Revolucion y Guerra
Revolucion y Guerra
Revolucion y Guerra
Revolucin y Guerra
II. La Revolucin en Buenos Aires
a) Nace una vida poltica La jornada del 25 ha creado un nuevo foco de poder,
que quiere hacer de su legitimidad, un elemento capital de la ideologa
revolucionaria, frente a esto el deslizamiento hacia la guerra civil no podr ser
evitado, de ah que la revolucin comienza por ser la aventura estrictamente
personal de algunos porteos.
El nuevo orden dispone de medios para obligar a la adhesin la hace al mismo
tiempo menos significativa, de ah que ser la existencia de un peligro externo (el
de la posibilidad de vuelta del viejo orden) lo que dar carcter de irrevocable a
ciertas formas de adhesin al nuevo sistema, pero ese elemento disciplinante es de
eficacia relativa: la reconciliacin con la metrpoli, buscada por la sumisin,
pareca an en 1815 una salida viable para los dirigentes revolucionarios.
Los jefes revolucionarios en tanto dueos del ejrcito urbano y de la mquina
administrativa de la capital virreinal no tienen en lo inmediato, demasiado que
temer de Buenos Aires; aun as les era preciso consolidar su poder, lo que les
llevaba a establecer nuevas vinculaciones con la poblacin subordinada.
Se busco emplear a la iglesia como intermediaria, por lo que la obligacin de
predicar sobre el cambio poltico fue impuesta a todos los prrocos, pero aun ms
importante era el sistema de polica ya que no slo se trata de ubicar y hacer
inofensiva la disidencia sino tambin de disciplinar la adhesin.
La transformacin poltica comenzada en 1810 ha sido muy honda, pero no
demasiado exitosa en la solucin de los problemas que ella misma ha creado, la
idea de igualdad (recordada para proclamar el fin de la servidumbre de los indios)
es mucho ms cautamente empleada para criticar las jerarquas sociales
existentes que aparecen confirmadas a travs del ritual revolucionariono se
innova frente a las diferencias sociales heredadas aqu entra en juego la nocin
de gente decente que refleja el equilibrio social del viejo orden, es recogida desde
mayo de 1810 donde la presencia plebeya se hace sentir como nunca en el pasado,
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Fueron las crisis polticas de 1811 (al dar a la fraccin moderada una efmera
victoria) las que arrebataron a esa fraccin el dominio de la situacin poltica y
eliminaron el obstculo principal a la profesionalizacin del ejrcito. De diciembre
de 1811 data la resistencia abierta del primer regimiento de Patricios cuyos
suboficiales y soldados se sublevaron designando nuevos oficiales.
Esta trasformacin tena una consecuencia poltica precisa, ya que ahora el
cuerpo de oficiales ejerca su influjo poltico por derecho propio y pasa a ser el
dueo directo de los medios de coaccin que tienen entre otras finalidades la de
mantener el poder en manos, limitando la democratizacin a la que la revolucin
debe su origen; la primera mencin a los peligros del militarismo que contiene la
Gaceta subraya que entre los oficiales ha surgido un infundado sentimiento de
superioridad sobre sus paisanos.
En 1812 San Martn incorporado al ejrcito revolucionario como coronel adapta
sistemas organizativos y tcticos de inspiracin francesa, mientras que Alvear
redacta una instruccin de infantera que sigue la misma escuela. Con ellos, la
superioridad del militar ya no es slo la del combatiente en una comunidad que
ha hecho de la guerra su tarea ms urgente; es la del tcnico que puede llevar
adelante esa tarea con pericia exclusiva.
Todo la favorece, es la entera sociedad la que reconoce al militar el lugar que se
se asigna dentro de ella. Lo esencial de la vocacin militar es el riesgo de la vida y
ese riesgo da derecho a todas las compensaciones, derecho a vivir de la industria y
las privaciones de los civiles, aunque esa actitud puede ser peligrosa para la
suerte militar de la revolucin. En la hoguera de la guerra se destruye, junto con
la riqueza pblica y de las corporaciones, la trabazn jerrquica en que se haba
apoyado el orden establecido.
