Este documento resume la noción de "intelectual fatigado" y discute cómo estos intelectuales a menudo se rinden ante las doctrinas que les ofrecen una sensación de protección y paz, en lugar de continuar luchando contra las realidades que resisten sus diseños. Argumenta que la democracia liberal fracasó en el siglo XX y que conceptos como "democracia socialista" u otras formas calificadas surgieron para llenar las lagunas percibidas en la noción original de democracia.
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Este documento resume la noción de "intelectual fatigado" y discute cómo estos intelectuales a menudo se rinden ante las doctrinas que les ofrecen una sensación de protección y paz, en lugar de continuar luchando contra las realidades que resisten sus diseños. Argumenta que la democracia liberal fracasó en el siglo XX y que conceptos como "democracia socialista" u otras formas calificadas surgieron para llenar las lagunas percibidas en la noción original de democracia.
Este documento resume la noción de "intelectual fatigado" y discute cómo estos intelectuales a menudo se rinden ante las doctrinas que les ofrecen una sensación de protección y paz, en lugar de continuar luchando contra las realidades que resisten sus diseños. Argumenta que la democracia liberal fracasó en el siglo XX y que conceptos como "democracia socialista" u otras formas calificadas surgieron para llenar las lagunas percibidas en la noción original de democracia.
Este documento resume la noción de "intelectual fatigado" y discute cómo estos intelectuales a menudo se rinden ante las doctrinas que les ofrecen una sensación de protección y paz, en lugar de continuar luchando contra las realidades que resisten sus diseños. Argumenta que la democracia liberal fracasó en el siglo XX y que conceptos como "democracia socialista" u otras formas calificadas surgieron para llenar las lagunas percibidas en la noción original de democracia.
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Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner1
La fatiga intelectual y la impotencia de la
palabra 1
Eduardo Grner
El intelectual fatigado resume las deformidades y los vicios de un mundo a la deriva. No acta, padece; si se vuelve hacia la idea de tolerancia, no encuentra en ella el excitante que necesitara. Slo el terror se lo proporciona, lo mismo que las doctrinas de las que ste es consecuencia. Qu es su primera vctima? No se quejar. Slo le seduce la fuerza que le tritura. Querer ser libre es querer ser uno mismo; pero l est harto de ser l mismo, de caminar en lo incierto, de errabundear a travs de las verdades. "Ponedme las cadenas de la ilusin", suspira, mientras se despide de las peregrinaciones del Conocimiento. De este modo se arrojar de cabeza en cualquier mitologa que le garantice la proteccin y la paz de un yugo.
Emile Cioran
La influencia del escritor est ligada a este privilegio de ser amo de todo. Pero no es amo ms que del todo, no posee ms que el infinito, lo finito le falta, el lmite se le escapa.
Maurice Blanchot
1 Publicado en revista Conjetural No. 51, Buenos Aires, Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner2
(Como se supondr fcilmente, el cnico Cioran no revista en lu- gar alguno de nuestro modesto panten intelectual. Blanchot s. El de intelectual fatigado es, no obstante, un concepto que no carece de inters (entre otras cosas por aplicable a su propio au- tor). Nuestro siglo XX y no parece que el joven XXI haya apor- tado grandes novedades- lo conoce hasta el hartazgo. Fatigado como se dice, en ingeniera, la fatiga de los materiales- de que lo que difusamente se denomina realidad resista a sus diseos, ha optado con frecuencia, es cierto, por el proverbial Peor para ella ; Cioran exagera o psicologiza con estpida fruicin- al ad- judicarle no se sabe qu masoquismo -Slo le seduce la fuerza que lo tritura-: si goza sufriendo, al menos lo hace por escrito, y se expone al escarnio pblico : ya es un paso. Pero es verdad que suele precipitarse hay aqu una reminiscencia rousseaniana de aquella bsqueda de un Amo que invent el ginebrino- en las cadenas de la ilusin. Aunque esto cabra matizarlo: de ilusiones tambin se vive , refranea la cultura popular. Ms bien su fati- gada locura proviene de que lo real se le antoja como algo a fundar , y no lo que limita su creacin hacindole generar una potica para combatirlo. Si el lmite se le escapa, pretende que no existe, como si l no perteneciera al universo de lo finito. l est en otra parte, como un demiurgo terrible que hace ascos ante un mundo que le es ajeno. Sartre se burla cruelmente de esa posi- cin : Cuntas veces se nos ha dicho que se inclinaba sobre los ambientes que trataba de describir? Se inclinaba! Dnde es- taba, pues? En el aire?. El intelectual condenado a la fatiga pone la potica antes (Mirad: el sol obedece a mi sintaxis, dice clebremente Khlebnikov, que no tuvo tiempo de fatigarse) y despus se harta de que el sol no obedezca. El efecto paradjico es que lo real desobediente termina por capturarlo: porque a sus palabras las siente impotentes , se somete a cualquier poder que le ahorre su responsabilidad por lo que diga; lo hace en tanto es- Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner3
