Matan A Un Niño (Serge Leclaire)
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Primera edicin e n castellano, 1977; primera reimpresin, 1990; segunda rei mprcsin, 1999. Segunda edicin, 2009
Todos los derechos de la edicin en ca stellano reservados por
Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7 piso - C1057AAS Buenos Aires
Amorrortu editores Espaa S.L., C/Lpez d e Hoyos 15, 3 izq. - 28006
Madrid
www.amorrortueditores.com
La reproduccin total o parcial de este libro en forma idntica o modificada por cualquier medio mecnico, electrnico o inform tico, incluyendo fotocopia, grabacin, digitalizacin o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacin de informacin, no autorizada por los editores,
viola derechos reservados.
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Leclaire, Sergc
Matan a un nio. Ensayo sobre el narcisismo primario
y la pulsin de muerte. - 2 ed. - Buenos Aires : Amorrortu, 2009.
144 p. ; 20xl2 cm.- (Biblioteca de psicologa y psicoanlisis/
dirigida por Jorge Colapinto y David Maldavsky)
Traduccin de: Vctor Fischman
ISBN 978-950-518-144-5
l. Psicoanlisis. - I. Fischman, Vctor, trad. II. Ttulo.
CDD 150.195
Impreso en los Talleres Grficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, en noviembre de 2009.
Ti.rada de esta edicin: 1.500 ejemplares .
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Por qu haba sido apoyado sobre la chimenea monumental? Cay sobre _la piedra, ante el atrio. Felizmente es slo el nio de la Virgen, una admirable estatua romnica. Representaba al nio erguido, erecto
frente a ella; se ha quebrado, la cabeza toca ahora el
hombro izquierdo, los pies cortados, el tronco deshecho, las piernas y muslos intactos hasta por encima
del sexo. Ser posible reconstituirlo? No es nada: el
tronco no est roto, est casi entero, totalmente entero, estoy segura. Pero no se mueve. Mam! Es sin duda mi hijo, ya fro delante del fuego que se ha vuelto a
~ { encender. Es imposible. Y sin embargo quiero gritar,
Q ~V\PV""'Wl-me levanto gritando; no oigo nada y me precipito, set7f" ~ gura de que ~ay de la cmoda donde lo haba apoyado
.~ 1 mientras buscaba sus ropas nocturnas; cmo pude
n\ ~w adorme.c erme en este silln? O acaso es l quien dorV
mido se cay? Quiero que alguien acuda para alejarme
de este recuerd"O. Fui yo quien grit, o l? Quiero dormir, olvidarlo todo; no, quiero despertarme, despertarme al fin. Slo del fuego que veo estoy segura: estar
muerta? S, soy yo quien ha muerto ... Ojal nunca
hubiese nacido!
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9-e plenitud, de goce inmvil, una luz que se debe ene<;_- <\)
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guecer para que pueda brillar y extinguirse sobre un ~ ~ r ~~
f~ndo de noche. Aquel que no hace y rehace el duelo del
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nio maravilloso que habra sido, permanece en los \ \
limbos y la claridad lechosa de una espera sin sombra ~
ni ilusion~s; pero aquel que cree haber saldado de una ~ ~
ve~ ?ara siempre su cuenta con la figura del tirano, se ._ '~
exiha de las fuentes de su genio y se cree un espritu ~
versado frente al reino del goce.
Destino comn el de este ltimo, que lleva a nuestro
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hombre a dormirse en el hedomsmo de_ la moda impe"
rante o a fingir despertarse para imaginar un mundo 1 , ~
al que la omnipotencia, subrepticiamente introducida ~
por la ventana (que l crea cerrada) de su angustia,
soar con ordenar para bien de todos. Es necesario, ~
p:ies, para defenderse de la fascinacin del nio maravilloso, aceptar comoAbraham el sacrificio del hijo, or- 1.
denar como el Faran o Herodes matar a todos los pri- " '
mognitos, ofrecer el hijo a Dios, al tirano o a la patria,
c~nsagrarse a una ((cau~a)) que nos sobreviva o, ~s
simplemente, a una muJer, a un hombre o a los hiJos?
Todo orden familiar y, con mayor razn an, social
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asume como objetivo hacerse cargo de esta figura, im-
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Se suele confundir la primera muerte)), la que constan temen te debemos
para
la segunda muerte. Est,a confus10n tenaz esta sohdamente arraigada: ademas de dispensarnos de reconocer la 1
ms imp~rativa de las coerciones que nos rigen,_la de 'n
renacer siem re a la palabra y al deseo haciendo permanentemente el duelo del in ans fascinante, ella nos
da la ilusin de efectuar un trabajo contra la muerte,
aunque su fracaso sea inevitable. Las consecuencias
de esta confusin son conmensurables con su arraigo: (fglorificacin del fracaso o s~cralizacin de la vida, cul- ~ ~
t~ de la dese,s~eracin . ~p?loga. de la fe. ~n ~reve ~
eJemplo: la logica del suicidio deriva de un silogismo ~
perfecto: pa;a vivir debo matarme; pero no me siento. S~
vivir realmente (no es vida esta!), entonces me suici ',
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lizase en un fatal ataque contra sus propios m)os: nacidos muertos, prematuros, deformes, nios brusca e
inexplicablemente afectados a temprana edad por enfern1edades graves y excepcionales, accidentes cuasisuicidas en definitiva. Cuando en la realidad aparece
as la muerte de un nio, o un ataque contra l, se impone e ntonces dramticamente la fuerza de muerte
que est en juego en el anlisis; el asesinato de la representacin narcisista primari~ que implica el trabajo psicoanaltico se pretende inserto en la realidad,
al no haberse superado la confusin habitual entre el
verdadero trabajo de la inuerte al que estamos compelidos y la inuerte orgnica, que para el ser hablante y
deseante slo puede concebirse con referencia a la \)Ti1nera: aniquilacin o resurreccin.
Aadir, en lo que a m respecta, que, en otros casos, la atencin prestada implcitainente por el trabajo
analtico a ~a inuerte necesaria de la representaci:q
narcisista prin1aria tuvo un efecto opuesto: sea porque
la pasin psicoanaltica del analizando-analista fuese
menos intensa, sea porque forn1ulaba as su contrasea para que y o, mediocre entendedor, lo comprendiera: creyndose estriles, l o ella tuvieron hijos.
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11 ~maremos_E:,e~aud, retomado a menudo en ensueos /)~ .1 acaso gracias a un vi_goroso martillazo asestado sobre
diurnos, se resiste al trabajo analtico: parece de ma- ~la cabeza de su querido hermano? A n1enos que sea a
siado simple. Se trata de una escena inuy breve: en un
la inversa. Dos constantes en estas dudas acerca del
pequeo saln, su padre es atacado por un intruso
rol de los actores: un slido odio fratricida, y el sentique, sin mediar palabra, le descarga su r evlver en el
miento profundamente arraigado d e disponer d e a l vientre; el padre es baleado pese a que intenta evitar
gn recurso oculto que le permite ser el ms fuerte en
el fuego saltando con las piernas abiertas, y cae luego
toda ocasin.
de cara al piso. Es evidente: asesinato del padre por un
Sera fastidioso enumerar los detalles asociativos
sustituto delegado del soante, el intruso. La insufiligados al en el vientre; pero conducen, es fcil ima ciencia de esta interpretacin no se origina en su simginarlo, a una serie de perplejidades infantiles ya teplicidad psicoanalticamente evanglica, sino en el hematizadas por el anlisis -fecundacin umbilical
cho de que el ensueo diurno se repite y que, por otra
oral, anal- y a una profunda hostilidad frente a la
parte, persste el sntoma que haba dado lugar a la
madre, cristalizada alrededor de una muy comn perevocacin del sueo; me refiero a una sensibilidad dosecucin anal. En el vientre, tambin, es el lugar
lorosa de la fosa ilaca izquierda, un dolor descripto codonde fue operada su madre en dos ocasiones: el remo una contusin interna y que se aviva ante el menor
cuerdo de la segunda intervencin es muy preciso (se
pretexto. Se debe proseguir entonces el anlisis del
trataba de una oclusin intestinal), mientras que la
sueo en todos sus detalles. Y, en primer lugar, la eviprimera sigue siendo enigmtica, probablemente gitacin mediante el salto con las piernas abiertas: ese
necolgica, sin duda esterilizante, sin que jams haya
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sido posible disipar ni confirmar la s01nbra de un aborto. En ambos casos, ciertamente, la madre corri serios riesgos de muerte; las conmovedoras efusiones de
la convalecencia testimonian en cada caso la ambivalencia de los sentimientos de Renaud.
Ms all del asesinato del padre, disponamos
aqu de todo el material necesario para reconocer los
sentnientos de Renaud hacia la madre: gran ainor y
{antasa de despedazamiento_. Pero una vez esclarecido esto, el ensueo inicial se repeta, siempre enigmtico, y el sntoma persista. Fue necesario llegar hasta
el nio agredido, que apareca claramente en el primer recuerdo, confirmado al menos por otros dos; en
uno d e ellos Renaud es atacado sin escapatoria por alguien ins fuerte que l; en el segundo, es l quien doblega a uno de sus fieles amigos, que lo molestaba ins
que de costumbre. Podra continuar desenrollando el
hilo de las asociaciones: la de la madre muerta de un
ainigo muy cercano, la de una vecina querida marcada
por un trauma del nacimiento.
