Contra La Leyenda Negra
Contra La Leyenda Negra
Contra La Leyenda Negra
Contra la
Leyenda Negra
A los compaeros espaoles.
dentro y fuera de Espaa
Roberto Fernndez
Retamar
puede llamarse riqueza, no implica, por suerte, riesgo de fragmentacin de nuestro idioma, como ocurri con el latn a la cada del Imperio
romano, y como temieron (y combatieron), en el siglo pasado, Andrs
Bello y Rufino Jos Cuervo, ya que "los pueblos en que se fraccion el
Imperio espaol se comunican hoy entre si mucho ms que cuando
formaban un solo Estado". 2 La unidad de nuestro idioma, pues, sin mengua de enriquecimientos que cada zona le aporta, se ha conservado, y es
de desear que se conserve, garantizndose as una fructuosa intercomunicacin y la pervivencia de un vnculo homogneo con el resto del mundo.
Ms all de la lengua la situacin es, desde luego, mucho ms compleja. A los hispanoamericanos nos gusta repetir, en relacin con los espaoles, que no descendemos de los que quedaron, sino de los que vinieron,
cuyos hijos dejaron ya de ser espaoles para hacerse primero criollos, y
luego, mezclados con otras etnias, latinoamericanos. Este planteo es lgico: hace ms de siglo y medio que la Amrica espaola inici su separacin poltica del maltrecho y decadente Imperio espaol, el cual perdera sus ltimas posesiones americanas, Cuba entre ellas, en 1898. Y, por
otra parte, la primera definicin de Hispanoamrica se hace en contrapunto con Espaa, y supone, necesariamente, sealar las diferencias con
sta; sealamiento complejo, como bien se sabe, y en el que el nfasis
en destacar lo que nos distingue de la vieja metrpoli, sin generar soluciones verdaderamente propias, ayud a que muchos sucumbieran ante
las propuestas de nuevas y voraces metrpolis: como si cambiar de amo,
segn advirtiera Mart, equivaliera a ser libres.
La asuncin de tales propuestas "occidentales", que fascinaban a ciertos grupos hispanoamericanos vidos de modernizacin, fue facilitada
por el estado lamentable en que se encontraba Espaa y la explotacin
inicua a que someta a estas tierras donde surgan nuevas naciones; pero
a ello coadyuv tambin el hecho de que Espaa y lo espaol haban
estado marcados, desde el siglo XVI, por una feroz campaa adversa
que se ha dado en llamar la Leyenda Negra. Vale la pena detenernos
un momento en ella, cuya aceptacin acrtica, como se ver, es negativa
en general, y en especial para nosotros mismos.
1
Ramn Menndez Pidal, "La unidad del idioma" (1944), en Castilla, la trai/ici.iM, </ idioma, 3a. cd. Madrid, L9B5, p, 206.
> Ramn Menndez Pidal, op. cit., p. 192. Sobre esta cuestin del idioma, que
tantas insensateces ha hecho verter en ambas mrgenes del Atlntico, vase, adems de las justas palabras de Menndez Pidal: Amado Alonso, JB probana de la
lengua en Amrica. Madrid, 1935; y Castellano, espaol, idioma nacional. Historia
espiritual de tres nombivs. Buenos Aires, 1943; y ngel Rosenblat, El castellano de
Ks/Hilia y el castellano de Amrica. Unidad y diferenciacin. Caracas, 1962. Este
ultimo, 1 su regocijante ensayo, dice: "Frente a la diversidad inevitable del habla
IKipular y familiar, el habla culta de Hispanoamrica presenta una asombrosa unidad con la de Espaa, una unidad que me parece mayor que la del ingls de los
Estados Unidos o el portugus del Brasil con respecto a la antigua metrpoli"
(p. 46).
Y tambin: "Lo esencial, de hecho, es distinguir entre una prctica brutal (pero no ms brutal que cualquier otro tipo de colonizacin) y una
doctrina, e incluso una legislacin, de intenciones sumamente elevadas
(que ha faltado frecuentemente a colonizaciones ms modernas)".8
Conviene saber tambin lo que sobre aquella Leyenda Negra han dicho otros irreprochables anticolonialistas y defensores de las comunidades masacradas (tanto por el Imperio espaol como por los que llegaron despus): Fernando Ortiz, Alejandro Lipschutz y Laurette Sejoum.