teta , sin motivo: Lo mat porque haba mucho sol, declara Meursault. Y no lo hace, en apariencia, pasivamente (no es el re- flexivo reposo del guerrero): se requiere mucha pasin , y hasta violencia, para fabricarse la coartada de una indiferencia mili- tante y furiosa; Quisiera ser como todos, dice El Conformista de Moravia, y se improvisa sicario del fascismo: llegar a ser nadie supone un enorme trabajo de singularidad . El intelectual fati- gado no es un asesino, est claro: simplemente celebra la violen- cia de los otros especialmente si proviene del Poder- porque introduce una dimensin heroica en la grisura de lo real que se le rehye, y al cual odia con mezquindad. El Poder lo desprecia, como suele suceder? No importa: eso lo confirma en su rol de vctima incomprendida. Pero su referencia sigue siendo eso . Va de suyo que la alternativa no es el festejo de la grisura. Se equi- voca Cioran cuando ironiza crticamente sobre lo poco excitante de la idea de tolerancia: es, en efecto, una idea que no habra que tolerar sin algo de excitacin. O, al menos, de seleccin . La cues- tin, lo sabemos de sobra -pero otra cosa es saber qu hacer con ella!-, es la del conflicto permanente entre las palabras y las co- sas 2 . Es fatigante, s: pero ya descansaremos. Aunque tampoco
2 Aqu hay otra discusin con los aos 60 / 70 no terminada de saldar. Eran los aos de la pasin por el significante , del No todo es historia , del militante anti-contenidismo, del enftico desprecio por los realismos. Todo ello absolutamente necesario frente a los abusos del sociologismo / historicismo / psicologismo. Muchos revistamos en el partido de una Palabra usada como misil contra el Objeto. No hay nada de qu arrepentirse. Y hasta podemos sentir cierta nostalgia legtima por aquella (est)tica de la conviccin . Pero sera necio negarse a ver que era, justamente, un perodo histrico . Hoy, en las libreras, ya casi no se encuentran textos de lingstica o de teora literaria: Roland Barthes, Gerard Genette, Philippe Sollers, Tel Quel y compaa han devenido clsicos sin que haya pasado suficiente tiempo como para poder re- leerlos . Lvi-Strauss o Foucault no digamos Lacan- no se leen ms en clave de escritura (eso, en un momento, cubra casi todo) sino profesional (la antropologa, la sociologa poltica, el psicoanlisis, o peor, los cultural studies ). Si persisten subrepticiamente Bataille o Blanchot, es reconvertidos a la nueva avalancha de (anti)teologa poltica : se los lee desde Agamben por darle a eso un nombre de emblema mediocre-, y ni siquiera Benjamin, Carl Schmitt o Heidegger (que supieron intervenir bien inquietantemente en la teora literaria) se libraron de esa aplanadora. La filosofa, ya sabemos: se deconstruy a s misma hasta que no le quedaron ni las palabras. Es un asunto de modas? S, pero tambin de sntomas . Y en cualquier sntoma se puede escuchar un momento de verdad (aunque sea procesado en modismos deleznables): era hora de un poco ms de realidad; el realismo (que, al parecer, vuelve a colarse en la ltima narrativa, no slo local) ya no Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner4
eso es seguro. Lo que sigue, pues, es apenas un balbuceo proviso- rio, del cual renunciamos a privarnos).
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Para empezar rpido, una boutade , polticamente incorrect- sima: en el siglo XX la democracia liberal-burguesa no funcion . Los historiadores o los arquelogos- del futuro recordarn ese siglo como el de los socialismos reales, o las diversas formas del nazi-fascismo y el totalitarismo, o en el Tercer Mundo- las dictaduras militares, los nacional-populismos, etctera. No el de lo que el sentido comn llama democracia. La democracia liberal es un tema del siglo XIX: de una poca en que las grandes masas todava no demandaban o no eran interpeladas para que demandaran- su participacin en la vida pblica, poltica (por- que la idea dominante era y en el fondo, sigue siendo- que la sociedad poltica estaba estrictamente separada de la sociedad civil; slo en la primera revistaban los hombres pblicos, siempre individuos , y no colectivos ). Cuando, espordicamente, las masas s eran movilizadas, lo eran en nombre del socialismo o de la anarqua, no (o por lo menos no despus de la Revolucin Francesa, que raramente us el significante) de la democracia. Lo que en la modernidad anterior del siglo XIX- se entendi por tal, fue una democracia restringida, censitaria : un rgimen para que los varones blancos y propietarios eligieran a sus represen- tantes cada tantos aos. Por supuesto, en el siglo XX se sigui usando la palabra demo- cracia. Pero casi siempre hubo que adjetivarla de alguna ma- nera que la cualificara. Por ejemplo y con seguridad olvidamos algunas entradas de este rpido registro-: democracia socialista / social-democracia / democracia econmica / democracia popular / democracia ampliada / democracia plebiscitaria
ser lo que era, desde ya. Pero quiz sea tiempo de volver a leer todo eso en un nuevo enredo, bien conflictivo, con los objetos . Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner5
(y muchos olvidan que Hitler y Mussolini ocasionalmente usaron la palabra en este sentido) / democracia sustantiva / democra- cia radical (vase Laclau y Mouffe), y via dicendo . Es decir: siempre adicionando un suplemento a lo que era percibido como una incompletud, una falta , en la nocin originaria. An para sus ms entusiastas defensores, la verdadera democracia la que se opone a la democracia burguesa, formal, demo-libe- ral, jurdica, etctera- queda desplazada al rango de proyecto , o de construccin futura, o de como dira Habermas- horizonte de regulacin sobre cuya idealidad ajustar lo mejor posible la democracia realmente existente. Marx, por su parte, tuvo que acuar la nocin de dictadura del proletariado para demostrar que segn su concepcin- una dictadura poda ser mucho ms democrtica que la democracia burguesa; es el oximoron ele- vado a teora poltica (y lo decimos sin ninguna irona: el recurso es intelectualmente admirable). Los atenienses del siglo V a. C., inventores del concepto, no pod- an no tenan por qu- registrar el problema. Por ms directa y equitativa (isonmica e isegrica ) que la pensaran, la demo- cracia estaba implcitamente definida de