Lentamente se impone la lgica arcaica del inconsciente: del mismo modo en que la madre en posicin de potencia aparece provista de un pene, el padre
en posicin de protector puede aparecer co1no portador
, de un nio. Se trata de una fantasa secreta inuy conosida por los psicoanalistas. As, lo que es golpeado, matado en el vientre de la figura paterna del sueo es un
nio, sin duda el propio Renaud, que reconoce sentirse
antes que nada hijo de su padre. A partir de entonces,
la imagen que se muestra en un primer plano en la escena de su inconsciente es su propia imagen de nio
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1destruye !'.';piedra basal de ese sueo en el que ella vipresentante que l mismo ha catectizado como el nve, sino que mata por segunda vez a Pierre, obligndocleo -aun tratndose de un cuerpo extrao- de su
la a hacer un duelo que ella nunca ha hecho ~Dura ~
ser, para convertirlo en su representante narcisista
rea para un buen hii~>: al mei1os as persiste en imaprimario, Pierre-Marie, forma de nio perfecto. Es
ginarlo. El trabajo de anlisis deber esclarecer y deun buen hijo, preocupado por los problemas ms nis~ar todas las elaboraciones secundarias que, en
mios de sus viejos padres, a los que rodea de afecto, y
su vida , han recubierto la necesidad del asesinato del
tambin es buen padre. El haber hecho un prner hijo,
nio (de la representacin n a rcisista primaria) y, en
contra su voluntad, piensa, lo precipit a un rn.atrimoparticular, todas las catectizaciones cuyo soporte consnio sobre el cual se interroga constantemente, sin
tituyen sus hijos a ttulo de negacin o de realizacin
comprender an que concibiendo hijos se engaa e
d e su propia muerte narcisista.
intenta salir del limbo. Cmo morir? Cmo matar al
nio fotforo qne es para su madre? LoTograr antes
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ele haber enterrado a sus padres? Aydeme, me dice,
El caso de Pierre-Marie pone especialmente de macomo si quisiese que gue a su sexo por los cannos del
nifiesto la dificultad para nombrar al representante
deseo. Lo que pide, en realidad, _es que levante el cunarcisista primario en cuanto nio-n~onumento vichillo dcl sacrificio y que, como al annal familiar, lo
viente, pero ta1nbin ilustra el problenia impuesto a
inmole, para renacer luego de las cenizas (o de la sancada uno por la fantasa matan a un nio. Aunque
gre) del tirano bicfalo, Pierre muerto que hay que
en la historia familiar no haya ningn hermanito
matar/Pierre-Marie monumento conmemoratorio
inuerto, si~~pre hay, en el deseo de los padres, algn
que hay que destruir, para que una primera rn.uerte
duelo no hecbp, mm.que ~!B..sea el de sus propios suelo conduzca finalmente a1l.<interva)ntre dos inue!] ~
~os infantiles-y su progenitura ser siempre y sobre
~~donde podr vivir.
todo el soporte excelente y privilegiado de aquello a lo
La dificultad particular que experimenta Pierre_ que habrn debido renunciar-. El nar cisismo priMarie para vivir se origina en el hecho de que, al cues\ mario del nil1.o [... ] es ms difcil de aprehender a trationar su ~n narcis~st~ primar~a, toca a su
vs de la _observacin dir~cta q~e de ~onfirmar con un
madre en el meollo de su razon inconsciente; en el
razonamiento retrospectivo. 81 consideramos la actianhelo de su progenitora debe ser el hijo inmortal que
tud de los padres para con sus hijos, estamos obligar<eemplace a P~e y anule su desaparici:;:_debe perdos a reconocer en ella la revivencia y la reproduccin
petuar~ como tal_ pero al renunciar a identificarse
de su propio narcisismo. [... ] Existe as una compulcon la imagen del fotforo, construida alrededor del
~., sin a atribuir al nio todas las perfecciones [. . .]. La
sueo de su madre le asesta un golpe mortal: no slo
\ vida del nio ser mejor que la de sus padres, no esta-
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h a b n, a s1do necesae/C-:.f.oJu''
e representantes inconscientes
Pre sses Universitaires de France (en adelante, PUF), pg . 96;
Gesammelte Werhe (en adela nte , GW), vol. 10, pg. 157.
~ -~ ro que, e n u n proceso analtico, los r epresentantes
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engend~a
de encuentros
convergentes,
signa~o
Laib/Leib en su ambigedad, Gelb y Geschmack engar, de um. d d0rd
d ms extrema;
pero aade
a ello '
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su referencia sensorial, le hubiesen sido devueltos o, por la vulnera, 1 1 d: un lugar en el que se
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incluso, descompuestos, por algn otro en posicin de la especificacwtn lo desconocido, armona rara o
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psicoanalista. Con eJJo no queremos decir en absoluto misterwsamen e
na A partir del recuerdo
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que un discernimiento tal de representantes incons- .byecta, mierda. o ato
del padre,
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marav1
. . el progreso del psico- .
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cientes borre su marca determinante: un discerni- pant lla
. delRasesind revela a travs de 1as imag
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' enes y
miento acertado se distingue, en r ealidad, por una or- a na'1 is is de enau
del sueo, fragmentos
e repres.entan.
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ganizacin diferente de sus efectos.
de las palab.rast
e se puede designar provisonaAs, Y Para volver a E:enaud, dos trminos del sueo tes inconscien es qu
/-"----'- parecen conducir a representantes inconscientes:
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saltando con las piernas abiertas y en el vientre. mente como composicin/descomposicin, desarticulacin, engendramiento; o describir en term1nos mas
Piernas abiertas, como apoyo para enfrentar al adverfloridos como descomposicin de un rostro a travs del
sario, con una mezcla de exaltacin y de pnico aunacual se muestra langura fr gil y poderosa de una esdos en una sensacin viva a nivel del sexo expuesto en
p eranza tranquila y violenta: el propio Renaud.
esa actitud; complejo de impresiones cenestsicas, que
el movimiento del salto confirma, poniendo en acto esa
Aproximarse a un representante inconsciente es ~
rexaltacin y bosquejando la carencia de apoyo del ponocer la gama de las ~epresentaciones q~e ~a e .
nico, que concluye, en el sueo, en la cada boca abajo.
gendrado en forma coactiva en el valor sustitutivo e
I mgenes de despedazamiento, de piernas cortadas
estas ltimas y, as, revelar algo de su poder tirnico.
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en un accidente de tranva, fantasa de tronco sepaA clarar en su sombra algunos rasgos del rostro desrado de la pelvis, imagen de descuartizamiento, de
compuesto de Renaud, comenzar a percibir en la figupuente imposible o ca tastrfico en una acrobti~ d; ;
ra de Pierre-Marie el poder marmreo del monumento
pernada pero, sobre todo, sensacin de des-composi del nio inmortal su pone ya, al reconocer los en su concin ante una amenaza, un peligro, una agresin exdicin de representantes inconscientes, doblegar el
PE'nmentada como impugnacin de un sentimiento
enceguecimiento de su poder, comenzar a atacar la
frgil v; al mismo tiempo, muv intcn-.:::: ct- -ms fascinante de las figuras del destino: el nio, en
nosotros.
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su sello cada una de las representaciones que lo constituyen. Su nombre es falo. Ni el poder del nio, ni la
belleza de la mujer, ni el desafo presuntuoso del pene
erecto del hombre bastan para representarlo: si cada
uno de ellos brilla de verdad es porque su florecimiento se enraza directamente en el orden del inconsciente, porque encierra, en su gloria expuesta, la marca
inmediata de la cifra que ninguna escritura puede trazar sin alterarla. Ms inconcebible an que un representante inconsciente, por su estructura formal, intrnsecamente heterognea, el falo no es ms que falta
y fuente. Incluso el concepto de pene no puede definirse simplemente como una parte del cuerpo: exige
que se lo piense no slo en funcin de las organizaciones diferentes en las que participa --cuerpo fisiolgico
y cuerpo de goce cuyo funcionamiento o lgica son distintos-, sino tan1bin en funcin del hecho de que el
pene es a la vez diferencia y signo de la diferencia,
sexo y signo visible de la diferencia de los sexos; finalmente, y sobre todo, la relacin de la que l es uno de
los agentes no puede formalizarse en modo alguno si
no se la reduce a una copulacin reproductiva, en la
medida en la que el goce encontrado no se incorpora a
ningn orden salvo al inconsciente. Con mayr razn
an, el falo, referente del orden inconsciente, no puede
asirse en un concepto; como un nmero primo que propondra la imposible divisin de su cifra, escapa por el
corte de su unidad a toda inscripcin. Es decir que no
existe ni imagen ni texto del falo: se lo encuentra slo a
travs del goce de los cuerpos en el riesgo del amor. Su
nico concepto es inconsciente: la castracin.
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Inconsciente, ya que en este orden es donde funciona la organizacin determinante de una cosita que
puede ser separada del cuerpo; concepto, puesto que
el trmino escapa a Freud cuando escribe al respecto. 1
En el sentido primero del trmino, y a travs de las representaciones inconscientes de prdida del pene, la
castracin designa una operacin doble mediante la
cual, por un lado, el falo se distingue del representante
inconsciente, imprimindole al mismo tiempo su sello
de heterogeneidad intrnseca y, por otro lado, se marca
la relacin entre la representacin consciente y la inconsciente como irreversibilidad de una operacin de
engendramiento.
Tomemos como ejemplo un sntoma comn de fobia
a los lugares cerrados: no es suficiente referir la representacin del espacio cerrado a una forma de representacin inconsciente que sera el espacio inquietante del cuerpo materno; el snton1a persistir, cualquiera que sea la pertinencia de la construccin interpretativa que pone en relacin al lugar cerrado, generador de angustia, con la representacin fantaseada inconsciente de un interior del cuerpo materno, porque
la va est cerrada: en efecto, el retorno de la representacin consciente a la representacin inconsciente es
imposible. El trabajo psicoanaltico que se impone
atae a la organizacin de las representaciones inconscientes que han producido el sntoma: el interior
inconscientemente fantaseado del cuerpo materno ,
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za en forma diferente para el hombre y la mujer la relacin con la castracin, definida como el conjunto de
operaciones que hacen que el representante inconsciente (significante) sea la unidad funcional del sistema inconsciente.
