, se irgui sobre los codos y
estir el cuello hacia el depsito de agua, que estaba
justamente al otro lado de la puerta. Se arrastr poco a
poco hasta llegar all, pero cuando coga el cazo de bamb
para tomar el agua, oy que en alguna parte, detrs de ella,
se desprenda una contraventana. La casa de t era poco
ms que una choza de montaa, y no haba nada en ella para
impedir que cualquiera levantara una o todas las
contraventanas mal encajadas.
Osugi y el to Gon entraron por la abertura dando
traspis.
No veo nada se quej la anciana, creyendo que lo
deca en un susurro.
Espera un momento replic Gon, el cual se
encamin a la sala del hogar, agit los rescoldos y ech un
poco de lea para que el fuego les iluminara. No est
aqu, abuela!
Tiene que estar! No puede haber salido!
Casi de inmediato, Osugi observ que la puerta de la
habitacin trasera estaba entornada.
Mira, ah afuera! grit.
Ots, que estaba en pie al otro lado de la puerta, arroj
el agua del cazo, por la estrecha abertura, al rostro de la
anciana, y baj corriendo la cuesta como un pjaro
impulsado por el viento, las mangas y la falda del kimono
aleteando tras ella.
Osugi se apresur a salir y lanz una imprecacin.
Gon, Gon... Vamos, haz algo!
Se ha escapado?
Pues claro! Desde luego, la hemos puesto bien sobre
aviso, con todo ese ruido. Tenas que desprender la
contraventana! La ira contorsionaba el rostro de la
anciana. No puedes hacer algo?
El to Gon dirigi su atencin a la forma, semejante a la
de un ciervo, que hua a lo lejos. Alz un brazo y seal.
Es ella, verdad? No te preocupes, no nos lleva
mucha ventaja. Est enferma y, en cualquier caso, slo tiene
las piernas de una nia. La atrapar en seguida.
Baj la cabeza, dirigiendo la barbilla hacia el pecho, y
ech a correr. Osugi le sigui de cerca.
To Gon! le grit. Puedes emplear la espada
con ella, pero no le cortes la cabeza hasta despus de que
haya tenido oportunidad de decirle lo que pienso.
De repente el to Gon lanz un grito de consternacin y
se puso a cuatro patas.
Qu sucede? le pregunt Osugi cuando lleg a su
lado.
Mira ah abajo.
Osugi obedeci. Delante de ellos haba un pronunciado
declive que daba a un barranco cubierto de bambes.
Se ha lanzado ah?
S. No creo que sea muy hondo, pero est demasiado
oscuro para saberlo. Tendr que volver a la casa de t y
buscar una antorcha.
Mientras estaba arrodillada examinando el barranco,
Osugi le grit:
A qu ests esperando, imbcil? y le dio un fuerte
empujn. Se oy un ruido de pies que trataban de encontrar
un asidero y se movan desesperadamente antes de llegar al
fondo del barranco.
Vieja bruja! grit encolerizado el to Gon.
Ahora baja t aqu! A ver si te gusta!
Takez estaba sentado en una gran roca y, cruzado de
brazos, contemplaba la prisin militar de Hinagura, al otro
lado del valle. Pensaba que bajo uno de aquellos tejados
tenan prisionera a su hermana, pero l llevaba sentado all
desde el alba al anochecer del da anterior y toda aquella
jornada, incapaz de idear un plan para rescatarla. Pens que
seguira sentado all hasta que tuviera la certeza de lo que
deba hacer.
Sus cavilaciones le haban permitido confiar en que
podra burlar a los cincuenta o cien soldados que protegan
la prisin militar, pero las caractersticas del terreno seguan
preocupndole. No slo tena que entrar en el edificio sino
tambin huir de l, y las perspectivas no eran nada
halageas: detrs de la prisin haba una garganta profunda
y, por delante, el camino que conduca al edificio estaba
bien protegido por un doble portal. Para empeorar las
cosas, l y su hermana se veran obligados a huir por una
llanura sin un solo rbol tras el que ocultarse. En un da sin
nubes como aqul, sera difcil encontrar un blanco mejor.
As pues, la situacin exiga un ataque nocturno, pero
Takez haba observado que antes de la puesta del sol
cerraban las puertas, y sin duda cualquier intento de
forzarlas con una palanqueta hara sonar una cacfona
alarma de matracas de madera. No pareca existir ningn
medio seguro de entrar subrepticiamente en la fortaleza.
No hay manera se dijo Takez con tristeza.
Aunque arriesgara mi vida y la de ella, sera intil. Se
senta humillado e impotente. Cmo he llegado a ser tan
cobarde? Hace una semana ni siquiera habra pensado en las
posibilidades de salir con vida.
Durante otra media jornada sigui con los brazos
cruzados sobre el pecho, como si los tuviera trabados.
Tema algo indefinible y dudaba en acercarse ms a la
prisin. Una y otra vez se reconvena:
He perdido el valor. Yo nunca he sido as. Es posible
que ver la cara de la muerte convierta a cualquiera en un
cobarde.
Sacudi la cabeza. No, no se trataba de eso. No era
cobarda. Simplemente haba aprendido su leccin, la que
Takuan se haba empeado tanto en ensearle, y ahora
poda ver las cosas ms claramente. Experimentaba un
nuevo sosiego, una sensacin de paz, que pareca fluir por
su pecho como un plcido ro. Ser valiente era algo muy
distinto de ser fiero. Ahora se daba cuenta de ello. No se
senta como un animal sino como un hombre, un hombre
valeroso que ha superado su temeridad adolescente. La vida
que le haba sido concedida era algo que deba ser atesorado
y protegido, pulimentado y perfeccionado.
Contempl el hermoso y claro cielo, cuyo color por s
solo pareca un milagro. Sin embargo, no poda dejar a su
hermana abandonada, aunque ello significara violar, por
ltima vez, el precioso conocimiento de s mismo que tan
reciente y dolorosamente haba adquirido.
Un plan empez a tomar forma en su mente. Cuando
se haga de noche, cruzar el valle y trepar al risco por el
otro lado. La barrera natural podra ser una bendicin
disfrazada. No hay ningn portal trasero, y esa parte no
parece muy vigilada.
Apenas haba llegado a esta decisin cuando una flecha
vol hacia l y se clav en el suelo a escasa distancia de sus
pies. Mir a travs del valle y distingui una multitud de
hombres que iban de un lado a otro dentro de la prisin
militar. Era evidente que le haban descubierto. Los
hombres se dispersaron casi de inmediato. Takez supuso
que haba sido un flechazo de prueba, para ver cmo
reaccionaba, y permaneci deliberadamente inmvil donde
estaba.
Poco despus, la luz del sol nocturno empez a
desvanecerse detrs de las cumbres de las montaas
occidentales. Poco antes de que oscureciera, se levant y
cogi una piedra. Haba localizado su cena volando por
encima de su cabeza. Derrib el ave a la primera, la
descuartiz y hundi los dientes en la clida carne.
Mientras coma, unos veinte soldados se colocaron
silenciosamente en posicin, rodendole. Una vez
colocados lanzaron un grito de batalla y un hombre grit:
Es Takez! Takez de Miyamoto!
Es peligroso! No le subestimis! les advirti
otro.
Takez alz la vista de su festn de pjaro crudo y
dirigi una mirada asesina a sus aspirantes a captores, la
misma mirada de las fieras al ser molestadas cuando estn
comiendo.
Aahh! grit, al tiempo que coga una piedra
enorme y la arrojaba al permetro de aquella muralla
humana.
La sangre de los hombres alcanzados ti la piedra de
rojo, y en un instante Takez pas por encima de ellos y se
alej en lnea recta hacia la puerta de la prisin.
Los hombres se quedaron pasmados.
Qu est haciendo?
Adonde va ese necio?
No est en su sano juicio!
Vol como una liblula alocada, perseguido por los
soldados, que lanzaban gritos de guerra. Sin embargo,
cuando llegaron al portal exterior, Takez ya haba saltado
por encima, y ahora se encontraba entre los dos portales, en
una especie de jaula. Los ojos de Takez no lo vieron as,
como tampoco vean a sus perseguidores en el muro ni a los
guardianes al otro lado de la segunda puerta. Ni siquiera
tena conciencia de que, de un solo golpe, haba derribado al
centinela que intent detenerle. Con una fuerza casi
sobrehumana, arranc un poste del portal interior,
agitndolo furiosamente hasta que pudo extraerlo del suelo.
Entonces se volvi hacia sus perseguidores. Desconoca su
nmero, todo lo que saba era que algo grande y negro le
atacaba. Apuntando lo mejor que pudo, golpe a la masa
amorfa con el poste, rompiendo buen nmero de lanzas y
espadas, que volaron por el aire y cayeron intiles al suelo.
Ogin! exclam Takez, corriendo hacia el fondo
de la prisin. Ogin, soy yo..., Takez!
Examin furibundo los edificios, llamando repetidas
veces a su hermana, y se pregunt con pnico si todo
aquello habra sido una trampa. Con el grueso poste
empez a derribar las puertas una tras otra. Las aves de
corral graznaban y corran en todas direcciones para
ponerse a salvo.
Ogin!
No lograba localizarla, y sus speros gritos se hacan
casi ininteligibles.
En la penumbra de una de las celdas pequeas y sucias
vio a un hombre que intentaba escabullirse.
Alto! le conmin, arrojando el poste
ensangrentado a los pies de aquella criatura que recordaba a
una comadreja. Cuando se abalanz contra l, el hombre se
ech a llorar sin pudor. Takez le dio una bofetada.
Dnde est mi hermana? rugi. Qu le han hecho?
Dime dnde est o te mato de una paliza!
Ella... no est aqu. Se la llevaron anteayer. rdenes
del castillo.
Adonde, desgraciado, adonde?
A Himeji.
Himeji?
Sss...
Como sea falso te... Agarr al tipo lloriqueante por
el cabello.
Es cierto..., cierto. Lo juro!
Ser mejor que lo sea, o volver a por ti!
Los soldados se acercaban de nuevo, y Takez levant
al hombre del suelo y lo arroj contra ellos. Entonces
desapareci en las sombras de las oscuras celdas. Media
docena de flechas pasaron por su lado, y una de ellas se
clav como una gigantesca aguja de coser en la falda de su
kimono. Takez se mordi la ua del pulgar y observ el
paso de las flechas. Entonces, repentinamente, ech a correr
hacia el muro y salt por encima en un instante.
A sus espaldas se oy una fuerte explosin. El eco del
arma de fuego retumb en el valle.
Takez recorri velozmente la garganta, y mientras
corra fragmentos de las enseanzas de Takuan pasaban por
su mente: Aprende a temer lo que es temible... La fuerza
bruta es un juego de nios, la fuerza inconsciente de las
bestias... Ten la fuerza del verdadero guerrero..., el
autntico valor... La vida es preciosa.
El nacimiento de Musashi
Takez aguardaba en las afueras de la ciudad fortificada de
Himeji, ocultndose de vez en cuando bajo el puente
Hanada, pero en general permaneca sobre el puente,
examinando discretamente a los transentes. Cuando no
estaba en las proximidades del puente, efectuaba breves
recorridos alrededor de la ciudad, procurando mantener el
sombrero bajo y el rostro oculto, como un mendigo, por un
trozo de estera de paja.
Le desconcertaba que Ots no apareciera todava. Slo
haba transcurrido una semana desde que le jur que le
esperara all..., no cien sino mil das. Takez detestaba
incumplir sus promesas, pero a cada momento que pasaba
se senta ms tentado a ponerse en marcha, aunque su
promesa a Ots no era la nica razn que le haba llevado a
Himeji. Tambin deba averiguar dnde tenan prisionera a
Ogin.
Un da estaba cerca del centro de la ciudad cuando oy
gritar su nombre y unas pisadas que corran tras l. Se
volvi bruscamente y vio que Takuan se le acercaba.
Espera, Takez!
Takez se sobresalt y, como sola ocurrirle en
presencia de aquel monje, se sinti un tanto humillado.
Haba credo que su disfraz era infalible y tenido la
seguridad de que nadie, ni siquiera Takuan, le reconocera.
El monje le cogi de la mueca.
Ven conmigo le orden. Era imposible ignorar su
tono imperioso. Y no me pongas en ningn aprieto. He
pasado mucho tiempo buscndote.
Takez le sigui dcilmente. No saba adonde iban,
pero una vez ms fue incapaz de oponer resistencia a aquel
hombre peculiar, y se pregunt por qu. Ahora era libre, y
todo apuntaba a que regresaban en lnea recta al temido
rbol de Miyamoto, o tal vez a las mazmorras de un
castillo. Sospechaba que tenan encerrada a su hermana en
algn lugar del castillo, pero careca de cualquier prueba en
apoyo de esa suposicin. Confiaba en que estuviera en lo
cierto, y si tambin a l lo llevaban all, por lo menos
podran morir juntos. Si deban morir, no haba nadie ms a
quien l amara lo suficiente para compartir los ltimos
momentos de su preciosa vida.
El castillo de Himeji se alzaba ante l, y ahora
comprenda por qu lo llamaban el castillo de la grulla
blanca. El majestuoso edificio se elevaba sobre enormes
murallas de piedra, como un ave grande y orgullosa que
hubiera descendido de los cielos. Takuan le precedi a lo
largo del ancho puente arqueado tendido sobre el foso
externo. Una hilera de guardianes estaban en posicin de
firmes ante la puerta con remaches de hierro. La luz del sol
que se reflejaba en las puntas de sus lanzas hizo titubear un
instante a Takez. Takuan lo percibi, sin volverse
siquiera, y con un gesto de ligera impaciencia le inst a
seguir adelante. Pasaron bajo la torrecilla del portal exterior
y se aproximaron al segundo portal, donde los soldados
parecan incluso ms tensos y vigilantes, preparados para
luchar de inmediato en cuanto se lo ordenaran. Aqul era el
castillo de un daimy, y sus habitantes tardaran algn
tiempo en relajarse y aceptar el hecho de que el pas haba
sido unificado con xito. Como tantos otros castillos de la
poca, distaba mucho de haberse acostumbrado al lujo de la
paz.
Takuan mand avisar al capitn de la guardia.
Le he trado anunci. Entregndole a Takez,
aconsej al oficial que le cuidara bien, como antes le haba
dicho, pero aadi: Ten cuidado. Es un cachorro de len
con colmillos y est lejos de haber sido domado. Si le
jorobas, te morder.
Takuan cruz el segundo portal hasta el edificio central,
donde estaba situada la mansin del daimy. Al parecer,
conoca bien el camino, pues no necesitaba gua ni
instrucciones. Apenas alzaba la cabeza al andar y nadie
interrumpa su avance.
Siguiendo el consejo de Takuan, el capitn no puso un
solo dedo en el joven que acababan de confiarle, y se limit
a pedirle que le siguiera. Takez le obedeci en silencio.
Pronto llegaron a un bao y el capitn le dijo que entrara y
se lavase. Entonces la espina dorsal de Takez se puso
rgida, pues recordaba demasiado bien su ltimo bao, en
casa de Osugi, y la trampa de la que haba escapado por los
pelos. Se cruz de brazos e intent pensar, haciendo
tiempo e inspeccionando el entorno. Reinaba all una gran
paz, era una isla de tranquilidad donde un daimy, cuando
no estaba maquinando estrategias, poda disfrutar de los
lujos de la vida. Pronto lleg un criado con un kimono y un
hakama de algodn, hizo una reverencia y dijo cortsmente:
Dejo aqu estas prendas. Puedes ponrtelas cuando
salgas.
Takez estuvo a punto de llorar. El atavo no slo
inclua un abanico plegable y algunas hojas de papel de
seda, sino tambin un par de espadas de samurai, una larga
y la otra corta. Todo era sencillo y barato, pero no faltaba
nada. Volvan a tratarle como a un ser humano, y dese
llevarse el limpio pao de algodn a la cara, restregarse las
mejillas e inhalar su frescura. Se volvi y entr en el bao.
Ikeda Terumasa, seor del castillo, estaba inclinado
sobre un apoyabrazos, contemplando el jardn. Era un
hombre de corta estatura, con la cabeza limpiamente
afeitada y oscuras picaduras de viruela en la cara. Aunque
no llevaba un atuendo formal, su semblante era severo y
solemne.
Es l? pregunt a Takuan, sealando con su
abanico plegado.
S, es l respondi el monje, haciendo una
reverencia.
Tiene una hermosa cara. Hiciste bien en salvarle.
Os debe la vida a vos, vuestra seora, no a m.
Eso no es cierto, Takuan, y t lo sabes. Si slo
tuviera un puado de hombres como t bajo mi mando, sin
duda se salvara mucha gente til y el mundo se beneficiara
de ello. El daimy suspir. Mi problema es que todos
mis hombres creen que su nico deber es atar a la gente o
decapitarla.
Una hora despus, Takez estaba sentado en el jardn,
ms all de la terraza, con la cabeza inclinada y las manos
planas sobre las rodillas, en una actitud de respetuosa
atencin.
Te llamas Shimmen Takez, no es cierto? le
pregunt el seor Ikeda.
Takez alz la vista rpidamente para ver el rostro del
hombre famoso, y volvi a bajar respetuosamente los ojos.
S, seor respondi con voz clara.
La casa de Shimmen es una rama de la familia
Akamatsu y, como bien sabes, Akamatsu Masanori fue en
otro tiempo seor de este castillo.
Takez sinti que se le secaba la garganta. Por una vez
no saba qu decir. Siempre se haba considerado como la
oveja negra de la familia Shimmen, sin especiales
sentimientos de respeto ni temor hacia el daimy. No
obstante, ahora se senta avergonzado por ser el causante de
un deshonor tan completo sobre sus antepasados y el
nombre de su familia. Le ardan las mejillas.
Lo que has hecho es inexcusable sigui diciendo
Terumasa en un tono ms severo.
S, seor.
Y voy a tener que castigarte por ello. Volvindose
hacia Takuan, le pregunt: Es cierto que mi servidor
Aoki Tanzaemon te prometi sin mi permiso que, si
capturabas a este hombre, podras decidir e imponerle su
castigo?
Creo que lo mejor ser que preguntis eso
directamente a Tanzaemon.
Ya le he interrogado.
Cresteis entonces que yo os mentira?
Claro que no. Tanzaemon ha confesado, pero deseaba
tu confirmacin. Puesto que es mi vasallo directo, el
juramento que te hizo es tambin mi propio juramento. En
consecuencia, aunque soy el seor de este feudo, he perdido
mi derecho de penalizar a Takez como lo considere
oportuno. Por supuesto, no permitir que se quede sin
castigo, pero te corresponde a ti determinar la forma de ese
castigo.
Muy bien. Eso es exactamente lo que pensaba.
Entonces supongo que has reflexionado en el asunto.
Bien, qu vamos a hacer con l?
Creo que lo mejor sera poner al prisionero en...,
cmo diramos?..., en apuros durante algn tiempo.
Y cmo te propones hacer eso?
Creo que en algn lugar de este castillo hay una
habitacin cerrada, de la que se rumorea desde hace mucho
que est embrujada.
As es, en efecto. Los criados se negaban a entrar en
ella y mis hombres la evitaban continuamente, as que
qued inutilizada. Ahora la dejo tal como est, puesto que
no hay motivo para abrirla de nuevo.
Pero no creis que est por debajo de la dignidad de
uno de los ms fuertes guerreros en el reino Tokugawa que
vos, Ikeda Terumasa, tengis en vuestro castillo una
habitacin donde jams entra la luz?
Nunca lo haba considerado de esa manera.
Pues bien, as es como piensa la gente. Es una
mancha sobre vuestra autoridad y prestigio. Creo que
deberamos poner una luz ah.
Humm.
Si me permits hacer uso de esa cmara, encerrar a
Takez en ella hasta que est dispuesto a perdonarle. Ya ha
vivido demasiado tiempo en una oscuridad total. Has odo,
Takez?
El aludido no dijo nada, pero Terumasa se ech a rer y
dijo:
Estupendo!
Por su excelente entendimiento, era evidente que
Takuan haba dicho a Aoki Tanzaemon la verdad aquella
noche en el templo. l y Terumasa, ambos seguidores del
budismo zen, parecan tener una relacin amistosa, casi
fraternal.
Tras haberle llevado a su nuevo aposento, por qu
no te renes conmigo en la casa de t? pregunt
Terumasa al monje cuando ste se levant para marcharse.
Ah, queris demostrar una vez ms lo inepto que
sois en la ceremonia del t?
Eso no es justo, Takuan. ltimamente he empezado
a cogerle el tino. Ven ms tarde y te demostrar que ya no
soy simplemente un rudo soldado. Te estar esperando.
Dicho esto, Terumasa se retir al interior de la mansin.
A pesar de su corta estatura apenas llegaba a los cinco
pies de altura su presencia pareca llenar el castillo con
sus muchos pisos.
En la torre del homenaje, donde se encontraba la habitacin
embrujada, la oscuridad era siempre completa. All no haba
calendario: ni primavera ni otoo ni los sonidos de la vida
cotidiana. Tan slo haba una pequea lmpara que
iluminaba al plido y cetrino Takez. La seccin sobre
topografa de l Arte de la guerra de Sun-tzu estaba abierta
sobre la mesa baja, ante l. Sun-tzu dijo:
Entre los aspectos topogrficos,
Los hay que son transitables.
Los hay que estn suspendidos.
Los hay que confinan.
Los hay que son empinados.
Los hay que son lejanos.
Cada vez que llegaba a un pasaje que le atraa de una
manera especial, como ste, lo lea en voz alta una y otra
vez, como si fuese un cntico.
Quien conoce el arte del guerrero no se confunde en sus
movimientos. Acta y no est confinado.
En consecuencia, Sun-tzu dijo: Quien se conoce a s
mismo y conoce a su enemigo vence sin peligro. Quien
conoce los cielos y la tierra vence sobre todos.
Cuando la fatiga le empaaba la visin, se enjuagaba los
ojos con agua fra de un pequeo cuenco que tena a su lado.
Si el aceite se agotaba y el pabilo de la lmpara
chisporroteaba, se limitaba a apagarla. Sobre la mesa haba
una montaa de libros, unos en japons y otros en chino,
textos de zen y volmenes sobre la historia de Japn.
Takez estaba prcticamente sepultado en aquellos tomos
eruditos, todos ellos tomados en prstamo de la biblioteca
del seor Ikeda.
Cuando Takuan le sentenci a confinamiento, le dijo:
Puedes leer tanto como quieras. Un famoso sacerdote
de la antigedad dijo cierta vez: Me he sumido en las
sagradas escrituras y ledo miles de volmenes. Cuando
salgo de casa, observo que mi corazn ve ms que antes.
Considera esta habitacin como la matriz de tu madre y
preprate para nacer de nuevo. Si la miras slo con los ojos,
no vers ms que una celda oscura y cerrada. Pero vuelve a
mirarla ms atentamente, mrala con la mente y piensa. Esta
estancia puede ser el manantial de la iluminacin, la misma
fuente del conocimiento hallado y enriquecido por los
sabios del pasado. A ti te corresponde decidir si ha de ser
una cmara de oscuridad o de luz.
Desde haca tiempo Takez haba dejado de contar los
das. Cuando haca fro, era invierno; cuando haca calor,
verano. Saba poco ms que eso. La atmsfera era
invariable, hmeda y con olor a cerrado, y las estaciones no
influan en su vida. Sin embargo, casi estaba seguro de que
la siguiente vez que las golondrinas acudieran a anidar en las
troneras cerradas con tablas de la torre del homenaje, sera
la primavera de su tercer ao en la matriz.
Voy a cumplir veintin aos, se deca y, presa del
remordimiento, se lamentaba: Qu he hecho en estos
veintin aos?. A veces, el recuerdo de sus primeros aos
le oprima implacable, sumindole en la afliccin. Entonces
sollozaba, agitaba los brazos y daba puntapis, y en
ocasiones lloraba como una criatura. Se pasaba das enteros
angustiado, y sala de esos perodos agotado y exnime, con
el cabello enmaraado y el corazn desgarrado.
Por fin, un da, oy que las golondrinas regresaban a los
aleros de la torre del homenaje. Una vez ms, la primavera
haba llegado a travs de los mares.
Poco despus de su llegada, una voz, que ahora tena un
sonido extrao, casi doloroso al odo, le pregunt:
Ests bien, Takez?
La familiar cabeza de Takuan apareci en lo alto de la
escalera. Sorprendido y demasiado conmovido para que
pudiera decir nada, Takez le cogi de la manga del kimono
y tir de l para que entrara en la habitacin. Los sirvientes
que le traan la comida nunca le haban dicho una sola
palabra. Le llenaba de alegra or otra voz humana, en
especial aqulla.
Acabo de regresar de un viaje le dijo Takuan.
ste es tu tercer ao aqu, y he decidido que, tras una
gestacin tan larga, ya debes estar bastante bien formado.
Te estoy agradecido por tu bondad, Takuan. Ahora
comprendo lo que has hecho. Cmo podr jams
agradecrtelo?
Agradecrmelo? replic Takuan con incredulidad.
Entonces se ech a rer. Aunque no hayas tenido a nadie
con quien conversar salvo t mismo, lo cierto es que has
aprendido a hablar como un ser humano! Muy bien! Hoy
saldrs de aqu, y hazlo apretando contra el pecho el
conocimiento que tan duramente has conseguido. Te har
falta cuando salgas al mundo y te mezcles con tus
congneres.
Sin darle tiempo a cambiarse, Takuan acompa a
Takez ante el seor Ikeda. Si en la audiencia anterior
estuvo relegado en el jardn, ahora le destinaron un lugar en
la terraza. Tras los saludos y un poco de charla informal,
Terumasa no perdi tiempo y pregunt a Takez si quera
servirle como su vasallo.
Takez rechaz la proposicin. Explic que era un gran
honor para l, pero no crea estar an en condiciones de
entrar al servicio de un daimy.
Y si lo hiciera en este castillo aadi,
probablemente los fantasmas empezaran a aparecer cada
noche en la habitacin cerrada, como dice todo el mundo
que ocurre.
Por qu dices eso? Acaso se han presentado para
hacerte compaa?
Si tomis una lmpara e inspeccionis
minuciosamente la habitacin, veris unas manchas negras
que salpican las puertas y las vigas. Parece laca, pero no lo
es, sino sangre humana, y es muy probable que sea sangre
derramada por los Akamatsu, mis antepasados, cuando
fueron derrotados en este castillo.
Humm. Es muy posible que tengas razn.
Ver esas manchas me enfureci. Me hirvi la sangre
al pensar que mis antepasados, quienes en otro tiempo
gobernaron toda esta regin, acabaron siendo aniquilados y
sus espritus fueron diseminados por los vientos otoales.
Murieron violentamente, pero eran un clan poderoso y
pueden ser despertados.
La misma sangre corre por mis venas sigui
diciendo con vehemencia, la mirada ardiente. Por indigno
que sea, soy miembro del mismo clan, y si me quedo en
este castillo, los fantasmas pueden despertarse y tratar de
alcanzarme. En cierto sentido, ya lo han hecho en esa
habitacin, al hacerme ver con toda claridad quin soy. Pero
podran provocar el caos, tal vez rebelarse e incluso causar
otro bao de sangre. No estamos en una era de paz. Estoy
en deuda con las gentes de esta regin y no debo tentar a
mis antepasados para que se venguen.
Terumasa asinti.
Comprendo lo que quieres decir. Es mejor que
abandones este castillo, pero adonde irs? Tienes
intencin de regresar a Miyamoto y establecerte all?
Takez sonri.
Quiero recorrer el mundo a solas durante algn
tiempo.
Ya veo replic el daimy, y se volvi a Takuan.
Encrgate de que reciba dinero y ropas apropiadas le
orden.
Takuan hizo una reverencia.
Permitidme que os d las gracias por vuestra
generosidad hacia el muchacho.
Takuan! Ikeda se ech a rer. sta es la
primera vez que me agradeces alguna cosa dos veces!
Supongo que es cierto. Takuan sonri, mostrando
los dientes. No volver a suceder.
Est muy bien que vagabundee un poco mientras
todava es joven coment Terumasa. Pero ahora que se
marcha solo, renacido, como t has dicho, debera tener un
nuevo apellido. Que sea Miyamoto, pues as nunca olvidar
su lugar de nacimiento. A partir de ahora, Takez, te
llamars Miyamoto.
Takez apoy las palmas en el suelo e hizo una
profunda y larga reverencia.
S, seor, as lo har.
Tambin deberas cambiarte de nombre intervino
Takuan. Por qu no leer los caracteres chinos de tu
nombre como Musashi en vez de Takez, ya que
ambas lecturas son posibles? El nombre escrito no variar.
Es conveniente que todo empiece de nuevo en este da de tu
renacimiento.
Terumasa, que por entonces estaba de excelente humor,
dio su aprobacin con entusiasmo.
Miyamoto Musashi! Es un buen nombre, muy
bueno. Debemos brindar por l.
Pasaron a la habitacin contigua, les sirvieron sake y los
dos huspedes acompaaron a su seora hasta bien entrada
la noche. Se reunieron con ellos varios miembros del squito
de Terumasa, y finalmente Takuan se levant y ejecut una
antigua danza. Era un experto, sus vividos movimientos
creaban un mundo imaginario encantador. Takez, ahora
Musashi, le contemplaba con admiracin, respeto y goce,
mientras tomaba una taza tras otra de sake.
Al da siguiente ambos abandonaron el castillo. Musashi
daba sus primeros pasos en una nueva vida, una vida de
disciplina y adiestramiento en las artes marciales. Durante
sus tres aos de confinamiento haba resuelto dominar el
arte de la guerra.
Takuan tena sus propios planes. Haba decidido viajar
por el pas, y dijo que, una vez ms, deban separarse.
Cuando llegaron a la ciudad, fuera de las murallas del
castillo, Musashi hizo ademn de despedirse, pero Takuan
le cogi de la manga.
No hay nadie a quien te gustara ver? le pregunt.
A quin?
Ogin?
Vive todava? le pregunt, desconcertado. Ni
siquiera en sueos haba olvidado a la dulce hermana que
durante tanto tiempo haba sido como una madre para l.
Takuan le cont que cuando l atac la prisin militar
de Hinagura tres aos antes, ya se haban llevado de all a
Ogin.
Aunque no la acusaron de nada, se mostr reacia a
volver a casa y prefiri quedarse con un familiar en un
pueblo del distrito de Sayo, donde ahora viva
cmodamente.
No te gustara verla? le pregunt Takuan. Ella
est ansiosa de verte. Hace tres aos le dije que poda
considerarte muerto, puesto que, en cierto sentido, lo
estabas. No obstante, tambin le dije que al cabo de tres
aos le llevara un hermano nuevo, diferente del viejo
Takez.
Musashi junt las palmas y se las llev a la frente,
como habra hecho al orar ante una estatua del Buda.
No slo has cuidado de m dijo con una profunda
emocin, sino que has procurado tambin por el
bienestar de Ogin. Eres un hombre realmente compasivo,
Takuan. Creo que jams podr agradecerte lo que has
hecho.
Una manera de agradecrmelo sera permitirme que te
lleve al lado de tu hermana.
No... No creo que deba ir. Saber de ella a travs de ti
ha sido tan satisfactorio como verla personalmente.
Pero sin duda querrs verla t mismo, aunque slo
sea unos minutos.
No, no lo creo as. Estuve muerto, Takuan, y me
siento en verdad renacido. No creo que ahora sea el
momento de regresar al pasado. Lo que debo hacer es dar un
resuelto paso adelante, hacia el futuro. Apenas he
encontrado el camino a lo largo del cual habr de viajar.
Cuando haya hecho algn progreso hacia el conocimiento y
la autoperfeccin que estoy buscando, tal vez ser el
momento de relajarme y mirar atrs, pero no ahora.
Ya veo.
Me resulta difcil expresarlo con palabras, pero de
todos modos confo en que lo comprendas.
As es. Me alegra ver que te tomas tu objetivo tan en
serio. No dejes de seguir tu propio juicio.
Ahora te dir adis, pero algn da, si no me matan a
lo largo del camino, volveremos a vernos.
S, s. Si tenemos oportunidad de encontrarnos,
hagmoslo por todos los medios. Takuan se volvi, dio
un paso y se detuvo. Ah, s. Supongo que debo
advertirte que hace tres aos Osugi y el to Gon
abandonaron Miyamoto para buscaros a ti y a Ots.
Resolvieron que no regresaran hasta haberse vengado, y, a
pesar de que son viejos, siguen tratando de localizarte.
Pueden causarte algn inconveniente, pero no te plantearn
ningn problema grave. No te los tomes demasiado en serio.
Y una cosa ms... Est ese Aoki Tanzaemon.
Supongo que nunca has odo su nombre, pero estuvo al
frente de las tropas que te buscaban. Quiz no tenga nada
que ver con lo que t dijeras o hicieses, pero lo cierto es que
ese esplndido samurai se las ingeni para caer en desgracia,
con el resultado de que ha sido relevado para siempre del
servicio que prestaba al seor Ikeda. Sin duda tambin anda
errante por ah. Entonces Takuan adopt un tono grave
. Tu camino no ser fcil, Musashi. Ten cuidado al
avanzar por l.
Har cuanto pueda dijo Musashi, sonriendo.
Bien, supongo que eso es todo. Me marcho.
Takuan dio la vuelta y se dirigi al oeste. No mir atrs.
Cudate le grit Musashi. Permaneci en el cruce,
contemplando al monje hasta que lo perdi de vista. Una
vez solo, se encamin hacia el este.
Ahora slo tengo esta espada se dijo. La nica
cosa en el mundo en la que puedo confiar. Apoy la mano
en la empuadura y se prometi: Vivir de acuerdo con
sus principios, la considerar como mi alma y, al aprender a
dominarla, me esforzar por mejorar, por convertirme en un
ser humano mejor y ms juicioso. Takuan sigue el camino
del zen, yo seguir el de la espada. Debo convertirme en un
hombre an mejor que l.
Reflexion en que al fin y al cabo todava era joven. No
era demasiado tarde.
Sus pisadas eran regulares y firmes, sus ojos estaban
llenos de juventud y esperanza. De vez en cuando alzaba el
borde de su sombrero de junco y miraba a lo largo del
camino hacia el futuro, la senda desconocida que todos los
humanos deben recorrer.
No haba llegado muy lejos, en realidad todava estaba
en las afueras de Himeji, cuando una mujer corri hacia l
desde el otro lado del puente Hanada. Entorn los ojos al
sol.
Eres t! exclam Ots, cogindole de la manga.
Musashi dio un grito sofocado de sorpresa.
Ots le habl en tono de reproche.
No es posible que te hayas olvidado, Takez. No
recuerdas el nombre de este puente? Has olvidado que te
promet esperar aqu, por muy larga que fuese la espera?
Me has estado esperando aqu durante los ltimos
tres aos? le pregunt, asombrado.
S. Osugi y el to Gon me encontraron poco despus
de que nos separsemos. Enferm y me vi obligada a
descansar. Estuve a punto de matarme al huir, pero lo logr.
Estoy esperando aqu desde unos veinte das despus de
nuestra despedida en el puerto de Nakayama.
Seal una tienda de esterillas trenzadas en el extremo
del puente, un tpico puesto de carretera donde vendan
recuerdos a los viajeros, y sigui diciendo:
Cont mi historia a esa gente, y fueron tan amables
que me aceptaron como una especie de ayudante, a fin de
poder quedarme y esperarte. Hoy es el da novecientos
siete, y he mantenido fielmente mi promesa. Le escrut
el rostro, tratando de sondear sus pensamientos. Me
llevars contigo, verdad?
Por supuesto, Musashi no tena ninguna intencin de
llevarse a nadie con l. En aquel momento se marchaba
apresuradamente para no pensar en su hermana, a la que
tanto deseaba ver y hacia la que se senta tan fuertemente
atrado.
Las preguntas se atropellaron en su mente agitada:
Qu puedo hacer? Cmo voy a emprender mi bsqueda
de la verdad y el conocimiento con una mujer, con
cualquiera que se entrometa continuamente? Y, despus de
todo, esta muchacha sigue siendo la prometida de
Matahachi. Musashi no poda evitar que tales
pensamientos se reflejaran en su rostro.
Llevarte conmigo? le dijo abruptamente.
Adonde?
Adondequiera que vayas.
Voy a emprender un largo y duro viaje, no una
excursin!
No te causar ningn problema. Estoy dispuesta a
soportar algunas penalidades.
Algunas? Slo algunas?
Tantas como sea necesario.
sa no es la cuestin, Ots. Cmo puede un hombre
dominar el camino del samurai llevando consigo una mujer?
Qu curioso sera eso. La gente dira: Mirad a Musashi,
necesita una nodriza que cuide de l. Ella tir con ms
fuerza de su kimono, aferrndose como una nia.
Sultame la manga le orden l.
No, no lo har! Me mentiste, no es cierto?
Cundo te ment?
En el puerto. All me prometiste que ira contigo.
Eso fue hace mucho tiempo. Entonces tampoco
pensaba hacerlo de veras, y no tena tiempo para
explicrtelo. An ms, no fue idea ma, sino tuya. Yo tena
prisa por partir y no estabas dispuesta a dejarme marchar
hasta que te lo prometiera. Acced a lo que me pedas
porque no tuve otro remedio.
No, no, no! No puedes decirme eso en serio, no
puedes grit la joven, apretndole contra el pretil del
puente.
Sultame! La gente nos est mirando.
Que miren! Cuando estabas atado en el rbol, te
pregunt si queras mi ayuda. Estabas tan contento que me
pediste dos veces que cortara la cuerda. No negars eso,
verdad?
Ots intentaba ser lgica en su argumentacin, pero las
lgrimas la traicionaban. Primero abandonada cuando era
una recin nacida, luego plantada por su novio y ahora esto.
Musashi saba que estaba sola en el mundo, senta por ella
un profundo afecto y estaba confuso, aunque externamente
mantena la compostura.
Sultame! le dijo de modo terminante. Estamos
en pleno da y la gente nos mira. Quieres que seamos un
espectculo para estos chismosos?
Ots le solt la manga y se apoy en el pretil,
sollozando, el reluciente cabello cubrindole el rostro.
Lo siento balbuci. No debera haber dicho eso.
Olvdalo, por favor. No me debes nada.
l le apart el cabello con ambas manos y la mir a los
ojos.
Durante todo el tiempo que has esperado, hasta hoy
mismo, he estado encerrado en la torre del castillo. En esos
tres aos ni siquiera he visto el sol.
S, eso he odo.
Lo sabas?
Takuan me lo dijo.
Takuan? Te lo dijo todo?
Creo que s. Me desmay en el fondo de un barranco,
cerca de la casa de t de Mikazuki, cuando hua de Osugi y
el to Gon. Takuan me rescat y tambin me ayud a
conseguir trabajo aqu, en la tienda de recuerdos. Eso fue
hace tres aos. Desde entonces ha venido varias veces.
Ayer mismo vino y tomamos t. No estoy segura de lo que
quiso decir, pero stas fueron sus palabras: Eso concierne
a un hombre y una mujer, as que quin puede saber cul
ser el resultado?.
Musashi dej caer las manos a los costados y mir la
carretera que conduca al oeste. Se pregunt si volvera a ver
alguna vez al hombre que le haba salvado la vida, y una vez
ms le asombr el inters de Takuan por el prjimo, que
pareca ilimitado y totalmente carente de egosmo. Musashi
comprendi su estrechez de miras, su mezquindad al
suponer que el monje senta una simpata especial slo por
l. Su generosidad abarcaba a Ogin, Ots, cualquiera que
estuviera en apuros y a quien l creyera que poda echar
una mano.
Eso concierne a un hombre y una mujer... Las
palabras que Takuan le haba dicho a Ots pesaban en la
mente de Musashi. Era una carga para la que no estaba
preparado, puesto que en todas las montaas de libros que
haba estudiado a lo largo de aquellos tres aos no figuraba
una sola palabra sobre la situacin en la que ahora se
encontraba. Incluso Takuan haba rehusado intervenir en
aquel asunto entre l y Ots. Haba querido decir que las
relaciones entre hombres y mujeres dependan
exclusivamente de las personas implicadas? Significaba que
no existan reglas, como ocurra en el arte de la guerra? Que
no haba ninguna estrategia a toda prueba, ninguna manera
infalible de vencer? O se trataba acaso de una prueba para
Musashi, un problema que slo l podra resolver?
Sumido en sus pensamientos, contempl el agua que
flua bajo el puente.
Ots le mir a la cara, ahora reservada y serena.
Puedo ir contigo, no es cierto? El tendero me
prometi que me dejara marchar cuando lo deseara. Ir slo
un momento a explicarle lo ocurrido y recoger mis cosas.
Volver en seguida.
Musashi cubri con su mano la pequea mano blanca de
la joven que descansaba sobre el pretil.
Escucha le dijo en tono lastimero. Te ruego que
te detengas un momento y pienses.
En qu debo pensar?
Ya te lo he dicho. Acabo de convertirme en un
hombre nuevo. He permanecido en este mohoso agujero
durante tres aos, he ledo libros, he pensado, gritado y
llorado. Entonces, de sbito, he visto la luz, he
comprendido lo que significa ser humano. Ahora tengo un
nuevo nombre, Miyamoto Musashi, y quiero entregarme al
adiestramiento y la disciplina, quiero dedicar cada instante
de cada da a trabajar para mejorarme. Ahora s cuan lejos
tengo que ir. Si decides unir tu vida a la ma, nunca sers
feliz. No habr ms que penalidades, y con el paso del
tiempo las cosas no mejorarn, sino que sern cada vez ms
difciles.
Cuando hablas as, me siento ms cerca que nunca de
ti. Ahora estoy convencida de que tena razn. He
encontrado al mejor hombre que jams podra encontrar,
aunque lo buscara durante el resto de mi vida.
Musashi comprendi que sus palabras empeoraban la
situacin.
Lo siento, pero no puedo llevarte conmigo.
Bien, entonces me limitar a seguirte. Mientras no
obstaculice tu adiestramiento, qu dao podra hacerte? Ni
siquiera sabrs que estoy cerca de ti.
Musashi no supo qu responder.
No te molestar, te lo prometo.
l permaneci en silencio.
De acuerdo, entonces. Espera aqu, volver en un
instante. Y me pondr furiosa si intentas marcharte sin m.
Ots ech a correr hacia la tiendecilla de recuerdos.
Musashi pens en hacer caso omiso de todo aquello y
correr tambin, en la direccin contraria. Pero a pesar de su
voluntad de hacerlo, sus pies se resistan a moverse.
Ots mir atrs y le grit:
Recuerda, no intentes escabullirte! Sonri,
mostrando sus hoyuelos, y Musashi asinti sin darse
cuenta.
Satisfecha por este gesto, la muchacha desapareci en el
interior de la tienda.
Si tena que escapar, aqulla era la ocasin. Su corazn
se lo deca as, pero su cuerpo segua maniatado por los
bonitos hoyuelos de Ots y su mirada suplicante. Qu
dulce era! Era indudable que nadie en el mundo, salvo su
hermana, le amaba tanto. Y a l, por otra parte, no le
desagradaba.
Contempl el cielo y el agua, se aferr con
desesperacin a la barandilla del pretil, turbado y confuso.
Pronto minsculos fragmentos de madera se desprendieron
del puente y flotaron en la corriente.
Ots reapareci en el puente con unas nuevas sandalias
de paja, polainas amarillo claro y un gran sombrero de viaje
atado bajo la barbilla con una cinta carmes. Nunca haba
estado ms bonita.
Pero Musashi no estaba a la vista.
La muchacha lanz un grito de consternacin y se ech
a llorar. Entonces su mirada se pos en el lugar de la
barandilla de donde haban cado las astillas de madera. All,
grabado con la punta de una daga, estaba el mensaje
claramente inscrito: Perdname! Perdname!.
Libro II AGUA
La escuela Yoshioka
La vida de hoy, que no puede conocer el maana...
En el Japn de principios del siglo XVII, la conciencia
de la naturaleza efmera de la vida era un rasgo habitual
tanto entre las masas como en la lite. El famoso general
Oda Nobunaga, que sent las bases para la unificacin del
pas llevada a cabo por Toyotomi Hideyoshi, resumi esa
actitud en un breve poema:
Los cincuenta aos del hombre
no son ms que un sueo espectral
en su viaje a travs de
las eternas transmigraciones.
Derrotado en una escaramuza con uno de sus propios
generales, que le atac obedeciendo a un sbito impulso de
venganza, Nobunaga se suicid en Kyoto, a los cuarenta y
ocho aos.
Unas dos dcadas despus, en 1605, las guerras
incesantes entre los daimys casi haban terminado por
completo, y Tokugawa Ieyasu gobernaba el pas como
shgun desde haca dos aos. Los faroles brillaban en las
calles de Kyoto y Osaka, como lo hicieran en los mejores
das del shogunado Ashikaga, y la atmsfera imperante era
alegre y festiva.
Pero pocos estaban seguros de que la paz sera
duradera. Ms de un siglo de contiendas civiles haba
influido en la visin de la vida que tena la gente, de modo
que slo podan considerar la tranquilidad actual como frgil
y efmera. La capital prosperaba, pero la tensin de no
saber cunto durara aquella poca floreciente aguzaba el
apetito de diversiones de la gente.
Aunque segua sujetando las riendas del poder, Ieyasu
se haba retirado oficialmente de la posicin de shgun.
Segua siendo lo bastante fuerte para controlar a los dems
daimys y defender el derecho de la familia a ostentar el
poder, pero haba pasado su ttulo a su tercer hijo,
Hidetada. Se rumoreaba que el nuevo shgun visitara
pronto Kyoto para presentar sus respetos al emperador,
pero todo el mundo saba que ese viaje al oeste no era ms
que una visita de cortesa. Su rival en potencia ms
importante, Toyotomi Hideyori, era hijo de Hideyoshi, el
competente sucesor de Nobunaga. Hideyoshi hizo cuanto
estuvo en su mano para asegurar que el poder permaneciera
en el seno de los Toyotomi hasta que Hideyori fuese lo
bastante mayor para ejercerlo, pero el vencedor en
Sekigahara fue Ieyasu.
Hideyori resida an en el castillo de Osaka, y aunque
Ieyasu, en vez de haber acabado con l, le permita disfrutar
de unos sustanciosos ingresos anuales, era consciente de
que Osaka constitua una gran amenaza como posible
centro de resistencia. Muchos seores feudales tambin lo
saban y hacan apuestas compensatorias, relacionndose
por igual con Hideyori y el shgun. Se deca con frecuencia
que el primero tena suficientes castillos y oro para
contratar, si lo deseaba, a todos los rnin, o samuris sin
seor, del pas.
Las especulaciones ociosas sobre el futuro poltico del
pas constituan el grueso de los chismorreos en Kyoto.
La guerra ha de estallar ms tarde o ms temprano.
Es slo cuestin de tiempo.
Esos faroles de las calles podran apagarse maana.
No vale la pena preocuparse por ello. Lo que haya de
ocurrir, ocurrir.
Gocemos mientras podamos!
La bulliciosa vida nocturna y los florecientes barrios de
placer eran pruebas tangibles de que gran parte de la
poblacin estaba haciendo precisamente eso.
Entre quienes cedan a esa inclinacin figuraba un grupo
de samuris que ahora doblaban una esquina de la avenida
Shij. Avanzaban junto a un largo muro de yeso blanco que
conduca a un impresionante portal con un tejado
imponente. Una placa de madera ennegrecida por el tiempo
anunciaba en una escritura apenas legible: Yoshioka
Kemp de Kyoto. Instructor militar de los shogunes
Ashikaga.
Los ocho jvenes samuris daban la impresin de
haberse pasado el da entero practicando la esgrima sin
descanso. Algunos llevaban espadas de madera adems de
las dos de acero acostumbradas, y otros llevaban lanzas.
Parecan pendencieros, la clase de hombres que seran los
primeros en verter sangre en cuanto estallara un conflicto
armado. Sus semblantes eran tan duros como la piedra y
sus miradas amenazantes, como si siempre estuvieran al
borde de un acceso de clera.
Adonde vamos esta noche, joven maestro?
preguntaron al hombre a quien rodeaban.
A cualquier parte menos al lugar donde estuvimos
anoche replic el maestro gravemente.
Por qu? Todas aquellas mujeres estaban
interesadas por ti! Apenas nos miraron a los dems.
Puede que tenga razn intervino otro hombre.
Por qu no buscamos un sitio nuevo, donde nadie conozca
al joven maestro ni a ninguno de nosotros?
Gritando y discutiendo unos con otros, pareca que no
existiera nada ms importante para ellos que saber dnde
iban a beber y acostarse con prostitutas.
Llegaron a una zona bien iluminada a orillas del ro
Kamo. Durante aos la tierra haba estado abandonada y
llena de hierbajos, verdadero smbolo de la desolacin en
tiempo de guerra, pero con la llegada de la paz su valor
haba subido vertiginosamente. Diseminadas sin orden ni
concierto haba casas endebles, con cortinas de color rojo y
amarillo claro en las puertas, donde las prostitutas llevaban
a cabo su oficio. Muchachas de la provincia de Tamba, con
las caras descuidadamente cubiertas de polvo blanco,
silbaban a los posibles clientes. Mujeres desdichadas, que
haban sido compradas en grupo, como si fuesen rebaos,
tocaban sus shamisenes, un nuevo instrumento popular,
mientras entonaban canciones picantes y rean entre ellas.
El joven maestro se llamaba Yoshioka Seijr, era alto e
iba vestido con un kimono marrn oscuro. Poco despus de
que entraran en el distrito de los burdeles, mir atrs y dijo
a uno de su grupo:
Cmprame un sombrero de junco, Tji.
Supongo que quieres uno de esos que ocultan la cara.
S.
Aqu no lo necesitas, no crees? replic Gion Tji.
No te lo habra pedido si no lo necesitara!
respondi Seijr con impaciencia. No me gusta que la
gente vea al hijo de Yoshioka Kemp paseando por un sitio
como ste.
Tji se ech a rer.
Pero precisamente ese sombrero llama la atencin.
Todas las mujeres de aqu sabrn que si te ocultas el rostro
bajo un sombrero debes de ser de buena familia y
probablemente rica. Naturalmente, hay otras razones por
las que no te dejarn en paz, pero sa es una de ellas.
Como de costumbre, Tji se burlaba de su maestro y le
halagaba al mismo tiempo. Se volvi y orden a uno de los
hombres que fuese en busca del sombrero, y esper a que
regresara entre los faroles y los juerguistas. Una vez
cumplido el encargo, Seijr se puso el sombrero y empez
a sentirse ms relajado.
Con ese sombrero coment Tji, pareces ms
que nunca un ciudadano elegante. Volvindose a los
otros, prosigui indirectamente con su halago. Mirad,
todas las mujeres se asoman a sus puertas para mirarle.
Dejando de lado el servilismo de Tji, Seijr era
realmente apuesto. Con dos vainas brillantemente pulidas
colgadas de un costado, tena la dignidad y la clase que caba
esperar del hijo de una familia acomodada. Ningn
sombrero de paja podra impedir que las mujeres le llamaran
al pasar.
Eh, t, guapo! Por qu escondes la cara debajo de
ese estpido sombrero?
Anda, ven aqu! Quiero ver lo que hay ah debajo.
Vamos, no seas tmido, chanos una miradita.
Seijr reaccionaba a estas insinuaciones. An haca
poco que Tji le haba persuadido por primera vez para que
acudiera al distrito, y todava le azoraba que le vieran all.
Era el hijo mayor del famoso espadachn Yoshioka Kemp
y nunca le haba faltado dinero, pero hasta muy
recientemente haba permanecido al margen de los aspectos
ms vulgares de la vida. La atencin que llamaba all le
aceleraba el pulso. An se senta lo bastante avergonzado
para ocultarse, aunque como hijo mimado de un hombre
rico siempre haba sido ms bien farolero. Los halagos de su
squito, no menos que la coquetera de las mujeres,
reforzaban su amor propio y eran como un dulce veneno.
Vaya, si es el maestro de la avenida Shij! exclam
una de las mujeres. Por qu ocultas la cara? As no
engaas a nadie.
Cmo sabe esa mujer quin soy? refunfu
Seijr, dirigindose a Tji y fingiendo estar ofendido.
Eso es fcil respondi la mujer antes de que Tji
pudiera abrir la boca. Todo el mundo sabe que a la gente
de la escuela Yoshioka le gusta usar ese color marrn
oscuro. Se le llama el tinte Yoshioka, sabes?, y es muy
popular por aqu.
Eso es cierto pero, como dices, mucha gente lo usa.
S, pero no llevan un blasn con tres crculos en su
kimono.
Seijr se mir la manga.
Debo ser ms cuidadoso dijo mientras una mano se
deslizaba desde detrs de la celosa y le aferraba la prenda.
Vaya, vaya dijo Tji. Se ocult el rostro pero no
el blasn. Sin duda quera que le reconocieran. No creo que
ahora podamos negarnos a entrar ah.
Haced lo que queris dijo Seijr, incmodo al
parecer, pero que esta mujer me suelte la manga.
Sultale, mujer bram Tji. Dice que vamos a
entrar!
Los estudiantes cruzaron la cortina del local. La
decoracin de la sala en la que entraron era de muy mal
gusto, con unas pinturas tan vulgares y unas flores tan mal
arregladas que a Seijr le resultaba difcil no sentirse
incmodo. Sin embargo, los dems hicieron caso omiso de la
pobreza de su entorno.
Traed el sake! orden Tji, y pidi tambin un
surtido de golosinas.
Cuando lleg la comida, Ueda Ryhei, que estaba a la
altura de Tji en el manejo de la espada, grit:
Traed a las mujeres! Dio la orden exactamente con
el mismo tono spero con que Tji haba encargado la
comida y el sake.
Eh, el viejo Ueda dice que traigis a las mujeres!
corearon los otros, imitando la voz de Ryhei.
No me gusta que me llamen viejo dijo Ryhei con
el ceo fruncido. Es cierto que llevo en la escuela ms
tiempo que cualquiera de vosotros, pero no encontraris un
solo pelo gris en mi cabeza.
Probablemente te lo ties.
Quienquiera que haya dicho eso que se adelante y
beba una taza como castigo!
Demasiada molestia. Lnzala aqu!
La taza de sake surc el aire.
Ah va el pago! Y otra taza de t cruz volando la
estancia.
Eh, que alguien baile!
Baila t, Ryhei! dijo Seijr. Baila y
mustranos lo joven que eres!
Estoy dispuesto, seor. Mirad!
Fue al ngulo de la terraza, se at el delantal rojo de una
sirvienta alrededor de la cabeza, coloc una flor de ciruelo
en el nudo y cogi una escoba.
Eh, mirad! Va a bailar la danza de la doncella Hida!
Oigamos tambin la cancin, Tji!
Invit a todos a participar, y empezaron a golpear
rtmicamente los platos con sus palillos, mientras uno de
ellos haca sonar las tenazas del carbn contra el borde del
brasero.
Al otro lado de la valla de bamb, la valla de bamb, la valla
de bamb,
avist un kimono de largas mangas.
Un kimono de mangas largas en la nieve...
Los aplausos estallaron despus del primer verso. Tji
hizo una reverencia y las mujeres reanudaron la cancin en
el punto en que l haba terminado, acompandose con el
shamisen.
La muchacha que vi ayer
no est hoy aqu.
La muchacha que veo hoy
no estar aqu maana.
No s qu traer el maana,
quiero amarla hoy.
En un rincn, un estudiante ofreci un enorme cuenco
de sake a un camarada y le dijo:
Oye, por qu no te bebes esto de un solo trago?
No, gracias.
No, gracias? Te consideras un samurai y ni siquiera
puedes beberte esto?
Claro que puedo. Pero si yo lo hago, tambin t
tendrs que hacerlo!
Me parece muy justo!
Dio comienzo la competicin. Los jvenes beban como
caballos en el abrevadero y el sake les goteaba por las
comisuras de la boca. Ms o menos al cabo de una hora un
par de ellos empezaron a vomitar, mientras otros, reducidos
a la inmovilidad, miraban vagamente con los ojos
inyectados en sangre.
Uno de los hombres, cuya jactancia acostumbrada se
volva ms estridente cuanto ms beba, pregunt:
Hay alguien en este pas, aparte del joven maestro,
que comprenda realmente las tcnicas del estilo Kyhachi?
Si lo hay..., hip..., quiero conocerle..., ay!
Otro valiente, sentado cerca de Seijr, se ech a rer y
dijo con voz entrecortada por el hipo:
Exagera las alabanzas porque el joven maestro est
presente. Hay otras escuelas de artes marciales adems de
las ocho de Kyoto, y la escuela Yoshioka ya no es
necesariamente la ms grande. Slo en Kyoto, est la
escuela de Toda Seigen en Kurotani y la de Ogasawara
Genshinsai en Kitano. Y no olvidemos a It Ittsai de
Shirakawa, aunque no acepte alumnos.
Qu tienen de extraordinario esas escuelas?
Quiero decir que no debemos hacernos a la idea de
que somos los nicos espadachines en el mundo.
Bastardo mentecato! grit un hombre cuyo
orgullo haba sido ofendido. Da un paso adelante!
As? replic el crtico, ponindose en pie.
Eres un miembro de esta escuela y menosprecias el
estilo de Yoshioka Kemp?
No lo menosprecio! Slo digo que las cosas no son
como en los viejos tiempos, cuando el maestro enseaba a
los shogunes y era considerado el ms grande de los
espadachines. Hoy en da hay mucha ms gente que
practica el camino de la espada, no slo en Kyoto sino
tambin en Edo, Hitachi, Echizen, las provincias
domsticas, las provincias occidentales, Kyushu..., en todo
el pas. El hecho de que Yoshioka Kemp fuese famoso no
significa que el joven maestro y todos nosotros seamos los
ms grandes espadachines vivientes. Eso no es cierto, para
qu engaarnos?
Cobarde! Pretendes ser un samurai, pero temes a
las otras escuelas!
Quin las teme? Slo creo que debemos evitar la
autosatisfaccin.
Y quin eres t para dar advertencias? El
estudiante ofendido golpe al otro en el pecho,
derribndole.
Quieres luchar? gru el hombre cado.
S, estoy dispuesto.
Intervinieron los veteranos, Gion Tji y Ueda Ryhei.
Deteneos los dos!
Ponindose en pie de un salto, separaron a los dos
hombres e intentaron alisar sus plumas erizadas.
Ahora tranquilizaos!
Todos comprendemos lo que sents.
Dieron unas copas de sake a los contendientes y poco
despus todo volvi a la normalidad. El revoltoso volvi a
embarcarse en el encomio de s mismo y los dems,
mientras que el crtico, rodeando con un brazo a Ryhei,
defenda su postura en un tono plaidero.
Slo hablaba por el bien de la escuela deca entre
gemidos. Si la gente no deja de soltar lisonjas, la
reputacin de Yoshioka Kemp acabar por los suelos.
Arruinada, creedme!
El nico que permaneca relativamente sobrio era
Seijr. Al observar esto, Tji le dijo:
No disfrutas de la fiesta, verdad?
Acaso crees que ellos la disfrutan de veras? No s...
Claro que s. sta es la idea que tienen de la
diversin.
No veo cmo, cuando discuten de esa manera.
Oye, por qu no vamos a algn sitio ms tranquilo?
Tambin yo estoy harto de esto.
Seijr pareci muy aliviado y asinti en seguida.
Me gustara ir al lugar donde estuvimos anoche.
Te refieres al Yomogi?
S.
se es mucho mejor. Desde el principio he credo que
queras ir ah, pero habra sido una prdida de dinero llevar
con nosotros a este hatajo de patanes. Por eso los traje
aqu..., es barato.
Entonces marchmonos disimuladamente. Ryhei
puede encargarse de los dems.
Finge que vas al excusado. Me reunir contigo dentro
de unos minutos.
Seijr desapareci hbilmente, sin que nadie se diera
cuenta.
Delante de una casa, a poca distancia, una mujer estaba
de puntillas, tratando de colgar nuevamente un farol de un
clavo. El viento haba apagado la vela, y ella lo haba
descolgado para volver a encenderla. La mujer estiraba la
espalda bajo los aleros, y su cabellera recin lavada se
derramaba alrededor de su rostro. Las hebras de cabello y
las sombras del farol trazaban formas levemente cambiantes
en sus brazos extendidos. La brisa nocturna tena un
ligersimo aroma a flores de ciruelo.
Ok! Quieres que te lo cuelgue?
Ah, es el joven maestro dijo ella, sorprendida.
Espera un momento.
Cuando el hombre se adelant, vio que no era Seijr
sino Tji.
Est bien as? le pregunt.
S, muy bien. Gracias.
Pero Tji examin el farol con los ojos entornados,
decidi que estaba ladeado y lo colg de nuevo. Siempre
asombraba a Ok que ciertos hombres, que se negaran de
plano a echar una mano en sus propias casas, pudieran ser
tan serviciales y considerados cuando visitaban un sitio
como el suyo. A menudo abran o cerraban las ventanas
ellos mismos, sacaban sus cojines y realizaban una docena
de tareas menudas que jams se les ocurrira hacer bajo su
propio techo.
Tji, fingiendo no haber odo, empuj a su maestro al
interior. En cuanto estuvo sentado, Seijr coment:
Hay una quietud imponente.
Abrir la puerta de la terraza dijo Tji.
Por debajo de la estrecha terraza ondeaban las aguas del
ro Takase. Hacia el sur, ms all del pequeo puente en la
avenida Sanj, se extenda el amplio recinto del Zuisenin, la
oscura extensin de Teramachi, la ciudad de los templos
y un campo de altas hierbas juncosas. Cerca estaba
Kayahara, donde las tropas de Toyotomi Hideyoshi haban
matado a la esposa, las concubinas y los hijos de su
sobrino, el sanguinario regente Hidetsugu, un hecho que an
estaba fresco en la memoria de mucha gente.
Tji se estaba poniendo nervioso.
Esto sigue estando demasiado tranquilo. Dnde se
esconden las mujeres? No parece que esta noche tengan
otros huspedes. Fue de un lado a otro, un poco inquieto
. Quisiera saber por qu tarda tanto Ok. Ni siquiera nos
ha servido el t.
Cuando su impaciencia aument tanto que le era
imposible esperar sentado, se levant y fue a ver por qu
no les haban trado el t.
Al salir a la terraza casi tropez con Akemi, que llevaba
una bandeja de laca con adornos dorados. La campanilla que
le colgaba del obi tintine mientras exclamaba:
Ten cuidado! Vas a hacer que derrame el t!
Por qu has tardado tanto? El joven maestro est
aqu. Crea que te gustaba.
Mira, he derramado un poco. T tienes la culpa. Ve a
buscar un trapo.
Ja! Eres muy descarada, no crees? Dnde est
Ok?
Maquillndose, por supuesto.
Quieres decir que todava no ha terminado?
Bueno, hemos estado muy ocupadas durante todo el
da.
El da? Quin ha venido durante el da?
Eso no es asunto tuyo. Por favor, djame pasar.
l se hizo a un lado y Akemi entr en la habitacin y
salud al cliente.
Buenas noches. Me alegro de que hayas venido.
Fingiendo una calma que no senta, Seijr mir de
soslayo y dijo:
Ah, eres t, Akemi. Gracias por lo de anoche.
Estaba azorado.
Ella cogi de la bandeja un recipiente que pareca un
quemador de incienso y puso encima una pipa con boquilla
de cermica y una cazoleta.
Quieres fumar? le pregunt cortsmente.
Crea que el tabaco haba sido prohibido
recientemente.
As es, pero a pesar de la prohibicin todo el mundo
sigue fumando.
De acuerdo, fumar un poco.
Te la encender.
Tom una pizca de tabaco de una bonita caja de
madreperla y lo introdujo en la diminuta cazoleta con sus
finos dedos. Entonces le puso la pipa en la boca. Seijr,
que no tena el hbito de fumar, la manej con bastante
torpeza.
Humm, es amargo, verdad? coment. Akemi solt
una risita. Adonde ha ido Tji?
Probablemente est en la habitacin de mi madre.
Parece encariado de Ok. Por lo menos tengo esa
impresin. Sospecho que a veces viene aqu sin m. Es
cierto? Akemi se ri pero no respondi. Qu tiene
eso de divertido? Creo que l tambin le gusta bastante a tu
madre.
No s qu decirte!
Pues estoy seguro, absolutamente. Es un arreglo
cmodo, no crees? Dos parejas felices, tu madre y Tji, t
y yo. Procurando parecer tan inocente como le era posible,
cubri con su mano la de Akemi, que descansaba sobre su
rodilla. Ella la apart pudorosamente, pero ese gesto slo
aument la audacia de Seijr. Cuando la muchacha
empezaba a levantarse, le rode la delgada cintura con su
brazo y la atrajo hacia l.
No es necesario que huyas le dijo. No voy a
hacerte dao.
Sultame! protest ella.
De acuerdo, pero slo si vuelves a sentarte.
El sake... Ir a buscarlo.
No te molestes.
Pero si no lo traigo, mi madre se enfadar.
Tu madre est en la otra habitacin, teniendo una
agradable charla con Tji.
Intent rozarle el rostro inclinado con su mejilla, pero
ella volvi la cabeza y pidi frenticamente ayuda.
Madre! Madre!
l la solt, y la muchacha corri hacia el fondo de la
casa.
Seijr se senta frustrado. La soledad le pesaba, pero
no quera forzar a Akemi. Como no saba qu hacer,
rezong en voz alta: Me voy a casa, y empez a marchar
pesadamente por el corredor exterior, su rostro volvindose
ms carmes a cada paso.
Adonde vas, joven maestro? No pensars marcharte,
verdad?
Como si hubiera salido de la nada, Ok apareci detrs
de l y corri por el pasillo. Al llegar a su lado le rode con
un brazo, y l observ que tena el cabello en su sitio y el
maquillaje en perfecto estado. Llam a Tji para que la
ayudara, y entre los dos persuadieron a Seijr para que
diera media vuelta y se sentara. Ok trajo sake e intent
animarle, y entonces Tji condujo de nuevo a Akemi a la
habitacin. Cuando la muchacha vio lo alicado que estaba
Seijr, le sonri.
Akemi, sirve sake al joven maestro.
S, madre dijo ella obedientemente.
Ya ves cmo es, verdad? dijo Ok. Por qu
siempre quiere actuar como una nia?
se es su encanto..., es joven dijo Tji, deslizando
su cojn ms cerca de la mesa.
Pero ya ha cumplido los veintiuno.
Veintiuno? No crea que fuese tan mayor. Es tan
menuda que aparenta diecisis o diecisiete!
Akemi, sbitamente tan vivaz como un pececillo,
replic:
De veras? Eso me hace feliz, porque me gustara
tener diecisis toda mi vida. Algo maravilloso me sucedi
cuando tena esa edad.
Qu?
Ella se llev las manos al pecho.
No puedo decrselo a nadie, pero sucedi... Cuando
tena diecisis. Sabis en qu provincia viva entonces?
Aqul fue el ao de la batalla de Sekigahara.
Charlatana! le dijo Ok con una mirada
amenazante. Deja de aburrirnos con tu chchara y ve a
buscar tu shamisen.
Akemi torci ligeramente el gesto, pero se levant y fue
en busca de su instrumento. Cuando regres, empez a
tocar y cantar una cancin, al parecer ms interesada en
divertirse ella misma que en complacer a sus huspedes.
Entonces esta noche,
si ha de estar nublada,
que est nublada,
ocultando la luna
que slo puedo ver a travs de mis lgrimas.
Se interrumpi y pregunt:
Comprendes, Tji?
No estoy seguro. Canta un poco ms.
Ni siquiera en la noche ms oscura
pierdo mi camino,
pero, oh, cmo me fascinas!
Al fin y al cabo tiene veintin aos dijo Tji.
Seijr, que haba permanecido sentado en silencio con
la frente apoyada en la mano, sali de su ensimismamiento
y dijo:
Tomemos una taza de sake juntos, Akemi.
Le tendi la taza y la llen con el recipiente de calentar
el sake. Ella lo bebi sin parpadear y se apresur a
devolverle la taza para que bebiera a su vez.
Sabes beber, no es as? dijo l un tanto
sorprendido.
Apur su taza y ofreci otra a Akemi, la cual la acept
y engull en un instante. Insatisfecha, al parecer, con el
tamao de la taza, cogi otra mayor y durante la siguiente
media hora bebi tanto como l.
Seijr estaba maravillado. Akemi pareca una chiquilla
de diecisis aos, con labios que nunca haban besado y
ojos que entornaba la timidez, y sin embargo all estaba,
trasegando sake como un hombre. Adonde iba todo aquel
lquido en un cuerpo tan pequeo?
Ser mejor que lo dejes ya dijo Ok a Seijr.
Por alguna razn, la chica puede beber durante toda la
noche sin emborracharse. Lo ms conveniente es dejarla
tocar el shamisen.
Pero esto es divertido! exclam Seijr, que ahora
disfrutaba de lo lindo.
Tji percibi algo extrao en su voz y le pregunt:
Ests bien? No habrs bebido ms de la cuenta?
No importa. Oye, Tji, es posible que no vuelva a
casa esta noche!
No hay ningn problema replic Tji. Puedes
quedarte tantas noches como desees, verdad que puede,
Akemi?
Tji gui el ojo a Ok y entonces se retir con ella a la
otra habitacin, donde empez a susurrarle rpidamente. Le
dijo a Ok que el joven maestro estaba muy animado y que,
en esas condiciones, ciertamente querra acostarse con
Akemi, y que habra dificultades si sta se negaba, pero
que, desde luego, los sentimientos de una madre eran lo ms
importante en casos como aqul... o, en otras palabras,
cunto?
Bien? inquiri bruscamente Tji.
Ok se llev un dedo a su mejilla cubierta por una
espesa capa de polvos y reflexion.
Decdete! le inst Tji. Se acerc ms a ella y
aadi: No es una mala pareja, sabes? Es un famoso
maestro de las artes marciales y su familia tiene mucho
dinero. Su padre tuvo ms discpulos que ningn otro
maestro en el pas, y lo que es ms, an no se ha casado. De
cualquier manera que lo mires, es una oferta atractiva.
Bueno, yo tambin lo creo as, pero...
No hay pero que valga. Est hecho! Los dos
pasaremos aqu la noche.
No haba ninguna luz en la habitacin y Tji puso con
naturalidad la mano en el hombro de Ok. En aquel
momento se oy un fuerte ruido en la habitacin del fondo.
Qu ha sido eso? pregunt Tji. Tienes otros
clientes?
Ok asinti en silencio, y entonces le aplic a la oreja
sus labios hmedos y susurr: Ms tarde. Tratando de
parecer despreocupados, los dos regresaron a la habitacin
de Seijr, donde encontraron a ste solo y profundamente
dormido.
Tji fue a la habitacin contigua y se tendi en el jergn.
Yaci all, tamborileando con los dedos en el tatami
mientras esperaba a Ok. Pero ella no se present.
Finalmente el sueo rindi a Tji. Se despert a la maana
siguiente muy tarde, con una expresin de resentimiento en
la cara.
Seijr ya se haba levantado y estaba bebiendo de
nuevo en la habitacin que daba al ro. Pero Ok y Akemi
parecan radiantes y alegres, como si se hubieran olvidado
de la noche anterior. Intentaban conseguir de Seijr que les
hiciera alguna promesa.
Entonces nos llevars?
De acuerdo, iremos. Preparad unas cajas de comida y
traed sake.
Estaban hablando del Okuni Kabuki, que se
representaba en la avenida Shij, a orillas del ro. Se trataba
de una nueva clase de danza con letra y msica que estaba
de moda en la capital. La haba inventado una doncella
llamada Okuni, perteneciente al santuario de Izumo, y su
popularidad ya haba inspirado muchas imitaciones. En la
concurrida zona a lo largo del ro haba hileras de tarimas en
las que grupos de mujeres competan por atraer al pblico,
cada uno tratando de conseguir cierta individualidad
mediante la adicin de danzas y canciones provinciales a su
repertorio. La mayora de las actrices haban empezado
como mujeres de la noche, pero ahora que se dedicaban a la
escena eran requeridas para que actuaran en algunas de las
mansiones ms importantes de la capital. Muchas de ellas
adoptaban nombres masculinos, vestan prendas de hombre
y representaban emocionantes papeles de valientes
guerreros.
Seijr sigui sentado, mirando al exterior a travs de la
puerta abierta. Bajo el pequeo puente de la avenida Sanj,
unas lavanderas trabajaban en la orilla del ro. Por encima
del puente pasaban jinetes en una y otra direccin.
Todava no estn preparadas esas dos? pregunt
irritado. Ya era ms del medioda. Perezoso a causa de la
bebida y cansado de esperar, ya no tena ganas de ir al
Kabuki.
En cuanto a Tji, todava molesto por lo ocurrido la
noche anterior, no estaba animado como de costumbre.
Es divertido salir con mujeres rezong, pero
por qu ser que cuando ests dispuesto a marcharte de
repente empiezan a preocuparse por si su peinado est bien
o su obi recto? Qu fastidio!
Seijr pens en su escuela. Le pareci or el sonido de
las espadas de madera y el entrechocar de las astas de lanza.
Qu diran sus alumnos acerca de su ausencia? Sin duda su
hermano menor, Denshichir, exteriorizaba su
desaprobacin chascando la lengua.
Oye, Tji, la verdad es que no tengo ganas de
llevarlas al Kabuki. Volvamos a casa.
Despus de que ya se lo has prometido?
Bueno...
Estaban tan entusiasmadas! Se pondrn furiosas si
nos desdecimos. Ir a darles prisa.
Cuando recorra el pasillo, Tji mir el interior de una
habitacin donde estaban esparcidas las ropas de las
mujeres, y le sorprendi no ver a ninguna de las dos.
Dnde pueden haber ido? se pregunt en voz alta.
Tampoco estaban en la habitacin contigua. Ms all
haba otra estancia pequea y oscura, a la que no llegaba el
sol y ola a cerrado y ropas de cama. Tji abri la puerta y
le salud un rugido airado:
Quin est ah?
Tji retrocedi un paso y escudri el interior del
oscuro cubculo. El suelo estaba cubierto de viejas y
deshilachadas esteras, y en general era un cuarto tan
distinto de las agradables habitaciones delanteras como la
noche del da. Espatarrado en el suelo, con la empuadura
de una espada colocada descuidadamente sobre su vientre,
haba un desaliado samurai cuyas ropas y aspecto en
conjunto eran los de aquellos rnin a los que con frecuencia
se vea deambular sin rumbo por calles y caminos
apartados. Las sucias plantas de sus pies miraban a Tji a
la cara. No hizo esfuerzo alguno por levantarse y se qued
all tendido, sumido en el estupor.
Oh, lo siento dijo Tji. No saba que aqu haba
un husped.
No soy un husped! grit el hombre hacia el
techo.
Heda a sake, y aunque Tji no tena idea de quin era,
estaba seguro de que no deseaba tener nada ms que ver con
l.
Siento haberte molestado se apresur a decirle, y
dio media vuelta dispuesto a marcharse.
Un momento! grit el hombre speramente,
incorporndose un poco. Cierra la puerta antes de irte!
Sorprendido por su rudeza, Tji hizo lo que le peda y
se march.
Casi de inmediato, Tji fue sustituido por Ok. Iba
muy acicalada y con toda evidencia trataba de parecer una
gran dama. Como si se dirigiera a un nio, dijo a Matahachi:
Quieres decirme a qu viene tanto enfado?
Akemi, que estaba detrs de su madre, le pregunt:
Por qu no vienes con nosotras?
Adonde?
A ver el Okuni Kabuki.
Matahachi torci la boca con un gesto de repugnancia.
Qu marido se dejara ver en compaa de un
hombre que persigue a su esposa? pregunt
rencorosamente.
Ok sinti como si le hubieran arrojado agua fra a la
cara. La clera abrillant sus ojos y replic:
De qu ests hablando? Insinas acaso que hay
algo entre Tji y yo?
Quin ha dicho que hubiera algo?
T acabas de decirlo.
Matahachi no respondi.
Y te consideras todo un hombre! Aunque le dijo
estas palabras con desprecio, Matahachi mantuvo un hosco
silencio. Me enfermas! Siempre te pones celoso por
nada! Vamos, Akemi. No perdamos el tiempo con este
loco.
Matahachi le agarr la falda.
Quin eres t para llamarme loco? Qu pretendes
hablando a tu marido de esa manera?
Ok se zaf de l.
Y por qu no? le dijo cruelmente. Si eres un
marido, por qu no actas como tal? Quin crees que te
alimenta, gandul intil?
Cuidado con lo que dices!
Apenas has ganado nada desde que salimos de la
provincia de mi. Has vivido a mi costa, bebiendo sake y
haraganeando. De qu te quejas?
Te dije que ira a trabajar! Te dije que incluso
levantara piedras para la muralla del castillo. Pero eso no
era vlido para ti. Dices que no puedes comer esto, no
puedes llevar aquello, no puedes vivir en una sucia casita...
Las cosas que no puedes soportar son interminables. As
que en vez de dejarme hacer un trabajo honrado, tuviste que
abrir esta asquerosa casa de t. Pues bien, basta ya, te digo
que basta! grit, echndose a temblar.
Basta de qu?
Basta de llevar este negocio.
Y en ese caso, qu comeramos maana?
Puedo ganar lo suficiente para mantenernos los tres,
incluso levantando piedras.
Si ests tan deseoso de acarrear piedras o serrar
madera, por qu no te marchas? Vamos, s un pen,
cualquier cosa, pero si haces eso, puedes vivir solo! Tu
problema es que eres un patn de nacimiento y siempre
sers un patn. Deberas haberte quedado en Mimasaka!
Creme, no te suplico que te quedes. Eres libre de
marcharte cuando quieras!
Mientras Matahachi se esforzaba por retener sus
lgrimas de ira, Ok y Akemi le dieron la espalda, pero
incluso despus de que se hubieran perdido de vista, l
sigui contemplando el marco de la puerta vaco. Cuando
Ok le escondi en su casa cerca del monte Ibuki, l pens
que haba tenido suerte al encontrar a alguien que le quera y
cuidaba. Ahora, sin embargo, senta que habra preferido ser
capturado por el enemigo. Al fin y al cabo, qu era mejor?
Ser un prisionero o convertirse en el juguete de una viuda
veleidosa y dejar de ser un autntico hombre? Era peor
languidecer en la prisin que sufrir all, en la oscuridad,
siendo objeto constante del desdn de una arpa? Haba
puesto grandes esperanzas en el futuro, y sin embargo
haba permitido que aquella suripanta, con su cara
empolvada y su sexo lascivo, le hiciera bajar hasta su nivel.
La muy zorra! exclam Matahachi, estremecido
de clera. La asquerosa zorra!
Las lgrimas suban desde el fondo de su corazn. Se
pregunt una y otra vez por qu no haba regresado a
Miyamoto, por qu no haba vuelto al lado de Ots. Su
madre estaba en Miyamoto, al igual que su hermana, el
marido de sta y el to Gon. Todos haban sido muy buenos
con l.
Pens que tambin hoy sonara la campana del
Shippji, como todos los das, y las aguas del ro Aida
fluiran como de costumbre, las flores creceran en las orillas
y los pjaros anunciaran la llegada de la primavera.
Qu necio soy! Qu loco y estpido necio!
Matahachi se golpe la cabeza con los puos.
En el exterior, madre, hija y los dos huspedes que
haban pasado la noche en su casa recorran la calle
charlando animadamente.
Parece como si estuviramos en primavera.
As debe ser. Casi estamos en el tercer mes.
Dicen que el shgun vendr pronto a la capital. En
ese caso, vosotras dos ganaris un montn de dinero, eh?
Oh, no, estoy segura de que no ser as.
Por qu? Es que a los samuris de Edo no les gusta
divertirse?
Son demasiado groseros...
Madre, no es sa la msica del Kabuki? Oigo las
campanas, y tambin una flauta.
Escuchad a la nia! Es siempre as. Cree que ya est
en el teatro!
Pero lo oigo, madre.
No importa. Anda, llvale el sombrero al joven
maestro.
Las pisadas y voces se internaron en el Yomogi.
Matahachi, con los ojos todava enrojecidos por el furor,
ech un vistazo por la ventana a las dos parejas que se
alejaban. La situacin le pareci tan humillante que volvi a
dejarse caer sobre el tatami en la habitacin oscura,
maldicindose.
Qu ests haciendo aqu? se interpel a s mismo
. Es que no tienes orgullo? Cmo puedes permitir que
las cosas sigan de esta manera? Idiota! Haz algo! La
indignacin que le produca su propia debilidad cobarde
eclipsaba la clera dirigida a Ok.
Ha dicho que te marches. Pues bien, vete! No hay
ninguna razn para que te quedes aqu sentado haciendo
rechinar los dientes. Slo tienes veintids aos, an eres
joven. Vete y haz algo por ti mismo.
Tena la sensacin de que le era imposible permanecer
un minuto ms en la casa vaca y silenciosa, y no obstante,
por alguna razn, no poda marcharse. Estaba tan confuso
que le dola la cabeza. Comprendi que al vivir de la manera
como lo haba hecho durante los ltimos aos, haba
perdido la capacidad de pensar con claridad. Cmo haba
podido soportarlo? Su mujer se pasaba las noches
agasajando a otros hombres, vendindoles los encantos que
antes prodigaba a l. Por las noches no poda dormir y de
da estaba demasiado desanimado para salir. Rumiando en
aquella habitacin oscura, no poda hacer nada ms que
beber.
Y todo por aquella puta ms que madura!, se dijo.
Estaba disgustado consigo mismo. Saba que la nica
manera de librarse de su angustia era acabar de una vez con
aquella absurda manera de vivir y regresar a las aspiraciones
que tena de ms joven. Tena que encontrar el camino que
haba perdido.
Y sin embargo..., sin embargo...
Le ataba all alguna atraccin misteriosa. Qu clase de
hechizo maligno le retena? Era aquella mujer un demonio
disfrazado? Le maldeca, le deca que se marchara, le juraba
que no era ms que una molestia para ella, y luego, en
medio de la noche, se derreta como la miel y deca que todo
haba sido una broma, que en realidad no haba dicho nada
de aquello en serio. Y aunque rondaba ya los cuarenta aos,
tena aquellos labios..., unos labios de un rojo brillante que
eran tan atractivos como los de su hija.
Sin embargo, eso no lo explicaba todo. En ltima
instancia, Matahachi no tena el valor de dejar que Ok y
Akemi le vieran trabajar como un pen. Se haba criado
perezoso y blando. El joven que vesta prendas de seda y
saba distinguir por su sabor el sake de Nada del brebaje
local estaba muy lejos del sencillo y tosco Matahachi que
particip en la batalla de Sekigahara. Lo peor de todo era
que llevar aquella extraa vida con una mujer mayor le haba
privado de su juventud. Era todava joven en aos, pero en
espritu era disoluto y malvolo, perezoso y resentido.
Pero lo har! prometi. Me ir ahora mismo!
Dndose un ltimo golpe airado en la cabeza, se puso en
pie de un salto, gritando: Me marchar de aqu hoy
mismo!
Mientras escuchaba su propia voz, repar de improviso
en que no haba all nadie ms que le retuviera, nada que
realmente le vinculara a aquella casa. Lo nico que posea y
no poda dejar atrs era su espada, y se apresur a colocarla
por debajo del obi. Se mordi el labio y dijo con
determinacin:
Despus de todo, soy un hombre.
Podra haber salido por la puerta principal, blandiendo
su espada como un general victorioso, pero la fuerza de la
costumbre hizo que se calzara sus sucias sandalias y saliera
por la puerta de la cocina.
Hasta entonces todo iba bien. Estaba fuera de la casa!
Pero qu hara a continuacin? Se detuvo en seco y
permaneci inmvil bajo la brisa refrescante de la primavera
temprana. No era la luz deslumbrante lo que le impeda
moverse, sino el interrogante esencial: adonde iba?
En aquel momento Matahachi tuvo la sensacin de que
el mundo era un mar vasto y turbulento donde no haba
nada a lo que aferrarse. Aparte de Kyoto, no haba estado
ms que en su pueblo natal y en una batalla. Mientras
reflexionaba perplejo sobre su situacin, un sbito
pensamiento le hizo dar media vuelta y entrar de nuevo
como un cachorro por la puerta de la cocina.
Necesito dinero se dijo. Desde luego, he de tener
algn dinero.
Fue directamente a la habitacin de Ok, revolvi entre
sus cajas de maquillaje, el espejo, la cmoda y todo cuanto
se le ocurri. Registr la habitacin de arriba abajo, pero no
encontr ni rastro de dinero. Por supuesto, debi haber
comprendido que Ok no era la clase de mujer que dejara
de tomar precauciones contra aquella eventualidad.
Sintindose frustrado, Matahachi se dej caer sobre las
ropas todava esparcidas por el suelo. El aroma de Ok
permaneca como una bruma densa en sus prendas
interiores de seda roja, su obi Nishijin y su kimono teido
al estilo Momoyama. Pens que ahora deba estar en el
teatro al aire libre junto al ro, contemplando las danzas del
Kabuki con Tji a su lado. Se form una imagen de su piel
blanca y su semblante provocativo, coqueto.
La maldita puerca! exclam, resentido y lleno de
sanguinarios pensamientos.
Entonces, inesperadamente, tuvo un doloroso recuerdo
de Ots. A medida que iban sumndose los das y los
meses de su separacin, por fin l haba llegado a
comprender la pureza y la abnegacin de aquella muchacha
que haba prometido esperarle. Si creyera que ella podra
perdonarle, de buen grado se habra inclinado y alzado las
manos en gesto de splica. Pero haba roto con Ots,
abandonndola de tal manera que le sera imposible
enfrentarse de nuevo a ella.
Y todo por culpa de esa mujer, pens, entristecido.
Ahora que era demasiado tarde, lo vea todo con
claridad. Nunca debi permitir que Ok se enterase de la
existencia de Ots. La primera vez que aqulla oy hablar
de la muchacha, sonri levemente y fingi que no le
importaba en absoluto, pero lo cierto era que le haban
consumido los celos. Luego, cada vez que se peleaban, ella
sacaba a relucir el tema e insista en que escribiera una carta
rompiendo su compromiso. Y cuando l cedi por fin y lo
hizo, Ok tuvo el descaro de incluir una nota escrita en su
caligrafa evidentemente femenina, y fue tan insensible que
envi la misiva por medio de un mensajero annimo.
Qu pensar Ots de m? gimi Matahachi lleno
de pesar.
La imagen de su cara inocente e infantil apareci en su
mente, una cara llena de reproches. Una vez ms vio las
montaas y el ro de Mimasaka. Sinti deseos de llamar a
su madre y sus familiares, que haban sido tan buenos con
l. Ahora le pareca incluso que el suelo de la regin era
clido y consolador.
Jams podr volver a casa! se dijo. Lo
desperdici todo por..., por... Enfurecido de nuevo, sac
las ropas de Ok de los cajones, las desgarr y esparci los
jirones por toda la casa.
Poco a poco tuvo conciencia de que alguien llamaba
desde la puerta delantera.
Perdona dijo la voz. Soy de la escuela Yoshioka.
Estn aqu el joven maestro y Tji?
Cmo voy a saberlo? replic Matahachi
bruscamente.
Tiene que estar aqu! S que es descorts molestarles
cuando estn divirtindose, pero ha sucedido algo de gran
importancia que afecta al buen nombre de la familia
Yoshioka.
Vete! No me fastidies!
Por favor, no puedes darles por lo menos un
mensaje? Diles que un espadachn llamado Miyamoto
Musashi se ha presentado en la escuela y que..., bueno,
ninguno de nosotros puede quedar por encima de l. Est
esperando a que regrese el joven maestro..., se niega a
moverse hasta que haya tenido oportunidad de enfrentarse
a l. Por favor, dile que vuelva en seguida!
Miyamoto? Miyamoto?
La rueda de la fortuna
Aqul fue un da de vergenza inolvidable para la escuela
Yoshioka. Nunca hasta entonces aquel prestigioso centro de
las artes marciales haba sufrido una humillacin tan
completa.
Los fervorosos discpulos estaban abatidos, con las
caras largas y los puos apretados, reflejo de su congoja y
frustracin. Un grupo numeroso se encontraba en la
antesala con suelo de madera, y haba grupos ms reducidos
en las habitaciones laterales. Oscureca ya, cuando de
ordinario estaran camino de casa o disponindose a beber,
pero ninguno daba seal alguna de marcharse. Slo el ruido
de la puerta principal rompa de vez en cuando el fnebre
silencio.
Es l?
Ha regresado el joven maestro?
No, todava no dijo un hombre que haba pasado la
mitad de la tarde apoyado desconsoladamente en una
columna de la entrada.
Cada vez que eso suceda los hombres volvan a sumirse
en su cenagal de pesadumbre. Chascaban la lengua,
consternados, y patticas lgrimas brillaban en sus ojos.
El doctor sali de una habitacin trasera y se dirigi al
hombre de la entrada.
Tengo entendido que Seijr no est aqu. No sabes
dnde se encuentra?
No. Los hombres estn buscndole. Probablemente
no tardar en volver.
El doctor se aclar la garganta y se march.
Delante de la escuela, la vela en el altar del santuario de
Hachiman estaba rodeada por un halo siniestro.
Nadie habra negado que el fundador y primer maestro,
Yoshioka Kemp, era un hombre mucho ms brillante que
Seijr o su hermano menor. Kemp empez siendo un
mero comerciante, un tintorero, pero la interminable
repeticin de los ritmos y movimientos necesarios para
evitar que el tinte se convierta en un engrudo le hizo
concebir una nueva manera de manejar la espada corta. Tras
aprender el uso de la alabarda, que le ense uno de los ms
hbiles sacerdotes-guerreros de Kurama, y luego estudiar el
estilo de esgrima Kyhachi, cre un estilo totalmente
personal. Posteriormente su tcnica con la espada corta fue
adoptada por los shogunes Ashikaga, los cuales le llamaron
para que fuese su preceptor oficial. Kemp fue un gran
maestro, un hombre cuya sabidura estaba a la altura de su
habilidad.
Aunque los hijos de Kemp, Seijr y Denshichir,
haban recibido un adiestramiento tan riguroso como el de
su padre, fueron los herederos de una riqueza y una fama
considerables, lo cual, en opinin de algunos, haba sido la
causa de su debilidad. Por costumbre la gente se diriga a
Seijr llamndole joven maestro, pero en realidad no
haba alcanzado el nivel de habilidad que habra atrado a
muchos seguidores. Los alumnos acudan a la escuela
porque, bajo la direccin de Kemp, el estilo de lucha
Yoshioka haba alcanzado tanta fama que slo lograr el
ingreso significaba ser reconocido por la sociedad como un
hbil guerrero.
Despus de la cada del shogunado Ashikaga, tres
dcadas antes, la casa de Yoshioka haba dejado de recibir
una subvencin oficial, pero en vida del frugal Kemp haba
acumulado gradualmente una gran fortuna. Adems, tena
aquel gran establecimiento en la avenida Shij, con ms
alumnos que cualquier otra escuela de Kyoto, que era con
mucho la ciudad ms grande del pas. Pero lo cierto era que
la posicin de la escuela en el nivel superior del mundo de la
esgrima era ms aparente que real.
En el exterior de aquellos grandes muros blancos el
mundo haba cambiado ms de lo que la mayora de quienes
vivan dentro se daba cuenta. Durante aos se haban
dedicado a la jactancia, la gandulera y el juego, sin
adaptarse a los cambios de los tiempos. Aquel da, su
vergonzosa derrota en el enfrentamiento con un
desconocido espadachn rural les haba abierto los ojos.
Poco antes del medioda, uno de los sirvientes entr en
el dj y dijo que un hombre que deca llamarse Musashi
estaba en la puerta y solicitaba que le admitieran. Cuando le
preguntaron de qu clase de individuo se trataba, les
respondi que era un rnin, natural de Miyamoto, en
Mimasaka, tena veintiuno o veintids aos, meda unos
seis pies de altura y pareca bastante lerdo. Su cabello, que
no se peinaba por lo menos desde haca un ao, estaba
atado descuidadamente en la nuca y era una grea rojiza, y
sus ropas estaban tan sucias que no se saba si eran negras o
marrones, sencillas u ornadas. Aunque el sirviente admita
que podra equivocarse, crea haber percibido que aquel
hombre ola. Llevaba a la espalda uno de esos sacos de
cuero a los que la gente llamaba bolsas de estudio de los
guerreros, lo cual probablemente significaba que era un
shugysha, uno de los samuris, tan numerosos en aquella
poca, que deambulaba sin rumbo y dedicaba todos los
instantes de su vida despierta al estudio de la esgrima. No
obstante, la impresin general del sirviente era que aquel
Musashi estaba claramente fuera de lugar en la escuela
Yoshioka.
Si el hombre se hubiera limitado a pedir una comida, no
habra habido ningn problema, pero cuando el grupo oy
que el rstico intruso estaba en el gran portal para desafiar
en combate al famoso Yoshioka Seijr, las risas fueron
estrepitosas, Algunos se mostraron partidarios de echarle
sin ms, mientras otros decan que primero deberan
averiguar qu estilo empleaba y el nombre de su maestro.
El sirviente, tan divertido como los dems, sali y poco
despus regres para informar que el visitante aprendi en
su infancia el manejo de la porra, que le ense su padre, y
ms tarde aprendi lo que pudo de los guerreros que
estaban de paso en el pueblo. Se march de casa a los
diecisiete aos y, por razones personales, pas los tres
aos siguientes dedicado al estudio. Todo el ao anterior lo
haba pasado en las montaas, con los rboles y los
espritus de los montes como nicos maestros. En
consecuencia, no poda decir que siguiera un estilo o a un
maestro determinados. Pero en el futuro confiaba en
aprender las enseanzas de Kiichi Hgen y dominar la
esencia del estilo Kyhachi. Emulara al gran Yoshioka
Kemp creando un estilo propio, al que ya haba decidido
llamar estilo Miyamoto. A pesar de sus muchos defectos,
sa era una meta hacia la que se propona trabajar con todo
su corazn y su alma.
El sirviente conceda que haba sido una respuesta
sincera y sin afectacin, pero el hombre tena acento rural y
tartamudeaba casi a cada palabra. El sirviente satisfizo a sus
oyentes ofrecindoles una imitacin, provocando de nuevo
grandes risotadas.
El recin llegado no deba de estar en su sano juicio.
Proclamar que cifraba su meta en crear un estilo propio era
pura locura. A modo de ilustracin para el patn, los
estudiantes enviaron de nuevo al sirviente, esta vez para
preguntarle si haba nombrado a alguien para que recuperase
su cadver despus del encuentro. A lo cual respondi
Musashi:
Si por azar muriese, poco importa que abandonis mi
cuerpo en la montaa Toribe o lo arrojis al ro Kamo con la
basura. En cualquier caso, prometo que no os lo echar en
cara.
El sirviente dijo que esta vez la respuesta de Musashi
haba sido muy clara, sin rastro de la torpeza de sus
respuestas anteriores.
Tras un momento de vacilacin, alguien dijo:
Hazle pasar!
As fue cmo empez todo. Los discpulos pensaron
que heriran un poco al recin llegado y luego le echaran de
all. Pero en el primer encuentro el derrotado fue el
campen de la escuela, que recibi un golpe brutal en el
brazo. La mueca qued desprendida y unida al antebrazo
tan slo por un trozo de piel.
Uno tras otro los dems aceptaron el desafo del
desconocido, y uno tras otro sufrieron una derrota
ignominiosa. Varios resultaron gravemente heridos, y la
espada de madera de Musashi goteaba sangre. Tras la
tercera derrota, el estado de nimo de los discpulos dio un
vuelco total y se volvi sanguinario. Aunque todos
sucumbieran en el empeo, no permitiran que aquel
brbaro loco saliera con vida, llevndose consigo el honor de
la escuela Yoshioka.
El mismo Musashi puso fin al derramamiento de sangre.
Puesto que su desafo haba sido aceptado, la conciencia no
le remorda por las bajas, pero anunci:
No tiene sentido continuar hasta que regrese Seijr.
Se neg a seguir luchando. Como no haba ninguna
alternativa, a peticin propia le llevaron a una habitacin
para que aguardase. Slo entonces uno de los hombres
recuper la sensatez y llam al mdico.
Poco despus de que el doctor se marchara, las voces
que gritaban los nombres de dos de los heridos hicieron ir a
una docena de hombres a la habitacin del fondo. Rodearon
a los dos samuris incrdulos y pasmados, plidos y
respirando irregularmente. Ambos estaban muertos.
Se oyeron pisadas apresuradas a travs del dj y en la
habitacin de los muertos. Los estudiantes hicieron paso a
Seijr y Tji, ambos tan plidos como si hubieran acabado
de salir de una catarata de agua helada.
Qu ocurre aqu? pregunt Tji. Qu significa
todo esto? Su tono era malhumorado, como de
costumbre.
Un samurai de rostro sombro que estaba arrodillado
junto a la almohada de uno de sus compaeros muertos fij
en Tji su mirada acusadora y le dijo:
Eres t quien debera explicar lo que ocurre. Eres t
quien se lleva de juerga al joven maestro. Pues bien, esta
vez has ido demasiado lejos!
Frena la lengua o te la corto!
Cuando viva el maestro Kemp no pasaba un solo
da sin que estuviera presente en el dj!
Y qu? El joven maestro quera divertirse un poco,
as que fuimos al Kabuki. Qu pretendes al hablar de esa
manera delante de l? Quin te crees que eres?
Es que tiene que pasarse toda la noche fuera para
ver el Kabuki? El maestro Kemp debe de estar
retorcindose en su tumba!
Basta ya! grit Tji, abalanzndose contra el
hombre.
Mientras los dems trataban de separar y calmar a los
dos, una voz que trasluca el dolor por las prdidas sufridas
se impuso ligeramente al ruido de la refriega.
Si el joven maestro ha vuelto, es hora de que dejemos
de reir. A l corresponde recuperar el honor de la escuela.
Ese rnin no puede salir vivo de aqu.
Varios de los heridos gritaban y golpeaban el suelo. Su
agitacin era una elocuente reprimenda a quienes no se
haban enfrentado a la espada de Musashi.
Para los samurai de la poca, lo ms importante en el
mundo era el honor. Como clase, prcticamente competan
entre ellos para ver quin sera el primero en morir por el
honor. Hasta haca muy poco, el gobierno haba estado
demasiado ocupado con las guerras para poder trazar un
sistema administrativo adecuado en un pas en paz, e
incluso Kyoto estaba gobernada tan slo por una serie de
regulaciones imprecisas y provisionales. No obstante, el
hincapi que haca la clase guerrera en el honor personal era
respetado igualmente por campesinos y ciudadanos, y
jugaba un papel en el mantenimiento de la paz. Un
consenso general sobre lo que era y lo que no era una
conducta honorable posibilitaba que la gente se gobernara a
s misma incluso en ausencia de unas leyes adecuadas.
Aunque los hombres de la escuela Yoshioka fuesen
incultos, no eran en modo alguno unos degenerados sin
vergenza. Cuando, tras la conmocin inicial de la derrota
volvieron a la normalidad, en lo que pensaron primero fue
en el honor. El honor de su escuela, el de su maestro, su
propio honor personal.
Dejando de lado sus animosidades personales, un
nutrido grupo se reuni alrededor de Seijr para discutir lo
que deban hacer. Por desgracia, precisamente aquel da
Seijr careca por completo de espritu de lucha. Cuando
debera estar en posesin de todas sus facultades, tena
resaca y se senta dbil y exhausto.
Dnde est el hombre? pregunt, mientras se
ataba las mangas del kimono con una correa de cuero.
Est en el pequeo cuarto junto a la sala de recepcin
le dijo un estudiante, sealando al otro lado del jardn.
Llmale! orden Seijr, con la boca seca a causa
de la tensin.
Se haba sentado en el lugar del maestro, una pequea
plataforma elevada, preparndose para recibir el saludo de
Musashi. Eligi una de las espadas de madera que le
ofrecan sus discpulos y la sostuvo vertical ante l.
Tres o cuatro hombres acataron la orden y empezaron a
marcharse, pero Tji y Ryhei les dijeron que esperasen.
Sigui una serie de susurros que no llegaban a odos de
Seijr. Las consultas musitadas se centraban alrededor de
Tji y los dems discpulos veteranos de la escuela. Poco
despus se les unieron familiares y algunos criados, y
fueron tantos los presentes que la reunin se dividi en
varios grupos. Aunque acalorada, la controversia se zanj
en un tiempo relativamente breve.
La mayora, no slo preocupada por el sino de la
escuela sino tambin incmodamente consciente de las
deficiencias de Seijr como luchador, concluy que sera
imprudente permitir que se enfrentara a Musashi cara a cara
en aquellos momentos. Con dos muertos y varios heridos,
si Seijr perdiera, la crisis a la que se enfrentara la escuela
sera extraordinariamente grave. Era un riesgo demasiado
grande.
La tcita opinin de la mayora de los hombres era que
si Denshichir estuviera presente habra poca causa de
alarma. En general, se crea que estaba mejor dotado que
Seijr para continuar la labor de su padre, pero como era el
segundo hijo y no tena responsabilidades, era un hombre
demasiado acomodadizo. Aquella maana haba salido de
casa con unos amigos para viajar a Ise, y ni siquiera se haba
molestado en decir cundo regresara.
Tji se acerc a Seijr y le dijo:
Hemos llegado a una conclusin.
Mientras Seijr escuchaba el informe susurrado, su
expresin fue hacindose cada vez ms indignada, hasta que
finalmente, dominando apenas su furia, dijo:
Engaarle?
Tji intent silenciarle con la mirada, pero Seijr no
iba a consentirlo.
No puedo aceptar una cosa as! Es una cobarda. Y
si corriera la noticia de que la escuela Yoshioka tema tanto
a un guerrero desconocido que se ocult y le tendi una
emboscada?
Clmate le suplic Tji, pero Seijr sigui
protestando. Tji alz la voz para imponerse a la del joven
maestro y le dijo: Djalo de nuestra cuenta. Nosotros nos
ocuparemos del asunto.
Seijr no estaba dispuesto a ceder.
Crees acaso que yo, Yoshioka Seijr, sera
derrotado por ese Musashi o comoquiera que se llame?
Oh, no, no se trata de eso en absoluto minti Tji
. Es que no creemos que derrotarle te aportara ningn
honor. Tienes demasiada categora para enfrentarte a un
vagabundo descarado. En cualquier caso, no hay ninguna
razn por la que nadie ajeno a esta casa deba enterarse de lo
sucedido. Slo una cosa es importante..., no permitir que
salga de aqu vivo.
Mientras los dos estaban discutiendo, el nmero de
hombres en la sala se redujo a ms de la mitad. Silenciosos
como gatos, salieron al jardn, encaminndose a la puerta
trasera y las habitaciones interiores, y se desvanecieron casi
imperceptiblemente en la oscuridad.
No podemos postergarlo ms, joven maestro dijo
Tji con firmeza, y apag la lmpara de un soplo. Afloj la
espada en su vaina y se arremang el kimono.
Seijr sigui sentado. Aunque hasta cierto punto se
senta aliviado por no tener que luchar con el desconocido,
no se estaba satisfecho ni mucho menos. Se daba cuenta de
que sus discpulos tenan una baja opinin de su capacidad.
Pens en que haba descuidado la prctica desde la muerte
de su padre, y ese pensamiento le abati.
La casa se volvi fra y silenciosa como el fondo de un
pozo. Sin poder quedarse quieto, Seijr se puso en pie y
permaneci junto a la ventana. A travs de las puertas
cubiertas de papel de la habitacin donde estaba Musashi,
vea el tenue parpadeo de la luz de la lmpara. Era la nica
luz visible en el entorno.
Varios pares de ojos ms miraban en la misma direccin.
Los atacantes, con sus espadas en el suelo delante de ellos,
contenan el aliento y escuchaban atentamente para percibir
cualquier sonido indicador de lo que Musashi se propona
llevar a cabo.
Al margen de sus deficiencias, Tji haba recibido el
adiestramiento de un samurai, e intentaba
desesperadamente imaginar qu hara Musashi.
Nadie le conoce en la capital, pero es un gran
luchador. Es posible que est sentado y silencioso en esa
habitacin? Nos hemos aproximado a l con mucha cautela,
pero somos demasiados y debe de haberlo notado.
Cualquiera que intente vivir como un guerrero lo notara. De
lo contrario, a estas alturas estara muerto.
Humm..., quiz se ha adormecido. Eso es lo ms
probable. Al fin y al cabo, lleva largo tiempo esperando.
Por otro lado, ya ha demostrado que es inteligente.
Tal vez est ah en pie, preparado para el combate, dejando
la lmpara encendida para cogernos desprevenidos y
esperando que le ataque el primer hombre.
S, eso debe ser! No hay duda!
Los hombres estaban nerviosos y llenos de prevencin,
pues el blanco de su sanguinario propsito estara
igualmente deseoso de matarles. Intercambiaron miradas,
preguntndose en silencio quin sera el primero en
adelantarse corriendo y arriesgar su vida.
Finalmente el astuto Tji, que estaba al lado mismo de
la habitacin de Musashi, grit:
Musashi! Siento haberte hecho esperar! Puedo
verte un momento?
Al no obtener respuesta, Tji lleg a la conclusin de
que Musashi estaba, en efecto, preparado y esperando el
ataque. Jurndose que no le dejara escapar, Tji seal a
derecha e izquierda y asest una patada a la shoji. El golpe
desplaz de su ranura el borde inferior de la puerta, que se
desliz unos dos pies hacia el interior de la habitacin. Al
or el ruido, los hombres que se disponan a invadir la
estancia, retrocedieron un paso sin querer, pero al cabo de
unos segundos alguien lanz el grito de ataque y abrieron
con estrpito todas las dems puertas de la habitacin.
No est aqu!
La habitacin est vaca!
Las voces llenas de valor recobrado murmuraban con
incredulidad. Musashi haba estado sentado all hasta haca
muy poco, cuando alguien le llev la lmpara. sta an
arda, el cojn que haba usado el guerrero desconocido
segua all, en el brasero an arda un buen fuego y haba una
taza de t sin tocar. Pero Musashi no estaba!
Un hombre corri a la terraza y comunic a los dems
que el samurai haba desaparecido. Por debajo de la terraza
y desde lugares oscuros en el jardn salieron alumnos y
criados, los cuales se congregaron, dieron airadas patadas en
el suelo y maldijeron a los hombres que haban montado
guardia en la pequea habitacin. Sin embargo, los
guardianes insistieron en que Musashi no poda haberse
ido. Menos de una hora antes haba ido al excusado y
vuelto a la habitacin de inmediato. Era imposible que
hubiera salido sin que le vieran.
Pretendes decir que es invisible como el viento? le
pregunt un hombre desdeosamente.
Entonces uno de los que haban estado hurgando en un
armario grit:
As es como se ha fugado! Mirad, estas tablas del
suelo han sido arrancadas.
No ha pasado mucho tiempo desde que despabil la
lmpara. No puede haber ido muy lejos!
A por l!
Si Musashi haba huido realmente, en el fondo deba
ser un cobarde! Esta suposicin enardeci a sus
perseguidores, dndoles el espritu de lucha del que tan
notablemente haban carecido poco antes. Estaban saliendo
por el portal y las puertas laterales cuando alguien exclam:
Ah est!
Cerca de la puerta trasera, una silueta sali de las
sombras, cruz la calle y entr en un oscuro callejn al otro
lado. Corriendo como una liebre, cuando lleg al muro en el
extremo del callejn, gir a un lado. Dos o tres estudiantes
le dieron alcance en el camino entre el Kyad y las ruinas
del Honnji incendiado.
Cobarde!
De modo que huyes, eh?
Despus de lo que hoy has hecho.
Se oy el ruido de una violenta refriega y un aullido
desafiante. El hombre capturado haba recobrado sus
fuerzas y se volva contra sus captores. En un instante, los
tres hombres que le haban arrastrado sujeto por la nuca
cayeron al suelo. La espada del hombre estaba a punto de
descender sobre ellos cuando un cuarto hombre lleg
corriendo y grit:
Espera! Es un error! No es el hombre que estamos
buscando.
Matahachi baj la espada y los hombres se pusieron en
pie.
Eh, tienes razn! No es Musashi.
Mientras estaban all en pie y perplejos, Tji lleg a su
lado.
Le habis cogido? les pregunt.
No, nos hemos equivocado de hombre... ste no es el
causante de nuestros problemas.
Tji mir ms atentamente al transente que sus
camaradas haban intentado capturar y les pregunt con
asombro:
Es ste el hombre a quien perseguais?
S. Le conoces?
Le vi antes en la casa de t Yomogi.
Mientras examinaban a Matahachi en silencio y con
suspicacia, ste se atus calmosamente el cabello revuelto y
se sacudi el kimono.
Es el dueo del Yomogi?
No, la mujer que sirve ah me dijo que no lo era.
Parece ser alguna clase de parsito.
Desde luego, parece sospechoso. Qu haca cerca del
portal? Estaba espiando?
Pero Tji ya haba empezado a moverse.
Si perdemos tiempo con l, Musashi se nos escapar.
Dividos y poneos en marcha. Por lo menos podremos
averiguar dnde se aloja.
Hubo un murmullo de asentimiento y los hombres
partieron.
Matahachi, de cara al foso del Honnji, permaneca en
silencio con la cabeza inclinada mientras los hombres
pasaban corriendo por su lado. Cuando pas el ltimo, lo
llam.
El hombre se detuvo.
Qu quieres? le pregunt.
Matahachi se aproxim a l.
Qu edad tiene ese hombre llamado Musashi?
Cmo podra saberlo?
Diras que tiene ms o menos mi edad?
S, en efecto.
Procede del pueblo de Miyamoto, en la provincia de
Mimasaka?
S.
Supongo que Musashi es otra manera de leer los
dos caracteres usados para escribir Takez, no es
cierto?
Por qu me haces estas preguntas? Acaso es amigo
tuyo?
Oh, no. Slo estaba intrigado.
Oye, sera mejor que en lo sucesivo no te metas en
sitios donde no debes estar. De lo contrario, uno de estos
das podras encontrarte en un serio apuro.
Tras hacer esta advertencia, el hombre se alej.
Matahachi ech a andar lentamente por el lado del
oscuro foso, detenindose de vez en cuando para
contemplar las estrellas. No pareca tener un rumbo
concreto.
Es l, despus de todo! se dijo. Debe de haber
cambiado su nombre por el de Musashi, convirtindose en
un espadachn. Supongo que su aspecto ser muy distinto
al de antes. Desliz las manos en el obi y se puso a dar
puntapis a un guijarro, trasladndolo a lo largo de su
camino. Cada vez que lo haca, crea ver el rostro de Takez
ante l. No es el momento oportuno musit. Me
avergonzara que me viera tal como soy ahora. Tengo
suficiente orgullo para no querer que me mire... Pero si ese
grupo de la escuela Yoshioka le da alcance, probablemente
le matarn. Quisiera saber dnde est. Por lo menos me
gustara advertirle.
Encuentro y retirada
A lo largo del sendero pedregoso que conduca al templo
Kiyomizu se alzaba una hilera de casas destartaladas, sus
tejados de tablas alineados como dientes cariados y tan
viejos que el musgo cubra sus aleros. Bajo el caluroso sol
del medioda, la calle heda a salazn de pescado asada
sobre ascuas.
Un plato sali volando por la puerta de una de las
casuchas y se hizo aicos en el suelo. Un hombre de unos
cincuenta aos que pareca alguna clase de artesano sali
tambalendose poco despus. Pegada a sus talones estaba
su esposa descalza, con el cabello enmaraado y los senos
colgndole como las ubres de una vaca.
Qu ests diciendo, zafio? le grit con voz aguda
. Te largas, abandonas a tu mujer y tus hijos para que se
mueran de hambre y luego vuelves arrastrndote como un
gusano!
Se oa llanto de nios procedente de la casa, y un perro
aullaba en las cercanas. La mujer agarr al hombre por el
moo y empez a zurrarle.
Adonde crees que vas ahora, viejo idiota?
Los vecinos se acercaron a ellos a toda prisa, tratando
de restaurar el orden.
Musashi sonri irnicamente y se volvi hacia la tienda
de cermica. Durante algn tiempo, antes de que hubiera
estallado la disputa domstica, haba permanecido ante la
tienda, contemplando las piezas con una fascinacin
infantil. Los dos hombres que estaban en el interior no se
daban cuenta de su presencia. Totalmente absortos en su
trabajo, parecan haber penetrado en la arcilla
convirtindose en parte de ella.
A Musashi le habra gustado tratar de modelar la arcilla.
Desde su adolescencia le encantaba hacer cosas con las
manos, y pens que por lo menos sera capaz de producir
un simple cuenco de t. Pero en aquel mismo instante uno
de los alfareros, un hombre que rondara los sesenta aos,
empez a dar forma a un cuenco de t. Al observar con qu
destreza mova los dedos y manejaba la esptula, Musashi
comprendi que haba sobrestimado su propia capacidad.
Le maravill la complicada tcnica que era necesaria tan
slo para fabricar una sencilla pieza como el cuenco.
En aquellos das a menudo senta una profunda
admiracin por el trabajo ajeno. Haba descubierto que
respetaba la tcnica, el arte e incluso la habilidad de hacer
bien una tarea sencilla, sobre todo si era una habilidad que l
mismo no haba dominado.
En un ngulo de la tienda, sobre un mostrador
improvisado hecho con un viejo panel de puerta, haba
hileras de platos, tarros, tazas de sake y jarras. Los vendan
como recuerdos, por la irrisoria suma de veinte o treinta
monedas, a las gentes que iban al templo o regresaban de l.
La seriedad con que los alfareros se entregaban a su trabajo
contrastaba agudamente con la humildad de su chamizo de
tablas. Musashi se pregunt si siempre tendran lo
suficiente para comer. La vida no deba de ser tan fcil
como a veces pareca.
Observar la habilidad, la concentracin y la entrega
empleadas en fabricar unos objetos incluso tan baratos
como aqullos hizo sentir a Musashi que an tena un largo
camino por recorrer si quera llegar alguna vez al grado de
perfeccin en la esgrima al que aspiraba. Era ste un
pensamiento tranquilizante, pues en las tres ltimas
semanas haba visitado otros clebres centros de
adiestramiento de Kyoto aparte de la escuela Yoshioka, y
haba empezado a preguntarse si no habra sido demasiado
crtico consigo mismo desde su confinamiento en Himeji.
Haba esperado encontrar una Kyoto llena de hombres que
dominaban las artes marciales, pues, al fin y al cabo, era la
capital imperial, as como la antigua sede del shogunado
Ashikaga, y haba sido desde haca mucho tiempo lugar de
reunin de famosos generales y guerreros legendarios. Sin
embargo, durante su estancia no haba encontrado un solo
centro de adiestramiento que le hubiera enseado algo por
lo que pudiera estar verdaderamente agradecido. Por el
contrario, cada una de las escuelas le haba decepcionado.
Aunque siempre sala vencedor en los combates, no poda
estar seguro de si eso se deba a que l era bueno o a que sus
adversarios eran malos. Sea como fuere, si los samuris con
los que se haba batido eran caractersticos, el pas estaba en
una forma lamentable.
Alentado por su xito, haba llegado a enorgullecerse un
tanto de su experiencia, pero ahora, al recordar el peligro de
la vanidad, se arrepenta de ese sentimiento. Se inclin
mentalmente con profundo respeto ante los hombres
manchados de arcilla que manejaban el torno y ech a andar
por la empinada cuesta que conduca al templo Kiyomizu.
No haba llegado muy lejos cuando una voz le llam
desde abajo.
Eh, seor! El rnin!
Te refieres a m? inquiri Musashi, volvindose.
A juzgar por la prenda de algodn enguatado que vesta
el hombre barbudo, sus piernas desnudas y la larga vara que
llevaba, su oficio era porteador de palanqun. Con bastante
cortesa para ser de categora tan humilde, pregunt:
Os llamis Miyamoto, seor?
S.
Gracias.
El hombre dio media vuelta y se alej hacia la colina
Chawan.
Musashi le vio entrar en lo que pareca una casa de t.
Poco antes, al pasar por all, haba observado una gran
concentracin de cargadores y porteadores de palanqun
que aguardaban en un lugar soleado. No poda imaginar
quin haba enviado a uno de ellos para que le preguntara su
nombre, pero supuso que quienquiera que fuese pronto ira
a su encuentro. Permaneci un rato all, pero al ver que no
apareca nadie prosigui su ascensin.
Se detuvo a lo largo del camino para mirar varios
templos clebres, y en cada uno de ellos se inclin y dijo
dos plegarias, una de ellas: Por favor, protege a mi
hermana de todo dao, y la otra: Por favor, pon a prueba
al humilde Musashi con trabajos arduos. Permite que llegue
a ser el espadachn ms grande del pas, o djale morir.
Lleg al borde de un risco, dej su sombrero de junco en
el suelo y se sent. Desde aquella altura abarcaba toda la
ciudad de Kyoto. Mientras estaba sentado rodendose las
rodillas con los brazos, una ambicin sencilla pero poderosa
creci en su joven pecho.
Quiero llevar una vida importante. Quiero hacerlo
porque soy un ser humano.
Cierta vez haba ledo que en el siglo X dos rebeldes
llamados Taira-no-Masakado y Fujiwara-no-Sumitomo,
ambos ambiciosos en extremo, se unieron y tomaron la
decisin de que si salan victoriosos de las guerras, se
repartiran Japn entre ellos. De entrada la historia era
probablemente apcrifa, pero Musashi record que al leerla
pens en lo estpido y poco realista por parte de aquellos
hombres que habra sido creer en que podran llevar a cabo
un plan tan grandioso. Ahora, sin embargo, ya no le pareca
ridculo. Aunque su propio sueo era de una clase diferente,
existan ciertas similitudes. Si los jvenes no pueden abrigar
grandes sueos en sus almas, quin puede hacerlo? En
aquellos momentos Musashi imaginaba cmo podra crearse
un lugar propio en el mundo.
Pens en Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi, en sus
visiones de la unificacin del pas y en las numerosas
batallas que haban librado con ese fin. Pero era evidente
que el camino hacia la grandeza ya no consista en ganar
batallas. Ahora el pueblo slo quera la paz que haba
ansiado durante tanto tiempo. Y mientras Musashi
consideraba la largusima lucha que hubo de librar
Tokugawa Ieyasu para convertir su deseo en realidad,
comprendi una vez ms lo difcil que era aferrarse al
propio ideal.
sta es una nueva era se dijo. Tengo toda la vida
por delante. He nacido demasiado tarde para seguir los
pasos de Nobunaga o Hideyoshi, pero an puedo soar en
la conquista de mi propio mundo. Nadie puede
impedrmelo. Incluso ese porteador de palanqun debe de
tener alguna clase de sueo.
Apart estas ideas de su mente por un momento e
intent considerar la situacin con objetividad. Posea su
espada, y el camino de la espada era el que haba elegido.
Ser un Hideyoshi o un Ieyasu no estara mal, pero los
tiempos ya no necesitaban gente con esa clase de talento.
Ieyasu lo haba atado todo pulcramente y ya no eran
necesarias ms guerras sangrientas. En Kyoto, la ciudad que
se extenda a sus pies, la vida ya no penda de un hilo.
En lo sucesivo, lo importante para Musashi sera su
espada y la sociedad que le rodeaba, su habilidad en la
esgrima relacionada con su existencia como ser humano. En
un momento de intensa percepcin se sinti satisfecho por
haber encontrado el vnculo entre las artes marciales y sus
propias visiones de grandeza.
Mientras permaneca sentado y sumido en sus
pensamientos, la cara del porteador de palanqun apareci
bajo el risco. Sealando a Musashi con su vara de bamb,
grit:
Est ah arriba!
Musashi mir abajo y vio a los cargadores que
pululaban y gritaban, y pronto empezaron a subir por la
ladera hacia l. Se puso en pie e intent ignorarlos, subi
ms por la ladera, pero no tard en descubrir que el camino
estaba bloqueado. Un considerable grupo de hombres,
cogidos de los brazos y tendiendo sus varas, le haban
rodeado a cierta distancia. Mir por encima del hombro y
vio que los hombres que estaban detrs de l se haban
detenido. Uno de ellos sonri, mostrando los dientes, e
inform a los dems que Musashi pareca estar mirando
una placa o algo parecido.
Musashi, que ahora se encontraba ante los escalones del
Hongand, miraba en efecto una placa maltratada por la
intemperie que colgaba de la viga transversal en la entrada
del templo. Sintindose incmodo, se preguntaba si deba
tratar de ahuyentarlos con un grito de combate. Aunque
saba que poda escarmentarlos en unos instantes, no tena
sentido pelear con unos humildes trabajadores. En cualquier
caso, probablemente la actitud de stos se deba a algn
error, y en tal caso acabaran dispersndose ms tarde o
ms temprano. Sigui all pacientemente, leyendo una y
otra vez las palabras inscritas en la placa: Voto original.
Viene ella! grit uno de los cargadores.
Los hombres empezaron a hablar entre ellos en tono
bajo. Musashi tuvo la impresin de que se estaban
excitando hasta el frenes. El recinto al que se entraba por la
puerta occidental del templo se haba llenado rpidamente
de gente, y ahora sacerdotes, peregrinos y vendedores
forzaban la vista para ver lo que suceda. Con la curiosidad
reflejada en sus semblantes, formaban crculos fuera del
ruedo de porteadores que rodeaba a Musashi.
Desde la direccin de la colina Sannen lleg la rtmica
salmodia de los hombres que transportaban una carga. Las
voces fueron aproximndose hasta que dos hombres
entraron en el recinto del templo, llevando en sus espaldas a
una anciana y un samurai rural que pareca bastante
fatigado.
Desde la espalda del porteador, Osugi agit briosamente
la mano y dijo: Aqu est bien. El porteador dobl las
piernas y la mujer, mientras saltaba gilmente al suelo, le
dio las gracias. Volvindose al to Gon, coment:
Esta vez no le dejaremos escapar, verdad?
Los dos iban vestidos y pertrechados como si pensaran
pasarse viajando el resto de sus vidas.
Dnde est? pregunt Osugi.
All respondi uno de los porteadores, sealando
orgullosamente hacia el templo.
El to Gon humedeci con saliva el filo de su espada, y
los dos se abrieron paso entre la muchedumbre.
No os apresuris les advirti uno de los
porteadores.
Parece bastante fuerte dijo otro.
Aseguraos primero de que estis bien preparados
les aconsej un tercero.
Mientras los trabajadores ofrecan a Osugi palabras de
aliento y apoyo, los espectadores parecan consternados.
De veras la anciana se propone desafiar en duelo a
ese rnin?
Eso parece.
Pero es muy vieja! Incluso a su acompaante le
tiemblan las piernas! Deben de tener buenas razones para
tratar de enfrentarse a un hombre mucho ms joven.
Debe de ser alguna clase de disputa familiar!
Eh, mirad eso! Est embistiendo al viejo. Desde
luego, algunas de estas abuelas tienen redaos!
Un porteador se acerc corriendo a Osugi con un cazo
de agua. Tras tomar un sorbo, la anciana se lo ofreci al to
Gon y se dirigi a l severamente:
Ahora no te pongas nervioso, porque no hay ningn
motivo para ello. Takez es un hombre de paja. S, es
posible que haya aprendido a manejar un poco la espada,
pero sin duda no es gran cosa. Tranquilzate!
La anciana tom la iniciativa, fue directamente a la
escalera delantera del Hongand y se sent en los escalones,
a menos de diez pasos de Musashi. Sin prestar atencin a
ste ni a la multitud que la observaba, sac su rosario y,
cerrando los ojos, empez a mover los labios. Inspirado por
su fervor religioso, el to Gon junt las manos e hizo lo
mismo.
La escena resultaba demasiado melodramtica, y uno de
los espectadores empez a rerse. Al instante, uno de los
porteadores se volvi y dijo en tono desafiante:
Quin cree que esto es divertido? No hay nada de
qu rer, imbcil! La anciana ha venido desde Mimasaka en
busca del perdido que huy con la novia de su hijo. Ha
estado rezando en el templo todos los das desde hace casi
dos meses, hasta que hoy, por fin, ha aparecido.
Estos samuris son distintos del resto de nosotros
opin otro porteador. A esa edad, la anciana podra vivir
cmodamente en su casa, jugando con sus nietos, pero no,
aqu est, en lugar de su hijo, tratando de vengar un insulto
a su familia. Por lo menos merece nuestro respeto.
Un tercero coment:
No la apoyamos slo porque nos ha dado propinas.
El valor que tiene! Aunque es vieja, no teme pelear. Digo
que debemos prestarle todo el apoyo que podamos. Es
justo ayudar a los desamparados! Si ella perdiera,
ocupmonos nosotros mismos del rnin.
Tienes razn! Pero hagmoslo ahora! No podemos
quedarnos aqu quietos y permitir que la mate.
Cuando la multitud se enter de los motivos que tena
Osugi para estar all, su excitacin fue en aumento. Algunos
espectadores empezaron a incitar a los porteadores.
Osugi se guard el rosario en el kimono y la multitud
que llenaba el recinto del templo permaneci en silencio,
expectante.
Takez! grit, llevndose la mano izquierda a la
empuadura de la espada corta que le colgaba de la cintura.
Musashi se haba mantenido en silencio desde el
principio, e incluso cuando Osugi le llam por su nombre
actu como si no la hubiera odo. Esto irrit al to Gon, que
estaba al lado de Osugi, el cual eligi aquel momento para
adoptar una actitud de ataque, y adelantando la cabeza,
lanz un grito de desafo.
Musashi tampoco respondi. No poda hacerlo, pues
no saba cmo. Record que Takuan le haba advertido en
Himeji que podra tropezar con Osugi. Estaba dispuesto a
ignorarla por completo, pero le molestaban los rumores que
los porteadores haban extendido entre la multitud.
Adems, le resultaba difcil contener el resentimiento y el
odio que los Hon'iden haban abrigado contra l durante
todo aquel tiempo. Todo el asunto se reduca a una mera
cuestin de prestigio y sentimientos en el pueblecito de
Miyamoto, un malentendido que podra aclararse
fcilmente si Matahachi estuviera presente.
Sin embargo, en aquellos momentos no saba qu hacer.
Cmo iba a responder al desafo de una anciana chocha y
un samurai de rostro hundido? Musashi permaneci en
silencio, su mente en una encrucijada.
Mirad al bastardo! grit un porteador. Tiene
miedo!
S un hombre! Deja que la anciana te mate! se
mof otro.
No haba uno solo que no estuviera a favor de Osugi.
La anciana parpade y sacudi la cabeza. Entonces mir
a los porteadores y les dijo bruscamente:
Callaos! Slo deseo que seis testigos. Si los dos
morimos, quiero que enviis nuestros cuerpos a Miyamoto.
Por lo dems, no necesito vuestra chchara ni vuestra
ayuda!
Desenvain a medias la espada y dio un par de pasos en
direccin a Musashi.
Takez! dijo de nuevo. Takez ha sido siempre
tu nombre en el pueblo. Por qu no respondes a l? S que
ahora tienes un nuevo nombre, Miyamoto Musashi, no es
cierto? Mas para m siempre sers Takez! Ja, ja, ja!
Su arrugado cuello tembl mientras rea; era evidente que
confiaba en matar a Musashi con palabras antes de que
desenvainaran las espadas. Creas que podras evitar que
te encontrara slo cambiando de nombre? Qu estpido!
Los dioses del cielo me han guiado hasta ti, como saba que
lo haran. Ahora pelea! Veremos si me llevo tu cabeza a
casa o si de alguna manera logras seguir vivo!
El to Gon lanz su propio desafo con su voz marchita.
Han pasado cuatro largos aos desde que nos diste
plantn y te hemos estado buscando durante todo este
tiempo. Ahora, nuestras plegarias en este templo Kiyomizu
nos han permitido dar contigo. Puede que sea viejo, pero
no voy a perder con tipos como t! Preprate a morir!
Desenvainando su espada, grit a Osugi: Qutate de en
medio!
La anciana se volvi a l enfurecida.
Qu quieres decir, viejo idiota? T eres el nico que
est temblando.
No importa! Los bodhisattvas de este templo nos
protegern.
Tienes razn, to Gon. Y los antepasados de los
Hon'iden tambin estn con nosotros! No hay nada que
temer.
Takez! Ven aqu y lucha!
A qu ests esperando?
Musashi no se movi. Sigui all como si fuese
sordomudo, mirando a los dos viejos y sus espadas
desenvainadas.
Qu sucede, Takez? grit Osugi. Ests
asustado?
Avanz de costado, preparndose para atacar, pero de
repente tropez con una piedra y cay adelante, quedando
a gatas casi a los pies de Musashi.
La multitud se qued boquiabierta, y alguien grit:
La matar!
Rpido, slvala!
Pero el to Gon se limitaba a mirar el rostro de Musashi,
demasiado aturdido para moverse.
Entonces la anciana sobresalt a los presentes, al
recoger su espada y volver al lado del to Gon, donde
asumi de nuevo una actitud desafiante.
Qu ocurre, zafio? grit Osugi. Acaso esa
espada que blandes es slo un adorno? No sabes cmo
usarla?
El rostro de Musashi era como una mscara, pero por
fin habl, con voz atronadora.
No puedo hacerlo!
Avanz hacia ellos, y al instante el to Gon y Osugi
retrocedieron a cada lado.
A... adonde vas, Takez?
No puedo usar mi espada!
Detente! Por qu no te detienes y peleas?
Te lo he dicho! No puedo usarla!
Prosigui su camino, sin mirar a derecha ni izquierda,
avanzando entre la multitud en lnea recta.
Osugi recuper el dominio de s misma y grit:
Est huyendo! No le dejis escapar!
Entonces la multitud se aproxim a Musashi, pero
cuando crean tenerle rodeado, descubrieron que ya no
estaba all. Todos estaban perplejos, y al inicial brillo de
sorpresa en sus ojos sucedi la expresin apagada del
desconcierto.
Se dividieron en grupos ms pequeos y siguieron
corriendo de un lado a otro hasta la puesta del sol,
buscando frenticamente bajo los suelos de los edificios del
templo y en los bosques a su presa desaparecida.
Aun ms tarde, cuando la gente regresaba por las
oscuras laderas de las colinas Sannen y Chawan, un hombre
jur haber visto a Musashi saltar con la elasticidad de un
gato a lo alto del muro de seis pies, junto a la puerta
occidental, y desaparecer.
Nadie crey tal cosa, y menos que nadie Osugi y el to
Gon.
El duende acutico
En un villorrio al noroeste de Kyoto, los pesados golpes de
un mazo que machacaba paja de arroz sacudan el suelo.
Torrentes de lluvia que no corresponda a la estacin
empapaban los tristes tejados de paja. Era aqulla una
especie de tierra de nadie entre la ciudad y el distrito rural,
y la pobreza era tan extrema que en el crepsculo el humo
de los fogones sala slo de un puado de casas.
Un sombrero de junco suspendido bajo los aleros de
una casita proclamaba en caracteres briosos y rudos que era
una posada, aunque de la variedad ms barata. Los viajeros
que se albergaban all eran pobres y slo alquilaban espacio
en el suelo. Por los jergones pagaban un suplemento, pero
pocos podan permitirse ese lujo.
En el suelo de tierra de la cocina, al lado de la entrada,
un muchacho apoyaba las manos en el tatami elevado de la
habitacin contigua, en cuyo centro haba un hogar hundido.
Hola!... Buenas tardes!... No hay nadie aqu?
Era el chico de los recados de la tienda de bebidas, otra
casucha desvencijada que estaba camino abajo.
El chico tena una voz demasiado fuerte para su tamao.
No tendra ms de diez u once aos, y con el cabello
mojado por la lluvia y cado sobre las orejas no pareca ms
voluminoso que un duende acutico en una pintura
caprichosa. Su atuendo tambin era apropiado para ese
papel: un kimono hasta los muslos con mangas tubulares,
un grueso cordn a modo de obi y toda la espalda manchada
de barro por haber corrido con los zuecos de madera.
Eres t, J? le pregunt el viejo posadero desde
una habitacin al fondo.
S. Quieres que te traiga sake?
No, hoy no. El husped todava no ha vuelto. No lo
necesito.
Bueno, le apetecer cuando vuelva, no crees? Te
traer la cantidad de costumbre.
Si lo desea, ir a buscarlo yo mismo.
Reacio a marcharse sin un pedido, el muchacho le
pregunt:
Qu haces ah dentro?
Estoy escribiendo una carta y la enviar maana con
el caballo de carga que va a Kurama, pero es un poco difcil
y me est doliendo la espalda. Anda, cllate y no me
molestes.
Eso es bastante curioso, verdad? Eres tan viejo que
empiezas a encorvarte, y an no sabes escribir como es
debido!
Ya est bien. Si vuelves a replicarme te atizo con un
trozo de lea.
Quieres que te la escriba?
Ja! Como si pudieras...
Claro que puedo afirm el chico mientras entraba
en la habitacin.
Por encima del hombro del viejo mir la carta y se ech
a rer.
Tratas de escribir patatas? El ideograma que has
escrito significa palo.
Calla!
Si insistes, no dir una palabra, pero tu escritura es
terrible. Piensas enviar a tus amigos unas patatas o unos
palos?
Patatas.
El chico ley un poco ms y coment:
No hay manera. Nadie aparte de ti podra adivinar lo
que significa esta carta!
Muy bien, si eres tan listo, a ver qu puedes hacer
con ella.
De acuerdo. Dime lo que quieres poner. Jtar se
sent y empu el pincel.
Asno torpe! exclam el viejo.
Por qu me llamas torpe? Eres t el que no sabe
escribir!
Los mocos te caen sobre el papel.
Oh, perdona. Puedes pagarme con esta hoja. Se
son con la hoja sucia. Bueno, qu quieres decir?
Sujetando el pincel con firmeza, escribi con facilidad lo
que el viejo le dictaba.
Cuando el muchacho estaba terminando de escribir la
carta, regres el husped, el cual tir a un lado el saco de
carbn que haba cogido en alguna parte para cubrirse la
cabeza.
Musashi se detuvo al lado de la puerta, escurri el agua
de las mangas de su kimono y gru:
Supongo que ste ser el fin de las flores de ciruelo.
En los veintitantos das que Musashi llevaba all, la
posada haba llegado a parecerle su casa. Contemplaba el
rbol que creca al lado del portal, cuyas flores rosadas le
haban regalado la vista cada maana desde su llegada. Los
ptalos cados estaban esparcidos por el barro.
Al entrar en la cocina le sorprendi ver al chico de la
tienda de sake, con la cabeza junto a la del posadero.
Cediendo a la curiosidad, se puso detrs del viejo y mir
por encima de su hombro.
Jtar mir a Musashi y se apresur a esconder pincel
y papel a sus espaldas.
No deberas fisgar de esa manera se quej.
Djame ver le dijo Musashi en broma.
No replic Jtar, sacudiendo la cabeza con gesto
desafiante.
Vamos, ensamelo.
Slo si compras un poco de sake.
Vaya, de modo que se es tu juego, eh? De acuerdo,
lo comprar.
Cinco cuartillos?
No necesito tanto.
Tres cuartillos?
Sigue siendo demasiado.
Cunto entonces? No seas tan cicatero!
Cicatero? Ya sabes que soy un pobre espadachn.
Crees que tengo dinero para tirarlo?
De acuerdo. Lo medir yo mismo y te dar la
cantidad adecuada para que cunda tu dinero. Pero si lo hago,
has de prometerme que me contars algunas historias.
Una vez cerrado el trato, Jtar sali alegremente a la
lluvia. Musashi cogi la carta y la ley. Al cabo de un
momento se volvi al posadero y le pregunt:
De veras ha escrito esto?
S. Es asombroso, verdad? Parece muy listo.
Mientras Musashi iba al pozo, se echaba agua fra por
encima y se vesta con ropa seca, el viejo colg un perol
sobre el fuego y sac unas verduras encurtidas y un cuenco
de arroz. Musashi volvi y tom asiento al lado del hogar.
Qu estar tramando ese pcaro? murmur el
posadero. Tarda mucho en volver con el sake.
Qu edad tiene?
Creo que ha dicho once aos.
Es maduro para su edad, no crees?
Humm. Supongo que se debe a que trabaja en la
tienda de sake desde los siete. Ah se encuentra con toda
clase de gente..., carreteros, el papelero que vive camino
abajo, viajeros y cuanto puedas imaginar.
Me pregunto cmo habr aprendido a escribir tan
bien.
Tan bueno es?
Su caligrafa es un poco infantil, pero tiene una
asombrosa..., cmo te dira?..., franqueza. Si pensara en un
espadachn dira que muestra amplitud espiritual. Puede
que ese chico acabe siendo alguien.
Qu quieres decir?
Que puede convertirse en un autntico ser humano.
Ah, s? El viejo frunci el ceo, levant la tapa del
perol y sigui rezongando: Todava no vuelve. Apuesto a
que est perdiendo el tiempo en alguna parte.
Estaba a punto de calzarse las sandalias e ir en busca del
sake cuando Jtar regres.
Qu has estado haciendo? pregunt al muchacho
. Has hecho esperar a mi husped.
No he podido evitarlo. En la tienda haba un cliente
muy borracho que me cogi por su cuenta y empez a
hacerme un montn de preguntas.
Qu clase de preguntas?
Preguntaba por Miyamoto Musashi.
Y supongo que has charlado por los codos.
No habra importado que lo hiciera. Aqu todo el
mundo sabe lo que ocurri en el templo Kiyomizu el otro
da. La vecina, la hija del leador..., las dos estaban en el
templo ese da y vieron lo sucedido.
Deja de hablar de eso, quieres? le dijo Musashi,
casi en tono suplicante.
El agudo chiquillo percibi el estado de nimo de
Musashi y le pregunt:
Puedo quedarme aqu un rato y hablar contigo?
Empez a lavarse los pies, disponindose a entrar en la
sala del hogar.
No tengo inconveniente, si a tu amo no le importa.
En estos momentos no me necesita.
De acuerdo.
Te calentar el sake. Lo hago muy bien.
Deposit un recipiente de sake en las cenizas calientes
alrededor del fuego y pronto anunci que estaba listo.
Rpido, eh? dijo Musashi apreciativamente.
Te gusta el sake?
S.
Pero, como eres tan pobre, supongo que no bebes
mucho, no es cierto?
Tienes razn.
Yo crea que los hombres diestros en las artes
marciales servan a grandes seores y tenan buenas pagas.
Un cliente de la tienda me dijo una vez que Tsukahara
Bokuden siempre iba por ah con setenta u ochenta
servidores, caballos de refresco y un halcn.
Eso es cierto.
Y tengo entendido que un famoso guerrero llamado
Yagy, que sirve a la casa de Tokugawa, tiene unos ingresos
de cincuenta mil fanegas de arroz.
Eso tambin es cierto.
Por qu entonces eres tan pobre?
An estoy estudiando.
A qu edad tendrs muchos seguidores?
No s si llegar a tenerlos.
Qu ocurre? Es que no eres bueno?
Ya has odo lo que deca la gente que me vio en el
templo. Lo mires como lo mires, hu.
Eso es lo que dice todo el mundo, que el shugysha
de la posada..., se eres t..., es un cobarde. Pero me
enfurece escucharles. Jtar apret los labios hasta que
formaron una lnea recta.
Ja, ja! Qu te importa eso? No estn hablando de ti.
Es que me sabe mal. Mira, el hijo del papelero y el
del tonelero y algunos otros jvenes se renen a veces
detrs de la tienda de lacas para practicar la esgrima. Por
qu no luchas con uno de ellos y lo derrotas?
Muy bien, si eso es lo que deseas, lo har.
A Musashi le resultaba difcil negarle al chiquillo nada
de lo que le peda, en parte porque, en muchos aspectos,
segua sintindose l mismo un adolescente y poda
simpatizar con Jtar. De una manera casi inconsciente,
siempre buscaba algo que ocupara el lugar del afecto
familiar del que careca desde su infancia.
Hablemos de alguna otra cosa le dijo. Te har
una pregunta para cambiar. Dnde naciste?
En Himeji.
Ah, entonces eres de Harima.
S, y t eres de Mimasaka, no es cierto? Alguien me
lo dijo.
Es verdad. A qu se dedica tu padre?
Era samurai. Un samurai a carta cabal!
Al principio Musashi pareci sorprendido, pero en
realidad la respuesta explicaba varias cosas, por ejemplo el
hecho de que el chiquillo supiera escribir tan bien. Le
pregunt el nombre de su padre.
Se llama Aoki Tanzaemon. Tena una racin de
veinticinco fanegas de arroz, pero cuando yo contaba siete
aos abandon el servicio de su seor y vino a Kyoto como
rnin. Despus de gastar todo su dinero, me dej en la
tienda de sake y se fue a un templo para hacerse monje.
Pero no quiero quedarme en la tienda, quiero ser un samurai
como mi padre y aprender la esgrima, como t. No es la
mejor manera de convertirte en samurai? El chico hizo
una pausa y entonces aadi con vehemencia: Quiero ser
tu seguidor, ir por el pas estudiando contigo. No me
aceptars como tu discpulo?
Tras haber expuesto su propsito, el semblante de
Jtar adopt una expresin de testarudez que reflejaba
claramente su determinacin de no aceptar un no por
respuesta. Por supuesto, no poda saber que estaba
suplicando a un hombre que haba causado a su padre un
sinfn de dificultades. Musashi, por su parte, no poda
rechazar sin ms la peticin del chiquillo. Sin embargo, en lo
que pensaba realmente no era en si deba aceptarle o no,
sino en Aoki Tanzaemon y su desventurado destino. No
poda dejar de simpatizar con aquel hombre. El camino del
samurai era una empresa constantemente arriesgada, y un
samurai tena que estar siempre dispuesto a matar o morir.
Al reflexionar en aquel ejemplo de las vicisitudes de la vida,
Musashi se entristeci, y el efecto del sake se disip de
repente. Se senta solo.
Jtar insista. Cuando el posadero intent convencerle
de que dejara a Musashi en paz, replic con insolencia y
redobl sus esfuerzos. Cogi la mueca de Musashi, luego
le aferr el brazo y finalmente se ech a llorar.
Al no ver ninguna alternativa, Musashi le dijo:
Bueno, bueno, es suficiente. Puedes ser mi seguidor,
pero slo despus de que lo hayas hablado con tu amo.
Jtar, satisfecho por fin, ech a correr hacia la tienda
de sake.
A la maana siguiente, Musashi se levant temprano, se
visti y llam al posadero.
Sers tan amable de prepararme una caja de comida?
Lo he pasado aqu muy bien durante las ltimas semanas,
pero creo que seguir mi viaje hacia Nara.
Te vas tan pronto? le pregunt el posadero, que
no esperaba una partida tan repentina. Es porque ese
chico ha estado dndote la lata, verdad?
Oh, no, l no tiene la culpa. Desde hace algn tiempo
tengo intencin de ir a Nara y ver a los famosos lanceros del
Hzin. Espero que no te moleste demasiado cuando
descubra que me he ido.
No te preocupes por eso. Es slo un nio. Gritar y
patalear un rato y luego se olvidar.
De todos modos, no creo que el vendedor de sake le
dejara irse dijo Musashi mientras sala al camino.
La tormenta haba pasado y la brisa le roz suavemente
la piel, con una delicadeza que era todo lo contrario a la
violencia del viento el da anterior.
El ro Kamo estaba crecido, sus aguas fangosas. En un
extremo del puente de madera en la avenida Sanj, haba
unos samuris que examinaban a los transentes. Musashi
pregunt el motivo de la inspeccin y le dijeron que se
deba a la inminente visita del nuevo shgun. Una
vanguardia de seores feudales, tanto influyentes como de
baja categora, ya haba llegado, y se estaban tomando
medidas para mantener fuera de la ciudad a los peligrosos
samuris sin seor. Musashi, que tambin era un rnin, dio
oportunas respuestas a las preguntas que le hicieron y le
dejaron pasar.
Esa experiencia le hizo pensar en su propia condicin
de guerrero errante sin amo que no serva a los Tokugawa ni
a sus rivales de Osaka. Haber corrido a Sekigahara para
ponerse al lado de las fuerzas de Osaka contra los
Tokugawa fue una cuestin de herencia. Tal haba sido la
fidelidad de su padre, invariable desde los das en que sirvi
al seor Shimmen de Iga. Toyotomi Hideyoshi muri dos
aos antes de la batalla. Sus seguidores, leales a su hijo,
constituyeron la faccin de Osaka. En Miyamoto,
Hideyoshi estaba considerado como el ms grande de los
hroes, y Musashi recordaba que de nio se haba sentado
junto al hogar y escuchado los relatos de las hazaas del
gran guerrero. Estas ideas formadas en su adolescencia
seguan con l, e incluso ahora, si se viera obligado a decir
qu bando era su preferido, probablemente se inclinara por
Osaka.
Desde entonces Musashi haba aprendido algunas cosas
y ahora reconoca que sus acciones a los diecisiete aos
haban sido insensatas e intiles. Para que un hombre
sirviera fielmente a su seor no bastaba con lanzarse
ciegamente a la pelea y blandir una lanza. Tena que recorrer
todo el camino, hasta el borde de la muerte.
Ahora Musashi habra dicho: Si un samurai muere con
una plegaria por la victoria de su seor en los labios, ha
hecho algo bueno y significativo. Pero en la poca de la
batalla, ni l ni Matahachi haban tenido sentido alguno de
la lealtad. Lo que haban anhelado era la fama y la gloria, y
ms concretamente un medio de ganarse la vida sin dar nada
de s mismos.
Era curioso que lo hubieran considerado de esa manera.
Desde que Takuan le ense que la vida es una joya que
debe ser muy apreciada, Musashi saba que lejos de no dar
nada, l y Matahachi haban ofrecido sin proponrselo su
posesin ms preciada. Cada uno haba arriesgado cuanto
tena con la esperanza de recibir un miserable estipendio
como samurai. Se pregunt cmo haban podido ser tan
idiotas.
Observ que se estaba aproximando a Daigo, al sur de la
ciudad, y como estaba muy sudoroso, decidi hacer un alto
y descansar.
Oy que una voz le gritaba desde lejos:
Espera! Espera!
Mirando hacia abajo por la pronunciada pendiente del
camino de montaa, distingui al pequeo duende acutico,
Jtar, que corra tan rpido como le era posible. Poco
despus el muchacho le miraba furibundo.
Me has mentido! le grit. Por qu lo has
hecho?
Jadeando a causa de la carrera, con el rostro enrojecido,
habl con beligerancia, aunque era evidente que estaba al
borde de las lgrimas.
Musashi se ri sin poderlo evitar al ver su atuendo.
Haba prescindido de las ropas de trabajo que llevaba el da
anterior, ponindose un kimono ordinario, pero era de una
talla demasiado pequea para l. La falda apenas le llegaba a
las rodillas y las mangas terminaban en los codos. Del
costado le penda una espada de madera que era ms larga
que l, y llevaba a la espalda un sombrero de junco que
pareca tan grande como una sombrilla.
Mientras gritaba a Musashi por haberle dejado atrs,
rompi a llorar. Musashi le abraz e intent consolarle,
pero el muchacho sigui llorando, sintiendo al parecer que
en las montaas, sin nadie alrededor, poda desahogarse.
Finalmente Musashi le dijo:
Te sientes bien al portarte como un beb que berrea?
No me importa! dijo Jtar entre sollozos. Eres
un adulto y sin embargo me has mentido. Dijiste que me
dejaras ser tu seguidor... y entonces te marchaste sin
avisarme. Es que los adultos tienen que portarse as?
Lo siento dijo Musashi.
Esta sencilla disculpa hizo que el llanto del chiquillo se
convirtiera en un gemido de splica.
Basta ya le dijo Musashi. No tena intencin de
mentirte, pero tienes un padre y un amo. No poda traerte
conmigo a menos que tu amo lo consintiera. Te dije que
fueras a hablar con l, no es cierto? No me pareci
probable que accediera.
Por qu no esperaste hasta conocer la respuesta?
Por eso te pido disculpas ahora. De veras lo
discutiste con l?
S.
Domin sus gemidos y arranc dos hojas de un rbol,
con las que se son la nariz.
Y qu te dijo?
Me dijo que poda hacerlo.
En aquel mismo momento?
Dijo que ningn guerrero o escuela de adiestramiento
que se respetara aceptara un chico como yo, pero puesto
que el samurai de la posada era un cobarde, deba de ser la
persona adecuada. Dijo que quiz me usaras para llevarte el
equipaje, y me dio esta espada de madera como regalo de
despedida.
La lnea de razonamiento de aquel hombre hizo sonrer a
Musashi.
Luego fui a la posada sigui diciendo el muchacho
. El viejo no estaba all, por lo que cog prestado este
sombrero que colgaba bajo los aleros.
Pero eso es la muestra de la posada. Mira, tiene
escrita la palabra alojamiento.
Bueno, no importa. Necesitar un sombrero por si
llueve.
Por la actitud de Jtar era evidente que, para l, todas
las promesas solemnes haban sido intercambiadas y ahora
era el discpulo de Musashi. ste, al notarlo, se resign a la
inconveniencia que representara viajar con el nio, pero
tambin se le ocurri que quiz aquel encuentro haba sido
afortunado. En efecto, al considerar el papel que haba
jugado en la prdida de categora de Tanzaemon lleg a la
conclusin de que tal vez debera agradecer la oportunidad
que tena de procurar por el futuro del muchacho. Le
pareci que eso sera lo correcto.
Jtar, ya tranquilizado, record algo de repente y
busc dentro de su kimono.
Casi me olvidaba. Tengo algo para ti. Aqu est.
Sac una carta y se la tendi.
Mirando la misiva con curiosidad, Musashi le pregunt:
De dnde la has sacado?
Recuerdas que anoche te dije que haba un rnin
bebiendo en la tienda y que me hizo muchas preguntas?
S.
Bueno, pues cuando fui a casa, l segua all. No
paraba de preguntar sobre ti. Tambin es un gran bebedor...,
se tom una botella entera de sake l solo! Entonces
escribi esta carta y me pidi que te la entregara.
Musashi lade la cabeza, perplejo, y rompi el sello.
Mir primero la firma y vio que era de Matahachi, el cual
deba de haber estado en efecto muy borracho. Hasta los
caracteres parecan ebrios. Mientras lea el rollo de papel,
Musashi fue presa de sentimientos contradictorios de
nostalgia y tristeza. No slo la escritura era catica, sino
que el mismo mensaje era enmaraado e impreciso.
Desde que te dej en el monte Ibuki, no he olvidado el
pueblo, como tampoco a mi viejo amigo. Por casualidad o
tu nombre en la escuela Yoshioka. En ese momento me
sent confuso e incapaz de decidir si intentara verte. Ahora
estoy en una tienda de sake y he bebido mucho.
Hasta aqu el significado era bastante claro, pero lo que
deca a continuacin era difcil de seguir.
Desde que me separ de ti, he vivido en una jaula de
lujuria y la ociosidad me ha rodo los huesos. Durante cinco
aos he pasado los das sumido en el estupor, sin hacer
nada. Ahora eres famoso en la capital como espadachn.
Bebo por ti! Algunos dicen que Musashi es un cobarde,
que slo es bueno en la huida. Otros dicen que eres un
espadachn incomparable. No s cul de las dos
afirmaciones es verdad ni me importa. Slo me alegra que tu
espada haga hablar as la gente en la capital.
Eres listo y podras abrirte camino con la espada. Pero
al mirar atrs, me pregunto por m, tal como soy ahora.
Soy un necio! De qu manera un infeliz estpido como
yo puede mirar a la cara a un amigo juicioso como t sin
morirse de vergenza?
Pero espera! La vida es larga y an es pronto para
decir qu traer el futuro. Ahora no quiero verte, pero
llegar un da en que lo querr.
Ruego por tu salud.
Segua una posdata rpidamente garabateada que le
informaba, con cierto detalle, de que en la escuela Yoshioka
estaban muy irritados por el reciente incidente, le buscaban
por todas partes y deba tener cuidado con sus
movimientos. Terminaba diciendo: No debes morir ahora
que ests empezando a hacerte un nombre. Cuando tambin
yo haya hecho algo digno, querr verte para charlar de los
viejos tiempos. Cudate y sigue vivo para que puedas
inspirarme.
Sin duda las intenciones de Matahachi eran buenas,
pero haba algo raro en su actitud. Por qu deba alabar as
a Musashi y un instante despus insistir en sus fallos? Por
qu no se limitaba a decirle que haba pasado mucho tiempo
desde la ltima vez que se vieron y le gustara que se
encontraran para tener una larga charla?
Oye, J, has preguntado a este hombre su direccin?
No.
Le conocen en la tienda?
No lo creo.
Acude ah con frecuencia?
No, sta ha sido la primera vez.
Musashi pensaba que si supiera dnde viva Matahachi,
l volvera de inmediato a Kyoto para verle. Deseaba
conversar con su camarada de la infancia, procurar que
sentara la cabeza, reavivar en l el espritu que tuvo en el
pasado. Puesto que todava consideraba a Matahachi como
su amigo, le habra gustado hacerle salir de su estado de
nimo actual, con aquellas tendencias que parecan
autodestructivas. Y, naturalmente, tambin habra querido
que Matahachi explicara a su madre el error que estaba
cometiendo.
Los dos siguieron caminando en silencio. Descendan
por la ladera de la montaa, en Daigo, y el cruce del
Rokujiz era visible por debajo de ellos.
Musashi se volvi bruscamente al chiquillo y le dijo:
Quiero que me hagas un favor, J.
De qu se trata?
De un recado.
Adonde debo ir?
A Kyoto.
Eso significa dar la vuelta y regresar al lugar de donde
acabo de salir.
As es. Quiero que lleves una carta ma a la escuela
Yoshioka de la avenida Shij.
Jtar dio un puntapi a un guijarro, alicado.
No quieres ir? le pregunt Musashi, mirndole a
la cara.
Jtar sacudi la cabeza, inseguro.
No me importa ir, pero no estars haciendo esto
slo para librarte de m?
Su sospecha hizo que Musashi se sintiera culpable,
pues no era l quien haba destruido la fe del nio en los
adultos?
No! replic vivamente. Un samurai no miente.
Perdname por lo ocurrido esta maana. Ha sido un error.
De acuerdo, ir.
Entraron en una casa de t que estaba a un lado del
cruce y era conocida como Rokuamida. Pidieron t y
almorzaron.
Luego Musashi escribi una carta, que dirigi a
Yoshioka Seijr:
Me han dicho que t y tus discpulos me buscis. En
estos momentos me encuentro en la carretera de Yamato, y
me propongo viajar por las zonas de Iga e Ise durante un
ao, a fin de proseguir mi estudio de la esgrima. No deseo
cambiar ahora mis planes, pero puesto que lamento tanto
como t que no pudiramos vernos durante mi visita a tu
escuela, me complace informarte que con toda seguridad
estar de regreso en la capital hacia el primer o segundo mes
del prximo ao. De aqu a entonces espero mejorar mi
tcnica considerablemente. Confo en que tampoco t
descuidars la prctica. Sera una gran vergenza que la
floreciente escuela de Yoshioka Kemp sufriera una
segunda derrota como le ocurri la ltima vez que estuve
ah. Termino envindote mis respetuosos deseos de que
conserves tu buena salud.
Shimmen Miyamoto Musashi Masana
Aunque la carta era corts, dejaba pocas dudas de la
confianza que Musashi tena en s mismo. Tras corregir la
direccin para incluir no slo a Seijr sino a todos los
discpulos de la escuela, dej el pincel y entreg la carta a
Jtar.
Puedo dejarla sin ms en la escuela y volver en
seguida? quiso saber el muchacho.
No. Tienes que llamar a la puerta principal y drsela
personalmente al criado que te abra.
Comprendo.
Debes hacer una cosa ms, pero quiz sea un poco
difcil.
Qu es?
Quiero que intentes encontrar al hombre que te dio la
carta. Se llama Hon'iden Matahachi. Es un viejo amigo mo.
Eso no me costar nada.
Lo crees as? Cmo te propones hacerlo?
Preguntar en todos los establecimientos de bebidas.
Musashi se ech a rer.
No es una mala idea. Sin embargo, deduzco por la
carta de Matahachi que conoce a alguien en la escuela
Yoshioka. Creo que sera ms rpido preguntar ah por l.
Qu he de hacer cuando le encuentre?
Quiero que le des un mensaje. Dile que desde el
primero al sptimo da del nuevo ao, cada maana ir al
gran puente de la avenida Goj y le esperar ah. Pdele que
vaya a verme uno de esos das.
Eso es todo?
S, pero dile tambin que estoy muy deseoso de
verle.
Muy bien, creo que lo recordar todo. Dnde
estars cuando regrese?
Vamos a ver. Cuando llegue a Nara, arreglar las
cosas para que puedas saber dnde estoy preguntando en el
Hzin. Es el templo famoso por su tcnica con la lanza.
De veras hars eso?
Ja, ja! Qu suspicaz eres. No te preocupes. Si esta
vez no cumplo mi promesa, podrs cortarme la cabeza.
Musashi an se rea cuando sali de la casa de t.
Emprendi el camino de Nara y Jtar parti en la
direccin opuesta, hacia Kyoto.
En el cruce haba una mezcolanza de gente con
sombreros de junco, golondrinas y caballos que relinchaban.
El chiquillo se abri paso entre la multitud, mir atrs y vio
que Musashi segua en pie donde le haba dejado,
mirndole. Se despidieron con una sonrisa y cada uno
reanud su camino.
Una brisa primaveral
En la orilla del ro Takase, Akemi aclaraba una tira de tela y
cantaba una cancin que haba aprendido en el Okuni
Kabuki. Cada vez que tiraba de la tela con estampacin
floral, creaba una ilusin de flores de cerezo arremolinadas.
La brisa del amor
tira de la manga de mi kimono.
Oh, cunto pesa la manga!
Es pesada la brisa del amor?
Jtar estaba sobre el muro de la acequia, y sus ojos
vivaces observaban la escena y sonrean amistosamente.
Cantas bien, ta le dijo.
Qu es eso? pregunt Akemi. Mir al chiquillo
con aspecto de gnomo que tena una larga espada de madera
y un enorme sombrero de junco. Quin eres? le
pregunt. Y qu quieres decir al llamarme ta? An soy
joven!
Muy bien..., dulce jovencita. Qu te parece eso?
Basta ya dijo ella riendo. Eres demasiado
pequeo para galantear. Por qu no te suenas la nariz en
lugar de hacer eso?
Slo quera hacerte una pregunta.
Oh, no! exclam, consternada. All va mi tela!
Voy a por ella.
Jtar corri por la orilla del ro y recogi la tela con su
espada. Reflexion en que, por lo menos, el arma era til en
una situacin como aqulla. Akemi le dio las gracias y le
pregunt qu deseaba saber.
Hay por aqu una casa de t que se llama Yomogi?
Claro, es mi casa, y est ah.
Me alegra or eso! He pasado largo tiempo
buscndola.
Por qu? De dnde vienes?
De all respondi l, sealando vagamente.
Y eso dnde puede ser?
l titube.
No estoy seguro del todo.
Akemi solt una risita.
No importa, pero por qu te interesa la casa de t?
Estoy buscando a un hombre llamado Hon'iden
Matahachi. En la escuela Yoshioka me dijeron que si iba a la
Yomogi le encontrara.
No est ah.
Ests mintiendo!
Qu va, es cierto. Estuvo con nosotros, pero se
march hace algn tiempo.
Adonde?
No lo s.
Pero alguien en tu casa debe saberlo!
No. Mi madre tampoco lo sabe. Ese hombre se
march, sin ms.
Oh, no. El chiquillo se agach y contempl con
expresin preocupada las aguas del ro. Qu voy a hacer
ahora? dijo suspirando.
Quin te ha enviado aqu?
Mi maestro.
Quin es tu maestro?
Se llama Miyamoto Musashi.
Traes una carta?
No dijo Jtar, sacudiendo la cabeza.
Menudo mensajero ests hecho! No sabes de dnde
vienes ni traes una carta.
Tengo que comunicar un mensaje.
De qu se trata? Es posible que l no vuelva nunca,
pero si lo hace, se lo dir.
No creo que deba hacer eso, no te parece?
No me preguntes. Decdelo t mismo.
Entonces quiz deba hacerlo. Dijo que tena muchas
gaas de ver a Matahachi y que le dijera a ste que le
esperar en el gran puente de la avenida Gojo todas las
maanas desde el primero al sptimo da del nuevo ao.
Matahachi tiene que ir a verle ah uno de esos das.
Akemi se ech a rer sin poder contenerse.
Jams haba odo semejante cosa! Me ests
diciendo que enva un mensaje ahora dicindole a Matahachi
que vaya a verle el prximo ao? Tu maestro debe de ser
tan raro como t mismo! Ja, ja!
Jtar frunci el ceo y la clera le tens los hombros.
Qu tiene eso de divertido?
Finalmente Akemi dej de rer.
Vaya, te has enfadado, verdad?
Claro que s. Slo te he pedido cortsmente que me
hicieras un favor, y te echas a rer como una luntica.
Lo siento, de veras, no me reir ms. Y si regresa
Matahachi, le dar tu mensaje.
Me lo prometes?
S, te lo juro. Mordindose el labio para no sonrer,
Akemi le pregunt: Cmo has dicho que se llamaba? El
hombre que te ha enviado con el mensaje.
No tienes muy buena memoria, eh? Se llama
Miyamoto Musashi.
Cmo escribes ese nombre?
Jtar cogi un trozo de bamb y traz los dos
caracteres en la arena.
Cmo! sos son los caracteres de Takez!
exclam Akemi.
No se llama Takez, sino Musashi..
S, pero estos caracteres tambin pueden leerse como
Takez.
Qu testaruda eres! replic Jtar, arrojando el
trozo de bamb al ro.
Akemi contempl fijamente los caracteres trazados en
la arena, sumida en sus pensamientos. Al cabo de un rato
alz la vista y mir a Jtar, volvi a examinarle de la
cabeza a los pies y le dijo en voz baja:
Quisiera saber si Musashi es de la zona de Yoshino
en Mimasaka.
S, yo soy de Harima y l del pueblo de Miyamoto,
en la provincia vecina de Mimasaka.
Es alto y viril? Y no lleva afeitada la parte superior
de la cabeza?
S. Cmo lo sabas?
Recuerdo que una vez me dijo que de nio tena un
carbunclo en la cabeza, y si se la afeitaba, como hacen en
general los samuris, se le vera una fea cicatriz.
Te dijo eso? Cundo?
Hace ya cinco aos.
Conoces a mi maestro desde hace tanto tiempo?
Akemi no le respondi. El recuerdo de aquellos das
despertaba en su corazn emociones que le dificultaban el
habla. Convencida, por lo poco que le haba dicho el nio,
de que Musashi era Takez, se apoder de ella el deseo
imperioso de verle nuevamente. Haba visto cmo haca las
cosas su madre y observado cmo Matahachi iba de mal en
peor. Desde el principio haba preferido a Takez, y con el
paso del tiempo haba adquirido cada vez mayor confianza
en lo acertado de su eleccin. Se alegraba de estar todava
soltera. Takez... era muy diferente de Matahachi.
Muchas eran las ocasiones en las que haba resuelto no
unirse a un hombre similar a los que siempre beban en la
casa de t. Los despreciaba, al tiempo que se apoyaba
firmemente en la imagen de Takez. En lo ms profundo de
su corazn, alimentaba el sueo de volver a encontrarle. l
y slo l era el amado en su mente cuando cantaba
canciones de amor.
Una vez cumplida su misin, Jtar le dijo:
Bien, ahora ser mejor que me marche. Si encuentras
a Matahachi, no dejes de comunicarle lo que te he dicho.
El chiquillo se alej a toda prisa, correteando por la
estrecha parte superior de la acequia.
La carreta de bueyes estaba cargada con una montaa de
sacos que quiz contenan arroz o lentejas u otro producto
local. Encima del montn un letrero proclamaba que era una
contribucin enviada por fieles budistas al gran Kfukuji de
Nara. Incluso Jtar conoca aquel templo, cuyo nombre
era prcticamente sinnimo de Nara.
Al chiquillo se le ilumin el rostro con una alegra
infantil. Corri tras el vehculo y subi a la parte trasera. Si
se colocaba de cara atrs, dispona de suficiente espacio
para sentarse, y, como un lujo adicional, tena los sacos
para apoyarse.
En el otro lado del camino, las colinas ondulantes
estaban cubiertas de pulcras hileras de arbustos de t. Los
cerezos haban empezado a florecer y los agricultores
araban los campos de cebada, sin duda rezando para que
aquel ao se vieran libres, una vez ms, de las pisadas de
soldados y caballos. Las mujeres se arrodillaban a orillas de
los arroyos para lavar las verduras. La carretera de Yamato
estaba en paz.
Qu suerte!, se dijo Jtar, mientras se acomodaba y
relajaba. Se senta a gusto all encaramado, y estuvo tentado
de echarse a dormir, pero lo pens mejor. Temeroso de que
pudieran llegar a Nara antes de despertarse, agradeca cada
vez que las ruedas tropezaban con una piedra y la carreta
sufra una sacudida, puesto que le ayudaba a mantener los
ojos abiertos. Nada podra haberle proporcionado ms
placer: no slo viajaba de aquella manera sino que tambin
se diriga a su destino.
En las afueras de un pueblo, Jtar alarg
perezosamente la mano y arranc una hoja de camelia.
Llevndosela a la lengua, empez a silbar una tonada.
El carretero mir atrs, pero no vio nada. Como el
silbido continuaba, mir por encima de su hombro
izquierdo y luego del derecho. Finalmente detuvo la carreta,
baj y fue a la parte trasera. Al ver all a Jtar se enfureci
y dio al chico un golpe tan fuerte que le hizo llorar de dolor.
Qu ests haciendo ah arriba? gru el hombre.
No hago nada malo, no?
Cmo que no?
No eres t el que tira de la carreta!
Bastardo descarado! grit el carretero, tirando a
Jtar al suelo como si fuese una pelota. El nio rebot y
rod hasta el pie de un rbol. La carreta reanud su camino,
y el estrpito de las ruedas pareca rerse de l.
Jtar se puso en pie y empez a buscar
minuciosamente a su alrededor. Acababa de darse cuenta de
que ya no tena el tubo de bamb que contena la respuesta
de la escuela Yoshioka dirigida a Musashi. Se lo haba
colgado del cuello con un cordel, pero ya no lo tena.
Mientras el afligido muchacho registraba gradualmente
una zona ms amplia, una joven con atuendo de viaje, que
se haba detenido a observarle, le pregunt:
Has perdido algo?
l la mir a la cara, parcialmente oculta por un
sombrero de ala ancha, asinti y sigui buscando.
Era dinero?
Jtar, totalmente absorto, apenas hizo caso de la
pregunta, pero respondi con un gruido negativo.
Era acaso un tubo de bamb de un pie ms o menos
de largo y unido a un cordn?
Jtar se incorpor de inmediato.
S! Cmo lo has sabido?
Entonces era a ti a quien los carreteros cerca del
Mampukuji gritaban porque molestabas a su caballo!
Ahhh..., bueno...
Cuando te asustaste y echaste a correr, el cordn
debi de romperse. El tubo cay al suelo, y el samurai que
haba estado hablando con los carreteros lo recogi. Por
qu no vuelves y se lo pides?
Ests segura?
S, claro.
Gracias.
Cuando empezaba a marcharse corriendo, la joven le
llam:
Espera! No es necesario que vuelvas. Por ah viene
el samurai. Es se vestido con un hakama de campaa.
Seal hacia el hombre.
Jtar se detuvo y aguard, con expresin asombrada.
El samurai era un hombre impresionante, de unos
cuarenta aos. Todo en l era un poco mayor de lo normal,
su altura, su barba negra como el azabache, sus anchos
hombros, su pecho macizo. Llevaba medias de cuero y
sandalias de paja, y sus firmes pisadas parecan apelmazar
la tierra. Convencido de que aqul era un gran guerrero al
servicio de uno de los daimys ms prominentes, Jtar
estaba demasiado amedrentado para dirigirle la palabra.
Por suerte, el samurai habl primero, llamando al
muchacho.
Eres t el diablillo que ha dejado caer este tubo de
bamb delante del Mampukuji? le pregunt.
Ah, es ste! Lo habis encontrado!
Es que no sabes dar las gracias?
Perdonad. Gracias, seor.
Me atrevera a decir que contiene una carta
importante. Cuando tu amo te enva en una misin, no
deberas pararte en el camino para jorobar a los caballos,
subirte a las carretas o haraganear al borde de la carretera.
S, seor. Habis mirado el contenido, seor?
Es natural que cuando uno encuentra algo lo examine
y devuelva a su dueo, pero no he roto el sello de la carta.
Ahora que la has recuperado, debes examinarla y
comprobar si est en perfecto estado.
Jtar quit el tapn del tubo y mir dentro. Satisfecho
al comprobar que la carta segua all, se colg el tubo del
cuello y jur que no lo perdera por segunda vez.
La joven pareca tan complacida como Jtar.
Habis sido muy amable, seor le dijo al samurai,
procurando compensar la incapacidad de Jtar de
expresarse apropiadamente.
El samurai barbudo ech a andar con los dos.
Est el muchacho contigo? pregunt a la joven.
No, es la primera vez que le veo.
El samurai se ech a rer.
Pens que hacais una pareja bastante extraa. l es
un diablillo de aspecto curioso, no crees?... Hasta lleva la
palabra alojamiento escrita en el sombrero.
Tal vez su inocencia infantil es lo que atrae tanto en
l. Tambin a m me gusta. Volvindose a Jtar, le
pregunt: Adonde vas?
El chiquillo, que caminaba entre los dos, volva a estar
alegre.
Yo? Voy a Nara, al Hzin. Un objeto largo y
estrecho, envuelto en brocado dorado y sujeto por el obi de
la joven le llam la atencin. Mientras lo miraba, le dijo:
Veo que tambin t tienes un tubo de cartas. Ten cuidado,
no vayas a perderlo.
Un tubo de cartas? A qu te refieres?
Aqu, en tu obi.
Ella se ech a rer.
Esto no es un tubo de cartas, tonto! Es una flauta!
Una flauta?
Lleno de curiosidad, Jtar acerc sin la menor reserva
la cabeza a la cintura de la joven para inspeccionar el objeto.
De repente experiment una sensacin extraa. Se apart y
pareci examinar a la chica.
Incluso los nios tienen un sentido de la belleza
femenina, o por lo menos comprenden instintivamente si
una mujer es pura o no. Jtar estaba impresionado por el
encanto de la joven, y lo respetaba. Consider un
extraordinario golpe de buena suerte ir al lado de una mujer
tan bonita. El corazn le lata con fuerza y senta una
especie de vrtigo.
Ya veo. Una flauta... Tocas la flauta, ta? le
pregunt. Entonces, recordando la reaccin de Akemi al or
esa palabra, cambi bruscamente la pregunta. Cmo te
llamas?
La joven se ech a rer y mir al samurai por encima de
la cabeza del chiquillo. El hirsuto guerrero tambin se ri,
mostrando una hilera de fuertes y blancos dientes detrs de
la barba.
Qu educacin la tuya! Cuando preguntas su
nombre a alguien, decir primero el tuyo es una cuestin de
buenos modales.
Me llamo Jtar.
Sus acompaantes volvieron a rerse.
Eso no es justo! grit el chiquillo. Me habis
obligado a deciros mi nombre, pero sigo sin saber los
vuestros. Cmo os llamis, seor?
Me llamo Shda dijo el samurai.
Ese debe de ser vuestro apellido. Cul es el nombre?
Debers conformarte con eso.
Impvido, Jtar se volvi a la joven y le dijo:
Ahora te toca a ti. Hemos dicho nuestros nombres.
Sera descorts que no nos dijeras el tuyo.
El mo es Ots.
Ots? repiti Jtar. Por un momento pareci
satisfecho, pero no cej en su interrogatorio. Por qu
vas por ah con una flauta en el obi?
La necesito para ganarme la vida.
Eres flautista de profesin?
No estoy segura de que exista la profesin de
flautista, pero el dinero que gano tocando me permite hacer
largos viajes como ste. Supongo que podras considerarlo
mi profesin.
Es la msica que tocas como la msica que he odo
en Gion y el santuario de Kamo? La msica de las danzas
sagradas?
No.
Es como la msica de otras clases de danzas..., tal
vez el Kabuki?
No.
Entonces qu clase de msica tocas?
Oh, slo melodas ordinarias.
Entretanto al samurai le haba intrigado la larga espada
de madera de Jtar.
Qu es lo que llevas a la cintura? le pregunt.
No distingus una espada de madera cuando la veis?
Crea que erais un samurai.
S, lo soy, pero me sorprende que t tambin lo seas.
Por qu la llevas?
Voy a estudiar esgrima.
De veras? An no tienes maestro?
Lo tengo.
Y es la persona a quien va dirigida esa carta?
S.
Si es tu maestro, debe de ser un autntico experto.
No es tan bueno.
Qu quieres decir?
Todo el mundo afirma que es dbil.
No te molesta tener a un hombre dbil por maestro?
No. Yo tampoco soy diestro con la espada, as que
poco importa.
El samurai apenas poda disimular su regocijo. Los
labios le temblaban levemente, como si fuese a sonrer, pero
segua teniendo una expresin de seriedad en los ojos.
Has aprendido alguna tcnica?
Pues... no exactamente. Todava no he aprendido
nada de nada.
Finalmente el samurai se ech a rer.
Andar contigo hace que el camino parezca ms
corto!... Y t, joven dama, adonde te diriges?
A Nara, pero no s a qu lugar de la ciudad. Hay un
rnin al que trato de localizar desde hace alrededor de un
ao, y como me he enterado de que muchos de ellos se han
reunido recientemente en Nara, me propongo ir all, aunque
admito que ese rumor no es gran cosa para seguir adelante.
Apareci ante ellos el puente Uji. Bajo los aleros de una
casa de t, un anciano muy aseado, provisto de una tetera
enorme, reparta sus existencias entre los clientes, sentados
a su alrededor en taburetes. Al ver a Shda, le salud
cordialmente.
Qu grato es ver a alguien de la casa de Yagy! le
dijo. Entrad, entrad!
Tan slo quisiramos descansar un poco. Podras
darle al chico unos dulces?
Jtar permaneci en pie mientras sus acompaantes se
sentaban. Para l, sentarse y descansar era un aburrimiento.
Cuando llegaron los pasteles, los cogi y subi corriendo a
una pequea colina detrs de la casa de t.
Mientras sorba su t, Ots pregunt al anciano:
Todava falta mucho hasta Nara?
S. Incluso un buen andarn probablemente no llegara
ms all de Kizu antes de la puesta de sol. Una chica como
t debera pasar la noche en Taga o Ide.
Entonces intervino Shda.
Esta joven lleva buscando a alguien desde hace meses.
Pero no s... Crees que en estos tiempos est segura una
joven que viaja a Nara sola y sin saber dnde va a alojarse?
La pregunta dej pasmado al viejo.
Ni siquiera debera pensar en ello! dijo
rotundamente. Volvindose a Ots, agit una mano ante su
cara y aadi: Renuncia por completo a esa idea. Si
tuvieras la seguridad de que vas a estar con alguien sera
distinto, pero en caso contrario Nara puede ser un lugar
muy peligroso.
El propietario se sirvi una taza de t y les cont lo que
saba de la situacin en Nara. Al parecer, la mayora de la
gente tena la impresin de que la antigua capital era un
lugar tranquilo y apacible con innumerables templos
pintorescos y ciervos domados, un lugar al que no
perturbaban las guerras ni la hambruna, pero lo cierto era
que la ciudad ya no responda en absoluto a esa imagen.
Despus de la batalla de Sekigahara, nadie saba cuntos
rnin del bando perdedor haban ido a esconderse all. En su
mayora eran partidarios de Osaka pertenecientes al
Ejrcito Occidental, samuris que ahora carecan de ingresos
y tenan pocas esperanzas de encontrar otra profesin.
Como el poder del shogunado Tokugawa aumentaba de un
ao a otro, era dudoso que aquellos fugitivos volvieran
alguna vez a ser capaces de ganarse la vida en campo abierto
con sus espadas.
Segn la mayora de los clculos, entre 120.000 y
130.000 samuris haban perdido sus posiciones. Los
Tokugawa vencedores haban confiscado fincas que
representaban unos ingresos anuales de treinta y tres
millones de fanegas de arroz. Aun cuando se tomara en
consideracin a los seores feudales a los que se haba
permitido establecerse de nuevo a una escala ms modesta,
por lo menos ochenta daimys, con un total de ingresos
estimado en veinte millones de fanegas, haban sido
desposedos. Sobre la base de que por cada quinientas
fanegas a tres samuris les haban cortado sus amarras,
obligndoles a ocultarse en distintas provincias, e
incluyendo sus familias y servidores, el nmero total no
poda ser inferior a cien mil.
La zona alrededor de Nara y el monte Kya estaba llena
de templos y, en consecuencia, a las fuerzas de Tokugawa
les resultaba difcil patrullarla. Por el mismo motivo, era un
lugar ideal para esconderse, y los fugitivos se trasladaban
all en tropel.
Hombre dijo el anciano, el famoso Sanada
Yukimura se esconde en el monte Kudo, y dicen que
Sengoku Sya est en la vecindad del Hryji y Ban
Dan'emon en el Kfukuji. Podra nombrar a ms.
Todos ellos eran hombres marcados, a los que se les
poda matar de inmediato si se dejaban ver. Su nica
esperanza de futuro era que la guerra estallara de nuevo.
El viejo opinaba que la situacin no sera tan mala si
slo esos rnin famosos estuvieran ocultos, puesto que
todos ellos tenan cierto prestigio y podan ganarse la vida
y sostener a sus familias. Sin embargo, complicaban las
cosas los samuris indigentes que merodeaban por las calles
apartadas del centro y pasaban tales apuros que venderan
sus espadas si pudieran. La mitad de ellos se dedicaban a
pelearse, jugar y turbar la paz de otras maneras, con la
esperanza de que los disturbios que causaban haran que las
fuerzas de Osaka se levantaran en armas. La ciudad de
Nara, en otro tiempo tranquila, se haba convertido en un
nido de bandidos. Para una joven atractiva como Ots, ir
all equivaldra a verterse aceite en el kimono y arrojarse a
una hoguera. El propietario de la casa de t, emocionado
por sus propias palabras, concluy rogando con
vehemencia a Ots que cambiara de idea.
La joven, ahora dubitativa, permaneci un rato en
silencio. De haber tenido la menor indicacin de que
Musashi podra estar en Nara, no habra pensado dos veces
en el peligro. Pero lo cierto era que no haba nada que la
incitara a seguir adelante. Se haba limitado a errar hacia
Nara... como lo haba hecho hacia otros lugares durante el
ao transcurrido desde que Musashi la dej plantada en el
puente de Himeji.
Al ver su expresin de perplejidad, Shda se dirigi a
ella.
Has dicho que te llamas Ots, no es cierto?
Bien, Ots, te lo digo no sin vacilacin, pero por
qu no abandonas la idea de ir a Nara y te vienes conmigo al
feudo de Koyagy? Sintindose obligado a decirle ms
acerca de s mismo y asegurarle que sus intenciones eran
honorables, aadi: Mi nombre completo es Shda
Kizaemon, y estoy al servicio de la familia Yagy. Resulta
que mi seor, ahora octogenario, ya no est en activo y
padece un terrible aburrimiento. Cuando has dicho que te
ganabas la vida tocando la flauta, se me ha ocurrido que
sera un gran consuelo para l que estuvieras a su
disposicin para distraerle con tu msica de vez en cuando.
Crees que podra interesarte?
El anciano intervino de inmediato con una entusiasta
aprobacin.
No hay duda de que deberas ir con l. Como
probablemente sepas, el viejo seor de Koyagy es el gran
Yagy Muneyoshi. Ahora que se ha retirado, ha adoptado
el nombre de Sekishsai. En cuanto su heredero, Munenori,
seor de Tajima, regres de Sekigahara, le llamaron a Edo y
nombraron instructor de la casa del shgun. En fin, no hay
familia ms grande en Japn que los Yagy. Ser invitado a
Koyagy es ya un honor. Por favor, no dejes de aceptar!
Al saber que Kizaemon era un oficial de la famosa casa
de Yagy, Ots se felicit por haber adivinado que no era
un samurai ordinario. Aun as, le resultaba difcil responder
a su proposicin.
Ante su silencio, Kizaemon le pregunt:
No quieres venir?
No se trata de eso. No podra desear una oferta
mejor, pero temo que mi habilidad con la flauta no est a la
altura de un gran hombre como Yagy Muneyoshi.
Oh, no lo pienses ms. Los Yagy son muy
diferentes de los otros daimys. Sekishsai, en particular,
tiene los gustos sencillos y tranquilos de un maestro de la
ceremonia del t. Creo que le molestara ms tu falta de
confianza en ti misma que esa imaginaria carencia de
habilidad musical.
Ots comprendi que ir a Koyagy en vez de errar sin
rumbo por Nara le ofreca cierta esperanza, por ligera que
fuese. Desde la muerte de Yoshioka Kamp, los Yagy eran
considerados por muchos como los ms grandes exponentes
de las artes marciales en el pas. Era de esperar que
espadachines procedentes de todas partes llamaran a su
puerta, e incluso era posible que hubiera un registro de
visitantes. Qu feliz sera ella si en esa lista encontrara el
nombre de Miyamoto Musashi!
Pensando sobre todo en esa posibilidad, respondi
entusiasmada:
Si crees de veras que es correcto, ir.
Vendrs conmigo? Magnfico! Te estoy muy
agradecido... Humm, dudo de que una mujer pueda recorrer
todo el camino antes de que anochezca. Sabes montar a
caballo?
S.
Kizaemon agach la cabeza por debajo de los aleros y
alz la mano en direccin al puente. El mozo de caballos
que aguardaba all lleg corriendo con un caballo y
Kizaemon se lo ofreci a Ots. l camin a su lado.
Jtar los vio desde la elevacin detrs de la casa de t
y los llam.
Os vais ya?
S, nos vamos.
Esperadme!
Haban recorrido la mitad del puente Uji cuando Jtar
les dio alcance. Kizaemon le pregunt qu haba estado
haciendo y l respondi que en el bosquecillo de la colina
haba muchos hombres dedicados a cierto juego. No saba
de qu se trataba, pero pareca interesante.
El mozo de caballos se ech a rer.
Deba de ser la chusma de los rnin en una sesin de
juego. No tienen bastante dinero para comer, as que atraen
a los viajeros con sus juegos y los dejan completamente
desplumados. Qu vergenza!
Quieres decir que practican juegos de azar para
ganarse la vida? le pregunt Kizaemon.
S, y los jugadores cuentan entre los mejores
respondi el mozo. Muchos otros se han vuelto
secuestradores y chantajistas. Son tan brutales que nadie
puede hacer nada para pararles los pies.
Por qu el seor del distrito no los arresta o
expulsa?
Son demasiados..., tantos que no podra enfrentarse a
ellos. Si todos los rnin de Kawachi, Yamato y Kii se
unieran, seran ms fuertes que sus propias tropas.
Tengo entendido que Kga tambin est llena de
ellos.
S. Hasta all llegaron en su huida los de Tsutsui.
Estn decididos a resistir hasta la prxima guerra.
Segus hablando as sobre los rnin intervino
Jtar, pero algunos de ellos deben de ser buenos
hombres.
Eso es cierto convino Kizaemon.
Mi maestro es un rnin!
Kizaemon se ech a rer y dijo;
As que por eso hablas en su defensa. Eres muy leal...
Dijiste que vas camino del Hzin, no es cierto? Tu
maestro es de ah?
No lo s con seguridad, pero me dijo que, si no le
encontraba ah, ellos me diran dnde est.
Cul es su estilo de esgrima?
No lo s.
Eres su discpulo y no conoces su estilo?
Seor dijo el mozo de caballos. Hoy la esgrima
est de moda, todo el mundo la estudia por ah. Slo en este
camino uno puede encontrarse con cinco o diez practicantes
cualquier da de la semana. Y eso se debe a que ahora hay
muchos ms rnin que antes dedicados a dar lecciones.
Supongo que se es en parte el motivo.
Se sienten atrados porque han odo decir que si uno
es diestro con la espada, los daimy se pegarn por
contratarlos a cambio de cuatro o cinco mil fanegas de arroz
al ao.
Una manera rpida de enriquecerse, eh?
Exactamente. Si uno piensa en ello, es para asustarse.
Vamos, si hasta este chico tiene una espada de madera.
Probablemente cree que slo ha de aprender a golpear con
ella a la gente para convertirse en un hombre de veras. Hay
muchos as, y lo triste del caso es que, al final, la mayora
de ellos pasarn hambre.
Jtar sinti un acceso de clera.
Qu ests diciendo? Atrvete a repetirlo!
Odle! Parece una pulga llevando un mondadientes,
pero ya se imagina que es un gran guerrero.
Kizaemon se ech a rer.
Vamos, Jtar, no te enfades, o volvers a perder ese
tubo de bamb.
No lo perder! No os preocupis por m!
Siguieron adelante, Jtar malhumorado y silencioso,
los dems contemplando la lenta puesta de sol. Por fin
llegaron al embarcadero del transbordador en el ro Kizu.
Aqu es donde te dejamos, muchacho. Pronto
oscurecer, por lo que ser mejor que te des prisa. Y no
pierdas tiempo por el camino.
Ots? dijo Jtar, creyendo que la joven ira con
l.
Ah, olvid decrtelo respondi ella. He decidido
ir con este caballero al castillo de Koyagy. El chiquillo
pareci anonadado. Cudate aadi Ots, sonriente.
Debera haber sabido que acabara otra vez solo.
Cogi una piedra y la hizo rebotar en la superficie del agua.
Bueno, sin duda nos veremos uno de estos das. Tu
hogar parece ser la carretera y tambin yo viajo un poco.
Jtar no pareca querer moverse de all.
Dime a quin ests buscando le pidi. Qu
clase de persona es?
Sin responderle, Ots se despidi agitando la mano.
Jtar corri a lo largo de la orilla y salt al mismo
centro del pequeo transbordador. Cuando la embarcacin,
envuelta en la luz rojiza del sol poniente, estaba a mitad del
ro, el chiquillo mir atrs y apenas tuvo tiempo de ver el
caballo de Ots y a Kizaemon en el camino del templo
Kasagi. Estaban en el valle, ms all del punto donde el ro
se estrecha de sbito y es engullido lentamente por las
primeras sombras de las montaas.
El Hzin
Los estudiantes de las artes marciales conocan
invariablemente el Hzin. Si un hombre que afirmaba ser
un estudiante serio se refera a l como a otro templo
cualquiera, sa era razn suficiente para que le considerasen
como un impostor. Tambin entre la poblacin local era
algo bien sabido, aunque, curiosamente, pocos estaban
familiarizados con el Depsito Shsin que, con su
inapreciable coleccin de objetos de arte antiguos, era
mucho ms importante.
El templo estaba situado en la colina Abura, en medio
de un vasto y frondoso bosque de cedros. Era exactamente
la clase de lugar que habitaran los duendes. Tambin all
haba recordatorios de las glorias del perodo de Nara, las
ruinas de un templo, el Ganrin'in, y de la enorme casa de
baos pblica construida por la emperatriz Kmy para los
pobres, pero todo lo que quedaba de esos edificios eran las
piedras diseminadas de los cimientos que sobresalan entre
el musgo y los hierbajos.
Musashi consigui orientarse sin dificultad hasta la
colina Abura, pero una vez all mir a su alrededor con
perplejidad, pues el bosque era un nido que cobijaba a otros
muchos templos. Los cedros haban resistido los embates
del invierno y se haban baado con las primeras lluvias
primaverales, y ahora el verdor de sus hojas era el ms
intenso. Por encima de sus ramajes se poda distinguir a la
luz crepuscular las suaves curvas femeninas del monte
Kasuga. Las montaas lejanas an estaban iluminadas por la
brillante luz del sol.
Aunque ninguno de los templos pareca ser el que
buscaba, Musashi fue de portal en portal inspeccionando
las placas en las que estaban inscritos sus nombres. Tan
absorta estaba su mente en encontrar el Hzin, que cuando
vio el letrero del zin al principio lo ley mal, puesto que
slo el primer carcter, el que se lea , era diferente.
Aunque en seguida se dio cuenta de su error, de todos
modos ech un vistazo al interior. El zin pareca
pertenecer a la secta Nichiren. Por lo que Musashi saba, el
Hzin era un templo Zen que no tena ninguna conexin
con Nichiren.
Mientras permaneca all en pie, un joven monje que
regresaba al zin pas por su lado y le mir con
suspicacia.
Musashi se quit el sombrero y le pregunt:
Podra molestarte pidindote cierta informacin?
Qu quieres saber?
Es ste el templo llamado zin?
S, eso es lo que dice en la placa.
Me han dicho que el Hzin est en la colina Abura.
Es cierto?
Est justo detrs de este templo. Vas ah a un
encuentro de esgrima?
S.
Entonces permteme que te d un consejo. Olvdalo.
Por qu?
Es peligroso. Comprendo que alguien impedido de
nacimiento vaya ah a que le enderecen las piernas, pero no
veo ninguna razn por la que cualquiera con unos buenos
miembros rectos haya de ir ah para que le dejen paraltico.
El monje tena un buen fsico y era un tanto distinto del
monje corriente de la secta Nichiren. Segn l, el nmero de
aspirantes a guerreros haba crecido tanto que incluso en el
Hzin haban llegado a considerarlos como un estorbo. Al
fin y al cabo, el templo era un santuario para la luz de la ley
de Buda, como indicaba su nombre. Su verdadero inters
radicaba en la religin, y las artes marciales eran slo una
actividad secundaria, por as decirlo.
Kakuzenb In'ei, el abad anterior, haba visitado con
frecuencia a Yagy Muneyoshi. A travs de su asociacin
con ste y su amigo, el seor Kizumi de Ise, el abad se
haba interesado por las artes marciales y finalmente se
haba dedicado a la esgrima como pasatiempo. Luego haba
ideado nuevas maneras de usar la lanza, lo cual, como
Musashi ya saba, era el origen del tan estimado estilo
Hzin.
In'ei tena ahora ochenta y cuatro aos y estaba
completamente senil. Apenas vea a nadie, e incluso cuando
reciba una visita era incapaz de seguir la conversacin. Slo
poda estar sentado y hacer movimientos ininteligibles con
su boca desdentada. No pareca comprender nada de lo que
le decan. En cuanto a la lanza, la haba olvidado del todo.
Como puedes ver concluy el monje tras explicarle
todo esto, no te servira de mucho ir ah. Probablemente
no podras entrevistarte con el maestro, y aunque lo
hicieras, no aprenderas nada. Sus bruscos modales
dejaron bien claro que estaba deseoso de librarse de
Musashi.
Aunque era consciente de que el monje no le tomaba en
serio, Musashi insisti:
He odo hablar de In'ei y s que es cierto lo que has
dicho de l. Pero tambin s que un sacerdote llamado
Inshun se ha convertido en su sucesor. Dicen que an est
estudiando pero que ya conoce todos los secretos del estilo
Hzin. Segn lo que he odo, aunque ya tiene muchos
estudiantes, nunca se niega a orientar a quien le visita.
Ah, Inshun dijo el monje desdeosamente. Son
rumores infundados. Inshun es en realidad un alumno del
abad del zin. Despus de que In'ei empezara a acusar su
edad, nuestro abad crey que sera vergonzoso que la
reputacin del Hzin se echara a perder, por lo que ense
a Inshun los secretos de la lucha con lanza, lo que l mismo
haba aprendido de In'ei, y luego se encarg de que Inshun
fuese nombrado abad.
Comprendo dijo Musashi.
Pero an quieres ir ah?
Bueno, despus de haber viajado tanto...
S, claro.
Has dicho que est detrs de aqu. Es mejor dar la
vuelta por la izquierda o la derecha?
No es necesario que des la vuelta. Es mucho ms
rpido ir directamente a travs de nuestro templo. No tiene
prdida.
Musashi le dio las gracias y pas ante la cocina del
templo, hacia el fondo del recinto, que con su almacn de
pasta de alubias y una huerta de considerable tamao, se
pareca mucho al terreno alrededor de la casa de un
agricultor acaudalado. Ms all del jardn vio el Hzin.
Caminando por el suelo blando entre hileras de colza,
rbanos y cebolletas, vio que a un lado haba un viejo
cortando verduras. Encorvado sobre su azada, miraba
atentamente la hoja. Todo lo que Musashi poda ver de su
rostro era un par de cejas blancas como la nieve, y aparte
del ruido de la azada al chocar con las piedras, el silencio era
absoluto.
Musashi supuso que el anciano era un monje del zin.
Se dispuso a dirigirle la palabra, pero el hombre estaba tan
absorto en su trabajo que le pareci descorts molestarle.
Sin embargo, al pasar en silencio por su lado, se dio
cuenta repentinamente de que el viejo le estaba mirando los
pies por el rabillo del ojo. Aunque el hombre no se mova ni
hablaba, Musashi sinti que una fuerza aterradora le
atacaba, una fuerza como la del relmpago que rasga las
nubes. Aquello no era una ensoacin. Senta realmente que
la misteriosa energa atravesaba su cuerpo y, aterrado, dio
un salto. Se senta acalorado, como si acabara de evitar un
golpe mortfero de espada o lanza.
Mirando por encima del hombro, vio que el hombre
encorvado an estaba vuelto hacia l mientras la azada
segua su movimiento incesante. Qu diablos habr sido
eso?, se pregunt, pasmado por la energa que le haba
golpeado.
Cuando lleg a la entrada del Hzin su curiosidad
segua viva. Mientras esperaba que saliera un servidor,
pens: Inshun debe de ser todava joven. El monje ha
dicho que In'ei est senil y se ha olvidado por completo de
la lanza, pero me pregunto.... El incidente en el jardn
permaneca en el fondo de su mente.
Llam a voz en cuello dos veces ms, pero la nica
respuesta fue el eco de los rboles circundantes. Repar en
un gong grande al lado de la entrada y lo toc. Casi de
inmediato le lleg la respuesta desde lo ms profundo del
templo.
Un sacerdote sali a recibirle, un hombre alto y fornido.
De haber sido uno de los sacerdotes-guerreros del monte
Hiei, podra haber estado al frente de un batalln.
Acostumbrado como estaba a recibir con mucha frecuencia
visitas de gente como Musashi, le dirigi una breve mirada e
inquiri:
Eres un shugysha?
S.
A qu has venido?
Quisiera conocer al maestro.
Entra le dijo el sacerdote, e hizo un gesto hacia la
derecha de la entrada, sugiriendo indirectamente a Musashi
que deba lavarse los pies primero.
Haba un barril rebosante de agua suministrada por una
tubera de bamb y, apuntando aqu y all, unos diez pares
de sandalias desgastadas y sucias.
Musashi sigui al sacerdote por un corredor ancho y
oscuro. El religioso le mostr una antesala y le dijo que
esperase. Flotaba en el aire el olor a incienso, y a travs de
la ventana se vean las anchas hojas de un llantn. Aparte de
las maneras poco ceremoniosas del gigante que le haba
franqueado la entrada, nada de lo que vea indicaba que
hubiera algo fuera de lo corriente en aquel templo.
Cuando reapareci, el sacerdote le tendi un registro y
un tintero, dicindole:
Escribe tu nombre, dnde has estudiado y qu estilo
utilizas. Le habl como si diera instrucciones a un nio.
El ttulo del registro deca: Lista de personas que
visitan este templo para estudiar. Administrador del
Hzin. Musashi abri el libro y ech un vistazo a los
nombres, cada uno anotado bajo la fecha en la que el
samurai o estudiante haba realizado su visita. Siguiendo el
estilo de la ltima entrada, anot la informacin requerida,
omitiendo el nombre de su maestro.
El sacerdote, por supuesto, estaba especialmente
interesado en ese dato.
La respuesta de Musashi fue esencialmente la misma
que diera en la escuela Yoshioka. Haba practicado el uso de
la porra bajo la direccin de su padre, sin poner demasiado
empeo en ello. Desde que decidi estudiar en serio, tom
por maestro cuanto hay en el universo, as como los
ejemplos dados por sus predecesores en todo el pas.
Termin diciendo:
Todava estoy en proceso de aprendizaje.
Humm. Probablemente ya lo sepas, pero desde la
poca de nuestro primer maestro, el Hzin ha sido
celebrado en todas partes por sus tcnicas de lanza. La
lucha que se realiza aqu es ruda, y no hay excepciones.
Antes de que sigas adelante, quiz deberas leer lo que est
escrito al comienzo del registro.
Musashi cogi el libro, lo abri y ley la estipulacin,
que antes haba pasado por alto. Deca as: Habiendo
acudido aqu con el propsito de estudiar, absuelvo al
templo de toda responsabilidad en caso de que sufra
lesiones fsicas o fallezca.
Estoy de acuerdo dijo Musashi con una leve
sonrisa.
Aquello no era ms que sentido comn para cualquiera
decidido a convertirse en un guerrero.
Muy bien. Ven por aqu.
El dj era inmenso. Los monjes deban de haber
sacrificado una sala de lectura o algn otro gran edificio del
templo para crearlo. Musashi nunca haba visto una sala
con columnas de semejante circunferencia, y tambin
observ restos de pintura, pan de oro y pigmento blanco en
el armazn del montante, cosas que no se encontraban en
las salas de prctica ordinarias.
Musashi no era el nico visitante. Ms de diez
estudiantes-guerreros estaban sentados en la zona de
espera, con un nmero similar de estudiantes-sacerdotes.
Adems, haba varios samuris que parecan meros
observadores. Todos estaban tensos, observando a dos
lanceros en un encuentro de prctica. Nadie mir hacia
Musashi cuando se sent en un rincn.
Segn un letrero que colgaba de la pared, si cualquiera
quera luchar con lanzas autnticas el desafo deba ser
aceptado, pero los combatientes que ahora estaban en la
pista utilizaban largas varas de roble. No obstante, un golpe
con aquellas lanzas de prctica poda ser en extremo
doloroso, incluso fatal.
Al cabo de un rato uno de los luchadores fue derribado,
y mientras regresaba cojeando y derrotado a su sitio,
Musashi vio que uno de sus muslos ya se haba hinchado
hasta adquirir el tamao de un tronco. Incapaz de sentarse,
se apoy con dificultad en una rodilla y extendi adelante la
pierna herida.
El siguiente! grit el hombre que estaba en la
pista, un sacerdote de modales singularmente arrogantes.
Llevaba atadas a la espalda las mangas de su hbito, y
todo su cuerpo, piernas, brazos, hombros, incluso la frente,
pareca consistir en msculos abultados. La vara de roble
que sostena en posicin vertical meda por lo menos diez
pies de largo.
Entonces habl uno de los hombres que haban llegado
aquel da. Se at las mangas con una correa de cuero y sali
a la pista de prcticas. El sacerdote permaneci inmvil
mientras su adversario iba a la pared, elega una alabarda y
se enfrentaba a l. Hicieron sendas reverencias, como era de
rigor, pero apenas haban terminado cuando el sacerdote
emiti un aullido como de sabueso salvaje y
simultneamente descarg su vara sin miramientos en el
crneo del otro.
El siguiente dijo, volviendo a su posicin original.
Eso fue todo: el retador estaba listo. No pareca muerto
todava, pero el mero acto de alzar la cabeza del suelo era
superior a sus fuerzas. Un par de estudiantes-sacerdotes
salieron a la pista y se lo llevaron cogido por las mangas y
la cintura del kimono. En el suelo, detrs de l, se extenda
un reguero de saliva mezclada con sangre.
El siguiente! grit de nuevo el sacerdote, con el
mismo malhumor.
Al principio Musashi crey que era el maestro de
segunda generacin Inshun, pero los hombres sentados a su
alrededor le dijeron que no, que era Agn, uno de los
discpulos veteranos que eran conocidos como los Siete
pilares del Hzin. Aadieron que Inshun nunca tena que
intervenir personalmente en un encuentro, porque uno de
aqullos siempre pona a los retadores fuera de combate.
No hay nadie ms? bram Agn, ahora
sosteniendo la lanza de prctica horizontalmente.
El fornido administrador estaba comparando su registro
con las caras de los hombres que esperaban. Seal a uno.
No, hoy no... Volver en algn otro momento.
Y t?
No, hoy no me siento del todo en condiciones.
Uno tras otro renunciaron, hasta que Musashi vio que
el dedo le sealaba.
Y t?
Si te place...
Si te place? Qu significa eso?
Significa que me gustara luchar.
Musashi se levant y todos los ojos se centraron en l.
El altivo Agn se haba retirado de la pista y charlaba
animadamente con un grupo de sacerdotes, pero cuando
pareci que haba salido otro retador, hizo una mueca de
hasto y dijo con indolencia:
Que alguien me sustituya.
Adelante le acuciaron. Hay slo uno ms.
Agn cedi y regres con indiferencia al centro de la
pista. Cogi de nuevo la reluciente vara de madera negra,
con la que pareca totalmente familiarizado. En rpido
orden, adopt una actitud de ataque, dio la espalda a
Musashi y atac en la otra direccin.
Yaaa! grit como un rocho enfurecido,
abalanzndose hacia la pared del fondo y golpeando
salvajemente con la lanza una seccin utilizada para
prcticas.
Las tablas haban sido sustituidas poco antes, pero pese
a la elasticidad de la madera nueva, la lanza sin hoja de
Agn las rompi.
Yuuu!
Su grotesco grito de triunfo reverber en la sala mientras
extraa la lanza, y avanz hacia Musashi, dando pasos de
danza ms que andando, el vapor alzndose de su cuerpo
musculoso. Se apost a cierta distancia y mir furibundo a
su contrincante. Musashi haba salido slo con su espada
de madera, y ahora permaneca inmvil y, al parecer, un
poco sorprendido.
Preparado! grit Agn.
Se oy una risa seca al otro lado de la ventana, y una
voz dijo:
No seas necio, Agn! Mira, patn estpido, mira!
No vas a habrtelas con una tabla.
Sin variar su postura, Agn mir hacia la ventana.
Quin est ah? grit.
La risa continu, y entonces se hicieron visibles por
encima del alfizar, como si las hubiera colgado all un
anticuario, una calva reluciente y un par de cejas blancas
como la nieve.
No te har ningn bien, Agn. Esta vez no. Deja que
el hombre espere hasta pasado maana, cuando regrese
Inshun.
Musashi, que tambin haba vuelto la cabeza hacia la
ventana, vio que se trataba del anciano al que haba visto
camino del Hzin, pero apenas lo haba reconocido cuando
la cabeza desapareci.
Agn hizo caso de la advertencia del anciano hasta el
punto de relajar la sujecin del arma, pero en cuanto su
mirada volvi a cruzarse con la de Musashi, lanz un
juramento en direccin a la ventana ahora vaca... e hizo
caso omiso del consejo que haba recibido.
Mientras Agn aferraba con renovada fuerza su lanza,
Musashi, deseoso de guardar las formas, le pregunt:
Ests preparado ahora?
Esta solicitud encoleriz a Agn. Sus msculos eran
como el acero, y cuando salt, lo hizo con una ligereza
temible. Sus pies parecan estar en el suelo y el aire al
mismo tiempo, vibrando como la luz de la luna en las olas
del mar.
Musashi segua perfectamente inmvil, o as lo pareca.
No haba nada notable en su postura: sostena la espada
extendida con las dos manos, pero como era algo ms bajo
que su adversario y sin una musculatura tan espectacular,
casi daba una impresin de informalidad. La mayor
diferencia estaba en los ojos. La mirada de Musashi era
aguda como la de un pjaro, sus pupilas un coral claro
teido de sangre.
Agn sacudi la cabeza, quiz para eliminar los
torrentes de sudor que le brotaban de la frente, tal vez para
alejar las palabras de advertencia del anciano. Haban
hecho mella en l? Intentaba apartarlas de su mente? Fuera
cual fuese el motivo, lo cierto era que estaba agitado en
extremo. Cambi de posicin repetidas veces, tratando de
provocar a Musashi, pero ste segua inmvil.
La arremetida de Agn estuvo acompaada de un grito
desgarrador. En la fraccin de segundo que decidi el
encuentro, Musashi par el golpe y contraatac.
Qu ha ocurrido?
Los sacerdotes compaeros de Agn corrieron hacia l
y formaron a su alrededor un crculo negro. En medio de la
confusin generalizada, alguien tropez con su lanza de
prcticas y qued tumbado en el suelo.
Uno de los sacerdotes se levant, con las manos y el
pecho manchados de sangre, y grit:
Medicina! Traed la medicina. Rpido!
No necesitaris ninguna medicina dijo el anciano,
que acababa de entrar en la sala y haba evaluado
rpidamente la situacin. Su semblante reflejaba la irritacin
que senta. Si hubiera credo que la medicina le salvara,
no habra intentado detenerle en primer lugar. El muy
idiota!
Nadie prestaba atencin a Musashi. ste, a falta de algo
mejor que hacer, regres a la puerta principal y empez a
calzarse las sandalias.
El anciano le sigui.
T! le dijo.
Musashi replic por encima del hombro:
S?
Me gustara cambiar unas palabras contigo. Vuelve
adentro.
Acompa a Musashi a una habitacin detrs de la sala
de prcticas, una celda sencilla, cuadrada, cuya nica
abertura en las cuatro paredes era la puerta. Una vez
sentados, el anciano le dijo:
Sera ms apropiado por parte del abad venir a
saludarte, pero est de viaje y no volver hasta dentro de
dos o tres das. As pues, actuar en su nombre.
Eres muy amable dijo Musashi, inclinando la
cabeza. Agradezco el buen adiestramiento que he recibido
hoy, pero creo que debera disculparme por el cariz
desafortunado que ha tenido...
Por qu? Esa clase de cosas ocurren. Tienes que
estar dispuesto a aceptarlas antes de empezar la lucha. No
dejes que eso te preocupe.
Son graves las lesiones de Agn?
Ha tenido una muerte instantnea respondi el
anciano. Su aliento fue como un viento fro en el rostro de
Musashi.
Ha muerto? Y dijo para sus adentros: As que ha
vuelto a ocurrir.
Otra vida segada por su espada de madera. Cerr los
ojos e invoc en su corazn el nombre de Buda, como haba
hecho en similares ocasiones en el pasado.
Joven!
S, seor.
Te llamas Miyamoto Musashi?
As es.
Con quin has estudiado las artes marciales?
No he tenido maestro en el sentido ordinario. Mi
padre me ense a manejar la porra en mi infancia. Desde
entonces, he seleccionado una serie de tcticas de samuris
mayores en diversas provincias. Tambin he pasado algn
tiempo viajando por el campo, aprendiendo de las
montaas y los ros, a los que tambin considero como
maestros.
Pareces tener la actitud correcta. Pero eres tan
fuerte...! Demasiado fuerte!
Creyendo que le estaba alabando, Musashi se sonroj y
dijo:
Oh, no! An soy inmaduro. Siempre cometo errores.
Eso no es lo que quiero decir. Tu fuerza constituye
tu problema. Debes aprender a controlarla, a debilitarte.
Cmo? replic Musashi, perplejo.
Recordars que hace un rato pasaste por la huerta
donde estaba trabajando.
S.
Al verme, diste un salto, verdad?
S.
Por qu lo hiciste?
Se me ocurri que podras usar tu azada como un
arma y golpearme las piernas con ella. Y luego, aunque
parecas concentrar la atencin en el suelo, tu mirada me
traspas de parte a parte. Percib algo letal en esa mirada,
como si estuvieras buscando mi punto flaco... para atacarlo.
El anciano se ech a rer.
Fue exactamente al revs. Cuando an estabas a unos
cincuenta pies de m, percib eso que llamas algo letal en
el aire. Lo not en el borde de mi azada..., con tanta fuerza
se manifiestan tu espritu de lucha y tu ambicin a cada
paso que das. Supe que deba estar preparado para
defenderme.
Si hubiera pasado por mi lado uno de los campesinos
locales, yo mismo no habra sido ms que un anciano
cuidando de las verduras. Es cierto que percibiste
beligerancia en m, pero slo ha sido un reflejo de la tuya.
As pues, Musashi haba estado en lo cierto al pensar,
incluso antes de que intercambiaran las primeras palabras,
que aqul no era un hombre ordinario. Ahora tena la
intensa sensacin de que el sacerdote era el maestro y l un
discpulo. Su actitud hacia el anciano de espalda encorvada
se hizo adecuadamente deferente.
Te agradezco la leccin que me has dado. Puedo
preguntarte tu nombre y tu posicin en este templo?
No pertenezco al Hzin. Soy el abad del zin y
me llamo Nikkan.
Comprendo.
Soy un viejo amigo de In'ei, y como estudiaba el
manejo de la lanza, decid estudiar con l. Ms adelante
tuve un par de ideas. Ahora jams toco el arma.
Supongo que eso significa que Inshun, el abad actual,
es tu discpulo.
S, podras considerarlo as. Pero los sacerdotes no
deberan utilizar en absoluto las armas, y considero
desafortunado que el Hzin se haya hecho famoso por un
arte marcial ms que por el fervor religioso. Con todo,
algunas personas consideraban que era una lstima que el
estilo Hzin se extinguiera, por lo que se lo ense a
Inshun y a nadie ms.
Me permitiras quedarme en el templo hasta el
regreso de Inshun?
Es que te propones desafiarle?
Bueno, ya que estoy aqu, me gustara ver cmo usa
su lanza el maestro principal.
Nikkan sacudi la cabeza en un gesto de reproche.
Es una prdida de tiempo. Aqu no hay nada que
aprender.
De veras?
Acabas de ver el estilo Hzin de lucha con la lanza,
cuando has luchado con Agn. Qu ms necesitas ver? Si
quieres aprender ms, obsrvame. Mrame a los ojos.
Nikkan irgui los hombros, adelant ligeramente la
cabeza y mir fijamente a Musashi. Sus ojos parecan a
punto de salrsele de las rbitas. Mientras Musashi le
devolva la mirada, las pupilas de Nikkan brillaron primero
con una llama coralina y luego adquirieron gradualmente una
profundidad azul celeste. Su resplandor deslumbre la mente
de Musashi, el cual apart la vista. La risa quebradiza de
Nikkan era como el ruido de unas tablas completamente
secas.
El anciano desvi la mirada slo cuando un sacerdote
ms joven entr en la habitacin y le susurr algo.
Trelo le orden.
Poco despus regres el joven sacerdote con una
bandeja y un recipiente redondo de madera que contena
arroz, del cual Nikkan sirvi un cuenco a Musashi.
Te recomiendo las gachas de t y los encurtidos,
llamados encurtidos de Hzin porque los hacen aqu...,
pepinos rellenos de albahaca y guindilla. Creo que te
gustar bastante su sabor.
Mientras Musashi coga los palillos, volvi a notar la
mirada de Nikkan fija en l. An no poda saber si su
cualidad penetrante se originaba en el interior del sacerdote
o si era una respuesta a algo que l mismo emita. Mordi
un encurtido y tuvo la sensacin de que el puo de Takuan
estaba a punto de golpearle de nuevo o que la lanza cerca
del umbral iba a volar hacia l.
Despus de que hubiera tomado un cuenco de arroz
mezclado con t y dos encurtidos, Nikkan le pregunt:
Te apetece un poco ms?
No, gracias, es suficiente.
Qu te han parecido los encurtidos?
Muy buenos, gracias.
Cuando ya haba salido del templo, la quemazn de la
guindilla en su lengua era todo lo que Musashi recordaba del
sabor de los encurtidos. Tampoco era aqul el nico
escozor que experimentaba, pues sali convencido de que,
de alguna manera, haba sido derrotado. Mientras caminaba
lentamente por un bosque de cedros, se deca: He perdido.
Me han aventajado!. A la plida luz, unas sombras
huidizas se cruzaron en su camino, una pequea manada de
ciervos, asustados por sus pasos.
Cuando era slo cuestin de fuerza fsica, gan, pero
he salido de all sintindome derrotado. Por qu? Acaso
gan externamente slo para perder dentro de m?
De repente se acord de Jtar y dio media vuelta,
regresando al Hzin, donde todava ardan las luces.
Cuando se anunci, el sacerdote que montaba guardia en la
puerta asom la cabeza y le dijo con indiferencia:
Qu ocurre? Te has olvidado algo?
S. Maana o pasado vendr aqu alguien en mi busca.
Cuando lo haga, le dirs que estar en la vecindad del
estanque Sarusawa? As preguntar por m en las posadas
de all.
De acuerdo.
Puesto que la respuesta fue tan despreocupada,
Musashi se sinti obligado a aadir:
Ser un muchacho. Se llama Jtar y es muy
pequeo, por lo que te ruego que le transmitas con claridad
el mensaje.
Al desandar de nuevo sus pasos, Musashi musit para
sus adentros: Eso demuestra que he perdido. Incluso me
olvid de dejarle un mensaje a Jtar. He sido derrotado
por el viejo abad!. El desaliento de Musashi persista.
Aunque haba vencido a Agn, lo nico que permaneca en
su mente era la inmadurez que haba experimentado en
presencia de Nikkan. Cmo podra llegar a ser algn da un
gran espadachn, el mejor de todos? Tal era el interrogante
que le obsesionaba da y noche, y el encuentro de aquel da
le haba dejado profundamente deprimido.
Ms o menos durante los ltimos veinte aos, la zona
entre el estanque de Sarusawa y el curso bajo del ro Sai
haba sido urbanizada de manera constante, y haba una
mezcolanza de nuevas casas, posadas y tiendas.
Recientemente kubo Nagayasu haba acudido a la ciudad
para gobernarla en nombre de los Tokugawa, y establecido
sus oficinas administrativas en las cercanas. En medio de la
ciudad se encontraba el establecimiento de un chino de
quien se deca que era descendiente de Lin Ho-ching. Haba
tenido tanto xito con sus buuelos rellenos que se estaba
construyendo una ampliacin del negocio en direccin al
estanque.
Musashi se detuvo ante las luces del distrito ms activo
y se pregunt dnde iba a alojarse. Haba muchas posadas,
pero deba tener cuidado con los fastos. Al mismo tiempo,
deseaba elegir un lugar que no estuviera lejos del camino
principal, a fin de que Jtar pudiera encontrarle
fcilmente.
Acababa de comer en el templo, pero cuando percibi el
aroma de los buuelos rellenos volvi a sentirse
hambriento. Entr en el establecimiento, se sent y pidi
un plato lleno. Cuando se lo sirvieron, Musashi observ
que el nombre Lin estaba grabado a fuego en la parte
inferior de los buuelos. Al contrario que los encurtidos
picantes del Hzin, saborear aquellos buuelos era un
placer.
La muchacha que le sirvi el t le pregunt cortsmente:
Dnde piensas alojarte esta noche?
Musashi, que no estaba familiarizado con el distrito,
aprovech la oportunidad para explicar su situacin y
pedirle consejo. Ella le dijo que uno de los familiares del
dueo tena una pensin donde sera bien recibido, y, sin
esperar su respuesta, sali. Volvi poco despus en
compaa de una mujer de aspecto juvenil, cuyas cejas
afeitadas indicaban que estaba casada. Presumiblemente era
la esposa del propietario.
La pensin se encontraba en un callejn tranquilo, no
lejos del restaurante, y al parecer era una residencia
ordinaria que en ocasiones aceptaba huspedes. La seora
sin cejas que le haba mostrado el camino dio unos leves
golpes en la puerta, y luego se volvi a Musashi y le dijo en
voz baja:
Es la casa de mi hermana mayor, as que no te
preocupes por la propina ni nada.
La doncella sali de la casa y las dos intercambiaron
susurros durante unos momentos. Satisfecha en apariencia,
acompa a Musashi al segundo piso.
La habitacin y su mobiliario eran demasiado buenos
para una posada ordinaria, y Musashi se sinti un poco
incmodo. Le intrigaba que una casa acomodada como
aqulla aceptara huspedes, y le pregunt los motivos a la
doncella, pero sta se limit a sonrer y no dijo nada. Como
ya haba comido, se ba y fue a acostarse, pero la cuestin
segua intrigndole mientras conciliaba el sueo.
A la maana siguiente, le dijo a la doncella:
Espero que venga alguien en mi busca. Podra
quedarme uno o dos das hasta que llegue?
Desde luego respondi ella, sin preguntarle
siquiera a la seora de la casa, la cual no tard en personarse
para presentar sus respetos al husped.
Era una mujer atractiva, de unos treinta aos y piel
tersa. Cuando Musashi intent satisfacer su curiosidad
sobre los motivos por los que aceptaba huspedes, ella
replic riendo:
A decir verdad, soy viuda... Mi marido era un actor
de teatro Noh llamado Kanze... y me atemoriza estar sin un
hombre en la casa, con todos esos rnin mal criados en la
vecindad.
Sigui explicando que, si bien las calles estaban llenas de
tabernas y prostitutas, a muchos samuris indigentes no les
satisfacan esas diversiones, sonsacaban informacin a los
jvenes y atacaban las casas donde no haba hombres.
Llamaban a esto visitar a las viudas.
En otras palabras dijo Musashi, aceptas
hombres como yo para que te sirvan de guardaespaldas, no
es cierto?
Bueno replic ella, sonriendo, como te he dicho,
no hay hombres en la casa. Por favor, considrate libre de
quedarte todo el tiempo que quieras.
Comprendo perfectamente. Confo en que te sientas
segura durante el tiempo que est aqu. Tan slo quisiera
pedirte una cosa. Estoy esperando un visitante... Te
importara colocar un letrero con mi nombre en la entrada?
La viuda, contenta porque as podra proclamar que
tena un hombre en casa, le complaci escribiendo
Miyamoto Musashi en una tira de papel que peg en un
poste del portal.
Jtar no se present aquel da, pero al siguiente
Musashi recibi la visita de un grupo de tres samuris.
Hicieron a un lado a la doncella que protestaba y subieron
las escaleras hasta su habitacin. Musashi los reconoci en
seguida: los tres haban estado entre el pblico en la sala de
prcticas del Hzin cuando mat a Agn. Se sentaron a su
alrededor como si le conocieran de toda la vida y
empezaron a cubrirle de halagos.
Nunca vi nada igual en toda mi vida dijo uno de
ellos. Estoy seguro de que jams haba ocurrido una cosa
as en el Hzin. Imagnate! Llega un visitante desconocido
y as, sin ms, despacha a uno de los Siete Pilares, y no uno
cualquiera, sino al aterrador Agn en persona. Un gruido y
escupi sangre. No se ven a menudo escenas como sa!
Otro de los hombres continu en la misma vena:
Todos nuestros conocidos hablan de ello. Todos los
rnin se preguntan unos a otros quin es ese Miyamoto
Musashi. Ha sido un mal da para la reputacin del Hzin.
Caramba, debes de ser el espadachn ms grande del
pas!
Y adems tan joven!
No hay duda de ello, e incluso mejorars con el
tiempo.
Si no te importa que te lo pregunte, a qu se debe
que, a pesar de tu habilidad, slo seas un rnin? No estar al
servicio de un daimy es desperdiciar tu talento!
Los tres hombres slo se interrumpan el tiempo
suficiente para tomar un sorbo de t y devorar las pastas
con fruicin, esparciendo migas en sus regazos y en el
suelo.
Azorado por la extravagancia de sus halagos, Musashi
miraba de derecha a izquierda y viceversa. Les escuch un
rato con semblante impasible, pensando que ms tarde o
ms temprano se les acabara el mpetu. Pero como no
parecan dispuestos a cambiar de tema, l tom la iniciativa
preguntndoles sus nombres.
Ah, perdona dijo el primero. Soy Yamazoe
Dampachi y estuve al servicio del seor Gam.
Me llamo tomo Banry se present el hombre
que estaba a su lado. He dominado el estilo Bokuden y
tengo grandes planes para el futuro.
Yo soy Yasukawa Yasubei dijo el tercero, riendo
entre dientes y nunca he sido ms que un rnin, como
antes lo fue mi padre.
Musashi se preguntaba por qu consuman su tiempo y
le hacan perder el suyo con aquella chchara. Era evidente
que no lo averiguara a menos que se lo preguntara, y as, la
prxima vez que hubo una pausa en la conversacin, les
dijo:
Es de presumir que habis venido porque tenis algn
asunto que tratar conmigo.
Ellos se fingieron sorprendidos por semejante
suposicin, pero pronto admitieron que les haba llevado
all algo que consideraban una misin muy importante.
Yasubei se inclin adelante y le explic:
En efecto, tenemos cierto asunto que tratar contigo.
Vers, nos proponemos establecer una diversin pblica
al pie del monte Kasuga, y queramos hablarte de ello. No
se trata de una funcin ni nada por el estilo. Nuestra idea es
realizar una serie de encuentros que ensearan a la gente lo
que son las artes marciales y, al mismo tiempo, les
ofreceran algo por lo que apostar.
Sigui diciendo que ya estaban montando las tribunas y
que las perspectivas parecan excelentes. No obstante,
crean que les haca falta otro hombre, porque si se
limitaban a los tres podra presentarse algn samurai
realmente fuerte y vencerlos a todos, lo cual significara la
prdida de su dinero tan duramente ganado. Haban
decidido que Musashi era la persona adecuada para ellos. Si
se les una, no slo se repartiran los beneficios, sino que
tambin le pagaran la comida y el alojamiento mientras
durasen los encuentros. As podra ganar rpida y
fcilmente algn dinero para sus futuros viajes.
Musashi escuch sus halagos con cierto regocijo, hasta
que se cans y les interrumpi dicindoles:
Si eso es todo lo que queris, es intil que
discutamos. No me interesa.
Pero por qu? le pregunt Dampachi. Por qu
no te interesa?
Entonces estall el genio juvenil de Musashi.
No soy un jugador! exclam, indignado. Y
como con palillos, no con mi espada!
Cmo! protestaron los tres, sintindose
insultados. Qu queris decir con eso?
Es que no lo entendis, necios? Soy un samurai y
pienso seguir sindolo, aunque me muera de hambre.
Ahora largo de aqu!
Uno de los hombres solt un gruido amenazante y
otro, rojo de ira, le grit:
Lamentars esto!
Saban bien que los tres juntos no podan competir con
Musashi, mas para salvar las apariencias patearon
ruidosamente, fruncieron el ceo e hicieron todo lo posible
para dar la impresin de que an no haban terminado con
l.
Aquella noche, como en otras noches recientes, hubo
una luna lechosa, ligeramente cubierta. La joven seora de la
casa, libre de preocupacin mientras Musashi estuviera all,
se esmer en proporcionarle una cena deliciosa y sake de
buena calidad. El husped comi en la planta baja, con la
familia, y bebi lo suficiente para achisparse.
Al volver a su habitacin, se espatarr en el suelo. Sus
pensamientos pronto se centraron en Nikkan.
Es humillante se dijo.
Los adversarios a los que haba derrotado, incluso
aquellos a los que haba matado o malherido, siempre
desaparecan de su mente como si fueran espuma, pero no
poda olvidar a nadie que quedara por encima de l, ni
tampoco a cualquiera en quien l percibiese una presencia
arrolladora. Esa clase de hombres habitaban en su mente
como espritus, y pensaba constantemente en cmo podra
eclipsarlos algn da.
Humillante! repiti.
Se llev las manos al cabello, preguntndose de qu
modo podra superar a Nikkan, cmo podra resistir aquella
mirada misteriosa sin estremecerse. Esa cuestin le
atormentaba desde haca dos jornadas. No era que desease
ningn dao a Nikkan, pero estaba dolorosamente
decepcionado consigo mismo.
Es que no sirvo?, se pregunt entristecido. Como
haba aprendido la esgrima por su cuenta, careca de una
evaluacin objetiva de su propia fuerza y era lgico que
dudara de su capacidad para alcanzar jams un poder como
el que exudaba el viejo sacerdote.
Nikkan le haba dicho que era demasiado fuerte y tena
necesidad de debilitarse un poco. Esta observacin
mantena su mente en vilo, pues no poda sondear su
significado. No era la fuerza de un guerrero su cualidad
ms importante? No era eso lo que daba a un guerrero
superioridad sobre los dems? Cmo poda Nikkan
considerarlo un defecto?
Tal vez el viejo pcaro jugaba conmigo se dijo. Es
posible que, al verme tan joven, me hablara con acertijos
slo para confundirme y divertirse, y luego, cuando me
march, se riera de lo lindo.
En ocasiones como aqulla, Musashi se preguntaba si
haba sido juicioso leer tantos libros en el castillo de Himeji.
Hasta entonces nunca se haba molestado demasiado en
reflexionar, pero ahora, cada vez que suceda algo, no poda
descansar hasta haber encontrado una explicacin
satisfactoria para su intelecto. Anteriormente haba actuado
por instinto; ahora tena que entenderlo todo, por nimio que
fuese, antes de que pudiera aceptarlo. Y esto era aplicable
no slo a la esgrima sino tambin a su visin de la
humanidad y la sociedad.
Era cierto que su carcter temerario haba sido domado.
No obstante, Nikkan deca que era demasiado fuerte.
Musashi supuso que el anciano no se refera a su fuerza
fsica, sino al salvaje espritu de lucha que le era innato.
Poda haberlo percibido realmente el sacerdote o lo
adivinaba?
Se tranquiliz dicindose: El conocimiento que
procede de los libros no le es til al guerrero. Si un hombre
se preocupa demasiado por lo que los dems piensan o
hacen, tender a actuar con lentitud. Vamos, si el mismo
Nikkan cerrara los ojos un momento y diera un paso en
falso, se derrumbara y hara aicos contra el suelo!.
Un ruido de pisadas en la escalera le hizo salir de sus
meditaciones. Apareci la doncella y, tras ella, Jtar, su
piel oscura ennegrecida todava ms por la mugre adquirida
durante el viaje, pero el polvo tea de blanco su cabello de
duende. Musashi, feliz de veras por la diversin que
supona aquel pequeo amigo, le recibi con los brazos
abiertos.
El muchacho se dej caer en el suelo y estir las sucias
piernas.
Qu cansado estoy! dijo con un suspiro.
Has tenido dificultad para encontrarme?
Dificultad! Estuve a punto de dejarlo correr. Te he
buscado por todas partes!
No preguntaste en el Hzin?
S, pero me dijeron que no saban nada de ti.
Te dijeron tal cosa? Musashi entorn los ojos.
Y eso que les dije concretamente que me encontraran cerca
del estanque de Sarusawa. En fin, me alegro de que lo hayas
conseguido.
Aqu tienes la respuesta de la escuela Yoshioka.
Entreg a Musashi el tubo de bamb. No pude encontrar
a Hon'iden Matahachi, as que ped a los de su casa que le
dieran el mensaje.
Muy bien. Ahora ve corriendo a baarte. Abajo te
darn de cenar.
Musashi sac la carta del recipiente de bamb y la ley.
Deca que Seijr esperaba ansioso un segundo
encuentro. Si Musashi no se presentaba como haba
prometido el prximo ao, supondra que haba perdido el
valor, y en tal caso Seijr se ocupara de que Musashi
fuese el hazmerrer de Kyoto. Esta bravata estaba escrita
con una caligrafa torpe, presumiblemente obra de uno de
los servidores de Seijr.
Musashi rompi la carta y la quem. Los fragmentos
carbonizados aletearon en el aire como otras tantas
mariposas negras.
Seijr haba hablado de un encuentro, pero estaba
claro que sera algo ms que eso. Sera un combate a muerte.
Al ao siguiente, como resultado de aquella nota insultante,
cul de los combatientes acabara convertido en cenizas?
Musashi daba por sentado que un guerrero debe
contentarse con vivir al da, sin saber cada maana si vivir
para ver la noche. No obstante, el pensamiento de que
realmente podra morir el ao prximo le preocupaba un
poco. Muchas eran las cosas que an tena por hacer; en
primer lugar, satisfacer su ardiente deseo de convertirse en
un gran espadachn. Pero eso no era todo. Reflexion en
que, hasta entonces, no haba hecho ninguna de las cosas
que la gente hace ordinariamente en el curso de su vida.
Todava era lo bastante vano para pensar que le gustara
tener un gran nmero de seguidores, que conduciran sus
caballos y llevaran sus halcones, como Bokuden y el seor
Kizumi de Ise. Tambin le gustara tener una amplia casa,
una buena esposa y servidores leales. Quera ser un buen
amo y gozar del calor y la comodidad de la vida hogarea.
Y, desde luego, antes de sentar cabeza, albergaba el secreto
anhelo de tener una apasionada aventura amorosa. Durante
todos aquellos aos en los que haba pensado
exclusivamente en el camino del samurai, haba permanecido
naturalmente casto. No obstante, se haba fijado en algunas
de las mujeres que vea en las calles de Kyoto y Nara, y no
eran slo sus cualidades estticas las que le complacan,
sino que tambin le excitaban fsicamente.
Sus pensamientos se centraron en Ots. Aunque ahora
era una criatura del pasado lejano, se senta muy ligado a
ella. Eran muchas las ocasiones, cuando estaba solitario o
melanclico, en que slo el vago recuerdo de ella le animaba.
Poco despus sali de su ensoacin. Jtar se haba
reunido con l, baado, saciado y orgulloso de haber llevado
a cabo su misin con xito. Sentado con las cortas piernas
cruzadas y las manos entre las rodillas, no tard mucho
tiempo en ceder a la fatiga. Pronto dormitaba con la boca
abierta. Musashi le acost.
A la maana siguiente, el chiquillo se despert al tiempo
que los gorriones. Musashi tambin se levant temprano,
pues se propona reanudar el viaje.
Mientras se estaba vistiendo, apareci la viuda y le dijo
en tono pesaroso:
Pareces tener prisa por marcharte. Llevaba en los
brazos unas prendas de vestir, que le ofreci. He cosido
estas ropas para ti como regalo de despedida, un kimono
con un manto corto. No estoy segura de que te gusten, pero
confo en que te las pongas de todos modos.
Musashi la mir con asombro. Las prendas eran
demasiado costosas para que las aceptara tras haber pasado
all slo dos das. Trat de rechazarlas, pero la viuda
insisti.
No, debes quedrtelas. No son nada especial. Tengo
muchos kimonos viejos y trajes de Noh dejados por mi
marido, y no me sirven para nada. He pensado que te ira
bien quedarte con alguno. Espero que no lo rechaces. Ahora
que he adaptado estas ropas a tus medidas, si no te las
quedas tendr que tirarlas.
Se coloc detrs de Musashi y sostuvo el kimono
abierto para que l deslizara los brazos en las mangas.
Mientras se lo pona, comprob que era de seda de muy
buena calidad y se sinti an ms azorado. El manto sin
mangas era especialmente bueno, deba de haber sido
importado de China. Su borde era de brocado dorado, el
forro de crep sedoso y las correas de cuero para abrocharlo
haban sido teidas de color violeta.
Te sienta de maravilla! exclam la viuda.
Jtar, que observaba la escena con envidia, dijo de
pronto a la mujer:
Y a m qu vas a darme?
La viuda se ech a rer.
Debera satisfacerte la oportunidad de acompaar a
tan buen amo.
Bah gru Jtar. Quin quiere un kimono
viejo de todos modos?
Quieres alguna de estas cosas?
El chico corri a la pared de la antesala, descolg una
mscara de teatro Noh de su gancho y exclam:
S, esto!
Haba codiciado la mscara desde que la viera la noche
anterior, y ahora se restreg tiernamente la mejilla con ella.
A Musashi le sorprendi el buen gusto del muchacho.
Tambin a l la mscara le haba parecido admirablemente
ejecutada. No poda saber quin la haba hecho, pero estaba
seguro de que tena dos o tres siglos de antigedad y,
evidentemente, haba sido utilizada en representaciones de
Noh. La cara, tallada con exquisito cuidado, era de una
diablesa, pero mientras que la mscara corriente de aquel
tipo estaba grotescamente pintada con lunares azules, aqul
era el rostro de una joven bella y elegante. Su nica
peculiaridad era que una comisura de la boca estaba
bruscamente curvada hacia arriba, lo cual le daba la
expresin ms misteriosa imaginable. Sin duda no era un
rostro ficticio ideado por el artista, sino el retrato de una
loca autntica, viviente, hermosa pero embrujada.
Esto no puedes quedrtelo dijo la viuda con
firmeza, tratando de arrebatarle la mscara.
Jtar se zaf de ella, se coloc la mscara en lo alto de
la cabeza y danz por la habitacin, gritando en tono
desafiante:
Para qu la necesitas? Ahora es ma. Voy a
quedrmela!
Musashi, sorprendido y azorado por la conducta de su
discpulo, intent atraparle, pero Jtar se meti la mscara
bajo el kimono y corri escaleras abajo, perseguido por la
viuda. Aunque sta se rea, en absoluto enfadada, era
evidente que no estaba dispuesta a prescindir de la mscara.
Poco despus el chico volvi a subir lentamente las
escaleras. Musashi, que se propona reirle severamente,
estaba sentado de cara a la puerta. Pero, nada ms entrar,
Jtar grit un! y sostuvo la mscara delante de l.
Musashi se sobresalt, sus msculos se tensaron
inadvertidamente y cambi la posicin de sus rodillas.
Se pregunt por qu motivo la travesura de Jtar le
haba afectado tanto, pero mientras contemplaba la mscara
a la luz mortecina empez a comprenderlo. El artesano
haba puesto algo diablico en su creacin. Aquella sonrisa
en forma de media luna, curvada hacia arriba en el lado
izquierdo de la cara blanca, estaba hechizada, poseda por
un demonio.
Si hemos de irnos, vmonos ya dijo Jtar.
Sin levantarse, Musashi le dijo:
Por qu no has devuelto todava la mscara? Qu
quieres hacer con eso?
Pero ella ha dicho que poda quedrmela! Me la ha
dado.
No es cierto! Ve abajo y devulvela.
Pero me la ha dado! Cuando iba a devolvrsela me
dijo que, si la deseaba tanto, poda quedrmela. Slo quera
estar segura de que la cuidara bien, as que se lo promet.
Ah! Qu voy a hacer contigo?
Musashi se senta avergonzado, por haber aceptado,
primero el hermoso kimono y luego aquella mscara que la
viuda pareca tener en gran aprecio. Le habra gustado darle
algo a cambio, pero era evidente que la mujer no tena
necesidad de dinero, desde luego no de la pequea cantidad
que l podra haberle dado, y ninguna de sus humildes
posesiones habra sido un regalo apropiado. Baj las
escaleras, pidi perdn por la grosera de Jtar e intent
devolver la mscara.
Sin embargo, la viuda le dijo:
No, cuanto ms pienso en ello, tanto ms creo que
ser feliz sin ella. Y el chico la desea tanto... No seas
demasiado duro con l.
Sospechando que la mscara tena algn significado
especial para ella, Musashi trat una vez ms de
devolvrsela, pero por entonces Jtar ya se haba calzado
sus sandalias de paja y estaba en el exterior, esperando al
lado de la puerta y pagado de s mismo, a juzgar por la
expresin de su cara. Deseoso de ponerse en marcha,
Musashi cedi ante la amabilidad de la joven viuda y acept
el regalo. La mujer le dijo que senta ms ver marcharse a
Musashi que perder la mscara, y le rog varias veces que
la visitara y se alojara en su casa siempre que volviera a
Nara.
Musashi se estaba atando las correas de las sandalias
cuando lleg corriendo la esposa del vendedor de buuelos.
Cunto me alegro de que an no te hayas ido! le
dijo sin aliento. No puedes marcharte ahora! Por favor,
vuelve arriba. Est ocurriendo algo terrible!
La voz de la mujer era temblorosa, como si creyera que
un terrible ogro estaba a punto de atacarle.
Musashi termin de atarse las sandalias y alz la cabeza
calmosamente.
De qu ser? Tan terrible es?
Los sacerdotes del Hzin se han enterado de que
hoy te marchas, y ms de diez han empuado sus lanzas y
te ests esperando en la planicie de Hannya.
Ah, s?
S, y el abad, Inshun, est con ellos. Mi marido
conoce a uno de los sacerdotes y le ha preguntado qu
ocurre. El sacerdote ha dicho que el hombre que se ha
alojado aqu en los ltimos dos das, el hombre llamado
Miyamoto, se marcha hoy de Nara, y que los sacerdotes
van a atacarle en el camino.
Con el semblante contorsionado por el pavor, la mujer
asegur a Musashi que sera suicida abandonar Nara aquella
maana, y le pidi encarecidamente que se quedase all
oculto otra noche. En su opinin, sera ms seguro que
tratara de marcharse con sigilo a la maana siguiente.
Comprendo dijo Musashi sin emocin. Dices
que tienen intencin de salirme al paso en la planicie de
Hannya?
No estoy segura del lugar exacto, pero partieron en
esa direccin. Algunos aldeanos me han dicho que no iban
slo los sacerdotes, sino tambin un numeroso grupo de
rnin. Dicen que te capturarn y llevarn al Hzin. Has
hecho algo malo a ese templo o les has insultado de alguna
manera?
No.
Pues dicen que los sacerdotes estn furiosos porque
alquilaste a alguien para que fijara por ah unos carteles con
versos que ridiculizan al Hzin. Creen que eso significa
una satisfaccin maligna por haber matado a uno de sus
hombres.
No he hecho tal cosa. Ha habido un error.
Pues si es un error, no deberas salir y dejar que te
maten por ello!
Ahora con la frente perlada de sudor, Musashi
contempl pensativo el cielo, recordando lo airados que
haban estado los tres rnin cuando rechaz su oferta. Tal
vez estaba en deuda con ellos por lo ocurrido. Sin duda
aquella gente era muy capaz de fijar unos carteles ofensivos
y luego extender el rumor de que haba sido l.
Se incorpor bruscamente.
Me marcho anunci.
Se at la bolsa de viaje a la espalda, cogi el sombrero
de junco y, volvindose a las dos mujeres, les agradeci la
amabilidad. Cuando se diriga a la puerta, la viuda, ahora
con lgrimas en los ojos, le sigui, rogndole que no se
marchara.
Si me quedo otra noche observ l, es seguro
que habr problemas en tu casa. No deseo que suceda tal
cosa, despus de lo buena que has sido con nosotros.
No me importa insisti ella. Aqu estars ms
seguro.
No, me marcho ya. J! Despdete de la seora.
El chiquillo obedeci, hizo una reverencia y se despidi.
Tambin l pareca abatido, pero no porque lamentara
marcharse. Lo cierto era que Jtar no conoca realmente a
Musashi. En Kyoto haba odo decir que su maestro era un
hombre dbil y cobarde, y la idea de que los afamados
lanceros del Hzin le atacaran era muy deprimente. Su
corazn juvenil rebosaba de pesimismo y malos presagios.
La planicie de Hannya
Jtar caminaba penosamente al lado de su maestro,
temiendo que cada paso que daban les acercaba a una
muerte segura. Poco antes, en el hmedo y umbroso camino
cerca del Tdaiji, una gota de roco que le cay en el cuello
casi le hizo gritar. Los negros cuervos que vea a lo largo de
la ruta le producan una sensacin horripilante.
Nara haba quedado muy atrs. Entre las hileras de
cedros que flanqueaban el camino, vean la planicie en suave
pendiente que conduca a la colina de Hannya. A su derecha
se alzaban las cumbres ondulantes del monte Mikasa, y por
encima de ellos se extenda el cielo apacible.
El hecho de que se dirigieran en lnea recta al lugar
donde aguardaban los lanceros del Hzin dispuestos a
tenderles una emboscada careca por completo de sentido
para el muchacho. Bastaba con que uno se lo propusiera
para encontrar una infinidad de lugares donde ocultarse.
Por qu no iban a uno de los numerosos templos de la
zona y aguardaban la hora propicia para reanudar la
marcha? Sin duda eso sera lo ms juicioso.
Se pregunt si Musashi tena intencin de pedir
disculpas a los sacerdotes, aunque no les haba hecho nada
malo. Jtar resolvi que si Musashi les rogaba su perdn,
l tambin lo hara. No era el momento de discutir sobre lo
que estaba bien y mal.
Jtar!
El chiquillo se sobresalt al or su nombre. Enarc las
cejas y todo su cuerpo se puso tenso. Comprendi que
probablemente estaba plido a causa del miedo y, como no
quera parecer infantil, dirigi los ojos valientemente al
cielo. Musashi le imit, y el chico se sinti ms abatido que
nunca.
Musashi le habl entonces en su habitual tono alegre.
Qu agradable, no crees? Es como si caminramos al
ritmo del canto de los ruiseores.
Qu? dijo el muchacho, pasmado.
He mencionado a los ruiseores.
Ah, s, los ruiseores. Por aqu hay unos cuantos,
verdad?
Musashi tuvo un atisbo del desnimo que embargaba al
muchacho por la palidez de sus labios. Lo senta por l. Al
fin y al cabo, en cuestin de minutos poda verse
sbitamente solo en un lugar desconocido.
Nos estamos acercando a la colina Hannya, verdad?
dijo Musashi.
Bueno, y ahora qu?
Jtar no replic. El canto de los ruiseores era un
sonido fro en sus odos. No poda sacudirse de encima el
presentimiento de que tal vez pronto se separaran para
siempre. Los ojos rebosantes de jbilo cuando sorprendi a
Musashi con la mscara estaban ahora tristes, velados por
la preocupacin.
Creo que lo mejor ser que te deje aqu le dijo
Musashi. Si vienes conmigo, podras resultar herido por
accidente. No hay ninguna razn para que te arriesgues a
sufrir daos.
Jtar no pudo contenerse y las lgrimas se deslizaron
por sus mejillas como si se hubiera roto una presa. Se llev
los dorsos de las manos a los ojos y sus hombros se
estremecieron. Minsculos espasmos puntuaban su llanto,
como si tuviera hipo.
Qu es esto? No tienes que aprender el camino del
samurai? Si logro burlarlos y echo a correr, t corre en la
misma direccin. Si me matan, vuelve a la tienda de sake en
Kyoto, pero de momento sube a ese risco de ah y observa.
Desde esa altura podrs ver todo lo que ocurre.
Tras enjugarse las lgrimas, Jtar cogi a Musashi de
la manga y le dijo impulsivamente:
Huyamos!
Un samurai no puede decir eso! Y t quieres llegar a
serlo, no es cierto?
Tengo miedo! No quiero morir! Con manos
temblorosas, segua tirando de la manga de Musashi.
Piensa en m le suplic. Por favor, vmonos mientras
an estamos a tiempo!
Cuando hablas as, tambin me entran ganas de echar
a correr. No tienes padres que cuiden de ti, igual que yo
cuando tena tu edad, pero...
Entonces vmonos. A qu ests esperando?
No! Musashi se volvi y, afirmando en el suelo
los pies bien separados, se enfrent al muchacho. Soy un
samurai y t eres hijo de samurai. No vamos a huir.
Al notar la determinacin en el tono de Musashi, Jtar
dej de insistir y se sent. Las lgrimas corran por su cara
polvorienta, y al restregarse los ojos enrojecidos e
hinchados extenda ms la mugre.
No te preocupes! exclam Musashi. No tengo
la menor intencin de perder. Voy a ganar! Entonces todo
ir bien, no te parece?
Estas palabras fueron de poco consuelo para Jtar,
pues no se las crea. Saba que los lanceros del Hzin eran
ms de diez contra uno, y dudaba de que Musashi, dada su
reputacin de debilidad, pudiera vencerlos uno tras otro, y
no digamos a todos juntos.
Musashi, por su parte, empezaba a perder la paciencia.
Le gustaba Jtar y se compadeca de l, pero aqul no era
el momento de pensar en nios. Los lanceros estaban all
con un solo objetivo: matarle, y tena que estar preparado
para hacerles frente. Jtar se estaba convirtiendo en un
fastidio.
Basta de lloriquear! le dijo en tono cortante. Si
te comportas as, nunca sers un samurai. Por qu no
regresas a la tienda de sake? Apart al chiquillo sin
miramientos.
Herido en lo ms vivo, Jtar dej repentinamente de
llorar y se irgui, con una expresin de sorpresa en el
semblante. Contempl a su maestro, que se alejaba hacia la
colina de Hannya. Deseaba llamarle, pero se contuvo y
oblig a permanecer silencioso. Entonces se puso en
cuclillas bajo un rbol cercano, ocult el rostro en las manos
y apret los dientes.
Musashi no mir atrs, pero los sollozos de Jtar
resonaban en sus odos. Era como si estuviera viendo al
chiquillo desventurado y asustado por un ojo en la nuca, y
lamentaba haberlo trado consigo. Cuidar de s mismo era
ms que suficiente. Todava inmaduro, sin ms que su
espada en lo que confiar y sin saber qu traera el maana,
qu necesidad tena de un compaero?
La espesura del bosque fue disminuyendo y pronto se
encontr en una planicie que en realidad era la falda en
ascenso de las montaas que se alzaban a lo lejos. En el
camino que se bifurcaba hacia el monte Mikasa, un hombre
le salud alzando la mano.
Eh, Musashi! Adonde vas?
Musashi reconoci al hombre que se le aproximaba. Era
Yamazoe Dampachi. Aunque Musashi percibi de
inmediato que el objetivo de Dampachi era llevarle a una
trampa, le salud cordialmente.
Me alegro de haberte encontrado le dijo Dampachi
. Quera decirte cunto lamento lo ocurrido el otro da.
Su tono era demasiado corts y, mientras hablaba, resultaba
evidente que estaba examinando el rostro de Musashi con
sumo cuidado. Espero que lo hayas olvidado. Fue un
error.
El mismo Dampachi no saba muy bien a qu atenerse
con respecto a Musashi. Le haba impresionado mucho lo
que haba visto en el Hzin. De hecho, slo pensar en ello
le produca escalofros. Sea como fuere, Musashi slo era
todava un rnin provinciano, no poda tener ms de
veintiuno o veintids aos, y Dampachi no estaba en modo
alguno dispuesto a admitir que cualquier hombre de esa
edad y categora pudiera superarle.
Adonde vas? volvi a preguntarle.
Tengo intencin de atravesar Iga hasta la carretera de
Ise. Y t?
Me dirijo a Tsukigase, donde tengo algunas cosas que
hacer.
Eso no est lejos del valle Yagy, no es cierto?
As es.
Ah es donde est el castillo del seor de Yagy, no?
S, est cerca del templo llamado Kasagidera. Tienes
que ir por all alguna vez. El viejo seor, Muneyoshi, vive
retirado, dedicado a ensear la ceremonia del t, y su hijo,
Munenori, se encuentra en Edo, pero aun as deberas pasar
por all y ver cmo es.
La verdad es que no creo que el seor de Yagy diera
una leccin a un hombre errante como yo.
Es posible que lo hiciera. Por supuesto, sera una
ayuda que te presentaran. Conozco a un armero de
Tsukigase que trabaja para los Yagy. Si quieres, podra
preguntarle si est dispuesto a presentarte.
La ancha planicie tena una extensin de varias leguas,
sin ms accidentes que algn cedro o un pino negro chino
solitarios. Pero aqu y all el terreno presentaba suaves
ondulaciones, y el camino tambin suba y bajaba. Cerca del
pie de la colina de Hannya, Musashi observ el humo de
una fogata que se elevaba al otro lado de un altozano.
Qu es eso? pregunt.
A qu te refieres?
A ese humo de ah.
Qu tiene de extrao el humo?
Dampachi se haba mantenido muy cerca del lado
izquierdo de Musashi y mientras le miraba al rostro, el
suyo se endureci visiblemente.
Musashi seal al altozano.
Ese humo... Hay en l algo sospechoso, no crees?
Sospechoso? Qu quieres decir?
Sospechoso, sabes?, como la expresin de tu cara
ahora mismo dijo Musashi bruscamente, apuntando con
un dedo a Dampachi.
Un agudo silbido rompi el silencio de la planicie.
Dampachi emiti un grito ahogado al tiempo que Musashi
golpeaba. Como el dedo que le apuntaba distrajo su
atencin, no se dio cuenta de que el otro haba desenvainado
su espada. Su cuerpo se alz, vol hacia adelante y cay de
bruces. Dampachi no volvera a levantarse.
Se oy a lo lejos un grito de alarma y aparecieron dos
hombres sobre el altozano. Uno de ellos chill, y ambos
dieron media vuelta y echaron a correr, agitando los brazos
frenticamente.
La espada con la que Musashi apuntaba al suelo
destellaba bajo el sol, y desde su punta goteaba la sangre
fresca. Avanz directamente hacia el altozano, y aunque la
brisa primaveral le rozaba con suavidad la piel, senta que
sus msculos se tensaban mientras ascenda. Desde lo alto,
mir la fogata que arda al pie.
Ha venido! grit uno de los hombres que haban
corrido a reunirse con los dems.
Eran unos treinta en total. Musashi distingui a los
compinches de Dampachi, Yasukawa Yasubei y tomo
Banry.
Ha venido! repiti otro.
Haban estado haraganeando al sol, y ahora todos se
apresuraron a levantarse. La mitad de ellos eran sacerdotes
y la otra mitad rnin inclasificables. Cuando Musashi
apareci a la vista, una agitacin silenciosa pero de todos
modos, salvaje, se apoder de los miembros del grupo. En
vez de desafiar a Musashi, se haban sentado alrededor del
fuego y permitido que l los desafiara!
Yasukawa y tomo hablaban tan rpido como podan,
explicando con amplios y veloces movimientos cmo haba
sucumbido Yamazoe. Los rnin fruncieron el ceo,
enfurecidos, y los sacerdotes del Hzin dirigieron a
Musashi miradas amenazantes mientras se agrupaban para
el combate.
Todos los sacerdotes iban armados con lanzas. Con las
negras mangas arremangadas, estaban preparados para la
accin, al parecer dispuestos a vengar la muerte de Agn y
restaurar el honor del templo. Tenan un aspecto grotesco,
como otros tantos demonios salidos del infierno.
Los rnin formaron un semicrculo, a fin de poder
contemplar el espectculo y, al mismo tiempo, impedir que
Musashi escapara.
Sin embargo, esta precaucin se revel innecesaria, pues
Musashi no daba seal de echar a correr ni retroceder, sino
que caminaba directamente hacia ellos. Lo haca lentamente,
paso a paso, dando la impresin de que podra abalanzarse
y atacar de improviso.
Por un momento se hizo un silencio siniestro, mientras
ambos bandos contemplaban la proximidad de la muerte.
Musashi estaba plido y a travs de sus ojos miraban los
del dios de la venganza con un brillo maligno. Estaba
seleccionando su presa.
Ni los rnin ni los sacerdotes estaban tan tensos como
Musashi. Su nmero les daba confianza y su optimismo era
inamovible, pero ninguno quera ser el primer atacado.
Un sacerdote que estaba al final de la columna de
lanceros dio una seal, y, sin romper la formacin, corrieron
a colocarse a la derecha de Musashi.
Musashi! Soy Inshun grit el mismo sacerdote.
Me han dicho que viniste cuando yo estaba ausente y
mataste a Agn, que luego insultaste pblicamente el honor
del Hzin, que te burlaste de nosotros haciendo fijar
carteles en toda la ciudad. Es eso cierto?
No! grit Musashi. Si eres sacerdote, debes ser
lo bastante prudente para confiar en algo ms que lo que
ves y oyes. Tienes que considerar las cosas con la mente y
el espritu.
Estas palabras fueron como aceite arrojado a las llamas.
Sin hacer caso de su jefe, los sacerdotes se pusieron a gritar,
diciendo que sobraba la charla y era hora de luchar.
Les secundaron con entusiasmo los rnin, que se haban
agrupado en formacin cerrada a la izquierda de Musashi.
Gritando, maldiciendo y agitando sus espadas en el aire,
azuzaban a los sacerdotes para que entraran en accin.
Musashi, convencido de que los rnin eran unos
bocazas pero nulos como luchadores, se volvi hacia ellos y
les grit:
Muy bien! Cul de vosotros quiere adelantarse?
Todos, excepto dos o tres, retrocedieron un paso, cada
uno convencido de que Musashi les echaba el mal de ojo.
Los dos o tres valientes estaban a punto, con las espadas
extendidas, en actitud desafiante.
En un abrir y cerrar de ojos, Musashi se lanz contra
uno de ellos como un gallo de pelea. Se oy un sonido,
como el de un tapn de corcho al salir del cuello de una
botella, y el suelo se ti de rojo. Entonces se oy un ruido
escalofriante, no un grito de batalla ni una maldicin, sino
un aullido que realmente helaba la sangre.
La espada de Musashi silbaba al cortar el aire atrs y
adelante, y una reverberacin en su propio cuerpo le deca
cundo entraba en contacto con hueso humano. La hoja
salpicaba sangre y seso. Dedos y brazos volaban por el
aire.
Los rnin haban acudido a contemplar la carnicera, no
a participar en ella, pero su debilidad haba hecho que
Musashi los atacara primero. Al principio haban resistido
bastante bien, porque crean que los sacerdotes acudiran
pronto en su ayuda. Pero los sacerdotes permanecan
silenciosos e inmviles mientras Musashi liquidaba
rpidamente a cinco o seis rnin, llenando de confusin a
los dems. Poco despus daban tajos frenticos en todas
direcciones, lesionndose a menudo entre ellos mismos.
Durante casi todo el tiempo, Musashi no era realmente
consciente de lo que estaba haciendo. Se encontraba en una
especie de trance, un sueo sanguinario en el que cuerpo y
alma se concentraban en la espada de tres pies de largo. De
manera inconsciente, toda su experiencia vital, el
conocimiento que le haba inculcado su padre, lo que haba
aprendido en Sekigahara, las teoras que haba escuchado en
las diversas escuelas de esgrima, las lecciones que le haban
enseado las montaas y los rboles, todo se integraba en
los rpidos movimientos de su cuerpo. Se convirti en un
torbellino descarnado que diezmaba el rebao de rnin, los
cuales, por su mismo pasmo, se ponan al alcance de su
espada.
Durante la breve duracin del combate, uno de los
sacerdotes cont el nmero de veces que Musashi inhalaba
y exhalaba. Todo termin antes de que hubiera exhalado por
vigsima vez.
Musashi estaba empapado en la sangre de sus vctimas.
Los pocos rnin restantes tambin estaban ensangrentados.
Haba sangre en la tierra, la hierba, incluso el aire. Uno de
ellos lanz un grito, y los rnin supervivientes se
dispersaron en todas direcciones.
Mientras suceda todo esto, Jtar estaba absorto en sus
plegarias. Con las manos juntas y los ojos alzados al cielo,
imploraba:
Oh, dioses del cielo, acudid en su ayuda! Mi
maestro est ah, en la planicie, y le superan
irremediablemente en nmero. Es dbil, pero no es un mal
hombre. Por favor, ayudadle!
A pesar de las instrucciones que le haba dado Musashi
de que se marchara, no poda hacerlo. El lugar donde
finalmente haba decidido sentarse, con el sombrero y la
mscara a su lado, era un otero desde donde poda ver la
escena alrededor de la fogata, a lo lejos.
Hachiman! Kompira! Dios del santuario de
Kasuga! Mirad! Mi maestro se encamina en lnea recta al
enemigo. Oh, dioses del cielo protegedle! Est fuera de s.
Normalmente es suave y gentil, pero ha estado un poco
raro desde esta maana. Debe de estar loco, pues de lo
contrario no se habra enfrentado a todos al mismo tiempo!
Oh, por favor, por favor, ayudadle!
Tras invocar a las deidades un centenar de veces ms,
no observ ningn resultado patente de sus esfuerzos y
empez a enfadarse. Finalmente grit:
Es que no hay dioses en esta tierra? Vais a permitir
que ganen los malvados y muera el hombre bueno? Si lo
hacis, entonces todo lo que siempre me han enseado
acerca del bien y el mal es mentira! No podis dejar que lo
maten! Si lo hacis, os escupir a la cara!
Cuando vio que Musashi estaba rodeado, sus
invocaciones se convirtieron en maldiciones, dirigidas no
slo al enemigo, sino tambin a los mismos dioses;
entonces, dndose cuenta de que la sangre derramada no era
la de su maestro, cambi de cancin.
Mirad! Despus de todo mi maestro no es un
hombre dbil! Los est derrotando!
Era la primera vez que Jtar vea a los hombres luchar
a muerte como bestias, la primera vez que vea tanta sangre
derramada. Empez a sentirse como si estuviera en medio
de la refriega y tambin cubierto de sangre. El corazn le
lata con violencia, era presa de la exaltacin y el vrtigo.
Miradle! Os dije que poda hacerlo! Qu ataque!
Y mirad a esos sacerdotes estpidos, alineados como un
grupo de cuervos graznadores, temerosos de dar un paso!
Pero esta ltima observacin era prematura, pues
mientras hablaba los sacerdotes del Hzin empezaron a
avanzar sobre Musashi.
Oh, no, esto pinta mal! Estn atacndole otra vez.
Musashi est en apuros!
Olvidndolo todo, fuera de s a causa de la inquietud,
Jtar corri como una bola de fuego hacia el escenario del
desastre inminente.
El abad Inshun dio la orden de atacar, y en un instante, con
un tremendo estruendo de voces, los lanceros entraron en
accin. Sus armas destellantes silbaron en el aire mientras se
diseminaban como abejas salidas de una colmena. Sus
cabezas afeitadas les daban un aspecto todava ms brbaro.
Las lanzas que empuaban eran todas diferentes, con
una amplia variedad de hojas, las habituales en punta y de
forma cnica, otras planas, cruciformes o ganchudas... Cada
sacerdote usaba el tipo que prefera. Aquel da tenan la
oportunidad de ver cmo las tcnicas que perfilaban con
sus prcticas surtan efecto en el combate real.
Mientras se desplegaban, Musashi, que esperaba un
ataque engaoso, salt hacia atrs y se puso en guardia.
Fatigado y un poco aturdido por el encuentro anterior,
aferraba con fuerza la empuadura de su espada. Estaba
pegajosa de sangre, y una mezcla de sta y sudor le
empaaba la visin, pero Musashi haba decidi morir
magnficamente, si tena que morir.
Para su sorpresa, el ataque no se produjo. En vez de
lanzarse, como prevea, contra l, los sacerdotes cayeron
como perros furiosos sobre sus antiguos aliados,
persiguiendo a los rnin que haban huido y golpendolos
sin misericordia mientras ellos protestaban a gritos. Los
desprevenidos rnin, que trataban intilmente de dirigir a
los lanceros contra Musashi, fueron ensartados, rajados,
alanceados en la boca, cortados por la mitad y atacados de
otras maneras, hasta que no qued uno solo con vida. La
matanza fue tan completa como sanguinaria.
Musashi no poda creer lo que estaba viendo. Por qu
los sacerdotes haban atacado a sus seguidores? Y por qu
lo haban hecho de una manera tan virulenta? l mismo
haba luchado poco antes como un animal salvaje, y ahora
apenas poda contemplar la ferocidad con que aquellos
representantes del clero mataban a los rnin. Habindose
transformado por unos momentos en una bestia sin
pensamiento, ahora volva a su estado normal al ver a otros
transformados de una manera similar. Era una experiencia
calmante.
Entonces not que le tiraban de brazos y piernas. Baj
la vista y encontr a Jtar, que verta lgrimas de alivio.
Por primera vez, se relaj.
Cuando finaliz el combate, el abad se le acerc y, con
una actitud digna y corts, le dijo:
Supongo que eres Miyamoto. Es un honor conocerte.
Era un hombre alto y de tez clara. Musashi se sinti un
tanto intimidado por su aspecto, as como la serenidad que
irradiaba. Con cierta confusin, limpi su espada y la
enfund, pero de momento no saba qu decir. Permteme
que me presente sigui diciendo el sacerdote. Soy
Inshun, abad del Hzin.
As pues, eres el maestro de la lanza dijo Musashi.
Lamento haber estado ausente cuando nos visitaste
hace poco. Tambin estoy algo desazonado porque mi
discpulo Agn luch tan mal.
Lamentaba la actuacin de Agn? Musashi se pregunt
si debera limpiarse las orejas. Permaneci en silencio un
momento, pero antes de que encontrara una manera
apropiada de responder al tono corts de Inshun, tuvo que
desenmaraar la confusin de su mente. An no poda
imaginar por qu los sacerdotes se haban vuelto contra los
rnin, no se le ocurra ninguna explicacin posible. Incluso
estaba un tanto perplejo porque segua con vida.
Ven y lvate un poco para quitarte esa sangre le
dijo el abad. Necesitas descansar.
Inshun le acompa a la fogata. Jtar les sigui a corta
distancia.
Los sacerdotes haban cortado en tiras un gran pao de
algodn y estaban limpiando sus lanzas. Gradualmente se
reunieron alrededor del fuego, sentndose con Inshun y
Musashi como si no hubiera ocurrido nada fuera de lo
corriente. Empezaron a charlar entre ellos.
Mirad, ah arriba dijo uno de ellos, sealando.
Ah, los cuervos han notado el olor de la sangre. Estn
graznando sobre los cadveres.
Por qu no les hincan el pico?
Ya lo harn, en cuanto nos vayamos. Se pelearn para
participar en el festn.
Los macabros comentarios continuaron. Musashi tena
la impresin de que no iba a averiguar nada a menos que lo
preguntara. Mir a Inshun y le dijo:
Sabes? Crea que t y tus hombres habais venido
aqu para atacarme y estaba decidido a enviar a tantos de
vosotros como pudiera a la tierra de los muertos. No
comprendo por qu me tratis as.
Inshun se ech a rer.
Vers, no te consideramos necesariamente como un
aliado, pero hoy nuestro verdadero propsito era hacer un
poco de limpieza domstica.
Llamas a lo que ha ocurrido limpieza domstica?
Eso es dijo Inshun, sealando el horizonte. Pero
creo que podramos esperar un poco y dejar que Nikkan te
lo explique. Estoy seguro de que esa mota en el borde de la
planicie es l.
En aquel mismo momento, en el otro lado de la planicie,
un jinete le deca a Nikkan:
Caminas rpido para tu edad, eh?
No soy rpido. T eres lento.
Eres ms gil que los caballos.
Por qu no habra de serlo? Soy un hombre.
El viejo sacerdote, nico que iba a pie, caminaba al paso
de los jinetes, hacia el humo de la fogata.
Cuando el grupo se aproxim, los sacerdotes susurraron
entre ellos:
Es el viejo maestro.
Tras haberlo confirmado, retrocedieron una buena
distancia y se alinearon ceremoniosamente, como si fuesen
a celebrar un rito sagrado, para saludar a Nikkan y su
squito.
Os habis encargado de todo? inquiri Nikkan
nada ms llegar.
Inshun hizo una reverencia y respondi:
Tal como ordenaste. Entonces se volvi hacia los
oficiales y aadi: Gracias por venir.
Mientras los samuris saltaban uno tras otro de sus
caballos, su jefe replic:
No es ninguna molestia. Gracias a ti por hacer el
verdadero trabajo!... Vamos a ello, muchachos.
Los oficiales fueron a inspeccionar los cadveres y
tomaron algunas notas. Luego su jefe regres al lado de
Inshun.
Enviaremos gente de la ciudad para que limpien el
estropicio. Por favor, dejadlo todo tal como est.
Dicho esto, los cinco hombres montaron de nuevo en
sus caballos y se alejaron.
Nikkan hizo saber a los sacerdotes que ya no eran
necesarios. Tras hacerle reverencias, empezaron a
marcharse en silencio. Tambin Inshun se despidi de
Nikkan y Musashi y se alej.
En cuanto los hombres se hubieron ido, hubo una gran
cacofona. Los cuervos se abatieron, aleteando
gozosamente.
Farfullando por encima de aquel estrpito, Nikkan se
acerc a Musashi y le dijo con naturalidad:
Perdname si te ofend el otro da.
En absoluto. Fuiste muy amable. Soy yo quien debe
darte las gracias. Musashi se arrodill e hizo una
profunda reverencia ante el viejo sacerdote.
Levntate del suelo le orden Nikkan. Este
campo no es lugar para hacer reverencias.
Musashi se puso en pie.
Te ha enseado algo la experiencia que has tenido
aqu? le pregunt el sacerdote.
Ni siquiera estoy seguro de lo que ha ocurrido.
Puedes decrmelo?
Por supuesto respondi Nikkan. Esos oficiales
que acaban de marcharse trabajan a las rdenes de kubo
Nagayasu, quien ha sido enviado recientemente para
administrar Nara. Son nuevos en el distrito y los rnin han
aprovechado su desconocimiento del lugar... asaltando a
inocentes transentes, haciendo chantajes, jugando,
largndose con las mujeres, allanando las casas de las
viudas..., causando toda clase de problemas. Los hombres
del administrador no podan controlarlos, pero saban que
haba unos quince cabecillas, incluidos Dampachi y
Yasukawa.
Como sabes, ese Dampachi y sus compinches te
tomaron ojeriza. Como teman atacarte, idearon lo que les
pareci un plan inteligente, segn el cual los sacerdotes del
Hzin lo haran por ellos. Las difamaciones acerca del
templo, atribuidas a ti, fueron obra suya, lo mismo que los
carteles. Se aseguraron de que yo fuese informado de todo
ello, presumiblemente convencidos de que soy estpido.
Los ojos de Musashi tenan un brillo risueo mientras
escuchaba.
Lo pens un poco y llegu a la conclusin de que era
una oportunidad ideal para hacer una limpieza domstica en
Nara sigui diciendo el abad. Le habl a Inshun de mi
plan, l estuvo de acuerdo y ahora todo el mundo es feliz...,
los sacerdotes, los administradores y tambin los cuervos.
Ja, ja!
Haba otra persona que tambin era supremamente
feliz. El relato de Nikkan haba disipado todas las dudas y
temores de Jtar, el cual estaba como en xtasis. Empez a
entonar una cancioncilla improvisada mientras danzaba
como un pjaro aleteante.
Una limpieza domstica, oh,
una limpieza domstica!
Al or su voz sin afectacin, Musashi y Nikkan se
volvieron a mirarle. El muchacho se haba puesto la mscara
de la curiosa sonrisa y sealaba con su espada de madera
los cuerpos diseminados. Asestando de vez en cuando un
golpe a las aves, sigui cantando:
S, vosotros, cuervos,
en ocasiones
es necesaria una limpieza domstica,
pero no slo en Nara.
As la naturaleza
lo renueva todo.
Para que la primavera brote de nuevo,
quemamos las hojas,
quemamos los campos.
A veces queremos que nieve,
a veces queremos una limpieza domstica.
Oh, vosotros, cuervos!
Comed a gusto! Qu festn!
Sopa directa de las cuencas de los ojos
y espeso sake rojo.
Pero no tomis demasiado,
o sin duda os emborracharis.
Ven aqu, muchacho! le dijo severamente Nikkan
. Deja de hacer el tonto y treme unas piedras.
Como sta? pregunt Jtar, cogiendo una piedra
que estaba cerca de sus pies y mostrndosela.
S, como sa. Trae muchas!
S, seor!
Mientras el chico recoga las piedras, Nikkan se sent y
escribi en cada una Namu Myh Renge-ky, la sagrada
invocacin de la secta Nichiren. Luego se las devolvi a
Jtar y le pidi que las esparciera entre los muertos.
Mientras el pequeo as lo haca, Nikkan junt las palmas y
enton una seccin del Sutra del Loto.
Esto cuidar de ellos dijo al finalizar. Ahora los
dos podis continuar vuestro camino. Yo regresar a Nara.
El anciano se march tan bruscamente como haba
llegado, caminando con su acostumbrada rapidez, antes de
que Musashi hubiera tenido ocasin de darle las gracias o
convenir cundo volveran a verse.
Musashi se qued mirando un momento al anciano que
se retiraba y, de repente, corri hasta darle alcance.
Reverendo sacerdote! No te olvidas de algo? Dio
unos golpecitos a su espada mientras le haca esta pregunta.
Qu?
No me has dado ninguna orientacin, y, como no
puedo saber cundo volveremos a vernos, apreciara algn
consejo tuyo.
La boca desdentada del abad emiti su peculiar risa
seca.
Es que no lo entiendes todava? Lo nico que puedo
ensearte es que eres demasiado fuerte. Si sigues
enorgullecindote de tu fuerza, no llegars a los treinta aos.
Ya ves, hoy mismo podran haberte matado fcilmente.
Piensa en ello y decide cmo vas a comportarte en el
futuro.
Musashi le escuchaba en silencio.
Hoy has logrado algo, pero no ha estado bien ni
mucho menos. Como an eres joven, no puedo culparte,
pero es un grave error creer que el camino del samurai no
consiste ms que en una demostracin de fuerza. No
obstante, yo tiendo a pecar del mismo defecto, por lo que
no estoy realmente cualificado para aleccionarte. Debes
estudiar cmo han vivido Yagy Sekishsai y el seor
Kizumi de Ise. Sekishsai fue mi maestro, y el seor de
Kizumi el suyo. Si los tomas por modelos y tratas de
seguir sus pasos, puede que llegues a conocer la verdad.
Cuando Nikkan call, Musashi, que haba estado
mirando el suelo, profundamente pensativo, alz la vista. El
anciano sacerdote ya haba desaparecido.
El feudo de Koyagy
El valle de Yagy se encuentra al pie del monte Kasagi, al
nordeste de Nara. A principios del siglo XVII exista all
una pequea y prspera comunidad, demasiado amplia para
considerarla un mero pueblo, pero no tan populosa o
bulliciosa para poder llamarla ciudad. Habra sido llamada
con naturalidad el pueblo de Kasagi, pero sus habitantes se
referan a su hogar como la Heredad Kambe, nombre
heredado de la antigua poca en que dominaban las grandes
fincas solariegas privadas.
En medio de la comunidad se alzaba la Casa Principal,
un castillo que serva como smbolo de la estabilidad
gubernamental y, al mismo tiempo, como centro cultural de
la regin. Una muralla que recordaba las antiguas fortalezas
rodeaba la Casa Principal. Las gentes de la zona, as como
los antepasados de su seor, se haban instalado
cmodamente all desde el siglo X, y el actual dirigente era
un hacendado rural en la mejor tradicin, que extenda la
cultura entre sus sbditos y siempre estaba preparado para
proteger su territorio aun a costa de su vida. A la vez, sin
embargo, evitaba cuidadosamente toda intervencin seria en
las guerras y querellas de los seores de otros distritos. En
una palabra, era aqul un feudo pacfico, gobernado de una
manera ilustrada.
All no se vean seales de la depravacin o
degeneracin asociadas a los samuris sin trabas ni
obligaciones. Era totalmente distinto a Nara, donde los
antiguos templos celebrados en la historia y la cultura
popular se estaban echando a perder. Sencillamente, no se
permita que los elementos perturbadores ingresaran en la
vida de la comunidad.
El mismo entorno militaba contra la fealdad. Las
montaas de la sierra de Kasagi no eran menos
asombrosamente hermosas al anochecer que con el alba, y el
agua era limpia y pura, un agua ideal, segn decan, para
hacer t. Los ciruelos de Tsukigase crecan cerca, y los
ruiseores cantaban desde la estacin en que se funde la
nieve hasta la de las tormentas, sus tonos tan cristalinos
como las aguas de los arroyos de montaa.
Cierta vez un poeta escribi que en el lugar donde ha
nacido un hroe, las montaas y los ros son frescos y
claros. De no haber nacido ningn hroe en el valle de
Yagy, las palabras del poeta podran haber estado vacas,
pero era en verdad un lugar natal de hroes, y de ello nadie
poda ofrecer mejor prueba que los mismos seores de
Yagy. En aquella gran casa incluso los servidores
pertenecan a la nobleza. Muchos procedan de los
arrozales, se haban distinguido en combate y ascendido
hasta convertirse en leales y competentes ayudantes.
Yagy Muneyoshi Sekishsai haba instalado su
residencia, despus de retirarse, en una casita de montaa a
cierta distancia de la Casa Principal. Ya no evidenciaba el
menor inters por el gobierno local ni tena idea de quin
ostentaba el poder en aquellos momentos. Tena varios
hijos y nietos capacitados, as como servidores dignos de
confianza para ayudarle y guiarle, y no erraba al suponer
que el pueblo estaba siendo gobernado de la misma manera
que cuando l estaba al frente.
Cuando Musashi lleg al distrito, haban transcurrido
unos diez das desde la batalla en la planicie de Hannya. A
lo largo del camino haba visitado algunos templos, el
Kasagidera y el Jruriji, donde haba visto reliquias de la era
Kemmu. Se aloj en la posada local con la intencin de
descansar un poco, tanto fsica como espiritualmente.
Un da, vestido de manera informal, fue a dar un paseo
con Jtar.
Es sorprendente dijo Musashi, deslizando la
mirada por los campos cultivados y a los agricultores
dedicados a sus tareas. Sorprendente repiti varias
veces.
Finalmente Jtar le pregunt:
Qu es lo sorprendente? Para l, lo ms
sorprendente era el modo en que Musashi hablaba consigo
mismo.
Desde que sal de Mimasaka, he estado en las
provincias de Settsu, Kawachi e Izumi, en Kyoto y Nara, y
nunca he visto un lugar como este.
Bueno, y qu? Qu hay aqu tan diferente?
En primer lugar, hay muchos rboles en las
montaas.
Jtar se ech a rer.
rboles? En todas partes hay rboles, o no?
S, pero aqu es distinto. Todos los rboles de Yagy
son viejos, y eso significa que aqu no ha habido guerras ni
tropas enemigas que quemaran o talaran los bosques.
Tambin significa que no ha habido hambrunas, por lo
menos durante muchsimo tiempo.
Eso es todo?
No. Los campos tambin son verdes, y la cebada
nueva ha sido bien pisoteada para reforzar las races y hacer
que crezca bien. Escucha! No oyes el sonido de los tornos
de hilar? Parece provenir de cada casa. Y no has observado
que cuando pasan viajeros con buenas ropas los agricultores
no les dirigen miradas de envidia?
Algo ms?
Como puedes ver, hay muchas mujeres jvenes
trabajando en los campos. Eso significa que el distrito es
rico y que aqu la vida transcurre con normalidad. Los nios
crecen sanos, a los ancianos se les trata con el debido
respeto y los hombres y mujeres jvenes no huyen para
llevar una vida incierta en otros lugares. Est claro que el
seor del distrito es acaudalado, y sin duda las espadas y
armas de fuego de su armera se mantienen pulidas y en la
mejor condicin.
No veo nada tan interesante en todo eso se quej
Jtar.
Humm, me extraara que lo vieras.
En fin, no has venido aqu para admirar el paisaje.
No vas a luchar con los samurais de la casa de Yagy?
Luchar no lo es todo en el arte de la guerra. Los
hombres que lo creen as y se dan por satisfechos con tener
comida y un sitio donde dormir son meros vagabundos. A
un estudiante serio le interesa mucho ms adiestrar su
mente y disciplinar su espritu que desarrollar las
habilidades marciales. Tiene que aprender toda clase de
cosas, geografa, irrigacin, los sentimientos de la gente, sus
modales y costumbres, sus relaciones con el seor de su
territorio. Quiere saber lo que ocurre dentro del castillo, no
slo lo que sucede en el exterior. En esencia, quiere ir a
todos los lugares que le sea posible y aprender todo cuanto
pueda.
Musashi comprenda que esta explicacin
probablemente significaba poco para Jtar, pero senta la
necesidad de ser sincero con el muchacho y no darle
respuestas a medias. No mostraba impaciencia por las
numerosas preguntas que le haca, y a lo largo del camino
sigui dndole respuestas meditadas y serias.
Tras haber visto el exterior del castillo de Koyagy,
como se conoca apropiadamente a la Casa Principal, y
examinado con detenimiento el valle, regresaron a la posada.
Haba una sola posada, pero era grande. El camino era
una seccin de la carretera de Iga, y mucha gente que
peregrinaba al Jruriji o al Kasagidera pernoctaba all. Por la
noche siempre se encontraban diez o doce caballos de carga
atados a los rboles cerca de la entrada o bajo los aleros
frontales.
La sirvienta que les sigui a su habitacin les pregunt:
Habis ido a dar un paseo? Llevaba unos
pantalones de escalar montaas y, de no haber sido por su
obi rojo femenino, podra haber sido confundida con un
chico. Sin esperar respuesta, aadi: Ahora podis
baaros si queris.
Musashi se encamin al bao, mientras Jtar, notando
que all haba una nueva amiga de su misma edad, le
pregunt:
Cmo te llamas?
No lo s respondi la muchacha.
Debes de estar loca si no conoces tu propio nombre.
Me llamo Kocha.
Es un nombre gracioso. Jtar se ech a rer.
Qu tiene de gracioso? quiso saber Kocha, al
tiempo que le golpeaba con el puo.
Me ha pegado! grit Jtar.
La ropa doblada en el suelo de la antesala indic a Musashi
que haba otras personas en el bao. Se desnud y abri la
puerta de la pieza llena de vapor. Haba all tres hombres
que hablaban jovialmente, pero al ver su cuerpo fornido se
interrumpieron, como si un elemento extrao hubiera hecho
irrupcin entre ellos.
Musashi se sumergi en el bao comunal exhalando un
suspiro de satisfaccin, y su corpulencia hizo que el agua
caliente rebosara. Esto, por alguna razn, sobresalt a los
tres hombres, y uno de ellos mir fijamente a Musashi, el
cual haba apoyado la cabeza en el borde de la piscina y
permaneca con los ojos cerrados.
Gradualmente reanudaron su conversacin en el punto
en que la haban interrumpido. Se estaban lavando en el
exterior de la piscina; la piel de sus espaldas era blanca y
sus msculos flexibles. Parecan hombres de ciudad, pues
su manera de hablar era pulida y urbana.
Cmo se llamaba... el samurai de la casa de Yagy?
Creo que dijo llamarse Shda Kizaemon.
Si el seor de Yagy enva un servidor para que
transmita su negativa a un encuentro, no puede ser tan
bueno como dicen que es.
Segn Shda, Sekishsai se ha retirado y ya no lucha
nunca con nadie. Crees que eso es cierto o se lo ha
inventado?
No, no creo que sea cierto. Es mucho ms probable
que cuando supo que el segundo hijo de la casa de Yoshioka
le desafiaba, prefiriese ser prudente.
Bueno, por lo menos ha tenido tacto al enviarnos
fruta y decir que confa en que disfrutemos de nuestra
estancia.
Yoshioka? Musashi alz la cabeza y abri los ojos.
Puesto que, cuando estuvo en la escuela Yoshioka oy
mencionar a alguien el viaje de Denshichir a Ise, Musashi
supuso que los tres hombres se dirigan de regreso a Kyoto.
Uno de ellos deba de ser Denshichir. Cul sera?
No tengo suerte con los baos pens tristemente
Musashi. Primero Osugi me tendi una trampa en un
bao, y ahora, de nuevo desnudo, tropiezo con uno de los
Yoshioka. Sin duda se habr enterado de lo que sucedi en
la escuela. Si supiera que me llamo Miyamoto, saldra por
esa puerta y volvera con su espada en menos que canta un
gallo.
Pero los tres hombres no le prestaban atencin. A
juzgar por su conversacin, nada ms llegar haban enviado
una carta a la Casa de Yagy. Al parecer, Sekishsai haba
tenido alguna conexin con Yoshioka Kemp en la poca en
que ste era tutor de los shogunes. Por este motivo, sin
duda, Sekishsai no poda permitir que el hijo de Kemp se
marchara sin acusar recibo de su carta y, en consecuencia,
haba enviado a Shda para que les hiciera una visita de
cortesa en la posada.
Como respuesta a esta deferencia, lo mejor que aquellos
jvenes de la ciudad podan decir era que Sekishsai tena
tacto, que haba preferido ser prudente y que no poda
ser tan bueno como dicen que es. Parecan satisfechos de
s mismos en grado sumo, pero a Musashi le parecieron
ridculos. En contraste con lo que l haba visto del castillo
de Koyagy y el envidiable estado de los habitantes de la
zona, no parecan tener nada mejor que ofrecer que una
conversacin inteligente.
Esto le record un proverbio sobre la rana en el fondo
de un pozo, incapaz de ver lo que suceda en el mundo
exterior. Pens que a veces se daba el caso contrario.
Aquellos mimados hijos de Kyoto estaban en condiciones
de ver lo que suceda en los centros del poder y saber lo que
pasaba en todas partes, pero no se les haba ocurrido
pensar que mientras contemplaban el gran mar abierto, en
otro lugar, en el fondo de un profundo pozo, una rana se iba
haciendo continuamente ms grande y fuerte. All, en
Koyagy, muy lejos del centro poltico y econmico del
pas, los robustos samuris haban llevado durante dcadas
una saludable vida rural, preservando las virtudes antiguas,
corrigiendo sus puntos dbiles y aumentando en estatura.
Con el paso del tiempo, Koyagy haba producido a
Yagy Muneyoshi, un gran maestro de las artes marciales,
y a su hijo, el seor Munenori de Tajima, cuyo valor haba
sido reconocido por el mismo Ieyasu. Estaban tambin los
hijos mayores de Muneyoshi, Gorzaemon y Toshikatsu,
famosos en todo el territorio por su valenta, y su nieto
Hygo Toshitoshi, cuyas prodigiosas hazaas le haban
valido una posicin altamente remunerada a las rdenes del
renombrado general Kat Kiyomasa de Higo. En fama y
prestigio, la casa de Yagy no estaba a la altura de la casa de
Yoshioka, pero desde el punto de vista de la habilidad, la
diferencia era cosa del pasado. Denshichir y sus
compaeros estaban cegados por su propia arrogancia. Sin
embargo, Musashi senta cierta lstima por ellos.
Fue a un rincn donde estaba la caera del agua. Se
desat la cinta de la cabeza, cogi un puado de arcilla y
empez a restregarse el cuero cabelludo. Por primera vez en
muchas semanas, se regalaba con el lujo de un buen
champ.
Entretanto, los hombres de Kyoto estaban finalizando
su bao.
Ah, qu grato ha sido.
En efecto. Por qu no pedimos ahora que unas
chicas vengan a servirnos el sake?
Esplndida idea! Esplndida!
Los tres terminaron de secarse y salieron. Tras un
lavado a fondo y otro remojn en el agua caliente, Musashi
tambin se sec, se at la cabellera y regres a su
habitacin. All encontr a Kocha, la chiquilla que pareca
un muchacho, anegada en lgrimas.
Qu te ha pasado?
Es ese chico vuestro, seor. Mirad dnde me ha
pegado!
Eso es mentira! grit Jtar, airado, desde el
rincn opuesto.
Musashi estaba a punto de regaarle, pero Jtar
protest.
Esta incauta ha dicho que eres dbil!
Es mentira, no he dicho tal cosa.
S que lo has dicho!
Seor, no he dicho que ni vos ni nadie sea dbil. Este
mocoso empez a jactarse diciendo que sois el espadachn
ms grande del pas, porque habis matado a docenas de
rnin en la planicie de Hannya, y le he dicho que no hay
nadie en Japn mejor con la espada que el seor de este
distrito. Entonces la ha emprendido a bofetadas conmigo.
Musashi se ech a rer.
Ya veo. No debera haber hecho eso, y le dar una
buena reprimenda. Espero que nos perdones. J! dijo en
tono severo.
S, seor respondi el chico, todava enfurruado.
Ve a baarte!
No me gustan los baos.
Ni a m tampoco minti Musashi. Pero ests tan
sudado que apestas.
Maana por la maana ir a nadar al ro.
El muchacho se estaba volviendo cada vez ms
testarudo a medida que se iba acostumbrando a Musashi,
pero a ste no le importaba realmente. De hecho, le gustaba
bastante esa faceta de Jtar. Al final el nio no fue a
baarse.
Poco despus Kocha trajo las bandejas con la cena.
Comieron en silencio, Jtar y la doncella intercambiando
miradas furibundas mientras ella les serva.
Musashi estaba absorto, pensando en su objetivo
particular de entrevistarse con Sekishsai. Considerando su
baja categora, quiz eso era pedir demasiado, pero tal vez,
slo tal vez, sera posible.
Si he de batirme con alguien se deca, debe ser
alguien fuerte de veras. Vale la pena que arriesgue la vida
para ver si puedo superar el nombre del gran Yagy. No
tiene sentido seguir el camino de la espada si no tengo el
valor de intentarlo.
Musashi era consciente de que la mayora de la gente se
reira abiertamente de l por acariciar semejante idea.
Aunque Yagy no era uno de los daimys ms
prominentes, era el dueo de un castillo, su hijo estaba en la
corte del shgun y la familia entera estaba empapada en las
tradiciones de la clase guerrera. En la nueva era que ahora
despuntaba, cabalgaban en la ola de los tiempos.
sta ser la prueba verdadera, se dijo Musashi, e
incluso mientras coma el arroz se preparaba para el
encuentro.
La peona
La dignidad del anciano haba ido en aumento con el paso de
los aos, hasta que ahora a lo que ms se pareca era a una
grulla majestuosa, mientras que al mismo tiempo
conservaba el aspecto y las maneras de un samurai
cultivado. Tena los dientes sanos y una mirada de
extraordinaria agudeza. Vivir hasta los cien, aseguraba
con frecuencia a todo el mundo.
Sekishsai estaba convencido de que as sera.
La familia Yagy siempre ha sido longeva le
gustaba observar. Los que murieron a los veinte y treinta
aos cayeron en combate. Todos los dems vivieron hasta
mucho ms all de los sesenta.
Entre las innumerables guerras en las que l mismo
haba participado figuraban varias importantes, entre ellas
la revuelta de los Miyoshi y las batallas que sealaban el
ascenso y cada de las familias Matsunaga y Oda.
Incluso aunque Sekishsai no hubiera nacido en
semejante familia, su modo de vida, y sobre todo su actitud
cuando lleg a la vejez, daban motivos para creer que
llegara en efecto a los cien aos. A los cuarenta y siete, y
por razones personales, decidi dejar de guerrear. Desde
entonces nada haba alterado esta resolucin. Haba hecho
odos sordos a los ruegos del shgun Ashikaga Yoshiaki, as
como a las repetidas solicitudes por parte de Nobunaga y
Hideyoshi para que se uniera a sus fuerzas. Aunque casi
viva a la sombra de Kyoto y Osaka, se negaba a enredarse
en las frecuentes batallas de esos centros de poder e intriga
y prefera permanecer en Yagy, como un oso en una
cueva, y atender a su finca de quince mil fanegas de tal
manera que pudiera transmitirla a sus descendientes en
buenas condiciones. Cierta vez observ:
He hecho bien en conservar esta finca. En esta poca
incierta, cuando los dirigentes se levantan hoy y caen
maana, resulta casi increble que este pequeo castillo
haya logrado sobrevivir intacto.
Esto no era ninguna exageracin. De haber apoyado a
Yoshiaki, habra cado vctima de Nobunaga, y si hubiera
apoyado a Nobunaga muy posiblemente se habra
indispuesto con Hideyoshi. Si hubiera aceptado los factores
polticos de Hideyoshi, habra sido desposedo por Ieyasu
despus de la batalla de Sekigahara.
La perspicacia, que la gente admiraba en l, era uno de
los factores, mas para sobrevivir en unos tiempos tan
turbulentos Sekishsai deba poseer una fortaleza interior
de la que carecan los samuris ordinarios de la poca, los
cuales tenan una notable tendencia a ponerse un da al lado
de un hombre y abandonarle descaradamente al siguiente, en
busca de sus propios intereses, sin dedicar un solo
pensamiento al decoro o la integridad, e incluso mataban sin
escrpulos a sus mismos familiares si obstaculizaban sus
ambiciones personales.
Soy incapaz de hacer esa clase de cosas, se limitaba a
decir Sekishsai. Y deca la verdad. Sin embargo, no haba
renunciado al arte de la guerra. En el lugar de honor de su
sala de estar colgaba un pergamino con un poema
compuesto por l mismo, que deca:
No poseo ningn mtodo inteligente
para tener xito en la vida.
Tan slo confo
en el arte de la guerra.
Es mi refugio definitivo.
Cuando Ieyasu le invit a visitar Kyoto, Sekishsai se
vio obligado a aceptar y puso fin a dcadas de serena
reclusin para efectuar su primera visita a la corte del
shgun. Llev consigo a su quinto hijo, Munenori, que tena
veinticuatro aos, y a su nieto Hygo, que por entonces
slo contaba diecisis. Ieyasu no slo confirm al anciano y
venerable guerrero en sus tenencias de tierras, sino que le
pidi que fuese tutor de artes marciales para la casa de
Tokugawa. Sekishsai declin el honor aduciendo su edad y
solicit que Munenori fuese nombrado en su lugar, cosa que
obtuvo la aprobacin de Ieyasu.
En opinin de Sekishsai, el arte de la guerra era, desde
luego, un medio para gobernar a la gente, pero era tambin
un medio para controlar el yo. Esto lo haba aprendido del
seor Kizumi, de quien le gustaba decir que era la deidad
protectora de la familia Yagy. El certificado que el seor
Kizumi le dio para demostrar su dominio del estilo de
esgrima Shinkage estaba siempre en un estante de la
habitacin de Sekishsai, junto con un manual en cuatro
volmenes de tcnicas militares que le regal su seora. En
los aniversarios de la muerte del seor Kizumi, Sekishsai
nunca descuidaba colocar una ofrenda de alimentos junto a
esas preciadas posesiones.
Adems de unas descripciones de las tcnicas de la
espada oculta propias del estilo Shinkage, el manual
contena ilustraciones realizadas por la mano del seor
Kizumi. Incluso en su retiro, a Sekishsai le complaca
abrir los rollos y examinar su contenido. Constantemente le
sorprenda descubrir de nuevo la habilidad con que su
maestro haba empuado el pincel. Las ilustraciones
mostraban gentes luchando y batindose a espada en todas
las posiciones y posturas concebibles. Cuando Sekishsai
las contemplaba, tena la sensacin de que los espadachines
estaban a punto de bajar del cielo para reunirse con l en su
casita de montaa.
El seor Kizumi lleg por primera vez al castillo de
Koyagy cuando Sekishsai tena treinta y siete o treinta y
ocho aos y an estaba rebosante de ambicin militar. Su
seora, acompaado de dos sobrinos, Hikida Bungor y
Suzuki Ihaku, estaba recorriendo el pas en busca de
expertos en las artes marciales, y un da lleg al Hzin. Era
la poca en que In'ei visitaba a menudo el castillo de
Koyagy, e In'ei habl a Sekishsai acerca del visitante. se
fue el comienzo de su relacin.
Sekishsai y Kizumi realizaron encuentros de esgrima
durante tres das seguidos. En el primer asalto, Kizumi
anunci dnde atacara, y entonces llev a cabo el encuentro
exactamente como haba dicho.
Lo mismo sucedi el segundo da, y Sekishsai, herido
en su orgullo, se concentr en idear un nuevo enfoque para
el tercer da.
Al ver su nueva postura, Kizumi se limit a decirle:
Eso ser intil. Si lo haces, yo har esto.
Y, sin ms, atac y derrot a Sekishsai por tercera vez.
A partir de entonces, Sekishsai abandon el enfoque
egosta de la esgrima. Como ms adelante recordara, en
aquella ocasin tuvo por primera vez un atisbo del
verdadero arte de la guerra.
Atendiendo a las vehementes instancias de Sekishsai,
el seor Kizumi permaneci seis meses en Koyagy, y
durante ese tiempo Sekishsai estudi con la resuelta
dedicacin de un nefito. Cuando por fin se separaron, el
seor Kizumi le dijo:
Mi mtodo de esgrima es todava imperfecto. T eres
joven y deberas tratar de llevarlo a la perfeccin.
Entonces le propuso un acertijo Zen: Qu es la lucha a
espada sin una espada?
Durante aos, Sekishsai reflexion en esa adivinanza,
considerndola desde todos los ngulos, y finalmente
obtuvo una respuesta que le satisfizo. Cuando el seor
Kizumi le visit de nuevo, la mirada de Sekishsai al
saludarle era clara y serena, y le sugiri que tuvieran un
encuentro. Su seora le escrut durante un momento y le
dijo:
No, sera intil. Has descubierto la verdad!
Entonces entreg a Sekishsai el certificado y el manual
en cuatro volmenes, y de esta manera naci el estilo de
esgrima Yagy, el cual, a su vez, origin la apacible manera
de vivir de Sekishsai en su vejez.
Que Sekishsai viviera en una casa de montaa se deba
a que ya no le gustaba el imponente castillo con su
complicado boato. A pesar de su amor casi taosta por la
vida retirada, le agradaba tener la compaa de la muchacha
que le trajo Shda Kizaemon para que le entretuviera
tocando la flauta, pues era solcita, corts y nunca
molestaba. No slo su msica le agradaba mucho, sino que
tambin pona un toque de juventud y feminidad en la casa.
De vez en cuando la muchacha hablaba de marcharse, pero
l siempre le peda que se quedase un poco ms.
Mientras daba los toques finales a la nica peona que
estaba disponiendo en un florero de Iga, Sekishsai
pregunt a Ots:
Qu te parece? Est vivo mi arreglo floral?
La muchacha, que estaba detrs de l, replic:
Debis de haber estudiado intensamente las tcnicas
de arreglo floral.
En absoluto. No soy un noble de Kyoto y nunca he
estudiado con maestros ni el arreglo floral ni la ceremonia
del t.
Pues parece como si lo hubierais hecho.
Uso con las flores el mismo mtodo que uso con la
espada.
Ots pareci sorprendida.
De veras podis arreglar las flores de la misma
manera que usis la espada?
S. Vers, todo es cuestin de espritu. Las reglas no
me sirven para nada..., torcer las flores con las yemas de los
dedos o ahogarlas por el cuello. Lo que importa es tener el
espritu apropiado, ser capaz de hacer que parezcan vivas,
tal como eran cuando fueron cortadas. Mira esto! Mi flor
no est muerta.
Ots tena la sensacin de que aquel anciano austero le
haba enseado muchas cosas que necesitaba conocer, y
puesto que todo haba comenzado con un encuentro casual
en la carretera, se consideraba muy afortunada. Te
ensear la ceremonia del t, le deca l, o: Compones
poemas japoneses? Si lo haces, ensame algo sobre el
estilo elegante. El Man'ysh
[2]
est mu y bien, pero al
vivir aqu, en este lugar retirado, preferira escuchar poemas
sencillos sobre la naturaleza.
A cambio, ella haca por l pequeas cosas en las que
nadie ms pensaba. Por ejemplo, el anciano estuvo
encantado cuando Ots le confeccion un gorrito de pao
como el que usaban los maestros de la ceremonia del t.
Ahora se lo pona muy a menudo, y lo apreciaba como si
no hubiera nada ms elegante en ninguna parte. Tambin su
manera de tocar la flauta le satisfaca inmensamente, y en
las noches de luna llena, el sonido de inolvidable belleza de
la flauta sola llegar muy lejos, incluso hasta el castillo.
Mientras Sekishsai y Ots conversaban sobre el
arreglo floral, Kizaemon lleg discretamente a la entrada de
la casa de montaa y llam a Ots. sta sali y le invit a
pasar, pero l titube.
Hars saber a su seora que acabo de regresar de mi
misin? le pregunt.
Ots se ri.
Debera ser al revs, no crees?
Por qu?
T eres aqu el servidor principal y yo slo una
forastera invitada para tocar la flauta. Eres mucho ms
ntimo de l que yo. No deberas verle directamente en vez
de transmitirle el mensaje a travs de m?
Supongo que tienes razn, pero aqu, en la casita de
su seora, eres especial. En cualquier caso, te ruego que le
des el mensaje.
Tambin Kizaemon estaba satisfecho por el giro que
haban dado las cosas: Ots era una persona que gustaba
muchsimo a su maestro y seor.
La muchacha regres de inmediato para decir a
Kizaemon que Sekishsai deseaba que entrara. El anciano
estaba en la sala del t, tocado con el gorro de pao que
Ots le haba hecho.
Ya has vuelto? le pregunt Sekishsai.
S. Les visit y entregu la carta y la fruta, siguiendo
vuestras instrucciones.
Se han ido?
No. Apenas haba regresado aqu, cuando lleg un
mensajero desde la posada con una carta. Deca que, puesto
que haban venido a Yagy, no queran marcharse sin ver el
dj. Si es posible, les gustara venir maana. Tambin han
dicho que quisieran verte y presentarte sus respetos.
Patanes insolentes! Por qu han de ser tan
molestos? Sekishsai pareca irritado en extremo. Les
has explicado que Munenori est en Edo, Hygo en
Kumamoto y que no hay nadie ms disponible?
As es.
Desprecio a esa clase de gente. Incluso despus de
haberles enviado un mensaje dicindoles que no puedo
verles, intentan presentarse aqu.
No s que...
Parece ser que los hijos de Yoshioka son tan
incompetentes como dicen de ellos.
El que est en la Wataya es Denshichir. No me ha
impresionado.
Me sorprendera que lo hubiera hecho. Su padre fue
un hombre de considerable carcter. Cuando fui a Kyoto
con el seor Kizumi, le vimos dos o tres veces y tomamos
sake juntos. Desde entonces la casa ha ido cuesta abajo. El
joven parece creer que ser hijo de Kemp le da derecho a
entrar aqu, y por eso insiste en su desafo. Pero desde
nuestro punto de vista, no tiene sentido aceptar el desafo y
luego enviarle a su casa derrotado.
Ese Denshichir da la impresin de tener mucha
confianza en s mismo. Si tanto desea venir, tal vez yo
mismo podra aceptar el reto.
No, de ninguna manera. Esos hijos de gente famosa
suelen tener una elevada opinin de s mismos y, adems,
tienden a tergiversar las cosas en su propio beneficio. Si le
derrotaras, puedes estar seguro de que tratara de destruir
nuestra reputacin en Kyoto. Personalmente no me
importa, pero no quiero cargar a Munenori o Hygo con
una cosa as.
Qu podemos hacer entonces?
Lo mejor sera apaciguarle de alguna manera, hacerle
creer que se le trata como debe ser tratado el hijo de una
gran casa. Tal vez ha sido un error enviar a un hombre a
verle. El anciano mir a Ots y aadi: Creo que una
mujer sera mejor. Probablemente Ots es la persona
adecuada.
De acuerdo dijo ella. Quieres que vaya ahora?
No, no hay prisa. Puedes ir maana por la maana.
Sekishsai escribi una carta sencilla, con el estilo
propio de un maestro de la ceremonia del t, y se la entreg
a Ots junto con una peona como la que haba colocado en
el florero.
Dale esto y dile que vas en mi nombre porque estoy
resfriado. Veremos cul es su respuesta.
A la maana siguiente, Ots se puso un largo velo sobre la
cabeza. Aunque los velos ya no estaban de moda en Kyoto,
ni siquiera entre las clases altas, las mujeres de clase alta y
media en las provincias todava los apreciaban.
En el establo, que se encontraba en el exterior del
castillo, pidi que le dejaran un caballo.
El encargado del establo, que lo estaba limpiando, le
pregunt si iba a alguna parte.
S, he de ir a la Wataya con un recado de su seora.
Quieres que te acompae?
No es necesario.
Estars segura?
Naturalmente. Me gustan los caballos. Los que
montaba en Mimasaka eran casi salvajes.
Al cabalgar, el viento haca flotar tras ella el velo
marrn-rojizo. Montaba bien, sujetando la carta y la
peona, que empezaba a perder ligeramente su frescura, en
una mano y manejando diestramente al caballo con la otra.
Los agricultores y braceros que se encontraban en los
campos la saludaban, pues en el breve tiempo que llevaba
all ya estaba familiarizada con las gentes del lugar, cuyas
relaciones con Sekishsai eran mucho ms amistosas de lo
que era habitual entre seor y campesinos. Todos saban
que una hermosa joven haba llegado para distraer a su
seor tocando la flauta, y la admiracin y respeto que
sentan por l se extendi a Ots.
Lleg a la Wataya, desmont y at su caballo a un rbol
del jardn.
Bienvenida! le dijo Kocha, que sali a recibirla.
Te quedas a pasar la noche?
No, slo vengo del castillo de Koyagy con un
mensaje para Yoshioka Denshichir. An est aqu,
verdad?
Aguarda un momento, por favor.
Durante el breve tiempo que Kocha estuvo ausente,
Ots cre cierta expectacin entre los ruidosos viajeros que
se estaban poniendo polainas y sandalias y se ataban el
equipaje a la espalda.
Quin es? pregunt uno.
A quin creis que ha venido a ver?
La belleza de Ots, su airosa elegancia difcil de
encontrar en el campo, hizo que los huspedes a punto de
marcharse susurraran y la mirasen hasta que ella sigui a
Kocha y la perdieron de vista.
Denshichir y sus compaeros, que haban bebido hasta
muy tarde la noche anterior, acababan de levantarse.
Cuando les dijeron que haba llegado un mensajero del
castillo, supusieron que sera el mismo hombre que se haba
presentado el da anterior. Al ver a Ots con su peona
blanca se llevaron una sorpresa.
Perdona el estado de la habitacin, por favor! Es un
desastre!
Tras deshacerse en disculpas, enderezaron sus kimonos
y se sentaron sobre sus talones de una manera formal y un
poco rgida.
Entra, entra, por favor.
Me enva el seor del castillo de Koyagy se
limit a decir Ots, depositando la carta y la peona ante
Denshichir. Seras tan amable de leer la carta ahora?
Ah, s..., sta es la carta? S, la leer.
Abri el rollo, que no tena ms de un pie de longitud.
La carta estaba escrita en tinta tenue, sugeridora del aroma
ligero del t, y deca: Perdname por enviarte mis saludos
en una carta en vez de recibirte en persona, pero por
desgracia tengo un ligero resfriado. Creo que una peona
blanca y pura te proporcionar ms placer que la nariz
goteante de un viejo. Te envo la flor por medio de una flor,
con la esperanza de que aceptes mis disculpas. Mi viejo
cuerpo descansa al margen del mundo cotidiano, y no
podra mostrarte mi rostro sin vacilacin. Por favor, sonre
piadosamente a un anciano.
Denshichir hizo una mueca despectiva y enroll la
carta.
Es eso todo? pregunt.
No, tambin ha dicho que, aunque le gustara tomar
una taza de t contigo, vacila en invitarte a su casa, porque
all no hay ms que guerreros que ignoran las sutilezas de la
ceremonia del t. Como Munenori est lejos, en Edo, cree
que el servicio del t sera tan rudo que hara rer a personas
procedentes de la capital imperial. Me ha encargado que te
pida perdn y te diga que confa en verte en alguna ocasin
futura.
Ja, ja! replic Denshichir, con una expresin de
suspicacia en el semblante. Si te entiendo correctamente,
Sekishsai cree que nos ilusiona contemplar las sutilezas de
la ceremonia del t. A decir verdad, puesto que somos de
familias samuris, no sabemos nada del t. Tenamos la
intencin de preguntar personalmente a Sekishsai por su
salud y persuadirle para que nos diera una leccin de
esgrima.
Por supuesto, l lo comprende perfectamente, pero
est pasando su vejez en retiro y tiene la costumbre de
expresar muchos de sus pensamientos por medio de la
ceremonia del t.
Bien, no nos ha dejado ms opcin que abandonar
nuestro propsito dijo Denshichir sin disimular su
disgusto. Ten la bondad de decirle que, si volvemos otra
vez, nos gustara verle.
Dicho esto, devolvi la peona a Ots.
No te gusta? Mi seor ha credo que podra alegrarte
en el camino. Dijo que podras colgarla en el ngulo de tu
palanqun o, si viajas a caballo, colocarla en la silla.
Pretenda que fuese un recuerdo? Denshichir
baj los ojos como si se sintiera insultado y aadi en tono
desabrido: Esto es ridculo! Puedes decirle que tenemos
nuestras propias peonas en Kyoto!
Ots se dijo que, si eso era lo que aqul senta, sera
intil insistir para que se quedase con el regalo. Prometi
que transmitira su mensaje y se despidi con tanta
delicadeza como si quitara el vendaje de una lesin abierta.
Sus anfitriones, de mal humor, apenas respondieron a su
despedida.
Una vez en el pasillo, Ots se ri para sus adentros,
mirando el reluciente suelo negro que conduca a la
habitacin que ocupaba Musashi, se volvi y se alej en la
otra direccin.
Kocha sali de la habitacin de Musashi y corri hasta
darle alcance.
Ya te marchas? le pregunt.
S, he finalizado mi cometido.
Vaya, qu rapidez. Y mirando la mano de Ots, le
pregunt: Es una peona? No saba que son de color
blanco.
S. Es del jardn del castillo. Si te gusta, puedes
quedrtela.
S, por favor dijo Kocha, tendiendo las manos.
Tras despedirse de Ots, Kocha fue al aposento de los
sirvientes y mostr a todos la flor. Puesto que nadie se
senta inclinado a admirarla, fue a la habitacin de Musashi.
Musashi, sentado ante la ventana, con las manos en la
barbilla, miraba en direccin al castillo y cavilaba en su
objetivo: primero, cmo lograra ver a Sekishsai, y luego
cmo le vencera con su espada.
Te gustan las flores? le pregunt Kocha al entrar.
Flores?
Le mostr la peona.
Humm. Es bonita.
Te gusta?
S.
Creo que es una peona, una peona blanca.
De veras? Por qu no la pones en ese florero de
ah?
No s arreglar flores. Hazlo t.
No, no, hazlo t. Es mejor hacerlo sin pensar en el
aspecto que va a tener.
Bueno, ir a buscar agua dijo ella, llevndose el
florero.
Musashi fij la mirada en el extremo cortado del tallo de
la flor. Lade la cabeza, sorprendido, aunque no poda
determinar qu era lo que atraa su atencin.
Cuando Kocha regres, su inters fortuito se haba
convertido en un minucioso escrutinio. La muchacha puso
el florero en el lugar de honor de la estancia e intent
introducir la peona, pero el resultado fue escaso.
El tallo es demasiado largo le dijo Musashi.
Trela aqu y lo cortar. Entonces, cuando la pongas
erguida, parecer natural.
Kocha le tendi la flor. Antes de que supiera lo que
haba sucedido, la flor haba cado de sus manos y ella
estaba llorando. No era de extraar, pues en aquel breve
instante Musashi haba desenvainado su espada corta y,
lanzando un grito vigoroso, cort el tallo entre las manos de
la muchacha, envainando a continuacin la espada. A
Kocha, el destello del acero y el sonido de la espada al
quedar de nuevo envainada le parecieron simultneos.
Sin hacer el menor intento de consolar a la aterrada
muchacha, Musashi recogi el trozo de tallo que haba
cortado y se puso a comparar un extremo con el otro.
Pareca totalmente absorto. Por fin, percatndose de la
inquietud de Kocha, le pidi disculpas y le dio unas
palmaditas en la cabeza.
Cuando logr tranquilizar a la muchacha y sta dej de
llorar, le pregunt:
Sabes quin cort esta flor?
No, me la han dado.
Quin?
Una persona del castillo.
Uno de los samuris?
No, una mujer joven.
Humm. Crees entonces que la flor procede del
castillo?
S, eso dijo ella.
Siento haberte asustado. Si luego te compro unos
pastelillos, me perdonars? El cualquier caso, ahora la flor
debe de tener la medida justa. Intenta colocarla en el florero.
Te parece bien as?
S, muy bien.
Musashi le haba gustado a Kocha desde el primer
momento, pero el destello de su espada la haba helado
hasta la mdula. Sali de la habitacin, dispuesta a no
volver hasta que sus deberes lo hicieran absolutamente
inevitable.
Musashi estaba mucho ms fascinado por el largo tallo
que por la flor. Estaba seguro de que el primer corte no
haba sido realizado ni con tijeras ni con un cuchillo. Puesto
que los tallos de peona son ligeros y flexibles, el corte slo
poda haber sido efectuado con una espada, y nicamente
un golpe muy determinado habra hecho un corte tan
limpio. Quienquiera que lo hubiese hecho no era una
persona ordinaria. Aunque l mismo haba intentado
reproducir el corte con su espada, al comparar ambos
extremos comprendi en seguida que el suyo era con mucho
el inferior. Era como la diferencia que existe entre una
estatua budista tallada por un experto y otra hecha por un
artesano de habilidad corriente.
Se pregunt qu poda significar aquello. Si un samurai
que trabaja en el jardn del castillo puede hacer un corte
como ste, entonces el nivel de la casa de Yagy debe de ser
an ms superior de lo que crea. De repente le abandon
su confianza: Todava no estoy preparado ni mucho
menos. Sin embargo, gradualmente fue superando esa
sensacin. En cualquier caso, los de la casa de Yagy son
dignos adversarios. Si perdiera, podra echarme a sus pies y
aceptar la derrota de buen talante. Ya he decidido que estoy
dispuesto a enfrentarme a cualquier cosa, incluso a la
muerte. Entonces cobr valor y poco despus sinti
renacer sus esperanzas.
Pero cmo iba a hacerlo? Pareca improbable que,
aunque un estudiante llegara a su puerta con una carta de
presentacin apropiada, Sekishsai accediera a un
encuentro de esgrima. As se lo haba dicho el posadero, y,
como Munenori y Hygo estaban ausentes, no haba nadie
a quien retar si no era al mismo Sekishsai.
De nuevo intent imaginar el modo de entrar en el
castillo. Su mirada volvi a posarse en la flor que
descansaba en la pequea tarima del tokonoma, el lugar de
honor de la estancia, y empez a tomar forma la imagen de
alguien a quien la flor le recordaba inconscientemente. Ver el
rostro de Ots en su mente apacigu su espritu y le
tranquiliz los nervios.
Ots se diriga de regreso al castillo de Koyagy
cuando, de improviso, oy un grito estridente a sus
espaldas. Se volvi y vio a un nio que sala de una
agrupacin de rboles al pie de un risco. Era evidente que se
diriga a su encuentro, y, puesto que los nios de la zona
eran demasiado tmidos para acercarse a una mujer joven
como ella, detuvo su caballo y aguard por pura curiosidad.
Jtar estaba en cueros, tena el pelo mojado y llevaba
sus ropas enrolladas bajo el brazo. En absoluto
avergonzado por su desnudez, le dijo:
T eres la dama de la flauta. An te alojas aqu?
Tras examinar el caballo con disgusto, mir directamente a
Ots.
Eres t! exclam ella. El chiquillo que lloraba en
la carretera de Yamato.
Lloraba? Yo no lloraba!
No importa. Desde cundo ests aqu?
Llegu el otro da.
T solo?
No, con mi maestro.
Ah, claro. Dijiste que estudiabas esgrima, no es
cierto? Qu ests haciendo desnudo?
No creers que voy a baarme en el ro con la ropa
puesta, verdad?
El ro? Pero el agua debe de estar helada. La gente se
reira si supiera que nadas en esta poca del ao.
No estaba nadando, sino dndome un bao. Mi
maestro me dijo que ola a sudor, as que fui al ro.
Ots solt una risita.
Dnde os alojis?
En la Wataya.
No me digas, acabo de salir de ah.
Lstima que no hayas ido a vernos. Por qu no
vienes conmigo ahora?
Ahora no puedo. Tengo que hacer un recado.
Bueno, adis! dijo l, volvindose para marcharse.
Jtar, ven a verme alguna vez al castillo.
Puedo ir de veras?
Ots apenas haba pronunciado esas palabras cuando
empez a lamentarlas, pero dijo:
S, aunque no se te ocurra venir vestido como lo ests
ahora.
Si eso es lo que sientes, no quiero ir. No me gustan
los sitios donde se preocupan por bagatelas.
Ots se sinti aliviada y an sonrea cuando cruz el
portal del castillo. Tras devolver el caballo al establo, fue a
informar a Sekishsai.
El anciano se ech a rer.
De modo que estaban enfadados! Muy bien! Que
se enfaden. No van a hacerme cambiar de idea. Al cabo de
un momento pareci recordar algo ms. Tiraste la
peona? le pregunt.
Ella le explic que se la haba dado a la doncella de la
posada, y l anciano hizo un gesto de aprobacin.
Cogi el muchacho Yoshioka la peona y la
examin?
S, cuando ley la carta.
Y bien?
Se limit a devolvrmela.
No mir el tallo?
No vi que hiciera tal cosa.
No lo examin ni dijo nada al respecto?
No.
He hecho bien en negarme a recibirle. No merece la
pena un encuentro con l. Creo que la casa de Yoshioka
termin con Kemp.
El dj de Yagy podra calificarse apropiadamente de
grandioso. Situado en el terreno que rodeaba el castillo,
haba sido reconstruido cuando Sekishsai contaba unos
cuarenta aos, y la fuerte madera utilizada en su
construccin lo haca parecer indestructible. El brillo de la
madera, adquirido con el paso de los aos, pareca reflejar
los rigores sufridos por los hombres que se haban
adiestrado all, y el edificio era lo bastante amplio para
haber servido como cuartel de samuris en tiempos de
guerra.
Ligeramente! Con la punta de la espada no, con
vuestras entraas! Shda Kizaemon, sentado en una
plataforma algo elevada y vestido con una tnica interior y
hakama, imparta airadas instrucciones a dos aspirantes a
espadachines. Repetidlo! No lo hacis nada bien!
El blanco de la reprimenda de Kizaemon era un par de
samurais de Yagy, los cuales, aunque estaban aturdidos y
empapados en sudor, seguan luchando tenazmente.
Tomaron posiciones, prepararon sus armas y los dos
volvieron a enfrentarse como fuego contra fuego.
Aoh!
Yaaaaa!
En Yagy no se permita a los principiantes emplear
espadas de madera, sino que usaban un palo diseado
especficamente para el estilo Shinkage. Era una bolsa de
cuero larga y delgada, llena de tiras de bamb, un verdadero
palo de cuero sin empuadura ni guarda de espada. Aunque
menos peligroso que una espada de madera, de todos
modos poda cortar una oreja o convertir Una nariz en una
granada. No haba restriccin alguna con respecto a las
partes del cuerpo que el combatiente poda atacar. Estaba
permitido derribar al contrario golpendole horizontalmente
en las piernas, y no haba ninguna regla que impidiera
golpear a un hombre cuando estaba en el suelo.
Manteneos as! Sin decaer! Igual que la ltima vez!
Kizaemon segua dirigiendo a los estudiantes.
Era costumbre no permitir que un hombre abandonara
hasta que estuviera a punto de caerse. A los principiantes
se les trataba con especial dureza, sin alabarles nunca ni
escatimar los insultos. Debido a ello, el samurai corriente
saba que entrar al servicio de la casa de Yagy no era algo
que pudiera tomarse a la ligera. Los recin llegados no solan
durar, y los hombres que ahora servan a las rdenes de
Yagy eran el resultado de una criba minuciosa. Incluso los
soldados rasos de infantera y los mozos de establo haban
hecho algunos progresos en el estudio de la esgrima.
Ni que decir tiene, Shda Kizaemon era un espadachn
consumado que haba dominado el estilo Shinkage a edad
temprana y, bajo la tutela del mismo Sekishsai haba
aprendido los secretos del estilo Yagy, al que haba
aadido algunas tcnicas personales, por lo que ahora
hablaba orgullosamente del verdadero estilo Shda.
El adiestrador de caballos de Yagy, Kimura Sukekur,
era tambin diestro, as como Murata Yoz, del cual,
aunque estaba empleado como encargado del almacn, se
deca que era un buen contrincante para Hygo. Debuchi
Magobei, otro empleado de categora relativamente baja,
haba estudiado la esgrima desde su infancia y blanda
realmente un arma poderosa. El seor de Echizen haba
intentado persuadir a Debuchi para que entrara a su
servicio, y los Tokugawa de Kii intentaron atraer a Murata,
pero ambos prefirieron permanecer en Yagy, aunque los
beneficios materiales fuesen menores.
La casa de Yagy, que ahora se encontraba en la cima de
su prosperidad, estaba produciendo un torrente al parecer
interminable de grandes espadachines. Del mismo modo, los
samurais de Yagy no eran reconocidos como espadachines
hasta que haban demostrado su capacidad sobreviviendo al
rgimen implacable.
Eh, t! grit Kizaemon, llamando a un guardin
que pasaba por el exterior. Le haba sorprendido ver a
Jtar, que segua al soldado.
Hola! dijo el chiquillo, amigable como de
costumbre.
Qu ests haciendo en el castillo? le pregunt
Kizaemon severamente.
El hombre de la entrada me ha hecho pasar replic
sinceramente Jtar.
Ah, s? Entonces se dirigi al guardin. Por
qu has trado a este chico aqu?
Ha dicho que quera verte.
Quieres decir que has trado aqu a este nio
findote tan slo de su palabra?... Muchacho!
S, seor.
Esto no es un campo de juegos. Vete de aqu.
Pero no he venido a jugar. Traigo una carta de mi
maestro.
De tu maestro? No dijiste que era uno de esos
estudiantes errantes?
Lee la carta, por favor.
No tengo necesidad de hacerlo.
Qu ocurre? Es que no sabes leer?
Kizaemon solt un bufido.
Bien, si puedes leerla, lela.
Eres un mocoso astuto. La razn por la que he dicho
que no necesito leerla, es que ya s lo que dice.
Aun as, no crees que sera ms corts leerla?
Los estudiantes de guerrero pululan por aqu como
mosquitos y lombrices. Si dedicara tiempo a ser corts con
todos ellos, no podra hacer ninguna otra cosa. No obstante,
como lo siento por ti, te dir lo que dice la carta. De
acuerdo?
Dice que al firmante le gustara que se le permitiera
ver nuestro magnfico dj, que quisiera estar, aunque slo
fuera por un minuto, a la sombra del ms grande maestro
del pas, y que por el bien de todos los sucesores que
seguirn el camino de la espada, agradecera que se le
concediera una leccin. Supongo que se es en sustancia el
contenido de la carta.
Jtar le mir con los ojos muy abiertos.
Es eso lo que dice la carta?
S, de modo que no hace falta que la lea, no crees?
Pero que no se diga que la casa de Yagy rechaza
insensiblemente a quienes la visitan. Hizo una pausa y,
como si hubiera ensayado sus palabras, sigui diciendo:
Pide al guardin que te lo explique todo. Cuando llegan a
esta casa los estudiantes de guerrero, entran por la puerta
principal y pasan a la del medio, a la derecha de la cual hay
un edificio llamado Shin'ind, identificado por una placa de
madera. Si lo solicitan al encargado, pueden descansar ah
durante algn tiempo, y hay los servicios necesarios para
que pasen una o dos noches. Cuando se marchan, se les da
una pequea suma de dinero para ayudarles en su viaje.
Pues bien, lo que has de hacer ahora es entregar esta carta al
encargado del Shin'ind. Entendido?
No! replic Jtar. Sacudi la cabeza y alz
ligeramente el hombro derecho. Escuchad, seor!
Y bien?
No debis juzgar a la gente por su aspecto. No soy
el hijo de un mendigo!
Debo admitir que, en efecto, tienes cierta habilidad
verbal.
Por qu no echis una mirada a la carta? Es posible
que diga algo totalmente distinto a lo que creis. Qu
harais entonces? Permitirais que os cortara la cabeza?
Espera un momento! dijo Kizaemon, rindose. Su
cara, con la boca roja detrs de la barba erizada, pareca el
interior de una castaa rota. No, no puedes cortarme la
cabeza.
Bien, entonces leed la carta.
Ven aqu.
Por qu? Jtar tuvo la aprensiva sensacin de
que haba ido demasiado lejos.
Admiro la determinacin con que no ests dispuesto
a permitir que el mensaje de tu maestro se quede sin
entregar. La leer.
Y por qu no habrais de hacerlo? Sois el oficial de
mayor rango en la casa de Yagy, no es cierto?
Blandes soberbiamente la lengua. Esperemos que
puedas hacer lo mismo con la espada cuando crezcas.
Rompi el sello de la carta y ley en silencio el mensaje de
Musashi. A medida que lo haca su expresin iba
ponindose seria. Has trado algo junto con esta carta?
Ah, s, se me olvidaba! Rpidamente, Jtar sac
del interior de su kimono el tallo de peona.
Kizaemon examin silenciosamente ambos extremos del
tallo, con cierta expresin de perplejidad. No poda
entender del todo el significado de la carta de Musashi.
ste explicaba que la doncella de la posada le haba dado
la flor, diciendo que proceda del castillo, y que al examinar
el tallo haba descubierto que el corte no haba sido hecho
por una persona ordinaria. El mensaje segua diciendo:
Tras colocar la flor en un florero, percib en ella cierto
espritu especial, y sent que deba conocer a la persona que
realiz el corte. Puede que la cuestin parezca trivial, pero
si no os importa decirme qu miembro de vuestra casa lo ha
hecho, os agradecera que me enviarais la respuesta por
medio del muchacho que os entrega esta carta.
Eso era todo... No mencionaba que el firmante fuese un
estudiante ni solicitaba un encuentro de esgrima.
Qu cosa tan extraa ha escrito, se dijo Kizaemon.
Mir de nuevo el tallo de peona y volvi a examinar
atentamente los dos extremos, pero sin poder discernir si
uno de ellos difera del otro.
Murata! llam. Ven a ver esto. Ves alguna
diferencia entre los cortes en los extremos de este tallo?
Tal vez uno de los cortes parece ms afilado?
Murata Yoz examin el tallo por uno y otro lado, pero
tuvo que confesar que no vea diferencia alguna entre ambos
cortes.
Ensemoslo a Kimura.
Se dirigieron a la dependencia que estaba al fondo del
edificio y plantearon el problema a su colega, el cual se
mostr tan desconcertado como ellos. Debuchi, que
tambin se encontraba en la dependencia, dijo:
sta es una de las flores que el anciano seor en
persona cort anteayer. No estabas con l en esa ocasin,
Shda?
No. Le vi arreglar una flor, pero no cortarla.
Pues bien, sta es una de las que cort. Puso una en
el florero de su habitacin y pidi a Ots que llevara la otra
a Yoshioka Denshichir junto con una carta.
S, lo recuerdo dijo Kizaemon, mientras lea de
nuevo la carta de Musashi. De repente, alz los ojos con
una expresin de sorpresa. El firmante de esta carta es
Shimmen Musashi. Creis que este Musashi es el
mismo Miyamoto Musashi que ayud a los sacerdotes del
Hzin a matar a toda aquella chusma en la planicie de
Hannya? Debe de ser l!
Debuchi y Murata se pasaron la carta una y otra vez,
releyndola.
La caligrafa tiene carcter coment Debuchi.
S musit Murata. Parece tratarse de una
persona fuera de lo corriente.
Si lo que dice la carta es cierto dijo Kizaemon y
realmente ha podido distinguir que este tallo ha sido
cortado por un experto, entonces debe de saber algo que
nosotros ignoramos. La cort el anciano maestro en
persona, y parece ser que eso est claro para alguien cuyos
ojos saben ver a fondo.
Humm, me gustara conocerle dijo Debuchi.
Podramos comprobar esto y, de paso, pedirle que nos
cuente lo que ocurri en la planicie de Hannya.
Pero antes de comprometerse por s mismo, pidi a
Kimura su opinin. Kimura observ que, puesto que no
reciban a ningn shugysha, no podan tenerle como
husped en el saln de prcticas, pero no haba ningn
motivo por el que no pudieran invitarle a una comida y sake
en el Shin'ind. All los lirios ya haban florecido y las
azaleas silvestres estaban a punto de hacerlo. Podran
celebrar una pequea fiesta y hablar de esgrima y cosas por
el estilo. Con toda probabilidad, a Musashi le satisfara
asistir, y con toda certeza el anciano seor no pondra
objeciones si se enteraba.
Kizaemon se dio una palmada en la rodilla y dijo:
sa es una sugerencia esplndida.
Tambin ser una fiesta para nosotros aadi
Murata. Envimosle la respuesta ahora mismo.
Kizaemon tom asiento para escribir la respuesta, pero
antes dijo:
El chico est afuera. Hacedle pasar.
Unos minutos antes, Jtar haba estado bostezando y
gruendo, preguntndose cmo podan ser tan lentos,
cuando un gran perro negro percibi su presencia y se
acerc para husmearle. Creyendo que haba encontrado un
nuevo amigo, Jtar habl al perro y, cogindole por las
orejas, tir de l hacia adelante.
Luchemos sugiri, y acto seguido abraz al perro y
lo tumb en el suelo. El animal se mostr condescendiente,
por lo que Jtar lo agarr de nuevo, tumbndolo dos o tres
veces ms. Entonces, cerrndole la boca con ambas manos,
le dijo: Ahora ladra!
Esto enfureci al perro, que se zaf de l, cogi con los
dientes la falda del kimono de Jtar y tir de ella
tenazmente. Al muchacho le toc el turno de enfurecerse.
Quin te crees que soy? le grit. Cmo te
atreves a hacer eso!
Desenvain su espada de madera y la alz amenazante
por encima de su cabeza. El perro, tomndole en serio, se
puso a ladrar ruidosamente para llamar la atencin de los
guardianes. Lanzando una maldicin, Jtar descarg la
espada sobre la cabeza del perro, produciendo un sonido
como si hubiera golpeado una roca. El perro se abalanz
contra la espalda del muchacho y, agarrndole por el obi, lo
derrib al suelo. Antes de que pudiera incorporarse, el
perro le atac de nuevo y Jtar trat frenticamente de
protegerse la cara con las manos.
Intent escapar, pero el perro le pisaba los talones, y
los ecos de sus ladridos reverberaban en las montaas. La
sangre empez a rezumar entre los dedos con los que se
cubra el rostro, y pronto sus propios aullidos angustiados
ahogaron los del perro.
La venganza de Jtar
Jtar regres a la posada, se sent ante Musashi y,
satisfecho de s mismo, le inform de que haba llevado a
cabo su misin. Tena varios rasguos en la cara, y su nariz
pareca una fresa madura. Sin duda estaba dolorido, pero
como no dio ninguna explicacin de su estado, Musashi no
le hizo preguntas.
Aqu est su respuesta dijo el chiquillo, entregando
a Musashi la carta de Shda Kizaemon. Aadi algunas
palabras sobre su encuentro con el samurai, pero no dijo
nada acerca del perro. Mientras hablaba sus heridas
empezaron a sangrar de nuevo. Deseas algo ms?
inquiri.
No, eso es todo, gracias.
Musashi abri la carta de Kizaemon. Jtar se llev las
manos a la cara y sali apresuradamente de la habitacin.
Kocha le dio alcance y examin sus rasguos con
preocupacin.
Cmo ha ocurrido? le pregunt.
Un perro se me ech encima.
De quin era ese perro?
Era uno de los del castillo.
Ah, ese sabueso grande y negro llamado Kish? Es
muy bravo. Estoy segura de que, por fuerte que seas, no
podras dominarlo. Hombre, si ha mordido a algunos
merodeadores hasta acabar con ellos!
Aunque no existan entre ellos las mejores relaciones,
Kocha le condujo al arroyo que pasaba por detrs de la casa
y le dijo que se lavara la cara. Entonces ella fue en busca de
un ungento y se lo aplic en los rasguos. Por una vez
Jtar se port como un caballero. Cuando ella hubo
terminado de curarle, el muchacho hizo una reverencia y le
dio reiteradamente las gracias.
Deja de mover la cabeza arriba y abajo. Al fin y al
cabo, eres un hombre, y eso parece ridculo.
Pero aprecio lo que has hecho.
Aunque nos peleemos mucho, te tengo afecto le
confes ella.
T tambin me gustas.
De veras?
Las porciones del rostro de Jtar que no estaban
cubiertas por el ungento se volvieron carmeses, mientras
las mejillas de Kocha se cubran de un tenue rubor. No
haba nadie a su alrededor. El sol brillaba entre las flores
rosadas de melocotonero.
Probablemente tu maestro se marchar pronto,
verdad? le pregunt ella con un dejo de pesar.
Todava estaremos aqu algn tiempo replic l de
modo tranquilizador.
Ojal pudieras quedarte uno o dos aos.
Entraron en el cobertizo donde se almacenaba el pienso
para los caballos y se tendieron boca arriba en el heno. Sus
manos se rozaron, y Jtar experiment un clido
cosquilleo. De improviso, cogi la mano de Kocha y le
mordi un dedo.
Ay!
Te he hecho dao? Lo siento.
No te preocupes. Vuelve a hacerlo.
No te importa?
No, no, anda, muerde! Muerde ms fuerte!
l la obedeci, mordisquendole los dedos como un
cachorro. El heno caa sobre sus cabezas, y no tardaron en
abrazarse. Ninguno de los dos se propona pasar de ah
pero mientras estaban abrazados entr el padre de Kocha,
que la estaba buscando. Consternado ante aquella escena, su
semblante adopt la expresin severa de un sabio
confuciano.
Qu estis haciendo, idiotas? Los dos, que an sois
unos nios! Los sac del cobertizo cogidos del pescuezo
y dio a Kocha un par de azotes en el trasero.
Durante el resto de aquel da, Musashi apenas habl
con nadie. Permaneci sentado, cruzado de brazos y
sumido en sus pensamientos.
En una ocasin, en plena noche, Jtar se despert y,
alzando un poco la cabeza, mir a su maestro. Musashi
estaba tendido en la colchoneta con los ojos abiertos y
examinaba el techo, intensamente concentrado.
Al da siguiente Musashi mantuvo la misma reserva.
Jtar estaba asustado, temiendo que su maestro se hubiera
enterado de que le haban sorprendido jugando con Kocha
en el cobertizo. Pero no le dijo nada. Por la tarde Musashi
envi al muchacho a pedir la cuenta, y estaba haciendo los
preparativos para su partida cuando el empleado se la trajo.
Le pregunt si cenaran y l respondi que no.
No volveris esta noche a dormir? quiso saber
Kocha, que estaba en un rincn sin hacer nada.
No, te agradezco las atenciones que has tenido con
nosotros, Kocha. Estoy seguro de que te hemos causado
muchas molestias. Adis.
Cudate le dijo Kocha, con las manos en la cara
para ocultar las lgrimas.
El posadero y las dems doncellas se alinearon en el
portal para despedirles. A todos les pareca muy extrao
que los viajeros se pusieran en marcha poco antes de la
puesta del sol.
Musashi haba recorrido un corto trecho cuando se
volvi a Jtar. Al no verle a su lado mir hacia la posada y
le vio all, debajo del almacn, despidindose de Kocha.
Cuando se aproxim a ellos, se apresuraron a separarse.
Adis le dijo Kocha.
Adis grit Jtar mientras corra al lado de
Musashi.
Aunque tema la expresin de ste, el muchacho no
poda dejar de mirar atrs, hasta que perdi de vista la
posada.
Empezaron a aparecer luces en el valle. Musashi, que
no deca nada ni haba mirado una sola vez atrs, avanzaba a
grandes zancadas. Jtar le segua taciturno.
Al cabo de un rato, Musashi le pregunt:
Todava no llegamos?