antemano como no-todo y no-para-todos : no las mujeres, no por supuesto los esclavos, no los extranjeros (es decir, miembros de las pleis no atenien- ses). La democracia es, pues, un estricto, y bien restringido, particularismo. En un libro extraordinario, Nicole Loraux ha puntualizado bien la cuestin, para colmo detectndola en la retrica . Y no en cualquiera: nada menos que en la del epitafio , el elogio fnebre con el cual se celebra al muerto ilustre, para- digma de la Ciudad. Tucdides, reproduciendo el discurso de Pericles, slo parece celebrar un ditirambo democrtico; entre lneas, lo que se escucha es el elogio de los aristoi , los mejores, que son los que verdaderamente le dan su naturaleza a la polis . Lo otro es una ilusin retrospectiva fundada en la nostalgia de lo que nunca se ha tenido a que aluda Borges: Puesto que la no- cin de modelo poltico no se presenta hoy sin problemas, y Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner6
puesto que la inflacin de la palabra democracia no contribuye poco a oscurecer la cosa , vacilamos en admitir sin discusin que Atenas fuera el lugar donde la democracia se realiz un buen da en estado puro, en perfecta coincidencia del rgimen con su dis- curso 3 . Otra vez: la cosa , ciertamente, resiste a la palabra . Slo el muerto ejemplar puede estar realmente seguro de lo que se le hace decir. Es la modernidad , entonces, la que tiene que afrontar el difcil (posiblemente insoluble) problema de conciliar su universa- lismo ideal (libertad / igualdad / fraternidad para todos , ciu- dadana universal, etctera) con el particularismo real del ejercicio de un poder (de clase, de raza, de gnero, y as) 4 . Es la modernidad , como acabamos de sugerir, la que tiene el pro- blema de canalizar la energa de las grandes masas en el corset de un sistema representativo donde los que actan son una nfima minora (y podra acaso ser de otra manera, una vez que la divisin entre lo poltico y lo civil ha creado a la llamada clase poltica como categora aparte , liquidando la definicin aristotlica del Hombre mismo como zoon politikn ?). En suma: es la modernidad la que suea para eliminar imaginariamente, mticamente , las contradicciones constitutivas de su realidad 5
con la recuperacin de la bella totalidad de la que hablaba Hegel refirindose a Grecia. Una totalidad que, como todas, slo
4 Recurdese que la Revolucin Francesa slo aboli la esclavitud en las colonias antillanas en 1794 (fue el ltimo acto jurdico de Robespierre antes de literalmente perder la cabeza), es decir cinco aos despus de la Declaracin de Derechos Universales del Hombre y del Ciudadano, y ello forzada por la revolucin de los esclavos haitianos estallada en 1791. Abolicin efmera, por otra parte: Napolen la restaura en 1802 (salvo, justamente, en Hait, donde no podr doblegar la resistencia de los ex esclavos negros, que le propinarn su ms espectacular derrota antes de Waterloo, al precio de 200 000 ex esclavos muertos). No volver a ser abolida hasta 1848. El pas de la Revolucin Francesa, de la invencin de la modernidad poltico-democrtica por excelencia, fue la nica potencia colonial que tuvo que abolir la esclavitud dos veces .
5 Insistamos, una vez ms, en la definicin mediante la cual Lvi-Strauss homologa el mito tradicional a la ideologa poltica moderna : la resolucin, en el plano de lo imaginario , de los conflictos que no pueden resolverse en el plano de lo real . Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner7
poda ser tal porque le faltaba una (o varias) parte(s). Pero a la cual, como decamos, no se le plantea ese problema que la mo- dernidad no puede evadir. En la modernidad, una de dos: o se admite una democracia que no puede sino ser la parte que pasa por (que representa a) el todo , o se busca por distintas vas recuperar la mtica totalidad que borre los lmites artificiales de lo poltico, las fronteras in- ventadas entre la masa annima y los figurantes de la clase poltica. El comunismo pretendi La democracia, si se nos dis- culpa el mal chiste, es el objeto a de la poltica: eternamente inalcanzable, siempre puro desplazamiento, metonimia infinita, contigidad evanescente, mantiene alerta el deseo, a condicin de hurtarlo al siniestro de su satisfaccin. Pero el impulso o la pulsin- de la Lengua, como provocaba Roland Barthes, es tota- litario : si quiero ser humano, la gramtica o la sintaxis son una obligacin que me comprime y me compromete, que me fuerza a actuar . Por supuesto, tambin la Lengua vive, y me hace vivir, de aque- llos desplazamientos. El rgimen de las metforas es un llamado de atencin sobre la estricta imposibilidad de capturar plena- mente el objeto: el discurso mismo demuestra el no-todo de la Lengua. Pero en manos de los que la re-crean -poetas, narrado- res, a veces filsofos y ensayistas, tambin algunos psicoanalis- tas-, ocasionalmente puede reventar de su propia locura. No en el sentido de ese volver loca a la lengua que Lacan le atribuye a Joyce donde, justamente, se trata de una metfora para el far- fulleo de lo simblico hacindose incluso contra s mismo-, sino en el de una suspensin de la simbolicidad que alucina un an- tes de la Ley, una plena des-territorializacin originaria (Kris- teva la llama semitica , para aludir a una in-diferencia que est del lado de la Mater : madre / materia, o sea sustrada al corte simbolizante 6 ). Es decir mucho, y al mismo tiempo muy poco:
6 Cfr. Kristeva, Julia: La Rvolution du Langage Potique , Paris, Seuil, 1974 Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner8