Retomemos aqu la ins ejemplar de las representaciones inconscientes: me refiero a la representacin
narcisista primaria. Indudablemente, ahora podemos
formular con mayor nitidez en qu consiste el duelo
que ha de hacerse con esta representacin: se trata de
tomar en cuenta la operacin de la castracin. Operacin doble, recordmoslo: por un lado, asegura la prdida del nio maravilloso -es decir que, por el clivaje
que instaura, le otorga su estatuto de representante
inconsciente radicalmente reprimido de lo que se organiza como sistema consciente-; por otro lado, para
constituirla como una unidad funcional del sistema
inconsciente, la distingue de lo heterogneo que torna
fallante al referente flico, al mismo tiempo que le nprime su sello. La representacin narcisista primaria
del nio maravilloso basa su poder fascinante en su
eminente valor de representante del falo, que se observa en las formulaciones ms conscientes: carne [uiande] de la madre y sangre del padre, carne de su carne [chair de leur chair] y otras, significante y producto
de sus deseos.
Una vez planteado esto, repitmoslo, la experiencia
de prdida de la representacin narcisista primaria,
como de toda representacin inconsciente, se inscribe
en forma muy diferente segn los datos de la anato ma. Cualquiera que sea el momento supuesto en el
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que la nia advierte la existencia de su sexo, el proble1na se plantea en trminos de falta del pene: ha sido
perdido, va a crecer como el que ella atribuye asumadre, en contraposicin a lo que le indica la percepcin?
Tarde o te1nprano se ver obligada a aceptar la evidencia de que carece de pene. Si, como corresponde
hacerlo, se considera a la prdida de la representacin narcisista primaria, siempre por realizar, como
constitutiva de l a castracin propiamente dicha, pode1nos decir que la comprobacin de la falta del pene,
que caracteriza a su sexo, se inscribir en el caso de la
nia como confirmacin de la prdida necesaria para
tomar lugar en el espacio conflictivo de la palabra en
que se despliega el deseo, espacio determinado por la
oposicin irreductible del sisten1a consciente al sistema inconsciente. Si se tienen en cuenta, adems, las
experiencias que el psicoanlisis nos ense a conocer
como prdida del objeto oral en el momento del des tete, y luego del objeto anal, vivido como abandono de
una parte del cuerpo, se con1prende que la fase flica
de la nia se inscribe, en el momento de su declinacin, en una serie homognea de experiencias de prdidas, de separaciones, o de falta, que encuentra lugar
naturalniente, por as decirlo, en la estructura del inconsciente regido por la castracin.
Un ordenamiento tal de la experiencia, condicionado por los datos de la anatoma, predispone a la mujer
a una relacin inmediata con la operacin de la castracin. De ese modo, ella se encuentra a igual nivel que
la operacin de la represin primaria, y catectiza slo
en escasa medida la operacin de la represin secun-
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slidarn.ente -lo cual, por afiadidura, conjura accesoriarn.ente el te1nor infantil de perder su pene-. El discurso del hombre, que se constituye as con1.o discurso
de la represin secundaria (represin en el sentido corriente del trinino), se organiza entonces claramente
con1.o rechazo de la castracin, desconocimiento del inconsciente y, por ende, modo de exilio del goce.
Con1.o quiera que sea, robustecido por la ilusin tenaz de no estar castrado y de poseer de algn modo el
falo, al estar provisto de un pene, el hombre se limitar a la prnaca de las representaciones conscientes,
al valor significativo de las palabras, elaborando siste1nas conceptuales con la inquebrantable pretensin de
producir un discurso universal cuya nica funcin es,
en realidad, la de ocultar la verdad del discurso inconsciente y la radicalidad ineludible de la castracin.
Slo al chocar, al desarrollarse su experiencia, con los
escollos de la roca de la castracin, se ver llevado a
interrogar retrospectivamente la realidad que se construy para intentar reencontrar el suelo real del que
se exili. Ms precisamente que su madre o su origen,
lo que redescubre es su lengua rnaterna, articulada al
non1.bre del padre, y holla a la postre su tierra natal,
donde yace, vivo, el falo sin atadura. Contra la funcin
de represin del discurso del h01nbre, la protesta de la
mujer no carece de fundamentos cuando denuncia su
tendencia hegemnica; pero se trata del discurso de la
represin, discurso del poder sin duda alguna: lo contrario, absolutainente, de un discurso llamado falocntrico, que slo podra consistir en un reconocimiento de la castracin.
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un reconocimiento del clivaje distintivo entre la unidad funcional del inconsciente y el falo, objeto y causa
del goce. El yo Ue] del habla [parole] de una mujer se
ubica entre el falo y la unidad funcional del representante inconsciente. Sin embargo, a travs de esta posicin subjetiva, la mujer tiende a atenuar la diferencia
de los sistemas, a hacer predominar en el orden consciente el valor significante de las palabras y representaciones en detrimento de su valor significativo; correlativarnente, esta confusin entre los rdenes atena
de algn modo el valor de goce del significante, obligndolo a privilegiar la funcin objetal del falo como
nico garante del goce. Tal es el destino femenino,
imaginar un falo, ya que conoce de1nasiado bien la
extraeza y la evanescencia del falo.
En este enfoque del sexo que impone el trabajo psicoanaltico, lo que importa es que la determinacin sexual es un hecho de discurso, una posicin subjetiva
radical que revela que no hay discurso universal legtin10, porque no existe un discurso asexuado. As, el espacio propio del discurso se revela como separado en
dos sistemas, masculino y femenino, que se distinguen a partir de la castracin por cuanto ella ordena
con una verdad a medias la relacin con el falo. Discursos marcados, en su origen, por el clivaje del sexo;
sera insuficiente pensar que pueden mantenerse en
estado puro, pero, por su necesaria e inevitable imbricacin, y cualquiera que sea su predominio respectivo, constituyen lo que se ha discernido desde hace ya
tiempo como bisexualidad; se puede afiadir a ello
que esta imbricacin pue de llegar incluso a invertir
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primaria. Recordemos qu e su invalidez consiste en la
inevitabilidad de su desconocimiento de la falta del
falo que lo constituye como hablante y deseante; acerca de la verdad de la castracin, lo nico que sabe es la
diferencia entre lo visible y lo invisible; pero la otra cara permanece oculta: la que permite articular la lgica
de lo no representable, la diferencia entre los elementos invisibles y el ojo horadante /penetrado que los organiza cual centro de perspectiva, entre los representantes inconscientes y el falo . Slo animado por una
pasin de clarividencia el hombre puede intentar reconstruir la hiptesis, entrever la verdad del ojo en la
tu1nba, del fulgurante enceguecimiento final de Edipo, articular laboriosainente las pruebas de la existencia del falo. Buscando sin saberlo la castracin, se har investigador, se revelar a veces como inventor.
Para ello, sin embargo, se requiere que conserve algn
vigor, a fin de ir ms all de los caminos surcados por
seductores carriles, trazados sobre el n1apa de las norn1as de vida del ho1nbre honesto: filosofa, investigacin cientfica, creacin artstica, explor acin, etnologa, psicoanlisis; o que sepa conservar alguna irona
frep.te a actividades tan perfectamente viriles como
las de todos los constructores de familias, de fortunas,
de rutas, de r epresas(!), de ciudades, de sociedades, de
imperios. Necesita una gran virtud para no limitarse
a las legtimas satisfacciones que le procuran estas nobles actividade s y conservar viva la sed de conocer la
otra cara de la verdad, la que no puede alcanzarse a
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(que yo tengo), queue (cola, y tambin la palabra vulgar para designar al pene), affame (hambrea), del
mis1no modo que en las representaciones inconscientes se encuentra tan a rn.enudo la imagen de una genou (rodilla), donde se ana todo el enigma de la articulacin de la pareja: je-nous (yo-nosotros). Finalinente, si consideramos la huella flica, la heterogeneidad intrnseca que cada representante inconsciente vehiculiza,je, tu, que o femme asumen la consistencia de un clivaje an ms radical que el de su ambigedad significante. En esta imbricacin de laberintos
ms de un alma bella puede extraviarse y los amantes
ms apasionados encontrarn una inina de pretextos
para sus disputas .
En una medida por lo menos igual a las trainpas
que tiende la complejidad de la estructura, los impases del amor se cierran por el peso de las ideas reinantes, de los inodelos de hombres, de mujeres, que toda
sociedad propone e impone: por afectuosas que ellas
sean, por valientes que sean ellos, estas n1ujeres y estos hombres modelos, inevitablemente, no son ms
que sustitutos pervertidos de lo que cada uno debe inventar para vivir.
No tenemos opcin. Ninguna ideologa, aunque sea
de buena naturaleza, ninguna filosofa o religin, por
insistente que sea su presin, pueden dispensarnos de
cumplir nuestro destino. Ciegamente, arremetiendo o
retrocediendo, pese a toda nuestra buena voluntad o
contra ella, sobre la trama de todas las divisiones se
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sentimiento muy intenso de no tener ni deuda ni cuentas atrasadas, de haber hecho un corte en su historia
-que conoce bien y narra sin dificultad-, un corte
neto y que salda toda cuenta. Incluso su vida amorosa
es tranquila, de vnculos que no la compro1neten por
completo y relativamente prolongados, inas sin llegar
nunca a lo definitivo. No hay cuentas atrasadas, y es
c01no si le faltase lastre, obstculos, apoyos que nada o
casi nada revela, salvo una inestabilidad, ms cclica
que reactiva, de su estado tmico. Tard rnucho, vacil
largo tiempo antes de comenzar su anlisis, intent
convencerme de que le dijese que, hablando a conciencia, no haba que emprender la aventura .