Para Fernando Ortiz, "la conquista del Nuevo Mundo fue una realidad ciertamente crudelsima", pero "ni tan leyenda ni tan negra", ya que
la negrura de su humansima inhumanidad no fue exclusiva de Espaa, ni ms
tenebrosa que la de todos los otros genocidios y sojuzgamientos de una's gentes
por otras, realizados a sangre y fuego o con las ms refinadas tcnicas mort Pierre Vilar, Historia de Espaa, traduccin de Manuel Tun de Lara. Pars,
feras, cuando los infrenados afanes de poder y codicia entenebrecen las conciencias aunque se encubran con alardes de fatalismo 4 ideolgico, destinos manifiestos, predestinaciones naturales o servicios a Dios.
atenuada y casera de que no puede prescindir el ridiculo chovinismo burgus: y no prosperaron, porque no poda ser de otra manera entre cmplices de las mismas fechoras, especialmente al levantarse ante ellos,
cada vez ms poderoso, el mundo socialista, el cual hara posible una
creciente descolonizacin y obligara a los brbaros "civilizados" a rehacer de prisa su causa comn: para nombrar esa causa comn, la de la
explotacin del mundo entero, el pillaje, el genocidio y el horror, desempolvaron las expresiones "Occidente" o "cultura occidental", quintaesencia segn ellos de todos los esplendores del hombre. Esta Leyenda Blanca,
la de "Occidente", es el reverso de la Leyenda Negra, y no tiene ms
propsito ni ms valor que aqulla. Es decir: cuando no es un arma homicida, es un trasto inservible.
LAS DOS ESPAAS?
Contra la Leyenda
Negra
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y, por otra parte,
la Espaa del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una Espaa implacable y redentora,
Espaa que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
Espaa de la rabia y de la idea.
No es extrao, dado su origen, que la Leyenda Negra antiespaola encontrara lugar entre las formas variadas, y siempre inaceptables, del racismo. Por suficientemente conocido, apenas es necesario mencionar el
triste caso de los Estados Unidos, donde es habitual que los trminos
"hispano" o "latino", aplicados de preferencia a nosotros y muy especialmente a puertorriqueos y chcanos, estn cargados del desdn con
que los habitantes al parecer transparentes de aquel pobre pas tratan
a quienes llaman "coloreados". Pero quizs sea til recordar una frase
cuya formulacin clsica se atribuye a Alejandro Dumas: "frica empieza en los Pirineos". El sacrosanto Occidente muestra as su repugnancia por lo otro que no es l: y ese otro lo encuentra encarnado por excelencia en frica, cuya penosa situacin actual fue provocada por el
crecimiento del capitalismo occidental que la subdesarroXl para hacer
posible ese crecimiento."
Aqu tambin la reaccin espaola se embarulla sin remedio, al mostrarse ofendida por este juicio: lo que demuestra que es tan deleznablemente racista como quienes lo emiten; y, en efecto, la "limpieza de raza"
fue su atroz pecado. La realidad, sin embargo, es mucho ms viva y
aleccionadora de lo que suele sospechar quien pretende injuriar y quien
se siente ofendido. Pues la verdadera historia de Espaa, no la que mienten engolados y engolillados textos oficiales, ayuda a entender la completa falsedad de lo que Occidente cuenta de s mismo: ese singular proceso segn el cual la Razn se revel a Grecia, se hizo Imperio en Roma,
se asimil una Religin que le estaba destinada, y vivi varios siglos de
oscura hibernacin para Renacer, armada de todas sus armas, en las
obras de occidentales (ex brbaros) que se pasaran los siglos venideros
" Cf. Waltcr Rodney, How Europe tinderdeveloped frica, 2a. impresin, Lonilres y Dar es Salaam, 1973.
11
La influencia de aquella sociedad rabe, "la ms alta civilizacin existente en el mundo entre los siglos IX y XII", de aquella "cultura rabe
[que] era muy superior a la latina", penetra en efecto en Europa a travs de Espaa, y vivifica el mortecino mundo cultural europeo: se hace
sentir en su filosofa, en su literatura, en su ciencia, en su tcnica, en sus
cultivos, en sus hbitos; en Santo Toms, en Dante: esto ltimo, como
se sabe, fue descubierto por el sacerdote espaol Miguel Asn Palacios,
quien opinaba que "nuestra patria tendra derecho a reivindicar para
algunos de sus pensadores musulmanes una parte no exigua de los tim18
Amrico Castro, Espaa en sit historia, cristianos, moros y judos. Buenos
Aires,
1948.