El cuerpo de oficiales puede llegar a ser tambin un peligroso rival poltico, peligro
tanto ms real cuanto su identificacin con la guerra a ultranza, que lo separa de
la de Buenos Aires criollo, coincide con los sentimientos y -hasta cierto punto- con
los intereses de los sectores populares.
delegados de los Cabildos del Interior y renuncia de Moreno y abril de 1811 que
devolvi pleno control del poder a los saavedristas, se deba bsicamente a dos
razones: 1) la revolucin iba a destruir a las milicias urbanas que la haban
desencadenado,
2)
la
comprensin
de
las
necesidades
del
movimiento
revolucionario iba acercando a los ms lcidos jefes de milicia a las posiciones del
sector rival.
Es as que los morenistas slo se constituyen en faccin cuando su jefe ha partido
y hallan mejores razones de solidaridad en los sufrimientos comunes a manos de
la faccin rival que en la continuidad de una lnea poltica.
Una direccin revolucionaria que se senta inquietamente sola en el marco de los
grupos sociales de los que haba surgido se forzaba ahora por asegurarse en el
ejrcito profesional una base que le permitiese independizarse del apoyo militante
de
cualquier
sector
social
clausurando
definitivamente
el
proceso
de
mayor disciplina interna no bastaba para eludir los peligros implcitos en ese
aislamiento; la faccin alvearista no tena demasiadas razones para temer
reacciones en la capital, aun as tena la necesidad de buscar algn apoyo, el cual
no poda llegar mas que del ejrcito.
El alvearismo sac a la guarnicin de la planta urbana de la capital y la concentr
en un campamento de las afueras desde donde esos hombres aislados de
cualquier agitacin ciudadana y comandados por oficiales de segura lealtad
deban asegurar al gobierno contra cualquier sorpresa, pero esa guarnicin, no
era todo el ejrcito ni la capital la entera rea revolucionaria.
En esas condiciones la elevacin de Alvear a Director Supremo es una medida de
emergencia, en tanto que es la resistencia litoral la que lleva a la crisis final del
alvearismo, de ah que a lo largo de 1814-1815 la disidencia se extiende de la
Banda Oriental a Entre Ros, Corrientes y Santa Fe.
Por qu cay el alvearismo? En parte es consecuencia de la concentracin del
poder, la faccin poda mantener su hegemona mientras su poltica fuese
inequvocamente exitosa. En la ciudad es Miguel Estanislao Soler, quien da el
golpe de gracia contra el alvearismo; fue traicin si se quiere pero ste slo acta
cuando el cabildo ha comenzado ya su reaccin ofensiva contra Alvear y la opinin
pblica urbana ha comenzada a hacer de los capitulares sus paladines contra lo
que ya se denomina la tirana del Director Supremo. La cada de Alvear bajo los
golpes de un ejrcito destinado a combatir la disidencia litoral, no hace sino
subrayar hasta qu punto era en las reas sometidas a su dominio, no en su
capital, donde se decida la suerte del poder revolucionario.
d) Fin de la Revolucin y principio al orden El derrumbe de 1815 parece
imponer en el pas una doble reconciliacin con un mundo cada vez ms
conservador, pero al mismo tiempo parece exigir cambios sustanciales: en el pas y
sobre todo en el interior donde las resistencias parecan brotar contra las
tentativas de cambiar el orden prerrevolucionario. No slo los ataques a la fe
heredada, sino tambin los intentos de romper el equilibrio entre las castas,
contaban entre los errores que haban llevado a la catstrofe en que culmin el
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avance hacia el Alto Per. Cuando el restaurado poder nacional promete dar fin a
la revolucin y principio al orden espera hacerse grato tambin a un pblico
menos remoto que el de las chancilleras. Es necesario poner el poder poltico de
los titulares del poder econmico. Aun si la parte de estos en el manejo de la
conduccin revolucionaria no aumenta su gravitacin es indiscutiblemente mayor
que hasta 1815. Esa reorientacin poltica es tanto ms impresionante porque no
se da acompaada de una sustitucin demasiado amplia del personal poltico
revolucionario.