En relacin con dos secuencias, tres quiz, cada una
repetida en inltiples ocasiones, tuvimos oportunidad
de franquear la barra de ese trazo destinado a cerrar
toda cuenta. La primera es onrica: una suntuosa matanza de policas, soldados, SS ms o menos disfrazados bajo otros uniformes: el suefio, siempre igual, en el
sentido de que las peripecias que llevan a la rn.asacre
son simples y breves, contrariamente a la representacin, detallada minuciosainente y digna de las ni.s
clebres batallas de la iconografa; en ella destruye
con su1naria justicia todo lo que inatar se puede, despedaza, y finalmente destripa con una satisfaccin neta, de ser posible vivos an, a todos los que estn a su
alcance. No me oculta que su placer sera por lo menos
igual si hiciese lo mismo conmigo. Es sincera, sin soni.bra de culpabilidad.
La segunda secuencia se repite en su actividad profesional, donde se ve llevada a encontrar personas que,
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sin queja, amenaza o conjuracin alguna, han decidido matarse. Nunca hizo odos sordos al secreto de
esas personas; ni.uy por el contrario, las entenda con
sorprendente agudeza. Pero tampoco logr nunca que
quienes las rodeaban to1nasen en cuenta la inminencia del pasaje al acto, como si, entre lo que ella estaba
segura de haber percibido, algo no pudiese transmitirse del todo por su boca. Y cada vez, en cada ocasin un
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peso la acosaba hasta el tormento: no sera culpable
de alguna falla?
La tercera secuencia, ms imprecisa y quizs ni.s
incierta, la encuentra en el crculo fainiliar de sus her1nanos y primos: Carlota con los nifios. 1 Serena, feliz y
tranquila como nunca: milagro en el caso de estos nifios, que nunca han estado ms pacficos, imaginativos y juguetones; para ella es la culminacin, casi la
reco1npensa de la semana. Pero, sostenida por sus
fieles vnculos a medias, nunca tendr, sin duda, relaciones totalmente propias; es posible, incluso, que, sin
que nada se perciba de un drama secreto, no las desee
realmente: a lo sumo una sombra.
Cni.o no comprender que estos idlicos juegos y
ni.eriendas de nifios son hoy, sin la menor distancia del
recuerdo (y qu recuerdos podra tener?), las horas de
luz y de paz que encuentra y reencuentra cada semana, co1no aquello que no entra en sus cuentas saldaGoethe, Las desventuras del joven Werther: Ella tena un
pan negro del cual cortaba un pedazo para cada uno de los pequeos, ora p ara este, ora para aquel, en proporcin a su edad y
a su apetito. Serva a todos con el mayor donaire, y todos le agradecan a gritos, cndidamente ... (16 de junio).
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der sobre toda una vida y le dicta lo que debe hacer, sin
que sea posible la desobediencia. Desde cierto punto
de vista, y por un tiempo al menos, eso lo tranquiliza.
Piedra basal de su inconsciente, la representacin
narcisista priinaria Pierre-Marie-nifio-que-consuela
reina como por un derecho divino sobre la vida de su
sujeto. Entronizada por haber sido escogida a partir
de la fantasa de la 1nadre, e investida de la dignidad
flica, gobierna, con todas las representaciones originariamente reprimidas, la lgica feroz de un sistema
que permanece invisible, inaccesible, intocable: el inconsciente. Su poder se refuerza por todo el desconocimiento del sujeto; si l le dice: puesto que eres inn1ortal, slo vivirs, amars y hablars en tu nombre ms
tarde, cuando tu madre haya muerto, cuando tus hijos
y nietos sean, tambin, sujetos fieles y sometidos,
Pierre-Marie obedecer sin vacilar perinde ac cadaver.
A 1nenos que un sntoma, un insidioso y tenaz retorno
de lo reprimido, manifieste, con su desorden, que en
un reino semejante no hay otro sujeto que el subvertido. Perturbacin que insinuar que el atrincheramiento inconsciente en el que el tirano basa su poder
impone al sujeto una divisin entre su condicin de
exiliado y su identidad de testigo sin pruebas de la
castracin. En la neurosis obsesiva de Pierre-Marie, lo
que el sntoma soporta es una sorda y feroz rebelin
del sujeto, en el seno del atrincheramiento del que participa; en su fantasa de perfecta obediencia a la representacin narcisista prnaria, surgen secuencias
violentas y vengativas: epopeyas guerreras que se re1nontan a edades arcaicas, con su cortejo de muertes
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Pierre -Marie-nio -que -consuela, Teresa-que-destri pa-por-amor: dos representaciones tirnicas que
deben ser matadas. Pero cmo? Las impotentes armas del sueo se descargan en vano sobre estas fantasas: atravesadas por balas, destrozadas por granadas, quemadas por lanzallamas, prosiguen gallardamente su camino y, socarronas, nos desafan constante1nente. Para matarlas se requieren, en realidad,
otras armas, y en primer lugar, comprender que lo que
es tematizada as como rebelin, lucha a inuerte, venga nza que debe ser saciada, no es nada ms que la
elaboracin fantaseada de la relacin inevitable que
todos mantenemos con los representantes inconscientes que nos determinan y nos constituyen a igual ttulo que nuestra herencia gentica, o nuestras constantes biolgicas.
Pero la lgica del inconsciente es una lgica diferente a la de los enunciados (la que tiene curso legal), lo
que no quiere decir que no hay lgica. En una sntesis
fascinante, Freud formula sus principios: En ese sistema [el inconsciente] no hay ni negacin, ni duda, ni
grados de certeza. [... ] En el inconsciente no hay nada
ms que contenidos ms o menos catectizados. [. . .]
A travs del proceso de desplazamiento, una representacin puede transmitir todo su monto de catectizacin a otra; a travs del mecanismo de condensacin,
apoderarse de la catectizacin total de muchas otras.
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yen las representaciones reprimidas con posterioridad, a partir de las cuales se efecta el trabajo del
psicoanlisis; se corporizan y se dicen en palabras, en
figuras y fnnulas discernibles con nitidez, tales como
Philippe chri (Philippe querido), trsor de Lili (tesoro de Lili), <<}oli corps de Lili (lindo cuerpo de Lili).
El unicornio que aparece en un sueo, levantando el
velo de una represin con posterioridad, tiene, en ese
caso, el privilegio de constituir el anlogo ms notable
de la representacin Poordjeli del representante inconsciente originariamente reprimido; por un lado,
tanto en su nombre como en su figura rene, desplaza
y condensa, como lo hara el proceso primario, lamayor parte de los elementos de la familia de los retoos;
por el otro, en su forma significante, nita a manera
de contrapunto la representacin inconsciente Poordjeli. El proceso psicoanaltico se emprende slo trabajando sobre los retoos del representante inconsciente, y descifrando las formaciones que se originan en la
represin con posterioridad. Pero la diferencia entre el
psicoanlisis y uno de sus productos bastardos ms
perversos, la psicofilosofa psicoanaltica, se establece
slo al referir las figuras as reveladas, el unicornio en
este caso, a la representacin Poordjeli del representante inconsciente que la engendr mediante la serie
de sus retoos. En otros trminos, el psicoanlisis se
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cin doble y contradictoria. Por un lado, el representante inconsciente produce necesariamente retoos,
una forina de inscripcin consciente (aunque deba ser
reprin1ida con posterioridad); o, para ser ins precisos,
el representante inconsciente tiende a infonnarse en
el registro de la inscripcin consciente, en este caso bajo la forma de unicornio, como si tuviese que apoyar
sus posibilidades ilimitadas de movilidad en algn
trmino diferente del falo. Pero, por otra parte, la representacin consciente tiende a anular, borrar, liquidar al representante inconsciente, en tanto y en cuanto impone, una vez forrn.ulado e inscripto, la negacin
de su inovilidad intrnseca: la variabilidad de los elern.entos diferenciales que constituyen al representante inconsciente tiende a ser anulada por la representacin conscie nte. El unicornio fija en un nmero limitado de figuras determinadas la fuerza viva que encierran las posibilidades ilirnitadas de desplazamiento y
condensacin, inherentes a la movilidad de los ele1nentos que con1ponen al representante inconsciente :
la variabilidad posible de las relaciones D-J, P-L, J --L
se reduce en gran medida. La fijeza de la representacin tiende a suplantar la constancia de la fuerza en
su movilidad: el representante inconsciente es confir1nado en su condicin de reprimido radical, rechazado,
contenido, negado en su fuerza viva.
Entre la representacin del representante inconsciente y el referente flico la incompatibilidad consiste
en que al representante inconsciente le es imposible
tener en cuenta la heterogeneidad intrnseca del falo,
que no puede reducirse a una combinacin de cifras
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homogneas, P, J, D, L, aunque sea variable. En efecto, la heterogeneidad del referente del sistema inconsciente se origina en el hecho de que comprende, a la
vez, el cifrado de su unidad en nmero irracional y el
resto irreductible de su divisin; o, tambin, que cual
un nmero complejo a+ ib, comprende al mis1no tiempo la determinacin positiva de su unidad y la impensable unidad negativa: i 2 = - 1 . No es posible decir ni
pensar falo sin pasar as al otro lado del espejo, donde el objeto sin reflejo rompe y funda la lgica del significante. En realidad, el concepto psicoanaltico que
introduce esta heterogeneidad en relacin con el orden
de los representantes inconscientes es el concepto lacaniano de objeto (a), elaborado a partir del concepto
freudiano de objeto de la pulsin. Por otra parte, podemos decir que todas las incompatibilidades evocadas '
se basan y se originan en la heterogeneidad del falo .