hay escritores que se han acercado a ello lo ms posible, sin por ello perder la cabeza; son los que quieren mantener la Ley a raya , pero precisamente porque saben que escriben despus de su origen. Otros, en cambio, los menos, se hunden en el Todo que es como decir, la Nada- de un fuera de la Ley desde el cual se alucina tocar el Origen. Y no es este, en definitiva, el dilema que se le presenta al inte- lectual occidental en la era del fracaso de la democracia, y al mismo tiempo de la (prematura, como sabemos) muerte de la Totalidad por excelencia, Dios, y la consiguiente necesidad de su reemplazo por la totalidad de la Palabra? Martin Jay 7 ha visto bien cmo se presenta la cuestin al interior mismo de un lla- mado marxismo occidental de Lukcs a Althusser, de Benja- min a Sartre, de Bloch a Adorno- que tuvo que habrselas con el incmodo legado de Nietzsche, cuestin para colmo reduplicada por la Angst de ver la no-realizacin de esa otra totalidad terrena denominada Revolucin. Pero est lejos de ser un tema exclusi- vamente marxista. La nostalgia de la fulgurante Aletheia en Heidegger, la reduccin de lo poltico al momento de la decisin soberana en Schmitt (y en ambos resuena inequvocamente el instante universal-singular de un Kierkegaard al que ya se le planteaba el problema a mediados del siglo XIX), el retorno de lo reprimido de lo teolgico-poltico en las penltimas noveda- des de la filosofa europea, son otras tantas muestras de la gra- vedad de la cuestin. Incluso el psicoanlisis ha tenido que acu- sar recibo (por la negativa, se entiende), acabamos de mencio- narlo, mediante el no-todo de Lacan. Es cierto que el primer Lukcs (el de la Teora de la Novela , por ejemplo), tiene plena conciencia del carcter irrecuperable de la bella totalidad es esa aoranza de lo imposible la que est, para l, detrs de la sustitucin de la pica o la tragedia por la gran novela histrico- realista del siglo XIX, y hasta Thomas Mann-. Y es cierto, tam- bin, que Benjamin o Adorno de maneras diferentes pero an-
7 Jay, Martin : Marxism and Totality , Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner9
logas- construyen la teora crtica sobre la dialctica negativa , el conflicto irresoluble, entre el fragmento y la totalidad perdida (y es por eso, entre parntesis, que al contrario del Lukcs es- talinista posterior a Historia y Conciencia de Clase - su propio canon literario empieza por Kafka o Beckett, y no por Balzac o Tolstoi). Sartre es un caso anmalo, una tercera posicin: aun- que celebra la experimentacin con el fragmento y el montaje , la busca en los autores que conservan el teln de fondo del rea- lismo (Faulkner, Dos Passos). En todos ellos, entonces, la pregunta es, en efecto, qu hacer con el no-todo . Precipitmonos en una hiptesis: la respuesta ser diferente y, normalmente, opuesta segn que el intelectual crea que (como en Benjamin, en Adorno, en el primer Lukcs, hasta cierto punto en Sartre) no hay solucin para el problema, o segn crea que an partiendo del fragmento , de la ruina (para decirlo benjaminianamente) el objeto originario de la totalidad puede ser producido en toda su armona y consistencia 8 . A esto se llama, habitualmente, estetizacin de lo poltico .
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En Benjamin, mucho antes del texto sobre la obra de arte en el cual la cuestin se tematiza explcitamente, est ya la advertencia sobre el Horror (sagrado, y por ello tanto ms horroroso) que implicara una traduccin perfecta, que alcanzara la Ur-Lengua pre-bablica. El goce de (pretender) hacerlo, en el siglo XX, da lo que groseramente podramos llamar la fascinacin intelectual del fascismo . Algo, por cierto, mucho ms extendido de lo que el progresismo suele (o quiere) creer. Retroactivamente (quiero decir: en un movimiento de aprs-coup que, si por un lado
8 Hay tres grandes textos filosficos alemanes modernos, todos ellos referidos al arte, que llevan en su ttulo la palabra origen: El Origen de la Tragedia (Nietzsche), El Origen del Drama Barroco (Benjamin), El Origen de la Obra de Arte (Heidegger). Estamos seguros de que una comparacin en profundidad entre ellos, sobre el eje de los usos diferenciados del concepto de origen , arrojara ntidamente sus distintas posiciones filosfico-polticas. Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner10
puede aparecer deshistorizado, por el otro cumple la condicin que el propio Benjamin asignaba a la verdadera historia, esa que hace relampaguear los hechos del pasado en este instante de peligro), uno puede sufrir un buen sobresalto leyendo algunas de las conferencias de Bataille, Caillois, Klossowski o an Leiris en el Collge de Sociologie de los aos 30, o alguna de las posi- ciones de Maurice Blanchot antes de 1941, o alguno de los erudi- tos estudios de Georges Dumzil anteriores a la guerra 9 . En to- dos, o en muchos, de ellos se piensa poder llegar a habitar el es- pacio vaco del Origen. La mayora retrocede a tiempo, y por eso no son Cline, en cuyos borbotones sanguinolientos y pestilentes se juega la ambicin de que la Lengua francesa, para el caso- masculle un nuevo inicio desde la Nada , como si nunca hubiera habido Ley 10 . Y en ese magma nauseoso genera un estilo , tanto ms seductor cuanto que es producto de un asco verdadero por el mundo, y no, siquiera, de una ideologa consistente (No soy hombre de ideas, sino de estilo: difcilmente se podra decir mejor la re-negacin de la constitucin del Universal). Y se trata, de paso, de una nusea bien diferente, y ms bien contraria, a la de Sartre: en Roquentin es el pro-yecto , el arrojo hacia el Otro,
9 Para el Collge de Sociologie , cfr. Denis Hollier (ed.): El Colegio de Sociologa , Madrid, Taurus, 1982; para Maurice Blanchot, Zeev Sternhall: Neither Right nor Left. Fascist Ideology in France , New Jersey, Princeton University Press, 1986; para Georges Dumzil, Carlo Ginzburg: Germanic Mythology and Nazism: Thoughts on an Old Book by Georges Dumzil, en Clues, Myths and the Historical Method , Baltimore, the Johns Hopkins University Press, 1989