Adonde?
A la entrada del castillo.
Vamos al castillo?
S.
Nos alojaremos all esta noche?
No lo s. Eso depende de cmo vayan las cosas.
Ah est. sa es la puerta.
Musashi se detuvo ante el portal, con los pies juntos.
Por encima de las murallas cubiertas de musgo, los rboles
enormes producan un sonido susurrante. Haba una sola
luz, que iluminaba una ventana cuadrada.
Musashi llam y se present un guardin.
Me llamo Musashi y vengo invitado por Shda
Kizaemon le dijo al tiempo que le entregaba la carta del
samurai. Quieres decirle que estoy aqu, por favor?
El guardin ya estaba informado de que iba a venir.
Te estn esperando le dijo, hacindole una sea
para que le siguiera.
Adems de sus otras funciones, el Shin'ind era el lugar
donde los jvenes del castillo estudiaban el confucianismo,
y tambin serva como biblioteca del feudo. Todas las
habitaciones a lo largo del pasillo que conduca a la parte
trasera del edificio tenan las paredes llenas de estanteras, y
aunque la fama de la casa de Yagy se deba a su destreza
militar, Musashi observ que tambin daba mucha
importancia a la formacin intelectual. Todo en el castillo
pareca rezumar historia.
Y todo pareca estar bien dirigido, a juzgar por la
limpieza del camino desde el portal al Shin'ind, la cortesa
de la guardia y la austera y apacible iluminacin visible en
las proximidades del torren.
A veces, cuando un visitante entra en una casa por
primera vez, tiene la sensacin de que ya conoce el lugar y a
sus moradores. Musashi tuvo esa impresin al sentarse en
el suelo de madera de la gran sala en la que le hizo entrar el
guardin. Tras ofrecerle un cojn duro y redondo de paja
trenzada, que l acept dndole las gracias, el guardin le
dej a solas. Por el camino haban dejado a Jtar en la sala
de espera de los sirvientes.
El guardin regres al cabo de unos minutos y dijo a
Musashi que su anfitrin no tardara en recibirle.
Musashi desliz el cojn redondo hasta un rincn y se
apoy en un poste. A la luz del farol bajo que brillaba en el
jardn vio unas espalderas de glicinas trepadoras, de colores
blanco y azul lavanda. Impregnaba la atmsfera el aroma
dulzn de las flores. Le sobresalt el croar de una rana, la
primera que oa aquel ao.
En algn lugar del jardn gorgoteaba el agua, una
corriente que, al parecer, pasaba por debajo del edificio, ya
que despus de haberse acomodado not el sonido del agua
desde los muros, el techo e incluso la lmpara. Se senta
fresco y relajado. Sin embargo, en lo ms profundo de s
mismo segua viva una irreprimible desazn. Era su
insaciable espritu de lucha que le corra por las venas
incluso en aquella atmsfera serena. Desde el cojn junto al
poste, contempl inquisitivamente su entorno.
Quin es Yagy? se pregunt con insolencia. Es
un espadachn, lo mismo que yo. En este aspecto estamos
al mismo nivel. Pero esta noche dar un paso adelante y
dejar a Yagy detrs de m.
Siento haberte hecho esperar.
Shda entr en la estancia con Kimura, Debuchi y
Murata.
Bienvenido a Koyagy le dijo cordialmente
Kizaemon.
Despus de que los otros tres hombres se hubieran
presentado, los criados trajeron bandejas con sake y
comida. El sake era de fabricacin local, espeso y con
aspecto de jarabe, servido en anticuadas copas con un largo
pie.
Aqu, en el campo, no podemos ofrecer mucho le
dijo Kizaemon, pero te ruego que te consideres en tu
casa.
Los dems tambin le invitaron con mucha cordialidad a
que se pusiera cmodo y no hiciera cumplidos.
A instancias de sus anfitriones, Musashi acept un
poco de sake, aunque no le atraa especialmente. No es que
no le gustara, sino que era todava demasiado joven para
apreciar la sutileza de la bebida. Aquel sake era bastante
aceptable, pero ejerci de inmediato su efecto sobre l.
Parece que sabes beber observ Kimura Sukekur,
ofrecindose para llenarle de nuevo la copa. Por cierto,
tengo entendido que la peona por la que preguntaste el otro
da la cort el seor de este castillo en persona.
Musashi se dio una palmada en la rodilla.
Ya me lo pareca! exclam. Era esplndido!
Kimura se acerc ms a l.
Nos gustara saber de qu modo supiste que el corte
en ese tallo blando y delgado haba sido hecho por un
maestro de la esgrima. A todos nosotros nos ha
impresionado profundamente tu habilidad para percibir ese
detalle.
Musashi no estaba seguro del derrotero al que llevara la
conversacin, y decidi ganar tiempo.
Ah, s? De veras?
S, es innegable! dijeron Kizaemon, Debuchi y
Murata casi al unsono.
Nosotros no pudimos ver nada especial en l dijo
Kizaemon, y llegamos a la conclusin de que slo un
genio puede reconocer a otro genio. Creemos que nos sera
de gran ayuda en nuestros futuros estudios si nos lo
explicaras.
Musashi tom otro sorbo de sake.
Oh, no fue nada en particular..., slo una suposicin
afortunada.
Vamos, no seas modesto.
No soy modesto. Es algo que sent... por el aspecto
del corte.
Qu clase de sensacin fue sa?
Tal como actuaran con cualquier desconocido aquellos
cuatro discpulos veteranos de la casa de Yagy intentaban
analizar a Musashi y, al mismo tiempo, ponerle a prueba.
Ya haban admirado su fsico, admirando su porte y la
expresin de sus ojos. Pero su manera de sostener la copa
de sake y los palillos revelaban su crianza campesina que
les haca sentirse inclinados a mostrarse condescendientes
con l. Tras slo tres o cuatro copas de sake, el rostro de
Musashi se puso rojo cobrizo. Azorado, se llev la mano a
la frente y las mejillas dos o tres veces. Era un gesto tan
juvenil que hizo rer a sus anfitriones.
Esa sensacin tuya repiti Kizaemon. Puedes
hablarnos ms de ella? Mira, este edificio, el Shin'ind, fue
construido expresamente por el seor Kizumi de Ise para
alojarse en l durante sus visitas. Es un edificio importante
en la historia de la esgrima, un lugar apropiado para que
esta noche nos alecciones.
Musashi comprendi que protestar por sus halagos no
le sacara del apuro.
Cuando sientes algo, lo sientes y ya est les dijo
. No hay manera de explicarlo. Si deseis que os
demuestre lo que quiero decir, tendris que desenvainar la
espada y enfrentaros a m en un encuentro. No hay otro
camino.
El humo de la lmpara se alzaba negro como tinta de
calamar en el quieto aire nocturno. Volvi a orse el croar de
una rana.
Kizaemon y Debuchi, los dos mayores, intercambiaron
una mirada y se rieron. Aunque el muchacho haba hablado
serenamente, su disposicin a ser puesto a prueba era un
desafo evidente, y como tal lo reconocieron.
Lo dejaron pasar sin hacer ningn comentario y
hablaron de espadas, del zen, de acontecimientos en otras
provincias y de la batalla de Sekigahara. Tanto Kizaemon
como Debuchi y Kimura haban participado en el
sangriento conflicto, y para Musashi, que estuvo en el
bando contrario, las ancdotas que contaban aquellos
hombres tenan un amargo timbre de verdad. Los anfitriones
parecan disfrutar muchsimo de la conversacin, y a
Musashi, que se limitaba a escuchar, le parecan
fascinantes.
Sin embargo, era consciente del rpido paso del tiempo,
y en lo ms hondo tena la certeza de que si no conoca a
Sekishsai aquella noche no le conocera nunca.
Kizaemon anunci que era el momento de tomar la
cebada mezclada con arroz, el ltimo plato acostumbrado, y
los servidores se llevaron el sake.
Musashi se preguntaba cmo podra ver al seor del
castillo. Cada vez resultaba ms claro que se vera obligado
a utilizar alguna treta disimulada. Debera aguijonear a uno
de sus anfitriones hasta hacerle perder los estribos? Eso
sera difcil cuando l mismo no estaba enfadado, y por ello
decidi mostrar en varias ocasiones su desacuerdo con lo
que se deca, de una manera ruda e insolente. Shda y
Debuchi se tomaron a broma esa actitud. Ninguno de
aquellos hombres cedera a la provocacin y hara algo
temerario.
Empez a sentirse desesperado. No soportaba la idea
de marcharse sin haber logrado su objetivo. Quera poner en
su corona una brillante estrella de victoria, y deseaba que
quedara constancia en los anales histricos de que Musashi
haba estado all y se haba ido tras haber dejado su
impronta en la casa de Yagy. Quera poner de rodillas con
su propia espada a Sekishsai, aquel gran patriarca de las
artes marciales, aquel dragn de antao, como le
llamaban.
Le habran conocido el juego por completo? Estaba
considerando esta posibilidad cuando las cosas dieron un
giro inesperado.
Habis odo eso? pregunt Kimura.
Murata sali a la terraza y, al regresar a la estancia,
coment:
Tar est ladrando, pero no como de costumbre.
Creo que hay algo raro.
Tar era el perro con el que se haba peleado Jtar. No
haba duda de que los ladridos, que parecan proceder del
segundo muro que rodeaba al castillo eran alarmantes,
demasiado ruidosos y terribles para que se debieran a un
solo perro.
Creo que ser mejor que eche un vistazo dijo
Debuchi. Perdname por aguar la fiesta, Musashi, pero
esto podra ser importante. Por favor, continuad sin m.
Poco despus de que hubiera salido, Murata y Kimura
se excusaron, rogando cortsmente a Musashi que les
perdonara.
Los ladridos se intensificaron. Al parecer, el perro
intentaba advertir de algn peligro. Cuando uno de los
perros del castillo actuaba de esa manera, era seal casi
segura de que suceda algo funesto. La paz de la que gozaba
el pas no era tan firme como para que un daimy pudiera
permitirse relajar la vigilancia contra los feudos vecinos.
An haba guerreros sin escrpulos que podan rebajarse a
hacer cualquier cosa para satisfacer su ambicin, y los
espas vagaban por el territorio en busca de blancos
satisfechos de s mismos y vulnerables.
Kizaemon pareca alterado en extremo. Miraba
fijamente la siniestra luz de la pequea lmpara, como si
contara los ecos de un ruido sobrenatural.
Finalmente se oy un gemido largo y lastimero.
Kizaemon gru y mir a su visitante.
Est muerto dijo Musashi.
S, lo han matado. Incapaz de seguir
contenindose, Kizaemon se levant. No puedo
entenderlo.
Se dispuso a salir, pero Musashi le detuvo.
Un momento le dijo. Sigue en la sala de espera
Jtar, el muchacho que ha venido conmigo?
Preguntaron a un joven samurai que estaba delante del
Shin'ind, el cual fue en busca del muchacho y regres
diciendo que no le vea por ningn lado.
Una expresin preocupada ensombreci el semblante de
Musashi, el cual se volvi a Kizaemon y le dijo:
Creo saber lo que ha ocurrido. Te importara que te
acompae?
En absoluto.
A unas trescientas varas del dj, se haba reunido una
muchedumbre con varias antorchas encendidas. Adems de
Murata, Debuchi y Kimura, haba varios soldados de
infantera y guardianes, los cuales formaban un crculo
negro. Todos ellos hablaban y gritaban al mismo tiempo.
Desde el borde exterior del crculo, Musashi examin el
espacio abierto en el centro, y el corazn le dio un vuelco.
Tal como haba temido, all estaba Jtar, cubierto de
sangre y con el aspecto de ser el mismsimo hijo del diablo,
la espada de madera en la mano, los dientes apretados, los
hombros subiendo y bajando al ritmo de su respiracin
entrecortada.
A su lado yaca Tar, enseando los dientes y con las
patas extendidas. Los ojos sin vista del perro reflejaban la
luz de las antorchas. De la boca le brotaba sangre.
Es el perro de su seora dijo alguien tristemente.
Un samurai se dirigi a Jtar y le grit:
Pequeo bastardo! Qu has hecho? Eres t quien
ha matado al perro? El hombre, enfurecido, descarg una
bofetada que Jtar apenas tuvo tiempo de esquivar.
El chiquillo cuadr los hombres y grit desafiante:
S, yo lo he hecho!
Lo admites!
Tena un motivo!
Ja!
Me he vengado.
Qu?
La respuesta de Jtar dej pasmados a los presentes.
Todos estaban encolerizados. Tar era el perro favorito del
seor Munenori de Tajima, y no slo eso, sino que tena
pedigr como vstago de Raiko, una perra perteneciente al
seor Yorinori de Kish, a la que ste tena en gran estima.
El seor Yorinori le haba dado personalmente el cachorro a
Munenori, quien lo haba criado por s mismo. En
consecuencia, la muerte del animal sera investigada a fondo,
y ahora el destino de los dos samurais encargados de cuidar
del animal era comprometido.
El hombre que ahora se enfrentaba a Jtar era uno de
esos dos samurais.
Calla! grit, dirigiendo su puo a la cabeza de
Jtar.
Esta vez el muchacho no pudo esquivarlo a tiempo y
recibi el golpe cerca de la oreja.
Jtar se llev la mano al lugar golpeado.
Qu ests haciendo? grit.
Has matado al perro del maestro. Espero que no te
importe que te maten de la misma manera, porque eso es
exactamente lo que voy a hacer.
Lo nico que he hecho es desquitarme. Por qu has
de castigarme por eso? Un hombre adulto debera saber
que no est bien!
Desde el punto de vista de Jtar, slo haba protegido
su honor, arriesgando su vida al hacerlo, pues una herida
visible era una gran deshonra para un samurai. A fin de
defender su orgullo, no tena ms alternativa que matar al
perro. Con toda probabilidad haba esperado que le alabaran
por su valerosa conducta. Defendi su postura, decidido a
no retroceder.
Cierra tu insolente boca! grit el cuidador del
perro. No me importa que seas hijo nico. Eres lo
bastante mayor para conocer la diferencia entre un perro y
un ser humano. Qu idea tan absurda... Vengarse de un
animal que no razona!
Cogi a Jtar por el cuello, mir a la multitud en busca
de aprobacin y declar que tena el deber de castigar al
asesino del perro. La multitud asinti en silencio. Los
cuatro hombres que hasta haca unos momentos haban
estado agasajando a Musashi parecan afligidos pero no
decan nada.
Ladra, chico! Ladra como un perro! grit el
cuidador.
Hizo dar varias vueltas a Jtar, cogido del cuello, y
con una expresin cruel en los ojos lo derrib al suelo.
Agarr un palo de roble y lo alz por encima de su cabeza,
dispuesto a golpear.
Has matado al perro, pequeo rufin. Ahora te toca
el turno! Levntate para que pueda matarte! Ladra!
Murdeme!
Apretando los dientes con fuerza y apoyndose en un
brazo, Jtar se puso en pie, blandiendo la espada de
madera. Sus facciones no haban perdido aquella cualidad de
duendecillo, pero la expresin de su rostro no tena nada de
infantil, y el aullido que sali de su garganta era
pavorosamente salvaje.
Cuando un adulto se enfada, a menudo lo lamenta
despus, pero cuando despierta la clera de un nio ni
siquiera la madre que lo trajo al mundo puede aplacarle.
Mtame! grit. Vamos, mtame!
Muere entonces! replic el enfurecido cuidador, y
descarg el palo.
El golpe podra haber matado al muchacho de haberle
tocado, pero no lo hizo. Un agudo chasquido reverber en
los odos de los espectadores, y la espada de madera de
Jtar vol por el aire. Sin pensar en lo que haca, haba
parado el golpe del samurai.
Desarmado, cerr los ojos y se lanz ciegamente contra
el vientre de su enemigo, aferrndose al obi del hombre con
los dientes. Luchando por su vida, araaba la entrepierna
del cuidador, mientras ste cortaba intilmente el aire con el
palo.
Musashi haba permanecido en silencio, cruzado de
brazos y con semblante inexpresivo, pero entonces
apareci otro bastn de roble. Un segundo hombre haba
saltado al redondel y estaba a punto de atacar a Jtar por
detrs. Musashi entr en accin. Baj los brazos y en un
instante se abri paso entre la muchedumbre hasta llegar al
espacio abierto en el centro.
Cobarde! grit al segundo hombre.
Un palo de roble y dos piernas describieron un arco en
el aire y aterrizaron a cuatro varas de distancia.
Y ahora voy a por ti, diablillo! grit Musashi.
Aferrando el obi de Jtar con ambas manos, alz al
muchacho por encima de su cabeza y lo mantuvo ah.
Entonces se volvi al cuidador, que estaba recogiendo su
palo, y le dijo: He estado observando esto desde el
principio y creo que ests actuando mal. Este chico es mi
servidor, y si tienes algo que objetar contra l, tambin
deberas tenerlo contra m.
Muy bien, as lo haremos dijo con vehemencia el
cuidador. Os pondremos objeciones a los dos!
Magnfico! Os desafiaremos juntos. Toma, ah va el
chico!
Lanz a Jtar contra el hombre. La multitud ahog un
grito de sorpresa y retrocedi. Acaso aquel hombre estaba
loco? Utilizar a un ser humano como arma arrojadiza contra
otro ser humano era algo inaudito.
El cuidador del perro vio incrdulo que Jtar volaba y
chocaba contra su pecho. El hombre cay hacia atrs, como
si hubieran retirado de pronto un apoyo que le sostena. Era
difcil saber si se haba golpeado la cabeza contra una piedra
o se haba roto las costillas. Golpe el suelo con un aullido
y empez a vomitar sangre. Jtar rebot del pecho de
aquel hombre, dio una voltereta en el aire y rod como una
bola hasta un lugar a veinte o treinta pies de distancia.
Habis visto eso? grit un hombre.
Quin es este rnin loco?
La ria ya no concerna slo al perro del cuidador, y los
dems samurais empezaron a insultar a Musashi. La
mayora de ellos desconocan que ste era un invitado, y
varios sugirieron que le mataran all mismo.
Escuchadme todos! grit Musashi.
Le miraron fijamente, mientras l recoga la espada de
madera de Jtar y se enfrentaba a ellos mirndoles con un
ceo aterrador.
El delito del nio es el delito de su maestro y los dos
estamos dispuestos a pagar por ello. Pero primero
permitidme que os diga esto: no tenemos intencin de
permitir que nos matis como perros. Estamos dispuestos a
desafiaros.
En vez de reconocer el delito y aceptar su castigo, los
estaba desafiando! Si en aquel momento Musashi hubiera
pedido disculpas por lo que haba hecho Jtar y hablado
en su defensa, si hubiera hecho siquiera el ms ligero intento
de suavizar los sentimientos encrespados de los samurais
de Yagy, el incidente podra haber quedado solventado
discretamente. Pero la actitud de Musashi lo impeda.
Pareca empeado en crear un disturbio todava mayor.
Shda, Kimura, Debuchi y Murata le miraban con el
ceo fruncido, preguntndose de nuevo a qu clase de
ejemplar anormal haban invitado al castillo. Deplorando su
falta de juicio, rodearon gradualmente a la multitud sin dejar
de vigilarle.
La gente haba estado furiosa de entrada, y el desafo de
Musashi exacerb su clera.
Escuchadle! Es un forajido!
Es un espa! Atadle!
No, ensartadle!
Que no escape!
Por un momento pareci como si Musashi y Jtar,
que volva a estar a su lado, estuvieran a punto de ser
engullidos por un par de espadas, pero entonces una voz
autoritaria grit:
Esperad!
Era Kizaemon, el cual, junto con Debuchi y Murata,
trataba de mantener a la multitud a raya.
Este hombre parece haber planeado todo esto dijo
Kizaemon. Si os dejis tentar por l y os mata o hiere,
tendremos que dar cuenta de ello a su seora. El perro era
importante, pero no tanto como la vida humana. Nosotros
cuatro asumiremos toda la responsabilidad. Podis tener la
seguridad de que no sufriris perjuicio alguno por nada de lo
que hagamos. Ahora sosegaos y volved a casa.
Con cierta renuencia, la multitud se dispers, dejando a
los cuatro hombres que haban agasajado a Musashi en el
Shin'ind. Ya no eran un husped y sus anfitriones, sino un
forajido enfrentado a sus jueces.
Lamento informarte que tu plan ha fracasado,
Musashi dijo Kizaemon. Supongo que alguien te envi
para que espiaras el castillo de Koyagy o causaras
disturbios, pero me temo que no os ha salido bien.
A medida que avanzaban hacia l, Musashi era
plenamente consciente de que no haba uno solo de ellos
que no fuese experto en el manejo de la espada. Permaneci
inmvil, la mano sobre el hombre de Jtar. Estaba rodeado
y no podra escapar aunque tuviera alas.
Musashi! grit Debuchi, sacando un poco la
espada de su vaina. Has fracasado. Lo apropiado en este
caso es que te suicides. Puede que seas un canalla, pero has
mostrado una gran valenta al venir a este castillo con slo
este chico por compaa. Hemos pasado una agradable
velada. Ahora esperaremos a que ests preparado para
hacerte el harakiri. Cuando ests listo, podrs demostrar
que eres un verdadero samurai!
sa sera la solucin ideal, pues no haban consultado
con Sekishsai, y si Musashi mora ahora el asunto podra
ser enterrado junto con su cuerpo.
Musashi tena otras ideas.
Creis que he de matarme? Eso es absurdo! No
tengo ninguna intencin de morir en mucho tiempo. Solt
una risotada que le sacudi los hombros.
Muy bien dijo Debuchi. Su tono era sereno, pero
el significado de sus palabras claro como el cristal.
Hemos procurado tratarte decentemente, pero no has hecho
ms que aprovecharte de nosotros...
No es necesario seguir hablando! le interrumpi
Kimura, el cual se coloc detrs de Musashi y le empuj.
Camina! le orden.
Caminar? Adonde?
A las celdas.
Musashi asinti y ech a andar, pero en la direccin
elegida por l, hacia el torren del castillo.
Adonde crees que vas? grit Kimura, saltando
delante de Musashi y extendiendo los brazos para
impedirle el paso. Por aqu no se va a las celdas. Estn
detrs de ti, as que date la vuelta y sigue andando!
No! grit Musashi.
Mir a Jtar, que continuaba a su lado, y le dijo que se
sentara debajo de un pino del jardn, delante del torren. El
terreno alrededor del pino estaba cubierto de arena
cuidadosamente rastrillada.
Jtar sali corriendo de debajo de la manga de Musashi
y se escondi detrs del rbol, intrigado por lo que hara su
maestro a continuacin. Volvi a su mente el recuerdo de la
valenta de Musashi en la planicie de Hannya, y se sinti
henchido de orgullo.
Kizaemon y Debuchi tomaron posiciones a cada lado de
Musashi e intentaron hacerle retroceder tirndole de los
brazos. Musashi no se movi de donde estaba.
Vamos!
No voy.
Pretendes oponer resistencia?
As es!
Kimura perdi la paciencia y empez a desenvainar la
espada, pero Kizaemon y Debuchi, mucho ms veteranos
que l, le ordenaron que se mantuviera a distancia.
Qu te ocurre? Adonde crees que vas?
Me propongo ver a Yagy Sekishsai.
Cmo dices?
No les haba pasado por la mente la posibilidad de que
aquel joven loco hubiera pensado en algo tan ridculo.
Y qu haras si le vieras? le pregunt Kizaemon.
Soy joven, estoy estudiando las artes marciales y uno
de los objetivos de mi vida es recibir una leccin del
maestro del estilo Yagy.
Si es eso lo que queras, por qu no lo solicitaste?
No es cierto que Sekishsai nunca recibe a nadie y
jams da lecciones a los estudiantes de guerrero?
En efecto.
En ese caso, qu otra cosa puedo hacer si no es
desafiarle? Por supuesto, comprendo que, aun cuando lo
haga, probablemente l se negar a abandonar su retiro, y
por eso desafo en combate a todo este castillo.
Un combate? corearon los cuatro.
Con los brazos todava sujetos por Kizaemon y
Debuchi, Musashi alz la vista al cielo. Se oy un sonido
aleteante, el de un guila que volaba hacia ellos desde la
negrura que envolva al monte Kasagi. Como un sudario
gigantesco, la silueta del ave ocult las estrellas antes de
deslizarse ruidosamente y posarse en el tejado del almacn
de arroz.
La palabra combate les pareci tan melodramtica a
los cuatro samurais que les hizo rer, mas para Musashi
apenas expresaba su concepto de lo que estaba por venir.
No se refera a un encuentro de esgrima cuyo resultado
dependera tan slo de la habilidad tcnica. Quera una
guerra total, en la que los combatientes concentraran todo
su espritu y su capacidad, y en la que se decidiran sus
destinos. Una batalla entre dos ejrcitos podra ser diferente
en la forma, pero en esencia era lo mismo. Se trataba de algo
sencillo: una batalla entre un hombre y un castillo. La
fuerza de voluntad de Musashi se manifestaba en la firmeza
con que hincaba ahora los talones en el suelo. Esa frrea
determinacin fue lo que hizo que la palabra combate
aflorase con naturalidad a sus labios.
Los cuatro hombres le escrutaron el rostro,
preguntndose de nuevo si le quedaba un pice de cordura.
Kimura acept el desafo. Lanz al aire sus sandalias de
paja, se arremang el hakama y dijo:
Muy bien! Nada mejor que un combate! No puedo
ofrecerte tambores de ondulante sonido ni gongs
estruendosos, pero s una pelea. Shda, Debuchi, traedle
aqu. Kimura haba sido el primero en sugerir que deban
castigar a Musashi, pero se haba contenido, procurando ser
paciente. Ahora estaba harto. Adelante! inst a sus
compaeros. Dejdmelo a m!
Kizaemon y Debuchi empujaron a Musashi hacia
adelante exactamente al mismo tiempo. Avanz a
trompicones cuatro o cinco pasos, en direccin a Kimura.
ste retrocedi un paso, alz el codo por encima de su cara
y, aspirando hondo, descarg rpidamente su espada hacia
la forma tambaleante de Musashi. Se oy un curioso ruido
crujiente cuando la espada cort el aire.
Al mismo tiempo se oy un grito... No era Musashi
sino Jtar, que haba abandonado su posicin detrs del
pino. El puado de tierra que haba arrojado era el motivo
del extrao ruido.
Musashi haba comprendido que Kimura estara
juzgando la distancia a fin de golpear con eficacia, y por ello
haba aumentado a propsito de velocidad de sus pasos
tambaleantes. Por eso cuando Kimura golpe, Musashi se
encontraba mucho ms cerca de su contrario de lo que ste
haba previsto, y la espada no toc ms que aire y arena.
Ambos hombres saltaron atrs rpidamente,
separndose tres o cuatro pasos, y permanecieron all,
mirndose amenazantes en la quietud llena de tensin.
Esto va a ser algo digno de verse dijo Kizaemon en
voz baja.
Aunque Debuchi y Murata estaban al margen del
combate, tomaron nuevas posiciones y adoptaron posturas
defensivas. Por lo que haban visto hasta entonces, no se
hacan ilusiones con respecto a la competencia de Musashi
como luchador. Su evasin y recuperacin ya les haba
convencido de que era un contrincante apropiado para
Kimura.
Kimura tena colocada la espada algo ms abajo del
pecho, y permaneca inmvil. Musashi, tambin inmvil,
tena una mano en la empuadura de su espada, el hombro
derecho adelantado y el codo alto. Sus ojos eran dos piedras
blancas y pulidas en su rostro ensombrecido.
Durante un rato el combate fue slo de nervios, pero
antes de que cualquiera de los hombres se moviese, la
oscuridad que rodeaba a Kimura pareci oscilar, cambiar de
una manera indefinible. Pronto result evidente que
respiraba con ms rapidez y agitacin que Musashi.
Debuchi emiti un leve gruido, apenas audible. Ahora
saba que lo que se haba iniciado como un asunto
relativamente trivial iba a terminar en una catstrofe. Estaba
seguro de que Kizaemon y Murata lo entendan tan bien
como l. No iba a ser fcil poner fin a aquello.
El resultado de la lucha entre Musashi y Kimura estaba
decidido, a menos que se tomaran medidas extraordinarias.
Como los tres eran reacios a hacer nada que pudiera
interpretarse como cobarda, se vieron obligados a actuar
para evitar el desastre. La mejor solucin sera librarse de
aquel intruso desconocido y desequilibrado de la manera
ms expeditiva que fuese posible, sin que ellos mismos
sufrieran innecesarias heridas. No fue preciso ningn
intercambio de palabras. Se comunicaron a la perfeccin con
los ojos.
Actuando al unsono, los tres se aproximaron a
Musashi. Al mismo tiempo, la espada de ste cort el aire
con la vibracin de una cuerda de arco, y un grito atronador
llen el espacio vaco. El grito de batalla no proceda
solamente de su boca, sino de todo su cuerpo, el sbito
sonido de una campana de templo que resonaba en todas
direcciones. Sus contrarios, colocados a cada lado de l,
emitieron un gorgoteo siseante.
Musashi se senta vibrantemente vivo. Su sangre
pareca a punto de brotar por cada poro, pero su cabeza se
mantena fra como el hielo. Era aqul el loto llameante del
que hablaban los budistas? El calor extremo se equipara al
fro extremo, era la sntesis de la llama y el agua?
No hubo ms arena lanzada a travs del aire. Jtar
haba desaparecido. Desde la cumbre del monte Kasagi
llegaban rfagas de viento. Las espadas blandidas con fuerza
tenan una luminiscencia amenazante.
Aunque eran uno contra cuatro, Musashi no se senta
en gran desventaja. Era consciente del abultamiento de sus
venas.
En esas ocasiones se dice que arraiga en la mente la idea
de morir, pero por la mente de Musashi no pasaba el
pensamiento de la muerte, aunque no estuviera seguro de
que sera capaz de ganar.
El viento pareca soplar a travs de su cabeza,
enfrindole el cerebro y aclarando su visin, aunque su
cuerpo estaba cada vez ms hmedo y las gotas de aceitoso
sudor brillaban en su frente.
Oy un leve crujido. Como las antenas de un
escarabajo, la espada de Musashi le dijo que el hombre
situado a su izquierda haba movido el pie una o dos
pulgadas. Efectu la correccin necesaria en la posicin de
su arma, y el enemigo, tambin perceptivo, no hizo ningn
movimiento ms de ataque. Los cinco formaban un cuadro
vivo aparentemente esttico.
Musashi era consciente de que cuanto ms se
prolongara aquella situacin, menos ventajosa sera para l.
Le habra gustado tener a sus contrarios no a su alrededor
sino extendidos en lnea recta, para atacarlos uno tras otro,
pero no se estaba enfrentando a unos aficionados. Lo cierto
era que hasta que uno de ellos no se hubiera movido
espontneamente, Musashi no podra efectuar ningn
movimiento. Lo nico que poda hacer era esperar y confiar
en que finalmente uno de ellos diera un momentneo paso
en falso, brindndole una oportunidad.
Poco tranquilizaba a sus adversarios su superioridad
numrica, pues saban que a la ms ligera seal de una
actitud relajada por parte de cualquiera de ellos, Musashi
atacara. Comprendan que aqul era un hombre de una clase
con la que no se encontraban ordinariamente en este mundo.
Ni siquiera Kizaemon poda hacer movimiento alguno.
Qu hombre tan extrao!, se deca para sus adentros.
Espadas, hombres, tierra, cielo..., todo pareca haberse
paralizado. Pero entonces se oy en aquella inmovilidad un
sonido del todo inesperado, el sonido de una flauta
acarreado por el viento.
Cuando la meloda lleg a odos de Musashi, ste se
olvid de s mismo, se olvid del enemigo, se olvid de la
vida y la muerte. En lo ms profundo de su mente conoca
aquel sonido, pues era el que le haba atrado y hecho salir
de su escondrijo en el monte Takateru..., el sonido que le
haba puesto en manos de Takuan. Aqulla era la flauta de
Ots, y quien la tocaba no era otra que ella.
Se sinti desfallecer internamente. En el exterior el
cambio fue apenas perceptible, pero suficiente. Lanzando
un grito de batalla que le sali de las entraas, Kimura se
abalanz y el brazo que sostena la espada pareci alargarse
seis o siete pies.
Los msculos de Musashi se tensaron, y la sangre
pareci correr turbulenta por sus venas, precipitndose
hacia la hemorragia. Estaba seguro de que la espada de su
contrario le haba alcanzado. La manga izquierda estaba
desgarrada desde el hombro a la mueca, y la sbita
aparicin del brazo desnudo le hizo creer que su carne haba
sido abierta.
Por una vez le abandon el dominio de s mismo y grit
el nombre del dios de la guerra. Dio un salto, se volvi de
sbito y vio que Kimura se tambaleaba hacia el lugar donde
l mismo haba estado.
Musashi! grit Debuchi Magobei.
Hablas mejor que luchas! le provoc Murata, al
tiempo que, con Kizaemon, se dispona a interceptar a
Musashi.
Pero Musashi dio una tremenda patada en el suelo y
salt lo bastante alto para rozar las ramas inferiores de los
pinos. Entonces salt una y otra vez y se alej raudamente
en la oscuridad, sin mirar una sola vez atrs.
Cobarde!
Musashi!
Lucha como un hombre!
Cuando Musashi lleg al borde del foso interior del
castillo, se oy un crujido de ramas y luego el silencio. El
nico sonido era la dulce meloda de la flauta a lo lejos.
Los ruiseores
Era imposible saber cunta agua de lluvia estancada podra
haber en el fondo del foso de treinta pies de profundidad.
Tras lanzarse al seto cerca de la parte superior y deslizarse
rpidamente hasta la mitad, Musashi se detuvo y arroj una
piedra. Al no or ningn chapoteo, salt al fondo, donde se
tendi boca arriba sobre la hierba sin hacer el menor ruido.
Al cabo de un tiempo sus costillas dejaron de subir y
bajar y su pulso volvi a la normalidad. Mientras el sudor
se enfriaba, empez a respirar de nuevo de una manera
regular.
No es posible que Ots est aqu, en el Koyagy!
se dijo. Mis odos deben de engaarme... Pero, bien
mirado, no es tan imposible. Podra haber sido ella.
Mientras se debata consigo mismo, imagin los ojos de
Ots entre las estrellas que brillaban en el cielo, y pronto se
entreg a los recuerdos. La vio en el puerto de montaa
donde estaba la frontera entre Mimasaka y Harima, en el
lugar donde le dijo que no podra vivir sin l, que no habra
ningn otro hombre en el mundo para ella. Luego la vio en
el puente Hanada de Himeji, cuando ella le dijo cmo le
haba esperado durante casi mil das y habra esperado diez
o veinte aos, hasta que fuese una anciana de cabello gris, y
le rog que la llevara con l, afirmando que podra soportar
cualquier penalidad.
La huida de Musashi en Himeji haba sido una traicin.
Cmo debi de odiarle ella a partir de entonces! Cmo
debi de morderse los labios y maldecir a los hombres
impredecibles...
Perdname! La palabra que Musashi tallara en la
barandilla del puente brot de sus labios, y las lgrimas se
deslizaron por las comisuras de sus ojos.
Le sobresalt un grito en lo alto del foso, y crey haber
odo que alguien deca: No est aqu. Tres o cuatro
antorchas de pino titilaron entre los rboles y
desaparecieron. Quienes le buscaban no le haban
localizado.
Se sinti irritado consigo mismo por no ser capaz de
contener las lgrimas.
Para qu necesito una mujer?, se pregunt
desdeosamente, enjugndose las lgrimas. Se puso en pie
de un salto, alz la vista y contempl la negra silueta del
castillo de Koyagy. Me han llamado cobarde, han dicho
que no poda luchar como un hombre! Pero an no me he
rendido, ni mucho menos. No he huido. Slo he llevado a
cabo una retirada tctica.
Haba transcurrido cerca de una hora cuando ech a
andar lentamente por el fondo del foso.
De todos modos, luchar con esos cuatro no tena
ninguna utilidad. Para empezar, se era mi objetivo. Cuando
me encuentre ante Sekishsai empezar el verdadero
combate.
Se detuvo y empez a recoger ramas cadas, que rompi
en fragmentos sobre una rodilla. Introduciendo los cortos
palos en las grietas del muro de piedra y usndolos como
asideros, fue trepando hasta salir del foso.
Ya no oa el sonido de la flauta. Por un instante tuvo la
vaga sensacin de que Jtar le llamaba, pero cuando se
detuvo y aguz el odo no oy nada. No estaba realmente
preocupado por el muchacho, pues saba cuidar la distancia.
Probablemente estaba ya muy lejos de all. La ausencia de
antorchas indicaba que la bsqueda haba sido suspendida,
por lo menos durante la noche.
La idea de encontrar a Sekishsai y derrotarle volva a
ser su pasin dominante, la forma inmediata adoptada por
su abrumador deseo de reconocimiento y honor.
A travs del posadero se haba enterado de que
Sekishsai no estaba retirado dentro del permetro del
castillo, sino en un lugar apartado, en el terreno circundante.
Recorri el bosque y los pequeos valles, temiendo en
ocasiones haberse desviado de los terrenos del castillo, pero
pronto un trecho de foso, un muro de piedra o un granero
de arroz le confirmaban que todava se hallaba dentro.
Busc durante toda la noche, obedeciendo a un impulso
diablico. Cuando encontrara la casa en la montaa, se
propona irrumpir en ella y lanzar de inmediato su desafo.
Pero fueron transcurriendo las horas, y al final habra
agradecido incluso la visin de un fantasma que se le
apareciera con la forma de Sekishsai.
Estaba prximo el amanecer cuando Musashi se
encontr en el portal posterior del castillo. Al otro lado se
alzaba un precipicio y, por encima, el monte Kasagi.
Reprimiendo un grito de frustracin, desanduvo sus pasos
hacia el sur. Finalmente, al pie de una pendiente que
descenda hacia el ala sudeste del castillo, unos rboles bien
formados rodeados de hierba bien cuidada le indicaron que
haba encontrado el refugio. Pronto confirm su conjetura
un portal con techado de paja, en el estilo preferido por el
gran maestro de la ceremonia del t Sen no Riky. En el
interior avist un bosquecillo de bambes envuelto en la
niebla matinal.
Mir a travs de una grieta en la puerta y vio que el
camino serpenteaba por el bosquecillo y suba por la ladera,
como en los retiros de montaa del zen budista. Sinti la
momentnea tentacin de saltar por encima de la valla, pero
se contuvo. Algo en el entorno se lo impeda. Era el
amoroso cuidado que con toda evidencia haba sido volcado
en el lugar o acaso la visin de los ptalos blancos que
cubran el suelo? Fuera lo que fuese, se notaba la
sensibilidad del ocupante, y la agitacin de Musashi
remiti. De improviso pens en su aspecto. Deba de
parecer un vagabundo, con el cabello enmaraado y el
kimono en desorden.
No es necesario que me apresure, se dijo, ahora
consciente de su fatiga. Tena que recobrarse antes de
presentarse ante el maestro que estaba en el interior.
Ms tarde o ms temprano alguien vendr a la puerta.
Entonces ser el momento. Si an se niega a recibirme como
estudiante errante, emplear un enfoque diferente. Se
sent bajo los aleros de la puerta, apoy la espalda en el
poste y se adormil.
Las estrellas se desvanecan y la brisa agitaba las
margaritas blancas cuando una grande y fra gota de roco le
cay en el cuello y le despert. Haba amanecido, y
Musashi sali de su corto sueo con la cabeza despejada
por la brisa matinal y el canto de los ruiseores. No
quedaba vestigio alguno de fatiga y se senta renacido.
Se restreg los ojos, alz la vista y observ que el sol
rojo brillante ascenda por encima de las montaas. Se
incorpor de un salto. El calor del sol le haba devuelto su
ardor, y la fuerza almacenada en sus miembros exiga
accin. Se estir y dijo en voz baja: Hoy es el da.
Estaba hambriento, y por alguna razn eso le hizo
pensar en Jtar. Tal vez haba tratado al chico con
demasiada severidad la noche anterior, pero lo haba hecho a
sabiendas, como parte del adiestramiento del muchacho.
Una vez ms, Musashi se dijo que Jtar, dondequiera que
estuviese, no corra ningn verdadero peligro.
Escuch el sonido del arroyo, que corra por la ladera de
la montaa, se desviaba al otro lado de la valla, rodeaba el
bosquecillo de bamb y sala por debajo de la valla en
direccin a los terrenos del castillo situados en la zona baja.
Se lav la cara y bebi agua que hizo las veces del
desayuno. Era un agua buena, tanto que Musashi pens que
bien podra ser sa la principal razn por la que Sekishsai
haba elegido aquel lugar para retirarse del mundo. Sin
embargo, como no saba nada del arte de la ceremonia del t,
desconoca que un agua de tal pureza era de hecho la
respuesta a la plegaria de un maestro de la ceremonia del t.
Aclar su toalla de mano y, tras restregarse bien la nuca,
se limpi la suciedad de las uas. Luego se arregl el cabello
con el estilete unido a su espada. Puesto que Sekishsai no
era slo el maestro del estilo Yagy sino uno de los
hombres ms grandes del pas, Musashi quera tener el
mejor aspecto. l mismo no era ms que un guerrero sin
nombre, tan diferente de Sekishsai como la estrella ms
diminuta difiere de la luna.
Se dio unas palmaditas en el cabello, enderez el cuello
de su kimono y se sinti interiormente presentable. Tena la
mente clara. Estaba dispuesto a llamar a la puerta como
cualquier visitante legtimo.
La casa se encontraba a considerable distancia cuesta
arriba, y no era probable que desde all oyeran un golpe
ordinario en la puerta. Mir a su alrededor, en busca de
alguna clase de llamador, y vio dos placas, una a cada lado
de la puerta. Tenan sendas inscripciones ejecutadas con
hermosa caligrafa, y la escritura tallada haba sido rellenada
con una arcilla de color azulado que produca una ptina
broncnea. La placa de la derecha deca:
No sospechis, oh, escribas,
de aquel a quien le gusta su castillo cerrado.
Y la de la izquierda:
Aqu no hallaris a ningn espadachn,
sino slo a los jvenes ruiseores en los campos.
El poema se diriga a los escribas, refirindose a los
funcionarios del castillo, pero su significado era ms
profundo. El anciano no slo haba cerrado su puerta a los
estudiantes errantes sino a todos los asuntos de este
mundo, tanto a sus honores como a sus tribulaciones. Haba
dejado atrs los deseos mundanos, los suyos como los del
prjimo.
Todava soy joven se dijo Musashi. Demasiado
joven! Este hombre est totalmente fuera de mi alcance.
El deseo de llamar a la puerta se evapor, y la idea de
irrumpir en la casa del anciano recluido le pareca ahora
brbara, tanto que se sinti avergonzado de s mismo.
Slo flores y pjaros, el viento y la luna deberan entrar
por aquella puerta. Sekishsai ya no era el espadachn ms
grande del pas ni el seor de un feudo, sino un hombre que
haba regresado a la naturaleza, renunciando a la vanidad
humana. Turbar la paz de su vivienda sera un sacrilegio. Y
qu honor, qu distincin podra obtener al derrotar a un
hombre para quien honores y distinciones haban llegado a
carecer de significado?
Menos mal que he ledo esto se dijo Musashi.
De lo contrario me habra portado como un perfecto
necio!
El sol ya estaba bastante alto en el cielo y el canto de
los ruiseores haba remitido. Desde lo alto de la cuesta le
lleg el sonido de rpidas pisadas. Asustados, al parecer,
por el ruido, una bandada de pajarillos emprendieron el
vuelo. Musashi mir a travs de la ranura en la puerta para
ver quin vena.
Era Ots.
De modo que l haba odo, en efecto, su flauta! Deba
esperar y verla? Marcharse? Pens que quera, que deba
hablar con ella.
La indecisin se apoder de l. El corazn le palpitaba
y haba perdido la confianza en s mismo.
Ots recorri el sendero hasta un lugar a pocos pies de
donde l estaba. Entonces se detuvo y se volvi, emitiendo
un leve grito de sorpresa.
Cre que estaba detrs de m murmur, mirando a
su alrededor. Entonces volvi a correr cuesta arriba,
gritando:
Jtar! Dnde ests?
Al or su voz, Musashi se ruboriz, azorado, y empez
a sudar. Su falta de confianza le disgustaba. No poda
apartarse de su escondite a la sombra de los rboles.
Tras un breve intervalo, Ots llam de nuevo, y esta
vez hubo respuesta.
Estoy aqu. Y t?. grit Jtar desde la parte
superior del bosquecillo.
Aqu! replic ella. Te dije que no fueses de un
lado a otro de esa manera!
Jtar sali corriendo hacia ella.
Ah, es aqu donde estabas exclam.
No te dije que me siguieras?
S, pero vi un faisn y lo persegu.
Perseguir un faisn, nada menos! Has olvidado que
tienes que ir en busca de alguien importante esta maana?
No estoy preocupado por l. No es la clase de
hombre que resulta herido.
Pues no era as anoche, cuando viniste corriendo a mi
habitacin. Estabas a punto de llorar.
No es cierto! Aquello sucedi tan rpido que no
saba qu hacer.
Ni yo tampoco, sobre todo despus de que me
dijeras el nombre de tu maestro.
Pero cmo es que conoces a Musashi?
Somos del mismo pueblo.
Y eso es todo?
Naturalmente.
Es curioso. No entiendo por qu habras de echarte a
llorar slo porque alguien de tu pueblo se ha presentado
aqu.
Tanto lloraba?
Cmo puedes recordar todo lo que he hecho cuando
no recuerdas lo que has hecho t misma? En fin, supongo
que estaba bastante asustado. De haberse tratado slo de
cuatro hombres ordinarios contra mi maestro, no me habra
preocupado, pero dicen que todos ellos son expertos.
Cuando o la flauta record que estabas aqu, en el castillo,
y pens que tal vez, si pudiera disculparme ante su
seora...
Si me oste tocar, Musashi tambin debi de orlo.
Quizs incluso ha sabido que era yo. El tono de su voz
se suaviz. Estaba pensando en l mientras tocaba.
No veo que eso cambie nada las cosas. En cualquier
caso, por el sonido de la flauta supe dnde estabas.
Y menudo escndalo armaste... Irrumpir en la casa
diciendo a gritos que haba un combate en alguna parte.
Su seora se sobresalt mucho.
Pero es un hombre agradable. Cuando le dije que
haba matado a Tar, no se enfureci como todos los
dems.
Ots se dio cuenta repentinamente de que estaba
perdiendo el tiempo y se apresur hacia la puerta.
Hablaremos ms tarde dijo al muchacho. Ahora
hay cosas ms importantes que hacer. Tenemos que
encontrar a Musashi. Sekishsai incluso ha roto su propia
regla al decir que le gustara conocer al hombre que hizo lo
que dijiste.
El aspecto de Ots recordaba a una flor de alegres
colores. Bajo el brillante sol de principios del verano, sus
mejillas brillaban como frutos en maduracin. Aspiraba el
aroma de las hojas tiernas y senta que su frescura le llenaba
los pulmones.
Oculto entre los rboles, Musashi la miraba fijamente,
maravillndose de su saludable aspecto. La Ots que ahora
vea era muy diferente de la muchacha que se sentaba
abatida en el porche del Shippji, contemplando el mundo
con la mirada vaca. La diferencia estribaba en que entonces
Ots no haba tenido a nadie a quien amar, o por lo menos
el amor que senta entonces era vago y difcil de concretar.
Era una nia sentimental, cohibida por su condicin de
hurfana y un tanto resentida por la misma.
Haber conocido a Musashi, tener en l un hombre a
quien admirar, haba despertado el amor que ahora moraba
dentro de ella y daba sentido a su vida. Durante el largo ao
que haba pasado deambulando en su busca, su cuerpo y su
mente haban desarrollado el valor para enfrentarse a
cualquier cosa que el destino pudiera traerle.
Musashi, que haba percibido en seguida la nueva
vitalidad de la joven y lo hermosa que la haca, anhelaba
llevarla a algn lugar donde pudieran estar a solas y
contrselo todo, cmo la echaba de menos y la necesitaba
fsicamente. Quera revelarle que, oculta en su corazn de
acero, exista una debilidad, quera retractarse de las
palabras que grabara en el puente de Hanada. Si nadie se
enterase, podra demostrarle el mismo amor que ella senta
por l. Podra abrazarla, restregar la mejilla contra la suya,
dar rienda suelta a sus lgrimas. Ahora era lo bastante fuerte
para admitir que esos sentimientos eran reales.
Cosas que Ots le haba dicho en el pasado volvan a l,
y se daba cuenta de lo cruel y reprensible que haba sido
rechazar el amor sencillo y sincero que ella le haba
ofrecido.
Se senta desdichado, y no obstante, haba algo en l que
no poda rendirse a esos sentimientos, algo que le expresaba
su equivocacin. Ahora coexistan en l dos hombres
diferentes, uno que anhelaba llamar a Ots, y el otro que le
insultaba llamndole necio. No poda estar seguro de cul de
los dos era su ser real. Mirando desde detrs del rbol,
perdido en su indecisin, pareca ver dos caminos delante
de l, uno luminoso y el otro oscuro.
Ots, que no sospechaba su presencia all, sali del
portal y camin unos pasos. Mir atrs y vio que Jtar se
agachaba a recoger algo.
Qu diantres ests haciendo, Jtar? Date prisa!
Espera! grit el muchacho, excitado. Mira
esto!
No es ms que un trapo viejo y sucio! Para qu lo
quieres?
Pertenece a Musashi.
A Musashi? dijo ella, corriendo hacia l.
S, es suyo respondi Jtar, mientras sujetaba la
toalla de mano por las puntas para mostrrsela. Lo
recuerdo. Procede de la casa de la viuda de Nara donde nos
alojamos. Mira esto: tiene teido el dibujo de una hoja de
arce y un ideograma que se lee Lin. As se llama el
propietario del restaurante que hay all.
Crees que Musashi ha estado aqu? pregunt
Ots, mirando frenticamente a su alrededor.
Jtar se irgui casi hasta la altura de la joven y grit a
voz en cuello:
Sensei! [maestro]
Se oy un ruido susurrante en el bosquecillo. Ahogando
un grito, Ots gir sobre sus talones y ech a correr hacia
los rboles, seguida por el muchacho.
Adonde vas? le pregunt Jtar.
Musashi acaba de huir!
Por dnde?
Por all.
No le veo.
All, entre los rboles!
Tuvo un atisbo de la figura de Musashi, pero su alegra
momentnea fue sustituida de inmediato por la aprensin,
pues el fugitivo aumentaba rpidamente la distancia que les
separaba. Corri tras l con toda la fuerza de sus piernas.
Jtar corra a su lado, sin creer que la joven hubiera visto
realmente a Musashi.
Te equivocas! le grit. Debe tratarse de otra
persona. Por qu Musashi habra de huir?
Mira!
Dnde?
All! Aspir hondo y, forzando la voz al mximo,
grit: Musashi! Pero apenas haba proferido el grito
frentico cuando tropez y cay. Jtar la ayud a
incorporarse, y ella le grit: Por qu no le llamas
tambin? Vamos, llmale!
En vez de hacer lo que ella le peda, el muchacho se
qued inmvil y la mir a la cara. Haba visto aquel
semblante en otra ocasin, con los ojos inyectados en
sangre, las cejas como agujas, la nariz y la mandbula
cerleas. Era el rostro de la mscara! La mscara de la
mujer loca que le dio la viuda en Nara. A la cara de Ots le
faltaba la curiosa curvatura de la boca, pero por lo dems el
parecido era idntico. Jtar se apresur a retirar las manos
y retrocedi asustado.
Ots sigui rindole.
No podemos abandonar! Si le dejamos escapar
ahora, nunca volver! Llmale! Haz que vuelva!
Algo en el interior de Jtar se resista, pero la
expresin de Ots le hizo ver que sera intil tratar de
razonar con ella. Echaron a correr de nuevo, y tambin l
empez a gritar con toda la fuerza de sus pulmones.
Ms all del bosque haba una colina baja, lo largo de
cuyo pie se extenda el camino de Tsukigase a Iga.
Es Musashi! exclam Jtar.
Al llegar al camino el muchacho pudo ver con claridad a
su maestro, pero Musashi estaba demasiado lejos para que
pudiera or sus gritos.
Ots y Jtar corrieron hasta quedarse sin aliento y con
la voz ronca. Sus gritos resonaban a travs de los campos.
En el borde del valle perdieron de vista a Musashi, el cual
se dirigi en lnea recta al frondoso bosque que cubra el pie
de las colinas.
Se detuvieron y quedaron all, tan tristes como unos
nios abandonados. Unas nubes blancas se extendan por el
cielo, mientras el murmullo de un arroyo acentuaba su
soledad.
Est loco! Ha perdido el juicio! Cmo ha podido
dejarme as? Jtar dio una patada al suelo.
Ots se apoy en un gran castao y dio rienda suelta a
las lgrimas. Ni siquiera su gran amor por Musashi, un
amor por el que ella lo habra sacrificado todo, era capaz de
retenerlo. Estaba perpleja, dolida e indignada. Saba cul era
el objetivo de Musashi en la vida y por qu la evitaba, lo
haba sabido desde aquel da en el puente de Hanada. Aun
as, no poda comprender por qu la consideraba una
barrera entre l y su meta. Por qu la presencia de Ots
habra de debilitar la determinacin de Musashi? O acaso
era eso una excusa? Sera la verdadera razn el hecho de
que no le gustaba lo suficiente? Eso tal vez tendra ms
sentido. Y sin embargo..., sin embargo Ots haba llegado a
comprender a Musashi cuando le vio atado en el rbol del
Shippji. No crea que fuese la clase de hombre que miente
a una mujer. Si no estuviera interesado por ella, se lo habra
dicho as, pero lo cierta era que l le haba confesado en el
puente de Hanada que le gustaba mucho. Record sus
palabras con tristeza.
Como era hurfana, cierta frialdad le impeda confiar en
mucha gente, pero cuando depositaba su confianza en
alguien lo haca sin reservas. En aquel momento le pareca
que no haba nadie, salvo Musashi, por quien valiera la
pena vivir o con quien pudiera contar. La traicin de
Matahachi fue una dura leccin que le ense lo cuidadosa
que deba ser al juzgar a los hombres. Pero Musashi no era
Matahachi, y ella no slo haba decidido que vivira por l
al margen de lo que sucediera, sino que ya estaba
convencida de que jams lo lamentara.
Pero por qu no le haba dicho l una sola palabra? Eso
era ms de lo que poda soportar. Las hojas del castao se
agitaban, como si el mismo rbol la comprendiera y
simpatizara con ella.
El amor que senta por l era parejo a la clera que
experimentaba. No saba si aqul era su destino o no, pero
su espritu desgarrado por la afliccin le deca que no exista
para ella una vida real separada de Musashi.
Jtar, que estaba mirando el camino, musit:
Por ah viene un sacerdote..
Ots no le prest atencin.
El medioda estaba prximo y el cielo se haba vuelto de
un azul profundo y transparente. El monje que bajaba por
la ladera a lo lejos pareca haber salido de las nubes, como si
no tuviera ninguna conexin con la tierra. Cuando estaba
cerca del castao, mir hacia all y vio a Ots.
Qu es todo esto? exclam, y al or su voz Ots
alz la vista.
Una expresin de asombro apareci en sus ojos
hinchados por las lgrimas.
Takuan!
En su estado actual, vio en Takuan Sh un salvador. Se
pregunt si estara soando.
Aunque ver a Takuan conmocion a Ots, el
descubrimiento de sta no hizo ms que confiar al monje
algo que haba sospechado. Result que su llegada no era ni
un accidente ni un milagro.
Desde haca largo tiempo, Takuan tena relaciones
amistosas con la familia Yagy, el conocimiento de la cual
se remontaba a la poca en que, siendo un joven monje en el
Sangen'in del Daitokuji, entre sus deberes figuraban los de
limpiar la cocina y preparar pasta de habichuelas.
En aquellos tiempos, el Sangen'in, entonces conocido
como el Sector norte del Daitokuji, haba sido famoso
como lugar de reunin de samurais fuera de lo corriente,
es decir, samurais que tendan a pensar filosficamente en el
significado de la vida y la muerte, hombres que sentan la
necesidad de estudiar los asuntos del espritu, as como las
habilidades tcnicas de las artes marciales. Los samurais
acudan all en mayor nmero que los monjes zen, y uno de
los resultados de esta situacin fue que el templo lleg a ser
conocido como terreno abonado de la rebelin.
Entre los samurais que acudan con frecuencia figuraban
Suzuki Ihaku, el hermano del seor Kizumi de Ise, Yagy
Gorzaemon, el heredero de la casa de Yagy, y el hermano
de ste, Munenori, el cual en seguida le cobr afecto a
Takuan, y desde entonces los dos haban sido amigos.
Durante una serie de visitas al castillo de Koyagy, Takuan
conoci a Sekishsai y sinti un gran respeto por el
anciano. Sekishsai tambin cobr afecto al joven monje,
que le pareca muy prometedor.
Recientemente Takuan haba pasado algn tiempo en el
Nansji, un templo situado en la provincia de Izumi, desde
donde haba enviado una carta en la que se interesaba por la
salud de Sekishsai y Munenori. La larga respuesta de
Sekishsai deca, entre otras cosas:
ltimamente he sido muy afortunado. Munenori ha
obtenido un puesto en la administracin Tokugawa, en Edo,
y mi nieto, que abandon el servicio al seor Kat de Higo
y fue a estudiar por su cuenta, est haciendo progresos. Yo
mismo tengo a mi servicio a una hermosa joven que no slo
toca bien la flauta sino que conversa conmigo, y tomamos el
t juntos, hacemos arreglos florales y componemos
poemas. Es la alegra de mi ancianidad, una flor que medra
en lo que de otro modo sera una cabaa vieja, desvencijada
y fra. Como dice que es de Mimasaka, cerca de tu pueblo
natal, y que fue criada en un templo llamado Shippji,
imagino que t y ella tenis mucho en comn. Resulta
agradabilsimo tomar el sake por la noche con el
acompaamiento de una flauta bien tocada, y como ests
tan cerca de aqu, confo en que vengas y disfrutes de ese
placer conmigo.
Bajo cualquier circunstancia le habra resultado difcil a
Takuan rechazar la invitacin, pero la certeza de que la
joven descrita en la carta era Ots hizo que se apresurase a
aceptar.
Mientras los tres se dirigan a la casa de Sekishsai,
Takuan hizo muchas preguntas a Ots, a las que ella
respondi sin reserva alguna. Le dijo qu haba estado
haciendo desde la ltima vez que le vio en Himeji, lo que
haba sucedido aquella maana y sus sentimientos con
respecto a Musashi.
El monje escuch su penosa historia asintiendo
pacientemente. Cuando termin le dijo:
Supongo que las mujeres sois capaces de elegir
maneras de vivir que no seran posibles para los hombres.
Imagino que deseas mis consejos sobre el camino que
deberas seguir en el futuro.
Oh, no.
Bueno...
Ya he decidido lo que voy a hacer.
Takuan la examin atentamente. Ella se haba detenido
y tena la vista baja. Pareca sumida en la desesperacin, y,
no obstante, haba cierta fuerza en el tono de su voz que
oblig a Takuan a una nueva apreciacin.
Si hubiera tenido alguna duda, si hubiera credo que
abandonara mi empresa, nunca me habra ido del Shippji
le dijo ella. An estoy decidida a encontrar a Musashi.
Lo nico que me preocupa es si esto le causar dificultades,
si el hecho de que yo siga viviendo le causar infelicidad.
En ese caso tendr que hacer algo al respecto!
Qu quieres decir?
No puedo decrtelo.
Ten cuidado, Ots!
De qu?
Bajo este sol brillante y alegre, el dios de la muerte
est tirando de ti.
Yo... no s a qu te refieres.
Es comprensible que no lo sepas, porque el dios de la
muerte te presta fuerza. Seras una necia si murieses, Ots,
sobre todo por nada ms que un amoro unilateral.
Takuan se ech a rer.
Ots se estaba enfadando de nuevo. Pens que era
como si hablara con una pared, pues Takuan nunca haba
estado enamorado, y era imposible que quien no lo hubiera
experimentado comprendiera lo que ella senta. Intentar
explicarle sus sentimientos era como tratar de explicar el
budismo zen a un imbcil. Pero de la misma manera que en
el zen haba verdad, tanto si un imbcil poda comprenderlo
como si no, haba personas que moriran por amor, tanto si
Takuan poda comprenderlo como si no. Para una mujer,
por lo menos, el amor era un asunto mucho ms serio que
los importunos acertijos de un sacerdote zen. A quien era
presa de un amor que significaba la vida o la muerte, qu le
importaba cmo sonaba aplaudir con una sola mano? Ots
se mordi el labio y jur que no dira ms.
Takuan se puso serio.
Deberas haber nacido hombre, Ots. Un hombre con
la fuerza de voluntad que t tienes, sin duda conseguira
algo por el bien del pas.
Significa eso que est mal que exista una mujer como
yo? Porque podra perjudicar a Musashi?
No tergiverses mis palabras, pues no me refera a eso.
Pero por mucho que quieras a Musashi, l sigue huyendo,
no es cierto? Y me atrevera a decir que nunca lo
atrapars!
No estoy haciendo esto porque me guste hacerlo. No
puedo evitarlo. Le quiero!
Dejo de verte durante algn tiempo y en cuanto
volvemos a encontrarnos descubro que te portas como
todas las mujeres!
Pero es que no lo comprendes? Oh, no importa, no
hablemos ms de ello. Un brillante sacerdote como t
jams comprender los sentimientos de una mujer!
No s qu responder a eso. Pero es cierto: las mujeres
me dejan perplejo.
Ots se apart de l y dijo:
Vmonos, Jtar.
Takuan se qued mirando como se iban los dos por un
camino lateral. Con un triste movimiento de las cejas, el
monje lleg a la conclusin de que no poda hacer nada ms.
La llam:
No vas a despedirte de Sekishsai antes de ponerte
en camino?
Le dir adis en mi corazn. l sabe que no pretend
quedarme tanto tiempo en su casa.
No volvers a considerarlo?
Considerar qu?
Pues... Era agradable vivir en las montaas de
Mimasaka, pero aqu tambin lo es. ste es un lugar
apacible y tranquilo, y la vida es sencilla. Antes que verte
regresar al mundo ordinario, con su desdicha y sus
penalidades, quisiera verte vivir en paz, entre estas
montaas y arroyos, como esos ruiseores a los que omos
cantar.
Ja, ja! Muchsimas gracias, Takuan!
El monje suspir, dndose cuenta de que era impotente
ante aquella mujer tan voluntariosa y decidida a seguir
ciegamente el camino que haba elegido.
Puedes rerte, Ots, pero el camino que ests
emprendiendo es una senda de oscuridad.
Oscuridad?
Te criaste en un templo, y deberas saber que el
camino de oscuridad y deseo slo conduce a la frustracin y
la desdicha, ms all de la salvacin.
Jams, desde que nac, ha existido para m un camino
de luz.
Pero lo hay, lo hay! Volcando todas sus energas
en esta splica, Takuan se acerc a la muchacha y le cogi
la mano. Deseaba desesperadamente que confiara en l.
Hablar de ello con Sekishsai le ofreci. De la
manera en que podras vivir feliz. Aqu, en Koyagy,
puedes encontrar un buen marido, tener hijos y hacer las
cosas que hacen las mujeres. Tu presencia mejorara ese
pueblo, y eso tambin te hara ms feliz.
Comprendo que tratas de ayudarme, pero...
Hazlo! Te lo ruego!
Cogindola de la mano, mir a Jtar y dijo:
Ven t tambin, chico!
Jtar sacudi la cabeza con decisin.
Yo no. Voy a seguir a mi maestro.
Haz lo que quieras, pero por lo menos regresa al
castillo para despedirte de Sekishsai.
Ah, me olvidaba! exclam Jtar. Dej mi
mscara all. Ech a correr como un rayo, sin que le
turbaran los caminos de oscuridad y los de luz.
Ots, en cambio, permaneca inmvil en el cruce.
Takuan se relaj y volvi a ser el viejo amigo que ella
conoca. El monje le advirti de los peligros que acechaban
en la vida que ella se propona llevar e intent convencerla
de que existan otras maneras de encontrar la felicidad, pero
no logr convencer a Ots.
Al cabo de un rato, Jtar regres corriendo con la
mascara sobre el rostro. Takuan se qued paralizado,
sintiendo instintivamente que aqul era el futuro semblante
de Ots, el que le vera despus de que ella hubiera sufrido
su largo viaje por el camino de la oscuridad.
Bueno, me voy dijo Ots, apartndose de l.
Jtar se aferr a su manga.
S, marchmonos ahora mismo! exclam.
Takuan alz los ojos a las nubes blancas, lamentando su
fracaso.
No puedo hacer nada ms dijo. El mismo Buda
desesper de salvar a las mujeres.
Adis, Takuan le dijo Ots. Aqu me inclino
ante Sekishsai, pero te ruego que le transmitas mi
agradecimiento y me despidas de l.
Ah, incluso yo empiezo a pensar que los sacerdotes
estamos locos. Cada vez que salen slo encuentran
personas que se precipitan hacia el infierno. Takuan alz
las manos, las dej caer y aadi con mucha solemnidad:
Ots, si empiezas a ahogarte en los Seis Caminos del Mal o
en los Tres Cruces, pronuncia mi nombre. Piensa en m y
pronuncia mi nombre! Hasta entonces, lo nico que puedo
decir es que viajes hasta tan lejos como puedas y que
procures tener cuidado!
Libro III FUEGO
Sasaki Kojir
Al sur de Kyoto, el ro Yodo rodeaba una colina llamada
Momoyama, emplazamiento del castillo de Fushimi, y
prosegua su curso por la llanura de Yamashiro hacia las
murallas del castillo de Osaka, que estaba unas veinte millas
ms lejos, hacia el sudoeste. Debido en parte a este vnculo
acutico directo, cada ondulacin poltica en la zona de
Kyoto tena unas repercusiones inmediatas en Osaka,
mientras pareca que en Fushimi cada palabra dicha por un
samurai de Osaka, y no digamos por un general del mismo
lugar, se consideraba como un presagio del futuro.
Alrededor de Momoyama tena lugar una gran
convulsin, pues Tokugawa Ieyasu haba decidido
transformar el modo de vida que haba florecido bajo
Hideyoshi. El castillo de Osaka, ocupado por Hideyori y
su madre, Yodogimi, segua aferrado con desesperacin a
los vestigios de su autoridad, que se desvaneca, pero el
verdadero poder resida en Fushimi, donde Ieyasu haba
decidido vivir durante sus largos viajes a la regin de
Kansai. El choque entre lo nuevo y lo viejo era visible por
doquier. Se discerna en las embarcaciones que navegaban
por el ro, en el porte de quienes viajaban por las carreteras,
en las canciones populares y en los rostros de los samurais
desplazados que iban en busca de trabajo.
El castillo de Fushimi estaba siendo reparado, y las
piedras descargadas de las embarcaciones formaban casi una
montaa en la orilla del ro. La mayor parte de ellas eran
enormes cantos rodados, que medan como mnimo seis
pies cuadrados y tres o cuatro pies de altura. Casi
chisporroteaban bajo el sol ardiente. Aunque era otoo
segn el calendario, el calor sofocante recordaba los das
caniculares que seguan inmediatamente a la temporada
lluviosa a principios del verano. Los sauces cerca del
puente relucan con un brillo blanquecino, y una gran cigarra
zigzague alocada desde el ro a una casita cerca de la orilla.
Los tejados del pueblo, privados de los suaves colores que
sus faroles proyectaban sobre ellos en el crepsculo, eran
de un gris seco y polvoriento. Bajo el calor del medioda,
dos trabajadores, misericordiosamente libres durante media
hora de su trabajo agotador, yacan espatarrados sobre la
ancha superficie de un canto rodado, charlando de lo que
estaba en boca de todo el mundo.
Crees que habr otra guerra?
No veo por qu no. No parece haber nadie lo
bastante fuerte para mantener controlada la situacin.
Supongo que tienes razn. Los generales de Osaka
parecen estar reclutando a todos los rnin que encuentran.
Es muy posible. Tal vez no debera decirlo
demasiado alto, pero tengo entendido que los Tokugawa
estn comprando armas y municiones a barcos extranjeros.
Si es as, por qu permite Ieyasu que su nieta
Senhime se case con Hideyori?
Cmo voy a saberlo? Haga lo que haga, puedes estar
seguro de que tiene sus razones. No puede esperarse de la
gente ordinaria como nosotros que conozca el pensamiento
de Ieyasu.
Las moscas zumbaban alrededor de los dos hombres.
Un enjambre de ellas cubra a dos bueyes cercanos. Los
animales, uncidos todava a unas carretas de transporte de
madera vacas, haraganeaban bajo el sol, quietas, impasibles
y babeantes.
El verdadero motivo de las reparaciones que estaba
sufriendo el castillo escapaba a los trabajadores, los cuales
suponan que Ieyasu iba a quedarse all. En realidad, aqulla
era una fase de un vasto programa de construccin, parte
importante del plan de gobierno de Tokugawa. Tambin se
estaban realizando obras de construccin en gran escala en
Edo, Nagoya, Suruga, Hikone, tsu y otra docena de
poblaciones con castillo. El propsito era en gran medida
poltico, pues uno de los mtodos que tena Ieyasu de
mantener su control de los daimys era ordenarles
emprender diversos proyectos de ingeniera. Como ninguno
de ellos era lo bastante poderoso para negarse, esto
mantena a los seores amistosos demasiado ocupados y no
podan ablandarse, al tiempo que obligaba a los daimys
que se enfrentaron a Ieyasu en Sekigahara a desprenderse de
buena parte de sus ingresos. El gobierno tena an otro
propsito, el de conseguir el apoyo de las gentes comunes,
que se aprovechaban tanto directa como indirectamente de
las extensas obras pblicas.
Solamente en Fushimi, cerca de mil trabajadores se
dedicaban a ampliar el almenaje del castillo, con el resultado
secundario de que el pueblo alrededor de los muros
experiment un sbito influjo de buhoneros, prostitutas y
tbanos, todos ellos smbolos de prosperidad. Las masas
estaban encantadas con la bonanza econmica procurada
por Ieyasu, y los mercaderes se frotaban las manos
pensando que, encima de todo aquello haba una buena
posibilidad de que estallara otra guerra que les aportara
todava ms beneficios. Las mercancas se movan
briosamente, e incluso ahora eran en su mayor parte
suministros militares. Tras manejar su baco colectivo, los
comerciantes ms emprendedores haban llegado a la
conclusin de que all era donde aguardaban las mayores
ganancias.
Los ciudadanos estaban olvidando con rapidez los das
tranquilos del rgimen de Hideyoshi y especulaban con lo
que podran ganar en los tiempos venideros. Poco les
importaba quin tuviera el poder, pues mientras pudieran
satisfacer sus deseos mezquinos no vean ninguna razn
para quejarse. Tampoco Ieyasu les decepcion a ese
respecto, ya que se las haba ingeniado para esparcir el
dinero como habra podido repartir caramelos entre los
nios. No su propio dinero, desde luego, sino el de sus
enemigos potenciales.
Tambin en agricultura estaba instituyendo un nuevo
sistema de control. Ya no se permita a los magnates locales
gobernar como les viniera en gana o reclutar campesinos a
voluntad para hacer trabajos ajenos al suyo. En lo sucesivo,
se permitira a los campesinos trabajar sus tierras, pero
podran hacer muy poco ms. Deban permanecer
ignorantes de la poltica y se les enseara a confiar en los
poderes existentes.
Ieyasu crea que el dirigente virtuoso era aquel que no
dejaba morir de hambre a los trabajadores de la tierra, pero
al mismo tiempo se aseguraba de que no se levantaran por
encima de su categora. sta era la poltica con la que se
propona perpetuar el dominio de los Tokugawa. Ni los
ciudadanos ni los agricultores ni los daimys se daban
cuenta de que los estaban encajando minuciosamente en un
sistema feudal que acabara por atarlos de manos y pies.
Nadie pensaba en cmo podran ser las cosas al cabo de
cien aos. Nadie, excepto Ieyasu.
Tampoco los obreros del castillo de Fushimi pensaban
en el maana. Se limitaban modestamente a esperar que
transcurriera su jornada, cuanto ms rpido mejor. Aunque
hablaban de guerra y de cundo podra estallar, los planes
grandiosos para mantener la paz y aumentar la prosperidad
no tenan nada que ver con ellos. Al margen de lo que
sucediera, no podran estar mucho peor de lo que estaban.
Sanda! Alguien quiere sanda? grit la hija de un
campesino, la cual se presentaba cada da a aquella hora.
Poco despus de su llegada logr vender su mercanca a
unos hombres que estaban jugando a chapas con monedas a
la sombra de una gran roca. Fue airosamente de un grupo a
otro, diciendo: No me compraris mis sandas?
Ests loca? Crees que tenemos dinero para sanda?
Oye, me comer una con mucho gusto..., si es gratis.
Decepcionada porque su suerte inicial haba sido
engaosa, la muchacha se acerc a un joven obrero sentado
entre dos cantos rodados, con la espalda apoyada en uno de
ellos, los pies en el otro y los brazos alrededor de las
rodillas.
Sanda? le pregunt ella sin demasiada esperanza.
Era un hombre delgado, con los ojos hundidos y la piel
enrojecida por el sol. La fatiga empaaba su evidente
juventud, pero con todo sus amigos ms ntimos le habran
reconocido como Hon'iden Matahachi. Cont cansinamente
unas sucias monedas en la palma de la mano y se las dio a la
muchacha.
Cuando volvi a apoyarse en la roca, dej caer la cabeza
sobre el pecho, con semblante taciturno. El pequeo
esfuerzo le haba extenuado. Presa de nuseas, se inclin a
un lado y escupi en la hierba. Le faltaba la escasa fuerza
que habra necesitado para recoger la sanda, que haba cado
de sus rodillas. La contempl con los ojos velados, en cuya
negrura no haba rastro de fortaleza o esperanza.
Esos cerdos... musit dbilmente.
Se refera a las personas a quienes le gustara
devolverles el dao que le haban hecho: Ok, con su rostro
cubierto de polvos blancos, Takez, con su espada de
madera. Su primer error haba sido ir a Sekigahara, el
segundo caer sin resistirse en los brazos de la viuda lasciva.
Haba llegado a creer que, de no ser por esos dos
acontecimientos, ahora estara en su casa de Miyamoto,
sera el jefe de la familia Hon'iden, estara casado con una
bella esposa y sera la envidia del pueblo.
Supongo que ahora Ots me odia..., aunque quisiera
saber qu est haciendo. En sus actuales circunstancias,
pensar de vez en cuando en la que fue su novia era su nico
consuelo. Cuando por fin se puso de manifiesto la
verdadera naturaleza de Ok, empez a aorar de nuevo a
Ots. Haba pensado en ella cada vez ms desde el da en
que tuvo el sentido comn suficiente para marcharse de la
casa de t Yomogi.
La noche de su partida descubri que el Miyamoto
Musashi que se estaba labrando una reputacin de
espadachn en la capital era su viejo amigo Takez. A la
fuerte conmocin que esto le produjo siguieron casi de
inmediato oleadas de celos.
Pensando en Ots, haba dejado de beber y tratado de
librarse de su pereza y sus malos hbitos, pero al principio
no pudo encontrar ningn trabajo apropiado. Se culpaba
por haber permanecido inactivo durante cinco aos,
mientras una mujer mayor que l le mantena. Hubo una
poca en que le pareca que ya era demasiado tarde para
cambiar.
Pero no es demasiado tarde se asegur. Slo tengo
veintids aos. Si me lo propongo, puedo hacer cualquier
cosa que desee! Aunque cualquiera podra experimentar
ese sentimiento, en el caso de Matahachi significaba cerrar
los ojos, saltar por encima de un abismo de cinco aos y
trabajar como obrero en Fushimi.
All haba trabajado duramente, como un esclavo, un da
tras otro, aguantando el intenso calor desde principios del
verano hasta el otoo. Y estaba bastante orgulloso de s
mismo por haberlo soportado.
Se lo demostrar a todos! pensaba ahora, a pesar de
sus nuseas. No hay ninguna razn por la que no pueda
hacerme un nombre. Soy capaz de hacer cualquier cosa que
haga Takez! Incluso puedo hacer ms, y lo har. Entonces
me vengar, a pesar de Ok. Diez aos es todo lo que
necesito.
Diez aos? Hizo una pausa para calcular el aspecto
que tendra Ots al cabo de ese tiempo. Treinta y un aos!
Seguira soltera? Le habra esperado durante tantos aos?
No era probable. Matahachi no tena la menor idea de los
recientes acontecimientos en Mimasaka, ni poda saber que
aqul era un sueo imposible, pero diez aos... jams! No
podran ser ms de cinco o seis. En ese espacio de tiempo
debera haber triunfado, no haba ms que hablar. Entonces
podra regresar al pueblo, presentar excusas a Ots y
pedirle que se casara con l.
Es la nica manera! exclam. Cinco aos, seis
como mximo. Contempl la sanda y un destello de luz
apareci de nuevo en sus ojos.
En aquel momento uno de sus compaeros se levant
ms all de la roca delante de l y, apoyando los codos en la
ancha superficie de la piedra, le dijo:
Eh, Matahachi. Qu ests farfullando? Oye, tienes
la cara verde. Es que estaba podrida la sanda?
Aunque forz una dbil sonrisa, una nueva oleada de
nuseas sacudi a Matahachi. La saliva se deslizaba fuera
de su boca mientras meneaba la cabeza.
No es nada, nada en absoluto logr decir entre
boqueadas. Supongo que me ha dado demasiado el sol.
Dejadme descansar un rato.
Los robustos cargadores de piedras se mofaron de su
falta de fuerza, aunque lo hicieron con afabilidad. Uno de
ellos le pregunt:
Por qu compras sanda si no puedes comerla?
La he comprado para vosotros, amigos respondi
Matahachi. He pensado que as os compensara por no
poder hacer mi parte del trabajo.
Muy considerado. Eh, chicos! Hay sanda!
Matahachi nos invita.
Abrieron la sanda golpendola contra el ngulo de una
roca y cayeron sobre ella como hormigas, arrebatando
codiciosos los trozos de pulpa roja y goteante. Haba
desaparecido por completo cuando instantes despus un
hombre se subi a una roca y grit:
Eh, vosotros, volved al trabajo!
El samurai encargado sali de una cabaa empuando un
ltigo, y el olor del sudor se extendi sobre la tierra. Al cabo
de un rato la meloda de una saloma de cargadores de
piedras se alz en el lugar, mientras un gigantesco canto
rodado era depositado con grandes palancas en unos
rodillos y arrastrado con cuerdas gruesas como el brazo de
un hombre. Avanz pesadamente, como una montaa en
movimiento.
El auge de la construccin de castillos haba hecho
proliferar esas canciones. Aunque las letras no solan
escribirse, un personaje tan famoso como el seor
Hachisuka de Awa, que estaba encargado de construir el
castillo de Nagoya, cit varios versos en una carta. Su
seora, que difcilmente habra tenido oportunidad de tocar
los materiales de construccin, los haba aprendido, al
parecer, durante una fiesta. Esas composiciones, cuya
sencillez muestra el siguiente ejemplo, se haban puesto de
moda tanto en la alta sociedad como entre los equipos de
obreros.
Desde Awataguchi las hemos arrastrado...,
arrastrado una roca tras otra y otra.
Para nuestro noble seor Tgor.
Ei, sa, ei, sa...
Tii... ra! Arr... astra! Tii... ra! Arr... astra!
Su seora habla,
nos tiemblan brazos y piernas.
Le somos leales... hasta la muerte.
El redactor de la carta comentaba: Todo el mundo,
jvenes y viejos por igual, cantan esto, pues forma parte
del mundo flotante en el que vivimos.
Si bien los trabajadores de Fushimi desconocan estas
reverberaciones sociales, sus canciones reflejaban el espritu
de la poca. Las canciones populares cuando el shogunado
Ashikaga declinaba haban sido decadentes y cantadas sobre
todo en privado, pero durante los aos prsperos del
rgimen de Hideyoshi solan orse en pblico canciones
felices y alegres. Ms tarde, cuando se hizo sentir la mano
severa de Ieyasu, las melodas perdieron algo de su espritu
divertido. Cuando el rgimen de Tokugawa se hizo ms
fuerte, el canto espontneo tendi a ceder el paso a la
msica compuesta por msicos al servicio del shgun.
Matahachi apoy la cabeza en las manos. Le arda de
fiebre, y el canto de los cargadores de piedras zumbaba
confusamente en sus odos, como un enjambre de abejas.
Ahora que estaba completamente a solas sucumbi a la
depresin.
No servir de nada gimi. Cinco aos... Aunque
trabaje duramente, qu voy a conseguir? Por toda una
jornada de trabajo, slo gano lo suficiente para comer ese
da. Y si me tomo el da libre, no como.
Not que alguien estaba en pie cerca de l, alz la vista
y vio a un joven alto. Se cubra con un sombrero de junco
toscamente entretejido, y de un costado le colgaba un fardo
como los que llevaban los shugysha. Un emblema en
forma de abanico semiabierto con varillas de acero adornaba
la parte delantera de su sombrero. Estaba contemplando
pensativo los trabajos de construccin y midiendo con la
vista el terreno.
Al cabo de un rato se sent en una roca llana y ancha
que tena la altura apropiada para servir como mesa de
escritura. Sopl para quitar la arena junto con una hilera de
hormigas que la recorran y, con los codos apoyados en la
piedra y la cabeza en las manos, reanud su concentrado
examen del entorno. Aunque el sol le daba directamente en
la cara, permaneca inmvil, como si el incmodo calor no le
afectara. No repar en Matahachi, quien an se senta
demasiado mal para preocuparse de si haba alguien a su
alrededor o no. El otro hombre no significaba nada para l.
Sentado de espaldas al recin llegado, vomit
espasmdicamente.
Poco a poco el samurai se dio cuenta de que haba all
un hombre que vomitaba.
Eh, t le dijo. Qu te ocurre?
Es el calor respondi Matahachi.
Ests bastante mal, eh?
Estoy algo mejor que antes, pero todava mareado.
Te dar una medicina dijo el samurai, abriendo su
caja de pldoras lacada en negro, de la que sac unas
pldoras negras que deposit en la palma de su mano.
Se acerc a Matahachi y le puso la medicina en la boca.
Te pondrs bien en seguida.
Gracias.
Tienes intencin de seguir descansando aqu durante
algn tiempo?
S.
Entonces hazme un favor. Comuncame si viene
alguien..., tira un guijarro o haz algo parecido.
El samurai volvi a la roca, se sent, sac un pincel de
su estuche de escritura y un cuaderno de notas de su
kimono. Abri el cuaderno sobre la piedra y empez a
dibujar. Bajo el borde del sombrero su mirada iba del
castillo a su entorno inmediato y viceversa, fijndose en la
torre principal, las fortificaciones, las montaas al fondo, el
ro y los arroyos ms pequeos.
Poco antes de la batalla de Sekigahara, aquel castillo
haba sido atacado por unidades del Ejrcito Occidental, y
dos edificaciones, as como parte del foso, haban sufrido
daos considerables. Ahora el bastin no slo estaba siendo
restaurado sino tambin reforzado, a fin de que superase en
categora a la fortaleza de Hideyori en Osaka.
Rpidamente, pero con mucho detalle, el guerrero
estudiante traz un dibujo a vista de pjaro de todo el
castillo, y en una segunda pgina empez a hacer un
diagrama de los accesos por la parte trasera.
Matahachi solt una exclamacin en voz baja. Como
salido de la nada, el inspector de obras haba aparecido y
estaba detrs del dibujante. Vestido con semiarmadura, los
pies calzados con sandalias de paja, permaneca all en
silencio, como si esperase a que el otro se percatara de su
presencia. Matahachi sinti una punzada de culpabilidad
por no haberle visto a tiempo para advertirle. Ahora era
demasiado tarde.
Poco despus el guerrero estudiante alz la mano para
espantar una mosca de su cuello sudoroso, y entonces vio
al intruso. Mientras le miraba sobresaltado, el inspector le
devolvi la mirada, colrico, y tendi la mano hacia el
dibujo. El guerrero estudiante le agarr la mueca y se puso
en pie.
Qu crees que ests haciendo? le grit.
El inspector cogi el cuaderno y lo mantuvo alzado en
el aire.
Quisiera echar un vistazo a esto gru.
No tienes ningn derecho.
Slo estoy haciendo mi trabajo!
Consiste tu trabajo en inmiscuirte en los asuntos
ajenos?
Por qu? Es que no debera mirarlo?
Un patn como t no lo entendera.
Ser mejor que me lo quede.
De ninguna manera! grit el estudiante guerrero,
tratando de coger el cuaderno.
Ambos tiraron de l hasta que lo rompieron por la
mitad.
Ten cuidado! exclam el inspector. Ya puedes
darme una buena explicacin, o de lo contrario te entregar.
Con qu autoridad? Eres un oficial?
As es.
Cul es tu grupo? Quin es tu comandante?
Eso no es asunto tuyo, pero debes saber que tengo
rdenes de investigar a cualquiera que est en estos
alrededores y parezca sospechoso. Quin te dio permiso
para hacer dibujos?
Estoy haciendo un estudio de castillos y accidentes
geogrficos para futura referencia. Qu tiene eso de malo?
Este sitio est lleno de espas enemigos y todos
tienen excusas parecidas. No me importa quin seas, pero
tendrs que responder a algunas preguntas. Ven conmigo!
Me ests acusando de ser un delincuente?
Cierra la boca y limtate a acompaarme.
Asquerosos oficiales! Estis demasiado
acostumbrados a hacer que la gente se amilane cada vez que
abrs vuestras bocazas!
Cllate y vamos!
Intenta obligarme! replic el guerrero estudiante
con firmeza.
El inspector, en cuya frente la ira haca sobresalir las
venas, dej caer su mitad del cuaderno, lo inmoviliz
pisndolo y sac su porra. El guerrero estudiante dio un
paso atrs para mejorar su posicin.
Si no vienes conmigo de buen grado, tendr que atarte
y llevarte a rastras dijo el inspector.
Apenas haba terminado de pronunciar estas palabras,
cuando su adversario entr en accin. Lanzando un agudo
grito, agarr al inspector por el cuello con una mano, le
cogi el borde inferior de la armadura con la otra y lo lanz
contra una gran roca.
Patn intil! exclam, pero no a tiempo de que le
oyera el inspector, cuya cabeza se abri como una sanda al
chocar contra la piedra.
Lanzando un grito de horror, Matahachi se cubri el
rostro con las manos para protegerla de los grumos de roja
materia pastosa que volaron en su direccin, mientras el
guerrero estudiante volva rpidamente a una actitud de
calma absoluta.
Matahachi estaba horrorizado. Era posible que aquel
hombre estuviera acostumbrado a asesinar de una manera
tan brutal? O acaso su sangre fra se deba tan slo a la
decepcin que sigue a una explosin de clera? Matahachi,
profundamente impresionado, empez a sudar a mares.
Aquel hombre no deba de haber cumplido los treinta aos.
Su rostro huesudo y tostado por el sol estaba picado de
viruela y pareca carecer de mentn, aunque eso podra
deberse a una cicatriz curiosamente encogida causada por
una honda herida de espada.
El guerrero estudiante no tena prisa por huir. Recogi
los fragmentos del cuaderno de notas roto y luego empez a
buscar tranquilamente su sombrero, que haba salido
volando cuando lanz con violencia al inspector. Lo
encontr, se lo puso con cuidado, ocultando as de nuevo su
extrao rostro, y se alej a paso vivo, cada vez ms rpido,
hasta que pareci volar impulsado por el viento.
El incidente haba sucedido con tanta rapidez que ni los
centenares de trabajadores que estaban en la vecindad ni sus
supervisores haban visto nada. Los sudorosos obreros
proseguan su montona y fatigosa tarea, mientras los
supervisores, armados con ltigos y porras, les gritaban
rdenes.
Pero una persona, por lo menos, lo haba visto todo. De
pie en lo alto de un andamio desde donde se abarcaba toda
la zona, estaba el supervisor general de los carpinteros y
leadores. Al ver que el guerrero estudiante hua, rugi una
orden que puso en movimiento a un grupo de soldados de
infantera que haban estado tomando t al pie del andamio.
Qu ha ocurrido?
Otra pelea?
Otros haban odo la llamada a las armas y pronto
levantaron una nube de polvo amarillo cerca del portal de
madera de la estacada, lnea divisoria entre el pueblo y los
terrenos donde se llevaba a cabo la construccin. Airados
gritos se elevaron del enjambre de gente reunida.
Es un espa! Un espa de Osaka!
Nunca aprendern!
Matadle! Matadle!
Cargadores de piedras, transportistas de tierra y otros
obreros, todos ellos gritando como si el espa fuese su
enemigo personal, persiguieron al samurai sin barbilla. ste
corri por detrs de una carreta de bueyes que en aquel
momento cruzaba el portal y trat de escabullirse, pero un
centinela le vio y le hizo la zancadilla con un bastn
tachonado de clavos.
Desde el andamio del supervisor se oy el grito:
No le dejis escapar!
La multitud cay sin vacilar sobre el bellaco, el cual
contraatac como una bestia atrapada. Arrebat el bastn al
centinela, se volvi contra l y lo derrib de un golpe en la
cabeza. Tras poner fuera de combate a cuatro o cinco ms
de una manera similar, desenvain su enorme espada y
adopt una posicin defensiva. Sus captores retrocedieron
aterrados, pero cuando se dispona a abrirse camino entre
ellos, una andanada de piedras cay sobre l desde todas las
direcciones.
La muchedumbre descarg su furia con ganas, su
mortfero impulso incrementado por el profundo disgusto
que les producan todos los shugysha. Como la mayora
de la gente corriente, aquellos trabajadores consideraban a
los samurais errantes intiles, improductivos y arrogantes.
Dejad de portaros como patanes estpidos! grit
el sitiado samurai, apelando a la razn y el autodominio.
Aunque luchaba, pareca ms interesado en reir a sus
atacantes que en evitar las piedras que le arrojaban. Varios
espectadores inocentes resultaron heridos en la refriega.
Todo termin en un abrir y cerrar de ojos. Cesaron los
gritos y los trabajadores empezaron a regresar a sus
puestos de trabajo. Al cabo de cinco minutos, el gran solar
de la construccin estaba exactamente como antes, como si
nada hubiera pasado. Saltaban chispas de los diversos
instrumentos cortantes, se oa relinchar a los caballos medio
atontados por el sol, el calor entumeca la mente..., todo
haba vuelto a la normalidad.
Dos guardianes permanecan junto al cuerpo abatido,
que haba sido atado con una gruesa cuerda de camo.
Est casi muerto dijo uno de ellos, podemos
dejarle aqu hasta que venga el magistrado. Mir a su
alrededor y vio a Matahachi. Eh, t! Vigila a este
hombre. Si muere, lo mismo da.
Matahachi oy esas palabras, pero ni su sentido ni el
del acontecimiento que acababa de presenciar acababan de
penetrar en su cabeza. Todo aquello le pareca una pesadilla
visible y audible, pero que su cerebro no comprenda.
La vida es tan endeble... se dijo. Hace unos
instantes estaba absorto en su boceto, y ahora agoniza. No
era muy mayor.
Lamentaba la suerte del samurai sin mentn, cuya
cabeza, que yaca de lado en el suelo, estaba negra de tierra
mezclada con sangre, su semblante todava contorsionado
por la ira. La cuerda le ataba a una gran roca. Matahachi se
pregunt ociosamente por qu los guardianes habran
tomado esa precaucin cuando el hombre estaba tan
prximo a la muerte que no emita sonido alguno. O quiz
ya haba muerto. Una de sus piernas estaba grotescamente
expuesta a travs de un largo desgarrn en su hakama, y la
blanca tibia sobresala de la carne carmes. La sangre le
brotaba del cuero cabelludo, y las avispas ya haban
empezado a cernerse alrededor de sus greas. Las hormigas
casi le cubran manos y pies.
Pobre desgraciado se dijo Matahachi. Si estudiaba
seriamente, deba de tener alguna gran ambicin en la vida.
De dnde ser? Vivirn todava sus padres? Una duda
peculiar le asalt: lamentaba realmente el destino del
hombre o le inquietaba la vaguedad de su propio futuro?
Para un hombre con ambicin, debera existir una manera
ms inteligente de salir adelante, reflexion.
Era aqulla una poca que alentaba las esperanzas de los
jvenes, les instaba acariciar un sueo, les impulsaba a
mejorar su situacin en la vida, una poca, ciertamente, en
la que incluso un hombre como Matahachi poda soar con
alzarse de la nada hasta llegar a ser el seor de un castillo.
Un guerrero con un talento modesto poda apaarse
viajando de un templo a otro y viviendo de la caridad de los
sacerdotes. Si tena suerte, poda ser aceptado por algn
miembro de la nobleza provincial, y si era todava ms
afortunado, recibir un estipendio de un daimy.
Sin embargo, de todos los jvenes que partan con
grandes esperanzas, slo uno entre mil llegaba a lograr una
posicin con unos ingresos aceptables. Los restantes tenan
que contentarse con la satisfaccin que les proporcionaba el
conocimiento de que su vocacin era difcil y peligrosa.
Mientras Matahachi contemplaba al samurai tendido
ante l, esa idea empez a parecerle totalmente estpida.
Adonde poda conducir el camino que estaba siguiendo
Musashi? El deseo que Matahachi abrigaba de igualar o
sobrepasar a su amigo de la infancia no se haba debilitado,
pero la visin del guerrero ensangrentado haca que el
camino de la espada pareciese vano y absurdo.
Observ con horror que el guerrero se estaba moviendo,
y sus pensamientos se interrumpieron. El hombre extendi
una mano, como una aleta de tortuga, y ara el suelo. Alz
dbilmente el torso, levant la cabeza y tens la cuerda.
Matahachi apenas poda dar crdito a sus ojos. El
hombre se arrastr lentamente, arrastrando tras l la roca
que no pesara menos de cuatrocientas libras y a la que
estaba atada la cuerda. Un pie, dos pies..., era una
exhibicin de fuerza sobrehumana. Ningn miembro
musculoso de un equipo de cargadores de piedras podra
haberlo hecho, aunque muchos se jactaban de tener la fuerza
de diez o veinte hombres. Alguna fuerza demonaca posea
al samurai tendido en el umbral de la muerte, una fuerza que
le permita superar con mucho la potencia de un mortal
ordinario.
La garganta del moribundo emiti un gorgoteo. Se
esforzaba desesperadamente por hablar, pero su lengua se
haba vuelto negra y seca, hasta tal punto que no poda
articular las palabras. Su respiracin eran siseos
entrecortados, y los ojos, que sobresalan de sus rbitas,
miraban fijamente a Matahachi, suplicantes.
Ppp... p... fffa...
Matahachi entendi gradualmente que le estaba diciendo
por favor. Sigui un sonido distinto, tambin
inarticulado, que Matahachi interpret como te lo ruego.
Pero el hombre hablaba realmente con los ojos, en los que
brillaban sus ltimas lgrimas y se reflejaba la certeza de la
muerte. La cabeza le cay hacia atrs, su respiracin ces.
Mientras ms hormigas empezaban a salir de la hierba para
explorar el cabello blanqueado por el polvo, y algunas
penetraban incluso en una fosa nasal con sangre coagulada,
Matahachi vio que la piel del guerrero bajo el cuello de su
kimono adquira una tonalidad azul negruzca.
Qu haba querido que hiciera? Matahachi se senta
obsesionado por la idea de que haba incurrido en una
obligacin. El samurai haba acudido a socorrerle cuando
estaba enfermo y haba tenido la amabilidad de darle una
medicina. Por qu el destino haba cegado a Matahachi
cuando debera haber advertido al hombre de que se
aproximaba el inspector? Fue acaso su sino que ocurriera
as?
Matahachi palp el fardo envuelto en un pao que el
muerto llevaba en el obi. El contenido revelara con
seguridad quin era el hombre y de dnde proceda.
Sospechaba que su ltimo deseo haba sido que entregara
algn recuerdo a su familia. Separ el fardo, recogi la caja
de pldoras y se las guard dentro de su propio kimono.
Se pregunt si debera cortarle un mechn de pelo para
llevrselo a su madre, pero mientras miraba el rostro
temible del hombre oy que se aproximaban pisadas.
Atisbo desde detrs de una roca y vio a unos samurais que
venan en busca del cadver. Si le sorprendan con las
posesiones del muerto, se vera en un serio aprieto. Se
agach y avanz de una sombra a otra detrs de las rocas,
escabullndose como una rata de campo.
Dos horas despus lleg a la tienda de dulces donde se
alojaba. La esposa del tendero estaba al lado de la casa,
lavndose en una jofaina. Al orle moverse, la mujer mostr
una porcin de su carne blanca desde detrs de la puerta
lateral y pregunt:
Eres t, Matahachi?
l respondi con un gruido, corri a su habitacin y de
un armario sac un kimono y su espada. Luego se anud
alrededor de la cabeza una toalla enrollada y se dispuso a
ponerse de nuevo las sandalias.
No est oscuro ah dentro? le pregunt la mujer.
No, veo bastante bien.
Te traer una lmpara.
No es necesario. Voy a salir.
No te lavas?
No, ms tarde.
Sali apresuradamente al campo y se alej con rapidez
de la casa destartalada. Pocos minutos despus mir atrs y
vio a un grupo de samurais, sin duda pertenecientes al
castillo, que venan desde ms all de las altas hierbas de
miscanthus que cubran el campo. Entraron en la tienda de
dulces por la entrada principal y la trasera.
Me he librado por los pelos se dijo Matahachi.
Naturalmente, no he robado nada. Slo lo tom en custodia.
Tena que hacerlo. l me lo rog.
A su modo de ver, mientras admitiera que los objetos
no eran suyos, no haba cometido delito alguno. Al mismo
tiempo, comprenda que no podra presentarse de nuevo en
el solar de la construccin.
Los miscanthus le llegaban a los hombros, y un velo de
niebla nocturna flotaba por encima de las hierbas. Nadie
podra verle desde cierta distancia y le resultara fcil
escapar. Pero no era sencillo determinar el camino a seguir,
tanto ms cuanto que tena la intensa sensacin de que la
buena suerte se encontraba en una direccin y la mala en
otra.
Osaka? Kyoto? Nagoya? Edo? No tena amigos en
ninguna de esas ciudades, y bien podra echar los dados
para decidir su destino. Con los dados, como con
Matahachi, todo dependa del azar. Cuando el viento
soplara, le llevara por el aire consigo.
Le pareca que cuanto ms se alejaba, ms se hunda en
los miscanthus. Los insectos zumbaban a su alrededor y la
niebla en descenso le humedeca la ropa. Los bordes
empapados se enrollaban alrededor de sus piernas. Las
semillas se adheran a sus mangas, le picaban las espinillas.
El recuerdo de las nuseas que sufriera al medioda se haba
desvanecido y ahora estaba muy hambriento. Una vez se
sinti fuera del alcance de sus perseguidores, seguir
caminando se le hizo muy penoso.
El impulso abrumador de hallar un sitio donde tenderse
y descansar le llev al otro extremo del campo, ms all del
cual vislumbr el tejado de una casa. Al aproximarse, vio
que la valla y el portal estaban torcidos, al parecer daados
por una tormenta reciente. El tejado tambin necesitaba
reparacin. No obstante, en otro tiempo la casa debi de
pertenecer a una familia acomodada, pues tena cierto aire
de elegancia desvada. Matahachi imagin a una bella
cortesana sentada en un carruaje con suntuosas cortinas que
se aproximara a la casa a un paso majestuoso.
Cruz la puerta del portal abandonado y descubri que
tanto el edificio principal como otra casa independiente ms
pequea estaban casi cubiertos por la maleza. La escena le
record un pasaje del poeta Saigy que le hicieron aprender
de nio:
Me enter de que una persona a quien yo conoca viva
en Fushimi y fui a hacerle una visita, pero el jardn estaba
tan descuidado...! Ni siquiera poda ver el camino. Mientras
los insectos cantaban, compuse este poema.
Abrindome camino entre la maleza,
oculto mis lacrimosos sentimientos
en los pliegues de mi manga.
En el jardn cargado de roco
incluso los humildes insectos lloran.
Matahachi sinti que se le helaba el corazn mientras se
agazapaba cerca de la casa, susurrando las palabras
olvidadas tanto tiempo atrs.
Cuando casi se haba convencido de que la casa estaba
desierta, apareci una luz roja procedente del interior. Poco
despus oy las notas melanclicas de un shakuhachi, la
flauta de bamb que tocaban los sacerdotes mendicantes
cuando pedan por las calles. Mir al interior y descubri
que, en efecto, el msico era un miembro de esa clase.
Estaba sentado al lado del hogar. El fuego que acababa de
encender se hizo ms brillante, y su sombra agrandada se
proyect en la pared. Estaba tocando una meloda triste, un
lamento sobre la soledad y la melancola del otoo que no
estaba destinado a ms odos que los suyos propios. En
hombre tocaba con sencillez, sin florituras, y Matahachi
tuvo la impresin de que se enorgulleca poco de su arte.
Cuando finaliz la meloda, el sacerdote exhal un
hondo suspiro y pronunci un lamento:
Dicen que cuando un hombre llega a los cuarenta
aos, est libre de ilusiones. Pero miradme! Tena cuarenta
y siete cuando destru el buen nombre de mi familia.
Cuarenta y siete! Y aun as me enga con la ilusin y
logr perderlo todo: ingresos, posicin, reputacin. Y no
slo eso, sino que abandon a mi nico hijo para que se las
arreglara por s solo en este horrible mundo... Y por qu?
Un encaprichamiento?
Es mortificante..., nunca ms podr enfrentarme a mi
esposa muerta ni al muchacho, dondequiera que est. Ja!
Cuando dicen que eres prudente despus de los cuarenta,
deben referirse a grandes hombres, no a imbciles como yo.
En vez de considerarme prudente debido a mi edad, debera
haber tenido ms cuidado que nunca. Es una locura no
hacerlo as, cuando hay mujeres por medio.
Puso de punta la flauta en el suelo, apoy ambas manos
en la boquilla y sigui diciendo:
Cuando saliera a la luz ese asunto con Ots, ya nadie
querra perdonarme. Es demasiado tarde.
Matahachi haba entrado sigilosamente en la habitacin
contigua. Escuchaba, pero le repela lo que estaba viendo.
Las mejillas del sacerdote estaban hundidas, sus hombros
angulosos le daban un aspecto de perro extraviado y su
cabello careca de lustre. Matahachi se agazap en silencio.
A la luz vacilante del fuego que arda en el hogar, la forma
del hombre evocaba visiones de demonios nocturnos.
Ah, qu voy a hacer? gimi el sacerdote, alzando
al cielo sus ojos hundidos.
Su kimono era ordinario y estaba sucio, pero tambin
llevaba una sotana negra, lo cual indicaba que era seguidor
del maestro de zen chino P'u-hua. La estera de juncos en la
que estaba sentado y que llevaba enrollada a todas partes,
era probablemente su nica posesin domstica, que le
serva de cama, cortina y, cuando haca mal tiempo, de
tejado.
Hablar no me devolver lo que he perdido dijo.
Por qu no tuve ms cuidado? Crea entender la vida, pero
no entenda nada y permit que mi categora se me subiera a
la cabeza! Me comport desvergonzadamente con una
mujer. No es de extraar que los dioses me abandonaran.
Qu podra ser ms humillante?
El sacerdote inclin la cabeza como si pidiera disculpas
a alguien, y entonces la inclin todava ms.
No me importa por m, pues la vida que llevo ahora
es muy aceptable. Nada ms correcto que deba
arrepentirme y tenga que sobrevivir sin ayuda externa. Pero
qu le he hecho a Jtar? l sufrir ms que yo por mi
extravo. Si estuviera todava al servicio del seor Ikeda, l
sera ahora el nico hijo de un samurai con unos ingresos de
cinco mil fanegas, pero a causa de mi estupidez no es nada.
Y lo que es peor, un da, cuando crezca, sabr la verdad.
Permaneci un rato sentado y cubrindose el rostro con
las manos, y luego, de improviso, se levant.
Es preciso que ponga fin a esto, que no siga sintiendo
lstima de m mismo. Ha salido la luna. Ir a dar un paseo
por el campo para librarme de esos viejos motivos de queja
y fantasmas.
El sacerdote recogi su shakuhachi y sali de la casa
arrastrando los pies. Matahachi crey ver un bigote de
rgidos pelos bajo la nariz afilada. Qu hombre tan
extrao! se dijo. No es realmente viejo, pero est muy
inseguro sobre sus pies. Sospechando que podra estar
algo loco, sinti un dejo de piedad por aquel hombre.
Avivadas por la brisa vespertina, las llamas del hogar
estaban empezando a quemar el suelo. Matahachi entr en
la habitacin vaca, encontr una jarra de agua y verti un
poco en el fuego, reflexionando mientras lo haca en el
descuido del sacerdote.
No importara gran cosa que aquella casa vieja y
desierta se quemara hasta los cimientos, pero y si hubiera
sido un templo antiguo de los perodos Asuka o Kamakura?
Matahachi sinti un extrao acceso de indignacin.
Por culpa de hombres como l, los antiguos templos
de Nara y del monte Kya son destruidos con tanta
frecuencia pens. Estos locos sacerdotes vagabundos
no tienen posesiones ni familia propia, y no piensan ni un
instante en lo peligroso que es el fuego. Seran capaces de
encender uno en el saln principal de un viejo monasterio,
al lado mismo de los murales, slo para calentar sus
cuerpos que no tienen ninguna utilidad para nadie. Vaya,
ah hay algo interesante.
Estaba mirando el tokonoma y no era el grcil diseo de
la pieza ni los restos de un jarrn valioso lo que le haba
llamado la atencin, sino un recipiente metlico
ennegrecido, a cuyo lado haba una jarra de sake con la boca
desportillada. El recipiente contena unas gachas de arroz, y
cuando Matahachi agit la jarra, produjo un alegre sonido
gorgoteante. Sonri, agradecido a su buena suerte y sin
pensar lo ms mnimo, como cualquier hombre hambriento,
en los derechos de propiedad ajenos.
Apur el sake en un par de largos tragos, vaci el
recipiente de arroz y se felicit porque tena el vientre
lleno.
Se adormil al lado del hogar, pero pronto tuvo
conciencia de los zumbidos que producan los insectos en el
campo..., y no slo en el campo sino tambin en las
paredes, el techo y las esterillas de tatami en putrefaccin.
Poco antes de ceder al sueo, record el fardo que le
haba quitado al guerrero moribundo. Entonces se
desperez y desanud el pao de sucio crep teido con un
tinte rojo oscuro de sapn. Contena una muda limpia de
ropa interior, junto con los objetos habituales que
transportan los viajeros. Desdobl la muda y encontr un
objeto que tena la forma y el tamao de una carta enrollada
y envuelta con sumo cuidado en papel encerado. Haba
tambin un monedero, que cay con un fuerte tintineo de
un pliegue de la tela. Era de cuero teido de color violeta y
contena suficiente oro y plata para que la mano de
Matahachi le temblara de temor. ste es el dinero de otro,
no mo, se record.
Quit el papel encerado y se encontr con un rollo de
escritura enrollado a un rodillo de membrillero chino, con el
extremo de brocado dorado. Percibi de inmediato que
contena algn secreto importante y, con gran curiosidad,
deposit el rollo en el suelo delante de l y lo desenroll
lentamente. Deca as:
CERTIFICADO
Juro solemnemente que he transmitido a Sasaki Kojir
los siguientes siete mtodos secretos del estilo Chj de
esgrima:
Abiertos estilo rayo, estilo rueda, estilo redondeado,
estilo del barco flotante
Secretos el Diamante, la Edificacin, el Infinito
Expedido en el pueblo de Jkyji, en la heredad Usaka
de la provincia de Echizen, el da _____ del mes _____
Kanemaki Jisai, discpulo de Toda Seigen
En un trozo de papel que pareca haber sido aadido
posteriormente, figuraba el siguiente poema:
La luna que brilla
en las aguas inexistentes
de un pozo sin cavar
produce un hombre
sin sombra ni forma.
Matahachi comprendi que aquello era un diploma
otorgado a un discpulo que haba aprendido cuanto su
maestro poda ensearle, pero el nombre Kanemaki Jisai no
significaba nada para l. Habra reconocido el nombre de It
Yagor, quien bajo el nombre Ittsai haba creado un estilo
de esgrima sumamente famoso y admirado. Pero no saba
que Jisai era el maestro de It, como tampoco que Jisai era
un samurai de carcter esplndido que haba dominado el
verdadero estilo de Toda Seigen y se haba retirado a un
pueblo remoto para pasar sus ltimos aos en la oscuridad.
Desde entonces slo haba transmitido el mtodo Seigen a
unos pocos alumnos selectos.
Matahachi ley de nuevo el primer nombre.
Este Sasaki Kojir deba de ser el samurai al que
mataron hoy en Fushimi pens. Debi de ser un
espadachn consumado para que le concedieran un
certificado de experto en el estilo Chj, sea el que fuere.
Lstima que muriera! Pero ahora estoy seguro, es lo que
sospechaba. Deba querer que entregara esto a alguien,
probablemente a alguien en su lugar natal.
Matahachi elev una breve plegaria al Buda por Sasaki
Kojir , y luego se jur a s mismo que de alguna manera
llevara a cabo su nueva misin.
Encendi de nuevo el fuego para protegerse del fro, se
tendi al lado del hogar y poco despus se qued dormido.
Desde algn lugar a lo lejos llegaba el sonido del
shakuhachi del viejo sacerdote. La triste meloda, que al
parecer buscaba y llamaba a alguien, continu sin
interrupcin, como una pattica ola que se cerna sobre los
juncos del campo.
Reunin en Osaka
Una niebla gris cubra el campo, y el aire fro de la maana
sealaba que el otoo estaba comenzando en serio. Las
ardillas iban de un lado a otro, y en la cocina sin puerta de
la casa abandonada huellas de zorro frescas recorran el
suelo de tierra.
El sacerdote mendigo, que regres tambalendose poco
antes del amanecer, haba cedido a la fatiga en el suelo de la
despensa, aferrando todava el shakuhachi. El kimono y la
casulla sucios estaban hmedos de roco y con manchas
producidas por la hierba cuando deambulaba como un alma
en pena a travs de la noche. Abri los ojos, se irgui,
arrug la nariz y estornud fuertemente. No hizo esfuerzo
alguno por limpiarse el moco que se deslizaba desde la nariz
hasta el bigotillo.
Permaneci sentado all varios minutos antes de
recordar que todava le quedaba un poco de sake de la noche
anterior. Refunfuando para sus adentros, recorri el largo
pasillo hasta la sala del hogar, al fondo de la casa. A la luz
del da, haba ms habitaciones de las que le haba parecido
la noche anterior, pero se orient sin dificultad. Le asombr
descubrir que la jarra de sake no estaba donde la haba
dejado.
Y al lado del hogar haba un desconocido, con la cabeza
apoyada en un brazo y saliva deslizndose de su boca,
profundamente dormido. El paradero del sake estaba muy
claro.
Por supuesto, el sake no era lo nico que faltaba. Un
rpido vistazo le revel que no quedaba ni una pizca de las
gachas de arroz con las que haba pensado desayunar. El
rostro del sacerdote se volvi escarlata de ira. Poda
prescindir del sake, pero el arroz era asunto de vida o
muerte. Lanzando un grito furioso, dio una patada al
durmiente con todas sus fuerzas, pero Matahachi se limit
a gruir sooliento, movi el brazo en el que se apoyaba y
alz la cabeza.
T..., t...! tartamude el sacerdote, dndole otra
patada.
Qu ests haciendo? grit Matahachi. Las venas
sobresalan en su rostro adormilado mientras se incorporaba
. No puedes darme puntapis de esa manera!
Darte puntapis es mucho menos de lo que te
mereces! Quin te dijo que entraras aqu y me robaras mi
arroz y mi sake?
Ah, eran tuyos?
Claro que eran mos!
Lo siento.
Que lo sientes? Y eso de qu me sirve?
Te pido disculpas.
Tendrs que hacer algo ms!
Qu esperas que haga?
Devolvrmelo!
Eh! Ya est dentro de m, me ha mantenido vivo esta
noche. No puedo devolvrtelo!
Tambin yo tengo que vivir, no es cierto? Lo
mximo que consigo jams yendo por ah y tocando la
flauta en los portales de la gente son unos pocos granos de
arroz o un par de gotas de sake. Imbcil! Esperas que me
quede aqu en silencio y te deje robarme mi comida? Quiero
que me la devuelvas, me oyes? Devulvemela!
El tono con que efectu esa exigencia irracional era
imperioso, y su voz le pareci a Matahachi la de un diablo
hambriento salido directamente del infierno.
No seas tan tacao le dijo Matahachi
despectivamente. Por qu te lo tomas tan a pecho? Slo
era un poco de arroz y menos de media jarra de un sake de
tercera clase.
Escucha, burro, puede que arrugues la nariz ante unas
sobras de arroz, mas para m es la comida de un da..., la
vida de un da! El sacerdote gru y agarr a Matahachi
por la mueca. No permitir que te salgas con la tuya!
No seas necio! replic Matahachi. Liber su
brazo y cogi al viejo por el escaso cabello, tratando de
derribarle. Para su sorpresa, el cuerpo de felino famlico no
se movi. El sacerdote aferr con firmeza el cuello de
Matahachi. Bastardo! exclam ste, valorando de
nuevo la capacidad de lucha de su contrario.
Lo hizo demasiado tarde. El sacerdote adopt una firme
postura de equilibrio y lanz a Matahachi hacia atrs de un
solo empujn. Fue una accin habilidosa, utilizando la
propia fuerza de Matahachi, el cual no se detuvo hasta
chocar contra la pared enyesada en el extremo de la
habitacin contigua. Como los postes y el enlistonado
estaban podridos, buena parte de la pared se derrumb,
haciendo caer sobre l una lluvia de tierra. Escupiendo la
que le haba llenado la boca, se incorpor de un salto,
desenvain su espada y se abalanz contra el viejo.
El sacerdote se dispuso a parar el golpe con su
shakuhachi, pero ya estaba dando boqueadas, falto de
aliento.
Ya ves en qu te has metido! grit Matahachi al
tiempo que asestaba un golpe. Fall, pero sigui atacando
implacablemente, sin dar tiempo al sacerdote para que
recobrase el aliento.
El semblante del viejo adquiri un aspecto espectral.
Saltaba hacia atrs una y otra vez, pero lo haca sin vigor y
pareca al borde del colapso. Cada vez que esquivaba el
golpe, emita un grito quejumbroso, como el gemido de un
moribundo. Aun as, su movimiento constante impeda a
Matahachi alcanzarle con su espada.
Finalmente, su propio descuido perdi a Matahachi.
Cuando el sacerdote salt al jardn, Matahachi le sigui
ciegamente, pero en cuanto sus pies golpearon el suelo
podrido de la terraza, las tablas se rompieron. Cay de
espaldas, con una pierna colgando a travs de un agujero.
El sacerdote se lanz al ataque. Agarrando la parte
delantera del kimono de Matahachi, empez a golpearle en
la cabeza, las sienes, el cuerpo..., en cualquier parte
alcanzada al azar por su shakuhachi..., soltando un fuerte
gruido cada vez que golpeaba. Con la pierna atrapada,
Matahachi estaba indefenso. Su cabeza pareca a punto de
hincharse hasta adquirir el tamao de un barril, pero la
suerte estaba de su parte, pues en aquel momento
empezaron a caer de su kimono monedas de oro y plata. A
cada nuevo golpe le segua el alegre tintineo de las monedas
que caan al suelo.
Qu es esto? inquiri sorprendido el sacerdote,
soltando a su vctima.
Matahachi se apresur a liberar su pierna y ponerse a
salvo, pero el viejo ya haba desahogado su ira. El puo
dolorido y la respiracin trabajosa no le impedan mirar
asombrado el dinero. Con las manos en la cabeza
palpitante, Matahachi le grit:
Te das cuenta, viejo estpido? No haba ninguna
razn para que te sulfurases por un poco de arroz y sake.
Tengo dinero para derrocharlo! Qudatelo si quieres! Pero
a cambio voy a desquitarme de la paliza que me has dado.
Asoma tu cabeza de idiota y te pagar con intereses el
arroz y la bebida!
En vez de responder a este insulto, el sacerdote apoy
la cara en el suelo y se ech a llorar. La ira de Matahachi
remiti un poco, pero dijo con malignidad:
Mrate! En cuanto ves dinero te desmoronas!
Qu vergenza! gimi el sacerdote. Por qu
soy tan necio? Como la fuerza con la que acababa de
luchar, el reproche que se haca a s mismo era ms violento
que el de un hombre ordinario. Qu burro soy! sigui
diciendo. An no he vuelto a mi sano juicio? Ni
siquiera a mi edad? Ni tan slo despus de haber sido
expulsado de la sociedad y cado tan bajo como un hombre
puede caer?
Se volvi hacia la columna negra que estaba a su lado y
empez a golpearse la cabeza contra ella, sin cesar en sus
quejas.
Para qu toco este shakuhachi? No es para expulsar
a travs de sus cinco orificios mis ilusiones, mi estupidez,
mi lujuria, mi egosmo y mis malas pasiones? Cmo he
sido capaz de enzarzarme en una lucha a vida o muerte por
un poco de comida y bebida? Y con un hombre lo bastante
joven para ser mi hijo?
Matahachi nunca haba visto a nadie comportarse de
aquella manera. El viejo lloraba un momento y luego volva
a golpearse la cabeza contra la columna. Pareca dispuesto a
hacerlo hasta que se partiera la cabeza en dos mitades.
Mucho ms numerosos eran los golpes que se daba que los
que haba propinado a Matahachi. Empez a brotarle
sangre de la frente.
Matahachi se sinti obligado a impedir que se torturase
ms.
Bueno, basta ya. No sabes lo que ests haciendo!
Djame en paz le suplic el sacerdote.
Pero qu te ocurre?
No me ocurre nada.
Tiene que haber algo. Ests enfermo?
No.
Entonces de qu se trata?
Estoy disgustado conmigo mismo. Quisiera matar a
golpes a este perverso cuerpo mo y darlo de alimento a los
cuervos, pero no quiero morir como un imbcil. Quisiera ser
tan fuerte y recto como el que ms antes de renunciar a esta
carne. Perder el dominio de m mismo me enfurece.
Supongo que, al fin y al cabo, podras considerarlo una
enfermedad.
Apiadndose de l, Matahachi recogi el dinero cado e
intent ponerle unas monedas en la mano.
He tenido en parte la culpa le dijo en tono de
disculpa. Te dar esto, y as quiz me perdones.
No lo quiero! exclam el sacerdote, apresurndose
a retirar la mano. No necesito dinero. Te digo que no lo
necesito!
Aunque antes haba montado en clera por unas gachas
de arroz, ahora miraba el dinero con una expresin de odio.
Sacudi la cabeza vigorosamente y retrocedi, todava de
rodillas.
Eres un tipo extrao dijo Matahachi.
No lo creas.
Bueno, desde luego actas de una manera extraa.
No permitas que eso te preocupe.
Parece como si vinieras de las provincias
occidentales.
Lo digo por tu acento.
Es natural, nac en Himeji.
De veras? Tambin yo soy de esa zona..., de
Mimasaka.
Mimasaka? repiti el sacerdote, mirando con
fijeza a Matahachi. De qu lugar de Mimasaka?
El pueblo de Yoshino. Miyamoto, para ser exacto.
El viejo pareci relajarse. Se sent en el porche y dijo
lentamente:
Miyamoto? Es un nombre que me trae recuerdos.
Cierta vez me encargu de la vigilancia en la prisin militar
de Hinagura. Conozco esa zona bastante bien.
Significa eso que fuiste un samurai del feudo de
Himeji?
S, supongo que ahora no lo parezco, pero en otro
tiempo fui un guerrero. Me llamo Aoki Tan... Se
interrumpi, y entonces, con la misma brusquedad, sigui
diciendo: Eso no es cierto, lo he inventado. Olvida lo que
he dicho. Se puso en pie y concluy: Me voy al
pueblo, a tocar el shakuhachi y conseguir un poco de arroz.
Dio media vuelta y se encamin con pasos rpidos
hacia el campo de miscanthus.
Cuando el viejo sacerdote se hubo ido, Matahachi empez a
preguntarse si haba hecho bien en ofrecerle dinero de la
bolsa del samurai muerto. Pronto resolvi su dilema
dicindose que no haba ningn mal en tomar en prstamo
una parte, siempre que no fuese demasiado.
Si entrego estas cosas en casa del muerto, tal como l
quera pens, necesitar dinero para los gastos, y qu
otra cosa puedo hacer si no es tomarlo del metlico que
tengo aqu? Esta fcil racionalizacin era tan consoladora
que a partir de aquel da empez a gastar el dinero poco a
poco.
An no haba decidido qu iba a hacer con el certificado
extendido a nombre de Sasaki Kojir . El hombre le haba
parecido un rnin, pero no podra haber estado al servicio
de algn daimy? Matahachi no tena ningn indicio de su
procedencia, por lo que no saba adonde llevar el
certificado. Pens que su nica esperanza sera localizar al
maestro de esgrima Kanemaki Jisai, el cual sin duda lo
sabra todo acerca de Sasaki.
Durante el viaje desde Fushimi a Osaka, Matahachi
pregunt en todas las casas de t, fondas y posadas si
alguien conoca a Jisai. Todas las respuestas fueron
negativas. Ni siquiera la informacin adicional de que Jisai
era un discpulo acreditado de Toda Seigen tuvo resultado
alguno.
Finalmente, un samurai a quien Matahachi conoci en el
camino mostr un destello de reconocimiento.
He odo hablar de Jisai, pero si an vive debe de ser
muy anciano. Alguien dijo que fue al este y se recluy en
un pueblo, creo que de Kzuke. Si quieres saber ms de l,
debes ir al castillo de Osaka y hablar con un hombre
llamado Tomita Mondonosh.
Al parecer, Mondonosh era uno de los maestros de
Hideyori en las artes marciales, y el informador de
Matahachi estaba bastante seguro de que perteneca a la
misma familia de Seigen.
Aunque decepcionado por la vaguedad de su primera
pista verdadera, Matahachi resolvi seguirla. Al llegar a
Osaka, tom una habitacin en una posada barata que
estaba en una de las calles ms concurridas, y en cuanto
estuvo instalado pregunt al posadero si conoca a un
hombre llamado Tomita Mondonosh, del castillo de
Osaka.
S, ese nombre me suena respondi el posadero.
Creo que es el nieto de Toda Seigen. No es el instructor
personal del seor Hideyori, sino que ensea esgrima a
algunos de los samurais del castillo, o por lo menos as lo
haca. Me parece que regres a Echizen hace aos. S, eso es
lo que hizo.
Podras ir a Echizen y buscarle, pero no hay ninguna
garanta de que siga all. En vez emprender un viaje tan largo
siguiendo una corazonada, no sera ms fcil buscar a It
Ittsai? Estoy bastante seguro de que estudi el estilo
Chj con Jisai antes de desarrollar su propio estilo.
La sugerencia del posadero pareca juiciosa, pero
cuando Matahachi empez a buscar a Ittsai se encontr en
otro callejn sin salida. Se enter de que hasta haca poco
tiempo haba vivido en una pequea choza en Shirakawa, al
este de Kyoto, pero ya no estaba all y ltimamente no se
le haba visto en Kyoto ni Osaka.
Estas dificultades hicieron flaquear la resolucin de
Matahachi, el cual estaba dispuesto a dejar correr el asunto.
El bullicio y la excitacin de la ciudad reavivaron su
ambicin y estimularon su espritu juvenil. En una ciudad
abierta de par en par como aqulla, por qu habra de
emplear su tiempo en buscar a la familia de un muerto?
Haba muchas cosas que hacer all. La gente buscaba
jvenes como l. En el castillo de Fushimi, las autoridades
practicaban a rajatabla la poltica del gobierno Tokugawa.
Sin embargo, los generales que dirigan el castillo de Osaka
estaban buscando rnin para formar un ejrcito. No lo
hacan pblicamente, desde luego, pero s de una manera lo
bastante abierta para que fuese de conocimiento comn. Era
un hecho cierto que los rnin eran all mejor recibidos y
podan vivir mejor que en cualquier otra ciudad con castillo
del pas.
Corran vehementes rumores entre los habitantes de la
ciudad. Se deca, por ejemplo, que Hideyori estaba
aportando discretamente los fondos a daimys fugitivos
como Got Matabei, Sanada Yukimura, Akashi Kamon e
incluso el peligroso Chsokabe Morichika, quienes ahora
vivan en una casa alquilada en una calleja de las afueras.
A pesar de su juventud, Chsokabe se haba afeitado la
cabeza como un sacerdote budista y cambiado su nombre
por el de Ichimusai, que significa el hombre de un solo
sueo. Eso era una declaracin de que los asuntos de este
mundo flotante ya no le concernan, y empleaba
ostensiblemente su tiempo en elegantes frivolidades. Sin
embargo, era ampliamente conocido el hecho de que tena a
su servicio seiscientos u ochocientos rnin, todos ellos
firmemente convencidos de que, cuando llegara el momento
adecuado, Ichimusai se levantara y reivindicara a su
difunto benefactor Hideyoshi. Se rumoreaba que sus gastos,
incluida la paga de sus rnin, eran costeados por la bolsa
particular de Hideyori.
Durante dos meses Matahachi deambul por Osaka,
cada vez ms seguro de que era la ciudad adecuada para l.
Era all donde se agarrara a un clavo ardiendo que le llevara
al xito. Por primera vez en varios aos se senta tan
valiente e intrpido como cuando fue a la guerra. Volva a
estar sano y rebosante de vitalidad, sin que le turbara la
gradual desaparicin del dinero del samurai muerto, pues
crea que por fin la suerte le sonrea. Cada jornada amaneca
con promesas de alegra y placer. Estaba seguro de que
tropezara con una piedra y al levantarse estara cargado de
dinero. La buena suerte estaba a punto de encontrarle.
Ropa nueva! Eso era lo que necesitaba. Se compr un
atuendo completo, eligiendo cuidadosamente la tela que
sera apropiada para el fro del invierno inminente. Luego,
tras llegar a la conclusin de que una posada era demasiado
cara, alquil una pequea habitacin perteneciente a un
artesano de sillas de montar en la vecindad del Foso Junkei
y empez a hacer sus comidas fuera de casa. Iba a visitar
todo aquello que deseaba ver, regresaba a casa cuando le
pareca y de vez en cuando estaba ausente toda la noche,
segn le viniera en gana. Mientras gozaba de esta existencia
despreocupada, segua en busca de un amigo, de una
conexin que le diera acceso a un puesto bien pagado al
servicio de un gran daimy.
Para poder vivir con los medios de que dispona,
Matahachi necesitaba cierta contencin, pero le pareca que
se estaba comportando mejor que nunca. Se senta
estimulado por los relatos que oa repetir sobre tal o cual
samurai que no mucho tiempo atrs acarreaba tierra en un
solar en construccin y al que ahora se le vea cabalgando
pomposamente por la ciudad con veinte servidores y un
caballo de refresco.
En otras ocasiones experimentaba indicios de
abatimiento. El mundo es un muro de piedra pensaba,
y han puesto las piedras tan juntas que no hay ni una sola
rendija por la que uno pueda entrar. Pero su frustracin
siempre remita: De qu estoy hablando? As es lo que
parece cuando todava no has visto tu oportunidad.
Siempre resulta difcil entrar, pero cuando encuentre una
abertura....
Cuando le pregunt al artesano de sillas de montar si
tena noticia de algn posible empleo para l, el hombre se
mostr optimista.
Eres joven y fuerte le dijo. Si presentas una
solicitud en el castillo, estoy seguro de que encontrars
alguna colocacin.
Pero hallar el trabajo apropiado no era tan sencillo. En
el ltimo mes del ao Matahachi segua sin empleo y su
dinero se haba reducido a la mitad.
Bajo el sol invernal del mes de mayor actividad entre todos
los del ao, las hordas de gente que pululaban por las calles
daban la sorprendente impresin de que no tenan prisa
alguna. En el centro de la ciudad haba solares vacos cuya
hierba estaba blanca de escarcha en la maana temprana. A
medida que avanzaba el da, las calles se volvan fangosas, y
el sonido de los mercaderes que pregonaban sus mercancas
con gongs estruendosos y tambores retumbantes disipaba la
sensacin invernal. Siete u ocho casetas, rodeadas de radas
esteras de paja para evitar que los curiosos mirasen el
interior, anunciaban con banderas de papel y lanzas
decoradas con plumas los espectculos que tenan lugar all.
Los pregoneros de feria competan con estridencia para
atraer a los ociosos transentes a sus endebles casetas.
El olor de salsa de soja barata impregnaba el aire. En las
tiendas, hombres de piernas peludas, con espetones de
comida en sus bocas, relinchaban como caballos, y al
anochecer mujeres de largas mangas y rostros blanqueados
sonrean tontamente como ovejas, caminando juntas en
rebao y mascando golosinas.
Una noche se arm una trifulca entre los clientes de un
hombre que haba instalado una tienda de sake colocando
unos taburetes a un lado de la calle. Antes de que nadie
pudiera saber quin haba ganado, los combatientes dieron
media vuelta y echaron a correr calle abajo, dejando un
rastro de gotas de sangre tras ellos.
Gracias, seor le dijo el vendedor de sake a
Matahachi, cuya actitud feroz haba hecho huir a los
belicosos ciudadanos. De no haber estado vos aqu, sos
me habran roto todos los platos.
El hombre hizo varias reverencias y luego sirvi a
Matahachi otra jarra de sake, dicindole que confiaba en que
tuviera la temperatura apropiada. Tambin le ofreci un
tentempi como muestra de agradecimiento.
Matahachi estaba satisfecho de s mismo. La pelea
haba estallado entre dos trabajadores, y cuando l les mir
con el ceo fruncido, amenazndoles con matarlos a los dos
si causaban algn dao al tenderete, ambos emprendieron la
huida.
Hay mucha gente por aqu, verdad? observ
afablemente.
Porque estamos a fines de ao. Se quedan algn
tiempo y luego se marchan, pero vienen otros.
Menos mal que se mantiene el buen tiempo.
La bebida enrojeca el rostro de Matahachi. Al alzar la
taza, record su juramento de que dejara de beber cuando
trabajaba en Fushimi, y se pregunt vagamente cmo haba
empezado de nuevo. Y qu ms da? se pregunt. Si
un hombre no puede beber de vez en cuando...
Ponme otra, amigo pidi.
El hombre que permaneca sentado en silencio al lado de
Matahachi era tambin un rnin. Sus dos espadas, larga y
corta, eran impresionantes, y los ciudadanos tendan a
apartarse de su camino, aunque no llevaba manto encima del
kimono, que estaba muy sucio alrededor del cuello.
Eh, srveme tambin otra, y que sea rpido! grit.
Apoyando la pierna derecha sobre la rodilla izquierda,
examin a Matahachi desde los pies a la cabeza. Cuando
lleg al rostro, le sonri y dijo:
Hola.
Hola replic Matahachi. Toma un sorbo del mo
mientras se calienta el tuyo.
Gracias dijo el hombre, tendiendo su taza. Es
humillante ser un bebedor, no es cierto? Te he visto
sentado aqu con tu sake y el agradable aroma que flotaba
en el aire me ha atrado... como si me tirase de la manga.
Apur su taza de un solo trago.
A Matahachi le agrad el estilo de aquel hombre.
Pareca simptico y daba una impresin de gallarda.
Tambin l saba beber, pues vaci cinco jarras en pocos
minutos, mientras Matahachi haca durar una sola. Sin
embargo, segua sobrio.
Cunto sueles beber normalmente? le pregunt
Matahachi.
Pues no lo s dijo el hombre sin pararse a pensarlo
. Cuando me apetece tomo diez o doce jarras.
Se pusieron a hablar de la situacin poltica, y al cabo
de un rato el rnin levant los hombros y dijo:
Quin es Ieyasu al fin y al cabo? Qu clase de
tontera es sa de ignorar las reivindicaciones de Hideyori e
ir por ah dndose el nombre de Gran Jefe Supremo?
Qu nos quedara sin Honda Masazumi y algunos ms de
sus antiguos seguidores? Sangre fra, astucia y cierta
habilidad poltica... En fin, lo nico que tiene es una
capacidad para la poltica que no suele darse en los
militares. Personalmente, habra deseado que Ishida
Mitsunari ganase en Sekigahara, pero era demasiado
altruista para organizar a los daimys y no tena suficiente
categora. Tras haber efectuado esta valoracin, pregunt
de sbito: Si Osaka volviera a entrar en conflicto con
Edo, de qu lado estaras?
Del de Osaka replic Matahachi, no sin vacilacin.
Estupendo! El hombre se levant con la jarra de
sake en la mano. Eres uno de los nuestros. Bebamos por
ello! De qu feudo...? Bueno, creo que no debera
preguntarte eso hasta que te diga quin soy. Me llamo
Akakabe Yasoma y procedo de Gam. Has odo hablar de
Ban Dan'emon? Soy buen amigo suyo. Uno de estos das
volveremos a reunimos. Tambin soy amigo de Susukida
Hayato Kanesuke, el distinguido general del castillo de
Osaka. Viajamos juntos cuando l todava era un rnin.
Tambin he visto a no Shurinosuke tres o cuatro veces,
pero me parece muy desalentador, aunque tenga ms
influencia poltica que Kanesuke.
Retrocedi, hizo una pausa, como si le pareciera que
estaba hablando demasiado, y entonces pregunt a su
interlocutor:
Y t quin eres?
Aunque Matahachi no crea todo lo que el otro le haba
dicho, tena la sensacin de que le haba eclipsado
temporalmente.
Conoces a Toda Seigen, el creador del estilo Tomita?
He odo ese nombre.
Pues bien, mi maestro fue el grande y abnegado
ermitao Kanemaki Jisai, el cual recibi el verdadero estilo
Tomita de Seigen y luego desarroll el estilo Chj.
Entonces debes de ser un autntico espadachn.
As es replic Matahachi, empezando a disfrutar
del juego.
Sabes? He estado pensando en que debas de serlo
dijo Yasoma. Tu cuerpo parece disciplinado, y tienes
un aire de hombre capacitado. Cmo te llamabas cuando te
adiestrabas bajo Jisai? Bueno, si no es demasiada audacia
preguntarlo.
Me llamo Sasaki Kojir respondi Matahachi con
toda seriedad. It Yagor, el creador del estilo Itt, es un
discpulo veterano de la misma escuela.
Es eso cierto? dijo Yasoma con asombro.
Por un instante, Matahachi pens en retractarse de
todo, pero era demasiado tarde. Yasoma ya se haba
arrodillado en el suelo y haca una profunda reverencia. Era
imposible volverse atrs.
Perdname dijo varias veces. A menudo he odo
decir que Sasaki Kojir es un esplndido espadachn, y
debo pedirte disculpas por no haber hablado ms
cortsmente. No poda saber quin eras.
Matahachi sinti un gran alivio, pues si Yasoma hubiera
sido un amigo o conocido de Kojir , se habra visto
obligado a luchar por su vida.
No era necesario que hicieras esas reverencias le
dijo Matahachi con magnanimidad. Si insistes en
mantener las formalidades, no podremos hablar como
amigos.
Pero mi pomposa recitacin debe de haberte
molestado.
Por qu? No tengo ninguna categora o posicin
particular. Slo soy un joven con escaso conocimiento
mundano.
S, pero eres un gran espadachn. He odo hablar de ti
muchas veces. Ahora que pienso en ello, es evidente que
debes ser Sasaki Kojir . Mir fijamente a Matahachi.
Y an ms, no me parece correcto que no tengas ninguna
posicin oficial.
Matahachi replic en tono de inocencia:
Vers, me he entregado con tal determinacin al
dominio de la espada que no he tenido tiempo para hacer
amigos.
Comprendo. Significa eso que no ests interesado en
encontrar una buena posicin?
No. Siempre he pensado que algn da tendr que
encontrar un seor a quien servir, pero todava no ha
llegado ese momento.
Bien, creo que ser muy sencillo. Tienes el apoyo de
tu reputacin con la espada, y eso es lo que ms importa.
Por supuesto, si permaneces en silencio, por mucho talento
que tengas es improbable que nadie vaya en tu busca. Fjate
en m. Ni siquiera saba quin eras hasta que me lo has
dicho. Me has tomado completamente por sorpresa.
Tras hacer una pausa, Yasoma aadi: Si te complaciera
mi ayuda, te la prestara con mucho gusto. A decir verdad,
le he pedido a mi amigo Susukida Kanesuke que procure
encontrarme un puesto. Quisiera que me aceptaran en el
castillo de Osaka, aunque eso no suponga una gran paga.
Estoy seguro de que a Kanesuke le satisfara recomendar a
una persona como t a las autoridades. Si quieres, ser para
m un placer hablarle del asunto.
Mientras iba en aumento el entusiasmo de Yasoma ante
las perspectivas, Matahachi no poda evitar la sensacin de
que se haba metido de cabeza en algo de lo que no le sera
fcil salir. Por muy ansioso que estuviera de encontrar
trabajo, tema cometer un error al hacerse pasar por Sasaki
Kojir . Por otro lado, si hubiera dicho que era Hon'iden
Matahachi, un samurai rural de Mimasaka, Yasoma nunca
le habra ofrecido su ayuda, y probablemente le habra
mirado por encima del hombro. Era evidente que el nombre
Sasaki Kojir haba causado una fuerte impresin.
Pero bien mirado, tena que preocuparse realmente? El
verdadero Kojir haba fallecido y Matahachi era la nica
persona que lo saba, pues tena en su poder el certificado,
la nica identificacin del muerto. Sin ese documento, las
autoridades no podan saber de ninguna manera quin era
aquel rnin. La posibilidad de que se hubieran tomado la
molestia de llevar a cabo una investigacin era improbable
en extremo. Al fin y al cabo, quin era el hombre sino un
espa que haba sido lapidado a muerte? Gradualmente, a
medida que Matahachi se convenca de que su secreto
nunca sera descubierto, una audaz idea tom forma
definida en su mente: se convertira en Sasaki Kojir . Lo
era desde aquel mismo momento.
Dame la cuenta dijo, sacando unas monedas de su
bolsa.
Cuando Matahachi se levantaba para marcharse,
Yasoma, lleno de confusin, balbuce:
Qu me dices de mi proposicin?
Ah, te agradecera mucho que hablaras de m a tu
amigo, pero no podemos hablar aqu de esas cosas.
Vayamos a algn sitio tranquilo donde podamos tener un
poco de intimidad.
S, desde luego dijo Yasoma, con evidente alivio.
Pareca considerar lo ms natural que Matahachi pagara
tambin su cuenta.
Pronto se encontraron en un distrito a cierta distancia
de las calles principales. Matahachi haba intentado llevar a
su nuevo amigo a un elegante establecimiento de bebidas,
pero Yasoma seal que entrar en semejante lugar sera un
derroche de dinero y sugiri un lugar ms barato y ms
interesante. Mientras cantaba las alabanzas del barrio de los
lupanares, condujo a Matahachi a la que se conoca
eufemsticamente como la Ciudad de las Sacerdotisas. Se
deca, slo con cierta exageracin, que haba all un millar de
casas de placer, y un comercio tan activo que se consuman
cien barriles de aceite de lmpara en una sola noche. Al
principio Matahachi se mostr un poco reacio, pero pronto
se sinti atrado por la animacin del ambiente.
En las cercanas haba un ramal del foso del castillo, por
el que flua agua de marea procedente de la baha. Si uno
miraba con mucha atencin poda distinguir minsculos
peces y cangrejos de ro que se arrastraban bajo las
ventanas sobresalientes y los faroles rojos. Matahachi los
vio y se sinti algo inquieto, pues le recordaban mortferos
escorpiones.
El distrito estaba poblado en gran medida por mujeres
con las caras muy empolvadas, entre las cuales se vea un
rostro bonito de vez en cuando, pero muchas otras parecan
cuarentonas, mujeres que recorran las calles con el
semblante triste, la cabeza envuelta en un pao para
protegerla del fro y los dientes pintados de negro, y que
intentaban lnguidamente excitar los corazones de los
hombres que se reunan all.
Hay muchsimas, desde luego dijo Matahachi,
suspirando.
Ya te lo dije replic Yasoma, el cual se vea en
dificultades para disculpar el escaso inters de las mujeres
. Y son mejores que la primera camarera de casa de t o
cantante con la que podras relacionarte. A la gente tiende a
disuadirle la idea del sexo comprado, pero si pasas una
noche de invierno con una de ellas y hablas con ella de su
familia y esas cosas, probablemente descubrirs que es igual
que cualquier otra mujer y no puedes culparla realmente de
que se haya convertido en una puta.
Algunas fueron concubinas del shgun, y hay muchas
cuyos padres fueron en otro tiempo servidores de algn
daimy que luego perdi poder. Ocurri lo mismo hace
siglos, cuando los Taira fueron desplazados por los
Minamoto. Descubrirs, amigo mo, que en los arroyos de
este mundo flotante gran parte de la basura consiste en
flores cadas.
Entraron en una casa, y Matahachi dej que Yasoma,
quien pareca absolutamente experto, se encargara de todo.
Saba cmo pedir el sake y tratar a las mujeres. Era
impecable. La experiencia le pareci a Matahachi muy
divertida.
Pasaron all la noche, e incluso cuando mediaba el da
siguiente Yasoma no mostraba seal alguna de fatiga.
Matahachi se senta recompensado hasta cierto punto por
todas las ocasiones en que le haban obligado a retirarse a
una habitacin trasera en el Yomogi, pero estaba
empezando a cansarse.
Finalmente, admitiendo que haba tenido bastante, dijo a
su compaero:
No quiero beber ms. Vmonos.
Yasoma no se movi.
Qudate conmigo hasta la noche le pidi.
Qu ocurrir entonces?
Estoy citado con Susukida Kanesuke. Ahora es
demasiado temprano para ir a su casa, y en cualquier caso
no podr plantear tu situacin hasta que tenga una idea
mejor de lo que quieres.
Supongo que al principio no debera pedir una paga
muy grande.
No tiene sentido que te vendas barato. Un samurai de
tu categora debe ser capaz de imponer cualquier cifra que
pida. Si te conformas con un cargo inferior, te estars
rebajando. Por qu no le dices que quieres un estipendio de
dos mil quinientas fanegas? A un samurai que tiene
confianza en s mismo siempre le pagan y tratan mejor. No
debes dar la impresin de que te conformas con cualquier
cosa.
Con la proximidad de la noche, las calles de aquella
zona, tendidas a la inmensa sombra del castillo de Osaka,
no tardaron en oscurecerse. Al salir del burdel, Matahachi y
Yasoma atravesaron una de las zonas residenciales de
samurais ms selectas, y se detuvieron en un lugar de
espaldas al foso. El fro viento disipaba los efectos del sake
que haban tomado durante todo el da.
Esa de ah es la casa de Susukida dijo Yasoma.
La que tiene el tejado con mnsulas encima del
portal?
No, la que est al lado de la que hace esquina.
Humm. Es grande, verdad?
Kanesuke se labr un nombre. Hasta los treinta aos,
ms o menos, nadie haba odo hablar de l, pero ahora...
Matahachi fingi prestar atencin a lo que Yasoma le
deca. No es que dudara de ello. Al contrario, haba llegado a
confiar tan plenamente en Yasoma que ya no pona en tela
de juicio nada de lo que el hombre le deca. Sin embargo,
crea que deba permanecer impasible. Mientras
contemplaba las mansiones de los daimys que rodeaban el
gran castillo, su ambicin todava juvenil le deca: Uno de
estos das, tambin yo vivir en un sitio as.
La voz de Yasoma interrumpi sus pensamientos.
Ahora ver a Kanesuke y le hablar para que te
contrate. Pero antes, dnde est el dinero?
S, claro dijo Matahachi, consciente de que un
soborno estaba en regla. Al sacar la bolsa de la parte frontal
del kimono se dio cuenta de que se haba reducido a la
tercera parte de su volumen original. Verti todas las
monedas en su mano y dijo: Esto es todo lo que tengo.
Ser suficiente?
Bastar, desde luego.
Querrs que lo envuelva en algo, no?
No es necesario. Kanesuke no es el nico hombre en
estos alrededores que cobra por encontrarle una posicin a
alguien. Todos lo hacen, y muy abiertamente. No debes
azorarte por ello.
Matahachi se qued con unas pocas monedas, pero tras
entregar las restantes empez a sentirse inquieto. Cuando
Yasoma se alej, le sigui unos pasos.
Haz cuanto puedas le implor.
No te preocupes. Si las cosas parecen difciles, me
guardar el dinero y te lo devolver. l no es el nico
hombre influyente en Osaka, y tambin podra pedir ayuda
a no o Got. Tengo muchos contactos.
Cundo tendr la respuesta?
Veamos. Podras esperarme, pero no querrs
quedarte aqu con este viento, verdad? Adems, la gente
podra sospechar que no tienes muy buenas intenciones.
Volvamos a encontrarnos maana.
Dnde?
En ese solar vaco donde han montado una feria.
De acuerdo.
Lo mejor sera que me esperases en el tenderete de
sake donde nos hemos conocido.
De acuerdo.
Despus de que convinieran la hora, Yasoma se
despidi de l agitando una mano y cruz con paso
majestuoso el portal de la mansin, balanceando los
hombros y sin evidenciar la menor vacilacin. Matahachi,
seriamente impresionado, pens que Yasoma deba de
conocer realmente a Kanesuke desde su poca menos
prspera. Se sinti lleno de confianza, y aquella noche tuvo
sueos agradables acerca de su futuro.
A la hora sealada, Matahachi recorra el solar
humedecido por la escarcha que se estaba fundiendo. Como
el da anterior, el viento era fro y haba mucha gente en el
lugar. Esper hasta la puesta del sol pero no vio seal
alguna de Akakabe Yasoma.
Regres al da siguiente. Algo debe de haberle detenido
pens caritativamente, mientras permaneca sentado
contemplando las caras de los transentes. Hoy se
presentar. Pero una vez ms el sol se puso sin que
Yasoma apareciera.
El tercer da, Matahachi le dijo al vendedor de sake con
cierta timidez:
Aqu estoy de nuevo.
Ests esperando a alguien?
S, tengo que reunirme con un hombre llamado
Akakabe Yasoma. Le conoc aqu el otro da. Matahachi
explic detalladamente la situacin al tendero.
Ese sinvergenza? replic alarmado el tendero.
Te dijo que te encontrara una buena posicin y luego te
rob tu dinero?
No me lo rob. Se lo di para que lo entregara a un
hombre llamado Susukida Kanesuke. Estoy esperando aqu
para saber lo que ha ocurrido.
Pobre hombre! Puedes esperar cien aos, pero me
atrevera a decir que no volvers a verle.
Cmo? Qu quieres decir con eso?
Hombre, es un estafador infame! Esta zona est
llena de parsitos como l. Si ven a alguien que parece un
poco inocente, se abalanzan sobre l. Pens en advertrtelo,
pero no quise inmiscuirme. Cre que por su aspecto y su
manera de actuar te daras cuenta de la clase de individuo
que es. Ahora has perdido tu dinero. Lstima!
El hombre se mostr muy comprensivo. Intent
convencer a Matahachi de que no era ninguna deshonra ser
engaado por los ladrones que actuaban all. Pero no era la
turbacin lo que afectaba a Matahachi; lo que le haca hervir
la sangre era la desaparicin del dinero y, con l, sus
grandes esperanzas. Contempl impotente a la multitud
que se mova a su alrededor.
Dudo de que te sirva de algo le dijo, pero
podras preguntar en el tenderete del mago. Esa chusma
suele reunirse detrs para jugar. Si Yasoma ha conseguido
dinero, es posible que est tratando de multiplicarlo.
Gracias le dijo Matahachi, levantndose excitado
. Dnde est el tenderete del mago?
El cercado que le seal el hombre estaba rodeado por
una valla de afiladas caas de bamb. En la parte delantera
los voceadores intentaban atraer clientes, y unas banderas
suspendidas cerca de la entrada anunciaban los nombres de
varios prestidigitadores. Desde el otro lado de las cortinas y
tiras de estera de paja que cubran la valla llegaba el sonido
de una msica extraa, mezclada con el rpido e intenso
murmullo de los artistas y los aplausos del pblico.
Matahachi dio la vuelta al recinto y encontr otra
entrada. Cuando se asom, un vigilante le pregunt:
Vienes a jugar?
Asinti y el hombre le dej entrar. Se encontr en un
espaci rodeado por paredes de tela pero con el cielo por
techo.
Una veintena de hombres, todos ellos indeseables a
juzgar por su aspecto, estaban sentados en crculo, jugando.
Todos los hombres se volvieron hacia Matahachi, y uno de
ellos le hizo silenciosamente sitio para que se sentara.
Est aqu Akakabe Yasoma? pregunt Matahachi.
Yasoma? replic uno de los jugadores en tono
sorprendido. Ahora que lo pienso, ltimamente no ha
venido por aqu. Por qu?
Crees que vendr ms tarde?
Cmo podra saberlo? Sintate y juega.
No he venido a jugar.
Qu ests haciendo aqu s no quieres jugar?
Estoy buscando a Yasoma. Siento molestaros.
Pues bscalo en otro sitio!
He dicho que lo siento dijo Matahachi,
apresurndose a salir.
Espera un momento! le orden uno de los
jugadores, levantndose para seguirle. No puedes irte
despus de decir simplemente que lo sientes. Aunque no
juegues, tienes que pagar por tu asiento!
No tengo dinero.
No tienes dinero! Ya veo. Esperando la ocasin de
birlar unas monedas, eh? Un maldito ladrn, eso es lo que
eres.
No soy ningn ladrn! No puedes insultarme as!
Matahachi aferr la empuadura de su espada, lo cual
slo divirti al jugador.
Idiota! grit. Si las amenazas de los tipos como
t me asustaran, no podra mantenerme vivo en Osaka un
solo da. Usa la espada, si te atreves!
Te advierto que lo digo en serio!
Ah, s? No me digas.
Sabes quin soy?
Por qu habra de saberlo?
Soy Sasaki Kojir , sucesor de Toda Seigen en la
aldea del Jkyji en Echizen. Fue el creador del estilo
Tomita.
Mientras pronunciaba orgullosamente estas palabras,
Matahachi pens que bastaran para hacer huir al hombre,
pero se equivocaba. El jugador escupi y se volvi hacia el
cercado.
Eh, todos vosotros! Este tipo acaba de decir que es
alguien importante. Al parecer, quiere atacarnos con su
espada. Veamos qu tal la maneja, ser divertido.
Al ver que el hombre estaba desprevenido, Matahachi
desenvain de repente su espada y dio un tajo lateral a la
espalda del jugador.
El hombre salt en el aire.
Hijo de perra! grit.
Matahachi se escabull entre la multitud. Deslizndose
desde un grupo de gente al siguiente, logr permanecer
oculto, pero cada rostro que vea pareca el de uno de los
jugadores. Pens que no poda esconderse de esa manera
indefinidamente y mir a su alrededor, en busca de un
refugio ms slido.
Delante de l, sobre una valla de bamb, haba una
cortina con un gran tigre pintado. Haba tambin un
estandarte sobre la entrada con el dibujo de una lanza de
dos puntas y un penacho. Encaramado a una caja vaca, un
hombre gritaba speramente:
Ved al tigre! Entrad y ved al tigre! Haced un viaje
de mil millas! Este enorme tigre, amigos mos, fue
capturado personalmente por el gran general Kat
Kiyomasa en Corea. No os perdis al tigre! Su perorata
era frentica y rtmica.
Matahachi entreg una moneda y se apresur a entrar.
Sintindose relativamente seguro, mir a su alrededor, en
busca de la fiera. En el extremo de la tienda una gran piel de
tigre estaba extendida como ropa puesta a secar sobre un
panel de madera. Los espectadores la miraban con mucha
curiosidad, sin que al parecer les importara que la criatura
no estuviera ni completa ni viva.
De modo que ste es el aspecto que tiene un tigre
dijo un hombre.
Es grande, verdad? se maravill otro.
Matahachi permaneci a un lado de la piel de tigre,
hasta que de repente vio a dos ancianos y aguz el odo con
incredulidad al or sus voces.
Ese tigre est muerto, no es as, to Gon?
El viejo samurai extendi la mano por encima de la
barandilla de bamb y palp la piel.
Claro que est muerto replic gravemente. Esto
es slo el pellejo.
Pero ese hombre de ah afuera hablaba como si
estuviera vivo.
Bueno, tal vez eso sea lo que entiende por un
hablador rpido dijo con una risita.
Osugi no se lo tom con tanta ligereza. Frunciendo los
labios, protest:
No seas tonto! Si no es real, el cartel de afuera lo
dira as. Si slo se trataba de ver una piel de tigre, preferira
ver un cuadro. Vamos a pedir que nos devuelva el dinero.
No armes escndalo, abuela. La gente se reir de ti.
No me importa, no soy demasiado orgullosa. Si no
quieres ir, ir yo misma.
Cuando la anciana empez a abrirse paso entre los
espectadores, Matahachi se agach, pero era demasiado
tarde. El to Gon ya le haba visto.
Eh, Matahachi! Eres t?
Osugi, cuya vista no era muy buena, balbuce:
Qu..., qu has dicho, to Gon?
No lo has visto? Matahachi estaba ah, detrs de ti.
Imposible!
Estaba ah, pero se march.
Por dnde?
Los dos salieron por la puerta de la tienda y se
mezclaron con la multitud, envuelta ya por las sombras del
crepsculo. Matahachi tropezaba con la gente, pero una y
otra vez se zafaba y segua corriendo.
Espera, hijo, espera! grit Osugi.
Matahachi mir atrs y vio que su madre le persegua
como una loca. Tambin el to Gon agitaba las manos
frenticamente.
Matahachi! Por qu huyes? Qu te ocurre?
Detente!
Al ver que no podra darle alcance, Osugi estir su
cuello arrugado y, con toda la fuerza de sus pulmones,
grit:
Detened al ladrn! Es un bandido! Cogedle!
De inmediato un grupo de transentes emprendieron la
persecucin, y los que iban delante no tardaron en caer
sobre Matahachi con palos de bamb.
Que no escape!
El canalla!
Dmosle una buena paliza.
La muchedumbre haba rodeado a Matahachi, y algunos
incluso le escupieron encima. Osugi lleg con el to Gon,
observ lo que ocurra y se volvi enfurecida contra los
atacantes de Matahachi. Apartndolos, empu su espada
corta y mostr los dientes.
Qu estis haciendo? grit. Por qu atacis a
este hombre?
Es un ladrn!
No lo es! Es mi hijo.
Tu hijo?
S, es mi hijo, el hijo de un samurai, y no tenis
ningn derecho a pegarle. No sois ms que gente corriente.
Como volvis a tocarle, yo... os atacar a todos!
Ests de broma? Quin grit al ladrn hace un
momento?
He sido yo, de acuerdo, no lo niego. Soy una madre
leal y pens que si gritaba ladrn mi hijo se detendra.
Pero quin os ha pedido, patanes estpidos, que le
pegaseis? Es indignante!
Sorprendidos por su sbito cambio, pero admirando su
temple, todos se dispersaron lentamente. El to Gon se
adelant y dijo:
No tienes que tratar a Matahachi de esa manera,
abuela. No es un nio. Intent apartarle la mano, que
aferraba el cuello del kimono de Matahachi, pero la anciana
le hizo a un lado bruscamente de un codazo.
No te metas en esto! Es mi hijo y le castigar como
lo crea oportuno y sin tu ayuda. Calla la boca y ocpate de
tus asuntos!... Matahachi, ingrato... Yo te ensear!
Dicen que cuanto ms viejos nos hacemos, ms
sencillos y directos nos volvemos, y al ver a Osugi uno no
podra estar en desacuerdo con esa observacin. En unos
momentos en los que otras madres habran llorado de
alegra, Osugi herva de ira.
Le oblig a echarse al suelo y golpear su cabeza contra
l.
Pensar que has sido capaz de huir de tu propia
madre! No naciste de la horcadura de un rbol, patn...,
eres mi hijo! Empez a pegarle como si todava fuese un
chiquillo. No crea que pudieras seguir vivo, y he aqu
que ests haraganeando en Osaka! Es una vergenza, intil,
descarado...! Por qu no viniste a casa para presentar tus
respetos a tus antepasados? Por qu no visitaste una sola
vez a tu anciana madre? No sabas acaso que todos tus
parientes estaban terriblemente preocupados por ti?
Por favor, madre le rog Matahachi, llorando como
un beb. Perdname. Te ruego que me perdones! Lo
siento. S que lo que hice estuvo mal. Saba que para ti
haba fracasado y por eso no poda regresar a casa. En
realidad no quera huir de ti. Me sorprendi tanto verte, que
ech a correr sin pensar. Estaba avergonzado de mi manera
de vivir, no poda enfrentarme a ti y al to Gon. Se cubri
el rostro con las manos.
Osugi arrug la nariz y tambin ella empez a llorar,
pero se contuvo en seguida. Demasiado orgullosa para
mostrar debilidad, renov su ataque, diciendo con sarcasmo:
Si ests tan avergonzado de ti mismo y crees haber
deshonrado a tus antepasados, est claro que durante todo
este tiempo no has hecho nada bueno.
Incapaz de contenerse, el to Gon le suplic:
Ya es suficiente. Si sigues por ese camino vas a viciar
su naturaleza.
Ya te he dicho que te guardes tus consejos. Eres un
hombre y no deberas ser tan blando. Yo soy su madre y
debo ser tan severa como lo sera su padre si an viviera.
Yo le castigar, y todava no he terminado!... Matahachi!
Levntate y mrame a la cara!
Osugi se sent formalmente en el suelo y seal el lugar
donde su hijo tena que sentarse.
S, madre dijo l obedientemente, alzando los
hombros sucios de tierra y ponindose de rodillas. Tema a
su madre, la cual poda ser indulgente en ocasiones, pero la
facilidad con que sacaba a colacin el tema del deber que l
tena hacia sus antepasados le haca sentirse incmodo.
Te prohbo terminantemente que me ocultes nada
le dijo la mujer. Veamos, qu es exactamente lo que has
estado haciendo desde que te fuiste a Sekigahara? Empieza
a explicarte y no te detengas hasta que haya odo todo lo
que deseo or.
No te apures, que no te ocultar nada replic l,
perdido por completo el deseo de resistirse.
Fiel a su palabra, revel con detalle todo lo ocurrido: su
huida de Sekigahara, su ocultacin en Ibuki y su relacin
con Ok, que le haba mantenido durante varios aos por
mucho que l lo detestara. Y finaliz diciendo que
lamentaba sinceramente lo que haba hecho. Fue un alivio,
como vomitar la bilis de su estmago, y tras haberlo
confesado todo se sinti mucho mejor.
Humm musitaba el to Gon de vez en cuando.
Osugi chasc la lengua y dijo:
Tu conducta me escandaliza. Y qu ests haciendo
ahora? Pareces capaz de vestir bien. Has encontrado una
posicin con una paga adecuada?
S dijo Matahachi sin pensarlo dos veces. Entonces
se apresur a corregirse: Es decir, no, no tengo ninguna
posicin.
De dnde sacas entonces el dinero para vivir?
De mi espada..., enseo esgrima. Por su manera de
decirlo pareca cierto, y tuvo el efecto deseado.
De veras? dijo Osugi, con evidente inters. Por
primera vez, un destello de buen humor apareci en sus
ojos. Esgrima, eh? Bueno, la verdad es que no me
sorprende que un hijo mo encontrara tiempo para mejorar
su dominio de la espada..., incluso llevando tu clase de vida.
Oyes esto, to Gon? A fin de cuentas, es mi hijo.
El to Gon asinti con entusiasmo, agradecido al ver que
la anciana se animaba.
Deberamos haberlo sabido coment. Eso
demuestra que por sus venas corre la sangre de sus
antepasados Hon'iden. Qu importa que se haya
descarriado durante algn tiempo? Est claro que tiene el
espritu apropiado!
Matahachi le dijo Osugi.
S, madre.
Con quin has estudiado esgrima en esta regin?
Con Kanemaki Jisai.
Ah, s? Vaya, es famoso. Osugi tena una
expresin de felicidad en el rostro.
Matahachi, deseoso de complacerla an ms, sac el
certificado y lo desenroll, ocultando cuidadosamente el
nombre de Sasaki con el pulgar.
Mira esto le dijo.
Djame ver. Osugi trat de coger el documento,
pero Matahachi lo sujet con firmeza.
Ya ves, madre, que no has de preocuparte por m.
Ella asinti.
S, est muy bien. Echa un vistazo a esto, to Gon.
No es esplndido? Siempre pens, incluso cuando
Matahachi era una criatura, que es ms inteligente y capaz
que Takez y los otros chicos. Estaba tan alegre que
empez a escupir mientras hablaba.
En aquel instante, la mano de Matahachi se desliz y el
nombre escrito en el documento se hizo visible.
Espera un momento dijo Osugi. Por qu dice
ah Sasaki Kojir ?
Ah, eso. Bueno, es mi seudnimo.
Seudnimo? Para qu lo necesitas? Es que
Matahachi no es bastante bueno para ti?
S, es excelente! replic Matahachi, procurando
pensar con rapidez. Pero lo pens a fondo y decid no
usar mi nombre verdadero. Dado mi vergonzoso pasado,
tema deshonrar a nuestros antepasados.
Ya veo. Supongo que hiciste bien. Bueno, imagino
que no tienes idea de lo que ha ocurrido en el pueblo, as
que te lo contar. Ahora presta atencin, porque es
importante.
Osugi narr briosamente el incidente ocurrido en
Miyamoto, eligiendo sus palabras de una manera calculada
para espolear a Matahachi y hacerle entrar en accin. Le
explic que la familia Hon'iden haba sido insultada y que
ella y el to Gon llevaban aos buscando a Ots y Takez.
Aunque procur refrenar la emocin, su relato le afect
irremediablemente, se le humedecieron los ojos y su voz
enronqueci.
A Matahachi, que escuchaba con la cabeza inclinada, le
sorprendi la vivacidad del relato. En ocasiones como
aqulla le resultaba fcil ser un hijo bueno y obediente, pero
mientras que la principal preocupacin de su madre era el
honor familiar y el espritu samurai, a l le conmova
profundamente otra cosa: si lo que deca era cierto, Ots ya
no le amaba. Era la primera vez que oa tal cosa.
Es realmente verdadero lo que dices? pregunt a
su madre.
Al ver que su rostro cambiaba de color, Osugi lleg a la
conclusin errnea de que su arenga sobre el honor y el
espritu estaba surtiendo efecto.
Si crees que miento, pregntale al to Gon. Esa
suripanta te abandon y huy con Takez. Dicho de otra
manera, Takez, sabiendo que no regresaras de inmediato,
convenci a Ots para que se marchara con l. No es
cierto, to Gon?
S. Cuando Takez estaba atado en el rbol, consigui
que Ots le ayudara a escapar, y los dos huyeron juntos.
Todo el mundo dijo que algo deba de haber entre ellos.
Estas palabras encolerizaron a Matahachi e inspiraron
en l una nueva revulsin contra su amigo de la infancia.
Al percibir esto, su madre aviv la chispa.
Te das cuenta, Matahachi? Comprendes por qu
yo y el to Gon abandonamos el pueblo? Vamos a
vengarnos de esos dos. Si no acabo con ellos, jams podr
mostrar de nuevo mi cara en el pueblo ni permanecer ante
las tablillas conmemorativas de nuestros antepasados.
Comprendo.
Y eres consciente de que, a menos que nos
venguemos, tampoco t puedes volver a Miyamoto?
No volver. No volver jams.
sa no es la cuestin. Tienes que matarlos, son
nuestros enemigos mortales.
S, supongo que s.
No pareces muy entusiasmado. Qu te ocurre? No
te consideras lo bastante fuerte para matar a Takez?
Claro que lo soy protest l.
No te preocupes, Matahachi le dijo el to Gon.
Estar a tu lado.
Y tu vieja madre tambin lo estar aadi Osugi.
Llevemos sus cabezas al pueblo como recuerdos para la
gente. No te parece una buena idea, hijo? Si lo hacemos as,
entonces podrs buscarte una buena esposa y establecerte.
Te reivindicars como samurai y tambin conseguirs una
buena reputacin. No hay mejor apellido en todo Yoshino
que el de Hon'iden, y eso lo habrs demostrado ms all de
toda duda. Puedes hacerlo, Matahachi? Lo hars?
S, madre.
Eres un buen hijo. No te quedes ah pasmado, to
Gon, y felicita al muchacho. Ha jurado vengarse de Takez
y Ots. Por fin satisfecha, al parecer, empez a
levantarse del suelo con visible dificultad. Oh, cmo me
duele! se quej.
Qu te ocurre? le pregunt el to Gon.
El suelo est helado, y me duele el estmago y las
caderas.
Eso es preocupante. No volvers a padecer de
almorranas?
Matahachi, haciendo una demostracin de piedad filial,
le dijo:
Sbete a mi espalda, madre.
Ah, quieres llevarme? Qu amabilidad la tuya!
Aferrndole los hombros, verti lgrimas de alegra.
Cuntos aos han pasado? Mira, to Gon, Matahachi va a
cargarme en su espalda.
Cuando las lgrimas de la mujer cayeron sobre su cuello,
Matahachi se sinti extraamente complacido.
Dnde os alojis, to Gon? pregunt.
Todava tenemos que encontrar una fonda, pero
cualquiera servir. Vamos a buscarla.
De acuerdo. Matahachi ech a andar, haciendo
rebotar ligeramente a su madre sobre sus espaldas. Qu
poco pesas, madre! Eres muy liviana, mucho ms que una
roca!
El joven apuesto
La soleada isla de Awaji, gradualmente envuelta por la
bruma invernal del medioda, se desvaneci a lo lejos. El
aleteo de la gran vela bajo las rfagas del viento ahogaba el
sonido del oleaje. El barco, que realizaba varias veces la
travesa entre Osaka y la provincia de Awa en Shikoku,
estaba recorriendo el mar Interior rumbo a Osaka. Aunque
su cargamento principal consista en papel y tinte ail, un
olor inconfundible revelaba que transportaba contrabando
de tabaco, que el gobierno Tokugawa haba prohibido a la
gente fumar, aspirar por la nariz o masticar. Tambin haba
a bordo pasajeros, en su mayora mercaderes, algunos de los
cuales regresaban a la ciudad mientras que otros la visitaban
para llevar a cabo las operaciones comerciales de fin de ao.
Qu tal va? Apuesto a que estis ganando montones
de dinero.
Qu va! Todo el mundo dice que las cosas van
viento en popa en Sakai, pero no podras demostrarlo a
juzgar por mis ganancias.
Tengo entendido que hay ah falta de especialistas.
Creo que necesitan armeros.
La conversacin de otro grupo era del mismo tenor.
Yo suministro equipamiento de combate, astas de
bandera, armaduras, esa clase de cosas. Y, desde luego, no
tengo tantos beneficios como antes.
De veras?
S, supongo que los samurais estn aprendiendo a
sumar.
Ja, ja!
Antes, cuando los saqueadores traan su botn,
podas teir o pintar de nuevo los objetos y revenderlos a
los ejrcitos. Despus de la siguiente batalla, el material
volva a tus manos y podas arreglarlo y venderlo otra vez.
Un hombre contemplaba el mar y alababa las riquezas de
los pases que estaban ms all.
Aqu ya no puedes ganar dinero. Si quieres tener
autnticos beneficios, debes hacer lo que hicieron Naya
Luzn Sukezaemon o Chaya Sukejir: dedicarte al
comercio exterior. Es arriesgado, pero, si tienes suerte,
compensa de veras.
Aunque las cosas no nos vayan ahora tan bien dijo
otro hombre, desde el punto de vista de los samurais
somos unos privilegiados. La mayora de ellos ni siquiera
saben qu sabor tiene la buena comida. Hablamos de los
lujos de que gozan los daimys, pero sos ms tarde o ms
temprano tienen que vestirse el cuero y el acero e ir a que
los maten. Lo siento por ellos, pues estn tan ocupados
pensando en su honor y el cdigo del guerrero que nunca
pueden sentarse a descansar y disfrutar de la vida. No es
eso cierto? Nos quejamos de los malos tiempos, pero lo
nico que se puede ser hoy es mercader.
Tienes razn. Por lo menos podemos hacer lo que
nos apetece.
Tan slo es necesario que nos deshagamos en
reverencias ante los samurais, y por mucho que hagas eso,
con un poco de dinero queda compensado.
Si vas a vivir en este mundo, por qu no habras de
pasrtelo bien?
sa es tambin mi postura. A veces siento la
tentacin de preguntar a los samurais qu estn obteniendo
de la vida.
La alfombra de lana que aquel grupo haba extendido
para sentarse era de importacin, prueba de que estaban en
mejores condiciones que otros elementos de la poblacin.
Tras la muerte de Hideyoshi, los lujos del perodo
Momoyama haban pasado en gran parte a manos de los
mercaderes en vez de los samurais, y por entonces los
ciudadanos ms ricos eran los que posean elegantes
servicios de t y hermosos y caros equipos de viaje. Incluso
un pequeo hombre de negocios sola ser ms acomodado
que un samurai, con un estipendio de cinco mil fanegas de
arroz al ao, lo que la mayora de los samurais consideraban
unos ingresos principescos.
Nunca hay mucho que hacer en estos viajes, verdad?
Es cierto. Por qu no jugamos a las cartas para pasar
el tiempo?
Venga.
Colgaron una cortina, concubinas y subalternos trajeron
sake y los hombres empezaron a jugar a unsummo, un juego
introducido recientemente por los comerciantes
portugueses, con unas apuestas increbles. El oro
depositado sobre la mesa podra haber salvado del hambre a
pueblos enteros, pero los jugadores lo arrojaban como si
fuese grava.
Entre los pasajeros haba varias personas a quienes los
mercaderes podran haber preguntado qu estaban
obteniendo de la vida: un sacerdote errante, algunos rnin,
un erudito confuciano y varios guerreros profesionales. La
mayora de ellos, tras mirar el comienzo del ostentoso juego
de cartas, se sentaron junto a sus equipajes y contemplaron
el mar con expresiones desaprobadoras.
Un joven tena algo redondeado y peludo en su regazo,
y de vez en cuando le deca:
Estate quieto!
Qu lindo monito tienes le dijo otro pasajero.
Est adiestrado?
S.
Entonces lo tienes desde hace bastante tiempo?
No, lo encontr hace poco en las montaas entre
Tosa y Awa.
Ah, lo capturaste t mismo?
S, pero los monos mayores casi me descuartizaron
antes de que pudiera escapar.
Mientras hablaba, el joven se concentraba en quitarle las
pulgas al animal. Incluso sin el mono, habra llamado la
atencin, pues tanto su kimono como el manto corto que
llevaba eran muy elegantes. No tena afeitada la parte
delantera de la cabeza y se ataba el mono con una cinta
violeta, lo cual era toda una originalidad. Por su atuendo se
dira que era todava un muchacho, pero por entonces no
resultaba fcil determinar la edad de un hombre por su
manera de vestir. Con la ascensin al poder de Hideyoshi,
la indumentaria en general se haba vuelto ms vistosa. No
resultaba extrao que hombres de veinticinco aos o ms
siguieran vistiendo como chicos de quince o diecisis y no
se cortaran las guedejas frontales.
Su piel tena el lustre de la juventud, sus labios eran de
un rojo saludable y le brillaban los ojos. Por otro lado, era
corpulento y haba cierta severidad adulta en sus espesas
cejas y en la curvatura hacia arriba de las comisuras de sus
ojos.
Por qu no paras de moverte? dijo con
impaciencia, dando un cachete al mono en la cabeza. La
inocencia con que le quitaba las pulgas aumentaba la
impresin de juventud.
Su condicin social tambin era difcil de determinar.
Como estaba de viaje, llevaba las mismas sandalias de paja
y calcetines de cuero que los dems. Su indumentaria no
aportaba ninguna pista, y pareca perfectamente a sus
anchas entre el sacerdote errante, el titiritero, el samurai
andrajoso y los campesinos que llevaban das sin lavarse.
Podra haber sido tomado fcilmente por un rnin, y no
obstante haba algo en l que apuntaba a una categora
superior: el arma colgada en diagonal de un lado a otro de su
espalda, con una correa de cuero. Era una espada de
combate larga y recta, grande y de manufactura esplndida.
Casi todos cuantos hablaban con el joven, observaban la
calidad de la espada.
Gion Tji, que permaneca a cierta distancia, estaba
impresionado por el arma. Bostezando, se dijo que ni
siquiera en Kyoto se vean a menudo espadas de semejante
calidad. Senta curiosidad por conocer las circunstancias de
su propietario.
Tji estaba aburrido. La travesa, que haba durado
catorce das, haba sido irritante, agotadora e infructuosa, y
ansiaba encontrarse de nuevo entre gentes conocidas. Me
pregunto si el mensajero habr llegado a tiempo se dijo
. En caso afirmativo, desde luego ella estar en el muelle
de Osaka para recibirme. Evocando el semblante de Ok,
trat de aliviar su aburrimiento.
El motivo del viaje era la tambaleante situacin
financiera de la casa de Yoshioka, debida a que Seijr haba
vivido por encima de sus medios. La familia ya no era rica,
la casa de la avenida Shij estaba hipotecada y corra el
peligro de caer en manos de los acreedores. Agravaban la
situacin otras incontables obligaciones de fin de ao.
Vender todas las posesiones de la familia no aportara
suficientes fondos para pagar las facturas que ya se
amontonaban. Al enfrentarse a esta situacin, Seijr haba
hecho un nico comentario: Cmo ha ocurrido?.
Sintindose responsable de haber estimulado las
extravagancias del Joven Maestro, Tji pidi que dejaran el
asunto en sus manos y prometi que de alguna manera
arreglara las cosas.
Tras devanarse los sesos, se le ocurri la idea de
construir una escuela nueva y ms grande en el solar vaco
al lado del Nishinotin, donde podran acomodar a un
nmero mucho mayor de estudiantes. Segn este
razonamiento, los tiempos no estaban como para ser
selectivos. Haba toda clase de gente deseosa de aprender
las artes marciales, mientras que los daimys clamaban por
guerreros adiestrados, de manera que tener una escuela
mayor y producir una gran cantidad de espadachines
adiestrados redundara en inters de todo el mundo. Cuanto
ms pensaba en ello, ms se engaaba creyendo que la
escuela tena el sagrado deber de ensear el estilo Kemp al
mayor nmero de hombres posible.
A tal efecto, Seijr redact una circular, y provisto de
la misma Tji parti para solicitar la colaboracin de
antiguos estudiantes de Honshu occidental, Kyushu y
Shikoku. Haba muchos hombres en diversos dominios
feudales que haban estudiado bajo la direccin de Kemp,
y la mayora de los que seguan vivos eran ahora samurais
con una situacin envidiable. Sin embargo, result que, a
pesar del ahnco con que Tji efectu sus peticiones, pocos
estuvieron dispuestos a realizar donaciones considerables o
suscribirse de inmediato. Con una frecuencia desalentadora,
la respuesta haba sido: Te escribir al respecto ms
adelante, Hablaremos de ello la prxima vez que vaya a
Kyoto o algo igualmente evasivo. Las contribuciones con
las que Tji regresaba eran slo una fraccin de lo que haba
previsto.
En trminos estrictos, la propiedad en peligro no
perteneca a Tji, y el rostro que ahora acuda a su mente
no era el de Seijr sino el de Ok, pero incluso ste slo
poda distraerle superficialmente, y pronto volva a sentirse
nervioso. Envidiaba al joven que quitaba las pulgas a su
mono, pues tena algo con que matar el tiempo. Tji se
acerc a l e intent entablar conversacin.
Hola, joven amigo. Te diriges a Osaka?
Sin molestarse en alzar la cabeza, el joven levant un
poco los ojos y respondi afirmativamente.
Vive all tu familia?
No.
Entonces debes de ser de Awa.
No, tampoco de ah dijo el joven en un tono ms
bien terminante.
Tji permaneci un momento en silencio antes de hacer
un nuevo intento.
Veo que tienes una esplndida espada.
Satisfecho, al parecer, por el halago de su arma, el joven
cambi de posicin a fin de ver la cara a Tji y replic
afablemente:
S, perteneci a mi familia durante mucho tiempo. Es
una espada de combate, pero me propongo pedir a un buen
armero de Osaka que vuelva a montarla, a fin de poder
desenvainarla desde el costado.
Es demasiado larga para eso, no crees?
Pues no s..., slo mide tres pies.
Es bastante larga.
El joven sonri y replic confiadamente:
Cualquiera debera poder manejar una espada de esa
longitud.
S, es posible manejar una espada de tres pies e
incluso de cuatro dijo Tji en tono de reproche, pero
slo un experto podra hacerlo con facilidad. ltimamente
veo muchos tipos que van pavonendose por ah con
enormes espadas, y parecen impresionantes, pero cuando
las cosas se ponen difciles, dan media vuelta y echan a
correr. Qu estilo has estudiado?
En las cuestiones relativas a la esgrima, Tji no poda
ocultar un sentimiento de superioridad sobre el muchacho.
ste dirigi una mirada inquisitiva al semblante de Tji,
ahora pagado de s mismo, y replic:
El estilo Tomita.
El estilo Tomita es para usarlo con una espada ms
corta que la tuya dijo Tji en tono autoritario.
El hecho de que aprendiera el estilo Tomita no
significa que haya de usar una espada ms corta. No me
gusta imitar a nadie. Mi maestro usaba una espada ms
corta, por lo que decid utilizar una larga... y me expulsaron
de la escuela.
Los jvenes parecis enorgulleceros de ser rebeldes.
Qu ocurri entonces?
Abandon la aldea del Jkyji en Echizen y me
present ante Kanemaki Jisai, el cual haba prescindido
tambin del estilo Tomita y luego desarroll el estilo Chj.
Simpatiz conmigo, me adopt como discpulo y, tras
haber estudiado con l durante cuatro aos, me dijo que
estaba en condiciones de desenvolverme por mi cuenta.
Esos maestros rurales expiden certificados con
demasiada facilidad.
No es el caso de Jisai. l no era as. De hecho, slo
dio su certificado a otra persona, It Yagor Ittsai. Tras
haberme propuesto ser el segundo hombre que obtendra
formalmente el certificado, trabaj en ello con mucha
aplicacin. Pero antes de que hubiera completado mi
formacin, me llamaron desde mi casa, porque mi madre
agonizaba.
Dnde est tu casa?
En Iwakuni, provincia de Su. Una vez en casa,
practiqu a diario en la vecindad del puente Kintai,
derribando golondrinas en vuelo y cortando ramas de sauce.
De esa manera desarroll ciertas tcnicas propias. Antes de
que mi madre muriese, me dio esta espada y me pidi que la
cuidara bien, pues la haba fabricado Nagamitsu.
Nagamitsu? No me digas!
No lleva su firma en la espiga, pero siempre ha sido
considerada obra suya. En el lugar de donde vengo es una
espada bien conocida. La gente la llama El palo de secar.
Aunque antes se haba mostrado reticente, sobre los
temas que le gustaban hablaba por los codos, e incluso
ofreca informacin voluntariamente. Una vez comenzaba,
segua parloteando y prestaba escasa atencin a las
reacciones de su interlocutor. De esto, as como del relato
de sus primeras experiencias, se desprenda que tena un
carcter ms fuerte del que podra haberse deducido de su
gusto indumentario.
En un momento determinado, el joven se interrumpi.
Sus ojos se volvieron turbios y pensativos.
Mientras estaba en Su, Jisai cay enfermo
murmur. Cuando Kusanagi Tenki me habl de su
estado, me descompuse y ech a llorar. Tenki ingres en la
escuela mucho antes que yo y continuaba all cuando el
maestro estaba en su lecho de enfermo. Era su sobrino, pero
Jisai no consideraba la posibilidad de darle un certificado.
En cambio, le dijo que le gustara drmelo a m, junto con su
libro de mtodos secretos. No slo quera que los poseyese,
sino que haba confiado en verme y drmelos
personalmente. El recuerdo hizo que los ojos del joven se
humedecieran.
Tji no senta la menor simpata por aquel joven
apuesto y emotivo, pero hablar con l era mejor que estar
solo y aburrido.
Comprendo le dijo, fingiendo un gran inters. Y
muri mientras estabas ausente?
Ojal hubiera podido ir a su lado en cuanto me enter
de su enfermedad, pero se encontraba en Kzuke, a
centenares de millas de Su. Entonces falleci mi madre,
por la misma poca, de modo que me result imposible
estar al lado de Jisai en sus ltimos momentos.
Las nubes ocultaban el sol, dando al cielo una tonalidad
griscea. El barco empez a balancearse, y la espuma del
oleaje penetr por las regalas.
El joven prosigui su relato sentimental, cuyo meollo
era que haba cerrado la residencia familiar en Su y,
mediante un intercambio de cartas, haba concertado un
encuentro con su amigo Tenki en el equinoccio de
primavera. Era improbable que Jisai, quien careca de
familiares prximos, hubiera dejado muchos bienes, pero
haba dado a Tenki algn dinero, el certificado y el libro de
los secretos para que los entregara al joven. Hasta que se
reunieran el da convenido en el monte Hraiji, que estaba
en la provincia de Mikawa, a medio camino entre Kzuke y
Awa, Tenki estaba supuestamente efectuando un viaje de
estudios. El mismo joven tena la intencin de pasar algn
tiempo en Kyoto, estudiando y haciendo excursiones.
Una vez finalizado su relato, se volvi a Tji y le
pregunt:
Eres de Osaka?
No, soy de Kyoto.
Ambos permanecieron un rato en silencio, distrados
por el ruido del oleaje y la vela.
Piensas entonces tratar de abrirte camino en el
mundo por medio de las artes marciales? le pregunt
Tji.
Aunque la pregunta en s era bastante inocente, la
expresin de Tji revelaba una condescendencia rayana en
el desprecio. Haca ya mucho tiempo que se haba hartado
de los jvenes espadachines engredos que iban por ah
jactndose de sus certificados y sus libros de secretos. A su
modo de ver, no era posible que hubiera tantos
espadachines expertos desplazndose por el pas. Acaso
no haba estado l en la escuela Yoshioka durante casi
veinte aos y no segua siendo todava un discpulo, aunque
muy privilegiado?
El joven cambi de postura y contempl atentamente el
agua griscea.
Kyoto? musit, y entonces se volvi de nuevo a
Tji y dijo: Me han dicho que hay all un hombre
llamado Yoshioka Seijr, hijo mayor de Yoshioka Kemp.
Est todava en activo?
A Tji le apeteci bromear un poco.
S se limit a responder. La escuela Yoshioka
parece floreciente. La has visitado?
No, pero cuando llegue a Kyoto, me gustara tener un
encuentro con ese Seijr y ver hasta qu punto es bueno.
Tji tosi para contener la risa. Estaba detestando con
rapidez la insolente confianza en s mismo del joven.
Naturalmente, no poda conocer la posicin de Tji en la
escuela, pero si la descubriera, sin duda lamentara lo que
acababa de decir. Torciendo el gesto y en tono despectivo,
le pregunt:
Y crees que saldras bien librado?
Por qu no? replic el joven. Ahora era l quien
deseaba rerse, y no se abstuvo de hacerlo. Yoshioka
tiene una gran casa y mucho prestigio, por lo que imagino
que Kemp debe de haber sido un gran espadachn. Pero
dicen que ninguno de sus hijos vale gran cosa.
Cmo puedes estar tan seguro si no los conoces?
Bueno, eso es lo que dicen los samurais de otras
provincias. No me creo todo lo que llega a mis odos, pero
casi todo el mundo parece pensar que la casa de Yoshioka
llegar a su fin con Seijr y Denshichir.
Tji ansiaba decirle al joven que contuviera la lengua.
Incluso pens por un momento revelarle su identidad, pero
hacer que el asunto llegara a su punto decisivo en aquellos
momentos hara que l pareciese el perdedor. Con toda la
contencin de que fue capaz, replic:
ltimamente las provincias parecen estar llenas de
sabelotodos, por lo que no me extraara que la casa de
Yoshioka fuese subestimada. Pero cuntame ms de ti. No
has dicho hace un momento que habas ideado una manera
de matar golondrinas en vuelo?
S, eso he dicho.
Y lo has hecho con esa espada grande y larga?
En efecto.
Bien, si eres capaz de hacer tal cosa, sin duda te
resultar fcil derribar una de las gaviotas que sobrevuelan
el barco a baja altura.
El joven no respondi de inmediato. De repente haba
comprendido que Tji no se propona nada bueno. Mirando
la lnea tensa de sus labios, respondi:
Podra hacerse, pero creo que sera una tontera.
Bien dijo Tji con grandilocuencia, si eres tan
bueno que puedes menospreciar a la casa de Yoshioka sin
haber estado en ella...
Ah, te he molestado?
No, en absoluto, pero a nadie de Kyoto le gusta or
hablar mal de la escuela Yoshioka.
Ja! Lo que he dicho no es lo que pienso, me he
limitado a repetir lo que he odo.
Joven! dijo Tji severamente.
Qu?
Sabes lo que significa la expresin un samurai
semihorneado? Te lo advierto por el bien de tu futuro!
Nunca llegars a ninguna parte si subestimas a los dems.
Te jactas de que puedes derribar golondrinas y hablas de tu
certificado del estilo Chj, pero sera mejor que recordaras
que no todo el mundo es estpido. Y deberas empezar a
fijarte bien en tu interlocutor antes de fanfarronear.
Crees que slo me jacto?
As es dijo Tji, y se acerc ms al otro, sacando el
pecho. A nadie le molesta que un joven se ufane de sus
logros, pero no debes llevarlo demasiado lejos. Como el
joven no deca nada, Tji continu: Desde el principio te
he escuchado hablar jactanciosamente de ti mismo, y eso no
me ha gustado. Pero la cuestin es que soy Gion Tji, el
principal discpulo de Yoshioka Seijr, y si haces otra
observacin denigrante sobre la casa de Yoshioka, te
arrancar el pellejo!
Por entonces haban atrado la atencin de los dems
pasajeros. Tras haber revelado su nombre y su elevada
posicin, Tji se dirigi contonendose a la popa del barco,
rezongando en tono amenazador sobre la insolencia de los
jvenes actuales. El otro le sigui en silencio, mientras los
pasajeros les miraban boquiabiertos desde prudente
distancia.
A Tji no le satisfaca en absoluto la situacin. Cuando
el barco atracara, Ok estara esperndole, y si ahora se
enzarzaba en una pelea, sin duda ms tarde se vera en
dificultades con los funcionarios. Procurando parecer lo
ms despreocupado posible, apoy los codos en la borda y
contempl fijamente los remolinos de un negro azulado que
se formaban bajo el timn.
El joven le dio unos golpecitos en la espalda.
Seor le dijo, en voz baja cuyo tono no revelaba ni
clera ni resentimiento.
Tji no le respondi.
Seor repiti el joven.
Incapaz de mantener su fingida despreocupacin, Tji
pregunt:
Qu quieres?
Me has llamado jactancioso delante de varios
desconocidos y tengo que defender mi honor. Me siento
obligado a aceptar tu desafo de hace un momento. Quiero
que seas testigo.
A qu te he desafiado?
No es posible que ya lo hayas olvidado. Te reste
cuando te dije que podra derribar golondrinas en vuelo y
me desafiaste a que intentara derribar una gaviota.
Humm. Te he sugerido tal cosa, no?
Si lo hago, te convencers de que no hablo por
hablar?
Bueno..., s, me convencer.
De acuerdo, lo har.
Muy bien, esplndido! Tji se ri sarcsticamente
. Pero no olvides que si haces esto slo por orgullo y
fracasas, vas a ser objeto de escarnio.
Correr ese riesgo.
No tengo intencin de impedrtelo.
Y estars presente como testigo?
Naturalmente, con mucho gusto!
El joven se coloc en el centro de la cubierta de popa y
movi la mano hacia su espada. Mientras lo haca grit el
nombre de Tji. ste, mirndole con curiosidad, le pregunt
qu quera, y el joven le dijo con gran seriedad:
Por favor, haz que algunas gaviotas vuelen bajo
delante de m. Estoy dispuesto a derribar a cualquier
nmero de ellas.
De repente Tji reconoci la similitud entre lo que
estaba ocurriendo y el argumento de cierto cuento
humorstico atribuido al sacerdote Ikky. El joven haba
logrado hacerle pasar por un asno. Encolerizado, le grit:
Qu clase de tontera es sta? Cualquiera capaz de
lograr que las gaviotas vuelen delante de l podra
derribarlas.
El mar tiene una extensin de miles de millas y mi
espada slo mide tres pies. Si las aves no se aproximan, no
puedo derribarlas.
Tji avanz un par de pasos, manifestando una
satisfaccin maligna.
Ests tratando de salir de un apuro. Si no puedes
matar a una gaviota en vuelo, di que no puedes y pide
disculpas.
Si me propusiera tal cosa, no estara aqu esperando.
Si las aves no se aproximan, entonces cortar otra cosa para
ti.
Por ejemplo...?
Acrcate otros cinco pasos y te lo mostrar.
Tji se acerc, rezongando:
Qu te propones ahora?
Slo quiero que me permitas usar tu cabeza..., la
cabeza con la que me has provocado para que demuestre
que no fanfarroneaba. Si consideras el asunto, vers que es
ms lgico que la corte en vez de matar a unas gaviotas
inocentes.
Has perdido el juicio? grit Tji.
Agach la cabeza, con un movimiento reflejo, pues en
aquel mismo instante, el joven desenvain velozmente su
espada y la us. La accin fue tan rpida que la espada de
tres pies no pareci ms grande que una aguja.
Qu... qu... qu? grit Tji mientras se tambaleaba
hacia atrs llevndose las manos al cuello.
Afortunadamente, la cabeza segua en su sitio y, por lo
que poda ver, estaba ileso.
Comprendes ahora? le pregunt el joven, dndole
la espalda y alejndose entre los montones de equipaje.
Tji ya estaba carmes a causa de su turbacin cuando,
al mirar un trecho de la cubierta iluminado por el sol, vio un
objeto de aspecto peculiar, como un pequeo pincel. Un
pensamiento atroz cruz por su mente y se llev la mano a
lo alto de la cabeza. Su coleta haba desaparecido! Su
preciosa coleta, el orgullo y la alegra de todo samurai! Con
expresin horrorizada, se restreg la cabeza y observ que
la cinta que le ataba el cabello por detrs estaba cortada, y
las guedejas que haba mantenido unidas desparramadas
sobre el cuero cabelludo.
Ese bastardo!
Una rabia implacable surgi de sus entraas. Ahora
saba perfectamente bien que el joven ni haba mentido ni se
haba jactado sin motivo. Era ciertamente joven, pero ya un
espadachn espectacular. A Tji le sorprendi que con tan
pocos aos pudiera ser tan bueno, pero el respeto que
senta era una cosa y la clera que anidaba en su corazn
otra muy distinta.
Cuando alz la cabeza y mir hacia la proa, vio que el
joven haba regresado al lugar donde antes estaba sentado y
buscaba algo en la cubierta. Era evidente que estaba
desprevenido, y Tji percibi que se le haba presentado la
oportunidad de vengarse. Escupiendo en la empuadura de
su espada, la aferr con fuerza y se desliz por detrs de su
atormentador. No estaba seguro de que su puntera fuese lo
bastante buena para cortarle la coleta al hombre sin
rebanarle tambin la cabeza, pero no le importaba. Con el
cuerpo hinchado y enrojecido, respirando pesadamente, se
aprest a golpear.
En aquel preciso momento, se produjo una conmocin
entre los mercaderes que jugaban a las cartas.
Qu ocurre aqu? No hay suficientes cartas!
Adonde han ido a parar?
Mirad all!
Ya he mirado.
Mientras gritaban y sacudan la alfombra, a uno de ellos
se le ocurri mirar hacia arriba.
Ah estn! Las tiene el mono!
Los restantes pasajeros, entusiasmados por tener una
diversin ms, alzaron las cabezas para mirar al simio, el
cual estaba encaramado en lo alto del mstil de treinta pies.
Ja, ja! se ri uno. Menudo mono..., l ha robado
las cartas.
Las est mascando.
No, hace como si las repartiera.
Una sola carta vol hacia abajo. Uno de los mercaderes
la recogi y dijo:
Todava debe de tener tres o cuatro ms.
Que suba alguien y le quite las cartas! No podemos
jugar sin ellas.
Nadie va a trepar ah arriba.
Por qu no lo hace el capitn?
Supongo que podra hacerlo si quisiera.
Vamos a ofrecerle un poco de dinero. As lo har.
El capitn escuch la propuesta, estuvo de acuerdo y
acept el dinero, pero creyendo al parecer que, como
primera autoridad a bordo primero tena que determinar la
responsabilidad del incidente, se encaram a un montn de
cargamento y se dirigi a los pasajeros.
A quin pertenece el mono? Quiere venir aqu el
propietario, por favor?
Nadie respondi, pero varias personas conocedoras de
que el mono perteneca al joven apuesto le miraron
expectantes. El capitn tambin lo saba, y su clera
aument ante la falta de respuesta por parte del joven.
Alzando todava ms la voz, sigui diciendo:
No est aqu el propietario?... Si nadie es dueo del
mono, me ocupar de l, pero luego no quiero ninguna
queja.
El propietario del mono estaba apoyado contra unos
bultos de equipaje, al parecer sumido en sus pensamientos.
Algunos pasajeros empezaron a susurrar desaprobando su
actitud, y el capitn mir furibundo al joven. Los jugadores
de cartas murmuraron con malevolencia, y otros empezaron
a preguntar si el joven era sordomudo o tan slo insolente.
Sin embargo, el joven se limit a cambiar ligeramente de
posicin y actu como si no hubiera ocurrido nada.
El capitn habl de nuevo.
Parece que los monos prosperan en el mar tanto
como en tierra. Como podis ver, uno de ellos se nos ha
colado aqu. Puesto que carece de propietario, supongo que
podemos hacer con l lo que queramos. Sed mis testigos,
pasajeros! Como capitn, he apelado al dueo para que se
diera a conocer, pero no lo ha hecho. Si luego se queja de
que no me ha odo, os pido que estis de mi lado!
Somos tus testigos! exclamaron los mercaderes,
por entonces al borde de la apopleja.
El capitn baj por la escala a la bodega. Cuando subi
de nuevo, sostena un mosquete con la mecha de
combustin lenta ya encendida. Nadie tena la menor duda
de que estaba dispuesto a utilizarlo. Las miradas pasaron
del capitn al propietario del mono.
El animal estaba disfrutando inmensamente.
Encaramado all arriba, jugaba con las cartas y haca cuanto
poda para fastidiar a la gente que estaba en la cubierta. De
pronto ense los dientes, parlote y corri al penol de
verga, pero una vez all no pareci saber qu hacer.
El capitn alz el mosquete y apunt. Pero al tiempo
que uno de los mercaderes le tiraba de la manga, instndole
a disparar, el propietario del mono grit:
Alto, capitn!
Entonces fue el capitn quien fingi no haber odo nada.
Apret el gatillo, los pasajeros se taparon las orejas con las
manos y el mosquete dispar con gran estruendo. Pero el
tiro sali alto y desviado. En el ltimo instante, el joven
haba empujado el can del arma.
Gritando de ira, el capitn agarr al joven por el pecho,
y por un momento casi pareci colgado de all, pues aunque
robusto, era bajo al lado del apuesto joven.
Qu te ocurre? le pregunt ste. Estabas a
punto de disparar contra un mono inocente con ese juguete
tuyo, no?
As es.
Eso no est nada bien, no te parece?
Di una clara advertencia!
Y cmo lo hiciste?
Es que no tienes ojos y odos?
Calla! Soy un pasajero de este barco, y lo que es
ms, soy un samurai. Esperas que responda cuando un
simple capitn de barco se pone delante de sus clientes y
grita como si fuese su amo y seor?
No seas impertinente! Repet mi advertencia tres
veces. Tienes que haberme odo. Aunque no te agradara mi
modo de decirlo, podras haber mostrado alguna
consideracin hacia las personas a las que ha molestado tu
modo.
Qu personas? Ah, te refieres a ese hatajo de
mercaderes que han estado jugando detrs de su cortina?
No seas tan pretencioso! Han pagado el triple que
los dems por su pasaje.
Eso no hace de ellos ms de lo que son: unos
mercaderes de clase baja, irresponsables, que sacan a relucir
su oro donde todo el mundo puede verlo, beben su sake y
actan como si fuesen los propietarios del barco. Los he
estado observando y no me hacen pizca de gracia. Y qu si
el mono ha huido con sus cartas? No le he dicho que lo
hiciera. Slo estaba imitando lo que ellos mismos hacan.
No veo ninguna necesidad de disculparme!
El joven mir fijamente a los ricos mercaderes y dirigi
hacia ellos una risa sonora y sardnica.
La concha del olvido
Anocheca cuando el barco entr en el puerto de Kizugawa,
donde le recibi el olor omnipresente del pescado. Unas
luces rojizas titilaban en direccin a la orilla, y se oa al
fondo el rtmico rumor del oleaje. Poco a poco, la distancia
entre las voces procedentes del barco y las de tierra fue
reducindose. El ancla cay al agua levantando espuma
blanca; lanzaron los cabos y colocaron la pasarela en
posicin.
Un excitado gritero llenaba la atmsfera.
Est a bordo el hijo del sacerdote del santuario
Sumiyoshi?
Hay ah un mensajero?
Maestro! Aqu estamos!
Como una ola, faroles de papel en los que estaban
inscritos los nombres de diversas posadas ondularon a
travs del muelle hacia el barco, mientras sus portadores
rivalizaban para conseguir clientes.
Hay alguien para la posada Kashiwaya?
El joven con el mono al hombro se abri paso entre la
multitud.
Venid a nuestro establecimiento, seor... No os
cobraremos nada por el mono.
Estamos delante mismo del santuario Sumiyoshi, que
es un gran centro de peregrinacin. Podis tener una bonita
habitacin con una esplndida vista!
Nadie haba acudido a recibir al joven, el cual se alej del
muelle sin prestar la menor atencin a los pregoneros ni a
nadie ms.
Quin se cree que es? rezong un pasajero.
Slo porque sabe algo de esgrima!
Si yo no fuese un simple ciudadano, no se habra
marchado sin una pelea.
Vamos, hombre, clmate! Deja que los guerreros se
crean mejores a los dems. Mientras vayan por ah
pavonendose como reyes, sern felices. Nosotros, los
ciudadanos, debemos dejar que se queden con las flores
mientras tomamos los frutos. No tenemos que excitarnos
por el pequeo incidente de hoy!
Al mismo tiempo que conversaban de esta guisa, los
mercaderes vigilaban que sus montaas de equipaje fuesen
recogidas adecuadamente, y luego desembarcaron, para ser
asaltados por los enjambres de gente, faroles y vehculos.
Ninguno se libr de verse rodeado de inmediato por varias
mujeres solcitas.
El ltimo en desembarcar fue Gion Tji, cuyo
semblante tena una expresin de aguda incomodidad.
Jams, en toda su vida, haba pasado un da ms
desagradable. Se haba envuelto la cabeza con un pauelo
para ocultar la mortificante prdida del moo, pero la tela
no poda ocultar sus cejas alicadas y la hosquedad de su
boca.
Tji! Aqu estoy! grit Ok.
Aunque tambin se cubra la cabeza con un pauelo, su
cara haba estado expuesta al fro viento mientras esperaba,
y se le vean las arrugas a travs de los polvos blancos
destinados a ocultarlas.
Ok! Al final has venido.
No es lo que esperabas? Me enviaste una carta
dicindome que nos encontraramos aqu, no es cierto?
S, pero tema que no te llegase a tiempo.
Sucede algo? Pareces alterado.
Oh, no es nada, slo un poco de mareo. Anda, vamos
a Sumiyoshi y busquemos una buena fonda.
Ven por aqu. Tengo un palanqun esperando.
Gracias. Has reservado una habitacin para
nosotros?
S, todo el mundo est esperando en la posada.
Una expresin consternada apareci en el semblante de
Tji.
Todo el mundo? De qu me ests hablando? Crea
que slo t y yo bamos a pasar un par de das agradables
en algn lugar tranquilo de estos alrededores. Si hay mucha
gente, no voy a ir.
Rechazando el palanqun, sigui adelante con pasos
airados. Cuando Ok trat de darle explicaciones, l la
interrumpi y la llam idiota. Estall entonces toda la rabia
acumulada en su interior en el barco.
Me alojar solo en alguna parte! grit. Despide
al palanqun! Cmo has podido ser tan necia? No me
comprendes en absoluto! Tir de la manga que ella
aferraba y prosigui su camino a toda prisa.
Se encontraban en el mercado de pescado del puerto.
Todas las tiendas estaban cerradas, y las escamas
esparcidas por la calle brillaban como minsculas conchas
de plata. Como no haba apenas nadie a su alrededor, Ok
abraz a Tji e intent calmarle.
Sultame! le grit l.
Si te vas solo, los dems creern que algo va mal.
Que crean lo que les d la gana!
No hables as, por favor! le suplic ella. Aplic su
fra mejilla contra la del hombre.
El olor dulzn de los polvos y el cabello le envolvi y
poco a poco su clera y su frustracin cedieron.
Por favor! repiti Ok.
Es slo que... estoy muy decepcionado.
Lo s, pero tendremos otras ocasiones de estar
juntos.
Pero esos dos o tres das contigo... los esperaba con
verdadera ilusin.
Lo comprendo.
Si lo comprendas, por qu trajiste a toda esa gente?
Es porque no sientes por m lo mismo que yo siento por
ti!
No empieces con eso de nuevo le dijo Ok en tono
de reproche.
Miraba adelante y pareca como si estuvieran a punto
de brotarle las lgrimas, pero en vez de llorar, intent
conseguir de nuevo que l escuchara su explicacin. Cuando
lleg el mensajero con la carta de Tji, ella, naturalmente,
hizo planes para ir a Osaka sola, pero la suerte quiso que
aquella misma noche Seijr acudiera al Yomogi con seis o
siete de sus estudiantes, y Akemi dej escapar la noticia de
que Tji estaba a punto de llegar. En un instante los
hombres decidieron que todos ellos deban acompaar a
Ok a Osaka y que Akemi tena que acompaarles. Al final,
el grupo que se reuni en la posada de Sumiyoshi ascenda a
diez personas.
Si bien Tji deba admitir que, dadas las circunstancias,
poco era lo que Ok podra haber hecho, su talante sombro
no mejor. Desde luego, aqul no era su da, y tena la
seguridad de que lo peor estaba por venir. Para empezar, lo
primero que le preguntaran sera qu tal le haba ido su
campaa de recogida de fondos, y detestaba verse obligado
a darles la mala noticia. Lo que tema mucho ms era la
perspectiva de tener que quitarse el pauelo de la cabeza.
Cmo podra explicar la prdida de su moo? Finalmente
comprendi que no haba salida posible y se resign a su
sino.
Bien, de acuerdo dijo a la mujer. Ir contigo. Haz
que venga el palanqun.
Ah, qu feliz me haces! le dijo Ok en tono
arrullador, mientras se volva hacia el muelle.
En la posada, Seijr y sus compaeros se haban baado y
vestido cmodamente con kimonos de algodn acolchados
proporcionados por el mismo establecimiento, y estaban
esperando el regreso de Ok acompaada de Tji. Al cabo
de algn tiempo, como no aparecan, alguien coment:
Esos dos vendrn ms tarde o ms temprano. No hay
motivo para que nos quedemos aqu sentados sin hacer
nada.
La consecuencia natural de esta observacin fue que
pidieron sake. Al principio bebieron tan slo para pasar el
rato, pero pronto empezaron a ponerse cmodos y las
copas de sake se sucedieron con ms rapidez. No pas
mucho rato antes de que todos se hubieran olvidado ms o
menos de Tji y Ok.
No tienen muchachas cantoras en Sumiyoshi?
Qu buena idea! Por qu no llamamos a tres o
cuatro chicas guapas?
Seijr titube hasta que alguien sugiri que l y Akemi
se retirasen a otra habitacin, donde tendran ms
tranquilidad. La maniobra, tan poco sutil, para librarse de l
le hizo sonrer, pero de todos modos le alegraba marcharse.
Sera mucho ms agradable estar a solas con Akemi en una
habitacin provista de un clido kotatsu
[3]
que permanecer
all bebiendo con aquel hatajo de rufianes.
En cuanto Tji sali de la habitacin, la fiesta empez
en serio, y poco despus varias cantantes de la clase
conocida localmente como el orgullo de Tosamagawa
aparecieron en el jardn, ante la habitacin. Sus flautas y
shamisen eran viejos, de mala calidad y deteriorados por el
uso.
Por qu hacis tanto ruido? les pregunt con
coquetera una de las mujeres. Habis venido aqu a
beber o a armar reyerta?
El hombre que se haba nombrado a s mismo cabecilla
del grupo, replic:
No hagas preguntas necias. Nadie paga dinero por
pelear. Os hemos llamado para que bebamos y nos
divirtamos un poco.
Bien dijo la muchacha con tacto. Me alegro de
or eso, pero preferira que os serenaseis un poco.
Si es eso lo que quieres, sea! Cantemos algunas
canciones.
Por deferencia a la presencia femenina, los hombres
escondieron sus piernas peludas bajo las faldas de los
kimonos, y algunos cuerpos que estaban horizontales
volvieron a la verticalidad. Comenz la msica, la animacin
fue en aumento y la fiesta cobr mpetu. Cuando estaba en
todo su apogeo, una joven sirvienta entr y anunci que el
hombre que vino en el barco desde Shikoku haba llegado
con su acompaante.
Qu ha dicho? Viene alguien?
S, dice que viene alguien llamado Tji.
Ah, magnfico! Viene el bueno y viejo Tji... Quin
es Tji?
La entrada de Tji con Ok no interrumpi en modo
alguno la fiesta. Al contrario, les hicieron caso omiso. Como
le haban hecho creer que la reunin se celebraba en su
honor, Tji se sinti disgustado.
Llam a la doncella que les haba franqueado la entrada
y le pidi que le llevara a la habitacin de Seijr. Pero
cuando se encaminaban al pasillo, el cabecilla, apestando a
sake, avanz tambalendose y ech los brazos al cuello de
Tji.
Eh, Tji! farfull. Acabas de regresar? Debes
de habrtelo pasado bien con Ok en alguna parte mientras
nosotros estbamos aqu sentados. Eso no se hace!
Tji intent en vano quitrselo de encima. Por mucho
que se debatiera, el hombre tir obstinadamente de l hasta
hacerle entrar en la habitacin. Durante la difcil maniobra
de arrastre, tropez con una o dos bandejas, derrib varias
jarras de sake y finalmente cay al suelo, tumbando a Tji
con l.
Mi pauelo! exclam Tji, llevndose en seguida
la mano a la cabeza.
Pero era demasiado tarde. Mientras caa, el cabecilla le
haba arrebatado el pauelo que ahora tena en su mano.
Ahogando un grito colectivo, todos miraron el lugar donde
debera estar la coleta de Tji.
Qu te ha ocurrido en la cabeza?
Ja, ja, ja! Menudo peinado!
De dnde lo has sacado?
Tji se puso rojo como la grana. Cogi el pauelo y
volvi a ponrselo, balbuceando:
No es nada. Me sali un divieso.
Todos se desternillaron de risa como un solo hombre.
Ha trado un divieso como recuerdo!
Se cubre el lugar maligno!
No hables de eso y ensalo!
A juzgar por las bromas, era evidente que ninguno crea
a Tji, pero la fiesta continu y nadie dijo gran cosa acerca
de la coleta.
A la maana siguiente, las cosas fueron del todo
distintas. Eran las diez en punto cuando el mismo grupo
estaba reunido en la playa detrs de la posada, todos sus
miembros ahora sobrios y embarcados en una conferencia
muy seria. Se haban sentado en crculo, algunos con los
hombros cuadrados, otros cruzados de brazos, pero todos
con semblante sombro.
Lo mires como lo mires, es un mal asunto.
La cuestin estriba en si es cierto o no.
Lo o con mis propios odos. Me ests llamando
embustero?
No podemos dejar pasar esto sin hacer nada. Est en
juego el honor de la escuela Yoshioka. Tenemos que
actuar!
Por supuesto, pero qu vamos a hacer?
An no es demasiado tarde. Encontraremos al
hombre del mono y le cortaremos la coleta. Le
demostraremos que no es slo el orgullo de Gion Tji lo
que est implicado, sino que el asunto concierne a la
dignidad de toda la escuela Yoshioka. Alguna objecin? El
cabecilla borracho de la noche anterior era ahora un
intrpido teniente que arengaba a sus hombres para entrar
en combate.
Nada ms despertarse, los hombres haban pedido que
les calentaran el bao, a fin de quitarse de encima la resaca,
y mientras estaban bandose haba entrado un mercader.
Como no saba quines eran, les cont lo que haba
sucedido en el barco el da anterior. Les proporcion un
relato cmico del corte del moo y concluy diciendo que
el samurai que perdi el pelo dijo ser uno de los
principales discpulos de la casa Yoshioka de Kyoto. Todo
lo que puedo decir, es que si realmente lo es, entonces la
casa Yoshioka est en mucha peor forma de lo que
cualquiera imagina.
Recuperada pronto la sobriedad, los discpulos de
Yoshioka fueron en busca de su dscolo veterano para
preguntarle por el incidente. En seguida descubrieron que se
haba levantado temprano, haba intercambiado unas
palabras con Seijr y partido en direccin a Kyoto en
compaa de Ok poco despus del desayuno. Esto
confirmaba la exactitud bsica del relato, pero en vez de
perseguir al cobarde Tji, decidieron que sera ms juicioso
encontrar al desconocido joven del mono y reivindicar el
nombre de Yoshioka.
Tras haber convenido un plan en su consejo de guerra
junto al mar, se pusieron en pie, se sacudieron la arena de
los kimonos y entraron en accin.
A corta distancia, Akemi haba estado jugando con las
piernas desnudas en la orilla del agua, recogiendo conchas
marinas una a una y tirndolas casi de inmediato. Aunque
era invierno, el brillante sol calentaba y el olor del mar se
alzaba de las olas espumeantes que se extendan como
cadenas de rosas blancas hasta donde alcanzaba la vista.
Llena de curiosidad, Akemi contempl a los hombres de
Yoshioka que corran en todas direcciones, las puntas de las
vainas de sus espadas en el aire. Cuando el ltimo de ellos
pas por su lado, le pregunt a gritos:
Adonde vais?
Ah, eres t. Por qu no vienes a buscar conmigo? A
cada uno se le ha asignado un territorio.
Qu estis buscando?
A un joven samurai con un largo mechn frontal.
Tiene un mono.
Qu ha hecho?
Algo que deshonrar el nombre del Joven Maestro a
menos que actuemos con rapidez.
Le cont lo que haba sucedido, pero no logr despertar
en ella ni un pice de inters.
Siempre estis buscando pelea! exclam con
desaprobacin.
No es que nos guste luchar, pero si permitimos que
se salga con la suya, ser una vergenza para la escuela, que
es el mayor centro de artes marciales del pas.
Y qu ms da que ocurra eso?
Ests loca?
Los hombres os pasis el tiempo corriendo en pos de
las cosas ms tontas.
Qu? El hombre la mir con suspicacia. Y qu
has hecho t durante todo este tiempo?
Yo? Baj la vista a la hermosa arena alrededor de
sus pies y dijo: Estoy buscando conchas marinas.
Para qu las buscas? Hay millones de ellas en todo
este lugar. Eso te demuestra que las mujeres perdis el
tiempo en cosas todava ms absurdas que los hombres:
Estoy buscando una clase muy especial de concha. Se
llama la concha del perdn.
Ah, s? Y existe esa concha?
S, pero dicen que slo puedes encontrarla aqu, en la
orilla de Sumiyoshi.
Apuesto a que no existe tal cosa!
Claro que s! Si no te lo crees, ven conmigo. Te lo
mostrar.
Llev al reacio joven hasta una hilera de pinos y le
seal una piedra sobre la que estaba tallado un antiguo
poema. Deca as:
Si tuviera tiempo
la encontrara en la orilla de Sumiyoshi.
Dicen que llega all...
la concha que trae
el olvido del amor.
Ves? le dijo Akemi con orgullo. Qu otra
prueba necesitas?
Bah, eso slo es un mito, una de esas mentiras
intiles que inventan los poetas.
Pero en Sumiyoshi tambin tienen flores y agua que
te hacen olvidar.
Bueno, supongamos que existe. Qu magia obrar
para ti?
Es sencillo. Si pones una de esas conchas en el obi o
la manga, puedes olvidarlo todo.
El samurai se ech a rer.
Significa eso que deseas ser ms distrada de lo que
ya eres?
S, me gustara olvidarlo todo. No puedo olvidar
ciertas cosas, y por eso soy infeliz de da y permanezco
despierta por la noche. Por eso estoy buscando la concha.
Por qu no te quedas y me echas una mano?
ste no es momento para juegos infantiles! dijo
desdeosamente el samurai, y entonces, recordando de
sbito su deber, ech a correr a toda velocidad.
A menudo, cuando estaba triste, Akemi pensaba que
sus problemas se resolveran si pudiera olvidar el pasado y
disfrutar del presente. En aquellos instantes, se abrazaba a
s misma y vacilaba entre aferrarse a los pocos recuerdos
que atesoraba y el deseo de arrojarlos al mar. Pensaba que si
realmente existiera una concha del olvido, no la llevara
personalmente, sino que la deslizara con disimulo dentro
de la manga de Seijr. Suspir, imaginando lo deliciosa que
sera su vida si l la olvidara para siempre.
Le bastaba pensar en l para que se le encogiera el
corazn. Se senta tentada a creer que aquel hombre exista
con el nico propsito de echar a perder su juventud.
Cuando la importunaba con sus lisonjeras protestas
amorosas, ella se consolaba pensando en Musashi, pero si
la presencia de ste en su mente era a veces su salvacin,
tambin sola ser una fuente de desdicha, pues fomentaba
en ella el deseo de huir a un mundo de sueos. Sin embargo,
vacilaba en entregarse del todo a la fantasa, pues saba que
probablemente Musashi la habra olvidado por completo.
Ah, si existiera algn modo de borrar su cara de mi
mente!, se deca.
Las aguas azules del mar Interior le parecieron de sbito
tentadoras. Las contempl fijamente y se asust pensando
en lo fcil que sera arrojarse a ellas y desaparecer.
La madre de Akemi, y no digamos Seijr, ignoraban
por completo que la muchacha tena unos pensamientos tan
desesperados. Cuantos la conocan la consideraban muy
feliz, tal vez un poco petulante, pero de todos modos un
capullo an tan lejos de florecer que no poda aceptar de
ninguna manera el amor de un hombre.
Para Akemi, su madre y los hombres que iban a la casa
de t eran seres ajenos a su verdadero yo. Cuando estaba en
su presencia, rea y bromeaba, haca sonar su campanilla y
frunca los labios segn pareciera exigirlo la ocasin, pero
cuando estaba a solas sus suspiros reflejaban
preocupaciones y pesar.
Interrumpi sus pensamientos un sirviente de la
posada, el cual, al verla junto a la piedra con la inscripcin,
corri a ella y le dijo:
Dnde has estado, joven seora? El Joven Maestro
te llama y, al no obtener respuesta, est muy preocupado.
Akemi regres a la posada y encontr a Seijr a solas,
calentndose las manos bajo el edredn rojo que cubra el
kotatsu. Reinaba el silencio en la habitacin. En el jardn
soplaba una brisa entre los pinos secos.
Has estado fuera con este fro? le pregunt.
Qu quieres decir? No hace nada de fro. La playa
est muy soleada.
Qu has estado haciendo?
Buscando conchas.
Te portas como una nia.
Es que soy una nia.
Qu edad crees que tendrs en tu prximo
cumpleaos?
Eso no importa. Sigo siendo una nia. Qu tiene de
malo?
Ests muy equivocada. Deberas pensar en los planes
que tu madre tiene para ti.
Mi madre? Ella no piensa en m. Est convencida de
que sigue siendo joven.
Sintate aqu.
No quiero, me dar demasiado calor. Todava soy
joven, recuerdas?
Akemi! exclam l, al tiempo que le coga la
mueca atrayndola hacia s. Hoy no hay nadie ms aqu.
Tu madre ha tenido la delicadeza de regresar a Kyoto.
Akemi mir los ojos ardientes de Seijr y su cuerpo se
puso rgido. Inconscientemente trat de retroceder, pero l
le aferr con fuerza la mueca.
Por qu intentas huir? le pregunt en tono
acusador.
No intento huir.
Ahora no hay nadie aqu. Es una oportunidad
perfecta, no crees, Akemi?
Para qu?
No seas tan obstinada! Llevamos vindonos casi un
ao y sabes lo que siento por ti. Ok dio su permiso hace
tiempo. Dice que no te entregas a m porque no te abordo
del modo apropiado. As que hoy vamos a...
Basta! Sultame el brazo! Te digo que me dejes!
De repente Akemi se inclin adelante con la cabeza gacha,
azorada.
No me aceptars pase lo que pase?
Basta ya! Djame!
Aunque el brazo de la muchacha haba enrojecido bajo la
presin de su mano, segua negndose a soltarla, y ella
careca de fuerza para resistir las tcnicas militares del estilo
Kyhachi.
Aquel da Seijr no era el de siempre. A menudo
buscaba consuelo en el sake, pero en esta ocasin no haba
bebido nada.
Por qu me tratas as, Akemi? Intentas humillarme?
No quiero hablar de ello! Si no me sueltas, gritar!
Pues grita! Nadie te oir. La casa principal est
demasiado lejos y, en cualquier caso, les he dicho que no
nos molesten.
Quiero marcharme.
No te dejar.
Mi cuerpo no te pertenece!
Es eso lo que sientes? Ser mejor que preguntes a
tu madre al respecto! Desde luego, le he pagado lo bastante
por ti.
Puede que mi madre me haya vendido, pero yo no
me he vendido! De ninguna manera me entregara a un
hombre al que desprecio ms que a la misma muerte!
Qu es esto? grit Seijr, arrojndole el edredn
rojo por encima de la cabeza.
Akemi grit con toda la fuerza de sus pulmones.
Grita, zorra, grita cuanto quieras! No va a venir
nadie.
En la puerta corredera de papel la plida luz del sol se
mezclaba con las inquietas sombras de los pinos como si
nada hubiera ocurrido. En el exterior la quietud era absoluta,
interrumpida tan slo por el distante rumor del oleaje y los
trinos de los pjaros.
Un profundo silencio sigui a los gemidos ahogados de
Akemi. Al cabo de un rato, Seijr, con una palidez mortal
en el rostro, apareci en el pasillo externo, sujetando con la
mano derecha la izquierda araada y sangrante.
Poco despus, la puerta volvi a abrirse ruidosamente y
sali Akemi. Lanzando un grito de sorpresa, Seijr, ahora
con la mano envuelta por una toalla, se movi como si fuese
a detenerla, pero no lleg a tiempo. La muchacha, medio
enloquecida, ech a correr con la rapidez del rayo.
Una expresin preocupada apareci en la cara de
Seijr, pero no persigui a Akemi, la cual cruz el jardn y
entr en otra parte de la posada. Al cabo de un momento,
los labios de Seijr trazaron una sonrisa leve y sesgada.
Era una sonrisa de profunda satisfaccin.
El fin de un hroe
To Gon!
Qu?
Ests cansado?
S, un poco.
Ya me lo pareca. Estoy rendida, pero este santuario
tiene esplndidos edificios, no es cierto? Oye, no es se el
naranjo al que llaman el rbol secreto de Wakamiya
Hachiman?
Eso parece.
Se supone que es el primer artculo del tributo que
llen ochenta barcos presentado por el Rey de Silla a la
emperatriz Jing cuando sta conquist Corea.
Mira ah, en el establo de los caballos sagrados! No
es un animal esplndido? Sin duda llegara el primero en la
carrera de caballos anual de Kamo.
Te refieres al blanco?
S. Humm, qu dice ese letrero?
Dice que si hierves las alubias que contiene el forraje
del caballo y bebes el jugo, eso te impedir llorar o rechinar
los dientes por la noche. Quieres un poco?
El to Gon se ech a rer.
No seas tonta! Volvindose hacia ella, le pregunt
:
Qu le ocurri a Matahachi?
Se ha ido vete a saber dnde.
Ah, ah est, descansando junto al escenario de las
danzas sagradas.
La anciana alz la mano y llam a su hijo.
Si vamos por ah, podremos ver el Gran Torii
[4]
, pero
primero vayamos al Fanal Alto.
Matahachi les sigui perezosamente. Desde que su
madre le prendiera por el cuello en Osaka, haba estado con
ellos... caminando sin cesar, y se le estaba agotando la
paciencia. Cinco o seis das de excursiones no estaban mal,
pero la idea de acompaarles para tomar venganza le
amedrentaba. Haba intentado persuadirles de que viajar
juntos era inadecuado para su propsito, que sera mejor
que l fuese por su cuenta en busca de Musashi, pero su
madre no quera or hablar del asunto.
Pronto ser Ao Nuevo deca, y quiero que por
entonces ests conmigo. Hace mucho tiempo que no
celebramos juntos las fiestas de Ao Nuevo, y puede que
sta sea la ltima ocasin.
Aunque Matahachi saba que no poda rechazar a su
madre, haba decidido abandonarles un par de das despus
del primero del ao. Osugi y el to Gon, temerosos tal vez
de que tenan poca vida por delante, se haban entregado
tanto a la religin que hacan un alto en cada santuario y
templo, dejaban ofrendas y dirigan largas splicas a los
dioses y budas. Se haban pasado casi todo aquel da en el
santuario de Sumiyoshi.
Matahachi, mortalmente aburrido, arrastraba los pies y
frunca los labios.
Es que no puedes caminar ms rpido? le
pregunt Osugi con irritacin.
Matahachi no vari lo ms mnimo el ritmo de sus
pasos. Tan irritado con su madre como lo estaba consigo
mismo, farfull:
Me das prisa y luego me haces esperar! Una y otra
vez la misma historia!
Qu voy a hacer con un hijo como t? Cuando la
gente acude a un lugar sagrado, lo correcto es que se detenga
para elevar una plegaria a los dioses. Nunca te he visto
inclinarte ante un dios o un buda, y, creme, al final lo
lamentars. Adems, si rezaras con nosotros, no tendras
que aguardar tanto.
Qu fastidio! gru Matahachi.
Quin es un fastidio? grit Osugi con indignacin.
Durante los primeros dos o tres das todo haba ido
como la seda entre ellos, pero cuando Matahachi volvi a
acostumbrarse a su madre, empez a desaprobar todo lo
que ella haca y deca, y a burlarse de ella en cuanto tena
ocasin. Cuando anocheca y regresaban a la posada, la
mujer le obligaba a sentarse delante de ella y le sermoneaba,
lo cual pona al muchacho de peor humor que antes.
Qu pareja!, se lamentaba el to Gon para sus
adentros, tratando de encontrar la manera de suavizar el
resentimiento de la anciana y tranquilizar en lo posible a su
cejijunto sobrino. En aquellos momentos, intuyendo que se
avecinaba otro sermn, dijo alegremente:
Vaya! Creo que he olido algo bueno! En esa casa de
t al lado de la playa venden almejas a la parrilla. Qu os
parece si vamos a probarlas?
Ni la madre ni el hijo se mostraron muy entusiasmados,
pero el to Gon logr llevarles al establecimiento a orillas
del mar, resguardado con delgadas persianas de juncos.
Mientras los otros dos se acomodaban en un banco del
exterior, el to entr y regres con sake.
Ofreci una taza a Osugi y le dijo:
Esto alegrar un poco a Matahachi. Tal vez eres un
poco dura con l.
Osugi desvi la vista y replic:
No quiero beber nada.
El to Gon, capturado por su propia red, ofreci la taza
a Matahachi, el cual, aunque segua malhumorado, procedi
a vaciar tres jarras tan rpido como pudo, sabiendo muy
bien que esa accin enfurecera a su madre. Cuando pidi
una cuarta jarra al to Gon, Osugi no pudo aguantar ms.
Ya has bebido suficiente! Esto no es una excursin
campestre y no hemos venido aqu a emborracharnos! Y t,
to Gon, ndate con cuidado. Eres mayor que Matahachi y
deberas ser ms prudente.
El to Gon, tan mortificado como si slo l hubiera
estado bebiendo, trat de ocultar la cara frotndosela con
las manos.
S, tienes mucha razn dijo en tono sumiso. Se
puso en pie y dio unos pasos inseguros.
Entonces la cosa empez en serio, pues Matahachi
haba tocado las races del violento aunque quebradizo
sentido del amor maternal y la inquietud de Osugi, la cual
no estaba dispuesta a esperar hasta que regresaran a la
posada. Atac furiosamente a su hijo sin que le importara si
otras personas la oan. Matahachi se qued mirndola con
una expresin de malhumor y desobediencia hasta que la
anciana termin.
Muy bien le dijo. Veo que has llegado a la
conclusin de que soy un patn ingrato sin la menor
dignidad. No es eso?
S! Qu has hecho hasta ahora que demuestre
orgullo o dignidad?
No soy tan intil como pareces creer, claro que no
tienes manera de saberlo.
Ah, no? Nadie conoce a un nio mejor que sus
padres, y creo que el da que naciste fue un mal da para la
casa de Hon'iden!
Espera y vers! Todava soy joven. Un da, cuando
ests muerta y enterrada, lamentars haber dicho eso.
Ja! Ojal fuese as, pero dudo de que ocurra tal cosa
ni en cien aos. Cuando pienso en ello, es tan triste...
Bien, si te entristece tanto tener un hijo como yo, no
tiene mucho sentido que siga aqu contigo. Me marcho!
Lleno de ira, se puso en pie y se alej con zancadas largas y
decididas.
Cogida por sorpresa, la anciana le llam con una voz
lastimosamente temblorosa. Matahachi no le hizo caso. El
to Gon, que podra haber corrido e intentado detenerle,
estaba en pie, mirando con fijeza el mar, su mente ocupada
al parecer por otros pensamientos.
Osugi se levant, pero en seguida volvi a sentarse.
No trates de impedrselo le dijo innecesariamente
al to Gon. No sirve de nada.
El to Gon se volvi hacia ella, pero en vez de
responderle le dijo:
Esa chica de ah est actuando de una manera muy
extraa. Espera un momento!
Apenas haba terminado de decir esas palabras, cuando
abandon su sombrero bajo los aleros de la casa de t y
corri como una flecha hacia el agua.
Idiota! grit Osugi. Adonde vas? Matahachi...
La anciana sali corriendo tras l, pero a unas veinte
varas del establecimiento se enred un pie con un amasijo
de algas y cay de bruces. Farfullando airada, se incorpor,
con la cara y los hombros cubiertos de arena. Al ver de
nuevo al to Gon, sus ojos se abrieron como espejos.
Adonde vas, viejo estpido? le grit. Has
perdido el juicio?
Tan excitada que ella misma pareca haberse vuelto loca,
corri tan rpido como pudo, siguiendo los pasos del to
Gon. Pero era demasiado tarde, pues el hombre ya se haba
metido en el agua hasta las rodillas y segua avanzando.
Envuelto por la espuma blanca, casi pareca sumido en
un trance. Ms adentro todava, una joven daba pasos
enfebrecidos hacia las aguas profundas. Cuando el to Gon
la descubri, estaba a la sombra de los pinos, contemplando
el mar como abstrada. Luego, de sbito, ech a correr por
la arena y entr en el agua, su cabellera negra ondeando tras
ella. Ahora el agua la cubra hasta la cintura y se estaba
aproximando con rapidez al lugar donde el fondo somero
ceda el paso al abismo.
Mientras se acercaba a ella, el to Gon la llamaba
frenticamente, pero ella segua frenticamente adelante. De
improviso, con un extrao sonido, su cuerpo desapareci,
dejando un remolino en la superficie.
Loca criatura! grit el to Gon. Ests decidida
a matarte? Entonces se sumergi con un gorgoteo.
Osugi corra adelante y atrs a lo largo de la orilla.
Cuando vio que los dos se hundan, sus gritos se
convirtieron en estridentes llamadas de auxilio.
Agitando las manos, corriendo, tropezando, orden a
los hombres que estaban en la playa que corrieran a
rescatarlos, como si ellos hubieran tenido la culpa del
accidente.
Salvadlos, idiotas! Daos prisa o se ahogarn!
Poco despus, unos pescadores sacaron los cuerpos y
los tendieron sobre la arena.
Un suicidio por amor? pregunt uno de ellos.
Ests de broma? dijo otro, rindose.
El to Gon haba agarrado el obi de la muchacha y an lo
sujetaba, pero ninguno de los dos respiraba. La chica tena
un extrao aspecto, pues aunque su cabello era un conjunto
de greas enmaraadas, los polvos y el rojo de labios no
haban desaparecido y le hacan parecer viva. A pesar de
que sus dientes mordan el labio inferior, la boca violcea
pareca rer.
La he visto antes en alguna parte dijo alguien.
No es la muchacha que buscaba conchas en la playa
hace poco?
S, es cierto! Se alojaba en aquella posada.
Desde la direccin de la posada, cuatro o cinco hombres
ya se estaban acercando, entre ellos Seijr, el cual,
jadeante, se abri paso entre la multitud.
Akemi! exclam. Se puso muy plido, pero
permaneci completamente inmvil.
Es amiga tuya? le pregunt uno de los
pescadores.
Ss... s.
Ser mejor que intentes sacarle el agua de dentro en
seguida!
Podemos salvarla?
No si te quedas ah pasmado!
Los pescadores abrieron la mano del to Gon que
aferraba a la muchacha, colocaron los cuerpos uno al lado
del otro y empezaron a darles golpes en la espalda y
presionarles el abdomen. Akemi volvi a respirar con
bastante rapidez, y Seijr, deseoso de evitar las miradas de
la gente, pidi a los hombres de la posada que se la llevaran.
To Gon! To Gon!
Osugi haba aplicado la boca al odo del viejo y le
llamaba entre sollozos. Akemi haba vuelto a la vida porque
era joven, pero el to Gon... no slo era viejo, sino que
llevaba dentro una buena cantidad de sake cuando fue a
rescatar a la joven. Su respiracin se haba detenido para
siempre. Por mucho que Osugi le instara a hacerlo, no
volvera a abrir los ojos.
Los pescadores cesaron en sus esfuerzos.
El viejo se ha ido dijeron.
Osugi dej de llorar el tiempo suficiente para volverse
hacia ellos como si fueran enemigos ms que personas que
intentaban ayudar.
Qu queris decir? Por qu ha de morir cuando esa
chica se ha salvado? Por su actitud pareca como si
estuviera a punto de atacarles fsicamente. Los empuj a un
lado y dijo con firmeza: Yo misma le har volver a la
vida! Os lo demostrar.
Empez a actuar sobre el to Gon, poniendo en prctica
todos los mtodos que se le ocurrieron. Su determinacin
hizo que asomaran las lgrimas en los ojos de los
espectadores, algunos de los cuales se quedaron para
echarle una mano. Pero ella, lejos de apreciar su ayuda, les
daba rdenes como si hubiera contratado sus servicios,
quejndose de que no presionaban adecuadamente,
dicindoles que su sistema no poda tener efecto alguno,
ordenndoles que encendieran fuego, envindoles a buscar
medicinas. Y todo lo haca con la mayor rudeza que quepa
imaginar.
Para los hombres de la playa no era ni familiar ni amiga,
sino slo una desconocida, y finalmente incluso los ms
comprensivos se enojaron.
Quin es esta vieja bruja, a fin de cuentas?
rezong uno.
Fijaos, no distingue la diferencia entre una persona
inconsciente y otra muerta. Si puede devolverle la vida, que
lo haga.
No pas mucho tiempo antes de que Osugi se
encontrara a solas con el cadver. En la creciente oscuridad,
la niebla se alzaba del mar, y todo lo que quedaba del da era
una franja de nubes anaranjadas cerca del horizonte. La
anciana encendi una fogata, se sent al lado y acerc a ella
el cuerpo del fallecido.
To Gon. Oh, to Gon! gimi.
Las olas se oscurecieron. Intent una y otra vez
devolver el calor al cuerpo inerte. Por su expresin pareca
como si esperase que de un momento a otro abriera la boca
y le hablara. Masc pldoras del pequeo botiqun que
llevaba en el obi y las puso en la boca del muerto. Le cogi
en sus brazos y lo meci.
Abre los ojos, to Gon! le suplic. Di algo! No
puedes irte y dejarme sola. Todava no hemos matado a
Musashi ni castigado a esa descarada de Ots.
Dentro de la posada, Akemi yaca en un sueo inquieto.
Cuando Seijr intent acomodarle la febril cabeza en la
almohada, la muchacha musit en su delirio. Permaneci
sentado a su lado durante un rato, completamente inmvil,
su cara ms plida que la de ella. Mientras observaba el
sufrimiento que l haba causado, tambin padeca.
Era l quien, impulsado por una fuerza animal, haba
atacado a la muchacha y satisfecho su lujuria. Ahora
permaneca seria y rgidamente a su lado, preocupado por
su pulso y su respiracin, rogando para que la vida que la
haba abandonado un momento retornara a la normalidad.
En el breve espacio de un da haba sido una bestia y un
hombre compasivo. Pero a Seijr, que tenda a los
extremos, su conducta no le pareca incongruente.
La tristeza anidaba en sus ojos y la expresin de su
boca era humilde. Mirando a la muchacha, murmur:
Procura calmarte, Akemi. No soy slo yo, la mayora
de los dems hombres son tambin as... Pronto lo
comprenders, aunque debe de haberte asustado la violencia
de mi amor.
Habra sido difcil determinar si diriga realmente estas
palabras a la muchacha o si quera tranquilizar a su propia
conciencia, pero expres el mismo sentimiento una y otra
vez.
La penumbra de la habitacin era como tinta. La puerta
corredera de papel ahogaba los sonidos del viento y las
olas.
Akemi se movi y sus blancos brazos se deslizaron
fuera del edredn. Cuando Seijr intent abrigarla de
nuevo, ella musit:
Cu... cul es la fecha?
Qu?
Cuntos..., cuntos das faltan... hasta Ao Nuevo?
Slo faltan siete das. Por entonces estars bien y de
regreso en Kyoto. Acerc su cara a la de ella, pero la
muchacha le apart con la palma de la mano.
Quieto! Vete! No me gustas.
l retrocedi, pero Akemi sigui insultndole sin poder
contenerse.
Imbcil! Bestia!
Seijr permaneci en silencio.
Eres una bestia. No..., no quiero mirarte.
Perdname, Akemi, por favor!
Vete! No me hables. Agit la mano nerviosamente
en la oscuridad.
Seijr trag saliva, entristecido, pero continu
mirndola.
Qu..., qu da es?
Esta vez l no le respondi.
An no es Ao Nuevo?... Entre Ao Nuevo y el
sptimo..., cada da... dijo que estara en el puente... El
mensaje de Musashi..., cada da..., el puente de la avenida
Goj... Falta tanto hasta Ao Nuevo... Debo volver a
Kyoto... Si voy al puente, l estar all.
Musashi? dijo Seijr, asombrado.
La delirante muchacha guardaba silencio.
Ese Musashi..., Miyamoto Musashi?
Seijr le escrut el rostro, pero Akemi no dijo nada
ms. Tena cerrados los prpados azules, estaba
profundamente dormida.
La pinaza seca golpeaba el papel de la puerta corredera.
Relinch un caballo. Apareci una luz al otro lado del
tabique y una voz femenina dijo:
El Joven Maestro est ah dentro.
Seijr fue apresuradamente a la habitacin contigua,
cerrando cuidadosamente la puerta tras l.
Quin es? pregunt. Estoy aqu.
Ueda Ryhei respondi el recin llegado. Vestido
con indumentaria de viaje completa y cubierto de polvo,
Ryhei entr y tom asiento.
Mientras intercambiaban saludos, Seijr se pregunt
qu podra traerle all. Puesto que Ryhei, al igual que Tji,
era uno de los estudiantes veteranos y haca falta en la
escuela, Seijr nunca le habra trado consigo en una
excursin improvisada.
Por qu has venido? le pregunt Seijr. Ha
ocurrido algo en mi ausencia?
S, y debo pedirte que regreses de inmediato.
De qu se trata?
Mientras Ryhei introduca ambas manos en su kimono
y palpaba, oy la voz de Akemi procedente de la
habitacin contigua.
No me gustas!... Bestia!... Vete! Las palabras,
claramente pronunciadas, estaban llenas de temor.
Cualquiera habra pensado que estaba despierta y en
verdadero peligro.
Quin es? inquiri Ryhei, sorprendido.
Ah, es Akemi. Se puso enferma poco despus de
llegar aqu. Tiene fiebre y de vez en cuando delira un poco.
Akemi ha dicho eso?
S, pero no importa. Quiero saber por qu has
venido.
De la envuelta que llevaba alrededor del vientre, bajo el
kimono, Ryhei extrajo finalmente una carta y la entreg a
Seijr.
Es esto dijo sin ms explicaciones, y movi la
lmpara que haba dejado la sirvienta, colocndola al lado de
Seijr.
Humm. Es de Miyamoto Musashi.
S! exclam Ryhei.
La has abierto?
S. Habl con los dems y decidimos que podra ser
importante, de modo que la abrimos y lemos.
En vez de ver por s mismo qu deca la carta, Seijr,
con cierta vacilacin, pregunt:
Qu dice?
Aunque nadie se haba atrevido a mencionrselo,
Musashi haba permanecido en el fondo de la mente de
Seijr. Aun as, casi se haba convencido a s mismo de que
nunca volvera a tropezar con aquel hombre. La sbita
llegada de la carta poco despus de que Akemi hubiese
pronunciado el nombre de Musashi le caus escalofros en
la espina dorsal.
Ryhei se mordi el labio, encolerizado.
Por fin ha ocurrido. La primavera pasada, cuando se
march despus de jactarse tanto, yo estaba seguro de que
nunca volvera a poner los pies en Kyoto, pero... imagnate
qu presuncin! Mira, echa un vistazo! Es un desafo, y
tiene el descaro de dirigirlo a toda la casa de Yoshioka y
firmarlo solamente con su nombre. Cree que puede
retarnos a todos!
Musashi no indicaba ninguna direccin, ni haba en la
carta indicacin alguna de su paradero, pero no haba
olvidado la promesa que envi por escrito a Seijr y sus
discpulos, y con aquella segunda carta la suerte estaba
echada. Declaraba la guerra a la casa de Yoshioka. Sera
necesario librar la batalla, y sera una lucha hasta el final...,
una lucha a muerte de samurais empeados en preservar su
honor y reivindicar su destreza con la espada. Musashi
pona en juego su vida y desafiaba a la escuela Yoshioka a
que hiciera lo mismo. Cuando llegara el momento, las
palabras y las inteligentes estratagemas tcnicas contaran
poco.
El hecho de que Seijr todava no lo comprendiera as
era la mayor fuente de peligro para l. No vea que el da de
ajustar cuentas estaba cerca y que no era momento de
desperdiciar el tiempo en vanos placeres.
Cuando la carta lleg a Kyoto, algunos de los discpulos
ms leales, disgustados por la vida indisciplinada que
llevaba el Joven Maestro, rezongaron airados por su
ausencia en un momento tan crucial. Fuera de quicio por el
insulto de aquel rnin solitario, lamentaron que Kemp ya
no viviera. Tras una acalorada discusin, accedieron a
informar a Seijr de la situacin y hacerle regresar a Kyoto
de inmediato. No obstante, ahora que la carta le haba sido
entregada, Seijr se limit a colocarla sobre sus rodillas sin
hacer ademn de abrirla.
Con evidente irritacin, Ryhei le pregunt:
No crees que deberas leerla?
Qu? dijo Seijr distradamente. Ah, esto?
Desenroll la carta y la ley. Los dedos empezaron a
temblarle de una manera incontenible, con una inestabilidad
causada no por el fuerte lenguaje y tono del desafo de
Musashi, sino por su propia sensacin de debilidad y
vulnerabilidad. Las speras palabras de rechazo de Akemi
ya haban acabado con su compostura y desbaratado su
orgullo de samurai. Jams se haba sentido tan impotente.
El mensaje de Musashi era sencillo y directo:
Has gozado de buena salud desde mi carta anterior?
De acuerdo con la promesa que te hice, te escribo para
preguntarte dnde, en qu fecha y a qu hora nos
encontraremos. No tengo ninguna preferencia en particular
y estoy dispuesto a realizar nuestro encuentro prometido
en el momento y el lugar que t digas. Te solicito que
pongas un cartel junto al puente de la avenida Goj,
dndome tu respuesta en algn momento antes del sptimo
da del nuevo ao.
Confo en que hayas practicado tu habilidad con la
espada como de costumbre. Yo mismo creo haber mejorado
un poco.
Shimmen Miyamoto Musashi
Seijr se guard la carta en el interior del kimono y se
levant.
Ahora mismo regreso a Kyoto dijo.
Lo dijo no tanto por haber tomado una firme resolucin
como porque sus emociones estaban tan enmaraadas que
no poda permanecer donde estaba un instante ms. Tena
que alejarse y dejar aquella jornada atroz detrs de l lo
antes posible.
Con mucho alboroto, llamaron al posadero y le pidieron
que cuidara de Akemi, tarea que el nombre acept con
renuencia a pesar del dinero que le dio Seijr.
Usar tu caballo dijo tajantemente a Ryhei.
Como un bandido en huida, salt a la silla y emprendi
un rpido galope entre las oscuras hileras de rboles,
dejando que Ryhei le siguiese a la carrera.
El Palo de Secar
Un tipo con un mono? S, pas por aqu hace un rato.
Te fijaste en la direccin que segua?
Por ah, hacia el puente Njin, pero no lo cruz... Al
parecer se diriga a la tienda del forjador de espadas que hay
ah abajo.
Tras conferenciar brevemente, los estudiantes de la
escuela Yoshioka se marcharon a toda prisa, dejando a su
informante perplejo, preguntndose a qu vena tanto
alboroto.
Aunque haba pasado la hora de cierre de las tiendas a lo
largo del Foso Oriental, el establecimiento del forjador de
espadas estaba todava abierto. Uno de los hombres entr,
consult al aprendiz y sali gritando:
Temma! Se ha dirigido a Temma!
Los estudiantes emprendieron de nuevo su apresurado
camino.
El aprendiz haba dicho que cuando estaba a punto de
echar los postigos, un samurai con un largo mechn de pelo
sobre la frente haba dejado un mono cerca de la puerta de
entrada, se haba sentado en un taburete y solicitado ver al
dueo. El aprendiz le dijo que el dueo estaba ausente, y el
samurai le explic que deseaba afilar su espada, pero que
sta era demasiado valiosa para confiarle el trabajo a otro
que no fuese el maestro forjador en persona. Tambin haba
insistido en ver muestras del trabajo del forjador.
El aprendiz le mostr cortsmente algunas hojas, pero
el samurai, tras examinarlas, no revel ms que disgusto.
Parece que lo nico que trabajis aqu son armas
ordinarias le dijo secamente. Creo que no voy a darte
la ma. Es demasiado buena, obra de un maestro Bizen. Se
llama Palo de Secar. Como puedes ver, es perfecta.
Entonces la desenvain para ensersela, con evidente
orgullo.
El aprendiz, divertido por la jactancia del joven, musit
que los nicos rasgos destacables de la espada parecan ser
su longitud y la derechura de la hoja. El samurai,
aparentemente ofendido, se levant bruscamente y le
pregunt la direccin del embarcadero para tomar el
transbordador entre Temma y Kyoto.
Har arreglar mi espada en Kyoto dijo en tono
desabrido. Todos los forjadores de Osaka que he visitado
parecen ocuparse tan slo de frusleras para soldados de a
pie ordinarios. Perdona por la molestia. Tras decir estas
fras palabras, se march.
El relato del aprendiz les enfureci todava ms, como
una nueva evidencia de lo que ya consideraban el excesivo
engreimiento del joven. Estaba claro que cortarle la coleta a
Gion Tji haba redundado en un considerable aumento de
las nfulas de aquel fanfarrn.
No hay duda de que se es nuestro hombre!
Ya le tenemos. No tardar en caer en nuestras manos.
Los hombres prosiguieron su persecucin, sin detenerse
una sola vez a descansar, ni siquiera cuando el sol empez a
ponerse. Cuando se aproximaban al muelle de Temma,
alguien exclam:
Lo hemos perdido!
Se refera al ltimo barco del da.
Eso es imposible.
Por qu crees que lo hemos perdido? pregunt
otro.
No os dais cuenta? Mirad all abajo dijo el primer
hombre, sealando al muelle. Las casas de t estn
apilando sus taburetes. El barco ya debe de haber zarpado.
Por un momento todos se quedaron completamente
inmviles, perdido su impulso. Luego, al preguntar,
descubrieron que, en efecto, el samurai haba subido a bordo
del ltimo barco. Tambin se enteraron de que ste acababa
de zarpar y permanecera algn tiempo atracado en su
prxima parada, Toyosaki. Los barcos que iban ro arriba,
hacia Kyoto, eran lentos. Disponan de mucho tiempo para
abordarlo en Toyosaki sin apresurarse siquiera.
Una vez informados, tomaron t, tortas de arroz y
dulces baratos sin apresurarse, antes de ponerse en marcha
a paso vivo por el camino a lo largo de la orilla. El ro
pareca una serpiente de plata que se contorsionaba a lo
lejos. Los ros Nakatsu y Temma se unan para formar el
Yodo y cerca de esta bifurcacin una luz titilaba en medio
de la corriente.
Es el barco! grit uno de los hombres.
Los siete se animaron y pronto olvidaron por completo
el fro cortante. En los campos pelados al lado del camino,
juncos secos cubiertos de escarcha destellaban como finas
espadas de acero. El viento pareca cargado de hielo.
A medida que se iba reduciendo la distancia entre ellos
y la luz flotante, pudieron ver el barco con toda nitidez.
Pronto uno de los hombres, sin pensarlo dos veces, grit:
Eh, vosotros! Navegad ms despacio!
Por qu? replic alguien desde el barco.
Irritados por haber llamado as la atencin, sus
compaeros reprendieron al bocazas. De todos modos, el
barco se detendra en el siguiente embarcadero. Era una pura
estupidez advertir de su presencia por anticipado. Sin
embargo, ya que lo haban hecho, convinieron en que lo
mejor sera que exigieran de inmediato la entrega del
pasajero.
Se trata de un solo hombre, y si no le desafiamos en
seguida, puede que entre en sospechas, salte por la borda y
huya.
Mantenindose a la altura del barco, gritaron de nuevo a
los que viajaban a bordo. Una voz autoritaria, sin duda la
del capitn, exigi saber qu queran.
Trae el barco a la orilla!
Qu? Ests loco? Una risa estridente acompa
a estas palabras.
Atraca aqu!
Ni lo suees!
Entonces te esperaremos en el prximo embarcadero.
Tenemos un asunto que resolver con un joven que viaja a
bordo en compaa de un mono. Dile que si tiene sentido
del honor se d a conocer. Y si le dejas escapar, os
traeremos a todos vosotros a la orilla.
No les respondas, capitn! suplic un pasajero.
Digan lo que digan, no les hagas caso aconsej otro
. Sigamos hacia Moriguchi. All hay guardias.
La mayora de los pasajeros estaban apretados unos
contra otros, atemorizados, y hablaban en tonos bajos. El
que haba hablado poco antes con tanta confianza, ahora
permaneca mudo. Para l, como para los dems, la
seguridad dependa de que mantuvieran una distancia
adecuada entre el barco y la orilla del ro.
Los siete hombres, arremangados y con las manos en
sus espadas, no perdan a la embarcacin de vista. Uno de
ellos se detuvo y escuch, esperando al parecer una
respuesta a su desafo, pero no oy nada.
Estis sordos? grit uno de ellos. Os hemos
pedido que le digis a ese joven fanfarrn que se acerque a
la borda!
Te refieres a m? grit una voz desde el barco.
Est ah, en efecto, y tan descarado como siempre!
Mientras los hombres en tierra sealaban el barco, el
murmullo de los pasajeros se volva frentico, como si
temieran que de un momento a otro sus perseguidores
saltaran a la cubierta.
El joven de la larga espada permaneca apoyado en la
borda, sus dientes brillantes como perlas a la luz de la luna.
No hay nadie ms a bordo que tenga un mono, por lo
que supongo que me buscis a m. Quines sois, acaso
saqueadores sin suerte? O tal vez un grupo de actores
hambrientos?
Todava no sabes con quines ests hablando, no es
cierto, hombre del mono? Ten cuidado con lo que dices
cuando te dirijas a hombres de la casa de Yoshioka!
El gritero fue en aumento, y el barco se aproxim al
dique de Kema, que tena postes de amarraje y un
cobertizo. Los siete hombres corrieron a bloquear el
embarcadero, pero apenas haban llegado a l cuando el
barco se detuvo en medio del ro y empez a trazar
crculos.
Los hombres de Yoshioka se enfurecieron.
Qu diantres estis haciendo?
No podis estar ah eternamente!
Venid o iremos a por vosotros!
Las amenazas continuaron hasta que la proa del barco
empez a moverse hacia la orilla. Una voz rugi a travs del
fro aire:
Callad, idiotas! All vamos! Ser mejor que os
dispongis a defenderos!
A pesar de las splicas de los dems pasajeros, el joven
haba arrebatado el palo del barquero y diriga el
transbordador a la orilla. Los siete samurais se situaron de
inmediato en el lugar donde la proa de la embarcacin
tocara la orilla, y observaron la figura del hombre que la
impulsaba, cada vez ms grande a medida que se les
aproximaba, pero, de improviso, la velocidad de la nave
aument y el joven estuvo ante ellos antes de que se dieran
cuenta. Cuando el casco roz el fondo, retrocedieron, y un
objeto redondeado y oscuro se desliz entre los juncos y se
aferr al cuello de un hombre. Antes de comprender que
slo se trataba del mono, todos haban desenvainado
instintivamente sus espadas y se pusieron a cortar el aire a
su alrededor. Para disimular su azoramiento, se gritaban
rdenes impacientes unos a otros.
Los pasajeros, confiando en mantenerse al margen de la
pelea, se acurrucaron en un ngulo del barco. La confusin
entre los siete hombres de la orilla era alentadora, aunque
algo desconcertante, pero nadie se atreva a hablar todava.
Entonces, en un instante, todas las cabezas se volvieron
hacia el improvisado piloto del barco, el cual introdujo el
largo palo en el lecho del ro e, impulsndose con l, salt
con ms ligereza que el mono por encima de los juncos
hasta la orilla.
Esto caus una confusin todava mayor, y, sin
detenerse para reagruparse, los hombres de Yoshioka
corrieron hacia su enemigo en una sola fila, lo cual no podra
haber puesto al joven en mejor posicin para defenderse.
El primer hombre ya haba avanzado demasiado para
poder retroceder cuando se dio cuenta de la estupidez de su
accin. En aquel momento todas las habilidades marciales
que haba aprendido le abandonaron. Lo nico que pudo
hacer fue ensear los dientes y agitar errticamente la
espada delante de l.
El apuesto joven, consciente de su ventaja psicolgica,
pareci aumentar de estatura. Tena la mano derecha a la
espalda, en la empuadura de su espada, y el codo
sobresaliente por encima del hombro.
De modo que sois de la escuela Yoshioka, eh? Eso
est muy bien. Tengo la sensacin de que ya os conozco.
Uno de vuestros hombres tuvo la amabilidad de permitirme
que le cortara la coleta, pero parece ser que eso no os ha
bastado. Habis venido todos a por un corte de pelo? Si es
as, os satisfar con mucho gusto. De todos modos, pronto
voy a afilar esta espada, as que no me importa darle
trabajo.
En cuanto termin de pronunciar estas palabras, el Palo
Secador cort primero el aire y luego el cuerpo encogido del
espadachn ms prximo.
La visin de su camarada derribado con tanta facilidad
paraliz sus cerebros. Uno tras otro retrocedieron y, al
hacerlo, chocaron entre ellos como otras bolas en colisin.
Aprovechando su evidente desorganizacin, el atacante
descarg su espada de costado contra el siguiente hombre,
dndole un golpe tan fuerte que le hizo caer lanzando un
grito en los juncos.
El joven mir furibundo a los cinco restantes, los cuales
entretanto se haban dispuesto a su alrededor como los
ptalos de una flor. Dicindose unos a otros que ahora su
tctica era infalible, recobraron la confianza hasta el punto
de mofarse una vez ms del joven, pero esta vez sus
palabras tenan un dejo trmulo y hueco.
Finalmente, lanzando un sonoro grito de batalla, uno de
los hombres dio un salto adelante y descarg su espada.
Estaba seguro de que haba alcanzado a su contrario, pero
en realidad la punta de la espada haba pasado a dos pies de
su blanco y completado su arco con un estrepitoso choque
contra una roca. El hombre cay adelante, quedando
totalmente expuesto.
En vez de acabar con una presa tan fcil, el joven dio un
salto lateral y atac al siguiente hombre. Mientras el grito
agnico todava vibraba en el aire, los otros tres pusieron
pies en polvorosa.
Con una expresin sanguinaria, el joven permaneci en
pie sujetando su espada con ambas manos.
Cobardes! les grit. Volved y luchad! Es ste
el estilo Yoshioka del que tanto os jactis? Desafiar a una
persona y luego echar a correr? No me extraa que la casa
de Yoshioka se haya convertido en el hazmerrer de todo el
mundo.
Para cualquier samurai con amor propio, tales insultos
eran peores que recibir escupitajos, pero los que haban
sido perseguidores del joven estaban demasiado ocupados
corriendo para que eso les preocupara.
En aquel momento lleg, desde las proximidades del
dique, el sonido de los cascabeles de un caballo. El ro y la
escarcha en los campos reflejaban la luz suficiente para que
el joven distinguiera a un hombre a caballo y otro que corra
a pie tras l. Aunque exhalaban vapor por las fosas nasales,
parecan ajenos al fro mientras avanzaban. Los tres
samurais que huan casi chocaron con el caballo cuando el
jinete tir brutalmente de las riendas.
Al reconocer a los tres hombres, Seijr frunci el ceo.
Qu estis haciendo aqu? les grit. Adonde
vais con tanta prisa?
Es..., es el Joven Maestro! balbuce uno de ellos.
Ueda Ryhei apareci por detrs del caballo y la
emprendi con ellos.
Qu significa esto? Deberais estar escoltando al
Joven Maestro, pandilla de idiotas! Supongo que estabais
demasiado ocupados interviniendo en otra pelea de
borrachos.
Los tres hombres, desconcertados pero justamente
indignados, contaron cmo, lejos de haber hecho lo que
deca Ueda, haban defendido el honor de la escuela
Yoshioka y de su maestro, y cmo haban sufrido un
percance causado por un samurai joven pero demonaco.
Mira! exclam uno de ellos. Por ah viene.
Observaron aterrados al enemigo que se aproximaba.
Calmaos! les orden Ryhei con disgusto.
Hablis demasiado. Buenos sois vosotros para proteger el
honor de la escuela. Jams podremos borrar esa actuacin.
Haceos a un lado! Yo mismo me ocupar de l. Adopt
una postura de desafo y esper.
El joven corri hacia ellos.
Vamos, luchad! gritaba. Es la huida la versin
Yoshioka del arte de la guerra? Personalmente no deseo
mataros, pero mi Palo de Secar est todava sediento. Lo
menos que podis hacer, cobardes, es dejar vuestras
cabezas atrs.
Corra a lo largo del dique con grandes y confiadas
zancadas, y pareca como si fuese a saltar por encima de la
cabeza de Ryhei, el cual se escupi en las manos y aferr
de nuevo su espada con resolucin.
En el momento en que el joven pas raudo por su lado,
Ryhei lanz un grito penetrante, alz la espada por
encima del manto dorado del joven, la descarg con todas
sus fuerzas y fall.
Detenindose al instante, el joven gir sobre sus talones
y grit:
Qu es esto? Uno nuevo?
Mientras Ryhei se tambaleaba hacia adelante con el
impulso de su golpe, el joven le atac con virulencia. En
toda su vida Ryhei no haba visto jams un golpe tan
potente, y aunque logr esquivarlo por los pelos, se
precipit de cabeza a un arrozal. Por suerte el dique era
bastante bajo y el campo estaba helado, pero al caer perdi
su arma as como su confianza.
Cuando se incorpor, vio que el joven se mova con la
fuerza y la velocidad de un tigre enfurecido. Tras diseminar
a los tres discpulos con un tajo de su espada, se dirigi
hacia Seijr.
Seijr an no haba sentido temor alguno. Haba credo
que todo habra terminado antes de que l personalmente
resultara implicado. Pero ahora el peligro se abalanzaba
directamente contra l, en forma de espada rapaz.
Impulsado por una inspiracin sbita, Seijr grit:
Espera, Ganry! Espera!
Sac un pie del estribo, lo puso sobre la silla de montar
y se incorpor. Cuando el caballo salt adelante por encima
de la cabeza del joven, Seijr vol hacia atrs y aterriz de
pie a tres pasos de distancia.
Qu hazaa! exclam el joven con verdadera
admiracin mientras se aproximaba a Seijr. Aunque
seas mi enemigo, debo reconocer que eso ha sido realmente
magnfico! Sin duda eres Seijr en persona. En guardia!
La hoja de la larga espada se convirti en la encarnacin
del espritu de lucha del joven. Se aproxim ms a Seijr,
pero ste, a pesar de sus defectos, era hijo de Kemp y
capaz de enfrentarse al peligro con calma.
Dirigindose sosegadamente al joven, le dijo:
Eres Sasaki Kojir de Iwakuni, no me cabe duda. Y es
cierto, como has supuesto, que soy Yoshioka Seijr. Sin
embargo, no deseo pelear contigo. Si es realmente necesario,
podemos batirnos en otra ocasin. Por ahora slo quisiera
enterarme de cmo ha ocurrido todo esto. Envaina tu
espada.
Cuando Seijr le llam Ganry, el joven pareci no
orle. Sin embargo, al or que el otro se diriga a l
llamndole Sasaki Kojir , se sobresalt.
Cmo has sabido quin soy?
Seijr se dio una palmada en el muslo.
Lo saba! Era slo una conjetura, pero estaba en lo
cierto! Entonces se adelant y le dijo: Es un placer
conocerte. He odo hablar mucho de ti.
Quin te ha hablado de m? quiso saber Kojir .
Tu superior, It Yagor.
Ah, eres amigo suyo?
S. Hasta el pasado otoo, tena una ermita en la
colina Kagura de Shirakawa y sola visitarle all. Tambin
vino varias veces a mi casa.
Kojir sonri.
Vaya, entonces no es como si nos conociramos por
primera vez, verdad?
No. Ittsai te mencionaba con frecuencia. Deca que
haba un hombre de Iwakuni que haba aprendido el estilo
de Toda Seigen y luego estudiado con Kanemaki Jisai. Me
dijo que ese Sasaki era el hombre ms joven de la escuela de
Jisai, pero que un da sera el nico espadachn capaz de
desafiar a Ittsai.
Sigo sin ver cmo has sabido tan rpidamente que era
yo.
Bueno, eres joven y encajas en la descripcin. Al
verte blandir esa larga espada he recordado que tambin te
llamaban Ganry, el sauce en la orilla del ro. Tuve la
corazonada de que eras ese hombre, y acert.
Esto es sorprendente, de veras.
Mientras Kojir se rea encantado, su mirada se pos en
la hoja ensangrentada de su espada, la cual le record que
haba habido una lucha, y se pregunt cmo arreglaran las
cosas. Sin embargo, l y Seijr congeniaron tan bien que
pronto llegaron a un entendimiento, y al cabo de unos
minutos caminaban a lo largo del dique hombro contra
hombro, como viejos amigos. Detrs de ellos estaban
Ryhei y los tres abatidos discpulos. El pequeo grupo se
encamin hacia Kyoto.
Desde el principio deca Kojir no entend a qu
vena esa lucha. No tena nada contra ellos.
Seijr pensaba en la reciente conducta de Gion Tji.
Estoy disgustado con Tji dijo. Cuando regrese,
le pedir cuentas. Por favor, no creas que te guardo rencor.
Simplemente, me mortifica descubrir que los hombres de mi
escuela no estn mejor disciplinados.
Bien, puedes ver qu clase de hombre soy replic
Kojir. Me jacto demasiado y siempre estoy dispuesto a
batirme con cualquiera. La verdad es que deberas
concederles cierto mrito por haber tratado de defender el
buen nombre de tu escuela. Es lamentable que no sean
mejores luchadores, pero por lo menos lo han intentado.
Me siento un poco apenado por ellos.
Yo soy el culpable dijo Seijr sin ambages. La
expresin de su semblante era de autntico dolor.
Olvidemos todo el asunto.
Nada me satisfar ms.
Al ver lo bien que se llevaban los dos, los otros se
sintieron aliviados. Quin habra pensado que aquel
muchacho corpulento y apuesto era el gran Sasaki Kojir ,
cuyas alabanzas haba cantado Ittsai? (El prodigio de
Iwakuni, le haba llamado.) No era de extraar que Tji, en
su ignorancia, hubiera tenido la tentacin de mofarse de l,
como tampoco era de extraar que hubiera acabado
pareciendo ridculo.
Ryhei y los otros tres se estremecan al pensar lo cerca
que haban estado de ser abatidos por el Palo de Secar.
Ahora que haban abierto los ojos, la visin de los anchos
hombros y la robusta espalda de Kojir les haca
preguntarse cmo podan haber sido tan estpidos de
subestimarle en primer lugar.
Al cabo de un rato regresaron al embarcadero. Los
cadveres ya estaban helados, y los tres hombres recibieron
el encargo de enterrarlos, mientras Ryhei iba en busca del
caballo. Kojir fue de un lado a otro, llamando a su mono a
silbidos, y el animal apareci de repente como salido de la
nada y salt sobre el hombro de su amo. Seijr no slo
inst a Kojir a que fuese a la escuela de la avenida Shij y
se quedara all algn tiempo, sino que incluso le ofreci su
caballo, que Kojir rechaz.
Eso no estara bien le dijo, con una deferencia
desacostumbrada. No soy ms que un joven rnin y t el
maestro de una gran escuela, el hijo de un hombre
distinguido, el dirigente de centenares de seguidores.
Cogiendo la brida, sigui diciendo: Monta t, por favor.
Yo sujetar esto. Es ms fcil caminar de esta manera. Si
realmente puedo acompaarte, acepto tu ofrecimiento de
quedarme algn tiempo contigo en Kyoto.
Con idntica cordialidad, Seijr replic:
Muy bien, entonces cabalgar ahora, y cuando ests
cansado podemos cambiar de lugar.
Enfrentado a la perspectiva cierta de tener que luchar
con Miyamoto Musashi a principios del nuevo ao, Seijr
reflexionaba en que no era mala idea que estuviera a su lado
un espadachn como Sasaki Kojir.
La montaa guila
En las dcadas de 1550 y 1560, los maestros de esgrima
ms famosos de Japn oriental eran Tsukahara Bokuden y
el seor Kizumi de Ise, cuyos rivales en Honshu central
eran Yoshioka Kemp de Kyoto y Yagy Muneyoshi de
Yamato. Estaba, adems, el seor Kitabatake Tomonori de
Kuwana, que fue maestro de las artes marciales y un
gobernador sobresaliente. Mucho despus de su muerte, las
gentes de Kuwana hablaban de l con afecto, pues para
ellos simbolizaba la esencia del buen gobierno y la
prosperidad.
Cuando Kitabatake estudiaba con Bokuden, ste le
transmiti su Arte Supremo de la Esgrima: el ms secreto
de sus mtodos secretos. El hijo de Bokuden, Tsukahara
Hikoshir, hered el nombre y las propiedades de su padre,
pero no recibi el legado de su tesoro secreto. Por este
motivo el estilo Bokuden no se extendi por el este, donde
actuaba Hikoshir, sino en la regin de Kuwana, donde
gobernaba Kitabatake.
Cuenta la leyenda que a la muerte de Bokuden,
Hikoshir fue a Kuwana e intent engaar a Kitabatake
para que le revelara el mtodo secreto. Parece ser que le
dijo: Mi padre me lo ense hace mucho tiempo, y tengo
entendido que tambin te lo ense a ti. Pero ltimamente
me pregunto si lo que nos ense a cada uno de nosotros es
en verdad lo mismo. Puesto que los secretos fundamentales
del Camino nos interesan mutuamente, creo que deberamos
comparar lo que aprendimos, no te parece?.
Aunque Kitabatake comprendi en seguida que
Bokuden no se propona nada bueno, accedi a efectuar una
demostracin, pero de lo que Hikoshir se enter entonces
fue slo de la forma externa del Arte Supremo de la
Esgrima, no de su secreto ms profundo. El resultado fue
que Kitabatake sigui siendo el nico maestro del verdadero
estilo Bokuden, para aprender el cual los estudiantes tenan
que ir a Kuwana. En el este, Hikoshir transmiti como
autntico el espurio cascarn hueco de la habilidad de su
padre: su forma sin el corazn.
En cualquier caso, eso era lo que se contaba a todo
viajero que pusiera pie en la regin de Kuwana. Como
relato no era malo y, puesto que se basaba en hechos, era
ms plausible y no tan intrascendente como la mayor parte
de la mirada de cuentos folclricos locales con los que se
pretenda reafirmar el carcter nico de sus amadas ciudades
y provincias.
Cuando Musashi bajaba por la montaa Tarusaka, en
direccin a la ciudad fortificada de Kuwana, escuch el
relato de la leyenda de labios de su caballerizo. Asinti y
dijo cortsmente: De veras? Qu interesante. Era a
mediados del ltimo mes del ao, y aunque el clima de Ise
es relativamente clido, el viento que soplaba en el puerto
de montaa desde la ensenada de Nako era fro y cortante.
Llevaba tan slo un delgado kimono, una prenda interior
de algodn y un manto sin mangas, indumentaria demasiado
ligera desde todos los puntos de vista y, adems,
notoriamente sucia. Su cara no estaba tanto bronceada como
ennegrecida por el sol. Sobre la cabeza castigada por la
intemperie, su sombrero de juncos desgastado y rado
pareca absurdamente superfluo. Si lo hubiese abandonado a
lo largo del camino, nadie se habra molestado en recogerlo.
Su cabello, que no haba sido lavado desde haca muchos
das, estaba recogido detrs de la cabeza, pero an as
pareca un nido de pjaros. Y lo que haba estado haciendo
en los ltimos seis meses, fuera lo que fuese, haba dado a
su piel el aspecto de cuero bien curtido. Sus ojos tenan un
brillo perlino, engastados en el rostro negro como el carbn.
El caballerizo se haba preocupado desde que acept a
aquel jinete desaliado. Dudaba de que llegara a recibir su
paga, y estaba seguro de que no vera la tarifa de regreso
desde su destino en las profundidades de las montaas.
Seor dijo con cierta timidez.
Humm?
Llegaremos a Yokkaichi un poco antes de medioda y
a Kameyama al anochecer, pero ser noche cerrada antes de
que lleguemos al pueblo de Ujii.
Humm.
Os parece bien que sea as?
Humm.
Musashi estaba ms interesado en la vista de la
ensenada que en hablar, y el caballerizo, por mucho que lo
intentara, no lograba sacarle ms respuesta que un gesto de
asentimiento y un evasivo humm.
Prob de nuevo.
Ujii no es ms que un villorrio a unas ocho millas en
el interior de las montaas desde la cresta del monte
Suzuka. Cmo es que os dirigs a semejante lugar?
Voy a ver a alguien.
No hay ms que unos pocos campesinos y leadores.
Tengo entendido que en Kuwana hay un hombre
muy diestro con la hoz de cadena y bola.
Supongo que se debe de ser Shishido.
S, en efecto. Se llama Shishido no s qu.
Shishido Baiken.
Eso es.
Es un forjador, hace guadaas. Recuerdo haber odo
decir que es bueno con esa arma. Ests estudiando las artes
marciales?
Humm.
Bien, en tal caso, en vez de visitar a Baiken te sugiero
que vayas a Matsuzaka. Ah estn algunos de los mejores
espadachines de la provincia de Ise.
Quines, por ejemplo?
Uno de ellos es Mikogami Tenzen.
Musashi asinti.
S, he odo hablar de l. No dijo ms, dando la
impresin de que estaba familiarizado con las hazaas de
Mikogami.
Cuando llegaron al pueblecito de Yokkaichi, Musashi se
encamin cojeando penosamente a un tenderete, pidi una
caja de comida y se sent a comer. Tena un pie vendado
alrededor del empeine, debido a una herida infectada en la
planta, lo cual explicaba por qu haba alquilado un caballo
en vez de caminar. A pesar del cuidado habitual que tena
con su cuerpo, unos das antes, en la bulliciosa localidad
portuaria de Narumi, haba pisado una tabla de la que
sobresala un clavo. Su pie rojo e hinchado pareca un caqui
encurtido, y desde el da anterior tena fiebre.
A su modo de ver, haba librado un combate con un
clavo, y ste sali vencedor. Como estudiante de las artes
marciales, se senta humillado por haberse dejado coger
desprevenido. No hay ninguna manera de resistir a un
enemigo de esta clase? se haba preguntado varias veces
. El clavo apuntaba hacia arriba y era claramente visible.
Lo pis porque estaba medio dormido, no, ciego, porque mi
espritu todava no acta a travs de todo mi cuerpo. Aun
ms, dej que el clavo penetrara profundamente, lo cual es
una prueba de la lentitud de mis reflejos. De haber tenido
un perfecto dominio de m mismo, habra notado el clavo en
cuanto lo hubiera tocado la suela de mi zapato.
Lleg a la conclusin de que su problema era la
inmadurez. Su cuerpo y su espada todava no eran uno
solo. Aunque sus brazos ganaban en fuerza cada da, su
espritu y el resto de su cuerpo no armonizaban. Y su
mente autocrtica lo perciba como una deformidad
paralizante.
Sin embargo, no tena la sensacin de haber perdido por
completo los seis ltimos meses. Tras huir de Yagy, se
haba dirigido primero a Iga, luego haba tomado la carretera
de mi y a continuacin recorrido las provincias de Mino y
Owari. En cada ciudad, en cada barranco de montaa, haba
intentado dominar el verdadero Camino de la Espada. A
veces tena la sensacin de que lo haba rozado, pero su
secreto continuaba eludindole, algo que no poda
encontrarse acechando ni en las ciudades ni en los
barrancos.
No recordaba con cuntos guerreros se haba batido,
pero se contaban por docenas, todos ellos espadachines
bien adiestrados, de clase superior. No era difcil encontrar
espadachines capacitados, lo que resultaba difcil era dar
con un hombre autntico. Mientras que el mundo estaba
lleno de gente, demasiado lleno, encontrar un ser humano
autntico no resultaba fcil. En sus viajes, Musashi haba
llegado a creer profundamente en eso, hasta tal punto que le
causaba dolor y le desalentaba. Pero su mente siempre
volva a Takuan, que sin duda alguna era un individuo
autntico y nico.
Supongo que soy afortunado se dijo Musashi.
Por lo menos he tenido la buena suerte de conocer a un
hombre autntico. Debo asegurarme de que la experiencia de
haberle conocido d fruto.
Cada vez que Musashi pensaba en Takuan, cierto dolor
fsico se extenda desde sus muecas a travs de todo su
cuerpo. Era una extraa sensacin, un recuerdo fisiolgico
de la ocasin en que estuvo atado a una rama del gran cedro.
Espera y vers! prometi. Uno de estos das atar a
Takuan en ese rbol, me sentar en el suelo y le predicar el
verdadero camino de la vida. No es que estuviera resentido
con Takuan o tuviera deseo alguno de venganza, sino que,
sencillamente, deseaba demostrar que el estado de ser que
uno poda lograr por medio del camino de la espada era
superior a cualquiera que pudiera lograrse con la prctica
del zen. Musashi sonrea al pensar que algn da podra
desquitarse del excntrico monje.
Por supuesto, era posible que las cosas no salieran
exactamente como las haba planeado, pero en el supuesto
de que hiciera un gran progreso y de que por fin estuviera
en condiciones de atar a Takuan en el rbol y sermonearle,
qu sera Takuan capaz de decir entonces? Seguramente
llorara de alegra y exclamara Es magnfico! Ahora soy
feliz!. Pero no, Takuan nunca sera tan directo. Siendo
como era, le dira: Estpido! Ests mejorando pero
sigues siendo un estpido!.
Pero lo que dijese era lo de menos. Lo importante para
Musashi era que senta, de una manera curiosa, que golpear
a Takuan en la cabeza con su superioridad personal era algo
que le deba al monje, una especie de deuda. La fantasa era
bastante inocente. Musashi haba partido en busca de un
Camino propio y un da tras otro descubra lo infinitamente
largo y difcil que es el camino hacia la verdadera
humanidad. Cuando el lado prctico de su naturaleza le
recordaba la distancia por delante que le llevaba Takuan a lo
largo de ese camino, la fantasa se evaporaba.
Todava le inquietaba ms considerar lo inmaduro e
inepto que era comparado con Sekishsai. Pensar en el viejo
maestro Yagy le enfureca y entristeca a la vez, hacindole
agudamente consciente de su propia incompetencia para
hablar del Camino, el Arte de la Guerra o cualquier otra
cosa con cierta seguridad.
En tales ocasiones, el mundo, que en otro tiempo
consider tan lleno de gente estpida, le pareca atroz en su
inmensidad. Pero entonces se deca que la vida no tiene
lgica, que la espada carece de lgica, y lo importante no era
hablar o especular sino entrar en accin. Tal vez en
aquellos momentos existan otras personas mucho ms
grandes que l, pero tambin l poda ser grande!
Cuando las dudas sobre s mismo amenazaban con
abrumarle, Musashi tena la costumbre de retirarse en las
montaas, entre cuyas frondosidades poda estar a solas
consigo mismo. El estilo de vida que llevaba all era evidente
por su aspecto cuando regresaba a la civilizacin: las
mejillas hundidas como las de un ciervo, el cuerpo cubierto
de araazos y moretones, el cabello seco y rgido debido a
las largas horas pasadas bajo una cascada de agua fra. Poda
estar tan sucio por haber dormido en el suelo que la palidez
de sus labios pareca inverosmil, pero esos aspectos eran
meramente superficiales. En su interior arda con una
confianza rayana en la arrogancia, y ansiaba enfrentarse a
un digno adversario. Y era esta bsqueda de una prueba de
valor lo que siempre le haca bajar de las montaas.
Esta vez se haba puesto en camino porque quera
averiguar si el hombre de Kuwana experto en el arma
conocida como hoz de cadena y bola podra convenirle. En
los diez das que quedaban hasta su cita en Kyoto, tena
tiempo para descubrir si Shishido Baiken era ese raro
espcimen, un hombre autntico, o slo uno ms entre la
multitud de gusanos comedores de arroz que pueblan la
tierra.
Era noche cerrada cuando lleg a su destino en las
honduras montaosas. Tras dar las gracias al caballerizo, le
dijo que poda marcharse, pero el hombre respondi que,
como era tan tarde, prefera acompaar a Musashi a la casa
que estaba buscando y pasar la noche bajo los aleros. A la
maana siguiente bajara desde el puerto de Suzuka y, si
tena suerte, recogera a algn viajero en el camino de
regreso. En cualquier caso, la oscuridad y el fro eran
demasiado intensos para ponerse en camino antes de la
salida del sol.
Musashi se mostr comprensivo. Estaban en un valle
cerrado por tres lados, y adondequiera que fuese el
caballerizo tendra que subir por la ladera hundindose en la
nieve hasta las rodillas.
En tal caso, ven conmigo le dijo Musashi.
A la casa de Shishido Baiken?
S.
Gracias, seor. A ver si podemos dar con ella.
Puesto que Baiken tena una herrera, seguramente
cualquiera de los campesinos locales podra indicarles su
direccin, pero a aquellas horas de la noche la aldea entera
estaba durmiendo. La nica seal de vida era el ruido sordo
y rtmico de un mazo que golpeaba sobre algo blando. A
travs del glido aire, se dirigieron hacia la fuente del sonido
y finalmente vieron una luz.
Result ser la casa del herrero. Delante de ella haba un
montn de chatarra, y la parte inferior de los aleros estaba
ennegrecida por el humo. Obedeciendo a una orden de
Musashi, el caballerizo empuj la puerta y entr. Haba
fuego en la fragua, y una mujer de espaldas a las llamas
estaba golpeando ropa.
Buenas noches, seora! Ah, tienes el fuego
encendido! Eso es magnifico! El caballerizo fue
directamente a la forja.
La mujer se levant de un salto, alarmada por la sbita
intrusin.
Quin demonios sois? les pregunt.
En seguida te lo explico dijo el caballerizo mientras
se calentaba las manos. He recorrido un largo camino con
este hombre que desea ver a tu marido. Acabamos de llegar.
Soy un caballerizo de Kuwana.
Vaya, mira por don... La mujer mir malhumorada
a Musashi. Su ceo fruncido evidenciaba que haba visto
ms que suficientes shugysha y saba cmo tratarlos. Con
cierta arrogancia, se dirigi a l como si fuese un nio:
Cierra la puerta! El beb se resfriar si entra ese aire fro.
Musashi hizo una reverencia y obedeci. Entonces,
sentndose en un tocn de rbol al lado de la fragua,
examin la estancia, desde la ennegrecida zona de fundicin
hasta el espacio dedicado a vivienda. De una tabla clavada
en la pared colgaban unas diez armas, que deban de ser las
hoces con cadenas y bolas. Supuso que lo eran, pues, a
decir verdad, nunca haba visto el instrumento. De hecho,
otro de los motivos del viaje era su convencimiento de que
un estudiante como l deba estar familiarizado con todo
tipo de armas. La curiosidad brillaba en sus ojos.
La mujer, que tena unos treinta aos y era bastante
bonita, dej el mazo y entr en la vivienda. Musashi pens
que quiz regresara con t, pero se dirigi a una estera
sobre la que dorma un nio, lo cogi en brazos y le dio el
pecho.
Supongo que eres otro de esos jvenes samurais que
vienen aqu para que mi marido los descalabre le dijo a
Musashi. En ese caso, ests de suerte. Se encuentra de
viaje, as que no debes preocuparte de que te mate. La
mujer se ri alegremente.
Musashi no se ri con ella, pues estaba profundamente
irritado. No haba acudido a aquella aldea remota para que
se riese de l una mujer que, como todas, a su modo de ver,
tenda a sobrestimar absurdamente la categora de su
marido. Aquella esposa era peor que la mayora. Pareca
creer que su marido era el hombre ms grande de la tierra.
Como no quera ofenderla, Musashi respondi:
Me decepciona saber que tu marido est ausente.
Adonde ha ido?
A la casa de Arakida.
Dnde est eso?
Ja, ja! Has venido a Ise y ni siquiera conoces a la
familia Arakida?
El beb que tena al pecho empez a impacientarse, y la
mujer, olvidando a los recin llegados, se puso a cantarle
una nana en el dialecto local.
Durmete, durmete.
Los nios que duermen son dulces.
Los nios que se despiertan y lloran son traviesos.
Y tambin hacen llorar a sus madres.
Pensando en que por lo menos podra aprender algo
echando un vistazo a las armas del herrero, Musashi le
pregunt:
Son sas las armas que tu marido blande tan bien?
La mujer emiti un gruido, y cuando l le pidi que le
dejara examinarlas, asinti y volvi a gruir.
Musashi descolg una.
De modo que son as dijo, a medias para s mismo
. He odo decir que ltimamente las usan mucho.
El arma que tena en la mano consista en una barra
metlica de aproximadamente un pie y medio de longitud
(poda llevarse fcilmente en el obi), con un anillo en un
extremo al que estaba fijada una larga cadena. En el otro
extremo de la cadena haba una pesada bola metlica, lo
bastante maciza para partir el crneo de una persona. En un
hondo surco a un lado de la barra, Musashi distingui el
dorso de una hoja. Al tirar de ella con las uas, se abri de
lado, como la hoja de una hoz. Con semejante arma sera
sencillo cortarle la cabeza a un enemigo.
Supongo que se sujeta as dijo Musashi, cogiendo
la hoz con la mano izquierda y la cadena con la derecha.
Imaginando a un enemigo delante de l, adopt una
postura y consider los movimientos que seran necesarios.
La mujer, que haba apartado los ojos del beb para
mirarle, le rega:
As no! Eso es terrible! Volvi a meterse el seno
dentro del kimono y se acerc a Musashi. Si haces eso,
cualquiera con una espada podr derribarte sin dificultad.
Sujtala as.
Le arrebat el arma de las manos y le mostr la manera
de sujetarla. l se sinti incmodo al ver a una mujer
adoptando una postura de combate con un arma de aspecto
tan brutal, y se qued mirndola boquiabierto. Mientras
amamantaba al beb le haba parecido lerda, pero ahora,
preparada para el combate, era elegante, digna y, desde
luego, hermosa. Musashi observ que en la hoja, que era de
un azul negruzco, como el lomo de una caballa, haba una
inscripcin que deca: Estilo de Shishido Yaegaki.
La mujer mantuvo su posicin slo momentneamente.
Bueno, en fin, es ms o menos as dijo mientras
doblaba la hoja, la introduca en la ranura y colgaba el arma
de su gancho.
A Musashi le habra gustado verla sostener de nuevo el
instrumento, pero era evidente que ella no tena intencin
de hacerlo. Tras recoger la ropa que haba estado lavando,
hizo ruido alrededor de la pila: sin duda estaba limpiando
cacharros o disponindose a cocinar algo.
Si esta mujer puede adoptar una postura tan
imponente se dijo Musashi, su marido debe de ser
realmente digno de verse. Por entonces arda en deseos de
conocer a Baiken, y pregunt en voz baja al caballerizo por
la familia Arakida. El hombre, que estaba apoyado en la
pared, al calor del fuego, musit que era la familia encargada
de custodiar el santuario de Ise.
Musashi pens que, si eso era cierto, no sera difcil
localizarlos. Resolvi hacerlo as, y entonces se acurruc en
una esterilla junto al fuego y se durmi.
A primera hora de la maana, el aprendiz del herrero se
levant y abri la puerta exterior de la herrera. Musashi
tambin se levant y pidi al caballerizo que le llevase a
Yamada, el pueblo ms prximo al santuario de Ise. El
caballerizo, satisfecho porque su cliente le haba pagado el
da anterior, accedi en seguida.
Al anochecer haban llegado a la larga carretera bordeada
de rboles que conduca al santuario. Las casas de t
parecan especialmente desoladas, incluso para la estacin
invernal. Haba pocos viajeros, y la carretera estaba en mal
estado. Varios rboles derribados por las tormentas de
otoo seguan en el lugar donde haban cado.
Desde la posada de Yamada, Musashi envi a un
sirviente para que preguntara en la casa de Arakida si
Shishido Baiken se alojaba all. Le respondieron diciendo
que deba de haber algn error, pues all no haba nadie de
ese nombre. Decepcionado, Musashi concentr su atencin
en el pie lesionado, el cual se haba hinchado
considerablemente durante la noche.
Estaba exasperado, pues slo faltaban pocos das para
la fecha en que deba estar de regreso en Kyoto. En la carta
de desafo que haba enviado a la escuela Yoshioka desde
Nagoya, les haba dado a elegir cualquier fecha durante la
primera semana del nuevo ao. Ahora no poda aducir como
excusa un pie enfermo. Y, adems, haba prometido
encontrarse con Matahachi en el puente de la avenida Goj.
Se pas todo el da siguiente aplicndose un remedio del
que haba odo hablar. Tom los posos de una cuajada de
soja, los extendi en una tela de saco, que exprimi para
obtener el agua caliente, y se puso el pie a remojar en aquel
lquido. No obtuvo ningn resultado, y para empeorar las
cosas, el olor de la cuajada de soja era nauseabundo.
Preocupado por el pie, se lament de su estupidez al
desviarse a Ise. Debera haber ido directamente a Kyoto.
Aquella noche, con el pie envuelto bajo el edredn, le
subi la fiebre y el dolor se hizo insoportable. A la maana
siguiente prob desesperadamente ms medicinas, entre
ellas un ungento facilitado por el posadero, el cual jur que
su familia lo haba usado durante generaciones. Pero la
hinchazn no remita. Musashi empez a ver en su pie un
gran pedazo de cuajada de soja, y lo senta tan pesado como
un tajo de madera.
La experiencia le hizo pensar. Jams en su vida haba
estado postrado en cama durante tres das. Aparte de un
carbunclo que tuvo de nio en la cabeza, no recordaba haber
estado nunca enfermo.
La enfermedad es el enemigo de la peor especie se
dijo. Sin embargo, estoy impotente en sus manos. Hasta
entonces haba credo que sus adversarios le atacaran desde
el exterior, y el hecho de estar inmovilizado por un enemigo
interior era novedoso y le daba motivos de reflexin.
Cuntos das ms quedan del ao? se pregunt.
No puedo quedarme aqu sin hacer nada! Mientras yaca
all impacientndose, las costillas parecan presionarle el
corazn y senta el pecho constreido. Apart el edredn
que le cubra el pie hinchado. Si ni siquiera puedo superar
esto, qu esperanzas tengo de vencer a toda la casa de
Yoshioka?
Creyendo que podra aprehender al demonio en su
interior y ahogarle, se oblig a sentarse en cuclillas, en estilo
formal. Era atrozmente doloroso y casi perdi el sentido.
Mir hacia la ventana pero cerr los ojos, y transcurri
algn tiempo antes de que el intenso color rojo de su cara
empezara a desaparecer y su cabeza se enfriara un poco. Se
pregunt si el demonio estaba cediendo a su inquebrantable
tenacidad.
Al abrir los ojos, vio ante l el bosque alrededor del
santuario de Ise. Ms all de los rboles vea el monte Mae,
y un poco hacia el este se alzaba el monte Asama.
Elevndose por encima de las montaas entre los dos
montes haba un alto pico que pareca desdear a sus
vecinos y mirar fija e insolentemente a Musashi.
Es un guila, pens, sin saber que se llamaba
realmente montaa guila. El aspecto arrogante del pico le
ofendi, su actitud altiva se mofaba de l, hasta que rebull
de nuevo en su interior el espritu de lucha. Sin poderlo
evitar, pens en Yagy Sekishsai, el anciano espadachn
que se pareca a aquel pico orgulloso, y poco a poco
empez a tener la sensacin de que el pico era Sekishsai, el
cual le miraba desde ms arriba de las nubes y se rea de su
debilidad e insignificancia.
Mientras contemplaba la montaa, se olvid por un
rato del pie, pero pronto el dolor se instal de nuevo en su
conciencia, y pens amargamente que si hubiese metido el
pie en el fuego de la forja no le habra dolido ms.
Involuntariamente, extendi aquella cosa grande y
redondeada y la observ furibundo, incapaz de aceptar el
hecho de que realmente formaba parte de su persona.
Llam a gritos a la doncella, pero sta no se present en
seguida, y entonces la emprendi a puetazos con el tatami.
Dnde est todo el mundo? grit. Me marcho!
Treme la cuenta! Dame algo de comer, un poco de arroz
frito, y consgueme tres pares de recias sandalias de paja!
Pronto estuvo en la calle, cojeando a travs del antiguo
mercado donde se supona que el famoso guerrero Taira no
Tadakiyo, el hroe de la Historia de la guerra de Hgen,
haba nacido. Pero ahora poco era lo que all sugera un lugar
de nacimiento de hroes. Era ms bien como un burdel al
aire libre, con hileras de puestos de t y rebosante de
mujeres. Ms tentadoras que rboles se alineaban a lo largo
del callejn, llamando a los viajeros y aferrndose a las
mangas de los posibles clientes con los que coqueteaban, a
los que engatusaban, de los que se guaseaban. Para llegar al
santuario, Musashi tuvo que abrirse paso entre ellas,
incluso a empujones, con el ceo fruncido y evitando sus
miradas impertinentes.
Qu te ha pasado en el pie?
Quieres que te lo mejore?
Oye, djame que te lo frote!
Las prostitutas le tiraban de la ropa, le cogan las
manos, le agarraban las muecas.
Un hombre bien parecido como t no llegar a
ninguna parte con ese ceo!
El ruborizado Musashi prosegua ciegamente su
tambaleante camino. Totalmente indefenso contra esa clase
de ataque, peda disculpas a unas y daba corteses excusas a
otras, lo cual slo haca rer a las mujeres. Cuando una de
ellas le dijo que era guapo como un cachorro de pantera,
se intensific el asalto de las manos emblanquecidas.
Finalmente Musashi dej de lado toda pretensin de
dignidad y ech a correr, sin detenerse siquiera a recoger su
sombrero cuando le vol de la cabeza. Las voces risueas le
siguieron entre los rboles en las afueras de la poblacin.
A Musashi le resultaba imposible hacer caso omiso a
las mujeres, y el frenes que las manos con que le palpaban
despertaron en l tard mucho en remitir. El mero recuerdo
del acre aroma de los polvos blancos le aceleraba el pulso,
sin que pudieran serenarlo sus tenaces esfuerzos mentales.
Era aquella una amenaza mayor que la de un enemigo con la
espada desenvainada frente a l. Sencillamente, no saba
cmo actuar en esa situacin. Ms tarde, con el cuerpo
ardiendo de fiebre sexual, se pasaba la noche entera dando
vueltas y ms vueltas sobre la estera. Incluso la inocente
Ots se converta a veces en el objeto de sus lbricas
fantasas.
Esta vez dispona del pie herido para quitarse a las
mujeres de la mente, pero huir de ellas cuando apenas era
capaz de andar haba sido como cruzar un lecho de metal en
fusin. A cada paso que daba, una punzada de angustia le
llegaba a la cabeza desde la planta del pie. Sus labios
enrojecieron, sus manos se volvieron pegajosas como la
miel y su pelo tena el olor spero del sudor. Tan slo alzar
el pie lesionado requera toda la fuerza que poda reunir. En
ocasiones se senta como si su cuerpo fuera a desmoronarse
de repente. No es que se hubiera hecho ilusiones. Cuando
sali de la posada saba que caminar sera una tortura, y
estaba decidido a soportarlo. De alguna manera logr
dominarse, maldiciendo entre dientes cada vez que
arrastraba hacia adelante el desdichado pie.
Cuando cruz el ro Isuzu y entr en el recinto del
santuario interior, la atmsfera cambi agradablemente. All
percibi una presencia sagrada, la not en las plantas, los
rboles, incluso en los trinos de los pjaros. No podra decir
en qu consista, pero estaba all.
Se dej caer gimiendo sobre las races de un gran cedro,
solloz quedamente de dolor y se sujet el pie con ambas
manos. Permaneci all sentado durante largo rato, inmvil
como una roca, el cuerpo ardiente de fiebre mientras el fro
viento le cortaba la piel.
Por qu se haba levantado repentinamente de la cama
y abandonado la posada? Cualquier persona normal se
habra quedado all sin moverse hasta que el pie se curara.
No era infantil, incluso imbcil, por parte de un adulto
permitir que le acometiera la impaciencia?
Pero no era slo la impaciencia lo que le haba
impulsado, sino una necesidad espiritual y muy profunda.
A pesar del dolor y el tormento fsico, su espritu estaba
tenso y lata de vitalidad. Alz la cabeza y, con mirada
penetrante, contempl la nada que le rodeaba.
A travs del desolado e incesante lamento de los
grandes rboles en el bosque sagrado, el odo de Musashi
capt otro sonido. En algn lugar, no lejos de all, flautas y
caramillos daban voz a las notas de una msica antigua, una
msica dedicada a los dioses, mientras etreas voces
infantiles cantaban una invocacin sagrada. Atrado por
aquel apacible sonido, Musashi intent levantarse.
Mordindose los labios, se oblig a incorporarse, aunque su
cuerpo reacio se resista a cada movimiento. Lleg a la
pared de tierra de un edificio del santuario, se apoy con
ambas manos y avanz a lo largo de ella con un torpe
movimiento de cangrejo.
La msica celestial proceda de un edificio que estaba
algo ms lejos, donde brillaba una luz a travs de una
ventana con celosa. Era la Casa de las Vrgenes, y estaba
ocupada por muchachas al servicio de la deidad. All
tocaban instrumentos musicales antiguos y aprendan a
interpretar danzas sagradas ideadas siglos atrs.
Musashi se dirigi a la entrada posterior del edificio. Se
detuvo y mir adentro, pero no vio a nadie. Aliviado
porque no tena que dar explicaciones, se quit las espadas
y el fardo de la espalda, los at juntos y los colg de una
clavija en la pared. Libre as de impedimentos, se puso las
manos en las caderas y desando sus pasos cojeando hacia el
ro Isuzu.
Ms o menos una hora despus, completamente
desnudo, rompi el hielo de la superficie y se zambull en
las glidas aguas. Y all permaneci, chapoteando,
bandose, sumergiendo la cabeza, purificndose. Por
suerte no haba nadie alrededor. Cualquier sacerdote que
pasara por all le habra juzgado demente y expulsado del
lugar.
Segn la leyenda de Ise, en tiempos remotos un arquero
llamado Nikki Yoshinaga atac y ocup una parte del
territorio perteneciente al santuario de Ise. Una vez
instalado cmodamente all, pesc en el sagrado ro Isuzu y
utiliz halcones para capturar pequeos pjaros en el
bosque sagrado. Dice la leyenda que, en el curso de estos
saqueos sacrlegos, se volvi loco de atar, y Musashi, al
actuar de aquella manera, fcilmente podra haber sido
tomado por el fantasma del loco.
Cuando por fin subi a un canto rodado, lo hizo con la
ligereza de un pajarillo. Mientras se secaba y vesta, las
hebras de cabello a lo largo de su frente se pusieron rgidas,
convertidas en astillas de hielo.
Para Musashi, el helado chapuzn en la corriente
sagrada era necesario. Si su cuerpo no poda resistir el fro,
cmo podra sobrevivir a los obstculos ms amenazantes
de la vida? Y en aquel momento no se trataba de alguna
abstracta contingencia futura, sino de enfrentarse a algo
muy real, Yoshioka Seijr y toda su escuela, los cuales
responderan al ataque con todas sus fuerzas. Tenan que
hacerlo, pues estaba en juego su prestigio. Saban que no
tenan ms alternativa que matarle, y Musashi no ignoraba
que salvar el pellejo sera espinoso.
Ante semejante perspectiva, el samurai tpico
invariablemente hablara de luchar con toda su fortaleza o
estar preparado para enfrentarse a la muerte, pero, tal
como lo vea Musashi, eso era una necedad. Luchas a vida o
muerte con toda la fortaleza de uno no era ms que instinto
animal. Adems, aunque no desequilibrarse ante la
perspectiva de la muerte era un estado mental de orden
superior, no era realmente tan difcil enfrentarse a la muerte
si uno saba que deba morir de manera ineluctable.
Musashi no tema morir, pero su objetivo era ganar
definitivamente, no slo sobrevivir, y estaba intentando
adquirir la confianza necesaria para ello. Que otros
muriesen heroicamente si as lo queran. Musashi no se
conformara con nada menos que una victoria heroica.
Kyoto no estaba lejos, a no ms de setenta u ochenta
millas. Si pudiera marchar a buen paso, llegara all en tres
das. Pero no poda medir el tiempo que necesitara para
prepararse espiritualmente. Estaba dispuesto en su
interior? Eran su mente y su espritu realmente uno slo?
Musashi an no era capaz de responder
afirmativamente a estas preguntas. Notaba que en lo ms
hondo de su ser exista una debilidad, el conocimiento de su
inmadurez. Tena la dolorosa seguridad de que no haba
alcanzado el estado de nimo del verdadero maestro, de que
an estaba lejos de ser un hombre completo y perfecto.
Cuando se comparaba a s mismo con Nikkan o Sekishsai
o Takuan, no poda evitar la sencilla verdad: todava era
bisoo. Su propio anlisis de sus capacidades y rasgos no
slo desvelaba deficiencias en ciertos aspectos, sino
autnticos puntos dbiles en otros.
Pero a menos que pudiera triunfar por completo en esta
vida y dejar una marca indeleble a su alrededor, no podra
considerarse como un maestro del Arte de la Guerra.
Su cuerpo se estremeci mientras gritaba: Ganar,
ganar!. Avanz cojeando por la orilla del Isuzu y grit de
nuevo para que le oyeran todos los rboles del bosque
sagrado: Ganar!. Pas ante una silenciosa cascada
helada y, como un hombre primitivo, se arrastr sobre los
cantos rodados y sigui avanzando a travs de espesos
bosquecillos por barrancos profundos, donde pocos se
haban aventurado antes que l.
Tena el rostro rojo como el de un demonio.
Aferrndose a las rocas y las enredaderas, apenas poda
avanzar un paso tras otro haciendo el mximo esfuerzo.
Ms all de un lugar llamado Ichinose haba una
garganta de quinientas o seiscientas varas de longitud, tan
llena de peascos y rpidos que ni siquiera las truchas
podan abrirse camino por la corriente del fondo. En el
extremo se alzaba un precipicio casi vertical. Se deca que
slo los monos y los duendes podan escalarlo. Musashi se
limit a mirar el risco y dijo flemticamente:
Aqu es. ste es el camino hacia la montaa guila.
Observ con euforia que no haba all ninguna barrera
infranqueable. Cogindose de las fuertes enredaderas,
ascendi por la pared rocosa, a medias trepando y a medias
columpindose, y pareca como si le alzara una fuerza de la
gravedad en sentido contrario.
Cuando lleg a lo alto del risco, lanz un grito de
triunfo. Desde all distingua la blanca cinta del ro y la
plateada ribera de Futamigaura. Delante de l, entre una
dispersa arboleda velada por la niebla nocturna, vio el pie
de la montaa guila.
La montaa era Sekishsai. De la misma manera que se
haba redo de l cuando estaba postrado en la cama, el pico
segua mofndose de l ahora. Su espritu inflexible se senta
literalmente asaltado por la superioridad de Sekishsai, que
le oprima, le refrenaba.
Su objetivo adquiri forma gradualmente: trepar a lo
alto y dar rienda suelta a su rencor, pisotear sin
miramientos la cabeza de Sekishsai, demostrarle que
Musashi poda ganar e iba a hacerlo.
Avanz contra la maleza, los rboles, el hielo que se le
oponan, todos ellos enemigos que trataban
desesperadamente de hacerle retroceder. Cada paso, cada
hlito, era un desafo. Su sangre, que haca tan poco tiempo
estaba helada, ahora le herva, y su cuerpo despeda vapor a
medida que el sudor de sus poros entraba en contacto con el
aire glacial. Abraz la rojiza superficie del pico, buscando a
tientas asideros. Sus inestables movimientos hacan que se
desprendieran piedras que rodaban hasta la arboleda al pie
de la montaa. Cien pies, doscientos, trescientos..., estaba
en las nubes. Cuando stas se separaron, Musashi, visto
desde abajo, habra dado la impresin de que colgaba
ingrvido del cielo. El pico de la montaa le miraba
framente.
Ya prximo a la cima, se aferraba a las rocas, pues un
movimiento en falso y caera al vaco entre una cascada de
pedruscos. Resoplaba, grua, boqueaba falto de aire. Tal
era la tensin, que pareca como si su corazn fuese a salirle
por la boca. Slo poda trepar unos pocos pies, descansar,
trepar un poco ms y descansar de nuevo.
El mundo entero se extenda por debajo de l: el gran
bosque que rodeaba al santuario, la cinta blanca que deba
de ser el ro, los montes Asama y Mae, la aldea pesquera de
Toba, el gran mar abierto. Ya casi estoy se dijo. Slo
un poco ms!
Slo un poco ms. Qu fcil era decirlo pero qu
difcil lograrlo! Pues slo un poco ms es lo que distingue
a la espada victoriosa de la vencida.
Notaba el olor de su propio sudor y, en su
aturdimiento, le pareca como si estuviera acurrucado contra
el seno de su madre. La spera superficie de la montaa
empez a recordarle su pie, y experiment el impulso de
ceder al sueo. Pero en aquel instante se desprendi una
piedra bajo la punta del pie y le hizo volver a la realidad.
Busc un nuevo asidero.
Ya est! Casi he llegado!
Con las manos y los pies agarrotados por el dolor,
volvi a aferrarse a las rocas. Se dijo que si su cuerpo o su
fuerza de voluntad se debilitaban, eso sera signo seguro de
que un da estara acabado como espadachn. All era donde
deba decidirse el encuentro, y Musashi lo saba.
Esto es para ti, Sekishsai, bastardo! A cada
pequeo y dificultoso avance, execraba a los gigantes que
respetaba, aquellos superhombres que le haban llevado all
y a los que deba conquistar y conquistara. Uno para ti,
Nikkan, y para ti, Takuan!
Estaba trepando sobre las cabezas de sus dolos,
pisotendolas, mostrndoles quin era el mejor. l y la
montaa eran ahora uno solo, pero la montaa, como
sorprendida de que aquella criatura se aferrase a ella,
escupa de vez en cuando avalanchas de grava y arena. La
respiracin de Musashi se detuvo como si alguien le hubiera
tapado la boca. Mientras permaneca aferrado a la roca, el
viento soplaba y amenazaba con llevrselo, incluida la roca.
De repente qued tendido boca abajo, los ojos cerrados,
sin atreverse a hacer ningn movimiento. Pero su corazn
estaba jubiloso. En el momento en que qued en posicin
horizontal, haba visto el cielo en todas las direcciones, y la
luz del alba era sbitamente visible en el blanco mar de
nubes que se extenda debajo.
Lo he logrado! He vencido!
Cuando se dio cuenta de que haba llegado a la cima, su
tensa fuerza de voluntad se distendi como la cuerda de un
arco tras el disparo. El viento que soplaba en la cumbre le
azotaba la espalda con piedras y arena. All, en el lmite de
la tierra y el cielo, Musashi sinti que una alegra
indescriptible creca hasta llenar todo su ser. Su cuerpo
empapado en sudor se una a la superficie de la montaa. El
espritu del hombre y el de la montaa realizaban la gran
obra de procreacin en la inmensidad de la naturaleza al
amanecer. Sumido en un xtasis misterioso, Musashi
durmi all el sueo de la paz.
Cuando por fin alz la cabeza, su mente estaba tan pura
y clara como el cristal. Sinti el impulso de saltar y
precipitarse de un lado a otro, como un pececillo en un
arroyo.
No hay nada por encima de m! exclam.
Estoy en pie sobre la cabeza del guila!
El sol de la maana difana tea con su luz rojiza a la
montaa y su escalador, que extenda los brazos
musculosos y salvajes hacia el cielo. Mir sus dos pies
firmemente plantados en la cima y vio lo que pareca un
cubo entero de pus amarillento que brotaba de su pie
lesionado. En medio de la celestial pureza que le rodeaba, se
alz el extrao olor de humanidad..., el dulce olor que queda
cuando el desaliento se ha desvanecido.
La mosca de mayo en invierno
Cada maana, despus de terminar sus deberes en el
santuario, las doncellas que vivan en la Casa de las
Vrgenes iban, libros en mano, al aula de la casa de Arakida,
donde estudiaban gramtica y practicaban la composicin
de poemas. Para sus representaciones de danzas religiosas
vestan el atuendo oficial: un blanco kimono de seda con un
faldn acampanado de color carmes llamado hakama, pero
ahora llevaban el kimono de mangas cortas y el hakama de
algodn blanco que se ponan para estudiar o hacer las
tareas domsticas.
Un grupo de ellas salan en tropel por la puerta trasera
cuando una exclam:
Qu es eso?
Sealaba el bulto con las espadas atadas que segua en el
lugar donde Musashi lo haba dejado la noche anterior.
De quin creis que es esto?
Debe de pertenecer a un samurai.
No es evidente?
No, es posible que un ladrn lo haya dejado aqu.
Se miraron perplejas unas a otras y tragaron saliva,
como si hubieran tropezado con el bandido en persona, con
una tira de cuero alrededor de la cabeza y haciendo la siesta.
Tal vez deberamos decrselo a Ots sugiri una de
ellas.
Y de comn acuerdo regresaron corriendo al dormitorio
y, desde debajo de la barandilla ante la habitacin de Ots,
la llamaron.
Sensei, sensei! Hay algo extrao aqu abajo. Ven a
verlo!
Ots dej su pincel de escritura sobre la mesa y asom
la cabeza a la ventana.
Qu ocurre? pregunt.
Un ladrn ha abandonado sus espadas y un fardo.
Estn ah, colgando en la pared de atrs.
De veras? Ser mejor que lo llevis a la casa de
Arakida.
No podemos! Nos da miedo tocarlo.
Estis armando un escndalo por nada? Id corriendo
a la clase y no perdis ms tiempo.
Cuando Ots baj de su habitacin, las muchachas se
haban ido. En sus aposentos no quedaban ms que la
anciana encargada de cocinar y una de las sirvientas que
haba cado enferma.
De quin son esas cosas que cuelgan ah?
pregunt Ots a la cocinera.
Naturalmente, la mujer no lo saba.
Las llevar a la casa de Arakida dijo Ots.
Cuando descolg el bulto y las espadas casi las dej
caer, tal era su peso. Arrastrndolo todo con ambas manos,
se pregunt cmo los hombres podan desplazarse cargados
con tanto peso.
Ots y Jtar haban llegado all dos meses antes, tras
haber viajado por los caminos de Iga, mi y Mino en busca
de Musashi. Al llegar a Ise decidieron instalarse para pasar
el invierno, puesto que sera difcil avanzar entre las
montaas cubiertas de nieve. Al principio Ots dio
lecciones de flauta en el distrito de Toba, pero luego llam
la atencin del cabeza de la familia Arakida, el cual, en su
calidad de ritualista oficial, tena un rango que slo estaba
por debajo del sacerdote principal.
Cuando Arakida pidi a Ots que fuese al santuario
para ensear a las doncellas, ella accedi, no tanto por el
deseo de ensear como por el inters que tena de aprender
la msica antigua y sagrada. Le atrajo, adems, la paz que
reinaba en el bosque del santuario, as como la idea de vivir
algn tiempo con las doncellas del santuario, la ms joven
de las cuales tena trece o catorce aos, y la mayor
alrededor de veinte.
Jtar haba sido un obstculo para que Ots
consiguiera su posicin, pues estaba prohibido que un
varn, incluso de su edad, viviera en los mismos aposentos
que las doncellas. Llegaron al acuerdo de que Jtar barrera
los sagrados jardines por el da y pasara las noches en la
leera de los Arakida.
Cuando Ots recorra los jardines del santuario, una
brisa imponente y misteriosa silbaba entre los rboles
desnudos. Una delgada columna de humo se alzaba de un
bosquecillo lejano, y Ots pens en Jtar, quien
probablemente estaba limpiando los terrenos con su escoba
de bamb. Se detuvo y sonri, satisfecha de que el
incorregible muchacho se portara bien por fin, aplicndose
con obediencia a sus tareas a una edad en que los
muchachos slo piensan en jugar y divertirse.
Oy un fuerte crujido, como el de una rama arrancada
de un rbol. Cuando lo oy por segunda vez, la joven sujet
con firmeza su carga y corri por el sendero a travs del
bosquecillo, gritando:
Jtar! Jotaro!
Qu? respondi l vigorosamente, y al cabo de un
instante ella oy sus apresuradas pisadas, pero cuando el
chico apareci ante ella se limit a decirle: Ah, eres t.
Crea que estabas trabajando le reconvino Ots con
severidad. Qu ests haciendo con esa espada de
madera? Y adems vestido con tu ropa de faena blanca.
Estaba practicando con los rboles.
Nadie te impide trabajar, pero no aqu, Jtar. Has
olvidado dnde ests? Este jardn simboliza paz y pureza.
Es un lugar sagrado, dedicado a la diosa que es la antecesora
de todos nosotros. Mira ah. No ves que ese letrero dice
que est prohibido causar dao a los rboles o herir o matar
a los animales? Es una vergenza que alguien que trabaja
aqu se dedique a romper ramas con una espada de madera.
S, ya lo s gru l, con una expresin de
resentimiento en el semblante.
Si lo sabes, por qu lo haces? Si el maestro Arakida
te sorprende hacindolo, te vers en un buen aprieto!
No veo que tiene de malo romper ramas muertas. Si
estn muertas no hay ningn motivo para no cortarlas, no
crees?
Te digo que aqu no puedes hacer eso!
Vaya, cunto sabes! Permteme que te haga una
pregunta.
Qu quieres saber?
Si este jardn es tan importante, por qu no lo
cuidan mejor?
Es una vergenza que no lo hagan. Dejar que se
estropee as es como dejar que le crezcan a uno malas
hierbas en el alma.
No sera tan malo si se tratara slo de malas hierbas,
pero mira los rboles. A los alcanzados por el rayo los han
dejado morir, y los derribados por los tifones estn
tendidos donde cayeron. Todo el bosque est lleno de
rboles muertos, los pjaros han picoteado los tejados de
los edificios, que estn llenos de goteras, y nadie arregla
nunca los faroles de piedra cuando se les rompe alguna
parte. Cmo puedes creer que este lugar es importante?
Escucha, Ots, no es el castillo de Osaka blanco y
deslumbrante cuando lo ves desde el mar en Settsu? No
est construyendo Tokugawa Ieyasu castillos ms
esplndidos en Fushimi y otra docena de lugares? No
destellan con sus adornos dorados las casas nuevas de los
daimys y los ricos comerciantes de Kyoto y Osaka? No
dicen los maestros de la ceremonia del t Riky y Kobori
Ensh que incluso una mota de polvo fuera de lugar en el
jardn de la casa de t estropea el sabor del t? Pero este
jardn se est convirtiendo en una ruina. Si las nicas
personas que trabajamos en l somos yo y tres o cuatro
viejos! Y mira lo grande que es.
Jtar! dijo Ots, ponindole la mano bajo la
barbilla y alzndole la cara. No has hecho ms que repetir
palabra por palabra lo que dijo el maestro Arakida en una
clase.
Ah, t tambin la oste?
Naturalmente replic ella en tono de reproche.
Ya, bueno, uno no puede ganar siempre.
Repetir como un loro lo que dice el maestro Arakida
no te servir de nada conmigo. No lo apruebo, aunque lo
que l dice sea correcto.
Tiene razn, sabes? Cuando le oigo hablar, me
pregunto si Nobunaga, Hideyoshi e Ieyasu son realmente
unos hombres tan grandes. Ya s que son importantes, pero
es de veras tan maravilloso dominar el pas cuando tienes
la idea de que eres la nica persona que cuenta en l?
Bueno, Nobunaga y Hideyoshi no eran tan malos
como algunos de los dems. Por lo menos repararon el
palacio imperial de Kyoto e intentaron hacer feliz a la
gente. Aunque slo hicieran esas cosas para justificar su
conducta ante s mismos y los dems, siguen teniendo
mucho mrito. Los shogunes Ashikaga fueron mucho
peores.
Cmo?
Has odo hablar de la guerra de nin, no?
Humm.
Los shogunes Ashikaga eran tan incompetentes que
la guerra civil era constante: unos guerreros luchaban
continuamente con otros para conseguir ms territorio. La
gente ordinaria no tena un momento de paz, y a nadie le
preocupaba lo ms mnimo el conjunto del pas.
Te refieres a esas famosas batallas entre los Yamana
y los Hosokawa?
S... Fue en ese tiempo, hace ms de cien aos,
cuando Arakida Ujitsune lleg a ser sacerdote jefe del
santuario de Ise, y ni siquiera haba suficiente dinero para
continuar las antiguas ceremonias y ritos sagrados. En
veintisiete ocasiones Ujitsune solicit ayuda al gobierno
para reparar los edificios del santuario, pero la corte
imperial era tan pobre y el shogunado tan dbil y los
guerreros estaban tan ocupados derramando sangre que no
les importaba lo que ocurra. Con todo, Ujitsune fue de un
lado a otro, planteando su peticin, hasta que por fin logr
levantar un nuevo santuario. Es una historia triste, verdad?
Pero bien mirado, cuando la gente se hace mayor olvida que
debe la vida a sus antepasados, de la misma manera que
todos nosotros debemos nuestras vidas a la diosa de Ise.
Satisfecho consigo mismo por haber obtenido de Ots
ese largo y apasionado discurso, Jtar dio un salto, riendo
y batiendo palmas.
Quin imita ahora como un loro al maestro Arakida?
Creas que no haba odo antes ese relato, verdad?
Oh, eres imposible! exclam Ots, rindose.
Le habra dado un cachete, pero el fardo que sujetaba se
lo impeda. Sin dejar de sonrer, miraba ferozmente al
chiquillo, el cual se fij por fin en el extrao bulto.
De quin es eso? le pregunt, extendiendo la
mano.
No lo toques! No sabemos de quin es.
No voy a romper nada, slo quiero echar un vistazo.
Apuesto a que las espadas son pesadas. La larga es muy
grande, eh? A Jtar se le haca la boca agua.
Sensei! Con un ruido sordo de sandalias de paja,
una de las doncellas del santuario se acerc corriendo. El
maestro Arakida te llama. Creo que quiere que hagas algo.
Sin detenerse apenas, la muchacha dio media vuelta y
regres corriendo.
Jtar mir a su alrededor en las cuatro direcciones, con
una expresin de perplejidad en el rostro. El sol invernal
brillaba entre los rboles y las ramitas se movan como
pequeas olas. Pareca como si el muchacho hubiera visto
un fantasma entre los espacios iluminados por el sol.
Qu ocurre? le pregunt Ots. Qu ests
mirando?
No es nada replic el muchacho, desalentado.
Cuando esa chica dijo maestro, por un momento cre que
se refera a mi maestro.
Tambin Ots se sinti de repente triste y un poco
enojada. Aunque Jtar haba hecho su observacin con
toda inocencia, por qu haba tenido que mencionar a
Musashi?
A pesar de los consejos de Takuan, la idea de eliminar
de su corazn la aoranza que senta por Musashi era
inconcebible para ella. Takuan careca de sentimientos. En
cierto modo Ots se apiadaba de l por su aparente
desconocimiento del significado del amor.
El amor era como un dolor de muelas. Cuando Ots
estaba ocupada no le molestaba, pero cuando le acometan
los recuerdos experimentaba el impulso de salir de nuevo a
la carretera en su busca, encontrarle, apoyar la cabeza en su
pecho y verter lgrimas de felicidad.
Empez a caminar en silencio. Dnde estaba l? Pens
que de todas las penas que asedian a los seres humanos, sin
duda la ms atormentadora, la ms atroz, la ms dolorosa
era la de no poder ver al hombre por el que una suspira.
Sigui adelante, las lgrimas deslizndose por sus mejillas.
Las pesadas espadas con sus desgastadas guarniciones
no significaban nada para ella. Cmo habra podido saber
que llevaba en sus brazos las pertenencias de Musashi?
Jtar, consciente de que haba cometido alguna
inconveniencia, la segua entristecido a corta distancia.
Entonces, cuando Ots se volvi para cruzar el portal de la
casa de Arakida, el chiquillo corri a su lado y le pregunt:
Ests enfadada por lo que he dicho?
Oh, no, no es nada.
Lo siento, Ots, de veras.
No tienes la culpa. Es que estoy ms bien triste, pero
no te preocupes por ello. Voy a ver qu desea el maestro
Arakida. Vuelve a tu trabajo.
Arakida Ujitomi llamaba a su hogar la Casa del Estudio.
Haba convertido parte del edificio en escuela, a la que
asistan no slo las doncellas del santuario sino tambin
cuarenta o cincuenta nios ms de los tres condados que
pertenecan al santuario de Ise. Intentaba impartir a los
jvenes un tipo de enseanza que por entonces no era muy
popular: el estudio de la historia japonesa antigua, que en
las ciudades y pueblos ms sofisticados se consideraba
irrelevante. La historia antigua del pas tena una ntima
relacin con el santuario de Ise y sus tierras, pero en la
poca actual la gente tenda a confundir el sino de la nacin
con el de la clase guerrera, y lo que ocurri en el pasado
remoto contaba poco. Ujitomi libraba en solitario una
batalla para plantar las simientes de una cultura anterior,
ms tradicional, entre los jvenes de la regin donde estaba
el santuario. Otros afirmaban que las regiones provinciales
no tenan nada que ver con el destino nacional, pero el
punto de vista de Ujitomi era diferente. Si poda explicar el
pasado a los nios locales, exista la posibilidad de que
algn da el espritu de ese pasado medrase como un gran
rbol en el bosque sagrado.
Con perseverancia y dedicacin, cada da hablaba a los
nios de los clsicos chinos y el Registro de Asuntos
Antiguos, la historia ms primitiva de Japn, confiando en
que sus alumnos acabaran por valorar esos libros. Llevaba
haciendo esto ms de diez aos. A su modo de ver,
Hideyoshi poda apoderarse del pas y proclamarse regente,
Tokugawa Ieyasu poda convertirse en el omnipotente
shgun subyugador de los brbaros, pero los nios, al
igual que sus mayores, no deban confundir la estrella
afortunada de un hroe militar con el hermoso sol. Si
trabajaba con paciencia, los jvenes llegaran a comprender
que era la gran diosa del Sol, y no un rudo dictador guerrero,
quien simbolizaba las aspiraciones de la nacin.
Arakida sali de su espaciosa aula con el rostro un poco
sudoroso. Mientras los nios salan como un enjambre de
abejas y corran de regreso a sus casas, una doncella del
santuario le dijo que Ots le estaba esperando.
Algo aturdido, el maestro replic:
Es cierto, la he mandado llamar, verdad? Me haba
olvidado por completo. Dnde est?
Ots estaba fuera de la casa, donde haba permanecido
en pie durante un rato, escuchando la leccin de Arakida.
Aqu estoy le dijo. Me llamabais?
Perdona por haberte hecho esperar. Puedes pasar.
La condujo a su gabinete privado, pero antes de
sentarse, indic los objetos que ella transportaba y le
pregunt qu eran. La joven le explic cmo haban llegado
a su poder. El maestro entrecerr los ojos y mir las
espadas con suspicacia.
Los fieles ordinarios no vendran aqu con cosas as
coment. Y ayer por la tarde no estaban en ese lugar.
Alguien debe de haber saltado por encima del muro durante
la noche. Con una expresin de disgusto, gru: Debe
de ser una broma de algn samurai, pero no me hace gracia.
Pensis en alguien deseoso de sugerir que ha estado
un hombre en la Casa de las Vrgenes?
As es. La verdad es que de eso es de lo que quera
hablarte.
Me afecta de alguna manera?
Mira, no te lo tomes a mal, pero he aqu lo que
sucede. Cierto samurai me ha reconvenido por alojarte en el
mismo dormitorio de las doncellas del santuario. Dice que
me advierte por mi propio bien.
Acaso he hecho algo que tiene consecuencias para
vos?
No hay ningn motivo para que te alteres. Es slo
que..., bueno, ya sabes cmo habla la gente. No te enfades
pero, al fin y al cabo, no eres exactamente una doncella. Has
tenido contacto con hombres y la gente dice que permitir
que una mujer que no es virgen viva con las chicas en la
Casa de las Vrgenes es una mancha para el santuario.
A pesar del tono despreocupado de Arakida, lgrimas
de clera llenaron los ojos de Ots. Era cierto que haba
viajado mucho, que estaba acostumbrada a conocer gente,
que haba deambulado por la vida con su antiguo amor
aferrado a su corazn. Tal vez era natural que la gente la
tomara por una mujer mundana. Sin embargo, que la
acusaran de no ser casta cuando en realidad lo era, resultaba
una experiencia demoledora.
Arakida no pareca conceder mucha importancia al
asunto. Sencillamente le preocupaba que la gente
murmurase, y como era el final del ao y todo eso, como
lo expres l, quera saber si ella se avendra a poner fin a
las clases de flauta y marcharse de la Casa de las Vrgenes.
Ots accedi en seguida, no como una admisin de
culpabilidad, sino porque no haba planeado quedarse y no
quera causar problemas, sobre todo al maestro Arakida. A
pesar de lo resentida que estaba por la falsedad del
chismorreo, se apresur a darle las gracias por la amabilidad
que haba tenido con ella durante su estancia y le dijo que se
marchara aquel mismo da.
No hay tanta prisa le asegur l. Cogi de su
pequea estantera un poco de dinero y lo envolvi en
papel.
Jtar, que haba seguido a Ots, eligi aquel momento
para asomar la cabeza desde la terraza y susurrar:
Si te marchas, ir contigo. De todos modos estoy
cansado de barrer su viejo jardn.
Aqu tienes un pequeo obsequio le dijo Arakida
. No es mucho, pero tmalo para ayudarte en tu viaje.
Le tendi el envoltorio que contena unas monedas de oro.
Ots no quiso tocarlo. Con una expresin de sorpresa,
le dijo que no mereca ninguna paga tan slo por dar unas
lecciones de flauta a las nias. Ms bien era ella quien
debera pagar por la comida y el alojamiento.
No, no podra aceptar dinero de ti, pero si vas a
Kyoto, hay algo que deseara que hicieras por m. Puedes
considerar este dinero como pago de un favor.
Har gustosa lo que me pidis, pero vuestra
amabilidad es suficiente pago.
Arakida se volvi a Jtar.
Por qu no se lo doy a l? El chico podr comprarte
cosas a lo largo del camino.
Gracias dijo Jtar, y se apresur a extender la
mano y aceptar el envoltorio. Como si hubiera tenido una
ocurrencia tarda, mir a Ots y le pregunt: Puedo
cogerlo, no?
Ante el hecho consumado, ella cedi y dio las gracias a
Arakida.
El favor que quiero pedirte, es que entregues un
paquete de mi parte al seor Karasumaru Mitsuhiro, que
vive en el Horikawa de Kyoto. Mientras hablaba, tom
dos rollos de los estantes alineados en la pared. Hace un
par de aos, el seor Karasumaru me pidi que pintara
estos pergaminos, y por fin los he terminado. l se
propone escribir el comentario que acompaa a las
imgenes y ofrecer los pergaminos al emperador. Por ese
motivo no quiero confiarlos a un mensajero o correo
ordinario. Te los llevars y pondrs cuidado para que no
se mojen o ensucien por el camino?
Se trataba de un encargo de inesperada importancia, y
Ots titube al principio. Pero difcilmente poda negarse,
y al cabo de un momento accedi. Entonces Arakida tom
una caja y papel encerado, pero antes de envolver y sellar
los pergaminos dijo:
Tal vez debera ensertelos primero.
Se sent y empez a desenrollar las pinturas en el suelo
ante ellos. Era evidente que estaba orgulloso de su trabajo y
l mismo quera verlo por ltima vez antes de entregarlo.
Ots se qued boquiabierta ante la belleza de los rollos
pintados, y Jtar los mir con los ojos muy abiertos,
agachndose para examinarlos ms de cerca. Puesto que el
comentario an no haba sido escrito, ninguno de ellos saba
cul era la historia representada, pero a medida que Arakida
desenrollaba una escena tras otra, vieron ante ellos un
cuadro de la vida en la antigua corte imperial,
meticulosamente ejecutado con esplndidos colores y
toques de oro en polvo. Eran pinturas en estilo Tosa, que
derivaba del arte clsico japons.
Aunque a Jtar nunca le haban enseando arte, estaba
deslumbrado por lo que vea.
Mire ese fuego exclam. Parece que est
ardiendo de verdad.
No toques la pintura le amonest Ots. Slo
mrala.
Mientras contemplaban extasiados aquella obra de arte,
entr un sirviente y, en voz muy baja, dijo algo a Arakida,
el cual asinti y replic:
Ya veo. Supongo que est bien. Pero, por si acaso,
ser mejor que ese hombre firme un recibo.
Dicho esto, dio al sirviente el fardo y las dos espadas
que Ots le haba trado.
Al enterarse de que su maestra de flauta se marchaba, las
muchachas de la Casa de las Vrgenes se quedaron
desconsoladas. Durante los dos meses que haba pasado
con ellas, haban llegado a considerarla como una hermana
mayor, y cuando se reunieron alrededor de ella sus rostros
estaban sombros.
Es cierto?
Te marchas realmente?
Cundo volvers?
Desde el otro lado del aposento, Jtar grit:
Estoy listo. Por qu tardas tanto?
Se haba quitado la tnica blanca y vesta de nuevo su
habitual kimono corto, con la espada de madera al costado.
De su espalda colgaba en diagonal la caja envuelta en un
pao que contena los pergaminos.
Vaya, qu rapidez! le dijo Ots desde la ventana.
Yo siempre soy rpido! replic Jtar. An
no ests preparada? Por qu tardan tanto las mujeres en
vestirse y hacer el equipaje? Estaba tomando el sol en el
patio, y bostezaba perezosamente. Pero, siendo impaciente
por naturaleza, no haba tardado en aburrirse. An no
has terminado? insisti.
En seguida voy respondi Ots. Ya haba
terminado de hacer el equipaje, pero las chicas no le dejaban
marcharse. Ots intent separarse de ellas, dicindoles con
dulzura: No estis tristes. Vendr a visitaros uno de
estos das. Hasta entonces, cuidaos.
Tena la incmoda sensacin de que eso no era cierto,
pues en vista de lo que haba sucedido, pareca improbable
que regresara jams.
Tal vez las muchachas lo sospechaban. Varias de ellas
estaban llorando. Finalmente, alguna sugiri que
acompaaran a Ots hasta el puente sagrado sobre el ro
Isuzu. Entonces todas se apiaron a su alrededor y la
escoltaron fuera de la casa. Como no vieron a Jtar de
inmediato, ahuecaron las manos a los lados de la boca para
llamarle por su nombre, pero no tuvieron respuesta. Ots,
demasiado acostumbrada a la forma de ser del chiquillo para
que su ausencia le preocupara, les dijo:
Probablemente se ha cansado de esperar y ha
emprendido la marcha solo.
Qu chico tan desagradable! exclam una de las
muchachas.
Otra mir de repente a Ots y le pregunt:
Es tu hijo?
Mi hijo? Cmo se te ha ocurrido tal cosa? No
tendr los veintiuno hasta el ao que viene! Acaso parezco
lo bastante mayor para tener un hijo tan mayor?
No, pero alguien dijo que era tuyo.
Ots record su conversacin con Arakida y se
ruboriz. Entonces se consol dicindose que poco
importaba lo que la gente dijese mientras Musashi tuviera
fe en ella.
En aquel momento Jtar lleg corriendo.
Eh, qu ocurre? dijo con mala cara. Primero me
haces esperar tanto tiempo y luego te marchas sin m!
Pero no estabas donde debas estar seal Ots.
Podras haberme buscado, no? All, en la carretera
de Toba, he visto a un hombre que se pareca un poco a mi
maestro. Corr a ver si se trataba realmente de l.
Alguien que se pareca a Musashi?
S, pero no era l. Fui hasta aquella hilera de rboles y
mir bien al hombre desde atrs, pero no poda tratarse de
Musashi. Quienquiera que fuese, cojeaba.
Siempre ocurra lo mismo cuando Ots y Jtar
viajaban. No pasaba un solo da sin que experimentaran un
destello de esperanza, seguido de decepcin. Adondequiera
que fuesen, vean a alguien que les recordaba a Musashi...,
el hombre que pasaba junto a la ventana, el samurai en el
barco que acababa de zarpar, el rnin a caballo, el entrevisto
pasajero en un palanqun. Llenos de esperanza, corran para
asegurarse, y al final se miraban mutuamente, abatidos. Eso
haba ocurrido docenas de veces.
Por este motivo, Ots no estaba tan alterada como
podra haberlo estado en otras circunstancias, aunque
Jtar pareca alicado. Ella se ri del incidente y le dijo:
Es una pena que te hayas equivocado, pero no te
enfades conmigo por haber partido sin ti, pues pens que te
encontrara en el puente. Sabes? Todo el mundo dice que si
empiezas un viaje de mal humor, estars enojado durante
todo el camino. Anda, hagamos las paces.
Aunque pareca satisfecho, Jtar se volvi y dirigi
una ruda mirada a las muchachas que les seguan.
Qu estn haciendo aqu? le pregunt. Vienen
con nosotros?
Claro que no. Slo estn tristes por mi marcha, y son
tan amables de escoltarnos hasta el puente.
Oh, s, son muy amables, desde luego dijo Jtar,
imitando a Ots y haciendo rer a todas.
Ahora que l se haba unido al grupo, la angustia de la
partida remiti y las chicas recobraron su animacin.
Ots le dijo una de ellas, ests siguiendo una
direccin equivocada. se no es el camino del puente.
Lo s replic Ots en voz baja.
Haba girado hacia el portal Tamagushi para presentar
sus respetos en el santuario interior. Bati palmas una sola
vez, inclin la cabeza hacia el lugar sagrado y permaneci en
una actitud de plegaria silenciosa durante unos momentos.
Ay, ya veo murmur Jtar. No cree que deba
marcharse sin despedirse de la diosa. Se conform con
observar desde cierta distancia, pero las muchachas
empezaron a darle codazos y preguntarle por qu no segua
el ejemplo de Ots. Yo? pregunt el chiquillo con
incredulidad. No quiero inclinarme ante ningn viejo
santuario.
No deberas decir eso. Algn da recibirs tu castigo.
Me sentira como un tonto haciendo esas reverencias.
Por qu es una tontera presentar tus respetos a la
diosa del Sol? No es como una de esas deidades menores
que adoran en las ciudades.
Ya lo s.
Bueno, entonces, por qu no le presentas tus
respetos?
Porque no quiero!
Te gusta llevar la contraria, eh!
Callaos todas vosotras, hembras locas!
Las muchachas lanzaron a coro una exclamacin,
consternadas por la rudeza del chiquillo.
Qu monstruo! dijo una de ellas.
Por entonces Ots haba terminado de hacer sus
reverencias y regresaba hacia ellos.
Qu ha ocurrido? pregunt. Parecis irritadas.
Nos ha llamado hembras locas, slo porque
intentamos que se inclinara ante la diosa.
Mira, Jtar, sabes que eso no est bien le
amonest Ots. Realmente deberas decir una plegaria.
Para qu?
No dijiste acaso que cuando creas que Musashi
estaba a punto de morir a manos de los sacerdotes de
Hzin, alzaste las manos y rezaste tan fuerte como
pudiste? Por qu no puedes rezar aqu tambin?
