Alicia Azubel Acerca Del Lazo Entre Hermanos

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ACERCA DEL LAZO ENTRE HERMANOS A PARTIR DEL ALCANCE

ESTRUCTURAL DEL COMPLEJO DE EDIPO EN LA TEORIA


PSICOANALTICA
Alicia Azubel
NOTA PRELIMINAR:
Para un mejor aprovechamiento del desarrollo del tema, sugiero que se lea en primer
trmino los textos que figuran al final de la exposicin, en el Apndice (pginas 13 a
20).
All transcribimos:
1) Can y Abel (Antiguo Testamento (Gnesis Captulo 4)
2) Dos interpretaciones religiosas del relato bblico de Can y Abel Can y Abel.
3) Una reescritura del relato bblico realizado por Griselda Gambaro en: La Biblia
Escrita Por Argentinos.
4) La Parbola del hijo prdigo. (Nuevo Testamento,Lucas 15)
5) Una interpretacin religiosa de la Parbola.

APENDICE

Historia de Can y Abel.


Antiguo Testamento. Gnesis-Captulo 4
4

El hombre conoci a Eva su mujer, la cual concibi y dio a luz a Can. Entonces ella
dijo: "He adquirido un varn de parte de Jehovah!" 2 Despus dio a luz a su hermano
Abel. Y Abel fue pastor de ovejas, y Can labrador de la tierra.
3

Aconteci despus de un tiempo que Can trajo, del fruto de la tierra, una ofrenda a
Jehovah. 4 Abel tambin trajo una ofrenda de los primerizos de sus ovejas, lo mejor de
ellas. Y Jehovah mir con agrado a Abel y su ofrenda, 5 pero no mir con agrado a Can
ni su ofrenda. Por eso Can se enfureci mucho, y decay su semblante. 6 Entonces
Jehovah dijo a Can:
-Por qu te has enfurecido? Por qu ha decado tu semblante? 7 Si haces lo bueno, no
sers enaltecido? Pero si no haces lo bueno, el pecado est a la puerta y te seducir; pero
t debes enseorearte de l.
8

Can habl con su hermano Abel. Y sucedi que estando juntos en el campo, Can se
levant contra su hermano Abel y lo mat. 9 Entonces Jehovah pregunt a Can:
-Dnde est tu hermano Abel?

Y respondi:
-No s. Soy yo acaso el guarda de mi hermano?
10

Le pregunt:

-Qu has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a m desde la tierra. 11 Ahora
pues, maldito seas t, lejos de la tierra que abri su boca para recibir de tu mano la
sangre de tu hermano. 12 Cuando trabajes la tierra, ella no te volver a dar su fuerza. Y
sers errante y fugitivo en la tierra.
13

Can dijo a Jehovah:

-Grande es mi castigo para ser soportado! 14 He aqu que me echas hoy de la faz de la
tierra, y me esconder de tu presencia. Ser errante y fugitivo en la tierra, y suceder
que cualquiera que me halle me matar.
15

Jehovah le respondi:

-No ser as. Cualquiera que mate a Can ser castigado siete veces.
Entonces Jehovah puso una seal sobre Can, para que no lo matase cualquiera que lo
hallase. 16 As parti Can de delante de Jehovah, y habit en la tierra de Nod, al oriente
de Edn.