10
Ramn Menndez Pidal, Los espaoles en la historia [19471. Madrid, 1959,
p. 169.
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Ortiz volvera en varias ocasiones sobre el tema (que tambin han abordado certeramente
investigadores tan responsables como Silvio Zavala M
32
o Juan Comas ), y en especial33en un trabajo definitivo: "La leyenda
negra contra Fray Bartolom". Es cierto que en su dramtica y ejemplar evolucin, no exenta de autocrticas, Las Casas, como era normal
entre los espaoles venidos entonces a Amrica, tuvo encomiendas de indios antes de ser apasionado defensor de los indios; y que como todos en
su poca, incluso Toms Moro en su proyectada Utopa de 1516, dio por
natural la esclavitud (de negros y blancos, sin distingo racial alguno) antes de convertirse, a su vez, en apasionado defensor de los negros. Pero
slo a un ignorante, a un malvado o a un insensato se le ocurrira acusar
a Las Casas de encomendero o de esclavista, de antindio o de antinegro.
Las Casas no naci Las Casas: se hizo Las Casas, como le ocurre a todo
el mundo, aunque slo muy pocos hayan llegado tan lejos como l. Con
pleno conocimiento de la obra entera del gran dominico, y con la autoridad
que le daba su formidable tarea de desentraamiento de los aportes africanos a nuestra cultura, Fernando Ortiz pudo concluir as su ensayo:
Si a Las Casas se le puede llamar "Apstol de los Indios", tambin fue "A|>stol
de los negros". La historia reta a sus enemigos a que presenten unos textos a
favor de los negros esclavos, contra su cautiverio en frica, su trata a travs
de los mares, su explotacin en Amrica y su cruel tratamiento en todas
partes, que sean ms tempranos, vivos y concluycntes que los escritos con
ese propsito por Bartolom de las Casas, el gran espaol [pp. 183-184].
A este reto, por supuesto, los enemigos de Las Casas no han podido replicar nada hasta la fecha, lo que no les ha impedido seguir proclamando
las sandeces de que se hace eco el seor Fol, coincidiendo con ultrarreac30
Fernando Ortiz, prlogo a Jos Antonio Saco, Historia de la esclavitud de
la raza africana en el Nuevo Mundo y en especial en los pases
amrico-hispanos.
La Habana,
1938, tomo I, p. lix.
31
Silvio Zavala, "Las Casas esclavista?", en Cuadernos Americanos, marzoabril de 1944.
32
Juan Comas, "Fray Bartolom, la esclavitud y el racismo", en Cuadernos
Americanos, marzo-abril de 1976.
33
Cit. en n. 4.
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Roberto Fernndez
Retamar
Cf., por ejemplo, el tomo III de la Historia de Espaa y Amrica, dirigida por
J. Vicens, Barcelona, 1961, esp., pp. 250-286, y Julio Le Riverend, op. cit, en n. 8.
17
Esta derrota de la burguesa, esta persistencia de las estructuras feudales, marcarn el porvenir espaol con la sobrevivencia de una ideologa
arcaica representada por un catolicismo oscurantista que opondr a la
modernidad burguesa la camisa de fuerza de la Contrarreforma; y, consecuentemente, con un nfimo desarrollo (e incluso con una involucin)
de la ciencia, imprescindible para la burguesa pero no para la sociedad
feudal.37 A pesar de esfuerzos renovadores en el siglo XVTTI al llegar el
XIX el panorama es desolador, y los hispanoamericanos no pueden sino
resentirse amargamento de ello. Tras su viaje a Espaa en 1846, Sarmiento escribir con su habitual rudeza: "ustedes [espaoles] no tienen
[hoy] autores, ni escritores, ni sabios, ni economistas, ni polticos, ni
historiadores, ni cosa que lo valga"; y en 1890, al escribir sobre el poeta
Sellen, dir Mart: "Los pueblos de habla espaola nada, que no sea manjar rehervido, reciben de Espaa". Aqu no hay necesariamente concesin
a la Leyenda Negra, sino fidelidad a los tristes hechos. No decan otra
cosa en el siglo XIX los mejores espaoles, de Larra a Costa. As describe
38
Pierre Vilar, op. cit., pp. 38, 53, 65.