Pero..., bueno, estn todas mirando.
De acuerdo, nos daremos la vuelta para no verte.
Todas dieron la espalda al muchacho, pero Ots mir
brevemente por encima del hombro. El chico se dirigi
obedientemente al portal Tamagushi. Cuando lleg, se
coloc ante el santuario y, de una manera muy juvenil, hizo
una reverencia profunda y rpida como el rayo.
El molinillo
Musashi estaba sentado en la estrecha terraza de una casa
de comidas al lado del mar. La especialidad del
establecimiento eran los caracoles marinos, que servan
hirviendo en sus caparazones. Dos buceadoras, con cestos
de marisco recin cogido en los brazos, y un barquero
estaban cerca de la terraza. Mientras el barquero le instaba a
que diera una vuelta por las islas frente a la costa, las dos
mujeres procuraban convencerle de que tena que llevarse,
adondequiera que fuese, unos caracoles marinos.
Musashi estaba muy ocupado, tratando de quitarse del
pie el vendaje manchado de pus. Tras haber sufrido
intensamente a causa de su herida, apenas poda creer que
tanto la fiebre como la hinchazn hubieran desaparecido
por fin. El pie haba recuperado su tamao normal, y
aunque la piel estaba blanca y arrugada, slo le dola
ligeramente.
Despidi al barquero y a las buceadoras con un gesto de
la mano, apoy el pie delicado en la arena y se dirigi a la
orilla para lavarlo. Regres a la terraza y esper a la
muchacha de la casa de comidas, a quien haba enviado a
comprarle calcetines de cuero y sandalias. Cuando tuvo el
nuevo calzado en su poder, se lo puso y dio unos pasos
con cautela. Todava cojeaba un poco, pero no era nada en
comparacin con su cojera anterior.
El viejo que cocinaba los caracoles alz la vista.
El hombre del transbordador te est llamando. No
tenas intencin de ir a minato?
S. Creo que hay un barco que va regularmente desde
aqu a Tsu.
As es, y tambin hay barcos con destino a Yokkaichi
y Kuwana.
Cuntos das faltan para el fin de ao?
El viejo se ech a rer.
Te envidio le dijo. Est claro que no tienes
ninguna deuda que pagar antes del nuevo ao. Hoy estamos
a veinticuatro.
Slo? Crea que era ms tarde.
Qu hermoso es ser joven!
Camino del embarcadero, Musashi sinti el impulso de
echar a correr, de alejarse cada vez ms rpido. El cambio de
invlido a sano le haba animado, pero lo que le haca
sentirse mucho ms feliz era la experiencia espiritual que
haba tenido aquella maana.
El transbordador ya estaba lleno, pero logr hacerse
sitio. Al otro lado de la baha, en minato, subi a una
embarcacin mayor con destino a Owari. Las velas se
hincharon y el barco se desliz por la superficie cristalina
de la baha de Ise. Musashi, apiado con los dems
pasajeros, contemplaba el paisaje a su izquierda: el viejo
mercado, Yamada y la carretera de Matsuzaka. Si visitara
Matsuzaka tendra ocasin de conocer al prodigioso
espadachn Mikogami Tenzen, pero no iba a hacerlo, pues
crea que era demasiado pronto para ello. Desembarc en
Tsu como haba planeado.
Apenas haba desembarcado cuando repar en un
hombre que caminaba delante de l con una barra corta
sujeta bajo el cinto. Envuelta alrededor de la barra haba una
cadena con una bola en su extremo. El hombre tambin
llevaba una espada corta en una funda de cuero. Pareca
tener poco ms de cuarenta aos. Su rostro, oscuro como el
de Musashi, estaba picado de viruela, y tena el cabello con
visos rojizos recogido atrs en un moo.
Podra haber sido tomado por un saqueador, de no
haber sido por el muchacho que le segua. Tena ambas
mejillas negras de holln y acarreaba una almdena. Era con
toda evidencia un aprendiz de herrero.
Esprame, maestro!
Vamos, muvete!
Me haba dejado el martillo en el barco.
As que te dejas por ah las herramientas con las que
te ganas la vida, eh?
He vuelto atrs y ya la tengo.
Y supongo que por eso te sientes orgulloso de ti
mismo. La prxima vez que te olvides algo te partir el
crneo!
Maestro... le suplic el muchacho.
Calla!
No podemos pasar la noche en Tsu?
An queda mucha luz del da. Podemos llegar a casa a
la cada de la noche.
De todos modos, me gustara hacer un alto en algn
sitio. Ya que estamos de viaje, podramos disfrutarlo.
No digas tonteras!
La calle que llevaba al centro del pueblo estaba llena de
tiendas de recuerdos e infestada de pregoneros de fondas, al
igual que en otras poblaciones portuarias. El aprendiz
volvi a perder de vista a su amo y busc entre la
muchedumbre, preocupado, hasta que el hombre sali de
una juguetera con un pequeo molinillo de vivos colores.
Iwa! llam al muchacho.
S, seor.
Lleva esto. Y ten cuidado, que no se rompa! Pntelo
en el cuello del kimono.
Es un recuerdo para el beb?
Humm gru el hombre.
Tras haber estado ausente varios das, haciendo un
trabajo, le ilusionaba ver la sonrisa de la criatura cuando le
diera el juguete.
Casi pareca como si aquellos dos fuesen en la misma
direccin que Musashi. Cada vez que tena intencin de
doblar una esquina, ellos se le adelantaban y la doblaban
primero. Musashi pens que aquel herrero era
probablemente Shishido Baiken, pero no poda estar
seguro, por lo que improvis una pequea estrategia para
confirmarlo. Fingiendo que no reparaba en ellos, les
adelant durante un rato, y luego volvi a quedarse atrs,
escuchando subrepticiamente. Atravesaron la poblacin
fortificada y se dirigieron al camino de montaa de Suzuka,
la ruta ms probable que Baiken tomara para ir a su casa.
Uniendo esto a los retazos de conversacin que haba odo,
Musashi lleg a la conclusin de que se trataba, en efecto,
de Baiken.
Se haba propuesto ir directamente a Kyoto, pero aquel
encuentro casual resultaba demasiado tentador. Se acerc a
ellos y, en un tono amistoso, pregunt:
Vais de regreso a Umehata?
El hombre respondi con brusquedad.
S, voy a Umehata. Por qu?
Me preguntaba si seras Shishido Baiken.
Lo soy. Y quin eres t?
Me llamo Miyamoto Musashi y soy un guerrero
estudiante. Hace poco fui a tu casa en Ujii y conoc a tu
esposa. Me parece que el destino nos ha reunido aqu.
T crees? replic Baiken. De repente su rostro
reflej comprensin. Eres t el hombre que se alojaba en
la posada de Yamada, el que quera un encuentro de esgrima
conmigo?
Cmo lo has sabido?
Enviaste a alguien a la casa de Arakida para que me
buscara, no es cierto?
S.
Estaba haciendo unos trabajos para Arakida, pero no
me qued en la casa, sino que tom prestado un taller en el
pueblo. Era una tarea que nadie ms poda hacer.
Comprendo. Tengo entendido que eres un experto
con la hoz de cadena y bola.
Ja, ja! Pero dices que has conocido a mi esposa?
S, y me ense una de las posiciones Yaegaki.
Bien, eso debera bastarte. No hay motivo para que
me sigas. Naturalmente, podra ensearte mucho ms de lo
que ella te ha mostrado, pero en cuanto lo vieras, estaras en
camino hacia un mundo diferente.
La mujer de Baiken haba causado a Musashi una
impresin de altanera, pero la autntica arrogancia era la de
aquel hombre. Por lo que ya haba visto, estaba bastante
seguro de que poda enfrentarse a l, pero decidi ser
prudente y no precipitarse. Takuan le haba enseado la
primera leccin de su vida, a saber, que en el mundo existen
muchos hombres tal vez mejores que uno mismo, una
leccin reforzada por sus experiencias en el Hzin y el
castillo de Koyagy. Antes de permitir que su orgullo y su
confianza le hicieran subestimar a un adversario, quera
evaluarlo desde todos los ngulos posibles. Mientras
sentaba las bases, se mantendra sociable, aunque en
ocasiones esto pudiera hacer creer a su contrario que era
cobarde o servil.
Con un aire de respeto adecuado a su juventud,
respondi as a la despectiva observacin de Baiken:
Comprendo. Realmente he aprendido mucho de tu
esposa, pero ya que he tenido la buena suerte de
encontrarte, te agradecera que me informaras ms sobre el
arma que utilizas.
Si todo lo que deseas es hablar, por m no hay
inconveniente. Te alojars en la posada al lado de la
barrera?
S, eso es lo que pensaba hacer, a menos que tengas la
amabilidad de dejarme pasar otra noche en tu casa.
Puedes quedarte si ests dispuesto a dormir en la
herrera con Iwa. Pero mi casa no es una fonda y no
tenemos suficientes ropas de cama.
Se pona el sol cuando llegaron al pie del monte Suzuka.
El pueblecito, bajo las nubes rojizas, pareca plcido como
un lago. Iwa se adelant corriendo para anunciar su llegada,
y cuando llegaron a la casa, la esposa de Baiken estaba
esperando bajo los aleros, con el nio en un brazo y el
molinillo en la otra mano.
Mira, mira, mira! le arrullaba. Pap estaba lejos,
pap ha vuelto. Mira, ah est.
En un abrir y cerrar de ojos, pap dej de ser el eptome
de la arrogancia y en sus labios apareci una sonrisa
paternal.
Hola, muchacho, aqu est pap barbot, alzando
la mano y moviendo los dedos como si bailaran.
Marido y mujer desaparecieron en el interior y se
sentaron. Slo hablaban del nio y los asuntos domsticos,
sin prestar la menor atencin a Musashi.
Finalmente, cuando la cena estaba preparada, Baiken se
acord de su invitado.
Ah, s, dale a ese hombre algo de comer le dijo a su
mujer.
Musashi estaba sentado en el suelo de tierra de la
herrera, calentndose ante la fragua. Ni siquiera se haba
quitado las sandalias.
Estuvo aqu el otro da y pas la noche dijo la
mujer, malhumorada. Puso sake a calentar en el hogar
delante de su marido.
Tomas sake, joven? pregunt Baiken.
No me disgusta.
Toma una taza.
Gracias. Acercndose al umbral de la sala donde
estaba el hogar, Musashi acept una taza del brebaje local y
se la llev a los labios. Tena un sabor agrio. Despus de
tomarlo, ofreci la taza a Baiken, dicindole: Permteme
que te sirva una taza.
No te preocupes, tengo una. Mir a Musashi un
instante y le pregunt: Qu edad tienes?
Veintids.
De dnde eres?
De Mimasaka.
Los ojos de Baiken, que se haban desviado a otro lado,
volvieron a posarse en Musashi y le examinaron de la
cabeza a los pies.
Veamos, lo has mencionado hace un momento. Tu
nombre... Cmo te llamas?
Miyamoto Musashi.
Cmo escribes Musashi?
Con los mismos caracteres que Takez.
Entr la esposa y dej sopa, encurtidos, palillos y un
cuenco de arroz sobre la estera de paja delante de Musashi.
Come! le dijo sin ceremonia.
Gracias replic Musashi.
Baiken esper unos instantes y, como si hablara
consigo mismo, dijo:
El sake ya est caliente. Sirvi a Musashi otra taza
y le pregunt con naturalidad: Significa eso que de ms
joven te llamaban Takez?
S.
An te llamaban as cuando tenas unos diecisiete
aos?
S.
Cuando tenas ms o menos esa edad no estuviste
por casualidad en la batalla de Sekigahara con otro
muchacho que tendra los mismos aos?
Ahora le toc a Musashi el turno de sorprenderse.
Cmo lo has sabido? le pregunt lentamente.
Oh, s muchas cosas. Tambin yo estuve en
Sekigahara.
Al or esto, Musashi se sinti mejor dispuesto hacia el
hombre. Tambin Baiken pareci de repente ms amistoso.
Ya me pareca que te haba visto en alguna parte
dijo el herrero. Supongo que coincidimos en el campo de
batalla.
Tambin estabas en el campamento de Ukita?
Por entonces viva en Yasugawa, y fui a la guerra con
un grupo de samurais de ese lugar. Estuvimos en el frente,
en primera lnea.
En ese caso, probablemente nos vimos entonces.
Qu ha sido de tu amigo?
No he vuelto a verle.
Desde la batalla?
No exactamente. Nos alojamos durante algn tiempo
en una casa de Ibuki, esperando que mis heridas se curasen.
Entonces nos separamos, y no he vuelto a verle.
Baiken hizo saber a su esposa que se haban quedado
sin sake. Ella ya estaba en cama con el beb.
No hay ms respondi.
Quiero ms. Ahora mismo!
Por qu tienes que beber tanto precisamente esta
noche?
Estamos teniendo una charla interesante y
necesitamos ms sake.
Pues ya no queda.
Iwa! llam Baiken a travs de la delgada pared de
tablas en un ngulo de la herrera.
Qu deseas, seor? dijo el muchacho. Abri la
puerta y asom la cabeza, agachndose, porque el dintel era
muy bajo.
Ve a casa de Onosaku y pdele prestada una botella
de sake.
Musashi ya haba bebido lo suficiente.
Si no te importa, empezar a comer le dijo,
empuando los palillos.
No, no, espera replic Baiken, y se apresur a
coger la mueca de Musashi. No es momento de comer.
Ahora que he enviado al chico en busca de sake, toma un
poco ms.
Si lo haces por m, no deberas haberte molestado. No
creo que pueda tomar una sola gota ms.
Venga, hombre insisti Baiken. Dijiste que
queras saber ms sobre la hoz de cadena y bola. Te dir
todo cuanto s, pero bebamos un poco mientras hablamos.
Cuando Iwa regres con el sake, Baiken verti un poco
en un recipiente para calentarlo, lo coloc en el fuego y
habl largo y tendido sobre la hoz de cadena y bola y las
maneras de usarla ventajosamente en combate. Dijo a
Musashi que lo mejor de aquella arma era que, al contrario
que una espada, no daba al enemigo tiempo para
defenderse. Adems, antes de atacar directamente al
enemigo era posible arrebatarle su arma con la cadena. Un
lanzamiento hbil de la cadena, un fuerte tirn y el enemigo
se quedaba sin espada.
Todava sentado, Baiken le demostr una postura.
Mira, sostienes la hoz con la mano izquierda y la
bola con la derecha. Si el enemigo viene hacia ti, le atacas
con la hoja y entonces le lanzas la bola a la cara. sta es una
de las maneras. Cambi de posicin y sigui diciendo:
Ahora bien, en este caso, cuando hay cierto espacio entre t
y el enemigo, le arrebatas el arma con la cadena. No importa
qu clase de arma sea, espada, lanza, palo, cualquier cosa.
Baiken sigui hablando, infatigable, le explic a
Musashi las maneras de arrojar la bola, le habl de las diez
o ms tradiciones orales referentes a la bola, del parecido de
la cadena con una serpiente, de la posibilidad, alternando de
un modo inteligente los movimientos de la cadena y la hoz,
de crear ilusiones pticas y hacer que la defensa del
enemigo actuara en detrimento suyo, de los modos secretos
de utilizar el arma.
Musashi estaba fascinado. Cuando le hablaban de tales
cosas, escuchaba con todo su cuerpo, ansioso de absorber
hasta el ltimo detalle.
La cadena, la hoz, dos manos...
Mientras escuchaba, en su mente se formaban las
semillas de otros pensamientos. La espada puede usarse
con una sola mano, pero un hombre tiene dos manos...
La segunda botella de sake estaba vaca. Baiken haba
bebido mucho, pero era bastante ms lo que haba hecho
beber a Musashi, el cual haba sobrepasado en gran medida
su lmite y estaba ms borracho de lo que haba estado
jams hasta entonces.
Eh, despierta! le grit Baiken a su esposa. Deja
que nuestro husped duerma ah. T y yo podemos dormir
en la habitacin del fondo. Ve a extender el futn.
La mujer no se movi.
Levntate! le orden Baiken alzando ms la voz
. Nuestro husped est cansado. Djale acostarse.
Ahora la mujer tena los pies calientes, y levantarse
sera incmodo.
Dijiste que poda dormir en la herrera con Iwa
musit.
Basta de chchara. Haz lo que te digo!
La mujer se levant enojada y fue con paso airado a la
habitacin del fondo. Baiken cogi en brazos al nio
dormido y dijo:
El futn es viejo, pero tienes el fuego al lado. Si ests
sediento, hay agua caliente sobre el hogar para el t.
Acustate y ponte cmodo. Tambin l se dirigi a la
habitacin del fondo.
Cuando la mujer volvi para cambiar las almohadas, el
mal humor haba desaparecido de su semblante.
Mi marido tambin ha bebido mucho y
probablemente est cansado de su viaje le dijo. Dice
que dormir hasta tarde, por lo que puedes ponerte cmodo
y dormir todo cuanto quieras. Maana te preparar un buen
desayuno caliente.
Gracias dijo Musashi, pues no se le ocurri nada
ms que decir. Estaba deseando quitarse los calcetines de
cuero y el manto. Muchsimas gracias.
Se meti bajo el edredn todava caliente, pero su
propio cuerpo estaba an ms caliente a causa de la bebida.
La mujer se qued un momento en el umbral, mirndole,
y entonces apag la vela y le dio las buenas noches.
Musashi se senta como si tuviera una prieta faja de
acero alrededor de la cabeza. Las sienes le latan
dolorosamente. Se pregunt por qu haba bebido mucho
ms de lo habitual. A pesar de lo mal que se encontraba, no
poda dejar de pensar en Baiken. Por qu el herrero, que
tan poco amable se mostr al principio, de repente se haba
vuelto amistoso, e incluso envi al aprendiz en busca de
ms sake? Por qu su desagradable esposa se haba vuelto
de sbito dulce y solcita? Por qu le haban cedido aquella
cama clida?
Todo ello pareca inexplicable, pero antes de que
Musashi hubiese resuelto el misterio, se amodorr. Cerr
los ojos, aspir hondo varias veces y se cubri con el
edredn. Slo su frente sobresala, iluminada de vez en
cuando por el chisporroteo del hogar. Poco a poco su
respiracin se hizo profunda y regular.
La esposa de Baiken se retir sigilosamente a la
habitacin del fondo. El movimiento de sus pies sobre el
tatami produca un leve sonido de adherencia.
Musashi tuvo un sueo, o ms bien un fragmento de
sueo que se repeta. Un recuerdo infantil revoloteaba por
encima de su cerebro dormido como un insecto, tratando, al
parecer, de escribir algo en caracteres luminosos. Oy las
palabras de una nana.
Durmete, durmete.
Los nios que duermen son dulces...
Estaba en su casa de Mimasaka, oyendo la nana que la
esposa del herrero haba cantado en el dialecto de Ise. l era
un beb en los brazos de una mujer de piel clara y unos
treinta aos..., su madre... Aquella mujer tena que ser su
madre. Estaba junto al seno materno y alzaba los ojos hacia
el rostro blanco.
...traviesos. Y tambin hacen llorar a sus madres...
Mecindole en sus brazos, su madre cantaba suavemente.
Su cara delgada y de buena casta tena una leve tonalidad
azulada, como una flor de peral. Haba una pared, un largo
muro de piedra, sobre el que estaba colocada una heptica,
y un muro de tierra por encima del cual las ramas se
oscurecan con la proximidad de la noche. Las lgrimas
brillaban en las mejillas de la madre, y el beb las
contemplaba extraado.
Vete! Vuelve a tu hogar!
Era la voz amenazante de Munisai, procedente del
interior de la casa. Y sus palabras eran una orden. La madre
de Musashi se levant lentamente. Ech a correr por un
largo malecn de piedra. Gimiendo, entr en el ro y vade
hacia el centro.
El beb, incapaz de hablar, se agitaba en los brazos de
su madre, trataba de decirle que ms adelante acechaba el
peligro. Cuanto ms se mova, tanto ms fuerte le apretaba
ella. Su mejilla hmeda restregaba la suya.
Takez le dijo, eres el hijo de tu padre o de tu
madre?
Munisai grit desde la orilla. La madre se hundi bajo la
superficie del ro. El beb fue a parar a la orilla pedregosa,
donde qued tendido, llorando con toda la fuerza de sus
pulmones, entre prmulas en flor.
Musashi abri los ojos. Cuando empez a dormirse de
nuevo, una mujer su madre?, otra? se entrometi en
el sueo y le despert de nuevo. Musashi no recordaba el
aspecto de su madre. A menudo pensaba en ella, pero no
habra podido dibujar su rostro. Cada vez que vea otra
madre, pensaba que quiz la suya propia haba tenido el
mismo aspecto.
Por qu esta noche?, pens.
El efecto del sake se haba disipado. Abri los ojos y
contempl el techo. Entre la negrura del holln haba una luz
rojiza, el reflejo de las brasas en el hogar. Su mirada se pos
en el molinillo suspendido del techo, encima de l. Repar
tambin en que el olor de la madre y el nio permaneca an
bajo el edredn. Con un vago sentimiento de nostalgia,
yaci semidormido, la mirada fija en el molinillo.
El molinillo empez a girar lentamente. No haba nada
extrao en ello, pues estaba hecho para girar, pero..., pero
no a menos que soplara la brisa! Musashi empez a
levantarse, y entonces se detuvo y escuch atentamente.
Oy el tenue sonido de una puerta que alguien deslizaba
con cuidado hasta cerrarla. El molinillo dej de girar.
Musashi apoy de nuevo la cabeza en la almohada y
trat de imaginar qu estaba ocurriendo en la casa. Era como
un insecto bajo una hoja que tratara de adivinar el tiempo
que haca arriba. Todo su cuerpo perciba el ms ligero
cambio en su entorno, sus nervios sensitivos estaban
absolutamente tensos. Musashi saba que su vida corra
peligro, pero por qu?
Es esto una guarida de ladrones?, se pregunt al
principio. Pero no poda ser, porque si fuesen ladrones
profesionales, sabran que l no posea nada de valor. Me
guarda ese hombre rencor? Eso tampoco pareca posible,
pues Musashi estaba del todo seguro que nunca haba visto
a Baiken hasta entonces.
A pesar de que no poda imaginar un motivo, notaba en
la piel y los huesos que alguien o algo estaba amenazando
su vida. Tambin saba que, fuera lo que fuese, estaba muy
cerca. Tena que decidir rpidamente si segua tendido y
esperaba a que llegara, o se adelantaba y desapareca de all.
Desliz la mano por encima del umbral y palp el suelo
de la herrera en busca de sus sandalias. Se calz primero
una y luego la otra, bajo el edredn, y sali por el extremo
inferior de la yacija.
El molinillo empez a girar de nuevo. A la luz del fuego,
se mova como una flor embrujada. Haba pisadas
levemente audibles tanto fuera como dentro de la casa. Con
suma cautela, Musashi junt las ropas de cama, dndoles la
forma aproximada de un cuerpo humano.
Bajo la cortinilla que colgaba del marco de la puerta
aparecieron dos ojos, pertenecientes a un hombre que
reptaba con su espada desenvainada. Otro, provisto de una
lanza y pegado a la pared, se desliz hasta el pie del futn.
Los dos miraron las ropas de cama, aguzando el odo para
percibir la respiracin del durmiente. Entonces, como una
nube de humo, un tercer hombre salt adelante. Era Baiken,
con la hoz en la mano izquierda y la bola en la derecha.
Las miradas de los tres hombres convergieron y
sincronizaron sus respiraciones. El hombre que estaba a la
cabecera del futn dio una patada a la almohada, y el que
estaba al pie, salt al espacio de la herrera y dirigi su
lanza hacia la forma acostada.
Manteniendo la hoz a su espalda, Baiken grit:
Arriba, Musashi!
No hubo respuesta ni movimiento alguno procedente de
la yacija.
El hombre de la lanza retir el edredn.
No est aqu! grit.
Baiken, confuso, lanz una mirada a su alrededor y vio
que el molinillo giraba rpidamente.
Hay una puerta abierta en alguna parte!
Pronto otro hombre grit airado. La puerta de la herrera
que daba a un sendero que rodeaba la parte posterior de la
casa estaba abierta unos tres pies, y por la abertura
penetraba un viento cortante.
Ha salido por aqu!
Qu estn haciendo esos idiotas? exclam Baiken,
corriendo al exterior.
Desde debajo de los aleros y de entre las sombras salan
unas formas negras.
Maestro! Ha salido todo bien? inquiri una voz
excitada.
Baiken rebosaba de ira.
Qu quieres decir, idiota? Por qu crees que te he
puesto ah para vigilar? Se ha ido! Tiene que haber pasado
por aqu.
Se ha ido? Cmo puede haber salido?
Y t me lo preguntas? Asno estpido! Baiken
regres al interior de la casa y fue de un lado a otro
nerviosamente. Slo puede haberse ido por dos sitios: o
bien ha subido al vado de Suzuka o bien ha regresado a la
carretera de Tsu. En cualquiera de los dos casos, no puede
haber ido lejos. ID a por l!
Qu camino crees que ha seguido?
Uf! Yo ir hacia Suzuka. Vosotros cubrid la
carretera de abajo!
Los hombres de dentro se sumaron a los de fuera,
formando un grupo abigarrado de unos diez, todos ellos
armados. Uno de ellos, provisto de un mosquete, pareca un
cazador. Otro, con una espada corta, era probablemente un
leador.
Cuando partan, Baiken les grit:
Si le encontris, disparad el mosquete, y luego
reunos todos.
Se alejaron velozmente, pero ms o menos al cabo de
una hora regresaron dispersos, atemorizados y hablando
con desaliento entre ellos. Esperaban una reprimenda por
parte de su jefe, pero al llegar a la casa encontraron a Baiken
sentado en el suelo de la herrera, con los ojos bajos y el
semblante inexpresivo.
Cuando intentaron animarle, les dijo:
Ahora es intil llorar por ello. Buscando la manera
de desahogar su ira, cogi un trozo de madera quemada y lo
rompi bruscamente sobre una rodilla.
Traed sake! Quiero beber. Removi el fuego de
nuevo y ech ms lea.
La esposa de Baiken, que trataba de tranquilizar al beb,
le record que no haba ms sake. Uno de los hombres se
ofreci a traerlo de su casa, cosa que hizo con diligencia.
Pronto el brebaje estuvo caliente y circularon las tazas.
La conversacin era espordica y sombra.
Me pone furioso.
Ese asqueroso bastardo!
Su vida est protegida por algn ensalmo, no me cabe
duda.
No te preocupes ms, maestro. Has hecho todo lo
que podas. Los hombres que estaban afuera han fracasado.
Los aludidos pidieron disculpas, avergonzados.
Intentaron emborrachar a Baiken, a fin de que pudiera
dormir, pero l se qued all sentado, cejijunto por el
amargor del sake, pero sin reprender a nadie por el fracaso.
Finalmente dijo:
No debera haberle dado tanta importancia y pedir a
tantos de vosotros que me ayudarais. Yo mismo podra
haberme encargado de l, pero me pareci que sera mejor
tener cuidado. Al fin y al cabo, mat a mi hermano, y
Tsujikaze Temma no era un mal luchador.
Es posible que ese rnin sea realmente el muchacho
que se escondi en casa de Ok hace cuatro aos?
Debe de serlo. Estoy seguro de que el espritu de mi
hermano muerto le ha trado aqu. Al principio esa idea no
me pas por la cabeza, pero entonces me dijo que haba
estado en Sekigahara y que antes se llamaba Takez. Tiene
la edad y el tipo apropiados para ser la persona que mat a
mi hermano. S que fue l.
Vamos, maestro, no pienses ms en ello esta noche.
Acustate y duerme un poco.
Todos le ayudaron a acostarse. Alguien recogi la
almohada que haban lanzado por el aire de una patada y la
coloc bajo su cabeza. En cuanto Baiken cerr los ojos, la
clera que le haba llenado fue sustituida por sonoros
ronquidos.
Los hombres intercambiaron gestos de asentimiento y
se retiraron, dispersndose en la niebla de la madrugada.
Todos ellos eran chusma, subordinados o saqueadores
como Tsujikaze Temma de Ibuki y Tsujikaze Khei de
Yasugawa, que ahora se haca llamar Shishido Baiken. O
bien eran parsitos al pie de la escala en la sociedad abierta.
Obligados por los tiempos cambiantes, se haban
convertido en granjeros, artesanos o cazadores, pero an
tenan dientes que estaban prestos a hincarse en personas
honradas cuando surgiera la oportunidad.
Los nicos sonidos en la casa eran los que producan los
habitantes de la casa dormidos y el mordisqueo de una rata
de campo.
En el rincn del pasadizo que conectaba el taller y la
cocina, junto a un gran horno de tierra, haba un montn de
lea. Por encima colgaba un paraguas y pesadas capas
pluviales de paja. En las sombras entre el horno y la pared,
una de las capas de paja se movi, lenta y silenciosamente,
avanzando pared arriba hasta que qued colgada de un
clavo.
De repente la oscura figura de un hombre pareci salir
de la misma pared, Musashi no se haba alejado un solo
paso de la casa. Tras salir de debajo del edredn, abri la
puerta de la herrera y luego se mezcl con la lea, bajando
la capa de lluvia para cubrirse mejor.
Cruz en silencio la herrera y mir a Baiken. Pens que
tena adenoides, pues los ronquidos eran descomunales. La
situacin le pareci cmica, y sus labios dibujaron una
sonrisa.
Permaneci all un momento, pensando. Desde todos
los puntos de vista, haba ganado aquel encuentro con
Baiken. La victoria era indiscutible. No obstante, el hombre
acostado all era el hermano de Tsujikaze Temma y haba
intentado asesinarle para consolar al espritu de su difunto
hermano..., un sentimiento admirable para un simple
saqueador.
Deba Musashi acabar con l? Si le dejaba con vida,
seguira buscando una oportunidad de vengarse, y no haba
duda de que lo ms seguro sera matarle all mismo sin ms
dilacin. Pero segua pendiente la cuestin de si aquel
hombre mereca que se tomara la molestia de matarlo.
Reflexion durante un rato y por fin dio con lo que
pareca la solucin correcta. Fue a la pared a los pies de
Baiken y descolg una de las armas del herrero. Mientras
extraa la hoja del surco, examin el rostro del durmiente.
Entonces, envolviendo un papel hmedo alrededor de la
hoja, la coloc cuidadosamente sobre el cuello de Baiken.
Retrocedi y contempl su obra.
El molinillo tambin dorma. Musashi pens que, de no
ser por la envoltura de papel, el juguete podra despertarse
por la maana y girar frenticamente a la vista de la cabeza
de su dueo cada desde la almohada.
Cuando Musashi mat a Tsujikaze Temma, tena una
razn para hacerlo y, en cualquier caso, an arda en l la
fiebre de la batalla. Pero no tena nada que ganar
arrebatando la vida del herrero. Y, quin poda saberlo? Si
le mataba, el dueo infantil del molinillo podra pasarse la
vida tratando de vengar el asesinato de su padre.
Aquella fue una noche en la que Musashi pens mucho
en sus padres. All, al lado de la familia dormida, sinti un
poco de envidia. Notaba en el aire el leve aroma dulzn de
la leche materna. Incluso se sinti un poco reacio a
marcharse.
Les habl en su corazn: Siento haberos molestado.
Dormid bien. Sigilosamente abri la puerta principal y
sali.
El caballo volador
Era ya noche cerrada cuando Ots y Jtar llegaron a la
barrera. Se alojaron en una fonda y reanudaron su viaje
antes de que se hubiera disipado la niebla matinal. Desde el
monte Fudesute, se dirigieron a Yonkenjaya, donde
empezaron a notar el calor del sol naciente en sus espaldas.
Qu hermoso! exclam Ots, detenindose a
contemplar el gran disco dorado.
La joven pareca llena de nimo y esperanza. Era uno de
esos momentos maravillosos en los que todos los seres
vivos, incluso las plantas y los animales, no pueden por
menos que experimentar satisfaccin y orgullo por su
existencia aqu en la tierra.
Somos los primeros en la carretera coment Jtar
con evidente placer. Ni un alma delante de nosotros.
Pareces jactarte por ello, pero qu importa?
A m me importa mucho.
Crees acaso que eso acortar el camino?
No, no se trata de eso. Es slo que da gusto ser el
primero, incluso en la carretera. Has de admitir que es mejor
que ir detrs de palanquines o caballos.
Eso es cierto.
Cuando no hay nadie ms en la carretera donde
estoy, tengo la sensacin de que me pertenece.
En ese caso, por qu no finges ser un gran samurai a
caballo que supervisa sus inmensas propiedades? Yo ser
tu ayudante. Ots cogi una vara de bamb y, agitndola
ceremoniosamente, dijo con un sonsonete: Inclinaos
todos! Inclinaos todos ante su seora!
Un hombre les dirigi una mirada inquisitiva desde
debajo de los aleros de una casa de t. Al ser sorprendida
jugando como una nia, ella se ruboriz y apret el paso.
No puedes hacer eso protest Jtar. No debes
abandonar a tu seor y huir. Si lo haces, deber castigarte a
muerte!
No quiero jugar ms.
Eras t la que jugaba, no yo.
S, pero t empezaste. Oh, el hombre de la casa de t
todava nos mira! Debe de creer que somos bobos.
Entremos ah.
Para qu?
Tengo hambre.
Ya?
No podramos comer ahora la mitad de las bolas de
arroz que hemos trado para almorzar?
Ten paciencia. Ni siquiera hemos recorrido dos
millas. Si te dejara, haras cinco comidas al da.
Es posible, pero no me vers viajando en palanqun o
a caballo, como haces t.
Eso fue nicamente anoche, y slo porque estaba
oscureciendo y tenamos que darnos prisa. Si tanto te ha
molestado, hoy caminar todo el da.
Hoy me toca a m montar a caballo.
Los nios no necesitan montar.
Pero quiero montar. Puedo hacerlo? Por favor.
Quiz, pero slo hoy.
He visto un caballo atado junto a la casa de t.
Podramos alquilarlo.
No, todava es demasiado pronto.
Entonces no has dicho en serio que podra montar!
S, lo he dicho en serio, pero ni siquiera ests cansado
todava. Alquilar un caballo sera un derroche de dinero.
Sabes perfectamente bien que nunca me canso. No
me cansara aunque caminsemos durante cien das e
hiciramos mil millas. Si tengo que esperar hasta que me
agote, nunca montar a caballo. Vamos, Ots, alquilemos el
caballo ahora, mientras no hay gente por delante de
nosotros. Sera mucho ms seguro que cuando la carretera
est concurrida. Por favor!
Al ver que si seguan as perderan el tiempo que haban
ganado al salir temprano, Ots cedi, y Jtar, intuyndolo
antes incluso de que ella hiciera un gesto de asentimiento,
dio media vuelta y ech a correr hacia la casa de t.
Aunque haba cuatro casas de t en la vecindad, como
indicaba el nombre Yonkenjaya, se encontraban en diversos
lugares en las laderas de los montes Fudesute y Kutsukake.
El establecimiento ante el que haban pasado era el nico a
la vista.
Jtar se dirigi al propietario y le grit:
Eh, oye, quiero un caballo! Saca uno para m.
El viejo estaba quitando los postigos, y el fuerte grito
del muchacho le sacudi hasta despertarle del todo. En tono
spero, gru:
A qu viene todo esto! Por qu tienes que gritar
as?
Necesito un caballo. Por favor, prepara uno ahora
mismo. Cunto vale hasta Minakuchi? Si no es demasiado,
incluso podra alquilarlo hasta Kusatsu.
Vamos a ver, de quin eres t, muchacho?
Soy el hijo de mi madre y mi padre replic Jtar
con descaro.
Pens que podras ser el vstago revoltoso del dios de
las tormentas.
T eres el dios de las tormentas, no es cierto?
Pareces tan loco como un rayo.
Mocoso!
Anda, treme el caballo.
Segn veo, crees que ese caballo es para alquilar. Pues
bien, no lo es. Me temo que no tendr el honor de
prestrselo a su seora.
Jtar imit el tono de voz del hombre y le dijo:
Entonces, seor, no tendr el placer de alquilarlo?
Eres insolente, eh? grit el nombre.
Cogi del fuego bajo el horno un leo ardiente y lo
lanz al muchacho. El palo llameante pas por el lado de
Jtar sin tocarle, pero alcanz al viejo caballo atado bajo
los aleros. El animal solt un relincho desgarrador y se
encabrit, golpendose el lomo contra una viga.
Bastardo! exclam el propietario. Sali del local
farfullando maldiciones y corri hacia el animal.
Mientras desataba la cuerda y llevaba el caballo al patio
lateral, Jtar empez de nuevo:
Por favor, prstamelo.
No puedo.
Por qu no?
No tengo caballerizo para traer al animal de regreso.
Ots, que ya haba llegado y estaba al lado de Jtar,
sugiri que, si no haba ningn caballerizo, ella poda pagar
la tarifa por adelantado y enviar el caballo desde Minakuchi
con un viajero que fuese en aquella direccin. Su actitud
suplicante abland al viejo, y decidi que poda confiar en
ella. Dndole la cuerda, le dijo:
En ese caso, puedes llevrtelo a Minakuchi, o incluso
a Kusatsu si lo deseas. Lo nico que pido es que me lo
devuelvas.
Cuando se pusieron en marcha, Jtar, enojadsimo,
coment:
Qu te parece eso! Me ha tratado como a un burro y
luego, en cuanto ha visto una cara bonita...
Ser mejor que tengas cuidado con lo que dices sobre
el viejo, porque su caballo est escuchando. Puede que se
enfade y te derribe.
Crees que esta vieja jaca de dbiles patas puede
conmigo?
No sabes montar, no es cierto?
Claro que s montar.
Qu haces entonces, tratando de subir desde atrs?
Bueno, aydame a subir!
Eres un fastidio! La joven le puso las manos bajo
las axilas y lo alz al lomo del animal.
Desde aquella altura Jtar mir majestuosamente a su
alrededor.
Por favor, Ots, camina delante.
No ests bien sentado.
No te preocupes, estoy bien.
De acuerdo, pero vas a lamentarlo.
Ots cogi la cuerda con una mano y agit la otra,
despidindose del propietario. Se pusieron en camino.
Apenas haban recorrido un centenar de pasos cuando
oyeron un fuerte grito procedente de la niebla detrs de
ellos, acompaado por el sonido de pisadas apresuradas.
Quin puede ser? pregunt Jtar.
Nos llama a nosotros? dijo Ots, perpleja.
Detuvieron el caballo y miraron a su alrededor. La
sombra de un hombre empez a tomar forma en la bruma
griscea. Al principio slo distinguieron contornos, luego
colores, pero el hombre no tard en estar lo bastante cerca
para que pudieran distinguir su aspecto general y edad
aproximada. Un aura diablica rodeaba su cuerpo, como si
le acompaara un violento torbellino. Se acerc en seguida
al lado de Ots, se detuvo y, con un rpido movimiento, le
arrebat la cuerda de la mano.
Baja! orden, mirando furibundo a Jtar.
El caballo dio unos saltitos hacia atrs.
No puedes hacer esto! grit el chiquillo,
aferrndose a las crines. Yo he alquilado este caballo, no
t!
El hombre solt un bufido y se volvi hacia Ots:
T, mujer!
S? dijo Ots en voz baja.
Me llamo Shishido Baiken. Vivo en el pueblo de Ujii,
arriba, en las montaas, ms all de la barrera. Por razones
que no voy a explicar, estoy buscando a un hombre llamado
Miyamoto Musashi. Ha pasado por aqu en algn
momento antes de que amaneciera. Probablemente pas
hace horas, as que he de darme prisa para alcanzarle en
Yasugawa, en la frontera de mi. Cdeme tu caballo.
Haba hablado con mucha rapidez, la respiracin
entrecortada. En el aire fro, la niebla se condensaba en
flores de hielo sobre el ramaje de los rboles, pero el cuello
del hombre estaba empapado en sudor y brillaba como una
piel de serpiente.
Ots permaneci muy quieta, el rostro mortalmente
plido, como si la tierra bajo sus pies le hubiera absorbido
toda la sangre. Con labios temblorosos, deseaba
desesperadamente preguntar y asegurarse de que haba odo
bien. No poda pronunciar palabra.
Has dicho Musashi? balbuce Jtar. Segua
aferrado a las crines del caballo, pero le temblaban brazos y
piernas.
Baiken tena demasiada prisa para reparar en su
reaccin de sorpresa.
Vamos, haz lo que te digo le orden. Baja del
caballo y hazlo rpido, o te dar una paliza. Blandi el
extremo de la cuerda como si fuese un ltigo.
Jtar sacudi la cabeza porfiadamente.
No lo har.
Cmo que no lo hars?
Es mi caballo y no puedes quedrtelo. No me
importa la prisa que tengas.
Ten cuidado! He sido muy amable y lo he explicado
todo, porque no sois ms que una mujer y un nio que
viajis solos, pero...
No es cierto, Ots? le interrumpi Jtar. No
tenemos que darle el caballo, verdad?
Ots sinti deseos de abrazar al chiquillo. Por lo que a
ella respectaba, no se trataba tanto del caballo como de
impedir que aquel monstruo avanzara ms.
Es cierto respondi. Estoy segura de que tenis
mucha prisa, seor, pero nosotros tambin. Podis alquilar
uno de los caballos que suben y bajan con regularidad la
montaa. Tal como dice el muchacho, es injusto que tratis
de quitarnos nuestro caballo.
No bajar repiti Jtar. Morir antes de
hacerlo!
Ests decidido a no cederme el caballo? inquiri
Baiken speramente.
Deberas haber sabido desde el principio que no lo
haramos dijo Jtar con gravedad.
Hijo de perra! grit Baiken, enfurecido por el tono
del muchacho.
Aferrado a las crines del caballo, Jtar pareca
minsculo. Baiken le agarr una pierna y empez a tirar de
l. Aqul era el momento para que Jtar utilizara su
espada de madera, pero en su confusin se olvid
completamente del arma. Enfrentado a un enemigo mucho
ms fuerte que l, la nica defensa que se le ocurri fue
escupirle a Baiken en la cara, cosa que hizo una y otra vez.
Ots estaba aterrorizada. El temor de que aquel hombre
la hiriese o matara le produca un sabor cido y seco en la
boca. Pero ceder y darle el caballo era impensable. Estaba
persiguiendo a Musashi, y cuanto ms pudiera retrasar ella
al desalmado, ms tiempo tendra aqul para huir. No le
importaba que la distancia entre Musashi y ella tambin
aumentara, precisamente cuando saba que los dos estaban
en la misma carretera. Se mordi el labio y grit:
No puedes hacer esto!
Entonces golpe a Baiken en el pecho con una fuerza
que ni siquiera ella saba que posea.
Baiken, que todava se estaba limpiando los escupitajos
de la cara, qued desconcertado, y en este instante la mano
de Ots cogi la empuadura de su espada.
Zorra! grit, tratando de agarrarle la mueca.
Entonces aull de dolor, pues la espada ya estaba
parcialmente fuera de la vaina y, en vez del brazo de Ots,
haba cerrado la mano alrededor de la hoja.
Las puntas de dos dedos de la mano derecha de Baiken
cayeron al suelo. Sujetndose la mano sangrante, Baiken dio
un salto atrs, y ese movimiento hizo que la espada se
deslizara por completo fuera de la vaina. El acero
destellante que se extenda desde la mano de Ots, ara el
suelo y descans detrs de ella.
Baiken haba cometido un error todava ms grave que el
de la noche anterior. Maldicindose por su falta de
precaucin, intent incorporarse. Ots, que ahora no tema
nada, descarg lateralmente la hoja contra l, pero era un
arma grande, de hoja ancha y casi tres pies de longitud, que
no cualquier hombre habra podido manejar con facilidad.
Cuando Baiken la esquiv, las manos de la mujer vacilaron
y se tambale hacia adelante. Not una rpida torsin de
sus muecas, y un chorro de sangre rojo negruzco le salpic
el rostro. Tras un instante de aturdimiento, comprendi que
la espada haba cortado la grupa del caballo.
La herida no era profunda, pero el caballo hizo un ruido
temible, encabritndose y coceando de un modo salvaje.
Baiken, gritando de una manera ininteligible, cogi la
mueca de Ots e intent arrebatarle su espada, pero en
aquel momento el caballo los derrib a los dos. Entonces,
alzndose sobre las patas traseras, relinch
estrepitosamente y parti carretera abajo como una flecha
disparada por un arco, con Jtar agarrado a su lomo y la
sangre brotando de la herida en la grupa.
Baiken avanz dando traspis en medio de una nube de
polvo. Saba que no poda dar alcance al animal, por lo que
dirigi su mirada colrica al lugar donde haba estado Ots.
La muchacha no estaba all.
Al cabo de un momento, localiz su espada al pie de un
alerce, y se abalanz para recuperarla. Cuando se levantaba,
una idea cruz por su mente: tena que existir alguna
conexin entre aquella mujer y Musashi! Y si era amiga de
Musashi, sera un cebo excelente. Como mnimo, sabra
adonde se diriga su amigo.
A medias corriendo y a medias deslizndose por el
terrapln al lado de la carretera, rode el edificio con tejado
de paja de una granja, ech un vistazo bajo el suelo y en el
almacn, mientras una vieja encorvada como una jorobada
ante una rueca dentro de la casa le miraba con espanto.
Entonces avist a Ots, que corra por un espeso
bosque de cedros hacia el valle situado ms all, donde
haba trechos cubiertos por nieve tarda.
Baiken baj por la ladera con la fuerza de un alud y
pronto cubri la distancia entre ellos.
Zorra! le grit, mientras extenda la mano
izquierda y le tocaba el cabello.
Ots cay al suelo y se aferr a las races de un rbol,
pero resbal y su cuerpo cay por el borde del risco, donde
qued colgando como un pndulo. Tierra y guijarros
cayeron sobre su rostro mientras alzaba la vista hacia los
grandes ojos y la espada reluciente de Baiken.
Necia! le dijo l con desprecio. Crees que
ahora puedes salirte con la tuya?
Ots mir abajo y vio que a cincuenta o sesenta pies un
arroyo discurra por el suelo del valle. Curiosamente, no
tena miedo, pues vea que el valle era su salvacin. Poda
escapar cuando quisiera, slo tena que soltarse del rbol y
arrojarse al vaco. Senta la muerte cercana, pero ms que
pensar en ello su mente se centraba en una sola imagen, la
de Musashi. Le pareca verle, su rostro como la luna llena
en un cielo tormentoso.
Baiken se apresur a cogerla por las muecas, la alz y
arrastr un trecho, alejndola del precipicio.
En aquel momento uno de sus sicarios le llam desde la
carretera.
Qu ests haciendo ah abajo? Ser mejor que nos
demos prisa. El viejo de esa casa de t ha dicho que esta
maana un samurai le ha despertado antes del alba, ha
encargado una caja de comida y salido a toda prisa hacia el
valle de Kaga.
El valle de Kaga?
Eso es lo que ha dicho. Pero da lo mismo que vaya
ah o que cruce el monte Tsuchi hasta Minakuchi, pues las
carreteras se juntan en Ishibe. Si vamos rpidamente a
Yasugawa, podremos cogerle all.
Baiken daba la espalda al hombre, mirando fijamente a
Ots, que estaba en cuclillas ante l, como atrapada por la
fiereza de sus ojos.
Eh! rugi. Bajad aqu los tres.
Por qu?
Bajad en seguida!
Si perdemos tiempo, Musashi nos dejar atrs en
Yasugawa.
Eso no importa!
Los tres hombres formaban parte del grupo que la
noche anterior haba emprendido la bsqueda infructuosa.
Acostumbrados a abrirse paso por las montaas, bajaron a
toda prisa por la pendiente como otros tantos jabales. Al
llegar al saledizo donde estaba Baiken, vieron a Ots. Su
jefe les puso rpidamente al corriente de la situacin.
Bien, ahora la ataremos y nos la llevaremos con
nosotros dijo Baiken, antes de ponerse en marcha a
travs del bosque.
Los hombres ataron a la joven, pero no podan evitar
apiadarse de ella. Yaca impotente en el suelo, con la cabeza
vuelta a un lado. Miraron azorados el perfil de su plida
cara.
Baiken ya estaba en el valle de Kaga. Se detuvo, mir
atrs y grit a sus secuaces que estaban en el risco:
Nos encontraremos en Yasugawa. Tomar un atajo,
pero vosotros seguid por la carretera. Y mantened los ojos
bien abiertos.
S, seor corearon los hombres.
Baiken corri entre las rocas como una cabra montesa y
pronto se perdi de vista.
Jtar avanzaba a la velocidad del rayo carretera abajo. A
pesar de lo viejo que era, el caballo estaba tan enloquecido
que habra sido imposible detenerle con una simple cuerda
aunque Jtar hubiera sabido usarla. La herida causada por
la espada le arda como si le aplicaran una antorcha, y corra
ciegamente, subiendo una colina, bajando a un pequeo
valle, pasando como una exhalacin por los pueblos.
Slo por pura suerte Jtar no sali despedido.
Cuidado! gritaba una y otra vez, como una letana
. Cuidado!
Como ya no poda sostenerse aferrndose a las crines,
rodeaba con los brazos el cuello del animal, apretndolo con
todas sus fuerzas. Tena los ojos cerrados.
Cuando la grupa del caballo se alzaba en el aire, con ella
ascenda Jtar. Era cada vez ms evidente que sus gritos
no servan de nada, por lo que sus splicas cedieron
gradualmente el paso a un lamento angustiado. Cuando rog
a Ots que le permitiera montar a caballo por una sola vez,
pensaba en lo estupendo que sera galopar a voluntad en un
esplndido corcel, pero al cabo de unos minutos de carrera
desbocada ya haba tenido suficiente.
Jtar confiaba en que alguien, cualquiera, tuviera la
valenta de coger la cuerda flotante y detener al caballo. En
esto era demasiado optimista, pues ni los viajeros ni los
aldeanos estaban dispuestos a correr el riesgo de lesionarse
por algo que no era asunto suyo. Lejos de ayudarle, todo el
mundo corra a ponerse a salvo en la cuneta y lanzaban
insultos al que les pareca un jinete irresponsable.
Muy pronto haba atravesado el pueblo de Mikumo y
llegado a la poblacin de Natsumi, con sus numerosas
posadas. De haber sido un jinete experto que dominara a la
perfeccin su montura, podra haberse colocado la palma en
la frente para contemplar tranquilamente las hermosas
montaas y los valles de Iga, los picos de Nunobiki, el ro
Yokota y, a lo lejos, las aguas del lago Biwa, tersas como la
superficie de un espejo.
Para! Para! Para! Las palabras de su letana
haban cambiado, y ahora su tono era ms angustiado.
Mientras bajaban por la colina Kji, su grito volvi a
cambiar bruscamente: Socorro!
El caballo se precipit por la empinada pendiente, con
Jtar rebotando como una pelota en su lomo.
Ms o menos a un tercio de la pendiente, un gran roble
sobresala de un risco a la izquierda, y una de sus ramas
ms pequeas se extenda perpendicular a la carretera.
Cuando Jtar sinti las hojas en el rostro, se agarr con
ambas manos, creyendo que los dioses haban escuchado su
plegaria y haban hecho que la rama se extendiera ante l.
Tal vez tena razn. Salt como una rana y, un instante
despus, colgaba del aire, con las manos firmemente sujetas
a la rama por encima de su cabeza. El caballo prosigui su
carrera, un poco ms rpido ahora que se haba quedado sin
jinete.
La distancia al suelo no era superior a diez pies, pero
Jtar no se atreva a soltarse, pues en su estado de
conmocin vea la corta distancia hasta el suelo como un
gran abismo, y se agarr a la rama con todas sus fuerzas,
cruzando las piernas sobre ella y preguntndose febrilmente
qu poda hacer. El problema qued resuelto cuando la rama
se rompi con un fuerte chasquido. Por un atroz instante,
Jtar crey que aquello era el fin, pero al cabo de un
segundo estaba sentado en el suelo, ileso.
Fiu! fue todo lo que pudo decir.
Permaneci sentado inmvil unos minutos, con el nimo
deprimido, si no quebrantado, pero entonces record por
qu estaba all y se puso en pie de un salto.
Sin pensar en la distancia que haba recorrido, grit:
Ots!
Subi corriendo la cuesta, empuando con firmeza la
espada de madera.
Qu puede haberle ocurrido? Ots! Ots!
Poco despus se encontr con un hombre que vesta un
kimono rojo grisceo y bajaba por la cuesta. El desconocido
llevaba un hakama de cuero y dos espadas, pero no vesta
manto.
Tras pasar por el lado de Jtar, mir por encima del
hombro y dijo:
Eh, oye! Jtar se volvi, y el hombre le pregunt
: Pasa algo?
Vienes del otro lado de la colina, verdad?
pregunt a su vez el muchacho.
S.
Has visto a una mujer bonita de unos veinte aos?
S, por cierto.
Dnde?
En Natsumi vi a unos saqueadores que caminaban
con una muchacha. sta tena los brazos atados a la
espalda, cosa que, naturalmente, me pareci rara, pero no
tena ningn motivo para inmiscuirme. Me atrevera a decir
que los hombres eran de la banda de Tsujikaze Khei, el
cual traslad hace unos aos toda una aldea de matones
desde Yasugawa al valle de Suzuka.
Se trataba de ella, estoy seguro. Jtar ech a
andar, pero el hombre le detuvo.
Viajabais juntos?
S. Se llama Ots.
Si corres riesgos absurdos hars que te maten antes
de que puedas ayudar a nadie. Por qu no esperas aqu?
Han de pasar por este lugar ms tarde o ms temprano. De
momento, cuntame lo que ha sucedido. Tal vez pueda
darte algn consejo.
El muchacho deposit de inmediato su confianza en el
hombre y le cont todo lo que haba ocurrido desde la
maana.
El hombre asenta de vez en cuando bajo su sombrero
de juncos. Cuando Jtar finaliz su relato, le dijo:
Comprendo lo apurado de tu situacin, pero a pesar
de tu valor, una mujer y un chiquillo no estn en
condiciones de enfrentarse a los hombres de Khei. Creo
que ser mejor que rescate a Ots..., es se su nombre?, en
tu lugar.
Crees que te la entregarn?
Es posible que no baste con pedrselo simplemente,
pero ya pensar en ello cuando llegue el momento.
Entretanto, escndete entre los arbustos y no te muevas.
Mientras Jtar seleccionaba un grupo de arbustos y se
ocultaba, el hombre sigui bajando la ladera a paso vivo.
Por un momento Jtar se pregunt si le habra engaado.
Le habra dicho aquel rnin slo unas pocas palabras para
animarle y haba reanudado su camino para ponerse a
salvo? Lleno de inquietud, alz la cabeza por encima de los
arbustos, pero oy voces y la agach de nuevo.
Uno o dos minutos despus Ots apareci a la vista,
rodeada por tres hombres y con las manos atadas
firmemente a la espalda. Uno de sus blancos pies
presentaba un corte con sangre coagulada.
Uno de los rufianes dio un empujn a la joven en el
hombro y gru:
Qu ests buscando a tu alrededor? Vamos, camina
ms rpido!
Estoy buscando a mi compaero de viaje. Qu
puede haberle ocurrido?... Jtar!
Calla!
Jtar se dispona a gritar y salir de su escondrijo
cuando el rnin regres, esta vez sin el sombrero de juncos.
Tena veintisis o veintisiete aos y era de tez oscura. Su
mirada resuelta no se desviaba a derecha ni izquierda.
Mientras suba la cuesta iba diciendo, como si hablara
consigo mismo:
Es espantoso, realmente espantoso!
Cuando pas ante Ots y sus captores, musit un
saludo y sigui caminando apresuradamente.
Eh le dijo uno de ellos. No eres el sobrino de
Watanabe? Qu es eso tan espantoso?
Watanabe se llamaba una antigua familia del distrito, y
el cabeza actual de la misma era Watanabe Hanz, un
experto altamente respetado en las tcticas marciales
ocultas conocidas globalmente como ninjutsu.
Es que no habis odo?
Odo qu?
Al pie de esta colina hay un samurai llamado
Miyamoto Musashi, preparado para librar una gran pelea.
Est en medio de la carretera con la espada desenvainada, e
interroga a todo el que pasa. Tiene la mirada ms fiera que
he visto jams.
Musashi est haciendo eso?
As es. Vino a mi encuentro y me pregunt mi
nombre. Le dije que soy Tsuge Sannoj, el sobrino de
Watanabe Hanz, y que procedo de Iga. l me pidi
disculpas y me dej pasar. La verdad es que ha sido muy
corts, y ha dicho que, como no tengo ninguna relacin con
Tsujikaze Khei, no tengo nada que temer.
Ah, s?
Le pregunt qu ha ocurrido. Ha dicho que Khei
est en la carretera con sus sicarios, dispuestos a capturarle
y darle muerte. Ha decidido quedarse donde est y hacer
frente ah al ataque. Parece dispuesto a luchar hasta el final.
Ests diciendo la verdad, Sannoj?
Claro que s. Por qu habra de mentiros?
Los tres hombres palidecieron. Se miraron unos a otros
nerviosamente, sin saber a ciencia cierta lo que deban hacer
a continuacin.
Ser mejor que tengis cuidado les dijo Sannoj,
reanudando aparentemente su camino cuesta arriba.
Sannoj!
Qu?
No s qu deberamos hacer. Incluso nuestro jefe ha
dicho que ese Musashi es ms fuerte de lo normal.
La verdad es que parece tener mucha confianza en s
mismo. Cuando se me acerc con esa espada, desde luego
no sent deseos de enfrentarme a l.
Qu crees que deberamos hacer? Por orden del jefe
estamos llevando a esta mujer a Yasugawa.
No creo que eso tenga nada que ver conmigo.
No seas as. chanos una mano.
Ni hablar de ello! Si os ayudara y mi to lo
descubriera, me desheredara. Desde luego, podra daros
algn consejo.
Bueno, habla! Qu crees que deberamos hacer?
Humm... En primer lugar, podrais atar esta mujer a
un rbol y abandonarla. As os moverais con ms rapidez.
Algo ms?
No deberais tomar esa carretera. Aunque est un
poco ms lejos, podrais ir a Yasugawa por la carretera del
valle e informar a la gente de lo ocurrido. Entonces podrais
rodear a Musashi y cercarle gradualmente.
No es mala idea.
Pero tened muchsimo cuidado. Musashi luchar por
su vida y cuando se vaya de este mundo se llevar unas
cuantas almas consigo. Preferirais evitar eso, no es cierto?
Los hombres se apresuraron a aceptar la sugerencia de
Sannoj, llevaron a Ots a una arboleda y la ataron a un
tronco. Entonces se marcharon, pero no tardaron en
regresar para ponerle una mordaza.
As est bien dijo uno de ellos.
Vmonos.
Se internaron en el bosque. Jtar, agachado detrs de
los arbustos, esper juiciosamente antes de alzar la cabeza
para mirar a su alrededor, y no vio a nadie, ni viajeros ni
saqueadores ni a Sannoj.
Ots! grit. Sali de su escondite haciendo
cabriolas. Encontr en seguida a la joven, la desat y cogi
de la mano. Corrieron hacia la carretera. Vmonos de
aqu! le urgi.
Qu hacas ah escondido?
No importa! Largumonos!
Espera un momento le dijo Ots, detenindose
para atusarse el cabello, enderezar el cuello del kimono y
colocarse bien el obi.
Jtar chasc la lengua.
ste no es momento para acicalarse se quej.
No puedes dejarlo para ms tarde?
Pero ese rnin ha dicho que Musashi estaba al pie de
la colina.
Por eso te has puesto guapa?
No, claro que no dijo Ots, defendindose con una
seriedad casi cmica. Pero si Musashi est tan cerca no
tenemos nada de qu preocuparnos, y puesto que podemos
dar por finalizados nuestros problemas, me siento lo
bastante tranquila y segura para pensar en mi aspecto.
Crees que ese rnin ha visto realmente a Musashi?
Naturalmente. Por cierto, dnde est?
Se march, sin ms. Es un tanto extrao, no crees?
Nos vamos ya? le dijo Ots.
Seguro que ests lo bastante guapa?
Jtar!
Slo bromeaba. Pareces muy feliz.
T tambin.
Lo soy, y no intento ocultarlo como haces t. Gritar
a todo el que pueda orme: Soy feliz!. Hizo unas
cabriolas, agitando los brazos y brincando, y entonces dijo
: Ser muy decepcionante que Musashi no est ah,
verdad? Creo que voy corriendo a ver si est.
Ots se tom su tiempo. Su corazn ya haba volado al
pie de la ladera, con una rapidez que las piernas de Jtar
no podran emular jams.
Tengo un aspecto espantoso, pens mientras
examinaba su pie lesionado, as como la tierra y las hojas
adheridas a las mangas de su kimono.
Vamos! grit Jtar. Por qu andas con tanta
lentitud? Por el deje de su voz, Ots tuvo la certeza de
que el muchacho haba visto a Musashi.
Por fin, se dijo. Hasta entonces haba tenido que
buscar consuelo en su interior, y estaba cansada de ello.
Senta cierto orgullo, tanto de s misma como hacia los
dioses, por haberse mantenido fiel a su objetivo. Ahora que
estaba a punto de ver nuevamente a Musashi, su espritu
bailaba de alegra. Saba que era la euforia de la ilusin, pues
no poda predecir si Musashi aceptara su entrega. Su
alegra ante la perspectiva de verle slo estaba empaada
por la atormentadora premonicin de que el encuentro
podra entristecerla.
En la vertiente umbra de la colina Kji la tierra estaba
helada, pero en la casa de t cerca del pie haca tanto calor
que las moscas revoloteaban. Aqulla era una poblacin de
paso, con numerosas fondas, y el establecimiento venda t
a los viajeros, as como diversos productos que necesitaban
los campesinos del distrito, desde dulces baratos a
envolturas de paja para las patas de los bueyes. Jtar se
detuvo ante la casa de t. Era el nico chiquillo entre la
multitud adulta y ruidosa.
Dnde est Musashi? pregunt Ots, mirando
inquisitivamente a su alrededor.
No est aqu replic Jtar, desanimado.
No est aqu? Ha de estar!
Mira, no le encuentro por ninguna parte, y el tendero
ha dicho que no ha visto por aqu a un samurai como se.
Debe de haber algn error. Aunque el muchacho pareca
decepcionado, no estaba abatido.
Ots no habra dudado en admitir que no haba tenido
ninguna razn para alimentar tantas esperanzas, pero la
despreocupada respuesta del nio la irrit. Sorprendida y
un poco enfadada por su indiferencia, le pregunt:
Le has buscado all?
S.
Y detrs del poste miliar de Kshin?
He mirado y no est ah.
Detrs de la casa de t?
Te he dicho que no est aqu! Ots desvi el
rostro. Ests llorando? le pregunt el muchacho.
No es asunto tuyo replic ella bruscamente.
No te comprendo. Casi siempre pareces juiciosa,
pero a veces te comportas como una nia pequea. Cmo
habramos podido saber si la historia de Sannoj era cierta o
no? T sola has decidido que lo era, y ahora, cuando
descubres que estabas equivocada te echas a llorar. Las
mujeres estis locas. Dicho esto, el muchacho se ech a
rer.
Ots deseaba sentarse all y abandonar la bsqueda. En
un instante, la luz se haba extinguido en su vida. Se senta
tan privada de esperanza como antes, ahora incluso ms.
Los dientes de leche cariados del risueo Jtar le
disgustaron. Se pregunt, encolerizada, por qu tena que
llevar consigo a un nio como aquel, y experiment el
impulso de abandonarle all mismo.
Era cierto que tambin l buscaba a Musashi, pero le
quera slo como maestro. Para ella, Musashi era la misma
vida. Jtar poda rerse de todo y recuperar en seguida su
talante animado, pero Ots carecera durante varios das de
la energa necesaria para seguir adelante. En algn lugar de
su mente juvenil, Jtar tena la alegre certidumbre de que
un da, ms tarde o ms temprano, encontrara de nuevo a
Musashi. Ots no tena la misma creencia en un final feliz.
Haba sido demasiado optimista al creer que aquel da iba a
ver a Musashi, y ahora oscilaba hacia el extremo contrario y
se preguntaba si la vida seguira as eternamente, sin que ella
volviera a ver o hablar al hombre amado.
Los que aman buscan una filosofa y, por ello, gustan de
la soledad. En el caso de Ots, que era hurfana, exista
tambin la aguda sensacin de aislamiento de los dems. En
respuesta a la indiferencia de Jtar, frunci el ceo y se
alej en silencio de la casa de t.
Ots!
Era la voz de Sannoj, el cual sali de su escondite tras
el poste miliar de Kshin y se dirigi a ella a travs del
agostado sotobosque. Las vainas de sus espadas estaban
mojadas.
No has dicho la verdad le dijo Jtar en tono
acusador.
Qu quieres decir?
Dijiste que Musashi estaba esperando al pie de la
colina. Era mentira!
No seas estpido! le reproch Sannoj. Gracias
a esa mentira Ots ha podido escapar, no es cierto? De
qu te quejas? No crees que deberas darme las gracias?
De modo que slo era una historia inventada para
engaar a esos hombres?
Naturalmente.
Volvindose a Ots con una expresin de triunfo, el
chiquillo le dijo:
Lo ves? No te lo dije?
Ots crea tener perfecto derecho a estar enfadada con
Jtar, pero no haba ninguna razn para que guardara
rencor a Sannoj. Le hizo varias reverencias y le agradeci
efusivamente que la hubiera salvado.
Esos rufianes de Suzuka estn mucho ms
domesticados que antes, pero si acechan a alguien no es
probable que esa persona pueda recorrer esta carretera a
salvo. No obstante, por lo que he odo contar de ese
Musashi que os preocupa tanto, me parece que es
demasiado listo para caer en una de sus trampas.
Hay otras rutas a mi aparte de sta? le pregunt
Ots.
Las hay, en efecto replic Sannoj, alzando los
ojos hacia los picos montaosos que relucan bajo el sol del
medioda. Si vais al valle de Iga, hay una carretera que
lleva a Ueno, y desde el valle de Ano hay otra que va a
Yokkaichi y Kuwana. Debe de haber otros tres o cuatro
caminos de montaa y atajos. Yo dira que Musashi
abandon temprano la carretera principal.
Crees entonces que an est a salvo?
Es lo ms probable. Por lo menos est ms seguro
que vosotros dos. Hoy habis sido rescatados, pero si
segus en esta carretera los hombres de Tsujikaze volvern a
atraparos en Yasugawa. Si podis subir por una cuesta
bastante empinada, venid conmigo y os ensear un
sendero que casi nadie conoce.
Asintieron en seguida. Sannoj les gui por encima del
pueblo de Kaga hasta el puerto de montaa de Makado,
desde donde un camino descenda a Seto en mi.
Tras explicarles con detalle cmo deban continuar, les
dijo:
Ahora estis fuera de peligro. Mantened ojos y odos
abiertos y buscad un lugar seguro donde refugiaros antes de
que anochezca.
Ots le dio las gracias por todo lo que haba hecho y
empez a marcharse, pero Sannoj la mir fijamente y le
dijo:
Ahora vamos a separarnos, sabes? Estas palabras
estaban cargadas de intencin, y los ojos del hombre tenan
una expresin bastante dolida. Durante el camino, a cada
momento me deca: Va a preguntrmelo ahora?, pero no
lo has hecho.
Preguntarte qu?
Mi nombre.
Pero ya o tu nombre cuando estbamos en la colina
Kji.
Lo recuerdas?
Por supuesto. Eres Tsuge Sannoj, el sobrino de
Watanabe Hanz.
Gracias. No te pido que me ests agradecido
eternamente ni nada por el estilo, pero confo en que me
recuerdes siempre.
Claro, siempre tendr una gran deuda contigo.
No me refiero a eso. Lo que quera decir es..., bueno,
todava estoy soltero. Si mi to no fuese tan estricto, me
gustara llevarte a mi casa ahora mismo... Pero veo que
tienes mucha prisa. Mira, encontrars una pequea fonda
unas millas ms adelante y podris pasar la noche all.
Conozco bien al dueo, as que mencinale mi nombre.
Adis!
Cuando se hubo ido, una extraa sensacin embarg a
Ots. Desde el principio, no haba podido determinar qu
clase de persona era Sannoj, y cuando se separaron sinti
como si hubiera escapado de las garras de un animal
peligroso. A pesar del efusivo agradecimiento que le haba
expresado, en su corazn no se senta realmente agradecida.
Jtar, a pesar de que tenda a simpatizar con los
desconocidos, reaccion de un modo muy similar. Cuando
bajaban del puerto de montaa, coment:
Ese hombre no me gusta.
Ots no quera hablar mal de Sannoj a sus espaldas,
pero admiti que tampoco a l le gustaba, y aadi:
Qu crees que quera decir con eso de que an est
soltero?
Oh, ha dado a entender que un da te pedir en
matrimonio.
Pero eso es absurdo!
Los dos recorrieron el resto del camino hasta Kyoto sin
ningn incidente, aunque decepcionados al no encontrar a
Musashi en ninguno de los lugares en los que haban puesto
sus esperanzas: ni en mi, a orillas del lago, ni en el puente
Kara en Seta ni en la barrera de Osaka.
Desde Keage se mezclaron con las multitudes que se
trasladaban al final del ao, cerca de la entrada a la ciudad en
la avenida Sanj. En la capital, las fachadas de las casas
estaban decoradas con las ramas de pino tradicionales en las
fiestas de Ao Nuevo. La visin de los adornos anim a
Ots, la cual, en lugar de lamentar las oportunidades
perdidas del pasado, resolvi esperar con ilusin el futuro y
las oportunidades que guardaba de encontrar a Musashi.
All estaba el gran puente de la avenida Goj, y el primer
da del ao era inminente. Si no se presentaba aquella
maana, la segunda o la tercera... l haba dicho que estara
all con toda seguridad, Ots lo saba por Jtar. Aunque
no acudiera para reunirse con ella, slo verle y hablarle de
nuevo sera suficiente.
La posibilidad de que pudiera encontrarse con
Matahachi era la nube ms oscura que ensombreca su
sueo. Segn Jtar, Musashi haba comunicado su mensaje
slo a Akemi, y era posible que Matahachi no lo hubiera
recibido. Ots rez para que as fuese, para que viniera
Musashi pero no Matahachi.
La joven camin ms despacio, pensando que Musashi
podra hallarse en medio de aquella multitud. Entonces un
escalofro le recorri la espina dorsal y empez a caminar
ms rpido. La temible madre de Matahachi tambin podra
materializarse en cualquier momento.
Jtar no tena la menor preocupacin. Los colores y
los ruidos de la ciudad, vistos y odos tras una larga
ausencia, le regocijaban.
Vamos a ir directamente a una fonda? pregunt a
su compaera con aprensin.
No, an no.
Estupendo! Sera triste estar entre cuatro paredes
mientras afuera hay luz. Caminemos un poco ms. Parece
que all hay un mercado.
No tenemos tiempo para ir al mercado. Tenemos que
ocuparnos de asuntos importantes.
Qu asuntos?
Te has olvidado de la caja que llevas a la espalda?
Ah, eso.
S, eso. No podr estar tranquila hasta haber
encontrado la mansin del seor Karasumaru Mitsuhiro y
entregado las pinturas.
Vamos a quedarnos en su casa esta noche?
Claro que no. Ots se ech a rer, mirando hacia el
ro Kamo. Crees que un gran noble como l dejara
dormir bajo su techo a un chiquillo sucio y piojoso como
t?
La mariposa en invierno
Akemi sali sigilosamente de la posada de Sumiyoshi sin
decir nada a nadie. Se senta como un pjaro liberado de su
jaula, pero an no se haba recuperado lo suficiente de su
roce con la muerte para volar demasiado alto. Las cicatrices
dejadas por la violencia de Seijr no desapareceran
fcilmente. ste haba destrozado su sueo de entregarse
sin mancha al hombre verdaderamente amado.
A bordo de la embarcacin que remontaba el curso del
Yodo hacia Kyoto, la muchacha senta que toda el agua del
ro no equivaldra a las lgrimas que deseaba verter. Pasaban
por su lado otras embarcaciones de remo, cargadas de
adornos y suministros para la celebracin del Ao Nuevo,
y ella las contemplaba y se deca: Ahora, aunque llegara a
encontrar a Musashi.... Lgrimas de afliccin se
desprendieron de sus ojos. Nadie podra haber sabido jams
con cunta ansiedad e ilusin haba esperado la maana del
Ao Nuevo, cuando ella le encontrara en el gran puente de
la avenida Goj.
Su aoranza de Musashi se haba hecho ms profunda e
intensa. El hilo del amor se haba alargado y ella lo haba
enrollado en una madeja dentro de su pecho. En el
transcurso de los aos, haba ido devanando el hilo a base
de recuerdos lejanos y fragmentos de rumores, enrollndolo
en aquella bola para hacerlo cada vez mayor. Hasta pocos
das antes, haba atesorado sus sentimientos juveniles,
llevndolos consigo como una fresca flor silvestre de las
laderas del monte Ibuki. Ahora la flor en su interior estaba
aplastada. Aunque era improbable que alguien ms supiera
lo que haba ocurrido, imaginaba que todo el mundo la
miraba y lo saba.
En Kyoto, bajo la luz menguante del crepsculo, Akemi
camin entre los sauces sin hojas y las pagodas en
miniatura de Teramachi, cerca de la avenida Goj. Pareca
tan herida y desamparada como una mariposa en invierno.
Eh, guapa! le dijo un hombre. Tienes suelto el
cordn del obi. Quieres que te lo ate?
Era delgado, vesta pobremente y hablaba de un modo
grosero, pero llevaba las dos espadas de un samurai.
Akemi no le haba visto nunca, pero los parroquianos
de las tabernas en la vecindad podran haberle dicho que se
llamaba Akakabe Yasoma y que en las noches de invierno
deambulaba por las calles de los barrios bajos sin hacer
nada. Sus desgastadas sandalias de paja batieron contra las
plantas de sus pies cuando corri en pos de Akemi y
recogi el extremo suelto del cordn de su obi.
Qu ests haciendo sola en este lugar desierto? No
creo que seas una de esas locas que salen en las farsas
kygen, verdad? Tienes una cara bonita. Por qu no te
arreglas un poco el pelo y paseas como las dems chicas?
Akemi sigui andando, fingiendo carecer de odos, pero
Yasoma confundi esta actitud con timidez. Pareces una
chica de ciudad. Qu has hecho? Has huido de casa? O
tienes un marido del que intentas escapar?
Akemi no le respondi.
Deberas tener cuidado. Una chica bonita como t,
deambulando como aturdida y con aspecto de tener alguna
dificultad... No sabes lo que te podra ocurrir. Aqu no
tenemos la clase de ladrones y rufianes que antes vagaban
alrededor de Rashmon, pero hay muchos saqueadores, y
se les hace la boca agua cuando ven una mujer. Y tambin
hay vagabundos y tipos que compran y venden mujeres.
Aunque Akemi no deca una sola palabra, Yasoma
insista, respondiendo a sus propias preguntas cuando era
necesario.
Es muy peligroso, de veras. Dicen que ahora venden
en Edo mujeres de Kyoto por unos precios muy altos.
Hace mucho tiempo, llevaban mujeres desde aqu a
Hiraizumi, en el nordeste, pero ahora su destino es Edo. Y
eso se debe a que el segundo shgun, Hidetada, est
construyendo la ciudad tan rpido como puede. Ahora
todos los burdeles de Kyoto estn abriendo all sucursales.
Akemi guardaba silencio.
Destacaras en cualquier parte, as que deberas
andarte con cuidado. Si no vigilas, podras toparte con algn
canalla. Es terriblemente peligroso!
La muchacha ya estaba harta. Echando las mangas sobre
los hombros, con un gesto colrico, se volvi al hombre e
hizo un fuerte sonido siseante para que se callara.
Yasoma se limit a rer.
Sabes? Creo que realmente ests loca.
Calla y mrchate!
Bueno, no lo ests?
El loco eres t!
Ja, ja, ja! Eso lo demuestra. Ests loca. Lo siento por
ti.
Si no me dejas en paz, te tirar una piedra!
Vamos, mujer, no quieres hacer eso, no es cierto?
Vete de aqu, bestia!
Su apariencia orgullosa enmascaraba el terror que en
realidad senta. Tras gritar a Yasoma, ech a correr hacia un
campo de miscanthus, donde en otro tiempo se alz la
mansin del seor Komatsu y su jardn lleno de faroles de
piedra. Le pareci nadar a travs de las altas hierbas
oscilantes.
Espera! le grit Yasoma, yendo tras ella como un
perro de caza.
Por encima de la colina Toribe se alz la luna, cuyo
aspecto era el de la sonrisa salvaje de una diablesa.
No haba nadie en las inmediaciones. Las personas ms
cercanas estaban a unas trescientas varas. Era un grupo que
descenda lentamente por una ladera, pero no habran
acudido a rescatarla aun cuando hubieran odo sus gritos,
pues regresaban de un funeral. Vestidos con blancas ropas
de luto y sombreros atados con cintas blancas, llevaban los
rosarios en las manos. Algunos todava lloraban.
De repente, Akemi recibi un fuerte empujn desde
atrs, tropez y cay.
Oh, perdona le dijo Yasoma, y se ech encima de
ella, sin dejar de disculparse. Te he hecho dao? le
pregunt solcitamente, abrazndola.
Desbordante de ira, Akemi abofete el rostro barbudo,
pero eso no desconcert al hombre. Incluso pareci
gustarle. Se limit a entrecerrar los ojos y sonrer mientras
ella le pegaba. Entonces la abraz con ms fuerza y restreg
su cuello contra el de ella. La barba era para Akemi como un
millar de agujas clavndose en su piel. Apenas poda
respirar. Mientras le araaba desesperadamente, una de sus
uas le rasg el interior de una fosa nasal, produciendo un
arroyo de sangre. Pero Yasoma no afloj la frrea presa de
sus brazos.
La campana en la Sala de Amida que estaba en la colina
Toribe sonaba de un modo fnebre, expresando el lamento
por la impermanencia de todas las cosas y la vanidad de la
vida. Pero su sonido no impresionaba a los dos mortales
que forcejeaban y cuyos movimientos hacan oscilar con
violencia los marchitos miscanthus.
Clmate, deja de pelear le suplic l. No has de
temer nada. Te har mi novia. Eso te gustara, eh?
Slo quiero morir! grit Akemi. La afliccin que
contena su voz sobresalt a Yasoma.
Por qu? Qu..., qu te ocurre? tartamude.
En su posicin agazapada, con las manos, las rodillas y
el pecho muy juntos, Akemi pareca un capullo de sazanka.
Yasoma empez a consolarla y lisonjearla, confiando en que
una vez calmada se rendira. No deba de ser la primera vez
que se encontraba en una situacin semejante. Ms bien
pareca agradarle, pues su cara brillaba de placer, sin que
perdiera su aspecto amenazante. No tena ninguna prisa. Lo
mismo que un gato, disfrutaba jugando con su vctima.
No llores le dijo. No hay ningn motivo para
llorar. La bes en una oreja y sigui diciendo: Debes de
haber estado con un hombre antes de ahora. A tu edad, no
puedes ser inocente.
Seijr! Akemi record lo sofocada y angustiada que
estuvo en la ocasin anterior, y cmo el marco de la puerta
corredera se empa ante sus ojos.
Espera! le dijo.
Que espere? Muy bien, esperar dijo l,
confundiendo por pasin el calor de su cuerpo febril.
Pero no trates de escapar o me enfadar.
Soltando un spero gruido, ella torci los hombros y
se zaf de la mano del hombre. Mirndole furibunda, se
levant lentamente.
Qu intentas hacerme?
Ya sabes lo que quiero!
Crees que puedes tratar a las mujeres como si fueran
imbciles, eh? Todos los hombres lo hacis! Pues bien,
soy una mujer, pero tengo temple. La sangre le rezumaba
del labio, donde se haba hecho un rasguo con una hoja de
miscanthus. Mordindose el labio, se ech a llorar de
nuevo.
Hablas de una manera muy extraa. Qu otra cosa
puedes ser si no una loca?
Digo lo que me da la gana! grit ella.
Empujndole el pecho con todas sus fuerzas, ech a
correr entre los miscanthus, que se extendan hasta donde
alcanzaba su vista a la luz de la luna.
Me mata! Socorro! Me mata!
Yasoma se abalanz tras ella. Antes de que Akemi
hubiera dado diez pasos, la atrap y derrib de nuevo. Las
blancas piernas de la muchacha eran visibles bajo el kimono,
el cabello le caa alrededor de la cara, y yaca con la mejilla
contra el suelo. Su kimono estaba entreabierto, y el viento
fro rozaba sus blancos senos.
Cuando Yasoma estaba a punto de saltar sobre ella, algo
muy duro aterriz en las proximidades de una de sus orejas.
Se le nubl la vista y grit de dolor. Cuando se volva para
ver qu era aquello, el objeto duro se estrell contra su
cabeza. Esta vez difcilmente pudo sentir dolor, pues
perdi el conocimiento de inmediato y cay, su cabeza
movindose como la de un tigre de papel. El hombre que le
haba atacado, un sacerdote mendicante, estaba al lado del
cuerpo derribado y boquiabierto. Sostena el shakuhachi
con el que le haba golpeado.
El maldito bruto! exclam. Pero ha cado con
ms facilidad de lo que esperaba.
El sacerdote mir a Yasoma durante un rato,
preguntndose si no sera ms piadoso matarle de una vez.
Lo ms probable era que, si recobraba la conciencia, nunca
volviera a estar en su sano juicio.
Akemi miraba a su salvador sin comprender. Aparte del
shakuhachi, no haba nada que le identificara como un
sacerdote. A juzgar por las ropas sucias y la espada que le
colgaba a un costado, podra haber sido un samurai
empobrecido o incluso un mendigo.
Ya ha pasado todo le dijo. No tienes que
preocuparte ms.
Akemi se recobr de su aturdimiento, le dio las gracias
y empez a alisarse el cabello y el kimono. Pero al
escudriar la oscuridad que la rodeaba sus ojos seguan
llenos de temor.
Dnde vives? le pregunt el sacerdote.
Eh? Vivir..., quieres decir dnde est mi casa?
La muchacha se cubri el rostro con las manos. Entre
sollozos intent responder a las preguntas del sacerdote,
pero no poda sincerarse con l. Parte de lo que le deca era
cierto... Su madre era distinta a ella, su madre trataba de
intercambiar su cuerpo por dinero, ella haba huido de
Sumiyoshi... Pero todo lo dems lo improvis.
Preferira morir que volver a casa se quej. He
tenido que aguantar tanto de mi madre! Me ha
avergonzado de tantas maneras! Imagnate, incluso de
pequea tena que ir al campo de batalla y robar objetos a
los soldados muertos.
Temblaba de odio hacia su madre. Aoki Tanzaemon la
ayud a recorrer una pequea hondonada, donde reinaba el
silencio y el viento no era tan fro. Llegaron a un templete
en ruinas. El sacerdote sonri y le dijo:
Aqu es donde vivo. No es mucho, pero me gusta.
Aunque no se le ocultaba que sus palabras eran un poco
groseras, Akemi no pudo evitar preguntarle:
Dices en serio que vives aqu?
Tanzaemon empuj una puerta con rejilla e hizo una
seal a Akemi para que entrara. La muchacha titube.
Dentro se est ms caliente de lo que puedas pensar
dijo l. Todo lo que tengo para cubrir el suelo son unas
delgadas esterillas de paja, pero de todos modos eso es
mejor que nada. Temes que yo pueda ser como ese bruto?
Akemi sacudi la cabeza en silencio. Tanzaemon no la
asustaba, intua que era un buen hombre y, en cualquier
caso, era mayor, deba de tener ms de cincuenta aos. Su
aprensin se deba a la suciedad del templete y el olor que
despedan el cuerpo y las ropas de Tanzaemon. Pero no
tena ningn otro lugar adonde ir. No quera ni pensar en lo
que podra ocurrir si Yasoma o alguien como l la
encontraba. Y su frente arda de fiebre.
No ser una molestia para ti? le pregunt
mientras suba los escalones.
En absoluto. A nadie le importar que te quedes aqu
durante meses si lo deseas.
El interior del edificio estaba negro como la pez, y era la
clase de ambiente preferido por las ratas.
Espera un momento le dijo Tanzaemon.
Akemi oy el sonido de metal contra pedernal, y poco
despus una pequea lmpara, que deba de haber sido
recogida entre las basuras, arroj una luz dbil. La
muchacha mir a su alrededor y vio que aquel hombre
extrao tena all almacenadas las cosas bsicas de una
vivienda: una o dos cacerolas, algunos platos, una almohada
de madera y varias esterillas de paja. El sacerdote le dijo
que le preparara unas gachas de alforfn y empez a
trajinar con un brasero de barro roto. Primero coloc un
poco de carbn, luego unas astillas y, tras producir unas
chispas, sopl hasta lograr una llama.
Es un viejo amable, pens Akemi. Mientras
empezaba a sentirse ms tranquila, el lugar ya no le pareca
tan sucio.
Bueno, ya est dijo el sacerdote. Pareces febril,
y has dicho que estabas cansada. Probablemente te has
resfriado. Por qu no te acuestas un rato hasta que la
comida est lista?
Le indic una yacija improvisada, hecha con esterillas
de paja y sacos de arroz.
Akemi extendi unos papeles que tena consigo sobre la
almohada de madera y, musitando una disculpa por
descansar mientras l trabajaba, se tendi. Para cubrirse
dispona de los restos en jirones de una red mosquitera.
Empez a taparse, pero al mover la red un animal de ojos
brillantes salt de debajo y dio un brinco por encima de su
cabeza. Akemi grit y escondi el rostro en la yacija.
Tanzaemon estaba ms sorprendido que Akemi. Dej
caer el saco del que sacaba la harina que verta en el agua,
derramando la mitad sobre sus rodillas.
Qu ha sido eso? grit.
Akemi, ocultando todava el rostro, respondi:
No lo s. Pareca ms grande que una rata.
Probablemente era una ardilla. A veces acuden,
cuando huelen comida. Pero no la veo por ninguna parte.
Akemi alz ligeramente la cabeza y exclam:
Ah est!
Dnde?
Tanzaemon se irgui y volvi la cabeza. Encaramado
sobre la barandilla del santuario interior, de donde la estatua
de Buda desapareciera mucho tiempo atrs, haba un mono
pequeo, agazapado y temeroso bajo la dura mirada de
Tanzaemon.
El sacerdote estaba perplejo, pero el mono pareca
haber decidido que no tena nada que temer. Tras recorrer
varias veces arriba y abajo la barandilla de color bermelln
desvado, volvi a sentarse y, levantando la cara, que era
como un melocotn peludo, se puso a parpadear.
De dnde crees que ha salido? Aja! Ya lo veo. Debe
de haber esparcida por ah una buena cantidad de arroz.
Se acerc al animal, pero ste se anticip a sus movimientos
y de un salto se escondi en el santuario. Es listo, el
pequeo demonio. Si le damos algo de comer,
probablemente no har ninguna trastada. Dejmosle en paz.
Sacudindose la harina de las manos, volvi a sentarse
ante el brasero. No hay nada que temer, Akemi.
Descansa un poco.
Crees que se comportar?
S, no es salvaje. Debe de pertenecer a alguien. No
tienes que preocuparte. Ests lo bastante caliente?
S.
Entonces duerme. se es el mejor remedio contra un
resfriado.
Puso ms harina en el agua y agit las gachas con unos
palillos. Ahora el fuego arda vivamente, y mientras la
mezcla se calentaba, empez a cortar unas cebolletas. La
tabla que usaba era la superficie de una vieja mesa y el
cuchillo una pequea daga oxidada. Sin lavarse las manos,
recogi las cebolletas cortadas, las puso en un cuenco de
madera y luego quit los restos de la tabla de cortar,
convirtindola en una bandeja.
El vapor de la cacerola burbujeante calent poco a poco
la estancia. Sentado con los brazos alrededor de sus piernas
largas y delgadas, el ex samurai contemplaba el caldo con
avidez. Pareca feliz y ansioso, como si el recipiente que
herva ante l contuviera el placer ms refinado de la
humanidad.
La campana del templo Kiyomizu son como cada
noche. La austeridad del invierno, que duraba treinta das,
haba finalizado, y el Ao Nuevo era inminente, pero como
siempre que el ao se aproximaba a su final, la carga en las
almas de la gente pareca hacerse ms pesada. Hasta altas
horas de la noche los suplicantes hacan sonar los diminutos
gongs sobre la entrada del templo mientras se inclinaban
para orar, y los cnticos quejumbrosos que invocaban la
ayuda de Buda se sucedan montonamente.
Mientras Tanzaemon remova lentamente las gachas
para impedir que se quemaran, reflexionaba: Estoy
recibiendo mi castigo y expo mis pecados, pero qu habr
sido de Jtar?... El nio no hizo nada censurable. Oh,
Kannon bendita, te ruego que castigues al padre por sus
pecados, pero mira con generosa misericordia al hijo....
De sbito un grito interrumpi su plegaria:
Bestia!
Con los ojos todava cerrados por el sueo y el rostro
apretado contra la almohada de madera, Akemi estaba
llorando amargamente. Sigui delirando hasta que el sonido
de su voz la despert.
Hablaba en sueos? pregunt.
S, me has sobresaltado replic Tanzaemon, el cual
acudi a su lado y le sec la frente con un trapo fro.
Ests sudando mucho. Debe de ser por la fiebre.
Qu..., qu he dicho?
Pues muchas cosas.
Qu clase de cosas? El rostro febril de Akemi
enrojeci ms a causa de la turbacin, y tir de la red
mosquitera para cubrrselo.
Sin responderle directamente, Tanzaemon le dijo:
Hay un hombre al que quisieras maldecir, no es
cierto, Akemi?
He dicho eso?
Humm. Qu ocurri? Te abandon?
No.
Comprendo dijo l, llegando a su propia
conclusin.
Akemi se irgui en la yacija.
Oh, qu debera hacer ahora? Quieres decrmelo?
Se haba jurado a s misma que nunca revelara su
vergenza secreta a nadie, pero la clera y la tristeza,
unidas a la sensacin de prdida encerrada en su interior,
eran excesivas para soportarlas a solas. Apoyada en la
rodilla de Tanzaemon, le cont todo lo ocurrido, sollozando
y gimiendo a lo largo del relato.
Quiero morir! exclam quejumbrosa al finalizar.
Djame morir!
La respiracin de Tanzaemon se hizo ms clida. Haca
mucho tiempo que no haba estado tan cerca de una mujer,
y su aroma le quemaba el olfato y los ojos. Los deseos
carnales, que crea haber superado, empezaron a crecer,
como si recibieran un influjo de sangre clida, y su cuerpo,
hasta entonces tan poco vibrante como un rbol estril y
seco, adquiri nueva vida. Record algo que ya haba
olvidado: que tena pulmones y corazn debajo de las
costillas.
Humm musit. De modo que Yoshioka Seijr
es esa clase de hombre.
Sinti un odio profundo hacia Seijr. No se trataba
slo de indignacin, sino que una especie de celos le
tensaron los hombros, como si una hija suya hubiera sido
violada. Mientras Akemi sollozaba sobre su rodilla,
experiment una sensacin de intimidad, y en su semblante
apareci una expresin perpleja.
Vamos, vamos, no llores. Tu corazn sigue siendo
casto. No es como si hubieras permitido que ese hombre te
hiciera el amor, ni como si le hubieras correspondido. Lo
importante para una mujer no es su cuerpo sino su corazn,
y la castidad es asunto del ser interior. Incluso cuando una
mujer no se entrega a un hombre, si le contempla con lujuria
se vuelve, por lo menos mientras dura el sentimiento,
impura y sucia.
Esas palabras abstractas no consolaban a Akemi, cuyas
clidas lgrimas humedecan el kimono del sacerdote y
segua diciendo que quera morir.
Vamos, deja de llorar repiti Tanzaemon, dndole
unas palmaditas en la espalda.
Pero el temblor de su blanco cuello no despertaba en l
una autntica compasin. Aquella piel suave, de olor tan
dulce, ya le haba sido robada por otro hombre.
Al observar que el mono se haba aproximado a la
cacerola y estaba comiendo, el sacerdote apart
bruscamente la cabeza de Akemi, agit el puo y maldijo al
animal. No haba la menor duda de que la comida era ms
importante para l que el sufrimiento de una mujer.
A la maana siguiente Tanzaemon anunci que iba al
pueblo con su escudilla de mendigo.
Qudate aqu durante mi ausencia dijo a la
muchacha. Tengo que recoger algn dinero para
comprarte medicina, y luego necesitaremos arroz y aceite
para comer algo caliente.
Su sombrero no era hondo y de juncos tejidos, como el
la mayora de los sacerdotes itinerantes, sino un sombrero
ordinario de bamb, y sus sandalias de paja, desgastadas y
con los tacones hendidos, raspaban el suelo cuando el
hombre arrastraba los pies. Todo en l era desaliado, no
slo su mostacho. Sin embargo, aunque era un
espantapjaros ambulante, tena la costumbre de salir a
mendigar todos los das, a menos que lloviera.
Como no haba pasado una buena noche, aquella
maana estaba semidormido. Akemi, tras desahogarse
llorando y contando sus penas, se tom las gachas, que le
hicieron sudar copiosamente, y durmi como un tronco el
resto de la noche. En cambio l no pudo cerrar los ojos
hasta el alba. Incluso mientras caminaba bajo el brillante sol
matinal, la causa de su insomnio le acompaaba. No poda
quitrsela de la mente.
Tiene ms o menos la misma edad de Ots se deca
, pero su temperamento es del todo distinto. Ots tiene
gracia y refinamiento, pero hay algo fro en ella. Akemi es
atractiva tanto si re como si llora o hace pucheros.
Los sentimientos juveniles despertados en las clulas
desecadas de Tanzaemon por los fuertes rayos del encanto
de Akemi le hacan tener aguda conciencia de su edad.
Durante la noche, cuando la miraba solcitamente cada vez
que ella se mova en su sueo, una advertencia diferente
haba sondado en su corazn: Qu estpido rematado
soy! No he aprendido todava? Aunque llevo la
sobrepelliz del sacerdote y toco el shakuhachi del
mendicante, todava estoy muy lejos de alcanzar la
iluminacin clara y perfecta de P'u-hua. Alcanzar alguna
vez la sabidura que me liberar de este cuerpo?.
Tras reconvenirse as durante largo rato, cerr sus
tristes ojos e intent dormir, pero fue intil. Al amanecer
resolvi de nuevo dejar de lado los malos pensamientos,
pero Akemi era una muchacha encantadora. Haba sufrido
mucho y l deba tratar de consolarla. Tena que
demostrarle que no todos los hombres eran unos demonios
lujuriosos.
Se preguntaba qu presente podra llevarle, adems de la
medicina, cuando regresara por la noche. Durante la jornada,
mientras deambulara tendiendo la escudilla de las limosnas,
le alentara ese deseo de hacer algo para que Akemi se
sintiera un poco ms feliz. Eso sera suficiente, no tena
mayores deseos.
Ms o menos al mismo tiempo que recobraba su
compostura y el color volva a su cara, oy un aleteo por
encima de un risco a su lado. La sombra de un gran halcn
cruz el suelo y Tanzaemon vio caer una pluma gris de un
pjaro pequeo desde una rama de roble, en la arboleda sin
hojas que cubra la ladera. Sujetando al pjaro con sus
garras, el halcn alz el vuelo, mostrando el reverso de sus
alas.
Cerca de all una voz de hombre grit: Conseguido!,
y el halconero llam a su ave con un silbido.
Instantes despus, Tanzaemon vio a dos hombres con
atuendo de caza que bajaban por la ladera detrs del
Ennenji. El halcn estaba posado en el puo izquierdo de
uno de ellos, el cual llevaba una bolsa de mallas para colocar
las presas en el costado opuesto al ocupado por sus dos
espadas. Un perro de caza marrn y de aspecto inteligente
trotaba detrs.
Kojir se detuvo y examin su entorno.
Sucedi ayer por la noche en esta zona estaba
diciendo. Mi mono se peleaba con el perro y ste le
mordi la cola. Entonces se escondi y no volvi a
aparecer. Me pregunto si estar en alguno de estos rboles.
Seijr, que pareca bastante malhumorado, se sent en
una piedra.
Por qu habra de estar todava aqu? Tambin l
tiene patas. En cualquier caso, no entiendo por qu traes un
mono cuando vas de caza con halcones.
Kojir se acomod en las races de un rbol que
sobresalan de la tierra.
No lo he trado conmigo, pero no puedo evitar que
me siga, y estoy tan acostumbrado a l que cuando no est
a mi lado lo echo en falta.
Crea que slo a las mujeres y las personas ociosas
les gusta tener monos y perros falderos, pero supongo que
estaba equivocado. Cuesta imaginar que un guerrero
estudiante como t tenga tanto cario a un mono.
Como haba visto actuar a Kojir en el dique de Kema,
Seijr senta ya un saludable respeto por su pericia con la
espada, pero sus gustos y su manera de vivir en general le
parecan demasiado juveniles. Compartir el mismo techo en
los ltimos das haba convencido a Seijr de que la
madurez slo se adquiere con la edad. Aunque le resultaba
difcil respetar a Kojir como persona, esto, en cierto
sentido, le facilitaba la asociacin con l.
Kojir replic risueo:
Eso se debe a que soy demasiado joven. Uno de estos
das empezarn a gustarme las mujeres y entonces
probablemente me olvidar por completo del mono.
Kojir sigui charlando con ligereza y buen humor, pero
el semblante de Seijr estaba cada vez ms ensombrecido
por la preocupacin. Su nerviosa mirada no era muy
distinta de la del halcn posado en su mano. De repente
pregunt irritado:
Qu est haciendo ah ese sacerdote mendigo?
Mralo, se ha quedado mirndonos desde que llegamos aqu.
Seijr examin con suspicacia a Tanzaemon, y Kojir
se volvi para mirarle.
Tanzaemon dio media vuelta y se alej caminando lenta
y pesadamente. Seijr se levant bruscamente.
Quiero ir a casa, Kojir . Lo mires como lo mires,
ste no es momento de salir de caza. Es ya el vigsimo
noveno da del mes.
Kojir se ri y, con un leve tono desdeoso, replic:
Hemos salido a cazar, no es cierto? Slo hemos
cobrado una trtola y un par de tordos. Deberamos seguir
intentndolo colina arriba.
No, dejmoslo por hoy. No tengo ganas de cazar, y
cuando no me apetece cazar el halcn no vuela como es
debido. Volvamos a casa y practiquemos. Entonces
aadi, como si hablara consigo mismo: Eso es lo que
necesito hacer, practicar.
Bien, si tienes que regresar, te acompaar. Ech a
andar al lado de Seijr, pero no pareca muy satisfecho.
Supongo que me equivoqu al sugerirlo.
Sugerir qu?
Que fusemos a cazar ayer y hoy.
No te preocupes por eso. S que tu intencin era
buena. Lo nico que sucede es que estamos a fin de ao y la
confrontacin con Musashi es inminente.
Por eso pens que te ira bien salir de caza. As
podras relajarte y adquirir el estado de nimo adecuado.
Supongo que no eres la clase de persona que puede hacer
eso.
Humm. Cuanto ms oigo hablar de Musashi, ms
convencido estoy de que no hay que subestimarle.
Tanto ms motivo para evitar excitarte o ceder al
pnico. Deberas disciplinar tu espritu.
No siento pnico. La primera leccin del arte de la
guerra es no tomar a la ligera a tu enemigo, y creo que es de
sentido comn practicar al mximo antes de la pelea. Si
perdiera, por lo menos sabra que he hecho todo lo posible.
Si el hombre es mejor que yo, bueno...
Aunque apreciaba la sinceridad de Seijr, Kojir
perciba en l una pequeez de espritu que le hara muy
difcil mantener la reputacin de la escuela Yoshioka.
Seijr careca de la visin personal necesaria para seguir las
huellas de su padre y dirigir adecuadamente la enorme
escuela, y Kojir lo senta por l. En su opinin, el hermano
menor, Denshichir tena un carcter ms fuerte, pero era
tambin un juerguista incorregible y, aunque como
espadachn superaba en destreza a Seijr, la reputacin de
la casa Yoshioka no le interesaba lo ms mnimo.
Kojir quera que Seijr se olvidara del inminente
encuentro con Musashi, pues crea que sa sera la mejor
preparacin para l. Le habra gustado preguntarle qu
esperaba aprender entre aquel momento y el encuentro,
pero prefiri callarse. Bueno se dijo con resignacin,
este hombre es as y no creo que pueda hacer gran cosa por
ayudarle.
El perro haba echado a correr y ladraba ferozmente a lo
lejos.
Eso significa que ha encontrado alguna presa!
exclam Kojir con los ojos brillantes.
Djale hacer. Ya nos dar alcance ms tarde.
Ir a echar un vistazo. Esprame aqu.
Kojir corri en la direccin de los ladridos y al cabo de
uno o dos minutos vio al perro en la terraza de un viejo y
ruinoso templo. El animal saltaba contra la desvencijada
puerta con rejilla y retroceda. Tras varios intentos, empez
a araar los desgastados postes de laca roja y las paredes
del edificio.
Intrigado por el motivo de su excitacin, Kojir fue a
otra puerta. Mir a travs de la rejilla, pero era como mirar
el interior de un jarrn de laca negra.
El chirrido que produjo al abrir la puerta atrajo de
inmediato al perro, que lleg a su lado meneando la cola.
Kojir lo apart de un puntapi, pero sin resultado.
Cuando entr en el edificio, el perro lo hizo tambin y se le
adelant.
Los gritos de la mujer eran desgarradores, la clase de
gritos capaces de romper el cristal. Entonces el perro se
puso a aullar y se estableci una competicin de capacidad
pulmonar entre l y la mujer que gritaba. Kojir se pregunt
si las vigas se partiran. Corri adelante y descubri a
Akemi tendida bajo la red mosquitera y al mono, que haba
saltado a la ventana para huir del perro, escondido detrs de
ella.
Akemi estaba entre el perro y el mono, cerrando el paso
al perro, y ste la atac. Mientras ella rodaba a un lado, el
aullido del perro fue en crescendo.
Ahora Akemi gritaba de dolor ms que de miedo. Los
dientes del perro se haban cerrado alrededor de su
antebrazo. Kojir solt un juramento y le dio una violenta
patada en el costillar. La fuerza del impacto bast para
matarle, pero incluso despus de una segunda patada, los
dientes del perro siguieron firmemente aferrados al brazo de
la muchacha.
Sultame! Sultame! gritaba ella, retorcindose en
el suelo.
Kojir se arrodill a su lado y abri las mandbulas del
perro, produciendo un sonido como si separase dos trozos
de madera pegados con cola. La boca del animal se abri; un
poco ms de fuerza por parte de Kojir y la cabeza del
perro se habra partido en dos. Arroj el cadver fuera y se
acerc a Akemi.
Ya ha pasado todo le dijo en tono consolador, pero
el antebrazo de Akemi desmenta sus palabras. La sangre
que manaba sobre la piel blanca daba a la mordedura el
aspecto de una peona carmes.
Kojir se estremeci al verlo.
No tienes sake? Debera lavar la herida con sake...
No, supongo que no lo habr en un sitio como ste. La
sangre clida flua por el antebrazo y llegaba a la mueca.
Tengo que hacer algo, o el veneno de los dientes del perro
podra volverte loca. Se ha portado de una manera extraa
en los ltimos das.
Mientras Kojir trataba de pensar con rapidez en lo que
podra hacer, Akemi junt las cejas, ech atrs su
encantador cuello blanco y dijo:
Loca? Oh, qu maravilloso! As es cmo quiero
estar... Loca! Completamente loca, loca de atar!
Qu..., qu te ocurre? tartamude Kojir .
Entonces se inclin sobre el antebrazo de la muchacha y
le succion con la boca la sangre de la herida. Cuando tuvo
la boca llena escupi la sangre, volvi a aplicar la boca a la
piel blanca y succion hasta que se le hincharon las mejillas.
Por la noche Tanzaemon regres de su ronda cotidiana.
Ya estoy aqu, Akemi anunci al entrar en el
templo. Te has sentido sola durante mi ausencia?
Deposit la medicina en un rincn, junto con la comida
y el tarro de aceite que haba comprado, y dijo:
Espera un momento. Encender una luz.
Cuando encendi la vela, vio que no haba nadie en la
estancia.
Akemi! grit. Dnde puede haber ido?
Su amor unilateral se convirti de repente en clera, a la
que sustituy rpidamente la soledad. De nuevo
Tanzaemon record que nunca volvera a ser joven, que no
haba ms honor ni ms esperanza para l. Pens en su
cuerpo avejentado y se estremeci.
La rescat y cuid de ella gru, y ahora se ha
ido sin decir palabra. Es as cmo el mundo ha de ser
siempre? Es ella as? O tal vez sospechaba de mis
intenciones?
En la yacija encontr un trozo de tela, al parecer
arrancado del extremo de su obi. La mancha de sangre que
descubri en el trapo volvi a encender sus instintos
animales. Dio un puntapi a las esteras de paja y arroj la
medicina por la ventana.
Hambriento, pero sin fuerza de voluntad para
prepararse la cena, cogi su shakuhachi y, suspirando, sali
a la terraza. Durante una hora o ms tiempo toc sin
interrupcin, tratando de expulsar sus deseos e ilusiones.
Sin embargo, tuvo la certeza de que sus pasiones seguan
dentro de l y seguiran hasta el da de su muerte.
Ya la ha tomado otro hombre pens. Por qu he
tenido que ser tan moral y honrado? No tena necesidad de
acostarme solo y pasarme la noche suspirando.
Lamentaba a medias no haber actuado, y a medias
condenaba su anhelo lascivo. Era precisamente este
conflicto de emociones, que se agitaba sin cesar en sus
venas, lo que constitua eso que Buda llamaba ilusiones.
Ahora intentaba limpiar su naturaleza impura, pero cuanto
ms se esforzaba, ms confuso se volva el tono de su
shakuhachi.
El mendigo que dorma debajo de la plataforma elevada
del templo asom la cabeza a la terraza.
Por qu ests aqu sentado tocando tu instrumento?
le pregunt. Te ha ocurrido algo bueno? Si has
conseguido mucho dinero y has trado sake, te importara
darme un trago?
Era un tullido, y desde su humilde punto de vista,
Tanzaemon viva como un rey.
Sabes qu le ha sucedido a la muchacha que traje
anoche?
Una zagala guapa, eh? De haber podido, no la
hubiera dejado largarse. Esta maana, poco despus de que
te marcharas, un joven samurai con un mechn de pelo
sobre la frente y una enorme espada al hombro vino y se la
llev. Y al mono tambin. Carg al bicho en un hombro y a
ella en el otro.
Un samurai... con un mechn?
S, y era un tipo apuesto..., mucho ms, desde luego,
que t y yo!
La comicidad de su observacin hizo que el mendigo se
desternillara de risa.
La notificacin
Cuando lleg a la escuela, Seijr estaba de muy mal humor.
Deposit bruscamente el halcn en las manos de un
discpulo y le orden que lo devolviera a su jaula.
No est Kojir contigo? le pregunt el discpulo.
No, pero estoy seguro de que llegar en seguida.
Tras cambiarse de ropa, Seijr fue a sentarse a la sala
donde se reciba a los huspedes. Al otro lado del patio
estaba el gran dj, cerrado desde la ltima sesin de
prcticas, el da veinticinco. A lo largo del ao haban
pasado por all aproximadamente un millar de estudiantes.
Ahora el dj no volvera a abrir sus puertas hasta la
primera sesin de adiestramiento del nuevo ao. El silencio
de las espadas de madera creaba en la casa una atmsfera de
frialdad y desolacin.
Ansioso por practicar la esgrima con Kojir , el jefe de
la casa Yoshioka pregunt repetidas veces al discpulo si
an no haba llegado. Pero Kojir no regres, ni aquella
noche ni al da siguiente.
En cambio llegaron muchos otros visitantes, pues era el
ltimo da del ao, el da en que era preciso cancelar todas
las deudas. Para quienes tenan negocios, aqulla era la
oportunidad de cobrar lo que les deban, y si no lo lograban
tendran que esperar hasta el festival Bon del prximo
verano. As pues, hacia medioda la sala delantera estaba
llena de acreedores. Normalmente tenan un aire de absoluto
servilismo ante un samurai, pero ahora, agotada ya su
paciencia, expresaban sus sentimientos con toda claridad.
No podis pagar por lo menos una parte de lo que
debis?
Llevis diciendo desde hace meses que el encargado
de los pagos no est o que el maestro se ha ausentado.
Creis que podis darnos largas eternamente?
Cuntas veces tenemos que venir aqu?
El viejo maestro era un buen cliente. No dira nada si
slo se tratara de la segunda mitad del ao, pero tampoco
nos pagasteis en verano. Vamos, incluso tengo facturas
impagadas del ao pasado!
Un par de ellos golpearon con impaciencia sus libros de
cuentas y los pusieron bajo las narices del discpulo. Eran
carpinteros, yeseros, el vendedor de arroz, el comerciante
de sake, sastres y varios suministradores de artculos de
consumo diario. Engrosaban sus filas los propietarios de
diversas casas de t en las que Seijr coma y beba a
crdito. Y sta era la gente de poca monta, cuyas facturas
no podan compararse con las de los usureros de los que
Denshichir haba obtenido prstamos sin conocimiento de
su hermano.
Media docena de tales hombres estaban sentados y se
negaban a moverse.
Queremos hablar personalmente con el maestro
Seijr. Hablar con discpulos es una prdida de tiempo.
Seijr permaneca en el fondo de la casa, limitndose a
decir: Decidles que no estoy. En cuanto a Denshichir,
naturalmente no se habra acercado a la casa en semejante
da. El hombre que ms brillaba por su ausencia era el
encargado de los libros de contabilidad y las cuentas
domsticas de la casa de Yoshioka: Gion Tji. Varios das
antes se haba marchado con Ok y todo el dinero que haba
recogido, en direccin al este.
Al cabo de un rato entraron seis hombres con paso
jactancioso. Iba al frente Ueda Ryhei, el cual incluso en
unas circunstancias tan humillantes rebosaba de orgullo por
ser uno de los diez primeros espadachines de la casa de
Yoshioka. Con una mirada amenazante, pregunt:
Qu ocurre aqu?
El discpulo, aunque dej claro que no consideraba
necesario dar explicaciones, le inform con detalle y
brevedad de la situacin.
Es eso todo? dijo Ryhei desdeosamente. No
es ms que un puado de avaros? Qu importa un poco de
espera si al final las facturas se pagan? Diles a los que no
quieren esperar que vayan a la sala de prcticas, y discutir
el asunto con ellos en mi propio lenguaje.
Ante esta amenaza, los acreedores se disgustaron ms.
Debido a la rectitud de Yoshioka Kemp en los asuntos
econmicos, por no mencionar su posicin como instructor
militar de los shogunes Ashikaga, se haban inclinado ante la
casa Yoshioka, humillndose, prestndoles bienes de todo
tipo, acudiendo cada vez que les llamaban y marchndose
cuando se lo decan, accediendo a todo. Pero tambin ellos
tenan un lmite y no podan seguir doblegndose
servilmente ante aquellos vanos guerreros. El da en que se
dejaran intimidar por amenazas como las de Ryhei
sealara el final de la actividad comercial. Y qu haran los
samurais sin los mercaderes? Imaginaban por un momento
que ellos solos podran hacerse cargo del comercio?
Mientras seguan all, refunfuando, Ryhei dej
perfectamente claro que los consideraba como basura.
Muy bien, ahora marchaos a casa! Quedaros aqu
esperando no os servir de nada.
Los mercaderes guardaron silencio, pero no se movieron
de donde estaban.
Echadlos! grit Ryhei.
Esto es indignante, seor!
Qu tiene de indignante? replic Ryhei.
Esto es completamente irresponsable!
Quin dice que es irresponsable?
No hay duda de que expulsarnos es un acto de
irresponsabilidad!
Entonces por qu no os vais tranquilamente?
Estamos ocupados.
Si hoy no fuese el ltimo da del ao, no estaramos
aqu suplicando. Necesitamos el dinero que nos debis para
pagar nuestras propias deudas antes de que termine el da.
Eso es una lstima, una verdadera lstima. Ahora
fuera de aqu!
sta no es manera de tratarnos!
Creo que ya he escuchado lo suficiente vuestras
quejas! La clera volva a vibrar en la voz de Ryhei.
Nadie se quejara... si os limitarais a pagar!
Ven aqu! orden Ryhei.
Qu..., quin?
Cualquiera que no est satisfecho.
Esto es una locura!
Quin ha dicho eso?
No me refera a vos, seor. Hablaba de esta..., esta
situacin.
Calla! Ryhei agarr al hombre por el cabello y lo
ech por la puerta lateral. Alguien ms tiene quejas?
pregunt en voz atronadora. Sois una chusma y no
permitiremos que entris en la casa exigiendo insignificantes
sumas de dinero. De ninguna manera! Aunque el Joven
Maestro quiera pagaros, no le dejar hacerlo.
Al ver el puo de Ryhei, los acreedores tropezaron
entre ellos en su prisa por cruzar el portal, pero una vez en
el exterior sus denuestos contra la casa de Yoshioka fueron
en aumento.
Cmo me reir y batir palmas cuando vea el cartel
de En venta en este lugar! Ya no falta mucho para eso.
Dicen que eso no suceder.
Cmo podra ocurrir?
Ryhei, muy divertido, se desternillaba de risa mientras
regresaba al fondo de la casa. Los dems discpulos le
acompaaron hasta la sala donde Seijr estaba encorvado,
solo y silencioso, ante el brasero.
Ests muy callado, Joven Maestro le dijo Ryhei
. Ocurre algo?
Oh, no replic Seijr, algo animado al ver a sus
seguidores de ms confianza. El da ya est muy
prximo, verdad?
As es, y por eso venimos a verte. No deberamos
decidir el da y el lugar y hacrselo saber a Musashi?
S, claro, supongo que s dijo Seijr
pensativamente. El lugar... Qu lugar sera conveniente?
Qu os parece el campo en el Rendaiji, al norte de la
ciudad?
Creo que es perfecto. Y la hora?
Debera ser antes de que quiten los adornos de Ao
Nuevo o despus?
Cuanto antes mejor. No debemos dar a ese cobarde
tiempo para escabullirse.
Qu os parece el da octavo?
No es el aniversario de la muerte del maestro
Kemp?
S, en efecto. En ese caso, podra ser el noveno, a las
siete de la maana. As estar bien, no?
De acuerdo. Esta noche pondremos un cartel en el
puente.
Muy bien.
Ests preparado? le pregunt Ryhei.
Lo he estado desde el principio replic Seijr, el
cual no poda responder de otra manera.
No haba considerado la posibilidad de ser derrotado
por Musashi. Haba estudiado desde la infancia bajo la
tutela de su padre y en la escuela jams haba perdido un
encuentro, ni siquiera con los discpulos ms antiguos y
mejor adiestrados. Por todo ello no poda imaginar que le
venciera aquel patn rural joven e inexperto.
Sin embargo, su confianza no era absoluta. Senta cierta
incertidumbre y, como era muy propio de l, en vez de
atribuirlo a su incapacidad de poner en prctica el Camino
del Samurai, lo achacaba a sus recientes dificultades
personales. Una de ellas, quiz la mayor, era Akemi. Se
senta molesto desde el incidente en Sumiyoshi, y cuando
Gion Tji se fug, supo que el cncer financiero que
padeca la casa de Yoshioka haba llegado ya a una etapa
crtica.
Ryhei y los dems regresaron con el mensaje dirigido a
Musashi escrito sobre un tablero recin cortado.
Es esto lo que pensabas decirle? le pregunt
Ryhei.
Los caracteres, todava hmedos y relucientes, decan:
Respuesta Accediendo a tu solicitud de un
encuentro, te indico el lugar y la hora. Lugar: el campo del
Rendaiji.
Hora: las siete en punto de la maana, el noveno da del
primer mes. Hago sagrado juramento de estar presente.
Si, por el motivo que fuese, no cumplieras tu promesa,
considerar que tengo el derecho a ridiculizarte en pblico.
Si incumplo este acuerdo, que caiga sobre m el castigo
de los dioses! Seijr, Yoshioka Kemp II, de Kyoto.
Firmado el ltimo da de [1605].
Al rnin de Mimasaka, Miyamoto Musashi.
Tras leer este anuncio, Seijr dio su conformidad. La
notificacin le haca sentirse ms relajado, tal vez debido a
que por primera vez senta que la suerte estaba echada.
Cuando se pona el sol, Ryhei, con el letrero bajo el
brazo, recorri la calle con paso orgulloso, acompaado por
otros dos hombres, para colocar el tablero en el gran puente
de la avenida Goj.
Al pie de la colina Yoshida, el hombre a quien iba dirigida la
notificacin caminaba por un barrio de samurais de noble
linaje y escasos medios. Eran gentes de tendencia
conservadora, llevaban una clase de vida ordinaria y era
improbable que se les descubriera haciendo algo que
suscitara comentarios.
Musashi iba de una casa a otra, examinando las placas
con los nombres en los portales. Finalmente se detuvo en
medio de la calle, como si no deseara seguir adelante o fuese
incapaz de hacerlo. Estaba buscando a su ta, la hermana de
su madre y nico familiar vivo adems de Ogin.
El marido de su ta era un samurai que, por un pequeo
estipendio, serva en la casa de Konoe. Musashi haba
credo que le resultara fcil encontrar la casa cerca de la
colina Yoshida, pero no tard en descubrir que una casa se
distingua muy poco de otra. En su mayor parte eran
pequeas, estaban rodeadas de rboles y tenan las puertas
cerradas como valvas de almejas. No eran pocos los
portales sin placa de identificacin.
Como no estaba seguro del lugar que buscaba, se senta
reacio a preguntar por la direccin. Deben de haberse
mudado pens. Ser mejor que abandone la bsqueda.
Regres al centro de la ciudad, la cual estaba envuelta
por una niebla que reflejaba las luces del mercado instalado
durante las celebraciones de fin de ao. Aunque era la vigilia
de Ao Nuevo, las calles cntricas todava bullan de
actividad.
Musashi se volvi para mirar a una mujer que acababa
de pasar en la direccin contraria. No haba visto a su ta
desde haca por lo menos siete u ocho aos, pero estaba
seguro de que se trataba de ella, pues la mujer se pareca a la
imagen que l se haba formado de su madre. La sigui un
breve trecho, y entonces la llam.
Ella le mir con suspicacia durante unos instantes. En
sus ojos, rodeados de arrugas producidas por los aos de
vida precaria con un minsculo presupuesto, se reflej una
profunda sorpresa.
Eres Musashi, el hijo de Munisai, no es cierto? le
pregunt por fin.
l se pregunt por qu le haba llamado Musashi en vez
de Takez, pero lo que realmente le turbaba era la
impresin de que su presencia no agradaba a la mujer.
S respondi. Soy Takez, de la casa de
Shimmen.
Ella le mir de arriba abajo, sin las exclamaciones
acostumbradas, sin mencionar cunto haba crecido o lo
mucho que haba cambiado desde la ltima vez que le vio.
Por qu has venido aqu? le pregunt framente,
en un tono de evidente censura.
No tena un motivo especial para venir.
Sencillamente, me encontraba en Kyoto y pens que sera
agradable visitarte.
Los ojos y el cabello de su ta le evocaban a su madre, la
cual, de vivir todava, sin duda sera tan alta como aquella
mujer y hablara con una voz similar.
Has venido a verme? inquiri ella con
incredulidad.
Pues s. Lamento haberlo hecho sin previo aviso.
La mujer agit una mano ante su cara, restando
importancia con ese gesto a las palabras de Musashi.
Bueno, ya me has visto, as que no hay razn para
que sigas aqu. Mrchate, por favor!
Contrariado por un recibimiento tan fro, Musashi le
dijo impulsivamente:
Por qu dices tal cosa nada ms verme? Si quieres
que me vaya lo har, pero no veo el motivo. Acaso he
hecho algo que desapruebas? En ese caso, dime qu es.
Su ta pareca poco dispuesta a concretar.
Mira, ya que ests aqu, por qu no vienes a casa y
saludas a tu to? Pero ya sabes qu clase de persona es, por
lo que no debe decepcionarte nada de lo que diga. Soy tu
ta, y puesto que has venido a vernos, no quiero que te
marches con resentimiento.
Musashi acept el escaso consuelo que le brindaban
estas palabras, fue con su ta a la casa y aguard en la sala
mientras ella daba la noticia a su marido. A travs de la
puerta corredera de papel y listones, oa la voz
quejumbrosa y asmtica de su to, que se llamaba Matsuo
Kaname.
Qu? dijo Kaname con enojo. El hijo de
Munisai aqu? Tema que apareciera ms tarde o ms
temprano. Quieres decir que est aqu, en esta casa? Le
has permitido entrar sin decrmelo?
Musashi no estaba dispuesto a aguantar ms, pero
cuando llam a su ta para despedirse, Kaname le dijo:
Ests ah, no?
Desliz la puerta corredera y Musashi vio que su rostro
no estaba cejijunto sino que tena una expresin de
profundo desprecio, la mirada que la gente de ciudad
reserva para sus sucios parientes del campo. Era como si
hubiera entrado una vaca pisando con sus pezuas el
tatami.
Por qu has venido aqu? le pregunt Kaname.
Casualmente me encontraba en la ciudad y pens en
venir a preguntar por tu salud.
Eso no es cierto!
Cmo dices, seor?
Puedes mentir cuanto quieras, pero s lo que has
hecho. Has causado muchas dificultades en Mimasaka, has
hecho que mucha gente te odie, has manchado el apellido de
tu familia y luego te has fugado. No es sa la verdad?
Musashi se sinti desconcertado.
Cmo puedes tener la desvergenza de venir a
visitar a tus parientes?
Lamento lo que hice respondi Musashi. Pero
estoy firmemente decidido a dar cumplida satisfaccin a
mis antepasados y al pueblo.
Supongo que no puedes regresar al pueblo,
naturalmente. Bien, uno cosecha lo que ha sembrado.
Munisai debe de estar llorando en su tumba!
Llevo aqu demasiado tiempo dijo Musashi. Ya
he de marcharme.
Ah, no, de ninguna manera! exclam Kaname
airado. Vas a quedarte aqu! Si deambulas por esta
vecindad no tardars en verte metido en los. Esa arisca
anciana de la familia Hon'iden se present aqu por primera
vez hace cosa de medio ao, y ltimamente ha venido varias
veces. Siempre pregunta si has estado aqu e intenta
averiguar dnde ests. Te est buscando, desde luego...,
para infligirte una terrible venganza.
Ah, Osugi. Ha estado aqu?
Ya lo creo. Es ella quien me ha informado de tus
andanzas. Si no fueras pariente mo, te atara y entregara a
ella, pero en estas circunstancias... Sea como fuere, qudate
aqu de momento. Lo mejor ser que te vayas entrada la
noche, para que tu ta y yo no nos veamos en ningn
aprieto.
Que sus tos se hubieran credo a pies juntillas las
difamaciones de Osugi era mortificante. Sintindose
terriblemente solo, Musashi permaneci en silencio,
mirando el suelo. Por fin su ta se apiad de l y le dijo que
fuese a otra habitacin y se acostara.
Musashi se dej caer en el suelo y se afloj las vainas
de las espadas. Una vez ms le invadi la sensacin de que
no poda contar con nadie en el mundo ms que consigo
mismo.
Reflexion en que tal vez sus tos le trataban con
franqueza y severidad precisamente debido a sus lazos
familiares. Aunque poco antes estaba tan airado que
deseaba escupir en el umbral y marcharse, ahora adopt una
actitud ms caritativa, recordndose que era importante
darles el beneficio de toda duda.
Era demasiado ingenuo para juzgar acertadamente a
quienes le rodeaban. Si ya fuese rico y famoso, sus
sentimientos acerca de los parientes habran sido
apropiados, pero haba irrumpido all procedente del fro y
vestido con un kimono andrajoso nada menos que en la
vigilia de Ao Nuevo. En esas circunstancias no era
sorprendente la falta de afecto familiar por parte de sus
tos.
Musashi no tard en comprenderlo del modo ms
penoso. Se haba tendido, hambriento, con la inocente
suposicin de que le ofreceran algo de comer, pero aunque
le llegaron los olores de la comida que se estaba cocinando y
oy el ruido de cacerolas y sartenes en la cocina, nadie se
acerc a su habitacin, donde el parpadeo del fuego en el
brasero no era ms intenso que el de una lucirnaga.
Entonces lleg a la conclusin de que el hambre y el fro
eran secundarios. Ahora lo ms importante era dormir un
poco, y as se dispuso a hacerlo.
Unas cuatro horas ms tarde le despert el sonido de las
campanas del templo que sealaban el final del ao. Dormir
le haba sentado bien. Al ponerse en pie, not que su fatiga
haba desaparecido y tena la mente clara y despejada.
En la ciudad y sus alrededores las enormes campanas
sonaban con un ritmo lento y majestuoso, indicando el
trmino de la oscuridad y el comienzo de la luz. Ciento
ocho repiques por las ciento ocho ilusiones de la vida, y
cada repique era una llamada a hombres y mujeres para que
reflexionaran sobre la vanidad de sus actos.
Musashi se pregunt cuntas personas podran decir
aquella noche: He tenido razn. He hecho lo que deba
hacer. No tengo ningn remordimiento. En cuanto a l,
cada repique le produca un temblor de arrepentimiento.
Slo poda evocar las cosas que haba hecho mal durante el
ltimo ao, y no slo ste, sino el ao anterior y el otro...
Todos los aos transcurridos haban aportado
remordimientos. Ni un solo ao haba estado desprovisto
de ellos.
Desde su limitada perspectiva del mundo, le pareca que
uno no tardara en lamentar cualquier cosa que hiciera. Por
ejemplo, los hombres tomaban esposas con la intencin de
vivir con ellas para siempre, pero con frecuencia ms
adelante cambiaban de idea. Uno poda perdonar de buen
grado las ocurrencias tardas de las mujeres, pero stas no
solan expresar sus quejas, mientras que los hombres lo
hacan a menudo. Cuntas veces haba odo a hombres que
menospreciaban a sus esposas como si fuesen viejas
sandalias desechadas?
Por supuesto, Musashi no tena problemas conyugales,
pero haba sido vctima de la ilusin, y el remordimiento no
era un sentimiento ajeno a l. En aquel mismo momento
lamentaba mucho haber ido a casa de su ta. Ni siquiera
ahora estoy libre de mi sentido de dependencia se deca
. Me digo una y otra vez que debo arreglrmelas sin
ayuda de nadie, y entonces, de improviso, recurro a alguien.
Qu frvolo es esto, qu estpido!
Pens que deba tomar una resolucin y ponerla por
escrito. Desat su fardo de shugysha y sac un cuaderno
hecho de hojas de papel dobladas en cuatro partes y sujetas
con tiras de papel en espiral. Sola anotar los pensamientos
que se le ocurran durante su errabundeo, junto con
expresiones zen, notas sobre geografa, admoniciones a s
mismo y, de vez en cuando, toscos bocetos de cosas
interesantes que vea. Abri el cuaderno, empu el pincel
y se qued mirando la hoja de papel en blanco.
Musashi escribi: No me arrepentir de nada.
Aunque anotaba con frecuencia resoluciones, haba
observado que el mero hecho de ponerlas por escrito serva
de poco.
Tena que repetrselas cada maana y cada noche, como
si fuesen una escritura sagrada. Por ello siempre procuraba
elegir palabras que fuesen fciles de recordar y recitar, como
poemas.
Se qued mirando lo que haba escrito y lo cambi para
que dijera: No me arrepentir de mis acciones. Musit
estas palabras, pero seguan parecindole insatisfactorias y
volvi a cambiarlas: No har nada de lo que pueda
arrepentirme.
Satisfecho con este tercer esfuerzo, dej el pincel a un
lado. Aunque haba escrito las tres frases con el mismo
propsito, era posible que las dos primeras significaran que
no se arrepentira tanto si actuaba bien como mal, mientras
que la tercera recalcaba su decisin de actuar de tal manera
que fuese innecesario hacerse reproches.
Musashi repiti la resolucin para sus adentros,
comprendiendo que se trataba de un ideal inalcanzable a
menos que disciplinara su corazn y su mente al mximo de
su capacidad. Sin embargo, el camino que deba seguir era el
del esfuerzo por lograr un estado en el que nada de lo que
hiciera le causara remordimientos. Algn da alcanzar ese
estado!, se jur, dispuesto a atesorar ese juramento en lo
ms profundo de su ser.
Se abri la puerta corredera a sus espaldas. Era su ta, la
cual, con la voz temblorosa, le dijo:
Lo saba! Algo me dijo que no debera dejar que te
quedaras aqu, y ahora ha ocurrido lo que tema. Osugi ha
venido y ha visto tus sandalias en el vestbulo. Est
convencida de que te encuentras aqu e insiste en que te
llevemos a su presencia! Escucha! Puedes orla desde aqu.
Oh, Musashi, haz algo!
Osugi est aqu? dijo Musashi, reacio a creer tal
cosa.
Pero era indudable: oa la spera voz de la anciana que
se filtraba a travs de las rendijas como un viento helado,
dirigindose a Kaneme de la manera ms rgida y altiva.
Osugi haba llegado al finalizar los toques de las
campanas a medianoche, cuando la ta de Musashi se
dispona a sacar agua fresca del pozo para el Ao Nuevo.
Preocupada por la posibilidad de que la visin de la sangre
arruinara su Ao Nuevo, no intent ocultar la irritacin que
senta.
Mrchate tan rpido como puedas le implor.
Tu to la retiene insistiendo en que no has estado aqu. Vete
ahora, mientras an hay tiempo.
La mujer recogi su sombrero y el fardo y le condujo a
la puerta trasera, donde haba dejado un par de calcetines de
cuero de su marido junto con unas sandalias de paja.
Mientras se ataba las sandalias, Musashi le dijo
tmidamente:
Perdona que te moleste tanto, pero no podras
darme unas gachas? Esta noche no he comido nada.
ste no es momento para comer! Pero aqu tienes
esto. Y vete de una vez! Le tendi cinco pastelillos de
arroz sobre una hoja de papel blanco.
Musashi se apresur a aceptarlos y se los llev a la
frente, en un gesto de agradecimiento.
Adis le dijo.
En aquel primer da del alegre Ao Nuevo, Musashi
bajaba entristecido por el sendero helado. Era un ave
invernal con las alas enmohecidas que emprenda el vuelo
por un cielo negro. Tena la sensacin de que su cabello y
sus uas se estaban congelando. Lo nico que poda ver era
el blanco vapor de su aliento, que se trasformaba con
rapidez en escarcha sobre el fino vello alrededor de su boca.
Qu fro hace! exclam en voz alta.
No le caba duda de que ni en los Ocho Infiernos
Helados hara tanto fro, y se pregunt por qu, cuando l
normalmente no haca caso del fro, lo senta tan
intensamente aquella maana.
No se trata slo de mi cuerpo se respondi a s
mismo. Es que estoy fro por dentro, no me he
disciplinado apropiadamente. Eso es lo que ocurre. Todava
anhelo aferrarme a un cuerpo clido, como un beb, y cedo
con demasiada facilidad al sentimentalismo. Como estoy
solo, siento lstima de m mismo y envidio a quienes
poseen casas calientes. En el fondo soy infame y
mezquino! Por qu no puedo sentirme agradecido por mi
independencia y la libertad de ir adonde me plazca? Por
qu no puedo aferrarme a mis ideas y mi orgullo?
Mientras saboreaba las ventajas de la libertad, sus pies
doloridos iban calentndose hasta las puntas de los dedos,
y su respiracin se converta en vapor. Un hombre
errante sin ningn ideal, sin sentir gratitud por su
independencia, no es ms que un mendigo! La diferencia
entre un mendigo y el gran sacerdote errante Saigy reside
en el corazn!
De repente repar en un blanco centelleo bajo sus pies:
estaba pisando hielo quebradizo. Sin darse cuenta, haba
llegado a la orilla congelada del ro Kamo. Tanto ste como
el cielo estaban todava negros, y an no haba ninguna
seal del alba en el este. Los pies de Musashi se detuvieron:
de alguna manera le haban llevado sin contratiempo a
travs de la oscuridad desde la colina Yoshida, pero ahora
eran reacios a seguir adelante.
A la sombra del malecn, recogi ramitas, astillas,
cualquier cosa que pudiera arder, y luego empez a raspar
su trozo de pedernal. Producir la primera llamita requiri
trabajo y paciencia, pero finalmente unas hojas secas
prendieron. Con el cuidado de un tallador de madera,
empez a amontonar lea y poco despus las llamas
crepitaban y el viento las inclinaba hacia el hombre que las
haba producido, como si quisieran chamuscarle la cara.
Musashi sac los pastelillos de arroz que le haba dado
su ta y los tost uno tras otro en las llamas. Se volvieron
marrones y se hincharon como burbujas, recordndole las
celebraciones de Ao Nuevo en su infancia. Los pastelillos
de arroz eran inspidos, pues no haban sido salados ni
endulzados, y al masticarlos pens en el sabor del mundo
real que le rodeaba.
sta es mi propia celebracin de Ao Nuevo, se dijo
alegremente. Mientras las llamas le calentaban la cara y se
llenaba la boca de comida, la situacin empez a parecerle
bastante divertida. Es una buena celebracin de Ao
Nuevo! Si hasta un hombre errante como yo tiene cinco
buenos pastelillos de arroz, debe de ser que los cielos
conceden que todo el mundo celebre el Ao Nuevo de una
manera u otra. Tengo las aguas del ro Kamo para brindar, y
los treinta y seis picos de Higashiyama son mis adornos de
pino. Debo limpiar mi cuerpo y esperar las primeras luces
del alba.
A orillas del ro helado, se desat el obi y se quit el
kimono y la ropa interior. Entonces se zambull y,
chapoteando como un ave marina, se lav a conciencia.
Estaba de nuevo en la orilla, secndose vigorosamente,
cuando los primeros rayos del sol atravesaron una nube y le
caldearon la espalda. Mir hacia la fogata y vio a alguien en
pie en el malecn por encima de ella, otra persona errante,
distinta por su edad y su aspecto, a quien el destino haba
llevado hasta all. Era Osugi.
La anciana tambin le haba visto, y exclam en su
interior: Ah est! Ah est ese elemento perturbador!.
La mezcla de alegra y temor que se apoder de ella estuvo
a punto de hacerle perder el sentido. Quera llamarle, pero
la voz se le quebraba, su cuerpo tembloroso no la obedeca.
Se sent bruscamente a la sombra de un pequeo pino.
Por fin! se dijo regocijada. Por fin le he
encontrado! El espritu del to Gon me ha conducido hasta
l. En la bolsa que colgaba de su cintura llevaba un
fragmento de los huesos del to Gon y un mechn de su
cabello.
Todos los das, desde su fallecimiento, haba hablado
con el difunto. To Gon le deca, aunque te has ido,
no me siento sola. Te quedaste conmigo cuando jur que no
regresara al pueblo sin castigar a Musashi y Ots, y sigues
todava a mi lado. Puede que hayas muerto, pero tu espritu
siempre me acompaa. Estamos juntos para siempre. Mira
a travs de la hierba y fjate en lo que digo! Jams
permitir que Musashi se quede sin castigo!
Tan slo haba transcurrido una semana desde la muerte
del to Gon, pero Osugi estaba resuelta a cumplir con la
palabra que le haba dado hasta que tambin ella estuviera
reducida a cenizas. En los ltimos das haba intensificado
su bsqueda con el furor de la terrible Kishimojin, la cual,
antes de que el Buda la convirtiera, haba matado a otros
nios para alimentar a los suyos que, segn se deca, eran
quinientos o mil o diez mil.
La primera pista autntica de Osugi haba sido el rumor
que circulaba por la calle, segn el cual pronto habra un
encuentro de esgrima entre Musashi y Yoshioka Seijr. La
vspera, al anochecer, la anciana fue uno de los primeros
espectadores que contemplaron la colocacin del cartel en el
gran puente de la avenida Goj. Qu excitacin la suya! Lo
haba ledo una y otra vez, dicindose: As que la
ambicin de Musashi finalmente le ha vencido! Va a hacer
el payaso, Yoshioka le matar. Ah! Si sucede tal cosa,
cmo podr enfrentarme a mis convecinos? Jur que le
matara yo misma. Debo acabar con l antes de que lo haga
Yoshioka. He de llevarme esa cara mocosa y alzarla cogida
por el pelo para que la vea todo el pueblo!. Entonces haba
implorado la ayuda de los dioses, los bodhisattvas y sus
antepasados.
A pesar de su furor y su odio, haba salido
decepcionada de la casa de Matsuo. Cuando caminaba por
la orilla del ro Kamo, al principio crey que aquella luz era
la fogata de un mendigo. Sin ningn motivo en particular, se
detuvo en el malecn y esper. Cuando vio al hombre
musculoso y desnudo que sala del agua, ajeno al fro, supo
que era Musashi.
Como no llevaba ropa, aqul sera el momento perfecto
para cogerle por sorpresa y matarle, pero incluso su viejo y
seco corazn no le permita hacer eso.
Junt las palmas y ofreci una plegaria de
agradecimiento, tal como habra hecho si ya le hubiera
cortado la cabeza a Musashi. Qu feliz me siento!
Gracias al favor de los dioses y los bodhisattvas, tengo a
Musashi ante mis ojos. No podra deberse a un simple
azar! Mi fe constante ha sido recompensada. Han puesto a
mi enemigo en mis manos! Hizo una reverencia al cielo,
firme en su creencia de que ahora dispona de todo el
tiempo del mundo para completar su misin.
El corazn de Osugi le dio un vuelco mientras
susurraba: Ahora!.
En aquel preciso momento, Musashi se puso en pie,
salt gilmente por encima de un charco de agua y camin a
paso vivo por la orilla del ro. Osugi, procurando
mantenerse en las sombras, se apresur a lo largo del
malecn.
Los tejados y puentes de la ciudad empezaron a formar
suaves contornos blancos en la niebla matinal, pero las
estrellas seguan cernidas en el cielo y la zona a lo largo del
pie de Higashiyama estaba negra como la tinta. Cuando
Musashi lleg al puente de madera en la avenida Sanj,
pas por debajo y reapareci al otro lado, dando largas y
viriles zancadas por el malecn. En varias ocasiones Osugi
estuvo a punto de llamarle, pero se retuvo.
Musashi saba que la mujer estaba detrs de l, pero
tambin saba que, si se daba la vuelta, se le acercara
lanzando improperios y l se vera obligado a recompensar
su esfuerzo con alguna clase de defensa, al tiempo que
procuraba no hacerle dao. Un adversario temible!, se
dijo. Si todava fuese Takez y estuviera en el pueblo, no
habra dudado en derribarla y emprenderla a golpes con ella
hasta que escupiera sangre, pero, naturalmente, ya no poda
hacer tal cosa.
En realidad tena ms derecho a odiarla que ella a l,
pero quera hacerle ver que su sentimiento haca l se deba
a un terrible malentendido. Estaba seguro de que si poda
explicarle lo ocurrido, ella dejara de considerarle como su
eterno enemigo. Pero como la mujer acarreaba su rencor
enconado desde haca tantos aos, no era probable que
Musashi pudiera convencerla ahora, aunque se lo explicara
un millar de veces. Exista una nica posibilidad: por
testaruda que fuese, desde luego creera a Matahachi. Si su
propio hijo le contaba exactamente lo sucedido antes y
despus de la batalla de Sekigahara, ya no podra considerar
a Musashi como un enemigo de la familia Hon'iden, y no
digamos el raptor de la novia de su hijo.
Se estaba aproximando al puente, que se encontraba en
una zona que floreci a fines del siglo XII, cuando la familia
Taira se encontraba en el apogeo de su prosperidad. Incluso
despus de las guerras del siglo XV, haba seguido siendo
uno de los ms populosos sectores de Kyoto. El sol
empezaba a alcanzar las fachadas y los jardines, donde
todava eran visibles las marcas dejadas la noche anterior
por los rastrillos de bamb, pero a aquella hora temprana
todava no estaba abierto ningn portal.
Osugi vea las huellas de las pisadas de Musashi en la
tierra, unas huellas que tambin eran objeto de su desprecio.
Cien varas ms, luego cincuenta...
Musashi! grit la anciana. Apretando los puos,
adelant la cabeza y ech a correr hacia l. Demonio
maligno! Es que no tienes odos?
Musashi no mir atrs.
Osugi sigui corriendo. A pesar de sus muchos aos, su
determinacin que desafiaba a la muerte prestaba a sus
pasos una cadencia valerosa y masculina. Musashi segua
dndole la espalda, mientras su mente trabajaba de un modo
febril, tratando de idear un plan de accin.
De repente la mujer se puso delante de l.
Detente! le grit estremecida. Estaba tan flaca que
pareca un esqueleto tembloroso. Permaneci inmvil un
momento, reteniendo el aliento y acumulando saliva en la
boca.
Sin ocultar una expresin resignada, Musashi le dijo con
la mayor naturalidad posible:
Vaya, si es la viuda Hon'iden! Qu ests haciendo
aqu?
Perro insolente! Por qu no habra de estar aqu?
Soy yo quien debera preguntarte eso. Dej que te
escaparas en la colina Sannen, pero hoy tendr tu cabeza!
Su delgado cuello le daba un aspecto de gallo de pelea, y
su voz estridente, que pareca como si quisiera quitar
bruscamente de en medio sus dientes protuberantes, era
ms temible para Musashi que un grito de batalla.
El temor que la anciana le inspiraba radicaba en ciertos
recuerdos de su infancia, las ocasiones en que Osugi le haba
sorprendido con Matahachi haciendo alguna diablura en la
parcela de moreras o en la cocina de la casa de Hon'iden.
Entonces tena ocho o nueve aos, la edad en que los dos
chiquillos siempre estaban haciendo travesuras, y todava
recordaba con claridad los gritos de Osugi. l haba huido
aterrado, con el corazn en la garganta, y esos recuerdos le
hacan temblar. En aquel tiempo la consideraba como una
vieja bruja odiosa, de mal temple, e incluso ahora le
guardaba rencor por haberle traicionado cuando regres al
pueblo despus de la batalla de Sekigahara. Curiosamente,
tambin se haba acostumbrado a considerarla como una
persona a la que nunca podra imponerse. No obstante, con
el paso del tiempo sus sentimientos hacia la anciana se
haban suavizado.
A Osugi le ocurra todo lo contrario. No poda
desembarazarse de la imagen de Takez, el detestable y
revoltoso arrapiezo al que conoca desde su ms tierna
infancia, el chiquillo mocoso y con llagas en la cabeza, de
brazos y piernas tan largos que parecan deformes. No es
que fuese ajena al paso del tiempo. Ahora era una anciana y
lo saba, mientras que Musashi era un adulto. Pero no poda
vencer el impulso de tratarle como a un golfillo malvolo.
Cuando pensaba en cmo la haba avergonzado aquel
chiquillo... Venganza! No se trataba tan slo de justificarse
ante el pueblo, sino que necesitaba ver a Musashi en la
tumba antes de que ella acabara en la suya propia.
No hay necesidad de hablar! chill. Dame tu
cabeza o preprate para sentir en tus carnes la hoja de mi
espada! Preprate, Musashi! Se limpi los labios con
los dedos, se escupi en la mano izquierda y cogi su
espada.
Exista un proverbio sobre una mantis religiosa que
atac el carruaje imperial. Sin duda debi de haberse
inventado para describir a la cadavrica Osugi con sus
piernas zanquivanas atacando a Musashi. Pareca
exactamente una mantis: los ojos, la piel, su postura
absurda, todo era idntico. Y mientras Musashi se mantena
en guardia, mirando a la anciana que se le acercaba como
podra mirar a un nio jugando, sus hombros y su pecho le
proporcionaban la invencibilidad de un macizo carruaje de
hierro.
Pese a la incongruencia de la situacin, no poda rerse,
pues de improviso se senta lleno de conmiseracin.
Vamos, abuela, espera! le rog, cogindola del
codo con firmeza.
Qu..., qu ests haciendo? replic ella. La
sorpresa haca temblar su brazo impotente y su dentadura
. Co..., co..., cobarde! tartamude. Crees acaso que
puedes disuadirme? Pues bien, he visto cuarenta veces ms
que t el Ao Nuevo, y no puedes engaarme. Recibe tu
castigo!
La piel de Osugi tena el color de la arcilla roja, y su voz
rebosaba desesperacin.
Musashi asinti vigorosamente.
Te comprendo le dijo. S cmo te sientes.
Tienes el espritu de lucha de la familia Hon'iden, es
indudable. Veo que corre por tus venas la misma sangre del
primer Hon'iden, el que sirvi con tanto valor a las rdenes
de Shimmen Munetsura.
Sultame de una vez! No estoy dispuesta a escuchar
los halagos de un hombre tan joven que podra ser mi nieto.
Clmate. La temeridad es impropia de una anciana
como t. Tengo algo que decirte.
Tu ltima manifestacin antes de morir?
No, quiero explicarte lo ocurrido.
No deseo or tus explicaciones! replic la anciana,
irguindose.
En ese caso, voy a tener que quitarte la espada, y
cuando Matahachi se presente podr explicrtelo todo.
Matahachi?
S. La primavera pasada le envi un mensaje.
Ya. De modo que hiciste eso?
Le dije que nos encontraramos aqu la maana del da
de Ao Nuevo.
Eso es mentira! grit Osugi, sacudiendo
vigorosamente la cabeza. Deberas estar avergonzado,
Musashi! No eres el hijo de Munisai? No te ense l
que cuando llega la hora de morir has de hacerlo como un
hombre? ste no es momento para jugar con palabras. Mi
vida entera est detrs de esta espada, y tengo el apoyo de
los dioses y bodhisattvas. Si te atreves a enfrentarte a ella,
hazlo! Se zaf de l con un brusco tirn y exclam:
Salve el Buda! Desenvain la espada, la agarr con
ambas manos y arremeti contra el pecho de Musashi.
l la esquiv.
Clmate, abuela, por favor!
Cuando l le dio unas palmaditas en la espalda, la mujer
grit y gir sobre sus talones. Mientras se preparaba para
atacar, invoc el nombre de Kannon.
Alabada sea Kannon Bosatsu! exclam dos veces,
y atac de nuevo.
En el momento en que pasaba por su lado, Musashi le
agarr la mueca.
Si sigues portndote as vas a terminar extenuada.
Mira, el puente est ah mismo. Vente conmigo.
Volviendo la cabeza por encima del hombro, Osugi
mostr los dientes y frunci los labios:
Puf! exclam, y solt un escupitajo con todo el
aliento que le quedaba.
Musashi la solt y se hizo a un lado, restregndose el
ojo izquierdo, que le arda como alcanzado por una chispa.
Mir la mano con que se lo haba tocado y no vio sangre en
ella, pero no poda abrir el ojo. Al verle desprevenido,
Osugi le atac con renovada fuerza, invocando de nuevo el
nombre de Kannon. Descarg dos, tres golpes. Al tercero,
preocupado como estaba por el ojo, l se limit a agachar
ligeramente el tronco. La espada le desgarr la manga y
produjo un rasguo en el antebrazo.
Cay un jirn de la manga, dando a Osugi la
oportunidad de ver sangre en el forro blanco.
Le he herido! grit extasiada, agitando
frenticamente la espada.
Estaba tan orgullosa como si hubiera derribado un gran
rbol de un solo tajo, y el hecho de que Musashi no
contraatacara no disminua en modo alguno su jbilo. Sigui
gritando el nombre de la Kannon del Kiyomizudera,
pidiendo a la deidad que bajara a la tierra.
Presa de un ruidoso frenes, corri a su alrededor,
atacndole por delante y detrs. Musashi se limit a
moverse a un lado y otro para evitar sus golpes.
El ojo le molestaba, y senta escozor en el rasguo del
brazo. Aunque haba visto venir el golpe, no se haba
movido con suficiente rapidez para evitarlo. Jams hasta
entonces nadie le haba llevado ventaja ni le haba herido, ni
siquiera levemente, y como no se haba tomado en serio el
ataque de Osugi, la cuestin de quin sera el vencedor y
quin el derrotado no haba pasado por su mente.
Pero no era cierto que, al no tomar en serio a la mujer,
haba permitido que le hiriera? Segn El arte de la guerra,
por muy superficial que fuese la herida, era evidente que
haba sido vencido. La fe de la anciana y la punta de su
espada haban puesto en evidencia su falta de madurez.
Estaba equivocado, se dijo. Consciente de que la
inaccin era un disparate, dio un salto, apartndose de la
espada que le atacaba, y golpe fuertemente a Osugi en la
espalda. La espada se desprendi de su mano y sali
volando, y la anciana cay espatarrada al suelo.
Musashi recogi la espada con la mano izquierda,
mientras con la derecha levantaba a Osugi y la mantena
alzada del suelo y sujeta bajo el brazo.
Sultame! grit ella, golpeando el aire con las
manos. Es que no hay dioses? No hay bodhisattvas?
Ya le he herido una vez! Qu voy a hacer? Musashi! No
me avergences as! Crtame la cabeza! Mtame ahora
mismo!
Mientras Musashi, prietos los labios, segua su camino
con la mujer, que se debata bajo el brazo, sta continuaba
su ronca protesta:
Es la suerte de la guerra! Es el destino! Si tal es la
voluntad de los dioses, no ser cobarde!... Cuando
Matahachi se entere de que el to Gon muri y yo sucumb
tratando de vengarme, l se alzar encolerizado y nos
vengar a ambos. Ser una buena medicina para l.
Mtame, Musashi! Mtame ahora mismo!... Qu ests
haciendo? Intentas aadir ignominia a mi muerte?
Detente! Crtame ya la cabeza!
Musashi no le prestaba atencin, pero cuando lleg al
puente empez a preguntarse qu iba a hacer con ella.
Entonces tuvo una inspiracin. En la orilla del ro haba
una barca amarrada a uno de los embarcaderos del puente.
Baj all y deposit suavemente a la anciana en la pequea
nave.
Ahora s paciente y qudate aqu un rato. Matahachi
no tardar en venir.
Qu ests haciendo? grit ella, tratando de apartar
las manos de Musashi y las esteras de junco en el fondo de
la barca al mismo tiempo. Qu importa si Matahachi va
a venir aqu? Qu te hace creer que vendr? S lo que te
propones. No te das por satisfecho tan slo con matarme,
sino que adems quieres humillarme.
Piensa lo que quieras. No pasar mucho tiempo antes
de que sepas la verdad.
Mtame!
Ja, ja, ja!
Qu tiene eso de divertido? No te ser difcil cortar
este viejo cuello de un solo tajo!
A falta de una manera mejor de mantenerla quieta,
Musashi la at a la quilla elevada de la barca. Luego envain
la espada de la anciana y la deposit a su lado.
Cuando empez a marcharse, ella se mof:
Musashi! No creas que comprendes el Camino del
Samurai! Vuelve aqu y te ensear.
Luego.
Ech a andar por el malecn, pero la mujer armaba tanto
escndalo, que hubo de regresar y amontonar encima de ella
varias esteras.
El sol, enorme y rojo, flame por encima de
Higashiyama. Musashi contempl fascinado la ascensin
del astro, sintiendo que sus rayos atravesaban las
profundidades de su ser. Su talante se volvi reflexivo, y
pens que slo una vez al ao, cuando aquel nuevo sol se
levantaba, el gusanillo del yo que mantiene al hombre
apegado a sus nimios pensamientos tiene ocasin de
fundirse y desvanecerse bajo esa luz esplendorosa.
Inundaba a Musashi la alegra de estar vivo.
Regocijado, grit al amanecer radiante:
Todava soy joven!
El gran puente de la avenida Goj
Campo del Rendaiji..., noveno da del primer mes...
La lectura de las palabras agit la sangre de Musashi.
Sin embargo, distraa su atencin un dolor agudo, punzante,
en su ojo izquierdo. Al llevarse la mano al prpado, repar
en una pequea aguja clavada en la manga de su kimono, y
una mirada ms atenta le revel otras cuatro o cinco
clavadas en sus ropas, relucientes como astillas de hielo a la
luz de la maana.
De modo que era eso! exclam mientras se
arrancaba una y la examinaba.
Tena el tamao de una pequea aguja de coser, pero sin
ojo y triangular en vez de redonda. La vieja zorra! se
dijo estremecido, mirando hacia la barca. Haba odo
hablar de agujas que se lanzan soplando, pero quin habra
pensado que esa vieja bruja podra dispararlas? No me ha
atravesado el globo del ojo por los pelos.
Con su habitual curiosidad, recogi las agujas una a una
y las prendi en el cuello del kimono, a fin de estudiarlas
ms tarde. Haba odo decir que entre los guerreros existan
dos escuelas de pensamiento opuestas con respecto a esas
pequeas armas. Segn unos, podan emplearse eficazmente
como un elemento disuasorio, soplndolas contra la cara del
enemigo, mientras que otros sostenan que eso era una
tontera.
Quienes defendan su uso, decan que una tcnica muy
antigua para el empleo de las agujas se haba desarrollado a
partir de un juego que jugaban las costureras y los tejedores
emigrados desde China a Japn en los siglos VI o VII. Si
bien no se consideraba propiamente un mtodo de ataque,
fue practicado hasta la poca del shogunado Ashikaga,
como medio preliminar para mantener a raya al adversario.
Los detractores llegaban a afirmar que jams haba
existido esa tcnica antigua, aunque admitan que lanzar
agujas soplando se haba practicado como juego en otra
poca. Si bien concedan que las mujeres podan haberse
divertido de esa manera, rechazaban de plano que el
lanzamiento de agujas con la boca pudiera refinarse hasta el
grado necesario para causar lesiones. Tambin sealaban
que la saliva poda absorber cierta cantidad de calor, fro o
acidez, pero su eficacia era escasa para absorber el dolor
causado por los pinchazos en el interior de la boca. Por
supuesto, a esto se replicaba diciendo que, con suficiente
prctica, una persona poda aprender a guardar las agujas en
la boca sin dolor y manipularlas con la lengua con gran
precisin y fuerza. Bastaban para dejar ciego a un hombre.
Los escpticos replicaban que incluso en el caso de que
la aguja pudiera lanzarse con fuerza y rapidez, las
posibilidades de herir con ellas eran mnimas. Al fin y al
cabo, las nicas partes del rostro vulnerables a semejante
ataque eran los ojos, y las posibilidades de alcanzarlos eran
escasas incluso en las mejores condiciones. Y a menos que
la aguja penetrara en la pupila, el dao sera insignificante.
Tras escuchar la mayor parte de estos argumentos en
una u otra ocasin, Musashi se haba decantado por el
grupo de los escpticos. Despus de su experiencia, se dio
cuenta de lo prematuro que haba sido su juicio y lo
importantes y tiles que podan resultar posteriormente los
fragmentos de conocimiento adquiridos al azar.
Las agujas no le haban alcanzado la pupila, pero el ojo
le lloriqueaba. Mientras palpaba entre sus ropas en busca
de algo para secrselos, oy un sonido de tela desgarrada.
Al volverse, vio a una muchacha que estaba cortando
aproximadamente un pie de tela roja de la manga de su
prenda interior.
Akemi corri hacia l. No se haba peinado para la
celebracin del Ao Nuevo y su kimono estaba sucio.
Calzaba sandalias pero no calcetines. Musashi la mir con
los ojos entrecerrados y musit algo. Aunque el rostro de la
muchacha le pareca familiar, no saba quin era.
Soy yo, Takez..., quiero decir Musashi le dijo
titubeante, ofrecindole el pao rojo. Te ha entrado algo
en el ojo? No deberas restregrtelo, eso slo te lo
empeorar. Toma, usa esto.
Musashi acept en silencio la amabilidad de la joven y
se cubri el ojo con la tela. Entonces examin su semblante
con atencin.
No te acuerdas de m? le pregunt ella, incrdula
. No es posible! El rostro de Musashi segua sin
expresin. Tienes que acordarte!
El silencio del hombre rompi la presa que contena sus
emociones reprimidas durante tanto tiempo. Su espritu,
tan acostumbrado a la desdicha y la crueldad, se haba
aferrado a esa ltima esperanza, y ahora empezaba a
comprender que no haba sido ms que una fantasa de su
invencin. Se form un nudo en su garganta y produjo un
sonido sofocado. Aunque se cubri la boca y la nariz para
ahogar los sollozos, sus hombros temblaron de un modo
incontrolable.
Algo en su manera de llorar recordaba a la inocente
muchacha de los das de Ibuki, cuando llevaba la tintineante
campanilla en el obi. Musashi le rode con sus brazos los
hombros delgados y frgiles.
Eres Akemi, claro. Te recuerdo. A qu se debe tu
presencia aqu? Cmo me sorprende verte! Ya no vives en
Ibuki? Qu le ocurri a tu madre? Sus preguntas eran
como pas, la peor de las cuales era la mencin de Ok, y
sa condujo con naturalidad a la de su viejo amigo.
Todava estis viviendo con Matahachi? Tiene que venir
aqu esta maana. No le habrs visto por casualidad?
Cada una de sus palabras aumentaba la desdicha de
Akemi. Apretada contra l, slo poda sacudir su cabeza
sollozante.
No viene Matahachi? insisti l. Qu le ha
ocurrido? Cmo llegar a saberlo si no haces ms que
llorar?
l..., l... no va a venir. Nunca..., nunca recibi tu
mensaje. Akemi apoy el rostro en el pecho de Musashi
y le acometi un nuevo acceso de llanto.
Pensaba en decirle esto y aquello, pero cada idea se
extingua en su cerebro febril. Cmo poda contarle el
horrible destino que haba sufrido por culpa de su madre?
Cmo poda expresar con palabras lo que le haba ocurrido
en Sumiyoshi o en los das transcurridos desde entonces?
El sol del Ao Nuevo baaba el puente y los
transentes eran cada vez ms numerosos: muchachas con
kimonos nuevos de hermosos colores que iban al
Kiyomizudera para presentar sus respetos en la festividad,
hombres con atuendo formal que iniciaban su ronda de
visitas de Ao Nuevo. Casi escondido entre ellos
deambulaba Jtar, con su cabellera de gnomo tan
despeinada como de costumbre. Estaba casi a mitad del
puente cuando vio a Musashi y Akemi.
Qu significa esto? se pregunt. Crea que
estara con Ots. sa no es Ots! Se detuvo e hizo una
mueca peculiar.
Estaba profundamente escandalizado. Otra cosa sera si
no hubiera nadie mirando, pero sus cuerpos estaban
pegados, abrazados en medio de una va tan concurrida.
Un hombre y una mujer abrazndose en pblico? Era una
desvergenza. Jtar no poda creer que ningn adulto
fuese capaz de comportarse de una manera tan escandalosa,
y mucho menos su propio y reverenciado sensei. El
corazn del muchacho lata con violencia, se senta
entristecido y, al mismo tiempo un poco celoso. Y
enfurecido, tanto que deseaba coger una piedra y tirrsela.
He visto a esa mujer en alguna parte pens. Ah!
Es la que se hizo cargo del mensaje de Musashi a
Matahachi. Bueno, es una chica de casa de t, qu podra
esperarse de ella? Pero cmo diablos se conocieron? Creo
que deber hablarle a Ots de esto!
Su mirada recorri la calle arriba y abajo y mir por
encima del pretil, pero no haba rastro de la joven.
La noche anterior, confiando en que se encontrara con
Musashi al da siguiente, Ots se haba lavado el cabello y
quedado hasta muy tarde peinndoselo de la manera
apropiada. Luego se puso un kimono regalado por la familia
Karasumaru y, antes del amanecer, sali para presentar sus
respetos en el santuario de Gion y el Kiyomizudera antes
de dirigirse a la avenida Goj. Jtar quiso acompaarla,
pero ella se neg.
Explic al chiquillo que normalmente no habra tenido
inconveniente, pero que ese da la presencia de Jtar sera
una intromisin.
Qudate aqu le dijo. Primero quiero hablar con
Musashi a solas. Puedes ir al puente cuando sea de da,
pero no tengas prisa. Y no te preocupes, te prometo que
estar all esperndote con Musashi cuando vengas.
El enojo de Jtar haba sido considerable. No slo era
lo bastante mayor para comprender los sentimientos de
Ots, sino que tambin poda apreciar hasta cierto punto la
atraccin que sentan mutuamente hombres y mujeres. La
experiencia de rodar por la paja con Kocha en Koyagy no
haba desaparecido de su mente. Aun as, segua siendo un
misterio para l por qu una mujer adulta como Ots se
pasaba todo el tiempo abatida y llorosa por un hombre.
Por mucho que buscara, no daba con Ots. Mientras su
inquietud iba en aumento, Musashi y Akemi se dirigieron al
extremo del puente, presumiblemente con la intencin de
pasar ms desapercibidos. Musashi se cruz de brazos y se
apoy en la barandilla. Akemi, a su lado, contemplaba las
aguas del ro. No repararon en Jtar cuando el muchacho
pas por el otro lado del puente.
Por qu tarda tanto? Durante cunto tiempo puede
uno rezarle a Kannon? Rezongando para sus adentros,
Jtar se puso de puntillas y mir hacia la colina en el
extremo de la avenida Goj.
A unos diez pasos de donde estaba, haba cuatro o
cinco sauces sin hojas. A menudo una bandada de garzas
blancas se reunan all, en la orilla del ro, para capturar
peces, pero aquel da no haba una sola ave. Un hombre
joven con un largo mechn sobre la frente se apoyaba en
una rama de sauce que se extenda hacia el suelo como un
dragn dormido.
Encima del puente, Musashi asenta mientras Akemi le
susurraba fervientemente. La muchacha haba lanzado su
orgullo al viento y le estaba contando todo lo ocurrido, con
la esperanza de persuadirle para que fuese slo suyo. No
era fcil discernir si las palabras penetraban ms all de los
odos de Musashi. Por mucho que asintiera, su expresin
no era la de un hombre que dice dulces naderas a su amada.
Por el contrario, sus pupilas tenan un brillo incoloro y fro,
y se centraban con fijeza en algn objeto determinado.
Akemi no se daba cuenta de esa actitud.
Completamente absorta, pareca un tanto sofocada mientras
trataba de analizar sus sentimientos.
Finalmente suspir.
Te he contado todo lo ocurrido, sin ocultarte nada.
Se arrim ms a l y le dijo tristemente: Han pasado ms
de cuatro aos desde la batalla de Sekigahara. He cambiado
tanto fsica como espiritualmente. Entonces se ech a
llorar y exclam: No! En realidad no he cambiado. Mi
sentimiento por ti sigue siendo el mismo. Estoy
absolutamente segura de ello! Lo comprendes, Musashi?
Comprendes lo que siento?
Humm.
Por favor, trata de comprenderlo! Te lo he dicho
todo. No soy la inocente flor silvestre que era cuando nos
encontramos al pie del monte Ibuki. Slo soy una mujer
ordinaria que ha sido violada... Pero la castidad depende
del cuerpo o del espritu? Es realmente casta una virgen
que tiene pensamientos lascivos?... Perd mi virginidad a
manos de... No puedo decir su nombre, pero mi corazn
sigue siendo puro.
Humm, humm.
Es que no sientes nada por m? No puedo ocultar
secretos al hombre a quien amo. Me preguntaba qu te dira
cuando te viera. Debera contrtelo o no? Pero entonces lo
vi claro. No podra engaarte aun cuando lo deseara.
Comprndeme, por favor! Di algo! Dime que me
perdonas. O acaso me consideras despreciable?
No, yo...
Cuando pienso de nuevo en ello me pongo tan
furiosa...! Apoy el rostro en el pretil. Mira, me
avergenza pedirte que me quieras. No tengo derecho a
hacerlo, pero..., pero... En mi corazn an soy virgen,
todava atesoro mi primer amor como una perla. No he
perdido ese tesoro y no lo perder, al margen de la clase de
vida que lleve o los hombres con los que me ponga en
contacto el azar!
Sus sollozos hacan que temblara cada hebra de su
cabellera. Bajo el puente en el que caan sus lgrimas, el ro,
brillante bajo el sol del Ao Nuevo, flua como los sueos
de Akemi hacia una eternidad de esperanza.
Humm...
Mientras el patetismo del relato que le contaba la
muchacha provocaba a menudo gestos de asentimiento y
sonidos guturales por parte de Musashi, los ojos de ste
permanecan fijos en aquel punto a lo lejos. Cierta vez su
padre observ: No eres como yo. Mis ojos son negros,
pero los tuyos son marrn oscuro. Dicen que tu to abuelo,
Hirata Shgen, tena unos ojos marrones aterradores, de
modo que quiz has salido a l. En aquel momento, bajo
los rayos sesgados del sol, los ojos de Musashi tenan una
pura e impecable tonalidad coralina.
Tiene que ser l, pens Sasaki Kojir , el hombre
apoyado en el sauce. Haba odo hablar de Musashi muchas
veces, pero aqulla era la primera vez que le vea en
persona.
Quin puede ser?, se preguntaba Musashi a su vez.
Desde el instante en que las miradas de ambos hombres
coincidieron se haban escudriado en silencio, cada uno de
ellos sondeando las profundidades del espritu del otro. En
la prctica del Arte de la Guerra, se dice que uno debe
discernir desde la punta de la espada de su enemigo el grado
de su capacidad. Eso era exactamente lo que estaban
haciendo ambos hombres. Eran como luchadores, cada uno
evaluando al otro antes de luchar a brazo partido. Y cada
uno de ellos tena motivos para considerar al otro con
suspicacia.
Esto no me gusta, se dijo Kojir , profundamente
disgustado. Haba cuidado de Akemi desde que la rescatara
de la desierta Sala de Amida, y la conversacin claramente
ntima entre ella y Musashi le irritaba. Tal vez es uno de
esos hombres que viven a costa de mujeres inocentes. Y
ella! No me dijo adonde iba, y ahora est ah, llorando
sobre el hombre de otro! En cuanto a l, estaba all porque
la haba seguido.
A Musashi no le pas desapercibida la hostilidad de la
mirada de Kojir , y tambin era consciente de ese peculiar
choque de voluntades instantneo que se produce cuando
un shugysha encuentra a otro. Era del todo evidente que
Kojir perciba el espritu de desafo reflejado por la
expresin de Musashi.
Quin puede ser? volvi a preguntarse Musashi.
Tiene todo el aspecto de un luchador, pero a qu se debe
esa malicia de su mirada? Ser mejor que le vigile
atentamente.
El ardor de ambos hombres no proceda de sus ojos sino
de lo ms profundo de su ser. Pareca como si de sus
pupilas pudieran salir en cualquier momento fuegos
artificiales. Por su aspecto, Musashi podra ser uno o dos
aos ms joven que Kojir , aunque tambin podra darse
perfectamente el caso contrario. Sea como fuere,
compartan una similitud: ambos se hallaban en esa edad de
mxima insolencia, cuando estaban seguros de saber todo
cuanto hay que saber sobre poltica, la sociedad, el arte de
la guerra y todos los dems temas. Del mismo modo que un
perro bravo grue cuando ve a otro perro bravo, as
Musashi y Kojir saban instintivamente que el otro era un
luchador peligroso.
Kojir fue el primero en desviar la mirada, cosa que
hizo soltando un leve gruido. A pesar del punto de
desprecio que perciba en el perfil de Kojir , estaba
convencido en lo ms profundo de que haba ganado. El
contrario haba cedido ante su mirada y su fuerza de
voluntad, lo cual satisfaca a Musashi.
Akemi dijo a la muchacha, ponindole una mano
sobre el hombro.
Ella, sollozando todava con el rostro sobre el pretil, no
respondi.
Quin es ese hombre de ah? Te conoce, verdad?
Mira, es ese joven que parece un guerrero estudiante.
Quin es?
Akemi no respondi en seguida. No haba visto a Kojir
hasta entonces, y al reparar en l la confusin aflor a su
rostro hinchado por el llanto.
Qu?... Te refieres a ese hombre alto?
S, quin es?
Pues..., bueno, es... No le conozco muy bien.
Pero le conoces, no es cierto?
S.
Con esa larga espada y vestido para llamar la
atencin... debe de considerarse todo un espadachn!
Cmo le has conocido?
Fue hace unos das se apresur a decir Akemi.
Me mordi un perro y la hemorragia no cesaba. Entonces
fui a un mdico y result que l estaba en la misma casa.
Me ha cuidado durante los ltimos das.
En otras palabras, ests viviendo en la misma casa
con l?
S, bueno, estoy viviendo ah, pero eso no significa
nada.
No hay nada entre nosotros. Akemi dijo esto ltimo
con ms firmeza.
En ese caso, supongo que no sabes gran cosa de l.
Conoces su nombre?
Se llama Sasaki Kojir . Tambin le llaman Ganry.
Ganry?
No era la primera vez que Musashi oa ese nombre.
Aunque no era excepcionalmente famoso, lo conocan los
guerreros de varias provincias. Era ms joven de lo que
Musashi haba supuesto. Le mir de nuevo.
Entonces sucedi una cosa curiosa: un par de hoyuelos
aparecieron en las mejillas de Kojir .
Musashi le devolvi la sonrisa. Sin embargo, esta
comunicacin silenciosa no estaba llena de luz apacible y
amistad, como la sonrisa intercambiada entre el Buda y su
discpulo Ananda cuando restregaban flores entre sus
dedos. En la sonrisa de Kojir haba un burln visaje de
desafo, as como un elemento de irona.
La sonrisa de Musashi no slo aceptaba el desafo de
Kojir , sino que transmita una impetuosa voluntad de
luchar.
En medio de los dos hombres obstinados, Akemi estaba
a punto de expresar de nuevo sus sentimientos, pero antes
de que pudiera hablar Musashi le dijo:
Escucha, Akemi, creo que lo mejor para ti ser que
regreses con ese hombre a tu alojamiento. Ir a verte
pronto, no te preocupes.
Vendrs? Lo dices de veras?
S, mujer, claro que s.
La posada se llama Zuzuya y est delante del
monasterio en la avenida Rokuj.
Entendido.
La naturalidad de su respuesta no le bast a Akemi. Le
cogi la mano que descansaba sobre el pretil y la estrech
apasionadamente a la sombra de su manga.
Cumplirs tu palabra, verdad? Me lo prometes?
Una sbita carcajada ahog la respuesta de Musashi.
Ja, ja, ja, ja! Oh! Ja, ja, ja! Oh!... Kojir dio
media vuelta y se alej con tanta rapidez como le permita
su incontrolable hilaridad.
Jtar, que estaba observando la escena desde un
extremo del puente, pens: No es posible que nada sea
tan divertido!. l mismo estaba disgustado con el mundo,
y en especial con su voluble maestro y con Ots.
Adonde puede haber ido?, volvi a preguntarse
mientras emprenda airado el regreso hacia el centro de la
ciudad. Apenas haba dado unos pasos cuando vio el blanco
rostro de Ots entre las ruedas de una carreta de bueyes
que estaba en la esquina siguiente.
Ah est! grit, y tropez con el morro del buey
en su prisa por dar alcance a la mujer.
Aquel da, para cambiar, Ots se haba pintado los
labios. Su maquillaje dejaba un tanto que desear, pero tena
un aroma agradable y su kimono era una encantadora
prenda primaveral con un diseo blanco y verde bordado
sobre un fondo rosa oscuro. Jtar la abraz por detrs, sin
que le preocupara la posibilidad de despeinarla o mancharle
el cuello empolvado de blanco.
Por qu te escondes aqu? Llevo horas esperndote.
Ven conmigo en seguida!
Ella no le contest.
Vamos, date prisa! insisti l, sacudindola por
los hombros. Musashi tambin est aqu. Mira, puedes
verle desde aqu. Estoy furioso con l, pero vayamos de
todos modos. Si no nos apresuramos se marchar!
Cuando la cogi de la mueca e intent tirar de ella, observ
que su brazo estaba hmedo: Ests llorando?
J, escndete detrs de la carreta como yo, por
favor!
Por qu?
Eso no importa!
Que me aspen... Jtar no trat de ocultar su ira
. Eso es lo que detesto de las mujeres. Hacen cosas
absurdas! No paras de decir que quieres ver a Musashi y
vas por ah llorando en su busca. Y ahora que est delante
de ti prefieres esconderte. Incluso quieres que me esconda
contigo! No te parece divertido? Ja..., uf, ni siquiera puedo
rerme.
Estas palabras escocieron a la joven como un latigazo.
Alz los ojos enrojecidos e hinchados y dijo:
Por favor, no hables as, te lo ruego. No me trates
mal t tambin!
Me acusas de que te trato mal? Qu te he hecho?
Estate callado, por favor, y agchate aqu conmigo.
No puedo. Hay estircol de buey en el suelo. Sabes?
Dicen que si lloras el da de Ao Nuevo hasta los cuervos
se reirn de ti.
No me importa. Slo...
Muy bien, entonces me reir de ti. Voy a rerme
como lo ha hecho ese samurai hace unos momentos. Mi
primera risa de Ao Nuevo. Eso te gustara?
S, re, rete cuanto te venga en gana!
No puedo replic l, limpindose la nariz. Creo
que ya s lo que te pasa. Tienes celos porque Musashi
estaba hablando con esa mujer.
Qu dices! No se trata de eso en absoluto!
Claro que es eso! Tambin a m me ha enfurecido.
Pero no es se tanto ms motivo para que vayas y hables
con l? No comprendes nada, verdad?
Ots no hizo el menor ademn de incorporarse, pero el
chiquillo le tir con tanta insistencia de la mueca que se
vio obligada a hacerlo.
Basta! le grit. Me haces dao! No seas tan
rencoroso. Dices que no comprendo nada, pero no tienes la
menor idea de lo que siento.
S exactamente lo que sientes. Ests celosa!
No es slo eso.
Calla y vmonos!
Ots abandon su escondite detrs de la carreta, pero
no voluntariamente. Arrastraba los pies mientras el chico
tiraba de ella. Jtar, sin soltarla, estiraba el cuello y miraba
hacia el puente.
Mira! le dijo. Akemi ya no est.
Akemi? Quin es?
La chica con la que hablaba Musashi... Oh, Musashi
se marcha! Si no te apresuras ahora, le perders de vista.
Jtar solt a Ots y se dirigi al puente.
Aguarda! grit ella, recorriendo el puente con la
mirada para asegurarse de que Akemi no acechaba en alguna
parte.
Una vez convencida de que su rival se haba ido, pareci
muy aliviada y dej de fruncir el ceo, pero dio media
vuelta y regres a su escondite detrs de la carreta para
enjugarse los ojos hinchados con la manga, arreglarse el
cabello y alisar el kimono.
Rpido, Ots! le dijo Jtar con impaciencia.
Musashi parece haber bajado a la orilla del ro. No es
momento para acicalarte!
Adonde ha ido?
Abajo, a la orilla. No s por qu lo ha hecho, pero ah
se ha dirigido.
Los dos corrieron al extremo del puente, y Jtar,
dando excusas superficiales, abri camino para los dos entre
la muchedumbre hasta llegar al pretil.
Musashi estaba al lado de la barca en cuyo interior
Osugi segua contorsionndose, tratando de quitarse las
ataduras.
Lo siento, abuela le dijo, pero parece ser que
finalmente Matahachi no va a venir. Espero verle en el
prximo futuro, e intentar inculcarle un poco de valor.
Entretanto, deberas tratar de encontrarle y llevarle de
regreso a casa para que viva contigo como un buen hijo. sa
sera una manera mucho mejor de expresar tu gratitud a tus
antepasados que la de intentar cortarme la cabeza.
Meti la mano bajo las esteras de juncos y con un
pequeo cuchillo cort la cuerda.
Hablas demasiado, Musashi! No necesito ninguno
de tus consejos. Decide de una vez lo que hars: vas a
matarme o a morir?
Unas venas azules sobresalan en su cara mientras se
esforzaba por librarse de las esteras de paja que la cubran,
pero cuando estuvo en pie Musashi ya cruzaba el ro,
saltando como un aguzanieves por encima de rocas y
bancos de arena. En un abrir y cerrar de ojos lleg a la orilla
contraria y trep a lo alto del malecn.
Al verle, Jtar grit:
Mira, Ots! All est! El muchacho baj al
malecn, seguido por la joven.
Para las giles piernas de Jtar, ros y montaas no
significaban nada, pero Ots, reacia a estropear su hermoso
kimono, se detuvo en la orilla del ro. Ahora haba perdido a
Musashi de vista, pero aun as gritaba su nombre con toda
la fuerza de sus pulmones.
Ots! le grit alguien desde una direccin
inesperada. Osugi estaba apenas a cien pies de ella.
Cuando Ots vio quin era, lanz un grito, se cubri
por un momento el rostro con las manos y ech a correr.
La anciana se apresur a perseguirla, sus blancos
cabellos ondeando al viento.
Ots! grit, con una voz que podra haber
separado las aguas del ro Kamo. Espera! Quiero hablar
contigo.
Una explicacin de la presencia de Ots en aquel lugar
ya tomaba forma en la mente suspicaz de la anciana. Estaba
segura de que Musashi la haba atado porque tena una cita
con la muchacha y no quera que ella lo viera. Sigui
razonando que Ots habra dicho algo que enoj a Musashi
y por eso l la haba abandonado. Ese era sin duda el
motivo por el que la muchacha le gritaba para que volviera.
Esa chica es incorregible!, se dijo, detestndola an
ms de lo que detestaba a Musashi. A su modo de ver,
Ots era legalmente su nuera, tanto si la boda haba tenido
lugar como si no. Haba sido hecha una promesa, y si la
novia haba llegado a odiar a su hijo, entonces tambin deba
de odiar a la misma Osugi.
Espera! volvi a gritar, abriendo la boca casi de
oreja a oreja.
La intensidad del grito sobresalt a Jtar, que estaba a
su lado, y le agarr la mano al tiempo que deca:
Qu ests intentando hacer, vieja bruja?
Aprtate de mi camino! replic ella, dndole un
empujn.
Jtar no saba quin era aquella mujer ni por qu Ots
haba huido al verla, pero se daba cuenta de que era
peligrosa. Como hijo de Aoki Tanzaemon y nico alumno
de Miyamoto Musashi, se neg a dejarse avasallar por el
huesudo brazo de una vieja bruja.
No puedes hacerme eso! exclam. Corri hacia
ella y salt sobre su espalda.
La anciana se lo quit de encima y, rodendole el cuello
con un brazo, le dio varios sopapos.
Pequeo demonio! Esto te ensear a entrometerte!
Mientras Jtar intentaba zafarse de la belicosa anciana,
Ots segua corriendo, su mente sumida en la confusin.
Era joven y, como la mayora de los jvenes, estaba llena de
esperanza y no tena la costumbre de quejarse por su suerte
adversa. Saboreaba las delicias de cada nuevo da como si
fuesen flores en un jardn soleado. Penas y decepciones
eran hechos inevitables de la vida, pero no la abatan
durante mucho tiempo. De la misma manera, no poda
concebir el placer como totalmente separado del dolor.
Pero aquel da su optimismo haba sido destruido, no
una sino dos veces. Se pregunt por qu haba tenido que
acudir all aquella maana. Ni las lgrimas ni la clera
podan anular su conmocin. Despus de que cruzara un
instante por su mente la idea del suicidio, conden a todos
los hombres como unos malignos embusteros. Se sinti
alternativamente furiosa y desdichada, odiaba al mundo y a
s misma, estaba demasiado abrumada para hallar consuelo
en las lgrimas o pensar claramente en nada. Los celos le
hacan hervir la sangre, y la inseguridad que le causaban
haca que se reprendiera a s misma por sus muchos
defectos, incluida su falta de aplomo en aquellos momentos.
Se dijo repetidas veces que deba conservar la serenidad y
gradualmente reprimi sus impulsos bajo el barniz de
dignidad que se supone deben mantener las mujeres.
Mientras la muchacha desconocida estuvo al lado de
Musashi, Ots no haba podido moverse. Sin embargo,
cuando Akemi se march, ya no pudo seguir dominndose
y se sinti irresistiblemente impulsada a enfrentarse a
Musashi y expresarle sus sentimientos. Aunque no saba
por dnde empezar, resolvi abrirle su corazn y decrselo
todo.
Pero la vida est llena de minsculos accidentes. Un
pequeo paso en falso, un mnimo error de clculo
efectuado en el calor del momento, a menudo pueden alterar
la forma de las cosas durante meses o aos. Al perder de
vista a Musashi por un instante, Ots qued expuesta a
Osugi. En la esplndida maana de Ao Nuevo, el jardn de
delicias de Ots estaba infestado de serpientes.
Era una pesadilla que se haba hecho realidad. En
muchos sueos frenticos, Ots se haba encontrado con el
rostro malicioso de Osugi, y ahora la tremebunda realidad
se aproximaba amenazante a ella.
Tras correr varios centenares de varas, la falta de aliento
le oblig a detenerse. Mir atrs y por un momento su
respiracin se detuvo por completo. Osugi, como a cien
varas de distancia, estaba azotando a Jtar, balancendole
a un lado y a otro.
El chico se debata, pataleaba, unas veces en el suelo y
otras en el aire, y de vez en cuando propinaba un golpe a su
captora.
Ots comprendi que no tardara en empuar su espada
de madera, y cuando lo hiciera no haba duda de que la
anciana no slo desenvainara su espada corta sino que la
usara sin miramientos. En semejante ocasin, Osugi no
mostrara misericordia. Jtar corra peligro de muerte.
La situacin de Ots era terrible: era preciso rescatar a
Jtar, pero no se atreva a acercarse a Osugi.
Jtar logr sacar la espada de madera que llevaba
sujeta al obi, pero no librar su cabeza del brazo de Osugi,
que se la apretaba como un tornillo de banco. Las patadas y
la agitacin de los brazos iban en su detrimento, pues
aumentaban la confianza en s misma de la anciana.
Mocoso! le grit despectivamente. Qu tratas
de hacer, imitar a una rana?
Los dientes frontales sobresalientes daban a su boca un
aspecto leporino, pero su repugnante expresin era de
triunfo. Paso a paso, arrastrando los pies, se acercaba a
Ots.
Mientras miraba furibunda a la muchacha aterrada, su
astucia natural se impuso. De repente comprendi que su
manera de actuar era errnea. Si su adversario hubiera sido
Musashi, el engao no le habra servido de nada, pero el
enemigo que tena ante ella era Ots, la tierna e inocente
Ots, a la que probablemente podra hacer creer cualquier
cosa que quisiera, siempre que se la planteara suavemente y
con un aire de sinceridad. Pens que primero la atara con
palabras y luego la asara para cenar.
Ots! grit en un tono seriamente pattico.
Por qu huyes? Qu es lo que te impulsa a escapar en
cuanto me ves? Lo mismo hiciste en la casa de t Mikazuki,
y no puedo entenderlo. Debes de estar imaginando cosas.
No tengo la menor intencin de hacerte dao.
Una expresin de duda apareci en el rostro de Ots,
pero Jtar, todava cautivo, pregunt:
Es eso cierto, abuela? Lo dices en serio?
Pues claro que lo digo en serio. Ots no comprende
cules son mis verdaderos sentimientos. Parece ser que me
teme.
Si lo dices en serio, sultame e ir a buscarla.
No tan rpido. Si te suelto, cmo s que no me
golpears con esa espada tuya y echars a correr?
Crees que soy un cobarde? Jams hara semejante
cosa. Me parece que nos estamos peleando por nada. Ha
habido algn error.
De acuerdo. Dile a Ots que ya no estoy enfadada
con ella. Hubo un tiempo en que lo estuve, pero eso ya ha
terminado. Desde que muri el to Gon, he viajado sola,
llevando conmigo sus cenizas... Soy una anciana solitaria
sin ningn sitio adonde ir. Explcale que, sean cuales fueren
mis sentimientos hacia Musashi, a ella sigo considerndola
como una hija. No le pido que regrese y sea la novia de
Matahachi. Slo le pido que se apiade de m y escuche lo
que tengo que decirle.
Ya es suficiente. Si me dices algo ms ser incapaz de
recordarlo.
Muy bien, pues dile lo que te he dicho hasta ahora.
Mientras el muchacho corra al lado de Ots y le repeta
el mensaje de Osugi, la anciana, fingiendo que no miraba, se
sent en una piedra y contempl un bajo donde un banco
de pececillos se deslizaba velozmente de un lado a otro.
Vendra Ots o no? Osugi dirigi una mirada disimulada a
la muchacha, ms rpida que aquellos minsculos peces.
Las dudas de Ots no se disiparon con facilidad, pero
finalmente Jtar la convenci de que no haba peligro
alguno. Ech a andar con timidez hacia Osugi, la cual,
deleitndose en su victoria, le sonrea de modo jovial.
Ots, querida nia le dijo en un tono maternal.
Abuela replic Ots, inclinndose hasta el suelo a
los pies de la anciana. Perdname. Por favor, perdname.
No s qu decir.
No es necesario que digas nada. Todo ha sido culpa
de Matahachi. Al parecer, an te guarda rencor por tu
cambio de sentimientos, y me temo que en una poca
tambin yo he pensado mal de ti. Pero todo eso es agua
pasada.
Me perdonas entonces por mi manera de actuar?
Bueno, eso... dijo Osugi, con una nota de
incertidumbre, pero al mismo tiempo ponindose en
cuclillas a su lado.
Ots removi la arena con los dedos, haciendo en la fra
superficie un pequeo hoyo que pronto se llen de agua
tibia y burbujeante.
Como madre de Matahachi, supongo que puedo decir
que has sido perdonada, pero hay que tener en cuenta a
Matahachi. No querrs verle y hablar con l de nuevo?
Puesto que huy con otra mujer por su propia voluntad, no
creo que te pida que vuelvas con l. La verdad es que no le
permitira hacer algo tan egosta, pero...
S?
Bueno, no acceders a verle por lo menos?
Entonces, cuando los dos estis frente a frente, le dir
exactamente lo que debo decirle. As podr cumplir mi
deber como madre, sentir que he hecho cuanto poda.
Comprendo replic Ots. De la arena, a su lado,
emergi un minsculo cangrejo y se escabull detrs de una
piedra. Jtar lo cogi con disimulo, se puso detrs de
Osugi y lo dej caer sobre su cabeza. Ots sigui diciendo
: Pero no puedo evitar la sensacin de que, despus de
tanto tiempo como ha pasado, sera mejor para m no ver a
Matahachi.
Yo estar a tu lado. No te sentiras mejor si le vieras
y rompierais de una vez como es debido?
S, pero...
Entonces hazlo. Lo digo por tu propio bien en el
futuro.
Si accedo..., cmo vamos a encontrar a Matahachi?
Sabes dnde est?
Podr encontrarle en seguida, creme. Mira, hace
poco le vi en Osaka. Le dio uno de sus ataques de
testarudez, se march y me dej en Sumiyoshi, pero
cuando hace esa clase de cosas luego siempre lo lamenta.
No pasar mucho tiempo antes de que venga a Kyoto en mi
busca.
A pesar de la incmoda sensacin que tena Ots de que
Osugi no le estaba diciendo la verdad, influy en su nimo
la fe que tena la mujer en su intil hijo. Sin embargo, lo que
condujo a su rendicin final, fue la conviccin de que la
manera de actuar que propona Osugi era la correcta.
Qu te parece si te ayudara a buscar a Matahachi?
Oh, haras eso? replic con vehemencia la anciana,
cogiendo la mano de la muchacha.
S. S, creo que debo hacerlo.
De acuerdo, entonces acompame ahora a mi
posada. Uf! Qu es esto? Se levant, llevndose la
mano a la parte posterior del cuello de su kimono, y cogi
el pequeo cangrejo. Estremecida, pregunt: Bueno,
cmo ha llegado esto ah? Extendi la mano y la sacudi,
desprendiendo al animalillo de sus dedos.
Jtar, que estaba a sus espaldas, reprimi la risa, pero
Osugi no se dej engaar. Con los ojos centelleantes, se
volvi y le mir furibunda:
Supongo que es alguna travesura!
Ma no, yo no he sido. Ech a correr por el
malecn para ponerse a salvo y grit: Vas a ir con ella a
la posada, Ots?
Antes de que Ots pudiera responder, Osugi dijo:
S, viene conmigo. Estoy en una posada cerca del pie
de la colina Sannen. Siempre me alojo ah cuando vengo a
Kyoto. No te necesitaremos. Vuelve al lugar de donde has
venido.
De acuerdo, estar en la casa de Karasumaru. Ven t
tambin, Ots, cuando hayas terminado ese asunto.
Ots sinti una punzada de inquietud.
Espera, J! Corri por el malecn, reacia a dejarle
marchar.
Osugi, temerosa de que la muchacha pudiera cambiar de
idea y huir, se apresur a seguirla, pero durante unos
instantes Ots y Jtar estuvieron a solas.
Creo que debera ir con ella le dijo Ots. Pero
regresar a la casa del seor Karasumaru en cuanto tenga
ocasin. Explcaselo todo y procura que te dejen quedarte
hasta que yo haya terminado lo que tengo que hacer.
No te preocupes. Esperar tanto tiempo como sea
necesario.
Busca a Musashi durante mi ausencia, de acuerdo?
Ya estamos otra vez! Cuando por fin le encuentras,
te escondes. Y ahora lo lamentas. No digas que no te lo
advert.
Me he portado como una estpida.
Osugi lleg a su lado y se puso entre ellos. Los tres
echaron a andar de regreso al puente. La penetrante mirada
de Osugi se fijaba con frecuencia en la muchacha, de la que
desconfiaba. Aunque Ots no tena el menor atisbo del
peligroso sino que la aguardaba, experimentaba de todos
modos la sensacin de estar atrapada.
Cuando llegaron al puente, el sol estaba alto por encima
de los sauces y los pinos y las multitudes que haban salido
a pasear el da de Ao Nuevo llenaban las calles. Un grupo
considerable se haba congregado ante el cartel colocado en
el puente.
Musashi? Quin es se?
Conocis a algn gran espadachn de ese nombre?
Nunca he odo hablar de l.
Debe de ser un gran luchador si se enfrenta a los
Yoshioka. Valdr la pena ver ese encuentro.
Ots se detuvo y se qued mirando fijamente. Osugi y
Jtar la imitaron y escucharon los susurros reverberantes.
Al igual que las ondas producidas por los pececillos en el
bajo, el nombre Musashi se extendi entre la multitud.
Libro IV VIENTO
El campo seco
Los espadachines de la escuela Yoshioka se reunieron en un
campo yermo al lado del acceso Nagasaka a la carretera de
Tamba. Ms all de los rboles que bordeaban el campo, el
resplandor de la nieve en las montaas al noroeste de
Kyoto daba una impresin de relmpagos.
Uno de los hombres sugiri que encendieran una fogata,
sealando que sus espadas parecan actuar como
conductores y transmitan el fro directamente a sus
cuerpos. Era el noveno da del nuevo ao y la primavera
haba llegado
[5]
. Un viento fro soplaba desde el monte
Kinugasa y hasta los pjaros parecan desamparados.
Arde bien, eh?
S, pero ser mejor tener cuidado, no vayamos a
provocar un incendio en la broza.
El fuego crepitante les calentaba manos y pies, pero
poco despus Ueda Ryhei, agitando la mano ante sus ojos
para disipar el humo, refunfu:
Hace demasiado calor! Fulminando con la mirada
a un hombre que se dispona a echar ms lea al fuego,
exclam: Es suficiente! No sigas!
Transcurri una hora sin ningn acontecimiento.
Ya deben de ser ms de las seis.
Como un solo hombre, sin pensarlo siquiera, todos
dirigieron los ojos hacia el sol.
Cerca de las siete.
El Joven Maestro ya debera estar aqu.
Se presentar de un momento a otro.
Con los semblantes tensos, observaron inquietos la
carretera que parta de la ciudad. Varios de ellos tragaban
saliva nerviosamente.
Qu puede haberle ocurrido?
El mugido de una vaca rompi el silencio. En otro
tiempo el campo haba sido usado como pasto de las vacas
del emperador, y an haba en la vecindad vacas de las que
no cuidaba nadie. El sol se levant ms, trayendo consigo el
calor y el olor del estircol y la hierba seca.
No creis que Musashi ya debe de estar en el campo
junto al Rendaiji?
Es posible.
Que alguien vaya a ver. Slo est a seiscientas varas.
Nadie estaba deseoso de alejarse. Volvieron a guardar
silencio, sus rostros ardientes en las sombras arrojadas por
el humo.
No habr algn error sobre las instrucciones?
No, Ueda las recibi anoche directamente del Joven
Maestro. No puede haber error alguno.
Ryhei lo confirm.
Es cierto. No me sorprendera que Musashi ya est
all, pero es posible que el Joven Maestro se retrase a
propsito para ponerle nervioso. Esperemos. Si hacemos
un falso movimiento y damos a la gente la impresin de que
vamos a ayudar al Joven Maestro, ser una deshonra para
la escuela. No podemos hacer nada hasta que l llegue.
Quin es Musashi a fin de cuentas? Tan slo un rnin. No
puede ser tan bueno.
Los estudiantes que haban visto a Musashi en accin
en el dj de la escuela el ao anterior tenan otra idea, pero
incluso a ellos les resultaba impensable que Seijr
perdiera. Eran de la opinin de que, aunque Seijr iba a
ganar, no podan descartarse los accidentes. Adems,
puesto que el combate haba sido anunciado pblicamente,
habra muchos espectadores, cuya presencia, a juicio de los
estudiantes, no slo aumentara el prestigio de la escuela
sino que realzara la reputacin personal de su maestro.
A pesar de que Seijr les haba dado instrucciones
concretas de que bajo ninguna circunstancia deban
ayudarle, cuarenta de ellos ya se haban reunido all para
esperar su llegada, decirle unas palabras de estmulo y estar
a mano..., por si acaso. Adems de Ueda, estaban presentes
cinco de los Diez Espadachines de la casa de Yoshioka.
Eran ms de las siete, y a medida que el espritu sereno
impuesto por Ryhei ceda el paso al aburrimiento,
farfullaban descontentos.
Los espectadores que se encaminaban al lugar del
encuentro les preguntaban si haba algn error.
Dnde est Musashi?
Dnde est el otro..., Seijr?
Quines son todos esos samurais?
Probablemente estn aqu para ayudar a uno u otro.
Extraa manera de celebrar un duelo! Los ayudantes
estn aqu y los combatientes no.
Aunque la multitud era cada vez ms densa e iba en
aumento el vocero, los espectadores eran demasiado
prudentes para aproximarse a los estudiantes de la escuela
Yoshioka, los cuales, por su parte, no reparaban en las
cabezas asomadas entre los marchitos miscanthus o que les
miraban desde las ramas de los rboles.
Jtar deambulaba en medio de la multitud, levantando
nubculas de polvo. Con su espada de madera ms larga que
l y calzado con unas sandalias que le iban demasiado
grandes, iba de una mujer a otra, examinando sus caras.
No, sta tampoco murmuraba para s. Qu puede
haberle ocurrido a Ots? Sabe que hoy es el da de la
pelea. Estaba seguro de que la joven se encontraba all,
pues Musashi poda correr peligro. Qu poda retenerla?
Pero su bsqueda fue infructuosa, aunque camin
pesadamente hasta la extenuacin. Qu extrao es esto
se dijo. No la he visto desde el da de Ao Nuevo.
Estar enferma? Esa vieja bruja con la que se march deca
unas cosas convincentes, pero tal vez era una trampa.
Quiz le est haciendo algo terrible a Ots.
Esa posibilidad le inquietaba de un modo atroz, mucho
ms que el resultado de la pelea, la cual no le causaba
ningn recelo. Entre los centenares de personas que se
haban congregado all, apenas haba una sola que no
esperase la victoria de Seijr. Slo Jtar tena una fe
inquebrantable en Musashi. Cruzaba por su mente la
imagen de su maestro enfrentado a las lanzas de los
sacerdotes del Hzin en la planicie de Hannya.
Finalmente, se detuvo en medio del campo. Hay otra
cosa extraa musit para s. Qu hace toda esta gente
aqu? Segn el aviso, la pelea tendr lugar en el campo junto
al Rendaiji. Pareca ser la nica persona intrigada por ese
motivo.
Alguien, entre la multitud pululante, le llam con voz
spera.
Eh, muchacho! Ven aqu!
Jtar reconoci al hombre. Era el que haba estado
mirando a Musashi y Akemi mientras stos susurraban en
el puente la maana de Ao Nuevo.
Qu quieres, seor? le pregunt Jtar.
Sasaki Kojir se le acerc, pero antes de hablar le mir
lentamente de la cabeza a los pies.
No te he visto recientemente en la avenida Goj?
Ah, lo recuerdas.
Estabas con una mujer joven.
S, era Ots.
Es se su nombre? Dime, tiene alguna relacin con
Musashi?
Yo dira que s.
Es su prima?
No.
Hermana?
No.
Y bien?
A ella le gusta.
Son amantes?
No lo s. Yo slo soy su alumno. Jtar mene la
cabeza orgullosamente.
De modo que por eso ests aqu. Mira, la gente se
impacienta. T debes de saber dnde est Musashi. Ha
salido de su posada?
Por qu me lo preguntas? No le he visto desde hace
mucho tiempo.
Varios hombres se abrieron paso entre la multitud,
acercndose a Kojir .
ste fij en ellos una mirada de halcn.
Ah, as que ests aqu, Sasaki!
Vaya, si es Ryhei!
Dnde has estado durante todo este tiempo? le
pregunt Ryhei, cogiendo la mano de Kojir como si le
hiciera prisionero. No has ido al dj en los ltimos diez
das. El Joven Maestro quera practicar un poco contigo.
Qu importa si he estado ausente? Ahora estoy
aqu.
Colocndose discretamente alrededor de Kojir ,
Ryhei y sus camaradas le condujeron a la fogata.
Entre los espectadores que haban visto la larga espada
y el llamativo atuendo de Kojir se extendi un rumor:
se es Musashi, sin duda!
Es l?
Lleva una ropa muy vistosa, pero no parece dbil.
se no es Musashi! exclam Jtar
desdeosamente. Musashi no es as en absoluto! Jams
le veris disfrazado como un actor de Kabuki!
Poco despus, incluso aquellos que no haban odo la
protesta del muchacho se dieron cuenta de su error y
retrocedieron, preguntndose qu estaba ocurriendo all.
Kojir estaba en pie entre los estudiantes de Yoshioka,
observndolos con evidente desprecio. Ellos le escuchaban
en silencio, pero con hoscos semblantes.
No hay mal que por bien no venga deca Kojir ,
y es una suerte para la casa de Yoshioka que ni Seijr ni
Musashi hayan llegado a tiempo. Lo mejor que podis
hacer es dividiros en grupos, distraer a Seijr y llevarle
rpidamente a casa antes de que sufra algn dao.
Esta cobarde propuesta les enfureci, pero Kojir
sigui diciendo:
Lo que os aconsejo sera ms beneficioso para Seijr
que cualquier ayuda que pueda recibir de vosotros.
Entonces, con bastante grandilocuencia, aadi: El cielo
me ha enviado como mensajero por el bien de la casa de
Yoshioka. Os har mi prediccin: si luchan, Seijr perder.
Siento tener que decirlo, pero es indudable que Musashi le
derrotar, tal vez incluso le mate.
Miike Jrzaemon se enfrent al joven, sacando el
pecho, y le grit:
Eso es un insulto. Con el codo derecho entre su
rostro y el de Kojir , estaba preparado para desenvainar la
espada y atacar.
Kojir baj la vista y sonri.
Entiendo que no te gusta lo que he dicho.
Agh!
En ese caso, lo siento dijo Kojir en tono
despreocupado. No intentar seguir ayudndoos.
En primer lugar, nadie te ha pedido tu ayuda.
Eso no es del todo cierto. Si no tenais necesidad de
mi ayuda, por qu habis insistido en que fuese desde
Kema a vuestra casa? Por qu os habis esforzado tanto
por tenerme contento? T, Seijr, todos vosotros!
Hemos sido corteses con un husped, ni ms ni
menos. Te tienes en alta estima, no es cierto?
Ja, ja, ja, ja! No sigamos por ese camino, antes de
que tenga que enfrentarme a todos vosotros. Pero os
advierto que si desos mi profeca lo lamentaris! He
comparado a los dos hombres con mis propios ojos, y he
visto que las posibilidades de que Seijr pierda son
abrumadoras. La maana de Ao Nuevo Musashi estaba en
el puente de la avenida Goj. En cuanto le vi, supe que es
peligroso. A mi modo de ver, ese letrero que pusisteis all
parece ms bien un anuncio de luto por la casa Yoshioka.
Es muy triste, pero parece ser una caracterstica universal
que los hombres nunca sean conscientes de que estn
acabados.
Ya basta! Por qu has venido aqu si tu nico
propsito era hablar de esa manera?
Kojir replic en tono sarcstico:
Tambin parece tpico de la gente en declive que no
acepten un acto de amabilidad con el espritu en que se les
ha ofrecido. Adelante! Pensad lo que gustis! Ni siquiera
tendris que esperar a que finalice el da. Dentro de una
hora, quiz menos, sabris cuan equivocados estis.
Canalla! le grit Jrzaemon.
Cuarenta hombres dieron un paso adelante, su clera
irradiando oscuramente sobre el campo.
Kojir reaccion con seguridad en s mismo. Saltando
rpidamente a un lado, demostr con su postura que si
buscaban pelea, l estaba preparado. La buena voluntad que
antes les haba mostrado ahora pareca un engao. Un
observador podra haberse preguntado si no estaba
utilizando la psicologa de las masas a fin de crear la
oportunidad de acaparar toda la atencin en detrimento de
Musashi y Seijr.
Una oleada de agitacin se extendi entre los que
estaban lo bastante cerca para ver la escena. Aqulla no era
la lucha que haban ido a ver, pero prometa ser interesante.
En medio de la atmsfera cargada de peligro corra una
muchacha. Detrs de ella, avanzando veloz como una pelota
que rodara, corra un pequeo mono. La joven se interpuso
entre Kojir y los espadachines de Yoshioka y grit:
Kojir! Dnde est Musashi? No est aqu?
El aludido se volvi hacia ella, encolerizado.
Qu significa esto?
Akemi! exclam uno de los samurais. Qu est
haciendo aqu?
A qu has venido? inquiri Kojir bruscamente
. No te dije que no lo hicieras?
No soy tu propiedad privada! Por qu no puedo
estar aqu?
Calla y vete ahora mismo! le grit Kojir ,
empujndola suavemente. Vuelve a la Zuzuya.
Akemi, jadeante, sacudi la cabeza con una expresin
inflexible.
No me des rdenes! Me qued contigo, pero no te
pertenezco. Yo... La emocin le embarg la voz y se ech
a llorar. Cmo puedes decirme lo que debo hacer
despus de lo que me has hecho? Despus de atarme y
dejarme abandonada en el segundo piso de la posada?
Despus de intimidarme y torturarme cuando dije que
estaba preocupada por Musashi?
Kojir abri la boca, dispuesto a hablar, pero Akemi no
le dio ocasin.
Uno de los vecinos me oy gritar, entr y me desat.
Estoy aqu para ver a Musashi!
Has perdido el juicio? Es que no ves a la gente a tu
alrededor? Calla!
No quiero! No me importa quin me oiga. Dijiste
que hoy morir Musashi..., que si Seijr no poda con l,
actuaras como su segundo y mataras t mismo a Musashi.
Tal vez estoy loca, pero Musashi es el nico hombre en mi
corazn! Tengo que verle! Dnde est?
Kojir chasc la lengua, pero se haba quedado sin habla
ante el virulento ataque de la muchacha.
A los hombres de Yoshioka, Akemi les pareca
demasiado turbada para darle crdito. Pero tal vez haba
algo de cierto en lo que deca. Y en ese caso, Kojir haba
utilizado la amabilidad como un seuelo y luego la haba
torturado para su propio placer.
Vindose en un aprieto, Kojir la mir ferozmente, sin
ocultar su odio.
De sbito desvi su atencin uno de los ayudantes de
Seijr, un joven llamado Tamihachi. Corra como un loco,
agitando los brazos y gritando.
Ayuda! Es el Joven Maestro! Se ha batido con
Musashi y est herido! Oh, es terrible, espantoso!
Qu ests farfullando?
El Joven Maestro? Musashi?
Dnde? Cundo?
Ests diciendo la verdad, Tamihachi?
Las preguntas se atropellaban, y los rostros de quienes
las hacan presentaban de repente una palidez mortal.
Tamihachi sigui gritando de una manera inarticulada.
Sin responder a las preguntas ni detenerse a recobrar el
aliento, ech a correr dando traspis, regresando a la
carretera de Tamba. Entre incrdulos y dubitativos, sin
saber realmente qu pensar, Ueda, Jrzaemon y los dems
corrieron tras l como animales salvajes a travs de una
llanura en llamas.
A unas quinientas varas hacia el norte llegaron a un
campo yermo que se extenda ms all de los rboles a la
derecha, baado por la luz del sol y en apariencia sereno e
inalterado. Tordos y alcaudones, que trinaban como si nada
hubiera ocurrido, se apresuraron a emprender el vuelo
cuando Tamihachi se abri paso bruscamente entre la
hierba. Trep a una elevacin que pareca un antiguo
tmulo funerario y se hinc de rodillas. Araando la tierra,
se puso a gemir y gritar:
Joven Maestro!
Los dems llegaron a su lado, y entonces se quedaron
como clavados en el suelo, mirando boquiabiertos la escena
ante sus ojos. Seijr, enfundado en un kimono con un
diseo floral azul, una correa de cuero que sujetaba las
mangas recogidas y un pao blanco atado alrededor de la
cabeza, yaca con el rostro sepultado en la hierba.
Joven Maestro!
Aqu estamos! Qu ha ocurrido?
No haba una sola gota de sangre en la blanca tela
anudada en la cabeza, como tampoco en la manga ni en la
hierba a su alrededor, pero la expresin de su rostro era de
dolor atroz.
Sus labios tenan el color de las uvas silvestres.
Respira?
Apenas.
Rpido, levantadle!
Un hombre se arrodill y cogi el brazo derecho de
Seijr, disponindose a levantarle. El herido lanz un grito
desgarrador.
Buscad algo para transportarle! Cualquier cosa!
Tres o cuatro hombres, gritando en su confusin,
corrieron carretera abajo hasta una granja y regresaron con
una contraventana. Hicieron rodar con cuidado a Seijr
hasta depositarlo encima, pero aunque pareci revivir un
poco, segua retorcindose de dolor. Para que estuviera
quieto, varios hombres se quitaron sus obis y los usaron
para atarle a la contraventana.
Con un hombre en cada ngulo, le alzaron y echaron a
andar en un silencio fnebre.
Seijr pataleaba con violencia, casi rompiendo la
improvisada camilla.
Musashi... se ha ido?... Oh, cmo duele!... El brazo
derecho, el hombro..., el hueso... Aaaah!... No puedo
soportarlo. Cortadlo!... No me os? Cortadme el brazo!
El horror de su sufrimiento hizo que los hombres que le
transportaban desviaran la vista. Aqul era el hombre al que
respetaban como su maestro, y les pareca indecente mirarle
en semejante estado.
Se detuvieron y llamaron a Ueda y Jrzaemon.
Sufre terribles dolores y nos pide que le cortemos el
brazo. No sera un alivio para l que lo hiciramos?
No digis idioteces rugi Ryhei. Claro que es
doloroso, pero no se morir por eso. Si le cortamos el brazo
y la hemorragia no cesa, ser el fin para l. Lo que hemos de
hacer es llevarle a casa y comprobar la gravedad de su
lesin. Si hay que amputarle el brazo, podemos hacerlo tras
haber tomado las medidas necesarias para evitar que muera
a causa de la hemorragia. Dos de vosotros adelantaos e id en
busca del doctor de la escuela.
Los espectadores eran todava numerosos y
permanecan en silencio detrs de los pinos a lo largo de la
carretera. Irritado, Ryhei frunci el ceo y se volvi a los
hombres que le seguan.
Dispersad a esa gente les orden. El Joven
Maestro no es ningn espectculo.
La mayora de los samurais, agradecidos por la
oportunidad de desahogar su clera acumulada, echaron a
correr, haciendo gestos amenazantes a los espectadores, los
cuales se dispersaron como langostas.
Ven aqu, Tamihachi! orden colrico Ryhei,
como si el joven sirviente tuviera la culpa de lo sucedido.
El joven, que haba caminado lloroso al lado de la
camilla, se encogi de terror.
Qu..., qu quieres? tartamude.
Estabas con el Joven Maestro cuando sali de casa?
Ssss.., s.
Dnde hizo sus preparativos?
Aqu, despus de que llegramos al campo.
Deba saber que estbamos esperando. Por qu no
fue ah primero?
No lo s.
Ya estaba ah Musashi?
Estaba en el montculo donde..., donde...
Estaba solo?
S.
Cmo fue? Te quedaste ah mirando?
El Joven Maestro me mir y dijo..., dijo que si por
azar perda, recogiera su cuerpo y lo llevara al otro campo.
Dijo que t y los dems estabais ah desde el alba, pero que
yo, bajo ninguna circunstancia, deba informar a nadie hasta
que el encuentro hubiera terminado. Dijo que haba
ocasiones en las que un estudiante del Arte de la Guerra no
tena ms remedio que arriesgarse a ser derrotado, y que l
no quera ganar por medios deshonrosos y cobardes.
Entonces fue al encuentro de Musashi.
Tamihachi haba hablado rpidamente, aliviado por
contar el relato.
Qu ocurri entonces?
Pude ver el rostro de Musashi. Pareca sonrer
ligeramente. Los dos hombres intercambiaron alguna clase
de saludo. Entonces..., entonces o un grito tan fuerte que
reverber en todo el campo. Vi que la espada de madera del
Joven Maestro sala volando y... slo Musashi estaba en
pie. Llevaba en la cabeza una cinta naranja, pero tena el
pelo de punta.
El camino haba sido despejado de curiosos. Los
hombres que transportaban a Seijr estaban callados y
abatidos, pero avanzaban exactamente al mismo paso, a fin
de no causar ms dolor al herido.
Qu es eso?
Se detuvieron, y uno de los hombres que iban delante se
llevaron la mano libre al cuello. Otro mir al cielo. Una
lluvia de pinaza caa sobre Seijr. Encaramado a una rama
por encima de ellos estaba el mono de Kojir , mirando
distradamente y haciendo gestos obscenos.
Uf! grit uno de los hombres cuando una pina le
alcanz en la cara vuelta hacia arriba. Soltando una
maldicin, sac el estilete de la funda y lo lanz contra el
mono, pero no dio en el blanco.
Al or el silbido de su amo, el mono dio una voltereta y
aterriz en su hombro. Kojir estaba en las sombras, con
Akemi a su lado. Mientras los hombres de Yoshioka le
dirigan miradas rencorosas, Kojir contemplaba el cuerpo
tendido en la contraventana. La sonrisa desdeosa haba
desaparecido de sus labios, y ahora su rostro tena una
expresin reverencial. Hizo una mueca al or los atroces
gemidos de Seijr. Tras el discurso que les haba dirigido
poco antes, los samurais slo podan suponer que l era el
ltimo en rerse.
Ryhei inst a los porteadores de la camilla a que
siguieran adelante, dicindoles:
No es ms que un mono, ni siquiera un ser humano.
No le hagis caso y seguid avanzando.
Esperad les dijo Kojir , y entonces se acerc a
Seijr y le habl directamente. Qu ha ocurrido? Sin
esperar respuesta, aadi: Musashi te ha vencido, eh?
Dnde te golpe? En el hombro derecho?... Oh, esto tiene
mal aspecto. El hueso est destrozado. Tu brazo es como
un saco de grava. No deberas estar tendido boca arriba y
soportando este traqueteo. La sangre podra subirte al
cerebro.
Volvindose a los otros, les orden con arrogancia:
Bajadle! Vamos, bajadle! A qu estis esperando?
Haced lo que os digo!
Seijr pareca al borde de la muerte, pero Kojir le
orden que se mantuviera en pie.
Si lo intentas puedes lograrlo. La herida no es tan
grave. Es slo tu brazo derecho. Si intentas caminar, puedes
hacerlo. Todava dispones del brazo izquierdo. Olvdate de
ti mismo! Piensa en tu difunto padre, a quien debes ms
respeto del que ests mostrando ahora, mucho ms. Ser
transportado en camilla por las calles de Kyoto... Valiente
espectculo sera. Piensa en lo que eso afectara al buen
nombre de tu padre!
Seijr le mir fijamente, sus ojos blancos y exanges.
Entonces, con un rpido movimiento, se puso en pie. Su
intil brazo derecho pareca un pie ms largo que el
izquierdo.
Miike! grit Seijr.
S, seor.
Crtalo!
Cmo?
No te quedes ah pasmado y crtame el brazo!
Pero...!
Idiota sin redaos! Ven, Ueda, crtamelo! Ahora
mismo!
Sss.., s, seor.
Pero antes de que Ueda se moviera, intervino Kojir .
Yo lo har si quieres.
Por favor! suplic Seijr.
Kojir fue a su lado. Cogi con fuerza la mano de
Seijr y le alz bien el brazo, al tiempo que desenvainaba
su espada corta. Con un rpido y extrao sonido, el brazo
cay al suelo y la sangre brot del mun.
Cuando Seijr se tambale, sus estudiantes corrieron a
sostenerle y cubrieron la herida con un pao para detener la
sangre.
A partir de ahora andar dijo Seijr. Regresar
a casa por mi propio pie. Con el rostro cerleo, dio diez
pasos.
A sus espaldas, la sangre que goteaba de la herida dejaba
un reguero negruzco en el suelo.
Ten cuidado, Joven Maestro!
Los discpulos se aferraban a l como los aros a un
barril, sus voces llenas de una solicitud que pronto se
transform en clera.
Uno de ellos maldijo a Kojir , diciendo:
Por qu ha tenido que entrometerse ese burro
engredo? Habras estado mejor tal como estabas.
Pero Seijr, avergonzado por las palabras de Kojir ,
respondi:
He dicho que ir andando y lo har! Tras una
breve pausa, recorri otros veinte pasos, impulsado ms
por su fuerza de voluntad que por sus piernas, pero no
pudo resistir mucho tiempo y, al cabo de cincuenta o
sesenta varas, cay al suelo.
Rpido! Tenemos que llevarle al mdico!
Le recogieron y llevaron rpidamente hacia la avenida
Shij. Seijr ya no tena fuerzas para objetar.
Kojir permaneci algn tiempo bajo un rbol, mirando
a los hombres que se alejaban con expresin sombra. Luego
se volvi a Akemi y sonri:
Has visto eso? Imagino que te has sentido
satisfecha, no es cierto? Mortalmente plida, Akemi
contempl con odio su sonrisa sarcstica, pero l sigui
diciendo: No has hecho ms que hablar sobre cmo te
gustara desquitarte de l. Pues bien, ests satisfecha
ahora? Es sta venganza suficiente por tu virginidad
perdida?
Akemi estaba demasiado confusa para hablar. En
aquellos momentos Kojir le pareca ms espantoso, ms
detestable, ms maligno que Seijr. Aunque ste haba sido
la causa de sus problemas, no era un malvado, no tena el
corazn negro ni era un autntico truhn. Kojir , en
cambio, era realmente malo, no la clase de pecador que
imagina la mayora de la gente, sino un desalmado retorcido
y perverso que, lejos de regocijarse por la felicidad del
prjimo, disfrutaba quedndose a un lado para verlos sufrir.
Nunca robara ni engaara, y no obstante era mucho ms
peligroso que el delincuente ordinario.
Vamos a casa dijo, volviendo a poner el mono
sobre su hombro.
Akemi anhelaba huir, pero no tena el valor de hacerlo.
No te har ningn bien seguir buscando a Musashi
musit, hablando tanto consigo mismo como a ella. No
tiene ningn motivo para quedarse en estos alrededores.
Akemi se pregunt por qu no aprovechaba la ocasin
y se apresuraba a huir hacia la libertad, por qu pareca
incapaz de abandonar a aquel bruto. Pero aunque maldeca
su propia estupidez, iba tras l sin poder evitarlo.
El mono volvi la cabeza y la mir. Parlote
burlonamente y sonri de oreja a oreja, mostrando sus
dientes blancos.
Akemi deseaba regaarle, pero no poda. Senta que ella
y el mono estaban unidos por el mismo destino. La imagen
atrozmente lastimosa de Seijr cruz por su mente y, a su
pesar, se apiad de l. Despreciaba a los hombres como
Seijr y Kojir , y no obstante le atraan como una llama
roja atrae a una mariposa nocturna.
Un hombre de mltiples recursos
He ganado se dijo Musashi al abandonar el campo.
He derrotado a Yoshioka Seijr, he derribado la ciudadela
del estilo de Kyoto!
Pero saba que eso no alegraba a su corazn. Tena la
vista baja, y sus pies parecan hundirse en las hojas
muertas. Pas volando a baja altura un pajarillo, cuyo
abdomen le record a un pez.
Mir atrs y vio los esbeltos pinos del montculo donde
haba luchado con Seijr. Slo le he golpeado una vez
pens. Tal vez no lo he matado. Examin su espada de
madera para asegurarse de que estaba manchada de sangre.
Aquella maana, cuando se diriga al lugar de la cita,
esperaba encontrar a Seijr acompaado por una multitud
de estudiantes, los cuales muy bien podran recurrir a
alguna maniobra turbia. Haba hecho frente sin pestaear a
la posibilidad de perder la vida en el encuentro, y a fin de
evitar que en sus ltimos momentos tuviera un aspecto
desaliado, se haba cepillado meticulosamente los dientes
con sal y se haba lavado el cabello.
Seijr respondi muy poco a la idea preconcebida que
Musashi se haba formado de l, hasta el punto de que se
pregunt si aqul poda ser realmente hijo de Yoshioka
Kemp.
No vea en el corts y evidentemente bien educado
Seijr al maestro principal del estilo de Kyoto. Era
demasiado esbelto, suave y caballeroso para ser un gran
espadachn.
Tras el intercambio de saludos, Musashi se sinti
incmodo y se dijo que nunca debera haber buscado aquella
pelea.
Lo lamentaba sinceramente, pues su propsito era el de
enfrentarse siempre a adversarios mejores que l. Una
mirada detenida fue suficiente para convencerse de que no
haba tenido necesidad de prepararse durante un ao para
aquel combate. Los ojos de Seijr revelaban la falta de
confianza en s mismo. Estaba ausente el fuego necesario,
no slo en la expresin de su rostro sino en sus ademanes y
en la actitud general de su cuerpo.
Por qu ha venido aqu esta maana si tiene tan poca
fe en s mismo?, se pregunt Musashi, pero tambin era
consciente de la apurada situacin en que se encontraba su
adversario y simpatizaba con l. Seijr no poda cancelar
el combate aunque lo deseara. Los discpulos que haba
heredado de su padre le consideraban su mentor y gua. No
tena ms eleccin que avenirse a cumplir con lo que se
esperaba de l. Mientras los dos hombres se aprestaban al
combate, Musashi trat de encontrar una excusa para no
seguir adelante, pero no se present la oportunidad.
Ahora que todo haba terminado, Musashi se dijo:
Qu gran lstima! Ojal no hubiera tenido que hacerlo. Y
or en su corazn por Seijr, para que la herida sanara
pronto.
Pero su misin haba terminado, y no era propio de un
guerrero maduro sentirse deprimido por cosas pasadas.
Acababa de apretar el paso cuando la cara asombrada de
una anciana apareci por encima de una pequea extensin
de hierba. Haba estado escarbando en el suelo, al parecer en
busca de algo, y el sonido de las pisadas de Musashi la
haba sobresaltado. Vesta un sencillo kimono de color
claro, y habra sido casi indistinguible de la hierba a no ser
por el cordn violeta que le sujetaba el manto. Aunque sus
ropas eran de lega, el cabello que cubra su cabeza redonda
era de monja. Era menuda y de aspecto refinado.
Musashi estaba tan sorprendido como la mujer. Otros
tres o cuatro pasos y podra haberla pisoteado.
Qu ests buscando? le pregunt afablemente
Musashi. Atisb un rosario de cuentas de coral en el brazo
de la mujer, dentro de la manga, y vio que sostena un
cestillo lleno de tiernas plantas silvestres. Los dedos y las
cuentas del rosario temblaban ligeramente. Para
tranquilizarla, Musashi le dijo con naturalidad: Supongo
que la primavera est realmente al caer. Humm, veo que
tienes ah un hermoso perejil, colza y algodn. Has
recogido t misma estas plantas?
La anciana monja dej el cesto, gritando:
Ketsu! Ketsu!
Musashi observ perplejo que la mujercilla se retiraba
hacia una pequea elevacin en el campo por lo dems
llano. Por detrs se alzaba una delgada columna de humo.
Pensando que sera una lstima que la anciana perdiera
sus verduras tras haberse tomado tanto trabajo para
encontrarlas, las recogi y, cesto en mano, corri tras ella.
Instantes despus, dos hombres aparecieron ante su vista.
Haban extendido una estera en la vertiente meridional
soleada de la suave elevacin. Haba tambin varios objetos
usados por los devotos del culto del t, entre ellos una olla
de hierro que colgaba sobre un fuego y una jarra de agua a
un lado. Haban utilizado el entorno natural como su propio
jardn, instalndose una sala de t al aire libre. En conjunto
era bastante garbosa y elegante.
Uno de los hombres pareca un servidor, mientras que la
piel blanca del otro, la suavidad de su cutis y sus rasgos
armoniosos hacan pensar en un gran mueco de porcelana
que representara a un aristcrata de Kyoto. La curva de su
abdomen reflejaba satisfaccin. Sus mejillas y sus ademanes
expresaban seguridad en s mismo.
El nombre Ketsu le resultaba a Musashi familiar,
pues en aquel entonces un Hon'ami Ketsu muy famoso
resida en Kyoto. Se rumoreaba, con una envidia
considerable, que el riqusimo seor Maeda Toshiie de Kaga
le haba concedido un estipendio anual de mil fanegas.
Como ciudadano ordinario, con estos ingresos habra vivido
esplndidamente, pero adems gozaba del favor especial de
Tokugawa Ieyasu y a menudo le reciban en los hogares de
los grandes nobles. Se deca que los guerreros ms
importantes del pas se sentan obligados a desmontar y a
pasar a pie por delante de su establecimiento, para no dar la
impresin de que le miraban con altivez desde lo alto de sus
monturas.
El apellido de la familia tena su origen en el callejn
Hon'ami, donde haban establecido su residencia, y el
negocio de Ketsu consista en la limpieza, pulimentacin y
valoracin de espadas. Su familia libr su reputacin ya en
el siglo XIV y floreci durante el perodo Ashikaga. Ms
adelante fueron favorecidos por daimys tan importantes
como Imagawa Yoshimoto, Oda Nobunaga y Toyotomi
Hideyoshi.
Ketsu era conocido como un hombre de talento muy
diversificado. Pintaba, sobresala como ceramista y lacador
y era considerado un experto en arte. l mismo estimaba
que la caligrafa era su punto fuerte, y en ese campo se le
situaba generalmente al lado de expertos tan reconocidos
como Shkad Shj, Karasumaru Mitsuhiro y Konoe
Nobutada, el creador del famoso estilo Sammyakuin, tan
popular en aquella poca.
A pesar de su fama, Ketsu tena la impresin de que
no le apreciaban plenamente, o as se desprenda de una
ancdota que circulaba por entonces. Segn esta ancdota, a
menudo visitaba la mansin de su amigo Konoe Nobutada,
que no slo era noble sino tambin ministro de la Izquierda
en el gobierno del emperador. Durante una de esas visitas,
se habl naturalmente de caligrafa, y Nobutada le pregunt:
Dime, Ketsu, a quines seleccionaras como los
tres calgrafos ms grandes del pas?
Sin la menor vacilacin, Ketsu respondi:
Vos sois el segundo, y supongo que luego viene
Shkad Shj.
Empiezas por el segundo de los mejores le dijo
Nobutada un poco perplejo, pero quin es el mejor?
Ketsu le mir a los ojos y, sin sonrer siquiera, replic:
El mejor soy yo, por supuesto.
Sumido en sus pensamientos, Musashi se detuvo a
corta distancia del grupo.
Ketsu tena un pincel en la mano y varias hojas de
papel sobre sus rodillas. Estaba bosquejando
minuciosamente el flujo del agua de un arroyo cercano. Este
dibujo, as como los intentos anteriores diseminados por el
suelo, consista exclusivamente en lneas acuosas de una
clase que, desde el punto de vista de Musashi, cualquier
novicio podra dibujar.
Ketsu alz la vista y pregunt tranquilamente:
Ocurre algo?
Entonces abarc la escena con mirada serena: Musashi a
un lado y al otro su madre temblorosa detrs del sirviente.
Musashi se sinti ms tranquilo en presencia de aquel
hombre. Estaba claro que no era la clase de persona con la
que uno entra en contacto a diario, pero de alguna manera le
resultaba atractivo. Haba en sus ojos una luz profunda, y
su mirada pronto empez a sonrer a Musashi, como si
fuera un viejo amigo.
Bienvenido, joven. Ha hecho mi madre algo que no
debiera? Tengo cuarenta y ocho aos, as que puedes
imaginar lo vieja que ella es. Est muy sana, pero a veces se
queja de su mala vista. Si ha cometido cualquier
incorreccin, confo en que aceptes mis disculpas.
Dej el pincel y los papeles sobre la pequea estera en
la que estaba sentado, puso las manos en el suelo y empez
a hacer una profunda reverencia.
Musashi se apresur a arrodillarse e impedir que
Ketsu se inclinara.
Entonces eres su hijo? le pregunt, confuso.
S.
Soy yo quien debe disculparse. Ignoro a qu se debe
el temor de tu madre, pero nada ms verme ha soltado el
cesto y salido corriendo. Al ver sus verduras por el suelo
me he sentido culpable y las he trado. Eso es todo. No hay
necesidad de que te inclines ante m.
Ketsu se ri afablemente y, volvindose a la monja, le
dijo:
Has odo eso, madre? Tu impresin ha sido del todo
errnea.
Visiblemente aliviada, la mujer abandon su refugio
detrs del sirviente.
Quieres decir que el rnin no pretenda hacerme
dao?
Dao? No, no, en absoluto. Mira, incluso te ha
trado el cesto. Ha sido muy considerado, no crees?
Oh, cunto lo siento dijo la monja, haciendo una
reverencia y llevndose a la frente el rosario que llevaba en
la mueca. Su actitud haba cambiado por completo y,
ahora jovial y risuea, se volvi a su hijo. Me avergenza
admitirlo, pero al ver a este joven cre notar el olor de la
sangre. Cmo me he asustado! Se me ha puesto la piel de
gallina. Ahora veo lo necia que he sido.
La penetracin de la anciana asombr a Musashi. Le
haba calado y, sin proponrselo, haba expresado con toda
franqueza la impresin que le causaba. Para los delicados
sentidos de la mujer deba de haber sido realmente una
aparicin aterradora y sanguinaria.
Tambin Ketsu deba de haberse fijado en su mirada
ardiente y penetrante, su amenazante cabellera, aquel aire
de malhumor y peligrosidad que revelaba su disposicin a
atacar en cuanto le provocaran. No obstante, Ketsu
pareca inclinado a identificar sus aspectos positivos.
Si no tienes prisa, qudate y descansa un rato le
dijo. Aqu hay mucha tranquilidad. Me basta con
sentarme y permanecer silencioso en este paraje para
sentirme limpio y fresco.
Puedo recoger algunas verduras ms y hacerte un
buen potaje dijo la monja, y un poco de t. O no te
gusta el t?
En compaa de madre e hijo, Musashi se sinti en paz
con el mundo. Enfund su espritu belicoso, como un gato
que retrae las uas. En aquella agradable atmsfera,
resultaba difcil creer que estaba entre unos perfectos
desconocidos. Antes de que se diera cuenta, se haba
quitado las sandalias de paja y sentado sobre la estera.
Se tom la libertad de formular algunas preguntas, y as
se enter de que la madre, cuyo nombre religioso era
Mysh, haba sido una buena y fiel esposa antes de
hacerse monja, y que su hijo era en verdad el clebre esteta
y artesano. Entre los espadachines, no haba uno solo
merecedor del pan que coma que desconociera el apellido
Hon'ami, tal era la reputacin de excelentes jueces de
espadas que tena la familia.
A Musashi le result difcil asociar a Ketsu y su
madre con la imagen que se haba formado de cmo eran
tales personas famosas. Para l no eran ms que personas
ordinarias con las que se haba encontrado en un campo
desierto. Y as deseaba que fuese, pues de lo contrario
podra ponerse tenso y estropearles la excursin campestre.
Mysh se acerc a su hijo con el recipiente para
preparar el t y le pregunt:
Qu edad crees que tiene este muchacho?
l lanz una mirada a Musashi y replic:
Supongo que unos veinticinco o veintisis.
Musashi sacudi la cabeza.
No, slo tengo veintitrs.
Slo veintitrs! exclam Mysh. Entonces
procedi a hacer las preguntas habituales: de dnde era
natural, si sus padres vivan, quin le haba enseado
esgrima y otras por el estilo.
Se dirigi a l afablemente, como si fuese su nieto, lo
cual hizo aflorar al muchacho que Musashi llevaba dentro.
Su manera de hablar se hizo juvenil e informal.
Acostumbrado como estaba a la disciplina y un
adiestramiento riguroso, a emplear todo su tiempo
forjndose como si fuese una buena hoja de acero, no saba
nada de la faceta ms civilizada de la vida. Mientras la
monja le hablaba sinti que un calor se extenda a travs de
su cuerpo curtido por la intemperie.
Mysh, Ketsu, los objetos sobre la estera, incluso el
cuenco de t se fusionaron sutilmente y pasaron a formar
parte de la naturaleza. Pero Musashi estaba impaciente, su
cuerpo demasiado inquieto, para permanecer largo rato
sentado. Fue bastante agradable mientras charlaban, pero
cuando Mysh empez a contemplar en silencio la tetera
y Ketsu le volvi la espalda para seguir dibujando, el
hasto embarg a Musashi, el cual se pregunt: Qu
encuentran tan entretenido en esta manera de pasar el
tiempo? Apenas ha comenzado la primavera. An hace
fro.
Si queran recoger verduras silvestres, por qu no
esperar a que hiciera ms calor y saliera ms gente?
Entonces habra muchas flores y vegetales silvestres. Y si
les gustaba la ceremonia del t, por qu tomarse la molestia
de acarrear la tetera y los cuencos hasta all? Sin duda una
familia famosa y prspera como la suya dispondra de una
elegante sala de t en su casa.
Haba ido all para dibujar?
Mir la espalda de Ketsu y descubri que si se
inclinaba un poco al lado poda ver el movimiento del
pincel. El artista, que slo dibujaba las lneas formadas por
el agua al correr, mantena la vista fija en el estrecho arroyo
que serpenteaba entre la hierba seca. Se concentraba
exclusivamente en el movimiento del agua, tratando de
captar una y otra vez la sensacin de fluidez, pero no
pareca conseguirlo con exactitud. No por ello se
desalentaba, y segua dibujando las lneas sin cesar.
Musashi pens que dibujar no deba de ser tan fcil
como pareca. Su hasto remiti y contempl las pinceladas
de Ketsu con fascinacin. Se dijo que Ketsu deba de
sentir algo muy parecido a lo que l experimentaba cuando
se enfrentaba a un enemigo y entre los dos mediaban las
hojas de sus espadas. En cierto momento se elevaba por
encima de s mismo y tena la sensacin de haberse fundido
con la naturaleza, aunque sa no era la palabra correcta,
puesto que toda sensacin quedaba eliminada en el
momento en que la espada atravesaba a su adversario. Ese
mgico instante de trascendencia lo era todo.
Ketsu an est mirando al agua como si fuese un
enemigo pens. Por ese motivo no puede dibujarla.
Tiene que fusionarse con ella para vencer.
Como no tena nada que hacer, estaba pasando del
aburrimiento al letargo, lo cual le preocupaba. No deba
percibir que le asaltara la pereza, ni un solo momento.
Tena que marcharse de all.
Siento haberos molestado dijo bruscamente, y
empez a atarse de nuevo las sandalias.
Te vas tan pronto? le pregunt Mysh.
Ketsu se volvi en seguida.
No puedes quedarte un poco ms? Ahora mi madre
va a preparar el t. Supongo que eres t quien se enfrent
esta maana al maestro de la casa de Yoshioka. Un poco de
t despus de la lucha sienta bien, o por lo menos as lo
afirma el seor Maeda, y tambin Ieyasu. El t es bueno
para el espritu. Dudo de que haya algo mejor. A mi modo
de ver, la accin nace de la quietud. Qudate y hablemos.
Ahora mismo estoy contigo.
De modo que Ketsu estaba enterado del combate!
Pero quiz no era tan extrao. El Rendaiji no estaba lejos,
en el otro extremo del campo vecino. Ms interesante sera
saber por qu no se haba referido hasta entonces al
encuentro. Se deba sencillamente a que consideraba que
tales cuestiones pertenecan a un mundo distinto del suyo?
Musashi mir por segunda vez a madre e hijo y volvi a
sentarse.
Si insists... les dijo.
No tenemos mucho que ofrecer, pero es un placer
tenerte con nosotros dijo Ketsu.
Cerr la tapa del tintero y la puso encima de los
bocetos para evitar que la brisa los dispersara. La tapa
brillaba en sus manos como si fuese un nido de lucirnagas.
Pareca recubierta de oro con una taracea de plata y
madreperla.
Musashi se inclin para inspeccionarla. Ahora que
descansaba sobre la estera, ya no brillaba tanto. Se dio
cuenta de que no era nada chillona y que su belleza se deba
al pan de oro y las pinturas en color de castillos
Momoyama en miniatura. Tena tambin un aspecto de
objeto antiguo, una ptina mate que sugera glorias pasadas.
Musashi la contempl fijamente. Haba algo reconfortante
en la visin de aquella caja.
La hice yo mismo dijo Ketsu con modestia.
Te gusta?
Ah, tambin haces objetos de laca?
Ketsu se limit a sonrer. Mientras miraba al joven,
que pareca admirar el artificio humano ms que la belleza
de la naturaleza, pensaba divertido: Despus de todo, es
del campo.
Musashi, a quien le pasaba totalmente desapercibida la
actitud altiva de Ketsu, le dijo con toda sinceridad que era
una obra realmente hermosa. No poda desviar la vista del
tintero.
Te he dicho que es obra ma, pero en realidad el
poema que contiene es obra de Konoe Nobutada, por lo que
debera decir que lo hemos hecho juntos.
Es sa la familia Konoe de la que proceden los
regentes imperiales?
S. Nobutada es el hijo del anterior regente.
Mi to ha servido a la familia Konoe durante muchos
aos.
Cmo se llama?
Matsuo Kaname.
Ah, conozco bien a Kaname. Le veo cada vez que
voy a casa de Konoe, y l nos visita de vez en cuando.
De veras?
Qu pequeo es el mundo, verdad, madre? Su ta es
la esposa de Matsuo Kaname.
No me digas! exclam Mysh.
La mujer se apart del fuego y dispuso ante ellos los
recipientes del t. No haba ninguna duda de que conoca a
la perfeccin la ceremonia del t. Sus movimientos eran
elegantes pero naturales, sus delicadas manos no podan ser
ms grciles. Incluso a los setenta aos pareca el eptome
de la gracia y la belleza femeninas.
Musashi, que se senta incmodamente desplazado,
permaneca sentado en actitud corts, confiando en que
imitaba a la perfeccin a Ketsu. El pastelillo del t era un
bollo sencillo conocido como manj de Yodo, pero
descansaba sobre una bonita hoja verde de una variedad que
no se encontraba en el campo circundante. Musashi saba
que existan unas reglas de etiqueta para servir el t, del
mismo modo que las haba para el manejo de la espada, y
mientras observaba a Mysh admir su maestra.
Juzgndola segn las normas de la esgrima, se dijo que era
perfecta, que no dejaba ningn cabo suelto. En los
movimientos de la mujer al preparar el t perciba la misma
pericia que se observa en un diestro espadachn que se
apresta a atacar. Es el Camino se dijo, la esencia del
arte. Es preciso dominarlo para ser perfecto en cualquier
cosa.
Dirigi su atencin al cuenco de t que estaba ante l.
Era la primera vez que le servan de esa manera, y no tena
la menor idea de lo que deba hacer a continuacin. El
cuenco de t le sorprendi, pues pareca un objeto que
podra haber sido hecho por un nio jugando con barro. No
obstante, visto contra el color del cuenco, el verde intenso
de la espuma del t era ms sereno y etreo que el cielo.
Musashi mir impotente a Ketsu, el cual ya se haba
comido su pastelillo y sostena de una manera encantadora
el cuenco de t con ambas manos, como quien acaricia un
objeto clido en una noche fra. Se tom el t de dos o tres
sorbos.
Seor empez a decir con vacilacin. Slo soy
un ignorante muchacho campesino y no s absolutamente
nada de la ceremonia del t. Ni siquiera estoy seguro de
cmo se bebe.
Mysh le reconvino cariosamente.
No tiene ninguna importancia, querido. En el acto de
tomar el t no debe haber nada sofisticado o esotrico. Si
eres un chico del campo, entonces bbelo como lo haras en
el campo.
No importa de veras?
Claro que no. Los modales no son una cuestin de
reglas, sino que provienen del corazn. Lo mismo sucede
con la esgrima, no es cierto?
Planteado de esa manera, s.
Si te sientes inseguro sobre el modo correcto de
beber, no disfrutars del t. Cuando usas una espada, no
puedes permitir que tu cuerpo se ponga demasiado tenso,
pues eso quebrara la armona entre la espada y tu espritu.
Me equivoco?
No, seora. Musashi inclin sin darse cuenta la
cabeza y aguard a que la anciana monja prosiguiera la
leccin.
Ella solt una risita cantarina.
Hay que ver! Aqu me tienes hablando de esgrima
cuando no s una sola palabra de eso.
Ahora me tomar el t dijo Musashi con renovada
confianza.
Tena las piernas fatigadas por permanecer sentado en
el estilo formal, as que las cruz delante de l en una
posicin ms cmoda. Rpidamente vaci el cuenco de t y
lo dej en el suelo. El brebaje era muy amargo. Ni siquiera
por cortesa pudo obligarse a decir que era bueno.
Tomars otra taza?
No, gracias, es suficiente.
Se pregunt qu bondades encontraban en aquel lquido
amargo. Por qu hablaban con tanta seriedad de la sencilla
pureza de su sabor y esa clase de cosas? A pesar de que
no poda entenderlo, le resultaba imposible considerar a su
anfitrin sin sentir hacia l una profunda admiracin.
Reflexion en que, al fin y al cabo, en el t deba de haber
algo ms de lo que l haba detectado, pues de lo contrario
no se habra convertido en el ncleo de toda una filosofa
esttica y vital, ni tampoco grandes hombres como
Hideyoshi e Ieyasu habran mostrado tanto inters por l.
Record que Yagy Sekishsai se haba dedicado en su
ancianidad al Camino del T, y que Takuan tambin hablaba
de sus virtudes. Contempl el cuenco y el pao debajo de
l, y de repente imagin la peona blanca del jardn de
Sekishsai y experiment de nuevo la emocin que le
produjo. Ahora, inexplicablemente, el cuenco de t le
afectaba de la misma manera poderosa. Por un momento se
pregunt si su emocin habra sido visible.
Cogi el cuenco cuidadosamente y se lo puso sobre una
rodilla. Los ojos le brillaban mientras lo examinaba, senta
una excitacin como jams haba experimentado hasta
entonces. Estudi la parte inferior de la vasija y los trazos
de la esptula del alfarero, y se dio cuenta de que las lneas
tenan la misma precisin que el corte en el tallo de la
peona de Sekishsai. Tambin aquel cuenco sin
pretensiones era obra de un genio, y revelaba la presencia
del espritu, la intuicin del misterio.
Apenas poda respirar. No saba por qu, pero perciba
la fuerza del maestro artesano. Esa sensacin le llegaba en
silencio pero inequvocamente, pues era mucho ms
sensible a la fuerza latente que resida en aquel objeto de lo
que habra sido la mayora de la gente. Frot el cuenco,
reacio a perder el contacto fsico con l.
No s, Ketsu, ms sobre los utensilios de lo que s
acerca del t, pero dira que esta vasija ha sido hecha por un
alfarero muy hbil.
Por qu lo dices?
Las palabras del artista eran tan amables como la
expresin de su rostro, cuyos ojos traslucan simpata y
armonizaban con la boca bien formada. Las comisuras de
los ojos se inclinaron levemente hacia abajo, dndole un aire
de gravedad, pero las arrugas alrededor de los bordes eran
burlonas.
No s cmo explicarlo, pero lo he sentido.
Dime exactamente lo que sientes.
Musashi se qued un momento pensativo y dijo:
Bueno, no puedo expresarlo con claridad, pero hay
algo sobrehumano en este corte en la arcilla tan bien
marcado...
Humm... Ketsu tena la actitud del verdadero
artista. Ni por un momento haba supuesto que los dems
supieran mucho de su propio arte, y estaba razonablemente
seguro de que Musashi no era una excepcin. Apret los
labios. Qu tiene el corte, Musashi?
Es limpio en extremo.
Es eso todo?
No, no... Se trata de algo ms complicado. Hay algo
grande y atrevido en el hombre que hizo esto.
Algo ms?
El alfarero era tan agudo como una espada de Sagami.
No obstante, envolvi su creacin en belleza. Este cuenco
de t parece muy sencillo, pero refleja cierta altivez, algo
regio y arrogante, como si no considerase a los dems
plenamente humanos.
Humm.
Creo que el hombre que hizo esto resulta difcil de
sondear como persona. Pero, sea quien fuere, apuesto a que
es famoso. Me dirs quin es?
Los gruesos labios del hombre se abrieron y la risa
brot de ellos.
Se llama Ketsu, pero esto es algo que hizo slo por
diversin.
Musashi, desconocedor de que haba sido sometido a
una prueba, se sinti realmente sorprendido e impresionado
al saber que Ketsu era capaz de hacer su propia cermica.
Sin embargo, lo que le afectaba ms que la versatilidad
artstica del hombre era la profundidad humana que
encerraba aquel cuenco de t aparentemente sencillo. Le
turbaba un poco reconocer la extensin de los recursos
espirituales de Ketsu. Estaba acostumbrado a medir a los
hombres segn su pericia con la espada, y de pronto
comprendi que esa vara de medir era demasiado corta. La
idea le result humillante. All estaba otro hombre ante el
que tena que admitir su derrota. A pesar de su esplndida
victoria de la maana, ahora no era ms que un joven
avergonzado.
Tambin te gusta la cermica, no es cierto? le dijo
Ketsu. Pareces tener buena vista para la alfarera.
Dudo de que eso sea cierto replic Musashi con
modestia. Tan slo he dicho lo que ha pasado por mi
cabeza. Te ruego me perdones si he dicho alguna estupidez.
Por supuesto, no podra esperarse de ti que sepas
gran cosa del tema, puesto que para hacer un solo buen
cuenco de t hace falta toda una vida de experiencia. Pero
tienes percepcin esttica, una comprensin instintiva
bastante firme. Supongo que el estudio de la esgrima ha
desarrollado un poco tu vista.
Pareca haber algo rayano en la admiracin en estas
observaciones de Ketsu, pero, como era mayor, no poda
extenderse en alabanzas al muchacho. No slo no sera
digno de l, sino que los elogios podran subrsele al joven a
la cabeza.
En aquel momento regres el sirviente con ms verduras
silvestres, y Mysh prepar el potaje. Mientras lo serva
en pequeos platos, que tambin parecan obra de Ketsu,
un recipiente de sake se estaba calentando, y el festn
campestre dio comienzo.
La comida utilizada en la ceremonia del t era demasiado
ligera y delicada para el gusto de Musashi, cuya
constitucin fsica anhelaba ms sustancia y un sabor ms
fuerte. No obstante, se esforz por saborear el leve aroma
de la mezcla de vegetales, pues reconoca que era mucho lo
que poda aprender de Ketsu y su encantadora madre.
A medida que pasaba el tiempo, empez a mirar con
nerviosismo su entorno. Finalmente, se volvi a su anfitrin
y le dijo:
Ha sido muy agradable, pero ahora debo irme.
Quisiera quedarme, pero temo que los hombres de mi
adversario vengan y causen problemas. No deseo
implicaros en semejante cosa. Confo en tener la
oportunidad de veros nuevamente.
Mysh se levant para despedirle.
Si alguna vez te encuentras en las proximidades del
callejn Hon'ami, no dejes de visitarnos.
S, por favor, ven a vernos. Tendremos una larga y
grata charla aadi Ketsu.
A pesar de los temores de Musashi, no haba rastro
alguno de los estudiantes de Yoshioka. Tras despedirse, se
volvi para mirar a sus dos nuevos amigos sentados en la
estera. Ciertamente vivan en mundos distintos. Su propio
camino largo y estrecho jams le conducira a la esfera de
apacibles placeres en la que viva Ketsu. Camin en
silencio hacia el extremo del campo, la cabeza gacha, sumido
en sus pensamientos.
Demasiados Kojirs
En una pequea taberna en las afueras de la ciudad, el olor
de lea quemada y comida en ebullicin impregnaba el aire.
No era ms que un chamizo, con un tabln a modo de mesa
y unos pocos taburetes diseminados. En el exterior, los
ltimos rayos del sol poniente producan la impresin de
que algn edificio lejano estaba en llamas, y los cuervos que
volaban alrededor de la pagoda Tji parecan negras cenizas
que se alzaran de las llamas.
Tres o cuatro tenderos y un monje itinerante estaban
sentados ante la mesa improvisada, mientras que en un
rincn varios jornaleros se jugaban sus bebidas. La peonza
que utilizaban para ello era una moneda de cobre con un
palito metido a travs del orificio central.
Esta vez Yoshioka Seijr se ha metido en un buen
aprieto! dijo uno de los tenderos. Y a m, por lo
menos, eso no podra hacerme ms feliz! Brindemos!
Beber por ello dijo otro hombre.
Ms sake! pidi otro al tabernero.
Los parroquianos beban continua y rpidamente. Poco
a poco oscureci hasta que slo una tenue luz penetraba a
travs de la cortina. Entonces uno de ellos grit:
Est tan oscuro que no s si me llevo la taza a la
boca o a la nariz! Un poco de luz!
Espera un momento le dijo el tabernero en tono
cansino. Me estoy ocupando de ello.
Pronto se alzaron las llamas del fogn de tierra. Cuanto
ms oscureca en el exterior, ms roja era la luz del fuego.
Me enfurezco cada vez que pienso en ello dijo el
primer hombre. El dinero que esa gente me debe por el
pescado y el carbn! Es una buena suma, creedme. No hay
ms que ver el tamao de la escuela! Jur que me resarcira
al finalizar el ao, y qu ocurri cuando llegu all? Esos
matones de la escuela Yoshioka impedan el paso a todo el
mundo y echaban bravatas. Con qu descaro expulsaban a
todos los acreedores, honrados comerciantes que les haban
concedido crdito durante aos!
Ahora es intil lamentarse. Lo hecho, hecho est.
Adems, despus de esa pelea en el Rendaiji, ellos son los
que tienen motivo para llorar, no nosotros.
Por mi parte, ya no estoy enfadado. Han recibido lo
que se merecan.
Imaginaos, Seijr derribado sin luchar apenas!
Lo viste?
No, pero me lo ha contado alguien que lo vio.
Musashi le derrib de un solo golpe, y adems lo hizo con
una simple espada de madera. Le ha dejado invlido para
toda la vida.
Qu ser de la escuela?
Las perspectivas son sombras. Los estudiantes estn
sedientos de la sangre de Musashi. Si no lo matan, perdern
totalmente su prestigio, el apellido Yoshioka no podr
superar su mala reputacin. Y Musashi es tan fuerte que
todo el mundo cree que la nica persona capaz de vencerle
es Denshichir, el hermano menor, al que estn buscando
por todas partes.
Ignoraba que tuviera un hermano menor.
Casi nadie lo saba, pero, por lo que he odo, es el
mejor espadachn y tambin la oveja negra de la familia.
Nunca se presenta en la escuela a menos que necesite
dinero. Se pasa todo el tiempo comiendo y bebiendo,
aprovechndose de su apellido. Sablea a la gente que
respetaba a su padre.
Menudo par... Cmo es posible que un hombre tan
notable como Yoshioka Kemp acabara con dos hijos as?
Eso demuestra que la sangre no lo es todo!
Cerca del fogn, un rnin estaba espatarrado, sumido en
el sopor. Llevaba all largo rato y el tabernero le haba
dejado en paz, pero ahora le despert.
Seor, retroceded un poco, por favor le dijo
mientras echaba ms lea al fuego. Las llamas podran
quemaros el kimono.
Matahachi abri lentamente los ojos enrojecidos por el
sake.
Humm, humm, ya s, ya s. Djame tranquilo.
Aquella taberna no era el nico lugar donde Matahachi
haba odo hablar del encuentro en el Rendaiji. Ese incidente
estaba en boca de todo el mundo, y cuanto mayor era la
fama de Musashi tanto ms aumentaba la desdicha de su
descarriado amigo.
Eh, dame ms pidi al tabernero. No hace falta
que lo calientes. chalo en mi taza.
Os encontris bien, seor? Estis muy plido.
Y a ti qu te importa! Es mi cara, no?
Volvi a apoyarse en la pared y se cruz de brazos.
Uno de estos das les voy a dar una leccin se dijo
. La esgrima no es el nico camino hacia el xito. Poco
importa que lo consigas siendo rico o teniendo un ttulo o
convirtindote en un bandido. Mientras llegues a la cumbre
todo est bien. Ahora Musashi y yo tenemos veintitrs
aos. No muchos individuos que se hacen un nombre a esa
edad acaban consolidando su xito. Hacia los treinta aos
ya son unos viejos chochos, unos nios prodigio
envejecidos.
La noticia del duelo en el Rendaiji se haba extendido a
Osaka, y eso hizo que Matahachi se trasladara de inmediato
a Kyoto. Aunque no tena ningn objetivo determinado, el
triunfo de Musashi le abrumaba tanto que tema ver por s
mismo cul era la situacin. Ahora vuela alto pens con
hostilidad, pero ya caer. Hay muchos hombres expertos
en la escuela Yoshioka, los Diez Espadachines,
Denshichir, mucho ms...
Apenas poda esperar al da en que Musashi recibiera
su justo castigo. Entretanto, su propia buena fortuna iba a
sufrir un cambio.
Tengo sed! exclam.
Deslizando la espalda pared arriba, logr ponerse en
pie. Todos los presentes le miraron mientras se inclinaba
sobre un tonel de agua que estaba en el rincn, casi
sumergiendo la cabeza, y beba en abundancia, sirvindose
de un cazo. Al terminar, arroj el cazo a un lado, empuj la
cortina de la entrada y sali tambalendose.
El tabernero no tard en recuperarse de su sorpresa y
corri tras el hombre que se alejaba dando traspis.
Seor, an no me habis pagado! le grit.
Qu dices? replic Matahachi, sin articular
apenas las palabras.
Creo que os habis olvidado de algo, seor.
No me he olvidado de nada.
Me refiero al dinero por vuestro sake. Ja, ja!
Es eso cierto?
Lamento molestaros.
No tengo dinero.
Cmo? No tenis?
Exacto, no tengo nada. Hasta hace unos das lo tuve,
pero...
Queris decir que habis estado ah bebiendo sin...?
Pero... pero...
Calla! Tras buscar en el interior de su kimono,
Matahachi sac la caja de pldoras del samurai muerto y se
la arroj al tabernero. Deja de armar tanto escndalo!
Soy un samurai con dos espadas. Puedes verlo, no es
cierto? No me he hundido tan bajo como para largarme sin
pagar. Ese objeto vale ms que el sake que he tomado.
Puedes quedarte con el cambio!
La caja de pldoras alcanz al hombre en la cara. Grit
de dolor y se cubri los ojos con las manos. Los dems
clientes, que haban asomado sus cabezas a travs de las
aberturas en la cortina de la taberna, gritaron indignados.
Como les sucede a tantos borrachos, estaban indignados al
ver que otro de su especie se haba marchado sin pagar.
Ese bastardo!
Tramposo indecente!
Vamos a darle una leccin!
Todos echaron a correr y rodearon a Matahachi.
Paga lo que debes, bastardo! No vas a salirte con la
tuya.
Timador! Probablemente siempre usas la misma
estratagema. Si no puedes pagar, te colgaremos por el
cuello!
Matahachi cogi la empuadura de su espada para
asustarles.
Os creis capaces? replic gruendo. Eso sera
divertido. Intentadlo! Sabis acaso quin soy?
Sabemos qu eres. Eres un sucio rnin salido de un
montn de basura, con menos orgullo que un pordiosero y
ms descaro que un ladrn!
Os lo estis buscando! exclam Matahachi,
mirndoles furibundo con el ceo fruncido. Si supierais
mi nombre, actuarais de una manera diferente.
Tu nombre? Qu tiene de especial?
Soy Sasaki Kojir, estudiante de It Ittsai,
espadachn del estilo Chj. Tenis que haber odo hablar
de m!
No me hagas rer! Dejmonos de nombres bonitos y
limtate a pagar lo que debes.
Uno de los hombres extendi una mano para cogerle, y
Matahachi grit:
Si la caja de pldoras no basta, os dar tambin un
poco de mi espada!
Desenvainando el arma con un raudo movimiento, la
descarg sobre la mano del hombre y se la cort
limpiamente.
Los dems, al ver que haban subestimado a su
adversario, reaccionaron como si la sangre derramada fuese
la suya propia, y corrieron a protegerse en la oscuridad.
Con una expresin de triunfo en el rostro, Matahachi
les desafi de todos modos.
Volved, sabandijas! Os ensear cmo usa Kojir su
espada cuando lo hace en serio. Venid, que os cortar la
cabeza.
Alz la vista al cielo y se ech a rer. Sus blancos
dientes brillaron en la oscuridad mientras se regocijaba de su
xito. Entonces su estado de nimo cambi bruscamente. La
tristeza ensombreci su rostro y pareci al borde de las
lgrimas. Envain torpemente su espada y ech a andar con
paso inseguro.
La caja de pldoras cada al suelo centelleaba bajo las
estrellas. Era de madera de sndalo negra, con una taracea de
madreperla, y no pareca muy valiosa, pero los destellos del
ncar azulado le prestaban la sutil belleza de un diminuto
enjambre de lucirnagas.
El monje itinerante, que acababa de salir del chamizo,
vio la caja de pldoras y la recogi. Ech a andar, pero de
pronto se detuvo, retrocedi y se qued bajo los aleros del
local. A la luz mortecina que se filtraba a travs de una
grieta en la pared, examin minuciosamente el dibujo y el
cordn. No hay duda de que pertenece al maestro se
dijo. Deba de llevarla encima cuando lo mataron en el
castillo de Fushimi. S, aqu est su nombre, Tenki, escrito
en la parte inferior.
El monje ech a correr en pos de Matahachi.
Sasaki! grit. Sasaki Kojir!
Matahachi oy el nombre, pero como estaba aturdido
no lo relacion consigo mismo. Continu su tambaleante
camino desde la avenida Kujo, calle Horikawa arriba.
El monje le dio alcance y cogi el extremo de la vaina de
su espada.
Espera, Kojir! Espera un momento.
Eh? hip Matahachi. Es a m?
Eres Sasaki Kojir, no es cierto?
Los ojos del monje tenan una expresin severa.
Matahachi recuper cierta medida de sobriedad.
S, soy Kojir. Qu tiene eso que ver contigo?
Quiero hacerte una pregunta.
T dirs.
De dnde has sacado esa caja de pldoras?
Qu caja de pldoras? replic Matahachi, sin
comprender.
Esta caja. De dnde la has sacado? Eso es todo lo
que deseo saber. Cmo ha llegado a tus manos?
El monje hablaba con bastante formalidad. Todava era
joven, probablemente no pasara de los veintisis aos, y
no pareca ser uno de aquellos apocados monjes
mendicantes que deambulaban de un templo a otro viviendo
de la caridad. Tena en la mano un garrote de roble
redondeado que meda ms de seis pies de longitud.
Y t quin eres? le pregunt Matahachi, en cuyo
rostro empezaba a reflejarse la preocupacin.
Eso no importa. Por qu no me dices de dnde has
sacado esto?
De ninguna parte. Es mo y siempre lo ha sido.
Ests mintiendo! Dime la verdad.
Ya te la he dicho.
Te niegas a confesar?
Confesar qu? inquiri Matahachi inocentemente.
T no eres Kojir!
Apenas el monje haba terminado de pronunciar estas
palabras cuando el garrote que sujetaba hendi al aire.
El instinto de Matahachi le hizo retroceder, pero an
estaba demasiado aturdido para poder reaccionar con
rapidez. Recibi el garrotazo y, lanzando un grito de dolor,
retrocedi tambalendose unos quince o veinte pies antes
de caer de espaldas. Se puso en pie y ech a correr.
El monje fue tras l y, al cabo de unos pocos pasos, le
arroj el bastn de roble. Matahachi lo oy venir y agach
la cabeza. El proyectil pas volando junto a su oreja.
Aterrado, redobl la velocidad de su carrera.
Cuando el monje lleg al arma cada, la recogi y,
apuntando cuidadosamente, la lanz de nuevo, pero
Matahachi volvi a esquivarla.
Corriendo un largo trecho a toda velocidad, Matahachi
cruz la avenida Rokuj y se acerc a Goj. Por fin se
convenci de que su perseguidor haba quedado atrs y se
detuvo. Dndose unos golpes en el pecho, jadeante, se dijo:
Ese garrote..., un arma terrible! Uno ha de andarse con
cuidado estos das.
Totalmente sobrio y ardiendo de sed, se puso a buscar
un pozo. Encontr uno en el extremo de un estrecho
callejn. Iz el cubo y bebi hasta saciarse. Luego lo dej en
el suelo y se lav la cara sudorosa.
Quin sera ese hombre? se pregunt. Y qu
quera? Pero en cuanto empez a sentirse de nuevo
normal, se sumi en el abatimiento. Ante sus ojos apareci
el rostro sin mentn, contorsionado por el dolor, del
moribundo en Fushimi.
El hecho de haber gastado el dinero del muerto le pesaba
en la conciencia, y una vez ms pens en expiar sus malas
acciones. Se jur que cuando tuviera dinero lo primero que
hara sera devolver lo que haba recibido en prstamo y, tal
vez, si tena xito, levantara una lpida funeraria al muerto.
El certificado es lo nico que queda. Quiz debera
desprenderme de l. Si alguien que no debe saberlo descubre
que lo tengo, eso podra crearme dificultades.
Meti la mano en el interior de su kimono y toc el
documento que siempre llevaba doblado en la bolsa debajo
del obi, sobre el vientre, aunque resultaba bastante
incmoda.
Aun cuando no pudiera convertirlo en una considerable
suma de dinero, el documento tal vez le llevara a un
comienzo, a ese mgico primer peldao en la escala del
xito. La desdichada experiencia con Akakabe Yasoma no
haba eliminado su tendencia a soar.
El certificado ya se haba revelado til, pues descubri
que mostrndolo en djs pequeos y sin nombre o a
inocentes pueblerinos deseosos de aprender esgrima, no
slo poda lograr que le respetaran, sino tambin obtener
una comida gratis y un sitio donde dormir sin necesidad de
pedirlo. As haba sobrevivido durante los ltimos seis
meses.
No hay ningn motivo para tirarlo. Qu me ocurre?
Parece como si cada vez me volviera ms apocado. Quiz
sea eso lo que me impide abrirme camino en el mundo. A
partir de ahora no voy a ser as! Ser fuerte y audaz como
Musashi. Van a ver!
Mir a su alrededor, contempl los chamizos que
rodeaban el pozo. La gente que los habitaba le pareca
envidiable. Sus viviendas se combaban bajo el peso del
barro y las malas hierbas sobre sus tejados, pero por lo
menos tenan un refugio. Ech un vistazo al interior de
algunas casas. En una de ellas vio al marido y la mujer
frente a frente, y entre ellos el recipiente que contena su
magra comida. Cerca de ellos sus hijos, nio y nia, junto
con la abuela, hacan algn trabajo a destajo.
A pesar de la escasez de bienes mundanos, exista all
un espritu de unidad familiar, un tesoro que les faltaba
incluso a los grandes hombres como Hideyoshi e Ieyasu.
Matahachi reflexion en que, cuanto ms pobre es la gente,
ms intenso llega a ser su mutuo afecto. Incluso los pobres
pueden experimentar el jbilo de ser humanos.
Sintindose un poco avergonzado, record la lucha de
voluntades que le haba obligado a alejarse enfurecido de su
madre en Sumiyoshi. No debera haberle hecho eso se
dijo. Al margen de sus defectos, nunca habr nadie ms
que me quiera como ella.
Durante la semana que haban pasado juntos, yendo,
con gran fastidio por su parte, de santuario a templo y de
templo a santuario, Osugi le haba contado una y otra vez
los milagrosos poderes de la Kannon del Kiyomizudera.
Ningn bodhisattva del mundo obra milagros ms grandes
le haba asegurado ella. Menos de tres semanas de que
fuese all a rezar, Kannon me trajo a Takez, lo llev
directamente al templo. S que la religin te trae bastante
sin cuidado, pero sera mejor para ti que tuvieras fe en esa
Kannon.
Ahora que pensaba en ello, su madre le haba
mencionado que cuando llegara el nuevo ao se propona ir
a Kiyomizu y pedirle a Kannon que protegiera a la familia
Hon'iden. All era donde l debera ir! No tena ningn sitio
donde dormir y poda pasar la noche en el porche del
templo. Era posible que viera all a su madre de nuevo.
Cuando bajaba por calles oscuras hacia la avenida Goj,
se le uni una jaura de chuchos extraviados y ladradores,
que por desgracia no eran de esos a los que es posible
silenciar tirndoles una o dos piedras. Pero Matahachi
estaba acostumbrado a que le ladrasen, y no le intimid que
los perros se le acercaran gruendo y ensendole los
dientes.
En Matsubara, un pinar cerca de la avenida Goj, vio
otra jaura de perros de mala raza reunidos alrededor de un
rbol. Los que le escoltaban corrieron a unirse a ellos. Eran
ms de los que poda contar, todos ellos armaban un gran
alboroto y algunos daban saltos de hasta cinco y seis pies
de altura, con la pretensin de llegar a la copa del rbol.
Forzando la vista, distingui vagamente a una muchacha
que estaba agazapada, temblorosa, en una rama. O por lo
menos tena la razonable seguridad de que se trataba de una
muchacha.
Agit el puo y grit para alejar a los perros. Como
esto no surta efecto, les arroj piedras, pero tambin fue en
vano. Entonces record haber odo que la manera de
espantar a los perros era ponerse a cuatro patas y gruir
intensamente, y decidi intentarlo. Pero tampoco eso sirvi
de nada, tal vez porque los animales eran demasiado
numerosos, brincaban como peces atrapados en una red,
meneaban las colas, araaban la corteza del tronco y
aullaban enfurecidos.
De repente se le ocurri que a una mujer podra
parecerle ridculo que un joven con dos espadas se pusiera a
cuatro patas y actuase como un animal. Se puso en pie,
soltando una maldicin. Un instante despus, uno de los
perros dio un aullido y cay muerto. Cuando los dems
vieron la espada ensangrentada de Matahachi que se
balanceaba por encima del cadver, se juntaron, sus
hmedos lomos movindose al jadear como olas marinas.
Queris ms, eh?
Al percibir la amenaza de la espada, los perros se
diseminaron en todas direcciones.
Eh, t, la de ah arriba! grit. Ya puedes bajar.
Entonces oy un bonito tintineo metlico entre las
agujas de pino. Es Akemi!, se dijo, asombrado.
Eres t, Akemi?
Y fue, en efecto, la voz de Akemi la que le respondi.
Quin eres t?
Matahachi. No reconoces mi voz?
No es posible! Has dicho Matahachi?
Qu ests haciendo ah arriba? No eres la clase de
mujer a la que asustan los perros.
No estoy aqu a causa de los perros.
Bien, no importa el motivo por el que te ocultas. Baja
de ah.
Desde la rama a la que estaba encaramada, Akemi
escrut la silenciosa oscuridad.
Matahachi! exclam. Vete de aqu. Creo que l
ha venido en mi busca.
Eh? A quin te refieres?
No hay tiempo para hablar de ello. Es un hombre que
se ofreci a ayudarme a fines del ao pasado, pero es una
bestia. Al principio pens que era amable, pero ha cometido
conmigo toda clase de crueldades. Esta noche he visto una
oportunidad de huir de l.
No cuida Ok de ti?
No, mi madre no. Es un hombre!
Es tal vez Gion Tji?
No seas ridculo. A se no le temo... Oh..., oh..., ests
ah mismo. Si te quedas aqu, me encontrar. Y a ti tambin
te har algo horrible! Escndete en seguida!
Esperas que eche a correr porque se ha presentado
un hombre?
Matahachi se qued donde estaba, debatindose con su
indecisin. Estaba a medias resuelto a realizar una hazaa
valerosa. Era un hombre y tena en sus manos a una mujer
en peligro. Le gustara compensar la mortificacin de
haberse puesto a cuatro patas tratando de espantar a los
perros. Cuanto ms le instaba Akemi a que se ocultara,
tanto ms ansiaba l demostrar su virilidad, no slo a ella
sino tambin a s mismo.
Quin est ah?
Matahachi y Kojir pronunciaron simultneamente
estas palabras. Kojir dirigi una mirada furibunda a la
espada de Matahachi y la sangre que goteaba de ella.
Quin eres? le pregunt en un tono de
beligerancia.
Matahachi permaneci en silencio. Tras percibir el
temor en la voz de Akemi, se puso tenso. Pero le bast una
segunda mirada para relajarse. El desconocido era alto y
robusto, pero no mayor que l. Por su peinado y atuendo
juveniles, juzg que era un completo novicio, y le mir con
una expresin de desprecio. El monje le haba dado un susto
de veras, pero estaba seguro de que aquel joven lechuguino
no poda vencerle.
Es posible que sea ste el bruto que atormentaba a
Akemi? se pregunt. Me parece tan verde como una
calabaza. Todava no s a qu viene todo esto, pero si le
est creando dificultades, supongo que tendr que darle una
o dos lecciones.
Quin eres? volvi a preguntarle Kojir, en un
tono tan imperioso que era capaz de desgarrar la oscuridad
a su alrededor.
Yo? Soy un simple ser humano respondi
Matahachi, sonriendo burlonamente.
La sangre afluy al rostro de Kojir.
De modo que no tienes nombre le dijo. O no
ser tal vez que tu nombre te avergenza?
Provocado pero sin temor, Matahachi replic:
No veo la necesidad de decir mi nombre a un
desconocido que, de todos modos, probablemente no lo
reconocer.
Mide tus palabras! le espet Kojir. Pero
dejemos para ms tarde la ria entre nosotros. Voy a bajar a
esa chica del rbol y la llevar a donde debe estar. Espera
aqu.
No hables como un necio! Qu te hace pensar que
te permitir tal cosa?
Qu tiene ella que ver contigo?
La madre de esta muchacha fue mi esposa, y no voy
a permitir que sufra ningn dao. Si le pones un solo dedo
encima, te cortar en pedazos.
Bueno, esto es interesante. Pareces considerarte un
samurai, aunque debo decir que no vea uno tan esmirriado
desde haca mucho tiempo. Pero hay algo que deberas
saber. Este Palo de Secar que llevo a la espalda ha estado
llorando en su sueo, porque ni una sola vez desde que fue
recibido como una reliquia familiar ha obtenido su racin
completa de sangre. Se est oxidando un poco, y creo que
voy a pulimentarlo con tu esculido cuerpo. Y no trates de
huir!
Matahachi, incapaz de comprender que estas palabras
no eran ninguna fanfarronada, dijo desdeosamente:
Cuidado con lo que dices! Si quieres considerar de
nuevo tu postura, ahora es el momento. Mrchate, mientras
todava puedas ver adonde vas. Te perdonar la vida.
Lo mismo te digo. Pero escucha, mi excelente ser
humano. Te has jactado de que tu nombre es demasiado
importante para mencionarlo a la gente como yo. Pues bien,
te ruego que me digas cul es ese ilustre nombre. Declarar la
propia identidad forma parte de la etiqueta en el combate.
O acaso no lo sabas?
No me importa decirlo, pero no te asustes cuando lo
oigas.
Cobrar nimo para resistir la sorpresa. Pero, ante
todo, dime: cul es tu estilo de esgrima?
Matahachi pens que quien parloteaba as no poda ser
un gran espadachn, y la estima en que tena a su contrario
baj todava ms.
Tengo un certificado del estilo Chj, que es una
rama del estilo de Toda Seigen.
El sorprendido Kojir intent ocultar su asombro.
Matahachi, creyendo que tena la ventaja, decidi que
sera una necedad no aprovecharla. Imitando a su
interrogador, le dijo:
Me dirs ahora cul es tu estilo? Como sabes, eso
forma parte de la etiqueta del combate.
Luego. De quin has aprendido el estilo Chj?
De Kanemaki Jisai, por supuesto replic
Matahachi con insincera elocuencia. De quin iba a ser?
Cmo? exclam Kojir, ahora realmente perplejo
. Y conoces a It Ittsai?
Naturalmente. Interpretando las preguntas de
Kojir como una prueba de que su historia surta efecto,
Matahachi tuvo la seguridad de que el joven no tardara en
proponerle un compromiso. Exager un poco ms:
Supongo que no hay ningn motivo para ocultar mi relacin
con It Ittsai. Fue un predecesor mo. Con eso quiero
decir que ambos estudiamos bajo la gua de Kanemaki Jisai.
Por qu quieres saberlo?
Kojir pas por alto esta pregunta.
Entonces puedo preguntarte de nuevo quin eres?
Soy Sasaki Kojir.
Repite eso!
Soy Sasaki Kojir repiti Matahachi muy
cortsmente.
Tras un momento de silencio, el estupefacto Kojir
emiti un tenue murmullo y se formaron hoyuelos en sus
mejillas. Matahachi le mir furibundo.
Por qu me miras de esa manera? Acaso mi nombre
te ha cogido por sorpresa?
Debo decir que as es.
Muy bien, entonces... vete! le orden Matahachi
en tono amenazante, alzando el mentn.
Ja, ja, ja, ja, ja! Oh! Ja, ja, ja! Kojir se sujet el
vientre para no caerse al suelo presa de un ataque de risa.
Cuando por fin pudo dominarse, dijo: En el curso de mis
viajes he conocido a mucha gente, pero jams haba odo
nada comparable a esto. Bien, Sasaki Kojir, ahora sers
tan amable de decirme quin soy?
Cmo podra saberlo?
Pero debes saberlo? Espero no parecer descorts,
pero slo para estar seguro de que te he odo bien, te
importara repetirme tu nombre una vez ms?
Es que no tienes odos? Soy Sasaki Kojir.
Y yo soy...?
Otro ser humano, supongo.
Eso es indudable, pero cmo me llamo?
Oye, bastardo, te ests burlando de m?
No, en absoluto. Hablo completamente en serio.
Nunca he estado ms serio en toda mi vida. Dime, Kojir,
cmo me llamo?
Por qu te pones tan pesado? Responde t mismo a
esa pregunta.
De acuerdo. Me preguntar mi nombre y luego, a
riesgo de parecer presuntuoso, te lo dir.
Muy bien, veamos.
No te asustes!
Idiota!
Soy Sasaki Kojir, tambin conocido como Ganry.
Qu... qu?
Desde los tiempos de mis antepasados, mi familia ha
vivido en Iwakuni. El nombre Kojir lo recib de mis
padres. Soy tambin la persona conocida entre los
espadachines como Ganry. Ahora dime, cundo y cmo
crees qu ha llegado a haber dos Sasaki Kojir en este
mundo?
Entonces t..., t eres...
S, y aunque son muchos los hombres que viajan por
el pas, t eres el primero que encuentro que se llama igual
que yo. El primero, ya ves. No es una extraa coincidencia
la que nos ha reunido aqu?
Matahachi pensaba con rapidez.
Qu te ocurre? Parece que ests temblando.
Matahachi se estremeci.
Kojir se acerc a l, le dio una palmada en el hombro y
le dijo:
Seamos amigos.
Plido como un muerto, Matahachi retrocedi
bruscamente y dio un grito.
Si huyes, te matar. La voz de Kojir fue como
una lanzada en el rostro de Matahachi.
El Palo de Secar silb sobre el hombro de Kojir como
una serpiente de plata. Un solo golpe y Matahachi cubri
casi diez pies de distancia. Como un insecto desplazado de
una hoja por un soplo, dio tres saltos mortales y qued
tendido en el suelo, inconsciente.
Kojir ni siquiera le mir. La espada de tres pies de
longitud, todava sin sangre, volvi a deslizarse en su vaina.
Akemi! grit Kojir. Baja de ah! No volver a
hacer lo que hice, as que baja y ven a la posada conmigo.
S, he derribado a tu amigo, pero no le he hecho dao de
veras. Baja y cuida de l.
No obtuvo respuesta. Al no ver nada entre las ramas
oscuras, Kojir trep al rbol y se encontr solo. Akemi
haba vuelto a huir de l.
La brisa soplaba suavemente entre las agujas de pino. Se
sent en la rama, preguntndose adonde podra haber
volado aquel gorrioncillo. No poda comprender por qu le
tema tanto. Acaso no le haba dado l su amor de la mejor
manera que saba? Habra estado dispuesto a admitir que
esa manera de demostrar afecto era un poco brusca, pero no
apreciaba lo diferente que era de la forma en que otras
personas hacan el amor.
Una explicacin de esa postura podra ser su actitud
hacia la esgrima. En su infancia, cuando ingres en la escuela
de Kanemaki Jisai, mostr una gran habilidad y le trataron
como a un prodigio. Su manejo de la espada era
extraordinario, e incluso ms lo era su tenacidad. Se negaba
en redondo a abandonar. Si se enfrentaba a un adversario
ms fuerte, lejos de amilanarse luchaba con ms ahnco.
En aquel tiempo, la manera en que un luchador ganaba
era mucho menos importante que el hecho de ganar. Nadie
pona serias objeciones a los mtodos, y la tendencia de
Kojir a resistir haciendo uso de todos los trucos
imaginables hasta que finalmente venca no se consideraba
juego sucio. Sus adversarios se quejaban de que les
hostigaba cuando otros habran admitido su derrota, pero
nadie consideraba esto reprobable.
Cierta vez, cuando era todava un muchacho, un grupo
de estudiantes mayores, a los que haba despreciado
abiertamente, le golpearon con espadas de madera hasta
dejarle sin sentido. Uno de sus atacantes, apiadndose de l,
le dio agua y permaneci a su lado hasta que se recuper, y
entonces Kojir cogi la espada de madera de su benefactor
y le golpe hasta matarle.
Si perda un encuentro, jams lo olvidaba. Permaneca a
la espera hasta que su enemigo estaba desprevenido, en un
lugar oscuro, acostado en la cama, incluso en el retrete, y
entonces le atacaba con todo su mpetu. Derrotar a Kojir
equivala a hacerse con un enemigo implacable.
Cuando se hizo mayor empez a referirse a s mismo
como si fuese un genio. En esto haba algo ms que
jactancia, pues tanto Jisai como Ittsai haban reconocido
sus extraordinarias dotes. Tampoco inventaba nada cuando
deca haber aprendido a partir por la mitad gorriones en
vuelo y haber creado su propio estilo. Esto hizo que la
gente de la vecindad le considerase un mago, apreciacin
con la que l estaba totalmente de acuerdo.
Nadie saba con exactitud qu forma adoptaba la tenaz
voluntad de dominio de Kojir cuando estaba enamorado de
una mujer, pero no poda haber ninguna duda de que se
saldra con la suya. Sin embargo, personalmente no vea
ninguna conexin entre su pericia con la espada y su manera
de amar. No poda comprender por qu disgustaba a Akemi
cuando l la quera tanto.
Mientras reflexionaba en sus problemas amorosos,
repar en una persona que se mova debajo del rbol, ajeno
a su presencia.
Vaya, ah hay un hombre tendido dijo el
desconocido. Se inclin para mirarle mejor y exclam: Es
ese bribn de la taberna!
Era el monje itinerante, el cual, quitndose el fardo que
llevaba a la espalda, observ:
No parece herido y su cuerpo est caliente.
Le palp, encontr el cordn debajo del obi de
Matahachi, lo desanud y le at las manos a la espalda.
Entonces se puso de rodillas en la parte inferior de la
espalda del cado y tir de sus hombros hacia atrs,
presionando de una manera considerable el plexo solar.
Matahachi volvi en s emitiendo un gemido ahogado. El
monje le arrastr hasta un rbol como si fuese un saco de
patatas y le apoy en el tronco.
Levntate! le orden, al tiempo que le daba un
puntapi. En pie!
Matahachi, que haba estado a medio camino del
infierno, empez a volver en s, pero no pudo comprender
del todo qu estaba ocurriendo. Sumido todava en el
estupor, se enderez.
Muy bien dijo el monje. Qudate as.
Entonces at al rbol las piernas y el pecho de
Matahachi. ste abri ligeramente los ojos y lanz un grito
de asombro.
Bueno, tramposo dijo su captor. Me has
obligado a perseguirte, pero eso ya ha terminado.
Empez a castigarle lentamente, le golpe en la frente varias
veces y le estrell la cabeza contra el tronco del rbol.
De dnde has sacado la caja de pldoras? le pregunt.
Dime la verdad. Ahora mismo!
Matahachi no le respondi.
Crees que puedes defenderte con tu descaro, eh?
Enfurecido, el monje le cogi la nariz entre los dedos
pulgar e ndice y le sacudi la cabeza adelante y atrs.
Matahachi ahog un grito, y, como pareca dispuesto a
hablar, el monje le solt la nariz.
Hablar dijo Matahachi desesperadamente. Te
lo dir todo. Las lgrimas se deslizaban de sus ojos. Lo
que ocurri, el verano pasado... Le cont toda la historia
y termin con una splica de misericordia. Ahora no
puedo devolver el dinero, pero si me perdonas la vida te
prometo que trabajar y algn da estar en condiciones de
devolverlo. Te dar mi promesa por escrito, firmada y
sellada.
Confesar fue como extraer el pus de una herida
infectada. Ahora no haba nada ms que ocultar, nada ms
que temer. O as se lo pareca.
Es sa toda la verdad? inquiri el monje.
S. Matahachi inclin la cabeza en actitud contrita.
Tras unos minutos de silenciosa reflexin, el monje
desenvain su espada corta y la dirigi hacia la cara de
Matahachi.
Matahachi se apresur a apartar la cabeza y grit:
Es que vas a matarme?
S, creo que has de morir.
Te lo he contado todo sinceramente. He devuelto la
caja de pldoras, te dar el certificado, uno de estos das
devolver el dinero. Juro que lo har! Por qu tienes que
matarme?
Te creo, pero mi posicin es difcil. Vivo en
Shimonida, en Kzuke, y fui servidor de Kusanagi Tenki, el
samurai que muri en el castillo de Fushimi. Aunque vista
como un monje, en realidad soy un samurai. Me llamo
Ichinomiya Gempachi.
Matahachi, que trataba de liberarse de sus ataduras y
escapar, no oy realmente nada de esto.
Te pido perdn dijo humildemente. S que he
cometido una mala accin, pero no pretenda robar nada.
Iba a entregrselo todo a su familia, pero entonces..., bueno,
me qued sin dinero y, aunque no deba, us el suyo. Me
disculpar tanto como quieras, pero te ruego que no me
mates.
Preferira que no te disculparas dijo Gempachi, el
cual pareca sumido en su propio debate emocional. Sacudi
la cabeza entristecido y sigui diciendo: He estado en
Fushimi para investigar y todo encaja en tu descripcin. No
obstante, necesito algo que llevar a su familia para que les
sirva de consuelo. Y no me refiero a dinero. Necesito algo
demostrativo de que ha habido venganza. Pero no hay
ningn responsable, no hay un solo hombre al que culpar de
la muerte de Tenki. Cmo puedo llevarles la cabeza de su
asesino?
Yo..., yo..., yo no le mat. No te equivoques en eso.
Ya s que no has sido t, pero su familia y sus
amigos ignoran que fue atacado y asesinado por jornaleros
vulgares y corrientes. Y, por otro lado, sa no es la clase de
historia que honrara a Tenki. Detestara tener que decirles
la verdad. As pues, aunque lo siento por ti, creo que
tendrs que ser el culpable. Sera una ayuda que consintiera
en que te mate.
Tensando las cuerdas que le ataban, Matahachi grit:
Sultame! No quiero morir.
Eso es muy natural, pero considralo de otra manera.
No has podido pagar el sake que has bebido, lo cual
significa que eres incapaz de cuidar de ti mismo. En vez de
morirte de hambre o llevar una existencia vergonzosa en
este mundo cruel, no sera mejor para ti que descansaras en
la paz del otro mundo? Si lo que te preocupa es el dinero,
yo tengo un poco y, con mucho gusto, lo enviar a tus
padres como regalo funerario. Si lo prefieres, puedo
enviarlo al templo de tus antepasados como un donativo
para que te tengan presente en el culto. Te aseguro que sera
convenientemente entregado...
Eso es una locura. No quiero ningn dinero. Quiero
vivir!... Socorro!
Te lo he explicado todo cuidadosamente. Tanto si
ests de acuerdo como si no, me temo que tendrs que
pasar por el asesino de mi maestro. Consiente, amigo mo,
considralo como una cita con el destino. Cogi la
empuadura de su espada y retrocedi a fin de tener
espacio para asestar el golpe.
Espera, Gempachi! grit Kojir.
Gempachi alz la vista y pregunt:
Quin est ah?
Sasaki Kojir.
Gempachi repiti el nombre con lentitud y suspicacia.
Acaso otro falso Kojir estaba a punto de caer sobre l
desde el cielo? No obstante, la voz era demasiado humana
para pertenecer a un fantasma. De un salto, se apart del
rbol y levant su espada verticalmente.
Eso es absurdo dijo, riendo. Parece como si
ltimamente todo el mundo se llamase Sasaki Kojir. Aqu
abajo hay otro, y est muy triste. Ah! Empiezo a
comprender. Eres uno de los amigos de este hombre, no es
cierto?
No, soy Kojir. Oye, Gempachi, ests dispuesto a
cortarme en dos en cuanto baje de aqu, no es cierto?
S, trae a todos los falsos Kojirs que quieras, que me
ocupar de cada uno de ellos.
Eso es bastante justo. Si me matas, sabrs que era un
impostor, pero si te despiertas muerto, puedes estar seguro
de que soy el autntico Kojir. Ahora voy a bajar, y te
advierto que si no me cortas por la mitad mientras lo hago,
el Palo de Secar te hendir como si fueras una caa de
bamb.
Espera. Creo recordar tu voz, y si tu espada es el
famoso Palo de Secar, entonces debes ser Kojir.
Me crees ahora?
S, pero qu ests haciendo ah arriba?
Ya hablaremos de eso ms tarde.
Kojir pas por encima de la cara vuelta hacia arriba de
Gempachi y aterriz detrs de l envuelto en una nube de
pinaza. Su transformacin asombr a Gempachi. El Kojir
que recordaba haber visto en la escuela de Jisai era un
muchacho de piel oscura y desgarbado. Su nico trabajo
consista en sacar agua del pozo y, de acuerdo con el amor
de Jisai por la sencillez, siempre haba llevado las prendas
de vestir ms simples.
Kojir se sent al pie del rbol e hizo un gesto a
Gempachi para que le imitara. Entonces Gempachi le cont
que Tenki haba sido tomado por un espa de Osaka y
lapidado a muerte, y cmo el certificado haba llegado a
manos de Matahachi. Aunque a Kojir le divirti mucho
saber cmo haba llegado a tener un tocayo, dijo que no
ganara nada matando a un hombre cuya fortaleza era tan
escasa que se haba hecho pasar por l. Haba otras maneras
de castigar a Matahachi. Si a Gempachi le preocupaba la
familia o la reputacin de Tenki, l ira personalmente a
Kzuke y hara lo necesario para que el maestro de
Gempachi fuese reconocido como un guerrero valiente y
honorable. No haba necesidad de convertir a Matahachi en
un chivo expiatorio.
No ests de acuerdo, Gempachi? concluy
Kojir.
Si lo planteas de ese modo, supongo que s.
Entonces queda convenido. Ahora tengo que
marcharme, pero creo que deberas regresar a Kzuke.
As lo har. Ir directamente.
A decir verdad, tengo bastante prisa. Estoy tratando
de encontrar a una muchacha que me ha abandonado
bruscamente.
No te olvidas de algo?
No, que yo sepa.
Y el certificado?
Ah, s.
Gempachi meti la mano bajo el kimono de Matahachi
y sac el documento. Matahachi tuvo la sensacin de que le
quitaban un peso de encima. Ahora que pareca que no iba a
perder la vida, se alegraba de verse libre de aquel certificado.
Humm dijo Gempachi. Bien mirado, es posible
que el incidente de esta noche haya sido dispuesto por los
espritus de Jisai y Tenki a fin de que pudiera recuperar el
certificado y drtelo.
No lo quiero replic Kojir.
Por qu? le pregunt Gempachi, incrdulo.
No lo necesito.
No te comprendo.
Un trozo de papel como se no me sirve para nada.
Pero qu dices! Es que no sientes gratitud hacia tu
maestro? Jisai tard aos en decidir si te dara el certificado,
y no se decidi a hacerlo hasta que estuvo en su lecho de
muerte. Le encarg a Tenki que te lo entregara, y mira lo
que le ocurri a Tenki. Deberas avergonzarte.
Lo que Jisai hizo fue asunto suyo. Yo tengo
ambiciones propias.
sa no es manera de hablar.
No me interpretes mal.
Insultaras al hombre que te ense?
Claro que no, pero no slo he nacido con un talento
mayor que el de Jisai, sino que intento llegar ms lejos que
l. Ser un espadachn desconocido en algn rincn rural no
es precisamente lo que me propongo.
Dices eso en serio?
Desde luego. Kojir no senta escrpulo alguno al
revelar sus ambiciones, por escandalosas que fueran desde
el punto de vista ordinario. Estoy agradecido a Jisai, pero
tener un certificado de una pequea escuela rural poco
conocida sera ms perjudicial que beneficioso. It Ittsai
acept el suyo, pero no continu con el estilo de Chj,
sino que cre un nuevo estilo. Yo me propongo hacer lo
mismo. Me interesa el estilo Ganry, no el estilo Chj.
Uno de estos das, el nombre Ganry ser muy famoso. As
que ya ves, el documento no significa nada para m.
Llvatelo a Kzuke y pide en el templo de all que lo
preserven junto con los registros de los nacimientos y las
muertes.
En las palabras de Kojir no haba rastro de modestia ni
humildad. Gempachi le mir con resentimiento.
Te ruego que presentes mis respetos a la familia de
Kusanagi le dijo Kojir cortsmente. Uno de estos das
ir al este y les visitar. De eso puedes estar seguro.
Concluy estas palabras de despedida con una ancha
sonrisa.
A Gempachi, esta ltima exhibicin de cortesa le
pareca condescendencia. Pens seriamente en recriminar a
Kojir su actitud ingrata y poco respetuosa hacia Jisai,
pero tras considerarlo un momento pens que sera una
prdida de tiempo. Se acerc a su fardo, guard el
certificado, se despidi secamente y parti.
Cuando le perdi de vista, Kojir se ech a rer.
Vaya, estaba enfadado, eh? Ja, ja, ja, ja! Entonces
se volvi a Matahachi. Bien, qu tienes que decir,
despreciable impostor?
Naturalmente, Matahachi no tena nada que decir.
Respndeme! Admites que has intentado hacerte
pasar por m, no es cierto?
S.
S que te llamas Matahachi, pero cul es tu nombre
completo?
Hon'iden Matahachi.
Eres un rnin?
S.
Aprende una leccin de m, asno sin carcter. Me has
visto devolver ese certificado, no es cierto? Si un hombre
no tiene suficiente orgullo para hacer una cosa as, nunca
ser capaz de hacer nada por s mismo. Pero mrate! Usas
el nombre de otra persona, robas su certificado, vas por ah
viviendo de su reputacin. Podra haber algo ms
despreciable? Tal vez tu experiencia de esta noche te servir
de leccin: un gato domstico puede ponerse una piel de
tigre, pero sigue siendo un gato domstico.
En el futuro tendr mucho cuidado.
No voy a matarte, pero creo que voy a dejarte aqu
atado para que te liberes t mismo, si eres capaz de ello.
Obedeciendo a un impulso repentino, Kojir
desenvain su daga y empez a raspar la corteza por
encima de la cabeza de Matahachi. Las virutas cayeron
sobre el cuello de Matahachi.
Necesito algo para escribir gru Kojir.
En mi obi hay una caja con un pincel y piedra para
tinta dijo Matahachi servicialmente.
Muy bien! Los tomar prestados slo un momento.
Kojir moj el pincel en la tinta y escribi en la parte
del tronco de la que haba eliminado la corteza. Entonces
retrocedi y admir su obra. La inscripcin deca: Este
hombre es un impostor que, haciendo uso de mi nombre, ha
viajado por el pas cometiendo acciones deshonrosas. Le he
capturado y dejado aqu para que sea ridiculizado por todo
el mundo. Mi nombre y el de mi espada, que me pertenecen
y no son de ningn otro hombre, son Sasaki Kojir,
Ganry.
As est bien dijo Kojir, satisfecho.
En el negro bosque el viento gema como la marea.
Kojir dej de pensar en sus ambiciones futuras y volvi a
su curso de accin inmediato. Los ojos le brillaban mientras
corra a travs del bosque como un leopardo.
El hermano menor
Desde tiempos antiguos, la gente de las clases superiores
haba viajado en palanquines, pero slo recientemente un
tipo simplificado de ese vehculo haba sido puesto a
disposicin de la gente normal y corriente. Era poco ms
que un cesto grande, de lados bajos, suspendido de una vara
horizontal, y para no caer, el pasajero tena que sujetarse
con fuerza a unas correas colocadas delante y detrs. Los
porteadores, que cantaban rtmicamente para mantener el
paso, tendan a tratar a sus clientes como si fuesen
cargamento. A quienes elegan esta forma de transporte se
les aconsejaba que adaptaran su respiracin al ritmo de los
porteadores, sobre todo cuando stos corran.
Siete u ocho hombres acompaaban al palanqun que
avanzaba con rapidez hacia el pinar de la avenida Goj.
Porteadores y acompaantes jadeaban como si estuvieran a
punto de echar el corazn por la boca.
Estamos en la avenida Goj.
No es esto Matsubara?
Ya falta poco.
Aunque sus faroles tenan el penacho usado por las
cortesanas en el barrio licencioso de Osaka, el ocupante no
era ninguna dama de la noche.
Denshichir! grit uno de los servidores que iban
delante. Ya casi estamos en la avenida Shij.
Denshichir no le oy. Estaba dormido y su cabeza se
bamboleaba como la de un tigre de papel. Entonces el cesto
dio un bandazo y uno de los porteadores extendi la mano
para evitar que el pasajero cayese al suelo.
Denshichir abri sus grandes ojos.
Tengo sed dijo. Dadme un poco de sake!
Agradecidos por la oportunidad de descansar, los
porteadores bajaron el palanqun al suelo y empezaron a
secarse con toallas de mano el pegajoso sudor de sus caras
y pechos hirsutos.
No queda mucho sake dijo un sirviente, ofreciendo
el tubo de bamb a Denshichir. ste lo vaci de un trago.
Est fro se quej. Me da dentera. Pero la
bebida le despert lo suficiente para hacerle observar:
Todava est oscuro. Debemos de haber hecho el viaje en
muy poco tiempo.
A tu hermano le habr parecido largo tiempo. Est
tan deseoso de verte que cada minuto debe de parecerle un
ao.
Confo en que siga vivo.
El doctor dijo que vivira, pero est inquieto y pierde
sangre por la herida. Eso podra ser peligroso.
Denshichir se llev el tubo vaco a los labios y lo puso
boca abajo.
Musashi! dijo con asco, y tir el tubo al suelo.
Vmonos! grit. De prisa!
Denshichir, gran bebedor, muy pendenciero e irascible,
era casi la anttesis perfecta de su hermano. Cuando Kemp
an viva, algunos tuvieron la audacia de afirmar que el hijo
estaba ms capacitado que el padre. El mismo joven
comparta esta opinin sobre su talento. En vida del padre
ambos hermanos se ejercitaban juntos en el dj y se
llevaban bastante bien, pero en cuanto Kemp muri,
Denshichir dej de participar en las actividades de la
escuela y lleg a decirle a Seijr que deba retirarse y
dejarle a l encargado de cuanto concerna a la esgrima.
Desde su partida a Ise el ao anterior, se rumoreaba que
pasaba el tiempo ociosamente en la provincia de Yamato.
Slo despus del desastre ocurrido en el Rendaiji se
enviaron hombres en su busca, y Denshichir, a pesar de su
desagrado por Seijr, accedi a regresar en seguida.
Durante el precipitado regreso a Kyoto, los porteadores
le haban transportado con tal rapidez que fue necesario
sustituirlos tres o cuatro veces. No obstante, Denshichir
tuvo tiempo para detenerse en cada puesto de la carretera y
comprar sake. Tal vez necesitaba el alcohol para sosegar
sus nervios, pero desde luego se hallaba en un estado de
agitacin extrema.
Cuando estaban a punto de reanudar su camino, los
ladridos de unos perros en el oscuro bosque llamaron su
atencin.
Qu creis que ocurre?
No es ms que una jaura de perros.
La ciudad estaba llena de perros extraviados, muchos de
los cuales procedan de distritos lejanos, pues ya no haba
batallas que les procurasen un suministro de carne humana.
Denshichir les grit enfurecido que dejaran de
holgazanear, pero uno de los estudiantes le dijo:
Espera..., hay algo extrao en lo que est ocurriendo
ah.
Vamos a ver de qu se trata dijo Denshichir, el
cual se puso entonces a la cabeza del grupo.
Despus de que Kojir se marchara, los perros haban
vuelto. Los tres o cuatro crculos de canes alrededor de
Matahachi y el rbol al que estaba atado armaban un
tremendo escndalo. Si los perros fuesen capaces de tener
sentimientos superiores, podra haberse imaginado que se
estaban vengando de la muerte de uno de sus congneres.
Sin embargo, es mucho ms probable que simplemente
estuvieran atormentando a una vctima cuya impotencia
perciban. Todos ellos estaban tan hambrientos como lobos,
tenan los vientres cncavos, las espinas dorsales
puntiagudas como cuchillos y los dientes tan afilados que
parecan limados.
Matahachi los tema mucho ms de lo que haba temido
a Kojir y Gempachi. Incapaz de usar los brazos y las
piernas, no tena ms armas que la cara y la voz.
Tras haber tratado primero de razonar ingenuamente
con los animales, cambi de tctica y se puso a aullar como
una bestia salvaje. Los perros se acobardaron y
retrocedieron un poco, pero entonces un copioso moqueo
estrope de inmediato el efecto.
A continuacin abri la boca y los ojos tanto como
pudo y los mir furibundo, evitando el parpadeo.
Contorsion el rostro y sac tanto la lengua que se toc con
ella la punta de la nariz, pero se cans en seguida.
Rebandose los sesos, recurri de nuevo al truco de fingir
que era uno de ellos y no tena nada contra los dems. Se
ech a ladrar e incluso imagin que tena cola y la meneaba.
Los aullidos se intensificaron, los perros ms cercanos a
l mostraron los dientes ante su cara y le lamieron los pies.
Confiando en serenarlos con msica, empez a cantar
un famoso pasaje de los Cuentos de Heike, imitando a los
bardos que deambulaban recitando esa narracin con
acompaamiento de lad.
Entonces el emperador enclaustrado decidi
en la primavera del segundo ao
visitar la villa campestre de Kenreimon'in
en las montaas cerca de hara.
Pero durante los meses segundo y tercero
el viento fue violento, el fro continu
y las blancas nieves de los picos no se fundieron.
Con los ojos cerrados y el rostro tenso, haciendo una
mueca de dolor, Matahachi cant casi tan fuerte para
quedarse sordo.
Todava estaba cantando cuando la llegada de
Denshichir y sus compaeros hizo que los perros se
escabulleran.
Sin el menor asomo de dignidad, Matahachi grit:
Socorro! Salvadme!
He visto a ese tipo en la Yomogi dijo uno de los
samurais.
S, es el marido de Ok.
Marido? Pero si esa mujer no est casada.
Eso es lo que le cont a Tji.
Apiadndose de Matahachi, Denshichir orden a sus
hombres que dejaran de chismorrear y lo liberasen.
Al responder a las preguntas que le hicieron, Matahachi
invent una historia en la que sus excelentes cualidades
figuraban de manera prominente, mientras que sus
debilidades estaban ausentes. Aprovechando el hecho de
que hablaba con los partidarios de Yoshioka, mencion el
nombre de Musashi. Revel que haban sido amigos de la
infancia, hasta que Musashi rapt a su novia y cubri a su
familia de una vergenza indecible. Su valerosa madre haba
jurado que no regresara a casa... Tanto l como su madre
estaban empeados en encontrar a Musashi y acabar con l.
En cuanto a que fuese el marido de Ok, eso estaba lejos de
la verdad. Su larga estancia en la casa de t Yomogi no se
deba a ninguna conexin personal con la propietaria, y
prueba de ello era que estaba enamorada de Gion Tji.
Entonces explic por qu estaba atado a un rbol. Le
haba asaltado una banda de malhechores, los cuales le
haban robado su dinero.
Por supuesto, l no ofreci resistencia, pues deba
poner cuidado para no resultar herido, dada la obligacin
que tena hacia su madre. Confiando en que se lo crean
todo, Matahachi les dijo:
Os estoy agradecido. Creo que tal vez el destino nos
ha reunido. Consideramos al mismo hombre como nuestro
enemigo comn, un enemigo con el que no podemos vivir
bajo el mismo cielo. Esta noche habis llegado en el
momento oportuno. Os estar eternamente agradecido.
Por vuestro aspecto, seor, creo que sois
Denshichir. Estoy seguro de que os proponis encontrar a
Musashi. No puedo decir cul de nosotros le matar
primero, pero confo en que tendr la oportunidad de veros
nuevamente.
No quera darles ocasin de interrogarle ms, por lo que
se apresur a aadir:
Osugi, mi madre, ha ido en peregrinacin al
Kiyomizudera para rogar por el xito de nuestra lucha
contra Musashi. Ahora voy a reunirme con ella. Desde
luego, no tardar en ir a la casa de la avenida Shij para
presentar mis respetos. Entretanto, permitidme que me
disculpe por reteneros cuando tenis tanta prisa.
Dicho esto se march, dejando a sus oyentes intrigados
por la verdad que habra en sus palabras.
Quin diablos es ese bufn? pregunt
Denshichir, soltando un bufido, y chasque la lengua,
irritado por el tiempo que haban perdido.
Tal como el mdico haba dicho, los primeros das
seran los peores. Aquel era el cuarto da, y desde la noche
anterior Seijr se senta un poco mejor.
Abri los ojos lentamente, preguntndose si era de da o
de noche.
La lmpara cubierta de papel al lado de su almohada
estaba casi extinguida. Desde la habitacin contigua le lleg
el sonido de unos ronquidos. Los hombres que velaban por
l se haban adormilado.
Todava debo de estar vivo pens. Vivo y
completamente deshonrado! Con dedos temblorosos, se
cubri el rostro con el edredn. Cmo podr mirar a nadie
a la cara despus de esto? Trag saliva para ahogar sus
lgrimas. Todo ha terminado se dijo entre gemidos.
ste es mi fin y el de la casa de Yoshioka.
Cacare un gallo y la lmpara se apag con un
chisporroteo. Mientras la plida luz del alba penetraba
sigilosamente en la habitacin, Seijr record aquella
maana en el Rendaiji. La expresin de los ojos de
Musashi! El recuerdo le hizo estremecerse. Tena que
admitir que no haba estado a la altura de aquel hombre.
Por qu no haba arrojado su espada de madera, aceptado
la derrota e intentado salvar la reputacin de la familia?
Tena una opinin demasiado alta de m mismo se
dijo, entristecido. Aparte de ser el hijo de Yoshioka
Kemp, qu he hecho para distinguirme?
Incluso l haba llegado a comprender que, de haber
seguido al frente de la casa de Yoshioka, la escuela se habra
quedado anclada en el pasado. Como todo lo dems estaba
en pleno cambio, no podra seguir prosperando.
Mi encuentro con Musashi no ha hecho ms que
apresurar el derrumbe. Por qu no habr muerto all? Por
qu tengo que vivir?
Frunci el ceo. Senta dolorosos latidos en el hombro
sin brazo.
Slo unos segundos despus de que se oyeran golpes en
la puerta principal, entr un hombre para despertar a los
samurais en la habitacin contigua a la de Seijr.
Denshichir? exclam una voz en tono de
asombro.
Joven Maestro! Buenas noticias! Denshichir ha
vuelto.
Abrieron los postigos contra la lluvia, pusieron carbn
en el brasero y un cojn en el suelo. Al cabo de un
momento, la voz de Denshichir lleg desde el otro lado del
shoji, la puerta corredera de listones y papel.
Est mi hermano aqu?
Seijr pens con nostalgia que haba pasado largo
tiempo desde la ltima vez que se vieron. Aunque haba
pedido ver a Denshichir, tema que le vieran en su estado
actual, incluso su hermano, mejor dicho, especialmente su
hermano. Cuando ste entr en la estancia, Seijr alz la
vista e intent en vano sonrer.
Denshichir habl con vehemencia.
Te das cuenta? le dijo riendo. Cuando ests en
dificultades, tu hermano que no sirve para nada viene a
ayudarte. Lo he dejado todo y venido lo ms rpido que he
podido. Nos detuvimos en Osaka para comprar vveres y
luego hemos viajado toda la noche. Ya me tienes aqu, as
que puedes dejar de preocuparte. Pase lo que pase, no
permitir que nadie ponga un solo dedo en la escuela...
Qu es esto? gru, volvindose a un criado que haba
trado t. No necesito t para nada! Ve y trae sake.
Entonces dijo a gritos que alguien cerrase las puertas
exteriores. Es que estis locos? No veis que mi
hermano tiene fro?
Tom asiento, se inclin por encima del brasero y
contempl en silencio el rostro del herido.
Qu clase de postura adoptaste en la pelea? le
pregunt. Por qu perdiste? Es posible que ese
Miyamoto Musashi se est haciendo un nombre, pero no
es ms que un principiante, no es cierto? Cmo es
posible que te hayas dejado coger desprevenido por un don
nadie como l?
Uno de los estudiantes llam a Denshichir desde el
umbral.
Bueno, qu pasa?
El sake est listo.
Trelo!
He preparado la otra habitacin. Querrs baarte
primero, verdad?
No quiero baarme! Treme el sake aqu.
Junto a la cama del Joven Maestro?
Por qu no? No le he visto en varios meses y quiero
hablar con l. No siempre hemos estado en las mejores
relaciones, pero no hay nadie como un hermano cuando lo
necesitas. Beber aqu con l.
Se sirvi una copa y luego otra y otra ms.
Ah, qu bueno est. Si estuvieras bien, te servira un
poco.
Seijr aguant este comportamiento durante unos
minutos, y entonces alz los ojos y dijo:
Te importara dejar de beber aqu?
Cmo?
Eso me trae muchos recuerdos desagradables.
Ah, s?
Pienso en nuestro padre, al que no le habra agradado
la manera en que t y yo nos hemos conducido siempre. Y
qu bien nos ha hecho la bebida a cualquiera de los dos?
Pero qu te ocurre?
Es posible que todava no lo veas, pero aqu postrado
he tenido tiempo de lamentar la manera en que he
desperdiciado mi vida.
Denshichir se ech a rer.
Habla por ti mismo! Siempre has sido un tipo
nervioso y sensible. Por eso nunca has llegado a ser un
verdadero espadachn. Si quieres saber la verdad, creo que
cometiste un error al enfrentarte a Musashi. Claro que
importa poco que se trate de Musashi o de cualquier otro.
No llevas la lucha en la sangre. Deberas considerar esta
derrota como una leccin y olvidarte de la esgrima. Como te
dije hace mucho tiempo, deberas retirarte. Todava podras
presidir la Casa de Yoshioka, y si hay alguien tan
empeado en desafiarte que no puedes evitar el encuentro,
yo luchar en tu lugar.
Deja que me encargue del dj a partir de ahora. Te
demostrar que puedo hacerlo varias veces ms famoso de
lo que fue en tiempos de nuestro padre. Si dejaras de lado
tus sospechas de que intento arrebatarte la escuela, te
demostrara lo que puedo hacer.
Verti el sake que quedaba en su taza.
Denshichir! grit Seijr. Intent erguirse en su
jergn, pero ni siquiera pudo apartar las ropas de cama.
Tendindose de nuevo, alarg la mano y cogi la mueca de
su hermano.
Ten cuidado! farfull Denshichir. Hars que
derrame el sake. Cogi la taza con la otra mano.
Con mucho gusto consentir que te pongas al frente
de la escuela, Denshichir, pero tambin tendrs que ocupar
mi puesto como jefe de la casa.
De acuerdo, si as lo deseas.
No deberas aceptar esa carga tan a la ligera. Sera
mejor que lo pensaras un poco. Preferira... cerrar la escuela
antes de que cometas los mismos errores que yo y
deshonres todava ms el nombre de nuestro padre.
No seas ridculo. Yo no soy como t.
Me prometes que rectificars tu manera de actuar?
Espera un momento! Beber si quiero..., si es a eso a
lo que te refieres.
No me importa que bebas, siempre que no lo hagas
en exceso. Al fin y al cabo, los errores que he cometido no
han sido originados por el sake.
Ah, supongo que tu problema ha sido el de las
mujeres, pues siempre te han gustado ms de la cuenta. Lo
que deberas hacer cuando te repongas es casarte y sentar la
cabeza.
No. Voy a abandonar la espada, pero no es hora de
pensar en una esposa. No obstante, hay una persona por la
que debo hacer algo. Si puedo asegurarme de que es feliz, no
pedir nada ms. Me contentar viviendo solo en una
cabaa con tejado de paja en medio del bosque.
Quin es ella?
No importa, eso no te incumbe. Como samurai, creo
que debera aguantar e intentar redimirme. Pero puedo
tragarme mi orgullo. Encrgate de la escuela.
Lo har, te lo prometo. Y juro tambin que no pasar
mucho tiempo antes de que deje limpio tu apellido. Dnde
est ahora Musashi?
Musashi? repiti Seijr en voz sofocada. No
pienses en enfrentarte a l! Acabo de advertirte que no
cometas los mismos errores que yo.
En qu otra cosa podra pensar? No me has hecho
venir para eso? Tenemos que encontrar a Musashi antes de
que escape. De lo contrario, para qu debera haber venido
tan rpido?
No sabes de qu ests hablando. Seijr mene la
cabeza. Te prohbo que luches con Musashi!
Entonces el tono de Denshichir reflej el agravio que
senta. Aceptar rdenes de su hermano mayor siempre le
haba enojado.
Y por qu no?
Las plidas mejillas de Seijr se tieron de color
rosado.
No puedes ganar! dijo bruscamente.
Quin no puede? replic Denshichir, lvido.
T. No puedes vencer a Musashi.
Y por qu no?
No eres bastante bueno!
Tonteras! Denshichir solt una risotada que le
sacudi los hombros. Separ su mano de la de Seijr y
puso boca abajo el recipiente de sake. Que alguien traiga
sake! grit. No queda ni una gota.
Cuando lleg un estudiante con el sake, Denshichir ya no
estaba en la habitacin y Seijr se hallaba tendido boca
abajo en el jergn. Cuando el estudiante le dio la vuelta con
suavidad y coloc su cabeza en la almohada, el
convaleciente le dijo en voz baja:
Vuelve a llamarle. Tengo algo ms que decirle.
Aliviado porque el Joven Maestro hablaba con claridad,
el joven sali corriendo en busca de Denshichir, al cual
encontr sentado en el suelo del dj en compaa de Ueda
Ryhei, Miike Jrzaemon, Nampo Yoichibei, taguro
Hysuke y otros discpulos veteranos.
Has visto al Joven Maestro? le estaba
preguntando uno de ellos.
Humm, acabo de salir de su habitacin.
Debe de haberse alegrado mucho de verte.
No pareca muy satisfecho. Hasta que entr en su
habitacin, haba estado deseoso de verle. Pero le he
encontrado abatido y malhumorado, as que le he dicho lo
que tena que decirle. Hemos reido, como de costumbre.
Has discutido con l? No deberas haberlo hecho.
Slo est empezando a recuperarse.
Esperad a or toda la historia.
Denshichir y los discpulos veteranos eran como
viejos amigos. Cogi del hombro a Ryhei, el que le haba
hecho el reproche, y le sacudi amigablemente.
Escuchad lo que ha dicho mi hermano. No debo
tratar de limpiar su nombre luchando con Musashi porque
no podra ganar! Y si sufriera una derrota, la casa de
Yoshioka estara arruinada. Me ha dicho que va a retirarse y
aceptar toda la responsabilidad de la deshonra. Todo lo que
espera de m es que ocupe su lugar y me esfuerce por poner
de nuevo en pie a la escuela.
Comprendo.
Qu quieres decir con eso?
Ryhei no le respondi.
Mientras permanecan sentados en silencio, entr el
estudiante y se acerc a Denshichir.
El Joven Maestro desea que vuelvas a su habitacin
le dijo.
Denshichir frunci el ceo.
Y el sake? pregunt con brusquedad.
Lo he dejado en la habitacin de Seijr.
Pues trelo aqu!
Y tu hermano?
Parece estar demasiado nervioso. Haz lo que te digo.
Los otros dijeron que no queran sake, que no era el
momento adecuado para beber, y sus protestas enojaron a
Denshichir, el cual arremeti contra ellos.
Qu os pasa a todos vosotros? Es que tambin
temis a Musashi?
El disgusto, el dolor y la amargura eran evidentes en sus
expresiones. Hasta el da de su muerte recordaran cmo
con un solo golpe de una espada de madera su maestro
haba sido convertido en un invlido y la escuela
deshonrada. Aun as, no haban sido capaces de acordar un
plan de accin. Cada vez que discutan sobre lo ocurrido en
los ltimos tres das se dividan en dos facciones: unos
estaban a favor de un segundo desafo, mientras que otros
preferan evitar que las cosas empeorasen. Ahora algunos
de los hombres mayores miraban con aprobacin a
Denshichir, pero los dems, incluido Ryhei, tendan a
estar de acuerdo con su maestro derrotado, sobre todo en
presencia de su exaltado hermano menor.
Al observar su vacilacin, Denshichir les dijo:
Aunque mi hermano est herido, no debe
comportarse como un cobarde. Igual que una mujer!
Cmo podis esperar que le escuche y no digamos que
est de acuerdo con l?
Entonces habl Nampo Yoichibei.
No se trata de que tengamos dudas de tu habilidad,
pues todos confiamos en ella, pero aun as...
Aun as qu? En qu ests pensando?
Vers, tu hermano parece opinar que Musashi no es
importante. Tiene razn, no crees? Piensa en el riesgo...
El riesgo? aull Denshichir.
No lo he dicho en ese sentido! dijo
atropelladamente Yoichibei. Lo retiro.
Pero el dao ya estaba hecho. Denshichir se puso en
pie y, agarrndole por el cogote, lo lanz contra la pared.
Vete de aqu! Cobarde!
Ha sido un desliz, no pretenda...
Calla! Mrchate! Los dbiles no estn en
condiciones de beber conmigo.
Yoichibei palideci. Entonces se puso de rodillas ante
los dems.
Os agradezco que me hayis permitido estar entre
vosotros durante tanto tiempo se limit a decir. Fue al
pequeo sagrario shintosta que estaba en el fondo de la
habitacin, hizo una reverencia y sali.
Sin dignarse mirar en su direccin, Denshichir dijo:
Ahora bebamos todos juntos. Despus quiero que
encontris a Musashi. Dudo de que ya se haya marchado de
Kyoto. Probablemente anda contonendose por ah,
jactndose de su victoria. Y una cosa ms. Este dj va a
recuperar la actividad. Quiero que cada uno de vosotros
practique intensamente y se ocupe de que los dems
estudiantes tambin lo hagan. En cuanto haya descansado,
tambin yo empezar a practicar. Y recordad que no soy
blando como mi hermano. Quiero que incluso los ms
jvenes pongan todo su empeo en ejercitarse.
Exactamente una semana despus, uno de los estudiantes
ms jvenes lleg corriendo al dj con la noticia:
Le he encontrado!
Fiel a su palabra, Denshichir se haba estado
adiestrando implacablemente un da tras otro. Su energa, al
parecer inagotable, fue una sorpresa para los discpulos. Un
grupo de stos le observaba ahora mientras se ocupaba de
taguro, uno de los ms expertos, tratndole como si fuese
un nio.
Hagamos un alto dijo Denshichir, dejando su
espada y sentndose en el borde de la zona de prcticas.
Dices que le has encontrado?
S. El estudiante se acerc y se puso de rodillas
ante Denshichir.
Dnde?
Al este de Jissin, en el callejn Hon'ami. Musashi se
aloja en casa de Hon'ami y Ketsu. Estoy seguro de ello.
Es extrao. Cmo es posible que un rstico como
Musashi haya llegado a conocer a un hombre de la categora
de Ketsu?
No lo s, pero ah es donde est.
Muy bien, vayamos a por l. Ahora mismo!
Denshichir sali de la estancia para hacer sus
preparativos. taguro y Ueda fueron tras l e intentaron
disuadirle.
Si le cogemos por sorpresa parecer una pelea vulgar
y corriente. La gente lo desaprobara, aunque venciramos.
No importa. La etiqueta es cosa del dj. En el
combate real, el que gana, gana!
Es cierto, pero sa no es la manera en que ese patn
derrot a tu hermano. No crees que sera ms propio de un
espadachn enviarle una carta especificando la hora y el
lugar y luego derrotarle como es debido?
Humm, tal vez tengas razn. De acuerdo, lo haremos
de esa manera. Entretanto, no quiero que ninguno de
vosotros se deje convencer por mi hermano para que estis
en mi contra. Me enfrentar a Musashi diga lo que diga
Seijr o cualquier otro.
Nos hemos librado de todos los hombres que estaban
en desacuerdo contigo, as como los ingratos que queran
marcharse.
Estupendo! As somos mucho ms fuertes. No
tenemos necesidad de maleantes como Gion Tji o
apocados como Nampo Yoichibei.
Deberamos comunicarlo a tu hermano antes de
enviar la carta?
No, vosotros no! Lo har yo mismo.
Mientras se encaminaba a la habitacin de Seijr, los
dems rogaban para que no se produjera otro choque entre
los hermanos, ninguno de los cuales haba cedido lo ms
mnimo en sus posturas encontradas con respecto a
Musashi. Al cabo de un rato sin que se oyeran gritos, los
estudiantes se ocuparon de establecer la fecha y el lugar
para el segundo encuentro con su enemigo mortal.
Entonces oyeron la voz de Denshichir.
Ueda! Miike! taguro! Todos vosotros! Venid
aqu!
Denshichir estaba de pie en el centro de la estancia,
con una expresin sombra y lgrimas en los ojos. Nadie le
haba visto jams en semejante estado.
Mirad todos esto.
Les tendi una carta muy extensa y, con ira forzada, les
dijo:
Mirad lo que ha hecho ahora el idiota de mi hermano.
Tena que decirme de nuevo sus opiniones, pero se ha ido
para siempre... y ni siquiera dice adonde va.
El amor de una madre
Ots dej la costura que tena entre manos y pregunt:
Quin est ah?
Desliz la shoji que daba a la terraza, pero no vio a
nadie y se sinti decepcionada, pues haba esperado que
fuese Jtar, al que ahora necesitaba ms que nunca.
Aqulla era otra jornada de absoluta soledad. No poda
concentrarse en la tarea de la costura.
All, por debajo del Kiyomizudera, al pie de la colina
Sannen, las calles eran miserables, pero detrs de las casas y
tiendas haba bosquecillos de bamb y pequeos campos,
donde florecan las camelias y las flores de ciruelo
empezaban a caer. A Osugi le gustaba mucho aquella
posada, donde se alojaba cada vez que estaba en Kyoto. El
posadero siempre le permita que ocupara una pequea casa
independiente. Detrs haba varios rboles, en parte
pertenecientes al jardn de la casa contigua, y delante una
huerta de pequeas proporciones, ms all de la cual estaba
la cocina de la posada, en la que siempre reinaba una gran
actividad.
Ots! la llam alguien desde la cocina. Es hora
de comer. Te sirvo ahora la comida?
Comida? Comer con la anciana cuando regrese.
Dijo que no volvera hasta tarde. Probablemente no la
veremos antes de que anochezca.
No tengo apetito.
No s cmo puedes seguir en pie, comiendo tan
poco.
Llegaba al recinto el humo de la lea de pino procedente
de los hornos de alfarera en la vecindad. Los das en que
encendan los hornos siempre haba mucho humo, pero una
vez el aire quedaba limpio, la primavera temprana azuleaba
el cielo ms que nunca.
Desde la calle llegaba el sonido de cascos de caballos, las
pisadas y las voces de los peregrinos que se dirigan al
templo. A travs de los transentes, el relato de la victoria
de Musashi sobre Seijr haba llegado a odos de Ots. El
rostro de Musashi apareci ante sus ojos, y pens que
Jtar deba de haber estado aquel da en el Rendaiji.
Deseaba fervientemente que regresara y se lo contase.
No poda creer que el muchacho la hubiera buscado y
no hubiese podido encontrarla. Haban transcurrido veinte
das, y el chico saba que ella se alojaba al pie de la colina
Sannen. Tal vez estaba enfermo, pero tampoco poda creer
tal cosa. Jtar no es la clase de persona que cae enferma
se dijo. Probablemente est en alguna parte haciendo
volar una cometa, divirtindose. Ese pensamiento la hizo
sentirse un poco malhumorada.
Tal vez era l quien esperaba. Ots no haba vuelto a la
casa de Karasumaru, aunque le haba prometido que
regresara pronto.
Le estaba vedado ir a ninguna parte, pues tena
prohibido salir de la posada sin el permiso de Osugi. Con
toda evidencia, sta haba pedido al posadero y a los
sirvientes que la vigilasen. Cada vez que diriga su mirada a
la calle, alguien le preguntaba:
Vas a salir, Ots?
La pregunta y el tono de voz parecan inocentes, pero
ella comprenda el significado, y el nico modo que tena de
enviar una carta era confiarla al personal de la posada, los
cuales tenan instrucciones para retener cualquier mensaje
que ella intentara enviar.
Osugi era una especie de celebridad en la zona, y
persuada fcilmente a la gente para que hicieran lo que
deseaba. No eran pocos los tenderos, porteadores de
palanquines y carreteros de la vecindad que la haban visto
en accin el ao anterior, cuando desafi a Musashi en el
Kiyomizudera y, a pesar de su irascibilidad, sentan hacia
ella cierta afectuosa admiracin.
Cuando intentaba de nuevo terminar de coser la prenda
de viaje de Osugi, cuyas piezas haban sido descosidas para
lavarlas, una sombra apareci en el exterior y oy una voz
desconocida que deca:
A ver si me he equivocado de sitio.
Una mujer joven haba llegado por el pasadizo que
llevaba a la calle y estaba bajo un ciruelo, entre dos parcelas
plantadas con cebollas. Pareca nerviosa y un poco azorada,
pero reacia a marcharse.
Es sta la posada? le pregunt a Ots. As lo
dice el farol a la entrada del pasadizo.
Ots apenas poda dar crditos a sus ojos, tan doloroso
era el recuerdo sbitamente reavivado.
Creyendo que se haba equivocado, Akemi le pregunt
con timidez:
En qu edificio est la posada? Entonces, mirando
a su alrededor, repar en las flores del ciruelo y exclam:
Oh, qu bonitas son!
Ots mir a la muchacha sin decir nada.
Un empleado, al que haba avisado una de las chicas que
trabajaban en la cocina, dobl corriendo la esquina de la
posada.
Ests buscando la entrada? le pregunt.
S.
Est en la esquina, a la derecha del pasadizo.
La posada da directamente a la calle?
As es, pero las habitaciones son tranquilas.
Deseo un sitio donde pueda entrar y salir sin que
nadie me vea. Cre que la posada estaba alejada de la calle.
No es esa casita parte de la posada?
S.
Parece un sitio bonito y tranquilo.
Tambin tenemos algunas habitaciones muy bonitas
en el edificio principal.
Parece ser que ahora se aloja ah una mujer, pero no
podra alojarme yo tambin?
Adems hay otra seora. Es anciana y me temo que
bastante nerviosa.
Si a ella no le importa, por m no hay inconveniente.
Tendr que preguntrselo cuando vuelva. Ahora est
ausente.
Hay una habitacin donde pueda descansar hasta
entonces?
Desde luego.
El empleado condujo a Akemi por el pasadizo, y Ots
lament no haber aprovechado la oportunidad para hacerle
algunas preguntas. Reflexion entristecida en que debera
aprender a ser ms agresiva.
Para mitigar sus celosas sospechas, Ots se haba
asegurado una y otra vez que Musashi no era la clase de
hombre que va por ah tonteando con otras mujeres. Pero
desde aquel da se haba sentido desalentada: Ella ha tenido
ms oportunidades de estar cerca de Musashi...
Probablemente es mucho ms inteligente que yo y sabe
mejor cmo conquistar el corazn de un hombre.
Hasta aquel da, la posibilidad de que hubiera otra mujer
nunca haba pasado por su mente. Ahora reflexion en las
que consideraba sus propias debilidades: No soy bonita y
tampoco soy muy lista. No tengo padres ni familiares que
me apoyen para casarme. Al compararse con otras
mujeres, le pareca que la gran esperanza de su vida estaba
ridculamente fuera de su alcance, que era presuntuoso por
su parte pensar que Musashi pudiera llegar a pertenecerle.
Ya no poda hacer acopio del valor que le permiti trepar al
viejo cedro durante una fuerte tormenta.
Ojal tuviera la ayuda de Jtar!, se lament.
Incluso imaginaba que haba perdido su juventud. En el
Shippji tena an parte de la inocencia que tiene Jtar.
Por eso fui capaz de liberar a Musashi. Se ech a llorar, y
las lgrimas cayeron sobre la tela que estaba cosiendo.
Ests aqu, Ots? pregunt Osugi en tono
imperioso. Qu haces ah sentada en la oscuridad?
El crepsculo haba llegado sin que la muchacha se diese
cuenta.
Encender una lmpara ahora mismo se apresur a
decir, levantndose y yendo a una pequea habitacin
trasera.
Cuando entr y tom asiento, Osugi dirigi una fra
mirada a la espalda de Ots. sta dej la lmpara al lado de
la anciana e hizo una reverencia.
Debes de estar cansada le dijo. Qu has hecho
hoy?
Deberas saberlo sin necesidad de preguntar.
Te hago un masaje en las piernas?
Mis piernas no estn tan mal, pero tengo los
hombros rgidos desde hace cuatro o cinco das,
probablemente a causa de este tiempo. Si te parece, puedes
masajermelos un poco.
Mientras as hablaba, se deca para sus adentros que
slo tendra que aguantar a aquella temible muchacha un
poco ms, hasta que encontrara a Matahachi y le obligara a
reparar los males del pasado.
Ots se arrodill a su lado y empez a masajearle los
hombros.
S, los tienes rgidos de veras. Deben de dolerte al
respirar.
A veces siento como si tuviera el pecho atascado,
pero eso se me pasa en un instante. Nadie sabe lo que va a
ocurrirle, pero no hay error posible acerca de una sola cosa.
Lo nico que he de hacer para ser yo misma es pensar en
Musashi.
Ests equivocada con respecto a Musashi. No es un
malvado.
S, s, eso es cierto dijo la anciana al tiempo que
soltaba un ligero bufido. Al fin y al cabo, es el hombre al
que amas tanto que abandonaste a mi hijo por l. No
debera decirte cosas desagradables acerca de Musashi.
Oh, no se trata de eso!
Ah, no? Quieres a Musashi ms que a Matahachi,
no es cierto? Por qu no lo admites?
Ots guard silencio, y la anciana sigui diciendo:
Cuando encontremos a Matahachi, tendr una
conversacin con l y arreglaremos las cosas como lo
deseas. Pero supongo que despus de eso irs corriendo al
encuentro de Musashi y los dos nos difamaris durante el
resto de vuestras vidas.
Por qu lo crees as? No soy esa clase de persona.
No olvidar lo mucho que hiciste por m en el pasado.
Ah, cmo hablis las jvenes estos das! No s cmo
te las ingenias para parecer tan dulce. Soy una mujer sincera
y no puedo ocultar mis sentimientos con un montn de
palabras ingeniosas. S que si te casas con Musashi sers
mi enemiga. Ja, ja, ja! Debe de ser irritante para ti
masajearme los hombros.
La muchacha no le respondi.
Por qu lloras?
No estoy llorando.
Qu es entonces ese lquido que me ha cado en el
cuello?
Lo siento, no he podido evitarlo.
Basta ya! Es como un bicho que me corriera por la
piel. Deja de suspirar por Musashi y masajea con ms
bro!
En el jardn se encendi una luz. Ots pens que
probablemente era la doncella, la cual sola traer la cena
alrededor de aquella hora, pero result ser un sacerdote.
Perdn por la molestia dijo mientras suba a la
terraza. Es sta la habitacin de la viuda Hon'iden? Ah,
aqu ests.
El farol que sostena el recin llegado presentaba la
inscripcin Kiyomizudera en el monte Otowa.
Permteme que te explique empez a decir. Soy
un sacerdote del Shiand, colina arriba. Dej el farol en el
suelo y sac una carta de su kimono. No s quin era,
pero esta tarde, poco antes de que se pusiera el sol, ha
llegado al templo un joven rnin y preguntado si una
anciana seora de Mimasaka estaba rezando all. Le dije que
no, pero que una fiel devota qu responda a su descripcin
acude de vez en cuando. Entonces me pidi un pincel y
escribi esta carta. Quera que se la entregara a la seora la
prxima vez que se presente en el templo. Me he enterado
de que te alojabas aqu y, como iba camino de la avenida
Goj, he venido a entregrtela.
Has sido muy amable le dijo Osugi cordialmente,
ofrecindole un cojn, pero el sacerdote se march de
inmediato.
Y ahora qu?, pens Osugi. Abri la carta y,
mientras la lea, cambi de color.
Ots.
Qu quieres? replic la muchacha desde la
habitacin del fondo.
No es necesario que prepares t. Ya se ha ido.
Ah, s? Entonces por qu no te lo tomas?
Cmo se te ocurre servirme el t que has hecho para
l? No soy un desage! Olvdate del t y vstete!
Vamos a salir?
S. Esta noche llegaremos al acuerdo que has estado
esperando.
Ah, entonces la carta era de Matahachi.
Eso no es asunto tuyo.
Como quieras. Ir a pedir que nos traigan la cena.
No has cenado todava?
No, esperaba tu regreso.
Siempre ests haciendo estupideces. He comido
mientras estaba fuera. Bueno, toma arroz y unos
encurtidos. Y date prisa!
Cuando Ots se encaminaba a la cocina, la anciana le
dijo:
Esta noche har fro en la montaa. Has terminado
de coser mi manto?
Todava me falta un poco de costura en tu kimono.
He dicho manto, no kimono. Tambin te lo he dado
para que lo cosas. Y me has lavado los calcetines? Los
cordones de mis sandalias estn flojos. Pdeme unos
nuevos.
Las rdenes eran tan rpidas que Ots no tena tiempo
de responder, y no digamos de obedecerlas, pero se senta
impotente para rebelarse. Su espritu pareca encogerse,
temeroso y consternado, ante aquella vieja bruja.
No pudo comer nada, pues al cabo de unos instantes
Osugi dijo que estaba preparada para salir.
Ots puso unas sandalias nuevas al lado de la terraza y
dijo:
Ve t primero, ya te alcanzar.
Has trado un farol?
No...
Estpida! Esperabas que fuese dando tumbos por
la montaa sin una luz? Ve a pedir uno prestado a la
posada.
Perdona, no he pensado en eso.
Ots quera saber adonde iban, pero no lo pregunt,
segura de que provocara la clera de Osugi. Fue a buscar el
farol y precedi a la anciana silenciosamente colina Sannen
arriba. A pesar de la hostilidad que mostraba hacia ella la
anciana, se senta alegre, pues la carta tena que ser de
Matahachi y ello significaba que el problema que la haba
afligido durante tantos aos se resolvera aquella noche. En
cuanto hayamos arreglado el asunto se dijo, ir a la
casa de Karasumaru. Tengo que ver a Jtar.
La ascensin no era fcil. Tenan que caminar con
mucho cuidado para evitar las piedras cadas y los
numerosos baches del camino.
En el profundo silencio de la noche, el ruido de la
cascada era ms intenso que por el da.
Al cabo de un rato, Osugi dijo:
Estoy segura de que ste es el lugar sagrado del dios
de la montaa. Ah, aqu est el letrero: Cerezo del dios de
la montaa. Matahachi! grit en la oscuridad. Estoy
aqu, Matahachi!
La voz temblorosa y el rostro desbordante de afecto
maternal fueron una revelacin para Ots. Nunca haba
esperado ver a Osugi llena de preocupacin por su hijo.
No dejes que se apague el farol! le dijo
bruscamente la anciana.
Tendr cuidado respondi Ots en tono obediente.
La anciana gru entre dientes.
No est aqu, es evidente que no est aqu. Haba
hecho un recorrido de inspeccin por los alrededores del
templo, pero hizo otro. En la carta deca que deba ir a la
sala del dios de la montaa.
Deca esta noche?
No deca esta noche ni maana ni ninguna fecha en
particular. Me pregunto si alguna vez llegar a ser adulto.
No entiendo por qu no poda ir a la posada, pero es
posible que se sienta violento por lo ocurrido en Osaka.
Ots le tir de la manga.
Chiss! se podra ser l. Alguien est subiendo la
cuesta.
Eres t, hijo? pregunt Osugi.