Hasta 1815 el gobierno se haba identificado con el grupo que haba impuesto la
revolucin, pero ahora quiere presentarse como su primera vctima, en un
contexto ideolgico muy distinto, la prioridad de la guerra se mantiene. Aun
dentro del marco estrecho dejado por la guerra el rgimen directorial busca ir
volviendo a sus marcos.
El rgimen de Pueyrredn aspiraba al apoyo reflexivo de sectores ms limitados
frente a la elite criolla golpeada desde 1810 podra invocar la prudencia financiera
que buscaba mantener pese a la guerra, pero esa nueva poltica no iba a ser
demasiado exitosa, la reforma del arancel aduanero llev a una agudizacin del
contrabando, por lo que el desequilibrio financiero subsisti. Antes del retorno a
las exacciones arbitrarias la tentativa de superarlo fue la emisin de papeles de
Estado que caus ms irritacin que gratitud entre los supuestos beneficiarios.
La administracin de Pueyrredn no se desinteresa de los problemas de la
campaa para la cual nombra un comandante general en la persona de Balcarce
la reconstruccin econmica que l est ansioso por comenzar la ve sobre todo
como
una
restauracin
de
las
hegemonas
sociales
econmicas
pre
revolucionarias.
La guerra hace imposible el retorno al orden; slo cuando se le ponga fin podr
darse por verdaderamente clausurada la etapa revolucionaria. La relacin entre la
direccin poltica y la elite social sigue entonces como antes de 1816 siendo
problemtica
el
apoyo
de
los
sectores
populares
se
ha
enfriado
considerablemente.
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una iniciativa personal, estaba indicada en las instrucciones que la Junta le haba
dirigido y por otra parte era impuesta por la guerra misma.
Alto Per requera una poltica ms dura que Tucumn en los momentos crticos
se llegaba a planear la deportacin masiva de peninsulares. Ese proceso deba
tornar irreconciliables a los enemigos del nuevo orden pero por otra parte habra
de ganar a ste slidos apoyos entre los notables criollos a quienes se confiaba el
poder local. Frente a todo esto el Alto Per no sabe si ha sido liberado o
conquistado.
La poltica filo indgena es sobre todo un arma de guerra, luego de Huaqui la
ciudades alto peruanas se trasforman en un solo bloque hostil a las tropas
revolucionarias que son atacadas y expulsadas de casi todas ellas. En las zonas
sobre las que tiene responsabilidad directa el poder revolucionario busca limitar
los avances de la emancipacin indgena, pero esta poltica reservada a las reas
del extremo Norte se trasforma en un medio de perturbacin del enemigo en la
completa rea andina con bastante xito.
ii) Revolucin en la estabilidad: Tucumn y Cuyo En esas reas la actitud
del poder revolucionario es diferente. La poblacin indgena integrada en las reas
espaolas es en todas partes minoritaria su utilizacin est todava dificultada por
la heterogeneidad y el aislamiento recproco de esos grupos indgenas.
La perspectiva de un cambio que amenace la hegemona de la gente decente sobre
la plebe queda de antemano excluida. La aparicin de emisarios del nuevo poder,
algunos de los cuales eran ellos mismo originarios del Interior, era un fuerte
estmulo a favor de nuevos alineamientos locales. Al mismo tiempo, la inseguridad
sobre el futuro del movimiento revolucionario y el temor de posibles represalias
contra sus adherentes en caso de derrota, frenaban esa misma tendencia. Frente
a esos peligros la actitud de los emisarios de la revolucin, se hace cada vez ms
circunspecta. El censo de los amigos y adversarios del movimiento, parece hacerse
con facilidad, pero eso es ilusorio.