37
En su juventud, fogosamente libresca, Menndez Pelayo trat de negar este
hecho: cf. La ciencia espaola (1876). Pero ya en 1894 reconoca el estado de decadencia de la ciencia espaola de su tiempo: cf. "Esplendor y decadencia de la cultura cientfica espaola", en Antologa del pensamiento de lengua espaola en la
Edad Contempornea, seleccin, introduccin y notas de Jos Gaos. Mxico, 1945.
Por su parte, Santiago Ramn y Cajal, con la autoridad que le daba su gran obra
cientfica de nivel internacional, afirmaba que, "apreciado globalmente", el rendimiento de la ciencia espaola "ha sido pobre y discontinuo, mostrando, con relacin
al resto de Europa, un atraso y sobre todo una mezquindad terica depiorable".
(S. R. y C, "Nuestro atraso cultural y sus causas pretendidas", en El concepto contemporneo de Espaa. Antologa de ensayos (1895-1931), por ngel del Ro y
M. J. Bernadette. Buenos Aires, 1946, p. 46).
18
Y Roberto Mesa: "La Espaa del siglo XLX es una gran potencia de museo, albacea testamentario del Imperio". Y an ms: la Espaa actual,
cancelada temporalmente la relativa reanimacin experimentada entre
1898 y la guerra, "por encima de acronas, tecnocracias a la moda y masas de consumidores, es un inmenso esperpento que camina desde los
aguafuertes de89 Goya hasta los militares valleinclanescos de charretera
y cuartelazo".
Esta terrible stiuacin histrica concreta, este atraso estructural de
un pas europeo sin revolucin burguesa y abrumado por rezagos feudales, explica el bajo nivel frecuente de las discusiones tericas en aquel
pas (de que ha hablado Cajal), muchos de cuyos mejores pensadores,
desde que se hizo visible la decadencia de la nacin,40 se entrabaron en
una incabable discusin sobre europeizar a Espaa: lo que, por supuesto,
significaba cosas distintas de acuerdo con las distintas circunstancias, y
en general solia ser un planteo confuso, incluso en hombre tan enrgico
y claro como Costa: no digamos en el contradictorio Unamuno, que suscribe la justa tesis de Costa en En torno al casticismo (1895), y pasa
luego al extremo opuesto, viendo algunas cosas y cerrndose irracionalmente a otras; o en el occidentalizado Ortega, ejemplo de lo que Machado llamara "la trgica frivolidad de nuestros reaccionarios"; o en quienes creen hoy que el hecho de que Espaa sea uncida por las transnacionales a sus intereses implica una modernizacin. Naturalmente que
Espaa est urgida de una verdadera modernizacin: pero ella no ser
una "europeizacin", una "occidentalizacin"; esta ltima, como se demostr en Hispanoamrica, slo puede conducir a la neocolonia. La verdadera modernizacin vendr con un cambio profundo de estructuras,
con esa revolucin que reclamaba angustiado Costa, pero que ya no
podr limitarse a ser aquella misma postulada por l, la revolucin democrtico-burguesa, sino que avanzar hacia la revolucin socialista,
como se anunci en el trienio 1936-1939, la cual har de Espaa no un
pas occidental, sino un pas posoccidental, segn ocurriera al cabo con
" Manuel Tun de Lara, La Espaa del siglo XIX, 4a. ed. Barcelona, 1973,
p. 10.
" Roberto Mesa, El cofoniaIis?no en lo crisis del XIX espaol. Madrid, 1967,
pp. 12
y 13.
40
En la Antologa de Gaos mencionada en la nota 37 se ofrece un buen panorama del "pensamiento de la (tocdmete" (no decadente l mismo) en Espaa,
junto al pensamiento de la independencia de Hispanoamrica.
Contra la Leyenda
Negra
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la Rusia de 1917 y la Cuba de 1959. No hay porvenir occidental ( = capitalista desarrollado) para Espaa: hoy es un pais paleoccidental; maana, y ojal que muy pronto, un pais posoccidental.
ESPAA NUESTRA
Esta Espaa subdesarrollada en lo econmico y aherrojada en lo politico, es un pais al que los hispanoamericanos no podemos considerar sino
fraternalmente; es un pais como los nuestros. Su tormentoso pasado es
tambin, de alguna forma, nuestro; su triste presente se parece al de
mucho de nuestros pases (especialmente ahora que el fascismo empieza a extenderse por nuestro Continente); su porvenir no nos es en
absoluto ajeno. Con enorme dolor vemos a los descendientes de las armoniosas sociedades indoamericanas o africanas desempear hoy los ms
rudos trabajos en el mundo capitalista moderno; apenas es otro el destino de los pobres descendientes de la ruinosa grandeza espaola: cuando no malmueren en sus tierras, son sirvientes en Francia, mineros en
Blgica, obreros no calificados en la RFA. Tambin nos da dolor.