El hombre pas por su lado sin mirarlas siquiera y se
dirigi a la parte trasera del pequeo templo. Poco despus
regres y se detuvo ante ellas, mirando con descaro el
rostro de Ots. La primera vez que pas, ella no le haba
reconocido, pero ahora lo hizo... Era el samurai que estaba
sentado debajo del puente el da de Ao Nuevo.
Acabis de subir aqu? inquiri Kojir.
La pregunta fue tan inesperada que ni Ots ni Osugi le
respondieron. Su sorpresa haba aumentado al reparar en la
llamativa indumentaria de Kojir.
Sealando con un dedo el rostro de Ots, sigui
diciendo:
Estoy buscando a una muchacha ms o menos de tu
edad. Se llama Akemi. Es algo ms baja que t, y su cara un
poco ms redondeada. Se adiestr en una casa de t y por
su manera de actuar parece algo mayor de lo que es. No la
habis visto por aqu?
Ambas movieron negativamente la cabeza.
Es curioso. Alguien me dijo que la haban visto por
aqu. Estaba seguro de que haba pasado la noche en una de
las salas del templo.
A pesar de la atencin que les dedicaba, era como si
hablara consigo mismo. Musit algunas palabras ms y se
march.
Osugi chasque la lengua.
se es otro que no sirve para nada. Tiene dos
espadas, por lo que supongo que es un samurai, pero has
visto qu manera de vestir? Y aqu arriba, buscando a una
mujer a estas horas de la noche! Bien, supongo que habr
visto que no era ninguna de nosotras.
Aunque no se lo dijo a Osugi, Ots estaba casi segura
de que la muchacha a la que aquel samurai estaba buscando
era la que haba entrado en la posada aquella tarde. Cul
podra ser el vnculo de Musashi con la muchacha y el de
sta con aquel hombre?
Regresemos dijo Osugi, en un tono al mismo
tiempo decepcionado y resignado.
Delante del Hongand, donde tuviera lugar el
enfrentamiento de Osugi con Musashi, tropezaron de
nuevo con Kojir. Intercambiaron miradas, pero no dijeron
nada. Osugi observ al hombre mientras ste suba al
Shiand y entonces daba la vuelta y bajaba la ladera de la
colina Sannen.
Los ojos de ese hombre dan miedo murmur Osugi
, como los de Musashi. En aquel momento capt un
leve movimiento en las sombras e irgui los hombros
encorvados. Huuu! grit como un bho. Desde detrs
de un gran cedro, una mano le hizo una sea para que se
acercara. Matahachi murmur Osugi, pensando que era
muy conmovedor que su hijo no quisiera que le viera nadie
salvo ella.
La anciana llam a Ots, que ahora estaba a cincuenta o
sesenta pies de distancia, cuesta abajo.
Ve t delante, Ots, pero no te alejes demasiado.
Esprame en el lugar llamado Chirimazuka. Me reunir
contigo dentro de unos momentos.
De acuerdo replic Ots.
Y no se te ocurra ir a ninguna parte! Ya sabes que te
vigilo. No intentes escapar.
Osugi corri al rbol.
Eres t, Matahachi, no es cierto?
S, madre. Sus manos salieron de la oscuridad y
aferraron las de la anciana como si llevara aos esperando
verla.
Qu ests haciendo detrs de este rbol? Oh, tienes
las manos fras como el hielo! Su propia solicitud la
conmova hasta el punto de arrancarle las lgrimas.
He tenido que esconderme dijo Matahachi,
mirando nerviosamente a uno y otro lado. Ese hombre
que ha pasado por aqu hace un momento... Le has visto,
no es cierto?
El hombre que llevaba una espada larga a la espalda?
S.
Le conoces?
Ms o menos. Es Sasaki Kojir.
Qu? Crea que t eras Sasaki Kojir.
Cmo?
En Osaka me enseaste tu certificado y se era el
nombre escrito en l. Dijiste que era el nombre que habas
adoptado, no es cierto?
Eso te dije? Pues no era cierto. Hoy, cuando vena
hacia aqu, le vi. Hace un par de das, Kojir me lo hizo
pasar mal, por lo que me he ocultado para no encontrarme
con l. Si vuelve por aqu, podra verme en un aprieto.
Osugi estaba tan sorprendida que ni siquiera poda
hablar, pero observ que Matahachi estaba ms delgado que
antes. Esto y el estado de agitacin en que se hallaba le
hicieron amarle todava ms... por lo menos de momento.
Con una mirada indic a su hijo que no quera escuchar
los detalles.
Todo eso no importa le dijo. Dime, hijo, sabas
que el to Gon muri?.
El to Gon?
S, el to Gon. Muri en la playa de Sumiyoshi, poco
despus de que nos dejaras.
No me haba enterado.
Pues as fue. La cuestin es si comprendes el motivo
de su trgica muerte y por qu he continuado esta larga y
triste misin incluso a mis aos.
S, eso est grabado en mi mente desde aquella noche
en Osaka cuando t... me recordaste mis defectos.
Lo recuerdas, verdad? Pues bien, tengo noticias para
ti, unas noticias que te harn feliz.
De qu se trata?
Tiene que ver con Ots.
Ah! Es la muchacha que estaba contigo.
Matahachi empez a alejarse, pero Osugi se puso
delante de l, impidindole el paso, y le pregunt en tono
de reproche:
Adonde te propones ir?
Si era Ots, quiero verla. Ha pasado mucho tiempo.
Osugi asint.
La he trado aqu para que la veas, pero te
importara decirle a tu madre qu piensas hacer?
Le dir que lo siento, que la he tratado muy mal y
confo en que me perdone.
Y entonces...
Entonces... bueno, entonces nunca volver a cometer
un error as. Dselo t tambin, madre, hazlo por m.
Y entonces qu?
Entonces todo ser como antes.
Qu ser como antes?
Ots y yo volveremos a ser amigos. Quiero casarme
con ella. Dime, madre, crees que todava...?
Imbcil! exclam ella dndole una bofetada.
Matahachi retrocedi tambalendose y se llev la mano
a la dolorida mejilla.
Pe... pero madre, qu te ocurre?
Osugi, al parecer ms enfadada de lo que haba estado
jams desde el da que le destet, le pregunt gruendo:
Acabas de asegurarme que nunca olvidaras lo que te
dije en Osaka, no es cierto?
l inclin la cabeza.
Dije acaso una sola palabra sobre pedirle disculpas a
esa zorra indigna? Cmo podras rogarle a ese monstruo
que te perdone despus de que te abandonara y se marchase
con otro hombre? La vers, s, pero no le pedirs
disculpas! Ahora escchame!
Osugi le cogi del cuello del kimono con ambas manos y
le sacudi delante y atrs. Matahachi, con la cabeza
bamboleante, cerr los ojos y escuch dcilmente la
interminable y airada reprimenda de su madre.
Qu es esto? exclam ella. Ests llorando?
Todava quieres a esa vagabunda lo suficiente para llorar
por ella? Si haces eso no eres hijo mo!
Le arroj al suelo y ella cay tambin.
Durante varios minutos los dos se quedaron all
sentados, llorando.
Pero el odio de Osugi no poda permanecer mucho
tiempo sumergido. Se enderez y dijo:
Has llegado a un punto en que debes tomar una
decisin. Ya no puedo vivir mucho ms, y cuando muera no
podrs hablarme as aunque lo desees. Piensa, hijo mo, que
Ots no es la nica mujer en el mundo. Su voz se
tranquiliz. No debes sentirte obligado en lo ms mnimo
hacia una persona que ha actuado como ella lo ha hecho.
Encuentra a una chica de tu gusto y te la conseguir aunque
tenga que visitar cien veces a sus padres, aunque la fatiga
acabe conmigo.
l permaneca hosco y silencioso.
Olvdate de Ots, por el honor del apellido Hon'iden.
Al margen de lo que pienses, es inaceptable desde el punto
de vista de la familia. As pues, si te resulta imposible vivir
sin ella, entonces corta mi vieja cabeza, y entonces podrs
hacer lo que te guste, pero mientras yo viva...
Basta, madre!
La virulencia de su tono ofendi a la anciana.
Tienes el descaro de gritarme!
Dime una sola cosa. La mujer con la que me case ha
de ser mi esposa o la tuya?
Qu tonteras dices!
Por qu no puedo elegir yo mismo?
Vamos, vamos, siempre dices cosas tan impetuosas.
Qu edad crees que tienes? Ya no eres ningn chiquillo, o
lo has olvidado?
Pero... bien, aunque seas mi madre, me ests pidiendo
demasiado, y eso no es justo.
Sus desacuerdos solan ser as, empezaban con un
violento choque de emociones, un pulso implacable entre
dos antagonistas. La comprensin mutua quedaba arruinada
antes de que hubiera tenido ocasin de crecer.
No es justo? dijo Osugi entre dientes. De
quin crees que eres hijo? De qu vientre crees que saliste?
Hablar as no tiene ningn sentido. Quiero casarme
con Ots! Ella es la nica mujer a la que amo! Incapaz
de soportar la hosca expresin de su madre, dirigi sus
palabras al cielo.
Dices eso en serio, hijo mo? Osugi desenvain su
espada corta y dirigi la hoja a su garganta.
Qu ests haciendo, madre?
Ya es suficiente para m. No intentes impedrmelo!
Slo te pido que tengas la decencia de asestarme el golpe
final.
No me hagas esto! Soy tu hijo! No puedo
cruzarme de brazos y permitir que hagas semejante cosa!
De acuerdo. Abandonars a Ots... ahora mismo?
Si es eso lo que queras que hiciera, para qu la has
trado aqu? Por qu me torturas hacindola desfilar ante
mis ojos? No te comprendo.
Vers, me sera bastante fcil matarla, pero t eres el
ofendido. Como madre, pens que debera dejar que fueras
t quien la castigara. Me pareci que deberas estarme
agradecido por ello.
Esperas de m que mate a Ots?
No quieres hacerlo? Si no quieres, dilo! Pero
decdete!
Pero..., pero, madre...
De modo que sigues sin poder prescindir de ella, eh?
Bien, si eso es lo que sientes, no eres mi hijo ni soy tu
madre. Si no puedes cortarle la cabeza a esa desvergonzada,
por lo menos crtame la ma. El golpe final, por favor.
Matahachi reflexion en que los nios acostumbran a
incomodar a sus padres, pero a veces ocurre todo lo
contrario. Osugi no slo le estaba intimidando con
amenazas sino que le colocaba en la situacin ms difcil de
su vida. Ver a su madre fuera de quicio le afectaba en lo ms
hondo.
Basta, madre! No lo hagas! De acuerdo, har lo que
deseas. Me olvidar de Ots!
Eso es todo?
La castigar. Te prometo que la castigar con mis
propias manos.
La matars?
Pues... s, la matar.
Osugi verti lgrimas de jbilo. Enfund su espada y
cogi la mano de su hijo.
Bien por ti! Ahora hablas como el futuro jefe de la
casa de Hon'iden. Tus antepasados estarn orgullosos de ti.
Lo crees de veras?
Ve y hazlo ahora mismo! Ots est esperando ah
abajo, en Chirimazuka. Date prisa!
Humm.
Escribiremos una carta para enviarla al Shippji junto
con su cabeza. Entonces todo el mundo en el pueblo sabr
que nuestra vergenza ha sido reducida a la mitad, y cuando
Musashi se entere de que ha muerto, su orgullo le obligar a
venir a nuestro encuentro. Qu glorioso!... Apresrate,
Matahachi!
T espera aqu, de acuerdo?
No. Te seguir, pero no me dejar ver. Si Ots me ve,
empezar a quejarse de que no he cumplido mi promesa, y
eso sera embarazoso.
No es ms que una mujer indefensa dijo
Matahachi, levantndose lentamente. No hay ningn
problema para acabar con ella...; por qu no esperas aqu?
Te traer su cabeza, no te preocupes por eso. No la dejar
escapar.
Mira, nunca puedes ser lo bastante cuidadoso.
Aunque slo sea una mujer, en cuanto vea la hoja de tu
espada se resistir.
Deja de preocuparte. No hay nada que temer.
Fortaleciendo su nimo, Matahachi parti cuesta abajo,
seguido por su madre, cuyo rostro reflejaba la inquietud que
senta.
Recuerda que no debes bajar la guardia! le dijo.
Todava me ests siguiendo? Cre que ibas a
permanecer oculta.
Chirimazuka est bastante ms abajo.
Ya lo s, madre! Si insistes en ir, ve tu sola. Yo me
quedar aqu y te esperar.
Por qu vacilas?
Es un ser humano. No me resulta fcil atacarla
teniendo la sensacin de que es como matar a un gatito
inocente.
Te comprendo. Por muy infiel que haya sido, era tu
prometida. De acuerdo, si no quieres que mire, ve t solo.
Me quedar aqu.
Matahachi se march en silencio.
Al principio Ots haba pensado en huir, pero si haca tal
cosa, toda la paciencia de que haba hecho gala en los
ltimos veinte das no servira de nada, y decidi aguantar
un poco ms. Para pasar el tiempo pens en Musashi y
luego en Jtar. Su amor por Musashi haca que millones de
estrellas destellaran en su corazn. Como si estuviera
soando, cont las muchas esperanzas que haba puesto en
el futuro y record las promesas que l le haba hecho,
tanto en el puerto de montaa de Nakayama como en el
puente Hanada. Crea con todo su corazn que, por muchos
aos que pasaran, al final l no la abandonara.
Entonces la imagen de Akemi apareci para
atormentarla, ensombreciendo sus esperanzas y haciendo
que se sintiera inquieta, pero slo por un momento. Los
temores que le inspiraba Akemi eran insignificantes en
comparacin con la ilimitada confianza que tena en
Musashi. Record tambin lo que le haba dicho Takuan,
que era digna de lstima, pero eso no tena sentido. Cmo
poda el monje considerar bajo esa luz el jbilo que ella
senta y que se perpetuaba a s mismo?
Incluso entonces, esperando en aquel lugar oscuro y
solitario a una persona a la que no quera ver, su arrobado
sueo en el futuro haca que todo sufrimiento resultara
soportable.
Ots!
Quin... es?
Hon'iden Matahachi.
Matahachi? dijo ella con un atisbo de sorpresa.
Acaso has olvidado mi voz?
No, ahora la reconozco. Has visto a tu madre?
S, me est esperando. No has cambiado nada. Tienes
el mismo aspecto que en Mimasaka.
Dnde ests? Est tan oscuro que no puedo verte.
Puedo acercarme ms? Llevo un rato aqu en pie,
pues me avergenza mucho mirarte a la cara. En qu
estabas pensando?
Oh, en nada. Nada en particular.
Pensabas en m? No ha pasado un solo da sin que
yo pensara en ti.
Mientras l se le acercaba lentamente, Ots se sinti un
tanto aprensiva.
Te lo ha explicado todo tu madre, Matahachi?
Humm.
Puesto que ya lo sabes todo dijo ella, con un alivio
inmenso, comprendes mis sentimientos, pero quisiera
pedirte que consideres las cosas desde mi punto de vista.
Olvidemos el pasado, que no debi haber sido as.
Vamos, Ots, no seas de esa manera. Matahachi
sacudi la cabeza. Aunque no tena idea de lo que su madre
le haba dicho a Ots, estaba bastante seguro de que no
tena ms objetivo que engaarla. Me duele que
menciones el pasado, pues me resulta difcil mantener la
cabeza levantada ante ti. Si fuese posible olvidar, los cielos
saben que lo hara con gusto. Pero, por alguna razn, no
puedo soportar la idea de abandonarte.
S juicioso, Matahachi. No hay nada entre tu corazn
y el mo. Estamos separados por un gran valle.
Eso es cierto, y ms de cinco aos se han deslizado a
travs de ese valle.
Exactamente. Esos aos nunca volvern. No hay
modo de recuperar los sentimientos que tuvimos en otro
tiempo.
Oh, no! Claro que podemos recuperarlos!
No, se han ido para siempre.
l la mir con fijeza, sorprendido por la frialdad de su
semblante y la determinacin de su tono, y se pregunt si
aqulla era la muchacha que, cuando se permiti revelar sus
pasiones, fue como la luz del sol en primavera. Tuvo la
sensacin de que estaba restregando un objeto de niveo
alabastro. Dnde haba ocultado ella aquella severidad en el
pasado?
Record el porche del Shippji y volvi a verla sentada
all con ojos lmpidos y soadores, a menudo durante medio
da o ms, silenciosa y con la mirada perdida, como si viera
en las nubes a padres y hermanos.
Se acerc ms a ella y, con la misma timidez con que
podra haber deslizado la mano entre las espinas para coger
un capullo blanco, susurr:
Intentmoslo de nuevo, Ots. Es imposible recuperar
cinco aos, pero empecemos de nuevo, ahora, solos los dos.
Qu ests imaginando, Matahachi? replic ella
desapasionadamente. No me he referido a la cantidad de
tiempo transcurrido, sino al abismo que separa nuestros
corazones, nuestras vidas.
Ya lo s. Lo que quiero decir es que, empezando
ahora mismo, volver a conquistar tu amor. Quiz no
debera decirlo, pero no es el error que comet uno del que
casi cualquier joven podra ser culpable?
Habla si te place, pero jams podr volver a tomar en
serio tu palabra.
Pero s que estuve equivocado, Ots! Soy un
hombre, pero aqu me tienes, pidindole disculpas a una
mujer ;,No comprendes lo difcil que es esto para m?
Basta! Si eres un hombre, deberas actuar como tal.
Pero no hay nada en el mundo ms importante para
m. Si quieres, me pondr de rodillas y suplicar tu perdn,
te dar mi palabra solemne, te jurar lo que quieras.
Me tiene sin cuidado lo que hagas!
No te enfades, por favor. Mira, ste no es el mejor
sitio para hablar. Vamos a alguna otra parte.
No.
No quiero que mi madre nos encuentre. Anda, vamos.
No puedo matarte. Me sera imposible hacerlo!
La cogi de la mano, pero ella la retir bruscamente.
No me toques! grit, airada. Preferira morir
antes que pasar mi vida contigo!
No vas a venir conmigo?
No, no, no.
Es sa tu ltima palabra?
S!
Significa eso que ests todava enamorada de
Musashi?
S, le quiero. Le querr durante toda esta vida y en la
otra.
Matahachi estaba temblando.
No deberas decirme eso, Ots.
Tu madre ya lo sabe y me dijo que te lo dira, me
prometi que podramos discutirlo juntos y poner fin al
pasado.
Comprendo, y supongo que Musashi te ha ordenado
que me busques y me lo digas. Es eso lo que ha ocurrido?
No, te equivocas! Musashi no tiene que decirme lo
que debo hacer.
Tambin yo tengo orgullo, sabes? Todos los
hombres tienen orgullo. Si eso es lo que sientes por m...
Qu ests haciendo? grit ella.
Soy tan hombre como Musashi, y aunque me cueste
la vida impedir que seas suya. No lo permitir, me oyes?
No lo permitir!
Y quin eres t para dar tu permiso?
No consentir que te cases con Musashi! Recuerda,
Ots, que no era Musashi con quien estabas prometida.
No eres la persona ms adecuada para sacar eso a
relucir.
Claro que lo soy! Te comprometiste como mi novia
y, a menos que yo lo consienta, no puedes casarte con
nadie.
Eres un cobarde, Matahachi! Me das lstima.
Cmo puedes rebajarte hasta ese extremo? Hace mucho
tiempo recib cartas, una tuya y otra de una mujer llamada
Ok, en las que rompais nuestro compromiso.
No s nada de eso, yo no envi ninguna carta. Debi
de hacerlo Ok por su propia iniciativa.
Eso no es cierto. Una de las cartas estaba escrita de
tu puo y letra, y deca que me olvidara de ti y buscara a
otro con quien casarme.
Dnde est esa carta? Quieres ensermela?
Ya no la tengo. Cuando Takuan la ley, se ech a rer
y luego se son la nariz con ella y la tir.
En otras palabras, no tienes ninguna prueba, por lo
que nadie va a creerte. En el pueblo todo el mundo sabe que
eras mi prometida. Tengo todas las pruebas, mientras que
t no tienes ninguna. Pinsalo bien, Ots: si te separas de
todos los dems para estar con Musashi, nunca sers feliz.
Parece ser que te irrita la existencia de Ok, pero te juro que
ya no tengo absolutamente nada que ver con ella.
Ests perdiendo el tiempo.
No vas a escucharme aun cuando te pida disculpas?
No acabas de jactarte de que eres un nombre? Por
qu no actas como tal? Ninguna mujer entregar su
corazn a un cobarde dbil, desvergonzado y mentiroso.
Las mujeres no admiran a los dbiles.
Ten cuidado con lo que dices!
Sultame! Vas a romperme la manga.
Puta voluble!
Basta!
Si no me escuchas, no me importa lo que ocurra.
Matahachi!
Si te interesa vivir, jura que dejars a Musashi!
Le solt la manga para desenvainar la espada, y, una
vez desnuda, la hoja pareci dominarle. Era como un
hombre posedo, y sus ojos tenan un brillo salvaje.
Ots lanz un grito, no tanto porque el arma la asustara
sino por la expresin de Matahachi.
Perra! grit l mientras ella se daba la vuelta para
huir. La espada descendi, rozando el nudo del obi de Ots.
No debo permitir que huya, se dijo Matahachi, y
corri tras ella, llamando por encima del hombro a su
madre. Osugi baj corriendo por la pendiente,
preguntndose si su hijo habra desperdiciado la ocasin al
tiempo que desenvainaba su espada.
Est all dijo Matahachi. Atrpala, madre!
Pero pronto retrocedi corriendo y se detuvo poco
antes de tropezar con la anciana. Con los ojos abiertos
como platos, le pregunt:
Adonde ha ido?
No la has matado?
No, se escap.
Idiota!
Mira, est all abajo. sa es ella. All!
Ots haba corrido por un empinado terrapln y se
haba visto obligada a detenerse porque la manga de su
kimono se haba enganchado en una rama. Saba que no
deba de estar lejos de la cascada, porque el ruido del agua
era muy fuerte. Cuando ech a correr de nuevo, sujetndose
la manga desgarrada, Matahachi y Osugi ya estaban muy
cerca de ella, y cuando Osugi grit: La tenemos
atrapada!, Ots oy la voz inmediatamente detrs de ella.
En el fondo del barranco, la oscuridad rodeaba a Ots
como un muro.
Mtala, Matahachi! Est ah, tendida en el suelo.
Matahachi se entreg por completo a la espada. Salt
adelante, apunt a la forma oscura y descarg la hoja
salvajemente.
Diablesa! grit.
Entre el crepitar de las ramas se oy un grito de agona.
Toma esto y esto! Matahachi golpe tres, cuatro
veces, una y otra vez hasta que pareci que la espada iba a
partirse en dos. Estaba borracho de sangre, sus ojos
escupan fuego.
Entonces todo termin. Se hizo el silencio.
Sosteniendo la espada desmayadamente, Matahachi
recuper poco a poco el sentido, y su semblante palideci.
Se mir las manos y las vio cubiertas de sangre, se palp la
cara y tambin all haba sangre, al igual que en sus ropas.
Sinti que la cabeza le daba vueltas, angustiado al pensar
que cada gota de sangre era de Ots.
Esplndido, hijo! Por fin lo has hecho. Osugi,
jadeando ms por el jbilo que a causa de la fatiga, se puso
detrs de l y, apoyndose en su hombro, contempl el
follaje destrozado. Qu feliz me siento al ver esto dijo,
exultante. Lo hemos hecho, hijo mo. He sido aliviada de
la mitad de mi carga y ahora puedo llevar de nuevo la
cabeza alta en el pueblo. Qu te ocurre? Rpido! Crtale
la cabeza!
Al observar los escrpulos de su hijo, se ech a rer.
No tienes redaos. Si eres incapaz de cortarle la
cabeza, yo lo har por ti. Aprtate.
Matahachi permaneci inmvil hasta que la anciana
ech a andar hacia los arbustos, y entonces alz la espada y
la golpe con la empuadura en el hombro.
Cuidado con lo que haces! grit Osugi mientras se
tambaleaba hacia adelante. Es que has perdido el juicio?
Madre!
Qu?
Unos sonidos extraos brotaron de la garganta de
Matahachi. Se enjug los ojos con las manos
ensangrentadas.
La..., la he matado. He asesinado a Ots!
Y ha sido una hazaa digna de alabanza. Pero qu
haces? Por qu lloras?
No puedo evitarlo. Estpida, loca, vieja fantica!
Es que lo lamentas?
S... S! De no haber sido por ti...; deberas haber
muerto. De alguna manera habra podido recuperar a Ots.
T y el honor de la familia!
Deja ya esa chchara. Si tanto significaba para ti,
por qu no me mataste y la protegiste?
Si hubiera sido capaz de hacerlo... Puede haber algo
peor que tener por madre a una manaca testaruda?
Basta de comportarte as. Cmo te atreves a
hablarme as?
A partir de ahora vivir como me parezca. Si echo mi
vida a perder, ser un asunto exclusivamente mo.
Siempre has tenido ese defecto, Matahachi. Te
excitas y haces escenas slo para causar disgustos a tu
madre.
S, vieja cerda, te causar disgustos. Eres una bruja,
te odio!
Vaya, vaya! Qu enfadado est... Aprtate. Coger
la cabeza de Ots y luego te ensear algunas cosas.
Ms charla? No te escucho.
Quiero que mires bien la cabeza de esa chica. As
vers lo bonita que es. Quiero que veas con tus propios
ojos cmo es una mujer cuando muere. Nada ms que
huesos. Quiero que conozcas la locura de la pasin.
Calla! Matahachi sacudi la cabeza violentamente
. Cuando pienso en ello, comprendo que Ots es todo lo
que he deseado en mi vida. Cuando me dije que no poda
seguir viviendo como lo haca, trat de encontrar la manera
de triunfar, de empezar de nuevo por el camino recto...; fue
porque quera casarme con ella, no por el honor de la familia
ni por satisfacer a una vieja horrible.
Hasta cundo vas a seguir hablando de algo que ya
ha terminado? Te hara ms bien recitar los sutras. Salve
Amida Buda!
Osugi se abri paso entre las ramas rotas y la hierba
seca, que estaban generosamente rociadas de sangre, y
entonces dobl unas hierbas y se arrodill en ellas.
No me odies, Ots dijo. Ahora que ests
muerta, ya no tengo nada contra ti. Tu muerte ha sido una
necesidad. Descansa en paz.
Palp a su alrededor con la mano izquierda y cogi una
masa de cabello negro.
La voz de Takuan vibraba.
Ots!
Transportada hasta la oscura hondonada por el viento,
pareca como si tuviera su origen en los rboles y las
estrellas.
Todava no la has encontrado? pregunt en voz
tensa.
No, no est por estos alrededores.
El dueo de la posada donde Osugi y Ots se haban
alojado se limpi el sudor de la frente con un gesto de
fatiga.
Ests seguro de que has odo bien?
Totalmente seguro. Despus de que el sacerdote
llegara por la noche hasta el Kiyomizudera, la anciana se
march de repente, diciendo que iba a la sala del dios de la
montaa. La muchacha fue con ella.
Los dos hombres reflexionaron, cruzados de brazos.
Tal vez han seguido montaa arriba o han ido a algn
sitio apartado del camino principal sugiri Takuan.
Por qu ests tan preocupado?
Me temo que han tendido una trampa a Ots.
Tan malvada es esa anciana?
No respondi Takuan en tono enigmtico. Es
una mujer muy buena.
No lo es a juzgar por lo que me dijiste. Ah, acabo de
recordar algo.
Qu es ello?
Hoy he visto a la muchacha llorando en su
habitacin.
Puede que eso no signifique gran cosa.
La anciana nos dijo que era la novia de su hijo.
S, es comprensible que dijera eso.
Por lo que dijiste, parece como si un odio terrible
llevara a esa anciana a atormentar a la muchacha.
De todos modos, sa es una cosa y llevarla a la
montaa en una noche oscura otra muy distinta. Me temo
que Osugi haya planeado asesinarla.
Asesinarla! Cmo puedes decir entonces que es una
buena mujer?
Porque es sin ninguna duda la clase de persona a la
que el mundo considera buena. Acude con frecuencia al
Kiyomizudera para rezar, no es cierto? Y cuando est
sentada ante Kannon con su rosario en la mano, su espritu
debe de estar muy cercano a la diosa.
Tengo entendido que tambin le reza al Buda Amida.
Hay muchos budistas as en este mundo, a los que
llaman fieles. Hacen algo que no deberan, van al templo y
rezan a Amida. Parecen idear hechos diablicos para que
Amida les perdone. Pueden matar alegremente a un hombre,
con la absoluta confianza en que si luego visitan a Amida
sus pecados les sern perdonados y cuando mueran irn al
Paraso Occidental. Esas buenas gentes constituyen un
problema.
Matahachi mir temeroso a su alrededor, preguntndose de
dnde proceda la voz.
Has odo eso, madre? pregunt, inquieto.
Reconoces la voz?
Osugi alz la cabeza, pero la interrupcin no la turb
demasiado. Su mano todava sujetaba el cabello del cadver,
mientras en la otra mano blanda la espada, preparada para
golpear.
Escucha! Ah est de nuevo.
Es extrao. Si alguien viniera en busca de Ots, sera
ese chiquillo llamado Jtar.
sa es una voz de hombre.
S, lo s, y creo haberla odo antes.
Esto tiene mala pinta. Olvdate de la cabeza, madre, y
trae el farol. Alguien se acerca!
En esta direccin?
S, son dos hombres. Vmonos de aqu en seguida.
El peligro uni a la madre y el hijo con la celeridad de un
parpadeo, pero Osugi no poda renunciar a su sangrienta
tarea.
Espera un momento le dijo. Despus de haber
llegado hasta aqu, no voy a regresar sin la cabeza. Si no la
tengo, cmo voy a demostrar que me he vengado de Ots?
En seguida termino.
Oh gimi l, lleno de repulsin.
Un grito horrorizado brot de los labios de Osugi. Dej
caer la cabeza, se levant a medias, dio unos tumbos y cay
al suelo.
No es ella! exclam. Agit los brazos e intent
levantarse, pero volvi a caerse.
Matahachi dio un salto adelante.
Qu... qu... qu? tartamude.
Mira! No es Ots! Es un hombre..., un mendigo...,
un invlido...
No es posible dijo Matahachi. Conozco a este
hombre.
Cmo? Era algn amigo tuyo?
Oh, no! replic bruscamente. Este hombre era
un estafador que me dej sin blanca. Qu haca aqu, tan
cerca de un templo, un sucio estafador como Akakabe
Yasoma?
Quin est ah? grit Takuan. Eres t, Ots?
De repente el monje estaba detrs de ellos.
Matahachi era mucho ms rpido corriendo que su
madre. Mientras se perda de vista, Takuan dio alcance a la
mujer y la agarr con firmeza por el cuello del kimono.
Tal como pensaba, y supongo que tu querido hijo es
el que ha huido. Matahachi! Qu es eso de echar a correr
y dejar a tu madre detrs? Patn ingrato! Vuelve aqu!
Aunque Osugi se debata lastimosamente junto a las
rodillas del monje, no haba perdido sus agallas.
Quin eres? le pregunt, airada. Qu quieres?
Takuan la solt.
No te acuerdas de m, abuela? Despus de todo,
debes de estar volvindote senil.
Eres Takuan?
Te sorprende?
No s por qu habra de sorprenderme. Un mendigo
como t va adonde le place. Ms tarde o ms temprano
tenas que dejarte caer por Kyoto.
Tienes razn convino l, sonriente. Es
exactamente como dices. Estaba vagabundeando por el valle
de Koyagy y la provincia de Izumi, pero llegu a la capital
y anoche, en casa de un amigo, me enter de la turbadora
noticia. Decid que era demasiado importante para no
actuar.
Qu tiene eso que ver conmigo?
Pens que Ots estara contigo, y estoy buscndola.
Humm.
Abuela...
Qu?
Dnde est Ots?
No lo s.
No te creo.
Seor terci el posadero. Aqu ha sido
derramada sangre, todava est fresca. Acerc el farol al
cadver.
Takuan frunci el ceo. Osugi aprovech aquel
momento para levantarse de un salto y echar a correr.
Espera! le grito Takuan sin moverse. Te
marchaste de casa para limpiar tu nombre, no es cierto?
Vas a volver ahora con tu nombre ms sucio que nunca?
Dijiste que amabas a tu hijo. Te propones abandonarle
ahora que le has hecho desgraciado?
La fuerza de su voz resonante envolvi a Osugi,
haciendo que se detuviera bruscamente.
Con el rostro distorsionado por arrugas de desafo,
grit:
Manchar el nombre de mi familia, hacer desgraciado a
mi hijo... Qu quieres decir?
Exactamente lo que he dicho.
Estpido! La anciana solt una breve risa
desdeosa. Quin eres t? Vas por ah comiendo el
alimento del prjimo, viviendo en templos ajenos, aliviando
tus entraas en el campo. Qu sabes t del honor familiar?
Qu sabes del amor de una madre por su hijo? Has
pasado una sola vez las penalidades que sufre la gente
ordinaria? Antes de decirle a nadie cmo debe actuar,
deberas trabajar y ganarte la vida como todo el mundo.
Has puesto el dedo en la llaga, ciertamente. Hay
sacerdotes en este mundo a los que me gustara decir lo
mismo. Siempre he dicho que no estoy a tu altura en un
combate verbal, y veo que sigues teniendo la lengua aguda.
Y todava tengo cosas importantes que hacer en este
mundo. No creas que lo nico que puedo hacer es hablar.
Eso no importa. Quiero discutir de otros asuntos
contigo.
Qu asuntos son sos?
Has incitado a Matahachi para que esta noche matara
a Ots, no es cierto? Sospecho que entre los dos la habis
asesinado.
Osugi estir su cuello arrugado y se ri
despectivamente.
Mira, Takuan, puedes llevar un farol a travs de esta
vida, pero no te servir de nada a menos que abras los ojos.
Qu son stos de todos modos? Tan slo agujeros en tu
cabeza, adornos curiosos?
Takuan, sintindose un tanto inquieto, dirigi por fin su
atencin a la escena del crimen.
Cuando alz la vista, aliviado, la anciana le dijo con
cierto rencor:
Supongo que te alegras de que no sea Ots, pero no
creas que he olvidado que eres el impo casamentero que la
uni a Musashi y caus todos estos problemas en primer
lugar.
Si eso es lo que sientes, no tengo nada que decir, pero
s que eres una mujer con fe religiosa, y digo que no
deberas marcharte y dejar este cadver aqu tendido.
De todos modos estaba aqu tendido, al borde de la
muerte. Matahachi le ha matado, pero no ha sido culpa
suya.
Este rnin era un tanto raro dijo el posadero, no
estaba muy bien de la cabeza. Llevaba varios das dando
tumbos alrededor del pueblo, babeando. Tena un bulto
enorme en la cabeza.
Mostrando una falta absoluta de inters, Osugi se
volvi para marcharse. Takuan pidi al posadero que se
encargara del cadver y la sigui, cosa que irrit
sobremanera a la anciana, Pero cuando sta se volvi para
desatar de nuevo su lengua venenosa, Matahachi la llam en
voz baja.
Madre.
Se encamin alegremente hacia la voz. Despus de todo,
era un buen hijo, se haba quedado all para asegurarse de
que su madre estaba a salvo. Intercambiaron algunas
palabras y, al parecer, llegaron a la conclusin de que no
estaran completamente libres de peligro en presencia del
sacerdote. Entonces echaron a correr tan rpido como
podan hacia el pie de la colina.
Es intil murmur Takuan. A juzgar por su
manera de actuar, no haran caso de nada que pueda
decirles. Si el mundo pudiera estar libre de tales
malentendidos estpidos, cunto menos padecera la
gente...
Pero de momento tena que encontrar a Ots, la cual
haba encontrado alguna manera de huir. Se senta un poco
aliviado, pero no podra relajarse de veras hasta que tuviera
la seguridad de que la muchacha estaba a salvo. As pues,
decidi proseguir su bsqueda a pesar de la oscuridad.
El posadero haba ido colina arriba poco antes, y
regres acompaado de siete u ocho hombres provistos de
faroles. Los vigilantes nocturnos del templo, que haban
aceptado echar una mano para enterrar el cadver, traan
palas y azadones. Al cabo de un rato Takuan oy el
desagradable sonido que se produce al cavar una fosa.
Ms o menos cuando el agujero era lo bastante hondo,
alguien grit:
Mirad ah, hay otro cuerpo. Es una hermosa
muchacha.
El hombre que la haba descubierto estaba a unas diez
varas de la tumba, en el borde de una cinaga.
Est muerta?
No, slo inconsciente.
El artesano corts
Hasta el da de su muerte, el padre de Musashi nunca dej
de recordarle a sus antepasados.
Puede que slo sea un samurai rural le deca,
pero no olvides nunca que el clan Akamatsu fue en otro
tiempo famoso y poderoso. Eso debera ser una fuente de
fuerza y orgullo para ti.
Puesto que se encontraba en Kyoto, Musashi decidi
visitar un templo llamado Rakanji, cerca del cual los
Akamatsu tuvieron antiguamente una casa. La cada del clan
ocurri mucho tiempo atrs, pero Musashi pensaba que tal
vez encontrara en el templo algn documento o recuerdo de
sus antepasados. Aunque no fuera as, quemara incienso en
su memoria.
Al llegar al puente Rakan, sobre el bajo Kogawa, pens
que deba de estar cerca del templo, pues decan que estaba
situado un poco al este del lugar donde el Kogawa superior
se converta en el tramo inferior del ro. Sin embargo, sus
pesquisas en la vecindad resultaron baldas. Nadie haba
odo jams el nombre de ese templo.
Regres al puente y se qued all contemplando el agua
somera y clara que flua por debajo. Aunque no haban
transcurrido demasiados aos desde la muerte de Munisai,
pareca como si el templo hubiera sido trasladado de lugar o
destruido, sin dejar rastro ni recuerdo alguno.
Observ ociosamente un remolino blancuzco que se
formaba y desapareca en la corriente una y otra vez.
Repar en el barro que rezumaba en un lugar cubierto de
hierba en la orilla izquierda y lleg a la conclusin de que
proceda del taller de un pulimentador de espadas.
Musashi!
Mir a su alrededor y vio a la anciana monja Mysh
que regresaba de un recado.
Cunto me alegro de que hayas venido! exclam,
creyendo que haba ido a visitarles. Hoy Ketsu est en
casa y le encantar verte.
La mujer le precedi a travs del portal de una casa
vecina y envi a un criado en busca de su hijo.
Tras dar una clida bienvenida a su invitado, Ketsu le
dijo:
En estos momentos estoy ocupado en un importante
trabajo de pulimentacin, pero luego podemos charlar largo
y tendido.
Musashi se sinti complacido al ver que madre e hijo se
mostraban tan amistosos y naturales como lo haban sido
durante su primer encuentro. Pas toda la tarde
conversando con ellos, y cuando insistieron para que pasara
all la noche, acept. Al da siguiente, mientras Ketsu le
enseaba el taller y le explicaba la tcnica de la
pulimentacin de espadas, le rog a Musashi que se
quedara durante tanto tiempo como desease.
La casa, con su portal engaosamente modesto, se
alzaba en un ngulo al sudeste de los restos del Jissin. En
la vecindad haba varias casas pertenecientes a los primos y
sobrinos de Ketsu, o a personas dedicadas a la misma
profesin. Todos los Hon'ami vivan y trabajaban all, a la
manera de los grandes clanes provinciales del pasado.
Los Hon'ami descendan de una familia militar bastante
distinguida, y haban servido a los shogunes Ashikaga.
Ahora pertenecan a la clase artesana, pero, debido a su
riqueza y prestigio, Ketsu podra haber sido tomado por
un miembro de la clase samurai. Se codeaba con nobles de la
corte y Tokugawa Ieyasu le haba invitado en algunas
ocasiones al castillo de Fushimi.
La posicin de los Hon'ami no era peculiar, pues la
mayora de los artesanos y mercaderes de la poca
Suminokura Soan, Chaya Shirjir y Haiya Shy, entre
otros eran descendientes de samurais. Sus antepasados,
al servicio de los shogunes Ashikaga, se haban encargado
de tareas relacionadas con la manufactura o el comercio. El
xito en estos campos condujo a una gradual desvinculacin
de la clase militar, y como la empresa privada reportaba
beneficios, ya no dependan de sus emolumentos feudales.
Aunque su categora social era tcnicamente ms baja que la
de los guerreros, tenan mucho poder.
En lo que respecta a los negocios, no slo la categora de
samurai era ms un obstculo que una ayuda, sino que la
pertenencia a la clase plebeya comportaba claras ventajas,
la principal de las cuales era la estabilidad. Cuando estallaba
la lucha, los grandes mercaderes eran protegidos por ambos
bandos. Cierto que en ocasiones se vean obligados a
aportar suministros militares a cambio de poco o nada, pero
haban llegado a considerar esta obligacin como una simple
tarifa que pagaban a cambio de evitar que destruyeran sus
propiedades en tiempo de guerra.
Durante la guerra de nin, en los aos 1460 y 1470,
todo el distrito alrededor de las ruinas del Jissin fue
arrasado, e incluso ahora cuando los agricultores plantaban
rboles solan desenterrar fragmentos de espadas o cascos
oxidados. La residencia Hon'ami fue una de las primeras
construidas en la vecindad despus de la guerra.
Un brazo del ro Arisugawa flua por el terreno,
serpenteando primero por una huerta, desapareciendo luego
en un bosquecillo para emerger de nuevo cerca del pozo
junto a la entrada de la casa principal. Un ramal flua hacia
la cocina, otro hacia el bao y un tercero se diriga a una
sencilla y rstica casa de t, donde utilizaban el agua
cristalina para la ceremonia del t. El ro proporcionaba
agua al taller, donde espadas forjadas por maestros
artesanos como Masamune, Muramasa y Osafune eran
expertamente pulimentadas. Puesto que el taller era sagrado
para la familia, sobre la puerta haba una cuerda suspendida,
como en los santuarios shintostas.
Casi sin que Musashi se diera cuenta transcurrieron
cuatro das, al cabo de los cuales tom la determinacin de
marcharse. Pero antes de que tuviera oportunidad de
comunicar su intencin, Ketsu le dijo:
Poco es lo que hacemos por entretenerte, pero si no
te aburres, te ruego que te quedes tanto tiempo como
gustes. En mi estudio tengo algunos libros antiguos y
objetos curiosos. Si deseas examinarlos, puedes hacerlo
libremente. Dentro de uno o dos das hornear unos
cuencos de t y platos. Creo que te gustara ver cmo se
hace. Vers que la cermica es casi tan interesante como las
espadas. Tal vez t mismo podras modelar una o dos
piezas.
Ante la amabilidad de la invitacin y despus de que su
anfitrin le asegurase que nadie se ofendera si decida
marcharse en cualquier momento, Musashi se concedi el
lujo de aposentarse y disfrutar de la atmsfera relajada.
Estaba lejos de aburrirse. El estudio contena libros en chino
y japons, pinturas en rollos de papel del perodo
Kamakura, calcos caligrficos de antiguos maestros chinos
y docenas de otras cosas, cada una de las cuales Musashi
habra examinado atentamente con placer durante uno o ms
das. Le atraa en especial un dibujo que colgaba en el lugar
de honor de la estancia. Titulado Castaas, era obra del
maestro Liang-k'ai de la dinasta Sung. Era pequeo, de
unos dos pies de altura por dos y medio de anchura, y tan
antiguo que sera imposible saber sobre qu clase de papel
haba sido dibujado.
Se sent ante la obra y estuvo contemplndola una
hora. Ms tarde le coment a Ketsu sus impresiones.
Estoy seguro de que ningn aficionado podra pintar
la clase de obras que t pintas, pero me pregunto si tal vez
yo mismo podra dibujar algo tan sencillo como esto.
Ocurre exactamente al revs le inform Ketsu.
Cualquiera puede aprender a pintar tan bien como yo, pero
la obra de Liang-k'ai tiene un grado de profundidad y
sublimidad espiritual que no puede adquirirse simplemente
estudiando arte.
Lo dices en serio? replic Musashi, sorprendido.
Su anfitrin le asegur que as era.
En el dibujo una ardilla miraba dos castaas cadas, una
hendida y mostrando su interior por la abertura, mientras
que la otra estaba totalmente cerrada. Pareca como si el
animal quisiera seguir su impulso natural y comerse las
castaas, pero dudara por temor a las espinas. Puesto que
el dibujo estaba ejecutado muy libremente con tinta negra, a
Musashi le haba parecido ingenuo, pero cuanto ms lo
miraba, despus de haber hablado con Ketsu, con tanta
ms claridad vea que el artista estaba en lo cierto.
Una tarde, Ketsu entr y le dijo:
Ests mirando de nuevo ese dibujo de Liang-k'ai?
Parece ser que te gusta mucho. Cuando te marches,
enrllalo y llvatelo. Quiero que te lo quedes.
Musashi puso reparos:
No podra aceptarlo de ninguna manera. Ya he
abusado demasiado de tu hospitalidad. Adems... esto
debe de ser una reliquia de familia!
Pero te gusta, no es cierto? El hombre mayor
sonri con indulgencia. Qudatelo si quieres. La verdad
es que no lo necesito. Las pinturas deben pertenecer a
quienes las aman y aprecian de veras. Estoy seguro de que
eso es lo que deseara el artista.
En ese caso, no soy la persona ms adecuada para
poseer una obra como sta. A decir verdad, he pensado
varias veces que sera muy grato tenerla, pero si as fuese,
qu hara con ella? Slo soy un espadachn errante. Nunca
me quedo demasiado tiempo en el mismo lugar.
Supongo que sera una molestia llevar una pintura
contigo adondequiera que vayas. A tu edad, probablemente
ni siquiera tienes necesidad de una casa propia, pero creo
que todo hombre debera tener un sitio al que pudiera
considerar su hogar, aunque no sea ms que un pequeo
chamizo. Si una persona carece de casa, se siente solitaria...,
perdida en cierto modo. Por qu no buscas unos troncos y
te construyes una cabaa en algn rincn tranquilo de la
ciudad?
Nunca haba pensado en ello. Me gustara mucho
viajar a lugares lejanos, ir al extremo de Kyushu y ver cmo
vive la gente bajo la influencia de los extranjeros en
Nagasaki. Y estoy deseoso de ver la nueva capital que el
shgun est levantando en Edo y las grandes montaas y
ros en el norte de Honshu. Puede que en el fondo no sea
ms que un vagabundo.
No eres el nico, ni mucho menos. Eso es del todo
natural, pero deberas evitar la tentacin de creer que tus
sueos slo pueden realizarse en algn lugar remoto. Si
piensas as, no aprovechars las posibilidades que ofrece tu
entorno inmediato. Me temo que la mayora de la gente lo
hace, y el resultado es que sus vidas no les satisfacen.
Entonces Ketsu se ech a rer. Pero un viejo ocioso
como yo debera predicar a los jvenes. En cualquier caso,
no he venido aqu para hablar de eso, sino para invitarte a
venir conmigo esta noche. Has estado alguna vez en el
barrio autorizado?
El distrito de las geishas?
Eso es. Tengo un amigo llamado Haiya Shy, el
cual, a pesar de su edad, siempre est tramando una u otra
diablura. Acabo de recibir una nota en la que me invita a
reunirme con l esta noche cerca de la avenida Rokuj, y he
pensado que quiz te gustara acompaarme.
No, creo que no deseo ir.
Si no lo deseas realmente, no insistir, pero creo que
te parecera interesante.
Mysh, que haba llegado silenciosamente y estaba
escuchando con evidente inters, intervino:
Creo que deberas ir, Musashi. Tienes la oportunidad
de ver algo que desconoces. Haiya Shy no es la clase de
hombre en cuya compaa has de permanecer rgido y
formal, y estoy segura de que disfrutars de la experiencia.
Ve, por favor!
La anciana monja fue a la cmoda y empez a sacar un
kimono y un obi. Por regla general, las personas mayores se
afanaban por evitar que los jvenes desperdiciaran su
tiempo y su dinero en las casas de geishas, pero Mysh
pareca tan entusiasmada como si ella misma se estuviera
preparando para ir a alguna parte.
Vamos a ver, cul de estos kimonos te gusta ms? le
pregunt. Te ir bien este obi?
Sin dejar de parlotear, sac prendas para Musashi como
si fuese su hijo. Eligi una cajita para pldoras lacada, una
espada corta decorativa y una bolsa de brocado. Luego
cogi unas monedas de oro del cofre donde guardaba el
dinero y las meti en la bolsa.
Bueno dijo Musashi, slo con un atisbo de
renuencia, si insistes, ir, pero no me sentira bien
vestido con esas prendas tan finas. Ir con el viejo kimono
que llevo puesto. Duermo con l cuando estoy al aire libre,
estoy acostumbrado a l.
No hars semejante cosa! exclam Mysh
severamente. Puede que a ti no te importe, pero debes
pensar en los dems. En esas elegantes habitaciones
pareceras un trapo sucio. Los hombres acuden ah a
pasarlo bien y olvidar sus problemas. Quieren estar
rodeados de cosas bellas. No pienses que se trata de vestir
bien para parecer algo que no eres. De todos modos, estas
prendas no son tan lujosas como las que llevan algunos
hombres. Slo son pulcras y estn limpias. Anda,
pntelas!
Musashi la obedeci.
Cuando se hubo vestido, Mysh observ jovialmente:
Vaya, ests muy guapo.
Cuando estaban a punto de salir, Ketsu fue al altar
budista de la vivienda y encendi en l una vela. Tanto l
como su madre eran miembros devotos de la secta Nichiren.
Mysh haba depositado dos pares de sandalias con
correas nuevas ante la entrada principal. Mientras se las
calzaban, la anciana hablaba en voz baja con uno de los
sirvientes, el cual estaba esperando para cerrar la puerta
principal tras ellos.
Ketsu se despidi de su madre, pero ella alz la vista
rpidamente y le dijo:
Espera un momento.
Su ceo fruncido evidenciaba que estaba preocupada.
Qu ocurre? le pregunt su hijo.
Este hombre dice que tres samurais de aspecto
pendenciero acaban de venir aqu y han hablado muy
groseramente. Crees que es algo importante?
Ketsu dirigi una mirada inquisitiva a Musashi.
No hay motivo para temer nada le asegur
Musashi. Probablemente son de la casa Yoshioka. Puede
que me ataquen, pero no tienen nada contra vosotros.
Uno de los trabajadores ha dicho que lo mismo
sucedi hace un par de das. Era un solo samurai, pero
cruz el umbral sin que le invitaran a hacerlo y mir por
encima del seto junto al sendero de la casa de t donde te
alojabas.
Entonces estoy seguro de que se trata de los hombres
de Yoshioka.
Tambin yo lo creo as convino Ketsu, y se
volvi hacia el tembloroso portero. Qu han dicho?
Todos los hombres se haban marchado, y estaba a
punto de cerrar la puerta cuando esos tres samurais me
rodearon de repente. Uno de ellos, que pareca de mal genio,
se sac una carta del kimono y me pidi que la entregara al
invitado que se aloja aqu.
No mencion el nombre Musashi?
Bueno, ms tarde dijo Miyamoto Musashi, y
aadi que Musashi llevaba aqu varios das.
Qu le respondiste?
Me pediste que no hablara con nadie de Musashi, as
que sacud la cabeza y dije que aqu no haba nadie de ese
nombre. l se enfad y me llam embustero, pero uno de
los otros..., un hombre algo mayor, sonriente..., le calm y
dijo que encontraran el modo de entregar la carta
directamente. No estoy seguro de lo que quera decir, pero
pareca una amenaza. Fueron hacia esa esquina.
Adelntate un poco, Ketsu le dijo Musashi.
No quiero que recibas ningn dao o te veas implicado en
cualquier problema por mi culpa.
Ketsu replic riendo:
No te preocupes por m, sobre todo si ests seguro
de que son los hombres de Yoshioka. No les temo lo ms
mnimo. Vamos.
Cuando ya haban salido, Ketsu asom la cabeza a la
puertecilla situada a un lado del portal y llam:
Madre!
Te has olvidado de algo? le pregunt ella.
No, slo estaba pensando que si ests preocupado
por m, podra enviar un mensajero a Shy y decirle que
no puedo ir esta noche.
Oh, no. Temo ms que algo pudiera ocurrirle a
Musashi, pero no creo que l regresara si intentaras
detenerle. Id y pasadlo bien!
Ketsu dio alcance a Musashi y, mientras caminaban
sin prisa por la orilla del ro, le dijo:
La casa de Shy est calle abajo, en la avenida Ichij
y la calle Horikawa. Probablemente ahora est
preparndose, as que iremos a buscarle. Nos queda de
paso.
An haba luz y el paseo por la ribera del ro era
agradable, tanto ms cuanto que estaban completamente
ociosos a una hora en la que todos los dems se hallaban
ocupados en sus quehaceres.
No es la primera vez que oigo el nombre de Haiya
Shy, pero la verdad es que no s nada de l coment
Musashi.
Me sorprendera que no hubieras odo hablar de l.
Es un famoso experto en la composicin de versos
encadenados.
Ah! Entonces es un poeta.
As es, pero, naturalmente, no se gana la vida
escribiendo versos. Procede de una rica familia de
mercaderes de Kyoto.
Cmo es que se llama Haiya?
se es el nombre de su negocio.
Qu es lo que vende?
Su nombre significa vendedor de ceniza, y eso es lo
que vende... cenizas.
Cenizas?
S, las usan para teir tela, y es un gran negocio. Las
vende a los gremios de tintoreros de todo el pas. Al
comienzo del perodo Ashikaga, el comercio de las cenizas
estaba controlado por un agente del shgun, pero ms
adelante fue encargado a mayoristas particulares. Hay tres
grandes mayoristas en Kyoto, y Shy es uno de ellos. l
no tiene que trabajar personalmente, por supuesto. Se ha
retirado y lleva una vida cmoda. Mira all, sa es su casa,
la que tiene el portal elegante.
Musashi iba asintiendo mientras escuchaba, pero algo
que suceda en las mangas de su kimono distraa su
atencin: mientras que la brisa agitaba ligeramente la
derecha, la izquierda no se mova en absoluto. Introdujo la
mano en ella y extrajo un objeto lo suficiente para ver qu
era, una correa de cuero bien curtida, de las que usaban los
guerreros para atarse las mangas cuando luchaban.
Mysh pens. Slo ella puede haberla puesto ah.
Mir atrs y sonri a los hombres que estaban detrs de
ellos, los cuales, como l ya saba, les haban estado
siguiendo a una distancia discreta desde que l y Ketsu
doblaron la esquina del callejn Hon'ami.
Su sonrisa pareci aliviar a los tres hombres, los cuales
susurraron algunas palabras entre ellos y empezaron a dar
pasos ms largos.
Al llegar a la casa de Haiya, Ketsu llam con la aldaba
y acudi a abrirles un criado que llevaba una escoba. Ketsu
haba cruzado la puerta y estaba en la parte delantera del
jardn antes de darse cuenta de que Musashi se haba
quedado atrs. Volvindose hacia la puerta, dijo:
Entra, Musashi. No tienes por qu titubear.
Los tres samurais se haban acercado a Musashi, con los
codos hacia afuera y las manos en las empuaduras de sus
espadas. Ketsu no entendi lo que le decan a Musashi ni
la respuesta en voz baja de ste.
Musashi le dijo que no le esperase, y Ketsu replic
con una tranquilidad absoluta:
Muy bien, estar en la casa. Renete conmigo en
cuanto hayas terminado con ese asunto.
Uno de los hombres se dirigi a Musashi.
No estamos aqu para discutir si huiste para ocultarte
o no. Soy taguro Hysuke, uno de los Diez Espadachines
de la casa Yoshioka. Te he trado una carta de Denshichir,
el hermano menor de Seijr. Sac la carta y la tendi
para que Musashi la viera. Lela y danos tu respuesta de
inmediato.
Sin pensarlo dos veces, Musashi abri la carta, la ley
rpidamente y dijo:
Acepto.
Hysuke le mir con suspicacia.
Ests seguro?
Musashi asinti.
Absolutamente seguro.
La indiferencia de Musashi cogi desprevenidos a los
tres hombres.
Si no mantienes tu palabra, nunca podrs volver a
poner los pies en Kyoto. Nosotros nos encargaremos de
ello!
Musashi le mir con un atisbo de sonrisa, pero no dijo
nada.
Ests de acuerdo con las condiciones? No tienes
mucho tiempo para prepararte.
Estoy del todo dispuesto respondi Musashi con
calma.
Entonces nos veremos esta noche.
Musashi se dispuso a cruzar el portal, pero Hysuke se
le acerc de nuevo y le pregunt:
Estars aqu hasta la hora acordada?
No, mi anfitrin va a llevarme al barrio autorizado,
cerca de la avenida Rokuj.
El barrio autorizado? repiti Hysuke,
sorprendido. Bueno, supongo que estars aqu o all. Si te
retrasas, enviar a alguien en tu busca. Confo en que no
intentars hacer ninguna jugada.
Musashi ya haba vuelto la espalda y entrado en el
jardn, un paso que le llev a un mundo diferente.
Las piedras pasaderas, de forma irregular y espaciadas
de manera desordenada, parecan haber sido puestas all por
la naturaleza. A cada lado haba grupos de bambes bajos,
parecidos a helechos, mezclados con tallos de bamb ms
altos y no ms gruesos que un pincel de escritura. A medida
que avanzaba, el tejado de la casa principal apareci ante su
vista y poco despus la entrada, una pequea casa
independiente y un emparrado, todo lo cual produca un
efecto de edad venerable y larga tradicin. Alrededor de los
edificios, unos pinos de considerable altura daban una
impresin de riqueza y comodidad.
Musashi oa de vez en cuando un ruido sordo, el del
juego de pelota llamado kemari, que a menudo se oa desde
detrs de los muros en las mansiones de los nobles
cortesanos. Le sorprendi orlo en un establecimiento de
mercaderes.
Una vez en la casa, le acompaaron a una habitacin
que daba al jardn. Dos sirvientes les trajeron t y
pastelillos, y uno de ellos les dijo que su anfitrin les vera
en seguida. A juzgar por los modales del sirviente, Musashi
comprendi que su adiestramiento haba sido impecable.
Hace fro, verdad?, ahora que el sol se ha puesto
murmur Ketsu. Deseaba que cerraran la shoji, pero no se
atreva a pedirlo porque Musashi pareca estar disfrutando
de los ciruelos en flor. Ketsu tambin contempl el paisaje
. Veo que hay nubes sobre el monte Hiei observ.
Supongo que proceden del norte. No tienes fro?
La verdad es que no respondi Musashi con
sinceridad, ignorando serenamente la indirecta de su
compaero.
Un sirviente trajo una palmatoria, y Ketsu aprovech
la oportunidad para cerrar el shoji. Musashi repar en que
la atmsfera de la vivienda era apacible y cordial. Se relaj
y, mientras escuchaba las voces joviales procedentes del
interior de la casa, se sinti sorprendido por la absoluta
falta de ostentacin. Era como si el decorado y el entorno
hubieran sido simplificados ex profeso al mximo posible.
No le costaba nada imaginarse en la sala de invitados de una
espaciosa granja en el campo.
Haiya Shy entr en la sala.
Perdonad por la larga espera les dijo. Su voz,
abierta, amistosa, juvenil, era todo lo contrario de la lenta y
suave enunciacin de Ketsu. Delgado como una grulla, era
quiz diez aos mayor que su amigo, pero mucho ms
jovial. Cuando Ketsu le explic quin era Musashi,
coment: Ah, entonces eres sobrino de Matsuo
Kaname? Le conozco muy bien.
Musashi pens que Shy deba de haber conocido a su
to a travs de la noble casa de Konoe. Empez a
comprender que existan estrechos vnculos entre los ricos
mercaderes y los cortesanos palaciegos.
Dicho esto, el viejo y enrgico mercader aadi:
Vmonos ya. Tena intencin de ir mientras hubiera
luz, y as habramos podido dar un paseo, pero como ya
est oscuro, creo que debemos pedir palanquines. Supongo
que este joven nos acompaar.
Llamaron a los palanquines y los tres hombres se
pusieron en camino, Shy y Ketsu delante, Musashi
detrs de ellos. Era la primera vez que viajaba en uno de
aquellos vehculos.
Cuando llegaron a los terrenos de equitacin de Yanagi,
los porteadores ya exhalaban vapor.
Qu fro hace se quej uno.
El viento es cortante, verdad?
Y estamos en primavera!
El viento agitaba los tres faroles, haciendo oscilar sus
luces. Los negros nubarrones sobre la ciudad amenazaban
con un tiempo todava peor antes de que terminara la
noche. Ms all del campo de equitacin, las luces de la
ciudad brillaban con un deslumbrante esplendor. Musashi
tuvo la impresin de un gran enjambre de lucirnagas que
brillaran alegremente bajo la fra y clara brisa.
Musashi! le llam Ketsu desde el palanqun del
centro. Mira, hacia ah nos dirigimos. Es toda una
experiencia para vivirla tan de repente, no es cierto?
Le explic que hasta tres aos atrs el distrito
autorizado se encontraba en la avenida Nij, cerca del
palacio, y que el magistrado, Itakura Katsushige, hizo que
lo trasladaran, porque le molestaban las canciones y el ruido
de las francachelas nocturnas. El distrito medraba en su
conjunto y todas las modas nuevas se originaban entre
aquellas hileras de luces.
Casi podra decirse que ah se ha creado toda una
cultura nueva. Hizo una pausa, escuch atentamente un
momento y aadi: Lo oyes, verdad? Oyes el sonido
de instrumentos de cuerda y canciones?
Era una msica que Musashi nunca haba odo hasta
entonces.
Los instrumentos son shamisen, una versin
mejorada del instrumento de tres cuerdas procedente de las
islas Ryukyu. Han compuesto una gran cantidad de
canciones para ellos, ah mismo, en el barrio, y luego se han
difundido entre la gente. Eso puede darte una idea de la
influencia que ejerce el distrito, y por qu es necesario
mantener ciertas normas de decencia, aun cuando est
bastante separado del resto de la ciudad.
Entraron en una de las calles. La brillante luz de
innumerables lmparas y faroles que colgaban de los sauces
se reflejaba en los ojos de Musashi. El distrito haba
conservado su antiguo nombre cuando fue trasladado:
Yanagimachi, la Ciudad de los Sauces, pues esa clase de
rboles haban sido asociados desde antiguo con la bebida y
la frivolidad.
Ketsu y Shy eran bien conocidos en el
establecimiento donde entraron. Los saludos fueron serviles
aunque jocosos, y pronto result evidente que all
utilizaban apodos, nombres juguetones, por as decirlo.
A Ketsu le conocan como Mizuochisama, el seor Agua
que cae, debido a los arroyos que atravesaban su finca, y
Shy era Funabashisama, el seor Puente del barco,
porque en las proximidades de su casa haba un puente de
pontones.
Si Musashi llegaba a convertirse en un asiduo,
ciertamente no tardara en adquirir un sobrenombre, pues en
aquel mundo de ilusiones pocos utilizaban sus nombres
reales. Hayashiya Yojibei era slo el seudnimo del
propietario de la casa que visitaban, pero casi todo el
mundo le llamaba giya, que era el nombre del
establecimiento. Junto con la Kikyya, era una de las casas
ms afamadas del distrito, de hecho las dos nicas con la
reputacin de ser absolutamente de primera clase. La
belleza reinante en la giya era Yoshino Day, y su colega
en la Kikyya se llamaba Murogimi Day. Ambas damas
gozaban de una fama en la ciudad tan slo igualada por la
del ms grande daimy.
Aunque Musashi se afanaba por no quedarse
boquiabierto, estaba asombrado por la elegancia de su
entorno, que se aproximaba a la de los palacios ms
opulentos. Los techos reticulares, los travesaos que
formaban un enrejado y estaban primorosamente tallados,
las barandillas exquisitamente curvadas, los jardines
interiores cuidados con minuciosidad..., todo era una fiesta
para la vista. Absorto en una pintura o en el panel de
madera de una puerta, Musashi no se dio cuenta de que sus
compaeros haban seguido adelante, hasta que Ketsu
regres en su busca.
La luz de las lmparas transform en un lquido
brumoso las puertas plateadas de la habitacin en la que
entraron. Uno de los lados daba a un jardn al estilo de
Kobori Ensh, con arena bien rastrillada y una disposicin
de rocas que sugera un paisaje montaoso chino, como el
que podra verse en una pintura de la dinasta Sung.
Quejndose del fro, Shy se sent en un cojn y junt
los hombros. Ketsu tambin tom asiento e invit a
Musashi a que hiciera lo mismo. Pronto llegaron sirvientas
con sake caliente.
Al ver que la taza que haba ofrecido a Musashi ya
estaba fra, Shy se mostr insistente.
Bebe, muchacho le dijo, y toma una taza
caliente.
Tras haber repetido dos o tres veces estas palabras, los
modales de Shy empezaron a bordear la rudeza.
Kobosatsu! grit a una de las sirvientas. Hazle
beber! Eh, Musashi! Qu te ocurre? Por qu no bebes?
Lo estoy haciendo protest Musashi.
El viejo ya estaba un poco achispado.
Pues no lo haces muy bien. No tienes bro!
No soy un gran bebedor.
Lo que quieres decir es que no eres un espadachn
fuerte, no es cierto?
Tal vez eso es cierto respondi Musashi
suavemente, tomndose a risa el insulto.
Si te preocupa que beber obstaculice tus estudios, o
te haga perder el equilibrio, o debilite tu fuerza de voluntad,
o te impida labrarte un nombre, entonces es que no tienes el
coraje necesario para ser un luchador.
Oh, no se trata de eso. Slo hay un pequeo
problema.
Cul es?
La bebida me da sueo.
Bueno, puedes dormir aqu o en cualquier otra
habitacin de esta casa. A nadie le importar. Se volvi a
las muchachas y dijo: El joven teme amodorrarse si bebe.
Si se queda dormido, llevadle a la cama!
Oh, lo haremos con mucho gusto! corearon las
chicas, sonriendo con coquetera.
Si se va a la cama, alguien tendr que mantenerle
caliente. Quin podra ser, Ketsu?
S, en efecto, quin podra ser? dijo Ketsu
evasivamente.
No puede ser Sumigiku Day, porque es mi
mujercita. Y en cuanto a ti, no querras que fuese
Kobosatsu Day. Luego est Karakoto Day... Humm, no
servir, es demasiado difcil congeniar con ella.
No va a presentarse Yoshino Day? inquiri
Ketsu.
Eso es! Ella es la idnea! Hasta nuestro renuente
invitado sera feliz con ella. Me extraa que todava no est
aqu. Que vaya alguien a llamarla. Quiero mostrrsela a
nuestro joven samurai.
Sumigiku puso objeciones.
Yoshino no es como el resto de nosotras. Tiene
muchos clientes y no est a la entera disposicin de
cualquiera que la llame.
Claro que vendr... Lo har por m! Dile que estoy
aqu y que venga, no importa con quin se encuentre. Ve a
llamarla!
Shy se levant, mir a su alrededor y llam a las
muchachas que acompaaban a las cortesanas y estaban
tocando msica en la habitacin contigua:
Est Rin'ya ah?
La misma Rin'ya le respondi.
Ven aqu un momento. Eres t quien atiende a
Yoshino Day, no es cierto? Por qu no est aqu? Dile
que ha venido Funabashi y que debe presentarse en seguida.
Si la traes contigo, te har un regalo.
Un tanto perpleja, Rin'ya se qued mirndole con los
ojos muy abiertos, pero al cabo de un momento asinti. Ya
mostraba signos de que llegara a ser una gran belleza, y era
casi seguro que en la prxima generacin sera la sucesora de
la famosa Yoshino. Pero slo tena once aos. Apenas haba
salido al pasillo y cerrado la puerta corredera, cuando bati
palmas y llam a voz en grito:
Uneme, Tamami, Itonosuke! Mirad afuera!
Las tres muchachas salieron corriendo y empezaron a
palmotear y chillar alegremente, encantadas al ver la nieve
que haba empezado a caer.
Los hombres se asomaron para ver a qu obedeca
aquella conmocin y, excepto a Shy, les divirti ver a las
jvenes asistentas charlando excitadamente sobre si la nieve
cuajara y el suelo estara blanco por la maana. Rin'ya, ya
olvidada su misin, sali al jardn para jugar con la nieve.
Impaciente, Shy envi a una de las cortesanas en
busca de Yoshino Day.
Cuando la mujer regres, le susurr al odo:
Yoshino ha dicho que estara encantada de reunirse
contigo, pero su visitante no se lo permitira.
No se lo permitira! Eso es ridculo! Hay aqu otras
mujeres que pueden verse obligadas a obedecer la voluntad
de sus clientes, pero Yoshino puede hacer lo que le plazca.
O acaso ltimamente se deja comprar por dinero?
Oh, no! Pero el visitante con quien se encuentra esta
noche es especialmente testarudo. Cada vez que ella le dice
que le gustara marcharse, l insiste con obstinacin en que
se quede.
Humm. Supongo que nunca ninguno de sus clientes
desea que se marche. Quin est con ella esta noche?
El seor Karasumaru.
El seor Karasumaru? repiti Shy con una
sonrisa irnica. Est solo?
No.
Est con alguno de sus compinches habituales?
S.
Shy se dio una palmada en la rodilla.
Esto podra resultar interesante. La nieve es buena, el
sake es bueno y slo que tuviramos aqu a Yoshino todo
sera perfecto. Ketsu, escribamos una carta a su seora.
Oye, joven dama, treme una piedra de tinta y un pincel.
Cuando la muchacha dispuso los materiales de escritura
ante Ketsu, ste pregunt:
Qu voy a escribir?
Un poema estara muy bien. La prosa podra pasar,
pero el verso sera mejor. El seor Karasumaru es uno de
nuestros ms celebrados poetas.
No s muy bien cmo hacerlo. Veamos, se trata de un
poema para persuadirle de que nos ceda a Yoshino, no es
eso?
Exactamente.
Si no es un buen poema, no le har cambiar de idea, y
los buenos poemas no pueden escribirse fcilmente en un
abrir y cerrar de ojos. Por qu no escribes t los primeros
versos y yo har los siguientes?
Humm. Veamos lo que podemos hacer.
Shy tom el pincel y escribi:
Hasta nuestra humilde choza
permite que venga un solo cerezo,
un rbol de Yoshino.
[6]
Hasta aqu est muy bien coment Ketsu, y
escribi:
Las flores tiemblan de fro
en las nubes por encima de las cumbres.
Shy estaba inmensamente satisfecho.
Maravilloso dijo. Esto tiene que arreglar las
cosas con su seora y sus nobles compaeros, la gente
por encima de las nubes. Dobl pulcramente el papel y
se lo entreg a Sumigiku, dicindole con seriedad: Las
dems muchachas no parecen tener la dignidad que t
posees, y por eso te nombro mi enviada al seor Kangan. Si
no me equivoco, tal es el nombre por el que se le conoce en
este lugar.
El apodo, que significaba altanero risco montaoso,
era una referencia a la eminente categora social del seor
Karasumaru.
Sumigiku no tard en regresar.
Aceptad la respuesta del seor Kangan, por favor
les dijo, depositando con reverencia una caja de cartas
primorosamente forjada ante Shy y Ketsu. Ambos
miraron la caja, que implicaba formalidad, y luego
intercambiaron sus miradas. Lo que haba comenzado como
una pequea broma estaba adquiriendo unos visos ms
serios.
Caramba! dijo Shy. La prxima vez debemos
tener ms cuidado. Esto debe de haberles sorprendido. Sin
duda no saban que estaramos aqu esta noche.
Confiando todava en sacar el mejor partido del
intercambio, Shy abri la caja y desdobl la carta.
Consternado, no vio ms que una hoja de papel color crema
en la que no haba una sola palabra escrita.
Pensando que deba de habrsele cado algo, mir a su
alrededor, en busca de una segunda hoja, y luego mir de
nuevo la caja.
Qu significa esto, Sumigiku?
No tengo la menor idea. El seor Kangan me dio la
caja y dijo que os la entregara.
Acaso trata de burlarse de nosotros? O era nuestro
poema demasiado inteligente para l y est alzando la
bandera blanca de la rendicin?
Shy sola interpretar las cosas de manera que se
adaptaran a su conveniencia, pero esta vez pareca inseguro.
Tendi el papel a Ketsu y le pregunt:
Qu sacas en claro?
Creo que pretende que lo leamos.
Que leamos una hoja de papel en blanco?
Creo que puede ser interpretada de alguna manera.
Ah, s? Cul podra ser su significado?
Ketsu se qued un momento pensativo. La nieve...,
la nieve lo cubre todo.
Humm. Tal vez tengas razn.
Como respuesta a nuestra peticin de un cerezo de
Yoshino, podra significar:
Si contemplas la nieve
y llenas tu taza de sake,
incluso sin flores...
En otras palabras, nos est diciendo que, como esta
noche nieva, deberamos olvidarnos del amor, abrir las
puertas y admirar la nieve mientras bebemos. O, por lo
menos, sa es mi impresin.
Qu irritante! exclam Shy, disgustado. No
tengo intencin de beber de una manera tan inhumana, y
tampoco voy a quedarme sentado aqu en silencio. De uno
u otro modo, trasplantaremos el rbol de Yoshino a nuestra
habitacin y admiraremos sus flores.
Ahora excitado, se humedeci los labios con la lengua.
Ketsu le sigui la corriente, confiando en que se
sosegara, pero Shy no dejaba de acuciar a las muchachas
para que trajeran a Yoshino, y durante largo tiempo se neg
a cambiar de tema. Aunque su insistencia no aseguraba la
satisfaccin de su deseo, finalmente result cmica, y las
muchachas se desternillaron de risa.
Musashi abandon discretamente su asiento. Haba
elegido el momento oportuno, pues nadie repar en su
salida.
Reverberaciones en la nieve
Musashi deambul por los numerosos corredores, evitando
las salas delanteras brillantemente iluminadas. Encontr una
habitacin oscura que contena ropas de cama y otra llena
de herramientas y utensilios. Las paredes parecan exudar
un tufo de comida cocinada, pero aun as no dio con la
cocina.
Sali una asistenta de una habitacin y extendi los
brazos para impedirle el paso.
Seor, los huspedes no tienen que venir aqu le
dijo con firmeza, sin un pice del encanto infantil que
podra haber mostrado en las habitaciones de los
huspedes.
Cmo? No debera estar aqu?
Por supuesto que no! Le empuj hacia la parte
delantera de la casa y ella misma avanz en la misma
direccin.
No eres la chica que se cay en la nieve hace un
rato? Rin'ya, verdad?
S, soy Rin'ya. Supongo que te has extraviado cuando
tratabas de encontrar el excusado. Te ensear dnde est.
Le cogi de la mano y tir de l.
No se trata de eso, no estoy bebido. Me gustara que
me hicieras un favor. Llvame a una habitacin vaca y
treme algo de comer.
Comida? Si eso es lo que deseas, te llevar a la sala
delantera.
No, ah no. Todo el mundo se lo est pasando bien y
no quieren que les recuerden la cena todava.
Rin'ya lade la cabeza.
Puede que tengas razn. Te traer algo. Qu te
apetece?
Nada especial. Bastar con dos bolas grandes de
arroz.
La muchacha regres poco despus con las bolas de
arroz y se las sirvi en una habitacin sin luz.
Cuando hubo terminado, Musashi le dijo:
Supongo que puedo salir de la casa a travs del jardn
interior.
Sin esperar respuesta, se levant y dirigi a la terraza.
Adonde vas, seor?
No te preocupes, volver pronto.
Por qu te marchas por la parte trasera?
La gente se quejara si saliera por delante. Y si mis
anfitriones me vieran, les molestara y dara al traste con su
diversin.
Te abrir la puerta, pero no dejes de volver en
seguida. Si no lo haces, me echarn la culpa.
Comprendo. Si el seor Mizuochi preguntara por m,
dile que he ido a la vecindad del Rengein para ver a un
conocido y que tengo intencin de regresar cuanto antes.
Debes volver pronto. Tu compaera de esta noche
ser Yoshino Day. Abri la puerta plegable de madera,
cargada de nieve, y le dej salir.
Delante mismo de la entrada principal al barrio de
placer haba una casa de t llamada Amigasa-jaya. Musashi
hizo un alto all para pedir un par de sandalias de paja, pero
no tenan. Como el nombre implicaba, el principal negocio
del establecimiento era la venta de grandes sombreros de
junco a los hombres que deseaban ocultar su identidad
cuando entraban en el barrio. Tras enviar a la dependienta a
comprarle unas sandalias, se sent en el borde de un
taburete y tens su obi y el cordn que estaba debajo. Se
quit el amplio manto, lo dobl pulcramente, pidi recado
de escribir y escribi una breve nota, la dobl y desliz en
la manga del manto. Entonces llam al anciano que estaba
acuclillado delante del fuego, en la trastienda, y que pareca
ser el propietario.
Podras guardarme este manto? Si no estoy de
regreso hacia las once, te ruego que lo lleves a la giya y se
lo entregues a un hombre llamado Ketsu. Hay una carta
para l dentro de la manga.
El hombre respondi que le ayudara gustosamente y,
cuando Musashi le pregunt la hora, le dijo que eran slo
las siete, pues el vigilante acababa de pasar por delante
anuncindolo.
Cuando la dependienta regres con las sandalias,
Musashi examin las correas para asegurarse de que el
trenzado no estaba demasiado tenso, y entonces se las at
sobre sus calcetines de cuero. Le dio al dueo de la tienda
ms dinero del necesario, eligi un sombrero de juncos
nuevo y sali. En lugar de atarse el sombrero bajo el
mentn, lo sostuvo sobre la cabeza para evitar la nieve, que
caa en copos ms suaves que las flores de cerezo.
A lo largo de la orilla del ro, en la avenida Shij, brillaban
las luces, pero al este, en los bosques de Gion, la oscuridad
slo estaba interrumpida por las luces de unas pocas farolas
de piedra diseminadas. De vez en cuando rompa el
profundo silencio el ruido de la nieve que se deslizaba de
una rama.
Delante del portal de un templo se haban congregado
unos veinte hombres, que estaban arrodillados y rezaban de
cara a los edificios desiertos. Las campanas de los templos
en las colinas cercanas acababan de tocar cinco veces,
sealando la octava hora. Aquella noche, en especial, el
sonido fuerte y claro de las campanas pareca llegar hasta
las entraas de quienes lo oan.
Basta de rezos dijo Denshichir. Vmonos ya.
Cuando se pusieron en marcha, uno de los hombres
pregunt a Denshichir si las correas de sus sandalias
estaban bien.
En una noche helada como sta, si estn demasiado
tensas se rompern.
Estn bien. Cuando hace fro, lo nico que se puede
hacer es usar cordones de tela. Ser mejor que lo recordis.
Denshichir haba completado sus preparativos de
combate en el santuario, desde la cinta para la cabeza hasta
la correa de cuero en la manga. Rodeado por sus partidarios
de aspecto torvo, caminaba a zancadas por la nieve,
aspirando hondo y exhalando nubculas de vapor.
El desafo entregado a Musashi especificaba la zona
detrs del Rengein a las nueve en punto. Temiendo, o
aparentando temer, que si daban a Musashi algo ms de
tiempo podra huir y no regresar jams, los hombres de
Yoshioka haban decidido actuar con rapidez. Hysuke
haba permanecido en las proximidades de la casa de Shy,
pero haba enviado a sus dos camaradas para que
informaran de la situacin.
Cuando se acercaban al Rengein, vieron una hoguera a
poca distancia de la parte trasera del templo.
Quin est ah? pregunt Denshichir.
Probablemente son Ryhei y Jrzaemon.
Tambin ellos estn aqu? replic Denshichir
con cierta irritacin. Hay demasiados de los nuestros. No
quiero que corra la especie de que Musashi perdi slo
porque le atac una gran fuerza.
Cuando llegue el momento, nos iremos.
El edificio principal del templo, el Sanjsangend,
estaba sostenido por treinta y tres columnas. Detrs haba
un gran espacio abierto ideal para la prctica del tiro al arco
y utilizado desde antiguo con ese fin. Esta asociacin con
una de las artes marciales era lo que haba inducido a
Denshichir a elegir el Rengein para su encuentro con
Musashi. La eleccin satisfizo a sus hombres. Haba
algunos pinos, suficientes para evitar que el terreno
estuviera yermo pero no haba maleza ni juncos que se
interpusieran entre los combatientes.
Ryhei y Jrzaemon se levantaron para saludar a
Denshichir, y el primero dijo:
Imagino que has pasado fro por el camino. An
queda bastante tiempo. Toma asiento y calintate.
Denshichir se sent en silencio en el lugar que Ryhei
haba dejado libre. Extendi las manos por encima de las
llamas e hizo crujir los nudillos, un dedo tras otro.
Supongo que he llegado demasiado pronto dijo. Su
cara, calentada por el fuego, ya tena una expresin
sanguinaria. Frunci el ceo y pregunt: No hemos
pasado ante una casa de t por el camino?
S, pero estaba cerrada.
Uno de vosotros que vaya a buscar sake. Si llama con
suficiente insistencia le abrirn.
Ahora vas a tomar sake?
S, ahora. Tengo fro.
Denshichir se acerc ms al fuego y se puso en
cuclillas. Daba la impresin de que iba a abrazar las llamas.
Como nadie poda recordar una hora, por la maana, la
tarde o la noche, en que se hubiera presentado en el dj sin
oler a alcohol, su aficin a beber haba llegado a ser aceptada
como algo natural. Aunque estaba en juego el destino de la
escuela Yoshioka, uno de los hombres coment a media voz
que sera mejor para l que se calentara internamente con un
poco de sake antes que blandir la espada con los brazos y
las piernas ateridos. Otro seal que sera arriesgado
desobedecerle, incluso por su propio bien, y un par de
hombres corrieron a la casa de t. Regresaron con el sake
muy caliente.
Estupendo! exclam Denshichir. ste es mi
mejor amigo y aliado.
Le observaron nerviosamente mientras beba, rezando
para que no consumiera ms de lo habitual. Sin embargo,
Denshichir bebi bastante menos de lo que sola. A pesar
de su aparente despreocupacin, saba bien que iba a
arriesgar su vida.
Escucha! Podra ser Musashi?
Todos aguzaron el odo.
Mientras los hombres que estaban alrededor del fuego
se levantaban rpidamente, una figura oscura dobl la
esquina del edificio. Agit una mano y grit:
No os preocupis, soy yo.
Aunque vesta con elegancia, con el hakama
arremangado para que no le estorbara al correr, no poda
disimular su edad. Su espalda encorvada tena la forma de
un arco. Cuando los hombres pudieron verle con ms
claridad, se dijeron unos a otros que slo era el viejo de
Mibu, y la excitacin desapareci. El anciano era Yoshioka
Genzaemon, hermano de Kemp y to de Denshichir.
Pero si es el to Gen! exclam Denshichir.
Qu te trae por aqu?
No se le haba ocurrido pensar que a su to pudiera
parecerle que su ayuda sera necesaria aquella noche.
Ah, Denshichir, realmente llevas a su trmino este
asunto dijo Genzaemon. Es un alivio encontrarte aqu.
Tena intencin de discutirlo contigo primero, pero...
Discutirlo? Qu hay que discutir? El nombre de
Yoshioka ha sido arrastrado por el fango, tu hermano ha
sido convertido en un invlido! Si no hubieras emprendido
ninguna accin, me habras tenido a m para responder!
No tienes que preocuparte por nada. No soy un
hombre irresoluto como mi hermano.
Te tomo la palabra, y s que ganars, pero me
pareci mejor venir y darte nimos. He venido corriendo
desde Mibu. Djame que te advierta, Denshichir: por lo
que he odo decir, no debes tomar muy a la ligera a ese
adversario.
Lo s.
No te apresures demasiado por ganar. Ten calma,
djalo al arbitrio de los dioses. Si la suerte te es adversa y
mueres, yo me ocupar de tu cuerpo.
Ja, ja, ja! Vamos, to Gen, calintate junto al fuego.
El anciano bebi en silencio una taza de sake, y luego se
dirigi a los dems en tono de reproche:
Qu estis haciendo aqu? Supongo que no
pretenderis apoyarle con vuestras espadas, no es cierto?
ste es un combate entre dos espadachines, y parece una
cobarda tener alrededor tantos seguidores. Ya casi es la
hora. Venid conmigo todos vosotros. Nos alejaremos lo
suficiente para que no parezca que estamos planeando un
ataque masivo.
Los hombres hicieron lo que les ordenaban, dejando a
Denshichir solo. ste se sent cerca del fuego, pensando:
Cuando o las campanas eran las ocho. Ahora deben de ser
las nueve. Musashi se retrasa.
El nico rastro de sus discpulos eran sus negras
pisadas en la nieve, y el nico sonido el crepitar de los
carmbanos que se desprendan de los aleros del templo. La
rama de un rbol se rompi bajo el peso de la nieve. Cada
vez que algo rompa el silencio, los ojos de Denshichir se
movan como los de un halcn.
Y como un halcn, apareci un hombre que avanzaba
hundiendo los pies en la nieve.
Nervioso y jadeante, Hysuke dijo entre dientes:
Ya viene.
Denshichir se haba enterado del mensaje antes de orlo
y ya estaba en pie.
Ya viene? repiti como un loro, pero sus pies
pisoteaban automticamente las ltimas brasas del fuego.
Hysuke le inform de que Musashi se haba tomado
su tiempo al salir de la giya, como si le tuviera sin cuidado
la fuerte nevada.
Hace unos minutos subi los escalones de piedra del
santuario de Gion. Tom una calle lateral para venir lo ms
rpido posible, pero aunque l caminara despacio, no poda
estar muy alejado de m. Espero que ests preparado.
Humm, lo estoy... Vete de aqu, Hysuke.
Dnde estn los dems?
No lo s, pero no quiero que ests aqu. Me pones
nervioso.
S, seor.
El tono de Hysuke era de obediencia, pero no quera
marcharse y tom la determinacin de no hacerlo. Despus
de que Denshichir hubiera pisoteado el fuego,
extinguindolo en la nieve a medio derretir, y se volviera
con un temblor de excitacin hacia el patio, Hysuke se
agach bajo el suelo elevado del templo y permaneci en
cuclillas en la oscuridad. Aunque no haba notado el viento
en el espacio abierto, all, bajo el edificio, le azotaba
glidamente. Helado hasta el tutano, se abraz las rodillas
y trat de engaarse pensando que el castaeteo de sus
dientes y los escalofros que recorran su espina dorsal slo
se deban al fro y no tenan nada que ver con su temor.
Denshichir recorri un centenar de pasos desde el
templo y adopt una postura firme, apoyando un pie en la
raz de un alto pino. Esper all a su adversario con
inequvoca impaciencia. El calor del sake se haba disipado
rpidamente, y notaba la mordedura del fro en su carne.
Que estaba perdiendo la paciencia era evidente incluso para
Hysuke, el cual poda ver el patio con tanta claridad como
si fuese pleno da.
Un montn de nieve cay como una cascada desde una
rama. Denshichir se sobresalt, pero Musashi segua sin
aparecer.
Finalmente, incapaz de seguir sentado en silencio,
Hysuke sali de su escondite y grit:
Qu le ha pasado a Musashi?
Todava ests aqu? le pregunt Denshichir,
encolerizado, pero estaba tan irritado como Hysuke y no
le orden que se marchara.
Por tcito acuerdo mutuo, los dos caminaron uno hacia
el otro. Se quedaron all en pie, mirando en todas
direcciones, cada uno repitiendo de vez en cuando que no le
vea. Y cada vez su tono era ms airado y ms suspicaz.
Ese bastardo... ha huido! exclam Denshichir.
No es posible insisti Hysuke, y recapitul de
nuevo cuanto haba visto y por qu estaba seguro de que
Musashi acabara por presentarse.
Denshichir le interrumpi.
Qu es eso? inquiri, mirando rpidamente hacia
un extremo del templo.
Una vela de llama temblorosa sala del edificio de la
cocina detrs de la larga sala. Estaba claro que la sostena un
sacerdote, pero no podan distinguir la vaga figura que
estaba tras l.
Dos sombras y la pequea llama, al atravesar el portal
entre la cocina y el edificio principal, ascendieron por la
larga terraza del Sanjsangend.
El sacerdote deca en voz baja:
Aqu todo est cerrado de noche, por lo que no
puedo decirte nada. Esta noche haba unos samurais
calentndose en el patio. Puede que sean las personas por
las que preguntas, pero, como puedes ver, ya se han ido.
Siento haberte molestado cuando dormas le dijo el
otro hombre. Ah, no hay dos hombres bajo ese rbol?
Tal vez son ellos quienes dijeron que me esperaran aqu.
Bueno, no cuesta nada preguntrselo para salir de
dudas.
As lo har. Ya puedo orientarme solo, as que, por
favor, no te molestes ms y regresa a tu habitacin.
Vas a reunirte con tus amigos para gozar
contemplando la nieve?
Algo por el estilo dijo el otro hombre, riendo
levemente.
El sacerdote apag la vela y dijo:
Supongo que no es necesario que te lo diga, pero si
enciendes un fuego cerca del templo, como han hecho antes
esos hombres, te ruego que tengas cuidado y lo apagues
cuando te marches.
As lo har, descuida.
Muy bien, entonces. Disclpame, por favor.
El sacerdote cruz de nuevo el portal y lo cerr. El
hombre que estaba en la terraza permaneci inmvil un
rato, mirando fijamente a Denshichir.
Quin es, Hysuke?
No lo s, pero ha salido de la cocina.
No parece pertenecer al templo.
Los dos hombres caminaron unos veinte pasos en
direccin al edificio. El recin llegado se aproxim al centro
de la terraza, se detuvo y at la manga. Los hombres que
estaban en el patio se acercaron sin darse cuenta lo
suficiente para ver eso, pero entonces sus pies se negaron a
seguir adelante.
Al cabo de un breve intervalo, Denshichir grit:
Musashi!
Saba muy bien que aquel hombre, a varios pies por
encima de l, se hallaba en una posicin muy ventajosa. No
slo estaba perfectamente seguro por la retaguardia, sino
que cualquiera que le atacase tanto por la derecha como por
la izquierda primero tendra que subir hasta su nivel. De
esta manera se encontraba libre para dedicar toda su
atencin al enemigo que tena ante l.
Detrs de Denshichir haba terreno abierto, nieve y
viento. Estaba seguro de que Musashi no traera compaa,
pero no poda hacer caso omiso del amplio espacio que
tena a sus espaldas. Hizo un movimiento, como si
sacudiera algo de su kimono, y apremi a Hysuke:
Vete de aqu!
Hysuke se dirigi al extremo del patio.
Ests preparado? pregunt Musashi, en un tono
sereno pero incisivo que cay como agua helada sobre la
febril excitacin de su contrario.
Entonces Denshichir vio bien por primera vez a
Musashi. As que ste es el bastardo!, pens. Su odio
no tena lmites, le guardaba rencor por haber mutilado a su
hermano, se senta irritado porque la gente corriente le
comparaba con Musashi y senta un profundo desprecio
hacia el que consideraba un advenedizo rural que se haca
pasar por samurai.
Quin eres t para preguntarme si estoy preparado?
Hace mucho que han pasado las nueve!
Dije que estara aqu exactamente a las nueve?
No vengas con excusas! Llevo largo tiempo
esperando. Como puedes ver, estoy perfectamente
preparado. Ahora baja de ah!
No subestimaba a su contrario hasta el punto de
atreverse a atacarle desde la posicin en que se hallaba.
Dentro de un momento respondi Musashi con
una risa ligera.
Exista una diferencia entre la idea que tena Musashi de
la preparacin y la de su contrario. Aunque estaba
fsicamente preparado, Denshichir slo haba empezado a
dominarse espiritualmente, mientras que Musashi haba
iniciado la lucha mucho antes de presentarse ante su
enemigo. Para l, el combate entraba ahora en su fase
segunda y central. En el santuario de Gion haba visto las
huellas de pisadas en la nieve, y en aquel momento se haba
despertado su instinto de lucha. Sabiendo que la sombra del
hombre que le segua ya no estaba all, haba cruzado
audazmente el umbral del Rengein, encaminndose en
derechura a la cocina. Tras despertar al sacerdote, entabl
conversacin con l, interrogndole sutilmente sobre lo que
haba sucedido all poco antes. Sin preocuparse porque se
estaba retrasando un poco, haba tomado t y se haba
calentado. Cuando se present ante su adversario lo hizo de
manera brusca y desde la seguridad relativa de la terraza.
Llevaba la iniciativa.
Su segunda oportunidad fue el intento de Denshichir
de hacerle salir de all. Una manera de luchar sera acceder a
lo que le peda, mientras que la otra sera ignorarlo y buscar
por su cuenta la mejor posicin. La cautela era necesaria,
pues en un caso como aqul la victoria era como la luna
reflejada en un lago. Si uno salta hacia ella impulsivamente,
podra ahogarse.
La exasperacin de Denshichir no conoca lmites.
No slo llegas tarde, sino que no ests preparado
le grit. Y aqu no estoy en una posicin adecuada.
Sin abandonar su serenidad absoluta, Musashi replic:
Ya voy. Es slo un minuto.
Denshichir saba bien que la clera poda resultar en
derrota, pero ante el esfuerzo deliberado de su contrario por
irritarle, era incapaz de dominar sus emociones. Perdi de
vista las lecciones de estrategia que haba aprendido.
Baja! grit. Aqu, al patio! Basta de trucos y
lucha con bravura! Soy Yoshioka Denshichir! Y slo
siento desprecio por las tcticas improvisadas o los ataques
cobardes. Si tienes miedo antes de que empiece el
encuentro, no ests cualificado para luchar conmigo. Baja
de ah!
Musashi sonri.
Yoshioka Denshichir, eh? Qu he de temer de ti?
Te cort por la mitad la primavera del ao pasado, de modo
que si esta noche vuelvo a hacerlo ser tan slo una
repeticin de lo que ya hice.
De qu ests hablando? Dnde? Cundo?
Fue en Koyagy, en Yamato.
Yamato?
En el bao de la posada Wataya, para ser exacto.
Estabas all?
En efecto. Ambos estbamos desnudos, por
supuesto, pero calcul con la mirada si podra golpearte o
no. Y con los ojos te di un tajo en aquel mismo momento,
de una manera bastante esplndida, modestia aparte.
Probablemente no lo notaste, porque no quedaron cicatrices
en tu cuerpo, pero te derrot, de ello no hay duda. Puede
que otros estn dispuestos a or cmo te jactas de tu
habilidad de espadachn, pero de m no conseguirs ms que
risas.
Senta curiosidad por saber cmo hablabas y ahora lo
s: como un idiota. Pero tu chchara me intriga. Baja de ah
y abrir tus ojos engredos!
Qu arma tienes? Espada de acero o de madera?
Por qu lo preguntas cuando t no tienes una espada
de madera? Has venido aqu esperando usar una espada de
acero, no es cierto?
As es, pero he pensado que si queras usar una
espada de madera, cogera la tuya y luchara con ella.
No tengo espada de madera, estpido! Basta de
charla. Lucha!
Preparado?
No!
Los talones de Denshichir trazaron una negra lnea
inclinada de unos nueve pies de longitud, haciendo lugar
para que Musashi aterrizara. ste se apresur a recorrer
lateralmente veinte o treinta pies a lo largo de la terraza
antes de saltar al suelo. Entonces, cuando se haban movido,
con las espadas envainadas, mirndose el uno al otro
cautamente, a unos doscientos pies del templo, Denshichir
perdi la cabeza. Desenvain bruscamente y gir. Su
espada era larga, del tamao apropiado a la envergadura de
su cuerpo. Haciendo tan slo un leve sonido silbante, cort
el aire con una asombrosa ligereza, directamente en el lugar
donde Musashi haba estado en pie.
Musashi fue ms rpido que la espada, e incluso ms
rpido fue el deslizamiento de la hoja destellante fuera de su
propia vaina. Pareca como si ambos contendientes
estuvieran demasiado cerca para que salieran indemnes,
pero despus de que danzara un momento la luz reflejada
de las espadas, retrocedieron.
Transcurrieron varios minutos tensos. Los dos
combatientes permanecan silenciosos e inmviles, las
espadas detenidas en el aire, cada punta dirigida hacia la
otra pero separadas por una distancia de unos nueve pies.
La nieve amontonada en las cejas de Denshichir le caa
sobre las pestaas. Para quitrsela de encima, contorsion
la cara hasta que los msculos de la frente parecieron
innumerables protuberancias en movimiento. Sus ojos
saltones brillaban como las ventanas de un horno de
fundicin, y las exhalaciones de su respiracin profunda y
regular eran tan clidas e impetuosas como las de un fuelle.
La desesperacin haba invadido su pensamiento, pues
se daba cuenta de lo mala que era su posicin. Por qu
sostengo la espada al nivel de los ojos cuando siempre lo
hago por encima de la cabeza para el ataque?, se pregunt.
No pensaba en el sentido ordinario de la palabra. Su misma
sangre, que palpitaba audiblemente a travs de sus venas, se
lo deca. Pero todo su cuerpo, desde la cabeza a los dedos
de los pies, estaba concentrado en un esfuerzo por
presentar una imagen de ferocidad al enemigo.
Saba que su habilidad en la posicin a nivel de los ojos
no era descollante, y eso le irritaba. Ansiaba alzar los codos
y colocar la espada por encima de su cabeza, pero era
demasiado arriesgado. Musashi estaba atento a la
posibilidad de ese movimiento, esa fraccin de segundo en
la que sus brazos le ocultaran la visin.
Musashi tambin mantena su espada al nivel de los
ojos, con los codos relajados, flexible y capaz de moverse
en cualquier direccin. Los brazos de Denshichir,
mantenidos en una postura desacostumbrada, estaban
tensos y rgidos, y su espada insegura. La de Musashi
permaneca absolutamente inmvil.
La nieve empezaba a amontonarse sobre el delgado
borde superior del arma.
Mientras vigilaba como un halcn a su contrario, para
percibir el ms ligero movimiento de ste, Musashi cont el
nmero de veces que aspiraba y exhalaba. No slo quera
ganar, sino que deba ganar, y tena una aguda conciencia de
que volva a encontrarse en la lnea fronteriza que separaba
la vida de la muerte. Vea a Denshichir como una roca
gigantesca, una presencia abrumadora. El nombre de
Hachiman, el dios de la guerra, cruz por su mente.
Su tcnica es mejor que la ma, se dijo Musashi
sinceramente. Haba experimentado la misma sensacin de
inferioridad en el castillo de Koyagy, cuando le rodearon
los cuatro espadachines ms diestros de la escuela Yagy.
Siempre ocurra lo mismo cuando se enfrentaba a
espadachines de las escuelas ortodoxas, pues su propia
tcnica careca de forma o razn, no era, en realidad, ms
que un mtodo basado en el lema acta o muere.
Mientras miraba fijamente a Denshichir, comprenda que
el estilo que Kemp haba creado y a cuyo desarrollo
dedic su vida entera era sencillo y complejo al mismo
tiempo, estaba bien ordenado, era sistemtico y no poda
ser superado slo por medio de la fuerza bruta o el espritu.
Musashi pona sumo cuidado en no hacer ningn
movimiento innecesario. Su tctica primitiva se negaba a
entrar en juego, y le sorprenda comprobar hasta qu punto
sus brazos se rebelaban, negndose a extenderse. Lo mejor
que poda hacer era mantener una postura conservadora,
defensiva, y esperar. Sus ojos enrojecieron mientras
escrutaban en busca de una oportunidad, y rog a
Hachiman que le diera la victoria.
La creciente excitacin hizo que se le acelerase el
corazn. De haber sido un hombre ordinario, podra haberse
visto arrastrado a un torbellino de confusin y habra
sucumbido. Sin embargo, se mantuvo firme, sacudindose
de encima la sensacin de insuficiencia, como si no fuese
ms que nieve en su manga. Su capacidad para dominar esa
nueva sensacin regocijante era el resultado de haber
sobrevivido ya a varios roces con la muerte. Ahora su
espritu estaba despierto del todo, como si le hubieran
quitado un velo que tena ante sus ojos.
El silencio era absoluto. La nieve se acumulaba sobre el
cabello de Musashi y los hombros de Denshichir.
Musashi ya no vea una gran roca delante de l. l
mismo ya no exista como una persona individual. Haba
olvidado la voluntad de ganar. Vea la blancura de la nieve
que caa entre l y su adversario, y el espritu de la nieve era
tan ligero como el suyo propio. Ahora el espacio pareca
una extensin de su propio cuerpo. Se haba convertido en
el universo, o bien haba sucedido al revs. Estaba all y al
mismo tiempo no estaba.
Los pies de Denshichir avanzaron un poco hacia
adelante. En la punta de su espada, su fuerza de voluntad se
expres en un temblor que era el comienzo de un
movimiento.
Dos vidas expiraron bajo dos golpes de una sola espada.
Primero, Musashi atac hacia atrs, y la cabeza de taguro
Hysuke, o un trozo de ella, pas volando por el lado de
Musashi como una gran cereza carmes, mientras el cuerpo
se tambaleaba sin vida hacia Denshichir. El segundo grito
horrendo, el grito de ataque de Denshichir, qued
bruscamente interrumpido y su eco se diluy en el espacio
que les rodeaba. Musashi salt a tal altura que pareci
haberse impulsado desde el nivel del pecho de su
adversario. El cuerpo robusto de Denshichir retrocedi
vacilante y cay levantando una rociada de nieve.
Con su cuerpo penosamente doblado y el rostro
enterrado en la nieve, el moribundo grit:
Espera! Espera!
Musashi ya no estaba all.
Habis odo eso?
Es Denshichir!
Ha sido herido!
Las formas oscuras de Genzaemon y los discpulos de
la escuela Yoshioka atravesaron corriendo el patio como
una ola.
Mirad! Ha matado a Hysuke!
Denshichir!
Denshichir!
Pero saban que era intil llamarle, era intil pensar en
darle tratamiento mdico. Hysuke tena la cabeza cortada
lateralmente, desde la oreja derecha hasta la mitad de la
boca. Denshichir haba recibido un tajo desde la parte
superior de la cabeza hasta el carrillo derecho. Y todo en
cuestin de segundos.
Por eso..., por eso te lo advert farfull
Genzaemon. Por eso te dije que no le tomaras a la ligera.
Oh, Denshichir, Denshichir! El anciano abraz el
cuerpo de su sobrino, tratando en vano de consolarle.
Genzaemon aferraba el cadver de su sobrino, pero le
airaba ver pulular a los dems en la nieve enrojecida por la
sangre.
Qu le ha ocurrido a Musashi? pregunt a gritos.
Algunos ya haban empezado a buscarle, pero no vean
rastro de l.
No est aqu le respondi uno. En su voz anidaban
el temor y la confusin.
Ha de estar en alguna parte cerca de aqu replic
enfurecido Genzaemon. No tiene alas. Si no consigo
vengarme, jams podr levantar de nuevo la cabeza como
miembro de la familia Yoshioka. Buscadle!
Un hombre emiti un grito ahogado y seal. Los otros
retrocedieron un paso y miraron en la direccin indicada.
Es Musashi.
Musashi?
Mientras miraban la figura distante, el silencio llen el
aire. No era la serenidad que reina en un lugar de culto, sino
un silencio siniestro, diablico, como si odos, ojos y
cerebros hubieran dejado de funcionar.
Fuera quien fuese el hombre que haban visto, no se
trataba de Musashi, pues ste se hallaba en pie bajo los
aleros del edificio ms cercano. Con la mirada fija en los
hombres de Yoshioka y la espalda apretada contra la pared,
fue avanzando hasta que lleg al ngulo sudoeste del
Sanjsangend. Subi a la terraza y se arrastr, lenta y
silenciosamente, hasta el centro. Se pregunt si le atacaran.
Cuando vio que no hacan movimiento alguno en su
direccin, prosigui su camino sigilosamente hasta el lado
norte del edificio y, de un salto, desapareci en la
oscuridad.
Los elegantes
Ningn noble impdico va a pasarme por delante! Si
cree que puede librarse de m envindome una hoja de papel
en blanco, tendr que cambiar unas palabras con l. Y traer
a Yoshino conmigo, aunque slo sea para dar satisfaccin a
mi orgullo.
Dicen que no es necesario ser joven para disfrutar
haciendo travesuras. Cuando Haiya Shy estaba bebido,
no haba nada que le retuviera.
Llvame a su habitacin! orden a Sumigiku,
apoyando una mano en el hombro de la muchacha para
levantarse.
Ketsu le pidi en vano que no perdiera la compostura.
No! Voy a ver a Yoshino... En pie,
portaestandartes! Vuestro general entra en accin! Los
que tengan redaos, que me sigan!
Una caracterstica peculiar de los ebrios es que, aunque
parecen estar en peligro constante de caer o sufrir algn
percance peor, si se les deja solos normalmente resultan
ilesos. De todos modos, si nadie tomara medidas para
protegerles, ste sera un mundo realmente vaco de
sentimientos. Con todos sus aos de experiencia a cuestas,
Shy era capaz de trazar una tenue lnea entre divertirse y
entretener a los dems. Cuando le crean lo bastante bebido
para que resultara fcil manejarle, se mostraba tan difcil
como era posible, tambalendose y dando traspis hasta
que alguien acuda a rescatarle, en cuyo momento se
produca un encuentro de espritus en el lmite en que la
borrachera provoca una reaccin comprensiva.
Te caers grit Sumigiku, corriendo a sostenerle.
No seas tonta. Puede que las piernas me flaqueen un
poco, pero tengo el espritu firme!
Pareca malhumorado.
Intenta caminar solo.
La muchacha le solt y l se desplom de inmediato.
Supongo que estoy un poco cansado. Alguien tendr
que llevarme.
Durante el recorrido hasta la sala ocupada por el seor
Kangan, Shy, que pareca no enterarse de nada pero era
perfectamente consciente de todo, se tambale, se desvi,
tembl como jalea y, en general, mantuvo en vilo a sus
acompaantes desde un extremo del largo pasillo al otro.
Estaba en juego que los nobles insolentes y sosos,
como l los llamaba, monopolizaran o no a Yoshino Day.
Los grandes mercaderes, que eran tan slo plebeyos ricos,
no sentan temor ni admiracin hacia los cortesanos del
emperador. Cierto que eran celosos del rango hasta
extremos pasmosos, pero eso contaba poco porque no
tenan dinero. Si uno esparca a su alrededor suficiente oro
para que estuvieran contentos, participaba en sus elegantes
pasatiempos, no escatimaba la deferencia hacia su categora
y les permita mantener su orgullo, poda manipularlos
como marionetas. Nadie saba esto mejor que Shy.
La luz danz alegremente en la shoji de la antesala del
seor Karasumaru mientras Shy trataba de abrirla con
torpes movimientos.
Bruscamente, abrieron la puerta deslizante desde el
exterior.
Vaya, pero si es Shy! exclam Takuan Sh.
Shy abri unos ojos como platos, primero a causa de
la sorpresa y luego complacido.
Buen sacerdote farfull. Qu agradable
sorpresa! Ests aqu desde el principio?
Y t, buen seor, ests aqu desde el principio? le
imit Takuan. Rode el cuello de Shy con un brazo y los
dos hombres bebidos se abrazaron como una pareja de
amantes, juntando las mejillas.
Ests bien, viejo bergante?
S, viejo farsante, y t?
He esperado mucho verte.
Y yo a ti.
Antes de que se hubiera agotado la sensiblera sarta de
saludos, los dos se daban palmadas en la cabeza y cada uno
le lama la nariz al otro.
El seor Karasumaru, que observaba la escena en la
antesala, volvi la cabeza hacia el seor Konoe Nobutada,
sentado delante de l, y le dijo con una sonrisa sardnica:
Ja! Tal como esperaba. Ha llegado el ruidoso.
Karasumaru Mitsuhiro era todava joven, quiz no
pasaba de los treinta. Aunque no hubiera vestido su
atuendo impecable, habra tenido un aire aristocrtico, pues
era apuesto, de tez clara, con cejas espesas, labios
carmeses y ojos de expresin inteligente. Daba la
impresin de ser un hombre muy gentil, pero bajo la
superficie refinada acechaba un temperamento fuerte,
alimentado por el resentimiento acumulado contra la clase
militar. A menudo deca: Por qu en esta poca en que
slo se considera a los guerreros como seres humanos
plenos he tenido que nacer noble?.
En su opinin, la clase guerrera debera ocuparse de los
asuntos militares y nada ms, y todo joven cortesano al que
no ofendiera el actual estado de cosas era un necio. La
usurpacin del poder absoluto por parte de los guerreros
trastocaba el antiguo principio de que slo debera gobernar
la corte imperial con la ayuda de los militares. Los samurais
ya no hacan el menor intento de mantener la armona con la
nobleza, sino que lo dirigan todo y trataban a los miembros
de la corte como si fueran adornos. No slo los ornados
tocados que se permita llevar a los cortesanos carecan de
sentido, sino que las decisiones que se les permita tomar
podran haber sido tomadas por muecos.
El seor Karasumaru consideraba que era un grave error
por parte de los dioses haber hecho un noble de un hombre
como l, y, aunque estaba al servicio del emperador, slo
vea dos caminos abiertos ante l: vivir en constante
desdicha o estar siempre de juerga. La eleccin juiciosa era
apoyar la cabeza en las rodillas de una mujer bella, admirar
la plida luz de la luna, contemplar los cerezos en flor
cuando era la temporada y morir con una taza de sake en la
mano.
En su carrera haba pasado de ministro imperial de
finanzas a viceministro auxiliar de la Derecha y consejero
imperial. Era un alto funcionario en la impotente burocracia
del emperador, pero pasaba mucho tiempo en el barrio
autorizado, cuya atmsfera ayudaba a olvidar los insultos
que deba soportar cuando se ocupaba de asuntos ms
prcticos. Entre sus compaeros habituales figuraban varios
jvenes nobles descontentos, todos ellos pobres en
comparacin con los dirigentes militares, pero de alguna
manera capaces de reunir el dinero necesario para sus
excursiones nocturnas a la giya, el nico lugar, segn
confesaban, donde tenan la libertad de sentirse humanos.
Aquella noche haba invitado a acompaarle a un
hombre de otra clase, el taciturno y corts Konoe
Nobutada, que contaba unos diez aos ms que l. Tambin
Nobutada tena porte aristocrtico y una expresin grave en
los ojos. De rostro carnoso y espesas cejas, unas marcas de
viruelas estropeaban un poco su cutis atezado, pero la
modestia de su carcter haca que la imperfeccin pareciera
de algn modo apropiada. En lugares como la giya, alguien
que no le conociera jams habra supuesto que era uno de
los nobles de ms alto rango de Kyoto, el cabeza de la
familia entre cuyos miembros eran elegidos los regentes
imperiales.
Estaba al lado de Yoshino y, con una sonrisa afable, se
volvi hacia ella y le dijo:
sa es la voz del seor Funabashi, no es cierto?
Ella se mordi los labios, ya ms rojos que flores de
cerezo, y su mirada reflej el apuro que le ocasionaba la
embarazosa situacin.
Qu hago si entra? pregunt, nerviosa.
No te levantes! le orden el seor Karasumaru,
cogiendo el borde de su kimono.
Qu ests haciendo ah afuera, Takuan? Si dejas la
puerta abierta entra fro. Sal si lo deseas o entra de una vez,
pero cierra la puerta.
Takuan mordi el cebo y le dijo a Shy:
Pasa.
Tir del viejo, hacindole entrar en la habitacin.
Shy dio unos pasos y se sent directamente enfrente
de los dos nobles.
Vaya, qu sorpresa tan agradable! exclam
Mitsuhiro con fingida sinceridad.
Shy se acerc ms arrastrando sus huesudas rodillas.
Extendi la mano hacia Nobutada.
Dame sake le pidi. Cuando recibi la taza, hizo
una reverencia exageradamente ceremoniosa.
Me alegro de verte, viejo Funabashi le dijo
Nobutada, sonriente. Siempre pareces estar de buen
humor.
Shy apur la taza y la devolvi.
No haba imaginado que el compaero del seor
Kangan era vuestra excelencia. Fingiendo todava estar
ms bebido de lo que realmente estaba, movi su delgado y
arrugado cuello como un antiguo criado y dijo con fingido
temor: Perdonadme, estimada excelencia! Entonces
cambi de tono. Por qu he de ser tan corts? Ja, ja!
No es cierto, Takuan? Rode con el brazo el cuello del
sacerdote, le atrajo hacia l y seal con un dedo a los dos
cortesanos. Sabes, Takuan? Las personas de este mundo
que me dan ms pena son los nobles. Ostentan ttulos
resonantes, como consejero o regente, pero no tienen nada
que acompae a los honores. Hasta los mercaderes estn en
mejor posicin, no te parece?
Desde luego respondi Takuan, contorsionndose
para librarse del brazo que le rodeaba el cuello.
Shy puso una taza bajo las mismas narices del
sacerdote.
Todava no me has invitado a beber.
Takuan le sirvi sake. El viejo bebi.
Eres un hombre taimado, Takuan. En el mundo en
que vivimos, los sacerdotes como t son astutos, los
mercaderes elegantes, los guerreros fuertes y los nobles
estpidos. Ja, ja! No es cierto?
As es, as es convino Takuan.
Los nobles no pueden hacer lo que les plazca debido
a su rango, pero estn excluidos de la poltica y el gobierno.
Lo nico que les queda es componer versos o hacerse
expertos calgrafos. No es sa la verdad? Se ri de
nuevo.
Aunque a Mitsuhiro y Nobutada les gustaba la
diversin tanto como a Shy, la brusquedad con que ste
les estaba ridiculizando era embarazosa y reaccionaron con
un silencio ptreo.
Aprovechndose de su incomodidad, Shy insisti:
Qu te parece, Yoshino? Te atraen los nobles o
prefieres a los mercaderes?
Yoshino se ri entre dientes.
Ji, ji. Vaya, seor Funabashi, qu pregunta tan
extraa!
No bromeo. Estoy tratando de escrutar el corazn de
una mujer, y ahora puedo ver lo que hay en l. Realmente
prefieres a los mercaderes, verdad? Creo que ser mejor
que te saque de aqu. Ven conmigo a mi sala. La cogi de
la mano y se levant, con una expresin maliciosa en el
rostro.
Sobresaltado, Mitsuhiro derram su sake.
Ests llevando la broma demasiado lejos le dijo, al
tiempo que le arrebataba la mano de Yoshino y la atraa
hacia l.
Atrapada entre los dos, Yoshino se ech a rer e intent
sacar el mejor partido de la situacin. Cogi la mano de
Mitsuhiro con su mano derecha y la de Shy con la
izquierda, adopt una expresin preocupada y dijo:
Que voy a hacer con vosotros dos?
En cuanto a los dos hombres, aunque no sentan
desagrado mutuo ni eran serios rivales en el amor, las reglas
del juego les exigan que hicieran cuanto estuviera en su
mano para que la posicin de Yoshino Day fuese ms
incmoda.
Vamos, mi buena dama le dijo Shy. Debes
decidir por ti misma. Tienes que elegir al hombre cuya
habitacin agraciars, aqul a quien entregars tu corazn.
Takuan intervino en el conflicto.
Un problema muy interesante, no es cierto? Dinos,
Yoshino, a quin eliges?
El nico que no participaba era Nobutada. Al cabo de
un rato, su sentido del decoro le impuls a decir:
Por favor, sois invitados, no seis descorteses. Por
vuestra manera de comportaros, estoy seguro de que a
Yoshino le gustara librarse de los dos. Por qu no nos
divertimos todos y dejamos de importunarla? Ketsu debe
de estar solo. Que una de las chicas vaya en su busca y le
traiga.
Shy agit una mano.
No hay motivo para traerle aqu. Voy a volver a mi
habitacin con Yoshino.
No hars tal cosa dijo Mitsuhiro, abrazndola ms
fuerte.
La insolencia de la aristocracia! exclam Shy.
Con los ojos centelleantes, ofreci una taza a Mitsuhiro y
le dijo: Decidamos con quin se queda mediante un
concurso de bebida... ante sus mismos ojos.
Ah, muy bien, eso parece divertido. Mitsuhiro
cogi una taza grande y la coloc sobre una mesita entre
ellos. Ests seguro de que eres lo bastante joven para
aguantarlo? le pregunt maliciosamente.
No hace falta ser joven para competir con un noble
esmirriado!
Cmo vamos a decidir a quin le toca el turno? Si
nos limitamos a beber a grandes tragos no es divertido.
Tenemos que jugar a algo. El que pierda, beber una taza
llena. A qu jugamos?
Podramos mirarnos fijamente, a ver quin resiste
ms sin desviar la vista.
Eso significara contemplar tu feo rostro de mercader.
No es un juego, sino una tortura.
No seas insultante! Humm, qu te parece el juego
de piedra, tijeras y papel?
Estupendo!
T sers el arbitro, Takuan.
Har lo que sea por complaceros.
Con semblantes totalmente serios, empezaron a jugar.
Despus de cada ronda, el perdedor se quejaba con la
amargura apropiada y todos se rean.
Yoshino Day sali discretamente de la habitacin,
arrastrando graciosamente tras ella la cola de su largo
kimono, y camin con aire imponente por el pasillo. Poco
despus de que hubiera salido, Konoe Nobutada dijo:
Tambin yo debo irme.
Su salida pas desapercibida a los dems.
Bostezando sin recato, Takuan se tendi y, sin
molestarse en pedir permiso, apoy la cabeza en las rodillas
de Sumigiku. Aunque era agradable dormitar as, senta
tambin una punzada de culpabilidad. Debo volver a casa
se dijo. Probablemente se sienten solos sin m. Estaba
pensando en Jtar y Ots, que volvan a estar juntos en la
casa del seor Karasumaru. Takuan haba llevado all a
Ots, tras la penosa experiencia que tuvo la muchacha en el
Kiyomizudera.
Takuan y el seor Karasumaru eran viejos amigos y
compartan muchos intereses: poesa, zen, bebida, incluso
ideas polticas. Hacia el final del ao anterior, Takuan
recibi una carta invitndole a pasar las vacaciones de Ao
Nuevo en Kyoto. Mitsuhiro le escriba: Parece ser que
ests encerrado en un pequeo templo rural. No echas de
menos la capital, el buen sake de Nada, la compaa de
hermosas mujeres y ver a los chorlitos junto al ro Kamo?
Si te gusta dormir, supongo que haces muy bien en
practicar el zen en el campo, pero si quieres algo ms
animado, ven aqu y vive entre la gente. Si sientes nostalgia
de la capital, no dejes de hacernos una visita.
Poco despus de su llegada, a principios del nuevo ao,
Takuan se sorprendi al ver a Jtar jugando en el patio.
Mitsuhiro le inform con detalle de lo que el muchacho
haca all, y luego supo por Jtar que no haba habido
noticias de Ots desde que sta cay en las garras de Osugi
el da de Ao Nuevo.
La maana siguiente al da de su regreso, Ots cay
enferma con fiebre. Segua en cama, atendida por Jtar, el
cual permaneca sentado junto a su almohada durante el da
entero, le enfriaba la frente con toallas hmedas y meda las
dosis de medicina cuando le tocaba tomarla.
Por mucho que Takuan quisiera marcharse, no poda
hacerlo sin pecar de grave descortesa antes de que se
marchara su anfitrin, y Mitsuhiro pareca cada vez ms
absorto en el concurso de bebida.
Puesto que ambos contrincantes eran veteranos, el
concurso pareca destinado a terminar en empate, y as
ocurri. De todos modos siguieron bebiendo, sentados uno
delante del otro, tan cerca que se tocaban las rodillas, y
charlando animadamente. Takuan no saba si el tema que
trataban era el gobierno en manos de la clase militar, el valor
intrnseco de la nobleza o el papel de los mercaderes en el
desarrollo del comercio exterior, pero sin duda se trataba de
algo muy serio. Alz la cabeza de la rodilla de Sumigiku y,
con los ojos todava cerrados, se apoy en la pared y
escuch la conversacin, sonriendo de vez en cuando por lo
que oa.
Al cabo de un rato, Mitsuhiro pregunt en tono
ofendido:
Dnde est Nobutada? Se ha ido a casa?
Djale en paz dijo Shy. Dnde est
Yoshino?
De repente pareca muy sobrio.
Mitsuhiro pidi a Rin'ya que fuese en busca de
Yoshino. Cuando la muchacha pas ante la habitacin
donde Shy y Ketsu haban comenzado la velada, Rin'ya
mir al interior. Musashi estaba sentado a solas, la cara
iluminada por la blanca luz del farol.
Ah, no saba que estuvieras de vuelta le dijo
Rin'ya.
He vuelto hace poco.
Has entrado por la parte de atrs?
S.
Adonde has ido?
Humm..., fuera del distrito.
Apuesto a que tenas una cita con una muchacha
guapa dijo descaradamente. Qu vergenza! Voy a
decrselo a mi seora.
Musashi se ech a rer.
Aqu no hay nadie observ. Adonde han ido?
Estn en otra habitacin, jugando con el seor
Kangan y un sacerdote.
Tambin Ketsu?
No, no s dnde est l.
Tal vez ha vuelto a casa. En ese caso, debo irme
tambin.
No digas eso. Cuando vienes a esta casa, no puedes
marcharte sin el consentimiento de Yoshino Day. Si te
escabulles, la gente se reir de ti, y a m me reirn.
Como no estaba acostumbrado al humor de las
cortesanas, Musashi recibi esta noticia con semblante
serio, dicindose: De modo que as son las cosas aqu.
De ninguna manera debes irte sin haberte despedido
apropiadamente. Espera aqu hasta que vuelva.
Al cabo de unos minutos apareci Takuan.
De dnde has salido? pregunt al rnin, dndole
una palmada en los riones.
Musashi le mir boquiabierto. Deslizndose fuera del
cojn, apoy ambas manos en el suelo e hizo una profunda
reverencia.
Cunto tiempo ha pasado desde la ltima vez que
nos vimos!
Takuan alz del suelo las manos de Musashi.
ste es un lugar para divertirse y relajarse, no son
necesarios los saludos formales... Me han dicho que Ketsu
tambin estaba aqu, pero no le veo.
Adonde crees que puede haber ido?
Busqumosle. Tengo que hablar contigo en privado
de una serie de cosas, pero pueden esperar a una ocasin
ms apropiada.
Takuan abri la puerta que daba a la habitacin
contigua. All, con los pies en el kotatsu cubierto y tapado
con un edredn, yaca Ketsu, separado del resto de la
estancia por un pequeo biombo dorado. Dorma
apaciblemente, y Takuan no se atrevi a despertarle.
Por fin el durmiente abri los ojos. Mir con fijeza un
momento el rostro del sacerdote y luego el de Musashi, sin
comprender qu hacan all.
Despus de que le hubieran explicado la situacin,
Ketsu les dijo:
Si slo estis t y Mitsuhiro en la otra habitacin, no
tengo inconveniente en ir ah.
Tras haber llegado a la conclusin de que ninguno era el
ganador, Mitsuhiro y Shy se haban sumido en la
melancola. Haban alcanzado la etapa en que el sake
empieza a saber amargo, los labios estn resecos y un sorbo
de agua hace pensar en el hogar. Aquella noche los efectos
secundarios eran peores, pues Yoshino les haba
abandonado.
Por qu no nos vamos todos a casa? sugiri
alguien.
S, podramos irnos convinieron los dems.
Aunque no estaban realmente deseosos de marcharse,
teman que si se quedaban ms tiempo, se desvanecera por
completo la dulzura de la velada, pero cuando se levantaban
para salir, lleg Rin'ya corriendo en compaa de dos nias
ms pequeas. Rin'ya cogi las manos del seor Kangan y
le dijo:
Perdonadnos por haberos hecho esperar. No os
marchis, os lo ruego. Yoshino Day est dispuesta a
recibiros en sus habitaciones particulares. S que es tarde,
pero afuera hay luz, gracias a la nieve, y con este fro por lo
menos debis calentaros apropiadamente antes de subir a
los palanquines. Venid con nosotras.
Ninguno de ellos tena ganas de seguir divirtindose.
Una vez desaparecido el estado de nimo adecuado, era
difcil lograr que volviera.
Al darse cuenta de su vacilacin, una de las asistentas
dijo:
Yoshino ha dicho que est segura de que todos la
habis considerado descorts por marcharse, pero no poda
hacer otra cosa. Si ceda a los deseos del seor Kangan, el
seor Funabashi se sentira dolido, y si se iba con el seor
Funabashi, el seor Kangan se sentira muy solo. No quiere
que ninguno de vosotros se sienta menospreciado, por lo
que os invita a tomar una ltima taza. Por favor,
comprended sus sentimientos y quedaros un poco ms.
Los hombres se dieron cuenta de que una negativa sera
descorts y, como sentan no poca curiosidad por ver a la
principal cortesana en sus propios aposentos, se dejaron
persuadir. Guiados por las muchachas, encontraron cinco
pares de rsticas sandalias de paja en lo alto de los
escalones del jardn. Se las calzaron y avanzaron sin hacer el
menor ruido por la nieve. Musashi no tena la menor idea de
lo que suceda, pero los dems supusieron que iban a
participar en una ceremonia del t, pues Yoshino era
conocida como ardiente devota del culto al t. Puesto que
un cuenco de t despus del alcohol ingerido slo podra
sentarles bien, ninguno se mostr molesto hasta que las
muchachas les llevaron ms all de la casa de t, entrando en
un campo muy tupido.
Adonde nos llevis? inquiri el seor Kangan en
tono acusador. Esto es una parcela de morales!
Las muchachas se rieron, y Rin'ya se apresur a
explicar:
Oh, no! ste es nuestro jardn de peonas. A
principios del verano, sacamos escabeles y todo el mundo
viene aqu a beber y admirar las flores.
Parcela de morales o jardn de peonas, no es muy
agradable estar aqu cuando nieva. Acaso Yoshino quiere
que nos resfriemos?
Lo siento mucho. Slo hay que andar un poco ms.
En un ngulo del campo haba una casita con tejado de
paja, la cual, a juzgar por su aspecto, probablemente era
una granja que haba estado all desde antes de que la zona
fuese urbanizada. Detrs haba un bosquecillo, y el patio
estaba separado del jardn bien cuidado de la giya.
Por aqu dijeron las muchachas, llevndoles a una
habitacin con suelo de tierra cuyas paredes y postes
estaban negros de holln.
Rin'ya anunci su llegada y, desde el interior, Yoshino
Day respondi:
Bienvenidos! Entrad, por favor.
El fuego que arda en el hogar lanzaba un suave
resplandor rojizo sobre el papel de la shoji. El ambiente
pareca muy alejado del de la ciudad. Los hombres miraron
a su alrededor en la cocina y, al ver capas de paja para la
lluvia que colgaban de una pared, se preguntaron qu clase
de entretenimiento haba planeado Yoshino para ellos. La
puerta corredera se abri y uno tras otro entraron en la
habitacin donde crepitaba el fuego.
El kimono de Yoshino era amarillo claro, con el obi de
satn negro. Llevaba un mnimo de maquillaje y se haba
peinado de nuevo, con un estilo sencillo de ama de casa. Sus
invitados la miraron con admiracin.
Qu extraordinario!
Es encantadora!
Con aquel atuendo sin pretensiones, realzado por las
paredes ennegrecidas, Yoshino estaba cien veces ms
hermosa que cuando vesta los trajes complicadamente
bordados al estilo Momoyama que luca en otras ocasiones.
Los vistosos kimonos a los que los hombres estaban
acostumbrados, el rojo de labios iridiscente, los biombos
dorados y las palmatorias de plata eran necesarios para una
mujer de su profesin. Pero Yoshino no tena necesidad de
accesorios para que destacara su belleza.
Humm, esto es algo muy especial coment Shy.
El viejo de lengua acerba no era hombre que dispensara
halagos a la ligera y pareca temporalmente domado.
Sin extender cojines, Yoshino les invit a sentarse al
lado del hogar.
Vivo aqu, como podis ver, y no puedo ofreceros
gran cosa, pero por lo menos hay fuego. Supongo que
estaris de acuerdo en que el fuego es el festn ms excelente
que se puede dar en una noche de fro y nieve, tanto si el
invitado es un prncipe como un pordiosero. Hay un buen
suministro de lea, por lo que aun cuando nos pasemos la
noche hablando, no tendr que usar las plantas de los
tiestos como combustible. Por favor, poneos cmodos.
El noble, el mercader, el artista y el sacerdote se
sentaron con las piernas cruzadas junto al hogar, y
extendieron las manos por encima de las llamas. Ketsu
reflexion en el glido paseo desde la giya y la invitacin a
calentarse ante aquel fuego alimentado con madera de
cerezo. Era en verdad como un festn, la autntica esencia
de la diversin.
Ven t tambin al lado del fuego dijo Yoshino.
Sonri invitadoramente a Musashi y se movi un poco para
hacerle sitio.
Musashi estaba impresionado al lado de tan ilustre
compaa. Despus de Toyotomi Hideyoshi y Tokugawa
Ieyasu, ella era probablemente la persona ms famosa de
Japn. Por supuesto, estaba Okuni, clebre en el Kabuki, y
la querida de Hideyoshi, Yodogimi, pero se consideraba a
Yoshino con ms clase que la primera y ms ingenio,
belleza y amabilidad que la segunda. Los hombres que
frecuentaban a Yoshino eran conocidos como los
compradores, mientras que a ella la llamaban la Tay.
Cualquier cortesana de primera clase reciba el nombre de
Tay, pero decir la Tay era referirse a Yoshino y nadie
ms. Musashi haba odo decir que tena siete asistentas
para baarla y dos para cortarle las uas.
Aquella noche, por primera vez en su vida, Musashi se
encontr en compaa de damas pintadas y refinadas, y
reaccion con una rgida formalidad, debida en parte a que
no poda evitar preguntarse qu encontraban los hombres
tan extraordinario en Yoshino.
Por favor, reljate le dijo ella. Sintate aqu.
A la cuarta o quinta invitacin, Musashi capitul.
Sentndose a su lado, imit a los dems y extendi las
manos sobre el fuego.
Yoshino le mir la manga y vio una mancha roja.
Mientras los dems conversaban, ella se sac discretamente
de la manga un trozo de papel y la limpi.
Ah, gracias dijo Musashi.
De haber permanecido en silencio, nadie se habra dado
cuenta, pero en cuanto habl todos los ojos se fijaron en la
mancha carmes en el papel que sostena Yoshino.
La sorpresa se reflejaba en los ojos de Mitsuhiro.
Eso es sangre, no es cierto?
Yoshino sonri.
No, claro que no. Es un ptalo de peona roja.
El lad roto
Los cuatro o cinco leos ardan silenciosamente, emitiendo
un grato aroma e iluminando la pequea habitacin como si
fuese de da. El humo tenue, que no produca escozor en los
ojos, pareca ptalos de peona blanca agitados por la brisa,
salpicados de vez en cuando por chispas de un dorado
violceo y carmeses. Cada vez que el fuego pareca
empezar a extinguirse, Yoshino echaba largos trozos de lea
que tena en un cubo a su lado.
Los hombres estaban demasiado cautivados por la
belleza de las llamas para preguntar por la lea, pero
finalmente Mitsuhiro inquiri:
Qu clase de madera ests usando? No es pino.
No replic Yoshino. Es madera de peona.
La respuesta les sorprendi un poco, pues la peona,
con sus ramas delgadas y tupidas, no pareca precisamente
apropiada como lea. Yoshino cogi una rama que slo
estaba algo chamuscada y se la tendi a Mitsuhiro.
Les dijo que las cepas de peona que estaban en el jardn
haban sido plantadas ms de cien aos atrs. A principios
del invierno, los jardineros las podaban a fondo, cortando
las partes superiores agujereadas por los gusanos. Los
restos que quedaban tras la poda se usaban como lea.
Aunque la cantidad era insuficiente, bastaba para Yoshino.
La cortesana observ que la peona era la reina de las
flores. Tal vez era natural que sus ramas marchitas tuvieran
una calidad que no se encontraba en la madera ordinaria, del
mismo modo que ciertos hombres tenan una vala de la que
otros estaban faltos.
Cuntos son los hombres cuyo mrito perdura
despus de que las flores se han marchitado y muerto?
inquiri y, con una sonrisa melanclica, respondi a su
propia pregunta. Los seres humanos florecemos slo
durante nuestra juventud, y luego nos convertimos en
esqueletos secos e inodoros incluso antes de morir. Poco
despus Yoshino aadi: Siento no poder ofreceros ms
que el sake y el fuego, pero por lo menos hay lea,
suficiente para que dure hasta la salida del sol.
No tienes que disculparte. sta es una fiesta digna de
un prncipe.
Shy, aunque estaba acostumbrado al lujo, era sincero
en su alabanza.
Hay una sola cosa que me gustara que hicierais por
m dijo Yoshino. Me haris el favor de escribir un
recordatorio de esta velada?
Mientras ella frotaba la piedra de tinta, las muchachas
extendieron una alfombra de lana en la habitacin contigua
sobre la que depositaron varias hojas de papel de escritura
chino. Hecho de bamb y morera, era un papel duro y
absorbente, apropiado para las inscripciones caligrficas.
Mitsuhiro adopt el papel de anfitrin, se volvi hacia
Takuan y le dijo:
Buen sacerdote, puesto que la dama lo solicita,
escribirs algo adecuado? O tal vez deberamos pedrselo
primero a Ketsu?
Ketsu se movi en silencio sobre sus rodillas. Tom el
pincel, se qued un momento pensativo y dibuj un ptalo
de peona.
Encima del dibujo, Takuan escribi:
Por qu debo aferrarme
a una vida tan alejada
de la belleza y la pasin?
Aunque hermosas, las peonas
se despojan de sus ptalos brillantes y mueren.
El poema de Takuan era de estilo japons. Mitsuhiro
prefiri escribir a la manera china, anotando unos versos de
un poema de Tsai Wen:
Cuando estoy ocupado, la montaa me mira.
Cuando estoy ocioso, miro a la montaa,
aunque parece ser lo mismo, no lo es,
pues la ocupacin es inferior al ocio.
Bajo el poema de Takuan, Yoshino escribi:
Incluso mientras florecen
un hlito de tristeza se cierne
sobre las flores.
Piensan acaso en el futuro,
cuando sus ptalos habrn desaparecido?
Shy y Musashi observaban en silencio, el ltimo
muy aliviado cuando nadie insisti en que tambin
escribiera algo.
Regresaron al lado del hogar y charlaron un rato, hasta
que Shy, al reparar en un biwa, una especie de lad, junto
al lugar de honor en la sala interior, le pidi a Yoshino que
tocara para ellos. Los dems secundaron la sugerencia.
Sin el menor atisbo de timidez, Yoshino cogi el
instrumento y se sent en medio de la habitacin interior
tenuemente iluminada. Su porte no era el de un virtuoso
orgulloso de sus habilidades, pero tampoco trat de ser ms
modesta de lo necesario. Los hombres despejaron sus
mentes de pensamientos azarosos, a fin de atender mejor a
la rendicin que haca Yoshino de una seccin de los
Cuentos de Heike. Los tonos suaves, dulces, cedieron el
paso a un pasaje turbulento, seguido de unos acordes en
staccato. El fuego mengu y la oscuridad invadi la
habitacin. Extasiados por la msica, ninguno de los
presentes se movi hasta que una minscula explosin de
chispas les hizo regresar a la tierra.
Cuando termin de tocar, Yoshino sonri levemente y
dijo:
Me temo que no lo hago muy bien.
Dej el lad en su sitio y regres al fuego. Cuando los
hombres se levantaron para marcharse, Musashi, contento
al ver que se libraba de ms aburrimiento, fue el primero en
alcanzar la puerta. Yoshino se despidi de los dems uno
tras otro, pero a l no le dijo nada. Cuando se dispona a
salir, la cortesana le cogi discretamente de la manga.
Pasa la noche aqu, Musashi. Por alguna razn..., no
quiero que vuelvas a casa.
El rostro de una virgen importunada no habra
enrojecido ms. Trat de ocultarlo fingiendo que no oa,
pero los dems se dieron cuenta de que estaba demasiado
turbado para hablar.
Yoshino se volvi hacia Shy y le pregunt:
No hay ningn impedimento para que se quede aqu,
verdad?
Musashi apart la mano de Yoshino de su manga.
No, me marcho con Ketsu.
Se apresur hacia la puerta, pero Ketsu le detuvo.
No seas as, Musashi. Por qu no pasas aqu esta
noche? Puedes volver a mi casa maana. Al fin y al cabo, la
dama ha sido tan amable de mostrar su preocupacin por ti.
Dicho esto, y sin esperar la reaccin del joven, fue a
reunirse con los otros dos hombres.
La cautela de Musashi le adverta de que estaban
tratando de embaucarle para que se quedara, a fin de rerse
ms tarde de l. No obstante, la seriedad que vea en los
rostros de Yoshino y Ketsu pareca contradecir que se
tratara slo de una broma.
Shy y Mitsuhiro, divertidsimos por su incomodidad,
insistan en burlarse de l.
Eres el hombre ms afortunado del pas le dijo uno
de ellos, y el otro se ofreci para quedarse en su lugar.
Las chanzas cesaron con la llegada de un hombre a quien
Yoshino haba encargado que echara un vistazo por el
barrio. El enviado jadeaba y los dientes le castaateaban de
miedo.
Los dems caballeros pueden marcharse dijo,
pero Musashi debera pensarlo dos veces. Ahora slo est
abierta la entrada principal, y a cada lado de ella, alrededor
de la casa de t Amigasa y a lo largo de la calle, hay
enjambres de samurais fuertemente armados, que
deambulan en pequeos grupos. Son de la escuela
Yoshioka. Los mercaderes temen que pueda ocurrir algo
terrible, por lo que han cerrado sus tiendas temprano. Me
han dicho que ms all del barrio, hacia el campo de
equitacin, hay por lo menos un centenar de hombres.
Los visitantes se quedaron impresionados, no slo por
el informe sino tambin por el hecho de que Yoshino
hubiera tomado semejante precaucin. Tan slo Ketsu
tena un atisbo de que podra haber ocurrido algn
incidente.
Yoshino haba supuesto que suceda algo cuando vio la
mancha de sangre en la manga de Musashi.
Ahora que sabes lo que hay ah afuera, Musashi, tal
vez ests incluso ms decidido a marcharte, slo para
demostrar que no tienes miedo le dijo la cortesana.
Pero te ruego que no hagas nada temerario. Si tus enemigos
piensan que eres un cobarde, siempre puedes demostrarles
maana que no lo eres. Esta noche has venido aqu para
relajarte, y es lo propio de un hombre apurar el goce hasta
satisfacer los deseos de su corazn. Los Yoshioka quieren
matarte y, ciertamente, no es ninguna deshonra evitar tal
cosa. Incluso muchos condenaran la pobreza de tu juicio si
insistieras en dirigirte a su trampa.
Est la cuestin de tu honor personal, por supuesto,
pero te ruego que te detengas a considerar los trastornos
que una refriega causara a la gente del barrio. Las vidas de
tus amigos tambin correran peligro. En tales
circunstancias, lo nico prudente es que te quedes aqu.
Sin esperar su respuesta, Yoshino se volvi hacia los
dems hombres y les dijo:
Creo que vosotros podis marcharos, siempre que
tengis cuidado por el camino.
Un par de horas despus dieron las cuatro. El sonido
distante de msica y cantos se haba desvanecido. Musashi,
sentado en el umbral de la sala donde estaba el hogar, era un
solitario prisionero en espera del alba. Yoshino permaneca
al lado del fuego.
No tienes fro ah? le pregunt. Ven aqu y
estars caliente.
No te preocupes por m y vete a la cama. Cuando
salga el sol, me ir.
Ya haban intercambiado las mismas palabras una serie
de veces, pero sin ningn resultado.
A pesar de la falta de refinamiento de Musashi,
Yoshino se senta atrada por l. Aunque exista la opinin
de que una mujer que pensaba en los hombres como tales,
en lugar de verlos tan slo como fuentes de ingresos, no
estaba preparada para encontrar empleo en los barrios
alegres, eso no era ms que un clich repetido por los
patronos de los burdeles, hombres que slo conocan a las
prostitutas corrientes y no tenan ningn contacto con las
grandes cortesanas. Las mujeres con la crianza y el
adiestramiento de Yoshino eran muy capaces de
enamorarse. Ella tan slo tena uno o dos aos ms que
Musashi, pero sus respectivas experiencias del amor no
podan ser ms diferentes. Al verle sentado con tanta
rigidez, reprimiendo sus emociones, evitando su rostro
como si mirarla pudiera cegarle, ella se senta de nuevo
como una doncella protegida que experimenta los primeros
tormentos del amor.
Los servidores, desconocedores de la tensin
psicolgica, haban extendido lujosos jergones, apropiados
para la hija y el hijo de un daimy, en la habitacin
contigua. Minsculas campanillas doradas brillaban
tenuemente en los ngulos de las almohadas de satn.
El sonido de la nieve que se deslizaba del tejado no era
distinto al de un hombre que saltara desde la valla al jardn.
Cada vez que lo oa, a Musashi se le erizaba el cabello,
como si los nervios llegaran hasta sus mismas puntas.
Yoshino sinti que la recorra un escalofro. Era la hora
ms fra de la noche, poco antes del amanecer, y no
obstante su incomodidad no se deba al fro sino a la
presencia de aquel hombre obstinado. Era una sensacin
que entraba en conflicto, de una manera complicada y
rtmica, con la atraccin que experimentaba hacia l.
La tetera sobre el fuego empez a silbar, un sonido
alegre que seren a la mujer, la cual sirvi el t con lentos
movimientos.
Pronto amanecer. Toma una taza de t y calintate
junto al fuego.
Gracias dijo Musashi sin moverse.
Ya est listo volvi a decir ella, y no insisti ms.
Lo ltimo que deseaba era convertirse en un fastidio.
Sin embargo, estaba un poco ofendida al ver que el t iba a
desperdiciarse. Cuando ya estaba demasiado fro para
beberlo, lo ech en un pequeo cubo que tena para ese fin.
Se pregunt de qu serva ofrecer t a un rstico como aquel
joven, para quien las sutilezas de tomar t no significaban
nada.
Aunque estaba de espaldas a ella, Yoshino se daba
cuenta de que todo su cuerpo estaba tenso como una
armadura de acero. Una expresin de simpata apareci en
el rostro de la mujer.
Musashi.
Qu?
Contra quin ests en guardia?
Contra nadie, tan slo estoy intentando no relajarme
demasiado.
A causa de tus enemigos?
Naturalmente.
En el estado en que te encuentras, si te atacaran de
improviso en masa, moriras en el acto. Estoy segura de
ello, y eso me entristece.
l no le respondi.
Una mujer como yo no sabe nada del arte de la
guerra, pero despus de observarte esta noche tengo la
terrible sensacin de que he visto a un hombre que pronto
ser vencido. De algn modo te envuelve la sombra de la
muerte. En tales condiciones, est seguro un guerrero que
en cualquier momento puede tener que enfrentarse a una
docena de espadas? Puede un hombre as confiar en que
saldr victorioso?
Aunque su tono expresaba comprensin y simpata,
estas palabras inquietaron a Musashi, el cual se volvi en
redondo, avanz hasta el hogar y se sent frente a la
cortesana.
Me ests diciendo que soy inmaduro?
Te has enfadado?
Nada de lo que una mujer diga har que me enfade,
pero me interesa saber por qu crees que acto como un
hombre al que pronto van a matar.
Era dolorosamente consciente de la red de espadas,
estrategias y maldiciones tejida en torno a l por los
partidarios de los Yoshioka. Haba previsto un intento de
venganza, y en el patio del Rengein haba pensado en la
posibilidad de ocultarse, pero eso habra sido una
descortesa hacia Ketsu y la ruptura de la promesa que le
haba hecho a Rin'ya. Sin embargo, mucho ms decisivo era
su deseo de que no le acusaran de huir porque tena miedo.
Despus de volver a la giya, pens que haba
mostrado una admirable compostura. Ahora Yoshino se rea
de su inmadurez. Esto no le habra molestado si ella se
burlara a la manera de las cortesanas, pero pareca
perfectamente seria.
Aunque afirmaba no estar enfadado, su mirada, fija en el
blanco rostro de la mujer, era tan penetrante como la punta
de una espada.
Explcame lo que has dicho le pidi. Como ella no
le respondi de inmediato, aadi: O tal vez slo estabas
bromeando.
En las mejillas de Yoshino reaparecieron los hoyuelos
que se haban desvanecido.
Cmo puedes decir tal cosa? Se ech a rer,
sacudiendo la cabeza. Crees que bromeara sobre algo
tan serio como un guerrero?
Bien, qu queras decir? Dmelo!
De acuerdo. Puesto que pareces tan deseoso de
saberlo, intentar explicrtelo. Estabas escuchando cuando
tocaba el lad?
Qu tiene eso que ver?
Tal vez es una tontera preguntrtelo. Ests tan tenso
que tus odos difcilmente podran captar los tonos finos,
sutiles de la msica.
No, eso no es cierto. Estaba escuchando.
Se te ocurri preguntarte cmo todas esas
complicadas combinaciones de tonos bajos y altos, frases
fuertes y dbiles, pueden producirse con slo cuatro
cuerdas?
Escuchaba el relato. Qu ms deba or?
Mucha gente lo hace, pero me gustara hacer una
comparacin entre el lad y un ser humano. En vez de
exponer la tcnica para tocar el instrumento, permteme
recitar un poema de Po Ch-i en el que describe los sonidos
del lad. Estoy segura de que lo conoces.
Su frente se arrug ligeramente mientras entonaba el
poema en voz baja, en un estilo equidistante entre el canto
y la recitacin.
Las cuerdas grandes murmuraban como la lluvia,
las cuerdas pequeas susurraban como si contaran un
secreto,
murmuraban, susurraban... y entonces se entremezclaban
como perlas grandes y pequeas vertidas en una fuente de
jade.
Oamos el canto lquido de una oropndola oculta entre las
flores.
Oamos un arroyo que sollozaba amargamente a lo largo de
un banco de arena...
Por el sbito cese de su fra pulsacin, la misma cuerda
pareca rota
como si no pudiera pasar, y las notas, extinguindose
en una hondura de pesar y ocultacin del lamento,
decan ms en silencio de lo que haban dicho al sonar...
Un jarrn de plata se rompi abruptamente con un
borbotn de agua,
y de all salieron con mpetu caballos revestidos de
armaduras y armas que entrechocaron y golpearon,
y antes de que ella dejara su plectro, termin con un solo
toque
y las cuatro cuerdas produjeron un solo sonido, como el de
seda desgarrada.
As pues, como ves, un sencillo lad puede producir
una variedad infinita de tonalidades. Eso es algo que me ha
asombrado siempre, desde la poca en que aprend a tocar.
Un da romp un lad para ver qu tena dentro. Luego
intent construir uno yo misma. Tras varios intentos ms,
por fin comprend que el secreto del instrumento est en su
corazn.
Se interrumpi y fue a la habitacin contigua en busca
del lad. Cuando volvi a sentarse, sostuvo el instrumento
por el clavijero, mantenindolo en posicin vertical delante
de l.
Si examinas el interior, vers por qu son posibles las
variaciones tonales.
Cogi un afilado cuchillo y lo clav con rapidez y
fuerza en el dorso en forma de pera del lad. Tres o cuatro
diestros golpes y el trabajo estuvo hecho, de una manera
tan rpida y decisiva que Musashi casi esper ver manar
sangre del instrumento. Incluso sinti una leve punzada de
dolor, como si la hoja hubiera cortado su propia carne.
Dejando el cuchillo detrs de ella, Yoshino alz el lad para
que l pudiera ver su estructura.
Musashi mir primero el rostro de la mujer y luego el
lad roto, y se pregunt si realmente posea el elemento de
violencia que haba exhibido al manejar el arma. Segua
sintiendo el dolor punzante producido por el ruido
chirriante de los cortes.
Como puedes ver le dijo ella, el interior del lad
es casi completamente hueco. Todas las variaciones
proceden de esta nica pieza transversal cerca del centro.
Esta sola pieza equivale a los huesos, los rganos vitales, el
corazn del instrumento. Si fuese totalmente recto y rgido,
el sonido sera montono, pero ha sido desbastado hasta
darle una forma curva. Esto, por s solo, no podra crear la
variedad infinita del lad, la cual se consigue dando a la
pieza transversal cierto margen para que vibre en cada
extremo. Por decirlo de otra manera, la riqueza tonal se debe
a que existe cierta libertad de movimiento, cierta relajacin,
en los extremos del ncleo.
Lo mismo sucede con las personas. Debemos tener
flexibilidad, nuestro espritu ha de ser capaz de moverse
libremente. Si uno est demasiado tenso y rgido, es
quebradizo y no tiene capacidad de reaccin.
Los ojos de Musashi no se apartaban del lad.
Tampoco despeg los labios. Ella sigui diciendo:
Esto debera ser evidente para todo el mundo, pero
no es una caracterstica de la gente volverse rgida? Con un
solo toque del plectro puedo hacer que las cuatro cuerdas
del lad suenen como una lanza, una espada, una nube que
se rasga, debido al sutil equilibrio entre firmeza y
flexibilidad en el ncleo de madera. Esta noche, cuando te vi
por primera vez, no percib en ti ni un pice de
flexibilidad..., slo tensin, una rigidez inflexible. Si la pieza
transversal del lad estuviera tan tirante y rgida como t,
un solo toque del plectro rompera una cuerda, tal vez
incluso la misma caja de resonancia. Es posible que fuese
presuntuosa al decirte lo que te dije, pero estaba
preocupada por ti. No bromeaba ni me rea de ti. Lo
comprendes?
Un gallo cant a lo lejos. La luz del sol, reflejada por la
nieve, penetr a travs de las rendijas en los postigos contra
la lluvia. Musashi permaneci sentado, contemplando el
cuerpo mutilado del lad y las astillas esparcidas por el
suelo. No oy el canto del gallo ni se fij en que haba
amanecido.
Ah, ya es de da dijo Yoshino.
Pareca lamentar que hubiera terminado la noche.
Extendi la mano para coger ms lea antes de darse cuenta
de que no quedaba un solo trozo.
Los sonidos de la maana, las puertas que crujan al
abrirse, el piar de los pjaros, invadan la habitacin, pero
Yoshino no hizo ningn movimiento para cerrar los
postigos contra la lluvia. Aunque el fuego se haba
extinguido, la sangre corra clidamente por sus venas.
Las muchachas que la atendan no ignoraban que no
deban abrir la puerta de la casita hasta que ella las llamara.
Una enfermedad del corazn
Al cabo de un par de das, la nieve se haba fundido y las
clidas brisas primaverales estimulaban a una mirada de
nuevos capullos a desarrollarse plenamente. El sol era
intenso e incluso las prendas de algodn resultaban
incmodas.
Un joven monje zen, con el kimono salpicado de barro
hasta la cintura, permaneca ante la entrada de la residencia
del seor Karasumaru. Al no obtener respuesta a sus
repetidas llamadas a la puerta, se encamin a los aposentos
de los servidores y se puso de puntillas para echar un
vistazo a travs de la ventana.
Qu quieres, sacerdote? le pregunt Jtar.
El monje gir sobre sus talones y se qued
boquiabierto. No poda imaginar qu estaba haciendo aquel
granujilla en el patio de la casa del seor Karasumaru.
Si pides limosna, tendrs que dar la vuelta e ir a la
cocina aadi el muchacho.
No he venido a pedir limosna replic l monje, y
se sac una caja de cartas del kimono. Soy del Nansji,
en la provincia de Izumi. Esta carta es para Takuan Sh, y
tengo entendido que se aloja aqu. Eres uno de los
recaderos?
Claro que no. Soy un husped, como Takuan.
Es eso cierto? En tal caso, querras decirle a Takuan
que estoy aqu?
Espera, ir a buscarle.
Al entrar de un salto en el vestbulo, Jtar tropez con
el pie de un biombo y las mandarinas que guardaba en el
interior del kimono cayeron al suelo. Se apresur a
recogerlas y corri hacia las habitaciones interiores.
Poco despus regres para informar al monje de que
Takuan estaba ausente.
Dicen que ha ido al Daitokuji.
Sabes cundo volver?
Dicen que muy pronto.
Hay algn sitio donde pueda esperarle sin molestar
a nadie?
Jtar entr en el patio dando brincos y condujo al
sacerdote al establo.
Puedes esperar aqu le dijo. No estorbars a
nadie.
El establo estaba lleno de paja, ruedas de carreta,
estircol de vaca y una diversidad de cosas, pero antes de
que el sacerdote pudiera abrir la boca, Jtar ech a correr a
travs del jardn hacia una casita en el extremo occidental de
la propiedad.
Ots! grit. Te he trado unas mandarinas.
El mdico del seor Karasumaru le haba dicho a Ots
que no tena nada que temer. La joven le crey, aunque ella
misma poda comprobar lo delgada que estaba tocndose la
cara. La fiebre persista y no haba recobrado el apetito,
pero aquella maana le haba murmurado a Jtar que le
gustara comer una mandarina.
Abandonando su lugar al lado de la cama, el chico fue
primero a la cocina, donde le informaron de que no haba
mandarinas en la casa. Al no encontrarlas en las verduleras
ni otras tiendas de alimentos, se dirigi al mercado de
Kygoku. Haba all una amplia variedad de artculos: hilo
de seda, prendas de algodn, aceite para lmparas, pieles,
etctera..., pero ni una sola mandarina. Tras abandonar el
mercado, se sinti esperanzado un par de veces al ver unos
frutos de color anaranjado tras los muros de jardines
particulares, que resultaron ser naranjas amargas y
membrillos.
Despus de recorrer casi media ciudad, logr su objetivo
recurriendo al robo. La ofrenda delante del santuario
shintosta consista en montoncitos de patatas, zanahorias
y mandarinas. Se meti la fruta bajo el kimono y mir a su
alrededor para asegurarse de que nadie le haba visto.
Temeroso de que el dios ultrajado se materializase de un
momento a otro, rog durante todo el camino de regreso a la
casa de Karasumaru: Por favor, no me castigues. No voy a
comrmelas yo mismo.
Coloc las mandarinas en hilera, ofreci una a Ots y se
la mond. Ella desvi la cabeza, negndose a tocarla.
Qu te ocurre?
Cuando se inclin adelante para mirarle la cara, ella
hundi la cabeza en la almohada.
No me ocurre nada respondi entre sollozos.
Has empezado a llorar de nuevo, eh? dijo Jtar,
chasqueando la lengua.
Lo siento.
No me pidas disculpas. Lo nico que quiero es que te
comas una mandarina.
Luego.
Bueno, por lo menos cmete la que acabo de pelar,
por favor.
Aprecio tu amabilidad, J, pero ahora no puedo
comer nada.
Eso es porque lloras demasiado. Por qu ests tan
triste?
Lloro porque soy feliz..., porque eres tan bueno
conmigo.
No me gusta verte as. Tambin a m me entran ganas
de llorar.
Dejar de hacerlo, te lo prometo. Ahora dime, me
perdonars?
Slo si te comes la mandarina. Si no comes nada, vas
a morirte.
Luego lo har. sta cmetela t.
No, eso no puedo hacerlo. Trag saliva,
imaginando la mirada colrica del dios. Bueno, de
acuerdo, los dos nos comeremos una.
Ella se volvi y empez a quitar las blancas y
filamentosas fibras de los gajos con sus dedos delicados.
Dnde est Takuan? le pregunt distradamente.
Me han dicho que ha ido al Daitokuji.
Es cierto que vio a Musashi anteanoche?
Te has enterado de eso?
S. Me pregunto si le dira a Musashi que estoy aqu.
Supongo que s.
Takuan dijo que invitara a Musashi a venir aqu uno
de estos das. Te ha dicho algo de eso?
No.
Quiz se ha olvidado.
Quieres que se lo pregunte?
S, hazlo, por favor replic ella, sonriendo por
primera vez. Pero no le preguntes delante de m.
Por qu no?
Takuan es terrible. Dice una y otra vez que padezco
la enfermedad de Musashi.
Si Musashi viniera, te pondras bien en seguida, no
es cierto?
Incluso t tienes que decir cosas as! exclam la
muchacha, pero pareca realmente contenta.
Est ah Jtar? pregunt desde el exterior uno de
los samurais de Mitsuhiro.
Aqu estoy.
Takuan quiere verte. Ven conmigo.
Ve a ver qu desea le inst Ots. Y no te olvides
de lo que hemos hablado. Pregntale, quieres?
Sus plidas mejillas adquirieron una leve tonalidad
rosada mientras tiraba del edredn hasta cubrirse la mitad
del rostro.
Takuan estaba en la sala, hablando con el seor
Mitsuhiro. Jtar abri de golpe la puerta deslizante y
pregunt:
Queras verme?
S, entra.
Mitsuhiro mir al muchacho con una sonrisa indulgente,
sin hacer caso de su falta de modales.
Jtar tom asiento y se dirigi a Takuan.
Un sacerdote como t se ha presentado aqu hace un
rato. Dijo que era del Nansji. Voy a buscarle?
No te preocupes. Eso ya lo s. Se ha quejado de que
eres un chiquillo tremendo.
Yo?
Crees que est bien llevar a un husped al establo y
dejarle all?
Dijo que quera esperar en algn sitio donde no
molestara a nadie.
Mitsuhiro se ech a rer hasta que le temblaron las
rodillas, pero en seguida recobr la compostura y pregunt
a Takuan:
Vas a ir directamente a Tajima sin regresar a Izumi?
El sacerdote asinti.
La carta es bastante inquietante y he pensado hacerlo
as. No tengo que hacer ningn preparativo. Me marcho
hoy mismo.
Te vas? inquiri Jtar.
S, debo regresar a casa lo antes posible.
Por qu?
Acabo de enterarme de que mi madre se encuentra en
estado crtico.
Tambin t tienes madre?
El muchacho no poda dar crdito a sus odos.
Naturalmente.
Cundo vas a volver?
Eso depender de la salud de mi madre.
Y qu..., qu voy a hacer aqu sin ti? rezong
Jtar. Significa eso que no te veremos ms?
Claro que no. Volveremos a vernos pronto. He
dispuesto las cosas para que los dos os quedis aqu, y
cuento con que cuides de Ots. Procura hacer que deje de
cavilar para que mejore. No necesita tanto medicina como
fortaleza.
No soy lo bastante fuerte para darle eso. No se
pondr bien hasta que vea a Musashi.
Es una paciente difcil, puedes estar seguro. No te
envidio a una compaera de viaje como ella.
Dime, Takuan, dnde encontraste a Musashi?
Pues...
Takuan mir al seor Mitsuhiro y se ri tmidamente.
Cundo va a venir? Dijiste que le traeras, y eso es
lo nico en lo que piensa Ots desde entonces.
Musashi? dijo de manera despreocupada el seor
Mitsuhiro. No es el rnin que estaba con nosotros en la
giya?
Sin responderle, Takuan se dirigi a Jtar:
No he olvidado lo que le dije a Ots. Cuando
regresaba del Daitokuji, pas por casa de Ketsu para ver si
Musashi estaba all. Ketsu no le ha visto y cree que debe
de estar todava en la giya. Su madre estaba tan
preocupada que escribi una carta a Yoshino Day
pidindole que enviara a Musashi a casa en seguida.
Ah exclam el seor Mitsuhiro, enarcando las
cejas, medio sorprendido y medio envidioso. De modo
que est todava con Yoshino?
Parece ser que Musashi no es ms que un hombre
como cualquier otro. Aunque parezcan diferentes cuando
son jvenes, siempre resulta que son iguales.
Yoshino es una mujer extraa. Qu ve en ese
espadachn inculto?
No pretendo comprenderla, como tampoco
comprendo a Ots. Claro que, en realidad, no comprendo a
las mujeres en general. Todas me parecen un poco
enfermas. En cuanto a Musashi, supongo que es hora de
que llegue a la primavera de la vida. Ahora es cuando
comienza su verdadero adiestramiento, y confiemos en que
le entre en la cabeza que las mujeres son ms peligrosas que
las espadas. No obstante, nadie puede resolverle sus
problemas, y no creo que pueda hacer ms que dejarle solo.
Un poco incmodo por haber hablado as delante de
Jtar, el monje se apresur a dar las gracias y despedirse
de su anfitrin, solicitndole por segunda vez que
permitiera quedarse un poco ms a Ots y Jtar.
El antiguo dicho de que los viajes deben comenzarse por
la maana no significaba nada para Takuan. Estaba decidido
a marcharse y as lo hizo, aunque el sol estaba ya muy
entrado en el oeste y ya descenda el crepsculo.
Jtar corri a su lado, tirndole de la manga.
Por favor, vuelve y dile una palabra a Ots. Ha
estado llorando de nuevo y no puedo hacer nada por
animarla.
Habis hablado los dos de Musashi?
Me pidi que te preguntara cundo va a venir. Si l
no viene, me temo que podra morirse.
No tienes que preocuparte por esa posibilidad.
Limtate a dejarla en paz.
Dime, Takuan, quin es Yoshino Day?
Por qu quieres saberlo?
Has dicho que Musashi estaba con ella, no es cierto?
Humm, no tengo intencin de volver y tratar de curar
la dolencia de Ots, pero quiero que le digas algo de mi
parte.
Qu es ello?
Dile que se alimente como es debido.
Ya se lo he dicho cien veces.
De veras? Bueno, es lo mejor que se le puede decir.
Ahora bien, si no te escuchara, podras decirle toda la
verdad.
Qu verdad?
Musashi est encaprichado de una cortesana llamada
Yoshino y no ha salido del burdel desde hace dos noches y
dos das. Ots es una necia si sigue amando a un hombre
as!
Eso no es cierto! protest Jtar. Es mi
sensei, es un samurai! No es esa clase de hombre. Si le
dijera tal cosa a Ots, podra suicidarse. El nico necio eres
t, Takuan. Un viejo de lo ms estpido!
Ja, ja, ja!
No tienes ningn derecho a hablar mal de Musashi ni
decir que Ots es una necia.
Eres un buen chico, Jtar le dijo el sacerdote,
dndole unas palmaditas en la cabeza.
Jtar se zaf de su mano.
Estoy harto de ti, Takuan. Nunca volver a pedirte
ayuda. Yo mismo encontrar a Musashi y lo traer al lado
de Ots.
Sabes dnde est ese lugar?
No, pero me enterar.
S insolente si lo deseas, pero no te ser fcil
encontrar la casa de Yoshino. Quieres que te ensee cmo
ir ah?
No te molestes.
No soy un enemigo de Ots, Jtar, ni tampoco
tengo nada contra Musashi ni mucho menos. Durante aos
he rezado para que los dos pudieran ser felices.
Entonces por qu siempre dices unas cosas tan
mezquinas?
As te lo parece? Tal vez tengas razn, pero en
estos momentos los dos son personas enfermas. Si a
Musashi se le deja en paz, su enfermedad desaparecer,
pero Ots necesita ayuda. Como soy un sacerdote, he
intentado ayudarla. Debemos ser capaces de curar las
enfermedades del corazn, de la misma manera que los
doctores curan las del cuerpo. Desgraciadamente, no he
podido hacer nada por ella, por lo que desisto de seguir
intentndolo. Si no puede comprender que su amor es
unilateral, aconsejarle que se alimente como es debido es lo
mejor que puedo hacer.
No te preocupes por ello. Ots no va a pedir ayuda a
un gran farsante como t.
Si no me crees, ve a la giya, de Yanagimachi, y mira
con tus propios ojos lo que est haciendo Musashi. Luego
vuelve y cuntale a Ots lo que has visto. Durante algn
tiempo tendr el corazn desgarrado, pero eso podra
abrirle los ojos.
Jtar se tap los odos con los dedos.
Cllate, viejo farsante con cabeza de bellota!
Eres t quien ha venido detrs de m, lo has
olvidado?
Takuan prosigui su camino y Jtar se qued en
medio de la calle, repitiendo un sonsonete muy
irrespetuoso que los pilletes de la calle solan dirigir
burlonamente a los sacerdotes mendicantes. Pero en cuanto
perdi de vista a Takuan, la voz se le quebr, las lgrimas
acudieron a sus ojos y llor desconsoladamente. Cuando
por fin recuper la compostura, se enjug los ojos y, como
un cachorro extraviado que de improviso recuerda el camino
de su casa, empez a buscar la giya.
La primera persona que vio era una mujer. Con la
cabeza cubierta por un velo, pareca un ama de casa
ordinaria. Jtar corri hacia ella y le pregunt:
Por dnde se va a Yanagimachi?
se es el barrio autorizado, no?
Qu es un barrio autorizado?
Por los dioses!
Bueno, dime, qu hacen ah?
Pero..., pero...!
La mujer le mir indignada un momento antes de
marcharse apresuradamente.
Impvido, Jtar sigui caminando a buen paso,
preguntando a un transente tras otro dnde estaba la
giya.
El aroma del loe
Las luces en las ventanas de las casas de placer ardan
brillantemente, pero an era demasiado temprano y pocos
clientes deambulaban por las tres callejuelas principales del
distrito.
En la giya, uno de los sirvientes ms jvenes mir
casualmente hacia la entrada. Haba algo extrao en los ojos
que miraban a travs de una rendija en la cortina, por debajo
de la cual eran visibles unos pies calzados con sucias
sandalias de paja y la punta de una espada de madera. El
joven se sobresalt un poco, pero antes de que pudiera
abrir la boca, Jtar entr y le dijo lo que le haba llevado
all.
Miyamoto Musashi est en esta casa, no es cierto?
Es mi maestro. Me hars el favor de decirle que Jtar est
aqu? Podras pedirle que salga.
La severidad del ceo fruncido sustituy a la expresin
de sorpresa del sirviente.
Quin eres, pequeo mendigo? le pregunt en
tono spero. Aqu no hay nadie que responda a ese
nombre. Qu significa eso de asomar aqu tu sucia cara
precisamente cuando est a punto de empezar el negocio?
Fuera! Agarrando a Jtar por el cuello del kimono, le
dio un fuerte empujn.
Encolerizado como un pez globo hinchado, Jtar grit:
Basta! He venido aqu para ver a mi maestro.
No me importa por qu ests aqu, pequeo bribn.
Ese Musashi ya nos ha causado muchos problemas. No
est aqu.
Si no est aqu, por qu no te limitas a decir eso?
Qutame las manos de encima!
Pareces un tipo furtivo. Cmo s que no eres un
espa de la escuela Yoshioka?
Eso no tiene nada que ver conmigo. Cundo se
march Musashi? Adonde ha ido?
Primero me das rdenes y ahora me pides
informacin. Deberas aprender a civilizar tu lengua. Cmo
voy a saber dnde est?
Si no lo sabes, de acuerdo, pero sultame el cuello!
Muy bien, te soltar... as! Retorci fuertemente
la oreja de Jtar, le hizo dar la vuelta y le arroj hacia la
puerta.
Ay! grit Jtar. Agachndose, desenvain su
espada de madera y golpe al sirviente en la boca,
rompindole los dientes delanteros.
Ahhhh! El joven se llev una mano a la boca
ensangrentada y con la otra derrib a Jtar.
Socorro! Me mata! grit el chiquillo.
Hizo acopio de fuerzas, como el da que mat al perro
en Koyagy, y descarg la espada sobre el crneo del
sirviente. Brot sangre de la nariz del joven y, con un
sonido no ms intenso que el suspiro de una lombriz de
tierra, cay al pie de un sauce.
Una prostituta que se mostraba tras una ventana
enrejada en el lado contrario de la calle, alz la cabeza y
grit hacia la siguiente ventana:
Mira! Has visto? Ese chico con una espada de
madera acaba de matar a un hombre de la giya! Se
escapa!
Al cabo de un instante la calle estaba llena de gente que
iba de un lado a otro, y en el aire resonaban los gritos de
gentes sedientas de sangre.
Por dnde ha ido?
Qu aspecto tena?
La barahnda ces de la misma manera repentina con
que se haba iniciado, y cuando empezaron a llegar los
juerguistas el incidente haba dejado de ser tema de
conversacin. Las peleas eran frecuentes en el barrio, cuyos
habitantes solucionaban o encubran las ms sangrientas con
mucha rapidez, a fin de evitar las investigaciones de las
fuerzas del orden.
Las principales callejas estaban iluminadas como si
fuese de da, pero haba caminos apartados y solares vacos
que estaban totalmente a oscuras. Jtar encontr un lugar
donde esconderse y luego lo cambi por otro. Con no poca
inocencia, pens que podra escapar, pero lo cierto era que
todo el barrio estaba rodeado por un muro de diez pies de
altura, formado por troncos chamuscados cuyos extremos
estaban muy afilados. Cuando el muchacho tropez con
este muro, avanz a lo largo, palpndolo, pero no pudo
encontrar una sola grieta grande, y no digamos una puerta.
Al dar la vuelta para evitar una de las callejuelas, vio a una
muchacha. Sus miradas se encontraron, y ella le llam en
voz baja y le hizo una sea con su mano blanca y delicada.
Me llamas a m? le pregunt l precavidamente.
En el rostro muy empolvado de la joven no vea ninguna
intencin aviesa, por lo que se aproxim un poco ms.
Qu quieres?
No eres t el chico que ha ido a la giya
preguntando por Miyamoto Musashi? inquiri ella en
tono amable.
S.
Te llamas Jtar, no es cierto?
Aja.
Ven conmigo. Te llevar al lado de Musashi.
La muchacha le explic que Yoshino Day, muy
preocupada por el incidente con el criado, la haba enviado
en busca de Jtar para llevarle al lugar donde se ocultaba
Musashi.
l la mir agradecido y le pregunt:
Eres una servidora de Yoshino Day?
S, y ahora puedes tranquilizarte. Si ella te defiende,
nadie en el barrio te pondr un dedo encima.
Es cierto que mi maestro est ah?
Si no lo estuviera, por qu habra de mostrarte el
camino?
Qu est haciendo en un sitio as?
Si abres la puerta de esa pequea granja podrs verlo
por ti mismo. Ahora tengo que volver a mi trabajo.
La joven desapareci discretamente ms all de los
arbustos en el jardn vecino.
La granja le pareci a Jtar demasiado modesta para
que fuese el final de su bsqueda, pero no poda marcharse
sin estar seguro. Para alcanzar una ventana lateral, hizo
rodar una piedra del jardn hasta el muro, se encaram a ella
y apret la nariz contra el enrejado de bamb.
Est ah! dijo entre dientes, esforzndose por
seguir ocultando su presencia. Ansiaba extender la mano y
tocar a su maestro. Haca tanto tiempo que no le vea!
Musashi dorma al lado del hogar, con la cabeza
apoyada en un brazo. Jtar jams le haba vestido con
semejante atuendo, un kimono de seda profusamente
adornado, de la clase preferida por los jvenes elegantes de
la ciudad. Una tela de lana roja estaba extendida en el suelo,
y sobre ella haba un pincel, una caja de tinta y varias hojas
de papel. En una de las hojas Musashi haba practicado el
dibujo de una berenjena y en la otra la cabeza de un pollo.
Jtar se haba quedado estupefacto. Cmo puede
perder el tiempo haciendo dibujos? se pregunt, airado
. Es que no sabe que Ots est enferma?
Un manto muy bordado cubra a medias los hombros de
Musashi. No haba duda de que era una prenda femenina, y
el llamativo kimono era... repugnante. Jtar perciba un
aura de voluptuosidad en la que acechaba el mal. Como le
ocurriera el da de Ao Nuevo, le invadi una oleada de
profunda indignacin por el corrupto comportamiento de
los adultos. Hay algo raro en l se dijo. No es el de
antes.
La irritacin fue convirtindose poco a poco en malicia,
y supo lo que deba hacer: iba a darle un buen susto.
Empez a bajar con sigilo de la piedra.
Jtar dijo Musashi. Qu te ha trado aqu?
El chiquillo se detuvo y volvi a mirar a travs de la
ventana. Musashi segua tendido, pero tena los ojos
entornados y sonrea.
Jtar dobl corriendo la esquina de la casa, cruz la
puerta y ech los brazos al cuello de Musashi.
Sensei! exclam alegremente.
De modo que has venido, eh? Tendido boca
arriba, Musashi extendi los brazos y apret la sucia
cabeza del muchacho contra su pecho. Cmo has sabido
que estaba aqu? Te lo dijo Takuan? Ha pasado mucho
tiempo desde la ltima vez que nos vimos.
Sin dejar de abrazarle, Musashi se irgui. Jtar,
acurrucado contra el clido pecho que casi haba olvidado,
mene la cabeza como un perrito pequins.
Jtar apoy la cabeza en la rodilla de Musashi y
permaneci inmvil.
Ots est en cama, enferma. No puedes imaginar
cunto desea verte. Dice una y otra vez que se pondra bien
si t fueses a verla. Una sola vez, eso es todo lo que quiere.
Pobre Ots.
Te vio en el puente el da de Ao Nuevo, hablando
con esa chica alocada. Ots se enfad y encerr en su
concha, como un caracol. Intent llevrmela del puente,
pero no quera venir.
No la culpo. Ese da tambin yo estaba irritado con
Akemi.
Tienes que verla. Est en casa del seor Karasumaru.
Bastar con que vayas y le digas: Mira, Ots, aqu
estoy. Si haces eso, se pondr bien en seguida.
Deseoso de dejar bien claro lo que quera, Jtar le dijo
mucho ms, pero sta era la sustancia de sus palabras.
Musashi soltaba un gruido de vez en cuando, y una o dos
veces le dijo: De veras?, pero, por razones que
escapaban al muchacho, no le dijo que hara lo que le estaba
pidiendo, por mucho que se lo rogara. A pesar de la enorme
estima en que tena a su maestro, empez a sentirse
disgustado y experiment la comezn de pelearse en serio
con l.
Su beligerancia fue en aumento, hasta el punto en que
slo la retena el respeto. Se qued en silencio, con una
expresin desaprobadora, la mirada hosca y los labios
torcidos como si acabara de beber una copa de vinagre.
Musashi cogi su manual de dibujo y el pincel y
empez a aadir trazos a uno de los dibujos. Jtar mir
con disgusto el dibujo de la berenjena y pens: Qu le
hace creer que es capaz de dibujar? Es terrible!.
Finalmente Musashi perdi inters y empez a limpiar
el pincel. Jtar estaba a punto de insistir en su peticin
cuando oyeron el sonido de unas sandalias de madera en las
piedras pasaderas ante la casa.
Tus ropas estn secas dijo una voz femenina. La
asistenta que haba acompaado a Jtar entr con un
kimono y un manto pulcramente doblados. Deposit las
prendas ante Musashi y le invit a examinarlas.
Gracias dijo l. Parecen como nuevas.
Las manchas de sangre no desaparecen fcilmente.
Hay que frotar y frotar.
Ya no se ve ninguna. Te estoy muy agradecido... Y
Yoshino?
Est ocupadsima, atendiendo a uno y otro husped.
No le dan un momento de respiro.
Mi estancia aqu ha sido muy agradable, pero si me
quedo ms tiempo ser una carga para vosotros. Tengo la
intencin de marcharme en cuanto salga el sol. Se lo dirs a
Yoshino y le transmitirs mi ms profundo agradecimiento?
Jtar se relaj. Sin duda Musashi tena la intencin de
ver a Ots. Aqul s que era su maestro, un hombre bueno
y honrado. El chiquillo sonri, satisfecho.
En cuanto la muchacha se march, Musashi puso las
ropas ante Jtar y le dijo:
Acabas de llegar en el momento apropiado. Tengo
que devolver estas prendas a la mujer que me las prest.
Quiero que las lleves a la casa de Hon'ami Ketsu, que est
al norte de la ciudad, y me traigas mi kimono. Sers un
buen chico y me hars ese favor?
Desde luego dijo Jtar con una expresin
aprobadora. Ir ahora mismo.
Envolvi las prendas en un pao, junto con una carta
dirigida por Musashi a Ketsu, y se ech el fardo a la
espalda.
La asistenta lleg en aquel momento con la cena y alz
los brazos, horrorizada.
Qu estis haciendo? pregunt con la voz
sofocada. Cuando Musashi se lo explic, la muchacha dijo
: Oh, no puedes dejar que se marche!
Le cont lo que Jtar haba hecho. Por suerte, su
puntera no haba sido perfecta y el sirviente haba
sobrevivido. Asegur a Musashi que, como aqulla no era
ms que una pelea entre muchas, el asunto estaba zanjado,
pues Yoshino haba advertido personalmente al propietario
y a los ms jvenes del establecimiento que guardaran
silencio. Tambin seal que, al proclamar
inadvertidamente que era pupilo de Miyamoto Musashi,
Jtar haba dado credibilidad al rumor de que Musashi
segua en la giya.
Comprendo se limit a decir Musashi, y mir
inquisitivamente a Jtar, el cual se rasc la cabeza, se
retir a un rincn y procur pasar tan desapercibido como
fuese posible.
La muchacha sigui diciendo:
No es preciso que te diga lo que ocurrira si intentara
marcharse. Todava andan por ah muchos hombres de
Yoshioka, esperando a que ensees la cara. Eso est
causando grandes dificultades a Yoshino y el dueo, porque
Ketsu les rog que cuidaran de ti. La giya no puede
permitir que salgas y caigas en sus garras. Yoshino ha
resuelto protegerte.
Esos samurais son muy insistentes. Han mantenido
una vigilancia constante y enviado hombres en varias
ocasiones, acusndonos de esconderte. Nos hemos librado
de ellos, pero an no estn convencidos. La verdad es que
no lo comprendo. Actan como si estuvieran en una gran
campaa. Ms all de la muralla del barrio, hay tres o
cuatro filas de ellos, con vigas por todas partes, y estn
armados hasta los dientes.
Yoshino cree que deberas quedarte aqu otros cuatro
o cinco das, o por lo menos hasta que ellos se cansen de
esperar.
Musashi le agradeci su amabilidad y preocupacin,
pero aadi crpticamente:
Tengo mi propio plan.
Accedi en seguida a que un sirviente fuese a casa de
Ketsu en lugar de Jtar. El enviado regres menos de una
hora despus, con una nota de Ketsu que deca: Cuando
tengamos otra oportunidad, encontrmonos de nuevo.
Aunque la vida pueda parecer larga, en realidad es
demasiado corta. Te ruego que cuides bien de ti mismo. Un
saludo desde lejos. Aunque escasas, estas palabras
parecan afectuosas y muy caractersticas de quien las haba
escrito.
Tus ropas estn en este paquete le dijo la sirvienta
. La madre de Ketsu me ha encargado especialmente que
te transmita sus mejores deseos.
Hizo una reverencia y sali.
Musashi mir el kimono de algodn, viejo y desgastado,
expuesto con tanta frecuencia al roco y la lluvia, con
manchas de sudor. El contacto de la prenda con su piel sera
ms grato que la fina seda prestada por la giya. Aqul era
sin duda el atuendo de un hombre dedicado seriamente al
estudio de la esgrima. Musashi ni necesitaba ni quera nada
mejor.
Esperaba que oliera mal, despus de haber permanecido
varios das doblado, pero al deslizar los brazos en las
mangas descubri que estaba limpio. Haba sido lavado y
los pliegues sobresalan con pulcritud. Supuso que Mysh
lo habra lavado personalmente y entonces experiment el
deseo de tener tambin una madre y pens en la vida
solitaria que le aguardaba, sin ms parientes que su
hermana, la cual viva en unas montaas a las que l no
poda regresar. Permaneci un rato contemplando el fuego.
Vmonos dijo.
Tens el obi e introdujo su amada espada entre el cinto
y sus costillas. Al hacer eso, la sensacin de soledad
desapareci con la misma brusquedad con que se haba
producido. Reflexion en que aquella espada tendra que
encarnar a toda su familia. Eso era lo que se prometi a s
mismo aos atrs, y as debera ser.
Jtar ya estaba fuera, mirando las estrellas, pensando
en que por muy tarde que llegaran a la casa del seor
Karasumaru, Ots estara despierta.
Pens en la sorpresa que ella se llevara y en que se
sentira tan feliz que probablemente volvera a llorar.
Oye, Jtar le dijo Musashi. Has entrado por
la puerta de madera que hay en la parte de atrs?
No s si es la parte trasera... Es esa de ah.
Pues ve ah y esprame.
No vamos a ir juntos?
S, pero primero quiero despedirme de Yoshino. No
tardar.
De acuerdo, estar al lado de la puerta.
Se sinti inquieto porque Musashi le abandonaba,
aunque slo fuese por unos instantes, pero aquella noche
habra hecho cualquier cosa que su maestro le pidiera.
La giya haba sido un refugio, agradable pero slo
temporal. Musashi reflexion en que estar apartado del
mundo exterior haba sido beneficioso para l, pues hasta
entonces su cuerpo y su mente haban sido como hielo, una
masa espesa, fra e insensible a la belleza de la luna, que no
prestaba atencin a las flores ni le importaba el sol. No
tena ninguna duda sobre la rectitud de la vida asctica que
llevaba, pero ahora poda ver cmo las carencias que se
haba impuesto podan traducirse en estrechez de miras y
testarudez. Aos atrs Takuan le haba dicho que su fuerza
no se diferenciaba de la de una bestia salvaje. Nikkan le
haba puesto en guardia contra su exceso de fortaleza.
Despus de la lucha con Denshichir, su cuerpo y su
espritu haban estado demasiado tensos y rgidos. En los
dos ltimos das se haba relajado, permitindose una
expansin espiritual. Haba bebido un poco, dormitado
cuando le apeteca, ledo, dibujado algo, por torpe y
superficialmente que fuera, bostezado y estirado sus
miembros a placer. Tomarse un descanso haba sido algo de
un valor inmenso. Haba llegado a la conclusin de que era
importante y seguira sindolo gozar de vez en cuando dos
o tres das de ocio totalmente libre de cuidados.
De pie en el jardn, contemplando las luces y sombras
en los salones delanteros, pens: Debo decirle una sola
palabra de agradecimiento a Yoshino Day por todo lo que
ha hecho. Pero entonces cambi de idea. Llegaba a sus
odos el rasgueo del shamisen y los cnticos estridentes de
los compradores. No vea la manera de entrar sigilosamente
para verla. Sera mejor que le diera las gracias en su corazn
y confiara en que ella lo comprendera. Tras hacer una
reverencia hacia la parte delantera de la casa, emprendi la
marcha.
En el exterior hizo una sea a Jtar, El muchacho
corri a su lado, y entonces oyeron a Rin'ya, que vena con
una nota de Yoshino. La puso en la mano de Musashi y se
alej.
La hoja de papel era pequea y de un bello color. Al
desdoblarla, Musashi percibi el aroma del loe. El mensaje
deca: Ms memorable que las flores infortunadas que se
marchitan y desintegran una noche tras otra es un atisbo de
la luz lunar a travs de los rboles. Aunque se ren mientras
mis lgrimas caen en la copa de otro, te envo esta sola
palabra de recuerdo.
De quin es la nota? le pregunt Jtar.
De nadie en particular.
Una mujer?
Y eso qu importa?
Qu dice?
No es necesario que lo sepas.
Musashi dobl el papel.
Jtar se inclin hacia la nota y dijo:
Huele bien. Es loe.
La puerta
Jtar pens que acto seguido saldran del barrio sin que les
detectaran.
Si vamos por aqu, tendremos que salir por el portal
principal coment. Eso sera peligroso.
Humm.
Tiene que haber otra manera de salir.
No estn cerradas de noche todas las entradas
excepto la principal?
Podramos escalar el muro.
Eso sera una muestra de cobarda. Tengo sentido del
honor, sabes?, as como una reputacin que conservar.
Saldr por la entrada principal cuando sea el momento.
Eso hars? Aunque se senta inquieto, el
muchacho no discuti, pues saba muy bien que, segn las
reglas de la clase militar, un hombre sin orgullo era un ser
indigno.
Naturalmente replic Musashi. Pero t no. Eres
todava un nio y puedes salir de alguna manera ms segura.
Cmo?
Por encima del muro.
Yo solo?
T solo.
No puedo hacer eso.
Por qu no?
Me llamaran cobarde.
No seas tonto. Me estn buscando a m, no a ti.
Pero dnde nos encontraremos?
En los terrenos de equitacin de Yanagi.
Vendrs de veras?
Puedes estar seguro.
Me prometes que no volvers a huir?
No huir. Una de las cosas que no pretendo ensearte
es a mentir. Te he dicho que nos encontraremos y as ser.
Ahora, mientras no hay nadie por aqu, salta por encima del
muro.
Jtar mir con cautela a su alrededor antes de correr
hacia el muro, ante el que se par en seco y mir pensativo
arriba. La altura de la pared era superior al doble de la suya
propia. Musashi lleg a su lado con un saco de carbn a
cuestas. Dej caer el saco y mir a travs de una grieta en el
muro.
Ves a alguien ah afuera? le pregunt Jtar.
No, nada ms que juncos. Puede que haya agua
debajo, por lo que debes tener cuidado cuando aterrices.
No me importa si me mojo, pero cmo voy a llegar a
lo alto de este muro?
Musashi hizo caso omiso de esa pregunta.
Es de suponer que hay guardianes apostados en
puntos estratgicos adems de la puerta principal. Echa un
buen vistazo a tu alrededor antes de saltar, o podras
encontrarte con una espada apuntada hacia ti.
Comprendo.
Arrojar este carbn por encima del muro como un
seuelo. Si no ocurre nada, puedes seguir adelante.
Se agach y Jtar subi a su espalda.
Ponte sobre mis hombros.
Tengo las sandalias sucias.
No te preocupes.
Jtar se alz hasta quedar en pie sobre los hombros de
Musashi.
Puedes llegar a lo alto?
No.
Lo conseguiras si dieras un salto?
No lo creo.
Bueno, apyate en mis manos.
Musashi extendi los brazos verticalmente por encima
de su cabeza.
Ya est! susurr Jtar.
Musashi cogi el saco de carbn con una mano y lo
lanz tan alto como pudo. Cay con un ruido sordo entre
los juncos. No sucedi nada.
Aqu no hay agua le inform Jtar cuando hubo
saltado.
Cudate.
Musashi mir a travs de la grieta en el muro hasta que
no pudo seguir oyendo el sonido de las pisadas del
muchacho, y entonces se dirigi rpida y
despreocupadamente a la ms concurrida de las callejas
principales. Ninguno de los numerosos juerguistas que
pululaban por all le prest la menor atencin.
Cuando sali por la puerta principal, los hombres de
Yoshioka que estaban all apostados reprimieron un grito
colectivo, y todos los ojos convergieron en l. Adems de
los guardianes junto al portal, haba samurais en cuclillas
alrededor de fogatas, donde los porteadores de palanquines
pasaban el tiempo mientras esperaban, y guardianes de
relevo en la casa de t Amigasa y el establecimiento de
bebidas al otro lado de la calle. Aquellos hombres no haban
disminuido un solo momento su vigilancia, alzando sin
ninguna ceremonia los sombreros de juncos y examinando
los rostros. Tambin haban detenido los palanquines para
examinar a sus ocupantes.
En varias ocasiones haban entablado negociaciones con
la giya para registrar el local, pero el resultado haba sido
negativo. Por lo que respectaba a la direccin, Musashi no
estaba all, y los hombres de Yoshioka no podan actuar
basndose en el rumor de que Yoshino Day estaba
protegiendo a Musashi. Era demasiado admirada, tanto en
el distrito como en la misma ciudad, para que fuese posible
asaltar la casa sin graves repercusiones.
Obligados a librar un combate de espera, los hombres de
Yoshioka haban rodeado el barrio a cierta distancia. No
haban descartado la posibilidad de que Musashi intentara
escapar por encima del muro, pero la mayora esperaban
que saliera por la puerta, o bien disfrazado o bien en el
interior de un palanqun cerrado. La nica contingencia para
la que no estaban preparados era aqulla a la que se
enfrentaban ahora.
Nadie hizo ningn movimiento para cortar el paso a
Musashi, ni tampoco ste se detuvo para decirles nada.
Recorri varios centenares de pasos a grandes zancadas
antes de que un samurai gritara:
Detenedle!
A por l!
Ocho o nueve hombres que daban grandes gritos
llenaron la calle detrs de Musashi y empezaron a acercarse
cautelosamente a l.
Espera, Musashi! dijo uno en tono colrico.
Qu quieres? replic l de inmediato,
sobresaltndolos a todos con la fuerza de su voz.
Fue al lado de la calzada y se apoy en la pared de una
cabaa que formaba parte de un aserradero, dos de cuyos
trabajadores dorman all. Uno de ellos entreabri la puerta,
pero, tras echar un rpido vistazo, cerr de un portazo y
ech el cerrojo.
Aullando como una jaura de perros extraviados, los
hombres de Yoshioka formaron gradualmente una negra
medialuna alrededor de Musashi. l les miraba fijamente,
calibrando su fuerza, evaluando su posicin, previendo por
dnde podra producirse un movimiento. Ahora eran treinta
hombres, los cuales estaban perdiendo con rapidez el uso
de sus treinta mentes. A Musashi no le resultaba difcil leer
el pensamiento de aquel cerebro colectivo.
Tal como haba previsto, ninguno se adelant en
solitario para desafiarle. Parloteaban y le arrojaban insultos,
la mayora de los cuales parecan los dicterios apenas
inteligibles de vagabundos vulgares y corrientes.
Bastardo!
Cobarde!
Aficionado!
Estaban lejos de comprender que su jactancia era
meramente verbal y revelaba su debilidad. Hasta que la
horda lograra cierto grado de cohesin, Musashi tena la
sartn por el mango. Examin sus rostros, decidi quines
podan ser peligrosos, determin los puntos dbiles de la
formacin y se prepar para el combate.
Se tom su tiempo y, despus de escrutar lentamente
sus rostros, dijo:
Soy Musashi. Quin me ha pedido que esperase?
Nosotros. Todos nosotros!
Entiendo que sois de la escuela Yoshioka.
As es.
Qu tenis que ver conmigo?
Bien lo sabes! Ests preparado?
Preparado? Los labios de Musashi trazaron una
sonrisa sardnica. La risa que sali entre sus dientes
blancos enfri la excitacin de sus adversarios. Un
autntico guerrero est preparado incluso cuando duerme.
Adelantaos cuando os parezca! Cuando provocis una
lucha insensata, qu sentido tiene tratar de hablar como
seres humanos u observar la etiqueta de la espada? Pero
decidme una cosa. Es vuestro nico objetivo verme
muerto? O queris luchar como hombres?
No le respondieron.
Estis aqu para reparar un agravio o para
desafiarme a un encuentro de desquite?
Si Musashi, por el ms leve movimiento en falso de los
ojos o el cuerpo, les hubiera brindado una ocasin, sus
espadas se habran precipitado hacia l como el aire en el
vaco, pero mantena un aplomo perfecto. Ninguno de los
hombres se mova. Todo el grupo permaneca tan quieto y
silencioso como las cuentas de un rosario.
Unas palabras pronunciadas a gritos rompieron el
silencio de los hombres confusos:
Deberas conocer la respuesta sin necesidad de
preguntar!
Musashi dirigi una mirada al que haba hablado, Miike
Jrzaemon, y juzg por su aspecto que era un samurai
digno de mantener la reputacin de Yoshioka Kemp. Slo
l pareca dispuesto a poner fin al punto muerto en que se
encontraban asestando el primer golpe. Sus pies avanzaron
ligeramente con un movimiento deslizante.
Has mutilado a nuestro maestro Seijr y matado a
su hermano Denshichir. Cmo podramos mantener
erguida la cabeza si te dejramos vivir? Centenares de
nosotros que somos leales a nuestro maestro hemos jurado
eliminar al causante de su humillacin y rehabilitar el
nombre de la escuela Yoshioka. No se trata de agravios ni
de una violencia ilegal. Pero vengaremos a nuestro maestro
y consolaremos al espritu de su hermano muerto. No
envidio tu posicin, pero vamos a hacernos con tu cabeza.
En guardia!
Tu desafo es digno de un samurai replic Musashi
. Si se es tu verdadero propsito, puedo arriesgar mi
vida luchando contigo. Pero hablas de cumplir con tu deber,
de vengarte segn el Camino del Samurai. Por qu, pues,
no me desafas de una manera adecuada, como lo hicieron
Seijr y Denshichir? Por qu me atacis en masa?
Eres t el que se ha ocultado!
Eso es una necedad! No hacis ms que demostrar
que un cobarde atribuye su cobarda al prjimo. Acaso no
estoy aqu en pie ante vosotros?
Porque temas que te captursemos cuando
intentaste escapar!
No es verdad! Podra haberme escapado de varias
maneras.
Y crees que la escuela Yoshioka te lo habra
permitido?
Supuse que me saludarais de un modo u otro, pero
no sera deshonroso para vosotros, no slo personalmente
sino como miembros de nuestra clase, armar pendencia
aqu? Debemos molestar a estas gentes como una jaura de
bestias salvajes o de indignos vagabundos? Hablas de
obligacin hacia tu maestro, pero no es cierto que una
lucha aqu significara todava ms oprobio para el nombre
de Yoshioka? Si eso es lo que habis decidido, entonces
eso es lo que vais a tener! Si habis resuelto destruir la obra
de vuestro maestro, disolver la escuela y abandonar el
Camino del Samurai, no tengo nada ms que decir, excepto
una cosa: Musashi luchar mientras sus miembros resistan.
Matmosle! grit el hombre que estaba al lado de
Jrzaemon, al tiempo que desenvainaba su espada.
Una voz distante advirti:
Cuidado! Viene Itakura!
En calidad de magistrado de Kyoto, Itakura Katsushige
era un hombre poderoso y, aunque gobernaba bien, lo haca
con puo de hierro. Incluso los nios cantaban canciones
sobre l: De quin es ese ruano castao / cuyos cascos
resuenan en la calle? / El de Itakura Katsushige? /A correr,
todo el mundo a correr. O bien: Itakura, seor de Iga, tiene /
ms manos que la Kannon de mil brazos, / ms ojos que el
Temmoku de tres ojos. / Sus guardias estn en todas partes.
Kyoto no era una ciudad fcil de gobernar. Mientras
que Edo iba camino de sustituirla como la ciudad ms
grande del pas, la antigua capital segua siendo el centro de
la vida econmica, poltica y militar. Adems, siendo el
lugar donde la cultura y la educacin estaban ms
avanzados, era tambin all donde la crtica del shogunado
alcanzaba mayor elocuencia. Desde el siglo XIV, los
ciudadanos haban abandonado toda ambicin militar para
dedicarse al comercio y los oficios. Ahora se les reconoca
como una clase aparte, y conservadora en su conjunto.
Entre la poblacin haba tambin muchos samurais, que
permanecan sin tomar partido, a la espera de ver si los
Toyotomi vencan inesperadamente a los Tokugawa, as
como una serie de jefes militares advenedizos, que, aunque
carecan de experiencia y linaje, lograban mantener ejrcitos
personales de considerable tamao. Haba tambin un
nmero notable de rnin como los de Nara.
En todas las clases abundaban los libertinos y
hedonistas, por lo que el nmero de tabernas y burdeles era
desproporcionado con respecto al tamao de la ciudad.
Las conveniencias, ms que las convicciones polticas,
tendan a determinar las fidelidades de gran parte de la
poblacin. Nadaban con la corriente y aprovechaban
cualquier oportunidad que les pareciera favorable.
En la poca del nombramiento de Itakura, en 1601,
circulaba una ancdota por la ciudad segn la cual el
hombre, antes de aceptar el cargo, pregunt a Ieyasu si
primero podra consultar a su esposa. Cuando regres a
casa, le dijo: Desde los tiempos antiguos, ha habido
innumerables hombres en puestos de honor que han llevado
a cabo hazaas sobresalientes, pero han terminado por
acarrear la deshonra tanto para ellos como para sus familias.
Con mucha frecuencia, la causa de su fracaso se debe a sus
esposas o relaciones familiares. As pues, considero de la
mayor importancia discutir este nombramiento contigo. Si
juras que no interferirs en mis actividades como
magistrado, aceptar el cargo.
Su esposa se apresur a dar su consentimiento,
manifestando que las esposas no tienen por qu
entrometerse en esta clase de asuntos. A la maana
siguiente, cuando Itakura se dispona a partir hacia el
castillo de Edo, la mujer observ que el cuello de su tnica
interior estaba torcido. Apenas lo haba tocado para
enderezarlo, cuando l la amonest: Ya te has olvidado de
tu juramento, y le hizo jurar de nuevo que no se
entrometera. En general, todo el mundo admita que Itakura
era un representante eficaz del shgun, estricto pero justo,
y que Ieyasu haba obrado con sabidura al elegirle.
Al or la mencin de su nombre, los samurais desviaron
sus miradas de Musashi. Los hombres de Itakura
patrullaban el barrio con regularidad, y todo el mundo
evitaba su encuentro.
Un joven avanz hasta el espacio abierto delante de
Musashi.
Esperad! grit con la misma voz resonante con
que haba dado la alarma. Era Sasaki Kojir, el cual sonri y
sigui diciendo: Estaba bajando de mi palanqun cuando
o que iba a producirse un combate. Desde hace tiempo
tema que ocurriera esto, y estoy consternado al ver que
sucede aqu y ahora. No soy partidario de la escuela
Yoshioka y menos todava apoyo a Musashi. Sin embargo,
como guerrero y espadachn visitante, creo estar calificado
para apelar en nombre del cdigo guerrero y el conjunto de
la clase guerrera.
Habl con energa y elocuencia, pero en un tono
condescendiente y con una arrogancia absoluta.
Quiero preguntaros qu vais a hacer cuando lleguen
los alguaciles. No os avergonzar que os detengan por
provocar una reyerta callejera? Si obligis a las autoridades
a reparar en lo que est ocurriendo, no lo considerarn como
una pelea ordinaria entre ciudadanos. Pero sa es otra
cuestin.
Tanto la hora como el lugar son inadecuados. Es una
deshonra para toda la clase militar que los samurais
perturben el orden pblico. Como uno de los vuestros, os
pido que pongis fin de inmediato a esta conducta
indecorosa. Si debis cruzar las espadas para zanjar vuestro
agravio, entonces, en nombre del cielo, seguid las reglas de
la esgrima. Elegid una hora y un lugar!
Eso es muy justo! replic Jrzaemon. Pero si
establecemos una fecha y un lugar, puedes garantizarnos
que Musashi se presentar?
Lo hara de buen grado, pero...
Puedes garantizarlo?
Qu puedo deciros? Que hable Musashi por s
mismo!
Tal vez te propones ayudarle a escapar!
No seas asno! Si mostrara parcialidad hacia l,
vosotros me desafiarais. No es amigo mo y no hay
ninguna razn para que le proteja. Y si abandona Kyoto, no
tenis ms que colocar avisos en toda la ciudad exponiendo
su cobarda.
Eso no basta. Esta noche no nos iremos de aqu a
menos que nos garantices que le tendrs bajo custodia hasta
el encuentro.
Kojir gir sobre sus talones, sac el pecho y se acerc
ms a Musashi, el cual haba estado mirando fijamente su
espalda. Sus miradas se trabaron, como las de dos fieras
salvajes que se vigilan mutuamente. Haba algo inevitable en
la manera en que sus personalidades juveniles se
enfrentaban, un reconocimiento de la capacidad del otro y,
tal vez, una pizca de temor.
Consientes en que el encuentro se realice como he
propuesto, Musashi?
Acepto.
Muy bien.
Sin embargo, me opongo a tu participacin.
No ests dispuesto a quedar bajo mi custodia?
Me ofende lo que eso significa. En mis combates con
Seijr y Denshichir no he dado la menor muestra de
cobarda. Por qu creen sus seguidores que huira antes de
enfrentarme a ellos?
Bien dicho, Musashi. No lo olvidar. Ahora, dejando
aparte mi garanta, decidirs el lugar y la hora?
Estoy de acuerdo con cualquier lugar y hora que ellos
elijan.
sa tambin es una respuesta gallarda. Dnde
estars hasta el momento de la lucha?
No tengo ninguna direccin.
Si tus adversarios no saben dnde ests, cmo
pueden enviarte un mensaje escrito?
Decidid ahora mismo la hora y el lugar. Estar aqu.
Kojir asinti. Tras consultar con Jrzaemon y varios
ms, regres al lado de Musashi y le dijo:
Quieren que la hora sea las cinco de la madrugada de
pasado maana.
Acepto.
El lugar ser el pino de ancha copa al pie de la colina
de Ichijji, en el camino hacia el monte Hiei. El
representante nominal de la casa de Yoshioka ser Genjir,
el hijo mayor de Yoshioka Genzaemon, to de Seijr y
Denshichir. Genjir es ahora el nuevo jefe de la casa de
Yoshioka, y el encuentro se realizar en su nombre, pero
todava es un nio, porque se estipula que varios discpulos
de Yoshioka le acompaarn para actuar como segundos.
Te lo digo para evitar cualquier malentendido.
Tras el intercambio formal de promesas, Kojir llam a
la puerta de la cabaa. Los trabajadores del aserradero se
apresuraron a abrirla y se asomaron.
Debe de haber por aqu algo de madera que no os
haga falta les dijo Kojir con aspereza. Quiero colocar
un anuncio. Buscadme una tabla apropiada y clavadla a un
poste de seis pies de largo.
Mientras alisaban la tabla, Kojir envi a un hombre en
busca de pincel y tinta. Una vez reunidos los materiales,
escribi la hora, el lugar y otros detalles con mano de
experto calgrafo. Tal como sucediera antes, el anuncio se
haca pblico, pues eso era una garanta mejor que un
intercambio de promesas en privado. Incumplir el
compromiso significara quedar pblicamente en ridculo.
Musashi observ a los hombres de Yoshioka que
levantaban el letrero en el lugar ms transitado de la
vecindad. Se dio la vuelta, imperturbable, y se dirigi con
rapidez a los terrenos de equitacin de Yanagi.
Jtar estaba a solas en la oscuridad y se senta nervioso.
Sus ojos y odos estaban alerta, pero slo de vez en cuando
vea la luz de un palanqun u oa los ecos huidizos de las
canciones que entonaban los hombres camino de su casa.
Temiendo que Musashi pudiera haber sido herido o incluso
muerto, finalmente perdi la paciencia y ech a correr hacia
Yanagimachi.
Antes de que hubiera recorrido cien varas, oy la voz de
Musashi a travs de la oscuridad.
Eh! Qu es esto?
Ah, ests aqu! exclam, aliviado, el muchacho.
Tardabas tanto que decid ir a dar un vistazo.
Eso no ha sido muy inteligente. Podramos habernos
perdido de vista mutuamente.
Haba muchos hombres de Yoshioka al otro lado del
portal?
S, bastantes.
No te capturaron? Jtar mir inquisitivamente el
rostro de Musashi. No ha ocurrido nada?
En efecto.
Adonde vas? La casa del seor Karasumaru se
encuentra en esta direccin. Apuesto a que ests muy
deseoso de ver a Ots, no es cierto?
S, anso verla.
A esta hora de la noche se llevar una enorme
sorpresa.
Sigui un silencio incmodo.
Oye, Jtar, recuerdas aquella pequea posada
donde nos encontramos por primera vez? Cmo se
llamaba el pueblo?
La casa del seor Karasumaru es mucho ms
agradable que esa vieja posada.
Estoy seguro de que no hay comparacin posible.
Todo est cerrado durante la noche, pero si vamos a
la puerta de servicio nos dejarn entrar, y cuando vean que
te he trado, es posible que el mismo seor Karasumaru
salga a saludarte. Ah, por cierto, qu le pasa a ese monje
loco, Takuan? Me ha tratado muy mal. Me dijo que lo
mejor que poda hacer era dejarle en paz, y no quiso
decirme dnde estabas, aunque lo saba perfectamente.
Musashi no hizo ningn comentario. Jtar charlaba
mientras caminaban.
Ah es dijo el muchacho, sealando la puerta
trasera. Musashi se detuvo pero no dijo nada. Ves esa
luz por encima de la valla? Es el ala norte, donde se aloja
Ots. Debe de estar esperndome.
Hizo un rpido movimiento hacia la puerta, pero
Musashi le agarr con fuerza la mueca.
Todava no. No voy a entrar en la casa. Quiero que le
des a Ots un mensaje de mi parte.
No vas a entrar? No has venido aqu para eso?
No. Slo quera cerciorarme de que llegabas sano y
salvo.
Tienes que entrar! No puedes marcharte ahora!
El chico tir frenticamente de la manga de Musashi.
No levantes la voz y escucha.
No quiero escucharte! Me prometiste que vendras
conmigo.
Y he venido, no es cierto?
No te he invitado a mirar la puerta, sino a visitar a
Ots.
Tranquilzate... Es muy posible que est muerto
dentro de muy poco tiempo.
Eso no es nada nuevo. Siempre dices que un samurai
debe estar preparado para morir en cualquier momento.
Es cierto, y creo que orte repetir mis palabras es una
buena leccin para m. Pero esta vez no es como las dems.
Ya s que no tengo una posibilidad entre diez de sobrevivir,
y por eso creo que no debera ver a Ots.
Eso no tiene sentido.
No lo entenderas ahora aunque te lo explicara. Ya lo
comprenders cuando seas mayor.
Me ests diciendo la verdad? Crees de veras que
vas a morir?
As es, pero no puedo decirle tal cosa a Ots, no
puedo hacerlo cuando est enferma. Dile que sea fuerte y
elija un camino que la conduzca a su felicidad futura. se es
el mensaje que debes transmitirle. No quiero que le hables
de la posibilidad de que me maten.
Se lo dir! Se lo dir todo! Cmo podra mentirle a
Ots? Oh, por favor, por favor, ven conmigo.
Musashi le apart.
No me ests escuchando.
Jtar no poda retener las lgrimas.
Pero..., pero lo siento mucho por ella. Si le digo que
te has negado a verla, empeorar, estoy seguro.
Por eso tienes que darle mi mensaje. Dile que vernos
no nos har ningn bien mientras todava est
adiestrndome como guerrero. He elegido un camino de
disciplina, el cual requiere que supere mis sentimientos y
lleve una vida estoica llena de penurias. Si no lo hago as,
nunca encontrar la luz que busco. Pinsalo, Jtar.
Tambin t tendrs que seguir ese camino, pues de lo
contrario nunca llegars a ser un guerrero digno.
El muchacho no deca nada, aunque segua sollozando.
Musashi le rode con un brazo y le estrech contra l.
Uno nunca sabe cundo terminar el Camino del
Samurai. Cuando yo muera, debes buscarte un buen
maestro. Ahora no puedo ver a Ots, porque s que, a la
larga, ser ms feliz si no nos vemos. Y cuando encuentre la
felicidad, comprender lo que siento ahora. Esa luz..., ests
seguro de que es la de su habitacin? Debe de sentirse sola.
Anda, vete a dormir.
Jtar empezaba a comprender el dilema de Musashi,
pero haba un rastro de malhumor en su actitud, all en pie
de espaldas a su maestro. Comprenda que no poda insistir
ms a Musashi.
Alz el rostro arrasado en lgrimas y se aferr al ltimo
rayo de esperanza.
Cuando hayas terminado tus estudios, vers a Ots
y hars las paces con ella? Lo hars, verdad? Cuando creas
que has estudiado lo suficiente.
S, cuando llegue ese da.
Cundo ser?
Es difcil saberlo.
Dos aos, quiz? Musashi no le respondi.
Tres aos?
El camino de la disciplina no tiene final.
No volvers a ver a Ots durante el resto de tu vida?
Si el talento con que nac es adecuado, puede que
algn da alcance mi objetivo. De lo contrario, es posible
que siga siendo tan estpido como lo soy ahora. Pero ahora
me enfrento a la posibilidad de morir pronto. Cmo puede
un hombre con esa perspectiva hacer promesas que afectan
al futuro de una mujer tan joven como Ots?
Haba dicho ms de lo que pretenda. Jtar pareca
confuso, pero entonces dijo en tono triunfante:
No tienes que prometerle nada a Ots. Lo nico que
te pido es que la veas.
Mira, no es tan sencillo. Ots y yo somos jvenes.
Me desagrada tener que admitirlo, pero si nos encontramos,
me temo que sus lgrimas me derrotaran. No podra
mantenerme fiel a mi decisin.
Musashi ya no era el joven impetuoso que desde a
Ots en el puente Hanada. Era menos egocntrico y
temerario, ms paciente y mucho ms gentil. El encanto de
Yoshino podra haber reavivado los fuegos de la pasin, si
l no hubiera rechazado el amor de manera muy similar a la
del fuego que no quiere tratos con el agua. No obstante,
cuando la mujer era Ots, Musashi desconfiaba de su
capacidad de autodominio. Saba que no deba pensar en ella
sin considerar el efecto que podra tener en su vida.
Jtar oy la voz de su maestro muy cerca de su odo.
Lo comprendes ahora?
El muchacho se enjug las lgrimas de los ojos, pero
cuando apart la mano de su rostro y mir a su alrededor,
no vio ms que una bruma oscura.
Sensei! exclam.
Corri hacia el extremo del largo muro de tierra, pero
saba que sus gritos no haran volver a Musashi. Apoy la
cara en el muro y las lgrimas brotaron de nuevo. Se senta
completamente derrotado, vencido una vez ms por el
razonamiento adulto. Llor hasta que se le tens la garganta
y no emiti ms sonidos, pero los sollozos convulsos
siguieron agitando sus hombros.
Vio a una mujer al otro lado de la puerta de servicio y
pens que deba de ser alguna de las muchachas de la cocina
que regresaba de un recado tardo. Se pregunt s le habra
odo llorar.
La oscura figura alz su velo y camin lentamente hacia
l.
Jtar? Eres t, Jtar?
Ots! Qu haces aqu? Ests enferma.
Estaba preocupada por ti. Por qu te marchaste sin
decir nada a nadie? Dnde has estado durante todo este
tiempo? Las luces estaban encendidas y la puerta cerrada,
pero t seguas sin regresar. No puedes imaginar lo
preocupada que estaba.
Ests loca. Y si tienes fiebre otra vez? Vuelve a la
cama ahora mismo!
Por qu estabas llorando?
Te lo dir luego.
Quiero saberlo ahora. Algo tiene que haberte ocurrido
para que ests as. Fuiste en pos de Takuan, no es cierto?
Humm, s.
Has averiguado dnde est Musashi?
Takuan es maligno. Le odio!
No te lo dijo l?
Pues no.
Me ests ocultando algo.
Ah, eres imposible! se quej Jtar. T y ese
estpido maestro mo. No puedo decirte nada antes de que
te acuestes y te ponga una toalla fra en la cabeza. Si no
regresas a la casa ahora mismo, te llevar a rastras.
La cogi de la mueca con una mano y golpe la puerta
con la otra, gritando, enfurecido:
Abrid! La chica enferma est aqu. Si no os dais
prisa se va a congelar!
Un brindis por el maana
Matahachi se detuvo en el camino empedrado y se enjug el
sudor de la frente. Haba ido corriendo desde la avenida
Goj hasta la colina Sannen. Tena el rostro muy
enrojecido, pero eso se deba ms al sake que al excesivo
ejercicio fsico. Se agach para cruzar el portal ruinoso y
dio la vuelta hasta llegar a la casita que estaba ms all de la
huerta.
Madre! llam con insistencia. Entonces mir al
interior de la casa y musit: Estar durmiendo otra vez?
Tras detenerse ante el pozo para lavarse los pies y las
manos, entr en la casa.
Osugi dej de roncar, abri un ojo y se incorpor.
Por qu armas tanto escndalo? pregunt
malhumorada.
Ah, por fin ests despierta?
Qu quieres decir con eso?
Basta que me siente un momento para que empieces
a despotricar por lo perezoso que soy e insistas en que
vaya en busca de Musashi.
Tendrs que perdonarme por ser vieja replic ella
indignada. Mi salud me exige que duerma, pero mi
espritu est perfectamente. No me encuentro bien desde la
noche en que Ots se escap. Y todava me duele la
mueca, a causa del apretn de Takuan.
Por qu cada vez que me siento bien empiezas a
quejarte de algo?
Osugi le mir furibunda.
No suelo quejarme, a pesar de mi edad, Has
averiguado algo sobre Ots o Musashi?
Las nicas personas en la ciudad que no se han
enterado de la noticia son las ancianas que se pasan el da
durmiendo.
Noticias! Qu noticias? Osugi se apresur a
arrodillarse y se acerc ms a su hijo arrastrndose por el
suelo.
Musashi va a librar un tercer combate con la escuela
Yoshioka.
Cundo? Dnde?
En Yanagimachi hay un anuncio con todos los
detalles. Ser en la aldea de Ichijji maana a primera hora.
Yanagimachi! se es el barrio autorizado. Osugi
entrecerr los ojos. Por qu haraganeabas en pleno da
en semejante lugar?
No estaba haraganeando dijo Matahachi,
ponindose a la defensiva. Siempre interpretas mal las
cosas. Fui all porque es un buen sitio para recoger noticias.
Bueno, no importa, slo bromeaba. Me satisface que
hayas sentado la cabeza y no vuelvas a la mala vida que
llevabas. Pero he odo bien? Has dicho maana por la
maana?
S, a las cinco.
Osugi se qued un momento pensativa.
No me dijiste que conoces a alguien de la escuela
Yoshioka?
S, pero no los he conocido en unas circunstancias
muy favorables. Por qu?
Quiero que me lleves a la escuela ahora mismo.
Preprate.
A Matahachi volvi a sorprenderle la impetuosidad de
los viejos. Sin moverse de donde estaba, replic framente:
Por qu te excitas? Cualquiera dira que la casa est
en llamas. Qu esperas conseguir yendo a la escuela
Yoshioka?
Voy a ofrecer nuestros servicios, naturalmente.
Cmo?
Maana irn a matar a Musashi. Les pedir que nos
permitan ir con ellos. Puede que no seamos de gran ayuda,
pero probablemente podremos darle por lo menos un buen
golpe.
Debes estar de broma, madre!
Matahachi se ech a rer.
Qu es lo que encuentras tan divertido?
Que seas tan candorosa.
Cmo te atreves a hablarme de esa manera! El nico
candoroso eres t.
En vez de discutir, sal y mira a tu alrededor. Los
Yoshioka estn sedientos de sangre y sta es su ltima
oportunidad. Las reglas de la lucha no significan nada para
ellos. La nica manera en que pueden salvar a la casa de
Yoshioka es matar a Musashi, no importa cmo. No es
ningn secreto que van a matarle en masa.
De veras? susurr Osugi. Entonces Musashi
est a punto de morir..., no es cierto?
No estoy tan seguro. Es posible que se presente con
partidarios suyos, en cuyo caso sera toda una batalla. Eso
es lo que mucha gente cree que va a suceder.
Podran tener razn, pero sigue siendo irritante. No
podemos quedarnos sentados de brazos cruzados y dejar
que otros le maten despus de habernos pasado tanto
tiempo buscndole.
Estoy de acuerdo contigo, y tengo un plan le dijo
Matahachi con excitacin. Si llegamos all antes del
combate, podemos presentarnos a los Yoshioka y
explicarles por qu vamos en pos de Musashi. Estoy
seguro de que nos dejarn golpear al cadver. Entonces
podemos cortar un poco de su pelo o una manga o cualquier
cosa que sirva como prueba a la gente del pueblo de que le
hemos matado. As recuperaramos nuestra dignidad, no
crees?
Es un buen plan, hijo mo, y dudo de que haya otro
mejor. Olvidando, al parecer, que ella le haba sugerido lo
mismo en cierta ocasin, se irgui y enderez los hombros
. Eso no slo limpiara nuestro nombre sino que, una vez
muerto Musashi, Ots sera como un pez fuera del agua.
Tras devolver el sosiego a su madre, Matahachi se
sinti aliviado y tambin sediento de nuevo.
Bueno, asunto zanjado. Tenemos unas cuantas horas
de espera por delante. Te parece que tomemos un poco de
sake antes de cenar?
Humm, de acuerdo. Pide que nos lo traigan. Tambin
yo beber un poco para celebrar nuestra inminente victoria.
Matahachi se puso las manos en las rodillas y empez a
levantarse, pero al volver la cabeza hacia un lado parpade
y se qued mirando fijamente.
Akemi! grit, y corri al ventanuco.
La asustada muchacha estaba debajo de un rbol, frente
a la casa, como un gato culpable que no ha conseguido huir
del todo a tiempo. Mir al joven con una expresin
incrdula y musit:
Eres t, Matahachi?
A qu has venido aqu?
Pues... me alojo aqu desde hace algn tiempo.
No tena la menor idea. Ests con Ok?
No.
Ya no vives con ella?
No. Conoces a Gion Tji, verdad?
He odo hablar de l.
l y mi madre huyeron juntos. Su campanilla
tintine mientras alzaba la manga para ocultar las lgrimas.
La luz a la sombra del rbol tena una tonalidad azulada.
Su nuca, su mano delicada, todo en ella pareca muy
distinto de los rasgos de la Akemi que l recordaba. El
arrebol juvenil que tanto le haba encantado en Ibuki y que
haba mitigado su tristeza en el Yomogi haba desaparecido.
Con quin ests hablando, Matahachi? le
pregunt la suspicaz Osugi.
Es la muchacha de la que te habl antes, la hija de
Ok.
Ella? Y qu hace, est escuchando furtivamente?
Matahachi se volvi y replic con irritacin:
Por qu sacas siempre conclusiones precipitadas?
Ella tambin vive aqu y pasaba casualmente por delante,
no es cierto, Akemi?
S, no imaginaba que estuvierais aqu, aunque una vez
vi a esa chica, Ots.
Hablaste con ella?
No llegu a hacerlo, pero ms tarde me sent
intrigada. No es sa la chica con la que estabas prometido?
S.
Ya me lo pareca. Mi madre te caus muchas
dificultades, verdad?
Matahachi no respondi a la pregunta.
Todava ests soltera? No s, te veo distinta.
Cuando te marchaste, mi madre me hizo la vida
imposible. Lo soport tanto como pude, porque es mi
madre, pero el ao pasado, cuando estbamos en
Sumiyoshi, me escap.
Arruin nuestras vidas, pero espera y vers. Al final
recibir lo que se merece.
Lo mismo me da. Tan slo quisiera saber qu voy a
hacer a partir de ahora.
Estoy en tu misma situacin. El futuro no parece
muy halageo. Quisiera desquitarme de Ok, pero
supongo que nunca podr hacer ms que pensar en ello.
Mientras se quejaban de sus dificultades, Osugi haca
sus preparativos de viaje. Al cabo de un rato chasque la
lengua y dijo abruptamente:
Matahachi! Qu haces ah, de palique con alguien
que no tiene nada que ver con nosotros? Ven y aydame a
hacer el equipaje!
S, madre.
Adis, Matahachi, espero que volvamos a vernos.
Desalentada e incmoda, Akemi se apresur a
marcharse.
Poco despus encendieron una lmpara y apareci la
sirvienta con la cena y sake. Madre e hijo intercambiaron
las tazas sin mirar la cuenta, que yaca en la bandeja entre
ellos. Los sirvientes se presentaron uno tras otro para
despedirles, y finalmente lo hizo el posadero.
De modo que parts esta noche? Ha sido grato
teneros aqu durante tanto tiempo. Lamento no haber
podido daros el trato especial que merecis. Confiamos en
veros de nuevo la prxima vez que vengis a Kyoto.
Gracias respondi Osugi. Es muy posible que
venga otra vez. Veamos..., han pasado ya tres meses desde
el fin de ao?
S, aproximadamente. Os echaremos de menos.
Quieres tomar un poco de sake con nosotros?
Eres muy amable. Partir de noche es algo fuera de lo
corriente. A qu se debe semejante decisin?
A decir verdad, ha surgido de improviso un asunto
muy importante. Por cierto, tendras un plano de la aldea
de Ichijji?
Veamos, es un pequeo lugar al otro lado del
Shirakawa, cerca de la cima del monte Hiei. No creo que sea
buena idea ir ah en plena noche. Est desierto y...
Eso no importa le interrumpi Matahachi.
Tendras la bondad de dibujarnos un plano?
Con mucho gusto. Uno de mis sirvientes es de all y
puede facilitarme la informacin que necesito. Veris,
Ichijji no tiene muchos habitantes, pero se extiende por
una zona muy amplia.
Matahachi, que estaba ya algo bebido, le dijo
secamente:
No te preocupes por el lugar al que vamos. Tan slo
queremos saber cmo llegar all.
Oh, perdname. Os dejo para que sigis con vuestros
preparativos.
Restregndose servilmente las manos, el posadero
retrocedi hacia la terraza sin dejar de hacer reverencias.
Cuando estaba a punto de salir al jardn, tres o cuatro
empleados suyos llegaron corriendo, y uno de ellos
pregunt, excitado:
No ha pasado por aqu?
Quin?
Esa muchacha, la que se alojaba en la habitacin del
fondo.
Qu le sucede?
Estoy seguro de que la he visto antes, esta misma
tarde, pero luego mir en su habitacin y...
Ve al grano!
No damos con ella.
Idiota! grit el posadero, sin un pice del untuoso
servilismo que haba mostrado haca unos instantes. De
qu sirve correr as tras ella cuando se ha marchado?
Deberas haber comprendido por su aspecto que haba algo
raro en ella, Has dejado transcurrir una semana sin
asegurarte de que tena dinero? Corno puedo seguir
adelante con el negocio si cometis esa clase de
estupideces?
Lo siento, seor. Pareca decente.
Bueno, ahora es demasiado tarde. Ser mejor que
veis si falta algo en las habitaciones de los dems
huspedes. Ah, qu hatajo de zopencos!
El encolerizado posadero se encamin a la parte
delantera del edificio.
Osugi y Matahachi tomaron un poco ms de sake, y
entonces la anciana se sirvi t y aconsej a su hijo que la
imitara.
Terminar lo que queda replic l, sirvindose otra
taza. No quiero comer nada.
No es conveniente que ests con el estmago vaco.
Por lo menos toma arroz y unos encurtidos.
Empleados y criados corran de un lado a otro por el
jardn y los pasadizos, y los faroles que sostenan
iluminaban la noche con sus luces oscilantes.
Parece ser que no la han capturado dijo Osugi.
No quiero verme implicada en esto, y por eso no he dicho
nada delante del posadero, pero no crees que la joven a la
que buscan es la misma con la que has hablado antes?
No me sorprendera.
Mira, no puedes esperar gran cosa de una persona
con una madre como la suya. Por qu te has mostrado tan
amistoso con ella?
Me da bastante lstima. Ha tenido una vida muy
difcil.
Bien, ten cuidado y no hagas saber que la conoces. Si
el posadero cree que tiene alguna relacin con nosotros, nos
pedir que paguemos su cuenta.
Los pensamientos de Matahachi estaban en otra parte.
Llevndose las manos a la nuca, se tendi boca arriba y
rezong:
Podra matar a esa puta! Estoy viendo su cara... No
es Musashi el nico que me extravi. Fue Ok!
No seas estpido! le reprendi Osugi. Supn
que matamos a Ok. En qu beneficiara eso a nuestra
reputacin? Nadie en el pueblo la conoce y a nadie le
importa.
A las dos de la madrugada el posadero pas por la
terraza con un farol y anunci la hora. Matahachi se estir
y le pregunt:
Habis cogido a la chica?
No, no hay rastro de ella dijo el hombre con un
suspiro. Es bonita, y los empleados pensaron que,
aunque no pudiera pagar la cuenta, recuperaramos el dinero
si viva aqu una temporada..., comprendes? Por desgracia,
ha sido demasiado rpida para nosotros.
Matahachi se sent en el borde de la terraza y se at las
sandalias. Tras esperar un poco, grit, irritado:
Qu ests haciendo ah dentro, madre? Siempre me
das prisa, pero en el ltimo minuto nunca ests a punto!
Espera un poco, Matahachi. Te di la bolsa de dinero
que llevaba en mi bolsa de viaje? He pagado la cuenta con el
dinero que llevaba envuelto en el cinto, pero el dinero para
el viaje estaba en la bolsa.
No la he visto.
Ven aqu. Mira, un trozo de papel con tu nombre
escrito. Qu!... Habrse visto, semejante descaro! Dice...,
dice que, como os conocis desde hace tanto tiempo, confa
en que la perdones por tomar el dinero prestado.
Prestado..., prestado!
sta es la caligrafa de Akemi.
Ots se volvi hacia el posadero.
Mira esto! Si a un husped le roban sus
propiedades, t eres el responsable. Tendrs que hacer algo
al respecto.
Ah, s? replic el hombre con una ancha sonrisa
. As sera de ordinario, pero como parece que conocis a
la muchacha, me temo que debo pediros que primero
abonis su cuenta.
Los ojos de Osugi se movieron frenticamente de uno a
otro lado.
De..., de qu me ests hablando? Jams en mi vida
haba visto a esa ladrona. Matahachi! Deja de perder el
tiempo! Si no nos ponemos en marcha, pronto cantar el
gallo.
La trampa mortal
La luna an estaba alta en el cielo de la maana temprana, y
las sombras de los hombres que ascendan por el blanco
sendero de montaa colisionaban espectralmente,
hacindoles sentirse todava ms inquietos.
Esto no es lo que haba esperado dijo uno de ellos.
Yo tampoco. Faltan muchsimas caras. Estaba
convencido de que seramos ciento cincuenta por lo menos.
Humm. No parece que seamos ni siquiera la mitad de
ese nmero.
Supongo que cuando Genzaemon llegue con sus
hombres, seremos unos setenta en total.
Es una lstima. Desde luego, la Casa de Yoshioka ya
no es lo que era.
En otro grupo comentaban:
A quin le importa los ausentes? Ahora que el dj
est cerrado, muchos hombres tienen que pensar primero en
ganarse la vida. Los ms orgullosos y leales estn aqu. Eso
es ms importante que el nmero!
Cierto! Si hubiera aqu cien o doscientos hombres,
unos seran un obstculo para los otros.
Ja, ja! Volvis a hablar de bravura? Recordad lo que
ocurri en el Rengein. Veinte hombres en pie y aun as
Musashi se escap!
El monte Hiei y los dems picos todava dorman
envueltos por las nubes. Los hombres estaban reunidos en
la bifurcacin de un estrecho sendero rural, una de cuyas
ramas conduca a la cumbre del Hiei mientras que la otra se
diriga a Ichijji. El camino era empinado, rocoso y con
profundas hondonadas. Alrededor del hito ms destacado,
un gran pino cuya copa se extenda como un paraguas
gigantesco, haba un grupo de discpulos veteranos.
Sentados en el suelo, como otros tantos cangrejos que se
movieran de noche, comentaban las caractersticas del
terreno.
El camino tiene tres ramas y la cuestin es saber por
cul de ellas vendr Musashi. La mejor estrategia sera
dividir a los hombres en tres pelotones, cada uno de los
cuales se apostar en una rama. Entonces Genjir y su
padre pueden quedarse aqu con un grupo de nuestros
hombres ms fuertes, unos diez en total, Miike, Ueda y los
dems.
No, el terreno es demasiado abrupto para situar a un
gran nmero de hombres en un solo lugar. Deberamos
apostarlos a lo largo de los accesos, y se mantendran
ocultos hasta que Musashi est a medio camino. Entonces
pueden atacarle por delante y detrs al mismo tiempo.
Menudeaban las idas y venidas entre los miembros de
los grupos, y sus sombras en movimiento parecan
ensartadas en lanzas o largas vainas de espada. Pese a una
tendencia general a subestimar a su enemigo, no haba
ningn cobarde entre ellos.
Ya viene! grit un hombre en el borde exterior del
camino.
Las sombras se detuvieron. Cada samurai sinti una
glida punzada a travs de sus venas.
Tranquilizaos. Slo es Genjir.
Pero si viene en un palanqun!
Bueno, no es ms que un nio.
Los faroles que se aproximaban lentamente y oscilaban
de un lado a otro bajo la helada brisa del monte Hiei
parecan mortecinos en comparacin con la luz de la luna.
Unos minutos despus, Genzaemon baj de su
palanqun y dijo:
Creo que ya estamos todos.
Genjir, un chiquillo de trece aos, baj del siguiente
palanqun. Tanto el padre como el hijo llevaban en la cabeza
cintas blancas fuertemente atadas y los hakama muy
arremangados.
Genzaemon pidi a su hijo que fuese a sentarse debajo
del pino. El muchacho asinti en silencio mientras su padre
le daba una palmada de estmulo en la cabeza y le deca:
El combate se lleva a cabo en tu nombre, pero son los
discpulos quienes lucharn. Puesto que eres demasiado
joven para participar, slo tienes que quedarte ah y
observar.
Genjir corri directamente al rbol, donde adopt una
pose tan rgida y digna como la de un mueco samurai en el
Festival de los Muchachos.
Es un poco pronto dijo Genzaemon. El sol
tardar un rato en salir. Busc algo alrededor de su
cintura y sac una larga pipa con una cazoleta de gran
tamao. Alguien tiene lumbre? pregunt con
tranquilidad, haciendo saber a los dems que tena un
completo dominio de s mismo.
Uno de los hombres se le acerc.
Antes de que te acomodes para fumar, seor, no
crees que deberamos decidir la distribucin de los
hombres?
S, eso creo. Apostmoslos rpidamente, para que
estn preparados. Cmo vas a hacerlo?
Habr un grupo central junto a ese rbol. Otros
hombres estarn ocultos a intervalos de veinte pasos en
ambos lados de los tres senderos.
Quines estarn junto al rbol?
T, yo y unos diez ms. As podremos proteger a
Genjir y estar preparados para intervenir cuando
recibamos la seal de que Musashi ha llegado.
Espera un momento dijo Genzaemon, revisando la
estrategia con juiciosa cautela. Si los hombres estn
diseminados de ese modo, slo habr unos veinte en
disposicin de atacarle al principio.
Es cierto, pero estar rodeado.
No necesariamente. Puedes estar seguro de que traer
ayuda, y no olvides que es tan experto en salir de un
atolladero como lo es en la lucha, si no mejor. Acurdate del
Rengein. Podra atacar en un punto donde nuestros
hombres estn diseminados, herir a tres o cuatro y
marcharse. Entonces ira por ah jactndose de que se ha
enfrentado a ms de setenta miembros de la escuela
Yoshioka y resultara el vencedor.
Jams consentiramos semejante cosa.
Sera su palabra contra la nuestra. Aun cuando traiga
seguidores, la gente considerar este encuentro como una
lucha entre l y toda la escuela Yoshioka, y sus simpatas
se decantarn hacia el espadachn solitario.
Entonces intervino Miike Jrzaemon.
Es evidente que si escapa de nuevo nunca lograremos
borrar esa mancha, al margen de lo que digamos. Estamos
aqu para matar a Musashi y no podemos tener demasiados
escrpulos sobre cmo lo haremos. Los muertos no cuentan
historias.
Jrzaemon pidi a cuatro hombres del grupo ms
prximo que se acercaran. Tres de ellos tenan pequeos
arcos y el cuarto un mosquete. Les orden que se colocaran
ante Genzaemon.
Quiz te gustara ver las precauciones que hemos
tomado.
Ah! Armas voladoras.
Podemos apostarlos en un terreno elevado o en
rboles.
No dir la gente que estamos usando tcticas sucias?
Nos importa menos lo que diga la gente que
asegurarnos de que Musashi est muerto.
De acuerdo. Si ests dispuesto a encajar las crticas,
no tengo ms que aadir dijo el anciano sumisamente.
Aunque Musashi traiga cinco o seis hombres, no es
probable que salga ileso cuando disponemos de arcos,
flechas y un arma de fuego. Bueno, si seguimos en pie aqu,
es posible que nos coja por sorpresa. Puedes encargarte de
la disposicin de los hombres, pero hazles ir a sus puestos
de inmediato.
Las negras sombras se dispersaron como gansos
silvestres en una marisma, algunas se sumergieron en
bosquecillos de bamb, otras desaparecieron detrs de los
rboles o descendieron sobre las elevaciones entre los
arrozales. Los tres arqueros subieron a una altura desde
donde se dominaba todo el terreno. Abajo, el mosquetero
trep a las ramas superiores del frondoso pino. Mientras se
abra paso entre el ramaje para ocultarse, cay una lluvia de
pinaza y fragmentos de corteza sobre Genjir.
Al reparar en que el nio se contorsionaba, Genzaemon
se dirigi a l en tono de reprobacin.
No me digas que ya ests nervioso. No seas tan
cobarde!
No es eso, sino que tengo agujas de pino en la
espalda.
Qudate quieto y aguanta. sta va a ser una buena
experiencia para ti. Cuando empiece la lucha, obsrvala con
atencin.
A lo largo del acceso situado ms al este se oy un gran
grito.
Detente, imbcil!
Los bambes se agitaron produciendo un ruido
suficiente para que todo el mundo, menos los sordos,
supieran que haba hombres escondidos en los caminos.
Tengo miedo! grit Genjir, y abraz la cintura de
su padre.
Jrzaemon parti de inmediato hacia el lugar de la
conmocin, aunque intua que se trataba de una falsa
alarma.
Sasaki Kojir estaba riendo a uno de los hombres de
Yoshioka.
Es que no tienes ojos? Mira que confundirme con
Musashi! Vengo aqu para actuar como testigo y me atacas
con una lanza. Qu necio!
Tambin los hombres de Yoshioka estaban enfadados, y
algunos sospechaban que pudiera estar espindoles.
Retrocedieron, pero siguieron cortndole el paso.
Cuando Jrzaemon atraves el crculo, Kojir se
dirigi a l.
He venido aqu para ser testigo, pero tus hombres me
tratan como a un enemigo. Si estn obedeciendo
instrucciones tuyas, ser una satisfaccin para m, que soy
un torpe espadachn, enfrentarme a ti. No tengo ningn
motivo para ayudar a Musashi, pero s que debo velar por
mi honor. Adems, sta sera una buena oportunidad para
humedecer mi Palo de Secar con sangre fresca, algo que he
descuidado desde hace algn tiempo.
Era un tigre escupiendo fuego. Su aplomo cogi por
sorpresa a los hombres de Yoshioka a quienes haba
engaado su aspecto de currutaco.
Jrzaemon, decidido a demostrar que no le arredraba la
lengua de Kojir, se ech a rer.
Ja, ja! Ests sulfurado de veras, eh? Pero dime,
quin te pidi que fueras testigo? No recuerdo haberte
hecho semejante solicitud. Lo hizo Musashi?
No digas tonteras. Cuando pusimos el aviso en
Yanagimachi, dije a ambas partes que actuara como testigo.
Ya veo. T dijiste eso. En otras palabras, ni Musashi
ni nosotros te lo pedimos. T mismo te has impuesto la
tarea de observador. Bueno, el mundo est lleno de gente
que se entromete en los asuntos que no les conciernen.
Eso es un insulto! exclam Kojir.
Vete! grit Jrzaemon, con tal intensidad que la
saliva sali volando de su boca. Aqu no vamos a dar
ningn espectculo.
Plido de ira, Kojir se separ hbilmente del grupo y
retrocedi una corta distancia por el camino.
En guardia, bastardos! grit, disponindose a
atacar.
Genzaemon, que haba seguido a Jrzaemon, intervino
entonces.
Espera, joven!
Espera t! replic Kojir. No tengo nada que
ver contigo, pero te mostrar lo que les ocurre a quienes me
insultan!
El anciano corri hacia l.
Vamos, vamos, te ests tomando esto demasiado en
serio! Nuestros hombres estn excitados. Soy el to de
Seijr y le he odo decir que eres un espadachn notable.
Estoy seguro de que ha habido algn error. Espero que me
perdones personalmente por la conducta de nuestros
hombres.
Te estoy agradecido por saludarme de esa manera. He
tenido buenas relaciones con Seijr y no deseo ms que el
bien a la Casa de Yoshioka, aunque no me siento capacitado
para actuar como el padrino de un duelo. Pero sa no es
razn para que tus hombres me insulten.
Genzaemon se arrodill, adoptando una postura formal,
y dijo:
Tienes toda la razn. Espero que olvides lo que ha
ocurrido, en consideracin a Seijr y Denshichir.
El anciano eligi sus palabras con tacto, pues le
preocupaba que si Kojir se ofenda podra advertir la
cobarde estrategia que haban adoptado.
La clera de Kojir remiti.
Levntate, seor. Me azora que un hombre mayor
que yo se incline ante m. Con un rpido cambio de
opinin, el dueo del Palo de Secar dedic su elocuencia a
estimular a los hombres de Yoshioka y vilipendiar a
Musashi. Desde hace algn tiempo soy amigo de Seijr
y, como he dicho antes, no tengo ninguna relacin con
Musashi. Es natural que est a favor de la Casa de
Yoshioka. He presenciado muchos conflictos entre
guerreros, pero nunca he sido testigo de una tragedia como
la que vosotros habis sufrido. Es increble que la casa que
sirvi a los shogunes Ashikaga como instructores en las
artes marciales pierda su prestigio a manos de un simple
patn rural.
Sus palabras, pronunciadas como si se propusiera
enardecerles, fueron recibidas con profunda atencin. En el
rostro de Jrzaemon se reflejaba el pesar que senta por
haber hablado con tanta rudeza a un hombre que no tena
ms que buenos deseos hacia la Casa de Yoshioka.
Esa reaccin no le pas desapercibida a Kojir, l cual
cobr mpetu.
En el futuro me propongo establecer una escuela
propia. No es, pues, la curiosidad lo que me lleva a
observar los encuentros y estudiar las tcticas de otros
luchadores. Eso forma parte de mi educacin. Sin embargo,
no creo haber presenciado ni haber odo hablar jams de un
enfrentamiento que me irritara ms que vuestros dos
encuentros con Musashi. Por qu razn, cuando erais
tantos en el Rengein, y anteriormente en el Rendaiji,
dejasteis escapar a Musashi para que pudiera jactarse de
ello en las calles de Kyoto? No puedo comprenderlo.
Se humedeci los labios y sigui diciendo:
No hay duda de que Musashi es un luchador de
tenacidad sorprendente, teniendo en cuenta que se trata de
un espadachn vagabundo. Lo s porque le he visto en un
par de ocasiones. Pero a riesgo de parecer entrometido,
quiero deciros lo que he descubierto sobre l. Sin
mencionar a Akemi, continu: La primera informacin
me la dio una mujer que le conoca desde que l tena
diecisiete aos. Uniendo lo que me dijo a otros datos
recogidos aqu y all, puedo hacer un resumen bastante
completo de la vida de Musashi.
Es hijo de un samurai provincial y naci en la
provincia de Mimasaka. Particip en la batalla de
Sekigahara y, al regresar a su casa, cometi tales atrocidades
que le expulsaron del pueblo. Desde entonces ha estado
vagabundeando por el campo.
Aunque es un hombre de carcter indigno, posee
cierto talento con la espada y tiene una extraordinaria
fuerza fsica. Adems, lucha sin tener en cuenta su propia
vida. Por este motivo los mtodos de esgrima ortodoxos
son ineficaces contra l, de la misma manera que la razn es
ineficaz contra la insania. Debis atraparle como si fuese un
animal salvaje, o fracasaris. Ahora considerad cmo es
vuestro enemigo y trazad vuestros planes en consecuencia!
Con mucha formalidad, Genzaemon dio las gracias a
Kojir y le describi las precauciones que haban tomado.
Kojir expres su aprobacin con gestos de
asentimiento.
Si habis sido tan minuciosos, probablemente
Musashi no tiene una sola posibilidad de salir con vida. No
obstante, me parece que podrais idear una estratagema ms
eficaz.
Estratagema? repiti Genzaemon, mirando de
nuevo con menos admiracin el rostro engredo de Kojir
. Gracias, pero creo que lo hecho hasta ahora ya es
suficiente.
No, amigo mo, no lo es. Si Musashi viene por el
camino sin ningn recelo, probablemente no podr escapar.
Pero y si descubre vuestra estrategia por anticipado y no
se presenta? Entonces vuestra planificacin habr sido en
vano, no es cierto?
Si no aparece, lo nico que debemos hacer es colocar
avisos en toda la ciudad para convertirle en el hazmerrer de
Kyoto.
Sin duda eso os devolvera cierto grado de prestigio,
pero no olvides que an podra ir por ah diciendo que
habis empleado unas tcticas sucias, y en ese caso no
habrais limpiado por completo el nombre de vuestro
maestro. Esos preparativos sern intiles a menos que hoy
matis aqu a Musashi. Para ello debis aseguraros de que
viene aqu y cae en la trampa mortal que le habis tendido.
Hay alguna manera de hacer eso?
Desde luego, incluso varias maneras. La voz de
Kojir estaba llena de confianza. Se inclin adelante y, con
una expresin amistosa que pocas veces apareca en su
semblante orgulloso, susurr unas palabras a Genzaemon
en el odo. Qu te parece? le pregunt en voz alta.
Humm. Comprendo lo que quieres decir.
El anciano asinti varias veces, y entonces se volvi a
Jrzaemon y le susurr la estratagema.
Un encuentro a la luz de la luna
Era la medianoche pasada cuando Musashi lleg a la
pequea posada al norte de Kitano, donde encontrara por
primera vez a Jtar. El asombrado posadero le dio una
cordial bienvenida y se apresur a prepararle un lugar
donde dormir.
Musashi sali por la maana temprano y regres a
ltima hora de la tarde, con un saco de boniatos de Kurama,
que regal al anciano. Tambin le mostr un rollo de tela de
algodn blanqueada de Nara, que haba comprado en una
tienda cercana, y le pregunt si podra hacerle con el pao
una camiseta, un envoltorio para llevarlo en el abdomen y
un taparrabos.
El posadero acept amablemente el encargo y llev el
pao a una costurera del barrio. Al regresar, hizo un alto en
el camino para comprar sake, luego prepar un cocido con
los boniatos y, mientras coman y beban, habl con
Musashi hasta la medianoche, cuando la costurera lleg con
las prendas. Musashi las dobl pulcramente y, antes de
retirarse a descansar, las dej al lado de su almohada.
Mucho antes de que amaneciera, un chapoteo despert
al anciano. Ech un vistazo al exterior y vio que Musashi se
haba baado con fra agua del pozo y estaba en pie a la luz
de la luna, vestido con su nueva ropa interior, sobre la que
se estaba poniendo su viejo kimono.
Musashi le dijo que estaba un poco cansado de Kyoto
y haba decidido marcharse a Edo, y le prometi que
cuando regresara a Kyoto, al cabo de tres o cuatro aos, se
alojara en la posada.
Despus de que el posadero le atara el obi en la espalda,
Musashi parti a vivo paso. Tom el estrecho sendero a
travs de los campos hasta la carretera de Kitano,
avanzando con cuidado entre los montones de estircol de
buey. El anciano le contempl entristecido hasta que
desapareci en la oscuridad.
La mente de Musashi estaba tan clara como el cielo por
encima de l. Haba repuesto fuerzas y su cuerpo pareca
ms vigoroso a cada paso que daba.
No hay ningn motivo para que camine con tanta
rapidez dijo en voz alta, al tiempo que aflojaba el paso
. Supongo que sta ser mi ltima noche en el mundo de
los vivos.
Esto ltimo no era ni una exclamacin ni un lamento,
sino una mera afirmacin que aflor espontneamente a sus
labios. An no tena la sensacin de estar mirando cara a
cara a la muerte.
Se haba pasado el da anterior meditando bajo un pino
en el templo interior de Kurama, confiando en alcanzar ese
estado de beatitud en el que el cuerpo y el espritu ya no
importan. Su esfuerzo por librarse de la idea de la muerte
fue intil, y ahora estaba avergonzado por haber perdido el
tiempo.
El aire nocturno era vigorizante. El sake, tomado en la
cantidad justa, un sueo corto pero profundo, la refrescante
agua del pozo, las prendas de vestir nuevas, todo ello
contribua a que no se sintiera como un hombre que est a
punto de morir. Record aquella noche en pleno invierno,
cuando se oblig a subir hasta la cima de la montaa guila.
Tambin entonces las estrellas eran deslumbrantes y los
rboles estaban festoneados de carmbanos, los cuales
ahora habran cedido el paso a los capullos de las flores.
Tena la mente llena de pensamientos dispersos y le
resultaba imposible concentrarse en el problema vital al que
ahora se enfrentaba. Se pregunt de qu le servira ahora
plantearse preguntas a las que varias generaciones de
pensadores no haban sido capaces de encontrar respuestas:
el significado de la muerte, la angustia de morir, la vida
postrera.
El distrito en que se encontraba estaba habitado por
nobles y sus servidumbres. Oy el sonido melanclico de
un caramillo, acompaado por los lentos acordes de una
armnica de caas. Imagin a los deudos sentados en torno
a un atad, esperando el alba. Haba llegado a sus odos la
meloda fnebre antes de que tuviera conciencia de ella? Tal
vez haba despertado un recuerdo subconsciente de las
vrgenes danzarinas de Ise y su experiencia en la montaa
guila. Las dudas roan su mente.
Mientras se detena un momento para pensar en ello,
observ que haba rebasado el Shkokuji y ahora estaba
slo a unos centenares de varas del plateado ro Kamo. A la
luz reflejada en una pared de tierra, distingui una figura
quieta y oscura. El hombre se encamin hacia l, seguido
por una sombra ms pequea, la de un perro sujeto con una
correa. La presencia del animal tranquiliz a Musashi, pues
su dueo no poda ser uno de sus enemigos, y pas por su
lado.
El otro hombre dio unos pocos pasos, se volvi y le
dijo:
Me permits que os moleste un momento, seor?
Es a m?
S, si no os importa. Su gorro y el hakama eran
como los que llevaban los artesanos.
Qu deseis? inquiri Musashi.
Perdonadme una pregunta peculiar, pero no habis
reparado en una casa con todas las luces encendidas en esta
calle?
No he prestado mucha atencin, pero no, no creo
haberla visto.
Supongo que he vuelto a equivocarme de calle.
Qu estis buscando?
Una casa donde acaba de producirse una muerte.
No he visto la casa, pero he odo la msica de una
armnica y un caramillo unas cien varas atrs.
se debe de ser el lugar. Probablemente el sacerdote
shintosta lleg antes que yo y dio comienzo al funeral.
Vais a asistir a ese funeral?
No exactamente. Soy un constructor de atades, de la
colina Toribe. Me pidieron que fuera a la casa de Matsuo,
as que fui a la colina Yoshida, pero ya no viven ah.
La familia Matsuo de la colina Yoshida?
S, no saba que se hubieran mudado. He recorrido un
largo camino por nada. Os doy las gracias.
Esperad le dijo Musashi. Se trata de Matsuo
Kaname, quien estuvo al servicio del seor Konoe?
El mismo. Cay enfermo slo diez das antes de
morir.
Musashi se volvi y sigui su camino. El constructor de
atades se alej presuroso en la direccin opuesta.
De modo que mi to ha muerto, pens Musashi sin
emocin. Record cmo haba economizado su to para
acumular una pequea suma de dinero. Pens en los
pastelillos de arroz que le dio su ta y que l devor en la
orilla del ro helado la maana de Ao Nuevo. Se pregunt
ociosamente cmo se las arreglara su ta ahora que se haba
quedado sola.
Desde la orilla del curso superior del Kamo contempl
el oscuro panorama de las treinta y seis colinas de
Higashiyama, cada una de las cuales pareca devolverle la
mirada con hostilidad. Entonces corri hacia un puente de
pontones. Desde el norte de la ciudad era necesario cruzar
all para llegar al camino del monte Hiei y el paso que
conduca a la provincia de mi.
Estaba en la mitad del puente cuando oy una voz, alta
pero ininteligible. Se detuvo y escuch. La rpida corriente
gorgoteaba alegremente, y un fro viento barra el valle.
Musashi no pudo localizar el lugar de donde haba partido
la voz, y al cabo de algunos pasos ms volvi a orla y se
detuvo. Segua sin saber su procedencia, por lo que se
apresur a alcanzar la otra orilla. Al salir del puente,
descubri a un hombre con los brazos alzados que corra
hacia l desde el norte. Su figura le pareci familiar.
Y lo era, en efecto, pues se trataba de Sasaki Kojir, el
ubicuo mediador.
Al aproximarse, salud a Musashi de una manera
demasiado amistosa. Ech un vistazo al otro lado del
puente y le pregunt:
Ests solo?
S, por supuesto.
Espero que me perdones por lo de la otra noche
dijo Kojir. Te agradezco que tolerases mi intervencin.
Creo que soy yo quien debe darte las gracias
replic Musashi con igual cortesa.
Vas camino del encuentro?
S.
Completamente solo? volvi a preguntarle Kojir.
S, claro.
Humm. Mira, Musashi, me pregunto si has
interpretado mal el letrero que pusimos en Yanagimachi.
No lo creo.
Eres plenamente consciente de las condiciones? Esto
no va a ser un combate entre dos hombres, como en los
casos de Seijr y Denshichir.
Lo s.
Aunque el combate se librar en nombre de Genjir,
le ayudarn los miembros de la escuela Yoshioka.
Comprendes que pueden ser diez o cien o incluso mil
hombres?
S, por qu lo preguntas?
Algunos de los hombres ms dbiles han huido de la
escuela, pero los ms fuertes y valientes han ido todos al
pino de ancha copa. En estos momentos estn apostados en
la ladera de la colina, esperndote.
Has ido a echar un vistazo?
S, y decid que sera mejor que viniera a advertirte.
Como saba que ibas a cruzar el puente de pontones, te
esper ah. Considero que es mi deber, puesto que yo
escrib el aviso.
Muy considerado por tu parte.
Bien, sa es la situacin. De veras pretendes ir solo
o tienes seguidores que van por otra ruta?
Tendr un solo compaero.
Ah, s? Dnde est ahora?
Aqu mismo! Musashi seal su sombra y se
ech a rer. Sus dientes brillaron a la luz de la luna.
Kojir se dio por ofendido.
Esto no es cosa de risa.
No lo he dicho como una broma.
Ah, no? Pareca como si te burlaras de mi consejo.
Musashi adopt una actitud todava ms seria que la de
Kojir y replic:
Crees que el gran santo Shinran bromeaba cuando
dijo que todo creyente tiene la fuerza de dos, porque Buda
Amida camina a su lado?
Kojir no le respondi.
Todo parece indicar que los Yoshioka me aventajan.
Ellos son numerosos y yo estoy solo. Sin duda supones
que me derrotarn, pero te ruego que no te preocupes por
m. Si supusiera que disponen de diez hombres y llevara
diez hombres conmigo, qu ocurrira? Ellos seran veinte
en vez de diez. Y si llevara veinte, aumentaran su nmero
hasta treinta o cuarenta, y el combate creara an ms
desorden pblico. Muchos moriran o caeran heridos. El
resultado sera una grave infraccin contra los principios del
gobierno, sin ningn avance compensatorio para la causa de
la esgrima. En otras palabras, si yo pidiera ayuda habra
mucho que perder y poco que ganar.
Por cierto que eso sea, no est acorde con el arte de la
guerra emprender un combate sabiendo que vas a perder.
Hay ocasiones en que es necesario.
No! No lo es segn el arte de la guerra. Llevar a cabo
una accin temeraria es un asunto totalmente distinto.
Tanto si mi mtodo es acorde con el arte de la guerra
como si no, s lo que es necesario para m.
Ests infringiendo todas las reglas.
Musashi se ri.
Si insistes en ir contra las reglas argument Kojir
, por qu no eliges por lo menos una lnea de accin que
te d una oportunidad de seguir viviendo?
Para m, el camino que estoy siguiendo es el camino
hacia una vida ms plena.
Tendrs suerte si no te lleva directamente al
infierno!
Pudiera ser que este ro fuese el ro de tres brazos que
corre por el infierno; este camino podra ser el camino de la
perdicin, que tiene una milla de largo; la colina por la que
pronto subir, podra ser la montaa de agujas donde
empalan a los condenados. Sin embargo, ste es el nico
camino hacia la verdadera vida.
Tal como hablas, es posible que ya ests posedo por
el dios de la muerte.
Piensa como gustes. Hay personas que mueren
permaneciendo vivas y otras que alcanzan la vida al morir.
Pobre diablo! dijo Kojir, mofndose a medias.
Dime, Kojir, si sigo este camino, adonde me
llevar?
A la aldea de Hananoki y luego al pino de ancha copa
de Ichijji, donde has decidido morir.
A qu distancia est?
Slo a unas dos millas. Dispones de mucho tiempo.
Gracias, luego nos veremos dijo Musashi
jovialmente, mientras se volva y echaba a andar por un
sendero lateral.
se no es el camino!
Musashi asinti.
Te digo que sigues un camino equivocado.
Lo s.
Musashi baj la cuesta. Ms all de los rboles a cada
lado del camino se extendan las terrazas de arrozales, y a lo
lejos se alzaban algunas granjas con tejado de paja. Kojir
vio que Musashi se detena, miraba la luna y permaneca
inmvil un momento. Se ech a rer al comprender que
Musashi estaba orinando. Tambin l contempl la luna y
pens que antes de que se hubiera puesto, numerosos
hombres estaran muertos o moribundos.
Musashi no regresaba. Kojir se sent en la raz de un
rbol y pens en la lucha inminente con un sentimiento
prximo al jbilo. A juzgar por la serenidad de Musashi,
ya est resignado a morir. De todos modos, opondr una
resistencia terrible. Cuantos ms derribe, tanto ms
divertido ser contemplarlo. Ah, pero los Yoshioka tienen
armas voladoras. Si le alcanza una de ellas, el espectculo
finalizar en el acto, y eso lo echara todo a perder. Creo
que ser mejor que le advierta.
Ahora haba una ligera niebla y el aire tena la frialdad
que precede al amanecer. Kojir se puso en pie y dijo:
Qu te retiene tanto tiempo, Musashi?
La sensacin de que haba algo fuera de lugar le hizo
sentirse inquieto. Baj rpidamente la cuesta y llam de
nuevo. El nico sonido era el que produca una noria al
girar.
Ese estpido bastardo!
Regres corriendo al camino principal y mir en todas
las direcciones, pero slo vio los tejados del templo, los
bosques de Shirakawa en las laderas de Higashiyama y la
luna. Lleg a la conclusin de que Musashi haba huido y se
recrimin por no haber comprendido las intenciones del
rnin detrs de su serenidad. Entonces se dirigi a toda
prisa al Ichijji.
Con una sonrisa en los labios, Musashi sali de detrs
de un rbol y permaneci en el lugar donde Kojir haba
estado. Se alegraba de haberse desembarazado de l. Le
desagradaba un hombre que se complaca en ver morir al
prjimo, que observaba impasible mientras otros
arriesgaban sus vidas por causas que eran importantes para
ellos. Kojir no era un espectador inocente, motivado tan
slo por el deseo de aprender, sino un entrometido
engaoso e intrigante, siempre dispuesto a congraciarse con
ambos bandos, siempre presentndose como el tipo
esplndido que quiere ayudar a todo el mundo.
Tal vez Kojir haba credo que si informaba a Musashi
de lo fuerte que era el enemigo, aqul le pedira de rodillas
que le ayudase. Y era concebible que, si el primer objetivo
de Musashi hubiera sido el de preservar su vida, habra
aceptado de buen grado la ayuda. Pero, incluso antes de
encontrarse con Kojir, haba recibido suficiente
informacin para saber que podra tener que enfrentarse a
un centenar de hombres.
No es que hubiera olvidado la leccin que le ense
Takuan: el hombre realmente valiente es el que ama la vida
y la estima como un tesoro que, una vez perdido, jams
puede ser recuperado. Saba muy bien que vivir significaba
algo ms que limitarse a sobrevivir. El problema consista
en impregnar su vida de significado, en asegurar que su vida
lanzara un brillante rayo de luz en el futuro, aun cuando
resultara necesario entregar esa vida por una causa. Si
lograba hacerlo, la duracin de su vida, tanto si eran veinte
aos como setenta, sera lo de menos. Una vida humana no
era ms que un intervalo insignificante en el flujo
interminable del tiempo.
Segn la manera de pensar de Musashi, haba una clase
de vida para la gente ordinaria y otra para el guerrero. Era
vitalmente importante para l vivir y morir como un
samurai. No poda desandar el camino que haba elegido.
Aunque le descuartizaran, el enemigo no podra borrar el
hecho de que haba reaccionado sin temor y honestamente
al desafo.
Dedic su atencin a las rutas disponibles. La ms
corta, as como ms ancha y de recorrido ms fcil, era el
camino que haba tomado Kojir. Otra, no tan directa, era
un camino que discurra a lo largo del ro Takano, afluente
del Kamo, hasta la carretera de hara y desde all, por la
villa imperial de Shugakuin, iba a Ichijji. La tercera ruta se
extenda en un breve tramo hacia el este, segua por el norte
hasta las laderas de Ury y, finalmente, enlazaba con la
aldea por medio de un sendero.
Los tres caminos se encontraban en el pino de copa
ancha. La diferencia de las distancias era insignificante,
pero, desde el punto de vista de una pequea fuerza que
atacara a otra mucho mayor, el acceso era de primordial
importancia. La misma eleccin poda decidir la victoria o la
derrota.
En vez de considerar a fondo el problema, tras una
breve pausa Musashi ech a correr en una direccin casi
opuesta a la del Ichijji. Primero cruz el pie de la colina
Kagura hasta un punto situado detrs de la tumba del
emperador Go-Ichij. Luego atraves un espeso bosque de
bambes y lleg a un arroyo de montaa que flua a travs
de una aldea en el noroeste. Por encima de l se alzaba la
estribacin septentrional del monte Daimonji, y empez a
subir la ladera en silencio.
A travs de los rboles a su derecha vea el muro de un
jardn que probablemente perteneca al Ginkakuji. Casi
directamente bajo sus pies, el estanque del jardn brillaba
como un espejo. Ascendi ms, el estanque se desvaneci
entre los rboles y apareci ante su vista el ondeante ro
Kamo. Sinti como si tuviera toda la ciudad en la palma de
su mano.
Se detuvo un momento para comprobar su posicin.
Avanzando en sentido horizontal por las laderas de cuatro
colinas, podra llegar a un punto por encima y detrs del
pino de ancha copa, desde donde la posicin del enemigo se
extendera ante l a vista de pjaro. Al igual que Oda
Nobunaga, en la batalla de Okehazama, haba desdeado las
rutas habituales en favor de un desvo difcil.
Quin est ah?
Musashi se qued inmvil y esper. Unas pisadas se
aproximaron cautamente. Al ver a un hombre vestido como
un samurai al servicio de un noble cortesano, Musashi lleg
a la conclusin de que no perteneca a las fuerzas de
Yoshioka.
La nariz del hombre estaba tiznada a causa del humo de
su antorcha, y su kimono mojado y manchado de barro. Al
ver a Musashi ahog un grito de sorpresa.
Musashi le mir con suspicacia.
No eres Miyamoto Musashi? le pregunt el
hombre, haciendo una reverencia, con una expresin de
temor en el rostro.
La luz de la antorcha abrillantaba los ojos de Musashi.
Eres Miyamoto Musashi?
El aterrado samurai pareca balancearse ligeramente
sobre sus pies. La fiereza que vea en los ojos de Musashi
no era algo que se encontrara a menudo en los seres
humanos.
Y t quin eres? le pregunt secamente Musashi.
Pues yo..., yo...
Deja de tartamudear. Quin eres?
Yo... pertenezco a la casa del seor Karasumaru
Mitsuhiro.
Soy Miyamoto Musashi, en efecto, pero dime, qu
hace aqu y en plena noche un servidor del seor
Karasumaru?
Entonces eres Musashi! exclam el hombre, y
exhal un suspiro de alivio.
Al cabo de un instante, ech a correr cuesta abajo, la
antorcha trazando una estela luminosa a su espalda.
Musashi se volvi y prosigui su camino a travs de la
ladera.
Cuando el samurai lleg a las proximidades del
Ginkakuji, se puso a gritar:
Kura! Dnde ests?
Estamos aqu. Dnde ests t? No era la voz de
Kura, otro servidor de Karasumaru, sino la de Jtar.
Eres t, Jtar?
S!
Sube aqu en seguida!
Imposible. Ots no puede dar un solo paso ms.
El samurai solt un juramento entre dientes y alz
todava ms la voz:
Venid en seguida! He encontrado a Musashi! Si no
os dais prisa, le perderemos!
Jtar y Ots se encontraban a unos doscientos metros
sendero abajo. Transcurri algn tiempo antes de que sus
dos largas sombras, que parecan enlazadas, llegaran
renqueantes al lado del samurai. ste agit su antorcha para
apresurarles y unos instantes despus l mismo oy la
respiracin trabajosa de Ots, cuyo rostro estaba ms
plido que la luna. La parafernalia de viaje en sus delgados
brazos y piernas pareca cruel y absurda. Pero cuando la
luz incidi de pleno en ella, sus mejillas adquirieron una
tonalidad rosada.
Es cierto? pregunt, jadeante.
S, acabo de verle. En un tono ms apremiante, el
hombre aadi: Si os dais prisa, podris alcanzarle, pero
si perdis tiempo...
Por dnde? inquiri Jtar, exasperado porque no
saba a qu carta quedarse entre un hombre lleno de
agitacin y una mujer enferma.
El estado fsico de Ots no haba mejorado lo ms
mnimo, pero una vez Jtar divulg la noticia del
inminente combate que iba a librar Musashi, no hubo
manera de retenerla en la cama, aunque ello pudiera
prolongar su vida. Haciendo caso omiso de todos los
ruegos, se recogi y at el cabello, se puso sus sandalias de
paja y cruz casi tambalendose el portal del seor
Karasumaru. Una vez result evidente la imposibilidad de
detenerla, el seor Karasumaru hizo cuanto pudo para
ayudarla. l mismo se puso al frente de la operacin, y
mientras la muchacha avanzaba renqueando hacia el
Ginkakuji, envi a sus hombres para que explorasen los
diversos accesos a la aldea de Ichijji. Los hombres
caminaron hasta que les dolieron los pies, y estaban a
punto de abandonar la bsqueda cuando dieron con su
presa.
El samurai seal y Ots empez a subir resueltamente
la colina.
Jtar, temiendo que se desvaneciera, le preguntaba a
cada paso si estaba bien y poda seguir adelante. Ella no le
responda. A decir verdad, ni siquiera le oa. Su cuerpo
enflaquecido slo reaccionaba a la necesidad de alcanzar a
Musashi. Aunque tena la boca seca, un sudor fro perlaba
su plida frente.
ste debe de ser el camino dijo Jtar, confiando
en alentarla. Este camino va al monte Hiei. A partir de
ahora el terreno es llano. No hay que subir ms. Quieres
descansar un momento?
Ella sacudi la cabeza sin decir nada, aferrando con
firmeza el palo que llevaban entre los dos y resollando.
Pareca como si todas las dificultades de la vida estuvieran
comprimidas en aquel viaje.
Cuando haban recorrido casi una milla, Jtar grit:
Musashi! Sensei!
El muchacho sigui gritando, y su fuerte voz reforz el
valor de Ots, pero no pas mucho tiempo antes de que
ella perdiera las pocas fuerzas que le quedaban.
J... Jtar susurr dbilmente. Solt el palo y se
dej caer de bruces en la hierba al lado de la carretera. Se
llev una mano delicada a la boca y sus hombros se agitaron
convulsos.
Es sangre, Ots! Ests escupiendo sangre! Ah,
Ots!
Al borde de las lgrimas, el muchacho le rode la cintura
con sus manos y la irgui. Ella movi la cabeza lentamente
de un lado a otro. Jtar no saba qu ms poda hacer y le
dio unas suaves palmadas en la espalda.
Qu quieres? le pregunt. Ella no estaba en
condiciones de responderle. Ya lo s! Agua! No es
eso? Ots asinti dbilmente. Espera aqu. Te la
traer.
Jtar se puso en pie y mir a su alrededor, escuch un
momento y se encamin a una hondonada cercana, desde
cuyo fondo llegaba el rumor de una corriente. No tard en
encontrar un manantial que brotaba burbujeante entre las
rocas. Empez a recoger un poco de agua con las manos
ahuecadas y titube, la vista fija en los minsculos
cangrejos en el fondo de la rebalsa de agua prstina. La luz
de la luna no brillaba directamente en el agua, pero el reflejo
del cielo era ms hermoso que las mismas nubes de un
blanco plateado. Decidi tomar un sorbo antes de llevar a
cabo su tarea, se apart a un lado y, ponindose a cuatro
patas, estir el cuello como un pato.
Entonces ahog un grito. Era una aparicin lo que
haba visto? Su cuerpo se eriz como la cascara de una
castaa. En la pequea rebalsa se reflejaba media docena de
rboles que estaban en el otro lado, y al lado de ellos se vea
la imagen de Musashi.
Jtar pens que se trataba de su imaginacin y que el
reflejo no tardara en disolverse. Pero al ver que segua all,
alz los ojos muy lentamente.
Ests aqu! grit. Ests aqu de veras! El
plcido reflejo del cielo se convirti en barro cuando el
muchacho cruz chapoteando al otro lado, mojndose el
kimono hasta los hombros. Ests aqu! repiti,
rodeando con sus brazos las piernas de Musashi.
No armes escndalo le dijo Musashi en voz queda
. Este lugar es peligroso. Vuelve ms tarde.
No! Te he encontrado y me quedo contigo.
Sosigate. He odo tu voz y he estado esperando
aqu. Ahora llvale agua a Ots.
Est turbia.
Hay otro arroyo ms all. Lo ves? Toma, usa esto.
Le tendi un tubo de bamb.
Jtar alz el rostro y le dijo:
No! Llvaselo t.
Siguieron as unos instantes, hasta que Musashi asinti
y fue al otro arroyo. Llen el tubo y lo llev al lado de
Ots. Rodendola suavemente con el brazo, acerc el tubo a
su boca.
Jtar estaba en pie al lado de ellos.
Mira, Ots! Es Musashi. Comprendes? Musashi!
Cuando Ots tom un sorbo de agua fresca, su
respiracin se seren un poco, aunque segua inerte en el
brazo de Musashi. Sus ojos parecan centrados en algn
punto muy lejano.
No te das cuenta, Ots? No soy yo, es Musashi!
El brazo que te rodea es el de Musashi, no el mo.
Unas lgrimas ardientes se agolparon en los ojos de
vacua mirada de la joven, hasta que parecieron de cristal.
Dos arroyos se deslizaron por sus mejillas mientras asenta.
Jtar rebosaba de alegra.
Ahora ests ms contenta, no es cierto? Esto es lo
que queras, verdad? Entonces se dirigi a Musashi:
Ha dicho una y otra vez que no le importaba lo que
ocurriera, pero tena que verte. No quera escuchar a nadie!
Por favor, dile que si sigue portndose as va a morirse. No
me presta ninguna atencin, pero tal vez har lo que t le
pidas.
Todo esto ha sido culpa ma dijo Musashi. Le
pedir disculpas y le dir que se cuide mejor. Jtar...
Dime.
Nos dejars un momento solos?
Por qu? Por qu no puedo quedarme aqu?
No seas as, Jtar le dijo Ots en tono suplicante
. Slo unos minutos, por favor.
Bueno, de acuerdo. No poda rechazar lo que le
pidiera Ots, aun cuando no la comprendiera. Estar
colina arriba. Llmame cuando hayas terminado.
La enfermedad aumentaba la timidez natural de Ots, y
no saba qu decir.
Musashi, azorado, desvi el rostro de ella. Dndole la
espalda, Ots mir el suelo, mientras l alzaba la vista al
cielo.
Tema instintivamente que no existieran palabras para
expresarle sus sentimientos. Todo lo sucedido desde la
noche en que ella le liber de sus ataduras en la rama del
cedro pas por su mente, y reconoci la pureza del amor
que no le haba hecho cejar en su empeo de encontrarle
durante cinco largos aos.
Quin era ms fuerte, quin haba sufrido ms? Ots,
con su vida difcil y compleja, ardiendo con un amor que no
poda ocultar? O l mismo, que esconda sus sentimientos
tras un semblante ptreo y enterraba las brasas de su
pasin bajo una capa de fras cenizas?
Como lo haba hecho en otras ocasiones, Musashi
pens que el camino elegido por l era el ms doloroso,
pero que la constancia de Ots revelaba fortaleza y valor.
Para la mayora de los hombres, la carga que ella haba
llevado sera demasiado pesada. Se dijo que dentro de muy
poco tiempo tendra que marcharse.
La luna estaba baja en el cielo, y ahora su luz era ms
blanca. Faltaba poco para que amaneciera. Pronto tanto la
luna como l mismo se habran desvanecido detrs de la
montaa de la muerte. En el breve tiempo que le quedaba
tena que decirle la verdad a Ots, pues estaba en deuda con
ella por su entrega y fidelidad, pero las palabras no acudan
a sus labios. Cuanto ms se esforzaba por hablar, tanto ms
cohibido se senta. Alz la vista, impotente, como si
pudiera recibir inspiracin del cielo.
Ots miraba el suelo y lloraba. En su corazn arda el
amor, un amor tan intenso que haba desplazado todo lo
dems. Principios, religin, preocupacin por su propio
bienestar, orgullo..., todo palideca al lado de aquella pasin
que la iba consumiendo. Crea que, de alguna manera, aquel
amor tena que vencer la resistencia de Musashi, deban
encontrar el modo de vivir juntos, separados del mundo de
la gente ordinaria. Le habra sido imposible expresar el dolor
de estar separada de l, la afliccin de recorrer la vida a
solas, la angustia que le produca la falta de sentimientos de
Musashi. Si tuviera una madre a quien pudiera contar sus
penas...
Los graznidos de una bandada de gansos rompieron el
largo silencio. Con la proximidad del amanecer, se haban
alzado por encima de los rboles y volaban hacia las
cumbres de las montaas.
Los gansos vuelan al norte dijo l, consciente de
que sus palabras eran irrelevantes.
Musashi...
Sus miradas se encontraron. Los dos compartan el
recuerdo de los aos en el pueblo, cuando cada primavera y
otoo los gansos volaban a gran altura.
Entonces todo haba sido muy sencillo. Ella se
relacionaba con Matahachi y, aunque le desagradara la
aspereza de Musashi, nunca haba temido replicarle cuando
l le deca cosas insultantes. Ahora ambos pensaron en la
montaa donde se alzaba el Shippji y las orillas del ro
Yoshino, que discurra al pie. Y ambos saban que estaban
desperdiciando unos momentos preciosos, que jams
retornaran.
Jtar me ha dicho que estabas enferma. Es algo
serio?
No es grave.
Te sientes mejor ahora?
S, pero no tiene importancia. Crees de veras que
hoy vas a morir?
Me temo que s.
Si mueres, no podr seguir viviendo. Tal vez por eso
ahora me resulta tan fcil olvidar mi enfermedad.
En los ojos de Ots brillaba una luz que hizo notar a
Musashi la debilidad de su propia determinacin
comparada con la de ella. Para lograr cierto dominio de s
mismo, haba tenido que dedicar muchos aos a reflexionar
sobre la vida y la muerte, disciplinarse a cada vuelta del
camino y obligarse a sufrir los rigores del adiestramiento de
un samurai. En cambio, aquella mujer, que careca de
adiestramiento o una autodisciplina consciente, poda decir
sin la menor vacilacin que tambin ella estaba preparada
para morir si l lo haca. Su rostro expresaba una serenidad
perfecta, sus ojos le decan que ni menta ni hablaba de una
manera impulsiva. Casi pareca feliz ante la perspectiva de
acompaarle en la muerte. Un tanto avergonzado, Musashi
se pregunt cmo las mujeres podan ser tan fuertes.
No cometas una estupidez, Ots! le dijo de
repente. No hay ninguna razn por la que debas morir.
La fuerza de su propia voz y la hondura de su
sentimiento le sorprendi incluso a l. Una cosa es que
yo muera luchando contra los Yoshioka. No slo es
correcto que quien vive por la espada muera por la espada,
sino que tengo el deber de recordar a esos cobardes el
Camino del Samurai. Tu voluntad de seguirme en la muerte
es muy conmovedora, pero de qu servira? No sera ms
til que la lastimosa muerte de un insecto.
Al ver que ella lloraba de nuevo, lament la brutalidad
de sus palabras.
Ahora comprendo cmo te he mentido y me he
engaado a m mismo a travs de los aos. No tena
intencin de defraudarte cuando me escap del pueblo o
cuando te vi en el puente Hanada, pero lo hice... al fingir
que era fro e indiferente. No era as cmo me senta
realmente.
Dentro de poco estar muerto, y lo que estoy a
punto de decir es la verdad. Te quiero, Ots. Lo arrojara
todo a los cuatro vientos y vivira contigo si slo... Se
interrumpi un momento y luego continu con ms
vehemencia: Debes creerme, porque nunca tendr otra
oportunidad de decirte esto. No hablo con orgullo ni
fingimiento. Ha habido das en los que no poda
concentrarme porque pensaba en ti. Tena sueos intensos,
apasionados, Ots, sueos que casi me hacan enloquecer.
A menudo he abrazado mi jergn, imaginando que eras t.
Pero incluso cuando me senta as, me bastaba desenvainar
la espada y mirarla para que la locura se desvaneciese y se
me enfriara la sangre.
Ots volvi el rostro hacia l, llorosa pero radiante
como un dondiego de da, y empez a hablar. Al ver el
ardor en los ojos de Musashi, las palabras se le trabaron en
la garganta y mir de nuevo el suelo.
La espada es mi refugio. Cada vez que la pasin
amenaza con vencerme, me obligo a regresar al mundo de la
esgrima. ste es mi sino, Ots. Estoy dividido entre el amor
y la autodisciplina. Parece como si recorriera dos caminos al
mismo tiempo. Sin embargo, cuando los caminos divergen,
siempre consigo mantenerme en el correcto. Me conozco
mejor que nadie, y no soy ni un genio ni un gran hombre.
Volvi a guardar silencio. A pesar del deseo que tena de
expresar sus sentimientos sinceramente, le pareci que sus
palabras ocultaban la verdad. Su corazn le deca que deba
ser incluso ms franco.
sa es la clase de hombre que soy. Qu ms puedo
decir? Pienso en mi espada y t desapareces en algn rincn
oscuro de mi mente..., mejor dicho, desapareces por
completo, sin dejar rastro. En esas ocasiones es cuando me
siento ms feliz y satisfecho con mi vida, comprendes?
Durante todo este tiempo has sufrido, has arriesgado tu
cuerpo y tu espritu por un hombre que ama a su espada
ms que a ti. Morir por mi honor de espadachn, pero no
morira por el amor de una mujer, ni siquiera t. Por mucho
que quisiera ponerme de rodillas y rogarte que me
perdones, no puedo hacerlo.
Not que los dedos de Ots le aferraban la mueca. Ya
no estaba llorando.
Todo eso ya lo s dijo con vehemencia. Si no lo
supiera, no te amara tanto.
Pero no te das cuenta de que es absurdo que mueras
por m? En este momento te pertenezco en cuerpo y alma,
pero cuando te haya dejado... No debes morir por el amor
de un hombre como yo. Hay una clase de vida correcta y
adecuada para una mujer, Ots, y debes buscarla, has de
llevar una vida feliz. stas sern mis palabras de despedida.
Es hora de que parta.
Apart suavemente la mano femenina de su mueca y
se levant. Ella le cogi de la manga y grit:
Musashi, slo un momento ms!
Haba tantas cosas que quera decirle: no le importaba
que la olvidara cuando no estaba con ella, ni que la llamara
insignificante, y no se haba hecho ilusiones sobre su
carcter cuando se enamor de l. Volvi a cogerle de la
manga, mirndole a los ojos e intentando prolongar aquel
ltimo momento, impedir que finalizara jams.
Su silenciosa apelacin casi desarm a Musashi. Haba
belleza incluso en la debilidad que le impeda hablar.
Vencido por su propia debilidad y temor, tuvo la sensacin
de que era un rbol de races quebradizas amenazado por un
viento furioso. Se pregunt si su casta entrega al Camino de
la Espada se desmoronara, como un corrimiento de tierras,
bajo el peso de las lgrimas femeninas.
Me comprendes? pregunt a Ots para romper el
silencio.
S dijo ella con voz dbil. Te comprendo
perfectamente, pero si mueres, yo morir tambin. Mi
muerte tendr un significado para m, como la tuya lo tiene
para ti. Si puedes enfrentarte serenamente al final, yo
tambin puedo. No ser pisoteada como un insecto ni me
ahogar en un momento de afliccin. Tendr que decidirlo
por m misma. Nadie ms puede hacerlo, ni siquiera t.
Con gran fortaleza y una calma perfecta, sigui
diciendo:
Si en tu corazn me consideras tu prometida, eso es
suficiente, una alegra y una bendicin que, entre todas las
mujeres del mundo, slo yo poseo. Dijiste que no queras
hacerme infeliz, y puedo asegurarte que no morir de
infelicidad. Hay personas que parecen considerarme
desdichada, pero yo no me siento as en absoluto. Espero
con placer el da de mi muerte. Ser como una esplndida
maana cuando los pjaros cantan. Ir tan feliz como ira a
mi boda.
Casi sin aliento, cruz los brazos sobre el pecho y alz
la vista, satisfecha, como cautivada por un sueo delicioso.
La luna pareca hundirse rpidamente. Aunque an no
haba amanecido, la niebla haba empezado a alzarse de
entre los rboles.
Rompi el silencio un grito aterrador que desgarr el
aire como el chillido de un ave mtica. Proceda del risco al
que Jtar haba trepado antes. Ots sali sobresaltada de
su ensoacin y mir hacia lo alto del risco.
Musashi aprovech aquel momento para marcharse. Sin
decir una sola palabra, se apart del lado de la joven y se
encamin hacia su cita con la muerte.
Ahogando un grito, Ots corri unos pasos tras l.
Musashi avanz un trecho, se detuvo y dijo:
Comprendo lo que sientes, Ots, pero te ruego que
no mueras cobardemente. No permitas que tu afliccin te
hunda en el valle de la muerte y sucumbas como un ser
dbil. Primero ponte bien y luego piensa en ello. No entrego
mi vida por una causa intil. He elegido hacer lo que hago
porque muriendo puedo conseguir una vida eterna. Puedes
estar segura de que, aun cuando mi cuerpo se convierta en
polvo, seguir vivo.
Retuvo el aliento y entonces aadi una advertencia:
Me ests escuchando? Si tratas de seguirme en la
muerte, quiz descubras que ests muriendo sola. Tal vez
me busques en el ms all y compruebes que no estoy all.
Me propongo vivir cien o mil aos... en los corazones de
mis paisanos, en el espritu de la esgrima japonesa.
Antes de que ella pudiera hablar de nuevo, Musashi se
haba alejado tanto que ya no habra podido orla. Ots
tena la sensacin de que su propia alma la haba
abandonado, pero no crea que aquello fuese una despedida.
Era ms bien como si a los dos les engullera una gran oleada
de vida y muerte.
Una cascada de tierra y guijarros cay al pie del risco,
seguida de cerca por Jtar, el cual llevaba puesta la
grotesca mscara que le diera la viuda en Nara.
El muchacho alz los brazos y exclam:
Ha sido la sorpresa ms grande de toda mi vida!
Qu ha ocurrido? susurr Ots, no del todo
recuperada de su impresin al ver la mscara.
No lo has odo? No s por qu, pero de repente
alguien lanz un grito horrible.
Dnde estabas? Llevabas puesta la mscara?
Estaba encima del risco. Ah arriba hay un sendero
ms o menos tan ancho como ste. Trep un poco y
encontr una gran roca, en la que me sent y contempl la
luna.
La mscara... La llevabas puesta?
S, oa aullar a los zorros y un movimiento entre los
arbustos a mi alrededor, quiz tejones o algo parecido.
Pens que la mscara los asustara. Entonces o ese grito
que helaba la sangre, como si lo lanzara un espritu en el
infierno!
Gansos extraviados
Esprame, Matahachi. Por qu tienes que andar tan de
prisa?
Osugi, muy rezagada y sin aliento, haba prescindido
tanto de la paciencia como del orgullo. Matahachi, en voz lo
bastante alta para que llegara hasta la anciana, gru:
Tena mucha prisa cuando abandonamos la posada,
pero mrala ahora. Habla mejor que camina.
Hasta llegar al pie del monte Daimonji, haban recorrido
el camino de Ichijji, pero ahora, en la espesura de las
montaas, se haban extraviado. Osugi no estaba dispuesta
a ceder.
Por tu manera de atacarme, se dira que tienes una
inquina terrible a tu propia madre dijo en tono spero.
Cuando termin de enjugarse el sudor de su rostro arrugado,
Matahachi haba vuelto a ponerse en marcha. Quieres
andar ms despacio? grit. Sentmonos aqu un
momento.
Si sigues detenindote cada diez pies para descansar,
no habremos llegado all antes del amanecer.
El sol tardar an bastante en salir. De ordinario no
tendra ningn problema para recorrer un sendero de
montaa como ste, pero estoy resfriada.
Nunca admitirs que ests equivocada, verdad?
Antes, cuando despert al posadero para que pudieras
descansar, no te estuviste quieta ni un instante. No quisiste
beber nada y empezaste a quejarte de que llegaramos tarde.
Yo no haba tomado siquiera un par de sorbos antes de que
me sacaras de all casi a rastras. Ya s que eres mi madre,
pero no resulta nada fcil llevarse bien contigo.
Ja! Todava ests irritado porque no te dej beber
hasta volverte memo, no es eso? Por qu no puedes
controlarte un poco? Hoy tenemos cosas importantes que
hacer.
No es como si fusemos a desenvainar nuestras
espadas y hacer el trabajo nosotros mismos. Lo nico que
necesitamos es un mechn del pelo de Musashi o alguna
cosa cortada de su cuerpo, y eso no es tan difcil.
Lo que t digas! Es intil que riamos de esta
manera. Vmonos.
Emprendieron el camino y Matahachi reanud su
malhumorado soliloquio.
Todo esto es una estupidez. Llevamos un mechn de
pelo al pueblo y lo presentamos como prueba de que
hemos cumplido nuestra gran misin en la vida. Esos
patanes nunca han salido de las montaas, as que se
quedarn impresionados. Ah, cunto odio a ese pueblo!
No slo Matahachi no haba perdido su aficin por el
buen sake de Nada, las hermosas muchachas de Kyoto y
varias cosas ms, sino que an crea que en la ciudad
encontrara su oportunidad afortunada. Quin iba a negar
que una maana podra despertarse con todo lo que siempre
haba deseado? Se jur en silencio que nunca volvera a
aquel pueblo insignificante.
Osugi, que haba vuelto a quedarse bastante rezagada,
arroj su dignidad a los vientos.
Matahachi dijo en tono zalamero. Llvame en tu
espalda, quieres? Por favor, slo durante un breve trecho.
l frunci el ceo y no dijo nada, pero se agach para
que ella se encaramase. En el mismo momento en que la
anciana se dispona a acomodarse en la espalda de su hijo,
asalt sus odos el grito de terror que haba sobresaltado a
Ots y Jtar. Se quedaron inmviles, con una expresin
inquisitiva y curiosa en sus rostros, y aguzaron el odo. Un
instante despus, Osugi emiti un grito de consternacin,
pues Matahachi ech a correr bruscamente hacia el borde
del risco.
Adonde vas?
Debe de ser ah abajo! exclam l, y desapareci
por el borde del risco. Qudate aqu. Ir a ver quin es.
Osugi se recuper en seguida.
Necio! exclam. Adonde vas?
Ests sorda? No has odo ese grito?
Qu tiene eso que ver contigo? Vuelve! Vuelve
aqu!
Matahachi le hizo caso omiso y corri rpidamente, de
una raz de rbol a otra, hasta llegar al fondo de la
hondonada.
Idiota! Mentecato! grit ella, pero era como si
estuviese ladrando a la luna.
Matahachi volvi a gritarle que se quedase donde
estaba, pero ya haba bajado tanto que Osugi apenas le oy.
Empezando a lamentar su precipitacin, se pregunt qu
iba a hacer. Si el lugar de donde crea que haba partido el
grito era errneo, estaba perdiendo tiempo y energa.
Aunque la luz de la luna no penetraba a travs del
follaje, sus ojos se acostumbraron gradualmente a la
oscuridad. Lleg a uno de los muchos atajos que surcaban
las montaas al este de Kyoto y conducan a Sakamoto y
tsu. Camin a lo largo de un arroyo con minsculas
cascadas y rpidos, y encontr una cabaa, probablemente
un refugio para los hombres que pescaban truchas a
lanzadas. Era demasiado pequea para que cupiera ms de
una persona y era evidente que estaba vaca, pero detrs de
ella distingui una figura acuclillada, de rostro y manos
blanqusimos.
Pens con satisfaccin que se trataba de una mujer y se
ocult detrs de una roca grande.
Al cabo de un par de minutos, la mujer sali de detrs
de la cabaa, fue a la orilla del arroyo y empez a recoger
agua con las manos ahuecadas para beber. Matahachi
avanz un paso. Como advertida por un instinto animal, la
muchacha mir furtivamente a su alrededor y empez a
huir.
Akemi!
Ah, me has asustado! dijo ella, pero en un tono de
alivio. Trag el agua retenida en su garganta y exhal un
hondo suspiro.
Tras examinarla de arriba abajo, Matahachi le pregunt:
Qu ha ocurrido? Qu ests haciendo aqu a esta
hora de la noche vestida con ropas de viaje?
Dnde est tu madre?
Est ah arriba respondi l, sealando.
Seguro que est furiosa.
Por el dinero?
S. Lo siento de veras, Matahachi. Deba marcharme a
toda prisa y no tena suficiente para pagar la cuenta y nada
para seguir viajando. S que hice mal, pero me entr pnico.
Perdname, por favor! No me hagas volver! Te prometo
que devolver el dinero algn da.
Las lgrimas le arrasaron el rostro.
A qu vienen tantas excusas? Ah, ya veo. Crees
que hemos venido aqu para cogerte!
No te culpo. Aunque obedeciera a un impulso
irreflexivo, lo cierto es que me escap con el dinero. Si me
cogen y tratan como a una ladrona, supongo que no podr
quejarme.
Mi madre lo vera de esa manera, pero yo no soy
como ella. De todos modos, no era una cantidad
considerable. Si la necesitabas de veras, te la habra dado
con mucho gusto. No estoy enfadado. Me interesa mucho
ms saber por qu huiste y qu haces aqu arriba.
Esta noche os o por casualidad a ti y a tu madre.
Ah, s? Cuando hablbamos de Musashi?
S.
Y de repente decidiste ir a Ichijji? Ella no le
respondi, Ah, me olvidaba! exclam, recordando por
qu haba bajado al barranco. Has sido t quien ha
gritado hace unos momentos?
Ella asinti y dirigi rpidamente una mirada a la cuesta
por encima de ellos. Tras comprobar que no haba nada all,
le cont que haba cruzado el arroyo y estaba trepando por
un risco empinado cuando alz la vista y vio un fantasma
de aspecto increblemente maligno, sentado en una roca alta
y contemplando la luna. Tena el cuerpo de un enano, pero
la cara, de mujer, era de un color sobrenatural, ms blanco
que el blanco, con una boca que se alzaba por un lado hasta
la oreja. Pareca como si se estuviera riendo grotescamente
de ella, y le haba dado tal susto que se desvaneci. Antes
de que hubiera vuelto en s, se haba deslizado de nuevo al
fondo del barranco.
Aunque el relato pareca absurdo, Akemi lo cont con
toda seriedad. Matahachi intent escucharla cortsmente,
pero pronto le entr un acceso de risa.
Ja, ja! Te lo ests inventando todo! Probablemente
has asustado al fantasma. Pero si solas merodear por los
campos de batalla y ni siquiera esperabas a que los
espritus de los muertos se marcharan antes de que
empezaras a despojar los cadveres.
Entonces slo era una nia. No saba lo suficiente
para sentir miedo.
No eras tan joven... Supongo que todava ests
enamorada de Musashi.
No... Fue mi primer amor, pero...
Entonces por qu vas a Ichijji?
La verdad es que no lo s ni yo misma. Sencillamente,
supuse que si iba ah podra verle.
Ests perdiendo el tiempo le dijo l rotundamente,
y entonces aadi que Musashi no tena una posibilidad en
un millar de salir con vida del combate.
Despus de lo que le haba sucedido en manos de
Seijr y Kojir, pensar en Musashi ya no poda evocar
imgenes de la dicha que en otro tiempo haba imaginado
compartir con l. Puesto que ni haba muerto ni hallado una
clase de vida que le atrajera, se senta como un alma en el
limbo, un ganso separado de la bandada y perdido.
Mientras contemplaba el perfil de la muchacha, a
Matahachi le sorprendi la similitud de sus situaciones
respectivas. A ambos les haban cortado las amarras e iban
a la deriva. Algo en el rostro empolvado de Akemi sugera
que iba en busca de un compaero.
l la rode con un brazo, le roz la mejilla con la suya y
le dijo:
Marchmonos a Edo, Akemi.
A..., a Edo? Debes de estar bromeando dijo ella,
pero la idea la hizo salir de su estado hipntico.
l la cogi con fuerza de los hombros.
No tiene que ser necesariamente Edo, pero todo el
mundo dice que es la ciudad del futuro. Osaka y Kyoto ya
son viejas, y tal vez por eso el shgun est levantando una
nueva capital en el este. Si vamos all ahora, habr todava
una gran cantidad de buenos empleos, incluso para un par
de gansos extraviados como t y yo. Vamos, Akemi, dime
que vendrs.
Alentado por el creciente inters que vea en su
semblante, sigui hablando con ms vehemencia.
Podramos divertirnos, Akemi. Podramos hacer lo
que queramos. Para qu vivir si no puedes hacerlo? Somos
jvenes, y debemos aprender a ser audaces e inteligentes.
Ninguno de los dos llegar a ninguna parte actuando como
un dbil. Cuanto ms trates de ser buena, honrada y
concienzuda, tanto ms la realidad te dar con un canto en
los dientes y se reir de ti. Llorars hasta quedarte sin
lgrimas, y adonde te conducir eso? As han sido siempre
las cosas para ti, no es cierto? No has hecho ms que
dejarte devorar por tu madre y unos cuantos hombres
brutales. De ahora en adelante, tienes que ser t la que
devore, en vez de ser la engullida.
La muchacha empezaba a dejarse convencer. La casa de
t de su madre haba sido una jaula de la que ambos haban
huido. Desde entonces el mundo no le haba mostrado ms
que crueldad. Perciba que Matahachi era ms fuerte y
estaba mejor dotado que ella para enfrentarse a la vida. Al
fin y al cabo, era un hombre.
Vendrs? le pregunt l.
Aunque saba que era como si la casa hubiera ardido y
ella tratara de reconstruirla con las cenizas, necesit un
esfuerzo para sacudirse de encima su fantasa, la ensoacin
arrobadora en la que Musashi era suyo y solamente suyo.
Pero finalmente asinti sin hablar.
Entonces decidido. Vmonos ahora mismo!
Y tu madre?
Ah, ella. Matahachi sorbi aire por la nariz y mir
a lo alto del risco. Si consigue hacerse con algo para
demostrar que Musashi est muerto, volver al pueblo. Sin
duda se pondr furiosa como un avispn cuando descubra
que me he ido. Es como si la oyera, dicindole a todo el
mundo que la dej abandonada en la montaa para que se
muriese, como solan desembarazarse de las ancianas en
ciertas partes del pas. Pero si tengo xito, eso lo
compensar todo. En cualquier caso, hemos tomado una
decisin. Vmonos!
Ech a andar, pero ella sigui quieta.
Por ah no, Matahachi!
Por qu?
Tendremos que pasar otra vez por delante de esa
roca.
Ja, ja! Y ver al enano con cara de mujer? Olvdalo!
Ahora estoy contigo. Ah, escucha..., no es sa la llamada
de mi madre? Apresurmonos, antes de que venga en mi
busca. Es mucho peor que un pequeo fantasma con una
cara que asusta.
El pino de ancha copa
El viento silbaba entre los bambes. Aunque an estaba
demasiado oscuro para emprender el vuelo, las aves ya se
haban despertado y cantaban.
No me ataquis! Soy yo, Kojir!
Haba corrido ms de una milla como un demonio y,
cuando lleg al pino de ancha copa, le faltaba el aliento. Los
rostros de los hombres que salieron de sus escondites
estaban ateridos por la larga espera.
Le has encontrado? le pregunt Genzaemon con
impaciencia.
Le he encontrado, cierto replic Kojir en un tono
que hizo converger en l todas las miradas. Mir framente
a su alrededor y dijo: Le encontr y caminamos un trecho
a lo largo del ro Takano, pero entonces...
Ha huido! exclam Miike Jrzaemon.
No! dijo rotundamente Kojir. A juzgar por su
serenidad y lo que ha dicho, no creo que haya huido. Al
principio as lo pareca, pero entonces comprend que slo
intentaba librarse de m. Probablemente ha ideado alguna
estrategia que quera ocultarme. Ser mejor que no bajis la
guardia!
Estrategia dices? Qu clase de estrategia?
Se apiaron en torno a l para no perderse una sola
palabra.
Sospecho que ha enrolado a varios ayudantes.
Probablemente iba a reunirse con ellos para poder atacar
todos a la vez.
Humm rezong Genzaemon. Eso parece
probable. Tambin significa que no tardarn mucho en
llegar.
Jrzaemon se separ del grupo y orden a los
hombres que volvieran a sus puestos.
Si Musashi ataca cuando estamos diseminados as,
podemos perder la primera escaramuza les advirti.
No sabemos cuntos hombres traer consigo, pero no
pueden ser muchos. Nos atendremos a nuestro plan
original.
l tiene razn. No debemos bajar la guardia.
Es fcil cometer un error cuando ests cansado de
esperar. Tened cuidado!
A vuestros puestos!
Los hombres se dispersaron gradualmente. El
mosquetero volvi a instalarse en las ramas ms altas del
pino.
Kojir, al observar que Genjir permaneca rgidamente
en pie con la espalda apoyada en el tronco, le pregunt:
Tienes sueo?
No! replic resueltamente el muchacho.
Kojir le dio unas palmadas en la cabeza.
Con este fro se te han puesto los labios azules.
Puesto que eres el representante de la Casa Yoshioka,
tienes que ser valiente y fuerte. Ten un poco ms de
paciencia y vers algunas cosas interesantes. Dicho esto,
se alej, no sin antes aadir: Ahora tengo que encontrar
un buen sitio para m.
La luna haba viajado con Musashi desde la hondonada
entre las colinas de Shiga y Ury, donde haba dejado a
Ots. Ahora el astro se hunda detrs de la montaa,
mientras que un gradual movimiento hacia arriba de las
nubes que descansaban sobre las treinta y seis cumbres
anunciaba que el mundo pronto iniciara su actividad
cotidiana.
Musashi apresur el paso. Directamente bajo sus pies,
vislumbr el tejado de un templo, y pens que su destino
ya no estaba lejos. Alz la vista y reflexion que dentro de
muy poco su espritu se unira a las nubes en su vuelo hacia
el cielo. Para el universo, la muerte de un solo hombre
apenas tendra ms importancia que la de una mariposa,
pero en la esfera humana una sola muerte poda afectarlo
todo, para bien o para mal. Ahora la nica preocupacin de
Musashi era cmo morir con nobleza.
Lleg a sus odos el agradable sonido del agua. Se
arrodill al pie de una alta roca, recogi con las manos agua
del arroyo y la bebi con rapidez. Estaba tan fra que le
escoci la lengua, y confi en que eso fuese una indicacin
de que su espritu estaba sereno y el valor no le haba
abandonado.
Se tom un momento de descanso y le pareci or voces
que le llamaban. Ots? Jtar? Saba que no poda
tratarse de Ots, pues no era una mujer que perdiese el
dominio de s misma y le persiguiera en semejante
momento. Ella le conoca demasiado bien para hacer una
cosa as. Sin embargo, Musashi no poda eludir la impresin
de que le llamaban. Mir atrs varias veces, confiando en
ver a alguien. La idea de que pudiera sufrir ilusiones era
desconcertante.
Pero no poda perder ms tiempo. Si llegaba tarde, no
slo habra roto su promesa sino que estara en considerable
desventaja. Supona que el momento ideal para un guerrero
solitario que quisiera atacar a un ejrcito de adversarios
sera el breve intervalo despus de que la luna se hubiera
puesto pero antes de que el cielo estuviera totalmente
iluminado.
Record el antiguo proverbio: Es fcil aplastar a un
enemigo que est fuera de uno mismo, pero imposible
derrotar a un enemigo interior. Haba jurado expulsar a
Ots de sus pensamientos, e incluso se lo haba dicho as
con franqueza cuando ella se aferraba a su manga. No
obstante, pareca incapaz de eliminar de su mente la voz de
la muchacha.
Solt una maldicin entre dientes, y se dijo: Estoy
actuando como una mujer. Un hombre con una misin de
hombre no tiene que pensar en frivolidades como el amor!.
Apret el paso hasta que corri tan rpido como poda.
Entonces, de improviso, vio all abajo una cinta blanca que
se alzaba desde el pie de una montaa a travs de los
bambes, rboles y campos. Era uno de los caminos que
conducan al Ichijji. Musashi se encontraba tan slo a unas
cuatrocientas varas del punto donde se juntaba con los
otros dos caminos. A travs de la bruma lechosa, distingui
las ramas del gran pino de ancha copa.
Se arrodill, con el cuerpo en tensin. Incluso los
rboles a su alrededor parecan transformados en enemigos
potenciales. Con la agilidad de un lagarto, abandon el
sendero y avanz hasta un punto situado directamente por
encima del pino. Una rfaga de aire fro sopl desde la cima
de la montaa, empujando la niebla como una gran ola que
envolvi los pinos y bambes. Las ramas del pino de ancha
copa temblaron, como para advertir al mundo del inminente
desastre.
Musashi forz la vista y pudo discernir las figuras de
diez hombres que estaban en pie y totalmente inmviles
alrededor del pino, con las lanzas en posicin de ataque.
Perciba la presencia de otros en la montaa, aunque no
pudiera verlos. Saba que haba entrado en la provincia de la
muerte. Una sensacin de respeto y temor hizo que se le
pusiera la piel de gallina, incluso en los dorsos de las
manos, pero su respiracin era profunda y firme. Su cuerpo
entero estaba preparado para la accin. Mientras avanzaba
arrastrndose lentamente, los dedos de sus pies se aferraban
al terreno con la fuerza y la seguridad de los dedos de las
manos.
Cerca haba un muro de piedra que podra haber sido en
otro tiempo parte de una fortaleza. Obedeciendo a un
impulso, Musashi avanz entre las rocas hasta la elevacin
sobre la que se alz en el pasado el edificio. All encontr
un torii de piedra que daba directamente al pino de ancha
copa. Detrs estaba el recinto sagrado, protegido por hileras
de plantas de hoja perenne, entre las que poda ver el
edificio de un santuario.
Aunque ignoraba cul era la deidad a la que se renda
culto all, corri a travs del bosquecillo hasta el portal del
santuario y se arrodill ante l. Con la muerte tan cercana,
no poda evitar que su corazn temblara al pensar en la
sagrada presencia. El interior del santuario estaba a oscuras,
salvo por una lamparilla a la que balanceaba el viento y
cuya llama pareca a punto de extinguirse pero que, como
por milagro, volva a arder con toda su brillantez. La placa
encima de la puerta deca: Santuario Hachidai.
A Musashi le consol la idea de que tena un poderoso
aliado, que si se lanzaba al ataque el dios de la guerra ira
tras l. Saba que los dioses siempre se inclinaban por el
bando al que asista la razn. Record que el gran
Nobunaga, cuando se diriga a la batalla de Okehazama, se
detuvo para presentar sus respetos en el santuario de
Atsuta. El descubrimiento de aquel lugar sagrado pareca
realmente oportuno.
Al otro lado del portal haba una pila de piedra para que
los fieles se lavaran antes de rezar. Despus de enjuagarse la
boca, Musashi volvi a llenrsela de agua y roci con ella la
empuadura de la espada y los cordones de las sandalias.
Tras purificarse as, se sujet las mangas con una correa de
cuero y se at una cinta de algodn en la cabeza.
Flexionando los msculos de las piernas mientras caminaba,
subi los escalones del santuario y cogi la cuerda que
colgaba del gong encima de la entrada. Siguiendo la
costumbre ancestral, estaba a punto de tocar el gong y
elevar una plegaria a la deidad.
Se contuvo y retir rpidamente la mano. Qu estoy
haciendo?, se dijo, horrorizado. La cuerda, trenzada con
hebras de algodn blancas y rojas, pareca invitarle a
sujetarla y hacer sonar el gong para elevar su splica. La
mir fijamente. Qu iba a pedir? se pregunt. Para
qu necesito la ayuda de los dioses? No estoy ya fundido
con el universo? No me he adiestrado para enfrentarme a la
muerte con calma y confianza?
Estaba consternado. Sin pensarlo, sin recordar sus aos
de adiestramiento y autodisciplina, haba estado a punto de
rogar por la ayuda sobrenatural. Era una actitud errnea,
pues saba en lo ms hondo que el verdadero aliado de un
samurai no eran los dioses sino la misma muerte. La noche
anterior y aquella madrugada haba tenido la seguridad de
que aceptaba plenamente su destino. Y, no obstante, haba
estado muy cerca de olvidar todo lo aprendido y suplicar la
ayuda de la deidad. Inclin la cabeza, avergonzado, y
permaneci all inmvil como una roca.
Qu idiota soy! Crea haber alcanzado la pureza y la
iluminacin, pero dentro de m hay todava un anhelo de
seguir viviendo, una ilusin que me hace pensar en Ots o
mi hermana, una falsa esperanza que me lleva a aferrarme a
un clavo ardiendo, un ansia diablica, que es la causa del
olvido de m mismo y me tienta a implorar la ayuda de los
dioses.
Estaba disgustado, exasperado con su cuerpo y su alma,
por su incapacidad para dominar el Camino. Las lgrimas
que haba retenido en presencia de Ots brotaron de sus
ojos.
Todo ha sido inconsciente. No tena ninguna intencin
de rezar, ni siquiera haba pensado en el objetivo de mi
plegaria. Pero si hago las cosas inconscientemente, eso las
empeora an ms.
Atormentado por las dudas, se senta estpido e
inadecuado. En primer lugar, haba tenido alguna vez la
capacidad necesaria para llegar a ser un guerrero? De haber
alcanzado el estado de serenidad al que aspiraba, no habra
tenido ninguna necesidad, ni siquiera inconsciente, de
plegarias o splicas. En un momento demoledor, slo unos
minutos antes del combate, haba descubierto en su corazn
las verdaderas semillas de la derrota. Ahora le resultaba
imposible considerar su muerte inminente como la
culminacin de la vida de un samurai!
Un instante despus experiment una profunda
gratitud. La presencia y magnanimidad de la deidad le
envolvi. La batalla an no haba dado comienzo, la prueba
real todava estaba por llegar. Haba sido advertido a
tiempo. Al reconocer su error, lo haba superado. La duda
se desvaneci y comprendi que la deidad le haba guiado
hasta all para impartirle aquella enseanza.
Aunque crea sinceramente en los dioses, no
consideraba que solicitar su ayuda formara parte del
Camino del Samurai. El Camino era una verdad esencial que
trascenda a los dioses y Budas. Retrocedi un paso, junt
las manos y, en vez de pedir proteccin, agradeci a los
dioses que le hubieran ayudado a tiempo.
Tras hacer una rpida reverencia, se apresur a salir del
santuario y baj por el estrecho y empinado sendero, la
clase de sendero que una lluvia intensa convertira en
seguida en un arroyo impetuoso. Sus pies hacan saltar
guijarros y terrones quebradizos que rompan el silencio.
Cuando tuvo a la vista el pino de ancha copa, se apart del
sendero, agazapndose entre los arbustos. Ni una gota de
roco haba cado an de las hojas, y pronto tuvo las rodillas
y el pecho empapados. El pino no estaba a ms de cuarenta
o cincuenta pasos por debajo de l. Vea al hombre con el
mosquete encaramado en sus ramas.
La clera se apoder de l.
Cobardes! dijo, casi alzando la voz. Todo esto
contra un solo hombre.
En cierto modo senta lstima de un enemigo obligado a
tomar tales medidas. No obstante, haba esperado algo as
y, en la medida de lo posible, estaba preparado para ello.
Puesto que supondran sin duda alguna que Musashi no
estaba solo, la prudencia les hara proveerse de un arma
voladora e incluso de varias. Si tambin utilizaban arcos
cortos, los arqueros probablemente estaran ocultos detrs
de rocas o en un terreno ms bajo.
Musashi tena una sola gran ventaja: tanto el hombre
que estaba en la copa del rbol como los que se encontraban
debajo le daban la espalda. Agachndose tanto que la
empuadura de su espada se alz por encima de su cabeza,
avanz casi arrastrndose. Entonces cubri unos veinte
pasos a toda carrera.
El mosquetero volvi la cabeza, le vio y grit:
Ah est!
Musashi corri otros diez pasos, sabiendo que el
hombre tendra que invertir su posicin para apuntar y
disparar.
Dnde? preguntaron los hombres que estaban
ms cerca del rbol.
Detrs de vosotros! chill su compaero.
El mosquetero haba encaonado la cabeza de Musashi.
Mientras la mecha desprenda una lluvia de chispas, el codo
derecho de Musashi describi un arco en el aire. La piedra
lanzada golpe la mecha de lleno con una fuerza tremenda.
El grito del mosquetero se mezcl con el ruido de las ramas
rotas cuando se precipit al suelo.
En un instante el nombre de Musashi estuvo en labios
de todos. Ninguno de ellos se haba tomado la molestia de
pensar a fondo en la situacin, de imaginar que su
adversario podra idear la manera de atacar primero el
cuerpo central de sus fuerzas. Su confusin fue absoluta.
En su apresuramiento para reorientarse, los diez hombres
chocaron entre ellos, sus armas se trabaron, tropezaron con
sus lanzas y dieron una impresin de desorden total,
mientras se gritaban unos a otros que no dejaran escapar a
Musashi.
En el momento en que salan de la confusin y
empezaban a formar un semicrculo, oyeron el desafo:
Soy Miyamoto Musashi, el hijo de Shimmen
Munisai de la provincia de Mimasaka. He venido para
cumplir con el acuerdo al que llegamos anteayer en
Yanagimachi.
Ests ah, Genjir? Te ruego que no seas tan
negligente como lo fueron Seijr y Denshichir antes de ti.
Comprendo que, debido a tu juventud, tienes varias
docenas de hombres que te apoyan. Yo, Musashi, he
venido solo. Tus hombres pueden atacarme individualmente
o en grupo, como gusten. Ahora luchad!
Aquello fue otra sorpresa total, pues ninguno haba
esperado que Musashi pronunciara un desafo formal.
Incluso aquellos que habran querido desesperadamente
darle una rplica adecuada carecan de la compostura
necesaria.
Has venido tarde, Musashi! grit una voz ronca.
Muchos hombres se sintieron alentados por la
declaracin de Musashi de que estaba solo, pero
Genzaemon y Jrzaemon, creyendo que era una artimaa,
miraron a su alrededor en busca de ayudantes ocultos.
Se oy un sonido vibrante y, casi al mismo tiempo, la
espada de Musashi destell en el aire. La flecha dirigida a su
rostro se rompi, la mitad del asta cay a espaldas de
Musashi y la otra mitad cerca de la punta de su espada
bajada, o ms bien de donde acababa de estar la espada,
pues su dueo ya estaba en movimiento. Con el cabello
erizado como una melena de len, salt hacia la forma
oscura detrs del pino de ancha copa.
Genjir se aferr al tronco, gritando:
Socorro! Tengo miedo!
Genzaemon salt adelante, aullando como si el golpe le
hubiera alcanzado, pero era demasiado tarde. La espada de
Musashi cort un trozo de corteza de dos pies de largo, que
cay al suelo junto a la cabeza cubierta de sangre de
Genjir.
Fue la accin de un demonio feroz. Musashi, haciendo caso
omiso de los dems, haba ido directamente a por el
muchacho, y pareca como si se lo hubiera propuesto desde
el principio.
El ataque fue de un salvajismo inenarrable. La muerte de
Genjir no redujo en lo ms mnimo la capacidad de lucha
de los Yoshioka. Lo que haba sido excitacin nerviosa se
elev al nivel de un frenes letal.
Bestia! grit Genzaemon, con el rostro lvido de
afliccin y rabia.
Se lanz contra Musashi, blandiendo una espada ms
pesada de lo conveniente para un hombre de su edad.
Musashi ech atrs el taln derecho ms o menos un pie, se
lade y golpe hacia arriba, rozando el codo y el rostro de
Genzaemon con la punta de su espada. Era imposible saber
quin gema, pues en aquel momento un hombre que
atacaba a Musashi por la espalda con una lanza cay
encima del anciano. Al cabo de un instante, un tercer
espadachn que sala de la lnea frontal recibi un tajo desde
el hombro al ombligo. Inclin la cabeza y los brazos
quedaron inertes mientras las piernas hacan avanzar unos
pocos pasos ms el cuerpo sin vida.
Los dems hombres que estaban cerca del rbol gritaban
a voz en cuello, pero sus llamadas de auxilio se perdan en
el viento y entre los rboles. Sus camaradas estaban
demasiado lejos para orles y no podran haber visto lo que
suceda aunque hubieran estado mirando hacia el pino en
lugar de vigilar los caminos.
El pino de ancha copa tena cientos de aos. Haba sido
testigo de la retirada en derrota de las tropas de Taira desde
Kyoto a mi durante las guerras del siglo XII. Eran
innumerables las ocasiones en que haba visto a los
sacerdotes-guerreros del monte Hiei descender sobre la
capital para presionar a la corte imperial. Ya fuese como
agradecimiento por la sangre fresca que se filtraba hasta sus
races, ya por la angustia ante aquella carnicera, sus ramas
se agitaban en la bruma y salpicaban con gotas de fro roco
a los hombres que estaban debajo. El viento originaba una
mezcolanza de sonidos procedentes de las ramas, los
bambes oscilantes, la bruma y las altas hierbas.
Musashi se situ con la espalda contra el tronco del
rbol, cuyo permetro apenas podra ser abarcado por dos
hombres con los brazos extendidos. El rbol constitua un
escudo ideal que le protega por la retaguardia, pero
Musashi pareci considerar arriesgado permanecer all
mucho tiempo. Mientras su mirada se deslizaba por el
borde superior de su espada y se posaba en sus
adversarios, su cerebro evaluaba el terreno y buscaba una
posicin mejor.
Id al pino de ancha copa! Al pino! La lucha es all!
El grito surgi desde la elevacin que Sasaki Kojir
haba elegido para contemplar el espectculo.
Entonces se oy un ensordecedor estampido del
mosquete, y por fin los samurais de la Casa de Yoshioka
comprendieron lo que estaba ocurriendo. Como un
enjambre de abejas, abandonaron sus escondites y corrieron
hacia el cruce de caminos.
Musashi se desliz diestramente a un lado. La bala se
aloj en el tronco, a unas pulgadas de su cabeza. Los siete
hombres que estaban en guardia ante l avanzaron un par de
pies para compensar el cambio de posicin de su
adversario.
De improviso, Musashi se lanz hacia el hombre
situado en el extremo izquierdo, sosteniendo la espada al
nivel de los ojos. El hombre, Kobashi Kurando, uno de los
Diez de Yoshioka, no haba imaginado semejante
movimiento y fue cogido totalmente por sorpresa. Con un
grito sofocado de consternacin, gir sobre un pie, pero no
fue lo bastante rpido para esquivar un golpe en el costado.
Musashi, con la espada todava extendida, sigui corriendo
hacia adelante.
No le dejis escapar!
Los otros seis se precipitaron tras l, pero una vez ms
el ataque les haba desorganizado peligrosamente y haban
perdido toda su coordinacin. En un abrir y cerrar de ojos,
Musashi gir sobre sus talones y atac lateralmente al
hombre ms cercano, Miike Jrzaemon. ste, que era un
experto espadachn, haba previsto el ataque y dejado cierto
movimiento libre a sus piernas, por lo que pudo retroceder
con rapidez. La punta de la espada de Musashi apenas le
roz el pecho.
Musashi utilizaba su arma de una manera distinta a la
del espadachn ordinario de su poca. Segn las tcnicas
normales, si el primer golpe no entraba en contacto con el
objetivo, la fuerza de la espada se perda en el aire y era
necesario echar la hoja atrs antes de golpear de nuevo. Este
sistema era demasiado lento para Musashi, y cada vez que
golpeaba lateralmente, haba un golpe de retorno. Un tajo a
la derecha iba seguido, esencialmente en el mismo
movimiento, por un golpe de retorno a la izquierda. Su hoja
creaba dos fajas de luz, con una pauta muy similar a las de
dos agujas de pino unidas por un extremo.
El inesperado golpe de retorno alcanz a Jrzaemon en
el rostro y convirti su cabeza en un gran tomate rojo.
Como no haba estudiado bajo la direccin de un
maestro, Musashi se encontraba de vez en cuando en
desventaja, pero tambin haba ocasiones en las que se
aprovechaba de ello. Una de sus ventajas era que nunca se
haba visto constreido en el molde de una escuela
determinada. Desde el punto de vista ortodoxo, su estilo
careca de una forma discernible, sin reglas ni tcnicas
secretas. Creado por su propia imaginacin y sus
necesidades, sera difcil definirlo o categorizarlo. Hasta
cierto grado, era posible desafiarle efectivamente utilizando
estilos convencionales, si su contrario era muy hbil.
Jrzaemon no haba previsto la tctica de Musashi. Todo
seguidor del estilo Yoshioka, como de cualquier otro de los
estilos de Kyoto, probablemente habra sido sorprendido
de manera similar.
Si, despus del golpe fatal que haba asestado a
Jrzaemon, Musashi hubiera atacado al abigarrado grupo
que segua alrededor del rbol, sin duda habra matado a
varios ms en muy poco tiempo. Sin embargo, corri hacia
el cruce de caminos y, cuando crean que pretenda huir, se
volvi de repente y atac de nuevo. Cuando los hombres se
haban reagrupado para defenderse, su enemigo haba vuelto
a desaparecer.
Musashi!
Cobarde!
Lucha como un hombre!
Todava no hemos terminado contigo!
Las habituales imprecaciones llenaban el aire, mientras
los ojos desencajados amenazaban con salirse de las rbitas.
La vista y el olor de la sangre embriagaba a los hombres,
tanto como si se hubieran bebido todo un almacn de sake.
La visin de la sangre, que enfra el ardor de un valiente,
ejerce el efecto contrario sobre los cobardes. Aquellos
hombres eran como trasgos que emergieran de un lago de
sangre.
Dejando los gritos a sus espaldas, Musashi lleg al
cruce de caminos y avanz sin vacilar por el ms estrecho
de los tres senderos de salida, el que conduca al Shugakuin.
Por la direccin contraria venan precipitadamente los
hombres que haban estado apostados a lo largo del
sendero. Antes de que hubiera recorrido cuarenta pasos,
Musashi vio al primer hombre de ese contingente. Segn las
leyes ordinarias de la fsica, pronto estara atrapado entre
aquellos hombres y los que le perseguan, pero cuando las
dos fuerzas colisionaron, l ya no estaba all.
Musashi! Dnde ests?
Vena por aqu. Le he visto!
Tiene que haber venido!
No est aqu!
La voz de Musashi se elev por encima del confuso
parloteo.
Aqu estoy!
Salt desde la sombra de una roca al centro del camino,
detrs de los samurais que regresaban, de modo que los
tena a todos ellos a un lado. Pasmados por aquel veloz
cambio de posicin, los hombres de Yoshioka cargaron
contra l tan rpidamente como pudieron, pero en el
estrecho camino no podan concentrar sus fuerzas.
Considerando el espacio necesario para hacer girar una
espada, habra sido peligroso incluso para slo un par de
ellos que hubieran tratado de avanzar de frente.
El hombre que estaba ms cerca de Musashi se
tambale hacia atrs, empujando al que estaba detrs de l
contra el grupo que avanzaba. Durante un rato todos ellos
se debatieron impotentes, las piernas torpemente
entrelazadas. Pero las muchedumbres no ceden fcilmente.
Aunque les asustaba la rapidez y ferocidad de Musashi, los
hombres no tardaron en confiar en su fuerza colectiva. Con
un rugido incitador, prosiguieron su avance, nuevamente
convencidos de que un solo espadachn, por extraordinario
que fuese, no podra enfrentarse a todos ellos.
Musashi luch como un nadador sobre el que se abaten
olas gigantescas. Golpeaba, retroceda uno o dos pasos,
prestando necesariamente ms atencin a la defensa que al
ataque. Incluso se abstuvo de herir a dos hombres que
tropezaron y eran fciles presas a su alcance, por dos
motivos: porque su prdida slo le reportara un magro
beneficio y porque, si fallaba, se vera expuesto a las
lanzadas del enemigo. Era posible juzgar con precisin el
radio de alcance de una espada, pero no el de una lanza.
Mientras prosegua su lenta retirada, sus atacantes
seguan acosndole implacablemente. El rostro de Musashi
haba adquirido una tonalidad blanca azulada, y pareca
inconcebible que estuviera respirando adecuadamente. Los
hombres de Yoshioka confiaban en que acabara tropezando
con un rbol o diera un traspi en alguna roca. Al mismo
tiempo, ninguno de ellos deseaba acercarse ms a un
hombre que luchaba desesperadamente por su vida. Las
lanzas y espadas que le acosaban siempre estaban, como
ms cerca, a dos o tres pulgadas de su blanco.
Los relinchos de un caballo de carga se sumaron al
tumulto. Los habitantes del cercano villorrio ya se haban
levantado. Era la hora en que los sacerdotes, que se
levantaban muy temprano, pasaban por all, en sus idas y
venidas hacia y desde la cima del monte Hiei, produciendo
un ruido peculiar con sus altas sandalias de madera y los
hombros orgullosamente erguidos. A medida que la batalla
prosegua, los leadores y granjeros iban unindose a los
sacerdotes en el camino para presenciar el espectculo, y
pronto los gritos excitados obtuvieron una respuesta de
cada pollo y caballo de la aldea. Una multitud de
espectadores se reunieron alrededor del santuario donde
Musashi se haba preparado para el combate. El viento
haba cesado y la bruma descendido de nuevo como un
espeso velo blanco. Entonces volvi a levantarse y los
espectadores tuvieron una visin clara de la lucha.
Durante los pocos minutos de combate el aspecto de
Musashi haba cambiado por completo. Tena el cabello
apelmazado y ensangrentado; la sangre mezclada con sudor
haba teido de rosa la cinta de la cabeza. Pareca la
encarnacin del diablo, atacando desde el infierno.
Respiraba con todo su cuerpo, y su pecho semejante a un
escudo se agitaba como un volcn. Un desgarrn en su
hakama mostraba una herida en la rodilla izquierda. Los
blancos ligamentos visibles en el fondo de la abertura eran
como las semillas en una granada partida. Tambin tena un
corte en un brazo y, aunque no era grave, le haba salpicado
de sangre desde el pecho hasta la espada pequea que
llevaba sujeta en el obi. Todo su kimono pareca haber sido
teido de color carmes. Los espectadores que le vean con
claridad se tapaban los ojos, horrorizados.
Ms espantosa todava era la visin de los muertos y
heridos que dejaba detrs de s. Mientras prosegua su
retirada tctica por el sendero, lleg a un espacio abierto
donde sus perseguidores se lanzaron a un ataque en masa.
En pocos segundos cuatro o cinco hombres fueron
derribados y yacieron diseminados en una amplia zona,
moribundo testimonio de la celeridad con que Musashi
golpeaba y segua adelante. Pareca estar en todas partes al
mismo tiempo.
Pero a pesar de todos sus cambios y maniobras giles,
Musashi se aferraba a una sola estrategia bsica. Nunca
atacaba a un grupo por delante o un lado, sino siempre
oblicuamente en un ngulo expuesto. Cada vez que una
batera de samurais se le aproximaba de frente, l se las
arreglaba de algn modo para desplazarse con la velocidad
del rayo a un extremo de su formacin, desde donde slo
poda enfrentarse a uno o dos hombres a la vez. De esta
manera lograba mantenerlos esencialmente en la misma
posicin. Pero al final sera inevitable su agotamiento, como
tambin pareca lgico que al final sus adversarios
encontraran una manera de frustrar su mtodo de ataque.
Para ello tendran que dividirse en dos grandes grupos, uno
delante y otro detrs de l. Entonces Musashi correra un
peligro todava mayor. Tena que poner en juego todos sus
recursos para evitar que sucediera tal cosa.
En un momento determinado, Musashi sac su espada
ms pequea y empez a luchar con ambas manos.
Mientras que la espada mayor en su mano derecha estaba
embadurnada de sangre hasta la empuadura y el puo que
la sostena, la espada pequea en la mano izquierda estaba
limpia. Y aunque arranc un poco de carne la primera vez
que la us, sigui centelleando, vida de sangre. El mismo
Musashi ni siquiera era consciente de que la haba retirado
del obi, aun cuando la blanda con la misma destreza que la
espada mayor.
Cuando no golpeaba, sostena la espada izquierda de
manera que apuntara directamente a los ojos de su
contrario. La espada derecha, extendida al lado, formaba un
ancho arco horizontal con el codo y el hombro, y estaba en
gran parte fuera del ngulo de visin del enemigo. Si ste
pasaba a la derecha de Musashi, l poda utilizar la espada
derecha. Si el atacante se mova al otro lado, Musashi poda
mover la espada pequea en su mano izquierda y atraparlo
entre las dos espadas. Lanzndose adelante, poda
inmovilizar al hombre en un lugar con la espada pequea y,
antes de que tuviera tiempo de esquivar, atacarle con la
espada mayor. En aos posteriores este mtodo llegara a
ser formalmente conocido como la tcnica de las dos
espadas contra una gran fuerza, pero en aquel momento
Musashi la empleaba por puro instinto.
Segn todas las normas aceptadas, Musashi no era un
gran tcnico de la espada. Escuelas, estilos, teoras,
tradiciones... nada de eso significaba nada para l. Su
manera de luchar era absolutamente pragmtica. Lo que
saba era tan slo lo que haba aprendido por experiencia.
No llevaba la teora a la prctica, sino que luchaba primero
y teorizaba despus.
A los hombres de Yoshioka, desde los Diez
Espadachines abajo, les haban inculcado las teoras del
estilo Kyhachi. Algunos de ellos incluso haban llegado a
crear variaciones estilsticas propias. A pesar de que eran
unos luchadores muy entrenados y altamente disciplinados,
no tenan manera de evaluar a un espadachn como
Musashi, el cual haba pasado una poca viviendo como un
asceta en las montaas, exponindose a los peligros
presentados por la naturaleza con tanta frecuencia como a
los presentados por el hombre. Para los hombres de
Yoshioka era incomprensible que Musashi, con la
respiracin tan errtica, el rostro ceniciento, los ojos
empaados por el sudor y el cuerpo cubierto de sangre,
fuese todava capaz de blandir dos espadas y amenazar con
poner fin instantneo a cualquiera que se le acercara
demasiado. Pero lo cierto era que segua luchando como un
dios de fuego y furia. Ellos mismos estaban extenuados, y
sus intentos de inmovilizar a aquel espectro ensangrentado
se estaban volviendo histricos.
El tumulto aument de repente.
Corre! gritaron mil voces.
T, el que luchas solo, echa a correr!
Corre mientras puedas!
Los gritos procedan de las montaas, los rboles, las
blancas nubes en el cielo. Los espectadores en todos los
lados vean que las fuerzas de Yoshioka estaban cercando a
Musashi. El peligro inminente les impulsaba a tratar de
salvarle, aunque slo fuese con sus voces.
Pero sus advertencias no causaron la menor impresin
en Musashi, el cual no se habra enterado aunque la tierra se
abriera o los cielos lanzaran rayos crepitantes. El alboroto
fue en aumento, agitando los treinta y seis picos como un
terremoto. Proceda simultneamente de los espectadores y
el grupo compacto de los samurais de Yoshioka.
Finalmente Musashi ech a correr por la ladera de la
montaa con la celeridad de un jabal. De inmediato cinco o
seis hombres corrieron pisndole los talones, tratando
desesperadamente de asestarle un golpe definitivo.
Lanzando un tremendo aullido, Musashi gir de
repente, se agach e hizo girar la espada de costado al nivel
de las espinillas, deteniendo en seco a sus perseguidores.
Un hombre descarg su lanza desde arriba y vio que un
poderoso contragolpe la arrojaba al aire. Los atacantes
retrocedieron. Musashi golpe con furia y lateralmente,
primero con la espada izquierda, a continuacin la derecha
y, de nuevo, la izquierda. Movindose como una
combinacin de fuego y agua, oblig a sus enemigos a
agacharse y retroceder tambalendose y dando traspis.
Entonces desapareci de nuevo. Haba saltado desde el
espacio abierto en el que se libr el terrible combate a un
verde campo de cebada que se extenda debajo.
Detente!
Vuelve y lucha!
Dos de los hombres que le perseguan se lanzaron
ciegamente en pos de l. Un instante despus se oyeron dos
gritos agnicos, dos lanzas volaron y cayeron verticales en
medio del campo, a travs de cuyo extremo Musashi rodaba
como una gran bola de barro. Estaba ya a cien varas de
distancia y se alejaba rpidamente.
Ha ido hacia la aldea.
Se dirige al camino principal.
Pero lo cierto era que, con celeridad y sin que pudieran
verle, haba reptado por el extremo del campo y ahora
estaba escondido en los bosques de la ladera de la montaa.
Desde all observ a sus perseguidores, que se dividan para
continuar la bsqueda en varias direcciones.
Era pleno da, una maana soleada muy parecida a
cualquier otra.
Una ofrenda a los muertos
Cuando Oda Nobunaga perdi por fin la paciencia a causa
de las maquinaciones polticas de los sacerdotes, atac el
antiguo establecimiento budista en la cumbre del monte
Hiei, y en una sola noche horrorosa ardieron la mayora de
sus tres mil templos y santuarios. Aunque haban
transcurrido cuatro dcadas y haban sido reconstruidos el
edificio principal y varios templos secundarios, el recuerdo
de aquella noche envolva como una mortaja a la montaa.
Ahora el establecimiento haba sido despojado de sus
poderes temporales y los sacerdotes volvan a dedicarse
exclusivamente a sus deberes religiosos.
Situado en el pico ms meridional, desde donde se
abarcaban los dems templos y la misma ciudad de Kyoto,
haba un templo pequeo y retirado conocido como el
Mudji. No era frecuente que el silencio y la quietud que
all reinaban estuvieran interrumpidos por cualquier sonido
menos apacible que el rumor de un arroyo o los trinos de
los pjaros.
De las profundidades del templo sala una voz
masculina que recitaba las palabras de Kannon, la diosa de
la misericordia, tal como estn reveladas en el sutra del
Loto. La montona letana ascenda gradualmente hasta que,
como si el recitador fuese de improviso consciente de s
mismo, descenda con brusquedad.
Por el pasillo, de suelo negro azabache, caminaba un
aclito enfundado en una tnica blanca y que llevaba al
nivel de los ojos una bandeja con la magra comida, sin carne,
que acostumbraba a servirse en los establecimientos
religiosos. Al entrar en la habitacin de la que proceda la
voz, el aclito dej la bandeja en un rincn, se arrodill
cortsmente y dijo:
Buenos das, seor.
El husped, que estaba ligeramente inclinado hacia
adelante, absorto en su tarea, no oy el saludo del
muchacho.
Seor dijo el aclito, alzando ligeramente la voz,
te he trado el almuerzo. Si lo deseas, lo dejar aqu, en el
rincn.
Ah, gracias replic Musashi, enderezndose.
Eres muy amable. Se volvi hacia l e inclin la cabeza.
Quieres comer ahora?
S.
Entonces te servir el arroz.
Musashi acept el cuenco de arroz y empez a comer.
El aclito mir primero el bloque de madera al lado de
Musashi y luego el pequeo cuchillo detrs de l. A su
alrededor estaban esparcidas virutas y astillas de fragante
madera blanca de sndalo.
Qu ests tallando? le pregunt.
Ser una imagen sagrada.
El Buda Amida?
No, la de Kannon. Por desgracia, no s nada de
escultura. Parece como si me cortara ms las manos que la
madera.
Como prueba, alz un par de dedos con numerosos
rasguos, pero el chico pareca ms interesado en el vendaje
que llevaba alrededor del antebrazo.
Cmo estn tus heridas?
Gracias al buen tratamiento que he recibido aqu, ya
estn casi curadas. Por favor, dile al sacerdote que le estoy
muy agradecido.
Si ests tallando una imagen de Kannon, deberas
visitar el edificio principal, donde hay una estatua de
Kannon que hizo un escultor muy famoso. Si quieres, te
acompaar all. No est lejos.
Encantado por el ofrecimiento, Musashi termin de
comer y los dos partieron hacia el edificio principal.
Musashi no haba salido al aire libre en los diez das
transcurridos desde su llegada, cubierto de sangre y usando
la espada como bastn. Apenas haba empezado a caminar
cuando descubri que sus heridas no estaban tan bien
curadas como crea. Le dola la rodilla izquierda, y la brisa,
aunque ligera y fresca, pareca ahondarle la herida del brazo.
Pero era agradable estar fuera. Las flores desprendidas de
los cerezos agitados suavemente danzaban en el aire como
copos de nieve. El cielo empezaba a tener la tonalidad azul
de principios del verano. Los msculos de Musashi se
hincharon como capullos a punto de reventar.
Ests estudiando las artes marciales, no es cierto,
seor?
As es.
Por qu entonces te dedicas a tallar una imagen de
Kannon?
Musashi no respondi de inmediato.
En vez de tallar, no sera mejor que emplearas el
tiempo en practicar la esgrima?
La pregunta doli a Musashi ms que sus heridas. El
aclito tena ms o menos la edad de Genjir, y la misma
estatura.
Cuntos hombres haban sido muertos o heridos en
aquel aciago da? Slo poda suponerlo. Ni siquiera
recordaba claramente cmo se haba librado de sus
perseguidores y encontrado un lugar donde ocultarse. Las
nicas dos cosas que permanecan con absoluta claridad en
su mente, que le obsesionaban en sueos, eran el grito
aterrado de Genjir y la visin de su cuerpo mutilado.
Volvi a pensar, como lo haba hecho varias veces en
los ltimos das, en la resolucin que escribiera en su
cuaderno de notas: no hara nada que ms tarde pudiera
lamentar. Si adoptaba el punto de vista de que sus actos
eran inherentes al Camino de la Espada, una zarza extendida
en el camino que haba elegido, entonces deba asumir que
su futuro sera desolado e inhumano.