10 Cline no puede ser ms explcito al respecto, con su obsesiva insistencia en el epigrama En el principio fue la accin . Por supuesto, en un sentido muy diferente al de Goethe: aqu se trata de que las palabras (las de la lengua francesa acadmica y codificada desde Port Royal) son impotentes para expresar las convulsiones biolgicas del cuerpo galo-germnico; la lengua francesa realmente existente debe ser pues bombardeada , dinamitada, para inventarle un nuevo origen. Kristeva (cfr. Poderes de la perversin , Mexico, Siglo XXI, 1979) restringe la pulsin de lo abyecto que conducira a Cline al nazismo y el racismo- a un intento desesperante por escribir la oralidad de la lengua francesa pre-gramatical, una suerte de escritura pre-histrica . No decimos que la idea est mal, pero s que demuestra, precisamente, lo dificultoso del tema. Porque, descripto as, es exactamente lo mismo que ensaya Pasolini con su poesa dialectal (y es Pasolini el que, tambin explcitamente, habla de prehistoria ), y si eso lo conduce a alguna parte adems, por descontado, de a la escritura de gran poesa- es al comunismo. Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner11
en forma de escritura, lo que sustrae de la viscosidad indiferen- ciada de lo real, del enredo mortfero en las races del castao. Cline, en cambio, que no cuestiona sino que odia su lengua, usa ese enredo como escritura: lo nauseabundo es su afn de revolcarse en un lodo pre-sintctico que entonces se vuelve la peor ideologa: el racismo violento pero no fundamentalista, ya que precisamente no reconoce ningn fundamento: su escri- tura est antes de la Lengua que debera permitirla an para transgredirla- del que alucina la lengua del Otro (el judo, el chino, pero tambin el francs 11 ) como amenaza de una Ley ya constituida pero sin origen -ya volveremos a esto- que obsta- culiza, con sus cortes , la continuidad magmtica, gozosa, del ja- deo, el grito, la crispacin, los puntos suspensivos que sirven para saltar por encima de la puntuacin diferenciadora 12 . Es cono-
11 Los collabos modernistas (Drieu, Brasillach, y desde ya Cline) no son , en absoluto, nacionalistas. Desprecian toda la tradicin francesa: no solamente la de la Revolucin que, en su visin, ha resultado en la mediocridad democrtica-, sino la monrquica. De all su ruptura con el tradicionalismo de Barrs, Maurras o Action Francaise (algunos de cuyos miembros fueron, a su manera, resistentes). Muchos son convencidamente vanguardistas (Rebatet es un entusiasta del surrealismo). Lo que conservan del tradicionalismo y extreman a grados que el propio tradicionalismo no se hubiera permitido- es un virulento racismo (no slo, aunque s especialmente, antisemita). Dentro de su deseo de una revolucin total , est el programa de una solucin verdaderamente final para la cuestin juda (Cline termina despreciando a los propios nazis porque no han sido capaces de ir hasta las ltimas consecuencias, como l preconiza). Cfr. Carroll, David: French Literary Fascism. Nationalism, Anti-Semitism, and the Ideology of Culture , New Jersey, Princeton University Press, 1995
12 Sartre, en su Portrait de lantisemite , publicado en Les Temps Modernes en diciembre de 1945, mientras Cline espera sentencia, le imputa no creer en su propio nazismo. Aunque se equivoca en cuanto a las motivaciones de Cline lo acusa de estar a sueldo de los nazis, lo cual no es cierto-, acierta en lo que hace a sus efectos : Cline no tiene una ideologa que aplica a sus textos, sino que su ideologa es inseparable de su escritura. Respondiendo a los ataques sartreanos con otro de sus panfletos vomitivos, Cline retrata a su contrincante con una cascada incontenible (se ve claramente all la auto- fascinacin con el propio estilo ) de insultos donde lo retrata como un batracio viscoso, impotente, enfermizo, y que por todo ello se defiende como intelectualoide pattico: es exactamente el tipo de caricatura que el discurso antisemita ha venido haciendo del judo Sartre no lo es, y justamente por ello Cline muestra su racismo esencialista - en el medio siglo anterior, tambin en Francia. Cline, literalmente, no sabe lo que dice: por eso es en cmo lo dice que se articula su verdad. Al margen de esto, el episodio es de una extraordinaria ambigedad. Cline, muy astutamente, acusa a Sartre de virtual asesino : la diatriba que este le ha dirigido en plena fiebre de depuracin de los collabos - podra contribuir a su fusilamiento. Pero Sartre que viene criticando duramente los errores y excesos de la Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner12
cida la ambicin cliniana de disolver la lengua en la msica , o an ms ac, en el ritmo : otro mito pre-bablico para la anula- cin o la neutralizacin valorativa- del contenido 13 . Aqullos otros, decamos, especialmente Bataille puesto que ellos s son hombres de ideas, tal vez-, tambin se detienen antes de ese borde. Pero no sin asomarse. Es instructivo, no por supuesto para levantar cargos retrospec- tivos contra nuestros maestros (quin negara que muchos de los que nombramos lo son?), sino para, a travs de la transmi- sin de su enseanza, hacernos cargo con apenas mdicas grageas de coraje intelectual- de cun poderosamente ha atrave- sado el siglo esa fascinacin, y de cun presente an est en las propias vacilaciones de nuestra palabra actual . Un caso al uso que persiste en su montono retorno- es el de Heidegger: fuente de cmo decirlo? malentendidos? Pero no: Quin puede
depuracin- no estara, al revs, tratando de salvarlo al sealar pblicamente la inautenticidad de su nazismo? Sartre al menos el Sartre de esa poca- no cree demasiado en el Inconsciente, y por ello no puede advertir lo plenamente autntico en Cline.