La fuerza pulsional, hemos dicho, debe concebirse
como la tensin correlativa de las diferentes inc01npatibilidades que constituyen la realidad psquica. Podemos aadir que, conforme a sus fuentes, ella es doble
y contradictoria, o, tambin, dividida y conflictiva:
pulsiones de vida y pulsin de muerte, tal como design Freud, en ltima instancia, a la dualidad de las
fuerzas que nos animan.
El trabajo de las pulsiones de vida se reconoce en
accin en la organizacin aparentemente predominante de las representaciones conscientes. Las fuerzas pulsionales llamadas de vida, centrfugas en cierto
modo en relacin con las fuentes incon$cientes, tien-
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den a valorizar los trminos positivos de las antinomias y a producir sistemas de representaciones, cuerpos de inscripcin cuya razn primordial es, en todos
los casos, la de contener, mantener reprimido, negar la
negatividad de los otros trminos de la antinomia, y
la heterogeneidad misma. Pulsiones sexuales en la
primera teora freudiana de las pulsiones, despliegan
como en nuestros sueos y fantasas las figuras singulares y los dispositivos especficos que sostienen al deseo: rostro de mujer, cuyo perfil y color de ojos se encuentran en una relacin determinada con la saliencia
de los pmulos, mujer que es el objeto del deseo de otro
hombre. Son ellas, las pulsiones de vida, las que organizan la trama imaginaria con la que se teje la realidad del deseo. Ellas producen as fantasas de deseo
n~ediante las cuales los retoos de los representantes
inconscientes organizan, en una escena a medias clandestina, representaciones alegricas de la bsqueda
del falo: caza del unicornio, bsqueda del Graal. Pero
basta con que --cediendo a la tentacin imperialista>>
de su poder- las pulsiones de vida, fortalecidas por
sus conquistas, releguen al campo del mal (para liquidarla) a las fuerzas ms vivas, llamadas de muerte,
para que la fantstica y cotidiana puesta en escena del
deseo se sumerja en lo absurdo e irrisorio de una mala
caricatura: en las escenas privadas, la bsqueda del
falo se convierte en levante de chicas por la calle o en
seleccin de la compaera ideal mediante computadoras. En las escenas reguladas de la vida pblica se
producen correlativamente, gobernadas por el productor delegado de las pulsiones de vida, otras represen-
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ria para que surja la angustia: nos sumerge una fuerza excesiva que, al no distinguir objeto (a) alguno, intenta estrechar el interior de nuestro cuerpo mismo,
aliento, corazn, rifiones, en lo que este encierra de
ahna no representable. Es difcil aprehender conceptualmente la pulsin de muerte, pero la angustia
nos perrn.ite hacer la experiencia de ser dominados por
su fuerza; precipitados en un enloquecimiento subjetivo, nuestro nico recurso es una reanimacin boca a
boca, cuerpo a cuerpo, palabra a palabra, de las representaciones conscientes -libidinales, se entiende-.
Y, sin embargo, ninguna de las representaciones conscientes puede vivir, o sea, ocupar un lugar en la econo1na de las figuras libidinales que forman la trama de
nuestro deseo, si las fuerzas de la pulsin no inantienen la distincin de las unidades constitutivas del siste1na inconsciente que son los representantes inconscientes. Si, por alguna razn, estas, a su vez, fallan, el
aparato psquico c01nienza a funcionar locamente,
c01no si hubiese perdido su razn de ser: la oposicin
conflictiva de dos sistemas radicalmente heterogneos. Se trata de la locura mediante la cual se manifiesta bajo diversas formas una organizacin (o desorganizacin) psquica que se caracteriza siempre por
una renegacin absoluta de la heterogeneidad intrnseca del aparato psquico: sea porque, de manera paranoica, proyecta con agresividad, quejumbrosidad o
sensibilidad la lucha de la que se ha renegado en un
irreductible conflicto externo entre el poder autocrtico de un yo omnisciente-omnipotente y la insondable debilidad y estupidez de los dems; sea porque,
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an adolescente matando al jabal furioso que acometa contra l. Golpe decisivo, hecho concluyente donde 1
es posible aprehender el hilo perdido de otra trama, la
de una novela secreta que se distingue finalmente de
la epopeya familiar y del fabuloso xito ya inscripto en
la historia de los poderosos de este mundo. Se descubre otra historia, salvaje, hecha de riesgos, muerte,
violencia pasional, hazaas guerreras, locura y amor;
en ella brilla una mujer, la primera esposa del padre de
Justin, mujer de poco nombre pero deseada apasionadamente. En la trama de las palabras y de las representaciones de esta novela paralela el padre se halla en una posicin de poder que, en la historia reconocida, p a reca monopolizada por la rama materna.
Pero, sobre todo, con la nueva historia se impone esta evidencia, difcil de soportar: que su madre nunca
fue para su padre nada ms que el sustituto de la otra
mujer, de poco nombre. Ese nuevo fragmento de la
verdadera novela familiar se revelar mediante el
anlisis de un recuerdo insistente: nio an, Justin
recibe una larga carta de su padre, hecho poco habitual. Desde un lejano pas, este le relata en detalle cmo explota tierras nuevas, cultivando la via a partir
de plantas importadas; durante largo tiempo, el anlisis de este recuerdo mareante choca con la escritura
misma de la carta, meca nografiada, indicando con
obstinacin que en ese mensaje est aba escrito, marcado, impreso con todas sus letras . .. pero qu? El cultivo y la explotacin de la via [vigne] a la que el padre
se consagraba con pasin fecunda . Al mismo tiempo
que l lo adverta, supe que el nombre de soltera de su
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so en la actualidad, bloquearse dolorosamente el raquis, para decir, sin n1s palabras, su parlisis. Las
palabras estn presentes, mudas, digmoslo as; sin
embargo, al inismo tiempo que comienza a articularse
la otra historia balbuceante, fragmentaria, vacilante,
eso [9a] comienza a decir yo [je], y las palabras, a hablar.
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* Mer, mar, y mere, madre. (N. d el T.)
** J eu es tomado aqu e n el doble sentido de juego y de e spacio de accin, posibilidad de movimiento. (N. del T.)
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que detennina, inmutable, el conjunto de la obra hasta su conclusin. Son las mismas notas, las mismas letras, las que constituyen la trama y engendran el fabuloso despliegue de las fugas y cnones . El tema
principal, de misteriosa y apacible estabilidad, divide
en una serie de notas las relaciones, tan seguras como
naturales, de los intervalos de quinta, de tercera y de
cuarta, como el arco iris despliega en su maravilla la
gama de los colores fundamentales; ellos se combinarn inicialmente en orden inverso, en movimientos
contrarios, dentro de la simplicidad de los intervalos
fundamentales (diatona); luego, muy pronto, entrarn en juego los infinitos matices de las relaciones intermedias, de los colores compuestos (cromatismo), como otros tantos efectos posibles, necesar ios, milagrosos, del tema original. El tema principal, escribe un
comentarista annimo, aparece en las diferentes
fugas bajo aspectos diversos. Hace nacer contravoces,
acoge elementos de las voces provenientes del contrapunto, se transforma a travs de ese proceso gigantesco como la personalidad humana .. . vive ... Cada fuga
aporta una solucin diferente-tanto en la utilizacin
de procedimientos tcnicos como en la concepcin de
toda la forma-, desde las fugas simples (las cuatro
primeras), pasando por las tres fugas en movimiento
contrario (en la sexta, el tema aparece en disminucin
hasta la mitad de su valor rtmico, y en la sptima,
aparecen simultneamente un doble aumento y una
doble disminucin), hasta las fugas con mltiples temas, en las que se le aaden nuevos temas .al principal. En la doble fuga, llamada en espejo, la segunda
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Todo el trabajo del psicoanlisis, como sabemos, consiste en dar la palabra al inconsciente , en lograr que la
otra historia se haga or; singular historia, sin embargo,
constituida por fragmentos errtiles: una espalda, un
solitario, un olor, el espacio de un aliento, un grito, organizados como una constelacin que desafa los acontecimientos y el tiempo, en un cuerpo extrao que no
puede decir moi, pero a partir del cual <<je se escande en el intervalo de cada elemento.
Para dibujar ese cuerpo, escribir esa otra historia,
hacer or la escansin del <<je, ms adecuadas que las
palabras seran las notas musicales, designadas como
en el pasado mediante letras. Al final del manuscrito
del Arte de la fuga, Karl Philippe Emmanuel aade la
siguiente observacin: Sobre esta fuga, donde el nombre de B.A.C.H. (si bemol-la-do-si natural) es tomado
como contra-tema,** muri el autor. Ese contra-tema
aparece as como el ltimo avatar del tema pri ncipal:
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* Frmula freudiana de El yo y el ello; fue traducida al francs
por Lacan como Ou r;a tait, je dois advenin> (Donde eso era, yo
debo advenir) . (N. del T.)
** Contre-sujet, literalmente contra-sujeto . (N. del T.)
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contraposicin a toda objetividad la dignidad sin nombre del resto, lo real del marge n. Es all, en el margen,
donde pennanece, sin n01nbre, sin lugar, la muy tradicional c01nparsa del sujeto, el objeto en su oscuridad
primera.