En la apacible atmsfera del templo, su mente se haba
aclarado. Y una vez empez a disiparse el recuerdo de la
sangre derramada, se sinti presa de la afliccin por el
muchacho al que haba matado.
Su mente volvi a la pregunta que le haba hecho el
aclito.
No es cierto que los grandes sacerdotes, como Kb
Daishi y Genshin, hicieron muchas imgenes del Buda y los
bodhisattvas? Tengo entendido que no pocas de las
estatuas que hay aqu, en el monte Hiei, fueron talladas por
sacerdotes Qu opinas de eso?
El muchacho lade la cabeza y dijo, vacilante:
No estoy seguro, pero los sacerdotes hacen, en
efecto, estatuas y pinturas religiosas.
Te dir por qu. Lo hacen porque al pintar o tallar
una imagen del Buda se acercan ms a l. Un espadachn
puede purificar su espritu de la misma manera. Todos los
seres humanos contemplamos la misma luna, pero hay
muchos caminos que podemos recorrer para alcanzar la
cumbre de la montaa ms cercana. A veces, cuando
perdemos nuestro camino, decidimos probar con el de otro,
pero el objetivo final es conseguir la plenitud en la vida.
Musashi hizo una pausa, como si tuviera ms que decir,
pero el aclito ech a correr y seal una roca casi oculta
bajo la hierba.
Mira le dijo. Esta inscripcin es de Jichin. Fue
un sacerdote..., uno famoso.
Musashi ley las palabras talladas en la piedra cubierta
de musgo:
El agua de la Ley
pronto correr somera.
Cuando llegue el fin
un fro y crudo viento soplar
en los yermos picos de Hiei.
Musashi se sinti impresionado por los poderes
profticos del autor. El viento haba sido, en efecto, fro y
crudo en el monte Hiei desde el asalto implacable de
Nobunaga. Corran rumores de que ciertos clrigos
suspiraban por los das de antao, cuando tenan un ejrcito
poderoso, influencia poltica y privilegios especiales,
cuando era un hecho que jams elegan a un nuevo abad sin
muchas intrigas y violentos conflictos internos. Aunque la
montaa sagrada estaba dedicada a la salvacin de los
pecadores, en realidad dependa de las limosnas y donativos
de los pecadores para su supervivencia. Musashi reflexion
que, en conjunto, no era un estado de cosas muy
satisfactorio.
Vamos dijo el chiquillo con impaciencia.
Cuando reanudaron su camino, uno de los sacerdotes
del Mudji corri tras ellos.
Seinen! llam al muchacho. Adonde vais?
Al edificio principal. Quiere ver la estatua de
Kannon.
No podras llevarle en otra ocasin?
Perdname por traer al muchacho conmigo cuando
probablemente tiene trabajo que hacer dijo Musashi.
Puedes llevrtelo. Ya ir al edificio principal en otro
momento.
No he venido a por l. Me gustara que vinieras
conmigo, si no te importa.
Yo?
S, lamento molestarte, pero...
Ha venido alguien en mi busca? pregunt
Musashi, sin denotar la menor sorpresa.
Pues s. Le dije que no estabas, pero ellos replicaron
que acababan de verte con Seinen. Insistieron en que viniera
a buscarte.
Durante el camino de regreso al Mudji, Musashi
pregunt al sacerdote quines eran sus visitantes y se
enter de que procedan del Sannin, otros de los templos
subsidiarios.
Eran unos diez, vestidos con tnicas negras y con cintas
marrones en la cabeza. Sus rostros airados podran haber
pertenecido a los temidos guerreros sacerdotes de antao,
una altiva raza de matones con prendas eclesisticas a
quienes les haban cortado las alas pero que, al parecer,
haban reconstruido su nido. Los que no haban sabido
aprovechar la leccin que les dio Nobunaga andaban
pavonendose con grandes espadas al costado, mandando
despticamente a otros y llamndose a s mismos eruditos
de la ley budista, aunque en realidad eran unos rufianes
intelectuales.
Ah est dijo uno.
Es l? pregunt otro en tono despectivo.
Le miraron con una hostilidad sin disimulo.
Un fornido sacerdote seal a los acompaantes de
Musashi con su lanza y les dijo:
Gracias. Ya no sois necesarios. Volved adentro!
Entonces pregunt en tono muy spero: Eres
Miyamoto Musashi?
No haba el menor asomo de cortesa en sus palabras.
Musashi replic framente, sin inclinar la cabeza.
Otro sacerdote sali de detrs del primero y declam,
como si estuviera leyendo un texto:
Voy a transmitirte la decisin tomada por el tribunal
del Enryakuji. Reza as: El monte Hiei es un recinto puro y
sagrado que no debe ser usado como refugio por quienes
abrigan enemistades y agravios. Tampoco puede ofrecerse
como asilo a hombres infames que han intervenido en
conflictos deshonrosos. El Mudji ha recibido instrucciones
para que seas expulsado cuanto antes de la montaa. Si
desobedeces, sers castigado estrictamente de acuerdo con
las leyes del monasterio.
Har lo que el monasterio me diga replic Musashi
sin acritud. Pero como ya ha quedado bastante atrs el
medioda y no he hecho ningn preparativo, quisiera
pediros que me permitis quedarme hasta maana por la
maana. Adems, deseara saber si esta decisin procede de
las autoridades civiles o de los sacerdotes. El Mudji
inform de mi llegada y me dijeron que no haba objecin
alguna a mi estancia. No comprendo el motivo de un cambio
tan sbito.
Si de veras quieres saberlo, te lo dir replic el
primer sacerdote. Al principio nos alegramos de ofrecerte
nuestra hospitalidad porque luchaste solo contra un gran
nmero de hombres. Sin embargo, ms tarde recibimos
malos informes acerca de ti, los cuales nos obligaron a
reconsiderar las cosas. Decidimos que no podamos
permitirnos seguir dndote refugio.
Malos informes?, pens Musashi, resentido. Deba
haber esperado tal cosa. No haca falta mucha imaginacin
para suponer que la escuela Yoshioka le vilipendiara en
todo Kyoto, pero comprendi que intentar defenderse sera
intil.
Muy bien dijo framente. Me marchar maana
por la maana sin falta.
Cuando cruz el portal del templo, los sacerdotes
empezaron a insultarle.
Mirad al perverso desgraciado!
Es un monstruo!
Monstruo? Un mentecato, eso es lo que es!
Musashi se volvi y mir furibundo a los hombres.
Qu habis dicho? les pregunt bruscamente.
Ah, lo has odo, verdad? le pregunt uno de ellos
en tono desafiante.
S, y hay una cosa que me gustara que sepis.
Obedezco los deseos del clero, pero no voy a tolerar los
insultos de gente como vosotros. Estis buscando pelea?
Como servidores de Buda, nosotros no peleamos
le replic uno santurronamente. He abierto la boca y las
palabras han salido con naturalidad.
Debe de ser la voz del cielo dijo otro sacerdote.
Entonces rodearon a Musashi y le maldijeron, se
mofaron de l, incluso le escupieron. Musashi no saba
hasta cundo podra contenerse. A pesar del poder que
haban perdido los guerreros sacerdotes, aquellos
especmenes modernos no haban perdido ni un pice de su
arrogancia.
Miradle! dijo con desprecio uno de los sacerdotes
. Por lo que dijeron los aldeanos, crea que era un samurai
con amor propio. Ahora veo que es slo un patn sin seso!
No se enfada, ni siquiera sabe decir algo en su defensa.
Cuanto ms tiempo permaneca Musashi en silencio,
mayor era la malignidad de las lenguas sacerdotales.
Finalmente, rojo de ira pese al dominio de s mismo,
replic:
Habis dicho algo as como que la voz del cielo habla
a travs de un hombre?
S, y qu?
Sugers que el cielo ha hablado contra m?
Ya has odo nuestra decisin. Todava no
comprendes?
No.
Supona que no lo entenderas. Tienes tan poco
sentido que mereces que se apiaden de ti. Pero estoy
seguro de que en la prxima vida sentars la cabeza!
Como Musashi no deca nada, el sacerdote continu: Ser
mejor que tengas cuidado cuando dejes la montaa. No
tienes una reputacin como para estar orgulloso de ella.
Qu importa lo que diga la gente?
Escuchadle! Todava cree que tiene razn.
Lo que hice fue correcto! No hice nada vil ni cobarde
en mi lucha con los Yoshioka.
Ests diciendo tonteras!
Hice algo de lo que debera estar avergonzado?
Nombra una sola cosa!
Tienes el descaro de decir eso?
Os lo advierto. He pasado por alto otras cosas, pero
no permitir que nadie menosprecie mi espada!
Muy bien, a ver si eres capaz de responder a una
pregunta. Luchaste con denuedo contra fuerzas
abrumadoras. Admiramos tu fuerza bruta, alabamos tu
valor al resistir contra tantos hombres. Pero por qu
asesinaste a un muchacho de slo trece aos? Cmo
pudiste ser tan inhumano para matar a quien tan slo era un
nio?
Musashi palideci y, de repente, se sinti dbil. El
sacerdote sigui diciendo:
Tras la prdida de su brazo, Seijr se hizo
sacerdote. A Denshichir le mataste en buena lid. Genjir
era la nica persona que quedaba para sucederlos, y al
asesinarle pusiste fin a la Casa de Yoshioka. Aunque lo
hicieras en nombre del camino del Samurai, fue cruel y vil.
Ni siquiera mereces que se te considere un monstruo o un
demonio. Te crees humano? Imaginas que deberan
considerarte como un samurai? Perteneces siquiera a esta
gran tierra de las flores de cerezo?
No! Y por ello los sacerdotes te expulsamos. Sean
cuales fueren las circunstancias, matar a ese nio es
imperdonable. Un verdadero samurai no cometera
semejante crimen. Cuanto ms fuerte es un samurai, tanto
ms gentil y considerado es hacia los dbiles. Un samurai
comprende y practica la compasin.
Ahora vete de aqu, Miyamoto Musashi! Vete lo
antes posible! El monte Hiei te rechaza!
Tras haber dado rienda suelta a su clera, los sacerdotes
se marcharon.
Aunque hubiera soportado en silencio la ltima
andanada de insultos, no era porque no tuviese ninguna
respuesta a sus acusaciones. Digan lo que digan, hice bien
pens, hice lo nico que poda hacer para proteger mis
convicciones, que no son errneas.
Crea sinceramente en la validez de sus principios y en
la necesidad de defenderlos. Una vez los Yoshioka enviaron
a Genjir como su portaestandarte, no tuvo ms alternativa
que matarlo. El muchacho era su general. Mientras viviera,
la escuela Yoshioka no se dara por derrotada. Musashi
podra haber matado a diez, veinte o treinta, pero, a menos
que Genjir muriese, los supervivientes siempre podran
declararse vencedores. Matar primero al muchacho
convirti a Musashi en el vencedor, aunque ms tarde l
mismo hubiera muerto en el combate.
Segn las leyes que regan a quienes manejaban la
espada, sa era una lgica intachable. Y para Musashi tales
leyes eran absolutas.
Sin embargo, el recuerdo de Genjir le turbaba
profundamente y daba lugar a la duda, la afliccin y el
dolor. La crueldad de su acto era repelente incluso para l
mismo.
Debera dejar la espada y vivir como un hombre
ordinario?, se pregunt, y no por primera vez. En el claro
cielo crepuscular, los blancos ptalos de las flores de cerezo
caan al azar, como copos de nieve, dejando que los rboles
parecieran tan vulnerables como l se senta ahora,
vulnerable a las dudas sobre si deba cambiar su estilo de
vida. Si dejara la espada, podra vivir con Ots, se dijo,
pero entonces record las vidas indolentes de los
ciudadanos de Kyoto y el mundo habitado por Ketsu y
Shy. Eso no es para m, dijo con decisin.
Cruz el portal y entr en su habitacin. Se sent al
lado de la lmpara, cogi su obra a medio hacer y se puso a
tallar rpidamente. Terminar la imagen de la diosa tena una
importancia vital para l. La pericia de la ejecucin era lo de
menos; quera desesperadamente dejar algo all para
consolar el espritu del fallecido Genjir.
Al notar que disminua la luz de la lmpara, Musashi la
despabil. En la quietud absoluta del anochecer, era audible
el sonido de las pequeas virutas que caan sobre el tatami.
Su concentracin era absoluta, todo su ser estaba centrado
en el punto del contacto con la madera. Una vez dedicado a
una tarea, era natural para l que le absorbiera por completo
hasta haberla terminado, indiferente al hasto o la fatiga.
Los tonos del sutra suban y bajaban.
Cada vez que despabilaba la lmpara, reanudaba su
trabajo con un aire de entrega y reverencia, como los
escultores antiguos, que, segn se dice, se inclinaban tres
veces ante el Buda antes de coger los cinceles para tallar una
imagen. La estatua de Kannon que l estaba tallando sera
como una plegaria por la felicidad de Genjir en la prxima
vida y, en cierto sentido, una humilde disculpa para su
propia alma.
Supongo que esto servir, musit finalmente. Cuando
se ergua y examinaba la estatuilla, son la campana de la
pagoda en el este, indicando la segunda guardia de la noche,
que comenzaba a las diez. Pens que se estaba haciendo
tarde y sali para presentar sus respetos al sacerdote jefe y
pedirle que custodiara la imagen. La talla era tosca, pero
Musashi haba puesto su alma en ella, vertiendo lgrimas de
arrepentimiento mientras rogaba por el espritu del
muchacho muerto.
Apenas haba salido de la habitacin cuando entr
Seinen para barrer el suelo. Luego tendi el jergn de
Musashi y, con la escoba al hombro, regres despacio a la
cocina. Sin que Musashi lo supiera, mientras an estaba
tallando, una figura felina haba entrado sigilosamente en el
Mudji, a travs de unas puertas que nunca se cerraban, y
subido a la terraza. Despus de que Seinen se ausentara, la
shoji que daba a la terraza se abri sin el menor sonido y se
cerr con el mismo silencio.
Musashi regres con sus regalos de despedida, un
sombrero de juncos y unas sandalias de paja. Dejndolas al
lado de la almohada, apag la lmpara y se acost. Las
puertas exteriores estaban abiertas y una brisa soplaba
suavemente a travs de los corredores. Haba la suficiente
luz lunar para dar al blanco papel de la shoji una tonalidad
gris mate. Las sombras de los rboles oscilaban levemente,
como olas en un mar en calma.
Musashi emita tenues ronquidos y respiraba ms
despacio a medida que se suma en el sueo. El borde de un
pequeo biombo en el rincn se movi adelante sin hacer
ruido, y una oscura figura avanz sigilosamente a gatas. Los
ronquidos cesaron, y la negra forma se apresur a tenderse
en el suelo. Entonces, cuando la respiracin se estabilizaba,
el intruso avanz poco a poco, paciente, cautamente,
coordinando sus movimientos con la respiracin rtmica.
De sbito, la sombra se alz como una nube de seda
negra y se abati sobre Musashi, gritando:
Ahora te ensear!
Una espada corta se dirigi hacia el cuello de Musashi,
pero el arma cay a un lado mientras la negra forma volaba
hacia atrs y aterrizaba con estrpito contra la shoji. El
intruso emiti un sonoro quejido antes de caer, junto con la
puerta deslizante, a la oscuridad exterior.
En el instante en que Musashi la lanz, cruz por su
mente que la persona que tena en sus manos era ligera
como un gatito. Aunque ocultaba el rostro bajo una tela, l
crey tener un atisbo de cabello blanco. Sin detenerse a
analizar esas impresiones, cogi su espada y sali corriendo
a la terraza.
Detente! grit. Puesto que te has tomado la
molestia de venir hasta aqu, dame una oportunidad de
saludarte como es debido!
Salt al suelo y corri velozmente hacia el sonido de los
pasos en retirada. Pero no puso mucho empeo en la
persecucin. Al cabo de unos instantes, se detuvo y
observ divertido a unos sacerdotes que desaparecan en la
oscuridad.
Osugi, despus del aterrizaje que le haba descoyuntado
los huesos, estaba tendida en el suelo, gimiendo de dolor.
Vaya, abuela, si eres t! exclam, sorprendido al
ver que su atacante no era ni un hombre de Yoshioka ni uno
de los sacerdotes airados. Rode a la anciana con un brazo
y la ayud a levantarse. Ahora empiezo a comprender
le dijo. Eres t quien ha contado a los sacerdotes un
montn de chismes sobre m, no es cierto? Y supongo que,
como se lo deca una vieja dama valiente y honrada, se han
credo hasta la ltima palabra.
Ah, me duele la espalda! Osugi ni confirm ni
neg su acusacin. Se retorci un poco, pero le faltaba
fuerza para oponer mucha resistencia. Le dijo con voz dbil
: Musashi, ya que hemos llegado a esto, no sirve de nada
preocuparse por lo que est bien y lo que est mal. La Casa
de Hon'iden ha sido desafortunada en la guerra, as que
crtame ahora mismo la cabeza.
Musashi pens que probablemente esa actitud no era
slo dramtica. Aqullas parecan las palabras sinceras de
una mujer que haba llegado tan lejos como le era posible y
quera terminar de una vez.
Ests mal? le pregunt, negndose a tomarla en
serio. Dnde te duele? Puedes pasar aqu esta noche, as
que no tienes por qu preocuparte.
Cogindola en brazos, la llev adentro y la tendi en su
camastro. Entonces se sent a su lado y cuid de ella
durante toda la noche.
Cuando amaneci, Seinen trajo la caja de comida que
Musashi le haba pedido, junto con un mensaje del
sacerdote jefe, el cual, tras pedirle disculpas por su rudeza,
urga a Musashi para que se pusiera en camino lo antes
posible.
Musashi le envi a su vez un mensaje, diciendo que
ahora tena a su lado a una mujer enferma. El sacerdote, que
no quera a Osugi en el templo, le hizo una sugerencia.
Pareca ser que un mercader de la ciudad de tsu haba
llegado al templo con una vaca, dejndola al cuidado del
sacerdote jefe mientras l iba a resolver unos asuntos. El
sacerdote ofreci el animal a Musashi, dicindole que la
mujer podra bajar la montaa en su lomo. Una vez en
Ots, podan dejar la vaca en el muelle o en alguno de los
almacenes vecinos.
Musashi acept agradecido el ofrecimiento.
Un poco de leche
El camino que descenda a lo largo de una estribacin del
monte Hiei desembocaba en la provincia de mi, en un
lugar poco ms all del templo Miidera.
Musashi conduca a la vaca por medio de una cuerda.
Mir por encima del hombro y dijo suavemente:
Si quieres, podemos hacer un alto y descansar.
Ninguno de los dos tenemos prisa.
Pens que, por lo menos, estaban en camino. Osugi, que
no estaba acostumbrada a las vacas, primero se haba
negado a montarla, y Musashi tuvo que poner en juego
todo su ingenio. El argumento que convenci a la anciana
fue el de que no poda quedarse indefinidamente en un
bastin sacerdotal del celibato.
De bruces sobre el cuello de la vaca, Osugi gimi de
dolor y mantuvo la misma actitud hacia l. A cada seal de
solicitud por parte de Musashi, se recordaba a s misma su
odio y transmita en silencio el desprecio que senta al ser
cuidada por su enemigo mortal.
Aunque l saba perfectamente que la mujer no tena
ms razn de vivir que vengarse, era incapaz de considerarla
como un verdadero enemigo. Nadie, ni siquiera los enemigos
mucho ms fuertes que ella, le haba causado jams tantas
molestias y apuros. Sus maas le haban llevado al borde
del desastre en su propio pueblo. Por culpa de ella se
haban mofado de l y le haban vilipendiado en el
Kiyomizudera. Una y otra vez Osugi le haba echado la
zancadilla y frustrado sus planes. Haba habido ocasiones,
como la noche anterior, en que la maldijo y cerca estuvo de
ceder al impulso de cortarla en dos de un tajo.
Sin embargo, no se senta capaz de ponerle la mano
encima, sobre todo ahora, cuando estaba magullada y
desprovista de su verborrea acostumbrada. Curiosamente,
la inactividad de su lengua viperina le deprima, y ansiaba
verla sana de nuevo, aunque eso significara ms molestias
para l.
Montar as debe de ser bastante incmodo le dijo
. Procura aguantar un poco ms. Cuando lleguemos a
tsu, ya se me ocurrir algo.
La panormica al nordeste era esplndida. El lago Biwa
se extenda plcidamente debajo de ellos, el monte Ibuki
estaba al otro lado y los picos de Echizen se alzaban a lo
lejos. En la orilla ms prxima del lago, Musashi poda
distinguir cada una de las famosas Ocho Vistas de Karasaki
en el pueblo de Seta.
Descansemos un poco dijo Musashi. Te sentirs
mejor si bajas y te tiendes durante unos minutos.
At el animal a un rbol, cogi a la anciana en brazos y
la baj.
De bruces en el suelo, Osugi apart las manos de
Musashi y solt un gemido. Tena el rostro febrilmente
caliente y el cabello enmaraado.
No quieres un poco de agua? le pregunt l, no
por primera vez, al tiempo que le restregaba la espalda.
Tambin deberas comer algo. Ella sacudi la cabeza,
testaruda. No has tomado una gota de agua desde anoche
aadi en tono suplicante. Si sigues as, vas a
empeorar. Quisiera encontrarte alguna medicina, pero por
aqu no hay ninguna casa. Oye, por qu no tomas la mitad
de mi comida?
Qu repugnante!
Cmo?
Preferira morir en un campo y ser devorada por los
pjaros. Jams caer tan bajo como para aceptar comida de
un enemigo! Le apart la mano de su espalda y aferr la
hierba.
Preguntndose si la mujer superara alguna vez su
malentendido bsico, Musashi la trataba con la misma
ternura que dedicara a su propia madre, procurando
pacientemente serenarla cada vez que arremeta contra l.
Vamos, abuela, sabes bien que no deseas morir.
Tienes que vivir. No quieres ver cmo se abre paso
Matahachi en el mundo?
La anciana hizo una mueca y respondi gruendo:
Qu tiene eso que ver contigo? Muchas gracias, pero
Matahachi saldr adelante uno de estos das sin tu ayuda.
No lo dudo, pero debes ponerte bien para animarle.
Hipcrita! grit la mujer. Ests perdiendo el
tiempo si crees que puedes halagarme para que olvide lo
mucho que te odio.
Musashi comprendi que la anciana interpretara mal
cualquier cosa que le dijera, por lo que se puso en pie y se
alej unos pasos. Eligi un lugar detrs de una roca y
empez a tomar su almuerzo de bolas de arroz rellenas de
oscura y dulzona pasta de alubias, cada una envuelta en una
hoja de roble. Slo comi la mitad de ellas.
Al or voces, mir alrededor de la roca y vio a una
campesina hablando con Osugi. Vesta el hakama utilizado
por las mujeres de hara y la suelta cabellera le colgaba
sobre los hombros. En tono estentreo, deca:
Tengo una enferma en casa. Ahora est mejor, pero
se recuperar con ms rapidez si le doy un poco de leche.
Me permites que ordee a la vaca?
Osugi alz la cara y dirigi a la mujer una mirada
inquisitiva.
En el lugar de donde vengo no tenemos muchas vacas
le dijo. De veras puedes obtener leche de ella?
Las dos intercambiaron algunas palabras ms mientras
la mujer se pona en cuclillas y empezaba a manipular las
ubres y verter leche en un recipiente para sake. Cuando
estuvo lleno, se levant, rode firmemente el recipiente con
los brazos y dijo:
Te doy las gracias. Ya me voy.
Espera! grit Osugi en tono spero. Extendi los
brazos y mir a su alrededor para asegurarse de que
Musashi no la miraba. Antes de irte dame un poco de
leche. Uno o dos sorbos bastarn.
La mujer mir asombrada a Osugi mientras sta se
llevaba el recipiente a los labios, cerraba los ojos y beba
vidamente. Un reguero de leche le corri por el mentn.
Cuando hubo terminado, Osugi se estremeci y
entonces hizo una serie de muecas, como si estuviera a
punto de vomitar.
Qu sabor tan repugnante! exclam. Pero tal
vez har que me sienta mejor, aunque es horrible, peor que
una medicina.
Te ocurre algo? Ests enferma?
Nada grave. Un resfriado y algo de fiebre. Osugi se
levant briosamente, como si todos sus achaques se
hubieran evaporado, y tras asegurarse de nuevo de que
Musashi no estaba mirando, se acerc ms a la campesina y
le pregunt en voz baja: Si sigo directamente este camino,
adonde me llevar?
Por encima del Miidera.
Eso est en tsu, no es cierto? Hay por aqu algn
camino apartado que pueda seguir?
Pues s, pero adonde quieres ir?
No importa. Slo quiero alejarme de ese villano!
Siguiendo este camino hacia abajo, a unas ochocientas
o novecientas varas hay un sendero que va hacia el norte. Si
lo sigues, acabars saliendo entre Sakamoto y tsu.
Si tropiezas con un hombre que me busca le dijo
Osugi en voz baja, no le digas que me has visto.
Andando a tropezones, como una mantis religiosa coja
que tuviera prisa, pas por el lado de la campesina,
rozndola torpemente, y se alej.
Musashi se ri entre dientes y sali de detrs de la roca.
Supongo que vives por estos contornos dijo en
tono amistoso a la mujer. Dime, tu marido es
campesino, leador o algo por el estilo?
La mujer retrocedi atemorizada, pero respondi:
Oh, no. Vengo de la posada que est en el puerto de
montaa.
Tanto mejor. Podras hacerme un recado? Te lo
pagar.
Lo hara con gusto, pero hay una persona enferma en
la posada.
Yo le llevara la leche en tu lugar y te esperara aqu.
Qu te parece? Si vas ahora, podras estar de regreso antes
de que oscurezca.
En ese caso supongo que podra ir, pero...
No tienes por qu preocuparte! No soy el villano
que ha dicho esa anciana. Tan slo trataba de ayudarla, pero
si puede valerse por s sola, no hay motivo para que me
ocupe de ella. Ahora escribir una nota. Quiero que la lleves
a la casa del seor Karasumaru Mitsuhiro, que est en la
zona norte de la ciudad.
Con el pincel de su caja de escritura, traz rpidamente
las palabras que haba ansiado escribir a Ots durante su
recuperacin en el Mudji. Tras haber confiado su carta a la
mujer, subi a la vaca y se alej pesadamente, repitiendo las
palabras que haba escrito y especulando sobre lo que
sentira Ots al leerlas. Y crea que nunca volvera a verla,
se dijo, animndose de repente.
Teniendo en cuenta lo dbil que estaba reflexion,
es posible que vuelva a estar en cama. Pero en cuanto reciba
mi carta, se levantar y vendr tan rpido como pueda. Y
Jtar tambin.
Dej que la vaca avanzara a su aire, detenindose de vez
en cuando para que paciera en la hierba de la ladera. La carta
que haba dirigido a Ots era sencilla, pero estaba bastante
satisfecho de ella: En el puente Hanada fuiste t quien
esper. Esta vez, deja que sea yo. He seguido adelante. Te
esperar en tsu, en el puente Kara que est en el pueblo
de Seta. Cuando estemos juntos de nuevo, hablaremos de
muchas cosas. Haba intentado dar al prosaico mensaje un
tono potico. Lo recit de nuevo para s mismo,
reflexionando en las muchas cosas de las que tenan que
hablar.
Cuando lleg a la posada, baj de la vaca y, sujetando el
recipiente de leche con ambas manos, exclam:
Ah de casa!
Como era habitual en los establecimientos de aquella
clase al lado de los caminos, haba un espacio abierto bajo
los aleros de la fachada, destinado a los viajeros que se
detenan a tomar t o una comida ligera. Dentro haba una
sala de t, parte de la cual estaba ocupada por la cocina. Al
fondo estaban las habitaciones para los huspedes. Una
anciana echaba lea a un horno de tierra, sobre el que haba
una marmita de madera para cocinar al vapor.
Mientras Musashi se sentaba en un banco, la mujer
sali y le sirvi una taza de t tibio. Entonces l explic por
qu estaba all y le tendi el recipiente.
Qu es esto? dijo ella, mirndole dubitativa.
Pensando que tal vez era sorda, Musashi repiti
lentamente lo que le haba dicho.
Leche dices? Leche? Para qu? Todava
perpleja, la mujer se volvi hacia el interior de la casa y dijo
: Seor, puedes venir aqu un momento? No s a qu
viene todo esto.
Qu? Un hombre dobl sin prisas una esquina del
edificio y dijo: Cul es el problema, seora?
Ella le puso el recipiente en las manos, pero el hombre
ni la mir ni oy lo que le estaba diciendo. Tena la mirada
fija en Musashi y una expresin de incredulidad en el
rostro.
No menos asombrado, Musashi exclam:
Matahachi!
Takez!
Los dos echaron a correr y se detuvieron poco antes de
que chocaran. Cuando Musashi tendi los brazos,
Matahachi hizo lo mismo, dejando caer el recipiente.
Cuntos aos han pasado?
Desde la batalla de Sekigahara.
Entonces son...
Cinco aos. Eso debe de ser. Ahora tengo veintids.
Mientras se abrazaban, el olor dulce de la leche que se
alzaba del recipiente roto les envolva, evocando la poca en
que ambos fueron bebs de pecho.
Te has hecho muy famoso, Takez, pero supongo
que no debera llamarte as. Te llamar Musashi, como todo
el mundo. He odo muchos relatos de tu xito junto al pino
de ancha copa... y tambin sobre ciertas cosas que hiciste
antes de eso.
No me azores. Todava soy un aficionado. Pero el
mundo est lleno de gente que no parece ser tan buena
como yo. Dime, te alojas aqu?
S, desde hace unos diez das. Part de Kyoto con la
idea de ir a Edo, pero surgi un imprevisto.
Me han dicho que hay alguien enfermo. Bueno, ya no
tiene remedio, pero por ese motivo he trado la leche.
Enfermo? Ah, s..., mi compaera de viaje.
Es una lstima. De todos modos, me alegro de verte.
Lo ltimo que supe de ti fue lo que decas en la carta que
me trajo Jtar cuando me diriga a Nara.
Matahachi inclin la cabeza, confiando en que Musashi
no mencionara las jactanciosas predicciones que le hizo en
aquel entonces.
Musashi puso una mano sobre el hombro de
Matahachi, pensando en lo grato que era verle de nuevo y
en cunto le gustara tener una larga conversacin con l.
Quin viaja contigo? pregunt inocentemente.
Oh, nadie, nadie que pueda interesarte. Es slo...
No importa. Vayamos a alguna parte donde podamos
hablar.
Mientras se alejaban de la posada, Musashi le pregunt:
Qu haces para ganarte la vida?
Quieres decir si trabajo?
Exacto.
No tengo ningn talento ni habilidad especial, por lo
que es difcil para m entrar al servicio de un daimy.
Supongo que puedo decir que no hago nada en particular.
Quieres decir que has estado haraganeando durante
todos estos aos? le pregunt Musashi, sospechando
vagamente la verdad.
Dejmoslo. Decir esa clase de cosas me trae una
infinidad de recuerdos desagradables. Su mente pareci
retroceder a aquellos das a la sombra del monte Ibuki. El
gran error que comet fue juntarme con Ok.
Sentmonos le invit Musashi, cruzando las
piernas y dejndose caer sobre la hierba. Se senta un tanto
exasperado. Por qu motivo Matahachi insista en
considerarse inferior? Y por qu atribua sus problemas a
los dems?. Echas la culpa de todo a Ok le dijo,
pero es sa manera de hablar para un hombre hecho y
derecho? Nadie puede crearte una clase de vida que merezca
la pena, nadie salvo t mismo.
Admito que me equivoqu, pero... cmo podra
decirlo? Al parecer, soy incapaz de alterar mi destino.
En tiempos como stos, nunca llegars a ninguna
parte pensando de esa manera. Ve a Edo si lo deseas, pero
cuando llegues all encontrars gentes procedentes de todos
los lugares del pas, y todos ellos hambrientos de dinero y
posicin. No podrs destacar lo ms mnimo si te limitas a
hacer lo mismo que hace cualquier otro. Tendrs que
distinguirte de alguna manera.
Tendra que haberme dedicado a la esgrima cuando
era joven.
Ya que lo mencionas, me pregunto si tienes
condiciones para ser un espadachn. De todos modos, ests
empezando. Tal vez deberas considerar la posibilidad de
convertirte en un hombre de letras. Supongo que sa sera la
mejor manera de lograr una posicin al servicio de un
daimy.
No te preocupes, ya har algo.
Matahachi arranc una brizna de hierba y se la puso
entre los dientes. Senta una vergenza abrumadora.
Resultaba mortificante comprobar lo que haban hecho
cinco aos de ociosidad. Le haba sido relativamente fcil
minimizar las ancdotas que haba odo contar sobre
Musashi, pero ahora, al verle personalmente, no poda
eludir el contraste entre ellos. En la imponente presencia de
Musashi, a Matahachi le costaba recordar que en otro
tiempo fueron los mejores amigos. Incluso la dignidad de
aquel hombre era un tanto opresiva. Ni la envidia ni su
impulso competitivo podan librarle de la penosa conciencia
de su propia incapacidad.
Anmate! le dijo Musashi, pero incluso mientras
le daba unas palmadas en el hombro, percibi la debilidad
de su amigo. Lo que est hecho no tiene remedio.
Olvdate del pasado. Si has desperdiciado cinco aos, qu
importa eso? Lo nico que significa es que comienzas cinco
aos ms tarde y, a su manera, esos cinco aos pueden
encerrar una leccin valiosa.
Han sido horribles.
Ah, me olvidaba! He dejado a tu madre hace un rato.
Has visto a mi madre?
S, y debo decir que no comprendo por qu no has
nacido con algo ms de su fuerza y tenacidad.
Aadi para sus adentros que tampoco comprenda por
qu Osugi tena un hijo como l, tan incompetente y lleno
de lstima hacia s mismo. Senta deseos de sacudirle y
recordarle lo afortunado que era por tener madre. Mirando
fijamente a Matahachi, se pregunt cmo podra apaciguar
la clera de Osugi, y encontr la respuesta de inmediato: Si
Matahachi pudiera llegar a ser alguien...
Matahachi le dijo en tono solemne. Por qu,
cuando tienes una madre como la tuya, no intentas hacer
algo que la haga sentirse feliz? Yo no tengo padres, y no
puedo evitar la sensacin de que no ests tan agradecido
como debieras. No se trata de que no le muestres suficiente
respeto, pero de alguna manera, aunque ests bendecido con
lo mejor que una persona puede tener, no pareces
considerarla mejor que a un montn de estircol. Si yo
tuviera una madre como la tuya, estara mucho ms deseoso
de mejorar y hacer algo realmente til, sencillamente porque
alguien compartira mi felicidad. Nadie se alegra tanto de los
logros de uno como sus propios padres.
Es posible que todo esto te parezcan perogrulladas
morales, pero no lo son en boca de un vagabundo como yo.
No podra expresarte lo solitario que me siento cuando me
encuentro con un paisaje hermoso y, de pronto, me doy
cuenta de que no hay nadie para disfrutarlo conmigo.
Musashi hizo una pausa para respirar y cogi la mano
de su amigo.
T mismo sabes que lo que digo es cierto, sabes que
te hablo como un viejo amigo, un hombre del mismo
pueblo. Intentemos recuperar el espritu que tenamos
cuando fuimos a Sekigahara. Ya no hay guerras, pero la
lucha por sobrevivir en un mundo en paz no es menos
difcil. Tienes que luchar, necesitas un plan. Si lo intentaras,
yo hara lo que pudiera por ayudarte.
Las lgrimas de Matahachi cayeron sobre sus manos
entrelazadas. A pesar del parecido que tenan las palabras
de Musashi con uno de los fatigosos sermones de su madre,
el inters que su amigo mostraba por l le conmova
profundamente.
Tienes razn le dijo, enjugndose las lgrimas.
Gracias. Har lo que dices. Me convertir en un hombre
nuevo, ahora mismo. Estoy de acuerdo en que no tengo
condiciones para triunfar como espadachn. Ir a Edo y
buscar un maestro. Estudiar en serio. Juro que lo har.
Tendr los ojos abiertos para encontrar un buen
maestro, as como un buen seor para quien t pudieras
trabajar. Incluso podras trabajar y estudiar al mismo
tiempo.
Ser como empezar la vida de nuevo. Pero hay otra
cosa que me fastidia.
Y bien? Como te he dicho, har lo que pueda por
ayudarte. Es lo menos que puedo hacer por haber enfadado
tanto a tu madre.
Es algo embarazoso. Vers, la mujer que me
acompaa... no es cualquier mujer. Es... No puedo decirlo.
Vamos, acta como un hombre!
No te enfades. Es alguien a quien conoces.
Quin?
Akemi.
Sobresaltado, Musashi se dijo: Podra haber elegido a
alguien peor?, pero se guard de decirlo en voz alta.
Desde luego, Akemi no era sexualmente tan depravada
como su madre, por lo menos todava no, pero iba camino
de ello. Era un pjaro en vuelo con una antorcha destructora
en el pico. Adems del incidente con Seijr, Musashi tena
fuertes sospechas de que haba habido algo entre ella y
Kojir. Se pregunt qu perverso destino condujo a
Matahachi a unas mujeres como Ok y su hija.
Matahachi malinterpret el silencio de Musashi como
una seal de que estaba celoso.
Ests enfadado? Te lo he dicho sinceramente,
porque creo que no deba ocultarlo.
Eres t, bobo, quin me preocupa. Ests maldecido
desde tu nacimiento o es que te empeas en tentar a la mala
suerte? Cre que habas aprendido una leccin de Ok.
Matahachi respondi a las preguntas de Musashi,
contndole cmo l y Akemi haban llegado a estar juntos.
Tal vez estoy siendo castigado por haber abandonado
a mi madre concluy. Akemi se hiri en una pierna
cuando cay al barranco y empez a empeorar, as que...
Ah, ests aqu, seor dijo la anciana de la posada
en el dialecto local. Despistada y senil, se llev los brazos a
la espalda y contempl el cielo, como si examinara el
tiempo. La mujer enferma no est contigo aadi, y su
tono llano no aclar si estaba haciendo una pregunta o una
afirmacin.
Un poco sonrojado, Matahachi replic:
Akemi? Le ha ocurrido algo?
No est en la cama.
Ests segura?
Ah estaba hace un rato, pero ya no.
Aunque un sexto sentido le dijo a Musashi lo que haba
ocurrido, se limit a decir:
Ser mejor que vayamos a ver.
El jergn de Akemi estaba todava extendido en el suelo,
pero por lo dems la habitacin se hallaba vaca.
Matahachi solt una maldicin y examin en vano la
habitacin. Con el rostro enrojecido por la clera, exclam:
Ni obi ni dinero! Ni siquiera un peine o una
horquilla! Est loca! Qu le pasa? Cmo ha podido
abandonarme as?
La anciana permaneca en el umbral.
Ha hecho una cosa terrible dijo como si hablara
consigo misma. Esa chica..., tal vez no debera decirlo,
pero no estaba enferma. Lo finga para poder estar en cama.
Aunque soy vieja, no se me escapan esas cosas.
Matahachi sali de la habitacin y se qued mirando el
blanco camino que se curvaba a lo largo de la estribacin
montaosa. La vaca, que yaca bajo un melocotonero cuyas
flores ya se haban oscurecido y cado, rompi el silencio
con un largo y sooliento mugido.
No te quedes ah triste y abatido, Matahachi le
dijo Musashi. Roguemos para que encuentre un lugar
donde pueda establecerse y llevar una vida apacible, y
dejemos las cosas as.
Una sola mariposa amarilla ascendi con la brisa
arremolinada antes de caer por el borde de un risco.
Tu promesa me ha hecho muy feliz dijo Musashi
. No es hora ya de que hagas algo al respecto, de que lo
intentes de veras y llegues a ser algo?
S, es cierto, tengo que hacerlo musit Matahachi
sin entusiasmo, mordindose el labio inferior para evitar
que le temblara.
Musashi se dio la vuelta, desviando su mirada del
camino desierto.
Escchame le dijo jovialmente. Tu camino acaba
de abrirse ante ti por s solo. No importa el lugar al que
vaya Akemi, porque sin duda no te conviene. Vete ahora,
antes de que sea demasiado tarde. Toma el sendero que
pasa entre Sakamoto y tsu. Encontrars a tu madre antes
de que el da termine. Y una vez la hayas encontrado, no
vuelvas a perderla de vista.
Para subrayar sus palabras, trajo a Matahachi sus
sandalias y polainas, y entonces entr en la posada y sali
poco despus con sus dems pertenencias.
Tienes algn dinero? le pregunt. Yo no tengo
mucho, pero puedo darte algo. Si crees que Edo es el lugar
adecuado para ti, all ir contigo. Esta noche estar en el
puente Kara de Seta. Cuando hayas encontrado a tu madre,
bscame all. Cuento con que la traigas.
Una vez Matahachi se hubo ido, Musashi se sent a
esperar el crepsculo y la respuesta a su misiva. Se estir
en el banco que haba al fondo de la sala de t, cerr los ojos
y no tard en soar. So con dos mariposas que vagaban
por el aire, retozando entre ramas entrelazadas. Reconoci a
una de ellas. Era Ots.
Cuando despert, los rayos inclinados del sol haban
llegado a la pared del fondo de la sala. Oy la voz de un
hombre.
Lo mires como lo mires, fue una actuacin burda.
Te refieres a los Yoshioka?
Desde luego.
La gente tena un gran respeto por la escuela, debido
a la reputacin de Kemp. Parece como si, en cualquier
campo, slo la primera generacin fuese importante. La
siguiente generacin pierde lustre, y con la tercera todo se
viene abajo. No sueles ver a menudo al jefe de la cuarta
generacin enterrado al lado del fundador.
Bueno, yo espero que me entierren al lado de mi
bisabuelo.
Pero no eres ms que un picapedrero. Estoy
hablando de gente famosa. Si crees que me equivoco, slo
tienes que ver lo que le ocurri al hijo de Hideyoshi.
Los picapedreros trabajaban en una cantera del valle, y
todos los das, hacia las tres de la tarde, iban a la posada a
tomar una taza de t. Anteriormente, uno de ellos, que viva
cerca de Ichijji, haba asegurado haber visto el combate
desde el principio al fin. Como ya haba contado el mismo
relato docenas de veces, ahora pudo repetirlo con una
elocuencia impresionante, embelleciendo hbilmente los
hechos e imitando los movimientos de Musashi.
Mientras los picapedreros escuchaban embelesados sus
palabras, otros cuatro hombres haban llegado y tomado
asientos en la parte delantera: Sasaki Kojir y tres samurais
del monte Hiei. Sus ceos fruncidos inquietaron a los
trabajadores, por lo que stos cogieron sus tazas de t y se
retiraron al interior. Pero a medida que el relato avanzaba,
empezaron a rer y hacer comentarios, repitiendo con
frecuencia y evidente admiracin el nombre de Musashi.
Cuando Kojir lleg al lmite de su paciencia, les grit:
Eh, vosotros!
S, seor corearon ellos, inclinando las cabezas de
manera automtica.
Qu ocurre aqu? T! seal al hombre con su
abanico de varillas de acero. Hablas como si supieras
mucho. Ven aqu! Y los dems tambin! No voy a haceros
dao.
Los hombres salieron arrastrando los pies, y Kojir
sigui diciendo:
Os he odo cantar las alabanzas de Miyamoto
Musashi y me he hartado. Estis diciendo tonteras!
Los hombres intercambiaron miradas inquisitivas y
murmullos de asombro.
Por qu consideris a Musashi un gran espadachn?
T..., t dices que viste la lucha el otro da, pero permteme
asegurarte que yo, Sasaki Kojir, tambin la vi. Como el
testigo oficial, observ todos los detalles. Ms tarde sub al
monte Hiei e inform a los sacerdotes estudiantes de lo que
haba visto. Adems, a invitacin de algunos profesores
eminentes, visit varios templos subsidiarios y di ms
conferencias.
Ahora bien, al contrario que yo, vosotros no sabis
nada de esgrima sigui diciendo en un tono de creciente
condescendencia. No veis ms que vencedor y
perdedores, y entonces os sumis al rebao y alabis a
Miyamoto Musashi como si fuese el espadachn ms
grande de todos los tiempos.
De ordinario, no me molestara en refutar la chchara
de unos ignorantes, pero ahora lo considero necesario,
porque vuestras opiniones errneas son peligrosas para el
conjunto de la sociedad. Adems, deseo exponer vuestras
falacias en beneficio de estos distinguidos profesores que
hoy me acompaan. Limpiaos los odos y escuchadme
atentamente! Os contar lo que sucedi realmente junto al
pino de ancha copa y qu clase de hombre es Musashi.
El pblico cautivo emiti unos sonidos que expresaban
obediencia.
En primer lugar dijo Kojir en tono declamatorio
, consideremos lo que piensa realmente Musashi, su
objetivo oculto. A juzgar por la manera en que provoc ese
ltimo encuentro, slo puedo llegar a la conclusin de que
intentaba con desesperacin vender su nombre, labrarse una
reputacin. A tal fin, seleccion a la casa de Yoshioka, la
escuela de esgrima ms famosa de Kyoto, y provoc con
ingenio una pelea. Al caer vctima de esa estratagema, la
casa de Yoshioka se convirti en la piedra pasadera de
Musashi hacia la fama y el xito.
Lo que hizo fue deshonesto. Era ya de dominio
pblico que la poca de Yoshioka Kemp haba terminado
y que la escuela de Yoshioka declinaba. Era como un rbol
agostado, o como un invlido prximo a la muerte. Todo lo
que Musashi tena que hacer era dar un empujn a un
armatoste vaco. Cualquiera podra haber hecho lo mismo,
pero nadie lo hizo. Por qu? Porque aquellos de nosotros
que comprendemos el arte de la guerra ya sabamos que la
escuela careca de poder. En segundo lugar, porque no
queramos manchar el reverenciado nombre de Kemp. No
obstante, Musashi decidi provocar un incidente, colocar
avisos de desafo en las calles de Kyoto, propagar rumores
y, finalmente, convertir en un gran espectculo aquello que
cualquier espadachn razonablemente hbil podra haber
hecho.
No podra enumerar todas las artimaas bajas y
cobardes a las que recurri. Considerad, por ejemplo, que se
las ingeni para llegar tarde a sus encuentros respectivos
con Yoshioka Seijr y Denshichir. En vez de ir
directamente al encuentro de sus enemigos en el pino de
ancha copa, dio un rodeo y emple toda clase de viles
estratagemas.
Se ha sealado que era un solo hombre luchando
contra muchos. Eso es cierto, pero formaba parte de su
diablico ardid para promocionar su nombre. Saba muy
bien que, como le superaban en nmero, el pblico
simpatizara con l. Y cuando examinamos la lucha en s,
puedo deciros, porque la observ personalmente, que fue
poco ms que un juego de nios. Musashi logr sobrevivir
durante algn tiempo gracias a sus maas, y luego, cuando
se le present la oportunidad de huir, as lo hizo. Ah, debo
admitir que, hasta cierto punto, hizo una exhibicin de
fuerza bruta, pero eso no le convierte en un experto
espadachn. No, en modo alguno. El mayor mrito que tiene
Musashi para lograr la fama es su capacidad de correr con
mucha rapidez. En escaparse velozmente no tiene rival.
Ahora las palabras brotaban impetuosas de la boca de
Kojir como por encima de un dique.
La gente ordinaria cree que a un solo espadachn le es
difcil luchar contra un gran nmero de adversarios, pero
diez hombres no son necesariamente diez veces ms fuertes
que un solo hombre. Para el experto, los nmeros no son
siempre importantes.
Entonces Kojir hizo una crtica profesional del
combate. Era fcil menospreciar la hazaa de Musashi,
pues, a pesar de su valor, cualquier observador entendido
habra enumerado defectos en su actuacin. Cuando lleg el
momento de mencionar a Genjir, Kojir fue muy duro.
Dijo que el asesinato del muchacho era una atrocidad, una
violacin de la tica de la esgrima y que no se poda tolerar
desde ningn punto de vista.
Y permitidme que os hable de los antecedentes de
Musashi aadi, indignado.
Entonces les revel que en los ltimos das haba
encontrado a Osugi en el monte Hiei y la anciana le haba
contado la larga historia de la duplicidad de Musashi. Sin
ahorrar detalles, repiti los agravios que haba sufrido
aquella dulce anciana.
Kojir termin diciendo:
Me estremezco al pensar que hay personas que
entonan a gritos las alabanzas a ese bribn. Es terrible
pensar en el efecto que esto tiene sobre la moral pblica! Y
sa es la razn por la que he hablado tanto. No tengo
ninguna relacin con la casa de Yoshioka ni tampoco ningn
agravio personal contra Musashi. Os he hablado justa e
imparcialmente, como hombre totalmente entregado al
Camino de la Espada y decidido a seguir correctamente el
Camino. Os he dicho la verdad. Recordadlo!
Guard entonces silencio y alivi la sed con una taza de
t. Entonces se volvi hacia sus compaeros y observ
calmosamente:
Ah, el sol ya est bajo en el cielo. Si no parts pronto,
estar oscuro antes de que lleguis al Miidera.
Los samurais del templo se levantaron para marcharse.
Cudate bien le dijo uno de ellos.
Esperamos verte de nuevo cuando regreses a Kyoto.
Los picapedreros vieron entonces su oportunidad y,
como prisioneros liberados por un tribunal, se apresuraron
a regresar al valle, envuelto ahora en sombras violceas,
donde resonaban los cantos de los ruiseores.
Kojir les vio alejarse y luego llam a la posadera.
Dejar el dinero del t sobre la mesa. Por cierto,
tienes alguna mecha de arcabuz?
La anciana estaba en cuclillas ante el horno de tierra,
preparando la cena.
Mechas? le dijo. Hay un manojo colgado en el
rincn, al fondo. Coge las que quieras.
Kojir se dirigi al lugar indicado. Cuando extraa dos o
tres mechas del manojo, las restantes cayeron sobre el
banco que estaba debajo. Al disponerse a recogerlas, repar
en las dos piernas estiradas que sobresalan del banco. Su
mirada se desliz lentamente desde las piernas al cuerpo y
el rostro. La sorpresa que se llev fue como un fuerte golpe
en el plexo solar.
Musashi le miraba fijamente.
Kojir retrocedi un paso.
Bien, bien dijo Musashi, con una ancha sonrisa.
Sin apresurarse, se levant y fue al lado de Kojir,
permaneciendo en silencio, con una expresin divertida y
sagaz en la cara.
Kojir intent devolverle la sonrisa, pero sus msculos
faciales se negaron a obedecerle. En seguida comprendi que
Musashi deba de haber odo hasta la ltima de sus
palabras, y su azoramiento era tanto ms insoportable
cuanto que Musashi pareca rerse de l. Slo tard un
momento en recobrar su aplomo habitual, pero durante el
breve intervalo su confusin fue inequvoca.
Vaya, Musashi, no esperaba encontrarte aqu le
dijo.
Me alegro de volver a verte.
S, s, yo tambin. Arrepintindose de sus palabras
incluso mientras las pronunciaba pero, por alguna razn,
incapaz de reprimirlas, sigui diciendo: Debo decir que te
has distinguido realmente desde la ltima vez que nos
vimos. Es difcil creer que un mero ser humano pudiera
luchar como lo hiciste. Permteme que te felicite. No
pareces haber sufrido dao alguno.
Con un atisbo de sonrisa todava en los labios y una
cortesa exagerada, Musashi replic:
Gracias por actuar como testigo aquel da, y gracias
tambin por la crtica que acabas de hacer de mi actuacin.
No solemos tener la oportunidad de vernos tal como nos
ven los dems. Estoy muy en deuda contigo por tus
comentarios. Te aseguro que no los olvidar.
A pesar del tono sereno y la falta de rencor, la ltima
frase estremeci a Kojir. Reconoci lo que era, un desafo
al que tendra que enfrentarse en alguna fecha futura.
Aquellos dos hombres, ambos orgullosos y
voluntariosos, convencidos de su propia rectitud, estaban
destinados a chocar ms tarde o ms temprano. Musashi se
contentara con esperar, pero cuando dijo que no olvidara,
se limitaba a expresar la sencilla verdad. Ya consideraba su
victoria ms reciente como un hito en su carrera de
espadachn, un punto culminante en su lucha por
perfeccionarse. Las calumnias de Kojir no podran
sustraerse indefinidamente al reto.
Aunque Kojir haba embellecido su relato para influir
en sus oyentes, en realidad vea lo ocurrido ms o menos
como lo haba descrito, y su opinin sincera no difera en
sustancia de lo que haba afirmado. Tampoco dudaba ni por
un momento de la exactitud fundamental de su valoracin
de Musashi.
Me alegra que digas eso dijo Kojir. No querra
que lo olvidaras, como tampoco lo olvidar yo.
Musashi an sonrea mientras mova la cabeza en un
gesto de asentimiento.
Ramas entrelazadas
He regresado, Ots dijo Jtar al cruzar el rstico
portal.
La joven estaba sentada en la terraza, con los brazos
apoyados en un pupitre bajo, y contemplaba el cielo. No
haba hecho otra cosa desde la maana. Bajo el tejado de
caballete haba una placa de madera con una inscripcin en
caracteres blancos: Ermita de la Montaa Luna. La casita,
perteneciente a un funcionario sacerdotal del Ginkakuji,
haba sido prestada a Ots a requerimiento del seor
Karasumaru.
Jtar se dej caer en un macizo de violetas en flor y
empez a chapotear en el arroyo para quitarse el barro de
los pies. El agua, que flua directamente desde el jardn del
Ginkakuji, era ms pura que la nieve recin cada. El agua
est helada, se dijo con el ceo fruncido, pero la tierra
estaba caliente y el muchacho se senta feliz por estar vivo
y encontrarse en aquel hermoso lugar. Las golondrinas
cantaban como si tambin a ellas les gustara el da.
Se levant y, tras secarse los pies en la hierba, se
encamin a la terraza.
No te aburres? pregunt a Ots.
No, tengo muchas cosas en que pensar.
No te gustara enterarte de una buena noticia?
Qu noticia?
Es sobre Musashi. He odo decir que no est lejos de
aqu.
Dnde?
He ido de un lado a otro durante cuatro das,
preguntando a todo el mundo si saban dnde estaba, y hoy
he sabido que se encuentra en el Mudji, un templo del
monte Hiei.
En ese caso, supongo que estar bien.
Es probable, pero creo que deberamos ir all en
seguida, antes de que se marche a otro lugar. Tengo hambre.
Por qu no te preparas mientras como algo?
Quedan unas bolas de arroz envueltas en hojas. Estn
en esa caja de tres compartimientos. Srvete t mismo.
Cuando Jtar termin de comer, Ots no se haba
movido de la mesa.
Qu ocurre? le pregunt, mirndola con
suspicacia.
Creo que no deberamos ir.
Pero qu estupidez... Te mueres de ganas de ver a
Musashi y un momento despus finges que no quieres.
No lo comprendes. l sabe lo que siento. Aquella
noche, cuando nos encontramos en la montaa, le dije todo
cuanto deseaba decirle. Cremos que no volveramos a
vernos vivos.
Pero puedes verle de nuevo. A qu ests esperando?
No s qu piensa, si est satisfecho con su victoria o
si permanece ah porque corre peligro. Cuando me dej, me
resign a no volver a verle en esta vida. No creo que deba ir
a menos que l enve a alguien en mi busca.
Y si no lo hace durante aos?
Seguir haciendo lo mismo que ahora.
Quedarte aqu sentada mirando el cielo?
No lo comprendes, pero no importa.
Qu es lo que no comprendo?
Los sentimientos de Musashi. Siento de veras que
ahora puedo confiar en l. Le quera con mi corazn y mi
alma, pero me temo que no crea en l del todo. Ahora s,
ahora todo es diferente. Estamos ms cerca uno del otro que
las ramas del mismo rbol. Aunque estemos separados,
aunque muramos, seguiremos estando juntos. As pues, ya
nada puede hacer que me sienta solitaria. Ahora slo ruego
para que encuentre el Camino que est buscando.
Ests mintiendo! estall Jtar. Es que las
mujeres son incapaces de decir la verdad? Si quieres actuar
as, me parece muy bien, pero no vuelvas a hablarme de lo
mucho que ansias ver a Musashi. Llora hasta que se te
sequen los ojos! Lo mismo me da.
El muchacho se haba esforzado mucho para averiguar
adonde haba ido Musashi desde Ichijji... y ahora ella le
sala con aquello! Durante el resto del da hizo caso omiso
de Ots y no le dirigi la palabra.
Poco despus de que hubiera oscurecido, una rojiza luz
de antorcha cruz el jardn, y uno de los samurais al
servicio del seor Karasumaru llam a la puerta. Entreg
una carta a Jtar, dicindole:
Es de Musashi para Ots. Su seora ha dicho que
Ots debe cuidarse bien.
Tras decir estas palabras, el mensajero dio la vuelta y se
march.
S, es la caligrafa de Musashi se dijo Jtar. Debe
de estar vivo. Entonces, con un atisbo de indignacin:
Est dirigida a Ots, no a m, ya veo.
Ots sali por la parte trasera de la casa.
Ese samurai ha trado una carta de Musashi, no es
cierto?
S, pero no creo que te interese replic el chico con
un mohn, escondiendo la carta a su espalda.
Basta ya, Jtar, djame verla le implor ella.
El chico se resisti durante un rato, pero en cuanto vio
que la joven estaba a punto de echarse a llorar, le tendi el
sobre.
Ja! exclam, regocijado. Pretendes que no
quieres verle, pero no puedes esperar a leer su carta.
Mientras ella se agachaba al lado de la lmpara, con el
papel tembloroso entre sus blancos dedos, la llama pareca
tener una animacin especial, era casi un presagio de
felicidad y buena suerte.
La tinta centelleaba como un arco iris, las lgrimas en
sus pestaas como joyas. Transportada de repente a un
mundo que no se haba atrevido a esperar que existiera,
Ots record el exaltado pasaje en el poema de Po Ch-i
donde el espritu de la difunta Kuei-fei se alegra al recibir un
mensaje de amor de su afligido emperador.
Ley el breve mensaje y volvi a leerlo. Ahora mismo
debe de estar esperando. He de apresurarme. Aunque
crey haber dicho estas palabras en voz alta, lo cierto era
que no haba emitido sonido alguno.
Febrilmente escribi notas de agradecimiento al
propietario de la casa, a los dems sacerdotes del Ginkakuji
y a todos aquellos que haban sido amables con ella durante
su estancia. Haba recogido sus pertenencias y, ya calzada
con las sandalias, estaba en el jardn antes de que se diera
cuenta de que Jtar segua sentado dentro, enfurruado.
Vamos, J! Date prisa!
Adonde vamos?
Todava ests enfadado?
Y quin no lo estara? Nunca piensas en nadie ms
que en ti misma. Hay algo tan secreto en la carta de
Musashi que ni siquiera puedes ensermela?
Perdona dijo ella en tono de disculpa. No hay
ninguna razn para que no la veas.
Olvdalo. Ya no me interesa.
No seas tan quisquilloso. Quiero que la leas. Es una
carta maravillosa, la primera que me ha enviado. Y tambin
es la primera vez que me pide que vaya a reunirme con l.
Nunca me haba sentido tan feliz en toda mi vida. Deja de
poner mala cara y ven conmigo a Seta. Te lo pido por favor.
En el camino que conduca al puerto de montaa de
Shiga, Jtar mantuvo un malhumorado silencio, pero
finalmente arranc una hoja para usarla como silbato y
tarare algunas tonadas populares para aliviar la opresin
del silencio nocturno.
Ots le ofreci por fin que hicieran las paces.
Quedan algunos dulces en la caja que nos envi
anteayer el seor Karasumaru le dijo.
Empezaba a amanecer y las nubes ms all del puerto se
tean de rosa antes de volver a su color habitual.
Te encuentras bien, Ots? No ests cansada?
Un poco. Todo el camino ha sido cuesta arriba.
A partir de ahora ser ms fcil. Mira, ya se ve el
lago.
S, el lago Biwa. Dnde est Seta?
En aquella direccin. Musashi no estar all tan
temprano, no crees?
La verdad es que no lo s. Tardaremos la mitad del
da en llegar all. Descansamos un poco?
De acuerdo dijo el muchacho, que haba recuperado
el buen humor. Sentmonos bajo ese par de grandes
rboles.
El humo de los hogares encendidos en la maana temprana
se alzaba en filamentos, como vapores que ascendieran de
un campo de batalla. A travs de la bruma que se extenda
desde el lago hasta la ciudad de Ishiyama, las calles de tsu
iban hacindose visibles.
Al aproximarse, Musashi se puso una mano en la frente
a modo de visera y mir a su alrededor, contento porque
volva a estar entre la gente.
Cerca del Miidera, cuando empezaba a subir la cuesta
del Bizji, se haba preguntado ociosamente qu camino
seguira Ots. Antes haba imaginado que quiz la
encontrara en el camino, pero luego pens que tal cosa
sera improbable. La mujer que llev su carta a Kyoto le
haba informado que, aunque Ots ya no se encontraba en
la residencia del seor Karasumaru, su carta le sera
entregada de todos modos. Puesto que no la habra recibido
antes del anochecer y habra tenido que hacer diversas cosas
antes de partir, pareca probable que esperase hasta la
maana para ponerse en marcha.
Al pasar ante un templo cuyo jardn luca varios
cerezos aosos (sin duda famosos, se dijo, por sus flores
primaverales), repar en un monumento de piedra que se
alzaba en un montculo. Aunque slo haba tenido un atisbo
del poema inscrito en la piedra, localiz su origen cuando se
encontraba varios cientos de varas ms lejos, carretera
abajo. El poema proceda del Taiheiki. Musashi record que
estaba relacionado con un cuento que memoriz en cierta
ocasin, y empez a recitarlo lentamente para s mismo.
Un venerable sacerdote del templo de Shiga, que se
apoyaba en un cayado de seis pies y era tan viejo que sus
cejas blancas crecan juntas en un helado pico sobre su
frente, estaba contemplando la belleza de Kannon en las
aguas del lago cuando vio pasar a una concubina imperial de
Kygoku. La mujer regresaba de Shiga, donde tena un gran
campo de flores, y cuando el anciano la vio se sinti lleno
de pasin. La virtud que tan arduamente haba acumulado
en el transcurso de los aos le abandon. Estaba sumido en
la casa ardiente del deseo y ...
Bueno, cmo segua? Parece que me he olvidado de
una parte. Ah!
... y regres a su cabaa de palos y or ante la imagen
del Buda, pero la visin de la mujer persista. Aunque
invoc el nombre del Buda, su propia voz sonaba como el
aliento del engao. En las nubes que se cernan sobre la
montaa en el crepsculo le pareca ver las peinetas en su
cabello, y eso le entristeca. Cuando alzaba los ojos a la luna
solitaria, el rostro del astro le sonrea. Estaba perplejo y
avergonzado.
Temiendo que tales pensamientos le impidieran ir al
paraso cuando muriese, resolvi conocer a la damisela y
revelarle sus sentimientos. De esta manera confiaba en
morir apaciblemente. As pues, fue al palacio imperial y,
apoyando con firmeza su cayado en el suelo, aguard en el
patio donde los cortesanos jugaban a pelota todo un da y
una noche...
Perdn, seor! Eh, el de la vaca!
El hombre que se haba dirigido a Musashi pareca un
jornalero como los que se encontraban en el distrito de los
mayoristas. Se puso delante de la vaca, le dio unas
palmadas en el hocico y mir al jinete por encima de su
cabeza.
Debes venir del Mudji le dijo.
As es, en efecto. Cmo lo has sabido?
Prest esta vaca a un mercader y supongo que debe
de haberla abandonado. Se la alquil, por lo que debo
pedirte que me pagues por usarla.
Te pagar con mucho gusto, pero dime, hasta dnde
me dejaras llevarla?
Mientras me pagues, puedes llevarla a cualquier
parte. Lo nico que has de hacer es entregarla a un
mayorista en la poblacin ms cercana a tu destino.
Entonces alguien volver a alquilarla y, ms tarde o ms
temprano, volver aqu.
Cunto me costara llevarla a Edo?
Tendr que preguntarlo en el establo. En cualquier
caso, ahora vas en esa direccin. Si decides alquilarla,
tendrs que dejar tu nombre en el despacho.
Tras hacer el trmite para alquilar la vaca, desayun sin
prisas y parti hacia Seta, paladeando la perspectiva de ver
de nuevo a Ots. Ya no senta recelo alguno hacia ella.
Hasta su encuentro en la montaa, la joven siempre le haba
causado cierto temor, pero esta vez era diferente: la pureza,
inteligencia y abnegacin que haba mostrado aquella noche
de luna haban hecho que su confianza en ella fuese ms
profunda que el amor.
No slo confiaba en ella, sino que estaba seguro de que
ella confiaba en l. Haba jurado que cuando volvieran a
estar juntos no le negara nada, siempre, naturalmente, que
no obstaculizara su modo de vida como espadachn. Lo que
le preocupaba antes era el temor de que si se permita
amarla, el sentimiento embotara su espada. Como el viejo
sacerdote del cuento, podra perder el Camino. Ahora era
evidente que estaba bien disciplinada. Nunca sera un
obstculo o una traba que le retuviera. Ahora su nico
problema consista en asegurarse de que l mismo no se
ahogara en el profundo estanque del amor.
Cuando lleguemos a Edo se dijo, me encargar de
que reciba la clase de adiestramiento y educacin que
necesita una mujer. Mientras estudie, llevar a Jtar
conmigo y juntos encontraremos un plano de disciplina
todava superior. Entonces, un da, cuando llegue el
momento... La luz que reflejaba el lago baaba su rostro
con un suave resplandor oscilante.
Las dos secciones del puente Kara, una sostenida por
noventa y seis columnas y la otra por veintitrs, estaban
unidas por un islote en el que se alzaba un viejo sauce, que
era un hito para los viajeros. El mismo puente reciba a
veces el nombre de puente del Sauce.
Ya viene! grit Jtar, y fue corriendo desde la
casa de t hasta la seccin ms corta del puente, donde
permaneci saludando a Musashi con una mano y
sealando la casa de t con la otra. Ah est, Ots! Le
ves? Monta una vaca.
El muchacho se puso a dar brincos. Ots no tard en
llegar a su lado y agit la mano, mientras su amado agitaba
el sombrero de juncos. A medida que se acercaba, una ancha
sonrisa apareci en el rostro de Musashi.
At la vaca a un sauce y los tres entraron en la casa de
t. Aunque Ots haba llamado frenticamente a Musashi
cuando ste todava estaba en el extremo del puente, ahora
que se encontraba a su lado no saba qu decirle. Sonriendo
feliz, dej que Jtar hablara.
Tu herida est curada dijo el muchacho con un
entusiasmo inusitado. Al verte sobre la vaca pens que
quiz no podas caminar. Pero aun as hemos logrado llegar
aqu primero. En cuanto Ots recibi tu carta, se prepar
para partir.
Musashi sonrea, asenta, murmuraba interjecciones,
pero la charla de Jtar sobre Ots y su amor delante de
desconocidos le haca sentirse incmodo. Insisti para que
fueran a un pequeo porche trasero que reciba la sombra de
un enrejado de glicinas. La timidez de Ots segua
impidindole hablar, y Musashi se volvi taciturno, pero
Jtar no prestaba atencin a sus estados de nimo, y su
rpida chchara se mezclaba con el zumbido de las abejas y
los moscardones.
Le interrumpi la voz del dueo del establecimiento.
Ser mejor que entris, pues est amenazando una
tormenta. Mirad qu oscuro est el cielo sobre
Ishiyamadera.
El hombre se apresur a ir de un lado a otro, quitando
las persianas de paja y colocando los postigos contra la
lluvia a los lados del porche. El ro se haba vuelto gris y las
rfagas de viento agitaban furiosamente las azules glicinas.
De sbito, un relmpago rasg el cielo y empez a caer una
lluvia torrencial.
Un relmpago! grit Jtar. El primero de este
ao. De prisa, Ots, vuelve adentro o te empapars.
Rpido, sensei. Ah, la lluvia ha llegado en el momento
justo. Es perfecto.
Pero si el aguacero era perfecto para Jtar, resultaba
embarazoso para Musashi y Ots, pues entrar juntos en la
casa les hara sentirse como unos amantes embelesados.
Musashi se qued donde estaba, y Ots, ruborizada,
permaneci en el borde del porche, sin ms proteccin de
los elementos que las glicinas.
El hombre que sujetaba un trozo de estera de paja sobre su
cabeza mientras corra bajo la intensa lluvia pareca un gran
paraguas que se desplazara solo. Se apresur a resguardarse
bajo los aleros del portal de un santuario, se alis el pelo
hmedo y enmaraado y mir con expresin inquisitiva las
nubes, que se movan velozmente.
Lo mismo que a mediados del verano rezong.
El fragor de la lluvia ahogaba todos los dems sonidos,
pero el sbito resplandor de un relmpago le hizo llevarse
las manos a los odos. Matahachi se agach temeroso cerca
de una estatua del dios del trueno, que se alzaba al lado del
portal.
La lluvia ces con tanta brusquedad como haba
comenzado. Las negras nubes se separaron, la luz del sol
penetr entre ellas y antes de que hubiera transcurrido
mucho tiempo la calle retorn a la normalidad. Desde algn
lugar distante el sonido de un shamisen llegaba a los odos
de Matahachi. Cuando se dispona a reanudar su camino,
una mujer vestida de geisha cruz la calle y se dirigi a l.
Te llamas Matahachi, no es cierto? le pregunt.
As es respondi l con suspicacia. Cmo lo
sabas?
Un amigo tuyo est en nuestro establecimiento. Te
ha visto desde la ventana y me ha dicho que te llame.
Matahachi mir a su alrededor y vio que en la vecindad
haba varios burdeles. Titube, pero la mujer le apremi
para que fuera al suyo.
Si tienes otras cosas que hacer, no es necesario que te
quedes mucho tiempo le dijo.
En cuanto entr, las muchachas prcticamente se
abalanzaron sobre l, le secaron los pies con trapos, le
quitaron el kimono mojado e insistieron en que subiera al
saln superior. Cuando pregunt quin era aquel amigo,
ellas se rieron y respondieron que lo descubrira en seguida.
Bien dijo Matahachi, he estado bajo la lluvia, as
que me quedar hasta que mi ropa est seca, pero no
intentis retenerme ms. Un hombre me est esperando en
el puente de Seta.
Entre muchas risitas, las mujeres le prometieron que
podra marcharse cuando quisiera, al tiempo que casi le
empujaban escaleras arriba.
En el umbral de la sala le salud la voz de un hombre.
Vaya, vaya, pero si es mi amigo Inugami Seinen. Por
un momento Matahachi crey que le haban confundido con
otro, pero cuando mir a quien haba hablado, su rostro le
pareci vagamente familiar.
Quin eres? pregunt.
Te has olvidado de Sasaki Kojir?
No se apresur a decir Matahachi. Pero por
qu me llamas Inugami? Me llamo Hon'iden, Hon'iden
Matahachi.
Lo s, pero siempre te recordar tal como te vi
aquella noche en la avenida Goj, haciendo muecas a una
jaura de chuchos extraviados. Creo que Inugami, el dios de
los perros, es un buen nombre para ti.
Basta! Eso no es cosa de broma. Aquella noche lo
pas fatal, gracias a ti.
No lo dudo. La verdad es que te he mandado llamar
porque quiero hacerte un favor para cambiar. Pasa y
sintate. Servidle sake, muchachas.
No puedo quedarme, pues tengo una cita en Seta y
esta noche no puedo emborracharme.
A quin vas a ver?
A un hombre llamado Miyamoto Musashi. Es un
amigo de la infancia y...
Miyamoto Musashi? Quedaste citado con l
cuando estabais en la posada del puerto de montaa?
Cmo lo has sabido?
Vers, lo s todo de ti, as como de Musashi.
Encontr a tu madre... Osugi, verdad?, en el templo del
monte Hiei, y me cont todas las penalidades que ha
sufrido.
Has hablado con mi madre?
S, es una mujer esplndida. La admiro, al igual que
todos los sacerdotes del monte Hiei. Trat de animarla un
poco. Enjuag su taza en un cuenco de agua y la ofreci a
Matahachi, diciendo: Toma, bebamos juntos y acabemos
con nuestra vieja enemistad. No hay ningn motivo para
que te preocupes por Musashi si tienes a Sasaki Kojir a tu
lado.
Matahachi rechaz la taza.
Por qu no bebes?
No puedo, he de irme.
Matahachi empez a levantarse, pero Kojir le cogi
con fuerza de la mueca.
Sintate!
Pero Musashi me est esperando.
No seas asno! Si atacas t solo a Musashi, te matar
en el acto.
Ests completamente equivocado! Ha prometido
ayudarme. Me voy con l a Edo para empezar una nueva
vida.
Quieres decir que confas en un hombre como
Musashi?
S, ya s, mucha gente dice que no es tan bueno. Pero
eso se debe a que mi madre ha ido por ah difamndole. Est
equivocada y lo ha estado desde el principio. Ahora que he
hablado con l, estoy ms seguro de ello que nunca. Es mi
amigo y voy a aprender de l, de manera que tambin yo
llegue a ser algo, aun cuando ya sea un poco tarde.
Kojir se desternill de risa y golpe el tatami con la
palma.
Cmo has podido ser tan inocente? Tu madre me
dijo que eres ms ingenuo de lo corriente, pero que te
engae un...
Eso no es cierto! Musashi es...
Calla y escchame! En primer lugar, cmo se te
ocurre traicionar a tu propia madre ponindote al lado de su
enemigo? Es inhumano. Incluso yo, que no tengo nada que
ver con ella, me sent tan conmovido por esa valiente
anciana que jur ayudarla en todo lo posible.
Me tiene sin cuidado lo que pienses. Voy a reunirme
con Musashi, y no intentes impedrmelo. Treme mi
kimono, muchacha! Ya debe estar seco.
Kojir alz sus ojos de beodo y le orden:
No lo toques hasta que te lo diga. Ahora escucha,
Matahachi. Si tienes intencin de irte con Musashi, primero
deberas hablar con tu madre.
Me voy a Edo con Musashi. Si all logro destacar en
algo, todo el problema se resolver por s solo.
Esas palabras parecen propias de Musashi. De
hecho, apostara a que l las ha puesto en tu boca. Sea como
fuere, aguarda hasta maana e ir contigo en busca de tu
madre. Tienes que escuchar su opinin antes de hacer nada.
Entretanto, divirtmonos. Te guste o no, vas a quedarte
aqu y beber conmigo.
Puesto que estaban en un burdel y Kojir era el cliente,
todas las mujeres acudieron en su ayuda, no trajeron el
kimono de Matahachi y, al cabo de varios tragos, l dej de
reclamarlo.
En estado sobrio, Matahachi no estaba a la altura de
Kojir; borracho, poda ser una amenaza. Cuando el da se
diluy en la noche, estaba demostrando a todos y cada uno
lo mucho que era capaz de beber, peda ms, deca todo lo
que debera callarse, aireaba sus resentimientos..., en una
palabra, era un completo pelmazo. Amaneci antes de que
perdiera el sentido y era medioda antes de que volviera en
s.
El sol pareca ms brillante debido a la lluvia de la tarde
anterior. Las palabras de Musashi resonaban en la cabeza
de Matahachi, el cual deseaba vomitar hasta la ltima gota
que haba bebido. Por suerte, Kojir dorma an en otra
habitacin. Matahachi baj sigilosamente la escalera, pidi
su kimono a las mujeres y sali corriendo en direccin a
Seta.
El agua fangosa y rojiza que flua por debajo del puente
estaba generosamente salpicada de flores de cerezo del
Ishiyamadera. La tormenta haba destrozado las
enredaderas de glicinas y esparcido amarillas flores kerria
por doquier.
Tras una prolongada bsqueda, Matahachi pregunt en
la casa de t y le dijeron que el hombre de la vaca haba
esperado hasta que cerraron por la noche, y entonces se
march a una posada. Haba regresado por la maana pero,
al no encontrar a su amigo, dej una nota atada a una rama
de sauce.
La nota, que pareca una gran mariposa blanca, deca:
Lo siento, pero no poda esperar ms. Alcnzame por
el camino. Te estar buscando.
Matahachi recorri a paso vivo la Nakasend, la
carretera que conduca a Edo a travs de Kiso, pero an no
haba dado alcance a Musashi cuando lleg a Kusatsu.
Despus de pasar por Hikone y Toriimoto, empez a
sospechar que le haba perdido por el camino, y cuando
lleg al puerto de Suribachi esper media jornada, sin
apartar los ojos de la carretera durante todo el tiempo.
Slo cuando lleg a la carretera de Mino record las
palabras de Kojir.
Me habr engaado despus de todo? se pregunt
. No tendra Musashi verdadera intencin de ir
conmigo?
Despus de volver muchas veces sobre sus pasos e
investigar en los caminos laterales, finalmente avist a
Musashi en las afueras de la poblacin de Nakatsugawa. Al
principio se sinti jubiloso, pero cuando se acerc lo
suficiente para ver que la persona que montaba la vaca era
Ots, los celos se apoderaron de l al instante.
Qu estpido he sido desde el da en que ese bastardo
me convenci para que fuera a la batalla de Sekigahara hasta
este mismo momento! rezong para s mismo. Pues
bien, no puede pisotearme as eternamente. Me desquitar
de l de alguna manera... y pronto!
Las cascadas masculina y femenina
Qu calor hace! exclam Jtar. Nunca haba
sudado tanto en un camino de montaa. Sabes dnde
estamos?
Cerca del puerto Magome respondi Musashi.
Dicen que es el tramo ms difcil de la carretera.
De eso no s nada, pero ya estoy harto del viaje
hasta aqu. Me alegrar cuando lleguemos a Edo. All hay
montones de gente, no es cierto, Ots?
As es, pero no tengo prisa por llegar. Preferira pasar
el tiempo viajando por un camino solitario como ste.
Dices eso porque vas montada. No sentiras lo
mismo si caminaras. Mira! All hay una cascada.
Descansemos un poco dijo Musashi.
Los tres avanzaron por un estrecho sendero. A su
alrededor, el terreno estaba cubierto de flores silvestres,
todava humedecidas por el roco de la maana. Llegaron a
una choza abandonada sobre un risco que daba a la cascada
y se detuvieron. Jtar ayud a Ots a desmontar de la
vaca y luego at el animal a un rbol.
Mira, Musashi dijo Ots.
Sealaba un letrero que deca Meoto no Taki. La
razn de ese nombre, Cascadas masculina y femenina, era
fcil de entender, pues las rocas dividan las cascadas en dos
secciones, la mayor de las cuales pareca muy viril y la otra
pequea y suave.
La rebalsa y los rpidos turbulentos debajo de las
cascadas renovaron la energa de Jtar, el cual, dando
brincos y bailando a partes iguales, baj por el empinado
terrapln y dijo, excitado:
Aqu hay peces! Minutos despus grit:
Puedo cogerlos! Le he dado una pedrada a uno y est
muerto panza arriba.
No mucho despus, su voz, apenas audible por encima
del estruendo de las cascadas, reson desde otra direccin.
A la sombra de la pequea cabaa, Musashi y Ots
estaban sentados entre innumerables arco iris minsculos
producidos por el sol al brillar sobre la hierba hmeda.
Adonde habr ido ese chico? pregunt ella, y
aadi: Realmente es imposible dominarle.
Lo crees as? Yo era mucho peor que l a su edad.
Pero Matahachi era todo lo contrario, siempre se portaba
muy bien. Me pregunto dnde estar. l me preocupa
mucho ms que Jtar.
Me alegro de que no est aqu. Habra tenido que
esconderme.
Por qu? Creo que, si se lo explicamos, lo
comprender.
Lo dudo. l y su madre no son como las dems
personas.
Ests segura de que no cambiars de idea, Ots?
Sobre qu?
No podras llegar a Ja conclusin de que con quien
quieres casarte realmente es con Matahachi?
Ella hizo una mueca de espanto.
De ninguna manera! replic, indignada.
Sus prpados se volvieron rosados como orqudeas y se
cubri el rostro con las manos, pero el leve temblor de su
blanco cuello casi pareca gritar: Soy tuya y de nadie
ms!.
Musashi lament sus palabras y volvi la cabeza para
mirarla. Llevaba varios das observando el efecto de la luz al
incidir en su cuerpo: de noche, el resplandor fluctuante de
una lmpara; por el da, los clidos rayos del sol. Al ver su
piel brillante de sudor, pensaba en la flor del loto. Separado
de su camastro slo por un tenue biombo, haba inhalado el
leve aroma de sus trenzas negras. Ahora el rugido del agua
se fusionaba con el latido de sus venas, y senta que era
presa de un impulso poderoso.
Se levant bruscamente y fue a un lugar soleado donde
la hierba invernal todava era alta. Se dej caer pesadamente
al suelo y suspir.
Ots se le acerc y se arrodill a su lado, le rode las
rodillas con sus brazos y lade el cuello para mirarle el
rostro silencioso y asustado.
Qu te ocurre? le pregunt. He hecho algo que
te ha molestado? Si es as, perdname. Lo siento.
Cuanto ms tenso se pona, y ms dura era la expresin
de sus ojos, tanto ms ella se le aferraba. Su fragancia, el
calor de su cuerpo, le abrumaron.
Ots! exclam impetuosamente mientras la
rodeaba con sus brazos musculosos y la echaba hacia atrs
en la hierba.
La rudeza del abrazo dej a la joven sin aliento. Hizo un
esfuerzo para liberarse y se acurruc al lado de Musashi.
No debes hacer eso! grit speramente. Cmo
has podido? Precisamente t... Se interrumpi,
sollozando.
La ardiente pasin de Musashi se enfri de repente al
ver el dolor y el horror reflejados en los ojos de Ots.
Volvi en s con un sobresalto.
Por qu? grit. Por qu? Rebosante de
vergenza y enojo, tambin l estaba al borde de las
lgrimas.
Ots se march, dejando detrs un saquito perfumado
que se haba desprendido de su kimono. Musashi lo
contempl durante un rato, gimi y entonces inclin la
cabeza y dej que las lgrimas de dolor y frustracin
cayeran sobre la hierba agostada.
Tena la sensacin de que ella le haba puesto en
ridculo, le haba engaado, derrotado, torturado y
avergonzado. No era cierto que sus palabras, sus ojos, su
cabello, su cuerpo le haban llamado a voces? No se haba
esforzado por encender un fuego en su corazn y luego,
cuando brotaron las llamas, haba huido aterrada?
Por alguna lgica perversa, le pareca que todos sus
esfuerzos para llegar a ser un hombre superior haban sido
derrotados, todas sus luchas y privaciones haban perdido
por completo su sentido. Con el rostro oculto en la hierba,
se dijo que no haba hecho nada malo, pero su conciencia no
se daba por satisfecha.
Lo que la virginidad de una muchacha, que le es
concedida slo durante un breve perodo de su vida,
significaba para ella, lo preciosa y dulce que era, nunca
haba pasado por la mente de Musashi.
Pero mientras aspiraba el olor de la tierra, recobr
gradualmente el dominio de s mismo. Cuando por fin se
puso en pie, el fuego impetuoso haba desaparecido de su
mirada y la pasin estaba ausente de su rostro. Pis el
saquito perfumado y permaneci en pie, mirando fijamente
el suelo, escuchando, al parecer, la voz de las montaas. Sus
espesas cejas negras estaban tan juntas como lo estuvieron
cuando se lanz al combate bajo el pino de ancha copa.
El sol se ocult detrs de una nube y el agudo chillido
de un ave hendi el aire. El viento cambi de rumbo,
alterando sutilmente el sonido del agua que caa.
Con el corazn palpitante como el de un gorrin
asustado, Ots observaba al afligido Musashi desde detrs
de un abedul. Al darse cuenta de que le haba herido
profundamente, ansiaba tenerle de nuevo a su lado, pero
por mucho que quisiera correr a l y rogarle su perdn, las
piernas no la obedecan. Por primera vez se dio cuenta de
que el hombre al que haba entregado su corazn no era el
dechado de virtudes masculinas que haba imaginado. El
descubrimiento de la bestia desnuda, la carne, la sangre y las
pasiones, empaaba sus ojos de tristeza y temor.
Haba empezado a huir, pero al cabo de veinte pasos su
amor se impuso y la retuvo. Ahora, algo ms serena,
empez a imaginar que la lujuria de Musashi era distinta de
la de otros hombres. Ms que cualquier otra cosa en el
mundo, deseaba disculparse y asegurarle que no albergaba
ningn resentimiento por lo que l haba hecho.
An est enfadado se dijo, temerosa, al ver de
repente que l haba desaparecido. Ah, qu voy a
hacer?
Regres nerviosa a la choza, pero all no haba ms que
una blanca y fra niebla y el estruendo del agua que pareca
sacudir los rboles y provocar vibraciones a su alrededor.
Ots! Ha sucedido algo terrible! Musashi se ha
arrojado al agua!
El grito frentico de Jtar lleg desde un promontorio
que daba a la rebalsa, slo un segundo despus de que se
agarrase a una enredadera de glicinas y empezara a bajar,
balancendose de rama en rama como un mono.
Aunque Ots no haba entendido sus palabras, not el
apremio en su voz. Alz la cabeza alarmada y empez a
bajar por el empinado sendero. Era resbaladizo, pues estaba
cubierto de musgo, y la joven se aferraba a las rocas para no
caer.
La figura apenas visible entre la espuma del agua y la
niebla pareca una gran roca, pero en realidad era el cuerpo
desnudo de Musashi. Haba juntado las manos ante su
rostro e inclinado la cabeza. La cascada que caa sobre l
desde cincuenta pies de altura le empequeeca.
A medio camino, Ots se detuvo y le mir horrorizada.
Al otro lado del ro, Jtar permaneca tan atnito como
ella.
Sensei! grit.
Musashi!
Sus gritos no llegaron a odos de Musashi. Era como si
mil dragones de plata le mordieran la cabeza y los hombros,
como si los ojos de mil demonios acuticos estallaran a su
alrededor. Traicioneros remolinos le tiraban de las piernas,
dispuestos a arrastrarle a la muerte. Un falso ritmo en la
respiracin, un salto en los latidos de su corazn, y sus
talones perderan el tenue contacto con el fondo cubierto de
algas, su cuerpo sera engullido por una violenta corriente
contra la que le sera imposible nadar. Los pulmones y el
corazn parecan ceder bajo el peso incalculable, la masa
total de las montaas Magome, que caa sobre l.
Su deseo de Ots se extingui de muerte lenta, pues era
muy afn al temperamento impetuoso sin el cual Musashi
nunca habra ido a Sekigahara ni llevado a cabo ninguna de
sus extraordinarias hazaas. Pero el peligro real estribaba en
el hecho de que, hasta cierto punto, su adiestramiento
durante tantos aos era impotente contra aquel deseo, y l
volva a hundirse al nivel de una bestia salvaje y sin
inteligencia. Y contra semejante enemigo, amorfo y oculto,
la espada era completamente intil. Desconcertado,
perplejo, consciente de la derrota devastadora que haba
sufrido, rog para que las aguas violentas pudieran hacerle
volver a la senda de la disciplina.
Sensei! Sensei! Los gritos de Jtar se haban
convertido en un lamento conmovedor. No debes morir!
Por favor, no te mueras!
Tambin l haba juntado las manos ante el pecho y
tena el rostro contorsionado, como si tambin soportara el
peso del agua, el escozor, el dolor, el fro.
Mir al otro lado del ro y de repente sinti que le
abandonaban las fuerzas.
No poda entender lo que estaba haciendo Musashi, el
cual pareca decidido a permanecer bajo la cascada hasta que
muriese, pero Ots... dnde estaba? Jtar tuvo la
seguridad de que se haba matado arrojndose al ro.
Entonces, por encima del sonido del agua, oy la voz de
Musashi. Sus palabras no eran claras. El muchacho pens
que estaba recitando un sutra, pero entonces... tal vez se
estaba haciendo a s mismo airados reproches.
La voz estaba llena de fuerza y vida. Los anchos
hombros de Musashi y su cuerpo musculoso exudaban
juventud y vigor, como si su alma hubiera sido limpiada y
ahora estuviera preparada para iniciar una nueva vida.
Jtar empez a sentir que el peligro haba pasado.
Mientras la luz del sol poniente produca un arco iris por
encima de las cascadas, llam a Ots y se atrevi a esperar
que se hubiera apartado del risco al pensar que Musashi no
corra verdadero peligro.
Si ella confa en que todo va bien, no tengo por qu
preocuparme pens. Le conoce mejor que yo, hasta el
fondo de su corazn.
El muchacho fue dando brincos hasta la orilla del ro,
busc un lugar somero, vade la corriente y subi a la otra
orilla. Al aproximarse en silencio, vio que Ots estaba
dentro de la choza, acurrucada en el suelo y con el kimono
y las espadas de Musashi apretados contra el pecho.
Jtar percibi que las lgrimas de Ots, que ella no se
esforzaba en absoluto por ocultar, no eran lgrimas
ordinarias, y, sin comprender realmente lo que haba
ocurrido, supo que haba sido de gran importancia para la
joven. Al cabo de un par de minutos regres
silenciosamente al lugar donde yaca la vaca en la plida
hierba y se tendi a su lado.
A este paso, nunca llegaremos a Edo coment.
Libro V CIELO
El rapto
Ms all del puerto de montaa, la nieve sobre el monte
Koma brillaba con destellos que parecan lanzas, mientras
en el monte Ontake, visible a travs de los brotes levemente
rojizos en los rboles, estaba diseminada en distintas partes
de la ladera. La luz verdosa que anunciaba la estacin
primaveral pareca rielar a lo largo de la carretera y en los
campos.
Ots soaba despierta. Jtar era como una planta
nueva, testarudo y resistente. No le pisotearan fcilmente,
no seran pocos los hombres necesarios para mantenerle
doblegado. ltimamente estaba creciendo con rapidez. En
ocasiones Ots crea tener un atisbo del hombre que llegara
a ser.
Sin embargo, la lnea entre el alboroto infantil y la
insolencia era tenue, y aun cuando hiciera concesiones a la
educacin nada ortodoxa del muchacho, la conducta de ste
consternaba cada vez ms a Ots. Sus exigencias,
especialmente con respecto a la comida, no tenan fin. Cada
vez que llegaban a un establecimiento alimenticio, Jtar se
plantaba y se negaba a moverse hasta que ella le compraba
algo.
Tras haberle comprado crujientes galletas de arroz en
Suhara, Ots asegur que aqulla sera la ltima vez. Pero
poco despus de que reanudaran el camino, Jtar ya haba
terminado las galletas y se quejaba de hambre. La prxima
discusin habra sido inevitable de no haberse detenido en
una casa de t en Nezame para almorzar temprano. Cuando
llegaron al prximo puerto de montaa, el muchacho volva
a estar hambriento.
Mira, Ots! En esa tienda tienen caquis secos. No
deberamos comprar unos cuantos para el viaje?
Fingiendo que no le haba odo, Ots sigui adelante.
Cuando llegaron a Fukushima, en la provincia de
Shinano, lugar famoso por la variedad y abundancia de sus
productos alimenticios, era media tarde, ms o menos la
hora a la que acostumbraban merendar.
Descansemos un poco le pidi el chico en tono
quejumbroso. Por favor.
Ella no le hizo caso.
Vamos, Ots! Tomemos esos pastelillos de arroz
envueltos en harina de soja. Los que hacen aqu son
famosos. No quieres probarlos?
Ahora Jtar sujetaba la cuerda de la vaca, por lo que a
Ots le sera difcil pasar ante la tienda sin detenerse.
No has comido lo suficiente? le pregunt, irritada.
La vaca, como en secreta alianza con Jtar, se detuvo
y empez a pacer la hierba de la cuneta.
Muy bien! dijo bruscamente Ots. Si es as
como vas a actuar, me adelantar y se lo dir a Musashi.
Cuando hizo ademn de desmontar, Jtar se ech a
rer, sabiendo perfectamente que ella no llevara a cabo su
amenaza.
Al ver que haba descubierto su farol, Ots desmont
con resignacin de la vaca y juntos entraron en el cobertizo
abierto por un lado que estaba delante del local. Jtar
pidi a gritos que les sirvieran y fue a atar la vaca.
Cuando regres al lado de Ots, sta le dijo:
No deberas haber pedido nada para m. No tengo
hambre.
No quieres nada para comer?
No. Las personas que comen demasiado se vuelven
unos cerdos estpidos.
Ah, entonces supongo que tendr que comerme lo
tuyo.
Eres un desvergonzado!
El chico tena la boca demasiado llena para poder or.
Sin embargo, al cabo de un momento hizo una pausa para
colocarse la espada de madera a la espalda, donde no
molestara a su caja torcica en expansin. Sigui mascando,
pero de repente se meti en la boca el ltimo pastelillo de
arroz y corri a la salida.
Ya has terminado? le pregunt Ots. Dej unas
monedas sobre la mesa y empez a seguirle, pero Jtar dio
media vuelta y la empuj rudamente al interior.
Espera! le dijo, excitado. Acabo de ver a
Matahachi.
No es posible dijo ella, palideciendo. Qu
estara haciendo aqu?
No tengo la menor idea. No le has visto? Lleva un
sombrero de juncos y nos ha mirado directamente.
No lo creo.
Quieres que le traiga aqu y te lo demuestre?
No hars semejante cosa!
No te preocupes. Si algo sucediera, ira en busca de
Musashi.
Ots tena el corazn desbocado, pero al comprender
que cuanto ms tiempo permanecieran all, tanta mayor
sera la distancia que les separara de Musashi, mont de
nuevo en la vaca.
Cuando se pusieron en marcha, Jtar le dijo:
No entiendo nada. Hasta que llegamos a la cascada de
Magome, ramos tan amigos como es posible serlo. Desde
entonces, Musashi apenas ha dicho una palabra, y t
tampoco le has hablado. Qu os pasa? Como la joven no
responda, sigui diciendo: Por qu camina delante de
nosotros? Por qu ahora dormimos en distintas
habitaciones? Es que os habis peleado?
Ots no poda darle una respuesta sincera, pues no
haba sido capaz de drsela a s misma. Trataban todos los
hombres a las mujeres de la manera que Musashi la haba
tratado a ella, tratando abiertamente de forzarla? Y por qu
le haba rechazado ella con tanta vehemencia? En cierto
sentido, la afliccin y la confusin que experimentaba ahora
eran ms dolorosas que la enfermedad de la que tan
recientemente se haba recuperado. La fuente del amor que
la haba consolado durante aos se haba convertido de
repente en una estruendosa catarata.
El recuerdo de aquella otra cascada resonaba en sus
odos, junto con sus propios gritos de afliccin y la airada
protesta de Musashi.
Poda preguntarse a s misma si seguiran as para
siempre, sin comprenderse el uno al otro, pero el hecho de
que le siguiera, procurando no perderle de vista, incluso a
ella le pareca ilgico. Aunque, debido a su azoramiento, se
haban separado y apenas se hablaban, Musashi no
mostraba signos de romper su promesa de ir con ella a Edo.
A la altura del Kzenji doblaron por otro camino. En lo
alto de la primera colina haba una barrera. Ots haba odo
decir que desde la batalla de Sekigahara unos agentes del
gobierno examinaban a los viajeros, sobre todo mujeres, en
aquel camino con gran detenimiento. Pero la carta de
presentacin del seor Karasumaru actu como un ensalmo
y les dejaron pasar sin dificultad el punto de control.
Cuando llegaron a la ltima casa de t en el extremo de
la barrera, Jtar pregunt:
Dime, Ots, qu significa Fugen?
Fugen?
S. Antes, al pasar ante una casa de t, un sacerdote
te ha sealado y ha dicho que te parecas a Fugen sobre
una vaca. Qu significa eso?
Supongo que se refera al bodhisattva Fugen.
se es el bodhisattva que monta un elefante, no es
cierto? En ese caso, yo debo de ser el bodhisattva Monju,
porque siempre van juntos.
Un Monju muy glotn, dira yo.
Lo bastante bueno para una Fugen llorona!
Ah, tenas que decir eso!
Por qu Fugen y Monju van siempre juntos? No
son un hombre y una mujer.
Intencionadamente o no, el chico volva a rondar la
verdad de lo ocurrido entre ella y Musashi. Como haba
odo hablar mucho de aquellas cosas cuando viva en el
Shippji, Ots podra haberle respondido con cierto detalle,
pero se limit a decirle que Monju representa la sabidura y
Fugen la conducta abnegada.
Alto!
La voz era de Matahachi y haba surgido detrs de ellos.
Llena de repulsin, Ots se dijo: Ese cobarde!. Se
volvi hacia l y le mir framente.
Matahachi le devolvi una mirada furibunda, sus
sentimientos ms confusos que nunca. En Nakatsugawa
haban sido puros celos, pero sigui espiando a Musashi y
Ots. Cuando vio que se separaban, lo interpret como un
intento de engaar a la gente e imagin toda suerte de actos
escandalosos cuando estaban solos.
Desmonta! le orden.
Ots mir fijamente la cabeza de la vaca, incapaz de
hablar. Sus sentimientos hacia l se haban decantado de una
vez por todas, y eran de odio y desprecio.
Vamos, mujer, baja de ah!
Aunque arda de indignacin, ella le habl framente.
Por qu? No tengo nada que ver contigo.
Ah, s? gru l en tono amenazante, cogindola
de la manga. Puede que no tengas nada que ver conmigo,
pero yo s tengo que ver contigo. Baja!
Jtar solt la cuerda y grit:
Djala en paz! Si no quiere bajar, por qu ha de
hacerlo? Se abalanz contra Matahachi con los brazos
extendidos y le golpe en el pecho.
Qu crees que ests haciendo, pequeo bastardo?
Matahachi recuper el equilibro y alz los hombros en
actitud amenazante. Creo que he visto tu fea cara en
alguna parte. Eres el vagabundo de la casa de t de Kitano.
S, y ahora s por qu te emborrachabas. Vivas con
una zorra y no tenas redaos para enfrentarte a ella. No es
sa la verdad?
Jtar no podra haber tocado una fibra ms sensible.
Enano engredo! grit, tratando de agarrarle por el
cuello del kimono, pero Jtar le esquiv y corri al otro
lado de la vaca.
Si yo soy un enano engredo, qu eres t? Un patn
engredo! Temeroso de una mujer!
Matahachi corri alrededor de la vaca en pos del chico,
pero ste se desliz bajo el vientre del animal y sali al otro
lado. Esto se repiti tres o cuatro veces antes de que
Matahachi lograra por fin agarrarle el cuello del kimono.
Muy bien, ahora repite eso una vez ms.
Patn engredo! Temeroso de una mujer!
Jtar slo haba desenvainado a medias su espada de
madera cuando Matahachi le hizo volar por encima del
camino hasta un bosquecillo de bambes. El chico cay de
espaldas en un arroyuelo, aturdido, casi inconsciente.
Cuando se recuper lo suficiente para arrastrarse como
una anguila hasta el camino, ya era demasiado tarde. La vaca
se alejaba pesadamente a paso largo, Ots todava montada
en su lomo y Matahachi corriendo delante con la cuerda en
la mano.
Bastardo! gimi Jtar, irritado por su propia
impotencia. Demasiado aturdido para levantarse,
permaneci all tendido, rabiando y maldiciendo.
Como a una milla de all, sobre un cerro, Musashi daba un
descanso a sus pies fatigados y se preguntaba ociosamente
si las nubes se movan o si, como pareca, estaban
suspendidas permanentemente entre el monte Koma y las
anchas estribaciones por debajo.
Tuvo un sobresalto, como si se hubiera producido
alguna comunicacin silenciosa, sacudi sus miembros y se
puso en pie.
La verdad es que no haca ms que pensar en Ots, y
cuanto ms pensaba tanto ms intenso era su enojo. En la
rebalsa bajo las cascadas se haba desprendido de la
vergenza y el resentimiento, pero a medida que pasaban
los das las dudas le acosaban con insistencia. Haba
actuado mal al revelarle su pasin? Por qu le haba
rechazado ella, apartndose de l como si le despreciara?
Djala atrs dijo en voz alta.
Sin embargo, saba que se engaaba a s mismo. Le haba
dicho que cuando llegaran a Edo, ella podra estudiar lo que
ms le conviniera mientras que l seguira su propio camino.
Esto llevaba implcita una promesa para el futuro ms
lejano. Se haba marchado de Kyoto con ella y tena la
responsabilidad de permanecer a su lado.
Qu me ocurrir? Qu ser de mi espada si vivimos
juntos? Alz los ojos a la montaa y se mordi la lengua,
avergonzado de su mezquindad. Contemplar el gran pico
era humillante.
Le intrigaba por qu tardaban tanto en llegar. Se puso en
pie y mir a su alrededor. Poda ver una gran extensin de
bosque, pero no haba rastro de ninguna persona.
Los habrn retenido en la barrera?
El sol no tardara en ponerse. Deberan haber llegado
mucho tiempo atrs.
De repente se sinti alarmado. Algo deba de haberles
sucedido. En un abrir y cerrar de ojos, baj por la ladera
corriendo con tanta rapidez que los animales en los campos
se escabulleron en todas direcciones.
El guerrero de Kiso
Musashi no haba llegado muy lejos en su carrera cuando un
viajero le llam.
Eh, no eras t quien estaba antes con una joven y un
muchacho?
Musashi se detuvo en seco.
El mismo respondi con el corazn en un puo.
Les ha ocurrido algo?
Al parecer, Musashi era la nica persona que no se
haba enterado del suceso que era la comidilla a lo largo de la
carretera. Un hombre joven se haba acercado a la
muchacha...; la haba raptado. Le haban visto azotando a la
vaca..., conducindola por un camino lateral cerca de la
barrera. El viajero apenas haba terminado de contarle el
suceso cuando Musashi reanud su camino.
Corriendo a toda velocidad, todava tard una hora en
llegar a la barrera, la cual haba sido cerrada a las seis, y con
ella las casas de t a cada lado. Presa de un evidente frenes,
Musashi se acerc a un viejo que estaba amontonando
taburetes delante de su establecimiento.
Qu sucede, seor? Has olvidado algo?
No. Estoy buscando a una joven y un chico que
pasaron por aqu hace unas horas.
Sera la muchacha que se pareca a Fugen en una
vaca?
Ella es! respondi Musashi sin pensar. Me han
dicho que un rnin se la llev a alguna parte. Sabes qu
direccin tomaron?
La verdad es que no he visto personalmente lo
ocurrido, pero he odo decir que abandonaron la carretera
principal a la altura del tmulo, o sea que iban en direccin
al estanque de Nobu.
Musashi no poda imaginar quin habra raptado a Ots
ni por qu motivo. El nombre de Matahachi no cruz por
su mente. Supona que poda tratarse de un rnin intil,
como los que haba conocido en Nara, o tal vez uno de los
saqueadores de los que se deca que merodeaban alrededor
de los bosques. Su nica esperanza era que se tratase de un
delincuente de poca monta en vez de uno de los canallas
cuyo negocio consista en raptar y vender mujeres, de las
que sin duda abusaban en ocasiones.
Corri mucho en busca del estanque de Nobu. Cuando
se puso el sol, apenas poda ver a dos palmos de su cara, a
pesar de que las estrellas brillaban en lo alto. El camino
empez a ascender, y Musashi supuso que estaba entrando
en las estribaciones del monte Koma.
Al no ver nada que se pareciera a un estanque y
temiendo que se hubiera equivocado de camino, se detuvo y
mir a su alrededor. En el vasto mar de negrura pudo
discernir una granja solitaria, una proteccin de rboles
contra el viento y, por encima de ellos, la oscura montaa.
Cuando se acerc ms, vio que la casa era grande y de
construccin maciza, aunque en el tejado de paja creca el
musgo y la misma paja se estaba pudriendo. En el exterior
haba una luz, que tanto poda ser de una antorcha como de
una fogata, y cerca de la cocina una vaca con manchas.
Estaba seguro de que era el animal que montaba Ots.
Se aproxim sigilosamente, mantenindose en las
sombras, y cuando estuvo lo bastante cerca para ver la
cocina, oy una voz masculina procedente de un cobertizo
al otro lado de unos montones de paja y lea.
Deja de trabajar, madre deca el hombre. Siempre
te quejas de que tienes la vista mal, pero sigues trabajando
prcticamente a oscuras.
En la habitacin del hogar, al lado de la cocina, el fuego
estaba encendido, y Musashi crey or el sonido de una
rueca. Al cabo de un momento ces el sonido, y oy que
alguien se mova.
El hombre sali del cobertizo y cerr la puerta tras l.
Volver en cuanto me haya lavado los pies dijo.
Puedes ir preparando la cena.
Dej sus sandalias sobre una roca al lado del arroyo que
se deslizaba por detrs de la cocina. Mientras estaba
sentado y mova los pies en el agua, la vaca acerc la cabeza
a su hombro. l le restreg el morro.
Ven un momento, madre dijo el hombre. Hoy he
encontrado algo sorprendente. Qu crees que es?... Una
vaca, y muy hermosa, por cierto.
Musashi cruz cautelosamente por delante de la puerta
principal. Agazapndose sobre una piedra debajo de una
ventana, mir el interior de la casa: era la sala del hogar. El
primer objeto que vio era una lanza que colgaba de un
armero ennegrecido en lo alto de la pared, una buena arma
que haba sido pulimentada y tratada con esmero. En el
cuero de su funda brillaban tenuemente unos fragmentos de
oro engastados. Musashi estaba perplejo, pues no era
aquello algo que se encontrara generalmente en una granja.
A los campesinos les estaba prohibido poseer armas,
aunque pudieran costearlas.
El hombre apareci un momento a la luz del fuego
exterior. A Musashi le bast un vistazo para comprender
que no era un campesino ordinario. Tena los ojos
demasiado vivos, siempre avizor. Vesta un kimono de
faena que le llegaba a las rodillas y unas polainas manchadas
de barro. Su cara era redondeada, y se ataba atrs el espeso
cabello con dos o tres trozos de paja. Aunque de baja
estatura, era ancho de pecho y musculoso. Caminaba con
pasos firmes y decididos.
Empez a salir humo por la ventana. Musashi alz la
manga para cubrirse el rostro, pero fue demasiado tarde.
Inhal el humo y tosi sin poder evitarlo.
Quin est ah? pregunt la anciana desde la
cocina. Entr en la sala del hogar y dijo: Gonnosuke, has
cerrado el cobertizo? Parece ser que anda por ah un ladrn
de mijo. Le he odo toser.
Musashi se apart de la ventana y se escondi entre los
rboles.
Dnde? grit Gonnosuke. Estaba detrs de la casa
y se apresur a entrar.
La anciana se asom a la pequea ventana.
Debe de estar por aqu. Le he odo toser.
Ests segura de que no te ha engaado el odo?
Mi odo est bien y estoy segura de que he visto una
cara en la ventana. El humo del fuego debe de haberle hecho
toser.
Gonnosuke avanz quince o veinte pasos con lentitud y
suspicacia, mirando a derecha e izquierda, como un
centinela que vigilara una fortaleza.
Puede que tengas razn dijo entonces. Creo que
noto el olor de un ser humano.
Dejndose guiar por la expresin de los ojos de
Gonnosuke, Musashi esper su oportunidad. Haba algo en
la postura del hombre que invitaba a la cautela. Pareca
ligeramente inclinado hacia adelante desde la cintura.
Musashi no poda discernir qu clase de arma empuaba,
pero cuando el hombre se volvi vio que tena un garrote de
cuatro pies a la espalda. No era un palo ordinario, pues
presentaba la ptina de un arma muy usada y pareca parte
integral del cuerpo de su portador. Musashi comprendi
que ste lo tena siempre a mano y saba exactamente cmo
usarlo.
Sali de su escondite y grit:
T, quienquiera que seas! He venido a por mis
compaeros!
Gonnosuke le mir ferozmente y en silencio.
Devulveme a la mujer y el chico que raptaste en la
carretera. Si no han sufrido dao alguno, dejaremos las
cosas as. Pero si estn lesionados, ya puedes prepararte.
La nieve fundida que alimentaba los arroyos en aquella
zona daba a la brisa una frialdad cortante que de alguna
manera realzaba el silencio.
Entrgamelos ahora mismo!
La voz de Musashi era ms cortante que el viento.
Gonnosuke sujetaba el bastn con lo que se llamaba una
presa invertida. Con el pelo en punta como un erizo, se
enderez cuan largo era y grit:
Oye, mierda de caballo! A quin ests llamando
secuestrador?
A ti! Debes de haber visto al chico y la mujer sin
proteccin, as que los has raptado y trado aqu. Scalos!
El bastn parti del costado de Gonnosuke con un
movimiento tan rpido que Musashi no pudo saber dnde
terminaba el brazo del hombre y empezaba el arma.
Musashi salt a un lado.
No hagas nada que luego puedas lamentar le
advirti, y entonces se retir varios pasos.
Quin te crees que eres, loco bastardo?
Mientras Gonnosuke le daba su spera rplica, volva a
ponerse rpidamente en accin, decidido a no conceder a
Musashi un momento de reposo. Cuando ste se movi
diez pasos, cubri la misma distancia de manera simultnea.
Por dos veces Musashi empez a llevar la mano derecha
a la empuadura de su espada, pero en ambas ocasiones se
detuvo. Durante el instante en que cogiera el arma su codo
estara expuesto. Haba visto la rapidez del bastn de
Gonnosuke y saba que l no tendra tiempo para completar
el movimiento. Comprendi tambin que si subestimaba a
su robusto contrario, se vera en apuros, y si no conservaba
la calma, incluso aspirar aire podra ponerle en peligro.
Musashi an tena que evaluar a su enemigo, el cual
mantena ahora piernas y torso en una esplndida postura
del tipo perfecto-indestructible. Musashi ya haba
empezado a darse cuenta de que aquel campesino posea
una tcnica superior a la de cualquier espadachn experto
que hubiera conocido hasta entonces, y la expresin de sus
ojos sugera que haba dominado aquel Camino en cuya
bsqueda l tanto empeo pona.
Pero tuvo poco tiempo para la evaluacin. Un golpe
sigui a otro sin solucin de continuidad, al tiempo que las
maldiciones brotaban de los labios de Gonnosuke. ste a
veces utilizaba ambas manos, otras veces una sola,
ejecutando con fluida destreza el golpe por encima de la
cabeza, el golpe lateral, el empuje y el desplazamiento. Una
espada, dividida ntidamente en hoja y empuadura, tiene
una sola punta, mientras que cualquiera de los extremos de
un bastn se puede aplicar letalmente. Gonnosuke blanda
el suyo con la misma agilidad con que un confitero maneja
la arropa: unas veces era largo, otras corto, ahora invisible,
luego alto, ms tarde bajo...; pareca estar en todas partes al
mismo tiempo.
Desde la ventana, la mujer instaba a su hijo a que
tuviera cuidado.
Gonnosuke! No parece un samurai ordinario!
La anciana pareca tan implicada en la lucha como lo
estaba el contrincante de Musashi.
No te preocupes! Saber que ella estaba mirando
pareci elevar todava ms el espritu de lucha de
Gonnosuke.
En aquel momento, Musashi se agach para esquivar un
golpe dirigido a su hombro y, con el mismo movimiento, se
desliz hacia Gonnosuke y le agarr la mueca. Un instante
despus, el campesino estaba tendido boca arriba y
pateando a las estrellas.
Espera! grit la madre, rompiendo la celosa de la
ventana en su excitacin. Tena los pelos de punta. Ver a su
hijo derribado haba sido para ella como ser alcanzada por
un rayo.
La desencajada expresin de su rostro evit que
Musashi diera el siguiente paso lgico, que habra sido
desenvainar la espada y acabar con Gonnosuke.
De acuerdo, esperar le grit, ponindose a
horcajadas sobre el pecho de Gonnosuke e inmovilizndole
en el suelo.
Gonnosuke se debata valientemente, tratando de
liberarse. Sus piernas, que Musashi no poda dominar,
volaban y luego chocaban contra el suelo mientras arqueaba
la espalda. Musashi tena que emplear todas sus fuerzas
para mantenerle tendido.
La madre cruz corriendo la puerta de la cocina, al
tiempo que vituperaba a su hijo:
Mrate! Cmo te has metido en semejante apuro?
Pero aadi: No abandones. Estoy aqu para ayudarte.
Puesto que haba pedido a Musashi que esperase, l
crea que iba a arrodillarse y rogarle que no matara a su hijo,
pero le bast una mirada para saber que haba sufrido una
triste equivocacin. La mujer tena la lanza, ahora
desenfundada, detrs de ella, pero Musashi vio el destello
de la hoja y not la ardiente mirada fija en su espalda.
Sucio rnin! grit ella. Haciendo presas
tramposas, eh? Crees que no somos ms que unos
campesinos estpidos, no es cierto?
Musashi no poda volverse para rechazar un ataque por
detrs, debido a las contorsiones de Gonnosuke, el cual
trataba de colocar a Musashi en una posicin ventajosa
para su madre.
No te preocupes, madre! grit. Lo conseguir.
No te acerques demasiado.
Mantn la calma le advirti ella. No debes
dejarte vencer por gente de su clase. Acurdate de tus
antepasados! Piensa en la sangre heredada del gran
Kakumy, que luch al lado del general de Kiso.
No lo olvidar! grit Gonnosuke.
Apenas haba pronunciado estas palabras cuando logr
alzar la cabeza y clav los dientes en el muslo de Musashi,
al tiempo que soltaba el bastn y golpeaba a Musashi con
ambas manos. La mujer eligi aquel momento para apuntar
con la lanza la espalda de Musashi.
Espera! grit Musashi.
Haban llegado a un punto en que slo mediante la
muerte de uno de ellos pareca posible el desenlace de la
lucha. Si Musashi hubiera tenido la absoluta certeza de que
al vencer podra liberar a Ots y Jtar, habra seguido
insistiendo. Pero ahora lo ms valeroso pareca ser pedir un
alto y discutir el asunto. Volvi los hombros hacia la
anciana y le dijo que bajara la lanza.
Qu debo hacer, hijo?
Gonnosuke segua inmovilizado en el suelo, pero
tambin pensaba por su cuenta. Tal vez aquel rnin tena
alguna razn para creer que sus compaeros estaban all.
No tena sentido arriesgarse a morir por un malentendido.
Despus de que los dos combatientes se separasen, slo
fueron necesarios unos minutos para aclarar que todo era un
error.
Los tres se dirigieron a la casa y el fuego crepitante.
Arrodillndose al lado del hogar, la madre dijo:
Qu peligroso! Y pensar que, de entrada, no haba
ningn motivo para luchar.
Gonnosuke se dispuso a sentarse a su lado, pero ella
sacudi la cabeza.
Antes de sentarte, lleva al samurai por toda la casa,
para que vea que sus amigos no estn aqu. Entonces se
dirigi a Musashi: Quiero que mires cuidadosamente y te
cerciores.
Es una buena idea convino Gonnosuke. Ven
conmigo, seor. Examina la casa de arriba abajo. Me
desagrada ser sospechoso de rapto.
Musashi, que ya estaba sentado, declin el
ofrecimiento.
No es necesario. Por lo que me habis dicho, estoy
seguro de que no tenis nada que ver con el rapto.
Perdonadme por haberos acusado.
Yo he tenido en parte la culpa dijo Gonnosuke.
Debera haber averiguado de qu estabas hablando antes de
perder los estribos.
Entonces, con cierta vacilacin, Musashi pregunt por
la vaca, explicando que estaba seguro de que era la misma
que haba alquilado en Seta.
La encontr esta tarde replic Gonnosuke.
Estaba en el estanque de Nobu, pescando lochas con red, y
al volver a casa vi a esa vaca con una pata atascada en el
barro. All abajo el terreno es pantanoso, y cuanto ms se
debata por salir, tanto ms se hunda. Estaba armando un
gran escndalo, de modo que la saqu de all. Pregunt en el
vecindario, pero no pareca pertenecer a nadie, as que
pens que un ladrn deba de haberla robado,
abandonndola ms tarde.
Una vaca vale la mitad de un hombre en una granja, y
sta es buena, con ubres jvenes. Gonnosuke se ech a
rer. Llegu a la conclusin de que el cielo deba de
haberme enviado la vaca porque soy pobre y no puedo
hacer nada por mi madre sin un poco de ayuda
sobrenatural. No me importa devolver la vaca a su dueo,
pero no s quin es.
Musashi observ que Gonnosuke haba contado lo
ocurrido con la sencillez y la franqueza propias de una
persona nacida y criada en el campo.
Su madre se mostr comprensiva.
Sin duda este rnin est preocupado por sus amigos
dijo. Cenad y acompale a buscarlos. Confo en que
estn en alguna parte cerca del estanque. Las colinas no son
un buen lugar para los forasteros. Estn llenas de bandidos,
que lo roban todo, caballos, verduras, cualquier cosa. Todo
esto me parece obra suya.
La brisa comenzaba como un susurro, creca hasta
convertirse en rfagas violentas y entonces ruga entre los
rboles y haca estragos con las plantas ms pequeas.
Durante un intervalo de calma en el que pesaba como
una amenaza el silencio de las estrellas, Gonnosuke alz la
antorcha y esper a que Musashi llegara a su lado.
Lo siento le dijo, pero nadie parece saber nada
de ellos. Slo hay otra casa entre aqu y el estanque. Est
detrs de aquel bosque. Su propietario trabaja en el campo a
tiempo parcial y luego caza. Si l no puede ayudarnos, no
hay ningn sitio ms donde podamos buscar.
Gracias por la molestia que te has tomado. Ya hemos
visitado ms de diez casas, por lo que supongo que no hay
muchas esperanzas de que anden por aqu. Si no
averiguamos nada en esa prxima casa, abandonemos la
bsqueda y regresemos.
Era medianoche pasada. Musashi haba esperado que
por lo menos encontraran algn rastro de Jtar, pero
nadie le haba visto. Las descripciones de Ots no haban
obtenido ms que miradas de incomprensin y esas largas
pausas que caracterizan a los campesinos.
Si ests preocupado por la caminata, para m no es
ningn problema. Podra pasarme toda la noche andando.
Son la mujer y el muchacho servidores tuyos? Hermano y
hermana?
Son las personas ms prximas a m.
A cada uno le habra gustado preguntar al otro ms
acerca de s mismo, pero Gonnosuke guard silencio,
avanz uno o dos pasos y gui a Musashi a lo largo de un
estrecho sendero hacia el estanque de Nobu.
Musashi senta curiosidad por la pericia de Gonnosuke
con el bastn y cmo la haba adquirido, pero su sentido del
decoro le impeda preguntrselo. Pensaba que su encuentro
con aquel hombre se deba a un accidente y a su propia
imprudencia, pero de todos modos se senta agradecido en
extremo. Qu desafortunado habra sido perderse la
exhibicin de la deslumbrante tcnica de aquel gran
luchador!
Gonnosuke se detuvo y le dijo:
Ser mejor que esperes aqu. Esa gente
probablemente duerme y no debemos asustarles. Ir solo y
ver si puedo averiguar algo.
Seal la casa, cuyo tejado de paja pareca casi
enterrado bajo los rboles. Se oy un susurro de bambes
acompaado por el ruido de apresuradas pisadas. Poco
despus, llam fuertemente a la puerta.
Regres pocos minutos despus con una informacin
que pareca dar a Musashi su primera pista autntica. Haba
tardado cierto tiempo en hacer comprender al hombre y su
mujer de qu les estaba hablando, pero finalmente la esposa
le dijo algo que le haba sucedido aquella tarde.
Un poco antes de la puesta del sol, cuando regresaba a
su casa tras hacer la compra, la mujer haba visto a un
chiquillo que corra en direccin a Yabuhara, con las manos
y el rostro cubiertos de barro y una larga espada de madera
en el obi. Cuando ella le detuvo para preguntarle qu le
ocurra, el muchacho respondi preguntndole dnde estaba
el despacho del representante del shgun. Sigui dicindole
que un mal hombre se haba llevado a la persona que viajaba
con l. Ella le dijo que estaba perdiendo el tiempo, pues los
funcionarios del shgun nunca organizaran por su cuenta la
bsqueda de una persona vulgar y corriente. Si se tratara de
alguien grande o importante, o si tuvieran rdenes
superiores, revolveran cada porcin de estircol de caballo,
cada grano de arena, pero los paisanos normales no les
interesaban. Adems, que los salteadores de caminos
raptaran a una mujer o dejaran desnudo a un viajero tras
haberle robado todo no era nada extraordinario. Esa clase de
cosas ocurran por la maana, al medioda y de noche.
La mujer haba dicho al muchacho que fuese ms all de
Yabuhara, a un lugar llamado Narai. All, en un cruce que
era fcil de ver, encontrara el almacn de un mayorista
especializado en hierbas. El propietario, que se llamaba
Daiz, escuchara su relato y con toda probabilidad se
ofrecera para ayudarle. Al contrario que los funcionarios,
Daiz no slo simpatizaba con los dbiles sino que no se
parara en barras para ayudarles si crea que su causa era
justa.
Gonnosuke termin diciendo:
Me pareci que ese muchacho podra muy bien ser
Jtar. Qu crees t?
Estoy seguro de ello dijo Musashi. Supongo que
lo mejor que podemos hacer es ir a Narai lo antes posible y
buscar a ese Daiz. Te estoy muy agradecido. Por lo menos
tengo una idea de lo que debo hacer.
Por qu no pasas el resto de la noche en mi casa?
Puedes salir por la maana, despus de haber desayunado.
Podra hacer tal cosa?
Claro. Si cruzamos el estanque de Nobu, llegaremos a
casa en la mitad del tiempo que hemos tardado en llegar
aqu. Le he pedido al hombre que nos dejara usar su bote y
me ha dado permiso.
El estanque, que se hallaba al extremo de un corto
trecho cuesta abajo, pareca una gigantesca piel de tambor.
Rodeado de sauces de hojas violceas, tendra un dimetro
de mil doscientas o trescientas varas. La oscura sombra del
monte Koma se reflejaba en el agua, junto con las estrellas
del cielo.
Embarcaron, Musashi sostuvo la antorcha y
Gonnosuke se encarg de impulsar el bote con la larga
prtiga, deslizndose silenciosamente a travs del estanque.
Mucho ms rojo que la misma antorcha era su reflejo en las
tranquilas aguas.
Colmillos venenosos
Desde lejos, la antorcha y su reflejo sugeran un par de aves
de fuego que sobrevolaran la serena superficie del estanque
de Nobu.
Viene alguien! susurr Matahachi. Muy bien,
iremos por aqu dijo, tirando de la cuerda con la que haba
atado a Ots. Vamos!
No voy a ir a ninguna parte protest Ots,
afirmando los talones en el suelo.
Levntate!
La azot en la espalda con el extremo de la cuerda, una
y otra vez, pero cada golpe reforzaba la resistencia de la
muchacha.
Matahachi se descorazon.
Vamos, mujer le implor. Camina, por favor.
Al ver que mantena su negativa a levantarse, la clera
de Matahachi se encendi de nuevo y cogi a la muchacha
por el cuello del kimono.
Vas a venir tanto si te gusta como si no.
Ots trat de volverse hacia el estanque y gritar, pero l
se apresur a amordazarla con una toalla de manos.
Finalmente logr arrastrarla hasta un pequeo santuario
escondido entre los sauces.
Ots, que ansiaba tener las manos libres para atacar a su
raptor, pens en lo maravilloso que sera ser transformada
en serpiente, como la que ahora vea pintada en una placa.
Estaba enrollada en un tronco de sauce y silbaba a un
hombre que la maldeca.
Hemos tenido suerte murmur Matahachi.
Suspirando aliviado, empuj a la muchacha al interior del
santuario y apoy todo su peso en la puerta de rejas,
mirando fijamente el pequeo bote que entraba en una cala a
unas cuatrocientas varas de distancia.
Su jornada haba sido agotadora. Cuando intentaba usar
la fuerza bruta contra ella, Ots dejaba claro que prefera
morir a someterse. Incluso amenaz con suicidarse
cortndose la lengua de un mordisco, y Matahachi la
conoca lo bastante bien para saber que no era una amenaza
gratuita. Su frustracin le llev al borde de asesinarla, pero
esa idea minaba sus fuerzas y enfriaba su lujuria.
No poda comprender por qu Ots amaba a Musashi y
no a l cuando, durante tanto tiempo, haba sido lo
contrario. Acaso las mujeres no le preferan a su antiguo
amigo? No haba sido siempre as? No se sinti Ok
atrada de inmediato por l en cuanto se vieron? Claro que
s. Slo haba una explicacin posible: Musashi le difamaba
a sus espaldas. Al pensar en la traicin del que haba sido
su amigo, Matahachi se puso furioso.
Valiente asno estpido y simpln estoy hecho!
Cmo he podido permitir que me pusiera en ridculo de
ese modo? Pensar que se me saltaron las lgrimas al orle
hablar de amistad eterna, de cmo la atesoraba l! Ja!
Se reprendi por haber hecho caso omiso a la
advertencia de Sasaki Kojir, la cual resonaba en sus odos:
Confa en ese bribn de Musashi y llegar el da que lo
lamentars.
Hasta aquel da haba oscilado entre el agrado y el
desagrado con respecto al amigo de su infancia, pero ahora
le odiaba. Y aunque no poda decirla en voz alta, una
solemne plegaria por la eterna condenacin de Musashi
surgi de lo ms profundo de su ser.
Se haba convencido de que Musashi era su enemigo,
nacido para frustrarle a cada paso y finalmente destruirle.
Ese maldito hipcrita se dijo. Me ve al cabo de tanto
tiempo y se pone a predicar sobre la necesidad de ser un
autntico ser humano, me da nimos, me dice que a partir
de ahora iremos cogidos de la mano, que seremos amigos
para siempre. Recuerdo cada una de sus palabras..., le veo
diciendo todo eso tan sinceramente. Slo pensar en ello me
pone enfermo. Probablemente se rea para sus adentros
mientras me hablaba.
La llamada buena gente de este mundo no es ms que
un conjunto de farsantes como Musashi. Bien, ahora s
cmo son, ya no pueden seguir engandome. Estudiar un
montn de libros estpidos y aguantar toda clase de
penalidades slo para convertirse en otro hipcrita es una
tontera. A partir de ahora pueden llamarme lo que quieran.
Aunque tenga que convertirme en un villano para hacerlo,
de una manera u otra impedir que ese bastardo se haga una
reputacin. Durante el resto de su vida me interpondr en
su camino!
Se volvi y abri la puerta de rejas de un puntapi.
Desat la mordaza de Ots y le dijo framente:
Todava llorando, eh?
Ella no le respondi.
Contstame! Responde a la pregunta que te he
hecho.
Enfurecido por el silencio de la joven, dio una patada a
su oscura forma en el suelo. Ella se apart de su alcance.
No tengo nada que decirte replic. Si vas a
matarme, hazlo como un hombre.
No digas idioteces! He tomado una decisin. T y
Musashi habis arruinado mi vida, y voy a desquitarme, te
lo aseguro, no me importa cunto tarde en conseguirlo.
Ests diciendo tonteras. Nadie te descarri salvo t
mismo. Claro que pudiste recibir un poco de ayuda de esa
mujer, Ok.
Ten cuidado con lo que dices!
Ah, t y tu madre! Qu le ocurre a tu familia? Por
qu siempre tenis que odiar a alguien?
Hablas demasiado! Lo que quiero saber es si vas a
casarte conmigo o no.
Puedo responder a esa pregunta fcilmente.
Pues entonces respndela.
Tanto en esta vida como en el futuro eterno, mi
corazn pertenece a un solo hombre, Miyamoto Musashi.
Cmo puedo interesarme por nadie ms, y mucho menos
por un dbil como t? Te detesto!
Matahachi se ech a temblar. Solt una risa cruel y dijo:
As que me detestas, eh? Bien, es una lstima,
porque tanto si te gusta como si no, a partir de esta noche
tu cuerpo es mo!
Ots se estremeci de ira.
Me he criado en un templo, nunca vi a mis padres. La
muerte no me asusta lo ms mnimo.
Acaso bromeas? gru l, dejndose caer a su lado
y atrayndole el rostro hacia el suyo. Quin ha hablado
de muerte? Matarte no me dara ninguna satisfaccin. Esto
es lo que voy a hacer! Cogindola por el hombro y la
mueca izquierda, le clav los dientes a travs de la manga
en el brazo.
Gritando y retorcindose, ella intent liberarse, pero
Matahachi apret ms los dientes clavados en su brazo. No
la solt aun cuando la sangre se deslizaba hasta la mueca
que aferraba.
Plida como la cera, Ots se desmay de dolor. Al notar
la languidez de su cuerpo, l la solt y se apresur a abrirle
la boca para asegurarse de que no se haba cortado la lengua
con los dientes. El rostro de la joven estaba baado en
sudor.
Ots! exclam quejumbroso. Perdname!
La sacudi hasta que volvi en s.
En cuanto ella pudo hablar, se tendi en el suelo y
balbuci histricamente:
Ah, me duele! Cmo me duele! Jtar! Aydame,
Jtar!
Matahachi, plido y sin aliento, le dijo:
Te duele? Qu lstima] Incluso despus de que se
cure, la seal de mis dientes permanecer ah durante largo
tiempo. Qu dir la gente cuando la vea? Qu pensar
Musashi? Lo dejo ah como una marca, para que todos
sepan que uno de estos das me pertenecers. Si quieres
huir, hazlo, pero esto har que me recuerdes siempre.
En el oscuro y un tanto polvoriento santuario, slo los
sollozos de Ots rompan el silencio.
Deja de lloriquear, me pones nervioso. No voy a
tocarte, as que cllate de una vez. Quieres que te traiga
agua?
Cogi una escudilla de barro del altar y empez a salir.
Le sorprendi ver a un hombre en el exterior, que
miraba hacia adentro. El inesperado visitante se dio a la
fuga, pero Matahachi cruz la puerta de un salto y le
agarr.
El hombre, un campesino que se diriga al mercado
mayorista de Shiojiri, con varios sacos de grano cargados a
lomos de su caballo, cay a los pies de Matahachi,
temblando aterrorizado.
No iba a hacer nada. Slo o llorar a una mujer y mir
para ver qu pasaba.
De veras? Ests seguro? replic Matahachi. Su
actitud era tan severa como la de un magistrado local.
S, lo juro.
En ese caso, te perdono la vida. Descarga esos sacos
y ata a la mujer en el lomo del caballo. Entonces te quedars
con nosotros hasta que hayas dejado de serme til. Sus
dedos jugueteaban amenazantes con la empuadura de su
espada.
El campesino, demasiado asustado para desobedecer,
hizo lo que Matahachi le haba ordenado, y los tres se
pusieron en marcha.
Matahachi recogi una caa de bamb para usarla como
ltigo.
Vamos a Edo y no queremos compaa, as que
aljate de la carretera principal orden al campesino.
Toma un camino donde no nos tropecemos con nadie.
Eso es muy difcil.
Me tiene sin cuidado lo difcil que sea! Y no se te
ocurra hacerme una mala jugada porque te parto la crisma.
No te necesito especialmente, lo nico que quiero es el
caballo. Deberas agradecerme que te haga venir.
El oscuro sendero pareca ms empinado a cada paso.
Cuando llegaron a Ubagami, ms o menos a la mitad del
recorrido, tanto los hombres como el caballo estaban
prximos a desplomarse. Bajo sus pies las nubes se
ondulaban como olas. Una dbil luminosidad tea el cielo
por el este.
Ots haba cabalgado durante toda la noche sin
pronunciar palabra, pero cuando vio los primeros rayos del
sol, dijo quedamente:
Matahachi, por favor, deja que este hombre se
marche. Devulvele su caballo. Te prometo que no me
escapar.
Matahachi se mostr reacio, pero Ots repiti su
splica por tercera y cuarta vez, hasta que l cedi. Cuando
el campesino se alejaba, Matahachi dijo a la joven:
Ahora camina en silencio y no intentes huir.
Ella se puso la mano sobre el brazo herido y,
mordindose el labio, dijo:
No lo har. No creers que deseo que alguien vea las
marcas de tus colmillos venenosos, no es cierto?
Una advertencia maternal
Ests yendo demasiado lejos, madre dijo Gonnosuke
. No te das cuenta de que tambin yo estoy
trastornado?
Lloraba y las palabras le salan entrecortadas.
Chisss! Le despertars. La voz de su madre era
suave pero severa. Podra estar riendo a un nio de tres
aos. Si te sientes tan mal, lo nico que puedes hacer es
dominarte y seguir el Camino con todo tu corazn. Llorar
no te servir de nada. Adems, es indecoroso. Lmpiate la
cara.
Primero promteme que me perdonars mi
vergonzosa actuacin de ayer.
Es cierto que no pude evitar reirte, pero supongo
que, al fin y al cabo, todo es cuestin de pericia. Dicen que
cuanto ms tiempo pasa sin que un hombre se enfrente a un
desafo, tanto ms dbil se vuelve. Es natural que perdieras.
Orte decir eso no hace ms que empeorar las cosas.
A pesar de tu estmulo, fui derrotado. Ahora veo que no
tengo el valor ni el espritu necesarios para ser un autntico
guerrero. Tendr que abandonar las artes marciales y
conformarme con ser un campesino. Puedo hacer mucho
ms por ti con la azada que con el bastn.
Musashi ya se haba despertado. Se enderez,
sorprendido de que el joven y su madre se hubieran tomado
la escaramuza tan en serio. l mismo ya la haba relegado,
considerndola un error tanto suyo como de Gonnosuke.
Qu sentido del honor, musit mientras pasaba con sigilo
a la otra habitacin. Fue al extremo y mir a travs de la
ranura entre los paneles de la shoji.
Levemente iluminada por el sol naciente, la madre de
Gonnosuke estaba sentada de espaldas al altar budista.
Gonnosuke, arrodillado dcilmente ante ella, tena la cabeza
gacha y los ojos arrasados en lgrimas.
Cogindole por la parte trasera del cuello de su kimono,
la mujer le dijo con vehemencia:
Qu has dicho? Qu es eso de pasarte la vida como
un campesino? Le atrajo ms hacia ella, hasta que la
cabeza de Gonnosuke descans sobre sus rodillas, y sigui
dicindole en tono indignado: Slo una cosa me ha
permitido seguir adelante en todos estos aos, la esperanza
de que pudiera hacer de ti un samurai y restaurar el buen
nombre de nuestra familia. Por eso te hice leer aquellos
libros y aprender las artes marciales. Y por eso me las he
arreglado para vivir con tan poco. Y ahora..., ahora dices
que vas a abandonarlo todo!
Tambin ella empez a llorar.
Ya que has permitido que te venciera, has de pensar
en la revancha. Todava est aqu. Cuando despierte,
desafale a otro encuentro. Es la nica manera en que podrs
recuperar la confianza en ti mismo.
Gonnosuke alz la cabeza y dijo entristecido:
Si pudiera hacer eso, madre, no me sentira como me
siento ahora.
Qu te ocurre? Actas de una manera extraa.
Dnde est tu espritu?
Anoche, cuando fui con l al estanque, mantuve los
ojos abiertos en busca de una oportunidad de atacarle, pero
no pude hacerlo. Me deca una y otra vez que slo era un
rnin sin nombre. Sin embargo, al mirarle bien, mi brazo se
negaba a moverse.
Eso es porque ests pensando como un cobarde.
Y qu? Mira, s que llevo la sangre de un samurai de
Kiso en mis venas. No he olvidado cmo rec ante el dios
de Ontake durante veintin das.
No juraste ante el dios de Ontake que usaras tu
bastn para crear tu propia escuela?
S, pero supongo que he estado demasiado satisfecho
de m mismo. No he tenido en cuenta que otros hombres
tambin saben luchar. Si soy tan inmaduro como lo
demostr ayer, cmo podr jams establecer una escuela
propia? Antes que vivir pobre y verte hambrienta,
preferira partir mi bastn por la mitad y olvidarme del
asunto.
Nunca habas perdido hasta ahora, y has tenido
bastantes encuentros. Tal vez el dios de Ontake quiso que
perdieras ayer para darte una leccin. Puede que fuese un
castigo por tener demasiada confianza en ti mismo.
Abandonar el bastn para cuidar mejor de m no es la
manera de hacerme feliz. Cuando ese rnin se despierte,
desafale. Si vuelves a perder, entonces ser el momento de
que rompas tu bastn y olvides tus ambiciones.
Musashi regres a su habitacin para pensar en lo que
acababa de or. Si Gonnosuke le desafiaba, tendra que
luchar, y si luchaba, saba que ganara. Gonnosuke se
quedara anonadado y a su madre se le partira el corazn.
Lleg a la conclusin de que lo nico que poda hacer era
evitar el encuentro.
Abri sigilosamente la puerta que daba a la terraza y
sali. El sol matinal derramaba una luz blancuzca entre los
rboles. En el ngulo del patio, cerca de un almacn, estaba
la vaca, agradecida por la llegada de otro da y la hierba que
creca bajo sus pezuas. Musashi se despidi en silencio
del animal, se intern entre los rboles alineados para
proteger a la granja del viento y sigui un camino que
serpenteaba a travs de los campos.
De da el monte Koma era visible desde la cima al pie.
Las nubes eran innumerables, pequeas y algodonosas, cada
una de forma diferente, todas ellas impulsadas por la brisa.
Jtar es joven y Ots frgil se dijo Musashi.
Pero hay personas que tienen en su corazn la bondad para
cuidar de los jvenes y los frgiles. Algn poder en el
universo decidir si los encuentro o no. Su espritu,
confuso desde el da de las cascadas, haba parecido en
peligro de perder su rumbo. Ahora regres al camino que
deba seguir. En una maana como aqulla, pensar
solamente en Ots y Jtar pareca una falta de
perspicacia, por muy importantes que fuesen para l. Deba
mantener su mente en el Camino que haba jurado seguir a
lo largo de esta vida y en la siguiente.
Narai, donde lleg poco despus del medioda, era una
comunidad prspera. Una tienda mostraba en el exterior
una variedad de pieles animales. Otra se especializaba en
peines de Kiso.
Con la intencin de orientarse, Musashi se asom a una
tienda que venda una medicina hecha con hiel de oso. Un
letrero deca El Gran Oso, y, en efecto, en la entrada
haba un oso de gran tamao enjaulado.
El propietario, que estaba de espaldas, termin de
servirse una taza de t.
Puedo ayudarte en algo? le pregunt.
Sabes dnde est la tienda de un hombre llamado
Daiz?
Daiz? Est en el siguiente cruce. El hombre sali
con la taza de t en la mano y seal el camino. Vio que su
aprendiz regresaba de hacer un recado y le llam: Mira,
este caballero quiere ir a casa de Daiz. Puede que no le
reconozca, por lo que ser mejor que le acompaes.
El aprendiz, cuya cabeza estaba afeitada de manera que
tena un mechn de pelo delante y otro detrs, pero nada en
medio, parti seguido de Musashi. ste, agradecido por la
amabilidad, reflexion en que Daiz deba disfrutar del
respeto de sus convecinos.
Es all dijo el muchacho. Seal el establecimiento
a la izquierda y se march de inmediato.
Musashi haba esperado encontrarse con una tienda
como las que atendan a los viajeros, por lo que se llev una
sorpresa. El escaparate enrejado tena dieciocho pies de
longitud, y detrs de la tienda haba dos almacenes. La casa,
que era grande y pareca extenderse un buen trecho desde el
alto muro que rodeaba el resto del recinto, tena un portal
imponente, ahora cerrado.
Con cierta vacilacin, Musashi abri la puerta y grit:
Buenos das!
El interior, grande y penumbroso, le record el de una
destilera de sake. Debido al suelo de tierra, el aire era
agradablemente fresco.
Haba un hombre ante un pupitre de contable en el
despacho, una habitacin con un suelo elevado cubierto de
tatami.
Musashi cerr la puerta tras l y explic lo que quera.
Antes de que hubiera terminado, el empleado asinti y le
dijo:
Bien, bien, as que has venido a por el chico. Hizo
una reverencia y ofreci un cojn a Musashi. Lamento
decirte que ya no est aqu. Se present hacia medianoche,
cuando estbamos haciendo los preparativos para el viaje
del dueo. Parece ser que la mujer con la que viajaba fue
raptada, y quera que el dueo le ayudara a buscarla. El
dueo le dijo que lo intentara con mucho gusto, pero que
no poda garantizarle nada. Si ha sido raptada por un
saqueador o un bandido de este entorno no habr ningn
problema. Pero, al parecer, fue otro viajero, y procurara
mantenerse fuera de las rutas principales.
Esta maana el dueo ha enviado a varios hombres
para que investigaran, pero no han encontrado rastro
alguno. El muchacho rompi a llorar al orlo, por lo que el
dueo le sugiri que le acompaara. As podran buscarla
por el camino, o incluso podran tropezarse contigo. El
chico pareca muy deseoso de irse, y lo hicieron en seguida.
Supongo que han transcurrido unas cuatro horas desde su
partida. Qu lstima que les hayas perdido!
Musashi estaba decepcionado, aunque no habra llegado
a tiempo aunque hubiera salido antes y viajado con ms
rapidez. Se consol pensando que siempre haba un
maana.
Adonde se dirige Daiz? pregunt.
Es difcil saberlo. sta no es una tienda ordinaria. Las
hierbas se preparan en las montaas y las traen aqu. Dos
veces al ao, en primavera y otoo, los vendedores recogen
aqu sus existencias y se ponen en camino. Como el dueo
no est muy ocupado, hace frecuentes viajes, a veces a
templos o santuarios, otras a establecimientos de aguas
termales o lugares famosos por sus paisajes. Esta vez creo
que ir al Zenkji, viajar algn tiempo por Echigo y luego
seguir hasta Edo. Pero eso es slo una corazonada. Nunca
nos dice adonde va. Te apetece una taza de t?
Musashi aguard con impaciencia, incmodo en aquel
entorno, mientras iban a buscar t fresco a la cocina.
Cuando lleg el t, pregunt qu aspecto tena Daiz.
Si le vieras le reconoceras en seguida. Tiene
cincuenta y dos aos, es muy robusto y parece fuerte,
macizo, la cara rojiza con algunas marcas de viruela. Tiene
una parte calva en la sien derecha.
Es alto?
Yo dira que de estatura normal.
Cmo viste?
Ahora que lo preguntas, supongo que sa es la mejor
maera de reconocerle. Lleva un kimono chino de algodn a
rayas, que encarg especialmente a Sakai para este viaje. Es
un tejido muy especial. Dudo de que nadie ms lo use
todava.
Musashi se form una impresin del carcter del
hombre as como de su aspecto. Por cortesa, se qued el
tiempo suficiente para terminar el t. No podra darles
alcance antes de que se pusiera el sol, pero calcul que si
viajaba de noche, estara en el puerto de Shiojiri al amanecer
y podra esperarlos all.
Cuando lleg al pie del puerto de montaa, el sol se
haba puesto y una niebla nocturna descenda suavemente
sobre el camino. Eran los ltimos das primaverales, y las
luces en las casas a lo largo del camino subrayaban la
soledad de las montaas. Todava faltaban cinco millas
hasta la cima del puerto. Sigui ascendiendo, sin detenerse a
descansar hasta que lleg a Inojigahara, un lugar alto y
nivelado junto al puerto. All se tendi bajo las estrellas y
dej que su mente errara. No tard mucho en quedarse
profundamente dormido.
El diminuto santuario de Sengen sealaba el pinculo de la
rocosa eminencia que se alzaba como un carbnculo en la
meseta. Era el punto ms elevado en la zona de Shiojiri.
El sueo de Musashi fue interrumpido por el sonido de
voces.
Ven aqu grit un hombre. Se ve el monte Fuji.
Musashi se irgui y mir a su alrededor sin ver a nadie.
La luz matinal era deslumbradora. Y all, flotando en un
mar de nubes, estaba el cono rojo del monte Fuji, llevando
todava su manto invernal de nieve. La visin hizo que
aflorase a sus labios un infantil grito de alegra. Haba visto
pinturas de la famosa montaa y tena una imagen mental
de ella, pero aqulla era la primera vez que la vea en
realidad. Estaba casi a doscientas millas de distancia, pero
pareca encontrarse en el mismo nivel que el observador.
Magnfico suspir, sin enjugarse las lgrimas que
se deslizaban de sus ojos.
Se sinti apabullado por su propia pequeez,
entristecido al pensar en su insignificancia en la vastedad
del universo. Desde su victoria en el pino de ancha copa, se
haba atrevido en secreto a pensar que eran pocos, o
ninguno, los hombres tan bien cualificados como lo estaba
l para ser considerados grandes espadachines. Su vida en la
tierra era corta, limitada, pero la belleza y el esplendor del
monte Fuji eran eternos. Irritado y un poco deprimido, se
pregunt cmo poda dar alguna importancia a sus logros
con la espada.
Haba algo inevitable en la manera en que la naturaleza
se alzaba majestuosa y severa por encima de l. Que l
estuviera condenado a permanecer debajo era algo que
perteneca al orden de las cosas. Se arrodill ante la
montaa, confiando en que le fuese perdonada su
presuncin, y uni las manos para orar por el eterno
descanso de su madre y por la seguridad de Ots y Jtar.
Expres su agradecimiento a su pas y rog que se le
permitiera llegar a ser grande, aun cuando no pudiera
compartir la grandeza natural.
Pero incluso mientras estaba arrodillado, distintos
pensamientos se agolparon en su mente. Qu le haba
hecho pensar que el hombre era pequeo? Acaso la misma
naturaleza no era grande solamente cuando se reflejaba en
los ojos humanos? No existan los mismos dioses slo
cuando se comunicaban con los corazones de los mortales?
Los hombres, espritus vivos, no rocas inertes, llevaban a
cabo las acciones ms grandes de todas.
Como hombre no estoy tan alejado de los dioses y el
universo se dijo. Puedo tocarlos con mi espada de tres
pies. Pero no es as cuando siento que hay una distincin
entre la naturaleza y la humanidad, mientras permanezca
alejado del mundo del verdadero experto, del hombre
plenamente desarrollado.
Su contemplacin fue interrumpida por la chchara de
unos mercaderes que haban trepado cerca de donde l
estaba y contemplaban la montaa.
Tenan razn. Desde aqu se ve.
Pero no puedes inclinarte a menudo ante la montaa
sagrada desde aqu.
Los viajeros se movan como hormigas en ambas
direcciones, cargados con una serie caleidoscpica de
equipajes. Ms tarde o ms temprano, Daiz o Jtar
subiran por la cuesta. Si por azar no lograba discernirlos
entre los dems viajeros, seguramente ellos veran el letrero
que haba colocado al pie de la cuesta: A Daiz de Narai.
Deseo verte cuando pases por aqu. Estar esperando en el
santuario de arriba. Musashi, maestro de Jtar.
Ahora el sol estaba muy por encima del horizonte.
Musashi haba estado examinando el camino como un
halcn, pero no haba seal alguna de Daiz. Al otro lado
del puerto, el camino se divida en tres ramales. Uno de
ellos pasaba por Ksh directamente hacia Edo. Otro, la
ruta principal, cruzaba el puerto de Usui y entraba en Edo
por el norte. El tercero giraba hacia las provincias del norte.
Tanto si Daiz se diriga al norte, hacia el Zenkji, o al
este, a Edo, tendra que pasar por aquel puerto. No
obstante, Musashi saba que la gente no siempre se mueve
como uno espera que lo haga. El mayorista de hierbas
podra haberse apartado mucho del camino general, o tal
vez estaba pasando una noche al pie de la montaa.
Musashi decidi que no sera una mala idea volver all y
preguntar por Daiz.
Cuando bajaba por el sendero abierto en la ladera del
risco, oy una voz ronca y familiar que deca:
Ah est, ah arriba!
Aquella voz despert en seguida en su mente el
recuerdo del bastn que haba rozado su cuerpo dos noches
antes.
Baja de ah! grit Gonnosuke. Bastn en mano,
mir furibundo a Musashi: Huiste! Imaginaste que te
desafiara y te escapaste. Baja y lucha conmigo otra vez!
Musashi se detuvo entre dos rocas, se apoy en una de
ellas y mir en silencio a Gonnosuke.
Gonnosuke entendi por esta actitud de Musashi que
no iba a bajar, y dijo a su madre:
Espera aqu. Voy a subir ah y tumbarle. Ya vers.
Detente! le grit su madre, que estaba a
horcajadas sobre la vaca. Eso es lo malo de ti. Eres
impaciente. Has de aprender a leer los pensamientos de tu
enemigo antes de lanzarte al combate. Supn que te arrojara
desde ah una gran piedra. Entonces qu?
Musashi oa sus voces, pero las palabras no le llegaban
con claridad. Por lo que a l respectaba, ya haba ganado,
pues haba comprendido cmo usaba Gonnosuke su bastn.
Lo que le irritaba era la amargura de madre e hijo y su deseo
de venganza. Si Gonnosuke volva a perder, se sentiran
mucho ms resentidos. Por su experiencia con la casa de
Yoshioka, saba que era una necedad trabar combates que
conducan a una mayor hostilidad. Y luego estaba la madre
de aquel hombre, en la que Musashi vea una segunda
Osugi, una mujer que amaba a su hijo a ciegas y se sentira
eternamente agraviada por cualquiera que le hiciese dao.
Musashi dio media vuelta y empez a subir.
Espera!
Inmovilizado por la fuerza de la voz de aquella anciana,
Musashi se detuvo y gir sobre sus talones.
La mujer desmont y camin hasta el pie del risco.
Cuando estuvo seguro de que l la escuchaba, se arrodill,
puso ambas manos en el suelo e hizo una profunda
reverencia.
Buen samurai! grit. Me avergenza
presentarme ante ti de esta manera. Estoy segura de que
slo sientes desdn por mi testarudez. Pero no acto por
odio, despecho o mala voluntad. Te pido que te apiades de
mi hijo. Durante diez aos ha practicado a solas, sin
maestros, sin amigos, sin adversarios realmente dignos. Te
ruego que le des otra leccin en el arte de la lucha.
Musashi la escuchaba en silencio.
Sera un oprobio ver que nos abandonas as sigui
diciendo con una voz embargada por la emocin. La
actuacin de mi hijo dos das atrs fue torpe. Si no hace algo
para demostrar su capacidad, ni l ni yo seremos capaces de
enfrentarnos a nuestros antepasados. En estos momentos
no es ms que un campesino que ha perdido una pelea.
Puesto que ha tenido la buena suerte de conocer a un
guerrero de tu categora, sera una vergenza para l que no
se aprovechara de la experiencia. Por eso le he trado aqu.
Te imploro que escuches mi splica y aceptes su desafo.
Finalizado su parlamento, la mujer hizo otra reverencia,
casi como si rindiera culto a los pies de Musashi. ste baj
por el camino y, al llegar a su lado, la cogi de la mano y la
ayud a montar de nuevo en la vaca.
Coge la cuerda, Gonnosuke, y hablemos de esto
mientras caminamos. Pensar si quiero luchar contigo o no.
Musashi camin un poco por delante de ellos y, aunque
haba sugerido que discutiran el asunto, no dijo una sola
palabra. Gonnosuke le miraba la espalda con suspicacia,
azotando de vez en cuando distradamente las patas de la
vaca con una vara. Su madre pareca inquieta y preocupada.
Cuando haban recorrido quiz una milla, Musashi solt
un gruido y dijo:
Luchar contigo.
Gonnosuke solt la cuerda.
Ya ests preparado? le pregunt. Mir a su
alrededor para verificar su posicin, como si estuviera
dispuesto a combatir de inmediato all mismo.
Musashi no le hizo caso y se dirigi a su madre.
Ests preparada para lo peor? No hay ninguna
diferencia entre un combate como ste y una lucha a
muerte, aun cuando las armas no sean las mismas.
La mujer se ri por primera vez.
No es necesario que me digas eso. Si mi hijo pierde
ante un hombre ms joven, como lo eres t, entonces es
mejor que abandone las artes marciales, y si hace tal cosa no
tendra sentido seguir viviendo. Si las cosas salen as, no te
guardar ningn rencor.
Si es as como sientes, de acuerdo. Recogi la
cuerda que Gonnosuke haba abandonado. Si nos
quedamos en la carretera, habr gente por medio. Atemos la
vaca y luego luchar tanto como gustes.
En medio del llano donde se encontraban haba un
enorme alerce. Musashi lo seal y se dirigieron all.
Preprate, Gonnosuke dijo con calma.
Gonnosuke no necesit que le insistiera. En un
momento estuvo ante Musashi con el bastn apuntando
hacia el suelo.
Musashi permaneca con las manos vacas, los brazos y
hombros relajados.
No vas a hacer ningn preparativo? le pregunt
Gonnosuke.
Para qu?
Gonnosuke se encoleriz.
Coge algo para luchar, lo que quieras.
Estoy preparado.
Sin arma?
Tengo mi arma aqu replic Musashi, llevando la
mano izquierda a la empuadura de su espada.
Luchas con una espada?
Por toda respuesta, Musashi se limit a esbozar una
sonrisa. Estaban ya en la etapa en que no podan permitirse
gastar energa hablando.
La madre de Gonnosuke se haba sentado debajo del
alerce y pareca un Buda de piedra.
No luchis todava les dijo. Esperad!
Los dos hombres, que se miraban fijamente sin hacer el
menor movimiento, no parecieron orla. El bastn de
Gonnosuke esperaba bajo su brazo la oportunidad de
golpear, como si hubiera aspirado todo el aire de la meseta
y estuviera a punto de exhalarlo en un gran golpe silbante.
Musashi tena la mano en la parte inferior de la empuadura
de su espada y sus ojos parecan perforar el cuerpo de su
contrario. Interiormente, el combate ya haba dado
comienzo, pues el ojo puede daar a un hombre ms
gravemente que la espada o el bastn. Cuando el ojo ha
hecho el corte inicial, la espada o el palo penetran por l sin
esfuerzo.
Esperad! grit la madre de nuevo.
Qu ocurre? le pregunt Musashi, retrocediendo
de un salto cuatro o cinco pies a una posicin ms segura.
Ests luchando con una espada real?
Tal como yo peleo, que use una espada de madera o
una real no supone la menor diferencia.
No estoy tratando de detenerte.
Quiero asegurarme de que lo comprendes. La espada,
de madera o de acero, es absoluta. En un combate real, no
hay medidas intermedias. La nica manera de evitar el
riesgo es huir.
Tienes toda la razn, pero se me ha ocurrido que en
un encuentro de esta importancia, deberais anunciaros
formalmente. Cada uno de vosotros se enfrenta a un
contrario de una clase con la que no tendr ocasin de
luchar a menudo. Cuando la lucha haya terminado, ser
demasiado tarde.
Cierto.
Gonnosuke, di tu apellido primero.
Gonnosuke hizo una reverencia formal a Musashi.
Se dice que nuestro antepasado remoto fue
Kakumy, que luch bajo el estandarte del gran guerrero de
Kiso, Minamoto no Yoshinaka. Despus de la muerte de
Yoshinaka, Kakumy se hizo fiel del santo Hnen, y es
posible que seamos de la misma familia que l. A lo largo de
los siglos, nuestros antepasados han vivido en esta zona,
pero en la generacin de mi padre sufrieron una deshonra
que no voy a mencionar. Mi madre y yo, llenos de congoja,
fuimos al santuario de Ontake y juramos por escrito que yo
restaurara nuestro buen nombre siguiendo el Camino del
Samurai. Ante el dios del santuario de Ontake adquir mi
tcnica para usar el bastn. Lo llamo el estilo Mus, es
decir, el estilo de la Visin, pues lo recib como revelacin
en el santuario. La gente me llama Mus Gonnosuke.
Musashi le devolvi la reverencia.
Mi familia desciende de Hirata Shgen, cuya casa era
una rama de los Akamatsu de Harima. Soy el hijo nico de
Shimmen Munisai, que vivi en el pueblo de Miyamoto en
Mimasaka. He recibido el nombre de Miyamoto Musashi.
No tengo parientes cercanos y he dedicado mi vida al
Camino de la Espada. Si cayera ante tu bastn, no hay
necesidad de que te molestes por mis restos.
Adopt de nuevo su postura y grit:
En guardia!
La anciana pareca incapaz de respirar. Lejos de haberse
visto en peligro junto con su hijo, era ella quien haba hecho
cuanto pudo para buscarlo, colocando expresamente a
Gonnosuke ante la espada destellante de Musashi.
Semejante comportamiento habra sido impensable en una
madre ordinaria, pero ella estaba plenamente convencida de
que haba hecho lo correcto. Ahora permaneca sentada en
estilo formal, los hombros ligeramente inclinados adelante y
las manos colocadas una sobre la otra en sus rodillas, en una
actitud remilgada. Su cuerpo daba la impresin de que era
pequeo y encogido. Habra sido difcil creer que haba
tenido varios hijos, que los haba enterrado a todos excepto
uno y que haba perseverado a travs de innumerables
dificultades para convertir en un guerrero al ltimo
superviviente.
Los ojos le brillaban, como si todos los dioses y
bodhisattvas del cosmos se hubieran reunido en su persona
para ser testigos del combate.
En el instante en que Musashi desenvain, Gonnosuke
sinti un escalofro en todo su cuerpo. Perciba
instintivamente que su destino, expuesto a la espada de
Musashi, ya haba sido decidido, pues en aquel momento
vea ante l a un hombre al que no haba visto antes. Dos
das atrs observ a Musashi en un estado de nimo fluido
y flexible, que podra compararse con las lneas suaves y
fluidas de la caligrafa en el estilo cursivo.
No estaba preparado para enfrentarse a un hombre
distinto, la encarnacin de la austeridad, como un carcter
de escritura cuadrado, inmaculadamente escrito con cada
lnea y punto en su sitio.
Al darse cuenta de que haba juzgado mal a su
adversario, se vio incapaz de lanzarse a un ataque violento,
como haba hecho antes. Su bastn permaneci situado
pero impotente por encima de su cabeza.
Mientras los dos hombres se enfrentaban en silencio,
los restos de la niebla matinal se disiparon. Un pjaro vol
con indolencia entre ellos y las nebulosas montaas a lo
lejos. Entonces, de improviso, un grito hendi el aire, como
si el pjaro se hubiera desplomado al suelo. Era imposible
saber si el sonido proceda de la espada o del bastn. Era
irreal, como el aplauso con una sola mano del que hablan los
seguidores del zen.
Simultneamente, los cuerpos de los dos luchadores,
movindose en perfecta coordinacin con sus armas,
cambiaron de posicin. El cambio tard menos tiempo del
que tarda una imagen en ser transmitida desde el ojo al
cerebro. El golpe de Gonnosuke haba fallado. Musashi
haba invertido a la defensiva su antebrazo y golpeado hacia
arriba, desde cerca del costado de Gonnosuke hasta un
punto por encima de su cabeza, y a punto estuvo de
alcanzarle el hombro derecho y la sien. Entonces Musashi
emple su magistral golpe de retorno, el que haba causado
la afliccin de todos sus oponentes hasta entonces, pero
Gonnosuke, agarrando el bastn con ambas manos cerca de
los extremos, par la espada por encima de su cabeza.
Si la hoja no hubiera entrado en contacto oblicuamente
con la madera, sin duda habra partido en dos el bastn. Al
cambiar de posicin, Gonnosuke haba dirigido el codo
izquierdo adelante y alzado el codo derecho, con la
intencin de golpear a Musashi en el plexo solar, pero en el
que debera haber sido el momento del impacto, el extremo
del bastn estaba todava una fraccin de pulgada separado
del cuerpo de Musashi.
Con la espada y el bastn cruzados por encima de la
cabeza de Gonnosuke, ninguno de los dos poda avanzar ni
retroceder. Ambos saban que un falso movimiento
significara la muerte sbita. Aunque la posicin era anloga
a la de un punto muerto en que las espadas estn trabadas
por las guardas, Musashi era consciente de las importantes
diferencias que existen entre una espada y un bastn.
Evidentemente, un bastn no tiene guarda ni hoja ni
empuadura ni punta. Pero en las manos de un experto
como Gonnosuke, cualquier parte del arma de cuatro pies
de longitud poda ser hoja, punta o empuadura. As pues,
el bastn era mucho ms verstil que la espada, e incluso
poda ser usado como una lanza corta.
Incapaz de predecir la reaccin de Gonnosuke, Musashi
no poda retirar su arma. Por otro lado, Gonnosuke se
encontraba en una posicin an ms peligrosa: su arma
jugaba el papel pasivo de parar la hoja de Musashi. Si
permita que su espritu flaqueara un solo instante, la
espada le abrira la cabeza.
Gonnosuke palideci, se mordi el labio inferior y un
sudor oleoso brill alrededor de las comisuras vueltas hacia
arriba de sus ojos. Mientras las armas cruzadas empezaban
a oscilar, su respiracin se haca ms pesada.
Gonnosuke! grit su madre, ms plida que l.
Alz el torso y se dio una palmada en la cadera. Tienes
la cadera demasiado alta! grit, y entonces cay hacia
adelante.
Pareci como si hubiera perdido el sentido. Su voz
haba sonado como si estuviera escupiendo sangre.
Haba parecido que la espada y el bastn permaneceran
trabados hasta que los luchadores se convirtieran en piedra.
Al or el grito de la anciana, se separaron con una fuerza
ms estremecedora que la que un momento antes les haba
llevado a trabarse.
Musashi golpe el suelo con los talones, salt hacia
atrs una distancia de siete pies. El bastn de Gonnosuke
cubri de inmediato el espacio que haba ocupado Musashi,
el cual apenas haba tenido tiempo de esquivarlo.
Frustrado su ataque letal, Gonnosuke perdi el
equilibrio y cay hacia adelante, exponiendo la espalda.
Musashi se movi con la rapidez de un halcn peregrino y
un delgado destello luminoso entr en contacto con los
msculos dorsales de su adversario, el cual, con el balido de
una ternera aterrada, cay de bruces en el suelo. Musashi se
sent pesadamente en la hierba, llevndose una mano al
estmago.
Abandono! grit.
Gonnosuke no emita sonido alguno. La madre,
demasiado anonadada para poder hablar, miraba sin
comprender la forma postrada de su hijo.
He usado el canto de la espada le dijo Musashi,
volvindose a ella. Como la mujer no pareca comprender,
aadi: Dale un poco de agua. No est malherido.
Qu? grit ella, incrdula.
Al ver que no haba sangre en el cuerpo de su hijo, se
tambale hasta llegar a l y le abraz. Le llam por su
nombre, le ofreci agua y le sacudi hasta hacerle volver en
s.
Gonnosuke mir unos momentos a Musashi con
expresin vaca, y luego fue hacia l y se inclin tocando el
suelo con la frente.
Lo siento se limit a decirle. Eres demasiado
bueno para m.
Como si saliera de un trance, Musashi le cogi la mano
y dijo:
Por qu dices eso? No eres t quien ha perdido, sino
yo. Se abri la parte delantera del kimono. Mira esto.
Seal una mancha roja donde el bastn le haba
alcanzado. Slo un poco ms y me habras matado.
La voz le temblaba al hablar, pues lo cierto era que no
saba cundo ni cmo haba recibido el golpe.
Gonnosuke y su madre miraron la mancha roja pero no
dijeron nada.
Musashi cerr su kimono y pregunt a la anciana por
qu haba prevenido a su hijo acerca de sus caderas. Haba
observado algo defectuoso o peligroso en su postura?
Bueno, no soy experta en estas cosas, pero mientras
le vea emplear toda su fuerza para tener tu espada a raya,
me pareci que estaba perdiendo una oportunidad. No
poda avanzar ni retroceder, y estaba demasiado excitado.
Pero vi que si se limitaba a bajar las caderas, manteniendo
las manos como estaban, el extremo del bastn te golpeara
naturalmente el pecho. Todo ocurri en un instante. En
aquel momento, yo no era realmente consciente de lo que
deca.
Musashi asinti, considerndose afortunado por haber
recibido una leccin til sin tener que pagarla con su vida.
Gonnosuke escuch reverentemente. Sin duda tambin
haba aprendido algo. Lo que acababa de experimentar no
era una revelacin efmera sino un viaje al lmite entre la
vida y la muerte. Su madre, al percibir que estaba al borde
del desastre, le haba dado una leccin de supervivencia.
En aos posteriores, cuando Gonnosuke estableci su
propio estilo y lleg a ser muy clebre, recordaba la tcnica
que su madre descubri en aquella ocasin. Aunque escribi
con detalle sobre la abnegacin de su madre y su encuentro
con Musashi, se abstuvo de decir que haba ganado. Al
contrario, durante el resto de su vida dijo a la gente que
haba perdido y que la derrota haba constituido una leccin
inapreciable para l.
Tras despedirse de madre e hijo, Musashi emprendi el
viaje desde Inojigahara a Kamisuwa, sin saber que le estaba
siguiendo un samurai que preguntaba a todos los mozos de
caballos, as como a otros viajeros, si haban visto a
Musashi por el camino.
Una aventura amorosa de una sola
noche
La herida de Musashi era dolorosa, por lo que en vez de
detenerse en Kamisuwa para preguntar por Ots y Jtar,
sigui adelante, hacia los baos termales de Shimosuwa.
Esta ciudad, a orillas del lago Suwa, era de considerable
tamao, y slo las casas de los ciudadanos ordinarios
pasaban del millar.
En la posada, designada para el uso del daimy, el bao
tena la proteccin de un tejado, pero por lo dems las
charcas situadas a lo largo del camino estaban al aire libre y
al alcance de todo el que quisiera usarlas.
Musashi colg de un rbol sus ropas y las espadas y
penetr en el agua humeante. Mientras se masajeaba la
hinchazn en el lado derecho del abdomen, apoy la cabeza
en una roca al borde de la charca, cerr los ojos y sabore
una adormecedora y placentera sensacin de bienestar. El
sol empezaba a ponerse y una bruma rojiza se alzaba de la
superficie del lago, que divisaba entre las casas de los
pescadores a lo largo de la orilla.
Entre la charca y la carretera, por donde discurra en
ambas direcciones el habitual y ruidoso trnsito de
personas y caballos, haba un par de pequeas parcelas
cultivadas. En un comercio de aceite de candil y artculos
varios un samurai estaba comprando unas sandalias de paja.
Tras seleccionar un par adecuado, se sent en un taburete,
se quit las sandalias viejas y se calz las nuevas.
Debes de haberlo odo contar le dijo al tendero.
Ocurri bajo el gran pino de Ichijji, cerca de Kyoto. Ese
rnin atac l solo a la casa de Yoshioka en peso y luch
con un espritu del que ya no se suele or hablar. No me
cabe duda de que ha pasado por aqu. Ests seguro de que
no le has visto?
A pesar de su vehemencia, el samurai pareca saber muy
poco sobre el hombre que estaba buscando. Desde luego,
desconoca su edad e ignoraba cmo podra vestir.
Decepcionado al recibir una respuesta negativa, repiti dos
o tres veces: Debo encontrarle de alguna manera antes de
que terminara de atarse las sandalias.
El samurai frisaba los cuarenta aos, vesta bien y tena
la piel atezada de quien viaja bajo el sol. El pelo de las
sienes le sobresala alrededor de los cordones de su
sombrero de juncos, y la expresin de tenacidad en su
semblante armonizaba con su porte viril. Musashi
sospech que tena en el cuerpo las seales y callos que
produce el uso de la armadura. No recuerdo haberle visto
antes pens. Pero si va por ah hablando de la escuela
Yoshioka, tal vez sea uno de sus alumnos. La escuela
contaba con tantos que algunos deben de tener agallas.
Quiz estn incubando otra conspiracin para vengarse.
Despus de que aquel hombre se marchara de la tienda,
Musashi se sec y visti, creyendo que haba pasado el
peligro. Pero cuando ech a andar por la carretera, casi
tropez con l.
El samurai hizo una reverencia y, mirndole fijamente a
la cara, le pregunt:
No eres t Miyamoto Musashi?
Musashi asinti, y el samurai, haciendo caso omiso de
su expresin suspicaz, le dijo: Lo saba. Tras dedicar una
alabanza a su propia perspicacia, sigui diciendo en un tono
de familiaridad:
No puedes imaginar cunto me alegra encontrarte por
fin. Tena el presentimiento de que tropezara contigo en
alguna parte a lo largo del camino. Sin detenerse para dar
a Musashi la oportunidad de hablar, le inst a que
pernoctara en la misma posada donde se alojara l. Te
aseguro que no has de preocuparte en absoluto por m.
Modestia aparte, mi categora es tan alta que normalmente
viajo con una docena de asistentes y caballos de refresco.
Estoy al servicio de Date Masamune, el seor del castillo
de Aoba en Mutsu. Me llamo Ishimoda Geki.
Cuando Musashi acept pasivamente la invitacin,
Geki decidi que se alojaran en la posada para el daimy y
le llev all.
Qu te parece un bao? le pregunt. Claro que
acabas de drtelo. Bueno, ponte cmodo mientras yo hago
lo mismo. Volver en seguida.
Se quit las ropas de viaje, cogi una toalla y sali de la
habitacin.
A pesar de que era una persona encantadora, los
interrogantes se sucedan en la mente de Musashi. Por qu
le estara buscando aquel guerrero tan bien situado? Y cul
era la razn de que se mostrara tan amistoso?
No os gustara cambiar vuestras ropas por algo ms
cmodo? le pregunt la doncella, tendindole uno de los
kimonos acolchados con algodn proporcionados a los
huspedes.
No, gracias. No estoy seguro de si voy a quedarme.
Musashi sali a la terraza. Oy a sus espaldas los leves
sonidos de la doncella que depositaba las bandejas con la
cena. Mientras observaba cmo las aguas ondulantes del
lago pasaban del ail intenso al negro, en su mente se form
la imagen del entristecido semblante de Ots. Supongo que
no estoy buscando en el lugar adecuado se dijo. Es
evidente que cualquiera lo bastante malvado para raptar a
una mujer evitar por instinto las ciudades. Le pareci or
a Ots pidindole ayuda. Era de veras correcto adoptar el
punto de vista filosfico de que todo sucede como
consecuencia de la voluntad del cielo? All en pie y sin
hacer nada, experiment una sensacin de culpabilidad.
Ishimoda Geki regres del bao y le pidi disculpas por
haberle dejado solo antes de sentarse ante la bandeja de la
cena. Al observar que Musashi todava llevaba puesto su
propio kimono, le pregunt:
Por qu no te cambias?
Me siento cmodo as. Siempre visto este kimono, en
la carretera, bajo techo y cuando duermo en el suelo bajo los
rboles.
Geki se mostr favorablemente impresionado.
Debera haberlo sabido le dijo. Quieres estar
preparado para entrar en accin en cualquier momento, no
importa donde te encuentres. El seor Date admirara
semejante precaucin. Contempl con indisimulada
admiracin el rostro de Musashi, iluminado lateralmente
por la lmpara. Al cabo de un rato volvi en s y dijo:
Vamos, sintate y toma un poco de sake. Enjug una
taza en un cuenco de agua y se la ofreci.
Musashi tom asiento e hizo una reverencia. Apoyando
las manos en las rodillas, pregunt a su anfitrin:
Quisiera, seor, que me digas por qu me tratas de
una manera tan amistosa. Y tambin, si no te importa, la
razn de que preguntaras por m en la carretera.
Supongo que tu extraeza es muy natural, pero en
verdad hay muy poco que explicar. Tal vez la manera ms
sencilla de decirlo sea que me he prendado de ti. Se
detuvo un momento, ri y sigui diciendo: S, es cosa de
enamoramiento, de atraccin de un hombre por otro.
Geki pareci creer que esto era una explicacin
suficiente, pero Musashi se senta ms desconcertado que
nunca. Si bien no pareca imposible que un hombre se
enamorase de otro, l mismo jams haba experimentado
semejante atraccin. Takuan era demasiado severo para
inspirar un fuerte afecto. Ketsu viva en un mundo
totalmente diferente. Sekishsai se hallaba en un plano tan
por encima de Musashi que tanto el agrado como el
desagrado eran inconcebibles. Si bien era posible que Geki
pretendiera halagarle con sus palabras, un hombre que dice
tales cosas se expone a que le acusen de insinceridad. Con
todo, Musashi dudaba de que aquel samurai fuese un
adulador. Era demasiado serio, tena un aspecto demasiado
viril para eso.
Qu quieres decir exactamente cuando afirmas que te
atraigo? le pregunt Musashi con calma.
Es posible que sea presuntuoso, pero desde que me
enter de tu hazaa en Ichijji, he estado convencido de que
eres un hombre que me gustara, y mucho por cierto.
Entonces has estado en Kyoto?
S, llegu durante el primer mes del ao y me aloj en
la residencia del seor Date, en la avenida Sanjo. Un da
despus de la pelea, visit al seor Karasumaru Mitsuhiro
y o hablar mucho de ti. Me dijo que te haba conocido e
hizo observaciones sobre tu juventud y lo que habas hecho
en el pasado. Como senta esta fuerte atraccin, decid que
deba hacer un esfuerzo para conocerte. Al salir de Kyoto,
vi el letrero que habas colocado en el puerto de Shiojiri.
Ah, de modo que viste eso?
Musashi pens en lo irnico que era que, en vez de
traerle a Jtar, el letrero le haba trado a alguien de cuya
existencia no haba tenido la menor idea. Pero cuanto ms
consideraba el asunto, menos merecedor se senta de la
estima en que Geki pareca tenerle. Penosamente consciente
de sus propios errores y defectos, la adulacin de Geki le
resultaba embarazosa.
Creo que me valoras en exceso le dijo con absoluta
sinceridad.
Hay bastantes samurais sobresalientes al servicio del
seor Date, cuyo feudo tiene unos ingresos de cinco
millones de fanegas de arroz... y en el transcurso del tiempo
he conocido a muchos espadachines diestros. Pero por lo
que he odo, parece ser que hay pocos que resistan la
comparacin contigo. Y lo que es ms, an eres muy joven
y tienes todo el futuro por delante. En fin, ahora que te he
encontrado, seamos amigos. Bebe y habla de cualquier cosa
que te interese.
Musashi acept la taza de sake de buen humor y
empez a igualar a su anfitrin apurando una taza tras otra.
No pas mucho tiempo antes de que sus mejillas
adquirieran una brillante tonalidad rojiza.
Geki, todava muy sobrio, observ:
Nosotros, los samurais del norte, podemos beber
mucho. Lo hacemos para mantenernos calientes. El seor
Date es capaz de beber ms que cualquiera de nosotros.
Con un fuerte general al frente, estara mal que las tropas se
quedaran rezagadas.
La doncella sigui trayendo sake. Incluso despus de
que hubiera despabilado la lmpara varias veces, Geki no
daba indicios de detenerse.
Bebamos toda la noche sugiri. As podremos
hablar hasta el alba.
Muy bien convino Musashi. Entonces aadi
sonriente: Dices que has hablado con el seor
Karasumaru. Le conoces bien?
No puedo decir que seamos amigos ntimos, pero he
ido muchas veces a su casa, con uno u otro recado. Es un
hombre muy cordial, sabes?
S. Me lo present Hon'ami Ketsu. Pareca una
persona llena de vitalidad, para ser de la nobleza.
Esta observacin pareci dejar un tanto insatisfecho a
Geki.
Es sa la impresin que has tenido? Si hubieras
hablado con l detenidamente, creo que te habra asombrado
su inteligencia y sinceridad.
Bueno, cuando le conoc estbamos en el barrio
tolerado.
En ese caso, supongo que se abstendra de mostrarse
tal como verdaderamente es.
Dime, cmo es realmente?
Geki adopt una postura ms formal y, en un tono ms
grave, replic:
Es un hombre preocupado, un hombre afligido, si
quieres. Los mtodos dictatoriales del shogunado le turban.
Por un momento Musashi repar en un sonido
armonioso que proceda del lago y las sombras que arrojaba
la blanca luz de la lmpara.
Geki le pregunt abruptamente:
Musashi, amigo mo, al servicio de quin tratas de
perfeccionar tu dominio de la esgrima?
Musashi, que jams se haba planteado ese interrogante,
respondi con inocente franqueza:
Lo hago slo para m.
Eso est muy bien, pero en favor de quin intentas
mejorar? Sin duda tu objetivo no es tan slo el honor y la
gloria personales. Eso difcilmente puede bastarle a un
hombre de tu talla. Por casualidad o a propsito, Geki
haba sacado a colacin el tema del que realmente deseaba
hablar. Ahora que todo el pas est bajo el dominio de
Ieyasu sigui diciendo, tenemos una apariencia de paz
y prosperidad, pero es verdadera? Puede la gente vivir
realmente feliz bajo el sistema actual?
A lo largo de los siglos, hemos tenido a los Hj, los
Ashikaga, Oda Nobunaga, Hideyoshi..., una larga serie de
gobernantes militares que han oprimido constantemente no
slo al pueblo sino tambin al emperador y la corte. Se han
aprovechado del gobierno imperial y han explotado sin
piedad a la gente. Todos los beneficios han ido a parar a la
clase militar. Esto ha sido as desde la poca de Minamoto-
no-Yoritomo, no es cierto? Y actualmente la situacin
contina invariable.
Nobunaga parece tener alguna idea de la injusticia que
se comete. Por lo menos ha levantado un nuevo palacio
para el emperador. Hideyoshi no slo honr al emperador
Go-Yzei al requerir de todos los daimy que le tributaran
homenaje, sino que incluso procur ofrecer cierto bienestar
y felicidad al pueblo. Pero qu me dices de Ieyasu?
Prcticamente no tiene ningn inters ms all de la
prosperidad de su propio clan. De modo que, una vez ms,
la felicidad del pueblo y el bienestar de la familia imperial
son sacrificados a fin de obtener riqueza y poder para una
dictadura militar. Parece ser que estamos en el umbral de
otra era de tirana. Y a nadie le preocupa ms este estado de
cosas que al seor Date Masamune o, entre la nobleza, el
seor Karasumaru.
Geki hizo una pausa, esperando una reaccin, pero no
obtuvo ninguna, salvo un par de palabras, ya veo, apenas
articuladas.
Como cualquier otro, Musashi era consciente de los
drsticos cambios polticos que haban ocurrido desde la
batalla de Sekigahara. Sin embargo, nunca haba prestado la
menor atencin a las actividades de los daimy en la faccin
de Osaka, como tampoco a los motivos ocultos de los
Tokugawa ni a las posturas adoptadas por poderosos
seores independientes, como Date y Shimazu. Todo lo
que saba de Date era que su feudo tena oficialmente unos
ingresos de tres millones de fanegas al ao, pero que de
hecho probablemente eran cinco millones, como haba
mencionado Geki.
Dos veces al ao sigui diciendo Geki el seor
Date enva productos agrcolas desde nuestro feudo al seor
Konoe de Kyoto, para que los presente al emperador.
Nunca ha dejado de hacerlo, ni siquiera en tiempo de guerra.
Por ese motivo he estado en Kyoto. El castillo de Aoba es
el nico del pas que tiene una habitacin especial reservada
para el emperador. Por supuesto, es improbable que alguna
vez llegue a ser usada, pero de todos modos el seor Date
se la ha asignado. Para su construccin utiliz madera del
antiguo palacio imperial cuando fue reconstruido. Hizo que
transportaran la madera en barco desde Sendai a Kyoto.
Y djame que te hable de la guerra en Corea. Durante
las campaas realizadas all, Kat, Konishi y los dems
generales competan por la fama y el triunfo personales, al
contrario que el seor Date. En vez de su pendn familiar,
llev el del sol naciente y dijo a todo el mundo que nunca
habra ido con sus hombres a Corea por la gloria de su
propio clan o la de Hideyoshi. Fue all por amor a Japn.
Mientras Musashi le escuchaba atentamente, Geki se
entreg de lleno a su monlogo, describiendo a su seor con
palabras entusiastas y asegurando a Musashi que nadie le
superaba en su entrega resuelta a la nacin y al emperador.
Durante unos momentos se olvid de beber, pero de
repente baj la vista.
El sake est fro observ.
Bati palmas para llamar a la doncella y se dispuso a
pedirle que les sirviera ms, pero Musashi se apresur a
interrumpirle.
He bebido ms que suficiente. Si no te importa, ahora
preferira tomar un poco de arroz y t.
Ya? musit Geki.
Era evidente que estaba decepcionado, pero por
deferencia a su husped, le pidi a la muchacha que trajera
arroz.
Geki sigui hablando mientras coman. Musashi tuvo la
impresin de que los samurais del feudo del seor Date,
tanto individualmente como en grupo, estaban vitalmente
interesados en el Camino del Samurai y el problema de
disciplinarse de acuerdo con los preceptos del Camino.
Ese Camino exista desde los tiempos antiguos, cuando
se form la clase guerrera, pero sus valores y obligaciones
morales eran ahora poco ms que un vago recuerdo.
Durante las caticas luchas domsticas de los siglos XV y
XVI, la tica del militar se haba distorsionado, si no
abandonado por completo, y ahora casi cualquiera que
blandiese una espada o disparase un arco era considerado
como un samurai, al margen de la atencin, o la falta de ella,
que pusiera en los significados ms profundos del Camino.
Los pretendidos samurais de la poca solan ser
hombres de carcter ms dbil e instintos ms bajos que los
de los campesinos y ciudadanos corrientes. Como no tenan
ms que fuerza muscular y tcnica para imponer el respeto
de sus subordinados, a la larga estaban condenados a la
destruccin. Pocos eran los daimy capaces de
comprenderlo as, y slo un puado de los vasallos ms
encumbrados de los Tokugawa y Toyotomi pensaban en la
posibilidad de establecer un nuevo Camino del Samurai que
pudiera llegar a ser el fundamento de la fuerza y
prosperidad de la nacin.
Musashi pens en sus aos de confinamiento en el
castillo de Himeji. Al acordarse Takuan de que el seor
Ikeda tena en su biblioteca un ejemplar manuscrito del
Nichiy Shshin-kan de Fushikian, se lo ofreci a Musashi
para que lo estudiara. Fushikian era el nombre literario del
clebre general Uesugi Kenshin, y en su libro registraba
aspectos del adiestramiento tico cotidiano para orientacin
de sus vasallos de alto rango. Gracias a esa lectura, Musashi
no slo conoci las actividades personales de Kenshin, sino
que tambin comprendi los motivos por los que el feudo
de Kenshin en Echigo haba llegado a ser conocido en todo
el pas por su riqueza y destreza militar.
Influido por las entusiastas descripciones de Geki,
empez a comprender que el seor Date, adems de igualar
a Kenshin en integridad, haba creado en sus dominios una
atmsfera en la que los samurais se vean estimulados a
desarrollar un nuevo Camino que les permitiera resistir
incluso al shogunado, si llegara a ser necesario.
Debes perdonarme por hablar tanto de estos asuntos
de inters personal le dijo Geki. Qu te parece,
Musashi? Te gustara venir a Sendai y verlo por ti mismo?
Su seora es un hombre honesto y franco. Si te esfuerzas
por encontrar el Camino, tu categora actual le tendr sin
cuidado. Puedes hablar con l como lo haras con cualquier
otro hombre.
Hay una gran necesidad de samurais que dediquen
sus vidas al pas. Recomendarte sera para m una gran
satisfaccin. Si te parece bien, podramos ir juntos a Sendai.
Por entonces las bandejas de la cena haban sido
retiradas, pero la vehemencia de Geki no haba disminuido
un pice. Impresionado, pero todava cauto, Musashi le
replic:
Tendr que pensarlo un poco antes de que pueda
darte una respuesta.
Tras desearle buenas noches, Musashi fue a su
habitacin, donde permaneci despierto en la oscuridad con
los ojos brillantes.
El Camino del Samurai. Se concentr en ese concepto
tal como era aplicable a l mismo y su espada.
De repente comprendi la verdad: las tcnicas de la
esgrima no eran su objetivo. l buscaba un Camino de la
Espada que lo abarcara todo. La espada tena que ser mucho
ms que una simple arma, tena que ser una respuesta al
interrogante de la vida. El camino de Uesugi Kenshin y
Date Masamune era demasiado estrechamente militar,
rgido en exceso. A l le correspondera acrecentar su
aspecto humano, hacerlo ms profundo, darle mayor
grandiosidad.
Por primera vez, se pregunt si a un insignificante ser
humano le sera posible llegar a ser uno con el universo.
Un regalo en metlico
Los primeros pensamientos de Musashi al despertar fueron
para Ots y Jtar, y aunque durante el desayuno sostuvo
con Geki una jovial conversacin, su mente estaba mucho
ms ocupada por el problema de cmo encontrarlos. Al
salir de la posada, empez a escrutar sin darse cuenta cada
rostro con que se encontraba en la carretera. Una o dos
veces crey ver a Ots caminando ms adelante, pero
descubri que se haba confundido.
Pareces buscar a alguien le dijo Geki.
As es. Mis compaeros de viaje y yo tuvimos que
separarnos y estoy preocupado por ellos. Creo que ser
mejor que abandone la idea de ir a Edo contigo y los busque
en otros lugares.
Geki pareci decepcionado.
Es una lstima. Me ilusionaba la idea de viajar juntos.
Confo en que el hecho de que anoche hablara tanto no te
haga cambiar de idea y nos visites en Sendai.
Los modales de Geki, directos y masculinos, agradaron
a Musashi.
Eres muy amable le dijo. Espero que algn da
tendr la oportunidad de hacer esa visita.
Quiero que veas por ti mismo cmo se conducen
nuestros samurais. Y si eso no te interesa, entonces
considralo como un viaje de placer. Puedes escuchar las
canciones locales y visitar Matsushima, que es famosa por
sus paisajes, sabes?
Tras despedirse de l, Geki se encamin rpidamente al
puerto de montaa de Wada.
Musashi dio media vuelta y regres al lugar donde la
carretera de Ksh se bifurcaba desde el Nakasend.
Mientras permaneca all en pie proyectando su estrategia,
se le acerc un grupo de peones de Suwa. Sus atuendos
sugeran que eran cargadores, mozos de caballos o
porteadores de los primitivos palanquines utilizados en
aquella regin. Se aproximaron lentamente, cruzados de
brazos, con el aspecto de un ejrcito de cangrejos.
Mientras le medan groseramente con la vista, uno de
ellos le dijo:
Pareces estar buscando a alguien, seor. Se trata de
una hermosa dama o slo un sirviente?
Musashi sacudi la cabeza, les despidi con un gesto de
la mano ligeramente desdeoso y desvi la cara. No saba si
encaminarse hacia el este o el oeste, pero al final decidi
pasar el da averiguando lo que pudiera en la vecindad. Si
sus pesquisas no le llevaban a ninguna parte, entonces
podra proseguir su camino hacia la capital del shgun con
la conciencia limpia.
Uno de los peones interrumpi sus pensamientos.
Si ests buscando a alguien podramos ayudarte le
dijo. Es mejor que estar aqu bajo el sol. Qu aspecto
tiene tu amigo?
Otro aadi:
Ni siquiera pondremos una tarifa a nuestros
servicios. Nos conformaremos con tu voluntad.
Musashi cedi hasta el extremo de describirles con
detalle a Ots y Jtar. Tras consultar con sus
compaeros, el primero de los hombres que haban hablado
dijo:
No los hemos visto, pero si nos dividimos estoy
seguro de que podremos dar con ellos. Los raptores deben
de haber tomado una de las tres carreteras entre Suwa y
Shiojiri. T no conoces esta zona, pero nosotros s.
Musashi no era muy optimista acerca de sus
posibilidades de xito en un terreno tan difcil.
De acuerdo les dijo, id en su busca.
Hecho! gritaron los hombres.
Formaron un corro, al parecer para determinar la
direccin que seguira cada uno. Entonces el cabecilla se
adelant, frotndose las manos con deferencia.
Hay una sola cosa ms, seor. Vers... No quisiera
mencionarlo, pero somos pobres peones sin blanca. Hoy
mismo ninguno de nosotros ha probado bocado todava. Tal
vez podras adelantarnos la mitad del jornal y aadir un
poco ms. Te garantizo que encontraremos a tus
compaeros antes de que se ponga el sol.
Por supuesto. Tena intencin de daros algo.
El hombre dijo una cifra y Musashi, tras contar su
dinero, comprob que era ms de lo que tena. No olvidaba
el valor del dinero, pero al hallarse solo, sin nadie a quien
mantener, su actitud era, en conjunto, de indiferencia. A
veces amigos y admiradores hacan donacin de fondos para
el viaje, y con frecuencia poda conseguir alojamiento
gratuito en los templos.
En otras ocasiones dorma al aire libre o prescinda de
las comidas regulares. De una manera u otra, siempre se las
arreglaba para salir del paso. En esta ocasin haba dejado
las finanzas al cuidado de Ots, a quien el seor
Karasumaru haba hecho un considerable regalo en metlico
para costearse el viaje. La joven haba pagado las facturas y
le haba dado cierta cantidad para sus gastos cada maana,
como lo hara cualquier ama de casa ordinaria.
Quedndose slo con una cantidad mnima, Musashi
distribuy el resto de su dinero entre los hombres, y
aunque ellos esperaban recibir ms, accedieron a emprender
la bsqueda como un favor especial.
Debers esperarnos en el portal de dos plantas del
santuario Myjin de Suwa le inform el portavoz. Al
anochecer estaremos de regreso con alguna noticia.
Los hombres partieron en distintas direcciones.
En vez de desperdiciar la jornada sin hacer nada,
Musashi se fue a ver el castillo de Takashima y la ciudad de
Shimosuwa, detenindose aqu y all para examinar las
caractersticas de la topografa local, que podran serle tiles
en el futuro, y observar los sistemas de irrigacin. Pregunt
en varias ocasiones si haba destacados expertos militares
en la zona, pero no le dijeron nada de inters.
Cuando el sol estaba prximo a ponerse, fue al
santuario y se sent, cansado y desanimado, en la escalera
de piedra que conduca al portal de dos plantas. No
apareci nadie, por lo que dio una vuelta por el espacioso
terreno del santuario. Pero cuando regres al portal lo
encontr todava desierto.
El sonido de cascos de caballos, aunque apagado,
empez a crisparle los nervios. Baj los escalones y se
acerc a un cobertizo entre los rboles, donde un anciano
guardin de caballos estaba alimentando al sagrado caballo
blanco del templo.
El hombre dirigi a Musashi una mirada acusadora.
Puedo servirte en algo? le pregunt con
brusquedad. Tienes algo que ver con el santuario?
Cuando supo el motivo por el que Musashi estaba all,
le entr una risa incontenible. Musashi, que no vea nada
divertido en su apuro, no trat de disimular un mal gesto,
pero antes de que pudiera hablar el anciano le dijo:
No deberas viajar solo por la carretera. Eres
demasiado inocente. De veras creste que esa chusma de
los caminos se pasara el da entero buscando a tus amigos?
Si les has pagado por adelantado, jams volvers a verlos.
Crees, pues, que slo fingan cuando se dividieron y
fueron en distintas direcciones?
La expresin antes adusta del guardin de caballos ahora
era de simpata.
Te han robado! exclam. Me han dicho que
haba como una decena de vagabundos en el bosque al otro
lado de la montaa y que se han pasado todo el da
bebiendo y jugando. Lo ms probable es que se trate de los
mismos. Son cosas que suceden continuamente. Le cont
entonces unas ancdotas de viajeros a quienes peones sin
escrpulos haban despojado de su dinero, pero concluy
en un tono indulgente: As es el mundo. En lo sucesivo
ser mejor que tengas ms cuidado.
Tras darle este sabio consejo, el hombre recogi su cubo
vaco y se march, dejando a Musashi con la sensacin de
que haba sido un necio. Suspir, dicindose: Ahora es
demasiado tarde para hacer nada. Me enorgullezco de mi
habilidad para no dar a mi contrario ninguna oportunidad, y
luego me dejo timar por una banda de peones analfabetos!.
Esta prueba de su credulidad era como una bofetada.
Semejantes deslices podan enturbiar fcilmente su prctica
del Arte de la Guerra. Cmo un hombre a quien sus
inferiores engaaban con tanta facilidad poda mandar
eficazmente un ejrcito? Mientras suba lentamente hacia el
portal, resolvi que en adelante prestara ms atencin a las
realidades del mundo que le rodeaba.
Uno de los peones estaba escudriando en la oscuridad,
y en cuanto vio a Musashi le llam y baj parte de los
escalones.
Me alegro de hallarte, seor le dijo. Tengo
noticias de una de las personas que buscas.
Ah, s? Musashi, que acababa de reprenderse por
su ingenuidad, se asombr pero tambin se sinti satisfecho
al saber que no todos los habitantes del mundo eran unos
timadores. A quin te refieres, al muchacho o a la mujer?
Al muchacho. Est con Daiz de Narai, y he
averiguado dnde se encuentra Daiz, o por lo menos hacia
dnde se dirige.
Dnde es eso?
No cre que esa gente con la que estaba esta maana
hicieran lo prometido. Se tomaron el da libre para jugar,
pero lo sent por ti. Fui de Shiojiri a Seba, preguntando a
cuantas personas encontraba por el camino. Nadie saba
nada de la chica, pero la sirvienta de la posada donde com
me dijo que Daiz haba pasado por Suwa hacia medioda,
camino del puerto de Wada, y que le acompaaba un
muchacho.
Desconcertado, Musashi le dijo con bastante
formalidad:
Has hecho bien en hacrmelo saber.
Sac su bolsa, sabiendo que slo contena lo suficiente
para su comida. Titube un momento, pero tras reflexionar
que la honradez no deba quedarse sin recompensa, dio al
pen sus ltimas monedas.
Satisfecho por la propina, el hombre se llev el dinero a
la frente, en un gesto de agradecimiento, y prosigui
alegremente su camino.
Mientras vea su dinero alejarse carretera abajo,
Musashi tuvo la sensacin de que lo haba usado con un fin
ms digno que el de llenar su estmago. Tal vez el pen,
tras haber aprendido que la conducta correcta puede ser
provechosa, al da siguiente ayudara a otro viajero.
Ya haba oscurecido, pero decidi que en vez de pasar la
noche bajo los aleros de alguna casa de campo, cruzara el
puerto de Wada. Si viajaba de noche, podra dar alcance a
Daiz. Se puso en marcha, saboreando de nuevo la
satisfaccin de estar en una carretera desierta de noche. El
ambiente nocturno del camino le atraa. Contando sus
pasos, escuchando la voz silenciosa de los cielos, poda
olvidarlo todo y experimentar el jbilo de existir. Cuando le
rodeaban multitudes de gentes atareadas, a menudo su
espritu pareca triste y aislado, pero ahora se senta libre y
optimista. Poda pensar en la vida fra y objetivamente,
incluso evaluarse como lo hara con un completo
desconocido.
Poco despus de medianoche, una luz a lo lejos le hizo
salir de sus meditaciones. Haba ascendido continuamente
desde que cruzara el puente sobre el ro Ochiai. Un puerto
de montaa haba quedado atrs; el prximo, en Wada, se
miraba en el cielo estrellado, y ms all estaba el cruce
todava ms elevado de Daimon. La luz brillaba en una
hondonada que se extenda paralela a las dos estribaciones.
Parece una fogata pens Musashi, sintiendo las
punzadas del hambre por primera vez en varias horas.
Tal vez me permitirn secarme las mangas y me darn unas
gachas o cualquier otra cosa para comer.
Al aproximarse, vio que no se trataba de una fogata al
aire libre sino que era la luz de una pequea casa de t al
lado de la carretera. Haba cuatro o cinco postes para atar
caballos, pero ningn animal. Pareca increble que alguien
se encontrara en semejante lugar a tales horas, pero llegaban
a sus odos los sonidos de voces estridentes mezclados con
el crepitar del fuego. Permaneci vacilante bajo los aleros
durante varios minutos. De haber sido la choza de un
campesino o leador, no habra tenido escrpulo en pedir
refugio y algunas sobras, pero aquello era un negocio.
El olor de la comida le hizo sentirse ms hambriento que
nunca. El clido humo le envolva, y era incapaz de alejarse
de all. En fin, si les explico mi situacin es posible que
acepten la estatua como pago. La estatua era la pequea
imagen de Kannon que haba tallado en la madera de un
viejo ciruelo.
Cuando irrumpi en el local, los sobresaltados
parroquianos se interrumpieron. El interior era sencillo, el
suelo de tierra con un hogar y su campana en el centro, y
alrededor del fuego haba tres hombres sentados en
escabeles. En una cacerola se coca una mezcla de carne de
jabal y rbano gigante. Entre las cenizas se calentaba un
recipiente de sake. El propietario estaba de espaldas a ellos,
cortando encurtidos y charlando animadamente.
Qu quieres? le pregunt uno de los clientes, un
hombre de mirada penetrante y con largas patillas.
Demasiado hambriento para orle, Musashi pas por el
lado de los hombres y, sentndose en el borde de un
escabel, le dijo al propietario:
Dame algo de comer, rpido. Bastar con arroz y
encurtidos. Cualquier cosa.
El hombre verti una porcin de cocido sobre un cuenco
de arroz fro y lo deposit ante l.
Tienes intencin de cruzar el puerto esta noche?
le pregunt.
Humm farfull Musashi, que ya haba cogido unos
palillos y atacaba briosamente la comida. Tras el segundo
bocado, pregunt: Sabes si un hombre llamado Daiz...
es de Narai... ha pasado por aqu esta tarde en direccin al
puerto? Le acompaa un muchacho.
Me temo que no puedo ayudarte respondi el
propietario, el cual se dirigi a los otros hombres: Tji,
habis visto t o tus amigos a un hombre mayor viajando
con un muchacho?
Tras intercambiar susurros, los tres respondieron
negativamente, sacudiendo las cabezas al unsono.
Musashi, saciado y reconfortado por la comida caliente,
empez a preocuparse por la cuenta. Al principio titube
sobre la conveniencia de discutirlo con el propietario,
debido a la presencia de los clientes, pero ni por un
momento se le ocurri que estaba mendigando.
Sencillamente, pareca ms importante atender primero a las
necesidades de su estmago. Decidi que si el tendero no
aceptaba la estatuilla, le ofrecera su daga.
Siento decirte esto, pero no tengo dinero. No creas,
sin embargo, que te pido una comida gratis. Tengo algo que
ofrecer en pago, si lo aceptas.
Con una amabilidad inesperada, el propietario replic:
Estoy seguro de que servir. Qu es?
Una estatuilla de Kannon.
Una pieza autntica?
Bueno, no es obra de un escultor famoso...; es slo
una pieza que he tallado yo mismo. Puede que ni siquiera
valga el precio de un cuenco de arroz, pero chale un
vistazo de todos modos.
Cuando empezaba a desanudar los cordones de su
bolsa, la que llevaba consigo desde haca aos, los tres
hombres dejaron de beber y centraron su atencin en las
manos del desconocido. Adems de la estatuilla, la bolsa
contena una sola muda de ropa interior y un estuche de
escritura. Al volcar el contenido, algo cay al suelo
produciendo un tintineo. Los hombres se quedaron
boquiabiertos, pues el objeto que yaca a los pies de
Musashi era una bolsa de dinero, de la que se haban cado
varias monedas de oro y plata. El mismo Musashi
contemplaba aquello estupefacto y mudo.
De dnde ha salido esto? se pregunt.
Los dems estiraron el cuello para examinar el tesoro.
Musashi palp la bolsa, encontr algo ms y lo sac.
Era una carta. La hoja tena una sola lnea escrita: Esto
cubrir tus gastos de viaje durante algn tiempo, y la
firmaba Geki.
Musashi tuvo una idea bastante clara de lo que
significaba aquello: era la manera que tena Geki de comprar
sus servicios para el seor Date Masamune de Sendai y el
castillo de Aoba. La creciente probabilidad de un choque
definitivo entre los Tokugawa y los Toyotomi exiga que el
gran daimy mantuviera un nmero considerable de
guerreros capacitados. Un mtodo favorito utilizado en la
reida competencia por conseguir los pocos samurais
realmente valiosos consista en intentar que tales hombres
estuvieran en deuda, incluso por una pequea suma, y
entonces lograr un acuerdo tcito de cooperacin futura.
Era de dominio pblico que Toyotomi Hideyori
proporcionaba grandes sumas de dinero a Got Matabei y
Sanada Yukimura. Si bien Yukimura estaba aparentemente
retirado en el monte Kudo, desde el castillo de Osaka le
enviaban tanto oro y plata que Ieyasu haba ordenado una
investigacin en toda regla. Puesto que las necesidades
personales de un general jubilado que viva en una ermita
eran bastante modestas, casi poda asegurarse del todo que
aquel dinero era entregado a varios millares de rnin
indigentes, los cuales haraganeaban en los pueblos y
ciudades cercanos, a la espera de que estallaran las
hostilidades.
Encontrar un guerrero capacitado, como Geki
consideraba a Musashi, y atraerle de alguna manera para
que entrara al servicio de su seor, era una de las misiones
ms valiosas que poda realizar un servidor del daimy. Y
era precisamente por esa razn por lo que a Musashi no le
interesaba lo ms mnimo el dinero de Geki: utilizarlo sera
contraer una obligacin indeseable. En cuestin de
segundos, decidi hacer caso omiso del regalo, fingir que no
exista.
Sin decir palabra, recogi la bolsa del dinero y la guard
en la bolsa de viaje. Dirigindose al propietario como si
nada hubiera ocurrido, le dijo:
Bien, entonces dejar aqu la estatuilla como pago.
Pero el hombre rechaz el ofrecimiento.
Ahora no puedo aceptar eso, seor!
Es que tiene algo malo? No me las doy de escultor,
pero...
No, no est mal hecha, y me la habra quedado si no
tuvieras dinero, como has dicho, pero resulta que tienes
mucho. Por qu enseas as tu dinero si deseas que la gente
crea que ests sin blanca?
Los clientes, disipados los vapores de la bebida y
emocionados a la vista del oro, asintieron con vigorosos
movimientos de cabeza. Musashi reconoci la inutilidad de
argumentar que el dinero no era suyo, sac una pieza de
plata y se la tendi al propietario.
Esto es demasiado, seor se quej el hombre.
No tienes alguna pieza ms pequea?
Un rpido examen revel algunas variaciones en el valor
de las monedas, pero ninguna menos valiosa.
No te preocupes por el cambio dijo Musashi.
Puedes quedrtelo.
Como ya no poda mantener la ficcin de que el dinero
no le perteneca, Musashi se guard la bolsa en el
envoltorio atado sobre el estmago, para mayor seguridad.
Entonces, a pesar de que los parroquianos insistieron en
que se quedara un rato ms, se ech el fardo al hombro y
sali a la noche. Como haba comido y recuperado las
fuerzas, calcul que podra llegar al puerto de Daimon hacia
el alba. De da habra visto a su alrededor una abundancia de
flores de montaa, rododendros, gencianas, crisantemos
silvestres, pero de noche, en el inmenso mar de oscuridad,
slo vea una bruma algodonosa pegada a la tierra.
Se haba alejado un par de millas de la casa de t cuando
uno de los parroquianos, que haba salido tras l, le llam:
Espera! Te has olvidado algo. El hombre lleg
resollando al lado de Musashi. Uf, qu rpido caminas!
Despus de que te marcharas, encontr este dinero, as que
te lo he trado. Debe de ser tuyo.
Le tendi una moneda de plata, que Musashi rechaz,
diciendo que sin duda no le perteneca. El hombre insisti
en que era suya.
Debi de rodar hacia el rincn cuando se te cay la
bolsa del dinero.
Como no haba contado las monedas, Musashi no poda
demostrar que el hombre se equivocaba. Dndole las
gracias, cogi la moneda de plata y se la guard en la manga
del kimono. No obstante, por alguna razn esa muestra de
honestidad no le conmovi.
Aunque el hombre haba cumplido ya con su honrada
misin, ech a andar al lado de Musashi y le dio palique.
Quiz no debera preguntrtelo, pero estudias
esgrima con algn maestro conocido?
No, uso mi propio estilo.
La mecnica respuesta no desalent al hombre, el cual
aclar que haba sido samurai, y aadi:
Pero de momento me veo obligado a vivir aqu, en las
montaas.
Ah, s?
Humm. Y esos dos que me acompaan tambin.
Todos somos samurais. Ahora nos ganamos la vida
cortando rboles y recogiendo hierbas. Somos como el
dragn del proverbio, que espera la hora propicia en un
estanque. No pretendo ser un Sano Genzaemon, pero
cuando llegue el momento, coger mi vieja espada, me
pondr mi gastada armadura e ir a luchar para algn
famoso daimy. Slo espero que llegue ese da!
Ests a favor de Osaka o de Edo?
Eso no importa. Lo principal es estar al lado de
alguien, pues de lo contrario desperdiciar mi vida en estos
pagos.
Musashi se ri cortsmente.
Gracias por traerme el dinero le dijo.
Entonces, esforzndose por librarse de aquel hombre,
apret el paso. El otro sigui a su lado, adaptndose a la
rpida andadura de Musashi. Adems, no dejaba de
acercarse demasiado a su costado izquierdo, una intrusin
que cualquier espadachn experto considerara sospechosa.
Sin embargo, en vez de mostrarse receloso, Musashi no
hizo nada por proteger su lado izquierdo, dejndolo
totalmente expuesto.
El hombre se mostraba cada vez ms amistoso.
Puedo hacerte una sugerencia? Por qu no vienes a
nuestra casa para pasar la noche? Despus del puerto de
Wada, todava tienes que pasar por el de Daimon. Podras
llegar por la maana, pero es una cuesta muy empinada...,
un camino difcil para quien no est familiarizado con estos
contornos.
Gracias, creo que aceptar tu propuesta.
Bien hecho. Lo nico malo es que no tenemos nada
que ofrecer en cuanto comida o entretenimiento.
Me bastar con un sitio donde tenderme. Dnde
est tu casa?
A una media milla a la izquierda y un poco ms
arriba.
Desde luego, vives en lo ms profundo de las
montaas, eh?
Como te he dicho, hasta que llegue el momento
propicio, nos mantenemos apartados, recogiendo hierbas,
cazando, haciendo cosas por el estilo. Comparto una casa
con los otros dos hombres.
Ahora que los mencionas, qu ha sido de ellos?
Probablemente todava estn bebiendo. Cada vez que
vamos a ese local se emborrachan, y acabo llevndolos a
casa a rastras. Esta noche he decidido dejarles ah...
Cuidado! Ah hay una empinada pendiente. Por debajo
pasa un arroyo. Es peligroso.
Vamos a cruzar el arroyo?
S. Aqu es estrecho y hay un tronco sobre el agua.
Despus de cruzarlo, giraremos a la derecha y subiremos a
lo largo de la orilla.
Musashi not que el hombre se haba detenido, pero no
mir atrs. Encontr el tronco y empez a cruzarlo. Un
instante despus, el hombre salt adelante y alz el extremo
del tronco, tratando de arrojar a Musashi al agua.
Qu te propones?
El grito lleg desde abajo, pero el hombre alz la cabeza,
pasmado. Musashi haba previsto la traidora accin, y ya
haba saltado, ligero como un aguzanieves, sobre una gran
roca. Su sorprendido atacante dej caer el tronco en la
corriente. Antes de que la cortina de agua levantada hubiera
humedecido la tierra, Musashi haba vuelto a saltar a la
orilla, con la espada desenvainada, y golpeado a su atacante.
Todo sucedido con tanta rapidez que el hombre ni siquiera
se dio cuenta de que el otro haba desenvainado.
El cuerpo mortalmente herido sufri una o dos
convulsiones antes de quedar inmvil. Musashi no se dign
mirarlo siquiera. Ya haba adoptado una nueva postura,
preparndose para el siguiente ataque, pues estaba seguro
de que lo habra. Mientras se preparaba para repelerlo, el
cabello se le eriz como las plumas en la cabeza de un
guila.
Sigui un breve silencio, roto por un estruendo que
retumb en el barranco. El disparo pareca proceder de
algn lugar en el otro lado. Musashi se arroj a un lado, y el
proyectil del arma bien apuntada pas silbando por el lugar
que haba ocupado un segundo antes y se incrust en la
pared del barranco, detrs de l. Musashi se dej caer al
suelo, como si hubiera sido alcanzado, y mir hacia el otro
lado, donde vio las chispas rojas que revoloteaban en el aire
como otras tantas lucirnagas. Distingui vagamente dos
figuras que se aproximaban cautelosamente.
Un fuego purificador
Aferrando la mecha chisporroteante entre los dientes, el
hombre se dispuso a disparar su mosquete de nuevo. Su
cmplice se agazap y entorn los ojos para mirar a lo
lejos.
Crees que no hay peligro? susurr.
Estoy seguro de que el primer disparo le ha
alcanzado replic el otro confiadamente.
Los dos avanzaron con cautela, pero apenas haban
llegado a la orilla del arroyo cuando Musashi se incorpor
de un salto. El mosquetero dio un grito sofocado y dispar,
pero perdi el equilibrio y envi la bala intilmente hacia el
cielo. Mientras el eco reverberaba en el barranco, los dos
hombres, los mismos que antes haban estado en la casa de
t, huyeron sendero arriba.
De repente, uno de ellos se detuvo en seco y rugi:
Espera! Por qu huimos? Somos dos contra uno.
Yo le atacar y t puedes apoyarme.
Estoy contigo! grit el mosquetero, al tiempo que
soltaba la mecha y amenazaba a Musashi con la culata del
arma.
Era evidente que estaban por encima de los matones
ordinarios. El hombre a quien Musashi consider el jefe
blanda su espada con verdadera elegancia. Sin embargo, no
estaba ni mucho menos a la altura de Musashi, el cual le
hizo volar de un solo golpe de su espada. El mosquetero,
con un tajo desde el hombro a la cintura, cay muerto al
suelo, la parte superior colgando sobre la orilla como si
pendiera de un hilo. El otro hombre ech a correr cuesta
arriba, apretndose un antebrazo herido, y Musashi
emprendi su persecucin, levantando una rociada de tierra
y grava.
El barranco, llamado valle de Buna, se encontraba a
medio camino entre los puertos Wada y Daimon, y deba su
nombre a las hayas que parecan llenarlo. En el lugar ms
alto se alzaba una cabaa de montaero excepcionalmente
grande, rodeada de rboles y ella misma construida
rudamente con troncos de haya.
El bandido gate rpidamente hacia la pequea llama de
una antorcha y grit:
Apaga las luces!
Protegiendo la llama con una manga extendida, una
mujer exclam:
Qu ocu...! Oh, ests cubierto de sangre!
Ca... calla, idiota! Apaga las luces..., las de dentro
tambin.
Su jadeo apenas le permita articular las palabras, y,
echando una ltima mirada atrs, se apresur a entrar en la
casa. La mujer apag la antorcha y corri tras l.
Cuando Musashi lleg a la cabaa, no haba rastro de
luz en ninguna parte.
Abre! grit.
Estaba indignado, no porque le hubieran tomado por
imbcil ni por la cobarda del ataque, sino porque aquella
clase de hombres causaban diariamente grandes daos a los
inocentes viajeros.
Podra haber roto los postigos de madera contra la
lluvia, pero en vez de llevar a cabo un ataque frontal, que le
habra dejado la espalda peligrosamente desprotegida, se
mantuvo con cautela a una distancia de cuatro o cinco pies.
Abre!
Al no obtener respuesta, cogi la piedra ms grande que
poda levantar y la arroj contra los postigos. Golpe la
abertura entre los dos paneles, haciendo que el hombre y la
mujer retrocedieran tambalendose al interior de la casa.
Una espada entr por el espacio abierto, y la sigui el
hombre, que cay de rodillas. Se levant en el acto,
adentrndose en la casa. Dio un salto y agarr al bandido
por la espalda del kimono.
No me mates! le suplic Gion Tji, gimoteando
igual que lo hara un maleante de poca monta.
En la oscuridad, se zaf de Musashi y trat de
encontrarle su punto dbil. Musashi par cada uno de sus
golpes, pero cuando se dispona a acorralarle, Tji,
poniendo en juego toda su fuerza, tir de su espada corta y
dirigi una potente estocada a su contrario. Musashi la
esquiv diestramente, rode al bandido con los brazos y,
lanzando un grito de desprecio, lo arroj a la habitacin
contigua. Uno de sus brazos o una pierna golpe contra el
colgador de la cacerola, pues la vara de bamb se rompi
con un fuerte chasquido. Las blancas cenizas se elevaron
ondulantes del hogar, como una nube volcnica.
Una andanada de proyectiles a travs del humo y las
cenizas mantuvo a Musashi a raya. Cuando las cenizas se
posaron, vio que su adversario ya no era el jefe de los
bandidos, el cual estaba tendido boca arriba cerca de la
pared. Entre maldiciones, la mujer le estaba arrojando todo
cuanto tena a mano, tapas de cacerolas, lea, palillos
metlicos, cuencos de t.
Musashi salt hacia ella y rpidamente la derrib e
inmoviliz en el suelo, pero la mujer logr quitarse una
horquilla del pelo y le pinch. Cuando l le pis la mueca,
la mujer rechin los dientes y entonces grit con ira y
disgusto al inconsciente Tji:
Es que no tienes ni pizca de orgullo? Cmo puedes
dejarte ganar por un don nadie como ste?
Al or su voz, Musashi contuvo la respiracin y la solt
bruscamente. Ella se puso en pie de un salto, cogi la
espada corta y se abalanz contra l.
Basta, seora le dijo Musashi.
Sorprendida por el tono extraamente corts, ella se
detuvo y le mir boquiabierta.
Pero si..., si eres Takez!
La corazonada de Musashi haba sido acertada. Aparte
de Osugi, la nica mujer que an poda llamarle por el
nombre de su infancia era Ok.
S, eres Takez! repiti ella, en un tono cada vez
ms almibarado. Ahora te llamas Musashi, no es cierto?
Vaya, te has convertido en un gran espadachn.
Qu ests haciendo en un sitio como ste?
Me avergenza decirlo.
Ese hombre que est ah tendido es tu marido?
Debes de conocerle. Es lo que queda de Gion Tji.
se es Tji? murmur Musashi. En Kyoto haba
odo hablar de lo rprobo que era Tji, de que se haba
embolsado el dinero para ampliar la escuela y se haba
fugado con Ok. No obstante, al contemplar aquel despojo
humano junto a la pared, no pudo evitar un sentimiento de
conmiseracin. Ser mejor que le atiendas dijo a la
mujer. De haber sabido que era tu marido, no le habra
tratado con tanta rudeza.
Ah, quisiera arrastrarme hasta un agujero y
esconderme en l dijo Ok con una sonrisa afectada.
Fue al lado de Tji, le dio agua, le vend las heridas y,
cuando el hombre recobr el sentido, le dijo quin era
Musashi.
Qu? gru l. Miyamoto Musashi? El
mismo que...? Oh, es terrible!
Se llev las manos a la cara, encogindose
abyectamente.
Musashi olvid su clera y dej que le trataran como a
un invitado de honor. Ok barri el suelo, limpi el hogar,
le ech nueva lea y puso sake a calentar.
Al tenderle la taza, y de acuerdo con las reglas de la
etiqueta, le dijo:
No tenemos nada que ofrecerte, pero...
Ya he comido y bebido en la casa de t replic
Musashi cortsmente. Por favor, no te molestes.
Oh, espero que puedas tomar la comida que he
preparado. Ha pasado tanto tiempo...
Tras colgar una cazuela de cocido sobre el hogar, se
haba sentado a su lado para servirle el sake.
Esto me recuerda los viejos tiempos en el monte
Ibuki le dijo Musashi afablemente.
Se haba levantado un fuerte viento, y aunque los
postigos volvan a estar bien cerrados, penetraba a travs de
varias grietas y esparca el humo del hogar que se alzaba
hacia el techo.
Te ruego que no me recuerdes eso le dijo Ok.
Pero dime, tienes alguna noticia de Akemi? Alguna idea
de su paradero?
Tengo entendido que pas varios das en la posada
del monte Hiei. Tena intencin de irse a Edo con
Matahachi, pero parece ser que huy con todo el dinero
que l posea.
Qu me dices? replic Ok, decepcionada. Ella
tambin... Se qued mirando el suelo mientras comparaba
tristemente la vida de su hija con la suya propia.
Cuando Tji se hubo recuperado lo suficiente, se reuni
con ellos y le rog a Musashi que le perdonara. Confes
que haba obrado obedeciendo a un impulso sbito, que
ahora deploraba. Asegur a su husped que llegara el da en
que volvera a integrarse en la sociedad como el Gion Tji
que el mundo conoci en el pasado.
Musashi no hizo ningn comentario, pero le habra
gustado decirle que no pareca haber mucho que escoger
entre el Tji samurai y el Tji bandido, aunque si volva a la
vida de guerrero los caminos seran mucho ms seguros para
los viajeros.
Algo achispado por el sake, le dijo a Ok:
Creo que obraras con prudencia si abandonaras esta
peligrosa manera de vivir.
Tienes mucha razn; claro que no vivo as porque lo
haya elegido libremente. Cuando nos marchamos de Kyoto,
tenamos la intencin de probar fortuna en Edo, pero al
llegar a Suwa Tji se entreg al juego y perdimos cuanto
tenamos..., el dinero para mantenernos durante el viaje,
todo. Pens en dedicarnos al negocio de la moxa
[7]
, por lo
que empezamos a recoger hierbas y venderlas en la ciudad.
Ah, ya estoy harta de esos proyectos de enriquecimiento
rpido. Despus de lo de esta noche, no quiero saber nada
ms de eso.
Como siempre, unos pocos tragos haban dado una nota
de coquetera a sus palabras. Empezaba a desplegar su
encanto.
Ok era una de esas mujeres de edad indeterminada, y
segua siendo peligrosa. Una gata domstica retozar en las
rodillas de su amo mientras ste la cuide y alimente bien,
pero si la deja suelta en la montaa, no tardar en merodear
de noche con ojos encendidos, dispuesta a darse un festn
con un cadver o arrancar la carne de los viajeros a quienes
una enfermedad ha obligado a tenderse al lado del camino.
Ok tena mucho de gata.
Tji le dijo cariosamente, Takez dice que
Akemi se diriga a Edo. No podramos ir nosotros tambin
y vivir otra vez como seres humanos? Si encontrramos a
Akemi, estoy segura de que se nos ocurrira alguna
actividad provechosa.
Tal vez respondi l sin entusiasmo.
Estaba pensativo, rodendose las rodillas con los
brazos. Quiz la idea implcita en las palabras de Ok,
ofrecer a todo el mundo el cuerpo de Akemi, era un tanto
grosera incluso para l. Tras haber vivido con aquella mujer
depredadora, Tji empezaba a arrepentirse, como le
ocurriera a Matahachi.
A Musashi la expresin de Tji le pareca pattica, le
recordaba la de Matahachi. Estremecido, record cmo l
mismo se haba sentido atrado cierta vez por los encantos
de Ok.
Tji alz la cabeza.
Pronto ser de da, Ok, y probablemente Musashi
est cansado. Por qu no le preparas la habitacin del
fondo para que descanse un poco?
S, claro. Mirando de soslayo a Musashi, con los
ojos abrillantados por la bebida, le dijo: Has de ser
precavido, Musashi. Ah afuera est oscuro.
Gracias. Dormir un rato me ira bien.
La sigui por un oscuro pasillo hasta el fondo de la
vivienda. La habitacin pareca una aadidura a la cabaa.
Estaba apoyada en troncos y se proyectaba sobre el valle,
con un precipicio de unos setenta pies desde la pared
exterior al ro. El aire estaba hmedo a causa de la bruma y
el roco que llegaba desde una cascada. Cada vez que el
rugido del viento aumentaba un poco, la pequea habitacin
se meca como un barco.
Los blancos pies de Ok pasaron del suelo de pizarra
del pasillo exterior a la sala del hogar.
Se ha ido a dormir? le pregunt Tji.
Creo que s respondi ella, arrodillndose a su
lado. Luego le susurr al odo: Qu vas a hacer?
Ve a llamar a los otros.
Vas a seguir con esto hasta el final?
Desde luego! Si mato a ese bastardo, habr vengado
a la casa de Yoshioka.
Alzndose la falda del kimono, la mujer sali de la casa.
Bajo el cielo sin estrellas, en lo ms hondo de las montaas,
corri con el viento en la negrura como una diablesa felina,
su larga cabellera ondeando a sus espaldas.
Los huecos y hondonadas de la montaa no estaban
habitados solamente por aves y mamferos salvajes. A lo
largo de su camino, Ok estableci contacto con ms de
veinte hombres, todos ellos miembros de la banda de Tji.
Adiestrados para las incursiones nocturnas, se movieron
con ms silencio que hojas acarreadas por el viento hasta un
lugar delante de la cabaa.
Un solo hombre?
Un samurai?
Tiene dinero?
Los susurros estaban acompaados de gestos
explicativos y movimientos oculares. Unos cuantos,
armados con mosquetes, dagas y el tipo de lanza usado por
los cazadores de jabales, rodearon la habitacin del fondo.
Cerca de la mitad bajaron al valle, mientras un par de ellos
se detenan a medio camino, directamente debajo de la
habitacin.
El suelo del cuarto estaba cubierto de esteras de juncos.
A lo largo de una pared haba pulcros montoncillos de
hierbas secas, varios morteros y otros utensilios usados en
la elaboracin de medicamentos. El suave aroma de las
hierbas agradaba a Musashi, pareca estimularle a cerrar los
ojos y dormir. Senta su cuerpo pesado e hinchado hasta las
puntas de sus extremidades, pero saba que no deba ceder a
la dulce tentacin.
Era consciente de que se tramaba algo. Los recogedores
de hierbas de Mimasaka nunca tenan cobertizos de
almacenamiento como aqul, los suyos jams estaban
situados en un lugar donde se acumulaba la humedad, y
siempre se hallaban a cierta distancia de la vegetacin
espesa. A la dbil luz de una lamparilla que descansaba
sobre un pie de mortero al lado de su almohada, repar en
otra cosa inquietante. Los soportes metlicos que
mantenan juntas las habitaciones en los ngulos estaban
rodeados por numerosos agujeros de clavos. Tambin
discerni superficies de madera nueva que anteriormente
debieron de estar cubiertas por ensamblajes. La deduccin
era inequvoca: aquella habitacin haba sido reconstruida,
probablemente una serie de veces.
Una leve sonrisa se dibuj en sus labios, pero no se
movi.
Takez le llam Ok en voz baja, ests
durmiendo? Deslizando suavemente la shoji, se dirigi de
puntillas al camastro y dej una bandeja al lado de la
almohada. Te dejar aqu un poco de agua. l no dio
seales de estar despierto.
Cuando regres a la cabaa, Tji le susurr:
Todo va bien?
Ella cerr los ojos para recalcar sus palabras.
Est profundamente dormido.
Con semblante satisfecho, Tji sali al exterior, fue a la
parte trasera de la cabaa y agit una mecha de mosquete
encendida. Entonces los hombres que estaban debajo tiraron
de los soportes bajo la habitacin, haciendo que se
derrumbara estrepitosamente entre las paredes del valle,
armazn, cumbrera y todo lo dems.
Lanzando gritos de triunfo, los hombres salieron de sus
escondrijos, como cazadores que hubieran estado detrs de
escondites porttiles, y bajaron velozmente a la orilla del
ro. El paso siguiente consista en sacar de entre los
escombros el cuerpo y las pertenencias de la vctima. Luego
slo tendran que recoger las piezas y reconstruir la
habitacin.
Los bandidos saltaron sobre el montn de tablas y
postes, como perros que se abalanzaran sobre unos huesos.
Otros hombres que acababan de llegar preguntaron
desde arriba:
Habis encontrado el cuerpo?
No, todava no.
Ha de estar por aqu.
Tji grit con estridencia:
Tal vez se ha golpeado contra una roca u otra cosa
mientras caa y el cuerpo ha rebotado. Mirad bien a vuestro
alrededor.
Las rocas, el agua, los rboles y las plantas del valle
estaban adquiriendo una coloracin rojiza. Lanzando
exclamaciones de sorpresa, Tji y sus sicarios alzaron la
vista hacia el cielo. A setenta pies por encima de ellos, las
llamas brillantes brotaban de puertas, ventanas, paredes y
el techo de la cabaa, la cual se haba convertido en una
enorme bola de fuego.
De prisa! Volved aqu!
Los gritos penetrantes eran de Ok, y parecan los
aullidos de una mujer que hubiera perdido la razn.
Cuando los hombres llegaron a lo alto del precipicio, las
llamas danzaban frenticamente, avivadas por el viento.
Desprotegida de la lluvia de chispas y ascuas, Ok estaba
atada con firmes ligaduras al tronco de un rbol.
Todos los hombres estaban pasmados. Musashi se
haba marchado? Cmo lo haba hecho? Cmo era posible
que los hubiera burlado a todos ellos?
Tji se sinti descorazonado. Ni siquiera envi a sus
hombres en persecucin de Musashi, pues haba odo
hablar de l lo suficiente para saber que jams le
capturaran. Sin embargo, los bandidos se apresuraron a
organizarse por su cuenta y varios grupos partieron en
todas direcciones.
No encontraron rastro de Musashi.
Jugando con fuego
Al contrario que en las dems rutas principales, no haba
rboles alineados a lo largo de la carretera de Ksh, que
enlazaba Shiojiri y Edo a travs de la provincia de Kai.
Utilizada para el transporte militar durante el siglo XVI,
careca de la red de caminos secundarios que tena el
Nakasend, y slo recientemente le haba sido otorgada la
categora de arteria principal.
Para los viajeros procedentes de Kyoto u Osaka, su
caracterstica ms desagradable era la ausencia de buenas
posadas y casas de comidas. Si uno peda una caja para
almorzar, lo ms probable era que no recibiese nada ms
apetitoso que pastelillos de arroz envueltos en hojas de
bamb o, incluso menos atractivas, bolas de arroz vulgar y
corriente envueltas en hojas de roble secas. A pesar de esta
dieta primitiva, sin duda no muy diferente de la que se
estilaba en el perodo Fujiwara, varios siglos antes, las
rsticas hosteleras rebosaban de clientes, que en su
mayora se dirigan a Edo.
Un grupo de viajeros estaban descansando por encima
del puerto de montaa de Kobotoke. Uno de ellos exclam:
Mirad, ah va otra hornada!
Se refera a una estampa de la que l y sus compaeros
haban gozado casi a diario: un grupo de prostitutas de
Kyoto que viajaban hacia Edo.
Las mujeres eran ms de treinta, algunas de edad
avanzada, otras veinte o treintaeras, y cinco de ellas, por
lo menos, adolescentes todava. Junto con unos diez
hombres que las administraban o servan, daban la
impresin de una gran familia patriarcal. Completaban el
grupo varios caballos de transporte sobrecargados con
objetos que iban desde pequeos cestos de mimbre hasta
arcas de madera que tenan la altura de un hombre.
El jefe de la familia, un hombre de unos cuarenta
aos, se diriga a las mujeres:
Si las sandalias de paja os causan ampollas,
cambiadlas por zri
[8]
pero atadlas bien para que no se os
resbalen. Y dejad de quejaros diciendo que no podis seguir
caminando. Slo tenis que mirar a los nios que van por la
carretera!
Era evidente, por la acidez de su tono, que le estaba
costando un gran esfuerzo hacer que sus pupilas,
normalmente sedentarias, siguieran andando.
El hombre, llamado Shji Jinnai, era natural de Fushimi
y samurai de nacimiento. Por motivos que slo l conoca,
haba abandonado la vida militar para convertirse en el
administrador de un burdel. Perspicaz y lleno de recursos,
haba logrado el apoyo de Tokugawa Ieyasu, el cual resida
a menudo en el castillo de Fushimi, y no slo haba
obtenido permiso para trasladar su negocio a Edo sino que
tambin haba persuadido a muchos de sus colegas del ramo
para que hicieran lo mismo.
Cerca de la cima de Kobotoke, Jinnai dio el alto a su
grupo.
An es algo temprano, pero ya podemos almorzar.
Volvindose a Onao, una anciana que actuaba como una
especie de gallina clueca, le orden que distribuyera la
comida.
Descargaron de uno de los caballos el fardo que contena
las cajas del almuerzo, y cada una de las mujeres recibi una
bola de arroz envuelta en una hoja. Todas se acomodaron
para descansar. El polvo que amarilleaba su piel tambin
haba emblanquecido casi del todo su cabello negro, aunque
llevaban sombreros de viaje de ala ancha o se haban atado
toallas alrededor de la cabeza. Como no haba t ni nada
para beber, chascaban mucho los labios y sorban aire entre
los dientes. Ninguna hablaba de ardides sexuales o
emociones amorosas. Frases como: De quin sern los
brazos que esta noche abrazarn a esta roja flor? parecan
totalmente fuera de lugar.
Ah, est delicioso! exclam encantada una de las
pupilas ms jvenes de Jinnai. El tono de su voz habra
arrancado lgrimas a los ojos de su madre.
La atencin de otras dos o tres se desvi de su almuerzo
para centrarse en un joven samurai que pasaba por all.
Verdad que es apuesto? susurr una.
Humm, no est mal replic otra, de actitud ms
mundana.
Ah, le conozco asegur otra. Sola venir a
nuestra casa en compaa de hombres de la escuela
Yoshioka.
De quin estis hablando? pregunt una
muchacha de expresin lujuriosa.
De ese joven que se pavonea por ah con una larga
espada a la espalda.
Inconsciente de la admiracin que despertaba, Sasaki
Kojir se abra paso entre una multitud de porteadores y
caballos de carga.
Una voz aguada y coqueta le llam:
Seor Sasaki! Aqu, seor Sasaki!
Puesto que haba mucha gente llamada Sasaki, el joven
ni siquiera se volvi.
Eh, el del flequillo!
Kojir enarc las cejas y gir sobre sus talones.
No seis deslenguadas! grit colrico Jinnai.
Eso es una grosera.
Entonces, al alzar la vista de su almuerzo, reconoci a
Kojir.
Bien, bien dijo, apresurndose a levantarse.
Pero si es nuestro amigo Sasaki! Adonde te diriges, si
puedo preguntrtelo?
Ah, hola. Eres el dueo de la Sumiya, verdad? Voy a
Edo. Y vosotros? Parecis haber emprendido una mudanza
en toda regla.
As es. Nos trasladamos a la nueva capital.
De veras? Crees que puedes tener xito all?
Nada crece en las aguas estancadas.
Al ritmo de crecimiento de Edo, supongo que hay
mucho trabajo para los obreros de la construccin y los
armeros. Pero diversiones elegantes? Me parece dudoso
que exista ya una gran demanda.
En eso te equivocas. Las mujeres convirtieron Osaka
en una ciudad antes de que Hideyoshi llegara a darse cuenta.
Puede que as fuera, pero en un sitio como Edo,
probablemente ni siquiera podrs encontrar una casa
apropiada.
Te equivocas de nuevo. El gobierno ha delimitado
unas tierras pantanosas en un lugar llamado Yoshiwara para
quienes nos dedicamos a mi negocio. Mis colegas ya han
empezado a desecar y rellenar los terrenos, a trazar calles y
levantar edificios. Segn todos los informes, me ser muy
fcil encontrar un buen sitio en una calle principal.
Quieres decir que los Tokugawa entregan la tierra?
Gratuitamente?
Pues claro. Quin pagara por una tierra pantanosa?
El gobierno incluso aporta parte de los materiales de
construccin.
Ya veo. No es de extraar que estis todos
abandonando la zona de Kyoto.
Y t qu cuentas? Tienes alguna perspectiva de
situarte al servicio de un daimy?
Oh, no, nada de eso. No lo aceptara aunque me lo
ofrecieran. Sencillamente, he pensado en ir a ver qu ocurre
all, puesto que es la residencia del shgun y el lugar de
donde procedern las rdenes en el futuro. Por supuesto, si
me pidieran que fuese uno de los instructores del shgun,
podra aceptar.
Aunque no era precisamente un juez de esgrima, Jinnai
tena buen ojo para evaluar a la gente. Pensando en que sera
mejor no hacer ningn comentario sobre el desmedido
egotismo de Kojir, desvi la mirada y empez a aguijonear
a su tropa para que se pusiera en movimiento.
Vamos, todo el mundo en pie! Ya es hora de partir.
Onao, que haba estado contando cabezas, dijo:
Parece que falta una muchacha. Cul ser? Kich?
O tal vez Sumizome? No, ambas estn ah. Es extrao.
Quin podr ser?
Kojir, que no deseaba lo ms mnimo tener a un grupo
de prostitutas por compaeras de viaje, reanud su camino.
Dos de las muchachas que haban desandado sus pasos
por la carretera en busca de la desaparecida regresaron al
lado de Onao. Jinnai se reuni con ellas.
Vamos, vamos, Onao, cul es la que falta?
Ah, ya lo s, es esa chica llamada Akemi respondi
contrita, como si ella tuviera la culpa. La que recogiste en
el camino de Kiso.
Debe de estar por estos alrededores.
Hemos buscado en todas partes. Creo que debe de
haber huido.
Bueno, no ha firmado ningn compromiso escrito ni
le he prestado dinero corporal. Dijo que estaba dispuesta
y, como era lo bastante agraciada para trabajar, la acept.
Supongo que me ha ocasionado algn gasto de viaje, pero
no tanto como para preocuparme. No importa. Sigamos
adelante.
Empez a dar prisa a su grupo. Aunque tuvieran que
viajar despus de que se pusiera el sol, se propona llegar a
Hachiji dentro de aquella misma jornada. Si podan
recorrer esa distancia sin detenerse, al da siguiente llegaran
a Edo.
Haban recorrido un corto trecho de carretera cuando
Akemi reapareci y se integr de nuevo al grupo.
Dnde te habas metido? le pregunt Onao
encolerizada. No puedes irte por ah sin decir a nadie
adonde vas, a menos, claro, que te propongas
abandonarnos.
La anciana sigui explicndole santurronamente que
todos haban estado muy preocupados por ella.
No comprendes le dijo Akemi, a quien la
reprimenda slo le hizo rer. Pasaba por la carretera un
hombre al que conozco y no quera que me viera. Me
escond en un bosquecillo de bambes, sin saber que detrs
haba una pendiente muy pronunciada. Resbal y fui a
parar al fondo.
Corrobor sus palabras alzando el kimono desgarrado y
mostrando el rasguo en un codo. Pero incluso mientras
rogaba que la perdonaran, su rostro no mostraba la ms
ligera seal de arrepentimiento.
Desde el lugar que ocupaba delante del grupo, Jinnai se
enter de lo que ocurra y llam a la muchacha.
Te llamas Akemi, no es cierto? le dijo
severamente. Akemi... Es un nombre difcil de recordar.
Si quieres tener xito de veras en este negocio, tendrs que
buscarte uno mejor. Dime, has resuelto en serio seguir
adelante con nosotros?
Es que hace falta resolucin para convertirse en una
puta?
No es un trabajo que puedas hacer durante uno o dos
meses y luego abandonarlo. Y si te conviertes en una de mis
chicas, tendrs que dar a los clientes lo que pidan, te guste o
no. Eso has de tenerlo perfectamente claro.
Qu ms da ahora? Los hombres ya han echado a
perder mi vida.
Mira, sa no es la actitud correcta ni mucho menos.
Quiero que pienses cuidadosamente en ello. Si cambias de
idea antes de que lleguemos a Edo, no te lo echar en cara ni
te pedir que me pagues lo que me cuesta tu comida y
alojamiento.
Ese mismo da, en el Yakuin de Takao, un hombre de edad
madura que, al parecer, estaba libre de las exigencias de
trabajos o negocios, se dispona a reanudar sin
apresuramiento su viaje. Junto con su sirviente y un
muchacho de unos quince aos, haba llegado la noche
anterior, solicitando acomodo hasta el da siguiente. En
compaa del muchacho haba recorrido el recinto del
templo desde primeras horas de la maana. Ahora era
alrededor del medioda.
Aqu tenis esto para reparar el tejado o lo que sea
necesario dijo a uno de los sacerdotes, ofrecindole tres
grandes monedas de oro.
El superior de los sacerdotes, a quien informaron en
seguida de la excepcional donacin, se sinti tan abrumado
por la generosidad del donante, que se apresur a ir a su
encuentro para saludarle personalmente.
Tal vez te gustara dejarnos tu nombre le dijo.
Otro sacerdote, diciendo que ya lo haba hecho, mostr
la anotacin en el registro del templo, que deca as: Daiz
de Narai, comerciante de hierbas, residente al pie del monte
Ontake de Kiso.
El superior de los sacerdotes se disculp con efusin
por la mala calidad de la comida servida en el templo, pues
Daiz de Narai era conocido en todo el pas como un
generoso donante en santuarios y templos. Sus donaciones
siempre adoptaban la forma de monedas de oro, y se deca
que en algunos casos eran de varias docenas. Slo l mismo
saba si haca tal cosa para divertirse, adquirir una
reputacin o por piedad religiosa.
El sacerdote, deseoso de que se quedara ms tiempo, le
rog que examinara los tesoros del templo, un privilegio
otorgado a muy pocas personas.
Estar en Edo una temporada respondi Daiz.
Vendr a verlos en otra ocasin.
S, por favor, pero por lo menos permteme que te
acompae hasta el portal insisti el sacerdote. Tienes
intencin de alojarte esta noche en Fuch?
No, en Hachiji.
En ese caso ser un viaje cmodo.
Dime, quin es ahora el seor de Hachiji?
Recientemente lo han puesto bajo la administracin
de kubo Nagayasu.
Fue magistrado en Nara, no es cierto?
S, en efecto. Tambin controla las minas de oro en la
isla de Sado. Es muy rico.
Al parecer, es un hombre muy capacitado.
An era de da cuando llegaron al pie de las montaas y
se encontraron en la bulliciosa calle principal de Hachiji,
donde, segn decan, no haba menos de treinta y cinco
posadas.
Bueno, Jtar, dnde vamos a alojarnos?
Jtar, que se haba mantenido al lado de Daiz como
una sombra, le respondi rotundamente que prefera
cualquier parte... mientras no sea un templo.
Tras elegir la posada ms grande e imponente, Daiz
entr y solicit habitacin. Su aspecto distinguido, junto
con la elegante valija laqueada que el sirviente transportaba
a la espalda, deslumbraron al encargado de la recepcin, el
cual coment en tono adulador:
Te has detenido muy temprano, verdad?
Las posadas a lo largo de las carreteras estaban
acostumbradas a recibir hordas de viajeros que llegaban a la
hora de la cena e incluso ms tarde.
Acompaaron a Daiz a una espaciosa habitacin en la
planta baja, pero poco despus de que se pusiera el sol, el
encargado y el posadero se presentaron en la estancia.
Estoy seguro de que es una gran molestia empez
a decir el posadero humildemente, pero ha llegado de
repente un grupo muy numeroso de huspedes y me temo
que aqu habr mucho ruido. Si no te importa trasladarte a
una habitacin del primer piso...
Ah, me parece muy bien dijo Daiz en tono afable
. Me alegro de ver que tu negocio prospera.
Hizo una sea a Sukeichi, su criado, para que se hiciera
cargo del equipaje y subi las escaleras. Apenas haba
abandonado la habitacin cuando sta fue invadida por las
mujeres de la Sumiya.
La actividad que reinaba en la posada era frentica. Con
la barahnda que haba en la planta baja, los sirvientes no se
presentaban al llamarles. La cena lleg tarde, y cuando
hubieron comido, nadie se present para llevarse los platos.
Para colmo, se oa constantemente un ruido de fuertes
pisadas en ambos suelos. Slo la simpata de Daiz hacia
los servidores evit que perdiera los estribos. Haciendo
caso omiso del desaliado estado de la habitacin, se estir
para dormitar, usando el brazo como almohada. Al cabo de
unos minutos, un repentino pensamiento cruz por su
mente, y llam a Sukeichi.
Como el criado no acudi, Daiz abri los ojos, se
irgui y grit:
Jtar, ven aqu!
Pero tambin el muchacho haba desaparecido.
Daiz se levant y sali a la terraza, donde se encontr
con numerosos huspedes excitados que miraban con
entusiasmo a las prostitutas alojadas en la planta baja.
Al ver a Jtar entre los espectadores, Daiz le agarr
de un brazo y le llev en seguida a la habitacin. Mirndole
severamente, le pregunt:
Qu estabas mirando?
La larga espada de madera del muchacho, de la que no se
separaba ni siquiera cuando estaba bajo techo, roz el
tatami al sentarse.
Bueno, miraba lo mismo que todos los dems.
Y qu es lo que estn mirando?
Abajo, en la habitacin del fondo, hay muchas
mujeres.
Es eso todo?
S.
Y qu tiene eso de divertido?
La presencia de las putas no molestaba a Daiz, pero
por alguna razn el profundo inters de los hombres que las
miraban embobados le pareca irritante.
No lo s replic sinceramente Jtar.
Voy a dar un paseo por el pueblo le dijo Daiz.
T qudate aqu mientras est ausente.
No puedo ir contigo?
Por la noche no.
Por qu no?
Como te dije antes, cuando voy a dar un paseo no es
sencillamente para entretenerme.
Entonces para qu lo haces?
Es algo relacionado con mi religin.
Es que no te basta con las visitas a santuarios y
templos durante el da? Hasta los sacerdotes tienen que
dormir de noche.
Para m, la religin consiste en algo ms que visitar
santuarios y templos, jovencito. Ahora ve en busca de
Sukeichi. Tiene la llave de mi valija.
Ha ido a la planta baja hace un momento. Le he visto
mirando a hurtadillas la habitacin de las mujeres.
Tambin l? exclam Daiz, chascando la lengua
. Ve a buscarle y hazlo de prisa.
Despus de que Jtar saliera, Daiz empez a atarse
de nuevo el obi de su kimono.
Los huspedes masculinos, al enterarse de que las
mujeres eran prostitutas de Kyoto, afamadas por su belleza
y habilidad en las artes amatorias, eran incapaces de apartar
los ojos de ellas. Sukeichi estaba tan absorto en su
contemplacin, que an tena la boca abierta cuando Jtar
le localiz.
Vamos, ya has visto suficiente le dijo bruscamente
el muchacho, tirndole de la oreja.
Ay! grit el sirviente.
Tu amo te llama.
Eso no es cierto.
Claro que s. Ha dicho que va a dar un paseo.
Siempre hace eso, verdad?
Cmo? Ah, s, en efecto dijo Sukeichi, desviando
los ojos a regaadientes.
El chico se haba vuelto para seguirle, cuando una voz le
llam.
Jtar? Eres Jtar, me equivoco?
Era la voz de una joven. El muchacho mir a su
alrededor inquisitivamente. La esperanza de encontrar a su
perdido maestro y Ots no le haba abandonado nunca.
Sera posible? Se puso en tensin y escudri entre las
ramas de un gran arbusto de hoja perenne.
Quin es?
Yo.
El rostro que surgi del follaje era familiar.
Ah, slo eres t.
Akemi le golpe fuertemente en la espalda.
Pequeo monstruo! Ha pasado tanto tiempo desde
que te vi por ltima vez... Qu ests haciendo aqu?
Podra hacerte la misma pregunta.
Bueno, yo... Bah, de todos modos no significara
nada para ti.
Viajas con estas mujeres?
S, pero an no me he decidido.
Decidido a qu?
A convertirme en una de ellas respondi ella con
un suspiro. Tras una larga pausa, le pregunt: Qu hace
ltimamente Musashi?
Jtar se dio cuenta de que eso era realmente lo que ella
quera saber, y pens que ojal estuviera en condiciones de
responder a la pregunta.
Ots, Musashi y yo... nos separamos en la carretera.
Ots? Quin es? Apenas acababa de pronunciar
estas palabras cuando se acord. Bah, no importa. Lo s.
Todava persigue a Musashi?
Akemi estaba acostumbrada a considerar a Musashi
como un gallardo shugysha que iba de un lado a otro segn
le viniera en gana, viva en los bosques y dorma sobre las
rocas desnudas. Aun cuando lograra alcanzarle, l vera en
seguida lo disoluta que se haba vuelto su vida y la
rechazara. Haca tiempo que se haba resignado a la idea de
que su amor no sera correspondido.
Pero la mencin de otra mujer despert en ella
sentimientos de celos y aviv los rescoldos de su instinto
amoroso.
Aqu hay demasiados ojos curiosos, Jtar. Vayamos
a otra parte.
Salieron por la puerta del jardn. Ya en la calle, regal su
vista las luces de Hachiji y sus numerosas hosteleras. Era
la poblacin ms animada que los dos haban visto desde
que salieran de Kyoto. Al noroeste se alzaban las oscuras y
silenciosas formas de la sierra de Chichibu y las montaas
que sealaban el lmite de la provincia de Kai, pero aqu
flotaba en la atmsfera el aroma del sake y vibraban los
sonidos de los peines de telar manejados por los tejedores,
los gritos de los vendedores en el mercado, las voces
excitadas de los jugadores y las desanimadas y lacrimosas
canciones de los cantantes callejeros locales.
Matahachi mencionaba con frecuencia a Ots
minti Akemi. Qu clase de persona es?
Es muy buena dijo seriamente Jtar. Dulce,
amable, considerada y bonita. Me gusta de veras.
La amenaza que Akemi notaba cernida sobre ella se
intensific, pero ocult sus sentimientos tras una sonrisa
afable.
De veras es tan extraordinaria?
S, lo es, y sabe hacer de todo. Canta, escribe bien y
toca la flauta a la perfeccin.
Akemi no pudo seguir ocultando su irritacin.
No veo qu gana una mujer sabiendo tocar la flauta.
Si no quieres, no lo hagas, pero todo el mundo,
incluso el seor Yagy Sekishsai, tiene en gran estima a
Ots. Hay una sola cosa que no me gusta de ella.
Todas las mujeres tienen sus defectos. Se trata slo
de que los admitan sinceramente, como yo lo hago, o que
intenten ocultarlos detrs de una actitud de dama
distinguida.
Ots no es as. Slo tiene un punto flaco.
Cul es?
Cada dos por tres se le saltan las lgrimas. Es llorona
como una criatura.
Ah, s? Y por qu?
Llora cada vez que piensa en Musashi. Por eso estar
a su lado es bastante triste y no me gusta.
Jtar se expres con juvenil abandono, sin
preocuparse lo ms mnimo del efecto que pudieran surtir
sus palabras.
Unos celos ardientes embargaron a Akemi. Se le notaba
en las profundidades de los ojos, incluso en el color de su
piel. No obstante, prosigui su interrogatorio.
Dime, qu edad tiene?
Ms o menos la misma.
Quieres decir la misma que yo?
Humm, pero parece ms joven y bonita.
Akemi se arriesg, confiando en volver a Jtar en
contra de Ots.
Musashi es ms viril que la mayora de los hombres.
Sin duda detesta ver a una mujer que se comporta as
continuamente. Ots debe creer que las lgrimas le ganarn
la benevolencia de un hombre. Es como las chicas que
trabajan en la Sumiya.
Jtar replic muy molesto:
Eso no es cierto en absoluto. En primer lugar, a
Musashi le gusta Ots. l nunca demuestra sus
sentimientos, pero est enamorado de ella.
El rostro ruborizado de Akemi se volvi carmes.
Ansiaba arrojarse a un ro para apagar las llamas que la
estaban consumiendo.
Ven conmigo por aqu, Jtar.
Tir de l hacia una luz roja en una calle lateral.
Eso es una taberna.
S, y qu?
Las mujeres no pueden entrar en esa clase de sitios.
De repente tengo mucha sed y no puedo entrar ah
sola. Me sentira incmoda.
Y yo no?
Tambin dan de comer. Puedes tomar algo.
A primera vista, el local pareca vaco. Akemi entr y,
mirando la pared ms que el mostrador, dijo:
Ponme sake!
Engull una taza tras otra con tanta rapidez como era
humanamente posible. Jtar, asustado por la cantidad de
bebida, intent moderarla, pero ella le apart con el codo.
Calla! grit. Qu pesado eres! Vamos, ponme
ms sake!
El muchacho, interponindose entre ella y el recipiente
de sake, le suplic:
Ya es suficiente. No puedes seguir bebiendo de esa
manera.
No te preocupes por m farfull ella. Eres amigo
de Ots, no es cierto? No soporto a las mujeres que
intentan conseguir a un hombre con lgrimas!
Pues a m me disgustan las mujeres que se
emborrachan.
Lo siento mucho, pero cmo un enano como t
podra comprender por qu bebo?
Anda, paga la cuenta.
Crees que tengo dinero?
Ah, no?
No. Quiz puedan cobrar en la Sumiya. De todos
modos, ya me he vendido al amo. Las lgrimas anegaron
sus ojos. Lo siento...; de veras que lo siento.
No eras t quien se burlaba de Ots porque llora?
Mrate.
Mis lgrimas no son como las suyas. Ah, la vida es
demasiado complicada. Quisiera estar muerta.
Dicho esto, se levant y sali tambalendose a la calle.
El tabernero, que ya haba tenido otras dientas como
aqulla, se limit a rerse, pero un rnin que hasta entonces
haba dormido silenciosamente en un rincn, abri sus ojos
legaosos y mir a la mujer que se retiraba.
Jtar corri tras ella y la cogi por la cintura, pero ella
se zaf y ech a correr por la calle a oscuras, con el
muchacho pisndole los talones.
Detente! le grit, alarmado. Ni siquiera se te
ocurra eso. Vuelve!
Aunque a ella no pareca importarle si tropezaba con
algo en la oscuridad o caa en una cinaga, era plenamente
consciente de la splica de Jtar. Cuando se arroj al mar
en Sumiyoshi, haba querido matarse, pero ya no estaba tan
falta de astucia. Que Jtar se preocupara tanto por ella le
produca cierta emocin.
Cuidado! le grit, al ver que se diriga en lnea
recta a las turbias aguas de un foso. Detente! Por qu
quieres morir? Es una locura.
Volvi a cogerla de la cintura y ella se lament.
Por qu no habra de morir? Crees que soy mala, y
lo mismo cree Musashi y todo el mundo. No puedo hacer
nada salvo morir, abrazando a Musashi en mi corazn.
Jams permitir que me lo arrebate una mujer como sa!
Ests muy confundida. Cmo has llegado a esto?
No importa. Todo lo que has de hacer es empujarme
al foso. Adelante, Jtar, empjame.
Cubrindose el rostro con las manos, se ech a llorar a
lgrima viva. Esto despert un extrao temor en Jtar, el
cual tambin sinti el impulso de llorar.
Anda, Akemi. Volvamos.
Cunto deseo verle. Encuntramelo, Jtar. Por
favor, encuntrame a Musashi.
Estate quieta! No te muevas, es peligroso.
Ah, Musashi!
Cuidado!
En aquel momento, el rnin que haba estado en la
taberna sali de la oscuridad.
Vete, muchacho le orden. Yo la llevar a la
posada.
Cogi a Jtar por debajo de los brazos y, alzndolo, lo
deposit bruscamente a un lado.
Era un hombre alto, de unos treinta y cinco aos, con
los ojos hundidos en las cuencas y una espesa barba. Una
cicatriz curva, reliquia, sin duda, de una herida de espada, le
cruzaba la cara desde la oreja derecha al mentn. Pareca el
corte mellado de un melocotn al partirlo.
Tragando saliva para vencer su temor, Jtar intent
convencer a la joven.
Akemi, por favor, ven conmigo. Todo ir bien.
Ahora la cabeza de Akemi descansaba en el pecho del
samurai.
Mira, se ha dormido dijo el hombre. Vete de
aqu! Luego la llevar a casa.
No! Sultala!
Como el chico se negaba a moverse, el rnin extendi
lentamente una mano y le agarr por el cuello del kimono.
Qutame las manos de encima! grit Jtar,
resistindose con todas sus fuerzas.
Pequeo bastardo! Te gustara que te echara al
foso?
Quin va a hacerlo?
Se contorsion hasta liberarse, y en cuanto estuvo libre,
su mano encontr el extremo de la espada de madera.
Descarg un golpe contra el costado del hombre, pero su
propio cuerpo dio una voltereta y cay sobre una piedra al
lado del camino. Jtar emiti un solo gemido y qued
inmvil.
Permaneci algn tiempo inconsciente antes de que
empezara a or voces a su alrededor.
Eh, despierta.
Qu ha pasado?
Abri los ojos y discerni vagamente un pequeo
grupo de gente.
Ests despierto?
Te encuentras bien?
Azorado por la atencin de que era objeto, recogi su
espada de madera y estaba a punto de alejarse cuando un
empleado de la posada le cogi del brazo.
Espera un momento le dijo en tono brusco.
Qu le ha ocurrido a la mujer que estaba contigo?
Jtar mir a su alrededor y tuvo la impresin de que
los dems tambin eran de la posada, tanto huspedes como
empleados. Algunos de ellos llevaban palos, mientras que
otros sostenan redondos farolillos de papel.
Lleg un hombre y dijo que os haban atacado y un
rnin se haba llevado a la mujer. Sabes por dnde han ido?
Jtar, todava aturdido, sacudi la cabeza.
Eso es imposible. Debes de tener alguna idea.
Jtar seal en la primera direccin que se le ocurri.
Ahora lo recuerdo. Fue por ah.
No quera decir lo que haba ocurrido realmente,
temeroso de que Daiz le regaara por su intervencin,
pero tambin tema admitir delante de aquellas personas
que el rnin le haba derribado.
A pesar de la vaguedad de su respuesta, los hombres
echaron a correr y, al cabo de un rato, uno de ellos grit:
All est.
Los farolillos formaron un crculo alrededor de Akemi,
que yaca en una postura desgarbada donde haba sido
abandonada, sobre un montn de heno en el cobertizo de un
granjero. El ruido de las pisadas la hizo volver en s y se
levant. Tena abierta la parte delantera del kimono y el obi
yaca en el suelo. El heno se le haba adherido al cabello y la
ropa.
Qu ha ocurrido?
Aunque todos tenan en la lengua la palabra violacin,
nadie se atrevi a pronunciarla. Ni siquiera pas por sus
mentes la idea de perseguir al malhechor. Crean que lo
sucedido a Akemi, fuera lo que fuese, era algo que ella
misma se haba buscado.
Vamos, vuelve con nosotros le dijo uno de los
hombres, cogindola de la mano.
Akemi se apresur a retirar la mano. Apoyando la
cabeza tristemente en la pared, rompi en amargas lgrimas.
Parece bebida.
Cmo se ha puesto as?
Jtar haba observado la escena desde cierta distancia.
No entenda con detalle lo que le haba sucedido a Akemi,
pero de alguna manera le record una experiencia que no
tena nada que ver con ella. Sinti de nuevo la emocin de
estar tendido en el cobertizo del forraje con Kocha, en
Koyagy, junto con el temor, extraamente excitante, de
unas pisadas que se aproximaban. Sin embargo, su placer se
evapor en seguida.
Ser mejor que regrese dijo decididamente.
A medida que apresuraba el paso, su espritu, al
regresar de su viaje a lo desconocido, le impuls a cantar.
Viejo Buda metlico que ests en el campo,
has visto a una chica de diecisis aos?
No conoces a una muchacha que se ha extraviado?
Cuando te preguntan, contestas Clang.
Cuando te golpean, dices Bong.
Un grillo en la hierba
Jtar avanz a paso vivo, prestando escasa atencin al
camino. De repente se detuvo y mir a su alrededor,
preguntndose si se habra extraviado. No recuerdo haber
pasado antes por aqu, pens con nerviosismo.
Varias casas de samurais bordeaban los restos de una
antigua fortaleza. Una seccin del recinto haba sido
reconstruida para servir como residencia oficial de kubo
Nagayasu, el administrador nombrado recientemente, pero
el resto de la zona, que se alzaba como un montculo
natural, estaba cubierto de maleza y rboles. La muralla de
piedra era una ruina, pues muchos aos antes haba sido
asaltada por un ejrcito invasor. La fortificacin pareca
primitiva comparada con los recintos fortificados
construidos en los ltimos cuarenta o cincuenta aos. No
tena foso ni puente, nada que se pudiera describir
apropiadamente como una muralla de castillo.
Probablemente haba pertenecido a la nobleza rural de la
zona en la poca anterior a la gran guerra civil tras la cual
los daimy incorporaron sus dominios rurales en
principados feudales de mayor tamao.
A un lado de la carretera se extendan campos de arroz
y tierras pantanosas; en el otro las murallas y, ms all, un
risco en cuya cima debi de levantarse en otro tiempo la
fortaleza.
Mientras trataba de orientarse, Jtar examin el risco.
Vio que algo se mova, se detena y volva a moverse. Al
principio pareca un animal, pero pronto la silueta que se
mova sigilosamente se convirti en el contorno de un
hombre. Jtar sinti un escalofro, pero permaneci como
clavado donde estaba.
El hombre descolg una cuerda con un gancho fijado en
el extremo superior. Tras haberse deslizado a lo largo de la
cuerda y hallado un asidero para los pies, la sacudi para
desengancharla y repiti la operacin. Al llegar a la base del
risco desapareci en la espesura.
Jtar senta una gran curiosidad.
Al cabo de unos minutos, vio que el hombre caminaba
por las pequeas elevaciones que separaban los arrozales,
dirigindose aparentemente hacia l. Poco le falt al
muchacho para ser presa del pnico, pero se tranquiliz al
ver que el hombre llevaba un fardo a la espalda. Qu
prdida de tiempo! pens. No es ms que un
campesino que roba lea. Se dijo que el hombre deba de
estar loco para arriesgarse a escalar el risco por nada ms
que un poco de lea. Adems se senta decepcionado, pues
su misterio se haba vuelto insoportablemente vulgar. Pero
entonces experiment su segunda sorpresa, pues cuando el
hombre pas por el camino junto al rbol tras el que Jtar
se haba escondido, el chico tuvo que ahogar un grito.
Estaba seguro de que aquella figura oscura era Daiz.
No puede ser, dijo para sus adentros. El hombre se
ocultaba el rostro con un pao negro y vesta unos calzones
de campesino, polainas y sandalias de paja ligeras.
La misteriosa figura se desvi por un sendero que
rodeaba una colina. Nadie con unos hombros tan robustos y
un paso tan vigoroso poda ser un cincuentn como Daiz.
Tras convencerse de que se haba equivocado, Jtar le
sigui. Tena que regresar a la posada y aquel hombre
podra ayudarle, sin saberlo, a encontrar el camino.
Cuando el hombre lleg a un letrero indicador, dej en el
suelo su fardo, que pareca muy pesado. Al inclinarse para
leer la inscripcin en la piedra, algo en su figura le pareci
familiar a Jtar.
Mientras el hombre suba por el sendero de la colina,
Jtar examin el letrero, que contena las palabras Pino
sobre el montculo de las Cabezas Enterradas. Arriba. All
era donde los habitantes de la zona enterraban las cabezas
cortadas de los criminales y los guerreros derrotados.
Las ramas de un pino inmenso eran claramente visibles
contra el cielo nocturno. Cuando Jtar lleg a lo alto de la
elevacin, el hombre se haba sentado junto a las races del
rbol y estaba fumando una pipa.
Daiz! Ahora no haba duda alguna. Un campesino
nunca llevara tabaco consigo. Se haba cultivado
domsticamente con xito un poco de aquella planta, pero
en una escala tan limitada que todava era muy cara, e
incluso en el distrito relativamente acomodado de Kansai
era considerada un lujo. Y all, en Sendai, cuando el seor
Date fumaba, su secretario se senta obligado a anotar en su
diario: Por la maana, ha fumado tres veces; por la tarde,
cuatro veces; a la hora de acostarse, una vez.
Dejando de lado las consideraciones econmicas, la
mayora de quienes tenan ocasin de probar el tabaco
descubran que les produca vrtigo e incluso nuseas.
Aunque lo apreciaban por su aroma, en general lo
consideraban como un narctico.
Jtar saba que los fumadores eran pocos. Tambin
saba que Daiz era uno de ellos, pues le haba visto a
menudo aspirar el humo de una hermosa pipa de cermica.
Cierto que eso nunca le haba extraado, pues Daiz era un
hombre rico y de gustos costosos.
Qu se propone hacer?, pens con impaciencia.
Ahora que estaba acostumbrado al peligro de la situacin,
avanz arrastrndose poco a poco hacia el hombre.
Una vez consumida la pipa, el mercader se levant, se
quit el pauelo negro y se lo puso bajo el cinto. Entonces
camin lentamente alrededor del pino. De improviso Jtar
vio que tena una pala en las manos y se pregunt de dnde
la habra sacado. Apoyado en la pala, Daiz ech un
vistazo a la negrura nocturna que le rodeaba, como si fijara
la localizacin en su mente.
Satisfecho al parecer, empuj lateralmente una gran
piedra en el lado norte del rbol y empez a cavar con
energa, sin mirar a derecha ni izquierda. Jtar observ que
la profundidad del hoyo aumentaba hasta que fue lo
bastante hondo para que dentro cupiera un hombre de pie.
Por fin Daiz se detuvo y se enjug el sudor del rostro con
el pauelo. Jtar permaneca inmvil como una roca y
totalmente perplejo.
Esto bastar murmur el mercader, mientras
terminaba de apisonar con los pies la blanda tierra en el
fondo del hoyo. Por un momento, Jtar sinti el peculiar
impulso de gritarle que no se enterrara vivo, pero se
contuvo.
Daiz sali a la superficie y procedi a arrastrar el
pesado fardo desde el rbol hasta el borde del hoyo y
desanud el cordn de caameo con que estaba atado. Al
principio Jtar pens que el saco era de tela, pero
entonces se dio cuenta de que era un pesado manto de
cuero, como los que se ponan los generales sobre sus
armaduras. Dentro haba otro saco, de lona u otra tela
similar. Cuando lo abri, apareci a la vista la parte
superior de un increble montn de oro, lingotes
semicilndricos que se fabricaban vertiendo el metal fundido
en mitades de caas de bamb cortadas en sentido
longitudinal.
Eso no era todo. Tras desatarse el obi, Daiz se
desprendi de varias docenas de grandes piezas de oro
recin acuadas, que haban llenado el envoltorio atado
alrededor del abdomen, la espalda del kimono y otras partes
de su indumentaria. Tras colocarlas pulcramente encima de
los lingotes, anud ambos sacos y dej caer el fardo al
hoyo, como podra haber arrojado el cadver de un perro.
Entonces ech a paladas la tierra extrada, la apison con
los pies y coloc encima la gran piedra. Para terminar,
esparci hierba seca y ramitas alrededor de la piedra.
Entonces se dedic a transformarse de nuevo en el bien
conocido Daiz de Narai, rico comerciante de hierbas. El
atuendo de campesino, con el que envolvi la pala, fue a
parar a unos espesos arbustos entre los que era muy
improbable que se aventurase ningn transente. Se puso el
manto de viaje y se colg la bolsa del dinero alrededor del
cuello, a la manera de los sacerdotes itinerantes. Al calzarse
las zri, musit con satisfaccin:
Toda una noche de trabajo.
Cuando Daiz se hubo alejado lo suficiente, Jtar sali
de su escondite y fue a la piedra. Aunque escrut el lugar
minuciosamente, no pudo distinguir el menor rastro de lo
que acababa de presenciar. Se qued mirando fijamente el
suelo como si fuese la palma vaca de un mago.
Ser mejor que regrese pens de repente. Si no
estoy en la posada cuando l llegue, entrar en sospechas.
Puesto que ahora las luces del pueblo eran visibles por
debajo de l, no le cost trabajo orientarse. Corriendo como
el viento, se las ingeni para mantenerse en senderos
laterales, bien apartado del camino de Daiz.
Cuando subi la escalera de la posada y entr en su
habitacin, lo hizo con una expresin de perfecta inocencia.
Tuvo suerte, pues Sukeichi estaba tumbado junto a la valija
lacada, solo y profundamente dormido. Un hilillo de saliva
se deslizaba por su mentn.
Eh, Sukeichi, vas a coger fro.
Jtar le sacudi para despertarle.
Ah, vaya, eres t farfull Sukeichi, restregndose
los ojos. Qu estabas haciendo fuera a estas horas sin
decrselo al amo?
Ests loco? Hace horas que estoy aqu. Si hubieras
estado despierto, lo habras sabido.
No trates de engaarme. S que saliste con esa mujer
de la Sumiya. Si ahora vas por ah detrs de una puta, no
quiero pensar lo que hars cuando seas adulto.
En aquel momento Daiz abri la shoji.
Ya estoy aqu fue todo lo que dijo.
Era preciso partir a primera hora de la maana para llegar a
Edo antes del anochecer. Jinnai y su grupo, con Akemi
incluida, emprendieron el camino bastante antes de que
amaneciera. Pero Daiz, Sukeichi y Jtar desayunaron sin
prisa y no estuvieron listos para partir hasta que el sol ya
estuviera bastante alto en el cielo.
Daiz iba delante, como de costumbre, pero Jtar le
segua al lado de Sukeichi, lo que no era habitual.
Finalmente Daiz hizo un alto y se dirigi al muchacho.
Vamos a ver, qu te ocurre esta maana?
Perdona?
Jtar hizo lo que pudo por parecer desenvuelto.
Algo va mal?
No, nada. Por qu lo preguntas?
Pareces triste. No eres el de siempre.
No es nada, seor, slo estaba pensando. Si me
quedo contigo, no s si encontrar jams a mi maestro.
Quisiera ir en su busca yo solo, si no te parece mal.
Sin un instante de vacilacin, Daiz replic:
Me parece mal!
Jtar se le haba acercado cautelosamente y empezado
a cogerle el brazo, pero retir la mano y le pregunt con
nerviosismo:
Por qu no?
Descansemos un rato dijo Daiz, sentndose en la
herbosa llanura por la que era famosa la provincia de
Musashi
[9]
. Una vez sentado, hizo un gesto a Sukeichi para
que siguiera adelante.
Pero tengo que encontrar a mi maestro... lo antes
posible le suplic Jtar.
Te he dicho que no irs solo a ninguna parte. Con
una expresin muy severa, Daiz se llev la pipa de
cermica a los labios y aspir el humo. A partir de hoy,
eres mi hijo.
Pareca hablar en serio. Jtar trag saliva, pero
entonces Daiz se ech a rer y el muchacho, suponiendo
que todo era una broma, le dijo:
No podra hacer eso. No quiero ser tu hijo.
Cmo?
Eres un mercader y yo quiero ser samurai.
No te quepa duda de que Daiz de Narai no es
ningn plebeyo ordinario, sin honor ni antecedentes. S mi
hijo adoptivo y har de ti un verdadero samurai.
Jtar comprendi consternado que el otro hablaba en
serio.
Puedo preguntarte por qu has tomado esa decisin
tan de repente?
De improviso, Daiz le cogi e inmoviliz a su lado.
Acerc la cara a la oreja del muchacho y le susurr:
Me viste, no es cierto, pequeo bastardo?
Que te vi?
S, estabas mirando, verdad?
No s de qu me hablas. Mirando qu?
Qu hice anoche?
Jtar hizo lo que pudo por conservar la calma.
Por qu dices eso?
Las defensas del muchacho estaban a punto de venirse
abajo.
Por qu espiabas mis asuntos particulares?
Lo siento! exclam impulsivamente Jtar. Lo
siento de veras. No se lo dir a nadie.
Baja la voz! No voy a castigarte, pero a cambio vas
a ser mi hijo adoptivo. Si te niegas, no tendr ms
alternativa que matarte. Vamos, no me obligues a hacerlo.
Creo que eres un buen chico, muy simptico.
Por primera vez en su vida, Jtar empez a sentir
verdadero temor.
Lo siento repiti ardientemente. No me mates.
No quiero morir!
Como una alondra capturada, hizo un tmido ademn de
zafarse del abrazo de Daiz, temeroso de que si se debata
con todas sus fuerzas la mano de la muerte cayera
implacable sobre l.
Aunque al muchacho le pareca que Daiz le presionaba
como un tornillo de banco, lo cierto era que no le estaba
apretando en absoluto. De hecho, cuando puso al chico en
su regazo, lo hizo casi con ternura.
Entonces sers mi hijo, de acuerdo?
Su rasposo mentn roz la mejilla de Jtar.
Aunque l no habra podido identificarlo, lo que
encadenaba a Jtar era un aroma adulto, masculino. l era
como un nio pequeo sobre las rodillas de Daiz, incapaz
de resistirse, incapaz incluso de hablar.
Eres t quien debe decidir. Me dejars adoptarte o
morirs? Respndeme en seguida!
El muchacho rompi en sollozos y las lgrimas
corrieron por sus mejillas. Las restreg con sus sucios
dedos hasta que se le formaron minsculos charcos turbios
a ambos lados de la nariz.
Por qu lloras? Eres afortunado de tener semejante
oportunidad. Te garantizo que, cuando termine tu
educacin, sers un gran samurai.
Pero...
Qu es ello?
Eres..., eres...
Qu?
No puedo decirlo.
Vamos, dilo. Un hombre debe decir lo que piensa con
sencillez y claridad.
Eres...; bueno, tu negocio es el robo.
De no haber sido por las manos que descansaban
ligeramente sobre l, Jtar habra huido con la celeridad de
una gacela. Pero el regazo de Daiz era un pozo profundo,
cuyas paredes le impedan moverse.
Ja, ja se ri Daiz alegremente, dndole una
juguetona palmada en la espalda. Es eso todo lo que te
preocupa?
Pues... s.
La risa sacudi los fornidos hombros del mercader.
Podra ser la clase de persona que roba el pas entero,
pero lo que no soy es un ladrn vulgar o un salteador de
caminos. Fjate en Ieyasu, Hideyoshi o Nobunaga..., todos
ellos guerreros que robaron o intentaron robar la nacin
entera, no crees? Mira, qudate conmigo y uno de estos
das lo comprenders.
Entonces no eres un ladrn?
No me dedicara a un negocio tan poco provechoso.
Alz al chico de sus rodillas y aadi: Vamos, deja de
lloriquear y sigamos nuestro camino. A partir de ahora, eres
mi hijo. Ser un buen padre para ti. Tu parte del trato
consiste en no decir jams a nadie lo que crees que viste
anoche. Si lo haces, te retorcer el cuello.
Jtar le crey.
Los pioneros
Finalizaba el quinto mes del ao cuando Osugi lleg a Edo.
Haca un calor bochornoso, como slo ocurra cuando la
estacin lluviosa no cumpla con su cometido y la lluvia no
llegaba. En los casi dos meses transcurridos desde que
abandonara Kyoto, haba viajado sin prisas, tomndose
tiempo para mimar sus achaques y dolores o visitar
templos y santuarios.
Su primera impresin de la capital del shgun fue
desagradable.
Por qu construyen casas en semejante marisma?
observ con desdn. Ni siquiera han limpiado todava el
terreno de caas y maleza.
Debido a la sequa inslita para la estacin, una capa de
polvo se cerna sobre la carretera Takanawa, con sus
rboles recin plantados y los mojones colocados
ltimamente. El tramo entre Shioiri y Nihombashi estaba
atestado de carretas de bueyes cargadas de piedras o lea. A
lo largo del camino se levantaban nuevas casas a un ritmo
vertiginoso.
Por vida de...! exclam Osugi, alzando la vista con
irritacin hacia la parte superior de una casa a medio
construir. Una masa de arcilla hmeda desprendida de la
paleta de un enlucidor haba cado sobre su kimono.
Los obreros se rieron a carcajadas.
Cmo os atrevis a ensuciar a la gente y luego os
quedis ah riendo? Deberais estar de rodillas, pidiendo
disculpas!
All en Miyamoto, unas pocas palabras enrgicas
pronunciadas por Osugi habran amedrentado a sus
arrendatarios o cualesquiera otros habitantes del pueblo,
pero aquellos trabajadores, entre los millares de recin
llegados desde todos los lugares del pas, apenas alzaron la
vista de su tarea.
Qu farfulla esa vieja bruja? pregunt uno de
ellos.
Osugi, sulfurada, grit:
Quin ha dicho eso? A ver, que salga...
Cuanto ms parloteaba, tanto ms se rean ellos.
Empezaron a congregarse espectadores, los cuales se
preguntaban unos a otros por qu razn la anciana no
actuara conforme a su edad y se pondra a la altura de las
circunstancias.
Osugi entr enfurecida en la casa, agarr el extremo del
tabln sobre el que estaban los enlucidores y tir de l,
separndolo de sus soportes. Hombres y cubos llenos de
arcilla hmeda cayeron estrepitosamente al suelo.
Vieja perra!
Ponindose en pie, los hombres la rodearon en actitud
amenazante.
Osugi no se arredr.
Vamos afuera! les orden severamente mientras
llevaba la mano a la empuadura de su espada corta.
Los hombres pensaron mejor las cosas. Por su aspecto
y la manera de comportarse, la anciana pareca de familia
samurai, y podran meterse en los si no tenan cuidado. Sus
modales se suavizaron visiblemente.
Al observar el cambio, Osugi declar en tono
grandilocuente:
En lo sucesivo no tolerar la descortesa de la gente
como vosotros.
Con expresin satisfecha, sali a la calle y reanud su
camino, mientras los espectadores contemplaban
boquiabiertos su testaruda y recta espalda.
Apenas haba echado a andar cuando un aprendiz, sus
pies fangosos grotescamente cubiertos de virutas y serrn,
corri tras ella, llevando un cubo de sucia arcilla.
A ver si te gusta esto, vieja bruja! le grit,
arrojndole el contenido del cubo a la espalda.
Aaaaah!
El aullido evidenci la potencia pulmonar de Osugi,
pero antes de que pudiera volverse, el aprendiz haba
desaparecido. Al darse cuenta del desastroso aspecto que
ahora tena, su rostro se contrajo y lgrimas de indignacin
le arrasaron los ojos.
El regocijo ocasionado por el incidente fue general.
De qu os res, papirotes? les reprendi colrica
Osugi. Qu tiene de divertido ver que ensucian as a una
anciana? Es sta vuestra manera de recibir a los mayores
en Edo? Ni siquiera sois humanos! Recordad que todos
vosotros seris viejos algn da.
Este arranque atrajo todava ms espectadores.
Edo, nada menos! dijo soltando un bufido. A
juzgar por lo que dice la gente, se dira que es la ciudad ms
grande de todo el pas. Y qu es en realidad? Un sitio
rebosante de porquera, donde todo el mundo se dedica a
demoler colinas, desecar cinagas, cavar zanjas y amontonar
arena de la playa. Y no slo eso, sino que est lleno de
gentuza como jams encontrarais en Kyoto ni cualquier
otro lugar del oeste.
Tras haberse desahogado as, dio la espalda a la burlona
multitud y se alej rpidamente.
Sin duda el carcter nuevo de la ciudad era su rasgo ms
destacado. La madera y el enlucido de las casas eran frescos
y lustrosos, muchos solares de construccin slo estaban
parcialmente desecados, y el estircol de bueyes y caballos
invada el olfato y ofenda la vista.
No haca mucho tiempo, aquella calzada haba sido un
simple sendero que recorra los arrozales entre las aldeas de
Hibiya y Chiyoda. Si Osugi se hubiera desviado un poco al
oeste, acercndose ms al castillo de Edo, habra visto un
distrito ms antiguo y tranquilo, donde los daimy y
vasallos del shgun empezaron a levantar residencias poco
despus de que Tokugawa Ieyasu ocupara Edo en 1590.
Pero los lugares que recorra no atraan lo ms mnimo a
Osugi. All se senta muy vieja. Todas las personas que
vea, tenderos, funcionarios a caballo, samurais que
caminaban con el rostro ensombrecido por los grandes
sombreros de juncos, todas eran jvenes, as como los
obreros, artesanos, vendedores, soldados e incluso los
generales.
En la fachada de una casa, donde los enlucidores an
estaban trabajando, luca un letrero comercial, detrs del
cual se sentaba una mujer muy empolvada que se estaba
cepillando las cejas mientras esperaba clientes. En otros
edificios a medio construir se venda sake, se exponan
paos, se pona a la venta pescado seco. Un hombre estaba
colgando un letrero que anunciaba medicinas.
Si no estuviera buscando a alguien musit Osugi
speramente, no me quedara en este vertedero de
basuras ni una sola noche.
Lleg a un montculo de tierra excavada que bloqueaba
la calzada y se detuvo. Al pie de un puente que cruzaba el
foso todava sin agua haba una chabola, con las paredes de
esteras de juncos sujetas con tiras de bamb. Un estandarte
proclamaba que aquello era un bao pblico. Osugi entreg
al empleado una moneda de cobre y entr para lavarse el
kimono. Tras asearlo tan bien como pudo, pidi prestado
un tendedero y colg la prenda al lado de la chabola.
Vestida con ropa interior y una ligera bata de bao echada
sobre los hombros, se acuclill a la sombra de la casa de
baos y contempl distradamente la calzada.
Al otro lado de la calle, media docena de hombres
formaban un crculo, regateando con voces lo bastante altas
para que Osugi oyera lo que estaban diciendo.
Cuntos pies cuadrados dices que tiene? Si el precio
es correcto, lo pensara.
Son trescientos pies cuadrados, y el precio es el que
he mencionado antes. No puedo rebajarlo.
Es demasiado, y sin duda lo sabes.
De ninguna manera. Terraplenar los solares cuesta
mucho dinero. Y no olvides que no hay ninguno ms
disponible en estos alrededores.
Bah, tiene que haberlos. Estn terraplenando por
todas partes.
Ya se han vendido. La gente compra los terrenos tal
como estn, incluso cenagosos. No encontrars trescientos
pies cuadrados en venta. Claro que si ests dispuesto a ir
hacia el ro Sumida, podras encontrar algo ms barato.
Me garantizas que hay trescientos pies cuadrados?
No es necesario que aceptes mi palabra. Coge una
cuerda y mdelo t mismo.
Osugi se qued pasmada. La cifra pedida por cien pies
cuadrados habra bastado para adquirir una enorme
extensin de buena tierra para arrozales. Pero
conversaciones similares tenan lugar en toda la ciudad,
pues muchos mercaderes especulaban con terrenos. A
Osugi le desconcertaba que alguien quisiera adquirir tierra
all. No era buena para plantar arroz, y a aquello no se le
poda llamar una ciudad.
Ms tarde el trato al otro lado de la calle fue cerrado con
unas palmadas rituales cuya intencin era atraer la buena
suerte a todos los interesados.
Mientras contemplaba ociosamente las sombras en
retirada de aquellos hombres, Osugi not una mano en el
dorso de su obi.
Ladrn! grit, mientras intentaba agarrar la mano
del ratero, pero ste ya le haba arrebatado la bolsa del
dinero y estaba en la calle.
Ladrn! grit la anciana de nuevo. Corriendo tras
el hombre, logr echarle los brazos alrededor de la cintura
. Socorro! Ladrn!
El ratero se debati, golpendole varias veces en la cara
sin poder zafarse de ella.
Sultame, vaca! grit al tiempo que le daba un
puntapi en las costillas.
Osugi emiti un gruido apagado y se tambale, pero
haba desenvainado su espada corta y dio un tajo al tobillo
del hombre.
Aaay! Avanz sangrante y cojeando unos pocos
pasos, y entonces cay al suelo.
Sobresaltados por la conmocin, los contratistas de
tierras se volvieron, y uno de ellos exclam:
Eh! No es se el intil de Ksh?
Quien haba hablado era Hangawara Yajibei, patrn de
un numeroso grupo de obreros de la construccin.
Parece l dijo uno de sus hombres. Qu tiene en
la mano? Parece una bolsa de dinero.
As es, en efecto. Y alguien acaba de llamarle ladrn a
gritos. Mira! Hay una anciana tendida en el suelo. Ve a ver
qu le ocurre. Yo me ocupar de l.
El ratero se haba levantado y emprendido la huida,
pero Yajibei le dio alcance y, de un golpe, lo derrib como
podra haber aplastado un saltamontes.
El trabajador regres al lado de su jefe y le inform:
Tal como pensbamos. Ha robado la bolsa de esa
anciana.
Aqu la tengo. Cmo est la mujer?
No ha sufrido graves daos. Se desmay, pero ha
vuelto en s gritando enfurecida.
An est ah sentada. No puede levantarse?
Supongo que no. Le ha dado un puntapi en las
costillas.
Hijo de perra! Fulminando al ratero con la mirada,
Yajibei dio una orden a su subordinado: Ushi, clava una
estaca.
Estas palabras hicieron temblar al ladrn como si le
aplicaran la punta de un cuchillo en la garganta.
Eso no suplic, arrastrndose por el suelo a los
pies de Yajibei. Perdname por esta sola vez. Te
prometo que no lo volver a hacer.
El patrn sacudi la cabeza.
No, vas a llevarte tu merecido.
Ushi, a quien haban puesto el nombre del signo
zodiacal bajo el que haba nacido,
[10]
una prctica corriente
entre los campesinos, regres con dos obreros del cercano
puente.
All dijo el jefe, sealando el centro de un solar
vaco.
Despus de que los hombres hubieran clavado un
pesado poste en el suelo, uno de ellos pregunt:
Est bien as?
Muy bien dijo Yajibei. Ahora atadle y clavad
una tabla por encima de su cabeza.
Cuando hubieron hecho lo que les peda, Yajibei pidi
prestado un pote de tinta y un pincel a un carpintero y
escribi en la tabla: Este hombre es un ladrn. Hasta hace
poco trabajaba para m, pero ha cometido un delito por el
que debe ser castigado. Quedar atado aqu, expuesto a la
lluvia y el sol, durante siete das y siete noches. Por orden
de Yajibei de Bakurch.
Gracias dijo, devolviendo el pote de tinta.
Ahora, si no es pedir demasiado, dadle algo de comer de vez
en cuando, slo lo suficiente para que no desfallezca de
hambre. Cualquier cosa que os sobre de vuestra comida
bastar.
Los dos obreros, junto con otros que entretanto se
haban congregado, hicieron gestos de asentimiento.
Algunos trabajadores prometieron que se ocuparan de que
el ladrn fuese ridiculizado como mereca. No eran slo los
samurais quienes teman la exposicin pblica de sus
fechoras o debilidades. En aquellos tiempos, incluso para
los ciudadanos el hecho de que se rieran de ellos era el peor
de los castigos.
Castigar a los delincuentes sin someterlos a la ley era
una prctica firmemente establecida. En los das en que los
guerreros estaban demasiado ocupados por la guerra para
mantener el orden, los ciudadanos, por su propia seguridad,
se arrogaron la tarea de castigar a los sinvergenzas.
Aunque ahora Edo contaba con un magistrado oficial y se
estaba desarrollando un sistema mediante el cual los
ciudadanos prominentes de cada distrito actuaban como
representantes del gobierno, todava se practicaban los
juicios sumarios, y, como las condiciones eran todava un
tanto caticas, las autoridades vean pocos motivos para
intervenir.
Dale su bolsa a la anciana, Ushi dijo Yajibei. Es
una pena que le haya sucedido semejante percance a una
persona de su edad. Parece estar sola. Qu le ha ocurrido a
su kimono?
Dice que lo ha lavado y tendido.
Pues ve a buscrselo y luego trela aqu. Podramos
llevarla a casa. De poco servira castigar al ladrn si la
dejamos ah para que sea presa de algn otro rufin.
Poco despus, Yajibei se puso en marcha. Ushi le
segua, con el kimono doblado sobre el brazo y Osugi
cargada a la espalda.
Pronto llegaron a Nihombashi, el Puente de Japn,
desde donde se medan ahora todas las distancias a lo largo
de las carreteras que partan de Edo. Unos parapetos de
piedra sostenan el arco de madera, y como el puente haba
sido construido slo haca un ao, los pretiles an parecan
nuevos. A lo largo de una orilla estaban atracadas
embarcaciones procedentes de Kamakura y Odawara. En la
otra orilla se encontraba el mercado de pescado de la ciudad.
Ah, me duele el costado dijo Osugi, quejumbrosa.
Los vendedores de pescado alzaron la vista para ver qu
ocurra.
A Yajibei no le gustaba que la gente le mirase embobada.
Volvi la cabeza hacia Osugi y le dijo:
En seguida me reunir con vosotros. Aguanta un
poco ms. Tu vida no corre peligro.
Osugi apoy la cabeza en la espalda de Ushi y se qued
quieta y callada como una criatura.
En la zona cntrica estaban los barrios de comerciantes
y artesanos. Haba un distrito de herreros, otro de
fabricantes de lanzas, otros habitados por los tintoreros, los
tejedores de tatamis y as sucesivamente. La casa de Yajibei
destacaba entre las viviendas de los dems carpinteros
porque la mitad delantera del tejado estaba cubierta de tejas,
mientras que todas las dems casas tenan tejados de
madera. Hasta que se produjo un incendio, unos dos aos
antes, casi todos los tejados haban sido de paja. En
realidad, Yajibei deba a su tejado el que pasaba por su
apellido, pues Hangawara significa medio tejado.
Haba llegado a Edo como rnin, pero era inteligente y
bondadoso y se haba revelado como un hbil director de
trabajadores. No tard mucho en establecerse como
contratista que empleaba a un nmero considerable de
carpinteros, techadores y peones. La construccin de
proyectos para varios daimys le proporcion el capital
suficiente para dedicarse tambin al negocio inmobiliario.
Era ya demasiado rico para tener que trabajar con sus
propias manos, y jugaba el papel de patrn local. Entre los
numerosos patrones de Edo nombrados como tales por
ellos mismos, Yajibei era uno de los ms conocidos y
respetados.
Los ciudadanos tenan en gran estima tanto a los
patrones como a los guerreros, pero de las dos clases, la de
los patrones era la que ms admiraban, porque solan
defender a la gente corriente. Aunque los de Edo tenan un
estilo y un espritu propios, los patrones no existan slo
en la nueva capital, sino que su historia se remontaba a los
turbulentos das finales del shogunado Ashikaga, cuando las
bandas de matones deambulaban por el campo como
manadas de leones, saqueando a placer y sometiendo sin
lmite a la gente.
Segn un escritor de aquella poca, se cubran con poco
ms que unos taparrabos de color bermejo y amplias
envolturas abdominales. Sus espadas eran muy largas,
medan casi cuatro pies, e incluso sus espadas cortas tenan
ms de dos pies de longitud. Muchos usaban otras armas
ms rudas, como hachas de combate y rastrillos de
hierro. Se dejaban crecer salvajemente el pelo, usaban
gruesos trozos de cuerda como bandas para la cabeza y a
menudo se cubran las pantorrillas con polainas de cuero.
Dado que carecan de lealtades fijas, actuaban como
mercenarios, y, una vez restablecida la paz, tanto los
campesinos como los samurais los condenaban al
ostracismo. En la poca de Edo, quienes no se contentaban
con ser bandidos o salteadores de caminos solan buscar
fortuna en la nueva capital. Bastantes de ellos tuvieron
xito, y esa raza de dirigentes fue descrita cierta vez en
estos trminos: Sus huesos son la rectitud, su carne el
amor a la gente y su piel la galantera. En una palabra, eran
los hroes populares por excelencia.
Muerte junto al ro
La vida bajo el tejado de Yajibei, con tejas slo en su mitad,
agradaba tanto a Osugi que ao y medio despus todava
estaba all. Tras las primeras semanas, durante las que
descans y recobr la salud, apenas transcurri un da sin
que se dijera que deba ponerse en camino.
Cada vez que le mencionaba el tema a Yajibei, a quien
no vea a menudo, ste le instaba a quedarse.
Qu prisa tienes? le preguntaba. No hay
motivos para que vayas a ninguna parte. Espera hasta que
encontremos a Musashi. Entonces te serviremos como
ayudantes en el duelo.
Yajibei no saba nada del enemigo de Osugi excepto lo
que ella misma le haba contado, que era el ms bribn de
los bribones, pero desde el da que lleg la anciana todos los
hombres del patrn haban recibido instrucciones de que se
apresurasen a informar inmediatamente de todo aquello que
oyeran o vieran relacionado con Musashi.
Aunque al principio Osugi haba detestado Edo, su
actitud se haba suavizado hasta el punto de que estaba
dispuesta a admitir que la gente era amistosa,
despreocupada y realmente muy amable en el fondo.
En la vivienda de Hangawara, especialmente, haba
mucha manga ancha y tena algo de refugio de los
inadaptados sociales: muchachos campesinos demasiado
perezosos para cultivar la tierra, rnin desplazados,
libertinos que haban gastado el dinero de sus padres y ex
presidiarios tatuados formaban un rudo y abigarrado grupo
cuyo espritu de equipo unificador se pareca curiosamente
al de una escuela de guerreros bien dirigida. Sin embargo, all
el ideal era una jactanciosa masculinidad ms que virilidad
espiritual. Era en verdad un aojo de matones.
Como en el dj de las artes marciales, exista all una
rgida estructura de clases. Bajo las rdenes del jefe, que era
la mxima autoridad temporal y espiritual, haba un grupo
de veteranos, a los que normalmente se referan como los
hermanos mayores. Por debajo de ellos estaban los
sicarios ordinarios, los kobun, cuyo rango estaba
determinado en gran medida por la duracin de su servicio.
Haba tambin una clase especial de invitados, cuya
categora dependa de factores como su habilidad en el
manejo de las armas. Un cdigo de etiqueta, de origen
incierto pero que todos seguan estrictamente, reforzaba la
organizacin jerrquica.
En un momento determinado, Yajibei, pensando que
Osugi podra aburrirse, le sugiri que se hiciera cargo de los
hombres ms jvenes. Desde entonces haba dedicado sus
das a coser, remendar, lavar y poner en orden lo que
desbarataban los kobun, cuya dejadez le daba mucho
trabajo.
A pesar de su falta de buena crianza, los kobun saban
reconocer la calidad cuando la vean. Admiraban tanto los
hbitos espartanos de Osugi como la eficacia con que
realizaba sus tareas. Es una autntica dama samurai les
gustaba decir. La casa de Hon'iden debe de tener muy
buena sangre.
El jefe, el anfitrin ms impensable de Osugi, la trataba
con consideracin, e incluso le construy un aposento
independiente en el solar vaco detrs de la casa. Cada vez
que estaba en casa, iba a presentarle sus respetos por la
maana y por la noche. Cuando uno de sus subordinados le
pregunt por qu mostraba semejante deferencia hacia una
desconocida, Yajibei le confes que se haba portado muy
mal con sus propios padres cuando an vivan, y que a su
edad senta un deber filial hacia todas las personas mayores.
Lleg la primavera, cayeron las flores de los ciruelos
silvestres, pero en la misma ciudad apenas haba an flores
de cerezo. Aparte de unos pocos rboles en las colinas
escasamente pobladas al oeste, no haba ms que los
arbolitos plantados por los budistas a lo largo de la
carretera que conduca al Sensji, en Asakusa. Se rumoreaba
que aquel ao haban salido brotes y floreceran por primera
vez.
Un da Yajibei acudi a la habitacin de Osugi y le dijo:
Voy a ir al Sensji. Quieres venir conmigo?
Ser un placer. Ese templo est dedicado a Kanzeon
y creo mucho en los poderes de esa deidad. Es la misma
bodhisattva que la Kannon a la que rezaba en el
Kiyomizudera de Kyoto.
Acompaaron a Yajibei y Osugi dos de los kobun, Jr
y Koroku. Por razones que nadie conoca, Jr tena el
sobrenombre de Esterilla Roja, pero era evidente por qu
a Koroku le llamaban el Aclito. Era un hombre pequeo
y compacto, de semblante bondadoso, si uno pasaba por
alto las tres feas cicatrices en la frente, prueba de su
tendencia a las peleas callejeras.
Primero se dirigieron al foso en Kybashi, donde
podan alquilarse embarcaciones. Despus de que Koroku
remara hbilmente con la espadilla, pasando del foso al ro
Sumida, Yajibei les orden que abrieran las cajas del
almuerzo. Entonces les explic:
Hoy voy al templo porque es el aniversario de la
muerte de mi madre. La verdad es que debera regresar a mi
tierra y visitar su tumba, pero est demasiado lejos, por lo
que llego a un compromiso yendo al Sensji y haciendo un
donativo. Cierto que ese templo tampoco est a la vuelta de
la esquina. Considerad esta salida como una excursin.
Enjuag en el agua del ro una taza de sake y se la
ofreci a Osugi.
Eres muy considerado al recordar a tu madre le dijo
ella mientras aceptaba la taza, preguntndose inquieta si
Matahachi hara lo mismo cuando ella hubiera desaparecido
. Pero no estoy segura de que beber sake en el aniversario
del fallecimiento de tu pobre madre sea lo ms correcto.
Mira, prefiero hacer esto que celebrar alguna
ceremonia pomposa. Sea como fuere, creo en el Buda, eso
es todo lo que cuenta para los patanes ignorantes como yo.
Conoces el dicho, verdad? Aquel que tiene fe, no necesita
conocimiento.
Osugi no insisti y se dedic a beber una taza tras otra.
Al cabo de un rato observ:
Haca una infinidad de tiempo que no beba as.
Tengo la sensacin de que estoy flotando en el aire.
Bebe, bebe le inst Yajibei. Es buen sake, no?
No te preocupes de si te caes al agua. Estamos aqu para
cuidarte.
El ro, que flua hacia el sur desde el pueblo de Sumida,
era ancho y plcido. En el lado de Shimsa, la orilla oriental
frente a Edo, se extenda un frondoso bosque. Las races de
los rboles que se adentraban en el agua formaban una
especie de nidos que contenan charcas difanas, las cuales
brillaban como zafiros a la luz del sol.
Ah! exclam Osugi. Escuchad a los ruiseores!
Cuando llega la estacin lluviosa, puedes or a los
ruiseores durante todo el da.
Permteme que te sirva. Confo en que no te importe
que me una a tu celebracin.
Me alegra ver que te lo ests pasando bien.
Desde la popa, Koroku habl en un tono que revelaba
codicia:
Eh, jefe! Y si pasaras el sake aqu?
Limtate a prestar atencin a tu trabajo. Si empiezas a
beber ahora, vamos a ahogarnos todos. Cuando regresemos
podrs beber cuanto quieras.
Si t lo dices... Pero quiero que sepas que el ro
entero empieza a parecerme de sake.
Deja de pensar en ello. Anda, dirgenos a ese bote
cercano a la orilla para comprar pescado fresco.
Koroku obedeci. Tras regatear un poco, el pescador
sonri satisfecho, levant la tapa de un depsito construido
en la cubierta y les dijo que cogieran lo que quisiesen. Osugi
nunca haba visto nada igual. El depsito estaba lleno hasta
el borde de peces que coleaban y aleteaban, unos de mar y
otros de ro. Carpas, gambas, siluros, pargos, gobios,
incluso truchas y rbalos.
Yajibei roci un boquern con salsa de soja y empez a
comrselo crudo. Le ofreci uno a Osugi, pero ella lo
rechaz con una expresin de espanto en el rostro.
Cuando atracaron en la orilla occidental del ro y
desembarcaron, Osugi pareca un poco tambaleante.
Ten cuidado le advirti Yajibei. Ser mejor que
me cojas de la mano.
No, gracias, no necesito ninguna ayuda. Agit su
propia mano ante la cara, en un gesto de indignacin.
Despus de que Jr y Koroku hubieran amarrado el
bote, los cuatro cruzaron una vasta extensin de piedras y
charcos hasta llegar a la orilla del ro propiamente dicha.
Un grupo de chiquillos estaban ocupados en dar la
vuelta a las piedras, pero al ver a los cuatro desconocidos,
abandonaron su tarea y les rodearon, parloteando con
excitacin.
Cmpranos algo, seor, por favor.
No quieres comprar, abuela?
A Yajibei parecan gustarle los nios. Por lo menos no
evidenci la menor irritacin.
A ver, qu tenis aqu? Cangrejos?
No, no son cangrejos, sino puntas de flecha dijeron
al tiempo que sacaban puados de ellas que guardaban en
sus kimonos.
Puntas de flechas?
Eso es. Muchos hombres y caballos estn enterrados
en un montculo al lado del templo. La gente que viene aqu
compra puntas de flecha para hacer ofrendas a los muertos.
Tambin vosotros deberais hacerlo.
Creo que no quiero ninguna punta de flecha, pero os
dar algn dinero. Qu os parece?
A los nios les pareci de perlas, y en cuanto Yajibei
les distribuy unas monedas, los nios se alejaron corriendo
para seguir revolviendo las piedras. Mientras los cuatro
estaban todava mirndoles, un hombre sali de una casa
cercana con tejado de paja, les quit las monedas y entr de
nuevo. Yajibei chasque la lengua y se volvi, disgustado.
Osugi contemplaba el ro con fascinacin.
Si por aqu hay montones de puntas de flecha es
porque debe de haber habido una gran batalla observ.
La verdad es que no lo s, pero parece ser que aqu se
libraron algunas batallas en la poca en que Edo era slo una
hacienda provincial. Eso ocurri hace cuatro o cinco siglos.
He odo decir que Minamoto-no-Yoritomo vino aqu desde
Izu para organizar las tropas en el siglo XII. Cuando la
corte imperial estaba dividida..., cundo fue eso, en el siglo
XIV?..., el seor Nitta de Musashi fue derrotado por los
Ashikaga en algn lugar de estos contornos. Dicen que en
los dos ltimos siglos, generales locales como ta Dkan
han librado muchas batallas cerca de aqu, ro arriba.
Mientras el patrn hablaba con la anciana, Jr y
Koroku siguieron para acomodarse en la terraza del
santuario.
El Sensji le caus a Osugi una tremenda decepcin. A
sus ojos no era ms que una casa grande y destartalada, y la
residencia del sacerdote una simple choza.
Es esto el santuario? inquiri en tono despectivo
. Despus de todo lo que he odo acerca del Sensji...
El santuario estaba emplazado en un esplndido bosque
virgen de rboles grandes y antiguos, pero no slo el
pabelln de Kanzeon tena un aspecto pobre, sino que,
cuando el ro se desbordaba, el agua invada el bosque y
llegaba hasta la misma terraza del santuario. Incluso en
otras ocasiones, los pequeos afluentes empapaban el
terreno.
Bienvenido. Me alegra volver a verte.
Sorprendida, Osugi alz la vista y vio un sacerdote que
estaba arrodillado en el tejado.
Ests trabajando en el tejado? le pregunt Yajibei
en tono afable.
Es necesario, a causa de los pjaros. Cuanto ms lo
reparo, ms roban la paja para construir sus nidos. Siempre
hay alguna filtracin. Pero poneos cmodos. En seguida
bajo.
Yajibei y Osugi cogieron unas lamparillas votivas y
entraron en el lbrego interior. No me extraa que haya
filtraciones, se dijo, mirando los agujeros de contorno
estrellado en el techo.
Arrodillndose al lado de Yajibei, sac su rosario y con
expresin arrobada se puso a entonar el Voto de Kanzeon,
que forma parte del Sutra del Loto.
Residirs en el cielo como el sol.
Y si te persiguen hombres malvados
y te echan abajo desde la montaa de Diamante,
reflexiona en el poder de Kanzeon
y no perders ni un pelo de tu cabeza.
Y si te ves rodeado de bandidos
y amenazado por espadas,
si reflexionas en el poder de Kanzeon
los bandidos se apiadarn de ti.
Y si el rey te sentencia a muerte
y la espada est presta para decapitarte,
reflexiona en el poder de Kanzeon
y la espada se har aicos.
Al principio entonaba los versculos en voz baja, pero
cuando se olvid de la presencia de Yajibei, Jr y Koroku,
su voz se alz e hizo resonante. Estaba absorta en el rezo.
Los ochenta y cuatro mil seres sensitivos
comienzan a aspirar en sus corazones
a la anuttara-samyak-sambodhi,
la insuperada Sabidura de los Budas.
Con el rosario temblando entre sus dedos, Osugi sigui
recitando sin pausa una splica personal:
Salve, Kanzeon, la reverenciada por el mundo!
Salve, Bodhisattva de la Misericordia y la Compasin
Infinitas!
Contempla favorablemente el nico deseo de esta
anciana.
Permteme derribar a Musashi, y que sea muy pronto!
Permteme derribarle!
Permteme derribarle!
Bajando bruscamente la voz, hizo una reverencia hasta
casi tocar el suelo con la frente.
Y haz de Matahachi un buen muchacho! Concede la
prosperidad a la casa de Hon'iden!
Una vez concluida la larga plegaria, hubo un momento
de silencio antes de que el sacerdote les invitara a salir para
tomar el t. Yajibei y los dos hombres ms jvenes, que se
haban arrodillado a la manera formal durante la invocacin,
se levantaron frotndose las piernas, en las que tenan una
sensacin de hormigueo, y salieron a la terraza.
Ahora puedo beber un poco de sake, verdad?
solicit ansioso Jr.
Una vez conseguido el permiso para hacerlo, fue en
seguida a la casa del sacerdote y dispuso el almuerzo en el
porche. Cuando los dems se reunieron con l, estaba
tomando sake con una mano y asando a la parrilla los
pescados que haban comprado con la otra.
A quin le importa que no haya flores de cerezo?
observ. De todos modos esto parece una salida
campestre para contemplar las flores.
Yajibei le dio al sacerdote un donativo, delicadamente
envuelto en papel, y le dijo que lo usara para reparar el
tejado. Al hacerlo, repar en una hilera de placas de madera
en las que estaban escritos los nombres de los donantes,
junto con las cantidades que haban aportado. En general, su
cuanta era ms o menos la misma que la de Yajibei, pero
haba un donativo que destacaba entre todos los dems:
Diez monedas de oro, Daiz de Narai, provincia de
Shinano.
Volvindose hacia el sacerdote, Yajibei observ:
Tal vez sea una grosera decirlo, pero diez monedas
de oro son una suma considerable. Tan rico es ese Daiz
de Narai?
La verdad es que no sabra decrtelo. Un da, hacia
finales del ao pasado, se present de improviso y dijo que
era una ignominia que el templo ms famoso del distrito de
Kanto estuviera en psimas condiciones. Me dijo que
aadiera su donativo a nuestros fondos para la compra de
madera.
Vaya, parece tratarse de un hombre admirable.
Tambin hizo un donativo de tres monedas de oro al
santuario de Yushima y no menos de veinte al santuario de
Kanda Myjin. Quera que este ltimo se mantuviera en
buenas condiciones porque en l se venera el espritu de
Taira-no-Masakado. Daiz insiste en que Masakado no era
un rebelde. Cree que se le debera reverenciar como el
pionero que explor la parte oriental del pas. Como puedes
ver, hay en este mundo algunos donantes muy especiales.
Apenas el sacerdote haba terminado de hablar, cuando
una muchedumbre de chiquillos corrieron atropelladamente
hacia ellos.
Qu estis haciendo aqu? les grit el sacerdote
severamente. Si queris jugar, bajad al ro. No debis
correr de esa manera por el recinto del templo.
Pero los nios prosiguieron su avance inexorable como
un banco de peces, hasta llegar a la terraza.
Ven en seguida grit uno de ellos. Es terrible!
Ah abajo hay un samurai. Est luchando.
Un solo hombre contra cuatro.
Con espadas autnticas!
Alabado sea Buda! Otra vez no! se lament el
sacerdote, mientras se apresuraba a calzarse las sandalias.
Antes de salir corriendo, se detuvo un momento para
explicar a sus visitantes: Perdonadme, pero debo dejaros
un momento. La orilla del ro es un lugar favorito para las
peleas. Cada vez que vuelvo la espalda, hay alguien ah
descuartizando a otro o golpendole hasta convertirlo en
pulpa. Los agentes del magistrado acuden a m para
pedirme un informe por escrito. Esta vez tendr que ir a ver
qu sucede.
Una pelea? corearon Yajibei y sus hombres, y al
instante echaron a correr.
Osugi les sigui, pero era mucho ms lenta que ellos,
tanto que, cuando lleg al lugar de los hechos, la pelea ya
haba terminado. Los nios y algunos espectadores de una
cercana aldea de pescadores permanecan en silencio,
tragando saliva, plidos.
Al principio Osugi pens que el silencio era extrao,
pero entonces tambin ella contuvo el aliento y abri
mucho los ojos. Al otro lado del terreno alete la sombra de
una golondrina. Avanzaba hacia ellos un samurai joven y de
porte presumido, vestido con un manto de guerrero de color
rojo violceo. Tanto si repar en los espectadores como si
no, no les hizo el menor caso.
La mirada de Osugi se pos en los cuatro cuerpos
tendidos y enmaraados a unos veinte pasos detrs del
samurai.
El vencedor se detuvo. Al hacerlo, los espectadores
ahogaron un grito, pues uno de los vencidos se haba
movido. Levantndose tambaleante, grit:
Aguarda! No puedes huir.
El samurai adopt una actitud de espera mientras el
herido avanzaba y deca con voz entrecortada:
Esta... lucha... an no ha terminado.
Cuando dio un dbil salto para atacar, el samurai
retrocedi un paso, dejando que su adversario cayera hacia
adelante. Entonces le golpe, partindole en dos la cabeza.
Ha terminado ahora? grit cruelmente.
Nadie le haba visto desenvainar su espada Palo de
Secar.
Tras limpiar la hoja, se agach para lavarse las manos en
el ro. Aunque los aldeanos estaban acostumbrados a
presenciar reyertas, la sangre fra de aquel samurai les haba
dejado pasmados. La muerte del ltimo hombre no slo
haba sido instantnea sino tambin inhumanamente cruel.
Nadie deca nada.
El samurai se puso en pie y estir los brazos.
Es igual que el ro Iwakuni dijo. Me recuerda mi
tierra.
Durante unos instantes contempl ociosamente la ancha
corriente y una bandada de golondrinas de vientre blanco
que bajaban en picado y rozaban el agua. Luego se volvi y
ech a andar rpidamente ro abajo.
Fue directamente al bote de Yajibei, pero cuando
empezaba a quitarle la amarra, Jr y Koroku salieron
corriendo del bosque.
Espera! Qu crees que ests haciendo? le grit
Jr, quien ahora estaba lo bastante cerca para ver la sangre
que manchaba el hakama y las correas de las sandalias del
samurai, pero no se fij en ella.
Dejando caer la cuerda, el samurai sonri.
Puedo usar el bote? inquiri sonriente.
Claro que no le respondi bruscamente Jr.
Y si pago por l?
No digas tonteras.
La voz que rechaz en redondo la oferta del samurai era
la de Jr, pero en cierto sentido era como si toda la nueva
y temeraria ciudad de Edo hablara sin miedo por su boca.
El samurai no pidi disculpas, pero tampoco recurri a
la fuerza. Dio media vuelta y se alej sin decir otra palabra.
Kojir! Kojir! Espera! Osugi le llam con toda
la fuerza de sus pulmones.
Cuando Kojir se dio cuenta de quin era, la severidad
de su semblante se disip y sonri afablemente.
Vaya! Qu ests haciendo aqu? Me preguntaba
qu te haba ocurrido.
He venido para presentar mis respetos a Kanzeon, en
compaa de Hangawara Yajibei y estos dos jvenes.
Yajibei me ha dado alojamiento en su casa de Bakurch.
Cundo te vi por ltima vez? Vamos a ver... Fue en
el monte Hiei. Entonces me dijiste que te dirigas a Edo, por
lo que pens que podra tropezar contigo. Pero la verdad es
que no esperaba precisamente encontrarte aqu. Mir de
soslayo a Jr y Koroku, los cuales estaban
conmocionados. Te refieres a estos dos?
Ah, son slo un par de rufianes, pero su jefe es muy
buena persona.
Yajibei estaba tan atnito como los dems al ver a su
husped charlando amigablemente con el temible samurai.
En seguida se acerc e hizo una reverencia a Kojir.
Me temo que mis muchachos te han hablado muy
rudamente, seor, pero confo en que les perdones.
Estamos a punto de marcharnos. Quiz te gustara navegar
ro abajo con nosotros.
Virutas
Como la mayora de la gente reunida por las circunstancias
y que de ordinario tienen poco o nada en comn, el samurai
y su anfitrin no tardaron en entenderse. El sake era
abundante, el pescado fresco, y Osugi y Kojir tenan una
curiosa afinidad espiritual que evitaba que la atmsfera
resultara incmodamente formal. Con autntica
preocupacin le pregunt por su condicin de shugysha y
l por sus progresos hacia el logro de su gran ambicin.
Cuando ella le dijo que desde haca mucho tiempo
desconoca el paradero de Musashi, Kojir le ofreci un
rayo de esperanza.
He odo el rumor de que el otoo e invierno pasados
visit a dos o tres guerreros destacados. Tengo la
corazonada de que todava sigue en Edo.
Por supuesto, Yajibei no estaba tan seguro, y dijo a
Kojir que sus hombres no haban conseguido ninguna
informacin. Tras haber examinado la penosa situacin de la
anciana desde todos los ngulos, Yajibei dijo:
Confo en que nuestra recin iniciada amistad se
prolongue en el futuro.
Kojir respondi en la misma vena e hizo toda una
exhibicin, enjuagando su taza para ofrecerla no slo a
Yajibei sino tambin a sus dos subordinados, a cada uno de
los cuales sirvi sake.
Osugi estaba rebosante de alegra.
Dicen que lo bueno se encuentra dondequiera que uno
mire observ gravemente. Aun as, soy
excepcionalmente afortunada! Pensar que tengo dos
hombres fuertes como vosotros a mi lado! Estoy segura de
que me encuentro bajo la proteccin de la gran Kanzeon.
No hizo el menor intento de reprimir los sollozos y las
lgrimas que acudan a sus ojos.
Yajibei, reacio a permitir que la conversacin cayera en
la sensiblera, se dirigi al samurai:
Dime, Kojir, quines eran esos cuatro hombres a
los que has derribado?
sta pareci ser la oportunidad que Kojir haba estado
esperando, pues su gil lengua empez a moverse sin
tardanza.
Ah, sos! empez a decir con una risa
desenfadada. No eran ms que unos rnin de la escuela de
Obata. Visit a Obata en cinco o seis ocasiones para
discutir de asuntos militares, y esos tipos no dejaban de
intervenir con observaciones impertinentes. Incluso
tuvieron el descaro de perorar sobre el tema de la esgrima,
por lo que les dije que si iban a la orilla del Sumida les dara
una leccin sobre los secretos del estilo Ganry, junto con
una demostracin de lo bien que corta el filo de mi Palo de
Secar, y les hice saber que no me importaba cuntos de
ellos quisieran medirse conmigo.
Cuando llegu all, haba cinco hombres esperndome,
pero en cuanto adopt una postura de combate, uno de
ellos dio media vuelta y huy corriendo. Debo decir que en
Edo no faltan hombres que hablan mejor de lo que luchan.
Se ech a rer de nuevo, esta vez ruidosamente.
Obata has dicho?
No le conoces? Obata Kagenori, del linaje de Obata
Nichij, que sirvi a la familia Takeda de Kai. Ieyasu le
emple, y ahora es profesor de ciencia militar del shgun,
Hidetada. Tambin tiene su propia escuela.
Ah, s, ahora lo recuerdo.
Yajibei estaba sorprendido e impresionado por la
aparente familiaridad de Kojir con una persona tan clebre.
Este joven an lleva flequillo se dijo maravillado,
pero debe de ser alguien, si se asocia con samurais de esa
categora. Al fin y al cabo, el patrn de los carpinteros era
un alma sencilla, y la cualidad que ms admiraba en aquel
individuo era, claramente, la fuerza bruta. Su admiracin
hacia Kojir se intensific.
Inclinndose hacia el samurai, le dijo:
Permteme que te haga una proposicin. Siempre
tengo cuarenta o cincuenta patanes perdiendo el tiempo en
mi casa. Qu te parecera si construyera un dj y te
pidiera que los adiestres?
Bueno, no me importara darles lecciones, pero debes
comprender que muchos daimys me tiran de la manga con
ofertas tentadoras..., dos mil, tres mil fanegas..., tanto que
la verdad es que no s qu hacer. Por otro lado, la cortesa
me obliga a seguir viviendo donde estoy. De todos modos,
no tengo inconveniente en ir a tu casa.
Haciendo una reverencia, Yajibei le dijo:
Te lo agradecera en grado sumo.
Te estaremos esperando terci Osugi.
Jr y Koroku, demasiado ingenuos para reconocer la
condescendencia y el autobombo en que iban envueltas las
palabras de Kojir, estaban atnitos por la liberalidad de
aquel gran hombre.
Cuando el bote dobl el recodo y entr en el foso de
Kybashi, Kojir dijo:
Voy a bajar aqu.
Salt a la orilla y al cabo de unos instantes se perdi en
el polvo que se cerna sobre la calle.
Un joven muy impresionante coment Yajibei,
todava hechizado.
En efecto dijo Osugi, con conviccin. Es un
autntico guerrero. Estoy segura de que muchos daimys le
pagaran un esplndido estipendio. Tras una pausa,
aadi melanclica: Ojal Matahachi fuese como l.
Al cabo de unos cinco das, Kojir entr como Pedro por su
casa en el establecimiento de Yajibei, y le acomodaron en la
habitacin de los invitados. All, los cuarenta o cincuenta
sicarios disponibles le presentaron sus respetos uno tras
otro. Kojir, encantado, le dijo a Yajibei que pareca llevar
una vida muy interesante.
El patrn insisti en la idea que ya le expres cuando se
conocieron.
Como te dije, me gustara construir un dj. Quieres
echar un vistazo a la finca?
El campo que se extenda detrs de la casa era de
considerables proporciones. En un rincn colgaban unas
telas recin teidas, pero Yajibei asegur a Kojir que el
tintorero al que haba alquilado la parcela poda ser
fcilmente desalojado.
La verdad es que no necesitas un dj observ
Kojir. El terreno no da a la calle y no es probable que
nadie se entrometa.
Como t digas, pero qu ocurrir los das lluviosos?
Si hace mal tiempo, no vendr. Pero he de hacerte una
advertencia: las sesiones de prctica sern ms rudas que las
de Yagy o cualquier otra escuela de la ciudad. Si tus
hombres no tienen cuidado, podran acabar tullidos o algo
peor. Ser mejor que se lo aclares.
En eso no habr malentendidos. Eres libre de dirigir
tus clases como lo creas conveniente.
Acordaron que las lecciones tendran lugar tres veces al
mes, los das tres, trece y veintitrs, si el tiempo lo
permita.
Las visitas de Kojir a Bakurch eran una fuente de
interminable chismorreo. A un vecino se le oy decir:
Ahora tienen ah a un fantasmn peor que todos los dems
juntos. Su flequillo juvenil tambin era objeto de muchos
comentarios. Segn la opinin, puesto que ya deba de ser
veinteaero, era hora de que siguiera la costumbre samurai
de afeitarse la cabeza. Pero slo quienes vivan en casa de
Hangawara podan ver la ropa interior ricamente bordada de
Kojir, cosa que hacan cada vez que l se desnudaba el
hombro para dar libre juego al brazo.
La conducta de Kojir era exactamente la que caba
esperar de l. A pesar de que se trataba de prcticas y
muchos de sus alumnos carecan de experiencia, no les daba
cuartel. A la tercera leccin, entre las bajas se contaban ya
un hombre deformado para siempre, ms cuatro o cinco que
haban sufrido lesiones de menor envergadura. Los heridos
no estaban lejos; sus gemidos podan orse desde el fondo
de la casa.
El siguiente! grit Kojir, blandiendo una larga
espada de madera de nspero.
Al comienzo les haba dicho que un golpe con una
espada de esa clase de madera pudrir vuestra carne hasta
el hueso.
Estis dispuestos a abandonar? Si no lo estis, un
paso adelante. De lo contrario me voy a casa les dijo
despectivamente.
Impulsado por su disgusto, uno de los hombres dijo:
De acuerdo, lo intentar.
Se separ del grupo, avanz hacia Kojir y se inclin
para coger una espada de madera. Kojir descarg un
violento golpe sobre l, dejndole tendido en el suelo.
He aqu una leccin para que veis por qu no debis
quedar descubiertos declar. Es lo peor que podis
hacer.
Con evidente presuncin, mir a su alrededor las caras
de los dems, unos treinta o cuarenta, la mayora de los
cuales temblaban visiblemente.
Llevaron a la ltima vctima al pozo y le echaron agua
encima, pero no recobraba el sentido.
Este pobre hombre est listo.
Quieres decir que est... muerto?
No respira.
Otros se acercaron corriendo para mirar a su camarada
muerto. Algunos estaban airados, otros resignados, pero
Kojir no dedic al cadver una segunda mirada.
Si una cosa as os asusta les dijo en tono
amenazante, ser mejor que os olvidis de la espada.
Cuando pienso que cualquiera de vosotros estara deseando
luchar si cualquiera en la calle le llamara matn o
jactancioso... Dej la frase sin terminar, pero mientras
cruzaba el campo, los pies enfundados en los calcetines de
cuero, sigui sermonendoles: Pensad un poco en ello,
mis buenos rufianes. Estis dispuestos a desenvainar en
cuanto un desconocido os pisa un pie u os roza la vaina de
la espada, pero os amedrentis cuando llega el momento de
un combate real. Perderais alegremente la vida por una
mujer o por vuestro mezquino orgullo, pero no tenis
redaos para sacrificaros por una causa digna. Os dominan
las emociones; slo os mueve la vanidad, y eso no es
suficiente, ni mucho menos.
Hinch el pecho y concluy:
La verdad es sencilla. La nica valenta verdadera, la
nica confianza en uno mismo autntica proceden del
adiestramiento y la autodisciplina. Desafo a cualquiera de
vosotros a que se levante y luche contra m como un
hombre.
Uno de los alumnos, confiando en hacerle tragarse sus
palabras, le atac por la espalda. Kojir se agach,
doblndose de manera que casi toc el suelo, y el atacante
vol por encima de su cabeza y aterriz delante de l. Al
cabo de un instante se oy el fuerte crujido de la espada de
nspero de Kojir al golpear el hueso de la cadera del
hombre.
Esto es todo por hoy dijo, arrojando la espada a un
lado y yendo al pozo para lavarse las manos.
El cadver estaba tendido al lado de la pila. Kojir
sumergi la mano en el agua y se roci la cara sin una
palabra de pesar por lo ocurrido. Volvi a deslizar el brazo
dentro de la manga y dijo:
Tengo entendido que mucha gente va a ese lugar
llamado Yoshiwara. Vosotros debis de conocer el distrito
muy bien. Queris ensermelo?
Anunciar con rudeza que quera pasrselo bien o ir a
beber era un hbito de Kojir, pero sera difcil saber si se
mostraba impdico ex profeso o era encantadoramente
sincero. Yajibei prefiri la interpretacin ms caritativa.
An no has estado en Yoshiwara? le pregunt,
sorprendido. Bien, tendremos que remediarlo. Yo mismo
ira contigo, pero... bueno, he de quedarme aqu esta noche
para velar al muerto y esas cosas.
Llam a Jr y Koroku y les dio algn dinero. Tambin
les advirti:
Recordad que no os envo a divertiros... Slo vais
para cuidar de vuestro maestro y procurar que se lo pase
bien.
Kojir, que iba unos pasos por delante de los otros dos,
no tard en descubrir que le costaba seguir el camino, pues
de noche la mayor parte de Edo estaba a oscuras, hasta un
extremo inimaginable en ciudades como Kyoto, Nara y
Osaka.
Esta carretera es terrible coment. Tendramos
que haber trado un farol.
La gente se reira de ti si fueras al barrio tolerado con
un farol en la mano replic Jr. Cuidado, seor. Ese
montn de tierra sobre el que ests procede del nuevo foso.
Ser mejor que bajes antes de que caigas en l.
Al cabo de un rato el agua del foso adquiri una
coloracin rojiza, al igual que el cielo sobre el ro Sumida.
Una luna de primavera tarda colgaba como una gran torta
blanca sobre los tejados de Yoshiwara.
Es all, al otro lado del puente dijo Jr. Te
presto una toalla de mano?
Para qu?
Para que te ocultes un poco el rostro..., as.
Jr y Koroku sacaron unos paos rojos de sus obis y
se los ataron como si fueran pauelos en la cabeza. Kojir
les imit, usando un trozo de sedoso crep bermejo.
Eso es dijo Jr. Muy elegante.
Te sienta muy bien.
Kojir y sus guas se sumaron a la multitud de hombres
cubiertos con pauelos que deambulaban de una casa a otra.
Al igual que el barrio Yanagimachi de Kyoto, Yoshiwara
estaba brillantemente iluminado. Las entradas de las casas
presentaban una alegre decoracin, con cortinas rojas o
amarillo claro. Algunas tena campanillas en el fondo para
avisar a las mujeres cuando entraban clientes.
Tras haber entrado y salido de dos o tres casas, Jr
dirigi una mirada maliciosa a Kojir.
Es intil que trates de ocultarlo, seor.
Ocultar qu?
Dijiste que nunca habas estado antes aqu, pero una
muchacha de la ltima casa te ha reconocido. En cuanto
entramos, solt un gritito y fue a esconderse detrs de un
biombo. Tu secreto ha sido revelado, seor.
Es la primera vez que vengo aqu. De quin me ests
hablando?
No te hagas el inocente, seor. Regresemos y te lo
mostrar.
Entraron de nuevo en la casa, cuyas cortinas tenan, a
modo de blasn, el dibujo de una hoja de trbol de pantano.
A la izquierda estaba escrita la palabra Sumiya en
caracteres bastante pequeos.
Las pesadas vigas de la casa y los imponentes
corredores recordaban la arquitectura de los templos de
Kyoto, pero los materiales, llamativos por su novedad,
daban al traste con el intento de crear una atmsfera de
tradicin y dignidad. Kojir sospechaba que las plantas de
marisma todava medraban bajo el suelo.
El gran saln en el piso superior adonde les condujeron
no haba sido aseado despus de que se marcharan los
clientes anteriores. Tanto en la mesa como en el suelo
estaban diseminados restos de comida, papel de seda,
mondadientes y otras cosas. La doncella que acudi a
limpiar realiz su tarea con la misma laboriosidad que si
fuese una jornalera.
Cuando lleg Onao para ponerse a sus rdenes, dej
bien claro que estaba muy atareada. Afirm que apenas
tena tiempo de dormir y que otros tres aos de trabajo a un
ritmo tan frentico la llevaran a la tumba. Las mejores casas
de Kyoto procuraban mantener la ficcin de que su razn
de ser consista en agasajar y satisfacer a sus clientes. All el
propsito evidente era aliviar a los hombres de su dinero lo
ms rpidamente posible.
De modo que ste es el barrio de placer de Edo dijo
despectivamente Kojir, echando una mirada crtica a los
agujeros dejados por los nudos desprendidos de la madera
en el techo. De pacotilla, dira yo.
Pero esto es slo temporal protest Onao. El
edificio que estamos construyendo ahora ser mejor que
cualquiera que hayas visto en Kyoto o Fushimi. Mir
fijamente a Kojir. Sabes, seor? Te he visto antes en
otra parte. Ah, s! Fue el ao pasado, en la carretera de
Ksh.
Kojir se haba olvidado del encuentro fortuito, pero
ahora, al recordarlo, dijo con una brizna de inters:
Vaya, es cierto. Supongo que nuestros sinos deben de
estar entrecruzados.
As lo parece dijo Jr, riendo, pues hay aqu
una muchacha que te recuerda.
Mientras bromeaba acerca del pasado de Kojir,
describi la cara de la muchacha y su indumentaria, y pidi
a Onao que la llamara.
Ya s a cul te refieres dijo Onao, y sali en su
busca.
Transcurri bastante tiempo, y como la mujer an no
haba regresado, Jr y Koroku salieron al pasillo y la
llamaron batiendo palmas. Tuvieron que hacerlo varias
veces antes de que por fin se presentara Onao.
La muchacha por la que preguntis no est aqu les
dijo.
Pues estaba hace un rato.
Es extrao, como se lo he dicho al dueo. Cuando
estbamos en el puerto de Kobotoke, pas ese samurai con
el que estis ahora, caminando por la carretera, y en esa
ocasin ella tambin desapareci.
Detrs de la Sumiya se alzaba el armazn del nuevo
edificio, con el tejado en parte terminado y sin paredes.
Hanagiri! Hanagiri!
se era el nombre que haban puesto a Akemi, la cual
estaba escondida detrs de un rimero de tablas y un montn
de virutas. Varias veces quienes la buscaban haban pasado
tan cerca de ella que se haba visto obligada a contener la
respiracin.
Qu asco!, pens. Durante los primeros minutos
haba dirigido su clera slo contra Kojir, pero ya se haba
extendido hasta abarcar a todos los miembros del sexo
masculino: Kojir, Seijr, el samurai del Hachiji, los
clientes que la maltrataban cada noche en la Sumiya. Todos
los hombres eran sus enemigos, todos eran abominables.
Excepto uno, el correcto, el nico que sera como
Musashi, el que ella buscaba sin cesar. Tras haber
abandonado la esperanza de conseguir al Musashi
verdadero, ahora se haba persuadido de que sera
consolador fingir que estaba enamorada de alguien similar a
l. Con gran disgusto suyo, no encontraba a nadie que se le
pareciera ni remotamente.
Ha-na-gi-ri!
Quien la llamaba a voz en cuello era el mismo Shji
Jinnai, el cual grit primero desde el fondo de la casa y
luego se aproxim ms al lugar donde ella estaba escondida.
Le acompaaban Kojir y los otros dos hombres. Se
haban quejado largo y tendido, haciendo que Jinnai
repitiera sus disculpas una y otra vez, pero finalmente
salieron a la calle.
Al verles salir, Akemi suspir aliviada y esper hasta
que Jinnai regres a la casa. Entonces ech a correr hacia la
puerta de la cocina.
Cuando la doncella de la cocina la vio entrar, le pregunt
estupefacta:
Pero, cmo, Hanagiri, has estado todo el tiempo ah
afuera?
Chiss! Calla y dame un poco de sake.
Sake? Ahora?
S, sake! Desde su llegada a Edo, las ocasiones en
que Akemi haba buscado alivio en el sake se haban hecho
cada vez ms frecuentes.
La asustada doncella le llen una taza grande hasta el
borde. Akemi cerr los ojos y ech hacia atrs el
empolvado rostro hasta que casi estuvo paralelo con el
blanco fondo de la taza.
Cuando se volvi para salir de nuevo, la doncella le
grit, alarmada:
Adonde vas ahora?
Calla. Slo voy a lavarme los pies. Volver en
seguida.
La doncella crey sus palabras, cerr la puerta y volvi
a su trabajo.
Akemi se puso el primer par de zri que encontr y
camin por la calle con paso algo inseguro. Qu agradable
estar al aire libre!, se dijo al principio, pero en seguida
experiment una sensacin de repugnancia. Escupi en la
direccin general de los buscadores de placer que paseaban
por la calzada brillantemente iluminada, y puso pies en
polvorosa.
Al llegar a un sitio donde las estrellas se reflejaban en el
agua de un foso, se detuvo a mirarlas. Oy un ruido de
pisadas tras ella. Ah, ah! Esta vez con faroles. Y vienen
de la Sumiya. Animales! No pueden dejar que una chica
tenga unos minutos de paz? No. Hay que encontrarla!
Hay que hacerle producir dinero! Convierten la carne y la
sangre en un poco de madera para su nueva casa...; eso es lo
nico que les satisface. Pues bien, no me cogern!
Las ensortijadas virutas que le colgaban del cabello se
mecan arriba y abajo mientras corra tan rpido como se lo
permitan sus piernas en la oscuridad. No tena idea de su
destino, y le daba completamente lo mismo, siempre que
fuese lejos, muy lejos.
El bho
Cuando por fin abandonaron la casa de t, Kojir apenas se
tena en pie.
El hombro..., el hombro... murmur, apoyndose
en Jr y Koroku.
Los tres avanzaron pesadamente por la calle oscura y
desierta.
Ya te he dicho, seor, que deberamos haber pasado
ah la noche le dijo Jr.
En esa tasca? No, por tu vida! Preferira volver a la
Sumiya.
Yo no lo hara, seor.
Por qu no?
Esa chica huy de ti. Si la encuentran, podran
obligarla a acostarse contigo, mas para qu? Entonces no
gozaras.
Humm, tal vez tengas razn.
La deseas?
Qu va.
Pero no puedes apartarla por completo de tu mente,
no es cierto?
Jams me he enamorado en mi vida. No soy de los
que caen en eso. Tengo cosas ms importantes que hacer.
Cules, seor?
Es evidente, muchacho. Voy a ser el mejor y ms
famoso espadachn que ha existido jams, y la manera ms
rpida de lograrlo es ser nombrado maestro del shgun.
Pero ya le ensea la casa de Yagy, y he odo decir
que recientemente ha contratado a Ono Jiremon.
Ono Jiremon! A quin le importa un ardite ese
hombre? Tampoco los Yagy me impresionan gran cosa.
T fjate en m. Uno de estos das...
Haban llegado al tramo de calzada a lo largo del cual
estaban abriendo el nuevo foso, y haba montones de tierra
blanda que llegaban hasta la mitad de los sauces.
Ten cuidado, seor, esto es muy resbaladizo dijo
Jr, el cual, con Koroku, trat de ayudar a su maestro a
bajar del montn de tierra.
Esperad! grit Kojir, apartando bruscamente a
los dos hombres de un empujn. Baj rpidamente del
montn de tierra. Quin est ah?
El hombre que acababa de abalanzarse contra la espalda
de Kojir, perdi el equilibrio y cay de cabeza al foso.
Te has olvidado, Sasaki?
Mataste a cuatro de nuestros camaradas!
Kojir salt a lo alto del montn de tierra, desde donde
pudo ver que haba por lo menos diez hombres entre los
rboles, ocultos parcialmente por los juncos. Apuntndole
con las espadas, avanzaron lentamente hacia l.
De modo que sois de la escuela Obata, eh? dijo en
tono despectivo. La accin repentina le haba devuelto la
sobriedad al acto. La ltima vez perdisteis cuatro de
cinco hombres. Cuntos habis venido esta noche?
Cuntos queris morir? Decidme la cifra y os satisfar con
gusto. Cobardes! Atacadme si os atrevis!
Con un diestro movimiento, llev la mano por encima
del hombro hasta la empuadura de Palo de Secar.
Antes de que le tonsurasen, Obata Nichij haba sido uno
de los guerreros ms clebres de Kai, una provincia famosa
por sus heroicos samurais. Despus de que Tokugawa
Ieyasu derrotara a la casa de Takeda, la familia Obata vivi
en la oscuridad hasta que Kagenori se distingui en la
batalla de Sekigahara. Posteriormente el mismo Ieyasu le
llam para que se pusiera a su servicio y alcanz fama
como maestro de ciencia militar. No obstante, haba
rechazado la oferta que le hizo el shgun de una selecta
parcela de tierra en el centro de Edo, aduciendo que un
guerrero rural como l se sentira all desplazado, y prefiri
un terreno boscoso junto al santuario de Hirakawa Tenjin,
donde estableci su escuela en una antigua granja con tejado
de paja, a la que aadi una nueva aula para impartir las
lecciones tericas y una entrada bastante imponente.
