Enrique Anderson Imbert - El Fantasma

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EL FANTASMA

ENRIQUE ANDERSON IMBERT



Se dio cuenta de que acababa de morirse cuando vio que su propio
cuerpo, como si no fuera el suyo sino el de un doble, se desplomaba
sobre la silla y la arrastraba en la cada. Cadver y silla quedaron
tendidos sobre la alfombra, en medio de la habitacin.
Con que eso era la muerte?
u! desen"a#o$ %aba querido averi"uar cmo era el trnsito al otro
mundo y resultaba que no haba nin"&n otro mundo$ 'a misma
opacidad de los muros, la misma distancia entre mueble y mueble, el
mismo repicar de la lluvia sobre el techo... ( sobre todo qu!
inmutables, qu! indiferentes a su muerte lo ob)etos que !l siempre
haba credo ami"os$* la lmpara encendida, el sombrero en la
percha...+odo, todo estaba i"ual. Slo la silla volteada y su propio
cadver, cara al cielo raso.
Se inclin y se mir en su cadver como antes sola mirarse en el
espe)o. u! ave)entado$ ( esas envolturas de carne "astada$ , Si yo
pudiera al-arle los prpados qui- la lu- a-ul de mis o)os ennobleciera
otra ve- el cuerpo , pens.
.orque as, sin la mirada, esos mo/etes y arru"as, las curvas velludas
de la nari- y los dos dientes amarillos, mordi!ndose el labio e0an"1e
estaban revelndole su aborrecida condicin de mamfero.
,2hora que s! que del otro lado no hay n"eles ni abismos me vuelvo
a mi humilde morada.
( con buen humor se apro0im a su cadver , )aula vaca , y fue a
entrar para animarlo otra ve-.
+an fcil que hubiera sido$ .ero no pudo. 3o pudo porque en ese
mismo instante se abri la puerta y se entrometi su mu)er, alarmada
por el ruido de silla y cuerpo cados.
, 3o entres$ , "rit !l, pero sin vo-.
4ra tarde. 'a mu)er se arro) sobre su marido y al sentirlo e0nime
llor y llor.
, Cllate$ lo has echado todo a perder$ , "ritaba !l, pero sin vo-.
u! mala suerte$ .or qu! no se le habra ocurrido encerrarse con
llave durante la e0periencia. 2hora, con testi"o, ya no poda resucitar5
estaba muerto, de6nitivamente muerto. u! mala suerte$
2cech a su mu)er, casi desvanecida sobre su cadver5 y su propio
cadver, con la nari- como una proa entre las ondas de pelo de su
mu)er. Sus tres ni#as irrumpieron a la carrera como si se disputaran
un dulce, frenaron de "olpe, poco a poco se acercaron y al rato todas
lloraban, unas sobre otras. +ambi!n !l lloraba vi!ndose all en el
suelo, porque comprendi que estar muerto es como estar vivo, pero
solo, muy solo.
Sali de la habitacin, triste.
2dnde ira?
(a no tuvo esperan-as de una vida sobrenatural. 3o, no haba nin"&n
misterio.
( empe- a descender, escaln por escaln, con "ran pesadumbre.
Se par en el rellano. 2cababa de advertir que, muerto y todo, haba
se"uido creyendo que se mova como si tuviera piernas y bra-os.
4li"i como perspectiva la altura donde antes llevaba sus o)os
fsicos$ .uro hbito. uiso probar entonces las nuevas venta)as y se
ech a volar por las curvas del aire. 'o &nico que no pudo hacer fue
traspasar los cuerpos slidos, tan opacos, las insobornables como
siempre. Chocaba contra ellos. 3o es que le doliera5 simplemente no
poda atravesarlos. .uertas, ventanas, pasadi-os, todos los canales
que abre el hombre a su actividad, se"uan imponiendo direcciones a
sus revoloteos. .udo colarse por el o)o de una cerradura, pero a duras
penas. 7l, muerto, no era una especie de virus 6ltrable para el que
siempre hay pasos5 slo poda penetrar por las hendi)as que los
hombres descubren a simple vista. +endra ahora el tama#o de una