El inconsciente revela as al anlisis e l elemento
ms inasible de los que lo constituyen, el objeto, como
su parte de sombra, tan densa e innon1inada como la
sustancia misma de nuestro cuerpo: la que, ms ac
de sus elementos figurados, miembros, rganos o nucleoprotenas, constituye su irreductible peso de realidad. Lo que el cuerpo es, como dolor confuso o placer
innombrable, se sita en primer lugar en ese ms all,
fuera de toda plenitud; como si desde un primer 1110mento fuesen arrojados al margen esos primeros pesos del cuerpo que son las exigencias del hambre, el
inalestar de la necesidad de dormir, la torsin de un
espas1no, la tensin del ojo antes de que reconozca. El
n1s all del margen est habitado por un pueblo de
sombras, de pedazos de cuerpo sin nombre que, en
luchas ciegas, continuamente padecen y se apaciguan;
caos de dolores y sonrisas que nada, nunca, podr ordenar bien. Infierno o verde paraso, toda la angustia
y el goce del mundo nacen en ese fuera -de-lugar [horslieu] acosado por fragn1entos del cuerpo primero. El
estallido del solitario de Justin, la imaginaria herida
visceral de Renaud, nos haban conducido ya, con su
aura de horror o de desagrado, al linite de ese reino
del objeto desde donde vuelven a nosotros los virreyes
omnipotentes que son los objetos pulsionales: pecho,
mierda, mirada y voz; ellos se reparten la tierra, nues87
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roturada: con notable constancia a travs de las peripecias de su historia, es all donde parece operarse
una suerte de renacimiento o de advenimiento de s
mismo, de reconocin1iento de su nombre secreto, con
mayor seguridad que en sus xitos sociales o en sus
aventuras galantes. La antigua figura del labriego,
inesperada en un hombre de su condicin, es tambin
su fantasa inconsciente; y, aun sin saberlo, impuso su
marca a su hijo, sin duda con mayor intensidad que la
de los buenos modales. Ahora bien, a la inversa de t odos los otros nperios de los que Justin se siente vctima y prisionero, la cadena de los representantes inconscientes de la fantasa materna, al n1ismo tiempo
que in1pone su poder, presenta su falla: el corte del
sujeto que la atraviesa. Justin utilizar el roturar la
tierra de su padre c01no instru1nento privilegiado del
asesinato de su representante narcisista primario, del
nio-Atlas capt urado en. el impase del matrimonio de
sus padres . Es en ese punto de fuerza o de falla de la
fantasa paterna, de su n01nbre secreto, donde se engendrar el descifrar la roca cuerpo a cuerpo, que l
ejercer desentraando la s erie de apoyos por los que
se abre el camino de la roca a violar.
Esos temas emparentados, roturar la tierra y
descifrar l a roca [dfricher la terre y dchiffrer le
roe], no son, por supuesto, ms que las representaciones d e los representantes inconscientes propiamente
dichos, que en su forma ms descarnada deben escribirse: D-F-r-CH o D-CH-F-r; temas inconscientes originarios que pueden tambin producir representaciones tales como fuego del carro [feu duchar] o cagar
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En lo que se refiere a mis ins vivos intereses, ningn indicio escapa a Sygne: en ini escritorio localiza
con ojo soberano el grano de oro bruto o el centelleo de
los cristales secretos de la geoda; desata con certeza
indudable la trama fantaseada de ns escritos, del
n1ismo inodo en que se esfuerza por leer, en el desorden de mi mesa, inis preocupaciones o proyectos. Nunca tuve un analista ms atento y perspicaz. En esta
rn.ujer de treinta aos, a la que una fainiliaridad con
la cifra condujo muy pronto a los discretos honores de
la Ciencia, se inanifiesta sin rodeos lo que su vocacin
de investigadora pone en accin. A partir de mis indicios significantes, que recoge, como nctar precioso,
para su con1putadora secreta, apuntalar y sostendr
el flujo enloquecido de sus representaciones y alimentar su sed de ainor. A travs de lo que de ese modo,
con o sin razn, considera los representantes de mis
fantasas de deseo, como Justin a travs de la reja de
los significantes de su padre, intenta abrir una brecha
en el espacio de un suspiro, de un reposo, de un abra.
En su inente, en la que las palabras desfilan de continuo con10 cifras, se realiza el profuso trabajo de una vida en gestacin. Para decir mejor su expectativa, in1agina apoyar su frente en el n1nnol de ini chimenea,
en la n1adera de ini inesa: querra callar y abandonar95
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La historia del psicoanlisis y la epopeya freudiana
deben leerse inicialmente a partir de esta intrpida
curiosidad, de un atrevido viaje hacia lo desconocido, hacia lo que no ha sido hollado jams, 1 que conduce inexorablemente a los confines de los pases prohibidos en los que nace el deseo. Para mi justo castigo,
escriba Freud deprimido, ninguna de las regiones inexploradas en las que, primero entre los mortales, he
penetrado, ver nunca mi nombre o s e someter a mis
leyes; cuando en el transcurso de la lucha corr el riesgo de perder el aliento, rogu al ngel que renuncie ... ,
lo que despus ha hecho. 2 La aventura no puede ser
realizada por intermedio de otra persona: slo es posible comprometerse en ella con tripas y alma, exponindose. En el momento de concluir La interpretacin de los sueos, Freud lo dice, y tambin suea con
ello: ningn trabajo ha sido tan completamente mo;
es mi propio excremento, mi planta y adems una
nova species mihi. 3 El preparado [anatmico] de mi
propio cuerpo [se trata de su parte inferior, la pelvis y
las piernas] que en el sueo me encargan es, por tanto,
el autoanlisis ligado con la comunicacin de mis sueos, 4 con la publicacin de la obra acerca del secreto
de la interpretacin del sueo, acerca del deseo.
1
Freud, L'interprtation des rves, PUF, pg. 387; GW, vol. 2-3,
pg. 457.
2 Freud, Lettres a Fliess, en La naissance de lapsychanalyse,
carta n 134, pg. 283.
3 Ibid., carta n 107, pg. 250.
4 Freud, L'interprtation des rves, PUF, pg. 386; GW, vol. 2-3,
pg. 456.
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Debemos ir n1s all de lo que, por el narcisismo primario y la pulsin de muerte, se enlaza en la fantasa
originaria matan a un nio. La transferencia, pieza
fundamental de la articulacin del psicoanlisis, exige
que se interrogue la fantasa secreta que incita alanalista a actuar como cazador de demonios, que intenta
despertar en el hic et nunc de la sesin los representan tes inconscientes y su prodigiosa fecundidad. Extrao destino, que slo puede esclarecerse interrogando al nacimiento del psicoanlisis, es decir, la pasin
profunda de descubridor de enigmas, de explorador de
los orgenes, que anima a la extraordinaria aventura
freudiana. Desde un primer momento, ella se presenta en la intensidad de la transferencia. Se requiri toda la deterininacin de Freud ante la den1anda de
amor de Em1ny von R. para que naciese el psicoanlisis. Que el psicoanlisis haya nacido de ese modo, a
partir de la impavidez de Freud ante los deseos de las
mujeres, no nos autoriza en absoluto a reducir superplejidad a un enceguecimiento: nos obliga solamente a
retomar lo dejado-de-lado [laiss-pour-compte] en que
se origina todo descubrimiento: el silencio del enigma
qu quiere una mujer sigue representando para el
psicoanlisis, como lo fue para Freud, el precio pagado
por el descubrimiento del Edipo.
Freud seal que nada nos pennite negar al estado amoroso que aparece en el transcurso del anlisis
el carcter de un ainor "verdadero"; 5 a menos que nos
Freud, bservations sur l'amour de transfert>>, en La technique psychanalytique, PUF, pg. 127; GW, vol. 10, pg. 317.
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tos constantemente renacientes de la represin, se encierra lenta pero seguramente en la encandilante ceguera que presidi a su nacimiento y reconstruye de
manera laboriosa, bajo la apariencia de una Aufhebung, un sistema de recuperacin de la otra mitad del
cielo.
Empero, por ahora contentmonos, lo mismo que
Freud, con no negarle al estado amoroso que aparece
en el transcurso del anlisis el carcter de un amor
verdadero. Es ampliamente suficiente para nuestro
esfuerzo, ya que confronta al psicoanlisis no tanto
con lo imposible como con lo extraordinario de su empresa. Vayamos directainente a los hechos que se imponen, al menos en el caso de algunos analizandos: no
negar el carcter de amor verdadero es slo una forma
prudente de afirmar que se reconoce el amor, y es realmente lo mnin10 que se le puede exigir a un psicoanalista. No es este el momento de ceder a la tentacin filosfica o esttica, y de convertir al amor en un Cupido
con alas o en un concepto. Lo que tenemos que reconocer--en la medida en que nos rehusamos a renegar de
l en casos anlogos a los que presidieron al nacimiento del psicoanlisis- es el amor de una mujer. Qu
quiere decir esto, sino que responderemos a l, primordialmente, merced al reconocimiento que no debemos
evitar? Pero, de qu modo?
Dejar en la sombra de una discrecin convencional, sin relacin con el secreto de las fantasas del analista, el caso en que el profesional, aunque psicoanalista, es de todos modos hombre y sella sin ms trmite
su reconocimiento en un acto carnal. La aventura de
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tante inconsciente (significante) y slo de manera accesoria se incorporan al sistema de las significaciones;
astros y cuerpos gloriosos del sistema flico, dicen slo
el lugar de sombra de los objetos de todo cuerpo. Lo
que espera del discurso del hombre es que fije en una
pantalla de represin los signos de su gloria en cuerpo
carnal y que aferre all su esperanza de ver un fragmento de cielo.