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Desde la perspectiva del poder revolucionario La Rioja alejada de las reas en que
se lucha es sobre todo proveedora de hombres, caballos, mulas y vacas; la
trasformacin se hace sentir ms en Los Llanos ese reservorio de recursos debe
ser enrgicamente gobernado. Las autoridades locales en tiempos coloniales
adquieren poderes nuevos en ese marco se ubican los primeros tramos de la
carrera de Quiroga.
En La Rioja como en el resto de las provincias rioplatenses la obligacin de la
papeleta de conchabo para los peones es actualizada, los vagos son los candidatos
para las levas extraordinarias y la incorporacin a filas es el castigo para los
reincidentes. La coyuntura guerrera confiere un poder ms amplio a esas
autoridades locales de aplicacin la militarizacin se extiende a todo el pas y se
forma as en la primera dcada revolucionaria, una red de autoridades
subalternas y ejecutivas que se revelarn ms slidas que aquellas de las cuales
dependen.
iii) El sistema de Gemes Aqu la revolucin poltica quera ser a la vez
revolucin social, pero no tuvo por consecuencia alguna trasformacin del sistema
de orden social, aun as su postulacin iba contra la orientacin cada vez ms
respetuosa del orden heredado que la revolucin haba tomado luego de 1815. Al
someter al Interior al doble impacto de las trasformaciones mercantiles y de un
esfuerzo de guerra, la revolucin iba a imponer a ste modificaciones destinadas a
perdurar en este contexto, la Salta de Guemes, es ms bien un caso extremo
mas que una excepcin en el Interior.
Las ocupaciones realistas sobre todo la segunda en que Pezuela someti a la
ciudad a saqueo consolidaron momentneamente al bando revolucionario; es
entonces cuando Guemes reaparece en la escena saltea de la que lo haba
alejado en 1812 una resolucin de Belgrano.
Cuando en abril de 1815 llega a Salta la noticia de la cada del Director Alvear, el
cabildo convoca a la Asamblea de vecinos que designa gobernador a Gemes; este
puede ofrecer a los capitulares una garanta contra la intrusin de nuevos
emisarios porteos y lograr crear al lado de las milicias reclutadas localmente
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cuerpos que le darn una base propia de poder; por lo tanto el ascenso de
Gemes corre paralelo a la progresiva instalacin de la guerra en Salta.
Bajo el Directorio de Pueyrredn no surge ninguna oposicin al orden poltico que
se instala en Salta a cambio de sus servicios en el Norte pero estos servicios
constituan una gran carga para la poblacin local.
Acompaado de otros avances del gobierno local haba liberado a los trabajadores
en tierra ajena, de la obligacin de pagar tributo, en dinero, trabajo o frutos a los
propietarios.
b) La otra revolucin: Artigas y el Litoral Como en Salta el poder
revolucionario utiliz en la Banda Oriental apoyos locales a los que luego hallar
difcil contener; esta forma parte del rea sobre la que Bs.As ha ejercido control
directo.
Un proceso revolucionario que Bs.As ha suscitado, pero que pronto escapa a su
direccin se extiende primero a la banda oriental y luego a todo el Litoral; en 1815
avanza ms all sobre Crdoba y La Rioja, aunque esos avances resultan efmeros
todava en 1820 la disidencia litoral es capaz de derribar por segunda vez al poder
revolucionario instalado en Buenos Aires.
Es una regin acostumbrada a callar y obedecer la que pretende compartir el
poder, instalar un centro de poder poltico en la campaa oriental era a la vez un
desplazamiento de la base social del poder poltico.
La revolucin antigista es entonces un alzamiento rural y se debe esto a las
peculiaridades
de
la
situacin
prerrevolucionaria
en
esa
zona
que
era
Sin embargo el movimiento no surge aislado del influjo urbano por lo que
Montevideo busca en la campaa recursos para la lucha desigual que sus
dirigentes le imponen y con ello crea nuevas causas de hostilidad rural.