Historia de Cain y Abel relatada por estudios bblicos


Versin UNO:
Can, segn la Biblia, especficamente el Gnesis, era junto a Abel, hijo de Adn y Eva,
quienes son los primeros seres humanos creados por Dios, y posteriormente desterrados
desde el Paraso por no cumplir sus leyes (comer del fruto prohibido). De estos
hermanos, Can era agricultor, mientras que su hermano menor Abel, era pastor. Era
comn, en estos tiempos, agradecer a Yav por los buenos cultivos o la buena crianza
del ganado, por lo que estos hermanos les presentaron sus sacrificios; al verlos Dios
prefiri el sacrificio de Abel (de los primognitos de sus ovejas) que el de Can (del
fruto de la tierra),1 , quien enloqueci de celos y mat a su hermano , yndose, despus
de esto, a sus cultivos. Al ser interrogado por Dios acerca del paradero de su hermano,
Can responde Acaso soy yo el custodio de mi hermano?. Sabiendo Yav lo que
haba ocurrido, castig a Can condenndolo a vagar por la tierra de Nod.
Versin DOS:
La Biblia se refiere a la maldicin de Can en el captulo cuarto del Libro del Gnesis.
En este captulo se habla de Can y Abel, hijos de Adn y Eva. Can, el mayor, araba los
campos mientras que Abel cuidaba rebaos. Finalmente cada uno de los dos hermanos
hizo un sacrificio a Dios; Can sacrific el fruto de su cosecha y Abel sacrific los

mejores animales de su rebao. Como Dios acept el sacrificio de Abel, pero rechaz el
de Can, ste se sinti compungido1 y mat a Abel en el campo.2
Cuando Dios pidi explicacin a Can por la muerte de Abel, Dios le maldijo diciendo:
Qu has hecho? Escucha! La sangre de tu hermano clama desde el suelo. Ahora
ests maldito y la tierra, que abri su boca para recibir la sangre de tu hermano
rechazar tu mano. Cuando trabajes la tierra, no te dar fruto. Vagars eternamente
sobre la tierra.3
En un acto de irona la maldicin de Dios estaba dirigida estrictamente a arrebatar a
Can el beneficio de su principal habilidad, la agricultura. Cuando Can afirm que
cualquiera que lo encontrara lo matara, Dios le respondi: 'No ser as; si alguien mata
a Can, ser vengado siete veces. Y Dios puso una marca en Can para que
quienquiera que se encontrase con l no lo matara.4

La Biblia escrita por argentinos:


Cain y Abel por GRISELDA GAMBARO
Las tierras se dividan netamente en ocres y verdes. Verdes en la colina donde caan las
lluvias y pastaban las ovejas, ocres cenicientos en la tierra llana. Abel era dueo de las
ovejas y de la colina. Can, del arado y de la tierra llana que ocultaba cascotes y
piedras del tamao de un puo.
Abel, pastor de sus ovejas, eligi una de gran grosura y la sacrific a Jehov. Le cort
el cuello y ya desangrada arm una hoguera de leos perfumados cuyo humo, filtrado
por la atmsfera en su largo recorrido, lleg directamente al Cielo, desprovisto de su
tufo a carne quemada y slo oloroso a resina y a otros aromas de la madera.
Dios abri sus amplias narices, oli y dirigiendo un vistazo a la Tierra dijo: Es ofrenda
de Abel; se sinti halagado y privilegi a Abel en su corazn. Porque en un mundo casi
deshabitado eran pocas las ofrendas, conceda importancia a cada una.
Can, dedicado desde el amanecer hasta la noche a arar la tierra, a sembrar, recoga
frutos escasos porque la sequa y la falta de humus no favorecan sus afanes.
Cuando vio el humo que se desprenda de la hoguera de su hermano, Can se dijo que
no poda ser menos, que el excesivo trabajo le haca olvidar el ejercicio de su devocin.
Sin embargo, cuando abandon el arado y se acuclill junto a la hoguera de Abel,
otros fueron sus pensamientos. Contempl la columna de humo que ascenda libre de
impurezas y pens si de las ltimas ascuas no podra rescatar un trozo de carne que,
aun carbonizada, le sabra a manjar.
Regres a su arado y mientras lo empujaba se pregunt: Por qu mi hermano
sacrifica una oveja teniendo tan pocas? Lo que se expresa una vez no se expresa para
siempre, y sacrificando ovejas, cmo alimentara Abel a su mujer y a sus hijos? (No
habra mujer ni hijos para Abel. Morira antes. As que era vana su preocupacin.)