13 La fascinacin por el puro ritmo (es decir, por la trasposicin de un recurso musical fuera de la msica) es, por supuesto, un antiguo tema de las poticas, aunque deviene estandarte de la poesa sobre todo a partir de Mallarm. La palabra rtmica del poema tiene el objetivo de desembarazarnos del Objeto, de destruirlo, aniquilarlo, hacerlo desaparecer (son verbos usados por Blanchot en su ensayo Le Mythe de Mallarm, en La Part du Feu , Paris, Gallimard, 1949). En el arte (y luego la comunicacin) de masas, el ritmo es introducido como recurso tcnico-esttico privilegiado por el cine. Benjamin (que cifraba grandes expectativas emancipadoras en el cine, y luego Adorno, que no) vio bien cmo la seduccin rtmica poda ser explotada por la estetizacin de la poltica en el fascismo. Se podra mostrar, en efecto, el modo en que los magnficos documentales de Leni Riefensthl reproducen en su propio montaje el ritmo de las marchas a paso de ganso de las SS, diseadas por el gran arquitecto Albert Speer. En Cline puede detectarse algo similar. Utiliza las palabras como un autntico proyectil fontico, como una carga de profundidad que se hiciera estallar en el cerebro receptor. Usar trminos como judo, negro, alemn, francs, ruso, enfermo, lisiado como adjetivos despectivos, entrecortados por los signos de admiracin y los puntos suspensivos, forma parte de una estrategia para convertir el lxico en una suerte de ametralladora destructora de la Lengua y de su relacin con lo humano. Sin duda con la misantropa, con el odio a toda forma de humanidad, se puede hacer gran literatura (no pretendemos aqu adscribirnos a ninguna forma de humanismo pietista que recuse al arte en nombre de un Hombre abstracto, por otro lado inexistente). En Cline, el efecto es, s, fascinante . Pero es tambin de un casi insoportable aturdimiento , que impide toda reflexin crtica. En ese sentido es que decimos un poco a los apurones- que su ritmo recuerda a los montajes de la Riefenstahl y al taconeo de las botas nazis. Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner13
honestamente malentender la afiliacin (todava innecesaria en el momento en que la hace) al NSDAP, el discurso del Recto- rado, la simpata por las SA de Rhm (que para algunos lo trans- forman en un rebelde ante el rgimen, pero para otros repre- sentan la autenticidad jacobina de su nazismo)? Qu todo eso fue efmero? Pero, no es una cuestin de tiempo!: la decisin se toma en un instante. Y, por otra parte: no se trata tan slo de los tropiezos de una biografa, sino este es el gran, e inagotable, tema por debajo de aquellos retornos- de lo que est inscripto en sus textos. Inscripto, y tambin encriptado : la notoria com- plejidad (y abstrusidad) del lenguaje heideggeriano ha sido un no menor argumento para hacerle decir lo que convenga en cada momento 14 . Posiblemente sea Lacoue-Labarthe quien ms se haya acercado, no digamos a una solucin, sino a un sugestivo planteo del problema, al interrogar el nazismo de Heidegger en
14 Se entiende que no estamos criticando en s misma esa dificultad de lenguaje (algo que tambin ha hecho de Lacan o Derrida objetos de las pullas ms frvolas): no hace falta teorizar demasiado la dialctica enunciado / enunciacin para advertir que no hay otra manera de decir lo que Heidegger pretende decir. El problema sin solucin a la vista- es que el torbellino infinito de hermenuticas heideggerianas a que la dificultad ha dado lugar, frente al compromiso poltico del autor, levanta toda clase de sospechas sobre lo que realmente quiso decir. Eso ha llegado a extremos de deshonestidad intelectual intolerable, en casos como los de Faras o, ms recientemente, Emmanuel Faye (cuyo padre, Jean-Pierre, ciertamente haba hecho un trabajo harto ms estimable en Los Lenguajes Totalitarios ): su panfleto de 600 pginas Heidegger, lIntroduction du Nazisme Dans la Philosophie es una coleccin altamente selectiva de asociaciones y recortes des-contextualizados que no puede sino concluir con la sentencia con la que se inicia, a saber la de la irredimible culpa de Heidegger. Y con ello no estamos diciendo que no sea culpable. Lo que estamos diciendo es que esa no es la forma ms feliz de demostrarlo. Mucho menos cuando el libro de Emmanuel Faye dio lugar a un verdadero tribunal inquisitorial por parte de los media , que estuvo a punto de resultar en la prohibicin (hubo quien lo propuso seriamente!) de estudiar a Heidegger en las universidades francesas. No vamos a incurrir en la tentacin aunque es fuerte- de interrogar a la Francia de Hait, de Indochina y de Argelia (y, por lo que ahora se sabe, del Proceso argentino) por sus ttulos democrticos, porque, como se dice, una cosa no quita la otra. Baste constatar una vez ms el grado de pasin censora y de verdadero terrorismo ideolgico a que puede llegar la correccin poltica. Otros cuestionados (y cuestionables) lo sufrieron en vida, y en cuerpo: Cline estuvo a punto de ser ejecutado, Ezra Pound fue encerrado por loco despus de ser exhibido como bicho raro, en una jaula pblica , en un campo de prisioneros norteamericano, a raz de sus transmisiones de radio pro-Mussolini. En estos dos casos sin que sea una disculpa- se podr hablar de un sindrome de inmediata postguerra. Pero en la Francia del siglo XXI? Como sea: es otro debate imposible . Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner14
sus textos sobre arte y literatura (y principalmente en sus abusos de Hlderlin) 15 . Es decir, en una estetizacin de lo poltico en la que la poesa se traduce a un monumentalizado mito de Origen de una (imaginaria y racializada, aunque no, en principio, anti- semita) comunidad greco-germnica 16 . Es, se ve, el movimiento inverso al de Cline: aqu, la singularidad del ritmo potico es anulada a favor de una tirana del contenido ontolgico-pol- tico. Pero queda el hecho de esa locura fundacional de la que hablbamos. En su comentario a Hlderlin, Heidegger eleva por encima de cualquier otra cosa la nocin de lo Sagrado (Das Hei- lige , un trmino retomado de otro para-nazi, Rudolf Otto). Lo Sagrado es lo inmediato (algo cercano al instante kierkegaar- diano), es decir aquello que es incomunicable , pero al mismo tiempo la condicin de posibilidad de toda comunicacin (la vertiente mstica es aqu transparente) : lo Sagrado en s es el Caos . Tambin es el Da , pero anterior al da (en el sentido cotidiano), anterior incluso a s mismo: es un ante-da, una claridad previa a la claridad, en la que (el) Todo est a punto de comenzar 17 . Se llama, entre otras cosas, Aletheia , des-oculta- miento (La Verdad antes de la verdad?). Es imposible no ver - o ser apenas una tentacin metonmica?- la relacin, aunque pacificada, con el violento misticismo del Caos en Cline 18 .