Al igual que en su trabajo con las cifras, en anlisis,
con las palabras, Sygne habla de amor; y la ronda exacerbada de los significantes que hace girar dice slo su
dolor o, mejor, su goce en suspenso [en souffrance]. 8
Ella no se engaa en absoluto: si anhela reposar su
cabeza en mis manos, apoyar su cuerpo contra el mo,
no es de ningn modo -al menos lo dice sin otra denegacin- para calmar su deseo; sera ms bien para
tomar cuerpo, encontrar algn punto de ligazn con
las palabras que la acosan, algn lugar de sombra y de
frescura en los fuegos de verdad que la consumen.
Cuando se apodera de los significantes que supone
(por lo general justificadamente) pertenecientes a mis
fantasas de deseo, lo que me demanda no es slo no
rechazarlos, sino tambin ser fiel a ellos; como si la
conspiracin de los representantes inconscientes, engarzados en la pantalla de todas mis represiones, tuviera que servirle de apoyo, reconocindola como Sygne. Estoy seguro de que habr expertos en psicoanlisis que me diran que habra debido recibirla en un
consultorio ms austero que el mo; que no debera ha-
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remos lo que se revela, ms all de la fantasa de asesina to de un nio, en cuanto al cuerpo secreto del
lugar de los nacimientos. Se adivinar entonces, quiz, qu es lo que, entre las ins secretas fantasas del
analista, lo impulsa a este, como a Freud, a intentar la
imposible revelacin y a reinventar el psicoanlisis.
Es que los analistas, y Freud el primero, son tan desconfiados (o clarividentes) co1no Zeus y temen que sus
hijos los maten. Lanzado a la conquista del poder,
Zeus devor a Metis (su prnera esposa) cuando, encinta por obra suya, lleg el momento del parto, a fin
de dar a luz por s mismo. Fue entonces de Zeus, de su
cabeza hendida por un hachazo, que naci totalmente
armada la inteligente y poderosa Atenea.
Freud descubri, pues, la interpretacin de los sueos, dio su estatuto al inconsciente y formul en trminos edpicos una ley primera del deseo; pero conserv,
siempre inquisitiva, otra Esfinge: Qu quiere una
mujer?. Ya no habr descubrimientos inocentes; pero henos aqu, psicoanalistas, enfrentados con una
exigencia ms intensa que en cualquier otra empresa:
la de inventar en cada caso nuestra prctica, palabra
por palabra. Slo hay psicoanlisis cuando, en verdad,
se produce el encuentro de dos hablas nacientes: como
en ainor, sin duda, pero con palabras desnudas y cuerpos recubiertos .
De hecho, tie nen sexo los analistas? El interrogante debera ser sometido a un prximo concilio. La opinin que predoniina en la actualidad parece ser que s
lo tienen, pero que eso carece de importancia, siempre
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Este texto ha sido sometido a lectura en el seminario de Conrad Stein,' en diciembre de 1974.
2 Vase supra, captulo 1, esp. pgs. 16-9.
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Que haya vivido all negndose a reconocerle encanto alguno, como si se lo invitase a cerrar los ojos,
sorprende y nos lleva a sospechar la existencia de una
Viena interior, profunda; sepultada, y que remitira a
algn momento anterior a Freiberg, a J acob Freud, al
padre de este ...
Con qu brillo relucira sin duda Viena vista desde
un gueto de Moravia! Qu lugar privilegiado deba
ocupar en las nostalgias y en los sueos de un J acob
nio! No es acaso a l a quien Freud quiso ofrecer esta
bella antepasada inexplorada? Mas para ofrecerla
intacta deba situarse a una cierta distancia y negar
su seduccin.
Pero si Viena ocupa un lugar tan importante en la
deuda edpica pagada por el primer analista al inconsciente de su padre nio, se nos aparece tambin como
la metfora de otra historia y de un secreto. Historia
difcil, secreto de espejo en que el cuerpo y la imagen
se buscan y se desafan.
Viena, ciudad a la que, en un sueo de Freud, se dirigir Fliess en julio. 6 Por qu julio?, se interroga
sorprendido el soante, que asocia: El mes de julio, el
nies de Julio Csar... Julius, mi hermano menor
muerto a los pocos ineses de haber nacido; julio, el ines
de Julio; Viena, la ciudad de Csar. Si l es Csar, yo
soy Bruto.
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Ahora bien, los hroes de Schnitzler plantean constan temen te este interrogante. Soadores sin prpa- - 1
dos, atraviesan la ciudad, hurgan en las casas, supli-
can, exigen, juegan a juegos de azar, van a extraas:
fiestas, hacen caer las mscaras, arrancan los disfraces, interrogan los cuerpos silenciosos de la morgue o
la sonrisa de su mujer adormecida. Y aunque la respuesta Ich weiss nicht>>, No s, est inscripta por su
autor en el nombre de una mujer amada, Olga Waiss-,
nix, lO se obstinan y reinciden.
Qu quiere la mujer?.
Pero esos hombres, qu quieren?
1
Ms que un destino paralelo, orgenes idnticos, in- ; ,
tereses compartidos, acontecimientos cuya coincidencia es realmente sorprendente, es a nivel de este int e- '
rrogante donde debemos situar lo que para Freud y ;!
Schnitzler fue un encuentro y un no-lugar [non-lieu]. !
No lugar del que Viena, ya lo hemos dicho, es sin duda'.
la capital.
Seductora, depravada, mezquina y pastelera, la
Viena imperial de la que nos habla Schnitzler est
muy prxima a la Praga del Golem en la que el doble
circula y se proyecta en libertad. En esa Viena, cuando
l as puertas se entreabren, el cuerpo d e las mujeres
aparece expuesto. Obstinadamente, los hijos buscan
en ella un mensaje, el recuerdo de una huella, la clave
de un secreto. El mismo quiz que hace vacilar a
Freud cuando, al abordar el estudio de la feminidad,
la califica como continente negro.
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Explorador de los callejones sin salida infinitos,
para proseguir su marcha Freud necesitaba una tierra firme en la que descansar. Si ella se entreabre surge el vrtigo, el trastorno de la memoria, la inquietante extraeza.
Cuando el primer cosmonauta norteaniericano descendi de la Luna, todos pudieron comprobar su extrema palidez. Al preguntrsele Qu vio, respondi
simplemente: Vi a Dios y Ella es negra, y cay desplomado.
En Rosa o la felicidad de los hombres, un regimiento entero se sumerge y desaparece en el cuerpo
afable de la bella Rosa. Aunque Maurice Pons no nos
lo diga, es posible que encuentre en el camino a ese caballo que en una historia ms breve, aunque no mejor,
un jinete busca en vano.
Cuando en 1895, mientras asista a una intervencin quirrgica de los senos nasales de su paciente Emma, Freud observ la extraccin de un apsito que el
doctor Fliess, algo soador, haba olvidado, experiment un malestar.
Desvanecimiento, malestar, novelas y ancdotas:
barreras todas para lo que en la mujer escapa al entendimiento. Pero se trata realmente de ella y es slo
ella la que est en juego?
Si nos refirisemos exclusivamente a la interpretacin que en El tab de la uirginidad 11 nos da Freud
acerca del relato de Schnitzler El destino del barn
11
Despus de esta ancdota y de la historia de un espejo que el doctor Fliess ofreca tambin a sus conte1nporneos, inuchos aos pasaron antes que el nombre
de Schnitzler volviera a la pluma de Freud. La nota a
pie de pgina en El tab de la virginidad que ya he1nos visto, e inopinadamente, en Lo siniestro, un pA. Schnitzler, Le destin du baron Leisenbogh, en Masques
et prodiges, Stock , pg. 66.
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Insatisfaccin, rencor, ninguna ganan cia de seduccin, ningn placer preliminar que permitira la liberacin de un goce superior, proveniente de fuentes
psquicas mucho ms profundas y que se origina en el
hecho de que nuestra alma es aligerada de ciertas tensiones[ .. .] al permitirnos el artista (cuando nos ofrece
la representacin de sus fantasas) gozar de las nuestras sin escrpulos ni vergenza.16
Nada de ello en esta lectura; por el contrario, tenemos la impresin de haber sido engaados por alguna
falsa identificacin, de haber sido inistificados. Fascinados, diremos, como lo son en su desconcierto los
clientes de un ilusionista . Fascinados, como lo son en
Fortuna 17 los hroes de un relato del que la mujer
est ausente; pero en el que lo femenino parece haber
emigrado hacia otro lugar, otra ciudadela. Lugar de
misterio y de smnbra, ciudadela interior. Actualmente, es en s mismo, en su propio semejante, que el hombre buscar el rostro al que atribuye tanta sabidura,
su Mefistfeles, su prestamista, que recuerda siempre, de algn modo, al Eterno femenino.
Fortuna: una noche en un garito de Viena, el a rtesano Waldein es abordado por dos desconocidos, condes o barones. Le dicen que los siga y le proponen conducirlo al Jockey Club, crculo privado en el que slo se
acepta a la aristocracia. Ebrio, estupefacto, el hmnbre
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que no es el suyo(?). Sobre esas pinturas repite constantemente una inisma escena: jugadores, un tapiz
verde, un garito de mala fama.
Un da se presenta un rico y distinguido conde o
barn aficionado al arte, que a pedido suyo lo introduce en el crculo, para bosquejar un cuadro del que ya
elabor un proyecto. Una gran sala, cuatro espejos en
inarcos dorados reflejan luces reverberantes.Altas siluetas de hombres en traje, con una gardenia en el
ojal. Prestigioso, indolente, el conde Spann se encuentra presente. Alrededor de la mesa de pao verde rostros npvidos y, bajo esas inscaras, una pasin que
Frantz puede adivinar... Si slo pudiese sentir lo
inismo, jugar con ellos ... Crear. Con los ojos entornados, Frantz Waldein suei1.a, siente que penetra el secreto, se acerca a la verdad.