Mir Can lo que poda cosechar y era muy poco. Cmo desprenderse de una sola de
esas espigas rematadas por delgados granos? El cielo se mantena azul, sin nubes que
anunciaran lluvias, el sol inclemente. Entonces, aunque ya haba ofrendado mieses que,
por escasas, Dios no haba recibido con agrado, resolvi una ofrenda ms humilde
an, creyendo que esta vez Dios comprendera.
El humo de su hoguera -de pastos secos, de ramas y de espinos- llegara igualmente al
Cielo; vala el homenaje, la intencin diramos ahora, y Dios concluira: He aqu uno
que procede con tino y se entrega a Mi discernimiento. No soy un insensato ni un
soberbio para esperar que mis criaturas me ensalcen a costa de privaciones o penuria.
Y agregara: No les exigir lo imposible, si bien ellas slo tendrn (y sern) lo que
dieron. Verdad irrefutable an hoy, en nuestros tiempos, que uno slo tiene (y es) lo
que ha dado.
Y lo que haban dado Can y Abel no era la quemazn de unos arbustos y la oveja ms
gorda del rebao sino el sentir, el reconocimiento a un ser poderoso, temido y
reverenciado.
Sin nimo de sentar comparaciones, aunque los dos hermanos pretendieran expresar su
devocin, esa devocin hasta poda considerarse ms profunda en Can; obrara con
clculo (el de la miseria) pero jams se le ocurrira que Dios, en su majestad y
omnipotencia, podra obrar del mismo modo: con clculo. Slo atento al alma de sus
criaturas, Dios no establecera diferencias entre Can y Abel, no agregara mayor
significado a una oveja, a unas maderas olorosas, ni menoscabara ofrendas ms
modestas de paja y espinos.
As, antes del amanecer, quitndole horas al sueo, seguro de que Dios comprendera,
Can recogi gran cantidad de pastos secos, matas y ramas, y los encendi frotando
dos piedras porque para ahorrar ni aun en los das fros guardaba rescoldo.
El humo se alz, no en una columna recta y azulada como en el caso de Abel, sino
grisceo, desparramndose por los terrenos vecinos y por las colinas donde
descargaban las lluvias antes de alcanzar el llano.
Los ojos llorosos, las ovejas de Abel comenzaron a toser entre ahogos y el pelo se les
puso del color de la ceniza.
Slo una pequea porcin de este humo lleg al Cielo pero bast para que el Creador,
tosiendo y con los ojos llorosos como las ovejas, dictaminara malhumorado: He aqu
una ofrenda que no vale nada. El sacrificio de una oveja huele bien, bajo el olor a
resina an sabe a asado dominical, pero Can procede como un campesino avaro
cuidando sus vveres. Su fe es poca. Mide su hambre. En consonancia con l -con su
grandeza- ni el sacrificio de un hijo primognito deba medirse.
No mir propicio a Can y despreci su ofrenda, a la que consider mezquina. No
madrugar para castigarlo, se dijo, pero quiero equidad. Diente por diente, ojo por
ojo. Como Can me descuida, yo lo descuidar.

Entonces, mientras las ovejas de Abel, a pesar de los sacrificios no raleaban,


multiplicndose con lozana, la tierra de Can se agost. Por ms que trabajara
duramente, no le devolva fruto. Enflaqueci, sus labios se secaron y constantemente
sufra hambre.
Quiz, como se cuenta, Can matara a Abel, su hermano que segua halagando a Dios y
era su preferido. As est escrito, que la voz de la sangre de Abel clam a Dios desde la
tierra, pero no hay que creerlo ciegamente. All tambin, en lo escrito, como en un
campo de gramneas con yuyos, crece tanta verdad como mentira. Quiz Can suplic a
Abel que le concediera una oveja de su rebao (no para el sacrificio sino para
comerla), quiz lo pens mejor y le reclam un par, macho y hembra, con la esperanza
de atenuar sus privaciones cuando engendraran corderos y se multiplicaran como
ganado en un trozo de colina verde, tambin exigido. Fuera un caso u otro, ante el
rechazo unnime de Abel, quiz Can lo asesinara.
Los tiempos estn muy lejanos para saberlo con exactitud (aunque est escrito). Lo que
s sabemos con certidumbre es que a partir de sus repudios y preferencias, ya en esos
das y para siempre, Dios comenz a ser incomprensible.
Vanidad de vanidades y todo es vanidad son las palabras del Eclesiasts. Pero la
vanidad mayor es el dispendio, la ofrenda lujosa frente al hambre del hermano.