15 Cfr. Lacoue-Labarthe, Philippe: Heidegger. La Poltica del Poema , Madrid, Trotta, 2007, y La Ficcin de lo Poltico , Madrid, Arena, 2002.
16 Es importante entender que en Heidegger (y tampoco en Cline, en otro sentido) no hay la bsqueda de un retorno al origen (sabe perfectamente que eso es una causa perdida ) sino la consciente invencin de un origen mtico en el que se hace converger a Hlderlin con Parmnides (el Ser), Herclito (el plemos , traducido reductivamente como guerra), Homero (el componente heroico), Sfocles (la tragedia es des-conflictualizada para hacerla entrar en el Geviert , la cuadratura armnica de Cielo / Tierra / Hombres / Dioses, como hemos intentado mostrarlo en otra parte)
17 Cfr., sobre todo, Heidegger, Martin : Y para qu poetas?, en Caminos del Bosque , Madrid, Alianza, 1995
18 Y es imposible, asimismo, no ver la diferencia con lo Sagrado benjaminiano : en este, como hemos mencionado, se incluye conflictivamente el Horror, lo Unheimlich , algo del orden de Das Ding , etctera. Que es, por otra parte, una inclusin que cualquier antroplogo o historiador de las Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner15
La diferencia central, sin embargo, parece ser que Heidegger s es, sin dudas, un hombre de ideas. Y qu ideas. Quiero decir: seremos capaces de negar que, por el mismo camino (o senda perdida ) que conduce a su nazismo, se producen algunos de los interrogantes y de las advertencias, como se ha dicho- ms urgentes para pensar crticamente la modernidad? Jergosidades aparte, una Modernidad que pivotea sobre la constatacin del olvido del Ser verificable como proceso histrico-metafsico al menos desde Platn en adelante- bajo la dominacin de un cierto logos que es pensamiento exclusivo del y sobre el Ente, y que se esencia metafsicamente en la Tcnica como lgica de maquinacin y dominacin. Una lgica cuya finalidad si puede hablarse as- es la sustitucin de la Verdad como des- ocultamiento del ser por un Saber mecanicista de las causas (quiero decir: de las siempre encontradas y nunca perdidas ), que hace de lo real una disponibilidad , una utilitaria reserva de lo siempre-a-la-mano : una Razn, pues, desde el vamos defi- nida occidentalmente como instrumental, como ratio calcu- lante, pero que en la Modernidad satura su voluntad de poder planetaria hasta el lmite de la potencial aniquilacin , y ya no slo ocultamiento, del Ser. Etctera, etctera. Finalmente como ha venido quedando cada vez ms patente en muchas re- lecturas de los ltimos aos- ella es tambin , de una cierta ma- nera, la pregunta frankfurtiana, y en especial la de Adorno. Y si bien de ningn modo consentiremos en postular una equivalen- cia entre ambos pensamientos, tampoco rehuiremos el hecho de que una confrontacin entre ellos estar siempre ms prximo a la verdad que el reciclaje des-problematizado que han perpetrado algunos pensadores dbiles de la era del vaco, y paparruchas semejantes. Pero, en todo caso: porque Heidegger es , decamos, un hombre de ideas, sus ideas pueden , hasta cierto punto, usarse incluso
religiones est obligado a efectuar en nociones como la de tab . En Heidegger, en cambio, es pura claridad. Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner16
contra l. Algo mucho ms difcil si no imposible- de hacer con el ritmo cliniano. Aunque, hay que andar con cuidado en todo esto. Es verdad que, al contrario de Cline, Heidegger privilegia sus ideas . Pero en tanto estas son indivorciables de un decir , el encantamiento de la Palabra opera, tambin en l, ambivalente- mente (Adorno, menos benevolente que nosotros, lo llamaba, socarronamente, la jerga de la autenticidad ). Hay en el lenguaje filosfico de Heidegger una cualidad poemtica puesta al servi- cio de hacer que aquello que es infundado devenga fundamento, que el abismo del da devenga da que hace surgir y construye 19 . La ambigedad de todo esto es inquietante: podramos acaso ponernos frontalmente en contra de esa manera de hablar la de Heidegger, que Blanchot est aqu obviamente parafraseando-? no hemos usado, tantas veces, metforas similares (menos po- ticamente eficaces, claro) para hablar del poder de la lengua, de la literatura? pero, esa pasin fundacional no deviene ahora oscura, ominosa? cmo privarse, sin embargo, de las palabras que la dicen? de esa -as la llamamos antes-fascinacin inte- lectual? 20 .
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Para entendernos lo mejor posible tambin en esto, claro, fun- ciona el no-todo , y habr inevitables o necesarios restos de ma- lentendido-: con fascinacin intelectual del fascismo no nos referimos (suponemos que a esta altura ya se habr bien enten-