En pocos meses a partir de febrero de 1811 la campaa oriental se hace insegura
para las tropas de Montevideo en abril Elo, debe sacar sus fuerzas de la ciudad
para defender la cercana campaa de la que recibe abastecimientos: el resultado
es la victoria de Artigas en la batalla de Las Piedras y el comienzo del sitio de
Montevideo.
La guerra ha desecho en la campaa oriental las bases econmicas de la
hegemona de algunos poderosos hacendados y comerciantes de la ciudad. La
jefatura que el xodo confiere a Artigas definitivamente, no impide que las
tensiones crezcan en el bando revolucionario. La disidencia que se insina no se
vincula tanto con la poltica que sigue Artigas cuanto con su disposicin a
imponer sacrificios que los notables juzgan demasiado prolongados. Slo la
ocupacin de Montevideo por las fuerzas de Buenos Aires devolvi en 1814 a los
ms entre los notables a un antigismo ahora ms resignado que entusiasta. No
es extrao entonces que cuando la invasin portuguesa de la Banda Oriental en
1816 enfrent a la hegemona de Artigas con una amenaza que Bs.As no haba
sido capaz de oponerle eficazmente hayan sido los notables de Montevideo los que
inauguraron las fugas.
Artigas aprendi a descubrir los vnculos entre los problemas demasiado evidentes
de la economa rural de la Banda Oriental y las peculiaridades de la distribucin
de la tierra gracias a ella quiz le fue ms fcil extraer del postulado
revolucionario de igualdad de corolarios que imponan una reparticin ms amplia
de la propiedad rural.
Esa afinidad de origen no es la nica razn por la cual artigas trasforma el
rgimen establecido en la Banda Oriental bajo sus auspicios en una suerte de
diarqua, en que autoridad eminente no es siempre estrictamente obedecida. Tras
de eliminar la autoridad de Otorgus, Artigas designa gobernador al cabildo y
desde entonces le rinde muestras de respeto formal.
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que deben el lugar que conservan en la vida pblica a cierta competencia tcnica
en las tareas administrativas. Ese lugar es secundario, y les concede -luego de los
cambios de 1820- muy limitada influencia; hace de este grupo de colaboradores
ineludibles del poder poltico un grupo de potenciales descontentos. Es entonces
comprensible la preferencia por los colaboradores Aislados Y mal integrados en la
sociedad local.
La relacin entre las sobrevivientes lites polticas urbanas y los dueos del poder
est marcada por una colaboracin forzada por las circunstancias y dispuesta a
quebrarse cuando parece debilitarse el peso de stas, pero aun as ms duradera
que los conflictos abiertos que enfrentan a uno y otro sector.
El cambio en el equilibrio poltico introduce ms que la revolucin, la guerra es
interna ms que externa al grupo dirigente; los lazos internos a ste no han de
disolverse al dibujarse dentro de l la hegemona de un sector antes secundario.
Sin duda al consolidar nuevas bases de poder abren el camino para sucesores
menos bien integrados en la lite provincial; sobre todo a partir de 1835, cuando
Juan Manuel de Rosas intenta rehacer sobre bases ms toscas y ms slidas la
hegemona de Buenos Aires, su ascendiente sobre el interior favorecer el
encumbramiento de figuras que ocupan un lugar secundario.
Hay todava otro motivo para que ese sector letrado sea slo intermitentemente
rival de los nuevos dueos del poder, all donde es ms numeroso y cuenta con
fuentes adicionales de poder econmico se encuentra adems demasiado
frecuentemente dividido por rivalidades interna: es el caso de Crdoba, donde
Bustos usa esas rivalidades para consolidar su propio poder.
La rivalidad del sector letrado al que el derrumbe poltico de 1820 ha condenado a
una funcin auxiliar, no implica en s misma una amenaza seria para el orden que
emerge de ese derrumbe; los nuevos dueos del poder no tienen a menudo los
recursos necesarios para reemplazar al desaparecido poder central en el
desempeo de funciones que ste ya cumpla mal.