pupila de o)o? Sin embar"o, se senta como cuando vivo, invisible, s,
pero no incorpreo. 3o quiso volar ms, y ba) a retomar sobre el
suelo su estatura de hombre. Conservaba la memoria de su cuerpo
ausente, de las posturas que antes haba adoptado en cada caso, de
las distancias precisas donde estaran su piel, su pelo, sus miembros.
4vocaba as a su alrededor su propia 6"ura5 y se insert donde antes
haba tenido las pupilas.
4sa noche vel al lado de su cadver, )unto a su mu)er. Se acerc
tambi!n a sus ami"os y oy sus conversaciones. 'o vio todo. %asta el
&ltimo instante, cuando los terrones del camposanto sonaron l&"ubres
sobre el ca)n y lo cubrieron.
7l haba sido toda su vida un hombre dom!stico. 8e su o6cina a su
casa, de casa a su o6cina. ( nada, fuera de su mu)er y sus hi)as. 3o
tuvo, pues, tentaciones de via)ar al estma"o de la ballena o de
recorrer el "ran hormi"uero. .re6ri hacer como que se sentaba en el
vie)o silln y "o-ar de la pa- de los suyos.
.ronto se resi"n a no poder comunicarles nin"&n si"no de su
presencia. 'e bastaba con que su mu)er al-ara los o)os y mirase su
retrato en lo alto de la pared.
2 veces se lament de no encontrarse en sus paseos con otro muerto
siquiera para cambiar impresiones. .ero no se aburra. 2compa#aba a
su mu)er a todas partes e iba al cine con las ni#as.
4n el invierno su mu)er cay enferma, y !l dese que se muriera.
+ena la esperan-a de que, al morir, el alma de ella vendra a hacerle
compa#a. ( se muri su mu)er, pero su alma fue tan invisible para !l
como para las hu!rfanas.
ued otra ve- solo, ms solo a&n, puesto que ya no pudo ver a su
mu)er. Se consol con el presentimiento de que el alma de ella estaba
a su lado, contemplando tambi!n a las hi)as comunes. Se dara
cuenta su mu)er de que !l estaba all? Si... claro$... qu! duda haba.
4ra tan natural $
%asta que un da tuvo, por primera ve- desde que estaba muerto, esa
sensacin de ms all, de misterio, que tantas veces lo haba
sobreco"ido cuando vivo5 y si toda la casa estuviera poblada de
sombras de le)anos parientes, de ami"os olvidados, de 6s"ones, que
divertan su eternidad espiando las hu!rfanas?
Se estremeci de dis"usto, como si hubiera metido la mano en una
cueva de "usanos. 2lmas, almas, centenares de almas e0tra#as
desli-ndose unas encimas de otras, cie"as entre s pero con sus
maliciosos o)os abiertos al aire que respiraban sus hi)as$
3unca pudo recobrarse de esa sospecha, aunque con el tiempo
consi"ui despreocuparse* qu! iba a hacer$ Su cu#ada haba
reco"ido a las hu!rfanas. 2ll se sinti otra ve- en su ho"ar. ( pasaron
los a#os. ( vio morir, solteras, una tras otra, a sus tres hi)as. Se apa"
as, para siempre, ese fue"o de la carne que en otras familias ms
abundantes va e0tendi!ndose como un incendio en el campo.
.ero !l saba que en lo invisible de la muerte su familia se"ua
triunfando, que todos, por el "usto de adivinarse )untos, habitaban la
misma casa, prendidos a su cu#ada como nufra"os al &ltimo le#o.
+ambi!n muri su cu#ada.
Se acerc al ata&d donde la velaban, mir su rostro, que todava se
ofreca como un espe)o al misterio, y sollo-, solo, solo qu! solo$ (a
no haba nadie en el mundo de los vivos que los atra)era a todos con
la fuer-a del cari#o. (a no haba posibilidades de citarse en un punto
del universo. (a no haba esperan-as 2ll, entre los cirios en llama,
deban de estar las almas de su mu)er y de sus hi)as. 'es di)o
92dis$9 sabiendo que no podan orlo, sali al patio y vol noche
arriba.

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