Por suerte, nuestra esperanza en llegar a ver una Espaa revolucionaria y victoriosa no se basa en meras ilusiones sentimentales. Ya Marx
advirti, a mediados del siglo pasado, como "Napolen, que como todos
sus contemporneos, consideraba a Espaa como un cadver exnime,
tuvo una sorpresa fatal, al descubrir que, si el Estado espaol estaba
muerto, la sociedad espaola estaba llena de vida y repleta, en todas
sus partes, de fuerza de resistencia".41 Hace cuarenta aos volvi a comprobarse este hecho, y su resplandor, que ilumin nuestra infancia, no
se ha extinguido an. Brutalmente agredida por fuerzas fascistas que
penetraran luego en no pocos paises europeos como un cuchillo caliento
en la mantequilla, y slo vinieron a desbaratarse fronte al magnfico
pueblo sovitico, Espaa demostr, a lo largo de tres aos inolvidables,
hasta qu punto todava "estaba llena de vida y repleta, en todas sus
partes, de fuerza de resistencia". Es significativo que los mayores poetas
hispanoamericanos fueran entonces a la Pennsula, y escribieron en homenaje al pueblo espaol algunos de sus mejores textos: "Nios del mundo: est / la madre Espaa con su vientre a cuestas", clam el conmovedor Csar Vallejo. Y all, en aquella tierra, hecho smbolo de la identificacin de nuestros destinos, qued el generoso Pablo de la Torriontc
Brau, como dijera su fraterno Miguel Hernndez, "con el sol espaol
puesto en la cara / y el de Cuba en los huesos".
Ser menester insistir en lo entraable que nos es y nos ser siempre esa otra Espaa, la Espaa donde Las Casas y los grandes dominicos del siglo XVI, "el momento ms brillante del pensamiento anticolo*1 C. Marx y F. Engols, La Revolucin Espaola. Articulan y crnicas, 1854-1873,
Mosc, s.d.., pp. 12-13.
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estimo si aragons"; el que, mientras preparaba la guerra de independencia, era capaz de distinguir entre el "espaol que tiene en el Sardinero o en la Rambla su caudal, que es su nica patria", y el "espaol
llano, que ama la libertad como la amamos nosotros, y busca con nosotros una patria en la justicia", el "espaol liberal y bueno [... ] mi
padre valenciano, [..] mi fiador montas", llegando a exclamar: "A
estos espaoles los atacarn otros: yo los amparar toda mi vida!"; ese
hombre nos da, tambin en este orden, lecciones imperecederas.
En la estela de esas lecciones, dndonos otras a su vez, Nicols Guillen, el autor de "El apellido" extraordinario, sabr evocar sus "dos abuelos" (africano uno y espaol otro) en un poema ejemplar; y Mirta Aguirre realizar un admirable enfoque marxista de la obra de Cervantes,48
mostrndonos cul debe ser el acercamiento de nuestros investigadores
revolucionarios a la enorme herencia cultural espaola.
Y acaso ser menester recordar que cuando el hroe real de nuestra
Amrica sali hace unos aos a pelear a "otras tierras del mundo", sinti bajo sus talones "el costillar de Rocinante"?
Francamente, creemos que tuvo razn Federico de Ons cuando escribi:
Podemos suponer que llegue a desaparecer todo lo que desde Espaa se estableci en Amrica, como desapareci la estructura poltica de su organizacin
colonial y tambin otras cosas del pasado ni ms ni menos que han desaparecido en Espaa misma; pero aquello que plantaron en Amrica los espaoles que tuvieron la voluntad de ser americanos aquello que sin duda era
lo ms intimo y popular de Espaa, lo que tena ms fuerza de unidad, universalidad y libertad, lo que era ms apto para transformarse y fundirse con
los dems elementos que ofreca la nueva realidad perdudar a travs de todas las transformaciones que sufra este continente, cuyo
destino, como ellos
quisieron, es el de ir siempre en busca de un ms all.49
La Habana 9 de junio de 1976.
48