La indigencia del poder poltico junto con la relativa riqueza de ms de uno de los
nuevos dueos del poder real tiende a crear un vnculo de dependencia financiera
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que viene a sumarse al poltico militar. Entre el dueo del poder real y el esculido
aparato estatal llegan a surgir complejas relaciones, que el primero presenta a
veces como causantes de su futura ruina pero que estn lejos de tener
necesariamente consecuencias tan funestas.
Aun en Buenos Aires la abdicacin de funciones pblicas en manos privadas
conduce a una nueva imprecisin en los lmites entre una y otra esfera, que
beneficia a la segunda: Rosas se apropia de una parte del patrimonio del estado y
usa el poder coactivo de ste para cumplir un compromiso que sin duda est
destinado a beneficiar a la provincia, pero que ha asumido a ttulo personal.
c) La bsqueda de una nueva cohesin Los elementos de cohesin
indudablemente no faltan: sobreviven mejor a la tormenta revolucionaria que el
aparato estatal. La solidaridad familiar parece ser el punto de partida para
alianzas y rivalidades con las que se teje la trama cotidiana de la poltica en ms
de una provincia.
Las races y los lmites de esa solidaridad parecen ser dobles: 1) consolida esa
solidaridad la existencia de un patrimonio que slo puede ser conservado
mientras la familia retenga su coherencia, 2) al hacer de la familia una
organizacin orientada a la conquista del favor de la autoridad le da algo de la
inestabilidad que caracteriza a la marcha de sta.
La disolucin del estado central en 1820 devuelve un inmenso poder a las grandes
familias que han sabido atravesar la tormenta revolucionaria salvando el
patrimonio y clientes acumulado en tiempos coloniales. Sin embargo, la
experiencia revolucionaria ha dejado en ellas su marca: precisamente la
delegacin de funciones ha hecho surgir dirigentes locales ms poderosos; estas
figuras se destacan ahora de esa unidad que es la familia con ms vigor que en
tiempos coloniales.
Sobre esa red a la vez tenue y compleja de cambiantes relaciones personales lo
que la paciencia de los nuevos dirigentes intenta erigir es un sistema de
entendimientos entre figuras localmente influyentes que llene por lo menos
parcialmente el vaco dejado por la ruina del estado nacional.
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La complejidad que esos lazos podan alcanzar puede seguirse a travs del
surgimiento de facundo Quiroga la figura de dimensiones nacionales a lo largo del
cual no ocupar nunca cargo poltico alguno (aunque s militar).
No es sorprendente que esta red de coincidencias de intereses y afinidades
privadas tenga a veces como consecuencia poltica la ruptura y no la
consolidacin del sistema de equilibrio entre los distintos poderes regionales de los
que depende una paz siempre insegura.
Slo en un contexto trasformado una nueva autoridad nacional podra ser
efectivamente obedecida, pero a falta de esa solucin, queda abierta aceptar los
datos fundamentales del orden existente y tratar de mantener una paz
necesariamente precaria jugando un complicado juego poltico en demasiados
tableros a la vez, es la que practicar no sin xito Buenos Aires entre 1821 y 1824,
Queda una tercera alternativa, que slo lentamente emerge del fracaso sucesivo de
las dos anteriores. La creacin, primero en la provincia hegemnica y luego en el
pas en su conjunto, de una solidaridad propiamente poltica que -sin enfrentarse
sistemticamente con las solidaridades preexistentes y aun utilizndolas- tenga
sin embargo fuerza bastante para afirmar su superioridad sobre stas y vencer su
resistencia. Es la solucin lentamente preparada para la crisis de la dcada
siguiente gracias a la tenacidad de Juan Manuel de Rosas. Con ella surge
finalmente el orden poltico que la revolucin, la guerra, la ruptura del orden
econmico virreinal (y la crisis de las lites prerrevolucionarias) han venido
preparando. Tal como entrevi Sarmiento, la Argentina rosista era la hija legtima
de la revolucin de 1810.
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