Parbola del hijo prdigo


Lucas 15, 1-3.
En aquel tiempo, se acercaban a Jess todos los publicanos y los pecadores para orle.
Y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y come
con ellos.
Jess les dijo esta parbola: Un hombre tena dos hijos; y el menor de ellos dijo al
padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y l les reparti la
hacienda.
Pocos das despus el hijo menor lo reuni todo y se march a un pas lejano donde
malgast su hacienda viviendo como un libertino.
Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel pas, y comenz a
pasar necesidad. Entonces, fue y se ajust con uno de los ciudadanos de aquel pas, que
le envi a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las
algarrobas que coman los puercos, pero nadie se las daba.
Y entrando en s mismo, dijo: "Cuntos jornaleros de mi padre tienen pan en
abundancia, mientras que yo aqu me muero de hambre!
Me levantar, ir a mi padre y le dir: Padre, pequ contra el cielo y ante ti.
Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trtame como a uno de tus jornaleros."

Y, levantndose, parti hacia su padre. Estando l todava lejos, le vio su padre y,


conmovido, corri, se ech a su cuello y le bes efusivamente.
El hijo le dijo: "Padre, pequ contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo
tuyo."
Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un
anillo en su mano y unas sandalias en los pies.
Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo
mo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado". Y
comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acerc a la casa, oy la
msica y las danzas; y llamando a uno de los criados, le pregunt qu era aquello.
l le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha
recobrado sano."
El se irrit y no quera entrar. Sali su padre, y le suplicaba.
Pero l replic a su padre: "Hace tantos aos que te sirvo, y jams dej de cumplir una
orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos;
ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con prostitutas, has
matado para l el novillo cebado!"
Pero l le dijo: "Hijo, t siempre ests conmigo, y todo lo mo es tuyo; pero convena
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a
la vida; estaba perdido, y ha sido hallado."
Reflexin religiosa de la parbola.
Dejar la casa paterna significa mucho ms que alejarse de un lugar en un momento
determinado. Significa negar la realidad espiritual de nuestra pertenencia a Dios. De
hecho pedir la herencia del padre es desear de algn modo un tanto sutil la muerte del
padre. Tal vez, hemos tenido la experiencia de esto en algn momento de nuestra vida.
Al inicio notamos que todo va de maravillas. No tenemos a nadie que nos diga lo que
tenemos que hacer, contamos con los amigos, msica, aventuras en tierras lejanas,
etc. Pero puede ser que actuamos as porque no vemos el engao del diablo, no nos
percatamos de que los fundamentos de nuestra vida no estn en aquellos lugares lejanos,
sino en nuestra casa paterna.
Nosotros tambin somos hijos prdigos cada vez que pedimos la herencia a Dios para
alejarnos del l. Somos hijos prdigos cada vez que buscamos el amor donde no
podemos encontrarlo. No es fcil recorrer el camino de la vida sin la ayuda de un Padre
que nos ame, nos comprenda y nos anime.
Uno de los grandes retos de la vida espiritual consiste precisamente en reconocernos
pecadores delante de Dios y pedirle su perdn. Porque la historia que hoy nos narra el

evangelio no es una simple novela entre muchas otras. Es la historia de cada una de
nuestras vidas llamadas a reconciliarnos con el Padre. l nos espera con los brazos
abiertos para darnos de nuevo su amor.

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