Ya de edad avanzada y afectado por un trastorno
nervioso, Kagenori llevaba meses confinado en su
habitacin de enfermo y slo en raras ocasiones se haba
presentado en el aula. El bosque estaba lleno de bhos, y
ello le haba llevado a adoptar el sobrenombre de Viejo
bho, con el que firmaba los documentos. A veces sonrea
dbilmente y deca: Soy un bho, como los otros.
A menudo, el dolor que senta de cintura para arriba
llegaba a ser insoportable. Aquella noche era una de esas
ocasiones.
Ests un poco mejor? Quieres agua?
Quien le hablaba era Hj Shinz, hijo de Hj
Ujikatsu, el clebre estratega militar.
Ahora estoy mucho ms cmodo dijo Kagenori.
Por qu no vas a acostarte? Pronto ser de da.
El invlido tena el cabello blanco, y su cuerpo era tan
flaco y anguloso como un viejo ciruelo.
No te preocupes por m. Ya duermo bastante durante
el da.
No puede quedarte mucho tiempo libre para dormir
cuando te pasas los das sustituyndome en el aula. Eres el
nico que puede impartir mis lecciones.
Dormir demasiado no es una buena disciplina.
Al reparar en que la lmpara estaba a punto de
apagarse, Shinz dej de masajear la espalda del anciano y
fue en busca de aceite. Cuando regres, Kagenori, todava
tendido boca abajo, haba levantado su huesudo rostro de la
almohada. La luz que se reflejaba en sus ojos le daba una
expresin misteriosa.
Qu te ocurre, seor?
No lo oyes? Es como un chapoteo de agua.
Parece proceder del pozo*
Quin podra ser a esta hora? Crees que algunos de
los hombres han estado bebiendo de nuevo?
Es probable, pero de todos modos echar un vistazo.
De paso dales un buen rapapolvo.
S, seor. Ser mejor que te duermas. Debes de estar
cansado.
Cuando el dolor del anciano remiti y pudo conciliar de
nuevo el sueo, Shinz le arrop cuidadosamente y sali
por la puerta trasera. Dos alumnos estaban inclinados sobre
el cubo del pozo, lavndose la sangre que les cubra la cara
y las manos.
Corri hacia ellos con el ceo fruncido.
As que habis ido les dijo secamente. Despus
de que os suplicara que no lo hicierais!
La exasperacin de su voz se desvaneci cuando vio a
un tercer hombre tendido a la sombra del pozo. Por su
manera de quejarse, pareca como si fuera a morir de un
momento a otro a causa de sus heridas.
Como chiquillos que ruegan la ayuda de un hermano
mayor, ambos hombres, con los rostros extraamente
contorsionados, se echaron a llorar sin poder contenerse.
Necios! Shinz tuvo que contenerse para no
golpearles. Cuntas veces os he advertido que no estis
a su altura? Por qu no me habis hecho caso?
Despus de que arrastrara por el fango el nombre de
nuestro maestro? Despus de que matara a nuestros
hombres? Sigue diciendo que no somos razonables. No
eres t quien ha perdido la razn? Dominar tu
temperamento, retraerte, soportar los insultos en silencio!
Es eso lo que llamas ser razonable? se no es el Camino
del Samurai.
No lo es? Si enfrentarse a Sasaki Kojir fuese lo que
es necesario hacer, yo mismo le habra desafiado. Cometi
un atropello al insultar a nuestro maestro y ultrajarnos de
otras maneras, pero eso no es una excusa para que perdis
el sentido de la proporcin. No temo morir, pero Kojir no
es digno de que arriesgue mi vida ni la de cualquier otro.
As no es como lo ve la mayora de la gente. Creen
que le tenemos miedo, que nos atemoriza defender nuestro
honor. Kojir ha estado calumniando a Kagenori por todo
Edo.
Si quiere hablar ms de la cuenta, que lo haga. Creis
acaso que cualquiera que conozca a Kagenori va a creer que
perdi en una discusin con ese novicio engredo?
Haz como te plazca, Shinz, pero los dems no
vamos a quedarnos sentados sin hacer nada.
Qu es exactamente lo que pensis hacer?
Una sola cosa. Matarle!
Os creis capaces de hacerlo? Os dije que no fuerais
al Sensji y no me hicisteis caso. Murieron cuatro hombres.
Ahora ha vuelto a derrotaros. No es eso acumular
vergenza o deshonor? No es Kojir quien est
destruyendo la reputacin de Kagenori, sino vosotros. Os
har una sola pregunta. Le habis matado?
Los otros no le respondieron.
Claro que no. Apuesto lo que sea a que ni siquiera ha
recibido un rasguo. Vuestro problema es que no sois lo
bastante juiciosos para evitar el encuentro con l en sus
propias condiciones. No comprendis la fuerza que tiene.
Ciertamente es joven y tiene mal carcter, es grosero y
arrogante, pero sobre todo es un espadachn sobresaliente.
No s cmo adquiri su habilidad, pero es innegable que la
tiene. Y vosotros le subestimis. se es vuestro primer
error.
Uno de los hombres se acerc a Shinz como si
estuviera dispuesto a atacarle fsicamente.
Ests diciendo que, haga lo que haga ese bastardo, no
podemos hacer nada al respecto.
Shinz asinti, desafiante.
Exactamente. No podemos hacer nada. Nosotros no
somos espadachines, sino estudiosos de la ciencia militar. Si
creis que mi actitud es cobarda, entonces tendr que
soportar que me llamis cobarde.
El hombre herido a sus pies gimi:
Agua..., agua..., por favor.
Sus dos camaradas se arrodillaron y le incorporaron
hasta que qued sentado.
Al ver que estaban a punto de darle agua, Shinz grit
alarmado:
Alto! Si bebe agua, morir!
Mientras ellos titubeaban, el hombre acerc la cara al
cubo. Tom un trago y su cabeza se desplom en el
recipiente, aumentando as a cinco el nmero de bajas
mortales aquella noche.
Mientras los bhos ululaban a la luna en el amanecer,
Shinz regres en silencio a la habitacin del enfermo.
Kagenori segua durmiendo y respiraba profundamente.
Tranquilizado, Shinz fue a su cubculo.
Abiertas sobre su escritorio haba obras de ciencia
militar, libros que haba comenzado a leer pero no haba
tenido tiempo de terminar. Aunque de buena cuna, de nio
haba tenido que partir lea, acarrear agua y estudiar largas
horas a la luz de una vela. Su padre, un gran samurai, no
crea que a los jvenes de su clase se les debiera mimar.
Shinz ingres en la escuela Obata con el firme propsito
de consolidar las habilidades militares en el feudo de su
familia, y aunque era uno de los alumnos ms jvenes, nadie
como l gozaba de la ms alta estima del maestro.
En los ltimos das, los cuidados de su maestro enfermo
le mantenan despierto la mayor parte de la noche. Ahora se
sent con los brazos cruzados y suspir hondo. Quin
cuidara de Kagenori si l no estuviera all? Todos los dems
alumnos residentes en la escuela eran jvenes sin educacin
a los que atraan las cuestiones militares. Los hombres que
acudan a la escuela para tomar lecciones eran incluso
peores. Echaban bravatas y expresaban opiniones sobre los
temas marciales de los que solan discutir los samurais.
Ninguno de ellos comprenda realmente el espritu del
hombre solitario y razonable que era su maestro. Los
aspectos ms sutiles de la ciencia militar se les pasaban por
alto. Mucho ms comprensible era cualquier calumnia, real
o imaginaria, contra el orgullo que sentan por su capacidad
como samurais. Cuando les insultaban se convertan en
irracionales instrumentos de venganza.
Shinz estaba de viaje cuando Kojir lleg a la escuela.
Puesto que el recin llegado dijo que quera hacer algunas
preguntas sobre libros de textos militares, su inters pareca
autntico y le presentaron al maestro. Pero entonces, sin
formular una sola pregunta, empez a discutir con Kagenori
de una manera presuntuosa y arrogante, una actitud
sugeridora de que su verdadero propsito era humillar al
anciano. Finalmente, cuando unos alumnos le llevaron a otra
habitacin y le pidieron explicaciones, l reaccion con una
sarta de insultos y la oferta de luchar con cualesquiera de
ellos cuando quisieran.
Entonces Kojir empez a extender por Edo sus
opiniones negativas con respecto a la escuela de Obata: sus
estudios eran superficiales, una mera refundicin del estilo
Kusunoki o el antiguo texto militar chino conocido como
los Seis secretos, y que eran falsos e indignos de confianza.
Cuando estas malvolas declaraciones llegaron a odos de
los alumnos, juraron que se las haran pagar con su vida.
Shinz se opuso a esta actitud, aduciendo que el
problema era trivial, que no deberan molestar a su maestro
con esa clase de cuestiones, que Kojir no era un estudiante
serio de la ciencia militar... Pero sus argumentos no
convencieron a los alumnos, aunque tambin seal que
antes de dar cualquier paso decisivo era preciso consultar a
Yogor, el hijo de Kagenori, el cual por entonces estaba
haciendo un largo viaje.
Es que no pueden ver hasta qu punto estn creando
unas dificultades intiles?, se lament Shinz. La luz de la
lmpara iluminaba dbilmente su semblante turbado.
Fatigado tras devanarse en vano los sesos en busca de una
solucin, puso los brazos sobre los libros abiertos y se
adormeci.
Le despert un confuso murmullo de voces.
Fue primero al aula y, al ver que estaba vaca, se puso
un par de zri y sali. En un bosquecillo de bambes que
formaba parte del recinto sagrado del santuario de Hirakawa
Tenjin, vio lo que haba esperado: un nutrido grupo de
alumnos que celebraban un consejo de guerra cargado de
emocin. Los dos hombres heridos, muy plidos y con los
brazos en cabestrillos blancos, estaban uno al lado del otro,
explicando el desastre acaecido aquella noche.
Uno de los hombres pregunt indignado:
Estis diciendo que fuisteis diez y ese hombre mat
por s solo a la mitad?
Me temo que s. Ni siquiera pudimos acercarnos a l.
Pero Murata y Ayabe estaban considerados como
nuestros mejores espadachines.
Fueron los primeros en caer. Yosobei consigui
regresar aqu a pura fuerza de voluntad, pero cometi el
error de beber agua antes de que pudiramos impedrselo.
Se hizo un sombro silencio. Como estudiantes de
ciencia militar, les interesaban los problemas de logstica,
estrategia, comunicaciones, inteligencia y as sucesivamente,
pero no las tcnicas del combate cuerpo a cuerpo. La
mayora de ellos crean, como les haban enseado, que la
habilidad con la espada era propia de los soldados
ordinarios, no de los generales. No obstante, su orgullo de
samurais les impeda aceptar el corolario lgico, a saber, que
eran impotentes ante un experto espadachn como Sasaki
Kojir.
Qu podemos hacer? pregunt alguien en tono
lastimero. Durante un rato no hubo ms respuesta que el
ulular de los bhos.
Entonces uno de los alumnos dijo animadamente:
Yo tengo un primo en la casa de Yagy. Tal vez a
travs de l podramos conseguir que nos ayuden.
No seas estpido! le respondieron varias voces.
No podemos pedir ayuda exterior, pues eso slo
causara ms vergenza a nuestro maestro. Sera una
admisin de debilidad.
Bueno, entonces que nos queda?
No hay ms solucin que enfrentarnos a Kojir de
nuevo, pero si volvemos a hacerlo en un lugar a oscuras, eso
slo perjudicar ms a la reputacin de la escuela. Morir en
un combate abierto es otra cosa. Por lo menos no nos
tacharn de cobardes.
Deberamos enviarle un desafo formal?
S, y debemos mantenerlo, no importa cuntas veces
perdamos.
Creo que tienes razn, pero a Shinz no va a gustarle.
No tiene por qu saberlo, como tampoco nuestro
maestro. Recordadlo todos vosotros. Podemos pedir
prestados al sacerdote pincel y tinta.
Se dirigieron en silencio a la casa del sacerdote. Antes de
que hubieran recorrido diez pasos, el hombre que iba
delante ahog un grito y retrocedi. Los dems se
detuvieron en seco, sus ojos clavados en la terraza trasera
del santuario, un edificio de madera deteriorada por el
tiempo. All, contra un teln de fondo formado por la
sombra de un ciruelo cargado de fruta verde, estaba Kojir
con un pie apoyado en la barandilla y una sonrisa malvola
en el rostro. Como un solo hombre, los alumnos
palidecieron. Algunos tuvieron dificultad para respirar.
Kojir se dirigi a ellos en un tono malicioso.
A juzgar por vuestra conversacin, deduzco que
todava no habis aprendido, que habis decidido escribir
una carta de desafo y entregrmela. Pues bien, os ahorrar
la molestia. Aqu me tenis, dispuesto a luchar.
Anoche, antes incluso de que me lavara las manos
ensangrentadas, llegu a la conclusin de que habra una
segunda parte, as que os segu, cobardes rastreros, hasta
vuestra casa.
Hizo una pausa para dejar que estas palabras surtieran
efecto y entonces continu en un tono irnico:
Me estaba preguntando cmo decids el tiempo y el
lugar para desafiar a un enemigo. Consultis un horscopo
para elegir el da ms propicio? O consideris ms juicioso
no desenvainar vuestras espadas hasta que es noche cerrada
y vuestro enemigo est borracho y regresa a su casa tras
salir del barrio tolerado?
Hizo otra pausa, como si aguardara una respuesta.
Es que no tenis nada que decir? No hay uno solo
de vosotros de pelo en pecho? Si estis tan deseosos de
luchar conmigo, adelante. Uno a uno o todos a la vez..., lo
mismo me da! No huira de unos contrarios como vosotros
aunque vistierais armadura completa y avanzarais al son de
los tambores!
Los hombres amedrentados no dijeron palabra.
Pero qu os pasa? Las pausas eran cada vez ms
largas. Habis decidido no enfrentaros conmigo? No
hay entre vosotros uno solo con redaos? Muy bien, es
hora de que agucis vuestros estpidos odos y me
escuchis.
Soy Sasaki Kojir. Aprend el arte de la espada
indirectamente del gran Toda Seigen despus de su muerte.
Conozco los secretos de desenvainar inventados por
Katayama Hisayasu, y yo mismo he creado el estilo
Ganry. No soy de esos que se ocupan de la teora, que
leen libros y reciben lecciones sobre Sun-tzu o los Seis
secretos. En espritu y voluntad, vosotros y yo no tenemos
nada en comn.
Desconozco los detalles de vuestros estudios
cotidianos, pero os estoy demostrando cmo es la ciencia
de la lucha en la vida real. No fanfarroneo. Pensad! Cuando
a un hombre le atacan en la oscuridad, como me ocurri
anoche, qu es lo que hace si tiene la buena suerte de
vencer? Si es un hombre ordinario, se va tan rpido como
puede a un lugar seguro. Una vez ah, reflexiona en el
incidente y se congratula por haber sobrevivido. No es
cierto? No es eso lo que vosotros harais?
Pero he actuado as? No! No slo he derribado a la
mitad de vuestros hombres, sino que he seguido a los
rezagados y os he esperado aqu, bajo vuestras mismas
narices. Os he escuchado mientras os esforzabais por
superar vuestra debilidad y tomar una decisin, y os he
tomado completamente por sorpresa. De haberlo querido,
podra haberos atacado ahora y enviaros al otro mundo.
Eso es lo que significa tener un carcter militar! se es el
secreto de la ciencia militar!
Ja, ja! Esto se est convirtiendo en una pequea
leccin, no es cierto? Me temo que si sigo hacindoos
partcipes de mi caudal de conocimientos, el pobre Obata
Kagenori podra quedarse sin su fuente de ingresos. Sera
una pena, verdad?
Ah, tengo sed, Koroku! Jr! Dadme un poco de
agua!
En seguida, seor! replicaron al unsono desde el
lado del santuario, donde haban estado contemplando
fascinados la escena.
Jr le trajo una gran taza de barro cocido llena de agua
y le pregunt ansiosamente:
Qu vas a hacer, seor?
Pregntaselo! dijo con desprecio Kojir. Tu
respuesta est en esos vacuos rostros de comadreja.
Habas visto alguna vez unos hombres de semblante
ms estpido? dijo Koroku, riendo.
Qu puado de gallinas! exclam Jr. Vamos,
seor, marchmonos. No estn a tu altura.
Mientras los tres cruzaban contonendose el portal del
santuario, Shinz, oculto entre los rboles, musit entre los
dientes cerrados: Te har pagar esto.
Los alumnos estaban abatidos. Kojir haba sido ms
listo que ellos y los haba derrotado sin luchar siquiera.
Luego haba manifestado una satisfaccin maligna por su
victoria, dejndolos asustados y humillados.
Rompi el silencio un alumno que se acerc corriendo y
pregunt en un tono de perplejidad:
Hemos encargado atades? Como nadie le
contestaba, explic: El carpintero acaba de llegar con
cinco atades. Est esperando.
Finalmente, uno de los hombres respondi abatido:
Hemos enviado a buscar los cuerpos, pero an no
han llegado. No estoy seguro, pero creo que har falta otro
atad. Pdele que lo haga y guarda los que ha trado en el
almacn.
Aquella noche se celebr un velatorio en el aula.
Aunque lo hicieron en silencio, con la esperanza de que
Kagenori no se enterase, el anciano supuso lo que haba
ocurrido ms o menos. Se abstuvo de preguntar nada y
Shinz tampoco hizo comentario alguno.
A partir de aquel da, el estigma de la derrota se cerni
sobre la escuela. Slo Shinz, que haba pedido
comedimiento y le haban acusado de cobarda, mantena
vivo el deseo de venganza. Sus ojos tenan un brillo que
ninguno de los otros poda sondear.
A principios del otoo, la enfermedad de Kagenori
empeor. Desde su cama vea un bho posado en una rama
de un gran rbol, mirndole fijamente, sin moverse, ululando
a la luna cuando amaneca. Shinz percibi en el grito del
ave el mensaje de que el final de su maestro estaba prximo.
Entonces lleg una carta de Yogor, diciendo que se
haba enterado del incidente con Kojir y estaba camino de
casa. Durante los das siguientes, Shinz se pregunt qu
ocurrira primero, si la llegada del hijo o el fallecimiento del
padre. En cualquier caso, el da que aguardaba, el da de la
liberacin de sus obligaciones, estaba prximo.
La vigilia del da en que se esperaba la llegada de
Yogor, Shinz dej una carta de despedida sobre su
escritorio y abandon la escuela de Obata. Desde el bosque
cerca del santuario, contempl la habitacin del enfermo
Kagenori y dijo en voz baja: Perdname por marcharme
sin tu permiso. Descansa en paz, buen maestro. Maana
Yogor estar en casa. No s si podr presentarte la cabeza
de Kojir antes de que mueras, pero debo intentarlo. Si
muero en el intento, te esperar en la tierra de los muertos.
Un plato de lochas
Musashi haba estado vagabundeando por el campo,
dedicado a prcticas ascticas, a castigar el cuerpo para
perfeccionar el alma. Estaba ms resuelto que nunca a
hacerlo sin ayuda: si eso significaba pasar hambre, dormir a
la intemperie, con fro y lluvia, y vestir unos sucios
harapos, que as fuera. Albergaba en su corazn un sueo
que nunca satisfara si aceptaba un empleo al servicio del
seor Date, aun cuando su seora le ofreciera todo su
feudo de tres millones de fanegas.
Tras el largo viaje por el Nakasend, slo pas unas
noches en Edo antes de reanudar su camino, esta vez al
norte, hacia Sendai. El dinero que le diera subrepticiamente
Ishimoda Geki haba sido una carga en su conciencia. Desde
el momento en que lo encontr, supo que no se sentira en
paz hasta que lo hubiera devuelto.
Ahora, ao y medio despus, se hallaba en
Htengahara, una llanura de la provincia de Shimsa, al este
de Edo, que haba cambiado poco desde que el rebelde
Taira-no-Masakado y sus tropas alborotaron la regin en el
siglo X. La llanura segua siendo un lugar desolado,
escasamente poblado y donde no se cultivaba nada valioso.
No haba ms que maleza, unos pocos rboles y algunos
bambes pequeos y juncos. El sol, bajo en el horizonte,
tea de rojo las charcas de agua estancada, pero dejaba la
hierba y los matorrales incoloros y borrosos.
Y ahora qu?, se pregunt Musashi, dando reposo a
sus piernas fatigadas en un cruce de caminos. Se senta
aptico y como si todava estuviera empapado por el
aguacero que le sorprendi unos das antes en el puerto de
montaa de Tochigi. La desagradable humedad nocturna le
hizo desear un techo. Haba dormido las dos noches
anteriores bajo las estrellas, pero ahora anhelaba el calor de
un hogar y una comida verdadera, aunque slo fuese un
sencillo condumio de campesino, como mijo cocido con
arroz.
El olor salobre de la brisa anunciaba la proximidad del
mar. Razon que si se encaminaba hacia l, podra encontrar
una casa, tal vez incluso una aldea de pescadores o un
pequeo puerto. De lo contrario, tendra que resignarse a
pasar otra noche entre la hierba, bajo la gran luna otoal.
No sin cierta irona, se dio cuenta de que, de haber
tenido una mayor inclinacin potica, podra haber
saboreado aquellos momentos en un paisaje patticamente
solitario. Pero slo deseaba huir de all, estar entre
personas, tomar una comida decente y descansar un poco.
El zumbido incesante de los insectos pareca una letana que
acompaaba su solitario vagabundeo.
Se detuvo en un puente cubierto de tierra. El ruido
inconfundible de un chapoteo pareca alzarse por encima
del apacible rumor del estrecho ro. Sera una nutria? La
luz del da se estaba desvaneciendo, y forz la vista hasta
que pudo distinguir una figura arrodillada en la hondonada
junto al borde del agua. Solt una risita al observar que el
rostro del muchacho que le miraba tena una clara semejanza
con el de una nutria.
Qu ests haciendo ah abajo? le pregunt
Musashi en tono amistoso.
Lochas respondi lacnicamente el chico.
Agitaba un cesto en el agua para limpiar de arena y
barro su coleante captura.
Coges muchas? Musashi no se resignaba a cortar
el vnculo recin establecido con otro ser humano.
Quedan pocas. Ya estamos en otoo.
Podra quedarme algunas?
Mis lochas?
S, slo unas pocas. Te las pagar.
Lo siento, pero stas son para mi padre.
Abrazando el cesto, el muchacho subi gilmente a la
orilla y se escabull a toda prisa en la oscuridad.
Desde luego, es un diablillo veloz, pens Musashi,
solitario una vez ms, y se ech a rer. Record su propia
infancia y la de Jtar, preguntndose qu habra sido de l.
Jtar tena catorce aos la ltima vez que le vio. Pronto
cumplira diecisis. Pobre muchacho. Me acept como su
maestro, me quiso como su maestro, me sirvi como su
maestro, y qu hice por l? Nada.
Absorto en sus recuerdos, se olvid de su fatiga. Se
detuvo y permaneci inmvil. La luna se haba levantado,
llena y brillante. En las noches como aqulla a Ots le
gustaba tocar la flauta. Entre los zumbidos de los insectos
oy el sonido de risas, las de Ots y Jtar juntos.
Alrededor de una choza aislada creca trbol de los
prados, casi tan alto como el tejado ladeado. Las paredes
estaban cubiertas de enredadera de calabaza, cuyas flores
parecan desde cierta distancia enormes gotas de roco. Al
aproximarse, le sorprendi el resonante bufido de enojo de
un caballo desensillado atado al lado de la casucha.
Quin est ah?
Musashi reconoci la voz procedente de la choza como
la del chico de las lochas. Sonriendo, respondi:
No podras darme alojamiento para esta noche? Me
marchar maana a primera hora.
El muchacho se asom a la puerta y mir a Musashi de
arriba abajo. Al cabo de un momento le dijo:
De acuerdo, pasa.
Musashi pens que probablemente aqulla era la casa
ms destartalada que haba visto jams. La luz de la luna se
filtraba entre las grietas en las paredes y el tejado. Tras
quitarse el manto, ni siquiera encontr un clavo para
colgarlo. El viento que soplaba desde abajo penetraba por la
puerta, a pesar de la estera de juncos que la cubra.
El muchacho se arrodill ante su invitado a la manera
formal y le dijo:
All, en el ro, dijiste que queras unas lochas. Te
gusta este pescado?
La formalidad del muchacho, tan fuera de lugar en aquel
entorno, sorprendi a Musashi hasta el punto que se qued
mirndole fijamente sin responderle.
Qu ests mirando?
Dime, qu edad tienes?
Doce aos.
Su cara impresionaba a Musashi. Estaba sucia como una
raz de loto recin arrancada del suelo y ola como un nido
de pjaros. Sin embargo, su expresin indicaba carcter.
Tena las mejillas mofletudas, y sus ojos, brillantes como
cuentas a travs de la suciedad que los rodeaban, eran
magnficos.
Tengo un poco de mijo y arroz le dijo el
hospitalario chiquillo. Y ahora que le he dado unas
cuantas a mi padre, puedes quedarte con las lochas
sobrantes, si las quieres.
Gracias.
Supongo que tambin querrs t.
S, siempre que no sea demasiada molestia.
Espera aqu. Empuj una puerta chirriante y entr
en la habitacin contigua.
Musashi le oy partir lea y luego avivar con un
soplillo la llama de un hibachi de barro. Poco despus, el
humo que llenaba la choza ahuyent a una infinidad de
insectos.
El chico regres con una bandeja, que deposit en el
suelo ante Musashi. ste se apresur a sentarse y, en un
abrir y cerrar de ojos, devor las lochas saladas y asadas a
la parrilla, el mijo, el arroz y la negra y dulzona pasta de
alubias.
Estaba buensimo dijo, agradecido.
De veras?
Al chico pareca agradarle la felicidad ajena.
Musashi pens que era un muchacho con buenos
modales.
Quisiera expresar mi gratitud al jefe de la casa. Se ha
acostado?
No, est delante de ti. El chico seal su propia
nariz.
Ests aqu completamente solo?
S.
Ah, comprendo. Hubo una pausa embarazosa.
Y cmo te ganas la vida?
Alquilo el caballo y trabajo como mozo de cuadra.
Tambin cultivbamos algo... Vaya, se ha terminado el
aceite de candil. De todos modos, desears dormir ya, no
es cierto?
Musashi convino en que as era y se tendi sobre un
desgastado jergn de paja que estaba junto a la pared. El
zumbido de los insectos era relajante. Se qued dormido,
pero, quiz debido a su agotamiento fsico, empez a sudar
profusamente. Entonces so que llova.
El sonido en su sueo le despert y se incorpor
sobresaltado. Era innegable. Lo que ahora oa era el sonido
de un cuchillo o una espada cuya hoja estaban afilando. En
el momento en que su mano se diriga automticamente a la
espada, el chico le pregunt:
No puedes dormir?
Cmo haba sabido que estaba despierto? Asombrado,
Musashi le pregunt:
Qu haces afilando una hoja a estas horas?
Formul la pregunta en un tono tan tenso que pareca
ms el contragolpe de una espada que un interrogante.
El muchacho se ech a rer.
Te he asustado? Pareces demasiado fuerte y valiente
para asustarte con tanta facilidad.
Musashi guard silencio y se pregunt si haba
tropezado con un demonio que todo lo vea disfrazado de
campesino.
Cuando se reanud el roce de la hoja con la piedra de
afilar, Musashi se acerc a la puerta. A travs de una
rendija, vio que la otra habitacin era una cocina con un
pequeo espacio para dormir en un extremo. El chico estaba
arrodillado a la luz de la luna, junto a la ventana, con un
gran jarro de agua al lado. La espada que estaba afilando era
de una clase utilizada por los campesinos.
Qu te propones hacer con eso? le pregunt
Musashi.
El muchacho mir hacia la puerta pero sigui con su
tarea. Al cabo de unos minutos ms, limpi la hoja, que
tena como un pie y medio de longitud, y la alz para
inspeccionarla. Destellaba a la luz de la luna.
Mira. Crees que con esto puedo cortar a un hombre
por la mitad?
Depende de si sabes cmo hacerlo.
Ah, de eso estoy seguro.
Has pensado en alguien en particular para probar tu
habilidad con la espada?
S, en mi padre.
Tu padre? Musashi abri la puerta. Espero que
sa no sea tu idea de lo que es una broma.
No estoy bromeando.
No puedes decir en serio que te propones matar a tu
padre. Ni siquiera a las ratas y las avispas, a pesar de que
viven abandonadas y en estado salvaje, se les ocurrira algo
tan atroz como matar a sus padres.
Pero si no lo corto por la mitad, no podr
transportarle.
Transportarle adonde?
Tengo que llevarle al lugar donde ser enterrado.
Quieres decir que est muerto?
S.
Musashi mir de nuevo la pared del fondo. No se le
haba ocurrido que la forma abultada que haba visto all
pudiera ser un cadver. Ahora vea que era, en efecto, el
cuerpo tendido de un anciano, con una almohada bajo la
cabeza y un kimono encima. A su lado haba un cuenco de
arroz, una taza de agua y una racin de lochas asadas en un
plato de madera.
Al recordar que, ajeno a lo ocurrido, le haba pedido al
muchacho parte de las lochas que iban a ser una ofrenda al
espritu del fallecido, Musashi se sinti algo turbado. Al
mismo tiempo admiraba al muchacho por la frialdad con
que haba concebido la idea de cortar en pedazos el cuerpo
de su padre a fin de poder transportarlo. Fij la mirada en el
rostro del chico, y durante unos momentos permaneci en
silencio.
Cundo muri?
Esta maana.
Est muy lejos el cementerio?
All arriba, en las colinas.
No podras pedir a alguien que lo lleve all?
No tengo dinero.
Yo puedo darte un poco.
El chico sacudi la cabeza.
No, a mi padre no le gustaba aceptar regalos ni
tampoco le gustaba ir al templo. Puedo arreglrmelas yo
solo, gracias.
A juzgar por el temple y el valor del muchacho, sus
modales estoicos pero prcticos, Musashi supuso que su
padre no haba sido un campesino ordinario de nacimiento.
Tena que haber algo que explicara la notable independencia
de aquel chiquillo.
Por deferencia a los deseos del muerto, Musashi se
guard el dinero y, en cambio, se ofreci a aportar la fuerza
necesaria para transportar el cuerpo sin necesidad de
despedazarlo. El chico acept, y juntos cargaron el muerto
en el caballo. Cuando el camino se hizo demasiado
empinado, lo descargaron y Musashi se lo ech a la
espalda. El cementerio era un pequeo claro bajo un
castao, donde una solitaria piedra redonda haca las veces
de lpida.
Despus del entierro, el muchacho deposit unas flores
en el tmulo y dijo:
Aqu estn tambin enterrados mis abuelos y mi
madre.
Junt las manos en una actitud de plegaria. Musashi se
le uni en silenciosa splica por el eterno reposo de la
familia.
Este lugar de enterramiento no parece muy antiguo
observ. Cundo se estableci aqu tu familia?
En vida de mi abuelo.
Dnde vivan antes?
Mi abuelo era un samurai del clan de Mogami, pero
tras la derrota de su seor, quem nuestra genealoga y todo
lo dems. No qued nada.
No veo su nombre tallado en la piedra. Ni siquiera
hay el blasn de la familia o una fecha.
Al morir orden que no pusiramos nada en la piedra.
Era muy estricto. Cierta vez llegaron unos hombres del
feudo de Gam, y otra vez del feudo de Date, y le
ofrecieron una posicin, pero l la rechaz. Deca que un
samurai deba servir a un solo seor. Por lo mismo no quiso
que se grabara nada en la piedra. Como se haba convertido
en campesino, revelar as su nombre sera una deshonra
para su seor muerto.
Sabes cmo se llamaba tu abuelo?
S, Misawa Iori. Como mi padre era slo un
campesino, abandon el apellido y se llam simplemente
San'emon.
Y cul es tu nombre?
Sannosuke.
Tienes algn familiar?
Una hermana mayor, pero se march hace mucho
tiempo y no s dnde est.
Nadie ms?
No.
Cmo piensas ganarte la vida ahora?
Supongo que igual que antes respondi, pero se
apresur a aadir: Oye, eres un shugysha, no es cierto?
Debes de viajar por todas partes. Llvame contigo. Puedes
montar mi caballo y yo ser tu mozo.
Mientras Musashi reflexionaba en la solicitud del
muchacho, contempl la tierra que se extenda bajo ellos.
Puesto que era lo bastante frtil para alimentar una pltora
de matorrales, no comprenda por qu no la cultivaban.
Desde luego, no se deba a que las gentes que habitaban la
zona fuesen acomodadas, pues haba visto seales de
pobreza por todas partes.
Musashi reflexion en que la civilizacin no florece
hasta que los hombres han aprendido a ejercer el dominio de
las fuerzas naturales. Se pregunt por qu quienes vivan
all, en el centro de la llanura de Kanto, eran tan impotentes,
por qu permitan que la naturaleza los oprimiera. A la luz
del sol que se levantaba, tuvo atisbos de pequeos
mamferos y pjaros que se deleitaban en la abundancia que
el hombre an no haba aprendido a cosechar. O as lo
pareca.
Pronto record que Sannosuke, a pesar de su valor e
independencia, era todava un nio. Cuando la luz del sol
arranc destellos de las gotas de roco que cubran el follaje
y estuvieron listos para regresar, el muchacho ya no estaba
triste e incluso pareca haber dejado de pensar por
completo en su padre.
A mitad de camino empez a acuciar a Musashi para
que respondiera a su propuesta.
Hoy mismo puedo empezar afirm. Piensa que,
adondequiera que vayas, podrs usar mi caballo y yo estar
ah para atenderte.
No obtuvo ms respuesta que un gruido evasivo.
Aunque Sannosuke tena muchas cualidades, Musashi se
preguntaba si sera juicioso hacerse una vez ms
responsable del futuro de un muchacho. Jtar tena una
capacidad natural, pero cmo se haba beneficiado al seguir
a Musashi? Y ahora que haba desaparecido y estaba slo el
cielo saba dnde, Musashi se senta responsable todava
con mayor intensidad. No obstante, se dijo que si un
hombre piensa demasiado en los peligros que le acechan
ms adelante, no puede avanzar un solo paso, y no digamos
abrirse paso con xito en la vida. Adems, en el caso de un
nio, nadie, ni siquiera sus padres, pueden garantizarle su
futuro. Es realmente posible decidir objetivamente lo que
es bueno y lo que puede perjudicar a un nio? se
pregunt. Si se trata de desarrollar el talento de
Sannosuke y orientarle en la direccin correcta, eso puedo
hacerlo. Supongo que es lo mximo que cualquiera puede
hacer.
Promtemelo, por favor insista el muchacho.
Sannosuke, quieres ser un mozo de caballos durante
toda tu vida?
Claro que no. Quiero ser samurai.
Eso es lo que pensaba. Pero si vienes conmigo y te
conviertes en mi alumno, habr muchas ocasiones en que lo
pasars muy mal.
El muchacho solt la cuerda y, antes de que Musashi
comprendiera qu se propona, se arrodill en el suelo, bajo
la cabeza del caballo. Haciendo una profunda reverencia, le
dijo:
Te ruego, seor, que hagas de m un samurai. Eso es
lo que mi padre quera, pero no haba nadie a quien
pudiramos pedir ayuda.
Musashi desmont, mir un momento a su alrededor y
entonces cogi un palo y se lo dio a Sannosuke. Busc otro
palo para l y dijo al chico:
Quiero que me golpees con ese palo. Cuando haya
visto cmo lo manejas, decidir si tienes talento para ser un
samurai.
Si consigo golpearte aceptars?
Prubalo y veremos dijo Musashi riendo.
Sannosuke agarr con firmeza su arma y se abalanz
contra l como si estuviera posedo. Musashi no tuvo
misericordia. Una y otra vez el muchacho recibi golpes, en
los hombros, en la cara, en los brazos. Despus de cada
revs, retroceda tambalendose, pero siempre volva al
ataque.
Musashi pens que no tardara en echarse a llorar. Pero
Sannosuke no ceda. Cuando el palo se le parti por la
mitad, atac con las manos vacas.
Qu crees que ests haciendo, enano? le dijo
Musashi con deliberada mezquindad. Cogi al chiquillo por
el obi y le arroj con violencia al suelo.
Bastardo grandulln! grit Sannosuke, puesto ya
en pie y atacando de nuevo.
Musashi le agarr por la cintura y lo levant en vilo.
Has tenido suficiente?
No! grit el muchacho, desafiante, aunque el sol le
daba en los ojos y no poda hacer ms que agitar
intilmente brazos y piernas.
Voy a aplastarte contra esa roca. Te matar si no te
rindes.
No!
Eres testarudo, eh? No puedes ver que ests
derrotado?
No lo estoy mientras viva! Ya vers como gano al
final.
Cmo esperas ganar?
Practicar, me disciplinar.
Pero mientras practiques durante diez aos, yo estar
haciendo lo mismo.
S, pero eres mayor que yo y te morirs primero.
Humm.
Y cuando te hayan metido en el atad, yo dar el
golpe final y ganar!
Idiota! grit Musashi, arrojndole al suelo.
Cuando Sannosuke se levant. Musashi se le qued
mirando un momento, se ech a rer y bati palmas una sola
vez.
Bien. Puedes ser mi discpulo.
De tal maestro, tal discpulo
Durante el corto trayecto de regreso a la cabaa, Sannosuke
habl por los codos de sus sueos con respecto al futuro.
Pero aquella noche, cuando Musashi le dijo que deba
prepararse para decir adis al nico hogar que haba
conocido, se puso melanclico. Permanecieron levantados
hasta muy tarde, y Sannosuke, con los ojos empaados y
hablando en voz baja, le habl de sus padres y abuelos.
Por la maana, cuando se disponan a partir, Musashi le
anunci que en lo sucesivo se llamara Sannosuke Iori.
Si vas a convertirte en un samurai le explic, es
apropiado que tomes el nombre de tu abuelo.
El chico no era todava lo bastante mayor para celebrar
su ceremonia de la mayora de edad, cuando le sera
impuesto formalmente su nombre de adulto. Musashi
pens que adoptar el nombre de su abuelo le dara una meta
que seguir.
Ms tarde, cuando el muchacho pareca reacio a
abandonar la casa, Musashi le dijo serena pero firmemente:
Date prisa, Iori. No necesitas nada de lo que hay
aqu. No te conviene tener recordatorios del pasado.
Iori sali en seguida, vestido con un kimono que apenas
le cubra los muslos, sandalias de paja propias de un mozo
de caballos y un envoltorio de tela que contena una caja de
comida con arroz y mijo. Pareca una ranita, pero estaba
preparado y ansioso de iniciar una nueva vida.
Elige un rbol apartado de la casa y ata el caballo le
orden Musashi.
Puedes montarlo ya.
Haz lo que te digo.
S, seor.
Musashi repar en su cortesa. Era una pequea pero
alentadora seal de la disposicin del muchacho a adoptar
los modales de los samurais en lugar de la descuidada
manera de hablar de los campesinos.
Iori at el caballo y regres al lado de Musashi, que
estaba bajo los aleros de la vieja cabaa, contemplando la
llanura circundante. El muchacho se pregunt extraado qu
estara esperando.
Poniendo una mano sobre la cabeza de Iori, Musashi
dijo:
Aqu es donde has nacido y donde has adquirido tu
determinacin de triunfar.
Iori asinti.
Antes que servir a un segundo seor, tu abuelo se
retir de la clase guerrera. Tu padre, fiel al deseo de tu
abuelo moribundo, se content con ser un simple
campesino. Su muerte te ha dejado solo en el mundo, por lo
que ha llegado el momento de que te valgas por ti mismo.
S, seor.
Debes llegar a ser un gran hombre!
Lo intentar dijo el muchacho. Las lgrimas
acudieron a sus ojos.
Durante tres generaciones esta casa ha resguardado a
tu familia del viento y la lluvia. Agradceselo y luego
despdete de ella para siempre, sin lamentaciones.
Musashi entr y prendi fuego a la choza. Cuando
sali, Iori parpadeaba para retener las lgrimas.
Si hubiramos dejado la casa en pie, se habra
convertido en un escondite de salteadores de caminos o
ladrones comunes le explic Musashi. La quemo para
evitar que esa clase de hombres profanen la memoria de tu
padre y tu abuelo.
Te lo agradezco.
La cabaa se convirti en un montculo de fuego, y
luego se derrumb.
Vmonos dijo Iori, desinteresado ya por las
reliquias del pasado.
An no.
Pero aqu no hay nada ms que hacer.
Musashi se ech a rer.
Vamos a construir una casa nueva en lo alto de aquel
otero.
Una nueva casa? Para qu? Acabas de incendiar la
vieja.
sa perteneci a tu padre y tu abuelo. La que vamos
a levantar ser para nosotros.
Quieres decir que vamos a quedarnos aqu?
As es.
No emprenderemos un viaje para adiestrarnos y
disciplinarnos?
Lo haremos todo aqu.
En qu podemos adiestrarnos aqu?
En el manejo de la espada, en todo lo necesario para
ser samurais. Disciplinaremos nuestros espritus y
trabajaremos con ahnco para convertirnos en verdaderos
seres humanos. Ven conmigo, y trete un hacha. Indic el
lugar en la hierba donde haba depositado las herramientas
de la granja.
Con el hacha al hombro, Iori sigui a Musashi hasta el
otero, donde se alzaban unos castaos, pinos y cedros.
Musashi se desnud de cintura para arriba, empu el
hacha y se puso manos a la obra. Sus briosos golpes pronto
produjeron una verdadera lluvia de astillas blancas.
Iori le miraba, dicindose: Tal vez va a construir un
dj. O acaso practicaremos al aire libre?.
Cay un rbol, seguido de otro y otro ms. El sudor se
deslizaba por las enrojecidas mejillas de Musashi,
llevndose consigo el letargo y la soledad de los ltimos
das.
Haba concebido el plan que estaba llevando a cabo
mientras permaneca en pie junto a la tumba recin abierta
del campesino, en aquel minsculo cementerio. Dejar de
lado la espada durante una temporada decidi, y en
cambio me dedicar a trabajar con la azada. El zen, la
caligrafa, el arte de preparar el t, la pintura y la talla de
estatuas eran disciplinas tiles para perfeccionar el dominio
de la espada. Acaso labrar un campo no poda contribuir a
su adiestramiento? No era aquella vasta extensin de tierra
que aguardaba que alguien la cultivara una sala de
adiestramiento perfecta? Y adems, al transformar unas
inhspitas planicies en tierras de labor, promovera el
bienestar de las generaciones futuras.
Haba vivido toda su vida como un sacerdote zen
mendicante... en el extremo receptor, por as decirlo,
dependiendo de los dems para obtener alimento, refugio y
donativos. Quera cambiar, de una manera radical, pues
desde haca tiempo sospechaba que slo quienes cultivaban
sus propios cereales y verduras comprendan realmente lo
sagrados y valiosos que eran. Quienes no lo hacan eran
como sacerdotes que no practicaban lo que predicaban o
espadachines que aprendan tcnicas de combate pero que
no saban nada del Camino.
De nio, su madre le llevaba a los campos para que
trabajara al lado de los arrendatarios y aldeanos. Pero ahora
su objetivo no se limitaba a conseguir alimento para el
sustento cotidiano, sino que quera nutrir su alma, aprender
lo que significaba trabajar para vivir, en vez de pedir la
ayuda ajena. Tambin deseaba implantar su propia manera
de pensar entre los habitantes de la zona. Tal como l lo
vea, al entregar la tierra a las malas hierbas y los cardos, al
abandonarla a tormentas e inundaciones, estaban
transmitiendo su precaria existencia de una generacin a
otra, sin abrir nunca los ojos a sus potencialidades y las de
la tierra que les rodeaba.
Iori, busca una cuerda y ata esta madera. Luego
arrstrala hasta la orilla del ro.
Cuando el chico hubo hecho lo que le ordenaba,
Musashi dej apoyada el hacha en un tronco y se enjug el
sudor de la frente con el codo. Entonces baj a la orilla del
ro y elimin la corteza de los troncos con una hachuela. Al
oscurecer, encendieron una fogata con los restos y buscaron
bloques de madera apropiados para usarlos como
almohadas.
Un trabajo interesante, verdad? dijo Musashi.
Iori le respondi con absoluta sinceridad:
No le veo el inters por ningn lado. No me he
convertido en tu alumno para aprender a hacer esto.
Ya vers como le irs cogiendo gusto a medida que
pase el tiempo.
A finales del otoo cesaron los zumbidos de los insectos.
Las hojas de los rboles se marchitaron y cayeron. Musashi
e Iori finalizaron la construccin de su cabaa y se
dedicaron a preparar la tierra para la siembra.
Un da, cuando estaba examinando el terreno, Musashi
pens de pronto que era algo parecido a un diagrama de la
conflictividad social que dur un siglo despus de la guerra
de nin. Dejando de lado semejantes pensamientos, el
cuadro no era alentador.
Musashi desconoca que, en el transcurso de los siglos,
Htengahara haba sido sepultada muchas veces por las
cenizas volcnicas del monte Fuji, y que el ro Tome haba
inundado repetidamente las planicies. Cuando haca buen
tiempo, la tierra estaba seca como un hueso, pero cada vez
que llova intensamente el agua abra nuevos canales y se
llevaba consigo grandes cantidades de tierra y piedras. No
exista una corriente principal en la que fluyeran otras ms
pequeas de manera natural, y lo que ms se le pareca era
una ancha cuenca que careca de suficiente capacidad tanto
para regar como para servir de desage al conjunto de la
zona. La necesidad ms urgente era evidente: controlar el
agua.
No obstante, cuanto ms examinaba Musashi la
situacin, tanto ms se preguntaba por qu aquellos
terrenos estaban subdesarrollados. Pens que no iba a ser
fcil invertir las cosas, excitado por el desafo que le
planteaban. Unir agua y tierra para crear campos
productivos no era muy distinto de dirigir a hombres y
mujeres de tal manera que pudiera florecer la civilizacin.
Le pareca que su objetivo era totalmente coherente con sus
ideales de dominio de las artes marciales.
Haba llegado a ver el Camino de la Espada bajo una
nueva luz. Uno o dos aos antes slo deseaba vencer a
todos sus rivales, pero ahora la idea de que la espada slo
exista con el fin de darle poder sobre otras personas era
insatisfactoria. Derribar a otros hombres, triunfar sobre
ellos, exhibir los lmites de la propia fuerza, le pareca cada
vez ms vano. Quera conquistarse a s mismo, hacer que la
vida se le sometiera, que la gente viviera en vez de morir.
No debera utilizar el Camino de la Espada simplemente
para su propia perfeccin, sino que debera ser una fuente
de fortaleza para gobernar a la gente y conducirla a la paz y
la felicidad.
Comprenda que sus grandes ideales no eran ms que
sueos y que seguiran sindolo mientras careciera de la
autoridad poltica para llevarlos a la prctica. Pero all, en
aquella tierra desierta, no necesitaba ni rango ni poder. Se
lanz a la lucha con alegra y entusiasmo.
Da tras da arrancaban tocones, cernan grava, nivelaban
la tierra, convertan en acequias el suelo y las piedras.
Musashi e Iori trabajaban desde el alba hasta despus de
que las estrellas empezaran a brillar en el cielo.
Su labor incansable atrajo la atencin. Los aldeanos que
pasaban por all solan detenerse, les miraban y hacan
comentarios.
Qu creis que estn haciendo?
Cmo pueden vivir en semejante lugar?
No es se el hijo del viejo San'emon?
Todo el mundo se rea, pero no todos se limitaban a
eso. Un hombre, haciendo gala de genuina amabilidad, les
dijo:
Lamento deciros esto, pero estis perdiendo el
tiempo. Podis romperos el espinazo trabajando ese
campo, pero una sola tormenta y desaparecer de la noche a
la maana.
Unos das despus, al pasar por all y ver que seguan
empeados en la tarea, pareci un poco ofendido.
Os digo que no vais a conseguir ms que una serie de
charcos que no os servirn para nada.
Transcurrieron unos das ms, y el hombre lleg a la
conclusin de que el extrao samurai tena poco seso.
Idiotas! les grit, disgustado.
Al da siguiente se present todo un grupo para
interrumpirles y molestarles con preguntas.
Si aqu pudiera crecer algo, no sudaramos bajo el sol
ardiente trabajando nuestros propios campos, tan pobres
como son. Estaramos sentados en casa tocando la flauta.
Y no habra ninguna hambruna.
Ests cavando todo esto para nada.
Tienes tanto sentido como un montn de estircol.
Sin soltar la azada, Musashi mantena la vista en el
suelo y sonrea.
Iori estaba menos satisfecho, aunque Musashi le haba
regaado anteriormente por tomarse en serio a los
campesinos.
Seor... le dijo haciendo un mohn. Todos dicen
lo mismo.
No les prestes atencin.
No puedo evitarlo replic l, irritado, al tiempo
que coga una piedra para arrojarla a sus atormentadores.
Una mirada colrica de Musashi le detuvo.
A ver, de qu crees que servira eso? Si no te
comportas, no voy a tenerte como discpulo.
La reprimenda hizo que a Iori le ardieran las orejas, pero
en vez de soltar la piedra, lanz una maldicin y la tir
contra una roca. La piedra produjo chispas al partirse en
dos. Iori tir la azada a un lado y se ech a llorar.
Musashi le hizo caso omiso, aunque la reaccin del
muchacho no dejaba de afectarle. Est solo, como yo, se
dijo.
Como si simpatizara con la afliccin de Iori, una brisa
crepuscular se levant sobre la planicie, agitndolo todo. El
cielo se oscureci y empez a llover.
Anda, Iori, vamos adentro le dijo Musashi.
Parece que va a caer un chaparrn.
Recogi apresuradamente sus herramientas y corri
hacia la casa. Cuando estuvo bajo techo, la lluvia caa en
grandes cortinas grises.
Iori! grit, sorprendido al ver que el muchacho no
haba ido con l.
Se acerc a la ventana y escudri el campo. La lluvia
desprendida del alero le caa en el rostro. Un relmpago
rasg el aire y alcanz la tierra. Musashi cerr los ojos y se
cubri los odos con las manos, pero aun as not la
intensidad del trueno.
Bajo el viento y la lluvia, vio el cedro del Shippji y
oy la voz severa de Takuan. Estaba seguro de que todo
cuanto haba conseguido hasta entonces se lo deba al monje
y al rbol. Quera poseer la inmensa fuerza de ste as como
la glida y firme comprensin de Takuan. Si pudiera ser
para Iori lo que el viejo cedro haba sido para l, estaba
seguro de que as podra pagar una parte de la deuda
contrada con el monje.
Iori!... Iori!
No obtuvo respuesta. Slo se oa el retumbar de los
truenos y el fragor de la lluvia contra el tejado.
Sin atreverse a salir todava, se pregunt adonde podra
haber ido el muchacho.
Cuando ces el aguacero y slo caa una densa lluvia,
abandon la casa. Iori no se haba movido de su sitio. Con
las ropas aferradas al cuerpo y el ceo fruncido, pareca un
espantapjaros. Cmo poda un chico ser tan testarudo?
Idiota! le espet Musashi. Vuelve a la casa.
Estar empapado de esa manera no es precisamente bueno
para ti. Date prisa, antes de que empiecen a formarse ros.
Entonces no podrs regresar.
Iori se volvi, como si tratara de localizar la voz de
Musashi, y entonces se ech a rer.
Pero qu te pasa? Esta clase de lluvia no dura. Mira,
las nubes ya se estn separando.
Musashi, que no esperaba recibir una leccin de su
discpulo, se sinti no poco irritado, pero Iori dej correr el
asunto.
Vamos le dijo, cogiendo su azada. Todava
podemos trabajar algo ms antes de que se ponga el sol.
Durante los cinco das siguientes, los bulbules y los
alcaudones conversaron speramente bajo un cielo azul sin
nubes. Grandes grietas aparecieron en la tierra que se
apelmazaba alrededor de las races de los juncos. El sexto
da apareci un grupo de pequeas nubes negras en el
horizonte, y rpidamente se extendieron por el cielo, hasta
que toda la planicie pareci hallarse bajo un eclipse.
Iori ech un vistazo al cielo y dijo en tono preocupado:
Esta vez va de veras.
Mientras hablaba el viento se arremolinaba en torno a
ellos. Las hojas se agitaban, y los pajarillos caan al suelo
como abatidos por una horda de cazadores silenciosos e
invisibles.
Otro aguacero? pregunt Musashi.
Con un cielo as va a ser ms que eso. Ser mejor que
vaya a la aldea. T recoge los aperos y vete a casa tan
rpido como puedas.
Antes de que Musashi pudiera preguntarle el motivo,
Iori ech a correr por la planicie y no tard en perderse de
vista en un mar de alta hierba.
Una vez ms, la intuicin de Iori con respecto al tiempo
se revel exacta. El sbito diluvio, impulsado por furiosas
rfagas de viento que obligaron a Musashi a correr en busca
de refugio, desarroll unos ritmos bien marcados. La lluvia
cay durante un rato en una cantidad increble, se detuvo de
repente y comenz de nuevo con una furia todava mayor.
Se hizo de noche, pero la tormenta no cesaba, y empez a
parecer como si los cielos se hubieran empeado en
convertir la tierra entera en un ocano. En varias ocasiones
Musashi temi que el viento arrancara el tejado. El suelo ya
estaba lleno de ripias arrancadas de la parte inferior.
Se hizo de da, una maana gris y amorfa, y no haba
rastro de Iori. Musashi permaneca al lado de la ventana,
descorazonado por su impotencia. Aqu y all se vea un
rbol o unas matas, pero el resto era una vasta y fangosa
cinaga. Por suerte la cabaa se alzaba todava por encima
del nivel del agua, pero en el que haba sido un lecho de ro
seco inmediatamente por debajo de ella corra ahora un
torrente impetuoso que lo arrastraba todo a su paso.
Como no saba con seguridad si Iori se haba cado al
agua y ahogado, el tiempo se le hizo a Musashi
interminable, hasta que por fin oy la voz del muchacho
que le llamaba: Sensei! Aqu!. Estaba a cierta distancia,
al otro lado del ro, montado en un buey y con un gran
fardo atado a la espalda.
Musashi observ consternado que Iori penetraba en la
turbia corriente, la cual pareca a punto de engullirle a cada
paso.
Cuando lleg a la otra orilla, temblaba a causa del fro y
la humedad, pero gui serenamente al animal hasta la
cabaa.
Dnde has estado? le pregunt Musashi, en un
tono que era de enojo y alivio al mismo tiempo.
En la aldea, claro. He trado mucha comida. Va a
llover tanto como en medio ao antes de que pase esta
tormenta, y entonces estaremos atrapados por la
inundacin.
Despus de llevar adentro el fardo de paja, Iori lo
desat y sac del envoltorio interno de papel
impermeabilizado con aceite un artculo tras otro.
Aqu hay castaas..., lentejas..., pescado salado... No
se nos terminar la comida aunque el agua tarde uno o dos
meses en bajar.
La gratitud empa los ojos de Musashi, pero no dijo
nada. Estaba demasiado avergonzado por su propia falta de
sentido comn. Cmo podra orientar a la humanidad si era
descuidado acerca de su propia supervivencia? De no haber
sido por Iori, habra tenido que enfrentarse a la posibilidad
de morir de hambre. Y el muchacho, que se haba criado en
una remota zona rural, deba de conocer al dedillo la manera
de proveerse de vveres desde su ms tierna infancia.
A Musashi le pareci extrao que los aldeanos hubieran
accedido a facilitarles tanta comida, pues sin duda no les
sobraba. Cuando recobr la voz y se lo plante, Iori
respondi:
Dej empeada mi bolsa de dinero para que me
prestaran la comida en el Tokuganji.
Qu es el Tokuganji?
Es el templo que se encuentra a unas dos millas de
aqu. Mi padre me dijo que la bolsa contiene polvo de oro,
y que lo usara con prudencia si me vea en algn aprieto.
Ayer, cuando el tiempo se puso feo, sus palabras me
pasaron por las mientes.
El muchacho sonrea satisfecho.
No es esa bolsa un recuerdo de tu padre?
S. Ahora que hemos quemado la vieja casa, eso y la
espada son las nicas cosas que me quedan.
Frot la empuadura del arma corta que llevaba sujeta
en el obi. Aunque la espiga no tena la firma de un artesano,
Musashi ya haba observado, la primera vez que examin la
hoja, que era de excelente calidad. Intua tambin que la
bolsa heredada tena una importancia que iba ms all del
polvo de oro que contena.
No deberas dar a otros los recuerdos de familia. Uno
de estos das te rescatar la bolsa, pero debes prometerme
que luego no te desprenders de ella.
S, seor.
Dnde has pasado la noche?
El sacerdote me dijo que sera mejor que esperase all
hasta la maana.
Has comido?
No. T tampoco, verdad?
As es, pero no hay lea.
Claro que hay, y mucha.
Seal hacia abajo, al espacio debajo de la cabaa donde
haba almacenado un buen suministro de ramas, races y
caas de bamb recogidas mientras trabajaba en los campos.
Musashi sujet sobre la cabeza un trozo de esterilla de
paja, se arrastr bajo el suelo elevado de la cabaa y, una
vez ms, se maravill del buen sentido del muchacho. En un
entorno como aqul la supervivencia dependa de la
previsin, y un pequeo error poda suponer la diferencia
entre la vida y la muerte.
Cuando terminaron de comer, Iori sac un libro.
Entonces, arrodillndose formalmente ante su maestro, dijo:
Mientras esperamos que el agua baje y podamos
trabajar, por qu no me enseas a leer y escribir un poco
ms de lo que s?
Musashi accedi. En un da tan tormentoso y sombro,
era una buena manera de pasar el tiempo. El libro era un
volumen de los Analectas de Confucio. Iori dijo que se lo
haban dado en el templo.
De veras quieres estudiar?
S.
Has ledo mucho?
No, slo un poco.
Quin te ense?
Mi padre.
Qu has ledo?
El aprendizaje menor.
Te gust?
S, muchsimo dijo el muchacho vivamente, con los
ojos brillantes.
Muy bien, entonces te ensear todo lo que s. Ms
adelante puede que encuentres a alguien mejor educado que
te ensee lo que yo desconozco.
Dedicaron el resto de la tarde a una sesin de estudio. El
muchacho lea en voz alta y Musashi le interrumpa para
corregirle o explicarle palabras que no comprenda. Su
concentracin era absoluta y se haban olvidado por
completo de la tormenta.
El diluvio dur dos das ms, transcurridos los cuales no
haba tierra visible alrededor de la cabaa.
Al da siguiente segua lloviendo. Iori, encantado, cogi
de nuevo el libro y dijo:
Empezamos?
Hoy no. Ya has ledo lo suficiente para una
temporada.
Por qu?
Si no haces ms que leer, perders de vista la realidad
que te rodea. Por qu no te tomas el da libre y te dedicas a
jugar? Yo tambin voy a relajarme.
Pero no puedo salir.
Entonces haz como yo dijo Musashi, tendindose
boca arriba y cruzando los brazos bajo la cabeza.
Tengo que tenderme?
Haz lo que quieras. Tindete, levntate, sintate...
Como ests ms cmodo.
Y entonces qu?
Te contar una historia.
Eso me gusta dijo Iori. Se tendi boca abajo y agit
las piernas en el aire. Qu clase de historia?
Veamos... Musashi repas los cuentos que le
gustaba escuchar de nio. Eligi el de las batallas entre los
Genji y los Heike. A todos los chicos les gustaba.
Iori no era una excepcin. Cuando Musashi lleg a la
parte en que los Genji son derrotados y los Heike se
aduean del pas, el semblante del muchacho se entristeci.
Tuvo que parpadear para contener las lgrimas por el
trgico destino de la seora Tokiwa, pero se anim al saber
que Minamoto-no-Yoshitsune recibi lecciones de esgrima
de los trasgos narigudos que habitaban en el monte
Kurama y que ms adelante huy de Kyoto.
Me gusta Yoshitsune dijo, enderezndose. Es
cierto que hay trasgos en el monte Kurama?
Es posible. En cualquier caso, en este mundo hay
personas que muy bien podran ser trasgos. Pero los que
ensearon a Yoshitsune no eran trasgos verdaderos.
Ah, no? Qu eran entonces?
Vasallos leales de los Genji derrotados. No podan
salir de su escondite mientras los Heike estuvieran en el
poder, as que permanecan ocultos en las montaas hasta
que llegara su oportunidad.
Como mi abuelo?
S, salvo que l aguard toda su vida y su
oportunidad no lleg nunca. Cuando Yoshitsune se hizo
mayor, los feles seguidores de Genji, que le haban cuidado
durante su infancia, tuvieron la oportunidad por la que
haban rogado.
Yo tendr la oportunidad de compensar lo ocurrido a
mi abuelo, verdad?
Humm. Creo que es posible. S, estoy seguro.
Atrajo a Iori hacia s, lo levant y mantuvo en equilibrio
sobre sus manos y pies como si fuera una pelota.
Ahora intenta ser un gran hombre! le dijo riendo.
Iori se ri tambin, aunque no las tena todas consigo.
Eres..., eres tambin un tra... trasgo tartamude.
Basta ya... Me ca... caer.
Al bajar pellizc a Musashi en la nariz.
El undcimo da por fin dej de llover. Musashi se
impacientaba por salir al aire libre, pero transcurri otra
semana antes de que pudieran volver al trabajo bajo un sol
brillante. Del campo en que con tanto esfuerzo haban
convertido el terreno agreste no quedaba ni rastro, y en su
lugar haba rocas y un ro que flua por donde antes no
pasaba agua. sta pareca burlarse de ellos igual que lo
hicieran los aldeanos.
Al ver que no exista ninguna posibilidad de recuperar lo
perdido, Iori dijo:
Aqu no hay nada que hacer. Busquemos una tierra
mejor en otra parte.
No replic Musashi con firmeza. Cuando la
tierra filtre el agua, ser excelente para cultivarla. Examin el
emplazamiento desde todos los ngulos antes de elegirlo.
Y si vuelve a caer otra lluvia intensa?
Tomaremos medidas para que el agua no venga en
esta direccin. Construiremos un dique desde aqu hasta esa
colina.
Eso nos dar muchsimo trabajo.
Pareces olvidar que ste es nuestro dj. No
renunciar a un palmo de esta tierra hasta que vea crecer en
ella la cebada.
Musashi prosigui su resuelta lucha durante todo el
invierno, hasta llegar al segundo mes del nuevo ao. Fueron
necesarias varias semanas de ingente trabajo, durante las
que cavaron zanjas, drenaron el agua, amontonaron tierra
para hacer un dique y luego la cubrieron con pesadas
piedras.
Tres semanas despus, una inundacin haba vuelto a
arrasarlo todo.
Mira, estamos malgastando nuestras energas en algo
imposible le dijo Iori. Es ste el Camino de la
Espada?
Esta pregunta afect a Musashi como si le hubiera
tocado una llaga viva, pero aun as no cedi.
Slo transcurri un mes antes del siguiente desastre, una
fuerte nevada seguida de un rpido deshielo. Cuando Iori
regresaba de sus viajes al templo en busca de comida, tena
invariablemente el semblante adusto, pues la gente le
ridiculizaba sin piedad por el fracaso de su maestro. Y,
finalmente, el mismo Musashi empez a sentirse
descorazonado.
Durante dos das y la mayor parte de un tercero
permaneci sentado en silencio, contemplando el campo y
sumido en sus pensamientos.
Entonces comprendi de sbito cul era la solucin. De
una manera inconsciente, haba intentado crear un campo
ordenado, cuadrado, como los que se vean en otras zonas
de la llanura de Kanto, pero esa disposicin no era la
apropiada para aquella clase de terreno. All, a pesar de la
planicie general, haba ligeras variaciones en la disposicin
de la tierra y la calidad del suelo, lo cual exiga una forma
irregular.
Qu estpido he sido! exclam. He tratado de
hacer que fluyera el agua por donde crea que debera
hacerlo y obligar a la tierra a permanecer donde me pareca
que debera estar. Pero no ha servido de nada, y no es de
extraar. El agua es agua, la tierra es tierra. Yo no puedo
cambiar su naturaleza.
Lo que debo hacer es ponerme al servicio del agua y ser
un protector de la tierra.
A su manera, se haba sometido a la actitud de los
campesinos. Aquel da se convirti en el servidor de la
naturaleza. Ya no intent imponerle su voluntad y dej que
ella tomara la iniciativa, al tiempo que buscaba unas
posibilidades que estaban ms all de los dems habitantes
de la llanura.
Cay otra nevada y volvi el deshielo. El agua fangosa
rezum lentamente en la llanura. Pero Musashi haba tenido
tiempo de llevar a la prctica su nuevo mtodo, y el campo
se mantuvo intacto.
Las mismas reglas deben aplicarse al gobierno de las
personas, se dijo, y escribi en su cuaderno de notas: No
intentes oponerte a la naturaleza del universo, sino que ante
todo asegrate de que conoces la naturaleza del universo.
Los diablos de la montaa
Deseo que quede bien claro. No quiero que sufris
ninguna molestia por mi causa. Vuestra hospitalidad, que
aprecio muchsimo, es ms que suficiente.
S, seor replic el sacerdote. Eres muy
considerado, seor.
Slo quisiera descansar, nada ms.
Desde luego.
Bueno, espero que me disculpes por mi rudeza
dijo el samurai, y entonces se tendi de costado y apoy su
cabeza de cabellos grisceos en el antebrazo.
El husped que acababa de llegar a Tokuganji era
Nagaoka Sado, un vasallo de alto rango del seor Hosokawa
Tadaoki de Buzen. Tena poco tiempo para ocuparse de
asuntos personales, pero se presentaba invariablemente en
el santuario en ocasiones tales como el aniversario del
fallecimiento de su padre, y sola pernoctar all, puesto que
el recinto sagrado distaba unas veinte millas de Edo. Para
ser un hombre de su categora, viajaba sin ostentacin. Esta
vez le acompaaban solamente un par de samurais y un
joven asistente.
A fin de alejarse del feudo de Hosokawa, incluso por un
breve perodo, haba tenido que inventarse una excusa. No
sola tener la ocasin de hacer lo que le vena en gana, y
ahora que lo estaba haciendo, disfrutaba del sake local
mientras escuchaba el croar de las ranas. Poda olvidarse
por algn tiempo de todo, los problemas de la
administracin y la necesidad constante de adaptarse a las
circunstancias cambiantes.
Despus de la cena, el sacerdote retir rpidamente los
platos y se march. Sado charlaba ociosamente con sus
ayudantes, que estaban sentados junto a la pared y de los
que slo se vean los rostros a la luz de la lmpara.
Podra quedarme aqu tendido para siempre y entrar
en el Nirvana, como el Buda dijo perezosamente Sado.
Ten cuidado, no vayas a enfriarte. El aire nocturno es
hmedo.
Bah, dejadme en paz. Este cuerpo ha sobrevivido a
unas cuantas batallas y puede aguantar firme a pesar de uno
o dos estornudos. Pero oled esas flores en sazn! Una
fragancia deliciosa, no es cierto?
Yo no huelo nada.
Cmo que no? Si tienes un olfato tan malo... No
sers t el que est resfriado?
Estaban entregados a esta clase de comentarios en
apariencia ligeros cuando, de improviso, las ranas se
quedaron en silencio y una voz estentrea grit:
Eh, diablo! Qu haces ah, fisgando en la habitacin
de los huspedes?
Los guardaespaldas de Sado se levantaron en seguida.
Qu ocurre?
Quin est ah?
Mientras escudriaban con cautela el jardn, oyeron el
sonido de unos pies menudos que retrocedan hacia la
cocina.
Un sacerdote se asom a la estancia desde la terraza,
hizo una reverencia y les dijo:
Perdonad la interrupcin. Slo es uno de los
chiquillos del entorno. No os preocupis.
Ests seguro?
S, desde luego. Vive a un par de millas de aqu. Su
padre, que trabajaba como mozo de caballos, muri
recientemente, pero dicen que su abuelo fue un gran
samurai, y cada vez que ve uno se detiene y lo mira... con el
dedo en la boca.
Sado se irgui.
No debes ser demasiado severo con l. Si quiere ser
samurai, trelo aqu. Tomaremos unos dulces y hablaremos
del asunto.
Por entonces Iori haba llegado a la cocina.
Eh, abuela grit. Se me ha terminado el mijo.
Primero llname esta taza, quieres?
El saco que tendi a la arrugada anciana que trabajaba en
la cocina podra haber contenido media fanega. Ella le
replic tambin a gritos:
Ojo con lo que dices, mendigo! Hablas como si te
debiramos algo.
Menudo descaro tienes para empezar! dijo un
sacerdote que estaba fregando platos. El superior se
apiad de ti y por eso te damos comida, pero no seas
insolente. Cuando pidas un favor, hazlo cortsmente.
No estoy mendigando. Le di al sacerdote la bolsa que
me dej mi padre. Contiene dinero, mucho dinero.
Y cunto podra dejarle a su hijo un mozo de
caballos que viva en el quinto pino?
Vais a darme el mijo o no?
Ya empezamos de nuevo. Pero mrate, hombre. Ests
loco si obedeces las rdenes de ese necio rnin. De dnde
ha salido, al fin y al cabo? Quin es? Por qu ha de
comerse tus alimentos?
Eso no es asunto tuyo.
Humm. Cavando en esa planicie yerma donde jams
habr un campo ni un huerto ni nada de nada! Toda la aldea
se re de vosotros.
Quin te ha pedido consejo?
No s qu clase de dolencia tiene ese rnin en la
cabeza, pero debe de ser contagiosa. Qu esperas
encontrar ah? Un puchero lleno de oro, como en un
cuento de hadas? An no levantas dos palmos del suelo y
ya ests cavando tu propia tumba.
Calla y dame el mijo. Vamos, dmelo ahora mismo!
El sacerdote todava bromeaba a costa de Iori un par de
minutos despus cuando algo fro y viscoso le golpe el
rostro. Al ver qu era abri unos ojos como platos: un sapo
verrugoso. Grit y se abalanz sobre Iori, pero apenas le
haba agarrado por el cuello cuando lleg otro sacerdote
para anunciar que el muchacho deba ir de inmediato a la
habitacin del samurai.
El superior del templo tambin haba odo la
conmocin, y fue apresuradamente a la cocina.
Ha causado alguna molestia a nuestro invitado?
pregunt, preocupado.
No. Sado slo ha dicho que quera hablar con l.
Tambin desea darle unos dulces.
El superior cogi a Iori de la mano y, sin ms dilacin,
lo llev personalmente a la habitacin de Sado.
Cuando el chico estuvo tmidamente sentado al lado del
sacerdote, Sado le pregunt su edad.
Trece aos.
Y quieres ser samurai?
As es respondi Iori, asintiendo vigorosamente.
Muy bien. Entonces por qu no te vienes a vivir
conmigo? Al principio echaras una mano en las tareas
domsticas, pero ms adelante hara de ti un aprendiz de
samurai.
Iori sacudi la cabeza en silencio. Sado, creyendo que el
chico senta vergenza, le asegur que su ofrecimiento iba
en serio.
El muchacho le mir enojado.
Me han dicho que queras darme unos dulces.
Dnde estn?
El superior del templo palideci y le dio una palmada
en la mueca.
No le rias dijo Sado en tono reprobador. Le
gustaban los nios y tenda a consentirlos. Tiene razn.
Un hombre debe mantener su palabra. Que traigan los
dulces.
Cuando los trajeron, Iori empez a guardrselos en el
kimono. Un tanto desconcertado, Sado le pregunt:
No vas a comrtelos aqu?
No, mi maestro me est esperando en casa.
Ah, de modo que tienes un maestro?
Sin molestarse en dar una explicacin, Iori sali
corriendo de la estancia y desapareci a travs del jardn.
Su comportamiento le pareci a Sado de lo ms
divertido. No fue del mismo parecer el superior del templo,
el cual hizo dos o tres reverencias, tocando el suelo con la
frente, antes de ir a la cocina en pos de Iori.
Dnde est ese mocoso insolente?
Ha cogido su saco de mijo y se ha ido.
Aguzaron el odo, pero slo oyeron un chirrido
discordante. Iori haba arrancado una hoja de un rbol e
intentaba improvisar una tonada. Ninguna de las pocas
canciones que conoca pareca salirle bien. La saloma de los
mozos de caballos era demasiado baja, las canciones del
festival Bon demasiado complicadas. Finalmente se decidi
por una meloda parecida a la msica de la danza sagrada
que se celebraba en el santuario local. Eso le iba bien, pues
le gustaban las danzas, a las que su padre le haba llevado a
veces para que las viera.
Hacia la mitad del camino de Htengahara, en un lugar
donde dos arroyos se unan para formar un ro, se
sobresalt de improviso. La hoja se desprendi de su boca,
junto con una rociada de saliva, y de un salto se ocult
entre los bambes al lado del camino.
Sobre un tosco puente haba tres o cuatro hombres que
conversaban en voz baja. Son ellos, dijo Iori entre
dientes.
Vibr en sus odos una amenaza que acababa de
recordar. En aquella regin, cuando las madres rean a sus
hijos, solan decirles: Si no eres bueno, los diablos de la
montaa vendrn y se te llevarn. La ltima vez que se
presentaron fue en el otoo de dos aos atrs.
A unas veinte millas de all, en las montaas de Hitachi,
se levantaba un templo dedicado a una deidad de la
montaa. En los siglos anteriores, la gente haba temido
tanto a aquel dios que las aldeas se turnaban para hacerle
ofrendas anuales de grano y mujeres. Cuando le llegaba el
turno a una comunidad, los habitantes haban reunido su
tributo e ido al santuario en una procesin a la luz de
antorchas. Transcurri el tiempo, y cuando result evidente
que el dios era en realidad slo un hombre, se volvieron
negligentes en la entrega de sus ofrendas.
Durante la poca de las guerras civiles, el llamado dios
de la montaa se haba dedicado a recoger su tributo por la
fuerza. Cada dos o tres aos, un grupo de bribones,
armados con alabardas, lanzas de caza, hachas, cualquier
cosa que pudiera aterrorizar a los pacficos aldeanos,
descenda primero sobre una comunidad y luego sobre la
siguiente, llevndose todo aquello de lo que se
encaprichaban, incluidas esposas e hijas. Si sus vctimas
oponan resistencia, el saqueo iba acompaado de asesinato.
Con el ltimo ataque de aquellos hombres todava vivo
en su memoria, Iori se agazap en el monte bajo. Un grupo
de cinco sombras llegaron corriendo al puente a travs del
campo. Entonces, entre la bruma nocturna apareci otro
pequeo grupo y otro ms, hasta que se hubieron reunido
entre cuarenta y cincuenta bandidos. Iori contuvo la
respiracin y se qued mirndolos fijamente mientras ellos
debatan un curso de accin. No tardaron en llegar a una
decisin. Su jefe dio una orden y seal la aldea. Los
hombres se alejaron a toda prisa como un enjambre de
langostas.
Poco despus desgarr la bruma una gran cacofona:
aves, ganado, caballos, los gemidos de la gente, jvenes y
ancianos.
Iori decidi en seguida pedir ayuda a los samurais que
se alojaban en el Tokuganji, pero en cuanto abandon su
refugio entre los bambes, le lleg un grito desde el puente:
Quin est ah?
No haba visto a los dos hombres que se haban
quedado atrs, montando guardia. El muchacho trag saliva
y puso pies en polvorosa, pero sus cortas piernas no
podan competir con las de aquellos adultos.
Adonde crees que vas? le grit el hombre que
primero le dio alcance.
Y t quin eres?
En vez de echarse a llorar como una criatura, lo cual tal
vez habra desconcertado a sus captores, Iori ara los
fornidos brazos que le aprisionaban, tratando de liberarse.
Nos ha visto a todos juntos. Iba a decrselo a alguien.
Vamos a darle una paliza y luego lo arrojaremos a un
arrozal.
Tengo una idea mejor.
Llevaron a Iori al ro, lo tiraron a la orilla de un empujn
y, saltando tras l, lo ataron a uno de los postes del puente.
Bueno, ya nos hemos librado de l. Los dos
rufianes volvieron a ocupar sus puestos de guardia en el
puente.
La campana del templo son a lo lejos. Iori contempl
horrorizado las llamas que se alzaban de la aldea y daban al
agua un color rojo como la sangre. Los lloros de los bebs y
los lamentos de las mujeres se acercaban cada vez ms. Las
ruedas retumbaron en el puente. Media docena de bandidos
conducan carretas de bueyes y caballos cargados con el
botn.
Gentuza asquerosa! grit una voz masculina.
Devulveme a mi mujer!
La refriega en el puente fue breve pero feroz. Los
hombres gritaban, las armas producan un estrpito
metlico, se oy un chillido y un cadver ensangrentado
cay a los pies de Iori. Un segundo cuerpo se desplom en
el ro y le roci la cara de agua y sangre. Uno tras otro los
campesinos cayeron desde el puente, seis en total. Los
cuerpos subieron a la superficie y flotaron lentamente
corriente abajo, pero uno de los hombres, que an no haba
muerto, se aferr a los juncos y hundi los dedos en la
blanda tierra hasta que sac medio cuerpo del agua.
T! le dijo Iori. Desata esta cuerda. Ir en busca
de ayuda. Me encargar de que seis vengados. Entonces
grit a voz en cuello: Vamos, destame. Tengo que salvar
la aldea.
El hombre yaca inmvil.
Tirando de las ataduras con todas sus fuerzas, por fin
Iori logr aflojarlas lo suficiente para agacharse y empujar el
hombro del herido con el pie.
El hombre qued boca arriba. Tena la cara cubierta de
barro y sangre, y la mirada apagada y vacua. Intent
arrastrarse un poco ms y, con su ltima onza de fuerza,
desat los nudos. Cuando la cuerda qued suelta, se
desplom sin vida.
Iori mir con cautela arriba y se mordi el labio. All
haba ms cuerpos. Pero la suerte estaba de su parte. Una
rueda de carreta se haba hundido a travs de una tabla
podrida. Los ladrones, ocupados en desatascarla, no
repararon en que el muchacho hua.
Al darse cuenta de que no podra llegar al templo, Iori
avanz de puntillas en las sombras hasta llegar a un lugar lo
bastante somero para cruzar la corriente. Cuando lleg a la
otra orilla, se encontr en el borde de Htengahara. Recorri
la milla restante hasta la cabaa como si un rayo le
chamuscara los talones.
Cuando estaba cerca del otero donde se levantaba la
cabaa, vio que Musashi estaba fuera, contemplando el
cielo.
Ven en seguida! le grit.
Qu ha ocurrido?
Tenemos que ir a la aldea.
Es ah donde hay fuego?
S. Los diablos de la montaa han vuelto a bajar.
Diablos?... Bandidos?
S, por lo menos cuarenta de ellos. Date prisa, por
favor. Tenemos que rescatar a los aldeanos.
Musashi entr en la cabaa y sali un instante despus
con sus dos espadas. Mientras se ataba las sandalias, Iori le
dijo:
Sgueme y te mostrar el camino.
No, t qudate aqu.
Iori no poda dar crdito a sus odos.
Es demasiado peligroso.
No tengo miedo.
Seras un estorbo.
Ni siquiera sabes cul es el camino ms corto!
El fuego es la nica gua que necesito. Ahora s un
buen chico y qudate aqu.
S, seor.
Iori asinti obedientemente, pero con un profundo
recelo. Volvi la cabeza hacia la aldea y observ
sombramente a Musashi, que corra en direccin al
resplandor rojizo.
Obligadas a avanzar en fila, las mujeres atadas geman y
gritaban. Los implacables bandidos las empujaban hacia el
puente.
Basta de armar escndalo! grit un bandido.
Os portis como si no supierais caminar. Moveos!
Cuando las mujeres se resistan a seguir adelante, los
rufianes las azotaban. Una mujer cay, arrastrando a otras
consigo. Un hombre cogi la cuerda, las oblig a levantarse
y gru:
Perras testarudas! De qu os quejis? Quedaos aqu
y trabajaris el resto de vuestras vidas como esclavas por
un poco de mijo. Miraos, no tenis ms que piel y huesos!
Estaris mucho mejor divirtindoos con nosotros.
Eligieron uno de los animales de aspecto ms saludable;
cargado con el pesado botn, ataron a l la cuerda y le dieron
una fuerte palmada en la grupa. La flccida cuerda se tens
de repente y nuevos gritos llenaron el aire mientras las
mujeres eran obligadas bruscamente a reanudar la marcha.
Las que caan eran arrastradas y sus rostros rozaban el
suelo.
Alto! exclam una. Me vais a arrancar los
brazos!
Una oleada de risas estridentes se extendi entre los
malhechores. En aquel momento el caballo y las mujeres se
pararon en seco.
Qu sucede?... Hay alguien ah delante!
Todos trataron de escudriar la oscuridad.
Quin est ah? rugi un bandido.
La sombra silenciosa que caminaba hacia ellos
empuaba una hoja blanca. Los bandidos, adiestrados para
ser sensibles a los olores, reconocieron al instante el que
notaban ahora..., el de la sangre que goteaba de la espada.
Mientras los hombres que iban delante retrocedan
desmaadamente, Musashi midi la fuerza enemiga. Cont
doce hombres, todos de msculos prominentes y aspecto
brutal. Tras recobrarse de la sorpresa inicial, aprestaron sus
armas y adoptaron posturas defensivas. Uno de ellos corri
blandiendo un hacha. Otro, provisto de una lanza de
cazador, se aproxim en diagonal, manteniendo el cuerpo
bajo y apuntando a las costillas de Musashi. El del hacha
fue el primero en caer.
Aaaaagh! Pareci como si se hubiera cortado la
lengua con los dientes. Dio unos pasos zigzagueantes y
cay al suelo.
No me conocis? les pregunt Musashi con voz
vibrante. Soy el protector del pueblo, un mensajero del
dios que vigila esta aldea. Mientras hablaba, con un veloz
y certero movimiento arrebat la lanza al hombre que se le
acercaba de costado y la arroj violentamente al suelo.
Se abalanz contra los bandidos y stos le atacaron en
masa. Musashi tuvo que emplearse a fondo parando las
estocadas y golpes que le llegaban de todas partes, pero
despus de la primera oleada, cuando los hombres todava
luchaban con confianza, tuvo una buena idea de lo que
seguira. No se trataba del nmero de atacantes, sino de la
cohesin y el autodominio de stos.
Al ver que un hombre tras otro se convertan en
proyectiles sanguinolentos, los bandidos no tardaron en
mantener cada vez mayores distancias, hasta que por fin
fueron presa del pnico y perdieron toda apariencia de
organizacin.
Musashi aprenda incluso mientras luchaba, adquiriendo
una experiencia que luego incorporara a mtodos concretos,
utilizables por una fuerza pequea contra otra mayor. Era
una leccin valiosa que no poda aprender en la lucha con
un solo adversario.
Sus dos espadas permanecan envainadas. Durante aos
haba practicado la tcnica de apoderarse del arma de su
contrario y volverla contra l. Ahora llev el estudio a la
prctica, arrebatando la espada al primer hombre con el que
se enfrent. El motivo que le impulsaba a actuar as no
estribaba en que su propia espada, a la que consideraba
como su alma, era demasiado pura para que la ensuciara la
sangre de malhechores comunes, sino que actuaba de una
manera prctica: contra un surtido tan abigarrado de armas,
una hoja podra desportillarse e incluso romperse.
Cuando los cinco o seis supervivientes huyeron hacia la
aldea, Musashi dedic uno o dos minutos a relajarse y
recobrar el aliento, seguro de que los bandidos volveran con
refuerzos. Entonces liber a las mujeres y orden a las que
podan tenerse en pie que cuidaran de las dems.
Tras dirigirles unas palabras de consuelo y aliento, les
dijo que deban salvar a sus padres, hijos y maridos.
Serais desdichadas si sobrevivs y ellos perecen, no
es cierto?
Hubo un murmullo de asentimiento.
Tenis la fuerza necesaria para protegeros y salvar a
los otros, pero no sabis cmo usar esa fuerza. Por ello
estis a merced de los forajidos. Vamos a cambiar ese
estado de cosas. Os ayudar ensendoos a usar el poder
que tenis. Lo primero que debis hacer es armaros.
Les pidi que recogieran las armas que estaban
diseminadas por el suelo y las distribuy entre todos.
Ahora seguidme y haced lo que os diga. No debis
tener miedo. Procurad creer que el dios de esta regin est a
vuestro lado.
Mientras conduca a las mujeres hacia la aldea en llamas,
otras vctimas salieron de las sombras y se les unieron.
Pronto el grupo se convirti en un pequeo ejrcito de casi
cien personas. Las mujeres abrazaban llorosas a sus seres
queridos: las hijas se reunan con sus padres, las esposas
con sus maridos, las madres con sus hijos.
Al principio, cuando las mujeres describan cmo
Musashi haba luchado con los bandidos, los hombres
escuchaban con expresiones de perplejidad en sus rostros,
incapaces de creer que se tratara del mismo rnin idiota de
Htengahara. Cuando lo aceptaron, su gratitud fue evidente,
a pesar de la barrera impuesta por su dialecto.
Volvindose hacia los hombres, Musashi les dijo que
buscaran armas.
Cualquier cosa servir, incluso un buen palo o una
caa de bamb fresco.
Ninguno desobedeci ni siquiera cuestion sus rdenes.
Cuntos bandidos hay ah en total?
Unos cincuenta.
Cuntas casas tiene la aldea?
Setenta.
Musashi calcul que los aldeanos sumaran setecientos
u ochocientos. Incluso dejando de lado los ancianos y los
nios, los bandidos seguiran superados en una proporcin
de diez a uno.
Sonri sombramente al pensar que aquellos pacficos
aldeanos no haban tenido ms recurso que alzar las manos,
desesperados. Saba que si no se haca algo, la atrocidad se
repetira. Aquella noche quera conseguir dos cosas: ensear
a los aldeanos la manera de protegerse y procurar que los
bandidos desaparecieran para siempre de la zona.
Seor le dijo un hombre que acababa de llegar de la
aldea, vienen hacia aqu.
Aunque ahora los aldeanos estaban armados, la noticia
les intranquiliz. Parecieron a punto de disgregarse y echar
a correr.
A fin de devolverles la confianza, Musashi grit:
No tenis por qu alarmaros. Esperaba que viniesen.
Quiero que os escondis a ambos lados del camino, pero
primero escuchad mis instrucciones. Habl rpida pero
serenamente, repitiendo con brevedad todo cuanto deba
quedar bien claro. Cuando lleguen aqu, dejar que me
ataquen. Entonces fingir que huyo. Ellos me seguirn.
Vosotros, todos, quedaos donde estis. No necesitar
ninguna ayuda.
Al cabo de un rato regresarn. Cuando lo hagan,
atacadles. Haced mucho ruido, cogedlos por sorpresa.
Golpeadles en las piernas, el pecho, los costados...,
cualquier parte que est desprotegida. Cuando os hayis
ocupado del primer grupo, escondeos de nuevo y esperad al
siguiente. Haced eso hasta que estn todos muertos.
Apenas haba podido terminar y los campesinos se
haban dispersado cuando aparecieron los intrusos. Por su
manera de vestir y su falta de coordinacin, Musashi
supuso que se trataba de una fuerza beligerante primitiva,
como las que debieron de ser corrientes mucho tiempo
atrs, cuando los hombres se ganaban el sustento con la
caza y la pesca. El nombre Tokugawa no significaba nada
para ellos, como tampoco Toyotomi. Las montaas eran su
hogar tribal, los aldeanos existan para proporcionarles
alimentos y dems cosas necesarias.
Alto! orden el hombre que iba al frente del
grupo.
Eran unos veinte hombres, algunos armados con
espadas rudas, otros con lanzas, uno blanda un hacha de
combate, otro sostena un venablo oxidado. Silueteados
contra el resplandor del incendio, sus cuerpos parecan
sombras demonacas de un negro azabache.
Es se?
S, el mismo.
A unos sesenta pies por delante de ellos, Musashi se
mantena firme, bloqueando el camino. Desconcertados,
empezaron a dudar de sus propias fuerzas, y por un breve
momento ninguno de ellos se movi.
Pero slo fue un momento. Entonces los ojos
llameantes de Musashi empezaron a atraerlos
inexorablemente hacia l.
Eres el hijo de perra que intenta interponerse en
nuestro camino?
T lo has dicho! exclam Musashi, alzando su
espada y abalanzndose contra ellos.
Hubo una ruidosa reverberacin, seguida por una
violenta refriega, como un torbellino en el que era imposible
distinguir los movimientos individuales. Pareca un
enjambre de hormigas aladas que se arremolinaban.
Los arrozales al lado del camino y el terrapln bordeado
de rboles y arbustos al otro lado eran ideales para
Musashi, puesto que le proporcionaban cierta cobertura,
pero tras la primera escaramuza, efectu una retirada
estratgica.
Habis visto eso?
El bastardo huye!
A por l!
Le persiguieron hasta el extremo del campo ms
cercano, donde l se volvi y les hizo frente. Puesto que no
haba nada a sus espaldas, su posicin pareca peor, pero
mantuvo al enemigo a raya movindose rpidamente a
derecha e izquierda. Entonces, en cuanto uno de ellos haca
un falso movimiento, Musashi golpeaba.
Su oscura figura pareca pasar velozmente de un lugar a
otro, y un surtidor de sangre se alzaba ante l cada vez que
se detena. Los bandidos que no perecieron pronto
estuvieron demasiado desconcertados para luchar, mientras
Musashi afinaba ms a cada golpe. Era una clase de
combate distinto al del Ichijji. No tena la sensacin de
hallarse en el borde entre la vida y la muerte, sino que haba
ascendido a un plano de desprendimiento del yo, en el que
el cuerpo y la espada actuaban armnicamente sin
necesidad del pensamiento consciente. Sus atacantes
huyeron en completo desorden.
Un susurro se extendi entre la hilera de aldeanos.
Ah vienen.
Entonces un grupo de ellos saltaron de su escondite y
cayeron sobre los dos o tres primeros bandidos,
matndolos casi sin esfuerzo. Los campesinos volvieron a
fundirse con la oscuridad, y repitieron el proceso hasta que
todos los bandidos hubieron cado en la emboscada y
perecido.
Tras contar el nmero de cadveres, los aldeanos
sintieron reforzada su confianza.
Al fin y al cabo no son tan fuertes manifest con
satisfaccin un hombre.
Esperad! Por ah viene otro.
A l!
No, no le ataquis. Es el rnin.
Sin apenas confusin, se alinearon a lo largo del camino
como soldados a los que su general pasa revista. Todas las
miradas estaban fijas en las ropas ensangrentadas de
Musashi y su espada goteante, cuya hoja estaba
desportillada en una docena de lugares. La tir al suelo y
cogi una lanza.
Nuestro trabajo an no ha terminado les dijo.
Coged armas y seguidme. Combinando vuestras fuerzas,
podris echar a los intrusos del pueblo y rescatar a vuestras
familias.
Ninguno de los hombres titube lo ms mnimo. Las
mujeres y los nios tambin buscaron armas y les siguieron.
Los daos causados a la aldea no eran tan extensos
como haban temido, porque las casas estaban bastante
separadas unas de otras, pero los aterrados animales de
granja armaban un tremendo escndalo, y en alguna parte un
beb lloraba a lgrima viva. Desde el lado del camino llegaba
un sonido crepitante, donde el fuego se haba extendido a un
bosquecillo de bamb verde.
Los bandidos no estaban a la vista.
Dnde se han metido? inquiri Musashi. Me
parece que huelo a sake. Dnde puede haber una gran
cantidad de sake almacenada en un solo lugar?
Los aldeanos estaban tan absortos contemplando las
llamas que ninguno haba reparado en el olor, pero uno de
ellos dijo:
Debe de ser la casa del cacique del pueblo. l tiene
barriles de sake.
Entonces ah es donde los encontraremos dijo
Musashi.
Mientras avanzaban, ms hombres salieron de su
escondite y se unieron a ellos. Musashi estaba satisfecho
por el creciente espritu de unidad.
Ah es dijo un hombre, sealando una gran casa
rodeada por un muro de tierra.
Mientras los campesinos se organizaban, Musashi
escal la pared e invadi el reducto de los bandidos. El jefe
y sus principales lugartenientes estaban metidos en una
gran sala con el suelo de tierra, trasegando sake y
sometiendo forzosamente a sus repugnantes atenciones a
unas muchachas que tenan cautivas.
No os excitis! grit colrico el jefe en un spero
dialecto montas. Es un solo hombre, y no creo que
deba molestarme personalmente. Los dems podis
ocuparos de l.
Estaba riendo a un subordinado que haba llegado con
la noticia de la derrota en las afueras del pueblo.
Cuando el jefe call, los dems repararon en el ruido
confuso de voces airadas al otro lado de la pared, y se
movieron inquietos. Dejando de lado la carne de pollo a
medio comer y las tazas de sake, se apresuraron a
incorporarse y buscaron instintivamente sus armas.
Entonces permanecieron en pie, mirando la entrada del
aposento.
Musashi, utilizando la lanza como prtiga, salt a
travs de una alta ventana lateral y aterriz directamente
detrs del jefe. ste gir en redondo, pero qued al instante
empalado por la lanza. Lanzando un temible Aaaagh,
aferr con ambas manos el asta de la hoja alojada en su
pecho. Musashi solt calmosamente la lanza y el hombre
cay de bruces al suelo, la hoja y la mayor parte del asta
salindole por la espalda.
El segundo hombre que atac a Musashi se qued sin su
espada. Musashi le atraves, descarg la hoja sobre la
cabeza de un tercer hombre y la hundi en el pecho de un
cuarto. Los dems corrieron atropelladamente a la puerta.
Musashi les arroj la espada y, continuando el mismo
movimiento, extrajo la lanza del cuerpo del jefe.
No os movis! grit.
Atac sosteniendo horizontalmente la lanza, e hizo que
los bandidos se separaran como agua golpeada con un palo.
Esto le proporcion espacio suficiente para hacer un uso
eficaz de la larga arma, la cual manej entonces con una
destreza que pona a prueba la misma resistencia de la negra
asta de roble, golpeando de costado, cortando hacia abajo,
embistiendo letalmente adelante.
Los bandidos que trataban de cruzar la puerta se
encontraron con el camino bloqueado por los aldeanos
armados. Algunos intentaron huir saltando por la ventana,
pero cuando llegaron al suelo, los aldeanos que aguardaban
abajo mataron a la mayora. De los pocos que lograron
escapar, casi todos estaban gravemente heridos.
Durante algn tiempo llenaron el aire los gritos
triunfales de jvenes y viejos, hombres y mujeres, y cuando
pas el primer momento emocionado, los maridos
abrazaron a sus esposas, los padres a sus hijos, vertiendo
lgrimas de alegra.
En medio de aquella escena conmovedora, alguien
pregunt:
Y si vuelven?
Se hizo un sbito silencio entre los aldeanos, los cuales
empezaron a sentir de nuevo la comezn de la inquietud.
No volvern dijo con firmeza Musashi. Por lo
menos no volvern a esta aldea. Pero no debis tener
demasiada confianza. Vuestra tarea consiste en manejar el
arado, no la espada. Si os enorgullecis demasiado por
vuestra habilidad en la lucha, el castigo que os enviar el
cielo ser peor que cualquier ataque de los diablos de la
montaa.
Os habis enterado de lo ocurrido? pregunt Nagaoka
Sado a sus dos samurais cuando stos regresaron al
Tokuganji.
A lo lejos, al otro lado del campo y la cinaga, vea que
la luz de los incendios en la aldea se estaba extinguiendo.
Ahora todo est tranquilo.
Habis expulsado a los bandidos? Qu daos han
hecho en la aldea?
Los aldeanos los han matado a casi todos antes de
que llegramos all. Unos pocos han huido.
Vaya, eso es extrao.
El samurai pareca sorprendido, pues, de ser cierto lo
que le decan, tendra que reflexionar sobre la forma de
gobernar en el distrito de su seor.
Al da siguiente, tras abandonar el templo, dirigi su
caballo hacia la aldea.
Nos queda fuera de nuestra ruta, pero vamos a echar
un vistazo dijo a sus hombres.
Un sacerdote fue con ellos para mostrarles el camino, y
mientras cabalgaban, Sado observ:
Esos cadveres a lo largo de la calzada no parecen
haber sido obra de campesinos. Pidi ms detalles a sus
samurais.
Los aldeanos haban prescindido del sueo y estaban
atareados enterrando a los muertos y limpiando los
escombros del desastre. Pero cuando vieron a Sado y sus
samurais, corrieron a esconderse en sus casas.
Haced venir aqu a un aldeano y averigemos qu es
exactamente lo ocurrido.
El hombre que se present con el sacerdote les hizo un
resumen bastante detallado de los acontecimientos de la
noche.
Ahora empieza a tener sentido dijo Sado,
asintiendo. Cmo se llama ese rnin?
El campesino, que jams haba odo el nombre de
Musashi, lade la cabeza. Cuando Sado insisti en
conocerlo, el sacerdote pregunt a varias personas y
finalmente obtuvo la informacin deseada.
Miyamoto Musashi? dijo Sado, pensativo.
No es se el hombre al que el muchacho se refera como su
maestro?
En efecto. Se empe en cultivar un terreno yermo en
Htengahara, y por ello los campesinos le consideraban un
tanto falto de luces.
Me gustara conocerle dijo Sado, pero entonces
record el trabajo que le aguardaba en Edo. No importa.
Ya hablar con l la prxima vez que venga por aqu.
Hizo dar la vuelta a su caballo y dej a los campesinos
en pie al lado del camino.
Al cabo de unos minutos tir de las riendas ante el
portal del cacique del pueblo. All, escrito en tinta brillante
sobre una tabla, estaba colgado el siguiente texto:
Recordatorio para los habitantes del pueblo. Vuestro
arado es vuestra espada. Vuestra espada es vuestro arado.
Cuando trabajis en los campos, no olvidis la invasin.
Cuando pensis en la invasin, no olvidis vuestros
campos. Todas las cosas deben estar equilibradas e
integradas. Lo ms importante de todo es que no os
opongis al Camino de las generaciones sucesivas.
Humm. Quin ha escrito esto?
El cacique de la aldea haba salido por fin y estaba
arrodillado en el suelo, haciendo reverencias delante de
Sado.
Musashi respondi.
Sado se volvi hacia el sacerdote.
Gracias por habernos trado aqu. Es una lstima que
no pueda conocer a ese Musashi, pero en estos momentos
no tengo tiempo. Regresar aqu antes de que transcurra
mucho tiempo.
La primera siembra
La administracin de la palaciega residencia Hosokawa en
Edo, as como la representacin de los deberes del feudo
ante el shgun, estaban confiados a un hombre todava
veinteaero, Tadatoshi, el hijo mayor del daimy,
Hosokawa Tadaoki. El padre, un clebre general que
tambin tena una considerable reputacin como poeta y
maestro de la ceremonia del t, prefera vivir en el gran
feudo Kokura situado en la provincia de Buzen, en la isla
meridional de Kyushu.
Aunque Nagaoka Sado y varios otros servidores de
confianza haban sido asignados para ayudar al joven, ello
no se deba a que fuese incompetente ni mucho menos. No
slo lo aceptaban como un igual los poderosos vasallos ms
cercanos al shgun, sino que se haba distinguido como un
administrador enrgico y previsor. De hecho, pareca ms
adaptado a la paz y prosperidad de la poca que los
seores de ms edad, los cuales se haban nutrido de la
guerra constante.
En aquel momento, Sado se encaminaba hacia el campo
de equitacin.
Has visto al joven seor? le pregunt un aprendiz
de samurai que haba ido a su encuentro.
Creo que est en el campo de tiro al arco.
Cuando Sado recorra un estrecho sendero, oy que le
preguntaban:
Puedo hablar contigo un momento?
Sado se detuvo e Iwama Kakubei, un vasallo respetado
por su astucia y carcter prctico, se le acerc.
Vas a hablar con su seora? le pregunt.
As es.
Si no tienes prisa, hay un pequeo asunto sobre el
que quisiera consultarte. Por qu no nos sentamos ah?
Recorrieron la corta distancia hasta una rstica prgola, y
por el camino Kakubei le dijo: Tengo que pedirte un
favor. Si surgiera la oportunidad durante tu conversacin...,
hay un hombre que quisiera recomendar al joven seor.
Alguien que desea servir a la Casa de Hosokawa?
S. Ya s que toda clase de personas acuden a ti con la
misma peticin, pero este hombre es muy poco comn.
Es uno de esos hombres a los que slo les interesa la
seguridad y el estipendio?
En modo alguno. Es un pariente de mi esposa, y vive
con nosotros desde que lleg de Iwakuni hace un par de
aos, por lo que le conozco muy bien.
Iwakuni? La Casa de Kikkawa dominaba la
provincia de Su antes de la batalla de Sekigahara. Acaso
es uno de sus rnin?
No, es el hijo de un samurai rural. Se llama Sasaki
Kojir y an es joven, pero se adiestr en el estilo Tomita
de Kanemaki Jisai y del seor Katayama Hisayasu de Hki
aprendi las tcnicas de desenvainar a la velocidad del rayo.
Incluso ha creado un estilo propio, al que llama Ganry.
Kakubei sigui hablando, desgranando con detalle las
diversas hazaas y logros de Kojir.
En realidad, Sado no le prestaba odos. Su mente haba
vuelto a centrarse en la ltima visita que efectuara al
Tokuganji. Aunque estaba seguro, incluso por lo poco que
haba visto y odo, de que Musashi era la clase de hombre
que necesitaba la Casa de Hosokawa, deseaba conocerle
personalmente antes de recomendrselo a su seor.
Entretanto, haba transcurrido un ao y medio sin que
hallara ocasin de visitar Htengahara.
Cuando Kakubei termin de hablar, Sado le dijo:
Har por ti lo que est en mi mano.
Reanud su camino hacia el campo de tiro al arco. All
Tadatoshi participaba en una competicin con algunos
vasallos de su edad, ninguno de los cuales estaba ni
remotamente a su altura. Efectuaba sus disparos, que daban
invariablemente en el blanco, con un estilo impecable.
Varios de los hombres a su servicio le haban expresado la
inconveniencia de tomarse tan en serio el tiro al arco,
argumentando que en una poca de armas de fuego y lanzas,
ni la espada ni el arco eran ya de mucha utilidad en el
verdadero combate, a lo cual l replic crpticamente: Mis
flechas estn dirigidas al espritu.
Los servidores de Hosokawa tenan el mayor respeto
por Tadatoshi, y habran servido a sus rdenes con
entusiasmo aunque su padre, a quien tambin queran con
verdadera devocin, no hubiera sido un hombre de brillante
historial. En aquel momento Sado lament la promesa que
le haba hecho a Kakubei. Tadatoshi no era un hombre a
quien uno recomendara con ligereza posibles servidores.
Enjugndose el sudor de la frente, Tadatoshi pas ante
varios samurais jvenes con los que haba estado hablando
y riendo. Al ver a Sado, le dijo:
Qu me cuentas, vejestorio? Te apetece disparar
unas flechas?
Me atengo a la regla de competir slo con adultos
replic Sado.
As que an nos consideras como criaturas con el
pelo atado en lo alto de la cabeza?
Te has olvidado de la batalla de Yamazaki? Y del
castillo de Nirayama? Me han alabado por mi actuacin en
el campo de batalla, sabes? Adems, lo que me interesa es
el autntico tiro al arco, no...
Ja, ja! Siento haberlo mencionado. No pretenda que
empezaras de nuevo con tu historia. Los dems tambin
se echaron a rer. Tadatoshi sac un brazo de la manga, se
puso serio y le pregunt: Has venido para hablarme de
algo?
Tras darle cuenta de varios asuntos rutinarios, Sado le
dijo:
Kakubei dice que quiere recomendarte un samurai.
Por un momento apareci una expresin de lejana en
los ojos de Tadatoshi.
Supongo que se refiere a Sasaki Kojir. Me ha
hablado de l varias veces.
Por qu no le llamas y le echas un vistazo?
Es bueno de veras?
No deberas verlo por ti mismo?
Tadatoshi se puso el guante y tom la flecha que le
ofreca un ayudante.
S, echar un vistazo al hombre de Kakubei dijo.
Tambin me gustara ver a ese rnin que has mencionado.
Miyamoto Musashi, as se llama, no?
Ah, lo recuerdas?
As es. Eres t quien parece haberlo olvidado.
En absoluto, pero como estoy tan ocupado, no he
tenido ocasin de ir a Shimsa.
Si crees que has encontrado a alguien que merece la
pena, deberas buscar el tiempo necesario para hablar con
l. La verdad, Sado, es que me sorprende que dejes esperar
algo tan importante hasta que tengas otros asuntos que
resolver all. No es propio de ti.
Lo lamento. Siempre hay demasiados hombres
buscando posiciones. Pens que te habras olvidado del
asunto. Supongo que debera habrtelo comentado de
nuevo.
No te quepa duda. No acepto necesariamente las
recomendaciones de la gente, pero deseo vivamente ver a
alguien a quien el viejo Sado considera apropiado.
Comprendes?
Sado volvi a pedir disculpas antes de retirarse. Fue
directamente a su casa y, sin ms, pidi que le ensillaran un
caballo y parti hacia Htengahara.
No es esto Htengahara?
Sat Genz, el ayudante de Sado, respondi:
Eso es lo que crea, pero estos terrenos no estn
abandonados. Hay campos de arroz por todas partes. El
lugar que trataban de cultivar debe de estar ms cerca de las
montaas.
Ya haban recorrido una buena distancia ms all del
Tokuganji y pronto estaran en la carretera de Hitachi. Caa
la tarde, y las garzas blancas que chapoteaban en los
arrozales hacan que el agua pareciera polvo. A lo largo de la
orilla y en las sombras de los altozanos haba parcelas de
camo y ondulantes espigas de cebada.
Mira all, seor dijo Genz.
Qu es?
Hay un grupo de campesinos.
De modo que es aqu. Parecen hacer reverencias al
suelo, uno tras otro, no es cierto?
S, como si fuera una especie de ceremonia religiosa.
Genz dio un tirn a las riendas y cruz primero el ro,
asegurndose de que el vado era seguro para que Sado le
siguiera.
Eh, vosotros! grit Genz.
Los campesinos parecieron sorprendidos y se apartaron
del crculo que haban formado para mirar a los visitantes.
Estaban ante una pequea cabaa, y Sado vio que el objeto
ante el que se haban inclinado era un minsculo santuario
de madera, no mayor que una jaula. Eran unos cincuenta
campesinos, los cuales, al parecer, volvan a sus casas
despus del trabajo, pues haban lavado sus aperos.
Un sacerdote se adelant, diciendo:
Vaya, si es Nagaoka Sado. Qu agradable sorpresa!
Y t eres del Tokuganji, verdad? Creo que eres quien
me condujo a la aldea despus del ataque de aquellos
bandidos.
As es, en efecto. Has venido para hacer una visita al
templo?
Esta vez no. Me marchar en seguida. Puedes
decirme dnde podra encontrar a ese rnin llamado
Miyamoto Musashi?
Ya no est aqu. Se march repentinamente.
Que se march? Por qu hizo tal cosa?
Un da del mes pasado, los aldeanos decidieron
tomarse un da libre y celebrar los progresos que se han
hecho aqu. Puedes ver por ti mismo lo verdes que estn los
campos ahora. Pues bien, a la maana siguiente, Musashi y
el chiquillo, Iori, se haban ido.
El sacerdote mir a su alrededor, como si esperase a
medias que Musashi apareciera de improviso.
Sado pidi ms detalles al sacerdote, y ste le cont lo
ocurrido. Despus de que la aldea hubiera reforzado sus
defensas bajo la direccin de Musashi, los campesinos
estaban tan agradecidos por la perspectiva de vivir en paz
que prcticamente le deificaron. Incluso los que le haban
ridiculizado ms cruelmente acudieron en su ayuda para
transformar los eriales en campos productivos.
Musashi los trataba a todos con equidad y neutralidad,
convencindoles primero de que era intil que vivieran
como animales. Luego trat de inculcarles la importancia de
hacer un pequeo esfuerzo adicional a fin de dar a sus hijos
la oportunidad de una vida mejor. Les dijo que para ser
verdaderos seres humanos deban trabajar en beneficio de la
posteridad.
Cuarenta o cincuenta aldeanos unan sus esfuerzos a
diario, y cuando lleg el otoo pudieron controlar las
inundaciones. En invierno, araron, y en primavera
recogieron agua de las nuevas acequias y trasplantaron las
plntulas de arroz. A principios del verano el arroz floreca,
mientras que en los campos secos, el camo y la cebada
tenan ya un pie de altura. Al cabo de otro ao, la cosecha
sera doble, y al ao siguiente triple.
Los aldeanos empezaron a visitar su cabaa para
presentarle sus respetos, agradecindole desde el fondo de
sus corazones lo que haba hecho por ellos. Las mujeres le
traan presentes de verduras. El da de la celebracin, los
hombres llegaron con grandes recipientes de sake, y todos
participaron en una danza sagrada, con acompaamiento de
tambores y flautas.
Cuando los aldeanos estuvieron agrupados a su
alrededor, Musashi les asegur que lo conseguido no se
deba a su fuerza sino a la de ellos.
Lo nico que hice fue mostraros cmo usar la energa
que poseis.
Entonces hizo un aparte con el sacerdote para decirle
que le preocupaba el hecho de que confiaran en un
vagabundo como l.
Incluso sin m, deberan tener confianza y mantener
la solidaridad.
Entonces sac una estatuilla de Kannon que haba
tallado y se la dio al sacerdote.
La maana despus de la celebracin hubo un tumulto
en la aldea.
Se ha ido!
No es posible.
S, ha desaparecido. La cabaa est vaca.
Llenos de pesadumbre, aquel da ninguno de los
labradores acudi a trabajar a los campos.
Cuando se enter de esa ausencia, el sacerdote les
reproch severamente su ingratitud, instndoles a que
recordaran lo que les haban enseado y convencindoles
sutilmente para que continuaran la labor que haban
emprendido.
Ms adelante, los aldeanos construyeron el minsculo
santuario e instalaron en l la reverenciada imagen de
Kannon. Por la maana y por la noche presentaban sus
respetos a Musashi, cuando iban a los campos y cuando
regresaban.
Sado agradeci al sacerdote la informacin, ocultando el
hecho de que se senta desconsolado como slo poda
estarlo un hombre de su posicin.
Mientras su caballo emprenda el regreso a travs de la
bruma vespertina de la primavera tarda, Sado pensaba
inquieto: No debera haber pospuesto el viaje. He
descuidado mi deber, y ahora le he fallado a mi seor.
Las moscas
En la ribera oriental del ro Sumida, donde converga la
carretera de Shimsa con un ramal de la carretera de sh,
se levantaba una gran barrera con un portal impresionante,
muestra fehaciente del firme gobierno de Aoyama Tadanari,
el nuevo magistrado de Edo.
Musashi haca cola, aguardando ociosamente su turno,
con Iori a su lado. La vez anterior que estuvo en Edo, tres
aos antes, entrar y salir de la ciudad no comportaba
ninguna dificultad. Incluso desde aquella considerable
distancia, poda ver que haba muchas ms casas que antes
y menos espacios abiertos.
Eh, t, rnin. Eres el siguiente.
Dos guardianes con hakama de cuero empezaron a
registrar a Musashi con minuciosidad, mientras un tercero
le miraba con semblante hosco y le interrogaba.
Qu asunto te trae a la capital?
Ninguno en particular.
No tienes nada que hacer en particular, eh?
Bueno, soy un shugysha. Podramos decir que mi
actividad consiste en estudiar para ser samurai.
El hombre guard silencio. Musashi sonri.
Cul es tu lugar de nacimiento?
La aldea de Miyamoto, distrito de Yoshino,
provincia de Mimasaka.
Tu maestro?
No tengo ninguno.
Quin te facilita el dinero para viajar?
Nadie. Tallo estatuillas y hago pinturas. A veces
puedo cambiarlas por comida y alojamiento. A menudo
pernocto en los templos. En ocasiones doy lecciones de
esgrima. De un modo u otro, me las arreglo para salir
adelante.
De dnde vienes?
Durante los dos ltimos aos, he trabajado en los
campos de Htengahara, en Shimsa. He decidido que no
deseo hacer eso durante el resto de mi vida, y por eso he
venido aqu.
Tienes un lugar donde alojarte en Edo?. Nadie puede
entrar en la ciudad a menos que tenga familiares o un lugar
donde vivir.
S replic Musashi sin pensarlo dos veces, pues
comprendi que si segua diciendo la verdad, aquello sera
inacabable.
Y bien?
Yagy Munenori, seor de Tajima.
El guardin le mir boquiabierto.
Divertido por la reaccin del hombre, Musashi se
felicit. El riesgo de que le sorprendieran mintiendo no le
preocupaba gran cosa. Tena la impresin de que Takuan
habra hablado de l a los Yagy, y le pareca improbable
que negaran categricamente conocerle si les preguntaban.
Incluso exista la posibilidad de que Takuan se encontrase
ahora en Edo. Si tal fuese el caso, Musashi tendra su medio
de presentacin. Era demasiado tarde para realizar un
encuentro de esgrima con Sekishsai, pero anhelaba tenerlo
con Munenori, el sucesor de su padre en el estilo Yagy y
uno de los tutores personales del shgun.
La mencin de ese nombre pareci surtir un efecto
mgico.
Bien, bien dijo el guardin amigablemente. Si
ests relacionado con la casa de Yagy, siento haberte
molestado. Como puedes ver, hay toda clase de samurais en
los caminos, y tenemos que ser especialmente cuidadosos
con cualquiera que parezca ser un rnin. Son rdenes,
sabes? Tras hacerle algunas preguntas ms, para guardar
las formas o salvar las apariencias, le dijo: Ya puedes irte.
Escolt personalmente a Musashi hasta el portal.
Seor le dijo Iori cuando hubieron entrado en la
ciudad. Por qu son tan cuidadosos slo con respecto a
los rnin y nadie ms?
Estn buscando espas enemigos.
Qu espa sera tan imbcil para presentarse aqu
con el aspecto de un rnin? Los guardianes son bastante
tontos... Ellos y sus estpidas preguntas! Nos han hecho
perder el transbordador!
Chitn, Iori, calla, que van a orte. No te preocupes
por el transbordador. Puedes contemplar el monte Fuji
mientras esperamos el barco siguiente. Sabas que puede
verse desde aqu?
Y qu? Tambin podamos verlo desde Htengahara.
S, pero aqu es diferente.
En qu se diferencia?
El Fuji nunca es igual. Vara de un da a otro, de hora
en hora.
Pues a m me parece siempre igual.
No te quepa duda de que no lo es. Cambia... con la
hora, el tiempo atmosfrico, la estacin, el lugar desde
donde lo mires. Tambin difiere segn la persona que lo
contemple, segn su corazn.
Iori, en absoluto impresionado por estas palabras, cogi
una piedra y la lanz rozando la superficie del agua. Tras
distraerse de esta guisa durante unos minutos, regres al
lado de Musashi y le pregunt:
De veras vas a ir a la casa del seor Yagy?
Tendr que pensar en ello.
No es eso lo que le has dicho al guardin?
S. Tengo intencin de ir, pero no es tan sencillo. Es
un daimy, sabes?
Debe de ser muy importante. Eso es lo que yo quiero
ser de mayor.
Importante?
Humm.
No deberas apuntar tan bajo.
Qu quieres decir?
Mira el monte Fuji.
Nunca ser como el monte Fuji.
En vez de querer ser esto o aquello, convirtete en un
gigante silencioso e inamovible. As es la montaa. No
pierdas el tiempo tratando de impresionar a la gente. Si te
conviertes en la clase de hombre a quien la gente puede
respetar, te respetarn sin que hagas nada.
No hubo tiempo para que las palabras de Musashi
surtieran efecto, pues en aquel momento Iori grit:
Mira, ya llega el transbordador.
Ech a correr para ser el primero en subir a bordo.
El ro Sumida presentaba numerosos contrastes, ancho
en algunos lugares, estrecho en otros, somero aqu y
profundo all. Con la marea alta, las olas que laman la orilla
tenan una coloracin turbia. A veces el estuario creca hasta
tener el doble de su anchura normal. En el punto donde
cruzaba el transbordador, era prcticamente un entrante de
la baha.
El cielo estaba claro, el agua transparente. Iori mir por
la borda y vio bancos de innumerables pececillos que
nadaban de un lado a otro. Entre las rocas atisb tambin
los restos oxidados de un viejo casco de guerrero. No haca
ningn caso de la conversacin que se desarrollaba a su
alrededor.
Qu te parece? Se va a mantener la paz como hasta
ahora?
Lo dudo.
Probablemente tengas razn. Ms tarde o ms
temprano, habr lucha. Ojal no fuera as, pero qu otra
cosa podemos esperar?
Otros pasajeros se reservaban sus pensamientos y
contemplaban el agua con semblante malhumorado,
temerosos de que algn oficial, tal vez disfrazado, pudiera
or la conversacin y relacionarles a ellos con quienes la
sostenan. Los que corran el riesgo parecan gozar de su
coqueteo con los omnipresentes ojos y odos de la ley.
A juzgar por la manera en que examinan a todo el
mundo, se estn preparando para la guerra. Slo
recientemente han apretado las tuercas de esa manera. Y
corren muchos rumores de que hay por ah espas de
Osaka.
Tambin se habla de ladrones que allanan las casas de
los daimy, aunque tratan de silenciarlo. Debe de ser
embarazoso que te roben cuando eres t quien debe
mantener la ley y el orden.
Hay que ir en busca de algo ms que dinero para
correr esa clase de riesgo. Han de ser espas. Ningn
delincuente ordinario tendra semejante valor.
Mientras miraba a su alrededor, Musashi pens que el
barco transportaba a una amplia representacin de la
sociedad de Edo. Un maderero con serrn adherido a sus
ropas de faena, un par de geishas de baja calidad que
podran proceder de Kyoto, uno o dos matones de anchos
hombros, un grupo de cavadores de pozos, dos prostitutas
que no se abstenan de coquetear, un sacerdote, un monje
mendicante, otro rnin como l mismo.
Cuando el barco lleg a la ribera de Edo y los pasajeros
desembarcaron, un hombre bajo y fornido llam a Musashi.
Eh, t, el rnin. Te has olvidado de algo. Tenda
una bolsa de brocado rojizo, tan vieja que su suciedad
pareca relucir ms que las pocas hebras de oro que
quedaban en ella.
Musashi sacudi la cabeza.
No es ma dijo. Debe pertenecer a otro pasajero.
Es ma terci Iori. Arrebat la bolsa de la mano que
la sostena y se la guard bajo el kimono.
El hombre se mostr indignado.
Qu ests haciendo? Cogerla de esa manera!
Dmela! Luego vas a tener que hacerme tres reverencias
antes de que te la devuelva. Si no lo haces voy a echarte al
ro!
Musashi intervino y pidi al hombre que perdonase la
rudeza de Iori, debida a su corta edad.
Quin eres t? le pregunt speramente el otro.
Su hermano? Su maestro? Dime tu nombre!
Miyamoto Musashi.
Cmo! exclam el rufin, mirando con fijeza el
rostro de Musashi. Al cabo de un momento le dijo a Iori:
Ser mejor que en adelante tengas ms cuidado.
Entonces le entreg la bolsa y dio media vuelta, como si
estuviera ansioso por alejarse de all.
Espera un momento le dijo Musashi. La suavidad
de su tono cogi al hombre por sorpresa.
Gir en redondo, llevndose la mano a la empuadura
de la espada.
Qu quieres?
Cmo te llamas?
Para qu quieres saberlo?
Me has preguntado mi nombre. Por mera cortesa,
deberas decirme el tuyo.
Soy uno de los hombres de Hangawara. Me llamo
Jr.
Muy bien, puedes marcharte le dijo Musashi,
dndole un empujn.
No olvidar esto! Jr dio unos pasos
tambaleantes y, cuando recobr el equilibrio, ech a correr.
Se lo mereca, el muy cobarde dijo Iori. Satisfecho
por la defensa de Musashi, le mir reverentemente y se
acerc ms a l.
Mientras se internaban en la ciudad, Musashi le dijo:
Mira, Iori, debes comprender que vivir aqu no es
como estar en el campo. All slo tenamos por vecinos a
los zorros y las ardillas. Aqu hay mucha gente. Debers ser
ms cuidadoso con tus modales.
S, seor.
Cuando la gente vive junta en armona, la tierra es un
paraso sigui diciendo Musashi muy seriamente. Pero
todo hombre tiene un lado malo as como un lado bueno.
Hay ocasiones en que slo aflora el malo. Entonces el
mundo no es un paraso, sino un infierno. Comprendes lo
que te estoy diciendo?
S, creo que s dijo Iori, ahora ms sumiso.
Existe una razn por la que tenemos modales y
etiqueta, y es la de que nos permiten impedir que el lado
malo se imponga. Esto promueve el orden social, que es el
objetivo de las leyes del gobierno. Hizo una pausa. Tu
manera de actuar... Era un asunto trivial, pero tu actitud ha
hecho que ese hombre se enfadara. No estoy nada contento
por ello.
S, seor.
No s adonde iremos desde aqu. Pero dondequiera
que sea, ser mejor que sigas las reglas y actes
cortsmente.
El muchacho inclin la cabeza un par de veces e hizo
una pequea y rgida reverencia. Siguieron caminando en
silencio durante un rato.
Seor, podras llevarme la bolsa? No quiero perderla
otra vez.
Musashi acept la pequea bolsa de brocado y la
inspeccion minuciosamente antes de guardrsela en el
interior del kimono.
Es sta la bolsa que te dej tu padre?
S, seor. La recuper en el Tokuganji a principios de
ao. El sacerdote no me cogi ni una pizca de dinero.
Puedes usar un poco si es necesario.
Gracias dijo Musashi jovialmente. Lo cuidar
bien.
l tiene un talento que a m me falta, se dijo Musashi,
pensando tristemente en su propia indiferencia a las
finanzas personales. La prudencia innata del muchacho
haba enseado a Musashi el significado de la economa.
Apreciaba la confianza de Iori, del que se senta ms
encariado cada da. Esperaba con entusiasmo la tarea de
ayudarle a desarrollar su inteligencia natural.
Dnde te gustara pasar esta noche? le pregunt.
Iori, que haba estado examinando su nuevo entorno con
gran curiosidad, observ:
All hay muchos caballos. Parece un mercado, y aqu
mismo, en medio de la ciudad.
Habl como si hubiera tropezado con un amigo perdido
mucho tiempo atrs en un pas desconocido.
Haban llegado a Bakurch, donde exista una grande y
variada seleccin de casas de t y hosteleras que atendan a
los profesionales del ramo equino: vendedores,
compradores, carreteros, mozos de caballos y un surtido de
pequeos facttums. Los hombres, reunidos en grupitos,
discutan y charlaban en una multitud de dialectos, el ms
destacado de los cuales era el penetrante dialecto de Edo,
cuyos hablantes siempre parecan encolerizados.
Entre la gente haba un samurai bien vestido en busca de
buenos caballos. Poniendo mala cara, dijo:
Vmonos a casa. Aqu no hay ms que pencos, nada
que merezca la pena recomendar a su seora.
Caminando a paso vivo entre los animales, se encontr
de cara con Musashi. Al reconocerle, parpade y
retrocedi, sorprendido.
Eres Miyamoto Musashi, no es cierto?
Musashi mir al hombre un instante y sonri. Era
Kimura Sukekur. Aunque los dos hombres haban estado a
punto de batirse en el castillo de Koyagy, la actitud de
Sukekur era cordial y no pareca guardarle rencor por aquel
encuentro.
Desde luego no esperaba verte aqu le dijo.
Hace mucho que ests en Edo?
Acabo de llegar de Shimsa replic Musashi.
Cmo est tu seor? An goza de buena salud?
S, gracias, claro que a la edad de Sekishsai... Me
alojo en casa del seor Munenori. Debes ir a visitarle; con
mucho gusto te presentar a l. Ah, tambin hay otra cosa.
Le mir sonriente, con una expresin significativa.
Tenemos un bello tesoro que te pertenece. Debes ir lo antes
posible.
Antes de que Musashi pudiera preguntarle qu era el
bello tesoro, Sukekur hizo una leve reverencia y se alej
rpidamente, seguido por su ayudante.
Los huspedes que se alojaban en las posadas baratas de
Bakurch eran en su mayora tratantes de caballos que
venan de las provincias. Musashi prefiri alquilar una
habitacin all que en otra zona de la ciudad, donde sin duda
los precios seran ms altos. Como las dems posadas, la
que eligi tena un gran establo, tan grande que las mismas
habitaciones parecan ms bien un anexo. Pero despus de
las estrecheces de Htengahara, incluso aquella hostelera de
tercera clase pareca lujosa.
A pesar de su sensacin de bienestar, a Musashi le
irritaron los tbanos, y empez a rezongar.
La propietaria le oy.
Te cambiar de habitacin le ofreci, solcita.
Las moscas no abundan tanto en el primer piso.
Una vez instalado en la nueva habitacin, Musashi se
encontr expuesto a la plena intensidad del sol del oeste, y
volvi a rezongar. Slo unos das atrs, el sol de la tarde le
habra alegrado, pues sus rayos de esperanza extenderan un
calor nutritivo por los arrozales y anunciaran buen tiempo
para el da de maana. En cuanto a las moscas, cuando su
sudor las atraa mientras trabajaba en los campos, se deca
que simplemente cumplan con su tarea, lo mismo que l
con la suya. Incluso las haba considerado como
compaeras. Ahora, tras haber cruzado un ancho ro y
entrado en el laberinto de la ciudad, el calor del sol le
pareca cualquier cosa menos cmodo, y las moscas slo
una molestia.
El apetito que tena le hizo dejar de lado los
inconvenientes. Mir a Iori y tambin vio en su rostro
signos de lasitud y glotonera. No era de extraar, pues un
grupo que ocupaba la habitacin contigua haba pedido una
gran cazuela de comida humeante que ahora atacaban
vorazmente, entre mucha charla, risas y bebida.
Lo que l deseaba era soba, una clase de fideos de
alforfn. En el campo, si uno deseaba soba, plantaba
alforfn a principios de la primavera, lo vea florecer en
verano, secaba el grano en otoo y mola la harina en
invierno. Entonces poda confeccionar los fideos de soba.
Ahora, en el lugar donde se encontraba, para comerlos no se
requera ms esfuerzo que llamar al servicio batiendo las
palmas.
Pedimos soba, Iori?
S respondi ansioso el muchacho.
Lleg la propietaria y tom su pedido. Mientras
esperaban, Musashi apoy los codos en el alfizar de la
ventana y se puso la mano extendida por encima de los
ojos. Al otro lado de la calle, en diagonal, haba un letrero:
Aqu se pulen almas. Zushino Ksuke. Maestro del estilo
Hon'ami.
Iori tambin lo haba notado. Tras contemplarlo un
momento, perplejo, pregunt:
Ese letrero dice se pulen almas. Qu clase de
negocio es se?
Bueno, tambin dice que el hombre trabaja con el
estilo Hon'ami, por lo que supongo que es un pulidor de
espadas. Ahora que lo pienso, debera llevar mi espada a
pulir.
El soba tardaba en llegar, y Musashi se estir en el
tatami para dormitar un poco. Pero las voces en la
habitacin contigua eran cada vez ms ruidosas y parecan
pendencieras.
Musashi abri un ojo.
Iori, quieres decirles a los de al lado que no armen
tanto escndalo?
Slo una shoji de papel y listones separaba las dos
estancias, pero en vez de deslizarla, Iori sali al pasillo. La
puerta de la otra habitacin estaba abierta.
No hagis tanto ruido grit. Mi maestro est
tratando de dormir.
Cmo! La disputa ces bruscamente. Los
hombres se volvieron y le miraron encolerizados.
Decas algo, gorgojo?
Iori torci el gesto al or ese epteto, y dijo:
Hemos subido aqu a causa de las moscas. Ahora
gritis tanto que no puede descansar.
Has tenido t la idea o te ha enviado tu maestro?
l me ha enviado.
Ah, s? Bueno, no voy a perder el tiempo hablando
con una mierdecita como t. Ve a decirle a tu maestro que
Kumagor de Chichibu le dar ms tarde su respuesta.
Ahora lrgate!
Kumagor era un hombre muy corpulento, y los dos o
tres que le acompaaban en la habitacin no le iban a la
zaga. Asustado por sus miradas amenazantes, Iori se
apresur a retirarse. Musashi se haba dormido. Como no
quera molestarle, Iori se sent al lado de la ventana.
Al cabo de un rato, uno de los tratantes de caballos
abri un poco la shoji y ech un vistazo a Musashi.
Entonces se oyeron grandes risotadas, acompaadas por
sonoras e insultantes observaciones.
Quin se cree que es para irrumpir as en nuestra
habitacin? Estpido rnin. Id a saber de dnde viene. Se
mete donde no le llaman y acta como si fuese el
propietario del lugar.
Tendremos que ensearle modales.
S, le haremos saber de qu pasta estn hechos los
tratantes de caballos de Edo.
Hablando no le vamos a ensear nada. Saqumosle a
la parte trasera y arrojmosle un cubo de orines de caballo a
la cara.
Entonces habl Kumagor:
No os precipitis, amigos. Dejad que me ocupe de
esto. O me da una disculpa por escrito o le lavaremos la
cara con orines de caballo. Disfrutad del sake y dejadlo todo
de mi cuenta.
Eso est muy bien dijo uno de los hombres,
mientras Kumagor, con una sonrisa de confianza, se ataba
bien el obi.
Kumagor desliz la shoji y, sin levantarse, entr
arrastrndose sobre las rodillas, en la habitacin de
Musashi.
Disculpa le dijo.
El soba, seis raciones en una caja lacada, haba llegado
por fin. Ahora Musashi estaba sentado y diriga los palillos
a la primera racin.
Mira, estn entrando dijo Iori entre dientes,
hacindose ligeramente a un lado.
Kumagor se sent detrs y a la izquierda de Iori, con
las piernas cruzadas y los codos apoyados en las rodillas.
Tena el ceo fruncido y una expresin de fiereza.
Puedes comer ms tarde. No trates de ocultar que
tienes miedo siguiendo ah sentado y jugando con la comida.
Aunque sonrea, Musashi no dio indicacin alguna de
que estuviera escuchando. Agit los fideos con los palillos
para separarlos, alz un bocado y lo engull sorbiendo
ruidosamente.
Las venas en la frente de Kumagor parecan a punto de
reventar.
Deja ese cuenco le orden airadamente.
Y t quin eres? le pregunt Musashi con
suavidad, sin hacer el menor ademn de obedecer.
No sabes quin soy? Las nicas personas en
Bakurch que no han odo mi nombre son los intiles y
los sordomudos.
Soy un poco duro de odo. Habla ms alto y dime
quin eres y de dnde vienes.
Soy Kumagor de Chichibu, el mejor tratante de
caballos de Edo. Cuando los nios me ven venir, se asustan
tanto que ni siquiera lloran.
Ya veo. Entonces te dedicas al negocio de los
caballos?
As es. Se los vendo a los samurais. Ser mejor que
recuerdes eso cuando trates conmigo.
De qu manera estoy tratando contigo?
Has enviado a ese enano para quejarte del ruido.
Dnde te crees que ests? sta no es una lujosa posada
para los daimys, bonita, tranquila y todo eso. A los
tratantes de caballos nos gusta el ruido.
S, ya lo he comprobado.
Entonces por qu tratas de aguarnos la fiesta? Exijo
una disculpa.
Una disculpa?
S, por escrito. Puedes dirigirla a Kumagor y sus
amigos. Si te niegas, vamos a llevarte afuera y te
ensearemos una o dos cosas.
Lo que dices es interesante.
Cmo?
Quiero decir que tu manera de hablar es interesante.
Basta de tonteras! Vas a disculparte o no? Vamos,
estoy esperando.
Kumagor haba ido alzando la voz, y el sudor de su
frente carmes brillaba bajo el sol del crepsculo. Pareca a
punto de explotar. Desnud su pecho velludo y sac una
daga del envoltorio que llevaba enrollado en el vientre.
Decdete! Si no me das tu respuesta en seguida, vas
a verte en apuros.
Descruz las piernas y sostuvo la daga verticalmente al
lado de la caja lacada, con la punta tocando el suelo.
Conteniendo su regocijo, Musashi replic:
Bueno, cmo debera responder a eso?
Baj el cuenco, extendi los palillos, extrajo una mota
oscura del soba en la caja y la arroj por la ventana.
Todava en silencio, repiti el movimiento y sac otra mota
oscura, y otra ms.
Los ojos de Kumagor parecan a punto de salirse de
sus rbitas. Su respiracin se detuvo.
Parece que son interminables, verdad? observ
Musashi con aire de naturalidad. Toma, Iori, lava bien
estos palillos.
Cuando Iori sali, Kumagor regres silenciosamente a
su habitacin y, en voz baja, cont a sus compaeros la
hazaa increble que acababa de presenciar. Al principio
confundi las motas negras en el soba con suciedad, pero
entonces se dio cuenta de que eran moscas vivas, atrapadas
con tal destreza con los palillos que no haban tenido
tiempo de huir. Al cabo de unos minutos, el hombre y sus
acompaantes se trasladaron a una habitacin ms alejada y
rein el silencio.
As est mejor, no es cierto? le dijo Musashi a
Iori.
Los dos sonrieron.
Musashi se levant y enderez su kimono.
Creo que voy a ir a ese taller para que me pulan la
espada.
Cogi el arma, y estaba a punto de salir cuando la
posadera subi la mitad de la renegrida escalera y le dijo:
Ha llegado una carta para ti.
Asombrado de que alguien conociera su paradero tan
pronto, Musashi baj, acept la misiva y pregunt:
Est todava aqu el mensajero?
No, se ha marchado de inmediato.
En el lugar del remitente slo estaba escrita la palabra
Suke, y Musashi entendi que se refera a Kimura
Sukekur. La desdobl y ley: He informado al seor
Munenori de que te he visto esta maana. Pareca muy
contento por recibir noticias de ti despus de tanto tiempo.
Me ha pedido que te escriba y te pregunte cundo podrs
visitarnos.
Musashi baj los escalones restantes y fue a la
recepcin, donde pidi prestados tinta y pincel. Sentndose
en un rincn, escribi en el dorso de la carta de Sukekur:
Visitar encantado al seor Munenori cuando desee llevar
a cabo un encuentro de esgrima conmigo. Como guerrero, no
es otro mi propsito al visitarle. Firm la nota con
Masana, un nombre formal que rara vez utilizaba.
Iori llam desde el pie de la escalera. Quiero que
me hagas un recado.
S, seor.
Quiero que entregues una carta al seor Yagy
Munenori. S, seor.
Segn la propietaria, todo el mundo saba dnde viva el
seor Munenori, pero de todos modos le explic cmo
llegar a su casa.
Ve por la calle principal hasta que llegues a la
carretera. Entonces sigue en lnea recta hasta Nihombashi.
Cruza a la izquierda y ve por la orilla del ro hasta llegar a
Kobikich. Es ah, no tiene prdida.
Gracias dijo Iori, el cual ya se haba calzado las
sandalias. Estoy seguro de que lo encontrar.
Le encantaba la oportunidad de salir, sobre todo porque
su destino era la casa de un importante daimy. Sin pensar
en la hora que era, se alej rpidamente, agitando los brazos
y manteniendo la cabeza orgullosamente erguida.
Cuando Musashi le vio doblar la esquina, pens: Tiene
demasiada confianza en s mismo para su propio bien.
El pulidor de almas
Buenas noches dijo Musashi.
Nada en la casa de Zushino Ksuke sugera que era un
negocio. Careca de la entrada con verja que presentaban la
mayor parte de las tiendas, y no exhiba ninguna clase de
mercanca. Musashi se qued en el pasadizo con suelo de
tierra a la izquierda de la casa. A su derecha haba una
seccin elevada, con suelo de tatami y separada de la
habitacin contigua por medio de un biombo.
El hombre que dorma sobre el tatami con los brazos
apoyados en una caja de caudales se pareca a un sabio
taosta al que Musashi haba visto cierta vez en una
pintura. El rostro largo y delgado tena el color grisceo de
la arcilla. Musashi no detect en l ni un pice de la viveza
que suele caracterizar a los artesanos de la espada.
Buenas noches repiti Musashi, alzando un poco
ms la voz.
Cuando su voz penetr en el letargo de Ksuke, el
artesano alz la cabeza muy lentamente. Era como si se
despertara de un sueo de siglos.
Limpindose la saliva del mentn y enderezndose, le
pregunt lnguidamente:
Puedo servirte en algo?
Musashi tuvo la impresin de que un hombre como
aqul podra embotar ms tanto las espadas como las almas,
pero de todos modos le tendi su arma y le explic el
motivo de su visita.
Djame que le eche un vistazo.
Ksuke alz los hombros con un gesto de distincin.
Apoyando la mano izquierda en la rodilla, extendi la
derecha para coger la espada, al tiempo que inclinaba la
cabeza hacia ella.
Extrao personaje pens Musashi. Apenas
reconoce la presencia de un ser humano pero se inclina
cortsmente ante una espada.
Sujetando en la boca un trozo de papel, Ksuke extrajo
despacio la hoja de la vaina. La puso verticalmente delante
de l y la examin desde la empuadura a la punta. Los ojos
le brillaron, recordando a Musashi los ojos de cristal de una
estatua budista de madera.
Tras envainar de nuevo el arma, Ksuke dirigi una
mirada inquisitiva a Musashi.
Ven y toma asiento le dijo, retrocediendo para
hacer espacio, y le ofreci un cojn.
Musashi dej las sandalias en el suelo de tierra y subi
a la habitacin con tatami.
Ha pertenecido esta espada a tu familia durante
varias generaciones?
Oh, no. No es obra de un famoso artesano, nada de
eso.
La has usado en combate o la llevas con la finalidad
habitual?
No la he usado en el campo de batalla. No hay nada
especial en ella. Mira, un arma as es mejor que nada.
Humm. Ksuke mir directamente a los ojos de
Musashi y le pregunt: Cmo quieres que la pula?
Que cmo quiero...? No acabo de entenderte.
Quieres que la afile para que corte bien?
Bueno, es una espada. Cuanto ms limpio sea el
corte, tanto mejor.
Supongo que s convino Ksuke con un suspiro de
derrota.
Qu tiene eso de malo? No consiste el trabajo de un
artesano en afilar las espadas para que corten
adecuadamente?
Mientras hablaba, Musashi examinaba con curiosidad el
semblante de Ksuke.
El autoproclamado pulidor de almas empuj el arma
hacia Musashi y le dijo:
No puedo hacer nada por ti. Llvasela a otro.
Musashi pens que aquello era en verdad extrao. No
poda disimular una cierta contrariedad, pero no dijo nada.
Ksuke apret con firmeza los labios y no pareci
dispuesto a darle ninguna explicacin.
Mientras permanecan sentados en silencio, mirndose
el uno al otro, un hombre de la vecindad asom la cabeza a
la puerta.
Ksuke, tienes una caa de pescar? La marea est
alta y los peces bullen en el agua. Si me prestas una caa
dividir la captura contigo.
Result evidente que Ksuke consideraba al hombre
como una carga ms que no debera tener que soportar.
Pdesela prestada a otro le dijo en tono spero.
No creo que sea correcto matar a ningn ser vivo, y no
tengo en mi casa instrumentos para asesinar.
El hombre se apresur a marcharse y Ksuke pareci
ms malhumorado que antes.
Otro podra haberse desanimado y tomado el portante,
pero la curiosidad que senta Musashi le retuvo all. Haba
algo atrayente en aquel hombre, algo que no era ingenio ni
inteligencia, sino una tosca bondad natural como la de una
jarra de sake de Karatsu o un cuenco de t confeccionado
por Nonk. De la misma manera que a menudo las piezas
de alfarera presentan una mcula que evoca su proximidad
a la tierra, en una zona semicalva a un lado de la cabeza
Ksuke tena una lesin que se haba embadurnado con
ungento.
Mientras procuraba ocultar su creciente fascinacin,
Musashi le dijo:
Qu es lo que te impide pulimentar mi espada?
Acaso es de tan mala calidad que no puedes afilarla como
es debido?
Por supuesto que no. T eres el propietario, y sabes
tan bien como yo que es una espada de Bizen perfecta.
Tambin s que quieres que la afile con la intencin de
cortar los cuerpos de seres humanos.
Y qu tiene eso de malo?
Eso es lo que dicen todos. Qu tiene de malo querer
que arregle una espada para que corte mejor? Si la espada
corta, se sienten felices.
Pero un hombre que trae una espada para que la
pulan naturalmente quiere...
Espera un momento. Ksuke alz una mano.
Tardar cierto tiempo en explicrtelo. Primero me gustara
que echaras otro vistazo al letrero sobre la puerta de mi
taller.
Dice que se pulen almas, o eso creo por lo menos.
Es que hay otra manera de leer los caracteres?
No. Como puedes ver, no dice una sola palabra sobre
pulir espadas. Mi trabajo consiste en pulir las almas de los
samurais que entran aqu, no sus armas. La gente no lo
entiende, pero eso es lo que me ensearon cuando estudi la
pulimentacin de espadas.
Comprendo dijo Musashi, aunque en realidad no lo
comprenda.
Puesto que procuro regirme por las enseanzas de mi
maestro, me niego a pulir las espadas de los samurais que se
complacen en matar.
Bueno, es una postura comprensible, pero dime,
quin fue ese maestro tuyo?
Eso tambin est escrito en el letrero. Estudi en la
casa de Hon'ami, y me ense el mismo Hon'ami Ketsu en
persona. Ksuke cuadr orgullosamente los hombros al
pronunciar el nombre de su maestro.
Eso que dices es interesante. Resulta que conozco a
tu maestro y su excelente madre, Mysh.
Musashi le cont su encuentro con ellos en el campo
cercano al Rendaiji y que ms tarde haba pasado unos das
en su casa. El asombrado Ksuke se qued un rato
mirndole fijamente.
Eres t por casualidad el hombre que caus una gran
agitacin en Kyoto hace algunos aos al derrotar a la
escuela Yoshioka en Ichijji? Creo que se llamaba
Miyamoto Musashi.
se es mi nombre dijo Musashi, ruborizndose
levemente.
Ksuke se ech un poco atrs e hizo una reverencia
deferente, al tiempo que deca:
Perdname. No debera haberte sermoneado. No tena
idea de que estaba hablando con el famoso Miyamoto
Musashi.
No te preocupes ms por eso. Tus palabras han sido
muy instructivas. El carcter de Ketsu se revela en las
lecciones que ensea a sus alumnos.
Como sin duda sabes, la familia Hon'ami sirvi a los
shogunes Ashikaga. De vez en cuando tambin los han
llamado para pulir las espadas del emperador. Ketsu
siempre deca que las espadas japonesas no han sido
creadas para matar o herir a la gente sino para mantener el
gobierno imperial y proteger a la nacin, para someter a los
diablos y expulsar el mal. La espada es el alma del samurai,
y la lleva sin otro propsito que mantener su propia
integridad. Es una admonicin omnipresente al hombre que
gobierna a otros hombres y, al hacerlo as, trata de seguir el
Camino de la Vida. Es muy natural que el artesano que pule
la espada deba tambin pulir el espritu de quien la maneja.
Cuan cierto es lo que dices convino Musashi.
Ketsu deca que ver una buena espada es ver la luz
sagrada, el espritu de la paz y la tranquilidad de la nacin.
Detestaba tocar una mala espada. Incluso estar cerca de una
usada le causaba nuseas.
Comprendo. Me ests diciendo que has percibido
algo malo en mi espada?
En absoluto. Slo me he sentido un poco deprimido.
Desde que llegu a Edo, he trabajado con un buen nmero
de armas, pero ninguno de sus propietarios pareca tener el
menor atisbo del verdadero significado de la espada. A
veces dudo de que tengan almas que pulir. Lo nico que les
interesa es descuartizar a un hombre o partirle la cabeza...
con yelmo y todo. Es algo que llega a ser muy fatigoso. Por
eso puse un nuevo letrero hace unos das, pero no parece
surtir mucho efecto.
Y yo he venido para pedirte lo mismo, no es cierto?
Comprendo cmo te sientes.
Bueno, eso es un principio. Contigo las cosas pueden
llegar a ser un poco diferentes. Pero sinceramente, cuando
he visto la hoja de tu espada me he sobresaltado. Todas
esas muescas y manchas..., manchas producidas por carne
humana. Pens que eras otro estpido rnin, como tantos
hay, orgulloso de s mismo por cometer una serie de
asesinatos insensatos.
Musashi inclin la cabeza. La voz de Ketsu sala de la
boca de Ksuke.
Te estoy agradecido por esta leccin le dijo.
Llevo espada desde mi adolescencia, pero nunca haba
pensado bastante a fondo en el espritu que reside en ella.
En el futuro, tendr en cuenta lo que has dicho.
Ketsu pareci muy aliviado.
En ese caso, te pulir tu espada. O quiz debera
decir que considero un privilegio para un hombre de mi
profesin poder pulir el alma de un samurai como t.
Se haba hecho de noche, y las luces estaban encendidas.
Musashi decidi que era hora de marcharse.
Espera le dijo Ksuke. Tienes otra espada para
llevarla mientras trabajo en sta?
No, slo tengo la espada larga.
En ese caso, por qu no eliges una para sustituirla?
Me temo que ninguna de las que tengo aqu son muy
buenas, pero ven a echar un vistazo.
Precedi a Musashi a la habitacin del fondo, donde
sac de un armario varias espadas y las aline sobre el
tatami.
Puedes quedarte cualquiera de ellas le ofreci.
A pesar de las modestas palabras del artesano, todas las
armas eran de excelente calidad. A Musashi le result difcil
elegir una hoja entre aquella deslumbrante exhibicin, pero
finalmente seleccion una y en seguida se enamor de ella.
Le bastaba tenerla en las manos para percibir el esmero que
haba puesto el artesano en su confeccin. Extrajo la hoja de
la vaina y confirm su impresin: era en verdad una
hermosa pieza de artesana, que probablemente databa del
perodo Yoshino en el siglo XIV. Importunado por la duda
de si sera demasiado elegante para l, una vez la hubo
acercado a la luz y examinado, not que sus manos se
mostraban reacias a soltarla.
Puedo tomar sta? pregunt, incapaz de aadir
en prstamo.
Tienes el ojo de un experto observ Ksuke
mientras guardaba las dems espadas.
Por primera vez en su vida, Musashi supo qu es la
codicia. Saba que sera intil proponer la compra de la
espada, pues el precio superara con mucho sus medios,
pero de todos modos no pudo evitarlo.
Supongo que no querras vender esta espada, me
equivoco?
Por qu no?
Cunto pides por ella?
Te la dar por lo mismo que pagu yo.
Cunto pagaste?
Veinte piezas de oro.
Era una suma casi inconcebible para Musashi.
Sera mejor que te la devuelva dijo en tono
vacilante.
Por qu? replic Ksuke, mirndole perplejo.
Te la prestar durante tanto tiempo como la necesites.
Anda, cgela.
No. Eso hara que me sintiera todava peor. Quererla
como la quiero ya es bastante malo. Si la tuviera conmigo
durante un tiempo, separarme luego de ella sera una
tortura.
De veras te gusta tanto? Ksuke mir
alternativamente la espada y a Musashi. Muy bien,
entonces, te la dar... en matrimonio, por as decirlo. Pero a
cambio espero un regalo apropiado.
Musashi se qued desconcertado, pues no tena
absolutamente nada que ofrecerle.
He odo decirle a Ketsu que tallas estatuillas. Sera
un honor para m que me hicieras una imagen de Kannon.
Ese sera suficiente pago.
La ltima imagen de Kannon que Musashi haba tallado
era la que dej en Htengahara.
Ahora no tengo ninguna a mano le dijo, pero en
los prximos das te tallar algo. Entonces... puedo
quedarme la espada?
Desde luego. No esperaba tener la talla ahora mismo.
Por cierto, en vez de alojarte en esa posada, por qu no te
quedas con nosotros? Tenemos una habitacin sin usar.
Eso sera perfecto dijo Musashi. Si viniera
maana, podra ponerme a trabajar de inmediato en la talla.
Ven a ver la habitacin le urgi Ksuke, quien
tambin estaba contento y excitado.
Musashi le sigui por el pasillo exterior, al final del cual
haba un tramo de seis escalones. Entre la planta baja y el
primer piso, sin pertenecer del todo a una ni al otro, haba
una habitacin de ocho esteras. A travs de la ventana
Musashi vio las hojas cargadas de roco de un
albaricoquero.
Ksuke seal un tejado cubierto de conchas de ostra y
dijo:
Ah est mi taller.
La esposa del artesano, como si ste la hubiera llamado
mediante una seal secreta, lleg con sake y unas golosinas.
Cuando los dos hombres se sentaron, la distincin entre
anfitrin y husped pareci evaporarse. Se relajaron, con
las piernas extendidas, y se hablaron con toda sinceridad,
dejando de lado las cortapisas normalmente impuestas por
la etiqueta. Por supuesto, la conversacin gir en torno a su
tema favorito.
Todo el mundo aparenta estar de acuerdo con la
importancia de la espada dijo Ksuke. Cualquiera te
dir que la espada es el alma del samurai y que una
espada es uno de los tres sagrados tesoros del pas
[11]
, pero
la manera en que la gente trata realmente a las espadas es
escandalosa, y me refiero tanto a los samurais como a los
sacerdotes y el pueblo llano. Cierta vez me dediqu a visitar
santuarios y casas antiguas donde hubo en otro tiempo
colecciones de hermosas espadas, y puedo asegurarte que la
situacin es escandalosa.
Ahora las plidas mejillas de Ksuke haban enrojecido.
Los ojos le ardan de entusiasmo y la saliva que se
acumulaba en las comisuras de su boca rociaba en ocasiones
la cara de su interlocutor.
No se cuida como es debido casi ninguna de las
famosas espadas del pasado. En el santuario de Suwa, en la
provincia de Shinano, hay ms de trescientas espadas.
Podran ser clasificadas como reliquias de familia, pero
encontr slo cinco que no estaban oxidadas. El santuario
de mishima, en Iyo, es clebre por su coleccin..., tres mil
espadas que se remontan a muchos siglos atrs, pero
despus de pasar un mes all, descubr que slo diez hojas
estaban en buenas condiciones. Es repugnante! Ksuke
hizo una pausa para recobrar el aliento y sigui diciendo:
El problema parece ser que cuanto ms antigua y famosa es
una espada, tanto ms tiende su propietario a guardarla en
un lugar seguro, pero entonces nadie puede cuidar de ella, y
la hoja se oxida cada vez ms.
Los propietarios son como padres que protegen a sus
hijos tan celosamente que los nios crecen como idiotas. En
el caso de los nios, siempre nacen ms y no importa que
unos cuantos sean estpidos, pero las espadas...
Hizo otra pausa para tragar saliva, alz sus delgados
hombros todava ms y, con un destello en los ojos,
declar:
Ya hemos tenido todas las buenas espadas que
existirn jams. Durante las guerras civiles, los forjadores de
espadas se volvieron descuidados..., qu digo, totalmente
chapuceros! Se olvidaron de sus tcnicas, y las espadas se
han ido deteriorando desde entonces.
Lo nico que se puede hacer es cuidar mejor de las
espadas antiguas. Hoy los artesanos pueden tratar de imitar
las espadas de antao, pero nunca conseguirn fabricar nada
tan bueno. No te encoleriza pensar en ello?
Bruscamente se puso en pie.
Fjate en esto. Sac una espada de extraordinaria
longitud y la tendi a su husped para que la inspeccionara
. Es un arma esplndida, pero est cubierta por la peor
clase de orn.
El corazn de Musashi dio un vuelco. Sin duda alguna,
la espada era la llamada Palo de Secar, perteneciente a
Sasaki Kojir. Al verla, los recuerdos acudieron en tropel a
su mente.
Domin sus emociones y dijo calmosamente:
Es una espada larga de veras, no es cierto? Supongo
que slo puede manejarla todo un samurai.
Imagino que s convino Ksuke. No hay muchas
como sta. Sac la hoja, volvi el dorso hacia Musashi y
se la dio por la empuadura. Mira, est muy oxidada...,
aqu, aqu y aqu. Pero de todos modos la han usado.
Ya veo.
Es una pieza artesana muy peculiar, probablemente
forjada en el perodo Kamakura. En estas espadas antiguas,
el orn es slo una pelcula relativamente delgada. Si la hoja
fuese nueva, jams podra quitarle las manchas. En las
espadas nuevas, las manchas de orn son como llagas
malignas que devoran el mismo corazn del metal.
Musashi invirti la posicin de la espada, de modo que
el dorso de la hoja estaba hacia Ksuke, y le pregunt:
Dime, te ha trado esta espada su propietario en
persona?
No. Me hallaba en casa del seor Hosokawa, por
unos asuntos, y uno de los servidores ms veteranos,
Iwama Kakubei, me pidi que pasara por su casa cuando
regresara. As lo hice, y me dio esta espada para trabajarla.
Me dijo que pertenece a un invitado suyo.
Las guarniciones tambin son buenas observ
Musashi, la mirada todava fija en el arma.
Es una espada de combate. El hombre la ha llevado a
la espalda hasta ahora, pero quiere llevarla al costado, por
lo que me ha pedido que arregle la vaina. Debe de ser un
hombre muy alto. O bien se trata de eso o bien tiene un
brazo muy experimentado.
El sake haba empezado a surtir efecto en Ksuke, a
juzgar por su manera de arrastrar las palabras. Musashi
lleg a la conclusin de que era hora de partir, cosa que hizo
con el mnimo de ceremonia.
Era mucho ms tarde de lo que haba credo. No haba
luces en la vecindad.
Una vez dentro de la posada, tante en la oscuridad,
buscando la escalera para subir al primer piso. Haban
extendido dos jergones, pero ambos estaban vacos. La
ausencia de Iori le hizo sentirse incmodo, pues sospech
que el muchacho deambulaba perdido por las calles de
aquella ciudad grande y desconocida.
Regres a la planta baja y sacudi al portero nocturno
hasta despertarle.
Todava no ha vuelto? pregunt el hombre, el cual
pareci ms sorprendido que Musashi. Cre que estaba
contigo!
Como saba que permanecera despierto y mirando el
techo hasta que Iori volviera, Musashi sali a la noche negra
como la laca y aguard cruzado de brazos bajo los aleros.
El zorro
Es esto Kobikich?
A pesar de que le haban asegurado repetidas veces que
lo era, Iori an tena sus dudas. Las nicas luces visibles en
la amplia extensin de tierra pertenecan a las chozas
improvisadas de carpinteros y albailes, las cuales eran
pocas y estaban dispersas. Ms all, a lo lejos, se
distinguan las olas blancas, espumeantes, de la baha.
Cerca del ro haba montones de piedras y rimeros de
tablas, y aunque Iori saba que en todo Edo se levantaban
edificios a un ritmo febril, le pareci improbable que el
seor Yagy hubiera construido su residencia en semejante
zona.
Y ahora qu?, se pregunt, abatido, sentndose en
unos maderos. Estaba cansado y le ardan los pies. Para
refrescarlos, movi los dedos sobre la hierba humedecida
por el roco. Pronto la tensin se redujo y el sudor se sec,
pero segua sintindose muy desanimado.
La culpa la tiene esa vieja de la posada dijo para sus
adentros. No saba de qu estaba hablando. El tiempo
que l mismo haba dedicado a contemplar embobado el
ambiente en el distrito teatral de Sakaich se haba
esfumado de su mente.
Era ya tarde y no pasaba nadie a quien pudiera
preguntar la direccin. No obstante, la idea de pasar la
noche en aquel entorno desconocido le haca sentirse
inquieto. Tena que completar su recado y regresar a la
posada antes de que amaneciera, aunque para ello tuviera
que despertar a uno de los trabajadores.
Al aproximarse a la choza ms prxima iluminada, vio a
una mujer con un trozo de estera atado a la cabeza como si
fuese un chal.
Buenas noches, seora le dijo inocentemente.
Confundindole con el dependiente de una tienda de
sake cercana, la mujer le mir irritada y dijo bruscamente:
Has sido t, verdad? Me has tirado una piedra y
echado a correr. No es cierto, mocoso?
No he sido yo protest Iori. Nunca te haba
visto!
La mujer se le acerc tambalendose, y entonces se ech
a rer.
No dijo, no eres t. Qu est haciendo un chico
tan mono por ah a estas horas de la noche?
Me han enviado a hacer un recado, pero no puedo
encontrar la casa que estoy buscando.
La casa de quin?
Del seor Yagy de Tajima.
Ests de guasa? La mujer se ech a rer. El
seor Yagy es un daimy y un maestro del shgun. Crees
que abrir sus puertas a un arrapiezo como t? Volvi a
rerse. Quiz conoces a alguno de sus criados.
He trado una carta.
Para quin?
Para un samurai llamado Kimura Sukekur.
Debe de ser uno de sus servidores. Pero qu divertido
eres... mencionar el nombre del seor Yagy como si le
conocieras.
Slo quiero entregar esta carta. Si sabes dnde est la
casa, dmelo.
Est al otro lado del foso. Cruza ese puente de ah y
estars delante de la casa del seor Kii. La siguiente es la del
seor Kyogoku y las dos siguientes la del seor Kat y la
del seor Matsudaira de Su. Alz los dedos y cont los
almacenes, slidamente construidos, en la orilla opuesta.
Estoy segura de que la casa al lado de las que acabo de
decirte es la que buscas.
Si cruzo el foso, seguir estando en Kobikich?
Pues claro.
Pero qu estpido...
Vamos, vamos, sa no es manera de hablar. Humm,
pareces un chico simptico. Ir contigo y te mostrar la
casa del seor Yagy.
Ech a andar delante de Iori, el cual pens que la mujer,
con aquel trozo de estera en la cabeza, pareca un fantasma.
Estaban en la mitad del puente cuando un hombre que
vena hacia ellos pas rozando la manga de la mujer y silb.
Heda a sake. Antes de que Iori supiera qu estaba
ocurriendo, la mujer se volvi y fue tras el borracho.
Te conozco le dijo con voz estridente. No pases
as por mi lado, no est bien.
Le cogi de la manga y tir de l hacia un lugar desde
donde podan meterse bajo el puente.
Sultame dijo l.
No quieres venir conmigo?
No tengo dinero.
Bah, no te preocupes. Aferrndose a l como una
sanguijuela, mir por encima del hombro y, al ver el
semblante sorprendido de Iori, le dijo: Anda, vete. Tengo
cosas que hacer con este caballero.
Con no poca perplejidad, Iori vio que los dos se
zarandeaban. Poco despus, la mujer pareci salirse con la
suya y ambos desaparecieron bajo el puente. Todava
extraado, el muchacho fue al pretil y mir la orilla del ro
cubierta de hierba.
La mujer alz la vista y, al tiempo que gritaba
idiota!, le tir una piedra.
Iori trag saliva, esquiv el proyectil y se dirigi al
extremo del puente. En todos los aos que haba vivido en
la yerma planicie de Htengahara, jams haba visto nada
tan aterrador como el rostro blanco y colrico de aquella
mujer en la oscuridad.
Cruz al otro lado del ro y se encontr ante un
almacn, a cuyo lado haba una valla, luego otro almacn,
otra valla y as sucesivamente a lo largo de la calle. Aqu
debe de ser, se dijo cuando lleg al quinto edificio. En la
pared enyesada, de un blanco reluciente, haba un blasn en
forma de sombrero femenino. Iori saba, por la letra de una
cancin popular, que aqul era el blasn de la familia
Yagy.
Quin est ah? preguntaron desde el interior del
portal.
Iori, hablando tan alto como se atreva a hacerlo,
respondi:
Soy el discpulo de Miyamoto Musashi. Traigo una
carta.
El centinela dijo unas palabras que Iori no entendi. En
el portal haba una puertecilla, a travs de la cual la gente
poda entrar y salir sin necesidad de abrir la grande y
pesada puerta. Al cabo de unos segundos, la puerta se abri
lentamente, y el hombre pregunt con suspicacia:
Qu ests haciendo aqu a estas horas?
Iori puso la carta ante las mismas narices del guardin.
Por favor, entrega esto. Si hay respuesta, me la
llevar.
Humm musit el hombre, cogiendo la carta. Es
para Kimura Sukekur, eh?
S, seor.
Pues no est aqu.
Dnde est?
Se encuentra en la casa de Higakubo.
Qu? Todo el mundo me ha dicho que la casa del
seor Yagy estaba en Kobikich.
La gente dice eso, pero lo cierto es que aqu no hay
ms que almacenes..., arroz, lea y algunas otras cosas.
Entonces el seor Yagy no vive aqu?
As es.
Y ese otro sitio..., Higakubo..., est muy lejos?
S, bastante lejos.
Dime exactamente dnde.
En las colinas que se levantan fuera de la ciudad, en el
pueblo de Azabu.
Nunca haba odo hablar de l. Iori suspir,
decepcionado, pero su sentido de la responsabilidad le
impidi abandonar. Te importara dibujarme un plano,
seor?
No seas tonto. Aunque conocieras el camino,
tardaras toda la noche en llegar all.
No me importa.
En Azabu hay muchos zorros. No querrs ser
embrujado por un zorro, no es cierto?
[12]
No.
Conoces bien a Sukekur?
Mi maestro le conoce.
Te dir qu vamos a hacer. Como es demasiado tarde,
por qu no duermes un poco en el granero y vas all por la
maana?
Dnde estoy? pregunt Iori, restregndose los ojos.
Se puso en pie de un salto y corri al exterior. El sol del
medioda le deslumbre.
Entrecerrando los ojos, se dirigi al portal, donde el
guardin estaba almorzando.
Vaya, por fin te has levantado.
S, seor. Podras dibujarme ahora ese plano?
Tienes prisa, eh, dormiln? Toma, ser mejor que
primero comas algo. Hay suficiente para los dos.
Mientras el muchacho masticaba y tragaba, el guardin
bosquej un tosco plano y le explic la manera de llegar a
Higakubo. Terminaron de comer al mismo tiempo, e Iori,
espoleado por la importancia de su misin, parti a la
carrera, sin detenerse un momento a pensar que Musashi
podra estar preocupado por su tardanza en regresar a la
posada.
Recorri con rapidez las calles concurridas hasta que
lleg a las proximidades del castillo de Edo, donde las casas
imponentes de los principales daimy se alzaban en el
terreno entre el sistema cuadriculado de fosos. Mir a su
alrededor y camin ms lentamente. Los canales estaban
llenos de embarcaciones de carga. Los muros de piedra del
castillo estaban cubiertos de andamios de troncos, los
cuales parecan desde lejos las espalderas de bamb
utilizadas para cultivar dondiegos de da.
Volvi a perder tiempo en una zona llamada Hibiya,
donde los speros sonidos de los escoplos y los ruidos
sordos de las hachas elevaban un himno discordante al
poder del nuevo shogunado.
Iori se detuvo. Estaba hipnotizado por el espectculo
de los trabajos de construccin: los obreros que levantaban
rocas enormes, los carpinteros con sus cepillos y sierras y
los samurais, los gallardos samurais que lo supervisaban
todo. Cunto deseaba crecer y ser como ellos!
Una alegre cancin brotaba de las gargantas de aquellos
hombres que levantaban rocas:
Arrancaremos las flores
en los campos de Musashi...
Las gencianas, las campanillas,
flores silvestres exhibidas
en confuso desorden.
Y esa adorable chiquilla
la flor que no es posible arrancar,
humedecida por el roco...,
tan slo mojar tu manga,
como lgrimas que caen.
Iori se qued all, encantado. Antes de que se diera
cuenta, el agua de los fosos estaba adquiriendo una
coloracin rojiza y los graznidos de los cuervos nocturnos
llegaban a sus odos.
Oh, no, ya casi se ha puesto el sol musit,
compungido.
Reanud su camino y durante un rato avanz a toda
prisa, sin prestar atencin a nada ms que el plano dibujado
por el guardin. Pronto subi por el sendero de la colina de
Azabu, el cual discurra entre una vegetacin tan espesa que
era como si fuese medianoche. Pero una vez en la cima, Iori
vio que el sol an estaba en el cielo, aunque bajo sobre el
horizonte.
La colina apenas estaba habitada, y el pueblo de Azabu
no era ms que unas cuantas casas diseminadas entre los
campos, en el valle que se extenda al pie. En aquel mar de
hierba y rboles antiguos, escuchando el gorgoteo de los
arroyuelos que se despeaban por la vertiente, Iori sinti
que su fatiga ceda el paso a una extraa sensacin de
bienestar. Tena una vaga conciencia de que el lugar donde
se encontraba era histrico, aunque no saba por qu. De
hecho, era el mismo lugar que diera nacimiento a los grandes
clanes guerreros del pasado, tanto a los Taira como a los
Minamoto.
Oy el retumbante sonido de un tambor, de la clase que
sola utilizarse en los festivales shintostas. Colina abajo,
visible desde el bosque, estaban los gruesos troncos
cruzados sobre la cumbrera de un santuario. Iori no saba
que se trataba del gran santuario de Iigura, sobre el que
haba estudiado, el famoso edificio consagrado a la diosa
solar de Ise.
El santuario no resista la comparacin con el enorme
castillo que el chiquillo acababa de ver, ni siquiera con los
majestuosos portales en las residencias de los daimy. En
su sencillez era casi indistinguible de las granjas que lo
rodeaban, y a Iori le sorprendi que la gente hablara con
ms reverencia de la familia Tokugawa que de la ms
sagrada de las deidades. Significaba eso que los Tokugawa
eran ms grandes que la diosa solar? Pens que debera
preguntrselo a Musashi cuando regresara.
Sac su plano y lo examin, mir a su alrededor y de
nuevo el plano. No haba ninguna seal de la mansin de
Yagy.
La niebla nocturna que se extenda por el terreno le
produca una inquietante sensacin de misterio. Haba
experimentado antes algo similar, cuando en una habitacin
con la shoji cerrada la luz del sol poniente incida en el
papel de arroz, de modo que el interior pareca iluminarse
ms mientras el exterior se oscureca. Naturalmente,
semejante ilusin de crepsculo no es ms que eso, una
ilusin, pero el muchacho la not con tal intensidad, en
varios destellos, que se restreg los ojos como para eliminar
su aturdimiento. Saba que no estaba soando, y mir a su
alrededor con recelo.
Vaya, bastardo furtivo! grit, al tiempo que daba
un salto adelante y desenvainaba su espada. Con el mismo
movimiento dio un tajo a las altas hierbas delante de l.
Con un aullido de dolor, un zorro salt de su escondite
y se alej a toda prisa, la cola brillante de sangre que le
manaba de una herida en los cuartos traseros.
Bestia demonaca!
Iori corri en su persecucin, y aunque el zorro era
rpido, el chico tambin lo era. Cuando la cojeante criatura
se tambale, Iori se abalanz contra ella, seguro de su
victoria. Pero el zorro se escabull gilmente y apareci de
nuevo a varias varas de distancia. Por muy rpido que Iori
le atacara, el animal se las ingeniaba para zafarse en cada
ocasin.
En las rodillas de su madre, Iori haba escuchado
innumerables cuentos que demostraban sin sombra de duda
que los zorros tenan el poder de embrujar y poseer a los
seres humanos. Le gustaban casi todos los dems animales,
incluso los jabales y las ftidas zarigeyas, pero detestaba
a los zorros, a la vez que los tema. En su opinin,
tropezarse con aquella astuta criatura acechante entre la
hierba slo poda significar una cosa: era el culpable de que
l no encontrara su camino. Estaba convencido de que un
ser traidor y maligno le haba seguido desde la noche
anterior y, unos momentos antes, le haba sometido a su
malvolo hechizo. Si no lo mataba ahora, estaba seguro de
que volvera a hechizarle. Iori estaba dispuesto a perseguir a
su presa hasta el fin de la tierra, pero el zorro salt desde el
borde de un barranco y se perdi en la espesura.
El roco brillaba en las flores silvestres. Exhausto y
sediento, Iori se dej caer al suelo y lami la humedad de
una hoja de menta. Por fin su respiracin se seren,
mientras el sudor le perlaba la frente. El corazn le lata con
violencia. Adonde habr ido?, se pregunt en voz alta.
Si el zorro se haba marchado de veras, tanto mejor,
pero Iori no saba qu creer. Puesto que haba herido al
animal, estaba seguro de que ste se vengara de una manera
u otra. Resignado, permaneci sentado y esper.
Cuando empezaba a sentirse ms tranquilo, lleg a sus
odos un sonido misterioso. Iori mir a su alrededor con los
ojos muy abiertos. Es el zorro, estoy seguro, se dijo, y se
dispuso a oponer toda su fuerza de voluntad contra el
hechizo. Se apresur a levantarse y se humedeci las cejas
con saliva, lo cual se consideraba eficaz para protegerse
contra la influencia de los zorros.
A corta distancia apareci una mujer, como si flotara a
travs de la bruma nocturna, el rostro semioculto por un
velo de gasa sedosa. Montaba un caballo a mujeriegas, con
las riendas sueltas encima de la baja perilla. La silla era de
madera lacada con taracea de madreperla.
Se ha transformado en una mujer, pens Iori. Aquella
visin con velo, que tocaba una flauta y estaba silueteada
contra los tenues rayos del sol poniente, no poda ser de
ninguna manera una criatura de este mundo.
Mientras permaneca agachado entre la hierba como una
rana, Iori oy que una voz de ultratumba gritaba: Ots!,
y estuvo seguro de que proceda de uno de los compaeros
del zorro.
La amazona casi haba llegado a un desvo, donde un
camino diverga hacia el sur, y la parte superior de su
cuerpo tena un brillo rojizo. El sol, que se hunda tras las
colinas de Shibuya, estaba orlado de nubes.
Iori pens que si la mataba podra poner al descubierto
su verdadera forma de zorro. Aferr la empuadura de la
espada y se aprest, dicindose que, por suerte, la criatura
desconoca que l se encontraba all. Como todos aquellos
que conocen la verdad sobre los zorros, saba que el espritu
del animal se encontrara a unos pocos pies detrs de su
forma humana. Trag saliva, expectante, mientras esperaba
que la aparicin siguiera adelante y girase al sur.
Pero cuando el caballo lleg al desvo, la mujer dej de
tocar, puso la flauta en un envoltorio de tela y lo guard en
el obi. Alzndose el velo, escudri a su alrededor.
Ots! se oy gritar de nuevo.
Una plcida sonrisa apareci en el rostro de la mujer.
Estoy aqu, Hygo. Aqu arriba.
Iori vio que un samurai suba por el camino procedente
del valle, y se sobresalt al ver que cojeaba un poco al
andar. Aqul era el zorro al que haba herido! No haba
ninguna duda! No estaba disfrazado de hermosa tentadora
sino de apuesto samurai. La aparicin aterroriz a Iori.
Tembl violentamente y se orin encima.
Despus de que la mujer y el samurai hubieran
intercambiado algunas palabras, el samurai cogi el bocado
del caballo y lo condujo por delante del lugar donde estaba
escondido Iori.
Ahora es el momento, se dijo, pero su cuerpo no le
obedeci.
El samurai observ un ligero movimiento y mir a su
alrededor. Su mirada se pos directamente en el rostro
petrificado del muchacho. La luz de los ojos del samurai
pareca ms brillante que el borde del sol poniente. Iori se
postr y ocult la cara en la hierba. Jams en los catorce
aos de su vida haba experimentado semejante terror.
Al no ver nada alarmante en el muchacho, Hygo sigui
adelante. La cuesta era empinada, y tena que echar el
cuerpo atrs para tener a raya al caballo. Mirando a Ots
por encima del hombro, le pregunt amablemente:
Por qu has tardado tanto? Es demasiado tiempo
slo para ir al santuario y regresar. Mi to est preocupado
y me ha enviado a buscarte.
Sin responderle, Ots baj del caballo. Hygo se
detuvo.
Por qu bajas? Ocurre algo?
No, pero no es correcto que una mujer cabalgue
cuando un hombre camina. Caminemos juntos. Los dos
podemos sujetar el bocado.
La mujer ocup su lugar al otro lado del caballo.
Bajaron al valle cada vez ms oscuro y pasaron ante un
letrero que deca: Academia Sendan'en para sacerdotes de
la secta Zen Sd. El cielo se estaba llenando de estrellas,
y a lo lejos poda orse el ro Shibuya. El ro divida el valle
de Higakubo en dos sectores, norte y sur. Puesto que la
escuela, establecida por el monje Rintatsu, se hallaba en la
ladera norte, la gente llamaba informalmente a los
sacerdotes los tipos del norte. En cuanto a los tipos del
sur eran los hombres que estudiaban esgrima con Yagy
Munenori, cuyo establecimiento se encontraba
directamente al otro lado del valle.
Yagy Hygo era el favorito entre los hijos y nietos de
Yagy Sekishsai, y gozaba de una categora especial entre
los tipos del sur. Tambin se haba distinguido por
derecho propio. A los veinte aos de edad haba sido
llamado por el famoso general Kat Kiyomasa, quien le dio
una posicin en el castillo de Kumamoto, en la provincia de
Higo, con un estipendio de quince mil fanegas. Esto era
inaudito tratndose de un hombre tan joven, pero, despus
de la batalla de Sekigahara, Hygo empez a recelar de su
categora, debido al peligro que supona tener que alinearse
ya con los Tokugawa, ya con la faccin de Osaka. Tres
aos antes, utilizando la enfermedad de su abuelo como
pretexto, haba pedido permiso para ausentarse de
Kumamoto y regresar a Yamato. Luego, aduciendo que
necesitaba ms adiestramiento, haba viajado durante algn
tiempo por el campo.
Hygo conoci casualmente a Ots el ao anterior,
cuando fue a residir con su to. En los cuatro aos
anteriores, Ots haba llevado una existencia precaria, sin
que nunca pudiera librarse del todo de Matahachi, el cual la
haba arrastrado consigo a todas partes, diciendo con
elocuencia e insinceridad a los posibles patronos que ella
era su esposa. Si Matahachi hubiera estado dispuesto a
trabajar como aprendiz de carpintero, yesero o albail,
habra encontrado empleo el mismo da de su llegada a Edo,
pero prefiri imaginar que podran desempear juntos unas
tareas ms suaves, ella quiz como doncella de servicio, l
como empleado o contable.
No encontraron a nadie que quisiera emplearles, y se las
arreglaron para sobrevivir haciendo trabajos espordicos.
Transcurrieron los meses, y Ots, confiando en que as su
atormentador estara tranquilo y satisfecho, haba cedido a
todos sus deseos con excepcin de la entrega de su cuerpo.
Cierto da caminaban por la calle cuando se encontraron
con el desfile de un daimy. Junto con todos los dems
transentes, se colocaron a un lado de la calzada y
adoptaron una actitud adecuadamente respetuosa.
Los palanquines y cofres lacados tenan grabado el
blasn de Yagy. Ots haba alzado la vista lo suficiente
para verlo, y los recuerdos de Sekishsai y los das felices
que pasara en el castillo de Koyagy llenaron su corazn.
Ojal estuviera ahora de nuevo en aquella apacible tierra de
Yamato! Con Matahachi a su lado, la joven slo pudo
contemplar en silencio el desfile del squito.
Eres Ots, no es cierto?
El sombrero cnico de juncos ocultaba buena parte del
rostro del samurai, pero al aproximarse ms, Ots vio que
se trataba de Kimura Sukekur, un hombre al que recordaba
con afecto y respeto. No podra haberse sentido ms
asombrada y agradecida si hubiera sido el mismo Buda,
aureolado por la luz maravillosa de la compasin infinita.
Apartndose del lado de Matahachi, Ots corri hacia
Sukekur, el cual en seguida se ofreci a llevarla a casa
consigo.
Cuando Matahachi abri la boca para protestar,
Sukekur le dijo perentoriamente:
Si tienes algo que decir, ve a Higakubo y dilo all.
Impotente ante la prestigiosa Casa de Yagy,
Matahachi se mordi el labio. La ira y la frustracin se
apoderaron de l mientras contemplaba con semblante
hosco cmo su precioso tesoro hua de l.
Una carta urgente
A los treinta y ocho aos, Yagy Munenori estaba
considerado como el mejor de todos los espadachines. Esto
no haba evitado que su padre estuviera continuamente
preocupado por su quinto hijo. Ojal pudiera dominar ese
carcter caprichoso que tiene, sola decirse, o: Es
posible que alguien tan obstinado pueda llegar a ocupar una
alta posicin?.
Haban transcurrido catorce aos desde que Tokugawa
Ieyasu encarg a Sekishsai que seleccionara entre los
miembros de su familia un tutor para Hidetada. Sekishsai
prescindi de sus dems hijos, as como de sus nietos y
sobrinos. Munenori no era ni particularmente brillante ni
estaba dotado de una virilidad heroica, pero era un hombre
de buen juicio, un hombre prctico a quien no agradaba
perderse en las nubes. No posea ni la gran estatura de su
padre ni el genio de Hygo, pero era digno de confianza y,
lo ms importante de todo, comprenda el principio cardinal
del estilo Yagy, a saber, que el autntico valor del Arte de
la Guerra estriba en su aplicacin al gobierno.
Sekishsai no haba interpretado mal los deseos de
Ieyasu. Al general conquistador no le interesaba un
espadachn que le enseara slo sus habilidades tcnicas.
Unos aos antes de la batalla de Sekigahara, el mismo
Ieyasu haba estudiado con un maestro de la espada llamado
Okuyama, con el objetivo, como l mismo deca con
frecuencia, de adquirir la visin necesaria para supervisar
el pas.
No obstante, Hidetada era ahora el shgun, y sera
inconveniente que el instructor del shgun fuese un hombre
que pudiera perder en el combate verdadero. De un samurai
en la posicin de Munenori se esperaba que superase
cualquier desafo y demostrase que la habilidad con la
espada de los Yagy careca de rival. Munenori tena la
sensacin de que le escrutaban y ponan a prueba
continuamente, y si bien otros podran considerarle
afortunado por haber sido elegido para un cargo tan
distinguido, l mismo a menudo envidiaba a Hygo y
deseaba poder vivir como lo haca su sobrino.
En aquellos momentos Hygo recorra el pasillo exterior
que conduca al aposento de su to. Aunque la casa era de
considerables proporciones, no tena un aspecto
majestuoso ni el mobiliario se distingua por su riqueza. En
vez de emplear a carpinteros de Kyoto para que crearan
una morada airosa y elegante, Munenori haba confiado a
propsito el trabajo a constructores locales, hombres
acostumbrados al estilo guerrero, robusto y espartano de
Kamakura. Aunque los rboles eran relativamente escasos y
las colmas eran ms bien bajas, Munenori haba elegido el
slido estilo rstico de arquitectura cuyo paradigma era la
antigua casa principal en Koyagy.
To le llam Hygo suave y cortsmente mientras
se arrodillaba en la terraza en el exterior de la habitacin de
Munenori.
Eres t, Hygo? le pregunt Munenori sin
apartar los ojos del jardn.
Puedo pasar?
Tras haber recibido permiso para entrar, Hygo se
adentr en la habitacin de rodillas. Se haba tomado no
pocas libertades con su abuelo, que tena cierta tendencia a
mimarle, pero saba que no deba hacer lo mismo con su to.
Aunque Munenori no era un ordenancista, se mostraba
inflexible con respecto a la etiqueta. Ahora, como de
costumbre, estaba sentado a la manera estrictamente formal.
En ocasiones Hygo senta lstima de l.
Y Ots? le pregunt Munenori, como si la llegada
de Hygo le hubiera recordado a la joven.
Ha vuelto. Slo haba ido al santuario de Hikawa,
como suele hacer a menudo. Durante el camino de regreso,
dej que el caballo fuese un rato a sus anchas.
Saliste en su busca?
S, seor.
Munenori permaneci unos momentos en silencio. La
luz de la lmpara acentuaba su perfil adusto.
Me preocupa que una mujer joven viva aqu
indefinidamente. Nunca se sabe qu podra suceder. Le he
dicho a Sukekur que busque una ocasin propicia para
sugerirle que se vaya a otra parte.
En un tono levemente quejumbroso, Hygo replic:
Me han dicho que no tiene ningn lugar donde ir.
El cambio de actitud de su to le sorprenda, pues
cuando Sukekur trajo a Ots a casa y la present como
una mujer que haba servido bien a Sekishsai, Munenori la
salud cordialmente y le dijo que poda quedarse all tanto
tiempo como deseara.
No te compadeces de ella?
S, pero hay un lmite a lo que puedes hacer por la
gente.
Crea que la tenas bien considerada.
Eso no guarda ninguna relacin con lo que estamos
tratando. Cuando una mujer joven vive en una casa llena de
hombres, lo ms probable es que haya habladuras. Y la
situacin es difcil para los hombres. Uno de ellos podra
hacer algo imprudente.
Esta vez Hygo guard silencio, pero no porque
hubiera tomado personalmente las observaciones de su to.
Tena treinta aos y, como los dems samurais jvenes, era
soltero, pero crea firmemente en que sus sentimientos
hacia Ots eran demasiado puros para que despertaran
dudas sobre sus intenciones. Haba puesto mucho cuidado
para disipar los recelos de su to al decirle que tena a Ots
en gran estima, aunque ni una sola vez admiti que sus
sentimientos iban ms all de la amistad.
Hygo tena la impresin de que el problema podra
radicar en su to. La esposa de Munenori proceda de una
familia altamente respetada y bien situada, de sas cuyas
hijas son entregadas a sus maridos el da de su boda en
palanquines con cortinas para que las vean los extraos. Sus
aposentos, junto con los de las dems mujeres, estaban
bastante separados de las partes ms pblicas de la casa,
por lo que prcticamente nadie saba si las relaciones del
seor y su esposa eran armoniosas. No era difcil imaginar
que a la seora de la casa podra desagradarle que jvenes
hermosas y casaderas estuvieran tan cerca de su marido.
Hygo rompi el silencio, diciendo:
Deja el asunto a Sukekur y a m. Juntos
encontraremos alguna solucin que no sea demasiado dura
para Ots.
Munenori asinti.
Cuanto antes, mejor se limit a decir.
En aquel momento Sukekur entr en la antecmara y,
depositando una caja de cartas sobre el tatami, se arrodill e
hizo una reverencia.
Su seora dijo respetuosamente.
Munenori se volvi hacia la antecmara y pregunt:
Qu ocurre?
Sukekur avanz arrastrndose sobre las rodillas.
Acaba de llegar a caballo un correo rpido de
Koyagy.
Un correo rpido? se apresur a repetir
Munenori, aunque sin sorpresa.
Hygo acept la carta de Sukekur y la entreg a su to.
Munenori abri la carta, enviada por Shda Kizaemon.
Haba sido escrita con evidente apresuramiento, y deca as:
El anciano seor ha tenido otro ataque, peor que
cualquiera de los anteriores. Tememos que no dure mucho.
l insiste tenazmente en que su enfermedad no es razn
suficiente para que abandones tus deberes. Sin embargo,
tras discutir el asunto, sus servidores hemos decidido
escribirte y ponerte al corriente de su situacin.
Su estado es crtico dijo Munenori.
Hygo admir la capacidad de su to para mantener la
calma. Supuso que Munenori saba con exactitud lo que era
preciso hacer y ya haba tomado las decisiones necesarias.
Tras unos minutos de silencio, Munenori dijo:
Hygo, irs a Koyagy en mi lugar?
Por supuesto, seor.
Quiero que asegures a mi padre que en Edo no ocurre
nada por lo que deba preocuparse, y tambin deseo que le
cuides personalmente.
S, seor.
Supongo que ahora todo est en manos de los dioses
y del Buda. Lo nico que puedes hacer es apresurarte y
procurar llegar all antes de que sea demasiado tarde.
Partir esta noche.
Desde el aposento de Munenori, Hygo se dirigi de
inmediato al suyo propio. Durante el breve tiempo que
tard en recoger las pocas cosas que necesitaba para el
viaje, la mala noticia se extendi por toda la casa.
Ots entr silenciosamente en la habitacin de Hygo,
el cual se sorprendi al verla vestida con ropas de viaje. La
joven tena los ojos hmedos.
Por favor, llvame contigo le suplic. Jams
podr pagarle al seor Sekishsai el favor de haberme
alojado en su casa, pero quisiera estar con l y ver si puedo
ser de alguna ayuda. Espero que no te niegues.
Hygo pens que posiblemente su to no habra
accedido a la peticin de su husped, pero l no poda
negrsela. Tal vez era una bendicin que se hubiera
presentado aquella oportunidad de alejarla de la casa de
Edo.
De acuerdo le dijo, pero el viaje tendr que ser
rpido.
Te prometo que no tendrs que ir ms lento por mi
culpa. Se enjug las lgrimas, le ayud a terminar de hacer el
equipaje y luego fue a presentar sus respetos al seor
Munenori.
Ah, de modo que acompaars a Hygo? le dijo
con cierta sorpresa. Qu gran amabilidad la tuya. Estoy
seguro de que mi padre se alegrar de verte.
Insisti en darle una considerable suma para el viaje y
un kimono nuevo como regalo de despedida. A pesar de su
conviccin de que era lo mejor para todos, la partida de la
joven le entristeca.
Ella le hizo una reverencia y sali de la estancia.
Cudate bien le dijo l con emocin cuando la joven
an estaba en la antesala.
Los vasallos y sirvientes se alinearon a lo largo del
sendero que conduca al portal para despedirles. Hygo se
limit a decirles adis y se pusieron en camino.
Ots se haba subido el kimono, sujetndolo con el obi,
de modo que el borde llegaba slo a cuatro o cinco pulgadas
por debajo de las rodillas. Llevaba un sombrero de viaje
lacado y de ala ancha, y un palo en la mano derecha. De
haber tenido los hombros cubiertos de flores, habra sido la
imagen de la Joven de las Glicinas que tan a menudo se vea
en los grabados al boj.
Puesto que Hygo haba decidido alquilar medios de
transporte en diversos puntos de la carretera, aquella noche
su meta era una posada en la poblacin de Sangen'ya, al sur
de Shibuya. Desde all se proponan seguir por la carretera
de yama hasta el ro Tama, cruzarlo con el transbordador
y seguir el Tkaid hasta Kyoto.
En la bruma nocturna, no transcurri mucho tiempo
antes de que el sombrero lacado de Ots brillara de
humedad. Tras caminar por un herboso valle fluvial,
llegaron a un camino bastante ancho, el cual haba sido uno
de los ms importantes en el distrito de Kanto desde el
perodo Kamakura. La vegetacin era muy densa a ambos
lados, y de noche estaba totalmente desierto.
Es lgubre, verdad? dijo Hygo con una sonrisa.
Una vez ms redujo sus zancadas, naturalmente largas, para
que Ots llegara a su lado. sta es la cuesta de Dgen.
Por aqu sola haber bandidos.
Bandidos? repiti ella, en un tono lo bastante
alarmado para que l se riera.
Pero eso fue hace mucho tiempo. Un hombre llamado
Dgen Tar, que estaba relacionado con el rebelde Wada
Yoshimori, parece haber sido el jefe de una banda de
ladrones que vivan en las cuevas de estos alrededores.
No hablemos de cosas as.
La risa de Hygo reson en la oscuridad, y al or el eco
se sinti culpable por actuar frvolamente. Sin embargo, no
poda evitarlo. Aunque estaba triste, la perspectiva de
hallarse con Ots durante los prximos das era muy
placentera.
Ah! grit Ots, retrocediendo un par de pasos.
Qu ocurre? Instintivamente, Hygo le rode los
hombros con un brazo.
Ah hay alguien.
Dnde?
Es un nio, sentado al lado de la carretera. Habla solo
y llora. Pobre criatura!
Cuando Hygo se acerc lo suficiente, reconoci al
muchacho que haba visto antes, aquella misma tarde,
escondido entre la hierba en Azabu.
Iori se incorpor de un salto, y les mir boquiabierto.
Un instante despus, solt un juramento y apunt con su
espada a Hygo.
Zorro! exclam. Eso es lo que eres, un zorro!
Ots contuvo el aliento y ahog un grito. La expresin
de Iori era salvaje, casi demonaca, como si estuviera
posedo por un espritu maligno. Incluso Hygo retrocedi
cautamente.
Zorros! grit de nuevo Iori. Yo me ocupar de
vosotros!
Tena la voz quebrada, como la de una anciana. Hygo
le miraba perplejo, pero sin dejar de mantenerse a prudente
distancia de la espada.
Qu te parece esto? grit el muchacho, cortando
de un tajo la parte superior de un alto arbusto no lejos de
donde estaba Hygo. Entonces se dej caer al suelo,
extenuado por su esfuerzo. Respirando con dificultad,
pregunt: Qu te ha parecido eso, zorro?
Hygo se volvi a Ots y le dijo con una sonrisa:
Pobrecillo, parece posedo por un zorro.
Tal vez tengas razn. Sus ojos son feroces.
Como los de un zorro.
Podramos hacer algo para ayudarle?
Bueno, dicen que no existe cura de la locura ni la
estupidez, pero sospecho que hay un remedio para su
dolencia.
Se dirigi a Iori y le mir severamente.
El muchacho alz la vista y se apresur a coger de
nuevo la espada.
An ests aqu, eh? grit.
Pero antes de que pudiera levantarse, asalt sus odos
un feroz rugido procedente de lo ms profundo de Hygo:
Aaaaaargh!
El pnico paraliz a Iori. Hygo le cogi de la cintura y,
sujetndolo horizontalmente, desando sus pasos cuesta
abajo hasta el puente. Puso al chico de cabeza para abajo, le
agarr por los tobillos y lo sostuvo por encima del pretil.
Socorro! Madre! Socorro, socorro! Sensei!
Slvame!
Los gritos se convirtieron gradualmente en sollozos.
Ots corri a su rescate.
Basta ya, Hygo. Djale. No debes ser tan cruel.
Supongo que es suficiente dijo Hygo, dejando al
muchacho suavemente sobre el puente.
Iori estaba conmocionado, quera gritar pero la voz no le
sala. Estaba convencido de que no haba alma en la Tierra
que pudiera ayudarle. Ots se acerc a l y le rode
cariosamente con un brazo los hombros cados.
Dnde vives, criatura? le pregunt con dulzura.
Iori tartamude entre sollozos y seal vagamente:
Po... por all.
Qu quiere decir por all?
Ba-ba-bakurch.
Pero eso est muy lejos. Cmo has llegado hasta
aqu?
Fui a hacer un recado y me perd.
Cundo ha sido?
Sal ayer de Bakurch.
Y has estado vagando por ah toda la noche y todo
el da?
Iori hizo ademn de sacudir la cabeza, pero no dijo
nada.
Vaya, eso es terrible. Dime, adonde te dirigas?
Ya un poco sosegado, el muchacho se apresur a
responder, como si hubiera estado esperando la pregunta:
A la residencia de Yagy Munenori de Tajima.
Tras palparse bajo el obi, sac la carta arrugada y la agit
orgulloso ante su cara. Se la acerc a los ojos y dijo: Es
para Kimura Sukekur. Tengo que entregrsela y esperar
una respuesta.
Ots vio que Iori se tomaba su misin muy en serio y
que estaba dispuesto a proteger la misiva aun a riesgo de su
vida. El muchacho, por su parte, estaba decidido a no
mostrar la carta a nadie hasta que llegara a su destino.
Ninguno de los dos tena el menor atisbo de lo irnico de la
situacin: una oportunidad perdida, una ocasin ms
inslita que el encuentro al otro lado del Ro del Cielo del
Pastor y la Hilandera.
Volvindose a Hygo, le dijo:
Parece ser que tiene una carta para Sukekur.
Se ha desviado por la direccin equivocada, eh? Por
suerte, no est muy lejos. Llam a Iori y le explic cmo
deba ir a la casa. Ve a lo largo de este ro hasta el primer
cruce, luego gira a la izquierda y ve cuesta arriba. Cuando
llegues a un lugar donde los caminos se juntan, vers un par
de grandes pinos a la derecha. La casa est a la izquierda, al
otro lado del camino.
Y ten cuidado, no vaya a poseerte un zorro de nuevo
aadi Ots.
Iori haba recuperado su confianza.
Gracias le dijo, corriendo ya a lo largo del ro.
Cuando lleg al cruce, se volvi y grit: Aqu a la
izquierda?
Eso es respondi Hygo. El camino est oscuro,
por lo que ten cuidado. Los dos se quedaron en el
puente, viendo cmo se alejaba el chiquillo, durante unos
instantes. Qu nio tan extrao coment l.
S, pero parece bastante listo.
Mentalmente lo comparaba con Jtar, quien slo haba
sido algo mayor que Iori la ltima vez que ella le vio. Pens
que Jtar deba de tener ahora diecisiete aos. Se pregunt
cmo sera ahora y sinti la inevitable aoranza de
Musashi. Haban transcurrido tantos aos desde que tuvo
noticias suyas por ltima vez! Aunque ya estaba
acostumbrada a vivir con el sufrimiento que comporta el
amor, se atreva a esperar que su marcha de Edo pudiera
acercarle ms a l, que incluso pudiera encontrarle en alguna
parte a lo largo del camino.
Sigamos adelante dijo bruscamente Hygo, tanto
para Ots como para s mismo. Esta noche ya no tiene
remedio, pero deberemos tener cuidado para no
desperdiciar ms tiempo.
Piedad filial
Qu ests haciendo, abuela, practicando caligrafa?
La expresin de Jr Estera de Juncos era ambigua, y
tanto podra ser de admiracin como de mera sorpresa.
Ah, eres t dijo Osugi, con un dejo de irritacin.
Jr se sent a su lado y musit:
Copiando un sutra budista, eh? La anciana no le
respondi. No eres lo bastante vieja para no tener
necesidad de seguir practicando tu escritura? O acaso
piensas convertirte en maestra de caligrafa en el otro
mundo?
Cllate. Para copiar las sagradas escrituras hay que
alcanzar un estado de abnegacin, y la soledad es lo mejor
para eso. Por qu no te vas?
Despus de que viniera a casa corriendo slo para
decirte lo que me ha sucedido hoy?
Eso puede esperar.
Cundo terminars?
Tengo que poner el espritu de la iluminacin de
Buda en cada carcter que escribo. Tardo tres das en hacer
una copia.
Tienes mucha paciencia.
Tres das no son nada. Este verano har docenas de
copias. He jurado hacer un millar antes de mi muerte. Se las
dejar a quienes no sienten un amor apropiado hacia sus
padres.
Un millar de copias? Eso es mucho.
Es mi sagrada promesa.
Bueno, no estoy muy orgulloso de ello, pero
supongo que no he sido respetuoso con mis padres, como
los dems patanes que viven aqu. Se olvidaron de ellos
hace mucho tiempo. El nico que se preocupa por su padre
y su madre es el jefe.
Vivimos en un mundo triste.
Ja, ja. Si eso te molesta tanto es que tambin debes
tener un hijo que no es bueno para nada.
Lamento decirlo, pero el mo me ha causado mucha
afliccin. Por ese motivo he hecho mi promesa. ste es el
Sutra del gran amor de los padres. Todo aquel que no trata
como es debido a sus padres debera verse obligado a leerlo.
De veras vas a dar una copia de comoquiera que
llames eso a mil personas?
Dicen que si plantas una sola semilla de iluminacin
puedes convertir a cien personas, y si un brote de
iluminacin crece en cien corazones, pueden salvarse diez
millones de almas. Dejando el pincel, cogi una copia
terminada y se la entreg a Jr. Toma, qudatela.
Procura leerla cuando tengas tiempo.
Pareca tan beata que Jr casi se ech a rer, pero logr
contenerse. Venciendo el impulso de guardarse la hoja en el
kimono, como si fuese un papel de seda para uso higinico,
se la llev respetuosamente a la frente y la deposit en su
regazo.
Bueno, abuela, seguro que no quieres saber lo que
me ha ocurrido hoy? Es posible que tu fe en el Buda d
resultados. He tropezado con una persona muy especial.
Quin podra ser?
Miyamoto Musashi. Le vi en el ro Sumida, cuando
bajaba del transbordador.
Que has visto a Musashi? Por qu no me lo has
dicho en seguida? Gruendo, apart a un lado el material
de escritura. Ests seguro? Dnde se encuentra ahora?
Vamos, mujer, tranquilzate. Tu amigo Jr no hace
las cosas a medias. Despus de averiguar quin era, le segu
sin que l lo notara. Fue a una posada de Bakurch.
Se aloja cerca de aqu?
Bueno, no est tan cerca.
Puede que a ti no te lo parezca, pero a m s. No en
vano he recorrido el pas entero en su busca. Se
incorpor gilmente, fue al armario ropero y sac la espada
corta que haba pertenecido a su familia durante
generaciones. Llvame all le orden.
Ahora?
Naturalmente, ahora mismo.
Cre que tenas mucha paciencia, pero... Por qu has
de ir con tanta precipitacin?
Siempre estoy dispuesta para enfrentarme a
Musashi, incluso de un momento a otro. Si muero, puedes
enviar mi cuerpo a mi familia de Mimasaka.
No podras esperar hasta que regrese el jefe? Si nos
vamos as, todo lo que voy a conseguir por encontrar a
Musashi ser un buen rapapolvo.
Pero no sabemos cundo Musashi podra irse a otra
parte.
No te preocupes por eso. He dejado all un hombre
para que vigile la casa.
Puedes garantizarme que Musashi no se marchar?
Pero qu es esto? Te hago un favor y t quieres
atarme con obligaciones! Est bien, te lo garantizo
totalmente. Mira, abuela, ser mejor que te lo tomes con
calma y sigas sentada copiando sutras o haciendo cualquier
otra cosa.
Dnde est Yajibei?
Ha viajado a Chichibu con su grupo religioso. No s
exactamente cundo volver.
No puedo permitirme esperar.
En ese caso, por qu no le pedimos a Sasaki Kojir
que venga? Puedes hablarle del asunto.
A la maana siguiente, tras ponerse en contacto con su
espa, Jr inform a Osugi que Musashi se haba mudado
de la posada a la casa de un pulidor de espadas.
Lo ves? Te lo dije replic Osugi. No puedes
esperar que se quede siempre en un sitio. En cuanto te
descuides, habr vuelto a mudarse. Estaba sentada ante el
escritorio, pero no haba escrito una sola palabra en toda la
maana.
Musashi no tiene alas le dijo Jr. Tranquilzate
y piensa que hoy Koroku ir a ver a Kojir.
Hoy? No enviaste a alguien anoche? Dime dnde
vive. Ir yo misma.
Empez a prepararse para salir, pero Jr desapareci
de repente y la anciana tuvo que preguntar la direccin a
otros dos sicarios. Como apenas haba abandonado la casa
durante los ms de dos aos que llevaba en Edo, no estaba
en absoluto familiarizada con la ciudad.
Kojir vive con Iwama Kakubei le dijeron.
Kakubei es un vasallo de los Hosokawa, pero tiene
su propia casa en la carretera de Takanawa.
Est como a media distancia de la colina de Isarago.
Cualquiera puede decirte dnde es.
Si tienes alguna dificultad, pregunta por
Tsukinomisaki, otro nombre con que se conoce la colina de
Isarago.
Es fcil reconocer la casa, porque la puerta est
pintada de un rojo brillante. Es la nica vivienda en los
alrededores que tiene una puerta roja.
Muy bien, comprendo dijo Osugi con impaciencia,
molesta porque tantas explicaciones parecan sugerir que
era estpida o senil. No parece difcil, as que voy a
ponerme en seguida en camino. Haceos cargo de todo
mientras estoy ausente. Cuidado con el fuego, no vaya a
incendiarse la casa cuando Yajibei no est.
Se puso las zri, comprob que la espada corta penda
con seguridad de su costado, agarr el bastn y se puso en
marcha.
Poco despus reapareci Jr y pregunt dnde estaba
Osugi.
Nos pregunt cmo llegar a la casa de Kakubei y
sali.
Ah, en fin, qu podemos hacer con una vieja tan
testaruda? Entonces grit en direccin a los aposentos de
los hombres: Koroku!
El aclito abandon el juego al que estaba entregado y
acudi con diligencia a la llamada.
Anoche ibas a visitar a Kojir y lo dejaste para ms
tarde, y ahora mira lo que ha ocurrido. La anciana ha ido
sola.
Y qu?
Cuando el jefe regrese, se lo contar.
Tienes razn. Y con esa lengua que tiene nos va a
poner en un aprieto.
As es. Ojal pudiera caminar tan bien como habla,
pero est flaca como un saltamontes. Si la atropella un
caballo, ser su fin. Perdona que te lo pida, pero ser mejor
que vayas tras ella y procures que llegue all entera.
Koroku sali corriendo, y Jr, reflexionando en lo
absurdo que era todo aquello, se instal en un rincn del
aposento de los jvenes. Era una sala grande, de unos
treinta por cuarenta pies. El suelo estaba cubierto de esteras
delgadas, finamente tejidas, sobre las que se vean
diseminadas diversas espadas y otras armas. De unos
clavos en las paredes colgaban toallas de mano, kimonos,
ropa interior, sombreros especiales para protegerse del
fuego y otros objetos imprescindibles en una banda de
pelafustanes. Haba dos objetos incongruentes. Uno era un
kimono femenino de brillantes colores y con forro de seda
roja. El otro era el perchero con espejo lacado en oro del
que estaba suspendido. Lo haban colocado all siguiendo
instrucciones de Kojir, el cual explic a Yajibei, con cierto
misterio, que si un grupo de hombres vivan juntos en una
habitacin sin un toque femenino, era muy probable que
perdieran el dominio de s mismos y se pelearan entre ellos,
en vez de ahorrar sus energas para los verdaderos
combates.
Ests haciendo trampa, hijo de perra!
Quin hace trampa? Ests loco.
Jr dirigi una mirada desdeosa a los jugadores y se
tendi con las piernas cruzadas cmodamente. Dado el jaleo
que armaban los otros, sera ms que difcil conciliar el
sueo, pero no iba a rebajarse jugando a cartas o a los
dados. A su modo de ver, esa clase de competiciones no
servan para nada.
Apenas haba cerrado los ojos, cuando oy una voz
abatida que deca:
Hoy tengo un mal da, es intil..., ni pizca de suerte.
El perdedor, con los ojos tristes de los derrotados sin
remisin, puso una almohada en el suelo y se tendi al lado
de Jr. Pronto se les uni otro, y luego otro y otro ms.
Qu es esto? pregunt uno de ellos, recogiendo la
hoja de papel que se haba desprendido del kimono de Jr
. Vaya, pero si es... un sutra. No me digas...; para qu
llevar consigo un sutra un tipo desalmado como t?
Jr abri un ojo sooliento y dijo perezosamente:
Ah, eso. Es algo que copi la vieja. Dijo que haba
jurado hacer mil copias.
Djame verlo dijo otro hombre, arrebatndole la
hoja de la mano. Qu sabes t? Est escrito con
caracteres pulcros y claros. Hombre, cualquiera podra
leerlo.
Significa eso que eres capaz de leerlo?
Pues claro, es un juego de nios.
Muy bien, entonces, escuchmoslo. Pero rectalo de
una manera agradable. Entnalo como lo hara un sacerdote.
Ests de guasa? No se trata de una cancin popular.
Y qu diferencia hay? En el pasado los sutras se
cantaban. As es como empezaron los himnos budistas.
Sabes distinguir un himno cuando lo oyes, no es cierto?
No puedes cantar estas palabras como la meloda de
un himno.
Bueno, pues usa cualquier tonada que te guste.
Canta t, Jr.
Estimulado por el entusiasmo de los dems, Jr,
todava tendido boca arriba, sostuvo la hoja con el sutra
encima de la cara y empez a leer:
El sutra sobre el gran amor de los padres:
Esto he escuchado.
Cierta vez, cuando el Buda estaba en el sagrado Pico del
Buitre
en la ciudad de los Palacios Reales,
predicando a bodhisattvas y discpulos,
reuni una multitud de monjes y monjas y legos, tanto
hombres como mujeres,
Todas las personas de todos los cielos, dioses dragones
y demonios,
para que escucharan la Ley Sagrada.
Alrededor del trono enjoyado se reunieron
y contemplaron sin parpadear
el rostro sagrado...
Qu significa todo eso?
Cuando dice monjas se refiere a esas chicas a las
que nosotros llamamos monjas? Ya sabis, tengo entendido
que algunas de las monjas de Yoshiwara han empezado a
empolvarse la cara de color gris y que te ofrecen sus
servicios por menos de la mitad que en las casas de putas...
Calla!
En esa poca el Buda
predic la ley de esta manera:
Todos los buenos hombres y las buenas mujeres
debis reconocer la deuda que tenis por la compasin
de vuestro padre,
debis reconocer la deuda contrada por la misericordia
de vuestra madre.
Pues la vida de un ser humano en este mundo
tiene el karma como su causa bsica,
pero los padres como su medio inmediato de origen.
Slo habla de que tienes que ser bueno con tu pap y
tu mam. Lo habis odo un milln de veces. Chitn!
Anda, canta un poco ms. Nos callaremos.
Sin padre, el nio no nace.
Sin madre, el nio no recibe alimento.
El espritu procede de la simiente del padre.
El cuerpo crece dentro de la matriz materna.
Jr hizo una pausa para cambiar de postura y hurgarse
la nariz, tras lo cual prosigui:
Debido a estas relaciones,
la preocupacin de una madre por su hijo
no tiene comparacin en este mundo...
Al notar lo silenciosos que estaban los dems, Jr les
pregunt:
Me estis escuchando?
S, contina.
Desde el momento en que recibe al nio en su matriz,
en el transcurso de nueve meses,
yendo, viniendo, sentndose, durmiendo,
la visita el sufrimiento.
Deja de sentir su amor acostumbrado por la comida, la
bebida y las prendas de vestir
y se preocupa nicamente por un parto seguro.
Estoy cansado se quej Jr. Ya es suficiente,
no os parece?
No, sigue cantando. Te escuchamos.
Los meses se han cumplido, los das son suficientes.
En la poca del nacimiento, los vientos del karma lo
apresuran.
Los huesos de la madre sufren el embate del dolor.
Tambin el padre tiembla y siente miedo.
Parientes y criados se preocupan y sufren congoja.
Cuando el nio nace es depositado en la hierba.
La ilimitada alegra de los padres
es como la de una mujer indigente
que ha encontrado la joya mgica omnipotente.
Cuando el nio emite sus primeros sonidos,
la madre se siente renacer.
Su pecho se convierte en el lugar de reposo del nio.
Sus rodillas en su campo de juegos,
sus senos en la fuente de su alimento.
Su amor, en su misma vida.
Sin su madre, el nio es incapaz de vestirse y
desnudarse.
Aunque la madre pase hambre,
se quita la comida de la boca y se la da a su hijo.
Sin la madre, el nio no puede alimentarse...
Pero qu te pasa? Por qu te has interrumpido?
Espera un momento, quieres?
Fijaos! Est llorando como un beb.
Oh, cllate!
Todo haba comenzado como un ocioso pasatiempo,
casi una broma, pero el significado de las palabras del sutra
empezaba a surtir efecto. De los cinco hombres reunidos en
la estancia, tres de ellos y el que lea estaban serios, con una
expresin de lejana en su semblante.
La madre va al pueblo vecino a trabajar,
extrae agua, enciende el fuego,
muele el grano, hace la harina.
De noche, cuando regresa,
antes de que llegue a la casa,
oye el lloro del beb
y se siente llena de amor.
Su pecho se agita, su corazn llora,
la leche fluye, y ella no lo soporta.
Corre a la casa.
El beb, viendo a la madre aproximarse desde lejos,
hace funcionar su cerebro, sacude la cabeza
y llora por ella.
Ella se agacha,
coge las manos del nio
aplica en los de ste sus labios.
No existe amor ms grande.
Cuando el nio tiene dos aos,
abandona el seno materno.
Pero sin su padre, no sabra que el fuego puede quemar.
Sin su madre, no sabra que un cuchillo puede cortar
dedos.
Cuando tiene tres aos, le destetan y aprende a comer.
Sin su padre, no sabra que el veneno puede matar.
Sin su madre, no sabra que la medicina cura.
Cuando los padres van a otras casas
y les ofrecen maravillosas exquisiteces,
no comen, sino que se guardan la comida en los bolsillos
y la llevan a su casa para alegrar al nio...
Ests lloriqueando otra vez?
No puedo evitarlo. Acabo de recordar algo.
Pues basta ya, o me hars llorar tambin.
El sentimentalismo con respecto a los padres era un
tab estricto entre aquellos habitantes del borde exterior de
la sociedad, pues manifestar el afecto filial era tanto como
exponerse a las acusaciones de debilidad, afeminamiento o
algo peor. Pero ver ahora a aquellos hombres hubiera
colmado de satisfaccin a la vieja Osugi. La lectura del
sutra, tal vez debido a la sencillez del lenguaje, les haba
llegado a lo ms profundo.
Es eso todo? No hay ms?
Hay mucho ms.
Y bien?
Esperad un momento, queris?
Jr se levant, se son ruidosamente y se sent para
entonar el resto.
El nio crece.
El padre le trae ropa para vestirse.
La madre peina su cabello.
Los padres le dan todo objeto bello que poseen
y slo guardan para ellos lo que es viejo y est gastado.
El nio toma una novia
y trae a la casa a esa desconocida.
Los padres se vuelven ms distantes.
Los recin casados intiman entre ellos,
permanecen en su habitacin, hablndose felices.
As son las cosas, en efecto interrumpi uno.
Los padres envejecen.
Sus espritus se debilitan, su fuerza disminuye.
Tienen slo al nio del que depender,
slo su esposa les presta servicios,
pero el nio ya no acude a ellos,
ni de noche ni de da.
La sala de los padres est fra,
ya no hay ms charlas agradables.
Son como huspedes solitarios en una posada.
Surge una crisis, y llaman a su hijo.
Nueve de cada diez veces, l no viene
ni les sirve.
Su enojo crece y les vilipendia,
diciendo que sera mejor morir
que seguir en este mundo cuando son superfluos.
Los padres escuchan, y sus corazones se llenan de
clera.
Llorando, dicen: Cuando eras pequeo,
sin nosotros no habras nacido,
sin nosotros, no habras crecido.
Ah, cmo hemos...!.
Jr se interrumpi bruscamente y dej la hoja a un
lado.
Yo..., yo... No puedo. Que lo lea otro.
Pero nadie quiso sustituirle. Tendidos boca arriba o
abajo, o sentados con las piernas cruzadas y las cabezas
entre las rodillas, estaban tan llorosos como nios perdidos.
Al entrar en la sala, Sasaki Kojir se encontr con esa
escena inverosmil.
Lluvia primaveral en rojo
No est aqu Yajibei? pregunt Kojir a gritos.
Los jugadores estaban tan absortos en su juego y los
que lloraban en sus recuerdos de la infancia, que ninguno
respondi.
Kojir se acerc a Jr, que estaba tendido boca arriba
con los brazos sobre los ojos, y le dijo:
Puedo preguntarte qu ocurre aqu?
Oh, no saba que eras t, seor.
Jr y los dems se apresuraron a enjugarse los ojos y
sonarse, se levantaron e hicieron tmidas reverencias a su
instructor de esgrima.
Ests llorando? le pregunt.
Humm, s. Bueno, no.
Eres un tipo raro.
Mientras los dems volvan a su anterior diversin, Jr
empez a contarle su encuentro casual con Musashi,
satisfecho por tener un tema que pudiera distraer la
atencin de Kojir y ste dejara de fijarse en el estado de
aquellos jvenes.
Como el el jefe est ausente, no sabamos qu hacer
le dijo. Osugi decidi ir a hablar contigo.
A Kojir le brillaron los ojos.
Musashi se hospeda en una posada de Bakurch?
Ah estuvo, en efecto, pero ahora se aloja en la casa
de Zushino Ksuke.
sa es una interesante coincidencia.
Ah, s?
Resulta que he enviado mi Palo de Secar a Zushino
para que la pula. Creo que a estas alturas el trabajo ya debe
de estar terminado. Hoy he venido aqu para recogerla.
Ya has estado all?
Todava no. Pens pasar primero por aqu y estar un
rato con vosotros.
Ha sido una suerte. Si te hubieras presentado en el
taller de repente, Musashi podra haberte atacado.
No le temo, pero cmo puedo hablar con la anciana
si est ausente?
No creo que haya llegado todava a Isarago. Enviar a
un buen corredor para que la haga volver.
Durante el consejo de guerra que se celebr aquella noche,
Kojir expres la opinin de que no haba motivo alguno
para esperar el regreso de Yajibei. l mismo actuara como
ayudante de Osugi, a fin de que ella pudiera por fin
vengarse adecuadamente. Jr y Koroku tambin quisieron
ir, ms por el honor de estar presentes que para echar una
mano. Aunque conocan la reputacin de Musashi como
luchador, nunca imaginaron que pudiera estar a la altura de
su brillante instructor.
Sin embargo, aquella noche no podran hacer nada. A
pesar de su entusiasmo, Osugi estaba extenuada y se
quejaba de dolor de espalda. Decidieron llevar a cabo su
plan a la noche siguiente.
Al da siguiente, por la tarde, Osugi se ba en agua fra,
se ennegreci los dientes y ti el cabello. Cuando se puso
el sol hizo los preparativos para el combate, primero
vistiendo una tnica interior que haba comprado para que
la enterrasen con ella y que haba llevado consigo a todas
partes durante aos. Haba hecho que la sellaran en cada
santuario y templo que visit, para invocar la buena suerte:
desde el santuario de Sumiyoshi en Osaka al santuario de
Oyama Hachiman y el Kiyomizudera en Kyoto, el templo
de Kannon en Asakusa y docenas de establecimientos
religiosos menos importantes en diversas partes del pas.
Las sagradas estampaciones de la tnica hacan que
pareciese un kimono. Vestida con ella, Osugi se senta ms
segura que si hubiera llevado cota de mallas.
Se guard cuidadosamente una carta dirigida a
Matahachi en la faja bajo el obi, junto con una copia del
Sutra sobre el gran amor de los padres. Haba tambin una
segunda carta, que siempre llevaba metida en una pequea
bolsa de dinero. Esta misiva deca: Aunque soy vieja, me
ha tocado en suerte vagar por el pas en un esfuerzo por
realizar una sola gran esperanza. No hay manera de saberlo,
pero podra caer bajo la espada de mi enemigo jurado o
morir de enfermedad por el camino. Si tal fuese mi sino,
pido a los funcionarios y a las personas de buena voluntad
que utilicen el dinero que hay en esta bolsa para que enven
mi cuerpo a casa. Osugi, viuda de Hon'iden, aldea de
Yoshino, provincia de Mimasaka.
Con la espada en su lugar, las espinillas protegidas con
polainas blancas, guantes sin dedos en las manos y un obi
con puntadas invisibles que sujetaba cmodamente su
kimono sin mangas, los preparativos estaban casi
completos. Deposit un cuenco con agua sobre su
escritorio, se arrodill ante l y dijo: Ya me voy.
Entonces cerr los ojos y permaneci inmvil, dirigiendo
sus pensamientos al to Gon.
Jr entreabri la shoji y se asom.
Ests preparada? le pregunt. Ya es hora de
que nos pongamos en marcha. Kojir aguarda.
Estoy a punto.
Unindose a los dems, fue al espacio que le haban
reservado ante el lugar de honor de la casa. El aclito cogi
una taza de la mesa, la puso en la mano de Osugi y verti
cuidadosamente el sake. Entonces hizo lo mismo para
Kojir y Jr. Cuando cada uno de los cuatro hubo bebido,
apagaron la lmpara y se pusieron en marcha.
No pocos hombres de Hangawara pidieron con
vehemencia que les dejaran acompaarles, pero Kojir se
neg, puesto que un gran grupo no slo atraera la atencin
sino que les dificultara la lucha.
Cuando cruzaban el portal, un joven les grit que
esperasen. Entonces golpe dos trozos de pedernal e hizo
que saltaran chispas, una manera de desearles buena suerte.
En el exterior, bajo un cielo oscurecido por nubes de lluvia,
cantaban los ruiseores.
Al avanzar por las calles oscuras y silenciosas, los
perros les ladraban, impulsados tal vez por la sensacin
instintiva de que aquellos cuatro seres humanos se dirigan a
una misin siniestra.
Qu es eso? pregunt Koroku, mirando a lo largo
de un estrecho callejn.
Has visto algo?
Alguien nos est siguiendo.
Probablemente es uno de nuestros hombres dijo
Kojir. Todos estaban muy deseosos de seguirnos.
Prefieren pelearse que comer.
Doblaron una esquina y Kojir se detuvo bajo los aleros
de una casa.
El taller de Kojir est por aqu, verdad? dijo en
voz baja.
Calle abajo, al otro lado.
Qu hacemos ahora? pregunt Koroku.
Proceder de acuerdo con lo planeado. Vosotros tres
escondeos en las sombras. Yo ir al taller.
Y si Musashi intenta escabullirse por la puerta
trasera?
No te preocupes. Es tan poco probable que huya de
m como yo de l. Si huyera, estara acabado como
espadachn.
De todos modos deberamos situarnos en los lados
opuestos de la casa..., por si acaso.
De acuerdo. Ahora, como hemos convenido, har
salir a Musashi y caminar con l. Cuando lleguemos cerca
de Osugi, desenvainar y le coger por sorpresa. se es el
momento para que ella salga y ataque.
Osugi estaba rebosante de gratitud.
Gracias, Kojir. Eres tan bueno conmigo... Debes de
ser la encarnacin del gran Hachiman. Junt las palmas e
inclin la cabeza, como si estuviera ante el mismo dios de la
guerra.
Kojir estaba convencido en el fondo de su corazn de
que estaba haciendo lo apropiado. Es en verdad dudoso que
cualquier mortal ordinario pudiera imaginar la vastedad de
su farisesmo cuando subi los escalones hasta la entrada de
la casa de Ksuke.
Al principio, cuando Musashi y Kojir eran muy
jvenes, estaban rebosantes de bro y ansiosos de
demostrar su superioridad, no exista ninguna causa
profundamente arraigada de enemistad entre ellos. Sin duda
haba rivalidad, pero slo la friccin que surge normalmente
entre dos luchadores fuertes y de cualidades casi idnticas.
Lo que ms adelante amarg a Kojir fue ver que Musashi
adquira poco a poco fama de espadachn. Musashi, por su
parte, respetaba la extraordinaria habilidad de Kojir, si no
su carcter, y siempre le trataba con cierta cautela. Sin
embargo, con el transcurso de los aos, estuvieron en
desacuerdo sobre diversas cuestiones: la Casa de Yoshioka,
el destino de Akemi, el asunto de la viuda Hon'iden. Ya no
era posible su reconciliacin.
Y ahora que Kojir haba decidido convertirse en el
protector de Osugi, la tendencia de los acontecimientos
llevaba el sello inequvoco del destino.
Ksuke! Kojir llam discretamente a la puerta
. Ests despierto?
La luz se filtraba a travs de un resquicio, pero nada se
mova en el interior. Transcurrieron unos minutos y por fin
preguntaron desde dentro:
Quin est ah?
Iwama Kakubei te dio mi espada para que la pulieras.
He venido a buscarla.
La espada larga... Se trata de sa?
Abre y djame entrar.
Espera un momento.
La puerta se desliz y los dos hombres se miraron.
Ksuke le cerr el paso y dijo framente:
La espada an no est lista.
Ya veo. Kojir pas por el lado de Ksuke y se
sent en el escaln que daba acceso al taller. Cundo
estar lista?
Bueno, veamos...
Ksuke se restreg el mentn, tir hacia abajo de las
comisuras de sus ojos y su rostro alargado pareci todava
ms largo. Kojir tuvo la sensacin de que le estaba
tomando el pelo.
No crees que ests tardando demasiado tiempo?
Le dije a Kakubei con toda claridad que no poda
prometerle cundo la terminara.
No puedo prescindir de ella mucho ms.
En ese caso, llvatela.
Qu significa esto? replic Kojir, desconcertado.
Los artesanos no hablaban as a un samurai. Pero en vez de
intentar discernir qu podra haber tras la actitud del
hombre, lleg a la conclusin de que ste haba previsto su
visita. Dicindose que lo mejor sera actuar con rapidez,
aadi: Por cierto, tengo entendido que Miyamoto
Musashi, de Mimasaka, se aloja aqu.
Dnde has odo eso? le pregunt Ksuke con
inquietud. S, es cierto que se aloja en nuestra casa.
Te importara llamarle? Hace mucho que no le veo,
desde que ambos estbamos en Kyoto.
Cmo te llamas?
Sasaki Kojir. l sabr quin soy.
Le dir que ests aqu, pero no s si puede verte o no.
Espera un momento.
T dirs.
Quiz sea mejor que te lo explique. En casa del seor
Hosokawa o por casualidad que un hombre cuya
descripcin corresponde a Musashi viva aqu. He venido
con la idea de invitar a Musashi. Podramos ir a algn sitio
para beber y charlar un poco.
Comprendo.
Ksuke se volvi y fue hacia el fondo de la casa.
Kojir reflexion en lo que hara si Musashi ola a gato
encerrado y se negaba a verle. Se le ocurrieron dos o tres
estratagemas, pero antes de que hubiera llegado a una
decisin, le sobresalt un grito atroz.
Se puso en pie de un salto, como si hubiera recibido un
violento puntapi. Haba cometido un error de clculo, el
otro haba visto clara su estrategia... y no slo eso, sino que
la haba vuelto contra l. Musashi deba de haber salido por
la puerta trasera, rodeado la casa y atacado a los que
estaban delante. Pero quin haba gritado? Osugi? Jr?
Koroku?
Si as son las cosas..., se dijo Kojir sombramente, y
sali corriendo a la calle. Con los msculos tensos y los
latidos del corazn acelerados, en un instante estuvo
preparado para enfrentarse a su contrario. De todos
modos tengo que luchar con l ms tarde o ms temprano,
pens. Lo saba desde aquel da en el puerto del monte Hiei.
Haba llegado la ocasin! Jur que, si Osugi ya haba sido
abatida, la sangre de Musashi sera una ofrenda por el
eterno descanso de su alma.
Haba recorrido unos diez pasos cuando oy que le
llamaban desde el lado de la carretera. La voz era forzada, la
de alguien que estaba malherido e intentaba darle alcance.
Eres t, Koroku?
Me..., me ha... he... herido.
Jr! Dnde est Jr?
A... a l... tam-m-bin.
Dnde est? Antes de recibir una respuesta,
Kojir vio el cuerpo empapado en sangre de Jr a unos
treinta pies de distancia. Cada vez ms inquieto por su
propia seguridad, grit: Koroku! Por dnde ha ido
Musashi?
No..., no..., no era Musashi. Koroku, incapaz de
alzar la cabeza, la movi de un lado a otro.
Qu ests diciendo? No era Musashi quien os
atac?
No..., no... Musa...
Quin ha sido?
Era una pregunta a la que Koroku jams respondera.
Lleno de confusin, Kojir corri al lado de Jr y le
alz cogindole del viscoso cuello del kimono teido de
rojo.
Dime, Jr. Quin ha sido? Hacia dnde ha ido?
Pero en vez de responder, Jr, con los ojos arrasados
en lgrimas, emple su ltimo aliento en decir:
Madre..., lo siento..., no debera...
De qu me ests hablando? dijo Kojir, con un
bufido de enojo, al tiempo que soltaba la prenda
ensangrentada.
Kojir! Eres t, Kojir?
Corri en la direccin de donde proceda la voz de
Osugi y vio a la anciana tendida en una zanja, con paja y
mondas de verduras adheridas al rostro y el cabello.
Scame de aqu le suplic.
Qu ests haciendo en ese agua sucia?
Kojir, que pareca ms irritado que servicial, la levant
bruscamente de la zanja, dejndola en el camino, donde ella
se desplom como un trapo.
Adonde ha ido ese hombre? pregunt la mujer,
quitndole las palabras de la boca.
Qu hombre? Quin os atac?
No s cmo ha sucedido exactamente, pero estoy
segura de que era el hombre que nos vena siguiendo.
Atac de repente?
S! Pareci salir de la nada, como una rfaga de
viento. No hubo tiempo de decir ni una palabra. Salt desde
las sombras y atac a Jr primero. Cuando Koroku
desenvain su espada, ya estaba tambin herido.
Por dnde se fue?
Me empuj a un lado y no pude verle, pero las
pisadas fueron por ah. Seal hacia el ro.
Kojir cruz corriendo el solar donde se celebraba el
mercado de caballos, lleg al dique de Yanagihara y se
detuvo para mirar a su alrededor. Distingui a cierta
distancia montones de tablas, luces y gente.
Al aproximarse, vio que se trataba de porteadores de
palanquines.
Mis dos compaeros han sido atacados en una calle
lateral cerca de aqu les dijo. Quiero que los recojis y
llevis a casa de Hangawara Yajibei, en el barrio de los
carpinteros. Encontraris a una anciana con ellos. Llevadla
tambin.
Les han atacado unos ladrones?
Es que hay ladrones por aqu?
Hay jauras de ellos. Incluso nosotros tenemos que
andarnos con cuidado.
Quienquiera que fuese debe de haber salido corriendo
de aquella esquina. No habis visto a nadie?
Quieres decir ahora mismo?
S.
Pues no. Bueno, me marcho dijo el porteador.
Junto con otros dos, cogieron tres palanquines y se
dispusieron a partir.
Y la tarifa? pregunt uno.
Os pagarn en destino.
Kojir efectu un rpido examen de la orilla del ro y
alrededor de los rimeros de tablas. Mientras lo haca decidi
que lo mejor sera regresar a casa de Yajibei. Enfrentarse a
Musashi sin Osugi no tena sentido y, adems, no sera
prudente hacerlo en el estado de nimo que tena en
aquellos momentos.
Ech a andar y lleg a un cortafuegos, a un lado del cual
creca una hilera de paulonias. Se qued un momento
mirando los rboles y entonces, al volverse, vio el destello
de una hoja entre el follaje. En un abrir y cerrar de ojos,
cayeron media docenas de hojas. El golpe haba estado
dirigido a su cabeza.
Cobarde asqueroso! exclam.
No soy tal! replic el otro mientras la espada
golpeaba por segunda vez desde la oscuridad.
Kojir gir sobre sus talones y retrocedi con celeridad
hasta quedar a una distancia segura.
Si eres Musashi, por qu no usas el mtodo apro...?
Antes de que pudiera terminar la frase, la espada le
persigui de nuevo.
Quin eres? grit. No crees que ests
cometiendo un error?
Esquiv con xito un tercer golpe, y el atacante, apenas
sin resuello, se dio cuenta, antes de intentarlo por cuarta
vez, de que se estaba esforzando en vano. Cambiando de
tctica, empez a avanzar poco a poco con la hoja
extendida ante l, mirndole como si despidiera fuego por
los ojos.
Silencio gru. No hay ningn error. Tal vez te
refresque la memoria si conoces mi nombre. Soy Hj
Shinz.
Eres uno de los estudiantes de Obata, verdad?
Insultaste a mi maestro y mataste a varios de mis
camaradas.
De acuerdo con el cdigo del guerrero, puedes
desafiarme abiertamente en cualquier momento. Sasaki
Kojir no juega al escondite.
Te matar.
Adelante, intntalo.
Mientras Kojir le vea acortar la distancia, doce pies,
once, diez, afloj con un leve movimiento la parte superior
de su kimono y aplic la mano derecha a la espada.
Vamos! grit.
Por un momento Shinz titube involuntariamente ante
el desafo. Kojir se inclin adelante, su brazo se distendi
como la cuerda de un arco y se oy un tintineo metlico. Al
cabo de un instante, su espada produjo un fuerte chasquido
al quedar bruscamente encajada en la vaina. En la oscuridad
nadie habra visto ms que un tenue rayo de luz destellante.
Shinz an estaba en pie, con las piernas separadas.
Todava no brotaba la sangre, pero era evidente que haba
sido herido. Aunque segua teniendo la espada extendida al
nivel de los ojos, se haba llevado la mano al cuello, con un
movimiento reflejo.
Oh!
La exclamacin parti de ambos lados de Shinz al
mismo tiempo: de Kojir y de un hombre que corra detrs
del herido. El sonido de las pisadas, junto con la voz, hizo
que Kojir se apresurara a ocultarse en la oscuridad.
Qu ha ocurrido? grit Ksuke. Tendi los brazos
para sujetar a Shinz, pero todo el peso de ste le cay
encima. Oh, esto tiene mal aspecto! Ayuda! Que
alguien me ayude!
Un trozo de carne no mayor que una concha de almeja
se desprendi del cuello de Shinz. La sangre que brot de
la herida empap primero el brazo de Shinz y luego la
falda de su kimono hasta los pies.
Un tarugo de madera
Se oy un ruido sordo: otra ciruela verde haba cado del
rbol en el jardn exterior. Musashi hizo caso omiso, si es
que lo haba odo. A la luz brillante pero inestable de la
lmpara, su cabello despeinado era espeso y erizado,
carente de grasa natural y de color rojizo.
De nio, su madre sola quejarse de lo difcil que era. No
le haba abandonado la disposicin testaruda que con tanta
frecuencia hizo llorar a la mujer, una caracterstica tan
persistente como la cicatriz que en su infancia le dej en la
cabeza un gran carbnculo.
Los recuerdos de su madre inundaban ahora su mente y,
en ocasiones, el rostro que estaba tallando se pareca mucho
al de ella.
Unos minutos antes Ksuke haba llegado a la puerta y,
tras un ligero titubeo, le haba dicho:
Todava ests trabajando? Un hombre llamado
Sasaki Kojir dice que le gustara verte. Est esperando
abajo. Quieres hablar con l o le digo que ya te has
acostado?
Musashi tuvo la vaga impresin de que Ksuke haba
repetido el mensaje, pero no estaba seguro de si l le haba
respondido.
La pequea mesa, las rodillas de Musashi y el suelo a
su alrededor estaban cubiertos de virutas de madera. Se
haba propuesto terminar la imagen de Kannon que le haba
prometido a Ksuke a cambio de la espada. Su tarea haba
sido an ms estimulante debido a una peticin especial de
Ksuke, hombre de marcados gustos y desdenes.
Al principio, cuando Ksuke sac de un armario un
tarugo de madera de diez pulgadas y se lo ofreci con sumo
cuidado, Musashi comprendi que deba de tener una
antigedad de seiscientos o setecientos aos. Ksuke
trataba aquel pedazo de madera como una reliquia de
familia, pues proceda de un templo del siglo VIII donde
estaba la tumba del prncipe Shtoku en Shinaga.
Fui all durante un viaje le explic, y estaban
reparando los edificios antiguos. Algunos sacerdotes y
carpinteros estpidos estaban cortando con hachas las vigas
antiguas para hacer lea. No pude soportar ver que
desperdiciaban la madera de ese modo, as que les ped que
me cortaran este tarugo.
La fibra de la madera era buena, como lo era su textura
al contacto con el cuchillo, pero pensar en el valor que daba
Ksuke a aquel tesoro le pona nervioso. Si cometa un
error, echara a perder una pieza insustituible.
Oy un fuerte golpe, como si el viento hubiera abierto
con violencia la puerta en el seto del jardn. Alz la vista de
su tarea y, casi por primera vez desde que haba empezado
a tallar, pens: Podra ser Iori?. Aguz el odo,
esperando una confirmacin.
No te quedes ah embobada! le grit Ksuke a su
esposa. No ves que este hombre est malherido? No
importa en qu habitacin le ponemos!
Detrs de Ksuke, los hombres que transportaban a
Shinz ofrecieron excitados su ayuda.
Tenis algn licor para lavar la herida? De lo
contrario, ir a buscarlo.
Llamar al mdico.
Cuando la conmocin remiti un poco, Ksuke dijo:
Quiero daros las gracias a todos. Creo que le habis
salvado la vida. No os preocupis ms por l.
Hizo una profunda reverencia a cada hombre y
abandon la casa.
Por fin Musashi tuvo conciencia de que haba sucedido
algo en lo que Ksuke estaba implicado. Sacudi las virutas
de sus rodillas, baj la escalera formada por las tapas de los
bales de almacenaje colocados unos al lado de los otros en
columnas de altura decreciente y entr en la habitacin
donde Ksuke y su esposa contemplaban al herido.
Ah, todava ests despierto? le dijo el pulidor,
movindose a un lado para hacer sitio a Musashi.
Musashi se sent junto a la almohada del herido, le mir
atentamente la cara y pregunt quin era.
No podra haberme sorprendido ms dijo el
pulidor. No le he reconocido hasta que le hemos trado
aqu, pero es Hj Shinz, el hijo del seor Hj de Awa,
un joven muy aplicado que ha estudiado durante varios
aos con Obata Kagenori.
Musashi levant cuidadosamente el borde del Vendaje
blanco alrededor de la garganta de Shinz y examin la
herida, que haba sido cauterizada y luego lavada con
alcohol. El trozo de carne del tamao de una concha de
almeja haba sido cortado limpiamente, dejando al
descubierto la pulsante arteria cartida. El tajo no haba
sido mortal de necesidad por los pelos. Musashi se
pregunt quin le habra hecho aquella herida. Por su forma,
pareca probable que se tratara de un golpe hacia arriba, el
conocido como vuelo de golondrina.
Un golpe en vuelo de golondrina? sa era la
especialidad de Kojir.
Sabes lo que sucedido? pregunt Musashi.
Todava no.
Ni yo tampoco, por supuesto, pero una cosa es
segura. Hizo un gesto de asentimiento. Es obra de
Sasaki Kojir.
De regreso en su habitacin, Musashi se tendi en el
tatami con las manos bajo la cabeza, ignorando el estropicio
a su alrededor. Haban extendido su jergn, pero tambin le
hizo caso omiso, a pesar de su fatiga.
Haba trabajado en la estatuilla durante casi cuarenta y
ocho horas seguidas. Como no era escultor, careca de la
habilidad tcnica necesaria para resolver problemas difciles,
y tampoco poda ejecutar los diestros rasgos que ocultaran
un error. No tena nada en que basarse excepto la imagen de
Kannon que albergaba en su corazn, y su tcnica se
reduca a eliminar de su mente todos los pensamientos
ajenos a su tarea y poner la mxima voluntad en transferir
fielmente esa imagen a la madera.
Durante un rato le pareca que la escultura tomaba
forma, pero entonces algo sala mal, se produca algn
desliz entre la imagen que tena en la mente y la mano que
manejaba la daga. Cuando le pareca que estaba progresando
de nuevo, la talla volva a rsele de la mano. Despus de
numerosos comienzos falsos, la pieza de madera antigua se
haba reducido a una longitud que no superaba las cuatro
pulgadas.
Oy que un ruiseor cantaba dos veces, luego se
adormil y estuvo amodorrado quizs una hora. Cuando
despert, su fuerte cuerpo rebosaba de energa y su mente
estaba perfectamente clara. Al levantarse, pens: Esta vez
lo conseguir. Se encamin al pozo detrs de la casa, se
lav la cara y bebi agua. Refrescado, volvi a sentarse al
lado de la lmpara y emprendi su tarea con renovado
vigor.
Ahora el cuchillo en su mano le produca una sensacin
diferente. En la fibra de la madera perciba los siglos de
historia contenidos en ella. Saba que si esta vez no la
tallaba hbilmente, no quedara ms que un montoncito de
virutas intiles. Durante las horas siguientes se concentr
con febril intensidad. Ni una sola vez enderez la espalda ni
se detuvo a beber agua. El cielo se fue aclarando, los pjaros
empezaron a cantar, abrieron todas las puertas de la casa
salvo la suya para la limpieza matinal. Sin embargo, su
atencin segua centrada en la punta del cuchillo.
Ests bien, Musashi? le pregunt su anfitrin en
tono preocupado, mientras deslizaba la shoji y entraba en la
habitacin.
Es intil dijo Musashi, suspirando.
Se irgui y arroj la daga a un lado. El tarugo de madera
no era ms grande que el pulgar de un hombre. Las virutas
alrededor de sus piernas parecan nieve cada.
Intil?
S, intil.
Y la madera?
Ha desaparecido... No he podido lograr que emergiera
la forma del bodhisattva.
Ponindose las manos detrs de la cabeza, sinti que
regresaba a la tierra tras haber permanecido suspendido
durante un tiempo indeterminado entre el engao y la
iluminacin.
No sirve para nada. Es hora de olvidarlo y meditar.
Se tendi boca arriba. Cuando cerr los ojos, las
distracciones parecieron disiparse para ser sustituidas por
una bruma cegadora. Gradualmente, ocup su mente la idea
nica del vaco infinito.
Aquella maana, la mayora de los huspedes que
abandonaban la posada eran tratantes de caballos que
regresaban a sus casas tras los cuatro das del mercado que
haba finalizado el da anterior. Durante varias semanas, la
posada tendra muy pocos clientes.
Al ver a Iori que suba la escalera, la posadera le llam
desde la recepcin.
Qu quieres? le pregunt Iori. Desde arriba poda
ver la franja calva en la cabeza de la mujer, maosamente
disimulada.
Adonde crees que vas?
Arriba, con mi maestro. Ocurre algo?
Ms de lo que imaginas replic la mujer, mirndole
con exasperacin. A ver, cundo saliste de aqu?
Hace tres das, no?
Exacto.
Desde luego, te has tomado tu tiempo, no es cierto?
Qu te ha ocurrido? Acaso te hechiz un zorro o algo por
el estilo?
Cmo lo has sabido? T misma debes de ser una
zorra.
Rindose de su propia rplica, sigui subiendo la
escalera.
Tu maestro ya no est ah.
No te creo. Corri escaleras arriba, pero no tard
en regresar con una expresin consternada. Es que se ha
cambiado de habitacin?
Pero qu te pasa? Te he dicho que se ha ido.
Se ha ido de veras? pregunt el muchacho en tono
alarmado.
Si no me crees, echa un vistazo al libro de registro.
Ves?
Pero por qu? Por qu se ha ido antes de que yo
regresara?
Porque tardabas demasiado.
Pero..., pero... Iori se ech a llorar. Adonde ha
ido? Dmelo, por favor.
No me ha dicho dnde iba. Supongo que te ha dejado
atrs porque eres tan intil.
Demudado, Iori sali corriendo a la calle. Mir al este y
el oeste, y luego al cielo. Las lgrimas se deslizaban por sus
mejillas.
Mientras se rascaba la franja calva con un peine, la
mujer solt una risotada.
Deja de lloriquear le grit desde el interior. Slo
estaba bromeando. Tu maestro se aloja en casa del pulidor
de espadas, ah delante.
Apenas haba terminado de hablar, cuando una
proteccin de paja para las patas de los caballos penetr
volando en la recepcin.
En actitud sumisa y postura formal, Iori se sent a los pies
de Musashi y en voz baja le anunci:
He vuelto.
Ya haba reparado en la atmsfera melanclica de la
casa. No haban retirado las virutas de madera y la lmpara
extinguida segua donde la haban dejado la noche anterior.
He vuelto repiti Iori, en el mismo tono apagado
de antes.
Quin es? murmur Musashi, abriendo
lentamente los ojos.
Iori.
Musashi se incorpor en seguida. Aunque le aliviaba
ver que el chico haba regresado sano y salvo, se limit a
decirle:
Ah, eres t.
Siento haber tardado tanto. Su maestro no le
respondi. Perdname. Ni su disculpa ni una
reverencia corts obtuvieron ninguna respuesta.
Musashi se apret el obi y dijo:
Abre las ventanas y limpia la habitacin.
Entonces cruz la puerta antes de que Iori hubiera
tenido tiempo de decirle: S, seor.
Musashi se dirigi a la habitacin que estaba al fondo de
la planta baja y pregunt a Ksuke cmo se encontraba el
herido aquella maana.
Parece descansar mejor.
Debes de estar fatigado. Regreso despus del
desayuno para que puedas reposar?
Ksuke le dijo que no era necesario.
Hay una cosa que quisiera hacer aadi. Creo
que deberamos informar de lo ocurrido a la escuela Obata,
pero no dispongo de nadie a quien enviar all.
Tras ofrecerse a ir l mismo o enviar a Iori, Musashi
regres a su habitacin, que ya estaba ordenada. Al sentarse
pregunt:
Dime, Iori, ha habido una respuesta a mi carta?
Aliviado al no recibir una fuerte reprimenda, el
muchacho sonri.
S, he trado una respuesta. Aqu la tengo.
Con una expresin triunfal, se sac la carta del kimono.
Dmela.
Iori avanz sobre las rodillas y deposit el papel
doblado en la mano extendida de Musashi. Sukekur haba
escrito: Lamento decirte que Sukekur, en su condicin de
instructor del shgun, no puede tener un encuentro de
esgrima contigo, como has solicitado. No obstante, si nos
visitas con algn otro propsito, existe la posibilidad de
que su seora pueda saludarte en el dj. Creo que si
todava ests tan deseoso de probar tu habilidad contra el
estilo Yagy, lo mejor sera que te enfrentaras a Yagy
Hygo. Sin embargo, siento decirte que ayer parti hacia
Yamato para estar junto a la cabecera del seor Sekishsai,
quien se encuentra gravemente enfermo. Por ello debo
pedirte que pospongas tu visita hasta una fecha posterior.
Con mucho gusto tomar las disposiciones pertinentes en
ese momento.
Mientras desenrollaba lentamente el largo pergamino,
Musashi sonrea. Iori, sintindose ms seguro, extendi las
piernas cmodamente y dijo:
La casa no est en Kobikich, sino en un lugar
llamado Higakubo. Es muy grande, muy esplndida, y
Kimura Sukekur me ha dado un montn de cosas
deliciosas para comer...
Musashi enarc las cejas, en un gesto reprobatorio ante
aquella exhibicin de familiaridad.
Iori le dijo seriamente.
El muchacho se apresur a adoptar de nuevo la postura
formal.
S, seor.
Aunque te perdieras, no crees que tres das es un
tiempo demasiado largo? Qu ha sucedido?
Me hechiz un zorro.
Un zorro?
S, seor, un zorro.
Cmo es posible que a ti, un chico nacido y criado
en el campo, le hechice un zorro?
No lo s, pero luego no pude recordar dnde haba
estado durante medio da y media noche.
Humm. Es muy extrao.
S, seor. Eso mismo pens. Tal vez los zorros en
Edo se la tienen jurada a la gente ms que los del campo.
Supongo que eso es cierto. Al ver la seriedad del
muchacho, Musashi no se vea con nimo de regaarle, pero
consideraba necesario dejar bien claro su punto de vista.
Tambin supongo sigui diciendo que has hecho algo
que no deberas haber hecho.
Bueno, el zorro me persegua y, para evitar que me
embrujara, le di un tajo con mi espada. Entonces el zorro
me castig por ello.
No, eso no es cierto.
Ah, no?
No. No era el zorro el que te persegua, sino tu
propia conciencia, que es invisible. Ahora sintate ah y
piensa en ello durante un rato. Cuando regrese, puedes
decirme lo que crees que significa.
S, seor. Vas a alguna parte?
S, a un lugar cerca del santuario de Hirakawa en
Kjimachi.
Estars de regreso por la noche, verdad?
Ja, ja. Debera estarlo, a menos que me embruje un
zorro.
Musashi parti e Iori se qued meditando sobre su
conciencia. En el exterior, el cielo estaba oscurecido por las
nubes grises, sombras, de la estacin lluviosa veraniega.
El profeta abandonado
En el bosque que rodeaba al santuario de Hirakawa Tenjin
vibraba intensamente el canto de las innumerables cigarras.
Un bho ulul cuando Musashi se diriga desde el portal al
vestbulo de la casa de Obata.
Buenos das! grit, pero el eco de su saludo
reson como en una caverna vaca.
Al cabo de un rato oy ruido de pisadas. El joven
samurai que sali, provisto de dos espadas, no era sin duda
un simple subordinado que se encargaba de recibir a las
visitas.
Sin tomarse la molestia de arrodillarse, inquiri:
Puedo preguntarte tu nombre?
Aunque no tendra ms de veinticuatro o veinticinco
aos, daba la impresin de ser alguien a quien era preciso
tomar en cuenta.
Me llamo Miyamoto Musashi. Es sta la academia
de ciencia militar de Obata Kagenori?
T lo has dicho respondi el otro secamente. Por
su tono era evidente lo que esperaba de Musashi: ste le
explicara que estaba viajando para perfeccionar su
conocimiento de las artes marciales, etctera.
Uno de los alumnos de tu escuela ha resultado herido
en una pelea le dijo Musashi. Ahora le estn cuidando
en casa del pulidor de espadas Zushino Ksuke, a quien
creo que conoces. He venido a peticin de Ksuke.
Debe de ser Shinz! Por un instante el joven
pareci profundamente alarmado, pero se recobr en
seguida. Perdona. Soy el hijo de Kagenori, Yogor. Te
doy las gracias por haberte tomado la molestia de venir y
decrnoslo. Corre peligro la vida de Shinz?
Esta maana pareca estar mejor, pero an es
demasiado pronto para trasladarle. Creo que lo mejor ser
que siga de momento en casa de Ksuke.
Espero que transmitas a Ksuke nuestro
agradecimiento.
Lo har con mucho gusto.
A decir verdad, puesto que mi padre est postrado en
cama, Shinz ha dado las clases en su lugar, hasta el otoo
pasado, cuando se march sbitamente. Como puedes ver,
ahora aqu no hay apenas nadie. Lamento no poder recibirte
como es debido.
No faltara ms, pero dime: hay una lucha
encarnizada entre vuestra escuela y Sasaki Kojir?
S. Yo estaba ausente cuando comenz, por lo que
desconozco todos los detalles, pero parece ser que Kojir
insult a mi padre, lo cual, naturalmente, incit a los
alumnos. Decidieron castigar por s mismos a Kojir, pero
ste mat a varios de ellos. Tal como yo lo entiendo,
Shinz se march porque finalmente lleg a la conclusin de
que deba vengarse personalmente.
Comprendo. Esto empieza a tener sentido. Quisiera
darte un consejo: no luches con Kojir. Te aseguro que no
es posible derrotarle con las tcnicas de esgrima ordinarias,
y es incluso menos vulnerable a una estrategia inteligente.
Como luchador, como orador, como estratega carece de
rival, incluso entre los maestros ms grandes que hoy viven.
Estas palabras inflamaron a Yogor, en cuyos ojos arda
la ira. Al notarlo, Musashi consider prudente repetir su
advertencia.
Refrena el orgullo aadi. Es insensato
arriesgarse a un desastre por un agravio trivial. No creas que
la derrota de Shinz hace necesario que t ajustes las
cuentas. Si lo haces, sencillamente seguirs sus pasos. Eso
sera una necedad, creme.
Cuando Musashi se hubo ido, Yogor se apoy en la
pared con los brazos cruzados. En voz baja y trmula,
musit: Pensar que hemos llegado a esto. Incluso Shinz
ha fracasado!. Mirando vacuamente al techo, pens en la
carta que Shinz haba dejado para l, en la que deca que su
propsito al marcharse era matar a Kojir y que si no lo
lograba, Yogor probablemente jams volvera a verle vivo.
No por haber sobrevivido la derrota de Shinz era
menos humillante. Como la escuela haba sido obligada a
suspender las operaciones, el pblico en general haba
llegado a la conclusin de que Kojir estaba en lo cierto: la
academia Obata era una escuela para cobardes, o por lo
menos para tericos carentes de habilidad prctica. Esto
haba conducido a la desercin de algunos alumnos. Otros,
aprensivos por la enfermedad de Kagenori o el aparente
declive del estilo Ksh, se haban pasado al estilo
Naganuma rival. Slo dos o tres seguan residiendo en la
escuela.
Yogor decidi no hablarle a su padre de lo ocurrido a
Shinz. El estado del anciano exiga los mayores cuidados,
aunque era imposible pensar en su restablecimiento.
Dnde ests, Yogor?
Aunque Kagenori estaba a las puertas de la muerte,
cuando un impulso le haca llamar a su hijo, su voz era la de
un hombre perfectamente sano, lo cual nunca dejaba de
sorprender a Yogor.
Dnde ests, Yogor?
Ya voy. Corri a la habitacin del enfermo, se
arrodill y pregunt: Me llamabas?
Como haca a menudo cuando se cansaba de estar
tendido boca arriba, Kagenori se haba apoyado en la
ventana, utilizando la almohada como apoyabrazos.
Quin era el samurai que acaba de irse? le
pregunt.
Eh? dijo el joven, un tanto confuso. Ah, se.
Nadie en particular. Slo traa un mensaje.
Un mensaje de dnde?
Vers, parece ser que Shinz ha sufrido un accidente.
El samurai ha venido a decrnoslo. Ha dicho que se llama
Miyamoto Musashi.
Humm. No es natural de Edo, verdad?
No. Tengo entendido que es de Mimasaka. Se trata
de un rnin. Crees haberle reconocido?
No replic Kagenori con una vigorosa sacudida de
su fina barba gris. No recuerdo haberle visto nunca ni
hablado de l. Pero tena algo... He conocido a mucha gente
durante mi vida, sabes?, tanto en el campo de batalla como
en la vida ordinaria. Algunas eran muy buenas personas y la
gente las tena en gran estima. Pero aquellos a los que
considerara como verdaderos samurais, en todos los
sentidos de la palabra, eran poqusimos. Ese hombre...,
Musashi, has dicho?..., me ha atrado. Me gustara
conocerle, hablar un poco con l. Ve a buscarle.
S, seor respondi obedientemente Yogor, pero
antes de levantarse, sigui diciendo en un tono de leve
perplejidad: Qu es lo que has observado en l? Slo le
has visto de lejos.
No lo entenderas. Cuando lo entiendas, sers viejo y
marchito como yo.
Pero debe de haber sido algo.
He admirado su manera de permanecer vigilante. No
dejaba de estar ojo avizor, previendo cualquier
eventualidad, incluso en la casa de un enfermo como yo.
Cuando cruz el portal, se detuvo y mir a su alrededor..., a
la disposicin de la casa, las ventanas, si estaban abiertas o
cerradas, el sendero que conduce al jardn..., en fin, todo. De
un solo vistazo abarcaba el conjunto, y lo haca de la
manera ms natural. Cualquiera habra credo que se detena
un momento sencillamente como una seal de deferencia.
Me ha sorprendido.
Crees entonces que es un samurai de verdadero
mrito?
Tal vez. Estoy seguro de que ser fascinante hablar
con l. Anda, pdele que vuelva.
No temes que sea malo para tu salud? Kagenori
estaba muy excitado y Yogor record el consejo que le
haba dado el mdico: cuando menos hablase el anciano,
tanto mejor.
No te preocupes tanto por mi salud. Llevo aos
esperando conocer a un hombre as. No he estudiado ciencia
militar durante tanto tiempo para ensearla a los nios. Te
garantizo que, si bien mis teoras de ciencia militar se llaman
el estilo Ksh, no son una simple extensin de las
frmulas utilizadas por los famosos guerreros Ksh. Mis
ideas difieren de las de Takeda Shingen o Uesugi Kenshin u
Oda Nobunaga o los dems generales que lucharon por el
dominio del pas. El objetivo de la ciencia militar ha
cambiado desde entonces. Mi teora se dirige hacia el logro
de la paz y la estabilidad. T conoces algunas de estas
cosas, pero la cuestin consiste en saber a quin puedo
confiarle mis ideas.
Yogor permaneca en silencio.
Mira, hijo mo, aunque son muchas las cosas que
deseo transmitirte, an ests inmaduro, demasiado para
reconocer las notables cualidades del hombre al que acabas
de conocer.
Yogor baj los ojos, pero encaj la crtica sin decir
nada.
Si incluso yo, que tiendo a mirar favorablemente
cuanto haces, te considero inmaduro, entonces no tengo
duda alguna. No eres todava la persona que pueda
continuar mi obra, por lo que debo esperar a que se
presente el hombre apropiado. Recuerda que cuando cae la
flor de cerezo, slo puede confiar en el viento para que
disemine su polen.
No debes caer, padre. Has de intentar seguir
viviendo.
El anciano le mir furibundo y alz la cabeza.
Hablar as demuestra que eres todava un nio!
Anda, ve rpidamente y busca al samurai.
S, seor!
No le apremies. Dile tan slo por encima lo que
acabo de decirle y trele contigo.
En seguida, padre.
Yogor parti a la carrera. Una vez en el exterior,
primero tom la direccin por la que haba visto a Musashi
alejarse. Entonces busc en todo el recinto del templo, e
incluso se dirigi a la calle principal que atravesaba
Kjimachi, pero fue en vano.
No lamentaba demasiado que aquel samurai se hubiera
perdido de vista, pues no estaba tan convencido como su
padre de la superioridad de Musashi. Lo que se deca sobre
la capacidad fuera de lo corriente de Kojir, sobre la locura
de correr el riesgo de un desastre por un agravio trivial
haba quedado impreso en su mente. Era como si la visita de
Musashi hubiera tenido el objetivo expreso de cantar las
alabanzas de Kojir.
Aun cuando escuchara sumisamente a su padre, haba
pensado para sus adentros: No soy tan joven e inmaduro
como dices. Y lo cierto era que, en aquel momento,
realmente no podra haberle importado menos lo que
Musashi pensara.
Eran ms o menos de la misma edad. Aun cuando el
talento de Musashi fuese excepcional, haba lmites a lo que
poda saber y hacer. En el pasado, Yogor se haba ido de
casa en varias ocasiones, para llevar durante uno, dos,
incluso tres aos, la vida del shugysha asctico. Haba
vivido y estudiado algn tiempo en la escuela de otro
experto militar, y estudiado el Zen bajo la direccin de un
maestro estricto. No obstante, su padre, tras un mero
atisbo del hombre, no slo se haba formado la que Yogor
sospechaba que era una opinin exagerada del rnin
desconocido, sino que haba llegado demasiado lejos al
sugerir que Yogor tomase a Musashi como modelo.
Ser mejor que regrese se dijo, entristecido.
Supongo que no hay manera de convencer a un padre de
que su hijo ya no es un nio. Anhelaba con desesperacin
que llegara el da en que Kagenori le mirase y viera de
repente que era un adulto y un valiente samurai. Le dola
pensar que su padre podra morir antes de que ese da
llegara.
Eh, Yogor! Eres Yogor, verdad?
Yogor gir sobre sus talones y comprob que quien se
haba dirigido a l era Nakatogawa Handay, un samurai de
la casa de Hosokawa. No se haban visto recientemente,
pero en una poca Handay haba asistido con regularidad a
las lecciones de Kagenori.
Cmo est de salud tu reverenciado padre? Los
deberes oficiales me tienen tan ocupado que no he podido
visitarle.
Est ms o menos igual, gracias.
Por cierto, he odo decir que Hj Shinz atac a
Sasaki Kojir y fue derrotado.
Ya te has enterado de eso?
S. Esta maana hablaban de ello en casa del seor
Hosokawa.
Qu increble rapidez. Si sucedi anoche...
Kojir es husped de Iwama Kakubei, y ste debe de
haber difundido la noticia. Incluso el seor Tadatoshi lo
sabe.
Yagoro era demasiado joven para escuchar con
objetividad, pero no quera de ninguna manera revelar su
clera con alguna expresin involuntaria. Se despidi de
Handay lo antes posible y regres en seguida a su casa.
Haba tomado una decisin.
La comidilla de la ciudad
Cuando entr Iori, la esposa de Ksuke estaba en la cocina,
preparando unas gachas para Shinz.
Las ciruelas amarillean dijo el muchacho.
Si estn casi maduras, eso significa que las cigarras no
tardarn en cantar respondi ella distradamente.
No encurtes las ciruelas?
No. Aqu somos pocos, y para encurtir todas esas
ciruelas haran falta varias libras de sal.
La sal no se desperdiciara, pero las ciruelas se
pudrirn si no las encurtes. Y si hubiera una guerra o una
inundacin, vendran muy bien, no crees? Puesto que ests
ocupada cuidando del herido, con mucho gusto te las
encurtira.
Desde luego, eres un nio curioso. Te preocupas por
las inundaciones y esas cosas. Piensas como un viejo.
Iori ya estaba sacando un cubo de madera del armario.
Con el cubo vaco en la mano, sali al jardn y examin el
ciruelo. Aunque era lo bastante adulto para preocuparse
por el futuro, segua siendo un nio al que distraa
fcilmente localizar una cigarra chirriante. Se acerc
sigilosamente, captur el insecto y lo retuvo dentro de las
manos ahuecadas, hacindole chillar como una bruja
aterrada.
Al mirar entre sus pulgares, experiment una extraa
sensacin. Aunque se supona que los insectos carecen de
sangre, la cigarra estaba caliente. Tal vez incluso las
cigarras, cuando se enfrentan a un peligro de muerte, emiten
calor corporal. De repente se apoder de l una mezcla de
temor y compasin. Abri las palmas, lanz la cigarra al
aire y contempl cmo se alejaba volando hacia la calle.
El ciruelo, de considerable tamao, era el hogar de una
numerosa comunidad: gruesas orugas con un pelaje
sorprendentemente hermoso, mariquitas, minsculas ranas
azules aferradas al envs de las hojas, pequeas e inmviles
mariposas, tbanos zumbadores. Mirando fascinado aquel
pequeo rincn del reino animal, pens que sera inhumano
provocar la consternacin de aquellas damas y caballeros
sacudiendo una rama. Extendi la mano cuidadosamente,
arranc una ciruela y la mordi. Entonces sacudi con
suavidad la rama ms prxima y se sorprendi al ver que el
fruto no caa. Arranc unas cuantas ciruelas y las ech al
cubo.
Hijo de perra! grit de sbito, y bruscamente
arroj tres o cuatro ciruelas al estrecho callejn a un lado de
la casa.
La caa de bamb tendida entre la casa y la valla, que
serva como tendedero, cay al suelo con estrpito, y se
oy el ruido de unas pisadas que retrocedan
apresuradamente desde el callejn a la calle.
El rostro de Ksuke apareci en el enrejado de bamb
de la ventana de su taller.
Qu ha sido ese ruido? inquiri, con una
expresin de asombro en los ojos.
Iori salt del rbol y dijo a gritos:
Otro desconocido estaba oculto en las sombras,
agachado ah mismo, en el callejn. Le he tirado unas
ciruelas y ha echado a correr.
El pulidor de espadas sali al jardn, limpindose las
manos con una toalla.
Qu clase de hombre?
Un matn.
Uno de los hombres de Hangawara?
No lo s. Por qu fisgan aqu esos tipos?
Estn buscando la ocasin de atacar de nuevo a
Shinz.
Iori mir hacia la habitacin del fondo, donde el herido
estaba terminando de tomar las gachas. Su herida se haba
curado hasta el extremo de que el vendaje ya no era
necesario.
Ksuke llam Shinz.
El artesano camin hasta el borde de la terraza e
inquiri:
Cmo te sientes?
Dejando su bandeja a un lado, Shinz se sent de una
manera ms formal.
Quiero pedirte disculpas por todas las molestias que
te estoy causando.
No tiene importancia. Lamento estar demasiado
atareado para hacer ms por ti.
He observado que, adems de preocuparte por m, te
estn fastidiando esos matones de Hangawara. Cuanto ms
tiempo permanezca aqu, tanto mayor ser el peligro de que
tambin lleguen a considerarte como un enemigo. Creo que
debo marcharme.
Ni se te ocurra.
Como puedes ver, ya me encuentro mucho mejor.
Estoy en condiciones de volver a casa.
Hoy mismo?
Si.
No tengas tanta prisa. Espera por lo menos a que
regrese Musashi.
Prefiero no esperar, pero te ruego que le transmitas
mi agradecimiento. Tambin ha sido muy amable conmigo.
Ahora puedo caminar perfectamente.
Me parece que no lo entiendes. Los hombres de
Hangawara estn vigilando esta casa da y noche. En cuanto
salgas al exterior, se abalanzarn sobre ti. No puedo
permitir que te marches solo.
Tena una buena razn para matar a Jr y Koroku.
Fue Kojir quien empez todo esto, no yo. Pero si quieren
atacarme, que lo hagan.
Shinz estaba en pie y preparado para marcharse.
Ksuke y su esposa comprendieron que sera intil tratar
de retenerle, por lo que fueron a la entrada del taller para
despedirle.
Musashi llegaba en aquel momento, su frente tostada
por el sol hmeda de sudor.
Te marchas? le pregunt. Vuelves a casa?...
Bueno, me alegra ver que ya ests bien, pero sera peligroso
que te marcharas solo. Te acompaar.
Shinz intent negarse, pero Musashi insisti. Al cabo
de unos minutos partieron juntos.
Debe de ser difcil caminar despus de haber estado
en cama tanto tiempo.
Parece como si el suelo estuviera ms alto de lo que
est en realidad.
Hay un largo camino hasta Hirakawa Tenjin. Por
qu no alquilamos un palanqun para ti?
Supongo que debera habrtelo dicho antes. No
vuelvo a la escuela.
Ah, no? Adonde vamos entonces?
Shinz baj los ojos y dijo:
Es bastante humillante, pero creo que pasar una
temporada en casa de mi padre. Est en Ushigome.
Musashi llam a un porteador de palanqun y
prcticamente oblig a subir a Shinz. A pesar de la
insistencia de los porteadores, se neg a utilizar l mismo
ese medio de transporte..., cosa que decepcion a los
hombres de Hangawara que vigilaban desde la siguiente
esquina.
Mirad, ha metido a Shinz en un palanqun.
Le he visto mirar hacia aqu.
An es demasiado pronto para hacer nada.
Despus de que el palanqun girase a la derecha junto al
foso exterior, se alzaron las faldas de los kimonos, se
arremangaron y siguieron a sus presas, sus ojos brillantes,
como deseosos de salirse de las rbitas y volar hacia las
espaldas de Musashi.
Musashi y Shinz haban llegado a la vecindad de
Ushigafuchi cuando una pequea piedra choc con el palo
del palanqun y rebot. Al mismo tiempo, los miembros de
la banda se echaron a gritar y avanzaron para rodear a su
presa.
Espera! grit uno de ellos.
Qudate donde ests, bastardo!
Los porteadores, aterrados, soltaron el palanqun y
huyeron. Shinz baj del palanqun, espada en mano.
Incorporndose, adopt una postura de combate y grit:
Es a m a quien habis dicho que espere?
Musashi salt delante de l.
Decid qu pretendis!
Los matones se acercaron poco a poco, cautamente,
como si vadearan unas aguas someras.
Ya sabes lo que queremos! le espet uno de ellos
. Entrganos a ese cobarde al que ests protegiendo. Y no
intentes ninguna treta o morirs tambin.
Esta bravata estimul la furia sanguinaria de los dems,
pero ninguno avanz para atacar con su espada. El fuego en
los ojos de Musashi era suficiente para mantenerlos a raya.
Aullaban y maldecan desde una distancia prudente.
Musashi y Shinz les miraban iracundos a prudente
distancia. Transcurrieron unos momentos antes de que
Musashi los cogiera desprevenidos al gritarles:
Si Hangawara Yajibei est entre vosotros, que se
adelante.
El jefe no est aqu, pero si tienes algo que decir,
dmelo a m, Nembutsu Tazaemon, y te har el favor de
escucharte.
El anciano que se haba adelantado llevaba un kimono
blanco de camo y del cuello le colgaba un rosario budista.
Qu tienes contra Hj Shinz?
Cuadrando los hombros, Tazaemon replic:
Ha matado a dos de nuestros hombres.
Segn Shinz, vuestros dos patanes ayudaron a
Kojir a matar a varios alumnos de Obata.
Una cosa no tiene nada que ver con la otra. Si no le
ajustamos las cuentas a Shinz, se reirn de nosotros en las
calles.
Es posible que as sea en el mundo en que vivs
dijo Musashi en tono conciliador. Pero es distinto en el
mundo de los samurais. Entre los guerreros no es posible
culpar a un hombre que se toma la venganza por su mano.
Un samurai puede vengarse en nombre de la justicia o para
defender su honor, pero no para responder a un agravio
personal. Eso no es viril, como tampoco lo es lo que estis
tratando de hacer ahora.
Qu no es viril? Nos acusas de que no somos
viriles?
Si Kojir se hubiera adelantado para desafiarnos en
su nombre, no habra nada que decir. Pero no podemos
mezclarnos en una pendencia provocada por los esbirros de
Kojir.
Sigue predicando santurronamente, como cualquier
otro samurai. Puedes decir lo que te plazca. Nosotros
tenemos que seguir protegiendo nuestro nombre.
Si los samurais y los delincuentes lucharan para
decidir si han de prevalecer las reglas de unos u otros, las
calles estaran llenas de sangre. El nico lugar apropiado
para resolver esto es el gabinete del magistrado. Qu te
parece, Nembutsu?
Me parece una idiotez. Si fuese algo que el
magistrado pudiera resolver, empezaramos por no estar
aqu.
Dime, qu edad tienes?
Y a ti qu te importa?
Dira que eres lo bastante mayor para saber que no
deberas llevar a un grupo de jvenes a una muerte
insensata.
Bah, ahrrate la chchara. No soy demasiado viejo
para luchar! Tazaemon desenvain su espada y los
matones se adelantaron a empellones y gritando.
Musashi esquiv la estocada de Tazaemon y le agarr
por el cogote. Recorri a grandes zancadas los diez pasos
hasta el foso y arroj al viejo desde el borde. Entonces,
mientras los atacantes se aproximaban, cogi a Shinz por
la cintura y ech a correr con l.
Cruz un campo a toda velocidad, hacia las
estribaciones de una colina. Por debajo de ellos un arroyo
desembocaba en el foso y al pie de la pendiente se vea un
marjal azulado. A medio camino, Musashi se detuvo y dej
a Shinz en pie.
Ahora echemos a correr le dijo. Shinz vacil, pero
Musashi le empuj para que se pusiera en marcha.
Los matones, recuperados de su sorpresa, les
perseguan.
Cogedle!
No tiene orgullo!
Vaya samurai!
No puede echar a Tazaemon al foso y quedarse sin
castigo!
Haciendo caso omiso de las chanzas y calumnias,
Musashi le dijo a Shinz:
No se te ocurra enfrentarte a ellos. Corre! Es lo
nico que se puede hacer en un caso as. Sonriente,
aadi: No es muy fcil avanzar rpido por este terreno,
eh?
Estaban pasando por los lugares que en el futuro seran
conocidos como Ushigafuchi y la colina de Kudan, pero
entonces la zona estaba cubierta de frondosos rboles.
Cuando perdieron de vista a sus perseguidores, Shinz
estaba mortalmente plido.
Fatigado? le pregunt Musashi en tono solcito.
No..., no tanto.
Supongo que no te gusta la idea de permitir que te
insulten as sin hacerles frente.
Bueno...
Ja, ja! Piensa en ello con tranquilidad y vers por
qu. Hay ocasiones en que te sientes mejor si huyes. Mira,
por ah pasa un arroyo. Enjugate la boca y luego te llevar
a casa de tu padre.
Al cabo de unos minutos, el bosque que rodeaba el
santuario Akagi Myjin apareci ante ellos. La casa del
seor Hj estaba debajo.
Espero que entres y conozcas a mi padre le dijo
Shinz cuando llegaron al muro de tierra que rodeaba la
casa.
Lo har en otra ocasin. Descansa bien y cudate.
Tras decir estas palabras, Musashi se alej.
Despus de este incidente, el nombre de Musashi se oa con
frecuencia en las calles de Edo, mucho ms a menudo de lo
que l habra deseado. La gente le llamaba impostor, el
ms grande de todos los cobardes, cnico..., una deshonra
para la clase de los samurais. Si un farsante como l haba
derrotado a los Yoshioka de Kyoto, stos deban de ser un
puado de dbiles sin remisin. Sin duda los desafi porque
saba que no podran protegerse. Y luego probablemente
huy antes de verse en cualquier peligro verdadero. Todo lo
que quiere un impostor es vender su nombre a la gente que
no sabe nada de esgrima. No pas mucho tiempo antes de
que fuese imposible encontrar a una sola persona que
hablase bien de l.
El remate de los insultos estaba en unos carteles
colocados en todo Edo: Mensaje para Miyamoto
Musashi, que huy con el rabo entre las piernas. La viuda
Hon'iden est ansiosa de venganza. Tambin a nosotros nos
gustara verte la cara en vez de la espalda para cambiar. Si
eres un samurai, ven y lucha. La Asociacin Hangawara.
Libro VI SOL Y
LUNA
Una charla con los hombres
Antes de desayunar, el seor Hosokawa Tadatoshi inici la
jornada con el estudio de los clsicos confucianos. Los
deberes oficiales, que a menudo requeran su presencia en el
castillo de Edo, consuman la mayor parte de su tiempo,
pero cuando poda dedicar algn tiempo entre sus
ocupaciones, practicaba las artes marciales. Siempre que era
posible, le gustaba pasar las veladas en compaa de los
jvenes samurais a su servicio.
El ambiente de la casa era muy parecido al de una
armoniosa familia sentada alrededor de su patriarca, no del
todo informal, desde luego, pues no se fomentaba la idea de
que su seora era uno ms de los muchachos, pero la
etiqueta, normalmente rigurosa, se relajaba un poco.
Tadatoshi, enfundado en un liviano kimono de camo,
alentaba el intercambio de ideas, que con frecuencia inclua
los ltimos chismorreos.
Okatani dijo su seora, dirigindose a uno de los
hombres ms robustos.
S, seor.
He odo decir que ahora eres bastante bueno con la
lanza.
Es cierto. Muy bueno, de hecho.
Ja, ja. Desde luego, no ests aquejado de falsa
modestia.
Vers, seor, todo el mundo lo dice as. Por qu
habra de negarlo?
Uno de estos das averiguar personalmente hasta
qu punto est avanzada tu tcnica.
Espero ilusionado ese da, pero nunca parece llegar.
Tienes suerte de que no llegue.
Dime, seor, has odo la cancin que est en boca de
todo el mundo?
Cul es?
Dice as:
Hay lanceros y lanceros,
toda clase de lanceros,
pero el ms grande de todos
es Okatani Gorji...
Tadatoshi se ech a rer.
No puedes engaarme con tanta facilidad. Esa
cancin se refiere a Nagoya Sanz.
Los otros corearon su risa.
Ah, lo sabas?
Te sorprenderas de lo que s.
Estaba a punto de dar ms pruebas de esa afirmacin,
pero se lo pens mejor. Le gustaba saber qu pensaban y
decan sus hombres, y consideraba su deber mantenerse
bien informado, pero no sera conveniente revelarles lo que
saba realmente.
Cuntos de vosotros estis especializados en la
lanza y cuntos en la espada?
De los siete, cinco estudiaban la lanza y slo dos la
espada.
Por qu sois tantos lo que prefers la lanza? les
pregunt Tadatoshi.
Los lanceros opinaron que su arma era ms eficaz en el
combate.
Y qu pensis de eso los espadachines?
Uno de los dos replic:
La espada es mejor. La esgrima te prepara para la paz
tanto como para la guerra.
ste era un motivo constante de discusin, y el debate
sola ser animado.
Uno de los lanceros afirm:
Cuanto ms larga sea la lanza, tanto mejor, siempre
que su longitud no impida manejarla con eficacia. La lanza
puede ser usada para golpear, ensartar o cortar, y si fallas
con ella, siempre puedes recurrir a la espada. Si slo tienes
una espada y se rompe, ests listo.
Puede que eso sea cierto replic un partidario de la
lucha con la espada, pero la funcin del samurai no se
limita al campo de batalla. La espada es su alma. Practicar
ese arte es refinar y disciplinar tu espritu. En el sentido
ms amplio, la espada es la base de todo el adiestramiento
militar, sean cuales fueren sus inconvenientes en el
combate. Si dominas el significado interno del Camino del
Samurai, la disciplina puede aplicarse al uso de la lanza o
incluso a las armas de fuego. Si conoces a fondo el manejo
de la espada, no cometes errores estpidos ni te dejas coger
por sorpresa. La esgrima es un arte de aplicaciones
universales.
Esta discusin podra haber seguido indefinidamente si
Tadatoshi, que haba estado escuchando sin ponerse al lado
de unos u otros, no hubiera intervenido.
Escucha, Mainosuke dijo al que haba hablado en
defensa de la espada. Lo que acabas de decir me parece
habrselo odo decir a algn otro.
Matsushita Mainosuke se puso a la defensiva.
No, seor. sa es mi opinin.
Vamos, hombre, s sincero.
Bueno, a decir verdad, o algo parecido recientemente,
estando de visita en casa de Kakubei. Sasaki Kojir deca lo
mismo, pero coincida tanto con mi propia idea... No
intentaba engaar a nadie. Sencillamente, Sasaki lo
expresaba mejor que yo.
Eso me haba parecido dijo Tadatoshi, con una
sonrisa de astucia.
La mencin del nombre de Kojir le haba recordado que
an no haba tomado una decisin sobre si aceptara o no la
recomendacin de Kakubei.
Kakubei le haba sugerido que, como Kojir era an
bastante joven, podra ofrecerle el estipendio de
aproximadamente un millar de fanegas. Pero el asunto no se
limitaba al estipendio, ni mucho menos. Infinidad de veces,
el padre de Tadatoshi le haba dicho que, al contratar a un
samurai, lo ms importante era, primero, ejercer el buen
juicio y, en segundo lugar, tratarle bien. Antes de aceptar un
candidato, era imperativo valorar no slo sus habilidades
sino tambin su carcter. No importaba lo deseable que
pudiera parecer un hombre: si no poda trabajar en equipo
con los dems miembros de la Casa de Hosokawa, que
haban hecho de ella lo que era hoy, sera prcticamente
intil.
El anciano Hosokawa le haba explicado que un feudo
era como un castillo construido con muchos sillares. Un
sillar al que no se pudiera encajar cmodamente entre los
dems debilitara toda la estructura, aun cuando el sillar en
s fuese de admirable tamao y calidad. Los daimy de la
nueva era abandonaban los sillares inadecuados en las
montaas y los campos, pues haba abundancia de ellos. El
gran desafo consista en encontrar una gran piedra que
supusiera una contribucin sobresaliente a tu propio muro.
Si pensaba de esta manera, a Tadatoshi le pareca que la
juventud de Kojir era un punto a su favor. An se
encontraba en los aos de formacin y, en consecuencia, era
susceptible a cierto moldeamiento.
Tadatoshi record tambin al otro rnin. Nagaoka Sado
fue el primero que le habl de Musashi durante una de
aquellas reuniones nocturnas. Aunque Sado haba dejado
que Musashi se le deslizara de entre los dedos, Tadatoshi
no le haba olvidado. Si la informacin de Sado era exacta,
Musashi no slo era mejor luchador que Kojir, sino un
hombre con unas cualidades suficientes para que fuese
valioso en el gobierno.
Cuando comparaba a los dos hombres, tena que admitir
que la mayora de los daimy preferiran a Kojir. ste
proceda de una buena familia y haba estudiado a fondo el
Arte de la Guerra. A pesar de su juventud, haba
desarrollado un formidable estilo propio y obtenido una
fama considerable como luchador. Su brillante derrota de
los hombres de la academia Obata en las orillas del ro
Sumida y luego en el dique del ro Kanda le haba dado ya
bastante celebridad.
Desde haca algn tiempo, no se tena ninguna noticia de
Musashi. La victoria en el Ichijji le vali su reputacin,
pero haban transcurrido aos desde entonces, y poco
despus corrieron rumores de que lo sucedido en realidad
haba sido exagerado, que Musashi era un buscador de fama
que haba forjado la lucha tal como se conoca, y que en
realidad se limit a efectuar un ataque relmpago y huir al
monte Hiei. Cada vez que Musashi haca algo digno de
alabanza, segua un torrente de rumores que denigraban su
carcter y su capacidad. Se haba llegado al punto en que
incluso la mencin de su nombre sola suscitar
observaciones crticas. O bien la gente le ignoraba por
completo. Como hijo de un guerrero sin fama que vivi en
las montaas de Mimasaka, su linaje era insignificante.
Aunque otros hombres de origen humilde (el ms notable de
ellos, Toyotomi Hideyoshi, natural de Nakamura, provincia
de Owari) haban alcanzado la gloria en tiempos recientes,
la gente, en general, tena muy arraigada la conciencia de
clase y no haca mucho caso de un hombre con los
antecedentes de Musashi.
Mientras reflexionaba en el asunto, Tadatoshi mir a su
alrededor y pregunt:
Alguno de vosotros conoce a un samurai llamado
Miyamoto Musashi?
Musashi? replic uno de ellos, sorprendido.
Sera imposible no haber odo hablar de l. La ciudad entera
le conoce.
Era evidente que todos estaban familiarizados con aquel
nombre.
Y a qu se debe? inquiri Tadatoshi, expectante.
Hay carteles que hablan de l dijo un joven con un
leve aire de reticencia.
Otro de los hombres, llamado Mori, terci:
Como la gente copiaba el texto de esos carteles, yo
tambin lo hice. Aqu lo tengo. Quieres que lo lea?
Hazlo, por favor.
Ah, aqu est dijo Mori, desdoblando un arrugado
trozo de papel. Mensaje para Miyamoto Musashi, que
huy con el rabo entre las piernas...
Los jvenes enarcaron las cejas y empezaron a sonrer,
pero Tadatoshi mantuvo su seriedad.
Eso es todo?
No. El muchacho ley el texto restante y explic
: Una banda que vive en el distrito de los carpinteros
coloc estos carteles. La gente los encuentra divertidos
porque se trata de unos rufianes callejeros que tiran de la
nariz a un samurai.
Tadatoshi frunci ligeramente el ceo, comprendiendo
que aquellas palabras que difamaban a Musashi exigan que
revisara su propio juicio. Lo que le estaban diciendo distaba
mucho de la imagen que se haba formado de Musashi. Sin
embargo, no estaba dispuesto a aceptarlo sin ms.
Humm murmur. Me pregunto si Musashi es
realmente esa clase de hombre.
Yo dira que es un patn sin ningn valor dijo
Mori, cuya opinin compartan los dems. O por lo
menos es un cobarde. De lo contrario, por qu habra
permitido que su nombre fuese arrastrado por el fango?
Cuando los hombres se marcharon, Tadatoshi sigui
sentado, dicindose que haba algo interesante en aquel
hombre. No se dejaba influir por la opinin prevaleciente, y
senta curiosidad por conocer lo ocurrido de labios de
Musashi.
A la maana siguiente, tras escuchar una lectura de los
clsicos chinos, sali de su gabinete y, desde la terraza, vio
a Sado en el jardn.
Buenos das, mi viejo amigo le dijo.
Sado se volvi e hizo una corts reverencia.
Todava ests vigilando? le pregunt Tadatoshi.
La pregunta dej perplejo a Sado, el cual se qued
mirndole.
Quiero decir si todava ests vigilando por si aparece
Miyamoto Musashi.
S, mi seor dijo Sado, con los ojos bajos.
Si le encuentras, trelo aqu. Quiero ver cmo es.
Aquella misma jornada, poco despus del medioda,
Kakubei se acerc a Tadatoshi en el campo de tiro al arco e
insisti en su recomendacin de Kojir.
Mientras empuaba su arco, el joven seor le dijo
tranquilamente:
Perdona, se me haba olvidado. Trele aqu cuando
quieras. Me gustara verle. Que se incorpore o no al servicio
de la casa es otra cuestin, como bien sabes.
Insectos zumbadores
Sentado en una habitacin trasera de la pequea casa que
Kakubei le haba prestado, Kojir examinaba su espada
Palo de Secar. Tras el incidente con Hj Shinz, haba
solicitado a Kakubei que presionara al artesano para que le
devolviera el arma. Aquella misma maana la haba recibido.
Kojir haba predicho que no estara pulimentada, pero
lo cierto era que la hoja haba sido trabajada con una
atencin y esmero que rebasaba sus ms desorbitadas
esperanzas. Del metal negro azulado, ondeante como la
corriente de un arroyo profundo, surga ahora un resplandor
blanco, la luz de un pasado de siglos. De las manchas de
herrumbre, que haban parecido llagas de leproso, no
quedaba rastro. El ondulante motivo del temple entre el filo
de la hoja y la lnea de la arista, hasta entonces cubierta de
manchas de sangre, tena ahora la serena belleza de una luna
brumosa flotando en el cielo.
Es como si la viera por primera vez, se maravill
Kojir. Incapaz de desviar la vista de la espada, no oy al
visitante que le llamaba desde la entrada de la casa:
Kojir..., ests ah?
Aquella parte de la colina haba recibido el nombre de
Tsukinomisaki debido a que era un magnfico lugar de
observacin de la luna naciente. Desde la sala, Kojir vea la
extensin de baha desde Shiba hasta Shinagawa. Al otro
lado de la baha, unas nubes espumosas parecan estar al
nivel de sus ojos. En aquel momento, la blancura de las
colinas lejanas y el azul verdoso del agua parecan
mezclarse con la hoja.
Kojir! No hay nadie aqu? Esta vez la voz
proceda de la puerta lateral de hierba tejida.
El joven sali de su ensoacin y grit:
Quin es? Devolvi la espada a su vaina. Estoy
al fondo. Si deseas verme, da la vuelta hasta la terraza.
Ah, ests aqu dijo Osugi, y dio la vuelta hasta el
lugar indicado.
Vaya, qu sorpresa le dijo Kojir cordialmente.
Qu te trae aqu en un da tan caluroso?
Es slo un momento. Permteme que me lave los
pies.
Luego hablaremos.
El pozo est all, pero ten cuidado, porque es muy
hondo. Eh, chico..., acompala y procura que no se caiga
dentro.
El hombre al que haba llamado chico era un miembro
de baja categora de la banda Hangawara, el cual haba sido
enviado para guiar a Osugi.
Tras lavarse el rostro sudoroso y los pies cubiertos de
polvo, Osugi entr en la casa e intercambi unas palabras
de salutacin. Al reparar en la agradable brisa procedente de
la baha, entrecerr los ojos y coment:
La casa es bonita y fresca. No temes volverte
perezoso, alojado en un cmodo lugar como ste?
Kojir se ech a rer.
Yo no soy como Matahachi.
La mujer parpade, entristecida, pero dej de lado la
pulla.
Perdona por no haberte trado un verdadero regalo
le dijo. En cambio te dar un sutra que he copiado. Le
tendi el Sutra del gran amor de los padres y aadi: Te
ruego que lo leas cuando tengas tiempo.
Tras echar un rpido vistazo a la obra caligrfica, Kojir
se volvi al gua y le dijo:
Ahora que lo recuerdo. Has fijado los carteles que
escrib?
Los que piden que Musashi salga de su escondite?
S, los mismos.
Tardamos dos das enteros, pero hemos fijado uno en
casi todos los cruces importantes.
Mientras venamos hacia aqu, he visto algunos
dijo Osugi. Estn colocados por doquier, y la gente los
lee y chismorrea. Ha sido muy agradable para m or las
cosas que dicen de Musashi.
Si no responde al desafo, est acabado como
samurai. Todo el pas se reir de l. sa sera una buena
venganza para ti, abuela.
Ni por asomo. Que se ran de l no va a afectarle,
porque es un desvergonzado, y yo tampoco quedar
satisfecha. Quiero que sea castigado de una vez por todas.
Ja, ja se ri Kojir, divertido por su tenacidad.
Eres cada vez ms vieja, pero no por eso abandonas, eh?
Por cierto, te ha ocurrido algo en particular?
La anciana se sent en una postura ms cmoda y le
explic que, despus de alojarse durante ms de dos aos en
casa de Hangawara, crea llegado el momento de ponerse en
marcha. No era correcto que viviera indefinidamente de la
hospitalidad de Yajibei. Adems, estaba cansada de
prodigar cuidados maternales a un puado de patanes.
Haba visto una casita de agradable aspecto en alquiler, en
las proximidades del embarcadero de Yoroi.
Qu te parece? le pregunt con el semblante muy
serio. No parece probable que encuentre pronto a
Musashi y tengo la sensacin de que Matahachi est en
algn lugar de Edo. Creo que debera pedir que me enven
dinero de casa y quedarme aqu algn tiempo ms. Pero
viviendo sola, como te he dicho.
Puesto que Kojir no tena ninguna objecin que
hacerle, en seguida se mostr de acuerdo con ella. Su propia
relacin con el grupo de Hangawara, por divertido y til
que hubiera sido al principio, era ahora un poco
embarazosa. Desde luego, no era ninguna recomendacin
para un rnin en busca de seor. Ya haba decidido
interrumpir las sesiones de prcticas.
Kojir llam a uno de los subordinados de Kakubei y le
pidi que trajera una sanda de la huerta detrs de la casa.
Charlaron mientras la cortaban y servan, pero no tard en
despedir a su invitada, evidenciando con su actitud que
prefera estar solo antes de que se pusiera el sol.
Cuando la mujer y su gua se marcharon, Kojir se
dedic a barrer las habitaciones y regar el jardn con agua del
pozo. Los dondiego de da y las enredaderas de batata que
crecan en la valla haban llegado a lo alto y descendido al
suelo de nuevo, amenazando con atrapar la base de la pila
de piedra. La brisa de la tarde agitaba las flores blancas.
De nuevo en sus aposentos, se tendi y pregunt
ociosamente si su anfitrin estara aquella noche de servicio
en la casa de Hosokawa. La lmpara permaneca apagada,
pues aunque estuviera encendida el viento probablemente
habra extinguido su llama. La luz de la luna, que se alzaba
ms all de la baha, ya le iluminaba el rostro.
Al pie de la colina, un joven samurai estaba cruzando la
valla del cementerio.
Kakubei dej el caballo con el que iba y vena de la mansin
de Hosokawa en una floristera al pie de la colina de
Isarago.
Curiosamente, aquella noche no se vea seal del
vendedor, el cual siempre acuda con presteza a hacerse
cargo del animal. Al no verla en la tienda, Kakubei fue a la
parte trasera y empez a atar su caballo a un rbol. Lo
estaba haciendo cuando el vendedor lleg corriendo desde
detrs del templo.
Cogiendo las riendas de manos de Kakubei, le dijo
jadeando:
Perdona, seor. Haba un hombre extrao en el
cementerio, subiendo colina arriba. Le grit que por ah no
hay ningn sendero. l se volvi y me mir enfadado... y
entonces desapareci. Se interrumpi, escudri los
rboles oscuros y aadi en tono preocupado: Crees
que puede ser un ladrn? Dicen que recientemente han
allanado las casas de muchos daimy.
Kakubei haba odo los rumores, pero replic con una
breve risa:
Eso no son ms que habladuras. Si el hombre que has
visto es un ladrn, me atrevera a decir que se trata de un
ratero o uno de esos rnin que atracan a la gente en las
calles.
Bueno, aqu estamos en la entrada del Tkaid, y
muchos viajeros han sido atacados por hombres que huan a
otras provincias. Cuando veo que alguien sospechoso ronda
por aqu de noche, me pongo nervioso.
Si ocurriera algo, sube la colina y llama a mi puerta.
El hombre que se aloja en mi casa est mordiendo el bocado,
quejndose siempre de que aqu nunca pasa nada.
Te refieres a Sasaki Kojir? Tiene una gran
reputacin de espadachn en la vecindad.
Estas palabras no hirieron en lo ms mnimo el amor
propio de Kakubei. Aparte de que le agradaban los jvenes,
saba muy bien que se consideraba admirable y prudente
que los samurais establecidos como l tomaran bajo su
proteccin a jvenes prometedores. Si se presentaba una
emergencia, no habra prueba ms persuasiva de su lealtad
que poder proporcionar a su seor buenos luchadores. Y si
uno de ellos sobresala, el crdito recaera en el servidor del
daimy que lo haba recomendado. Kakubei crea que el
egosmo era un rasgo indeseable en un vasallo; no obstante,
era realista. En un feudo de gran extensin, haba pocos
servidores dispuestos a dejar de lado por completo sus
intereses personales.
A pesar de que mantena su posicin por herencia,
Kakubei era tan leal al seor Tadatoshi como los dems
servidores y, al contrario que otros, no se esforzaba por
superar a los dems en la demostracin de su lealtad. Desde
el punto de vista de la administracin rutinaria, los hombres
como l eran en conjunto mucho ms satisfactorios que los
agitadores que trataban de realizar hazaas espectaculares.
Ya estoy aqu dijo al cruzar el portal de su casa.
La cuesta era muy empinada y l siempre llegaba all un
tanto falto de aliento. Como haba dejado a su esposa en el
campo y la casa estaba habitada sobre todo por hombres
(las nicas mujeres eran unas pocas criadas), los toques
femeninos eran escasos. No obstante, en las noches en que
no tena servicio nocturno, invariablemente encontraba
invitador el sendero de piedra que conduca desde el rojo
portal hasta la entrada de la casa, pues haba sido regado
para que estuviera fresco a su vuelta. Y por tarda que fuese
la hora de su regreso, siempre sala alguien a la puerta para
recibirle.
Est Kojir? pregunt.
Ha estado en casa todo el da respondi el sirviente
. Est estirado en su habitacin, disfrutando de la brisa.
Muy bien. Prepara sake y dile que venga a verme.
Mientras el sirviente llevaba a cabo los preparativos,
Kakubei se quit las ropas sudadas y se relaj en el bao.
Luego se puso un kimono ligero y entr en la sala, donde le
aguardaba Kojir abanicndose.
Trajeron el sake. Mientras lo serva, Kakubei explic a
su invitado:
Te he llamado porque hoy ha sucedido algo alentador
y deseo hablarte de ello.
Buenas noticias?
Desde que mencion tu nombre al seor Tadatoshi,
parece haber recibido ms informes sobre ti de otras
fuentes. Hoy me ha dicho que te lleve pronto a verle. Como
sabes, no es fcil arreglar estos asuntos, pues hay docenas
de servidores con alguien a quien desean recomendar.
Por su tono y su actitud, era evidente que esperaba de
Kojir que se sintiera enormemente satisfecho. Kojir se
llev la taza a los labios y bebi. Cuando habl, lo hizo sin
cambiar lo ms mnimo de expresin, y se limit a decir:
Permteme que te sirva.
Kakubei, lejos de mostrarse desconcertado, admir al
joven por ser tan capaz de ocultar sus emociones.
Eso significa que he conseguido llevar a cabo lo que
me pediste, y creo que se merece una celebracin.
Tomemos otra.
Kojir inclin ligeramente la cabeza y musit:
Te estoy agradecido por tu amabilidad.
Slo he cumplido con mi deber, naturalmente
replic Kakubei con modestia. Cuando un hombre tiene
tu capacidad y talento, estoy obligado a lograr que mi seor
te considere como es debido.
Te ruego que no me sobrestimes, y quisiera hacer
hincapi en un extremo. No es el estipendio lo que me
interesa. Sencillamente creo que servir a la Casa de
Hosokawa es excelente para un samurai. Han estado a su
frente tres hombres sobresalientes en sucesin.
Los tres hombres eran Tadatoshi, su padre y su abuelo,
Sansai y Ysai.
No creas que te he puesto por las nubes. No ha sido
necesario hacerlo. El nombre de Sasaki Kojir es conocido
en toda la capital.
Cmo puedo ser famoso cuando lo que hago es
haraganear aqu todo el da? No veo en qu sobresalgo. Lo
que ocurre es que hay demasiados impostores.
Mi seor me ha dicho que puedo presentarte a l
cuando quiera. Cundo te gustara ir?
Por mi parte, estoy dispuesto en cualquier momento.
Qu te parece maana?
No tengo ningn inconveniente.
Su semblante no revelaba expectacin ni ansiedad, sino
slo una serena confianza en s mismo.
Kakubei, an ms impresionado por la sangre fra de su
husped, eligi aquel momento para decirle con naturalidad:
Como comprenders, su seora no podr tomar una
decisin final hasta despus de que te haya visto. Eso no
debe preocuparte, pues es un mero formalismo. No dudo de
que te aceptar y lo nico que ignoro es la posicin que te
ofrecer.
Kojir dej su taza sobre la mesa y mir directamente el
rostro de Kakubei. Entonces, con mucha frialdad y en tono
desafiante, le dijo:
He cambiado de idea. Lamento haberte causado
tantas molestias. La sangre pareca a punto de brotar de
los lbulos de sus orejas, ya de un rojo brillante a causa de
la bebida.
C... cmo? tartamude Kakubei. Quieres
decir que rechazas la oportunidad de tener una posicin en
la Casa de Hosokawa?
No me gusta la idea respondi su husped
lacnicamente, sin darle ms explicaciones.
Su orgullo le deca que no haba razn alguna para que
se sometiera a una inspeccin. Docenas de otros daimy
competiran por quedarse con l sin necesidad de ponerle a
prueba y ofrecindole mil quinientas y hasta dos mil
quinientas fanegas.
La perplejidad y decepcin de Kakubei no parecan
impresionarle lo ms mnimo, ni tampoco le importaba que
su anfitrin le considerase un ingrato testarudo. Sin la
menor seal de duda o pesar, termin de comer y regres a
sus aposentos.
La luz de la luna se derramaba suavemente sobre el
tatami. Tendindose en el suelo, con los brazos bajo la
cabeza, la mente todava envuelta por los vapores de la
bebida, empez a rerse para sus adentros. Un hombre
honesto, este Kakubei. El viejo, bueno y honesto Kakubei.
Saba que su anfitrin tendra serias dificultades para
explicarle a Tadatoshi su repentino cambio de actitud, pero
tambin saba que Kakubei no estara enfadado con l
durante mucho tiempo, por muy afrentoso que hubiera sido
su comportamiento.
Aunque haba negado hipcritamente que le interesara el
estipendio, lo cierto era que le consuma la ambicin. Quera
un estipendio y mucho ms..., cada onza de fama y xito
que pudiera obtener. De lo contrario, cul sera el
propsito de perseverar a travs de tantos aos de arduo
adiestramiento?
Lo nico que diferenciaba la ambicin de Kojir de la de
otros hombres era su magnitud. Quera ser conocido en
todo el pas como un gran triunfador, cubrir de gloria su
hogar de Iwakuni, gozar de todos los beneficios que puede
aportar el hecho de haber nacido humano. El camino ms
rpido hacia la fama y la riqueza era sobresalir en las artes
marciales. La fortuna le haba bendecido con un talento
natural para dominar la espada. Lo saba perfectamente y se
senta por ello muy satisfecho de s mismo. Haba planeado
el rumbo que seguira de una manera inteligente y con una
notable previsin. Cada uno de sus actos estaba calculado
para acercarle ms a su objetivo. A su modo de ver,
Kakubei, por mucho que le superase en edad, era ingenuo y
un poco sentimental.
Se durmi soando en su brillante futuro.
Ms tarde, cuando la luz de la luna haba avanzado un pie
sobre el tatami, una voz no ms fuerte que la brisa que
susurraba entre los bambes dijo: Ahora. Una forma
oscura, agazapada entre los mosquitos, salt como una rana
hacia los aleros de la casa a oscuras.
El hombre misterioso que haba sido avistado antes al
pie de la colina avanz lenta y silenciosamente, hasta que
lleg a la terraza, donde se detuvo y ech un vistazo al
interior de la habitacin. Agachado en las sombras, fuera de
la luz lunar, podra haber permanecido oculto
indefinidamente si no hubiera producido sonido alguno.
Kojir segua roncando. El tenue zumbido de los
insectos, interrumpido brevemente cuando el hombre
adopt una posicin de ataque, se oy de nuevo desde la
hierba cubierta de roco.
Transcurrieron los minutos. Entonces rompi el silencio
el ruido que hizo el intruso al desenvainar su espada y
saltar sobre la terraza.
Se abalanz contra Kojir y grit salvajemente un
momento antes de que apretara los dientes y golpeara.
Silb el aire mientras un largo objeto negro descenda
pesadamente sobre su mueca, pero la fuerza original de su
golpe haba sido poderosa. En vez de desprenderse de su
mano, la espada se hundi en el tatami, donde haba estado
tendido el cuerpo de Kojir.
Como un pez que se alejara a toda prisa de un palo que
golpease el agua, la presa se haba movido velozmente hacia
la pared. Ahora estaba en pie ante el intruso, con Palo de
Secar en una mano y la vaina en la otra.
Quin eres? le pregunt.
La respiracin de Kojir no se haba alterado. Alerta
como siempre a los sonidos de las criaturas naturales, a la
cada de una gota de roco, permaneca imperturbable.
Sss..., soy yo!
Yo no me dice nada. S que eres un cobarde, pues
de lo contrario no atacaras a un hombre mientras duerme.
Cmo te llamas?
Soy Yogor, hijo nico de Obata Kagenori. Te
aprovechaste de mi padre cuando estaba enfermo y
extendiste rumores sobre l por toda la ciudad.
No fui yo quien extendi los rumores. Fueron los
chismosos..., la gente de Edo.
Quin atrajo a sus alumnos a una pelea y los mat?
Hice eso, sin duda. Yo, Sasaki Kojir. Cmo puedo
evitarlo si soy mejor que ellos? Ms fuerte, ms valiente,
con ms conocimiento del Arte de la Guerra.
Cmo puedes tener el descaro de decir eso cuando
has recurrido a la gentuza de Hangawara para que te
ayudasen?
Con un gruido de disgusto, Kojir dio un paso
adelante.
Si quieres odiarme, hazlo! Pero todo hombre que
convierte un agravio personal en una prueba de fuerza en el
Arte de la Guerra ni siquiera es un cobarde. Es peor que
eso, ms digno de lstima, ms risible. De modo que, una
vez ms, he de arrebatar la vida de un hombre de Obata.
Ests resignado a ello?
El otro no respondi.
Te he preguntado si ests resignado a tu destino.
Avanz otro paso. Entonces la luz de la luna reflejada
por la hoja recin pulimentada de la espada ceg a Yogor.
Kojir mir a su presa como un hombre hambriento
contempla un festn.
El guila
Kakubei lamentaba haber permitido que le utilizaran de una
manera tan mezquina, y jur que no tendra nada ms que
ver con Kojir. Sin embargo, en lo ms hondo de su ser,
aquel hombre le gustaba. Lo que le desagradaba era verse
atrapado entre su seor y su protegido. Entonces se puso a
reflexionar en el asunto.
Tal vez la reaccin de Kojir demuestra lo excepcional
que es. Los samurais ordinarios se habran entusiasmado
ante la oportunidad de que los entrevistaran. Cuanto ms
pensaba en el despecho de Kojir, ms le atraa el espritu
independiente del rnin.
Durante los tres das siguientes Kakubei tuvo servicio
nocturno, y no vio a Kojir hasta la maana del cuarto da,
cuando entr informalmente en los aposentos del joven.
Tras un breve pero embarazoso silencio, le dijo:
Quiero hablar un momento contigo, Kojir. Ayer,
cuando me marchaba, el seor Tadatoshi me pregunt por
ti. Dijo que te vera. Por qu no te pasas por el campo de
tiro al arco y echas un vistazo a la tcnica de Hosokawa?
Kojir sonri sin responder, y Kakubei aadi: No s
por qu insistes en pensar que eso te rebaja. Lo normal es
entrevistar a un hombre antes de ofrecerle una posicin
oficial.
Lo s, pero supn que me rechazara. Qu hara
entonces? Sera un plato de segunda mesa, no? No estoy
tan sin blanca que haya de ir por ah ofrecindome al mejor
postor.
Entonces la culpa es ma. Te lo he planteado mal. Su
seora no ha querido jams implicar semejante cosa.
Bien, qu respuesta le has dado?
Todava ninguna. Pero l parece un poco impaciente.
Ja, ja. Has sido muy considerado y til. Supongo que
no debera colocarte en una posicin tan difcil.
No volveras a pensarlo...? No iras a visitarle una
sola vez?
De acuerdo, si eso significa tanto para ti replic
Kojir, y aunque su tono era condescendiente, no por ello
Kakubei se sinti menos complacido.
Qu te parece si vamos hoy?
Tan pronto?
S.
A qu hora?
Podra ser un poco despus del medioda? Es
entonces cuando practica el tiro al arco.
De acuerdo, all estar.
Kojir se puso a hacer minuciosos preparativos para el
encuentro. El kimono que eligi era de excelente calidad, y
el hakama estaba confeccionado con tela de importacin.
Sobre el kimono llevaba una prenda formal parecida a un
chaleco, de pura seda, sin mangas pero con unas rgidas
hombreras acampanadas. Para completar su elegante
atuendo, pidi a los sirvientes que le facilitaran unas zri y
un sombrero de juncos nuevo.
Puedo disponer de un caballo? pregunt.
S, el caballo de repuesto del seor, el blanco, est en
la tienda al pie de la colina.
Como no encontr al dueo de la floristera, Kojir mir
hacia el recinto del templo al otro lado de la calzada, donde
un grupo de gente se haba reunido alrededor de un cadver
cubierto con esteras de juncos. Se acerc a echar un vistazo.
Aquellas personas estaban hablando de los planes para
el entierro con el sacerdote del templo. La vctima careca de
posesiones que la identificaran. Nadie saba quin era, slo
que se trataba de un joven de la clase samurai. La sangre
alrededor del profundo tajo que se extenda desde un
hombro hasta la cintura estaba seca y negra.
Le haba visto antes, hace unos cuatro das, al
anochecer deca el dueo de la floristera, el cual sigui
hablando con excitacin hasta que not que le tocaban el
hombro.
Al volverse para ver quin era, Kojir le dijo:
Me han dicho que tienes en tu tienda el caballo de
Kakubei. Prepramelo, por favor.
Te vas? dijo mecnicamente el vendedor, haciendo
una profunda reverencia antes de apresurarse hacia su
tienda.
Dio unas palmadas en el cuello al caballo gris rodado
mientras lo sacaba del establo.
Vaya, es un caballo estupendo observ Kojir.
S, en efecto, es un buen animal.
Una vez Kojir estuvo montado, el dueo de la
floristera le dijo sonriente:
Hacis buena pareja.
Kojir sac unas monedas de su bolsa y se las ech al
hombre.
Toma, para flores e incienso.
Eh? Para quin?
Para ese muerto de ah.
Cuando dej atrs el portal del templo, Kojir
carraspe y escupi, como para expulsar el sabor amargo
que le haba dejado la visin del cadver. Pero le persegua
la sensacin de que el joven cuya vida haba segado con el
Palo de Secar haba echado a un lado las esteras de juncos y
le segua. No hice nada por lo que pudiera odiarme, se
dijo, y ese pensamiento le hizo sentirse mejor.
Mientras caballo y jinete avanzaban por la carretera de
Takanawa bajo el sol ardiente, tanto los ciudadanos
corrientes como los samurais se hacan a un lado para
dejarle pasar. Todos se volvan y le miraban con
admiracin. Incluso en las calles de Edo, Kojir tena un
aspecto impresionante, haciendo que la gente se preguntara
quin era y de dnde vena.
Al llegar a la residencia de Hosokawa, dej el caballo al
cuidado de un sirviente y entr en la casa. Kakubei se
apresur a ir a su encuentro.
Te doy las gracias por haber venido le dijo.
Adems es la hora apropiada aadi, como si Kojir le
estuviera haciendo un gran favor personal. Descansa un
poco. Entretanto le dir a su seora que ests aqu.
Antes de marcharse, pidi que proporcionaran al
invitado agua fresca, t de cebada y una bandeja de tabaco.
Cuando lleg un servidor para acompaarle al campo de
tiro al arco, Kojir entreg su amado Palo de Secar y sigui
al servidor llevando slo la espada corta.
El seor Tadatoshi haba resuelto disparar cien flechas
al da durante los meses de verano. Siempre tena a su lado a
varios de sus servidores ms ntimos, que contemplaban
cada disparo conteniendo el aliento y eran tiles recogiendo
las flechas.
Dadme una toalla pidi su seora, apoyando el
arco en el suelo.
Kakubei se arrodill y le pregunt:
Puedo molestarte, seor?
Qu es ello?
Sasaki Kojir est aqu. Apreciara que le vieras.
Sasaki? Ah, s.
Encaj una flecha en la cuerda, se coloc en posicin y
alz el brazo que disparaba por encima de las cejas. Ni l ni
los que le rodeaban miraron a Kojir hasta que hubieron
finalizado los cien disparos.
Tadatoshi suspir y dijo:
Agua. Traedme un poco de agua.
Un asistente sac agua del pozo y la verti en una gran
tina de madera a los pies de Tadatoshi. Dejando que la
parte superior de su kimono le colgara suelta, se enjug el
sudor del pecho y se lav los pies. Sus hombres le
ayudaron sostenindole las mangas, corriendo en busca de
ms agua y secndole la espalda. Sus maneras no eran
formales, no haba nada que sugiriese que se trataba de un
daimy y sus servidores.
Kojir haba supuesto que Tadatoshi, que era poeta y
esteta, hijo del seor Sansai y nieto del seor Ysai, sera
un hombre de porte aristocrtico, tan refinado en su
conducta como los elegantes cortesanos de Kyoto, Pero
mientras observaba la escena, la sorpresa que
experimentaba no se reflej en sus ojos.
Tadatoshi desliz los pies todava hmedos en las zri
y mir a Kakubei, el cual aguardaba a un lado. Con el aire de
quien recuerda de sbito una promesa, le dijo:
Bueno, Kakubei, vamos a ver a tu hombre.
Pidi que trajeran un escabel y lo pusieran a la sombra
de una tienda, donde tom asiento delante de un estandarte
con su blasn, un crculo rodeado por ocho crculos ms
pequeos, que representaban el sol, la luna y siete planetas.
Kakubei hizo una sea a Kojir y ste fue a ponerse de
rodillas ante el seor Tadatoshi. Una vez completados los
saludos formales, Tadatoshi invit a Kojir a sentarse en un
escabel, significando as que era un invitado de honor.
Con vuestro permiso dijo Kojir, levantndose
para sentarse delante de Tadatoshi.
Kakubei me ha hablado de ti. Creo que naciste en
Iwakuni. Es cierto?
As es, seor.
El seor Kikkawa Hiroie de Iwakuni fue bien
conocido como dirigente sabio y noble. Fueron tus
antepasados servidores suyos?
No, nunca servimos a la Casa de Kikkawa. Me han
dicho que descendemos de los Sasakis de la provincia de
mi. Tras la cada del ltimo shgun Ashikaga, mi padre se
retir al pueblo de mi madre.
Despus de hacerle algunas preguntas ms relativas a la
familia y el linaje, el seor Tadatoshi le pregunt:
Entrars en servicio por primera vez?
Todava no s si entrar en servicio.
Segn me ha dicho Kakubei, deseas servir a la Casa
de Hosokawa. Cules son tus razones?
Creo que es una casa por la que estara dispuesto a
vivir y morir.
Esta respuesta pareci complacer a Tadatoshi.
Y tu estilo de lucha?
Lo llamo el estilo Ganry.
Ganry?
Es un estilo de mi invencin.
Presumiblemente tiene antecedentes.
Estudi el estilo Tomita y me benefici de las
lecciones del seor Katayama Hisayasu de Hki, el cual en
su ancianidad se retir a Iwakuni. Tambin he dominado
muchas tcnicas propias. Sola practicar derribando
golondrinas en vuelo.
Comprendo. Supongo que el nombre Ganry deriva
del nombre de ese ro cercano a su lugar natal.
S, seor.
Me gustara ver una demostracin. Tadatoshi mir
los rostros de los samurais que le rodeaban. A cul de
vosotros le gustara luchar con este hombre?
Haban observado la entrevista en silencio, pensando
que Kojir era demasiado joven para haber adquirido la
reputacin que tena. Ahora todos se miraron primero entre
ellos y luego a Kojir, cuyas mejillas enrojecidas
proclamaban su disposicin a enfrentarse a cualquiera que
le retase.
Qu te parece, Okatani?
S, seor.
Siempre ests diciendo que la lanza es superior a la
espada. Ahora tienes la oportunidad de demostrarlo.
Lo har con mucho gusto, si Sasaki est dispuesto.
Desde luego se apresur a responder Kojir. En su
tono, que era corts pero extremadamente fro, haba un
atisbo de crueldad.
Los samurais que haban estado barriendo la arena en el
campo de tiro al arco y retirado el equipo se reunieron
detrs de su seor. Aunque estaban tan familiarizados con
las armas como con los palillos para comer, haban
adquirido su experiencia principalmente en el dj. La
ocasin de presenciar, y mucho menos de tener, un
encuentro verdadero slo se presentara en contadas
ocasiones a lo largo de sus vidas. Todos estaban de acuerdo
en que un combate entre dos hombres era un desafo mucho
mayor que ir al campo de batalla, donde a veces era posible
detenerse y recobrar el aliento mientras los camaradas de
uno seguan luchando. En el combate individual, uno slo
poda confiar en s mismo, slo en su propia viveza y
fuerza desde el principio al final. O venca o perda la vida o
resultaba mutilado.
Contemplaron con semblantes solemnes a Okatani
Gorji. Incluso entre los soldados rasos de infantera haba
bastantes expertos con la lanza, y Gorji era considerado en
general como el mejor. No slo haba estado en combate,
sino que haba practicado con diligencia e ideado tcnicas
propias.
Concdeme unos minutos dijo Gorji, haciendo
sendas reverencias a Tadatoshi y Kojir antes de retirarse
para hacer sus preparativos. Le satisfaca que aquel da,
como otros, llevara ropa interior limpia, siguiendo la
tradicin de los buenos samurais, que iniciaban cada jornada
con una sonrisa y una incertidumbre: por la noche podran
estar muertos.
Tras tomar prestada una espada de madera de tres pies,
Kojir seleccion el terreno para el encuentro. Su cuerpo
pareca relajado y descubierto, tanto ms cuanto que no se
haba alzado de un tirn su hakama plisado. Su aspecto era
formidable, algo que incluso sus enemigos tendran que
admitir. El valor que se perciba en l haca pensar en un
guila, y su apuesto perfil era serenamente confiado.
En los ojos que empezaron a dirigirse hacia el dosel tras
el cual Gorji estaba ajustando sus ropas y su equipo
anidaba la preocupacin.
Por qu tarda tanto? pregunt alguien.
Gorji estaba envolviendo calmosamente un pao
hmedo alrededor de la punta de su lanza, un arma que
haba usado con una excelente eficacia en el campo de
batalla. El asta meda nueve pies de longitud, y slo la hoja
ahusada, con ocho o nueve pulgadas, era el equivalente de
una espada corta.
Qu ests haciendo? le pregunt Kojir. Si te
preocupa herirme, ahrrate la molestia. Una vez ms,
aunque las palabras eran corteses, su implicacin era
arrogante. No me importa que dejes la hoja desnuda.
Gorji le dirigi una mirada penetrante.
Ests seguro?
Perfectamente.
Aunque ni el seor Tadatoshi ni sus hombres hablaron,
sus miradas incisivas dijeron a Gorji que siguiera adelante.
Si el desconocido tena la osada de pedirlo, por qu no
traspasarle?
En ese caso... Gorji quit la envoltura y avanz
sosteniendo la lanza por la mitad del asta. Lo har con
gusto, pero si uso una hoja desnuda, quiero que t uses una
espada real.
Esta espada de madera es suficiente.
No, no puedo acceder a eso.
Ciertamente no esperars de m, un forastero, que
tenga la audacia de emplear una espada real en presencia de
su seora...
Pero...
Con un dejo de impaciencia, el seor Tadatoshi dijo:
Adelante, Okatani. Nadie te considerar cobarde por
acceder a la peticin de este hombre. Era evidente que la
actitud de Kojir le haba afectado.
Los dos hombres, sus semblantes enrojecidos por la
resolucin, intercambiaron saludos con los ojos. Gorji
efectu el primer movimiento, saltando al lado, pero Kojir,
como un pjaro pegado a un palo untado con liga, se desliz
bajo la lanza y golpe directamente al pecho de su
contrario. Falto de tiempo para arremeter, el lancero gir de
costado e intent alcanzar la nuca de Kojir con la contera
de su arma. Con un chasquido resonante, la lanza sali
volando mientras la espada de Kojir morda las costillas de
Gorji, que haba quedado expuesto por el impulso de la
lanza ascendente. Gorji se desliz a un lado, luego dio un
salto, pero el ataque continu sin interrupcin. Sin tiempo
para recobrar el aliento, salt de nuevo a un lado y luego lo
hizo otras dos veces. Los primeros regates tuvieron xito,
pero era como un halcn peregrino que intentara tener a
raya a un guila. Acosada por la rabiosa espada, el asta de la
lanza se parti en dos. En el mismo momento, Gorji
emiti un grito. Era como si le estuvieran arrancando el alma
del cuerpo.
El breve combate haba terminado. Kojir confiaba en
enfrentarse a cuatro o cinco hombres, pero Tadatoshi dijo
que ya haba visto suficiente.
Aquella noche, cuando Kakubei regres a casa, Kojir le
pregunt:
Me exced un poco? Quiero decir delante de su
seora.
No, fue una magnfica actuacin.
Kakubei se senta bastante incmodo. Ahora que poda
evaluar en su plena extensin la habilidad de Kojir, se
senta como un hombre que hubiera mantenido un pajarillo
contra su pecho y luego viera que creca para convertirse en
un guila.
Ha dicho algo el seor Tadatoshi?
Nada en particular.
Vamos, hombre, debe de haber hecho algn
comentario.
Pues no. Se march del campo de tiro al arco sin decir
palabra.
Humm. Kojir pareca decepcionado, pero dijo:
Bueno, no importa. Me ha impresionado como un hombre
ms grande de lo que se cree en general, y he pensado que si
alguna vez tuviera que servir a alguien, muy bien podra ser
l. Pero, por supuesto, no puedo influir lo ms mnimo en
el resultado de los acontecimientos.
No revel que haba meditado a fondo en la situacin.
Despus de los clanes de Date, Kuroda, Shimazu y Mri, el
de Hosokawa era el ms prestigioso y seguro. Sin duda
seguira sindolo mientras el seor Sansai estuviera al frente
del feudo de Buzen, y ms tarde o ms temprano Edo y
Osaka tendran una colisin definitiva. No haba manera de
predecir el resultado. Un samurai que hubiera elegido al
maestro inadecuado fcilmente podra verse reducido de
nuevo a la condicin de rnin, toda su vida sacrificada por
el estipendio de unos pocos meses.
Al da siguiente se supo que Gorji haba sobrevivido al
encuentro, aunque la pelvis o el fmur izquierdo haba
quedado destrozado. Kojir recibi la noticia con calma,
dicindose que aunque no le dieran una posicin, haba
demostrado perfectamente sus cualidades.
Unos das despus anunci de repente que iba a hacer
una visita a Gorji. Sin ofrecer ninguna explicacin de tan
sbita amabilidad, parti solo y a pie hacia la casa de
Gorji, que estaba cerca del puente de Tokiwa.
El inesperado visitante fue recibido con cordialidad por
el herido.
Un combate es un combate le dijo Gorji, con una
sonrisa en los labios y los ojos hmedos. Puedo deplorar
mi falta de habilidad, pero desde luego no te guardo rencor.
Me he alegrado de tu visita y te la agradezco.
Cuando Kojir se hubo ido, Gorji le dijo a un amigo
que le acompaaba:
He ah un samurai al que puedo admirar. Crea que
era un arrogante hijo de perra, pero resulta que es amistoso
y corts.
sa era precisamente la reaccin que haba esperado
Kojir. Formaba parte de su plan. Otros visitantes oiran
que el mismo hombre derrotado le alababa. Hizo otras tres
visitas a la casa de Gorji, con un intervalo de dos o tres
das entre una y otra. En una ocasin incluso encarg en el
mercado de pescado que le enviaran un pez vivo, como
regalo para acompaar sus deseos de un pronto y total
restablecimiento.
Caquis verdes
En los das de calor bochornoso despus de la estacin
lluviosa veraniega, los cangrejos terrestres se arrastraban
perezosamente por la calle reseca, y los carteles que
incitaban a Musashi a dar la cara y luchar haban
desaparecido casi del todo. Los pocos que no haban cado a
la tierra ablandada por la lluvia o haban sido robados para
convertirlos en lea eran ilegibles entre la maleza y las altas
hierbas.
Debe de haber algo en alguna parte, se dijo Kojir,
mirando a su alrededor en busca de un lugar donde comer.
Pero estaba en Edo, no en Kyoto, y los baratos
establecimientos de arroz y t tan abundantes en la ciudad
ms antigua an no haban hecho su aparicin all. El nico
lugar que pareca adecuado estaba en un solar vaco y sus
ventanas estaban cubiertas con persianas de juncos. El
humo se alzaba lentamente desde detrs de las persianas, y
en un estandarte vertical figuraba la palabra Donjiki, la
cual haca pensar de inmediato en tonjiki, que en el
remoto pasado signific las bolas de arroz usadas como
raciones militares.
Al aproximarse, oy que una voz masculina peda una
taza de t. En el interior, dos samurais coman
afanosamente arroz, uno de ellos de un cuenco de arroz
ordinario y el otro de un cuenco de sake.
Kojir se sent en el borde de un banco frente a ellos y
pregunt al propietario:
Qu hay para comer?
Platos de arroz. Tambin tengo sake.
Ah afuera dice Donjiki. Qu significa eso?
La verdad es que no lo s.
No lo has escrito t?
No. Lo escribi un mercader retirado que hizo un alto
aqu para descansar.
Comprendo. La caligrafa es muy buena.
Dijo que estaba haciendo un peregrinaje religioso y
que haba visitado los santuarios de Hirakawa Tenjin y
Hikawa, el Kanda Myjin, toda clase de sitios, haciendo
donativos en todos ellos. Un hombre muy po y generoso,
al parecer.
Conoces su nombre?
Dijo llamarse Daiz de Narai.
Ese nombre me suena.
Donjiki..., en fin, no s qu significa, pero supuse que
si un hombre importante como l lo escriba, podra ayudar
a mantener alejado al dios de la pobreza.
El propietario se ech a rer.
Tras echar un vistazo a varios cuencos grandes de
porcelana, Kojir tom arroz y pescado, verti t sobre el
arroz, apart una mosca con los palillos y empez a comer.
Uno de los clientes se levant y mir a travs de una
rendija en la persiana.
Echa un vistazo, Hamada dijo a su compaero.
No es se el vendedor de sandas?
El otro hombre se acerc rpidamente a la persiana y
mir al exterior.
S, l es, en efecto.
El vendedor, con un palo sobre el hombro de cada uno
de cuyos extremos colgaba un cesto, pasaba lentamente por
delante del Donjiki. Los dos samurais salieron corriendo de
la tienda y fueron al encuentro del hombre. Desenvainaron
sus espadas y cortaron las cuerdas que sujetaban los cestos.
El vendedor cay hacia adelante, junto con las sandas.
Hamada le agarr del cogote.
Adonde la has llevado? Le pregunt, airado. No
mientas. Debes de tenerla escondida en alguna parte.
Los dems samurais pusieron la punta de su espada
bajo la nariz del cautivo.
Vamos, desembucha! Dnde est?
La hoja de la espada rozaba amenazadora la mejilla del
hombre.
Cmo es posible que un hombre con una cara como
la tuya piense en largarse con la mujer de otro?
El vendedor, con las mejillas enrojecidas por la ira y el
temor, sacuda la cabeza, pero entonces, viendo una
oportunidad, empuj a uno de sus captores, recogi el palo
y trat de golpear al otro.
De modo que quieres pelea, eh? Cuidado, Hamada,
que este tipo no es un vendedor de sandas ordinario.
Qu puede hacer este asno? replic
desdeosamente Hamada. Cogi el palo con violencia y
derrib al vendedor. Ponindose a horcajadas encima de l,
us las cuerdas para atarle al palo.
Oy a sus espaldas un grito como el de un cerdo
atascado. Al volver la cabeza, una rociada de bruma roja le
dio en la cara. Totalmente confuso, se incorpor de un
salto, gritando:
Quin eres t? Qu...?
La hoja, similar a una vbora, avanzaba directamente
hacia l. Kojir se ech a rer, y mientras Hamada
retroceda, le segua implacable. Los dos se movieron en
crculo por la hierba. Cuando Hamada retroceda un pie,
Kojir avanzaba la misma distancia. Cuando Hamada
saltaba a un lado, el Palo de Secar le segua, apuntando sin
vacilar a su vctima en perspectiva.
El vendedor de sandas grit, asombrado:
Kojir! Soy yo. Slvame!
Hamada palideci de terror.
Ko-ji-r! musit. Entonces gir sobre sus talones
e intent huir.
Adonde crees que vas? dijo Kojir. El Palo de
Secar destell en la bochornosa quietud, cort una oreja de
Hamada y se aloj profundamente en la carne bajo los
hombros. El samurai muri en el acto.
Kojir se apresur a cortar las ataduras del vendedor de
sandas. El hombre adopt una postura apropiada, hizo una
reverencia y permaneci inclinado, con la frente tocando el
suelo, demasiado azorado para mostrar su cara.
Kojir limpi su espada y la enfund. Con una leve
sonrisa en los labios, le dijo:
Qu te ocurre, Matahachi? No ests tan abatido.
Sigues con vida.
S, seor.
No me llames seor. Mrame. Ha pasado mucho
tiempo, verdad?
Me alegro de que ests bien.
Por qu no habra de estarlo? Pero debo decir que te
has dedicado a un oficio curioso.
No hablemos de ello.
De acuerdo. Recoge tus sandas. Entonces...; ya s,
por qu no las dejas en el Donjiki?
Lanzando un fuerte grito, llam al propietario, el cual
les ayud a colocar las sandas detrs de las persianas.
Kojir sac su pincel y la caja de tinta y escribi en una
de las shoji: A quien pueda interesar. Certifico que quien
ha matado a los dos hombres tendidos en este solar he sido
yo, Sasaki Kojir, un rnin residente en Tsukinomisaki.
Entonces se dirigi al propietario:
De esta manera nadie te molestar por la muerte de
esos dos.
Gracias, seor.
No tiene importancia. Si vienen por aqu amigos o
familiares de los muertos, te ruego que les des este mensaje
de mi parte. Diles que no huir. Si quieren verme, estoy
dispuesto a saludarles en cualquier momento.
En cuanto sali, le dijo a Matahachi:
Vmonos.
Matahachi caminaba a su lado, pero sin levantar los
ojos del suelo. Ni una sola vez desde su llegada a Edo haba
tenido un trabajo fijo. Fuera cual fuese su intencin,
convertirse en shugysha o dedicarse a una actividad
comercial, cuando la tarea le resultaba spera, cambiaba en
seguida de trabajo. Y despus de que le arrebataran a Ots,
cada vez se senta con menos ganas de trabajar. Dorma
primero en un lugar, luego en otro, a veces en posadas de
mala muerte cuyos huspedes eran rufianes. Durante las
ltimas semanas se haba ganado la vida como buhonero
corriente, yendo de un muro del castillo al otro, con la
pesada carga equilibrada sobre el hombro, pregonando las
sandas.
Kojir no estaba especialmente interesado en saber qu
haba hecho Matahachi, pero haba dejado escrito su
mensaje en el Donjiki y, ms tarde, podran interrogarle por
el incidente.
Por qu te la tenan jurada esos samurais? le
pregunt.
A decir verdad, se deba a una mujer...
Kojir sonri, pensando que, adondequiera que
Matahachi encaminase sus pasos, pronto surga alguna
dificultad relacionada con las mujeres. Tal vez se deba a su
karma.
Humm musit. El gran amante de nuevo en
accin, eh? Entonces aadi en voz ms alta: Quin
es la mujer y qu ha sucedido con exactitud?
Kojir tuvo que insistir un poco, pero finalmente
Matahachi cedi y le cont lo ocurrido, o por lo menos una
parte. Cerca del foso haba docenas de minsculas casas de
t que atendan a los obreros de la construccin y los
transentes. En una de ellas haba una camarera que atraa
las miradas de todos: hombres que no deseaban t entraban
a tomarlo y otros que no estaban hambrientos pedan
cuencos de jalea dulce. Uno de los clientes regulares se
llamaba Hamada. Matahachi tambin iba all en ocasiones.
Un da la camarera le susurr que necesitaba su ayuda.
Ese rnin... le dijo. No me gusta, pero cada noche,
cuando cierra la tienda, el dueo me ordena que vaya a casa
con l. No me permitiras ir a esconderme en tu casa? No
sera una carga. Cocinar para ti y te remendar la ropa.
Como la peticin era razonable, Matahachi accedi.
Insisti en que eso haba sido todo.
Kojir no estaba convencido.
Me parece inverosmil.
Por qu? le pregunt Matahachi.
Kojir no poda decidir si Matahachi trataba de parecer
inocente o si se jactaba de una conquista amorosa. Sin
sonrer siquiera, le dijo:
No importa. Hace calor bajo el sol. Vayamos a tu
casa y all podrs contrmelo con ms detalle.
Matahachi se par en seco.
Hay algn inconveniente? le pregunt Kojir.
Bueno, mi casa es..., no es la clase de lugar adonde
deseara llevarte.
Al ver la expresin de congoja en los ojos de Matahachi,
Kojir le dijo jovialmente:
Est bien, dejmoslo. Pero uno de estos das debes ir
a verme. Me alojo en casa de Iwama Kakubei, que est en
medio de la colina Isarago.
Ser un placer.
Por cierto, has visto los carteles fijados
recientemente alrededor de la ciudad, los dirigidos a
Musashi?
S.
Dicen que tu madre tambin le buscaba. Por qu no
vas a verla?
No en las condiciones en que me encuentro ahora!
No seas idiota. No tienes necesidad de aparentar
nada, tratndose de tu propia madre. Es imposible saber
cundo encontrar a Musashi, y si no ests presente
cuando eso ocurra, perders la oportunidad de tu vida.
Luego lo lamentaras, no es cierto?
S, pronto tendr que hacer algo al respecto dijo
Matahachi evasivamente, pensando con resentimiento en
que los dems, incluido el hombre que le haba salvado la
vida, no comprendan los sentimientos entre las madres y
sus vstagos.
Se separaron. Matahachi se alej despacio por un
callejn con hierba a los lados, mientras Kojir pareca
partir en la direccin contraria. Pero Kojir no tard en dar
media vuelta y seguir a Matahachi, poniendo cuidado para
que el otro no lo notara.
Poco despus Matahachi lleg a un grupo abigarrado de
casas largas, edificios de una sola planta, cada uno de los
cuales contena tres o cuatro pequeas viviendas bajo un
solo tejado. Puesto que Edo haba crecido rpidamente y no
todo el mundo poda elegir su lugar de residencia, la gente
despejaba el terreno a medida que surga la necesidad. Luego
aparecan las calles, desarrolladas naturalmente a partir de
los senderos. Tambin el alcantarillado surga por accidente,
pues las aguas residuales seguan su propio curso hasta la
corriente ms cercana. De no ser por aquellos barrios
pobres construidos mal y a la carrera, no se habra podido
absorber el influjo de recin llegados. La inmensa mayora
de los habitantes de tales barrios eran, por supuesto,
trabajadores.
Cuando estaba cerca de su casa, salud a Matahachi un
vecino llamado Umpei, capataz de una cuadrilla de
cavadores de pozos. Umpei estaba sentado con las piernas
cruzadas en una gran tina de madera, y slo su cara apareca
por encima del postigo contra la lluvia colocado
lateralmente delante del recipiente, para proteger su
intimidad.
Buenas noches le dijo Matahachi. Veo que te
ests baando.
Estoy a punto de salir replic el capataz
cordialmente. Quieres usarlo a continuacin?
Gracias, pero probablemente Akemi me habr
calentado agua.
Os tenis mucho cario, verdad? Nadie en estos
alrededores parece saber si sois hermanos o marido y mujer.
Cul de las dos cosas es la correcta?
Matahachi solt una risita tmida. La aparicin de
Akemi le evit tener que dar una respuesta.
La joven deposit una tina bajo un caqui y sac de la
casa un cubo de agua caliente para llenarla. Entonces le dijo
a Matahachi que metiera la mano para comprobar si estaba
lo bastante caliente.
Est algo ms caliente de lo necesario.
Matahachi, desnudo con excepcin de un taparrabos,
tir de la cuerda del pozo, hizo chirriar la polea y sac un
cubo de agua fra que aadi a la caliente antes de meterse
en la tina.
Ahhhh suspir, satisfecho. Qu agradable
sensacin.
Umpei, vestido con un kimono veraniego de algodn,
coloc un escabel bajo una espaldera de calabazas y tom
asiento.
Has vendido muchas sandas? le pregunt.
Qu va, nunca vendo muchas. Observ que tena
sangre seca entre los dedos y se apresur a lavrselos.
Ya lo supona. Sigo pensando que tu vida sera ms
fcil si trabajaras con una cuadrilla de cavadores de pozos.
Siempre dices lo mismo. No me creas ingrato, pero si
hiciera eso, no me dejaran salir de los terrenos del castillo.
Por eso Akemi no quiere que haga ese trabajo. Dice que se
sentira sola sin m.
Una pareja felizmente casada, eh? Bien, bien.
Uf!
Qu te ocurre?
Algo me ha cado en la cabeza.
Un caqui verde cay al suelo, detrs de Matahachi.
Ja, ja! Sin duda es un castigo por jactarte del afecto
de tu mujer. Sin dejar de rerse, Umpei se golpe las
rodillas con su abanico recubierto de tanino.
Umpei rebasaba los sesenta aos, tena una lacia
cabellera blanca que pareca de camo y era un hombre que
gozaba del respeto de sus vecinos y la admiracin de los
jvenes, a los que trataba generosamente como si fueran sus
propios hijos. Cada maana se le oa entonar el Namu
Myh Rengeky, la invocacin sagrada de la secta
Nichiren.
Era natural de It, en la provincia de Izu, y delante de
su casa haba fijado un letrero que deca: Idohori-no-
Umpei, Cavador de Pozos para el Castillo del Shogun.
Abrir los numerosos pozos necesarios para el castillo
supona unas habilidades tcnicas que no estaban al alcance
de los trabajadores ordinarios. Umpei haba sido contratado
como asesor y reclutador de trabajadores debido a su larga
experiencia en las minas de oro de la pennsula de Izu. Nada
le gustaba ms que sentarse bajo su querida espaldera de
calabazas, para contar historias y tomar su taza nocturna de
barato pero potente shch, el sake de los pobres.
Despus de que Matahachi saliera del bao, Akemi
rode la tina con postigos contra la lluvia y tom el suyo.
Ms tarde hablaron una vez ms de la proposicin de
Umpei. Adems de tener que quedarse en los terrenos del
castillo, los trabajadores estaban sometidos a una fuerte
vigilancia y sus familias eran prcticamente rehenes de los
capataces de las zonas en las que vivan. Por otro lado, el
trabajo era ms fcil que en el exterior y la paga era por lo
menos del doble.