19 Blanchot, Maurice: La parole sacre de Hlderlin , en La Part du Feu , op. cit.
20 No es una cuestin banal. Pinsese que todos los pensadores del siglo XX que de una u otra manera han sufrido la influencia de Heidegger son, genricamente hablando, de izquierdas. La lista incompleta- es ciertamente impresionante: en orden ms o menos cronolgico, Marcuse, Kojve, Hypolitte, Sartre, Merleau-Ponty, Althusser, Foucault, Deleuze, Castoriadis, Derrida, Badiou, Negri. Y, por supuesto, Lacan. De los ms importantes, tan slo Adorno lo confront con violencia, al precio de alguna injusticia. No es algo fcil de explicar. Zizek cree poder aventar la ambigedad (o la contradiccin?) hablando, a propsito del nazismo de Heidegger, de un paso correcto en la direccin equivocada. Un ingenioso juego de palabras, que hace muy poco por poner la Palabra en juego. Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner17
dido) a los compromisos polticos individuales de los sujetos: ni el rectorcito Heidegger, ni Schmitt, ni Junger, ni Gottfried Benn, ni Rudolf Otto ni Werner Jaeger ocuparon cargos impor- tantes en la maquinaria estatal nazi, y ms bien fueron resistidos por la cultura oficial del rgimen; mucho menos lo hicieron en Vichy Cline, Drieu La Rochelle, Brasillach, Rebatet o Thierry Maulnier. Y, por otra parte, esa tentacin es muy anterior a la modernidad, y por supuesto al siglo XX: desde el Platn asesor del tirano siracusano Dionisio hasta el Rousseau consejero del rey de Polonia, pasando por Maquiavelo / Borgia, Hobbes / Cromwell y miles de etcteras, la seduccin de los intelectuales por el Poder es una ley magntica recurrente en cualquier rgi- men. Y no tenemos por qu prejuzgar que no haya, en todos esos hombres, una conviccin autntica y desinteresada. Pero tambin hay, en todos esos hombres, la asuncin de aquel conflicto entre el universalismo de la Idea y el particularismo de la poltica: ni los consejos de Platn a Dionisio cuya teora puede leerse en El Poltico tienen mucho que ver con La Repblica (son mucho ms democrticos), ni los de Rousseau al rey de Polonia se pa- recen demasiado al Contrato Social (son mucho menos de- mocrticos). Ninguno de ellos es un intelectual fatigado : ms bien son incansables. No. Nos referimos, ms bien, en el caso de los escritores, a una fascinacin por el poder absoluto de la Palabra y muy espe- cialmente, de la Palabra potica - que replica en su propio regis- tro y terreno la pretensin al poder absoluto de los regmenes llamados totalitarios 21 . En otros trminos: a un delirio
21 Aqu usamos el trmino en su sentido establecido vulgarmente, y aplicado a las distintas formas del genrico fascismo. Hannah Arendt, como es sabido, lo utilizaba en un sentido mucho ms especfico, y paradjicamente, mucho ms generalizado, ya que lo aplicaba indistintamente al fascismo y al comunismo. Lo cual es por lo menos curioso, puesto que es la propia Arendt la que, muy agudamente, afirma una diferencia radical al observar que de El Capital de ninguna manera puede deducirse el Gulag estaliniano, mientras que de Mi Lucha slo poda deducirse Auschwitz. Pero entonces y an cuando para ir rpido aceptramos llamar totalitarios a ambos regmenes-, la distancia entre teora y prctica mxima en un caso, nula en el otro- Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner18
fundacional que hace de la propia sintaxis potica la cifra misma de la Lengua, de la Ley, elevndose mticamente en el sentido de un mito artificialmente fabricado por sobre los lmites de la herencia simblica (o mejor, como lo hemos suge- rido: colocndose antes de esos lmites, como lengua-antes-de- la-lengua , para decirlo clino-heideggerianamente). Y que en- tonces se desliza, con violencia, en la identificacin fascinada con el Poder propiamente poltico que busca articular la misma alucinacin en su fundacin comunitaria porque la Lengua es , finalmente, fundadora de communitas -. En los dos casos, lo que est en juego es una teo-teleologa , el impulso estetizante hacia una totalidad armnica , no-cas- trada. Para conquistarla, contra la resistencia de las cosas que se oponen a lo que Adorno llamara la tirana del Concepto, hay que barrer, con toda la violencia que sea necesaria, las ruinas del Lenguaje tanto como las de la Historia. En lugar de reconocer el conflicto y darse una poltica de la escritura que pueda (o no: el reconocimiento de lo imposible es tambin un momento poltico y literario), se hace de la propia literatura de la propia escritura poetizante - una poltica absolutista , y en ese camino se en- cuentra al fascismo, que es lo absoluto de la poltica , llevado al borde de lo absolutamente no-poltico -ya que, aunque se diga con buenas razones que todo es poltico, ms estrictamente habra que decir que tambin la poltica (y la literatura) es un no- todo que tiene que trabajar sus permanentemente renovadas faltas ; si el fascismo es una perversin de la poltica, como pretenden algunos, lo es en todo caso porque la suya es la preten- sin loca de una Ley sin fisuras, lo cual es lo mismo que nin- guna Ley: el fascismo literario es an-arqua en el ms pleno sentido-. Cline lo dice sin lugar a equvoco: "Cuntas cartas de insultos recibo al da? Siete u ocho...y cartas de admiracin in-
no merece al menos algunas especificaciones? Y no es interesante (para volver a un tema ya discutido en un nmero anterior de esta revista) que mientras el estalinismo tuvo que mentir (que deformar la teora, digamos) para justificar el Gulag, el nazismo no tuvo ms que ser consecuente con ella? Projeto Revolues [La fatiga intelectual y la impotencia de la palabra] Eduardo Grner19
mensa?... casi otras tantas... acaso he pedido algo? de ningn modo! nunca!... anarquista soy, he sido, sigo siendo, y me traen sin cuidado las opiniones!". No hay que engaarse, entonces: lo hemos visto, la totalidad armnica no es enemiga del ms radi- cal desorden , incluso del Caos: al contrario, este es una condi- cin para conquistar aqulla; la Utopa de la Lengua absoluta requiere un Apocalipsis previo que retrotraiga el lenguaje a un grado menos-que-cero de in-discriminacin, de in-discrecin (en el sentido de un significante si es que se lo puede seguir llamando as- no-discreto , como dicen los lingistas; pero uno puede, tambin, aprovecharse de las palabras: la escritura de Cline ha sido repetidamente tachada de obscena ; en un decir lo que no debera ser dicho, indiscreta es una gradacin sin duda menor, pero que pertenece a la misma lgica). Hay algo de esto en el odio de Cline al judo. La Ley, como es obvio, debe pretender la Universalidad. Sin embargo, se aplica a un territorio (y, normalmente, tambin a una lengua ), que suele, hoy, tener un nombre aunque no siempre un Estado: es el caso de Palestina, aunque no por su propia voluntad, se entiende-. Sea su espacio de aplicacin ya material o todava virtual, la Ley no existe como des-territorializada . He ah, si se quiere decir as, su contradiccin, o quiz su inconsistencia :
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