Pero a qu verdad se acerca Frantz? Cul es ese
secreto extrao, singular, que viene de lejos y que cree
reconocer? Pertenece a otro? Es suyo? Llega a presentirlo en un juego de espejos?
Es el alba. El viejo Waldein agoniza, Franz lo cuida
y teme dorn1irse. Un reflejo azulado se cuela por el reborde de la ventana, ilumina los frascos ubicados cerca del lecho, empalidece an ms los labios del enfermo . Inconsciente1nente y por prnera vez despus
de la enfermedad de su padre, Frantz piensa en su
cuadro y se ve concluyndolo.A Waldein agonizante le
vuelven los recuerdos: el agua inurmura, el eco resle fantome, en tudes freudiennes, n 9-10, Denoel, abril de
1975.
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ponde, el ruido de un martillo cerca de su odo, repentinamente surge el puente de los Leones. 1 9
El hijo sabe todo ahora. Corre a lo largo de las orillas, desentierra la fortuna, la esconde bajo su traje. Se
apresura y vuelve, pero encuentra un gran silencio:
Ya no recibir respuesta alguna.
El mismo da del entierro, Frantz Waldein se dirige
al crculo. Una palabra del conde le permite jugar. Para terminar el cuadro, dice Frantz, debe experimentar
una vez lo que siente esa gente. Gozar con ellos del
fuego que los consume, llevar la chispa y luego ...
Crear. Dar al mundo la obra inmortal que fijar en un
cuadro el lugar de una seduccin, el momento de un
goce: el padre entre esos hombres prestigiosos y afortunados, que lo tomaron como una cosa pasiva, que jugaron con l, de los que goz o, mejor dicho, so gozar
en el desconocimiento de un proyecto insensato.
Bosquejo, cuadro, obra inmortal que ocultan otra
historia, que enmascaran otro lugar al cual, parecera,
el hombre se acerca slo a costa de su razn o de su vida. As, al menos, habla la fantasa. La fantasa, o
Schnitzler, o ambos.
Si es cierto que cada uno de nosotros lleva a lo largo
de su existencia una parte del tumulto de los secretos
inconscientes de sus progenitores, el tumulto que provoca lo femenino del padre no es el menos tenaz. Ensordecido por nuestro ruido personal, difcil de discernir a causa de nuestras proyecciones, ese tumulto es
apenas un murmullo cuando llega hasta nosotros.
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Schnitzler ha sido sensible a l, y nos entrega este relato donde se pone en escena el destino de aquel que,
sin saberlo, trata de captar lo que hay en l de femenino. Puesta en escena de una fantasa en la que proyecciones e identificaciones se confunden y arrastran al
lector, junto con el hroe, hacia un lugar de n1alestar,
de vulnerabilidad extrema; viaje al centro del cuerpo,
al centro de la tierra, donde el deseo se interroga, donde ninguna respuesta satisface. Fantasa informe, incolora, difusa y a la que slo es posible acercarse para
recaer luego en el universo quieto de los amores familiares; universo programado, de lugares intercambiables y en el que la prohibicin y la castracin limitan el
vagabundeo y protegen la ilusin ms all de la cual
se inicia un allende del que ninguna palabra puede
dar cuenta: fuera de lugar [hors-lieu], fuera de la ley
[hors-loi], horla, como si se tratara del grito proferido
por el otro poeta con el que frecuentemente se compar aArthur Schnitzler. 2
U na vez concluido el juego, y consumada la prdida
de una fortuna cuya prohibicin se transmiten las generaciones, Frantz volver a la ribera del ro. Cavar
all frenticamente, cosechando los frutos de otra herencia: un poco de tierra, piedras y agua que murmuraba. Y Frantz, loco y envejecido en apenas unas horas, ofrece al conde Spann, que no lo abandona, el espectculo de un hijo transformado en su padre que
acuna su dolor y llora sobre su hijo.
En alemn: Lowenbrche.
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o. Me atormenta un interrogante: por qu, en realidad, durante todos estos aos no intent frecuentarlo y tener con usted una conversacin (interrogant e
planteado, naturalmente, sin tener en cuenta si usted
habra aceptado tal intento)?
La respuesta a este interrogante implica una confesin que me parece excesivamente ntna . Pienso
que lo evit por una especie de temor d e encontrar a
n1i doble. No porque tenga una tendencia fcil a identificarme con otro o porque haya querido pasar por
alto la diferencia de dones que nos separa; pero al sun1ergirme en sus esplndidas creaciones sie1npre m e
pareci encontrar, tras la apariencia potica, hiptesis, intereses y resultados que saba que coincidan
con los mos . Su determinismo, su escepticismo -que
la gente llama pesimismo--, su sensibilidad ante las
verdades del inconsciente, ante la naturaleza pulsional del hombre , su diseccin de nuestras certidumbres
culturales convencionales, el exainen minucioso de la
polaridad del an1or y de la muerte, todo ello despertaba en m un extrao sentniento de familiaridad. (En
un pequeo libro escrito en 1920, Ms all del principio de placer, intent de1nostrar que Eros y pulsin
de muerte son las fuerzas originarias cuya interaccin
domina todos los enigmas de la existencia.) Tuve as la
impresin de que u sted saba intuitivamente --D ms
bien cmno efecto de una sutil autoobservacin- todo
lo que yo descubr gracias a un laborioso trabajo efectuado sobre los dems. S, creo que en el fondo usted es
un investigador de las profundidades psicolgicas, tan
honestarnente imparcial e intrpido como el que ms,
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violencia y que, en ms de un sentido, lo hicieron retroceder cuando en sus textos o en los de otros autores
se acercaba a ellas. Como si su revelacin hiciera peligrar un orden y plantease una duda sobre la ilusin
que recubran.
A esta hiptesis aadir otra que, en mi opinin, es
slo el complemento de la primera.
Hiptesis sospechosa, puesto que se decanta en la
confusin que nos plantea el tumulto de los secretos
inconscientes de nuestros progenitores, tumulto que
nuestro propio rumor sofoca y desfigura.
Hiptesis difcil de aprehender, de retener, de formular, puesto que lo nico que puede decir es una historia paralela y no dispone de otro apoyo que la frgil
cadena de nuestras asociaciones. Cadena en que la
carta a Schnitzler es uno de los eslabones.
Hiptesis equvoca, ya que ella concierne a lo femenino del padre, lo femenino de Freud. Lo femenino como tope y como huella de alguna rebelin secular, de
alguna certidumbre secreta, frente a la muerte inaceptable, inaceptada. Lo femenino, pero no la homosexualidad; la inmortalidad, pero no la megalo1nana; lo
real, pero no la realidad. Femenino, inmortalidad,
real: cada una de estas palabras es portadora de un orden que marca con su impronta la configuracin edpica. Orden singular, marcado a su vez por el sello del
deseo, pero que escapa a su ley y se sita ms all del
Edipo, ltimo bastin en que eso [9a] habla, sangra y
engaa.
Es en esta frontera donde deambula la sombra de
las falsas apariencias que nos recuerda Schnitzler. No
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Pero uno nunca es prvulo [colier]* sino de s mismo, y esta carta que nos golpea como un retorno al remitente nos introduce en el ncleo de un intercambio
ambiguo en el que los anhelos de muerte se encuentran a flor de escritura y en el que, pese a la confesin,
el secreto persiste entero.
Llevo en m un secreto que ignoro; os lo entrego,
pero callad.
Un no -dicho a cambio de un silencio. Qu pens
Schnitzler al recibir estos anhelos? Cont los das que
le quedaban por vivir, jug su sombra en las luces de la
noche, ondul como corresponde su aliento sobre la
superficie de los espejos laringoscpicos? O comprendi acaso muy pronto que no era a l a quien se intentaba acallar, aislar, marcar con el sello del secreto,
y que ese mensaje Freud lo diriga al continente ms
negro de s mismo, a su propia roca, eterno femenino, adonde slo llegar en el sueo?
El viejo Brcke ha de haberme encargado alguna
tarea cualquiera; cosa bastante extraa, se refera a
un preparado anatmico de la parte inferior de mi propio cuerpo, mis piernas y pelvis . .. . 2 6
Y Freud lo hace. Louise N. lo ayuda. Louise N., que
en la evocacin de los restos diurnos peda y rechazaba
un libro que l le ofreca.
esta cita en las asociaciones correspondientes al sueo del preparado anatmico.
*En la traduccin francesa de Fausto citada por N. Minor se
emplea el trmino colier (escolar, alumno) donde nosotros tradujimos prvulos. (N. del T.)
2 6 Freud, L'interprtation des reues, op. cit., pg. 385.
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Freud, Lettres
a Fliess, op.
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(f.,,.
el viejo Brcke est all y le permite el viaje, circunscribe el espacio, indica el camino. Y Freud, que lleva
en el fondo de su memoria un sueo de hombre con pico de pjaro, 28 e1nprende el descubrimiento de lo femenino en s mismo, en su cuerpo en pedazos, con paisajes cambiantes, siguiendo a guas de sexo intercambiable, hacia el lugar en que se aclara el enigma de la
vida.
Pero es slo un sueo, y la teora llama al h01nbre al
orden, y le proporciona el inventario de las palabras
que provisionalmente ponen trmino a su bsqueda.
Lo que no puede ser alcanzado en vuelo . . .(como la
madre arrastrada en vuelo por los hornbres con pico
de pjaro) ... es menester alcanzarlo cojeando . Cojear no es un pecado, nos ensean las Escrituras. 2 9
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obras (1937-1939)
Indices y bibliografas
(1927-1931)
(1932-1936)