Inclinado sobre una bandeja en la que haba un plato de
cuajada de soja fra guarnecida con una hoja fresca y
fragante de albahaca, Matahachi dijo:
No quiero convertirme en un prisionero slo para
ganar un poco ms de dinero. No voy a vender sandas
durante toda mi vida, pero espero que aguantes un poco
ms esta situacin, Akemi.
Humm replic ella entre bocados de gachas de
arroz con t. Preferira que, por una sola vez, intentaras
hacer algo realmente valioso, algo en lo que reparase la
gente.
Aunque nunca decan ni hacan nada que pusiera en
entredicho la idea generalizada de que era la esposa legal de
Matahachi, ella no estaba dispuesta a casarse con un
hombre tan irresoluto como l. Huir con Matahachi del
mundo de juego en Sakaimachi haba sido slo un recurso: l
era la percha desde donde ella se propona una vez ms, a la
primera oportunidad, emprender el vuelo hacia el cielo
abierto. Pero que Matahachi se marchara a trabajar al
castillo no convena a los propsitos de Akemi, la cual tena
la sensacin de que quedarse sola sera peligroso. Tema,
sobre todo, que Hamada pudiera encontrarla y obligarla a
vivir de nuevo con l.
Ah, se me olvidaba le dijo Matahachi cuando
terminaban su frugal comida.
Entonces le cont sus experiencias de la jornada,
manipulando los detalles de una manera calculada para
complacerla. Cuando termin de hablar, ella haba
palidecido. Aspir hondo y le pregunt:
Has visto a Kojir? Le has dicho que vivo aqu? No
lo habrs hecho, verdad?
Matahachi le cogi la mano y se la puso sobre la rodilla.
Claro que no. Crees que hara saber a ese bastardo
dnde ests? Es de esos hombres que jams ceden. Vendra
a por ti...
Se interrumpi con un sonido inarticulado y llev a su
mejilla la mano de la joven. El caqui verde que le cay
encima se rompi y salpic la cara de Akemi con su pulpa
blancuzca.
En el exterior, entre las sombras de un bosquecillo de
bambes iluminado por la luna, poda verse una silueta
similar a la de Kojir que se alejaba despacio en direccin a
la ciudad.
Los ojos
Sensei! grit Iori, que an no era lo bastante alto para
ver por encima de la alta hierba. Estaban en la planicie de
Musashino, de la que se deca que abarcaba diez condados.
Estoy aqu respondi Musashi. Por qu tardas
tanto?
Supongo que hay un sendero, pero lo pierdo
continuamente. Todava queda mucho?
Hasta que encontremos un buen lugar para vivir.
Vivir? Vamos a quedarnos en estos alrededores?
Por qu no?
Iori alz la vista al cielo, pens en su vastedad y en el
vaco de la tierra que le rodeaba.
No s, me parece extrao.
Piensa en cmo ser en otoo. Cielos claros y
hermosos, el roco fresco en la hierba. No te sientes ms
limpio slo de pensar en ello?
Puede que s, pero no estoy en contra de vivir en la
ciudad, como t.
No estoy en contra. En cierto sentido, es agradable
estar entre la gente, pero ni siquiera con una piel tan gruesa
como la ma poda soportar quedarme all con todos
aquellos carteles. Ya viste lo que decan.
Iori hizo una mueca.
Slo pensar en ello me da grima.
Por qu te dejaste llevar por la ira?
No pude evitarlo. Adondequiera que fuese, no haba
nadie que hablara bien de ti.
Yo no poda hacer nada contra eso.
Podras haber liquidado a los hombres que esparcan
los rumores. Podras haber fijado tus propios carteles,
desafindoles.
No tiene ningn sentido iniciar peleas que no puedes
ganar.
No habras perdido con esa chusma, no puedo
creerlo.
Pues te equivocas. Habra perdido.
Por qu?
Por su mismo nmero. Si derrotara a diez, habra cien
ms. Si derrotara a cien, habra un millar. No hay ninguna
posibilidad de ganar en esa clase de situacin.
Pero significa eso que van a seguir rindose de ti el
resto de tu vida?
Claro que no. Estoy tan decidido como el que ms a
tener un buen nombre. Es algo que debo a mis antepasados,
y me propongo llegar a ser un hombre del que jams se ra
nadie. Por eso he venido aqu, para aprender.
Podemos caminar cuanto queramos, pero no creo que
vayamos a encontrar ninguna casa. No deberamos buscar
un templo donde alojarnos?
No es una mala idea, pero lo que realmente deseo
encontrar es algn lugar con muchos rboles y construirnos
una casa.
Ser otra vez como Htengahara, no?
No, esta vez no vamos a dedicarnos a la agricultura.
Creo que tal vez practicar la meditacin Zen a diario. T
puedes leer libros, y adems te dar lecciones de esgrima.
Se haban internado en la planicie por la aldea de
Kashiwagi, la entrada Ksh en Edo, y haban bajado por la
larga pendiente desde Jnisho Gongen y seguido un
estrecho sendero que amenazaba repetidamente con
desaparecer entre las ondulantes hierbas veraniegas. Cuando
por fin llegaron a un otero cubierto de pinos, Musashi
realiz un rpido examen del terreno y declar que aquel
lugar estaba bien. Cualquier sitio podra servirle como
hogar, y ms an: dondequiera que se encontrase era el
universo.
Pidieron herramientas en prstamo y contrataron a un
bracero de la granja ms prxima. El mtodo de Musashi
para construir un edificio no era en absoluto refinado. De
hecho, podra haber aprendido bastante observando cmo
los pjaros construyen un nido. La vivienda, terminada
unos das despus, era una rareza, menos slida que el
retiro en la montaa de un ermitao pero no tan tosca como
para considerarla una barraca. Los postes eran troncos sin
descortezar, y el resto una ruda alianza de tablas, corteza,
caas de bamb y miscanthus.
Musashi retrocedi unos pasos para examinar el
resultado de sus esfuerzos y coment, pensativo:
sta debe de ser una casa como las que habitaba la
gente en la poca de los dioses.
El nico detalle que restaba primitivismo a la
construccin eran unas tiras de papel utilizadas con esmero
para hacer pequeas shoji.
En los das siguientes, el sonido de la voz de Iori, que se
alzaba desde detrs de una persiana de juncos mientras
recitaba sus lecciones, se impona al ensordecedor zumbido
de las cigarras. Su adiestramiento se haba hecho muy
estricto en todos los aspectos.
En el caso de Jtar, Musashi no haba insistido en la
disciplina, dicindose que era mejor dejar que los chicos
crecieran de una manera natural. Pero con el transcurso del
tiempo haba observado que los malos rasgos tendan a
desarrollarse y los buenos a quedar reprimidos. De manera
similar, haba observado que los rboles y las plantas que
deseaba cultivar no crecan, mientras que las malas hierbas
y los matorrales florecan por muy a menudo que los
arrancara.
Durante los cien aos transcurridos desde la guerra de
nin, la nacin haba sido como una masa enmaraada de
plantas de camo crecidas en exceso. Entonces Nobunaga
cort las plantas, Hideyoshi las reuni en haces e Ieyasu
rotur y allan el terreno para levantar un nuevo mundo.
Tal como lo vea Musashi, los guerreros que slo daban un
valor considerable a las prcticas marciales y cuya
caracterstica ms visible era una ambicin ilimitada ya no
constituan el elemento dominante de la sociedad. La batalla
de Sekigahara y sus consecuencias haban puesto fin a eso.
Musashi haba llegado a creer que tanto si la nacin
segua en manos de los Tokugawa como si volva a los
Toyotomi, la gente en general ya conoca la direccin
general en la que queran avanzar: del caos hacia el orden, de
la destruccin hacia la construccin.
En ocasiones haba experimentado la sensacin de haber
nacido demasiado tarde. Apenas la gloria de Hideyoshi
haba llegado a las remotas zonas rurales e inflamado los
corazones de jvenes como Musashi cuando la posibilidad
de seguir las huellas de Hideyoshi se evapor.
As pues, su propia experiencia le hizo tomar la
decisin de dar una importancia esencial a la disciplina en la
educacin de Iori. Si iba a crear un samurai, deba serlo para
el futuro, no para el pasado.
Iori.
S, seor. El muchacho se arrodill ante Musashi
casi antes de haber pronunciado esas palabras.
El sol casi se ha puesto. Es hora de que
practiquemos. Trae las espadas.
S, seor.
Cuando deposit las armas delante de Musashi, se
arrodill y solicit formalmente una leccin.
La espada de Musashi era larga y la de Iori corta, ambas
de madera para prcticas. Maestro y discpulo se
enfrentaron en tenso silencio, sosteniendo las espadas al
nivel de los ojos. Una delgada franja de luz solar se cerna
sobre el horizonte. El bosque de cedros detrs de la cabaa
ya estaba sumido en la oscuridad, pero si uno miraba hacia
el lugar donde chirriaban las cigarras, vea un gajo de luna a
travs de las ramas.
Los ojos dijo Musashi.
Iori abri bien los ojos.
Mis ojos. Mralos.
Iori se esforzaba al mximo, pero sus ojos parecan
literalmente rebotar en los de Musashi. En vez de mirarle
furibundo, la mirada de su contrario le derrotaba. Cuando lo
intentaba de nuevo, experimentaba una sensacin de
vrtigo. Empez a sentir como si su cabeza no le
perteneciera. Le temblaban las manos, los pies, todo su
cuerpo.
Mrame los ojos! le orden Musashi con mucha
severidad, pues la mirada de Iori haba vuelto a extraviarse.
Entonces, concentrndose en los ojos de su maestro,
olvid la espada que tena en la mano. La breve longitud de
madera curvada pareci volverse tan pesada como una barra
de acero.
Los ojos! Los ojos! exclam Musashi, avanzando
ligeramente.
Iori domin el impulso de retroceder, por lo que su
maestro le haba reido infinidad de veces. Pero cuando
trat de seguir el movimiento de su contrario y avanzar, sus
pies parecieron estar clavados en el suelo. Incapaz de
avanzar o retroceder, not que aumentaba su temperatura
corporal. Pero qu me ocurre?, se pregunt, y el
pensamiento estall dentro de l como fuegos de artificio.
Al percibir el estallido de energa mental, Musashi grit:
Ataca!
Al mismo tiempo baj los hombros, se qued atrs y
regate con la agilidad de un pez.
Ahogando un grito, Iori se lanz adelante, gir en
redondo... y vio a Musashi en pie donde l haba estado.
Entonces empez de nuevo la confrontacin, igual que
antes. Maestro y discpulo mantenan un silencio estricto.
No transcurri mucho tiempo antes de que la hierba
estuviera empapada de roco, y la luna en forma de ceja se
cerniera sobre los cedros. Cada vez que soplaba una rfaga
de viento, los insectos dejaban de zumbar por un momento.
Haba llegado el otoo, y las flores silvestres, aunque no
eran espectaculares de da, ahora se mecan con elegancia,
como la tnica sutil de una deidad bailarina.
Basta dijo Musashi, bajando su espada.
Cuando le entregaba el arma a Iori, oy una voz
procedente del bosque.
Qu ser eso? inquiri Musashi.
Probablemente se trata de un viajero perdido que
solicita alojamiento para esta noche.
Corre a ver.
Mientras Iori daba la vuelta a la cabaa y corra hacia el
bosque, Musashi se sent en la terraza de bamb y
contempl la planicie. Los tallos de susuki eran altos, con
los extremos vellosos. La luz que baaba la hierba tena una
peculiar ptina otoal.
Cuando Iori regres, Musashi le pregunt:
Un viajero?
No, un husped.
Un husped? Aqu?
Es Hj Shinz. Ha atado su caballo y te est
esperando en la parte trasera.
La verdad es que esta casa no tiene parte delantera ni
trasera, pero creo que sera mejor recibirle aqu.
Iori corri al lado de la caada y grit:
Ven aqu, por favor.
Es un placer volver a verte dijo Musashi al recin
llegado. Sus ojos expresaban la satisfaccin que senta al ver
a Shinz totalmente restablecido. .
Disclpame por no haberme relacionado contigo
durante tanto tiempo. Supongo que vives aqu para
mantenerte alejado de la gente. Espero que me perdones por
presentarme de una manera tan repentina.
Una vez intercambiados los saludos, Musashi invit a
Shinz a reunirse con l en la terraza.
Cmo me has encontrado? No he informado a nadie
de mi paradero.
Ha sido gracias a Zushino Ksuke. Me dijo que
habas terminado la estatuilla de Kannon que le prometiste
y que enviaste a Iori para que te la entregara.
Ja, ja. Supongo que Iori revel el secreto, pero no
importa. Todava no soy lo bastante viejo para abandonar
el mundo y retirarme. No obstante, pens que si
desapareca de la ciudad durante un par de meses, cesaran
los chismorreos maliciosos. Entonces habr menos peligro
de represalias contra Ksuke y mis dems amigos.
Shinz inclin la cabeza.
Te debo una disculpa...; yo he sido el causante de
todas estas molestias.
En realidad, no. Eso fue un incidente secundario. La
verdadera raz del asunto tiene que ver con la relacin entre
Kojir y yo.
Sabas que mat a Obata Yogor?
No.
Cuando Yogor supo lo que me haba ocurrido,
decidi vengarse personalmente. Pero no estaba a la altura
de Kojir.
Se lo advert. La imagen del juvenil Yogor en la
entrada de la casa de su padre estaba todava fresca en la
mente de Musashi. Pens en lo lamentable que era la
prdida de aquel muchacho.
Comprendo lo que senta sigui diciendo Shinz
. Todos los estudiantes se haban ido, su padre haba
muerto... Debi de pensar que era el nico que poda
hacerlo. En cualquier caso, parece ser que fue a la casa de
Kojir. Aun as, nadie les vio juntos y no existe ninguna
prueba.
Humm. Tal vez mi advertencia surti el efecto
contrario al pretendido, es posible que despertara su
orgullo, creyndose en el deber de luchar. Es una lstima.
Lo es. Yogor era el nico que tena lazos de sangre
con el sensei. Tras su muerte, la Casa de Obata ha dejado de
existir. No obstante, mi padre ha hablado del asunto con el
seor Munenori, el cual se las ha ingeniado para llevar
adelante los trmites de adopcin. He de convertirme en el
heredero y sucesor y llevar el nombre de Obata... Pero no
estoy seguro de estar todava maduro para ello. Me temo
que podra terminar causando ms oprobio a ese hombre.
Al fin y al cabo, era el patrocinador ms importante de la
tradicin militar Ksh.
Tu padre es el seor de Awa. No se considera a la
tradicin militar Hj similar a la de la escuela Ksh, y a
tu padre un maestro tan grande como Kagenori?
Eso es lo que dicen. Nuestros antepasados procedan
de la provincia de Ttmi. Mi abuelo sirvi a Hj
Ujitsuna y Hj Ujiyasu de Odawara, y mi padre fue
seleccionado por el mismo Ieyasu para sucederle como jefe
de la familia.
Entonces, ya que procedes de una famosa familia
militar, no es inslito que te hayas convertido en un
discpulo de Kagenori?
Mi padre tiene sus discpulos y ha dado conferencias
sobre ciencia militar en presencia del shgun. Pero en vez
de ensearme l, quiso que recibiera mi instruccin fuera de
casa, que conociera en todo su rigor las dificultades del
aprendizaje! Es esa clase de hombre.
Musashi percibi un elemento de decencia innata,
incluso de nobleza, en el porte de Shinz, y pens que
probablemente era natural que su padre, Ujikatsu, fuese un
general sobresaliente y su madre la hija de Hj Ujiyasu.
Me temo que he hablado demasiado dijo Shinz.
La verdad es que he venido enviado por mi padre. Desde
luego, lo apropiado sera que l viniese y te expresara su
gratitud en persona, pero en estos momentos tiene un
invitado, el cual est muy deseoso de verte. Mi padre me ha
dicho que te llevara conmigo. Vendrs?
Escudri inquisitivamente el rostro de Musashi.
Un husped de tu padre quiere verme?
As es.
Quin puede ser? Casi no conozco a nadie en Edo.
Es una persona que te conoce desde tu infancia.
Musashi era incapaz de imaginar quin podra ser. Tal
vez Matahachi? Un samurai del castillo de Takeyama?
Un amigo de su padre? Tal vez incluso Ots... Pero
Shinz se neg a revelarle el secreto.
Me han pedido que no te lo diga, pues el husped
considera que sera mejor darte una sorpresa. Vendrs?
Tanto misterio haba avivado intensamente la curiosidad
de Musashi.
Se dijo que no poda tratarse de Ots, pero en su
corazn esperaba que lo fuera.
Vamos dijo, ponindose en pie. No me esperes
levantado, Iori.
Shinz, satisfecho por el xito de su misin, rode la
casa y regres con su caballo. La silla y los estribos estaban
hmedos de roco. Sujetando el bocado, ofreci el caballo a
Musashi, el cual lo mont sin ms ceremonia.
Antes de partir, Musashi le dijo a Iori:
Cudate, pues puede que no est de vuelta hasta
maana.
Poco despus le engull la bruma nocturna.
Iori se sent en la terraza y permaneci sumido en sus
pensamientos. Los ojos se dijo. Los ojos. Eran
incontables las veces que su maestro le haba ordenado que
fijara los ojos en los de su contrario, pero todava no poda
comprender el motivo de la instruccin ni borrar la idea de
su mente. Contempl vacuamente el Ro del Cielo.
Cul era su punto dbil? Era que cuando Musashi le
miraba l no poda mirarle directamente a su vez? Ms
irritado por este fallo de lo que habra estado un adulto,
estaba esforzndose por encontrar una explicacin cuando
repar en un par de ojos que le miraban desde las ramas de
una vid silvestre arrollada al tronco de un rbol frente a la
cabaa.
Se pregunt qu era aquello. Los ojos brillantes le
recordaban mucho a los de Musashi durante las sesiones de
prcticas. Pens que podra ser una zarigeya. Haba visto
una en varias ocasiones, comiendo las uvas silvestres. Los
ojos eran como gatas, ojos de trasgo feroz.
Bestia! grit Iori. Crees que no tengo valor, e
incluso que puedes mirarme fijamente ms tiempo que yo a
ti. Pues ahora vers! No estoy dispuesto a perder contigo.
Con firme resolucin, tens los codos y mir furibundo
a aquellos ojos. La zarigeya, ya fuese por testarudez o por
curiosidad, no hizo el menor intento de huir. El brillo de sus
ojos se hizo incluso ms intenso.
El esfuerzo absorbi tanto a Iori que se olvid hasta de
respirar. Jur de nuevo que no perdera, no con aquella
bestezuela inferior. Tras un intervalo que le pareci de
varias horas, se dio cuenta de que haba triunfado. Las hojas
de la vid silvestre se movieron y la zarigeya desapareci.
As aprenders! exclam Iori, exultante.
Estaba empapado de sudor, pero se senta aliviado y
refrescado. Slo confiaba en que pudiera repetir la proeza la
prxima vez que se enfrentara a Musashi.
Tras bajar la persiana de juncos y apagar la llama de la
lmpara, fue a acostarse. La hierba del exterior reflejaba una
luz blanca azulada. Se adormil, pero en el interior de su
cabeza le pareca ver un punto minsculo que brillaba como
una joya. Ms tarde el punto creci y adopt el vago
contorno de la cara de la zarigeya.
Se movi inquieto, gimiendo, y de repente tuvo la
abrumadora conviccin de que haba unos ojos en el pie de
la yacija. Se incorpor con dificultad.
Bastardo! grit, cogiendo su espada.
Descarg el arma con una violencia letal, pero acab
dando una voltereta. La sombra de la zarigeya era un
punto que se mova en la persiana. Atac de nuevo
salvajemente, y luego sali corriendo de la cabaa y la
emprendi a tajos con la vid silvestre. Alz los ojos al cielo,
en busca de los otros ojos.
Lentamente sus ojos enfocaron dos grandes y azuladas
estrellas.
Cuatro sabios con una sola luz
Bueno, aqu es dijo Shinz cuando llegaron al pie de la
colina de Akagi.
Por la msica de flauta, que pareca el acompaamiento
de una danza religiosa y la hoguera visible entre los rboles,
Musashi pens que deban de estar celebrando un festival
nocturno. El viaje hasta Ushigome les haba llevado dos
horas.
A un lado estaba el espacioso recinto del santuario de
Akagi. Al otro lado de la empinada calle se alzaba el muro
de tierra de una gran residencia particular y un portal de
magnficas proporciones. Cuando llegaron al portal,
Musashi desmont y tendi las riendas a Shinz al tiempo
que le daba las gracias.
Shinz condujo el caballo al interior y dio las riendas a
uno de los samurais que esperaban cerca de la entrada
sosteniendo faroles de papel. Todos se adelantaron, le
dieron la bienvenida y le precedieron entre los rboles hasta
un claro delante del imponente recibidor de la casa. En el
interior, los sirvientes con faroles se alinearon a ambos
lados del vestbulo.
El mayordomo le salud, diciendo:
Entra. Su seora te espera. Te mostrar el camino.
Gracias dijo Musashi.
Sigui al mayordomo escaleras arriba hasta una sala de
espera.
El diseo de la casa era inslito. Una escalera tras otra
conduca a una serie de apartamentos, que parecan
colocados unos encima de otros colina Akagi arriba. Al
sentarse, Musashi observ que la habitacin estaba muy
cerca de la cima. Al otro lado de un precipicio en el borde
del jardn, distingua la parte septentrional del foso del
castillo y el bosque que enmarcaba la escarpa. Pens que la
vista diurna desde aquella habitacin deba de ser
impresionante.
Una puerta de marco arqueado se desliz
silenciosamente. Entr una bella sirvienta y con grciles
movimientos deposit una bandeja con pastelillos, t y
tabaco delante de l. Entonces se retir tan silenciosamente
como entrara. Pareca como si sus pintorescos kimono y
obi hubieran emergido de la misma pared y se hubieran
fundido con ella. Una leve fragancia permaneci en las
habitacin, y Musashi record de repente la existencia de
las mujeres.
Poco despus se present el dueo de la casa, en
compaa de un joven samurai. Dejando de lado las
formalidades, le dijo:
Me alegro de que hayas venido. Se sent a la
tradicional manera militar, con las piernas cruzadas sobre
un cojn que coloc en el suelo su asistente. Por lo que
me han dicho, mi hijo est en deuda contigo. Espero que me
perdones por pedirte que vengas aqu en vez de visitarte en
tu casa para expresarte mi gratitud. Con las manos
descansando ligeramente sobre el abanico en su regazo, hizo
una leve inclinacin de cabeza. Tena una frente
prominente.
Es un honor para m haber sido invitado replic
Musashi.
No era fcil calcular la edad de Hj Ujikatsu. Le
faltaban tres dientes delanteros, pero su piel suave y
brillante atestiguaba su determinacin de no envejecer
nunca. El espeso bigote negro, entreverado con unas pocas
hebras blancas, creca a ambos lados para ocultar las
posibles arrugas resultantes de la falta de dientes. La
primera impresin de Musashi fue la de que era un hombre
con muchos hijos y que se llevaba bien con los jvenes.
Al percibir que su anfitrin no pondra reparo alguno,
Musashi fue directamente al grano.
Dice tu hijo que tienes un invitado que me conoce.
Quin podra ser?
No uno sino dos. Los vers en seguida.
Dos personas?
En efecto. Se conocen bien mutuamente, y ambos son
buenos amigos mos. Resulta que hoy los encontr en el
castillo. Vinieron conmigo, y cuando Shinz entr para
saludarles, empezamos a hablar de ti. Uno de ellos dijo que
no saba nada de ti desde hace mucho tiempo y que le
gustara verte. El otro, que slo conoce tu reputacin,
expres el deseo de conocerte.
En el rostro de Musashi se esboz una ancha sonrisa.
Creo que ya lo s. Uno de ellos es Takuan Sh, no
es cierto?
En efecto exclam el seor Ujikatsu, dndose una
palmada de sorpresa en la rodilla.
No le he visto desde que vine al este, hace ya varios
aos.
Antes de que Musashi tuviera tiempo de conjeturar
quin era el otro hombre, su seora le pidi que le
acompaara y salieron al corredor.
Subieron un corto tramo de escaleras y recorrieron un
pasillo largo y oscuro. A uno de los lados estaban
colocados los postigos contra la lluvia. De repente,
Musashi perdi de vista al seor Ujikatsu. Se detuvo y
escuch.
Al cabo de unos instantes, Ujikatsu le llam.
Estoy aqu abajo.
Su voz pareca proceder de una habitacin bien
iluminada situada al otro lado de un espacio abierto al final
del corredor.
Entendido replic Musashi.
En lugar de dirigirse directamente a la luz, se qued
donde estaba. El espacio fuera del corredor era invitador,
pero algo le deca que en aquel tramo de oscuridad acechaba
algn peligro.
Qu ests esperando, Musashi? Estamos aqu.
Ya voy respondi Musashi.
Aunque no poda responder otra cosa, su sexto sentido
le haba advertido de que deba permanecer alerta.
Sigilosamente, se volvi y desando unos diez pasos hasta
una puertecilla que daba al jardn. Ponindose unas
sandalias, rode el jardn hasta la terraza de la sala del seor
Ujikatsu.
Vaya, has venido por ah, eh? dijo su seora,
volvindose a mirarle desde el otro extremo de la habitacin.
Pareca decepcionado.
Takuan! exclam Musashi cuando entr en la
habitacin, con una sonrisa radiante en el rostro. El
sacerdote, sentado delante del lugar de honor, se levant
para saludarle. Encontrarse de nuevo, y bajo el techo del
seor Hj Ujikatsu, pareca casi demasiado fortuito. A
Musashi le costaba convencerse de que realmente estaba
ocurriendo.
Bueno, tendremos que ponernos mutuamente al
corriente dijo Takuan. Empezamos?
Vesta las ropas sencillas que siempre usaba, sin el
menor adorno, a no ser que pasara por tal el rosario budista.
Sin embargo, pareca ms maduro y tranquilo que antes,
hablaba con ms suavidad. De la misma manera que la
crianza rural de Musashi haba sido limada por los intensos
esfuerzos de autodisciplinarse, tambin los speros ngulos
de Takuan parecan haber sido redondeados y la sabidura
del Zen haba moldeado su carcter. Sin duda, ya no era
joven. Tena once aos ms que Musashi y ahora estaba
cerca de los cuarenta.
Veamos. Fue en Kyoto, verdad? Ah, ya me acuerdo,
fue poco antes de que regresara a Tajima. Tras la muerte de
mi madre, pas un ao de duelo. Luego viaj durante una
temporada, estuve algn tiempo en el Nansji de Izumi y
luego en el Daitokuji. Ms tarde vi con mucha frecuencia al
seor Karasumaru..., compuse poesa con l, realizamos la
ceremonia del t, tuvimos a raya las preocupaciones de este
mundo. Antes de que me diera cuenta, haba pasado tres
aos en Kyoto. Recientemente trab amistad con el seor
Koide del castillo de Kishiwada y vine con l para echar un
vistazo a Edo.
Entonces slo llevas poco tiempo aqu?
S. Aunque me encontr con Hidetada un par de
veces en el Daitokuji y he sido convocado a presencia de
Ieyasu varias veces, ste es mi primer viaje a Edo. Y t
qu me cuentas?
Vivo aqu slo desde principios de este verano.
Parece ser que te has hecho todo un nombre en esta
parte del pas.
Musashi no intent justificarse. Inclin la cabeza y dijo:
Supongo que has odo hablar de eso.
Takuan se qued mirndole unos instantes, como si le
comparase con el Takez de antao.
Por qu habra de preocuparte eso? Sera extrao
que un hombre de tu edad tuviera una reputacin demasiado
buena. Mientras no hayas hecho nada desleal, innoble o
rebelde, qu importancia tiene? Me interesa ms que me
informes sobre tu adiestramiento.
Musashi le hizo un breve resumen de sus experiencias
recientes.
Me temo que todava soy inmaduro, imprudente,
ms que estar realmente iluminado concluy. Cuanto
ms viajo, ms largo se hace el camino. Tengo la sensacin
de haber recorrido un inacabable sendero de montaa.
As es como debe ser le dijo Takuan, claramente
satisfecho de la integridad y humildad del joven. Si un
hombre que an no tiene treinta aos afirma conocer por
poco que sea el Camino, eso es una seal inequvoca de que
su desarrollo se ha detenido. Incluso yo todava me
estremezco azorado cuando alguien sugiere que un inculto
sacerdote como yo podra conocer el significado definitivo
del Zen. Resulta desconcertante la manera en que la gente
siempre me pide que les hable de la ley budista o les
explique las verdaderas enseanzas. La gente tiende a
considerar a un sacerdote como un Buda viviente. Agradece
que los dems no te sobrestimen, que no tengas que prestar
atencin a las apariencias.
Mientras los dos hombres renovaban felizmente su
amistad, entraron servidores con alimentos y bebidas. Al
cabo de un rato, Takuan dijo:
Perdname, seora. Me temo que hemos olvidado
algo. Por qu no llamas al otro invitado?
Musashi estaba seguro de saber dnde se encontraba la
cuarta persona, pero prefiri permanecer en silencio.
Titubeando ligeramente, Ujikatsu dijo:
Le llamo? Entonces se dirigi a Musashi. Debo
admitir que has intuido nuestra pequea treta. Soy yo quien
la plane y me siento bastante avergonzado.
Takuan se ech a rer.
Bien por ti! Me alegra ver que admites la derrota.
Pero por qu no? De todos modos era slo un juego para
divertirnos, no es cierto? Desde luego no se trata de nada
que haga perder prestigio al maestro del estilo Hj.
S, no hay duda de que he sido derrotado murmur
Ujikatsu, todava con un dejo de renuencia. Lo cierto es
que, si bien he odo hablar de la clase de hombre que eres,
no tena manera de saber lo bien adiestrado y disciplinado
que ests. Se me ocurri comprobarlo por m mismo, y los
dems invitados accedieron a cooperar. Cuando te detuviste
en el pasillo, te esperaba para tenderte una emboscada, listo
para desenvainar su espada. Su seora pareca lamentar
haber tenido que someter a Musashi a aquella prueba.
Pero te diste cuenta de que eras atrado a una trampa y
viniste por el jardn. Mirando directamente a Musashi, le
pregunt: Puedo preguntarte por qu lo has hecho?
Musashi se limit a sonrer. Entonces habl Takuan:
Es la diferencia entre el estratega militar y el
espadachn, seora.
De veras?
Es una cuestin de reacciones instintivas..., la de un
estudioso militar que se basa en principios intelectuales
contra la de un hombre que sigue el Camino de la Espada,
basado en el corazn. Razonaste que si engatusabas a
Musashi, l te seguira. No obstante, sin ver nada ni poder
mencionar nada definido, Musashi percibi el peligro y
actu para protegerse. Su reaccin ha sido espontnea,
instintiva.
Instintiva?
Como una revelacin Zen.
Tienes esa clase de premoniciones?
La verdad es que no sabra decirlo.
En cualquier caso, he aprendido una leccin. El
samurai corriente, al notar el peligro, podra haber perdido
la cabeza, o quiz habra usado la trampa como una excusa
para exhibir su dominio de la espada. Cuando vi que
Musashi retroceda, se pona las sandalias y cruzaba el
jardn, me sent profundamente impresionado.
Musashi se mantena en silencio, sin que su rostro
revelara ningn placer especial por las palabras de alabanza
del seor Ujikatsu. Sus pensamientos se volvieron hacia el
hombre que segua fuera, en la oscuridad, varado all porque
la vctima no haba cado en la trampa.
Dirigindose a su anfitrin, le dijo:
Puedo pedirte que el seor de Tajima ocupe ya su
lugar entre nosotros?
Cmo es eso? Ujikatsu estaba tan asombrado
como Takuan. Cmo lo has sabido?
Hacindose a un lado para dejar a Yagy Munenori el
lugar de honor, Musashi replic:
A pesar de la oscuridad, he notado la presencia de
alguien que no tiene rival en el manejo de la espada.
Teniendo en cuenta la categora de los dems presentes, no
veo qu otra persona podra ser.
Has vuelto a dar en el clavo! exclam Ujikatsu,
asombrado.
Al ver que su anfitrin le haca un gesto de
asentimiento, Takuan dijo:
El seor de Tajima, en efecto. Volvindose hacia la
puerta, aadi: Tu secreto ha sido descubierto, seor
Munenori. Quieres unirte a nosotros?
Se oy una risa estentrea y Munenori apareci en el
umbral. En vez de acomodarse ante el lugar de honor, se
arrodill delante de Musashi y le salud como a un igual,
diciendo:
Me llamo Mataemon Munenori. Espero que me
recuerdes.
Es un honor conocerte. Soy un rnin de Mimasaka,
Miyamoto Musashi de nombre. Ruego que me concedas tu
orientacin en el futuro.
Kimura Sukekur te mencion hace unos meses, pero
entonces estaba ocupado debido a la enfermedad de mi
padre.
Cmo est el seor Sekishsai?
Bueno, es ya muy anciano. No hay modo de saber...
Tras una breve pausa, sigui diciendo en tono cordial:
Mi padre me habl de ti en una carta, y he odo a Takuan
mencionarte varias veces. Debo decir que tu reaccin de
hace unos minutos ha sido admirable. Si no te importa, creo
que deberamos considerar que el encuentro de esgrima que
pedas ya ha tenido lugar. Confo que no te ofenda mi
manera nada ortodoxa de llevarlo a cabo.
Musashi tuvo una impresin de inteligencia y madurez
muy acordes con la reputacin del daimy.
Tu solicitud me azora replic, haciendo una
profunda reverencia.
Su demostracin de deferencia era natural, pues la
categora del seor Munenori estaba tan por encima de la de
Musashi que, prcticamente, le colocaba en otro mundo.
Aunque su feudo ascenda a slo mil quinientas fanegas, su
familia era famosa desde el siglo X, pues de ella haban
salido numerosos magistrados provinciales. A la mayora de
la gente le habra parecido francamente singular que uno de
los tutores del shgun estuviera en la misma habitacin con
Musashi, y no digamos hablando amistosamente con l de
una manera informal. A Musashi le alivi ver que ni
Ujikatsu, hombre letrado y miembro de la guardia
abanderada del shgun, ni Takuan, un sacerdote de origen
rural, se sentan en absoluto cohibidos debido al rango de
Munenori.
La sirvienta trajo sake caliente y, tras intercambiar las
tazas, conversaron y rieron, olvidando las diferencias de
edad y clase. Musashi saba que le aceptaban en aquel
selecto crculo no slo por quin era. Sus compaeros
buscaban el Camino lo mismo que l. Era el Camino lo que
permita una camaradera tan libre.
En un momento determinado, Takuan dej su taza y
pregunt a Musashi:
Qu ha sido de Ots?
Ruborizndose levemente, Musashi le dijo que ni la
haba visto ni tena noticia alguna de ella desde haca
bastante tiempo.
Nada en absoluto?
Nada.
Es una lstima. No puedes dejarla en la estacada
indefinidamente, sabes? Eso tampoco es bueno para ti.
Munenori intervino entonces:
Esa Ots... Te refieres a la muchacha que cierta vez
se aloj en la casa de mi padre en Koyagy?
S replic Takuan sin aguardar a que lo hiciera
Musashi.
S dnde est. Fue a Koyagy con mi sobrino Hygo
para cuidar de mi padre.
Musashi pens que en presencia de un renombrado
cientfico militar y Takuan, podran hablar de estrategia y
del Zen. Estando all Munenori y l, el tema podra haber
sido la esgrima.
Tras dirigir a Musashi una mirada de disculpa, Takuan
cont a los dems quin era Ots y su relacin con
Musashi.
Ms tarde o ms temprano concluy, alguien
tendr que reuniros de nuevo, pero me temo que sa no es
tarea para un sacerdote. Solicito la ayuda de estos dos
caballeros.
Lo que en realidad estaba sugiriendo era que Ujikatsu y
Munenori actuaran como guardianes de Musashi.
Parecieron dispuestos a aceptar ese papel. Munenori
observ que Musashi era lo bastante mayor para tener
familia y Ujikatsu dijo que haba alcanzado un nivel
satisfactorio de adiestramiento.
Munenori sugiri que uno de aquellos das habra que
llamar a Ots, para que regresara de Koyagy y se casara
con Musashi. Entonces ste podra establecerse en Edo,
donde su casa, junto con la de Ono Tadaaki y Yagy
Munenori, formara un triunvirato de la espada y anunciara
una era dorada de la esgrima en la nueva capital. Tanto
Takuan como Ujikatsu estuvieron de acuerdo.
El seor Ujikatsu, en especial, deseoso de recompensar
a Musashi por su amabilidad con Shinz, quiso
recomendarle como tutor del shgun, una idea que los tres
haban comentado antes de enviar a Shinz en busca de
Musashi. Y tras haber visto cmo reaccionaba Musashi a
su prueba, el mismo Munenori estaba ahora dispuesto a
aprobar el plan.
Haba dificultades que superar, y una de ellas era la de
que ser maestro en la casa del shgun comportaba tambin
la pertenencia a la guardia de honor. Puesto que muchos de
sus miembros eran fieles vasallos de los Tokugawa desde la
poca en que Ieyasu rega en el feudo de Mikawa, exista
una considerable renuencia a nombrar nuevos miembros, y
todos los candidatos eran examinados con gran
minuciosidad. Sin embargo, era presumible que con
recomendaciones de Ujikatsu y Munenori, junto con una
carta de garanta de Takuan, Musashi podra pasar el
escrutinio.
El aspecto ms peliagudo era el de sus antepasados. No
exista documento alguno que remontara sus orgenes a
Hirata Shgen del clan Akamatsu, ni siquiera una carta
genealgica que demostrara un buen linaje samurai. Desde
luego, no tena ninguna conexin familiar con los Tokugawa.
Por el contrario, era un hecho innegable que, siendo un
inexperto joven de diecisiete aos, haba luchado contra las
fuerzas de Tokugawa en Sekigahara. No obstante, an
exista una posibilidad. Otros rnin de antiguos clanes
enemigos se haban pasado a la Casa de Tokugawa despus
de Sekigahara. Incluso Ono Tadaaki, un rnin del clan
Kitabatake, por entonces oculto en Ise Matsuzaka, haba
sido nombrado tutor del shgun a pesar de sus indeseables
conexiones.
Despus de que los tres hombres examinaran los pros y
los contras, Takuan dijo:
Muy bien, entonces le recomendaremos. Pero quiz
deberamos saber primero su opinin al respecto.
Plantearon la cuestin a Musashi, el cual respondi
suavemente:
Sois muy amables y generosos al hacer esta
sugerencia, pero no soy ms que un joven inmaduro.
No lo consideres as replic Takuan con sinceridad
. Lo que te estamos aconsejando es que madures.
Piensas fundar tu propia casa o hars que Ots siga
viviendo indefinidamente como hasta ahora?
Musashi se senta entre la espada y la pared. Ots le
haba dicho que estaba dispuesta a soportar cualquier
penalidad, pero eso no disminua en modo alguno la
responsabilidad de Musashi por cualquier percance que la
joven sufriera. Si bien era aceptable que una mujer viviera
de acuerdo con sus propios sentimientos, si el resultado no
fuese satisfactorio, l tendra la culpa.
Musashi no era reacio a aceptar esa responsabilidad. En
conjunto, anhelaba aceptarla. A Ots la haba guiado el
amor, y la carga de ese amor le perteneca a l tanto como a
ella. Sin embargo, crea que an era demasiado pronto para
casarse y tener familia. El largo y difcil Camino de la
Espada an se extenda ante l, su deseo de seguirlo no
haba disminuido.
No simplificaba las cosas el hecho de que su actitud
hacia la espada hubiera cambiado. Desde Htengahara, la
espada del conquistador y la del que mata eran cosas del
pasado, ya carentes de utilidad y significado.
Tampoco ser un tcnico, incluso uno que diera
instrucciones a los hombres que formaban el squito del
shgun, excitaba su inters. El Camino de la Espada, tal
como l haba llegado a verlo, deba tener objetivos
concretos: establecer el orden, proteger y refinar el espritu.
El Camino tena que ser de tal manera que uno lo apreciara
tanto como a su vida, hasta el mismo da de su muerte. Si
existiese ese Camino, no podra ser empleado para traer
paz al mundo y felicidad a todos?
Cuando respondi a la carta de Sukekur con un desafo
al seor Munenori, no le motiv el anhelo superficial de
obtener una victoria que le permitiera desafiar a Sekishsai.
Ahora deseaba dedicarse a la tarea de gobernar. No en gran
escala, desde luego: un feudo pequeo, insignificante,
bastara para las actividades que, a su modo de ver,
promoveran la causa del buen gobierno.
Pero le faltaba confianza para expresar esas ideas, tena
la sensacin de que los otros espadachines rechazaran por
absurdas sus ambiciones juveniles. O bien, si le tomaban en
serio, se sentiran obligados a advertirle: la poltica conduce
a la destruccin, y entrando en el gobierno ensuciara su
querida espada. Hablaran as impulsados por una autntica
preocupacin por su espritu.
Incluso crea que, si deca lo que pensaba realmente, los
dos guerreros y el sacerdote reaccionaran o bien rindose o
bien con alarma.
Cuando por fin habl, lo hizo para expresar su protesta:
era demasiado joven, demasiado inmaduro, su
adiestramiento era inadecuado...
Finalmente, Takuan le interrumpi.
Djalo de nuestra cuenta le dijo.
Y el seor Ujikatsu aadi:
Nos ocuparemos de que las cosas te salgan a pedir de
boca.
El asunto estaba decidido.
Shinz, que acuda a intervalos para despabilar la
lmpara, haba captado el meollo de la conversacin.
Serenamente hizo saber a su padre y a los invitados que lo
que haba odo le produca una satisfaccin inmensa.
El algarrobo
Matahachi abri los ojos y mir a su alrededor, se levant y
asom la cabeza por la puerta trasera.
Akemi! grit.
No obtuvo respuesta.
Algo le impuls a abrir el armario. Recientemente
Akemi haba terminado de confeccionar un nuevo kimono.
La prenda no estaba all.
Primero fue a la casa vecina, la de Umpei, y luego
recorri el pasadizo entre las casas hasta salir a la calle,
donde fue preguntando ansiosamente a todo el mundo si
haban visto a la joven.
La he visto esta maana dijo la mujer del
carbonero.
De veras? Dnde?
Vesta muy bien. Le pregunt adonde iba y me
contest que a visitar a unos parientes en Shinagawa.
Shinagawa?
No tiene parientes all? inquiri la mujer
escpticamente.
l empez a decir que no, pero se contuvo.
Ah, s, claro. Ha ido all.
Correra tras ella? En realidad, no le tena demasiado
apego, y estaba ms irritado que otra cosa. Su desaparicin
le haba dejado un sabor agridulce.
Escupi, solt uno o dos juramentos y se encamin a la
playa, que estaba al otro lado de la carretera de Shibaura. A
cierta distancia de la orilla se apiaban varias casas de
pescadores. Matahachi tena la costumbre de ir all cada
maana mientras Akemi cocinaba el arroz, en busca de
pescado. Casi siempre cinco o seis ejemplares haban cado
de las redes, y l regresaba justo a tiempo para que ella los
incluyera en el desayuno. Aquel da hizo caso omiso del
pescado.
Qu te ocurre, Matahachi? le pregunt el
prestamista de la calle principal al tiempo que le daba unas
palmaditas en el hombro.
Hace una buena maana replic el interpelado.
Es agradable salir de casa temprano, verdad? Me
alegra verte salir cada maana para dar un paseo. Es
excelente para tu salud!
Debes de estar de broma. Tal vez si fuese rico como
t, paseara para hacer salud. Para m, el paseo es trabajo.
No tienes muy buen aspecto. Te ha pasado algo?
Matahachi cogi un puado de arena y la lanz poco a
poco al viento. Tanto l como Akemi conocan bien al
prestamista, el cual les haba ayudado a salir de varios
apuros.
El hombre sigui hablando sin inmutarse:
Sabes? Quera hablar contigo de cierto asunto, pero
nunca tena ocasin de hacerlo. Hoy vas a trabajar?
Para qu iba a molestarme? No gano gran cosa
vendiendo sandas.
Vente a pescar conmigo.
Matahachi se rasc la cabeza y le mir con una
expresin apenada.
Te lo agradezco, pero la verdad es que no me gusta
pescar.
Hombre, no tienes que pescar si no quieres, pero ven
conmigo de todos modos. As te sentirs mejor. Ah est mi
barca. Sabes remar con espadilla, no?
Supongo que s.
Anda, vamos. Te contar cmo puedes ganar un
montn de dinero..., tal vez mil piezas de oro. Qu te
parece?
De repente, Matahachi tuvo un gran inters en ir a
pescar.
A unas mil varas mar adentro, el agua an era lo
bastante somera para tocar el fondo con la espadilla.
Matahachi dej que la barca notara a la deriva y pregunt:
Dime, qu he de hacer para ganar ese dinero?
Te lo dir en seguida. El corpulento prestamista se
acomod en el asiento central de la embarcacin. Te
ruego que sostengas una caa de pescar sobre el agua.
Por qu?
Es mejor que la gente crea que estamos pescando.
Dos personas que remaran hasta tan lejos slo para hablar
pareceran sospechosas.
Te parece bien as?
Perfecto. El hombre sac una pipa con cazoleta de
cermica, la llen de caro tabaco y la encendi. Antes de
decirte lo que he pensado, permteme que te haga una
pregunta. Qu dicen los vecinos de m?
De ti?
S, de Daiz de Narai.
Bueno, se supone que los prestamistas son unos
cicateros, pero todo el mundo dice que eres muy generoso
al prestar dinero. Dicen que eres un hombre que comprende
la vida.
No me refiero a las prcticas comerciales. Quiero
saber qu opinan de m personalmente.
Creen que eres un buen hombre, un hombre con
sentimientos. No te estoy halagando, eso es realmente lo
que opinan.
No comentan nunca lo religioso que soy?
Oh, s, claro. Todo el mundo est asombrado de lo
caritativo que eres.
Nunca han venido por aqu hombres de la
magistratura preguntando por m?
No. Por qu habran de hacerlo?
Daiz solt una risita.
Supongo que mis preguntas te parecen absurdas,
pero la verdad es que no soy un autntico prestamista.
Qu?
Escucha, Matahachi, es muy posible que nunca se te
vuelva a presentar la oportunidad de ganar tanto dinero de
una sola vez.
Probablemente tengas razn.
Quieres agarrarte?
De dnde?
De la parra del dinero.
Qu..., qu debo hacer?
Prometerme hacer una cosa y llevarla a cabo.
Eso es todo?
Eso es todo, pero si luego cambias de idea, puedes
darte por muerto. S que el dinero te interesa, pero pinsalo
bien antes de dar tu respuesta definitiva.
Qu debo hacer exactamente? pregunt
Matahachi con suspicacia.
Tendrs que convertirte en un cavador de pozos. Eso
no tiene nada de raro.
En el castillo de Edo?
Daiz mir a travs de la baha. Los barcos de carga
llenos de materiales de construccin y con los estandartes
de varios grandes clanes, Td, Arima, Kat, Date,
Hosokawa, se alineaban casi proa contra popa.
Comprendes con rapidez, Matahachi. El
prestamista llen de nuevo su pipa. Precisamente
pensaba en el castillo de Edo. Si no me equivoco, Umpei ha
tratado de convencerte de que caves pozos para l. Nada
ms natural que decidieras aceptar la oferta.
Eso es todo lo que he de hacer?... De qu modo
convertirme en cavador de pozos me har ganar tanto
dinero?
Ten paciencia. Te lo contar todo.
Al regresar a la orilla, Matahachi estaba eufrico. Cuando se
separaron le haba hecho una promesa al prestamista.
Aquella noche saldra sigilosamente e ira a casa de Daiz
para recibir un anticipo de treinta monedas de oro.
Volvi a su casa, hizo la siesta y se despert al cabo de
unas horas con la imagen de la vasta suma que pronto sera
suya ante los ojos.
Era una fantstica suma de dinero, suficiente para
compensar la mala suerte que haba tenido hasta entonces,
suficiente para que le durase el resto de su vida. Ms
excitante an era la perspectiva de poder mostrar a la gente
que se equivocaban, que, al fin y al cabo, l tena todo lo
que haca falta tener.
La fiebre del dinero le dominaba y no poda serenarse.
Todava notaba la boca seca, incluso un poco insensible.
Sali al pasadizo desierto frente al bosque de bambes,
detrs de la casa, y pens: Quin ser ese hombre y qu
se propone?. Entonces empez a rememorar la
conversacin sostenida con Daiz.
En aquellos das los cavadores de pozos estaban
trabajando en el Goshinj, el nuevo castillo que se alzaba en
el recinto occidental. Daiz le haba dicho: Tendrs que
esperar hasta que se presente la ocasin, y entonces
disparars contra el nuevo shgun con un mosquete. El
arma y la municin estaran en los terrenos del castillo, bajo
un enorme algarrobo cuya edad se contaba en siglos, cerca
del portal trasero al pie de la colina Momiji.
Ni que decir tiene, los trabajadores estaban sometidos a
una intensa vigilancia, pero a Hidetada le gustaba
desplazarse con sus ayudantes para inspeccionar las obras.
Conseguir el objetivo sera bastante fcil. En medio de la
confusin producida, Matahachi podra huir saltando al
foso externo, de donde le rescataran los cmplices de
Daiz. ste le haba asegurado que estaran all sin falta.
Matahachi regres a su habitacin y se qued mirando
el techo. Le pareca or la voz de Daiz susurrando ciertas
palabras una y otra vez, y record cmo le haban temblado
los labios cuando dijo: S, lo har. Se puso en pie de un
salto, con carne de gallina. Esto es horrible! Ir ah ahora
mismo y le dir que no quiero saber nada del asunto.
Entonces record algo ms que Daiz le haba dicho:
Ahora que te he contado todo esto, ests comprometido.
Lamentara mucho que te ocurriese algo, pero si intentas
echarte atrs, mis amigos te cortarn la cabeza..., digamos
antes de tres das. La penetrante mirada de Daiz mientras
deca esto destell ante los ojos de Matahachi.
Matahachi recorri la corta distancia por el callejn de
Nishikubo hasta la esquina con la carretera de Takanawa,
donde estaba la casa de empeos. La baha, sumida en la
oscuridad, se abra en el extremo de una calle lateral.
Matahachi entr en el pasadizo a lo largo del almacn, se
dirigi a la disimulada puerta trasera y llam suavemente.
No est cerrado dijeron en seguida desde dentro.
Daiz?
S. Me alegro de que hayas venido. Entremos en el
almacn.
Haban dejado abierto un postigo contra la lluvia.
Matahachi entr en el corredor exterior y sigui al
prestamista.
Sintate le dijo Daiz, depositando una vela sobre
un largo bal ropero de madera. El prestamista tom
asiento a su vez, se cruz de brazos y le pregunt: Has
visto a Umpei? Cundo te llevar al castillo?
Pasado maana, cuando lleve a diez nuevos
trabajadores. Ha dicho que me incluira.
Entonces todo est arreglado?
Bueno, an es necesario que el jefe del distrito y los
cinco hombres de la asociacin del vecindario sellen los
documentos.
Eso no ser ningn problema, pues soy miembro de
la asociacin.
De veras? T?
Por qu te sorprendes tanto? Soy uno de los
hombres de negocios ms influyentes del vecindario. La
primavera pasada el jefe del distrito insisti en que
participara.
Oh, no estaba sorprendido, yo... no lo saba, eso es
todo.
Ja, ja. S exactamente lo que has pensado, que es
escandaloso que un hombre como yo forme parte del
comit que se ocupa de los asuntos del vecindario. Pues
bien, permteme decirte que, si tienes dinero, todo el mundo
dir de ti que eres un hombre excelente y, por mucho que lo
intentes, no podrs evitar convertirte en un dirigente local.
Piensa, Matahachi. No tardars mucho en tener tambin
montones de dinero.
Sss... s tartamude Matahachi, incapaz de
reprimir un estremecimiento. Mmm... me dars ahora un
anticipo?
Espera un momento.
El prestamista cogi la vela y se dirigi al fondo del
almacn. De un cofre que estaba en un estante extrajo y
cont treinta monedas de oro. Volvi al lado de Matahachi
y le pregunt:
Tienes algo para envolverlas?
No.
Pues usa esto. Cogi del suelo un trapo de algodn
y se lo arroj a Matahachi. Ser mejor que lo guardes en
el envoltorio abdominal y te asegures de que est bien
atado.
Tengo que darte un recibo?
Un recibo? repiti Daiz, riendo sin querer.
Vaya, qu honrado eres! Pero no, gracias, no lo necesito. Si
cometes un error, confiscar tu cabeza.
Matahachi parpade y dijo:
Supongo que ahora ser mejor que me marche.
No tan rpido. Al recibir ese dinero incurres en
ciertas obligaciones. Recuerdas todo lo que te he dicho esta
maana?
S. Por cierto, tengo una sola duda. Has dicho que el
mosquete estara debajo del algarrobo. Quin lo dejar ah?
Habida cuenta de lo difcil que era para los trabajadores
ordinarios entrar en los terrenos del castillo, se preguntaba
cmo podra penetrar alguien subrepticiamente con un
mosquete y municin. Y cmo podra alguien sin poderes
sobrenaturales enterrarlos de modo que estuvieran a la
espera y dispuestos al cabo de quince das?
Eso no es asunto tuyo. Slo tienes que hacer lo que
hemos convenido. Ahora ests nervioso porque no te has
acostumbrado a la idea. Pero cuando lleves ah un par de
semanas, todo ir bien.
As lo espero.
Primero tienes que convencerte de que lo vas a hacer.
Entonces tendrs que acechar el momento adecuado.
Comprendo.
Escucha, no quiero ningn desliz. Esconde ese dinero
donde nadie pueda encontrarlo, y djalo ah hasta despus
de que hayas llevado a cabo tu misin. Cuando fallan esta
clase de proyectos, siempre se debe al dinero.
No te preocupes. Ya he pensado en eso. Pero
permteme que te pregunte una cosa. Cmo puedo estar
seguro de que despus de que haya hecho el trabajo no te
negars a pagarme el resto?
Bah! Tal vez d una impresin de jactancia, pero el
dinero es la ltima de mis preocupaciones. Recrea la vista
en esas cajas. Alz la vela para que Matahachi pudiera
ver mejor. Toda la habitacin estaba llena de cajas, para
bandejas lacadas, para armaduras, para muchas otras cosas
. Cada una de ellas contiene mil piezas de oro.
Sin mirar con demasiado detenimiento, Matahachi dijo
en tono de disculpa:
No dudo de tu palabra, por supuesto.
La conversacin secreta continu aproximadamente
durante otra hora. Sintindose algo ms confiado,
Matahachi se march por el camino de atrs.
Daiz se asom a la puerta de una habitacin contigua.
Ests ah, Akemi? Creo que ir directamente a
esconder el dinero. Ser mejor que le sigas.
Tras hacer varias visitas a la casa de empeos, Akemi,
embelesada con la personalidad de Daiz, le haba confiado
sus pesares, quejndose de sus circunstancias actuales y
expresando el deseo de buscar algo mejor. Un par de das
atrs, Daiz haba observado que necesitaba una mujer para
que cuidara de su casa, y Akemi se present ante su puerta
por la maana, a hora muy temprana. El prestamista le
franque la entrada y le dijo que no se preocupara, que l
se encargara de Matahachi.
El asesino en potencia, ajeno por completo a que le
seguan, regres a su casa. Cogi una hoz, se intern en el
oscuro bosquecillo detrs de la casa, ascendiendo hasta lo
alto de la colina de Nishikubo, y all enterr su tesoro.
Tras haber observado todo esto, Akemi inform a
Daiz, el cual parti de inmediato hacia la colina de
Nishikubo. Era casi de da cuando volvi al almacn y cont
las piezas de oro que haba desenterrado. Las cont una
segunda vez y una tercera, pero no haba ningn error: eran
slo veintiocho.
Daiz lade la cabeza y frunci el ceo. Le disgustaba
profundamente la gente que le robaba su dinero.
La locura de Tadaaki
Osugi no era una persona a quien desesperasen las penas y
las amargas decepciones del afecto maternal no
correspondido, pero en aquel lugar, donde los insectos
chirriaban entre el trbol y las plantas de eulalia, ante el
gran ro que se deslizaba lentamente, no la conmovan
sentimientos de nostalgia y la impermanencia de la vida.
Has vuelto a casa?
La voz son spera en el inmvil aire nocturno.
Quin eres? pregunt ella.
Soy de Hangawara. Ha llegado mucha verdura fresca
de Katsushika y el jefe me ha dicho que te traiga una parte.
Yajibei siempre es tan considerado.
La anciana estaba sentada a una mesa baja, con una vela
al lado y un pincel de escritura en la mano, copiando el
Sutra del gran amor de los padres. Se haba mudado a una
pequea casa alquilada en el distrito de Hamach,
escasamente poblado, y se ganaba la vida de una manera
razonable tratando con moxa las enfermedades y achaques
de otras personas. Ella misma no padeca ningn trastorno
fsico digno de mencin. Desde comienzos del otoo haba
vuelto a sentirse bastante joven.
Dime, abuela, esta tarde ha venido a verte un
hombre joven?
Te refieres a un paciente para que le tratara con
moxa?
No, no. Ese hombre se present en casa de Yajibei, y
pareca tener algo importante entre manos. Nos pregunt
dnde vives ahora y se lo dijimos.
Qu edad le pondras?
Supongo que unos veintisiete u ocho.
Qu aspecto tena?
Ms bien carirredondo y no muy alto.
Humm, quiz...
Tena un acento como el tuyo y pens que proceda
del mismo lugar. Bien, me marcho. Buenas noches.
Mientras las pisadas se desvanecan, los chirridos de los
insectos se alzaron de nuevo como el sonido montono de
la lluvia. Osugi dej a un lado el pincel y se qued mirando
la llama de la vela, pensando en los das de su juventud,
cuando la gente lea portentos en el halo luminoso. No
tenan manera de saber cmo les iba a los maridos, hijos y
hermanos que haban partido a la guerra, o qu podra
esperarles a ellos mismos en su propio destino incierto. Un
halo brillante se tomaba como seal de buena suerte,
mientras que las sombras violceas eran una indicacin de
que alguien haba muerto. Cuando la llama crepitaba como
pinaza, podan tener la seguridad de que estaba en camino
una persona a la que esperaban.
Osugi haba olvidado la manera de interpretar los
presagios, pero aquella noche el alegre halo, tan bello en su
colorido como un arco iris, sugera la inminencia de algo
esplndido.
Podra tratarse de Matahachi? Tendi la mano hacia el
pincel pero la retir. Como si estuviera extasiada, se olvid
de s misma y de su entorno, y durante una o dos horas
slo pens en el rostro de su hijo, que pareca flotar en la
oscuridad de la habitacin.
Un ligero ruido en la entrada trasera la hizo salir de su
ensoacin. Temerosa de que una comadreja estuviera
causando estragos en su cocina, cogi la vela y fue a
investigar.
El saco de verduras estaba al lado de la fregadera, y
encima del saco haba un objeto blanco. Al cogerlo not que
era pesado..., tan pesado como dos piezas de oro. En el
envoltorio de papel blanco Matahachi haba escrito:
Todava no tengo el valor de darte la cara. Por favor,
perdname si te abandono durante otros seis meses. Slo
dejar esta nota, sin entrar.
Un samurai de expresin asesina se abra paso a grandes
zancadas entre la alta hierba, en direccin a dos hombres
que estaban de pie en la orilla del ro.
Era l, Hamada? grit entre jadeos.
No replic Hamada con voz quejumbrosa. Era
otro hombre.
A pesar del tono contrito, sus ojos centelleaban
mientras segua escudriando el entorno.
Estoy seguro de que era l.
No era l, sino un barquero.
Ests seguro?
Cuando corr tras l, subi a ese bote de ah.
sa no es razn para considerarle un barquero.
Lo he comprobado.
He de reconocer que tiene los pies ligeros.
Apartndose del ro, emprendieron el regreso a travs
de los campos de Hamach.
Matahachi..., Matahachi!
Al principio el sonido apenas se elevaba por encima del
murmullo del ro, pero su repeticin lo hizo inequvoco y
los hombres se detuvieron e intercambiaron miradas de
asombro.
Alguien le est llamando! Cmo es posible?
Parece la voz de una anciana.
Con Hamada en cabeza, el grupo sigui rpidamente la
direccin del sonido hasta su fuente, y cuando Osugi oy
sus pasos corri hacia ellos.
Matahachi? Es una de tus...?
Los hombres la rodearon y le inmovilizaron los brazos a
la espalda.
Qu me estis haciendo? Con la cara
congestionada, como un pez globo irritado, les grit: A
ver, quines sois vosotros?
Somos alumnos de la escuela Ono.
No conozco a nadie llamado Ono.
Nunca has odo hablar de Ono Tadaaki, el tutor del
shgun?
Jams.
Cmo es posible, vieja...?
Espera. Veamos qu sabe de Matahachi.
Soy su madre.
Eres t la madre de Matahachi, el vendedor de
sandas?
Qu quieres decir, cerdo? Vendedor de sandas!
Matahachi es descendiente de la Casa de Hon'iden, y sa es
una familia importante de la provincia de Mimasaka. Os
hago saber que los Hon'iden son ilustres servidores de
Shimmen Munetsura, seor del castillo de Takeyama, en
Yoshino.
Bueno, ya est bien dijo uno de los hombres.
Qu hacemos?
Cogerla y llevrnosla.
Como rehn? Crees que servir de algo?
Si es su madre, tendr que venir a por ella.
Osugi tens su flaco cuerpo y se debati como una
tigresa acosada, pero fue en vano.
Kojir, que llevaba varias semanas aburrido e insatisfecho,
haba adquirido el hbito de dormir mucho, tanto de da
como de noche. En aquellos momentos estaba tendido boca
arriba, farfullando y acariciando la espada colocada sobre su
pecho.
Basta de hacer llorar a Palo de Secar. Una espada
como sta, un espadachn como yo mismo... pudrindose
en la casa de otro hombre!
Se oy un chasquido y algo emiti un destello metlico.
Necio estpido!
Trazando un gran arco por encima de l, el arma se
desliz en el interior de su vaina como una criatura viva.
Esplndido! exclam un sirviente desde el borde
de la terraza. Ests practicando la tcnica para atacar
desde una posicin supina?
No seas tonto replic desdeosamente Kojir. Se
puso boca abajo, recogi dos fragmentos de algo y los lanz
hacia la terraza. Se estaba poniendo pesado.
El sirviente mir con los ojos desmesuradamente
abiertos. El insecto, parecido a una gran polilla, presentaba
las tenues alas y el cuerpo cortados limpiamente en dos.
Has venido a prepararme la cama? le pregunt
Kojir.
Oh, no! Perdona! Te he trado una carta.
Kojir desdobl la carta sin apresurarse y se puso a
leerla. Mientras lo haca, la excitacin fue aflorando a su
semblante. Segn Yajibei, Osugi haba desaparecido la
noche anterior. Peda a Kojir que acudiera en seguida para
hablar de lo que deban hacer.
La carta explicaba con algn detalle cmo se haban
enterado de dnde estaba la anciana. Los hombres de
Yajibei la haban buscado durante todo el da, pero el meollo
del asunto era el mensaje que Kojir dejara en el Donjiki, el
cual haba sido tachado y al lado alguien haba escrito: A
Sasaki Kojir: La persona que tiene en custodia a la madre
de Matahachi es Hamada Toranosuke, de la Casa de Ono.
Por fin dijo Kojir con voz profunda. Cuando
rescat a Matahachi, sospech que los dos samurais a los
que haba derribado tenan alguna relacin con la escuela de
Ono. Solt una risita y aadi: Precisamente lo que
estaba esperando.
De pie en la terraza, alz la vista hacia el cielo nocturno.
Haba nubes, pero no pareca que fuese a llover.
Muy poco tiempo despus, se le vio cabalgando por la
carretera de Takanawa en un caballo de carga alquilado. Era
ya tarde cuando lleg a la casa de Hangawara. Tras
interrogar con detalle a Yajibei, decidi pasar la noche all y
ponerse en accin a la maana siguiente.
Ono Tadaaki recibi su nuevo nombre no mucho despus
de la batalla de Sekigahara. Se llamaba Mikogami Tenzen
cuando fue llamado al campamento de Hidetada para que
diera lecciones de esgrima, actividad en la que se distingui.
Junto con su nuevo nombre recibi el nombramiento de
vasallo directo de los Tokugawa y la concesin de una
residencia en la colina Kanda de Edo.
Puesto que desde la colina se tena una vista excelente
del monte Fuji, el shogunado la design como distrito
residencial para sus servidores procedentes de Suruga, la
provincia donde estaba situada la emblemtica montaa.
Me han dicho que la casa est en la cuesta de Saikachi
dijo Kojir.
Estaba con uno de los hombres de Hangawara en lo alto
de la colina. En el profundo valle por debajo de ellos vean
Ochanomizu, una parte del ro de la que se deca que
extraan el agua para el t del shgun.
Espera aqu dijo el gua de Kojir. Ver si est
ah.
Regres poco despus con la informacin de que ya
haban dejado atrs la casa.
No recuerdo haber visto ninguna casa que pareciera la
mansin del tutor del shgun.
Ni yo tampoco. Crea que tendra una gran mansin,
como la de Yagy Munenori, pero lo cierto es que su casa
es esa antigua que hemos visto a la derecha. Dicen que antes
lo ocupaba el guardin de los establos del shgun.
Supongo que no es nada sorprendente. Ono slo vale
mil quinientas fanegas, mientras que la mayor parte de la
fortuna de Munenori la amasaron sus antepasados.
Aqu es dijo el gua, sealando la casa.
Kojir se detuvo y examin la disposicin general de los
edificios. El viejo muro de tierra se extenda desde la mitad
de la cuesta hasta un bosquecillo que cubra una pequea
elevacin. El recinto pareca ser muy grande. Desde la
entrada sin puerta se vea, ms all de la casa principal, un
edificio que pareca el dj y un anexo, al parecer de
construccin ms reciente.
Kojir dijo a su acompaante:
Ahora regresa y dile a Yajibei que si esta noche no
estoy de vuelta con la anciana, deber suponer que me han
dado muerte.
S, seor.
El hombre ech a correr por la cuesta de Saikachi abajo,
detenindose varias veces para mirar atrs.
Kojir no haba perdido tiempo para tratar de acercarse
a Yagy Munenori. No haba manera de derrotarle y de ese
modo tomar para s la gloria del otro hombre, pues el estilo
Yagy era el nico realmente empleado por los Tokugawa.
sa era suficiente excusa para que Munenori se negara a
enfrentarse con rnin ambiciosos. Tadaaki, en cambio, se
inclinaba a medirse con todos los que acudan a l.
Comparado con el estilo Yagy, el de Ono era ms
prctico, pues su objetivo no consista en hacer una gran
exhibicin de destreza sino en matar. Kojir no haba odo
hablar de nadie que hubiera conseguido atacar a la Casa de
Ono y avergonzarla. Mientras Munenori era, en general, el
ms respetado, Tadaaki era considerado el ms fuerte.
Desde que lleg a Edo y se enter de esa situacin,
Kojir se haba dicho a s mismo que uno de aquellos das
llamara a la puerta de Ono.
Numata Kajr ech un vistazo por la ventana del
vestuario del dj. Reaccion tardamente y sus ojos
recorrieron la sala, en busca de Toranosuke. Al verle en
medio de la estancia, aleccionando a un joven alumno, corri
a su lado y farfull en voz baja:
Est aqu! Ah afuera, en el jardn delantero!
Toranosuke, con la espada de madera extendida ante l,
grit al alumno: En guardia!, y entonces avanz, sus
pisadas resonando fuertemente en el suelo. Cuando los dos
llegaron al ngulo norte, el estudiante dio una voltereta y su
espada de madera sali volando.
Toranosuke se volvi a Kajr.
De quin estabas hablando? De Kojir?
S, est en el jardn. Le tendremos aqu de un
momento a otro.
Mucho ms pronto de lo que esperaba. Tomar a la
anciana como rehn ha sido una buena idea.
Qu piensas hacer ahora? Quin ir a recibirle?
Debera ser alguien que est preparado para cualquier cosa.
Si tiene el valor de venir aqu solo, puede intentar alguna
maniobra por sorpresa.
Trele al dj. Le recibir yo mismo. Los dems
quedaos en segundo trmino y guardad silencio.
Por lo menos somos muchos dijo Kajr.
Mir a su alrededor y le reconfort ver las caras de
tipos fornidos como Kamei Hysuke, Negoro Hachikur e
It Magobei, entre una veintena ms. No tenan la menor
idea de lo que pensaba Kojir, pero todos ellos saban por
qu Toranosuke le quera all.
Uno de los dos hombres a los que Kojir haba matado
cerca del Donjiki era el hermano mayor de Toranosuke.
Aunque haba sido un intil y en la escuela le tenan en baja
estima, de todos modos era preciso vengar su muerte
debido al parentesco.
A pesar de su juventud y sus ingresos modestos,
Toranosuke era un samurai de valor reconocido en Edo. Al
igual que los Tokugawa, era originario de la provincia de
Mikawa, y su familia una de las ms antiguas entre los
vasallos hereditarios del shgun. Era tambin uno de los
cuatro generales de la cuesta de Saikachi, siendo los tres
restantes Kamei, Negoro e It.
La noche anterior, cuando Toranosuke lleg a casa con
Osugi, todos convinieron en que haba dado un golpe
notable. Ahora le resultara difcil a Kojir no dar la cara.
Los hombres juraron que si se presentaba le daran una
paliza hasta dejarlo casi muerto, le cortaran la nariz y le
colgaran de un rbol junto al ro Kanda para que todos le
vieran. Pero no estaban en modo alguno seguros de que se
presentara. De hecho, haban hecho apuestas al respecto, y
la mayora apost a que no acudira.
Se reunieron en la sala principal del dj, dejaron libre el
espacio central y aguardaron ansiosamente.
Al cabo de un rato, uno de los hombres pregunt a
Kajr:
Ests seguro de que el hombre que has visto era
Kojir?
Completamente seguro.
Estaban sentados en un orden imponente. Sus rostros,
al principio inexpresivos, mostraban ahora signos de la
tensin. Algunos teman que si la espera se prolongaba
mucho ms, caeran vctimas de su propia ansiedad. Cuando
el lmite de su aguante pareca prximo, oyeron un rpido
golpeteo de sandalias que se detuvieron ante el vestuario, y
la cara de otro alumno, que se haba puesto de puntillas,
apareci en la ventana.
Od! No tiene ningn sentido que esperemos aqu.
Kojir no viene.
Qu quieres decir? Kajr acaba de verle.
S, pero fue directamente a la casa. No s cmo le han
franqueado el paso, pero est en la sala de invitados
hablando con el maestro.
El maestro? repitieron al unsono los presentes.
Ests diciendo la verdad? pregunt Toranosuke,
con semblante consternado.
Tena fuertes sospechas de que, si se investigaban las
circunstancias de la muerte de su hermano, quedara al
descubierto que no se haba propuesto nada bueno, pero l
haba dorado la pldora al relatar el incidente a Tadaaki. Y si
su maestro saba que haba secuestrado a Osugi, no era
porque l mismo se lo hubiera dicho.
Si no me crees, ve a verlo.
Qu lo! exclam preocupado Toranosuke.
Lejos de simpatizar con l, los alumnos estaban
irritados por su falta de decisin.
Tras aconsejar a los dems que estuvieran tranquilos
mientras ellos iban a ver cul era la situacin, Kamei y
Negoro se estaban calzando las zri cuando una atractiva
muchacha de blanco cutis sali corriendo de la casa. Al
reconocer a Omitsu, los dos hombres se quedaron donde
estaban y los dems corrieron a la puerta.
Todos vosotros! grit la joven con voz aguda,
excitada. Venid en seguida! Mi to y el invitado han
desenvainado las espadas. Estn luchando en el jardn!
Aunque Omitsu estaba considerada oficialmente como
la sobrina de Tadaaki, corran rumores de que era realmente
la hija que haba tenido It Ittsai con una querida, y como
Ittsai era el maestro de Tadaaki, ste deba de haber
accedido a criar a la nia.
La expresin de pavor de sus ojos era inslita en ella.
He odo hablar a mi to y el invitado..., sus voces iban
subiendo de tono..., y de repente... No creo que mi to corra
peligro, pero...
Los cuatro generales gritaron al unsono y corrieron al
jardn, que estaba separado del recinto exterior por una valla
de arbustos. Los otros llegaron a su altura junto a la puerta
de bamb trenzado.
La puerta est cerrada.
No es posible forzarla?
Eso fue innecesario, pues la puerta cedi bajo el peso de
los samurais que la presionaban. Cuando cay, apareci a la
vista una zona espaciosa con un cerro al fondo. Tadaaki,
con su fiel espada Yukihira al nivel de los ojos, estaba en el
centro. Ms all, a buena distancia, se hallaba Kojir, con la
gran Palo de Secar por encima de su cabeza, la mirada
ardiente.
La atmsfera cargada pareca crear una barrera invisible.
Para los hombres formados en la tradicin estricta de la
clase samurai, la solemnidad imponente que rodeaba a los
combatientes, la dignidad de las mortferas espadas
desenvainadas, eran inviolables. A pesar de su agitacin, el
espectculo priv momentneamente a los alumnos tanto
de su movilidad como de sus emociones.
Pero entonces dos o tres de ellos empezaron a avanzar
con la intencin de situarse detrs de Kojir.
Volved atrs! grit airadamente Tadaaki.
Su voz, dura y escalofriante, en absoluto la voz paternal
a la que estaban acostumbrados, inmoviliz por completo a
sus alumnos.
La gente sola suponer que Tadaaki tena hasta diez
aos menos de sus cincuenta y cuatro o cinco y que su
estatura era media, aunque en realidad estaba un poco por
debajo. Conservaba el cabello negro y su cuerpo era
menudo pero macizo. No haba el menor atisbo de rigidez o
torpeza en los movimientos de sus largos miembros.
Kojir an no haba asestado un solo golpe. Lo cierto
era que no haba podido hacerlo.
No obstante, Tadaaki haba tenido que enfrentarse de
inmediato a un hecho insoslayable: estaba luchando contra
un espadachn extraordinario. Es otro Zenki!, se dijo,
con un estremecimiento imperceptible.
Zenki era el ltimo luchador que haba conocido de
semejante envergadura y ambicin. El encuentro tuvo lugar
mucho tiempo atrs, en su juventud, cuando viajaba con
Ittsai, llevando la vida de un shugysha. Zenki, hijo de un
barquero de la provincia de Kuwana, haba sido el discpulo
veterano de Ittsai. Cuando ste envejeci, Zenki empez a
desdearle e incluso a proclamar que el estilo de Itt era de
su propia invencin.
Zenki haba causado mucha afliccin a Ittsai, pues
cuanto mayor era su experiencia con la espada, tanto ms
dao causaba a otras personas. Ittsai se haba lamentado
as: Zenki es el mayor error de mi vida. Cuando le miro,
veo un monstruo que encarna todas las malas cualidades
que he tenido. Observarle hace que me odie a m mismo.
Irnicamente, Zenki, como mal ejemplo, fue muy til
para el joven Tadaaki, estimulndole a obtener logros
mayores de los que habra sido posible de otra manera.
Finalmente, Tadaaki se enfrent con el maligno prodigio en
Koganegahara, Shimsa, y le mat, tras lo cual Ittsai le
concedi su certificado en el estilo Itt y le dio el libro de
instrucciones secretas.
El nico defecto de Zenki fue que su capacidad tcnica
estaba desfigurada por la falta de buena crianza. No le
ocurra lo mismo a Kojir, cuya inteligencia y educacin
eran evidentes en su manejo de la espada.
No puedo ganar esta pelea, pens Tadaaki, quien no
se senta en modo alguno inferior a Munenori. De hecho, su
valoracin de la habilidad de Munenori no era demasiado
elevada. Mientras observaba a su formidable adversario,
otra verdad cruz por su mente. El tiempo parece haber
pasado por mi lado, se dijo tristemente.
Permanecan inmviles y no era evidente el ms ligero
cambio, pero tanto Tadaaki como Kojir estaban gastando
energa vital a una velocidad temible. El coste fisiolgico
adoptaba la forma de sudor que brotaba copiosamente de
sus frentes, el aire que sala de sus fosas nasales
ensanchadas, la piel que palideci primero y luego adquiri
una leve tonalidad azulada. Aunque un movimiento pareca
inminente, las espadas seguan extendidas y quietas.
Abandono dijo Tadaaki, retrocediendo
bruscamente varios pasos.
Haban convenido que no sera una lucha hasta el final.
Cada uno podra retirarse reconociendo la derrota.
Saltando como un animal de presa, Kojir puso en
accin el Palo de Secar con un golpe hacia abajo cuya fuerza
y velocidad fueron como las de un torbellino. Aunque
Tadaaki se agach justo a tiempo, el pequeo moo
superior de su cabeza sali volando, limpiamente cortado.
Por su parte Tadaaki, mientras esquivaba, ejecut una
brillante represalia, desgarrando unas seis pulgadas de la
manga de Kojir.
Cobarde! gritaron los encolerizados alumnos.
Al tomar la capitulacin de su contrario por la apertura
para un ataque, Kojir haba violado el cdigo tico del
samurai.
Todos los alumnos se abalanzaron hacia Kojir. ste
reaccion corriendo con la velocidad de un cormorn a un
gran azufaifo que se alzaba en un extremo del jardn. Sus
ojos se movan con una rapidez intimidante.
Lo has visto? grit. Has visto quin ha
ganado?
Ellos lo han visto dijo Tadaaki. Manteneos a
distancia! dijo a sus hombres.
Entonces enfund la espada y regres a la terraza de su
estudio.
Llam a Omitsu y le pidi que le recogiera y atara el
cabello. Mientras la muchacha lo estaba haciendo, l
contena la respiracin. Riachuelos de sudor brillaban en su
pecho.
Un antiguo proverbio cruz por su mente: es fcil
sobrepasar a un predecesor, pero difcil evitar que un
sucesor le sobrepase a uno. Haba gozado de los frutos del
duro adiestramiento en su juventud, satisfecho con el
conocimiento de que su estilo Itt no era menos floreciente
que el estilo Yagy. Entretanto la sociedad estaba dando
nacimiento a nuevos genios como Kojir. Por muy
desagradable que fuese esta realidad, l no la ignorara
altivamente.
Cuando Omitsu termin de hacerle el moo, Tadaaki
dijo a los dems:
Dad a nuestro joven invitado agua para que se
enjuague la boca y llevadle de nuevo a la habitacin de
invitados.
Los alumnos que le rodeaban palidecieron. Algunos
contenan las lgrimas. Otros miraban enfurecidos a su
maestro.
Nos reuniremos en el dj ahora mismo les dijo, y
l les precedi.
Tadaaki ocup su lugar en el asiento elevado y
contempl en silencio las tres hileras de sus seguidores
sentados ante l.
Finalmente, baj los ojos y dijo:
Me temo que tambin yo me he hecho viejo. Al mirar
atrs, me parece que mi mejor poca de espadachn fue
cuando derrot a aquel diablo de Zenki. Cuando esta escuela
fue inaugurada y la gente empez a hablar del grupo de Ono
en la cuesta de Saikachi, considerando invencible el estilo de
Itt, ya haba quedado atrs mi apogeo como espadachn.
El significado de las palabras era tan extrao a su
acostumbrada manera de pensar, que los estudiantes no
podan dar crdito a sus odos.
Su voz se hizo ms firme, y les mir directamente a las
caras. Todos tenan semblantes dubitativos y descontentos.
En mi opinin, esto es algo que les ocurre a todos los
hombres. La edad avanza sigilosamente en nuestro interior
cuando no estamos mirando. Los tiempos cambian, los
seguidores sobrepasan a sus lderes, una generacin ms
joven abre un nuevo camino... As es como debe ser, pues el
mundo slo avanza mediante el cambio. Sin embargo, esto
es algo inadmisible en el campo de la esgrima. El camino de
la espada debe ser un camino que no permita a un hombre
envejecer.
Ittsai..., no s si sigue con vida, no he tenido
noticias de mi maestro desde hace aos. Despus de
Koganegahara, se tonsur y se retir a las montaas. Dijo
que su objetivo era el estudio de la espada, la prctica del
Zen, la bsqueda del Camino de la Vida y la Muerte, escalar
el gran pico de la perfecta iluminacin. Ahora me toca el
turno. A partir de hoy, ya no podra mantener la cabeza
erguida ante mi maestro... Siento no haber vivido una vida
mejor.
Maestro! le interrumpi Negoro Hachikur.
Dices que has perdido, pero no creemos que perderas con
un hombre como Kojir en circunstancias normales, aunque
sea joven. Hoy tiene que haber habido algn error.
Algn error? Tadaaki sacudi la cabeza y ri
quedamente. No ha habido error alguno. Kojir es joven,
pero no he perdido por eso, sino porque los tiempos han
cambiado.
Qu quieres decir?
Escuchad y ved. Desvi la mirada de Hachikur a
los dems rostros silenciosos. Procurar ser breve,
porque Kojir me est esperando. Quiero que escuchis
atentamente mis pensamientos y esperanzas para el futuro.
Entonces les inform de que a partir de aquel da se
retiraba del dj. Su intencin no era retirarse en el sentido
ordinario de la palabra, sino seguir las huellas de Ittsai y
partir en busca de una gran iluminacin.
sa es mi primera gran esperanza les dijo.
A continuacin pidi a It Magobei, su sobrino, que
cuidara de su nico hijo, Tadanari. Magobei tambin recibi
el encargo de informar de los acontecimientos de la jornada
al shogunado y explicar que Tadaaki haba decidido
convertirse en sacerdote budista.
No lamento demasiado que me haya vencido un
hombre ms joven aadi. Lo que me turba y
avergenza es otra cosa, que nuevos luchadores como
Sasaki estn apareciendo en otros lugares, pero ni un solo
espadachn de su calibre ha salido de la escuela de Ono.
Creo saber el motivo: muchos de vosotros sois vasallos
hereditarios del shgun y habis permitido que vuestra
categora se os subiera a la cabeza. Tras un poco de
entrenamiento, empezis a felicitaros por ser maestros en el
estilo invencible de Itt. Estis demasiado satisfechos de
vosotros mismos.
Aguarda, seor protest Hysuke con voz
temblorosa. Lo que dices no es justo. No todos nosotros
somos perezosos y arrogantes. No todos descuidamos
nuestros estudios.
Calla! exclam Tadaaki, mirndole ferozmente.
La negligencia por parte de los discpulos es un reflejo de la
negligencia por parte del maestro. Ahora estoy confesando
mi propia vergenza, juzgndome a m mismo.
La tarea que tenis por delante es la de eliminar la
negligencia, la de convertir la escuela de Ono en un centro
donde el talento juvenil pueda desarrollarse correctamente.
Debe llegar a ser un campo de adiestramiento para el futuro.
Hasta que as sea, el hecho de que me marche y haga sitio
para una reforma no servir de nada.
Por fin la sinceridad de sus palabras empez a surtir
efecto. Los estudiantes inclinaron la cabeza y reflexionaron
en las palabras del maestro, cada uno pensando en sus
propias deficiencias.
Hamada dijo Tadaaki.
S, seor respondi Toranosuke, pero era evidente
que le haba cogido por sorpresa.
Bajo la fra mirada de Tadaaki, sus ojos contemplaron el
suelo.
Levntate.
S, seor dijo, pero no se movi.
Levntate ahora mismo!
Toranosuke se puso en pie. Los dems siguieron
mirando en silencio.
Te expulso de la escuela. Hizo una pausa, para
dejar que sus palabras surtieran efecto. Pero lo hago con
la esperanza de que llegue un da en que te hayas
enmendado, hayas aprendido la disciplina y comprendido el
significado del Arte de la Guerra. Tal vez en ese da
podamos estar juntos de nuevo como maestro y discpulo.
Pp... por qu, maestro? No recuerdo haber hecho
nada para merecer esto.
No lo recuerdas porque no comprendes el Arte de la
Guerra. Si lo piensas larga y detenidamente, lo
comprenders.
Dmelo, por favor rog Toranosuke, en cuya frente
abultaban las venas. No puedo marcharme hasta que me
lo digas.
De acuerdo. La cobarda es la debilidad ms
vergonzosa de la que se puede acusar a un samurai. El Arte
de la Guerra previene estrictamente contra ella. En esta
escuela tenemos la regla rigurosa de que todo hombre
culpable de un acto de cobarda debe ser expulsado.
Sin embargo, t, Hamada Toranosuke, dejaste
transcurrir varias semanas despus de la muerte de tu
hermano antes de desafiar a Sasaki Kojir. Qu hiciste
entretanto? Correr por ah tratando de vengarte en un
insignificante vendedor de sandas. Y ayer raptaste a la
anciana madre de ese hombre y la trajiste aqu. Consideras
que esa conducta es digna de un samurai?
Pero, seor, no comprendes. Lo hice para atraer a
Kojir.
Estaba a punto de embarcarse en una vigorosa defensa,
pero Tadaaki le cort en seco.
A eso precisamente me refiero al hablar de cobarda.
Si queras pelear con Kojir, por qu no fuiste
directamente a su casa? Por qu no le enviaste un mensaje
desafindole? Por qu no declaraste tu nombre y tu
propsito?
Bueno, pens en todo eso, pero...
Pensaste? No haba nada que te impidiera hacerlo,
pero usaste la treta cobarde de hacer que otros te ayudaran
a atraer aqu a Kojir de modo que pudierais atacarle en
masa. En comparacin, la actitud de Kojir ha sido
admirable. Tadaaki hizo una pausa. Ha venido solo,
para verme personalmente. Rechazando todo contacto con
un cobarde, me ha desafiado a m, basndose en que la mala
conducta de un discpulo equivale a la mala conducta de su
maestro. El resultado de la confrontacin entre su espada y
la ma ha revelado un delito vergonzoso. Ahora confieso
humildemente ese delito.
En la sala reinaba un silencio absoluto.
Ahora, Toranosuke, despus de reflexionar, todava
crees ser un samurai sin mancha?
Perdname.
Vete.
Con la cabeza gacha, Toranosuke camin diez pasos
hacia atrs y se arrodill en el suelo con los brazos
extendidos antes de inclinarse en una profunda reverencia.
Te deseo la mejor salud, seor dijo en tono
sombro. Y lo mismo a los dems.
Se levant y sali cabizbajo del dj.
Tadaaki se puso en pie.
Tambin yo debo despedirme del mundo. En su
voz eran audibles los sollozos contenidos. Sus ltimas
palabras fueron severas, pero llenas de afecto. Por qu
afligiros? Vuestro da ha llegado. De vosotros depende que
esta escuela entre con honor en una nueva era. Empezad
ahora mismo, sed humildes, trabajad con ahnco y procurad
con todas vuestras fuerzas cultivar el espritu.
Cuando regres a la sala de los invitados, tom asiento
y se dirigi a Kojir, Tadaaki pareca impertrrito.
Tras disculparse por haberle hecho esperar, le dijo:
Acabo de expulsar a Hamada. Le he aconsejado que
cambie su manera de ser y trate de comprender el verdadero
significado de la disciplina del samurai. Por supuesto, me
propongo liberar a la anciana. Quieres llevrtela contigo o
dispongo las cosas para que se vaya ms tarde?
Estoy satisfecho con lo que has hecho. La mujer
puede venir conmigo.
Kojir se movi como si fuera a levantarse. El
encuentro de esgrima le haba despojado de toda su energa,
y la espera posterior le haba parecido interminablemente
larga.
No te vayas todava le dijo Tadaaki. Ahora que
todo ha terminado, tomemos un trago juntos. Lo pasado
pasado est. Bati palmas y grit: Omitsu! Trae sake.
Gracias, eres muy amable al invitarme. Sonri y
dijo hipcritamente: Ahora s por qu Ono Tadaaki y el
estilo Itt son tan famosos. No senta respeto alguno por
Tadaaki.
Si su talento natural se desarrolla de la manera
apropiada, el mundo se inclinar a sus pies, pens
Tadaaki. Pero si se desva por el mal camino, va a ser otro
Zenki. Estuvo a punto de decirle: Si fueras discpulo
mo..., pero en vez de hacerlo se ech a rer y replic con
modestia al halago de Kojir.
En el transcurso de su conversacin sali a relucir el
nombre de Musashi, y Kojir se enter de que era uno de
los candidatos al grupo selecto de hombres que daban
lecciones al shgun.
Ah, s? se limit a decir Kojir, pero su expresin
revelaba el desagrado que le produca la noticia.
Volvi los ojos rpidamente hacia el sol poniente e
insisti en que era hora de irse.
Pocos das despus de esa entrevista, Tadaaki
desapareci de Edo. Tena la reputacin de ser un guerrero
sencillo y franco, encarnacin de la honradez y la
abnegacin, pero un hombre que careca de las dotes
polticas de Munenori. La gente, al no entender por qu un
hombre que aparentemente poda lograr cualquier cosa que
se propusiera hua del mundo, senta una viva curiosidad y
daba a su desaparicin toda clase de interpretaciones.
Se deca que, como resultado de su fracaso, Tadaaki
haba perdido el juicio.
El aspecto conmovedor de las cosas
Musashi dijo que era la peor tormenta que haba visto.
Iori mir fijamente las pginas de su texto, hmedas y
desgarradas, esparcidas por la estancia, y pens
entristecido: Se acab el estudio.
Dos das de otoo, los das doscientos diez y
doscientos veinte del ao, eran los que ms teman los
campesinos, pues en esos dos das era ms probable que los
tifones destruyeran la cosecha de arroz. Iori, ms avezado a
los peligros de los elementos que su maestro, haba tenido
la precaucin de atar el tejado y ponerle grandes piedras
encima. Sin embargo, durante la noche el viento lo haba
arrancado, y cuando hubo luz suficiente para inspeccionar
los daos, result evidente que sera imposible reparar la
cabaa.
Recordando su experiencia de Htengahara, Musashi se
puso en camino poco despus del amanecer. Al verle
alejarse, Iori pens: De qu le servir mirar los arrozales
de los vecinos? Claro que estn inundados. Es que su
propia casa no significa nada para l?.
Encendi una fogata, usando trozos de madera de las
paredes y el suelo, y as unas castaas y varios pjaros
abatidos por la tormenta para desayunar. Los ojos le
escocan a causa del humo.
Musashi regres poco despus del medioda.
Aproximadamente al cabo de una hora, un grupo de
granjeros enfundados en gruesas capas de paja contra la
lluvia llegaron para darle las gracias... por haber ayudado a
una persona enferma, por echar una mano para eliminar el
agua de la inundacin, por otros servicios diversos. Uno de
los vecinos, un anciano, admiti: En estas ocasiones
siempre nos peleamos, pues todo el mundo tiene prisa por
ocuparse primero de sus propios problemas. Pero hoy,
siguiendo tu consejo, hemos trabajado juntos.
Tambin trajeron alimentos, dulces, encurtidos y, para
delicia de Iori, pastelillos de arroz. Iori reflexion y lleg a
la conclusin de que aquel da haba recibido una leccin: si
uno se olvidaba de s mismo y trabajaba para el grupo, el
alimento le llegara de una manera natural.
Os construiremos una nueva casa prometi un
campesino. Una que sea capaz de resistir los embates del
viento.
De momento, les invit a alojarse en su casa, la ms
antigua de la aldea. Cuando llegaron all, la esposa del
campesino tendi sus ropas para que se secaran, y cuando
se dispusieron a acostarse les mostraron habitaciones
independientes.
Antes de quedarse dormido, Iori percibi un sonido que
despert su inters. Volvi la cara hacia la habitacin de
Musashi y susurr a travs de la shoji:
Oyes eso, seor?
Humm?
Escucha. El sonido llega hasta aqu..., son los
tambores de las danzas del templo. No es extrao que
celebren danzas religiosas la noche despus de un tifn?
No tuvo ms respuesta que el sonido de una respiracin
profunda.
A la maana siguiente, Iori se levant temprano y
pregunt al campesino por los tambores. Luego fue a la
habitacin de Musashi y, con una expresin radiante, le
dijo:
El santuario de Mitsumine, en Chichibu, no est muy
lejos de aqu, verdad?
Supongo que no.
Deseara que me llevaras all, para presentar mis
respetos.
Perplejo, Musashi le pregunt a qu obedeca aquel
sbito inters, y el muchacho le dijo que los tambores
haban sido msicos en un pueblo vecino, donde
practicaban para la danza sagrada de Asagaya, en la que su
casa se haba especializado desde tiempos inmemoriales.
Todos los meses iban a actuar en el festival del santuario de
Mitsumine.
Iori slo conoca la belleza de la msica y la danza a
travs de aquellas danzas shintostas. Era aficionado a ellas
en extremo, y al enterarse de que las danzas de Mitsumine
eran una de las tres grandes clases de esa tradicin, arda en
deseos de verlas.
Me llevars? le suplic. Pasarn cinco o seis
das, como mnimo, antes de que la casa est lista.
El ardor de Iori hizo que Musashi recordara a Jtar,
quien tan a menudo le daba la lata, gimiendo, haciendo
pucheros, ronroneando para conseguir lo que quera. Iori,
tan adulto e independiente para su edad, no sola recurrir a
tales tcticas. Musashi no pensaba especialmente en ello,
pero un observador podra haber notado los efectos de su
influencia. Se haba esforzado por ensearle a Iori a efectuar
una distincin estricta entre l y su maestro.
Al principio respondi con evasivas, pero tras pensarlo
un poco le dijo:
De acuerdo, te llevar.
Iori se puso a brincar.
Y adems hace muy buen tiempo! exclam.
Al cabo de cinco minutos inform de su buena suerte a
su anfitrin, le pidi cajas de comida y se procur unas
nuevas sandalias de paja. Entonces se reuni de nuevo con
su maestro.
Nos vamos ya? le pregunt.
El granjero les despidi con la promesa de que cuando
regresaran su casa estara terminada.
Pasaron por lugares donde el tifn haba dejado
estanques que eran casi lagunas, pero por lo dems
resultaba difcil creer que los cielos hubieran descargado su
furia slo dos das antes. Los alcaudones volaban bajos en
el cielo azul claro.
La primera noche eligieron una posada econmica en la
aldea de Tanashi y se acostaron temprano. Al da siguiente,
la carretera les adentr ms en la gran llanura de Musashino.
Al llegar al ro Iruma su viaje qued interrumpido
durante varias horas. El ro estaba muy crecido, con un
caudal tres veces superior al normal. Slo permaneca en pie
una pequea seccin del puente de tierra, intil, en medio
de la corriente.
Mientras Musashi observaba a un grupo de campesinos
que acarreaban nuevos pilotes por ambos lados, para
construir una pasarela temporal, Iori repar en unas viejas
puntas de flecha que estaban en el suelo y llam la atencin
de su maestro, aadiendo:
Tambin hay cimeras de cascos. Aqu debi de
librarse una batalla.
El muchacho se entretuvo a lo largo de la orilla,
desenterrando puntas de flecha, oxidados fragmentos de
espadas rotas y diversas piezas de un metal viejo e
inidentificable.
De repente apart bruscamente la mano de un objeto
blanco que haba estado a punto de recoger.
Es un hueso humano! exclam.
Trelo aqu le pidi Musashi.
Iori no se atreva a tocarlo de nuevo.
Qu vas a hacer con l?
Enterrarlo en un sitio donde no sea pisoteado.
No se trata slo de un par de huesos. Hay montones
de ellos.
Estupendo, as tendremos algo que hacer. Trae todos
los que encuentres. Volvindose de espaldas al ro,
aadi: Puedes enterrarlos todos ah, donde florecen esas
gencianas.
No tengo una pala.
Puedes usar una espada rota.
Cuando el hoyo fue lo bastante profundo, Iori ech los
huesos y luego recogi la coleccin de puntas de flecha y
fragmentos de metal y los enterr con los huesos.
Est bien as? pregunt.
Pon unas piedras encima, que quede un monumento
funerario adecuado.
Cundo se libr aqu una batalla?
Lo has olvidado? Tienes que haberlo ledo. El
Taiheiki nos habla de dos feroces batallas, en 1333 y 1352,
en un lugar llamado Kotesashigahara, ms o menos donde
nos encontramos ahora. Uno de los bandos era la familia
Nitta, que apoyaba a la corte meridional, y el otro un
ejrcito enorme dirigido por Ashikaga Takauji.
Ah, las batallas de Kotesashigahara. Ahora me
acuerdo.
A instancias de Musashi, Iori sigui diciendo: El
libro nos cuenta que el prncipe Munenaga vivi durante
largo tiempo en la regin oriental y estudi el Camino del
Samurai, pero se qued asombrado cuando el emperador le
nombr shgun.
Cmo deca el poema que compuso en esa ocasin?
le pregunt Musashi.
Iori alz la vista hacia un ave que se elevaba hacia el
intenso azul del cielo y recit:
Cmo podra haber sabido
que llegara a ser el dueo
del arco de catalpa?
No habra pasado por la vida
sin tocarlo?
Y el poema del captulo en que nos cuenta cmo
penetr en la provincia de Musashi y luch en
Kotesashigahara?
El muchacho titube, se mordi el labio e, inventando
en buena parte sobre la marcha, respondi:
Por qu, entonces, debera aferrarme
a una vida que se realiza plenamente
cuando se entrega con nobleza
por el bien de nuestro gran seor,
por el bien del pueblo?
Y cul es su significado?
Lo comprendo muy bien.
Ests seguro?
Todo aquel que no pueda comprenderlo sin necesidad
de que se lo expliquen no es un autntico japons, aunque
sea un samurai. No es cierto?
S, pero dime, Iori, si tal es el caso, por qu te
comportas como si tocar esos huesos te ensuciara las
manos?
Acaso te sentiras a gusto manipulando los huesos
de unos muertos?
Los hombres que murieron aqu eran soldados.
Lucharon y perecieron por los sentimientos expresados en
el poema del prncipe Munenaga. El nmero de samurais
con ese espritu es incontable, y sus huesos, enterrados en
la tierra, son los cimientos sobre los que se ha construido
este pas. De no ser por ellos, todava seguiramos sin paz
y sin perspectivas de prosperidad.
Las guerras, como el tifn que acabamos de sufrir,
pasan. La tierra, en su conjunto, no vara, pero nunca
debemos olvidar la deuda que tenemos con los huesos
blancos bajo el suelo.
Iori asenta a casi cada una de las palabras de su
maestro.
Ahora lo comprendo. Hago una ofrenda de flores y
me inclino ante los huesos enterrados?
Musashi se ech a rer.
No es necesario que te inclines si mantienes vivo el
recuerdo en tu corazn.
Pero...
No del todo satisfecho, el muchacho recogi algunas
flores y las deposit ante el montn de piedras. Estaba a
punto de batir palmas y rezar una plegaria cuando cruz
por su mente otro pensamiento turbador.
Seor, hemos hecho muy bien si estos huesos
pertenecieron realmente a samurais que fueron leales al
emperador. Pero y si se trata de los restos del ejrcito de
Ashikaga Takauji? No quisiera presentarles mis respetos.
Iori le miraba fijamente, aguardando una respuesta.
Musashi fij sus ojos en la delgada porcin de luna diurna,
pero no se le ocurri ninguna respuesta satisfactoria.
Finalmente dijo:
En el budismo hay salvacin incluso para los que son
culpables de los diez males y los cinco pecados mortales.
Los sentimientos son en s mismos iluminacin. El Buda
perdona a los malvados con slo que ellos abran los ojos a
su sabidura.
Significa eso que los guerreros leales y los rebeldes
malignos son lo mismo despus de muertos?
No! exclam Musashi. Un samurai considera su
nombre sagrado. Si lo ensucia, no hay posibilidad de
reparacin a lo largo de todas las generaciones.
Entonces, por qu el Buda trata por igual a los
servidores leales y a los malos?
Porque todas las personas son iguales en lo
fundamental. Algunas estn tan cegadas por el egosmo y el
deseo que se convierten en rebeldes o bandoleros. El Buda
est dispuesto a hacer la vista gorda. Insta a todos por igual
a que acepten la iluminacin, abran los ojos a la verdadera
sabidura. Ese es el mensaje de un millar de escrituras. Por
supuesto, cuando uno muere, no hay ms que el vaco.
Ya veo dijo Iori, sin ver nada realmente. Reflexion
en el asunto durante varios minutos y entonces pregunt:
Pero eso no le ocurre al verdadero samurai, verdad? No
hay un vaco total cuando un samurai muere.
Por qu dices eso?
Su nombre sigue viviendo, no es cierto?
As es.
Si es un mal nombre, sigue siendo malo. Si es un buen
nombre, sigue siendo bueno, aun cuando el samurai haya
quedado reducido a unos huesos. No ocurre as?
S, pero en realidad no es tan sencillo dijo
Musashi, preguntndose de qu manera podra orientar la
curiosidad de su discpulo. Mira, el samurai sabe apreciar
el aspecto conmovedor de las cosas, la belleza profunda de
lo existente unida al patetismo de su naturaleza efmera. Un
guerrero que carezca de esa sensibilidad es como un arbusto
en el desierto. Ser un luchador fuerte y nada ms es como
ser un tifn. Lo mismo les sucede a los espadachines que no
tienen en la cabeza ms que la espada, la espada, la espada.
Un verdadero samurai, un espadachn autntico, tiene
sentimientos compasivos, comprende el patetismo de la
vida.
Silenciosamente, Iori coloc bien las flores y uni las
manos para orar.
Dos palillos de tambor
En la mitad de la ladera, las figuras humanas que ascendan
como una procesin ininterrumpida de hormigas eran
engullidas por un anillo de espesas nubes del que emergan
cerca de la cima, donde estaba situado el santuario de
Mitsumine, y all les saludaba el cielo impoluto.
Los tres picos de la montaa, Kumotori, Shiraiwa y
Myhgatake, se alzaban a horcajadas sobre cuatro
provincias orientales. El recinto shintosta contena templos
budistas, pagodas, varios otros edificios y portales. En el
exterior haba un pueblecito floreciente, con casas de t y
tiendas de recuerdos, las oficinas de los altos sacerdotes y
las casas de unos setenta agricultores cuyas verduras
estaban reservadas para el consumo del santuario.
Escucha! dijo Iori excitado, mientras engulla el
arroz y las judas rojas. Han empezado a tocar los
grandes tambores.
Musashi estaba sentado frente a l, disfrutando
lentamente de su comida. Iori solt los palillos.
La msica ha empezado. Vayamos a verlo.
Anoche tuve suficiente. Ve t solo.
Pero anoche slo hubo dos danzas. No quieres ver
las dems?
No si para ello tengo que apresurarme.
Al ver que el cuenco de madera de su maestro todava
estaba mediado, Iori le dijo en un tono ms sereno:
Desde ayer han llegado miles de personas. Sera una
lstima que se pusiera a llover.
Ah, s?
Cuando Musashi por fin estuvo dispuesto a partir, Iori
corri a la puerta principal como un perro sin correa, tom
prestadas unas sandalias de paja y las coloc en el umbral
para su maestro.
Delante del Kannon'in, el templo secundario donde se
alojaban, y a ambos lados del portal principal del santuario
ardan grandes hogueras. Cada casa tena una antorcha
encendida en la fachada, y toda la zona, a varios miles de
pies por encima del nivel del mar, estaba brillante como si
fuese de da. En lo alto, en un firmamento con el color de un
lago profundo, el Ro del Cielo destellaba como humo
mgico, mientras que en la calle una multitud de hombres y
mujeres, sin pensar en el glido aire de la montaa,
avanzaba hacia el escenario donde tenan lugar las danzas
sagradas. Las flautas y los grandes tambores resonaban con
la brisa. El escenario estaba vaco, con excepcin de los
estandartes agitados suavemente por el viento que pronto
serviran como teln de fondo.
Empujado por la multitud, Iori se vio separado de
Musashi, pero rpidamente se abri paso entre el gento
hasta que vio a su maestro cerca de un edificio, leyendo
unas placas con una lista de donantes. Iori le llam, corri a
su lado y le tir de la manga, pero la atencin de Musashi
estaba concentrada en una de las placas, ms grande que las
dems, entre las que destacaba por el volumen de la
contribucin efectuada por Daiz de Narai, pueblo de
Shibaura, provincia de Musashi.
El sonido de los tambores lleg a un crescendo.
Ha comenzado la danza chill Iori, deseoso de ir
volando al pabelln de la danza sagrada. Qu ests
mirando, sensei?
Musashi sali de su ensoacin y dijo:
Oh, nada especial..., es que he recordado algo que
debo hacer. T qudate a ver las danzas. Ms tarde nos
reuniremos.
Musashi busc la oficina de los sacerdotes shintostas,
donde le recibi un anciano.
Quisiera informarme acerca de un donante le dijo
Musashi.
Lo siento, pero aqu no tenemos nada que ver con
eso. Tendrs que ir a la residencia del prior budista. Te
mostrar el camino.
Aunque el santuario de Mitsumine era shintosta, la
supervisin general de todo el establecimiento estaba en
manos de un prelado budista. La placa sobre el portal deca:
Oficina del Alto Sacerdote Responsable en unos
caracteres convenientemente grandes.
En el vestbulo, el anciano habl durante buen rato con
el sacerdote de turno. Cuando terminaron, el sacerdote
invit a Musashi a pasar y le condujo muy cortsmente a
una habitacin interior. Le sirvi t junto con una bandeja
de esplndidos pastelillos. Luego le present una segunda
bandeja, seguida poco despus por un joven y guapo
aclito que traa sake. Finalmente apareci un personaje que
era nada menos que un obispo provisional.
Bienvenido a nuestra montaa le dijo. Me temo
que slo tenemos para ofrecerte nuestros sencillos
productos campesinos. Espero que nos perdones. Por
favor, ponte cmodo.
Musashi no lograba comprender la razn de un
tratamiento tan solcito. Sin tocar el sake, explic:
He venido para informarme sobre uno de vuestros
donantes.
Cmo? El benigno semblante del sacerdote, un
hombre regordete de unos cincuenta aos, sufri una sutil
alteracin. Informarte? pregunt con suspicacia.
Musashi le pregunt en rpida sucesin cundo Daiz
haba acudido al templo por ltima vez, si lo haca con
frecuencia, si alguna vez iba acompaado y, en ese caso,
por qu clase de persona.
A cada interrogante el desagrado del sacerdote iba en
aumento, hasta que finalmente le dijo:
Entonces no has venido aqu para efectuar una
contribucin sino simplemente para preguntar por alguien
que lo ha hecho? Su semblante evidenciaba la
exasperacin que senta.
El anciano debe de haberme entendido mal. No he
venido para hacer ninguna donacin, sino tan slo para
preguntar por Daiz.
Podras haberlo aclarado perfectamente en la entrada
dijo con altivez el sacerdote. Por lo que veo, eres un
rnin. Debes comprender que no puedo dar informacin
sobre nuestros donantes a cualquiera que la solicite.
Te aseguro que no suceder nada.
Bien, para esta clase de asuntos tendrs que ver al
sacerdote encargado.
El alto sacerdote, sintindose al parecer como si le
hubieran robado, despidi a Musashi.
El registro de donantes no result ms til, pues en l
slo constaba que Daiz haba estado all en varias
ocasiones. Musashi dio las gracias al sacerdote y se march.
Cerca del pabelln de danza, mir a su alrededor en
busca de Iori, pero no le vio. De haber alzado la vista le
habra localizado, pues el muchacho se encontraba casi
directamente encima de su cabeza. Haba trepado a un rbol
para ver mejor.
Mientras contemplaba la danza que se desarrollaba en el
escenario, Musashi se sinti transportado a la poca de su
infancia, a los festivales nocturnos en el santuario de
Sanumo, en Miyamoto. Vea imgenes espectrales de las
multitudes, del blanco rostro de Ots entre la gente, de
Matahachi, siempre mascando algo, del to Gon, que iba de
un lado a otro dndose aires. Percibi vagamente el rostro
de su madre que, preocupada por lo tarde que era, haba
salido a buscarle.
Los msicos, vestidos con sus curiosos atuendos que
pretendan simular la elegancia de los guardias imperiales de
antao, ocuparon sus lugares en el escenario. A la luz de las
hogueras, sus galas chillonas, en las que destellaban
fragmentos de brocado de oro, sugeran las tnicas mticas
de la era de los dioses. El ritmo de los tambores, cuyos
parches estaban ligeramente laxos, reverberaron en el
bosque de cedros, y entonces las flautas y las tablas de
madera bien curada, golpeadas rtmicamente con unos
pequeos tacos, tocaron el preludio. El maestro de la danza
se adelant, el rostro cubierto por la mscara de un anciano.
Aquel rostro ultraterreno, de cuyas mejillas y barbilla se
haban desprendido muchos trozos de laca, se movi
lentamente mientras cantaba la letra de la Kamiasobi, la
danza de los dioses.
En el sagrado monte Mimuro
con su valla divina,
ante la gran deidad,
las hojas del rbol de sakaki
crecen en profusa abundancia,
crecen en profusa abundancia.
El ritmo de los tambores se hizo ms rpido e
intervinieron los dems instrumentos. Pronto la cancin y
la danza se fusionaron en un ritmo vivo y sincopado.
De dnde ha salido esta lanza?
es la lanza de la sagrada morada
de la princesa Toyooka que est en el cielo...
la lanza de la sagrada morada.
Musashi conoca algunas de las canciones, pues de nio
las haba cantado y, provisto de una mscara, haba
participado en las danzas del santuario de Sanumo.
La espada que protege a la gente,
la gente de todas las tierras.
Colgumosla festivamente ante la deidad,
colgumosla festivamente ante la deidad.
La revelacin le alcanz como un rayo. Musashi haba
estado mirando las manos de uno de los tambores, que
blandan dos palillos cortos, en forma de porra. Aspir
hondo y exclam en voz alta, casi gritando: Eso es! Dos
espadas!.
Sobresaltado por la voz, Iori desvi la vista del
escenario el tiempo suficiente para mirar abajo y decir:
Ah, ests ah.
Musashi ni siquiera alz los ojos. Miraba adelante, no
sumido en una embelesada ensoacin como los dems,
sino con una mirada tan penetrante que habra asustado a
cualquiera que la viese.
Dos espadas repiti. Es el mismo principio.
Dos palillos de tambor, pero un solo sonido. Se cruz de
brazos y escrut cada movimiento del tambor.
Desde cierto punto de vista, aquello era la quintaesencia
de la sencillez. El ser humano nace con dos manos; por qu
no usarlas ambas? Pero los espadachines luchaban con una
sola espada y, a menudo, con una sola mano. Esto tena
sentido siempre que todo el mundo siguiera la misma
prctica, pero si uno de los combatientes empleara dos
espadas a la vez, qu posibilidades de vencer tendra un
adversario que usara una sola?
Cuando se enfrent a la Escuela Yoshioka en Ichijji,
Musashi descubri el juego que daban la espada larga en la
mano derecha y la corta en la izquierda. Blandi ambas
armas instintivamente, de una manera inconsciente, cada
brazo aplicado al mximo a la funcin protectora. En una
lucha a vida o muerte, haba reaccionado de una manera
heterodoxa. Ahora, de sbito, la base lgica le pareca
natural, si no inevitable.
Si dos ejrcitos se enfrentaran en una batalla bajo las
reglas del Arte de la Guerra sera impensable que cualquiera
de ellos utilizara un solo flanco mientras permita al otro
permanecer ocioso. No encerraba esto un principio cuya
ignorancia no poda permitirse el espadachn individual?
Desde el encuentro de Ichijji, a Musashi le haba parecido
que el uso de ambas manos y de las dos espadas era el
sistema normal y humano. Solamente la costumbre, seguida
incondicionalmente durante siglos, era la causante de que
pareciera anormal. Tena la sensacin de haber llegado a una
verdad innegable: la costumbre haba hecho que lo
antinatural pareciera natural y viceversa.
Si bien la costumbre estaba alimentada por la
experiencia cotidiana, hallarse en el lmite entre la vida y la
muerte era algo que slo ocurra en contadas ocasiones a lo
largo de la vida. Sin embargo, el objetivo final del Camino de
la Espada era el de ser capaz de permanecer al borde de la
muerte en cualquier momento: enfrentarse a la muerte de
frente, impvidamente, debera ser algo tan familiar como
todas las dems experiencias cotidianas. Y el proceso tena
que ser consciente, aunque el movimiento debera ser tan
libre como si fuese puramente reflejo.
El estilo de esgrima con dos espadas deba tener esa
naturaleza: consciente pero, al mismo tiempo, tan
automtico como un reflejo, completamente libre de las
restricciones inherentes a la accin consciente. Durante
cierto tiempo, Musashi haba tratado de unir en un
principio vlido lo que saba instintivamente con lo que
haba aprendido por medios intelectuales. Ahora estaba
cercano a su formulacin verbal, y ello le hara famoso en
todo el pas y a travs de las generaciones venideras.
Dos palillos de tambor, un solo sonido. El tambor era
consciente de la izquierda y la derecha, la derecha y la
izquierda, pero al mismo tiempo inconsciente de ellas. All,
ante sus ojos, estaba la esfera budista de la interpretacin
libre. Musashi se senta iluminado, realizado.
Las cinco danzas sagradas, que haban comenzado con
la cancin del maestro de danzas, continuaron con las
representaciones de los danzarines, los cuales llevaron a
cabo la danza de Iwato, de amplios movimientos, y luego la
danza de Ara Mikoto no Hoko. El ritmo de las melodas
que tocaban las flautas se hizo ms rpido, las campanas
sonaban animadamente.
Musashi alz la vista y le dijo a Iori:
Nos vamos ya?
Todava no respondi distradamente el muchacho.
El espritu de Iori haba pasado a formar parte de la
danza. l mismo se senta como uno de los danzarines.
No tardes demasiado en volver a casa. Maana
subiremos el pico hasta el santuario interior.
El ayudante del demonio
Los perros de Mitsumine eran una raza salvaje, resultado,
segn se deca, del cruce de perros trados por los
inmigrantes coreanos ms de mil aos atrs con los perros
salvajes de las montaas de Chichibu. A slo un paso del
estado salvaje, merodeaban por las montaas y se
alimentaban como lobos, siendo sus presas los dems
animales silvestres de la regin. Pero puesto que se les
consideraba como mensajeros de la deidad y la gente se
refera a ellos como sus ayudantes, los feles solan
llevarse a casa imgenes impresas o esculpidas de los
perros, a modo de amuletos de la buena suerte.
El perro negro del hombre que segua a Musashi tena el
tamao de una ternera.
Cuando Musashi entr en el Kannon'in, el hombre se
volvi, dijo: Por aqu, e indic el camino al animal con la
mano libre.
El perro gru, tir de su tralla, una cuerda gruesa, y
empez a husmear.
Chiss, Kuro, estte quieto.
El hombre tena unos cincuenta aos, era de complexin
recia pero flexible y, al igual que su perro, no pareca del
todo domado. Sin embargo, iba bien vestido. Sobre el
kimono, que pareca la tnica de un sacerdote o el atuendo
formal de un samurai, llevaba un obi estrecho y aplanado y
un hakama de camo. Sus sandalias de paja, de la clase que
los hombres se ponan para asistir a los festivales, estaban
provistas de cordones nuevos.
Eres t, Baiken?
La mujer que haba hablado retrocedi, para mantenerse
a distancia del perro.
Al suelo orden Baiken, dando al animal un fuerte
coscorrn.
Me alegro de que le hayas descubierto, Ok.
Entonces era l?
Sin duda alguna.
Permanecieron un rato en silencio, mirando las estrellas
a travs de una brecha en las nubes y oyendo, pero sin
escuchar de veras, la msica de la danza sagrada.
Qu haremos? pregunt la mujer.
Ya se me ocurrir algo.
No podemos desperdiciar esta oportunidad.
Ok miraba expectante a Baiken.
Est Tji en casa? pregunt l.
S, se emborrach en el festival y se ha dormido.
Despirtale.
Y t qu vas a hacer?
Tengo trabajo. Despus de hacer la ronda, ir a tu
casa.
Una vez fuera de la entrada principal del santuario, Ok
ech a correr. La mayor parte de las veinte o treinta casas
eran tiendas de recuerdos o casas de t. Haba tambin
algunos pequeos establecimientos de comidas, de los que
surga el alegre vocero de los juerguistas. Del alero de la
choza en la que entr Ok, colgaba un letrero que deca
Fonda. En la sala delantera, cuyo suelo era de tierra, una
joven sirvienta estaba sentada en un taburete, dormitando.
Todava durmiendo? pregunt Ok.
La muchacha, esperando una reprimenda, sacudi
vigorosamente la cabeza.
No me refiero a ti sino a mi marido.
Ah, s, todava est durmiendo.
Chascando la lengua desaprobadoramente, Ok gru:
En pleno festival y est durmiendo. ste es el nico
establecimiento que no est lleno de clientes.
Cerca de la puerta, un hombre y una anciana cocinaban
arroz y judas al vapor en un fogn de tierra. Las llamas
ponan la nica nota de color en el interior por lo dems
sombro.
Ok se acerc a un hombre que dorma en un banco a lo
largo de la pared, le dio unos golpecitos en el hombro y le
dijo:
T, levntate! Abre los ojos para variar.
Eh? musit l, incorporndose ligeramente.
Cspita! exclam la mujer al tiempo que
retroceda. Entonces se ech a rer y dijo: Perdona. He
credo que eras mi marido.
Un trozo de estera se haba deslizado al suelo. El
hombre, un joven de cara redondeada con unos ojos grandes
de mirada inquisitiva, lo recogi, se cubri con l la cara y
se tendi de nuevo. Su cabeza descansaba sobre una
almohada de madera y sus sandalias estaban manchadas de
barro. A su lado, sobre la mesa, haba una bandeja y un
cuenco de arroz vaco; junto a la pared, un saco de viaje, un
sombrero de juncos y un bastn.
Ok se volvi a la muchacha y le dijo:
Es un cliente, no?
S, ha dicho que se propone subir al santuario interior
a primera hora de la maana y ha preguntado si podra
echar una siesta aqu.
Dnde est Tji?
Estoy aqu, estpida. Su voz surgi por detrs de
una shoji desgarrada. Estaba recostado en la habitacin
contigua, un pie colgndole en la sala destinada al pblico
. Conque despotricas contra m porque me he tumbado
un rato? Dnde has estado t todo este tiempo, cuando
deberas haber atendido el negocio?
En muchos aspectos, los aos haban sido menos
amables con Ok que con Tji. No slo haba desaparecido
por completo el encanto que tuvo en otro tiempo, sino que
dirigir la casa de t Oinu le exiga el trabajo de un hombre
para compensar la inactividad de su intil cnyuge, puesto
que Tji ganaba un jornal de hambre cazando en invierno
pero haca poco ms. Despus de que Musashi incendiara
su escondrijo con la habitacin que era realmente una
trampa en el paso de Wada, todos sus secuaces les haban
abandonado.
Los ojos turbios y rojizos de Tji enfocaron
gradualmente un barril de agua. Se puso en pie, fue al barril
y engull el contenido de un cazo.
Ok se recost en un banco y le mir por encima del
hombro.
No me importa que haya un festival. Ya es hora de
que aprendas a saber cundo debes parar. Has tenido suerte
de que no te atravesara una espada ah afuera.
Cmo?
Te digo que deberas tener ms cuidado.
No s de qu me ests hablando.
Sabas que Musashi est aqu, en el festival?
Musashi? Miyamoto... Musashi? El sobresalto
le despert del todo. Lo dices en serio? Oye, ser mejor
que te escondas en la parte trasera.
Eso es todo lo que se te ocurre? Esconderte?
No quiero que vuelva a ocurrir lo del paso de Wada.
Cobarde. No ests deseoso de desquitarte, no slo
por eso sino tambin por lo que hizo a la Escuela
Yoshioka? Yo s lo estoy, y no soy ms que una mujer.
S, pero no olvides que entonces tenamos muchos
hombres a nuestro lado. Ahora slo estamos t y yo.
Tji no estuvo en Ichijji, pero haba odo contar cmo
luch Musashi y no se haca ilusiones sobre cul de los dos
perdera la vida si volvan a encontrarse.
Ok se acerc cautelosamente a su marido y le dijo:
En eso te equivocas. Aqu hay otro hombre, no es
cierto? Un hombre que odia a Musashi tanto como t.
Tji saba que se estaba refiriendo a Baiken, con quien
haban trabado conocimiento cuando sus vagabundeos les
llevaron a Mitsumine.
Puesto que ya no haba ms batallas, la actividad de
saqueador ya no era provechosa, por lo que Baiken abri
una herrera en Iga, pero fue expulsado de all cuando el
seor Td hizo ms severo su dominio de la provincia.
Deseoso de probar fortuna en Edo, desorganiz su banda, y
entonces, gracias a la recomendacin de un amigo, fue
nombrado vigilante del edificio que contena el tesoro del
templo.
Por entonces todava las montaas entre las provincias
de Musashi y Kai estaban infestadas de bandidos. Al
contratar a Baiken para que custodiara la casa del tesoro,
con sus objetos religiosos de gran valor y las donaciones en
metlico, los ancianos dirigentes del templo combatan el
fuego con fuego. Baiken tena la ventaja de conocer a fondo
los mtodos de los bandidos, y tambin era un experto
reconocido en el arma llamada hoz de cadena y bola. Como
creador del estilo Yaegaki, quizs podra haber atrado la
atencin de un daimy, de no mediar el hecho de que su
hermano fue Tsujikaze Temma. Muchos aos atrs los dos
hermanos haban aterrorizado a la regin que se extenda
entre el monte Ibuki y el distrito de Yasugawa. El cambio
de los tiempos no significaba nada para Baiken. A su modo
de ver, la muerte de Temma a manos de Takez haba sido
la causa fundamental de todas sus dificultades posteriores.
Largo tiempo atrs Ok haba contado a Baiken sus
motivos de queja contra Musashi, exagerando su rencor a
fin de cimentar la amistad con l. Baiken le haba
respondido con el ceo fruncido: Uno de estos das....
Ok acababa de contarle a Tji que haba visto a
Musashi desde la casa de t y que luego le haba perdido
entre la multitud. Ms tarde, obedeciendo a una
corazonada, haba ido al Kannon'in, donde lleg justo
cuando Musashi e Iori salan para ir al santuario exterior. La
mujer se apresur a comunicar esta informacin a Baiken.
De modo que as estn las cosas dijo Tji,
cobrando nimo al saber que ya contaban con un aliado
digno de confianza. Saba que Baiken, utilizando su arma
favorita, haba derrotado a todos los espadachines en el
reciente torneo del santuario. Si atacaba a Musashi, tena
una buena oportunidad de vencerle. Cmo ha
reaccionado cuando se lo has dicho?
Vendr cuando termine su ronda de inspeccin.
Musashi no es ningn necio. Si no tenemos cuidado...
Tji se estremeci y emiti un sonido ronco e
ininteligible.
Ok sigui su mirada hasta que se pos en el hombre
dormido en el banco.
Quin es se? inquiri Tji.
No es ms que un cliente respondi Ok.
Despirtale y chale de aqu.
Ok deleg la tarea en la sirvienta, la cual fue al extremo
de la estancia y sacudi al durmiente hasta que ste se
irgui.
Vete le dijo rudamente. Vamos a cerrar.
El hombre se puso en pie, se estir y dijo:
He echado una siesta muy agradable.
Con una sonrisa en los labios y un parpadeo de sus
grandes ojos, se movi con rapidez pero tranquilamente: se
puso el trozo de estera sobre los hombros, se cal el
sombrero de juncos, se ech el saco de viaje a la espalda y
coloc el bastn bajo sus brazos.
Os estoy muy agradecido dijo al tiempo que haca
una reverencia, y se apresur a cruzar la puerta.
A juzgar por su indumentaria y su acento, Ok se dijo
que no era ninguno de los campesinos locales, pero pareca
bastante inofensivo.
Un hombre de aspecto curioso coment. Habr
pagado la cuenta?
Ok y Tji todava estaban cerrando los postigos y
ordenando el local cuando entr Baiken con su perro Kuro.
Me alegro de verte le dijo Tji. Pasemos a la
habitacin del fondo.
Sin decir nada, Baiken se quit las sandalias y les sigui,
mientras el perro husmeaba a su alrededor en busca de
restos de comida. La habitacin del fondo era slo un
cobertizo con una primera mano de spero yeso en las
paredes. Quedaba fuera del alcance de los odos de cuantos
se hallaran en el local delantero. Encendieron un candil y
Baiken tom la palabra.
Esta noche, delante del escenario de las danzas, he
acertado a or lo que Musashi le deca al muchacho, que
maana por la maana subirn el santuario interior. Ms
tarde he ido al Kannon'in para comprobarlo.
Tanto Ok como Tji tragaron saliva y miraron a travs
de la ventana. La cima en la que se alzaba el santuario
interior destacaba levemente contra el cielo estrellado.
Puesto que conoca bien los recursos de su adversario,
Baiken haba trazado un plan de ataque y movilizado
refuerzos. Dos sacerdotes, guardianes de la casa del tesoro,
ya haban accedido a echar una mano y se haban adelantado
con sus lanzas. Haba tambin un hombre de la Escuela
Yoshioka, el cual diriga un pequeo dj en el santuario.
Baiken calculaba que podra movilizar a unos diez
saqueadores, hombres a los que conoci en Iga y que ahora
trabajaban en la vecindad. Tji llevara un mosquete,
mientras que Baiken ira armado con su hoz de cadena y
bola.
No es la primera vez que haces esto? le pregunt
Tji, incrdulo.
Baiken sonri pero no dijo nada ms.
Una minscula porcin de luna se cerna sobre el valle,
oculto por una espesa niebla. El gran pico todava dorma,
sin ms sonidos en las inmediaciones que el gorgoteo y el
fragor del ro, los cuales acentuaban el silencio. Un grupo de
oscuras figuras se agazapaba en el puente de Kosaruzawa.
Tji? susurr speramente Baiken.
Estoy aqu.
Asegrate de que la mecha est seca.
Entre la variopinta cuadrilla destacaban los dos
sacerdotes lanceros, los cuales se haban alzado y sujetado
los faldones de sus tnicas, a fin de estar preparados para
entrar en accin. Los dems vestan una variedad de atavos,
pero todos de manera que pudieran moverse gilmente.
Estamos todos?
S.
Cuntos en total?
Contaron las cabezas: eran trece.
Muy bien dijo Baiken, y les repiti las
instrucciones.
Ellos le escucharon en silencio, asintiendo de vez en
cuando. Entonces, a una seal, se escabulleron en la niebla
para tomar posiciones a lo largo de la carretera. En el
extremo del puente pasaron ante una piedra miliar que
deca: Seis mil varas hasta el Santuario Interior.
Cuando el puente volvi a quedar desierto, un nutrido
grupo de monos salieron de sus escondrijos, saltaron de las
ramas, bajaron por las enredaderas y convergieron en la
carretera. Corrieron al puente, se metieron debajo y
arrojaron piedras al barranco. La niebla jugaba con ellos,
como estimulando su jolgorio. Si un inmortal taosta hubiera
aparecido hacindoles una sea, quiz se habran
transformado en nubes y volado con l al cielo.
Los ladridos de un perro resonaron en las montaas.
Los monos desaparecieron como hojas de zumaque barridas
por el viento otoal.
Kuro avanzaba por la carretera y Ok se apresuraba
tras l. El perro haba logrado soltarse, y aunque Ok por
fin haba podido coger la tralla, no haba manera de que el
animal diese la vuelta. Saba que Tji no quera que el perro
estuviera all e hiciera ruido, y pens que quiz podra
apartarle de en medio dejndole subir al santuario interior.
Cuando la niebla, que se deslizaba sin cesar, empez a
posarse en los valles como si fuese nieve, los tres picos del
Mitsumine y las montaas menos elevadas entre
Musashino y Kai se recortaron contra el cielo en todo su
esplendor. La cinta blanca y serpenteante de la carretera
resaltaba en la oscuridad, y las aves empezaron a encrespar
sus plumas y saludar al amanecer con sus cantos.
Por qu ocurre eso? inquiri Iori, como si hablara
consigo mismo.
A qu te refieres? le pregunt Musashi.
Se est haciendo de da, pero no veo el sol.
En primer lugar, ests mirando hacia el oeste.
Ah. Iori dirigi una breve mirada a la luna, que se
suma detrs de los picos lejanos.
Mira, Iori, parece ser que muchos de tus amigos
viven aqu, en las montaas.
Dnde?
All.
Musashi se ech a rer e indic unos monos agrupados
alrededor de su madre.
Me gustara ser uno de ellos.
Por qu?
Por lo menos tienen madre.
Recorrieron en silencio un trecho empinado del camino
y llegaron a una extensin relativamente llana. Musashi
observ que la hierba haba sido pisoteada por un gran
nmero de pies.
Despus de serpentear un poco ms alrededor de la
montaa, llegaron a una zona llana donde estaban de cara al
este.
Mira! grit Iori, mirando a Musashi por encima
del hombro. El sol est saliendo.
As es.
Del mar de nubes por debajo de ellos, las montaas de
Kai y Kzuke sobresalan como islas. Iori se detuvo y
permaneci inmvil, con los pies juntos y los brazos a los
costados, los labios fuertemente apretados. Contempl
arrobado la gran esfera dorada, imaginndose que l era un
hijo del sol. De repente exclam en voz muy alta:
Es Amaterasu mikami! No es cierto? Mir a
Musashi en busca de confirmacin.
En efecto.
El muchacho alz los brazos por encima de su cabeza y
filtr la brillante luz a travs de los dedos.
Mi sangre! grit. Es del mismo color que la
sangre del sol.
Batiendo palmas, como lo hara en un santuario para
llamar a la deidad, inclin la cabeza en silencioso homenaje
y pens: Los monos tienen madre y yo no, pero tengo
esta diosa y ellos no tienen ninguna.
La revelacin le llen de alegra, y al tiempo que las
lgrimas corran por su rostro le pareca or desde ms all
de las nubes la msica de las danzas del santuario. Los
tambores resonaban en sus odos, mientras el contrapunto
de las flautas esparca a los cuatro vientos la meloda de la
danza de Iwato. Los pies del muchacho siguieron el ritmo,
balance garbosamente los brazos y de sus labios brotaron
las palabras que haba memorizado la noche anterior:
El arco de catalpa...
cada vez que llega la primavera,
confo en ver la danza
de la mirada de dioses,
oh, cmo confo en ver su danza...
De repente, al darse cuenta de que Musashi haba
seguido adelante, puso fin a la danza y corri para darle
alcance.
La luz matinal apenas llegaba al bosque en el que
penetraron. All, en las proximidades del santuario interior,
los troncos de los cedros tenan una circunferencia enorme
y todos ms o menos la misma altura. En las espesas
extensiones de musgo que se aferraba a los rboles crecan
florecillas blancas. Iori supona que aquellos rboles eran
antiguos, que tendran quinientos, quiz mil aos, y
experimentaba el impulso de hacerles una reverencia. Aqu
y all vea las rojas enramadas de los arces. Las caas de
bamb bajas y desnudas invadan el camino reducindolo a
un sendero.
De repente la tierra pareci temblar bajo sus pies. Poco
despus del atronador estampido, se oy un grito
desconcertante y una cascada de ecos estridentes. Iori se
tap los odos con las manos y se puso a cubierto
lanzndose entre los bambes.
Qudate agachado, Iori! le orden Musashi desde
la sombra de un gran rbol. No te muevas aunque te
pisoteen!
La semipenumbra pareca infestada de lanzas y
espadas. Debido al grito, los atacantes creyeron al principio
que la bala haba encontrado su blanco, pero no haba nadie
a la vista. Como no estaban seguros de lo que haba
ocurrido, permanecan inmviles.
Iori se encontraba en el centro de un crculo de ojos y
espadas desenvainadas. En el profundo silencio que sigui,
la curiosidad pudo ms que su prudencia y alz lentamente
la cabeza por encima de los bambes. A pocos pies de
distancia, una hoja de espada, extendida desde detrs de un
rbol, destell a la luz del sol.
Iori perdi el dominio de s mismo y grit a voz en
cuello:
Sensei! Hay alguien ah escondido!
Al tiempo que gritaba, se puso en pie de un salto y
corri para ponerse a salvo.
La espada salt desde las sombras y se cerni como un
demonio por encima de su cabeza. Pero slo fue un
instante, pues la daga de Musashi vol directamente hacia
la cabeza del espadachn y se aloj en su sien.
Yaaah!
Uno de los sacerdotes carg contra Musashi con su
lanza. l cogi el asta con una mano y la sujet firmemente.
Se oy otro grito de muerte, como si el hombre tuviera
la boca llena de piedras. Preguntndose si sus atacantes
estaran luchando entre ellos mismos, Musashi aguz la
mirada. El otro sacerdote apunt cuidadosamente y le
arroj la lanza. Musashi la aferr tambin y se la puso bajo
el brazo.
Atcale ahora! grit uno de los sacerdotes al ver
que Musashi tena ambas manos ocupadas.
Musashi grit con voz estentrea:
Quines sois? Identificaos o supondr que todos
sois enemigos. Es vergonzoso derramar sangre en este lugar
sagrado, pero puede que no tenga eleccin.
Hizo remolinear las lanzas y envi a los dos sacerdotes
en distintas tangentes. Entonces desenvain velozmente su
espada y acab con uno de ellos antes de que hubiera
terminado de caer. Gir sobre sus talones y se vio frente a
otras tres hojas, alineadas en el estrecho sendero. Sin
detenerse, se movi hacia ellas en actitud amenazante y
paso a paso. Salieron otros dos hombres y ocuparon sus
lugares hombro con hombro junto a los tres primeros.
Mientras Musashi avanzaba y sus adversarios
retrocedan, tuvo un atisbo del otro sacerdote lancero, que
haba recuperado su arma y persegua a Iori. Detente,
asesino!, grit. Pero en el momento en que Musashi se
volva para acudir en ayuda de Iori, los cinco hombres
soltaron un aullido y le atacaron. Musashi se lanz de
cabeza contra ellos. Fue como el choque de dos olas
furiosas, pero el roco fue de sangre, no de agua salada.
Musashi sigui girando de un adversario a otro con la
velocidad de un tifn. Se oyeron dos gritos espeluznantes,
luego un tercero. Cayeron como rboles muertos, cada uno
con un tajo en el centro del torso. Musashi blanda en la
mano derecha su espada larga, y en la izquierda la corta.
Lanzando gritos de terror, los ltimos dos hombres
dieron la vuelta y echaron a correr, perseguidos por
Musashi.
Adonde creis que vais a ir? les grit, golpeando
la cabeza de uno de ellos con la espada corta.
El negro chorro de sangre alcanz a Musashi en un ojo.
De un modo reflejo se llev la mano izquierda a la cara, y en
ese instante oy un extrao sonido metlico a sus espaldas.
Dio un golpe lateral con la espada larga para desviar el
objeto, pero el efecto de la accin fue muy diferente de la
intencin. Al ver la bola y la cadena enrolladas alrededor de
la hoja cerca de la guarda, se sinti alarmado. El atacante le
haba cogido desprevenido.
Musashi! grit Baiken, y tir de la cadena hasta
tensarla. Me habas olvidado?
Musashi le mir fijamente un momento antes de
exclamar:
Shishido Baiken, del monte Suzuka!
El mismo. Mi hermano Temma te est llamando
desde el valle del infierno. Yo me encargar de que llegues
all cuanto antes!
Musashi no poda liberar su espada. Poco a poco,
Baiken iba recogiendo la cadena y acercndose, para hacer
uso de la hoz afilada como una navaja de afeitar. Mientras
Musashi buscaba una apertura para emplear su espada
corta, comprendi sobresaltado que si hubiera luchado slo
con la espada larga, ahora estara completamente indefenso.
El cuello de Baiken estaba tan hinchado que era casi tan
grueso como la cabeza. Con un grito ahogado, tir
fuertemente de la cadena.
Musashi haba cometido un error y lo saba. La hoz de
cadena y bola era un arma fuera de lo corriente, pero no le
resultaba desconocida. Aos atrs se admir al ver por
primera vez el diablico artefacto en manos de la esposa de
Baiken. Pero haberlo visto era una cosa y saber la manera
de combatirlo otra.
Baiken exultaba malignamente, con una ancha y prfida
sonrisa en el rostro. Musashi saba que slo poda hacer
una cosa: soltar la espada larga. Buscaba el momento
adecuado para hacerlo.
Lanzando un aullido feroz, Baiken dio un salto y dirigi
la hoz a la cabeza de Musashi..., no la alcanz slo por el
espesor de un cabello. Musashi solt la espada con un
fuerte gruido. Apenas la hoz haba sido retirada cuando la
bola lleg zumbando por el aire. Luego la hoz, la bola, la
hoz...
Esquivar la hoz colocaba a Musashi directamente en el
camino de la bola. Incapaz de acercarse lo suficiente para
golpear, se pregunt frenticamente durante cunto tiempo
podra mantener aquella situacin. Es ste su estilo?, se
plante, pero a medida que aumentaba la tensin le
resultaba ms difcil dominar su cuerpo y sus reacciones
eran puramente fisiolgicas. No slo sus msculos sino su
misma piel se debatan de un modo instintivo. La
concentracin lleg a ser tan intensa que ces el flujo de
sudor oleoso. Tena erizado hasta el ltimo pelo de su
cuerpo.
Era demasiado tarde para esconderse detrs de un rbol.
Si ahora corra a uno de ellos, probablemente tropezara con
otro enemigo.
Oy un grito claro, quejumbroso, y pens si sera Iori.
Quera mirar, pero en su corazn daba al muchacho por
perdido.
Muere, hijo de perra!
El grito son a sus espaldas, pero entonces oy otro:
Musashi, por qu tardas tanto? Me estoy ocupando
de las sabandijas detrs de ti.
Musashi no reconoci la voz pero decidi que poda
concentrar su atencin slo en Baiken.
El factor ms importante para Baiken era la distancia
entre l y su adversario. Su eficacia dependa del acierto en
manipular la longitud de la cadena. Si Musashi poda
avanzar un pie ms all del alcance de la cadena o acercarse
un pie ms, Baiken estara en apuros. Tena que asegurarse
de que Musashi no hiciera ninguna de las dos cosas.
La tcnica secreta de aquel hombre maravillaba a
Musashi, y de repente comprendi que all estaba el
principio de las dos espadas. La cadena era un solo tramo,
la bola funcionaba como la espada derecha y la hoz como la
izquierda.
Naturalmente! grit exultante. Es esto..., el
estilo Yaegaki.
Ya confiado en su victoria, salt atrs, dejando una
distancia de cinco pies entre los dos. Pas la espada a la
mano derecha y la arroj recta como una flecha.
Baiken hurt el cuerpo y la espada pas rozndole y se
clav en las races de un rbol cercano. Pero al efectuar el
movimiento de torsin, la cadena se envolvi alrededor de
su torso. Antes de que pudiera emitir un grito, Musashi
carg todo su peso contra l. La mano de Baiken lleg hasta
la empuadura de su espada, pero Musashi le hizo soltarla
con un fuerte golpe en la mueca. En una continuacin del
mismo movimiento, extrajo el arma y descarg un tajo sobre
Baiken. Fue como un rayo al partir el tronco de un rbol. Al
bajar la hoja, torci el cuerpo muy ligeramente.
Qu lstima, se dijo Musashi. Ms tarde, quienes
refirieron los hechos dijeron que incluso exhal un suspiro
de misericordia mientras el creador del estilo Yaegaki
abandonaba este mundo.
El golpe karatake dijo una voz con admiracin.
Directamente desde lo alto del tronco hacia abajo. No es
diferente de partir una caa de bamb. Es la primera vez
que lo veo.
Musashi se volvi hacia la persona que haba hablado.
Quin si no... Gonnosuke de Kiso? Qu ests
haciendo aqu?
Ha pasado mucho tiempo, verdad? El dios de
Mitsumine debe de haberlo dispuesto, tal vez con la ayuda
de mi madre, quien me ense tanto antes de morir.
Siguieron charlando, pero Musashi se interrumpi de
repente y exclam:
Iori!
El muchacho est bien. Le rescat de las garras de ese
asqueroso sacerdote y le hice trepar a un rbol.
Iori, que les observaba desde una rama alta, empez a
hablar, pero se detuvo, se puso una mano sobre los ojos a
modo de visera y mir hacia una pequea zona llana ms
all del lmite del bosque. Kuro, que estaba atado a un rbol,
haba atrapado con los dientes el kimono de Ok, y sta
tiraba con desesperacin de la manga. La prenda se rasg en
un abrir y cerrar de ojos, y la mujer huy.
El nico superviviente, que era el otro sacerdote, se
alejaba cojeando, apoyado en su lanza, la sangre brotndole
de la herida en la cabeza. El perro, quiz trastornado por el
olor de la sangre, se puso a armar un terrible alboroto. El
sonido reson durante un rato, pero al final la cuerda cedi
y el perro ech a correr en pos de Ok. Cuando el sacerdote
le vio, alz su lanza y apunt a la cabeza del perro. Herido
en el cuello, el animal corri al bosque.
Esa mujer se escapa! grit Iori.
No importa. Ya puedes bajar de ah.
Veo un sacerdote herido. No deberas cogerle?
Olvdalo. Ya no importa.
Creo que la mujer era la de la casa de t Oinu dijo
Gonnosuke, y a continuacin le explic su presencia all, la
coincidencia dispuesta por el cielo que le haba permitido
acudir en ayuda de Musashi.
Profundamente agradecido, Musashi le dijo:
Has matado al hombre que dispar un arma de
fuego?
No. Gonnosuke sonri. No he sido yo sino mi
bastn. Saba que normalmente podras ocuparte de
hombres de esa clase, pero pens que si iban a usar un arma
de fuego sera mejor que hiciera algo. Por eso me adelant y
me deslic por detrs del hombre cuando an estaba oscuro.
Examinaron los cadveres. Siete haban sido vctimas del
bastn y slo cinco de la espada.
No he hecho nada salvo defenderme dijo Musashi
, pero esta zona pertenece al santuario. Creo que debera
explicar las cosas al funcionario del gobierno que est al
frente, de modo que pueda hacer los interrogatorios
oportunos para aclarar el incidente.
Cuando bajaban por la ladera de la montaa, tropezaron
con un contingente de guardias armados en el puente de
Kosaruzawa y Musashi cont lo ocurrido. El capitn le
escuch, al parecer perplejo, pero de todos modos orden
que detuvieran a Musashi y lo ataran.
Conmocionado, Musashi quiso saber por qu, ya que,
en primer lugar, haba tenido la intencin de informar a las
autoridades.
En marcha orden el capitn.
Musashi estaba encolerizado al verse tratado como un
criminal, pero an le esperaba otra sorpresa. Ms abajo de
la ladera haba ms guardias. Cuando llegaron al pueblo, el
nmero de sus guardianes sobrepasaba el centenar.
Discpulos fraternos
Vamos, vamos, no llores ms. Gonnosuke abraz a
Iori contra su pecho. Eres un hombre, no?
Por eso precisamente lloro, porque soy un hombre.
Alz la cabeza al cielo y grit hasta desgaitarse.
No han detenido a Musashi, sino que l mismo se ha
entregado. Las suaves palabras de Gonnosuke
enmascaraban su honda preocupacin. Anda, vmonos
ya.
No! No quiero irme hasta que lo traigan de regreso.
No tardarn en soltarle, tendrn que hacerlo. Quieres
que te deje aqu solo? Gonnosuke se alej unos pasos.
Iori no se movi. En aquel momento el perro de Baiken
sali corriendo del bosque, con el hocico teido de sangre
color rojo oscuro.
Socorro! grit Iori, corriendo al lado de
Gonnosuke.
Ests muy cansado, verdad? Quieres que te lleve a
cuestas?
Iori, complacido, le dio las gracias, trep a la espalda
ofrecida y rode con sus brazos los anchos hombros de
Gonnosuke.
La noche anterior haba finalizado el festival y los
visitantes se haban ido. Una brisa suave acarreaba
fragmentos de envoltorios de bamb y trozos de papel por
las calles desiertas.
Al llegar a la casa de t Oinu, Gonnosuke ech un
vistazo al interior y sigui adelante, procurando pasar
desapercibido. Pero Iori exclam:
Ah est la mujer que huy!
Imagino que es aqu donde debera estar replic su
compaero, el cual se detuvo entonces y se pregunt en
voz alta: Si los guardias se han llevado a Musashi, por
qu no la han detenido a ella tambin?
Cuando Ok vio a Gonnosuke, sus ojos ardieron de ira.
Al ver que estaba recogiendo apresuradamente sus
pertenencias, Gonnosuke se ech a rer.
Te vas de viaje? le pregunt.
No es asunto tuyo. No creas que no te conozco,
bribn entrometido. Has matado a mi marido!
Vosotros mismos os lo habis buscado.
Uno de estos das me desquitar.
Mujer del diablo! grit Iori por encima de la
cabeza de Gonnosuke.
Ok se retir a la habitacin del fondo, riendo
desdeosamente.
Ya podis ir diciendo cosas malas de m cuando sois
los ladrones que han desvalijado la casa del tesoro.
Qu dices? Gonnosuke e Iori se deslizaron al
suelo y entraron en la casa de t. Por qu nos llamas
ladrones?
No podis engaarme.
Repite eso y...
Ladrones!
Gonnosuke la cogi del brazo y en aquel momento ella
se volvi e intent atacarle con una daga. El joven no se
molest en usar su bastn, le arrebat la daga de la mano y
dio a la mujer un empujn que la hizo salir por la puerta y
quedar espatarrada en el suelo.
Ok se puso en pie y grit:
Socorro! Ladrones! Me estn atacando.
Gonnosuke apunt y lanz la daga. El arma alcanz a la
mujer en la espalda y la punta le sali por el pecho. Ok
cay de bruces al suelo.
Como salido de la nada, Kuro salt sobre el cuerpo,
lami vidamente la sangre y luego alz la cabeza y se puso
a aullar.
Mrale los ojos! exclam Iori horrorizado.
El grito de ladrones! proferido por Ok lleg a odos
de los excitados habitantes del pueblo. Poco antes del
amanecer, alguien haba penetrado en la casa del tesoro del
templo. Era claramente obra de forasteros, pues los tesoros
religiosos, espadas antiguas, espejos y objetos similares, no
haban sido tocados, pero haba desaparecido una fortuna
en polvo y lingotes de oro, as como en metlico, acumulada
durante muchos aos. La noticia se haba extendido
lentamente y an no haba sido confirmada. El efecto del
grito de Ok, la prueba ms tangible hasta entonces, fue
electrizante.
Estn ah!
Dentro de la Oinu!
Los gritos atrajeron a una muchedumbre todava mayor,
provista de lanzas de bamb, armas de fuego para cazar
jabales, palos y piedras. Al cabo de un momento pareci
como si el pueblo entero hubiera rodeado la casa de t,
todos sedientos de sangre.
Gonnosuke e Iori se escabulleron por la parte trasera y
durante varias horas tuvieron que ir de un escondite a otro.
Pero ahora tenan una explicacin: Musashi no haba sido
detenido por el delito que estaba a punto de confesar
sino por ladrn. Slo cuando los dos jvenes llegaron al
paso de Shmaru dejaron atrs a sus ltimos perseguidores.
Desde aqu se ve la llanura de Musashino dijo Iori
. Estar bien mi maestro?
Humm. Supongo que ya le estarn interrogando en la
prisin.
No hay ninguna manera de salvarle?
Tiene que haberla.
Por favor, haz algo. Te lo ruego.
No tienes que rogrmelo, porque l tambin es como
un maestro para m. Pero no es mucho lo que puedes hacer
aqu, Iori. Podrs volver a casa solo?
Si es necesario, supongo que s.
Muy bien.
Y t que vas a hacer?
Regresar a Chichibu. Si se niegan a soltar a Musashi,
le liberar de alguna manera, aunque tenga que derribar la
prisin. Recalc sus palabras golpeando el suelo una sola
vez con su bastn. Iori, que haba visto la potencia del
arma, se apresur a asentir. Eres un chico como es
debido. Regresa y cuida de todo hasta que yo traiga a
Musashi sano y salvo.
Ponindose el bastn debajo del brazo, se volvi y ech
a andar hacia Chichibu.
Iori no se senta solo ni atemorizado, y tampoco le
preocupaba la posibilidad de extraviarse, pero tena mucho
sueo y mientras caminaba bajo el clido sol apenas poda
mantener los ojos abiertos. En Sakamoto vio una estatua de
Buda al lado del camino y se tendi a su sombra.
La luz del crepsculo se estaba desvaneciendo cuando
despert y oy las voces de algunas personas que
conversaban al otro lado de la estatua. Sintindose bastante
culpable por escucharles furtivamente, fingi que segua
dormido.
Eran dos hombres, uno sentado en un tocn y el otro en
una roca. Atados a un rbol, a corta distancia, haba dos
caballos con cajas lacadas suspendidas a ambos lados de las
sillas. Una etiqueta de madera fijada a una de las cajas deca:
De la provincia de Shimotsuke. Para usarlo en la
construccin del recinto occidental. Proveedor de artculos
lacados para el shgun.
A Iori, que ahora miraba por el lado de la estatua, no le
parecieron un par de funcionarios normales y bien
alimentados del castillo. Sus ojos eran demasiado
penetrantes, sus cuerpos demasiado musculosos. El mayor
era un hombre de aspecto vigoroso que tendra ms de
cincuenta aos. Los ltimos rayos del sol se reflejaban en
su gorro, que le cubra ambas orejas y se proyectaba por
delante, ocultndole las facciones.
Su compaero era un joven delgado pero membrudo,
con un flequillo apropiado a su rostro juvenil. Se cubra la
cabeza con una toalla de manos teida, al estilo de Su, y
atada bajo el mentn.
Y qu me dices de las cajas de laca? pregunt el
joven. Eso ha estado muy bien, verdad?
S, ha sido una jugada inteligente. Hacer creer a la
gente que estamos relacionados con las obras del castillo...
No se me habra ocurrido una cosa as.
Tendr que ensearte estas cosas poco a poco.
Ten cuidado. No empieces a burlarte de tus mayores.
Pero quin sabe? Tal vez dentro de cuatro o cinco aos el
viejo Daiz obedecer tus rdenes.
Bueno, los jvenes crecen y se hacen adultos
mientras que los viejos se hacen ms viejos, por mucho que
procuren mantenerse jvenes.
Crees que eso es lo que estoy haciendo?
Es evidente, no? Siempre ests pensando en tu edad,
y por eso tienes tanto empeo en ver tu misin cumplida.
Supongo que me conoces bastante bien.
No deberamos ponernos en camino?
S, la noche se nos est echando encima.
Pues no me hace gracia la idea de que nadie se me
eche encima.
Ja, ja. Si te asustas fcilmente, no puedes tener
mucha confianza en lo que haces.
Todava soy novato en este negocio. Incluso el
sonido del viento a veces me pone nervioso.
Eso es porque todava te consideras un ladrn
ordinario. Si pensaras siempre que lo ests haciendo por el
bien del pas, no te espantaras tanto.
Siempre dices eso y te creo, pero no puedo evitar la
sensacin de que no estoy haciendo algo correcto.
Has de tener el valor de tus convicciones replic
Daiz, pero el consejo sonaba poco convincente, como si el
hombre se tranquilizara a s mismo.
El joven salt gilmente a la silla de montar y parti
antes que el hombre mayor.
No me pierdas de vista dijo por encima del hombro
. Si veo algo, te har una seal.
El camino se extenda por una larga pendiente hacia el
sur. Iori observ desde detrs de la estatua de Buda durante
un minuto, y entonces decidi seguirles. Tena la impresin
de que aqullos eran los ladrones de la casa del tesoro.
En una o dos ocasiones los dos jinetes miraron atrs con
cautela, pero, al no ver nada alarmante, al cabo de un rato
dejaron de hacerlo. Poco despus la luz del crepsculo
haba desaparecido por completo y estaba demasiado
oscuro para ver a ms de unos pocos metros por delante.
Los dos jinetes estaban casi en el borde de la llanura de
Musashino cuando el joven seal y dijo:
All, jefe. Se ven las luces de Ogimachiya.
El camino empezaba a ser llano. A poca distancia por
delante de ellos, el ro Iruma, serpenteante como un obi
desechado, tena un brillo plateado bajo la luz de la luna.
Iori pona ahora mucho cuidado en mantenerse oculto.
Su idea de que aquellos hombres eran los ladrones se haba
convertido en una conviccin, y por su experiencia en
Htengahara saba cmo actuaban los bandidos, hombres
malignos capaces de las mayores atrocidades por un solo
huevo o un puado de judas rojas. Asesinar sin la menor
provocacin no era nada para ellos.
Avanzaron lentamente hasta entrar en el pueblo de
Ogimachiya. Daiz alz el brazo y dijo:
Jta, pararemos aqu y tomaremos un bocado. Hay
que alimentar a los caballos, y me gustara fumar un poco.
Ataron los caballos delante de un local tenuemente
iluminado y entraron. Jta se situ al lado de la puerta,
vigilando las cajas mientras coma. Cuando termin, sali y
dio de comer a los caballos.
Iori entr en una fonda al otro lado de la calle, y cuando
los dos hombres montaron de nuevo, cogi el ltimo
puado de arroz y lo comi mientras caminaba.
Ahora cabalgaban en silencio. El camino estaba oscuro
pero era llano.
Jta, enviaste un correo a Kiso?
S, me ocup de eso.
A qu hora les dijiste?
A medianoche. Llegaremos a tiempo.
En la noche silenciosa, Iori capt bastantes retazos de
su conversacin para saber que Daiz llamaba a su
compaero por un nombre de muchacho y que Jta, se
diriga al hombre mayor como jefe. Esto quiz significaba
simplemente que era el jefe de una banda, pero de alguna
manera Iori tena la impresin de que eran padre e hijo. En
tal caso no eran simples bandidos, sino bandidos
hereditarios, hombres muy peligrosos a los que jams sera
capaz de capturar por s mismo. Pero si lograba mantenerse
cerca de ellos el tiempo suficiente, podra comunicar su
paradero a los guardias.
Los habitantes de Kawagoe dorman profundamente y
el pueblo estaba tan silencioso como un pantano en plena
noche. Tras pasar ante hileras de casas oscuras, los dos
jinetes se desviaron de la carretera y empezaron a subir una
cuesta. Un hito de piedra al pie deca: Bosque del
Montculo de las Cabezas Enterradas. Arriba.
Iori trep a travs de los arbustos a lo largo del sendero
y lleg primero a lo alto. All se alzaba un pino solitario de
gran tamao, a cuyo tronco estaba atado un caballo. En la
base se acuclillaban tres hombres vestidos como rnin, con
los brazos cruzados sobre las rodillas, que miraban
expectantes hacia el sendero.
Apenas haba encontrado Iori un lugar donde ocultarse
cuando uno de los hombres se levant y dijo:
Es Daiz, en efecto.
Los tres hombres echaron a correr e intercambiaron
joviales saludos. Daiz y sus cmplices no se haban
reunido en casi cuatro aos.
Poco despus se pusieron a trabajar. Bajo la direccin
de Daiz, hicieron rodar una gran piedra a un lado y
empezaron a cavar. Amontonaron la tierra a un lado y una
gran cantidad de oro y plata en el otro. Jta descarg las
cajas de los caballos y volc en el suelo su contenido, el
cual, como Iori haba sospechado, era el tesoro
desaparecido del santuario de Mitsumine. Sumado a los
objetos de valor ya existentes, el total del botn deba de
ascender a muchos millares de ry.
Metieron los metales preciosos en sacos de paja
corrientes y los cargaron en los tres caballos. Luego echaron
al hoyo las cajas lacadas junto con los dems objetos que
haban utilizado. Tras alisar el suelo, colocaron de nuevo la
roca en su posicin original.
As est bien dijo Daiz. Es hora de fumar un
poco.
Se sent al lado del pino y sac la pipa. Los dems
sacudieron el polvo de sus ropas y se reunieron con l.
Durante los cuatro aos de lo que llamaba su
peregrinaje, Daiz haba recorrido de cabo a rabo la planicie
de Kant, en la que haba pocos templos o santuarios sin
una placa que atestiguara su generosidad, la amplitud de la
cual no era ningn secreto. Pero por extrao que pareciera, a
nadie se le haba ocurrido preguntar por el origen de su
fortuna.
Daiz, Jtar y los tres hombres de Kiso se sentaron en
corro durante casi una hora para hablar de futuros planes.
No haba duda de que regresar ahora a Edo entraaba un
riesgo para Daiz, pero uno de ellos tena que ir. En el
almacn de Shibaura haba oro pendiente de recogida y
documentos que deban ser quemados. Y era preciso hacer
algo con respecto a Akemi.
Poco antes de que se levantara el sol, Daiz y los tres
hombres emprendieron el viaje por la carretera de Ksh en
direccin a Kiso. Jtar parti a pie en la direccin
contraria.
Las estrellas a las que miraba Iori no le dieron respuesta
a su pregunta: A quin sigo?
Bajo el transparente cielo azul otoal, el fuerte sol de la
tarde pareca atravesar la piel de Jtar. Pensando en el
papel que l tendra en la nueva e inminente era, caminaba
por la llanura de Musashino como si fuese su propietario.
Mir atrs con cierta aprensin y se dijo: Todava est
ah. Creyendo que quiz el muchacho quera hablar con l,
ya se haba detenido un par de veces, pero el chico no haba
intentado darle alcance.
Finalmente Jtar decidi averiguar por qu le segua y
se ocult en un macizo de espesa vegetacin. Cuando Iori
lleg al trecho del camino donde haba visto a Jtar por
ltima vez, mir a su alrededor con expresin preocupada.
Jtar se levant bruscamente y grit:
Ests ah, enano!
Iori ahog un grito, pero se recuper en seguida. Saba
que no tena escapatoria, por lo que sigui andando y, al
pasar por delante del otro, le pregunt:
Qu quieres?
Has estado siguindome, no es cierto?
Qu va. Iori sacudi la cabeza con semblante
inocente. Me dirijo a Jnis Nakano.
Mientes! Me estabas siguiendo.
No s de qu me ests hablando. Iori intent echar
a correr, pero el otro le cogi por la espalda del kimono.
Vamos, desembucha!
Pero... yo... no s nada.
Embustero! le dijo Jtar, aferrndole con ms
fuerza. Alguien te ha enviado en pos de m. Eres un
espa!
Y t... eres un ladrn despreciable!
Cmo? grit Jtar, su cara casi tocando la de
Iori.
Iori se agach casi hasta el suelo, se zaf de la presa del
otro y ech a correr.
Jtar vacil un instante, y entonces corri tras l.
A un lado del camino haba casas con tejado de paja,
como nidos de avispas. Corri a travs de un campo de
rojiza hierba otoal, derribando a su paso varias toperas
polvorientas.
Socorro! Socorro! Un ladrn!
Entr en un pueblecito habitado por familias encargadas
de combatir los incendios en la llanura. El ruido del martillo
y el yunque de un herrero lleg a odos de Iori. La gente
sala corriendo de los oscuros establos y las casas donde
colgaban caquis puestos a secar. Iori agit los brazos y dijo
jadeante:
El hombre del pauelo en la cabeza... me persigue...,
es un ladrn. Prendedle, por favor! Ah, ah! Ah viene.
Los aldeanos parecan aturdidos y algunos miraban
temerosos a los dos jvenes, mas, para consternacin de
Iori, ninguno haca el menor intento de prender a Jtar.
Es un ladrn! Ha robado en el templo!
Se detuvo en medio del pueblo, consciente de que lo
nico que turbaba la apacible atmsfera eran sus propios
gritos. Entonces ech a correr de nuevo y encontr un lugar
donde esconderse y recobrar el aliento.
Jtar avanz lenta y cautamente, con paso digno. Los
aldeanos le miraban en silencio. Desde luego no pareca ni
un ladrn ni un rnin con malas intenciones. Por el
contrario, su aspecto era el de un joven elegante incapaz de
cometer delito alguno.
Disgustado porque los aldeanos, adultos al fin y al
cabo, no se enfrentaban a un ladrn, Iori decidi regresar en
seguida a Nakano, donde por lo menos podra explicar la
situacin a personas conocidas.
Abandon la carretera y avanz a travs de la llanura.
Cuando avist el bosque de cedros detrs de la casa, slo
estaba a una milla de distancia. Lleno de alivio, ech a correr
tan rpido como poda.
De repente vio un hombre con los brazos extendidos
que le cortaba el paso.
No tena tiempo de preguntarse cmo Jtar haba
podido adelantarle, pero ahora se encontraba en terreno
familiar. Dio un salto hacia atrs y desenvain su espada.
Bastardo! grit.
Jtar avanz prestamente con las manos vacas y
cogi a Iori por el cuello, pero el muchacho se zaf y dio un
salto lateral de diez pies.
Hijo de perra musit Jtar, notando que la sangre
le corra por el brazo derecho, donde tena un corte de dos
pulgadas.
Iori adopt una postura de combate y record la leccin
que Musashi le haba inculcado. Los ojos..., los ojos..., los
ojos... Concentr su fuerza en las pupilas brillantes y todo
su ser pareci canalizado en un par de ojos de mirada
ardiente.
Al ver la determinacin del muchacho, que le miraba sin
pestaear, Jtar desenvain su espada.
Voy a tener que matarte gru.
Iori, envalentonado por el corte que le haba hecho a su
contrario, atac como lo haca siempre que practicaba con
Musashi.
Jtar estaba cambiando de idea. No haba credo que
Iori fuese capaz de usar una espada, y ahora se entreg de
lleno a la pelea. Por el bien de sus camaradas, tena que
quitar de en medio al chiquillo entrometido. Como si hiciera
caso omiso del ataque de Iori, se abalanz dando tajos
tremendos pero intiles.
Al cabo de dos o tres paradas, Iori dio media vuelta,
corri, se detuvo y atac de nuevo. Cuando Jtar
contraatac, volvi a retirarse, alentado al ver que su
estrategia surta efecto, pues estaba atrayendo al adversario
hacia su propio territorio.
Jtar se detuvo para cobrar aliento, mir a su alrededor
en el oscuro bosque y grit:
Dnde ests, estpido bastardo?
La respuesta fue una lluvia de fragmentos de corteza y
hojas. Jtar alz la cabeza y grit: Ya te veo!, aunque
todo lo que vea a travs del follaje era un par de estrellas.
Jtar empez a trepar hacia el sonido susurrante que
produca Iori al moverse sobre una rama. Por desgracia,
desde all no poda ir a ningn sitio.
Ya te tengo. A menos que te salgan alas, ser mejor
que te rindas. De lo contrario date por muerto.
Iori retrocedi silenciosamente hasta la horquilla de dos
ramas. Jtar trep lenta y cuidadosamente. Cuando Jtar
extendi una mano para agarrarle, Iori volvi a moverse
sobre una de las ramas. Soltando un gruido, Jtar se cogi
con ambas manos de una rama y empez a izarse, dando as
a Iori la oportunidad que estaba esperando. Con un golpe
rpido y resonante, su espada rompi la rama sobre la que
estaba Jtar, y ste cay al suelo.
Qu te ha parecido eso, ladrn? le dijo Iori,
exultante.
Las ramas ms bajas frenaron la cada de Jtar y no
result gravemente daado, salvo en su orgullo. Lanz una
maldicin y trep de nuevo por el tronco, esta vez con la
rapidez de un leopardo. Cuando volvi a estar bajo los pies
de Iori, el chiquillo la emprendi a tajos con su espada, para
impedir que se le acercara ms.
Mientras estaban trabados en un punto muerto, llegaron
a sus odos las notas quejumbrosas de un shakuhachi.
Ambos se detuvieron un instante y escucharon. Entonces
Jtar decidi que tratara de razonar con su adversario.
De acuerdo le dijo. Has luchado mejor de lo que
haba esperado y te admiro por eso. Si me dices quin eres
y quin te ha pedido que me sigas, te dejar marchar.
Admite que te he vencido!
Ests loco?
Puede que no sea muy grande, pero soy Misawa Iori,
el nico discpulo de Miyamoto Musashi. Rogar
misericordia sera un insulto a la reputacin de mi maestro.
Rndete!
Qq... qu has dicho? replic Jtar, sin poder dar
crdito a sus odos. Reptelo. Su voz era aguda e
insegura.
Escucha atentamente le dijo Iori con orgullo.
Soy Misawa Iori, el nico discpulo de Miyamoto
Musashi. Te sorprende eso?
Jtar estaba dispuesto a admitir su derrota. Con una
mezcla de duda y curiosidad, le pregunt:
Qu tal est mi maestro? Dnde se encuentra?
Asombrado, pero mantenindose a distancia segura de
Jtar, que se le estaba acercando, Iori respondi:
Ja! Mi sensei nunca tendra a un ladrn por
discpulo.
No me llames as. Nunca te ha mencionado Musashi
a Jtar?
Jtar?
Si eres realmente el discpulo de Musashi, debes
haberle odo mencionar mi nombre en una u otra ocasin.
Yo tena entonces ms o menos tu edad.
Eso es mentira.
No, es la verdad.
Embargado de nostalgia, Jtar tendi la mano a Iori e
intent explicarle que deban ser amigos porque eran
discpulos del mismo maestro. Todava receloso, Iori le
asest un golpe en las costillas.
Jtar, metido precariamente entre dos ramas, estuvo a
punto de coger la mueca de Iori. Por alguna razn, el
chiquillo se solt de la rama de la que se sujetaba. Cuando
cayeron, lo hicieron juntos, aterrizando uno sobre el otro, y
ambos quedaron en el suelo sin sentido.
La luz en la nueva casa de Musashi era visible desde todas
las direcciones, pues, aunque el tejado estaba ya en su sitio,
las paredes an no haban sido construidas.
Takuan, que haba llegado el da anterior para visitarle
despus de la tormenta, haba decidido esperar el regreso de
Musashi. Aquel da, poco despus de que oscureciera, su
goce del solitario entorno haba sido interrumpido por un
sacerdote mendicante que le pidi agua caliente para su
cena.
Despus de la parca comida a base de bolas de arroz, el
sacerdote entrado en aos se dedic a tocar el shakuhachi
para Takuan, manejando el instrumento de una manera
vacilante, de aficionado. Sin embargo, mientras escuchaba la
msica le pareci a Takuan que tena verdadero
sentimiento, aunque de la tosca clase expresada a menudo
en los poemas escritos por quienes no son poetas. Crey
tambin reconocer la emocin que el msico trataba de
extraer de su instrumento. Era remordimiento, de la primera
nota desafinada a la ltima..., una quejumbrosa expresin de
arrepentimiento.
La meloda pareca ser la historia de la vida de aquel
hombre, pero en ese caso, reflexion Takuan, no poda
haber sido muy distinta de la suya propia. Tanto si uno era
grande como si no, no haba mucha variedad en la
experiencia interior de la vida de cada cual. Las diferencias
radicaban meramente en la manera de enfrentarse cada uno a
las debilidades comunes del ser humano. Para Takuan, tanto
l como el otro eran bsicamente un manojo de ilusiones
envueltas en piel humana.
Tengo la impresin de que te he visto antes en alguna
parte musit el pensativo Takuan.
El sacerdote parpade. Sus ojos apenas vean.
Ahora que lo mencionas, creo que he reconocido tu
voz. No eres Takuan Sh de Tajima?
La memoria de Takuan se aviv. Acerc el candil al
rostro del hombre y le dijo:
No eres Aoki Tanzaemon?
Entonces eres realmente Takuan. Ah, ojal pudiera
arrastrarme a un agujero y ocultar esta msera carne ma!
Cuan extrao es que nos encontremos en un lugar
como ste. Han pasado casi diez aos desde aquella ocasin
en el Shippji, no es cierto?
Pensar en aquellos tiempos me produce escalofros
respondi el sacerdote mendicante. Entonces aadi con
la voz quebrada: Ahora que me veo reducido a
vagabundear en la oscuridad, lo nico que sostiene a este
desdichado saco de huesos es pensar en mi hijo.
Tienes un hijo?
Me han dicho que est con aquel hombre al que
ataron en el viejo roble. Takez era su nombre, no es
cierto? He odo decir que ahora se llama Miyamoto
Musashi. Parece ser que los dos han venido al este.
Quieres decir que tu hijo es discpulo de Musashi?
Eso es lo que dicen. Estaba tan avergonzado... No
poda mirar a Musashi a la cara, as que resolv apartar al
muchacho de mi mente. Pero ahora... Este ao cumple
diecisiete. Si pudiera encontrarle una sola vez y ver en qu
clase de hombre se est convirtiendo, estara preparado y
dispuesto a morir.
As que Jtar es tu hijo dijo Takuan. No lo
saba.
Tanzaemon asinti. No haba en su cuerpo arrugado el
menor rastro del orgulloso capitn rebosante de lujuria hacia
Ots. Takuan le mir compasivamente, dolorido al ver a
Tanzaemon tan atormentado por el sentimiento de culpa.
Al ver que a pesar de su hbito sacerdotal careca
incluso de fe religiosa, Takuan decidi que lo primero que
deba hacer era ponerle frente al Buda Amida, cuya infinita
misericordia salva incluso a los culpables de los diez males
y los cinco pecados mortales. Despus de que hubiera
superado su desesperacin tendra tiempo suficiente para
buscar a Jtar.
Takuan le dio el nombre de un templo Zen en Edo.
Si les dices que te envo yo, permitirn que te alojes
ah tanto tiempo como desees. En cuanto me sea posible,
ir a verte y tendremos una larga charla. Creo que s dnde
podra estar tu hijo, y har cuanto est en mi mano para que
le veas en un futuro no demasiado lejano. Entretanto, deja
de cavilar amargamente. Incluso despus de los cincuenta o
los sesenta aos, un hombre todava puede conocer la
felicidad, puede hacer un trabajo til. Podras vivir muchos
aos ms. Habla de tu situacin con los sacerdotes cuando
ests en el templo.
Takuan despidi bruscamente a Tanzaemon, sin
ceremonias y sin mostrarle la menor simpata, pero
Tanzaemon pareci apreciar una actitud tan poco
sentimental. Tras numerosas reverencias de gratitud,
recogi su sombrero de juncos y el shakuhachi y se march.
Por temor a resbalar, Tanzaemon decidi ir a travs del
bosque, donde la cuesta del camino era ms suave. Al cabo
de un rato su bastn tropez con un obstculo. Palpando a
su alrededor, se sorprendi al descubrir dos cuerpos
tendidos e inmviles en el terreno hmedo. Regres a toda
prisa a la cabaa.
Takuan! Puedes ayudarme? He encontrado a dos
muchachos inconscientes en el bosque. Takuan se
levant y sali. Tanzaemon sigui diciendo: No tengo
ninguna medicina y no veo lo suficiente para darles agua.
Takuan se puso sus sandalias y grit hacia el pie de la
colina. Su voz reverber en el silencio. Un campesino le
respondi, preguntndole qu quera. Takuan le dijo que
trajera una antorcha, algunos hombres y agua. Mientras
aguardaba, sugiri a Tanzaemon que hara mejor en no
desviarse del camino, se lo describi con detalle y le
despidi. A mitad de la colina, Tanzaemon pas junto a los
hombres que suban.
Cuando Takuan lleg con los campesinos, Jtar haba
recobrado el sentido y estaba sentado bajo el rbol, al
parecer aturdido. Tena una mano sobre el brazo de Iori, y
se debata entre la posibilidad de hacerle volver en s y
descubrir lo que quera saber o la de marcharse de all.
Reaccion a la luz de la antorcha como un animal nocturno,
tensando los msculos, dispuesto a correr.
Qu ocurre aqu? pregunt Takuan.
Al acercarse ms, su inters inquisitivo se transform
en sorpresa, una sorpresa similar a la de Jtar. El joven era
mucho ms alto que el muchacho al que haba conocido
Takuan, y su rostro haba cambiado notablemente.
Eres Jtar, verdad?
El joven aplic ambas manos al suelo e hizo una
reverencia.
S, lo soy respondi con la voz entrecortada, casi
temeroso. Haba reconocido a Takuan de inmediato.
Bueno, desde luego te has hecho un joven agraciado.
Dirigi su atencin a Iori, le rode con un brazo y
comprob que estaba vivo.
Iori volvi en s y, tras mirar con curiosidad a su
alrededor durante unos segundos, rompi a llorar.
Qu te pasa? le pregunt Takuan en tono
consolador. Te has hecho dao?
Iori sacudi la cabeza y balbuci:
No me he hecho dao, pero se han llevado a mi
maestro. Est en la prisin de Chichibu.
Como hablaba entre sollozos, Takuan no le entenda
con facilidad, pero los datos esenciales de lo ocurrido no
tardaron en estar claros. Al darse cuenta de lo grave que era
la situacin, Takuan se sinti casi tan afligido como Iori.
Tambin Jtar estaba muy agitado.
Tengo algo que decirte, Takuan dijo bruscamente
con voz temblorosa. Podramos ir a algn sitio discreto
para hablar?
Es uno de los ladrones dijo Iori. No puedes
confiar en l. Todo lo que diga ser mentira. Sealaba a
Jtar con una expresin acusadora, mirndole tan
ferozmente como el joven le miraba a l.
Callaos los dos y dejadme decidir quin tiene razn y
quin est equivocado.
Takuan les llev a la casa y les orden que encendieran
una fogata en el exterior. Tras sentarse ante el fuego, les
orden que hicieran lo mismo. Iori titube, y por su
expresin era evidente que no estaba dispuesto a hacerse
amigo de un ladrn. Pero al ver que Takuan y Jtar
hablaban amistosamente de los viejos tiempos, sinti una
punzada de celos y, a regaadientes, se sent junto a ellos.
Jtar baj la voz, y como una mujer que confiesa sus
pecados a Buda, habl con la mayor seriedad.
Desde hace cuatro aos me adiestra un hombre
llamado Daiz, natural de Narai, en Kiso. S cules son sus
aspiraciones y lo que quiere hacer por el mundo, y estara
dispuesto a morir por l si fuese necesario. Por eso he
intentado ayudarle en su trabajo... Desde luego, es doloroso
que le llamen a uno ladrn, pero sigo siendo el discpulo de
Musashi. Aun cuando est separado de l, nunca me he
alejado en mi espritu, ni un solo da.
Como no quera que le hicieran preguntas, sigui
hablando apresuradamente.
Daiz y yo hemos jurado por los dioses del cielo y
de la tierra no revelar a nadie nuestro objetivo en la vida. Ni
siquiera puedo decroslo a vosotros. Sin embargo, no puedo
soportar la idea de que Musashi est encerrado en una
prisin. Maana ir a Chichibu y confesar.
Entonces habis sido t y Daiz los desvalijadores de
la casa del tesoro dijo Takuan.
S replic Jtar sin la menor seal de
arrepentimiento.
As pues, eres en efecto un ladrn.
Jtar baj la cabeza para evitar la mirada de Takuan.
No, no murmur sin conviccin. No somos
ladrones corrientes.
No saba que existieran distintas categoras de
ladrones.
Bueno, lo que intento decir es que no hacemos esas
cosas en nuestro propio beneficio, sino por el pueblo. Se
trata de trasladar la propiedad pblica por el bien de la
gente.
No entiendo ese razonamiento. Me ests diciendo
que vuestros robos son delitos justos? Que sois como los
hroes bandidos de las novelas chinas? En ese caso, lo
vuestro es una mala imitacin.
No puedo responder a eso sin revelar mi acuerdo
secreto con Daiz.
Ja, ja. No vas a dejarte embaucar, verdad?
No me importa lo que digas. Confesar tan slo para
salvar a Musashi. Confo en que luego interceders por m
ante l.
No se me ocurrira qu decirle en tu favor. Musashi
es inocente. Tanto si confiesas como si no, acabarn por
dejarle en libertad. Me parece mucho ms importante que
confieses tus pecados al Buda. Tmame como intermediario
y cuntaselo todo.
Al Buda?
Eso he dicho. Segn he entendido, haces algo
grandioso por el bien del prjimo. Pero en realidad te ests
poniendo por delante de los dems. No se te ha ocurrido
pensar que causas la desdicha de muchas personas?
Uno no puede pensar en s mismo cuando trabaja por
el bien de la sociedad.
Estpido! exclam Takuan, al tiempo que
golpeaba la mejilla de Jtar con el puo. El yo es la base
de todo. Cada accin es una manifestacin del yo. Una
persona que no se conoce a s misma no puede hacer nada
por los dems.
Lo que quiero decir es que no actuaba para satisfacer
mis propios deseos.
Calla! No te das cuenta de que apenas eres un
adulto? No existe nada ms aterrador que un bienhechor a
medio hacer que no sabe nada del mundo pero se cree
capacitado para decirle al mundo lo que a ste le conviene.
No es preciso que digas nada ms acerca de las actividades
de Daiz, pues ya me he hecho una idea muy precisa...
Por qu lloras? Sunate la nariz.
Takuan orden al muchacho que se acostara, y Jtar se
tendi obedientemente, pero no pudo dormir pensando en
Musashi. Junt las manos sobre el pecho y, en silencio,
rog que le perdonara. Las lgrimas se deslizaban hasta sus
orejas. Se volvi de lado y empez a pensar en Ots. Le
dola la mejilla golpeada por el monje, pero las lgrimas de
Ots le doleran ms. No obstante, revelar la promesa
secreta que le haba hecho a Daiz era inconcebible, aunque
Takuan intentara sonsacrsela por la maana, pues estaba
seguro de que as lo hara.
Se levant sin hacer el menor ruido, sali de la cabaa y
contempl las estrellas. Tendra que apresurarse, pues la
noche estaba a punto de terminar.
Detente!
La voz inmoviliz a Jtar. Takuan era una sombra
enorme a sus espaldas.
El religioso se le acerc y le rode los hombros con un
brazo.
Ests decidido a confesar?
Jtar asinti.
Eso no es muy inteligente le dijo Takuan
cariosamente. Si lo haces, morirs como un perro. Al
parecer, crees que si te entregas, Musashi quedar libre,
pero las cosas no son tan sencillas. Las autoridades
mantendrn a Musashi encarcelado hasta que les digas todo
lo que te has negado a decirme... Te torturarn hasta que
hables, tanto si eso les lleva un ao como dos, o ms.
Jtar inclin la cabeza.
Eso es lo que deseas, morir como un perro? Pero
ahora no tienes eleccin: o bien lo confiesas todo bajo
tortura o bien me lo cuentas todo. Como discpulo que soy
de Buda, no har ningn juicio y me limitar a transmitir tu
confesin a Amida.
Jtar no dijo nada.
Existe una sola alternativa. Por pura casualidad,
anoche me encontr con tu padre, que ahora viste el hbito
de un sacerdote mendicante. Por supuesto, no habra
imaginado jams que t tambin estabas aqu. Le he enviado
a un templo de Edo. Si has decidido morir, te ira bien verle
primero. Y cuando le veas, puedes preguntarle si no tengo
razn. Se abren tres caminos ante ti, Jtar. Debes decidir
cul de ellos vas a seguir.
Takuan dio media vuelta y se encamin a la casa.
Jtar comprendi que el shakuhachi cuyas notas oy
por la noche deba de ser el de su padre. No tena necesidad
de que se lo dijeran para imaginar el aspecto que tendra su
padre, dedicado ahora a errar de un lugar a otro.
Espera, Takuan! Hablar, se lo contar todo al Buda,
incluida mi promesa a Daiz.
Cogi la manga del sacerdote, y los dos entraron en el
bosque.
La confesin de Jtar fue un largo monlogo en el que
no omiti nada. Mientras le escuchaba, Takuan no movi
un solo msculo ni dijo palabra.
Eso es todo concluy Jtar.
Seguro?
No te he ocultado nada.
Muy bien.
Takuan permaneci en silencio durante toda una hora.
Amaneci y los cuervos empezaron a graznar. Las gotas de
roco brillaban por doquier. Takuan se sent en las races de
un cedro. Jtar se apoy en otro rbol, con la cabeza
gacha, esperando la reprensin que le pareca inevitable.
Cuando Takuan por fin habl, pareca no tener ya
ninguna duda.
La verdad es que te has mezclado con una banda de
cuidado. Que el cielo les ampare. No comprenden de qu
manera est cambiando el mundo. Menos mal que me lo has
contado antes de que las cosas empeoren. Entonces
meti una mano en el interior de su kimono y,
sorprendentemente, sac dos monedas de oro y se las
entreg a Jtar. Ser mejor que te marches lo ms rpido
que puedas, pues el menor retraso podra ser desastroso no
slo para ti sino tambin para tu padre y tu maestro.
Aljate lo antes posible, pero no te acerques a la carretera
de Ksh o el Nakasend. Este medioda van a efectuar un
severo control de todos los viajeros.
Qu le ocurrir al sensei? No puedo marcharme y
dejarle donde est.
Yo me encargar de eso. Dentro de uno o dos aos,
cuando los nimos se hayan calmado, podrs ir a verle y
pedirle disculpas. Entonces s que hablar en tu favor.
Adis.
Espera un momento.
S?
Ve primero a Edo. En Azabu hay un templo Zen
llamado Shjuan. Tu padre ya debe de estar ah. Toma este
sello que recib del Daitokuji. Ellos sabrn que es mo. Diles
que os proporcionen a ti y a tu padre sombreros y tnicas
de sacerdote, as como las credenciales necesarias. As
podris viajar disfrazados.
Por qu he de fingir que soy un sacerdote?
Es que tu ingenuidad no tiene lmites? T, mi
estpido y joven amigo, eres un agente de un grupo que
planea asesinar al shgun, incendiar el castillo de Ieyasu en
Suruga, crear confusin en todo el distrito de Kant y
hacerse con el poder. En una palabra, eres un traidor. Si te
prenden, el castigo obligatorio ser la muerte en la horca.
Jtar se qued boquiabierto.
Ahora vete.
Puedo hacerte una sola pregunta? Por qu deben
ser considerados como traidores unos hombres que quieren
derrocar a los Tokugawa? Por qu no son traidores los que
derribaron a los Toyotomi y dominaron el pas?
A m no me lo preguntes respondi Takuan con
una fra mirada.
La granada
Aquel mismo da, unas horas ms tarde, Takuan e Iori
llegaron a la mansin del seor Hj Ujikatsu en Ushigome.
Un joven servidor que montaba guardia en la puerta entr
para anunciar a Takuan, y unos minutos despus sali
Shinz.
Mi padre est en el castillo de Edo le dijo Shinz
. Quieres entrar y esperarle?
En el castillo? dijo Takuan. Entonces seguir mi
camino, puesto que de todos modos iba hacia all. Te
importara que dejara a Iori aqu contigo?
En absoluto respondi Shinz con una sonrisa,
mirando de soslayo a Iori. Pido un palanqun para ti?
Si eres tan amable...
El palanqun lacado apenas se haba perdido de vista
cuando Iori estaba ya en los establos, examinando los bien
alimentados caballos, de colores castao y gris moteado,
uno tras otro. Admiraba en especial sus caras, que le
parecan mucho ms aristocrticas que las de los caballos de
trabajo que l conoca. Sin embargo, aquello planteaba un
enigma: cmo era posible que la clase guerrera pudiera
permitirse el mantenimiento de un gran nmero de caballos
ociosos, en vez de ponerlos a trabajar en los campos?
Haba empezado a imaginar a sus jinetes montndolos
en la batalla cuando oy a Shinz que hablaba a gritos.
Mir hacia la casa, esperando una reprimenda, pero vio que
el objeto de la ira de Shinz era una anciana delgada y de
expresin testaruda con un bastn.
Fingir que est ausente! grit Shinz. Por qu
habra de fingir tal cosa mi padre ante una vieja bruja a la
que ni siquiera conoce?
Vaya, cmo te has enfadado dijo sarcsticamente
Osugi. Supongo que eres el hijo de su seora. Sabes
cuntas veces he venido aqu con la intencin de ver a tu
padre? Puedes estar seguro de que no han sido pocas, y en
cada ocasin me han dicho que estaba ausente.
Un poco desconcertado, Shinz replic:
No tiene nada que ver con las veces que hayas
venido. A mi padre no le gusta recibir visitas. Si no quiere
verte, por qu insistes en venir una y otra vez?
Osugi, sin inmutarse, se ech a rer.
No le gusta ver a la gente! Entonces por qu vive
entre personas? Le mir enseando los dientes.
La idea de insultarla y hacerle or el sonido metlico de
su espada al empezar a desenfundarla pas por la mente de
Shinz, pero no quera hacer una indecorosa demostracin
de mal temple ni estaba seguro de que, si la haca, surtiera
efecto.
Mi padre no est aqu dijo en un tono de voz
ordinario. Por qu no te sientas y me dices de qu se
trata?
Bueno, creo que aceptar tu amable oferta. La
caminata ha sido larga y mis piernas estn cansadas. Se
sent en el borde del escaln y empez a restregarse las
rodillas. Cuando me hablas suavemente, joven, me siento
avergonzada por haber alzado la voz. Bien, quiero que
transmitas a tu padre lo que voy a decirte cuando vuelva a
casa.
Lo har con mucho gusto.
He venido para hablarle de Miyamoto Musashi.
Perplejo, Shinz le pregunt:
Le ha ocurrido algo a Musashi?
No, nada, slo quiero que tu padre sepa la clase de
hombre que es. Cuando Musashi tena diecisiete aos, fue a
Sekigahara y luch contra los Tokugawa, s, contra los
Tokugawa, como lo oyes. Y lo que es ms, han sido tantas
sus malignas hazaas en Mimasaka que nadie de all te dir
nada bueno de l. Mat a mucha gente, y me ha rehuido
durante aos porque intento vengarme justamente de l.
Musashi es un vagabundo intil, y es peligroso!
A ver, espera...
No, escucha! Musashi empez a tontear con la
mujer que estaba prometida a mi hijo. Lleg a robrsela y
huy con ella.
Espera un momento dijo Shinz, alzando la mano
en un gesto de protesta. Por qu cuentas esas cosas de
Musashi?
Lo hago por el bien del pas dijo Osugi con
afectacin.
Qu bien puede hacerle al pas difamar a Musashi?
Osugi se irgui en su asiento y dijo:
Tengo entendido que ese bribn embaucador va a ser
nombrado pronto instructor en la casa del shgun.
Dnde has odo eso?
Lo dijo un hombre que estaba en el dj de Ono. Lo
o con mis propios odos.
Ah, s?
A un cerdo como Musashi no deberan permitirle
estar en presencia del shgun, y no digamos nombrarle
tutor. Un maestro de la Casa de Tokugawa es un maestro
de la nacin. Slo pensar en ello me pone enferma. He
venido aqu para advertir al seor Hj, porque s que
recomend a Musashi. Lo entiendes ahora? Aspir la
saliva en las comisuras de su boca y sigui diciendo:
Estoy segura de que advertir a tu padre redunda en
beneficio del pas. Y djame que te advierta a ti tambin: no
te dejes embaucar por las palabras persuasivas de Musashi.
Temiendo que la anciana siguiera hablndole de esta
guisa durante horas, Shinz hizo acopio de paciencia, trag
saliva y le dijo:
Te doy las gracias. Entiendo tu postura y comunicar
a mi padre lo que acabas de decirme.
S, te ruego que lo hagas!
Con el semblante de quien por fin ha logrado una meta
sonada, Osugi se puso en pie y se encamin al portal, sus
sandalias golpeando ruidosamente el sendero.
Bruja asquerosa! le grit una voz infantil.
Cmo? gru Osugi, sobresaltada. Quin...?
Mir a su alrededor hasta que descubri a Iori entre los
rboles, mostrndole los dientes como un caballo.
Cmete esto! le grit el muchacho, lanzndole una
granada.
La fruta golpe a la anciana con tal fuerza que se
rompi.
Aaaay! exclam Osugi, aferrndose el pecho.
Se agach para recoger algo del suelo y arrojrselo, pero
el chiquillo ech a correr y desapareci de su vista. La
mujer corri al establo, y estaba inspeccionando el interior
cuando un blando montn de estircol de caballo la alcanz
de lleno en el rostro.
Farfullando y escupiendo, Osugi se limpi la cara con
los dedos, y las lgrimas empezaron a brotarle de los ojos.
Pensar que viajar por el pas en beneficio de su hijo le
haba conducido a semejante situacin indigna!
Iori la observaba a distancia segura, desde detrs de un
rbol. Al verla llorar como una nia, de improviso se sinti
muy avergonzado de s mismo. En parte deseaba acercarse
y pedirle disculpas antes de que ella cruzara la puerta, pero
su furia al orla denostar a Musashi persista. Atrapado
entre la conmiseracin y el odio, permaneci inmvil
durante un rato, mordindose las uas.
Ven aqu, Iori, que vers el monte Fuji de color rojo.
La voz de Shinz proceda de una habitacin en lo alto
de la casa.
Sintiendo un profundo alivio, Iori ech a correr.
El monte Fuji?
La visin de la montaa teida de color carmes bajo la
luz crepuscular vaci su mente de todos los dems
pensamientos.
Tambin Shinz pareca haber olvidado su conversacin
con Osugi.
La tierra de los sueos
En 1605 Ieyasu cedi el cargo de shgun a Hidetada, pero
sigui gobernando desde su castillo de Suruga. Ahora que
casi se haba completado la tarea de poner los cimientos del
nuevo rgimen, Ieyasu empezaba a permitir que Hidetada
se hiciera cargo de sus legtimos deberes.
Cuando le transmiti su autoridad, Ieyasu pregunt a su
hijo qu se propona hacer.
Se dice que la respuesta de Hidetada, Voy a
construir, complaci inmensamente al shgun.
En contraste con Edo, en Osaka realizaban todava los
preparativos para la batalla final. Ilustres generales
tramaban intrigas, los correos llevaban mensajes a ciertos
feudos, a los dirigentes militares desplazados y los rnin se
les procuraba solaz y compensacin. Se almacenaban
municiones, se pulan las lanzas, se ahondaban los fosos.
Cada vez era mayor el nmero de ciudadanos que
abandonaban las ciudades occidentales para trasladarse a la
floreciente ciudad del este, cambiando a menudo de lealtad,
pues segua existiendo el temor de que una victoria de
Toyotomi pudiera significar la vuelta a la lucha crnica.
Para el daimy y los vasallos de alto rango que an
deban decidir si confiaban su destino y el de sus hijos y
nietos a Edo u Osaka, el impresionante programa de
construcciones en Edo era un argumento a favor de los
Tokugawa.
Aquel da, como tantos otros, Hidetada se dedicaba a
uno de sus pasatiempos preferidos. Vestido como para salir
al campo, abandon el recinto principal y se dirigi a la
colina de Fukiage para inspeccionar los trabajos de
construccin.
Ms o menos a la hora en que el shgun y su squito de
ministros, ayudantes personales y sacerdotes budistas se
detuvieron a descansar, se produjo una conmocin en la
colina Momiji.
Detened a ese hijo de perra!
Prendedle!
Un cavador de pozos daba vueltas a todo correr,
tratando de librarse de unos carpinteros que le perseguan.
Corri como una liebre entre dos rimeros de tablas y se
escondi un momento tras la cabaa de los yeseros.
Entonces se lanz hacia el andamio junto al muro exterior y
empez a trepar.
Un par de carpinteros treparon tras l, soltando
sonoros juramentos, y le agarraron de los pies. El cavador
de pozos agit frenticamente los brazos y cay hacia atrs
en un montn de virutas.
Los carpinteros se abalanzaron sobre l y la
emprendieron a golpes y puntapis desde todos los lados.
Por alguna extraa razn, el hombre ni llor ni intent
resistirse, sino que se aferr tan fuerte como pudo al suelo,
como si sa fuese su nica esperanza.
El samurai encargado de los carpinteros y el inspector
de los obreros llegaron corriendo.
Qu ocurre aqu? pregunt el samurai.
Este cerdo asqueroso ha pisado mi escuadra! se
quej uno de los trabajadores. La escuadra es el alma del
carpintero!
Domnate.
Qu haras si hubiera pisado tu espada? le
pregunt el carpintero.
Bueno, basta ya. El shgun est descansando en la
colina.
Al or la mencin del shgun, el primer carpintero se
tranquiliz, pero otro hombre dijo:
Tiene que ir a lavarse. Y luego ha de inclinarse ante
la escuadra y pedirle perdn!
Nosotros nos encargaremos del castigo dijo el
inspector. Volved al trabajo.
Agarr al hombre postrado por el cuello del kimono y le
dijo:
Levanta la cara.
S, seor.
Eres uno de los cavadores de pozos, no es cierto?
S, seor.
Qu hacas aqu? ste no es tu lugar de trabajo.
Ayer tambin andaba por aqu dijo el carpintero.
Ah, s? dijo el inspector, mirando fijamente el
rostro plido de Matahachi.
Observ que, para ser un cavador de pozos, era
demasiado delicado, tena un exceso de refinamiento.
El inspector habl con el samurai durante un minuto y
luego se lo llevaron de all.
Matahachi fue encerrado en un cobertizo para lea,
detrs de la oficina del inspector de obreros, y durante
varios das no hizo ms que contemplar la lea, uno o dos
sacos de carbn y los barriles para preparar encurtidos.
Tema que descubrieran el complot y estaba aterrorizado.
Una vez en el castillo, lo haba pensado a fondo y
llegado a la conclusin de que, aunque tuviera que ser un
cavador de pozos durante toda su vida, no iba a convertirse
en un asesino. Haba visto al shgun y su squito en varias
ocasiones, pero las haba dejado pasar todas sin llevar a
cabo el atentado.
Lo que le llevaba al pie de la colina Momiji cada vez que
poda desplazarse durante los perodos de descanso era una
complicacin imprevista. Iban a construir una biblioteca, y
cuando lo hicieran sera preciso trasladar el algarrobo.
Sintindose culpable, Matahachi supona que entonces
descubriran el mosquete y que le relacionaran directamente
con el complot. Pero no haba podido encontrar un
momento en que nadie estuviera presente para desenterrar
el mosquete y hacerlo desaparecer.
Incluso mientras dorma sudaba profusamente. Una vez
so que estaba en la tierra de los muertos, y all haba
algarrobos en todos los lugares en los que miraba. Unas
noches antes de que le confinaran en el cobertizo so con
su madre, y fue una visin clara como el da. En vez de
apiadarse de l, Osugi le grit airada y le arroj un cesto de
capullos de seda. Cuando los capullos llovieron sobre su
cabeza intent correr y su madre, con el cabello
misteriosamente transformado en capullos blancos, le
persigui. Por mucho que corriera, ella siempre le pisaba los
talones. Empapado en sudor, salt desde lo alto de un risco
y empez a caer a travs de la oscuridad del infierno, una
cada interminable en la negrura.
Perdname, madre! exclam como un nio herido,
y el mismo sonido de su voz le despert.
Entonces se enfrent a una realidad, la perspectiva de la
muerte, ms aterradora que el sueo.
Empuj la puerta, aunque ya saba que estaba cerrada.
Desesperado, subi a un barril de encurtidos, rompi un
ventanuco cerca del tejado y sali poco a poco por la
abertura. Fue ponindose a cubierto tras los montones de
lea y piedras, as como los montculos de tierra excavada,
y avanz sigilosamente hasta las proximidades del portal
occidental trasero. Al ver que el algarrobo segua en su sitio,
suspir aliviado.
Encontr una hoz y empez a cavar como si esperase
descubrir su propia vida. Inquieto por el ruido que estaba
haciendo, se detuvo y mir a su alrededor. Al no ver a
nadie, empez de nuevo.
Mova la hoz con frenes, temeroso de que alguien
hubiera encontrado ya el mosquete. Su respiracin se hizo
rpida y desigual. El sudor y la suciedad que cubran su
cuerpo se mezclaban, y pareca como si acabara de salir de
un bao de barro. Empezaba a sentirse mareado, pero no
poda detenerse.
La hoja golpe algo alargado. Matahachi arroj la hoz a
un lado y meti la mano en el hoyo para coger el objeto,
dicindose: ya lo tengo.
Su alivio dur poco. El objeto no estaba envuelto en
papel encerado, no haba ninguna caja y no estaba fro como
el metal. Lo cogi, lo alz y lo dej caer. Era un hueso
blanco y delgado, un radio o un peron.
Matahachi no se atrevi a empuar de nuevo la hoz.
Aquello pareca otra pesadilla, pero saba que estaba
despierto, incluso poda contar cada hoja del algarrobo.
Mientras rodeaba el rbol, dando puntapis a la tierra,
se pregunt qu podra ganar Daiz al mentirle.
An estaba rodeando el rbol cuando un hombre se le
acerc silenciosamente por detrs y le dio unos ligeros
golpes en la espalda. Entonces solt una risotada y dijo al
odo de Matahachi:
No lo encontrars.
Matahachi se qued paralizado, casi estuvo a punto de
caerse en el hoyo. Volvi la cabeza hacia la voz y
permaneci mudo unos instantes antes de ahogar un grito
de asombro.
Ven conmigo le dijo Takuan, cogindole de la
mano.
Matahachi no poda moverse. Sus dedos se volvieron
insensibles, aferrados a la mano del sacerdote. Un
estremecimiento de horror abyecto se extendi por su
cuerpo desde los talones.
No me has odo? Ven conmigo repiti con firmeza
Takuan.
La lengua de Matahachi era casi tan intil como la de un
mudo.
Te... tengo que..., la tierra...
Djala le dijo Takuan en un tono implacable. Es
una prdida de tiempo. Las cosas que la gente hace en esta
tierra, buenas o malas, son como tinta en un papel poroso.
No es posible borrarlas ni en mil aos. Crees que echar un
poco de tierra alrededor del rbol arreglar lo que has hecho.
Por pensar as tu vida es tan desordenada. Ahora ven
conmigo. Eres un delincuente, y tu delito es atroz. Voy a
cortarte la cabeza con una sierra de bamb y te arrojar al
Charco de la Sangre infernal.
Agarr a Matahachi por el lbulo de la oreja y tir de
l.
Takuan llam a la puerta de la barraca donde dorman
los ayudantes de la cocina.
Eh, chicos, que salga uno de vosotros les dijo.
Apareci un muchacho en el umbral, restregndose los
ojos. Cuando reconoci al sacerdote a quien haba visto
hablando con el shgun, se espabil del todo y dijo:
S, seor. Puedo servirte en algo?
Quiero que abras ese cobertizo de lea.
Hay un cavador de pozos encerrado ah.
No, no est ah sino aqu. No tiene sentido hacerle
entrar de nuevo a travs de una ventana, as que abre la
puerta.
El muchacho corri en busca del inspector, el cual se
apresur a salir, pidi disculpas y rog a Takuan que no
informara del incidente.
Takuan empuj a Matahachi al interior del cobertizo,
entr tras l y cerr la puerta. Al cabo de unos minutos,
asom la cabeza al exterior y dijo:
Supongo que tienes una navaja de afeitar en alguna
parte. Tremela despus de afilarla.
El inspector y el pinche de cocina intercambiaron
miradas, y ninguno de los dos se atrevi a preguntar al
sacerdote para qu quera la navaja de afeitar. La afilaron
como les haba pedido y se la entregaron.
Gracias dijo Takuan. Ya podis volver a la cama.
El interior del cobertizo estaba totalmente a oscuras y
slo un atisbo de luz estelar era visible a travs de la
ventana rota. Takuan se sent en un montn de lea.
Matahachi se dej caer sobre una estera de juncos, la cabeza
gacha, avergonzado. El silencio se prolong durante largo
rato. Como no poda ver la navaja, Matahachi se pregunt
nervioso si Takuan la sostena en la mano.
Por fin Takuan habl.
Qu has excavado al pie del algarrobo, Matahachi?
le pregunt.
El joven no dijo nada.
Yo podra ensearte a excavar algo. Significara
extraer algo de la nada, recuperar el mundo real sacndolo de
una tierra de sueos.
S, seor.
No tienes la menor idea de qu es la realidad de la que
te estoy hablando. Sin duda ests an en tu mundo de
fantasa. Bueno, puesto que eres tan ingenuo como un nio,
supongo que deber masticar primero tu alimento
intelectual... Qu edad tienes?
Veintiocho.
La misma edad que Musashi.
Matahachi se cubri el rostro con las manos y llor.
Takuan dej que se desahogara antes de continuar.
No resulta espantoso pensar que el algarrobo ha
estado a punto de convertirse en la lpida de un necio?
Estabas cavando tu propia tumba, realmente en un tris de
caer en ella.
Matahachi rode con sus brazos las piernas de Takuan
y le suplic:
Slvame, por favor, slvame. Mis ojos..., ahora mis
ojos se han abierto. Daiz de Narai me embauc.
No, tus ojos no se han abierto ni tampoco Daiz te
ha engaado. Sencillamente ha intentado utilizar al idiota
ms grande de este mundo..., un mastuerzo codicioso,
burdo y corto de miras que, sin embargo, ha tenido la
temeridad de aceptar una tarea que cualquier hombre
juicioso habra rechazado.
S..., s..., he sido un estpido.
Quin creas que era Daiz?
No lo s.
Su verdadero nombre es Mizoguchi Shinano. Fue
servidor de Otani Yoshitsugu, un amigo ntimo de Ishida
Mitsunari. Sin duda recuerdas que Mitsunari fue uno de los
derrotados en Sekigahara.
No..., no dijo Matahachi con voz entrecortada.
Es uno de los guerreros que el shogunado est tratando de
localizar?
Qu otra cosa sera un hombre dispuesto a asesinar
al shgun? Tu estupidez es pasmosa.
No me ha dicho eso, sino slo que odiaba a los
Takugawa. Crea que sera mejor para el pas que los
Toyotomi detentaran el poder. Hablaba de trabajar por el
bien de todo el mundo.
No te molestaste en preguntarte quin era realmente,
verdad? Sin usar ni una sola vez la cabeza, te dedicaste
audazmente a cavar tu propia tumba. Tu clase de valor da
miedo, Matahachi.
Qu debo hacer?
Hacer?
Por favor, Takuan, te lo ruego, aydame!
Sultame.
Pero... no he llegado a usar el arma. Ni siquiera la he
encontrado!
Claro que no la has encontrado, porque no lleg a
tiempo. Si Jtar, a quien Daiz enga para que formara
parte de este espantoso complot, hubiera llegado a Edo
como planeaba, el mosquete muy bien podra haber estado
enterrado al pie del rbol.
Jtar? Te refieres al muchacho...?
No importa. Eso no es asunto tuyo. Lo que te
concierne es el delito de traicin, que has cometido y que no
puede ser perdonado. Tampoco pueden tolerarlo los dioses
ni el Buda. Ser mejor que abandones toda esperanza de
salvacin.
No hay ninguna manera...?
Por supuesto que no!
Ten piedad solloz Matahachi, aferrndose a las
rodillas de Takuan.
Takuan se levant y le apart de un puntapi.
Idiota! grit con tal potencia que amenazaba con
levantar el tejado del cobertizo.
La ferocidad de su mirada era indescriptible: un Buda
que rechazaba a quien quera abrazarle, un Buda aterrador
que ni siquiera estaba dispuesto a perdonar al arrepentido.
Por un momento Matahachi le mir con resentimiento.
Entonces inclin la cabeza, resignado, y los sollozos
estremecieron su cuerpo.
Takuan cogi la navaja que descansaba sobre el montn
de lea y toc con ella ligeramente la cabeza de Matahachi.
Puesto que vas a morir, ser mejor que lo hagas con el
aspecto de un discpulo del Buda. Voy a ayudarte a ello,
por la amistad que tenemos. Cierra los ojos y permanece
sentado muy quieto y con las piernas cruzadas. La lnea
entre la vida y la muerte no tiene ms espesura que un
prpado. No hay nada aterrador en la muerte, nada que
justifique las lgrimas. No llores, criatura, no llores. Takuan
te preparar para el final.
La sala donde se reuna el Consejo de Ancianos para hablar
de los asuntos de estado estaba aislada de las dems
estancias del castillo de Edo. Aquella cmara secreta estaba
completamente rodeada por otras habitaciones y pasillos.
Cada vez que era necesario recibir una decisin del shgun,
los ministros o bien iban a la cmara de audiencias o bien
enviaban una peticin en una caja lacada. Notas y
respuestas se haban sucedido con una frecuencia
desacostumbrada. Takuan y el seor Hj haban sido
admitidos a la sala en varias ocasiones, y a menudo haban
permanecido all para deliberar durante un da entero.
Aquel da, en otra habitacin, menos aislada pero no
menos bien guardada, los ministros haban odo el informe
del mensajero enviado a Kiso.
El mensajero haba dicho que, una vez dada la orden de
detencin en Narai, se haba intentado cumplirla de
inmediato, pero que Daiz haba escapado tras cerrar su
establecimiento de Narai, llevndose consigo a todos sus
moradores. El registro haba revelado una considerable
cantidad de armas y municiones, junto con algunos
documentos que no haban podido ser destruidos. Entre los
papeles figuraban cartas dirigidas a y remitidas por los
seguidores de Toyotomi en Osaka. El mensajero haba
dispuesto el envo de las pruebas a la capital del shgun,
tras lo cual regres a Edo utilizando un servicio de caballos
rpidos. Los ministros se sentan como pescadores que
hubieran echado al agua una gran red para sacar un solo
alevn.
Al da siguiente, un servidor del seor Sakai, que era
miembro del Consejo de Ancianos, present un informe de
una clase distinta: De acuerdo con las instrucciones de
vuestra seora, Miyamoto Musashi ha sido liberado de la
prisin y entregado a un hombre llamado Mus
Gonnosuke, a quien hemos explicado con detalle cmo se
produjo el malentendido.
El seor Sakai se apresur a informar a Takuan, el cual
dijo alegremente:
Has hecho muy bien.
Por favor, dile a tu amigo Musashi que no piense
demasiado mal de nosotros le pidi el seor Sakai en
tono de disculpa, pues estaba informado del incmodo error
cometido en el territorio bajo su jurisdiccin.
Uno de los problemas resueltos con ms rapidez fue el
de la base de operaciones de Daiz en Edo. Los guardias al
mando del comisario de Edo se dirigieron a la casa de
empeos de Shibaura y en una rpida maniobra lo
confiscaron todo, tanto sus propiedades como sus
documentos secretos. Tambin tomaron bajo custodia a la
desdichada Akemi, aunque no tena la menor idea de los
planes traidores de su patrn.
Una noche, recibido en audiencia por el shgun, Takuan
relat los acontecimientos tal como l los conoca y le cont
el resultado de lo ocurrido. Termin diciendo:
Por favor, no olvides por un momento que hay en
este mundo muchos ms Daizs de Narai.
Hidetada acept la advertencia con un vigoroso gesto de
asentimiento. Takuan sigui dicindole:
Si intentas perseguir a todos esos hombres y
someterlos a la justicia, consumirs todo tu tiempo y
esfuerzo en hacer frente a los insurgentes. No sers capaz
de llevar a cabo la gran obra que se espera de ti como
sucesor de tu padre.
El shgun percibi la verdad en las palabras de Takuan
y las tom muy en serio.
Que el castigo sea ligero le orden. Puesto que
t has informado de la conspiracin, te encargo a ti de
decidir los castigos.
Takuan expres su ms profundo agradecimiento y dijo:
No tena intencin de quedarme tanto tiempo, pero
veo que he pasado ms de un mes en el castillo y ya es hora
de que me marche. Ir a Koyagy, en Yamato, para visitar
al seor Sekishsai. Entonces regresar al Daitokuji,
viajando por el distrito de Sensh.
La mencin de Sekishsai pareci evocar en Hidetada
un agradable recuerdo.
Cmo est de salud el viejo Yagy? inquiri.
Por desgracia, me han dicho que el seor Munenori
cree estar cerca del final.
Hidetada record la poca en la que estuvo en el
campamento de Shkokuji y Sekishsai fue recibido por
Ieyasu. Por entonces Hidetada haba sido un nio, y el
porte viril de Sekishsai le haba causado una profunda
impresin.
Takuan rompi el silencio.
Luego est el otro asunto le dijo. Tras consultar
con el Consejo de Ancianos y obtener su autorizacin, el
seor Hj de Awa y yo hemos recomendado a un samurai
de nombre Miyamoto Musashi para que sea tutor en la
residencia de vuestra excelencia. Confo en que consideris
de una manera favorable la recomendacin.
He sido informado de ello. Dicen que la Casa de
Hosokawa se interesa por l, lo cual le favorece mucho. He
decidido que sera conveniente nombrar un tutor ms.
Uno o dos das despus Takuan abandon el castillo, y en
ese tiempo adquiri un nuevo discpulo. Fue al cobertizo
detrs de la oficina del inspector y pidi a uno de los
pinches de cocina que mantuviera la puerta abierta, de
modo que la luz incidiera en una cabeza recin afeitada.
Temporalmente cegado, el novicio, que se consideraba
un hombre condenado, alz lentamente los ojos.
Ah! exclam.
Ven conmigo le dijo Takuan.
Vestido con la tnica sacerdotal que Takuan le haba
enviado, Matahachi se levant, inseguro, con la sensacin
de que sus piernas ya haban empezado a corromperse.
Takuan le sujet amablemente con un brazo y le ayud a
salir del cobertizo.
Haba llegado el da del castigo. Detrs de los prpados
cerrados, el resignado Matahachi vea la estera de juncos
sobre la que le obligaran a arrodillarse antes de que el
verdugo alzara la espada. Al parecer se haba olvidado de
que los traidores se enfrentaban a una muerte ignominiosa
en la horca. Las lgrimas se deslizaban por sus mejillas
recin afeitadas.
Puedes andar? le pregunt Takuan.
Matahachi crey que le contestaba, pero en realidad no
sala sonido alguno de sus labios. Casi inconsciente cruz
las puertas del castillo y los puentes tendidos sobre los
muros interior y exterior. Avanzando lastimosamente al
lado de Takuan, era la imagen perfecta de la proverbial
oveja llevada al matadero. Salve Buda Amida, salve Buda
Amida... Silenciosamente repeta la invocacin al Buda de
la Luz Eterna.
Matahachi entrecerr los ojos y mir ms all del foso
externo, a las majestuosas mansiones de los daimy. Ms al
este se encontraba el pueblo de Hibiya, y ms all eran
visibles las calles del distrito central de la ciudad.
El mundo flotante le llamaba de nuevo, y las lgrimas
que acudan a sus ojos subrayaban el anhelo que senta por
l. Cerr los ojos y repiti rpidamente: Salve Buda
Amida, Salve Buda Amida.... La splica primero se hizo
audible, luego cada vez ms intensa y rpida.
Date prisa le dijo Takuan severamente.
Desde el foso giraron hacia temachi y cruzaron en
diagonal hacia un gran solar vaco. Matahachi tena la
sensacin de que ya haba recorrido mil millas. Seguira el
camino de aquella manera hasta el infierno, mientras la luz
diurna iba cediendo el paso gradualmente a la oscuridad?
Espera aqu le orden Takuan.
Estaban en medio de un amplio terreno llano. A la
izquierda, un agua turbia se deslizaba por el foso bajo el
puente Tokiwa.
Directamente delante de la calle haba un muro de tierra,
slo recientemente revestido de yeso blanco. Detrs se
encontraba la empalizada de la nueva prisin y un grupo de
edificios negros, que parecan casas del pueblo ordinarias,
pero que en realidad eran la residencia oficial del comisario
de Edo.
A Matahachi le temblaban las piernas y ya no poda
sostenerse. Se dej caer al suelo. En algn lugar entre la
hierba, el grito de una codorniz sugera el camino hacia la
tierra de los muertos.
Conmovido hasta el tutano, llor en silencio por su
madre, que en aquellos momentos le pareca muy querida.
Si hubiera permanecido a su lado ahora no se encontrara en
semejante situacin. Record tambin a otras mujeres: Ok,
Akemi, Ots, otras a las que haba conocido o con las que
haba coqueteado. Pero su madre era la nica mujer a la que
deseaba ver realmente. Si tuviera la posibilidad de seguir
viviendo, estaba seguro de que nunca volvera a oponerse a
su voluntad, nunca volvera a ser un hijo ingrato.
Not un escalofro en la espina dorsal. Alz la vista, vio
tres gansos salvajes que batan sus alas en direccin a la
baha, y los envidi.
El impulso de echar a correr era como una comezn. Y
por qu no? No tena nada que perder. Si le capturaban no
estara peor de lo que estaba ahora. Con una expresin
desesperada, mir hacia el portal al otro lado de la calle.
Takuan no estaba a la vista.
Se puso en pie de un salto y ech a correr.
Detente!
Bast el vozarrn para quebrantar su nimo. Mir a su
alrededor y vio a uno de los verdugos del comisario. El
hombre dio un paso y descarg su largo bastn sobre el
hombro de Matahachi, derribndole de un solo golpe e
inmovilizndole con el bastn, como un nio podra
paralizar una rana apretndola con un palo.
Cuando Takuan sali de la residencia del comisario, le
acompaaban varios guardianes, al frente de un capitn.
Conducan a otro prisionero, atado a una cuerda.
El capitn seleccion el lugar donde tendra lugar el
castigo, y tendieron en el suelo dos esteras de juncos recin
tejidas.
Damos comienzo? pregunt el capitn a Takuan,
el cual dio su asentimiento.
Mientras el capitn y el verdugo se sentaban en
taburetes para mirar, el verdugo grit: En pie!, y alz el
bastn. Matahachi hizo un esfuerzo para levantarse, pero
estaba demasiado fatigado para caminar. El verdugo le
agarr bruscamente por la espalda de su tnica y, medio a
rastras, le llev a una de las esteras.
Se sent all con la cabeza gacha. Ya no oa a la
codorniz. Aunque le llegaba un rumor de voces, le sonaban
indistintas, como si un muro le separase de ellas.
Oy que susurraban su nombre y se volvi asombrado.
Akemi! dijo ahogando un grito. Qu ests
haciendo aqu?
La muchacha estaba arrodillada en la otra estera.
Prohibido hablar!
Dos de los guardianes hicieron uso de sus bastones para
separarles.
El capitn se levant y empez a leer los juicios y las
sentencias oficiales en tono severo y digno. Akemi contena
las lgrimas, pero Matahachi lloraba sin el menor recato. El
capitn termin su parlamento, tom asiento y grit:
Azotadles!
Uno, dos, tres contaron los hombres.
Matahachi gema. Akemi, con la cabeza gacha y el
rostro plido como la cera, apretaba los dientes,
esforzndose por soportar el dolor.
Siete, ocho, nueve.
Las varas de bamb se resquebrajaban, y de sus puntas
pareca salir humo.
Algunos transentes que pasaban cerca del grupo se
detuvieron a mirar.
Qu ocurre?
Parecen dos prisioneros que estn siendo castigados.
Cien azotes, probablemente.
Todava no han llegado ni siquiera a cincuenta.
Debe de ser doloroso.
Un guardin se aproxim y les asust al golpear el suelo
fuertemente con su bastn.
Dispersaos. No est permitido que os quedis aqu.
Los mirones se trasladaron a una distancia segura y, al
mirar atrs, vieron que el castigo haba terminado. Los
guardias arrojaron las varas de bamb, que ahora slo eran
manojos de floja paja, y se limpiaron el sudor de los rostros
sudorosos.
Takuan se levant. El capitn ya lo haba hecho.
Intercambiaron unas palabras y el capitn llev a sus
hombres de regreso hacia el recinto del comisario. Takuan
permaneci silencioso durante varios minutos,
contemplando las figuras inclinadas sobre las esterillas. No
dijo nada antes de marcharse.
El shgun le haba otorgado una serie de regalos, que l
haba transmitido a diversos templos Zen de la ciudad. Sin
embargo, los rumores no tardaron en reanudarse en Edo.
Segn los rumores que uno oa, era un sacerdote ambicioso
que se meta en poltica, o bien uno de los Tokugawa le
haba persuadido para que espiara en favor de la faccin de
Osaka. Algunos le consideraban un conspirador con tnica
negra.
Los rumores no significaban nada para Takuan. Aunque
le preocupaba mucho el bienestar de la nacin, le importaba
muy poco que las vistosas flores de la poca, los castillos
de Edo y Osaka, florecieran o cayeran.
Finalmente, Akemi musit:
Matahachi, mira..., agua.
Ante ellos haba dos cubos de agua, cada uno con un
cazo, colocados all como prueba de que la Oficina del
Comisario no careca por completo de buenos sentimientos.
Tras tomar varios tragos, Akemi le ofreci el cazo a
Matahachi. l no le hizo caso, y la muchacha le pregunt:
Qu te pasa? Es que no quieres beber?
l tendi la mano lentamente y cogi el cazo. Cuando se
lo llev a los labios, bebi vidamente.
Matahachi, te has convertido en sacerdote?
Cmo? Eso es todo?
Qu quieres decir?
Ha terminado el castigo? An no nos han cortado la
cabeza.
No tenan que hacerlo. Es que no has escuchado la
lectura de las sentencias?
Qu ha dicho?
Ha dicho que nos van a desterrar de Edo.
Estoy vivo! grit Matahachi.
Casi enloquecido de alegra, se puso a brincar y se alej
sin volver una sola vez la cabeza atrs para mirar a Akemi.
Ella se llev las manos a la cabeza y empez a arreglarse
el cabello. Luego se ajust el kimono y se at bien el obi.
No tiene vergenza, musit entre los labios ladeados.
Matahachi era slo una mota en el horizonte.
El desafo
Cuando llevaba varios das en la residencia de Hj, Iori se
senta aburrido. Lo nico que poda hacer era jugar.
Cundo regresar Takuan? le pregunt a Shinz
una maana, aunque en realidad quera saber qu le haba
ocurrido a Musashi.
Mi padre sigue en el castillo, por lo que supongo que
Takuan tambin est. Por qu no te diviertes con los
caballos?
Iori corri al establo y ensill su caballo preferido con
una silla de laca y taracea de madreperla. Haba montado el
caballo los dos das anteriores sin conocimiento de Shinz.
Al recibir permiso para hacerlo se sinti orgulloso. Mont
y sali por la puerta trasera a todo galope.
Las casas de los daimy, los senderos entre los campos,
los arrozales, los bosques..., todo se acercaba en rpida
sucesin y quedaba atrs con la misma rapidez. Las grandes
calabazas rojas y el color bermejo de la hierba proclamaban
que el otoo estaba en su apogeo. La cadena montaosa de
Chichibu se elevaba ms all de la llanura de Musashino.
Est en alguna parte de esas montaas, se dijo. Imagin a
su maestro en la crcel, y las lgrimas que corrieron por sus
mejillas le calmaron al enfriarse con el viento.
Por qu no iba en busca de Musashi? Sin pensarlo dos
veces golpe con la fusta al caballo, y jinete y montura
avanzaron por el mar plateado de esponjosas plantas de
eulalia.
Tras recorrer una milla a todo galope, tir de las riendas
y se dijo que quiz su maestro no haba regresado a casa.
Encontr la nueva casa terminada pero deshabitada. En
el arrozal ms prximo, llam a los campesinos que estaban
recogiendo la cosecha de arroz.
Alguno de vosotros ha visto a mi maestro?
Ellos sacudieron la cabeza, entristecidos.
Entonces tena que estar en Chichibu. A lomo de
caballo, podra efectuar el recorrido en un da.
Al cabo de un rato lleg al pueblo de Nobidome, cuya
entrada estaba prcticamente bloqueada por monturas de
samurais, caballos de carga, bales de viaje, palanquines y
hasta cuarenta y cincuenta samurais que en aquellos
momentos estaban comiendo. Mir a su alrededor,
buscando un camino alrededor del pueblo.
Tres o cuatro de los samurais que aguardaban se le
acercaron corriendo.
En, t, bellaco, aguarda!
Baja del caballo! Ahora estaban a cada lado de l.
Por qu? Ni siquiera os conozco.
Anda, cierra la boca y sguenos.
No! No podis llevarme a ninguna parte!
Antes de que el muchacho supiera lo que estaba
sucediendo, uno de los hombres alz la pierna derecha de
Iori en el aire y le hizo caer por el otro lado del caballo.
Alguien quiere verte, as que ven conmigo.
El hombre cogi el cuello del kimono de Iori y tir de l
hacia una casa de t al lado de la carretera.
Osugi estaba en el exterior, con un bastn en la mano.
Agit la otra mano, despidiendo a sus ayudantes. Vesta un
atuendo de viaje y acompaaba a todos aquellos samurais.
Iori no entenda su propsito, pero tampoco tuvo
demasiado tiempo para reflexionar en ello.
Malcriado! grit Osugi, y entonces le golpe en el
hombro con la caa. El muchacho adopt una postura de
combate, aunque saba que el nmero de sus adversarios
sera invencible. Musashi slo tiene los mejores
discpulos. Ja! Tengo entendido que eres uno de ellos.
Yo... Yo no dira esas cosas si estuviera en tu lugar.
Ah, no las diras, ej?
Yo... no tengo nada que ver con vosotros.
Oh, s, claro que tienes algo que ver con nosotros.
Vas a decirnos algunas cosas. Quin te ha encargado que
nos siguieras?
Seguiros a vosotros? inquiri Iori con un bufido
de desdn.
Cmo te atreves a hablar as? chill la anciana.
Acaso Musashi no te ha enseado modales?
No necesito que me des lecciones. Me marcho.
No, no te marchas! grit Osugi, al tiempo que le
coga con su bastn por la espinilla.
Ohh! Iori cay al suelo.
Los ayudantes cogieron al chico y lo llevaron al molino
junto a la puerta principal del pueblo, donde estaba sentado
un samurai de evidente alto rango. Haba terminado de
comer y estaba tomando agua caliente.
Cuando los ojos del muchacho se encontraron con los
de Kojir, Iori pens que aquel hombre era peligroso.
Con una expresin de triunfo, Osugi alz el mentn y
dijo:
Mira! Tal como pensaba, era Iori. Qu se guarda
ahora Musashi bajo la manga? A quin ms enviar a
seguirnos?
Humm musit Kojir, asintiendo, al tiempo que
despeda a sus ayudantes, uno de los cuales le pregunt si
deseaba que atara al chico.
Kojir sonri y sacudi la cabeza. Retenido por la
mirada de Kojir, Iori era incapaz de mantenerse derecho, y
no digamos de huir.
Has odo lo que ha dicho la seora. Es cierto? le
pregunt Kojir.
No, slo he salido a pasear a caballo. No os segua, ni
a vosotros ni a nadie ms.
Humm, es posible. Si Musashi fuese de veras un
samurai no recurrira a esta clase de trucos baratos.
Entonces reflexion en voz alta: Por otro lado, si se ha
enterado de que hemos partido repentinamente con un
contingente de samurais de Hosokawa, podra entrar en
sospechas y enviar a alguien para que investigue nuestros
movimientos. Sera muy natural.
Kojir presentaba unos cambios asombrosos. En vez
del flequillo, llevaba la cabeza afeitada a la manera propia de
los samurai, y en lugar de las pesadas prendas que sola
vestir, llevaba un recio kimono negro que, unido a su
hakama rstico daban una impresin de lo ms
conservadora. Ahora, la espada Palo de Secar penda de su
costado. Su esperanza de llegar a ser vasallo de la Casa de
Hosokawa se haba realizado..., no por las cinco mil fanegas
que haba pedido sino por la mitad aproximada de ese
estipendio.
El squito actual, al mando de Kakubei, era un grupo de
avanzada en el camino de Buzen, a fin de preparar las cosas
para el regreso de Hosokawa Tadatoshi. Pensando en la
edad de su padre, tiempo atrs haba presentado una
solicitud al shogunado y finalmente le haba sido concedida
autorizacin, lo cual indicaba que el shogunado no tena
ninguna duda sobre la lealtad de los Hosokawa.
Osugi le haba pedido que le dejara acompaarle porque
consideraba imperativo el regreso a casa. No haba
renunciado a su posicin como jefe de la familia, pero haba
estado ausente de la misma durante casi diez aos. De estar
todava vivo, el to Gon podra haberse hecho cargo de todo
en su ausencia. Tal como estaban las cosas, sospechaba que
haba una serie de asuntos familiares esperando su atencin.
Pasaran por Osaka, donde ella haba dejado las cenizas
del to Gon, las recogera, se las llevara a Mimasaka y all
celebraran un funeral adecuado. Tambin haba transcurrido
mucho tiempo desde el ltimo servicio funerario que realiz
en honor de sus antepasados, a los cuales haba dejado de
lado. Tras resolver estos asuntos domsticos, reanudara su
persecucin.
Recientemente se haba sentido satisfecha de s misma,
creyendo que haba vuelto a descargar un fuerte golpe
contra Musashi. Cuando se enter por Kojir de cmo
haba sido recomendado, la anciana cay en un estado de
profunda depresin. Si Musashi reciba el nombramiento,
sera mucho ms difcil llegar hasta l.
Haba decidido encargarse ella misma de evitar tal
desastre al shogunado y la nacin. No haba visto a Takuan,
pero s visitado la Casa de Yagy as como la Casa de Hj,
donde denunci a Musashi y afirm que ahora sera una
locura peligrosa elevarle a un cargo de alta categora. No
satisfecha con eso, reiter sus calumnias en las casas de
todos los ministros cuyos sirvientes le franquearon la
entrada.
Por supuesto, Kojir no haca el menor esfuerzo por
detenerla, pero tampoco le ofreca un estmulo especial,
pues saba que la anciana no descansara hasta que hubiera
llevado a cabo un trabajo completo. Y era completo, desde
luego: incluso escribi cartas infamantes sobre el pasado de
Musashi y las arroj a los recintos del comisario de Edo y
los miembros del Consejo de Ancianos. Antes de que
hubiera terminado, incluso Kojir se pregunt si no habra
ido demasiado lejos.
Kojir alent a Osugi para que emprendiera el viaje,
creyendo que a l le convena ms que la mujer regresara al
campo, donde hara un mnimo de dao. Si Osugi lamentaba
algo, era slo que Matahachi no la acompaaba, pues estaba
convencida de que algn da su hijo vera la luz y regresara
a ella.
Iori no poda conocer las circunstancias. Incapaz de
huir, renuente a llorar por temor a que eso pudiera
desacreditar a Musashi, se senta atrapado entre enemigos.
Kojir mir expresamente los ojos del muchacho y se
sorprendi al ver que ste le devolva la mirada. No
parpade ni una sola vez.
Tienes pincel y tinta? le pregunt Kojir a Osugi.
S, pero la tinta est completamente seca. Por qu?
Quiero escribir una carta. Los letreros fijados por los
hombres de Yajibei no han atrado a Musashi, y no s
dnde se encuentra. Iori es el mejor mensajero que
podramos pedir. Creo que debo enviar a Musashi una nota
informndole de mi partida de Edo.
Qu vas a escribirle?
Nada complicado. Le dir que practique la esgrima y
me visite en Buzen uno de estos das. Le har saber que
estoy dispuesto a esperar el resto de mi vida. Puede venir a
mi encuentro cuando tenga la confianza necesaria.
Osugi alz las manos horrorizada.
Cmo puedes hablar as? El resto de tu vida, nada
menos! No puedo esperar tanto tiempo. Debo ver a
Musashi muerto dentro de los tres o cuatro prximos aos
como mximo.
Djalo de mi cuenta. Me ocupar de tu problema al
mismo tiempo que me encargo del mo.
No comprendes que me estoy haciendo vieja? Es
preciso hacerlo mientras viva para verlo.
Si cuidas bien de ti misma, estars presente cuando
mi espada invencible haga un trabajo definitivo.
Kojir tom la barra de tinta de escritura y se dirigi a
un arroyo cercano, donde meti un dedo en el agua para
humedecerla. Todava de pie, se sac unas hojas de papel
del kimono y escribi con rapidez, pero tanto su caligrafa
como la composicin eran las de un experto.
Puedes usar esto como pasta le dijo Osugi,
cogiendo unos granos de arroz hervido y ponindolos sobre
una hoja.
Kojir los aplast entre los dedos, extendi la pasta a lo
largo del borde de la carta y la sell. En el anverso escribi:
De Sasaki Ganry, servidor de la Casa de Hosokawa.
Eh, t, ven aqu. No temas, no voy a hacerte dao.
Quiero que entregues esta carta a Musashi. Asegrate de
que la recibe, porque es importante.
Iori se mostr un momento remiso, pero finalmente
asinti con un gruido y arrebat la carta de la mano de
Kojir.
Qu has escrito en ella?
Slo lo que le he dicho a la abuela.
Puedo echarle un vistazo?
Para eso tendras que romper el sello.
Si has escrito algo insultante, no se la llevar.
No contiene ninguna grosera. Le pido que recuerde
nuestra promesa para el futuro y le digo que espero
ilusionado la ocasin en que volvamos a vernos, tal vez en
Buzen, si l est por all.
Qu quiere decir eso de que volvamos a vernos?
Me refiero a encontrarnos en el lmite entre la vida y
la muerte. Las mejillas de Kojir enrojecieron
ligeramente.
Iori se guard la carta en el interior del kimono y dijo:
De acuerdo, la entregar y ech a correr. A unas
treinta varas de distancia, se detuvo, se volvi y le sac la
lengua a Osugi. Bruja loca! le grit.
C..., cmo?
La anciana estaba dispuesta a correr tras l, pero Kojir
la cogi del brazo e hizo que volviera a sentarse.
No hagas caso le dijo con una sonrisa triste. No
es ms que un chiquillo. Entonces grit a Iori: No
tienes nada mejor que decir?
No... Lgrimas de clera corran por su pecho.
Pero lo lamentars. Es imposible que un tipo como t
derrote a Musashi.
Eres como l, eh? Nunca te rindes. Pero me agrada
tu fidelidad hacia l. Si tu maestro llegase a morir, vente
conmigo. Te dar trabajo como jardinero o algo por el estilo.
Iori no se dio cuenta de que Kojir slo estaba
bromeando, y se tom aquellas palabras como un brutal
insulto. Cogi una piedra del suelo. Cuando alz el brazo
para arrojarla, Kojir le mir fijamente.
No hagas eso le orden en un tono sereno pero
conminatorio.
Iori sinti aquellos ojos sobre l como dos balas, dej
caer la piedra al suelo y ech a correr. Corri sin detenerse
hasta que, completamente exhausto, se derrumb en medio
de la llanura de Musashino.
Permaneci all sentado un par de horas, pensando en el
hombre al que llamaba su maestro. Aunque saba que
Musashi tena muchos enemigos, le consideraba un gran
hombre y quera llegar a emularle. Crea que deba hacer algo
para cumplir con las obligaciones hacia su maestro y
asegurar su seguridad, y por ello resolvi estudiar y
practicar su propia fuerza lo antes posible.
Entonces el recuerdo de la luz aterradora en los ojos de
Kojir acudi para acosarle. Se pregunt si Musashi sera
capaz de derrotar a un hombre tan fuerte y cedi al
pesimismo, dicindose que su maestro tendra que estudiar
y practicar con ahnco. Se puso en pie.
La blanca niebla que descenda ondulante desde las
montaas se extenda sobre la llanura. Tras decidir que
deba proseguir su camino a Chichibu y entregar la carta de
Kojir, de repente se acord del caballo. Temiendo que los
bandidos pudieran haberse apoderado del animal, lo busc
minuciosamente, llamndole y silbando a cada dos pasos.
Le pareci or un sonido de cascos procedente de la
direccin de algo que pareca un estanque. Corri hacia all,
pero no haba caballo ni estanque. La niebla trmula
retroceda a lo lejos.
Vio un objeto negro en movimiento y se aproxim. Un
jabal salvaje dej de buscar comida y se le acerc
peligrosamente. El jabal qued oculto por los juncos y tras
l la niebla form una lnea blanca, dando la impresin de
que lo haba formado la varita de un mago. Mientras miraba
aquel fenmeno tuvo conciencia de un gorgoteo. Se acerc
ms y vio el reflejo de la luna en un arroyuelo entre rocas.
Siempre haba sido sensible a los misterios de la llanura.
Crea con firmeza en que la mariquita ms minscula posea
la fuerza espiritual de los dioses. A su modo de ver, nada
careca de alma, ni las hojas agitadas por la brisa ni el agua
que llamaba con su rumor, ni el viento violento. Ahora,
rodeado por la naturaleza, experimentaba la trmula soledad
del otoo ya casi finalizado, la tristeza que deban sentir las
hierbas, los insectos y el agua.
Solloz con tanta fuerza que se le estremecan los
hombros, pero eran las suyas lgrimas dulces, no amargas.
Si algn otro ser no humano, una estrella quizs, o el
espritu de la planicie, le hubiera preguntado por qu
lloraba, no habra podido decirlo. Y de haber insistido en
que hablara, consolndole y halagndole, l finalmente
podra haber dicho: Lloro a menudo porque estoy al aire
libre. Siempre tengo la sensacin de que la casa de
Htengahara est cerca.
Llorar era un alivio para su alma. Tras haberse
desahogado por completo, el cielo y la tierra le consolaban.
Una vez secas las lgrimas, su espritu regresaba de las
nubes limpio y fresco.
se es Iori, verdad?
Creo que s.
Iori se volvi hacia las voces y las dos figuras humanas
que se recortaban oscuras contra el cielo nocturno.
Sensei! exclam Iori, corriendo a trompicones
hacia el hombre a caballo. Eres t!
Rebosante de alegra se aferr al estribo y alz la vista
para asegurarse de que no estaba soando.
Qu ha ocurrido? le pregunt Musashi. Qu
ests haciendo aqu a solas?
El rostro de Musashi pareca muy delgado, sera a
causa de la luz lunar?, pero su clida voz era lo que Iori
haba anhelado or durante semanas.
Pens que ira a Chichibu... Iori repar en la silla de
montar. Pero, pero si ste es el caballo que yo montaba!
Gonnosuke se ech a rer.
Es tuyo?
S.
No sabamos a quin perteneca. Erraba alrededor del
ro Iruma, as que lo consider un regalo del cielo para
Musashi.
El dios de la llanura debe de haber enviado el caballo a
tu encuentro dijo Iori con absoluta sinceridad.
Dices que es tu caballo? Esa silla no podra
pertenecer ms que a un samurai con unos ingresos de cinco
mil fanegas por lo menos.
Bueno, la verdad es que es un caballo de Shinz.
Musashi desmont.
Entonces has estado en su casa le dijo al
muchacho.
S, Takuan me llev all.
Y qu me dices de nuestra nueva casa?
Est terminada.
Estupendo. Podremos regresar.
Sensei...
S.
Ests muy delgado. A qu se debe?
He pasado mucho tiempo dedicado a la meditacin.
Cmo saliste de la crcel?
Ms tarde te lo contar Gonnosuke. De momento,
digamos que los dioses estuvieron de mi parte.
No tienes que preocuparte ms, Iori dijo
Gonnosuke. Ni uno solo duda ya de su inocencia.
Aliviado, Iori se volvi muy locuaz y les cont su
encuentro con Jtar y la marcha de ste a Edo. Cuando
mencion a la vieja repulsiva que se haba presentado en
la mansin de Hj, record la carta de Kojir.
Ah, me olvidaba de algo importante exclam, y
entreg la carta a Musashi.
Una carta de Kojir? Sorprendido, la sostuvo un
momento en la mano, como si fuese una misiva de un amigo
perdido mucho tiempo atrs. Dnde le has visto? le
pregunt.
En el pueblo de Nobidome. Esa vieja odiosa estaba
con l. Dijo que se diriga a Buzen.
Ah, s?
Estaba con muchos samurais de Hosokawa... Sensei,
ser mejor que ests alerta y no corras ningn riesgo.
Musashi se meti la carta sin abrir en el interior del
kimono y asinti.
Iori no estaba seguro de que su maestro hubiera
entendido exactamente lo que quera decir.
Ese Kojir es muy fuerte, verdad? Acaso tiene algo
contra ti?
El muchacho relat a Musashi todos los detalles de su
encuentro con el enemigo.
Cuando llegaron a la cabaa, Iori baj al pie de la colina
en busca de comida, y Gonnosuke recogi lea y fue a por
agua.
Se sentaron alrededor del fuego que crepitaba en el
hogar y saborearon el placer de estar de nuevo juntos, sanos
y salvos. Fue entonces cuando Iori observ las cicatrices y
moratones recientes en los brazos y el cuello de Musashi.
Cmo te has hecho todas esas marcas? le
pregunt. Ests lleno de ellas.
No tiene importancia. Has alimentado al caballo?
S, seor.
Maana debes devolverlo.
A primera hora de la maana, Iori mont el caballo y
galop un corto trecho antes de desayunar. Cuando el sol
estaba por encima del horizonte, detuvo el caballo y se
qued inmvil, boquiabierto.
Regres corriendo a la cabaa y grit:
Levntate, sensei! Deprisa! Es como cuando lo
vimos desde la montaa en Chichibu. El sol... es enorme y
parece como si fuese a rodar por la llanura. Levntate,
Gonnosuke.
Buenos das dijo Musashi desde el bosque, donde
estaba dando un paseo.
Demasiado excitado para pensar en el desayuno, Iori le
dijo:
Me voy ahora mismo. Y parti al galope.
Musashi contempl al muchacho y el caballo que
adoptaban la figura de un cuervo en el mismo centro del sol.
La mancha negra se fue empequeeciendo, hasta que
finalmente qued absorbida por el gran disco llameante.
El prtico de la gloria
Antes de sentarse a desayunar, el portero rastrill el jardn,
quem las hojas y abri la puerta. Shinz tambin llevaba
cierto tiempo levantado. Comenz su jornada como de
costumbre, leyendo una seleccin de los clsicos chinos, a
lo que sigui la prctica con la espada.
Desde el pozo, adonde haba ido a lavarse, se dirigi al
establo para echar un vistazo a los caballos.
Caballerizo llam.
S, seor.
No ha vuelto todava el ruano castao?
No, pero el caballo no me preocupa tanto como el
muchacho.
No te preocupes por Iori, pues se ha criado en el
campo y puede cuidar de s mismo.
El anciano portero se acerc a Shinz y le inform de
que haban venido a verle unos hombres que le esperaban en
el jardn.
Shinz se encamin a la casa y salud a los recin
llegados agitando la mano.
Cunto tiempo ha pasado coment uno de los
hombres.
Me alegro de veros a todos de nuevo dijo Shinz.
Cmo ests de salud?
Esplndidamente, como podis ver.
Hemos sabido que te hirieron.
No fue gran cosa. Qu os trae por aqu a una hora
tan temprana?
Hay un pequeo asunto que nos gustara tratar
contigo.
Los cinco antiguos estudiantes de Obata Kagenori,
todos ellos apuestos hijos de portaestandartes o eruditos
confucianos, intercambiaron miradas significativas.
Vayamos all dijo Shinz, indicando un montculo
cubierto de arces en un rincn del jardn.
Al llegar a la fogata del portero, se detuvieron y
permanecieron a su alrededor.
Shinz se llev una mano al cuello, y entonces, al ver
que los dems le estaban mirando, dijo:
Cuando hace fro me duele un poco.
Los dems se turnaron para examinar la cicatriz.
Tenemos entendido que ha sido obra de Sasaki
Kojir.
Se hizo una pausa de silencio breve y tensa.
Precisamente hemos venido hoy para hablar de
Kojir. Ayer nos enteramos de que ha sido l quien mat a
Yogor.
Lo sospechaba. Tenis alguna prueba?
Circunstancial, pero convincente. Encontraron el
cuerpo de Yogor al pie de la colina de Isarago, detrs del
templo. La casa de Kakubei est hacia la mitad de la colina,
y Kojir se alojaba ah.
Humm. No me extraara que Yogor hubiera ido l
solo a ver a Kojir.
Estamos bastante seguros de que eso es lo que
ocurri. Tres o cuatro noches antes de que encontraran el
cuerpo, un florista vio a un hombre que responda a la
descripcin de Kojir trepando por la colina. Kojir debi
de matarle y luego baj el cuerpo al pie de la colina.
Los seis hombres intercambiaron solemnes miradas.
Guardaban silencio, pero la clera que sentan se reflejaba
en sus ojos.
Shinz, su rostro enrojecido por el fuego, les pregunt:
Es eso todo?
No. Queramos hablar sobre el futuro de la Casa de
Obata y cmo vamos a ocuparnos de Kojir.
Shinz estaba sumido en sus pensamientos. El hombre
que haba hablado en primer lugar dijo:
A lo mejor ya lo sabis, pero Kojir se ha convertido
en vasallo del seor Hosokawa Tadatoshi. Ahora viaja
camino de Buzen, y no ha pagado lo que deba... por la
ruina de la reputacin de nuestro maestro, la muerte de su
nico hijo y heredero y la matanza de nuestros camaradas.
Shinz le inst un tercer hombre, como
discpulos de Obata Kagenori, tenemos que hacer algo.
Motas de blanca ceniza se alzaban del fuego. Uno de los
hombres trag humo y tosi.
Tras escucharles durante varios minutos, mientras ellos
expresaban su enconada indignacin, Shinz dijo:
Soy una de las vctimas, por supuesto, y tengo un
plan propio. Pero decidme qu habis pensado hacer
vosotros.
Presentar una protesta al seor Hosokawa, contarle
todo lo ocurrido y pedirle que nos entregue a Kojir.
Y luego qu?
Expondremos su cabeza en una pica ante las tumbas
de nuestro maestro y su hijo.
Podrais hacer tal cosa si os lo entregaran atado, pero
los Hosokawa probablemente no harn tal cosa. Aunque le
hayan reclutado hace muy poco, es su vasallo y lo que les
interesa es su habilidad. Vuestra queja slo sera una prueba
ms de esa habilidad. Qu daimy entregar uno de sus
vasallos a otro sin motivos imperiosos?
Entonces deberemos tomar medidas extremas.
Por ejemplo?
El grupo con el que viaja es bastante grande.
Podramos darles alcance con facilidad. Encabezados por ti,
nosotros seis y otros discpulos leales...
Ests sugiriendo que le ataquemos?
S. Ven con nosotros, Shinz.
No me gusta.
No eres t el elegido para llevar el nombre de Obata?
Resulta difcil admitir que un enemigo es mejor que
nosotros dijo Shinz con semblante pensativo. Sin
embargo, objetivamente, Kojir es el mejor espadachn. Me
temo que, incluso con docenas de hombres, no haremos ms
que aumentar nuestra vergenza.
Y vas a quedarte al margen sin hacer nada?
pregunt indignado uno de ellos.
No. Detesto tanto como vosotros que Kojir haya
salido indemne de lo que hizo, pero estoy dispuesto a
esperar el tiempo que sea necesario.
Tienes una paciencia enorme dijo uno de los
hombres en tono sarcstico.
No ests evadiendo tu responsabilidad? le
pregunt otro.
Como Shinz no responda, los cinco hombres
concluyeron que era intil seguir hablando y se alejaron a
toda prisa.
Por el camino se cruzaron con Iori, el cual haba
desmontado en el portal y diriga su montura al establo.
Tras atar el caballo, vio a Shinz junto al fuego y fue a
reunirse con l.
Vaya dijo el muchacho. Os habis peleado?
Por qu lo preguntas?
Al llegar me he cruzado con unos samurais y parecan
enfadados. Decan cosas extraas, como le haba evaluado
en exceso y es un dbil.
Eso no significa nada dijo Shinz con una risita.
Acrcate ms y calintate.
Quin necesita fuego? He venido cabalgando sin
parar desde Musashino.
Pareces muy animado. Dnde estuviste anoche?
En casa. El sensei ha vuelto!
Haba odo decir que estaba de vuelta o que no
tardara en llegar.
Lo sabas ya?
Me lo dijo Takuan. Has odo la noticia, Iori?
Qu noticia?
Tu maestro va a ser un gran hombre. Ha tenido una
suerte extraordinaria, pues va a ser uno de los maestros del
shgun. Ser el fundador de su propia escuela de esgrima.
Lo dices en serio?
Te satisface?
Naturalmente. Nada podra hacerme ms feliz. Me
prestas el caballo?
Ahora? Si acabas de llegar.
Ir a decrselo.
No es necesario que lo hagas. Antes de que finalice la
jornada, el Consejo de Ancianos le convocar formalmente.
En cuanto nos avisen, yo mismo ir a decrselo a Musashi.
Vendr l aqu?
S le asegur Shinz.
Mirando por ltima vez el fuego moribundo, ech a
andar hacia la casa, un poco animado por Iori, pero
preocupado por el destino de sus airados amigos.
La convocatoria tuvo lugar sin tardanza. Dos horas despus
lleg un mensajero con una carta para Takuan y una orden
para que Musashi se presentara al da siguiente en el
Pabelln de Recepciones, ante el portal de Wadakura. Tras
haber confirmado su cita, se le informaba de que sera
recibido en audiencia por el shgun.
Cuando Shinz, con un ayudante, lleg a la casa en la
llanura de Musashino, encontr a Musashi sentado al sol
con un gatito en el regazo, charlando con Gonnosuke.
Las palabras fueron breves. Shinz se limit a decir:
He venido en tu busca.
Gracias dijo Musashi. Estaba a punto de
llamarte para agradecerte que hayas cuidado de Iori.
Sin decir nada ms, mont el caballo que Shinz le haba
trado y regresaron a Ushigome.
Aquella noche, cuando estaba sentado con Takuan y el
seor Ujikatsu, se sinti inmensamente afortunado porque
poda considerar a aquellos hombres, as como a Shinz,
como verdaderos amigos.
Al levantarse por la maana, Musashi descubri que ya
haban dejado en su habitacin ropas apropiadas, junto con
un abanico y papel de seda.
Hoy es un gran da le dijo el seor Ujikatsu
durante el desayuno. Debes regocijarte.
El desayuno consista en arroz con judas rojas, un
pescado de agua dulce entero para cada uno y otros platos
que slo se servan en las ocasiones festivas. El men era
muy parecido al que se serva durante la ceremonia de la
mayora de edad en la familia Hj.
Musashi deseaba rechazar la cita. En Chichibu haba
pensado a fondo en los dos aos vividos en Htengahara y
su ambicin de poner su habilidad con la espada al servicio
del buen gobierno. Ahora la creencia de que Edo, por no
hablar del resto del pas, estaba preparado para la clase de
gobierno ideal que imaginaba pareca menos sostenible. La
santidad del Camino y la aplicacin de los principios de la
esgrima a la causa de la paz slo parecan ideales elevados,
por lo menos hasta que Edo u Osaka lograran consolidar su
dominio sobre todo el pas. Y an no haba tomado una
decisin sobre otro aspecto crucial: si la batalla definitiva se
librara maana, debera apoyar al ejrcito del este o al del
oeste? O quiz debera abandonar el mundo y sobrevivir
en las montaas alimentndose de races hasta que se
restaurase la paz?
Ni siquiera aquella maana poda librarse de la
sensacin de que si se contentaba con un alto cargo su
bsqueda del Camino quedara interrumpida. Pero no poda
negarse. Lo que finalmente le decidi fue la confianza en l
que le demostraban sus seguidores. Era imposible darles
una negativa; no engaara a Takuan, su viejo amigo y
severo mentor, ni al seor Ujikatsu, que ahora se revelaba
como un conocido valioso.
Vestido con atuendo formal y montado en un
esplndido caballo con una hermosa silla, se encamin al
castillo por la carretera soleada. Cada paso que daba le
acercaba supuestamente al prtico de la gloria.
Delante del Pabelln de Recepcin haba un patio de
grava y, en un alto poste, un letrero que deca:
Desmontar. Cuando Musashi baj del caballo, un oficial
y un mozo de establo se aproximaron.
Me llamo Miyamoto Musashi anunci en un tono
de voz formal. Vengo de acuerdo con la convocatoria que
efectu ayer el Consejo de Ancianos. Puedo pediros que
me llevis al oficial encargado de la sala de espera?
Se haba presentado solo, como se esperaba de l. Lleg
otro oficial y le escolt a la sala de espera, donde le dijeron
que aguardase hasta que llegara aviso del interior.
Era una sala grande, de ms de veinte esteras, conocida
como la Habitacin de las orqudeas debido a las pinturas
de aves y orqudeas primaverales en las paredes y los
paneles de las puertas. Poco despus entr un sirviente con
t y pasteles, pero se fue el nico ser humano que
Musashi vio durante casi media jornada. Los pajarillos de
las pinturas no cantaban, las orqudeas no tenan fragancia.
Musashi empez a bostezar.
Supuso que el hombre de rostro rubicundo y cabello
blanco que por fin se present era uno de los ministros. Tal
vez en su juventud fue un guerrero distinguido.
Eres Musashi, verdad? le dijo el seor Sakai
Tadakatsu mientras tomaba asiento. Disculpa por la larga
espera.
Aunque era seor de Kawagoe y un daimy muy
conocido, en el castillo del shgun no era ms que otro
funcionario a quien serva un solo samurai. Al parecer, le
importaba muy poco la pompa y el protocolo.
Musashi hizo una reverencia hasta tocar el suelo con la
frente y permaneci en esa posicin mientras anunciaba en
un lenguaje rgidamente formal:
Me llamo Miyamoto Musashi, rnin de Mimasaka e
hijo de Munisai, descendiente de la familia Shimmen. He
venido a las puertas del castillo cumpliendo con la voluntad
del shgun, expresada en la citacin que me envi.
Tadakatsu asinti varias veces, sacudiendo su papada.
Muchas gracias por las molestias que te has tomado
le dijo, y entonces adopt un tono de disculpa: Con
respecto a tu nombramiento para un cargo oficial, para el
que fuiste recomendado por el sacerdote Takuan y el seor
Hj de Awa, anoche se produjo un sbito cambio en los
planes del shgun y, como resultado, no sers contratado.
Puesto que varios de nosotros no estbamos de acuerdo con
esta decisin, el Consejo de Ancianos ha revisado hoy el
asunto. De hecho, hemos estado discutiendo hasta ahora.
Planteamos la cuestin nuevamente al shgun, pero lamento
decirte que no hemos podido alterar la decisin que tom.
El funcionario miraba a Musashi con simpata y por un
instante pareci buscar palabras de consuelo.
En nuestro mundo huidizo sigui diciendo, esta
clase de cosas suceden continuamente. No debes irritarte
por lo que la gente diga de ti. En el terreno de los
nombramientos oficiales, a menudo es difcil saber si uno ha
sido afortunado o no.
Musashi, todava inclinado, respondi:
S, seor.
Las palabras de Tadakatsu eran como msica en sus
odos. La gratitud brotaba del fondo de su corazn, llenando
todo su cuerpo.
Comprendo la decisin, seor, y te estoy agradecido.
Pronunci estas palabras con toda naturalidad. A
Musashi le tena sin cuidado el prestigio y no haba la
menor irona en su actitud. Tena la sensacin de que un ser
ms grande que el shgun acababa de concederle un
nombramiento mucho ms importante que el tutor oficial.
Le haba sido dispensada la palabra de los dioses.
Lo ha encajado bien, pens Tadakatsu, mirando
sutilmente a Musashi. Entonces dijo en voz alta:
Quiz sea presuntuoso por mi parte, pero me han
dicho que tienes unos intereses artsticos del todo inslitos
en un samurai. Quisiera presentar una muestra de tu obra al
shgun. Responder a los chismorreos maliciosos de la gente
ordinaria no es importante. Creo que sera ms adecuado
para un noble samurai alzarse por encima de la chchara de
la gente y dejar tras de s un mudo testimonio de la pureza
de su corazn. Una obra de arte sera apropiada, no crees?
Mientras Musashi todava reflexionaba en el significado
de estas palabras, Tadakatsu aadi:
Espero que nos volvamos a ver.
Dicho esto abandon la estancia.
Musashi alz la cabeza y se sent erguido. Tard un
par de minutos en comprender el significado de las palabras
de Tadakatsu, esto es, que no haba necesidad de responder
a los chismorreos maliciosos, pero tena que dar una prueba
de su carcter. Si as lo haca, su honor quedara limpio, y
los hombres que le haban recomendado no sufriran
ninguna prdida de prestigio.
Musashi pens en lo curioso que era que la mayora de
los nios supieran dibujar, as como cantar, pero que
olvidaran la manera de hacerlo a medida que crecan. Tal vez
la poca sabidura que aprendan con la edad era inhibitoria.
l mismo no era ninguna excepcin. De nio a menudo se
dedicaba a dibujar, y era sta una de sus maneras favoritas
de superar la soledad. Pero desde los trece o catorce hasta
pasados los veinte, haba abandonado el dibujo casi por
completo. En el curso de sus viajes, a menudo se haba
detenido en templos o casas de personajes acaudalados,
donde haba tenido la oportunidad de ver buenas pinturas,
murales o pergaminos colgados en los lugares de honor, lo
cual le haba producido un vivo inters por el arte.
La sencillez aristocrtica y la sutil profundidad de la
pintura de unos castaos de Liang-k'ai le haba producido
una impresin especialmente profunda. Tras ver esa obra
en la casa de Ketsu, haba aprovechado todas las
oportunidades a su alcance para ver las excepcionales
pinturas chinas de la dinasta Sung, las obras de los
maestros japoneses Zen del siglo XV y las pinturas de
maestros contemporneos de la escuela Kan, en especial
Kan Sanraku y Kaih Ysh. Naturalmente, tena sus
preferencias. El trazo audaz y viril de Liang-k'ai, desde el
punto de vista de un espadachn, le revelaba la prodigiosa
fuerza de un gigante. Kaih Ysh, posiblemente porque
era de origen samurai, haba alcanzado en su ancianidad
semejante grado de pureza que Musashi lo consideraba un
hombre digno de tomarlo como modelo. Tambin le atraan
los efectos de luz espontneos en las obras del sacerdote
ermitao y esteta Shkad Shj, el cual le gustaba tanto
ms cuanto que tena la reputacin de ser amigo de Takuan.
La pintura, que pareca un arte muy alejado del camino
que l haba elegido, difcilmente era apropiada para una
persona que no sola pasarse un mes entero en un solo
lugar. Sin embargo, de vez en cuando Musashi se dedicaba a
la pintura.
Como en el caso de otros adultos que se han olvidado
de dibujar, su mente trabajaba, pero no su espritu.
Concentrado en dibujar con habilidad, era incapaz de
expresarse naturalmente. Muchas eran las ocasiones en las
que haba abandonado, sintindose desalentado. Luego, ms
tarde o ms temprano, invariablemente algn impulso le
mova a empuar el pincel de nuevo, en secreto. Como sus
pinturas le avergonzaban, nunca las enseaba a los dems,
aunque dejaba que inspeccionaran sus esculturas.
Una actitud a la que puso fin en aquel momento. Para
conmemorar aquel da decisivo, decidi pintar una obra que
pudiera ser mostrada al shgun o a cualquier otra persona.
Trabaj rpidamente y sin interrupcin hasta que
termin. Entonces introdujo el pincel en un jarro de agua y
se march, sin volver una sola vez la cabeza atrs para ver
su obra.
En el patio se volvi para echar un ltimo vistazo al
imponente portal, y un interrogante llen su mente: dnde
estaba la gloria, dentro o fuera del prtico?
Sakai Tadakatsu regres a la sala de espera y se sent
durante algn tiempo, contemplando la pintura todava
hmeda. Era una representacin de la planicie de
Musashino. En el centro, muy grande, el sol naciente, el
cual, simbolizando la confianza de Musashi en su propia
integridad, era bermelln. El resto de la obra haba sido
ejecutado en tinta para captar la sensacin otoal de la
planicie.
Hemos perdido un tigre que ha vuelto a la naturaleza,
se dijo Tadakatsu.
El sonido del cielo
Ya ests de vuelta? le pregunt Gonnosuke,
parpadeando al ver el traje formal rgidamente almidonado
de Musashi.
Musashi entr en la casa y tom asiento. Gonnosuke se
arrodill en el borde de la esterilla de juncos e hizo una
reverencia.
Felicidades le dijo efusivamente. Tendrs que
empezar a trabajar en seguida?
El nombramiento ha sido cancelado dijo Musashi,
riendo.
Cancelado? Ests de broma?
No, y a decir verdad me satisface que haya sido as.
No te comprendo. Sabes qu ha salido mal?
No encontr motivos para preguntarlo. Doy gracias a
los cielos por el giro que han tomado las cosas.
Pero parece una pena.
Incluso t opinas que slo puedo hallar la gloria
dentro de los muros del castillo de Edo?
Gonnosuke no le respondi.
Durante cierto tiempo abrigu esa ambicin. Soaba
en aplicar mi conocimiento de la esgrima al problema de
aportar paz y felicidad al pueblo, en hacer del Camino de la
Espada el Camino del Gobierno. Pens que ser funcionario
del shgun me dara ocasin de poner a prueba mi idea.
Alguien te ha difamado, no es cierto?
Es posible, pero no pienses ms en ello. Y no me
interpretes mal. He llegado a saber, sobre todo hoy, que mis
ideas son poco ms que sueos.
Eso no es cierto. Yo he tenido la misma idea: el
Camino de la Espada y el espritu del buen gobierno
deberan ser una y la misma cosa.
Me alegro de que estemos de acuerdo. Pero lo cierto
es que la verdad del sabio, a solas en su estudio, no siempre
coincide con lo que el mundo en general considera cierto.
Entonces crees que la verdad que t y yo buscamos
no tiene utilidad en el mundo real.
No, no se trata de eso dijo Musashi con
impaciencia. Mientras este pas exista, por mucho que
cambien las cosas, el Camino del Espritu del hombre
valiente nunca dejar de ser til... Si piensas un poco en el
asunto, te dars cuenta de que el Camino del Gobierno no
depende slo del Arte de la Guerra. Un sistema poltico
impecable debe basarse en una mezcla perfecta de las artes
militar y literaria. Hacer que el mundo viva en paz es el
objetivo ltimo del Camino de la Espada. Por eso he llegado
a la conclusin de que mis pensamientos son slo sueos, y
sueos infantiles por cierto. Debo aprender a ser un
humilde servidor de dos dioses, uno de la espada y otro de
la pluma. Antes de que intente gobernar la nacin, he de
aprender lo que la nacin tiene que ensearme.
Concluy con una risa, pero se interrumpi
bruscamente y pregunt a Gonnosuke si tena un tintero o
un equipo de escritura.
Cuando termin de escribir, dobl la carta y dijo a
Gonnosuke:
Lamento molestarte, pero quisiera pedirte que
entregues este mensaje en mi nombre.
En la residencia Hj?
S. He escrito acerca de mis sentimientos. Saluda
efusivamente de mi parte a Takuan y al seor Ujikatsu...
Ah, una cosa ms. He guardado algo que pertenece a Iori.
Te ruego que se lo devuelvas.
Sac la bolsa que le diera el padre de Iori y la deposit
al lado de la carta.
Gonnosuke, sin poder ocultar una expresin de
inquietud en su semblante, se le acerc movindose sobre
las rodillas y le pregunt:
Por qu devuelves ahora esto a Iori?
Me voy a las montaas.
Ya sea las montaas o la ciudad, adondequiera que
vayas, Iori y yo queremos acompaarte como tus
discpulos.
No me voy para siempre. Mientras est ausente,
quisiera que cuides de Iori, digamos durante los prximos
dos o tres aos.
Cmo? Vas a retirarte?
Musashi se ri, descruz las piernas y se inclin hacia
atrs, apoyndose en los brazos.
Soy demasiado joven para eso. No abandono mi gran
esperanza. Todo sigue delante de m: deseos, ilusiones,
todo... Existe una cancin..., no s quin la escribi, pero
dice as:
Mientras anhelo llegar
a la espesura de las montaas,
me veo arrastrado contra mi voluntad
a los lugares
donde la gente reside.
Gonnosuke inclin la cabeza y escuch. Entonces se
puso en pie y se guard la carta y la bolsa en el interior del
kimono.
Ser mejor que me vaya dijo en voz baja. Est
oscureciendo.
De acuerdo. Por favor, devuelve el caballo y dile al
seor Ujikatsu que, como las ropas se han ensuciado
durante el viaje, me las quedar.
S, desde luego.
No creo que fuese discreto por mi parte regresar a la
casa del seor Ujikatsu. La cancelacin del nombramiento
debe significar que el shogunado me considera como indigno
de confianza o sospechoso. Si el seor Ujikatsu se
relacionara ms estrechamente conmigo, podra verse en
dificultades. No le escribo eso en la carta, por lo que quiero
que se lo expliques t. Dile que confo en que no se ofenda.
Comprendo. Estar de regreso antes de la maana.
El sol se pona rpidamente. Gonnosuke cogi el caballo
por el bocado y condujo al animal a lo largo del sendero.
Puesto que haba sido prestado a Musashi, la idea de
montarlo no le pas por la cabeza.
Cerca de dos horas despus lleg a Ushigome. Los
hombres estaban sentados sin hacer nada, preguntndose
qu le haba ocurrido a Musashi. Gonnosuke se reuni con
ellos y entreg la carta a Takuan.
Un oficial ya les haba visitado para informarles sobre
los aspectos desfavorables del carcter de Musashi y sus
pasadas actividades. Entre todos los puntos en su contra, el
peor era que tena un enemigo que le haba jurado venganza.
Segn los rumores, Musashi no tena razn.
Tras la marcha del oficial, Shinz habl con su padre y
Takuan de la visita de Osugi.
Incluso intent vender aqu su mercanca coment
el joven, refirindose a las difamaciones que la anciana
extenda sobre Musashi.
Una cosa que no tena explicacin era por qu la gente
aceptaba lo que les decan sin ponerlo en tela de juicio. No
slo las personas ordinarias mujeres que chismorreaban
alrededor del pozo o trabajadores que beban en humildes
casas de sake sino hombres lo bastante inteligentes para
separar los hechos de las invenciones. Los ministros del
shgun haban discutido el asunto durante largas horas,
pero incluso ellos haban terminado por dar crdito a las
calumnias de Osugi.
Takuan y los dems haban esperado hasta cierto punto
que la carta de Musashi expresara su descontento, pero lo
cierto era que deca muy poco ms all de exponer sus
motivos para marcharse. Empezaba diciendo que haba
pedido a Gonnosuke que les dijera cmo se senta. Segua la
cancin que le haba cantado a Gonnosuke. La breve misiva
terminaba diciendo: Cediendo a mi crnica pasin de
viajar, emprendo otro viaje sin rumbo. En esta ocasin os
ofrezco el siguiente poema, que quiz os divierta:
Si el universo
es realmente mi jardn,
cuando lo miro,
estoy en la salida de
la casa llamada el Mundo Flotante.
Aunque Ujikatsu y Shinz se sentan profundamente
conmovidos por la consideracin de Musashi, el primero
dijo:
Es demasiado modesto. Quisiera verle una sola vez
ms antes de que se vaya. Takuan, dudo de que venga si
enviamos a buscarle, as que vayamos nosotros en su busca.
Se puso en pie, dispuesto a partir de inmediato.
Puedes esperar un momento, seor? inquiri
Gonnosuke. Me gustara ir contigo, pero Musashi me
pidi que le diera algo a Iori. Te importara pedir que le
hagan venir?
Cuando entr Iori, pregunt:
Me llamabas? Su mirada se fij de inmediato en la
bolsa que sostena Gonnosuke.
Musashi me ha dicho que cuides bien de esto, ya que
es la nica reliquia que tienes de tu padre. Entonces le
explic que los dos estaran juntos hasta el regreso de
Musashi.
Iori no poda ocultar su decepcin, pero no quera
parecer dbil y asinti sin entusiasmo.
Interrogado por Takuan, Iori cont todo lo que saba de
sus padres. Cuando finalizaron las preguntas, coment:
Una cosa que no sabr jams es lo que ha sido de mi
hermana. Mi padre no hablaba mucho de ella, y mi madre
muri sin decirme nada que recuerde. Desconozco su
paradero, as como si est viva o muerta.
Takuan se puso la bolsa sobre la rodilla y sac un
arrugado trozo de papel. Mientras lea el crptico mensaje
que haba escrito el padre de Iori, enarc las cejas,
sorprendido. Mir fijamente a Iori y dijo:
Esto nos dice algo acerca de tu hermana. Se salt la
primera parte y ley en voz alta: Puesto que haba
decidido morir de hambre antes que servir a un segundo
seor, mi esposa y yo viajamos errantes durante muchos
aos, viviendo en las circunstancias ms humildes. Un ao
tuvimos que abandonar a nuestra hija en un templo de las
provincias centrales. Pusimos "un sonido del cielo" entre
sus ropas infantiles y confiamos su futuro al umbral de la
misericordia. Entonces proseguimos nuestro camino hacia
otra provincia.
Ms adelante adquir mi casa con tejado de paja en
los campos de Shimsa. Pens en aquella poca anterior,
pero el lugar estaba muy lejos y no habamos tenido noticia
alguna, por lo que tem que tal vez tratar de encontrarla no
fuese lo mejor para la nia. As pues, dej las cosas como
estaban.
Qu crueles pueden ser los padres! Las palabras de
Minamoto no Sanetomo son una reprobacin de mis actos:
"Incluso los animales,
que no pueden expresar sus sentimientos
no carecen
del amor tierno y generoso
de los padres hacia sus vstagos".
Ojal mis antepasados se apiaden de m por negarme
a ensuciar mi honor de samurai ponindome al servicio de
un segundo seor. T eres mi hijo. Por mucho que anheles
el xito, no comas un mijo deshonroso!
Takuan guard de nuevo el papel en la bolsa.
Podrs ver a tu hermana le dijo al muchacho. La
conozco desde que era una jovencita, y Musashi tambin la
conoce. Ven con nosotros, Iori.
No explic por qu hablaba as ni tampoco mencion a
Ots ni el sonido del cielo, que evidentemente era su
flauta.
Todos salieron juntos y regresaron apresuradamente a
la cabaa, donde llegaron poco despus de que los primeros
rayos del sol naciente la iluminaran. Estaba vaca. En el
extremo de la llanura haba una sola nube blanca.
Libro VII LA LUZ
PERFECTA
El buey desbocado
La sombra de la rama de ciruelo sobre la pared de yeso
blanco, proyectada por el plido sol, era de una belleza
comedida que evocaba una pintura monocroma a tinta.
Reinaba la tranquilidad en la primavera temprana de
Koyagy, y las ramas de los ciruelos parecan sealar el sur
a los ruiseores que pronto volaran en bandadas hacia el
valle.
Al contrario que los pjaros, los shugysha que se
presentaron a las puertas del castillo no tenan en cuenta las
estaciones. Llegaban en un torrente continuo, con la
intencin ya de recibir instruccin de Sekishsai, ya de
probar su habilidad enfrentndose a l. La letana tena
pocas variaciones: Por favor, un solo encuentro; Te lo
ruego, djame verle; Soy el nico discpulo verdadero de
Fulano que ensea en tal y cual lugar. Durante los diez
ltimos aos, los guardianes haban dado siempre la misma
respuesta: debido a lo avanzado de su edad, su seor no
poda recibir a nadie. Pocos espadachines, o aspirantes a
serlo, se conformaban con eso. Algunos lanzaban diatribas
sobre el significado del verdadero Camino y decan que no
debera existir ninguna discriminacin entre jvenes y
viejos, ricos y pobres, principiantes y expertos. Otros se
limitaban a suplicar, mientras que algunos tenan la audacia
de ofrecer sobornos. Muchos eran los que se marchaban
mascullando agrias imprecaciones.
Si la verdad hubiera sido de dominio pblico, a saber,
que Sekishsai haba fallecido el ao anterior, las cosas
podran haberse simplificado mucho, pero se decidi que,
como Munenori no poda marcharse de Edo hasta el cuarto
mes, la muerte debera mantenerse en secreto hasta que se
hubiera celebrado el servicio fnebre. Una de las pocas
personas de fuera del castillo que conocan las
circunstancias estaba sentada ahora en una sala de invitados
y peda ver a Hygo con bastante insistencia.
Era Inshun, el abad ya entrado en aos del Hzin,
quien durante el perodo de senilidad de In'ei y tras la
muerte de ste haba mantenido la reputacin del templo
como un centro de artes marciales. Muchos crean incluso
que la haba mejorado. Haba hecho todo lo posible para
conservar los estrechos vnculos entre el templo y
Koyagy que haban existido desde los tiempos de In'ei y
Sekishsai. Deca que quera ver a Hygo para hablar de las
artes marciales, pero Sukekur conoca su verdadero
propsito: enfrentarse en combate al hombre a quien su
abuelo haba considerado en privado como un espadachn
mejor que l mismo o Munenori. Por supuesto, Hygo no
estaba dispuesto a participar en semejante encuentro, pues
no crea que beneficiara a nadie y, en consecuencia, era
insensato.
Sukekur asegur a Inshun que haba dado aviso.
Estoy seguro de que Hygo saldra a saludarte si se
encontrara mejor.
Quieres decir que todava est resfriado?
As es, no puede quitrselo de encima.
No saba que su salud fuese tan frgil.
Oh, no lo es, pero ha estado en Edo algn tiempo,
sabes?, y no puede acostumbrarse del todo a los fros
inviernos de estas montaas.
Mientras los dos hombres hablaban, un sirviente
llamaba a Ots en el jardn del recinto ms interior. Se abri
una shoji y la muchacha sali de una de las casas, seguida
por una espiral de humo de incienso. Segua de luto ms de
doscientos das despus del fallecimiento de Sekishsai, y
su rostro estaba tan blanco como una flor de peral.
Dnde estabas? le pregunt el muchacho. Te he
buscado por todas partes.
Estaba en la capilla budista.
Hygo pregunta por ti.
Cuando entr en la habitacin de Hygo, ste le dijo:
Ah, Ots, gracias por venir. Quisiera que saludaras a
un visitante de mi parte.
S, desde luego.
Lleva aqu bastante rato. Sukekur ha ido a hacerle
compaa, pero el pobre ya debe de estar harto despus de
or hablar tanto del Arte de la Guerra.
El abad del Hzin?
El mismo.
Ots sonri levemente, inclin la cabeza y sali de la
estancia.
Entretanto, Inshun sonsacaba a Sukekur sin demasiada
sutileza detalles del pasado y el carcter de Hygo.
Me han dicho que cuando Kat Kiyomasa le ofreci
una posicin, Sekishsai se neg a dar su consentimiento a
menos que Kiyomasa aceptara una condicin inslita.
De veras? No recuerdo haber odo jams semejante
cosa.
Segn In'ei, Sekishsai le dijo a Kiyomasa que,
puesto que Hygo tena muy mal genio, su seora deba
prometerle por anticipado que si Hygo cometa faltas
graves, le perdonara las tres primeras. Se sabe que
Sekishsai jams toleraba la irreflexin. Deba de tener unos
sentimientos muy especiales hacia Hygo.
Esta revelacin era tan sorprendente que Sukekur an
no saba qu decir cuando entr Ots. La muchacha sonri
al abad y le dijo:
Me alegro mucho de verte. Lamentablemente, Hygo
est muy ocupado preparando un informe que debe enviar a
Edo de inmediato, pero me ha pedido que te presente sus
excusas por no poder verte en esta ocasin.
Ots se atare sirviendo t y pastelillos a Inshun y los
dos jvenes sacerdotes que le acompaaban.
El abad pareci decepcionado, aunque ignor
cortsmente la discrepancia entre la excusa que le haba
dado Sukekur y la de Ots.
Es una lstima, pues tena una importante
informacin que darle.
Se la transmitir con mucho gusto dijo Sukekur
, y puedes tener la seguridad de que slo llegar a odos
de Hygo.
Estoy seguro de ello dijo el viejo sacerdote. Slo
quera advertir personalmente a Hygo.
Entonces Inshun repiti un rumor que haba odo sobre
cierto samurai del castillo de Ueno en la provincia de Iga. La
lnea divisoria entre Koyagy y el castillo se hallaba en una
zona escasamente poblada, unas dos millas al este, y desde
que Ieyasu la confisc al daimy cristiano Tsutsui
Sadatsugu para entregarla a Td Takatora se haban
producido muchos cambios. Desde que fij all su
residencia el ao anterior, Takatora haba reparado el
castillo, revisado el sistema de impuestos, mejorado las
instalaciones de riego y llevado a cabo otras medidas para
consolidar su posesin del territorio. Todo esto era de
dominio pblico. Pero Inshun se haba enterado de algo
ms: Takatora se dispona a expandir sus tierras haciendo
retroceder la lnea limtrofe.
Segn los informes, Takatora haba enviado un cuerpo
de samurais a Tsukigase, donde estaban construyendo
casas, talando ciruelos, desviando a los viajeros e
invadiendo abiertamente la propiedad del seor Yagy.
Pudiera ser que el seor Takatora se est
aprovechando de que estis de luto observ Inshun.
Podis considerarme un alarmista, pero parece como si se
propusiera retirar el lmite en esta direccin y tender una
nueva valla. De ser as, sera mucho ms fcil aclarar las
cosas ahora que cuando haya terminado. Me temo que si os
quedis sentados sin hacer nada, ms tarde lo lamentaris.
Sukekur, hablando como uno de los servidores de alto
rango de su seor, agradeci la informacin a Inshun.
Har que se investigue la situacin y, si es necesario,
expondr una queja.
Sukekur expres su agradecimiento en nombre de
Hygo e hizo una reverencia mientras el abad se marchaba.
Cuando Sukekur inform de los rumores a Hygo, ste
se ech a rer.
No hagas caso dijo. Cuando regrese mi to se
ocupar del asunto.
Sukekur, que saba lo importante que era proteger cada
palmo de terreno, no qued nada satisfecho con la actitud
de Hygo. Habl con los otros samurais de alto rango y
convinieron en que, aunque era necesaria una gran
discrecin, deban hacer algo. Td Takatora era uno de los
daimy ms poderosos del pas.
A la maana siguiente, cuando Sukekur sala del dj
situado encima del Shinkaged tras la prctica de esgrima,
tropez con un chico de trece o catorce aos.
El muchacho hizo una reverencia a Sukekur, el cual le
dijo jovialmente:
Ah, hola, Ushinosuke. Fisgando otra vez en el dj?
Me has trado un regalo? Veamos..., patatas silvestres?
Slo bromeaba a medias, puesto que las patatas de
Ushinosuke eran siempre mejores que las de cualquier otro.
El muchacho viva con su madre en la aislada aldea
montaesa de Araki, y a menudo acuda al castillo para
vender carbn, carne de jabal y otros productos.
Hoy no tengo patatas, pero le he trado esto a Ots
dijo, al tiempo que mostraba un paquete envuelto en
paja.
A ver, qu es esto..., ruibarbo?
No, est vivo! A veces oigo cantar a los ruiseores
en Tsukigase. He atrapado uno!
Humm, siempre vienes aqu por el camino de
Tsukigase, no es cierto?
S, es el nico camino.
Permteme que te haga una pregunta. Has visto
muchos samurais en esa zona ltimamente?
Algunos.
Qu estn haciendo ah?
Construyen cabaas...
Has visto si levantan vallas o algo parecido?
No.
Han estado talando ciruelos?
Bueno, aparte de las cabaas han arreglado los
puentes, y para eso han cortado toda clase de rboles.
Tambin necesitaban lea.
Paran a la gente en el camino?
No lo creo. No les he visto hacer eso.
Sukekur lade la cabeza.
Tengo entendido que esos samurais son del feudo del
seor Td, pero no s qu estn haciendo en Tsukigase.
Qu dice la gente de la aldea?
Dicen que son rnin expulsados de Nara y Uji. No
tienen donde vivir, as que han ido a las montaas.
A pesar de lo que Inshun le haba dicho, Sukekur se
dijo que esa explicacin era razonable. kubo Nagayasu, el
magistrado de Nara, se esforzaba por mantener su
jurisdiccin libre de rnin indigentes.
Dnde est Ots? pregunt Ushinosuke.
Quiero darle su regalo.
El chiquillo siempre deseaba verla, pero no slo porque
ella le daba dulces y era amable con l. Su belleza tena algo
misterioso, sobrenatural. A veces, Ushinosuke se
preguntaba si era humana o una diosa.
Supongo que est en el castillo dijo Sukekur.
Entonces, mirando hacia el jardn, aadi: Vaya, parece
que tienes suerte. No es sa de ah?
Ots! grit Ushinosuke.
Ella se volvi y le sonri. El muchacho corri a su lado
y le ofreci el paquete.
Mira! He cogido un ruiseor. Es para ti.
Un ruiseor? Ots, con el ceo fruncido,
mantena los brazos a los costados.
Ushinosuke pareci decepcionado.
Canta muy bien. No te gustara orlo?
S, pero slo si es libre para volar adonde le plazca.
Entonces nos cantar bonitas canciones.
Supongo que tienes razn dijo l, haciendo
pucheros. Quieres que lo suelte?
Te agradezco que quieras hacerme un regalo, pero s,
soltarlo me hara ms feliz que quedrmelo.
En silencio, Ushinosuke abri el paquete de paja y,
como una flecha, el pjaro vol por encima de la muralla del
castillo.
Ves qu contento est de verse libre? dijo Ots.
Dicen que los ruiseores son los mensajeros de la
primavera. Tal vez alguien te traer buenas noticias.
Un mensajero con noticias tan buenas como la
llegada de la primavera? Ciertamente, hay algo que estoy
deseando or.
Ots ech a andar hacia el bosque detrs del castillo, y
Ushinosuke se puso a su lado.
Adonde vas? le pregunt el chiquillo.
ltimamente he salido muy poco. He pensado subir
a la colina y contemplar las flores de ciruelo para variar.
Flores de ciruelo? Las de ah arriba no valen gran
cosa. Tendras que ir a Tsukigase.
Me encantara ir all. Est muy lejos?
A un par de millas ms o menos. Por qu no vas?
Hoy he trado lea, as que tengo conmigo el buey.
Ots se decidi en seguida, pues apenas haba salido del
castillo durante todo el invierno. La joven no dijo a nadie
adonde iba, y los dos salieron por el portal trasero, el
utilizado por los mercaderes y otras personas que tenan
gestiones que hacer en el castillo. La puerta estaba
custodiada por un samurai armado con una lanza, el cual
hizo un gesto de asentimiento y sonri a Ots. Tambin
Ushinosuke era una figura familiar, y el centinela les dej
pasar sin pedir al chiquillo el permiso por escrito para estar
en los terrenos del castillo.
La gente con la que se cruzaban en los campos y el
camino saludaban amigablemente a Ots, tanto si la
conocan como si no.
Cuando las viviendas empezaron a escasear, la joven
mir atrs, hacia el blanco castillo anidado en la falda de la
montaa.
Podr volver a casa todava con luz? pregunt al
muchacho.
Claro, pero de todos modos te acompaar.
La aldea de Araki est ms all de Tsukigase, no es
cierto?
No importa.
Charlando animadamente, pasaron ante una tienda de
sal, donde un hombre estaba trocando carne de jabal por un
saco de sal. Termin la transaccin, sali de la tienda y
avanz por el camino tras ellos. La nieve se estaba
fundiendo y el camino era cada vez peor. Transitaban
pocos viajeros.
Dime, Ushinosuke pregunt Ots, siempre
vienes a Koyagy, verdad?
S.
No est el castillo de Ueno ms cerca de la aldea de
Araki?
As es, pero en el castillo de Ueno no hay ningn
gran espadachn como el seor Yagy.
Te gustan las espadas?
Mucho.
El muchacho detuvo al buey, solt la cuerda y corri a
la orilla del arroyo. All lo cruzaba un puente del que se
haba desprendido un tronco. Ushinosuke lo coloc de
nuevo en su lugar y esper a que el hombre que iba detrs
de ellos lo cruzara primero.
El hombre pareca un rnin. Al pasar por el lado de
Ots, la mir descaradamente, y entonces mir atrs varias
veces desde el puente y desde el otro lado, antes de
desaparecer en un pliegue de la montaa.
Quin crees que es se? pregunt Ots con
nerviosismo.
Te ha asustado?
No, pero...
Hay muchos rnin en estas montaas.
De veras? dijo ella con inquietud.
Ushinosuke le habl por encima del hombro:
Ots, querras ayudarme? Crees que podras pedir
al maestro Kimura que me contrate? Ya sabes, para barrer el
jardn, sacar agua del pozo..., esa clase de cosas.
Slo en fecha reciente el muchacho haba recibido un
permiso especial de Sukekur para entrar en el dj y
observar cmo practicaban los hombres, pero ya tena una
sola ambicin. Sus antepasados se apellidaron Kikumura, y
el jefe de la familia durante varias generaciones haba
recibido el nombre de Mataemon. Ushinosuke haba
decidido que cuando llegara a ser samurai adoptara el
nombre Mataemon, pero ninguno de los Kikumura haba
hecho nada de especial relieve. El chico cambiara su
apellido por el nombre de su aldea, y si su sueo se haca
realidad, sera famoso en el pas como Araki Mataemon.
Mientras Ots le escuchaba, pens en Jtar y se
apoder de ella una sensacin de soledad. Tena veintinueve
aos, y Jtar andara por los diecinueve o veinte. Al mirar
las flores de ciruelo que la rodeaban, an no florecidas del
todo, no poda evitar la sensacin de que la primavera ya
haba pasado para ella.
Regresemos, Ushinosuke dijo de sbito.
El muchacho le dirigi una mirada inquisitiva, pero
obedeci y dio la vuelta al buey.
Alto! grit una fuerte voz masculina.
Otros dos rnin se haban juntado con el de la tienda de
sal. Los tres se acercaron y rodearon al buey con los brazos
cruzados.
Qu queris? pregunt Ushinosuke.
Los hombres tenan los ojos fijos en Ots.
Ya veo lo que quieres decir dijo uno.
Es una belleza, verdad?
La he visto antes en alguna parte dijo el tercer
hombre. Creo que en Kyoto.
Debe ser de Kyoto. Desde luego, no es de ninguno de
los pueblos de estos alrededores.
No s si fue en la escuela Yoshioka o en alguna otra
parte, pero s que la he visto.
Estuviste en la escuela Yoshioka?
Durante tres aos, despus de Sekigahara.
Si queris algo de nosotros, decidnos qu es! dijo
Ushinosuke encolerizado. Queremos regresar antes de
que oscurezca.
Uno de los rnin le lanz una mirada feroz, como si le
viera por primera vez.
Eres de Araki, verdad? Uno de los carboneros?
S, y qu?
No te necesitamos. Puedes largarte a casa corriendo.
Eso es precisamente lo que voy a hacer.
Tir de la cuerda que sujetaba al buey, y uno de los
hombres le dirigi una mirada que habra metido el miedo en
el cuerpo a la mayora de los chicos de su edad.
Salid de en medio les dijo Ushinosuke.
Esta dama se viene con nosotros.
Adonde?
A ti qu te importa? Dame esa cuerda.
No!
Vaya, al parecer no cree que hablo en serio.
Los otros dos hombres, enderezando los hombros y
echando chispas por los ojos, se acercaron a Ushinosuke.
Uno de ellos puso ante su barbilla un puo tan grande como
un nudo de pino.
Ots se aferr al lomo del buey. La inclinacin de las
cejas de Ushinosuke indicaba muy claramente que algo iba a
suceder.
No, no, basta! exclam ella, tratando de evitar que
el chiquillo hiciera alguna temeridad.
Pero la nota quejumbrosa de su voz no hizo ms que
espolearle para entrar en accin. Lanz una rpida y
violenta patada que alcanz al hombre delante de l,
haciendo que se tambalease hacia atrs. Apenas el pie de
Ushinosuke haba vuelto a establecer contacto con el suelo,
cuando dio un cabezazo contra el vientre del hombre
situado a su izquierda. Simultneamente agarr la
empuadura de la espada del mismo hombre y desenvain
el arma. Entonces empez a repartir tajos.
El muchacho se mova con la rapidez del rayo. Giraba
sobre sus talones y pareca atacar desde todas las
direcciones a la vez y contra todos sus adversarios, con
igual fuerza. Tanto si actuaba brillantemente por puro
instinto o por temeridad infantil, lo cierto era que su tctica
heterodoxa cogi a los rnin por sorpresa.
El golpe hacia atrs de la espada alcanz de lleno el
pecho de uno de los hombres. Ots grit, pero su voz
qued ahogada por el alarido del herido. ste cay hacia el
buey y un chorro de sangre ti la cara del animal.
Aterrado, el buey solt un mugido indescriptible. En aquel
mismo momento, la espada de Ushinosuke le hizo un
profundo corte en la grupa. Lanzando otro terrible mugido,
el buey parti casi al galope.
Los otros dos rnin corrieron en pos de Ushinosuke, el
cual saltaba gilmente de una roca a otra en el lecho del
arroyo.
No he hecho nada malo! grit. Habis sido
vosotros!
Al darse cuenta de que estaba fuera de su alcance, los
dos rnin corrieron tras el buey.
Ushinosuke salt de nuevo al camino y les persigui,
gritando:
Os queris escapar, eh? Seris gallinas!
Uno de los hombres se detuvo y se volvi a medias.
Pequeo bastardo!
Djale para luego! le grit el otro hombre.
El buey, ciego de temor, abandon el camino del valle y
subi por una pequea elevacin, recorri una breve
distancia a lo largo de la cima y baj por el otro lado. En
muy poco tiempo cubri una distancia considerable,
llegando a un punto bastante cercano al feudo de Yagy.
Ots, con los ojos cerrados, resignada, lograba
mantenerse montada sujetndose a las alforjas. Oa las
voces de la gente ante la que pasaba, pero estaba demasiado
aturdida para pedir socorro a gritos. Claro que eso no le
habra servido de nada, pues ninguna de las personas que
comentaban el espectculo tena el valor necesario para
detener a la bestia enloquecida.
Cuando ya casi estaban en la planicie de Hannya, un
hombre sali de un camino lateral y lleg al centro de la
carretera principal, la cual, aunque muy estrecha, era la
carretera de Kasagi. Del hombro le colgaba un estuche de
cartas, y pareca ser alguna clase de criado.
Cuidado! gritaba la gente. Aprtate del
camino!
Pero l sigui caminando en la direccin por la que vena
el buey.
Entonces se oy un tremendo sonido crujiente.
Lo ha destrozado!
El muy idiota!
Pero no era lo que los espectadores haban credo al
principio. El sonido que acababan de or no era el del buey
al chocar con el hombre, sino el del fuerte golpe que ste
haba propinado a un lado de la cabeza del animal. El buey
alz su pesado cuello de costado, dio media vuelta y
avanz en la direccin contraria. Apenas haba recorrido
diez pies cuando se detuvo en seco, la saliva cayndole de
la boca, todo su cuerpo tembloroso.
Desmonta en seguida le dijo el hombre a Ots.
Los espectadores se agruparon a su alrededor excitados,
mirando el pie del hombre, que pisaba con firmeza la
cuerda.
Una vez desmontada y a salvo, Ots hizo una
reverencia a su salvador, aunque an estaba demasiado
aturdida para saber dnde estaba o qu estaba haciendo all.
Por qu un animal tan tranquilo como ste se ha
enfurecido tanto? pregunt el hombre, mientras conduca
el buey al lado de la carretera y lo ataba a un rbol. Al ver la
sangre en las patas del buey, dijo: Vaya, qu es esto?
Pero si le han hecho un corte... con una espada!
Mientras examinaba la herida y farfullaba, Kimura
Sukekur se abri paso entre el corro de gente y les pidi
que se dispersaran.
No eres t el ayudante del abad Inshun? le
pregunt, incluso antes de que hubiera podido recobrar el
aliento.
Qu suerte la ma al encontrarte aqu, seor.
Precisamente te traigo una carta del abad. Si no te importa,
quisiera pedirte que la leas de inmediato.
Sac la carta del estuche y se la tendi a Sukekur.
Para m? dijo el otro, sorprendido. Tras
cerciorarse de que no se trataba de ningn error, la abri y
ley: Con respecto a los samurais de Tsukigase, desde
nuestra conversacin de ayer he comprobado que no son
hombres del seor Td, sino gentuza, rnin expulsados de
las ciudades, que se han instalado ah para pasar el invierno.
Me apresuro a informarte de este desdichado error por mi
parte.
Gracias dijo Sukekur. Esto coincide con lo que
he sabido por otro conducto. Dile al abad que me siento
muy aliviado y confo en que l lo est tambin.
Perdname por entregar la carta en medio del camino.
Transmitir tu mensaje al abad. Adis.
Espera un momento. Cunto tiempo llevas en el
Hzin?
No mucho.
Cmo te llamas?
Toraz.
Me pregunto... musit Sukekur, escrutando el
rostro del hombre. No eres por casualidad Hamada
Toranosuke?
No.
No conozco a Hamada, pero hay un hombre en el
castillo el cual insiste en que Hamada sirve ahora como
ayudante de Inshun.
S, seor.
Es un caso de identidad errnea?
Toraz, ruborizado, baj la voz.
En realidad, seor, soy Hamada. He acudido al
Hzin por razones personales. A fin de evitar ms
deshonra a mi maestro y mayor vergenza a m mismo,
quisiera mantener mi identidad secreta, si no te importa...
No te preocupes. No tena intencin de fisgar en tus
asuntos.
Estoy seguro de que conoces lo ocurrido a Tadaaki.
El hecho de que abandonara su escuela y se retirase a las
montaas se debi a un error mo. He renunciado a mi
categora. Hacer trabajos secundarios en el templo ser una
buena disciplina. No he dicho a los sacerdotes mi verdadero
nombre. Todo es muy embarazoso.
El resultado de la pelea de Tadaaki con Kojir no es
ningn secreto. Kojir se lo cont a toda la gente con que se
encontr entre Edo y Buzen. Entiendo que has resuelto
limpiar el nombre de tu maestro.
Uno de estos das... Volver a verte, seor.
Toraz se apresur a marcharse, como si no pudiera
soportar un instante ms de conversacin.
La semilla de camo
Hygo estaba cada vez ms preocupado. Primero haba ido
a la habitacin de Ots con una carta de Takuan en la mano,
y al no encontrarla all la haba buscado a fondo por los
terrenos del castillo, con una inquietud creciente a medida
que transcurran las horas.
La carta, fechada el dcimo mes del ao anterior pero
recibida con un retraso inexplicable, mencionaba el
inminente nombramiento de Musashi como instructor del
shgun. Takuan peda a Ots que acudiera a la capital lo
antes posible, puesto que Musashi pronto necesitara una
casa as como alguien que cuide de ella. Hygo estaba
ansioso por ver la expresin del rostro de Ots cuando lo
leyera.
Al no dar con ella, finalmente fue al portal para
interrogar al centinela, el cual le dijo que haban salido unos
hombres a buscarla. Hygo aspir hondo, alarmado, pues
Ots no era una persona que causara preocupaciones y era
muy improbable que se ausentara sin avisar. No sola actuar
por impulso, ni siquiera en las cuestiones ms nimias.
No obstante, antes de que empezara a imaginar lo peor,
recibi la noticia de que estaban de regreso, Ots con
Sukekur y Ushinosuke con los hombres enviados a
Tsukigase. El muchacho pidi disculpas a todo el mundo,
aunque nadie saba de qu se disculpaba, y se apresur a
marcharse.
Oye, adonde crees que vas? le pregunt uno de
los servidores.
Tengo que regresar a Araki. Mi madre se inquietar si
no vuelvo.
Sukekur intervino entonces:
Si intentas regresar ahora, esos rnin te apresarn y
no es probable que te dejen con vida. Qudate aqu esta
noche y regresa a casa por la maana.
Ushinosuke musit una vaga aceptacin y le dijeron que
fuese a un almacn de lea en el recinto exterior, donde
dorman los aprendices de samurai.
Hygo hizo una sea a Ots, la llev aparte y le mostr
lo que Takuan haba escrito. No se sorprendi cuando ella
dijo: Me marchar por la maana. Un profundo rubor
revelaba sus sentimientos.
Entonces Hygo le record la prxima visita de
Munenori y le sugiri que regresara a Edo con l, aunque
saba muy bien qu respondera la joven. Ots no estaba
dispuesta a esperar dos das ms, y mucho menos otros dos
meses. Hygo lo intent de nuevo, dicindole que si
aguardaba hasta despus del servicio fnebre podra viajar
con l hasta Nagoya, puesto que le haban invitado a
convertirse en vasallo del seor Tokugawa de Owari.
Cuando Ots volvi a declinar la oferta, l le dijo cunto le
inquietaba la idea de que hiciera sola el largo viaje, pues en
todas las poblaciones y posadas a lo largo del camino se
encontrara con inconvenientes, si no con autnticos
peligros.
Ella le sonri.
Pareces olvidar que estoy acostumbrada a viajar. No
tienes por qu preocuparte.
Aquella noche, durante una modesta fiesta de
despedida, todos expresaron el afecto que sentan por Ots,
y a la maana siguiente, que era clara y brillante, la familia y
los servidores se congregaron en el portal principal para
decirle adis.
Sukekur envi a un hombre en busca de Ushinosuke,
pensando que Ots podra montar en su buey hasta Uji.
Cuando el hombre regres dicindole que, al fin y al cabo, el
muchacho haba regresado a su aldea por la noche, Sukekur
orden que trajeran un caballo.
Ots se consideraba de categora demasiado baja para
recibir tales favores y rechaz la oferta, pero Hygo
insisti. El caballo era gris moteado, y lo trajo un aprendiz
de samurai por la suave pendiente hasta el portal exterior.
Hygo recorri un trecho y se detuvo. No poda
negarlo: a veces envidiaba a Musashi, como habra
envidiado a cualquier hombre al que Ots amara. Que el
corazn de la joven perteneciera a otro no disminua el
afecto que senta por ella. Haba sido una encantadora
compaera durante el viaje desde Edo, y en las semanas y
meses posteriores le maravill la entrega con que cuidaba de
su abuelo. Aunque ms profundo que nunca, su amor por
ella era abnegado. Sekishsai le haba encargado que la
entregara sana y salva a Musashi, y Hygo se propona
hacerlo as. No estaba en su naturaleza codiciar la buena
suerte de otro hombre ni pensar en privarle de ella. No
pasaba por su mente ningn acto que estuviera al margen
del Camino del Samurai. Cumplir con el deseo de su abuelo
habra sido una expresin de su amor.
Estaba sumido en su ensoacin cuando Ots se volvi
e, inclinando la cabeza, repiti su agradecimiento a aquellas
personas afectuosas. Al proseguir su camino, roz con unas
flores de ciruelo. Mientras Hygo vea caer los ptalos, de
una manera inconsciente, casi poda percibir su fragancia.
Tena la sensacin de que estaba viendo a Ots por ltima
vez y hallaba consuelo en una plegaria silenciosa por la vida
futura de la joven. Permaneci all mirndola hasta que ella
desapareci de su vista.
Seor.
Hygo se volvi y una sonrisa apareci lentamente en
su rostro.
Ah, ests aqu, Ushinosuke. Bien, bien. Tengo
entendido que anoche volviste a casa aunque te dijimos que
no lo hicieras.
S, seor. Mi madre... Estaba todava en una edad
en que pensar en separarse de su madre le pona al borde de
las lgrimas.
Est bien. Es bueno que un chico cuide de su madre.
Pero, dime, cmo lograste pasar entre esos rnin en
Tsukigase?
Fue muy fcil.
Ah, s?
El muchacho sonri.
No estaban all. Se enteraron de que Ots perteneca
al castillo y temieron que les atacaran. Supongo que se han
ido al otro lado de la montaa.
Ja, ja. No tenemos que preocuparnos ms por ellos,
verdad? Has desayunado?
No dijo Ushinosuke, un poco azorado. Me he
levantado temprano para coger patatas silvestres y
trarselas al maestro Kimura. Si te gustan, te traer tambin
algunas.
Gracias.
Sabes dnde est Ots?
Acaba de marcharse hacia Edo.
Edo? repiti el muchacho, y aadi vacilante:
No s si te habr dicho, o al maestro Kimura, lo que le ped.
Y qu era ello?
Esperaba que me permitieras ser ayudante de
samurai.
Todava eres demasiado joven para eso. Quiz
cuando crezcas un poco ms.
Pero quiero aprender esgrima. Ensame, por favor.
Tengo que aprender mientras mi madre vive todava.
Has estudiado con alguien?
No, pero he practicado con mi espada de madera
utilizando rboles y animales.
sa es una buena manera de empezar. Cuando seas
un poco mayor, puedes ir a Nagoya y reunirte conmigo.
Pronto ir a vivir all.
Eso est lejos, en Owari, verdad? No puedo ir tan
lejos mientras mi madre viva.
Hygo, sintindose conmovido, le dijo:
Ven conmigo. Ushinosuke le sigui en silencio.
Iremos al dj y comprobar si tienes la habilidad natural
para convertirte en un espadachn.
El dj?
Ushinosuke se pregunt si estaba soando. Desde su
primera infancia consideraba el dj del anciano Yagy
como un smbolo de todas sus aspiraciones en el mundo.
Aunque Sukekur le haba dicho que podra entrar en
aquella sala, an no lo haba hecho. Pero ahora le invitaba
un miembro de la familia!
Lvate los pies.
S, seor.
Ushinosuke fue a un pequeo estanque cerca de la
entrada y se lav los pies con sumo cuidado, sin olvidar
quitarse la suciedad debajo de las uas.
Una vez en el interior de la sala, se sinti pequeo e
insignificante. Las vigas y el techo eran antiguos y macizos,
el suelo estaba pulimentado hasta darle un brillo en el que
uno poda ver su reflejo como en un espejo. Incluso la voz
de Hygo cuando le dijo: Coge una espada, sonaba de un
modo distinto.
Ushinosuke seleccion una espada de roble negro de
entre las armas colgadas en una pared. Hygo tom otra y,
con la punta dirigida hacia el suelo, se situ en el centro de
la sala.
Ests preparado? pregunt framente.
S dijo Ushinosuke, alzando el arma al nivel del
pecho.
Hygo modific ligeramente su posicin en diagonal.
Ushinosuke estaba erizado como un puerco espn. Tena las
cejas levantadas, con un fiero surco entre ambas, y el pulso
le lata con fuerza. Cuando Hygo indic con un
movimiento de los ojos que estaba a punto de atacar,
Ushinosuke solt un gruido. Dando fuertes pisadas en el
suelo, Hygo avanz con rapidez y golpe lateralmente la
cintura de Ushinosuke.
Todava no! grit el muchacho.
Como si alejara el suelo de una patada, salt en el aire y
su pie rebas el hombro de Hygo. ste extendi la mano
izquierda y con un ligero movimiento impuls el pie del
chiquillo hacia arriba. Ushinosuke dio una voltereta y
aterriz detrs de Hygo. Se levant en un instante y corri
a recoger su espada.
Es suficiente dijo Hygo.
No, una vez ms!
Ushinosuke tom su espada, la sostuvo alta por encima
de la cabeza con ambas manos y vol como un guila hacia
Hygo. El arma de ste, apuntada directamente al atacante,
le detuvo en seco. Vio la expresin en los ojos de Hygo y
los suyos se llenaron de lgrimas.
Este chico tiene espritu, pens Hygo, pero fingi
que estaba enfadado.
Ests jugando sucio le grit. Has saltado por
encima de mi hombro.
Ushinosuke no supo qu responderle.
No comprendes cul es tu categora..., tomarte
libertades con tus superiores! Sintate ah.
El chico se arrodill y extendi las manos delante de l,
en un gesto de disculpa. Cuando se le aproxim, Hygo
solt el arma de madera y desenvain su propia espada.
Ahora te matar. No te molestes en gritar.
Ma... matarme?
Estira el cuello. Para un samurai, nada es ms
importante que regirse por las reglas de la conducta
apropiada. Aunque slo seas un campesino, lo que has
hecho es imperdonable.
Vas a matarme slo por haber cometido una falta?
As es.
Tras mirar al samurai un momento, Ushinosuke adopt
una expresin resignada, alz las manos en direccin a su
aldea y dijo:
Madre, voy a formar parte del suelo, aqu, en el
castillo. S que te sientes muy triste. Perdname por no
haber sido un buen hijo.
Entonces, obedientemente, extendi el cuello.
Hygo se ech a rer y envain de nuevo la espada.
No creers que realmente matara a un chico como t,
verdad? le dijo, al tiempo que le daba unas palmadas en
el hombro.
No lo decas en serio?
No.
Has dicho que la conducta apropiada es importante.
Es correcto que un samurai haga esa clase de bromas?
No era ninguna broma. Si vas a adiestrarte para ser un
samurai, he de saber de qu madera ests hecho.
Cre que hablabas en serio dijo Ushinosuke, cuya
respiracin haba vuelto a la normalidad.
Me has dicho que no has recibido lecciones dijo
Hygo. Pero cuando te obligu a ir al extremo de la sala,
saltaste sobre mi hombro. No muchos alumnos, ni siquiera
con tres o cuatro aos de adiestramiento, podran ejecutar
esa clase de treta.
Pero nunca he estudiado con nadie.
No tienes por qu ocultarlo. Debes de haber tenido
un maestro, y bueno por cierto. Quin era?
El muchacho se qued un momento pensativo y
entonces dijo:
Ah, ya recuerdo cmo aprend eso.
Quin te lo ense?
No fue un ser humano.
Un duende tal vez?
No, una semilla de camo.
Qu?
Una semilla de camo.
Cmo podras aprender de una semilla de camo?
Bueno, all arriba, en las montaas, hay algunos
luchadores de sos..., ya sabes, los que parecen esfumarse
delante de tus mismos ojos. He visto cmo se adiestraban
en un par de ocasiones.
Te refieres a los ninja, verdad? Los que has visto
deben de pertenecer al grupo de Iga. Pero qu tiene eso que
ver con una semilla de camo?
Vers, despus de plantar el camo, en primavera,
no pasa mucho tiempo antes de que salga el brote.
Y qu?
Saltas por encima. Cada da practicas saltando
adelante y atrs. Cuando aumenta el calor, el brote crece
ms rpido, no hay ninguna otra planta que crezca con
tanta rapidez, as que cada da tienes que saltar ms alto. Si
no practicas a diario, pronto el camo es tan alto que no
puedes saltar por encima.
Comprendo.
Lo he hecho en los dos ltimos aos, desde la
primavera hasta el otoo.
En aquel momento Sukekur entr en el dj y dijo:
Hygo, ha llegado otra carta de Edo.
Tras leer la misiva, Hygo inquiri:
Ots no puede haber ido muy lejos, verdad?
Probablemente no ms de cinco millas. Ha ocurrido
algo?
S. Takuan dice que el nombramiento de Musashi ha
sido cancelado. Al parecer, tienen dudas sobre su carcter.
No creo que debamos permitir que Ots prosiga el viaje a
Edo sin advertirla.
Ir yo.
No. Ir yo mismo.
Haciendo una inclinacin de cabeza a Ushinosuke,
Hygo sali del dj y fue directamente al establo.
Estaba a medio camino de Uji cuando empez a cambiar
de idea. El hecho de que Musashi no hubiera recibido el
nombramiento no le importara a Ots, pues ella pensaba
slo en el hombre y no en su categora. Aun cuando Hygo
lograra persuadirla para que se quedase un poco ms en
Koyagy, sin duda ella querra proseguir su camino a Edo.
Por qu amargarle el viaje dndole la mala noticia?
Dio media vuelta hacia Koyagy y avanz ms
despacio, al trote. Aunque pareca estar en paz con el
mundo, en realidad una feroz batalla se libraba en su
corazn. Ojal pudiera ver a Ots una vez ms! Tena que
admitir que sa era la nica razn para ir en pos de ella,
pero era una admisin secreta que no revelara a nadie.
Hygo procuraba refrenar sus emociones. Los guerreros
tenan momentos de debilidad, momentos absurdos, como
todo el mundo. No obstante, su deber, como el de todo
samurai, estaba claro: perseverar hasta que llegase a un
estado de equilibrio estoico. Una vez hubiera cruzado la
barrera de la ilusin, su alma sera ligera y libre, abrira los
ojos a los verdes sauces que le rodeaban, a cada brizna de
hierba. El amor no era la nica emocin capaz de encender
el corazn de un samurai. El suyo era otro mundo. En una
poca vida de jvenes con talento, uno no tena tiempo
para distraerse contemplando una flor al lado del camino.
Lo importante, tal como Hygo lo vea, era hallarse en el
lugar apropiado para montar en la ola de los tiempos.
Toda una muchedumbre, eh? observ Hygo
jovialmente.
S, en Nara no hay muchos das tan buenos como ste
replic Sukekur.
Es como una excursin al aire libre.
A pocos pasos detrs de ellos estaba Ushinosuke, a
quien Hygo haba cobrado gran afecto. Ahora el muchacho
acuda al castillo ms a menudo e iba camino de convertirse
en un ayudante permanente. Llevaba las cajas de comida a
la espalda y, atadas al obi, unas sandalias de repuesto para
Hygo.
Se hallaban en un campo abierto en medio de la ciudad.
A un lado, la pagoda de cinco pisos del Kfukuji se alzaba
por encima de los rboles circundantes. Al otro lado del
campo se vean las casas de los sacerdotes budistas y
shintostas. Aunque el da era brillante y la atmsfera
primaveral, una leve bruma se cerna sobre las zonas ms
bajas, donde vivan los habitantes de la ciudad. La multitud,
entre cuatrocientas y quinientas personas, no pareca tan
grande debido a la vastedad del campo. Algunos de los
ciervos, por los que Nara era famosa, se abran paso
empujando con el morro entre los espectadores, husmeando
sabrosos trozos de comida aqu y all.
An no han terminado, verdad? pregunt Hygo.
No dijo Sukekur. Parece que se han tomado
tiempo libre para comer.
As que hasta los sacerdotes tienen que comer!
Sukekur se ech a rer.
Iba a celebrarse alguna clase de espectculo. Las
ciudades ms grandes tenan teatros, pero en Nara y las
ciudades ms pequeas los espectculos tenan lugar al aire
libre. Magos, danzarines, titiriteros, as como arqueros y
espadachines, todos actuaban bajo el cielo. Pero la atraccin
de aquel da era algo ms que un simple entretenimiento.
Cada ao los sacerdotes lanceros del Hzin celebraban un
torneo, en el cual decidan el orden para sentarse en el
templo. Como actuaban en pblico, los competidores
luchaban con denuedo, y los encuentros solan ser violentos
y espectaculares. Delante del Kfukuji haba un letrero
segn el cual el torneo estaba abierto a todos los seguidores
de las artes marciales, pero eran muy pocos los que se
atrevan a medirse con los sacerdotes lanceros.
Por qu no nos sentamos en algn sitio a comer?
dijo Hygo. Parece ser que hay mucho tiempo por
delante.
Dnde habr un buen lugar? pregunt Sukekur,
mirando a su alrededor.
All dijo Ushinosuke. Sintate encima de esto.
Seal un trozo de estera de juncos que haba cogido en
alguna parte y lo extendi en un montculo de suave
contorno. Hygo admiraba la inventiva del muchacho y, en
general, le satisfaca que cuidara de sus necesidades, aunque
no consideraba la solicitud como una cualidad ideal para un
futuro samurai.
Despus de acomodarse, Ushinosuke reparti su
sencillo condumio: bolas de arroz sin refinar, cidos
encurtidos de ciruela y pasta de judas dulzona, todo ello
envuelto en hojas de bamb secas para facilitar su
transporte.
Ushinosuke dijo Sukekur, corre a esos
sacerdotes de ah y pdeles t, pero no les digas para quin
es.
Sera un fastidio que vinieran a presentar sus
respetos aadi Hygo, que se haba bajado sobre el
rostro el sombrero de juncos.
Los rasgos de Sukekur estaban bastante ocultos por un
pauelo grande del tipo que usaban los sacerdotes.
Cuando Ushinosuke se levant, otro muchacho, a unos
cincuenta pies de distancia, deca:
No lo entiendo. La esterilla estaba aqu.
Olvdalo, Iori dijo Gonnosuke. No es una gran
prdida.
Alguien debe de haberla robado. Por qu crees que
hara semejante cosa?
No te preocupes por eso.
Gonnosuke se sent en la hierba, sac su pincel y tinta
y empez a anotar sus gastos en un cuadernillo, un hbito
que haba adquirido recientemente de Iori.
En determinados aspectos, Iori era demasiado serio para
su edad. Prestaba mucha atencin a sus finanzas
personales, nunca desperdiciaba nada, era meticulosamente
pulcro y se senta agradecido por cada cuenco de arroz y
cada da soleado. En una palabra, era exigente, y miraba con
desdn a quienes no lo eran.
Hacia cualquiera que birlara la propiedad de otra
persona, aunque no fuese ms que un barato trozo de
estera, no senta ms que desprecio.
Ah, ya lo veo grit. Esos hombres de ah lo han
cogido. Eh, vosotros!
Corri hacia ellos, pero se detuvo a unos diez pasos
para pensar qu iba a decirles, y entonces se encontr
frente a Ushinosuke.
Qu quieres? le pregunt ste en tono desabrido.
Cmo que qu quiero? replic Iori en el mismo
tono.
Mirndole con la frialdad que los campesinos reservan
para los forasteros, Ushinosuke le dijo:
Eres t el que nos ha llamado!
Quien coge una cosa de otro y se larga es un ladrn!
Ladrn? Qu dices, hijo de perra!
Esa esterilla es nuestra.
Esterilla? He encontrado ese andrajo tirado en el
suelo. Te has molestado slo por eso?
Una estera es importante para un viajero replic
Iori en un tono bastante pomposo. Le protege de la
lluvia, le sirve para dormir, es muy til. Devulvemela!
Puedes quedrtela, pero primero retira eso de que
soy un ladrn!
No tengo que pedir disculpas por recuperar lo que
nos pertenece. Si no me la devuelves, la coger yo mismo!
Intntalo. Soy Ushinosuke de Araki y no estoy
dispuesto a dejarme avasallar por un enano como t. Soy el
discpulo de un samurai.
Apuesto a que s dijo Iori, irguindose un poco
ms. Hablas mucho con toda esta gente alrededor, pero
no te atreveras a luchar conmigo si estuviramos solos.
No olvidar eso!
Ve all ms tarde.
Dnde?
Al lado de la pagoda. Ve solo.
Los dos muchachos se separaron. Ushinosuke fue en
busca del t, y cuando regres con un recipiente de barro
los encuentros se haban reanudado. Ushinosuke, de pie en
el gran crculo de espectadores, miraba mordazmente a Iori,
desafindole con los ojos. La mirada de Iori le responda.
Ambos crean que ganar era lo nico que importaba.
La ruidosa multitud se mova a uno y otro lado, alzando
nubes de polvo amarillo. En el centro del crculo haba un
sacerdote con una lanza tan larga como una prtiga para
cazar aves. Uno tras otro, los rivales se adelantaron y le
desafiaron. El sacerdote lancero los venci a todos,
derribando a unos, haciendo volar a otros.
Vamos, adelante! grit, pero finalmente no sali
ningn otro contrincante. Si no hay nadie ms, voy a
marcharme. Hay alguna objecin a que yo, Nankb, sea
declarado el ganador?
Tras estudiar con In'ei, haba creado un estilo propio y
ahora era el principal rival de Inshun, quien aquel da estaba
ausente, pretextando una enfermedad. Nadie saba si tema a
Nankb o prefera evitar un conflicto.
Como nadie se adelantaba, el fornido sacerdote baj la
lanza, sostenindola horizontalmente, y anunci:
No hay ningn retador.
Espera dijo un sacerdote, corriendo hasta llegar
frente a Nankb. Soy Daun, un discpulo de Inshun. Te
desafo.
Preprate.
Tras hacer mutuas reverencias, los dos hombres se
separaron de un salto. Sus dos lanzas se miraron como
seres vivos durante tanto rato que la multitud, aburrida,
empez a gritar para que entraran en accin. El gritero ces
de repente. La lanza de Nankb golpe la cabeza de Daun
con un ruido sordo y, como un espantapjaros derribado
por el viento, el hombre se inclin lentamente a un lado y
luego cay bruscamente al suelo. Tres o cuatro lanceros
echaron a correr, pero no para vengarse sino tan slo para
retirar el cuerpo a rastras.
Con gesto arrogante, Nankb ech atrs los hombros y
examin a la muchedumbre.
Parece ser que quedan unos pocos hombres valientes.
Si en verdad los hay, que salgan.
Un sacerdote de la montaa sali por detrs de una
tienda de campaa, descarg el arca de viaje que llevaba a la
espalda y pregunt:
El torneo est slo abierto a los lanceros del
Hzin?
No corearon los sacerdotes del templo.
El sacerdote hizo una reverencia.
En ese caso, me gustara intentarlo. Alguien puede
prestarme una espada de madera?
Hygo mir de soslayo a Sukekur y coment:
Esto se est poniendo interesante.
As es.
El resultado es evidente.
No creo que exista la menor posibilidad de que
Nankb pierda.
No me refiero a eso. No creo que Nankb acceda a
luchar. Si lo hace, perder.
Sukekur pareci perplejo, pero no pidi una
explicacin.
Alguien dio una espada de madera al sacerdote
vagabundo. ste se acerc a Nankb, hizo una reverencia
y formul su desafo. Era un hombre de unos cuarenta aos,
pero su cuerpo, como un muelle de acero, no pareca
haberse adiestrado a la manera asctica de los sacerdotes de
montaa, sino en el campo de batalla. Deba de haberse
enfrentado a la muerte muchas veces y estara dispuesto a
aceptarla filosficamente. Hablaba con suavidad y la
expresin de sus ojos era serena.
A pesar de su arrogancia, Nankb no era un necio.
Eres forastero? le pregunt sin motivo aparente.
S respondi el retador, haciendo otra reverencia.
Espera un momento. Nankb vea dos cosas con
claridad: su tcnica quiz era mejor que la del sacerdote,
pero a la larga no podra ganarle. No eran pocos los
guerreros clebres, derrotados en Sekigahara, que an vivan
disfrazados de sacerdotes errantes. Y l no poda saber
quin era aquel hombre. No puedo luchar con un
forastero dijo por fin, sacudiendo la cabeza.
Acabo de preguntar por las reglas y me han dicho que
no hay inconveniente alguno.
Puede que sea as con los dems, pero yo no lucho
con forasteros. Cuando peleo no lo hago con el objetivo de
derrotar a mi contrario. Es una actividad religiosa, en la que
disciplino mi alma por medio de la lanza.
Comprendo dijo el sacerdote con una risita.
Pareca a punto de decir algo ms, pero titube. Tras
reflexionar un momento, se retir del crculo, devolvi la
espada de madera y desapareci.
Nankb eligi aquel momento para marcharse,
haciendo caso omiso de los comentarios que susurraba la
gente, pues consideraban su retirada como una cobarda.
Seguido de dos o tres discpulos, se alej con paso
majestuoso, como un general conquistador.
Qu te he dicho? dijo Hygo.
Estabas totalmente en lo cierto.
Sin duda ese hombre es uno de los que se ocultan en
el monte Kudo. Cambia su tnica blanca y su pauelo por
un casco y una armadura y te encontrars ante uno de los
grandes espadachines de hace pocos aos.
Cuando la multitud se dispers, Sukekur empez a
mirar a su alrededor, en busca de Ushinosuke, pero no le
encontr. A una seal de Iori, el muchacho haba ido a la
pagoda, donde ahora los dos se miraban fieramente.
No me culpes si te mato le dijo Iori.
Eres un bocazas replic Ushinosuke, cogiendo un
palo para usarlo como arma.
Sosteniendo la espada en alto, Iori se lanz al ataque.
Ushinosuke retrocedi de un salto. Creyendo que le tena
miedo, Iori corri directamente hacia l. Ushinosuke dio un
gran salto, alcanzndole con el pie en un lado de la cabeza.
Iori se llev la mano a la cabeza y cay al suelo. Se
recuper en seguida y en un instante volvi a estar en pie.
Los dos muchachos se enfrentaron con sus armas alzadas.
Olvidando lo que Musashi y Gonnosuke le haban
enseado, Iori atac con los ojos cerrados. Ushinosuke se
movi ligeramente a un lado y le golpe con el palo.
Iori qued tendido boca abajo, gimiendo, aferrando
todava la espada.
Ja! He ganado grit Ushinosuke. Entonces, al ver
que Iori no se mova en absoluto, sinti miedo y ech a
correr.
No, no huyas! rugi Gonnosuke.
Su bastn de cuatro pies de longitud alcanz al
muchacho en la cadera.
Ushinosuke cay lanzando un grito de dolor, pero tras
mirar un instante a Gonnosuke, se levant y corri como un
conejo, hasta que tropez con Sukekur.
Ushinosuke! Qu ocurre aqu?
Ushinosuke se apresur a esconderse detrs de
Sukekur, dejando al samurai cara a cara con Gonnosuke.
Por un momento pareci que el conflicto sera inevitable.
Sukekur cerr la mano en la empuadura de su espada;
Gonnosuke apret su bastn.
Te importara decirme por qu persigues a un
chiquillo como si quisieras matarle? le pregunt
Sukekur.
Antes de responder, permteme que te haga una
pregunta. Le has visto derribar a ese muchacho?
Est contigo?
S. Es ste uno de tus ayudantes?
No lo es oficialmente. Mirando con severidad a
Ushinosuke, le pregunt: Por qu has golpeado a ese
chico y luego has huido? Di la verdad ahora mismo.
Antes de que Ushinosuke pudiera abrir la boca, Iori
alz la cabeza y grit:
Ha sido un combate. Irguindose dolorosamente
hasta quedar sentado, aadi: Libramos un combate y he
perdido.
Os habis desafiado mutuamente de la manera
apropiada y habis convenido en luchar? pregunt
Gonnosuke. La expresin de sus ojos, que miraban
alternativamente a los dos adolescentes, era un tanto
risuea.
Ushinosuke, profundamente azorado, respondi:
No saba que la esterilla era suya cuando la cog.
Los dos hombres se sonrieron, ambos conscientes de
que si no hubieran actuado con prudencia, un asunto trivial,
infantil, podra haber terminado en derramamiento de
sangre.
Lo lamento mucho dijo Sukekur.
Yo tambin. Espero que me perdones.
Asunto zanjado. Mi maestro nos est esperando,
ser mejor que nos marchemos.
Salieron del portal riendo. Gonnosuke e Iori fueron por
la izquierda, Sukekur y Ushinosuke por la derecha.
Entonces Gonnosuke se volvi y dijo:
Podra preguntarte algo? Si seguimos este camino
todo derecho, nos llevar al castillo de Koyagy?
Sukekur se acerc a Gonnosuke y poco despus,
cuando Hygo se reuni con ellos, le dijo quines eran los
viajeros y por qu estaban all.
Hygo suspir, apenado.
Es una lstima. Ojal hubieras venido hace tres
semanas, antes de que Ots partiera para reunirse con
Musashi en Edo.
l no est en Edo dijo Gonnosuke. Nadie sabe
dnde se encuentra, ni siquiera sus amigos.
Qu har Ots ahora? inquiri Hygo,
lamentando no haber trado a la joven de regreso a
Koyagy.
Aunque retena las lgrimas, Iori deseaba irse a alguna
parte donde pudiera estar a solas y llorar hasta hartarse.
Antes, durante el trayecto desde el castillo, el chico haba
hablado sin cesar de un encuentro con Ots, o as le haba
parecido a Gonnosuke. Cuando la conversacin de los
hombres se centr en los acontecimientos que tenan lugar
en Edo, el muchacho empez a quedarse rezagado. Hygo
pidi a Gonnosuke ms informacin sobre Musashi, nuevas
acerca de su to, detalles de la desaparicin de Ono Tadaaki.
Ni sus preguntas ni el caudal de noticias de Gonnosuke
parecan tener final.
Adonde vas? le pregunt Ushinosuke a Iori. Se le
haba acercado por detrs y le puso una mano,
amigablemente, en el hombro. Ests llorando?
Claro que no dijo Iori, pero las lgrimas se
deslizaban por su rostro mientras sacuda la cabeza.
Hummm... Sabes desenterrar patatas silvestres?
Naturalmente.
Mira, all hay unas cuantas patatas. Vamos a ver
quin las saca ms rpido?
Iori acept el desafo, y se pusieron a cavar.
Empezaba a oscurecer, y como todava quedaba mucho
de que hablar, Hygo inst a Gonnosuke para que pasara
unos das en el castillo. Sin embargo, Gonnosuke prefiri
continuar su viaje.
Cuando se estaban despidiendo, observaron que los
chicos faltaban de nuevo. Al cabo de un momento,
Sukekur les seal y dijo:
Mira, all estn. Parece que estn cavando.
Iori y Ushinosuke estaban absortos en la tarea, la cual,
debido al carcter quebradizo de las races, requera cavar
cuidadosamente a gran profundidad. Los hombres,
divertidos ante tanta concentracin, se acercaron
silenciosamente por detrs de ellos y les observaron
durante varios minutos antes de que Ushinosuke alzara la
cabeza y les viera. Ahog un grito de sorpresa, e Iori se
volvi y sonri. Entonces redoblaron sus esfuerzos.
Ya la tengo dijo Ushinosuke.
Extrajo una larga patata y la deposit en el suelo.
Al ver el brazo de Iori metido en el agujero hasta el
hombro, Gonnosuke le dijo con impaciencia:
Si no terminas pronto, me marchar solo.
Iori se llev la mano a la cadera, como un anciano
campesino, y se enderez con dificultad.
No puedo hacerlo dijo. Me llevara el resto del
da.
Con una expresin resignada en su semblante, se
sacudi la tierra del kimono.
No puedes sacar la patata despus de haber cavado
tanto? le pregunt Ushinosuke. Bueno, la sacar por
ti.
No dijo Iori, retirando la mano de Ushinosuke.
Se romper. Entonces volvi a llenar el agujero de tierra y
golpe la superficie hasta alisarla.
Adis dijo Ushinosuke.
Con ademn orgulloso, se ech al hombro aquella patata
grande y larga, revelando inadvertidamente que la punta
estaba rota.
Al ver esto, Hygo coment:
Has perdido. Puede que hayas ganado la pelea, pero
ests descalificado en el concurso de recogedores de patatas
silvestres.
Barrenderos y vendedores
Las flores de cerezo, pasada ya su poca de esplendor,
estaban plidas y las flores de cardo se marchitaban, una
decadencia que haca pensar en la poca, siglos atrs,
cuando Nara era la capital del pas. El calor era un poco
fuerte para andar, pero ni Gonnosuke ni Iori se cansaban
del camino.
Iori tir de la manga de Gonnosuke y le dijo
preocupado:
Ese hombre todava nos sigue.
Gonnosuke mantuvo la vista adelante y replic:
Haz como si no le vieras.
Lo tenemos detrs desde que salimos del Kfukuji.
Humm.
Y estaba en la posada donde nos alojbamos, no es
cierto?
No te preocupes por eso. No tenemos nada que
merezca la pena robar.
Tenemos nuestras vidas! No puedes decir que eso
no es nada.
Ja, ja. Yo guardo mi vida cerrada bajo llave. Y t?
Puedo cuidar de m mismo dijo Iori, cerrando la
mano izquierda sobre la empuadura de su espada
envainada.
Gonnosuke saba que el hombre era el sacerdote de
montaa que haba desafiado a Nankb el da anterior,
pero no poda imaginar por qu les estaba siguiendo.
Iori mir de nuevo atrs.
Ya no est ah.
Gonnosuke mir tambin.
Probablemente se ha cansado. Aspir hondo y
aadi: Pero as me siento mejor.
Aquella noche pernoctaron en una casa de campo, y a la
maana siguiente, temprano, llegaron a Amano, en
Kawachi. Era un pueblecito de casas de aleros bajos, detrs
de las cuales corra un arroyo de agua cristalina de montaa.
Gonnosuke haba ido all para pedir que colocaran la tablilla
funeraria de su madre en el Kongji, el llamado monte Kya
de las mujeres, pero antes quera buscar a una mujer llamada
Oan, a quien conoca desde su infancia, para pedirle que se
encargara de quemar incienso ante la tabula de vez en
cuando. Si no la encontraba, se propona ir al monte Kya,
el lugar de enterramiento de los ricos y poderosos. Confiaba
en no tener que hacerlo, pues all se sentira como un
pordiosero.
Pregunt a la esposa de un tendero y se enter de que
Oan era la esposa de un fabricante de sake llamado Troku,
y su casa la cuarta a la derecha pasado el portal del templo.
Al cruzar el portal, Gonnosuke dud de que la mujer
supiera de qu hablaba, pues haba un letrero segn el cual
no se poda entrar con sake y puerros en el sagrado recinto.
Cmo poda haber all una manufactura de sake?
El mismo Troku aclar este pequeo misterio aquella
noche. El hombre les haba dado una clida acogida y en
seguida convino en que hablara con el abad acerca de la
tablilla funeraria. Troku dijo que en cierta ocasin
Toyotomi Hideyoshi haba saboreado el sake fabricado
para uso del templo y expres su admiracin por el brebaje.
Entonces los sacerdotes establecieron la pequea fbrica de
sake con destino a Hideyoshi y los dems daimy que
contribuan al mantenimiento del templo. La produccin
baj un poco despus de la muerte de Hideyoshi, pero el
templo segua suministrando su sake a varios benefactores
especiales.
A la maana siguiente, cuando Gonnosuke e Iori se
despertaron, Troku ya se haba ido. Regres poco despus
del medioda y dijo que todo estaba arreglado.
El Kongji se hallaba en el valle del ro Amano, entre
picos color de jade. Gonnosuke, Iori y Troku se
detuvieron un momento en el puente que conduca a la
entrada principal. En el agua, debajo del puente, flotaban
flores de cerezo. Gonnosuke enderez los hombros y
pareci adoptar una actitud de reverencia. Iori se alis el
cuello del kimono.
Al aproximarse al pabelln principal, sali a recibirles el
abad, un hombre alto y bastante robusto vestido con una
tnica de sacerdote ordinario. No habra parecido
sorprendente que completara su atuendo un sombrero de
juncos desgarrado y un largo bastn.
Es ste el hombre que quiere que se celebre un
servicio por su madre? pregunt en tono amistoso.
S, seor replic Troku, postrndose en el suelo.
Gonnosuke haba esperado encontrarse con un religioso
de semblante severo vestido con brocado de oro, y salud al
abad un tanto confuso. Hizo una reverencia y vio que el
sacerdote bajaba del porche, se calzaba los grandes pies con
unas sucias sandalias de paja y se acercaba hasta detenerse
ante l. Con el rosario en la mano, el abad les indic que le
siguieran, y un joven sacerdote se coloc detrs de ellos.
Pasaron por delante del pabelln de Yakushi, el
refectorio, la pagoda del tesoro, de un solo piso, y los
aposentos de los sacerdotes. Cuando llegaron al pabelln de
Dainichi, el joven sacerdote se adelant y habl con el abad.
ste asinti y el sacerdote abri la puerta con una llave
enorme.
Gonnosuke e Iori entraron juntos en la gran sala y se
arrodillaron ante el estrado de los sacerdotes. A diez pies
por encima del estrado se alzaba una enorme estatua dorada
de Dainichi, el Buda universal de las sectas esotricas. Poco
despus el abad sali por detrs del altar, vestido con el
hbito ceremonial, y se acomod en el estrado. Comenz el
cntico de los sutras, y pareci transformarse sutilmente en
un digno sumo sacerdote. Su postura erguida, la cuadratura
de los hombros, evidenciaban su autoridad.
Gonnosuke junt las manos. Una nubcula pareci
pasar ante sus ojos y de ella emergi una imagen del puerto
de montaa de Shiojiri, donde l y Musashi se enfrentaron.
Su madre estaba sentada a un lado, recta como una tabla y
con semblante preocupado, exactamente tal como estaba
cuando pronunci la palabra que salv a Gonnosuke en
aquella pelea.
Madre pens, no tienes que preocuparte por mi
futuro. Musashi ha consentido en ser mi maestro. No est
lejos el da en que podr establecer mi propia escuela. Por
muy revuelto que est el mundo, no me desviar del
Camino ni tampoco descuidar mis deberes filiales...
Cuando Gonnosuke sali de su ensoacin, el cntico
haba cesado y el abad se haba ido. A su lado, Iori estaba
sentado, inmvil, la mirada fija en la cara de Dainichi, un
milagro de sensibilidad escultrica tallado por el gran Unkei
en el siglo XIII.
Por qu miras as, Iori?
Sin mover los ojos, el muchacho respondi:
Es mi hermana. Ese Buda se parece a mi hermana.
Gonnosuke se ech a rer.
De qu ests hablando? Nunca la has visto. Adems,
ningn ser humano podra tener nunca la piedad y la
serenidad de Dainichi.
Iori sacudi la cabeza vigorosamente.
La he visto, cerca de la residencia del seor Yagy en
Edo, y he hablado con ella. Entonces no saba que era mi
hermana, pero ahora, mientras el abad cantaba, la cara del
Buda se ha transformado en la suya. Pareca decirme algo.
Salieron y se sentaron en el porche, reacios a romper el
hechizo de las visiones que haban experimentado.
El servicio fnebre era por mi madre dijo
Gonnosuke pensativamente. Pero tambin ha sido un
buen da para los vivos. Aqu sentados, en medio de esta
paz, resulta difcil creer que existan luchas y derramamiento
de sangre.
La aguja metlica de la pagoda del tesoro brillaba como
una espada enjoyada bajo los rayos del sol poniente. Todos
los dems edificios estaban sumidos en sombras profundas.
A lo largo del oscuro sendero que, por una cuesta
empinada, conduca a una casa de t de estilo Muromachi y
un pequeo mausoleo, se alineaban faroles de piedra.
Cerca de la casa de t, una monja anciana con la cabeza
cubierta por un pauelo blanco de seda y un hombre rollizo
de unos cincuenta aos estaban barriendo las hojas cadas
con escobas de paja.
Supongo que est mejor que antes dijo la monja,
suspirando.
Pocas personas iban a aquella parte del templo, ni
siquiera para limpiar la acumulacin de hojas y esqueletos
de aves durante el invierno.
Debes de estar fatigada, madre dijo el hombre.
Por qu no te sientas y descansas? Yo terminar la
limpieza.
Vesta un sencillo kimono de algodn, manto sin
mangas, sandalias de paja y calcetines de cuero con un
dibujo de flores de cerezo. Llevaba al cinto una espada corta
con la empuadura sin adornar, hecha de piel de tiburn.
No estoy fatigada replic ella con una risita.
Pero y t? No ests acostumbrado a esto. Se te han
agrietado las manos?
No, no estn agrietadas, slo llenas de ampollas.
La mujer volvi a rerse y dijo:
Es un buen recordatorio para llevrtelo a casa, no te
parece?
No me importa. Siento que mi corazn est
purificado. Espero que eso signifique que nuestra pequea
ofrenda de trabajo ha satisfecho a los dioses.
Bueno, ya est muy oscuro. Dejemos el resto para
maana por la maana.
Por entonces Gonnosuke e Iori estaban en pie al lado
del porche. Ketsu y Mysh bajaron lentamente por el
sendero, cogidos de la mano. Cuando se aproximaban al
pabelln de Dainichi, ambos se sobresaltaron y exclamaron
al unsono: Quin est ah?.
Entonces Mysh se dirigi a los desconocidos.
Ha hecho un da encantador, verdad? Habis venido
de excursin?
Gonnosuke hizo una reverencia y dijo:
No, he venido a escuchar la lectura de unos sutras
por mi madre.
Es agradable encontrarte con jvenes que se muestran
agradecidos hacia sus padres. Dio a Iori una palmada
maternal en la cabeza. Ketsu, te queda alguno de esos
pastelillos de trigo?
Ketsu sac un pequeo paquete de su amplia manga y
lo ofreci a Iori.
Perdname por ofrecerte sobras le dijo.
Puedo aceptarlo, Gonnosuke? pregunt Iori.
S dijo Gonnosuke, y dio las gracias a Ketsu en
nombre de Iori.
Por vuestra manera de hablar, parece que procedis
del este dijo Mysh. Puedo preguntaros adonde
vais?
Es como si hiciramos un viaje interminable por un
camino sin final. Este muchacho y yo somos discpulos del
Camino de la Espada.
Habis elegido un arduo camino. Quin es vuestro
maestro?
Se llama Miyamoto Musashi.
Musashi? No me digas!
Mysh mir a lo lejos, como si evocase un grato
recuerdo.
Dnde est Musashi ahora? pregunt Ketsu.
Ha pasado largo tiempo desde la ltima vez que le vimos.
Gonnosuke les cont las andanzas de Musashi durante
los dos ltimos aos. Mientras le escuchaba, Ketsu
asenta sonriente, como si dijera: Eso es lo que habra
esperado de l
Cuando termin su relato, Gonnosuke les pregunt
amablemente quines eran ellos.
Oh, perdname por no habrtelo dicho antes.
Ketsu hizo las presentaciones. Hace unos aos
Musashi se aloj algn tiempo en nuestra casa. Le
cobramos mucho afecto, e incluso ahora a menudo
hablamos de l. Entonces cont a Gonnosuke los dos o tres
incidentes que ocurrieron cuando Musashi estuvo en
Kyoto.
Gonnosuke conoca desde haca mucho tiempo la
reputacin de Ketsu como pulimentador de espadas, y
ms recientemente se haba enterado de la relacin de
Musashi con l. Pero nunca habra esperado tropezarse con
aquel rico ciudadano limpiando los descuidados terrenos de
un templo.
Tenis aqu la tumba de algn familiar? inquiri
. O quiz habis venido de excursin?
No, nada tan frvolo como una excursin replic
Ketsu. No a un lugar sagrado como ste... Te han
contado los sacerdotes la historia del Kongji?
No.
En ese caso permteme que, en nombre de los
sacerdotes, te hable un poco de ella. Ketsu hizo una
pausa y mir lentamente a su alrededor. Entonces dijo:
Hoy tenemos la luna apropiada.
Fue sealando uno tras otro los lugares destacados. Por
encima de ellos estaba el mausoleo, el Mieid y el
Kangetsutei; por debajo el Taishid, el santuario shintosta,
la pagoda del tesoro, el refectorio y el portal de dos pisos.
Mira cuidadosamente le dijo, al parecer bajo el
hechizo del entorno solitario. Aquel pino, esas rocas,
cada rbol, cada brizna de hierba participan de la constancia
invisible, de la elegante tradicin de nuestro pas.
Sigui hablando de esta guisa, y cont en tono solemne
que en el siglo XIV, durante un conflicto entre las cortes del
norte y del sur, la montaa fue un reducto de la corte
meridional. El prncipe Morinaga, conocido tambin como
Dait no Miya, celebr conferencias secretas para planear
el derrocamiento de los regentes Hj. Kusunoki Masashige
y otros leales lucharon contra los ejrcitos de la corte
septentrional. Ms adelante los Ashikaga llegaron al poder,
y el emperador Go-Murakami, expulsado del monte Otoko,
se vio obligado a huir de un sitio a otro. Finalmente se
refugi en el templo y durante muchos aos llev la misma
clase de vida que los sacerdotes de montaa y sufri las
mismas privaciones. Utiliz el refectorio como sede del
gobierno y trabaj incansablemente por recuperar las
prerrogativas imperiales arrebatadas por los militares.
En una poca anterior, cuando samurais y cortesanos se
reunieron alrededor de los ex emperadores Kgon, Kmy
y Suk, el monje Zen'e escribi patticamente: Los
aposentos de los sacerdotes y los templos de la montaa
fueron arrasados. La prdida es indescriptible.
Gonnosuke le escuchaba humilde y respetuosamente.
Iori, impresionado por la gravedad de la voz de Ketsu, no
poda apartar los ojos del rostro de aquel hombre.
Ketsu aspir hondo y sigui diciendo:
Todo lo que hay aqu es una reliquia de aquella era. El
mausoleo es el ltimo lugar de descanso del emperador
Kgon. Desde el declive de los Ashikaga, nadie ha cuidado
como es debido del recinto y las dependencias. Por eso mi
madre y yo hemos decidido limpiar un poco, como un gesto
de reverencia.
Satisfecho por la atencin que le prestaban, Ketsu se
esforzaba por expresar con la mayor fidelidad las
emociones que le embargaban.
Mientras barramos, hemos encontrado una piedra
con un poema tallado en ella, tal vez obra de un sacerdote
guerrero de aquel tiempo. Deca as:
Aunque la guerra se prolongue
incluso durante cien aos,
regresar la primavera.
Vivid con una cancin en vuestros corazones,
vosotros, el pueblo del emperador.
Pensad en la valenta y la generosidad que deba tener
un simple soldado, tras luchar durante aos, tal vez
dcadas, protegiendo al emperador, para regocijarse y
cantar. Estoy seguro de que pudo hacerlo porque el espritu
de Masashige se comunic con l. Aunque han transcurrido
cien aos de lucha, este lugar sigue siendo un monumento a
la dignidad imperial. No es algo por lo cual debemos estar
muy agradecidos?
No saba que aqu se libr una batalla sagrada dijo
Gonnosuke. Espero que perdones mi ignorancia.
Me alegro de haber tenido la oportunidad de
compartir con vosotros algunos de mis pensamientos sobre
la historia de nuestro pas.
Los cuatro bajaron juntos por la vertiente de la colina.
A la luz de la luna, sus sombras parecan etreas.
Al pasar ante el refectorio, Ketsu dijo:
Hemos pasado aqu siete das. Maana partiremos. Si
ves a Musashi, te ruego que le digas que vuelva a visitarnos.
Gonnosuke le asegur que as lo hara.
El arroyo de corriente somera y rpida que corra a lo
largo del muro exterior del templo era como un foso natural,
cruzado por un puente con suelo de tierra.
Apenas Gonnosuke e Iori haban puesto pie en el
puente cuando una corpulenta figura blanca armada con un
bastn sali de las sombras y se abalanz contra la espalda
de Gonnosuke. ste esquiv al atacante deslizndose a un
lado, pero Iori cay del puente al arroyo.
El hombre cruz corriendo ante Gonnosuke hasta el
camino, al otro lado del puente, se volvi y adopt una
postura firme. Sus piernas parecan pequeos troncos de
rbol. Gonnosuke vio que era el sacerdote que les haba
estado siguiendo el da anterior.
Quin eres? le grit Gonnosuke.
El sacerdote no dijo nada.
Gonnosuke coloc su bastn en posicin de ataque y
repiti:
Quin eres? Qu motivos tienes para atacar a
Mus Gonnosuke?
El sacerdote actu como si no le hubiera odo. Sus ojos
despedan fuego mientras los dedos de sus pies, que
sobresalan de unas pesadas sandalias de paja, avanzaban
lentamente con el movimiento de un ciempis.
Gonnosuke gru y solt una maldicin entre dientes.
La voluntad de luchar hinchaba sus miembros cortos y
fuertes, y tambin l avanzaba poco a poco.
El bastn del sacerdote se parti por la mitad con un
chasquido resonante. Una parte sali volando; el sacerdote
arroj la otra parte con todas sus fuerzas a la cara de
Gonnosuke. Fall, pero mientras ste recuperaba el
equilibrio, su adversario desenvain la espada y volvi
corriendo al puente.
Bastardo! grit Iori.
El sacerdote ahog un grito y se llev una mano a la
cara. Las piedrecillas arrojadas por el muchacho haban
dado en el blanco, y una de ellas le alcanz en un ojo. Gir
sobre sus talones y ech a correr camino abajo.
Detente! le grit Iori, mientras sala del arroyo
con un puado de piedras.
Djale le orden Gonnosuke, tocndole el brazo.
Supongo que esto le ensear dijo el muchacho,
exultante, y arroj las piedras hacia la luna.
Poco despus de que hubieran regresado a la casa de
Troku, cuando ya estaban acostados, estall una tormenta.
El viento ruga entre los rboles, amenazando con arrancar
el tejado de la casa, pero no fue eso lo nico que les impidi
dormirse en seguida.
Gonnosuke permaneci despierto, pensando en el
pasado y el presente, preguntndose si el mundo era
realmente mejor ahora que en pocas pretritas. Nobunaga,
Hideyoshi e Ieyasu se haban ganado los corazones del
pueblo, as como autoridad para gobernar, pero no haba
sido prcticamente olvidado el verdadero soberano y se
haba incitado al pueblo para que adorase a falsos dioses?
La era de los Hj y los Ashikaga fue detestable y
contradijo flagrantemente el mismo principio en el que se
basaba el pas. No obstante, incluso entonces, grandes
guerreros, como Masashige y su hijo, as como leales de
numerosas provincias, haban seguido el verdadero cdigo
del guerrero. Gonnosuke se pregunt en qu se haba
convertido el Camino del Samurai. Como el Camino del
Ciudadano y el Camino del Campesino, ahora slo parecan
existir en beneficio del dirigente militar.
Los pensamientos de Gonnosuke caldearon todo su
cuerpo. Las cumbres de Kawachi, los bosques alrededor del
Kongji, la furiosa tormenta, parecan convertirse en seres
vivos que le llamaban en un sueo.
Iori no poda apartar de su mente al sacerdote
desconocido. Mucho ms tarde, cuando la tormenta se
intensific, todava pensaba en la espectral figura blanca. Se
cubri con la manta hasta los ojos y se durmi
profundamente, sin sueos.
Al da siguiente, cuando se pusieron en marcha, las nubes
por encima de las montaas tenan los colores del arco iris.
En las afueras del pueblo se encontraron con un mercader
viajero, que sali repentinamente de la bruma matinal y les
salud con jovialidad.
Gonnosuke respondi al saludo de una manera
maquinal. Iori, absorto en los pensamientos que le haban
mantenido despierto la noche anterior, no se mostr ms
comunicativo. El hombre intent trabar conversacin.
Anoche habis dormido en casa de Troku, no es
cierto? Le conozco desde hace aos. Son buena gente, tanto
l como su mujer.
Este comentario no obtuvo ms que un leve gruido por
parte de Gonnosuke.
Tambin yo visito el castillo de Koyagy de vez en
cuando dijo el mercader. Kimura Sukekur me ha
hecho muchos favores.
La respuesta a esta revelacin no fue ms que otro
gruido.
Veo que habis estado en el monte Kya de las
mujeres. Supongo que ahora os dirigs al autntico monte
Kya. Es la poca del ao ms adecuada. La nieve ha
desaparecido y todos los caminos han sido reparados.
Podis cruzar tranquilamente los puertos de Amami y
Kiimi, pasar la noche en Hashimoto o Kamuro...
El sondeo del hombre acerca de su itinerario despert
las sospechas de Gonnosuke.
Cul es el ramo de tu negocio? le pregunt.
Vendo cuerda trenzada respondi el hombre,
sealando el pequeo bulto que llevaba a la espalda. Es
una cuerda hecha de algodn estirado y trenzado. Se ha
inventado hace poco, pero se est haciendo rpidamente
popular.
Comprendo dijo Gonnosuke.
Troku me ha ayudado mucho, hablando de mi
cuerda a los fieles del Kongji. La verdad es que pensaba
quedarme anoche en su casa, pero me dijo que ya tena dos
invitados. No puedo ocultar que me decepcion un poco.
Cuando me alojo en su casa siempre me llena de buen sake
concluy riendo.
Algo tranquilizado, Gonnosuke empez a hacerle
preguntas sobre lugares a lo largo del camino, pues el
vendedor estaba muy familiarizado con aquel entorno rural.
Cuando llegaron a la altiplanicie de Amami, la conversacin
se haba vuelto bastante amistosa.
Eh, Sugiz!
Un hombre corri por el camino hasta darles alcance.
Por qu te has ido sin m? Estaba esperando en el
pueblo de Amano. Dijiste que pasaras a buscarme.
Lo siento, Gensuke dijo Sugiz. Me encontr
con estas dos personas y nos pusimos a hablar. Me olvid
por completo de ti. Se ech a rer al tiempo que se
rascaba la cabeza.
Gensuke, que vesta igual que Sugiz, result ser
tambin un vendedor de cuerda. Mientras caminaban, los
dos vendedores se pusieron a hablar de su negocio.
Al llegar a un barranco de unos veinte pies de
profundidad, Sugiz se call de repente y seal.
Vaya, eso es peligroso dijo.
Gonnosuke se detuvo y mir el barranco, que poda ser
una brecha abierta por un terremoto, tal vez ocurrido
mucho tiempo atrs.
Cul es el problema? pregunt.
Esos troncos para cruzar no estn seguros. Mira
all... algunas de las piedras en que se apoyaban han sido
arrastradas por el agua de lluvia. Lo arreglaremos para que
los troncos estn firmes. Entonces aadi: Debemos
hacerlo por la seguridad de otros viajeros.
Gonnosuke les observ mientras ellos, agachados en el
borde del barranco, amontonaban piedras y tierra bajo los
troncos. Pens que aquellos dos mercaderes viajaban mucho
y por ello conocan como el que ms las dificultades del
viaje, pero estaba un poco sorprendido, pues resultaba
inslito que unos hombres como ellos se preocuparan por
el prjimo hasta el extremo de que se tomaban la molestia
de reparar un puente.
Iori no pens en ello lo ms mnimo. Impresionado por
aquella demostracin de buenas intenciones, colabor
recogiendo piedras para ellos.
As estar bien dijo Gensuke. Dio un paso en el
puente, decidi que era seguro y se dirigi a Gonnosuke:
Yo ir primero.
Extendiendo los brazos para mantener el equilibrio,
cruz rpidamente al otro lado e hizo una sea a los dems
para que le siguieran.
Animado por Sugiz, Gonnosuke cruz a continuacin,
seguido por Iori. Todava no estaban en el centro cuando
lanzaron un grito de sorpresa. Delante de ellos, Gensuke les
apuntaba con una lanza. Gonnosuke mir atrs y vio que
Sugiz tambin sujetaba una lanza.
Gonnosuke se pregunt de dnde haban salido las
armas. Solt un juramento, se mordi el labio airadamente y
consider la precariedad de su posicin.
Gonnosuke, Gonnosuke...
Cogido por sorpresa, Iori se aferraba a la cintura de
Gonnosuke, mientras ste, rodeando al muchacho con el
brazo, cerr los ojos un instante y confi su vida a la
voluntad del cielo.
Bastardos!
Calla! grit el sacerdote, que se encontraba arriba,
en el camino, detrs de Gensuke, con el ojo izquierdo
hinchado y negro.
No pierdas la calma le dijo Gonnosuke a Iori en un
tono tranquilizador. Entonces grit: De modo que ests
detrs de esto! Bien, tened cuidado, bastardos ladrones!
Esta vez os habis equivocado de hombre!
El sacerdote mir framente a Gonnosuke.
Ya sabemos que no vale la pena robarte. Si ah se
acaba tu ingenio, para qu intentas ser un espa?
Me ests llamando espa?
Perro de Tokugawa! Tira ese bastn, pon las manos
a la espalda y no intentes ninguna jugarreta.
Ah! suspir Gonnosuke, como si le abandonara la
voluntad de luchar. Mirad, estis cometiendo un error.
Vengo de Edo, en efecto, pero no soy un espa. Me llamo
Mus Gonnosuke y soy un shugysha.
Basta de mentiras.
Por qu creis que soy un espa?
Los amigos que tenemos en el este nos dijeron hace
tiempo que estuviramos a la expectativa de un hombre que
viaja con un muchacho. Te ha enviado aqu el seor Hj de
Awa, no es cierto?
No.
Tira el palo y ven con nosotros pacficamente.
No voy a ninguna parte con vosotros.
Entonces morirs aqu mismo.
Gensuke y Sugiz empezaron a aproximarse por
delante y detrs, las lanzas preparadas para entrar en
accin.
A fin de proteger a Iori, Gonnosuke le dio una palmada
en la espalda. Lanzando un fuerte chillido, el muchacho se
arroj a los arbustos que cubran el fondo del barranco.
Yaaah! grit Gonnosuke, mientras acometa a
Sugiz.
La lanza requiere cierto espacio y su manejo en el
momento oportuno para que sea eficaz. Sugiz extendi el
brazo para embestir con su arma, pero no lo hizo en el
momento exacto. Un spero gruido sali de su garganta
cuando la hoja cort el aire. Gonnosuke se abalanz contra
l y los dos cayeron. Cuando Sugiz intent levantarse,
Gonnosuke le golpe con el puo derecho en la cara. Sugiz
mostr los dientes, pero el efecto fue ridculo, pues su cara
ya estaba cubierta de sangre. Gonnosuke se puso en pie,
us la cabeza de Sugiz como trampoln y cubri la
distancia hasta el extremo del puente.
Blandiendo el bastn, grit:
Aqu os espero, cobardes!
An no haba terminado de gritar cuando tres cuerdas
sobrevolaron la hierba, una de ellas con el sobrepeso de una
guarda de espada y otra con una espada corta enfundada.
Una cuerda se enroll en el brazo de Gonnosuke, otra
alrededor de sus piernas y la tercera alrededor del cuello. Al
cabo de un momento, otra cuerda se enroll a su bastn.
Gonnosuke se debati como un insecto atrapado por
una telaraa, pero no por mucho tiempo. Media docena de
hombres salieron del bosque detrs de l. Cuando
terminaron, qued impotente en el suelo, atado ms
fuertemente que una bala de paja. Con la excepcin del
malhumorado sacerdote, todos sus captores vestan como
vendedores de cuerda.
No tenis caballos? pregunt el sacerdote. No
quiero llevarle a pie hasta el monte Kudo.
Probablemente podremos alquilar un caballo en el
pueblo de Amami.
Una flor de peral
En el oscuro y solemne bosque de cedros, los cantos de los
humildes alcaudones, mezclados con los del celestial bulbul,
sonaban como los tonos enjoyados de la mtica ave
Kalavinka.
Dos hombres, que bajaban desde la cima del monte
Kya, donde haban visitado los pabellones y pagodas del
Kongbuji y presentado sus respetos en el santuario
interior, se detuvieron en un pequeo puente con arcos
entre los recintos interior y exterior del templo.
Nuinosuke dijo pensativamente el hombre de ms
edad, el mundo es en verdad frgil e impermanente, no
crees?
Por su pesado manto de confeccin casera y su hakama
utilitario, podra haber pasado por un samurai rural, a no
ser por sus espadas, que eran de calidad sobresaliente, y el
hecho de que su compaero era demasiado fino y atildado
para ser el ayudante de un samurai provinciano.
Las has visto, eh? sigui diciendo. Las tumbas
de Oda Nobunaga, Akechi Mitsuhide, Ishida Mitsunari,
Kobayakawa Kingo..., todos ellos generales brillantes y
famosos hace tan slo unos pocos aos. Y esas piedras
recubiertas de musgo que ves all sealan los lugares donde
estn enterrados miembros famosos de los clanes
Minamoto y Taira.
Amigos y enemigos..., todos juntos aqu, no es
cierto?
Y todos ellos reducidos a meras piedras solitarias.
Fueron los nombres como Uesugi y Takeda realmente
grandes o tan slo los soamos?
Eso me produce una sensacin extraa. De alguna
manera me parece como si el mundo en que vivimos fuese
irreal.
Es as? O acaso lo irreal es este lugar?
Humm. Quin sabe?
A quin se le ocurrira llamar a ste el Puente de las
Ilusiones?
Es un nombre bien elegido, verdad?
Creo que la ilusin es verdad, de la misma manera que
la iluminacin es realidad. Si la ilusin fuese irreal, el mundo
no podra existir. Un samurai que dedica su vida a su
maestro no puede, ni por un instante, permitirse el
nihilismo. Por ello el Zen que practico es un Zen vivo, es el
Zen del mundo defectuoso, el Zen del infierno. Un samurai
que tiembla ante la idea de la impermanencia o desprecia el
mundo no puede cumplir con sus deberes... Pero basta de
este lugar. Regresemos al otro mundo.
El hombre camin con paso rpido, notablemente
brioso para su edad.
Al ver a los sacerdotes del Seiganji, frunci el ceo y
farfull: Por qu tienen que hacer eso?. La noche
anterior se haba quedado en el templo. Ahora una veintena
de jvenes sacerdotes se alineaban a lo largo del camino,
esperando para decirle adis, aunque se haba despedido de
ellos por la maana con la intencin de evitar una exhibicin
como aqulla.
Pas entre ellos dicindoles corteses adioses, y se
apresur por el camino a cuyo lado se abra el centn de
valles conocido como Kujkutani. Slo cuando lleg al
mundo ordinario se tranquiliz. Por consciente que fuese de
su propio corazn humano falible, el olor de este mundo era
un alivio.
Hola, quin eres?
La pregunta le sorprendi como un disparo cuando
doblaron una curva de la carretera.
Quin eres t? pregunt Nuinosuke.
El samurai fornido y de tez clara que estaba en medio
del camino dijo cortsmente:
Perdona si me equivoco, pero no eres Nagaoka Sado,
uno de los principales servidores del seor Hosokawa
Tadatoshi?
Soy Nagaoka, en efecto. Quin eres t y cmo has
sabido que me hallaba en la vecindad?
Me llamo Daisuke y soy el nico hijo de Gess, que
vive retirado en el monte Kudo. Al ver que su nombre no
deca nada al otro, Daisuke aadi: Mi padre prescindi
hace mucho tiempo de su nombre anterior, pero hasta la
batalla de Sekigahara fue conocido como Sanada
Saemonnosuke.
Te refieres a Sanada Yukimura?
S, seor. Con una timidez que pareca reida con
su aspecto, Daisuke le dijo: Esta maana un sacerdote del
Seiganji ha ido a la casa de mi padre para informarle de que
estabas haciendo una breve visita al monte Kya. Aunque
nos han dicho que viajas de incgnito, mi padre ha pensado
que sera una pena no invitarte a tomar una taza de t con
l.
Muy amable por su parte replic Sado. Entrecerr
un momento los ojos y entonces dijo a Nuinosuke: Creo
que deberamos aceptar, no te parece?
S, seor respondi Nuinosuke sin entusiasmo.
Aunque falta bastante para que termine el da, mi
padre se sentira muy honrado si pasaras la noche con
nosotros dijo Daisuke.
Sado titube un momento, preguntndose si era juicioso
aceptar la hospitalidad de un hombre considerado como un
enemigo de los Tokugawa, pero hizo un gesto de
asentimiento.
Ya decidiremos eso ms tarde, pero ser un placer
tomar una taza de t con tu padre. Ests de acuerdo,
Nuinosuke?
S, seor.
Nuinosuke pareca un poco impaciente, pero cuando
echaron a andar por el camino detrs de Daisuke, maestro y
ayudante intercambiaron miradas de complicidad.
Desde la aldea del monte Kudo subieron un poco ms
por la ladera de la montaa hasta una residencia separada de
las dems casas. El recinto, rodeado por un muro de piedra
bajo, estaba coronado por una valla de hierba entretejida y
pareca la casa fortificada a medias de un seor de la guerra
provinciano de segunda categora, pero, en conjunto, daba
ms una impresin de refinamiento que de eficacia militar.
Mi padre est all, junto a ese edificio con tejado de
paja dijo Daisuke cuando cruzaron el portal.
Haba un pequeo huerto, suficiente para aportar las
cebollas y otras verduras de las sopas consumidas en el
desayuno y la cena. La casa principal se alzaba frente a un
peasco. Cerca de la terraza haba un bosquecillo de
bambes, ms all del cual se vean otras dos casas.
Nuinosuke se arrodill en la terraza ante la habitacin
en la que hizo entrar a Sado.
Qu quietud hay aqu observ Sado al tomar
asiento.
Poco despus, una mujer joven que pareca ser la
esposa de Daisuke, sirvi silenciosamente el t y se
march.
Mientras Sado aguardaba a su anfitrin, contempl el
paisaje del jardn y el valle. Debajo estaba la aldea, y a lo
lejos la poblacin de Kamuro, con sus numerosas posadas.
Sobre el musgo aferrado al tejado de paja voladizo crecan
unas flores diminutas, y se perciba en el aire la agradable
fragancia de un incienso peculiar. Aunque no lo vea, llegaba
a sus odos el rumor del arroyo que atravesaba el
bosquecillo de bambes.
La misma estancia produca una sensacin de serena
elegancia, comedido recordatorio de que el dueo de aquella
vivienda sin pretensiones era el segundo hijo de Sanada
Masayuki, seor del castillo de Ueda y receptor de unos
ingresos de ciento noventa mil fanegas.
Los postes y las vigas eran delgados, el techo bajo. La
pared detrs del pequeo y rstico tokonoma era de arcilla
roja y tena un acabado rudo. El arreglo floral en el lugar de
honor consista en una sola ramita con flores de peral en un
esbelto florero de cermica amarillo y verde claro. Sado
pens en la solitaria flor de peral de Po Ch-i, regada por la
lluvia primaveral, y en el amor que una al emperador chino
y Yang Kuei-fei, descrito en el Chang He Ke. Le pareca or
quedos sollozos.
Contempl el pergamino colgado de la pared, por
encima del arreglo floral. Los caracteres escritos en l, de
gran tamao y trazado ingenuo, decan Hkoku
Daimyjin, el nombre dado a Hideyoshi cuando fue
elevado a la categora de un dios despus de su muerte. A
un lado, una nota en caracteres ms pequeos informaba de
que la caligrafa era obra de Hideyori, el hijo de Hideyoshi,
cuando contaba ocho aos de edad. Sado pens que era una
descortesa a la memoria de Hideyoshi dar la espalda al
rollo de papel, por lo que se movi ligeramente a un lado.
Al hacerlo, comprendi de improviso que el agradable
aroma no provena de un incienso que ardiera en aquel
momento, sino de las paredes y las shoji, las cuales deban
de haber absorbido la fragancia cuando el incienso era
quemado all por la maana y la noche para purificar la
habitacin en honor de Hideyoshi. Era de suponer que
tambin habra a diario una ofrenda de sake, como era
preceptivo para las deidades shintostas establecidas.
Sado pens que Yukimura era en verdad tan devoto de
Hideyoshi como decan. Lo que no poda entender era por
qu Yukimura no ocultaba aquel pergamino. Tena la
reputacin de ser un hombre impredecible, un hombre de
las sombras, que acechaba en espera de un momento
propicio para volver al centro de la poltica nacional. No
haca falta ser muy sagaz para imaginar que ciertos
visitantes informaran ms tarde al gobierno Tokugawa
sobre los sentimientos del dueo de la casa.
Oy ruido de pisadas que se aproximaban por el pasillo
exterior. El hombre menudo y delgado que entr en la
estancia llevaba un manto sin mangas y slo una espada
corta en la parte delantera del obi. Si algo distingua su
porte era la modestia.
Yukimura se arrodill e hizo una reverencia hasta tocar
el suelo con la frente.
Perdname por enviar a mi hijo a buscarte e
interrumpir tu viaje.
Esta muestra de humildad hizo que Sado se sintiera
incmodo. Desde el punto de vista legal, Yukimura haba
renunciado a su rango, y ahora no era ms que un rnin que
haba adoptado el nombre budista Denshin Gess. No
obstante, era hijo de Sanada Masayuki, y su hermano
mayor, Nobuyuki, era un daimy muy relacionado con los
Tokugawa. Sado, tan slo miembro del servicio de su seor,
tena un rango muy inferior al de su anfitrin.
No deberas inclinarte ante m de esa manera le
dijo, devolvindole el saludo. Verte de nuevo es un honor
inesperado y un placer. Me alegra que goces de buena
salud.
Tambin t pareces saludable replic Yukimura, y
relaj su postura mientras Sado todava estaba inclinado.
Me satisface saber que el seor Tadatoshi ha regresado a
Buzen sin ningn percance.
Gracias. ste es el tercer ao desde el fallecimiento
del seor Ysai, por lo que mi seor pens que ya era el
momento de hacerlo.
Tanto tiempo ha pasado?
S. Tambin yo he estado en Buzen, aunque no s de
qu podra servir una reliquia como yo al seor Tadatoshi.
Como sabes, tambin he servido a su padre y su abuelo.
Finalizadas las formalidades, cuando se pusieron a
hablar de asuntos diversos, Yukimura le pregunt:
Has visto recientemente a nuestro maestro de Zen?
No, hace tiempo que no veo a Gud ni s nada de l.
Esto me recuerda que te vi por primera vez en su sala de
meditacin. Entonces slo eras un muchacho y estabas con
tu padre.
Sado sonri feliz al recordar la poca en que le
encargaron de la construccin del Shumpoin, un edificio que
los Hosokawa haban donado al Myshinji.
Muchos bribones acudan a Gud para que les limara
las asperezas dijo Yukimura. l los aceptaba a todos,
sin que le importara que fuesen viejos o jvenes, daimy o
rnin.
A decir verdad, creo que le gustaban en especial los
rnin jvenes dijo Sado en tono meditativo. Sola decir
que un autntico rnin no buscaba fama ni beneficio, ni se
congraciaba con los poderosos, ni trataba de usar el poder
poltico para sus propios fines, ni se sustraa a los juicios
morales. Su magnanimidad era tan extensa como unas nubes
flotantes, actuaba con la rapidez de la lluvia y se contentaba
con vivir en medio de la pobreza. Nunca se marcaba
objetivos y jams guardaba rencores.
Te acuerdas de todo eso al cabo de tantos aos? le
pregunt Yukimura.
Sado hizo un ligero gesto de asentimiento.
Tambin sostena que un verdadero samurai era tan
difcil de encontrar como una perla en el vasto mar azul.
Comparaba los huesos enterrados de los innumerables rnin
que sacrificaron sus vidas por el bien del pas con unas
columnas en las que se apoyaba la nacin.
Sado miraba directamente a los ojos de Yukimura
mientras hablaba as, pero el otro no pareci reparar en la
alusin a hombres de la categora que l mismo haba
adoptado.
Ahora que lo recuerdo aadi. Uno de los rnin
que se sentaba a los pies de Gud en aquel tiempo era un
joven de Mimasaka llamado Miyamoto...
Miyamoto Musashi?
Eso es, Musashi. Me impresion como un hombre de
gran sagacidad, aunque por entonces slo tendra unos
veinte aos y su kimono siempre estaba sucio.
Debe de ser el mismo hombre.
Le recuerdas entonces?
No. He odo hablar de l hace poco, cuando estaba en
Edo.
Es un hombre merecedor de atencin. Gud me dijo
que su enfoque del Zen era prometedor, as que no le quit
el ojo de encima, hasta que desapareci de repente. Al cabo
de uno o dos aos me enter de que haba obtenido una
brillante victoria contra la Casa de Yoshioka. Recuerdo
haber pensado entonces que Gud deba de tener muy buen
ojo para seleccionar a la gente.
Tropec con l por pura casualidad. Estaba en
Shimsa y dio a unos aldeanos una leccin sobre la manera
de protegerse de los bandidos. Ms tarde les ayud a
convertir un terreno yermo en un arrozal.
Creo que quiz sea cierto lo que pensaba Gud..., la
perla en el vasto mar azul.
Lo crees as de veras? Le recomend al seor
Tadatoshi, pero me temo que encontrarle es tan difcil como
descubrir una perla. De una cosa puedes estar seguro. Si un
samurai como l aceptara una posicin oficial, no sera por
los ingresos, sino que le interesara si el trabajo se elevaba a
la altura de sus ideales. Es posible que Musashi prefiriese el
monte Kudo a la Casa de Hosokawa.
Qu?
Sado rest importancia a su observacin con una breve
risa, como si hubiera sido un lapsus.
Sin duda ests de broma dijo Yukimura. En mis
circunstancias actuales no puedo permitirme contratar un
servidor, y no digamos un rnin bien conocido. Dudo
incluso de que Musashi viniera aunque le invitara.
No hay necesidad de negarlo dijo Sado. No es
ningn secreto que los Hosokawa estn a favor de los
Tokugawa, y todo el mundo sabe que t eres la persona en
la que ms se apoya Hideyori. Al ver esa obra caligrfica en
el tokonoma, me he sentido impresionado por tu lealtad.
Ese pergamino me lo dio cierta persona en el castillo
de Osaka, en vez de un retrato conmemorativo de
Hideyoshi replic Yukimura, como si se hubiera
ofendido. Procuro cuidarlo bien. Pero Hideyoshi est
muerto. Hizo una pausa, trag saliva y sigui diciendo:
Los tiempos cambian, desde luego. No hace falta ser un
experto para ver que Osaka pasa por una mala poca,
mientras que el poder de los Tokugawa va en aumento. Sin
embargo, mi naturaleza me impide cambiar de lealtad y
servir a un segundo seor.
Me pregunto si la gente creer que es tan sencillo. Si
puedo hablarte con franqueza, todo el mundo comenta que
Hideyori y su madre te facilitan grandes sumas de dinero y
que con un simple gesto de la mano podras reunir a cinco o
seis mil rnin.
A esto, Yukimura respondi con una risa
desaprobadora.
No hay ni una palabra de verdad en ello. Creme,
Sado, no existe cosa peor que ser considerado mucho ms
de lo que eres.
No puedes culparles por pensar as. Te pusiste al
servicio de Hideyoshi cuando eras joven y l te tom ms
aprecio que a cualquier otro. Tengo entendido que tu padre
ha dicho de ti que eres el Kusunoki Masashige o el K'ung-
ming de nuestra poca.
No me avergences, te lo ruego.
Pero es as, no es cierto? Quiero pasar el resto de
mis das aqu, apaciblemente, en la sombra de la montaa
donde se preserva la ley de Buda. Eso es todo. No soy un
hombre refinado. Me basta con la posibilidad de ampliar un
poco mis campos, vivir para ver al hijo de mi hijo, disponer
de fideos de alforjn recin hecho en otoo y comer
verduras frescas en primavera. Aparte de eso, quisiera vivir
una larga vida, muy alejado de las guerras o los rumores de
guerra.
Eso es realmente todo lo que deseas? inquiri
suavemente Sado.
Rete si quieres, pero he dedicado mi tiempo libre a
leer a Lao-tsu y Chuang-tsu, y he llegado a la conclusin de
que la vida es goce. Si falta el goce, qu sentido tiene vivir?
Bien, bien replic Sado, fingiendo sorpresa.
Hablaron durante otra hora ms o menos, mientras
tomaban nuevas tazas de t servidas por la esposa de
Daisuke.
Creo que he prolongado demasiado mi visita,
hacindote perder el tiempo con mi charla dijo finalmente
Sado. Nos vamos, Nuinosuke?
No te apresures dijo Yukimura. Mi hijo y su
esposa han preparado unos fideos. Es una humilde comida
rural, pero deseo que la compartas con nosotros. Si tienes
intencin de hacer un alto en Kamuro, dispones de mucho
tiempo.
Daisuke apareci en aquel momento para preguntar a su
padre si podan servir la comida. Yukimura se levant y
precedi a su invitado por un corredor hasta la parte trasera
de la casa.
Una vez sentados, Daisuke ofreci a Sado unos palillos,
al tiempo que deca:
Me temo que la comida no es demasiado buena, pero
prubala de todos modos.
Su esposa, que no estaba acostumbrada a tener
desconocidos en casa, alz con gesto tmido una taza de
sake, que Sado rechaz cortsmente. Daisuke y su esposa
se quedaron un momento ms antes de excusarse.
Qu es ese ruido que oigo? pregunt Sado.
Pareca el sonido de un telar, aunque ms fuerte y de
una calidad ligeramente distinta.
Ah, eso? Es una rueda de madera para hacer cuerda.
Lamento decirlo, pero he puesto a la familia y los criados a
trabajar trenzando cuerda, la cual vendemos para ayudarnos
en las finanzas. Entonces aadi: Todos estamos
acostumbrados, pero supongo que puede ser irritante para
quien no lo est. Ordenar que la paren.
No te preocupes, pues no me molesta. Sentira
muchsimo impediros vuestro trabajo.
Cuando empezaron a comer, Sado pens en el alimento,
que a veces ofrece atisbos de la condicin de un hombre,
pero no descubri nada revelador. Yukimura no se pareca
en absoluto al joven samurai a quien conociera aos antes,
pero pareca haber envuelto en ambigedad sus
circunstancias actuales.
Sado pens entonces en los sonidos que haba odo:
ruidos de cocina, gente que iba y vena y, en un par de
ocasiones, el tintineo de monedas al ser contadas. Los
daimy desposedos no estaban acostumbrados al trabajo
fsico, y ms tarde o ms temprano se les terminaban los
tesoros que podan vender. Era concebible que el castillo de
Osaka hubiera dejado de aportar fondos. Con todo, la idea
de que Yukimura se hallaba en apuros econmicos era
extraamente inquietante.
Saba que su anfitrin podra haber tratado de ensamblar
fragmentos de la conversacin para hacerse una idea de
cmo estaban las cosas en la Casa de Hosokawa, pero no
haba ninguna indicacin de que as fuese. En sus recuerdos
del encuentro destacara que Yukimura no le haba
preguntado por su visita al monte Kya. De haberlo hecho,
Sado le habra respondido sin vacilar, pues no haba nada
misterioso en ello. Muchos aos atrs, Hideyoshi envi a
Hosokawa Ysai al Seiganji, donde permaneci bastante
tiempo. Al marcharse dej all libros, algunos escritos y
efectos personales que se haban convertido en recuerdos
importantes. Sado los haba examinado, seleccionado y
ordenado para que el templo los devolviera a Tadatoshi.
Nuinosuke, que no se haba movido de la terraza, ech
una mirada inquieta hacia el fondo de la casa. Lo menos que
se poda decir de las relaciones entre Osaka y Edo es que
eran tensas, mnimo. Por qu corra Sado semejante riesgo?
No imaginaba que existiera ningn peligro inmediato, pero
haba odo decir que el seor de la provincia de Kii, Asano
Nagaakira, tena instrucciones de vigilar estrictamente el
monte Kudo. Si uno de los hombres de Asano informaba de
que Sado haba efectuado una visita secreta a Yukimura, el
shogunado sospechara de la casa de Hosokawa.
Ahora es mi oportunidad, se dijo, mientras el viento
soplaba de sbito entre las flores de forsitia y kerria del
jardn. Se estaban formando con rapidez negros nubarrones
y empezaba a lloviznar. Recorri a toda prisa el pasillo y
anunci:
Empieza a llover, seor. Si hemos de irnos, creo que
ahora es el momento.
Agradecido por la ocasin de escaparse, Sado se puso
en pie de inmediato.
Gracias, Nuinosuke. No nos demoremos ni un
instante ms.
Yukimura se abstuvo de instar a Sado para que se
quedara a pasar la noche. Llam a Daisuke y su esposa y
les dijo:
Dad a nuestros invitados unas capas de paja, y t,
Daisuke, acompales a Kamuro.
En el portal, tras agradecer la hospitalidad de Yukimura,
Sado le dijo:
Estoy seguro de que volveremos a vernos uno de
estos das. Quiz sea otro da de lluvia, o tal vez sople un
fuerte viento. Hasta entonces, te deseo que sigas bien.
Yukimura asinti sonriente. S, uno de aquellos das...
Por un instante, cada hombre vio al otro en su mente,
montado a caballo y empuando una lanza. Pero de
momento el anfitrin haca reverencias entre ptalos de flor
de albaricoquero cados, y el invitado se alejaba con la capa
de paja ya mojada por la lluvia.
No llover mucho dijo Daisuke, mientras andaban
despacio por el camino. En esta poca del ao, tenemos
uno de estos aguaceros a diario.
No obstante, las nubes sobre el valle de Senj y las
cumbres de Kya parecan amenazantes, y los caminantes
apretaron el paso de una manera inconsciente.
Al entrar en Kamuro, vieron a un hombre que comparta
el lomo de un caballo con unos haces de lea, y atado de tal
manera que no poda moverse. Conduca el caballo un
sacerdote de tnica blanca, el cual llam a Daisuke por su
nombre y corri hacia l. Daisuke fingi no haberse
enterado.
Alguien te llama dijo Sado, intercambiando miradas
con Nuinosuke.
Daisuke, obligado a reparar en el sacerdote, le dijo:
Ah, Rinshb. Perdona, no te haba visto.
Vengo directamente del paso de Kiimi dijo el
sacerdote en voz alta y excitada. El hombre de Edo, el
que nos pidieron que localizramos... Le vi en Nara.
Tuvimos que pelear de lo lindo, pero le hemos capturado
vivo. Ahora, si le llevamos a Gess y le obligamos a hablar,
descubriremos...
De qu me ests hablando? le interrumpi
Daisuke.
El hombre en el caballo. Es un espa de Edo.
No puedes callarte, estpido? dijo Daisuke entre
dientes. Sabes quin es el hombre que me acompaa?
Nagaoka Sado, de la Casa de Hosokawa. Pocas veces
tenemos el privilegio de verle, y no permitir que nos
molestes con tu broma idiota.
Los ojos de Rinshb, al volverse hacia los dos viajeros,
reflejaron su sorpresa, y apenas pudo contenerse antes de
soltar abruptamente: La Casa de Hosokawa?.
Sado y Nuinosuke intentaban parecer serenos e
indiferentes, pero el viento sacuda sus capas pluviales,
hacindolas aletear como las alas de una grulla y dando al
traste con sus esfuerzos.
Por qu? pregunt Rinshb en voz baja.
Daisuke le apart un poco a un lado y le habl en
susurros. Cuando regres, Sado le dijo:
Por qu no te vuelves ya? No quisiera crearte ms
inconvenientes.
Tras observar a los viajeros hasta que se perdieron de
vista, Daisuke se dirigi al sacerdote.
Cmo has podido ser tan estpido? No sabes abrir
bastante los ojos antes de abrir la boca? Mi padre no estar
complacido cuando se entere de esto.
S, seor. Lo siento, no lo saba.
A pesar de su tnica, el hombre no era un sacerdote,
sino Toriumi Benz, uno de los principales servidores de
Yukimura.
El puerto
Gonnosuke!... Gonnosuke!... Gonnosuke!
Iori pareca incapaz de detenerse. Llam a su
compaero una y otra vez, desesperado. Al encontrar
algunas pertenencias de Gonnosuke en el suelo, se haba
convencido de que el otro estaba muerto.
Un da y una noche se haban deslizado ya, y durante
ese tiempo el muchacho haba caminado en un estado de
aturdimiento, sin darse cuenta de su cansancio. Tena
manchadas de sangre las piernas, las manos y la cabeza, y
su kimono estaba hecho jirones.
De vez en cuando le agarrotaba un espasmo, y entonces
alzaba la vista al cielo y gritaba: Estoy dispuesto, o
miraba el suelo y maldeca.
De sbito sinti fro y se pregunt si se estaba
volviendo loco. Se contempl en un charco y, al reconocer
su propia imagen reflejada en el agua, se sinti aliviado.
Pero estaba solo, sin nadie a quien dirigirse, slo
convencido a medias de que an estaba vivo. Cuando
recobr el sentido, en el fondo del barranco, no recordaba
dnde haba estado en los ltimos das, ni se le ocurri
tratar de regresar al Kongji o a Koyagy.
Un objeto que brillaba con los colores del arco iris le
llam la atencin. Era un faisn. Not la fragancia de las
glicinas silvestres en el aire y se sent. Mientras trataba de
recordar su situacin, pens en el sol, imagin que el astro
estaba en todas partes, ms all de las nubes, entre las
cumbres, en los valles. Se puso de rodillas, junt las manos,
cerr los ojos y empez a orar. Cuando abri los ojos, unos
minutos despus, lo primero que vio fue un atisbo del
ocano, azul y nebuloso, entre dos montaas.
Pequeo le dijo una voz maternal. Ests bien?
Eh? Sobresaltado, Iori dirigi sus ojos hundidos
hacia las dos mujeres, que le miraban con curiosidad.
Qu crees que le ocurre, madre? pregunt la ms
joven, mirando a Iori con repugnancia.
La mujer, con la perplejidad reflejada en su semblante,
se acerc a Iori y, al ver sus ropas ensangrentadas, frunci
el ceo.
No te duelen esos cortes? le pregunt. Iori
sacudi la cabeza. La mujer se volvi hacia su hija y le dijo
: Parece entender lo que le digo.
Le preguntaron su nombre, su procedencia, de dnde
era natural, qu estaba haciendo all y a quin haba estado
rezando. Poco a poco, mientras el chiquillo miraba a su
alrededor en busca de alguna respuesta, fue recuperando la
memoria.
La repugnancia inicial de la hija, que se llamaba Otsuru,
haba cedido el paso a la compasin.
Llevmosle a Sakai con nosotras dijo a su madre.
Puede que nos sea til en el almacn. Tiene la edad
apropiada.
sa podra ser una buena idea replic Osei, la
madre. Pero querr venir?
Vendr..., no es cierto que vendrs con nosotras?
S, s asinti Iori.
Entonces en marcha, pero tendrs que llevar nuestro
equipaje.
Ah.
Iori respondi a las observaciones de las mujeres con
meros gruidos, pero por lo dems no dijo nada durante el
trayecto montaa abajo, por un camino rural que les llev a
Kishiwada. Una vez se vio de nuevo entre la gente, se
volvi comunicativo.
Dnde vivs? les pregunt.
En Sakai.
Est cerca de aqu?
No, cerca de Osaka.
Dnde est Osaka?
Aqu subiremos a un barco que nos llevar a Sakai.
Entonces lo sabrs.
De veras? Un barco?
Excitado por la perspectiva de navegar, habl por los
codos durante varios minutos. Les cont que haba
embarcado en muchos transbordadores en el camino de Edo
a Yamato, pero aunque el ocano no estaba lejos de su
pueblo natal en Shimsa, nunca haba navegado por el mar
en un barco.
Entonces ests contento, eh? le dijo Otsuru.
Pero no debes llamar a mi madre ta. Cuando te dirijas a
ella dile seora.
Ah.
Y nunca debes responder ah. Di s, seora.
S, seora.
As est mejor. Bueno, si te quedas con nosotras y
trabajas con ahnco, me encargar de que te nombren
dependiente del almacn.
A qu se dedica tu familia?
Mi padre es un agente naviero.
Y eso qu es?
Es un mercader. Tiene muchos barcos y todos
navegan por la parte occidental de Japn.
Ah, slo es un mercader dijo Iori desdeosamente.
Slo un mercader! exclam la muchacha. Pero
qu dices?
La madre se inclinaba a pasar por alto la rudeza de Iori,
pero la hija estaba indignada. Entonces, tras algn titubeo,
aadi:
Supongo que los nicos mercaderes que ha visto son
los vendedores de dulces o de ropa.
Impulsada por el profundo orgullo de los comerciantes
de la regin de Kansai, inform a Iori que su padre posea
tres almacenes, todos ellos grandes, en Sakai, y varias
decenas de navos. Le hizo saber que tenan sucursales en
Shimonoseki, Marukame y Shikama, y que los servicios
efectuados para la Casa de Hosokawa en Kokura eran de tal
envergadura que los barcos de su padre tenan la categora
de naves oficiales.
Y est autorizado a tener apellido y usar dos
espadas, como un samurai sigui diciendo. Todo el
mundo al oeste de Honshu y en Kyushu conoce el nombre
de Kobayashi Tarzaemon de Shimonoseki. En tiempos de
guerra, daimys como Shimazu y Hosokawa nunca tienen
suficientes barcos, as que mi padre es tan importante como
un general.
No tena intencin de hacerte enfadar le dijo Iori.
Las dos mujeres se rieron.
No estamos enfadadas replic Otsuru. Pero
qu sabe del mundo un chiquillo como t?
Lo siento.
Al doblar una esquina les lleg el olor salobre del mar.
Otsuru seal un barco amarrado al embarcadero de
Kishiwada. Tena una capacidad de carga de quinientas
fanegas y estaba cargado con productos hortcolas locales.
En ese barco iremos a casa dijo la muchacha
orgullosamente.
El capitn del barco y un par de agentes de Kobayashi
salieron de una casa de t en un muelle para recibirlas.
Ha sido agradable la caminata? les pregunt el
capitn. Lamento deciros que vamos muy cargados, por
lo que no he podido reservaros mucho espacio. Subimos a
bordo?
Las precedi hasta la popa del barco, donde haba un
espacio resguardado con cortinas. Haban extendido una
alfombra roja, y elegantes recipientes lacados de estilo
Momoyama contenan alimentos y sake en abundancia. Iori
tuvo la sensacin de que entraba en una pequea sala muy
bien dispuesta en la mansin de un daimy.
El barco lleg a Sakai por la noche, tras una travesa sin
incidentes por la baha de Osaka. Los viajeros se
encaminaron directamente al establecimiento de Kobayashi,
frente al muelle, donde fueron recibidos por el
administrador, un hombre llamado Sahei, y un nutrido
grupo de dependientes que se haban reunido en la
espaciosa entrada.
Antes de internarse en la casa, Osei se volvi y dijo:
Sahei, quieres ocuparte del chico, por favor?
Te refieres al sucio pillete que ha desembarcado?
S. No parece faltarle el ingenio, as que podrs
ponerle a trabajar... Y encrgate de vestirle. Es posible que
tenga piojos. Vigila que se lave bien y dale un kimono
nuevo. Luego puede acostarse.
Durante los das siguientes, Iori no vio a la seora de la
casa ni a su hija. Una de esas cortinas cortas llamadas noren
separaba la oficina de la vivienda, al fondo, y haca las veces
de tabique. Sin un permiso especial, nadie, ni siquiera Sahei,
poda cruzarla.
El encargado destin un rincn de la tienda, como
llamaba a la oficina, para que Iori durmiera all. Aunque
agradeca que le hubieran rescatado, el muchacho no tard
en sentirse insatisfecho por su nueva manera de vivir.
La atmsfera cosmopolita a la que haba ido a parar
ejerca sobre l cierta fascinacin. Contempl boquiabierto
las innovaciones extranjeras que vea en las calles, los
barcos en el puerto y los signos de prosperidad que eran
evidentes por el estilo de vida de la gente. Pero
continuamente le decan: Eh, chico! Haz esto...! Haz
aquello!. Desde el ltimo mono del almacn hasta el
administrador, le obligaban a ir de un lado a otro como un
perro, y su actitud hacia l era totalmente distinta a la que
adoptaban cuando hablaban con un miembro de la familia o
con un cliente. Entonces se convertan en serviles
pelotilleros. Y, desde la maana a la noche, no hacan ms
que hablar de dinero y ms dinero, y cuando no hablaban de
eso lo hacan de trabajo y ms trabajo.
Y se consideran seres humanos!, pensaba Iori.
Anhelaba el cielo azul y el olor de la hierba clida bajo el
sol, y no eran pocas las veces que haba decidido huir de
all. La nostalgia era ms intensa cuando recordaba a
Musashi, en aquellos momentos en que le hablaba de las
maneras de nutrir al espritu. Vea con nitidez la imagen de
Musashi y el rostro del desaparecido Gonnosuke..., y a
Ots.
Un da la situacin lleg a un punto insostenible.
Io! le llam Sahei. Dnde ests, Io?
Al no obtener respuesta, el hombre se levant y fue
hasta el travesao lacado de negro, el llamado keyaki, que
formaba el umbral de la oficina.
Vaya, chico nuevo, as que ests aqu le grit.
Por qu no acudes cuando te llaman?
Iori estaba barriendo el pasillo entre la oficina y el
almacn. Alz la vista y pregunt:
Me llamabas a m?
Me llamabas a m, seor!
Entiendo.
Entiendo, seor!
S, seor.
Es que no tienes odos? Por qu no me has
respondido?
Te he odo decir Io, y no poda tratarse de m. Me
llamo Iori..., seor.
Io es suficiente. Y una cosa ms. El otro da te dije
que dejaras de llevar esa espada.
S, seor.
Dmela.
Iori titube un momento y entonces replic:
Es un recuerdo de mi padre. No puedo desprenderme
de ella.
Mocoso descarado! Te he dicho que me la des.
De todas maneras no quiero ser mercader.
Si no fuese por los mercaderes, la gente no podra
vivir dijo Sahei enrgicamente. Quin traera
mercancas de pases extranjeros? Nobunaga y Hideyoshi
son grandes hombres, pero no podran haber levantado
todos esos castillos... Azuchi, Jurakudai, Fushimi, sin la
ayuda de los mercaderes. Slo tienes que ver a los hombres
que trabajan aqu, en Sakai, Namban, Ruzon, Fukien, Amoi.
Todos ellos comercian a gran escala.
Eso ya lo s.
Cmo podras saberlo?
Cualquiera puede ver sus grandes casas en Ayamachi,
Kinumachi y Nishikimachi, y all arriba, en lo alto de la
colina, el establecimiento de Ruzon'ya parece un castillo.
Hay hileras y ms hileras de mansiones que pertenecen a
ricos mercaderes. Este lugar..., bueno, s que la seora y
Otsuru estn orgullosas de l, pero no puede compararse
con ninguna de esas casas.
Qu dices, pequeo hijo de perra!
Sahei apenas haba cruzado la puerta antes de que Iori
dejara caer la escoba y echara a correr. Sahei llam a unos
obreros portuarios y les orden que le atraparan.
Cuando trajeron a Iori a rastras, Sahei estaba fuera de s.
Qu se puede hacer con un chico como ste? Es
respondn y se burla de todos nosotros. Hoy le vamos a
dar un buen castigo. Al entrar de nuevo en la oficina,
aadi: Quitadle esa espada.
Le despojaron del arma ofensiva y le ataron las manos a
la espalda. Cuando anudaron la cuerda a una gran caja de
carga, Iori pareca un mono sujeto por una tralla.
Que se quede ah un buen rato dijo uno de los
hombres, sonriente. Dejemos que la gente se burle de l.
Los dems regresaron al trabajo entre risotadas.
No haba nada que Iori odiara ms que aquello. Cuan a
menudo Musashi y Gonnosuke le haban advertido que no
hiciera cosas de las que pudiera avergonzarse!
Primero intent suplicar, luego prometi que se
corregira. Como todo esto fue en vano, recurri a las
invectivas.
El administrador es un idiota, un viejo chocho que
est loco! Desatadme y devolvedme mi espada! No voy a
quedarme en una casa como sta!
Sahei se acerc y le orden que se callara. Entonces
intent amordazar a Iori, pero el muchacho le mordi un
dedo, por lo que el hombre desisti y pidi a los obreros
portuarios que lo hicieran.
Iori tir de sus ataduras a uno y otro lado. El hecho de
estar expuesto a las miradas de los transentes le produca
ya una enorme tensin, y se ech a llorar cuando un caballo
orin y el lquido espumoso corri hacia sus pies.
Cuando se estaba tranquilizando, vio algo que casi le
hizo desmayarse. Al otro lado de un caballo haba una
mujer joven, su cabeza protegida del sol ardiente por un
sombrero lacado de ala ancha. Llevaba atado, para mayor
comodidad al viajar, su kimono de camo, y sujetaba una
delgada caa de bamb.
Iori trat en vano de llamarla. Estir el cuello hasta que
casi se asfixi a causa del esfuerzo. Tena los ojos secos,
pero los sollozos estremecan sus hombros. El hecho de que
Ots estuviera tan cerca le enloqueca. Adonde iba? Por
qu se haba marchado de Edo?
Ms tarde, cuando un barco atrac en el embarcadero,
hubo mucho ms movimiento en la zona.
Sahei, qu est haciendo aqu este chico, atado como
un oso adiestrado para su exhibicin? Es una crueldad
dejarle as, y tambin es negativo para el negocio.
El hombre que as haba hablado en el umbral de la
oficina era un primo de Tarzaemon, a quien generalmente
llamaban Namban'ya, el nombre del establecimiento donde
trabajaba. Unas negruzcas marcas de viruela aadan cierto
matiz siniestro a su semblante airado. A pesar de su
aspecto, era un hombre amable que con frecuencia daba
dulces a Iori.
No me importa que le ests castigando sigui
diciendo. No es correcto hacerlo en medio de la calle. Eso
es malo para el nombre de Kobayashi. Destale.
S, seor.
Sahei obedeci de inmediato, mientras diverta a
Namban'ya con una detallada explicacin de lo intil que era
Iori.
Si no sabes qu hacer con l dijo Namban'ya, le
llevar a casa conmigo. Hoy hablar de ello con Osei.
El administrador, temiendo las consecuencias cuando la
duea de la casa se enterase de lo sucedido, sinti de
improviso la necesidad de suavizar los sentimientos de Iori.
ste, por su parte, no dirigi la palabra a aquel hombre
durante el resto del da.
Aquella noche, cuando se dispona a marcharse,
Namban'ya se detuvo en el rincn de la tienda ocupado por
Iori. Estaba algo bebido, pero de buen humor, y le dijo:
Bueno, al final no vas a venirte conmigo. Las mujeres
no han estado dispuestas a consentirlo. Ja!
Sin embargo, su conversacin con Osei y Otsuru haba
tenido un efecto saludable. Al da siguiente Iori ingres en la
escuela de un templo vecino. Se le permiti llevar su espada
a la escuela, y ni Sahei ni los dems volvieron a molestarle.
Pero aun as, el muchacho segua sin poder adaptarse.
Cuando estaba dentro de la casa, su mirada se diriga con
frecuencia al exterior. Cada vez que una mujer joven
parecida, incluso remotamente, a Ots pasaba por la calle,
el color de su rostro cambiaba. En ocasiones sala para verla
mejor.
Una maana, hacia comienzos del noveno mes, empez
a llegar por barco fluvial una prodigiosa cantidad de
equipaje procedente de Kyoto. Mediado el da, bales y
cestos se amontonaban ante la oficina. Las etiquetas
identificaban aquella propiedad como perteneciente a
samurais de la Casa de Hosokawa, los cuales haban
realizado en Kyoto unas actividades similares a las que
llevaron a Sado al monte Kya, para ocuparse de los
asuntos pstumos de Hosokawa Ysai. Ahora estaban
sentados, tomando t de cebada y abanicndose, algunos en
la oficina y otros en el exterior, bajo los aleros.
Al regresar de la escuela, Iori se detuvo en la calle y
palideci.
Kojir, sentado sobre un gran cesto, estaba hablando
con Sahei.
Aqu hace demasiado calor le deca. An no ha
atracado nuestro barco?
Sahei alz la vista del conocimiento de embarque que
tena en las manos y seal hacia el embarcadero.
Tu barco es el Tatsumimaru. El que est all. Como
puedes ver, todava no han terminado de cargarlo y vuestras
plazas a bordo an no estn preparadas. Lo siento mucho.
Pues preferira esperar a bordo. All debe de hacer
algo de fresco.
S, seor. Ir ahora mismo a ver cmo van las cosas.
Demasiado apresurado para enjugarse el sudor de la
frente, se encamin calle abajo, y entonces vio a Iori.
Qu haces aqu parado, como si te hubieras tragado
una baqueta? Ve y atiende a los pasajeros. T de cebada,
agua fresca, agua caliente... Dales lo que quieran.
Iori se dirigi a un cobertizo en la entrada del callejn, al
lado del almacn, donde mantenan una gran tetera de agua
hirviendo. Pero en vez de hacer lo que le haban ordenado,
se qued mirando furibundo a Kojir.
Ahora era conocido en general como Ganry, el nombre
de cultas resonancias que pareca ms apropiado a su edad
y categora actuales. Haba ganado peso y era ms robusto.
La cara se le haba llenado. Sus ojos, que en el pasado
parecan atravesar a quien miraban, eran serenos y
tranquilos. Ya no usaba a menudo su lengua como si fuese
un estilete, cosa que en el pasado hiciera tanto dao. De
alguna manera, la dignidad de su espada haba pasado a
formar parte de su personalidad.
Una de las consecuencias era que haba sido
gradualmente aceptado por sus camaradas samurais, los
cuales no slo hablaban de l en trminos elogiosos sino que
le respetaban de veras.
Empapado en sudor, Sahei regres del barco, volvi a
pedir disculpas por la larga espera y anunci:
Los asientos en medio del barco an no estn
preparados, pero los de la proa s que lo estn.
Eso significaba que los soldados de infantera y los
samurais ms jvenes podan subir a bordo. Recogieron sus
pertenencias y partieron en grupo.
Slo permanecieron donde estaban Kojir y seis o siete
hombres mayores, todos ellos funcionarios de cierta
importancia en el feudo.
Sado an no ha llegado, verdad? pregunt Kojir.
No, pero no creo que tarde mucho.
Pronto tendremos el sol en el oeste le dijo Sahei a
Kojir. Si entras, har ms fresco.
Las moscas son terribles se quej Kojir. Y
estoy sediento. No podra tomar otra taza de t?
En seguida, seor. Sin levantarse, Sahei grit en
direccin al cobertizo donde herva el agua: Io, qu ests
haciendo? Trae el t a nuestros invitados.
El administrador volvi a enfrascarse en el conocimiento
de embarque, pero al darse cuenta de que Iori no le haba
respondido, empez a repetir su orden. Entonces vio que el
muchacho s aproximaba lentamente con una bandeja sobre
la que reposaban varias tazas de t.
Iori ofreci t a cada uno de los samurais, haciendo en
cada ocasin una corts reverencia. Al llegar ante Kojir con
las dos ltimas tazas, le dijo:
Por favor, toma un t.
Kojir extendi la mano distradamente, pero la retir
con brusquedad cuando sus ojos se encontraron con los de
Iori. Sorprendido, exclam:
Pero si eres...!
Iori sonri y le dijo:
La ltima vez que tuve la mala suerte de tropezar
contigo fue en Musashino.
Qu significa esto? dijo Kojir con la voz ronca,
en un tono muy poco adecuado a su categora actual.
Estaba a punto de decir algo ms cuando Iori grit:
Ah, de modo que me recuerdas? Y le arroj la
bandeja a la cara.
Oh! grit Kojir, cogiendo a Iori por la mueca.
Aunque la bandeja no le haba alcanzado, un poco de t
caliente le haba cado en el ojo izquierdo. El resto del t se
derram sobre su pecho y regazo. La bandeja se estrell
contra un poste en un ngulo del edificio.
Pequeo bastardo! grit Kojir. Arroj a Iori al
suelo y le puso un pie encima. Administrador! exclam
airado. Este mocoso es uno de tus empleados, no? Ven
aqu y sujtale. Aunque slo sea un nio, no voy a tolerar
semejante ofensa.
Enloquecido de pavor, Sahei se apresur a hacer lo que
le haban ordenado, pero de alguna manera Iori logr
desenvainar su espada y dirigir una estocada al brazo de
Kojir. ste le lanz de un puntapi al centro de la estancia
y retrocedi un paso.
Sahei se volvi y ech a correr hacia Iori, gritando como
un poseso. Lleg al lado del muchacho cuando ste acababa
de ponerse en pie.
No te metas en esto! le grit Iori, y entonces,
mirando a Kojir directamente a la cara, le espet: Te lo
tenas merecido!
Tras decir estas palabras, sali corriendo al exterior.
Kojir cogi una vara, de las utilizadas para transportar
recipientes, que estaba a mano y la arroj al muchacho. Dio
perfectamente en el blanco, alcanzndole en una pierna,
detrs de la rodilla. Iori cay de bruces al suelo.
Obedeciendo una orden de Sahei, varios hombres se
abalanzaron sobre Iori y le llevaron a rastras hasta el
cobertizo donde herva el agua. All un sirviente estaba
limpiando el kimono y el hakama de Kojir.
Por favor, perdona esta ofensa le suplic Sahei.
No sabemos cmo disculparnos dijo uno de los
dependientes.
Sin dignarse mirarles, Kojir cogi una toalla hmeda
del sirviente y se limpi la cara.
Iori haba sido inmovilizado en el suelo, con los brazos
fuertemente doblados a sus espaldas.
Soltadme suplicaba, contorsionndose de dolor.
No huir. Soy hijo de un samurai. Lo que he hecho ha sido a
propsito y aceptar mi castigo como un hombre.
Kojir termin de arreglar sus ropas y se alis el
cabello.
Dejadle dijo en tono sereno.
Incapaz de interpretar la plcida expresin del samurai,
Sahei tartamude:
Ests..., ests seguro de que es conveniente?
S, pero... la palabra son como un clavo al ser
clavado en una tabla, aunque no tengo la menor intencin
de pelearme con un simple chiquillo, si crees que debe ser
castigado, puedo sugerirte un mtodo. chale un cazo de
agua hirviendo sobre la cabeza. Eso no le matar.
Agua hirviendo? Sahei se estremeci ante la
sugerencia.
S, pero si quieres dejar que se marche, tambin
puedes hacerlo perfectamente.
Sahei y sus hombres intercambiaron miradas de
incertidumbre.
No podemos permitir que semejante comportamiento
quede impune.
Siempre ha hecho trastadas.
Ha tenido suerte de haber salido con vida.
Traed una soga.
Cuando empezaron a atarle, Iori zaf las manos.
Qu estis haciendo? grit. Sentndose en el
suelo, aadi: Os he dicho que no huira. Aceptar mi
castigo. Tena una razn para hacer lo que he hecho. Un
mercader puede pedir disculpas, yo no. El hijo de un
samurai no va a llorar porque le echen encima un poco de
agua hirviendo.
De acuerdo dijo Sahei. T mismo lo has pedido.
El administrador se arremang, llen un cazo de agua
hirviendo y se dirigi lentamente hacia Iori.
Cierra los ojos, Iori. Si no lo haces, te quedars ciego.
La voz que haba dicho estas ltimas palabras, proceda
de la calle.
Iori, sin atreverse a mirar quin le haba aconsejado as,
cerr los ojos con fuerza. Record una ancdota que
Musashi le cont una vez en la llanura de Musashino. Era
sobre Kaisen, un sacerdote Zen muy reverenciado por los
guerreros de la provincia de Kai. Cuando Nobunaga e
Ieyasu atacaron el templo de Kaisen y lo incendiaron, el
sacerdote se sent calmosamente en el piso superior del
portal y, mientras las llamas le consuman, pronunci las
palabras: Si tus sentimientos han sido borrados por la
iluminacin, el fuego es fro.
No es ms que un cazo de agua hirviendo se dijo Iori
. No debo pensar as. Intent desesperadamente
convertirse en un vaco sin yo, libre de engaos, sin penas.
Tal vez si hubiera sido ms joven, o mucho mayor..., pero a
su edad formaba parte del mundo en que viva en un grado
superlativo.
Cundo ocurrira? Por un instante, presa de vrtigo,
pens que el sudor que se deslizaba por su frente era agua
hirviente. Un minuto le pareca un siglo.
Vaya, si es Sado dijo Kojir.
Sahei y todos los dems se volvieron y miraron al viejo
samurai.
Qu ocurre aqu? pregunt Sado, mientras
cruzaba la calle con Nuinosuke a su lado.
Kojir se ech a rer y dijo en tono ligero:
Nos has sorprendido en un momento singular. Estn
castigando a este muchacho.
Sado mir fijamente a Iori.
Le estn castigando? Bien, si ha hecho algo malo
debe ser castigado. Adelante. Ser testigo del castigo.
Sahei mir por el rabillo del ojo a Kojir, el cual
comprendio la situacin de inmediato y supo que l era el
nico responsable de la severidad del castigo.
Es suficiente dijo.
Iori abri los ojos. Al principio le cost un poco centrar
la mirada, pero al reconocer a Sado, sinti un acceso de
alegra.
Te conozco le dijo. Eres el samurai que visit el
Tokuganji en Htengahara.
Me recuerdas?
S, seor.
Qu ha sido de tu maestro, Musashi?
Iori sorbi aire por la nariz y se cubri los ojos con las
manos.
El hecho de que Sado conociera al muchacho fue un
golpe para Kojir. Reflexion un momento y decidi que
era preciso hacer algo con respecto a la bsqueda de
Musashi por parte de Sado. Pero, desde luego, no quera
que el nombre de Musashi saliera a relucir en una
conversacin entre l y un servidor de alto rango de su
seor. Saba que uno de aquellos das tendra que
enfrentarse a Musashi, pero eso ya no era un asunto
estrictamente privado.
En realidad, se haba abierto una brecha entre la lnea
principal y las ramas de la Casa de Hosokawa, una faccin
de la cual tena a Musashi en gran estima, mientras que la
otra se decantaba por el ex rnin que ahora era el instructor
de esgrima del jefe del clan. Algunos decan que la verdadera
razn de que el enfrentamiento fuese inevitable era la
rivalidad entre bastidores de Sado y Kakubei.
Para alivio de Kojir, el contramaestre del Tatsumimaru
lleg en aquel preciso momento y les dijo que la nave estaba
preparada.
Sado no se movi de donde estaba e inquiri:
El barco no zarpar hasta la puesta del sol, no es
cierto?
As es respondi Sahei, que recorra la oficina de
un lado a otro, preocupado por las consecuencias que
tendra lo sucedido.
Entonces dispongo de algn tiempo para descansar?
Mucho tiempo. Por favor, toma un poco de t.
Otsuru apareci en la puerta interior e hizo seas al
administrador. ste, tras escucharla durante un par de
minutos, volvi al lado de Sado y le dijo:
La oficina no es el lugar ms apropiado para recibirte.
Slo hay un paso a travs del jardn a la casa. Seras tan
amable de ir ah?
Eso es muy amable replic Sado. Con quin
estoy en deuda? Con la seora de la casa?
S. Ha dicho que quisiera expresarte su
agradecimiento.
Por qu?
Sahei se rasc la cabeza.
Pues... imagino que por evitar con tu intervencin
que Iori saliera lastimado. Como el dueo de la casa no
est...
Ya que has mencionado a Iori, quisiera hablar con l.
Te importara llamarle?
El jardn era exactamente como Sado habra esperado
que lo fuese en la casa de un rico mercader de Sakai.
Aunque unido por un lado a un almacn, era un mundo
diferente al de la oficina calurosa y ruidosa. Piedras y
plantas acababan de ser regadas, y corra un arroyuelo.
Osei y Otsuru estaban arrodilladas en una pequea y
elegante habitacin ante el jardn. Sobre el tatami haba una
estera de lana, con bandejas de dulces y tabaco. Sado repar
en la intensa fragancia de una mezcla de incienso.
El anciano se sent ante la puerta de la estancia.
No voy a entrar dijo. Tengo los pies sucios.
Mientras le serva t, Osei le pidi disculpas por el
comportamiento de sus empleados y le dio las gracias por
haber salvado a Iori.
Hace algn tiempo tuve ocasin de conocer a ese
chico dijo Sado. Me alegro de haberle encontrado de
nuevo. Cmo es que est en vuestra casa?
Tras escuchar la explicacin de la mujer, Sado le habl
de su larga bsqueda de Musashi. Charlaron amigablemente
un rato, y finalmente Sado le dijo:
He observado a Iori desde el otro lado de la calle
durante varios minutos, y he admirado su capacidad de
conservar la calma. Se ha comportado muy bien. De hecho,
considero un error criar a un muchacho tan valeroso en un
establecimiento de mercaderes. Qu te parecera si yo me
hiciera cargo de l? En Kokura podra ser educado como un
samurai.
Osei acept sin titubear.
Eso sera sin duda alguna lo mejor que podra
ocurrirle a ese muchacho respondi.
Otsuru se levant para ir en busca de Iori, pero en aquel
mismo momento el chico sali de detrs de un rbol, desde
donde haba odo toda la conversacin.
Tienes algo que objetar a venirte conmigo? le
pregunt Sado.
Rebosante de felicidad, Iori rog al anciano que le
llevara a Kokura.
Mientras Sado tomaba su t, Otsuru prepar a Iori para
el viaje: kimono, hakama, polainas, sombrero de juncos...,
todas las prendas nuevas. Era la primera vez en su vida que
el chico se pona un hakama.
Aquella noche, cuando el Tatsumimaru extendi sus
negras velas y zarp bajo las nubes doradas por el sol
poniente, Iori volvi la vista hacia el mar de rostros: los de
Otsuru, su madre, Sahei y un nutrido grupo de personas
que le despedan, el rostro colectivo de la ciudad de Sakai.
Con una ancha sonrisa en el rostro, Iori se quit el
sombrero de juncos y lo agit, devolvindoles el saludo.
El maestro de escritura
El letrero en la entrada de un estrecho callejn en el distrito
de los pescaderos de Okazaki deca: Iluminacin para los
jvenes. Lecciones de lectura y escritura, y ostentaba el
nombre Muka, el cual, segn todas las apariencias, era uno
de los muchos rnin empobrecidos pero honestos que se
ganaban la vida compartiendo su educacin de la clase
guerrera con los hijos del pueblo llano.
La caligrafa era curiosa, como de aficionado, y haca
que aflorase una sonrisa a los labios de los transentes,
pero Muka aseguraba que eso no le avergonzaba. Cada vez
que se lo mencionaban, siempre contestaba lo mismo:
En el fondo todava soy un nio, as que estoy
practicando con los nios.
El callejn desembocaba en un bosquecillo de bambes,
ms all del cual se hallaba el terreno de equitacin de la
Casa de Honda. Cuando haca buen tiempo, aquel paraje
siempre estaba cubierto por una nube de polvo, pues los
caballeros a menudo practicaban desde el alba hasta que
oscureca. El linaje militar del que estaban tan orgullosos era
el de los famosos guerreros Mikawa, la tradicin de la que
haban salido los Tokugawa.
Muka se desperez tras la siesta del medioda, fue al
pozo y sac agua. Su kimono gris sin forro y su capucha
del mismo color muy bien podran haber sido el atuendo de
un hombre de cuarenta aos, aunque en realidad an no
haba cumplido los treinta. Tras lavarse la cara, entr en el
bosquecillo y, de un solo tajo de espada, cort una gruesa
caa de bamb.
Despus de lavar el bamb en el pozo, entr en la casa.
Las persianas que colgaban a un lado mantenan a raya el
polvo del terreno de equitacin, pero como aqulla era la
direccin por la que llegaba la luz, la nica pieza pareca
ms pequea y oscura de lo que realmente era. En un rincn
haba una tabla, sobre la cual colgaba un retrato annimo de
un sacerdote Zen. Muka coloc el trozo de bamb sobre la
tabla y puso en el interior hueco una flor de correhuela.
No est mal, se dijo, mientras retroceda para
examinar su obra.
Tom asiento ante su mesa, empu el pincel y
empez a practicar, utilizando como modelo un manual de
formales caracteres de tipo cuadrado, del que era autor Ch'u
Sui-liang y un calco de la caligrafa del sacerdote Kb
Daishi. Era evidente que haba progresado sin cesar durante
el ao que llevaba viviendo all, pues los caracteres que
escriba ahora eran muy superiores a los que figuraban en el
letrero de la entrada.
Perdona que te moleste le dijo la mujer que viva al
lado, esposa de un vendedor de pinceles para escritura.
Entra, por favor respondi Muka.
Es slo un momento. Me estaba preguntando... Hace
un rato he odo un fuerte ruido, como si algo se rompiera.
No lo has odo?
Muka se ech a rer.
No te preocupes. He sido yo al cortar un trozo de
bamb.
Ah, estaba inquieta. Pens que quiz te haba
ocurrido algo. Mi marido dice que los samurais que
merodean por aqu tienen intencin de matarte.
Si lo hacen, poco importar. De todos modos, mi
vida no vale tres monedas de cobre.
No deberas ser tan despreocupado. A mucha gente la
matan por cosas que ni siquiera recordaban haber hecho.
Piensa en lo tristes que estaran todas las muchachas si
sufrieras algn dao.
La mujer se march, sin preguntarle esta vez, como
sola hacer: Por qu no te casas? Acaso no te gustan las
mujeres?. Muka nunca le daba una respuesta clara, aunque
l mismo haba sido el causante de aquel inters al revelar lo
suficiente para sugerir que sera un buen partido. Sus
vecinos saban que era un rnin de Mimasaka, aficionado al
estudio, y que haba vivido durante algn tiempo en Kyoto
y en los alrededores de Edo. Aseguraba que quera
establecerse en Okazaki y dirigir una buena escuela. Como
su juventud, diligencia y honestidad estaban fuera de toda
duda, no era sorprendente que varias muchachas se
mostraran interesadas por l como pretendiente, as como
varios padres con hijas casaderas.
Aquel pequeo sector de la sociedad senta una cierta
fascinacin por Muka. El vendedor de pinceles y su esposa
le trataban amablemente, la mujer le haba enseado a
cocinar y, en ocasiones, le lavaba la ropa y cosa sus
prendas. En conjunto, el joven disfrutaba viviendo en
aquella vecindad, donde todo el mundo se conoca y todos
buscaban nuevas maneras de aportar inters a sus vidas.
Siempre haba algo en marcha, si no un festival o danzas
callejeras o una celebracin religiosa, un funeral o un
enfermo del que cuidar.
Aquella noche pas ante la casa del vendedor de
pinceles y su esposa cuando stos estaban cenando. La
mujer chasque la lengua y coment:
Adonde ir? Por la maana ensea a los nios,
despus de comer echa la siesta o estudia y por la noche
sale. Es como un murcilago.
Su marido se ri entre dientes.
Y eso qu tiene de malo? No deberas envidiarle sus
excursiones nocturnas.
En las calles de Okazaki, los sonidos de una flauta de
bamb se mezclaban con los zumbidos de los insectos
cautivos en jaulitas de madera, el lamento rtmico de los
cantantes callejeros ciegos, los gritos de vendedores de
melones y sushi. No haba nada all que recordara el
frentico ajetreo que caracterizaba a Edo. Las llamas de los
faroles oscilaban, la gente paseaba enfundada en sus
kimonos veraniegos. En el calor persistente de la jornada de
verano, todo pareca relajado y en su sitio.
Cuando Muka pas, las muchachas susurraron.
Ah va de nuevo.
Humm..., no presta atencin a nadie, como de
costumbre.
Algunas jvenes le saludaban con una inclinacin de
cabeza y luego se volvan hacia sus amigas y especulaban
sobre el destino de Muka.
ste camin en lnea recta, pas de largo ante las callejas
donde podra haber comprado los favores de las prostitutas
de Okazaki, consideradas por muchos como una de las
principales atracciones locales a lo largo de la carretera
Tkaid. En el lmite occidental de la ciudad, se detuvo y se
estir, dejando que el calor abandonara sus holgadas
mangas. Delante de l corran las rpidas aguas del ro
Yahagi y estaba el puente del mismo nombre, con sus 208
tramos, el ms largo de la ruta Tkaid. Camin hacia el
delgado personaje que le aguardaba junto al primer poste.
Musashi?
Musashi sonri a Matahachi, el cual vesta su tnica de
sacerdote.
Ha regresado el maestro? le pregunt.
No.
Cruzaron el puente hombro contra hombro. En una
colina cubierta de pinos que se alzaba en la orilla opuesta
haba un antiguo templo Zen. Como la colina se llamaba
Hachij, el templo haba recibido el nombre de Hachijji.
Subieron por la oscura cuesta ante el portal.
Cmo te van las cosas? le pregunt Musashi.
Practicar el Zen debe de ser difcil.
Lo es replic Matahachi, inclinando con desaliento
su cabeza rapada que, desprovista de cabello, tena un tono
azulado. A menudo he pensado en huir. Si he de pasar
por la tortura mental para convertirme en un ser humano
decente, preferira echarme un lazo corredizo alrededor del
cuello y olvidarme de ello.
No permitas que te venza el desnimo. Todava slo
ests en los comienzos. Tu verdadero adiestramiento no
comenzar hasta que hayas suplicado al maestro y
persuadido de que te tome como discpulo.
Eso no siempre es posible. He aprendido a
disciplinarme un poco. Y cada vez que me siento en baja
forma, pienso en ti. Si t eres capaz de superar tus
dificultades, yo tambin debera poder superar las mas.
As es como debera ser. No hay ninguna razn para
que no puedas hacer nada de lo que yo hago.
Recordar a Takuan es una ayuda. De no haber sido
por l, me habran ejecutado.
Si puedes resistir las penalidades, experimentars un
placer mayor que el dolor le dijo Musashi seriamente.
Da y noche, hora tras hora, la gente es asaltada por oleadas
de dolor y placer, una y otra vez. Si slo intentan
experimentar el placer, dejan de estar realmente vivos.
Entonces el placer se evapora.
Empiezo a comprender.
Piensa en un simple bostezo. El bostezo de una
persona que est trabajando con ahnco es diferente del
bostezo de un hombre perezoso. Mucha gente se muere sin
conocer el placer que puede aportar un bostezo.
Humm. En el templo me hablan de un modo
parecido.
Confo en que pronto llegue el da en que pueda
presentarte al maestro. Tambin yo deseo pedirle
orientacin. Necesito saber ms sobre el Camino.
Cundo crees que regresar?
No es fcil saberlo, pues los maestros Zen a veces
deambulan por el pas como una nube durante dos o tres
aos a la vez. Ahora que ests aqu, deberas decidirte a
esperarle hasta cuatro o cinco aos, si es necesario.
T tambin?
S. Vivir en ese callejn, entre gentes pobres y
honestas, es un buen entrenamiento, forma parte de mi
educacin. No es un tiempo perdido.
Tras abandonar Edo, Musashi haba pasado por Atsugi.
Entonces, inducido por las dudas sobre su futuro, se
intern en las montaas de Tanzawa, de las que sali al
cabo de dos meses ms preocupado y ojeroso que nunca.
Resolver un problema slo le conduca a otro. A veces se
senta tan torturado que su espada pareca un arma dirigida
contra s mismo.
Entre las posibilidades que haba considerado estaba la
de elegir la va fcil. Si acceda a vivir de una manera cmoda
y ordinaria con Ots, la vida sera sencilla. Casi cualquier
feudo estara dispuesto a pagarle lo suficiente para
mantenerse, quiz entre quinientas y mil fanegas. Pero
cuando se lo planteaba, la respuesta era siempre negativa.
Una existencia cmoda impona restricciones y l no poda
someterse a ellas.
En otras ocasiones, se senta como perdido en unas
ilusiones bajas y pusilnimes, como los demonios
hambrientos en el infierno. Entonces, durante algn tiempo,
su mente se aclaraba y poda entregarse al placer de su
orgulloso aislamiento. En su corazn tena lugar una lucha
continua entre la luz y la oscuridad. Noche y da, oscilaba
entre la exuberancia y la melancola. Pensaba en su dominio
de la espada y se senta insatisfecho. Al reflexionar en lo
largo que era el Camino, en lo lejos que estaba l todava de
la madurez, la angustia atenazaba su corazn. En otras
ocasiones, la vida en la montaa le animaba y sus
pensamientos se centraban en Ots.
Al bajar de las montaas, fue a pasar unos das en el
Yugyji, en Fujisawa, y luego se dirigi a Kamakura. Fue
all donde se encontr con Matahachi. ste haba tomado la
firme resolucin de no recaer en la indolencia, y se hallaba
en Kamakura debido a que all haba muchos templos Zen,
pero le atenazaba una desazn todava ms intensa que la
de Musashi.
Su amigo de la infancia le tranquiliz.
No es demasiado tarde. Si logras autodisciplinarte,
podrs comenzar de nuevo. Lo peor que puedes hacer es
decirte que todo ha terminado, que no sirves para nada.
Entonces se sinti obligado a aadir: A decir verdad, yo
mismo he tropezado contra un muro. Hay ocasiones en las
que me pregunto si tengo futuro, pues me siento
completamente vaco. Es como estar confinado dentro de
una cascara. Me odio a m mismo, me digo que no sirvo
para nada. Pero al recriminarme y obligarme a seguir
adelante, logro romper esa cascara a patadas, y entonces un
nuevo camino se abre ante m.
Creme, esta vez se trata de una autntica lucha.
Forcejeo dentro de la cascara, incapaz de hacer nada. He
bajado de las montaas porque he recordado a una persona
de la que estoy seguro que podra ayudarme.
La persona en cuestin era el sacerdote Gud.
l es quien te ayud al principio de tu bsqueda del
Camino, no es cierto? No podras presentrmelo y
pedirle que me acepte como discpulo?
Al principio, Musashi dud de la sinceridad de
Matahachi, pero tras enterarse de los infortunios que haba
sufrido en Edo, lleg a la conclusin de que hablaba en
serio. Los dos preguntaron por Gud en varios templos
Zen, pero no lograron enterarse de su paradero. Musashi
saba que el sacerdote ya no estaba en el Myshinji de
Kyoto. Se haba marchado varios aos antes y haba viajado
durante algn tiempo por el este y el nordeste. Tambin
saba que era un hombre muy errante, el cual podra estar en
Kyoto, dando lecciones de Zen al emperador un da y al da
siguiente deambulando por el campo. Se saba que Gud se
haba detenido varias veces en el Hachijji de Okazaki, y un
sacerdote sugiri que aqul podra ser el mejor lugar para
esperarle.
Musashi y Matahachi estaban sentados en la pequea
cabaa donde dorma el segundo. Musashi le visitaba all
con frecuencia y conversaban hasta muy entrada la noche.
Matahachi no estaba autorizado a utilizar el dormitorio del
templo, el cual, como los dems edificios del Hachijji, era
una dependencia rstica, con tejado de paja, puesto que no
haba sido aceptado oficialmente como sacerdote.
Ah, estos mosquitos! exclam Matahachi,
aventando el humo del repelente de insectos y
restregndose a continuacin los ojos irritados. Salgamos
de aqu.
Se dirigieron al pabelln principal y se sentaron en el
porche. El entorno estaba desierto y soplaba una fresca
brisa.
Esto me recuerda el Shippji dijo Matahachi, en un
tono apenas audible.
Tienes razn convino Musashi.
Guardaron silencio, como siempre hacan en ocasiones
como aqulla, pues los pensamientos de su hogar les traan
invariablemente recuerdos de Ots u Osugi o
acontecimientos de los que ninguno de ellos deseaba hablar
por temor a perturbar su relacin actual.
Pero al cabo de unos momentos, Matahachi dijo:
La colina en la que se alza el Shippji es ms alta,
verdad? Pero aqu no hay ningn cedro antiguo. Hizo
una pausa, mir un instante el perfil de Musashi y aadi
tmidamente: Hay algo que quisiera pedirte, pero...
Qu es ello?
Se trata de Ots... empez a decir Matahachi, pero
se interrumpi en seguida. Cuando le pareci que la
emocin no le impedira continuar, sigui diciendo: Me
pregunto qu estar haciendo ahora Ots, qu habr sido de
ella. ltimamente pienso en ella a menudo, y le pido
disculpas en mi corazn por lo que le hice. Me avergenza
admitirlo, pero en Edo la obligu a vivir conmigo. Sin
embargo, no sucedi nada, pues ella se neg a permitir que
la tocara. Supongo que despus de que partiera a
Sekigahara, Ots debi de ser como una flor cada. Ahora es
una flor que florece en un rbol distinto, en otro suelo.
La seriedad con que hablaba se reflejaba en su semblante
y su voz era profunda.
Takez... no, Musashi: csate con Ots, te lo ruego.
Eres la nica persona que puede salvarla. Nunca haba sido
capaz de decir tal cosa, pero ahora que he decidido
convertirme en un discpulo de Gud, estoy resignado al
hecho de que Ots no es ma. Aun as, estoy preocupado
por ella. No la buscars y le dars la felicidad que ella
anhela?
Eran casi las tres de la madrugada cuando Musashi ech a
andar por el oscuro sendero de montaa. Tena los brazos
cruzados y la cabeza gacha. Las palabras de Matahachi
resonaban en sus odos. La angustia pareca tirar de sus
piernas. Se pregunt cuntas noches de tormento
Matahachi habra soportado haciendo acopio del valor
necesario para hablarle as. No obstante, a Musashi le
pareca que su propio dilema era ms complicado y
doloroso.
Pens que Matahachi confiaba en huir de las llamas del
pasado para entrar en la frescura salvadora de la
iluminacin, tratando de encontrar, como un nio que nace,
en el doble y misterioso dolor de tristeza y xtasis una vida
digna de ser vivida.
Musashi no haba sido capaz de decirle: No puedo
hacer eso, y mucho menos No quiero casarme con Ots.
Es tu prometida. Arrepintete, purifica tu corazn y haz
que te acepte de nuevo. Al final se haba callado, pues
cualquier cosa que hubiera dicho habra sido una mentira.
Matahachi le haba suplicado fervientemente: A menos
que tenga la seguridad de que Ots estar bien cuidada, no
me servir de nada convertirme en un discpulo. T eres
quien me inst a adiestrarme y disciplinarme. Si eres amigo
mo, salva a Ots. sa es la nica manera de salvarme a m
tambin.
Musashi se sorprendi cuando Matahachi perdi el
dominio de sus emociones y se ech a llorar. No le haba
credo capaz de semejante hondura de sentimiento. Y
cuando se levant para marcharse, Matahachi le cogi de la
manga y le implor una respuesta. Djame pensar en
ello, fue todo lo que Musashi pudo decirle. Ahora se
maldeca a s mismo por haber sido un cobarde y lamentaba
la incapacidad de superar su inercia.
Musashi pens entristecido que quienes no han sufrido
esa dolencia del espritu no pueden conocer la angustia que
ocasiona. No se trataba simplemente de permanecer ocioso,
que a menudo es un estado agradable, sino de querer con
desesperacin hacer algo y ser incapaz de hacerlo. Su mente
y sus ojos parecan nublados y vacos. Haba ido tan lejos
como poda en una direccin, y ahora se senta impotente
tanto para retroceder como para emprender un nuevo
camino. Era como estar prisionero en un lugar inexistente.
Su frustracin engendraba dudas sobre s mismo,
recriminaciones y lgrimas.
Sentirse airado consigo mismo y recordar todo cuanto
haba hecho mal no le ayudaba lo ms mnimo. Los
primeros sntomas de su dolencia fueron lo que le hizo
separarse de Iori y Gonnosuke y cortar sus lazos con sus
amigos de Edo. Pero su intencin de romper la cascara antes
de que estuviera bien formada haba fracasado. La cascara
segua all, encerrando su yo vaco como la piel abandonada
de una cigarra.
Sigui caminando, indeciso. El ancho cauce del ro
Yahagi apareci ante su vista, y not en el rostro el fresco
viento procedente del ro.
De repente, advertido por un silbido penetrante, salt a
un lado. El proyectil pas a cinco pies de l, y la
detonacin de un mosquete reverber en el ro. Musashi,
contando dos segundos entre el paso de la bala y el sonido,
calcul que el arma haba sido disparada desde bastante
distancia. Salt bajo el puente y se aferr a un poste como
un murcilago.
Transcurrieron varios minutos antes de que tres
hombres bajaran corriendo por la colina Hachij, como
pinas que rodaran impulsadas por el viento. Cerca del
extremo del puente, se detuvieron y empezaron a buscar el
cuerpo. Convencido de que haba dado en el blanco, el
mosquetero arroj la mecha. Vesta ropas ms oscuras que
los otros dos e iba enmascarado, de modo que slo sus ojos
eran visibles.
El cielo se haba aclarado un poco y los adornos de
latn en la culata del arma brillaban tenuemente.
Musashi no poda imaginar quines, entre las gentes de
Okazaki, querran su muerte. Cierto era que no faltaban los
candidatos, pues en el transcurso de sus combates haba
derrotado a muchos hombres en quien an poda arder el
deseo de venganza. Haba matado a muchos otros cuyas
familias o amigos tal vez queran desquitarse.
Toda persona que siguiera el Camino de la Espada
corra constantemente el peligro de que le mataran. Si
escapaba por un pelo, lo ms probable era que, por eso
mismo, aumentaran sus enemigos o se creara un nuevo
peligro. El peligro era la piedra de amolar con la que el
espadachn afilaba su espritu. Los enemigos eran maestros
en el arte de la simulacin y el disfraz.
La enseanza del peligro a permanecer alerta incluso
durmiendo, aprender de los enemigos en todo momento,
usar la espada como un medio para dejar vivir a la gente,
gobernar el reino, alcanzar la iluminacin, compartir los
propios goces en la vida con los dems..., todo ello era
inherente al Camino de la Espada.
Mientras Musashi permaneca agazapado bajo el
puente, la fra realidad de la situacin le estimul, y su
languidez se evapor. Respirando muy someramente, sin
hacer el menor ruido, dej que sus atacantes se
aproximaran. Al no encontrar el cadver, registraron el
camino desierto y el espacio bajo el extremo del puente.
Musashi abri mucho los ojos. Aunque vestan de
negro, los hombres estaban provistos de espadas de
samurai y calzaban bien. Los nicos samurais en el distrito
eran los servidores de la casa de Honda en Okazaki y la
Casa Owari de Tokugawa en Nagoya. Que l supiera, no
tena enemigos en ninguno de los dos feudos.
Uno de los hombres se agach en las sombras y
recuper la mecha, la encendi y la agit. Tales acciones
hicieron pensar a Musashi que haba ms hombres al otro
lado del puente. No poda moverse, por lo menos de
momento. Si se mostraba, sera una invitacin a recibir ms
disparos de mosquete. Aun cuando ganara la orilla opuesta,
el peligro, tal vez un peligro mayor, le aguardaba all. Pero
tampoco poda permanecer donde estaba durante mucho
ms tiempo. Sabedores de que no haba cruzado el puente,
se le iran aproximando y lo ms probable era que
descubrieran su escondite.
El plan que deba poner en prctica cruz por su mente
como un relmpago. Su razonamiento no dependa de las
teoras del Arte de la Guerra, que constituan la fibra de la
intuicin del guerrero adiestrado. Razonar una forma de
ataque era un proceso dilatorio, que a menudo tena como
resultado la derrota en situaciones en las que la velocidad
era esencial. El instinto del guerrero no deba confundirse
con el instinto animal. Como una reaccin visceral, proceda
de una combinacin de sabidura y disciplina. Era un
razonamiento fundamental que iba ms all de la razn, la
capacidad de efectuar el movimiento correcto en una
fraccin de segundo sin necesidad de pasar por el proceso
del pensamiento.
Es intil que intentis esconderos! grit. Si me
estis buscando, aqu estoy!
El viento era ahora bastante fuerte, y no estaba seguro
de si sus atacantes oiran su voz o no.
La respuesta fue otro disparo. Por supuesto, Musashi
ya no estaba all. Mientras la bala todava volaba, l salt
nueve pies ms cerca del extremo del puente.
Se precipit en medio de ellos. Los hombres se
separaron ligeramente, enfrentndose a l desde tres
direcciones, pero totalmente faltos de coordinacin.
Musashi golpe hacia abajo al hombre del centro con su
espada larga, al tiempo que daba un tajo lateral con la
espada corta al hombre situado a su izquierda. El tercer
hombre huy a travs del puente, corri, tropez y salt
por encima del pretil.
Musashi sigui caminando, mantenindose a un lado y
detenindose de vez en cuando para escuchar. Al ver que no
suceda nada ms, regres a casa y se acost.
A la maana siguiente dos samurais se presentaron en su
casa. La entrada estaba llena de sandalias infantiles, por lo
que dieron la vuelta hasta la puerta trasera.
Eres el sensei Muka? le pregunt uno de ellos.
Pertenecemos a la Casa de Honda.
Musashi alz la vista de lo que estaba escribiendo y
respondi:
S, soy Muka.
Es tu verdadero nombre Miyamoto Musashi? En
caso afirmativo, no intentes ocultarlo.
Soy Musashi.
Creo que conoces a Watari Shima.
Me temo que no.
Dice que ha asistido a dos o tres certmenes de
poemas haiku en los que estabas presente.
Ahora que lo mencionas, s, en efecto, le recuerdo.
Nos conocimos en casa de un amigo mutuo.
Shima quisiera saber si te placera ir a pasar una
velada con l.
Si busca a alguien con quien componer haikus, no soy
la persona adecuada. Si bien es cierto que he sido invitado a
tales certmenes, soy un hombre sencillo con muy poca
experiencia en ese arte.
Creo que est interesado en hablar contigo de artes
marciales.
Los discpulos de Musashi miraban preocupados a los
dos samurais. Durante unos instantes, Musashi tambin los
mir fijamente, y finalmente respondi:
En ese caso, ser un placer visitarle. Cundo he de
ir?
Podra ser esta noche?
De acuerdo.
Enviar un palanqun para que te lleve a su casa.
Es muy amable por su parte. Estar esperando.
Una vez los samurais se hubieron marchado, el maestro
se volvi hacia sus alumnos.
Bueno, muchachos, no debis ceder a la tentacin de
distraeros. Volved al trabajo. Miradme. Tambin yo estoy
practicando. Tenis que concentraros tan completamente
que ni siquiera oigis hablar a la gente o el chirrido de las
cigarras. Si sois perezosos de jvenes, os volveris como yo
y tendris que practicar cuando seis adultos.
Se ech a rer y mir a su alrededor las caras y manos
manchadas de tinta de los chiquillos.
Cuando lleg el crepsculo, se puso un hakama y se
prepar para partir. En el momento en que estaba
tranquilizando a la esposa del vendedor de pinceles,
asegurndole que no le ocurrira nada, lleg el palanqun, no
el sencillo, un simple cesto, que abundaba en la ciudad, sino
una silla de manos lacada, a la que acompaaban dos
samurais y tres servidores.
Los vecinos, asombrados ante aquella escena, se
apiaron alrededor y susurraron entre ellos. Los nios
llamaron a sus amigos y charlaron excitados.
Slo los grandes personajes viajan en palanquines
como se.
Nuestro maestro debe de ser alguien.
Adonde va?
Crees que volver?
Los samurais cerraron la portezuela del palanqun,
apartaron a la gente del camino y se pusieron en marcha.
Aunque no saba qu le esperaba, Musashi sospechaba
que exista una relacin entre la invitacin y el incidente en
el puente de Yahagi. Tal vez Shima iba a reconvenirle por
haber matado a dos samurais de Honda. Tambin era
posible que Shima fuese la persona que estuvo detrs del
espionaje y el ataque por sorpresa y que ahora estuviera
dispuesto a enfrentarse abiertamente a Musashi. Como no
crea que nada bueno pudiera salir de la reunin de aquella
noche, Musashi se resign a encararse a una situacin
difcil. Las especulaciones no le llevaran muy lejos. El Arte
de la Guerra exiga que descubriera cul era su posicin y
actuara en consonancia.
El palanqun oscilaba suavemente, como un barco en el
mar. Musashi oy el sonido del viento entre los pinos y
pens que deban de encontrarse en el bosque, cerca del
muro norte del castillo. No pareca un hombre preparado
para un ataque impredecible. Con los ojos semicerrados,
aparentaba dormitar.
Cuando se abri la puerta enrejada del castillo, los
porteadores avanzaron ms despacio y los samurais
hablaron en tonos ms bajos. Pasaron junto a faroles de
llamas oscilantes y llegaron a las dependencias del castillo.
Cuando Musashi baj del palanqun, los sirvientes le
acompaaron en silencio pero cortsmente a un pabelln
abierto. Dado que las persianas estaban enrolladas en los
cuatro costados, la brisa penetraba en agradables oleadas.
Las llamas de los faroles se empequeecan y agrandaban al
capricho del viento. La noche veraniega era muy calurosa,
pero all no se tena la menor sensacin de bochorno.
Soy Watari Shima le dijo su anfitrin, un tpico
samurai Mikawa, robusto, viril, alerta pero no de un modo
ostensible, sin revelar el menor signo de debilidad.
Yo soy Miyamoto Musashi. Una inclinacin de
cabeza acompa a la respuesta igualmente sencilla.
Shima devolvi la reverencia y dijo:
Acomdate, por favor. Entonces, sin la menor
formalidad, fue directamente al grano: Me han dicho que
anoche mataste a dos de nuestros samurais. Es eso cierto?
S, lo es. Musashi mir directamente a los ojos de
Shima.
Te debo una disculpa dijo Shima seriamente.
Hoy me he enterado del incidente, cuando me han
informado de las muertes. Ha habido una investigacin, por
supuesto. Aunque conoca tu nombre desde hace largo
tiempo, ignoraba que vivieras en Okazaki.
En cuanto al ataque, me han dicho que te dispar un
grupo de hombres, uno de los cuales es discpulo de
Miyake Gumbei, experto en artes marciales del estilo
Tgun.
Musashi no percibi subterfugio alguno, acept las
palabras de Shima en su sentido literal y el relato fue
desgranndose gradualmente. El discpulo de Gumbei era
uno de varios samurais de Honda que haban estudiado en la
escuela Yoshioka. Los agitadores que haba entre ellos se
reunieron y decidieron matar al hombre que haba puesto
fin a la gloria de la escuela Yoshioka.
Musashi saba que el nombre de Yoshioka Kemp era
todava reverenciado en todo el pas. En el oeste de Japn,
sobre todo, habra sido difcil encontrar un feudo donde no
hubiera algn samurai que no hubiera estudiado en su
escuela. Musashi le dijo a Shima que comprenda su odio
hacia l, pero que lo consideraba como una animosidad
personal ms que una razn legtima para vengarse, de
acuerdo con el Arte de la Guerra.
Shima pareci estar de acuerdo.
He convocado a los supervivientes y les he
amonestado. Confo en que nos perdones y olvides el
incidente. Tambin Gumbei est muy disgustado. Si no te
importa, me gustara presentrtelo. Est deseoso de
disculparse ante ti.
Eso no es necesario. Lo sucedido ha sido un incidente
normal para cualquier hombre entregado a las artes
marciales.
Aun as...
Bien, dejemos de lado las excusas. Pero si desea que
hablemos del Camino, ser un placer para m conocerle. Su
nombre me resulta familiar.
Enviaron a un hombre en busca de Gumbei, y, una vez
efectuadas las presentaciones, la conversacin gir sobre las
espadas y el arte de la esgrima.
Me gustara que me hablaras del estilo Tgun le
dijo Musashi. Es una creacin tuya?
No replic Gumbei. Lo aprend de mi maestro,
Kawasaki Kaginosuke, de la provincia de Echizen. Segn el
manual que me dio, lo desarroll cuando viva como un
ermitao en el monte Hakuun, en Kzuke. Parece haber
aprendido muchas de sus tcnicas de un monje de la secta
Tendai llamado Tgumbo... Pero hblame de ti. He odo
mencionar tu nombre infinidad de veces, y tena la
impresin de que eras mayor. Ya que ests aqu, me
pregunto si me favoreceras con una leccin. El tono era
amistoso. Sin embargo, aquello era una invitacin a
combatir.
En alguna otra ocasin replic Musashi en tono
ligero. Ahora ya debo marcharme. La verdad es que no
conozco el camino de regreso a casa.
Cuando te marches, enviar a alguien contigo dijo
Shima.
Al enterarme de que haban derribado a dos hombres,
fui all a echar un vistazo dijo Gumbei. Observ que no
poda relacionar las posiciones de los cuerpos con sus
heridas, por lo que interrogu al hombre que escap. La
impresin de ste fue que habas usado dos espadas al
mismo tiempo. Es posible que eso sea cierto?
Musashi sonri y dijo que nunca haba hecho tal cosa
de una manera consciente. Consideraba lo que haca como
luchar con un cuerpo y una espada.
No deberas ser tan modesto dijo Gumbei.
Hblanos de ello. Cmo practicas? Cules deben ser los
pesos para que uses dos espadas libremente?
Musashi comprendi que no podra marcharse antes de
que diera alguna clase de explicacin, y mir a su alrededor.
Sus ojos se posaron en dos mosquetes situados en el receso
de la pared, y pidi que se los prestaran. Shima le dio
permiso y Musashi se coloc en el centro de la sala
sujetando las dos armas por los caones, una en cada mano.
Alz una rodilla y dijo:
Dos espadas son como una espada. Una espada es
como dos espadas. Nuestros brazos estn separados, pero
ambos pertenecen al mismo cuerpo. En todas las cosas, el
razonamiento fundamental no es dual sino singular. Todos
los estilos y todas las facciones son iguales en este aspecto.
Os lo mostrar.
Pronunci estas palabras espontneamente, y cuando
termin alz un brazo y dijo: Con vuestro permiso.
Entonces empez a hacer girar los mosquetes. Las armas
giraron como devanaderas, produciendo un pequeo
torbellino. Los dos hombres que lo contemplaban
palidecieron. Musashi se detuvo y se llev los codos a los
costados. Fue al receso de la pared y dej all los
mosquetes. Se ri quedamente y dijo:
Tal vez eso os ayudar a comprender.
Sin ofrecer ms explicaciones, hizo una reverencia a su
anfitrin y se despidi. Shima estaba tan pasmado que se
olvid de pedir a alguien que acompaara a Musashi a su
casa.
Una vez fuera del portal, Musashi se volvi para echar
un ltimo vistazo, aliviado por haberse librado de Watari
Shima. An desconoca las verdaderas intenciones de aquel
hombre, pero una cosa estaba clara. No slo conoca su
identidad, sino que se haba visto envuelto en un incidente.
Lo ms sensato sera abandonar Okazaki aquella misma
noche.
Estaba pensando en la promesa que le haba hecho a
Matahachi de esperar el regreso de Gud, cuando avist las
luces de Okazaki y una voz le llam desde un pequeo
santuario a un lado del camino.
Musashi, soy yo, Matahachi. Estbamos
preocupados por ti, as que hemos venido aqu a esperarte.
Preocupados? inquiri Musashi.
Hemos ido a tu casa. Tu vecina nos ha dicho que
ciertos hombres te han estado espiando recientemente.
Por qu hablas en plural?
El maestro ha regresado hoy.
Gud estaba sentado en la terraza del santuario. Era un
hombre de semblante fuera de lo corriente, su piel tan negra
como la de una cigarra gigante, sus ojos hundidos brillantes
bajo las altas cejas. Pareca tener entre cuarenta y cincuenta
aos, pero sera imposible adivinar con cierta precisin la
edad de semejante hombre. Delgado pero membrudo, tena
una voz resonante.
Musashi fue a su encuentro, se arrodill y aplic la
cabeza al suelo. Gud le contempl en silencio durante uno
o dos minutos.
Ha pasado mucho tiempo le dijo.
Musashi alz la cabeza y dijo quedamente:
Muchsimo tiempo.
Gud o Takuan... Desde haca mucho, Musashi estaba
convencido de que slo uno u otro de aquellos dos hombres
podra sacarle del callejn sin salida en que se encontraba
actualmente. Por fin, tras esperar todo un ao, all estaba
Gud. Contempl el rostro del sacerdote como podra
contemplar la luna en una noche oscura.
Sensei! grit de sbito vigorosamente.
Qu es ello?
Gud no tena necesidad de preguntarlo. Saba lo que
Musashi deseaba, previndolo como una madre adivina las
necesidades de su hijo.
Musashi volvi a aplicar la cabeza en el suelo y dijo:
Han pasado casi diez aos desde que estudi contigo.
Tanto tiempo ha pasado?
S, pero incluso despus de todos esos aos, dudo de
que mi avance por el Camino sea mensurable.
Todava hablas como un chiquillo, eh? No podras
haber llegado muy lejos.
Estoy lleno de remordimientos.
De veras?
Mi adiestramiento y mi autodisciplina han logrado
muy poco.
Siempre hablas de esas cosas. Mientras lo hagas, ser
ftil.
Qu ocurrira si abandonara?
Volveras a estar enmaraado. Seras una basura
humana, peor incluso que antes, cuando no eras ms que un
necio ignorante.
Si abandono el Camino, caer en un abismo. Sin
embargo, cuando intento avanzar hacia la cumbre, descubro
que no estoy a la altura de la tarea. A medio camino oscilo
con el viento, y no soy ni el espadachn ni el ser humano
que quiero ser.
Eso parece resumirlo todo.
No puedes saber hasta qu punto me he sentido
desesperado. Qu debo hacer? Dmelo! Cmo puedo
liberarme de la inaccin y la confusin?
Por qu me lo preguntas? Slo puedes confiar en ti
mismo.
Permteme que me siente de nuevo a tus pies y reciba
tu reconvencin. Yo y Matahachi. O dame un golpe con tu
bastn para despertarme de este oscuro vaco. Te lo ruego,
sensei, aydame. Musashi no haba alzado la cabeza. No
verta lgrimas, pero tena la voz ahogada.
Gud, sin conmoverse lo ms mnimo, dijo:
Ven, Matahachi.
Y juntos se alejaron del santuario.
Musashi corri en pos del sacerdote, le agarr de la
manga, le suplic y rog.
El sacerdote sacudi la cabeza en silencio. Al ver que
Musashi insista, le dijo:
De ninguna manera! Y entonces aadi, airado:
Qu puedo decirte? Qu ms puedo darte? Solamente un
puetazo en la cabeza.
Agit el puo en el aire, pero no lo descarg.
Musashi le solt la manga y se dispuso a decir algo
ms, pero el sacerdote se alej rpidamente, sin detenerse
para mirar atrs.
Matahachi, al lado de Musashi, le dijo:
Cuando le vi en el templo y le expliqu nuestros
sentimientos y por qu queramos convertirnos en sus
discpulos, apenas me escuch. Cuando termin, respondi:
Ah, s?, y me dijo que yo poda seguir y servirle. Tal
vez si nos sigues, cuando parezca estar de buen humor,
podrs pedirle lo que quieres.
Gud se volvi y llam a Matahachi.
Ya voy dijo ste. Haz lo que te digo aconsej
a Musashi, antes de correr para alcanzar al sacerdote.
Musashi, pensando que perder nuevamente de vista a
Gud sera fatal, decidi seguir el consejo de Matahachi. En
el flujo del tiempo universal, una vida humana de sesenta o
setenta aos tena slo la duracin de un relmpago. En ese
breve periodo de tiempo l haba tenido el privilegio de
conocer a un hombre como Gud, y sera una necedad dejar
pasar la ocasin.
Es una oportunidad sagrada, se dijo. Clidas lgrimas
se agolparon en las comisuras de sus ojos. Tena que seguir
a Gud hasta el fin del mundo si fuese necesario,
perseguirle hasta que escuchara de sus labios la palabra que
anhelaba.
Gud se alej de la colina Hachij, aparentemente como
si ya no le interesara el templo que se alzaba all. Su
corazn ya haba empezado a fluir con el agua y las nubes.
Cuando lleg al Tkaid, gir al oeste, en direccin a
Kyoto.
El crculo
El maestro Zen enfocaba el viaje de una manera
caprichosamente excntrica. Un da lluvioso permaneci la
jornada entera en la posada, y Matahachi le aplic un
tratamiento de moxa. En la provincia de Mino se detuvieron
siete das en el Daisenji, y luego pasaron unos das ms en
un templo Zen de Hikone. As pues, se acercaron con
mucha lentitud a Kyoto.
Musashi dorma all donde encontraba un lugar para
hacerlo. Cuando Gud pernoctaba en una posada, l pasaba
la noche al aire libre o en otra posada. Si el sacerdote y
Matahachi hacan un alto en un templo, Musashi se
refugiaba bajo un rbol. Las privaciones no eran nada
comparadas con su necesidad de escuchar una palabra de
Gud.
Una noche, en el exterior de un templo junto al lago
Biwa, de repente se dio cuenta de que haba llegado el
otoo, se mir a s mismo y vio que pareca un mendigo. Su
cabello, por supuesto, semejaba un nido de ratas, puesto
que haba resuelto no peinarse hasta que el sacerdote se
ablandara. Haca semanas que no se lavaba ni afeitaba. Sus
ropas se haban convertido rpidamente en jirones y
parecan corteza de pino que restregara su piel.
Tena la sensacin de que las estrellas estaban a punto
de caer del cielo. Mir su estera de juncos y se dijo: Qu
necio soy!. De repente, su actitud le pareci demencial, y
se ech a rer amargamente. Se haba dedicado a su objetivo
tercamente y en silencio, pero qu buscaba en el maestro
Zen? Era imposible ir por la vida sin torturarse de aquella
manera? Incluso empez a apiadarse de los piojos que
habitaban su cuerpo.
Gud haba declarado de manera inequvoca que no
tena nada que ofrecerle. No era razonable que le presionara
para obtener algo que el hombre no posea, era errneo
guardarle rencor, aun cuando le mostrara menos
consideracin de la que podra haber mostrado por un perro
extraviado en el camino.
Musashi mir el cielo a travs de las greas que le
colgaban sobre los ojos. No haba duda alguna: era una luna
otoal. Pero los mosquitos... Su piel, ya salpicada de
ronchas rojizas, haba perdido la sensibilidad a las picaduras
de los insectos.
Estaba totalmente dispuesto a admitir que algo
escapaba a su comprensin, pero tena la seguridad de que
se trataba de una sola cosa. Si pudiera averiguar qu era, su
espada quedara liberada de sus ataduras. Todo lo dems se
resolvera en un instante. Pero siempre, cuando estaba a
punto de comprender qu era, finalmente se le escapaba.
Si su bsqueda del Camino tena que terminar all,
prefera morir, pues no vea nada ms por lo que mereciera
la pena vivir. Se estir bajo el tejado del portal. No pudo
conciliar el sueo y se pregunt de nuevo qu podra ser lo
que necesitaba. Una tcnica de esgrima? No, no slo eso.
Un secreto para progresar en el mundo? No, algo ms que
eso. Una solucin al problema de Ots? No, pues ningn
hombre podra sentirse tan desdichado por el amor de una
mujer. Tena que ser una sola respuesta que lo abarcara
todo y que, no obstante, a pesar de su magnitud, no fuese
mayor que una semilla de amapola.
Envuelto en su estera, pareca una oruga. Se pregunt si
Matahachi dormira bien. Al compararse con su amigo,
senta envidia de l. Los problemas de Matahachi no
parecan incapacitarle, mientras que Musashi siempre
pareca buscarse nuevos problemas con los que torturarse.
Su mirada se pos en una placa que colgaba de un poste
de portal. Se levant y se acerc para verla mejor. A la luz
de la luna, ley:
Intenta, te lo ruego, hallar la fuente fundamental.
A Pai-yn le conmovieron los mritos de Pai-ch'ang;
Hu-ch'iu suspir por las enseanzas que dej Pai-yn.
Como nuestros grandes predecesores,
no nos limitemos a separar las hojas
ni nos preocupemos slo por las ramas.
El texto pareca ser una cita del Testamento de Dait
Kokushi, el fundador del Daitokuji.
Musashi reley los dos ltimos versos. Hojas y
ramas... Cunta gente se desviaba de su rumbo por cosas
irrelevantes? No era l mismo un ejemplo? Aunque ese
pensamiento pareca aligerar su carga, sus dudas no
desaparecan. Por qu no le obedeca su espada? Por qu
sus ojos se apartaban del objetivo fijado? Qu le impeda
alcanzar la serenidad?
De alguna manera, todo pareca absolutamente
innecesario. Saba que cuando uno haba seguido el Camino
hasta tan lejos como le era posible, la vacilacin se
apoderaba de l y era atacado por la inquietud..., hojas y
ramas. Cmo sera posible salir de ese ciclo? Cmo
llegaba uno a su ncleo y lo destrua?
Me ro de mis diez aos de peregrinaje,
la tnica andrajosa, el sombrero roto, llamando a las
puertas de los templos Zen.
En realidad, la Ley de Buda es sencilla:
Come tu arroz, bebe tu t, viste tus ropas.
Musashi record estos versos escritos por Gud en
cierta ocasin en que se burlaba de s mismo. Gud tena
ms o menos la misma edad que Musashi tena ahora
cuando los compuso.
Cuando Musashi visit el Myshinji por primera vez,
el sacerdote casi le ech por la puerta a patadas. Qu
extraa manera de pensar te ha trado a mi casa?, le
pregunt a gritos. Pero Musashi insisti y ms adelante,
cuando logr su admisin, Gud le obsequi con sus
irnicos versos. Y se ri de l, dicindole lo mismo que le
haba dicho unas semanas atrs: Siempre ests hablando...
Es ftil.
Absolutamente desalentado, Musashi abandon la idea
de dormir y camin alrededor del portal. En aquel momento
vio que dos hombres salan del templo.
Gud y Matahachi caminaban con una rapidez
inusitada. Tal vez les haban llamado con urgencia desde el
Myshinji, el templo central de la secta de Gud. En
cualquier caso, pas ante los monjes reunidos para
despedirle y se encamin directamente al puente Kara, en
Seta.
Musashi le sigui, a travs de la poblacin de
Sakamoto, que estaba dormida. Los talleres de impresin de
grabados en madera, las verduleras, incluso las bulliciosas
posadas, todo estaba hermticamente cerrado. La nica
presencia era la de la luna espectral.
Al salir de la ciudad, subieron al monte Hiei, pasaron
ante el Miidera y el Sekiji, envueltos en velos de niebla.
Casi no se encontraron con nadie a lo largo del camino.
Cuando llegaron al puerto de montaa, Gud se detuvo y le
dijo algo a Matahachi. Por debajo de ellos se extenda
Kyoto, y en la otra direccin la tranquila extensin del lago
Biwa. Aparte de la luna, todo tena una calidad de mica, era
un mar de suave bruma plateada.
Cuando Musashi lleg al puerto, pocos minutos
despus, se sorprendi al encontrarse a slo unos pocos
pies del maestro. Sus miradas se cruzaron por primera vez
en varias semanas.
Gud no dijo nada. Musashi tampoco.
Ahora..., tiene que ser ahora, pens Musashi. Si el
sacerdote iba a un lugar tan lejano como el Myshinji,
debera esperar muchas semanas para tener la oportunidad
de volver a verle.
Por favor, seor le dijo.
Con el pecho agitado, torciendo el cuello, su voz sonaba
como la de un nio asustado que intenta decirle a su madre
algo que en realidad no quiere decir. Avanz tmidamente.
El sacerdote no se dign preguntarle qu quera. Su
rostro podra haber sido el de una estatua de laca. Slo
resaltaba el blanco de los ojos, que miraban airadamente a
Musashi.
Por favor, seor... Musashi, ajeno a todo salvo al
ardiente impulso que le haca avanzar, se arrodill e inclin
la cabeza. Una palabra de sabidura. Slo una palabra...
Esper durante tan largo rato que le parecieron horas.
Cuando no pudo retenerse ms, empez a renovar su
splica.
He odo todo eso le interrumpi Gud.
Matahachi habla de ti cada noche. S todo cuanto hay que
saber, incluso acerca de la mujer.
Sus palabras eran como esquirlas de hielo. Musashi no
habra podido levantar la cabeza aunque lo hubiese querido.
Matahachi, dame un palo!
Musashi cerr los ojos con fuerza, preparndose para
recibir el golpe, pero en vez de golpearle, Gud traz un
crculo a su alrededor. Sin decir otra palabra, arroj el palo
y dijo: Vmonos, Matahachi. Los dos se alejaron
rpidamente.
Musashi estaba enfurecido. Tras las semanas de cruel
mortificacin que haba soportado, en un sincero esfuerzo
por recibir una enseanza, la negativa de Gud era mucho
ms que una falta de compasin. Era un hombre brutal, sin
corazn. Estaba jugando con la vida de un hombre.
Puerco sacerdote!
Contempl ferozmente a la pareja que se alejaba,
apretando con fuerza los labios, el ceo fruncido.
Ni una sola cosa. Reflexion en estas palabras de
Gud y lleg a la conclusin de que eran engaosas.
Sugeran que el hombre tena algo que ofrecer cuando, en
realidad, no haba una sola cosa en su estpida cabeza.
Espera y vers pens Musashi. No te necesito!
No confiara en nadie. En ltima instancia, no haba nadie en
quien pudiera confiar salvo en s mismo. Era un hombre, de
la misma manera que Gud era un hombre y como lo haban
sido todos los maestros anteriores.
Se levant, impulsado a medias por su clera.
Contempl la luna durante varios minutos, pero cuando la
clera remiti, su mirada se pos en el crculo. Todava
dentro de l, recorri su permetro. Mientras lo haca,
record el palo que no le haba golpeado.
Un crculo? Qu podra significar? Dej que sus
pensamientos fluyeran.
Una lnea perfectamente redonda, sin principio ni fin,
sin ninguna desviacin. Si se expandiera infinitamente, se
convertira en el universo. Si se contraa, sera igual al punto
infinitesimal en el que resida su alma. Su alma era redonda.
El universo era redondo. No eran dos, sino uno. Una
entidad..., l mismo y el universo.
Desenvain su espada, con un ruido metlico, y la
sostuvo en diagonal. Su sombra pareca el smbolo del
sonido o en el silabario katakana []. El crculo universal
segua siendo el mismo. Y por idntica razn, l mismo no
haba cambiado. Lo nico que haba cambiado era la sombra.
Slo una sombra pens. La sombra no es mi yo
real. El muro contra el que haba estado golpendose la
cabeza era una mera sombra, la sombra de su mente
confusa.
Alz la cabeza y un grito tremendo sali de sus labios.
Desenvain la espada corta con la mano izquierda. La
sombra cambi de nuevo, pero la imagen del universo no
vari ni una pizca. Las dos espadas eran una sola, y
formaban parte del crculo.
Exhal un hondo suspiro. Sus ojos se haban abierto.
Mir de nuevo la luna y vio que poda considerar su gran
crculo idntico a la espada o el alma de alguien que pisa la
tierra.
Sensei! exclam, echando a correr en pos de Gud.
No quera nada ms del sacerdote, pero le deba una
disculpa por haberle detestado con tanta vehemencia.
Tras una docena de pasos, se detuvo. Son slo hojas y
ramas, pens.
El azul de Shikama
Est Ots aqu?
S, aqu estoy.
Un rostro apareci por encima del seto.
Eres el comerciante de camo Mambei, no es
cierto? le pregunt Ots.
As es. Siento molestarte cuando ests tan ocupada,
pero he odo ciertas noticias que podran interesarte.
Entra le dijo ella, haciendo un gesto hacia la puerta
de madera en la valla.
Como era evidente por los paos colgados de ramas y
palos, la casa perteneca a uno de los tintoreros que
fabricaban el recio tejido conocido en todo el pas como
azul de Shikama. El procedimiento consista en sumergir
el pao en tinte ail varias veces y golpearlo en un gran
mortero despus de cada inmersin. El hilo se saturaba de
tinte hasta tal punto que la tela se desgastaba antes de que
el color se hubiera desvado.
Ots an no estaba acostumbrada a manejar el mazo,
pero trabajaba con ahnco y tena los dedos manchados de
azul. En Edo, tras enterarse de que Musashi se haba ido,
visit las residencias de Hj y Yagy, y luego parti de
inmediato nuevamente en su busca. El verano anterior, en
Sakai, haba subido a bordo de uno de los barcos de
Kobayashi Tarzaemon y lleg hasta Shikama, un pueblo
de pescadores situado en el estuario triangular donde el ro
Shikama desemboca en el Mar Interior.
Ots record que su nodriza se haba casado con un
tintorero de Shikama, la busc y ahora viva con ella. Como
la familia era pobre, Ots se sinti obligada a echarles una
mano en los trabajos de tinte, que eran el cometido de las
jvenes solteras. stas solan cantar mientras trabajaban, y
los aldeanos decan que, por el sonido de la voz de una
chica, podan saber si estaba enamorada de uno de los
jvenes pescadores.
Tras lavarse las manos y enjugarse el sudor de la frente,
Ots invit a Mambei a sentarse y descansar en la terraza.
l declin el ofrecimiento con un gesto de la mano y le
pregunt:
Eres del pueblo de Miyamoto, verdad?
S.
Suelo ir por all por negocios, para comprar camo,
y el otro da o un rumor...
S?
Acerca de ti.
De m?
Tambin o algo sobre un hombre llamado Musashi.
Musashi? Ots sinti que el corazn le daba un
vuelco y se sonroj.
Mambei solt una risita. Aunque ya era otoo, el calor
del sol segua siendo intenso. El hombre dobl una toalla de
mano, se la puso sobre la cabeza y se acuclill.
Conoces a una mujer llamada Ogin? le pregunt.
Te refieres a la hermana de Musashi?
Mambei asinti vigorosamente.
Tropec con ella en el pueblo de Mikazuki, en Sayo,
y mencion tu nombre. Pareci muy sorprendida.
Le dijiste dnde estoy?
S, no vi ningn dao en ello.
Dnde vive ahora?
Vive con un samurai llamado Hirata, creo que es
pariente suyo. Dijo que le gustara mucho verte, y repiti
varias veces cunto te echaba de menos y lo mucho que
tiene que contarte. Aadi que parte de ello es secreto. Cre
que iba a echarse a llorar.
Los ojos de Ots se enrojecieron.
En medio del camino no hay ningn sitio para escribir
una carta, claro, as que me pidi que viniera a decirte que
vayas a Mikazuki. A ella le gustara venir aqu, pero ahora
no puede viajar. Mambei hizo una pausa antes de
proseguir. No entr en detalles, pero dijo que haba
recibido noticias de Musashi.
El hombre aadi que viajara a Mikazuki al da
siguiente y le sugiri que fuese con l.
Aunque Ots tom una decisin de inmediato, pens
que deba consultar con la esposa del tintorero.
Te lo har saber esta noche le dijo.
Muy bien. Si decides ir, deberemos partir temprano.
Con el murmullo del mar al fondo, la voz del hombre
sonaba especialmente fuerte, e incluso la suave respuesta de
Ots pareci ms bien chillona.
Cuando Mambei cruz el portal, un joven samurai que
haba estado sentado en la playa, restregando un puado de
arena, se levant y observ al hombre que se alejaba con
mirada penetrante, como para verificar lo que pensaba de l.
Bien vestido y tocado con un sombrero de paja que tena la
forma de una hoja de gingko, pareca tener unos dieciocho o
diecinueve aos. Cuando perdi de vista al comerciante de
camo, se volvi y contempl la casa del tintorero.
A pesar de la excitacin causada por la noticia de
Mambei, Ots cogi el mazo y reanud su faena. Los
sonidos de otros mazos, acompaados por canciones,
flotaban en el aire. Ningn sonido sala de los labios de
Ots mientras trabajaba, pero en su corazn haba una
cancin de amor para Musashi. Entonces recit en silencio
un poema de una antologa antigua:
Desde nuestro primer encuentro,
mi amor ha sido ms profundo
que el de los dems,
aunque no iguale las tonalidades
del pao de Shikama.
Estaba segura de que si visitaba a Ogin, sabra dnde se
encontraba Musashi. Y Ogin tambin era una mujer. Le
sera fcil expresarle sus sentimientos.
Los golpes de su mazo se hicieron lentos hasta
reducirse a un ritmo casi lnguido. Ots se senta ms feliz
de lo que haba estado en mucho tiempo. Comprenda los
sentimientos del poeta. A menudo el mar pareca
melanclico y extrao, pero aquel da era deslumbrante, y
las olas, aunque suaves, parecan rebosantes de esperanza.
Colg el pao en un alto palo de secar y, con el corazn
todava risueo, cruz el portal abierto. Por el rabillo del
ojo vio al joven samurai que paseaba despacio por la orilla
del mar. Ots no saba quin era, pero por algn motivo
llam su atencin, y no repar en nada ms, ni siquiera en
un pjaro que aprovechaba para su vuelo la brisa salobre.
Su destino no estaba muy lejano. Incluso una mujer poda
recorrer la distancia sin demasiada dificultad, haciendo un
solo alto en el camino. Era casi medioda.
Me sabe mal haberte causado tantas molestias dijo
Ots.
No te preocupes replic Mambei. Parece que
tienes una buena andadura.
Estoy acostumbrada a viajar.
Tengo entendido que has estado en Edo. Eso est
muy lejos para una mujer que viaja sola.
Te lo ha dicho la mujer del tintorero?
S. Me he enterado de todo. La gente de Miyamoto
tambin habla de ello.
Vaya dijo Ots, frunciendo levemente el ceo.
Es embarazoso.
No tienes por qu azorarte. Si amas tanto a una
persona, nadie puede decir si eres digna de felicitacin o de
lstima. Pero me parece que ese Musashi es un tanto fro de
corazn.
Qu va, no lo es en absoluto.
No le guardas rencor por su manera de comportarse?
Soy yo la culpable. Su adiestramiento y disciplina
son sus nicos intereses en la vida, y no puedo resignarme a
eso.
No veo nada malo en tus sentimientos.
Pero me parece que le he causado demasiados
problemas.
Humm. Mi mujer debera orte decir eso. As es como
deberan ser las mujeres.
Est casada Ogin? inquiri Ots.
Ogin? Pues no estoy del todo seguro dijo
Mambei, y cambi de tema. All hay una casa de t.
Descansemos un poco.
Entraron en el establecimiento y pidieron t para
acompaar sus cajas de comida. Cuando estaban
terminando, unos mozos de caballos y porteadores que
pasaban por all se dirigieron a Mambei con familiaridad.
Eh, t, por qu no te dejas caer hoy en la timba de
Handa? Todo el mundo se queja..., el otro da te largaste
con todo nuestro dinero.
Un tanto confuso, el hombre les respondi a gritos,
como si no les hubiera entendido:
Hoy no necesito para nada vuestros caballos.
Entonces se dirigi a Ots y le dijo rpidamente: Nos
vamos ya?
Cuando salan precipitadamente del local, uno de los mozos
de caballos dijo:
No es de extraar que se nos quite de encima. Echad
un vistazo a la chica!
Voy a decrselo a tu vieja, Mambei.
Oyeron ms comentarios de esta clase mientras
proseguan apresuradamente su camino. El negocio de
Asaya Mambei en Shikama no figuraba, ciertamente, entre
los negocios ms importantes de la localidad. Compraba
camo en los pueblos de las inmediaciones y lo distribua
entre las esposas e hijas de los pescadores para que hicieran
velas, redes y otros trebejos. Pero era el propietario de su
propia empresa, y a Ots le pareci extrao que tuviera una
relacin tan ntima con porteadores vulgares y corrientes.
Como si quisiera disipar sus dudas inexpresadas,
Mambei le dijo:
Qu se puede hacer con esa clase de gentuza? Slo
porque les hago el favor de pedirles que me traigan material
de las montaas, eso no es razn para que se tomen
conmigo esas familiaridades!
Pasaron la noche en Tatsuno y, a la maana siguiente,
cuando reanudaron su camino, Mambei se mostr tan
amable y solcito como de costumbre. Al llegar a Mikazuki,
las laderas de las colinas estaban a oscuras.
Mambei le dijo Ots inquieta. No es esto
Mikazuki? Si cruzamos la montaa estaremos en
Miyamoto.
Haba llegado a sus odos la noticia de que Osugi volva
a encontrarse en Miyamoto.
Mambei se detuvo.
Pues s, es cierto, est justo al otro lado. Acaso
sientes aoranza de tu pueblo?
Ots alz los ojos hacia la negras y ondulantes cimas de
las montaas y el cielo nocturno. La zona pareca muy
desolada, como si, de alguna manera, faltaran las personas
que deberan estar all.
Ya falta poco dijo Mambei, que caminaba por
delante de ella. Ests cansada?
No, no, y t?
No, estoy acostumbrado a este camino. Vengo por
aqu continuamente.
Dime, dnde est la casa de Ogin?
Por all respondi el hombre, sealando. Sin
duda nos est esperando.
Apretaron un poco el paso. Cuando llegaron al lugar
donde la cuesta era ms empinada, se encontraron con
varias casas desperdigadas. Era una parada en la carretera de
Tatsuno. No tena la suficiente extensin para considerarla
un pueblo, pero dispona de un local de comidas
econmicas, donde hacan un alto los mozos de caballos, y
algunas posadas baratas a ambos lados de la calzada.
Cuando el casero qued atrs, Mambei inform a su
acompaante:
Ahora tenemos que trepar un poco.
Se desvi de la carretera y emprendi la subida de unas
empinadas escaleras que conducan al santuario local.
Como un pajarillo que gorjeara debido a un descenso
repentino de la temperatura, Ots percibi algo fuera de lo
ordinario.
Ests seguro de que no nos hemos equivocado de
camino? pregunt a su acompaante. En estos
alrededores no hay casas.
No te preocupes. Es un lugar solitario, pero puedes
sentarte en el porche del santuario mientras yo voy en
busca de Ogin.
Por qu has de hacer tal cosa?
Lo has olvidado? Estoy seguro de que te lo dije.
Ogin dijo que tal vez tendra invitados en casa y sera
inconveniente que tropezaras con ellos. Su casa est en el
otro lado de este bosquecillo. Volver en seguida.
Ech a correr por un estrecho sendero a travs del
oscuro bosque de cedros.
A medida que el cielo crepuscular se oscureca ms,
Ots empez a sentirse claramente inquieta. Hojas muertas
arrastradas por el viento se depositaban en su regazo. Cogi
ociosamente una de ellas y le dio vueltas entre los dedos.
Algo, la imprudencia o la pureza, hacan de ella el arquetipo
de la virginidad.
De improviso oy una risa entrecortada procedente de
la parte trasera del santuario. Ots se puso en pie de un
salto.
No te muevas, Ots! le orden una voz ronca y
amedrentadora.
La joven ahog un grito y se llev las manos a los odos.
Varias formas oscuras salieron de detrs del santuario y
rodearon su cuerpo tembloroso. Aunque tena los ojos
cerrados, pudo ver claramente una de ellas, ms aterradora
y, al parecer, mayor que las otras, la bruja de blanca
cabellera a la que tantas veces haba visto en sus pesadillas.
Gracias, Mambei dijo Osugi. Ahora
amordazadla antes de que empiece a gritar y llevadla a
Shimonosh. Daos prisa!
La anciana habl con la autoridad temible del Rey del
Infierno que condena a un pecador a las llamas.
Los cuatro o cinco hombres parecan ser matones de
pueblo que tenan alguna relacin con el clan de Osugi.
Asintieron a gritos y se abalanzaron sobre Ots como lobos
que lucharan por una presa. La ataron de manera que slo le
quedaron libres las piernas.
Coged el atajo.
Muvete!
Osugi se rezag para arreglar las cuentas con Mambei.
Cuando la anciana sacaba el dinero del interior de su obi,
dijo al comerciante:
Te felicito por haberla trado. Tema que no fueses
capaz de conseguirlo. Entonces aadi: No se te ocurra
decir una palabra de esto a nadie.
Mambei, con expresin satisfecha, se guard el dinero
en un bolsillo de la manga.
La verdad es que no ha sido tan difcil coment.
Tu plan ha funcionado a la perfeccin.
Ah! Ha sido algo digno de verse. Est asustada, eh?
Ni siquiera ha podido correr. Se ha quedado ah
pasmada. Ja, ja! Pero quiz... lo que hemos hecho est
bastante mal.
Por qu est mal? Si supieras cunto he tenido que
sufrir!
S, s, ya me lo contaste.
Bueno, no puedo perder el tiempo aqu. Volver a
verte uno de estos das. Ven a visitarnos en Shimonosh.
Ten cuidado con el camino, es bastante escabroso
le grit por encima del hombro mientras empezaba a bajar la
larga y oscura escalera.
Al cabo de un instante, Osugi oy un grito ahogado.
Gir sobre sus talones y grit:
Has sido t, Mambei? Qu ocurre?
No obtuvo respuesta.
Osugi corri a lo alto de las escaleras. Emiti un leve
grito y entonces retuvo el aliento mientras miraba, forzando
la vista, la sombra erguida junto al cuerpo cado y la espada,
goteante de sangre, inclinada hacia abajo desde la mano de la
sombra.
Qui..., quin est ah?
No le respondieron.
Quin eres? pregunt con la voz seca y tensa,
pero los aos no haban disminuido su jactancia.
La risa sacudi ligeramente los hombros del
desconocido.
Soy yo, vieja bruja.
Quin eres t?
No me reconoces?
Jams haba odo antes tu voz. Supongo que eres un
ladrn.
Ningn ladrn se molestara en robar a una vieja tan
pobre como t.
Pero me has estado vigilando, no es cierto?
En efecto.
A m?
Por qu lo preguntas dos veces? No habra recorrido
todo el camino hasta Mikazuki para matar a Mambei. He
venido para darte una leccin.
Aaag! El sonido fue como si a Osugi le hubiera
reventado la trquea. Te has equivocado de persona.
Quin eres, a fin de cuentas? Me llamo Osugi y soy la
viuda de la familia Hon'iden.
Ah, cunto me alegro de orte decir eso! As recobro
todo mi odio. Bruja! Te has olvidado de Jtar?
J... j... tar?
En tres aos, un recin nacido deja de ser un beb y
se convierte en un nio de tres aos. T eres un rbol viejo,
yo soy un arbolillo. Siento decrtelo, pero ya no puedes
seguir tratndome como a un mocoso.
Pero eso no puede ser cierto. Eres de veras Jtar?
Deberas pagar por toda la afliccin que has causado
a mi maestro a lo largo de los aos. l te evit slo porque
eres vieja y no quera hacerte dao. Te aprovechaste de eso,
viajando por todas partes, yendo incluso a Edo, donde
esparciste rumores malignos sobre su persona y actuaste
como si tuvieras una razn legtima para vengarte de l.
Incluso llegaste a impedir su nombramiento para un buen
puesto.
Osugi le escuchaba en silencio.
Pero tu despecho no termin ah. Acosaste a Ots e
intentaste lastimarla. Crea que por fin habas cejado en tus
malignos empeos, retirndote a Miyamoto. Pero sigues en
ello, utilizando a ese Mambei para llevar a cabo alguna
estratagema contra Ots.
Osugi segua sin decir nada.
Es que no te cansas nunca de odiar? Me sera muy
fcil partirte de un tajo en dos mitades, pero por suerte
para ti ya no soy el hijo de un samurai errante. Mi padre,
Aoki Tanzaemon, ha regresado a Himeji y, desde la pasada
primavera, est sirviendo en la Casa de Ikeda. Para evitar
que el deshonor caiga sobre l, me abstendr de matarte.
Jtar dio un par de pasos hacia ella. Osugi, incapaz de
decidir si deba creerle o no, retrocedi y mir a su
alrededor en busca de una escapatoria. Creyendo ver una,
corri hacia el sendero que los hombres haban tomado.
Jtar dio un salto y la agarr por el cuello.
Ella abri mucho la boca y grit:
Qu crees que ests haciendo?
Gir sobre sus talones y, desenvainando su espada en el
mismo movimiento, intent asestarle un golpe y fall.
Mientras esquivaba el golpe, Jtar la empuj con
violencia hacia adelante. La cabeza de la mujer golpe
contra el suelo.
As que has aprendido una o dos cosas, eh? le dijo
gimiendo, con el rostro semioculto en la hierba.
Pareca incapaz de apartar de su mente la idea de que
Jtar ya no era un nio.
Jtar solt un gruido y aplic un pie a la espina
dorsal de la anciana, que pareca muy frgil, al tiempo que le
retorca sin piedad un brazo alrededor de la espalda.
La arrastr hasta la parte delantera del santuario y la
inmoviliz con un pie, pero no pudo decidir qu iba a hacer
con ella.
Tena que pensar en Ots. Dnde estaba? Se haba
enterado de su presencia en Shikama casi por accidente,
aunque bien pudiera ser que sus karmas respectivos
estuvieran entrelazados. Junto con la rehabilitacin de su
padre, Jtar haba recibido un nombramiento. Cuando
estaba realizando una de las gestiones de su cargo, tuvo un
atisbo, a travs de una brecha en una valla, de una mujer que
se pareca a Ots. Dos das despus regres a la playa y
comprob que su impresin haba sido correcta.
Si bien agradeca a los dioses que le hubieran conducido
a Ots, su odio hacia Osugi, latente desde haca mucho
tiempo, por su manera de tratar a Ots, haba despertado.
Si no eliminaba a la anciana, sera imposible que Ots
viviera en paz. La tentacin era fuerte, pero matarla habra
mezclado a su padre en una disputa con una familia de
samurais rurales. Eran gentes fastidiosas incluso cuando no
tenan ningn contencioso; si les ofenda un vasallo directo
de un daimy, no haba duda de que causaran
perturbaciones.
Finalmente, decidi que lo mejor sera castigar a Osugi
rpidamente y luego dirigir sus esfuerzos a rescatar a Ots.
Conozco el lugar apropiado para ti le dijo. Ven
conmigo.
Osugi se aferr con todas sus fuerzas al suelo, a pesar
de los intentos de Jtar de arrastrarla. Cogindola por la
cintura, la llev bajo el brazo a la parte trasera del templo.
La ladera de la colina haba sido deforestada cuando se
construy el santuario, y haba all una pequea cueva,
cuya entrada era lo bastante grande para que una persona
pudiera entrar arrastrndose.
Ots vea una luz solitaria a lo lejos. Por lo dems, todo
estaba sumido en una negrura intensa, montaas, campos,
arroyos, el puerto de Mikazuki, que acababan de cruzar por
un sendero rocoso. Los dos hombres que iban en cabeza
tiraban de la cuerda con la que haban atado a la joven, como
si fuese una criminal.
Cuando se aproximaban al ro Sayo, el hombre que iba
detrs de ella dijo:
Esperad un momento. Qu le habr ocurrido a la
vieja? Dijo que vendra con nosotros.
S, ya debera habernos dado alcance.
Podramos hacer un alto aqu durante unos minutos,
o seguir hasta Sayo y esperar en la casa de t.
Probablemente todos estarn durmiendo, pero podemos
despertarles.
Vayamos all y esperemos. Tomaremos una o dos
tazas de sake.
Buscaron a lo largo del ro un lugar somero para
vadearlo. Apenas haban empezado a cruzarlo cuando
oyeron una voz que les llamaba a lo lejos. La llamada se
repiti uno o dos minutos despus, desde mucho ms cerca.
La anciana?
No, parece una voz masculina.
Entonces no puede tener nada que ver con nosotros.
El agua estaba tan fra como una hoja de espada, sobre
todo para Ots. Cuando oyeron el sonido de apresuradas
pisadas, su perseguidor estaba casi encima de ellos.
Chapoteando bruscamente, les empuj a la otra orilla y all
les hizo frente.
Ots? llam Jtar.
Temblando por la rociada de agua fra que haba cado
sobre ellos, los tres hombres rodearon a Ots y se
mantuvieron donde estaban.
No os movis grit Jtar, con los brazos
extendidos.
Quin eres?
No importa. Soltad a Ots!
Ests loco? No sabes que meterte donde no te
llaman puede costarte la vida?
Osugi acaba de decirme que me entreguis a Ots.
Mientes como un bellaco!
Los tres hombres se rieron al unsono.
Os equivocis. Mirad esto.
Les tendi un papel de seda con unos caracteres de
puo y letra de Osugi. El mensaje era breve: Las cosas han
salido mal. No podis hacer nada. Entregad Ots a Jtar y
luego venid a buscarme.
Los hombres, cejijuntos, miraron a Jtar y avanzaron
por la orilla.
Es que no sabis leer? les pregunt Jtar en tono
burln.
Calla. Supongo que eres Jtar.
En efecto, se es mi nombre, Aoki Jtar.
Ots le haba estado mirando fijamente, temblando
ligeramente a causa del temor y la duda. Entonces, sin saber
apenas lo que haca, se ech a gritar, se atragant y cay
hacia adelante.
El hombre que estaba ms prximo a Jtar grit:
Se le ha aflojado la mordaza! Atdsela bien!
Entonces se dirigi a Jtar en tono amenazante: sta es
la caligrafa de la anciana, no hay duda de ello, pero qu le
ha sucedido? Qu significa eso de que vayamos en su
busca?
Es mi rehn replic Jtar altivamente.
Entregadme a Ots y os dir dnde est.
Los tres hombres intercambiaron miradas.
Acaso intentas tomarnos el pelo? le pregunt uno
de ellos. Sabes quines somos? Cualquier samurai de
Himeji, si es de ah de donde procedes, conoce la casa
Hon'iden de Shimonosh.
S o no... Responded! Si no me entregis a Ots,
dejar a la anciana donde est hasta que se muera de
hambre.
Bastardo asqueroso!
Uno de los hombres cogi a Jtar y otro desenvain su
espada y se coloc en posicin de combate. El primero
gru:
Sigue diciendo esa clase de idioteces y te rompo el
cuello. Dnde est Osugi?
Me entregaris a Ots?
No.
Entonces no la encontraris. Entregadme a Ots y
podremos zanjar este asunto sin que nadie reciba dao
alguno.
El hombre que haba cogido a Jtar le empuj adelante
e intent hacerle la zancadilla.
Utilizando la fuerza de su adversario, Jtar le lanz
por encima de su hombro. Pero un instante despus, estaba
sentado en el suelo, agarrndose el muslo derecho. El
hombre haba desenvainado su espada y golpeado con un
movimiento como de siega. Por suerte, la herida no era
profunda. Jtar se puso en pie al mismo tiempo que su
atacante. Los otros dos hombres avanzaron hacia l.
No le matis. Lo necesitamos vivo para poder
rescatar a Osugi.
Jtar perdi con rapidez su renuencia a verse
implicado en un derramamiento de sangre. En un momento
determinado de la refriega que sigui, los tres hombres
lograron derribarle al suelo. Jtar lanz un rugido y
recurri a la misma tctica que momentos antes sus
adversarios haban usado contra l. Sacando velozmente su
espada corta, atraves el vientre del hombre que estaba a
punto de caer sobre l. La mano y el brazo de Jtar, casi
hasta el hombro, se volvieron tan rojos como si lo hubiera
sumergido en un barril de vinagre de ciruelas, pero su mente
estaba libre de todo pensamiento y ocupada tan slo por el
instinto de conservacin.
De nuevo en pie, grit y golpe hacia abajo al hombre
que tena delante. La hoja le alcanz en la clavcula y,
desvindose al lado, cort un trozo de carne del tamao de
un filete de pescado. El hombre lanz un grito y agarr la
empuadura de su espada, pero era demasiado tarde.
Hijos de perra! Hijos de perra!
Gritando con cada tajo y estocada, Jtar mantuvo a
raya a los otros dos, y entonces logr herir gravemente a
uno de ellos.
Los hombres haban dado por sentada su superioridad,
pero ahora perdieron el dominio de s mismos y empezaron
a agitar los brazos sin coordinacin.
Ots, fuera de s, corra en crculos, retorciendo
frenticamente las ligaduras de sus manos.
Que venga alguien! Salvadle!
Pero sus palabras pronto se perdan, ahogadas por el
sonido del ro y la voz del viento.
De repente comprendi que, en vez de pedir ayuda,
deba confiar en sus propias fuerzas. Lanzando un dbil
grito de desesperacin, se dej caer al suelo y restreg la
soga contra el afilado ngulo de una roca. La cuerda slo era
de paja trenzada recogida al lado del camino, y se rompi
fcilmente.
Ots, libre por fin, cogi unas piedras y corri al lugar
de la pelea.
Jtar! grit, mientras arrojaba una piedra a la
cara de un hombre. Tambin estoy aqu. Toda ir bien!
Lanz otra piedra. Aguanta, por favor! Lanz una
piedra ms, pero, al igual que las anteriores, no dio en el
blanco. Corri en busca de ms proyectiles.
Esa zorra!
Uno de los hombres se zaf de Jtar y, en dos saltos,
lleg detrs de Ots. Estaba a punto de descargar el romo
borde de su espada en la espalda de la mujer, cuando Jtar
le dio alcance y hundi tanto su espada en la parte inferior
de la espalda del atacante que la punta de la hoja le sali por
el ombligo.
El otro hombre, herido y aturdido, empez a
escabullirse, y luego ech a correr, tambalendose.
Jtar apoy con firmeza un pie a cada lado del
cadver, extrajo la espada y grit:
Detente!
Cuando empezaba a perseguirle, Ots se abalanz sobre
l y, cogindole con fuerza, le dijo:
No lo hagas! No debes atacar a un hombre malherido
cuando huye.
El ardor de su splica sorprendi a Jtar, el cual no
poda imaginar qu capricho psicolgico le haca simpatizar
con un hombre que haca tan poco tiempo la haba
atormentado.
Quiero saber qu has hecho durante todos estos aos
le dijo Ots. Tambin yo tengo cosas que contarte, y
tenemos que marcharnos de aqu tan rpido como podamos.
Jtar accedi en seguida, pues saba que si la noticia
del incidente llegaba a Shimonosh, los miembros de la
familia Hon'iden rodearan el pueblo para buscarles.
Puedes correr, Ots?
S, no te preocupes por m.
Y corrieron, en efecto, corrieron sin parar en la
oscuridad, hasta que se quedaron sin aliento. Ambos tenan
la sensacin de revivir los viejos tiempos, cuando eran tan
slo una nia y un nio que recorran juntos su camino.
Las nicas luces visibles en Mikazuki eran las de la posada.
Una brillaba en el edificio principal, donde slo un poco
antes un grupo de viajeros un mercader de metales cuyo
negocio le llevaba a las minas locales, un vendedor de hilo
procedente de Tajima, un sacerdote itinerante haban
estado sentados, hablando y riendo. Todos se haban
acostado ya.
Jtar y Ots se sentaron a conversar junto a la otra
luz, en una pequea habitacin independiente donde viva la
madre del posadero, entre su rueca y los recipientes donde
herva los gusanos de seda. El posadero sospechaba que la
pareja a la que acababa de conceder alojamiento eran
amantes fugados, pero de todos modos aderez la estancia
para ellos.
As que no volviste a ver a Musashi en Edo deca
Ots, la cual le haba relatado sus andanzas en los ltimos
aos.
Entristecido al saber que ella no haba visto a Musashi
desde aquel da en la carretera de Kiso, a Jtar le resultaba
difcil hablar. No obstante, pens que poda ofrecerle un
rayo de esperanza.
No es mucho para seguir adelante le dijo, pero
en Himeji o el rumor de que Musashi ira pronto all.
A Himeji? Es posible que sea cierto? dijo ella,
ansiosa de aferrarse incluso a un clavo ardiendo.
No es ms que lo que dice la gente, pero los hombres
de nuestro feudo hablan como si ya estuviera decidido.
Dicen que pasar por all camino de Kokura, donde ha
prometido aceptar un desafo de Sasaki Kojir. Es uno de
los servidores del seor Hosokawa.
Tambin yo he odo algo parecido, pero no
encontraba a nadie que tuviera noticias de Musashi o que
supiera por lo menos dnde estaba.
Bueno, el rumor que corre en los alrededores del
castillo de Himeji probablemente es cierto. Parece ser que
Hanazono Myshinji, de Kyoto, que tiene estrechas
relaciones con la Casa de Hosokawa, inform al seor
Hosokawa sobre el paradero de Musashi, y Nagaoka Sado,
un servidor de alto rango, entreg a Musashi la carta de
desafo.
Crees que suceder pronto?
No lo s. La verdad es que nadie parece saberlo con
exactitud. Pero si ha de ser en Kokura y si Musashi est en
Kyoto, pasar por Himeji durante su viaje.
Podra ir en barco.
Jtar sacudi la cabeza.
No lo creo. Los daimy de Himeji, Okayama y otros
feudos a lo largo del Mar Interior le pedirn que pase en sus
castillos una noche o ms tiempo. Quieren ver qu clase de
hombre es realmente y sondearle para ver si est interesado
en una posicin. El seor Ikeda escribi a Takuan. Luego
hizo gestiones en el Myshinji y dio instrucciones a los
mayoristas de su zona para que le informen si ven a alguien
que responda a la descripcin de Musashi.
Todo ello hace pensar an ms en que no viajar en
barco. No hay nada que Musashi deteste ms que un exceso
de alharacas. Si se entera, har cuanto pueda por evitarlo.
Ots pareca deprimida, como si de improviso hubiera
perdido toda esperanza.
Qu te parece, Jtar? le pregunt en tono
suplicante. Si yo fuese al Myshinji, crees que podra
averiguar algo?
Bueno, es posible, pero no debes olvidar que se trata
slo de chismorreos.
Pero debe de haber algo de verdad en ello, no crees?
Tienes deseos de ir a Kyoto?
Claro que s, me gustara partir ahora mismo... bueno,
maana.
No te apresures tanto. Por ese motivo siempre
pierdes a Musashi. En cuanto oyes un rumor, lo aceptas
como si fuese un hecho fidedigno y partes al instante. Si
quieres localizar un ruiseor, tienes que mirar hacia un
punto delante del lugar de donde procede su canto. Me
parece que siempre vas en pos de Musashi, en lugar de
prever dnde podra estar a continuacin.
S, es posible, pero el amor carece de lgica. No se
haba detenido a pensar lo que estaba diciendo, y se
sorprendi al ver que el rostro del joven se volva carmes al
or la palabra amor. Recobrndose en seguida, le dijo:
Gracias por el consejo. Lo pensar detenidamente.
S, hazlo, pero entretanto regresa a Himeji conmigo.
De acuerdo.
Quiero que vengas a nuestra casa.
Ots no le dijo nada.
Por lo que dice mi padre, supongo que te conoci
bastante bien hasta que abandonaste el Shippji... No s
qu tiene pensado, pero me ha dicho que le gustara verte
una vez ms y hablar contigo.
La llama de la vela amenazaba con extinguirse. Ots se
volvi y contempl el cielo bajo los estropeados aleros.
Va a llover dijo.
A llover? Y maana tenemos que ir a Himeji.
Qu es un aguacero otoal? Nos pondremos
sombreros para la lluvia.
Habra preferido que hiciera buen tiempo.
Cerraron los postigos contra la lluvia y la atmsfera de
la habitacin pronto se volvi calurosa y hmeda. Jtar
era agudamente consciente de la fragancia femenina de Ots.
Ve a acostarte le dijo. Yo dormir aqu.
Coloc un madero a guisa de almohada bajo la ventana y
se tendi de costado, de cara a la pared.
Todava no te duermes? rezong Jtar.
Deberas hacerlo.
Se cubri la cabeza con la fina estera, pero dio muchas
vueltas antes de que cayera en un profundo sueo.
La misericordia de Kannon
Ots permaneca sentada, escuchando el sonido del agua
que caa desde una gotera en el techo. Impulsada por el
viento, la lluvia azotaba bajo los aleros y contra los
postigos. Pero era una lluvia de otoo y, por lo tanto,
impredecible: quiz la maana sera brillante y clara.
Entonces el pensamiento de Osugi cruz por su mente.
Me pregunto si estar a la intemperie bajo esta
tormenta, empapada y fra. Es vieja y quiz no dure hasta
maana. Aunque sobreviva, podran transcurrir das antes
de que la encuentren. Podra morir de hambre.
Jtar llam en voz queda. Despierta.
Tema que el joven hubiera cometido una crueldad, pues
haba odo decirles a los sicarios de la anciana que la haba
castigado, y haba hecho de pasada una observacin similar
camino de la posada.
En el fondo no es mala se dijo. Si me sincero con
ella, uno de estos das me comprender... Debo ir a
buscarla.
Pensando que si Jtar se enfadaba, sera inevitable,
abri un postigo. La lluvia, contra la negrura del cielo, tena
una tonalidad blanca. Tras arremangarse las faldas, cogi de
la pared un sombrero de corteza de bamb, se lo puso y lo
at bajo la barbilla. Entonces se ech una abultada capa
pluvial sobre los hombros, se puso unas sandalias de paja y
atraves la cortina de lluvia que caa por la pendiente del
tejado.
Al aproximarse al santuario donde Mambei la haba
dejado a merced de sus raptores, vio que los escalones de
piedra que conducan al lugar sagrado se haban convertido
en una cascada. En lo alto, el viento era mucho ms intenso,
aullaba entre los cedros como una jaura de perros airados.
Dnde puede estar?, se pregunt, mientras
escudriaba el santuario. Llam en el espacio oscuro debajo
del edificio, pero no le lleg ninguna respuesta.
Fue a la parte trasera del edificio y permaneci all unos
minutos. El viento gimiente la azotaba como las olas en un
mar tempestuoso. Poco a poco tuvo conciencia de otro
sonido, casi indistinguible del fragor de la tormenta. Se
detuvo un momento y empez de nuevo.
Ahhh. Odme, alguien... Hay alguien ah afuera?...
Aaaah.
Abuela! grit Ots. Dnde ests, abuela?
Como gritaba literalmente al viento, el sonido de su voz
no llegaba muy lejos.
Pero, de alguna manera, su sentimiento logr entrar en
comunicacin con quien estaba en una situacin tan
apurada.
Ah! Hay alguien ah. Lo s... Slvame. Aqu!
Slvame!
En las rfagas intermitentes de sonido que llegaban a sus
odos, Ots oy el grito de la desesperacin.
Dnde ests? grit con voz ronca. Dnde
ests, abuela?
Corri alrededor del santuario, se detuvo un momento y
luego corri de nuevo. Casi por accidente, repar en lo que
pareca una cueva de osos, a unos veinte pasos de distancia,
cerca del pie del empinado sendero que conduca al
santuario interior.
Al acercarse ms, tuvo la certeza de que la voz de la
anciana proceda de all. Lleg a la entrada, se detuvo y
contempl las grandes piedras que la cerraban.
Quin es? Quin eres t? Eres una manifestacin
de Kannon? Le rindo culto a diario. Apidate de m. Salva a
una pobre anciana que ha sido encerrada aqu por un
desalmado.
Las splicas de Osugi adquirieron un tono histrico.
Llorando a medias y a medias rogando, en el oscuro
intervalo entre la vida y la muerte, en su mente se form
una visin de la misericordiosa diosa Kannon y dirigi a ella
su fervorosa plegaria para que le permitiera seguir viviendo.
Qu feliz soy! exclam delirante. Kannon, la
misericordiosa, ha visto la bondad de mi corazn y se ha
apiadado de m. Ha venido a rescatarme! Gran compasin
la suya! Gran misericordia! Salve la Bodhisattva Kannon,
salve la Bodhisattva Kannon, salve...
Su voz se interrumpi bruscamente. Tal vez pens que
ya estaba bien, pues era natural que en su situacin lmite
Kannon se presentara de una u otra forma en su ayuda. Ella
era la cabeza de una buena familia, una buena madre, y se
consideraba un ser humano recto y sin tacha. Y lo que haba
hecho, fuera lo que fuese, era, por supuesto, moralmente
justo.
Pero entonces, al percibir que quienquiera que fuese la
persona que estaba al otro lado de la cueva no era una
aparicin sino un ser autntico, vivo, se relaj y, al hacerlo,
perdi el conocimiento.
Ots, al no saber qu significaba el cese repentino de los
gritos de Osugi, estaba fuera de s. Era preciso abrir de
alguna manera la entrada de la cueva. Redobl sus
esfuerzos, y la cinta que sujetaba su sombrero se afloj. El
viento agit furiosamente tanto el sombrero como sus
negras trenzas.
Le intrigaba cmo Jtar haba sido capaz de colocar all
aquellas autnticas rocas. Empuj y tir con toda la fuerza
de su cuerpo, pero ni una sola se mova. Extenuada por el
esfuerzo, sinti una punzada de odio hacia Jtar, y el
alivio inicial que haba experimentado al encontrar a Osugi
se transform en una inquietud que la consuma.
Aguanta, abuela, slo un poco ms. Te sacar de
aqu.
Aunque haba aplicado los labios a una grieta entre las
grandes piedras, no obtuvo ninguna respuesta.
Poco a poco, lleg hasta sus odos un dbil cntico en
voz baja:
O si, al encontrar diablos comedores de hombres,
dragones venenosos y demonios,
piensa en el poder de Kannon,
al instante nadie se atrever a daarle.
Si, rodeado de bestias malignas,
con agudos colmillos y garras aterradoras,
piensa en el poder de Kannon...
Osugi estaba recitando el Sutra sobre Kannon. Slo la
voz de la bodhisattva era perceptible para ella. Con las
manos juntas, ahora estaba en paz, mientras las lgrimas se
deslizaban por sus mejillas y los labios temblaban al tiempo
que las palabras sagradas brotaban de sus labios.
Presa de una extraa sensacin, Osugi interrumpi su
cntico y aplic un ojo a una grieta entre las piedras.
Quin est ah? grit. He preguntado quin est
ah.
El viento haba arrebatado a Ots la capa pluvial.
Aturdida, exhausta y cubierta de barro, se agach y grit:
Ests bien, abuela? Soy Ots.
Quin has dicho? pregunt la anciana con
suspicacia.
He dicho que soy Ots.
Ya veo. Hubo una larga pausa de silencio antes de
que la anciana hiciera la segunda pregunta incrdula. Qu
quieres decir con eso de que eres Ots?
En aquel instante, la primera oleada de la conmocin
alcanz a Osugi, diseminando bruscamente sus
pensamientos religiosos.
Por..., por qu has venido aqu? Ah, ya lo s. Ests
buscando a ese demonio de Jtar!
No. He venido a rescatarte, abuela. Por favor, olvida
el pasado. Recuerdo lo buena que eras conmigo en mi
infancia. Luego te volviste contra m y trataste de hacerme
dao. No te lo reprocho. Admito que he sido muy
obstinada.
Vaya, de modo que has abierto los ojos y te das
cuenta de tu mal proceder. No es eso? Me ests diciendo
que te gustara volver a la familia Hon'iden como la esposa
de Matahachi?
Oh, no, eso no se apresur a decir Ots.
Bien, entonces por qu ests aqu?
Senta tanta pena por ti que no poda soportarlo.
Y ahora quieres que me sienta obligada contigo. Eso
es lo que te propones, no?
Ots se qued tan sorprendida ante esta reaccin que
no pudo articular palabra.
Quin te ha pedido que vinieras a rescatarme? No
he sido yo! Y ahora no necesito tu ayuda. Si crees que
hacindome un favor podrs impedir que siga odindote, te
equivocas. No me importa lo precaria que sea mi situacin.
Prefiero morir a perder mi orgullo.
Pero abuela, cmo puedes esperar que deje a una
persona de tu edad abandonada en un sitio tan terrible?
Ya estamos, la abnegada y dulce Ots y sus amables
palabras. Crees que no s lo que t y Jtar os proponis?
Habis tramado encerrarme en esta cueva para reros de m,
y cuando salga de aqu voy a desquitarme. Vaya si lo har,
no te quepa duda.
Estoy segura de que pronto llegar el da en que
comprenders lo que siento realmente. En cualquier caso,
no puedes quedarte ah. Enfermars.
Uf, estoy harta de esta tontera.
Ots se puso en pie, y el obstculo que haba sido
incapaz de mover por la fuerza fue desalojado, como si sus
lgrimas hubieran tenido el poder de hacerlo. Despus de
que la piedra superior rodara al suelo, tuvo una facilidad
sorprendente para desplazar al lado la que estaba debajo.
Pero no eran slo las lgrimas de Ots las que haban
abierto la cueva. Osugi haba empujado desde el interior, y
sali con el rostro congestionado, de un rojo intenso.
Ots, todava tambalendose a causa del esfuerzo,
emiti un grito de jbilo, pero apenas Osugi se vio en
libertad cuando agarr a la joven por el cuello. La ferocidad
del ataque habra hecho pensar que su nico propsito al
querer mantenerse viva haba sido atacar a su benefactora.
Oh! Pero qu haces? Aaagh!
Calla!
Por qu..., por qu...?
Qu esperabas? respondi Osugi a gritos,
derribando a Ots al suelo con una fuerza salvaje.
Ots estaba horrorizada, incapaz de dar crdito a lo que
le ocurra.
Ahora vmonos gru Osugi, y empez a arrastrar
a la joven por el suelo empapado.
Ots junt las manos y dijo:
Por favor, te lo ruego. Castgame si quieres, pero no
debes quedarte bajo esta lluvia.
Qu idiotez! Es que no tienes vergenza? Crees
que puedes conmoverme para que me apiade de ti?
No huir, no lo har... Oh! Me haces dao!
Pues claro que te hago dao.
Djame... Con un sbito acceso de energa, Ots se
liber de la anciana y se puso en pie.
Ah, no, de ninguna manera! Osugi renov al
instante su ataque, agarrando el cabello de la joven. sta
dirigi al cielo su blanco rostro, y la lluvia cay sobre sus
facciones. Cerr los ojos. Sucia ramera! Cmo he
sufrido todos estos aos por tu culpa!
Cada vez que Ots abra la boca para hablar o haca un
esfuerzo para liberarse, la anciana le tiraba del pelo con
todas sus fuerzas. Sin soltrselo, la arroj al suelo, la
pisote y la emprendi a puntapis con ella.
Entonces una expresin de sobresalto apareci en el
rostro de Osugi y solt el cabello de la joven.
Pero qu he hecho? musit consternada.
Ots? la llam con inquietud, mientras contemplaba el
cuerpo inerte tendido a sus pies. Ots!
La anciana se agach y escrut el rostro empapado por
la lluvia, fro al tacto como un pescado. Le pareci que la
muchacha no respiraba.
Est..., est muerta.
Osugi se senta llena de espanto. Aunque no estaba
dispuesta a perdonar a Ots, no haba tenido intencin de
matarla. Se enderez, gimiendo, y retrocedi.
Fue serenndose gradualmente, y no pas mucho
tiempo antes de que se dijera: Bueno, supongo que no
puedo hacer nada ms que ir en busca de ayuda. Ech a
andar, titube, dio media vuelta y regres al lado del
cuerpo. Cogi el fro cuerpo de Ots entre sus brazos y lo
arrastr a la cueva.
Pese a la angostura de la entrada, el interior era
espacioso. Cerca de una pared haba un lugar donde, en el
pasado lejano, los peregrinos religiosos que buscaban el
Camino pasaban largas horas sentados, sumidos en la
meditacin.
Cuando remiti la lluvia, la anciana se acerc a la
entrada, y estaba a punto de salir cuando las nubes se
abrieron de nuevo. Desde el arroyuelo que se deslizaba por
encima de la entrada, el agua penetraba casi hasta el fondo
de la cueva.
Osugi pens que no faltaba mucho para que amaneciera.
Imperturbable, se acuclill y esper a que la tormenta
cediera de nuevo.
El hecho de hallarse en una total oscuridad con el
cuerpo de Ots empez a afectar poco a poco su mente.
Tena la sensacin de que su rostro fro y plido la miraba
acusadoramente. Al principio se tranquiliz, dicindose:
Todo cuanto sucede est destinado a suceder. Ocupa tu
lugar en el paraso como un Buda renacido. No me guardes
rencor. Pero no pas mucho tiempo antes de que el temor
y la conciencia de su tremenda responsabilidad la
impulsaran a buscar refugio en la piedad. Cerr los ojos y
empez a entonar un sutra. Transcurrieron varias horas.
Cuando por fin sus labios guardaron silencio y abri los
ojos, oy el piar de los pjaros. El aire estaba inmvil, la
lluvia haba cesado. A travs de la boca de la cueva se
filtraba un sol dorado, que iluminaba el spero interior.
Qu es eso? se pregunt en voz alta, mientras se
incorporaba, la mirada fija en una inscripcin grabada por
alguna mano annima en el muro de la cueva.
Osugi se acerc a la inscripcin y ley:
En el ao 1544, envi a mi hijo de diecisis aos, que
se llamaba Mori Kinsaku, a luchar en la batalla del castillo
de Tenjinzan, en el bando del seor Uragami. No he vuelto
a verle desde entonces. A causa de mi afliccin, peregrino a
diversos lugares consagrados al Buda. Ahora estoy
colocando en esta cueva una imagen de la Bodhisattva
Kannon. Ruego que esto, y las lgrimas de una madre,
protejan a Kinsaku en su vida futura. Si en tiempos futuros
alguien pasa por aqu, le ruego que invoque el nombre de
Buda. ste es el vigsimo primer ao desde la muerte de
Kinsaku. Donante: la madre de Kinsaku, aldea de Aita.
Los caracteres erosionados resultaban difciles de leer en
algunos lugares. Haban pasado casi setenta aos desde que
las aldeas vecinas, Sanumo, Aita, Katsuta, fueron atacadas
por la familia Amako y el seor Uragami expulsado de su
castillo. Un recuerdo infantil que jams desaparecera de la
memoria de Osugi era el incendio de aquella fortaleza. An
poda ver el negro humo elevndose oscilante en el cielo, los
cadveres de hombres y caballos cubriendo los campos y
los caminos apartados durante das despus de la batalla. La
lucha lleg casi hasta las casas de los campesinos.
Pensando en la madre del muchacho, en su afliccin, en
su vida errante, sus plegarias y ofrendas, Osugi sinti una
punzada de dolor. Debe de haber sido terrible para ella,
se dijo. Se arrodill y junt las manos.
Salve Buda Amida, salve Buda Amida. Sollozaba y
las lgrimas caan en sus manos, pero hasta que se hubo
desahogado por completo no pens de nuevo en el rostro
de Ots, fro e insensible bajo la luz matinal, al lado de su
rodilla.
Perdname, Ots. He cometido un acto maligno,
terrible! Por favor, perdname, te lo suplico! Con el
remordimiento reflejado en su semblante, alz el cuerpo de
Ots y lo abraz tiernamente. Es aterrador..., aterrador.
Cegada por el amor maternal, por la entrega a mi propio
hijo, me convert en una diablesa para la hija de otra mujer.
Tambin t tuviste madre. Si me hubiera conocido, me
habra visto como..., como un demonio repugnante... Estaba
segura de que tena razn, mas para los dems soy un
monstruo maligno.
Las palabras parecan llenar la cueva y reverberar en sus
odos. All no haba nadie, no haba ojos que mirasen, odos
que escucharan. La oscuridad de la noche se haba
convertido en la luz de la sabidura del Buda.
Qu buena has sido, Ots. Ser atormentada durante
tantos largos aos por esta horrible vieja loca, y, sin
embargo, nunca me lo has pagado con tu odio. Has venido a
pesar de todo para salvarme... Ahora lo veo todo claro.
Sufr un malentendido. La inmensa bondad de tu corazn la
vea como un mal. Mi mente estaba torcida, distorsionada.
Oh, perdname, Ots.
Apret su rostro hmedo contra el de la muchacha.
Ojal mi hijo fuese tan carioso y bueno como t...
Abre los ojos de nuevo, ve que te estoy rogando tu perdn.
Abre la boca, insltame. Me lo merezco. Ots...,
perdname.
Mientras contemplaba el rostro inmvil y verta
amargas lgrimas, pas ante sus ojos una visin de s misma
tal como debi de verla Ots en todos aquellos atroces
encuentros con ella. Comprendi lo malvada que haba sido
y sinti que se le encoga el corazn. Una y otra vez
murmur:
Perdname..., perdname.
Incluso se pregunt si no sera lo correcto que se
quedara all sentada hasta unirse a la muchacha en la muerte.
No! exclam con decisin. Basta de lloros y
gemidos. Quiz..., quiz no est muerta. Si lo intento, es
posible que pueda hacerla volver a la vida. Todava es
joven. An tiene su vida por delante.
Suavemente, volvi a depositar a Ots en el suelo y
sali de la cueva a la cegadora luz del sol. Cerr los ojos y
se puso las manos alrededor de la boca, para amplificar el
sonido.
Dnde est todo el mundo? Eh, gentes del pueblo,
venid aqu! Socorro!
Abri los ojos y corri unos pocos pasos, todava
gritando.
Hubo cierto movimiento en el bosquecillo de cedros, y
luego se oy un grito:
Est ah! Sana y salva, despus de todo!
Unos diez miembros del clan Hon'iden salieron del
bosquecillo. Tras escuchar el relato contado por el
ensangrentado superviviente de la pelea con Jtar la noche
anterior, haban organizado un grupo de bsqueda y salido
de inmediato, a pesar de la intensa lluvia. Todava
enfundados en sus capas pluviales, tenan un aspecto de
suciedad.
Ah, ests a salvo dijo exultante el primer hombre
que lleg al lado de Osugi.
Se reunieron en torno a ella, y en sus rostros se reflej
un gran alivio.
No os preocupis por m les orden Osugi.
Rpido, ir a ver si podis hacer algo por esa muchacha que
est en la cueva. Lleva horas inconsciente. Si no le damos
alguna medicina en seguida...
Tena la voz apagada. Casi en trance, seal hacia la
cueva. Quiz desde la muerte del to Gon, eran aqullas las
primeras lgrimas de afliccin que verta.
El curso de la vida
Pasaron el otoo y el invierno.
Un da, a principios del cuarto mes de 1612, los
pasajeros se acomodaban en la cubierta del barco que cubra
la ruta regular entre Sakai, en la provincia de Izumi, y
Shimonoseki, en Nagato.
Informado de que el barco estaba a punto de zarpar,
Musashi se levant de un banco en la tienda de Kobayashi
Tarzaemon e hizo una reverencia a las personas que
haban acudido a despedirle.
Que no decaiga vuestro nimo les pidi cuando se
reunieron con l para acompaarle durante el corto trecho
hasta el embarcadero.
Hon'ami Ketsu estaba entre los presentes. Su buen
amigo Haiya Shy no haba podido acudir por hallarse
enfermo, pero le representaba su hijo Sheki. Acompaaba
a ste su esposa, una mujer cuya deslumbrante belleza haca
volver las cabezas a los transentes.
sa es Yoshino, verdad? susurr un hombre,
tirando de la manga de su compaero.
De Yanagimachi?
Humm. Yoshino Day, de la Ogiya.
Sheki la haba presentado a Musashi sin mencionar su
nombre anterior. Por supuesto su rostro le era desconocido
a Musashi, pues aqulla era la segunda Yoshino Day.
Nadie saba qu le haba sucedido a la primera, dnde se
encontraba ahora, si estaba casada o soltera. Haca tiempo
que la gente haba dejado de hablar de su gran belleza. Las
flores florecen, las flores decaen. En el mundo flotante del
barrio licencioso, el tiempo pasaba rpidamente.
Yoshino Day, un nombre que evocaba recuerdos de
noches con nieve, de un fuego alimentado con madera de
peona, de un lad roto.
Han pasado ocho aos desde la primera vez que nos
vimos observ Ketsu.
S, ocho aos repiti Musashi, preguntndose
adonde habran ido a parar los aos. Al embarcar tena la
sensacin de que aquel da sealaba el final de una etapa de
su vida.
Matahachi se hallaba entre los que haban ido a
despedirle, as como varios samurais de la residencia de
Hosokawa en Kyoto. Otros samurais le transmitieron los
buenos deseos del seor Karasumaru Mitsuhiro, y haba un
grupo de entre veinte y treinta espadachines que, a pesar de
la protesta de Musashi, haban ido all porque le conocieron
en Kyoto y se consideraban como sus seguidores.
Musashi se diriga a Kokura, en la provincia de Buzen,
donde se enfrentara a Sasaki Kojir en una prueba de
habilidad y madurez. Debido a los esfuerzos de Nagaoka
Sado, la fatdica confrontacin, que llevaba tanto tiempo
preparndose, finalmente iba a tener lugar. Las
negociaciones haban sido largas y difciles, y fue necesario
despachar muchos correos y cartas. Incluso despus de que
Sado hubiera corroborado el otoo anterior que Musashi se
alojaba en casa de Hon'ami Ketsu, la conclusin de las
gestiones haba requerido otro medio ao.
Aunque saba que se aproximaba, Musashi no haba
podido imaginar, ni siquiera en sus sueos ms
disparatados, lo que sera partir como el paladn de un
nmero enorme de seguidores y admiradores. El tamao de
la multitud le azoraba y, adems, le impeda hablar como le
habra gustado hacerlo con determinadas personas.
Lo que ms le sorprenda de aquella gran despedida era
su absurdo. l no haba deseado ser el dolo de nadie. Aun
as, haban acudido all para expresarle su buena voluntad.
No haba manera de impedrselo.
Tena la sensacin de que algunos le comprendan, y
agradeca sus buenos deseos. La admiracin que le
profesaban le creaba una sensacin de reverencia hacia ellos.
Al mismo tiempo, le invada una oleada de ese frvolo
sentimiento llamado popularidad. Su reaccin era casi de
temor, de que la adulacin se le subiera a la cabeza. Al fin y
al cabo, slo era un hombre ordinario.
Otra cosa que le molestaba era el largo preludio. Si
poda decirse que tanto l como Kojir vean adonde les
conduca su relacin, no era menos cierto que el mundo los
haba enfrentado y decretado que deban decidir de una vez
por todas quin era el mejor de los dos.
Todo haba comenzado con los comentarios de la gente:
He odo decir que van a hacerlo, luego: S,
definitivamente van a enfrentarse, y todava ms tarde:
Cundo es el encuentro?. Finalmente, se haba divulgado
incluso el da y la hora antes de que los mismos
protagonistas los hubieran decidido formalmente.
Musashi detestaba ser un hroe pblico. A la vista de
sus hazaas, era inevitable que lo fuese, pero no era algo
que l se hubiera propuesto. Lo que realmente quera era
ms tiempo para dedicarse a la meditacin. Necesitaba
desarrollar la armona, asegurarse de que sus ideas no iban a
un ritmo distinto del de su capacidad de actuar. Gracias a su
tan reciente experiencia con Gud, haba avanzado un paso
en el camino hacia la iluminacin. Y haba llegado a percibir
ms agudamente la dificultad de seguir el Camino..., el largo
Camino a travs de la vida.
Y sin embargo..., pens. Dnde estara si no fuese
por la bondad de las personas que le apoyaban? Seguira
vivo? Llevara su hatillo de ropa a la espalda? Vesta un
kimono negro de mangas cortas que le haba confeccionado
la madre de Ketsu. Sus sandalias nuevas, el sombrero de
juncos tambin nuevo que llevaba en la mano, todas las
pertenencias que ahora tena consigo, eran donaciones de
alguien que le valoraba. El arroz que coma haba sido
cultivado por otros. Viva de los frutos de un trabajo que no
era el suyo propio. Cmo podra recompensar a la gente
por todo lo que haban hecho por l?
Cuando sus pensamientos tomaban ese sesgo, disminua
su irritacin por las exigencias que le planteaba aquella
legin de seguidores. No obstante, persista el temor a
decepcionarles.
Era hora de zarpar. Se rez para que la travesa fuese
segura, se dijeron palabras finales de despedida, el tiempo
invisible flua ya entre los hombres y las mujeres en el
embarcadero y el hroe que parta.
Quitaron las amarras, el barco se desliz hacia el mar
abierto, y la gran vela se despleg como un ala contra el
cielo azul intenso.
Un hombre corri hasta el extremo del embarcadero, se
detuvo y pate el suelo, disgustado.
Demasiado tarde! rezong. No debera haber
hecho la siesta.
Ketsu se le aproxim y le dijo:
No eres t Mus Gonnosuke?
S replic el interpelado, ponindose el bastn bajo
el brazo.
Te vi cierta vez en el Kongji de Kawachi.
S, claro. Eres Hon'ami Ketsu.
Me alegro de que ests bien. Por lo que haba odo
decir, no estaba seguro de que siguieras vivo.
Quin te ha dicho tal cosa?
Musashi.
Musashi?
S. Se aloj en mi casa hasta ayer mismo. Tena varias
cartas de Kokura. En una de ellas, Nagaoka Sado deca que
te haban hecho prisionero en el monte Kudo. Tema que
pudieras haber sido herido o incluso muerto.
Eso se debi a un error.
Tambin hemos sabido que Iori vive en casa de Sado.
Entonces est a salvo! exclam, con un profundo
alivio.
S. Sentmonos a charlar en alguna parte.
Ketsu condujo al fornido experto en el manejo del
bastn a un local cercano. Mientras tomaban t, Gonnosuke
le cont cuanto le haba sucedido. Por suerte para l, tras
una sola mirada Sanada Yukimura haba llegado a la
conclusin de que no era un espa. Gonnosuke fue liberado
y los dos hombres se hicieron amigos. Yukimura no slo le
pidi disculpas por el error de sus subordinados, sino que
envi a un grupo de hombres en busca de Iori.
Como no encontraron el cuerpo por ninguna parte,
Gonnosuke supuso que el muchacho segua con vida. Desde
entonces se haba dedicado a buscarle en las provincias
vecinas. Cuando se enter de que Musashi estaba en Kyoto
y era inminente un encuentro entre l y Kojir, intensific
sus esfuerzos. El da anterior haba regresado al monte
Kudo, donde Yukimura le inform de que Musashi zarpara
hoy hacia Kokura. Haba temido ver a Musashi sin Iori a su
lado ni tener ninguna noticia que darle sobre el muchacho,
pero como ignoraba si volvera a ver vivo a su maestro,
acudi al embarcadero de todos modos. Pidi disculpas a
Ketsu como si ste fuese vctima de su negligencia.
No permitas que eso te preocupe le dijo Ketsu.
Dentro de unos das zarpar otro barco.
La verdad es que deseaba viajar con Musashi. Hizo
una pausa y luego aadi con vehemencia: Pens que este
viaje podra ser el punto decisivo en la vida de Musashi. l
se disciplina constantemente, y no es probable que sea
derrotado por Kojir. No obstante, en una pelea de esas
caractersticas, nunca se sabe, pues interviene un elemento
sobrehumano. Todos los guerreros tienen que enfrentarse a
l. Ganar o perder depende, en parte, de la suerte.
La verdad es que no creo que debas preocuparte. La
serenidad de Musashi era perfecta. Pareca tener una
absoluta confianza en s mismo.
Estoy seguro de que es as, pero Kojir tambin tiene
una gran reputacin. Y, desde que entr al servicio del seor
Tadatoshi, ha estado practicando y mantenindose en
forma.
Ser una prueba de fuerza entre un hombre que es un
genio, pero, desde luego, un tanto engredo, y un hombre
ordinario que ha pulimentado al mximo su talento, no
crees?
Yo no llamara a Musashi ordinario.
Pero lo es, y eso es precisamente lo ms
extraordinario de l. No se limita a confiar en los dones
naturales que pueda tener. Sabe que es ordinario y siempre
trata de mejorarse. Nadie aprecia el tremendo esfuerzo que
ha tenido que hacer. Ahora que sus aos de adiestramiento
han producido un resultado tan espectacular, todo el mundo
habla de un talento concedido por los dioses. As es
como se consuelan los hombres que no se esfuerzan
demasiado.
Te agradezco esas palabras replic Gonnosuke.
Tena la sensacin de que Ketsu podra referirse a l
mismo tanto como a Musashi. Mientras miraba el ancho y
plcido perfil del hombre mayor, pens: A l tambin le
ocurre lo mismo.
Ketsu pareca lo que era, un hombre acomodado que se
haba apartado ex profeso del resto del mundo. En aquel
momento sus ojos carecan del brillo que tenan cuando se
concentraba en una creacin artstica. Ahora eran como un
mar suave, en calma, sereno, bajo un cielo claro y brillante.
Un joven asom la cabeza a la puerta y pregunt a
Ketsu:
Nos vamos?
Ah, Matahachi respondi afablemente Ketsu.
Volvindose a Gonnosuke, le dijo: Me temo que debo
dejarte. Mis compaeros me estn esperando.
Regresas por la ruta de Osaka?
As es. Si llegamos all a tiempo, quisiera abordar el
barco nocturno hacia Kyoto.
Bien, en tal caso, recorrer esa distancia contigo.
En vez de aguardar al prximo barco, Gonnosuke haba
decidido viajar por tierra.
Los tres hombres caminaban uno al lado del otro, y su
conversacin apenas se desviaba de Musashi, de su
condicin actual y sus hazaas pasadas. En un momento
determinado, Matahachi expres preocupacin.
Confo en que Musashi venza dijo, pero Kojir
es muy listo. Su tcnica es increble, sabis? Pero su voz
careca de entusiasmo. El recuerdo de su propio encuentro
con Kojir estaba demasiado vivido en su memoria.
Era la hora del crepsculo cuando se encontraron en las
atestadas calles de Osaka. De repente, Ketsu y
Gonnosuke se dieron cuenta de que Matahachi ya no estaba
con ellos.
Adonde puede haber ido? inquiri Ketsu.
Desandaron sus pasos y le encontraron en el extremo
del puente. Estaba mirando, como hechizado, la orilla del
ro, donde las mujeres de las casas vecinas, una hilera de
cabaas destartaladas cubiertas por un tejado nico, lavaban
utensilios de cocina, descascarillaban arroz y pelaban
verduras.
Tiene una expresin rara en el rostro observ
Gonnosuke.
ste y Ketsu permanecieron un poco apartados y le
observaron.
Es ella grit Matahachi. Akemi!
En cuanto reconoci a la mujer, el capricho del destino
le caus una sorpresa indecible. Pero en seguida la situacin
pareci tomar un cariz distinto. El destino no haca
jugarretas, sino que se limitaba a enfrentarle con su pasado.
Akemi haba sido su esposa legal. Tambin sus karmas
respectivos estaban entrelazados. Mientras habitaran la
misma tierra, estaban destinados a reunirse de nuevo, ms
tarde o ms temprano.
Le haba costado reconocerla. El encanto y la coquetera
que la joven haba tenido hasta haca solamente un par de
aos, se haban desvanecido. La delgadez de su rostro era
extrema, tena el cabello sin lavar y recogido en un moo.
Vesta un kimono de algodn de mangas tubulares que le
llegaba un poco por debajo de las rodillas, la prenda
utilitaria de todas las amas de casa urbanas de clase baja.
Nada ms alejado de las sedas policromas con que se
ataviaba cuando se dedicaba a la prostitucin.
Estaba acuclillada, en la postura tpica de los
buhoneros, y tena en sus brazos un cesto de aspecto
pesado, que contena almejas, abalones y algas. La
mercanca an sin vender sugera que el negocio no era muy
boyante.
Un nio como de un ao de edad estaba atado a su
espalda por medio de una sucia faja de tela.
Ms que cualquier otra cosa, fue el nio lo que hizo latir
con ms fuerza el corazn de Matahachi. Llevndose las
palmas a las mejillas, cont los meses. Si el nio estaba en
su segundo ao, haba sido concebido cuando vivan juntos
en Edo... y Akemi estaba embarazada cuando los azotaron a
los dos pblicamente.
La luz del sol poniente, reflejndose en el ro, danzaba
en el rostro de Matahachi, dndole el aspecto de estar
baado en lgrimas. Era sordo al ruido y el movimiento del
trfico callejero. Akemi caminaba lentamente ro abajo.
Matahachi ech a correr tras ella, agitando los brazos y
gritando. Ketsu y Gonnosuke le siguieron.
Adonde vas, Matahachi?
Se haba olvidado por completo de los dos hombres. Se
detuvo y esper a que le dieran alcance.
Lo siento musit. A decir verdad...
Verdad? Cmo poda explicarles lo que iba a hacer
cuando ni siquiera poda explicrselo a s mismo? En aquel
momento era incapaz de aclarar sus emociones, pero
finalmente logr balbucir:
He decidido no convertirme en sacerdote..., regresar a
la vida ordinaria. An no he sido ordenado.
Volver a la vida ordinaria? exclam Ketsu.
As, tan de repente? Humm. Ests raro.
Ahora no puedo explicarlo. Aunque lo hiciera,
probablemente os parecera una locura. Acabo de ver a la
mujer con la que viv, y lleva un nio a la espalda. Creo que
debe de ser mo.
Ests seguro?
S, bueno...
Vamos, hombre, clmate y piensa. Es realmente tu
hijo?
S! Soy padre! Lo siento, no saba... Estoy
avergonzado. No puedo permitir que ella siga viviendo as,
vendiendo el contenido de un cesto como una vagabunda.
Tengo que trabajar y ayudar a mi hijo.
Ketsu y Gonnosuke intercambiaron miradas
consternadas. Aunque no estaba del todo seguro de que
Matahachi estuviera en su sano juicio, Ketsu le dijo:
Supongo que sabes lo que ests haciendo.
Matahachi se quit la tnica sacerdotal que cubra su
kimono ordinario y se la entreg a Ketsu, junto con su
rosario de oraciones.
Siento molestarte, pero querrs dar esto a Gud, en
el Myshinji? Te agradecera que le dijeras que me quedar
aqu, en Osaka, conseguir trabajo y ser un buen padre.
Ests seguro de que quieres hacer eso? Abandonar
el sacerdocio as como as?
S. De todas maneras, el maestro me dijo que poda
regresar a la vida ordinaria en cualquier momento que lo
deseara.
Humm.
Me dijo que no es necesario estar en un templo para
practicar la disciplina religiosa. Es ms difcil, pero, segn
l, es ms digno de alabanza ser capaz de dominarse uno
mismo y mantener la fe en medio de las mentiras, la
suciedad y los conflictos..., todas las cosas desagradables
del mundo exterior..., que en el entorno limpio y puro de un
templo.
Estoy seguro de que tiene razn.
He pasado con l ms de un ao, pero no me ha
impuesto un nombre de sacerdote. Siempre me llama
simplemente Matahachi. Tal vez me suceda algo en el
futuro que sea incapaz de comprender, y entonces acudir a
l de inmediato. Decdselo por m, queris?
Tras hablarles as, Matahachi se alej.
El barco nocturno
Una sola nube roja, que pareca un gran gallardete, se cerna
a baja altura en el horizonte. Cerca del fondo del mar sin
oleaje, terso como una lmina de cristal, haba un pulpo.
Alrededor del medioda una pequea embarcacin
estaba amarrada en el estuario del ro Shikama,
discretamente fuera de la vista. Cuando aument la
oscuridad del crepsculo, una delgada columna de humo se
elev de un brasero de arcilla en la cubierta. Una anciana
rompa ramitas y alimentaba el fuego.
Tienes fro? pregunt.
No respondi la muchacha, tendida en el fondo de
la embarcacin, detrs de unas esteras de juncos. Sacudi
dbilmente la cabeza, y entonces la levant y mir a la
anciana. No te preocupes por m, abuela. Debes cuidar de
ti misma. Tienes la voz un poco ronca.
Osugi puso un recipiente de arroz sobre el brasero para
preparar unas gachas.
Lo mo no tiene importancia le dijo, pero t
ests enferma. Tienes que comer como es debido, o de lo
contrario no tendrs fuerzas cuando llegue el barco.
Ots retuvo una lgrima y contempl el mar. Haba
algunas barcas de pescadores de pulpos y un par de buques
de carga. El barco de Sakai no se vea por ninguna parte.
Se est haciendo tarde dijo Osugi. Dijeron que el
barco llegara antes del anochecer. Su voz tena un dejo
quejumbroso.
La noticia de la partida del barco de Musashi se haba
extendido rpidamente. Cuando lleg a odos de Jtar, que
estaba en Himeji, ste envi un mensajero para decrselo a
Osugi. La anciana, a su vez, se apresur a ir al Shippji,
donde Ots estaba postrada, enferma a causa de la paliza
que le haba dado.
Desde aquella noche terrible, Osugi le haba suplicado
su perdn tan a menudo y con lgrimas en los ojos, que
escucharla haba llegado a ser una carga pesada para Ots.
sta no la consideraba responsable de su enfermedad, y
crea que se trataba de una recada de la dolencia que la tuvo
confinada durante varios meses en la casa del seor
Karasumaru en Kyoto. Por las maanas y las tardes tosa
mucho y tena una fiebre ligera. Haba perdido peso, lo cual
haca su rostro ms hermoso que nunca, pero era una
belleza delicada en exceso que entristeca a quienes la vean
y hablaban con ella.
No obstante, le brillaban los ojos. En primer lugar, se
senta feliz por el cambio operado en Osugi. La viuda
Hon'iden finalmente haba comprendido que se haba
equivocado con respecto a Ots y Musashi, y era como
una mujer renacida. Y Ots tena una esperanza surgida de
la certidumbre de que el da en que vera de nuevo a
Musashi estaba cercano.
Osugi haba declarado: Para compensar toda la
desdicha que os he causado, me hincar de hinojos y rogar
a Musashi que hagamos las paces. Me inclinar ante l, me
disculpar, le persuadir. Tras anunciar a su propia familia
y a todo el pueblo que el compromiso matrimonial de
Matahachi con Ots haba quedado anulado, destruy el
documento que contena la promesa de esponsales. A partir
de entonces, se empe en decir a todo el mundo que la
nica persona apropiada como marido para Ots era
Musashi.
Como el pueblo haba experimentado cambios a travs
del tiempo, la nica persona a la que Ots conoca mejor en
Miyamoto era Osugi, la cual se ocup de cuidar a la
muchacha, tratando de devolverle la salud. Cada maana y
cada noche la visitaba en el Shippji para hacerle las
mismas solcitas preguntas: Has comido? Has tomado
la medicina? Cmo te sientes?.
Un da le dijo con lgrimas en los ojos:
Si no hubieras vuelto a la vida aquella noche en la
cueva, yo tambin habra querido morir all.
Hasta entonces la anciana nunca haba vacilado antes de
tergiversar la verdad o decir flagrantes mentiras. Una de las
ltimas haba sido la de que Ogin, la hermana de Musashi,
se encontraba en Sayo. De hecho, nadie haba visto a Ogin
ni saba nada de ella desde haca aos. Lo nico que se saba
era que estaba casada y viva en otra provincia.
As pues, al principio las protestas de Osugi le
parecieron a Ots increbles. Aun cuando fuese sincera, le
pareca probable que su remordimiento desapareciera al
cabo de un tiempo. Pero a medida que los das se convertan
en semanas, la mujer mostraba ms dedicacin y atenciones
a Ots.
Jams imagin que en el fondo fuese tan buena
persona, se dijo Ots. Y como el afecto y la amabilidad
recin adquiridos de Osugi se hicieron extensivos a cuantos
la rodeaban, este sentimiento era ampliamente compartido
tanto por la familia como por los aldeanos, aunque muchos
expresaron su asombro con menos delicadeza, diciendo, por
ejemplo: Qu creis que le ha pasado a la vieja bruja?.
Incluso Osugi se maravillaba de lo amable que todo el
mundo era ahora con ella. Antes, incluso las personas ms
prximas a ella solan encogerse de temor nada ms verla.
Ahora, todos le sonrean y le hablaban cordialmente.
Finalmente, en una poca en que el simple hecho de estar
vivo era algo por lo que uno deba estar agradecido, la
anciana aprenda por primera vez lo que era ser amada y
respetada por el prjimo.
Uno de sus conocidos le pregunt con franqueza:
Qu te ha pasado? Tu cara parece ms atractiva cada
vez que te veo.
Ms tarde, aquel mismo da, Osugi se mir en el espejo
y pens que tal vez as era. El pasado haba dejado sus
huellas. Cuando se march del pueblo, su cabello todava
era negro entreverado de gris. Ahora era completamente
blanco. No le importaba, pues crea que su corazn, por lo
menos, ahora estaba libre de negrura.
El barco en el que viajaba Musashi lleg a Shikama y, como
de costumbre, atrac para descargar, cargar nuevas
mercancas y pasar all la noche.
El da anterior, despus de que Ots le informara de
ello, Osugi le haba preguntado:
Qu vas a hacer?
Ir all, por supuesto.
En ese caso, te acompaar.
Ots se levant de su lecho de enferma, y antes de una
hora estaban en camino. No llegaron a Himeji hasta el
atardecer. Durante todo el trayecto, Osugi vigil a Ots
como si sta fuese una nia.
Aquella noche, en la casa de Aoki Tanzaemon, se
hicieron planes para celebrar una cena en honor de Musashi
en el castillo de Himeji. Suponan que, gracias a su
experiencia anterior en el castillo, ahora considerara un
honor que le agasajaran de esa manera. Incluso Jtar lo
crea as.
Tras consultar con los camaradas samurais de
Tanzaemon, tambin se decidi que no sera conveniente
que Ots y Musashi fuesen vistos juntos, pues la gente
poda concebir la idea de que ella era su amante secreta.
Tanzaemon explic el quid de la cuestin a Ots y Osugi, y
sugiri que aguardar en la embarcacin era una manera
discreta de que Ots estuviera presente y, al mismo
tiempo, no diera pbulo a embarazosos chismorreos.
El mar se oscureci y el color desapareci del cielo. Las
estrellas empezaron a titilar. Cerca de la casa del tintorero
donde viva Ots, un contingente de unos veinte samurais
de Himeji llevaban esperando desde media tarde para recibir
a Musashi.
Quiz ste no es el da indicado observ uno de
ellos.
No, no te preocupes por eso dijo otro. He
enviado un hombre al agente local de Kobayashi para
asegurarme.
Eh, se es, verdad?
As lo parece, a juzgar por la vela.
Ruidosamente se acercaron al borde del agua.
Jtar les dej y ech a correr hacia el bote amarrado en
el estuario.
Ots! Abuela! El barco est a la vista... El barco de
Musashi! grit a las excitadas mujeres.
Lo has visto de veras? Dnde? le pregunt Ots,
la cual estuvo a punto de caer por la borda al ponerse en
pie.
Ten cuidado le advirti Ots, cogindola por
detrs.
Permanecieron una al lado de la otra, sus ojos
escudriando la oscuridad. Gradualmente un minsculo
punto distante se convirti en una gran vela, negra a la luz
de las estrellas y que pareca deslizarse directamente hacia
ellos.
se es! exclam Jtar.
Rpido, coge la espadilla dijo Ots. Llvanos al
barco.
No hay necesidad de apresurarse. Uno de los
samurais que estn en la playa ir remando en busca de
Musashi.
Entonces tenemos que ir ahora! Una vez est con
ese puado de hombres, Ots no tendr ninguna
oportunidad de hablar con l.
No podemos hacer eso. Se vern luego.
Dedicas demasiado tiempo a preocuparte por lo que
pensarn los dems samurais. Y sa es la razn de que
estemos inmovilizadas en esta barquichuela. Si he de serte
sincera, creo que deberamos haber esperado en la casa del
tintorero.
No, te equivocas. No te das cuenta de las habladuras
de la gente. Tranquilzate. Mi padre y yo encontraremos
alguna manera de traerle aqu. Se detuvo a pensar un
instante. Cuando baje a la orilla, ir a casa del tintorero
para descansar un poco. Entonces ir a verle y me encargar
de que venga. Vosotras esperad aqu. Pronto estar de
vuelta.
Dicho esto, ech a correr hacia la playa.
Procura descansar un poco dijo Osugi.
Aunque Ots se tendi obedientemente, pareca tener
dificultades para respirar.
Otra vez te molesta esa tos? le pregunt Osugi
dulcemente. Se arrodill y restreg la espalda de la
muchacha. No te preocupes. Musashi estar aqu antes
de lo que crees.
Gracias. Ahora estoy bien.
Una vez remiti el acceso de tos, se arregl y alis el
cabello, procurando parecer un poco ms presentable.
A medida que transcurra el tiempo y Musashi no se
presentaba, Osugi empez a ponerse cada vez ms
nerviosa. Dejando a Ots en el bote, salt a la orilla.
Cuando la anciana estuvo fuera de su vista, Ots
empuj el jergn y la almohada detrs de unas esteras, se
at de nuevo el obi y se alis el kimono. Las palpitaciones
de su corazn no parecan en modo alguno diferentes de las
que experimentara cuando era una chica de diecisiete o
dieciocho aos. La luz roja del fuego en el pequeo fanal,
suspendido cerca de la proa, pareca atravesarle el corazn
con su calor. Extendiendo su delicado y blanco brazo por
encima de la borda, humedeci el peine y volvi a desrizarlo
por sus cabellos. Entonces se aplic unos polvos a las
mejillas, pero tan ligeramente que casi no se notaban. Al fin
y al cabo, pens, incluso los samurais, cuando los
despiertan bruscamente de un sueo profundo para que
acudan a presencia de su seora, a veces se ponen una bata
y disimulan su palidez con un poco de colorete.
Lo que realmente le preocupaba era saber qu iba a
decirle. Pens con temor en quedarse sin palabras, como le
sucediera cuando se encontraron en otras ocasiones. No
quera decirle nada que le irritara, por lo que tendra que
andarse con pies de plomo. l iba camino de un combate.
Todo el pas hablaba de ello.
En aquel importante momento de su vida, Ots no
pensaba que Kojir podra vencer a Musashi, y, sin
embargo, no exista la certeza absoluta de que su amado
vencera. Podan ocurrir accidentes. Si aquel da cometa
algn error, y si Musashi mora luego, ella lo lamentara
durante el resto de su vida. No le quedara ms que llorar
hasta la muerte, confiando, como el antiguo emperador
chino, en que se reunira con l en la prxima vida.
Tena algo que decirle, era imprescindible, al margen de
lo que l pudiera decir o hacer. Ella haba hecho acopio de
las fuerzas necesarias para llegar hasta all. Ahora el
encuentro estaba cercano y el pulso le lata con violencia.
Tena tantas cosas en su mente que las palabras que
deseaba decir no tomaban forma.
Osugi careca de ese problema. Elega las palabras que
iba a emplear para pedir disculpas por su malentendido y
su odio, para desahogar su corazn y pedir perdn. Como
prueba de su sinceridad, se encargara de que la vida de
Ots le fuese confiada a Musashi.
Slo rompa la oscuridad un ocasional reflejo del agua.
La quietud rein hasta que las pisadas de Jtar, que llegaba
corriendo, se hicieron audibles.
Por fin has venido, eh? le dijo Osugi, que todava
estaba en pie en la orilla. Dnde est Musashi?
Lo lamento, abuela.
Que lo lamentas? Qu significa eso?
Escchame, te lo explicar todo.
No quiero ninguna explicacin. Viene o no viene
Musashi?
No viene.
No viene? repiti la anciana, con la voz hueca,
llena de decepcin.
Jtar, que pareca muy afectado, relat lo que haba
sucedido, a saber, que cuando un samurai rem hasta el
barco, le dijeron que ste no atracara all, pues no haba
ningn pasajero que quisiera desembarcar en Shikama. La
carga haba sido transferida a una chalana. El samurai haba
solicitado ver a Musashi, el cual se acerc a la borda y
habl con el hombre, pero le dijo que no iba a desembarcar.
Tanto l como el capitn queran llegar a Kokura lo ms
rpidamente posible.
Cuando el samurai regres a la playa con ese mensaje, el
barco ya se diriga de nuevo al mar abierto.
Ya ni siquiera puedes verlo dijo Jtar, abatido.
Ha rodeado el pinar en el otro extremo de la playa. Lo
lamento. Nadie ha tenido la culpa.
Por qu no fuiste en el bote con el samurai?
No pens... De todos modos, ya no hay nada que
hacer, es intil hablar de ello ahora.
Supongo que tienes razn, pero qu vergenza!
Qu vamos a decirle a Ots? Tendrs que decrselo t,
Jtar, yo no tengo valor para hacerlo. Puedes decirle
exactamente lo que ha sucedido..., pero primero intenta
calmarla, o su enfermedad se agravar.
Sin embargo, Jtar no tuvo ninguna necesidad de dar
explicaciones. Ots, sentada tras un trozo de estera, lo
haba odo todo. El golpeteo del agua contra el costado de la
embarcacin pareca resignar su corazn al sufrimiento.
Si hoy no puedo verle, lo har otro da, en otra playa,
se dijo.
Crea comprender por qu Musashi no haba querido
desembarcar. En todo Honshu occidental y en Kyushu,
Sasaki Kojir era reconocido como el ms grande de todos
los espadachines. Al desafiar su supremaca, Musashi
estara ardiendo con la determinacin de vencer. Su mente
estara concentrada en eso y slo en eso.
Pensar que ha estado tan cerca, se dijo con un
suspiro. Las lgrimas se deslizaban por sus mejillas
mientras contemplaba la vela invisible que se alejaba
lentamente hacia el oeste. Se apoy desconsolada en la
borda del bote.
Entonces, por primera vez, tuvo conciencia de una
fuerza enorme que creca con sus lgrimas. A pesar de su
fragilidad, algo en lo ms profundo de su ser generaba una
fuerza sobrehumana. Aunque no lo haba comprendido
hasta entonces, su fuerza de voluntad era indomable y le
haba permitido perseverar a travs de los largos aos de
enfermedad y angustia. Su sangre agitada le coloreaba las
mejillas, dndoles nueva vida.
Abuela! Jtar!
Los dos caminaron lentamente por la orilla.
Qu ocurre, Ots? le pregunt el joven.
Os he odo hablar.
Eh?
S, pero ya no voy a llorar por ello. Ir a Kokura.
Estar presente en el combate de esgrima... Podemos dar
por sentado que Musashi vencer. En caso contrario, quiero
recibir sus cenizas y llevrmelas conmigo.
Pero ests enferma.
Enferma? Apart esa idea de su mente. Pareca
rebosante de una vitalidad que trascenda la debilidad de su
cuerpo. No pensis en eso. Estoy perfectamente bien.
Bueno, tal vez me encuentro algo pachucha, pero hasta que
vea el resultado del combate...
Por poco escaparon de sus labios las palabras estoy
decidida a no morir. Las retuvo a tiempo y se atare
haciendo los preparativos para el viaje. Cuando estuvo
dispuesta, baj del bote sin ayuda, aunque para ello tuvo
que sujetarse fuertemente a la borda.
Un halcn y una mujer
En la poca de la batalla de Sekigahara, Kokura era el
emplazamiento de una fortaleza al mando del seor Mri
Katsunobu de Iki. Desde entonces el castillo haba sido
reconstruido y ampliado, y ahora tena un nuevo seor. Sus
torres y sus deslumbrantes muros blancos revelaban el
podero y la dignidad de la Casa de Hosokawa, dirigida
ahora por Tadatoshi, quien haba sucedido a su padre,
Tadaoki.
En el breve tiempo transcurrido desde la llegada de
Kojir, el estilo Ganry, desarrollado sobre la base que
haba aprendido de Toda Seigen y Kanemaki Jisai, se haba
extendido por toda la isla meridional de Kyushu. Incluso
llegaban hombres de la isla de Shikoku para estudiar bajo su
direccin, con la esperanza de que, al cabo de uno o dos
aos de adiestramiento, les concederan un certificado y
recibiran la autorizacin para regresar a sus casas
convertidos en maestros del nuevo estilo.
Kojir gozaba de la estima de quienes le rodeaban,
incluido Tadatoshi, a quien haban odo observar con
satisfaccin: Me considero un espadachn muy bueno.
En todas las dependencias de la extensa residencia
Hosokawa, se convena en que Kojir era una persona de
carcter sobresaliente. Y cuando viajaba entre su casa y el
castillo, lo haca lujosamente, con el acompaamiento de
siete lanceros. La gente abandonaba sus ocupaciones para
acercarse a l y presentarle sus respetos.
Hasta su llegada, Ujiie Magoshir, practicante del estilo
Shinkage, haba sido el instructor jefe de esgrima del clan,
pero su estrella palideci rpidamente a medida que la de
Kojir se abrillantaba. Kojir le trataba de un modo
grandilocuente. Haba dicho al seor Tadatoshi: No debes
permitir que se marche. Aunque su estilo no es vistoso,
tiene cierta madurez de la que carecemos los jvenes.
Sugiri que l y Magoshir dieran lecciones en el dj del
castillo en das alternos, cosa que se llev a la prctica.
En un momento determinado, Tadatoshi observ:
Kojir dice que el mtodo de Magoshir no es
vistoso, sino maduro. Magoshir afirma que Kojir es un
genio de la espada con el que no puede medirse. Quin est
en lo cierto? Me gustara ver una demostracin.
En consecuencia, los dos hombres accedieron a
enfrentarse con espadas de madera en presencia de su
seora. A la primera oportunidad, Kojir dej su arma y,
sentndose a los pies de su contrario, le dijo:
No estoy a tu altura. Perdona mi presuncin.
No seas modesto replic Magoshir. Soy yo
quien no es un digno adversario tuyo.
Las opiniones de los testigos estaban divididas: unos
crean que Kojir actuaba as por compasin, mientras que
otros consideraban que lo haca por inters propio. En
cualquier caso, su reputacin aument todava ms.
La actitud de Kojir hacia Magoshir sigui siendo
caritativa, pero cada vez que alguien mencionaba en
trminos favorables la creciente fama de Musashi en Edo y
Kyoto, se apresuraba a poner las cosas claras.
Musashi? deca en tono desdeoso. Ah, desde
luego ha sido lo bastante maoso para hacerse un nombre.
Habla de su estilo con dos espadas, segn me han dicho.
Siempre ha tenido cierta capacidad natural. Dudo de que
haya nadie en Kyoto u Osaka capaz de derrotarle.
Siempre daba la impresin de que se abstena de decir ms.
Cierto da, un guerrero experimentado que visitaba la
casa de Kojir, le dijo:
Nunca he visto a ese hombre, pero la gente de
Miyamoto dice que Musashi es el espadachn ms grande
desde Kizumi y Tsukahara, con la excepcin de Yagy
Sekishsai, naturalmente. Todo el mundo parece pensar
que, si no es el espadachn ms grande, por lo menos ha
alcanzado el nivel de un maestro.
Kojir se ech a rer y sus mejillas se colorearon.
Bueno, es que la gente est ciega replic
mordazmente. Por eso supongo que alguno podra
considerarle un gran hombre o un espadachn experto. Eso
te demuestra hasta dnde ha llegado el declive del Arte de la
Guerra, con respecto tanto al estilo como a la conducta
personal. Vivimos en una poca en la que un buscador
inteligente de publicidad puede dirigir el gallinero, al menos
en lo que respecta a la gente ordinaria.
Ni que decir tiene, yo miro las cosas de un modo
diferente. Vi a Musashi cuando intentaba ganar fama en
Kyoto hace unos aos. Hizo una exhibicin de su
brutalidad y cobarda en su combate con la escuela
Yoshioka en Ichijji. La palabra cobarda no es un insulto
para los de su especie. De acuerdo, el nmero de sus
adversarios era superior, pero qu se le ocurri hacer?
Puso pies en polvorosa en cuanto tuvo ocasin de hacerlo.
Considerando su pasado y su petulante ambicin, me
parece que se trata de un hombre que ni siquiera merece que
le escupan encima... Ja, ja! Si un hombre que se pasa la
vida tratando de aprender el Arte de la Guerra es un
experto, entonces supongo que Musashi lo es. Pero un
maestro de la espada..., no, eso no.
Era evidente que, al cantar de tal guisa las alabanzas de
Musashi, lo haca motivado por una afrenta personal, pero
su insistencia en imponer este criterio a todo el mundo era
tan vehemente que incluso sus admiradores ms
incondicionales empezaron a sentirse intrigados. Finalmente
corri la noticia de que exista una larga enemistad entre
Musashi y Kojir. Poco despus, volaban los rumores de
un combate entre los dos hombres.
Al final Kojir present el desafo obedeciendo las
rdenes del seor Tadatoshi. Durante los meses
transcurridos desde entonces, todo el feudo Hosokawa
estaba en vilo y se especulaba sobre la fecha del encuentro
y cul sera el resultado.
Iwama Kakubei, ya muy entrado en aos, visitaba a
Kojir por la maana y la noche, siempre que encontraba la
menor excusa para hacerlo. Una noche, a principios del
cuarto mes, cuando incluso las flores de cerezo rosadas de
doble ptalo haban cado, Kakubei cruz el jardn delantero
de la casa de Kojir, pasando junto a las azaleas de un rojo
brillante que florecan en las sombras de unas rocas
ornamentales. Le hicieron pasar a una habitacin interior
iluminada tan slo por la escasa luz del sol poniente.
Ah, maestro Iwama, me alegro de verte le dijo
Kojir, quien se encontraba en el exterior, alimentando a un
halcn posado en su puo.
Te traigo noticias le dijo Kakubei, todava en pie
. El consejo del clan ha discutido hoy el lugar del
encuentro en presencia de su seora y han llegado a una
decisin.
Toma asiento le dijo un sirviente desde la
habitacin contigua.
Con un mero gruido a modo de agradecimiento,
Kakubei se sent y sigui diciendo:
Se ha sugerido una serie de lugares, entre ellos
Kikunonagahama y la orilla del ro Murasaki, pero los han
rechazado todos porque o bien eran demasiado pequeos o
bien demasiado accesibles al pblico. Naturalmente,
podramos levantar una valla de bamb, pero ni siquiera eso
impedira que la orilla del ro se llenara de gente deseosa de
emociones.
Comprendo replic Kojir, todava mirando
atentamente los ojos y el pico del halcn.
Kakubei haba esperado que el otro recibiera su
informacin con el aliento un tanto entrecortado, y se
qued cabizbajo. Normalmente un invitado no hara
semejante cosa, pero Kakubei dijo:
Vamos adentro. No es cuestin de tratar este asunto
mientras ests aqu afuera.
Dentro de un momento replic Kojir con
indiferencia. Quiero terminar de dar su comida al ave.
Es ste el halcn que el seor Tadatoshi te regal
despus de que cazarais juntos el otoo pasado?
S. Se llama Amayumi. Cuanto ms me acostumbro a
l, ms me gusta.
Arroj el resto de la comida y, enrollando el cordn con
borlas rojas atado alrededor del cuello del pjaro, llam al
joven asistente que estaba detrs de l.
Ten, Tatsunosuke, devulvelo a su jaula.
El ave pas de un puo a otro, y Tatsunosuke ech a
andar por el espacioso jardn. Ms all del tpico montculo
artificial haba un pinar, limitado al otro lado por una valla.
El recinto se extenda a lo largo del ro Itatsu. Muchos otros
vasallos de Hosokawa vivan en la vecindad.
Perdname por haberte hecho esperar dijo Kojir.
No tiene importancia. No es como si fuese un
extrao. Cuando vengo aqu, casi me siento como si
estuviera en casa de mi hijo.
Una doncella de unos veinte aos entr en aquel
momento y sirvi el t con grciles movimientos.
Dirigiendo una mirada al recin llegado, le invit a tomar
una taza.
Kakubei movi la cabeza con admiracin.
Me alegro de verte, Omitsu. Ests tan bonita como
siempre.
Ella se ruboriz hasta el cuello de su kimono.
Y t siempre te res de m replic antes de salir
rpidamente de la estancia.
Dices que cuanto ms te acostumbras a tu halcn,
ms te gusta coment Kakubei. Y qu me dices de
Omitsu? No sera mejor tenerla a tu lado en vez de un ave
de presa? Hace algn tiempo que deseaba preguntarte
acerca de tus intenciones respecto a ella.
Por casualidad ha visitado ella tu casa en una u otra
ocasin?
Admito que ha venido a hablarme.
Ser estpida! No me ha dicho una sola palabra de
ello. Kojir lanz una mirada airada a la blanca shoji.
No te irrites por eso. No hay ninguna razn por la
que no hubiera de visitarme. Aguard hasta que la
expresin de Kojir se suaviz un poco, y entonces sigui
diciendo: Que una mujer est preocupada es lo ms
natural. No creo que dude de tu afecto por ella, pero
cualquiera en su posicin se preocupara por el futuro.
Qu ser de ella?
Supongo que te lo contara todo.
Por qu no habra de hacerlo? Lo ms ordinario del
mundo es que eso suceda entre un hombre y una mujer.
Uno de estos das querrs casarte. Tienes esta gran casa y
muchos servidores. Por qu no?
No puedes imaginar lo que dira la gente si me casara
con una muchacha a la que he tenido previamente en mi
casa como doncella?
Qu importancia tiene eso? Desde luego, ahora no
puedes abandonarla. Si no fuese una novia apropiada para
ti, la situacin podra ser incmoda, pero esa chica es de
buena familia, no? Me han dicho que es la sobrina de Ono
Tadaaki.
S, eso es cierto.
Y la conociste cuando fuiste al dj de Tadaaki y le
hiciste ver el lamentable estado en que se encontraba su
escuela de esgrima.
S. No me enorgullezco de ello, pero no puedo
ocultarlo a alguien tan ntimo como t. Haba pensado
contarte todo lo sucedido ms tarde o ms temprano...
Como has dicho, sucedi tras mi encuentro con Tadaaki. Ya
estaba oscuro cuando part hacia mi casa, y Omitsu, que
por entonces viva con su to, cogi un farolillo y me
acompa por la cuesta de Saikachi. Sin pensarlo dos veces,
coquete un poco con ella por el camino, pero ella lo tom
en serio. Cuando Tadaaki desapareci vino a verme y...
Ahora le toc a Kakubei el turno de sentirse azorado.
Hizo un gesto con la mano para hacer saber a su protegido
que ya haba odo lo suficiente. En realidad, slo se haba
enterado muy recientemente de que Kojir haba aceptado a
la muchacha en su casa antes de trasladarse de Edo a
Kokura. Le sorprenda no slo su propia ingenuidad, sino
tambin la capacidad de Kojir para atraer a una mujer,
tener una relacin sentimental con ella y mantener en
secreto todo el asunto.
Djalo todo de mi cuenta le dijo. Por el
momento, sera bastante inadecuado que anunciaras tu
matrimonio. Lo primero es lo primero. Puede hacerse
despus del combate.
Como muchos otros, confiaba plenamente en que la
justificacin definitiva de la fama y la posicin de Kojir
tendra lugar al cabo de unos das.
Record lo que le haba llevado all y prosigui:
Como te he dicho, el consejo ha decidido el lugar del
encuentro. Puesto que uno de los requisitos era que est
situado dentro de los dominios del seor Tadatoshi, pero
donde las multitudes no tengan fcil acceso, se ha
convenido que lo ideal sera una isla. La isla elegida es una
de pequea extensin llamada Funashima, entre
Shimonoseki y Moji.
Se qued unos instantes pensativo antes de continuar.
Tal vez sera conveniente examinar el terreno antes de
que llegue Musashi. Eso podra darte cierta ventaja.
Su razonamiento consista en que, al conocer la
disposicin del terreno, un espadachn poda hacerse una
idea de cmo procedera la lucha, sabra hasta qu punto
deba atarse fuertemente las sandalias, cmo utilizar el
terreno y la posicin del sol. Como mnimo, Kojir tendra
una sensacin de seguridad, cosa que sera imposible si
llegaba al lugar por primera vez.
Kakubei sugiri que alquilaran un bote de pesca y, al da
siguiente, fuesen a ver la isla de Funashima. Pero Kojir
mostr su desacuerdo.
Lo fundamental del Arte de la Guerra consiste en la
rapidez con que uno consigue una apertura. Incluso cuando
un hombre toma precauciones, a menudo sucede que su
contrario las ha previsto y ha ideado formas de
contrarrestarlas. Es mucho mejor abordar la situacin de
una manera imparcial y moverse con perfecta libertad.
Al ver la lgica de este argumento, Kakubei no volvi a
mencionar la idea de ir a Funashima.
Kojir llam a Omitsu, la cual les sirvi sake, y los dos
hombres bebieron y charlaron hasta bien entrada la noche.
A juzgar por la relajacin con que Kakubei tomaba su sake,
era evidente que estaba satisfecho de la vida y senta que
sus esfuerzos por ayudar a Kojir haban sido
recompensados.
Entonces le habl como hara un padre orgulloso.
Creo que sera correcto decrselo a Omitsu. Cuando
esto haya terminado, podemos invitar a sus parientes y
amigos aqu para la ceremonia matrimonial. Est muy bien
que te entregues con ahnco a la espada, pero tambin debes
tener una familia para que tu nombre se perpete. Cuando
te hayas casado, sentir que he cumplido con mi deber hacia
ti.
Al contrario que el viejo y alegre servidor del seor
feudal, con muchos aos de servicio a sus espaldas, Kojir
no mostraba ningn signo de embriaguez. Pero de todos
modos, ltimamente tenda al silencio. Una vez se
decidieron los pormenores del combate, Kakubei sugiri y
Tadatoshi acept que liberasen a Kojir de sus deberes. Al
principio haba disfrutado de un ocio desacostumbrado,
pero a medida que se aproximaba el da sealado y acudan
ms visitantes, se vio obligado a agasajarles. ltimamente
eran pocas las ocasiones en que poda descansar. No
obstante, era reacio a encerrarse y hacer que los sirvientes
rechazaran a la gente en la puerta. Si hiciera tal cosa, la
gente pensara que haba perdido su compostura.
La idea que se le ocurri fue la de ir al campo a diario,
con el halcn sobre el puo enguantado. Cuando el tiempo
era bueno, caminar por campos y montaas con el ave por
nica compaa era beneficioso para su espritu.
Cuando los ojos azul intenso del halcn, siempre
alertas, localizaban una presa en el cielo, Kojir lo soltaba.
Entonces sus propios ojos, igualmente alerta, lo seguan
mientras remontaba el vuelo y se lanzaba sobre su vctima.
Hasta que las plumas empezaban a caer al suelo, retena el
aliento, inmvil, como si l mismo fuese el halcn.
Estupendo! As se hace! exclamaba cuando el
halcn mataba a su presa.
Haba aprendido mucho del ave rapaz, y como
resultado de aquellas excursiones de caza, su semblante
mostraba ms confianza a cada da que pasaba.
Al regresar a casa por la noche, se encontraba con
Omitsu, cuyos ojos estaban hinchados de tanto llorar. A
Kojir le dolan los esfuerzos que haca la muchacha para
disimular su llanto. A l le pareca inconcebible que
Musashi pudiera derrotarle. No obstante, la cuestin de qu
sera de Omitsu si l mora en la pelea, cruzaba por su
mente.
Tambin vea la imagen de su madre fallecida, a la que
apenas haba dedicado un pensamiento en muchos aos. Y
cada noche, cuando se dorma, una visin de los ojos azules
del halcn y los hinchados ojos de Omitsu acuda a
visitarle, mezclada, de una manera extraa, con el recuerdo
huidizo del rostro de su madre.
Antes del decimotercer da
Shimonoseki, Moji, la ciudad fortificada de Kokura...
Durante los ltimos das muchos viajeros haban acudido a
esos lugares, pero pocos se haban marchado. Las posadas
estaban al completo y los caballos se alineaban unos al lado
de los otros en los postes a los que estaban atados.
El bando promulgado por las autoridades del castillo
deca as:
El decimotercer da del presente mes, a las ocho en
punto de la maana, en la isla de Funashima, situada en el
estrecho de Buzen, en Nagato, Sasaki Kojiro Ganryu,
samurai de este feudo, por orden de su seora, combatir
con Miyamoto Musashi Masana, rnin de la provincia de
Mimasaka.
Queda rigurosamente prohibido que los seguidores de
cualquiera de los dos contendientes acudan en su ayuda y
naveguen hasta Funashima. Hasta las diez de la maana del
decimotercer da no se permitir la entrada en el estrecho a
barcos de recreo, de pasajeros y de pesca. Cuarto mes
[1612].
El bando fue colocado de manera bien visible en los
tablones de anuncios situados en todos los cruces
principales, embarcaderos y lugares de reunin.
El decimotercer da? Es pasado maana, verdad?
Gentes de todas partes vendrn a presenciar el
encuentro, para poder hablar de l al regresar a sus casas.
Claro que vendrn, pero quin ir a presenciar un
combate que tendr lugar en una isla a dos millas de la
costa?
Bueno, si subes a lo alto del monte, puedes ver los
pinares de Funashima. La gente vendr de todos modos,
aunque slo sea para contemplar embobados los barcos y
las multitudes en Buzen y Nagato.
Espero que siga haciendo buen tiempo.
Debido a las restricciones de las actividades martimas,
los barqueros que, en otras circunstancias, habran obtenido
unos buenos beneficios, no podan trabajar. Sin embargo,
los viajeros y los habitantes de las poblaciones vecinas
vencieron los obstculos, afanndose por encontrar lugares
adecuados desde donde pudieran tener un atisbo de la
excitacin reinante en Funashima.
Hacia medioda del undcimo da, una mujer que
amamantaba a un beb deambulaba arriba y abajo delante de
una casa de comidas econmicas, en el lugar donde la
carretera de Moji entraba en Kokura.
La criatura, fatigada por el viaje, no cesaba de llorar.
Tienes sueo? Anda, echa una siestecita. Vamos,
vamos, durmete, cario.
Akemi golpeaba rtmicamente el suelo con un pie. No
llevaba maquillaje alguno. Con un nio al que alimentar, el
cambio operado en su vida era considerable, pero no haba
nada en sus circunstancias actuales que lamentara.
Matahachi sali del local, vestido con un kimono sin
mangas de color discreto. El nico atisbo de la poca en que
aspiraba a convertirse en sacerdote era el pauelo anudado
con que se cubra la cabeza, en otro tiempo rasurada.
Vaya, qu es esto? dijo. Todava llorando?
Deberas estar dormido. Entra, Akemi. Yo lo coger en
brazos mientras comes. Y come mucho, para que tengas
leche abundante. Tom al nio en brazos y empez a
tararearle una nana.
Vaya, qu sorpresa! exclam alguien detrs de l.
Eh? Matahachi mir al hombre, incapaz de
reconocerle.
Soy Ichinomiya Gempachi. Nos conocimos hace
varios aos en el pinar cerca de la avenida Goj de Kyoto.
Supongo que no me recuerdas. Matahachi sigui
mirndole inexpresivamente, y Gempachi aadi: Ibas
por ah diciendo que te llamabas Sasaki Kojir.
Ah! exclam Matahachi. El monje del bastn...
El mismo. Me alegro de volver a verte.
Matahachi se apresur a hacer una reverencia, lo cual
despert al beb.
Vamos, no empieces a llorar de nuevo le dijo en
tono suplicante.
Tal vez sabras decirme dnde est la casa de Kojir
dijo Gempachi. Tengo entendido que vive aqu, en
Kokura.
Lo siento, pero no tengo la menor idea. Yo mismo
soy un recin llegado.
Dos ayudantes de samurai salieron entonces del local, y
uno de ellos se dirigi a Gempachi.
Si buscas la casa de Kojir, est al lado del ro Itatsu.
Si quieres, te mostraremos el camino.
Eres muy amable. Adis, Matahachi. Volveremos a
vernos.
Los ayudantes de samurai se alejaron y Gempachi se
apresur para darles alcance.
Matahachi, al reparar en el polvo y la suciedad de las
ropas del hombre, pens: A lo mejor ha venido hasta aqu
caminando desde Kzuke. Le impresionaba mucho que la
noticia del combate se hubiera extendido hasta lugares tan
lejanos. Entonces acudi a su mente el recuerdo de su
encuentro con Gempachi, y se estremeci. Qu intil, qu
trivial, qu sinvergenza haba sido en aquellos das! Pensar
que haba tenido incluso la audacia de hacer pasar como
propio el certificado de la escuela Chj, de asumir la
personalidad de... No obstante, el hecho de que pudiera
darse cuenta de lo grosero que haba sido era una seal
esperanzadora. Por lo menos haba cambiado desde
entonces, y se dijo: Supongo que incluso un estpido
como yo puede mejorar si permanece despierto y lo
intenta.
Akemi, al or de nuevo el llanto de la criatura, abandon
su comida y sali precipitadamente del local.
Perdona le dijo. Lo coger ahora mismo.
Una mujer entrada en aos y de aspecto amable se les
acerc y dijo:
Qu encantadora criatura! Qu edad tiene? Oh,
mira, se est riendo.
Como si hubiera recibido una orden, el criado que la
acompaaba se agach y contempl el rostro del beb.
Caminaron juntos durante un trecho. Luego, cuando
Matahachi y Akemi se desviaron hacia una calle lateral para
buscar una posada, la mujer se detuvo.
Ah, vais por ah? Entonces se despidi de ellos y,
casi como si acabara de ocurrrsele, les dijo: Tambin
parecis viajeros, pero sabis por casualidad dnde est la
casa de Sasaki Kojir?
Matahachi le dio la informacin que acababa de or a los
dos ayudantes de samurai. Mientras la vea alejarse, musit
sombramente:
Me gustara saber qu estar haciendo mi madre en
estos momentos.
Ahora que tena un hijo propio, haba comenzado a
apreciar los sentimientos de su madre.
Anda, sigamos le dijo Akemi.
Matahachi se levant y mir inexpresivamente a la
anciana. sta tendra ms o menos la misma edad de Osugi.
La casa de Kojir estaba llena de invitados.
Es una gran oportunidad para l.
S, as se establecer su reputacin de una vez por
todas.
Le conocern en todas partes.
Eso es cierto, pero no debemos olvidar quin es su
adversario. Ganry deber tener mucho cuidado.
Muchos haban llegado la noche anterior, y los
visitantes no caban en el gran vestbulo, las entradas
laterales, los pasillos interiores. Algunos procedan de
Kyoto u Osaka, otros de Honshu occidental, incluso uno
haba venido desde el pueblo de Jkyji, en la lejana
Echizen. Puesto que la casa no contaba con suficientes
servidores, Kakubei haba enviado algunos de los suyos
para que echaran una mano. Samurais que haban estudiado
bajo la direccin de Kojir iban y venan, impacientes y
expectantes.
Todos estos amigos y discpulos tenan una sola cosa
en comn: tanto si conocan a Musashi como si no, ste era
el enemigo. El odio ms virulento hacia l era el de los
samurais provinciales que en alguna ocasin haban
estudiado los mtodos de la escuela Yoshioka. La
humillacin de la derrota en Ichijji roa sus mentes y
corazones. Adems, la perseverante determinacin con la
que Musashi haba avanzado en su carrera era tal que se
haba creado muchos enemigos. Por supuesto, los
discpulos de Kojir le despreciaban.
Un joven samurai condujo a un recin llegado desde el
vestbulo hasta el saln atestado y anunci:
Este hombre ha viajado desde Kzuke.
El hombre se present.
Me llamo Ichinomiya Gempachi les dijo, y ocup
modestamente su lugar entre ellos.
Un murmullo de admiracin recorri la sala, pues
Kzuke se encontraba a mil millas al nordeste. Gempachi
dijo que haba depositado un talismn trado desde el monte
Hakuun en el altar de la casa, y hubo ms murmullos de
admiracin.
El decimotercer da har buen tiempo observ el
hombre, echando un vistazo bajo los aleros al rojo sol
poniente. Hoy es el undcimo, maana el duodcimo,
pasado maana... Uno de los invitados se dirigi a
Gempachi.
Creo que haber venido desde tan lejos para decir una
oracin por el xito de Kojir es muy notable. Tienes
alguna relacin con l?
Soy un servidor de la casa de Kusanagi en Shimonida.
Mi difunto maestro, Kusanagi Tenki, era el sobrino de
Kanemaki Jisai. Tenki conoci a Kojir cuando ste era
todava un chiquillo.
Tena entendido que Kojir estudi bajo la direccin
de Jisai.
Eso es cierto. Kojir proceda de la misma escuela
que It Ittsai. He odo decir que Ittsai dijo muchas veces
que Kojir era un luchador brillante.
Entonces les cont cmo Kojir haba preferido
rechazar el certificado de Jisai y crear un estilo propio.
Tambin les habl de lo tenaz que haba sido Kojir,
incluso de nio. Gempachi sigui hablando por los codos,
respondiendo a las ansiosas preguntas que le hacan con
detalladas respuestas.
No est aqu el sensei Ganry? pregunt un joven
ayudante, abrindose paso entre la muchedumbre.
Al no verle all, fue de una habitacin a otra. Estaba
rezongando para sus adentros cuando tropez con Omitsu,
la cual estaba limpiando la habitacin de Kojir.
Si ests buscando al maestro, le encontrars en la
jaula del halcn le inform.
Kojir estaba dentro de la jaula, mirando atentamente
los ojos de Amayumi. Haba alimentado al ave, le haba
quitado las plumas sueltas y retenido algn tiempo sobre su
puo, y ahora le acariciaba afectuosamente.
Sensei.
S?
Hay una mujer que dice haber venido de Iwakuni
para visitarte. Ha dicho que la conocers en cuanto la veas.
Humm. Podra ser la hermana ms joven de mi madre.
A qu habitacin la llevo?
No quiero verla. No quiero ver a nadie... En fin,
supongo que debo hacerlo. Es mi ta. Llvala a mi
habitacin.
El hombre sali y Kojir llam desde la puerta:
Tatsunosuke.
S, seor.
Tatsunosuke entr en la jaula y se arrodill sobre una
sola rodilla detrs de Kojir. Era un discpulo que viva en
la casa y nunca se alejaba demasiado de su maestro.
No queda mucho que esperar, verdad? le dijo
Kojir.
No, seor.
Maana ir al castillo y presentar mis respetos al
seor Tadatoshi, a quien no he visto recientemente. Luego,
quiero pasar la noche tranquilo.
Estn todos esos invitados. Por qu no te niegas a
verlos a fin de que puedas descansar bien?
Eso es lo que pienso hacer.
Hay tanta gente aqu que podras ser derrotado por
los mismos que te apoyan.
No pienses as. Han venido desde cerca y lejos... Que
gane o pierda depende de lo que ocurra en la hora sealada.
No es del todo una cuestin del destino, pero de todos
modos... As les sucede a los guerreros, una veces ganan y
otras pierden. Si Ganry muere, encontrars dos
testamentos en mi escritorio. Dars uno de ellos a Kakubei
y el otro a Omitsu.
Has hecho testamento?
S. Es conveniente que un samurai tome esa
precaucin. Y una cosa ms. El da de la pelea, estoy
autorizado a tener un ayudante. Quiero que seas t.
Vendrs conmigo?
Es un honor que no merezco.
Amayumi tambin dijo, mirando al halcn. Ser
un consuelo tenerle a mi lado durante la travesa en barco.
Lo comprendo perfectamente.
Muy bien. Ahora ver a mi ta.
Encontr a la mujer sentada en la sala de estar. En el
exterior, las nubes nocturnas se haban ennegrecido, como
acero recin forjado que acaba de ser enfriado. La blanca luz
de una vela iluminaba la habitacin.
Gracias por venir le dijo mientras tomaba asiento
con una gran demostracin de reverencia.
Tras la muerte de su madre, su ta le haba criado. Al
contrario que la madre, su ta no le haba mimado lo ms
mnimo. Consciente del deber que tena hacia su hermana
mayor, se haba esforzado resueltamente por convertirle en
un digno sucesor del apellido Sasaki y un hombre
sobresaliente por derecho propio. De todos sus familiares,
ella era la nica que prestaba la mayor atencin a su carrera
y su futuro.
Kojir empez a decirle en tono solemne.
Comprendo que ests a punto de enfrentarte a uno de los
momentos decisivos de tu vida. En casa todo el mundo
habla de ello, y pens que deba verte, por lo menos una
vez ms. Soy feliz al ver que has llegado tan lejos.
Mientras le hablaba comparaba al digno y acomodado
samurai que tena ante ella con el joven que se march de
casa sin nada ms que una espada.
Con la cabeza todava inclinada, Kojir replic:
Han pasado diez aos. Espero que me perdones por
no haberme puesto en contacto contigo. No s si la gente
me considera un hombre de xito o no, pero la verdad es
que no he conseguido, ni mucho menos, todo cuanto estoy
decidido a conseguir. Por eso no te he escrito.
No importa. Continuamente han llegado a mis odos
noticias sobre ti.
Incluso en Iwakuni?
S, desde luego. All todo el mundo est de tu parte.
Si Musashi te derrotara, toda la familia Sasaki, la provincia
entera, se sentira deshonrada. El seor Katayama Hisayasu
de Hki, que se aloja como husped en el feudo de
Kikkawa, se propone traer un grupo considerable de
samurais de Iwakuni para presenciar el combate.
De veras?
S. Supongo que se llevar una terrible decepcin,
puesto que no se permitir la navegacin de ningn barco...
Ah, se me olvidaba. Toma, te he trado esto.
Abri un pequeo hatillo y sac una tnica interior
doblada. Era de algodn blanco con los nombres
estampados del dios de la guerra y una diosa protectora a
quien los guerreros rendan culto. Un amuleto de buena
suerte en snscrito haba sido bordado en ambas mangas
por un centenar de admiradoras de Kojir.
l le agradeci reverentemente la prenda, llevndosela a
la altura de la frente. Entonces le dijo:
Debes de estar muy cansada del viaje. Puedes
quedarte en esta habitacin y acostarte cuando lo desees.
Ahora, te ruego que me disculpes.
Dej all a la mujer y fue a sentarse en otra habitacin, a
la que pronto llegaron invitados ofrecindole una variedad
de regalos: un amuleto sagrado del santuario de Hachiman
en el monte Otoko, una cota de mallas, un pescado enorme,
un barril de sake. No pas mucho tiempo antes de que
apenas quedara espacio para tomar asiento.
Si bien todas aquellas personas llenas de buenos deseos
eran sinceras al orar por su victoria, no era menos cierto que
ocho o nueve de ellas, aunque no dudaban de que vencera,
buscaban servilmente favores, con la esperanza de
progresar ms tarde en la realizacin de sus propias
ambiciones.
Y si yo fuese un rnin?, se pregunt Kojir. Aunque
el servilismo le deprima, no dejaba de causarle satisfaccin
el hecho de que sus seguidores confiaran y creyeran en l.
Debo vencer. He de superar a mi adversario. Pensar
en la victoria le ocasionaba una carga psicolgica. Aunque
se daba cuenta de ello, no poda evitarlo. Vencer, vencer,
vencer. Como una ola impulsada por el viento, la palabra
segua repitindose sin cesar en algn lugar de su mente. Ni
siquiera l poda comprender por qu el impulso primitivo
de conquistar asaltaba su cerebro con semejante
persistencia.
La noche fue extinguindose, pero un buen nmero de
invitados se quedaron para beber y hablar. Era ya muy
tarde cuando lleg la noticia.
Musashi ha llegado hoy. Le han visto desembarcar en
Moji y luego caminar por una calle de Kokura.
La reaccin fue electrizante, aunque exteriorizada con
discrecin, en susurros excitados.
Es razonable.
No deberamos ir algunos de nosotros all y echar un
vistazo?
Al alba
Musashi haba llegado a Shimonoseki varios das antes.
Puesto que no conoca a nadie all, como tampoco nadie le
conoca a l, pas el tiempo tranquilamente, sin que le
molestaran los aduladores y los chismosos.
En la maana del undcimo da, cruz el estrecho de
Kammon hasta Moji para visitar a Nagaoka Sado y
confirmar su aceptacin de la hora y el lugar del combate.
Un samurai le recibi en el vestbulo, mirndole con
descaro, como si pensara: As que ste es el famoso
Miyamoto Musashi!. Pero el joven se limit a decirle:
Mi maestro se encuentra todava en el castillo, pero
no tardar en regresar. Por favor, pasa y esprale.
No, gracias. No tengo nada ms que tratar con l. Si
fueras tan amable de darle mi mensaje...
Pero vienes desde muy lejos. Se sentir decepcionado
si no te ve. Si realmente has de irte, te ruego que por lo
menos me permitas decir a los dems dnde te encuentras.
Apenas haba entrado en la casa, cuando Iori apareci
corriendo y se arroj en brazos de Musashi.
Sensei!
Musashi le dio unas palmaditas en la cabeza.
Has estudiado como un buen chico?
S, seor.
Cmo has crecido!
Sabas que estaba aqu?
S, Sado me lo dijo en una carta. Tambin he odo
hablar de ti en casa de Kobayashi Tarzaemon, en Sakai.
Me alegro de que ests aqu. Vivir en una casa como sta
ser bueno para ti.
Iori no le respondi, pero la decepcin se reflejaba en su
semblante.
Qu te ocurre? le pregunt Musashi. No debes
olvidar que Sado ha sido muy bueno contigo.
S, seor.
Y no caigas en la trampa de sentir lstima de ti
mismo. Muchos chicos como t, que han perdido a su
padre o su madre, hacen eso. No puedes corresponder al
cario de los dems a menos que seas a tu vez carioso y
amable.
S, seor.
Eres un chico listo, Iori, pero debes tener cuidado.
No dejes que se imponga la rudeza de tu educacin.
Domnate, sujeta bien las riendas para controlar tus
impulsos. Todava eres un nio y tienes una larga vida por
delante. Protgela cuidadosamente, consrvala hasta que
puedas entregarla por una causa realmente buena, por tu
pas, por tu honor, por el Camino del Samurai. Afrrate a tu
vida y haz que sea honesta y valerosa.
Iori tuvo la abrumadora sensacin de que aquellas
palabras eran una despedida. Su intuicin probablemente se
lo habra dicho as aun cuando Musashi no hubiera hablado
de cuestiones tan serias, pero la mencin de la palabra
vida no dejaba duda alguna. Apenas Musashi la haba
pronunciado cuando Iori apret la cabeza contra su pecho.
El chico sollozaba sin poder contenerse.
Musashi observ que Iori estaba muy acicalado: llevaba
el cabello muy bien peinado y atado detrs de la cabeza y
sus calcetines eran de un blanco inmaculado. Lament
haberle sermoneado.
No llores le dijo.
Pero y si t...
Deja de lloriquear. La gente va a verte.
Irs..., irs a Funashima pasado maana?
S, debo hacerlo.
Vence, por favor, vence. No puedo soportar la idea
de no volver a verte.
Ja, ja! Lloras por eso?
Algunos dicen que no puedes derrotar a Kojir..., que
no deberas haber accedido a batirte con l en primer lugar.
No me sorprende. La gente siempre dice cosas as.
Pero puedes vencerle, no es cierto, sensei?
La verdad es que no perdera mi tiempo pensando en
eso.
Quieres decir que ests seguro de que no vas a
perder?
Aunque pierda, te prometo que ser luchando
valientemente.
Pero si crees que podras perder, por qu no te vas a
alguna parte durante un tiempo?
Siempre hay un germen de verdad en los peores
chismorreos, Iori. Es posible que cometa un error, pero
ahora que las cosas han llegado tan lejos, huir sera
abandonar el Camino del Samurai, y eso no slo me
deshonrara a m, sino tambin a muchos otros.
Pero no has dicho que debo aferrarme a mi vida y
conservarla cuidadosamente?
S, lo he dicho, pero si muero en Funashima, que eso
te sirva de leccin y evites meterte en peleas que puedan
terminar con la prdida de tu vida. Al darse cuenta de que
se estaba excediendo, cambi de tema: Ya he pedido que
transmitan mis saludos a Nagaoka Sado. Deseo que t
tambin lo hagas y le digas que le ver en Funashima.
Musashi apart suavemente al muchacho, que segua
aferrado a l. Cuando se encaminaba al portal, Iori apret
con fuerza el sombrero de juncos que tena en una mano.
No..., espera... fue todo lo que pudo decir.
Se llev la otra mano a la cara. Los sollozos sacudan
sus hombros.
Nuinosuke sali por una puertecilla al lado del portal y
se present a Musashi.
Iori parece reacio a dejarte marchar, y yo me inclino a
simpatizar con l. Estoy seguro de que tienes otras cosas
que hacer, pero no podras pasar aqu una sola noche?
Musashi le devolvi la reverencia.
Te agradezco el ofrecimiento le dijo, pero creo
que no debo aceptarlo. Dentro de un par de das es posible
que est durmiendo para siempre. No creo que sea correcto
por mi parte agobiar a los dems en estos momentos. Ms
tarde podra resultar embarazoso para ellos.
Eres muy considerado, pero me temo que el maestro
se enfurecer con nosotros por haber permitido que te
marcharas.
Le enviar una nota explicndoselo todo. Hoy slo he
venido a presentarle mis respetos. Creo que ya debo
marcharme.
Al salir del portal, se volvi para encaminarse a la
playa, pero antes de que hubiera recorrido medio camino
oy voces a sus espaldas que le llamaban. Mir atrs y vio
a un puado de samurais de la Casa Hosokawa, por su
aspecto ya bastante mayores, dos de los cuales tenan el
cabello gris. Como no reconoci a ninguno de ellos, supuso
que llamaban a otra persona y sigui andando.
Cuando lleg a la orilla se detuvo y contempl el mar.
Haba varias barcas de pesca ancladas mar afuera, sus velas
recogidas y cenicientas a la luz brumosa del crepsculo.
Ms all de la masa mayor de Hikojima, el contorno de
Funashima apenas era visible.
Musashi!
Eres Miyamoto Musashi, no es cierto?
Musashi se volvi hacia ellos, preguntndose que
querran de l aquellos viejos guerreros.
No nos recuerdas, verdad? Es natural, ha pasado
mucho tiempo. Me llamo Utsumi Magobeinoj, y los seis
somos de Mimasaka. Estuvimos al servicio de la casa de
Shimmen, en el castillo de Takeyama.
Y yo soy Koyama Handay. Magobeinoj y yo
fuimos amigos ntimos de tu padre.
Una ancha sonrisa aflor al rostro de Musashi.
Vaya, esto s que es una sorpresa!
Su acento, inequvocamente el de su pueblo natal, le
evocaba muchos recuerdos infantiles. Tras hacer una
reverencia a cada uno de ellos, les dijo:
Me alegro de veros. Pero decidme, cmo es que
estis aqu todos juntos, tan lejos de casa?
Bueno, como sabes, la Casa de Shimmen fue
desmantelada despus de la batalla de Sekigahara. Nos
convertimos en rnin y huimos a Kyushu, instalndonos
aqu, en la provincia de Buzen. Durante algn tiempo
pudimos mantenernos vendiendo protecciones de paja para
las patas de los caballos. Ms adelante tuvimos una racha
de buena suerte.
De veras? Bueno, debo decir que no esperaba
encontrarme con amigos de mi padre nada menos que en
Kokura.
Tambin es un inesperado placer para nosotros. Eres
un samurai de buena planta, Musashi. Qu pena que tu
padre no est aqu para verte ahora.
Durante unos minutos los viejos samurais comentaron
entre ellos la prestancia de Musashi. De repente,
Magobeinoj les interrumpi.
Estpido de m. Me olvidaba de por qu hemos
venido en tu busca. Te hemos echado a faltar en casa de
Sado. Tenamos la intencin de pasar una noche contigo.
Sado ha tomado todas las disposiciones.
Es cierto intervino Handay. Ha sido muy rudo
por tu parte llegar a la misma puerta principal y marcharte
sin ver a Sado. Eres el hijo de Shimmen Munisai, y deberas
saber que ese comportamiento no es digno de ti. Anda,
vente con nosotros.
Al parecer, el viejo samurai crea que haber sido amigo
del padre de Musashi le autorizaba a impartir rdenes al
hijo. Sin esperar respuesta, ech a andar, esperando que
Musashi le siguiera.
Musashi estuvo a punto de acompaarles, pero no lo
hizo.
Lo lamento, pero creo que no debo ir les dijo.
Pido disculpas por mi rudeza, pero creo que cometera un
error yendo con vosotros.
Todos se detuvieron, y Magobeinoj dijo:
Un error? Qu tiene eso de malo? Queremos darte
una bienvenida como es debido. En fin, somos del mismo
pueblo, ya sabes.
Sado tambin lo espera con ilusin. No querrs
ofenderle, verdad?
Magobeinoj, sintindose al parecer agraviado, aadi:
Qu te ocurre? Ests enfadado por algo?
Quisiera ir respondi Musashi cortsmente,
pero hay que tomar otras cosas en consideracin. Aunque
probablemente slo se trata de un rumor, he odo decir que
mi combate con Kojir es un motivo de friccin entre los
dos servidores ms veteranos de la casa de Hosokawa,
Nagaoka Sado e Iwama Kakubei. Dicen que el bando de
Iwama tiene la aprobacin del seor Tadatoshi, y que
Nagaoka trata de reforzar su propia faccin oponindose a
Kojir.
Los samurais emitieron murmullos de sorpresa.
Musashi sigui diciendo:
Estoy seguro de que eso no es ms que pura
especulacin ociosa, pero aun as, las habladuras de la
gente son peligrosas. Lo que le suceda a un rnin no tiene
demasiada importancia, pero no quisiera hacer nada que d
pbulo a los rumores y levante sospechas contra Sado o
Kakubei. Ambos son hombres valiosos en el feudo.
Comprendo dijo Magobeinoj.
Musashi sonri.
Bueno, por lo menos sa es mi excusa. A decir
verdad, soy un hombre del campo y se me hace cuesta
arriba sentarme entre varios reunidos y hacer gala de
cortesa durante toda la velada. Tan slo quisiera descansar.
Impresionados por la consideracin de Musashi hacia
los dems, pero todava reacios a separarse de l, juntaron
las cabezas y discutieron la situacin.
Hoy es el da undcimo del cuarto mes dijo
Handay. Durante los ltimos diez aos, nosotros seis
nos hemos reunido en esta fecha. Tenemos una regla
estricta contra la admisin de personas ajenas al grupo,
pero t eres del mismo pueblo, eres el hijo de Munisai, as
que quisiramos pedirte que vengas con nosotros. Quiz no
sea la clase de distraccin que deberamos ofrecerte, pero no
tendrs que preocuparte por ser corts ni por que te vean o
hablen de ti.
Si me lo planteis as, me temo que no puedo
negarme.
Su aceptacin satisfizo enormemente a los viejos
samurais. Tras otro breve concilibulo, convinieron que
Musashi se reunira con uno de ellos, un hombre llamado
Kinami Kagashir, al cabo de un par de horas delante de
una casa de t, y que iran por distintas direcciones.
A la hora sealada, Musashi se encontr con Kagashir,
y caminaron cerca de una milla y media desde el centro del
pueblo hasta un lugar cercano al puente de Itatsu. Musashi
no vio ninguna casa de samurai ni restaurantes, nada ms
que las luces de una taberna solitaria y una humilde posada,
ambas a cierta distancia. Como siempre estaba alerta,
empez a barajar en su mente las distintas posibilidades.
No haba nada sospechoso en lo que los veteranos samurais
le haban contado. Su edad era la apropiada, as como su
dialecto. Pero por qu le llevaban a un lugar tan apartado
como aqul?
Kagashir le dej y se encamin a la orilla del ro.
Entonces llam a Musashi.
Todos estn aqu le dijo. Puedes bajar.
El hombre le precedi a lo largo del estrecho sendero
sobre el terrapln.
Tal vez la fiesta tiene lugar en una embarcacin,
pens Musashi, sonriendo por su cautela excesiva. Pero all
no haba ningn barco. Los encontr sentados sobre esteras
de juncos, en postura formal.
Perdnanos por traerte a semejante lugar le dijo
Magobeinoj. Aqu es donde celebramos nuestra reunin.
Tenemos la sensacin de que una suerte especial te ha
trado a nosotros. Sintate y descansa un rato.
Sus modales eran lo bastante solemnes como para
recibir a un invitado de honor en un elegante saln con shoji
cubierto de plata. Empuj un trozo de estera hacia
Musashi.
ste se pregunt si aqulla era la idea que tenan de la
moderacin elegante o si habra algn motivo particular para
no reunirse en un lugar ms pblico. Pero era un invitado y
se sinti obligado a comportarse como tal. Hizo una
reverencia, y se sent formalmente en la estera.
Ponte cmodo le inst Magobeinoj. Ms tarde
celebraremos una pequea fiesta, pero primero hemos de
llevar a cabo nuestra ceremonia. No tardaremos mucho.
Los seis hombres volvieron a colocarse de una manera
menos informal, y cada uno cogi una gavilla de paja que
haban trado consigo y procedieron a tejer protecciones
para las patas de los caballos. Apretaban los labios, sin
apartar los ojos de su labor, y tenan un aspecto solemne,
incluso piadoso. Musashi les observ respetuosamente,
percibiendo la fuerza y el fervor en sus movimientos
mientras se escupan en las palmas, deslizaban la paja por
sus dedos y la trenzaban.
Supongo que as estar bien dijo Handay,
depositando en el suelo un par terminado de protecciones
equinas, al tiempo que miraba a los dems.
Tambin yo he terminado.
Colocaron las protecciones de paja delante de Handay,
y entonces se sacudieron y alisaron sus ropas. Handay
amonton los objetos sobre una mesita en medio del crculo
de samurais, y Magobeinoj, el ms viejo, se puso en pie.
Hoy se cumple el duodcimo ao desde la batalla de
Sekigahara empez a decir, desde aquel da de derrota
que jams se borrar de nuestras memorias. Todos nosotros
hemos vivido ms de lo que tenamos derecho a esperar, y
se lo debemos a la proteccin y la generosidad del seor
Hosokawa. Debemos procurar que nuestros hijos y nietos
recuerden la bondad de su seora hacia nosotros.
El grupo prorrumpi en murmullos de asentimiento.
Permanecieron sentados en actitud reverente, los ojos bajos.
Tambin debemos recordar la liberalidad de los jefes
sucesivos de la casa de Shimmen, aunque esa gran casa ya
no exista, como tampoco debemos olvidar la desgracia y la
desesperanza que nos embargaban cuando llegamos aqu. A
fin de recordar tales cosas, celebramos anualmente esta
reunin. Ahora recemos como un solo hombre por la salud
y el bienestar de todos nosotros.
Los hombres replicaron a coro:
La bondad del seor Hosokawa, la liberalidad de la
Casa de Shimmen, la merced del cielo que nos ha librado de
la afliccin. No olvidaremos nada de esto durante un da.
Ahora llevemos a cabo el homenaje dijo
Magobeinoj.
Se volvieron hacia los blancos muros del castillo de
Kokura, que se recortaba dbilmente contra el cielo oscuro,
e hicieron una reverencia hasta tocar el suelo con la frente.
Luego se volvieron en la direccin de la provincia de
Mimasaka e hicieron otra reverencia. Finalmente, se
colocaron ante las protecciones equinas e hicieron una
tercera reverencia. Realizaron cada uno de estos
movimientos con la mxima seriedad y sinceridad.
Magobeinoj se dirigi a Musashi:
Ahora iremos al santuario de ah arriba y ofreceremos
estas protecciones de paja. Entonces empezaremos la
fiesta. Si quieres, puedes esperarnos aqu.
El hombre que iba en cabeza transportaba la mesita con
los objetos de paja trenzada a la altura de la frente, y los
dems le seguan en fila india. Ataron su obra a las ramas de
un rbol junto a la entrada del santuario. Entonces, tras
batir palmas una sola vez ante la deidad, regresaron al lado
de Musashi.
La comida fue sencilla: cocido con taros, tiernos brotes
de bamb con pasta de judas y pescado seco, la clase de
comida que servan en las granjas de la zona. Pero el sake,
las risas y la charla fueron abundantes.
Cuando la atmsfera se hizo jovial, Musashi coment:
Es un gran honor para m que me hayis invitado,
pero vuestra pequea ceremonia me ha dejado un tanto
intrigado. Sin duda tiene algn significado especial para
vosotros.
En efecto dijo Magobeinoj. Cuando llegamos
aqu como guerreros derrotados, no tenamos a nadie a
quien dirigirnos. Habramos preferido la muerte a robar,
pero tenamos que comer. Finalmente se nos ocurri la idea
de montar una tienda all, junto al puente, y hacer
protecciones de paja para los caballos. Nuestras manos
estaban callosas a causa del adiestramiento con la lanza, por
lo que requiri cierto esfuerzo lograr que se acostumbraran
a trenzar la paja. Nos dedicamos a eso durante tres aos,
vendiendo nuestro producto a los mozos de caballos que
pasaban, y as conseguimos mantenernos.
Los mozos de caballos llegaron a sospechar que el
trenzado de paja no era nuestra ocupacin habitual, y
finalmente alguien habl de nosotros al seor Hosokawa
Sansai, el cual, al enterarse de que ramos antiguos vasallos
del seor Shimmen, nos envi a un hombre con una
proposicin de empleos.
Cont que el seor Sansai les haba ofrecido un
estipendio colectivo de cinco mil fanegas, pero ellos lo
rechazaron. Estaban dispuestos a servirle de buena fe, pero
consideraban que la relacin entre seor y vasallo debera
ser de hombre a hombre. Sansai comprendi sus
sentimientos y les hizo una oferta de estipendios
individuales. Tambin se hizo cargo de la aprensin de sus
servidores cuando stos le dijeron que los seis rnin no
podran vestirse de una manera adecuada para ser
presentados a su seora. Pero cuando le sugirieron una
subvencin especial para prendas de vestir, Sansai se neg,
aduciendo que eso no hara ms que turbarles. En realidad,
sus temores eran infundados, pues aunque haban cado
muy bajo, todava eran capaces de vestir prendas
almidonadas y llevar dos espadas cuando acudieron a recibir
sus nombramientos.
No nos habra costado olvidar lo duro que haba sido
nuestro humilde trabajo. De no haber permanecido juntos,
no habramos vivido lo suficiente para llegar al momento en
que el seor Sansai nos contrat. Jams dejaremos de tener
presente que la providencia cuid de nosotros en esos aos
difciles.
Al concluir su relato, el viejo samurai alz una taza en
direccin a Musashi y le dijo:
Perdname por hablar tanto de nosotros mismos.
Slo quera hacerte saber que somos hombres de buena
voluntad, aun cuando nuestro sake no sea de primera
calidad ni la comida muy abundante. Queremos que pasado
maana luches con denuedo. Si eres derrotado, no te
preocupes, pues nosotros nos ocuparemos de enterrar tus
restos.
Musashi acept la taza y replic:
Me honra hallarme entre vosotros. Es mejor que
beber el sake ms exquisito en la mansin ms elegante.
Slo espero tener tanta suerte como vosotros habis tenido.
No esperes semejante cosa! Tendrs que aprender a
hacer protecciones de paja para las patas de los caballos.
Un sonido de tierra al deslizarse interrumpi sus risas.
Todos miraron hacia el terrapln, donde vieron, semejante a
un murcilago, la figura de un hombre agazapado.
Quin anda ah? grit Kagashir, levantndose en
el acto.
Otro de los hombres se puso en pie, al tiempo que
desenvainaba su espada, y ambos subieron al terrapln y
escudriaron a travs de la niebla.
Kagashir les llam, riendo.
Parece ser que era uno de los seguidores de Kojir.
Probablemente cree que somos los ayudantes de Musashi y
tenemos una sesin de estrategia secreta. Se ha escabullido
antes de que pudisemos verle bien.
Comprendo que los seguidores de Kojir hagan tal
cosa observ uno de los hombres.
El ambiente segua siendo alegre, pero Musashi decidi
no quedarse ms tiempo. Lo ltimo que quera era hacer
algo que ms tarde pudiera causar dao a aquellos hombres.
Les agradeci expresivamente su amabilidad y abandon la
reunin, caminando con despreocupacin en la oscuridad.
Por lo menos pareca despreocupado.
La fra clera de Nagaoka por haber permitido que Musashi
abandonara su casa recay sobre varias personas, pero
esper hasta la maana del duodcimo da para enviar a
unos hombres en su busca.
Cuando los hombres le informaron de que no haban
podido encontrar a Musashi ni tenan idea de dnde estaba,
Sado enarc sus blancas cejas en un gesto de inquietud.
Qu puede haberle ocurrido? Ser posible...? No
quiso concluir su pensamiento.
Tambin el duodcimo da, Kojir visit el castillo y fue
recibido afectuosamente por el seor Tadatoshi. Tomaron
sake juntos y Kojir se march muy alegre, montado en su
caballo favorito.
Al anochecer el pueblo herva de rumores.
Probablemente Musashi se ha asustado y ha huido.
No hay ninguna duda. Se ha marchado.
Aquella noche, Sado no pudo conciliar el sueo. Intent
convencerse a s mismo de que no era posible, que Musashi
no era hombre que huyera... No obstante, se haban dado
casos de personas en apariencia dignas de confianza que,
sometidas a una fuerte tensin, perdan su aplomo.
Temiendo lo peor, Sado previo que habra de hacerse el
seppuku, la nica solucin honorable si Musashi, a quien l
haba recomendado, no se presentaba.
Al alba brillante y clara del decimotercer da, estaba
paseando por el jardn, en compaa de Iori, preguntndose
una y otra vez:
Me habr equivocado? He juzgado mal a ese
hombre?
Buenos das, seor. El rostro fatigado de
Nuinosuke apareci en la puerta lateral.
Le has encontrado?
No, seor. Ningn posadero ha visto a nadie que se le
parezca.
Has preguntado en los templos?
Los templos, el dj y todos los dems lugares
frecuentados por los estudiantes de artes marciales.
Magobeinoj y su grupo han estado fuera toda la noche y...
An no han regresado dijo Sado, frunciendo el ceo
. A travs de las tiernas hojas de los ciruelos, poda ver el
mar azul. Las olas parecan golpear contra su mismo pecho
. No lo entiendo.
Uno tras otro fueron regresando los hombres que haban
salido en busca de Musashi, cansados y decepcionados. Se
reunieron cerca de la terraza y comentaron la situacin en
un estado de nimo rebosante de ira y desesperacin.
Segn Kinami Kagashir, que haba pasado por la casa
de Sasaki Kojir, varios centenares de seguidores se haban
congregado ante el portal. La entrada estaba adornada con
banderolas que ostentaban como blasn una alegre genciana,
y haban colocado un biombo dorado directamente delante
de la puerta por donde iba a salir Kojir. Al amanecer,
contingentes de sus seguidores haban ido a los tres
santuarios principales para rogar por su victoria.
La atmsfera sombra segua presente en casa de Sado,
y la responsabilidad era especialmente dura para los
hombres que haban conocido al padre de Musashi, los
cuales se sentan traicionados. Si Musashi faltaba a su
palabra, les sera imposible dar la cara a sus camaradas
samurais y a todo el mundo.
Cuando Sado los despidi, hizo una promesa solemne:
Encontraremos a ese bastardo, si no es hoy, ser otro
da. Y cuando demos con l, lo mataremos.
Sado regres a su habitacin y encendi el incienso en el
pebetero, como haca a diario, pero Nuinosuke percibi una
gravedad especial en la lentitud de sus movimientos. Se
est preparando, pens, afligido al pensar que las cosas
haban llegado a semejante extremo.
En aquel momento, Iori, que estaba en el extremo del
jardn, contemplando el mar, se volvi y pregunt:
Habis probado en la casa de Kobayashi
Tarzaemon?
Nuinosuke comprendi instintivamente que a Iori se le
haba ocurrido algo importante. Nadie haba pensado en ir al
establecimiento del agente martimo, pero era exactamente
la clase de lugar que Musashi elegira para no estar a la
vista.
El chico tiene razn! exclam Sado, con los ojos
brillantes. Qu estpidos hemos sido! Vamos all en
seguida!
Yo tambin voy dijo Iori.
Puede venir con nosotros?
S, que venga. Ahora mismo, date prisa... No, espera
un momento.
Escribi rpidamente una nota e inform a Nuinosuke
de su contenido: Sasaki Kojir navegar a Funashima en
una embarcacin proporcionada por el seor Tadatoshi.
Llegar a las ocho de la maana. An tienes tiempo para
llegar a esa hora. Te sugiero que vengas aqu y hagas tus
preparativos. Te facilitar un barco para que te lleve a tu
gloriosa victoria.
En nombre de Sado, Nuinosuke e Iori obtuvieron del
encargado naval del feudo una embarcacin rpida. Llegaron
a Shimonoseki en un tiempo muy breve, y se dirigieron
directamente al local de Tarzaemon.
Preguntaron a un empleado, el cual les dijo:
Desconozco por completo los detalles, pero parece
que hay un joven samurai alojado en la casa del maestro.
Eso es! Le hemos encontrado.
Nuinosuke e Iori se sonrieron mutuamente y recorrieron
rpidamente la corta distancia entre el establecimiento y la
casa.
Nuinosuke se encar directamente con Tarzaemon.
Esto es un asunto del feudo y muy urgente. Est
aqu Miyamoto Musashi?
S.
Alabado sea el cielo. La preocupacin por su
paradero consume a mi maestro. Vamos, rpido, dile a
Musashi que he venido.
Tarzaemon entr en la casa y sali poco despus.
An est en su habitacin, durmiendo.
Durmiendo? repiti Nuinosuke, aterrado.
Anoche estuvo levantado hasta muy tarde, charlando
conmigo mientras tombamos sake.
ste no es momento de dormir. Despirtale. Ahora
mismo!
El agente martimo no se dej intimidar por tanto
apresuramiento, y acompa a Nuinosuke e Iori a una
habitacin para invitados antes de despertar a Musashi.
Cuando Musashi se reuni con ellos, pareca bien
descansado, sus ojos lmpidos como los de una criatura de
meses.
Buenos das les dijo jovialmente mientras tomaba
asiento. En qu puedo serviros?
El despreocupado saludo de Musashi quit los humos a
Nuinosuke, el cual le entreg en silencio la carta de Sado.
Qu amable ha sido al escribirme dijo Musashi,
llevndose la carta a la frente antes de romper el sello y
abrirla.
Iori perforaba con la mirada a Musashi, el cual actuaba
como si el chico ni siquiera estuviera presente. Tras leer la
carta, la enroll y dijo:
Estoy agradecido por la solicitud de Sado.
Slo entonces mir a Iori, haciendo que el muchacho
bajara la cabeza para ocultar sus lgrimas.
Musashi escribi su respuesta y se la entreg a
Nuinosuke.
Se lo he explicado todo en esta carta le dijo, pero
de todos modos no dejes de transmitirle mi agradecimiento
y mis mejores deseos.
Aadi que no tenan que preocuparse, pues l ira a
Funashima en el momento oportuno.
No haba nada que pudieran hacer, por lo que se
marcharon. Iori no le haba dicho una sola palabra a
Musashi, ni ste a l. No obstante, los dos se haban
comunicado con la mutua lealtad del maestro y el discpulo.
Cuando Sado ley la respuesta de Musashi, una expresin
de alivio apareci en su rostro. La carta deca:
Te agradezco profundamente tu ofrecimiento de una
embarcacin para ir a Funashima. No me considero digno de
semejante honor. Adems, no creo que deba aceptarlo. Por
favor, considera que Kojir y yo nos enfrentamos como
adversarios y que l utiliza un barco proporcionado por el
seor Tadatoshi. Si yo navegara en el tuyo, parecera como
si te opusieras a su seora. No creo que debas hacer nada
por m.
Aunque debera habrtelo dicho antes, no lo he hecho
porque saba que insistiras en ayudarme. Antes que
implicarte, he preferido alojarme en casa de Tarzaemon, el
cual me prestar tambin una de sus embarcaciones para ir a
Funashima, a la hora que considere apropiada. De eso
puedes estar seguro.
Profundamente impresionado, Sado contempl en
silencio la misiva durante un rato. Era una carta modlica,
modesta, atenta, considerada, y ahora el hombre se senta
avergonzado de su agitacin del da anterior.
Nuinosuke.
S, seor.
Toma esta carta y llvasela a Magobeinoj y sus
camaradas, as como a los dems concernidos.
Apenas haba salido Nuinosuke, cuando entr un
sirviente.
Si has terminado con tu asunto, seor, deberas
prepararte para partir le dijo.
S, claro, pero todava hay mucho tiempo por delante
respondi Sado tranquilamente.
No es pronto. Kakubei ya se ha ido.
Eso es asunto suyo. Iori, ven un momento.
S, seor.
Eres un hombre, Iori?
Creo que s.
Crees que podrs contener las lgrimas pase lo que
pase?
S, seor.
Bien, entonces puedes ir a Funashima conmigo, como
mi ayudante. Pero recuerda una cosa: es posible que
tengamos que recoger el cadver de Musashi y traerlo con
nosotros. Sers entonces capaz de reprimir el llanto?
S, seor. Lo har, juro que lo har.
Apenas Nuinosuke haba cruzado apresuradamente la
puerta cuando se le acerc una mujer desharrapada.
Perdona, seor, pero eres un servidor de esta casa?
Nuinosuke se detuvo y la mir con suspicacia.
Qu quieres?
Disclpame. Con este aspecto no debera estar
delante de tu portal.
Y bien, entonces por qu lo haces?
Quera preguntar..., es sobre el combate de hoy. La
gente dice que Musashi ha huido. Es eso cierto?
Estpida fulana! Cmo te atreves? Ests hablando
de Miyamoto Musashi. Crees que hara semejante cosa?
Espera hasta las ocho de la maana y vers. Acabo de ver a
Musashi.
Le has visto?
Dime, quin eres?
Ella baj la vista.
Soy una conocida de Musashi.
Humm. Pero siguen preocupndote esos rumores
sin fundamento? Muy bien... Tengo prisa, pero te ensear
una carta de Musashi. Se la ley en voz alta, sin reparar
en el hombre de ojos llorosos que miraba por encima de su
hombro. Al darse cuenta, Nuinosuke volvi bruscamente la
cabeza y pregunt: Y t quin eres? Qu ests
haciendo aqu?
Enjugndose las lgrimas, el hombre hizo una tmida
reverencia y respondi:
Perdona. Acompao a esta mujer.
Eres su marido?
S, seor. Gracias por mostrarnos la carta. Me siento
como si hubiera visto a Musashi en persona. No te ocurre
lo mismo, Akemi?
S, me siento mucho mejor. Vamos a buscar un sitio
desde donde podamos observar.
La clera de Nuinosuke se evapor.
Si subs a esa elevacin, junto a la orilla, podris ver
Funashima. En un da tan claro como hoy, tal vez veis
incluso el banco de arena.
Sentimos mucho haberte entretenido cuando tienes
tanta prisa. Disclpanos, por favor.
Cuando empezaban a marcharse, Nuinosuke les dijo:
Esperad un momento. Cmo os llamis? Si no os
importa, quisiera saberlo.
Ellos se volvieron e hicieron sendas reverencias.
Me llamo Matahachi. Soy natural del mismo pueblo
de Musashi.
Mi nombre es Akemi.
Nuinosuke hizo un gesto de asentimiento y se march
rpidamente.
La pareja se qued mirndole unos instantes, luego
intercambiaron miradas y se encaminaron a vivo paso a la
elevacin en la playa. Desde arriba distinguieron
Funashima, que sobresala entre otras pequeas islas, y ms
all, a lo lejos, las montaas de Nagato. Tendieron unas
esteras de juncos en el suelo y se sentaron. Oan por debajo
de ellos el rumor de las aguas en las que flotaban algunas
agujas de pinaza. Akemi tom el nio que llevaba a la
espalda y empez a alimentarle. Matahachi, con las manos
en las rodillas, tena la mirada fija en la distancia, por
encima de las aguas.
El matrimonio
Nuinosuke fue primero a casa de Magobeinoj, le mostr la
carta y le explic las circunstancias, tras lo cual se march
sin quedarse siquiera a tomar una taza de t, y realiz
breves visitas a otras cinco casas.
Al salir de la oficina del alguacil, situada junto a la
playa, se encamin al lmite de sta y, colocndose detrs
de un rbol, contempl el ajetreo que no cesaba desde
primera hora de la maana. Varios equipos de samurais ya
haban salido hacia Funashima, los limpiadores del terreno,
los testigos y los guardias, cada grupo en una embarcacin
diferente. En la playa, otro pequeo barco estaba ya
aparejado en espera de Kojir. Tadatoshi lo haba mandado
construir especialmente para aquella ocasin, con madera y
cordajes de camo nuevos.
Unas cien personas haban acudido para despedir a
Kojir. Nuinosuke reconoci a algunos amigos del
espadachn. A muchos otros no los conoca.
Kojir apur el t y sali de la oficina del alguacil,
acompaado por los guardianes. Haba confiado a unos
amigos su caballo favorito y camin a travs de la arena
hacia el barco. Tatsunosuke le sigui de cerca. La multitud
se dispuso silenciosamente en dos hileras, abriendo paso a
su paladn. Al ver la indumentaria de Kojir muchos
imaginaron que ellos mismos estaban a punto de ir al
combate.
Vesta un kimono de seda de mangas estrechas, blanco y
con unos bordados; encima, un manto sin mangas de color
rojo brillante. Su hakama de cuero, de una tonalidad violeta,
era del tipo que se recoge justo por debajo de las rodillas y
queda fuertemente sujeto, como unas polainas, a las
pantorrillas. Pareca que sus sandalias de paja haban sido
ligeramente humedecidas para evitar que resbalaran.
Adems de la espada corta que siempre llevaba al cinto, iba
provisto de su Palo de Secar, que no haba usado desde que
entr al servicio de la Casa de Hosokawa. La serenidad de
su cara plida, de mejillas llenas, contrastaba con el rojo
intenso del manto. Aquel da, Kojir tena un aire
indefinible de magnificencia, casi de belleza.
Nuinosuke observ que la sonrisa de Kojir era
tranquila y confiada. La mostraba a cuantos le rodeaban, y
pareca satisfecho y perfectamente sereno.
Kojir subi a bordo del barco. Tatsunosuke lo hizo
despus de l. Haba dos tripulantes, uno en la proa,
mientras que el otro manejaba la espadilla. Amayumi estaba
posado en el puo de Tatsunosuke.
Una vez se apartaron de la orilla, el remero movi los
brazos con movimientos amplios y lnguidos, y la pequea
embarcacin se desliz suavemente.
Sobresaltado por los gritos de la multitud que se
despeda de l clamorosamente, el halcn alete.
La multitud se dividi en pequeos grupos que se
dispersaron lentamente, maravillndose del porte sereno de
Kojir y rogando para que venciera en aquel combate
supremo.
Debo regresar, se dijo Nuinosuke, recordando su
responsabilidad para que Sado partiera a tiempo. Al
volverse, vio a una muchacha. Omitsu estaba apoyada en el
tronco de un rbol y lloraba. A Nuinosuke le pareci
indecoroso quedarse all mirndola, por lo que desvi los
ojos y se alej sin hacer ruido. De nuevo en la calle, ech un
ltimo vistazo a la embarcacin de Kojir y luego mir a
Omitsu. Todo el mundo tiene una vida pblica y otra
privada se dijo. Detrs de toda esa fanfarria, hay una
mujer que llora desconsolada.
A bordo de la embarcacin, Kojir pidi a Tatsunosuke
que le diera el halcn y extendi su brazo izquierdo.
Tatsunosuke transfiri a Amayumi a su puo y se apart
respetuosamente.
El oleaje era rpido, el da perfecto, con el cielo claro, y
el agua cristalina, pero la altura de las olas era excesiva.
Cada vez que el agua salpicaba por encima de la borda, el
halcn, con evidente nimo de lucha, encrespaba las
plumas.
Cuando haban recorrido aproximadamente la mitad de
la distancia hasta la isla, Kojir le quit la cinta de la pata y
lanz el ave al aire, dicindole:
Vamos, regresa al castillo.
Como si se estuvieran dedicando a la caza
acostumbrada, Amayumi atac a un ave marina en vuelo,
enviando abajo una lluvia de plumas blancas. Pero al no or
la llamada de su dueo, se lanz sobre las islas y entonces
remont el vuelo y desapareci.
Tras liberar al halcn, Kojir empez a desprenderse de
los amuletos de buena suerte budistas y shintostas, as
como de los escritos con que le haban abrumado sus
seguidores, y fue echndolos por la borda uno tras otro,
incluso la tnica interior de algodn con el amuleto en
snscrito bordado que le haba regalado su ta.
Ahora puedo relajarme dijo en voz baja.
Enfrentado a una situacin en la que se jugaba la vida,
no quera que le molestaran recuerdos ni personalidades. El
recordatorio de todas aquellas personas que estaban
rezando por su victoria le resultaba una carga. Sus buenos
deseos, por muy sinceros que fuesen, eran ahora ms un
obstculo que una ayuda. Lo nico que importaba en
aquellos momentos era l mismo, su ser desnudo.
La brisa salobre le acariciaba el rostro. Guardaba
silencio. Sus ojos estaban fijos en los verdes pinares de
Funashima.
En Shimonoseki, Tarzaemon pas ante una hilera de
barracas en la playa y entr en su establecimiento.
Sasuke! exclam. No ha visto nadie a Sasuke?
Sasuke era uno de sus empleados ms jvenes, pero
tambin uno de los ms espabilados. Era muy apreciado
como sirviente de la casa, pero tambin ayudaba en el
negocio de vez en cuando.
Buenos das dijo el administrador de Tarzaemon,
abandonando su puesto en el despacho de contabilidad.
Sasuke ha estado aqu hasta hace unos momentos. Se
volvi a su ayudante y le orden: Vete en busca de
Sasuke, deprisa.
El administrador empez a informar a su jefe de asuntos
comerciales, pero ste le interrumpi, sacudiendo la cabeza
como si le persiguiera un mosquito.
Lo que quiero saber es si alguien ha venido
preguntando por Musashi.
A decir verdad, ya estuvo aqu alguien esta maana.
El mensajero de Nagaoka Sado? Eso ya lo s.
Alguien ms?
El administrador se restreg el mentn.
Bueno, no lo he visto personalmente, pero me han
dicho que un hombre de aspecto desaseado y mirada
penetrante se present anoche. Llevaba un largo bastn de
roble y pidi ver al sensei Musashi. Tuvieron
dificultades para librarse de l.
Alguien habl ms de la cuenta, a pesar de que les
dije lo importante que era mantener en secreto la presencia
de Musashi.
Lo s. Tambin yo se lo dije con toda claridad, pero
no hay nada que hacer con los jvenes. El hecho de que
Musashi est aqu les hace sentirse importantes.
Cmo te libraste del hombre?
Sbei le dijo que estaba equivocado, que Musashi
nunca ha venido aqu. Al final se march, tanto si le crea
como si no. Sbei observ que haba dos o tres personas
esperndole fuera, entre ellas una mujer.
Sasuke lleg corriendo desde el embarcadero.
Deseabas verme, seor?
S, quera asegurarme de que ests preparado. Es muy
importante, sabes?
Lo comprendo, seor. Estoy en pie desde antes del
amanecer. Me he lavado con agua fra y me he puesto un
taparrabos nuevo de algodn blanco.
Muy bien. Est el bote a punto, tal como te
encargu anoche?
S, la verdad es que me ha dado poco trabajo. Eleg el
bote ms rpido y limpio, lo roci con sal para purificarlo y
lo restregu por dentro y por fuera. Estoy preparado para
ir adondequiera que se encuentre Musashi.
Dnde est?
En la orilla, con las dems embarcaciones.
Tras reflexionar un momento, Tarzaemon dijo:
Ser mejor que nos pongamos en marcha. Demasiadas
personas se percatarn de la partida de Musashi y l no
desea verse rodeado de gente. Llvalo junto al gran pino, se
al que llaman Pino de Heike. Por all apenas va nadie.
S, seor.
El establecimiento, generalmente lleno de actividad,
estaba casi vaco. Tarzaemon, en un estado de fuerte
nerviosismo, sali a la calle. All y en Moji, en la orilla
contraria, la gente se haba tomado el da libre: hombres que
parecan samurais de los feudos vecinos, rnin, sabios
confucianos, herreros, armeros, artesanos de la laca,
sacerdotes, ciudadanos de todas las clases y algunos
agricultores de los campos circundantes. Haba mujeres
perfumadas, cubiertas con velos y tocadas con anchos
sombreros de viaje, y esposas de pescadores con nios a la
espalda o cogidos de la mano. Todos se movan en la misma
direccin general, tratando en vano de aproximarse a la isla,
aunque no haba ningn lugar estratgico desde donde
pudiera verse algo ms pequeo que un rbol.
S lo que se propone Musashi, pens Tarzaemon.
Ser abordado por aquella muchedumbre de espectadores,
para quienes la pelea no era ms que un espectculo, sera
insoportable.
Al volver a su casa, la encontr limpia como los chorros
del oro. En la habitacin que daba a la playa, el reflejo del
agua oscilaba en el techo.
Dnde has estado, padre? le pregunt Otsuru al
entrar con la bandeja del t. Te he estado buscando.
En ninguna parte en particular respondi l.
Alz la taza y la mir pensativamente.
Otsuru haba ido a pasar una temporada con su amado
padre. Casualmente, cuando viajaba desde Sakai en el
mismo barco con Musashi, descubri que ambos tenan
vnculos con Iori. Cuando Musashi acudi a presentar sus
respetos a Tarzaemon y agradecerle que cuidara del
muchacho, el agente martimo insisti en que Musashi se
alojara en su casa y dio instrucciones a Otsuru para que le
atendiera.
La noche anterior, mientras Musashi hablaba con su
anfitrin, Otsuru haba permanecido sentada en la
habitacin contigua, cosiendo el nuevo taparrabos y la faja
abdominal cuyos deseos de ponrselos el da del combate l
haba manifestado. La muchacha ya le haba preparado un
nuevo kimono negro, del que se podan desprender en un
instante los hilvanes que servan para mantener las mangas
y la falda dobladas adecuadamente hasta el momento de su
uso.
Dnde est Musashi, Otsuru? Le has servido el
desayuno?
Oh, s, hace ya bastante rato. Luego cerr la puerta
de su habitacin.
Supongo que se est preparando.
No, todava no.
Pues qu est haciendo?
Al parecer, est pintando.
Ahora?
S.
Humm. Estuvimos hablando de pintura y le pregunt
si pintara algo para m. Supongo que debe de haberse
dedicado a eso.
Ha dicho que lo dejara terminado antes de marcharse.
Tambin est haciendo una pintura para Sasuke.
Sasuke? repiti Tarzaemon, incrdulo. Su
nerviosismo aumentaba con rapidez. Es que no sabe que
se est haciendo tarde? Tendras que ver a toda esa gente
que pulula por las calles.
Por la expresin de su semblante, se dira que se ha
olvidado del combate.
En cualquier caso, ste no es momento de ponerse a
pintar. Ve a decrselo as. Hazlo con cortesa, pero que
quede bien claro que eso puede esperar hasta ms tarde.
Por qu yo? No podra...
Y por qu no? Su sospecha de que la muchacha
estaba enamorada se confirm. Padre e hija se comunicaron
silenciosa pero perfectamente. Por qu lloras,
bobalicona? rezong en tono bonachn. Entonces se
levant y fue a la habitacin de Musashi.
ste se hallaba arrodillado en silencio, como si meditara,
el pincel, la caja de tinta y el recipiente para pinceles a su
lado. Ya haba terminado una de las pinturas: una garza
debajo de un sauce. El papel que tena delante an estaba en
blanco. Pensaba en el tema de su prxima composicin, o,
ms exactamente, intentaba adoptar la actitud mental
correcta, pues eso era necesario antes de que pudiera
visualizar la pintura o conocer la tcnica que empleara.
Vea el papel blanco como el gran universo de la
inexistencia. Una sola pincelada dara lugar a la existencia.
Poda evocar el viento o la lluvia a voluntad, pero, al margen
de lo que trazara, su corazn permanecera en la pintura
para siempre. Si su corazn estaba corrompido, la pintura
tambin lo estara; si estaba lnguido, lo mismo le ocurrira a
la pintura. Si intentaba alardear de su habilidad, no podra
ocultarlo. Los cuerpos humanos se desvanecen, pero la
tinta sigue existiendo. La imagen de su corazn seguira
alentando despus de que l mismo hubiera desaparecido.
Se dio cuenta de que sus pensamientos le refrescaban.
Estaba a punto de entrar en el mundo de la inexistencia, de
dejar que su corazn hablara por s mismo, independiente
de su ego, libre del toque personal de su mano. Intent
vaciarse de todo, en espera de ese estado sublime en el que
su corazn podra hablar al unsono con el universo,
desprendido de su yo y sin estorbos de ninguna clase.
Los sonidos de la calle no llegaban a su habitacin. El
combate de hoy le pareca totalmente ajeno a l. Tan slo
era consciente de los trmulos movimientos del bamb en el
jardn interior.
Te molesto?
La shoji a sus espaldas se desliz silenciosamente, y
Tarzaemon se asom. Pareca errneo, casi malvado,
entrometerse, pero fortaleci su nimo y le dijo:
Siento molestarte cuando tanto pareces disfrutar de
tu arte.
Ah, entra, por favor.
Es casi la hora de partir.
Lo s.
Todo est dispuesto. Cuanto necesitas lo encontrars
en la habitacin contigua.
Eres muy amable.
Por favor, no te preocupes por la pintura. Puedes
terminarla cuando regreses de Funashima.
Oh, esto no tiene nada de especial. Esta maana me
senta muy despejado, y era un buen momento para pintar.
Pero tienes que pensar en la hora.
S, lo s.
Cuando quieras hacer tus preparativos, llmame. Te
estaremos esperando.
Muchsimas gracias. Tarzaemon se dispuso a
marcharse, pero Musashi le pregunt: A qu hora sube
la marea?
En esta poca, la marea est ms baja entre las seis y
las ocho de la maana. Ms o menos en estos momentos
volver a subir.
Gracias le dijo Musashi distradamente, dirigiendo
de nuevo su atencin al papel en blanco.
Tarzaemon cerr silenciosamente la shoji y regres a la
sala. Tena la intencin de sentarse y aguardar en silencio,
pero no transcurri mucho tiempo antes de que los nervios
se apoderasen de l. Se puso en pie y camin a la terraza,
desde donde se vea la corriente que se deslizaba a travs
del estrecho. El agua ya se adentraba en la playa.
Padre.
Dime.
Es hora de que parta. He dejado sus sandalias en la
entrada del jardn.
An no est preparado.
Todava pinta?
S.
Cre que ibas a lograr que dejara de hacer eso y se
preparase.
Sabe la hora que es.
Una pequea embarcacin se detuvo en la playa
cercana, y Tarzaemon oy que le llamaban por su nombre.
Era Nuinosuke.
Todava no ha salido Musashi? pregunt. Cuando
Tarzaemon le respondi negativamente, Nuinosuke se
apresur a decir: Por favor, dile que se prepare y salga lo
antes posible. Kojir ya ha partido, as como el seor
Hosokawa. Mi maestro saldr de Kokura ahora mismo.
Har lo que pueda.
Por favor! Quiz parezco una vieja gruona, pero
queremos asegurarnos de que no llegue tarde. Sera una
vergenza que hiciera algo indecoroso a estas alturas.
Se alej remando apresuradamente, y el agente martimo
y su hija se quedaron, llenos de inquietud, en la terraza.
Desde all contaron los segundos, mirando de vez en cuando
hacia la pequea habitacin del fondo, de la que no sala el
menor sonido.
Pronto lleg una segunda embarcacin con un mensajero
procedente de Funashima, enviado para que apresurase a
Musashi.
Musashi abri los ojos cuando oy el sonido de la shoji
al deslizarse. Otsuru no tena necesidad de anunciar su
presencia. Cuando ella le habl sobre la embarcacin de
Funashima, l asinti y le sonri afablemente.
Ya veo le dijo, y sali de la habitacin.
Otsuru contempl el suelo donde l se haba sentado.
La hoja de papel estaba ahora llena de borrones de tinta. Al
principio la tinta pareca una lnea amorfa, pero ella pronto
vio que se trataba de un paisaje de la variedad en tinta
rota. An estaba hmeda.
Por favor, dale esta pintura a tu padre le dijo
Musashi, alzando la voz por encima de un chapoteo de
agua. Y la otra es para Sasuke.
Gracias, no tendras que haberlo hecho.
Lamento no tener nada mejor que ofreceros, despus
de las molestias que os he causado, pero confo en que tu
padre lo acepte como un recuerdo.
Otsuru replic solcitamente:
Regresa esta noche sin falta y sintate junto al fuego
con mi padre, como hiciste anoche.
Al or el crujido de tela en la habitacin contigua,
Otsuru se sinti complacida. Por fin Musashi se estaba
vistiendo. Entonces volvi a hacerse el silencio, y poco
despus le vio hablando con su padre. La conversacin fue
muy breve, tan slo el intercambio de unas pocas palabras.
Cuando pas a la habitacin contigua, la muchacha observ
que el samurai haba doblado pulcramente sus ropas viejas,
dejndolas en una caja que estaba en el rincn. Una
sensacin de indescriptible soledad se apoder de ella. Se
inclin y apoy la mejilla en el kimono todava clido.
Otsuru! la llam su padre. Qu ests
haciendo? Ya se marcha!
S, padre.
Otsuru se pas las yemas de los dedos por las mejillas
y los prpados, y corri a reunirse con l.
Musashi se encontraba ya en la puerta del jardn, que
haba elegido para evitar que le vieran. Padre, hija y otras
cuatro o cinco personas de la casa y el negocio llegaron
hasta la puerta y se detuvieron all. Otsuru estaba
demasiado sobreexcitada y era incapaz de articular palabra.
Cuando Musashi la mir, ella le hizo una reverencia, como
todos los dems.
Adis dijo Musashi. Cruz la puerta baja de hierba
trenzada, la cerr tras l y aadi: Cuidaos.
Cuando los otros alzaron las cabezas, l ya se marchaba
rpidamente.
Estuvieron contemplndole un buen rato mientras se
alejaba, pero Musashi no volvi la cabeza.
Supongo que sa es la manera de ser de un samurai
musit alguien. Se marcha as, sin ms ni ms, nada de
discursos ni despedidas solemnes, nada en absoluto.
Otsuru desapareci de inmediato. Al cabo de unos
segundos, su padre entr en la casa.
El Pino de Heike se alzaba solitario a unas doscientas
varas de la playa. Musashi se encamin a l con la mente
totalmente despejada. Haba depositado todos sus
pensamientos en la tinta negra de la pintura paisajstica.
Pintar le haba hecho bien, y consideraba que su esfuerzo
haba sido un xito.
Ahora navegara hacia Funashima, Avanzaba con calma,
como si aqul fuese un viaje ms. No poda saber si
regresara vivo, pero haba dejado de pensar en ello. Aos
atrs, a la edad de veintids, cuando se aproximaba al pino
de ancha copa en Ichijji, estaba muy emocionado,
ensombrecido por una sensacin de tragedia inminente, y
aferraba su espada solitaria con intensa determinacin.
Ahora no senta nada.
No se trataba, ni mucho menos, de que su enemigo de
hoy fuese menos temible que el centenar de hombres a los
que se haba enfrentado. Luchando solo, Kojir era un
adversario ms formidable que cualquier ejrcito que la
escuela Yoshioka pudiese haber organizado contra l.
Musashi no abrigaba la menor duda de que aqulla iba a ser
la pelea fundamental de su vida.
Sensei!
Musashi!
En la serena mente de Musashi se produjo una ligera
conmocin al or las voces y ver a las dos personas que
corran hacia l. Por un instante se sinti aturdido.
Gonnosuke! exclam. Y la abuela! Cmo
habis llegado hasta aqu?
Los dos, mugrientos a causa del largo viaje, se
arrodillaron en la arena ante l.
Tenamos que venir dijo Gonnosuke.
Hemos venido a despedirte dijo Osugi. Y yo a
pedirte disculpas.
Disculpas? A m?
S, por todo. Debo pedirte que me perdones.
l la mir a los ojos con una expresin inquisitiva.
Por qu dices eso, abuela? Ha ocurrido algo?
Ella permaneca en pie, las manos juntas en un gesto de
splica.
Qu puedo decir? He cometido tantas maldades que
no puedo esperar tu perdn por todas ellas. Todo ha sido...
un error horrible. Estaba cegada por el amor a mi hijo, pero
ahora conozco la verdad. Por favor, perdname.
l se qued un momento mirndola, y entonces se
arrodill y le cogi la mano. No se atrevi a alzar los ojos,
por temor a que estuvieran humedecidos por las lgrimas.
Ver a la anciana tan contrita le haca sentirse culpable, pero
tambin experimentaba gratitud. La mano de la anciana
estaba trmula; incluso la suya le temblaba ligeramente.
Musashi slo tard un momento en recobrar su
compostura.
Te creo, abuela, y te agradezco que hayas venido.
Ahora puedo enfrentarme a la muerte sin remordimientos, ir
al combate con el espritu libre y el corazn tranquilo.
Entonces me perdonars?
Claro que s, siempre que t me perdones por todas
las dificultades que te he causado desde que era un
chiquillo.
Por supuesto, pero no sigamos hablando de m. Hay
otra persona que necesita tu ayuda. Alguien a quien
consume la tristeza.
La anciana volvi la cabeza, invitndole a mirar.
Bajo el Pino de Heike, observndolo tmidamente, con
el rostro plido y humedecido por la emocin, estaba Ots.
Ots! exclam.
En un instante estuvo ante ella, sin darse cuenta siquiera
de que sus pies le haban transportado all.
Gonnosuke y Osugi se quedaron inmviles donde
estaban, deseosos de esfumarse en el aire y dejar la orilla
slo para la pareja.
Has venido, Ots.
No existan palabras para salvar un abismo de aos,
para transmitir el caudal de sentimientos que rebosaba en el
interior de Musashi.
No tienes buen aspecto. Ests enferma? Musit
estas palabras como un verso aislado de un largo poema.
Un poco.
Con los ojos bajos, ella se esforzaba por conservar su
aplomo, por no perder el dominio de s misma. Aquel
momento, tal vez el ltimo, no deba ser desperdiciado.
Es slo un resfriado? inquiri l. O se trata de
algo grave? Qu te ocurre? Dnde has estado en los
ltimos meses?
El otoo pasado regres al Shippji.
Volviste a casa?
S. Le mir fijamente, sus ojos lmpidos como las
profundidades del ocano, esforzndose por reprimir las
lgrimas. Pero no existe un verdadero hogar para una
hurfana como yo. Slo el hogar que est dentro de m.
No hables as. Mira, incluso Osugi parece haberte
abierto su corazn, y eso me alegra muchsimo. Tienes que
recobrar la salud y aprender a ser feliz... para m.
Ahora soy feliz.
Es cierto eso? Si es as, tambin yo soy feliz...,
Ots...
Se inclin hacia ella. La joven permaneca erguida y
rgida, consciente de la presencia de Osugi y Gonnosuke.
Musashi, que se haba olvidado de ellos, la rode con sus
brazos y le acarici la mejilla con la suya.
Ests tan delgada..., tan delgada. Perciba
emocionado la agitada respiracin de la joven. Te suplico
que me perdones, Ots. Quiz te parezca que no tengo
corazn, pero no es cierto, no por lo que a ti respecta.
Yo..., eso ya lo s.
Lo sabes? De veras?
S, pero te ruego que me digas una palabra, una sola
palabra. Dime que soy tu mujer.
Si te dijera lo que ya sabes, lo echara a perder.
Pero..., pero... Ella sollozaba con todo su cuerpo,
pero en un acceso de energa, le cogi la mano y exclam:
Dilo! Di que soy tu mujer para toda esta vida!
l asinti, lentamente, en silencio. Entonces separ uno
tras otro los dedos delicados de la muchacha aferrados a su
brazo y permaneci erguido.
La esposa de un samurai no debe llorar y
desconsolarse cuando l parte a la guerra. Re para m,
Ots. Despdeme con una sonrisa. Puede que sta sea la
ltima partida de tu esposo.
Ambos saban que haba llegado el momento. Por un
breve instante, l la mir sonriente. Entonces le dijo:
Hasta luego.
S, hasta luego.
Ella quera devolverle la sonrisa, pero slo consigui
retener sus lgrimas.
Adis.
Musashi se volvi y camin con firmes zancadas hasta
la orilla. Una palabra de despedida aflor a los labios de
Ots, pero se neg a pronunciarla. Las lgrimas se
agolpaban en sus ojos, irreprimibles, y ya no poda verle.
El fuerte viento salobre agitaba la cabellera de Musashi.
Su kimono aleteaba briosamente.
Sasuke! Acerca un poco ms la barca.
Aunque llevaba esperando ms de dos horas y saba que
Musashi estaba en la playa, Sasuke haba desviado
cuidadosamente la mirada. Ahora mir a Musashi y le dijo:
En seguida, seor.
Con un fuerte y rpido movimiento, hundi el palo en
el agua e impuls la embarcacin. Cuando toc la orilla,
Musashi salt a la proa, y avanzaron mar adentro.
Ots! Detente! grit Jtar.
Ots corra hacia el agua. El muchacho corri tras ella.
Gonnosuke y Osugi, sobresaltados, intervinieron en la
persecucin.
Detente, Ots! Qu haces?
No seas necia!
Le dieron alcance simultneamente y la retuvieron.
No, no protest ella, sacudiendo la cabeza
lentamente. No me comprendis.
Qu..., qu intentas hacer?
Dejadme que me siente les dijo con voz serena.
Ellos la soltaron, y la joven camin con dignidad hasta
un lugar a pocas varas de distancia, donde se arrodill en la
arena, al parecer exhausta. Pero haba recuperado su fuerza.
Enderez el cuello de su kimono, se alis el cabello e hizo
una reverencia en direccin a la barca de Musashi.
Ve sin ningn pesar susurr.
Osugi se arrodill y tambin hizo una reverencia.
Entonces la imit Gonnosuke y luego Jtar. Tras haber
efectuado el largo viaje desde Himeji, Jtar haba perdido
su oportunidad de hablar con Musashi, a pesar de su
intenso anhelo de decirle una palabra de despedida. Su
decepcin fue suavizada por el conocimiento de que haba
cedido a Ots el tiempo que l habra estado con Musashi.
El alma de la profundidad
Cuando la marea lleg a su altura mxima, el agua corra por
el estrecho como un torrente en crecida al pasar por un
angosto desfiladero. Tenan el viento de popa, y la
embarcacin avanz con rapidez a travs del oleaje. Sasuke
pareca orgulloso. Deseaba que aquel da le alabaran por su
habilidad en el remo con espadilla.
Musashi estaba sentado en medio de la embarcacin,
con las rodillas muy separadas.
Se tarda mucho en llegar all? inquiri.
Con esta marea no mucho, pero vamos retrasados.
Humm.
Ya hace rato que pasaron las ocho.
S, lo s. A qu hora crees que llegaremos?
Probablemente a las diez o poco despus.
Es una hora muy adecuada.
El cielo que Musashi contemplaba aquel da, el mismo
cielo que miraba Ganry, era de un azul profundo. La nieve
que cubra las montaas de la sierra de Nagato pareca un
gallardete blanco que flotara en un cielo sin nubes. Las casas
de Mojigasaki y los repliegues y hendiduras del monte
Kazashi eran claramente visibles. En las laderas de las
montaas haba multitudes que forzaban la vista, tratando
de ver las islas lo mejor posible.
Puedo usar esto, Sasuke?
Qu es?
Este remo roto en el fondo de la barca.
No lo necesito. Para qu lo quieres?
Tiene ms o menos el tamao adecuado respondi
Musashi crpticamente.
Con una mano extendi hacia fuera el remo algo mojado
y cerr un ojo para comprobar si estaba recto. Un borde de
la pala estaba partido.
Se coloc el remo sobre una rodilla y, totalmente
absorto, empez a tallarlo con su espada corta. De vez en
cuando Sasuke miraba atrs, hacia Shimonoseki, pero
Musashi pareca haberse olvidado de quienes haban
quedado atrs. Era sa la manera que tena un samurai de
encarar un combate a vida o muerte? A un ciudadano como
Sasuke, le pareca algo fro e inhumano.
Musashi termin la talla y sacudi las virutas de su
hakama.
Tienes algo con que cubrirme? pregunt.
Sientes fro?
No, pero el agua me salpica.
Debe de haber un chaquetn acolchado debajo del
asiento.
Musashi cogi la prenda y se la puso sobre los
hombros. Entonces sac unas hojas de papel de su kimono
y empez a enrollarlas y retorcerlas una tras otra, formando
una tira. Cuando haba unido as ms de veinte hojas, las
uni por los extremos formando dos cordones, los cuales
trenz entonces para hacer un tasuki, el brazalete usado
para atar las mangas detrs durante la lucha. Sasuke haba
odo decir que hacer tasuki de papel era un arte secreto que
se transmita de generacin en generacin, pero Musashi
llev a cabo el trenzado de tal manera que pareca algo muy
sencillo. Sasuke observ con admiracin la destreza de sus
dedos y la elegancia con que se desliz los tasuki sobre los
brazos.
Es eso Funashima? pregunt Musashi, sealando.
No, es Hikojima. Forma parte del grupo de islas
Hahajima. Funashima est a unas mil varas al nordeste.
Resulta fcil reconocerla porque es llana y parece un largo
banco de arena. Entre Hikojima e Izaki est el estrecho de
Ondo. Probablemente habrs odo hablar de l.
Entonces ah, al oeste, debe de estar Dairinoura, en la
provincia de Buzen.
Exactamente.
Ahora lo recuerdo. Las ensenadas e islas de estos
alrededores son los parajes donde Yoshitsune gan la ltima
batalla contra los Heike.
Sasuke se iba poniendo ms nervioso a cada golpe de
espadilla. Un sudor fro le perlaba la frente, el corazn le
palpitaba. Hablar de cosas sin relacin con el combate
inminente le produca una sensacin muy extraa. Cmo
poda un hombre dirigirse a la lucha con semejante
tranquilidad?
Sera un combate a vida o muerte, eso era indudable.
Luego regresara l a tierra firme llevando un pasajero o un
cadver cruelmente mutilado? Era imposible saberlo. Sasuke
pens que Musashi era como una nube blanca que flotase
en el cielo.
La actitud de Musashi no se deba a ninguna pose, pues
lo cierto era que no pensaba absolutamente en nada. En
todo caso, estaba un tanto aburrido.
Mir por encima de la borda las agitadas aguas azules.
All eran profundas, infinitamente profundas, y dotadas de
lo que pareca ser la vida eterna. Pero el agua no tena una
forma fija, determinada. No se deba al hecho de que el
hombre posea una forma fija y determinada su
imposibilidad de tener una vida eterna? No empieza la
verdadera vida slo cuando se ha perdido la forma tangible?
Desde el punto de vista de Musashi, la vida y la muerte
eran similares a la espuma. Sinti que se le pona la piel de
gallina, no a causa de la frialdad del agua sino porque su
cuerpo experimentaba una premonicin. Aunque su mente
se haba elevado por encima de la vida y la muerte, su
cuerpo y su mente no estaban en armona. Cuando se
olvidaba de cada poro de su cuerpo, as como de su mente,
no quedaba dentro de su ser ms que el agua y las nubes.
Estaban navegando ante la ensenada de Teshimachi, en
Hikojima. Desde donde se hallaban no podan ver que haba
unos cuarenta samurais en la orilla, observndoles. Todos
ellos eran seguidores de Ganry, y la mayora estaban al
servicio de la Casa de Hosokawa. Violando las rdenes de
Hosokawa, haban navegado a Funashima dos das antes.
En la eventualidad de que Ganry fuese derrotado, estaban
dispuestos a vengarse.
Aquella maana, cuando Nagaoka Sado, Iwama Kakubei
y los hombres asignados para que montaran guardia llegaron
a Funashima, descubrieron a aquel grupo de samurais, les
reconvinieron severamente y les ordenaron retirarse a
Hikojima. Pero como la mayora de los oficiales
simpatizaban con ellos, no les castigaron. Una vez hubieran
abandonado Funashima, los oficiales no eran responsables
de lo que hicieran.
Estis seguros de que es Musashi? pregunt uno
de ellos.
Tiene que serlo.
Va solo?
Eso parece. Lleva un manto o algo parecido sobre los
hombros.
Probablemente lleva puesta una armadura ligera y
quiere ocultarla.
Vamos.
Ansiosos por entrar en combate, se amontonaron en sus
botes y permanecieron dispuestos. Todos estaban armados
con espadas, pero en el fondo de cada barca haba una
lanza.
Llega Musashi!
El grito se oy alrededor de Funashima slo unos
instantes despus.
El rumor del oleaje, el sonido del viento entre los pinos
y los bambes armonizaban suavemente. Desde primeras
horas de la maana la islita haba tenido un aspecto
solitario, pese a la presencia de los oficiales. Una nube
blanca que se elevaba desde la direccin de Nagato se
desliz ante el sol, oscureciendo las hojas de los rboles y
los bambes. La nube pas y apareci de nuevo la
luminosidad.
Era una isla muy pequea. En el norte se alzaba una
pequea colina cubierta de pinos. Al sur el terreno era llano
a una altura de aproximadamente la mitad de la colina, hasta
que se precipitaba en los bajos.
Haban instalado un dosel entre unos rboles, a
considerable distancia de la orilla. Los oficiales y sus
ayudantes aguardaban silenciosa y discretamente, pues no
queran dar a Musashi la impresin de que intentaban
realzar la dignidad del paladn local.
Ahora, dos horas despus de la sealada, empezaron a
exteriorizar su ansiedad y su enojo. En dos ocasiones
haban enviado barcas rpidas para avisar a Musashi que se
apresurase.
El viga situado en un arrecife corri hacia los oficiales y
les dijo:
Es l! No hay ninguna duda!
De veras ha venido? pregunt Kakubei,
levantndose sin darse cuenta, lo cual constituy una grave
falta de etiqueta.
Como testigo oficial, se esperaba de l que mantuviera
una fra reserva. Sin embargo, su excitacin era muy natural
y los dems, que la compartan, se levantaron tambin.
Al darse cuenta de su metedura de pata, Kakubei se
domin e hizo un gesto a los dems para que se sentaran de
nuevo. Era esencial que no demostraran en sus acciones o
decisiones su preferencia personal por Ganry. Kakubei
mir hacia la zona de espera de Ganry. Tatsunosuke haba
colgado de varios melocotoneros silvestres una cortina con
el blasn de la genciana. Al lado de la cortina haba un cubo
de madera nuevo y un cazo con mango de bamb. Ganry,
impaciente tras la larga espera, haba pedido agua para
beber y ahora descansaba a la sombra de la cortina.
La posicin de Nagaoka Sado estaba ms all de la de
Ganry, y ligeramente ms alta. Iori estaba a su lado, y les
rodeaban guardianes y servidores. Cuando el viga lleg con
la noticia, el rostro del muchacho, incluso sus labios,
palidecieron. Sado estaba sentado a la manera formal, recto
e inmvil. Tena el yelmo algo inclinado a la derecha, como
si mirase la manga de su kimono. Llam a Iori en voz baja.
S, seor.
Iori se inclin hasta tocar el suelo antes de alzar la vista
al yelmo de Sado. Incapaz de dominar su excitacin,
temblaba de la cabeza a los pies.
Iori le dijo Sado, mirando fijamente al muchacho.
Observa todo lo que ocurre, no te pierdas un solo detalle.
Piensa que Musashi va a jugarse la vida para ensearte lo
que ests a punto de ver.
Iori asinti. Su mirada, fija en el arrecife, era ardiente. La
blanca espuma de las rompientes le deslumbraba. El arrecife
estaba a unas doscientas varas de distancia, por lo que le
sera imposible ver los pequeos movimientos y la
respiracin de los luchadores, pero lo que Sado quera
ensearle no eran los aspectos tcnicos, sino el momento
dramtico en el que un samurai entabla una lucha a vida o
muerte. Esto era lo que permanecera en su mente y le
influira a lo largo de su vida.
El oleaje de la hierba suba y bajaba. Verdes insectos
saltaban de un lado a otro. Una mariposa pequea y
delicada se traslad de una brizna de hierba a otra y luego
desapareci de la vista.
Est cerca de aqu dijo Iori con voz entrecortada.
La embarcacin de Musashi se aproximaba lentamente
al arrecife. Eran casi las diez de la maana.
Ganry se puso en pie y baj despacio el montculo
entre las zonas de espera. Hizo una reverencia a los
oficiales que estaban a derecha e izquierda y camin sin
apresurarse por la hierba hacia la orilla.
El lugar de acceso a la isla era una especie de cala donde
el oleaje menguaba hasta reducirse a meras ondulaciones.
Musashi vea el fondo a travs del agua clara y azul.
Dnde debo desembarcar? pregunt Sasuke, el
cual mova ahora la espadilla con mucha lentitud mientras
escudriaba la costa.
Sigue recto le dijo Musashi, al tiempo que se
despojaba del chaquetn acolchado.
La proa avanz poco a poco, pues Sasuke no se atreva
a remar con vigor. Slo mova ligeramente los brazos,
haciendo muy poca fuerza. Se oan en el aire los cantos de
los ruiseores.
Sasuke.
S, seor.
Aqu el agua es bastante somera. No es necesario que
te aproximes ms, pues no quisiera que tu barca sufra dao
alguno. Adems, en seguida va a cambiar la marea.
Sasuke, en silencio, contempl un pino alto y delgado
que se alzaba solitario. Debajo de l, el viento jugaba con un
brillante manto rojo.
Sasuke empez a sealar hacia all, pero se dio cuenta
de que Musashi ya haba visto a su adversario. Sin desviar
la mirada de Ganry, Musashi se sac del obi una toalla de
manos de color rojizo, la dobl a lo largo en cuatro tramos y
se at con ella el cabello agitado por el viento. Entonces se
coloc la espada corta en la parte delantera del obi.
Desenvain la espada larga, y la deposit en el fondo de la
barca, cubrindola con una estera de juncos. En la mano
derecha blanda la espada de madera que haba hecho con el
remo roto.
Ya est bien aqu le dijo a Sasuke.
Delante de ellos haba una extensin de casi doscientos
pies de agua. Sasuke dio un par de largas remadas con la
espadilla. La embarcacin avanz hasta embarrancar en un
bajo, la quilla vibrando al alzarse.
En aquel momento, Musashi, con su hakama subido a
ambos lados, salt al agua, con tal ligereza que apenas
produjo un chapoteo. Avanz con rapidez hacia la orilla. Su
espada de madera cortaba la espuma.
Cinco pasos. Diez pasos. Sasuke abandon la espadilla
y le contempl maravillado, olvidando dnde se hallaba y
qu estaba haciendo all.
Mientras Ganry se alejaba del pino, su manto
semejante a un gallardete rojo, la pulimentada vaina de su
espada destell al sol.
A Sasuke le record la cola de un zorro plateado.
Deprisa!, pens, pero Ganry ya se hallaba en la orilla.
Sasuke, seguro de que Musashi estaba sentenciado, no
pudo seguir mirando. Se tendi de bruces en la barca, presa
de temblores, ocultndose el rostro, como si fuese l quien,
de un momento a otro, pudiera ser partido por la mitad de
un tajo.
Musashi!
Ganry se plant con resolucin en la arena, dispuesto
a no ceder una pulgada.
Musashi se detuvo y permaneci inmvil, expuesto al
agua y el viento. Esboz una sonrisa.
Kojir dijo en voz baja.
Haba una ferocidad sobrenatural en sus ojos, una
fuerza que tiraba de un modo tan irresistible que amenazaba
con atraer inexorablemente a Kojir al riesgo y la
destruccin. Las olas baaban su espada de madera.
Los ojos de Ganry parecan despedir fuego. La sed de
sangre arda en sus pupilas, como arco iris de llameante
intensidad que trataban de aterrar y debilitar.
Musashi!
No recibi respuesta.
Musashi!
El mar retumbaba amenazador a lo lejos; el oleaje
rompa y murmuraba a los pies de ambos hombres.
Otra vez llegas tarde, eh? Es sa tu estrategia? A mi
modo de ver es una treta cobarde. Han pasado dos horas
desde la hora sealada. He venido aqu a las ocho, como
promet. Te he estado esperando.
Musashi no le replic.
Ya hiciste esto en Ichijji y, anteriormente, en el
Rengein. Al parecer, tu mtodo consiste en desconcertar a
tu adversario hacindole esperar a propsito. Ese truco no
te llevar a ninguna parte con Ganry. Ahora prepara tu
espritu y avanza valientemente, para que las generaciones
futuras no se ran de ti. Adelante y lucha, Musashi!
El extremo de la vaina se alz detrs de l al desenvainar
su gran espada Palo de Secar. Con la mano izquierda,
desprendi la vaina del cinto y la arroj al agua.
Musashi esper el tiempo suficiente a que una ola
rompiera en el arrecife y se retirase. Entonces dijo de
repente, en voz baja:
Has perdido, Kojir.
Qu? Ganry se estremeci hasta el tutano.
La pelea ha terminado. Digo que has sido derrotado.
De qu me ests hablando?
Si fueras a ganar, no habras arrojado tu vaina. As
has lanzado tu futuro, tu vida.
Palabras! Tonteras!
Es una lstima, Kojir. Ests preparado para caer?
Quieres que esto termine rpido?
Ven..., ven aqu, bastardo!
Hooo!
El grito de Musashi y el sonido del agua ascendieron al
unsono en un crescendo.
Ganry entr en el agua, con la espada alta por encima
de la cabeza, y se enfrent directamente a Musashi. Una
lnea de blanca espuma se desliz sobre la superficie
mientras Musashi corra hacia la orilla, por la izquierda de
Ganry. ste le persigui.
Los pies de Musashi abandonaron el agua y tocaron la
arena casi en el mismo instante que la espada, que todo el
cuerpo el Ganry, se lanzaba hacia l como un pez volador.
Cuando Musashi not que Palo de Secar se le acercaba, su
cuerpo estaba todava en el final del movimiento que le
haba sacado del agua, inclinado ligeramente adelante.
Sujet la espada de madera con ambas manos, extendida
a la derecha por detrs de l y parcialmente oculta.
Satisfecho de su posicin, emiti un leve gruido, un sonido
casi imperceptible que el aire llev al rostro de Ganry.
Palo de Secar pareca haber estado a punto de descargar un
tajo hacia abajo, pero oscil un poco y se detuvo. A nueve
pies de Musashi, Ganry cambi de direccin saltando
gilmente a la derecha.
Los dos hombres se miraron fijamente. Musashi, a dos
o tres pasos del agua, tena el mar a su espalda. Enfrente
estaba Ganry, sujetando en alto la espada con ambas
manos.
Se hallaban totalmente absortos en el combate letal, y
ambos estaban libres de cualquier pensamiento consciente.
El escenario del combate era un vaco perfecto. Pero en
los puestos de espera y ms all del sonido de las olas, eran
innumerables las personas que retenan el aliento.
Por encima de Ganry se cernan las plegarias y las
esperanzas de quienes crean en l y queran que viviese;
por encima de Musashi las plegarias y esperanzas de los
otros.
De Sado e Iori, en la isla.
De Ots, Osugi y Gonnosuke, en la playa de
Shimonoseki.
De Akemi y Matahachi, en la colina de Kokura.
Todas sus plegarias se dirigan al cielo.
Abajo, esperanzas, plegarias y dioses no servan de
ayuda, como tampoco la suerte. Haba slo un vaco,
impersonal y perfectamente imparcial.
Es ese vaco, tan difcil de lograr por el ser viviente, la
expresin perfecta de la mente que se ha elevado por
encima del pensamiento y las ideas trascendentes?
Los dos hombres hablaron sin pronunciar palabra.
Entonces lleg a cada uno, inconscientemente, la
comprensin del podero del otro. Los poros de sus
cuerpos sobresalan como agujas dirigidas contra el
adversario.
Msculos, carne, uas, pelo, incluso las cejas, todos los
elementos corporales que comparten la vida estaban unidos
en una fuerza nica contra el enemigo, defendiendo al
organismo viviente del que formaban parte. Slo la mente se
fusionaba con el universo, clara y serena, como el reflejo de
la luna en un estanque en medio de la violencia de un tifn.
Alcanzar esa sublime inmovilidad es el logro supremo.
Pareci transcurrir una eternidad, pero en realidad el
intervalo fue breve, el tiempo requerido para que las olas
llegaran y retrocedieran una docena de veces.
Entonces un gran grito que proceda, ms que de la
garganta, de las profundidades del ser, destruy aquel
instante. Lo haba proferido Ganry, y le sigui de
inmediato el grito de Musashi.
Los dos gritos, como olas airadas rompiendo en una
orilla rocosa, enviaron sus espritus hacia el cielo. La espada
del desafiador, elevada tan alto que pareca amenazar al sol,
vete el aire como un arco iris.
Musashi adelant su hombro izquierdo, movi el pie
derecho atrs y vari la posicin de la parte superior de su
cuerpo, enfrentado a medias a su contrario. Su espada de
madera, que sostena con ambas manos, cort el aire en el
mismo momento en que la punta de Palo de Secar llegaba
directamente debajo de su nariz.
La respiracin de los dos combatientes se hizo ms
intensa que el sonido del oleaje. Ahora la espada de madera
estaba extendida al nivel de los ojos, y Palo de Secar muy
por encima de la cabeza de su portador. Ganry haba
retrocedido unos diez pasos, donde tena el mar a un lado.
Aunque en su primer ataque no haba podido herir a
Musashi, se haba colocado en una posicin mucho mejor.
De haber permanecido donde estaba, con el sol reflejndose
desde el agua en sus ojos, pronto le habra fallado la vista y,
acto seguido, su espritu, y habra quedado a merced de
Musashi.
Con renovada confianza, Ganry empez a avanzar
poco a poco, ojo avizor, en busca de algn pequeo defecto
en la defensa de Musashi y fortaleciendo su propio espritu
para llevar a cabo un movimiento decisivo.
Musashi hizo lo inesperado. En vez de proceder con
lentitud y cautela, se dirigi temerariamente hacia Ganry,
la espada proyectada por delante de l, dispuesto a hundirla
en los ojos de Ganry. La desmaa de su movimiento hizo
detenerse a Ganry, el cual casi perdi de vista a Musashi.
La espada de madera se alz recta en el aire.
Impulsndose con todas las fuerzas de sus piernas,
Musashi dio un gran salto y, doblando las piernas, redujo
su estatura de seis pies a cuatro o quiz menos.
Yaaaa!
La espada de Ganry silb en el espacio por encima de
l. El golpe fall, pero la punta de Palo de Secar cort la
pequea toalla enrollada que Musashi se haba atado
alrededor de la cabeza, hacindola volar.
Ganry se confundi, tomndola por la cabeza de su
adversario, y en su rostro se esboz brevemente una
sonrisa. Al instante siguiente su crneo se rompi como
grava bajo el golpe de la espada de Musashi.
Mientras Ganry yaca donde la arena se encontraba
con la hierba, su semblante no expresaba la conciencia de
una derrota. La sangre le brotaba de la boca, pero sus labios
esbozaban una sonrisa de triunfo.
Oh, no!
Ganry!
Olvidando la rigurosa etiqueta, Iwama Kakubei se puso
en pie de un salto, y con l todo su squito, sus rostros
distorsionados por la conmocin. Entonces vieron a
Nagaoka Sado e Iori, sentados serenamente en sus bancos.
Avergonzados, hicieron un esfuerzo para reprimir el deseo
de correr hacia su paladn cado. Intentaron recuperar cierto
grado de compostura, pero no podan ocultar su pesar y su
desolacin. Algunos tragaban saliva, negndose a creer lo
que acababan de ver, y sus mentes estaban en blanco.
En un instante, la isla qued tan silenciosa y tranquila
como lo haba estado siempre. Slo el rumor del viento
entre los pinos y la hierba agitada se burlaban de la
fragilidad y la impermanencia del gnero humano.
Musashi contemplaba una pequea nube en el cielo.
Mientras lo haca, su alma regres a su cuerpo, y le fue
posible distinguir entre la nube y s mismo, entre su cuerpo
y el universo.
Sasaki Kojir Ganry no regres al mundo de los vivos.
Tendido de bruces, todava aferraba su espada. Su tenacidad
era an visible. Su rostro no mostraba el menor signo de
angustia. No revelaba ms que la satisfaccin por haber
librado un buen combate, y no lo ensombreca la menor
seal de arrepentimiento.
Al ver en el suelo la pequea toalla que haba llevado
enrollada alrededor de la cabeza, un escalofro recorri la
espina dorsal de Musashi. Pens que jams en esta vida
encontrara a otro adversario como aqul. Le invadi una
oleada de admiracin y respeto. Estaba agradecido a Kojir
por lo que ste le haba dado. En fortaleza y en espritu de
lucha haba estado a ms altura que Musashi, y sa fue
precisamente la razn de que ste hubiera sido capaz de
superarse a s mismo.
Qu era lo que haba permitido a Musashi derrotar a
Kojir? La habilidad? La ayuda de los dioses? Aunque
saba que no era nada de eso, Musashi jams fue capaz de
expresar verbalmente el motivo. Desde luego, era algo ms
importante que la fuerza o la providencia divina.
Kojir haba puesto su confianza en la espada de la
fuerza y la habilidad. Musashi haba confiado en la espada
del espritu. sa haba sido la nica diferencia entre ellos.
En silencio, Musashi camin diez pasos hasta Kojir y
se arrodill a su lado. Acerc la mano izquierda a las fosas
nasales del cado y observ que an alentaba muy
dbilmente. Con un tratamiento adecuado, podra
recuperarse, se dijo Musashi, y quera creerlo, quera creer
que el ms valiente de todos sus adversarios no perecera.
Pero el combate haba terminado. Era hora de irse.
Adis dijo a Kojir primero y luego a las
autoridades sentadas en sus bancos.
Tras hacer una sola reverencia hasta tocar el suelo,
corri al arrecife y salt a bordo de la embarcacin. En su
espada de madera no haba una sola gota de sangre.
La pequea barca se hizo a la mar. Quin puede decir
con qu rumbo? No se tienen noticias de si los seguidores
de Ganry que estaban en Hikojima intentaron vengarse.
La gente no abandona sus amores y sus odios mientras
vive. Las oleadas de sentimiento van y vienen con el paso
del tiempo. Durante toda la vida de Musashi hubo quienes
le tuvieron inquina por su victoria y criticaron su conducta
en aquella ocasin. Decan que se haba marchado a toda
prisa porque tema represalias, que estaba aturdido, que
incluso descuid ejecutar el golpe de gracia.
El mundo est siempre lleno del resonar de las olas.
Los pececillos, abandonndose a las olas, bailan, cantan
y juegan, pero quin conoce el corazn del mar a cien pies
de la superficie? Quin conoce su profundidad?
Personajes y lugares
Agn, el lancero a quien Musashi derrota en el templo
Hzin.
Akemi, la hija de Ok
Aoki Tanzaemon, un soldado, padre de Jtar
Casa de Yagy, una poderosa familia conocida por su estilo
de esgrima
Daiz, un ladrn
Date Masamune, un seor acaudalado
Edo, la capital del shogunado
Funashima, una isla, lugar de la batalla definitiva entre
Musashi y Kojir
Gion Tji, samurai de la escuela Yoshioka y pretendiente
de Ok
Gonnosuke, campesino y aspirante a samurai
Gudo, un sacerdote Zen
Hangawara Yajibei, un poderoso patrn de Edo
Hideyori, seor del castillo de Osaka y rival de Ieyasu.
Hj Shinz, alumno de Obata Kagenori e hijo del seor
Hj Ujikatsu
Hj Ujikatsu, seor de Awa y renombrado estratega
militar
Hon'ami Ketsu, artesano
Hon'ami Mysh, la madre de Hon'ami Ketsu
Hon'iden Matahachi, amigo de la infancia de Musashi
Hon'iden Osugi, la madre de Matahachi y enemiga acrrima
de Musashi
Hosokawa Tadaoki, poderoso daimy dirigente regional
Hosokawa Tadatoshi, hijo mayor del seor Hosokawa
Tadaoki, patrn de Kojir
Ikeda Terumasa, seor del castillo de Himeji, donde
Musashi estudi el arte de la guerra
Ishimoda Geki, un servidor de Date Masamune
Iwama Kakubei, vasallo de la Casa de Hosokawa
Jtar, joven seguidor de Musashi
Jr, uno de los matones de Hangawara Yajibei
Kimura Sukekur, espadachn de la Casa de Yagy
Koroku, uno de los matones de Hangawara Yajibei
Kyoto, ciudad del sudoeste de Japn, rival de Osaka
Mimasaka, provincia natal de Musashi
Miyamoto Musashi, espadachn de fama creciente
Nagaoka Sado, ayudante de Hosokawa Tadatoshi
Obata Kagenori, instructor militar del shgun
Obata Yogor, hijo de Obata Kagenori
Ok, una mujer lasciva
Omitsu, sobrina de Ono Tadaaki
Ono Tadaaki, tutor de artes marciales del shogun
Osaka, ciudad del sudoeste de Japn, rival de Kyoto
Ots, joven enamorada de Musashi
Sannosuke Iori, muchacho campesino y seguidor de
Musashi
Sasaki Kojir, samurai y principal rival de Musashi,
conocido tambin como Ganry
Sekigahara, batalla en la que Ieyasu derrot a los ejrcitos
combinados de los daimys occidentales para dominar
Japn
Seor Hj Ujikatsu, seor de Awa y renombrado estratega
militar
Seor Hosokawa Tadaoki, poderoso daimyo o dirigente
regional
Shimmen Osugi, la hermana de Musashi
Shimmen Takez, antiguo nombre de Musashi
Shda Kizaemon, samurai al servicio de la familia Yagy
Takuan Sh, un monje excntrico
Tokugawa Hidetada, hijo de Tokugawa Ieyasu, a quien
sucedi en 1605
Tokugawa Ieyasu, el shgun, gobernador militar de Japn
Toyotomi, familia rival de los Tokugawa y gobernantes del
castillo de Osaka
Tsujikaze Temma, bandido al que mata Musashi
Ueda Ryhei, samurai de la escuela Yoshioka
Ushinosuke, un muchacho campesino
Yagy Hyogo, nieto de Yagy Sekishsai
Yagy Munenori, hijo de Yagy Sekishsai y samurai del
shogun
Yagy Sekishsai, viejo maestro del estilo Yagy de
esgrima
Yoshino Day, una hermosa cortesana
Yoshioka Kemp, padre de Yoshioka Seijr
Yoshioka Seijr, Joven Maestro de la escuela Yoshioka
Zushino Ksuke, artesano de espadas
Notas
[1]
Nacido en Japn en 1910, desde 1946 fue profesor de la
Universidad de Harvard, la cual le nombr posteriormente
profesor emrito. Entre 1961 y 1966 dej la universidad
para ocupar el cargo de embajador norteamericano en
Japn, y es uno de los ms clebres conocedores a fondo de
ese pas. Entre sus numerosas obras destacan "Japan: The
Story of a Nation" y "The Japanese". <<
[2]
Literalmente, coleccin de diez mil hojas, la antologa
potica ms antigua de Japn (siglo IX). (N. del T.) <<
[3]
Popular sistema de calefaccin: un brasero rodeado por
una armazn de madera sobre la que se coloca un edredn,
bajo el cual pueden calentarse pies y manos. (N. del T.) <<
[4]
Sencillo portal de troncos levantado en el acceso a todo
templo sintosta. (N. del T.) <<
[5]
Segn la antigua cronologa japonesa, el Ao Nuevo
comenzaba hacia finales del mes de febrero, cuando ya la
primavera estaba en el aire. (N. del T.) <<
[6]
La colina de Yoshino, en la regin de Kansai, es famosa
por sus grandes arboledas de cerezos, que, segn la
tradicin, fueron plantados en el siglo VII. (N. del T.) <<
[7]
La moxa, del japons mogusa, es artemisa que, a modo
de cauterio, se empleaba en el antiguo sistema medicinal
chino y japons, considerada como una panacea para curar
un sinfn de dolencias. (N. del T.) <<
[8]
Existan dos clases de sandalias de paja: zri, fciles de
poner y quitar, para uso ligero, y waraji, fuertemente atadas
alrededor de los pies y utilizadas para largas caminatas. (N.
del T.) <<
[9]
Musashi se llamaba la provincia en cuya costa, al fondo
de una baha muy cerrada y en la desembocadura del ro
Sumida, estaba la aldea de Edo, que llegara a ser la capital
del pas. (N. del T.) <<
[10]
Ushi es una palabra japonesa que designa a todo el
ganado vacuno. (N. del T.) <<
[11]
Los otros dos tesoros simblicos de Japn son un
espejo y una joya. (N. del T.) <<
[12]
La posesin por zorros demoniacos, kitsune-tsuki,
dotados de poderes sobrenaturales, era una creencia china
muy arraigada en Japn desde la Edad Media. (N. del T.)
<<
EIJI YOSHIKAWA, ( Yoshikawa Eiji, 11 de
agosto de 18927 de septiembre de 1962) fue un novelista
histrico japons, probablemente uno de los mejores y ms
famosos autores del gnero. De entre sus ms conocidas
novelas, muchas son revisiones de obras anteriores. Fue
influenciado principalmente por clsicos como Heike
Monogatari, Genji Monogatari, Outlaws of the Marsh y El
Romance de los Tres Reinos, muchos de los cuales fueron
posteriormente narrados por l. Por ejemplo, Yoshikawa
tom el manuscrito del Taiko, de aproximadamente 15
volmenes, para luego narrarlo en un lenguaje ms sencillo
y comprensible. Sus otros libros tambin tienen propsitos
similares y, aunque muchas de sus novelas no son
originales, cre una gran cantidad de obras y un renovado
inters en la historia pasada. Fue premiado con el Cultural
Order of Merit en 1960 (el mayor premio para un hombre
de letras), el Order of the Sacred Treasure y el Mainichi Art
Award justo antes de fallecer de cncer en 1962. Es
reconocido como uno de los mejores novelistas histricos
de Japn e incluso del mundo en su totalidad.
Naci con el nombre de Hidetsugu Yoshikawa (
Yoshikawa Hidetsugu) en la prefectura de Kanagawa, en
lo que ahora forma parte de Yokohama. A causa del negocio
fracasado de su padre, tuvo que abandonar la escuela
primaria para trabajar con 11 aos. Con 18, tras un grave
accidente de trabajo en los muelles de Yokohama que casi le
cuesta la vida, se traslad a Tokio y se convirti en
aprendiz en un taller de lacado. Sobre esta poca comenz a
interesarse en el cmic haiku. Se uni a una sociedad de
poesa y comenz a escribir cmic haiku bajo el
pseudnimo de Kijiro.
En 1914, con Relatos de Enoshima, gan el primer
premio en un concurso de escritura de novelas patrocinado
por la editorial Kdansha. Se uni al peridico Maiyu
Shinbun en 1921, y en el siguiente ao comenz a publicar
sus series, comenzando con La Vida de Shinran.
En 1923 se cas con Yasu Azukawa, en el mismo ao
en que sucedi el Gran Terremoto de Kant. Su experiencia
en el terremoto afianz su resolucin de hacer de la
escritura su carrera. En los aos siguientes public historias
en diferentes publicaciones peridicas de Kodansha, que lo
reconoci como su autor nmero uno. Utiliz 19
pseudnimos de escritor antes de adoptar el nombre de Eiji
Yoshikawa. La primera vez que us este nombre fue con la
s er ie Sword Trouble, Woman Trouble. Su nombre se
convirti en una palabra de uso comn tras la serializacin
de Secret Record of Naruto en el Osaka Mainichi Shinbun.
Desde entonces, el apetito del pblico por su estilo de
escritura pica era insaciable.
A principios de la dcada de 1930, su estilo se volvi
introspectivo, reflejando los crecientes problemas que haba
en su vida personal. Pero, en 1935, con la serializacin de
Musashi en el Asahi Shinbun sobre el famoso espadachn
Miyamoto Musashi, su estilo se afianz en el gnero de la
ficcin pica histrica.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Sino-japonesa
contra China en 1937, el peridico Asahi Shinbun lo envi
al campo de batalla como corresponsal. Durante este
tiempo, se divorci de Yasu Akazawa y se cas con
Fumiko Ikedo. Durante la guerra continu escribiendo
novelas y recibi algunas influencias de la cultura china.
Entre las obras realizadas en este periodo se encuentran
Taiko y su narracin de El Romance de los Tres Reinos.
Al final de la guerra, dej de escribir y se retir,
establecindose en Yoshino (actualmente Oumeshi) a las
afueras de Tokio, pero pronto comenz a escribir de nuevo,
en 1947. Sus trabajos de la posguerra incluyen Nuevo
Relato del Heike, publicado en el semanario Asahi (1950), y
A Private Record of the Pacific War (1958)...
En Espaa fueron publicados las sagas de Musashi y de
Taiko por la editorial Martnez Roca, en cinco volmenes
cada una, son ediciones casi imposibles de encontrar hoy en
da, y en la cual se basa esta edicin en ePub.
Recientemente una nueva editorial, Quaterni, a comenzado
a rescatar estas obras del olvido publicando de nuevo en
castellano la saga de Musashi en 3 volmenes y la saga de
Taiko en 2 volmenes.

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